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A la hora de hacer el diagnóstico del TDM según el DSM-5, hay que seguir el
siguiente orden tras “Trastorno depresivo mayor”.
- Episodio único o recurrente.
- Gravedad: leve, moderado, grave.
- Con características psicóticas. Pueden ser congruentes con el estado de
ánimo o no.
- Remisión: parcial o total.
- Con ansiedad.
- Con características mixtas (de tipo maníaco o hipomaníaco).
- Con características melancólicas.
- Con características atípicas.
- Con catatonía.
- Con comienzo en el periparto.
- Con patrón estacional.
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El TDM puede aparecer a cualquier edad, aunque la edad media se sitúa en torno a
los 25 años; de todos modos, los estudios epidemiológicos recientes indican que esta edad
está descendiendo. Los síntomas de un episodio depresivo mayor se suelen desarrollar a lo
largo de días o semanas. Un periodo prodrómico con síntomas de ansiedad y síntomas
depresivos leves puede durar de semanas a meses antes del comienzo de un episodio
depresivo mayor.
A pesar de la edad media de inicio, los trastornos depresivos aparecen también en la
infancia. Inicialmente, la depresión tiene una manifestación más exteriorizada y somática
(rabietas, inmovilidad, enuresis), pero va evolucionado hacia aspectos más internos y
cognitivos (baja autoestima, atribuciones negativas, etc.).
Los episodios de depresión mayor suelen durar 3-6 meses o más. En un 20-30% de
los casos, el episodio o síntomas depresivos residuales (insuficientes para constituir un
episodio depresivo mayor) persisten durante más de 12 meses o incluso años). Es más
probable que estas personas desarrollen nuevos episodios y que vuelvan a presentar sólo
una recuperación parcial entre los mismos; así pues, esta variable parece tener valor
pronóstico. En un 10-20% de los casos, el episodio depresivo mayor dura 2 o más años y
entonces se habla de curso crónico.
El curso del TDM con varios episodios es variable. En algunos casos pasan años
entre un episodio y el siguiente, otros presentan episodios agrupados y otros tienen
episodios cada vez más frecuentes. Las recaídas son frecuentes entre las personas con
TDM, así que este es un trastorno recurrente en la mayoría de los casos.
¿Qué diferencias hay entre recaída y recurrencia? Para ello, hay que distinguir
primero entre remisión parcial (no se cumplen todos los criterios del trastorno, pero hay
síntomas significativos), remisión total (no hay más que síntomas mínimos, generalmente
2 o menos) durante un periodo de tiempo especificado (entre 1 y 6 meses según los
estudios) y recuperación (la remisión completa se mantiene más allá del periodo anterior).
La recaída es un retorno de los síntomas de modo que se vuelve a cumplir el diagnóstico del
trastorno durante el período de remisión, pero antes de la recuperación. La recurrencia es
un nuevo episodio del trastorno que aparece después de la completa recuperación del
episodio anterior. Finalmente, está también el concepto de respuesta, una reducción
significativa de la intensidad de los síntomas (generalmente el 50%).
El trastorno distímico suele comenzar en la infancia, adolescencia o al comienzo
de la vida adulta y su curso es crónico. En contextos clínicos, la mayoría de los pacientes
distímicos presentan TDM sobrepuesto, el cual suele ser el motivo para buscar tratamiento.
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FRECUENCIA
El TDM es más frecuente en las mujeres que en los varones adolescentes y adultos;
la razón es de 2 a 1. En niños no hay diferencias entre sexos. La frecuencia del trastorno es
mayor en el intervalo de 25 a 44 años y menor a partir de los 65. La prevalencia no parece
estar relacionada con la raza, nivel educativo, nivel de ingresos o estado civil. El TDM es
1,5-3 veces más frecuente entre los familiares biológicos de primer grado de las personas
con dicho trastorno que entre la población general. También hay en estos familiares
(adultos) un mayor riesgo de dependencia del alcohol. Parece haber una mayor incidencia
de trastorno de déficit de atención/hiperactividad en los hijos de las personas con TDM.
PROBLEMAS ASOCIADOS
Un 15% de las personas con TDM grave se suicidan. Además, el TDM y, en general,
los estados depresivos aumentan la probabilidad de morir por causas diversas:
enfermedades respiratorias y del sistema nerviosos, trastornos metabólicos y
cardiovasculares, tras controlar otros factores de riesgo y de confusión (p.ej., salud física,
consumo de tabaco y alcohol, actividad física, presión sanguínea, índice de masa corporal,
colesterol, nivel educativo). Es posible que la depresión lleve a buscar menos ayuda y/o a
cumplir menos con el tratamiento prescrito. Los accidentes y el suicidio estuvieron
asociados básicamente con la comorbilidad entre depresión y ansiedad. Las enfermedades
físicas y el dolor son más frecuentes en personas con TDM vistas en consultas de medicina
general.
Trastornos que presentan comorbilidad frecuente con el trastorno distímico son
los trastornos de ansiedad (especialmente la fobia social y el trastorno de ansiedad
generalizada cuando se elimina el criterio de que no aparezca sólo durante el trastorno
afectivo), el abuso/dependencia de sustancias (básicamente alcohol), trastornos de
alimentación, trastornos de personalidad (límite, histriónica, narcisista, evitativa y
dependiente) y, específicamente en los niños, trastornos de comportamientos
perturbadores (negativista desafiante, disocial), trastorno de déficit de
atención/hiperactividad, trastorno del aprendizaje y retraso mental.
GÉNESIS Y MANTENIMIENTO
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primera hay que destacar la posible contribución genética (se estima una heredabilidad del
40-70%), los posibles desequilibrios o carencias de neurotransmisores (que no se sabe
hasta qué punto son causa o consecuencia de la depresión) y el temperamento difícil (p.ej.,
arritmicidad de las funciones fisiológicas, inhibición ante lo desconocido, poca adaptación a
los cambios, humor negativo, distraibilidad, irritabilidad, ser llorón o poco risueño). La
depresión es más frecuente en el sexo femenino y se cree que esto se debe en parte a que
en las mujeres se produce una menor síntesis de serotonina bajo condiciones de estrés.
Dentro de la vulnerabilidad psicológica se incluyen aquellas características
personales fruto de la experiencia, tales como déficit de habilidades sociales, falta de
asertividad, ira interna (frecuencia con la que los sentimientos de ira son refrenados o
suprimidos, quizá con la intención de no expresar irritación hacia los demás), estrategias
ineficaces de afrontamiento, percepción de incontrolabilidad, baja autoestima y
esquemas disfuncionales sobre sí mismo, el mundo y el futuro. Muchos de estos esquemas
ponen de manifiesto la importancia del perfeccionismo, la dependencia, la falta de valía y
la necesidad de aprobación en el mantenimiento de la depresión.
Estos esquemas preexistentes se activan cuando ocurren ciertos acontecimientos
críticos: cambios ambientales repentinos que requieren que se establezcan nuevas fuentes
de reforzamiento, ocurrencia de importantes eventos aversivos, acumulación de eventos
estresantes menos importantes, pérdida importante de reforzamiento positivo; las
situaciones estresantes pueden ser crónicas. Ejemplos de acontecimientos concretos
pueden ser muerte de un ser querido, pérdida del empleo o jubilación, divorcio o
separación, conflicto marital grave, problemas graves con los padres, enfermedades (p.ej.,
cáncer, infarto de miocardio, accidentes vasculares cerebrales, diabetes) –especialmente si
obligan a quedarse en casa o a no poder implicarse en actividades gratificantes–desarrollo
de trastornos psicológicos, nacimiento de un hijo, sucesivas contrariedades en la vida
cotidiana, conflictos diarios, experiencias de fracaso al no alcanzar las elevadas metas
autoimpuestas, etc. La persona depresiva no tiene recursos suficientes para manejar estos
acontecimientos o percibe que no tiene control sobre los mismos; incluso su falta de
habilidades puede contribuir a la ocurrencia de los mismos. Ciertos estudios sugieren que
estos acontecimientos pueden jugar un papel más significativo en la ocurrencia del primer o
segundo episodio depresivo mayor, pero que son menos importantes en los siguientes.
Los esquemas negativos de las personas deprimidas se manifiestan en una serie de
pensamientos negativos entre los que destacan la autocrítica, las explicaciones pesimistas
y las atribuciones internas (a sí mismo), estables (siempre) y globales (en todas las
situaciones) para el fracaso y acontecimientos negativos, y externas, inestables y
específicas para el éxito y los acontecimientos positivos. Otros sesgos en el procesamiento
de la información que contribuyen al mantenimiento de la depresión son: atender a o
percibir sólo los aspectos negativos, pensar en términos de todo o nada, dificultades para
recordar las experiencias positivas e incapacidad para ver los pensamientos como
pensamientos en vez de cómo algo real (reducida conciencia metacognitiva).
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