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Pentateuc
Pentateuc
4a
1
G. v. Rad, Das theol. Problem des atl. Schopfungsglaubens, Werden
und3 Wesen des Alten Testaments, 1936, págs 138ss.
Cfr BH
Creación del mundo 1,1-2,4a 55
* Cfr BH.
4
Cfr BH.
56 Creación del mundo 1,1 -2,4a
Hay algo que deberá tener bien claro quien acometa la exége-
sis de Gen 1: este capítulo es una enseñanza sacerdotal, contiene
el meollo de un saber sacerdotal bajo la más quintaesencia de
i las formas. No fue "escrito" un buen día, sino que es doctrina
\ que se ha ido enriqueciendo cautelosamente a lo largo de un
j crecimiento que duró siglos. Nada hay aquí que suene a "poco
más o menos"; todo ha sido meditado y sopesado, y debemos re-
cibirlo con precisión. Por ende es falso contar aquí—aunque sea
sólo en ciertos puntos—con algún rudimento arcaico o semi-
mitológico al que desde luego se considerase digno de respeto y
de índole teológico-conceptual, pero poco vinculante. Cuanto ahí
se dice, pretende ser tenido por válido y exacto, tal como ahí está
i dicho. El lenguaje es extremadamente a-mítico; tampoco se dice
nada que haya de ser entendido simbólicamente y cuyo sentido
} profundo tengamos que empezar por descifrar. Hablando con pro-
piedad, el exegeta tendría que ir esponjando con todo pormenor,
frase a frase, palabra por palabra, esta doctrina tan apeñuscada
y más bien esotérica. No son fáciles de "hiperinterpretar" telógi-
camente estas frases... Y en cualquier caso nos parece muy gran-
de el peligro que corre el exegeta de verse desbordado por un con-
tenido doctrinal tan concentrado.
Tenga buen cuidado el lector moderno—a quien deja sin alien-
to el problema "fe y ciencia"—en no ver tensiones de ese tipo
dentro del texto que ahora estudiamos. Sin duda, aquí se nos
• Cfr BH.
Creación del mundo 1,1 -2,4a 57
6
Powis Smith, Oíd Testament Essays, 1927, págs 166s.
Creación del mundo 1,1-2 59
7
Véase su exposición clásica en Frz. Delitzsch, System der biblischen
Psychologie, 18612, págs 60ss.
Creación del mundo 1,3-5 61
8
No se trata pues aquí "a la manera de otros relatos sobre la creación
de una susc'tación divina del mundo tan sólo como potencia natural ele-
vada por encima de la creación y al mismo tiempo reintegrada, sin embar-
go, al ámbito de la Naturaleza" (Honigswald).
62 Creación del mundo 1,3-5
con que el texto impugna todo cuanto sea un poder de los astros
de corte divino y autónomo. Para medir la importancia de estas
frases tenemos que considerar que han sido formuladas en una
atmósfera religioso-cultural, que estaba preñada de toda suerte
de torpes creencias astrológicas. Todo el conjunto del pensa-
miento paleo-oriental (excepto el veterotestamentario) referente
al tiempo, venía determinado por el curso cíclico de los astros.
El mundo de los hombres estaba dominado hasta en sus destinos
individuales por la influencia de fuerzas siderales. Qué capacidad
de contención no haría falta para rehusarles los honores divinos,
es algo que podemos ver en la exhortación a modo de conjuro que
hace el Deuteronomista (Dt 4,19; cfr Jer 10,2; Job 31,26s), y, des-
de otro aspecto, en la grave irrupción del culto a los astros en el
centro mismo por así decirlo de las prácticas de la fe durante el
final de época de la realeza (II Re 23,lis}. Únicamente un profeta
podía permitirse gastar chanzas a costa de tal invasión: Is 47,13.
Las "señales" del v 14 son quizá los fenómenos anormales que ocu-
rrían en la bóveda celeste, como por ejemplo los eclipses. "Tiem-
pos" designa en cualquier caso los hitos astrales que sirven para
regular el culto y el trabajo. Es claro que los astros no crean la
luz, sino que son simples intermediarios de una luz que existía sin
ellos y antes de ellos.
más directa. Esta vida nueva que ha sido creada es además objeto
de la bendición divina; es decir, estos seres vivos son a la vez
receptores de una divina fuerza conservadora de la vida que los
capacita para transmitir mediante la procreación la que ellos re-
cibieron.
Los primeros seres vivos que cita el relato, son los seres mí-
ticos que pasan su existencia en los límites más exteriores del im-
perio de la creación que ha de ser abarcado por el hombre; esca-
pan por completo a la comprensión del hombre y a su poder, y en
consecuencia son objeto de una particular bienquerencia por parte
de Dios (Sal 104,26; Job 40,10ss). En la serie de la creación, vie-
nen luego los peces y las aves. Si la enumeración comienza por
los monstruos marinos y sigue hasta las bestezuelas más chicas
e inofensivas, es para enunciar una verdad teológica importante:
nada de lo que hay en este campo—que, como vimos, seguía es-
tando próximo al caos—queda fuera de la voluntad creadora de
Dios. A nada hay que temer excepto a Dios; pues también estas
creaturas son buenas a sus ojos.
9
I. Hempel, Dan Ethos des Alten Testaments, 1938, pág 174.
68 Creación del mundo 1,26-28
10
W. H. Schmidt, Die Schopfungsgeschichte der Príesterschrift, 1967*,
página 137.
70 Creación del mundo 1,26-28
11
F. Horst, Gottes Recht, 1961, pág 230.
10
P. Humbert, Études sur le récit du Paradis et la chute dans la Ge-
nese, 1940, pág 172.
Creación del mundo 1,26-28 71
13
W. Caspan, ¡mago Divina, en: Festschrift für R. Seeberg, 1929, pá-
gina 208.
72 Creación del mundo 1,29-31
OBSERVACIONES SOBRE
EL RELATO P DE LA CREACIÓN
14
Wellhausen, Prolegomena, 1899', pág 303.
15
Sal 74,12ss; 89,10ss; Is 51,9s.
El relato P de la creación 77