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Para visualizar las características de los flujos laminar y turbulento, Reynolds

empleó un colorante inyectado en una corriente de agua. Según muestra la


instalación de la Figura 3, del interior del tanque de Reynolds (que está
elevado respecto al suelo), parte un conducto transparente horizontal que, ya
fuera del tanque, va conectado a una tubería descendente de desagüe.
Debido al desnivel entre la superficie libre del tanque y el desagüe, por esta
conducción circula agua. Al final de la tubería hay una válvula de regulación
para controlar el caudal de agua desalojado (es decir, la velocidad de la
corriente).
En ese dispositivo, el agua se introduce en el conducto horizontal a través de
una boquilla o embudo, con el objeto de facilitar una circulación del agua muy
regular. En la zona de la boquilla se encuentra el inyector de colorante,
alimentado desde un pequeño depósito exterior a través de una manguera.
Para el tipo de movimiento correspondiente a flujo por un conducto de sección
circular, se puede obtener una solución analítica suponiendo flujo estacionario,
simetría axial e imponiendo equilibrio entre las fuerzas de presión y las
fuerzas viscosas. La solución así obtenida, que refleja una distribución de
velocidad de tipo parabólico respecto a la posición radial, es la conocida
ecuación de Hagen-Poiseuille.
En este movimiento, que es estacionario, las líneas de corriente coinciden con
las trayectorias de las partículas de fluido, así como con las líneas de traza de
las partículas de colorante en el ensayo de Reynolds, y no son sino rectas
paralelas al eje del conducto. Sin embargo, Reynolds observó que dicho
movimiento, estable y regular, sólo existe si la velocidad del flujo es
suficientemente pequeña o bien si el diámetro del tubo es suficientemente
pequeño para un caudal dado.
Bajo estas circunstancias, el colorante forma una línea de corriente bien
definida cuyo contorno muestra que sólo existe una pequeña difusión en la
dirección radial, debida al transporte molecular. Además, cualquier perturbación
que aparezca en el flujo es amortiguada rápidamente. Este movimiento es el
denominado laminar.
Por el contrario, si la velocidad es lo suficientemente grande, el movimiento del
fluido se hace muy sensible a cualquier perturbación, las cuales se amplifican
rápidamente. El flujo se hace entonces irregular y pierde su carácter
estacionario, el grosor se hace irregular hasta que aguas abajo se convierte en
una nube. Este movimiento es el denominado turbulento. En la Figura 4 se
muestran los diferentes regímenes de flujos observados en el Tanque de
Reynolds.
Reynolds descubrió que la existencia de uno u otro tipo de flujo depende del
valor que toma una agrupación adimensional de variables relevantes del flujo,
parámetro al que se denomina en su honor como número de Reynolds. Siendo
“v” la velocidad media del flujo (caudal/área transversal del conducto), “D” el
diámetro y “ν” la viscosidad cinemática del fluido, se define el número de
Reynolds, designado como “Re”, como:

En todos los flujos existe un valor de este parámetro para el cual se produce la
transición de flujo laminar a flujo turbulento, habitualmente denominado número
de Reynolds crítico. Generalmente para flujo en tubos se establecen los
siguientes valores críticos del número de Reynolds:
• Si Re < 2000, el flujo es laminar.
• Entre 2000 < Re < 4000 existe una zona de transición de flujo laminar a
turbulento.
• Si Re > 4000 el flujo es turbulento.

Características generales de los flujos laminares y turbulentos

Cuando entre dos partículas en movimiento existe gradiente de velocidad, es


decir, cuando una se mueve más rápido que la otra, se desarrollan fuerzas
tangenciales que se oponen al desplazamiento relativo entre ambas
partículas, es decir, se oponen a la deformación del medio: estas fuerzas son
las fuerzas viscosas, que son proporcionales al gradiente de velocidad y a la
viscosidad dinámica del fluido (Ley de Newton).
Un efecto de la existencia de gradientes de velocidad es que, alrededor de
cada partícula, se produce una rotación relativa de las partículas del entorno,
movimiento al que también se oponen las fuerzas viscosas.
Dependiendo del valor relativo de las fuerzas viscosas respecto a la cantidad
de movimiento del fluido (es decir, respecto a las fuerzas de inercia) se
pueden producir diferentes estados de flujo:
 Cuando el gradiente de velocidad es acusado, pero las velocidades
bajas en valor promedio (por ejemplo, en las zonas de capa límite
adyacentes a un contorno rígido en el flujo por una tubería a baja
velocidad), las fuerzas viscosas predominan sobre las de inercia. En
este caso el movimiento está controlado por las fuerzas viscosas de
cohesión de unas partículas con otras, que impiden que pueda haber
cambios bruscos de posición relativa. Cualquier perturbación
impuesta sobre el flujo principal es rápidamente atenuada por las
fuerzas viscosas, y el resultado final es un movimiento en el que las
partículas siguen trayectorias definidas: todas las partículas que pasan
por un determinado punto en el campo de flujo siguen la misma
trayectoria. Este es pues el tipo de flujo denominado laminar (pues las
partículas se desplazan en forma de capas o láminas).

 Cuando se tiene un gradiente de velocidad, pero en zonas de alta


velocidad, las fuerzas viscosas pierden valor relativo respecto a las
fuerzas de inercia. En estas condiciones una perturbación que altere
puntualmente el equilibrio entre la rotación relativa alrededor de cada
partícula y la deformación propiamente dicha ya no logra ser atenuada
por las fuerzas viscosas, sino que crece y da origen a un remolino
arrastrado por la corriente. A su vez la presencia de un remolino
supone nuevos gradientes de velocidad, por lo que a partir de ese
remolino se pueden originar otros remolinos de tamaño más pequeño.
El proceso de generación de nuevos remolinos de menor escala
finaliza al alcanzar tamaños en los que los gradientes de velocidad
asociados (que crecen al disminuir la escala de los remolinos) se
corresponden con fuerzas viscosas dominantes sobre las de inercia;
estas escalas de tamaño mínimo reciben el nombre de escalas de
Kolmogorov, tras los trabajos del científico ruso Andrei Nikolaevich
Kolmogorov publicados en 1941. Así pues, el flujo pasa a estar
compuesto por un movimiento en la dirección principal más una
sucesión de remolinos de distintas escalas superpuestos entre sí, de
modo que cada partícula ya no realiza una trayectoria rectilínea, sino
que su rumbo se ve continuamente alterado por la sucesión de
remolinos. Este es el tipo de flujo denominado turbulento.
En la Figura 6 se muestran visualizaciones de chorros turbulentos. Al contrario
que la viscosidad o la densidad, la turbulencia no es una propiedad del fluido,
sino del flujo. Como características más destacables de los movimientos
turbulentos se tienen:
• Irregularidad: se manifiesta en la aparición de fluctuaciones en las distintas
variables fluidodinámicas (velocidad, presión, temperatura) de amplitud y
tiempos muy dispares (diferentes escalas de los remolinos). Por tanto, un flujo
turbulento es intrínsecamente no estacionario, aunque el valor promedio de
las variables en cada posición (o el caudal por una tubería) no cambien a lo
largo del tiempo. A pesar de ser un fenómeno determinista, las fluctuaciones
de la turbulencia parecen caóticas y arbitrarias, lo que justifica el uso de
métodos estadísticos para su estudio.
• Tridimensionalidad: pueden existir flujos turbulentos que, al ser
promediados en el tiempo, resulten ser bidimensionales (planos), incluso
pueden existir movimientos turbulentos en los que las escalas más grandes
de la turbulencia sean fundamentalmente bidimensionales. Sin embargo, a
medida que se desciende en el tamaño de las escalas dentro del amplio
espectro que caracteriza a la turbulencia, se encuentra que el movimiento
asociado a estas escalas pequeñas es siempre tridimensional.
• Difusividad: los fenómenos de transporte de masa, cantidad de movimiento
y energía, se ven notablemente amplificados por el efecto de la turbulencia.
En realidad, la turbulencia conlleva una mezcla continua de las partículas del
flujo, con lo que lo que los mecanismos de transporte por difusión se ven
reforzados por el transporte convectivo por turbulencia.
• Disipación: los flujos turbulentos son siempre disipativos. Una vez que
se ha desarrollado el flujo turbulento, la turbulencia tiende a mantenerse, pero
para ello se necesita un aporte continuo de energía. Esta energía es extraída
desde el flujo principal hacia los remolinos de mayor tamaño y a continuación
se va transfiriendo sucesivamente hacia los remolinos de escalas más
pequeñas. Finalmente, en las escalas de Kolmogorov, la energía asociada a
las fluctuaciones turbulentas se transforma en energía interna (es decir, en
calor), debido al trabajo de las fuerzas viscosas. La distribución de energía
entre las distintas escalas de la turbulencia es conocida como cascada de
energía.
• Altos números de Reynolds: la turbulencia se origina como una
inestabilidad de flujos laminares, ante cualquier perturbación inicial. Del
análisis de la estabilidad de soluciones de flujos laminares, se evidencia que
la solución se hace inestable a partir de un cierto valor del número de
Reynolds, o valor crítico, el cual depende del tipo de aplicación. Sin embargo,
es posible mantener flujos laminares por encima del Reynolds crítico si en el
entorno se aseguran unas condiciones absolutamente libres de perturbación,
por ejemplo, con una cimentación independiente que impida la transmisión de
vibraciones a la instalación con el flujo bajo estudio.
En definitiva, la turbulencia es un fenómeno complejo gobernado por las
ecuaciones de la Mecánica de Fluidos para un medio continuo, puesto que
incluso las escalas más pequeñas que aparecen en un flujo turbulento, las de
Kolmogorov, están muy lejos de las escalas de longitud molecular. Sin
embargo, su solución analítica resulta inviable, y se recurre a correlaciones
empíricas.

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