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LAS ÉLITES EN LA POLÍTICA

Quienes dicen ser sus garantes, omiten que la república es una y a la vez dividida.
La presentan como una categoría a la que el populismo vendría a oponerse, y
soslayan que éste es una de las formas del republicanismo: la que más ha hecho
en nuestra historia por el bien común y los derechos de las mayorías. Un recorrido
por añejas discusiones para reponer lo invisibilizado por los que afirman defender
la cosa pública mientras excluyen a la chusma y desmantelan el Estado.

Una defensa del

popular
republicanismo

texto foto
Eduardo Rinesi * Sebastián Miquel

E l tema de las élites atraviesa los últi-


mos cien años de la teoría política y
social en Occidente: de Mosca a Schum-
les del poder” hasta Maristella Svampa
en su más etnográfico Los que ganaron,
que va a buscar a los “nuevos ricos” del
tienen para generalizar su propia repre-
sentación sobre las cosas puede a veces
llevarnos a suponer que los sentidos que
peter o a Dahl, de Pareto a Manheim o a ciclo menemista a los barrios cerrados les dan a las palabras son los únicos po-
Raymond Aron, de La élite del poder de donde en muchos casos eligieron esta- sibles o los que tenemos la obligación de
Charles Wright Mills a Los que mandan blecer su residencia. compartir, aun cuando con frecuencia
y La clase alta en Buenos Aires, ambos tí- Por supuesto que habría mucho que esos sentidos apenas disimulan la fuer-
tulos de ese nada despreciable sociólo- decir sobre las transformaciones toda- te impronta ideológica que cargan. Que-
go argentino que fue José Luis de Ímaz, vía más recientes operadas en la estruc- rría sugerir que ese es el caso cuando
quien del primero de ellos puso a circu- tura y las representaciones de las viejas en ciertos ambientes políticos, periodís-
lar en menos de un año, a mediados de y nuevas burguesías argentinas. Y ni ha- ticos y académicos se utiliza, como se lo
la década de los sesenta, cuatro edicio- blar de los modos en los que las mismas hace bastante últimamente, la categoría
nes a través de Eudeba. Es cierto que en encuentran su expresión en la fuerza de república.
los veinticinco años que se tienden entre política hoy gobernante, cuya concep- Se trata de una vieja palabra de nues-
mitad de los setenta y el fin del siglo XX la ción elitista del mundo y de la vida se ma- tros lenguajes políticos más estableci-
estructura social de la Argentina que co- nifiesta a cada paso, en cada declaración dos, y alude, como nos lo indica su sono-
nocieron y pensaron Germani, De Ímaz o en cada nueva medida que se anuncia. ra etimología, a la cosa pública, a lo que
y todos los demás sufrió un trastroca- Sin embargo, lo que yo querría apuntar es de todos o concierne a todos: al bien
miento radical que nos obliga a pensar aquí sobre las élites en la Argentina ac- común, al bienestar general, al patrimo-
todo de nuevo, incluyendo el modo de re- tual no se refiere a lo que ellas dicen o nio colectivo. Al ámbito, también, en el
presentarnos las élites que dominan la piensan acerca de sí mismas, sino a lo que sin cancelarse se dirimen las dispu-
nueva escena económica, política y so- que no dicen acerca de sí mismas, pero tas entre los distintos miembros, con in-
cial, como nos han ayudado a hacer des- dicen y piensan acerca de otras cosas. tereses eventualmente divergentes, de
de Juan Villarreal en su muy temprano Porque la capacidad que esas élites di- ese cuerpo colectivo que no por ser uno
–y muy citado– artículo “Los hilos socia- rigentes –y ahora incluso gobernantes– deja de ser, al mismo tiempo, diverso e in-

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ternamente segmentado. Y a los proce- sobre los criterios con los que debe ope-
dimientos que, ciertamente, se utilizan rarse esa selección) en busca de alguna
para procesar la existencia y la contra- forma de “justo medio” adecuado a las
posición de esos intereses enfrentados. características de cada ciudad particu-
El viejo Aristóteles trató estas cuestio- lar. Pero la hipótesis aristotélica sobre
nes en su obra Politeia, que la tradición las bondades o la conveniencia de esta
ha traducido precisamente como Repú- mezcla no impidió que la historia poste-
blica, donde podemos leer que la forma rior de las teorías acerca de la repúbli-
republicana de organización de la vida ca siguiera distinguiendo y oponiendo,
de la polis, que es la que el viejo filósofo siquiera como formas puras o como ti-
consideraba preferible a cualquier otra, pos ideales, los dos modelos principales
era sin embargo una rara mezcla de las que el viejo filósofo había permitido iden-
instituciones y los procedimientos ca- tificar. En algunos autores, en algunos
racterísticos de dos formas impuras de modos de pensar este problema, la dis-
gobierno: la democracia, que era el go- tinción entre estos dos tipos diferentes
bierno de las mayorías pobres, y la oli- y opuestos de república se asocia más
garquía, que era el gobierno de las mino- bien a lo que llamaríamos la cuestión del
rías ricas, esto es, de las élites. número: del número de quienes gobier-
Es interesante, aunque excede por nan o de quienes eligen a los que gobier-
completo los propósitos de estas anota- nan. Así, la república puede ser goberna-
ciones, lo que puede leerse en este anti- da por algunos, en cuyo caso se califica
guo texto sobre las formas posibles de como aristocrática, o por todos, en cuyo
esa mezcla. Lo que a mí me gustaría se- caso se califica como democrática.
ñalar aquí es que en esas viejas e impor- En otros autores o en otras tradiciones,
tantísimas páginas aristotélicas puede la distinción tiene que ver, en cambio, con
encontrarse, al mismo tiempo, la prime- la mayor o menor presencia en el cora-
ra y muy clara formulación de dos ideas zón de la vida pública de la ciudad del con-
todavía fundamentales para nosotros. flicto entre los distintos grupos que la in-
La primera, que la república es al mis- tegran: así, en el Renacimiento italiano se
mo tiempo una y dividida: que la forma distinguía un modelo de república cuya
misma de su ser es la división. Que la co- virtud consistía en su carácter armónico
sa pública es una cosa peliaguda, y que yconsensual,quesecaracterizabaporel
eso no es un problema que ella tenga, si- gobierno de una élite especialmente vir- en la Argentina y en América Latina y que,
no su misma e insuperable condición. La tuosa, y un modelo de república cuya vir- en el contexto de la fuerte reorientación
segunda, que existen (y en Aristóteles es- tud consistía en el fuerte involucramien- del sentido de la política pública a la que
to se asocia con las distintas formas que to de todas las personas y los grupos en estamos asistiendo de modo muy notorio
puede asumir la mezcla, a la que ya aludi- la vida colectiva, que, en contrapartida, en nuestro país, y a la que podemos asis-
mos, entre las instituciones, principios y se caracterizaba por ser particularmen- tir como tendencia más general en toda
valores de la organización oligárquica y te tumultuosa y conflictiva. El primer tipo la región también, es importante que las
de la organización democrática de la ciu- de república, aristocrática, encontraba podamos sostener con menos prejuicios
dad) dos formas posibles o, al menos, dos su modelo clásico en la antigua Esparta, y simplificaciones que las que caracteri-
formas tendenciales de república: una y su paradigma contemporáneo en la se- zan algunas posiciones que hoy tienden a
elitista, minoritarista, asociada a la idea renísima –como se decía– Venecia. El se- imponerse en nuestras conversaciones.
del gobierno de unos pocos, de la exclu- gundo tipo de república, plebeya o popu- Por ejemplo, la que desde hace ya unos
sión de la chusma de los manejos de los lar, recogía su inspiración en la antigua cuantos años nos invita a oponer lo que
asuntos públicos, y otra popular, mayo- Roma, y encontraba su cristalización en nombra la palabra república, que aquí
ritarista, asociada a la idea de que todos la revoltosa e inestable Florencia, que le hemos estado considerando, a lo que
por igual deben y pueden ocuparse de permitió pensar a Maquiavelo (que cier- nombra la palabra (presuntamente reñi-
los asuntos que a todos les conciernen. tamente la prefería) que el conflicto no da con ella) populismo, a la que una larga
En Aristóteles, dijimos, estas dos for- sólo no debía ser pensado como un pro- tradición invita entre nosotros a poner
masopuestas,otendencialmenteopues- blema para las instituciones, sino que de- del lado de las cosas malas de la vida y de
tas, de república pueden, para bien de bía ser considerado la fuente de su vitali- la historia, y a la que hoy se carga con to-
todos, combinarse de distintos modos dad y su permanente renovación. dos los elementos de rechazo de los va-
(pueden combinarse, por ejemplo, dis- ¿Por qué traigo a colación aquí estas lores de un republicanismo que, aparen-
tintos criterios sobre la cantidad de ciu- añejas discusiones? Porque me parece temente, según lo que se oye sugerir por
dadanos que deben participar en cierto que pueden tener utilidad para plantear todas partes, sólo podría buscarse muy
cuerpo, o sobre la cantidad de quienes mejor algunas de las nuevas discusio- lejos (en las antípodas, incluso) de esa
deben elegir a aquellos que gobiernen, o nes que se han dado en los últimos años tradición populista que con tanta ligere-

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palabra populismo nosólonoes unacosa
diferente que lo que en la gran tradición
occidental se llama republicanismo, sino
que es, ni más ni menos, una de sus for-
mas. Los rasgos que se destacan siem-
pre como característicos de las formas
populistas de organización del lazo polí-
tico, a saber, su carácter con frecuencia
tumultuoso y siempre conflictivo, son los
mismos que, como ya vimos, caracteri-
zan a la república que pensaron los gran-
des teóricos de una de las dos grandes
tradiciones republicanas que transitan
la historia de la civilización occidental: la
del republicanismo popular. La que quie-
re la república pero la quiere de todos y
para todos; la que quiere la república pe-
ro no supone que quererla exija negar
ni esconder bajo la alfombra el conflic-
to, que es la materia y la savia misma de
la historia; la que quiere la república pe-
ro no la quiere gobernada por pequeños
grupos, por pequeñas minorías, por pe-
queñas élites, sino por y para el pueblo; la
que quiere la república, pero una repúbli-
ca democrática.
Cuando oímos, entonces, como lo hace-
mos todo el tiempo, que la idea de repúbli-
ca se opone entre nosotros a lo que nom-
bra la palabra populismo, corrijamos: lo
que nombra la palabra populismo no se
opone a la idea de república, sino a una
cierta idea de república que en sus en-
carnaciones históricas concretas, en la
historia de nuestro país, ha demostra-
En la Argentina los verdaderos republicanos do muy poco interés por defender la co-
no son los elitistas que cacareando la sa pública: el bien común, los derechos
república han sido sus principales enemigos: de todos, el patrimonio colectivo que más
los verdaderos republicanos somos nosotros, bien ha servido para dilapidar. No se de-
los populistas. fiende la cosa pública desmantelando el
Estado. No se defiende la cosa pública
pulverizando derechos. No se defiende
za se denosta. como populistas los que en general, en la cosa pública cediendo soberanía. Ha-
Pero que se denosta sin entender muy toda la región, más han hecho en pos de ce muchos años, cuando una rica dis-
bien, quiero decir, que en esas formas todo esto en toda nuestra historia?), pero cusión teórica y política se planteaba
de organización y representación de la de una apuesta por la cosa pública que entre “peronistas” y “comunistas”, John
política y de estructuración del campo no parte de creer que su defensa exige William Cooke escribió que en la Argen-
de las discusiones que se nombra con excluir al pueblo y apostar por el gobier- tina “los verdaderos comunistas somos
la palabra populismo no sólo no se en- no de las minorías o de las élites, porque nosotros, los peronistas”. Hoy, cuando la
cuentra ninguna afrenta a los valores lo que quiere es ver al pueblo, con todas discusión se plantea entre “populistas” y
de la república y del republicanismo, si- sus contradicciones y sus luchas, con to- “republicanos”, déjeseme resumir lo que
no que se encuentra una de sus expre- dos sus matices y sus diferencias (desde quise expresar aquí diciendo que en la
siones más altas y más interesantes: la Aristóteles sabemos que el pueblo, que Argentina los verdaderos republicanos
que recién presentábamos bajo la for- es uno, está a la vez internamente dividi- no son los elitistas que cacareando la re-
ma del republicanismo popular, es de- do: esa es su condición y su riqueza), en el pública han sido, todo a lo largo de la his-
cir, de una apuesta por la república, sí, centro de la escena. toria, sus principales enemigos: los ver-
por la cosa pública (por el bien común, Lo que estoy tratando de decir es, pues, daderos republicanos somos nosotros,
por el bienestar general, por el patrimo- en síntesis, que lo que en la tradición de los populistas.
nio colectivo: ¿no han sido los gobiernos las discusiones políticas y académicas la-
calificados rápida y despreciativamente tinoamericanas suele nombrarse con la * Politólogo y filósofo. UNGS.

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