En julio de 1898 los gaditanos temieron ser bombardeados
por la marina norteamerica l Preparativos para la defensa de la ciudad
Al fondo, el castillo de San Sebastián con el faro derribado en 1898 / ARCHIVO
José María Otero
26 Diciembre, 2020 - 18:37h
La declaración de guerra entre España y Estados Unidos fue
acogida con enorme alegría en la ciudad de Cádiz. En la tarde del 22 de abril de 1898, una multitudinaria y festiva manifestación recorrió las calles de nuestra población quemando banderas norteamericanas y paseando la cabeza de un cerdo que simbolizaba al presidente Mackinley. Los gaditanos creían firmemente en una rápida y aplastante victoria de nuestras armas sobre los insolentes americanos.
Sin embargo, poco a poco, fue abriéndose paso la opinión
autorizada de marinos y militares que señalaban el inmenso poder militar yanqui y la dificultad que tenía España para defender Cuba y Filipinas, a enorme distancia de la península. El 2 de mayo llegaba a Cádiz la noticia de la derrota en Cavite, donde los poderosos barcos norteamericanos habían destrozado nuestra vieja escuadra destinada en Filipinas. De la euforia inicial se pasó, en pocas horas, al temor de que nuestras costas pudieran ser bombardeadas por la flota de Estados Unidos. Los castillos de San Sebastián y Santa Catalina fueron reforzados y el faro fue derribado para dificultar la orientación de los barcos de guerra enemigos.
El duque de Nájera, gobernador militar de la plaza, llamó a los
directores de los diarios y a los presidentes de algunas sociedades de la ciudad para tranquilizar a la población. Nájera comunicó que las defensas de la bahía de Cádiz habían sido reforzadas y que los accesos por mar estaban defendidos con la colocación de torpedos y minas submarinas.
Vista del castillo de San Sebastián sin el faro derribado en 1898 / ARCHIVO
El 10 de mayo fue publicado y fijado el correspondiente
bando de guerra. A las cuatro de la tarde salió del Gobierno Militar una compañía del Regimiento de Pavía, una sección de Caballería y las bandas de música de Artillería, Pavía y Álava. Desfilando se dirigieron a la plaza de San Antonio, donde el bando fue colocado en la fachada del Casino Gaditano. Los soldados presentaron armas y un oficial dio lectura al bando. El mismo bando y con el mismo ceremonial fue fijado en la plaza de la Reina, en la fachada de la entonces Audiencia, en el Hospital de Mujeres, en el Ayuntamiento y en las Puertas de Tierra.
La vida en la ciudad parecía transcurrir normalmente, pero la
inquietud de los vecinos era evidente. Pronto comenzaron los rumores que hablaban de la existencia de espías entre nosotros y que desde Cádiz se enviaban noticias del movimiento de barcos de guerra y de las defensas costeras. Un ciudadano inglés, mister Olwny, fue detenido cuando se disponía a cursar un telegrama a Londres. El revuelo fue enorme y el individuo llevado a la cárcel sin más trámites y seguido por una multitud de curiosos. Avisado el cónsu inglés, resultó ser un oficial retirado de la marina británica dado de baja por loco y que transmitía por su cuenta y riesgo telegramas sin sentido. Tras pasar una noche en la cárcel, Olwny fue metido en un barco y pasaportado a Gibraltar.
Pocos días más tarde ocurrió un suceso similar. Un extranjero
consultaba unos mapas y realizaba dibujos sentado tranquilamente en la muralla real. Un grupo de gaditanos creyó que se trataba de un espía que tomaba notas de nuestras defensas y decidió detenerlo. A viva fuerza fue llevado hasta el cuartelillo de los municipales y desde allí al Gobierno Civil, pese a los gritos y protestas del extranjero. El sujeto fue interregado resultando ser un militar belga que realizaba una excursión turística por diversas capitales y que tomaba nota con una guía de viajes por España. Fue liberado de inmediato, entre la decepción de los que lo detuvieron.
Pese a la derrota en Filipinas, todavía se creía en una victoria
en Cuba. En la sastrería de Santiago Ratto, en la calle Ancha, fueron expuestas fotografías de los barcos del almirante Cervera y la llegada de estos buques españoles a Santiago de Cuba, burlando el bloqueo norteamericano, fue festejado por las calles de nuestra ciudad. El día 24 de mayo tuvo lugar una solemne procesión de rogativa para la victoria de nuestras armas organizada por el obispo Calvo y Valero. Desde la Catedral salió la procesión hasta Santo Domingo llevando un paso con las imagenes de San Servando y San Germán. En el convento dominico hubo misa solemne pro tempore belli ante la Virgen del Rosario, patrona de Cádiz.
Diario de Cádiz, en su edición de la mañana y en la ‘hojilla’ de
la tarde, publicaba los telegramas con las noticias de la guerra, que todavía parecía muy lejana de nuestras costas. El hundimiento del buque norteamericano Merrimac, que pretendía bloquear el puerto de Santiago, fue acogido con la natural explosión de alegría en las calles de nuestra ciudad.
El día 5 de julio, el Diario informaba de la salida de Santiago
de Cuba de la escuadra de Cervera. Un telegrama urgente señalaba que las escuadras española y americana habían comenzado a combatir y que dos destroyers españoles habían sido hundidos.El último de los telegramas recibido comunicaba que la flota de Cervera navegaba hacia el Oeste combatiendo con los buques americanos. Horas más tarde, el suplemento de la noche informaba que el cable con Cuba estaba cortado, pero que había rumores pesimistas sobre la suerte de nuestra escuadra.
Al día siguiente llegaba la confirmación de la derrota. ‘El
sacrificio de la escuadra’, titulaba nuestro periódico. Durante los siguientes días los gaditanos fueron recibiendo noticias sobre el destino de buques y dotaciones, con listas de los marinos muertos en combate y de los que había sido hechos prisioneros. Noticias especialmente dolorosas en Cádiz, ya que eran numerosos los gaditanos que formaban parte de las tripulaciones de los buques de Cervera.
Al mazazo de la derrota en Cuba siguió el temor de ser el
siguiente objetivo de los barcos yanquis. Desde Washington llegaban noticias de que el comodoro Watson preparaba una formidable escuadra para salir hacia España y bombardear Canarias y las costas peninsulares.
Los gaditanos, a la voz de ¡que vienen los yanquis!,
comenzaron a prepararse para la guerra. El superior de los franciscanos comunicó a las autoridades y a la Cruz Roja que todas las dependencias del convento quedaban preparadas para colocar camas y cocinas, que todos los religiosos estaban preparados para ayudar en lo necesario y que la iglesia, si fuera necesario, estaría abierta para dar albergue a quien lo necesitara.
Mientras el Gobierno de Sagasta decretaba la suspensión de
las garantías constitucionales y ordenaba reforzar las defensas costeras, el duque de Nájera, gobernador militar de Cádiz, anunció, para tranquilizar a la población, un simulacro de defensa de la ciudad. Los vecinos comprobaron cómo los soldados de la guarnición cubrían todos los puestos en la muralla, preparados para la defensa. Finalizado el ejercicio, las tropas desfilaron por las calles de Cádiz, entre vítores y aplausos de los ciudadanos.
Gobierno Militar de Cádiz / ARCHIVO
Los telegramas seguían siendo alarmantes. El 17 de julio,
noticias oficiosas señalaban que la escuadra yanqui estaba próxima a nuestras costas. Otras noticias procedentes de Tánger indicaban que en dicho puerto había reservas de combustible y aprovisionamiento para los barcos americanos que se aproximaban a bombardear la península. En el mismo sentido llegaban datos de Gibraltar, desde donde se aseguraba que losbarcos norteamericanos iban a aprovisionarse en su puerto. La confusión era total, y hasta de Lisboa llegaban noticias de haber avistado a los buques enemigos.
Algunos vecinos pidieron a las autoridades que las bóvedas
de las murallas fueran abiertas para refugio de la población. A tal efecto recordaban que esas mismas murallas habían sido utilizadas para proteger a los gaditanos durante el asedio de la flota de Nelson y que también podrían servir ahora ante los norteamericanos.
Al igual que en Cádiz, otras poblaciones costeras sintieron
temor ante un ataque yanqui. En Algeciras parte de la población buscó refugio en Ronda y otros pueblos de la sierra. En Huelva, unas luces de unos barcos pesqueros que faenaban de noche fueron confundidas con las de la escuadra yanqui y el pánico cundió en sus calles.
El alcalde de Cádiz, Guerra Jiménez, de conformidad con la
autoridad militar, ordenó suprimir el alumbrado público en el Campo del Sur, para obstaculizar la identificaciónde la ciudad a los barcos de Estados Unidos. La madre superiora de las hermanas de la Caridad acudió al Ayuntamiento para ofrecer el servicio de las monjas de su comunidad para atender a los heridos que pudiera producir el ataque yanqui. Diariamente, cientos de gaditanos acudían al muelle en busca de noticias o indicios sobre la situación de los barcos enemigos.
Finalmente fueron llegando noticias de que el Gobierno de
España había entablado negociaciones con Estados Unidos en busca de la Paz, y a finales de ese mismo mes de julio de 1898 se conoció que la escuadra que iba a bombardear la península no había llegado a cruzar el Atlántico. Los gaditanos vivirían a continuación duras jornadas viendo llegar a sus muelles soldados y repatriados de Cuba y Filipinas.