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Tristan Tzara

CONFERENCIA SOBRE DADA (1922)

No tengo que advertirles que para el gran público, para ustedes, gentes de mundo, un dadaista
es el equivalente a un leproso. Pero esto no es mas que una manera de hablar. Cuando se habla
cerca de nosotros, se nos guarda el mínimo de elegancia debido a la costumbre que se tiene de
creer en el progreso. A diez metros de distancia el odio regresa. Esto es dada. Si me preguntan
por qué, no sabría responderles.

Otra característica de Dada es la continua separación de nuestros amigos. Nos separamos y


dimitimos. El primero que presentó su dimisión del Movimiento Dada fui yo. Todo el mundo sabe
que Dada no es nada. Yo me separé de Dada y de mí mismo tan pronto como comprendí el
alcance de la nada.

Si continúo haciendo cualquier cosa, es porque eso me divierte, o más bien porque necesito
actividad que invierto en todos los sentidos. En realidad, los verdaderos dadas siempre estaban
separados de Dada. Aquellos para quienes dada era aún suficientemente importante para
separarse de él ruidosamente, solo actuaban por una necesidad de propaganda personal y
demostraban que los falsificadores de dinero siempre se han colado como unos inmundos
gusanos entre las más puras y luminosas aventuras del espíritu.

Se que ustedes esperan unas explicaciones sobre Dada. No daré ninguna. Explíquenme por qué
existen ustedes. No saben nada. Me dirán : existo para procurar la felicidad de mis hijos. En el
fondo saben que no es verdad. Dirán : existo para salvaguardar a mi patria de las invasiones
bárbaras. Esto no es suficiente. Dirán : existo porque Dios lo quiere, eso es un cuento para niños.
Ustedes no sabrán nunca por qué existen pero se dejaran arrastrar siempre muy fácilmente a
tomar en serio la vida. No comprenderán jamás que la vida es un juego de palabras, porque no
estarán lo suficientemente solos para contraponer al odio, a los juicios, a todo lo que exige
grandes esfuerzos, un estado de espíritu llano y sereno donde todo es igual y banal.

Dada no es un absoluto moderno, es más bien el regreso a una religión de indiferencia casi
búdica, Dada pone una dulzura artificial en las cosas, una nieve de mariposas salidas del cráneo
de un prestidigitador. Dada es la quietud y no comprende las pasiones. Dirán que esto es una
paradoja porque Dada se manifiesta por actos violentos. Sí, las reacciones de los individuos
contaminados por la destrucción, son bastante violentas, pero esas reacciones agotadas,
aniquiladas por la satánica insistencia de un “qué sentido tiene”, continuo y progresivo, lo que
queda y domina es la indiferencia. Podría por otra parte, con la misma convicción, sostener lo
contrario.
Admito que mis amigos no aprueben este punto de vista. Pero la Nada sólo puede expresarse en
tanto reflejo de una individualidad. Por eso será válida para todo el mundo, concordando cada
uno su importancia con su propia persona. Hablo de mí mismo. Esto está ya de más. ¿Cómo
podría hablar de todo el mundo a la vez y contentarlo?

Nada hay más agradable que confundir a la gente. Las gente que no se quiere. ¿Con qué motivo
explicarles lo que no puede interesar a su curiosidad? Porque la gente solo se quiere a sí misma,
a su renta y a su perro. Este estado de cosas deriva de un falso concepto de la propiedad. Si se es
pobre de espíritu, se posee una inteligencia segura e inquebrantable, una lógica feroz, un punto
de vista inmutable. Procuren vaciarse y llenen sus células cerebrales con pequeña felicidad.
Destruyan siempre lo que hay en ustedes. Paseando al azar. Podrán entonces comprender una
multitud de cosas. No son más inteligentes que nosotros, y nosotros no somos más inteligentes
que ustedes.

La inteligencia es una organización como otra cualquiera, la organización social, la organización


de un banco o la organización de un discurso. Un té mundano. Sirve para crear orden y poner luz
donde no la hay. Sirve para crear la jerarquía en el estado. Para hacer clasificaciones por un
trabajo racional, para separar los temas de tipo material de los de tipo social, y tomar en serio
los primeros. La inteligencia es el triunfo de la buena educación y del pragmatismo. La vida,
felizmente, es otra cosa, e innumerables son sus placeres. Su precio no se estima en moneda de
inteligencia líquida.

Estas observaciones de las condiciones cotidianas nos han llevado a un conocimiento que
constituye nuestro mínimo de entendimiento, fuera de la misteriosa simpatía que nos une. No
podemos basarla en principios. Porque todo es relativo. ¿Qué es la Belleza, la Verdad, el Arte, el
Bien, la Libertad? Palabras que para cada individuo significan algo diferente, palabras que
pretenden poner a todo el mundo de acuerdo, razón por la que se les escribe la mayor parte de
las veces con mayúsculas. Palabras que no tienen ni el valor moral ni el poder objetivo que
estamos habituados a asignarles. Su significado varía de un individuo a otro. Los hombres son
diferentes, es su diversidad la que provoca su interés. No hay una base común en los cerebros de
la humanidad. El inconsciente es inagotable e incontrolable. Su poder nos supera. También es
misterioso como la última partícula de célula cerebral. Aunque la conociéramos, ¿quién se
atreve a afirmar que podríamos reconstruirla viable y generadora de ideas?

¿Para qué han servido las teorías de los filósofos? ¿Nos han ayudado a dar un paso hacia
adelante o hacia atrás? ¿Dónde está “adelante” dónde está “detrás”? ¿Acaso han transformado
nuestras maneras de satisfacción? Nosotros estamos. Nos peleamos, nos alteramos, nos
discutimos. Los entreactos a veces son agradables, mezclados frecuentemente con un tedio
ilimitado, una ciénaga adornada por barbas de arbustos moribundos. Tenemos bastantes
movimientos reflejos que han aumentado excesivamente nuestra credulidad en los beneficios de
la ciencia. Lo que deseamos ahora es la espontaneidad. No porque sea más hermosa o mejor
que otra cosa. Sino porque todo lo que surge libremente de nosotros mismos sin intervención de
ideas especulativas, nos representa. Es necesario acelerar esta cantidad de vida que se gasta
fácilmente por todos los rincones. El arte no tiene ese valor divino y que nos complace otorgarle.
La vida es interesante de otra manera. Dada alardea de conocer la justa medida que es preciso
dar al arte; lo incorpora con medios sutiles y pérfidos a los actos de la fantasía cotidiana. Y
recíprocamente. En arte, Dada conduce todo a una sencillez inicial pero relativa. Mezcla sus
caprichos con el viento caótico de la creación y con las danzas bárbaras de las tribus salvajes.
Quiere que la lógica se reduzca a un mínimo personal y que la literatura se desatine, ante todo, a
aquel que la hace. Las palabras también tienen un peso y sirven para una construcción abstracta.
El absurdo no asusta, porque desde un punto de vista más elevado, todo en la vida me parece
absurdo. Solamente la flexibilidad de nuestras convenciones relaciona actos dispares. La Belleza
y la Verdad en arte no existen, lo que me interesa es la intensidad de una personalidad,
plasmada directamente, evidentemente, en su obra, el hombre y su vitalidad, el ángulo con el
cual mira los elementos y la manera de como sabe recoger en el cesto de la muerte las
sensaciones y las emociones, esos encajes de palabras.

Dada intenta saber lo que significan las palabras antes de utilizarlas, no desde el punto de vista
gramatical, sino desde el representativo. Los objetos y los colores se tamizan también por el
mismo filtro. No nos interesa un nueva técnica, sino el espíritu. ¿Por qué quieren que una
renovación pictórica, moral, social o poética nos preocupe? Todos sabemos que estas
renovaciones de medios son solo sucesivas costumbres de las diferentes épocas de la historia,
cuestiones poco interesantes de modas y fachadas. Sabemos demasiado bien que las personas
trajeadas del Renacimiento eran poco más o menos las mismas que las de hoy y que Tchuang
Tseu era tan dada como nosotros. Están equivocados si toman dada como una escuela moderna,
o incluso como una reacción contra las escuelas actuales. Varias de mis afirmaciones les han
parecido viejas y naturales, es la mejor demostración de que son dadaistas sin saberlo y quizás
desde antes del nacimiento de dada.

Con frecuencia oirán decir : Dada es un estado de espíritu. Podrán estar alegres, tristes, afligidos,
felices, melancólicos, pueden ser soñadores, indiferentes, fantasiosos, comerciantes, delgados,
enervados, vanidosos, amables o dada. Más tarde, en el transcurso de la historia, cuando Dada
llegue a ser una palabra precisa y habitual, y cuando la repetición popular le dé el sentido de una
palabra orgánica con su necesario contenido, uno será dada sin vergüenza ni desprecio, puesto
que ¿quién piensa aún hoy en literatura al calificar de romántico un lago, un paisaje, un
carácter? Poco a poco, pero seguramente, se formará un carácter dada.

Dada está ahí, un poco por todas partes, tal como es, con sus defectos, con las diferentes
personas, que admite y observa con indiferencia. Muy frecuentemente se nos dice que somos
incoherentes, y se quiere atribuir esta palabra como una injuria que me es bastante difícil de
comprender. Todo es incoherente. El señor que decide darse un baño, pero se va al cine. Otro
que quiere quedarse tranquilo, pero que dice lo que no le pasa siquiera por la cabeza. Otro que
tiene una idea exacta sobre cualquier cosa, pero solo alcanza a expresar lo contrario en unas
palabras que para él son una mala traducción. Ninguna lógica. Relativas necesidades
descubiertas a posteriori, válidas no desde el punto de vista de su exactitud sino como escusas.

Los actos de la vida no tienen comienzo ni fin. Todo sucede de una manera muy idiota. Por eso
todo es parecido. La sencillez se llama dada.

Querer conciliar un estado inexplicable y momentáneo con la lógica, me parece un juego


divertido. Nos basta ampliamente con el convencional lenguaje hablado, pero por nosotros
solos, por nuestros íntimos juegos y nuestra literatura, ya no lo necesitamos.

En pintura las cosas ocurren de la misma manera. Los pintores, los técnicos que logran muy bien
que un aparato fotográfico filme mucho mejor, continuarán el juego. Nosotros haremos el
nuestro. No sabemos por qué ni cómo. Con todo lo que nos venga en mano. Estará mal hecho,
pero no nos importa.

Los inicios de Dada no eran los comienzos de un arte, sino los de una repugnancia. Repugnancia
por la magnificencia de los filósofos que desde hace 3000 años nos lo explicaron todo (¿con qué
objetivo?), repugnancia por la pretensión de esos artistas representantes de dios en la tierra,
repugnancia por la pasión, palpable mezquindad, malsana, aplicada allí donde no vale la pena,
repugnancia por una nueva forma de tiranía y restricción, que no hace sino acentuar el instinto
de dominación de los hombres en lugar de atenuarlo, repugnancia por todas las categorías
catalogadas, por los falsos profetas tras los que hay que encontrar intereses de dinero, orgullo o
enfermedades, repugnancia por los diferenciadores entre el bien y el mal, lo bello y lo feo,
(porque ¿por qué es más apreciable poner rojo en vez de verde, a izquierda o a la derecha,
grande o pequeño?), repugnancia al fin por la dialéctica jesuítica que puede explicar todo e
inculcar en los cerebros de los pobres ideas oblicuas y obtusas que no tienen pies ni cabeza, todo
esto mediante artificios cegadores e insinuantes promesas de charlatanes.

Dada, tras haber atraído de nuevo la atracción del mundo entero acerca de la muerte, acerca de
su constante presencia entre nosotros, camina destruyendo cada vez más, no en extensión, sino
en sí mismo. De todas sus repugnancias no saca por otro lado ningún partido, ningún orgullo y
ningún provecho. Ya ni siquiera combate, porque sabe que no sirve para nada, que todo esto no
tiene importancia. Lo que le interesa a un dadaista es su propia forma de vivir. Y aquí abordamos
lugares reservados al gran secreto.

Dada es un estado de espíritu, Por eso se transforma acorde a las razas y a los acontecimientos.
Dada se aplica a todo, y sin embargo no es nada, es el punto donde el sí y el no se encuentran,
no solemnemente en los castillos de las filosofías humanas, sino muy sencillamente en la esquina
de las calles como los perros y los saltamontes.

Dada es inútil como todo en la vida.


Dada no pretende nada como debería ser la vida.

Tal vez me comprenderán mejor cuando les diga que dada es un microbio virgen que se
introduce con la terquedad del aire en todos los espacios que la razón no ha podido de llenar de
palabras ni convenciones.

Conferencia pronunciada en Weimar y Jena, él 23 y 25 de Marzo de 1922. Se publicó por primera vez en Hannover en
la revista MERZ de Kurt Schwitters en Enero de 1924.

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