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Alejandro E. Gómez
Resumen
Abstract
This article focuses on the participation of the Free Coloureds in the Revolution of Caracas,
and the perception they had of that political process. In this sense, it applies a ‘From
Below’ methodology, following a conceptual analysis of the notion of ‘equality’ they had.
The author argues that the Free Coloureds did not conform a homogenous sector neither in
racial nor in social terms, a situation that would end up affecting the course of events. He
also indicates that from the 1790s a more abstract notion of that concept began to appear,
mainly because of the incidence of what was going on in the French Antilles at that time.
This tendency consolidated after 1811, with the appearance of a radical political sector
leaded by Miranda. He concludes indicating that during that revolutionary process took
place a severe conflict of interests and motivations, in which the modern ideals and
traditional aspirations associated to race equality coexisted and, at times, even concurred in
a violent way, as it happened in the ‘socio-racial war’ that broke out in 1812
Introducción
1 El 5 de julio de 1811, los diputados del primer Congreso Federal de Venezuela reunido en
Caracas, tras una larga y emotiva sesión, decidieron declarar la independencia absoluta.
Cinco meses más tarde instauraban una república liberal (tanto en un sentido social como
económico), cuyo territorio estaba compuesto por buena parte de lo que había sido hasta
entonces la Capitanía General de Venezuela. Desde poco después que terminara la guerra
de independencia en 1821, los aniversarios de aquel evento son celebrados año tras año con
fastuosos actos oficiales, desfiles militares, y otras actividades, en un perpetuo intento por
afianzar el sentir nacionalista justificando la ruptura del nexo colonial con España. Lo que
nunca se escucha en tales ocasiones en boca de los oradores que pronuncian los discursos
solemnes, es que al inicio de aquella histórica sesión se hizo una propuesta que
condicionaba la realización del debate sobre la independencia, a que se dilucidara
previamente un asunto que muchos diputados consideraban como de vital importancia para
el devenir de la república cuya creación se disponían discutir: el estatus político que
tendrían los muchos individuos Libres de Color que habitaban el territorio.
2 La particular importancia de este asunto residía en que ese sector conformaba la fracción
más numerosa de la población que habitaba la Provincia de Caracas (Fig.1) en aquel
entonces, llegando a tener alrededor de 190 mil individuos (44% de la población); mientras
que los Blancos (entre Criollos, Canarios y Peninsulares), apenas alcanzaban unos 90 mil
(25% de la población).1 Esta desproporción debió ser mucho más pronunciada en otras
regiones de la capitanía, en particular en las planicies del sur o Llanos, donde existía una
numerosa población de color, conformada en gran medida por Zambos (nombre dado al
resultado del cruce de negro más india), la cual, por su gran dispersión geográfica, era muy
difícil contabilizar formalmente.
3 A pesar de la relevancia que esas cifras deberían tener para el estudio de la historia de la
revolución caraqueña, los trabajos que se inscriben dentro de la historiografía nacional
venezolana que han abordado ese proceso, han mantenido silencio e incluso manipulado la
participación de los sectores de color en la misma. Desde los historiadores tradicionales o
tradicionalistas, que lo han estudiado generalmente desde un punto de vista evenemencial
(es decir, siguiendo exclusivamente los hechos bélicos y políticos), hasta los sociales
contemporáneos a través de estudios sobre nuevas formas de sociabilidad que se dieran a
partir de entonces o del impacto de las ideas políticas de la modernidad, todos coinciden en
resaltar la perspectiva de los “verdaderos” actores de dicha revolución: los “próceres”,
“precursores” y “héroes” blancos criollos, mientras que es poco o nada lo que se dice
acerca de la participación de los sectores subalternos de color.
7 Algo similar a los dos casos anteriores fue lo que aconteció en la región centro-norte de la
Provincia de Caracas, donde, según se desprende del resultado de nuestras investigaciones,
muchos individuos de color de condición libre (en su mayoría Pardos5, pero también
Morenos o Negros Libres) se vieron envueltos en los acontecimientos políticos que
tuvieron lugar en ese territorio, desde mucho antes de que los Blancos Criollos asomaran
por primera vez su intención de instaurar un gobierno autónomo en 1808. Como veremos
más adelante, las posturas políticas que asumieron y las acciones que llevaron adelante los
Libres de Color durante los intentos autonomistas e independentistas en aquella provincia,
influyeron de manera determinante no sólo sobre el desarrollo de los acontecimientos, sino
también, cuando finalmente se logra instaurar una república en 1811, en el alcance que
tendría a nivel constitucional la noción de ciudadanía y las normas que regulaban el
derecho a la representación política.
8 Para conocer los pormenores de tal influencia, además de identificar los medios de
difusión de las ideas modernas que repercutieron sobre los derechos de los Libre de Color
así como los actores políticos que los llevaron a la práctica (principalmente individuos de
‘calidad’ blanca), hace falta estudiar lo que sucedía fuera de las salas capitulares y casas
solariegas de los Blancos Criollos. Al hacerlo, siguiendo a Germán Carrera Damas6, nos
encontramos con un ambiente de crisis a lo interno de la Sociedad Colonial venezolana, una
de cuyas manifestaciones más evidentes era precisamente la disconformidad existente entre
muchos Libres de Color por el estatus etno-político inferior que se les daba, por la forma
despectiva cómo les trataban los Blancos Criollos, y las discriminaciones de que eran
objeto en términos socio-jurídicos y etno-estamentales.7 Como se ha afirmado en múltiples
ocasiones, pero sin verdaderamente hacer una revisión profunda basada en fuentes
primarias, esa situación va a marcar de manera determinante la naturaleza y la dinámica de
los conflictos bélicos y pugnas políticas que estallaron en Venezuela a fines del Período
Colonial.
9 Ello no quiere decir que todas las pugnas que se dieran respondían estrictamente, en
términos deterministas, a diferencias tradicionales entre parcialidades etno-sociales sólo
entendibles en términos de Blancos contra Libres de Color, ya que dentro de este último
sector había marcadas diferencias clasistas y estamentales que también afectaron el
desarrollo de los acontecimientos. Éstas eran particularmente intensas entre la elite de los
Pardos y el resto de la población de color (Negros Libres, Zambos, etc.). Los Pardos
Beneméritos (como en ocasiones se llamaban a sí mismos los miembros de aquella elite)
eran individuos que gozaban de un alto nivel socio-económico, con patrimonios que si bien
no alcanzaban en cuantía y valor a los de los Mantuanos (elite criolla blanca), si llegaban a
ser superiores a los de los Blancos de Orilla.8 Esta prosperidad material les había facilitado
uniones con Blancos por lo que eran también eran los más “blanqueados” entre los Libres
de Color. El estatus superior que detentaban en lo alto de la escala etno-estamental dentro
de los sectores de color libres, era celosamente protegido mediante prácticas endogámicas,
al mismo tiempo que procuraban evitar uniones conyugales con individuos considerados
por ellos como inferiores.9
10 Los pardos de la elite podían ser muy drásticos a la hora de distinguirse del resto de la
población de color. En tal sentido, es conocido el caso en que los miembros de las Milicias
de Pardos, piden al gobernador que expulse a uno de sus miembros por no cumplir con las
condiciones etno-estamentales para formar parte de ese cuerpo, alegando que “…cuando
no sea zambo, es tente en el aire, y por consiguiente enteramente excluido de la
legitimidad de pardos…”10 Este era un asunto delicado para los Pardos, ya que la milicia
era uno de los pocos medios que tenían para aumentar su ‘estimación’ frente a la
comunidad colonial, así como su ‘honor’ a ojos del Rey. El grado más alto que les era
permitido en esos cuerpos era el de Capitán, el cual era asignado normalmente a un pardo
de elevada ‘calidad’, es decir, con un alto nivel de blanqueamiento (Tercerón, Cuarterón,
Quinterón), pero también con los medios económicos suficientes para adquirirlo.11 Como
se puede apreciar, no se puede definir a los Libres de Color como un sector etno-social
homogéneo, ya que el mismo, al igual que pasaba con el resto de la Sociedad Colonial, se
encontraba divido a lo interno por razones clasistas, raciales y estamentales.
11 De todo lo anterior la pertinencia de realizar un estudio detallado desde abajo, que nos
permita a la vez conocer la participación de los Libres de Color en los distintos
movimientos de lesa majestad que se dieran en tierras caraqueñas desde el comienzo de la
Era de las Revoluciones, y las diferentes percepciones que estos tuvieron sobre la
potencialidad de ver mejorar su condición etno-estamental si apoyaban los mismos. En tal
sentido, se guardará particular atención a los cambios que sufriera la noción tradicional de
igualdad etno-estamental que tenían, hacia concepciones más abstractas asociadas con el
concepto de ciudadanía, producto del impacto de las ideas de la Modernidad Política.12
Fig.1 La Provincia de Caracas a fines del Período Colonial. Agustín Codazzi (1793-1859),
Mapa político de Venezuela, antes de la revolución de 1810 [Detalle]. Caracas: Agostino
Codazzi; París: Thierry Frères, 1840. Tomado de: David Rumsey Map Collection
12 (Nota de agradecimiento13)
14 La mayoría de los Libres de Color que tomó parte en el movimiento eran oficiales de las
Milicias de Pardos, como los sargentos José del Rosario Cordero, Miguel Granadino, José
Manuel Pino, y Narciso del Valle. A pesar de que algunos pertenecían a la Compañía de
Artilleros Pardos de La Guaira (como es el caso de Del Valle), la mayor parte eran del
Batallón de Milicias de Pardos de Caracas, muchos de cuyos componentes habían sido
trasladados para reforzar las defensas de aquella ciudad portuaria, en sustitución de las
milicias veteranas y otros cuerpos armados locales que fueran enviados como refuerzos a
Santo Domingo en 1793. En la conspiración también tomaron parte al menos tres soldados
negros, Juan Moreno, Lorenzo Acosta y Ramón Príncipe. En total, se llegó a decir que el
número de los comprometidos, entre gente blanca y de color, alcanzaba entre 200 y 500
individuos, aunque nunca se pudo comprobar la participación de poco más de una treintena
de individuos.17
16 La influencia franco-antillana se notó tanto en los objetivos del proyecto político que
desarrollaran los conspiradores (en el que se proponía, como ya se indicara, el otorgamiento
de ciudadanía a los Libres de Color y la abolición de la esclavitud), como en materiales
propagandísticos alegóricos a la ciudadanía de los individuos de color: Cortés escribió
canciones patrióticas (como la Canción Americana y el Soneto Americano) en las que se
resaltaba la igualdad de quienes serían los ciudadanos de la nueva nación, Negros, Indios,
Blancos y Pardos21; mientras que Picornell redactó narraciones cortas, entre las cuales vale
la pena resaltar dos, por la referencia que una hace a lo que acontecía en las islas galas y
por el mensaje de igualdad racial que ambas llevaban: Por un lado, el titulado La
revelación de un fraile, en la que a un fraile franciscano, Fray José María de la Concepción,
se le aparece en una visión José Leonardo Chirinos (un Negro que había sido ejecutado dos
años antes por haber liderado una insurrección de Esclavos, Zambos y Negros Libres en la
Serranía de Coro). En la trama, el difunto de esta narración baja del cielo para darle un
mensaje al fraile, el cual es luego confirmado por la Virgen María, que justificaba la
independencia alegando que “…si los americanos querían recobrar su antigua libertad
podrían desde luego hacerlo, pues tenían a su favor el brazo del Todopoderoso que los
protegería…”22
17 Por otro lado, el Diálogo entre un Moreno Teniente Coronel de la República Francesa y
otro Moreno Español primo suyo, el cual, según se desprende del testimonio de Cordero,
era texto propagandístico con un carácter a la vez informativo y pedagógico, que trataba
sobre las bondades universales del sistema republicano, y las positivas consecuencias que
su aplicación en Francia había tenido sobre los hombres de color:
18 El principal medio que tuvieron los ‘reos de estado’ para enterarse sobre lo que
acontecía en las islas galas fue los propios lugareños. Estos pudieron informarse a través de
los muchos corsarios de bandera francesa que con frecuencia recalaban en la costa de la
Tierra Firme, primero en forma clandestina y luego legalmente tras la firma de una alianza
militar firmada con Francia en 1796.24 A pesar del empeño que pusieron las autoridades
coloniales en impedir que desembarcaran las tripulaciones, ya que estaba rigurosamente
prohibido desde el inicios de la década que extranjeros se introdujeran en los territorios
hispanos, en varias ocasiones no pudieron evitarlos; tenemos conocimiento que dos
Mulatos franceses provenientes de Cumaná fueron recibidos por los hermanos pardos,
Carlos y Manuel Sánchez, en su residencia de Caracas, y que un tripulante de la goleta La
Republicana, estando en el puerto de La Guaira en el mismo momento en que comenzaron
los arrestos de los implicados en la conspiración, comenzó a incitar a la multitud “…
diciéndoles que si aquello sucediera en Francia, ya habrían amanecido ahorcados los del
Gobierno a las rejas de las ventanas…”, a lo cual agregó “…otras especies tumultuarias y
sediciosas”.25
…en ocasión que pasaba por su cuartel un negro o mulato francés que llevaba
escarapelas en el sombrero y a [sic] presencia de otros muchos soldados que se
hallaban presentes [afirmó] que llegaría el día de que todos gastasen la misma
escarapela que llevaba el referido mulato o negro francés…27
22 Para que los contactos fueran efectivos, era necesaria no solamente la comunión de
aspiraciones políticas, sino también que los interlocutores se entendieran. En tal sentido, es
posible que una de las principales bisagras entre las ideas del proceso revolucionario
franco-antillano y los Libres de Color locales, fuese el referido miliciano pardo, Narciso del
Valle, quien hablaba algo de francés.29 Este personaje, además, había manifestado interés
por los franceses que llegaron a La Guaira, sobre todo cuando estos celebraron en prisión
“…el cumpleaños de su revolución…” [¿14 de julio?]; y hasta cierto francófilismo, ya que
llegó a manifestar que los franceses eran mejores que los españoles.30 Existe evidencia de
que este miliciano pardo entró en contacto directo con algunos franceses: un mulato franco-
antillano de nombre Andrés (¿André Renoir?) de oficio peluquero; dos oficiales llamados
Monsieur Francquá (¿François?) y Rouseau o Rossel; y un soldado de nombre Pascual
Graigner.31
23 El apego que sentía Del Valle por las ideas políticas modernas (en particular por las
asociadas a la Revolución Francesa) se remontaba al menos “…desde el tiempo de la
guerra con la nación francesa…”, es decir, entre 1793 y 1795; en esa época se le había
oído “…hablar en alabanza de sus pensamientos, y muy adicto a leer sus libros, y a
celebrar sus sucesos…” Poco antes de que se develase la conspiración, había venido
organizando cotidianamente tertulias en la barbería que tenía en La Guaira, a la cual
asistían Libres de Color y algunos Blancos comprometidos con la misma. Entre los asiduos
se encontraban el catalán y oficial de Milicias Veteranas, José Rusiñol, los milicianos
pardos, Cordero, Granadino, Pino, y los negros Moreno y Príncipe. En tales ocasiones se
discutía sobre asuntos foráneos, se hablaba sobre lo que “…había sucedido en Francia, y
en Norte América, sobre revoluciones”, y se leían y discutían textos que proveían los ‘reos
de estado’ desde la prisión, como los textos ya referidos de Picornell.32
25 Los conocimientos adquiridos por Del Valle por estos y otros medios, se reflejaron en
las ideas políticas que sostenía, como se puede apreciar cuando pretendía convencer a sus
interlocutores de color para que abrazasen la revolución que él y sus compañeros estaban
por iniciar. En tales circunstancias, además de intentar convencerles en términos bastante
prácticos ofreciéndoles la supresión de impuestos, les ofrecía una igualdad socio-política
que, aunque bastante abstracta, siempre contaba con un referente claro por todos conocido:
la revolución en Francia; aunque también les hablara de logros similares que habían
alcanzado el pueblo de Israel, el Estadounidense; y hasta les hacía ofertas bastante
prácticas, como la supresión de algunos impuestos. Esto se puede apreciar en dos
fragmentos de testimonios que refieren tales propuestas: La primera la hizo Del Valle al
teniente de la Milicia de Negros Libres de Carayaca, y la segunda a los Zambos de Curiepe:
…un levantamiento que se iba a hacer aquí entre todos blancos, pardos y morenos
(…) que se iba a hacer una república para quitar las alcabalas, los derechos, el estanco
del tabaco, los derechos de entierros, y bautismos, y que todos fuesen iguales, así
como en la Francia…
28 Los buenos oficios de Cordero y Del Valle no fueron suficientes para que se ganaren el
apoyo del resto de los Libres de Color, quienes veían con desconfianza a aquéllos
revolucionarios blancos españoles y criollos, y con escepticismo a los planes que estaban
desarrollando. El mismo Del Valle dio cuenta que sus congéneres recibían la “…
proposición de república con mucha desabrimiento [sic], desconfiando siempre de su éxito,
y de que al fin, no lográndose éste los blancos quedarían libres y echarían a ellos la
culpa”… Unos pensaban que todo terminaría “…en perjuicio de toda la clase de
pardos…”, ya que serían “los señores” blancos quienes saldrían beneficiados, mientras que
ellos, como siempre, llevarían la peor parte, por lo que preferían no apoyar el proyecto
(“dejarse de eso”)37; otros, aunque tentados por la oferta del nuevo sistema que se
pretendía instaurar, eran demasiado temerosos de los tormentos que les esperaba si la
conspiración fallaba, por lo que preferían esperar a ver lo que pasaba.38
30 Este último se acogió a un indulto real para salvar su vida, siendo uno de los que más
evidencia aportó en contra de sus otrora compañeros de conspiración. Los demás
conspiradores aprehendidos fueron enjuiciados en Caracas, donde, luego de ser encontrados
culpables, fueron condenados a muerte. Del Valle y Rusiñol fueron trasladados a La
Guaira, en cuya plaza mayor fueron ahorcados el 5 de junio de 1799. Como medida
ejemplarizante, sus cuerpos fueron decapitados, y sus cabezas quedaron expuestas clavadas
en picas en las afueras de la ciudad. Otros pardos vinculados a la conspiración fueron
condenados a cuatro años de destierro en Puerto Rico, tales fueron los casos de los
milicianos Nicolás León, Pedro Ignacio Bargüilla, y el referido Pino. En cuanto a Cordero,
fue enviado a una prisión en La Habana, pero luego fue puesto en libertad.40
31 Esa desconfianza manifiesta por los Libres de Color hacia los Blancos Criollos, se
habría mantenido e incluso incrementado en el tiempo. Esta postura encontraba
explicación, además de la forma despectiva cómo estos les veían y trataban, en otras
situaciones como la fuerte oposición que hicieran estos desde el Cabildo de Caracas a las
“dispensas de calidad” que se ofrecieron a los pardos desde el gobierno central
metropolitano, mediante la Real Cédula de Gracias al Sacar de 1795; y también, aunque
que con menor encono, en la postura dilatoria que dieran a un proyecto de una escuela para
niños pardos, introducida ante dicha entidad municipal en 1805 por dos ilustres individuos
de esa “calidad”: el músico, Juan José Landaeta, y el médico, José María Gallegos. Si a esto
sumamos una serie de medidas que había tomado el gobierno metropolitano desde fines del
siglo XVIII que favorecían a los Libres de Color (en particular a su elite)41, no debería
sorprender la postura que asumieran los oficiales pardos de milicias ante los eventos
suscitados en Caracas en noviembre de 1808.
32 En esa ocasión, algunos de los Blancos Criollos más prominentes de la ciudad llevaron
adelante una tentativa por conformar un gobierno autónomo en la Capitanía General de
Venezuela, en vista del vacío de poder que se había generado tras la invasión de Napoleón
y la abdicación de Fernando VII en mayo de aquel año. Su propuesta consistía en que el
Cabildo de Caracas (institución por ellos controlada y en la que los Pardos no tenían
ninguna representación) asumiera la dirección del territorio convirtiéndose en Junta, a
imagen de las que se habían conformado en España.
…PARDA fiera que al lado de V. S. o de quien representa la persona del Soberano y sus
sabias instituciones llevará entre sus garras tantas presas, cuantas sean las cabezas de los
que por su desgracia quieran atentar contra su persona y sabias disposiciones.43
34 A los desencantados Pardos se les sumarían los Isleños o Canarios, lo que produjo un
gran desorden entre las personas de “todas las clases” que sólo pudo ser apaciguado cuando
en la noche del 24 de noviembre, luego de que las autoridades arrestasen a los implicados
en la conjura juntista.44 Según uno de ellos, el ‘blanco criollo’ José Félix Ribas (quién más
tarde se convertiría en uno de los líderes de los Libres de Color), el descontento se debió a
la circulación de pasquines y rumores malintencionados que indicaban que las verdaderas
intenciones de los juntistas eran las de robar a los isleños y esclavizar a los pardos.45 En
esta ocasión, el fantasma de Saint-Domingue acosó a la población caraqueña, pues se
sospechaba que de tener éxito el proyecto de los patricios cabildantes, eventualmente esto
podría convertir a Venezuela en otro Haití.46 Esto no sólo indicaba el conocimiento que
tenían los Blancos Criollos de la Provincia de Caracas de lo acontecido durante la
Revolución Haitiana, sino también hace evidente el temor que en ellos despertaba la
presencia de una numerosa población de Libres de Color.
35 Poco más de un año después, el 19 de abril de 1810 (Fig.3), algunos de los juntistas de
1808 volvieron a intentar la formación de un gobierno autónomo, luego de que se supieron
en Caracas las noticias de la ocupación de Andalucía por parte de los franceses y el
establecimiento de un Consejo de Regencia en la metrópoli. En esta ocasión tuvieron éxito,
en buena medida gracias a que contaron con el apoyo de la población, y de un piquete de
milicianos pardos de los Valles de Aragua conducidos por Pedro Arévalo, quienes llamados
por el pro-autonomista blanco criollo, Juan Germán Roscio, frustraron un intento de los
oidores de la Real Audiencia por revertir la situación. En ello también contribuyeron los
oficiales Sánchez y Colón.47
36 La participación de dicho piquete quedó descrita en un informe que levantó el
Ayuntamiento de Caracas en octubre de 1812, luego de la caída del gobierno republicano:
El Batallón de Pardos de los Valles de Aragua fue el primero que se aceleró a prestar
sus auxilios, así porque uno de los oficiales Pedro Arévalo era de los más íntimos
confidentes de la revolución, como porque las halagüeñas esperanzas de una igualdad
quimérica y funesta para este país, fue el talismán de que se valieron estos nuevos
Jacobinos para atraerse a esta clase, en quien siempre han podido más estas promesas,
que ninguna otras.48
37 En relación a esta acción de los oficiales pardos, cabe preguntarse: ¿qué pudo propiciar
un cambio de parecer tan radical en la postura que estos habían mantenido hasta entonces
fiel al gobierno establecido? Es probable que previamente hayan tenido lugar negociaciones
entre estos y los “nuevos” juntistas blancos criollos, quienes pudieron haberles ofrecido
prerrogativas igualitarias con los Blancos cónsonas a su condición de miembros de la elite
de pardos.49 Para Clément Thibaud, esas negociaciones pudieron darse dentro de las
misma milicias, cuyos oficiales de mayor grado eran blancos algunos, como se verá más
adelante, de tendencia radical favorable a la ruptura con España.50
38 Para mantener la fidelidad de los pardos, los miembros de la recién creada Junta
Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando Séptimo tomaron una serie de
medidas: aceptaron en su seno a un representante del Gremio de Pardos, sólo que en la
persona de un ‘blanco criollo’, como lo era el referido José Félix Ribas; se aumentaron los
salarios de los oficiales de las milicias de pardos; se les ascendió de rango, contraviniendo
con ello una vieja ley que databa de 1643, según la cual los individuos de esa ‘calidad’ sólo
podían llegar al grado de capitán. Los ascendidos fueron los referidos Colón, Arévalo, y
Sánchez, al cargo de coroneles de las Milicias de Pardos de Valencia, Caracas y Aragua
respectivamente. También se tomó la iniciativa de condecorarles, como se hiciera con el
ahora Coronel Arévalo, a quien debido a “…su bizarría y entusiasmo patriótico”, se le hizo
entrega de un escudo que decía: “virtud y patriotismo.”51
39Algunos juntistas también los alabaron públicamente, como se observa en la aclaratoria a
pie de página que hiciera el redactor de la Gaceta de Caracas, al texto del hispano-irlandés
residente en Londres, José Blanco White, publicada en dicho periódico en noviembre de
1810. En ella se refería a los pardos como “útiles, honrados, y beneméritos” venezolanos,
quienes en realidad son:
41 Los intentos por asegurar la fidelidad y adhesión del ‘gremio de pardos’ a la nueva
situación política que se había inaugurado a partir del 19 de abril de 1810, tuvo el éxito
esperado. Esto se evidenció en el interés que de diversas maneras manifestaron sus
miembros a favor del éxito del proyecto juntista, como los distintos donativos cuyas listas
publicaba regularmente la Gaceta de Caracas.55 Algunas de estas donaciones eran muy
generosas, como la hecha por el ‘pardo benemérito’ José Luís Landaeta, quien en enero de
1811 donó “una casa, cuyos alquileres producen mensualmente seis pesos.”56 Otros,
manifestaron públicamente su apoyo al proyecto autonomista, como en el caso de uno de
los oficiales pardos ascendidos, el capitán-comandante de las Milicias de Pardos de
Caracas, Carlos Sánchez, quien en junio de 1810 publicó un corto escrito en dicho
periódico, el cual tenía por fin ratificar la fidelidad que los miembros de este cuerpo armado
guardaban al soberano representado por la junta de Caracas; y desmentir algunas “falsas
imposturas” que se habían hecho circular que contravenían este respecto:
42 Sin embargo, una señal aún más significativa con respecto a la voluntad de los juntistas
por conceder igualdad a los pardos, fue la convocatoria que hicieran a mediados de junio de
1810, dirigida a todas las “clases de hombres libres” que habitaban el territorio para la
elección de los diputados para el primer Congreso General de Venezuela.58 El reglamento
de este proceso electoral, redactado por abogado ‘blanco criollo’ Juan Germán Roscio59,
fue publicado por entregas a partir de aquel mes en la Gaceta de Caracas. En el preámbulo,
se insistía sobre la importancia porque sufragasen “…todos los vecinos libres de
Venezuela...” Luego, en el cuerpo del mismo, se establecía un proceso electoral de dos
grados: una votación para elegir electores parroquiales a razón de un elector por cada 500
almas de “todas clases”, y un elector adicional por 250 almas de exceso (artículo seis,
capítulo 1); en otra votación los electores parroquiales se reunirían para nombrar a los
diputados a razón de 1 por cada 20 mil habitantes y un diputado más por el exceso de 10
mil.60
44 Como se puede apreciar en esta cita, entre las exclusiones para ejercer el derecho al
sufragio o para nombrar electores parroquiales, no había restricciones basadas en la
‘calidad’ de cada quien.62 Sin embargo, las muy exigentes restricciones de corte censitario
(poseer al menos dos mil pesos en bienes) hicieron que solamente aquellas personas con
bienes de fortuna tuviesen acceso a este derecho político. Si bien no contamos con la
evidencia empírica, dado el sentido igualitario de las convocatorias iniciales y a la actitud
incluyente de los juntistas, suponemos que entre los sufragantes no hubo únicamente
personas de ‘calidad’ blanca, si no también algunos Pardos de la elite, los cuales sabemos
que gozaban de bienes de fortuna suficientes como para cumplir con las condiciones
materiales exigidas.63 Más bien nos extraña, que no se hayan postulado como electores,
cuando se sabe que muchos de ellos (como Pedro Arévalo, Lino Gallardo, Carlos Sánchez,
Juan José y José Luís Landaeta) manifestaron abiertamente su entusiasmo por la causa
autonomista.
45 De este último, se ha señalado, que frecuentaba junto a su hermano, José Luís, una
asociación denominada Club de los Sin Camisa, probablemente inspirando su nombre de
como llamaban a los Libres de Color los conspiradores de 1797, dos de los cuales, dicho
sea de paso, habían llegado a Caracas en 1811. Es muy poco lo que se sabe sobre esta
asociación política. Se ha dicho que era una asociación de corte jacobino que funcionó
brevemente en la casa de Don Antonio Moreno. De lo que sí estamos seguros es que José
Luís Landaeta tenía “…dos pares de sanquilots de pana aplomada”, lo que de alguna
forma nos indica su entusiasmo por, al menos, la moda revolucionaria.64
46 Como consecuencia del reglamento en cuestión, el proceso electoral dejó por fuera a los
sectores más humildes y/o de ‘calidad’ inferior de los pardos (como zambos, salto-atrás,
morenos libres, etc.), que conformaban la mayor parte de la población. Ellos también
manifestaron abiertamente su entusiasmo por lo que se estaba viviendo en la capital desde
abril de 1810, comportamiento que era azuzado por su representante blanco ante la junta,
José Félix Ribas. Esto quedó en evidencia en las manifestaciones públicas que se hicieron
en las inmediaciones del templo de Altagracia (conocida como la iglesia de los Pardos) en
octubre de 1810, luego de que se conociera en Caracas la noticia de los atropellos de que
habían sido víctimas los miembros de la junta de Quito, quienes fueron masacrados por las
autoridades reales. Esto le costó a Ribas y a algunos de sus compañeros (incluyendo a un
cirujano pardo de nombre, José María Gallegos; el mismo que solicitara la apertura de una
escuela para niños pardos en 1805) la expulsión del territorio, por lo que se les embarcó
para Curazao.65 Esta efervescencia en los sectores medios y bajos de los Libres de Color,
sería canalizada poco tiempo después por los seguidores de Francisco de Miranda.
Fig.3 Nótese a la derecha un hombre de color (¿esclavo?) observando el evento a la
distancia.
Juan Lovera (n.1776, m.1841), El 19 de Abril de 1810 (1835). Col. Consejo Municipal del
Dtto.Federal, Caracas. Tomado de: sitio web de la Guardia Nacional
47 En 1808, estando Miranda en Londres, al enterarse de los pormenores del intento fallido
por crear una junta autónoma en Caracas en noviembre de ese año, se indignó ante lo que
interpretó como el “uso” que habían hecho las autoridades peninsulares de Venezuela de
los milicianos mulatos para poder controlar la situación. Para él, aquella manipulación de
los milicianos pardos era una locura, ya que la misma podía derivar en otra revolución
haitiana.66 Previamente había advertido a esos primeros juntistas, basado en su propia
experiencia, sobre los peligros de “…que el Pueblo (y no los hombres capaces y virtuosos)
se apoderan (sic) del gobierno.” De esta forma retomaba una idea que había venido
desarrollado desde 1795, acerca de la necesidad de conformar gobiernos republicanos con
hombres “virtuosos e ilustrados”, únicos capaces de llevar adelante un proyecto político
basado en una doctrina gradual de “libertad racional” (probablemente inspirada en las
críticas que hiciera Edmund Burke a la Revolución Francesa), para evitar que la revolución
cayese en el despotismo y la anarquía como se había visto en las revoluciones en Francia y
Saint-Domingue.67
48 Es de resaltar que desde al menos 1806, Miranda había propuesto en sus proyectos y
proclamas la erradicación de las “odiosas distinciones” entre los distintos sectores etno-
sociales que conformaban la sociedad colonial, ofreciendo igualdad en la ciudadanía a los
“…inocentes indios, así como los bizarros pardos, y morenos libres…”68De esta postura
política se enteraron los Pardos de Caracas (probablemente beneméritos) quienes
escribieron una carta a Miranda que le hicieron llegar con los emisarios que enviara la junta
de Caracas a la capital británica buscando el apoyo del gobierno inglés. Esta carta debió
contener un mensaje de apoyo de este sector a la causa autonomista, ya que la misma fue
remitida a su vez por Miranda al Secretario de Exteriores británico, Richard Wellesley69,
tal vez con el fin de calmar los temores ingleses de que Venezuela fuese a correr el
sangriento camino de Haití.
50 Para divulgar sus ideas e incidir así sobre la política local, la Sociedad Patriótica
comenzó a publicar El Patriota de Venezuela, el cual era impreso en la imprenta de un
individuo de origen franco-haitiano recién llegado a Caracas, Juan Baillío (el joven). En los
contados números que se han conservado de esa publicación, no hay mención explícita en
defensa a los derechos de los pardos, sino únicamente a los “ciudadanos”, “habitantes” y
“pueblo” de Venezuela. Esto podría encontrar explicación en algunos de los textos políticos
publicados en este periódico, en los que en ocasiones se sobreentiende que los individuos
de esa ‘calidad’ estaban comprendidos en dichas categorías, como cuando se habla en
términos sui generis de los 800 mil habitantes que tiene el territorio o cuando se elogia a los
campeones de la campaña militar de Valencia, entre quienes estaba el pardo Arévalo. Es en
esos términos genéricos en los que se habla de igualdad en El Patriota de Venezuela, sin
distingo de castas ni colores como se puede apreciar en este texto publicado en julio de
1811, un día antes de la declaración de independencia:
…todos los ciudadanos son iguales entre sí, con iguales derechos, prerrogativas y
representación civil, se estimen como verdaderos hermanos y se produzca entre ellos
esta especie de virtud, que consolida las Repúblicas y que, por desgracia, es casi
desconocida en los demás Gobiernos.71
52 Después de declarada la independencia, las ideas de este grupo fueron difundidas por
todo el territorio de la Capitanía General y más allá mediante la circulación del El Patriota
de Venezuela. Esto les hizo ganar adeptos más allá de las fronteras de Caracas, por lo que
aparecieron nuevas núcleos radicales y sociedades en distintas partes del interior
(Barcelona, Barinas, Puerto Cabello, Trujillo y Valencia). Una requisa hecha a
posterioridad por los realistas levantada por el marqués de Casa León en 1812, se indica
que ese apoyo era particularmente fuerte en pequeñas poblaciones ubicadas al sur de
Caracas, desde los Valles de Aragua y hasta las inmediaciones de Valencia; regiones que,
de acuerdo al autor de la misma, se habrían convertido en un “semillero” de la revolución.
Según indica Robert Semple, “después de su llegada el general Miranda fue electo
Presidente de la Sociedad e inmediatamente introdujo cuatro mulatos en calidad de
miembros…” La requisa mencionada anteriormente indica que Semple tenía razón, sólo
que dos de esos pardos eran en realidad morenos libres. Los dos pardos eran Lino Gallardo
(músico) y otro de apellido Romana (el “mulato” Romana), uno de los negros
probablemente respondía al apellido de Ibarra (el “moreno” Ibarra) y el otro se llamaba
Francisco de Paula Camacho (el “moreno” Camacho). Este último era oficial del Batallón
de Morenos.73
53 La presencia de esos dos morenos en el seno de este cuerpo, hay que leerla como un
indicio de que los radicales mirandinos eran favorables a una declaratoria de igualdad que
cubriera todos los estratos de la ‘gente de color libre’, lo que parece haber entrado en
tensión con otras posturas que tendían favorecer la igualdad únicamente a favor de los
Pardos Beneméritos.74 Aquella postura pareciera indicar, además, una intención por
popularizar la causa republicana entre los miembros de este sector etno-social. Al menos
eso es lo que pensaban sus detractores, quienes les acusaban de sanculotismo. Según indica
el mismo Yánez, estos pensaban “…que la Sociedad Patriótica era una reunión de
Jacobinos y propusieron su supresión o la traslación del Congreso a otro punto.”Esta
hipótesis pareciera confirmarse en un debate que se diera a raíz de un artículo publicado en
El Patriota de Venezuela escrito por un tal Juan Contierra a fines de 1811, quien se piensa
que era un diputado miembro de la sociedad, si no el mismo Miranda.75
54 En el mismo, este autor anónimo defiende los que demás llaman peyorativamente con
“epítetos de sansculottes sin camisa y de jacobinos”, que no son otros que los pobres, y
arremete contra los que denomina como “patriotas aristócratas”:
…que creen que ellos solos han nacido para tener galones, para tener honores, para
sacar la sustancia de la Patria y para figurar en la República, mientras la más grande
porción del pueblo debe, en su concepto, estar sometida a sus caprichos…76
55 En una de las tres respuestas que se dieran a este artículo, publicadas en la Gaceta de
Caracas, se advierte al lector contra aquéllos que denomina como falsos “…amigos del
Pueblo, [y] los defensores de sus derechos.” Esto lo realiza con ejemplos tomados de la
historia, incluyendo casos contemporáneos y de la antigüedad, para terminar el texto
alertando en contra de los movimientos de corte jacobino77:
¿De qué modo fue engañado este pueblo? Con escritos que ponían la licencia por
libertad y el desenfreno por patriotismo, con discursos pronunciados en las
Sociedades Jacobinas, llenos de calumnias inventadas para destruir los que habían
fundado la República, y proclamada la libertad que sólo ellos querían o podían
conservar…78
56 Hubo también críticas más directas la cercanía que mantuvo Miranda con los Libres de
Color, sobre todo después de que se arrestaran seis pardos el mismo día en que se instaló el
Congreso General de Venezuela, el 2 de marzo de 1811, por estar hablando sobre materias
políticas de gobierno y de la igualdad en la casa de un blanco (Fernando Galindo). El líder
de los detenidos tendría en su poder un “escrito incendiario” al que Miranda – según señala
Roscio en una carta privada a Andrés Bello – habría agregado un “apóstrofe lisonjero.”
Este hecho debió haber alarmado a los blancos caraqueños, ya que el nuevo ejecutivo se vio
compelido a emitir un pronunciamiento el 14 de ese mismo mes, manifestando que seguía
creyendo en la “…generosa confianza en el resto de los Pardos.”79
57 Un día más tarde, el oficial pardo, Pedro Arévalo, ahora con el grado de coronel, publicó
un comunicado en la Gaceta de Caracas en el que intentaba calmar los ánimos. En el
mismo, aparte de criticar la actitud de aquellos pardos, aseguraba que la posición del
gremio al que pertenecía seguía siendo de apoyo a las nuevas autoridades constituidas:
59 Las divisiones políticas que se comenzaron a gestar entonces, las pudo apreciar a fines
de 1811 un oficial extranjero de nombre Gregor McGregor, quien afirmó que para esa
época en Caracas se estaba conformado un partido al que llamó como “de los mulatos”, el
cual estaría alarmando a la población blanca, tanto a los independentistas moderados como
a los abiertamente realistas, cuyas posturas hasta ahora antagónicas se estarían acercando
por el temor que aquel nuevo partido les causaba. Estas apreciaciones las manifestó en una
carta fechada el 18 de diciembre de dicho año:
60 Para ese joven escocés, como indicara en esa misma misiva, la potencial unión de los
blancos era motivo de inquietud, puesto que de concretarse, ello robustecería “…al partido
Mulato, y una revolución que ha sido suavemente recibida y casi sin derramamiento de
sangre, probablemente terminaría en una guerra civil”.
61 Entre tanto, los miembros de la Sociedad Patriótica ejercían una fuerte presión sobre el
congreso para precipitar una declaración de independencia. Cuando ésta finalmente llegó,
el 5 de julio de 1811 (Fig.5), sus jóvenes miembros se lanzaron a las calles para festejar
junto a la gente de color. A pesar de que no hay fuentes que lo aseveren, seguramente ellos
también presionaban, junto a otros sectores políticos, para que esta declaración fuese
acompañada de otra favorable a la ciudadanía de los pardos. En la misma sesión en que se
votó a favor de la independencia, se propuso debatir sobre “…la suerte y condición de los
pardos…” antes de tratar una posible ruptura con España. El criterio que terminó
imponiéndose fue el de posponer la discusión, a condición de que fuese “…lo primero que
se tenga en consideración después de la Independencia…” Mientras llegaba ese día, el
Congreso General proclamó a unos Derechos del Hombre, que fueron publicados en la
Gaceta de Caracas el 23 de julio, lo que propició un ambiente favorable para aquellos
diputados que estaban a favor de una declaración favorable a la igualdad de los pardos.82
62 El debate sobre el asunto de los pardos tuvo lugar el 31 de julio, en una sesión especial a
puerta cerrada. Desde un primer momento resultó claro que aquella no iba a ser
estrictamente una discusión abstracta acerca del estatus político de los pardos, sino sobre la
aspiración de las provincias a mantener lo más posible su autonomía dentro de la
federación. Esto se evidenció recién iniciado el debate en la intervención del diputado
mantuano, Martín Tovar Ponte, quien, dando como ejemplo el caso de los Estados Unidos
donde “…cada provincia arregla cómo quiere su gobierno y califica a sus ciudadanos…”,
planteó que no debía haber una “declaratoria expresa” de igualdad, y que lo prudente era
tomar una postura gradual que fuese “…destruyendo ciertos tratamientos odiosos que
chocan a las otras clases.” Esta propuesta fue de inmediato atacada por el diputado de
Barquisimeto, José Ángel Álamo (también consocio de la Sociedad Patriótica), quien
calificó a la misma de “superflua e inoportuna” ya que, según él, la misma iba en
contradicción con “…uno de los artículo de los derechos del hombre que acababan de
publicarse.”83
…los pardos están instruidos, conocen sus derechos, saben que por el nacimiento, por
la propiedad, por el matrimonio y por todas las demás razones, son hijos del país, que
tienen una Patria a quien están obligados a defender…84
65 En sus intervenciones, Yánez trató de disipar los temores en cuanto a una rebelión
general de pardos, tratando de convencer a los demás diputados de que los principios
liberales que se habían aplicado en Caracas y sus alrededores, era lo que había evitado que
los realistas ganasen un solo adepto de esa ‘calidad’ en esta región. Mientras que en
Valencia, por el contrario, estos se habían insurreccionado junto con los blancos y canarios
realistas, lo que había dado pie para que desde Caracas se enviara un contingente armado,
dando inicio así a una cruenta batalla, la cual, para el momento de esta sesión del 31 de
julio, todavía se encontraba en pleno apogeo.
67 Al final de la sesión no se pudo llegar a nada concluyente, por lo que fue diferida la
votación para cualquier resolución sobre la materia. Por lo que sucedería luego, sabemos
que se terminó imponiendo el criterio de los radicales, ya que en la Constitución Federal
que fue sancionada en diciembre de 1811, además de reducido notablemente las
condiciones para ser elector88, en el capítulo 9 se suprime explícitamente la segregación
que hasta ese entonces habían estado sujetos los pardos:
…[Quedan] revocadas y anuladas en todas sus partes, las leyes que imponían
degradación civil a una parte de la población libre de Venezuela conocida hasta ahora
bajo la denominación de pardos: estos quedan en posesión de su estimación natural y
civil, y restituidos a los imprescriptibles derechos que les corresponden como a los
demás ciudadanos.89
Fig.5 Firma del acta de la independencia
Juan Lovera (n.1776, m.1841), El5 de julio de 1811 (1838). Col. Consejo Municipal,
Caracas. Tomado de: La Venciclopedia
71 Pero las autoridades realistas fueron incluso más allá, siendo los primeros en ofrecer la
emancipación a los negros esclavos, bajo la condición de que tomasen las armas en nombre
del Rey. Los efectos de esta estrategia se sintieron con mayor énfasis en las riberas del río
Tuy, región cacaotera por excelencia desde principios del siglo XVIII, y donde se
encontraba la mayor parte de los esclavos del territorio. Allí el trabajo de algunos pocos
prelados y agentes realistas, habría hecho que los esclavos se pusieran en contra de los
republicanos.A pesar de los dramáticos testimonios que se han conservado sobre los
levantamientos de negros al Este de Caracas95, cuando se mira de cerca los informes que
llegaban al Generalísimo y el número de curas que había en la región, nos percatamos que
fundamentalmente se trataba de meros rumores.96Para Miranda, sin embargo, la
posibilidad de que las esclavitudes marcharan sobre la capital era una imagen insoportable.
Así, vista la gravedad de la situación por la que pasaban las armas de la república, no le va
a quedar más remedio que seguir el ejemplo de los realista y pasar a reclutar esclavos
mediante el llamado Acto sobre la Conscripción de los Esclavos, el cual establecía “...que
se proceda a la conscripción de mil esclavos, que comprará el Estado, pagándolos cuando
fuese posible”.97
72 A pesar del aparente éxito inicial de esta medida (sobre todo en los valles de Capaya), la
misma fue acogida con desagrado por algunos sectores libres de la población incluyendo a
los pardos, como aseveró en julio de 1812 el patriota Juan Paz del Castillo:
74 En los días póstumos de la república, mientras las fuerzas realistas marchaban en forma
aparentemente indetenible hacia Caracas, un desesperado mensaje fue publicado en la
Gaceta de Caracas. Era un manifiesto escrito en respuesta a una carta del jefe realista,
Domingo de Monteverde, en el que se recordaba a los pardos la forma despectiva como
eran tratados durante el régimen español y también los “innumerables beneficios” que
habían obtenido en los dos años de vida republicana:
75 Posteriormente, Miranda, pese a contar todavía con el apoyo de los batallones de pardos
y negros libres, viéndose sin el apoyo de las ‘castas’ del interior de la provincia y
convencido de que estaba teniendo lugar una masiva insurrección de negros en la región de
Barlovento, se decidió a capitular ante el general español, Domingo de Monteverde. Esta
decisión se materializó el 25 de julio de 1812. Para ello, estableció una serie de
condiciones, entre las cuales estaba que los Libres de Color conservasen “…los derechos
que han obtenido del nuevo gobierno, a lo menos en aquella parte en que les quitó la nota
de infamia y envilecimiento que les imponía el código de las leyes de indias.” Esta
condición no fue aceptada por Monteverde, quien negativamente indicó que los miembros
de ese sector etno-social quedarían regidos bajo las leyes vigentes, y las “benéficas
intenciones” de las cortes metropolitanas.101
76 La decisión de capitular ante las fuerzas realistas fue percibida como precipitada,
generando descontento en las filas republicanas. Algunos oficiales incluso vieron aquello
como una verdadera traición, lo que se tradujo en dos intentonas contra la vida de Miranda
mientras se dirigía de vuelta a Caracas luego de la capitulación. En ambos casos hubo
participación de oficiales pardos: en una estuvo implicado Pedro Arévalo (el mismo a quien
condecorara la Junta Suprema en 1810), y, en la otra, el también oficial pardo, Cornelio
Mota. Un testimonio podría ayudar a explicar la participación de pardos en estos intentos:
el de Urquinaona, según quien Miranda, luego de que tuvo noticias que algunos cuerpos de
Pardos que no se sentían en la obligación de acatar la capitulación habían salido “…en
tropel del pueblo de La Victoria con dirección a Caracas…”, tomó la decisión de
desarmarlos.102Poco después, Miranda sería apresado en La Guaira cuando se disponía a
abandonar el territorio de la Capitanía General, por algunos de los jóvenes radicales que
hasta entonces le habían sido incondicionales.
79 Pero el ahora Capitán General Monteverde fue mucho más allá, ordenando el arresto de
más de 200 personas quienes fueron confinadas a prisiones en Caracas y La Guaira, sin
seguírseles el debido proceso. Esta medida fue criticada duramente por varias autoridades
realistas (entre ellos el presidente de la Real Audiencia, José Francisco de Heredia), para
quienes esas acciones eran violatorias de la nueva constitución, y para colmo eran tomadas
apenas un día después de haber sido promulgada.105 La represión desatada por lo realistas
no impidió que los patriotas siguieran haciendo planes para rebelarse, ya que poco después
se descubrieron dos conspiraciones precisamente en la región que señalara Casa León: una
en La Victoria y otra en Valencia. Esta última pudo haber sido planificada a principios de
julio de 1812.106 La misma estuvo liderada por el ya mencionado oficial pardo, Cornelio
Mota, cuyo plan era reactivar de nuevo la revolución en la provincia, en acuerdo con el
blanco criollo, Francisco Espejo (quien fuera miembro de la Sociedad Patriótica). Pero el
plan fracasa pues el mismo fue develado antes de poder llevarlo a cabo, aparentemente por
una indiscreción de Espejo. Mota es seguidamente arrestado y enjuiciado107, aunque a lo
mejor su juicio no llegó a término, pues el 2 de agosto de 1813 la ciudad de Valencia cayó
de nuevo en manos republicanas.
80 El año siguiente vio la incorporación al lado realista del conflicto a los Llaneros o
habitantes de las planicies del sur o Llanos. Este era un sector pluri-étnico conformado
principalmente por Zambos y Mulatos, aunque también por Negros Libres, Cimarrones, y
Mestizos. Muchos eran peones en haciendas de Blancos, otros ganaderos nómades que por
cuenta propia operaban fuera del control de las autoridades reales en las fronteras internas
del territorio. El contingente militar realista que se conformó entonces, llegó a alcanzar la
cifra extraordinaria de 7-8 mil hombres, por lo que el historiador Juan Uslar Pietri, en lugar
de hablar de una reacción realista, se refirió a este fenómeno como una “rebelión popular”.
El liderazgo de dicho contingente recayó no en miembros del ejército formal (a excepción
del General Morales), sino en caudillos inmigrados españoles de extracción humilde, como
lo fueran el pulpero canario Francisco Rosete, y el contrabandista asturiano José Tomás
Boves. Estos, en su calidad de Blancos de Orilla y al igual que los Pardos, eran también
discriminados etno-estamentalmente, lo cual era amparado por la legislación colonial.
81 De aquí el poco caso que hicieren a las órdenes que recibieran de las autoridades
legítimas, el encono que pusieran en derrotar a los republicanos, y las muchas masacres de
Blancos que cometieran: Ocumare del Tuy, 300 blancos muertos; Calabozo, 87; Aragua,
entre 400 y 500; Barcelona, 1000; Cumaná, sólo quedaron vivos entre 5 y 8; Santa Rosa,
ninguno sobrevivió; Valencia, un elevado número de civiles y prisioneros. Caracas fue
ocupada el 16 de julio de 1814. Allí se continuaron las matanzas acostumbradas de
Blancos, aunque no en la misma cuantía que las anteriores. La primera fuerza realista en
entrar en la capital estuvo comandada por un mulato de apellido Machado, lo que indica
que entre la alta oficialidad de este contingente también había individuos de color.
82 Una vez en la capital, Boves conformó gobierno liderado en forma caudillezca por él
mismo, que no respondía estrictamente a las órdenes metropolitanas. Durante su breve
duración, algunos de los Zambos, Negros y Mulatos que vinieron en su ejército jugaron un
papel importante, ocupando cargos públicos.108 El poco acatamiento que manifestó tener
Boves a sus superiores y las muchas atrocidades que cometieran los miembros del cuerpo
armado que dirigía en contra de la población blanca, llevó a las autoridades reales dudar de
su fidelidad y hasta temer las verdaderas intenciones del caudillo asturiano y las de sus
seguidores, por lo que se llegó a sugerir la desmovilización de sus fuerzas. En 1815 llega a
costas venezolanas de un poderoso contingente armado desde la metrópoli bajo el mando
del general Pablo Morillo que pacifica el territorio. Pensando que ya no sería necesario
contar con los servicios de tropas tan “peligrosas”, se pretendió llevar a la práctica aquella
propuesta.
83 Esto disparó la alarma entre algunos funcionarios españoles, como el Cónsul Llamozas y
del Gobernador Cevallos, más familiarizados con la realidad etno-social de la Capitanía
General de Venezuela, quienes –quizá recordando lo que sucediera en Saint-Domingue
luego de que se tomara una medida similar en 1802– advirtieron al Rey sobre las terribles
consecuencias que una medida degradante hacia los pardos podría tener para la causa
realista, y el orden de la Sociedad Colonial en general. Aparentemente esta recomendación
fue escuchada (al menos en lo que se refiere a las tropas formales de color), ya que para
1818 encontramos milicianos pardos de Caracas y el cuerpo de Milicias de Pardos de
Valencia del lado realista, oponiéndose tenazmente al avance de los contingentes
patriotas.109
84 Esos mismos que advirtieron sobre el peligro de en 1815, también denotaron una gran
preocupación porque la lógica de la guerra estuviese subvirtiendo el orden etno-estamental
establecido. En la referida que el gobernador Cevallos elevara al monarca español, indicó
que “…el Pardo más atezado se acostumbró a mandar a los blancos, tratándolos cuando
menos como iguales…” Para este funcionario, la única opción viable para que la causa
realista tuviera alguna esperanza era que los Libres de Color fuesen extraídos “…
legalmente de su clase inferior, por medio de un privilegio semejante a las cartas del
citado artículo 22…”110; es decir, que se fuera más allá de los derechos que tímidamente
se les había concedido por medio de la constitución de Cádiz de 1812.
85 Aquel artículo establecía unas muy restringidas condiciones para otorgar “cartas de
ciudadanía” a los afro-descendientes (tenían que ser hijos de un matrimonio legítimo, estar
casado con una mujer equivalente, y que ejerciesen un oficio con recursos propios),
dejando fuera a todos aquéllos que no perteneciesen a la elite, a menos que tomasen las
armas en nombre del rey. Esta medida, no obstante, en algún momento pudo representar
una señal de que el gobierno metropolitano abría las puertas “…de la virtud y el
merecimiento…” al menos a algunos pardos.111 Esta, no obstante, era una vana esperanza,
ya que poco después, en mayo de 1814, en España Fernando VII era reinstaurado en su
trono, lo que significó la anulación de toda la obra del experimento liberal de las cortes, y
con éste cualquier posibilidad de otorgar ciudadanía española a los Libres de Color
americanos.
86 Los patriotas, por su parte, también habían llevado adelante su propia campaña de
“limpieza étnica”, comenzando con las prácticas de ‘guerra a muerte’ contra españoles y
canarios que llevaran a cabo los dos ejércitos que invadieran desde Cúcuta la Capitanía
General de Venezuela en 1813: primero, el del otrora diputado, Antonio Nicolás Briceño,
quien antes de ser apresado en los Llanos, había pasado a cuchillo a algunos españoles en
los Andes; y luego el de Simón Bolívar, quien formalizase esa política bélica de exterminio
mediante un decreto emitido en las ciudad de Trujillo en julio de aquel año. Algunas
semanas más tarde, habiendo el ejército bolivariano ocupado Caracas, se arrestó a cientos
de individuos de tendencia realista. El momento más cruento de esta política tuvo que ver
precisamente con esos prisioneros: en febrero del año siguiente, sospechando una
conspiración realista, el propio Bolívar ordenó la ejecución de todos los ‘españoles y
canarios’ que se encontraban en las prisiones y hospitales de Caracas y La Guaira
(alrededor de 1200 individuos), lo cual se llevó a cabo en menos de cuatro días. Entre los
ejecutados se debieron encontrar también Libres de Color (qué los había realistas:
recordemos al miliciano pardo José María Cordero), ya que los Blancos, cuando
comenzaron a ser arrestados en gran número a la entrada de Bolívar a la capital de la
provincia, se quejaron de que en los calabozos no se hacían distinciones entre colores ni
clases.112
88 Los civiles y militares patriotas emigrados tuvieron peor suerte que sus equivalentes
realistas, ya que los ingleses habían prohibido darles refugio en los territorios que ellos
controlaban, entre los cuales se encontraba esa cercana isla holandesa. Esto lo hicieron por
la alianza que mantenía Inglaterra con España, y también por temor a que los patriotas
hispanos fuesen a generar desórdenes entre la población de color de las islas. Como
consecuencia de esa negativa, muchas familias emprendieron a pie una fatídica emigración
hacia el oriente del territorio, en la cual muchos perecieron. De allí, los que tuvieron suerte,
pasaron a Trinidad y otros a Cartagena de Indias, pero tras la caída de esta plaza fuerte a
fines de 1815, debieron buscar otros lugares en el Caribe. Al año siguiente encontramos en
Haití alrededor de dos mil emigrados provenientes de la Tierra Firme hispana, y algunas
decenas de ellos en Saint-Thomas.114
89 Muchos de esos emigrados Blancos, sobre todo los de tendencia realista, nunca volverán
a sus lugares de origen. A Puerto Rico pasaron muchos aprovechando una Real Cédula de
1815, que favorecía la inmigración a ese territorio con el fin de aumentar su población y
mejorar la economía. Allí llegó un número considerable de hispanos provenientes de
Venezuela, que contribuyeron al desarrollo económico y agropecuario que la isla
experimentara desde principios del siglo XIX.115
Fig.7 En esta escena se puede ver en la parte inferior derecha, el cuerpo sin vida de Pedro
Camejo.
Martín Tovar y Tovar (n.1827, m.1902), La Batalla de Carabobo (1887) [detalle], Mural
en la bóveda del Salón Elíptico del Palacio Federal Legislativo, Caracas. Tomado de: ABP
A manera de conclusión
90 En la Provincia de Caracas, como se pudo ver a lo largo del presente trabajo, los Libres
de Color se mostraron activos políticamente desde la última década del siglo XVIII,
afectando con esta postura los acontecimientos políticos y los conflictos que se suscitaran
en ese territorio a partir de aquel entonces. Para entender las razones que les motivaron a
actuar en la forma en que lo hicieron, es necesario considerar que la mayoría de ellos era de
ascendencia euro-africana, por lo que, pese a que por su venas también corría sangre de
Blancos, eran discriminados etno-estamentalmente de diversas maneras como se indicara
en la introducción. De aquí que la principal aspiración que muchos tuvieran para apoyar
eventualmente un proyecto de ruptura con la metrópoli (bien fuere la conspiración de 1797
o la tentativa independentista de 1811), fue que el Antiguo Régimen colonial fuese
reformado o sustituido por otro en el que gozasen de mayor igualdad socio-jurídica con
respecto a los Blancos.
92 Llama la atención que entre los conspiradores de color no hubiese ni un sólo individuo
cuyo apellido fuere asociable a las familias que se conoce pertenecían a la elite de Pardos
(Arévalo, Sánchez, Mejías, Bejarano, Landaeta, etc.), quienes normalmente debieron
ocupar los grados más elevados (capitán) de las milicias de hombres de su ‘calidad’. Esto,
sumado al hecho de que la mayoría de los implicados de color tenía grados medios
(sargentos) y bajos (cabos, soldados), pareciera indicar que sólo algunos miembros de los
sectores intermedios y bajos fueron los que apoyaron la conspiración. Algo similar ocurría
con los Blancos implicados (España, Gual, Rusiñol), a quienes no se puede considerar
como pertenecientes a la elite mantuana. De hecho, los miembros de ésta más bien
asumieron inmediatamente una postura hostil a la conspiración, ofreciendo sus servicios y
bienes al Capitán General para sofocar la misma.
96 Si bien se desconoce el contenido de esas negociaciones, por las medidas políticas que
tomó posteriormente el nuevo gobierno autónomo a su favor, podemos tener alguna idea de
lo que fueron sus exigencias: la desaparición de las medidas que discriminaban a los
Pardos, posibilidad de ascender en las milicias más allá del grado de capitán, y acceso a la
representación política. En cuanto a esto último, si bien inicialmente sólo se les permitió
estar representados en la persona de un Blanco Criollo, más tarde, con el reglamento
electoral que aprobara la Junta Suprema a fines de 1810 para la escogencia de los diputados
que conformarían el nuevo Congreso General, se les permitió ser electores. Todo ello
pareció satisfacer las aspiraciones tradicionales de paridad con los Blancos que tenían los
Pardos Beneméritos, ahora transformada en una igualdad más clasista, por sólo exigir
dicho reglamento requerimientos materialespara devenir elector. Curiosamente –vale la
pena insistir sobre esto- ningún pardo de la elite se postuló como diputado, a pesar de que
muchos cumplían con las condiciones para ser candidatos.
97 Esas mismas exigencias que favorecían a la elite parda, dejaban por fuera de la
representatividad política a los sectores socio-económicos de color intermedios y bajos de
la Sociedad Colonial. Los miembros de estos sectores, como ya se indicara, se habían
venido mostrando activos políticamente desde la última década del siglo XVIII, cuando
comienzan a manejar una concepción más abstracta de igualdad asociada con el
republicanismo radical francés; aunque no exclusivamente, como se evidencia, sobre todo,
en la gran diversidad de temas que se discutían en las tertulias de una barbería guaireña, y
en el lenguaje que manejaba su dueño, Narciso del Valle; quien ya desde 1793/95 venía
mostrando interés, motu proprio, por el republicanismo francés o franco-antillano.
98 Esta primera noción de igualdad republicana pareciera haber sobrevivido hasta los
tiempos de la Revolución de Caracas; decimos “sobrevivir” y no “renacer”, pues existen
indicios que indican que la misma se mantuvo como aspiración de muchos Libres de Color
hasta 1811. Evidencia de ello es el caso de Matías o Mateo Caballero (alias Bonoso), aquel
alférez pardo que en 1797 advirtiera a Del Valle que lo iban a arrestar, y que ahora, 14 años
más tarde, vemos defendiendo fervorosamente la causa de la república. Tal podría haber
sido también el caso de muchos otros individuos de color que por desconfianza en los
conspiradores no se manifestaron, pero a quienes pudo llamar la atención la conformación
de una república en la Provincia de Caracas; quizá no fueron tantos como los 200 o 500 de
que se habló en los juicios, pero sí muchos que aún estaban vivos para 1810 y cuyos
nombres desconocemos.116
100 Casi al mismo tiempo (diciembre de 1810) llega Francisco de Miranda, quien era muy
bien visto por los Pardos, lo cual pudo deberse a diversas razones: a que en su juventud, él
también había sido víctima de la discriminación de los mantuanos por su ascendencia
canaria; a que era visto como un posible paladín de la libertad, pues había servido
defendiendo las armas republicanas durante la Revolución Francesa; y a que a sus manos
hubiesen llegado los mensajes contenidos en las proclamas que había puesto a circular en la
Tierra Firme, luego del intento fallido de invasión que hiciera en 1806, en las que se
mostraba particularmente favorable a conceder la ciudadanía a quienes denominaba como
los “bizarros pardos”. En consecuencia, no es por azar que previamente algunos pardos le
hubiesen enviado a Londres una misiva (cuyos remitentes y contenido lastimosamente
ignoramos), ni que le hubiesen recibido efusivamente cuando entrara por primera vez a
Caracas, ni que más tarde se sumaran, frecuentaran o apoyaran a la Sociedad Patriótica.
101 Una vez en esa ciudad, Miranda canaliza las inquietudes políticas de los Pardos y las
aspiraciones republicanas de los Blancos Criollos más radicales en torno a dicha sociedad,
la cual definía sus actividades como una “escuela de patriotismo”. Fue a través de este
medio que los Libres de Color que lo apoyaban, desarrollaron y/o fueron instruidos en una
nueva noción de igualdad asociada a unrepublicanismo democrático, cuyo principal rasgo
era el derecho que se les ofrecía a la representación política. El cambio que se diera en las
aspiraciones de los miembros de ese sector etno-social a partir de entonces lo pudo apreciar
el arzobispo de Caracas, Narciso Coll y Prat, quien afirmó que en aquella época las ‘castas’
(mayoritariamente constituidas por Pardos) estaban “…ansiosas de libertad, igualdad y
representación.”117
102 Quizá la manifestación más elocuente que evidencia esa suerte de toma de conciencia
en torno a una igualdad republicana vía la representación política que experimentaron los
Libres de Color caraqueños, fue la referida tertulia en casa de Galindo el mismo día en que
fue instalado el Congreso Federal, el 2 de marzo de 1811. La misma luce como una forma
protesta política en contra de las restrictivas condiciones materiales que imponía la
normativa electoral aprobada a finales del año anterior, y que había reservado la
participación política a las elites de blancos y pardos. Las manifestaciones de apoyo a la
república se extendieron más allá de su caída en julio de 1812, como se viera en las
manifestaciones de rechazo que se dieran en Caracas contra la constitución liberal gaditana
a fines de 1812. En términos espaciales, ese apoyo se extendió hacia las zonas aledañas,
hacia el sur de esa ciudad, las cuales fueron descritas como un ‘semillero de la revolución’.
103 Sin embargo, más allá de los límites de la influencia de Caracas, allí donde la “buena
palabra” de los revolucionarios caraqueños no llegaba, los Libres de Color eran
susceptibles a ser captados por el discurso reaccionario de prelados realistas y las ofertas
liberales de las autoridades coloniales. Esta campaña incluso llegó a provocar deserciones
en las filas republicanas, como sucediera en Valencia con el pardo Francisco Colón a
mediados de 1811. Este hecho alarmó a los diputados, como se viera en el debate que se
diera en el Congreso federal el 31 de julio, sobre otorgar o no ciudadanía a los Pardos. En
lo sucesivo, como indica C. Thibaud, se produjo una competencia entre dos liberalismos,
uno republicano y otro realista, los cuales pugnaban entre sí por ganarse a los miembros de
ese sector etno-social para sus respectivas causas.118 Esta competencia pudo haber
terminado en 1814 con el regreso al trono de Fernando VII, hecho que significó la
anulación de la constitución liberal de Cádiz, y también las ofertas liberales de los realistas.
104 Cuando ninguna de las dos ofertas liberales satisfacía las aspiraciones de los Libres de
Color, la situación se podía tornar explosiva ya que estos podían asumir la causa de su
igualdad por sus propios medios. Un buen ejemplo de esto lo constituye la insurrección de
Valencia de julio/agosto de 1811, donde los Pardos, una vez que la ciudad capituló, se
tornaron contra todos los Blancos locales sin distingo de preferencia política, pasando
también a destruir los libros parroquiales donde estaban clasificadas las personas por la
calidad, en una clara muestra de rechazo al sistema de castas colonial y al dominio de los
Blancos.119
105 En lo sucesivo, las Milicias de Pardos de Valencia, así como muchos miembros del
equivalente caraqueño de ese cuerpo, se mantuvieron fieles al lado realista hasta
prácticamente el final del conflicto independentista. Esta postura, que nos recuerda la
vigencia de la tesis de Laureano Vallenilla Lanz sobre el carácter de ‘guerra civil’ que tuvo
el conflicto bélico que condujo a la independencia120, es una demostración del
aferramiento a la tradición por parte de aquellos pardos valencianos fundamentalmente en
dos sentidos: por un lado, su aceptación del régimen etno-estamental vigente, incluso luego
de frustradas las promesas liberales gaditanas de 1812; y, por el otro, de su rechazo hacia la
oferta de cambio político republicana hecha desde Caracas, no tanto por el modelo por sí
mismo, sino por la percepción que tenían de quienes lo promovían: blancos criollos
aristócratas con aspiraciones centralistas, los más radicales afrancesados.
106 La violenta reacción de los pardos de Valencia no sería más que un aviso de lo que
estaba por venir, cuando los Llaneros se integraran al conflicto bélico iniciado en 1812. La
distancia que separaba las sabanas que habitaban de la costa Caribe, les había hecho estar
menos en contacto con los ideales de la Modernidad Política: A pesar de que la Provincia
de Barinas se sumó a la iniciativa independentista caraqueña, en la región de los Llanos no
hubo corsarios galos repartiendo propaganda revolucionaria, ni mulatos franceses
circulando por los alrededores vestidos de oficial ni hablando de la ‘fraternidad inter-étnica’
que supuestamente se había instaurado en las Antillas galas; tampoco hubo, hasta donde
hemos podido averiguar, tertulias a las que tuvieran acceso los Libres de Color donde se
discutiera sobre las revoluciones francesa y norteamericana; ni clubes políticos donde
pudieran instruirse sobre otras formas de obtener la igualdad con los Blancos, por medio de
la ciudadanía bajo un régimen republicano.
107 Debido a todo esto, las aspiraciones de los Llaneros siguieron teniendo un fuerte
carácter tradicional, marcadas por un entorno distinto, más rural y aislado, en el que los
Blancos eran los principales poseedores de la tierra. Cuando el conflicto tocó sus puertas en
1813, los Llaneros tomaron el partido que les pareció más natural: contra los terratenientes
blancos. No obstante, como ha indicado Germán Carrera Damas, sus motivaciones para
integrarse a las fuerzas realistas no respondían a una igualdad en términos de un
repartimiento equitativo de las tierras, aunque sí a un temor a perder el acceso a las mismas
así como sus ganados no herrados si la república de los Blancos Criollos salía
victoriosa.121 En este sentido, es probable que para todos ellos una guerra convencional
contra las fuerzas de la república careciese de sentido, a menos que se interpretara la lucha
como un medio para acabar con la hegemonía de los Blancos en general, y los Blancos
Criollos en particular. La forma para lograr este objetivo era eliminando a todos los
miembros de estos sectores etno-sociales, como se evidenciara en las masacres que
cometieran esos ejércitos realistas de ‘todos los colores’ a lo largo de 1814.
108 El tipo de guerra que desarrollara el lado realista, unido a las prácticas de limpieza
etno-política que practicaran los patriotas siguiendo las pautas de ‘guerra a muerte’ contra
españoles y canarios (aunque también pardos realistas), llevaron al gobernador Cevallos a
manifestar su preocupación en la referida misiva que enviara al Rey en 1815 de que pudiese
desaparecer la Sociedad Colonial. Para este alto funcionario peninsular, dado lo que había
presenciado durante esta faceta conflicto, estaba claro que “…no puede durar mucho una
sociedad, cuando los nueve décimos de sus individuos, lejos de tener interés en
conservarla, deben desear destruirla”.122 El resultado más claro y duradero del mismo fue
que la población blanca, bien fuera por muerte o emigración, quedó diezmada. Así
describió la situación el Regente Heredia, en una misiva que enviara al Capitán General a
finales de 1814:
...Vd. conocerá muy bien por la clase de guerra que se ha hecho, y dura todavía, que
el país ha quedado enteramente desolado; que por la necesidad que ha obligado a
levantar una parte de su población contra la otra, por falta de fuerzas forasteras,
quedarán dos partidos eternos y encarnizados enemigos entre sí; que las gentes de
color, que componen casi el total de estas fuerzas, quedan con una preponderancia
decidida, porque sobre sus ventajas físicas que siempre han sido temibles, tienen
ahora la de estar aguerridos, y familiarizados ya con el asesinato y el saqueo que se
les ha celebrado como heroísmo; que matando los insurgentes a todos los isleños,
Europeos, y nuestros ejércitos a los blancos del país, pues todos los tiene por patriotas
la facción de los exaltados, habrá quedado reducida a la mitad la población blanca, y
será por consiguiente más difícil contener la otra clase, la cual acaso no se habrá
animado tanto a declararse por la buena causa, sino por su odio a la primera y su
deseo de acabar con ella...123
109 A pesar de que muchos blancos criollos emigrados retornaron al territorio caraqueño
una vez concluido el conflicto, llegando algunos incluso a amoldarse a las nuevas
circunstancias para ocupar de nuevo cuotas de poder, nunca alcanzaron de nuevo el
porcentaje que tenían antes de 1810 (25% de la población). Según las cifras que manejaba
el emisario británico en Caracas, para diciembre de 1814 la población de esa ciudad y La
Guaira, se había reducido de 55 mil habitantes a 7 mil quinientos.124
110 De esta forma no sólo se ponía fin a la hegemonía de la aristocracia mantuana, sino
posiblemente también a la de la elite parda entre los Libres de Color. Muchos de los
miembros de este sector etno-social que abrazaron la causa republicana murieron a lo largo
del conflicto, como Pedro Arévalo quien, luego de pasar a Cartagena de Indias tras la caída
de la república venezolana, fue ejecutado en San Juan de Girón (cerca de Bucaramanga) en
diciembre de 1815. Otros muchos emprendieron el duro camino de la migración, como se
evidencia en la presencia en Puerto Rico de un antiguo médico del Hospital Militar de
Caracas, Domingo Arévalo (cuyo hijo había sido “dispensado” de su ‘calidad’ algunos años
atrás para poder ser aceptado como seminarista); y en Saint-Thomas de Diego Mejías
Bejarano (el mismo a quien fuese otorgada una ‘dispensa de calidad’ años atrás), a quien
encontramos junto a su familia en esa antilla danesa en 1815. Allí, en esa pequeña isla
caribeña, rodeado de mantuanos refugiados, este pardo benemérito fallecerá al poco tiempo
encontrando finalmente la tan anhelada igualdad con los Blancos en la muerte y lejos de su
tierra natal.125
111 Durante los ‘años terribles’ de la guerra etno-civil (entre 1813 y 1815), las aspiraciones
reivindicativas sociales básicas, las ambiciones políticas de la alta oficialidad, los rencores
etno-estamentales, el sentido de venganza etno-clasista, y hasta el afán de lucro vía el
saqueo en combatientes de todos los sectores etno-sociales locales en ambos bandos,
parecieran haberse impuesto sobre cualquier motivación filantrópica previa inspirada en los
preceptos igualitarios liberales pregonados por realistas y patriotas. Fue como si la
naturaleza del conflicto hubiera hecho inviable y hasta atemporal cualquier propuesta
igualitaria que no fuese alcanzar la igualdad (y también la libertad, pues en ambos lados
había cimarrones y esclavos emancipados con fines militares) por vía de las armas y del
exterminio del otro. El encumbramiento de ese mecanismo de ascensión social tras la caída
de la república venezolana, es un elocuente indicativo del fracaso de la ilusión igualitaria de
los conspiradores de 1797 y de los ‘radicales mirandinos’ de 1811, y también de las
promesas liberales realistas.
112 En lo sucesivo, si bien más adelante se garantizaría a los Libres de Color derechos
ciudadanos por vía constitucional con restricciones materiales (cien pesos para ser
sufragante y quinientos para ser elector según la Constitución de Cúcuta de 1821), estos no
contaron con el mismo grado de apoyo por parte de amplios sectores de la dirigencia
política blanco-criolla, como se había visto en Caracas hasta 1812. De hecho, algunas de las
manifestaciones de republicanismo que aparecieron entre la gente de color fueron
reprimidas, como se viera en varios casos en la región cartagenera en los años 1820.126
Esta actitud del liderazgo blanco se debía sobre todo al temor que sentían sus miembros por
ver reavivar el conflicto etno-civil, aunque también por la vigencia de los prejuicios etno-
estamentales; sobre todo dado que buena parte de quienes lo conformaban eran individuos
extraídos de las elites criollas blancas neogranadinas, cuyos números apenas se habían visto
mermados a causa de la guerra.
113También podría alegarse que la mayoría de los que habían defendido los derechos de
los Libres de Color en Venezuela y Nueva Granada, ya se encontraban desaparecidos
físicamente para aquel entonces. Este argumento, no obstante, contrasta con la opinión
despectiva que manifestó tener hacia ellos el propio presidente gran colombiano, Simón
Bolívar; quien, a pesar de haber sido miembro de la Sociedad Patriótica, se manifestó
contrario hacia la participación de los Libres de Color en la vida política. La instauración de
una ‘pardocracia’, como llamaba al sistema de gobierno que podía implementar ese grupo
etno-social, era un mal que debía evitarse a toda costa.127 De esta sombría forma, en la que
el idílico espíritu igualitario que había imperado anteriormente pareciera haberse
extinguido, se abría el Período Republicano para los afro-descendientes de condición libre
venezolanos; un período y una temática sobre la cual se ha escrito muy poco, y que bien
valdría la pena explorar a luz de la desaparición de buena parte de la población blanca, y de
las expectativas igualitarias que se generaron en ellos durante y después de la
Revolución de Caracas.
114 Dadas las filiaciones ideológicas que manifestó tener el liderazgo político de la
conspiración de 1797 y el proceso de ruptura con España iniciado en 1810, con otros
movimientos sensibles hacia la causa de los afro-descendientes en Europa y América (en
particular con el republicanismo franco-antillano e, indirectamente a través de éste y
Miranda, con el abolicionismo francés), para poder entender el caso de la Revolución de
Caracas en toda su complejidad se hace necesario abrir el compás de análisis más allá de
los límites culturales y espaciales que han regido sobre el estudio de las Independencias
Hispanoamericanas. Al hacerlo, nos damos cuenta que dicho proceso revolucionario se
inserta en un ‘sistema histórico’ paralelo, el cual tiene sus propias dinámicas y
temporalidades, compuesto por otros procesos socio-políticos (previos o posteriores) que se
asemejan entre sí, suscitados también en el área gran caribeña, como lo fueron las
revoluciones haitiana, cartagenera, pernambucana, y la “revolución confiscada” –como le
llama Alain Yacou– de Guadalupe. Esa especificidad residía, principalmente, en el carácter
afro-descendiente de la mayor parte de la población que habitaba los territorios esclavistas
gran caribeños, los cuales, como consecuencia de la introducción masiva de esclavos
africanos en los dos siglos previos (a unos más que a otros), desarrollaron estructuras etno-
sociales de tres niveles conformadas fundamentalmente por libres de color, blancos, y
esclavos.128
115 Siguiendo a David Geggus, cuando dan inicio los procesos de cambio político radicales
en la metrópoli, cada uno de esos grupos sacó a relucir sus aspiraciones particulares, las
cuales, como es lógico, eran muy distintas a las de los habitantes del viejo continente: “Los
esclavos buscando su libertad, los libres de color luchando en contra de la discriminación
racial, y las elites coloniales aspirando por [mayor] autonomía o independencia”.129 En
tal sentido, retomando el análisis conceptual que hemos venido desarrollando sobre las
aspiraciones de los Libres de Color, para los miembros de este sector etno-social los
Derechos del Hombre, los diversos constitucionalismos y republicanismos no fueron
entendidos sino como letra muerta o, en todo caso, como la igualdad a la que aspiraban los
blancos criollos, hasta tanto los mismos no se tradujeran en un medio concreto para
cambiar el estatus inferior que aquéllos tenían en las sociedades coloniales. Este cambio va
a comenzar a darse, no sólo cuando muchos legisladores blancos europeos o americanos
finalmente se sensibilicen por su causa, sino también cuando muchos de ellos se den cuenta
de las posibilidades que ofrecían las ideas políticas liberales modernas para mejorar su
situación.
118 Otra diferencia con el caso del proceso revolucionario caraqueño, es que en él
(contrariamente a lo que pasara entre las Antillas Francesas, donde hubo fuertes ecos de la
revolución metropolitana: como enfrentamientos entre aristócratas y jacobinos,
ajusticiamientos en tiempos del Terror, emigraciones masivas de nobles, etc.) no pareciera
haber un entrelazamiento tan intenso con la profunda crisis que azotaba la metrópoli
hispana, ni con la revolución liberal gaditana, más allá de la expulsión de unos emisarios
napoleónicos, de la expectativa que esos procesos levantaron, y del oportunismo político
que manifestaran tener los blancos locales y las elites pardas, todo ello entre 1808 y 1810.
De hecho, la Junta Conservadora de Caracas ni siquiera envió diputados ante las cortes,
aunque sí a Londres buscando el apoyo británico. Los líderes de aquel proceso parecieron
más bien manejar una noción más atlántica de revolución, debido a los contactos sobre todo
con las islas francesas y a la presencia de individuos con una visión política más amplia de
las ideas liberales que estaban cambiando el paisaje político en el Mundo Atlántico, entre
quienes destacaba Francisco de Miranda.
119 No obstante, aquel lazo común con la metrópoli podría encontrarse en otra parte,
aunque en un tiempo previo: en la conspiración de San Blas de 1795, por los vínculos que
ésta tuvo con la guaireña de 1797. La presencia en Caracas desde 1811 de algunos de los
cabecillas metropolitanos supervivientes de ambas conspiraciones (Picornell, Cortés), la
liberación simbólica de algunos prisioneros que participaron en esa última, y las fiestas
patrióticas alegóricas a la misma que se organizaron aquel año, son claros indicios de una
vinculación ideológica entre dicha conspiración madrileña y la Revolución de Caracas. Esto
fue reconocido en forma clara por uno de los personajes más importantes de este proceso
revolucionario, como lo fue Juan Germán Roscio, quien en una relación histórica que
escribiera sobre el mismo en pleno calor de los acontecimientos, comenzó afirmando lo
siguiente: “La historia de la revolución de Venezuela empieza en España.”130
120 Pese a las contradicciones internas comunes existentes dentro de las sociedades
coloniales en el área Caribe, es probable que ninguno de esos procesos de cambio socio-
político se hubiesen desencadenado ni desarrollado (al menos no tan temprano ni de la
misma manera), sin que los gobiernos metropolitanos hubieran entrado en crisis con la
Revolución Francesa y sin la ocupación napoleónica de la Península Ibérica en 1808.
Tampoco creemos que ello hubiera pasado si no que se hubiera abordado el tema de la
ciudadanía en relación a los sectores subalternos americanos, como se viera en la Asamblea
Nacional francesa, las Cortes de Cádiz, el Congreso Federal venezolano, y la Junta de
Cartagena de Indias. La presión política ejercida por los libres de color fue también un
elemento clave en el desencadenamiento de procesos revolucionarios en los casos de
Cartagena, Caracas y las Antillas Francesas, como se viera en las actividades políticas
desarrolladas en Francia por algunos miembros de la elite mulata de Saint-Domingue desde
1789, en las presiones que ejercieran sobre la Junta de Cartagena de Indias los vecinos de
color principalmente del barrio de Getsemaní en 1811, y en el apoyo que dieran distintos
sectores socio-económicos de color venezolanos a los proyectos republicanos en 1797 y
1811.
121 Todo lo anterior presenta a las revoluciones en el área gran caribeña (incluyendo la de
Caracas) como el resultado de una compleja y única conjunción de factores, tanto externos
como internos, en los que, con diversos niveles de éxito y fracaso, se intentó conciliar los
ideales políticos ilustrados y los proyectos nacionales modernos, no sólo con los intereses
que desde arriba mantenían las élites blancas, sino con las aspiraciones que desde abajo –y
a veces desde no tan abajo– tenían o desarrollaron las mayorías de individuos afro-
descendientes que la habitaban.
Notas
1 Para principios del siglo XIX, según los cálculos poblacionales hechos por Manuel
Lucena Salmoral, las personas de color de condición libre en la Provincia de Caracas
alcanzaba más del 44% del total de la población, unos 190 mil individuos entre Morenos o
Negros Libres (esclavos libertos y sus descendientes), Zambos (surgidos de la mezcla de
negros o pardos con indias), y sobre todo Pardos, quienes conformaban el 37,83% de la
población. La población de la provincia se completaba con 99 mil Blancos (25,62%), 60
mil Esclavos (15,65%), y 47 mil indios tributarios (12,24%). Manuel Lucena Salmoral, “La
Sociedad de la Provincia de Caracas a Comienzos del Siglo XIX”, in Anuario de Estudios
Americanos, Vol. XXXVII, pp.8-11
3 Sobre los orígenes del Culto a Bolívar en Venezuela, puede consultarse:Germán Carrera
Damas, El Culto a Bolívar. Caracas: UCV, 1973; sobre la versión revolucionario-
bolivariana del culto en cuestión, puede consultarse del mismo G. Carrera Damas,
Bolivarianismo-Militarismo, una ideología de sustitución. Caracas: Editorial Ala de
Cuervo, 2005; en este mismo sentido, también se puede consultar nuestro trabajo:
Alejandro E. Gómez “L’epée du Libertador dans l’idéologie des révolutionnaires
bolivariens”, in Problèmes d’Amérique Latine (PAL), No.60. París: Choiseul, 2006, pp.95-
114
4 Alfonso Munera, El fracaso de la nación. Región, clase y raza en el Caribe colombiano,
1717-1810. Bogotá: El Ancora, 1998; Aline Helg, Liberty & equality in Caribbean
Colombia, 1770-1835.Chapel Hill: University of North Carolina Press, 2004; Marixa
Lasso, Myths of Harmony: Race and Republicanism during the Age of Revolution.
Colombia, 1795-1831. Pittsburg: University of Pittsburg Press, 2007; La temática de las
pugnas sobre los derechos de mulatos en Francia y sus colonias durante y después de la
Revolución Francesa, ha sido trabajada por diversos autores franceses y norteamericanos,
como Yves Bénot, Laurent Dubois, John Garrigus, y Dominique Rogers. En español, se
puede consultar nuestro trabajo: A. E. Gómez, “¿Ciudadanos de Color? El problema de la
ciudadanía de los Esclavos y Gente de Color durante las revoluciones franco-antillanas,
1788-1804”, in Anuario de Estudios Bolivarianos, Año XI, No.12, pp.117-158, en línea:
http://bolivarium.usb.ve/pub/anuarios/anuario12.pdf [06/08/2007];
http://nuevomundo.revues.org/document9973.html [06/08/2007]
6 G. Carrera Damas, Una nación llamada Venezuela. Caracas: Monte Ávila Editores, 1983,
pp.35-44, 54. Véase también del mismo autor: La crisis de la sociedad colonial venezolana.
Caracas: Monte Ávila Editores, 1983
7 A fines del Período Colonial, los individuos libres de ascendencia africana que habitaban
el territorio de la Capitanía General de Venezuela eran discriminados socio-jurídicamente;
unos la padecían más que otros (dependiendo del estrato al que perteneciesen y el lugar que
habitasen), pero, por línea general, debido a la costumbre y el rígido marco jurídico que
imponían las Leyes de Indias, todos estaban sujetos o eran propensos a esa discriminación.
Ello se debía principalmente a que eran considerados como gentes de “calidad” inferior, por
ser descendientes de esclavos africanos y, en el caso de los Mulatos, porque se consideraba
que tenían un origen envilecido, puesto que originalmente descendían del vástago bastardo
producto de la unión no sacralizada por el ritual del matrimonio entre un blanco y una
negra. La discriminación en contra de los Libres de Color se practicaba de diversas
maneras: desde medidas que impedían su ascenso social (prohibición de ser aceptados en
las universidades, en los seminarios, de ocupar cargos públicos, etc.), hasta formas que
tocaban su vida cotidiana (portar armas, caminar junto a los Blancos, que estos los
recibiesen en sus casas, etc.). Sobre estos temas hemos profundizado en otro trabajo, el cual
es consultable en línea: Alejandro E. Gómez, “El ‘estigma africano’ en los Mundos
Hispano-Atlánticos”, in Revista de História (Univ. de São Paulo), No.153, pp.139-180. En
línea: http://www.fflch.usp.br/dh/FLH/Revista%20de%20Hist%F3ria/Revistas/RH
%20153.pdf
8 Para el siglo XVIII, algunos pardos caraqueños tenían haciendas de proporciones medias,
sobre todo en los Llanos, en las que poseían numerosos esclavos. Mientras que en la ciudad
poseían un gran número de casas, las que en su gran mayoría las tenían alquiladas como
tiendas. Sólo a manera de ejemplo, mencionemos el caso de Diego Ignacio Mejías
Landaeta, que debió ser uno de los ‘Pardos Beneméritos’ más ricos de Caracas, quien para
1807, según su testamento, poseía 26 casas, administraba un caudal familiar de 8800 pesos
y distintas personas le adeudaban otros 900. Otros incluso tenían dinero suficiente como
para celebrar ostentosas fiestas, hacer jugosas donaciones caritativas y hasta donar un
sagrario de plata que costó 5000 pesos a la iglesia de Altagracia, que era el templo de los
pardos. Son algunos de estos pardos de la elite quienes tendrán los medios materiales
suficientes e inmateriales requeridos para adquirir las onerosas ‘dispensas de calidad’ que,
mediante la Real Cédula de Gracias al Sacar, se pusieron a su disposición a partir de 1795.
Paul Michel Mckinley, Caracas antes de la Independencia, Caracas: Monte Avila Editores
Latinoamericana, 1985, pp.33-34; Luís Felipe Pellicer, La Vivencia del Honor en la
Provincia de Venezuela(Estudio de Casos). Caracas: Fundación Polar, 1996, p.119n
9 Son numerosos los casos existentes en los archivos en que Pardos, al igual que hacían los
Blancos Criollos, intentaron interponer un mecanismo legal conocido como ‘disenso
matrimonial’, el cual permitía a los familiares de un pretendiente a contraer nupcias
interponer un ‘disenso’ en uniones consideradas por ellos como desiguales en términos de
‘calidad’. Véanse los casos de disensos entre pardos expuestos en el siguiente trabajo: L. F.
Pellicer, Entre el honor y la pasión. Caracas: Fondo Editorial de Humanidades y
Educación, Universidad Central de Venezuela, 2005
10 “Los diputados del Batallón de Pardos pidiendo se excluya de él a Juan Bautista Arias.
1774”, in S. R. Cortés, El régimen de las 'Gracias al Sacar' en Venezuela durante el
Período Hispánico, vol.2. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1978, p.20
12 Desde los años 1960’s, las historias “desde abajo” (from below) han conformado una
tendencia metodológica anglosajona inspirada en la escuela francesa de los Annales. La
misma cubre una amplia gama de categorías de análisis, las cuales buscan ir más allá del
punto de vista tradicional de las elites, para estudiar procesos históricos desde la
perspectiva de sectores sociales tradicionalmente omitidos por los historiadores
tradicionalistas. N. del A.; La ‘Historia Conceptual’ propone que las definiciones de los
conceptos políticos son una idea propia que desarrollan los miembros de cada sociedad.
Pierre Rosanvallon, Por una historia conceptual de lo político, (Colección Popular, No.
638). México: Fondo de Cultura Económica, 2003, pp.15-20
13 El desarrollo de esta parte se debe en gran medida al generoso apoyo del Dr. Ramón
Aizpurua, quien gentilmente compartió conmigo las fuentes que hicieron posible
desarrollarla, así como un trabajo suyo todavía inédito sobre los entretelones de la
conspiración de La Guaira de 1797. N. del A.
18 Declaración de José Rusiñol [09/11/1797] AGI, Caracas, leg.430, pieza 51, f.224
22 Declaración de José Manuel Pino [15/11/1797] AGI, Caracas, leg.431, pieza 64, f.39;
Declaración de José del Rosario Cordero (segunda) [16/08/1797] AGI, Caracas 428, pieza
25, f.31vto.
23 Declaración de José del Rosario Cordero (segunda) [27/10/1797] AGI, Caracas, leg.428,
pieza 25, fs.148vto-149
24 Es importante señalar que para aquel momento eran muchos los por vía de las
tripulaciones de los corsarios franceses que tocaban puertos venezolanos, sobre todo a
partir de 1795, luego que a finales del año anterior el comisario francés en Guadalupe,
Victor Hugues, aumentará su número considerablemente. Esa presencia fue reportada por
las autoridades coloniales como una “…recalada de corsarios franceses”. “Sobre
insurrección de los negros bandidos de la jurisdicción de Coro” [Valle de Curimagua,
02/06/1795] AGN, Diversos, vol. LXIX, f.130
26 Este grupo de prisioneros estaba conformado por 188 Blancos, 234 Negros “…que se
han tomado por mitad con las armas en la mano y se dirigen al intendente de Caracas para
que como bienes del Real Fisco los venda para su importe en Reales Cajas.” A bordo de las
embarcaciones que los transportaban a costas venezolanas, también venían dos emigrados
realistas que se dirigían a Puerto Cabello a unirse a las fuerzas españolas. No.418, De
Joaquín García a Don Diego Gardoqui [Santo-Domingo, 25/10/1793] AGI, Santo
Domingo, leg.1031, f.1vto
27 Declaración de José Rusiñol [03/11/1797] AGI, Caracas, leg.430, pieza 51, fs.110-
110vto.
29 Declaración de Juan Javier de Arrambide [22/08/1797] AGI, Caracas, leg.428, fs. 56ss.
30 Declaración de José Manuel Pino [14/11/1797] AGI, Caracas, leg.431, pieza 64, f.24 En
relación a esto, es importante preguntarse: ¿quiénes eran estos franceses? ¿Eran Blancos o
Mulatos? ¿En qué momento se relacionó Del Valle con ellos y en qué forma? Es poco
probable de que hayan formado parte de militares emigrantes venidos de las Antillas
Francesas, ya que hasta 1795, todos los militares franceses que habían llegado legalmente a
costas venezolanas eran realistas. Por lo tanto, es muy probable que aquéllos fuesen
prisioneros, y que Del Valle se haya relacionado con ellos cuando todavía estaban en
prisión, o en la calle después de mediados de aquel año, cuando debieron ser liberados al
firmarse la paz de Basilea. Sobre las migraciones a la Tierra Firme hispana desde las
Antillas Francesas desde 1793, véase: A. E. Gómez, Fidelidad bajo el viento: revolución y
contrarrevolución en las Antillas francesas en la experiencia de algunos oficiales
franceses emigrados a Tierra Firme (1790-1795). México: Siglo XXI, 2004
31 El mulato francés de nombre Andrés tenía oficio peluquero, y fue a visitar a Del Valle
en su barbería a altas horas de la noche el 15 de julio de 1797. Declaración de José Manuel
Pino (segunda) [16/11/1797] AGI, Caracas, leg.431, pieza 64, f. 67; Declaración de José
Manuel Pino [14/11/1797] AGI, Caracas, leg.431, pieza 64, f.24; Declaración de José
Narciso del Valle [01/08/1797] AGI, Caracas, leg.430, pieza 50, f.56vto.; Declaración de
José del Rosario Cordero, [27/10/1797] AGI, Caracas, leg.428, pieza 25, fols. 125vto-139
32 Declaración de José Manuel Pino [14/11/1797] AGI, Caracas, leg.431, pieza 64, f.23;
Declaración de José del Rosario Cordero [16/08/1797] AGI, Caracas, leg.428, pieza 23,
f.19; Declaración de Narciso del Valle del 13/10/1797, AGI, Caracas, leg.430, pieza 50,
fols. 96ss; Declaración de José Manuel Pino [14/11/1797] AGI, Caracas, leg.431, pieza 64,
fs.11ss
33 Declaración de José Rusiñol [06/11/1797] AGI, Caracas, leg.430, pieza 51, fs. 155-
157vto. En cuanto a la obra, Derecho Natural y de Gentes, podría tratarse de una obra
publicada en Madrid en 1776 por el catedrático de derecho natural en los Reales Estudios
de San Isidro, Joaquín Marín y Mendoza, bajo el título de Historia del Derecho Natural y
de Gentes. En la misma, su autor insistía en que “…Dios había dado a los hombres la
facultad de conocer el derecho natural por medio de su “razón natural”, que dependía de las
ideas innatas que Dios había infundado a los hombres”. Alexandra Gittermann, “La scienza
della legislazione» contra ‘la volontà del legislatore’ ”, in Nuevo Mundo-Mundos Nuevos,
No 7 (2007), en línea: http://nuevomundo.revues.org/document3568.html [15/07/2007]
34 Declaración de Lorenzo Acosta [05/08/1797] AGI, Caracas, leg.429, pieza 30, f.118;
Declaración de José Rusiñol [04/11/1797] AGI, Caracas, leg.430, pieza 51, fs.124-124vto.
35 Idem; Declaración de José Rusiñol [09/11/1797] AGI, Caracas, leg.430, pieza 51, f.224
36 Declaración de José María España [02/05/1797] AGI, Caracas, leg.433, pieza 91,
fs.36ss; Declaración de José del Rosario Cordero [25/10/1797] AGI, Caracas, leg.428,
pieza 25, fs.77ss; Declaración de José Manuel Pino [18/11/1797] AGI, Caracas, leg.431,
pieza 64, f. 101vto; Delación de Pedro Canibens [23/07/1797] AGI, Caracas, leg.428, No.
21, fs. 109vto-110
37 Declaración de Narciso del Valle [29/07/1797] AGI, Caracas, leg.430, pieza 50, f.37;
Delación de Pablo Ibarra [18/07/1797] AGI, Caracas, leg.428, pieza 23, fols. 1-10:2 y 3.
38 Tales fueron los casos de los milicianos pardos Juan José Machado, Joaquín Milano,
Miguel Granadino, Pablo Ibarra, Joaquín Noguera, Atanasio Arismendi y Juan Bautista
Alcalá. Para el historiador, Ramón Aizpurua, tales actitudes son un claro signo de que “…
entre los pardos no existía una confianza ciega respecto a su relación con los co-
conspiradores blancos; más bien, siempre estuvo llena de sospechas y suspicacias,
obviamente hijas de sus propias experiencias personales.” Ramón Aizpurua, La
conspiración por dentro: un análisis de las declaraciones de la Conspiración de La Guaira
de 1797, [trabajo inédito]
39 Declaración de Narciso del Valle [30/07/1797] AGI, Caracas, leg.430, pieza 50, f.46vto.
41 A fines del siglo XVIII, los miembros de la elite parda se vieron beneficiados con una
serie de medidas ilustradas introducidas por el gobierno central metropolitano que buscaban
principalmente aumentar las rentas coloniales, mediante la modernización de la producción
colonial y la aplicación de nuevos mecanismos impositivos. Entre estas medidas se
encontraban el permiso para que siguieran estudios de medicina, la protección de los
medios de trabajo de los artesanos en caso de deuda, la extensión de la ley de matrimonios
(Real Pragmática) para proteger los linajes de los oficiales de sus milicias, y la aplicación
en América de la Real Cédula de Gracias al Sacar (1795). Esta última medida comprendía
un mecanismo legal que permitía a aquellos pardos con los méritos materiales e
inmateriales suficientes, mediante el pago de 500 “reales de vellón”, de ser “dispensados”
de su calidad. Véase Santos Rodulfo Cortés, El régimen de las “gracias al sacar” en
Venezuela durante el período hispánico, Vol.1, Caracas, Academia Nacional de la Historia,
1978
43 Cf. Inés Quintero, La Conjura de los Mantuanos. Caracas: Universidad Católica Andrés
Bello, 2002, p.149
44 Véanse respuestas a la pregunta número ocho en la mayoría de los autos
correspondientes a este caso en: Conjuración de 1808 en Caracas para la Formación de
una Junta Suprema Gubernativa (Publicación No.3). Caracas: Instituto Panamericano de
Geografía e Historia, 1949
45 Confesión de Don José Félix Ribas[Caracas, 22/02/1809], in ibidem, p.178. Carole Leal
alega que las razones para la reacción de las milicias de pardos (entre las cuales también
estuvieron las de los Valles de Aragua y Valencia además de las de Caracas) se basaron en
las intrigas del Regente Visitador Mosquera, y las pugnas de preeminencia entre las
Milicias de Pardos y de Blancos. Véase C. Leal Curiel, “Del Antiguo Régimen a la
“Modernidad Política’”, in Anuario de Estudios Bolivarianos, No. X, p.81n
47 José Domingo Díaz, sin embargo, señala que la noche del 18 de abril, Arévalo delató el
movimiento. José Domingo Díaz, Recuerdos sobre la Revolución de Caracas. Caracas:
Academia Nacional de la Historia. 1961 (1829), p.14; C. Leal Curiel, “Del Antiguo
Régimen a la 'Modernidad Política'”, in Anuario de Estudios Bolivarianos, No.X, p.87; I.
Quintero, “La iniciativa gaditana y la provincia de Venezuela”, I. Álvarez Cuartero, J.
Sánchez Gómez (eds.) Visiones y revisiones de la Independencia americana. Salamanca:
Ediciones de la Universidad de Salamanca, 2007, pp.197ss; F. J. Yánez, op.cit., pp.81-82
49 Según la solicitud de dispensa de calidad del hijo de Pedro Arévalo, la cual le fue
concedida, se indica que éste había recibido una “medalla de premio y distinción”, por lo
que aprovechaba para solicitar una dispensa para sí y toda su familia. “Informe de la
cámara al Rey…” [28/9/1803] in S. R. CORTÉS, op.cit., p.173
50 C. Thibaud, op.cit., pp.48-53
54 Robert Semple, Bosquejo del Estado Actual de Caracas incluyendo un viaje por La
Victoria y Valencia hasta Puerto Cabello. Caracas: Ediciones del Grupo Montana (Robert
Baldwin), 1964 (1812), p.56
59 Ver suplemento a la Gaceta de Caracas del viernes 2 de junio de 1810, en la que la Junta
Suprema comisiona a Roscio para que forme “...la instrucción que debía regir en la elección
de representantes que debía regir en ésta y las demás provincias”, in Gaceta de Caracas, II,
(2/6/1810), p.2
62 Por esa misma época en Buenos Aires, tampoco se restringió el derecho al sufragio por
razones pigmentocráticas en un proceso electoral similar. José Carlos, Chiaramonte, “Vieja
y nueva representación: los procesos electorales en Buenos Aires, 1810-1820”, in Antonio
Annino (coord.), Historia de las elecciones en Iberoamérica, siglo XIX. Buenos Aires:
Fondo de Cultura Económica, 1995, p.34
63 “Continuación del reglamento de diputados”, in Gaceta de Caracas, II, 106 (6/7/1810),
p.2; F. Langue, “La pardocratie ou l’itineraire d’une “classe dangereuse”, en línea; Luis F.
Pellicer, La Vivencia del Honor…, p.119n
64 Cf. Carlos Duarte, Historia del Traje durante la Época Colonial Venezolana, Caracas:
Armitano. 1984, p.142; C. Leal Curiel, “Tertulia de dos ciudades”, in François Xavier-
Guerra, Annick Lamperière, et al., Los Espacios Públicos en Iberoamérica. México: Fondo
de Cultura Económica, 1998, p.184
66 “...lo peor de todo era [dice Miranda en abril de 1809] que para cometer este atentado, se
habían valido del Batallón de Mulatos, porque la milicia de Blancos ni la tropa reglada no
lo hubiesen ejecutado (...) estos señores viéndose aborrecidos en América, y que su tiránica
autoridad está ya en el punto de expirar, quieren ahora librarnos a los furores de Mulatos, y
Negros, por término de su infame gobierno en aquellos infelices países!” Nota de Miranda
[23/5/1809], in Archivo del General Miranda, XXII. La Habana: Editorial Lex, 1950,
pp.349-350 [en lo sucesivo sólo el título, tomo, y la página]
70 Cf. C. Parra Pérez, op.cit., tomo II, p.27n;C. Leal Curiel, “Tertulia de dos ciudades”,
p.190
71 “Discurso en el que se manifiesta el verdadero origen de las virtudes políticas…”
[Caracas, 4/7/1811], in Testimonios de la Época Emancipadora. Caracas: Academia
Nacional de la Historia, 1959, p.350
72 Según Poudenx, cuando Miranda entró por la vía de Antimano, “…las gentes de color
mostraban un entusiasmo particular por su persona. Iban delante de él gritando ¡Viva el
General Miranda!; pero poca gente distinguida tomó parte en este festejo.” Cf. Juan Uslar
Pietri, Historia de la Rebelión Popular de 1814. Madrid: Edime, 1962, p.33; Pedro
Urquinaona, Memorias de Urquinaona: Comisionado de la regencia española para la
pacificación del Nuevo Reino de Granada. Madrid: Editorial América, 1917 (1820), pp.
185-190; Francisco-Xavier Yánez, Compendio de la Historia de Venezuela. Caracas:
Academia Nacional de la Historia y Elite, 1944 (1840), pp. 191-192
74 De acuerdo a Juan Germán Roscio la popularidad que tenía Miranda entro los pardos, se
debía “…trato y comunicación democrática” que mantenía con estos “y demás gente de
color…” Estos es, según él, lo que habría hecho que aquél se hiciese presidente de la
“tertulia patriótica”, refiriéndose peyorativamente de esta forma a la sociedad de ese mismo
nombre. Roscio a Bello [Caracas, 9/6/1811] Juan Germán Roscio, Obras, tomo III,
Caracas: Publicaciones de la secretaria general de la décima conferencia interamericana,
1953, pp.26-27
81 Cf. Tulio Arends, Sir Gregor McGregor (Un escocés tras la Aventura de América) (Col.
Tiempo de Venezuela). Caracas: Monte Ávila Editores. pp.42-43
84 Los diputados que hicieron este planteamiento fueron Ramírez, Peñalver y Maya,
representantes electos por Aragua de Barcelona, Valencia y San Felipe respectivamente,
ibidem, pp.205-207
85 Ibidem, p.204
86 Francisco Colón fue apresado y enviado a las cárceles de La Guaira, desde donde hizo
publicar un desmentido de las acusaciones que se le hacían, al mismo tiempo que reconocía
al legítimo gobierno que se “…constituyó en el memorable día 19 de abril.” Francisco
Colón, (Teniente de Granaderos de la Compañía de Pardos de Valencia), “Representación”,
in Gaceta de Caracas, I, 45, 13/8/1811), p.4
88 “Artículo 26. Todo hombre libre tendrá derecho de sufragio en las Congregaciones
Parroquiales, si a esta calidad añade la de ser Ciudadano de Venezuela, residente en la
Parroquia o Pueblo donde sufraga: si fuere mayor de veintiún años, siendo soltero o menor
siendo casado y velado y si poseyere un caudal libre del valor de seiscientos pesos en la
Capitales de Provincia siendo soltero y de cuatrocientos siendo casado, aunque pertenezcan
a la mujer o de cuatrocientos siendo en las demás poblaciones en el primer caso y
doscientos en el segundo; o si tuviere grado, u aprobación pública en una ciencia o arte
liberal o mecánica; o si fuere propietario o arrendador de tierras, para sementeras o ganado
con tal que sus productos sean los asignados para los respectivos casos de soltero u
casado”. Cf. José Gil Fortoul, Historia Constitucional de Venezuela, tomo I. Caracas:
Ediciones Sales, 1964, p.410
92 Según una carta escrita en La Guaira por un testigo el 3 de agosto de 1811, aparecida en
el periódico inglés de tendencia patriota, The Morning Chronicle, “…se matan y están
puestas en perchas las cabezas de los traidores, con un letrero debajo que dice: ‘Este
hombre ha muerto por traidor a la patria.’ Dos fueron ahorcados ayer, condenados por la
Sociedad Patriótica, pero no se dijeron sus delitos.” Cf. J. Uslar Pietri, op.cit., p.34
95 Sólo a manera de ejemplo, veamos lo que escribió el oficial patriota, José de Austria:
“Esta gente inhumana y atroz, cebándose en la sangre y bienes de los patriotas (…)
marchando contra el vecindario de Caracas, cometieron en aquellos valles, y especialmente
en el pueblo de Guatire, los más horrendos asesinatos, robos, violencias y devastaciones.
Los rendidos, los pacíficos labradores, los hombres más honrados, los inocentes, morían a
pistoletazos y sablazos, o eran azotados bárbaramente, aun después de haberse publicado el
armisticio. Por todas partes corría sangre…” José de Austria, Bosquejo de la Historia
Militar de Venezuela en la Guerra de su Independencia, tomo I. Valencia : Imprenta del
Coronel Juan D’Sola, 1857, p.226
97 Acta de conscripción de esclavos [s/f] Archivo del General Miranda, XXIV, p.413
98 Paz del Castillo a Miranda [Caracas, 5/7/1812] Francisco de Miranda, Archivo del
General Miranda, vol, XXIV, p.288
102 G. A. Muñoz, op.cit., pp.87, 194, 279n; J. d. Austria, op.cit., p.148; P. Urquinaona,
Memorias de Urquinaona..., p.183
103 Autos sobe situación en Caracas, documento identificado como No.4 [Caracas,
11/12/1812] AGI, Pacificación de Caracas, leg.437A, fs. 1-3
104 Requisa levantada por el Marqués de Casa León [Caracas, 4/12/1812], AGI,
Pacificación de Caracas, leg.437A, f.2vto.
105 “…el día después de publicada la constitución se quebrantó con escándalo a la faz de la
capital, y de sus pueblos circunvecinos, arrastrando a las cárceles de aquélla ciudad y
bóvedas de la Guaira doscientos y tantas personas que fueron arrancadas de sus casas y del
seno de sus familias sin precedente sumario, sin auto de prisión, sin recibirles declaración
alguna; y muchas de ellas sin saberse ni quién las prendía, ni de orden de quién ni por
qué…” José Francisco de Heredia et al. al Rey [Nueva Valencia del Rey, 09/02/1813],
AGI, Pacificación de Caracas, leg.437A, f. 8vto.
106 Dada la ausencia de información existente sobre esta rebelión en el documento que la
refiere, es muy probable que la misma haya sido planeada después de julio de 1812, ya que
es a principios de ese mes que la causa de infidencia de Francisco Espejo es sobreseída.
108 En este sentido, dado el apoyo decidido que habían dado a la causa republicana los
Pardos que aún permanecían en la ciudad, las persecuciones que habían sido objeto en
tiempos de Monteverde, y el perfil rural de las fuerzas realistas, ¿hasta qué punto
simpatizaron con las nuevas autoridades realistas?
112 El autor de este testimonio, un blanco peninsular, se queja de que fue “…puesto en la
cárcel pública, confundido con toda clase de personas y colores.” Joseph de Monterola al
Rey [Curazao, 01/11/1813] AGI, Pacificación de Caracas, leg.437B, f.4
113 Copia No.5. José Costa y Gali al Rey [Puerto Rico, 25/09/1813] AGI, Audiencia de
Caracas, leg.109, f.14; Joseph de Monterola al Rey [Curazao, 01/11/1813] AGI,
Pacificación de Caracas, leg.437B, f.3
114 Paul Verna, Bolívar y los emigrados patriotas en el Caribe (Trinidad, Curazao, San
Thomas, Jamaica, Haití). Caracas: Instituto Nacional de Cooperación Educativa, 1983,
p.200
115 Ivette Pérez Vega, “El efecto económico, social y político de la emigración de
Venezuela en el sur de Puerto Rico (Ponce), 1810-1830”, in Revista de Indias, vol.XLVII,
No.181 (1987), pp.877ss
116 Uno de ellos pudo ser el músico pardo, Lino Gallardo, quien, a pesar de su formación
musical, no podemos considerarlo como miembro de la elite de los de su ‘calidad’. Para
1797 sabemos que vivía en Caracas, tenía 24 años de edad; luego, cuando estalla la
Revolución de Caracas catorce años más tarde, se une a la Sociedad Patriótica y hasta
compone la música para canciones patrióticas. “Lino Gallardo” in Diccionario de Historia
de Venezuela. Caracas: Fundación Polar, 1997
117 N. Coll Y Prat, op.cit., p.161. Tomás Straka, La Voz de los Vencidos(Ideas del partido
realista de Caracas, 1810-1821). Caracas: Comisión de Estudios de Postgrado, Facultad de
Humanidades y Educación, Universidad Central de Venezuela, 2000, pp.181-188
118 C. Thibaud, "Coupé têtes, brûlé cazes", in Annales HSS, vol.LVIII, No.2, p.317
120 Laureano Vallenilla Lanz, Cesarismo Democrático. Caracas: Monte Ávila, 1990. Para
una visión historiográfica de lo que ha significado la tesis de una “guerra civil”, así como
otras propuestas que han buscado explicar el conflicto bélico independentista, véase: F.
Langue, “L’histoire officielle au Venezuela: vertus et paradoxes d’une histoire nationale”,
in Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas, Nº. 40 (2003), pp. 355-372
122 José Cevallos, “Representa sobre lo necesario y conveniente que será…”, p.535
123 Copias de documentos remitidos sobre situación de Venezuela. No.3: José Francisco
Heredia al Gobernador y Capitán General, Don Francisco de Montalvo [Coro, 20 Octubre
de 1814] AGI, Estado, Caracas, legajo 109
125 J. Uslar Pietri, op.cit., p.21; José María Caballero,Diario de la independencia. Bogotá:
Talleres Gráficos Banco Popular. 1974, en línea:
http://www.lablaa.org/blaavirtual/historia/diarioindep/diario9a.htm [06/08/2007]; J. d.
Austria, op.cit., p.162; I. Pérez Vega, op.cit., pp.877-878; Cf. Lino G. Canedo, “Emigrados
de Venezuela en St. Thomas”, in El Movimiento Emancipador en Hispanoamérica, I.
Caracas: Monte Avila Editores, 1961, p.368
127 Sobre la apreciación que tenía S. Bolívar de los Pardos, se puede consultar: A. Helg,
“Simon Bolivar and the spectre of pardocracia: José Padilla in post-independence
Cartagena”, in Journal of Latin American Studies (Agosto 2003). Cambridge: Cambridge
University Press, 2003, en línea: http://www.accessmylibrary.com/coms2/summary_0286-
2361449_ITM [06/08/2007]
128 Entiendo por Gran Caribe, las regiones americanas cuyas sociedades estaban
principalmente conformadas por afro-descendientes, a causa de la introducción masiva de
esclavos entre los siglos XVII y XIX. En tal sentido, ese espacio geo-histórico comprende
desde el Brasil hasta Virginia, y desde Veracruz hasta Barbados. N. del A. Tal vez podría
argumentarse que otras manifestaciones de rechazo al Antiguo Régimen por parte de otros
sectores subalternos (como las insurrecciones indígenas en la Nueva España) deberían ser
considerados también como parte integrante del ‘sistema histórico’ al cual me refiero, lo
cual, desde una perspectiva analítica más amplia podría ser cierto; pero dada la relevancia
que tuvo el ‘estigma africano’ en las discusiones y debates sobre ciudadanía, el carácter de
enfrentamiento “racial” que tuvieron algunas facetas de los enfrentamientos, y sobre todo la
toma de conciencia que manifestaron tener muchos individuos de color sobre sus derechos
políticos, parecieran ser factores suficientes que fortalecen la tesis de una especificidad
gran caribeña de los procesos revolucionarios a los que me refiero. N. del A.; Un Sistema
Histórico es “…una red integrada de procesos económicos, políticos y culturales cuya
totalidad mantiene unido al sistema”, y que es definido por situaciones comunes que sólo
en ellos se generan. Immanuel Wallerstein, Impensar las Ciencias Sociales. México: Siglo
XXI Editores, 1999, p.250; Alain Yacou, “La revolución confiscada: la isla de Guadalupe
de 1789 a 1803”, in José A. Piqueras (ed.), Las Antillas en la era de las luces y la
Revolución. Madrid: Siglo XXI, 2005, p.43ss; David Geggus, “The Haitian Revolution”, in
H. Beckles; V. Sheperd, Caribbean Slave Society and Economy: A Student Reader. New
York: The New Press, 1991, p.402
129 D. Geggus, “Slavery, War and Revolution in the Greater Caribbean”, in D.V. Gaspar &
D.P. Geggus, A Turbulent Time. Bloomington; Indianapolis: Indianapolis University Press,
1995, p.5
130 “Extracto de una noticia de la Revolución que sirve de introducción a la historia de los
padecimientos del doctor Roscio, escrita por él mismo” [31/12/1812], A. Uslar Pietri
(comp.), Testimonios de la Época Emancipadora, Caracas, Academia Nacional de la
Historia, 1961, pp.145-146
Referencia electrónica