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Hoy en día se sabe que el exceso de grasa saturada en la dieta tiene un efecto
perjudicial para la salud. Sin embargo, recientes estudios afirman que el efecto de
la grasa trans puede resultar todavía más peligroso. La industria alimentaria para
elaborar determinados productos como snacks, galletas, bollería o productos
precocinados utiliza diferentes tipos de aceites y grasas. En algunos casos se
emplean aceites de oliva, girasol o soja; en otros casos aceites de coco y de palma
o bien grasas hidrogenadas o parcialmente hidrogenadas. Entonces, ¿De dónde
surgen las grasas trans? ¿Qué ocurre si se abusa de ellas?
La incorporación de este tipo de grasas hace que aumente la vida útil de los
productos en los que se emplea este proceso, potencia su sabor y mejora su
textura. Además, la adición de grasas hidrogenadas a los productos abarata los
costes, algo que comporta beneficios para la industria alimentaria.
Evitar las grasas trans es realmente difícil, ya que forman parte de muchos
alimentos. Se encuentran con frecuencia en snacks y aperitivos salados (palomitas
o patatas fritas), productos precocinados (empanadillas, croquetas, canelones o
pizzas), galletas, margarinas y bollería industrial. Así, no hay que olvidarse de
consultar las etiquetas si se consumen estos productos con frecuencia. No obstante,
algunas clases de margarinas que han sido sometidas a procesos de hidrogenación
han conseguido reducir en gran medida la cantidad de grasas trans de su
composición
cada vez más los estudios que determinan las consecuencias que tiene un exceso
de grasas trans en la dieta, todavía más graves que las que producen las grasas
saturadas. El mayor problema es que sus efectos se producen a largo plazo.
Los ácidos grasos trans también parecen aumentar el riesgo de diabetes tipo 2 en
mujeres, según los resultados de un estudio aparecido en el American Journal of
Clinical Nutrition, firmado por investigadores de la Universidad de Harvard, en
Estados Unidos.
En definitiva, las grasas trans son aún más perjudiciales para la salud que las
grasas saturadas propias de la carne, la mantequilla y de algunos productos
lácteos.