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Palabra de Vida 4º Domingo de Cuaresma Ciclo C
Palabra de Vida 4º Domingo de Cuaresma Ciclo C
Segunda semana
Duodécima estación: Jesús muere en la Cruz.
Humildes ante el prójimo.
Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
Situarnos correctamente ante Dios es, al menos en teoría, mucho más
Pues por tu santa Cruz redimiste al mundo. fácil que situarnos correctamente ante el prójimo. Dios es nuestro Se-
ñor y nuestro Padre, y eso lo aclara todo. Pero, ¿qué es el prójimo?
“Morir sólo es morir. Morir se acaba. Morir es una hoguera ¿qué hacer cuando ese prójimo está invadiendo el campo de nuestros
fugitiva, es cruzar una puerta a la deriva y encontrar lo que tanto se derechos, o al menos eso nos parece a nosotros? Si volvemos a la defi-
buscaba”. Siempre pienso en este verso de Martín Descalzo cuando nición, vemos que ésta nos invita a situarnos “correcta y justamente”
medito sobre la muerte. También fue así para Cristo. Había llegado ante el prójimo. No se tratará, pues, de asumir un plano de inferiori-
al final y lo había hecho todo bien. Había llegado a la meta y había dad sistemática, como si –por ser cristianos y querer vivir esta virtud-
vencido, porque no había dejado que el odio a sus enemigos domina- fuéramos ciudadanos de segunda categoría que no tienen los mismos
ra su corazón ni que la desconfianza hacia un Padre Todopoderoso derechos que los demás y que tienen que aceptar sumisamente que los
que inexplicablemente le dejaba morir de esa manera se enseñoreara otros les pisoteen. Una concepción tal de la humildad no sólo llevaría
de su alma. Había cumplido su misión. Todo estaba, efectivamente, a los cristianos a la marginación, sino que sería fuente de injusticia en
terminado. Ahora sólo faltaba ya cerrar los ojos y abandonarse en los la relación hombre-mujer, como por desgracia ha ocurrido tantas ve-
brazos del Padre. “¡Por fin!”, dijo Santa Teresa cuando le llegó la ces en el pasado, cuando se aconsejaba a la mujer que aguantara todo
hora, en lógica coherencia con aquello otro que años atrás había es- lo que hiciera su marido. Sin embargo, no es fácil el ejercicio de si-
crito: “que muero porque no muero”. Cristo también dijo su “¡por tuarse “correcta y justamente” ante el prójimo, especialmente en de-
fin!” y cruzo el umbral de la esperanza, llevándonos a todos con él. terminadas circunstancias, pues se corre el riesgo de, por un lado, no
aceptar ninguno de los problemas que provoca la convivencia, o, por
Llegó a la casa del Padre con una hilera inmensa de hermanos que
otro, aceptarlos tanto que nos convirtamos en un esclavo sometido a
había rescatado con su sangre, con todos los que cruzan su propia
un tirano. Un consejo sobre cómo buscar ese lugar “correcto y justo”
puerta envueltos y protegidos por su gracia. Morir no es el final. Es
puede ser éste: establecer unos mínimos por debajo de los cuales no se
un paso más en la vida. Es encontrarse, como lo hizo Cristo, “con el puede ir, ya que entra en juego la dignidad de la persona –por ejem-
que tanto se buscaba”, con el Dios al que se ha amado durante toda plo, el rechazo a la violencia doméstica o el rechazo a situaciones la-
la existencia, con aquel que ha alimentado el propio cuerpo con la borales injustas- y considerar todo lo que está por encima de ese míni-
Eucaristía, con el Señor que nos ha consolado millones de veces. Por mo como ocasiones permitidas por Dios para vivir la humildad, a imi-
eso morir no es el final. Es, simplemente, la ocasión para decir “¡Por tación suya, que “siendo Dios se despojó de su categoría divina y
fin estoy en casa! Sí, por fin descanso en tus brazos, Padre mío, para adoptó la condición de esclavo pasando por uno de tantos”, como dice
siempre!”. San Pablo. Hay, pues, un margen entre lo que mereces o crees mere-
cer y la injusticia; ese margen es el campo para vivir la humildad.