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1.

Introducción
1. Tienen razón las escritoras actuales, como Laura Freixas, que perciben que la mujer no ha
gozado nunca en la literatura, ni en el arte en general, de una situación privilegiada, ni
como creadora ni como artista. Esta conclusión es irreprochable, sí, pero es reprochable
que no perciban el cambio al que asistimos, porque las tenemos a ellas, que escriben, y
porque ya no tenemos que inclinarnos y reverenciar acríticamente las obras del pasado y
podemos decirle a cualquier artista, vivo o muerto, que su sensibilidad no nos gusta o que
sus concepciones acerca de las relaciones entre los sexos nos resultan arcaizantes e
intolerables. Y no obstante, pasaríamos el tiempo releyéndolo por su riqueza intelectual,
aunque nunca nos tomaríamos un café con él relajadamente o le daríamos la mano de
buen grado. La censura, es, de hecho, el argumento principal esgrimido por los detractores
más acérrimos de la crítica feminista. Harold Bloom, con esa etiqueta de “escuela del
resentimiento” que a la postre ha ensombrecido otros conceptos suyos mucho más útiles,
Vargas Llosa y otros autores afirman que el feminismo no tiene nada que ver con la
literatura y que esa clase de crítica ni es crítica ni es nada. Solo es censura. Arguyen,
además, que el feminismo desvirtúa el contenido real (signifique lo que signifique) de las
obras. Pero no se dieron cuenta de que miraban desde unas gafas mal graduadas. Olvidan
que estas, como ya advirtió Iser, perviven gracias a las infinitas relecturas a las que dan
lugar. Y estas relecturas no pueden ignorar el progreso moral de los tiempos, que hace
imposible que los lectores no veamos las obras, sin perjuicio de que las apreciemos
estéticamente como recomiendan Bloom y Camille Paglia, desde cierta sensibilidad, la
quesea. Georges Bataille advirtió, no obstante, que la literatura solo tenía que ser fiel a sí
misma, por lo que el feminismo no es censura.Quevedo puede ser todo lo misógino que
quiera, lo que quizá provenga de sus complejos y temores con respecto a sí mismo y a las
mujeres, pero sus poesíassiguen siendo canónicas y emocionantes. Es el lector, y en este
punto entra la crítica feminista, quien debe advertir esa misoginia y decidirsi le parece
tolerable.
2. Aunque la afirmación no goce de muchas simpatías ahora que abunda el pesimismo en casi
todo, sería injusto no admitir que vivimos, al menos en Occidente, en el mejor de los
mundos posibles para la reivindicación de los derechos arrebatados inmerecidamente a
muchos colectivos. La mujer se incluye en ellos. Hoy asistimos con regocijo a la posibilidad
de que la mujer exprese sus reivindicaciones y reclame su lugar en el mundo. Este hecho
ha abierto el camino a diversos campos de estudio que desde el feminismo intentan definir
a la mujer y manifestar (que no otorgar, porque es algo que viene con el ser humano de
serie) la dignidad, intrínseca, indiscutible e irrenunciable para cualquier persona. Y siempre
que esos estudios no impliquen solo una consideración politizada y despectiva de lo
masculino y una instrumentalización de algo tan importante como lo es el hecho de que
una persona, en este caso una mujer, pueda disfrutar en paz de esa dignidad, cosa que
está de facto más lograda de lo que algunas retóricas quieren expresar, resultan
clarificadores para entender el pasado y el presente.
El progreso moral es el que hace posible que este trabajo se dedique a analizar textos
literarios desde una perspectiva feminista. Nada político hay en el término. Se trata,
sencillamente, de revisar dos obras de la literatura española comenzando en la Edad
Media y finalizando en el siglo XIX, para observar en ellas a las mujeres, a sus papeles y a
su situación.
Se podrá preguntar: ¿por qué hasta el siglo XIX? La razón estriba en que en el siglo XX
proliferan ya mujeres en calidad de sujetos creadores. Las anteriores son honrosas
excepciones, algunas de las cuales se abordarán aquí. Estas pocas mujeres se ganaron la
excepcionalidad aun siendo mujeres, lo que resulta meritorio teniendo en cuenta las
dificultades que enfrentaron. Estas pocas escritoras han ganado su excepcionalidad, su
canonicidad, porque en lo que escribieron caben infinitas relecturas siglo tras siglo,porque
fueron grandes agonistas que superaron la influencia de escritores, varones o no. El crítico
literario estadounidense Harold Bloom,que paradójicamente se ha mostrado siempre muy
duro y muy en contra de cosas como la crítica literaria feminista, nos ha aportado el
concepto de canonicidad, concepto en el que no se impide la entrada a mujeres y a
estudios feministas, aunque él no lo haya visto, como se anotará más adelante. Calidades
literarias aparte, también cabe señalar aquí que el hecho de que las mujeres hayan podido
crear y las estudiemos a ellas, específicamente a ellas, en su cualidad de sujetos creadores
individuales bifurcaría el estudio en dos senderos: el papel de la mujer como personaje
literario y el papel de la mujer como productora literaria. En ocasiones, lo veremos, los
senderos confluyen, pero lo que se pretende es un estudio del papel de la mujer como
personaje literario. Si coincide que en el canon han logrado abrirse paso algunas creadoras,
confluirán ambos caminos, pero si no, creo preferible centrarme en la mujer personaje,
esquivando el criterio relacionado con quién la haya creado. Hoy en día, proliferan trabajos
como el de Alba González Sanz, que en su libro Contra la destrucción teórica. Teorías
feministas en la España de la modernidad, se ocupa de revisar textos olvidados escritos por
mujeres también olvidadas. En esta clase de estudios, interesantes e influyentes, se
atiendea mujeres, sí, pero no a cualquier mujer,sino a aquellas escritoras que además de
escribir, también son, más o menos abiertamente, feministas. Estudios como estos
resultan iluminadores, pero nopuede olvidarse que el grueso de la literatura española que
conservamos no es feministao si lo es, ha de ingeniárselas bien para disimularlo o bien
para enmascararlo. Nohe hallado demasiados trabajos que estudien obras escritas por
hombre o mujeres que no participaron en luchas feministas como el sufragio universal, por
ejemplo, y que se centren enanalizar los textos que lamayoría de la gente ha leído la mayor
parte del tiempo y que por tanto, les han influido más. Estudiar a las feministas es
importante, claro, pero no pueden hacerse a un lado los demás textos, de los que el
feminismodebería comenzar a hablar con urgencia, dado que muchos de sus presupuestos,
tópicos o no, se observan hoy en actitudes, letras de canciones etc.No vivimos de acuerdo
a la literatura, pero la literatura sí vive de acuerdo con la sociedad del tiempo en el que ha
sido escrita y nos ayuda a conocerlo y a percibir su influencia en el nuestro.
Podrá, al hilo de lo anterior, también cuestionarse la elección de textos. La literatura es
amplísima. Pero el espacio y el tiempo de lectura son limitados. Harold Bloom decía:
“Poseemos el canon porque somos mortales y nuestro tiempo es limitado.
Cada día nuestra vida se acorta y hay más cosas que leer. Desde el Yahvista y
Homero hasta Freud, Kafka y Beckett hay un viaje de casi tres milenios. Puesto
que este viaje pasa por puertos tan infinitos como Dante, Chaucer, Montaigne,
Shakespeare y Tolstói, todos los cuales compensan ampliamente una vida
entera de relecturas, nos hallamos en el dilema de excluir a alguien cada vez
que leemos o releemos extensamente”. A mí el canon no me elige siempre las
lecturas, pero en este trabajo la elección viene dada por la canonicidad de los textos, ya
que esos textos suelen ser los más ricos a la hora de ofrecer perspectivas de estudio. En lo
que al feminismo se refiere, los textos canónicos de la literatura española tienen mucho
que aportar, como veremos. Y nada puede hacerse, además, contra el hecho de que la
literatura haya estado dominada por los hombres. ¿Para qué intentar un cambio
imposible? Siempre será más enriquecedor, a mi juicio,introducir el tema de este ensayo
con textos que han influido en los textos de los siglos XX y XXI que en dichos textos, que
aún no han influido en nadie y ¿quién sabe si habitarán la casa de la fama poética?
También hay literatura en la que se puede sospechar ya la fama póstuma en el siglo XX y
que de hecho la ha alcanzado, pero ya hemos hablado de que en el siglo XX hay muchas
mujeres creadoras y a buen seguro canónicas, con lo que nos veríamos obligados a
estudiarlas mezclando sus personajes con sus creadoras y eso alargaría mucho este
ensayo. No es lo mismo estudiar dos obras de mujeres que son la excepción, por ejemplo,
que estudiar a muchas mujeres que ya no son excepciones. Quizá esto no sea suficiente y
quizá las nociones de canon y temporalidad no sean lo bastante sólidas, o penetre
levemente en ellas algo de preferencia personal, pero ahora mismo no cuento con nada
mejor.
3. Otra razón de que el trabajo se centre en unos textos y no en otros, pues naturalmente no
abarcan todo el canon y posiblemente ni siquiera todas las obras imprescindibles, es que la
mujer tuviera relevancia en ellos. Presente o ausente, entendiendo que la ausencia sea
otra forma de presencia en la mente de los que sí están, la mujer debía tener realmente
algo que diera lugar a hablar de ella. Lo contrario hubiera sido, supongo, desvirtuar al
feminismo y a los estudios feministas.

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