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El enfoque competitivo consiste en la capacidad de una compañía para generar valor

con un mayor poder competitivo en cada segmento de mercado que atiende.

Posicionamiento. Este es el lugar que ocupa mi empresa o mi producto en la mente de


mi cliente. Cuando ese lugar es preponderante, hemos construido valor de marca.

El enfoque producctivo es uno de los más antiguos en el mundo de los negocios. Este
enfoque sostiene que los consumidores favorecerán aquellos productos fáciles de
conseguir y de bajo costo. Los directivos que adoptan el enfoque de producción
concentran sus esfuerzos en conseguir una gran eficiencia productiva costos bajos y
distribución masiva.

En la empresa se desarrollan tres tipos de actividades o funciones principales


-La Productiva: (que se ocupa de la elaboración de bienes y servicios)
-La Comercial: (que identifica los deseos y necesidades de los consumidores y que se
ocupa de que los productos o servicios que se elaboran se vendan)
-La Financiera: (se ocupa de seleccionar los distintos tipos de inversiones necesarias para
llevar a cabo las actividades productivas y comerciales, así como de las diversas fuentes
de financiación precisas para conseguir los medios financieros que se requieren para
efectuar esas inversiones).
Desde el punto de vista físico la producción supone un conjunto de actividades que
permiten crear una serie de productos y servicios. Este proceso se desarrolla a través de
la transformación de unas entradas o INPUTS (como materias primas. Energía, mano de
obra, equipos de producción, edificios, etc.) En unas salidas previstas o OUTPUTS
(Productos terminados y o Servicios).

PARALELO

Me encontré este ejemplo que nos explica el paralelo que hay en el enfoque competitivo y
el enfoque productivo, donde el enfoque competitivo me lleva a enfocarme en que mi
producción sea de mejor calidad y mi empresa logre posicionarse por encima de otras.

A veces nos lo ponemos difícil, insistiendo en enfoques que ya están fuera del mercado,
con los que ya no es posible competir.

Cuando era un niño, siempre acudía a una panadería con horno de leña para comprar el
pan. Todos hacíamos cola y el propietario del horno no tenía otra obsesión más
que producir, producir y producir. Todo lo que producía, lo vendía.

Nosotros sabíamos que unos días el pan estaba más tostado que otros, que a veces tenía
poca sal y otras un poco de más. No importaba, ¡el pan era así!
Esta situación duró un tiempo. Después abrieron otro horno justo enfrente. Los de la cola
podíamos oler el pan de enfrente y dudamos. Sí, por primera vez dudamos sobre si el pan
de enfrente no estaría más bueno.

Nacieron nuevos problemas para el propietario de nuestro horno. A partir de ese día, tuvo
que comenzar a pensar en competir en calidad de producto. Necesitaba un pan cuyo
sabor, cuyo olor fuera, al menos, igual de bueno que el del horno de enfrente. Había
comenzado la batalla por la calidad del producto.

Unos años más tarde, cualquier panadería de calle se aprovisionaba ya de hornos que
hacían reparto a veces desde muy lejos. Nuestro propietario descubrió que o salía a
vender su pan, o nadie se lo compraría. Se iniciaba el tiempo de la orientación a
las ventas.

En tiempos ya recientes, surgieron fórmulas que convirtieron en viejas a las panaderías


de barrio. Eran fórmulas que encajaban mejor con el consumidor moderno. Podías
comprar el pan en horarios extendidos, a la vuelta del trabajo. Podías hacerlo incluso en
domingo. Cuando entrabas en la tienda te encontrabas un mundo a la altura de tus
expectativas, un espacio agradable visualmente, con empleados bien vestidos, con un
surtido ampliado de repostería, panadería, pastelería y productos de impulso y
conveniencia.
La orientación al mercado, a la demanda triunfó hace ya mucho tiempo.
Desgraciadamente, muchos todavía no se han dado cuenta.

Finalmente, dejo un gráfico para ilustrar los distintos enfoques competitivos.

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