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El anillo y las sandalias que el padre dio al hijo. El anillo común en esos
días, era un sello. Un sello servía como la firma personalizada del
dueño. Al darle el anillo a su hijo, el padre le estaba diciendo que
nuevamente tenía acceso a su riqueza y herencia y que podía actuar
de su parte legalmente en cualquier momento. impresionante de la
misericordia y generosidad del padre.
Pedro con el arrojo que le caracteriza le pide casi una prueba: “Señor si eres tú,
hazme caminar hacia ti sobre las aguas”; y Jesús le dice “¡Ven!”. Pedro baja de la
barca y pone a caminar sobre el agua, pero el viento fuerte azota y comienza a
hundirse. Entonces grita: “¡Señor, sálvame!”, y Jesús le tiende la mano y lo
levanta.
Esta narración es una hermosa imagen de la fe del apóstol Pedro. En la voz de
Jesús que le dice “Ven”, él reconoce el eco del primer encuentro orillas de aquel
mismo lago y en seguida, nuevamente, deja la barca y va hacia el Maestro. ¡Y
camina sobre las aguas! La respuesta confiada y pronta al llamado del Señor
hace cumplir siempre cosas extraordinarias.
Jesús ahora mismo nos decía que nosotros somos capaces de hacer milagros
con nuestra fe: la fe en Él, en su palabra, la fe en su amor.
En cambio, Pedro comienza a hundirse cuando que quita la mirada de Jesús y se
deja influenciar por las circunstancias que lo circundan.
Pero el Señor está siempre allí, y cuando Pedro lo invoca, Jesús lo salva del
peligro. En la persona de Pedro, con sus entusiasmos y debilidades, se describe
nuestra fe: siempre frágil y pobre, inquieta y a pesar de todo victoriosa, la fe del
cristiano camina hacia el Señor resucitado, en medio a las tormentas y peligros
del mundo.
Reflexión
Caminar sobre las aguas, ¡qué proeza!, está fuera de nuestro alcance. Por eso
sucede que cuando leemos estas líneas no lleguemos a penetrar su mensaje
hasta el fondo.
Las dificultades llegan cuando nos pide algo más, un sacrificio mayor. Es
entonces cuando sentimos que nuestras pasiones se rebelan y nos echamos
atrás. Aquella posibilidad de avanzar se ha convertido en un fracaso, en un
naufragio. ¿Por qué?
Veamos qué le sucedió a Pedro. Al principio se asustó al ver a Jesús, que llegaba
de forma tan inesperada. Pero al ver que era Él, se sintió seguro, y a la voz de su
Maestro comenzó a dar los primeros pasos. ¿Y luego? Dudó, tuvo miedo, no
confió en el poder de Cristo para continuar adelante, y empezó a hundirse. Lo
que le faltaba era fe.
Con fe, Pedro hubiera cruzado a pie todo el lago. Con fe, nosotros también
seríamos capaces de los mayores milagros. Si tuviéramos un poquito de fe, nos
sorprenderíamos de hasta dónde podemos llegar.
Pedro Camina sobre las Aguas – Reflexión en Mateo 14:25-33
Sin embargo, además que la Biblia dice que “andaba sobre las aguas” (Mt
14:29), también menciona que de un momento a otro simplemente cayó (Mt
14:30), y por lo visto, aun sabiendo Jesús la respuesta, la pregunta que le planteo
fue “¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?” (Mt 14:31).
Si miramos el relato con detalle, podemos notar que Pedro salió de la barca al
escuchar la voz de Jesús, sin embargo, se detuvo cuando empezó a considerar
todo lo que se encontraba a su alrededor, quitó la mirada de Jesús y se olvidó del
principio básico, que andamos por fe y no por vista.
Y es que en realidad la mayor parte del tiempo, el caer en el temor tiene una
relación directa con nuestra falta de confianza de lo que Dios dice de nosotros,
que somos hijos amados, sentados a Su diestra en los lugares celestiales,
entonces, ¿Por qué surge el miedo? Porque no terminamos nunca de incorporar
esta realidad.
Y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares
celestiales con Cristo Jesús (Ef 2:6).
No vemos las cosas como son, sino como somos, lo que creemos determina
nuestro modo de afrontar la vida, y si seguimos pensando que somos aquellos
que estamos alejados de la presencia de Dios jamás vamos a poder apropiarnos
de las promesas a las que tenemos acceso a través de Su Hijo, donde al ser
perfeccionados en ese amor ya no hay temor.
-La persecución o el rechazo por intentar vivir la moral cristiana en un mundo que
la acepta cada vez menos y es hostil a esta moral. Tal vez en nuestro caso no es
una persecución de tortura y de muerte, pero si en pequeñas cosas, como la
exclusión de grupos, lugares, burlas, agresiones verbales y hasta condena social.
-Las adversidades personales, cuando las cosas no salen como nosotros las
pensamos, sea en el trabajo, en la familia o en la perdida sea de algún ser
querido, un trabajo, algo material, una relación, etc.
-Las tentaciones del maligno para alejarnos de la vida de gracia, dentro de las
cuales, una de las más terrible puede ser la duda en la fe.
Suele ocurrir que en la adversidad y aun en la oración nos viene la duda, esto se
manifiesta en preguntas interiores tales como: ¿Qué estoy haciendo acá?, ¿En
verdad Dios existe?, si existe, ¿se va a fijar en mí y en mi problema?, ¡Mejor veo
cómo puedo arreglarlo por mi cuenta¡, y otras dudas similares con que el
demonio nos puede tentar para alejarnos de Dios.
Cuando esto ocurre debemos saber que esto no es malo, sino que justamente es
para nuestro bien y debemos pasar por esto si queremos avanzar en el camino
hacia la unión con nuestro Creador.
En estos casos debemos confirmar nuestra fe como hizo Pedro diciéndole “Señor
sálvame”. Ir delante de Cristo vivo en el sagrario y decirle: ¡Señor, si creo, acepto
esta prueba, pero ayúdame a pasarla, porque soy frágil, para mí solo es muy duro
y tengo miedo, solo en vos confío y en vos todo lo espero!
San Pablo nos dirá en su carta a los Corintios: Hasta ahora, ustedes no tuvieron
tentaciones que superen sus fuerzas humanas. Dios es fiel, y él no permitirá que
sean tentados más allá de sus fuerzas. Al contrario, en el momento de la
tentación, les dará el medio de librarse de ella, y los ayudará a soportarla. (Cor I
10,13).
Es decir, no pretendamos soportar la prueba con orgullo y soberbia, más bien
pidamos a nuestro Señor los medios como lo hizo Pedro y así confirmaremos
nuestra fe y habremos progresado en el camino a la patria Celestial.
Los momentos de desolación son los momentos de prueba, donde parece que
Dios se retira y nosotros mediante la voluntad debemos confirmar nuestra fe. Son
estos momentos donde más debemos recurrir a la oración, a los sacramentos y a
la meditación de la palabra de Dios.