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Pardina marca la oposición entre ambos pensadores a lo largo de todo el libro. Sin
embargo, en este trabajo, por razones prácticas, de extensión y temporales,
trataremos de exponer someramente la “teoría” de Simone de Beauvoir en El segundo
sexo.
5. Investigación, gestación y publicación de El segundo sexo
Tras los primeros años de andanza filosófica en los cuales, al igual que Sartre, Beauvoir
está marcada por un optimismo kantiano (querer es poder),confiaba en el mundo y en
sí misma, estaba en contra de la sociedad en la que vivía y consideraba que debía
hacer denuncia de la misma a través de la escritura, nos encontramos con una Simone
de Beauvoir en su período de madurez(entre los 47 y los 49 años).
a la mujer de ese encasillamiento al que los hombres las habían condenado. Esta obra
requirió formación interdisciplinar en su gestación, pues Beauvoir utiliza diferentes
saberes y ciencias de la época para exponer su visión de la mujer y las consecuencias
de serlo. La obra dejaría de ser entonces un escrito personal para convertirse en un
tratado filosófico destinado a iluminar la situación de la mujer, su historia, su
composición, su comportamiento, su pensamiento y la concepción que los hombres
tienen de ella.
6. La mujer como la otra
La mujer siempre aparece como la otra en los mitos, en la historia, en los escritos. El
hombre es el mismo. La relación de oposición sitúa a la mujer como la Alteridad. Ni
siquiera el extranjero, el indígena, el extraño, es considerado por el hombre como lo
otro. Beauvoir indica que hasta en el lenguaje vemos vestigios de esta separación y de
la dominación masculina. En francés y en español el lenguaje asimila el sentido de vir al
sentido de homo. El hombre es el polo positivo y el neutro. Al decir los hombres, nos
referimos a los humanos masculinos y a los femeninos. Al decir las mujeres, la
referencia incluye el conjunto del sexo (género) femenino.
Simone de Beauvoir utiliza la dialéctica del amo y el esclavo de Hegel para dar cuenta
de la relación de desigualdad que se produce entre hombres y mujeres. La
autoconciencia debe reconocer a la contraria como autoconciencia independiente. Lo
que le interesa a Beauvoir es que antes de este proceso se pasa por otro: la
experiencia de las relaciones de desigualdad en el reconocimiento. Cuando se arriesga
la vida, la conciencia descubre que la vida es esencial y entonces se divide en dos: la
conciencia libre, que no teme perder la vida, y la conciencia esclava, que prefiere la
vida a la pura autoconciencia. La primera corresponde al amo, la segunda al esclavo.
De aquí saca Beauvoir la desigualdad de género. La mujer es sierva del hombre y se
reconoce como tal. En la sociedad patriarcal la mujer media entre el hombre y las
cosas. El hombre es el ser trascendente, la mujer es inmanente.
También toma de Sartre su reelaboración de la categoría de autoconciencia que
aparece en el ser y la nada. En la ética ontológica de Sartre la autenticidad indica la
mayor dignidad metafísica humana y el concepto de autenticidad es similar a la
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Beauvoir demuestra como los hombres son los amos, quienes mantienen a las mujeres
en estado de dependencia. Este proceso fue llevado a cabo mediante códigos y leyes
que las reducen a la inmanencia, a la otredad. La mujer es la esclava que no puede
reconocerse como conciencia, no puede ser humana, pues primero ha de ser
reconocida por humanos.
En la tercera parte del tomo I, Beauvoir entrelaza ciertos elementos del hegelianismo
con la ética existencialista de forma magistral. La mujer es mediación entre naturaleza
y la otra conciencia. El hombre construye a la mujer como alteridad que utiliza de
mediación para llegar a su trascendencia. A través del mito, el hombre construye
visiones ambiguas de la condición humana en la mujer. Por eso mujeres tan
contradictorias en mitos y leyendas: Dalila, Judith, Lucrecia, Aspasia, La Virgen María,
Eva… También las características femeninas son mitificadas: la menstruación como
impureza, como putrefacción, como fecundidad, como vida… La han pintado como un
ser sumiso, como su vasallo, como la alteridad sometida.
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Beauvoir, De Simone, capítulo primero, El segundo sexo, 2017, Madrid, Ediciones
Cátedra, pág 92
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criterio. Pero la menor fuerza física de la mujer la condenó por aquel entonces. La
división podría haberse hecho amistosamente, pero la relación entre conciencias es
conflicto continuo: tensión. Es un marco ontológico ineludible, y este reprimió a la
mujer.
El hombre goza de mayor prestigio social por el mero hecho de arriesgar su vida. Los
hombres colocaron los conflictos bélicos por encima del valor de la vida, y la mujer fue
sometida, condenada a tener hijos y cuidarlos.
11. La otra como oprimida
La libertad de la mujer se queda en facticidad. Esto, si es consentido es falta de moral,
si es impuesto aparece la frustración y la opresión. Beauvoir distingue entonces entre
alienación consentida y alienación infligida. La mujer se ve condenada a recaer sobre sí
misma, oprimida, incapaz de cumplir sus metas, alejada de sus fines. No puede
trascender. Y esto no puede ser natural.
12. Raíces ontológicas de la opresión
Sartre desarrolla la opresión en estratos; mencionaremos solo dos:
1)Las raíces ontológicas de la opresión.
2) Las condiciones ontológicas de la opresión y la alienación como condición de esta
Al igual que Beauvoir, Sartre opina que no basta recurrir a un saber o disciplina para
explicar la opresión. El factor técnico- económico es una condición de posibilidad de la
opresión, pero no la explica totalmente. Hay una estructura ontológica que la
posibilita.
12.1. Condiciones existenciales( ontológicas) de la opresión
Son cinco para Sartre:
1) La opresión viene de la libertad
2) La opresión viene por la multiplicidad de las libertades
3) La opresión no puede incidir en una libertad sino por otra libertad.
4) La opresión implica que ni el esclavo ni el tirano reconocen su propia libertad.
5) Hay complicidad entre opresor y oprimido.
Beauvoir se basará en estas condiciones para explicar la opresión femenina, estando
de acuerdo con las tres primeras. Trataremos ahora las diferencias con la cuarta
condición.
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