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El Cansancio como Camino Espiritual

Hace unos meses, mi padre me regaló el libro “Estoy Cansado”, de Anselm Grun. Al inicio
pensé que se trataba de otro libro más de autoayuda, pero descubrí que el cansancio puede
ser visto como un camino espiritual de profundas dimensiones si cambiamos la manera de
interpretarlo y vivirlo. Grun no habla solo del cansancio corporal sino del alma cansada, que ha
perdido el impulso. Lo llama “el síndrome del desgaste” (burn out) y lo define como “un estado
de agotamiento físico y mental que se genera como consecuencia de la acumulación de
sentimientos negativos que se desarrollan desde la imagen que se tiene de sí mismo”. Este
estado no puede ser explicado por otra enfermedad, no es consecuencia del estrés, y no se
repara con descanso. El miedo, la depresión, la impotencia y la violencia, son síntomas de este
síndrome que no solo es parte de la estructura mental del individuo sino que está también en
el sistema que lo rodea. ¿Cómo reconocer que padecemos de este síndrome de desgaste? De
pronto perdemos la pasión por lo que hacemos, sentimos que estamos desenfocados, no
podemos reconocer a que está contribuyendo exactamente nuestro esfuerzo; hay una
sensación de des-empoderamiento y resistencia. Eventualmente, intentamos recuperar el
poder obstaculizando el trabajo del otro, nos desenfocamos y en el peor de los casos
evacuamos la depresión con violencia.

Algunas actitudes que nos inducen a un estado de desgaste son: la necesidad de controlar
todo lo que nos rodea, el perfeccionismo, la defensa de mantener una imagen falsa de
nosotros, la necesidad de seguridad psicológica apegándonos a un puesto o título, y sobre
todo, la pérdida de lealtad con uno mismo: vivimos en contra del ritmo interior siguiendo la
imagen que otros nos han impuesto y que hemos aceptado. Grun propone el cansancio como
camino espiritual: abordar el desgaste como una oportunidad para trascender el miedo
individual, abrir un diálogo honesto con uno mismo, un diálogo equitativo con el otro; pero
sobre todo una oportunidad para dejar el activismo y abrirnos a la contemplación interior.
Primero debo reconocer que mi cansancio no depende de las circunstancias externas, sino de
mi estado interior. Se trata de descubrir nuestro estado de gracia o lo que somos sin importar
lo que hacemos mediante lo que Jung llama la introspección: “la mitad de la vida es el reto de
hacer introspección; cuando la curva biológica empieza a descender, la curva psicológica sólo
puede ascender si la persona se dirige hacia su interior, hacia su centro”. El cansancio nos reta
a que superemos la monotonía de lo permanente y fijo, para encontrar nuestro verdadero ser
sobre el cual el mundo no puede decidir. Las tradiciones espirituales antiguas entendían el
cansancio como la oportunidad de transformar la vida, dándole un espacio al alma para que
pueda recibir. El alma está atenta y receptiva a nuevos mensajes, puede reconocer que lo que
se trata no solo es de rendimiento y productos cuantificables, sino de ser, del ser por gracia.

¿Cómo nos acercamos a este estado de gracia desde el cansancio? Primero, reconociéndolo y
hablando de él, porque hablar del cansancio nos libera y nos quita la máscara del activismo
eficiente; segundo, mostrarle al otro con sinceridad que estamos cansados, abrirnos a un
intercambio equitativo con respecto a lo que sentimos; y tercero, identificar nuestros anhelos
más profundos, abrazando nuestro propio ritmo y lo que somos en amor. Debemos reconocer
que estamos cansados del trabajo monótono, de la rutina en la pareja, de la tradición eclesial,
de la falta de honestidad en la política, incluso de la falta de creatividad y fluidez en el amor y
la vivencia de la fe. El cansancio de los políticos, los religiosos, las parejas y los que nos rodean
pueden ser un reflejo del cansancio en la sociedad. El activismo incansable se convierte en una
ilusión que no nos permite ver la conexión con el otro a partir de la armonía conmigo mismo.
Grun habla del “cansancio clarividente”, como aquel que a partir de la introspección nos da
“acceso a una atención completamente distinta, acceso a esas formas largas y pausadas que
se sustraen a la hiperatención corta y rápida”. Nos sugiere hacer “el duelo” con estas
experiencias, porque solo deplorando esto es que podemos estar abiertos a nuevos caminos a
seguir. Los griegos distinguían el concepto de (akedeia): pereza, apatía, indiferencia) del ocio
(otiocitas); el primero se refiere a la incapacidad de estar presente en el instante, pues el ser
humano no está en armonía con su verdadero ser, no es uno consigo mismo. El ocio, por el
contrario, era algo positivo para los romanos, era la capacidad de disfrutar plenamente el
instante presente como camino de conexión con la voz interior. El cansancio del que habla
Grun es el que no se sustrae del encuentro con el instante, pues ahí tiene su morada interior.

Finalmente, se trata como decía Evagrio Póntico, de “mirar el cansancio a los ojos”. Anselm
señala que “no se trata de combatir el cansancio, sino de vivir con éste y verlo como un amigo
que nos introduce en nuestra propia verdad, en el misterio de Dios y del ser humano”. Aprendo
de esta lectura que debo reconocer cuando sea necesario que mi falta de motivación es
necesaria y que estoy necesitado de una pausa para el sosiego, el cariño, el afecto de los
demás, de ser cuidado con atención, belleza y sensibilidad. Necesito de vez en cuando una
pausa para disfrutar, para no producir nada, para no tener que seguir probando nada ante los
demás, sino simplemente ser. El manejo creativo del cansancio puede ser una virtud de los
grandes hombres y las grandes organizaciones.

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