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Taller 6.

Postestructuralismo y Teoría Crítica


Martina Bueno y Vanessa Sánchez

La identidad es aquello que parte de nuestra existencia. El “ser” nos indica la existencia
de una identidad y una categorización de aquella. De esta manera, esa identidad es la
reunión de todo lo que nos suma y constituye como lo que somos, en él se incluye los
comportamientos y discursos a los que estamos rodeados y expuestos día a día. Ese
proceso de construcción de identidad, conlleva a analizar las estructuras generales en las
que nos desarrollamos y así mismo, en cada individuo que la conforma. Este estudio por
lo que somos y cómo llegamos a construir nuestros comportamientos a partir de las
culturas, o construir las culturas a partir de los comportamientos de los individuos; es lo
que caracteriza el tipo de estudio que guía a las ciencias sociales. Sin embargo, las
ciencias sociales, al momento de caracterizar el tipo de estudio, presentan un problema
que aún no está resuelto y es el problema de la interpretación.

A raíz de eso, la concepción de términos como el ‘género’ ha estado sujeto a largos


debates y que, aunque sus diferentes interpretaciones parecen ser diferentes, todas son
un reflejo de la construcción social que hacemos los seres humanos de todo aquello que
se presenta a nuestro alrededor. En ese sentido, desde nuestra posición cultural se puede
decir que hemos tenido convencionalmente dos géneros y dos sexos. Dicho eso, el
género se presenta como una estructura binaria, donde ser hombre es excluyente de ser
mujer y ser mujer es excluyente de ser hombre. A pesar de lo anterior, el término
género ha estado expuesto a discursos que buscan imponerse como lo natural, cerrando
otras posibilidades, de esta manera, la exclusión de la variación del término genera un
rechazo en el sistema y en los individuos por las diversas posibilidades. Dentro de esas
variaciones del género, además de mujer y hombre, se encuentran los de la comunidad
LGTBIQ+. Por esto, en el presente texto se responderá en torno a la pregunta: ¿Cómo
aporta el concepto de ‘género’ a la comprensión del conflicto armado y social de
Colombia? Desde la interpretación de dos casos presentes en fragmentos de “Aniquilar
la diferencia” y “Queremos ser oídas” en donde se refleja la variación del concepto
implicado al contexto colombiano.

Lo anterior se analizará desde dos perspectivas; por un lado, está el postestructuralismo


que “se designa conjuntamente en general a diferentes concepciones teóricas
desarrolladas en el curso de los años 60 en Francia, que, manteniendo los supuestos
fundamentales de la teoría del lenguaje del estructuralismo, al mismo tiempo se
distancian críticamente…” (Moebius, 2012). En ese sentido, le apuesta a una
radicalización del estructuralismo donde se considera que toda la realidad es discursiva,
debido a que mediante el lenguaje se logra representar y adquieren sentidos las cosas
derivadas de las estructuras, específicamente es la radicalización del positivismo
aplicado a las ciencias sociales. Por otro lado, está la teoría crítica, la cual torna desde la
experiencia subjetiva como también del contexto histórico del sujeto; que por el
contrario del postestructuralismo, los diferentes hilos argumentativos de quienes siguen
la teoría marxista, “pueden interpretarse unidos por un fuerte antipositivismo”
(Frankenberg, 2011).

Dicho esto, en el presente texto, en primer lugar, se presentará el concepto de género,


desde su historia, las perspectivas más aceptadas y los supuestos que estas cargan y,
además, se identificará si es un concepto descriptivo o normativo, de igual manera, la
ontología social que supone. En segundo lugar y, a partir de los fragmentos de las
investigaciones “Aniquilar la diferencia”, un Informe del Centro Nacional de Memoria
Histórica y “Queremos ser oídas”, del Centro Internacional de Justicia Transicional,
se realizará una comparación estableciendo similitudes y diferencias, aportes y
limitaciones epistemológicas y metodológicas entre sus concepciones y formas de
interpretación dadas al concepto de género. Finalmente, se argumentará la respuesta a la
pregunta problema de este escrito y se darán las respectivas conclusiones.
Ahora bien, el concepto de género es relativamente nuevo, es una herramienta
recientemente creada y su uso no está generalizado (Lamas, 2013). Los antecedentes del
término se rastrean a “El segundo sexo” de Simone de Beauvoir, donde plantea que las
características que socialmente se consideran femeninas no son adquiridas naturalmente
de su sexo, sino mediante un proceso individual y social. De Beauvoir hizo su la
primera declaración célebre sobre el concepto y les abrió las puertas a diferentes
interpretaciones a raíz del problema planteado. Más adelante, el concepto de género
pasaría a ser “uno de los cimientos conceptuales con que las feministas construyeron sus
argumentos políticos” (Lamas, 2013). En ese sentido, el género se comprende como un
concepto que ha hecho su camino en los debates antropológicos y sociológicos del siglo
XX que han pretendido diferenciar entre los cuerpos sexuados y los seres socialmente
construidos. Pues bien, Joan Wallach Scott considera que el género se conecta con la
historia de tal forma que intenta responder preguntas en un contexto histórico particular,
de igual forma, dice que:
(...) Si entendemos el género como preeminentemente histórico, es un modo, no
de identificar lo que es masculino y lo que es femenino, sino de formular
preguntas acerca de cómo son definidos, cómo son implementados, qué clase de
regulaciones están en juego y qué significan. Entonces, para mí, el género es un
conjunto de preguntas sobre cómo, históricamente, de qué modo, en qué
instituciones, a través de qué lenguajes, la relación entre varones y mujeres,
entre masculino y femenino, está siendo definida (Bacci, 2014).

Por otra parte, Garcia (2016) específica que la construcción del término género se
deriva de la historia de las mujeres, la cual se torna en un grupo de preguntas en donde
“se hace visibles a las mujeres como sujetos históricos inmersos en una circunstancia
particular que las conforma, a la vez que ellas actúan sobre la misma” (p.122).
Efectivamente, la ciencia histórica se ha tornado en la vida pública donde la creencia
principal es que el modelo ideal de ser humano es el hombre, de esta manera, se formó
un discurso que difunde el modelo ideal como lo verdadero y universal, donde la vida
pública, conocida en la historia del mundo, solo refleja la parte masculina de la misma.
Por lo tanto, se ha formado una humanidad neutra que ha dejado por fuera de la vida
pública a la mujer, y también de la historia del mundo. Entonces, “el impulso que
adquirió la historia de las mujeres apuntó a una reinterpretación de la historia por medio
de un renovador planteamiento que permitiera incluir la experiencia tanto de los
hombres como de las mujeres” (Garcia, 2016, p.127). A partir de lo anterior, se
construye el género como “herramienta analítica y categoría sociocultural que ayuda a
descubrir las relaciones entre grupos humanos que antes fueron omitidos en la ciencia
histórica” (Garcia, 2016, p.127). Esa relación construida en la historia entre los hombres
y las mujeres es el género que ha sido determinado por lo social y por lo histórico.
De igual forma, Scott (1980) menciona que el término género surge de quienes
centraron los estudios académicos en las mujeres de forma separada, de modo que
permitieron introducir “una noción relacional entre hombres y mujeres que fueron
definidos en términos el uno del otro, donde no se podría conseguir la comprensión de
uno u otro mediante estudios completamente separados”. Así, la inclusión de las
mujeres en la historia implicó la redefinición de las nociones tradicionales, de modo que
abarque las experiencias, costumbres y comportamientos de la parte “femenina”.
Asimismo, Lugones (2008) especifica que el dimorfismo biológico, el heterosexualismo
como el patriarcado son característicos de lo que es llamado el lado visible de la
organización del género, y también que, estos están inscritos como hegemonía del
significado del género (p.78). Por otra parte, Nicholson (1994) dice:

(...) Gender has increasingly be- come used to refer to any social construction
having to do with the male/female distinction, including those constructions that
separate “female" bodies from "male" bodies. This latter usage emerged when
many came to realize that society not only shapes personality and behavior, it
also shapes the ways in which the body appears (p.79).

Este significado de género es el más aceptado actualmente, al contrario del que


contrasta el término género con el sexo, o sea, lo que representa lo construido
socialmente en oposición a lo que se da de manera biológica. Así, también lo dice
Blackstone (2003):
''Gender" is a social term that is often confused with the term "sex:' Sex and
gender are different concepts. Sex is a biological concept, determined on the
basis of individuals' primary sex characteristics. Gender, on the other hand,
refers to the meanings, values, and characteristics that people ascribe to different
sexes (p.335).

En este sentido, la formación del término género ha tenido distintas interpretaciones que
tornan en la idea de un modelo patriarcal que ha estado temporalmente cerrado pero
que, a medida que se ha transformado la sociedad, ha abierto el sistema discursivo para
incluir nuevas perspectivas e interpretaciones del género. Bourdieu (2000) expresa que
la dominación masculina se refleja en las costumbres socioculturales de la sociedad y
que, además, se usa un lenguaje que representa cómo se interiorizan las relaciones
hombre-mujer y sus roles en la sociedad, es decir, se les ubica en un espacio específico
donde cumple unas ciertas funciones. Esto ha causado que se naturalice una
construcción social donde la ideología justificadora son los postulados de la visión
masculina y el reflejo de la dominación de la misma. “A través de los cuerpos
socializados, de los habitus y las prácticas rituales se forma la estereotipación y la
repetición indefinida de un solo esquema interpretado” (p.12). Dice Butler (2007) que,
primero están los cuerpos, refiriéndose al sexo, luego le sigue lo que se quiere hacer con
estos cuerpos y finalmente están los roles sociales atribuidos a mujeres y varones; y,
agrega que, el deseo sexual excede los límites de la estructura de significantes
normativos que la sociedad plantea. De esta manera, el discurso se debe replantear para
que no quede en los límites de la estructura, y se pueda tener un significado de lo que ha
cambiado en la sociedad.
Entonces, los roles asignados en la sociedad familiar, política y social han designado al
hombre como activo y a la mujer como pasiva. “Los hombres tienden a extraer
consistencia de los signos de potencia, las mujeres tienden a extraerla del amor, del
hecho de ser únicas para el otro” (Álvarez, 2010, p.16) La asignación del sexo con el
género ha conllevado a encajar tanto a las mujeres como a los hombres en una
estructura de la cual no pueden moverse; feminidad en el hogar junto a la familia,
paciencia, amor y pasividad; por el contrario, la masculinidad se representa en el
trabajo, la fuerza, rigidez y actividad. De esta manera, el género junto a la historia de las
mujeres, hace visibles las representaciones sociales múltiples y variables de los hombres
y de las mujeres. Específicamente, la historia del género se deriva de un determinado
contexto histórico, social, económico y político donde, además de las condiciones
materiales y reales de existencia, se tome la historia subjetiva y las condiciones
personales (Garcia, 2016). Por otra parte, se torna en que el género remite a la operación
social del poder.

El género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales, las cuales se


basan en las diferencias percibidas entre los sexos, y el género es una forma
primaria de las relaciones simbólicas de poder. Los cambios en la organización
de las relaciones sociales siempre corresponden a cambios en las
representaciones del poder, pero la dirección del cambio no es necesariamente
única (Scott, 2008, p.65-66).

Así pues, el género ha tenido diversas transformaciones y usos, que se acopla según las
representaciones del poder del contexto histórico. Lamas (2006) (citado en Garcia,
2016), menciona que el uso de esta categorización sociocultural distingue, desde la
década de los 60 hasta los 90, cuatro funciones del género:

Primero, como producción académica de reflexiones y debates teóricos;


segundo, como estudios sobre cuestiones puntuales de relaciones de hombre y
mujer; tercero, como programas y políticas públicas que buscaban remediar la
subordinación laboral y educativa de las mujeres; y cuarto, como un proceso de
transversalización de la perspectiva de género (p.130).

Agrega que, en la actualidad el género engloba múltiples estudios que especifican las
relaciones socioculturales, la diversidad sexual, como organizaciones sociales, la
construcción de identidades subjetivas y, específicamente, las conceptualizaciones de la
semiótica del cuerpo, el sexo y, en especial, de la sexualidad. Ann Oakley (1972)
describe a la construcción social del género como los rasgos, estados y valores
atribuidos a grupos, sociedades o individuos que son cambiantes dentro de las mismas
sociedades, a través del tiempo en las culturas. De esta manera, esa interpretación única,
universal y neutral cambia perspectivas y a medida que se avanza, en las sociedades
toman nuevas interpretaciones que necesitan de un cambio en el discurso que incluya
las nuevas comprensiones de la historia.

Carbado (2013) menciona que, en la actualidad es necesario encontrar formas


explicativas de combinar varias categorías, y que no solo se quede en sexo y género,
sino también en sexualidad, clase, raza o etnia; para así, tener el estudio de significados
de las identidades, desigualdades y discriminaciones sociales que interactúan en
múltiples circunstancias y niveles simultáneos. Esa necesidad de cambio, refleja la
insatisfacción con las categorías discursivas que muestran los patrones tradicionales de
la historia universalizada y neutral dominada por la visión masculina; de manera que, se
requiere de la inclusión de nuevas interpretaciones y experiencias que permitan la
renovación de la historia cultural. Por lo tanto, las identidades de género se han
encargado de construir el proceso de diferenciación a lo binario (hombre-mujer); en
primer lugar, por la lucha de discriminación contra las mujeres en ámbitos económicos,
laborales y sociales (Moreno, 2007); en segundo lugar, como dice Butler (2007), por el
carácter revolucionario que permite la diversidad y expansión de identidades que se
construyan desde la propia imagen sin la necesidad de un discurso dominante. De esta
manera, el género obtiene múltiples caracterizaciones y aplicaciones, entre ellas las
incluidas en la comunidad LGTBIQ+, que distingue otras identidades de género.

En este orden de ideas, se puede decir que, desde la perspectiva postestructuralista se


puede analizar que el término género se interpreta desde un discurso patriarcal, donde el
poder pone como exterior constitutivo la feminidad y el lado de las mujeres en la
historiografía, al igual que otras variaciones del término género. Así pues, como se
había mencionado, logra tornar la vida pública en el reflejo de la hegemonía masculina,
cerrando el sistema de significantes de manera temporal. Sin embargo, en lo que torna
como normalizado, llegan los estudios de la feminidad histórica y da un giro a la
estructura de diferenciación de significantes, en donde se abre una nueva cantidad de
significados posibles, entre ellos, la mujer en su parte de lo histórico y todas las que
incluye la comunidad LGBTIQ+. “Del posestructuralismo es importante escapar de la
homogeneidad del discurso dominante, rechazando la pretensión de verdad” (Garcia,
2016, p.132). De esta manera, se torna una nueva historiografía que complementa la del
discurso patriarcal y agrega el término género en sus diferentes variaciones, al sistema
de significantes en el lenguaje y específicamente en el discurso.

Ya por la perspectiva de la teoría crítica, se hace importante la subjetividad y


experiencia de cada sujeto en un determinado contexto histórico, político, económico y
social; y, a partir de aquello, se torna una identidad que constituye diferentes categorías
de la vida social del sujeto histórico. Contraria al postestructuralismo, esta no funciona
desde el discurso dominante, pues cree que se da mucha exclusión a partir de él:
“algunos críticos denuncian las necesidades, intereses y el desamparo de los grupos
marginados y las sociedades excluidas del discurso dominante” (Frankenberg, 2011,
p.68). De modo que, esta apuesta a la suma de diversas interpretaciones,
específicamente, “lo que se busca es la variabilidad de experiencias y valores” (Garcia,
2016, p.32). Por ende, lo que aporta la teoría crítica es la diversidad de identidad de
género y la construcción de comunidades como la LGTBIQ+.

Siguiendo con el hilo expositivo, en Aniquilar la diferencia de CNMH, se expone el


sistema sexo/género en el cual se excluye a todo aquello que no está dentro de los
parámetros establecidos de esta categorización. Es así, porque en este sistema solo hay
un orden de género binario: hombre y mujer. La concepción sexo/género: “es el proceso
por el cual la cultura transforma el cuerpo sexuado y la diferencia sexual en identidades
de género configuradas a partir de un orden de género, estableciendo códigos
normativos, representaciones sociales y relaciones de producción entre hombres y
mujeres” (CNMH, 2015, p.66). A partir de esto, las variedades de interpretaciones de
identidad de género, excluidas del modelo ideal del sistema, manifestadas en
representaciones sociales, experiencias y subjetividades se encuentran arraigadas a
condiciones de marginalidad, expuestas al fuerte contexto colombiano lleno de conflicto
armado. Así pues, las condiciones de las mujeres trans de Aniquilar la diferencia,
mencionan que se encuentran más vulnerables al conflicto armado: en primera instancia,
por ser encasilladas como lo antinatural y lo que va en contra de la ley de Dios. De esta
manera, las instituciones religiosas se ven implicadas en la manera de que rechazan y
excluyen estas identidades de género. Lo que generan es “la construcción y el
mantenimiento de imaginarios negativos, (...) esto favorece y legitima el ejercicio de
violencias sobre sus cuerpos” (CNMH, 2015, p.85)

En consecuencia, la vida social queda sujeta al género, donde si no se cumple con los
parámetros expuestos en el sistema de significados, se queda en el grupo marginado, y
esto es lo que han sobrellevado los de la comunidad LGTBIQ+, donde además de eso,
son más vulnerables al conflicto armado colombiano. Dicho eso, el género se ha
entendido como una vana diferenciación entre lo que es ser mujer y lo que es ser
hombre y sus roles en la sociedad, y ciertamente ha condicionado el entendimiento de
las relaciones políticas de dominación y subordinación. En ese sentido, el concepto
recibe una cuestión cultural e histórica que se concibe en un determinado tiempo y
espacio. En Aniquilar la diferencia se hace explícito como las dinámicas del conflicto
armado tienen un lugar en el tejido de las relaciones de las personas con identidades de
género no normativas y aclaran: “De esta manera, el conflicto armado se imbricó con
estos arreglos de género, los transformó y a su vez fue transformado por ellos, por lo
tanto, no es posible analizar las consecuencias que la guerra ha dejado para las personas
con orientaciones sexuales” (CNMH, 2015, p.69)

Ahora, en Queremos ser oídas del CIJT, desde las teorías feministas, se refieren al
término género para especificar en la discriminación y exclusión de la mujer en el orden
patriarcal establecido tras la realidad discursiva. De este modo, su significado y rol en la
sociedad se ha limitado y menospreciado en el sentido que en el contexto político no
conocen de sus derechos ni de su existencia en la participación de la vida pública. Pues
en la historiografía se ha tornado la vida de la mujer en torno a la vida doméstica,
excluyéndose de la vida pública. Además, se expone la discriminación en ámbitos
laborales y económicos; así pues, la mujer más allá de la realidad discursiva queda en
los límites y, por lo tanto, excluida de lo que tiene significado. Así pues, todos estos
factores que discriminan a la mujer en el ordenamiento masculino de la sociedad, se
complican más al implicarse en el conflicto armado colombiano. Pues en sí, las mujeres
cuentan cómo los grupos marginados donde su lucha constante es por la igualdad de
derechos en contextos laborales, políticos, económicos y sociales. Entonces, lo que
aporta este fragmento es la perspectiva de la condición de las mujeres, donde presentan
obstáculos en mayor medida en el conflicto armado:

Desde lo material (por ejemplo, la diferencia persistente entre los salarios que
reciben las mujeres y los hombres por el mismo trabajo) a lo simbólico (por
ejemplo, los papeles en la sociedad y en el hogar que se consideran como
‘normales’ o aceptables para hombres y mujeres)” (CIJT, 2014, p.13).

Esto refleja la normatividad del término donde los individuos son condicionados y se
ajustan a unos roles y funciones con los cuales cumplir en la sociedad. Asimismo, se
evidencia e identifica que dichos obstáculos hacen parte de las concepciones históricas
de la sociedad colombiana. Es decir, los roles de género se han constituido a raíz de una
serie de construcciones sociales que se ven inmersos de un conflicto armado y una
sociedad patriarcal, donde efectivamente las mujeres no reconocen su capacidad de
acción política y participación, y en consecuencia, desconocen sus derechos.

En tanto a las diferencias que se encuentran en ambos textos, se puede evidenciar la


manera de interpretación del término género. Por una parte, Aniquilar la diferencia se
inclina por la interpretación crítica de las variaciones actuales del término género, entre
ellas las personas que conforman la comunidad LGTBIQ+, de esta manera, toma las
experiencias de los grupos marginados del discurso patriarcal. Por otra parte, en
Queremos ser oídas, se especifica el término género desde la discriminación hacia las
mujeres desde discurso neutralizado de la visión masculina, específicamente desde la
participación en la esfera pública. Además de implicar ambos casos en el conflicto
armado colombiano. Otra diferencia importante que se presenta es que en el caso del
CDMH, se cuestiona de manera insistente a la comunidad, a las escuelas y a las
instituciones religiosas como principales actores de violencia de género. Por el
contrario, en Queremos ser oídas, se fija la mirada en el conflicto armado y a sus
actores como principal generador de violencia contra la mujer. De esta manera, desde
problemáticas y contextos diferentes se realiza una interpretación de acuerdo a lo
planteado.

En cuanto a las similitudes, ambos casos pretenden hacer eco y visibilizar la gran
problemática que se evidencia en la construcción social de los roles en la sociedad
colombiana. Es decir, pretenden develar el rol que deben y pueden cumplir las mujeres
y las personas no heteronormativas. Así la concepción de género en ambos textos se
haya direccionado de distintas maneras, la finalidad de ellos es otorgarles un lugar a las
personas se han visto marginadas por construcciones sociales como el patriarcado, la
religión y las dinámicas de los actores armados. Ambos textos resaltan como
condiciones principales el hecho de que sean víctimas y que tengan una especificidad en
cuanto al género, ya sea mujeres o parte de la comunidad LGTBI. Además, hacen
referencia a ellas como una parte importante de la sociedad reconociendo que la carga
histórica que trae cada víctima influye en las relaciones que entabla con su entorno y la
manera en la que el sistema social las percibe.

En definitiva, según ya todo lo especificado, ya se puede responder a la pregunta


problema de este texto ¿Cómo aporta el concepto de “género” a la comprensión del
conflicto armado y social de Colombia? Así pues, las dinámicas del género en Colombia
han determinado y configurado esencialmente los roles que constituyen las personas
dentro del conflicto, desde los hombres, las mujeres, los trans, y todas las personas que
hacen parte de la comunidad LGTBIQ+. Históricamente, se han definido las estructuras
dentro del conflicto armado donde el papel que desarrollan las mujeres no es igual al de
los hombres, y están en un nivel de subordinación donde las mujeres no desempeñan
labores de mando ni de participación. Asimismo, el concepto de género aporta a la
comprensión del conflicto armado en cuanto permite reconocer la pluralidad de víctimas
del conflicto, lo que posibilita el entendimiento de efectos colaterales de la guerra y a su
vez permite desarrollar estrategias que acompañen dichos efectos. También, cabe
resaltar que el conflicto armado ha acentuado las condiciones de vulnerabilidad en
comunidades que previamente ya lo eran. Es decir, las mujeres siempre se han visto
exacerbadas en el trabajo desde la esclavitud, y se han visto limitadas a realizar muchas
otras tareas. De igual manera, la comunidad LGBTIQ+, ha sido sistemáticamente
violentada física, sexual y verbalmente como las mujeres debido a su identidad no
heteronormativa. Sin embargo, queda explicitado que el conflicto armado y otros
actores como la iglesia, las familias y las instituciones educativas bajo unas costumbres
socioculturales, han contribuido a la vulneración de los derechos de estas personas y a la
discriminación.

Aun así, el concepto de género hasta el día de hoy está en constante cambio y Colombia
siendo un país conservador y fuertemente arraigado a una cultura patriarcal tiene
muchos retos en cuanto a la inclusión, la protección y reparación de víctimas y al
reconocimiento de identidades que extralimitan el sistema social tradicional. Es decir, se
deben cambiar los imaginarios y representaciones sociales negativas sobre quienes se
alejan de las normas de género. Así pues, partiendo de la base de que el género engloba
ciertas implicaciones sociales, culturales y políticas, podríamos afirmar sin duda que el
conflicto armado y demás actores tienen una marca imborrable en la historia de dichos
imaginarios sobre el género en Colombia.

En resumen, el texto se desarrolló en tres partes principales. En primer lugar, se


desarrolló el concepto género desde su historia y diversas interpretaciones, de igual
forma, se presentó la evolución del término en donde fue evidente la dominación
masculina que dejó en el límite otras variaciones del mismo. Además, a partir de la
construcción del término es que se logró tener la interpretación e historiografía de la
feminidad y de otros individuos que construyeron su propia identidad. Asimismo, desde
las dos perspectivas, tanto postestructuralista como crítica, se planteó como interpretan
el término, cómo lo caracterizan y desde qué punto se estudia. En segundo lugar,
después de construir el marco teórico sobre el género, se realizó un estudio de caso
desde dos fragmentos de Aniquilar la diferencia del CNMH y de Queremos ser oídas
del CIJT donde se analizó la diferencia en cómo interpretan el mismo término trabajado
a lo largo del texto, desde perspectivas diferentes, de igual forma se pudo establecer las
similitudes y diferencias. En último lugar, gracias a todo lo desarrollado, se logró
contestar a la pregunta por el cual apunta el texto.

Para concluir, en primer lugar, se puede decir que: desde ambas perspectivas se permite
complementar y construir el género desde las diversas interpretaciones y problemáticas
presentes; el postestructuralismo, desde la realidad discursiva de la visión masculina
dominante a lo largo de la historia, la cual construye una estructura de significantes que
estuvo temporalmente cerrada y que, a partir de la inclusión de la historiografía de las
mujeres y del estudio de esa perspectiva, se permitió construir en primer instancia, el
término género; ya la teoría crítica, complementa las interpretaciones binarias del
género, con la identidad de género y la construcción de aquella, donde, más allá de las
estructuras y las condiciones materiales, se entabló y especificó en las experiencias
personales y subjetividades, dejando a un lado la exclusión y en consecuencia, los
grupos marginados, que causa el discurso dominante masculino que implemente el
positivismo en las CS. En segundo lugar, tras el estudio de los casos, se puede concluir
que el conflicto armado en Colombia ha sido condicionante en las dinámicas de género
ya sea por parte de la mujer o por parte de la comunidad LGTBIQ+. Se puede decir que
los testimonios presentados en ambos estudios hacen hincapié en el conflicto armado
como potencializador de las discriminaciones de las comunidades. Pero es evidente que
no solo el conflicto tiene parte en esto, las interpretaciones desde la religión y la cultura
también han afectado y marcado los roles de estas personas en la sociedad.

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