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MARIA, HIJA PREDILECTA DEL PADRE

Madre Aparecida Del Pueblo de Brasil


Brasil
Amor – culto – cultura

Prólogo: hija predilecta del Padre


Esta frase evoca una verdad fundamental de nuestra fe Cristiana y católica, que
es la filiación divina, no siempre colocada en la evidencia teológica y mariana en que
merece ser colocada. Si María es la hija predilecta del Padre, como bien afirma el
octavo capítulo de la Lumen gentium, preguntamos ya de salida:
- ¿En qué sentido María, la mujer del antiguo testamento que abre el NT – vive
esta filiación divina que la hace merecedora del título: hija predilecta del Padre?
- ¿De qué modo se vuelve la inspiración para la vivencia de nuestra filiación
divina, en el siglo XXI, de la era digital y de la globalización extrema?
- ¿Cuál es su influencia en las expresiones de amor a Dios Uno y Trino de
nuestra fe, manifestadas en el amor, en el culto y en la propia cultura?

Introducción

María es la hija predilecta. En primer lugar es hija porque recibe de Dios el don
de su amor que se manifiesta en la comunión vital, persona e íntima que ella alimenta y
vive con su Dios. Esta intimidad que María vive a lo largo de su vida terrenal y al
mismo tiempo alimenta con su SIM continuado, no es sólo física, sino una comunión de
relación amorosa que ella recibe y acoge de su Dios y a esta relación se abre,
enteramente, a punto de hacerse una comunión histórica-salvífica, mediante la cual Dios
se hace participante de la historia de salvación de todo su pueblo, y por gracia de la
infinita liberalidad del Padre, a toda la humanidad. Esta concepción es la concepción
bíblica predilecta del Antiguo Testamento que condensa la experiencia histórico-
salvífica del pueblo escogido, en la Persona del Mesías que realiza el Proyecto del Padre
en la historia y lo plenifica con su muerte y resurrección.
Por eso, en base a la tradición vétero-testamentaria, hay la elección de Israel, por
la cual el pueblo vive una relación de filiación con un don especial de Dios, porque el
destino de esta relación es escatológico, o mejor, eterno. En el nuevo testamento, la
concepción de filiación divina que el mismo Jesús poco utiliza en su predicación de
Reino, pasa a ser una palabra típica del cristianismo primitivo, que encuentra su raíz en
el bautismo de Jesús: Tú eres mi hijo querido, y, hoy, te engendré (Lc 3,22); en la
oración de agradecimiento al Padre por la misión de los setenta y dos discípulos, en la
cual repite la invocación Padre, por cinco veces: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo
y de la tierra, porque ocultaste esas cosas a los sabios y las rebelaste a los pequeños.
Sí, oh Padre, porque así fue de tu agrado. Todo me fue entregado por mi Padre, y nadie
conoce quien es el Hijo si no el Padre, y quien es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien
el Hijo se lo quisiera revelar. (Lc 10, 21-22). La palabra Hijo en esta breve perícopa, es
empleada por tres veces y en relación al Padre, con quien el Hijo entra en la intimidad
que plenifica la vida secular y señala la trascendencia de los hechos históricos de Israel.
Pues, las cosas que el Padre oculta a las personas sabias y entendidas, no son facta
bruta, más bien cargadas de sentido y gracia salvadora.
La Carta a los Hebreos afirma, estar sobre la de los ángeles la acción de Jesús
en la historia, porque vino a ocuparse, como Hijo dilecto, Hijo querido de la
descendencia de Abraham, por eso el autor sagrado repite: Tú eres mi hijo dilecto, hoy
te engendré! (Hb 1,5).
Jesús se siente Hijo, y así se relaciona con el padre. Es esta consciencia que lo
consuela cuando se siente abandonado o rechazado por la humanidad insensata. La
consciencia que Jesús tiene de esta realidad y que nos da a conocer, de que sólo el Hijo
conoce, verdaderamente, al Padre y de que sólo el Padre, conoce, verdaderamente, al
Hijo, nos lleva a la afirmación que tiene fundamento en la elección del pueblo de Israel.
Jesús pertenece al pueblo de Israel, el pueblo elegido, e Él es el escogido entre el pueblo
elegido para dar a conocer el misterio del Padre que quedó escondido hace siglos y sólo
ahora, en la persona del Hijo dilecto, es conocido y anunciado a todas las naciones (cf.
Rm 16, 25ss). La elección, la dilección que el Padre tiene para con Jesús, es el hecho de
que Él, como Hijo, se abre de tal forma al Plan del Padre, que este puede contar con Él
para la realización de su Plan de Salvación.
Jesús, por tanto, es el Hijo dilecto del Padre, es el preferido en la estima y en el
afecto, es querido y especialmente, amado. En la prosa del padre escritor, Manuel
Bernardes, presbítero de la Congregación del Oratorio de San Felipe Néri, en su obra,
Ejercicios Espirituales, del siglo XVIII, utiliza el superlativo de la palabra dilecto para
hablar de la íntima dilección de Dios Padre para con su Hijo:
Ya que mi Dios fue tan misericordioso para con los hombres, que les quiso
enseñar por la propia persona de su dilectísimo Hijo, … yo quiero, mediante su gracia,
aprender por este ejemplar1.
Se puede evidenciar la intensidad del lenguaje y la profunda mística que
envuelve este escritor clásico de prosa portuguesa. En cuanto que la palabra
predilección, que también deriva de la lengua latina y que quiere decir casi la misma
cosa, puede ser explicada, en su etimología, de la siguiente forma: estar delante de la
persona que se ama. La partícula pre, en latín, denota estar delante de, y dilecta,
dilección, significa la persona preferida en la estima, el afecto, querida, especialmente,
amada, palabra sólo dada a Jesús.
Por derivación del amor que el Padre dedica al Hijo, María es la hija predilecta
del Padre, y es la madre del Hijo dilectísimo del Padre, que es Jesús.

La perspectiva del Antiguo Testamento


El linaje bíblico de María de Nazaret, denominada por los padres del Concilio
Ecuménico Vaticano II, hija predilecta del Padre (LG 53), por estar unida al Padre, es al
mismo tiempo que camina con la humanidad, hija de Adán y Eva, participando de la
misma suerte y del mismo destino. Este vínculo no se disuelve porque está íntimamente
conectado con la misión de esta madre, la de marcar la Historia de Salvación con su
SIM incondicional y libre.
En este sentido, María está presente y viene del linaje de las Mujeres del
Éxodo, que temerosas de Dios, salvaron la vida de los niños hebreos, desde el
nacimiento entre las dos piedras, con la finalidad de mantener la presencia numerosa de
los hebreos en medio de un pueblo extraño (cf. Ex 1, 15-22). Viene del linaje de la hija
del Faraón que arriesgó su nobleza terrenal para salvar al Niño arrojado a las aguas,
prenuncio de liberación del pueblo escogido por Yavé (cf. Ex 2, 5-10).
Estas mujeres demostraron que no quieren la vida sólo para ellas, sino que tienen
consciencia de que fueron creadas para vivir como hijas e hijos del Creador, que es
Padre de todos: salvaron la vida de los niños hebreos, porque la vida es un derecho que
pertenece al Dios Creador que creó todo de la nada y no a los hombres ni a las mujeres.

1
MASSAUD, M., La Lengua Portuguesa a través de los textos, S. Pablo, Cultrix, 1969.1, 152.
Dios escoge personas que cuidan de la vida. Y estas personas son mujeres de todas las
clases sociales. En este contexto, encontramos a las parteras Sefra y Fúa y la hija del
Faraón, que según la historiografía de la exégesis contemporánea, aparecen con
nombres inciertos, pero son presentadas como mujeres que defendieron la vida
arriesgando la suya y la condición en que estaban colocadas.
La hija predilecta del Padre, es de la estirpe de las numerosas hijas de
Jerusalén, como narra el más bello canto que celebrara el amor de un Amante y de una
Amada-amante, que se acercan y se alejan, se buscan y se pierden, pero, se unen en el
abrazo del amor del medio día que no tiene sombras, en una interpretación alegórica del
amor humano que trasciende a la tierra para llegar al cielo (Gregorio de Nissa
comentando el Cantar de los Cantares en Ct 1, 5+8, 4).
La hija predilecta del Padre, viene del árbol genealógico de la tradición israelita,
en que la figura femenina protagoniza el momento de esplendor y de la proyección que
señala el sentido universal y colectivo de la presencia de Yavé entre su pueblo. Las
hijas de Israel son llevadas en ancas para celebrar en retorno del exilio y el esplendor
de la ciudad santa y sagrada por el pueblo; es la hija que recibe la luz de Yavé, trayendo
las riquezas de la tierra y las riquezas de la gloria y el esplendor de Dios que edifica,
enaltece y realiza las cosas que promete (cf. Us 60, 4).
La hija predilecta del padre, es la hija de Sión, miembro del pueblo de Israel a
quien se dirige la profecía con estas palabras: Haré de ti eterno motivo de orgullo,
motivo de alegría, de generación en generación (cf. Is 60,14). El profeta añade además:
Serás llamada Buscada! Ciudad habitada! (Is 62, 12).
La hija predilecta del Padre viene de una aproximación de las diversas
expresiones bíblicas del Éxodo y de los Profetas. Con la expresión “hija predilecta del
Padre”, se puede deducir que esta se encuentra en la figura de María, la profetisa,
hermana de Moisés, que toca el tamborín y todas las mujeres la siguen con sus
tamborines también, para cantar y bailar por la liberación de su pueblo. Ellas están en
las expresiones que el autor sagrado tanto repite en esta narrativa: Los hijos de Israel,
Israel (cf. Ex 14-15), expresiones que tienen como resultado a María del tamborín, que
toma la iniciativa de proclamar a Yavé, vestido de gloria por sus hechos (cf. Ex 15,21).
En esta narrativa ella no es llamada hija, pero pertenece al pueblo de Israel que se
organiza con sus hijas e hijos, para dar el golpe al faraón y marchar hacia la Promesa
hecha a Abraham, a Isaac y a Jacob. Esta es la hija predilecta del Padre que participa,
con su pueblo y sus jefes, incluyendo y dando igualdad y dignidad filial a todos y todas.
La hija predilecta del Padre, viene del linaje profético del espíritu de Yavé.
Aquí, ella no puede quedar fuera de la efusión del espíritu profético sobre todo el
pueblo de Dios, anunciado por el profeta Joel y proclamado por Pedro, en su primer
discurso a los pueblos de diversas procedencias, en el día de Pentecostés (cf. Jl 3, 1-5 y
At 2, 16ss). Joel habla de esta nueva creación, afirmando que Yavé derramará su
espíritu sobre sus hijos y, dirigiéndose a las hijas de Israel, el profeta es claro: …y
vuestras hijas profetizarán. Ese espíritu de la profecía será derramado, igualmente,
sobre las esclavas (Jl 3, 1-2). ¿No es esta la hija predilecta del Padre que tiene el coraje
de inaugurar nuevos tiempos de inclusión e igualdad para todos y para todas? Es en el
espíritu de Dios que tiene origen la hija predilecta del Padre. Por eso, ella es una
personalidad colectiva que ultrapasa la propia figura y la propia corporalidad con que
fue plasmada por el Padre, Creador de todo y de todas las cosas.
La Hija predilecta del Padre, es una personalidad simbólica, por tanto, colectiva.
No es una persona privada, pero su representatividad cubre a todo el pueblo de Israel y
se vuelve una protagonista al participar en la realización de su liberación de los
opresores. Ella está en el arte, en la música, en la pintura y en la ópera que traspasa los
tiempos y las modas. La ópera de George Frederic Handel (1742), intitulada MESSIAH
– El Mesías – por ejemplo, es presentada con vigor y majestad, en su forma narrativa,
adaptando las escenas de estos textos bíblicos para hacer un espectáculo que traspasa los
siglos y continúa, aún hasta nuestros días, hinchiéndonos de contemplación mística,
Handel con su música y su inclinación religiosa y genial, fue anunciando que el Reino
está entre nosotros, a través de su narrativa que perfila los rasgos característicos del Hijo
dilectísimo del Padre, en la figura de Isaías; y los rasgos de la hija dilecta del Padre, que
participa del amor que el Padre da al hijo y que camina con nosotros por los caminos de
la vida de los nuevos pueblos.
Finalmente, la hija predilecta del Padre, es celebrada de forma lírica en los
momentos de la liturgia israelítica, en que el pueblo recuerda la caminata histórica
hecha de acontecimientos y hechos que marcan, continuamente, la progresiva relación
del Dios de la vida y de la razón de vivir del pueblo. esta lírica religiosa nos fue
conservada por los Salmos. Estos hablan de la hija predilecta del Padre, como la Hija
de Judá, que se alegra porque el señor está presente con su justicia en todas las
ciudades. La hija de Judá es la que anuncia la grandeza de Yavé desde la montaña
sagrada de Sión. Por eso, es la hija de Sión que une y reúne a todos los pueblos en la
alabanza de un único Señor y Dios (cf. Sl 48, 12).
La hija predilecta del Padre es semejante a las columnas que sustentan el palacio
y su belleza, las cuales recuerdan a las cariátides griegas, figuras femeninas que
amparan la justicia y el derecho del rey.
Pero esta hija predilecta del Padre, al mismo tiempo que embellece y protege los
graneros del Reino Eterno, con su participación de la vida divina como hija, evoca la
prosperidad mesiánica para todo el pueblo de Israel, que apostó por tantos reyes
terrenales y tuvo que soportar su inequidad, por tantos siglos y hasta milenios. Esta hija
amada, es la predilecta del Padre, porque señala la intercesión del Hijo junto al Padre,
intercesión de la cual participa, trayendo las riquezas mesiánicas de la liberalidad de
Dios Padre para con sus hijos e hijas que somos todas y todos nosotros.

Como se actualiza todo eso en la perspectiva del Nuevo Testamento


Comencemos por la mujer que se destaca por la misión que Jesús le encomendó.
La mujer escogida para ser madre del Mesías, el Enviado del Padre, el Hijo dilectísimo
del Padre, no podía dejar de ser la hija predilecta de este Padre, que revela sus entrañas
de madre, a decir de los profetas2 y a decir de la predicación del Reino hecha por Jesús.
Él toma el ejemplo de la mujer que se alegra al encontrar una moneda perdida, al hacer
el pan que crece con fermento, al admirarse de la fe impenetrable de la cananea y de la
valentía de las mujeres de la primera hora de la mañana de la resurrección. Todas estas
mujeres, en la persona de las últimas –las de la mañana de la resurrección- reciben del
Resucitado la misión de ser anunciadoras de la Buena Nueva de la vida traída por el
Resucitado, que se mostró primero a las mujeres y a estas les dio la misión de anunciar
a los discípulos, sus hermanos, la Buena Nueva de la resurrección del Hijo de Dios, el
Cristo Señor que se convierte en dador de vida divina. La esperanza del pueblo de Israel
comienza a realizarse en la medida en que las personas se adhieren a esta Gran
Novedad.
La predilección de Dios con relación a María, la humilde sierva del Señor, evoca
a los primerísimos tiempos de la insurrección del año 70 d.C., en que siempre se
constata la presencia de un esclavo entre los hebreos. Como hija predilecta del Padre,
María anuncia la libre iniciativa del Padre con relación a su vida y a su misión junto al

2
Isaías expresa bien esta experiencia, cuando toma la figura femenina de la mujer para asegurar
a su pueblo, la seguridad y la libertad que el Padre, como Creador y origen de vida, promete a Israel, en
todos los tempos: ¿Acaso una mujer se olvidaría de un niño de pecho?¿No se compadecerá ella del hijo
de su vientre? Aún si las mujeres se olvidaran yo no me olvidaría de ti. (Is 49,13).
pueblo de Israel al proclamarse sierva del Señor, y es hija predilecta porque grandes
cosas hizo en mi aquel que es todopoderoso.
María es hija predilecta del Padre porque cree en la acción de la providencia que
le hizo tomar consciencia de que el hijo que ella engendra en sus entrañas es el Hijo de
Dios. Ella es la predilecta porque se encuentra siempre presente en las discusiones más
aferradas que se establecen en torno al origen humano y divino de su hijo, que hasta la
mitad del siglo II, el problema genealógico de Cristo no se había resuelto en la Iglesia
de aquella época. ¿Y hoy, cómo estamos?
La hija predilecta del Padre, en el Nuevo Testamento, por tanto, se encuentra en
el contexto y en la historia factual de la mujer que busca Jesús porque Él se responde las
profundas interrogantes que ella misma coloca frente a Dios y de su forma de
pronunciar e invocar su nombre santísimo. En esta búsqueda la mujer –la hija predilecta
del Padre en el tiempo de Jesús- entra en relación directa y se encuentra con Jesús, y
tiene con él una relación que traspasa la dimensión humana que la lleva a hacer la
experiencia de tocar el misterio que trasciende a la propia relación humana. La
inmanencia manifestada por Jesús es vivida, por la hija predilecta del Padre del Nuevo
testamento, como trascendencia que redirecciona la vida y la misión de esta mujer.
La narrativa de Marcos nos habla de cierta mujer que sufría de un flujo de
sangre hace doce años. Es una mujer enferma, es la mujer de la clandestinidad, que vive
fuera de la ley, hace el papel de “penetrar”, porque se aproxima a Jesús en un momento
en que muchas personas acuden al mismo tiempo a su persona, Jesús la llama mi hija, y
le da la noticia de la curación: … tu fe te ha salvado; ve en paz y queda curada de tu
mal (Mc 5, 34.35). En la versión de la comunidad de Mateo, encontramos esta
expresión: Ánimo, hija mía, tu fe te salvó (Mt 9,18). Jesús percibe la angustia y la
ansiedad con que la mujer toca la orla de su manto en medio de los discípulos de Juan,
que uno tras otro, intervienen, incluyendo un jefe de la sinagoga que implora por la hija
muerta, sin contar con los curiosos que se aglomeran. Todo está sucediendo al mismo
tiempo.
En medio de ese tumulto, la mujer se presenta sola, nadie la acompaña, y ella
tiene consciencia de cómo es vista y tratada por todos los que estaban ahí: ella es una
persona “impura”, que la Ley excluye por ser “impura”. Pero Jesús une y reúne esta
mujer a la colectividad que lo rodeaba y la trata con la misma consideración dada a
todas las personas que Lo solicitaban, en ese momento. Él la incluye en la sociedad que
no quiere saber de ella.
La mujer de la enfermedad que la avergüenza delante de sus coterráneos y
coterráneas, sale de la exclusión social y religiosa y de la exclusión económica también,
pues había gastado todos sus bienes sin resultado. La curación es atribuida a su
persistencia y a su fe: Ánimo, hija mía, tu fe te salvó (Mt 9,22). El encuentro de esta
mujer con la curación definitiva, es fruto de su invisibilidad, clandestinidad y su silencio
lleno de fe, tres pequeñas cosas que rozan, que tocan el manto, de leve, del Mesías, y
guardan dentro de sí poderes del infinito.
Los pequeños y grandes gestos hechos por Jesús, nos llevan a pensar que tales
gestos son verdaderas “señales” que revelan el “rostro” del Padre que está presente en la
persona del Hijo que se acerca a las mujeres. ¿No serían estas las hijas predilectas del
Padre en el tiempo de Jesús? La hemorroica se encuentra con Jesús a escondidas, de
ahí la frase alentadora de él: Ánimo, hija mía! Y sin querer, ni premeditar, el acto de esta
mujer llega al público.
En otro contexto descrito por Lucas, Jesús ve a una mujer encorvada de
nacimiento, fuera del templo haciendo su oración a Yavé, porque, según la ley de
Moisés, no le es permitido el acceso al lugar sagrado por la deficiencia con que nació.
La enseñanza de Jesús da un nuevo sentido a esta ley y retoma la fe ejemplar de
Abraham, y con autoridad, sin rodeos, contrapone: ¿Esta hija de Abraham, no tiene el
derecho que el buey y el asno de establo tienen, de beber agua en día de sábado? (cf.
Lc 13,14s). Esta mujer no le pide nada a Jesús. Es él que se aproxima para retirarle el
estigma que la excluía del lugar sagrado, que para el judío tener contacto con el Templo
de Jerusalén significaba observar, rígidamente, serias prescripciones dictadas por el
Torá. Esta hija de Abraham, esto es, hija de la herencia de este pueblo fuel a Yavé, tiene
el derecho de ser incluida junto con todos los seres humanos que ahí se encuentran, en
el templo sagrado y de vivir la ley que fue otorgada para todo el pueblo, no para estar
fuera del templo sino dentro de él y su sacralidad.
Para llegar a esta inclusión, Jesús no mira al templo ni al tiempo considerado,
según la religión del pueblo, tiempo sagrado. Lo sagrado fue hecho para servir a la
persona humana necesitada y no para someter a esta persona a lo sagrado. El sábado fue
hecho para el ser humano y no al ser humano para el sábado (cf. Lc 13,16). Esta hija de
Abraham recuerda la dignidad humana y el derecho, ella pertenece a la nación elegida,
a la descendencia abrahámica. Ella no es solamente una descendiente de la fe
abrahámica, sino es de la descendencia mesiánica. Ella es del mismo árbol genealógico,
de la misma estirpe de Abraham, pero participa de la descendencia del Mesías. En este
episodio, Jesús percibe, claramente, que la plenitud y el camino de la ley, pasan también
por la transgresión de lo sagrado, para que haya misericordia, inclusión, vida y no
sacrificio. Este es el espacio sagrado de la vida.
En Juan y su comunidad, la hija predilecta del Padre es un nombre colectivo, es
la hija de Sión, el pueblo elegido, el pueblo de la Alianza que recibe su a Rey Mesías
montado en un jumento (cf. Jn 12, 15). El autor rescata la memoria del pueblo que debe
volver a retomar la doctrina mesiánica que resurge de la casa de David. Hay una
preocupación en presentar la humildad del Mesías que está por llegar, con vestidos
simples y actitud pacífica, contraponiéndose a los reyes históricos que el pueblo tuvo
antes. Esta figura es retomada también por Mateo y Marcos en sus narrativas de la
pasión. La preocupación que el profeta Zacarías por la restauración del culto del templo,
es también evidente en el Mesías que viene a celebrar la alianza que el pueblo debe
retomar.

Antecedentes históricos que fundamentan esta Mariología


Para la realidad religiosa y cultural brasileñas, la hija predilecta del Padre, en la
fe del pueblo, nació venerada con el nombre de Inmaculada Concepción, por influencia
de la colonización portuguesa3. Sólo más tarde fue venerada con el título de Aparecida
por haber sido encontrada por los pescadores en el Río Paraíba del Norte, que de entre
los pescadores que acudieron en masa para traer peces para la recepción de autoridades
políticas despóticas de aquella situación política del Estado de São Paulo, tres de ellos
se hicieron conocer: Domingos Martins Garcia, Filipe Pedroso y João Alves. Iniciando
el trabajo de pesca sin éxito en sus canoas, el primer Libro de Catastro de 1757, 40 años
después de esta época, se registró el hecho de que esos tres pescadores, específicamente,
João Alves, había encontrado el cuerpo de la Señora sin cabeza. Lanzando otra vez la
red, sacó la cabeza de la misma señora que fue envuelta en un paño.

3
Archivos de la Academia Marial de la Aparecida: Primer Libro de Catastro de la Parroquia de
Guaratinguetá, 1717. Investigación realizada en abril de 2007. En las Cortes de Lisboa de 1645-1646, en
25 de Marzo de 1646 declaró El Rey D. João IV que tomaba a la Virgen Nuestra Señora de la Concepción
por patrona del Reino de Portugal, prometiéndole en su nombre, y de sus sucesores, el tributo anual de 50
cruzados de oro. Ordenó el mismo soberano que los estudiantes de la Universidad de Coimbra, antes de
tomar algún grado, jurasen defender a la Inmaculada Concepción de la Madre de Dios.
Después de este hecho, la pesca comenzó a proliferar con pocos lanzamientos de
sus redes. La cantidad de peces era tan grande que temían naufragar con la cantidad de
peces en sus canoas de pesca. Los pescadores se retiraron a sus casas, admirados y
pensativos porque se preguntaban el significado del visible éxito en la pesca y llenos de
respeto y fe por el hallazgo de una Señora que apareció en sus redes – en dos
lanzamientos- que trajo primeramente, el cuerpo de la Señora y en seguida la cabeza de
la misma Señora.
La noticia tuvo inmediata repercusión entre los pobres moradores de aquella
región, que comenzaron a venerarla como Señora de la Concepción, según la tradición,
pero era venerada, sobre todo, porque las peticiones hechas a Dios por su intercesión
eran atendidas en seguida. Está documentado también, que un jesuita compuso el
siguiente juego de palabras respecto a la Señora de la Concepción: La imagen es de
color negro, pero clara y célebre por los milagros obrados (1750).
El más viejo de los pescadores, Filipe Pedroso, tomó bajo sus cuidados a la
imagen partida, adhiriendo la cabeza al cuerpo con cera de arapuá. Al hacer el
cuidadoso trabajo de artista, fue descubriendo, en el rostro y en las expresiones de la
imagen, la ternura y la sonrisa compasiva y maternal de la Madre de Dios. De este modo
comenzó la devoción doméstica de aquella imagen pescada en las aguas en que los
pescadores buscaban el sustento de las propias familias. En razón de las circunstancias
consideradas milagrosas por los pobres pescadores, la imagen pasó a ser invocada con el
título de Nuestra Señora de la Concepción Aparecida.
A inicios del siglo XVIII, alrededor de los años 1732, el pescador Filipe Pedroso
construyó una capilla junto a la calle que pasaba por el Puerto de Itaguaçu, lugar en que
el culto se volvió cada vez más intenso por más de una década, sobre todo después de la
señal de las velas, así registrada:
Cierta noche de sábado, el pueblo se encontraba en el oratorio, para hacer las
oraciones acostumbradas, cuando las velas del altar se apagaron sin motivo alguno,
pues la noche era serena. Hubo espanto y admiración de todos, pero cuando Silvana da
Rocha se aproximó para encenderlas nuevamente, ellas se reencendieron por sí
mismas, viendo todos en este hecho, un milagro (Primer Libro de Catastro de la
Parroquia de Guaratinguetá).
Transcurridos 25 años desde que la imagen fue pescada en las aguas del Río
Paraíba, la devoción a Nuestra Señora de la Concepción Aparecida, fue conquistando
cada vez más el corazón del pueblo de Brasil de manera creciente y extraordinaria.
Varias iglesias a ella dedicadas fueron construidas por los esclavos que aún servían a los
señores del poder colonizador y opresor de la época. En 1745 el culto se volvió oficial
con el traslado de la imagen hacia la iglesia de la minúscula ciudad de Aparecida, en el
Estado de São Paulo. A partir de entonces, el nombre de Aparecida se volvió el nombre
propio dado a mujeres y hombres, a instituciones civiles y religiosas, volviéndose
igualmente, la madrina de capillas, iglesias y catedrales de todo Brasil.
Las romerías que tuvieron su inicio en 1745, siguen cada vez más extendidas y
compartidas con fe por todas las clases sociales de Brasil. Ellas son la expresión más
importante de la fe popular que se vuelve el locus de la teología de los pies en la tierra
hecha por nuestros teólogos y teólogas que caminan detrás del pueblo y en el
aprendizaje que reciben de él. Por más de doscientos años, la ladera del Santuario de
Aparecida fue empinado y penoso, pero lleno de esperanzas; hoy son las rampas del
Santuario nuevo con su gran y acogedor Centro de Apoyo al Romeriante y a la
Romeriante de todo Brasil, que acogen al pueblo católico y cristiano de varias
denominaciones evangélicas.
En el clima de la aplicación del Concilio Ecuménico Vaticano II, en el Brasil, el
Santuario de Aparecida celebra el Año Jubilar Mariano en 1967, rememorando los 250
años del hallazgo de la Señora pescada en las aguas del Río Paraíba, que visitó las
diócesis de Brasil entero. Finalmente, cuando Juan Pablo II visitó Brasil en 1980, se
declaró carioca como los cariocas, elevó el Santuario a Basílica Menor, rescatando el
fundamento teológico de la religiosidad popular que había caído en descrédito después
del Concilio Vaticano II.
No podemos olvidar la prioridad dada por el actual pontífice al escoger
Aparecida como sede de la última Conferencia Episcopal Latinoamericana, conocida
como CELAM de Aparecida. Nuestros obispos afirman, categóricamente, que la
devoción a Nuestra Señora fue uno de los hechos que más contribuyeron a que el pueblo
brasileño conservase la fe católica. Con la creación de la Conferencia Nacional de los
obispos de Brasil – CNBB – en 1955, el interés del episcopado creció y fue creada la
Arquidiócesis de Aparecida y la Santa Sede, creó la Comisión Pro Santuario compuesta
por 5 miembros que son: el presidente de la CNBB pro tempore y tres arzobispos más
electos por la Asamblea General y el arzobispo de Aparecida.

La Mariología que nace del Santuario de Aparecida


Diríamos mejor: la teología desarrollada en Brasil viene revestida con la túnica
femenina de María que exhibe el Dios Uno y Trino presente y actuante en el pueblo y
en su religiosidad vivida en la fe de Cristo que intercede por su pueblo y deja a su
madre participar de esta intercesión. En este camino no estamos solos, pero caminamos
como Iglesia de Comunión y de Servicio al Reino predicado por Jesús. Tomando el
último Documento de la V CELAM, encontramos la palabra Aparecida referida al
lugar y referente a María, sin ninguna distinción de lugar geográfico ni lugar mariano
con el nombre de Nuestra Señora de la Concepción Aparecida, mujer de la Historia de
la Salvación y de nuestra Evangelización realizada hace más de 500 años, en Brasil.
Comencemos tomando en cuenta sólo el último Documento de la CELAM, el
Documento de Aparecida. La Conferencia de la V CELAM está abierta por el papa
hablando del lugar bien determinado en que esta Conferencia se está realizando, él
profiere estas palabras: “Con la luz del Señor resucitado y con la fuerza del Espíritu
santo, nosotros obispos de América nos reunimos en Aparecida, Brasil, para celebrar la
V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe… María, Madre
de Jesucristo y de sus discípulos, ha estado muy cerca de nosotros, nos ha escogido, ha
cuidado de nosotros y de nuestros trabajos, amparándonos, como a Juan Diego y a
nuestros pueblos, en el pliegue de su manto, bajo su maternal protección. Le hemos
pedido como a una madre, perfecta discípula y pedagoga de la evangelización, que nos
enseñe a ser hijos en su Hijo y a hacer lo que Él nos diga” (cf Jn 2,5). (DAp 1).

“Nos sentimos acompañados por la oración de nuestro pueblo católico,


representado, visiblemente, por la compañía del Pastor y de los fieles de la Iglesia de
Dios en Aparecida, y por la multitud de peregrinos de todo Brasil y de otros países de
América al Santuario, que nos edifica y evangeliza” (DAp 3).

“Las mayores riquezas de los pueblos son la fe en Dios amor y la tradición


católica en la vida y en la cultura. Se manifiesta en la fe madura de muchos bautizados y
en la piedad popular que expresa… la profunda devoción a la Santísima Virgen de
Guadalupe, de Aparecida o de los diversos títulos nacionales o locales” (DAp 7). Al
hablar del camino de formación de los discípulos y discípulas misioneros, el papa
afirma que a partir de la V Conferencia en Aparecida, es indispensable el conocimiento
profundo y vivencial de la Palabra de Dios (DAp 247).

“Nuestros pueblos se identifican, particularmente, con el Cristo sufridor,… Con


su religiosidad característica, encuentran en María la ternura y el amor de Dios…
Ahora, en Aparecida, los invita a lanzar las redes al mundo, para sacar del anonimato a
aquellos que están inmersos en el olvido y aproximarlos a la luz de la fe. Ella, reuniendo
a los hijos, integra a nuestros pueblos alrededor de Jesucristo” (DAp 265).

“El papa vino a Aparecida con viva alegría para decirnos en primer lugar:
Permanezcan en la escuela de María. Inspírense en sus enseñanzas. Busquen acoger y
guardar dentro del corazón las lucen que ella, por mandato divino, envía a las ustedes
desde lo alto” Discurso al final del santo rosario: DAp 270.

“La V Conferencia de Aparecida ve positivamente, y con verdadera empatía las


diferentes formas de cultura presentes en nuestro continente” (DAp 477). “La V
Conferencia en Aparecida expresa su firme voluntad de proseguir en este
compromiso”: para reanudar las conferencias anteriores. América Latina y el Caribe no
deben ser sólo el continente de la esperanza. Además, deben abrir caminos para la
civilización del amor. Así se expresó el papa en el Santuario en Aparecida” (DAp 537).

El papa nos indicó este método original en su homilía en Aparecida: actualizar


la experiencia de la comunidad apostólica primitiva que muestra la naturaleza de la
Iglesia en cuanto al misterio de la comunión con Cristo en el Espíritu Santo (DAp 547).

Nuestra Señora de la Concepción Aparecida, la Hija predilecta Del


Padre

La Hija predilecta del Padre es la imagen espléndida de conformación del


proyecto trinitario que se cumple con Cristo (DAp 141). Esta Hija predilecta del Padre
participa, con su hijo, de la formación del discípulo y de la discípula, que tantas veces
sólo entiende y vive de la piedad popular, pues esta penetra, delicadamente, la
existencia de cada fiel, que en los diferentes momentos de la lucha cotidiana, recorre la
imagen querida de María, para encontrar el sentido del color que vive y de la sencilla
alegría de la trascendencia de Dios y de la Iglesia (DAp 261-262), que en su fe,
proclama: “Jesucristo es el rostro humano de Dios y el rostro divino del hombre”, que
desafía nuestra evangelización y su proceso y desafía también las estructuras
eclesiásticas a través de las cuales hablamos (DAo 392). Esta es la fe cristológica que
cambia el modo de enfrentar la realidad tan cruel de nuestros pueblos.
María es la Hija predilecta del Padre porque vive en el Verbo la máxima
realización de la existencia humana. Esta realización se cumple en ser la interlocutora
del Padre en su primer proyecto de enviar su Verbo al mundo y ella, con su fe, llega a
ser el primer miembro de la comunidad de creyentes de Cristo, que se legitima con su
presencia, junto con otras mujeres seguidoras de Jesús, en el día de Pentecostés, día
feliz del nacimiento de la Iglesia misionera, imprimiéndole un sello mariano que la
identifica, profundamente. Levantamos esta hipótesis desde nuestra tesis de post
doctorado4, en Gregoriano.
Esta Hija predilecta del Padre es hija de Abraham como tantas otras mujeres que
precedieron (cf. LG, capítulo VIII), no fue eximida de vivir el misterio de Dios en el
Verbo, hijo de sus entrañas, en la esperanza, más bien en la duda, en su plenitud
temporal, sino también en la experiencia impactante de sentirse llamada a vivir el
llamado trinitario en el tiempo y en la historia limitada de su pueblo. Con ella, llega la
plenitud de ese tiempo (Gl 4,4), que trae el cumplimiento de la esperanza de los pobres
y realiza el deseo de salvación de la familia de Dios, porque en María, nos encontramos
como hermanos y hermanas con Cristo, con el Padre y con el Espíritu Santo (DAp 265-
267).
Finalmente, con el SIM de la Hija preferida del Padre, atrajo multitudes a la
comunión con Jesús y su Iglesia, como se experimenta en las peregrinaciones a los
innumerables Santuarios de Brasil y del Mundo entero, lo que fundamenta la
maternidad espiritual de la Virgen y de la Iglesia. Esta visión del principio mariano de
la Iglesia, es el mejor remedio para una institución eclesiástica, meramente funcional y
burocrática que necesita una reforma urgente y visible.
Ser la Hija predilecta del padre, implica una misión histórica y una misión trans
histórica, porque la misión de fe en la participación del destino del Hijo de Dios que se
hizo verbo para la salvación de toda la humanidad. Por medio de María, Dios se hizo
carne, empezó a ser parte de un pueblo, constituyó el centro de la historia. María es el
punto de unión entre el cielo y la tierra. Sin María se desencarna el Evangelio, se
desfigura y se transforma en ideología, en racionalismo espiritualista (cf. DP 301) La
Hija predilecta del Padre, se vuelve así, un elemento calificador e intrínseco de la
genuina piedad popular que caracteriza a nuestra cultura, a nuestro culto y a nuestro
amor dedicado a la Madre Aparecida, madrina del pueblo de Brasil.

4
Cf. BOFF, Lina, Espíritu e Misión en la obra de Lucas-Atos. Para una teología del Espíritu
Santo, S. Paulo, Paulinas, 2003, segunda edición, pág. 111ss.
Recordatorios para la presentación Institucional del Santuario en DVD
1. Nuestra señora de la Concepción Aparecida tiene su Santuario localizado en
Aparecida del Norte, en el actual Estado de São Paulo, y su fiesta es conmemorada,
anualmente, el 12 de octubre. Hay dos fuentes sobre el hallazgo de la imagen, que se
encuentran en el archivo de la Curia Metropolitana de Aparecida (anterior a 1743 y
en el archivo Romano de la Compañía de Jesús, en Roma. La historia fue
primeramente registrada por Padre José Alves Vilela en 1743 y por el Padre João de
Morais y Aguiar en 1757, registro que se encuentra en el Primer Libro de Catastro
de la Parroquia de San Antonio de Guaratinguetá.
2. La Pesca Milagrosa y su historia tiene su inicio a mediador de 1717, cuando llegó a
Guaratinguetá la noticia de que el conde de Assumar, D. Pedro de Almeida y
Portugal, gobernador de la entonces Capitanía de São Paulo y Minas de Ouro,
pasaría por la población camino de Vila Rica (actual ciudad de Ouro Preto), en
Minas Gerais.
3. Deseosos de obsequiarlo con el mejor pescado que obtuviesen, los pescadores
Domingo Garcia, Filipe Pedroso y João Alves lanzaron sus redes en el no río
Paraíba del Sur. Después de muchos intentos infructuosos, descendiendo el curso
del río llegaron a Puerto Itaguaçu, el 12 de octubre. Ya sin esperanza, João Alves
lanzó su red en las aguas y recogió el cuerpo de una imagen de Nuestra Señora de la
Concepción sin la cabeza. En un nuevo intento recogió la cabeza de la imagen.
Envolvieron el hallazgo en un lienzo. De ahí en adelante, los peces llegaron en
abundancia a los tres humildes pescadores.
4. Inicio de la Devoción: durante quince años la imagen permaneció en la residencia de
Filipe Pedroso, donde las personas de la vecindad se reunían a orar. La devoción fue
creciendo entre el pueblo de la región y muchas gracias fueron alcanzadas por
aquellos que oraban delante de la imagen. La fama de los poderes extraordinarios de
Nuestra señora se fue esparciendo por las regiones de Brasil. En varias ocasiones las
personas que en las noches hacían frente a ella sus oraciones, veían luces de repente
apagadas y luego de poco reencendidas sin ninguna intervención humana. Luego, ya
no eran solamente los pescadores los que venían a rezar frente a la imagen, sino
también muchas otras personas de las vecindades. La familia construyó un oratorio
en el Puerto de Itaguaçu, que luego quedó pequeño.
5. La primera Capilla fue construida cerca de 1734, por el vicario de Guaratinguetá, en
lo alto del Cerro de los Coqueros, abierta a la visita pública en 26 de julho de 1745.
En esta capilla, Don Pedro I y su comitiva, el 20 de abril de 1822, en viaje por el
Valle de Paraíba, rezaron delante de la imagen.
6. La primera Iglesia, considerada Basílica Vieja, fue inaugurada en 1888, cuando la
Ley Áurea que liberaba a los esclavos, fue firmada por la Princesa Isabel, que donó
una corona de oro claveteada de diamantes y rubíes, junto con un manto azul
ricamente adornado.
7. En 1894 llegaron los Misioneros Redentoristas para trabajar en la atención a los
romeriantes que acudían a los pies de la imagen para rezar con la Señora
“Aparecida” de las aguas. Municipio de Aparecida – SP, se debe a los y las
romeriantes que visitaban el Santuario. este hecho histórico se dio en 1928. Como
reina Patrona de Brasil.
8. Nuestra Señora de la Concepción Aparecida, fue proclamada Reina de Brasil y su
patrona Oficial el 16 de julio de 1930, por decreto del papa Pio XI, siendo coronada.
Por la ley nº 6.802 del 30 de junio de 1980, fue decretado oficialmente feriado al día
12 de Octubre, dedicando este día a la devoción. También en esta Ley, la República
Federal de Brasil reconoce oficialmente a Nuestra Señora Aparecida como patrona
de Brasil. En 1967, al completarse 250 años de la devoción, el papa Paulo VI
ofreció al Santuario la “Rosa de Ouro”, reconociendo la importancia de la santa
devoción. El 4 de julio de 1980 el papa Juan Pablo II en su histórica visita a Brasil,
consagró a la Basílica Nueva de Nuestra Señora Aparecida, el mayor santuario
mariano del mundo, en solemne misa celebrada, revigorizando la devoción a Santa
maría, Madre de Dios y sacralizando solemnemente aquel grandioso monumento
construido con el cariño y la devoción del pueblo brasileño. En el mes de mayo del
2004 aún el papa Juan Pablo UU, concedió indulgencias a los devotos de Nuestra
señora Aparecida, por ocasión de las conmemoraciones del centenario de la
coronación de la imagen y proclamación de Nuestra Señora como Patrona de Brasil.
Luego de un concurso nacional, devotos y autoridades eclesiásticas eligieron la
Corona del Centenario, que marcaría las festividades del júbilo de coronación
realizado en aquel año.
9. Descripción de la imagen

La imagen, tal como se encuentra en el interior de la Catedral, es la imagen retirada


de las aguas del río Paraíba en 1717, es de terracota y mide cuarenta centímetros de
altura. En estilo seiscentista, como fue atestiguado por diversos especialistas que la
analizaron (Dr. Pedro de Oliveira Ribeiro Neto, los monjes benedictinos del
Monasteiro de São Salvador, en Bahia, Don Clemente da Silva-Nigra y Don Paulo
Lachenmayer), se acredita que originalmente presentaría una policromía, como era
costumbre de la época, aunque no haya documentación que lo compruebe. La arcilla
utilizada para la confección de la imagen es oriunda de la región de Santana do
Parnaíba, en la Gran São Paulo Cuando fue recogida por los pescadores, el cuerpo
estaba separado de la cabeza y, muy probablemente, sin la policromía original,
debido al periodo en que estuvo sumergida en las aguas del río. El color canela con
que se presenta hoy se debe a la exposición secular, al hollín producido por las
llamas de las velas, lamparitas y candeleros, encendidos por sus devotos.
10. En 1978, después de sufrir un atentado que la redujo a casi doscientos fragmentos,
fue encaminada al Prof. Pietro Maria Bardi (en esa época director del Museo de Arte
de São Paulo (MASP), que la examinó, junto con el Dr. João Marinho, coleccionista
de imágenes sagradas brasileñas. Fue entonces totalmente restaurada, en el MASO,
por las manos de la artista plástica Maria Helena Chartuni.
11. Aún cuando no sea posible determinar el autor y la fecha de la confección de la
imagen, a través de estudios comparativos se concluyó que puede ser atribuida a un
discípulo del monje benedictino fraile Agostinho da Piedade, o, según Silva-Nigra y
Lachenmayer, a uno de sus hermanos de Orden, fraile Agostinho de Jesus. Señalan
para estos maestros las siguientes características:
• Forma sonriente de los labios;
• barbilla cerrada, teniendo al centro, un hoyuelo;
• flores en el cabello peinado y en relieve;
• broche de tres perlas en la cabeza; y
• posición del cuerpo inclinado hacia atrás.
12. Primeros milagros: Milagro de las Velas: estando la noche serena repentinamente
dos velas que iluminaban a la Santa se apagaron. Hubo espanto entre los devotos, y
Silvana da Rocha, queriendo encenderlas nuevamente, ni lo intentó, porque ellas se
encendieron por sí mismas. Este fue el primer milagro conocido de Nuestra Señora,
ocurrido más probablemente en 1733.
Caída de cadenas: A mediados de 1850, un esclavo llamado Zacarías, preso por
gruesas cadenas, al pasar por la iglesia donde se encontraba la imagen, pide al
capataz permiso para rezar. Recibiendo autorización, el esclavo se arrodilla delante
de Nuestra Señora Aparecida y reza fervorosamente. Durante la oración, las
cadenas, milagrosamente se sueltan de sus muñecas dejando a Zacarías libre. Para
incentivar su devoción, en la década de 1950, fue inaugurada la Radio Aparecida, en
1999 fue instituida la Campaña de los Devotos y, en el día 8 de septiembre de 2005,
se inauguró la televisión Aparecida.

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