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Qin Shi Huang debió tener un caracter enérgico y tenaz ya que son numerosas las obras
de este singular emperador, pero también tuvo graves defectos como su carácter
obsesivo y totalitario tratando siempre de controlar a sus súbditos. Asi que Qin Shui se
ganó la animadversión de muchos de ellos, por lo que, para evitar ser asesinado, siempre
debía ignorarse en cuál de sus 260 palacios se encontraba. Entre las muestras de
despotismo con su pueblo destaca la de quemar todos los libros que no trataran de
agricultura, medicina o profecías y, sin embargo, vindicó los libros que apoyaban su
régimen, para los que creó una biblioteca imperial.
En los últimos años de su vida, después que varios intentos de asesinato se volvió más
paranoico y contrató a varios “dobles” para despistar a sus posibles asesinos.
PODER MAS ALLÁ DE LA MUERTE
Entre las obsesiones del emperador estaban el miedo a la muerte y
derivada de ella la de recorrer Asia en busca del elixir de la
inmortalidad, lo que habitualmente le obligaba a viajar. A los trece
años cuando todavia era el prícipe Zhen y tras ser elegido, cuentan
las leyendas, que ya empezó a pensar en su tumba, a idear cómo
habria de ser el monumento funerario que le recordara para
siempre; quizás la manera más segura de pasar a la historia como
un rey inmortal.
Buscaría otras muchas fórmulas a lo largo de sus años de vida. Evidentemente sin
resultados. Fue esta obsesión por la inmortalidad, precisamente, la que
desencadenó su inevitable muerte y precipitó la rápida caída de su dinastía.