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Categorización 5
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Fecha: 28 – 09 - 2020
En este sexto eón, en efecto, en razón de haber entronizado la unio mystica como
centro tonal hegemónico del acontecimiento simbólico, puede producirse esa
poderosa emanación de irradiaciones luminosas que compone una sublime y perfecta
jerarquía trabada y cohesionada: una auténtica arquitectura hierática y sublime en la
que todos sus elementos, tanto los soportales como los engarces, constituyen
luminarias incandescentes. P. 11
Toda la trama de las hipóstasis y de las claves exegéticas, así como la tupida red de
figuras alegóricas, pasa de pronto a un segundo plano. No desaparecen, ciertamente;
pero constituyen ahora el presupuesto y el peldaño necesario para el paso decisivo,
en el cual se produce de hecho y de derecho el acontecimiento simbólico en este eón:
la condición de posibilidad de una paradójica comunicación mística entre el testigo y
la presencia (siendo ésta un vislumbre relativo a una fundamental ausencia). P. 6
Debe, pues, alcanzarse la reintegración mística de una unión simbólica del testigo con
su Creador, y del alfa de la creación con el omega del retorno. Entretanto, se
desarrolla el drama de una existencia entre penumbras, sólo iluminada por las luces
proféticas y sapienciales. P. 21
Intenta, sobre todo, conjugar la visión mística con la reflexión filosófica, hallando la
síntesis que conjuga ambos modos de conocimiento en las formas simbólicas. A través
del símbolo ambas fuentes gnoseológicas llegan a coincidir. P. 24
Es, de hecho, la idea mística que gobierna, como categoría hegemónica, todo este
eón, ordenando en torno suyo todas las demás categorías. P. 34
Todo lo cual compone, en este eón, lo que puede llamarse el cuerpo místico de la
comunidad en la que habita el testigo. Se trata, en realidad, de una comunidad
jerarquizada ontológica (u ontoteológica) que emana, por procesión, de la Luz de
Luces primigenia. P. 10
Hay que volver a beber en el agua pura del manantial que fluye de la más vieja
herencia profética con el fin de recuperar, a través de ese repliegue sobre el origen, el
horizonte mismo de la gran novedad, o de la más bella de las noticias: la que abre una
tarea futura de libertad y salvación para la comunidad mística que entonces pueda
constituirse. P. 12
Hay que restablecer el diálogo interrumpido, y la alianza destrozada, entre ese Dios
Uno y Único y su comunidad de elección. Ésta se define ahora, con todo rigor y
coherencia, según las imperiosas necesidades de este eón (el culminante de todos los
eones, el Año Uno del nuevo calendario, verdadera culminación del tiempo histórico),
como una auténtica comunidad mística. P. 12
Tal comunión, a partir del séptimo eón, deberá realizarse en forma espiritual, en el
marco de una comunidad unida con la presencia a través del soplo del espíritu. P. 36
Dios Sea eso (= x) ser o Dios, lo cierto es que sólo parece ser posible captarlo en su pureza
y verdad mística como radical y absoluta negación de todos y cada uno de nuestros
conceptos mentales, los que establecen precisamente la trama categorial simbólica.
P. 4
Eso no es, pues, nada que pueda ser significado ni nombrado, nada que pueda resistir
comunidad de género o especie con los «nombres» que nuestro lógos logra
determinar, ni siquiera con las claves exegéticas o las tipologías alegóricas que
desvelan el sentido esotérico y secreto de esos nombres (nombres del ser, nombres
de Dios). P. 4
Ya el gnóstico Basílides había aventurado la idea audaz de que Dios era quizás un no
ser, una nada. Decir que la creación debía concebirse como creatio ex nihilo
significaba, entonces, que había sido creada (es decir, revelada y emanada) desde esa
nada que era la esencia misma de Dios. P. 5
El Dios hace ofrenda de sí, como bondad efusiva y don supremo, y el testigo se sale de
su propia realidad, y de sus facultades de intelección y comprensión, acudiendo a ese
encuentro radical en el cual se consuma dicha unión. P. 7
Y entre Dios y esa comunidad aparece entonces el fundador de ésta, aquel hombre de
carne y huesos que le concede la ley que precisa para su propia convivencia y
organización: la que permite unificar un consorcio tribal en una verdadera comunión
mística. P. 12
Entre Dios y el pueblo de Dios, el testigo: profeta verdadero, verus propheta, cuyo
nombre es Muhammad.201 A él le incumbe promover la religión universal del
presente eón, la última quizás de todas las religiones reveladas, la que en cierto modo
realiza la esencia y el concepto mismo de lo que por religio puede entenderse. P. 12
Y entre Dios y el profeta, el Libro Santo, que desciende del cielo, escrito por Dios en
lengua árabe. Muhammad es el transmisor de la revelación divina. La sabiduría de
Dios es el verdadero cálamo que escribe el texto sobre la tablilla. P. 13
A Dios se le concede, en lugar del humo del sacrificio, o del aroma de la víctima, la voz
entonada que actualiza la caligrafía del libro santo que Él mismo entregó a su
comunidad. P. 14
Entre estas aleyas destaca la sublime aleya de la luz: «Dios es la luz de los cielos y la
tierra. Su luz es como una hornacina en la que hay una lámpara. La lámpara está
dentro de un cristal. El cristal es como si fuera un astro resplandeciente. Se enciende
de un árbol bendito, un olivo que ni es del este ni del oeste, cuyo aceite casi alumbra
aunque el fuego no lo ha tocado. Luz sobre luz. Dios guía su luz hacia quien él quiere,
Dios expone parábolas a los hombres, y Él es el Conocedor de todas las cosas». P.15
Dios es la Luz trascendente, pero es también la Luz que está encima de toda la
jerarquía de las luces: Luz sobre luz. P. 15
Dios es el dador de existencia. Es, pues, causa eficiente de toda existencia posible. En
consecuencia en Él la existencia no constituye una contingencia afectada por la
posibilidad. En él la existencia fluye de una necesidad incondicional. Por el contrario,
en la serie jerárquica emanada de Él, o creada por Él, la existencia debe ser activada
por el decreto creador para traspasar de la posibilidad al acto. P. 16
Dios es Bondad suma: capacidad ilimitada de donación, Don efusivo y difusivo. Su
esencia consiste en darse, o en conceder a otro el más preciado de sus dones, el
mayor de todos los bienes, la existencia. P. 17
Como Dios, ser por sí, sino que es o existe por razón del decreto creador
(existenciador) de Dios. P. 17
Relevación Pasa con rapidez sobre el tema trinitario y cristológico; siendo artículos de fe, no
incide sobre esos temas su reflexión; otra es la revelación que propone. Y en esa
revelación el modelo hipostático trinitario, o el concepto del lógos divino, apenas si
tienen relevancia: son artículos de fe que se dan ya por supuestos. Son misterios. P. 2
Lo que en el curso del quinto eón importa es sobre todo ese entramado de hipóstasis,
ya que son éstas las que proporcionan las claves hermenéuticas que conceden sentido
a la revelación literal. P. 5
Este eón vence la crisis en que se derrumbó el anterior eón mediante esa poderosa
revelación, que en el corpus dionisíaco adquiere su perfecta formulación. Habrá que
avanzar en el despliegue de esta nueva revelación, la que pertenece de hecho y de
derecho al eón místico (la revelación de esa jerarquía de luces que compone el cuerpo
místico), para descubrir la necesaria cesura dia-bálica propia y específica de este eón.
P. 10
El tema propio y específico de la clave mística que estamos recorriendo, que tiene su
revelación en la jerarquía de luces escalonadas, ascendentes o emanadas, todas ellas
derivadas de la fuente divina de toda vida y existencia. P. 15
En este sentido envía Dios la revelación profética, a través de la cual se da a la
comunidad humana, en cada época, una ley cuyo cumplimiento permite avanzar en
dirección hacia la eternidad. P. 19
La intuición visionaria del místico se enriquece con la reflexión filosófica, pero ésta
halla su polo de orientación si parte de una previa revelación que se le haya dado a la
intuición mística. P. 24
Toda esa jerarquía está, de hecho, polarizada por el centro de interés y de experiencia
de este eón: el encuentro místico entre el testigo y la presencia-ausencia de la
incógnita (= x). p. 6
Pero esa ley exotérica de la profecía debe ser iluminada e inspirada por la presencia
de un Imam, que en cada época concede las claves hermenéuticas para adentrarse en
el sustrato sapiencial de dicha ley, o para desvelar su fondo esotérico. P. 19
Era preciso que la grandiosa jerarquía de luces que componía el «orden sagrado» de
los mundos invisibles evocada en esos textos, tuviera su forma visible o resonara
simbólicamente en un templo que fuese digno de ellas. P. 34
Ligero, casi sin muros, sólo soportado por gráciles nervaturas, reforzadas por los
arbotantes, el templo debía ser el templo de la luz intervenida y filtrada, o de la
cascada de la Luz de Luces que configuraba el orden sagrado de los mundos invisibles.
P. 35
Pero frente a esta riqueza infinita se mantiene, como forma de eterna resistencia a
este orden inteligente, la sustancia nictófora, portadora de noche y tiniebla, mancha
de oscuridad, opacidad y sombra que introduce el lado tenebroso de todo lo corporal.
P. 25
Las luces, de hecho, no combinan con las sombras, pero permiten que éstas sean
soportes de figuras icónicas de corporalidad ligera y sutil sobre las cuales las
inteligencias arcangélicas y las almas de los mundos inician una peculiar teúrgia. P. 25
De pronto se instala una mancha de oscuridad y sombra en ese orden sin fisuras. De
repente se cuestiona esa organización que parecía transfigurar, ya aquí en la tierra, el
conjunto de la vida peregrina en una grandiosa ascensión mística hacia la unión con
las jerarquías del cielo. P. 30