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Dossier 2, Año 6
Abril 2016
pp. 45-58
ISSN 2250-5369
Sebastián Barros2
Resumen
Las teorías políticas de la justicia parten de principios universalistas. Postulan como principio
normativo la inclusión de todos los miembros del demos como voz legítima al interior de la
comunidad. Esto implica dos reclamos normativos, uno en relación a la protección de la pluralidad de
posiciones que esa universalidad implica; el otro respecto a las condiciones que los sujetos a ser
incluidos deben cumplir, debe presumirse que ellos son sujetos morales. En este trabajo argumentaré
que las experiencias populistas tienen una relación conflictiva con ambos presupuestos. Por un lado,
frente a la idea de un pueblo pensado en términos de intrínseca pluralidad, los populismos se
caracterizan por una tensión irresoluble entre lo que Laclau llamó plebs y populus; por el otro, los
populismos disputan precisamente la idea de una inclusión universal, demandando la incorporación
de sujetos y grupos presentados como excluidos. En este texto entonces se pondrán en discusión las
tensiones que se generan entre estas teorías y los principios que definen la especificidad del
populismo latinoamericano.
Palabras claves
pueblo – pluralidad – universalidad
Abstract
Contemporary theories of justice rest upon universal principles. One of their normative principles
states the inclusion of all the members of the demos as legitimate voices within the community. This
implies two normative claims; one related to the protection of the plurality that this principle includes;
the other, linked to the conditions that the included subjects must have, i.e., they must be considered
moral subjects. In this article, I will argue that populist experiences in Latin America have a conflictive
relation to the above mentioned normative claims. On the one hand, faced with an idea of the people
characterized by an intrinsic plurality, populism is marked by an unsolved tension between what
Laclau described as plebs and populous. On the other hand, populist discourses precisely deny the
universal inclusion of all members of the community, demanding the radical inclusion of subjects and
groups which are described as unjustly excluded.
Key Words
people – plurality - universality
Introducción
dado ya que los derechos asegurados por la justicia no pueden quedar sujetos a la
particularidad de una negociación política o al cálculo de intereses sociales.
La primacía de la justicia supone que existe la posibilidad de conflicto entre
los distintos y contrapuestos intereses presentes en una determinada sociedad.
Considerando esa pluralidad de intereses es que Rawls propone especular sobre el
rol que jugarían ciertos principios de justicia en la elección entre la multiplicidad de
arreglos sociales posibles y la resolución justa de esos conflictos. Dichos principios
proveerían “una manera de asignar derechos y deberes en las instituciones básicas de
la sociedad” y definirían la distribución equitativa de los beneficios y las cargas de la
cooperación social (Rawls, 1971: 4). El resultado de la interacción guiada por estos
principios debería ser la suscripción a un acuerdo normativo sobre la parte que le
toca a cada cual en esa distribución.
Rawls sostiene que quienes portan distintas concepciones de la justicia
“pueden acordar que las instituciones son justas cuando no se hacen distinciones
arbitrarias entre personas cuando se asignan derechos y deberes básicos” (Rawls,
1971: 5). El punto reside entonces en estructurar el funcionamiento de esas
instituciones básicas de la sociedad que son “el sujeto de la justicia”, es decir, son
aquello sobre lo cual puede predicarse la justicia. Para Rawls, esto significa analizar
la manera en que las principales instituciones sociales distribuyen derechos y deberes
fundamentales y determinan la división de las ventajas de la cooperación social sin
hacer distinciones arbitrarias (Rawls, 1971: 7).
Estas instituciones definen derechos y deberes, y, como consecuencia,
influencian las perspectivas de vida. Las personas nacidas en posiciones diferentes
tienen expectativas diferentes, determinadas tanto por las circunstancias económicas
y sociales como por el sistema político. La justicia social depende entonces, además
de las oportunidades económicas y las condiciones sociales, de la forma en que esos
derechos y deberes fundamentales son asignados (Rawls, 1971: 7).
Un orden justo estará entonces vinculado a una estructura básica de la
sociedad que implica una distribución de derechos y deberes, y que define a la
comunidad política en tanto forma ventajosa de cooperación. Los principios de
justicia que guiarán estas instituciones son aquellos que justificarían distinciones no
arbitrarias en esta distribución, aceptadas por “personas libres y racionales a quienes
les interesa perseguir sus intereses” en una posición inicial de igualdad en cuanto a
sus libertades. Las personas incluidas en dicha posición se caracterizarían por ser
sujetos libres y racionales que pueden revisar su propia concepción de la vida buena
y cambiarla.4 De esto trata precisamente la noción de persona moral.
En Rawls, la persona moral es aquella que posee dos poderes caracterizados
como capacidades. Una es la capacidad de tener un sentido de su bien expresado en
un plan racional de vida y, la otra, es la capacidad de adquirir y tener un sentido de
la justicia, y actuar según él (Rawls, 1971: 560). La personalidad moral hace de un
individuo un sujeto de derecho, mientras que la ausencia de estas capacidades, por
4 Rawls piensa que el sujeto puede elegir y puede no aceptar ese sistema de las formas que a priori
determinan lo que es capaz de experimentar. De este presupuesto parte la crítica comunitarista a su
liberalismo político. Puede verse Stephen Mulhall y Adam Swift (1992).
5 Para revisar un argumento similar y una interesante revisión de las consecuencias de este aspecto de
la teoría rawlsiana para la noción de diferencia en la filosofía de la educación, puede verse Bárcena
(2015).
6 Para Rawls la injusticia consiste en las desigualdades que no benefician a todos (Rawls, 1971: 62-69).
7La conferencia de gobernadores de territorios nacionales se desarrolló entre marzo y abril de 1913 en
Buenos Aires y sus actas fueron publicadas como Primera Conferencia de los Gobernadores de Territorios
Nacionales, Buenos Aires, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, 1913. La cita de Indalecio
Gómez, Ministro del Interior de Sáenz Peña, es del acto inaugural y aparece en la p. 20 de dicha
publicación.
8 La personalidad moral es definida por Rawls como una potencialidad que generalmente se realiza a
su debido tiempo, pero es remitida al proceso de maduración de infantes no a posibles
transformaciones políticas en la consideración de personas adultas. (Rawls, 1971: 505).
9 Enrique Dussel llama a esto “falacia del formalismo” (Dussel, 2014: 62).
10 Para la distinción entre procesos de identificación política y forma de representación puede verse
de las que esas mismas instituciones emergen. Las capacidades que sostienen la idea
de persona moral no forman parte de las discusiones en la posición original. En otras
palabras, las capacidades que Rawls identifica como necesarias para participar de la
estructuración de la vida comunitaria, no son objeto ni sujeto de la justicia sino que
son naturalizadas y excluidas de las discusiones políticas.
En definitiva, la teoría de la justicia es una teoría que está pensada para
gobernar normativamente la estructura básica de la sociedad que incluye a quienes
son consideradas personas morales y a quienes no lo son. En ese papel, ella legitima
tanto el autogobierno de las personas consideradas capaces, como el gobierno de
aquellas consideradas incapaces. El problema es que la incapacidad es políticamente
definida porque es el producto del gobierno de esa estructura básica (como
podíamos inferir luego de leer las citas de Indalecio Melo y Ruiz Guinazú). Un poco
provocativamente podemos decir que la teoría de la justicia, definiendo principios de
justicia para la estructura básica de la sociedad, da forma a la vida comunitaria de
quienes son incluidas en tanto personas morales y son parte de la posición original, y
también da forma a la vida de quienes no lo son. La teoría de la justicia en última
instancia sirve para legitimar la estructura básica de la sociedad que supone el
gobierno (en el sentido foucaultiano del término) de algunas personas sobre otras, de
aquellas consideradas capaces sobre las incapaces.
Estas últimas personas con menor “cultura, civilización, riqueza y
ponderación” aparecen como un suplemento en el momento originario del acuerdo.
La teoría de la justicia, con su falta de interrogación sobre la politicidad de la
definición de las capacidades para ser parte de la posición original, oblitera la
presencia de esa suplementariedad que le da sentido. La teoría de la justicia, la
posición original y los principios de justicia no pueden existir sin esos suplementos a
los que están finalmente dirigidas. Esos suplementos, sin posibilidad de ser
considerados en tanto poseedores de las capacidades necesarias para la personalidad
moral, deben acatar esos principios de justicia que les son impuestos. Ellos están ahí,
son “puntos dentro del círculo” -metáfora que Rawls (1971: 508) utiliza para definir
las bases de la igualdad-, pero al mismo tiempo no están ahí. No están presentes ni
ausentes, suplementan. Están porque son cuerpos, pero no están porque son cuerpos
que no son considerados portadores de personalidad moral. A su vez, esa
suplementariedad que no puede ser nombrada como tal y a la que le buscamos
eufemismos como “potencialidad de la personalidad moral”, “personas abrumadas
por el contexto de necesidad”, “clientes”, “idiotas”, etc., procura una presencia
ausente y así “la mantiene a distancia y la domina” (Derrida, 1986: 198). En el caso de
Rawls, esa suplementariedad de la incapacidad de portar personalidad moral acosa a
la teoría de la justicia como un espectro, presente al mismo tiempo que ausente.
11 De algún modo, hay también para Badiou dos principios de justicia: la inseparabilidad de cuerpo e
idea y la igualdad de todos como cuerpo ligado a la idea, la igualdad como principio.
12 Lo cual no significa ni que Rawls, ni quienes lo leen y estudian, la nieguen.
13 Ver: Laclau (2005).
14Aquí queda claro el matiz rancièriano de mi posición teórica, puede verse Rancière (1996).
15Estela Maffia, Sub-Delegada Censista Part. L. de Zamora, Pcia. Bs. As. Partido Peronista Femenino,
Temperley, Lomas de Zamora. Archivo privado.
Cuando volvemos los ojos a ese pasado reciente, lo que más nos
asombra es la pasividad con que presenciábamos la explotación
de bienes y personas, que realizaban unos pocos señores
privilegiados, por la gracia de ellos mismos. (...) esa era la
realidad que observamos todos desde que abrimos los ojos al
mundo y era también la que estaba grabada en el recuerdo de
nuestros mayores, quienes por lo tanto no estaban en
condiciones de inculcarnos nada distinto a ese cuadro que
presenciamos. Fue necesario que se alzara una voz saliente y
clara contra tamaña injusticia, para que despertáramos a la
realidad. (…)
Conclusiones
Bibliografía
Aboy Carlés, G; Barros. S. y Melo. J (eds.) (2013) Las brechas del pueblo. Reflexiones sobre
identidades populares y populismo. Buenos Aires, UNGS-UNDAV.
Agamben, G. (2000) Means Without End. Notes On Politics, Minneapolis, University of
Minnesota Press.
Badiou, A. (2007) “La idea de justicia”, en Justicia, filosofía y literatura, Rosario, Homo
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Bárcena, F. (2015) “La diferencia (de los idiotas)”, Pro-Posicoes, vol. 26, núm. 1 (76),
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Barros, S. (2010) “Identidades populares y relación pedagógica. Una aproximación a
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Berlín, I. (1988) “Dos conceptos de libertad”, en Cuatro ensayos sobre la libertad,
Madrid, Alianza Editorial.
Critchley, S. (2008) “¿Hay un déficit normativo en la teoría de la hegemonía?”, en
Critchley, S. y Marchart, O. Laclau: aproximaciones críticas a su obra, Buenos
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Derrida, J. (1986) “Ese peligroso suplemento”, en De la gramatología, México, Siglo
XXI.
Fuentes