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La Revolución de Caracas desde abajo

Impensando la primera independencia de Venezuela desde la perspectiva de


los Libres de Color, y de las pugnas político-bélicas que se dieran en torno a
su acceso a la ciudadanía, 1793-1815

Alejandro E. Gómez

Resumen

El presente trabajo estudia la participación de los Libres de Color en la Revolución de


Caracas, y la percepción que estos desarrollaron sobre ese proceso político. Para tales fines,
se aplica una metodología ‘desde abajo’, conjugada con un análisis prospectivo conceptual
sobre la noción de ‘igualdad’ que manejaban. El autor argumenta que dado que los Libres
de Color no conformaban un sector homogéneo en términos etno-estamentales, esto incidió
sobre las posturas políticas de los miembros de aquel sector etno-social, afectando con ello
el curso de los acontecimientos. También indica que desde los años 1790s comienzan a
aparecer nociones más abstractas de aquella noción, asociadas al concepto de ciudadanía
moderna, debido sobre todo al impacto del ejemplo franco-antillano. Esta tendencia se
habría consolidado luego de 1811, con la aparición de un sector político radical, liderado
por Miranda. Concluye aseverando que durante dicho proceso revolucionario se desarrollo
un complejo conflicto de intereses y motivaciones, en la que los ideales modernos y las
aspiraciones etno-sociales tradicionales afines a la igualdad de derechos, convivieron y
hasta se enfrentaron a veces en forma cruenta, como se viera en la ‘guerra etno-civil’ que
estallara en 1812.

Abstract

This article focuses on the participation of the Free Coloureds in the Revolution of Caracas,
and the perception they had of that political process. In this sense, it applies a ‘From
Below’ methodology, following a conceptual analysis of the notion of ‘equality’ they had.
The author argues that the Free Coloureds did not conform a homogenous sector neither in
racial nor in social terms, a situation that would end up affecting the course of events. He
also indicates that from the 1790s a more abstract notion of that concept began to appear,
mainly because of the incidence of what was going on in the French Antilles at that time.
This tendency consolidated after 1811, with the appearance of a radical political sector
leaded by Miranda. He concludes indicating that during that revolutionary process took
place a severe conflict of interests and motivations, in which the modern ideals and
traditional aspirations associated to race equality coexisted and, at times, even concurred in
a violent way, as it happened in the ‘socio-racial war’ that broke out in 1812

“Los revolucionistas justifican su resistencia a la Madre Patria a título del derecho


que como hombres libres tienen de elegir su gobierno. (…) les preguntaremos si
insistiendo sobre tal argumento, piensan acomodar la práctica a la teoría? Si
recurriendo a artificios y quisquillas piensan excluir a sus hermanos negros o pardos,
de una completa participación del poder político ¿juzgan que con estas lecciones de
derecho natural frescas en la memoria, se someterán pacíficamente las castas
degradadas a estas restricciones y privilegios?”
José Blanco White (ed.), El Español, No.XXII (Londres, 30/01/1812), p.253

Introducción

1 El 5 de julio de 1811, los diputados del primer Congreso Federal de Venezuela reunido en
Caracas, tras una larga y emotiva sesión, decidieron declarar la independencia absoluta.
Cinco meses más tarde instauraban una república liberal (tanto en un sentido social como
económico), cuyo territorio estaba compuesto por buena parte de lo que había sido hasta
entonces la Capitanía General de Venezuela. Desde poco después que terminara la guerra
de independencia en 1821, los aniversarios de aquel evento son celebrados año tras año con
fastuosos actos oficiales, desfiles militares, y otras actividades, en un perpetuo intento por
afianzar el sentir nacionalista justificando la ruptura del nexo colonial con España. Lo que
nunca se escucha en tales ocasiones en boca de los oradores que pronuncian los discursos
solemnes, es que al inicio de aquella histórica sesión se hizo una propuesta que
condicionaba la realización del debate sobre la independencia, a que se dilucidara
previamente un asunto que muchos diputados consideraban como de vital importancia para
el devenir de la república cuya creación se disponían discutir: el estatus político que
tendrían los muchos individuos Libres de Color que habitaban el territorio.

2 La particular importancia de este asunto residía en que ese sector conformaba la fracción
más numerosa de la población que habitaba la Provincia de Caracas (Fig.1) en aquel
entonces, llegando a tener alrededor de 190 mil individuos (44% de la población); mientras
que los Blancos (entre Criollos, Canarios y Peninsulares), apenas alcanzaban unos 90 mil
(25% de la población).1 Esta desproporción debió ser mucho más pronunciada en otras
regiones de la capitanía, en particular en las planicies del sur o Llanos, donde existía una
numerosa población de color, conformada en gran medida por Zambos (nombre dado al
resultado del cruce de negro más india), la cual, por su gran dispersión geográfica, era muy
difícil contabilizar formalmente.

3 A pesar de la relevancia que esas cifras deberían tener para el estudio de la historia de la
revolución caraqueña, los trabajos que se inscriben dentro de la historiografía nacional
venezolana que han abordado ese proceso, han mantenido silencio e incluso manipulado la
participación de los sectores de color en la misma. Desde los historiadores tradicionales o
tradicionalistas, que lo han estudiado generalmente desde un punto de vista evenemencial
(es decir, siguiendo exclusivamente los hechos bélicos y políticos), hasta los sociales
contemporáneos a través de estudios sobre nuevas formas de sociabilidad que se dieran a
partir de entonces o del impacto de las ideas políticas de la modernidad, todos coinciden en
resaltar la perspectiva de los “verdaderos” actores de dicha revolución: los “próceres”,
“precursores” y “héroes” blancos criollos, mientras que es poco o nada lo que se dice
acerca de la participación de los sectores subalternos de color.

4 La participación de los Libres de Color en la historiografía nacional sólo comienza a


aparecer desde los años 1960, cuando, como indica Frédérique Langue, es referida por los
historiadores marxistas; aunque, lastimosamente, de manera muchas veces ideologizada,
pretendiendo justificar en términos retrospectivos y asociar con fines historicistas las luchas
y aspiraciones contemporáneas de la izquierda radical, con la participación pretérita de
miembros de aquel sector en conflictos socio-políticos, incluso desde tiempos de la
conquista.2Esto ha repercutido negativamente en la Memoria Histórica de los venezolanos,
la cual, además ha sido –y sigue siendo– sistemáticamente mal influenciada por la excesiva
mitificación de que ha sido objeto el proceso que condujo a la independencia, así como los
personajes que la hicieron posible (en particular la figura de Simón Bolívar3), por parte de
pseudo-historiadores y políticos de oficio.

5 Como resultado de todo lo anterior, se ha generado una suerte de vacío a la vez


historiográfico y memotético en relación a varios aspectos de la historia de los conflictos
que se dieran en la Provincia de Caracas desde fines del siglo XVIII. Ese vacío se ha hecho
también manifiesto de distintas formas no académicas de representaciones del pasado:
manuales escolares, actos públicos conmemorativos, obras pictóricas y literarias de
inspiración heroica, etc. En ellas normalmente sólo aparecen o se hace mención a la
participación en el proceso independentista de un ex-esclavo, Pedro Camejo (alias Negro
Primero), quien muriera en la Batalla de Carabobo en 1821 (Fig.7); de dos pardos, Lino
Gallardo y Juan José Landaeta, a quienes se vincula con la autoría del himno nacional de
Venezuela, pero raramente reconociendo su condición de afro-descendientes; y de una
masa ingente e impersonal de individuos de color sobre quienes sólo se resalta su habilidad
para cabalgar y hacer uso de las armas (Fig.6), sin esforzarse demasiado por conocer qué
ideas políticas manejaban para estar apoyando o rechazando los proyectos republicanos.

6 En la gestación de ese vacío también han contribuido los trabajos de representantes de la


historiografía foránea hispano-americanista, debido a su afán por explicar los movimientos
americanos de ruptura con España en términos de causalidad directa en relación a la Crisis
de la Monarquía Hispana, y del supuesto impacto tardío de los ideales de la Modernidad
Política sobre los sectores subalternos. La gran excepción a la regla es el caso de Cartagena
de Indias, el cual (gracias a los trabajos pioneros de Alfonso Múnera y, más recientemente,
de Aline Helg, Marixa Lasso y otros historiadores) se ha develado como un proceso
político al que a los Libres de Color no asistieron como ‘convidados de piedra’, sino que
participaron activamente hasta el punto de jugar un papel determinante en la consecución
de la independencia de esa provincia neo-granadina en 1811. En este mismo sentido,
aunque no se trate de la América Hispana, con miras a entender lo que paso en el Caribe en
aquella convulsionada época, no se puede obviar otro caso similar: el de Saint-Domingue
(hoy Haití), donde un sector de los Libres de Color, la elite mulata del sur de la isla, tomó
las riendas de sus aspiraciones, incluso en la propia Francia ante la Asamblea Nacional.
Como resultado principalmente de sus gestiones y luchas a ambos lados del Atlántico, en
1792 consiguieron que se les otorgara derechos ciudadanos en un sentido amplio.4

7 Algo similar a los dos casos anteriores fue lo que aconteció en la región centro-norte de la
Provincia de Caracas, donde, según se desprende del resultado de nuestras investigaciones,
muchos individuos de color de condición libre (en su mayoría Pardos5, pero también
Morenos o Negros Libres) se vieron envueltos en los acontecimientos políticos que
tuvieron lugar en ese territorio, desde mucho antes de que los Blancos Criollos asomaran
por primera vez su intención de instaurar un gobierno autónomo en 1808. Como veremos
más adelante, las posturas políticas que asumieron y las acciones que llevaron adelante los
Libres de Color durante los intentos autonomistas e independentistas en aquella provincia,
influyeron de manera determinante no sólo sobre el desarrollo de los acontecimientos, sino
también, cuando finalmente se logra instaurar una república en 1811, en el alcance que
tendría a nivel constitucional la noción de ciudadanía y las normas que regulaban el
derecho a la representación política.

8 Para conocer los pormenores de tal influencia, además de identificar los medios de
difusión de las ideas modernas que repercutieron sobre los derechos de los Libre de Color
así como los actores políticos que los llevaron a la práctica (principalmente individuos de
‘calidad’ blanca), hace falta estudiar lo que sucedía fuera de las salas capitulares y casas
solariegas de los Blancos Criollos. Al hacerlo, siguiendo a Germán Carrera Damas6, nos
encontramos con un ambiente de crisis a lo interno de la Sociedad Colonial venezolana, una
de cuyas manifestaciones más evidentes era precisamente la disconformidad existente entre
muchos Libres de Color por el estatus etno-político inferior que se les daba, por la forma
despectiva cómo les trataban los Blancos Criollos, y las discriminaciones de que eran
objeto en términos socio-jurídicos y etno-estamentales.7 Como se ha afirmado en múltiples
ocasiones, pero sin verdaderamente hacer una revisión profunda basada en fuentes
primarias, esa situación va a marcar de manera determinante la naturaleza y la dinámica de
los conflictos bélicos y pugnas políticas que estallaron en Venezuela a fines del Período
Colonial.

9 Ello no quiere decir que todas las pugnas que se dieran respondían estrictamente, en
términos deterministas, a diferencias tradicionales entre parcialidades etno-sociales sólo
entendibles en términos de Blancos contra Libres de Color, ya que dentro de este último
sector había marcadas diferencias clasistas y estamentales que también afectaron el
desarrollo de los acontecimientos. Éstas eran particularmente intensas entre la elite de los
Pardos y el resto de la población de color (Negros Libres, Zambos, etc.). Los Pardos
Beneméritos (como en ocasiones se llamaban a sí mismos los miembros de aquella elite)
eran individuos que gozaban de un alto nivel socio-económico, con patrimonios que si bien
no alcanzaban en cuantía y valor a los de los Mantuanos (elite criolla blanca), si llegaban a
ser superiores a los de los Blancos de Orilla.8 Esta prosperidad material les había facilitado
uniones con Blancos por lo que eran también eran los más “blanqueados” entre los Libres
de Color. El estatus superior que detentaban en lo alto de la escala etno-estamental dentro
de los sectores de color libres, era celosamente protegido mediante prácticas endogámicas,
al mismo tiempo que procuraban evitar uniones conyugales con individuos considerados
por ellos como inferiores.9

10 Los pardos de la elite podían ser muy drásticos a la hora de distinguirse del resto de la
población de color. En tal sentido, es conocido el caso en que los miembros de las Milicias
de Pardos, piden al gobernador que expulse a uno de sus miembros por no cumplir con las
condiciones etno-estamentales para formar parte de ese cuerpo, alegando que “…cuando
no sea zambo, es tente en el aire, y por consiguiente enteramente excluido de la
legitimidad de pardos…”10 Este era un asunto delicado para los Pardos, ya que la milicia
era uno de los pocos medios que tenían para aumentar su ‘estimación’ frente a la
comunidad colonial, así como su ‘honor’ a ojos del Rey. El grado más alto que les era
permitido en esos cuerpos era el de Capitán, el cual era asignado normalmente a un pardo
de elevada ‘calidad’, es decir, con un alto nivel de blanqueamiento (Tercerón, Cuarterón,
Quinterón), pero también con los medios económicos suficientes para adquirirlo.11 Como
se puede apreciar, no se puede definir a los Libres de Color como un sector etno-social
homogéneo, ya que el mismo, al igual que pasaba con el resto de la Sociedad Colonial, se
encontraba divido a lo interno por razones clasistas, raciales y estamentales.

11 De todo lo anterior la pertinencia de realizar un estudio detallado desde abajo, que nos
permita a la vez conocer la participación de los Libres de Color en los distintos
movimientos de lesa majestad que se dieran en tierras caraqueñas desde el comienzo de la
Era de las Revoluciones, y las diferentes percepciones que estos tuvieron sobre la
potencialidad de ver mejorar su condición etno-estamental si apoyaban los mismos. En tal
sentido, se guardará particular atención a los cambios que sufriera la noción tradicional de
igualdad etno-estamental que tenían, hacia concepciones más abstractas asociadas con el
concepto de ciudadanía, producto del impacto de las ideas de la Modernidad Política.12

Fig.1 La Provincia de Caracas a fines del Período Colonial. Agustín Codazzi (1793-1859),
Mapa político de Venezuela, antes de la revolución de 1810 [Detalle]. Caracas: Agostino
Codazzi; París: Thierry Frères, 1840. Tomado de: David Rumsey Map Collection

1. El ejemplo de la igualdad franco-antillana

12 (Nota de agradecimiento13)

13 Las primeras manifestaciones que evidencian un cambio en la noción de igualdad que


tenían los Libres de Color venezolanos, las encontramos a mediados de 1797. Ese año fue
descubierta una conspiración de inspiración jacobina en las ciudades de La Guaira y
Caracas, en la cual participaron activamente individuos de esa condición.14 La misma fue
propiciada principalmente por algunos ‘reos de estado’ que habían sido remitidos desde
España, por haber liderado una fallida insurrección jacobina (la Conspiración de San Blas),
la cual había tenido lugar en Madrid dos años antes.15 Ya en las bóvedas de La Guaira,
estos, en connivencia de algunos Blancos y Pardos locales, nuevamente se rebelaron contra
el orden establecido. El plan contemplaba la instauración de una república católica en la
que la esclavitud fuera abolida “como contraria a la humanidad”, y todos los ciudadanos
fuesen iguales, independientemente del sector etno-social al que perteneciesen. Esto se
puede apreciar en uno de los principales documentos políticos del movimiento, las
Ordenanzas redactado por el mallorquín Juan Bautista Picornell, en cuyo artículo 32 se
declaraba la igualdad natural entre Blancos, Indios, Pardos y Morenos, entre quienes, en lo
sucesivo, debía reinar la “…mayor armonía, mirándose como hermanos en Jesucristo
iguales por Dios…”16

14 La mayoría de los Libres de Color que tomó parte en el movimiento eran oficiales de las
Milicias de Pardos, como los sargentos José del Rosario Cordero, Miguel Granadino, José
Manuel Pino, y Narciso del Valle. A pesar de que algunos pertenecían a la Compañía de
Artilleros Pardos de La Guaira (como es el caso de Del Valle), la mayor parte eran del
Batallón de Milicias de Pardos de Caracas, muchos de cuyos componentes habían sido
trasladados para reforzar las defensas de aquella ciudad portuaria, en sustitución de las
milicias veteranas y otros cuerpos armados locales que fueran enviados como refuerzos a
Santo Domingo en 1793. En la conspiración también tomaron parte al menos tres soldados
negros, Juan Moreno, Lorenzo Acosta y Ramón Príncipe. En total, se llegó a decir que el
número de los comprometidos, entre gente blanca y de color, alcanzaba entre 200 y 500
individuos, aunque nunca se pudo comprobar la participación de poco más de una treintena
de individuos.17

15 Desde un principio, los comprometidos en la conspiración hicieron lo posible para


ganarse a los Libres de Color para su causa, de quienes sabían que estaban “….quejosos, de
no ser atendidos conforme a su virtud y merito.”18 Dos de los conspiradores españoles,
Manuel Cortés y el referido Picornell, desde sus calabozos elaboraron respectivamente
canciones patrióticas y obras breves alegóricas a la igualdad entre sectores etno-sociales.
Como fuente de inspiración, como pasara previamente en Madrid, tomaron principalmente
los preceptos políticos Revolución Francesa19, pero ahora también el ejemplo del nuevo
régimen de ‘fraternidad inter-étnica’ que supuestamente había sido instaurado en casi todas
las Antillas Francesas, tras un decreto que otorgaba ciudadanía a los mulatos de 1792, y
otro que abolía la esclavitud de 1794.20

16 La influencia franco-antillana se notó tanto en los objetivos del proyecto político que
desarrollaran los conspiradores (en el que se proponía, como ya se indicara, el otorgamiento
de ciudadanía a los Libres de Color y la abolición de la esclavitud), como en materiales
propagandísticos alegóricos a la ciudadanía de los individuos de color: Cortés escribió
canciones patrióticas (como la Canción Americana y el Soneto Americano) en las que se
resaltaba la igualdad de quienes serían los ciudadanos de la nueva nación, Negros, Indios,
Blancos y Pardos21; mientras que Picornell redactó narraciones cortas, entre las cuales vale
la pena resaltar dos, por la referencia que una hace a lo que acontecía en las islas galas y
por el mensaje de igualdad racial que ambas llevaban: Por un lado, el titulado La
revelación de un fraile, en la que a un fraile franciscano, Fray José María de la Concepción,
se le aparece en una visión José Leonardo Chirinos (un Negro que había sido ejecutado dos
años antes por haber liderado una insurrección de Esclavos, Zambos y Negros Libres en la
Serranía de Coro). En la trama, el difunto de esta narración baja del cielo para darle un
mensaje al fraile, el cual es luego confirmado por la Virgen María, que justificaba la
independencia alegando que “…si los americanos querían recobrar su antigua libertad
podrían desde luego hacerlo, pues tenían a su favor el brazo del Todopoderoso que los
protegería…”22

17 Por otro lado, el Diálogo entre un Moreno Teniente Coronel de la República Francesa y
otro Moreno Español primo suyo, el cual, según se desprende del testimonio de Cordero,
era texto propagandístico con un carácter a la vez informativo y pedagógico, que trataba
sobre las bondades universales del sistema republicano, y las positivas consecuencias que
su aplicación en Francia había tenido sobre los hombres de color:

…era un dialogo entre un Moreno teniente coronel de la República Francesa, y otro


Moreno español, primo suyo nombrado Mariano; que éste al ver, a aquel se manifestó
sorprendido de que estuviese vestido con insignias militares de grado, y mando de
teniente coronel; que éste le satisfizo que era oficial de la República, que el español le
repreguntó qué cosa era república, y el francés le explicó lo que era en sustancia,
contrayéndose a que en la de Francia todos eran libres e iguales, y como tales podían
obtener indistintamente los empleos políticos y militares.23

18 El principal medio que tuvieron los ‘reos de estado’ para enterarse sobre lo que
acontecía en las islas galas fue los propios lugareños. Estos pudieron informarse a través de
los muchos corsarios de bandera francesa que con frecuencia recalaban en la costa de la
Tierra Firme, primero en forma clandestina y luego legalmente tras la firma de una alianza
militar firmada con Francia en 1796.24 A pesar del empeño que pusieron las autoridades
coloniales en impedir que desembarcaran las tripulaciones, ya que estaba rigurosamente
prohibido desde el inicios de la década que extranjeros se introdujeran en los territorios
hispanos, en varias ocasiones no pudieron evitarlos; tenemos conocimiento que dos
Mulatos franceses provenientes de Cumaná fueron recibidos por los hermanos pardos,
Carlos y Manuel Sánchez, en su residencia de Caracas, y que un tripulante de la goleta La
Republicana, estando en el puerto de La Guaira en el mismo momento en que comenzaron
los arrestos de los implicados en la conspiración, comenzó a incitar a la multitud “…
diciéndoles que si aquello sucediera en Francia, ya habrían amanecido ahorcados los del
Gobierno a las rejas de las ventanas…”, a lo cual agregó “…otras especies tumultuarias y
sediciosas”.25

19 Tanto o más importante que la presencia de corsarios franceses en la costa, fue la


llegada en 1793 de cerca de medio millar de reos franco-antillanos, en su mayoría de color:
234 entre mulatos y negros.26 Estos habían sido despachados desde Santo Domingo como
prisioneros de guerra, siendo recluidos en la misma prisión a donde llegarían más tarde los
‘reos de estado’ españoles. Aunque seguramente muchos fueron expulsados del territorio
tras conocerse la firma de la paz con Francia en 1795 (Tratado de Basilea), es probable que
algunos de ellos hayan tenido chance de entrar en contacto con los habitantes locales,
además de los intercambios que pudieron darse con sus guardianes pardos en prisión.
20 La presencia masiva de franco-antillanos en la costa de Caracas (prisioneros, marinos,
diplomáticos, emigrados) causó gran impacto sobre la población de color local (Fig.2),
sobre todo cuando aquéllos eran también de esta condición, como se puede apreciar en el
caso del miliciano pardo, Nicolás Agustín, quien

…en ocasión que pasaba por su cuartel un negro o mulato francés que llevaba
escarapelas en el sombrero y a [sic] presencia de otros muchos soldados que se
hallaban presentes [afirmó] que llegaría el día de que todos gastasen la misma
escarapela que llevaba el referido mulato o negro francés…27

21 Los contactos entre franceses e individuos de color locales podrían explicar la


efervescencia política que empezó a observarse en este sector de la población: A principios
1795, se reportó en la ciudad de Caracas un “…alboroto de las gentes de Color…” debido
a la circulación entre ellas de un “papel sedicioso” cuya autoría fue atribuida a un tal
“arzobispo de París” [¿Algún texto traducido de los que circulaban en las Antillas
francesas?].28

22 Para que los contactos fueran efectivos, era necesaria no solamente la comunión de
aspiraciones políticas, sino también que los interlocutores se entendieran. En tal sentido, es
posible que una de las principales bisagras entre las ideas del proceso revolucionario
franco-antillano y los Libres de Color locales, fuese el referido miliciano pardo, Narciso del
Valle, quien hablaba algo de francés.29 Este personaje, además, había manifestado interés
por los franceses que llegaron a La Guaira, sobre todo cuando estos celebraron en prisión
“…el cumpleaños de su revolución…” [¿14 de julio?]; y hasta cierto francófilismo, ya que
llegó a manifestar que los franceses eran mejores que los españoles.30 Existe evidencia de
que este miliciano pardo entró en contacto directo con algunos franceses: un mulato franco-
antillano de nombre Andrés (¿André Renoir?) de oficio peluquero; dos oficiales llamados
Monsieur Francquá (¿François?) y Rouseau o Rossel; y un soldado de nombre Pascual
Graigner.31

23 El apego que sentía Del Valle por las ideas políticas modernas (en particular por las
asociadas a la Revolución Francesa) se remontaba al menos “…desde el tiempo de la
guerra con la nación francesa…”, es decir, entre 1793 y 1795; en esa época se le había
oído “…hablar en alabanza de sus pensamientos, y muy adicto a leer sus libros, y a
celebrar sus sucesos…” Poco antes de que se develase la conspiración, había venido
organizando cotidianamente tertulias en la barbería que tenía en La Guaira, a la cual
asistían Libres de Color y algunos Blancos comprometidos con la misma. Entre los asiduos
se encontraban el catalán y oficial de Milicias Veteranas, José Rusiñol, los milicianos
pardos, Cordero, Granadino, Pino, y los negros Moreno y Príncipe. En tales ocasiones se
discutía sobre asuntos foráneos, se hablaba sobre lo que “…había sucedido en Francia, y
en Norte América, sobre revoluciones”, y se leían y discutían textos que proveían los ‘reos
de estado’ desde la prisión, como los textos ya referidos de Picornell.32

24 Entre los materiales que se leyeron en esas tertulias se encontraban documentos


políticos, jurídicos, y obras históricas, algunas de ellos traducciones al castellano hechas
por ese mismo mallorquín. Los mismos eran relativos principalmente a la Revolución
Francesa (los Derechos del Hombre de Thomas Paine, las críticas de Edmund Burke al
proceso revolucionario galo; una obra titulada Verdades Históricas, acerca de los violentos
enfrentamientos entre republicanos y contra-revolucionarios en la ciudad francesa de Nimes
suscitados en junio de 1790; un discurso “…del ciudadano Kersen a la convención de
Orleáns, manifestándola [sic] las máximas perniciosas del Gabinete de Inglaterra…”; una
“…relación de la causa y muerte de Luís Diez y Seis con su defensa…”, el cual era “…un
papel público inserto en nuestras gacetas que ha circulado por las manos de todos…”),
pero también habían materiales sobre los Estados Unidos y su revolución de independencia
(una Historia de la Revolución del Norte América, y las constituciones del Estado de
Pensilvania y de Estados Unidos, esta última con una nota al pie de “…Lord [Henry]
Gratan [sic] al Rey de la Gran Bretaña apoyando la libertad a que aspiraban los
irlandeses…”), un discurso del mismo Grattan en la Cámara de los Comunes irlandesa
(probablemente a favor de la autonomía de Irlanda), y el trabajo jurídico Derecho Natural y
de Gentes.33

25 Los conocimientos adquiridos por Del Valle por estos y otros medios, se reflejaron en
las ideas políticas que sostenía, como se puede apreciar cuando pretendía convencer a sus
interlocutores de color para que abrazasen la revolución que él y sus compañeros estaban
por iniciar. En tales circunstancias, además de intentar convencerles en términos bastante
prácticos ofreciéndoles la supresión de impuestos, les ofrecía una igualdad socio-política
que, aunque bastante abstracta, siempre contaba con un referente claro por todos conocido:
la revolución en Francia; aunque también les hablara de logros similares que habían
alcanzado el pueblo de Israel, el Estadounidense; y hasta les hacía ofertas bastante
prácticas, como la supresión de algunos impuestos. Esto se puede apreciar en dos
fragmentos de testimonios que refieren tales propuestas: La primera la hizo Del Valle al
teniente de la Milicia de Negros Libres de Carayaca, y la segunda a los Zambos de Curiepe:

…un levantamiento que se iba a hacer aquí entre todos blancos, pardos y morenos
(…) que se iba a hacer una república para quitar las alcabalas, los derechos, el estanco
del tabaco, los derechos de entierros, y bautismos, y que todos fuesen iguales, así
como en la Francia…

…carta o proclamación a los sambos del partido de Curiepe, exhortándolos a la


reunión para hacer en esta provincia lo mismo que habían hecho los franceses y los
ingleses americanos en sus países, persuadiéndoles a [sic] que era justo hacerlo asi
con varios ejemplos del pueblo de Israel en el tiempo que era gobernado por jueces,
del Norte América y de la Francia, discurriendo al mismo tiempo sobre la igualdad
natural y demás derechos del hombre…34

26 A los líderes blancos de la conspiración, el criollo Manuel Gual y el referido Picornell,


este último texto le pareció demasiado complicado para que lo pudiesen entender los
Zambos, “…porque su estilo o instrucción era superior a la inteligencia de estos y debía
hablárseles de un modo que les fuese más comprensible…”, por lo que aconsejaron a Del
Valle que no lo enviara. Esta evaluación intelectual favorable que hacen dos conspiradores
blancos de la persona de Del Valle, en la que lo muestran como un individuo con
instrucción superior a otros Libres de Color, era compartida por otro de los conspiradores,
el referido Rusiñol, quien indicó que “…que no tuvo que instruir a Cordero y Narciso en
las máximas de libertad e igualdad porque siempre los reconoció más instruidos…”35
27 Si bien los Blancos comprometidos con la conspiración sabían que debían incluir a los
hombres de color por razones tanto prácticas como filantrópicas, algunos por temor a
generar una guerra racial, tenían sus dudas sobre el nivel de instrucción que estaban
llegando a tener los Libres de Color. Incluso se llegó a plantear que se pusiera en marcha el
proyecto político lo más rápido posible, antes de que “…las gentes de color, libres y
esclavos (…) llegasen a entender la mutación de la forma de gobierno…” que se pretendía
instaurar, buscando con ello “…prevenir los desórdenes que cometerían…” La situación se
tornó particularmente tensa luego del escape de los “reos de estado” españoles de las
bóvedas de La Guaira en junio de 1797, para lo cual contaron con la ayuda de un sargento
de milicias de pardos de nombre José Antonio Parra; quien, dicho sea de paso, se
encontraba entre los reclutados por Del Valle. Esa fuga generó gran efervescencia entre
todo el sector de los Pardos, por lo que se rogó a dos de los líderes de esta condición
comprometidos con la conspiración, a Narciso [del Valle] y a [José del Rosario] Cordero,
que “…aserenasen a los de su clase, y [estos] ofrecieron hacerlo así…”36

28 Los buenos oficios de Cordero y Del Valle no fueron suficientes para que se ganaren el
apoyo del resto de los Libres de Color, quienes veían con desconfianza a aquéllos
revolucionarios blancos españoles y criollos, y con escepticismo a los planes que estaban
desarrollando. El mismo Del Valle dio cuenta que sus congéneres recibían la “…
proposición de república con mucha desabrimiento [sic], desconfiando siempre de su éxito,
y de que al fin, no lográndose éste los blancos quedarían libres y echarían a ellos la
culpa”… Unos pensaban que todo terminaría “…en perjuicio de toda la clase de
pardos…”, ya que serían “los señores” blancos quienes saldrían beneficiados, mientras que
ellos, como siempre, llevarían la peor parte, por lo que preferían no apoyar el proyecto
(“dejarse de eso”)37; otros, aunque tentados por la oferta del nuevo sistema que se
pretendía instaurar, eran demasiado temerosos de los tormentos que les esperaba si la
conspiración fallaba, por lo que preferían esperar a ver lo que pasaba.38

29 A mediados de julio de 1797, la conspiración fue develada por la imprudencia cometida


por uno de los Pardos comprometidos con la misma. En seguida, los principales cabecillas
Blancos Criollos (el mencionado Gual y José María España) escaparon a las Antillas, desde
donde siguieron desarrollando planes en conjunto con los conspiradores de San Blas que
ahora se encontraban en Guadalupe (al menos Cortés y Picornell) a fin de volver a
revolucionar la Provincia de Caracas. Más tarde, Gual sería envenenado en Trinidad por un
espía español, y España, luego de retornar a La Guaira para intentar una nueva
insurrección, fue aprehendido y ejecutado. En cuanto a los pardos implicados en la
conspiración, Del Valle pudo escapar temporalmente gracias a que un alférez de las
Milicias de Pardos de nombre Mateo Caballero (alias Bonoso) le avisó que le iban a coger,
pero luego fue arrestado. También lo fue Cordero, luego de haberse ocultado por algún
tiempo en la zona costera de Macuto.39

30 Este último se acogió a un indulto real para salvar su vida, siendo uno de los que más
evidencia aportó en contra de sus otrora compañeros de conspiración. Los demás
conspiradores aprehendidos fueron enjuiciados en Caracas, donde, luego de ser encontrados
culpables, fueron condenados a muerte. Del Valle y Rusiñol fueron trasladados a La
Guaira, en cuya plaza mayor fueron ahorcados el 5 de junio de 1799. Como medida
ejemplarizante, sus cuerpos fueron decapitados, y sus cabezas quedaron expuestas clavadas
en picas en las afueras de la ciudad. Otros pardos vinculados a la conspiración fueron
condenados a cuatro años de destierro en Puerto Rico, tales fueron los casos de los
milicianos Nicolás León, Pedro Ignacio Bargüilla, y el referido Pino. En cuanto a Cordero,
fue enviado a una prisión en La Habana, pero luego fue puesto en libertad.40

Fig.2 Soldados de color franceses en Saint-Domingue en la década de 1790, ataviados en


uniforme como pudieron haberse paseado por las calles de La Guaira y Caracas.
Imágenes I y II: Reinier Vinkeles, “Gezigt van eenen tempel, door de zwarten ter
gedachtenix van hunne verlossing opgerigt” (detalles), in Marcus Rainsford, St. Domingo,
of Het land der zwarten in Hayti en deszelfs omwenteling. Publicado en 1806. Tomado de:
NYPL Digital Library
Imagen III: James Barlow, “The author in conversation with a private soldier of the Black
Army on his Excursion in St. Domingo” (detalle), in Marcus Rainsford, An historical
account of the black empire of Hayti: comprehending a view of the principal transactions
in the revolution of Saint Domingo; with its ancient and modern state. Publicado en 1805.
Tomado de: NYPL Digital Library

2. Condicionando la autonomía de los Blancos

31 Esa desconfianza manifiesta por los Libres de Color hacia los Blancos Criollos, se
habría mantenido e incluso incrementado en el tiempo. Esta postura encontraba
explicación, además de la forma despectiva cómo estos les veían y trataban, en otras
situaciones como la fuerte oposición que hicieran estos desde el Cabildo de Caracas a las
“dispensas de calidad” que se ofrecieron a los pardos desde el gobierno central
metropolitano, mediante la Real Cédula de Gracias al Sacar de 1795; y también, aunque
que con menor encono, en la postura dilatoria que dieran a un proyecto de una escuela para
niños pardos, introducida ante dicha entidad municipal en 1805 por dos ilustres individuos
de esa “calidad”: el músico, Juan José Landaeta, y el médico, José María Gallegos. Si a esto
sumamos una serie de medidas que había tomado el gobierno metropolitano desde fines del
siglo XVIII que favorecían a los Libres de Color (en particular a su elite)41, no debería
sorprender la postura que asumieran los oficiales pardos de milicias ante los eventos
suscitados en Caracas en noviembre de 1808.

32 En esa ocasión, algunos de los Blancos Criollos más prominentes de la ciudad llevaron
adelante una tentativa por conformar un gobierno autónomo en la Capitanía General de
Venezuela, en vista del vacío de poder que se había generado tras la invasión de Napoleón
y la abdicación de Fernando VII en mayo de aquel año. Su propuesta consistía en que el
Cabildo de Caracas (institución por ellos controlada y en la que los Pardos no tenían
ninguna representación) asumiera la dirección del territorio convirtiéndose en Junta, a
imagen de las que se habían conformado en España.

33 A esta primera tentativa juntista se opusieron oficiales pertenecientes a los batallones de


Pardos de Caracas, de los Valles de Aragua y de Valencia, entre ellos los capitanes Pedro
Arévalo, Pantaleón Colón y Carlos Sánchez (este último era probablemente el mismo que
recibiera en su casa dos mulatos franceses en 1797. A fines del referido mes, estos
milicianos enviaron una comunicación al Capitán General, en la que en nombre “…de
todos los de su clase (…) ofrecían sus servicios, bienes, y vidas para sostener el gobierno
existente contra los que intentasen destruirlo…”42, y le manifestaron su firme convicción
de enfrentar los designios de esos “incautos”, como si todos ellos fuesen una

…PARDA fiera que al lado de V. S. o de quien representa la persona del Soberano y sus
sabias instituciones llevará entre sus garras tantas presas, cuantas sean las cabezas de los
que por su desgracia quieran atentar contra su persona y sabias disposiciones.43

34 A los desencantados Pardos se les sumarían los Isleños o Canarios, lo que produjo un
gran desorden entre las personas de “todas las clases” que sólo pudo ser apaciguado cuando
en la noche del 24 de noviembre, luego de que las autoridades arrestasen a los implicados
en la conjura juntista.44 Según uno de ellos, el ‘blanco criollo’ José Félix Ribas (quién más
tarde se convertiría en uno de los líderes de los Libres de Color), el descontento se debió a
la circulación de pasquines y rumores malintencionados que indicaban que las verdaderas
intenciones de los juntistas eran las de robar a los isleños y esclavizar a los pardos.45 En
esta ocasión, el fantasma de Saint-Domingue acosó a la población caraqueña, pues se
sospechaba que de tener éxito el proyecto de los patricios cabildantes, eventualmente esto
podría convertir a Venezuela en otro Haití.46 Esto no sólo indicaba el conocimiento que
tenían los Blancos Criollos de la Provincia de Caracas de lo acontecido durante la
Revolución Haitiana, sino también hace evidente el temor que en ellos despertaba la
presencia de una numerosa población de Libres de Color.

35 Poco más de un año después, el 19 de abril de 1810 (Fig.3), algunos de los juntistas de
1808 volvieron a intentar la formación de un gobierno autónomo, luego de que se supieron
en Caracas las noticias de la ocupación de Andalucía por parte de los franceses y el
establecimiento de un Consejo de Regencia en la metrópoli. En esta ocasión tuvieron éxito,
en buena medida gracias a que contaron con el apoyo de la población, y de un piquete de
milicianos pardos de los Valles de Aragua conducidos por Pedro Arévalo, quienes llamados
por el pro-autonomista blanco criollo, Juan Germán Roscio, frustraron un intento de los
oidores de la Real Audiencia por revertir la situación. En ello también contribuyeron los
oficiales Sánchez y Colón.47
36 La participación de dicho piquete quedó descrita en un informe que levantó el
Ayuntamiento de Caracas en octubre de 1812, luego de la caída del gobierno republicano:

El Batallón de Pardos de los Valles de Aragua fue el primero que se aceleró a prestar
sus auxilios, así porque uno de los oficiales Pedro Arévalo era de los más íntimos
confidentes de la revolución, como porque las halagüeñas esperanzas de una igualdad
quimérica y funesta para este país, fue el talismán de que se valieron estos nuevos
Jacobinos para atraerse a esta clase, en quien siempre han podido más estas promesas,
que ninguna otras.48

37 En relación a esta acción de los oficiales pardos, cabe preguntarse: ¿qué pudo propiciar
un cambio de parecer tan radical en la postura que estos habían mantenido hasta entonces
fiel al gobierno establecido? Es probable que previamente hayan tenido lugar negociaciones
entre estos y los “nuevos” juntistas blancos criollos, quienes pudieron haberles ofrecido
prerrogativas igualitarias con los Blancos cónsonas a su condición de miembros de la elite
de pardos.49 Para Clément Thibaud, esas negociaciones pudieron darse dentro de las
misma milicias, cuyos oficiales de mayor grado eran blancos algunos, como se verá más
adelante, de tendencia radical favorable a la ruptura con España.50

38 Para mantener la fidelidad de los pardos, los miembros de la recién creada Junta
Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando Séptimo tomaron una serie de
medidas: aceptaron en su seno a un representante del Gremio de Pardos, sólo que en la
persona de un ‘blanco criollo’, como lo era el referido José Félix Ribas; se aumentaron los
salarios de los oficiales de las milicias de pardos; se les ascendió de rango, contraviniendo
con ello una vieja ley que databa de 1643, según la cual los individuos de esa ‘calidad’ sólo
podían llegar al grado de capitán. Los ascendidos fueron los referidos Colón, Arévalo, y
Sánchez, al cargo de coroneles de las Milicias de Pardos de Valencia, Caracas y Aragua
respectivamente. También se tomó la iniciativa de condecorarles, como se hiciera con el
ahora Coronel Arévalo, a quien debido a “…su bizarría y entusiasmo patriótico”, se le hizo
entrega de un escudo que decía: “virtud y patriotismo.”51
39Algunos juntistas también los alabaron públicamente, como se observa en la aclaratoria a
pie de página que hiciera el redactor de la Gaceta de Caracas, al texto del hispano-irlandés
residente en Londres, José Blanco White, publicada en dicho periódico en noviembre de
1810. En ella se refería a los pardos como “útiles, honrados, y beneméritos” venezolanos,
quienes en realidad son:

…buenos vasallos de Fernando 7º, dignos patriotas de América, y merecedores a la


consideración del país en que nacieron, y a cuya felicidad no son capaces de
oponerse.52

40 La Junta Conservadora también cedió en el ámbito de las costumbres que segregaban a


los pardos. En noviembre de 1810, se permitió a la esposa del pardo de la ciudad de
Calabozo, Félix Salinas, a hacer uso de una alfombra en la iglesia, bajo el muy ilustrado
argumento de “…conservar el aseo y limpieza de sus ropas.”53 Este había sido
tradicionalmente un derecho reservado a las blancas, sobre lo cual previamente se habían
generado algunas disputas con ‘pardas beneméritas’. Pese a tratarse por una concesión
otorgada en un lugar distante a Caracas, esta decisión provocó un gran escándalo entre los
Blancos y esperanza entre los Pardos, como lo retrata el viajero Robert Semple:

41 Los intentos por asegurar la fidelidad y adhesión del ‘gremio de pardos’ a la nueva
situación política que se había inaugurado a partir del 19 de abril de 1810, tuvo el éxito
esperado. Esto se evidenció en el interés que de diversas maneras manifestaron sus
miembros a favor del éxito del proyecto juntista, como los distintos donativos cuyas listas
publicaba regularmente la Gaceta de Caracas.55 Algunas de estas donaciones eran muy
generosas, como la hecha por el ‘pardo benemérito’ José Luís Landaeta, quien en enero de
1811 donó “una casa, cuyos alquileres producen mensualmente seis pesos.”56 Otros,
manifestaron públicamente su apoyo al proyecto autonomista, como en el caso de uno de
los oficiales pardos ascendidos, el capitán-comandante de las Milicias de Pardos de
Caracas, Carlos Sánchez, quien en junio de 1810 publicó un corto escrito en dicho
periódico, el cual tenía por fin ratificar la fidelidad que los miembros de este cuerpo armado
guardaban al soberano representado por la junta de Caracas; y desmentir algunas “falsas
imposturas” que se habían hecho circular que contravenían este respecto:

Dígnese V. A. disponer [indica Carlos Sánchez en junio de 1810] de la obediencia del


que representa y de las de sus súbditos y dar al desprecio las falsas imposturas con
que algunos contrarios de la justicia y amantes de la esclavitud se manifiesten en este
tiempo; y para la satisfacción pública, y que muchos ánimos incautos y sencillos
queden satisfechos de la lealtad del batallón de Milicias de Pardos de esta Capital, y
que sus semejantes en lo interior de esta provincia se aprovechen de esta lección.57

42 Sin embargo, una señal aún más significativa con respecto a la voluntad de los juntistas
por conceder igualdad a los pardos, fue la convocatoria que hicieran a mediados de junio de
1810, dirigida a todas las “clases de hombres libres” que habitaban el territorio para la
elección de los diputados para el primer Congreso General de Venezuela.58 El reglamento
de este proceso electoral, redactado por abogado ‘blanco criollo’ Juan Germán Roscio59,
fue publicado por entregas a partir de aquel mes en la Gaceta de Caracas. En el preámbulo,
se insistía sobre la importancia porque sufragasen “…todos los vecinos libres de
Venezuela...” Luego, en el cuerpo del mismo, se establecía un proceso electoral de dos
grados: una votación para elegir electores parroquiales a razón de un elector por cada 500
almas de “todas clases”, y un elector adicional por 250 almas de exceso (artículo seis,
capítulo 1); en otra votación los electores parroquiales se reunirían para nombrar a los
diputados a razón de 1 por cada 20 mil habitantes y un diputado más por el exceso de 10
mil.60

43 En el primer capítulo de ese reglamento en el que se establecen las condiciones para el


nombramiento de los electores parroquiales se indica (artículo tercero) que se debía
previamente hacer un censo en el que se especificará, entre otros aspectos, la ‘calidad’ de
cada individuo y si éste era o no ‘propietario’. Era competencia de los alcaldes de primera
elección y de los Tenientes Justicia Mayor la formación del respectivo censo. Por su parte
el artículo cuarto, en el que se ordena hacer la lista de los vecinos que deben tener voto en
las elecciones establecía:
…se excluirán [del derecho al sufragio] (…) las mujeres, los menores de veinte y
cinco años, a menos que estén casados y velados, los dementes, los sordo mudos, los
que tuvieren causa criminal abierta, los fallidos, los deudores a caudales públicos, los
extranjeros, los transeúntes, los vagos públicos y notorios, los que hayan sufrido pena
corporal aflictiva o infamatoria, y todos los que no tuvieren casa abierta o poblada;
esto es, que vivan en la de otro vecino particular a su salario y expensas, o en actual
servicio suyo; a menos que en la opinión común del vecindario, sean propietarios,
por lo menos, de dos mil pesos en bienes muebles o raíces libres.61

44 Como se puede apreciar en esta cita, entre las exclusiones para ejercer el derecho al
sufragio o para nombrar electores parroquiales, no había restricciones basadas en la
‘calidad’ de cada quien.62 Sin embargo, las muy exigentes restricciones de corte censitario
(poseer al menos dos mil pesos en bienes) hicieron que solamente aquellas personas con
bienes de fortuna tuviesen acceso a este derecho político. Si bien no contamos con la
evidencia empírica, dado el sentido igualitario de las convocatorias iniciales y a la actitud
incluyente de los juntistas, suponemos que entre los sufragantes no hubo únicamente
personas de ‘calidad’ blanca, si no también algunos Pardos de la elite, los cuales sabemos
que gozaban de bienes de fortuna suficientes como para cumplir con las condiciones
materiales exigidas.63 Más bien nos extraña, que no se hayan postulado como electores,
cuando se sabe que muchos de ellos (como Pedro Arévalo, Lino Gallardo, Carlos Sánchez,
Juan José y José Luís Landaeta) manifestaron abiertamente su entusiasmo por la causa
autonomista.

45 De este último, se ha señalado, que frecuentaba junto a su hermano, José Luís, una
asociación denominada Club de los Sin Camisa, probablemente inspirando su nombre de
como llamaban a los Libres de Color los conspiradores de 1797, dos de los cuales, dicho
sea de paso, habían llegado a Caracas en 1811. Es muy poco lo que se sabe sobre esta
asociación política. Se ha dicho que era una asociación de corte jacobino que funcionó
brevemente en la casa de Don Antonio Moreno. De lo que sí estamos seguros es que José
Luís Landaeta tenía “…dos pares de sanquilots de pana aplomada”, lo que de alguna
forma nos indica su entusiasmo por, al menos, la moda revolucionaria.64

46 Como consecuencia del reglamento en cuestión, el proceso electoral dejó por fuera a los
sectores más humildes y/o de ‘calidad’ inferior de los pardos (como zambos, salto-atrás,
morenos libres, etc.), que conformaban la mayor parte de la población. Ellos también
manifestaron abiertamente su entusiasmo por lo que se estaba viviendo en la capital desde
abril de 1810, comportamiento que era azuzado por su representante blanco ante la junta,
José Félix Ribas. Esto quedó en evidencia en las manifestaciones públicas que se hicieron
en las inmediaciones del templo de Altagracia (conocida como la iglesia de los Pardos) en
octubre de 1810, luego de que se conociera en Caracas la noticia de los atropellos de que
habían sido víctimas los miembros de la junta de Quito, quienes fueron masacrados por las
autoridades reales. Esto le costó a Ribas y a algunos de sus compañeros (incluyendo a un
cirujano pardo de nombre, José María Gallegos; el mismo que solicitara la apertura de una
escuela para niños pardos en 1805) la expulsión del territorio, por lo que se les embarcó
para Curazao.65 Esta efervescencia en los sectores medios y bajos de los Libres de Color,
sería canalizada poco tiempo después por los seguidores de Francisco de Miranda.
Fig.3 Nótese a la derecha un hombre de color (¿esclavo?) observando el evento a la
distancia.
Juan Lovera (n.1776, m.1841), El 19 de Abril de 1810 (1835). Col. Consejo Municipal del
Dtto.Federal, Caracas. Tomado de: sitio web de la Guardia Nacional

3. El partido de los Mulatos

47 En 1808, estando Miranda en Londres, al enterarse de los pormenores del intento fallido
por crear una junta autónoma en Caracas en noviembre de ese año, se indignó ante lo que
interpretó como el “uso” que habían hecho las autoridades peninsulares de Venezuela de
los milicianos mulatos para poder controlar la situación. Para él, aquella manipulación de
los milicianos pardos era una locura, ya que la misma podía derivar en otra revolución
haitiana.66 Previamente había advertido a esos primeros juntistas, basado en su propia
experiencia, sobre los peligros de “…que el Pueblo (y no los hombres capaces y virtuosos)
se apoderan (sic) del gobierno.” De esta forma retomaba una idea que había venido
desarrollado desde 1795, acerca de la necesidad de conformar gobiernos republicanos con
hombres “virtuosos e ilustrados”, únicos capaces de llevar adelante un proyecto político
basado en una doctrina gradual de “libertad racional” (probablemente inspirada en las
críticas que hiciera Edmund Burke a la Revolución Francesa), para evitar que la revolución
cayese en el despotismo y la anarquía como se había visto en las revoluciones en Francia y
Saint-Domingue.67

48 Es de resaltar que desde al menos 1806, Miranda había propuesto en sus proyectos y
proclamas la erradicación de las “odiosas distinciones” entre los distintos sectores etno-
sociales que conformaban la sociedad colonial, ofreciendo igualdad en la ciudadanía a los
“…inocentes indios, así como los bizarros pardos, y morenos libres…”68De esta postura
política se enteraron los Pardos de Caracas (probablemente beneméritos) quienes
escribieron una carta a Miranda que le hicieron llegar con los emisarios que enviara la junta
de Caracas a la capital británica buscando el apoyo del gobierno inglés. Esta carta debió
contener un mensaje de apoyo de este sector a la causa autonomista, ya que la misma fue
remitida a su vez por Miranda al Secretario de Exteriores británico, Richard Wellesley69,
tal vez con el fin de calmar los temores ingleses de que Venezuela fuese a correr el
sangriento camino de Haití.

49 En diciembre de 1810, Miranda llega a Caracas de la mano de dichos emisarios quienes


le convencieron de hacer el viaje. Una vez en esa esta ciudad, utilizó su enorme prestigio
para aproximarse a los jóvenes revolucionarios más radicales (como los hermanos Bolívar,
los Montilla, y los Ribas ya de regreso de su exilio), quienes le ayudaron a hacerse un
espacio en el movido escenario político local. A estos los agremió en torno a la Sociedad
Patriótica, club de inspiración jacobina creado a imagen de los que surgieron en Francia y
las Antillas en tiempos de la Revolución Francesa. Este foro, según uno de sus miembros,
se transformó en una tribuna pública en la que se hablaba de “…la igualdad y libertad de
los hombres.” Al mismo no sólo se permitía la entrada a ese grupo de jóvenes radicales,
sino también a gentes “…de todas las clases, estados y condiciones” e, inclusive, a algunas
mujeres En el balcón de la sede donde sesionaban, colocaron una transparencia y detrás un
símbolo alegórico al 19 de abril (la “constelación de Tauro”), y a cada uno de sus lados dos
altares reflejando la justicia (una balanza y una espada), “demostrando la igualdad de la
ley para todos.”70

50 Para divulgar sus ideas e incidir así sobre la política local, la Sociedad Patriótica
comenzó a publicar El Patriota de Venezuela, el cual era impreso en la imprenta de un
individuo de origen franco-haitiano recién llegado a Caracas, Juan Baillío (el joven). En los
contados números que se han conservado de esa publicación, no hay mención explícita en
defensa a los derechos de los pardos, sino únicamente a los “ciudadanos”, “habitantes” y
“pueblo” de Venezuela. Esto podría encontrar explicación en algunos de los textos políticos
publicados en este periódico, en los que en ocasiones se sobreentiende que los individuos
de esa ‘calidad’ estaban comprendidos en dichas categorías, como cuando se habla en
términos sui generis de los 800 mil habitantes que tiene el territorio o cuando se elogia a los
campeones de la campaña militar de Valencia, entre quienes estaba el pardo Arévalo. Es en
esos términos genéricos en los que se habla de igualdad en El Patriota de Venezuela, sin
distingo de castas ni colores como se puede apreciar en este texto publicado en julio de
1811, un día antes de la declaración de independencia:

…todos los ciudadanos son iguales entre sí, con iguales derechos, prerrogativas y
representación civil, se estimen como verdaderos hermanos y se produzca entre ellos
esta especie de virtud, que consolida las Repúblicas y que, por desgracia, es casi
desconocida en los demás Gobiernos.71

51 Desde un principio, Miranda despertó el entusiasmo de las personas de color de la


capital, quienes lo vitorearon al entrar por primera vez por la Puerta de Caracas (Fig.4). En
lo sucesivo, como advirtiera Brissot veinte años atrás, puso todo su empeño en ganarse a las
personas pertenecientes a ese sector etno-social, a quienes abrió las puertas de la Sociedad
Patriótica, cuyo número de miembros fue aumentando hasta pasar de al menos 100
individuos. Si atendemos al testimonio de uno de los miembros de la Sociedad Patriótica,
Francisco-Javier Yánez, para quien el apoyo que Miranda recibió de los pardos fue posible
gracias “…al calor y entusiasmo con que se hablaba de la libertad e igualdad de los
hombres...” en la sesiones de la Sociedad Patriótica, lo que en consecuencia habría
aumentado “…considerablemente el número de socios de todas clases, estados y
condiciones”, puede estimarse el alcance que dicho club político pudo haber tenido sobre
los pardos en general.72

52 Después de declarada la independencia, las ideas de este grupo fueron difundidas por
todo el territorio de la Capitanía General y más allá mediante la circulación del El Patriota
de Venezuela. Esto les hizo ganar adeptos más allá de las fronteras de Caracas, por lo que
aparecieron nuevas núcleos radicales y sociedades en distintas partes del interior
(Barcelona, Barinas, Puerto Cabello, Trujillo y Valencia). Una requisa hecha a
posterioridad por los realistas levantada por el marqués de Casa León en 1812, se indica
que ese apoyo era particularmente fuerte en pequeñas poblaciones ubicadas al sur de
Caracas, desde los Valles de Aragua y hasta las inmediaciones de Valencia; regiones que,
de acuerdo al autor de la misma, se habrían convertido en un “semillero” de la revolución.
Según indica Robert Semple, “después de su llegada el general Miranda fue electo
Presidente de la Sociedad e inmediatamente introdujo cuatro mulatos en calidad de
miembros…” La requisa mencionada anteriormente indica que Semple tenía razón, sólo
que dos de esos pardos eran en realidad morenos libres. Los dos pardos eran Lino Gallardo
(músico) y otro de apellido Romana (el “mulato” Romana), uno de los negros
probablemente respondía al apellido de Ibarra (el “moreno” Ibarra) y el otro se llamaba
Francisco de Paula Camacho (el “moreno” Camacho). Este último era oficial del Batallón
de Morenos.73

53 La presencia de esos dos morenos en el seno de este cuerpo, hay que leerla como un
indicio de que los radicales mirandinos eran favorables a una declaratoria de igualdad que
cubriera todos los estratos de la ‘gente de color libre’, lo que parece haber entrado en
tensión con otras posturas que tendían favorecer la igualdad únicamente a favor de los
Pardos Beneméritos.74 Aquella postura pareciera indicar, además, una intención por
popularizar la causa republicana entre los miembros de este sector etno-social. Al menos
eso es lo que pensaban sus detractores, quienes les acusaban de sanculotismo. Según indica
el mismo Yánez, estos pensaban “…que la Sociedad Patriótica era una reunión de
Jacobinos y propusieron su supresión o la traslación del Congreso a otro punto.”Esta
hipótesis pareciera confirmarse en un debate que se diera a raíz de un artículo publicado en
El Patriota de Venezuela escrito por un tal Juan Contierra a fines de 1811, quien se piensa
que era un diputado miembro de la sociedad, si no el mismo Miranda.75

54 En el mismo, este autor anónimo defiende los que demás llaman peyorativamente con
“epítetos de sansculottes sin camisa y de jacobinos”, que no son otros que los pobres, y
arremete contra los que denomina como “patriotas aristócratas”:

…que creen que ellos solos han nacido para tener galones, para tener honores, para
sacar la sustancia de la Patria y para figurar en la República, mientras la más grande
porción del pueblo debe, en su concepto, estar sometida a sus caprichos…76

55 En una de las tres respuestas que se dieran a este artículo, publicadas en la Gaceta de
Caracas, se advierte al lector contra aquéllos que denomina como falsos “…amigos del
Pueblo, [y] los defensores de sus derechos.” Esto lo realiza con ejemplos tomados de la
historia, incluyendo casos contemporáneos y de la antigüedad, para terminar el texto
alertando en contra de los movimientos de corte jacobino77:
¿De qué modo fue engañado este pueblo? Con escritos que ponían la licencia por
libertad y el desenfreno por patriotismo, con discursos pronunciados en las
Sociedades Jacobinas, llenos de calumnias inventadas para destruir los que habían
fundado la República, y proclamada la libertad que sólo ellos querían o podían
conservar…78

56 Hubo también críticas más directas la cercanía que mantuvo Miranda con los Libres de
Color, sobre todo después de que se arrestaran seis pardos el mismo día en que se instaló el
Congreso General de Venezuela, el 2 de marzo de 1811, por estar hablando sobre materias
políticas de gobierno y de la igualdad en la casa de un blanco (Fernando Galindo). El líder
de los detenidos tendría en su poder un “escrito incendiario” al que Miranda – según señala
Roscio en una carta privada a Andrés Bello – habría agregado un “apóstrofe lisonjero.”
Este hecho debió haber alarmado a los blancos caraqueños, ya que el nuevo ejecutivo se vio
compelido a emitir un pronunciamiento el 14 de ese mismo mes, manifestando que seguía
creyendo en la “…generosa confianza en el resto de los Pardos.”79

57 Un día más tarde, el oficial pardo, Pedro Arévalo, ahora con el grado de coronel, publicó
un comunicado en la Gaceta de Caracas en el que intentaba calmar los ánimos. En el
mismo, aparte de criticar la actitud de aquellos pardos, aseguraba que la posición del
gremio al que pertenecía seguía siendo de apoyo a las nuevas autoridades constituidas:

…pocos individuos de mi clase, mal aconsejados por dos faccionarios, espíritus


inquietos, han alterado la confianza que generalmente se tenía de los rectos
sentimientos de honor y concorde unión, con que hemos procurado sostener y
perfeccionar de concierto con todos nuestros compatriotas la grande obra
empezada.80

58 Si al testimonio de Arévalo agregamos la citada carta de Roscio a Bello, en ambos


textos se está señalando a Miranda como responsable de la inquietud que parece reinar
entre los Libres de Color. Sin embargo, ésta también debe asociarse con la participación de
otros miembros de la Sociedad Patriótica, como se pudo apreciar en noviembre del año
anterior durante las exequias de Quito, lo cual tuvo lugar antes de la llegada de Miranda. El
testimonio de Arévalo, publicado en la Gaceta de Caracas, parece indicar además que la
elite de los Pardos no estaba con los radicales mirandinos, sino con un sector más moderado
de los ‘blancos criollos’.

59 Las divisiones políticas que se comenzaron a gestar entonces, las pudo apreciar a fines
de 1811 un oficial extranjero de nombre Gregor McGregor, quien afirmó que para esa
época en Caracas se estaba conformado un partido al que llamó como “de los mulatos”, el
cual estaría alarmando a la población blanca, tanto a los independentistas moderados como
a los abiertamente realistas, cuyas posturas hasta ahora antagónicas se estarían acercando
por el temor que aquel nuevo partido les causaba. Estas apreciaciones las manifestó en una
carta fechada el 18 de diciembre de dicho año:

…los Mulatos (…) están en la proporción de catorce a un blanco, no conocen su


propia fuerza, pero la luz les está llegando rápidamente cada día, y al coger cuerpo, su
fuerza aumentará; la discusión ocurrida en la Sociedad Patriótica ha contribuido muy
considerablemente a darles confianza en sí mismos, y una idea de derechos y
privilegios igual a los blancos. (…) El apoyo que Miranda les ha dado,
inmediatamente los ha hecho formidables, y los Mantuanos y los Españoles (llamados
Godos), enfrentándose al creciente poder [de aquéllos], están comenzando a unirse
(…) probablemente formarán pronto un solo partido…81

60 Para ese joven escocés, como indicara en esa misma misiva, la potencial unión de los
blancos era motivo de inquietud, puesto que de concretarse, ello robustecería “…al partido
Mulato, y una revolución que ha sido suavemente recibida y casi sin derramamiento de
sangre, probablemente terminaría en una guerra civil”.

Fig.4 Miranda llegando a La Guaira, según la imaginación de Rugendas.


Johann Rugendas (n.1802, m.1858), Llegada del general Francisco de Miranda a La
Guaira en 1810 (ca.1822). Col. Fundación Boulton, Caracas. Tomado de: Letras contra
letras

4. ¿Una ciudadanía federada?

61 Entre tanto, los miembros de la Sociedad Patriótica ejercían una fuerte presión sobre el
congreso para precipitar una declaración de independencia. Cuando ésta finalmente llegó,
el 5 de julio de 1811 (Fig.5), sus jóvenes miembros se lanzaron a las calles para festejar
junto a la gente de color. A pesar de que no hay fuentes que lo aseveren, seguramente ellos
también presionaban, junto a otros sectores políticos, para que esta declaración fuese
acompañada de otra favorable a la ciudadanía de los pardos. En la misma sesión en que se
votó a favor de la independencia, se propuso debatir sobre “…la suerte y condición de los
pardos…” antes de tratar una posible ruptura con España. El criterio que terminó
imponiéndose fue el de posponer la discusión, a condición de que fuese “…lo primero que
se tenga en consideración después de la Independencia…” Mientras llegaba ese día, el
Congreso General proclamó a unos Derechos del Hombre, que fueron publicados en la
Gaceta de Caracas el 23 de julio, lo que propició un ambiente favorable para aquellos
diputados que estaban a favor de una declaración favorable a la igualdad de los pardos.82
62 El debate sobre el asunto de los pardos tuvo lugar el 31 de julio, en una sesión especial a
puerta cerrada. Desde un primer momento resultó claro que aquella no iba a ser
estrictamente una discusión abstracta acerca del estatus político de los pardos, sino sobre la
aspiración de las provincias a mantener lo más posible su autonomía dentro de la
federación. Esto se evidenció recién iniciado el debate en la intervención del diputado
mantuano, Martín Tovar Ponte, quien, dando como ejemplo el caso de los Estados Unidos
donde “…cada provincia arregla cómo quiere su gobierno y califica a sus ciudadanos…”,
planteó que no debía haber una “declaratoria expresa” de igualdad, y que lo prudente era
tomar una postura gradual que fuese “…destruyendo ciertos tratamientos odiosos que
chocan a las otras clases.” Esta propuesta fue de inmediato atacada por el diputado de
Barquisimeto, José Ángel Álamo (también consocio de la Sociedad Patriótica), quien
calificó a la misma de “superflua e inoportuna” ya que, según él, la misma iba en
contradicción con “…uno de los artículo de los derechos del hombre que acababan de
publicarse.”83

63 La postura de la mayoría de los diputados de provincia fue la de seguir defendiendo la


soberanía de las regiones que representaban, por lo que insistieron porque el asunto de los
pardos fuese delegado a las “legislativas provinciales”. Pero ante la determinación de
muchos de los diputados caraqueños, ellos temieron declaración de unilateral por parte de
Caracas sobre este asunto pudiera generar migraciones y desórdenes, por lo que
propusieron que en esa eventualidad sería necesaria la intervención de las fuerzas de la
Confederación para aplacar la conmoción; de lo contrario, aseveró el diputado por la ciudad
de Barcelona, se corría el riesgo de que sucumbiese el “…sistema de federación”. A esto,
Juan Bermúdez (diputado por Cumaná), agregó que en su provincia “…hay seguridad y
subordinación civil, y no es preponderante la clase [de los pardos],y no hay necesidad de
declarar nada por ahora”. Seguidamente, secundó la propuesta de una igualdad gradual,
hecha inicialmente por Tovar Ponte, quien señaló que “conviene introducirlo poco a poco,
sin hacer de repente una regla general, que invierta el orden.” En el debate de ese día,
ningún diputado contrario a la igualación inmediata de los pardos se atrevió a contradecir a
Álamo ni a ninguno de sus partidarios en relación a la condición de ‘hombres’ de los
pardos. Por lo tanto, la postura de los radicales mirandinos fue la de resaltar las ventajas de
otorgar la ciudadanía a los pardos, y mostrar lo capacitados que ellos estaban para ejercerla.
Estos fueron los alegatos que en tal sentido presentó Francisco-Xavier Yánez, miembro de
la Sociedad Patriótica:

…los pardos están instruidos, conocen sus derechos, saben que por el nacimiento, por
la propiedad, por el matrimonio y por todas las demás razones, son hijos del país, que
tienen una Patria a quien están obligados a defender…84

64 En una segunda intervención, Yánez se encargó de refutar los alegatos de la mayoría de


los diputados de provincia, sobre todo en relación a su propuesta de delegar en las
provincias la definición del estatus de sus ciudadanos. Para ello alegó que este asunto era
potestad del Congreso General, ya que, según él, las leyes fundamentales del Estado de
Venezuela debían ser discutidas por ese ente legislativo y “…sancionadas por la
pluralidad de los pueblos.” Aquel día también intervinieron otros diputados que asimismo
defendieron la causa de los pardos; estos no formaban parte del grupo que rodeaba a
Miranda, y entre ellos destaca Antonio Nicolás Briceño, quien rebatió la propuesta de
seguir el ejemplo descentralizado de Estados Unidos, al mismo tiempo que criticaba a los
mantuanos patriotas:

Las provincias de Venezuela se hallan en muy diversas circunstancias, pues que el


número de pardos y negros en ella es excesivamente mayor que el de los blancos, y
de estos hay que disminuir los europeos, que son contrarios al actual sistema, y los
blancos criollos, que no conocen sus intereses y se hallan preocupados con unas ideas
aristocráticas y nobiliarias.85

65 En sus intervenciones, Yánez trató de disipar los temores en cuanto a una rebelión
general de pardos, tratando de convencer a los demás diputados de que los principios
liberales que se habían aplicado en Caracas y sus alrededores, era lo que había evitado que
los realistas ganasen un solo adepto de esa ‘calidad’ en esta región. Mientras que en
Valencia, por el contrario, estos se habían insurreccionado junto con los blancos y canarios
realistas, lo que había dado pie para que desde Caracas se enviara un contingente armado,
dando inicio así a una cruenta batalla, la cual, para el momento de esta sesión del 31 de
julio, todavía se encontraba en pleno apogeo.

66 Entre los insurrectos valencianos se encontraba un oficial de las milicias de pardos de


nombre Francisco Colón86, a quien los realistas habían ascendido a la comandancia de ese
cuerpo. Según Yánez, esto lo hicieron emulando la iniciativa que hicieran los juntistas
caraqueños más de un año atrás, con el fin de ganarse a los pardos en esta ocasión para la
causa realista:

…negar a los pardos la igualdad de derechos [indica Yánez] es una injusticia


manifiesta, una usurpación y una política insana, que nos conducirá a nuestra ruina.
Yo creo que la revolución y desgracias de Valencia no conocen otro origen que éste,
y me fundo en que visto [Francisco Colón] fue ganado por la comandancia, que los
traidores le han dado, y nosotros mucho antes habíamos concedido de justicia a
[Carlos] Sánchez y [Pedro] Arévalo. Acaso por la liberalidad de Caracas no pudieron
nuestros enemigos ganar un solo pardo en la revolución que experimentamos.87

67 Al final de la sesión no se pudo llegar a nada concluyente, por lo que fue diferida la
votación para cualquier resolución sobre la materia. Por lo que sucedería luego, sabemos
que se terminó imponiendo el criterio de los radicales, ya que en la Constitución Federal
que fue sancionada en diciembre de 1811, además de reducido notablemente las
condiciones para ser elector88, en el capítulo 9 se suprime explícitamente la segregación
que hasta ese entonces habían estado sujetos los pardos:

…[Quedan] revocadas y anuladas en todas sus partes, las leyes que imponían
degradación civil a una parte de la población libre de Venezuela conocida hasta ahora
bajo la denominación de pardos: estos quedan en posesión de su estimación natural y
civil, y restituidos a los imprescriptibles derechos que les corresponden como a los
demás ciudadanos.89
Fig.5 Firma del acta de la independencia
Juan Lovera (n.1776, m.1841), El5 de julio de 1811 (1838). Col. Consejo Municipal,
Caracas. Tomado de: La Venciclopedia

5. El derrumbe de la primera igualdad

68 Tras la declaración de independencia del 5 de julio de 1811, en Caracas se produjo una


manifestación de lealtad a la república por parte de los pardos de la ciudad, cuando el 11 de
julio de 1811 se insurreccionaron los canarios de esta ciudad a favor del Rey. Estos habían
concentrado a su gente en el “…arrabal de los Teques que domina el cuartel San Carlos
que trataban de sorprender”, desde donde dispararon trabucazos contra los Pardos que allí
se encontraban.90 La reacción patriota fue encabezada por un teniente coronel
perteneciente a las Milicias de Pardos, Matías Caballero (alias Bonoso; el mismoque en
1797 advirtiera a Del Valle que lo iban a arrestar), quien, al percatarse de la situación,
habría gritado: “señores a las armas que los isleños nos quitan la ciudad para jurar a
Fernando Séptimo.” Este mismo oficial participó, junto a otros militares pardos (como
Pedro Arévalo y Carlos Sánchez), en la campaña de Valencia que dirigiera Miranda.
Terminada la misma, el teniente-coronel Caballero volvió a Caracas donde habría
decapitado a un blanco realista en la plazuela de la Santísima Trinidad.91 Este tipo de
acciones coincidirían con el testimonio de un testigo anónimo publicado en el diario
londinense The Morning Chronicle, quien habría presenciado ejecuciones sumarias de
realistas en agosto de aquel año en esa ciudad.92

69 La insurrección de los canarios caraqueños, coincidió con la referida en Nueva Valencia


del Rey. En la misma, los pardos valencianos jugaron un importante papel en la defensa de
la ciudad, aunque también se les achacó el caos y la anarquía en que se sumió la misma en
esos días. En los Memoriales que escribiera posteriormente el arzobispo de Caracas,
Narciso Coll y Prat, encontramos un elocuente dato sobre las aspiraciones de los pardos
valencianos, cuando en medio de la anarquía que había despertado la cercanía de las tropas
republicanas, se ensañaron contra las evidencias tangibles de su estigma que justificaban su
desigualdad, como lo eran las actas bautismales:
…[La ciudad] cayó en anarquía, las castas entregadas al pillaje y a la embriaguez, se
reconcentraron (…) [en diversos lugares] y comenzando ya a hacer la defensa de la
igualdad y libertad, incendiaron los libros parroquiales en que por clases estaban
sentadas las personas, hicieron profugar (sic) a los blancos, y continuaron su inútil
resistencia hasta (…) que se rindieron a discreción, quedando entre tanto muertos dos
mil y quinientos hombres.93

70 A pesar de que el levantamiento de Valencia fue controlado, en lo sucesivo fue


quedando claro que las ‘castas’ (pardos, indios y negros) de provincia no estaban con los
republicanos caraqueños. Habría que interrogarse sobre las causas que llevaron a estos
sectores a no apoyar, en algunos casos, y a abandonar, en otros, la causa de la república.
Este comportamiento pude deberse a diversas razones, entre ellas: el desprecio que sentían
las clases más bajas hacia a las aristocracia criolla, al rechazo que se tenía a los muchos
franceses que rodeaban a Miranda, y a que los realistas también estaban haciendo ofertas
liberales, como se viera en el caso del ascenso del oficial pardo, Francisco Colón. Esto
también estaban llevando adelante una muy hábil propagandística, coordinada por los
agentes del comisionado regio Antonio Ignacio de Cortabarría, residente en Puerto Rico. En
una de sus proclamas dirigida a los habitantes de Venezuela, advertía en particular a las
Gente de Color para que no se dejaran manipular, pues los revolucionarios lo único que
deseaban era hacerles “…alucinar con ofertas incapaces de sostenerlas, y cuyos
sentimientos hacia ustedes os deben ser además bien conocidos...”94

71 Pero las autoridades realistas fueron incluso más allá, siendo los primeros en ofrecer la
emancipación a los negros esclavos, bajo la condición de que tomasen las armas en nombre
del Rey. Los efectos de esta estrategia se sintieron con mayor énfasis en las riberas del río
Tuy, región cacaotera por excelencia desde principios del siglo XVIII, y donde se
encontraba la mayor parte de los esclavos del territorio. Allí el trabajo de algunos pocos
prelados y agentes realistas, habría hecho que los esclavos se pusieran en contra de los
republicanos.A pesar de los dramáticos testimonios que se han conservado sobre los
levantamientos de negros al Este de Caracas95, cuando se mira de cerca los informes que
llegaban al Generalísimo y el número de curas que había en la región, nos percatamos que
fundamentalmente se trataba de meros rumores.96Para Miranda, sin embargo, la
posibilidad de que las esclavitudes marcharan sobre la capital era una imagen insoportable.
Así, vista la gravedad de la situación por la que pasaban las armas de la república, no le va
a quedar más remedio que seguir el ejemplo de los realista y pasar a reclutar esclavos
mediante el llamado Acto sobre la Conscripción de los Esclavos, el cual establecía “...que
se proceda a la conscripción de mil esclavos, que comprará el Estado, pagándolos cuando
fuese posible”.97

72 A pesar del aparente éxito inicial de esta medida (sobre todo en los valles de Capaya), la
misma fue acogida con desagrado por algunos sectores libres de la población incluyendo a
los pardos, como aseveró en julio de 1812 el patriota Juan Paz del Castillo:

La libertad de los esclavos promulgada por el bando ha electrizado a los pardos,


abatido a los godos, disgustado a los mantuanos, y ha sido un contrafuego para la
revolución de los valles de Capaya…98
73 Pero en realidad, como que la misma no tuvo el resultado esperado ya que, si bien hubo
algunos esclavos que se presentaron a ofrecer sus servicios con el fin de obtener su libertad,
lo hicieron abandonando su trabajo en las haciendas, lo que fue en desmedro de la
producción y la economía de la república. Si a esto sumamos que tanto los propietarios
como los mayordomos se encontraban combatiendo, se entiende la advertencia que hiciera
el patriota Francisco Paúl, sobre lo que él concebía como un “cuadro doloroso” en que se
encontraba la economía de la república, la cual tenía dificultades para “…sostener ni aun el
comercio más mezquino por falta de frutos…”99

74 En los días póstumos de la república, mientras las fuerzas realistas marchaban en forma
aparentemente indetenible hacia Caracas, un desesperado mensaje fue publicado en la
Gaceta de Caracas. Era un manifiesto escrito en respuesta a una carta del jefe realista,
Domingo de Monteverde, en el que se recordaba a los pardos la forma despectiva como
eran tratados durante el régimen español y también los “innumerables beneficios” que
habían obtenido en los dos años de vida republicana:

Ella [Venezuela] ha reconocido, y puesto en ejercicio los derechos de igualdad, antes


usurpados por los satélites de la tiranía. Ella se complace de ver al hombre, sin
distinción de colores, libre, y expedito para intervenir en la elección de los que quiere
poner, y colocar en el Gobierno, y exponerse a las fatigas, y riesgo de una Patria,
seguro de que por su mérito puede obtener el premio, estimación, y aprecio de sus
conciudadanos, de que antes estaba privado de por un sistema tiránico, inventado y
sostenido para provecho de los ambiciosos que pisaban al hombre como a un grillo, o
le veían con el desdén y grima que a un gusano. Ella en fin se ha colocado en el rango
de las naciones del mundo, y esta idea sublime o ardua empresa empeña a los
venezolanos en la honrosa lid de defender su libertad, su igualdad, e
independencia...100

75 Posteriormente, Miranda, pese a contar todavía con el apoyo de los batallones de pardos
y negros libres, viéndose sin el apoyo de las ‘castas’ del interior de la provincia y
convencido de que estaba teniendo lugar una masiva insurrección de negros en la región de
Barlovento, se decidió a capitular ante el general español, Domingo de Monteverde. Esta
decisión se materializó el 25 de julio de 1812. Para ello, estableció una serie de
condiciones, entre las cuales estaba que los Libres de Color conservasen “…los derechos
que han obtenido del nuevo gobierno, a lo menos en aquella parte en que les quitó la nota
de infamia y envilecimiento que les imponía el código de las leyes de indias.” Esta
condición no fue aceptada por Monteverde, quien negativamente indicó que los miembros
de ese sector etno-social quedarían regidos bajo las leyes vigentes, y las “benéficas
intenciones” de las cortes metropolitanas.101

76 La decisión de capitular ante las fuerzas realistas fue percibida como precipitada,
generando descontento en las filas republicanas. Algunos oficiales incluso vieron aquello
como una verdadera traición, lo que se tradujo en dos intentonas contra la vida de Miranda
mientras se dirigía de vuelta a Caracas luego de la capitulación. En ambos casos hubo
participación de oficiales pardos: en una estuvo implicado Pedro Arévalo (el mismo a quien
condecorara la Junta Suprema en 1810), y, en la otra, el también oficial pardo, Cornelio
Mota. Un testimonio podría ayudar a explicar la participación de pardos en estos intentos:
el de Urquinaona, según quien Miranda, luego de que tuvo noticias que algunos cuerpos de
Pardos que no se sentían en la obligación de acatar la capitulación habían salido “…en
tropel del pueblo de La Victoria con dirección a Caracas…”, tomó la decisión de
desarmarlos.102Poco después, Miranda sería apresado en La Guaira cuando se disponía a
abandonar el territorio de la Capitanía General, por algunos de los jóvenes radicales que
hasta entonces le habían sido incondicionales.

Fig. 6 Llaneros en una carga contra el enemigo (¿realistas? ¿patriotas?)


“Lancers of the Plains of Apure, attacking Spanish troops”, in Hamilton, John Potter;
Murray, John, Travels through the interior provinces of Columbia, tomo1. 1824. Tomado
de: Google Books

6. Los límites del liberalismo realista

77 La reconquista de Caracas no significó el fin de los enfrentamientos, muchos


combatientes republicanos siguieron luchando al oriente del territorio, por lo que
Monteverde debió partir para reducirlos. Entre tanto, en la capital de la provincia se
siguieron dando manifestaciones de apoyo a la causa independentista, sobre todo en los días
posteriores a la publicación y juramentación a la constitución española, a fines de
noviembre de 1812. En esa época comenzaronacircular pasquines que incitaban a la
rebelión, se oían en la lejanía gritos a favor de la independencia, corrían rumores de que los
patriotas locales iban a degollar a los realistas, y se recibieron informaciones de que estaba
en marcha una “…confabulación entre pardos, Negros y Blancos malos que son los
peores…” Estos y otros hechos aislados denotan el clima de inquietud que se respiraba a la
sazón en la capital, sobre todo en el sector de los Pardos: dos soldados de marina fueron
apaleados severamente por una poblada hasta el punto de terminar en el hospital, por
haberse negado a jurar “…a gritos la independencia…” Un oficial de las Milicias de
Pardos, José María Cordero, fue también víctima de malos tratos por haberse mantenido
leal a la corona española desde un principio. Sus congéneres, los Pardos, “…le han avisado
que vea cómo vive; pues que saben que lo detestan por el epíteto de Godo [realista] que le
dan y por opuesto a los de su clase”, e incluso uno de ellos amenazó de asesinarlo una
noche con una bayoneta mientras paseaba con su familia.103
78 Las autoridades aumentaron la vigilancia en un intento de arrestar a los revoltosos, pero
era muy difícil ubicarlos por encontrarse por encontrarse muchas partes de la ciudad
abandonadas y en ruinas por fuerte el terremoto que la había sacudido el marzo anterior. En
ocasiones las patrullas eran emboscadas por aquéllos, quienes luego no podían ser
prendidos, pues desaparecían entre los escombros de casas y edificios. Situaciones
similares se repetían en otras regiones cercanas a Caracas, donde los rumores e
informaciones sobre conspiraciones patriotas estaban tan bien a la orden del día. El
Marqués de Casa León había advertido en su informe, “…los Pueblos de los Valles de
Aragua, hasta Valencia…” se habían convertido en “…un gran semillero de los
partidarios de la revolución…”, por lo que recomendaba hacer “…un expurgatorio de los
peligrosos, especialmente entre los pardos”.104 Para impedir que el espíritu de la revuelta
se extendiese, se prohibió que se mudasen o circulasen individuos extraños por esas
regiones, a menos que tuviesen un salvoconducto emitido por las autoridades reales.

79 Pero el ahora Capitán General Monteverde fue mucho más allá, ordenando el arresto de
más de 200 personas quienes fueron confinadas a prisiones en Caracas y La Guaira, sin
seguírseles el debido proceso. Esta medida fue criticada duramente por varias autoridades
realistas (entre ellos el presidente de la Real Audiencia, José Francisco de Heredia), para
quienes esas acciones eran violatorias de la nueva constitución, y para colmo eran tomadas
apenas un día después de haber sido promulgada.105 La represión desatada por lo realistas
no impidió que los patriotas siguieran haciendo planes para rebelarse, ya que poco después
se descubrieron dos conspiraciones precisamente en la región que señalara Casa León: una
en La Victoria y otra en Valencia. Esta última pudo haber sido planificada a principios de
julio de 1812.106 La misma estuvo liderada por el ya mencionado oficial pardo, Cornelio
Mota, cuyo plan era reactivar de nuevo la revolución en la provincia, en acuerdo con el
blanco criollo, Francisco Espejo (quien fuera miembro de la Sociedad Patriótica). Pero el
plan fracasa pues el mismo fue develado antes de poder llevarlo a cabo, aparentemente por
una indiscreción de Espejo. Mota es seguidamente arrestado y enjuiciado107, aunque a lo
mejor su juicio no llegó a término, pues el 2 de agosto de 1813 la ciudad de Valencia cayó
de nuevo en manos republicanas.

80 El año siguiente vio la incorporación al lado realista del conflicto a los Llaneros o
habitantes de las planicies del sur o Llanos. Este era un sector pluri-étnico conformado
principalmente por Zambos y Mulatos, aunque también por Negros Libres, Cimarrones, y
Mestizos. Muchos eran peones en haciendas de Blancos, otros ganaderos nómades que por
cuenta propia operaban fuera del control de las autoridades reales en las fronteras internas
del territorio. El contingente militar realista que se conformó entonces, llegó a alcanzar la
cifra extraordinaria de 7-8 mil hombres, por lo que el historiador Juan Uslar Pietri, en lugar
de hablar de una reacción realista, se refirió a este fenómeno como una “rebelión popular”.
El liderazgo de dicho contingente recayó no en miembros del ejército formal (a excepción
del General Morales), sino en caudillos inmigrados españoles de extracción humilde, como
lo fueran el pulpero canario Francisco Rosete, y el contrabandista asturiano José Tomás
Boves. Estos, en su calidad de Blancos de Orilla y al igual que los Pardos, eran también
discriminados etno-estamentalmente, lo cual era amparado por la legislación colonial.

81 De aquí el poco caso que hicieren a las órdenes que recibieran de las autoridades
legítimas, el encono que pusieran en derrotar a los republicanos, y las muchas masacres de
Blancos que cometieran: Ocumare del Tuy, 300 blancos muertos; Calabozo, 87; Aragua,
entre 400 y 500; Barcelona, 1000; Cumaná, sólo quedaron vivos entre 5 y 8; Santa Rosa,
ninguno sobrevivió; Valencia, un elevado número de civiles y prisioneros. Caracas fue
ocupada el 16 de julio de 1814. Allí se continuaron las matanzas acostumbradas de
Blancos, aunque no en la misma cuantía que las anteriores. La primera fuerza realista en
entrar en la capital estuvo comandada por un mulato de apellido Machado, lo que indica
que entre la alta oficialidad de este contingente también había individuos de color.

82 Una vez en la capital, Boves conformó gobierno liderado en forma caudillezca por él
mismo, que no respondía estrictamente a las órdenes metropolitanas. Durante su breve
duración, algunos de los Zambos, Negros y Mulatos que vinieron en su ejército jugaron un
papel importante, ocupando cargos públicos.108 El poco acatamiento que manifestó tener
Boves a sus superiores y las muchas atrocidades que cometieran los miembros del cuerpo
armado que dirigía en contra de la población blanca, llevó a las autoridades reales dudar de
su fidelidad y hasta temer las verdaderas intenciones del caudillo asturiano y las de sus
seguidores, por lo que se llegó a sugerir la desmovilización de sus fuerzas. En 1815 llega a
costas venezolanas de un poderoso contingente armado desde la metrópoli bajo el mando
del general Pablo Morillo que pacifica el territorio. Pensando que ya no sería necesario
contar con los servicios de tropas tan “peligrosas”, se pretendió llevar a la práctica aquella
propuesta.

83 Esto disparó la alarma entre algunos funcionarios españoles, como el Cónsul Llamozas y
del Gobernador Cevallos, más familiarizados con la realidad etno-social de la Capitanía
General de Venezuela, quienes –quizá recordando lo que sucediera en Saint-Domingue
luego de que se tomara una medida similar en 1802– advirtieron al Rey sobre las terribles
consecuencias que una medida degradante hacia los pardos podría tener para la causa
realista, y el orden de la Sociedad Colonial en general. Aparentemente esta recomendación
fue escuchada (al menos en lo que se refiere a las tropas formales de color), ya que para
1818 encontramos milicianos pardos de Caracas y el cuerpo de Milicias de Pardos de
Valencia del lado realista, oponiéndose tenazmente al avance de los contingentes
patriotas.109

84 Esos mismos que advirtieron sobre el peligro de en 1815, también denotaron una gran
preocupación porque la lógica de la guerra estuviese subvirtiendo el orden etno-estamental
establecido. En la referida que el gobernador Cevallos elevara al monarca español, indicó
que “…el Pardo más atezado se acostumbró a mandar a los blancos, tratándolos cuando
menos como iguales…” Para este funcionario, la única opción viable para que la causa
realista tuviera alguna esperanza era que los Libres de Color fuesen extraídos “…
legalmente de su clase inferior, por medio de un privilegio semejante a las cartas del
citado artículo 22…”110; es decir, que se fuera más allá de los derechos que tímidamente
se les había concedido por medio de la constitución de Cádiz de 1812.

85 Aquel artículo establecía unas muy restringidas condiciones para otorgar “cartas de
ciudadanía” a los afro-descendientes (tenían que ser hijos de un matrimonio legítimo, estar
casado con una mujer equivalente, y que ejerciesen un oficio con recursos propios),
dejando fuera a todos aquéllos que no perteneciesen a la elite, a menos que tomasen las
armas en nombre del rey. Esta medida, no obstante, en algún momento pudo representar
una señal de que el gobierno metropolitano abría las puertas “…de la virtud y el
merecimiento…” al menos a algunos pardos.111 Esta, no obstante, era una vana esperanza,
ya que poco después, en mayo de 1814, en España Fernando VII era reinstaurado en su
trono, lo que significó la anulación de toda la obra del experimento liberal de las cortes, y
con éste cualquier posibilidad de otorgar ciudadanía española a los Libres de Color
americanos.

86 Los patriotas, por su parte, también habían llevado adelante su propia campaña de
“limpieza étnica”, comenzando con las prácticas de ‘guerra a muerte’ contra españoles y
canarios que llevaran a cabo los dos ejércitos que invadieran desde Cúcuta la Capitanía
General de Venezuela en 1813: primero, el del otrora diputado, Antonio Nicolás Briceño,
quien antes de ser apresado en los Llanos, había pasado a cuchillo a algunos españoles en
los Andes; y luego el de Simón Bolívar, quien formalizase esa política bélica de exterminio
mediante un decreto emitido en las ciudad de Trujillo en julio de aquel año. Algunas
semanas más tarde, habiendo el ejército bolivariano ocupado Caracas, se arrestó a cientos
de individuos de tendencia realista. El momento más cruento de esta política tuvo que ver
precisamente con esos prisioneros: en febrero del año siguiente, sospechando una
conspiración realista, el propio Bolívar ordenó la ejecución de todos los ‘españoles y
canarios’ que se encontraban en las prisiones y hospitales de Caracas y La Guaira
(alrededor de 1200 individuos), lo cual se llevó a cabo en menos de cuatro días. Entre los
ejecutados se debieron encontrar también Libres de Color (qué los había realistas:
recordemos al miliciano pardo José María Cordero), ya que los Blancos, cuando
comenzaron a ser arrestados en gran número a la entrada de Bolívar a la capital de la
provincia, se quejaron de que en los calabozos no se hacían distinciones entre colores ni
clases.112

87 Ambas prácticas de exterminio contra amplios sectores de la población venezolana (en


particular contra los Blancos), provocaron la huida de miles de civiles quienes emigraron
masivamente a distintos puertos en el Caribe. El 1 de septiembre de 1813, tras la
“precipitada fuga” de las autoridades españolas (luego de que éstas se convencieran de que
no tendrían el apoyo de las milicias locales), mientras las fuerzas patriotas entraban a
Caracas y se producía en la ciudad una “conmoción popular” (también se habló de
fermentación en el pueblo, “tumultos populares”, anarquía y saqueos de las residencias de
españoles y canarios), cientos de personas de tendencia realista se precipitaron hacia La
Guaira para embarcarse a Curazao y otros destinos.113 La misma situación se repitió al año
siguiente en los partidarios de la facción patriota, cuando se acercaban los ejércitos de
‘todos los colores’ realistas liderados por Boves.

88 Los civiles y militares patriotas emigrados tuvieron peor suerte que sus equivalentes
realistas, ya que los ingleses habían prohibido darles refugio en los territorios que ellos
controlaban, entre los cuales se encontraba esa cercana isla holandesa. Esto lo hicieron por
la alianza que mantenía Inglaterra con España, y también por temor a que los patriotas
hispanos fuesen a generar desórdenes entre la población de color de las islas. Como
consecuencia de esa negativa, muchas familias emprendieron a pie una fatídica emigración
hacia el oriente del territorio, en la cual muchos perecieron. De allí, los que tuvieron suerte,
pasaron a Trinidad y otros a Cartagena de Indias, pero tras la caída de esta plaza fuerte a
fines de 1815, debieron buscar otros lugares en el Caribe. Al año siguiente encontramos en
Haití alrededor de dos mil emigrados provenientes de la Tierra Firme hispana, y algunas
decenas de ellos en Saint-Thomas.114

89 Muchos de esos emigrados Blancos, sobre todo los de tendencia realista, nunca volverán
a sus lugares de origen. A Puerto Rico pasaron muchos aprovechando una Real Cédula de
1815, que favorecía la inmigración a ese territorio con el fin de aumentar su población y
mejorar la economía. Allí llegó un número considerable de hispanos provenientes de
Venezuela, que contribuyeron al desarrollo económico y agropecuario que la isla
experimentara desde principios del siglo XIX.115

Fig.7 En esta escena se puede ver en la parte inferior derecha, el cuerpo sin vida de Pedro
Camejo.
Martín Tovar y Tovar (n.1827, m.1902), La Batalla de Carabobo (1887) [detalle], Mural
en la bóveda del Salón Elíptico del Palacio Federal Legislativo, Caracas. Tomado de: ABP

A manera de conclusión

i. Pugna entre concepciones igualitarias

90 En la Provincia de Caracas, como se pudo ver a lo largo del presente trabajo, los Libres
de Color se mostraron activos políticamente desde la última década del siglo XVIII,
afectando con esta postura los acontecimientos políticos y los conflictos que se suscitaran
en ese territorio a partir de aquel entonces. Para entender las razones que les motivaron a
actuar en la forma en que lo hicieron, es necesario considerar que la mayoría de ellos era de
ascendencia euro-africana, por lo que, pese a que por su venas también corría sangre de
Blancos, eran discriminados etno-estamentalmente de diversas maneras como se indicara
en la introducción. De aquí que la principal aspiración que muchos tuvieran para apoyar
eventualmente un proyecto de ruptura con la metrópoli (bien fuere la conspiración de 1797
o la tentativa independentista de 1811), fue que el Antiguo Régimen colonial fuese
reformado o sustituido por otro en el que gozasen de mayor igualdad socio-jurídica con
respecto a los Blancos.

91 En muchos Libres de Color, esa concepción tradicional de igualdad (entendida como


paridad con los Blancos) se vio alterada sobre todo por el impacto de las ideas de la
Modernidad Política, aunque en un sentido muy particular, definido inicialmente por la
fuerza del ejemplo franco-antillano. Los contactos directos con marinos y prisioneros
franceses, algunos de ellos de color, junto con otros medios de difusión más tangibles
(como textos, objetos diversos, y otros tipos de representaciones alegóricas), fue
alimentando la idea de que en Saint-Domingue y, sobre todo, en Guadalupe se había
instaurado un sistema de ‘fraternidad inter-étnica’ en el que todos los individuos eran
iguales, sin restricciones de color o ‘calidad’. Se formaba así la aspiración a satisfacer una
ambigua noción de igualdad “a la francesa” o “como en Francia”, la cual pasaba por
recrear una república como la gala en la Provincia de Caracas. Esta idea ya existía entre
muchos Libres de Color para cuando se planea la conspiración de 1797, siendo explotada
hábilmente por la propaganda y el verbo de los conspiradores para así ganar adeptos para su
causa, como se viera claramente en el Diálogo entre un negro francés y un negro criollo
español que escribiera Picornell, y en los argumentos que usara Del Valle para intentar
reclutar más colaboradores de color que apoyasen el movimiento.

92 Llama la atención que entre los conspiradores de color no hubiese ni un sólo individuo
cuyo apellido fuere asociable a las familias que se conoce pertenecían a la elite de Pardos
(Arévalo, Sánchez, Mejías, Bejarano, Landaeta, etc.), quienes normalmente debieron
ocupar los grados más elevados (capitán) de las milicias de hombres de su ‘calidad’. Esto,
sumado al hecho de que la mayoría de los implicados de color tenía grados medios
(sargentos) y bajos (cabos, soldados), pareciera indicar que sólo algunos miembros de los
sectores intermedios y bajos fueron los que apoyaron la conspiración. Algo similar ocurría
con los Blancos implicados (España, Gual, Rusiñol), a quienes no se puede considerar
como pertenecientes a la elite mantuana. De hecho, los miembros de ésta más bien
asumieron inmediatamente una postura hostil a la conspiración, ofreciendo sus servicios y
bienes al Capitán General para sofocar la misma.

93 Detrás de la ausencia de Pardos Beneméritos en la conspiración de 1797, tal vez se


encuentren razones similares a las que motivaron a la mayoría de ellos a mantenerse al
margen de la Sociedad Patriótica en 1811. Es probable que, al igual que hicieran muchos
Blancos Criollos, vieran aquella conspiración y ese club político como movimientos
conformados por gente de ‘calidad’ baja, los cuales, para su preocupación, estaban
inspirados en variaciones del sansculottismo francés, lo que amenazaba con poner fin al
orden etno-estamental imperante en la provincia, cuya cima ellos ocupaban dentro de los
Libres de Color. Este mismo razonamiento podría servir para entender la fuerte reacción
que dieran ante la intención de la elite blanco-criolla de conformar un gobierno autónomo
en noviembre de 1808 (cuando, como una “parda fiera”, los capitanes de milicias de pardos
ofrecieron sus servicios al Capitán General para aplastar la conspiración), debería ser
entendida en términos más tradicionales, aunque en acuerdo con sus aspiraciones
coyunturales de elite, las cuales serían satisfechas poco después.
94 En tal sentido, más allá de la fidelidad sincera que algunos de ellos pudieron sentir que
debían al Rey de España, es probable que pensasen que para aquel momento estaban mejor
bajo el régimen colonial español, dado que desde fines del siglo XVIII la monarquía
hispana había manifestado intenciones de favorecerles, como se viera con las Gracias al
Sacar, con la autorización para que pudieran estudiar medicina, e incluyendo en la ley de
matrimonios a los oficiales de milicias lo que permitía proteger la ‘calidad’ de sus linajes.
Esa postura fiel a la corona cobraba tanto más sentido, considerando que al frente tenían
una propuesta política para instaurar un régimen autónomo liderado por personas que les
despreciaban profundamente, como lo eran los blancos mantuanos, quienes recientemente
desde el Cabildo de Caracas se habían opuesto visceralmente a que se les otorgaran
‘dispensas de calidad’, y habían pospuesto indefinidamente resolver sobre su propuesta de
una escuela especial para sus hijos.

95 Las posturas de ambas elites, la parda y la blanca, no se mostraron sin embargo


irreconciliables. Los Pardos de la elite conocían las limitaciones que seguirían teniendo
bajo régimen colonial español, en el cual, por más que fueren “dispensados” de su
‘calidad’, sería casi imposible deslastrarse por completo de sus estigmas originarios. De
igual manera, probablemente se encontraban instruidos en los nuevos ideales políticos
ilustrados sobre ciudadanía, no por azar más tarde fundarían su propio club político. Estos
factores, unidos al surgimiento de un movimiento autonomista de Blancos Criollos más
plural socio-económicamente que incluía otros blancos, les hizo decidirse por apoyar un
segundo intento autonomista, hasta el punto de que sus milicias jugaron un papel
importante el día que fue depuesto el gobierno colonial el 19 de abril de 1810. Esta
participación estuvo forzosamente precedida por alguna negociación, la cual seguramente
llevaron adelante desde una posición de fuerza, debido a la forma cómo habían contribuido
al fracaso de la tentativa juntista mantuana de 1808.

96 Si bien se desconoce el contenido de esas negociaciones, por las medidas políticas que
tomó posteriormente el nuevo gobierno autónomo a su favor, podemos tener alguna idea de
lo que fueron sus exigencias: la desaparición de las medidas que discriminaban a los
Pardos, posibilidad de ascender en las milicias más allá del grado de capitán, y acceso a la
representación política. En cuanto a esto último, si bien inicialmente sólo se les permitió
estar representados en la persona de un Blanco Criollo, más tarde, con el reglamento
electoral que aprobara la Junta Suprema a fines de 1810 para la escogencia de los diputados
que conformarían el nuevo Congreso General, se les permitió ser electores. Todo ello
pareció satisfacer las aspiraciones tradicionales de paridad con los Blancos que tenían los
Pardos Beneméritos, ahora transformada en una igualdad más clasista, por sólo exigir
dicho reglamento requerimientos materialespara devenir elector. Curiosamente –vale la
pena insistir sobre esto- ningún pardo de la elite se postuló como diputado, a pesar de que
muchos cumplían con las condiciones para ser candidatos.

97 Esas mismas exigencias que favorecían a la elite parda, dejaban por fuera de la
representatividad política a los sectores socio-económicos de color intermedios y bajos de
la Sociedad Colonial. Los miembros de estos sectores, como ya se indicara, se habían
venido mostrando activos políticamente desde la última década del siglo XVIII, cuando
comienzan a manejar una concepción más abstracta de igualdad asociada con el
republicanismo radical francés; aunque no exclusivamente, como se evidencia, sobre todo,
en la gran diversidad de temas que se discutían en las tertulias de una barbería guaireña, y
en el lenguaje que manejaba su dueño, Narciso del Valle; quien ya desde 1793/95 venía
mostrando interés, motu proprio, por el republicanismo francés o franco-antillano.

98 Esta primera noción de igualdad republicana pareciera haber sobrevivido hasta los
tiempos de la Revolución de Caracas; decimos “sobrevivir” y no “renacer”, pues existen
indicios que indican que la misma se mantuvo como aspiración de muchos Libres de Color
hasta 1811. Evidencia de ello es el caso de Matías o Mateo Caballero (alias Bonoso), aquel
alférez pardo que en 1797 advirtiera a Del Valle que lo iban a arrestar, y que ahora, 14 años
más tarde, vemos defendiendo fervorosamente la causa de la república. Tal podría haber
sido también el caso de muchos otros individuos de color que por desconfianza en los
conspiradores no se manifestaron, pero a quienes pudo llamar la atención la conformación
de una república en la Provincia de Caracas; quizá no fueron tantos como los 200 o 500 de
que se habló en los juicios, pero sí muchos que aún estaban vivos para 1810 y cuyos
nombres desconocemos.116

99 A principios de 1810, tras el cambio en las condiciones ofrecidas a los Pardos


Beneméritos para participar en una nueva propuesta autonomista (que luego devendría
independentista), la causa republicana comienza a popularizarse también entre los sectores
medios y bajos de los Libres de Color. Esto se pudo apreciar en diversas manifestaciones
políticas en las que participaron, como se viera el 19 de abril de 1810, en noviembre de ese
año durante las exequias de los ‘mártires’ de Quito, en la tertulia en casa de Galindo el 2
marzo de 1811, y en la algarabía callejera que siguiera a la declaración de independencia el
5 de julio de ese mismo año. Ello probablemente se debió a que contaban con un liderazgo
político confiable que no iba a permitir que los mantuanos se adueñasen del proceso
político que estaban viviendo, para cambiar las cosas sin que nada cambiara. El mismo
estaba encarnado por algunos Pardos (como el médico José María Gallegos) y también en
las personas de los hermanos Ribas, aunque estos fuesen blancos. El radicalismo que
demostraron tener estos líderes, hizo que la junta de gobierno autónoma les percibiera como
individuos peligrosos que podrían subvertir el orden, por lo que se les expulsó
temporalmente del territorio.

100 Casi al mismo tiempo (diciembre de 1810) llega Francisco de Miranda, quien era muy
bien visto por los Pardos, lo cual pudo deberse a diversas razones: a que en su juventud, él
también había sido víctima de la discriminación de los mantuanos por su ascendencia
canaria; a que era visto como un posible paladín de la libertad, pues había servido
defendiendo las armas republicanas durante la Revolución Francesa; y a que a sus manos
hubiesen llegado los mensajes contenidos en las proclamas que había puesto a circular en la
Tierra Firme, luego del intento fallido de invasión que hiciera en 1806, en las que se
mostraba particularmente favorable a conceder la ciudadanía a quienes denominaba como
los “bizarros pardos”. En consecuencia, no es por azar que previamente algunos pardos le
hubiesen enviado a Londres una misiva (cuyos remitentes y contenido lastimosamente
ignoramos), ni que le hubiesen recibido efusivamente cuando entrara por primera vez a
Caracas, ni que más tarde se sumaran, frecuentaran o apoyaran a la Sociedad Patriótica.

101 Una vez en esa ciudad, Miranda canaliza las inquietudes políticas de los Pardos y las
aspiraciones republicanas de los Blancos Criollos más radicales en torno a dicha sociedad,
la cual definía sus actividades como una “escuela de patriotismo”. Fue a través de este
medio que los Libres de Color que lo apoyaban, desarrollaron y/o fueron instruidos en una
nueva noción de igualdad asociada a unrepublicanismo democrático, cuyo principal rasgo
era el derecho que se les ofrecía a la representación política. El cambio que se diera en las
aspiraciones de los miembros de ese sector etno-social a partir de entonces lo pudo apreciar
el arzobispo de Caracas, Narciso Coll y Prat, quien afirmó que en aquella época las ‘castas’
(mayoritariamente constituidas por Pardos) estaban “…ansiosas de libertad, igualdad y
representación.”117

102 Quizá la manifestación más elocuente que evidencia esa suerte de toma de conciencia
en torno a una igualdad republicana vía la representación política que experimentaron los
Libres de Color caraqueños, fue la referida tertulia en casa de Galindo el mismo día en que
fue instalado el Congreso Federal, el 2 de marzo de 1811. La misma luce como una forma
protesta política en contra de las restrictivas condiciones materiales que imponía la
normativa electoral aprobada a finales del año anterior, y que había reservado la
participación política a las elites de blancos y pardos. Las manifestaciones de apoyo a la
república se extendieron más allá de su caída en julio de 1812, como se viera en las
manifestaciones de rechazo que se dieran en Caracas contra la constitución liberal gaditana
a fines de 1812. En términos espaciales, ese apoyo se extendió hacia las zonas aledañas,
hacia el sur de esa ciudad, las cuales fueron descritas como un ‘semillero de la revolución’.

ii. La fuerza de las aspiraciones tradicionales

103 Sin embargo, más allá de los límites de la influencia de Caracas, allí donde la “buena
palabra” de los revolucionarios caraqueños no llegaba, los Libres de Color eran
susceptibles a ser captados por el discurso reaccionario de prelados realistas y las ofertas
liberales de las autoridades coloniales. Esta campaña incluso llegó a provocar deserciones
en las filas republicanas, como sucediera en Valencia con el pardo Francisco Colón a
mediados de 1811. Este hecho alarmó a los diputados, como se viera en el debate que se
diera en el Congreso federal el 31 de julio, sobre otorgar o no ciudadanía a los Pardos. En
lo sucesivo, como indica C. Thibaud, se produjo una competencia entre dos liberalismos,
uno republicano y otro realista, los cuales pugnaban entre sí por ganarse a los miembros de
ese sector etno-social para sus respectivas causas.118 Esta competencia pudo haber
terminado en 1814 con el regreso al trono de Fernando VII, hecho que significó la
anulación de la constitución liberal de Cádiz, y también las ofertas liberales de los realistas.

104 Cuando ninguna de las dos ofertas liberales satisfacía las aspiraciones de los Libres de
Color, la situación se podía tornar explosiva ya que estos podían asumir la causa de su
igualdad por sus propios medios. Un buen ejemplo de esto lo constituye la insurrección de
Valencia de julio/agosto de 1811, donde los Pardos, una vez que la ciudad capituló, se
tornaron contra todos los Blancos locales sin distingo de preferencia política, pasando
también a destruir los libros parroquiales donde estaban clasificadas las personas por la
calidad, en una clara muestra de rechazo al sistema de castas colonial y al dominio de los
Blancos.119

105 En lo sucesivo, las Milicias de Pardos de Valencia, así como muchos miembros del
equivalente caraqueño de ese cuerpo, se mantuvieron fieles al lado realista hasta
prácticamente el final del conflicto independentista. Esta postura, que nos recuerda la
vigencia de la tesis de Laureano Vallenilla Lanz sobre el carácter de ‘guerra civil’ que tuvo
el conflicto bélico que condujo a la independencia120, es una demostración del
aferramiento a la tradición por parte de aquellos pardos valencianos fundamentalmente en
dos sentidos: por un lado, su aceptación del régimen etno-estamental vigente, incluso luego
de frustradas las promesas liberales gaditanas de 1812; y, por el otro, de su rechazo hacia la
oferta de cambio político republicana hecha desde Caracas, no tanto por el modelo por sí
mismo, sino por la percepción que tenían de quienes lo promovían: blancos criollos
aristócratas con aspiraciones centralistas, los más radicales afrancesados.

106 La violenta reacción de los pardos de Valencia no sería más que un aviso de lo que
estaba por venir, cuando los Llaneros se integraran al conflicto bélico iniciado en 1812. La
distancia que separaba las sabanas que habitaban de la costa Caribe, les había hecho estar
menos en contacto con los ideales de la Modernidad Política: A pesar de que la Provincia
de Barinas se sumó a la iniciativa independentista caraqueña, en la región de los Llanos no
hubo corsarios galos repartiendo propaganda revolucionaria, ni mulatos franceses
circulando por los alrededores vestidos de oficial ni hablando de la ‘fraternidad inter-étnica’
que supuestamente se había instaurado en las Antillas galas; tampoco hubo, hasta donde
hemos podido averiguar, tertulias a las que tuvieran acceso los Libres de Color donde se
discutiera sobre las revoluciones francesa y norteamericana; ni clubes políticos donde
pudieran instruirse sobre otras formas de obtener la igualdad con los Blancos, por medio de
la ciudadanía bajo un régimen republicano.

107 Debido a todo esto, las aspiraciones de los Llaneros siguieron teniendo un fuerte
carácter tradicional, marcadas por un entorno distinto, más rural y aislado, en el que los
Blancos eran los principales poseedores de la tierra. Cuando el conflicto tocó sus puertas en
1813, los Llaneros tomaron el partido que les pareció más natural: contra los terratenientes
blancos. No obstante, como ha indicado Germán Carrera Damas, sus motivaciones para
integrarse a las fuerzas realistas no respondían a una igualdad en términos de un
repartimiento equitativo de las tierras, aunque sí a un temor a perder el acceso a las mismas
así como sus ganados no herrados si la república de los Blancos Criollos salía
victoriosa.121 En este sentido, es probable que para todos ellos una guerra convencional
contra las fuerzas de la república careciese de sentido, a menos que se interpretara la lucha
como un medio para acabar con la hegemonía de los Blancos en general, y los Blancos
Criollos en particular. La forma para lograr este objetivo era eliminando a todos los
miembros de estos sectores etno-sociales, como se evidenciara en las masacres que
cometieran esos ejércitos realistas de ‘todos los colores’ a lo largo de 1814.

108 El tipo de guerra que desarrollara el lado realista, unido a las prácticas de limpieza
etno-política que practicaran los patriotas siguiendo las pautas de ‘guerra a muerte’ contra
españoles y canarios (aunque también pardos realistas), llevaron al gobernador Cevallos a
manifestar su preocupación en la referida misiva que enviara al Rey en 1815 de que pudiese
desaparecer la Sociedad Colonial. Para este alto funcionario peninsular, dado lo que había
presenciado durante esta faceta conflicto, estaba claro que “…no puede durar mucho una
sociedad, cuando los nueve décimos de sus individuos, lejos de tener interés en
conservarla, deben desear destruirla”.122 El resultado más claro y duradero del mismo fue
que la población blanca, bien fuera por muerte o emigración, quedó diezmada. Así
describió la situación el Regente Heredia, en una misiva que enviara al Capitán General a
finales de 1814:

...Vd. conocerá muy bien por la clase de guerra que se ha hecho, y dura todavía, que
el país ha quedado enteramente desolado; que por la necesidad que ha obligado a
levantar una parte de su población contra la otra, por falta de fuerzas forasteras,
quedarán dos partidos eternos y encarnizados enemigos entre sí; que las gentes de
color, que componen casi el total de estas fuerzas, quedan con una preponderancia
decidida, porque sobre sus ventajas físicas que siempre han sido temibles, tienen
ahora la de estar aguerridos, y familiarizados ya con el asesinato y el saqueo que se
les ha celebrado como heroísmo; que matando los insurgentes a todos los isleños,
Europeos, y nuestros ejércitos a los blancos del país, pues todos los tiene por patriotas
la facción de los exaltados, habrá quedado reducida a la mitad la población blanca, y
será por consiguiente más difícil contener la otra clase, la cual acaso no se habrá
animado tanto a declararse por la buena causa, sino por su odio a la primera y su
deseo de acabar con ella...123

109 A pesar de que muchos blancos criollos emigrados retornaron al territorio caraqueño
una vez concluido el conflicto, llegando algunos incluso a amoldarse a las nuevas
circunstancias para ocupar de nuevo cuotas de poder, nunca alcanzaron de nuevo el
porcentaje que tenían antes de 1810 (25% de la población). Según las cifras que manejaba
el emisario británico en Caracas, para diciembre de 1814 la población de esa ciudad y La
Guaira, se había reducido de 55 mil habitantes a 7 mil quinientos.124

110 De esta forma no sólo se ponía fin a la hegemonía de la aristocracia mantuana, sino
posiblemente también a la de la elite parda entre los Libres de Color. Muchos de los
miembros de este sector etno-social que abrazaron la causa republicana murieron a lo largo
del conflicto, como Pedro Arévalo quien, luego de pasar a Cartagena de Indias tras la caída
de la república venezolana, fue ejecutado en San Juan de Girón (cerca de Bucaramanga) en
diciembre de 1815. Otros muchos emprendieron el duro camino de la migración, como se
evidencia en la presencia en Puerto Rico de un antiguo médico del Hospital Militar de
Caracas, Domingo Arévalo (cuyo hijo había sido “dispensado” de su ‘calidad’ algunos años
atrás para poder ser aceptado como seminarista); y en Saint-Thomas de Diego Mejías
Bejarano (el mismo a quien fuese otorgada una ‘dispensa de calidad’ años atrás), a quien
encontramos junto a su familia en esa antilla danesa en 1815. Allí, en esa pequeña isla
caribeña, rodeado de mantuanos refugiados, este pardo benemérito fallecerá al poco tiempo
encontrando finalmente la tan anhelada igualdad con los Blancos en la muerte y lejos de su
tierra natal.125

111 Durante los ‘años terribles’ de la guerra etno-civil (entre 1813 y 1815), las aspiraciones
reivindicativas sociales básicas, las ambiciones políticas de la alta oficialidad, los rencores
etno-estamentales, el sentido de venganza etno-clasista, y hasta el afán de lucro vía el
saqueo en combatientes de todos los sectores etno-sociales locales en ambos bandos,
parecieran haberse impuesto sobre cualquier motivación filantrópica previa inspirada en los
preceptos igualitarios liberales pregonados por realistas y patriotas. Fue como si la
naturaleza del conflicto hubiera hecho inviable y hasta atemporal cualquier propuesta
igualitaria que no fuese alcanzar la igualdad (y también la libertad, pues en ambos lados
había cimarrones y esclavos emancipados con fines militares) por vía de las armas y del
exterminio del otro. El encumbramiento de ese mecanismo de ascensión social tras la caída
de la república venezolana, es un elocuente indicativo del fracaso de la ilusión igualitaria de
los conspiradores de 1797 y de los ‘radicales mirandinos’ de 1811, y también de las
promesas liberales realistas.

112 En lo sucesivo, si bien más adelante se garantizaría a los Libres de Color derechos
ciudadanos por vía constitucional con restricciones materiales (cien pesos para ser
sufragante y quinientos para ser elector según la Constitución de Cúcuta de 1821), estos no
contaron con el mismo grado de apoyo por parte de amplios sectores de la dirigencia
política blanco-criolla, como se había visto en Caracas hasta 1812. De hecho, algunas de las
manifestaciones de republicanismo que aparecieron entre la gente de color fueron
reprimidas, como se viera en varios casos en la región cartagenera en los años 1820.126
Esta actitud del liderazgo blanco se debía sobre todo al temor que sentían sus miembros por
ver reavivar el conflicto etno-civil, aunque también por la vigencia de los prejuicios etno-
estamentales; sobre todo dado que buena parte de quienes lo conformaban eran individuos
extraídos de las elites criollas blancas neogranadinas, cuyos números apenas se habían visto
mermados a causa de la guerra.

113También podría alegarse que la mayoría de los que habían defendido los derechos de
los Libres de Color en Venezuela y Nueva Granada, ya se encontraban desaparecidos
físicamente para aquel entonces. Este argumento, no obstante, contrasta con la opinión
despectiva que manifestó tener hacia ellos el propio presidente gran colombiano, Simón
Bolívar; quien, a pesar de haber sido miembro de la Sociedad Patriótica, se manifestó
contrario hacia la participación de los Libres de Color en la vida política. La instauración de
una ‘pardocracia’, como llamaba al sistema de gobierno que podía implementar ese grupo
etno-social, era un mal que debía evitarse a toda costa.127 De esta sombría forma, en la que
el idílico espíritu igualitario que había imperado anteriormente pareciera haberse
extinguido, se abría el Período Republicano para los afro-descendientes de condición libre
venezolanos; un período y una temática sobre la cual se ha escrito muy poco, y que bien
valdría la pena explorar a luz de la desaparición de buena parte de la población blanca, y de
las expectativas igualitarias que se generaron en ellos durante y después de la
Revolución de Caracas.

iii. En pos de un paradigma interpretativo diferente

114 Dadas las filiaciones ideológicas que manifestó tener el liderazgo político de la
conspiración de 1797 y el proceso de ruptura con España iniciado en 1810, con otros
movimientos sensibles hacia la causa de los afro-descendientes en Europa y América (en
particular con el republicanismo franco-antillano e, indirectamente a través de éste y
Miranda, con el abolicionismo francés), para poder entender el caso de la Revolución de
Caracas en toda su complejidad se hace necesario abrir el compás de análisis más allá de
los límites culturales y espaciales que han regido sobre el estudio de las Independencias
Hispanoamericanas. Al hacerlo, nos damos cuenta que dicho proceso revolucionario se
inserta en un ‘sistema histórico’ paralelo, el cual tiene sus propias dinámicas y
temporalidades, compuesto por otros procesos socio-políticos (previos o posteriores) que se
asemejan entre sí, suscitados también en el área gran caribeña, como lo fueron las
revoluciones haitiana, cartagenera, pernambucana, y la “revolución confiscada” –como le
llama Alain Yacou– de Guadalupe. Esa especificidad residía, principalmente, en el carácter
afro-descendiente de la mayor parte de la población que habitaba los territorios esclavistas
gran caribeños, los cuales, como consecuencia de la introducción masiva de esclavos
africanos en los dos siglos previos (a unos más que a otros), desarrollaron estructuras etno-
sociales de tres niveles conformadas fundamentalmente por libres de color, blancos, y
esclavos.128

115 Siguiendo a David Geggus, cuando dan inicio los procesos de cambio político radicales
en la metrópoli, cada uno de esos grupos sacó a relucir sus aspiraciones particulares, las
cuales, como es lógico, eran muy distintas a las de los habitantes del viejo continente: “Los
esclavos buscando su libertad, los libres de color luchando en contra de la discriminación
racial, y las elites coloniales aspirando por [mayor] autonomía o independencia”.129 En
tal sentido, retomando el análisis conceptual que hemos venido desarrollando sobre las
aspiraciones de los Libres de Color, para los miembros de este sector etno-social los
Derechos del Hombre, los diversos constitucionalismos y republicanismos no fueron
entendidos sino como letra muerta o, en todo caso, como la igualdad a la que aspiraban los
blancos criollos, hasta tanto los mismos no se tradujeran en un medio concreto para
cambiar el estatus inferior que aquéllos tenían en las sociedades coloniales. Este cambio va
a comenzar a darse, no sólo cuando muchos legisladores blancos europeos o americanos
finalmente se sensibilicen por su causa, sino también cuando muchos de ellos se den cuenta
de las posibilidades que ofrecían las ideas políticas liberales modernas para mejorar su
situación.

116 En los casos de Saint-Domingue y Caracas, esta suerte de despertar a la modernidad


por parte de los Libres de Color va a manifestarse, por un lado, cuando los miembros de las
elites de este sector etno-social, de manera muy práctica, buscaron explotar su estatus
socio-económico superior entre los individuos de su misma condición, para exigir derechos
a la representación basándose en los principios materiales censitarios recién establecidos
para limitar el alcance de la ciudadanía, mientras se olvidaban de los afro-descendientes de
los sectores medios y bajos, así como de los esclavos; y, por otro lado, de manera más
filantrópica, dando muestras de conocimiento de sus derechos y de sincera simpatía por la
causa republicana, como se viera en la Conspiración de La Guaira de 1797, las revoluciones
de Caracas y Cartagena en 1811, y en diversos momentos de las revoluciones en el área
franco-antillana a lo largo de los años 1790.

117 En cuanto a las esclavitudes, en el caso franco-antillano ellas también se mostraron


conscientes de sus derechos ciudadanos en un marco republicano (como se viera claramente
en el diputado, Jean-Baptiste Belley, en el coronel Magloire Pélage, en el general Toussaint
Louverture y otros líderes negros), aunque también actuaron siguiendo intereses etno-
sociales tradicionales, llegando incluso a unirse a los ejércitos enemigos de España e
Inglaterra en 1793, y a enfrentarse con los mulatos como se viera en la Guerra del Sur
(1799-1800). No sucedió igual en Cartagena de Indias ni en la Provincia de Caracas, ya
que, si bien muchos esclavos fueron emancipados para engrosar las filas de los bandos
enfrentados, en ninguno de los Estados allí fundados a principios de la segunda década del
siglo XIX se abolió la esclavitud (sólo se abolió la trata y se emanciparon esclavos con
fines militares), lo que, a nuestro entender, equivale a una diferencia importante entre las
revoluciones franco-antillanas y las hispano-caribeñas.

118 Otra diferencia con el caso del proceso revolucionario caraqueño, es que en él
(contrariamente a lo que pasara entre las Antillas Francesas, donde hubo fuertes ecos de la
revolución metropolitana: como enfrentamientos entre aristócratas y jacobinos,
ajusticiamientos en tiempos del Terror, emigraciones masivas de nobles, etc.) no pareciera
haber un entrelazamiento tan intenso con la profunda crisis que azotaba la metrópoli
hispana, ni con la revolución liberal gaditana, más allá de la expulsión de unos emisarios
napoleónicos, de la expectativa que esos procesos levantaron, y del oportunismo político
que manifestaran tener los blancos locales y las elites pardas, todo ello entre 1808 y 1810.
De hecho, la Junta Conservadora de Caracas ni siquiera envió diputados ante las cortes,
aunque sí a Londres buscando el apoyo británico. Los líderes de aquel proceso parecieron
más bien manejar una noción más atlántica de revolución, debido a los contactos sobre todo
con las islas francesas y a la presencia de individuos con una visión política más amplia de
las ideas liberales que estaban cambiando el paisaje político en el Mundo Atlántico, entre
quienes destacaba Francisco de Miranda.

119 No obstante, aquel lazo común con la metrópoli podría encontrarse en otra parte,
aunque en un tiempo previo: en la conspiración de San Blas de 1795, por los vínculos que
ésta tuvo con la guaireña de 1797. La presencia en Caracas desde 1811 de algunos de los
cabecillas metropolitanos supervivientes de ambas conspiraciones (Picornell, Cortés), la
liberación simbólica de algunos prisioneros que participaron en esa última, y las fiestas
patrióticas alegóricas a la misma que se organizaron aquel año, son claros indicios de una
vinculación ideológica entre dicha conspiración madrileña y la Revolución de Caracas. Esto
fue reconocido en forma clara por uno de los personajes más importantes de este proceso
revolucionario, como lo fue Juan Germán Roscio, quien en una relación histórica que
escribiera sobre el mismo en pleno calor de los acontecimientos, comenzó afirmando lo
siguiente: “La historia de la revolución de Venezuela empieza en España.”130

120 Pese a las contradicciones internas comunes existentes dentro de las sociedades
coloniales en el área Caribe, es probable que ninguno de esos procesos de cambio socio-
político se hubiesen desencadenado ni desarrollado (al menos no tan temprano ni de la
misma manera), sin que los gobiernos metropolitanos hubieran entrado en crisis con la
Revolución Francesa y sin la ocupación napoleónica de la Península Ibérica en 1808.
Tampoco creemos que ello hubiera pasado si no que se hubiera abordado el tema de la
ciudadanía en relación a los sectores subalternos americanos, como se viera en la Asamblea
Nacional francesa, las Cortes de Cádiz, el Congreso Federal venezolano, y la Junta de
Cartagena de Indias. La presión política ejercida por los libres de color fue también un
elemento clave en el desencadenamiento de procesos revolucionarios en los casos de
Cartagena, Caracas y las Antillas Francesas, como se viera en las actividades políticas
desarrolladas en Francia por algunos miembros de la elite mulata de Saint-Domingue desde
1789, en las presiones que ejercieran sobre la Junta de Cartagena de Indias los vecinos de
color principalmente del barrio de Getsemaní en 1811, y en el apoyo que dieran distintos
sectores socio-económicos de color venezolanos a los proyectos republicanos en 1797 y
1811.
121 Todo lo anterior presenta a las revoluciones en el área gran caribeña (incluyendo la de
Caracas) como el resultado de una compleja y única conjunción de factores, tanto externos
como internos, en los que, con diversos niveles de éxito y fracaso, se intentó conciliar los
ideales políticos ilustrados y los proyectos nacionales modernos, no sólo con los intereses
que desde arriba mantenían las élites blancas, sino con las aspiraciones que desde abajo –y
a veces desde no tan abajo– tenían o desarrollaron las mayorías de individuos afro-
descendientes que la habitaban.

Notas

1 Para principios del siglo XIX, según los cálculos poblacionales hechos por Manuel
Lucena Salmoral, las personas de color de condición libre en la Provincia de Caracas
alcanzaba más del 44% del total de la población, unos 190 mil individuos entre Morenos o
Negros Libres (esclavos libertos y sus descendientes), Zambos (surgidos de la mezcla de
negros o pardos con indias), y sobre todo Pardos, quienes conformaban el 37,83% de la
población. La población de la provincia se completaba con 99 mil Blancos (25,62%), 60
mil Esclavos (15,65%), y 47 mil indios tributarios (12,24%). Manuel Lucena Salmoral, “La
Sociedad de la Provincia de Caracas a Comienzos del Siglo XIX”, in Anuario de Estudios
Americanos, Vol. XXXVII, pp.8-11

2 La historiadora, Frédérique Langue, indica que en la década de los 60’s se forma en


Venezuela “…una historiografía militante, fundamentalmente de inspiración marxista…”,
que buscó asociar desde una perspectiva de “larga duración” y en forma determinista los
eventos de lesa majestad en que se vieron envueltos los miembros de los sectores de color
durante el Período Colonial y de sus descendientes en las primeras décadas del Período
Republicano (como la Guerra Federal de mediados del siglo XIX), con las“…
reivindicaciones de un presente de lucha armada…” Frédérique Langue, “Mestizaje y
redención en Venezuela. De las milicias coloniales a la Revolución Bolivariana”, in D.
Irving et al. (coord.), Pretorianismo venezolano del siglo XXI (Ensayo sobre las relaciones
civiles y militares venezolanas). Caracas: UCAB, 2007, pp.260-261. Hoy día, una nueva
generación de estudiosos del pasado de aquella misma tendencia política, sigue en su afán
historicista por justificar ideológicamente sus luchas políticas presentes con el pasado
colonial venezolano, llegando incluso a atacar sin argumentos críticos los trabajos de
historiadores sociales, cuyos análisis no concuerdan con sus puntos de vista sobre las
supuestas aspiraciones revolucionarias de los sectores subalternos de color. Un buen
ejemplo de ello lo constituye el siguiente trabajo: Roberto López Sánchez, “El
protagonismo popular en la Historia de Venezuela”, Parte 1, Aporrea.org, en línea:
http://encontrarte.aporrea.org/media/56/el%20protaginismo%20I.pdf [28/12/2007]

3 Sobre los orígenes del Culto a Bolívar en Venezuela, puede consultarse:Germán Carrera
Damas, El Culto a Bolívar. Caracas: UCV, 1973; sobre la versión revolucionario-
bolivariana del culto en cuestión, puede consultarse del mismo G. Carrera Damas,
Bolivarianismo-Militarismo, una ideología de sustitución. Caracas: Editorial Ala de
Cuervo, 2005; en este mismo sentido, también se puede consultar nuestro trabajo:
Alejandro E. Gómez “L’epée du Libertador dans l’idéologie des révolutionnaires
bolivariens”, in Problèmes d’Amérique Latine (PAL), No.60. París: Choiseul, 2006, pp.95-
114
4 Alfonso Munera, El fracaso de la nación. Región, clase y raza en el Caribe colombiano,
1717-1810. Bogotá: El Ancora, 1998; Aline Helg, Liberty & equality in Caribbean
Colombia, 1770-1835.Chapel Hill: University of North Carolina Press, 2004; Marixa
Lasso, Myths of Harmony: Race and Republicanism during the Age of Revolution.
Colombia, 1795-1831. Pittsburg: University of Pittsburg Press, 2007; La temática de las
pugnas sobre los derechos de mulatos en Francia y sus colonias durante y después de la
Revolución Francesa, ha sido trabajada por diversos autores franceses y norteamericanos,
como Yves Bénot, Laurent Dubois, John Garrigus, y Dominique Rogers. En español, se
puede consultar nuestro trabajo: A. E. Gómez, “¿Ciudadanos de Color? El problema de la
ciudadanía de los Esclavos y Gente de Color durante las revoluciones franco-antillanas,
1788-1804”, in Anuario de Estudios Bolivarianos, Año XI, No.12, pp.117-158, en línea:
http://bolivarium.usb.ve/pub/anuarios/anuario12.pdf [06/08/2007];
http://nuevomundo.revues.org/document9973.html [06/08/2007]

5 En la Provincia de Caracas, siguiendo a F. Langue, el término “pardo” era usado para


señalar a todo individuo “No-Blanco”, tanto desde un punto teórico como práctico. Esta
definición pareciera responder a una perspectiva de los Blancos, quienes tendían a incluir a
todos los Libres de Color y otras “castas” en esa categoría. Los Pardos, por su parte, tenían
una concepción muy distinta de sí mismos, la cual discrepaba con la de los blancos, ya que
para aquéllos el hecho de pertenecer a ese sector etno-social, más bien ennoblecía sus
linajes. Según ellos, a su categoría sólo podían pertenecer los afro-descendientes que
tuvieran algún nivel de mezcla con europeos (Mulatos, Tercerones, Cuarterones,
Quinterones), lo que les distinguía de otros sectores de color considerados por ellos como
inferiores (Zambos, Negros Libres). A la categoría de Pardos tampoco podían pertenecer
los que habiendo pertenecido a ella, habían mezclado sus linajes nuevamente con Negros
(como los Salto Atrás). Esta es la valoración que aparecerá en los argumentos usados por
los Pardos para impedir los matrimonios de sus hijos e hijas con personas de calidad
“inferior”, y en las exigencias etno-estamentales que ellos imponían dentro de los cuerpos
de Milicias de Pardos. Frédérique Langue, “La pardocratie ou l’itineraire d’une “classe
dangereuse” dans le Venezuela des XVIIIe et XIXe siècles”, in Caravelle, No.67. Toulouse:
Université de Toulouse-le-Mirail, 1997, en línea:
http://nuevomundo.revues.org/document643.html [06/08/2007]

6 G. Carrera Damas, Una nación llamada Venezuela. Caracas: Monte Ávila Editores, 1983,
pp.35-44, 54. Véase también del mismo autor: La crisis de la sociedad colonial venezolana.
Caracas: Monte Ávila Editores, 1983

7 A fines del Período Colonial, los individuos libres de ascendencia africana que habitaban
el territorio de la Capitanía General de Venezuela eran discriminados socio-jurídicamente;
unos la padecían más que otros (dependiendo del estrato al que perteneciesen y el lugar que
habitasen), pero, por línea general, debido a la costumbre y el rígido marco jurídico que
imponían las Leyes de Indias, todos estaban sujetos o eran propensos a esa discriminación.
Ello se debía principalmente a que eran considerados como gentes de “calidad” inferior, por
ser descendientes de esclavos africanos y, en el caso de los Mulatos, porque se consideraba
que tenían un origen envilecido, puesto que originalmente descendían del vástago bastardo
producto de la unión no sacralizada por el ritual del matrimonio entre un blanco y una
negra. La discriminación en contra de los Libres de Color se practicaba de diversas
maneras: desde medidas que impedían su ascenso social (prohibición de ser aceptados en
las universidades, en los seminarios, de ocupar cargos públicos, etc.), hasta formas que
tocaban su vida cotidiana (portar armas, caminar junto a los Blancos, que estos los
recibiesen en sus casas, etc.). Sobre estos temas hemos profundizado en otro trabajo, el cual
es consultable en línea: Alejandro E. Gómez, “El ‘estigma africano’ en los Mundos
Hispano-Atlánticos”, in Revista de História (Univ. de São Paulo), No.153, pp.139-180. En
línea: http://www.fflch.usp.br/dh/FLH/Revista%20de%20Hist%F3ria/Revistas/RH
%20153.pdf

8 Para el siglo XVIII, algunos pardos caraqueños tenían haciendas de proporciones medias,
sobre todo en los Llanos, en las que poseían numerosos esclavos. Mientras que en la ciudad
poseían un gran número de casas, las que en su gran mayoría las tenían alquiladas como
tiendas. Sólo a manera de ejemplo, mencionemos el caso de Diego Ignacio Mejías
Landaeta, que debió ser uno de los ‘Pardos Beneméritos’ más ricos de Caracas, quien para
1807, según su testamento, poseía 26 casas, administraba un caudal familiar de 8800 pesos
y distintas personas le adeudaban otros 900. Otros incluso tenían dinero suficiente como
para celebrar ostentosas fiestas, hacer jugosas donaciones caritativas y hasta donar un
sagrario de plata que costó 5000 pesos a la iglesia de Altagracia, que era el templo de los
pardos. Son algunos de estos pardos de la elite quienes tendrán los medios materiales
suficientes e inmateriales requeridos para adquirir las onerosas ‘dispensas de calidad’ que,
mediante la Real Cédula de Gracias al Sacar, se pusieron a su disposición a partir de 1795.
Paul Michel Mckinley, Caracas antes de la Independencia, Caracas: Monte Avila Editores
Latinoamericana, 1985, pp.33-34; Luís Felipe Pellicer, La Vivencia del Honor en la
Provincia de Venezuela(Estudio de Casos). Caracas: Fundación Polar, 1996, p.119n

9 Son numerosos los casos existentes en los archivos en que Pardos, al igual que hacían los
Blancos Criollos, intentaron interponer un mecanismo legal conocido como ‘disenso
matrimonial’, el cual permitía a los familiares de un pretendiente a contraer nupcias
interponer un ‘disenso’ en uniones consideradas por ellos como desiguales en términos de
‘calidad’. Véanse los casos de disensos entre pardos expuestos en el siguiente trabajo: L. F.
Pellicer, Entre el honor y la pasión. Caracas: Fondo Editorial de Humanidades y
Educación, Universidad Central de Venezuela, 2005

10 “Los diputados del Batallón de Pardos pidiendo se excluya de él a Juan Bautista Arias.
1774”, in S. R. Cortés, El régimen de las 'Gracias al Sacar' en Venezuela durante el
Período Hispánico, vol.2. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1978, p.20

11 F. Langue, “La pardocratie ou l’itineraire…”, en línea; L. F. pellicer, La Vivencia del


Honor en la Provincia de Venezuela, p.65ss.

12 Desde los años 1960’s, las historias “desde abajo” (from below) han conformado una
tendencia metodológica anglosajona inspirada en la escuela francesa de los Annales. La
misma cubre una amplia gama de categorías de análisis, las cuales buscan ir más allá del
punto de vista tradicional de las elites, para estudiar procesos históricos desde la
perspectiva de sectores sociales tradicionalmente omitidos por los historiadores
tradicionalistas. N. del A.; La ‘Historia Conceptual’ propone que las definiciones de los
conceptos políticos son una idea propia que desarrollan los miembros de cada sociedad.
Pierre Rosanvallon, Por una historia conceptual de lo político, (Colección Popular, No.
638). México: Fondo de Cultura Económica, 2003, pp.15-20

13 El desarrollo de esta parte se debe en gran medida al generoso apoyo del Dr. Ramón
Aizpurua, quien gentilmente compartió conmigo las fuentes que hicieron posible
desarrollarla, así como un trabajo suyo todavía inédito sobre los entretelones de la
conspiración de La Guaira de 1797. N. del A.

14 El establecimiento de la conspiración de La Guaira de 1797 como punto de partida de


este trabajo, no responde a alguna falsa aspiración retrospectiva de ver en eventos más
antiguos los orígenes de la Revolución de Caracas (como se ha hecho con la insurrección
de negros en la Serranía de Coro en 1795, y la supuesta revolución intentada por el pardo
Pirella en 1799), en lo que podríamos denominar como el “mito de la pre-emancipación”.
Por el contrario, ello responde a evidencias documentales que asocian ambos eventos. Al
respecto se puede consultar nuestro trabajo: A. E. Gómez, “Entre résistance, piraterie et
républicanisme: mouvements insurrectionnels d’inspiration révolutionnaire franco-
antillaise dans la Côte de Caracas, 1794-1800”, in Travaux et Recherches de l’UMLV, No.
11. Marne-la-Vallée: Université de Marne-la-Vallée, 2006, pp.91-120 [Una versión en
español y actualizada de este trabajo estará pronto disponible en la revista Akademos, bajo
el título: “La ley de los franceses: una reinterpretación de las insurrecciones de inspiración
jacobina en la costa de Caracas”]

15 En la Conspiración de San Blas, estuvieron comprometidos personas de todas las clases,


incluyendo cientos de “hombres de la plebe”. Según las autoridades reales, el objetivo del
movimiento era “seducir y agavillar una porción de miserables e ignorantes, excitándolos
con promesas lisonjeras…”, aprovechándose del estado de “hambre, ruina y desolación”
en el que estaba sumida España. Gonzalo Anes, “España y la Revolución Francesa”, in
Revolución, Contrarrevolución e Independencia, Madrid: Turner Libros S.A., 1989, pp.33-
35; Antonio Elorza, “El temido árbol de la libertad”, in España y la Revolución Francesa.
Barcelona: Editorial Crítica, 1989, pp.110-112; Harris Gaylord Warren, “The early
revolutionary career of Juan Mariano Picornell”, in The Hispanic American Historical
Review, Vol. XXII, No.1 (Feb. 1942), p.61

16 Pedro Grases, “La Conspiración de Gual y España y el Ideario de la Independencia”, in


Preindependencia y Emancipación (Protagonistas y testimonios). (Obras, No. 3).
Barcelona: Editorial Seix Barral, p.173

17 “Representante de Félix de Suasnabar ante el Capitán General [Caracas, 17/11/1793],


Archivo General de la Nación [en lo sucesivo: AGN], Gobernación y Capitanía General,
vol. X, f.175; Declaración de José Manuel Pino [16/11/1797] Archivo General de Indias [en
lo sucesivo: AGI], Caracas, leg. 431, pieza 64, f.61vto; Certificación de Rafael Diego
Mérida [13/07/1799] AGI, Caracas, leg. 433, pieza 92, f.10

18 Declaración de José Rusiñol [09/11/1797] AGI, Caracas, leg.430, pieza 51, f.224

19 Estos propusieron la instauración de una monarquía constitucional, probablemente a


imagen de la francesa de 1791, la cual tendría como objetivo establecer un poder legislativo
fuerte (representado por una Junta Suprema) que limitase los abusos del despotismo
ministerial y el absolutismo real. Eventualmente el movimiento fue develado, y sus
principales cabecillas, en lugar de ser ejecutados, fueron remitidos a América para cumplir
condena gracias a la intervención del embajador francés. G. Anes, op.cit., pp.33-35; A.
Elorza, op.cit., pp.110-112; H. Gaylord Warren, op.cit., p.61

20 Recordemos que en todos los territorios franceses se había otorgado derechos


ciudadanos a los Libres de Color en 1792, y se había abolido la esclavitud desde 1794.
Estas medidas habían podido ser aplicadas en Saint-Domingue y Guadalupe mas no en
Martinica, pues esta isla se había mantenido ocupada por los ingleses desde 1794. Sobre el
impacto de las revoluciones franco-antillanas sobre costas venezolanas, véase A. E. Gómez,
“Entre résistance, piraterie…”

21 Todos en esa empresa, / Somos interesados, / Unámonos al punto / Como buenos


hermanos. // Fraternidad amable / Estrecha entre tus brazos / Los nuevos Pobladores: /
Indios, Negros y Pardos. // Viva tan sólo el Pueblo (Bis) Canción Americana, 1797. Los
Blancos, los Negros, /Los Indios y Pardos, / Conozcamos todo / Que somos hermanos,
/Que a todos nos une / Un interés mismo, / Para hacer la guerra / Contra el despotismo. //
Viva nuestro Pueblo (Bis) Soneto Americano, 1797. Cf. Casto Fulgencio LÓPEZ, Picornell
y la Conspiración de Gual y España. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1997
(1955), pp.375, 381

22 Declaración de José Manuel Pino [15/11/1797] AGI, Caracas, leg.431, pieza 64, f.39;
Declaración de José del Rosario Cordero (segunda) [16/08/1797] AGI, Caracas 428, pieza
25, f.31vto.

23 Declaración de José del Rosario Cordero (segunda) [27/10/1797] AGI, Caracas, leg.428,
pieza 25, fs.148vto-149

24 Es importante señalar que para aquel momento eran muchos los por vía de las
tripulaciones de los corsarios franceses que tocaban puertos venezolanos, sobre todo a
partir de 1795, luego que a finales del año anterior el comisario francés en Guadalupe,
Victor Hugues, aumentará su número considerablemente. Esa presencia fue reportada por
las autoridades coloniales como una “…recalada de corsarios franceses”. “Sobre
insurrección de los negros bandidos de la jurisdicción de Coro” [Valle de Curimagua,
02/06/1795] AGN, Diversos, vol. LXIX, f.130

25 Declaración de Manuel Antonio Sánchez [17/07/1797], AGI, Caracas, leg.427, pieza 1,


fs.120ss; Declaración de José Rusiñol [11/11/1797] AGI, Caracas 430, pieza 51, f.275vto.

26 Este grupo de prisioneros estaba conformado por 188 Blancos, 234 Negros “…que se
han tomado por mitad con las armas en la mano y se dirigen al intendente de Caracas para
que como bienes del Real Fisco los venda para su importe en Reales Cajas.” A bordo de las
embarcaciones que los transportaban a costas venezolanas, también venían dos emigrados
realistas que se dirigían a Puerto Cabello a unirse a las fuerzas españolas. No.418, De
Joaquín García a Don Diego Gardoqui [Santo-Domingo, 25/10/1793] AGI, Santo
Domingo, leg.1031, f.1vto
27 Declaración de José Rusiñol [03/11/1797] AGI, Caracas, leg.430, pieza 51, fs.110-
110vto.

28 “Voto del Coronel Don Joaquín de Zubillaga…” [Caracas, 11/09/1795] AGN,


Gobernación y Capitanía General, vol. LVII, f.71-72

29 Declaración de Juan Javier de Arrambide [22/08/1797] AGI, Caracas, leg.428, fs. 56ss.

30 Declaración de José Manuel Pino [14/11/1797] AGI, Caracas, leg.431, pieza 64, f.24 En
relación a esto, es importante preguntarse: ¿quiénes eran estos franceses? ¿Eran Blancos o
Mulatos? ¿En qué momento se relacionó Del Valle con ellos y en qué forma? Es poco
probable de que hayan formado parte de militares emigrantes venidos de las Antillas
Francesas, ya que hasta 1795, todos los militares franceses que habían llegado legalmente a
costas venezolanas eran realistas. Por lo tanto, es muy probable que aquéllos fuesen
prisioneros, y que Del Valle se haya relacionado con ellos cuando todavía estaban en
prisión, o en la calle después de mediados de aquel año, cuando debieron ser liberados al
firmarse la paz de Basilea. Sobre las migraciones a la Tierra Firme hispana desde las
Antillas Francesas desde 1793, véase: A. E. Gómez, Fidelidad bajo el viento: revolución y
contrarrevolución en las Antillas francesas en la experiencia de algunos oficiales
franceses emigrados a Tierra Firme (1790-1795). México: Siglo XXI, 2004

31 El mulato francés de nombre Andrés tenía oficio peluquero, y fue a visitar a Del Valle
en su barbería a altas horas de la noche el 15 de julio de 1797. Declaración de José Manuel
Pino (segunda) [16/11/1797] AGI, Caracas, leg.431, pieza 64, f. 67; Declaración de José
Manuel Pino [14/11/1797] AGI, Caracas, leg.431, pieza 64, f.24; Declaración de José
Narciso del Valle [01/08/1797] AGI, Caracas, leg.430, pieza 50, f.56vto.; Declaración de
José del Rosario Cordero, [27/10/1797] AGI, Caracas, leg.428, pieza 25, fols. 125vto-139

32 Declaración de José Manuel Pino [14/11/1797] AGI, Caracas, leg.431, pieza 64, f.23;
Declaración de José del Rosario Cordero [16/08/1797] AGI, Caracas, leg.428, pieza 23,
f.19; Declaración de Narciso del Valle del 13/10/1797, AGI, Caracas, leg.430, pieza 50,
fols. 96ss; Declaración de José Manuel Pino [14/11/1797] AGI, Caracas, leg.431, pieza 64,
fs.11ss

33 Declaración de José Rusiñol [06/11/1797] AGI, Caracas, leg.430, pieza 51, fs. 155-
157vto. En cuanto a la obra, Derecho Natural y de Gentes, podría tratarse de una obra
publicada en Madrid en 1776 por el catedrático de derecho natural en los Reales Estudios
de San Isidro, Joaquín Marín y Mendoza, bajo el título de Historia del Derecho Natural y
de Gentes. En la misma, su autor insistía en que “…Dios había dado a los hombres la
facultad de conocer el derecho natural por medio de su “razón natural”, que dependía de las
ideas innatas que Dios había infundado a los hombres”. Alexandra Gittermann, “La scienza
della legislazione» contra ‘la volontà del legislatore’ ”, in Nuevo Mundo-Mundos Nuevos,
No 7 (2007), en línea: http://nuevomundo.revues.org/document3568.html [15/07/2007]

34 Declaración de Lorenzo Acosta [05/08/1797] AGI, Caracas, leg.429, pieza 30, f.118;
Declaración de José Rusiñol [04/11/1797] AGI, Caracas, leg.430, pieza 51, fs.124-124vto.
35 Idem; Declaración de José Rusiñol [09/11/1797] AGI, Caracas, leg.430, pieza 51, f.224

36 Declaración de José María España [02/05/1797] AGI, Caracas, leg.433, pieza 91,
fs.36ss; Declaración de José del Rosario Cordero [25/10/1797] AGI, Caracas, leg.428,
pieza 25, fs.77ss; Declaración de José Manuel Pino [18/11/1797] AGI, Caracas, leg.431,
pieza 64, f. 101vto; Delación de Pedro Canibens [23/07/1797] AGI, Caracas, leg.428, No.
21, fs. 109vto-110

37 Declaración de Narciso del Valle [29/07/1797] AGI, Caracas, leg.430, pieza 50, f.37;
Delación de Pablo Ibarra [18/07/1797] AGI, Caracas, leg.428, pieza 23, fols. 1-10:2 y 3.

38 Tales fueron los casos de los milicianos pardos Juan José Machado, Joaquín Milano,
Miguel Granadino, Pablo Ibarra, Joaquín Noguera, Atanasio Arismendi y Juan Bautista
Alcalá. Para el historiador, Ramón Aizpurua, tales actitudes son un claro signo de que “…
entre los pardos no existía una confianza ciega respecto a su relación con los co-
conspiradores blancos; más bien, siempre estuvo llena de sospechas y suspicacias,
obviamente hijas de sus propias experiencias personales.” Ramón Aizpurua, La
conspiración por dentro: un análisis de las declaraciones de la Conspiración de La Guaira
de 1797, [trabajo inédito]

39 Declaración de Narciso del Valle [30/07/1797] AGI, Caracas, leg.430, pieza 50, f.46vto.

40 “Documento No.3. Razón de los reos en la causa de intentada sublevación…” cf.


Francisco Javier Yánez, Compendio de la Historia de Venezuela. A. Damiron, 1840,
pp.128-129, 131

41 A fines del siglo XVIII, los miembros de la elite parda se vieron beneficiados con una
serie de medidas ilustradas introducidas por el gobierno central metropolitano que buscaban
principalmente aumentar las rentas coloniales, mediante la modernización de la producción
colonial y la aplicación de nuevos mecanismos impositivos. Entre estas medidas se
encontraban el permiso para que siguieran estudios de medicina, la protección de los
medios de trabajo de los artesanos en caso de deuda, la extensión de la ley de matrimonios
(Real Pragmática) para proteger los linajes de los oficiales de sus milicias, y la aplicación
en América de la Real Cédula de Gracias al Sacar (1795). Esta última medida comprendía
un mecanismo legal que permitía a aquellos pardos con los méritos materiales e
inmateriales suficientes, mediante el pago de 500 “reales de vellón”, de ser “dispensados”
de su calidad. Véase Santos Rodulfo Cortés, El régimen de las “gracias al sacar” en
Venezuela durante el período hispánico, Vol.1, Caracas, Academia Nacional de la Historia,
1978

42 F. J. Yánez, op.cit., p.72; Carole Leal Curiel, “Juntistes, tertulianos et congressistes”, in


Histoire et sociétés de l'Amérique latine, No.6, en línea: http://www.univ-paris-
diderot.fr/hsal/hsal972/clc97-2.html [06/08/2007]

43 Cf. Inés Quintero, La Conjura de los Mantuanos. Caracas: Universidad Católica Andrés
Bello, 2002, p.149
44 Véanse respuestas a la pregunta número ocho en la mayoría de los autos
correspondientes a este caso en: Conjuración de 1808 en Caracas para la Formación de
una Junta Suprema Gubernativa (Publicación No.3). Caracas: Instituto Panamericano de
Geografía e Historia, 1949

45 Confesión de Don José Félix Ribas[Caracas, 22/02/1809], in ibidem, p.178. Carole Leal
alega que las razones para la reacción de las milicias de pardos (entre las cuales también
estuvieron las de los Valles de Aragua y Valencia además de las de Caracas) se basaron en
las intrigas del Regente Visitador Mosquera, y las pugnas de preeminencia entre las
Milicias de Pardos y de Blancos. Véase C. Leal Curiel, “Del Antiguo Régimen a la
“Modernidad Política’”, in Anuario de Estudios Bolivarianos, No. X, p.81n

46 Tal temor lo expresó en su declaración el doctor José Vicente Escorihuela: “…en el


Guarico francés [Saint-Domingue] comenzaron los primeros movimientos a instancia de los
pudientes y principales, y últimamente se ha visto aquel país dominado de los negros y
todos los promoventes [sic] no sólo perdieron sus comodidades, sino sus vidas”
(Declaración de Don José Vicente Escorihuela[Caracas, 01/12/1808], in Conjuración de
1808 en Caracas para la Formación de una Junta Suprema Gubernativa, p.27). Siendo
Escorihuela oriundo de otra ciudad como Valencia y abogado de la Real Audiencia
(máxima corte colonial), es probable que en lugar de estar atemorizado haya más bien
usado el argumento haitiano como estrategia para descalificar a los juntistas caraqueños. A
otro de los comprometidos de apellido Sanz (¿Miguel José?), también se le acuso de haber
dicho que el movimiento contaría con el apoyo de 10 mil esclavos negros. Esto fue
desmentido por uno de sus compañeros, Mariano Montilla, quien alegó, basándose también
en el caso haitiano, que ellos estaban conscientes de lo contraproducente que sería esta
acción, ya que, posteriormente, “…serían los mismos dueños [de los esclavos] las víctimas
de la empresa, como se sabe experimentalmente con lo ocurrido en la Isla de Santo
Domingo, de lo que se debe inferir que ni el confesante ni ninguno de los que pretendían la
Junta hayan pensado en lo que se les atribuye y mucho menos los que tienen esclavos como
los tiene el confesante” Confesión de Don Mariano Montilla[Caracas, 01/03/1809], in
ibidem, pp.205-206

47 José Domingo Díaz, sin embargo, señala que la noche del 18 de abril, Arévalo delató el
movimiento. José Domingo Díaz, Recuerdos sobre la Revolución de Caracas. Caracas:
Academia Nacional de la Historia. 1961 (1829), p.14; C. Leal Curiel, “Del Antiguo
Régimen a la 'Modernidad Política'”, in Anuario de Estudios Bolivarianos, No.X, p.87; I.
Quintero, “La iniciativa gaditana y la provincia de Venezuela”, I. Álvarez Cuartero, J.
Sánchez Gómez (eds.) Visiones y revisiones de la Independencia americana. Salamanca:
Ediciones de la Universidad de Salamanca, 2007, pp.197ss; F. J. Yánez, op.cit., pp.81-82

48 Cf. Clément Thibaud, Repúblicas en Armas (Los ejércitos bolivarianos en la guerra de


Independencia en Colombia y Venezuela). Bogotá: Planeta / IFEA, p.49

49 Según la solicitud de dispensa de calidad del hijo de Pedro Arévalo, la cual le fue
concedida, se indica que éste había recibido una “medalla de premio y distinción”, por lo
que aprovechaba para solicitar una dispensa para sí y toda su familia. “Informe de la
cámara al Rey…” [28/9/1803] in S. R. CORTÉS, op.cit., p.173
50 C. Thibaud, op.cit., pp.48-53

51 “Organización Militar” [18/5/1810], inGaceta de Caracas, II, 98 (18/5/1810), Caracas:


Academia Nacional de la Historia, 1983, p.3 [en lo sucesivo sólo el título, tomo, página y
fecha]

52 “Integridad de la monarquía española, in Gaceta de Caracas”, II, 129 (26/11/1810),


p.3n

53 “Decreto”[Caracas, 26/11/1810], in Gaceta de Caracas, II, 16 (22/1/1811), p.3

54 Robert Semple, Bosquejo del Estado Actual de Caracas incluyendo un viaje por La
Victoria y Valencia hasta Puerto Cabello. Caracas: Ediciones del Grupo Montana (Robert
Baldwin), 1964 (1812), p.56

55 Véase, a título de ejemplo, la lista de donativos publicada el 21/6/1811 bajo el título de


“Sigue el donativo de dinero en los pardos” (Santa Rita) o véase también la lista de
“Donativos hechos a la patria por los vecinos del pueblo San Francisco de Tiznados...”, en
la cual aparece el pardo Félix Salinas, el mismo a quien se le otorgó la distinción de que su
esposa usara alfombra en la iglesia de ese pueblo, donando “80 arrobas de carne salada y 30
pesos en plata para pan”, in Gaceta de Caracas, I, 48 (3/9/1811), p.4

56 “Donativos hechos últimamente a la causa pública”, in Gaceta de Caracas, II, 129


(26/11/1810), p.4

57 Carlos Sánchez, “Representación de un buen patriota”, in Gaceta de Caracas, II, 102


(8/6/1810), p.3

58 “Habitantes de Venezuela”, in Gaceta de Caracas, II, 103 (15/6/1810), p.4

59 Ver suplemento a la Gaceta de Caracas del viernes 2 de junio de 1810, en la que la Junta
Suprema comisiona a Roscio para que forme “...la instrucción que debía regir en la elección
de representantes que debía regir en ésta y las demás provincias”, in Gaceta de Caracas, II,
(2/6/1810), p.2

60 El reglamento fue publicado por parte a partir de la siguiente edición de la gaceta:


Gaceta de Caracas, II, 103 (15/6/1810), pp.3-4 [las itálicas son mías]

61 “Continuación del Reglamento de Diputados, Capítulo I, Nombramiento de los electores


parroquiales”, in Gaceta de Caracas, II, 107 (18/7/1810), p.3 [las itálicas son nuestras]

62 Por esa misma época en Buenos Aires, tampoco se restringió el derecho al sufragio por
razones pigmentocráticas en un proceso electoral similar. José Carlos, Chiaramonte, “Vieja
y nueva representación: los procesos electorales en Buenos Aires, 1810-1820”, in Antonio
Annino (coord.), Historia de las elecciones en Iberoamérica, siglo XIX. Buenos Aires:
Fondo de Cultura Económica, 1995, p.34
63 “Continuación del reglamento de diputados”, in Gaceta de Caracas, II, 106 (6/7/1810),
p.2; F. Langue, “La pardocratie ou l’itineraire d’une “classe dangereuse”, en línea; Luis F.
Pellicer, La Vivencia del Honor…, p.119n

64 Cf. Carlos Duarte, Historia del Traje durante la Época Colonial Venezolana, Caracas:
Armitano. 1984, p.142; C. Leal Curiel, “Tertulia de dos ciudades”, in François Xavier-
Guerra, Annick Lamperière, et al., Los Espacios Públicos en Iberoamérica. México: Fondo
de Cultura Económica, 1998, p.184

65 M. A. Rodríguez, “Los Pardos Libres en la Colonia”, in Boletín de la Academia


Nacional de la Historia, No.299. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1992, p.51;
Carraciolo Parra Pérez, Historia de la primera república de Venezuela, tomo I. Caracas:
Academia Nacional de la Historia, 1959, p.470-471

66 “...lo peor de todo era [dice Miranda en abril de 1809] que para cometer este atentado, se
habían valido del Batallón de Mulatos, porque la milicia de Blancos ni la tropa reglada no
lo hubiesen ejecutado (...) estos señores viéndose aborrecidos en América, y que su tiránica
autoridad está ya en el punto de expirar, quieren ahora librarnos a los furores de Mulatos, y
Negros, por término de su infame gobierno en aquellos infelices países!” Nota de Miranda
[23/5/1809], in Archivo del General Miranda, XXII. La Habana: Editorial Lex, 1950,
pp.349-350 [en lo sucesivo sólo el título, tomo, y la página]

67 Carmón López Bohórquez, Francisco de Miranda (Precursor de las independencia de la


América Latina). Caracas: Universidad Católica Andrés Bello, 2001, p.312; “Cartas
dirigidas al ilustre Cabildo de la Ciudad de Caracas” [Londres, 6/10/1808] in Archivo del
General Miranda, XXI, pp.368, 370

68 Proclama 1: “Unámonos por nuestra libertad, por nuestra independencia. Que


desaparezcan de entre nosotros las odiosas distinciones de chaperones, criollos, mulatos, &.
Estas sólo pueden servir a la tiranía, cuyo objeto es dividir los intereses de los esclavos para
dominarlos unos por otros. Un gobierno libre mira a todos los hombres con igualdad,
cuando las leyes gobiernan las solas distinciones son el mérito y la virtud” [s/f], en Ibidem,
p.106; “Los indios y las gentes de color gozarán desde este instante de todos los derechos y
privilegios correspondientes a los demás ciudadanos.” “A los pueblos del Continente
Colombiano, alias Hispanoamérica” (artículo tres), in América Espera. Caracas: Biblioteca
Ayacucho, 1982, pp.262, 271; “Proclama a los Pueblos del Continente Américo-
Colombiano” [Coro, 2/8/1806], enAmérica Espera, p.356; El fragmento citado corresponde
al borrador de la proclama anterior, fechada en New York el 10 de enero de 1806, in
Archivo del General Miranda, XVII, p.339;

69 Miranda a Wellesley[Londres, 6/8/1810], in ibidem, p.517

70 Cf. C. Parra Pérez, op.cit., tomo II, p.27n;C. Leal Curiel, “Tertulia de dos ciudades”,
p.190
71 “Discurso en el que se manifiesta el verdadero origen de las virtudes políticas…”
[Caracas, 4/7/1811], in Testimonios de la Época Emancipadora. Caracas: Academia
Nacional de la Historia, 1959, p.350

72 Según Poudenx, cuando Miranda entró por la vía de Antimano, “…las gentes de color
mostraban un entusiasmo particular por su persona. Iban delante de él gritando ¡Viva el
General Miranda!; pero poca gente distinguida tomó parte en este festejo.” Cf. Juan Uslar
Pietri, Historia de la Rebelión Popular de 1814. Madrid: Edime, 1962, p.33; Pedro
Urquinaona, Memorias de Urquinaona: Comisionado de la regencia española para la
pacificación del Nuevo Reino de Granada. Madrid: Editorial América, 1917 (1820), pp.
185-190; Francisco-Xavier Yánez, Compendio de la Historia de Venezuela. Caracas:
Academia Nacional de la Historia y Elite, 1944 (1840), pp. 191-192

73 C. Leal Curiel, “Tensiones republicanas: de patriotas, aristócratas y demócratas. El club


de la Sociedad Patriótica de Caracas”, in Palacios, Guillermo (coord.), Los caminos de la
democracia en América Latina: revisión y balance de la Nueva Historia Política, s. XIX.
México: El Colegio de México, 2005; Requisa levantada por el Marqués de Casa León
[Caracas, 4/12/1812], AGI, Pacificación de Caracas, leg.437A, fs.2vto-3; R. Semple,
op.cit., p.114; Gabriel A. Muñoz, Monteverde: cuatro años de historia Patria 1812-1816,
tomo 1. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia. Fuentes para la
Historia Republicana de Venezuela, 1987, p.148

74 De acuerdo a Juan Germán Roscio la popularidad que tenía Miranda entro los pardos, se
debía “…trato y comunicación democrática” que mantenía con estos “y demás gente de
color…” Estos es, según él, lo que habría hecho que aquél se hiciese presidente de la
“tertulia patriótica”, refiriéndose peyorativamente de esta forma a la sociedad de ese mismo
nombre. Roscio a Bello [Caracas, 9/6/1811] Juan Germán Roscio, Obras, tomo III,
Caracas: Publicaciones de la secretaria general de la décima conferencia interamericana,
1953, pp.26-27

75 F. X. Yánez, op.cit., pp. 191-192; Karen Racine, Francisco de Miranda: A


Transatlantic Life in the Age of Revolution. Wilmington: Scholarly Resources, 2003,
p.234n; C. Leal Curiel, “Tensiones republicanas…”, p. n/d

76 Cf. C. Leal Curiel, “El árbol de la discordia”, in Anuario de Estudios Bolivarianos,


Vol.VI, No.6, p.160

77 C. Leal Curiel, “Tertulia de dos ciudades”, pp.192-193; “Artículo Comunicado”, in


Gaceta de Caracas, III, (17/1/1812), p.4

78 “Concluye el Artículo Comunicado”, in Gaceta de Caracas, III, (24/1/1812), p.4;


Roscio a Bello [Caracas, 9/6/1811] J. G. Roscio, op.cit., pp.26-27

79 Idem; La proclama del 10 de marzo la refiere Arévalo en su texto, la misma no aparece


publicada en la gaceta. “Representación de Pedro Arévalo” [Caracas, 11/3/1811], in Gaceta
de Caracas, II, 146 (15/3/1811) , p.4
80 Idem

81 Cf. Tulio Arends, Sir Gregor McGregor (Un escocés tras la Aventura de América) (Col.
Tiempo de Venezuela). Caracas: Monte Ávila Editores. pp.42-43

82 J. D. Díaz, op.cit., pp.90-91; “Túvose en consideración igualmente cuál sería la suerte y


las pretensiones de los pardos en consecuencia de la Independencia; discutióse la materia,
hubo opiniones de que este asunto precediese a la declaración, pero hecha por el Presidente
la moción de ‘que la suerte y condición de los pardos sea lo primero que se tenga en
consideración después de la Independencia’, fue suficientemente apoyada y sancionada
para discutirse y resolverse.” “Sesión del 5 de julio de 1811”, inCongreso Constituyente de
1811-1812, tomo I. Caracas: Congreso de la República, 1983, pp.125-126 [en lo sucesivo,
sólo el título, el tomo, y la página]; “Derechos del Hombre en Sociedad", in Gaceta de
Caracas, III, 42 (23/7/1811), p.3

83 “Sesión del 31 de julio de 1811”, inCongreso Constituyente de 1811-1812, I, p.200

84 Los diputados que hicieron este planteamiento fueron Ramírez, Peñalver y Maya,
representantes electos por Aragua de Barcelona, Valencia y San Felipe respectivamente,
ibidem, pp.205-207

85 Ibidem, p.204

86 Francisco Colón fue apresado y enviado a las cárceles de La Guaira, desde donde hizo
publicar un desmentido de las acusaciones que se le hacían, al mismo tiempo que reconocía
al legítimo gobierno que se “…constituyó en el memorable día 19 de abril.” Francisco
Colón, (Teniente de Granaderos de la Compañía de Pardos de Valencia), “Representación”,
in Gaceta de Caracas, I, 45, 13/8/1811), p.4

87 “Sesión del 31 de julio de 1811”,in Congreso Constituyente de 1811-1812, I, p.206

88 “Artículo 26. Todo hombre libre tendrá derecho de sufragio en las Congregaciones
Parroquiales, si a esta calidad añade la de ser Ciudadano de Venezuela, residente en la
Parroquia o Pueblo donde sufraga: si fuere mayor de veintiún años, siendo soltero o menor
siendo casado y velado y si poseyere un caudal libre del valor de seiscientos pesos en la
Capitales de Provincia siendo soltero y de cuatrocientos siendo casado, aunque pertenezcan
a la mujer o de cuatrocientos siendo en las demás poblaciones en el primer caso y
doscientos en el segundo; o si tuviere grado, u aprobación pública en una ciencia o arte
liberal o mecánica; o si fuere propietario o arrendador de tierras, para sementeras o ganado
con tal que sus productos sean los asignados para los respectivos casos de soltero u
casado”. Cf. José Gil Fortoul, Historia Constitucional de Venezuela, tomo I. Caracas:
Ediciones Sales, 1964, p.410

89 Cf. J. Gil Fortoul, op.cit., p.411

90 “Insurrección del día 11”, in Gaceta de Caracas, I, 41 (16/7/1811), p.3


91 Este era probablemente el mismo Mateo Caballero quien también usaba ese mismo alias,
“Bonoso”, y cuyo nombre se mencionó en los implicados con los Conspiración de 1797.
“Presos como autores y cómplices en la fuga de los reos de estado”, in Documentos
Relativos a la Revolución de Gual y España. Caracas: Instituto Panamericano de Geografía
e Historia, 1930, p.102 ; Causa de Infidencia a Matías Caballero, alías ‘Bonoso’ (pardo),
AGN, Causas de Infidencia, vol.XVIII, fs.328ss

92 Según una carta escrita en La Guaira por un testigo el 3 de agosto de 1811, aparecida en
el periódico inglés de tendencia patriota, The Morning Chronicle, “…se matan y están
puestas en perchas las cabezas de los traidores, con un letrero debajo que dice: ‘Este
hombre ha muerto por traidor a la patria.’ Dos fueron ahorcados ayer, condenados por la
Sociedad Patriótica, pero no se dijeron sus delitos.” Cf. J. Uslar Pietri, op.cit., p.34

93 Narciso Coll Y Prat, Memoriales sobre la Independencia de Venezuela. Caracas:


Academia Nacional de la Historia, 1960, p.181 [Las itálicas son mías]

94 Antonio Ignacio de Cortabarria, A los vecinos y habitantes de las provincias de Caracas,


Barinas, Cumana, y Nueva Barcelona. [Puerto Rico, 20/07/1811], AGI, Pacificación de
Caracas, leg.437, fs.6-7

95 Sólo a manera de ejemplo, veamos lo que escribió el oficial patriota, José de Austria:
“Esta gente inhumana y atroz, cebándose en la sangre y bienes de los patriotas (…)
marchando contra el vecindario de Caracas, cometieron en aquellos valles, y especialmente
en el pueblo de Guatire, los más horrendos asesinatos, robos, violencias y devastaciones.
Los rendidos, los pacíficos labradores, los hombres más honrados, los inocentes, morían a
pistoletazos y sablazos, o eran azotados bárbaramente, aun después de haberse publicado el
armisticio. Por todas partes corría sangre…” José de Austria, Bosquejo de la Historia
Militar de Venezuela en la Guerra de su Independencia, tomo I. Valencia : Imprenta del
Coronel Juan D’Sola, 1857, p.226

96 Clément Thibaud ha estudiado el caso de los levantamientos de esclavos de Barlovento,


a través de los registros demográficos de John V. Lombardi. De acuerdo a estos, en
Curiepe, no hubo sino dos curas entre 1784 y 1820, ninguno de ellos estuvo en la época que
nos atañe. En Capaya, hubo sacerdotes en 1784, y de 1805 a 1809, y luego el siguiente
nombramiento se produjo en 1818. En Río Chico hubo curas de 1802 a 1807, y luego de
1809 a 1811. C. Thibaud, Guerre et Révolution (Les armées bolivariennes dans la guerre
d'independence Colombie-Venezuela, 1810-1821). Tesis Doctoral, Universidad Panteón-
Sorbona, Paris 1, p.154

97 Acta de conscripción de esclavos [s/f] Archivo del General Miranda, XXIV, p.413

98 Paz del Castillo a Miranda [Caracas, 5/7/1812] Francisco de Miranda, Archivo del
General Miranda, vol, XXIV, p.288

99 Francisco Paúl al General Miranda[Caracas, 7 de julio de 1812], inEpistolario de la


Primera República, tomo II. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1960, p.65
100 Se trataba de la respuesta a un manifiesto que publicara al general realista Monteverde.
“Observaciones de un ciudadano de Caracas sobre este manifiesto”, inGaceta de Caracas,
III, (5/6/1812), p.3

101 “Oficio del general Miranda a Monteverde”; “Contestación de Monteverde”, in J. d.


Austria, op.cit., pp.155-156

102 G. A. Muñoz, op.cit., pp.87, 194, 279n; J. d. Austria, op.cit., p.148; P. Urquinaona,
Memorias de Urquinaona..., p.183

103 Autos sobe situación en Caracas, documento identificado como No.4 [Caracas,
11/12/1812] AGI, Pacificación de Caracas, leg.437A, fs. 1-3

104 Requisa levantada por el Marqués de Casa León [Caracas, 4/12/1812], AGI,
Pacificación de Caracas, leg.437A, f.2vto.

105 “…el día después de publicada la constitución se quebrantó con escándalo a la faz de la
capital, y de sus pueblos circunvecinos, arrastrando a las cárceles de aquélla ciudad y
bóvedas de la Guaira doscientos y tantas personas que fueron arrancadas de sus casas y del
seno de sus familias sin precedente sumario, sin auto de prisión, sin recibirles declaración
alguna; y muchas de ellas sin saberse ni quién las prendía, ni de orden de quién ni por
qué…” José Francisco de Heredia et al. al Rey [Nueva Valencia del Rey, 09/02/1813],
AGI, Pacificación de Caracas, leg.437A, f. 8vto.

106 Dada la ausencia de información existente sobre esta rebelión en el documento que la
refiere, es muy probable que la misma haya sido planeada después de julio de 1812, ya que
es a principios de ese mes que la causa de infidencia de Francisco Espejo es sobreseída.

107 De algunos españoles habitantes españoles de Venezuela emigrados a Curazao


[Curazao, 26/08/1813] AGI, Pacificación de Caracas, leg.437B, f.10vto.

108 En este sentido, dado el apoyo decidido que habían dado a la causa republicana los
Pardos que aún permanecían en la ciudad, las persecuciones que habían sido objeto en
tiempos de Monteverde, y el perfil rural de las fuerzas realistas, ¿hasta qué punto
simpatizaron con las nuevas autoridades realistas?

109 F. J. Vergara Y Velasco, 1818 (Independencia). Bogotá: Librería Americana, 1892,


pp.178ss

110 José Antonio Llamozas, “Memorial presentado al Rey” [Madrid, 31/7/1815], in


Germán Carrera Damas (comp.), Materiales para el estudio de la cuestión agraria en
Venezuela, Vol.I. Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1964, p.169; José Cevallos,
“Representa sobre lo necesario y conveniente que será mejorar por los medios que indica, u
otro, el estado civil de las castas…” [Caracas, 22/7/1815], in James F. King, “A Royalist
View of the Colored Castes in the Venezuelan War of Independence”, in The Hispanic
American Historical Review, Vol. 33, No. 4 (Nov.1953), pp.535, 537
111 Constitución política de la Monarquía Española : Promulgada en Cádiz a 19 de
Marzo de 1812 (Precedida de un Discurso preliminar leído en las Cortes al presentar la
Comisión de Constitución el proyecto de ella) Madrid: Imprenta Nacional, 1820, p.10

112 El autor de este testimonio, un blanco peninsular, se queja de que fue “…puesto en la
cárcel pública, confundido con toda clase de personas y colores.” Joseph de Monterola al
Rey [Curazao, 01/11/1813] AGI, Pacificación de Caracas, leg.437B, f.4

113 Copia No.5. José Costa y Gali al Rey [Puerto Rico, 25/09/1813] AGI, Audiencia de
Caracas, leg.109, f.14; Joseph de Monterola al Rey [Curazao, 01/11/1813] AGI,
Pacificación de Caracas, leg.437B, f.3

114 Paul Verna, Bolívar y los emigrados patriotas en el Caribe (Trinidad, Curazao, San
Thomas, Jamaica, Haití). Caracas: Instituto Nacional de Cooperación Educativa, 1983,
p.200

115 Ivette Pérez Vega, “El efecto económico, social y político de la emigración de
Venezuela en el sur de Puerto Rico (Ponce), 1810-1830”, in Revista de Indias, vol.XLVII,
No.181 (1987), pp.877ss

116 Uno de ellos pudo ser el músico pardo, Lino Gallardo, quien, a pesar de su formación
musical, no podemos considerarlo como miembro de la elite de los de su ‘calidad’. Para
1797 sabemos que vivía en Caracas, tenía 24 años de edad; luego, cuando estalla la
Revolución de Caracas catorce años más tarde, se une a la Sociedad Patriótica y hasta
compone la música para canciones patrióticas. “Lino Gallardo” in Diccionario de Historia
de Venezuela. Caracas: Fundación Polar, 1997

117 N. Coll Y Prat, op.cit., p.161. Tomás Straka, La Voz de los Vencidos(Ideas del partido
realista de Caracas, 1810-1821). Caracas: Comisión de Estudios de Postgrado, Facultad de
Humanidades y Educación, Universidad Central de Venezuela, 2000, pp.181-188

118 C. Thibaud, "Coupé têtes, brûlé cazes", in Annales HSS, vol.LVIII, No.2, p.317

119 N. Coll Y Prat, op.cit., p. 181.

120 Laureano Vallenilla Lanz, Cesarismo Democrático. Caracas: Monte Ávila, 1990. Para
una visión historiográfica de lo que ha significado la tesis de una “guerra civil”, así como
otras propuestas que han buscado explicar el conflicto bélico independentista, véase: F.
Langue, “L’histoire officielle au Venezuela: vertus et paradoxes d’une histoire nationale”,
in Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas, Nº. 40 (2003), pp. 355-372

121 Véase G. Carrera Damas, Boves. Aspectos socio-económicos de la Guerra de


Independencia. Caracas: Ediciones de la Biblioteca Central/Universidad Central de
Venezuela, 1972

122 José Cevallos, “Representa sobre lo necesario y conveniente que será…”, p.535
123 Copias de documentos remitidos sobre situación de Venezuela. No.3: José Francisco
Heredia al Gobernador y Capitán General, Don Francisco de Montalvo [Coro, 20 Octubre
de 1814] AGI, Estado, Caracas, legajo 109

124 Cf. J. Uslar Pietri, op.cit., p.212

125 J. Uslar Pietri, op.cit., p.21; José María Caballero,Diario de la independencia. Bogotá:
Talleres Gráficos Banco Popular. 1974, en línea:
http://www.lablaa.org/blaavirtual/historia/diarioindep/diario9a.htm [06/08/2007]; J. d.
Austria, op.cit., p.162; I. Pérez Vega, op.cit., pp.877-878; Cf. Lino G. Canedo, “Emigrados
de Venezuela en St. Thomas”, in El Movimiento Emancipador en Hispanoamérica, I.
Caracas: Monte Avila Editores, 1961, p.368

126 Marixa Lasso, “Haiti as an image of Pupular Republicanism in Caribbean Colombia


(Cartagena Province, 1811-1828)”, in David Geggus (ed.), The Impact of the Haitian
Revolution in the Atlantic World. Columbia: University of South Carolina Press, 2002,
pp.178ss

127 Sobre la apreciación que tenía S. Bolívar de los Pardos, se puede consultar: A. Helg,
“Simon Bolivar and the spectre of pardocracia: José Padilla in post-independence
Cartagena”, in Journal of Latin American Studies (Agosto 2003). Cambridge: Cambridge
University Press, 2003, en línea: http://www.accessmylibrary.com/coms2/summary_0286-
2361449_ITM [06/08/2007]

128 Entiendo por Gran Caribe, las regiones americanas cuyas sociedades estaban
principalmente conformadas por afro-descendientes, a causa de la introducción masiva de
esclavos entre los siglos XVII y XIX. En tal sentido, ese espacio geo-histórico comprende
desde el Brasil hasta Virginia, y desde Veracruz hasta Barbados. N. del A. Tal vez podría
argumentarse que otras manifestaciones de rechazo al Antiguo Régimen por parte de otros
sectores subalternos (como las insurrecciones indígenas en la Nueva España) deberían ser
considerados también como parte integrante del ‘sistema histórico’ al cual me refiero, lo
cual, desde una perspectiva analítica más amplia podría ser cierto; pero dada la relevancia
que tuvo el ‘estigma africano’ en las discusiones y debates sobre ciudadanía, el carácter de
enfrentamiento “racial” que tuvieron algunas facetas de los enfrentamientos, y sobre todo la
toma de conciencia que manifestaron tener muchos individuos de color sobre sus derechos
políticos, parecieran ser factores suficientes que fortalecen la tesis de una especificidad
gran caribeña de los procesos revolucionarios a los que me refiero. N. del A.; Un Sistema
Histórico es “…una red integrada de procesos económicos, políticos y culturales cuya
totalidad mantiene unido al sistema”, y que es definido por situaciones comunes que sólo
en ellos se generan. Immanuel Wallerstein, Impensar las Ciencias Sociales. México: Siglo
XXI Editores, 1999, p.250; Alain Yacou, “La revolución confiscada: la isla de Guadalupe
de 1789 a 1803”, in José A. Piqueras (ed.), Las Antillas en la era de las luces y la
Revolución. Madrid: Siglo XXI, 2005, p.43ss; David Geggus, “The Haitian Revolution”, in
H. Beckles; V. Sheperd, Caribbean Slave Society and Economy: A Student Reader. New
York: The New Press, 1991, p.402
129 D. Geggus, “Slavery, War and Revolution in the Greater Caribbean”, in D.V. Gaspar &
D.P. Geggus, A Turbulent Time. Bloomington; Indianapolis: Indianapolis University Press,
1995, p.5

130 “Extracto de una noticia de la Revolución que sirve de introducción a la historia de los
padecimientos del doctor Roscio, escrita por él mismo” [31/12/1812], A. Uslar Pietri
(comp.), Testimonios de la Época Emancipadora, Caracas, Academia Nacional de la
Historia, 1961, pp.145-146

Referencia electrónica

Alejandro E. Gómez, « La Revolución de Caracas desde abajo », Nuevo Mundo Mundos


Nuevos [En línea], Debates, Puesto en línea el 17 mayo 2008, consultado el 11 marzo 2013.
URL : http://nuevomundo.revues.org/32982 ; DOI : 10.4000/nuevomundo.32982

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