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FACILITADOR:
JENNY SALAZAR
INTEGRANTES:
LARA JOSÉ A.
MANAURE, MARLENI
REUQENA, JANEIDYS
RON, YONEXI
No es pues sorprendente que haya sido y que siga siendo un reto continuo tener en
cuanta la especificidad local para el establecimiento de normas y sistemas de verificación
internacionales. Las normas no deberían ser muy detalladas, para que mantengan cierta
flexibilidad que permita interpretaciones más específicas pertinentes a cada contexto local.
Sin embargo, las normas que resulten generales e imprecisas son difíciles de explicar a los
consumidores. Asimismo, puede ser que los procedimientos de inspección y certificación
necesiten ser adaptados a la situación local, pero demasiada flexibilidad puede tener el
efecto contrario al necesario para lograr una credibilidad sólida.
Sin embargo, otras diferencias en los sistemas de verificación tienen su origen más
en las diferentes historias administrativas de los organismos impositores que en el hecho de
que se estén acomodando a las especificidades locales o a la demanda específica del
consumidor. Estas diferencias pueden estar en las reglas de acreditación (por ejemplo la
necesidad de que los organismos de certificación estén acreditados por la ISO 65), en la
frecuencia de la inspección, en los formatos de los informes o en los requisitos de la
rastreabilidad (por ejemplo la necesidad de que los productos estén certificados). En el caso
de los productos orgánicos, tales diferencias obviamente obstaculizan el comercio. Existe
una necesidad, ampliamente reconocida, de armonización y reconocimiento de la
equivalencia de los sistemas garantes.
Sin embargo, el control que ejerce la sociedad civil mediante la actividad de las
ONG como contrapeso frente a las empresas mundiales, tiene sus límites. En primer lugar,
la legislación, a través de la certificación y el etiquetado, favorece a aquellos consumidores
que cuentan con los recursos económicos para elegir productos éticos más costosos. En este
caso, este tipo de legislación tendería a favorecer sus intereses específicos.
En el sistema ISO, la acreditación está separada del proceso que establece normas y,
como resultado, la ISO no tiene control sobre el uso de sus normas (por ejemplo ISO
14001). Aunque se eviten los conflictos de interés existe la desventaja de que si la
verificación no es concienzuda, la norma puede perder su sentido en la práctica, y el
organismo establecedor no tiene la forma de mejorar la situación.
LA INDUSTRIA CERTIFICADORA
Por muy bueno que sea el sistema, su calidad de verificación dependerá en gran
medida de la capacidad y motivación del inspector. Este no sólo debe tener conocimientos
acerca de los requerimientos de la norma y la certificación, sino también sobre el cultivo y
el sistema de producción, la situación socio-económica local y preferiblemente hablar el
idioma. Hay un continuo debate al respecto sobre el grado necesario de ser “suficiente”. La
anécdota del inspector orgánico quien en medio del cafetal preguntó dónde estaban las
plantas de café, es un ejemplo de la falta de capacidad tanto del inspector como del
organismo certificador. Al mismo tiempo, también hay límites en cuanto a lo que se
requiere de los inspectores, los cuales tienen que abarcar una multitud de sistemas de
producción, de países y normas. Especialmente en el caso de nuevas normas, puede que no
sea posible encontrar un inspector con experiencia en la norma, el sistema de producción y
el país.
Los gobiernos tienen varios papeles potenciales en relación con los programas de
certificación. Antes que nada, la legislación nacional tiene un impacto sobre cualquier
programa que abogue por la aplicación de ciertas normas, porque establece el entorno
jurídico en el cual se lleva a cabo tal aplicación. Más específicamente, los gobiernos pueden
proteger jurídicamente el uso de ciertos términos en las etiquetas de los productos. Las
agencias de gobierno pueden jugar el papel de organismo establecedor de normas, de
acreditación y hasta de organismo de certificación. Los gobiernos pueden también estimular
la adopción de ciertas normas mediante la provisión de información, incentivos fiscales o
subsidios. En lo que queda de esta sección se considerará brevemente a cada uno de estos
papeles potenciales.
Casi todas las normas estudiadas requieren que las empresas y los productores se
adhieran a la legislación nacional; en particular, a la ambiental y social. Con frecuencia, los
programas de certificación proporcionan un mecanismo alternativo para hacer cumplir las
leyes nacionales allí donde los gobiernos no cuentan con los recursos - económicos o de
otro tipo - para hacerlo efectivamente. Pueden surgir problemas cuando los requisitos de las
normas voluntarias estén en conflicto con los reglamentos nacionales. En cualquier caso,
los programas voluntarios de certificación no pueden exigir que los interesados actúen en
contra de la legislación nacional.
Protección de la terminología
Proporcionar la infraestructura
En general, cuanto más prescriptiva sea una norma, tanto más probable será que discrimine
sin intención a ciertos productores. Por el contrario, las normas formuladas en términos del logro de
sus objetivos permiten a los productores decidir la manera del «cómo» hacerlo. El siguiente ejemplo
puede ilustrar lo anterior. Si una norma aspira a «evitar la contaminación de los cursos de agua»,
ésta podría determinar qué plaguicidas no deben emplearse, el ancho de las zonas tampón, etc.
También se podrían elaborar normas sobre la calidad del agua del caudal (quizás en relación con la
calidad del agua de entrada), dejando a los productores la decisión sobre el uso del plaguicida y las
zonas tampón. Sin embargo, puede haber una compensación entre los costos de verificación y los de
certificación. Para utilizar el mismo ejemplo, un inspector puede verificar la zona tampón, pero el
costo de las pruebas de laboratorio para medir la calidad del agua podría ser pagado por el
productor.
Con el fin de asegurar una flexibilidad adecuada, un enfoque diferente es la división entre
las normas mínimas y las normas progresivas. Las mínimas serían iguales dondequiera que la
norma fuese implementada, y serían la base de la credibilidad en el sello por parte del consumidor.
Los criterios progresivos, también podrían ser los mismos, pero deberían ser implementados en un
período gradual, teniendo en cuenta las circunstancias y prioridades locales específicas. Ejemplo de
este enfoque es el sistema del comercio justo. Una desventaja potencial del mismo: es difícil
sancionar a los productores o a las plantas que hayan cumplido con las normas mínimas, pero que
no se han comprometido a aplicar los criterios de progresión.
REFERENCIAS IBLIOGRÁFICAS