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Monopolio y Legalidad: una Nueva Alternativa frente a las Drogas y el Estado

Oscar D. Pérez Bolaño y Felipe J. Robles Pérez1

El consumo de drogas y sus consecuencias es uno de los fenómenos de mayor

relevancia en nuestros días. La Oficina de las Naciones Unidas contra las Drogas y el Crimen

(UNODC por sus siglas en inglés), en el quinto Booklet de su reporte mundial de drogas del

2019, estima que actualmente cerca del 3.8% de la población mundial consume cannabis,

siendo este uno de los psicoactivos más consumidos. Debido a estas cifras alarmantes, los

Estados con sus respectivos gobiernos de turno tratan reducirlas y en muchos casos de

manera desesperada. Colombia no es la excepción a dicha dinámica y nuevamente prohibió la

dosis mínima. Además, en muchos casos similares las repercusiones de estas medidas

prohibicionistas conllevan a problemas sociales, económicos y de salubridad pública. No

obstante, existen países como Canadá y Uruguay que decidieron reconocer a quienes las

consumen como ciudadanos con derechos y solucionar posibles problemáticas legalizando la

producción y distribución de drogas para uso lúdico. Por todo esto, los gobiernos deben dejar

de lado el tinte moralista y empezar a buscar alternativas que permitan sobrepasar dichos

inconvenientes. En efecto, una solución para el Estado colombiano puede ser monopolizar un

porcentaje y permitir a terceros el ejercicio legal de la venta y producción de alucinógenos

y/o psicoactivos para gozar de sus beneficios en lugar de enmendar repercusiones de este

mercado actualmente ilegal.

En primer lugar, las políticas que hasta ahora se han implementado para

mitigar los efectos de la comercialización ilegal de dichas sustancias no han sido efectivas y,

por el contrario, han agravado las consecuencias. Por ejemplo, El Plan Colombia es una

estrategia que buscar frenar los estragos causados por el narcotráfico en dicho país en

colaboración con estrategas de los Estado Unidos. No obstante, dichas políticas antidrogas no

1Estudiantes de la asignatura de Competencias comunicativas II del segundo ciclo educativo del


2019 en la Universidad del Norte, Barranquilla.
han cumplido con las expectativas y han sido catalogadas de ineficaces y contraproducentes

por parte de la comunidad internacional. A pesar del presunto éxito de dicho programa, cabe

resaltar que rápidamente se desmiente al constatar la violencia e inseguridad que aún hoy en

día se genera (Hakim, 2011). Tanto el plano urbano como el rural no están exentos de dichos

problemas y paulatinamente se han agravado no sólo en Colombia, sino también en muchos

países de Latinoamérica. Por otro lado, La OEA (2013) afirma que es necesario realizar un

cambio en la política antidroga en América Latina, de tal forma que se mitiguen los daños a

la biodiversidad de la región. Actualmente el escenario se resume en traficantes cultivando en

la selva y Gobiernos atacando con herbicidas y armas a los cultivos. Esto conlleva a pensar

que la actual política de erradicación de cultivos no es la correcta. Las fumigaciones de

glifosato no sólo son incompetentes e inviables para cumplir dichos objetivos y erradicar la

plantaciones de coca, sino que contaminan el ambiente de manera descomunal afectando

irremediablemente a los ecosistemas aledaños a la plantaciones y a la productividad agrícola

de la zona.

En segunda instancia, la legalización de la producción y distribución de los

alucinógenos y/o psicoactivos generará réditos a la economía nacional además de algunos

ahorros Estatales. Debido a que las políticas prohibicionistas no permiten la vinculación a la

economía formal de las actividades de compra-venta de sustancias psicoactivas, los réditos de

dichas acciones son ilícitos. Cos (2017) enfatiza que España al legalizar el consumo únicamente de

cannabis se recaudaron alrededor de 1.000 millones de euros entre impuestos y facturación por ventas.

En la misma línea la AMEC (Asociación Madrileña de Estudios sobre el Cannabis) manifiesta un

monto de 2.500 millones de euros en beneficios económicos para el Estado si despenalizara todas las

drogas y otros 1.000 millones en ahorro de gastos, incluyendo lucha policial, juicios y gastos de los

presos en la cárcel. Es por ello que, tanto en países como España o Colombia, es viable

económicamente legalizar la producción, distribución y consumo de las drogas en aras de

contrarrestar algunos gastos del Estado y producir una fuente de ingresos de mucha utilidad para la
nación. Por otra parte, Mazzoti (2010) da cuenta de que la integración de estas actividades ilícitas a

las economías locales de pequeña escala, como pueblos y zonas rurales, generan ganancias, empleo y

moderan los efectos de las coyunturas económicas a gran escala. Dicho esto, la producción de

alucinógenos y/o psicoactivos, en países donde se considera ilícita, es una fuente de ingresos para

aquellos habitantes que violan la ley ejerciendo dicha actividad, siendo muchas veces la única

alternativa de empleo con la que cuentan. Sin embargo, si el Estado fomentará la producción y venta,

todos los beneficiarios locales podrían seguir ejerciendo sus empleos de una manera legal y con

mejores condiciones laborales. Además, los gobiernos y las autoridades no tendrían que invertir

dinero, tiempo y personal para tratar estos casos de ilegalidad.

Por otra parte, las dinámicas sociales y gran parte de los problemas de

convivencia que afectan a la sociedad colombiana se atenuarán tras la legalización de los

alucinógenos y/o psicoactivos. Friedman (1997) asegura que “Cualquier teoría sobre conducta

legal ha de presumir que la gente, en general, no quiere ser castigada y que actuará en consecuencia

para evitar las multas, la cárcel, la flagelación, la silla eléctrica. La amenaza de un castigo real será

intimidante y que la promesa real de una recompensa actuará como incentivo” (p.115). No obstante en

la realidad colombiana lo anterior no se cumple a cabalidad. Los consumidores hacen caso omiso

frente a la deplorable legislación establecida en el país, incurriendo en actividades de adquisición a

escondidas de la fuerza pública. Los problemas generados a partir de estas actividades terminan en

hechos de violencia, inseguridad y perjuicios a la sociedad vulnerable. La mayoría de dichos

problemas se evitarían si el Estado mismo fuera quien regulase las actividades de distribución de las

sustancias en cuestión. Asimismo Hernández (2014) afirma que

La ilegalidad y multimillonaria economía de la siembra, producción, distribución y consumo de

drogas, con diferentes márgenes de ganancia para cada uno de los actores, genera enormes

volúmenes de ganancia, los cuales se traducen en corrupción, lavado de dinero detrimento de la

democracia, la gobernabilidad y la paz.

Claramente, los aspectos mencionados son parte de las problemáticas más comunes en Latinoamérica.

Puntualmente en Colombia, las oleadas de violencia más vehementes se dan en zonas donde la
presencia del Estado es casi nula y, por lo tanto, fomentan a que los grupos al margen de la ley opten

por controles territoriales.

De todo lo dicho se resalta que mantener una postura prohibicionista frente al actual

problema del consumo de las drogas no ha sido la mejor decisión de algunos gobiernos de turno en

nuestro país. Las políticas antidrogas que se han implementado han agravado los problemas sociales y

económicos en algunas zonas del país. No vincular legalmente las actividades ilícitas de producción de

psicoactivos y/o alucinógenos a la economía nacional es desechar un potencial fiscal para el Estado y

no tomar en cuenta los réditos generados, sobre todo si el Estado es el principal participe. No legalizar

el consumo de dichas drogas es no tomar en cuenta un inminente atenuante de los problemas de

inseguridad y violencia del país. En efecto, el fenómeno del consumo de drogas en un fenómeno

inevitable, y por ello es pertinente empezar a considerar la legalización de la producción y distribución

de los psicoactivos y/o alucinógenos además percibir a los consumidores como ciudadanos con

derechos. El Estado debe ofrecer y garantizar el consumo como un servicio común, además de

informar y mitigar los riesgos que se puedan generar por el uso de dichas sustancias; tal como se hace

con la ingesta de bebidas alcohólicas.


Lista de referencias

Cos, M. (2017). Ventajas y riesgos de la legalización de la marihuana. La Opinión de Málaga.


Recuperado de https://www.laopiniondemalaga.es/sociedad/2017/09/15/reto-legalizacion-
cannabis-ventajas-riesgos/955731.html

Friedman, L. (1997). Law and society: an Introduction. Prentice Hall Inc. (Ed.). Englewood Cliffs,
Nueva Jersey.

Hakim, P. (2011). Replantear la política antidroga de EE UU. Política Exterior, 25(143), 72-82.
Recuperado de http://www.jstor.org/stable/23055007

Hernández, D. (2014). UNA VISIÓN HUMANISTA SOBRE EL PROBLEMA DE LAS DROGAS


EN CENTROAMÉRICA. Anuario De Estudios Centroamericanos, 40, 229-244. Retrieved
from http://www.jstor.org/stable/43871296

Organización de los Estados Americanos (OEA). El problema de las drogas en las Américas. Nueva
York: OAS Cataloging-in-Publication Data, 2013.

Reporte mundial de drogas 2019 (publicación de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y
el Crimen, Registro No. E.19.XI.8).

Universitat Jaume I. (2010). Las drogas, sus implicaciones culturales, políticas y económicas.
Castellón de la Plana, España: Mazzotti, P.

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