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14 - 15.doc - 1609463581841
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Se trata de un barrio de clase media alta, paso obligado de todos aquellos provenientes de la
carretera interamericana hacia la ciudad, un barrio en donde todo queda cerca, donde la mayoría
de los vecinos eran amables y se respiraba un aire de fraternidad, amistad y buena voluntad. Es el
Barrio que me vio crecer, en donde hice amigos que aún a día de hoy continúan siéndolo, el barrio
en cuyas calles corrí, jugué al fútbol y compartí festejos de navidad y año nuevo realmente
inolvidables.
Recuerdo, que a menudo me sentaba en una banca fuera de casa de mi abuela simplemente a
observar la calle frente a la misma. La fresca noche, la luna llena brillando en el inmenso lienzo
oscuro y las nubes grises que lentamente se alejaban en la distancia. Por lo general, siempre algo
acontecía en aquella calle... y en muchas ocasiones, muchas leyendas y cuentos surgieron de
aquellas experiencias.
El señor Octavio era un hombre mayor, tendría alrededor de setenta años para cuando sucedió esta
historia y vivía a una cuadra de la casa en dónde vivíamos. Como toda persona mayor era
respetado por los chicos y aunque se trataba de una persona generalmente agradable en el saludo,
muy poco se le escuchaba hablar. Era un señor ciertamente muy reservado. Tenía la piel curtida
de un color rojizo, la nariz larga y el canoso pelo largo que le llegaba hasta los hombros, decía
tener sangre Sioux por parte de padre, un norteamericano venido a Panamá cuando quiera que
haya ocurrido eso.
A menudo cuando le veíamos por las calles le saludábamos con un “Jao” levantando la mano
derecha, gesto que el retribuía también con la misma expresión, según decía era el saludo de su
gente. Sucedió entonces que una noche uno de mis primos y yo decidimos permanecer despiertos
hasta tarde, como mero método de entretenimiento y para retar nuestra valentía... cosas sin pensar
que hacen los chiquillos. Ajustamos nuestros relojes y activamos las alarmas, teníamos que
levantarnos a las 2:00 de la madrugada. La meta, era salir a la calle y simplemente ver que
podíamos encontrar.
Así lo hicimos, salimos de la casa sin hacer ruido y estuvimos junto a la calle durante un rato
exponiéndonos sin saberlo al horror de la noche. De pronto, pudimos ver una figura en la distancia,
parecía moverse muy despacio caminando hacia el centro mismo de la calle. Se trataba de un
hombre, era sin lugar a dudas el señor Octavio pero ¿Qué era lo que hacía? Pareció de pronto
inclinarse hacia el asfalto, se movía para adelante y para atrás colocando sus manos en el mismo y
sus rodillas de igual manera, levantaba la cabeza hacia las lámparas callejeras, en medio de la
noche... con ningún alma alrededor salvo dos chiquillos inocentes como testigos de aquel grotesco
espectáculo. Entonces, aquellos movimientos dieron paso a un estremecimiento y el cuerpo de
aquel hombre fue cambiando, convirtiéndose en un canino grande y blanco que ya antes habíamos
visto en los alrededores y que asumíamos era de su propiedad.
Una vez terminado, el enorme perro blanco comenzó a correr hacia nosotros, nos miramos el uno
al otro aún sin poder creer lo que habíamos presenciado, aún sin poder digerir aquella extraña
experiencia y nos metimos a toda prisa en la casa. Cerramos la puerta, miramos por la ventana y
desde allí pudimos ver como aquel misterioso animal se acostaba en el patio de la casa de
enfrente, observándonos fijamente... vigilándonos, hasta el más mínimo movimiento.
Aún sin estar seguros de que habíamos visto lo que habíamos visto, continuamos tentando a la
suerte. Un día que nos encontramos al señor Octavio en la tienda de abarrotes pudimos notar que la
uña del dedo pulgar de la mano derecha se encontraba pintada de un color rojo anaranjado, era
extraño sí – Llegamos a pensar – pero aún más extraño fue comprobar días después que aquel
enorme perro blanco, tenía también una de sus uñas de la pata derecha pintada extrañamente del
mismo color.
Los años pasaron, casi la mitad del barrio conocía o había escuchado la historia gracias a los
chiquillos. Pero sin lugar a dudas nadie daba crédito. Cosas de Chiquillos – Pensaban – locuras
inventadas por la ociosidad... nada más lejos de la verdad.
Ocurrió entonces que luego de un tiempo, empezaron a ocurrir sucesos extraños por el barrio. Se
incendió una casa inexplicablemente, habían ruidos extraños en las casas vecinas y en mi casa
cada noche se llevaba a cabo una fiesta fantasmal. Golpeaban las paredes en la madrugada, se
escuchaban voces o estrellar las puertas aún sin soplar el viento, se cayó una figura de Jesús hecha
en cerámica destruyéndose por completo, y por las noches en la ventana de cedazo enormes uñas
arañaban, tal vez únicamente con la intención de que escucháramos, de que alimentáramos a lo
que fuera que se encontraba fuera... con nuestros miedos.
Aún así, nada nos prepararía para lo que pasaría a continuación. Me encontraba ya en el último
año de la universidad y generalmente luego de la misma, solía acercarme junto a amigos y
compañeras a tomar algunas copas y pasar un buen rato. En realidad, mientras más alejado de la
casa estuviera, mientras mas cercana la mañana era mejor para regresar. Desde hacían varias
noches no me sentía muy bien, era como si hubiese cierto tipo de presencia rondando mi
habitación. La noche anterior había vuelto temprano y me acosté, inmediatamente escuché como
se remecía la mesita a un lado de la cama, como si alguna especie de temblor estuviese
ocurriendo, no le dí importancia la primera vez, estaba muy cansado y la idea de que pasara algo
como eso era tan común que preferí cerrar los ojos... pero nuevamente ocurrió lo mismo, solo que
esta vez uno de mis frascos de perfume cayó al suelo. Me desperté y no vi absolutamente nada,
recogí el frasco y apagué nuevamente la luz. Escuché de pronto como algo corría por afuera de la
casa, era como un animal, como si se tratase de algún perro enorme moviéndose de lado a lado.
Pude ver un reflejo de una sombra en la ventana de mi habitación y cerré los ojos, sintiendo de
pronto como mi cama se hundía bajo el peso de algo, o alguien sobre mí. Intentaba moverme pero
no podía, intentaba gritar pero no tenía voz... sentí unas piernas femeninas apretándome y de
pronto un quejido de ultratumba salir de sus labios acercándose a mis oídos, era la sombra de una
mujer y solamente veía entre toda la oscuridad sus ojos blancos, abiertos enormemente... causando
en mi un miedo terrible y sobrecogedor. Repetí en mi mente la oración de las 13 palabras y la
sombra se alejó, como pude recobré el aliento y encendí la luz. Me levanté y acudí a mi madre
para cambiar de habitación, a los pocos minutos ella volvió a su cuarto molesta... diciendo que en
mi cuarto había una presencia, algo oscuro que no la dejaba dormir.
Se dedicó entonces a cubrir las esquinas con agua bendita, a rezar algunas oraciones y aquello se
calmó por el momento... pero fuera de la casa era otra historia. Dos días después de aquello, luego
de salir de la universidad me quedé con algunos compañeros en un bar de la localidad, la pasamos
muy bien alegres compartiendo hasta que se hizo muy tarde y el lugar cerró, cada uno tomó rumbo
hacia sus casas y como el mismo se encontraba bastante cerca de la mía decidí caminar ignorando
la soledad de la noche y el hecho mismo de que se decía que en una de las casas a dos cuadras de
la mía... vivía una mujer que practicaba la magia negra. Por supuesto, esto nunca fue comprobado,
pero es típico en los niños colgar ese cartel en alguna excéntrica y extraña mujer.
Caminé por esa solitaria calle bien entrada la madrugada, el viento frío soplaba a mi alrededor y el
canto de los grillos se escuchaba levemente. Al pasar por un patio baldío en el que se encontraba
desde que tengo memoria un enorme árbol de Higos, algo me sobresaltó escuché como se mecían
sus ramas. Parecía que algo o alguien estaba justo arriba.
Apresuré el paso, y el árbol continuó moviéndose, sentí un escalofrío que casi me paralizo. En ese
momento pude ver como si la calle frente a mí se extendía cada vez más impidiéndome avanzar,
no llegaba a ningún lado. Lo que fuera que se encontraba en aquel árbol de higos saltó hacia una
de las palmas de corozo que se encontraban más adelante, me perseguía... seguía mis pasos y
continuaba molestándome. Remecía las ramas, me arrojaba corozos verdes, y el sonido de las
ramas meciéndose de lado a lado era terrible, el miedo me dominaba y sentía correr pero no
podía.... mi casa, veía mi casa cada vez más lejos.
En ese momento el ruido en las palmas terminó, pude escuchar el canto de los grillos otra vez y el
camino a casa apareció nuevamente claro frente a mi. En ese momento, saliendo de las sombras un
enorme y fiero perro negro salió a mi encuentro, y babeaba y gruñía como una bestia salvaje. Me
miraba fijamente con ojos rojos inyectados de sangre, era un perro terrible... nunca había visto uno
como aquel, nunca le había visto a el por el lugar.
El perro gruñía acercándose lentamente hacia mí, no sabía si moverme... deseaba correr pero
seguramente me atraparía. Ciertamente no era un perro común, no después de lo que había visto,
de lo que había pasado... era definitivamente el Cadejo, el perro del infierno.
Comencé a rezar el salmo 23, el perro empezó a gruñir con más fuerza y se preparó para saltar
sobre mí pero en ese momento el perro del señor Octavio apareció frente a mí, se colocó entre
aquel perro negro y mi persona con todo el pelo de su lomo levantado y una expresión de furia en
su hocico. Dirigió una mirada hacia mí que interpreté como algo bueno y continué avanzando,
aquel perro negro se lanzó entonces hacia nosotros y el perro blanco se trabaron en una pelea
intensa en la que aquel espíritu maligno se retiro llorando hacia la oscuridad.
El perro blanco tenía una herida en su pata izquierda, herida que cortando una tela curé poniéndole
agua y la vendé. Así, aquel buen animal me acompañó hasta la casa y desde entonces y cada noche
al mirar por la ventana siempre pude verle acostado en el patio de la vecina frente a mi. Resta
decir que cualquier espíritu maligno, jamás volvió a molestarme y es que con el paso del tiempo
comprendí que no toda la magia es mala, así como algunos la utilizan para el mal, hay quienes
son capaces de utilizar esos poderes para convertirse en espíritus guardianes de quienes mas los
necesitan.
Son realmente muy pocos los lugares en el mundo que encierran tanto misterio como el Barranco
de Badajóz, una singular elevación de tierra situada a pocos kilómetros de la localidad tinerfeña de
Güímar. La fama del lugar data aproximadamente del año de 1912 cuando un grupo de
trabajadores de la explotación minera local buscaban crear un pozo de agua interior. De repente se
toparon con una cueva extensa que parecían pasadizos y que llevaban hasta unas escaleras talladas
en la roca que parecían dirigirse hacia algún lugar todavía más hacia el interior de la tierra.
Cuando intentaron seguirlas, en la parte más profunda aparecieron dos seres muy altos vestidos de
blanco, de aspecto sumamente inquietante.
La historia, corrió como la pólvora y dio lugar a todo tipo de especulaciones. Muchos decían que
los dos misteriosos seres indicaron a los mineros donde estaba el agua que buscaban. Otros no
tenían tan buenas sensaciones sobre estos extraños aparecidos. También se comentaba que esta
raza de seres blancos está relacionada de alguna manera con los frecuentes avistamientos de luces
y de vida inexplicable en la zona (Animales nunca antes vistos en la isla, desapariciones de
personas e incluso apariciones extrañas de otras). Sea como fuese que ocurrieron los hechos, lo
cierto es que desde aquel momento en que se conoció lo que había tenido lugar, aquella mina fue
abandonada... dejando todo y lo que allí se encontraba sin reclamar, todo y cuanto puede verse
incluso hoy en día como mudos testigos de una historia convertida en leyenda.
Llamativo es también el hecho del gran número de desapariciones que aquí se han producido en
las últimas décadas. La más espectacular ocurrió a finales del siglo XIX cuando una niña del
cercano pueblo de San Juan fue a recoger peras a los pies del barranco. La niña de las peras (Como
comúnmente se le conoce) se quedó dormida mientras se refrescaba del intenso sol que hacía en el
lugar. Entonces, despertó al sentir que un ser de gran altura le tocaba en el hombro. La niña
acompañó al enigmático ser hasta el interior de una cueva y, tras charlar horas y horas con él,
decidió volver a su casa. Lo increíble de este episodio es que cuando la chica volvió a su casa sus
padres y parientes eran unos ancianos, mientras que ella permanecía exactamente igual. La entrada
a la cueva fue cerrada por los vecinos del lugar para evitar que casos como ese volvieran a suceder.
Al joven Andrés Giménez siempre le atrajo lo sobrenatural, el investigar los misterios del qué y el
por qué. Descubrir la verdad de todo aquello que él siempre había considerado el otro lado y, esto
por supuesto le había llevado a obsesionarse por todos y cada uno de los temas mas candentes en
parapsicología. Fantasmas, entidades, poltergeist, ruido blanco, el fenómeno ovni y mucho más.
Este último le había llevado a investigar las extrañas apariciones de luces encontradas en la isla
de Tenerife en el archipiélago Canario perteneciente a España. Se tratan de ocho islas, cinco
islotes, ocho roques y el mar. Políticamente, se dividen en siete islas con administración propia,
siendo Tenerife una de las principales y cuya capital se conoce como Santa Cruz. Fue aquí donde
arribó Andrés en busca de la última experiencia Ovni, intentando descubrir los secretos de aquellos
misterios que por muchos años le tuvieron en vilo. Su sed de conocimiento le había llevado a
Punta del Hidalgo en donde había experimentado luces de tipo esférico sobrevolando las aguas del
mar, elevándose y sumergiéndose en las frías e inhóspitas aguas del océano atlántico para luego
desaparecer de su vista en un pestañear... si quería misterio, sin duda había dado con el lugar
indicado y definitivamente el Barranco de Badajóz del cual había escuchado gracias a sus guías,
era el lugar al que más deseaba llegar.
Cargaba con él todo su equipo, una videofilmadora con visión nocturna, micrófono direccional,
linternas, binoculares y medidores de campos magnéticos. Conocía la importancia de estar bien
preparado, ya había ocurrido anteriormente que por algún despiste no había podido registrar
sonidos, psicofonías e incluso apariciones que tanto él como los miembros de su equipo habían
logrado ver con sus propios ojos.
- ¿Sabe que se dice que las Islas Canarias formaban parte del continente perdido de la Atlántida? -
Apuntó uno de sus guías al bajarse de la camioneta y emprender el camino hacia el barranco – Se
dice que fueron formadas luego del mismo terrible cataclismo que terminó por hundir aquella
civilización a lo profundo del océano. Hay muchos quienes dicen que todo acto sobrenatural que
ocurre en estas islas, es consecuencia directa de la tecnología y avances de aquella desaparecida o
no desaparecida civilización.
- ¿A qué se refiere con no desaparecida? - Preguntó Andrés - ¿Es posible que aquellas luces que
presenciamos en la Punta del Hidalgo tengan algo que ver con el continente perdido?
- Hay muchos que lo creen así – Dijo el otro acompañante – De hecho es bien conocido que al
lugar a donde vamos, el barranco fue un punto importancia de investigación en la década de los
90´s, incluso los alemanes se adentraron en sus misterios... muchos hablaban de una misteriosa isla
de cristal que podía verse desde la altura del barranco, y así mismo se hablaba de una extraña luz
que salía de la misma y desaparecía en la oscuridad de la noche.
- Esto es justamente lo que busco – Respondió Andrés – He leído mucho sobre lo que ha ocurrido
aquí en las islas y en definitiva tengo mis teorías, lo de la niña de las peras es sin lugar a dudas uno
de mis puntos fuertes, quisiera en verdad comprobar si mi teoría es correcta.
Continuaron caminando por un pedregoso camino con sus mochilas al hombro, el ambiente se
encontraba fresco y los rayos del sol parecían darles la bienvenida a la aventura. Sentían que
subían cada vez más, podían apreciar como los bordes del camino que subían se tornaban cada vez
más en precipicios y cómo el terreno se tornaba mas montañoso, las hojas de los arboles, arbustos
e incluso la hierba se mecían con el viento, dándoles en ese momento una sensación extraña, como
si de alguna manera les dijeran adiós.
A los pocos minutos vieron aparecer a un grupo de cinco personas, venían bajando de lo profundo
de la montaña y se les notaba felices, reían y gritaban, hablaban, estaban llenos de energía. Al
encontrarse con los tres hombres que subían estos les dijeron:
- Saludos amigos, veo que suben al barranco. Esto ha sido sin duda una experiencia de una sola vez
en la vida. Esperamos que la suya sea igual de estimulante.
- ¿Han pasado la noche arriba? - Preguntó Andrés, muy interesado - ¿En que parte han acampado?
- Nos quedamos a un lado de la entrada de la cueva – Dijo el que parecía ser el líder – Pasamos la
noche tocando la guitarra y cantando, realmente se siente una energía única allí, nos sentimos
llenos de una energía positiva, es como si tuviéramos nuestra vida renovada. Aunque algo muy
extraño sucedió anoche a eso de las 3 de la mañana.
- Cuéntanos, por favor – Dijo uno de los guías - ¿Que fue lo que pasó?
- A esas horas habíamos hecho una fogata y nos encontrábamos sentados alrededor de la misma,
estaba haciendo mucho frío y la luz de la luna iluminaba la entrada de la cueva y el barranco
abierto del otro lado de la montaña. Podíamos escuchar como fluía el agua atravesar de la roca, era
relajante. A los pocos minutos escuchamos pasos entre el monte, y vimos cómo una mujer con una
vestimenta muy extraña se acercaba hacia nosotros.
- ¿Extraña? ¿Cómo extraña? - Preguntó Andrés - ¿Que quieres decir?
- Mmm, como explicarte – Respondió – Era como si no fuera de esta época, tanto su peinado,
maquillaje... estaba descalza, era como si hubiese salido de un anuncio de los años 50´s... todo fue
muy raro, nos pidió permiso para sentarse junto a nosotros en el fuego, nos dijo que se llamaba
Adelina y al cabo de un rato y de ofrecerle algo de comer nos dijo que tenía que marcharse. La
vimos seguir camino abajo entre la oscuridad de la montaña sin la más mínima luz, intenté
seguirla para acompañarla y brindarle ayuda pero cuando llegué a donde la vi por última vez había
desaparecido, era como si se hubiese desvanecido en el aire.
- ¡Es realmente increíble! - Exclamó Andrés - ¡Que ganas tengo ya de llegar!
- Bien, aparte de eso la experiencia fue muy guay – Dijo el hombre – Les deseamos suerte amigos,
cuídense mucho.
Se despidieron de aquel grupo y al parecer la energía que despedían les había contagiado, puesto
que se encontraban ahora con muchas más ganas de llegar a su destino y poder experimentar algo
similar. Continuaron subiendo, el paisaje ahora les regalaba vistas increíbles del mar que rodeaba
la isla, el aire fresco se acentuaba y el camino parecía entonces atravesar ahora la roca misma de
la montaña dejando apreciar paredes de roca inmensas por donde caminaban, era como un paso
por un túnel, pero completamente hecho por la madre naturaleza.
- ¡Le dije que era una vista magnífica! - Dijo el guía - ¿No lo cree ahora?
- ¡Sin duda lo es! - Dijo Andrés, mientras sacaba la cámara digital para sacar fotos y vídeos de las
maravillas que apreciaba.
Siguieron con su marcha subiendo cada vez más por aquellos caminos montañosos, los acantilados
continuaban acentuándose, miraban cada cierto tiempo hacia los lados y se maravillaban con la
altura a la que estaban. ¿Como pudo aquella mujer caminar por esos lares a esas horas y sin la más
mínima luz? Aquel pensamiento llenaba a Andrés de una felicidad indescriptible, era casi como la
confirmación de qué se encontraba en el camino correcto.
Al fin, luego de varios minutos de travesía llegaron hasta el puesto de minería abandonado.
Pudieron apreciarlo cruzando un umbral tallado con una inscripción tallada en metal en la que se
leía lo siguiente :