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ENERO 31, 2020

EDITORIAL
La serie de movilizaciones que se presentaron en Colombia desde el 21 de
noviembre de 2019 y que se han denominado Paro Nacional, constituyen un
interesante proceso por sus resonancias nacionales y globales.

El Paro en Colombia hace parte de una disputa entre sectores tradicionales y


emergentes que vienen enfrentándose desde el 2018 torno a reivindicaciones
EXECUTIVE DIRECTOR'S
sectoriales (educación pública) y otras más referidas al modelo de sociedad.
MESSAGE TO THE
A nivel global, las protestas en Colombia tienen unCOMPANY
aire de familia con las que se
presentaron en Chile, Hong Kong, Irak y Líbano, entre otras; las cuales
representan desde cierta perspectiva, el hartazgo generacional de la juventud
frente a la arquitectura de la sociedad que les dejaron sus antecesores.

El Paro en Colombia sin embargo, tiene sus propias particularidades en cuanto a


sus dirigencias, reivindicaciones, mecanismos y a la forma en que lo recibe la
sociedad. Al análisis de estas diferencias y semejanzas está dedicado este nuevo
número del Boletín del Celyc.

Jorge Eduardo Suárez G.


Editor boletín CELyC

RETROSPECT: A LOOK
BACK AT LAST YEAR
ENERO 31, 2020

El Paro Nacional y la nueva dinámica de la movilización


política en Colombia. Pag 2
Por: Marco Antonio Vélez Vélez, profesor FCSH-UdeA
En Colombia la movilización de las masas populares no había logrado concitar en
épocas recientes, cotas de acción y expresión políticas como las propiciadas por el
paro del 21N. Un gran movimiento de paro con participación de amplios sectores
sociales y de organizaciones, no tenía antecedentes en el nuevo siglo. Una acción
social pluralista y con gran poder de convocatoria. El momento requiere más
grandeza política y nada de mezquindad. Es la potencia de las masas la que se
juega en una apuesta fuerte por construir opciones de poder.

Aportes al análisis de las dificultades políticas y


organizativas del Paro Nacional colombiano. Pag 5
Por: Mateo Mejía Molina, Estudiante Trabajo Social UdeA
Este análisis parte de la experiencia acumulada en el ámbito de la disputa política
desde los espacios universitarios, adicionalmente de la participación en espacios
gremiales y en colectivos estudiantiles, con el fin de aportar a procesos de
transformación más grandes.  Para el caso de Colombia, un paquete de reformas
neoliberales propuesto por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial
tendría como resultado la profundización de la crisis social, cultural y política, al
tiempo que aumenta la precarización ya existente.

El paro en perspectiva estratégica Pag 9


Por: Jaime Rafael Nieto López, profesor FCSH-UdeA
El Paro Nacional del 21 de noviembre de 2019 convocado por las centrales
obreras y otras organizaciones populares en Colombia, ha sido por múltiples
razones y dimensiones que no es el caso detallar aquí la experiencia de
movilización social más importante realizada en el país en los últimos 50 años o
más. Fue histórica, no cabe la menor duda. Ha sido la más masiva, ese día el
pueblo se tomó la calle. La más plural desde el punto de vista social,

El paro desde los que lo jalonan. Pag 13


Por: Jorge Eduardo Suárez Gómez
La movilización iniciada el 21 de noviembre de 2019 en Colombia (21N) puede
interpretarse desde dos perspectivas, sí nos centramos en quienes la jalonan.
La primera de ellas, ateniéndose a la literalidad del nombre que le dieron sus
promotores iniciales, es que hay un Paro Nacional que fue convocado por las
centrales sindicales. La segunda, el apoyo de sectores de las universidades
públicas que un año antes se habían movilizado masivamente por presupuesto
para la Educación Superior Pública.

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ENERO 31, 2020

El Paro Nacional y la nueva dinámica de la movilización


política en Colombia
Por: Marco Antonio Vélez Vélez, profesor FCSH-UdeA

En Colombia la movilización de las masas populares no había logrado


concitar en épocas recientes, cotas de acción y expresión políticas como las
propiciadas por el paro del 21N. Quizás algunos pueden aducir movimientos
próximos en el tiempo, propiciados fundamentalmente por el accionar de los
estudiantes universitarios –Mane, paro de 2018 con acuerdos en la mesa de
negociación-; fueron, y es preciso reconocerlo, movilizaciones con una gran
dinámica y convocaron el entusiasmo más allá de las meras reivindicaciones
de la educación superior y de la financiación de las universidades públicas.
Pero, un gran movimiento de paro con participación de amplios sectores
sociales y de organizaciones, no tenía antecedentes en el nuevo siglo. Pues, el
21N, movilizó a organizaciones sindicales, estudiantiles, indígenas, populares,
afrodescendientes, movimientos de mujeres, y movimientos de orientación
sexual diversa, ambientalistas, campesinos y sus dignidades.   Una acción
social pluralista y con gran poder de convocatoria.

Las motivaciones del paro fueron ampliándose, pero, en principio se


nucleaban frente a las pretensiones del gobierno Duque de iniciar reformas
neoliberales de hondo calado: reforma laboral, reforma pensional,
contratación de jóvenes sin garantías de un salario digno, reforma tributaria

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generosa con el gran capital –con exenciones del orden de 9 billones de


pesos-, en general aquello que se denominó el “paquetazo” de Duque. La
conformación de un comité de paro central que reflejaba la variedad de las
organizaciones, propició una concreción y ampliación progresiva de las
demandas. Luego, del 21N y de que el ejecutivo se decantara por un
simulacro de diálogo llamado “conversación nacional”, la cual partía de la
agenda del gobierno y no consultaba los puntos del paro -en un ejercicio de
desconocimiento de la movilización con ribetes de desafío a la misma-, el
Comité del Paro Nacional logra reunir una agenda de 13 puntos para la
negociación que no simplemente para “conversar” y dar cabida así a aquello
que motivaba la acción directa en las calles.

Para Duque, “conversar” era y es deshacer las opciones de negociación.


Parece que las emisiones verbales sin compromiso en palacio, con actores
predefinidos reemplazaban al auténtico ejercicio democrático de la escucha,
la controversia y la toma de decisiones. Recordemos, sino, la reunión con
empresarios luego del 21N, conversando de temas que solo daban
protagonismo a la agenda gubernamental, en un desafío que rayaba en lo
cínico, e invitando, a última hora y como convidados de piedra a los
miembros del Comité Nacional del Paro. Ante tal desplante, estos últimos
optaron por no asistir y exigieron un diálogo directo con el ejecutivo.

El 26 de noviembre el Comité Nacional del Paro, concreta en 13 puntos


programáticos sus demandas. Estas retoman el cuestionamiento a las
propuestas de reforma laboral regresiva, de reforma pensional en vía de
desmontar el régimen de prima media, avanzan en denunciar el intento
soterrado de privatización vía holding financiero de las entidades del Estado,
se insta a reversar la reforma tributaria, se propone hacer efectivo el
cumplimiento del Acuerdo de Paz de la Habana, se demanda el
cumplimiento de acuerdos con los movimientos sociales –estudiantes,
dignidad agropecuaria-, se denuncian las arbitrariedades del Esmad,
concretadas en la infamia de la muerte del estudiante Dylan Cruz, por la
acción de un miembro de esta fuerza. En general, puntos de negociación que
se han ido nutriendo y han configurado un escenario de demandas que
sobrepasan los 100 temas. Para algunos, la multiplicación de estas aparece
como excesiva e innegociable. Pero lo que hay que reconocer allí, es una serie
de exigencias aplazadas y nunca resueltas por los recientes gobiernos en
Colombia. Demandas que quedaron latentes y no procesadas dada la
dinámica el conflicto armado y el ejercicio de suplantación por las guerrillas
de los procesos de la movilización social y popular.

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Es evidente hoy, que el gobierno Duque ni ha negociado, ni pretende


responder los puntos programáticos exigidos. Su política ha sido más bien la
de ganar tiempo, dilatar y buscar desvirtuar con migajas tiradas desde la mesa
de conversación, la potencia del movimiento popular. Migaja es dar
presencia a los jóvenes en un 10 % en los cargos de contratación del Estado sin
exigibilidad de experiencia. Migaja es el descuento de los aportes de salud a
los jubilados entre uno y dos salarios mínimos –pasando del 12 % al 8% y
luego al 4%-; a los estudiantes se los pretende desmovilizar con la promesa de
la reforma del Icetex y de sus créditos leoninos. Nada de echar atrás la ley de
crecimiento. Nada de deshacer el holding financiero. Nada de parar la
masacre de líderes sociales. Promesa de no activar las reformas laboral y
pensional. El gobierno no cede en lo fundamental y es por ello que el Comité
Nacional de Paro ha llamado en el nuevo año a continuar la movilización
política. El 21E fue un anuncio, que no tuvo toda la intensidad esperada,
luego del receso de fin de año, pero que dispone a un acumular fuerzas en
función de una gran movilización proyectada hacia el mes de marzo. Esta es
una estrategia adecuada. Hay que retomar la potencia de la movilización
desde una pausa en la presencia en la calle, y crear escenarios de debate y
politización de las grandes masas poblacionales.

Es necesario analizar cómo Iván Duque en el ejercicio de la conversación,


simula más capacidad de gobernabilidad de la que realmente tiene. El nuevo
año y desde el trámite de la llamada Ley de Crecimiento ha buscado nuevos
aliados en la vieja clase política. Cambio Radical el partido de Vargas Lleras
ha mordido el anzuelo de sus apetitos burocráticos y busca negociar con el
gobierno, apoyo por puestos. El coqueteo con el liberalismo va en la misma
senda. Se recomponen las alianzas para fortalecer la precaria aceptación de
un gobierno que parece no despegar y andar de sobresalto en sobresalto.

Lo peor que le podría pasar al movimiento popular, es pretender jugar a dar


pábulo a intereses sectoriales y corporativos. A miopes demandas de
movimientos políticos buscando capitalizar la protesta para futuras campañas
electorales. El momento requiere más grandeza política y nada de
mezquindad. Es la potencia de las masas la que se juega en una apuesta fuerte
por construir opciones de poder. Hay que aprovechar la construcción
organizativa, la politización creciente, la sabiduría táctica y estratégica, en
general un ejercicio de educación política, que según los teóricos clásicos, se
logra acentuadamente en las dinámicas de movilización popular. Educarse en
la acción y en el debate político táctico y estratégico.

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Aportes al análisis de las dificultades políticas y


organizativas del Paro Nacional colombiano
Por: Mateo Mejía Molina, Estudiante Trabajo Social-UdeA

Este análisis parte de la experiencia acumulada en el ámbito de la disputa


política desde los espacios universitarios, adicionalmente de la participación en
espacios gremiales y en colectivos estudiantiles, con el fin de aportar a procesos
de transformación más grandes.

Por diversas razones varios países de América Latina entraron en un periodo de


lucha, que devela un descontento generalizado con las políticas tradicionales, al
tiempo que se generan críticas al sistema económico imperante. Para el caso de
Colombia, un paquete de reformas neoliberales propuesto por el Fondo
Monetario Internacional y el Banco Mundial tendría como resultado la
profundización de la crisis social, cultural y política, al tiempo que aumenta la
precarización ya existente.

El asesinato sistemático de líderes sociales, un rechazo general a la gestión


presidencial, la corrupción, el asesinato de 18 menores de edad  en un
bombardeo a un campamento de la disidencia de las FARC-EP, el
incumplimiento de acuerdos pactados con los sectores sociales,  y otros
acontecimientos; generaron un aire de indignación y rebeldía que llevó al
surgimiento de una inesperada fuerza que hizo temer al establecimiento que
reaccionó con una campaña de desprestigio a la movilización social, aludiendo
a una infiltración  internacional que buscaba desestabilizar el país, idea que

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pretendía criminalizar y quitarle fuerzas a las marchas del 21 de noviembre


de 2019, que había tenido un tremendo apoyo e impulso mediático.

En estos periodos de coyuntura, donde se generó tanta efervescencia,


aparecen diversos elementos por analizar y las conclusiones varían
dependiendo de quién lo esté analizando y la posición que este ocupe en la
misma. Quisiera aportar al análisis de esta coyuntura, dos elementos que
considero importantes para acércanos a comprender ¿Por qué un
movimiento que manifestó tanta fuerza decae en tan poco tiempo? Primero,
los continuos fallos en el accionar del Comité Nacional de Paro, su
autoproclamación, su absurda verticalidad, las malas lecturas de los
momentos políticos, entre otros; Segundo, su falta de responsabilidad
política con las bases, la desconexión interna del movimiento, y las
consecutivas malas decisiones.

Respecto al accionar del Comité Nacional de Paro uno de los problemas más
graves del movimiento fue su cuestión organizativa, su contradicción entre
mostrarse horizontal y funcionar en una burocracia sindical. Los
movimientos sociales, buscan ser expresiones más horizontales de la lucha
política, se construyen poco a poco, son amplios, y en los periodos de disputa,
se pueden “jugar” con la figura del líder dependiendo del contexto, razón y/o
momento de lucha[1]; sin embargo la “dirigencia” -Comité Nacional de Paro-
previo a que todo iniciara, ya había amañado ciertas decisiones, esto hizo que
el movimiento terminara en una suerte de centralismo democrático que en la
práctica no tenía nada de democrático, ya que a la hora de construir la
“dirigencia” no escuchó y difícilmente dejó hablar a otros actores, prueba de
esto es como se desarrolló la Asamblea Popular Nacional el 18 de octubre de
octubre donde no hubo interlocución real ni consensos absolutos aunque así
lo anunciaran públicamente. Otro momento donde se vio esta contradicción
es la limitación de cupos que se presentó al convocar para la segunda
Asamblea Popular el 29, 30 y 31 de enero del 2020, ¡Cómo se muestra un
“espacio amplio” cuando limitan los cupos!

La aparición repentina de un Comité Nacional de Paro que se proclamaba


único y legitimo interlocutor para la negociación con el gobierno fue un
error, esto puso en discusión la poca legitimidad que hubiese adquirido al
momento, en la misma línea, muestra de su verticalidad se manifestó al
presentar un pliego de exigencias planteando que este recogía las exigencias
de todos los sectores, cuando no se había discutido ni acordado en ningún
espacio amplio; como repercusión de esto, se empiezan a fragmentar las
bases sociales del movimiento en el momento político donde se debía
generar mayor articulación.

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Considero pertinente aclarar algo que puede parecer obvio, pero que
aparenta no comprenderse muy bien en la práctica política; un paro nacional
implica una detención del flujo de capital, al igual que el cese de las
actividades de una serie de sectores importantes para la estabilidad de un
país, lo que en este contexto se ha llamado Paro Nacional no responde con la
definición expuesta anteriormente debido a dos cosas: primero, al momento
de parar, solo el sector de la educación superior cumplió con esto y no en su
totalidad, lo segundo se relaciona con asumir la realización de movilizaciones
-incluso irregulares- como si eso fuera un paro.

Con esta claridad quisiera problematizar la desconexión de las bases con el


centro, de ahí que se reforzara esos comentarios que planteaban que la
movilización no servía para nada, producto de que no se tenían claros los
objetivos de las movilizaciones; en la misma línea, se manifiesta la
desconexión al momento de intentar equiparar fuerzas para la disputa, se
contaba con la fuerza del sector estudiantil sin analizar que este venía
recuperándose y en rearticulación de su anterior periodo de movilización,
aun así se recargo en este sector lo cual llegó a un rápido desgaste de las
fuerzas y la dispersión del mismo. Por ultimo tener en cuenta la división
generada por la disputa  de si continuar o no el “Paro Nacional” después del
21N, mientras un gran sector de las bases quería alargar el paro, la dirigencia
solo quería una movilización, y al no poder controlar las bases y ver como se
alargaba el ciclo de movilización, decidieron empezar a direccionar esas
movilizaciones generadas por las localidades, lo cual generó un choque de
intereses que no se pudo subsanar y profundizó los problemas de cohesión
internos del movimiento.

Si bien la manera en cómo se gestionó, promovió y organizó la movilización


no fue la mejor y existieron graves errores que impidieron el florecer la
misma, no puede analizarse este periodo como una pérdida de tiempo; un
elemento positivo que deja esta movilización fue la posibilidad de reactivar
viejas fuerzas que ya parecían no tener esperanzas, y en coherencia con esto,
posibilitar que muchas personas que no se habían acercado a expresiones
similares de resistencia y lucha lo hicieran; igual de importante destacar los
saberes y experiencias dados a quienes hoy conforman las bases de los
procesos sociales para que en un futuro impulsen otros procesos de
movilización donde no se repitan los mismo errores.

Si bien este álgido pero corto periodo de movilización con pocas ganancias
concretas empieza a decaer, esto no es razón para perder las esperanzas ni
caer en una inmovilidad. Las crisis continúan y siguen profundizándose y si
bien esto no es positivo debe tenerse en cuenta que otro efecto de esta

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negatividad, es la develación de las difíciles condiciones de existencia que


vivimos las mayorías diariamente, esto llevará a las personas a preguntarse
¿Por qué debo sufrir esto? ¿Por qué no me alcanza el sueldo? ¿Por qué no
puedo estudiar? ¿Por qué no puedo pensionarme? ¿Por qué la salud es tan
precaria? Esas mismas y otras preguntas serán las razones primarias para
luchar, resistir y querer un cambio. La tarea que debe quedar para el próximo
periodo de disputa no es otra que, crear el deseo de cambio y posibilidad en
las personas para que cuando ese momento de pelear llegue, la personas
crean que es posible, es justo y vale la pena luchar por ello, porque si
queremos que las personas naveguen, antes de construir un barco y conseguir
la tripulación, se debe construir primero el deseo de navegar.

[1] Si las reivindicaciones fueran políticas, no habría necesidad de líderes,


cuando las reivindicaciones son económicas, jurídicas o requiere solventar
asuntos técnicos, se entra a jugar en el plano de la negociación. Veamos dos
momentos de la Mesa Amplia Nacional Estudiantil (MANE); en un principio
su reivindicación fue “NO A LA REFORMA DE LA LEY 30” -reivindicación
política- donde la exigencia es clara; cuando se plantea el programa mínimo -
reivindicaciones técnicas-, se sumergieron en tecnicismos y entraron en
negociaciones y por tanto la figura del líder se hizo necesaria, esto sumado a
dificultades organizativas empezó a romper el movimiento.

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El Paro Nacional en perspectiva estratégica.


Por: Jaime Rafael Nieto López, profesor FCSH-UdeA

El Paro Nacional del 21 de


noviembre de 2019 convocado por
las centrales obreras y otras
organizaciones populares en
Colombia, ha sido por múltiples
razones y dimensiones que no es el
caso detallar aquí la experiencia de
movilización social más importante
realizada en el país en los últimos
50 años o más. Fue histórica, no
cabe la menor duda. Ha sido la más
masiva, ese día el pueblo se tomó la
calle. La más plural desde el punto
de vista social, pues no sólo contó
con la participación de los
trabajadores de las ciudades, sino
también con la participación de un
vasto y multitudinario espectro de
otras categorías sociales en
movimiento, como los jóvenes,
specialmente los universitarios, las
mujeres, los indígenas, las
negritudes, los pobladores urbanos,
los campesinos, los intelectuales, los
maestros, los artistas, en fin, un enjambre diverso y variopinto de grupos y sectores
sociales inconformes con el estado de cosas existentes. No fue sacrificial, sino festiva
y creativa, carnavalesca y beligerante al mismo tiempo. Cuerpos calientes, fogosos y
gozosos en movimiento, reconociéndose mutuamente, ocupando las plazas y las
calles, los parques y andenes. Fue la vida en movimiento. Todo casi nuevo, en
éxtasis.

Aunque los convocantes al Paro ordenaron una plataforma básicamente gremial y


de coyuntura de diez puntos, más de un centenar de razones y motivos aglutinó y
aglutina a la multitud. Todos los que  se han sentido agraviados, maltratados o
injustamente tratados, sintieron que era esta la oportunidad de expresar su rabia e
indignación. Y así lo hicieron. Razones y motivos que vienen de lejos unos y de más

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cerca otros, como la pobreza crónica, la exclusión social, la corrupción de los


políticos, la amenaza o el menoscabo de derechos laborales o sociales, el
incumplimiento sistemático de acuerdos o de pactos, incluido el
incumplimiento del acuerdo de paz con las FARC, la violación a los DDHH, el
crimen sistemático contra los líderes sociales, la persistencia ofensiva del
paramilitarismo, la ausencia de libertades individuales y colectivas, la
represión de las protestas sociales y ciudadanas, la desfinanciación de la salud
y la educación, la falta de oportunidades, en fin, un pluriverso de voces de
protesta y de reclamos a quienes gobiernan y han gobernado a favor de unos
pocos, basados en un modelo político corrupto, antidemocrático y
excluyente, y contra un modelo económico, el neoliberal, que ha privatizado
y mercantilizado hasta las dotaciones más básicas para una vida digna y
decente de millones de colombianos.

De la marchas multitudinarias a las cacerolas, de las cacerolas nuevamente a


las marchas y de estas últimas a los plantones artísticos. Fuerza, vitalidad y
sobre todo, continuidad, permanencia. Este último, continuidad y
permanencia, ha sido el tópico sobre el que vale la pena detenerse en la
perspectiva de un pensamiento estratégico acerca del movimiento.
Ininterrumpidamente, por más de treinta días, el movimiento fluye y
refluye, como queriendo decirse a sí mismo y sobre todo a quienes detentan
los poderes, que el 21 de noviembre no fue un mero episodio de protesta o
un arranque momentáneo y fugaz de rabia popular pública que se consume y
desaparece tan rápidamente como apareció en la bruma de la vida cotidiana
y gris de los días siguientes, sino que fue sólo el comienzo de lo que ha de
venir. Como en efecto ocurrió. Ni la represión desmedida, desplegada sobre
todo por el ESMAD, que ha causado lesiones físicas a muchos manifestantes,
detenciones arbitrarias y hasta la muerte del joven estudiante Dylan Cruz en
la ciudad de Bogotá, ni la dilación circense consumada por dos delegados del
gobierno, uno de ellos procedente años atrás de las filas del proletariado de
izquierda pero hoy pasado descaradamente a las filas del capital y sus
gobernantes, han logrado reducir o menoscabar en lo más mínimo ni la
fuerza, ni la vitalidad, ni la continuidad, ni la permanencia del movimiento.

De un gobierno autoritario y neoliberal como el de Duque, no será fácil


obtener concesiones. Este es un gobierno “capturado” (y expresión al mismo
tiempo) por tres grandes poderes o lógicas de poder: el imperio con sus
apuestas de dominación geopolítica sobre A. Latina acompañado por el
apetito voraz de las grandes transnacionales, la coalición hegemónica de
grupos de poder económico vinculados al narco-latifundismo y el sector
financiero, la ideología contrainsurgente de la seguridad nacional desde la 

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cual codifica y decodifica cualquier manifestación de descontento popular en


términos de la presencia del “enemigo”, generalmente procedente de “afuera”
(el comunismo, el terrorismo, el castro-chavismo o el Foro de Sao Paulo), al
que hay que combatir. Un gobierno muy lejos de cualquier atisbo reformista,
nacido de las entrañas más profundas del uribismo, el peor engendro
derechista conocido por el país después de la época siniestra del conservador
Laureano Gómez. Represión y dilación, conjugados, será lo porvenir. Sin
embargo, todo se mueve. Y en el 2020, probablemente, todo se seguirá
moviendo. ¿Se moverá el gobierno?

Si hasta ahora todo se mueve, menos el gobierno, será necesario moverse no


sólo con mayor fuerza y continuidad, sino con mayor rapidez y
contundencia. Aquí, como en toda situación de embotamiento del conflicto,
el eje estratégico es el tiempo. El gobierno de Duque por dilapidar tiempo,
porque dilapidando tiempo apuesta a la desmoralización y a la
desmovilización, el movimiento popular por concentrar y ganar tiempo,
porque concentrándolo apuesta por acelerar el desenlace, como en toda
coyuntura, apuesta porque el tiempo largo sea condensado y activado en el
tiempo corto. Parafraseando al Marx de El Capital, frente a dos derechos en
pugna: el del gobierno a gobernar y el de los ciudadanos a protestar, sólo la
fuerza decide. Y la fuerza no es sólo cuestión anatómica sino mecánica
(temporal). El escenario próximo podría ser el de una más exacerbada y
superior medición de fuerzas. ¿Se moverá el gobierno? Sólo la calle decide.
Ecuador, Chile y Francia lo ejemplifican claramente. Ese es el desafío. Por
otra parte, fuerza, continuidad y rapidez, derivan de la voluntad y de la
claridad estratégica. Y esto depende naturalmente y ante todo de la dirección
del movimiento. Si no hay una dirección con vocación de lucha, conectada
estrechamente con los impulsos vitales del movimiento se corre el riesgo de
errar o de confundir las cosas, cuando no de capitular. De ahí la conveniencia
en que se acorten lo más posibles las distancias entre los representantes o
voceros del movimiento y la multiplicidad de sus actores constitutivos y  sus
expresiones territoriales.

El senador del PDA-Moir, modelado probablemente en una visión estrecha


de la política, la puramente institucionalista y electorera, lanza su candidatura
presidencial para el 2022 y vaticina de paso la culminación inevitable del
gobierno de Duque parta ese año, en una suerte de impotente y sufrida
resignación. Ciertamente, el movimiento en curso no tiene como propósito
derrocar a Duque. Y sería una desmesura desacertada pretender que en las
circunstancias actuales el movimiento adquiera ese propósito. Pero ¿se puede
vaticinar que no lo adquiera? Hoy por hoy el centro de la política no está sólo

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en el Estado y sus aparatos-espacios institucionalizados, sino también en la


calle con sus protagonistas. Los meses venideros serán decisivos en términos
de la posibilidad de dar saltos. De modo que una hipótesis estratégica, desde
una perspectiva revolucionaria de izquierda, no puede descartar de plano la
posibilidad de que el movimiento en curso adquiera un carácter destituyente
y constituyente al mismo tiempo. Destituyente del gobierno y del Congreso y
Constituyente de un nuevo orden constitucional y político. Todo lo cual
correspondería a una situación prerrevolucionaria, a un salto en la
correlación de fuerzas, en la que se pondría, ahí sí, con mucha actualidad, la
necesidad de convocar a elecciones anticipadas para presidencia de la
república y convocatoria a una Asamblea Constituyente y legislativa al
tiempo. El movimiento no lo es todo, como pensaba Berstein, la estrategia lo
es casi, como pensaban Lenin y Trotsky. Por eso, como revolucionarios de
izquierda, como socialistas, no se pude dejar de pensar en cada oportunidad
de lo social o lo político en términos estratégicos.

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El Paro Nacional desde los que lo promueven

Por: Jorge Eduardo Suárez Gómez, profesor FCSH-UdeA

La movilización iniciada el 21 de noviembre de 2019 en Colombia (21N)


puede interpretarse desde dos perspectivas, sí nos centramos en quienes la
jalonan.

La primera de ellas, ateniéndose a la literalidad del nombre que le dieron sus


promotores iniciales, es que hay un Paro Nacional que fue convocado por las
centrales sindicales (CUT, CGT, FECODE), que se volvió un estallido social al
que se integraron los que hacen parte del llamado Comité del Paro
(estudiantes universitarios y organizaciones sociales de varios tipos).

La  dirigencia  sindical  colombiana  lleva  décadas convocando “Paros


Nacionales” que en el mejor de los casos se agotaban en pequeñas marchas en
un par de ciudades. Tan pocos “paros nacionales” han existido, que muchos
analistas ubican como antecedente del actual, el de 1977, cuando Colombia
era otra.

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Algunos sectores como los trabajadores del campo, cocaleros, transportadores


o estudiantes han tenido procesos de movilización masiva, pero tan
sectoriales que no pueden llamarse "nacional".

La falta de audiencia de los sindicatos que se expresa también en el bajo nivel


de sindicalización de los trabajadores (alrededor del 4%), se debió entre otros
factores a la fuerte violencia patronal ejercida contra varias generaciones de
los dirigentes más capaces de estas organizaciones, dejándolas acéfalas o en
manos del bipartidismo, e inoculando en la población una cultura
antisindical.

Esta poca popularidad tenía como excepción los primeros de mayo de cada
año, cuando en las grandes ciudades muchos sectores se le unían a los
sindicatos con el ánimo de “desfilar” y en ocasiones mostrarle los dientes a las
fachadas de los edificios y a la Policía. Pasado ese día, cada lora en su estaca.

¿Qué sucedió este año que las anémicas convocatorias de las centrales obreras
terminaron desatando el conjunto de manifestaciones que hoy se llaman
Paro Nacional?

Aquí viene entonces la otra perspectiva analítica. El Paro Nacional ha tenido


el apoyo de sectores de las universidades públicas que un año antes se habían
movilizado masivamente por presupuesto para la Educación Superior
Pública.

También ha tenido el apoyo de los sectores que en las elecciones


presidenciales de 2018 hicieron campaña en forma de movilización social
para poder competir con los candidatos del establecimiento político y cuyo
resultado fueron 8 millones de votos en las presidenciales y la llegada al
poder de sectores de centro izquierda en 2019 a las alcaldías municipales.

Hay un cuarto actor cuya presencia le ha dado un matiz particular a este


“Paro”. Los jóvenes que crecieron en medio del proceso de paz y la
efervescencia de las redes sociales. Para ellos el conflicto armado no genera
temor de ser estigmatizados como terroristas, como le pasó a varias
generaciones anteriores. Algunos de universidades privadas, otras en el
colegio y algunos “NINIS” están más conectados con Chile que con la
ruralidad colombiana. No ven televisión nacional.

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Por eso sus referentes de movilización no son las tradicionales


organizaciones de izquierda nacionales, excepto para reclamarlas en una
onda vintage, sino que ven en las actuales revueltas de Chile o de Hong Kong
una estética más cercana a la suya.

Por eso no dudaron en importar “la primera línea” que ha sido efectiva
herramienta en el país austral en una lucha cuerpo a cuerpo que acá no
encaja del todo. Son también una generación muy feminista: la movilización
de las jóvenes argentinas y las mexicanas son paradigma.

Tan iconoclastas son que se dieron el lujo de salir un mes de vacaciones y


volver el 21 de enero en manifestaciones más menguadas pero que
escandalizaron a sus contendores por el nivel de agresión al transporte
público en Bogotá y los daños a la pintura de un banco y un hotel
emblemáticos de la ciudad de Medellín.

Los grandes conciertos han sido también mecanismo de manifestación.


Cuando se participa de ellos es difícil saber si se está en Rock al Parque,
Stereo Picnic o Altavoz.

Desde esta segunda perspectiva es claro que las centrales sindicales no


controlan a esta nueva generación no sindicalizada que es protagonista.

Por eso se necesitaron 104 puntos para incluirles. Por eso, pese a lo
aparentemente sostenido en el tiempo, ningún sector de la producción ha
arado, excepto la producción de conocimiento en algunas universidades
públicas cuya inactividad poco contribuye al cumplimiento de los 104 puntos.

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CRÉDITOS:

Decano Facultad de Ciencias Sociales y Humanas: John Mario Muñoz Lopera

Director CELyC: Jaime Rafael Nieto López

Editor del Boletín CELyC: Jorge Eduardo Suarez Gómez

Comité editorial CELyC
Marco Antonio Vélez Vélez
Luis Javier Robledo Ruíz
Jorge Eduardo Suarez Gómez

Diagramación y comunicaciones
Tatiana Méndez Moncada

Fotografías:
Jorge Eduardo Suarez Gómez
Tatiana Méndez Moncada

Centro de Estudios Latinoamericanos y del Caribe


Universidad de Antioquia, Facultad de Ciencias Sociales y Humanas
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