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República Bolivariana de Venezuela

Ministerio del Poder Popular para la Educación

U.E. Dr. “Andrés María Hernández Caballero”

5to año, sección “A”

Cátedra: Castellano

Puerto La Cruz – Edo. Anzoátegui

CANCIÓN DE NAVIDAD

Profesora: María Miranda.

Alumna: Sharley Balaguer.

27 de noviembre, 2020
CANCIÓN DE NAVIDAD.

Cecilia estaba en su cuarto, recostada en su cama, mientras pensaba en el regalo que le pediría
al niño Jesús. Se debatía entre tantas opciones, contenta con cada una de ellas.

“Me gustaría una casa de muñecas”, pensó. Se imaginó recibiendo su casita y jugando en ella
con sus muñecas. “¿O mejor una bicicleta? Pero también quiero muchos dulces”, frunció el
ceño, algo molesta por tener que elegir.

En eso, tocan la puerta antes de entrar. Era su madre, Carmen, quien la miraba con una
sonrisa, pero se notaba algo inquieta.

-Cariño, ¿vamos a la sala? Tu padre y yo queremos conversar algo importante contigo y tu


hermano.

Cecilia asiente con la cabeza y se levanta de su cama para ir detrás de su madre camino a la
sala, donde su padre y su hermano las esperaban sentados en el sofá. Cecilia se sienta al lado
de su hermano mientras que su padre se levanta para ponerse junto a su madre.

–Bueno, niños –empieza a hablar su padre–, ya ustedes saben que cada año se celebra la
navidad, en donde pasamos tiempo con en familia; con los abuelos, los tíos y primos. A
ustedes les gusta pasar tiempo en familia, ¿no? –ambos niños asintieron– También hacemos la
cena navideña, con las hallacas, la ensalada de gallina, el pan de jamón, el pernil, cuando lo
hay… con las canciones navideñas, de la Billos preferiblemente, y el arbolito…

–También compartimos momentos con nuestros vecinos y amigos –agregó su madre, a lo que
los niños volvieron a asentir.

–Bueno, tampoco se han olvidado de que debemos dejar cartas a nuestro querido niño Jesús
diciendo lo que queremos y él nos trae nuestros regalos el 24 de diciembre, ¿cierto? –retomó
su padre, y su hermano pequeño, Bill, asintió con esmero ya que era su parte favorita.

–Niños –murmuró su madre–… este año será algo diferente.

Cecilia y Bill los vieron con duda en sus rostros.

–¿Qué quieres decir, mami? –preguntó Cecilia.

Ambos padres se miraron el uno al otro, indecisos. Hasta que Carmen decidió hablar.

–El niño Jesús no existe.

Hubo un momento de silencio.

–Ni Papá Noel, ni los Reyes Magos –prosiguió–. Nosotros mismos somos los que nos hemos
encargado de darles sus regalos.

Su padre, esperando alguna reacción por parte de los niños, habló.


–Por la situación que estamos pasando, se nos hará un poco difícil seguir trayéndoles sus
regalos, aun así haremos un esfuerzo para hacerlo posible, pero no prometemos nada.

–¡Son unos mentirosos! –chilló Bill, rompiendo en llanto.

Su madre va hacia el pequeño para tratar de abrazarlo y consolarlo, pero este no parece
querer que se le acerque, llorando más fuerte. Mientras que Cecilia se levantaba de su asiento
y empezaba a dar vueltas por la sala haciendo mil preguntas sin respuesta, sintiéndose
estúpida y engañada.

Carmen mira a su esposo y este le dice:

–Les traeré unos dulces –y se fue rápidamente de la sala. Ella lo mira incrédula, pensando en
que como siempre la dejaba con todo el paquete armado.

De pronto, suena el timbre.

La mujer se levantó apresurada y nerviosa para ir a abrir la puerta a quien estuviese llamando.

Cuando abrió, eran los abuelos de los niños.

–¡Oh! –exclamó Carmen– Qué alegría verlos por aquí. ¡Pasen! Queridos suegros…

–Igual, querida –dijo la abuela mientras pasaba junto al señor.

–¿Y los niños? –pregunta el abuelo, y en eso escuchan el llanto de Bill– ¿Qué ha pasado?

Carmen le explicó la situación a los abuelos mientras se dirigen a la sala.

–Niños, sus abuelos llegaron.

El llanto paró momentáneamente por unos segundos, mientras ambos niños volteaban a ver a
los recién llegados, pero volvió a sonar a la vez que corrían a los brazos de sus abuelos.

–¿Por qué lloran mis niños? –preguntó la abuela.

Sólo se escucharon dos veces lloronas tratando de hablar al mismo tiempo.

–Vale, vale –rió el abuelo–. ¿Y si me llevan a su cuarto y me cuentan mejor lo que pasó?

Ambos asintieron y se llevaron a su abuelo, uno por cada mano, al cuarto, donde le explicaron
todo.

–Ya veo –dijo el señor–. ¿Y cómo se sienten al respecto?

–Muy triste –murmuró Bill.

–Yo también –dijo Cecilia–. ¿Por tuvieron que mentirnos?

–Bueno, niños, yo creo que no todo es una mentira.

–¿No?
–No. Yo pienso que el niño Jesús existe en nuestros corazones, mientras sigamos creyendo él.

Ambos niños lo miraron interesados por sus palabras.

–¿Ustedes siguen creyendo en él? Porque yo sí, y ya yo soy un viejo.

–¡Nosotros también, nosotros también!

–El niño Jesús y la Navidad existirán siempre que nuestros corazones decidan creer en ellos –
dice el abuelo con ternura.

Nuevamente tocan la puerta y su padre abre la puerta.

–Aquí les traje unas galletas de chocolate –sonríe nervioso.

Los niños saltaron de la cama a agarrar sus respectivas galletas y a llevarle una a su abuelo.

–Gracias, niño Jesús –se burló el abuelo con una sonrisa divertida.

FIN.

Swarosky Balaguer

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