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Formación y Capacitación del Ingeniero Civil

Conference Paper · March 2006


DOI: 10.13140/RG.2.1.1758.8648

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Juan Alfonso Casillas García de León


Metropolitan Autonomous University
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EDUCACIÓN Y CAPACITACIÓN
DESDE LA ESCUELA HASTA LA EMPRESA

PONENCIA CENTRAL

La Formación y Capacitación del Ingeniero Civil


Dr. Juan Casillas García de León

PONENCIAS ESPECIALES

Educación en Ingeniería: Una Visión


Dr. Alberto Jaime Paredes

El Compromiso Social del Ingeniero Civil en el México Globalizado


Dr. Miguel Angel Vergara Sánchez

Características de los Egresados para las Empresas Constructoras


M. en C. Leopoldo Lieberman Litmanowitz

El Desarrollo Profesionaldel Ingeniero Civil en los Centros de Trabajo


Dr. Octavio Rascón Chávez
XXIII CONGRESO NACIONAL DE INGENIERÍA CIVIL

FORMACIÓN Y CAPACITACIÓN DEL INGENIERO


CIVIL
Dr. Juan Casillas García de León∗

INTRODUCCIÓN

Una de las tareas esenciales de una organización gremial, como el Colegio de


Ingenieros Civiles de México, es asegurar que la calidad de sus miembros es la
adecuada para desempeñar las tareas que la sociedad les ha encargado. Esta
responsabilidad no se limita a vigilar que sus miembros actuales cumplan con
dichas tareas bajo ciertas normas de calidad, sino que se extiende a asegurar que los
futuros ingenieros tendrán la formación necesaria para enfrentar los retos, cada vez
más complejos, que se presentarán a la profesión en los tiempos venideros. Esta es
la razón de incluir en un Congreso como éste el tema que corresponde a esta mesa.

El tema, para ser tratado en toda su amplitud, requeriría de mucho más tiempo que
el disponible en esta sesión y aún del que estaría dispuesto a invertir quien no está
directamente involucrado en los procesos de formación y capacitación del Ingeniero
Civil, leyendo los trabajos completos de esta Mesa en las Memorias del Congreso.
Por ello, en este trabajo se tratarán solamente algunos temas que presentan la
necesidad de hacer cambios o adiciones a los procesos actuales, los que, con mayor
o menor precisión, son prácticamente conocidos por todos.

También debe señalarse que en la elaboración de este trabajo se han tenido en


cuenta muchos otros, elaborados por distintas personas, que han sido presentados en
diversas reuniones de agrupaciones de Ingenieros o que se encuentran disponibles
en diversas publicaciones que tienen que ver con el tema. Una lista de dichas
presentaciones y trabajos se encuentra en las Referencias al final. Aunque la mayor
parte de las ideas que aquí se expresan no son originales, su selección e
interpretación son responsabilidad exclusiva del ponente, así como, desde luego,
algunas otras ideas que no tienen más aval que la opinión del autor, basada en


Profesor Distinguido, Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco
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muchos años de dedicación a la docencia en Ingeniería y a la administración


universitaria.

SOBRE LA MATRÍCULA EN LAS CARRERAS DE INGENIERÍA CIVIL


EN EL PAÍS.

El Dr. Alberto Jaime, en un trabajo reciente, ha mostrado las cifras de primer


ingreso y matrícula total en Ingeniería Civil en el país, obtenidas de los Anuarios de
ANUIES. Concluye que no hay una disminución significativa en la matrícula total,
aún cuando sí la puede haber en muchas instituciones, debido al gran incremento en
el número de escuelas donde esta carrera se imparte. Aún cuando esta afirmación es
cuestionada por algunos, el problema esencial a este respecto es, a mi juicio, uno
más complicado. ¿Cuál debía ser el número adecuado de estudiantes de Ingeniería
Civil en el país? ¿Cómo determinarlo racionalmente?, ¿Qué proporción de los
estudiantes de educación superior deberían cursar carreras de Ingeniería y, en
particular, de Ingeniería Civil?

Si estas preguntas son analizadas exclusivamente a la luz de la demanda actual de


Ingenieros Civiles, las cifras existentes parecerían adecuadas - y algunos dirían que
son excesivas - dada la muy baja inversión en la construcción y el mantenimiento de
infraestructura que se ha tenido en los últimos 20 años. Pero si se quiere que el país
crezca económicamente lo requerido para elevar la calidad de vida de todos los
mexicanos, lo que debiera ser una meta indiscutible, es innegable que existe un
déficit enorme de construcción de nueva infraestructura y de mantenimiento de la
que el país ha construido hasta la fecha. Esto requerirá de un número mucho mayor
de Ingenieros Civiles que el que existe a la fecha y hará necesario tener números
crecientes de estudiantes en nuestra disciplina.

Es conveniente hacer una reflexión adicional. Es comúnmente aceptado que hay una
demanda generalizada para incrementar el porcentaje de jóvenes mexicanos que
cursen estudios superiores en el país. Esta aceptación puede verse tanto desde un
punto de vista de justicia social, para extender las oportunidades de ascenso social a
estratos de la población que no los han tenido hasta la fecha, como desde otro de
tipo económico, que muestra que cualquiera de los países desarrollados tiene un
porcentaje de participación de jóvenes en educación superior muy superior al
nuestro. Si el número de estudiantes de educación superior deberá crecer
significativamente, ¿es conveniente para el país que ese crecimiento se dé
fundamentalmente en las Ciencias Sociales, Económicas y Administrativas y que en
las Ingenierías se mantenga estático?
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Hay un aspecto que debe considerarse en relación con la pregunta anterior. Es


indudable que el desarrollo de la tecnología es una característica de los nuevos
tiempos y que su comprensión y dominio por amplios sectores de la sociedad es una
condición indispensable para la modernización de un país. Empieza a reconocerse
que en “la sociedad del conocimiento” un gran número de los trabajos generados
requiere una componente importante de conocimiento y manejo de la tecnología. En
este contexto, un estudiante con una formación básica en Ingeniería y, por tanto, en
tecnología, estará mejor preparado para enfrentar los problemas del mundo moderno
que otro formado en Humanidades y Ciencias Sociales, como ha sido considerado
hasta la fecha.

Esto quiere decir que para muchos trabajos que no corresponden directamente a la
preparación específica que ahora se imparte en las escuelas de Ingeniería, una buena
formación básica como ingeniero puede ser mucho más útil en el futuro que una en
Ciencias Sociales. Esto ya sucedió en tiempos recientes en México, cuando una
buena parte de los trabajos generados con la reprivatización de los bancos, en las
casas de bolsa y en las financieras, fueron realizados por ingenieros, que no habían
sido preparados en sus escuelas para desempeñar esas tareas pero que pudieron
utilizar su formación analítica y sus conocimientos tecnológicos para desempeñar
tareas que requerían atención urgente. Y a esto, la resolución de problemas urgentes
con las herramientas disponibles, estamos acostumbrados los ingenieros.

En este sentido, es ilustrativo mencionar datos publicados en los Estados Unidos


que indican que de 2.2 millones de egresados en carreras de ingeniería solamente un
millón labora en trabajos directamente conectados con la carrera que estudiaron y
los demás lo hacen en otras actividades. Otra información reciente de ese país
señala que el 40% de los trabajos que se ofrecen ahora tienen una componente
significativa de tecnología, pero que solamente 17% son ocupados por personas
cuya formación incluye aspectos tecnológicos.

Por lo anterior, debe pensarse que no todos los ingenieros del porvenir laborarán en
las áreas que tradicionalmente hemos considerado como campos de trabajo de la
Ingeniería, sino que ocuparán muchos otros puestos, para los cuales su formación de
Ingenieros les servirá de base para aprender y aplicar otros conocimientos, en
trabajos que ni siquiera imaginamos, pero que requerirán capacidad de análisis,
entendimiento y manejo de tecnologías y habilidad para identificar, plantear y
resolver problemas. Esta habilidad, por cierto, es algo que debe enfatizarse en los
programas de formación de ingenieros desde los inicios de la licenciatura.
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Hay un tema adicional, sobre el cual no hay consenso de opiniones. Algunos


pensamos que la Ingeniería Civil no atrae ya, como lo hacía en el pasado, a los
mejores estudiantes de Ingeniería, quienes ahora escogen áreas donde ven un mayor
dinamismo: telecomunicaciones, electrónica, mecatrónica, computación. Tal vez
hemos olvidado señalar a los alumnos que si alguna de las ingenierías tiene un
impacto social importante y directo en la mejora de las condiciones de vida de la
sociedad, en su conjunto, es la Ingeniería Civil. Las otras, las orientadas a la
producción de toda clase de aparatos, tienden más a la creación de satisfactores de
uso personal. Dado que son precisamente los jóvenes quienes con mayor
vehemencia desean contribuir a mejorar las condiciones de vida de la sociedad, y no
sólo sus condiciones particulares, debemos mostrarles con toda claridad uno de los
mejores caminos para hacerlo.

ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DE LOS NUEVOS ESTUDIANTES.

Es oportuno mencionar que la gran expansión en el sistema de educación superior


del país implica que ahora están ingresando a este nivel estudiantes provenientes de
estratos sociales con niveles culturales bajos. Muchos de ellos provienen de familias
donde los padres si acaso terminaron la primaria, de manera que carecen de los
hábitos culturales que se consideraban normales en tiempos pasados. Si a esto se
agrega el bajo nivel económico de sus familias, se tienen situaciones muy diferentes
a las que existían hace algunas décadas y que requieren de atención específica.

Tres son los aspectos que se mencionarán a este respecto. Por una parte, si se quiere
que el estudiante realice trabajo académico fuera del salón de clase, lo que es
indispensable en el modelo educativo que debe implantarse, deberá tenerse en
cuenta que ese trabajo lo deberá realizar en instalaciones de la institución, puesto
que en su casa es imposible. Durante muchos años el funcionamiento de las
escuelas se ha basado en la premisa de que el estudiante permanezca el menor
tiempo posible en ella - de ahí los horarios con tres o cuatro clases seguidas, sin
tiempos libres entre ellas. Ahora será necesario no solamente ampliar espacios y
tiempos de operación en laboratorios y bibliotecas, sino crear otros espacios, en los
que grupos de estudiantes puedan trabajar académicamente o estudiar en pequeños
grupos y también desarrollar actividades deportivas y culturales.

Pero la falta de recursos económicos de sus familias hace necesario que muchos de
ellos trabajen un número significativo de horas a la semana. Por ello sería muy
conveniente impulsar el establecimiento de un programa nacional amplio de becas
para estudiantes de bajos recursos, pero con rendimiento académico satisfactorio,
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similar al PRONABES existente. El incremento en la eficiencia terminal de las


carreras compensaría en buena parte el costo del programa.

Otro aspecto tiene que ver con las serias deficiencias en Matemáticas, Física y
Química que tienen muchos estudiantes en su ingreso a la licenciatura. No es
posible cerrar las puertas a quienes son los mejores de sus respectivas escuelas,
como lo muestran sus resultados en los exámenes de selección que comúnmente se
aplican, pero tienen serias deficiencias en estas áreas, más atribuibles a las
instituciones donde cursaron sus estudios previos que a ellos mismos. Pero tampoco
se puede construir mucho sobre cimientos tan endebles. Esto hace necesario instituir
formalmente, y no sólo como una recomendación al estudiante, cursos de
regularización o nivelación, de carácter obligatorio, para quienes no demuestren
tener las bases necesarias.

Aquí hay obstáculos formales en las legislaciones de las instituciones de educación


superior que habrá que modificar. Muchas están influenciadas en forma importante
por las experiencias de las escuelas de Ciencias Sociales y Administrativas, donde
aparentemente no existe un problema similar. Tal vez esto se deba a que basta con
saber leer y tener una adecuada motivación para poder iniciar, con éxito, una carrera
en esas disciplinas. Pero esto no es suficiente en Ingeniería. Se requiere tener bases
firmes en Matemáticas, que lleguen hasta el Cálculo, para poder cursar
satisfactoriamente las asignaturas del primer año. Por ello, debe buscarse que la
legislación permita claramente establecer cursos previos, con carácter obligatorio,
para quienes no muestren tener las bases necesarias. De poco sirve al interesado y al
país darle una oportunidad nominal de cursar estudios superiores con bases
inadecuadas, si la experiencia muestra que ésta no puede ser aprovechada. Es
necesario darle una oportunidad real, aún cuando esto implique modificar reglas que
hasta ahora se han tenido como intocables.

SOBRE LAS CARACTERÍSTICAS DEL INGENIERO DEL FUTURO.

Hace unos cuantos años, la ABET, la organización encargada de acreditar los


programas de Ingeniería en los Estados Unidos, modificó radicalmente sus
requisitos de acreditación. De una manera simplista, puede decirse que pasó de un
sistema basado en calificar los insumos del proceso de formación de ingenieros
(calidad del profesorado, de las bibliotecas, de los laboratorios, del plan de estudios,
etc.) a uno de evaluación de los resultados de dicho proceso, medidos a través de
una serie de indicadores. Este cambio obedeció a la evidencia de que los egresados,
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en general, no cumplían ya con las nuevas expectativas de la sociedad y de los


empleadores.

El problema no es que tengan conocimientos insuficientes en la parte técnica


correspondiente, lo que sería fácil de corregir, sino el que no han desarrollado
actitudes y habilidades que ahora se ven como fundamentales. Entre ellas se señalan
la de comunicación eficiente oral y escrita, la conciencia de la importancia de
considerar aspectos sociales y culturales en el desempeño de su profesión, la
creatividad, el trabajo interdisciplinario, el trabajo en equipo, el manejo de otro
idioma etc.

Lo anterior puede resumirse en lo siguiente. No basta con que los egresados hayan
adquirido los conocimientos específicos de su carrera y que tengan una idea más o
menos clara de cómo aplicarlos en la resolución de un problema técnico. Es
indispensable que, además de lo anterior, hayan desarrollado habilidades y actitudes
que les permitan ser más efectivos en el planteamiento y solución de los problemas
reales a que deberán enfrentarse, los que, además de su aspecto técnico, tienen
aspectos sociales, económicos, legales, políticos, etc. que también deben tenerse en
cuenta al proponer una solución, para que esta sea factible y efectiva. Se señala que,
cada vez con mayor frecuencia, el ingeniero debe poder comunicar con claridad a
miembros de la sociedad las razones de las decisiones que toma y que, al tomarlas,
ha tenido en consideración los puntos de vista de los posiblemente afectados.

Si se tienen en cuenta la complejidad creciente de los problemas, el avance acelerado


se la tecnología y la imposibilidad real de predecir las circunstancias del futuro, los
cambios en los planes de estudio de las carreras de ingeniería debieran ser drásticos.
La Profesora Katehi lo ha expresado de una manera clara y concisa, que aquí
traduzco libremente: "El Plan de Estudios del Ingeniero del futuro deberá construirse
buscando el desarrollo de habilidades y no enseñando el conocimiento existente.
Debemos enfocarnos en el desarrollo de habilidades de análisis, de solución de
problemas y de diseño. Debemos enseñar métodos y no soluciones. Debemos
impulsarlos a ser creativos e imaginativos”. Cambios de esta naturaleza no pueden
implantase en corto tiempo. Pero habría que iniciar acciones en este sentido para
poder tener, a mediano plazo, planes de estudio mejor adecuados a las necesidades
del futuro.

Este es un campo en el que las escuelas de ingeniería no tienen gran experiencia.


Comúnmente se ha considerado que las actitudes se desarrollan de una manera
automática en el contacto con profesores y compañeros y que las habilidades son
características personales, innatas en el individuo. Pero ahora se ve necesario dar
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atención específica al desarrollo de estas características y no dejar el problema


como de responsabilidad exclusiva del interesado. La escuela debe coadyuvar en
forma directa a lograr este objetivo.

En este propósito, la colaboración de las organizaciones gremiales y la de los


profesionales en su trabajo directo puede ser muy valiosa para las instituciones
educativas. No se trata solamente de opinar sobre las actitudes y habilidades que se
considere deben desarrollarse en forma primordial, tema del que hablará en esta
reunión el M. en C. Leopoldo Lieberman, sino de colaborar en la creación de
ambientes en los que éstas puedan impulsarse en situaciones similares a las reales.
Como ejemplo, el trabajo en equipo, la presentación oral de un proyecto, el trabajo
interdisciplinario, etc. podrían ser estimulados si ingenieros o empresas diesen
oportunidades, en sus lugares de trabajo, a estudiantes de los últimos años en el
desarrollo de proyectos, construcciones, etc. en los que pudieran interactuar
directamente con profesionales de probada trayectoria y gran experiencia. Las
posibilidades de formación y capacitación de ingenieros en las organizaciones que
los utilizan en forma importante serán tratadas con mayor amplitud por el Dr.
Octavio Rascón en su trabajo.

SOBRE UN NUEVO ESQUEMA PARA LA FORMACIÓN DEL


INGENIERO CIVIL.

Aquí es conveniente mencionar tres factores que hacen necesario modificar la


estructura de los planes de estudio de los ingenieros civiles del futuro. Por una
parte, la creciente complejidad de los problemas a resolver hace necesaria una
mayor profundidad en los conocimientos técnicos requeridos para hacerlo. Como ha
sido expresado ya por varios prestigiados ingenieros, las soluciones fáciles se dieron
ya, sean éstas la ubicación de un puente, de una presa, el abastecimiento de agua de
una población, etc. Ahora estos problemas deben solucionarse en condiciones
mucho más desventajosas, para decirlo en pocas palabras Y esto requiere de
conocimientos específicos más profundos que los que usualmente se cubren hoy a
nivel licenciatura.

Por otra parte, es imposible, en el nivel de licenciatura, cubrir con una mayor
profundidad todos los campos de actividad tradicional del ingeniero civil. Esto ha
hecho pensar a algunos en la conveniencia de dividir la carrera en cinco o seis
carreras específicas, como se hizo hace algunos años en Ingeniería Mecánica y
Eléctrica. Esta solución sería inconveniente por dos razones principales: las obras
de infraestructura requieren de conocimientos de varias de las áreas en que podría
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subdividirse la carrera, por lo que una formación generalista, como la que se intenta
mantener en los programas actuales, es sumamente conveniente. Pero, además, las
condiciones del país, y podría decirse de la sociedad moderna, harán muy probable
el cambio de actividad principal de trabajo a lo largo de la vida profesional de un
ingeniero. Esta posibilidad quedaría seriamente restringida si el egresado no fuese
Ingeniero Civil, como lo conceptuamos actualmente, sino Ingeniero Estructural, o
en Vías Terrestres, o Constructor, etc.

Ya se ha mencionado que en la formación del ingeniero se requiere ahora prestar


atención especifica al desarrollo de actitudes y habilidades y propiciar que en la
planeación y realización de proyectos tenga en cuenta aspectos de carácter social,
político, cultural, etc. Esto requerirá de cursos y actividades específicas adicionales
a las contempladas en los planes de estudio vigentes. Pero no puede alargarse
indefinidamente la duración de un plan de estudio que conduce a una licenciatura,
so pena de empujar a los estudiantes a otras carreras con menores requisitos.

La solución a este dilema va en la línea de lo que la ASCE está promoviendo en los


Estados Unidos: considerar que el grado académico mínimo para el ejercicio
profesional con responsabilidad legal es el de Maestría, o el de una Especialización
que cumpla requisitos de calidad determinados. En esta concepción, la licenciatura
mantendría un carácter generalista, con la incorporación de cursos o actividades que
propiciaran el desarrollo de actitudes y habilidades y un conocimiento útil, no de
simple requisito formal, de Ciencias Sociales.

En nuestro país, esto podría lograrse con Planes de Estudio de Licenciatura de 4


años de duración real (sin las sobrecargas de trabajo que actualmente tienen, las que
hacen que sea una excepción el cubrirlos en el tiempo especificado) y con 12 a 18
meses adicionales para cursar una Maestría o una Especialización en un campo
determinado de la Ingeniería Civil.

La licenciatura cubriría los conocimientos básicos de Matemáticas y Ciencias


Naturales, más los generales de Ciencias de la Ingeniería y los requeridos de
Ciencias Sociales y Humanidades, incluyendo en estos la redacción clara en español
y la lectura de material técnico en un idioma diferente al español. Y en su parte
final, se tendrían cursos en áreas específicas, en los que se mostraría cómo los
conocimientos básicos, aunados a los específicos del área y a los surgidos de la
práctica profesional, se utilizan en la solución de problemas representativos de
aquéllos que el Ingeniero Civil encontrará en su actividad profesional. En esta parte,
el alumno podría optar por aquéllas áreas que más le atrajesen. Y todo esto, sin
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olvidar la necesidad de acciones específicas para estimular el desarrollo de actitudes


y habilidades necesarias para un desempeño eficaz y eficiente de la profesión.

SOBRE LA NECESIDAD DE LA EDUCACION CONTINUA COMO


ELEMENTO PARA MANTENER UN EJERCICIO PROFESIONAL
DE CALIDAD EN UN CAMPO DETERMINADO.

En el inciso anterior se habló de la complejidad creciente de los problemas que


deben resolverse y de la gran posibilidad de que el ingeniero cambie varias veces de
actividad, o aún área de trabajo, durante su vida profesional. Estas dos situaciones
hacen claro que el profesional debe estar consciente de la necesidad de mantenerse
actualizado en el área de trabajo en que se desempeña o en las nuevas actividades
que ahora le tocará llevar a cabo.

Esto es responsabilidad primaria del propio interesado, por lo que las instituciones
educativas deben hacer conscientes de esta necesidad a sus egresados. Pero las
empresas en que laboran los ingenieros y las organizaciones gremiales y técnicas en
las que se agrupan, deben apoyar en forma efectiva esta actividad, mediante la
organización de cursos específicos para este objetivo. Y dichos cursos deben
extenderse de las modalidades presenciales, que limitan la participación de muchos
que necesitan y desean actualizarse, a aquellas conocidas genéricamente como “ a
distancia”, que permiten al interesado tomarlas en las condiciones que sus
circunstancias particulares se lo permiten. Esto empieza a multiplicarse, lo que en
términos generales es muy positivo. Habrá, sin embargo, necesidad de establecer
mecanismos para diferenciar los cursos bien formulados e instrumentados de
aquéllos que son utilizados solamente como una fuente de ingresos a cambio de
diplomas de muy escasa calidad.

SOBRE EL ASEGURAMIENTO DE LA CALIDAD DE LOS EGRESADOS.

En la ponencia del Dr. Jaime se mencionó que en ANUIES hay registrados 151
programas de Ingeniería Civil en el país. Pero estos incluyen solamente aquéllos
que tienen reconocimiento oficial y seguramente existen más que están en el
proceso de buscar su reconocimiento. Hay evidencias claras de que la calidad de
dichos programas no es uniforme y de que hay varios muy deficientes.

Ante esto, una organización como el CICM, que tiene entre sus funciones garantizar
a la sociedad que sus miembros ejercen su profesión con estándares de calidad
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adecuados, debe participar decididamente en apoyo de las acciones que ya se


realizan con este objetivo. Estas tienen que ver con la Acreditación de Programas de
Estudio, a cargo de CACEI y con la Certificación de Profesionales, llevada a cabo
por el CENEVAL y por el Colegio en algunas especialidades, actividad que se
piensa extender a la Certificación del Ingeniero Civil. A este tema específico está
dedicada una Mesa de Trabajo en este Congreso, por lo que aquí solamente se hace
hincapié en la necesidad de formalizar estas actividades. Esto se vuelve aún más
urgente en esta era de la globalización, en la que cada vez con mayor frecuencia se
especifica la certificación de profesionales, empresas, procesos, etc. como requisito
indispensable para participar en cualquier licitación de cierta importancia.

También aquí es importante que los colegios estimulen a sus miembros a participar,
en forma individual, en los procesos de acreditación de programas y en los de
formulación de preguntas, o reactivos, a ser utilizados en los distintos procesos de
certificación de profesionales. La calidad de los procesos de evaluación depende, en
forma importante, de la calidad y experiencia de las personas que en ellos
participan.

Y una llamada de atención para no llevar estos procesos a extremos de rigor mal
entendido, que pretendieran uniformar los programas en todas las instituciones. Esto
contribuiría a su estancamiento y a la eliminación de la muy conveniente
diversificación de enfoques que debe existir en un sistema de educación superior en
un país. Otro posible peligro sería el de consagrar los mínimos (de conocimientos,
actitudes y habilidades) que necesariamente se establecen en un proceso de
evaluación para poder juzgar programas con diferentes enfoques particulares, como
las metas que deben alcanzarse para justificar la certificación. Esta aceptación
llevaría pronto a la proliferación de organismos enfocados solamente a preparar al
alumno “a pasar” el examen y nada más, tal como ahora lo ofertan algunos para
pasar el examen de admisión de algunas universidades públicas.

SOBRE EL IMPULSO A LOS ESTUDIOS DE POSGRADO Y A LOS


TRABAJOS DE INVESTIGACIÓN Y DESARROLLO TECNÓLOGICO.

Aquí se hará hincapié en algunos aspectos de los estudios de posgrado, dado que los
aspectos de investigación y desarrollo tecnológico son objeto de otra de las mesas
de este Congreso. Y, en especial, los comentarios se referirán a los estudios de
Maestría, ya que es comúnmente aceptado que los de Doctorado pretenden dar una
formación orientada a la investigación original de relevancia en un área
determinada. Aún cuando lo anterior no debe presuponer que la investigación será
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necesariamente la actividad fundamental del egresado de estos programas. También


debe considerarse como objetivo principal el desarrollo a profundidad de las
capacidades de un individuo, que después podrá utilizarlas de distintas maneras en
su vida profesional.

Es cierto que el número de estudiantes de posgrado en ingeniería en el país es muy


reducido, en términos absolutos y porcentuales. Se incrementaría significativamente
de adoptarse la modificación que aquí se propone de considerar la Maestría o la
Especialidad de Calidad como el grado académico mínimo para acceder al ejercicio
profesional con responsabilidad legal.

Pero es también indispensable propugnar por eliminar la muy inconveniente


clasificación que el CONACYT ha establecido de programas de Maestría en
“académicos” y “profesionalizantes”. Por los requisitos fijados a cada tipo y por la
natural tendencia de los académicos de formar clones de sí mismos, dado que el
plan de estudios de tipo “académico” está centrado en la investigación de carácter
original, se tienen muchos programas del primer tipo y muy pocos del segundo.
Esto significa que se están formando ahora, mayoritariamente, maestros y doctores
con expectativas de vida académica, un campo de trabajo necesariamente reducido
y que pronto se satura, en tanto que son pocos los que se encaminan a la actividad
profesional de alto nivel, donde debieran ser requeridos en mucho mayor número.

Por ello sería conveniente solicitar la desaparición de esta división artificial entre
programas “académicos” y “profesionalizantes” e insistir solamente en programas
de calidad. Éstos con la suficiente flexibilidad para acomodar tanto el interés de
quien está pensando en una actividad esencialmente académica, como el de quien
aspira a una actividad profesional de alto nivel. No es raro el cambio de una a otra
perspectiva para un ingeniero y, además, ambas se benefician con el continuo
intercambio de enfoques e intereses durante el desarrollo del programa.

Un punto más a este respecto. Deben revisarse los requisitos exigidos en México
para la opción del grado de Maestro para evitar lo que actualmente sucede. Es
mucho más probable obtener una Maestría en el extranjero en doce o dieciocho
meses, donde el estudiante tiene que desenvolverse en otra lengua, pero sin la
elaboración forzosa de un trabajo de tesis de investigación – aún en las
universidades de mayor prestigio- que hacerlo aquí en 24 meses. Además, el
CONACYT no otorga becas a estudiantes de posgrado en México si el programa de
Maestría no exige como requisito la elaboración de una tesis de investigación, en
tanto que esta condición no es exigida para estudios en universidades del extranjero.
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En el caso de la investigación, es preocupante que buen número de los proyectos


desarrollados en nuestro medio tienen poco que ver directamente con problemas de
interés nacional. Estos no son atendidos porque en las distintas instancias
(nacionales e institucionales) de evaluación de la calidad de la investigación se hace
énfasis en la publicación en revistas de carácter internacional y éstas publican,
mayoritariamente, lo que estiman tiene interés universal y no local. Además, es
preocupante que la mayor parte sean estudios teóricos, muchos con modelos en
computadora, pero con muy poca componente experimental. Esto sucede por que
sólo este tipo de estudios “garantizan” al investigador la presentación de un trabajo
antes de la fecha de su siguiente evaluación.

Lo anterior no es sino una consecuencia de no haber insistido los ingenieros, como


gremio, ante organismos como el CONACYT y el SNI para ser juzgados con
criterios específicos para la profesión y no con simples adaptaciones de los usados
para las Ciencias Naturales. Por sólo señalar una diferencia entre ambas, diferencia
que daría justificación a un sistema de evaluación totalmente diferente. La Ciencia
tiene un carácter universal, sus conclusiones son las mismas en todas las latitudes y
una vez establecida o descubierta una relación ésta es válida en todos los casos en
que se aplica. En cambio, la Ingeniería, y en particular la Ingeniería Civil, enfrenta
problemas que deben resolverse en circunstancias específicas, con atención a
muchos aspectos locales de índole social, económica y cultural, por lo que sus
soluciones carecen, con frecuencia, de gran interés en otras latitudes que tienen
otras circunstancias. Esto es especialmente significativo cuando uno de los
elementos fundamentales de juicio sobre el valor de cualquier trabajo de
investigación es, como ya se dijo, su publicación en revistas internacionales.

SOBRE LA PARTICIPACIÓN DIRECTA DE LOS INGENIEROS DE LA


PRÁCTICA EN LA FORMACIÓN PROFESIONAL DE LOS NUEVOS
INGENIEROS.

Una de las críticas que se escuchan en todo el mundo es la gran separación existente
entre la práctica de la ingeniería y las escuelas donde se forman los ingenieros. Hace
más de 50 años, cuando tuve la fortuna de estudiar en la entonces Escuela Nacional
de Ingenieros, ese problema no existía: nuestros profesores eran, en su gran
mayoría, distinguidos ingenieros, con práctica profesional cotidiana, que nos
trasmitían los conocimientos básicos enriquecidos con su experiencia profesional.

Pero ese mundo desapareció. La matrícula en educación superior creció en forma


impresionante, se crearon nuevas escuelas que se establecieron en las afueras de las
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ciudades, el conocimiento creció exponencialmente, se desarrolló la figura de


profesor de carrera con una actividad primordialmente académica, y las escuelas se
fueron, poco a poco, encerrando en sí mismas, sin un contacto real amplio con el
exterior. Algunas instituciones pretenden que mantienen un contacto vivo por que
cuentan con gran número de profesores de horas y de medio tiempo que trabajan
profesionalmente. Pero, con frecuencia, dichos profesores enseñan asignaturas sin
mayor liga con su actividad profesional diaria y, por desgracia, para algunos de
ellos la docencia es tan sólo una actividad necesaria para completar un presupuesto.

Las escuelas de Ingeniería debieran buscar nuevos mecanismos para lograr la


participación de ingenieros con práctica profesional distinguida y relevante, bajo
nuevas reglas que permitan su participación efectiva. Esto puede implicar la
creación de categorías de profesor (con el nombre que se juzgara más adecuado)
con características específicas y diferentes de las requeridas para el profesor de
carrera, que hagan hincapié en el trabajo profesional desarrollado por el interesado.
Su colaboración podría contemplar desde la asesoría directa a estudiantes a su lugar
de trabajo - no tanto para ahorrarle al profesor tiempos de transporte, sino porque en
ese lugar tiene a la mano todos los elementos que requiere para mostrar al alumno
cómo se realiza un trabajo profesional - hasta tiempos de desarrollo de la actividad
diferentes de los establecidos formalmente en los calendarios escolares. Esto es, se
requeriría flexibilizar en forma importante las maneras en que se imparte y se
evalúa la docencia.

Desde luego, los profesionales que participaran en estos programas deberán hacerlo
con plena conciencia de los compromisos que adquirirían con la institución y con
sus propios alumnos, en lo que se refiere a tiempos de atención, vigilancia de su
avance académico y, sobre todo, en la motivación y el ejemplo de cómo llevar a
cabo una actividad profesional responsable. No podemos desperdiciar, como
gremio, las oportunidades de formación de nuevos ingenieros que se presentan en el
desarrollo de proyectos y en la realización de obras, tanto de carácter publico como
de carácter privado.

Lo anterior deberá experimentarse poco a poco, cuidando, como en todo proceso


nuevo de enseñanza, de ir paso a paso para garantizar que los participantes reciban
en cada etapa las enseñanzas y experiencias que el programa plantea. Este es un
campo donde la profesión podría dar un apoyo invaluable en la formación de los
ingenieros que el desarrollo del país está demandando.
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SOBRE LA CONVENIENCIA DE DIVERSIFICAR LA FORMACIÓN DE


INGENIEROS CIVILES

La profesión encara ahora, cada vez en forma más crítica, el hecho de que tiene que
atender las necesidades de una sociedad mexicana muy diversificada, que va desde
la postmoderna en las grandes metrópolis, con necesidades y expectativas muy
similares a las de los países desarrollados, hasta la de las regiones rurales aisladas,
que viven bajo un régimen de autosuficiencia y con nula o muy escasa participación
en la vida económica y social del país. Sin embargo, la mayor parte de los planes de
estudio en el país son, esencialmente, muy similares entre sí y orientados a atender
las necesidades de las poblaciones de los núcleos urbanos importantes del país. Aún
las obras de infraestructura que se construyen en el campo tienen como objeto
fundamental atender las necesidades de los núcleos urbanos: de abasto, de
transporte, de energía, de agua potable, etc. Pareciera que en el trasfondo de esta
situación estuviese la idea de que el problema es simplemente de tiempo y
paciencia- ésta última de los marginados- y que eventualmente se irán incorporando
a los beneficios del progreso del país.

Aún cuando éste ha sido un problema desde hace mucho tiempo, surge ahora con
mayor fuerza con la globalización, la que nos exige impartir una formación
profesional equivalente a la de los países desarrollados. ¿Es esa formación la más
adecuada para resolver los problemas de infraestructura de la mayoría de los
municipios del país? En muchos de ellos los problemas básicos de vivienda digna y
segura contra los elementos naturales, de comunicación, de agua potable y drenaje
en las viviendas, etc. son todavía temas a resolver y en los cuales la propia
construcción de la infraestructura necesaria puede ser un elemento de trabajo y de
capacitación para el desarrollo.

Ante la gran diversidad de necesidades y de condiciones en el país para resolverlas,


parece oportuno analizar la conveniencia de tener planes de estudio con
características básicas similares pero con diferentes enfoques para esas distintas
situaciones. Si esta idea fuese aceptada, quedaría todavía un problema importante, e
no asociar los distintos enfoques con calidades diferentes: profesionales de primera
clase para el medio urbano y de segunda para el rural. En este análisis, las ideas y
opiniones de los ingenieros de la práctica, que están más cerca de estos problemas
que lo que estamos los académicos, serían de importancia fundamental para
examinar la pertinencia y la factibilidad de propiciar esa diferencia de enfoques.

A esto habría que añadir que las acciones del estado mexicano van en el sentido de
impulsar el crecimiento económico y social del país desde el municipio, al que en
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forma creciente se le irán otorgando los recursos para definir, planear y construir la
infraestructura que requieren. Esto implica que irá creciendo el número de
ingenieros civiles, y de otros profesionistas, necesarios para desempeñar estas
funciones. El Dr. Vergara tratará más a fondo el tema de la globalización y sus
implicaciones en la responsabilidad social del ingeniero civil.

La globalización ha ocasionado que en muchas instituciones educativas se persiga


ahora la colaboración con instituciones extranjeras, en la búsqueda del sello de
aprobación que ellas pueden otorgarnos. Es más, están proliferando los programas
de licenciatura con titulación doble, lo que a mi punto de vista personal, constituye
un mecanismo claro para la exportación, a los países del mundo desarrollado, de
personal probado y calificado, al que simplemente le dan, a nuestro costo, el toque
final que requieren para incorporarlos más fácilmente a sus economías.

Es claro que la colaboración con instituciones extranjeras es sana y muy


conveniente, siempre que ésta se dé en condiciones de colaboración real para el
enriquecimiento mutuo. Por ello es muy conveniente el intercambio académico y el
establecimiento de mecanismos ágiles de reconocimiento, en ambas direcciones, de
cursos y títulos facilita dicho intercambio. Pero esto es muy distinto a convencernos
de que necesitamos su sello de aprobación para que nuestros egresados puedan
competir en el mercado global.

Muchos otros puntos podrían tratarse en esta conferencia pero estimo que los
principales, a mi juicio, han sido ya mencionados. El enunciarlos, la tarea que me
fue encargada, es la parte sencilla del problema. El discutirlos y alcanzar acuerdos
de voluntades para realizar algunas de las acciones que aquí se plantean será
bastante más difícil. Pero lo verdaderamente trascendental será llevar al cabo en las
instituciones los cambios que las nuevas condiciones exigen para que los egresados
del futuro puedan resolver eficaz y eficientemente las necesidades del país. Para
lograrlo, se requiere del trabajo conjunto de académicos y profesionales, de
instituciones educativas y agrupaciones gremiales. Ojalá este Congreso sirva para
estimular esta colaboración.
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REFERENCIAS

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Engineering Education to the New Century, Washington, D.C., Estados Unidos, publicado
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