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REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA EDUCACION UNIVERSITARIA


INSTITUTO UNIVERSITARIO TECNOLÓGICO “LOS LLANOS”
PROGRAMA NACIONAL DE FORMACIÓN EN AGROALIMENTACION
EXTENSIÓN ALTAGRACIA DE ORITUCO

SISTEMA NACIONAL E INTERNACIONAL


DE VERIFICACIÓN ORGÁNICA

FACILITADOR:
JENNY SALAZAR
INTEGRANTES:
LARA JOSÉ A.
MANAURE, MARLENI
REUQENA, JANEIDYS
RON, YONEXI

ALTAGRACIA DE ORITUCO; ABRIL 2015


INTRODUCCIÓN

Los productores operan en medio de una gran variedad de circunstancias; en


diferentes climas, suelos y situaciones socioeconómicas, con grados diferentes de servicios
de apoyo y de infraestructura. Los consumidores, lejos de ser un grupo homogéneo,
también tienen diferentes percepciones y prioridades con respecto a una producción y
comercio social y ambientalmente responsables. No obstante, las normas y programas de
certificación discutidos aquí aspiran a tener credibilidad y aplicación globales.

No es pues sorprendente que haya sido y que siga siendo un reto continuo tener en
cuanta la especificidad local para el establecimiento de normas y sistemas de verificación
internacionales. Las normas no deberían ser muy detalladas, para que mantengan cierta
flexibilidad que permita interpretaciones más específicas pertinentes a cada contexto local.
Sin embargo, las normas que resulten generales e imprecisas son difíciles de explicar a los
consumidores. Asimismo, puede ser que los procedimientos de inspección y certificación
necesiten ser adaptados a la situación local, pero demasiada flexibilidad puede tener el
efecto contrario al necesario para lograr una credibilidad sólida.

Lo anterior acarrea algunas consecuencias, tanto para el establecimiento de normas


como para el sistema de verificación.

Las normas elaboradas en un país en particular o área geográfica, pueden


discriminar contra los productores de otros países o áreas, si no se tienen en cuanta las
diferentes condiciones locales. En el establecimiento de las normas, es importante la
participación para asegurar que no se discrimine sin intención a una categoría de
productores o elaboradores. Sin embargo, en el proceso que establece las normas hay una
compensación entre la eficiencia y la participación. Debe existir, para quienes quisieran
hacerlo, la posibilidad de hacer comentarios sobre el contenido de un borrador de estándar.
Con este fin, los organismos que los establecen deberían hacer públicos sus programas de
trabajo y las versiones preliminares. Deberían además, fomentar la participación de los
grupos interesados que pudieran ser afectados por la norma y que, de otra manera, no
podrían percatarse de ella.
SISTEMA DE CERTIFICACIÓN NACIONAL E INTERNACIONAL DE
VERIFICACIÓN ORGÁNICA

A los efectos de permitir una implementación en diversas circunstancias locales, es


importante que los sistemas de verificación muestren diferencias entre ellos. Por ejemplo,
los sistemas de certificación de productos orgánicos y de comercio justo han desarrollo
sistemas internos de control para permitir que grupos de productores con explotaciones
demasiado pequeñas puedan justificar los costos de la certificación. En este caso, un grupo
de pequeños productores establece un sistema interno de supervisión con el fin de
garantizar que todos los miembros del grupo se adhieren a la norma. El sistema de
certificación controla si el sistema interno funciona bien inspeccionando solamente a un
porcentaje del total de las fincas.

De un modo más general, los organismos de certificación han estado exigiendo un


sistema de inspección basado en la evaluación del riesgo de incumplimiento. Esto puede
por ejemplo implicar visitas inesperadas a las plantas donde se perciba que el riesgo de
incumplimiento es mayor. En el caso de la certificación orgánica, podría permitir un recorte
en el tiempo de conversión de la tierra o hacer una salvedad, de acuerdo con el registro
histórico de la granja. En el caso de las normas sociales, un enfoque basado en el riesgo
podría conducir a realizar más entrevistas con un cierto grupo de empleados o trabajadores,
en vez de hacerlas completamente al azar.

Sin embargo, otras diferencias en los sistemas de verificación tienen su origen más
en las diferentes historias administrativas de los organismos impositores que en el hecho de
que se estén acomodando a las especificidades locales o a la demanda específica del
consumidor. Estas diferencias pueden estar en las reglas de acreditación (por ejemplo la
necesidad de que los organismos de certificación estén acreditados por la ISO 65), en la
frecuencia de la inspección, en los formatos de los informes o en los requisitos de la
rastreabilidad (por ejemplo la necesidad de que los productos estén certificados). En el caso
de los productos orgánicos, tales diferencias obviamente obstaculizan el comercio. Existe
una necesidad, ampliamente reconocida, de armonización y reconocimiento de la
equivalencia de los sistemas garantes.

RESPONSABILIDAD DE LAS ONG QUE ESTABLECEN NORMAS Y DE


LOS ORGANISMOS DE ACREDITACIÓN

Bendell (2000) insiste en que los programas de certificación y normas constituyen


solo una parte integrante de un hecho más significativo. Las empresas mundiales no
cuentan con una fuerza efectiva que solo haga contrapeso a las normas ambientales
vigentes o a los sindicatos mundiales de trabajadores. Al mismo tiempo, en la mayoría de
los países desarrollados la identidad personal está cada vez más determinada por la manera
como se gasta el dinero y el tiempo. Las ONG que establecen normas representan un
«movimiento de consumidores» que exigen a las empresas mejores prácticas ambientales y
sociales. Bendell identifica cuatro tipos de actividades de las ONG que pueden inducir al
cambio: la presión (campañas), la promoción (investigación y asesoría), la facilitación y la
realización. Los programas que establecen normas y etiquetado son facilitadores y
promotores de cambio, que ofrecen incentivos de mercado para cambiar o proporcionar un
modelo comercial alternativo (comercio justo).

Sin embargo, el control que ejerce la sociedad civil mediante la actividad de las
ONG como contrapeso frente a las empresas mundiales, tiene sus límites. En primer lugar,
la legislación, a través de la certificación y el etiquetado, favorece a aquellos consumidores
que cuentan con los recursos económicos para elegir productos éticos más costosos. En este
caso, este tipo de legislación tendería a favorecer sus intereses específicos.

En segundo lugar, las ONG tienen sus propios problemas en cuanto a


responsabilidad (Simmons, 1998). Es comprensible que los sindicatos no siempre tengan
una buena opinión de las normas de responsabilidad social o de los programas de
certificación elaborados por las ONG. Ellos se ven a sí mismos como los verdaderos
representantes de los trabajadores, pero éstos pueden no estar directamente representados
en las ONG que establecen las normas. Sólo cuando los programas de certificación cedan
más espacio a las organizaciones de los trabajadores y a la negociación colectiva, será
posible reconocer el papel complementario que tales ONG puedan jugar.

La responsabilidad ante los interesados podría asegurarse - aunque no


necesariamente - mediante la condición de miembro de las ONG o de sus juntas asesoras.
En todo caso es importante involucrar a los actores que se verán directamente afectados en
el proceso de establecimiento de normas, como ya se ha dicho. La responsabilidad ante los
consumidores puede ser mejorada mediante la transparencia, publicando información
referente al contenido de la norma, la verificación de los métodos y de la organización y, en
el caso del etiquetado, mediante sellos que tengan sentido.

En el sistema ISO, la acreditación está separada del proceso que establece normas y,
como resultado, la ISO no tiene control sobre el uso de sus normas (por ejemplo ISO
14001). Aunque se eviten los conflictos de interés existe la desventaja de que si la
verificación no es concienzuda, la norma puede perder su sentido en la práctica, y el
organismo establecedor no tiene la forma de mejorar la situación.

LA INDUSTRIA CERTIFICADORA

La agricultura no es el único sector atendido por un creciente número de sistemas de


normas y certificación. Todas las actividades económicas son día a día más codificadas, y
el cumplimiento de los códigos es, de manera creciente, controlado a través de la
certificación por terceros. Esta situación ha llevado a un crecimiento de las empresas
certificadoras que ahora constituyen un sector económico pujante.

Aunque este modelo de certificación por terceros permite mayor independencia en


las decisiones, no está completamente libre de conflictos de interés. Primero que todo, si el
organismo de certificación es una empresa comercial, tendrá interés en realizar tantas
inspecciones y otorgar tantos certificados como sea posible, manteniendo al mismo tiempo
los costos bajos, lo que puede comprometer la calidad de las inspecciones. En segundo
lugar, si se es muy estricto y hay más organismos de certificación que ofrecen el mismo
servicio, se puede estar motivando a los clientes a dirigirse a la competencia. Al mismo
tiempo, la competencia puede ofrecer incentivos para mejorar la calidad del servicio con el
fin de preservar el “buen nombre”. Cualquier escándalo como resultado de fraude que no
haya sido detectado por el organismo certificador, no sólo perjudica el mercado del
producto que porta la etiqueta sino que también daña la imagen y el mercado del
correspondiente organismo certificador.

Otra queja que a menudo se escucha sobre la “industria de la certificación” (que


incluye a los organismos establecedores de normas) es la que se refiere al énfasis en los
detalles. El mero hecho de describir una situación más o menos ideal en la forma de una
norma, y las inspecciones de rendimiento, conduce a la “aplicación al pie de la letra” a
costa del espíritu. Así que en vez del compromiso para lograr el ideal mediante una mejora
continua, se fomenta el ver al certificado, como una meta. En consecuencia, las normas
«mínimas» originales, se vuelven lo “máximo”.

Por muy bueno que sea el sistema, su calidad de verificación dependerá en gran
medida de la capacidad y motivación del inspector. Este no sólo debe tener conocimientos
acerca de los requerimientos de la norma y la certificación, sino también sobre el cultivo y
el sistema de producción, la situación socio-económica local y preferiblemente hablar el
idioma. Hay un continuo debate al respecto sobre el grado necesario de ser “suficiente”. La
anécdota del inspector orgánico quien en medio del cafetal preguntó dónde estaban las
plantas de café, es un ejemplo de la falta de capacidad tanto del inspector como del
organismo certificador. Al mismo tiempo, también hay límites en cuanto a lo que se
requiere de los inspectores, los cuales tienen que abarcar una multitud de sistemas de
producción, de países y normas. Especialmente en el caso de nuevas normas, puede que no
sea posible encontrar un inspector con experiencia en la norma, el sistema de producción y
el país.

Un medio importante de asegurar una verificación seria y confiable es la


acreditación de los organismos de certificación. Como se mencionó anteriormente, la
acreditación puede tener dos aspectos, que pueden ser monitoreados mediante dos servicios
diferentes de acreditación. Un aspecto es la supervisión de la operación general y de la
organización de la entidad certificadora, para lo cual la ISO ha desarrollado las directrices.
El otro es que la acreditación para las normas sociales o ambientales se concentra en los
indicadores, los métodos particulares de auditoría y en las habilidades especiales requeridas
para hacerlo, definidos por el mismo organismo establecedor.
EL PAPEL POTENCIAL DE LOS GOBIERNOS

Los gobiernos tienen varios papeles potenciales en relación con los programas de
certificación. Antes que nada, la legislación nacional tiene un impacto sobre cualquier
programa que abogue por la aplicación de ciertas normas, porque establece el entorno
jurídico en el cual se lleva a cabo tal aplicación. Más específicamente, los gobiernos pueden
proteger jurídicamente el uso de ciertos términos en las etiquetas de los productos. Las
agencias de gobierno pueden jugar el papel de organismo establecedor de normas, de
acreditación y hasta de organismo de certificación. Los gobiernos pueden también estimular
la adopción de ciertas normas mediante la provisión de información, incentivos fiscales o
subsidios. En lo que queda de esta sección se considerará brevemente a cada uno de estos
papeles potenciales.

Facilitando el entorno jurídico

Casi todas las normas estudiadas requieren que las empresas y los productores se
adhieran a la legislación nacional; en particular, a la ambiental y social. Con frecuencia, los
programas de certificación proporcionan un mecanismo alternativo para hacer cumplir las
leyes nacionales allí donde los gobiernos no cuentan con los recursos - económicos o de
otro tipo - para hacerlo efectivamente. Pueden surgir problemas cuando los requisitos de las
normas voluntarias estén en conflicto con los reglamentos nacionales. En cualquier caso,
los programas voluntarios de certificación no pueden exigir que los interesados actúen en
contra de la legislación nacional.

Protección de la terminología

En el caso de la agricultura orgánica, muchos gobiernos han decidido proteger


jurídicamente los términos «orgánico», «biológico» y «ecológico», y han restringido el uso
de éstos a aquellos productos y sistemas de producción que cumplen con las normas
orgánicas. Para los términos como comercio justo, comercio ético, agricultura integrada,
manejo integrado de plagas, etc., no existe todavía un control jurídico. El movimiento
orgánico ha buscado activamente tal protección en el pasado. Sin embargo hoy día están
divididas las opiniones sobre si ello ha sido sensato. Muchos piensan que han dejado
escapar el control de sus manos.
Los organismos gubernamentales como organismos establecedores de normas o
de acreditación

La protección legal de los términos asociados con los métodos de producción


orgánica podría llevar a que los gobiernos desarrollen sus propios reglamentos y se
conviertan en organismos establecedores de normas. Sin embargo esto no es necesario ya
que los gobiernos pueden preferir darle un reconocimiento a las normas establecidas por
otros agentes. Para la ISO y las normas orgánicas, los organismos gubernamentales (las
agencias de gobierno) a menudo juegan el papel de organismos de acreditación, mediante
los cuales se puede ejercer el control de la calidad de los servicios de certificación. A veces
este papel se le delega a una agencia tripartita, con representación de la industria, gobierno
y consumidores (no los sindicatos, puesto que estas agencias normalmente no tienen que
ver con las normas laborales). Si los gobiernos sienten que una norma o sistema de
verificación está discriminando a ciertos productores o procesos dentro de su jurisdicción,
es posible que quieran señalarlo al organismo pertinente.

Proporcionar la infraestructura

Los gobiernos pueden proveer servicios de laboratorio para los productores y


fomentar el establecimiento de oficinas locales de certificación, suministrando uno o varios
servicios de certificación. Por ejemplo, Costa Rica ha exigido que todos los organismos de
certificación orgánica pongan una oficina en el país. Otras medidas en este sentido pueden
ir dirigidas a facilitar los trámites administrativos o a otorgar incentivos fiscales. Los
gobiernos pueden también invitar activamente a organismos internacionales a que capaciten
inspectores en el país en los programas de certificación que se consideren más importantes.

Dando incentivos para la adopción de normas

Si un estándar voluntario, social o ambiental, está alineado con la política


gubernamental, es probable que un gobierno quiera estimular su adopción. Para ello el
gobierno puede dotar con fondos a las organizaciones que lo promuevan. Los gobiernos
pueden también subvencionar a los productores que implementen dicho estándar, mediante
el pago de los costos de certificación durante el período de conversión, o de las auditorias
previas a la certificación. Los incentivos fiscales pueden ser otra motivación para los
productores que cumplen con la norma. Los costos se pueden justificar argumentando que,
en promedio, aquellos productores pueden llegar a costar menos a la sociedad en términos
de costos por contaminación ambiental o por atención médica debidos a problemas de salud
del tipo ocupacional.
CONCLUSIÓN

En general, cuanto más prescriptiva sea una norma, tanto más probable será que discrimine
sin intención a ciertos productores. Por el contrario, las normas formuladas en términos del logro de
sus objetivos permiten a los productores decidir la manera del «cómo» hacerlo. El siguiente ejemplo
puede ilustrar lo anterior. Si una norma aspira a «evitar la contaminación de los cursos de agua»,
ésta podría determinar qué plaguicidas no deben emplearse, el ancho de las zonas tampón, etc.
También se podrían elaborar normas sobre la calidad del agua del caudal (quizás en relación con la
calidad del agua de entrada), dejando a los productores la decisión sobre el uso del plaguicida y las
zonas tampón. Sin embargo, puede haber una compensación entre los costos de verificación y los de
certificación. Para utilizar el mismo ejemplo, un inspector puede verificar la zona tampón, pero el
costo de las pruebas de laboratorio para medir la calidad del agua podría ser pagado por el
productor.

Otra manera de incorporar flexibilidad, es la de elaborar normas genéricas internacionales


que sirvan de base para el desarrollo de normas nacionales, sectoriales o específicas para los
organismos de certificación. En un sistema tal, la acreditación es una forma de controlar si un
estándar en particular está alineado con el genérico y en conformidad con su espíritu. La desventaja
de dicho sistema es la existencia de diferentes normas específicas sobre el mismo tema, lo que
puede obstaculizar el comercio. Un buen ejemplo de ello son las normas básicas de IFOAM y el
sistema de acreditación. Si bien éstos últimos han sido acreditados por la misma institución, los
organismos de certificación no aceptan automáticamente el trabajo de otras organizaciones
acreditadas; en parte porque algunas de ellas exigen requisitos adicionales, debido a que los
reglamentos nacionales así lo exigen, o por las preferencias de los consumidores en los mercados en
los que dichos organismos operan.

Con el fin de asegurar una flexibilidad adecuada, un enfoque diferente es la división entre
las normas mínimas y las normas progresivas. Las mínimas serían iguales dondequiera que la
norma fuese implementada, y serían la base de la credibilidad en el sello por parte del consumidor.
Los criterios progresivos, también podrían ser los mismos, pero deberían ser implementados en un
período gradual, teniendo en cuenta las circunstancias y prioridades locales específicas. Ejemplo de
este enfoque es el sistema del comercio justo. Una desventaja potencial del mismo: es difícil
sancionar a los productores o a las plantas que hayan cumplido con las normas mínimas, pero que
no se han comprometido a aplicar los criterios de progresión.
REFERENCIAS IBLIOGRÁFICAS

 Akerlof , G. A. 1970. El mercado para ' limones ' : la incertidumbre Calidad


y el mecanismo del mercado . Trimestral Journal of Economics.
 Anónimo . 2002b . NOP acreditación o acreditación ISO 65 ? Reportado en
The Organic Standard , Número 18 (octubre de 2002 ).
 Caldas , T. 2000. Un vistazo al proyecto orgánico más grande de Asia .
Ecología y Agricultura , de marzo : 18-20 .
 FAO . Certificación 2001. Producto y ecoetiquetado para la sostenibilidad de
la pesca. Por CR Wessells , K. Cochrane , C. Deere y P. Wallis . Documento
Técnico de Pesca de la FAO , N ° 422 .
 FAO . 2002. La agricultura orgánica , el medio ambiente y la seguridad
alimentaria . N. Scialabba y C. Hattam (eds) . FAO Serie Medio Ambiente y
Recursos Naturales, No. 4 .
 FAO . 2003a . Los mercados mundiales para los zumos de cítricos y cítricos
orgánicos. Situación actual del mercado y las perspectivas a medio plazo.
Por P. Liu . Ver : http://www.fao.org/es/ESC/en/20953/20990/index.html
 FAO . 2003b . Potencial de tés de comercio justo . CCP: TE 03/4

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