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#3 The Destiny of Violet - Luke
#3 The Destiny of Violet - Luke
¡Disfruta la lectura!
Staff
Moderadoras
Melii & Moni
Traductoras
CrisCras Issel Aimetz Volkov
ElyCasdel Cath Alexa Colton
*~ Vero ~* Zöe Sofía Belikov
Liillyana larosky_3 Nats
florbarbero perpi27 Gabihhbelieber
Niki kary_ksk Annie D
Val_17 lunnanotte Jeyly Carstairs
aa.tesares Edy Walker Aleja E
Mel Markham Jasiel Alighieri Adriana Tate
Juli Vanessa Farrow Moni
3
Correctoras
Key Arianyss itxi
Gabihhbelieber Andreina Daniela Agrafojo
Elle Cami Alaska
ElyCasdel Niki Mire
Cris NnancyC Mel Markham
Jasiel Verito Juli
Lectura Final
Dey Kastély & CrisCras
Diseño
July
Índice Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9 4
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Epílogo
The Probability of Violet & Luke
Sobre el Autor
Sinopsis
La vida de Luke Price siempre ha sido sobre orden, control, y actuar
rudo en el exterior. Para Luke, relaciones sin sentido son una forma de
distracción para apagar los recuerdos retorcidos de su infancia. Desea
desesperadamente poder olvidar su pasado, pero lo persigue sin importar
lo que haga.
Violet Hayes ha tenido una vida dura. Cuando era joven, se quedó
sin familia y con el recuerdo de los asesinatos no resueltos de sus padres.
Creció en hogares de acogida, viviendo con padres irresponsables, drogas
y abandono, y tratando de luchar contra los dolorosos recuerdos de la
noche en que sus padres fueron apartados de ella. Pero es difícil olvidar
cuando nunca tuvo un cierre —y no puede dejar de soñar sobre lo que
pasó en esa noche trágica. Para seguir adelante con la vida, mantiene su
distancia con todos y nunca se permite sentir nada.
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Luego Violet conoce a Luke. Los dos chocan instantáneamente,
pero aun así parece que no pueden alejarse el uno del otro. Aunque
luchan contra ello, los dos comienzan a abrirse y sentir cosas que nunca
habían sentido antes. Descubren cuan similares son. Pero también
descubren algo más: El pasado siempre te alcanza...
The Coincidence, #3
Prólogo
Traducido por CrisCras & ElyCasdel
Corregido por Key
Luke
(Ocho años de edad)
Odio correr, pero parece que siempre estoy haciéndolo. Siempre
corriendo por todas partes. Siempre tratando de esconderme. Me escondo
tanto como corro, pero si no lo hago, entonces cosas malas sucederán.
Como ser encontrado. O ser obligado a hacer cosas que me hacen sentir
enfermo del estómago. Ser forzado a ayudarla.
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—Sal, sal de dónde sea que estés —canturrea mi madre mientras
salgo corriendo por la puerta principal de mi casa. Arrastra la voz, lo cual
significa que ha estado tomando su medicación otra vez. Toma mucho su
medicación y no tiene ningún sentido para mí. A veces yo también tengo
que tomar medicación, pero es porque estoy enfermo. Cuando ella la
toma, parece ponerla más enferma.
No solía ser así; bueno, no tan mala de cualquier forma. Hace como
un año, cuando mi padre todavía andaba por aquí, actuaba normal y no
tomaba medicamentos. Sin embargo, ahora es muy frecuente, y creo que
podría estar volviéndose loca. Al menos así parece, comparada con las
madres de todos los demás. Las veo recoger a mis amigos de la escuela y
siempre parecen felices y organizadas. Mis amigos siempre se alegran de
verlas, no corren y se esconden de ellas como yo lo hago todo el tiempo.
Corro alrededor de la parte trasera de la casa, alejándome del
sonido de su voz mientras me persigue, buscándome. Siempre está
buscándome y odio cuando lo hace; a veces la odio por hacerme correr y
esconderme siempre. Y por encontrarme. Normalmente, me escondo
debajo de la cama o en el armario, o en cualquier parte de la casa, pero
últimamente me ha estado encontrando más rápido, así que hoy decido
esconderme afuera.
Cuando llego a las escaleras del pórtico trasero, me detengo de
golpe, jadeando para recuperar el aliento. Sólo hay el espacio suficiente
para que me agache debajo de las deterioradas tablas y me esconda
debajo de ellas. Pego mis piernas contra mí y bajo la cabeza y la pongo
sobre mis rodillas. La luz del sol brilla a través de las grietas de la madera y
cae sobre mí. Estoy nervioso porque, si el sol puede verme, entonces tal vez
ella también pueda.
Me muevo hacia atrás, más cerca del último escalón y fuera de la luz
del sol, y luego contengo la respiración cuando oigo crujir las bisagras de
la puerta de malla.
—Luke —dice mi mamá desde la cima de las escaleras. Se pasea a
través de la madera con sus zapatillas y la puerta de malla se cierra de
golpe—. Luke, ¿estás ahí afuera?
Meto la cabeza entre los brazos, absorbiendo las lágrimas, incluso
aunque quiero llorar, pero me escuchará si lo hago. Entonces,
probablemente querrá abrazarme para hacerme sentir mejor y no me
gusta cuando hace eso. No me gustan muchas cosas que hace y lo mal
que hace que se sienta mi vida.
—Luke Price —advierte, bajando un escalón. Echo un vistazo hacia 7
arriba a través de las grietas y veo sus peludas zapatillas rosas. El humo de
su cigarrillo hace que me arda el estómago—. Si estás aquí afuera
ignorándome, estarás en problemas —canturrea sutilmente, como si fuera
una canción de algún juego al que estamos jugando. A veces creo que
eso es lo que es para ella. Un juego que siempre pierdo.
Las escaleras crujen mientras baja lentamente hasta el último
escalón. Las cenizas de su cigarro se esparcen por el suelo y caen sobre mi
cabeza. Unas pocas aterrizan en mi boca, pero no escupo. Me quedo tan
quieto como puedo, luchando para evitar que mi corazón lata tan alto y
mis palmas suden.
Finalmente, después de lo que parece una eternidad, se da la vuelta
y vuelve a subir las escaleras, de regreso a la casa. —Está bien, entonces lo
haremos a tu manera —dice.
Nunca es a mi manera y lo sé mejor de lo que creo. Esa es la razón
por la que me quedo inmóvil incluso después de que la puerta de malla se
haya cerrado. Apenas respiro mientras el viento sopla y la luz del sol se
oscurece. Espero hasta que el cielo está casi gris antes de echar un vistazo
hacia arriba, entre las grietas de las escaleras. Si fuera a mi manera, me
quedaría aquí para siempre, escondido debajo de las escaleras, pero
estoy cansado y hambriento.
Ya no puedo verla u oírla, así que me inclino hacia delante y saco la
cabeza de debajo de las escaleras. La costa parece despejada, así que
ponga las manos sobre la tierra y me arrastro hacia fuera sobre la hierba.
Me pongo de pie y me sacudo la suciedad y las piedras de mis
desgarrados vaqueros. Luego, tomando una profunda respiración, corro
por un lado de la casa y me apresuro a subir rápidamente la línea de la
cerca hasta que llego al patio delantero.
Nunca me ha gustado demasiado el sitio en el que vivimos. La hierba
de todo el mundo parece amarilla y todas las casas parecen como si
nunca hubieran sido reparadas. Mi madre dice que es porque somos
pobres y esto es todo lo que podemos afrontar, gracias a que mi padre nos
dejara y que no le importemos lo suficiente, es por eso que nunca viene a
verme. No estoy seguro de creerle, ya que mi madre siempre está
mintiendo. Así como miente cuando me promete una y otra vez que será
la última vez que me obligue a hacer cosas que no quiero hacer.
Me quedo de pie en el patio delantero durante un rato, averiguando
a dónde ir. Podría trepar a través de la ventana de la habitación de mi
hermana y esconderme allí hasta que llegue a casa, entonces tal vez ella
pueda ayudarme. Pero ha estado actuando de forma extraña
últimamente, y se enfada siempre que le hablo. Es afortunada porque 8
mamá nunca parece notarla tanto como me nota a mí. No sé por qué.
Hago mi mejor esfuerzo para pasar desapercibido. No provoco líos,
mantengo la casa limpia y organizada como a ella le gusta. Guardo
silencio. Me quedo mucho en mi habitación y organizo mis juguetes por
categorías, justo como le gustan, y aun así está siempre llamándome. Pero
Amy parece invisible para ella.
Es afortunada. Desearía ser invisible.
Decido ir a dar un paseo hasta la gasolinera de la esquina en donde
puedo comprar una barra de chocolate o algo, porque me duele el
estómago por el hambre. Pero cuando mis pies tocan el camino de
entrada, oigo que la puerta principal se abre.
—Luke, entra aquí ahora mismo —dice con frenesí, chasqueando los
dedos y señalando el suelo a sus pies—. Te necesito.
Me congelo, deseando ser lo suficiente valiente como para salir
corriendo por la acera. Simplemente marcharme. Nunca volver. Dormir en
una caja, porque una caja parece mucho más agradable que mi
esterilizada casa. Pero no soy valiente, y me doy la vuelta y la miro de
frente como quiere que haga. Está sosteniendo la puerta abierta, su pelo
recogido de forma desastrosa en la cima de su cabeza, y lleva la blusa
morada y los pantalones cortos de cuadros que siempre usa. Es como un
uniforme, excepto que no tiene un trabajo. No uno bueno, de cualquier
manera, en el que tenga que llevar un uniforme. En cambio, vende su
medicina a hombres espeluznantes que siempre están mirándola o a Amy
cuando sale de su habitación.
Curva su dedo hacia mí. —Entra aquí.
Una inestable respiración deja mi boca mientras camino
penosamente hacia la puerta, una sensación nauseabunda de vómito
elevándose en mi estómago. Sucede cada vez que ella me necesita. Me
siento enfermo del estómago por los pensamientos de lo que me obligará
a hacer deslizándose dentro de mi cabeza.
Cuando llego a las escaleras, ella retrocede, no pareciendo feliz,
pero tampoco triste. Sostiene la puerta abierta para mí, observándome
con sus ojos marrones, que me recuerdan a una bolsa de canicas que me
hizo tirar a la basura porque no tenían buen aspecto. Una vez que estoy
dentro, cierra la puerta y empuja el cerrojo, de forma que está arriba.
Sujeta la pequeña cadena y luego hace clic en la cerradura del pomo de
la puerta antes de darse la vuelta.
Las cortinas están cerradas y hay un cigarrillo encendido en un
cenicero de cristal que está sobre la mesita de café, llenando la 9
habitación de humo. Hay un sofá justo detrás de la mesa y está cubierto
de plástico para evitar ―que el aire sucio arruine la tela‖, me dijo mi madre
una vez. Siempre piensa que el aire sucio le hará algo a la casa o a ella,
por lo que rara vez sale.
—¿Por qué huyes? —me pregunta mientras camina hacia el sofá y se
deja caer en él. Recoge su cigarrillo y sacude la ceniza antes de ponerlo
en su boca. Toma una profunda calada y, segundos más tarde, una nube
de humo forma círculos alrededor de su cara, que está cubierta de
llagas—. ¿Estabas jugando o algo?
Asiento, porque decirle que jugaba es mucho mejor que decirle que
me escondía de ella. —Sí.
Toma otra calada de su cigarrillo y luego mira fijamente la fila de
figuritas de gatos en una de las estanterías que cubren las paredes de la
sala de estar. Cada fila de la estantería está organizada con figuritas según
la raza. Lo hizo una vez cuando estaba teniendo uno de sus episodios
causados por demasiada medicación, la que hace que se mantenga
despierta durante mucho, mucho tiempo, no la cosa que hace que se
desmaye. El cristal tintineando y sus incoherentes murmuraciones me
habían despertado cuando reacomodaba las figuritas, y cuando salí, se
movía como loca, tratando de ordenar los animales frenéticamente o
―algo malo iba a suceder.‖ Ella lo sabía, podía sentirlo en sus huesos. Sin
embargo, creo que algo malo ya había sucedido. Muchas cosas malas, en
realidad.
—Luke, presta atención —dice mi madre. Aparto la mirada de las
figuritas, deseando ser una de ellas, así podría estar subido en la estantería,
observando lo que está a punto de suceder en vez de formar parte de ello.
Cambia el cigarrillo a su otra mano y luego se inclina a un lado, tomando
su pequeña ―caja de medicación‖ de madera. La deja en su regazo, pone
el cigarrillo dentro de su boca una última vez, y luego lo deja ahí, así puede
encender la lámpara—. Ahora deja de jugar por ahí y ven aquí, ¿quieres?
Mi cuerpo se pone realmente rígido y miro por encima de mi
hombro, hacia la puerta principal, cruzando los dedos para que Amy
venga a casa y nos interrumpa el tiempo suficiente para que pueda
encontrar otro lugar en donde esconderme. Pero no lo hace, y estoy
atascado aquí. Con ella.
—¿Tengo que hacerlo? —pronuncio en voz baja.
Asiente con un frenesí caótico en sus ojos. —Tienes que hacerlo.
Temblando, me doy la vuelta y camino penosamente hacia el sofá.
Tomo asiento a su lado y me da palmaditas en la cabeza varias veces,
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como si fuera su mascota. Hace eso mucho, y me hace preguntarme
cómo me ve; si soy algún tipo de mascota para ella en vez de su hijo.
—Has sido un chico malo hoy —dice mientras sus dedos continúan
tocando mi pelo. Odio cuando hace eso, me hace querer afeitarme la
cabeza, así no será capaz de tocarme—. Deberías haber venido cuando
te llamé.
—Lo siento —miento, porque solo lamento haber sido encontrado.
Necesito encontrar escondites mejores y quedarme en ellos el tiempo
suficiente para que deje de buscarme, entonces tal vez pueda llegar a ser
invisible como Amy.
—Está bien. —Acaricia mi mejilla y luego mi cuello antes de apartar
su mano. Coloca un beso en mi mejilla, y cierro los ojos con fuerza,
conteniendo la respiración, reteniendo un grito, porque quiero gritar: ¡No
me toques!—. Sé que en el fondo eres un buen chico.
No, no lo soy. Soy terrible porque te odio. De verdad lo hago. Te odio
tanto que desearía que estuvieras muerta.
Comienza a tararear una canción que compuso mientras quita la
tapa de la caja y la deja cuidadosamente a un lado. Ni siquiera tengo que
mirar dentro para saber lo que hay. Una cuchara, un encendedor, una
pequeña bolsa de plástico que contiene esta cosa que parece casi
azúcar morena, un delgado trozo de algodón, media botella de agua,
una gran banda de goma, una aguja y una jeringuilla que probablemente
robó del alijo que uso para ponerme mis inyecciones de insulina.
—¿Recuerdas qué hacer? —pregunta, y luego empieza a tararear
otra vez.
Asiento, las lágrimas ardiendo en las comisuras de mis ojos porque no
quiero hacerlo; no quiero hacer nada de lo que ella me diga. —Sí.
—Bien. —Palmea mi cabeza otra vez, está vez un poco más fuerte.
No la miro mientras abre la bolsa y pone algo de la cosa marrón
azucarada en la cuchara de metal junto con algo de agua, pero puedo
visualizar sus movimientos bastante bien ya que la he visto hacer esto
mucho, a veces dos veces en un día. De hecho, depende de lo mucho
que esté hablando consigo misma. Si es mucho, entonces sacará la aguja
mucho. Pero a veces, cuando está más tranquila, no es tan malo. Me
gustan los días más tranquilos, esos en los que, o se centra en limpiar, o se
pega cosas en la cabeza. O incluso la prefiero cuando se desmaya.
Calienta la cuchara con el encendedor mientras murmura
canciones entre dientes. En realidad, tiene una hermosa voz, pero las
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palabras que canta son aterradoras. Después de que la cuchara está
caliente, ata la banda de goma alrededor de su brazo. Me siento a su lado
en el sofá, dándome golpecitos con mis dedos en la pierna, fingiendo que
estoy allí en vez de aquí. En cualquier lugar, excepto aquí.
La odio.
—Está bien, Luke, ayúdame a salir, de acuerdo —dice finalmente
después de derretir su medicación hasta tener una piscina de líquido, y
succiona algo de ello con la jeringuilla.
Me giro hacia ella, temblando nerviosamente. Siempre temblando.
Siempre nervioso, todo el tiempo. Siempre tan preocupado de que haré
algo mal. Meteré la pata. Me tiende al instante la jeringuilla y luego
extiende su brazo sobre mi regazo. Tiene esas marcas moradas y puntos
rojos por toda la parte superior de su antebrazo, de todas las otras veces
en que la aguja ha entrado. Sus venas son realmente oscuras sobre su piel,
y no me gusta la visión de la aguja entrando tanto como le gusta a ella.
Como una rutina, coloca la aguja en su brazo, cerca de donde están
todos los otros puntos en su piel.
Mi mano tiembla, vacilante. —Por favor, mamá, no me obligues a
hacer esto —susurro—. Por favor, mamá. —Sin embargo, no sé por qué lo
estoy intentando siquiera. Hará cualquier cosa para conseguir su
medicación. Y quiero decir cualquier cosa. Cosas oscuras que la gente
normal no haría.
—Respiraciones profundas, ¿recuerdas? —Me ignora mientras
envuelve su brazo libre alrededor de mi nuca—. Recuerda, no pierdas la
vena. Puedes estropear mi brazo o incluso matarme si no eres cuidadoso,
¿está bien? —Lo dice tan dulcemente como si fuera algo bueno que decir
y fuera a hacerme sentir menos nervioso.
Pero empeora las cosas, especialmente porque parte de mí desearía
perder la vena. Tengo que tomar muchas respiraciones antes de que
pueda calmarme por dentro y evitar que mis pensamientos vayan a ese
oscuro lugar al que siempre quieren ir, recordándome a mí mismo que no
quiero hacerle daño. No quiero.
Cuando pongo mis nervios bajo control lo mejor que puedo, hundo
la aguja en su vena, como he hecho cientos de veces. Cada vez me
afecta, como si estuviera clavando la aguja en mi propia piel y sintiendo el
pinchazo. Me estremezco cuando sus músculos se tensan un poco debajo
del empuje de la aguja. Mientras presiono el émbolo, la medicina entra en
sus venas y segundos después, deja salir un extraño ruido antes de hundirse
de nuevo en el sofá, tirando de mí hacia abajo con ella. Me apresuro y 12
saco la aguja antes de que caigamos completamente entre los cojines del
sofá.
—Gracias, Luke —dice, adormilada, acariciando mi cabeza con su
mano mientras me sostiene. Su garganta hace un sonido vibrante, como si
estuviera tratando de tararear otra vez, pero el ruido está atrapado, igual
que yo.
Aprieto los labios, mirando fijamente la pared del otro lado de la
habitación, apenas respirando. Después de un rato, sus brazos caen sin
vida a un lado, su mano golpeando el suelo mientras sus párpados se
cierran con un aleteo, y soy liberado temporalmente de su agarre.
Me siento, absorbiendo las lágrimas, odiándola por obligarme a
hacer esto y odiándome a mí mismo por hacerlo y estar secretamente
contento de que se haya desmayado. Tiro la jeringuilla sobre la mesa,
luego me pongo de pie. Usando toda mi fuerza, la hago rodar sobre su
costado, porque a veces vomita. Ahora tengo una casa llena de silencio,
justo como me gusta. Sin embargo, al mismo tiempo no me gusta, porque
el vacío me afecta. Lo que realmente quiero es lo que tienen todos los
otros niños. Los que veo en el parque jugando o columpiándose mientras
sus padres los empujan más alto. Siempre están riendo y sonriendo. Todo el
mundo siempre parece estarlo, excepto yo. Cada vez que me acerco,
siempre recuerdo esta sensación que tengo dentro de mí ahora mismo,
esta vil y repulsiva sensación, mezclada con odio y tristeza, que me hace
sentir enfermo todo el tiempo. Siempre borra la sonrisa de mi cara al
instante, y ni siquiera me molesto en intentarlo más. La felicidad no es real.
Es una invención.
Lanzo la jeringuilla y la cuchara al interior de la caja, preguntándome
si mi vida siempre será de esta forma. Si siempre llevaré tanta tristeza y odio
dentro de mí. Estoy temblando para cuando meto todo dentro de la caja,
y me siento como si necesitara volar a algún sitio; correr otra vez. No puedo
soportar esto más. No puedo vivir aquí. Con ella.
—¡No puedo soportarlo! —grito con toda la fuerza de mis pulmones y
estrello mi puño contra la mesa de café. Mi mano hace un ruido seco, y
duele tanto que las lágrimas pican en mis ojos. Grito de dolor,
hundiéndome en el suelo, pero por supuesto nadie me oye.
Nadie lo hace nunca.
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Violet
(Trece años de edad)
Odio mudarme. No solo de casa en casa, sino de familia en familia.
Odio mover mis piernas y brazos, avanzar en la vida, porque usualmente
significa que iré a un lugar nuevo. Si fuera a mi manera, permanecería
inmóvil, nunca me movería, nunca iría a ningún lugar. El punto es que
siempre he tenido que hacerlo, no es una opción, y nunca he sabido
exactamente a dónde voy o con quién me quedaré. Algunas veces las
familias están bien, pero algunas veces no. Ebrios. Fenómenos religiosos.
Odiosos. Manos errantes.
La familia con la que me estoy quedando ahora siempre dice que
todo lo que hago está mal y que debería ser más como su hija, Jennifer. No
estoy segura de por qué me tomaron para estar con ellos. Parecen tan
contentos con la niña que tienen y soy solo una decoración, un objeto
ostentoso que pueden presumir con sus amigos cuán geniales son por
tomar a una chica tan arruinada. Soy la huérfana no deseada que dejaron
entrar, esperando arreglarme y hacer que su familia pareciera maravillosa.
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—Fue tan amable de su parte darle un hogar —le dice una mujer
con cabello rojo brillante a Amelia, que es mi madre por el momento. Está
teniendo una de sus fiestas de vecindario, de las que hace muchas, y
luego se queja con su esposo de ellas—. Esta pobre niña realmente
necesita un techo sobre su cabeza.
Amelia me mira, sentándose en una silla cerca de la mesa donde
me dijeron que me quedara toda la fiesta. —Sí, pero es difícil, ya sabes. —
Está usando su suéter amarillo que me recuerda un canario que era
mascota de unos de mis padres de acogida, nunca dejaba de parlotear.
Agarra unas galletas y pone queso en un largo plato florido, luego se dirige
al refrigerador—. Es un poco problemática. —Abre la puerta del
refrigerador y saca una gran jarra de limonada. Me mira de nuevo, luego
se inclina hacia la pelirroja, bajando la voz—. Está tan enojada todo el
tiempo y rompió su vaso el otro día porque no podía encontrar sus
zapatos… pero estamos intentando componerla.
Enojada todo el tiempo. Parece que eso es lo que todo el mundo
dice; estoy tan enojada con el mundo y es entendible considerando por
todo lo que he pasado, y aun así nadie quiere lidiar con ello. Que
probablemente tengo demasiada ira dentro de mí. Que estoy rota.
Inestable. Tal vez incluso peligrosa. Todas las cosas que ningún adulto
quiere en un niño. Quieren sonrisas y risas, niños que también los harán
sonreír y reír. Soy el oscuro y mórbido lado de la niñez. Juro que están
esperando a que yo haga algo que pueda darles una excusa para
deshacerse de mi y puedan decirle a todos que lo intentaron, pero que yo
me encontraba demasiado mal para ser arreglada.
—Y sus pesadillas —continúa Amelia—. Se despierta gritando cada
noche y mojó la cama la otra noche. Incluso entró corriendo a nuestra
habitación diciendo que tenía miedo de dormir sola. —Sus ojos se dirigen al
osito color púrpura que estoy abrazando—. Es muy inmadura y carga ese
animal de peluche a donde quiera que va… es raro.
La odio. No entiende lo que es ver cosas que la mayoría de las
personas ni siquiera acepta que existen. La horrorosa verdad, pintada de
rojo, atorada en mi cabeza, imágenes que no puedo borrar. Muerte.
Crueldad. Terror. Personas tomando la vida de otros como si no significaran
nada. Luego, me dejan atrás para cargar con la culpa, la verdad podrida
conmigo. Sola. ¿Por qué me dejaron atrás? Este osito es todo lo que me
queda del tiempo en que el horror no consumió mi vida.
Giro mi cabeza para alejarme del sonido de su voz y miro fuera de la
ventana, a la luz del sol reflejando contra el ornamento del césped en
forma de tulipán, y abrazo al osito contra mi pecho, el que mi padre me 15
dio como un regalo de cumpleaños anticipado el día antes de que
muriera. Hay pequeñas perlas rojas en forma de corazón en el tulipán y,
cuando atrapan una pequeña luz, parpadean y se ven puntos bailar
contra el cemento en el fondo del pórtico. Es algo bonito de ver y me
enfoco en ellas, sacudiéndome el enojo y embotellándolo, intentando
mantener el control de mis emociones. De otra forma, todos los
sentimientos que he enterrado escaparán y no tendré más opción que
encontrar la manera de contenerlos, encontrar mi subidón de adrenalina.
Además, Amelia no necesita repetir lo que ya sé. Sé lo que hago
cada noche, de la misma forma que sé lo que soy para ellos, de la forma
en que sé que en unos meses o algo así se cansarán de mí y me enviarán a
otro lugar, a una casa diferente donde todo lo que haga será molestar
también a esas personas, y eventualmente me olvidarán. Es como un
trabajo mecánico y no espero más. Esperar sólo lleva a la decepción.
Esperé cosas cuando era pequeña; que crecería con mamá y papá,
sonreiría y sería feliz, pero ese sueño fue aplastado el día en que murieron.
—Violet —espeta Amelia y rápidamente volteo mi cabeza hacia ella.
Ella y su amiga pelirroja me están mirando con preocupación y una chispa
de miedo en sus ojos, y me pregunto cuánto sabe su amiga de mí. ¿Sabe
de esa noche? ¿Lo que vi? ¿De qué escapé? ¿Eso la hace tenerme
miedo?—. ¿Me estás escuchando? —pregunta.
Sacudo la cabeza. —No.
Alza una ceja en mi dirección mientras abre un estante sobre su
cabeza. —No, ¿qué?
Pongo al osito en mi regazo y me digo que debo callar el enojo,
porque la última vez que lo liberé, terminé rompiendo muchas cosas, luego
me enviaron aquí. —No, señora.
Su ceja baja a medida que saca un par de latas de frijoles de una
alacena superior. —Bien, si solo escucharas la primera vez, entonces
iríamos por buen camino.
—Ahora estoy escuchando —le digo, lo que hace que su expresión
se endurezca—. Lo siento. Ahora estoy escuchando, señora.
Me mira fríamente mientras amontona las latas en el estante y toma
un abrelatas del fregadero. —Dije que fueras a la cochera y trajeras algo
de carne de hamburguesa del congelador.
Asiento y me levanto de la silla, tomando al osito conmigo, aliviada
de salir de la bochornosa cocina y lejos de su amiga, que me sigue
mirando como si estuviera a punto de apuñalarla. Mientras salgo y me
dirijo a la cochera, escucho a Amelia diciendo—: Creo que debería llamar 16
a servicios infantiles para que la lleven de regreso… ella simplemente no es
lo que esperábamos.
Nunca esperen nada, quiero girarme y decirle, pero continuo mi
camino a la cochera. Las luces están encendidas y troto escaleras abajo y
me deslizo entre el carro de medio tamaño hacia el congelador en la
esquina. Pero me detengo cuando veo a Jennifer en la esquina, con un
chico y dos chicas que juegan alrededor con bicicletas en la cochera.
—Bueno, bueno, mira lo que trajo el perro —se burla mientras aleja su
bicicleta de la pared. Su bicicleta es rosa, igual al vestido que usa. Yo
también solía tener una bici, sólo que era púrpura, porque odio el rosa.
Pero nunca aprendí a montarla y ahora es parte de mi vieja vida, en una
caja lejana y encerrada con el resto de mi niñez—. Es Violet y ese estúpido
oso. —Mira a sus amigos—. Siempre lo carga a todos lados como si fuera
una bebita o algo así.
Mantengo al oso cerca y la ignoro lo mejor que puedo, porque es
todo lo que puedo hacer. Esta no es mi casa o mi familia y nadie se va a
poner de mi lado. Estoy sola en el mundo. Es algo que aprendí demasiado
pronto y hacerme a la idea de siempre estar sola ha hecho mi vida más
sencilla de llevar por los últimos años.
Me apresuro a alejarme de ella y de sus amigos, quienes se ríen
cuando pronuncia en voz baja que huelo como un vagabundo. Abro el
congelador y saco un montón de carne congelada para hamburguesas,
luego cierro la tapa y me dirijo a la puerta. Jennifer ha abandonado su
bicicleta y ha ocupado estratégicamente un lugar enfrente de mi camino
de vuelta a la puerta.
—¿Podrías moverte por favor? —pregunto amablemente, agarrando
la carne para hamburguesas debajo de uno de mis brazos y a mí osito
debajo del otro. La evado por un lado, pero Jennifer da un paso junto
conmigo, con sus manos estiradas a los lados.
—Gnomo —se burla el chico y un estruendo de risas le hace eco.
—Esta es mi casa —dice Jennifer con una sonrisa—. No tuya, así que
no me dirás qué hacer.
Levanto la carne para hamburguesas, luchando por mantener mi
temperamento bajo control. —Sí, pero tú mamá me pidió que le llevara
esto.
Pone sus manos en sus caderas y, con mala actitud, me dice—: Eso
es porque te ve como nuestra sirvienta. De hecho, como que la escuché
hablando con mi papá el otro día, diciéndole que ese era el por qué te
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acogieron, porque necesitaban a alguien para limpiar la casa.
No la dejes llegar a ti. No importa. Nada importa. —Quítate de mí
camino —digo entre dientes.
Sacude la cabeza. —De ninguna manera. No tengo que escucharte,
perdedora y olorosa chica loca.
Los otros chicos se ríen y toma mucha de mi energía no golpearlos
en la cara. Fuiste educada para ser mejor que eso. Mamá y papá querrían
que fuera mejor. Me muevo alrededor hacia el otro lado, pero intercepta
mi movimiento y me golpea en la espinilla. Un dolor punzante sube por mi
pierna, pero no le doy la satisfacción de una reacción, permaneciendo
calmada.
—No hay duda de que no tienes padres. Probablemente no te
querían. —Se ríe—. Ah, espera, es cierto. Murieron… tal vez incluso tú los
mataste.
—Cállate —advierto, temblando mientras doy un paso hacia ella.
Puedo sentir el enojo creciendo en mí, a punto de explotar.
—¿O qué? —dice, rehusándose a retroceder. El chico del suelo se
levanta y comienza a dirigirse hacia nosotras con una mirada en su cara
que me hace querer retirarme. Pero no lo haré. Estoy segura de que me
perseguirán si lo hago y al final seré culpada por este incidente.
—¿A qué te refieres? ¿Mató a sus padres? —pregunta, quitando algo
de mugre de su frente con su pulgar.
Jennifer sonríe maliciosamente y luego se gira hacia él. —¿No has
escuchado su historia?
—Cállate. —La detengo mientras me acerco más, casi golpeándola,
luego levanto mi mano frente a mí, como su fuera a empujarla—. Te lo
estoy advirtiendo.
Sigue hablando como si yo no existiera. —Sus padres fueron
asesinados. —Me mira con odio y crueldad en los ojos—. Escuché a mamá
decir que ella fue quien los encontró, pero supongo que es porque lo hizo
ella, porque está loca.
Veo la imagen de mamá y papá en la cama, rodeados de sangre, y
lo pierdo. Rápidamente saco la imagen de mi cabeza hasta que todo lo
que veo es rojo. Rojo en todas partes. Sangre. Rojo. Sangre. Muerte. Y una
estúpida niñita que no se alejará de ello.
Lanzo la carne de hamburguesa al piso, sin conciencia de lo que me 18
está pasando, y agarro en un puño rubio cabello largo y tiro de él. —
¡Retráctate! —grito, jalando más fuerte mientras paso alrededor de la
parte frontal del auto, lejos del chico, llevando a Jennifer conmigo.
Comienza a llorar, su cabeza está inclinada hacia atrás, lágrimas
cayendo de sus ojos. —¡Maldita bruja!
—¡Déjala ir! —grita el chico, corriendo alrededor del carro, hacia
nosotras—. Loca psicótica. —Se gira hacia las otras niñas y les dice que
vayan por alguien y luego salen corriendo, mirándome también como si
estuviera loca.
Sé que serán solo momentos hasta que Amelia venga y no pasará
mucho para que llame a servicios infantiles para que me lleven de aquí.
Estoy temblando de enojo y odio, todo dirigido a Jennifer, porque es la que
está aquí en frente de mí. Nadie más. Mi visión se nubla junto con mi
cabeza y mi corazón, y se siente como si hubiera regresado a la casa de
mi niñez, caminando dentro de la habitación de nuevo, viendo la sangre…
escuchando las voces…
Estoy temblando tanto que mis dedos no tienen fuerza para
mantener el agarre en Jennifer y la libero. Inmediatamente se balancea
hacia adelante del auto. Recuperando su balance, gira alrededor y me
empuja tan fuerte que caigo al piso y mi cabeza golpea contra la pared.
—¡Psicótica! —grita, su cara de un rojo brillante, lágrimas saliendo de
sus ojos—. Mamá y papá en serio te mandarán lejos.
Miro al espacio en el suelo frente a sus pies, abrazando a mi osito,
inmóvil.
Deja salir un gruñido frustrado y luego golpea con su pie el piso antes
de salir de la cochera.
Momentos después, Amelia se apresura a entrar, gritando antes de
siquiera verme. —¡Terminaste aquí! ¿Entiendes?
—Sí. —Ya no tengo nada de emociones y mi voz suena hueca.
—Sí, ¿qué? —Espera a que le responda con los brazos cruzados.
No respondo porque ya no tengo que hacerlo. Terminé con esta
casa. No borra lo que acaba de pasar. No puedo cambiar el pasado al
igual que no puedo controlar mi futuro.
Se pone furiosa, su cara se tinta de rosa mientras intenta contener la
furia. Me dice que no valgo nada. Que nadie me querrá. Que me voy. Me
dice todo lo que ya sé.
—¡¿Si quiera me está escuchando?! —grita y sacudo la cabeza. 19
Echando humo, arranca al oso de mis manos.
Eso me saca de mi trance inmóvil. —Oye, ¡eso es mío! —grito,
brincando y lanzándome por mi oso. Mi hombro golpea contra uno de sus
brazos y se aleja de mi alcance.
Retrocede y pone su brazo detrás de su espalda. —Considéralo un
castigo por lastimar a mi hija.
—Tu hija se lo merecía. —Me entra el pánico. Si le hace lo que sea al
oso, no seré capaz de contenerme. Necesito ese oso o no podré sobrevivir,
no quiero. ¿Por qué sobreviviría?
—Bueno, cuando estés lista para disculparte con Jennifer, podrás
tenerlo de regreso. —Se dirige a la puerta de la casa, donde Jennifer está
de pie con una sonrisa en su cara, esperando una disculpa.
—Lo siento —prácticamente gruño, queriendo tanto al maldito oso
de regreso que haré lo que sea que me pida en este momento—. Por
favor, no te lo lleves. —La desesperación quema mi voz—. Es todo lo que
me queda de mamá y papá, es todo lo que tengo de ellos. —Estoy
rogando, débil, patética. Lo odio. Me odio. Pero necesito el oso.
Jennifer me sonríe, cruza sus brazos y se recarga en la puerta, sus
mejillas siguen rojas por las lágrimas secas. —Mamá, no creo que
realmente lo sienta.
Amelia me analiza por un momento. —Tampoco lo creo. —Frunce el
ceño con desilusión, como si finalmente viera que no puede arreglarme,
luego se gira a la puerta con mi oso en sus manos—. Puedes tenerlo de
vuelta cuando vea una disculpa real salir de esa boca tuya. Y será mejor
que lo hagas pronto, porque no estarás aquí por mucho más tiempo.
—Dije que lo sentía —grito con mis manos en puños a mis costados—.
¿Qué demonios más quieres que diga?
No me responde y entra a la casa con mi oso. Jennifer me sonríe
antes de entrar a la casa, apagando las luces y cerrando la puerta.
La oscuridad baña la cochera y estoy sofocada por la negrura. Pero
no es nada que no pueda manejar. Ver las cosas es mucho más difícil que
no ver nada más que oscuridad. Me gusta la oscuridad.
Me deslizo al suelo y me recargo en la pared, abrazando mis rodillas
contra mi pecho mientras dejo que la oscuridad me rodee. Algunas
lágrimas se deslizan por mis mejillas y dejo salir más, diciéndome que está
bien, porque estoy en la oscuridad, y nada puede ser visto en la oscuridad.
Pero después de unos momentos, no puedo hacer que las lágrimas
se detengan mientras que lo que Jennifer y los otros chicos dijeron se repite
dentro de mi cabeza. Pienso en la última vez que vi a mis padres en sus
20
ataúdes y cómo llegaron ahí. La sangre. Nunca olvidaré la sangre. En el
suelo. En mí.
Más lágrimas salen y pronto todo mi rostro está empapado de ellas.
Mi corazón se hace polvo contra mi pecho y jalo mi cabello mientras grito
entre dientes, golpeando mis pies contra el piso. Navajas y agujas invisibles
y me apuñalan bajo mi piel. No puedo apagar las emociones. No puedo
pensar claro. Mis pulmones necesitan aire. Me duele. Me lastima. Ya no
puedo soportarlo. Necesito que salga. Necesito respirar.
Me tambaleo poniéndome de pie y voy por la oscuridad, hasta que
encuentro la puerta que va al camino de entrada. Abro la puerta,
corriendo hacia la luz del sol y paso los carros estacionados en la entrada y
hacia la acera. No bajo la velocidad hasta que me aproximo a la
carretera frente a la casa, donde los carros van de un lado al otro en el
camino. Sin dudar, camino al medio de la calle y permanezco en la línea
amarilla punteada con los brazos abiertos. Las lágrimas inundando mis ojos
mientras parpadeo ante la luz del sol, mi pulso se acelera entre más
permanezco ahí y la descarga de energía se ha convertido en la única
cosa familiar en mi vida que se hace cargo.
Se siente como si estuviera volando, me enfoco en algo que no sea
moverme, pasar, ser echada, hecha a un lado, olvidada. Tengo lo
desconocido frente a mí y no tengo idea de lo que pasará. Se siente tan
liberador. Así que me quedo en ese lugar, aun cuando escucho el rugir de
la máquina de un auto. Espero hasta que escucho el sonido de las llantas.
Hasta que veo el carro. Hasta que está tan cerca que el conductor toca el
claxon. Hasta que siento el silbido de la adrenalina recorrerme, drenando
la tristeza y el pánico de mi cuerpo y mente. Hasta que las emociones
disminuyen y todo lo que siento es regocijo. Luego, brinco a la derecha
donde el camino se encuentra con el pasto mientras el carro hace un
movimiento a la izquierda para esquivarme. Los frenos rechinan. Un claxon
suena. Alguien grita.
Permanezco recostada en el pasto, sintiéndome veinte veces mejor
que en la cochera. Me siento contenida en un hoyo oscuro de
insensibilidad; un lugar donde me puedo sentir bien siendo la niña que
nadie quiere. La niña que probablemente hubiera estado mejor muriendo
con sus padres, en lugar de estar viva y sola.
21
1
Traducido por GazHolt & Liillyana
Corregido por gabihhbelieber
Violet
(Primer año de universidad)
Tengo mi sonrisa falsa plasmada en la cara y nadie en la multitud a
mi alrededor puede decir si es real o no. A nadie le importa realmente una
mierda, justo como a mi. Solo estoy aquí, pretendiendo ser un rayo de sol,
por tres razones:
1-. Se lo debo a Preston, el último padrastro que tuve antes de 22
cumplir 18; fue genial, porque me dio un hogar cuando nadie más lo hizo.
2-. Y porque necesito el dinero.
3-. Y amo la emoción de saber que en cualquier momento podría ser
atrapada, tanto que se ha hecho adictivo, como un alcohólico busca el
licor.
—¿Quieres una copa? —dice el chico... creo que su nombre es
Jason o Jessie o algún otro nombre con J, sobre la sonora canción que
hace temblar los altavoces. Coloca un vaso frente a mi cara, sus ojos grises
mirándome con ebriedad y estupidez, lo que es más o menos lo mismo.
Sacudo la cabeza, con la falsa sonrisa bailando en mi cara. La uso
casi como un collar, brillante y haciéndome lucir bonita cuando estoy en
público, y luego cuando voy a casa, me la puedo quitar y tirarla a un lado.
—No, gracias.
—¿Estás segura? —pregunta, luego inclina la cabeza hacia atrás y
toma el resto de su cerveza. Una pizca vuela desde su boca hasta su
camisa polo azul marino.
Estoy a punto de decir ―Sí, estoy segura‖, pero luego me detengo y
asiento, sabiendo que siempre es bueno mezclarse. Me hace parecer
menos vaga y a la gente menos nerviosa y más de confianza. —Sí, ¿por
qué no? —Mi objetivo es decirlo a la ligera, aunque detesto el sabor
ardiente de las bebidas alcohólicas. Rara vez bebo, pero no sólo por el
sabor. Es lo que hago cuando está en mi sistema, cómo sale el enojo y mi
errático álter ego autodestructivo, que hace que sea necesario que me
quede sobria. Por lo menos cuando estoy sobria tengo control sobre las
cosas imprudentes que hago, pero cuando estoy borracha es un juego
completamente diferente al que no tengo ganas de jugar esta noche. Ya
tengo en mi mano una cerveza que apenas toqué y no tengo planes de
terminarla.
Jessie o Jason me da una grande y torpe sonrisa, muy poco
favorecedora. —¡Demonios, sí! —Prácticamente grita, como si
estuviéramos celebrando, y quiero rodar mis ojos. Levanta la mano y
golpeo mi palma contra la de él con un suspiro interno frustrado, a pesar
de que es una buena señal, ya que significa que está virando para
convertirse en un idiota incoherente y borracho.
Es siempre la misma rutina. Emborracharlos y luego puedo conseguir
más dinero. Es lo que Preston me enseñó a hacer, y lo que hago casi cada
fin de semana ahora, yendo a las fiestas en las ciudades cercanas. Sin
embargo, nunca en la ciudad a la que voy a la universidad. Eso sería
demasiado arriesgado y demasiado fácil para llamar la atención, según 23
Preston.
Llevo puesto un ajustado vestido negro que muestra las pocas curvas
que tengo, junto con mi chaqueta de cuero y unas botas de cordones
hasta el muslo. Mi cabello negro rizado con mechas rojas cuelga por mi
espalda, ocultando el tatuaje de dragón y dos pequeñas estrellas en la
parte de atrás de mi cuello, cada estrella dibujada para representar a las
personas que me han amado en mi vida. Por lo general, llevo el cabello
suelto porque a los hombres siempre parece gustarles pasar sus dedos por
ahí, como si obtuvieran algo de su suavidad. Personalmente, no tengo
ninguna opinión al respecto, a pesar de que muchas chicas parecen sentir
más afecto hacia chicos que juegan con su pelo. Dejo que lo toquen, si
quieren, con tal de que me paguen al final de esta farsa.
J, como voy a llamarlo porque honestamente no puedo recordar su
nombre, sirve dos tragos de tequila, derramando un poco en la encimera.
Cuando me lo da, lo trago sin siquiera pestañear, llenándome la boca con
la bebida asquerosa, luego llevo rápidamente mi cerveza a los labios,
fingiendo que sigo bebiendo, cuando en realidad escupo el tequila en la
botella. Sonrío cuando me quito la botella de la boca y pongo el vaso
vacío sobre la encimera. Preston estaría muy orgulloso de mí en este
momento, ya que me enseñó ese pequeño truco como una manera de
mantenerse sobrio cuando todos los demás te están emborrachando, para
evitar errores con el trato. Y me alegro, porque los errores con Preston
nunca son algo bueno.
—¿Otro? —pregunta J, señalando el vaso.
Decido que es hora de pasar de chupitos e ir a cuidar de los
negocios. Lo deslumbro con mi mejor sonrisa plástica mientras dejo mi
cerveza en el mostrador. Me pinté los labios de un rojo brillante antes de
irme y mi vestido es lo suficientemente bajo como para mostrar un trozo de
mi escote, creado por un sostén push-up. Todo es una distracción, un traje
para evitar que se centre en algo más que el trato. Las distracciones son
iguales a errores.
Agarro el dobladillo de su camisa y bato las pestañas mientras me
apoyo en él, tratando de no arrugar la nariz por el olor a alcohol en su
aliento. —¿Qué tal si me llevas a tu cuarto? —susurro contra su mejilla—. Así
podremos ocuparnos de algunos negocios.
Parpadea a través de su borrachera, alarmado por mi franqueza.
Como la mayoría de la gente. Y eso es lo que me gusta de ello.
Despistarlos. Nunca hacerles saber lo que realmente está escondido en mí.
Nunca dejes que nadie entre, porque nadie quiere entrar, no por buenas
razones, de todos modos. 24
—Está bien —articula mal, dejando caer la botella de tequila sobre el
mostrador, y luego arrastra los dedos por su pelo rubio bien cortado.
Sigo sonriendo mientras agarro una rodaja de limón sobre el
mostrador y la meto en mi boca. Chupo el jugo de modo que pueda sacar
el sabor del maldito tequila de mi boca. Tiene un sabor dulce amargo,
pero es mejor que la quemadura del alcohol. Después de terminar con
ello, la dejo en el mostrador y agarro la botella de tequila.
—Muéstrame el camino —le digo a J, y me da otra de esas tontas y
borrachas sonrisas suyas, probablemente pensando que tendrá suerte
después de que hagamos el trato. La mayoría piensa eso, que es el por
qué a Preston le encanta tenerme haciendo esto por él. Eres una
distracción, me dice siempre. Una muy hermosa y tentadora distracción.
En el fondo, sabía que podía hacerlo. Perder el tiempo con J, y
probablemente sentirme bien después. Puedo apagar todo lo que estoy
sintiendo con el chasquido de un dedo y guardarlo, sólo sacándolo
cuando sea necesario. No sentiría una sola parte de ello, lo que hace
mucho más fácil hacer cosas que no necesariamente quiero hacer. J no es
tan mal parecido, aunque es un poco demasiado atlético y con
demasiado buen gusto para mí. Es alto, de hombros anchos y músculos
magros, todo su cuerpo grita que pasa demasiado tiempo en el gimnasio.
Me pregunto si es un atleta, pero no le preguntaré. Justo como no perderé
el tiempo con él.
Toma mi mano, sus palmas húmedas, y me conduce a través de la
multitud de universitarios apretados en la sala de estar, metidos en un
juego de beer-pong. Algunas de las chicas me disparan miradas sucias,
como si no perteneciera a la clase de limpieza como J, que está llevando
una camisa de cuello y un reloj que probablemente cuesta más que todo
el dinero que he gastado en toda mi vida. Y estoy bien con ello,
demasiado alta en la montaña rusa de lo que estoy haciendo; lo que estoy
a punto de hacer. El peligro. La inestabilidad. La adrenalina.
Cuando llegamos al vestíbulo, desaparecemos de la vista de todos
los ojos juiciosos y, por suerte para mí, J no está tan bien. Sus pies apenas lo
pueden sostener cuando tropieza por la última puerta en el pasillo,
arrastrándome con él.
—¡Vaya! —Se ríe como una niña mientras gira el picaporte—. Lo
siento.
No tengo ni idea de que lamenta, pero sólo sonrío. —Está bien.
Sonríe de nuevo, quitándome la botella de tequila de la mano.
Inclina la cabeza hacia atrás y bebe de nuevo un gran trago, dándome
25
náuseas a medida que aleja la botella de sus labios. Luego, la apunta
hacia mí.
Sin tener mi cerveza para escupir de nuevo, agarro la botella y la
dejo en un pequeño estante en la esquina. —Vamos a descansar un poco
de beber, ¿de acuerdo?
—Claro —dice, tratando de aturdirme con una sonrisa ganadora—.
¿Qué tal si sólo te acercas y te sacamos esa ropa? —Su mirada recorre mi
cuerpo y, por un instante, contemplo golpearle la cara. Conozco esa
mirada demasiado bien, al igual que sé muy bien lo que quiere.
Le doy un empujoncito para que se tropiece dentro del dormitorio
oscuro y vacío. Lo sigo mientras continúa tambaleándose hacia atrás y
luego cae en la cama. Cierro la puerta y pongo el seguro sin apartar los
ojos de él mientras se encuentra allí en el colchón. La suave luz de la luna
se filtra por la ventana e ilumina el aturdimiento en su rostro.
—Ven... aquí... —Se sostiene sobre los codos, esforzándose para
mantener la cabeza erguida.
Me paseo hacia él, mirando a su alrededor a las ropas esparcidas
alrededor del gran cuarto decorado con un set de cómodas que hacen
juego con la enorme cama.
—¿Qué tal si hablamos un poco de negocios? —le digo,
posicionándome en frente de donde sus piernas cuelgan del borde del
colchón.
Sacude la cabeza con determinación, y luego mueve la mano hacia
el cinturón de sus pantalones. Lo miro luchar con la hebilla por un tiempo y
luego, cada vez más impaciente, finalmente desengancho la hebilla yo
misma y lo saco de su pantalón.
—Sabía que te gustaría jugar rudo. —Se ríe y empieza a sentarse, sus
dedos buscando mi cintura. Pero lo empujo suavemente por el pecho, así
que está acostado en la cama.
Lanzo el cinturón a la cómoda. —No he venido aquí a jugar.
—Preston prometió que tu... que tu... —Parpadea alrededor de la
habitación, luciendo perdido—. Que tu cuidarías de mí primero.
Ruedo los ojos. Maldita sea, Preston. Odio cuando promete cosas. Si
es vago acerca de lo que voy a aguantar, entonces no me meto en tantos
problemas cuando no lo hago todo. Por otra parte, la mayoría no puede
recordar mucho de lo que sucede, de todos modos.
—Lo haré, bebé. —miento, encogiéndome ante el término cariñoso, 26
pero haciendo lo que tengo que hacer para arreglar las cosas. Alcanzo el
bolsillo de mi chaqueta y saco la pequeña bolsa de pastillas. Si tengo
suerte, probará una y luego rápidamente perderá el conocimiento—. Pero
primero necesito que pagues.
Cambiando su peso hacia un lado, me arrebata la bolsa de la mano
y luego se empuja hacia atrás para poder sentarse. Se tambalea mientras
se sienta con la espalda recta y luego, cuando se acomoda, abre la bolsa.
Mira dentro de ella, fingiendo que está comprobando que no está siendo
estafado, aunque está demasiado oscuro para contar las píldoras.
—¿Tienes el dinero? —Escaneo su habitación, su equipo de música
en la mesita de noche, el armario abierto rebosante de ropa, y el armario
cerrado en la esquina. No puedo ver una billetera en ningún lugar, así que
supongo que la tiene metida en el bolsillo. Las cosas se pondrán un poco
complicadas si decide ser un dolor en el culo para pagar.
—Después de que juguemos —dice, pero sacudo la cabeza,
dispuesta a terminar con este acuerdo. Estoy a punto de decirle que
pague, cuando tiene un arranque brusco de energía. Lanza la bolsa de
pastillas a un lado y sus dedos agarran rápidamente mi cintura. Me empuja
en su dirección y pierdo el equilibrio, y caigo sobre él mientras se derrumba
sobre el colchón.
Empieza a chupar mi cuello, su lengua húmeda colocando besos
descuidados por toda mi piel mientras sus manos comienzan a vagar por
mi pierna hacia la parte inferior de mi vestido. Su aliento huele a tequila y
cigarrillos. —Dios, hueles tan bien. —Sus dedos aprietan mi piel y es como si
picara—. Apuesto a que te gusta salvaje... Seguro como el infierno que
luces como si te gustara.
Ruedo los ojos. Si tuviera un centavo por cada vez que me dicen eso,
no tendría que estar aquí.
Girando la cabeza, me inclino hacia un lado y trato de deslizarme
de su control. Su dominio sobre mí comienza a aflojarse, pero continúa
besando mi cuello, sus manos se mueven por todo mi trasero y resbalan
entre mis piernas. Empiezo a aburrirme, mi mente distrayéndose con tarea,
finales, volver con Preston en un par de semanas.
J gime contra mi boca. —Estoy tan duro en este momento, bebé. —
Frota la evidencia de que lo está contra mi pierna y pasa los dedos por mi
pelo.
Me molesto un poco por su apodo y porque me he convertido en un
poste para follar. Estoy a punto de suavemente darle un golpe con la
rodilla en las bolas y deshacerme de su dureza, terminar con esta situación 27
agotadora, cuando deja de besarme y se desploma hacia atrás. Murmura
algo acerca de mí siendo una diversión para su polla y luego la cabeza
cae contra el colchón. Sus ojos se cierran y, segundos más tarde, se ha
desmayado, con su pecho subiendo y bajando mientras respira
ruidosamente.
—Gracias a Dios. —Me deslizo fuera de sus brazos y trepo encima de
él.
Aunque la situación se ha vuelto más complicada, me alegra que se
desmayara. Después de mucho deliberar sobre lo que debo hacer, decido
que es mejor dejarlo en manos de Preston, así que saco mi teléfono y
marco su número.
—¿Qué pasa, preciosa? —pregunta después de tres timbres.
Salgo de la cama. —Tengo un dilema.
—¿Qué has hecho ahora? —me pregunta en ese tono coqueto que
utiliza para todo el mundo. Incluso con chicos. Es sólo la forma en que es, y
sé que realmente no quiere decir nada con eso. Además, es ocho años
mayor que yo.
—No he hecho nada. —Echo un vistazo a J—. Bueno, no realmente...
J... ese tipo que tenías para que le entregara, perdió el conocimiento.
—¿Y? —Puedo oír la risa en su voz.
—Y quiero saber lo que quieres que haga. —Dejo de caminar y bajo
la mirada a J, que tiene las piernas y los brazos tendidos hacia un lado—.
¿Quieres que solo agarre su dinero o realmente lo jodo y también tomo las
pastillas?
Preston se toma un tiempo para responder. Oigo voces al fondo, lo
que probablemente significa que está en una fiesta. —¿Qué crees que
deberías hacer? —pregunta finalmente.
—Sé lo que quiero hacer —respondo, mordiéndome las uñas, una
mala costumbre que tengo que parece que no puedo evitar—. Pero
quiero decir, es realmente tu asunto. Sólo lo estoy haciendo como un favor
para ti, y he terminado una vez que termine de pagar mi colegiatura.
Sabes eso.
—Un favor para mí, ¿eh? —delibera—. Qué decepcionante. Durante
todo este tiempo pensé que lo hacías porque estabas secretamente
enamorada de mí.
Ruedo los ojos ante su retorcido sentido del humor. —No lo hiciste.
—También lo hice. 28
—No lo hiciste.
—Lo…
—Detente. —lo corto, porque esto podría continuar para siempre y J
está empezando a moverse—. Mira, realmente quiero salir de aquí. Tengo
un final para el que debo estudiar. Y una vida a la que volver. —La última
parte es una especie de mentira, pero suena como un buen punto para
hacer en la teoría—. Entonces, ¿debo tomar las píldoras y el dinero en
efectivo o sólo el dinero?
Hace una pausa. —¿Cuánto tiene?
Suspiro y palmeo los bolsillos delanteros de los pantalones de J, pero
están vacíos. Colocando el teléfono entre la mejilla y el hombro, utilizo mis
dos manos para girarlo sobre su costado y luego reviso los bolsillos traseros y
encuentro su billetera en uno. La saco y salgo de la cama, la abro y
cuento el dinero.
—Hay unos cien dólares en su cartera. —Frunzo el ceño, sabiendo lo
que significa.
—Bueno, no es tan interesante, le dije que sería de doscientos
dólares por una bolsa —responde Preston con una voz tranquila.
—¿Así que también quieres que tome las pastillas? —digo
llanamente. A veces, cuando estoy haciendo algo con lo que no estoy
totalmente cómoda, como robarle a un hombre inconsciente, mi
conciencia intenta despertar en mí.
—Creo que es justo —responde con sencillez—. Especialmente ya
que obviamente iba a joderte.
—Tal vez tiene el dinero en otro lugar —sugiero, pero aún puedo oír la
duda en mi voz.
—O tal vez sólo iba a tratar de joderte —dice—. Literalmente.
Suspiro y tomo el dinero de la billetera, sintiéndome un poco
culpable. Entonces, tiro la cartera sobre la cama, me estiro hacia J y le
arrebato la bolsa de pastillas. Pongo el dinero en efectivo y las pastillas en
mi bolsillo, luego me dirijo a la puerta.
—Dame como una media hora y estaré en tu casa —le digo a
Preston, abriendo la puerta.
—Suena bien —responde mientras la música en el vestíbulo me
ahoga—. Y Violet, recuerda, soy un buen tipo y todo, pero no trates de
joderme. —Siempre dice esto como una advertencia, recordándome que 29
el negocio viene antes que nuestra amistad... nuestro vínculo de padre
adoptivo... lo que sea que tenemos. No solía ser tan intenso cuando era
más joven, pero ahora lo dirá sobre cualquier cosa. Me pone nerviosa e
incómoda, pero nunca he dicho nada al respecto, preocupada de perder
la única familia que tengo.
—Lo recuerdo. —Salgo al pasillo, pero me detengo cuando veo a un
grupo de chicos a los que estoy bastante segura que he estafado antes,
de pie al final del pasillo—. Mira, me tengo que ir. —Cuelgo y meto el
teléfono en el bolsillo de mi chaqueta.
Uno de los chicos con un cuello muy grueso me apunta, diciendo
algo, y el resto de sus miradas vagan en mi dirección.
—Oye, te conozco, ¿no es así? —dice el más alto mientras vaga por
el pasillo en mi dirección—. Eres esa chica, ¿verdad? La que me vendió las
cosas en ese partido hace un mes. La que me jodió. —Noto ira en sus ojos,
al mismo tiempo que tengo en cuenta el grosor de sus brazos, que pueden
lastimarme fácilmente. Por un momento, me quedo ahí, dejando que el
grupo se me acerque, sintiendo el latido de mi corazón acelerarse dentro
de mi pecho, vivo y coleando; finalmente, despierto.
Pero cuando están casi al alcance de la mano, me doy la vuelta y
corro de nuevo al dormitorio donde duerme J. Cierro la puerta y luego
busco a través de la oscuridad una solución.
—¡Abre la puerta, maldita puta! —Uno de ellos golpea la puerta,
gritan en voz alta sobre la música y J deja escapar un fuerte ronquido.
No es la primera vez que he estado en este tipo de situación, y dudo
que sea la última. Me pregunto lo que mi mamá y mi papá pensarían de
mí si estuvieran aquí ahora. ¿Estarían avergonzados? Pero no están aquí, y
no hay nadie más en el mundo al que realmente le importe lo que haga
con mi vida. No puedo sólo estar aquí y esperar a que algo, o alguien,
aparezca y milagrosamente me ayude. Estoy en esto por mi cuenta, esa es
la historia de mi vida.
Caminando hacia la ventana, la abro y quito la mosquitera.
Arrojándola al suelo, me apoyo sobre el borde y miro la caída de dos pisos
y la valla de madera justo debajo de la ventana. No está tan lejos como
para caer, pero si me acerco a la valla las cosas podría ir mal, una de las
piezas de madera podría quedar atascada en mi cuerpo o podría aterrizar
en la dirección equivocada y golpearme el cuello o la cabeza contra ella.
Son unos pensamientos mórbidos, pero mi mente siempre va a ese lugar 30
oscuro. Los y si de la muerte. Esos que nadie puede controlar. La mayor
parte de mi vida se ha basado en una ocurrencia al azar de muerte.
Sé que si salto, aterrizaré ya sea con seguridad en el césped al lado
de la valla o fracasaré y me lesionaré, incluso matarme si los incidentes al
azar realmente me odian. De cualquier manera, no importa qué diablos
me pase, así que me subo al alféizar de la ventana, dejando que el destino
tome el control mientras deslizo mis piernas sobre el borde. Oigo la
cerradura de la puerta hacer clic y abrirse. Mi tiempo en este lugar se ha
acabado.
Mi corazón se acelera y respiro en la adrenalina de saber que me
podría pasar algo trágico. Me hace sentir viva y, sin dudarlo, salto.
Luke
(Primer año de universidad)
Mi noche se ha llenado con trago tras trago. Copa vacía tras copa
vacía. Me tomo uno tras otro mientras el sonido de la música vibra dentro
de mi pecho. Con cada trago ardiente de Bacardi, tequila, Jäger, me
siento más a gusto, dejando que todas mis preocupaciones y el hecho de
que no he comprobado mi insulina poco a poco se borre de mi mente. Mi
lengua se entumece. Mis labios. Mi cuerpo. Mi corazón. Mi mente. Es un
jodidamente hermoso estado mental en el cual estar y deseo nunca poder
dejarlo; la mayoría de los días no lo hago.
Después de perder la cuenta de cuántos tragos he bebido y cuántos
culos he tenido que moler contra mi, salgo del club con la mujer con la
que he estado bailando por las dos últimas canciones, debatiendo qué
hacer; follar, pasear, ir a buscar un lugar para jugar. Hay una quemazón
familiar dentro de mi pecho mientras me ahogo en un mar de alcohol,
donde nada me molesta. Me relajo y respiro el aire fresco de la noche y
apenas existo sin todo el peso de mi pasado en mi interior. He estado
bebiendo con más frecuencia, sobre todo porque mi pasado ha estado
31
forzando su camino en mi vida otra vez. Cosas han estado sucediendo con
mi hermana, Amy, específicamente preguntas acerca de su suicidio, que
ocurrió hace ocho años. Pensé que lo había puesto a descansar, pero salió
hace como un mes, preguntas principalmente acerca de lo que realmente
la llevó a tirarse de la azotea esa noche. Además, encima de ello, mi
padre decidió que quiere ser gran parte de mi vida de nuevo, después de
estar bastante ausente desde que tenía cinco años. Es una mierda y no
quiero pensar o lidiar con ello. Solamente quiero emborracharme, joder a
tantas mujeres como pueda, y vivir mi vida de la manera que quiera.
Pierdo la cuenta de cuánto tiempo ha pasado, pero en algún lugar
a lo largo del camino dejo de caminar y termino con la espalda contra un
árbol. No soy consciente de demasiadas cosas, pero hay tres cosas de las
que estoy seguro:
A-. Es de noche, ya que puedo ver las estrellas.
B-. Me siento muy relajado y en control en este momento.
C-. Hay una rubia de rodillas delante de mí con su boca en mi polla.
Tengo agarrado su cabello en un puño mientras me chupa,
murmurando algo incoherente de vez en cuando. Mientras mueve la boca
de ida y vuelta, siento que estoy en el borde para explotar y me dejo llevar
mientras me acerco a ello. Son pocos los momentos de paz que tengo, en
el que no tengo que pensar en el pasado, el futuro, sólo en el maldito
momento. Sin embargo, una vez que he terminado, el silencio de la noche
rasga mi pecho cuando ya no hay nada que hacer más que pensar. Ya
estoy de vuelta a ese lugar donde mi pasado y lo que soy me persigue. La
única cosa que me hace pasar por esto es el hecho de que mi cuerpo se
adormece por la potente cantidad de alcohol en mi sangre.
Subo la cremallera de mis pantalones mientras la rubia vuelve a
levantarse. Murmura algo acerca de que fue increíble, mordiéndose el
labio mientras pasa sus dedos sobre mi pecho, luciendo como si estuviera
esperando a que le devuelva el favor. Sin embargo, no lo haré. Sólo hago
las cosas para mí y para nadie más. Pasé mucho tiempo cuando era más
joven viviendo bajo restricciones, nunca viviendo para mí mismo, nunca
disfrutando de las cosas, y me niego a volver a ese lugar de nuevo.
Quito su mano y camino por la acera, esperando que simplemente
se quede atrás. Pero me sigue, sus tacones altos sonando contra el
hormigón mientras se apresura para mantener el ritmo.
—Dios mío, es una noche tan hermosa —dice con un suspiro de
satisfacción. 32
—Si tú lo dices —digo—. ¿No tienes que ir de nuevo al club y
conseguir un aventón a casa?
—Dijiste que me ibas a llevar a casa. —me recuerda, apresurándose
para estar a mi paso.
—¿Lo hice? —Me balanceo maniobrando en torno a lo que parece
un arbusto en medio de la acera... no, no puede ser correcto. Golpeo mi
cadera en una cerca y tropiezo con la hierba, y regreso a la acera.
—Sí, has dicho que te gustaría darme un aventón. —Se afianza
agarrando mi hombro, luego se ríe. Dios, odio las risitas. Realmente tengo
que empezar a prestar más atención cuando las escojo para evitar
quedarme atascado con una maldita señorita risitas.
—Estoy bastante seguro de que me has entendido mal. —Alejo mi
hombro de su mano, dando un paso atrás sobre la hierba, lo que la hace
perder un paso. Se ve aturdida, pero todavía me sonríe cuando ajusta sus
tetas en su vestido, empujándolas hacia arriba de manera que
sobresalgan. Estoy seguro de que lo hace a propósito, tratando de
recordar lo que me dará si la llevo a mi casa, pero lo que no se da cuenta
es que ya lo he tenido. Un montón. Y no me importa lo que me dará, todo
lo que me importa es lo que ya tomé de ella detrás del árbol.
Hay una fiesta en una de las casas cercanas y la música suena y
vibra en el suelo. Estamos caminando en el lado elegante de la ciudad,
formado por casas de dos pisos, los patios a juego, y la acera está llena de
árboles y una valla. Ni siquiera estoy seguro de cómo llegué aquí, ni
conozco el camino de regreso a mi dormitorio. A veces me pregunto cómo
diablos me meto en estos líos.
Realmente tengo que dejar de beber.
Me río ante mi propio pensamiento absurdo cuando me detengo
para sacar cigarrillos del bolsillo de mi camisa. La única vez que realmente
puedo hacerle frente a los aspectos caóticos de la vida es cuando estoy
borracho, de otro modo entro en pánico por alguna razón. Nunca tuve un
soporte cuando era niño. Tuve una madre loca que hizo cosas locas y me
arrastró a su mundo loco, haciéndome sentir loco como ella. Todavía
tengo pesadillas sobre algunas cosas que vi o escuché que hizo y necesito
orden, de lo contrario la vil y enferma sensación que experimenté cuando
era niño me posee.
Coloco un cigarrillo dentro de mi boca y enciendo la punta con un
encendedor que encontré en el bolsillo trasero de mis
pantalones. Enciendo el extremo, inhalo profundamente, y soplo una nube 33
de humo. Empiezo a caminar de nuevo, en zigzag de ida y vuelta entre la
acera y la hierba justo al lado de ello, corriendo hacia la cerca un par de
veces.
—¿A dónde vamos? —pregunta la rubia cuando tira de la parte
inferior de su vestido, apresurándose para estar a mi paso.
Paso mi pulgar en el extremo del cigarrillo y la ceniza cae sobre el
suelo. —Yo voy a mi casa.
—Eso es genial —dice con un leve balbuceo en su discurso, sin
entender mi no tan sutil pista—. Podemos simplemente caminar a donde
sea.
No se ve tan borracha, ya que sólo bebía bebidas frutales para
chicas en el club, pero su voz es la imagen de lo contrario. Está poniendo
mucha confianza en mí en este momento, tratando de conseguir ir a
donde sea que vaya y lo que sea que está buscando. Tal vez sexo. El mejor
orgasmo de su vida. Una escapada fugaz de la realidad. Tal vez está
buscando el amor o alguien que pueda conectar con ella. De la mirada
necesitada en sus ojos de ―haré cualquier cosa que quieras‖, supongo que
es lo último. Y si lo es, no obtendrá nada de mí.
Considero mis dos opciones. Puedo llevarla detrás de un árbol de
nuevo y simplemente embestirla realmente duro hasta que esté gritando
mi nombre y conseguir unos minutos más lejos del impotente y asfixiante
sentimiento dentro de mí; conseguir el control que necesito. O puedo
llamar a mi amigo y compañero de cuarto, Kayden, para que venga a
recoger mi culo borracho, porque estoy agotado.
Estoy luchando contra mí indecisión cuando oigo este extraño sonido
silbante viniendo de encima de mí. Alzo la vista justo a tiempo para ver
algo caer por la ventana de la casa que estamos pasando.
Me tambaleo sobre la hierba a medida que cae hacia mí y saco mi
brazo para empujar a la rubia hacia atrás. Las puntas de un par de botas
anticuadas chocan contra mí frente y me tropiezo cuando algo aterriza
sobre el césped delante de mí y rueda por la pendiente poco profunda
hacia la acera.
—¿Qué demonios? —dice la rubia mientras rueda su tobillo y su pie
se desliza fuera de su zapato. Se mueve rápidamente para arreglar su
cabello, alisándolo con las manos.
Tomando una respiración, sacudo la cabeza, que va a doler como
el infierno en la mañana cuando se me pase la borrachera. Por lo general,
cuando estoy así, mi corazón sigue calmado, pero mi pulso ha forzado su
camino a través de todos los tragos que tomé y de repente me siento 34
sobrio.
Exhalando un suspiro tenso, me centro en qué diablos cayó desde la
ventana mientras mentalmente le digo a mi ritmo cardíaco que cierre la
puta boca. Al principio, creo que estoy viendo cosas, así que abro y cierro
los ojos un par de veces ante la... persona... una chica acostada de
espaldas, gimiendo mientras que se agarra el tobillo.
—Maldita sea... eso duele —gime, rodando a un lado.
Mi corazón todavía está corriendo y muevo mi mano hacia mi boca
para tomar una calada, con la esperanza de que la nicotina lo calme,
pero me doy cuenta que he perdido mi cigarrillo en alguna parte. —
Mierda, ¿estás bien? —Arrastro mis dedos por mi corto cabello castaño
mientras miro hacia la ventana de donde cayó, luego a ella,
preguntándome si debo ayudarla a levantarse o algo así.
Suelta una gruñido mientras se levanta sobre sus manos y rodillas, y se
pone de pie. Sus piernas se tambalean mientras se para, entonces cojea,
tratando de no poner su peso sobre el tobillo derecho. —Sí, estoy bien. —Su
voz es firme, y normalmente daría marcha atrás por su actitud de ―déjame
jodidamente sola‖, pero se cayó de una maldita ventana y una dolorosa
sensación de déjà vu me golpea en el pecho cuando me pregunto si Amy
se cayó de la misma manera.
—¿Te lastimaste el pie o algo así? —La sigo mientras cojea por la
acera. La rubia dice en voz alta que no puede encontrar su zapato, pero
la ignoro, caminando detrás de la chica. Ni siquiera estoy cien por ciento
seguro de por qué me preocupa que pudiera estar lastimada o que podría
haber estado tratando de hacerse daño a propósito, igual que mi
hermana Amy, sólo que nunca se fue caminando de ello.
—Estoy bien —dice y luego coge su ritmo cuando un chico grita algo
por la ventana de donde cayó—. Ahora vete.
Miro hacia su tobillo, oculto bajo su bota. Es obvio que está
causando dolor por la forma en que no pone presión sobre él. —No
deberías poner el peso en él si te duele. Podrías joderlo más.
En la esquina de la acera, gira a la izquierda, y pasa por la luz de las
farolas que rodean el estacionamiento. Finalmente consigo una buena
mirada de ella y el reconocimiento hace clic. Tiene el cabello largo y
negro con franjas de color rojo que se emparejan con la sombra de sus
labios carnosos. Lleva una chaqueta de cuero sobre un vestido negro
ajustado y sus botas, esas que pusieron un golpe en mi cabeza, van todo el
camino hasta sus largas piernas, deteniéndose en sus muslos.
—Oye, te conozco —digo a medida que avanzamos en la calle—. 35
¿Cierto?
—¿Cómo voy a saberlo? —Mira por encima del hombro hacia mí,
dándome un vistazo. Puedo decir que me conoce, por el reconocimiento
en su expresión, al igual que estoy casi seguro que la conozco.
Continúa cojeando hacia una fila de coches aparcados y camino
con ella.
—Espera... Te he visto por ahí en la UW... Tenemos Química juntos. —
Hago la conexión mientras mete su mano en el bolsillo de su chaqueta—. Y
creo que eres, ¿la compañera de habitación de Callie Lawrence? —La
señalo con el dedo—. Violet... ¿algo así?
Sacude la cabeza mientras saca las llaves de su bolsillo. —Y tú eres
Luke Price. El estoicamente huraño e intenso mujeriego/jugador de futbol
americano que se queda en los dormitorios de arriba con Kayden Owens.
—Se detiene frente a un maltratado Cadillac. —Sí, nos conocemos. ¿Y
qué? —Extiende su mano hacia la cerradura con la llave, pero la tomo del
brazo y la detengo.
—Espera, ¿estoicamente huraño? —pregunto, un poco ofendido—.
¿Qué diablos significa eso? —Me he cruzado con ella unas cuantas veces,
pero nunca le hablé realmente. He oído que Callie dice que es intensa, lo
que estoy entendiendo en estos momentos. Pero la gente también dice
eso de mí, y es por una razón. Una oscura razón de la que no me gusta
hablar. Me pregunto si ella también tiene una razón, o si es sólo una
perra. Simple y llanamente.
—Significa lo que sea que quieras que signifique. —Coloca la llave en
la cerradura y abre la puerta, mirando por encima del techo del coche—.
Y ahora, por favor, ¿puedes dejar ir mi brazo?
Me había olvidado por completo de que estaba tocándola y al
instante la dejo ir, siguiendo la línea de su mirada hacia la acera y a un
chico en dirección a nosotros. Cuando regreso la mirada a ella, hay
pánico en sus ojos, pero cuando nota que la miro fijamente, esa mirada
desaparece rápidamente y la sustituye por indiferencia.
—¿Ese chico está molestándote? —pregunto—. Porque si es así
puedo patearle el culo si lo necesitas. —Me estremezco cuando lo digo,
porque casi siempre cuando empiezo a lanzar golpes, tengo un momento
difícil para parar.
Parece sorprendida por un intenso segundo, pero luego otra vez esa
mirada se desvanece. —Puedo cuidar de mí misma. —Se adentra en el
coche y cae en el asiento del conductor. Pone su mano en el volante y
toma un respiro antes de mirarme—. Mira, lo siento, por darte una patada 36
en la cara durante mi caída. —Acomoda con cuidado su pierna con una
mueca de dolor—. No fue mi intención.
Pongo el dedo en mi frente, sintiendo el bulto formándose. —No es
gran cosa —le digo—. Pero realmente me gustaría saber por qué... caíste
por la ventana. —No estoy seguro de si "caíste" es la palabra
correcta. Podía haber saltado. A propósito. Por muchas razones.
—No me caí... salté. —Me mira y veo algo en sus ojos. Tengo que
buscar en mi cerebro nebuloso para saber qué es esto, pero finalmente lo
consigo. Indiferencia. Como si no sintiera y se preocupara por nada. Por un
breve segundo, la envidio.
Antes de que pueda decir nada más, echa un vistazo a través del
parabrisas al tipo que llegó al borde de la zona de aparcamiento, y luego
cierra de golpe la puerta del coche. Enciende el motor y tengo que saltar
de nuevo cuando sale del estacionamiento, huyendo como si su vida
dependiera de ello, y todo lo que puedo preguntarme es de qué
demonios está escapando.
2
Traducido por florbarbero & Niki
Corregido por Elle
Violet
Se supone que debo estar durmiendo, pero estoy demasiado
emocionada para dormir. Mañana es mi sexto cumpleaños y no puedo
esperar para ver todos mis regalos. Mi papá ya me dio uno, un oso de color
púrpura muy lindo con un bonito lazo enfrente. Me dijo que yo era
demasiado especial como para no conseguir uno de mis regalos antes de
tiempo, pero que tendría que esperar hasta mañana por el resto.
Es muy tarde y puedo ver la luna fuera de mi ventana, luciendo
37
como una galleta a medio comer. Las estrellas centellean como el brillo en
mi pijama y la luz de noche en la esquina de mi habitación parpadea. Hoy
es cuatro de julio y todavía puedo escuchar algunos de los fuegos
artificiales que los vecinos deben estar encendiendo. Me acuesto en mi
cama mirando las pegatinas del techo que brillan en la oscuridad, algunas
con forma de corazones, otras de estrellas. Trato de cerrar los ojos, pero no
funciona.
Por último, decido salir de la cama e ir a mi cuarto de juguetes en el
sótano. Tal vez si juego con mis juguetes por un rato, entonces pueda dejar
de pensar tanto en todos los juguetes que tendré mañana. Tomo mi nuevo
osito de peluche y la linterna que guardo en el cajón de mi mesita de
noche, y bajo de puntitas por las escaleras. Me detengo en la parte
inferior, mirando por la ventana en la sala de estar, donde puedo ver una
lluvia de chispas brillantes rojas y plateadas en el cielo. Es tan bonito y me
detengo para echarles un buen vistazo. Cuando los colores se
desvanecen, me dirijo hacia la puerta del sótano y la abro.
Muchos de los niños que conozco le tienen miedo al sótano, pero el
mío no es tan malo. Mi padre incluso me deja pintar mis flores preferidas en
las paredes, y también puedo mantener todos mis juguetes aquí. No
enciendo la luz, en lugar de eso uso mi linterna porque no debería estar
fuera de la cama tan tarde en la noche, pero la luz de la luna y los fuegos
artificiales generan un haz de luz a través de la ventana. Una vez que
tengo la linterna encendida, salto por las escaleras hasta donde mis
juguetes se apilan en cajas alrededor de la habitación. También hay una
silla en la esquina junto a una estantería en la que tengo un montón de
libros. Me gusta leer sobre cualquier cosa. Princesas. Monstruos. Reinos
mágicos. Le pregunté a mi papá una vez si ese tipo de cosas realmente
existían y me dijo que por supuesto, y me pregunté cuán divertida sería la
vida si los cuentos de hadas no fueran secretamente reales.
Me dirijo a la estantería, decidiendo que leeré un rato, tal vez eso me
ayudará a conciliar el sueño. Sin embargo, mi favorito no está en la
estantería, así que voy a la sala de almacenamiento, donde hay más libros
apilados en el suelo. A mi papá también le encanta leer, y tenemos tantos
libros que no hay realmente ningún lugar donde ponerlos todos. Al menos,
eso es lo que mamá dice.
Coloco el osito de peluche en el suelo e ilumino con la luz la primera
pila de libros que encuentro. Están todos los libros de mi padre, así que me
arrodillo delante de la siguiente pila, leyendo los títulos por encima.
Finalmente lo encuentro, pero mientras lo estoy sacando de la pila,
escucho un ruido en la habitación de juguetes. Suena como ralladuras o 38
arañazos, tal vez, y mi mente al instante va a la posibilidad de que pueda
ser un monstruo o un dragón o algo más con garras.
Mi mano tiembla un poco cuando me pongo de pie y me giro de
nuevo hacia la habitación. Cuando entro, siento cómo el viento golpea
mis mejillas. Ilumino con la linterna alrededor y noto que una de las
ventanas está abierta. No entiendo por qué. Yo no la abrí y no creo que
estuviera abierta cuando vine aquí. ¿Y si era un monstruo? Muevo la
linterna alrededor de la habitación por todos mis juguetes mientras me
dirijo de nuevo hacia la esquina. Entonces, la luz aterriza sobre algo alto...
escucho voces. Unas que no suenan como si pertenecieran a un monstruo,
sólo a personas.
Pero eso es lo que terminan siendo. Terribles y horribles monstruos.
53
3
Traducido por Val_17 & aa.tesares
Corregido por ElyCasdel
Violet
Justo después de que mis padres fueran asesinados, solía encontrar
razones por las que sus vidas fueron arrebatadas. La teoría de la policía era
que se trataba de un extraño accidente cuando fueron a robarnos, por
alguna razón los ladrones pensaron que no había nadie en casa. Mis
padres se habían despertado en medio de eso, y los vieron. Surgió el
pánico. Luego, los disparos. Nunca atraparon a quién lo hizo y por lo que
sé, esas personas andan por ahí en el mundo, viviendo sus vidas mientras 54
mis padres se pudrieron.
Me pone absolutamente loca cuando pienso en ello, pero a veces
mi mente se abre por sí sola. Las ideas sobre la gente con la que me cruzo
en la calle. Podría ser cualquiera de ellos y me preocupa que tal vez me
reconozcan. Aunque no estoy segura, siempre existe esa pregunta en mi
mente, si es que alguno me vio esa noche, porque me miraron fijamente,
pero no dijeron ni una palabra. Es algo que me ha perseguido hasta el día
de hoy.
Siempre me pregunto qué haría si los asesinos realmente fueran
capturados. Enloquecer. Celebrar. Estar llena de un insoportable odio
hacia ellos porque ahora tendría una cara para vincular con el evento.
Estar aterrorizada. No estoy segura, y cada vez que lo analizo demasiado,
mi hábito me patea y busco consuelo en la única cosa que puede
dármelo. El peligro. Presionar a la muerte. Intentos suicidas. Adicta a la
adrenalina. Demencia. Hay muchas formas diferentes de cómo podría ser
llamado y, honestamente, no sé de cuál se trata. Todo lo que sé es que lo
hago, y lo necesito, para seguir con mi vida.
Sin embargo, no he estado haciéndolo durante los últimos días, ya
que muy apenas puedo cojear, mucho menos caminar. Se está volviendo
un inconveniente, y me hace sentir débil. Pero mi tobillo se niega a sanar,
así que no tengo otra opción más que cojear por ahí con dolor. La peor
parte era el trabajo. Nunca he sido tan genial como camarera, ya que mis
deslumbrantes habilidades sociales están ausentes. Añade dolor a la falta
de habilidades sociales y mi supervisor, Johnny, amenazaba con decirle a
nuestro jefe sobre mi actitud de perra hacia los clientes. Afortunadamente,
lo encanté con una bolsa de diez dólares y eso pareció suavizar las cosas.
Me dirijo al McDonald‘s más cercano para alimentar mi adicción a la
comida chatarra, con un par de pantalones cortos y una camiseta de la
banda From Autumn to Ashes que he usado tanto que las letras están
empezando a desaparecer. Mi pelo era indomable, así que puse un gorro
sobre él y todavía estoy usando sandalias. No es el mejor de mis momentos
en la moda, pero nunca he tratado de pretender ser ese tipo de chica.
Hace calor y mi tobillo se está hinchando con todo el peso que estoy
poniendo sobre él, pero estoy hambrienta y ya no tengo el auto de
Preston, porque sólo me lo presta cuando estoy negociando, así que mi
único medio de transporte es a pie. Estoy contando en mi cabeza cuántas
cuadras me quedan... cinco o tal vez seis...
Mi teléfono suena y contesto, sabiendo que el tono de llamada
pertenece a Preston. Una parte de mí no quiere responderle porque sé que 55
querrá que haga algo de lo que probablemente no tengo ganas y no le
diré que no, porque se lo debo por tomarme cuando nadie más lo hizo.
Antes de que Preston llegara, vivía con el señor y la señora McGellon,
una familia adoptiva a la que le gustaba encerrarme en el sótano por
horas cada vez que me pasaba de lista o hacía algo mal. Habría estado
bien con sentarme en la oscuridad escuchando el goteo de las tuberías,
pero he odiado los sótanos desde que tenía seis años. Una vez, cuando el
Señor McGellon amenazó con ponerme ahí abajo, lo empujé por la
frustración y, cuando la señora McGellon amenazó con llamar a la policía,
me escapé. Viví en la calle durante unas dos semanas, luego me
atraparon cuando robé algo de comida de un supermercado y de todos
modos terminé pasando un tiempo en el reformatorio. Después de que salí,
cuando nadie más quería llevarme, Preston y su esposa aparecieron. Eran
jóvenes y creo que servicios sociales buscaba una razón para librarse de mí
en ese momento, así que de muy buena gana me entregaron a ellos. Aun
así, estuvieron ahí para mí.
Contesto el teléfono y lo pongo en mi oído justo antes de que vaya
al correo de voz. —¿Qué pasa?
—Kelley se volverá a casar —anuncia en un tono irritado.
—¿Qué quieres decir con que se volverá a casar? —Arrastro mis pies
por la acera—. Pensé que te dejó porque se sentía atrapada.
—Vaya, gracias por recordarme dolorosamente por qué mi ex
esposa guardó su mierda y se fue —dice Preston, su voz goteando
sarcasmo—. Jesús, Violet, a veces eres demasiado directa para tu propio
bien.
—¿Directa? —Hago una pausa al final de la acera—. Siempre me
has dicho cuán mentirosa era.
—Eres mentirosa cuando se trata de ti —responde—. Pero con todos
los demás, eres directa. Juro por Dios que te gusta ser testigo del dolor de
la gente.
Cruzo la calle y tropiezo en la acera. —Tal vez, o tal vez nunca me
han enseñado a censurarme.
—Estás tan llena de eso en estos momentos. Sabes exactamente lo
que estás haciendo, así que no trates de fingir que eres toda ingenua e
inocente. —Su voz cae una octava—. Y hablando de inocencia,
¿finalmente has perdido la tuya?
Me muevo incómodamente, tirando de la parte inferior de mi 56
camiseta hacia abajo, me alegro de que no pueda verme en estos
momentos. —No seas un viejo espeluznante.
—No soy tan viejo, Violet —dice—. Y además, me aseguraba de que
estás bien y que no hay chicos con los que hayas follado. Preguntar sobre
tu vida amorosa habría sido el trabajo de Kelley, pero ya que nos
abandonó, tengo que intervenir e interpretar el papel.
Sacudo mi cabeza. —¿Interpretar el papel de mi madre adoptiva?
—Claro. ¿Por qué no?
—Eres un maldito enfermo.
—Viene de la chica que se negó a comer cualquier cosa excepto
carne de cerdo y frijoles por dos semanas seguidas la primera vez que se
presentó en mi casa.
Camino en torno a una pareja tomados de las manos bloqueando la
acera. —¿Qué puedo decir? Extrañaba el repugnante sabor de la comida
de la prisión.
—No estuviste en prisión —aclara—. Solo en el reformatorio. No trates
de hacerte sonar más ruda de lo que eres.
—Oye, soy ruda —protesto, sin molestarme en evitar el agua saliendo
de unos rociadores en un patio—. Podría patear tu culo.
Resopla una risa y eso se mete bajo mi piel. —Está bien, te diré qué.
La próxima vez que vengas aquí de visita y tengamos algo de tiempo, te
llevaré a mi habitación y puedes tratar de mostrarme cuán dura eres.
Limpio las gotas de agua de mis brazos. —¿Por qué tendríamos que ir
a la habitación?
Su risa baja a un sonido profundo y ronco. —Piensa más allá de tu
ingenuo e inocente cerebro, Violet, y tal vez lo entiendas.
—No soy ingenua o inocente, solo un poco lenta —digo, captando a
qué se refería—. Y para tu información, eres repugnante y eso nunca va a
pasar. —No me gusta cuando me habla así, pero si digo algo serio sobre
eso, probablemente se enfade. Lo vi de esa manera con su ahora ex
esposa Kelley, y cuando Preston se enfada, se pone violento.
—Lo que sea. No pretendas que no te estás excitando —dice.
No lo estoy. En absoluto. Nunca he estado excitada antes, al menos
de lo que puedo recordar, y me parece como algo que recordaría.
Cuando vivía con Preston, no era tan coqueto como ahora, pero una vez
que llegué a los dieciocho años y fui considerada oficialmente mi propia
tutora, nuestra relación como que cambió, especialmente cuando Kelley
lo dejó. En realidad, nunca intentó nada conmigo, solo habló un montón, y
57
no digo nada al respecto. No quiero perderlo, es la única cosa cercana a
una familia que tengo. Incluso Kelley ya no me habla.
—Me tengo que ir —miento. Todavía tengo tres o cuatro cuadras
más, pero quiero terminar esta incómoda conversación—. Te llamaré más
tarde.
—Más te vale. —El tono profundo y ronco de su voz se desvanece—.
Tengo cosas para que hagas y aún tienes que pagarme los ochos que te di
la otra noche y sabes que no acepto dinero, sólo trabajo.
Me tenso, preocupada por haberlo molestado y que se enoje y
pierda la única familia que tengo. Entonces, estaré totalmente sola. —Lo
sé. Y te llamaré. Lo prometo.
—Buena chica —dice, luego nos decimos adiós y colgamos.
La tensión desmoronándose en mi cuerpo me hace querer tirarme al
tráfico que se acerca y ver cuánto puedo acelerar mi ritmo cardíaco y
parar la tensión. Sólo pensar en eso me lleva de la preocupación al terror y
la emoción. Estoy empezando a vagar hacia los lados de la acera,
pensando en si moriría al instante si me atropellaran, cuando una
camioneta se detiene, causando pequeñas detonaciones en el tubo de
escape cuando frena en la acera.
Sigo paseando sin gracia por la calle, no queriendo tratar con más
pervertidos por hoy, cuando escucho a una voz familiar decir—: Aun
poniendo peso sobre el tobillo, ¿eh?
Me apresuro, dando largos pasos, pero el dolor que irradia mi tobillo
me obliga a reducir la velocidad. —¿Qué puedo decir? —digo por encima
de mi hombro—. Soy una rebelde. Me gusta caminar por el lado salvaje.
Luke estaciona su camioneta a centímetros de mí, conduciendo del
lado equivocado de la carretera hacia el tráfico, pero por suerte nadie
viene. La ventana está abajo y su brazo descansa en el marco. —Bueno,
solo te estás rebelando contra ti misma, ya que es tu tobillo.
Sacudo la cabeza, pero una sonrisa se abre camino y se las arregla
para expulsar la tensión que causó la conversación con Preston. Necesito
terminar esta cosa que está pasando con él. Disfruto mucho bromear con
Luke y también encontré muy entretenido caminar en silencio con él, sobre
todo porque no se rompe bajo mi presión silenciosa como un montón de
gente lo habría hecho. Además, Preston me ayudó y nadie realmente ha
hecho eso antes, excepto él y Kelley y otro par de personas que pasaron
por mi vida.
Me detengo al borde de la acera y Luke presiona el freno para 58
reducir la velocidad de su camioneta. —¿Qué quieres? —Protejo mis ojos
de la luz del sol mientras lo miro fijamente.
Su intensa e implacable mirada sostiene la mía. —Quiero ver si
necesitas un aventón a alguna parte.
Elevo mis cejas mientras me inclino hacia delante y apoyo mis brazos
en el borde de la ventana abierta, a solo unos centímetros del suyo. —¿Eso
es realmente lo que hacías? Yendo de un lado a otro por las calles,
buscándome, esperando poder darme un aventón.
Aprieta sus labios, luciendo entretenido por algo que dije. —No, me
dirigía al gimnasio, pero luego te vi cojeando por ahí como una anciana y
pensé: Oye, tal vez le gustaría que alguien la ayudara, así puede llegar a
donde sea que vaya en algún momento del día de hoy.
Peleo contra esto. No hay mucha gente en el mundo que me haya
hecho sonreír y la mayoría de ellos están muertos. Luke se está acercando
y no me gusta, no me gusta cuán poco control tengo sobre mi reacción. Si
sigue así, tendré que tomar su camioneta y conducir a cien por la
carretera, sólo para borrar todos los sentimientos que vienen con esa
maldita sonrisa.
—Tal vez disfruto caminar por ahí como una anciana. —Me inclino
tan cerca de él que siento el calor de su aliento y noto cuán largas son sus
pestañas. Pero sólo estoy haciéndolo para meterme en su cabeza.
No se mueve y su intensidad va a otro nivel, su expresión ardiendo
con algo que no puedo interpretar, lo cual es desconcertante. —Bien,
supongo que te dejaré con tu cojera. —Se recuesta hacia atrás en su
camioneta y mira hacia adelante, lanzándome una bola curva.
No estoy segura de cómo responder. Pierdo el ritmo, lo que no
ocurre con demasiada frecuencia, y tal vez es por eso que hago lo
siguiente. —Espera. —Toco su brazo mientras la camioneta comienza a
avanzar. El toque nos sobresalta a ambos y alejo mi mano—. Voy a
McDonald´s. Está como a un par de cuadras. Si quieres, puedes darme un
aventón.
Una vez más, parece que se va a reír. —Está bien, entonces sube y te
daré un aventón.
Revolcándome en mi propia estupidez por el hecho de que estoy
vagamente entusiasmada porque me está ayudando de nuevo, rondo la
parte delantera de la camioneta, y entro.
Las bisagras de la puerta chirrían cuando la cierro y Luke sacude la
59
cabeza con molestia. —Lo siento, mi camioneta es un montón de mierda.
—Alcanza un paquete de cigarrillos del tablero.
—No es un pedazo de mierda. —Bajo la ventana y dejo entrar la
cálida brisa de primavera—. Solo es rústica.
Frunce el ceño. —Tienes un vocabulario interesante. —Pone un
cigarrillo en su boca.
—¿Eso es un cumplido? —Me relajo en el asiento—. Viniendo del
señor Estoicamente Huraño.
Acuna sus manos alrededor del cigarrillo y luego lo enciende con el
encendedor. —Sí, vas a tener que explicarme eso porque no lo entiendo.
Al comienzo de la escuela, durante una de las clases de inglés que
tenía con Luke, el profesor nos dijo que describiéramos algo en el salón de
clases que pensáramos que sería difícil describir. Por alguna razón, pensé
en Luke, el chico que siempre se sentaba al fondo, con los brazos cruzados
y esta mirada de ―me importa una mierda‖ en su cara. Parecía casi
inaccesible, o tal vez sólo arrogante, o quizás era algo más. Sin embargo,
tenía amigos, así que no tenía ningún sentido. Después de mucho análisis,
llegué a ―estoicamente huraño‖, y aunque no estoy segura de que lo definí
correctamente, cada vez que me crucé con él, el apodo aparecía en mi
cabeza. Pero no le diré esto.
—No decírtelo es lo que le da atractivo —le digo mientras arroja el
encendedor en el tablero.
Toma una profunda calada de su cigarrillo y luego el humo rodea su
rostro. —¿Así que no me dirás nunca? —Se aferra al volante con una mano
y se integra a la carretera en el carril derecho y luego conduce por el
camino.
Le doy un encogimiento de hombros. —Tal vez algún día, pero no
ahora.
Sacude la cabeza, pero el rastro de una sonrisa toca sus labios. —
Bien, pero creo que también debería poder darte un apodo.
Me giro de lado en el asiento, poniendo la rodilla arriba, la curiosidad
destellando dentro en mí. —Oh, estoy muy interesada en escuchar esto.
Déjame adivinar. Perra loca. Psicópata saltadora. Vieja.
Las comisuras de sus labios se levantan. —Por mucho que crea que
todos esos son grandes opciones, no daré uno por el momento. Esperaré
hasta que encuentre el perfecto para adaptarse a tu... encantadora 60
personalidad.
Hago una mueca mientras ruedo los ojos. —Ja, ja, eres muy gracioso.
—Sin embargo, realmente como que sí lo es, y tengo que esforzarme para
contener una sonrisa.
Su sonrisa se ensancha, y siento que mi corazón se salta un latido
espasmódicamente. Pero entonces, la felicidad se desvanece mientras se
apresura y saca la mano por la ventana para quitar la ceniza de su
cigarrillo. —Mierda, olvidé preguntarte si estaba bien que fumara aquí.
—Es tu camioneta —digo, girando hacia adelante en el asiento y
poniendo mi pie de vuelta al suelo—. Puedes hacer lo que te dé la gana.
—Todo lo que dé la gana, ¿eh? —Ladea la cabeza, estudiándome
mientras se detiene en la señal de alto. Nos alejamos de la parte
residencial de la ciudad y ahora las gasolineras y tiendas pequeñas
bordean la calle—. Qué pasaría si te dijera que quiero conducir como a
cien kilómetros por hora en el carril equivocado.
—Entonces, adelante. —Como que me gustaría que lo hiciera, de
esa manera tendría mi muy necesaria dosis de adrenalina y estas
emociones poco familiares que Luke está creando dentro de mí, que no he
sentido en mucho tiempo, si es que alguna vez las sentí, emergiendo
dentro de mí serían sofocadas. Ni siquiera estoy segura exactamente lo
que son; si lo encuentro atractivo, molesto, reconfortante. De todos modos,
no quiero sentir nada por él y necesito deshacerme de lo que sea que
estoy sintiendo.
Sigue sosteniendo el cigarrillo por la ventana, algunas de las cenizas
arrastrándose al interior de la cabina de la camioneta y aterrizando en la
Henley gris que lleva puesta, las mangas enrolladas. Está contemplando
algo profundamente mientras me mira, tal vez haciendo realmente lo que
dijo. Espero con un toque de anticipación. La sola idea de que mi vida
podría potencialmente ponerse en peligro me asienta.
Eventualmente, se concentra en la carretera, dejándome
ligeramente decepcionada. —Entonces, ¿de dónde eres? ¿Laramie? ¿O
simplemente estás viviendo aquí por la escuela? —Esa pregunta tan
casual, la cual no encaja con la intensidad de sus ojos.
—¿De dónde eres? —contrarresto su pregunta con otra pregunta,
con la esperanza de desviar su atención de mí.
—De por aquí —dice con un brillo en sus ojos.
Bueno, esto es más difícil de lo que pensaba. —Entonces, además
del hecho de que te gusta andar con putas rubias en la oscuridad y forzar
tu camino en la vida de las personas, ¿qué te gusta hacer?
61
Su mirada se desliza de la carretera a mí. —Pensé que ya sabías lo
que hago; juego fútbol, ayudo a damiselas en apuros, camino por ahí
siendo estoicamente huraño.
Lo miro impasible, a pesar de que la risa hace cosquillas en la parte
posterior de mi garganta. Ha pasado un largo tiempo desde que incluso he
probado el breve vistazo de la risa. —Touché, Luke Price.
Aprieta su mano de manera dramática contra su pecho. —¿Acabo
de ganar una conversación?
—Lo dices como si estuviéramos jugando un juego.
—¿No lo hacíamos? —Hay un desafío en sus ojos marrones y siento
algo despertar dentro de mí, algo que no estoy segura de que ha estado
siempre completamente despierto.
—Tal vez. —Me muevo con inquietud ante el hecho de que en
realidad estoy sintiendo algo además de adormecimiento; sin embargo, no
sé lo que es—. Pero no contaría con ganar por el momento.
Inhala del final de su cigarrillo de nuevo, entonces el humo sale
fácilmente de sus labios. Está la sombra de una sonrisa en su rostro, pero las
sombras en sus ojos dejan a Luke Price ilegible, un misterio, exactamente
como me esfuerzo por ser yo misma. Podría presionar para obtener más
detalles acerca de su vida, de dónde vino, qué le gusta, pero supongo
que las sombras están allí por una razón. Y si voy a cavar en su vida, él
podría tratar de excavar en la mía. Y no quiero que él o cualquier otra
persona lleguen a conocerme, porque es una pérdida de tiempo. Al final,
me dejará. Todo el mundo lo hace siempre.
62
Luke
—Sabes que realmente no soy un fan de las hamburguesas —digo.
Estamos sentados en una mesa en McDonald‘s en lados opuestos con una
bandeja de comida en medio de nosotros. Estoy tratando de mantener la
conversación ligera, ya que se estuvo poniendo pesada en el coche. Ella
tiene mis pensamientos enredados. No sólo es una chica que salta por las
ventanas, sino que también se puso demasiado emocionada cuando dije
que me gustaría conducir por el carril equivocado a cien kilómetros por
hora. Es como si quisiera que lo hiciera y, otra vez, no puedo dejar de
preguntarme qué está pasando en esa cabeza suya. Esta casi
convirtiéndose en una obsesión, la necesidad de saber. Y eso me hace
retroceder al instante.
—Suena como si fueras vegetariano —observa Violet por encima de
la mesa, desenvolviendo su hamburguesa.
—No, sólo un tipo que no tiene mucho gusto por las hamburguesas.
—Agarro un puñado de papas fritas y me las meto en la boca.
Levanta las cejas y toma un bocado de su hamburguesa. —Creo 63
que es extraño.
Ni siquiera estoy seguro de cómo terminé aquí con Violet. Había
estado dirigiéndome a la tienda porque me quedé sin tequila y Jack
Daniels y lo necesitaba más de lo que necesitaba aire. Acababa de llegar
la invitación para la boda de mi padre, junto con una llamada suya,
pidiéndome que fuera su padrino.
—Estoy tratando de decidir si estás tomándome el pelo —había
respondido, porque no podía estar hablando en serio. Los padrinos se
suponían que eran amigos, como el uno del otro, que se conocen entre sí.
—Sé que es una especie de aviso tardío, ya que la boda es un par
de meses —dijo—, pero realmente me gustaría que seas el que esté de pie
a mi lado.
Sacudí la cabeza, haciendo una bola de la invitación en mi mano.
—Ni siquiera estoy seguro de que pueda ir a la boda.
—Ah, ya veo. —Sonaba tan decepcionado, pero no cedería con él
tan fácilmente—. Bueno, ¿podrías hacerme un favor y pensarlo?
Arrojé la invitación de la boda a la basura. —Supongo.
—Gracias, Luke. —Sonaba tan sincero—. Y si alguna vez necesitas
algo o quieres hablar, estoy aquí.
Debería haber dejado salir todo entonces, todo lo que quería hablar.
Cómo nos abandonó y me dejó para ser destruido en esa casa. Debería
haberle dicho finalmente con lo que me dejó, lo que pasó, lo que mi
madre me obligó a hacer. Pero no le he dicho nada, solo adiós,
demasiado asustado de lo que pudiera decir o no, y luego colgué.
Mientras conducía por la carretera hacia la licorería más cercana, vi
a Violet cojeando sobre el maldito pie, ignorando por completo mi consejo
para permanecer fuera de eso. Debería haber conducido y pasarla,
dejarla que cojeara, como debería haberlo hecho durante mi camino a la
escuela el otro día. Seguimos cruzándonos en nuestros caminos, pero no es
un pueblo o escuela tan grande, así que no es tan sorprendente.
Probablemente siempre hemos estado cruzándonos mucho, pero lo que
pasa es que nunca le he prestado atención antes. Y ahora, de repente,
estoy híper consciente de ella. Una parte de mí sigue estando curiosa, qué
demonios pasaba esa noche que saltó por la ventana y la otra parte...
tiene mucho que ver con mis desastrosos problemas con las mujeres y el
control; la obsesión de tenerla debajo de mí.
Así que en lugar de un trago de Jack, me conformo con una
hamburguesa, papas fritas y una Coca-Cola. No hay mucho en el trato,
pero siempre puedo llegar a la tienda de licores en el camino de regreso. 64
Violet toma un bocado de su hamburguesa y luego la deja en la
bandeja. Ajusta el gorrito en su cabeza un poco más abajo, por lo que
está cubriendo más de su pelo. No tiene ningún tipo de maquillaje de
nuevo y está usando esta desvanecida camiseta con la que se ve casi diez
años mayor. Estoy empezando a preguntarme si así es como es, de bajo
mantenimiento. Pero cuando saltó por la ventana, iba bien vestida. Ni
siquiera estoy seguro de por qué estoy analizándolo; analizándola. Está
lejos de mi tipo. Normalmente voy por las chicas cachondas y quisquillosas
que les gusta verse bonitas. Ni siquiera estoy seguro de por qué prefiero ese
estilo, que no sean como Violet que parece más intensa, y si son como yo
han tenido demasiado en su interior, lo que es lo último que quiero. No
quiero condiciones. Solo quiero chicas que puedan chupar mi polla y
sonreír al respecto, sin pedir más. Y tampoco con risitas molestas.
—¿Qué? —pregunta Violet, secándose la boca con una servilleta—.
¿Tengo algo en la cara?
Aparto mi mirada de ella y abro mi sándwich de pollo. —No, sólo
divagaba. —Tomo un bocado de mi sándwich—. Lo siento.
Alcanza mis papas fritas con una mirada indecisa en su rostro. —Así
que, tengo una pregunta.
—Está bien...
—Sobre ti.
Poco a poco mastico mi comida. —No estoy muy seguro de que
quiera oír tu pregunta ahora.
Toma un pepinillo de su hamburguesa, haciendo una mueca de
repulsión. —Bueno, aun así voy a preguntarla.
Agarro un puñado de papas fritas de la bandeja que está en la
mesa entre nosotros. —Adelante, pregunta, pero no significa que voy a
responder.
Apoya los codos sobre la mesa con su hamburguesa en la mano. —
¿Por qué nunca has hablado conmigo antes? Quiero decir, nos hemos
cruzado, probablemente cientos de veces, pero nunca tanto como para
reconocernos el uno al otro y de repente me estás acosando.
Tomo mi refresco y sorbo del popote. —En primer lugar, no te estoy
acosando. Parece que no puedo deshacerme de ti.
—No tenías que parar a recogerme.
—Sí, tenía. 65
—¿Por qué? No me conoces, no estás de ningún modo obligado a
ayudarme.
—Lo sé, pero quería.
—¿Por qué?
Me encojo de hombros, bajando mi bebida. —¿Por qué no?
Me da una mirada divertida, como si yo fuera la persona más
confusa en el mundo, cuando en realidad debería estarse mirando a sí
misma de esa manera. —No lo entiendo. ¿Por qué alguien como tú
ayudaría a alguien como yo?
Abro el pan de mi sándwich de pollo para quitar el tomate. —¿Qué
quieres decir a alguien como yo y alguien como tú?
Me señala —Tú, como un jugador de fútbol que tiene amigos. —
Entonces, se señala a sí misma—. Y yo, como la chica solitaria que
probablemente podría patearte el trasero.
Me ahogo con una risa y la boca llena de comida casi se dispara
fuera de mi nariz. —No podrías patear mi trasero. —Toso, y luego tomo un
sorbo de mi bebida.
Me escanea otra vez mientras toma unas patatas fritas. —No estoy
de acuerdo. Creo que no eres tan duro como tratas de aparentar.
—¿De verdad? —Si tan sólo supiera lo que realmente hay dentro de
mí—. Porque la que mayoría de la gente piensa que lo soy y por una
buena razón.
—Creo que es todo parte del espectáculo —responde con
indiferencia, y no puedo decir si está hablando en serio o no—. Creo que
en el fondo no eres más que un blandengue.
—¿Estás tratando de comenzar una pelea conmigo ahora? —Pongo
mi sándwich sobre la bandeja y chasqueo los nudillos—. Porque no pelearé
con una chica.
—Esa es una respuesta de chico tan típica. —Se apresura y toma un
trago, pero detecto el indicio de una sonrisa antes de que sus labios se
envuelvan alrededor del popote.
—¿Sabes lo que pienso? —Cruzo los brazos sobre la mesa y me
acerco, inclinando la cabeza hacia un lado mientras la observo con
atención—. Creo que te gusta discutir conmigo y es por eso que estás
tocando el tema.
66
Sus hombros suben y bajan mientras toma un bocado de su
hamburguesa. —Tal vez, pero tal vez lo digo en serio.
—Sabes que como jugador de fútbol tengo que taclear a los chicos,
¿verdad? Hay que tener fuerza para hacer eso.
—Sin embargo, tal vez sólo corres —contraataca—. Tal vez sólo eres
bueno corriendo.
La forma en que lo dice me recuerda mucho a mi pasado y es como
una patada en el estómago. —Sin embargo, tal vez no lo soy. Tal vez
apesto corriendo. —Sueno ahogado y decido que es hora de cortar esta
conversación, mi cerebro buscando ese sabor potente de Jack y tequila
mezclado con nicotina. Echo un vistazo a mi reloj, fingiendo comprobar la
hora—. Acabo de recordar que tengo que encontrarme con Kayden en
algún lugar como en una media hora, así que tendré que llevarte de
regreso.
Hace una bola con la envoltura de su hamburguesa, actuando
indiferente, pero los hombros están rígidos. —Me parece muy bien. Estaba
lista, de todos modos. —Parece irritada y no tengo ni idea por qué, aparte
de que parece ser capaz de leer a través de mi mierda y ponerme a
prueba, lo que la mayoría de las personas no pueden y ni siquiera intentan.
Se supone que debo ser un libro cerrado. Un misterio. De esa manera,
nadie puede ver lo que realmente soy. Es la forma en que he estado
viviendo durante años y es cómodo. No es ideal, pero nada es perfecto.
No hablamos mientras recolecto nuestra basura y luego camino a su
lado mientras cojea a mi camioneta. Trato de ofrecer mi brazo y abrirle la
puerta, pero rechaza mi oferta, moviéndose hacia la puerta delantera y
abriéndola.
Durante el viaje en el coche, apenas y me dice dos palabras.
Debería estar feliz por eso. De esa manera, no hay espacio para preguntas
y declaraciones que me pondrán fuera de lugar, sin embargo me
encuentro extrañando las bromas que hacíamos y la forma en que
presionó mis botones. Para el momento en que la dejo, todo lo que quiero
hacer es pedirle que se quede, hablar un poco más, llegar a conocerla.
Pero no entiendo por qué. Nunca antes he querido conocer a nadie.
Nunca he estado en una cita. Cada mujer con la que he estado, sólo ha
sido cosa de una vez. Sólo sexo. De eso se trata. Y nunca he querido nada
más.
Hasta ahora.
67
4
Traducido por Mel Markham
Corregido por CrisCras
Violet
Había más que sólo una persona en mi casa la noche en que mis
padres fueron asesinados, pero una persona en particular se destacaba.
Era alta, con cabello largo y ojos que brillaban a la luz de la luna. Usaba
unos zapatos de color amarillo brillante con flores rosas que me
recordaban a un personaje de un cuento de hadas. En el libro sería un
hada o algo, mientras que en la vida real era una villana cruel. Al principio,
cuando se coló en mi casa, estuvo en silencio, pero cuando salía hablaba 68
en voz alta y errática, un lío de emociones.
—¿Por qué, por qué, por qué? —Seguía repitiendo y luego agregó—:
No puedo sentir mis manos.
El chico le dijo—: Cierra la boca y deja de tropezar. Necesitas
recomponerte, ahora. —Una y otra vez, hasta que finalmente la abofeteó.
Ella sólo se rio, esa risa loca, y luego comenzó a cantar una canción.
—Inclínate hacia mí. Inclínate hacia mí. Toma. Ayúdame. Necesito
entender. Ayúdame. No puedo hacer esto sin ti.
El tipo la abofeteó de nuevo, esta vez más duro, y la calló por un
rato. Mientras lo hacía, juro que ella miró directamente hacia donde me
escondía en la esquina detrás de una caja de juguetes, sin embargo,
nunca dijo ni una palabra. Es todo lo que pude ver de ella; sus ojos, todo lo
demás se encontraba oculto en las sombras. Nunca olvidaré la canción
que cantaba, la letra se grabó en mi mente más profundo que las letras y
fechas en la lápida de mis padres. Incluso cuando escucho otra música,
siempre esperaré tropezarme con la canción a la que pertenecen, pienso
en la canción. El sonido de su voz… tan inquietantemente hermosa. Le
hablé a la policía acerca de la canción y los zapatos, y me miraron con
simpatía en sus ojos, diciéndome que harían todo lo que pudieran para
encontrar a la persona. Tenía seis años y estaba confundida, de verdad
creí que atraparían al malo. Y a veces, cuando mi imaginación toma lo
mejor de mí, secretamente me digo que, una vez que el malo esté tras las
rejas, mis padres volverán a mí.
Pero ninguna de esas cosas pasaron, y el caso se cerró
eventualmente, como la tapa del ataúd de mis padres.
75
5
Traducido por Juli & Issel
Corregido por Jasiel Odair
Luke
Tengo una cerveza en la mano y un par de tragos en mi sistema,
construyendo mi red de seguridad para la noche. Sin ellos, me siento como
si estuviera cayendo sin poder hacer nada en alguna parte. Sé que es un
camino peligroso por el que voy, sobre todo porque soy diabético. Ha
habido unos pocos casos en los que empujé los límites de mi cuerpo y los
médicos me han dicho que, si no me detengo, podría terminar muerto. El
problema es que la vida sin alcohol es una vida que no puedo vivir. 76
Es sábado por la noche y estoy revisando mi computadora,
buscando el listado de apartamentos de alquiler. Como de costumbre,
nada aparece, nada accesible de todos modos. Es el momento
equivocado del año, las vacaciones de verano se acercan y todos los
estudiantes universitarios están buscando lugares para vivir, así que se
llenan rápidamente. Sería más fácil si tuviera más dinero ahorrado, pero no
lo tengo.
Estoy empezando a debatirme en poder mirar más allá de mi
resentimiento hacia mi padre y preguntarle si puedo ir a vivir con él o al
menos quedarme en la casa de la playa. Pero la idea de pedirle ayuda,
cuando al crecer conseguí tan poca, me hace sentir débil. Quiero que se
esfuerce por ser mi padre. No sé a ciencia cierta lo mucho que sabe de lo
que pasó, pero lo que sí sé es que hace años que no hubo suficiente
contacto como para que se lo cuente. Lo único que puedo hacer es dejar
que los recuerdos ronden en mi cabeza, lo que ocurre prácticamente
cada noche cuando cierro los ojos, a menos que esté borracho. No hay
nada en mi cabeza cuando estoy borracho.
Me llega un mensaje mientras apago la computadora. Agarro mi
teléfono del escritorio y arrastro el dedo sobre la pantalla. Es de Seth, el
mejor amigo de Callie. A veces salgo con él y su novio Greyson, ya que a
ambos les gusta la fiesta tanto como a mí.
Voy de fiesta con Seth y Greyson a Red Ink hasta las nueve o las diez,
tomando trago tras trago, mi papá y mi falta de vivienda empiezan a
convertirse en un problema cada vez menor. Cuando estamos bastante
borrachos, conseguimos un taxi para ir a una casa en esta ciudad de tierra
de nadie... Fairtown, creo... porque Seth oyó que habría una ―fiesta
salvaje‖. Cuando llegamos, hay tantas personas que es difícil moverse
incluso a través de la casa. Termino perdiéndole el rastro a Seth y Greyson
en la multitud, pero en lugar de buscarlos, me dirijo directamente a la zona
de bebidas en la cocina.
Después de beber de golpe cerca de cinco tragos de Bacardi, me
dirijo a la sala, donde los sofás se han empujado a un lado y el equipo de
música está resonando con una canción pop. No soy fan de la música,
pero es bailable y hay algunas chicas de aspecto promiscuo que están
apenas vestidas, totalmente follables y fáciles, al menos por lo que puedo
decir, ya que mi visión está un poco distorsionada en estos momentos. Pero
sólo estoy buscando una distracción para pasar la noche, para poder
dormir en paz, algo que raramente hago.
Me abro camino por ahí y una morena voluptuosa inmediatamente
se acerca y comienza a frotarse en mi pierna. Parpadeo hasta que puedo
distinguir un poco su rostro y luego averiguo qué hará. Me pongo detrás de
ella y presiona su trasero en mí, mientras nos movemos al ritmo lento y
sensual de la canción. Cuando inclina la cabeza hacia atrás, le aparto el
cabello y deslizo mi mano por su caja torácica, mientras intenta seducirme
con su mejor mirada. Sin embargo, lo que no entiende es que no tiene que
intentarlo. La llevaré a su casa y la follaré, justo como está esperando. Le
daré que quiere y, a cambio tendré un momento de silencio en el que
puedo ser libre de la realidad de mi vida y todo lo retorcido dentro de mí
no se sentirá tan repugnante.
—Hueles muy bien —dice, batiendo sus pestañas, con la cabeza
inclinada hacia atrás contra mi pecho.
—Huelo a cigarrillos y Bacardi —digo en voz alta porque es tan
mentirosa. Toda la habitación huele a sudor y cerveza. 82
—Bueno, tal vez me gusta ese olor. —Bate sus pestañas mientras
desliza su mano detrás de sí y empieza a frotarme la polla.
Está empezando a sentirse muy bien cuando empieza a hacer esta
cosa rara con sus caderas, entonces se da vuelta y hace una pose
parecida a las garras de un gato con sus manos en frente de ella. —Solía
ser una stripper —me dice, contoneando sus caderas.
—¿En Fairtown? —Ni siquiera trato de ocultar mi disgusto. La ciudad
es casi un parque de caravanas en medio de la nada y me pregunto si mi
visión borracha está haciéndole parecer mucho más atractiva de lo que
realmente es.
Asiente, haciendo un pequeño giro y su pelo me azota la cara. —Sí,
durante un año más o menos. —Comienza a retroceder, luego viene a mí
otra vez, sacudiendo sus tetas, que son lo suficientemente grandes para
que suban y bajen. Luego, empieza a mover la cabeza mientras balancea
sus brazos hacia los lados.
Cualquier posibilidad de ponerme duro disminuye y estoy a punto de
decirle que iré por un trago, así puedo alejarme de todo el baile
desnudista desagradable que tiene en marcha, cuando oigo una risa
detrás de mí.
Echo un vistazo por encima de mi hombro y mi corazón se acelera
un poco. Violet está de pie detrás de mí, tratando de contener la risa y
presionando los labios con tanta fuerza que se están poniendo azules. No
he hablado con ella desde nuestro viaje a McDonald‘s, donde nos
sentamos y comimos como si fuéramos una jodida pareja o algo así, lo que
no somos porque no tengo relaciones, ya que no quiero involucrarme. Pero
la he visto por el campus. He estado tratando de evitarla tanto como sea
posible, tratando de no mirarla, de lo contrario seré arrastrado a lo que sea
que me jala en su dirección. Sin embargo, ha sido una lucha, y un par de
veces incluso me he encontrado yendo a la deriva hacia ella.
Ahora es la que se acercó a mí, y me gusta que esté aquí. Odio que
tenga tanto poder sobre mí, que esté sintiendo cosas por ella...
sentimientos que todavía estoy tratando de averiguar.
Frunzo el ceño cuando abre la boca para decir algo. Estoy seguro
de que tiene algún tipo de comentario sarcástico en la punta de la
lengua.
Pero se mueve hacia delante de mí y le dice a la morena—: ¿Puedo
interrumpir?
—¿Estás hablando en serio? —pregunta la morena, entonces me 83
mira, esperando a que yo responda.
—Me encontraré contigo más tarde, tal vez —le digo a la stripper,
siendo evasivo para evitar cualquier confusión posterior.
Me lanza una mirada, poniendo sus manos frente a ella. —No te
molestes. Tengo un montón de chicos que esperan en fila para conseguir
esto. —Menea su cuerpo y sacude sus tetas otra vez, y Violet se cubre la
boca con la mano, ahogándose con su risa mientras la morena se aleja
pisoteando.
Una vez que desaparece entre la multitud, rápidamente miro a
Violet. Su cabello rojo y oscuro está a un lado y tiene ese ondulado sexi. Sus
ojos verdes están delineados en negro y los labios brillan incluso en la luz
insuficiente. Lleva este largo vestido negro que le llega hasta los pies. Es
diferente a lo que la mayoría de las otras chicas de aquí están usando, ya
que cubre mucho más. Pero no lleva sujetador y, aunque sus pechos no
son tan grandes como los de la morena, son más atractivos, sus pezones se
notan a través de la fina tela y hace que mi polla reconsidere su
reducción.
—¿Vas a mirarme fijamente todo el día? —pregunta, mordiéndose la
uña del pulgar y escudriñando la multitud en vez de a mí—. ¿O vas a bailar
conmigo?
Aparto la mirada de sus pechos y me centro en sus ojos. —Pensé que
bromeabas acerca de eso. —Desplazo mi mirada por su cuerpo,
tomándome mi tiempo, sin prisa, disfrutando de su esbelta figura—. En
realidad, no pareces el tipo de chica que baila y además no deberías
estar bailando con ese tobillo.
—Puedo bailar, con o sin tobillo hinchado —dice con neutralidad,
finalmente mirándome y otra vez estoy sorprendido por lo distante que se
ve—. Pero no tienes que hacerlo. Sólo te daba una salida fácil de la
bailarina, como un agradecimiento por ayudarme con mi trasero lisiado.
—¿Quién dijo que necesitaba una salida? —cuestiono, preocupado
por el hecho de que he extrañado bromear con ella—. Tal vez me
interesaba la bailarina.
Levanta las manos y comienza a alejarse de mí. —Está bien. Te
dejaré ser. Sólo trataba de hacer algo bueno, lo cual no hago mucho.
Dejo que retroceda dos pasos más antes de extender la mano y
envolver los dedos alrededor de su brazo. Puede estar tratando de fingir
que no le importa una mierda, pero creo que podría no ser cierto. —No
tengo ningún otro lugar en donde estar —le digo, jalándola hacia mí,
pensando que bailar con ella podría mantenerme distraído por un minuto 84
o dos.
—Ah, qué afortunada. Luke Price quiere bailar conmigo. Me voy a
desmayar. —Finge una mirada soñadora, luego lo remata rodando los ojos.
—Oye, tú eres la que me sacó a bailar —le recuerdo cuando me
alcanza. Deslizo mi mano de su brazo a su costado y luego alrededor de su
espalda. Entonces, la acerco aún más, hasta que el calor se acumula
entre nuestros cuerpos. Bueno, jodido Dios. Estoy a punto de gemir cuando
me doy cuenta de que su vestido no tiene espalda, al menos de la mitad
hacia arriba.
Casualmente deslizo mi palma por su espalda, chequeando para
ver dónde comienza la tela. Verdaderamente me pierdo cuando siento la
suavidad de su piel en el camino hacia su cintura, donde finalmente toco
la tela. Detecto un ligero estremecimiento de su parte, pero su expresión
permanece sin emociones, su mirada está fija en mí mientras coloca sus
manos en mis hombros.
Comenzamos a movernos al ritmo de la música y me doy cuenta de
que no mentía cuando decía que sabía bailar. Sus caderas se balancean
suavemente contra el agarre de mis manos, la parte frontal de su cuerpo
rozándose contra el mío. Cada vez que nuestros torsos se rozan, un
pequeño suspiro escapa de sus labios, lo que es endemoniadamente sexi y
me pone caliente, mi polla se está poniendo dura como una roca. Jesús,
perderé el control si no me calmo.
Después de que la mitad de la canción suena, se inclina hacia mi
oído y susurra—: Entonces, ¿por qué estás aquí, Luke Price?
—¿Luke Price? —Agarro sus caderas con más fuerza mientras giro mi
cabeza hacia ella—. ¿Qué pasó con lo de Señor Estoicamente Huraño?
Se encoge de hombros, humedeciéndose los labios con la lengua
mientras pasa sus dedos de arriba abajo en mi nuca. Me pregunto si
siquiera tiene conciencia de lo que está haciendo, pero yo estoy
definitivamente consciente (demasiado consciente). —Pensé en darle un
respiro al apodo esta noche —dice.
Nuestras caras están a milímetros de distancia y el calor de nuestras
respiraciones se mezcla, haciendo el ambiente húmedo incluso más
húmedo.
—¿Por qué estás tú aquí, Violet sin apellido? —Mantengo su mirada
mientras me inclino un poco hacia atrás para tener una mejor visión de
ella.
La intensidad de su expresión refleja la mía propia y me pregunto 85
cuánto me estoy involucrando sólo por bailar con ella. Es un desafío,
reservada como yo, y eso sólo me hace sentir más curioso. Acerca de ella.
Acerca de sus secretos. De conocerla. Eso le da mucho poder sobre mí,
pero quiero conocerla y no me lo permitirá. Y por lo general yo no quiero
saber nada acerca de las personas.
—Por la maravillosa compañía, obviamente —bromea y sus labios se
tuercen un poco, como si fuese a sonreír.
—Bueno, obviamente. —Me estoy sintiendo incómodo por la forma
en que mi corazón late aceleradamente cada vez que comienza a sonreír
y me debato entre irme o no. Aunque al mismo tiempo estoy tan excitado
por la sensación de sus caderas en mis manos que lo único que quiero
hacer es quedarme y seguir tocándola. Mi atracción por ella termina
controlándome mientras mi mano viaja de su cadera a su espalda y
presiono la parte baja, atrayéndola más cerca hasta que su pecho está
contra el mío—. ¿Cómo está tu pie?
Mordiéndose el labio inferior, baja la mirada a sus pies y me doy
cuenta que no está usando zapatos. —Está bien, creo.
—Está bien, ¿así que dónde están tus zapatos?
Se encoge de hombros, devolviéndome su atención. —Tenía unas
sandalias puestas, pero me molestaban, así que me las quite en alguna
parte.
A pesar de mi irracional mente llena de alcohol, de alguna manera
razoné que estaba bien preguntar—: Sobre la otra noche, cuando tu... Tú
sabes, saltaste por la ventana. ¿A qué se debió eso? —Su cuerpo se pone
rígido, pero su expresión es calmada.
—¿A qué se debió qué?
Giro mi cabeza, apartándome de su mirada, y miro hacia la multitud.
—¿Por qué saltarías?
—Es una larga historia —dice firmemente y siento sus ojos en mí—.
¿Por qué estás preguntando?
Me encuentro con sus ojos de nuevo mientras la música cambia a
una canción más vibrante. Quiero decirle la verdad; que estoy
preocupado por ella. Que sé las oscuras razones por las que una persona
saltaría por una ventana. Que aunque apenas la conozco, no puedo dejar
de pensar en ella. Que está controlando mis pensamientos mucho más de
lo que me gustaría. Pero en vez de eso, digo—: Sólo curiosidad. No todos
los días una chica hermosa cae de una ventana y me patea en la cara.
86
No reacciona, como si ni siquiera se diera cuenta de que acabo de
hacerle un cumplido a su mierda, al menos para mí. —Me metí en un
pequeño lio. La única forma de salir de eso era saltar por la ventana —dice
con indiferencia.
Miles de preguntas saltan en mi mente. —¿Qué tipo de lio?
Se muerde el labio nerviosamente, luego suspira, molesta. —¿Por qué
te importa tanto esto?
Sacudo la cabeza y me encojo de hombros. —Porque... me
preocupa que... que probablemente lo hayas hecho... a propósito —
mascullo la última parte y no estoy seguro si me escucho o no.
—¿Preocupado por mí? ¿De verdad? —Luce escéptica ante la
posibilidad.
—Las personas se preocupan por otras personas todo el tiempo —
digo.
—No lo hacen —insiste y sus ojos brillan brevemente con ira—. Y
además, ni siquiera me conoces.
—Bueno, este soy yo tratando de conocerte. —¿Qué diablos pasa
con mi borracha boca esta noche? Es como si tuviese mente propia—.
Mira, tal vez...
Cubre mi boca con su mano y sacude la cabeza—. No más
preguntas, ¿de acuerdo? —Sin darme tiempo para responder, se da la
vuelta, dándome la espalda. Pienso que se irá, pero en su lugar se apoya
contra mí, presionándose en mi pecho.
Luego, comienza a bailar. Me refiero a bailar de verdad,
inclinándose un poco a un lado para aligerar el peso de su tobillo mientras
hipnóticamente se mueve con el ritmo. Sus caderas se balancean de lado
a lado, acoplándose al sonido de la música perfectamente. En el
movimiento, su trasero se roza justo contra mi polla y comienzo a moverme
con ella, tomándola por la cadera, enterrando mis dedos, y su espalda se
arquea. Mientras más transcurre la canción, más nos involucramos. El sudor
nos perla la piel y hay tanto contacto y fricción entre nuestros cuerpos que
esto de verdad se siente como si nos encamináramos hacia el sexo. Luego,
hace este pequeño movimiento donde gradualmente, pero con mucha
gracia, baja hasta el piso. Su cuerpo se desliza por el mío hasta que la
parte de atrás de su cabeza roza mi polla, la cual está dura. Entonces,
sube de nuevo, arrastrando su cuerpo contra el mío otra vez. Para el 87
momento en que está completamente de pie, estoy a punto de tomarla,
llevarla a la habitación más cercana y follarla hasta que grite mi nombre.
Necesito recuperar el control de la situación.
Sin embargo, me distraigo cuando deja caer su cabeza a un lado y
sus brazos se levantan y vuelan alrededor de mi cuello, sus movimientos
poseyéndome. Consigo un vistazo de su nuca, del dragón y las dos estrellas
tatuadas en su piel. No he follado muchas chicas con tatuajes, pero Dios
sabe que necesito comenzar a hacerlo porque es enloquecedoramente
sexi. Deslizo mis manos alrededor, hacia su estómago y aplasto nuestros
cuerpos uno contra el otro. El calor se extiende a través de mí cuando su
olor se mezcla con el alcohol en mi sistema, y eso hace que el hambre y el
arrollador deseo dentro de mí se sienta como si perteneciera allí.
Su cabello está sobre su hombro y su cuello está sólo a centímetros
de mis labios. El deseo de chupar y morder su piel es intoxicante, y sin
contemplar lo que estoy haciendo y lo que esto significará, mis labios se
separan y mi lengua se desliza por su piel. No es como si nunca antes
hubiese lamido el cuello de una chica. Lo he hecho muchas veces, al igual
que he besado y follado muchas veces. Usualmente, acalla cualquier
sonido dentro de mi cabeza, pero en este momento aun puedo
escucharlos a todos, si no es que más. Es más alto. Agudo. Más potente y
temo que vaya a perderme, a perder el control. Pero es casi como si mi
boca estuviese siendo magnetizada por su piel y comienzo a chupar su
cuello, mordisqueando y rozando ligeramente con mis dientes a lo largo de
este. Con la manera en que sus músculos se tensan, casi espero que se dé
la vuelta y me golpee en la mandíbula. Casi deseo que lo haga, así me
alejaría... al menos pienso que lo haría... realmente podría querer
quedarme por más tiempo. Pero en vez de eso, su cabeza cae a un lado,
dándome acceso para devorar su sabor.
Mis manos vagan por arriba de sus costillas, a través de su pecho, su
pezón se endurece por debajo de la tela. Rozo con mi pulgar a través de
este y luego muevo mi mano hacia arriba, hasta el hueco de su cuello.
Gime cuando presiono mis dedos gentilmente en su clavícula y se inclina
contra mi pecho, descansando su peso sobre mí. La realidad empieza a
aclararse cuando muevo mi mano por su cuerpo hacia su pierna y
comienzo a subir la tela de su vestido, desesperado por deslizar mis dedos
dentro de ella y hacerla gemir más fuerte.
—Dios, eres tan hermosa... —Respiro contra su cuello cuando mis
manos alcanzan la cima de sus muslos—. Deberíamos ir a alguno de los
cuartos...
Comienza a inclinar su cabeza contra mí, nuestros labios se rozan 88
brevemente, el deseo fluye por mi cuerpo ante la chispa del contacto.
Tomo en un puño su vestido, abriendo la boca para devorarla, cuando de
repente aparta mis brazos y se aleja de mí.
Me mira por encima de su hombro, sus mejillas se sonrojan un poco,
pero su expresión se mantiene sin emociones. —Gracias por el baile —dice
y luego alza las manos sobre su cabeza, se abre camino entre la multitud,
desapareciendo eventualmente entre un enjambre de cuerpos borrachos
y sudorosos.
Me quedo de pie entre la gente, sacudiendo la cabeza para mí
mismo, estupefacto por mi propia idiotez. ―¿Dios, eres tan hermosa?
Deberíamos ir a una de las habitaciones.‖ Sí, no fue mi mejor línea, pero
Jesús, ella huye más que nadie que haya conocido.
Después de analizarla por un rato, decido que no es mi jodido
problema, ella no es mi jodido problema. Necesito superarlo, cortar
cualquier cosa que me está atrayendo a ella, superar mi obsesión en
desarrollo por la chica misteriosa que salta de las ventanas y que parece
estar en todas partes. Dejando atrás la mayoría de mis pensamientos por
Violet, me empujo entre la multitud y voy hacia la cocina donde los
mesones están alineados con botellas y botellas de alcohol. Hay tantas
opciones que es como Navidad. Escojo una botella de Crown Royal y
tomo de nuevo un trago... o dos... o tres... o cuatro... hasta que todo se
nubla y ya no puedo pensar.
Cuando estoy casi ido, en camino a desmayarme, consigo a la
primera chica de apariencia decente que se me atraviesa y coqueteo
con ella hasta que estamos caminando hacia una de las habitaciones. No
toma mucho después de que la puerta está cerrada para que nuestras
ropas desaparezcan y yo esté empujando dentro de ella. El cabezal
golpea contra la pared mientras bajo sus manos hacia los lados de su
cabeza y grita, no mi nombre porque nunca llegamos tan lejos. Echa su
cabeza atrás, su cuello arqueado, su piel perlada con sudor. Mientras la
miró, empujando nuestras caderas, todo lo que puedo pensar es cómo
puedo hacerle lo que quiera en este momento. Por un segundo, se siente
bien. No me siento tan indefenso y jodido por dentro. Tan controlado por
las cosas a mi alrededor y mi pasado. Me siento borracho y en lo alto con
esta chica debajo de mi. Por un breve momento, tengo control de todo.
No están todos estos ruidos dentro de mí, recordándome las terribles cosas
que constituyen mi pasado. Me siento contenido y quieto por dentro.
Entonces, estoy saliendo de ella y la plenitud dentro de mí se vacía.
La chica rueda sobre su costado y momentos después se queda dormida.
El control que sentía sobre la situación está disipándose y me siento como 89
un niño desamparado otra vez, uno que está muy jodido. Salto fuera de la
cama, me visto y luego la dejo atrás, esperando nunca cruzar caminos con
ella de nuevo.
Mientras dejo la habitación, el control pasajero crece de nuevo,
pero una vez que entro a la sala todo se ha ido otra vez. Abandonándome
para intentar dejarlo atrás de nuevo.
Violet
Después de dejar a Luke en la pista de baile, me apresuro hacia la
parte trasera de la casa tratando de no correr, pero no puedo evitar
caminar rápidamente. El chico en el que estaba trabajando antes de ir
hacia Luke me toma por el brazo mientras estoy cruzando la cocina.
—Oye, ¿a dónde habías ido? —pregunta mientras toma una cerveza
del mostrador—. Pensé que iríamos a algún lugar y hablar.
—Lo haremos, pero primero tengo que ocuparme de algo. —Antes
de que pueda responder, saco mi brazo de su agarre y lo dejo atrás con la
boca abierta.
Abro la puerta trasera y luego observo el pequeño lago un poco más
allá en el patio. Ahí hay un muelle extendiéndose sobre él y es hacia allá a
donde me encamino, abriéndome espacio entre la gente y hacia el
césped, el sonido y las luces de la fiesta desapareciendo mientras más me
alejo.
Entre más cerca del agua me encuentro, más rápido camino, con el
dolor en mi tobillo tirando de mis músculos. Cuando mis pies descalzos
90
rozan la madera del muelle, corro tan rápido como puedo hacia el borde.
Mi corazón late fuertemente contra mi pecho, mi sangre está pulsando
con furia. Quiere escapar por la adrenalina, pero yo me adhiero a ello,
mientras la adrenalina corre dentro de mí como fuego líquido, quemando
todo lo que siento en el momento; la necesidad, el deseo, la forma en que
dejé que Luke me tocara y cómo permití sentirme cuando lo hizo. No
estaba sólo tentándome. Lo que sucedía dentro de mi cuerpo era muy
real. Demasiado real. Tan real que en serio por un segundo pensé en ir a
una habitación con él y permitirle hacerme lo que fuera, porque quería
que lo hiciera.
Cuando alcanzo el final del muelle, tomo cada onza de la energía
que me queda y salto, liberando todo el oxígeno de mis pulmones hasta
que estoy libre de aire. Libre de todo. Segundos después, me estrello
dentro del agua helada y fluye sobre mi cuerpo, empapando mi vestido,
mi piel, mi cabello. Tira de mí hacia abajo, me arrastra y no lucho. Estoy
dispuesta a dejarla tomarme.
Recuerdo cuando finalmente me di cuenta que mis padres no
regresarían. Que se encontraban muertos y la sangre que vi sobre ellos no
era sólo mi imaginación. Que las imágenes de ellos en el suelo, sus cuerpos
quietos y sus ojos abiertos no eran sólo una foto que había creado en mi
cabeza. Era real. La realidad de que estaba sola comenzó a filtrarse e,
incluso a los seis años, supe que nada sería lo mismo.
Nunca sería lo mismo.
Fue duro, la cruda verdad de que ya no tenía padres. Hubo mucho
dolor. Muchas navajas cortándome desde el interior. Agujas apuñalando
mis venas. Un agujero creciendo rápidamente en mi corazón. Lo sentía…
sentía todo. A veces, solía despertarme en las noches arañándome la piel,
tratando de desterrar el sentimiento, pero todo lo que siempre obtuve
fueron cortes y rasguños.
La primera pareja que me tomo en adopción pensó que estaba
loca. Los escuche hablando sobre eso una vez, preocupados de que
pudiera lastimarlos o a mí misma y, ¿por qué no lo harían después de lo
que había visto? Violencia. Asesinato. La morbosa parte de mi vida…
marcada dentro de mi cabeza, lo que significaba que yo misma me
convertiría en alguien morbosa. Esto me confundió y pienso que en
realidad comencé a creer que de verdad podía pasar, transformarme en
una persona violenta. Entre la idea de que terminaría lastimando a alguien
y el constante dolor en mi interior, decidí dejar de sentir todo. Apagarlo.
Cerrarlo. Una insensibilidad auto inducida. 91
Al principio fue difícil, especialmente en la noche cuando mi mente
parecía insistir en recordar todo. Pero una noche, cuando desperté de una
pesadilla, aterrada y con la cabeza un poco aturdida, me confundí y
pensé que me encontraba de vuelta en mi antigua casa. Había salido
corriendo de mi cuarto, calculando mal dónde comenzaban las escaleras
y terminé tropezando. Casi tuve un ataque al corazón mientras caía por las
escaleras, la alfombra raspando mi espalda y piernas, mi vida pasando
ante mis ojos. Cuando finalmente alcance el piso, mire hacia el techo
sintiendo la adrenalina golpeando mi cuerpo, y el dolor y el miedo que
había sentido por mi sueño fue reemplazado por una ráfaga de energía.
Por un segundo, no pude sentir las navajas o las agujas o el agujero en mi
corazón.
Mi mente y cuerpo estaban contenidos. Fue el primer verdadero
momento de paz que había sentido desde hacía tiempo, y era silencioso y
dolorosamente hermoso.
Después de eso, se convirtió en un hábito. Solía despertarme en un
ataque de pánico y correr fuera de la habitación y caer por las escaleras.
Lo hacía intencionalmente y sabía que era una locura, pero me ayudaba
a sentirme mejor. Mis padres adoptivos tenían un sueño profundo y no se
dieron cuenta al principio, pero los despertaba ocasionalmente. Al
principio, fingía estar adormilada y confundida, pero alrededor de la sexta
o séptima vez comenzaron a preguntarse si algo sucedía y comenzaron a
hacer preguntas. Así que les dije la verdad, esperando que entendieran.
Me miraron con temor en sus ojos y dos semanas más tarde me mude a
una nueva casa. Después de eso, dejé de decir la verdad y conseguí
diferentes formas de tener mis subidones de adrenalina. Corriendo en
frente de los autos, parándome en la parte más alta de los edificios,
sumergiéndome en el agua hasta que mis pulmones se sentían como si
fueran a arder.
Sé que lo que estoy haciendo es peligroso, pero no me importa. Es
mejor que sentir las navajas. Las agujas. El incurable agujero en mi corazón.
El agua está helada, pero no es tan profunda y alcanzo el fondo
rápidamente. Me dejo hundirme, con mis rodillas presionando contra el
fangoso fondo. Mis brazos flotan a mi lado, el cabello en mi cara. Sobre mi
cabeza, la luna brilla distorsionada y hermosa a través de las ondas de
agua. Todo está en silencio. El agua. La noche. La emoción en mi interior.
Cierro mis ojos. Me dejo comenzar a ahogarme. Me mantengo tan
quieta como puedo hasta que mis pulmones duelen por estallar. Hasta que
estoy aturdida. Hasta que siento comenzar a dejar la realidad. Hasta el
punto donde estoy a nada de no existir. Luego, me empujo hacia 92
arriba. Burbujas flotan de mi boca cuando subo, pateando con mis pies.
Estiro mis brazos y, momentos después, me abro camino a través del agua,
jadeando por aire. La adrenalina está ahogando el interior de mi cuerpo
mientras mis pulmones luchan por respirar… por permanecer vivos. Agua
escurre por mi cabello a mi cara cuando me pongo boca arriba y floto,
mirando la luna, mi pecho subiendo y bajando, mi cuerpo mitad sobre el
agua y mitad debajo.
6
Traducido por Cath, Betza18, Zöe & *~ Vero ~*
Corregido por AriannysG
Luke
Tenía siete años cuando me di cuenta de que había algo muy malo
con mi entorno familiar. No era algo que hubiera descubierto poco a
poco. Se vio forzado de repente ante mí cuando mi madre apareció en
medio de la noche, después de haber ido a algún lugar durante horas.
Enloquecida, hablando de estar arrepentida. Creo que se encontraba
bastante fuera de sí, parecía que había sangre en sus manos y ropa, pero
cuando le pregunté al respecto, a pesar de que tenía mucho miedo de su 93
respuesta, sólo me abrazó durante horas, me arrulló como a un bebé y me
dijo que todo estaría bien. La cuestión era que nada nunca estuvo bien
desde ese momento. Todavía no lo está, pero es soportable, siempre y
cuando tenga suficiente alcohol en mi sistema y las partes jodidas de mi
vida no se sientan reales. Mientras tenga el control sobre las cosas que
hago, estoy bien. El problema es que últimamente el control por el que me
he estado esforzando tanto se está escapando de mis dedos.
Las clases terminan en un par de días y se acerca el día en que
debería dirigirme a casa, de vuelta al agujero infernal donde nada parece
estar bien y me siento como un niño otra vez, maldita sea. Kayden ya tiene
la mayoría de sus cosas empacadas y su lado del cuarto está cubierto con
cajas selladas. Está en el dormitorio de Callie, ayudándola en este
momento y ni siquiera he comenzado en mi lado: la cama sigue hecha, mi
ropa todavía en la cómoda. Estoy pensando seriamente en incendiarlo y
vivir en mi camioneta. Ni siquiera me he tomado la molestia de hablar con
mi padre desde nuestra última conversación. Ha llamado un par de veces,
pero no ha dejado ningún mensaje.
—Mira, siento estar rompiendo tú corazón o lo que sea. —Recorro la
longitud de mi pequeño dormitorio entre las dos camas con el teléfono
pegado a la oreja, sacudiendo la cabeza ante casi cada palabra que
pronuncia—, pero en serio me quedaré aquí. —Estoy tan lleno de mierda.
Oficialmente no tengo ningún lugar adónde quedarme. Todos los
apartamentos en alquiler cuestan demasiado dinero. A este punto, he
estado buscando un compañero de cuarto, pero parece que no puedo
encontrarlo. Es sólo un mal momento o algo así, y jodidamente odio eso
porque no quiero volver a mi ciudad natal, a Star Grove.
—Lukey —comienza ella. Odio cuando me llama así e incluso ahora
me hace sentir náuseas—, tienes que volver a casa y cuidarme. He
empezado a tomar los medicamentos de nuevo y necesito tu ayuda.
—¿Cuáles? —digo con desprecio, pateando la base de mi cama, la
necesidad de hacerle un agujero a algo aumenta en mí como una llama
ardiente hacia un charco de gasolina—. ¿Tu heroína? ¿Tus aplastantes
medicamentos para el dolor? ¿Coca? ¿Whisky? ¿Cuál, madre?
—Actúas como si no los necesitara —dice, sonando herida—. Los
necesito, Lukey. Los necesito más que cualquier otra cosa, pienso
demasiado y las cosas malas pasan cuando pienso demasiado. Lo sabes.
—Las cosas malas suceden de cualquier modo. —Golpeo mi bota en
la pata de la cama una y otra vez, mientras ésta choca contra la pared, y
mi pie comienza a doler. ¡Mierda!—. Y sabes que soy demasiado viejo para
creer esa mierda, madre. Sé que estás consumiendo drogas por la misma 94
razón que todo el mundo y eso es para escapar de lo que sea que estás
huyendo. No es una receta médica, como me convenciste cuando tenía
seis años.
—Pero lo es, cariño. —Su voz es aguda, como si estuviera hablando
con un niño—. Los médicos todavía no se han dado cuenta de que lo
necesito.
La odio. Me odio a mí mismo por odiarla tanto. Odio el odio dentro
de mí y cuán descontrolado me hace sentir. Odio que cada vez que estoy
siquiera remotamente cerca de alguien, pienso en todas las cosas horribles
que me hizo hacer, el infierno por el que me hizo pasar. —Sabes lo que
pienso —le digo y ataco la pared—. Creo que has usado demasiado de
eso y ahora lo has perdido. —Hago una pausa, preguntándome cómo
responderá. Por lo general, no soy tan directo con ella, en su lugar la evito
a toda costa. Pero el alejarme está molestándome.
—¿Crees que estoy loca? —pregunta en voz baja. Oigo un susurro en
el fondo y ni siquiera quiero saber lo que está haciendo—. ¿Eso es lo que
piensas? ¿Mi pequeño piensa que su madre está loca?
Aprieto los dedos en mi sien y los músculos de mis brazos se estiran
con mi frustración. —No sé lo que estoy diciendo.
—Suenas como el resto de ellos —dice y algo se estrella con fuerza
en el fondo.
—¿El resto de quiénes? —pregunto, rodando los ojos.
—Los vecinos —susurra y luego hace una pausa—. Creo que me han
estado vigilando... Y hay un auto estacionado en el frente... creo que la
policía está observándome de nuevo.
—La policía no te está observando otra vez, nunca lo estuvieron. Sólo
te interrogaron una vez por Dios sabe qué, nunca me dirías.
—También lo están, Lukey. Están detrás de mí otra vez.
Sacudo la cabeza y la lista de qué ―medicamentos‖ ha estado
tomando se hace más corta, porque sólo hay unos pocos que sacan su
paranoia. —Nadie te persigue, ¿y quieres saber por qué? Porque a nadie le
importa.
—Sin embargo, te preocupas por mí. —El pánico llena su tono—. ¿No
es así, Luke?
Me hundo en la cama y bajo la cabeza hacia mis manos. Dios, ojalá
simplemente pudiera decir que no. Decirle que la odio. Librarme de ella.
Pero parece que no puedo resignarme a decirlo en voz alta, siempre 95
atado por ese niño estúpido que vive dentro de mí, el que la ayudó
siempre, y sentía que tenía que hacerlo porque nadie más lo haría. —Sí,
claro.
—Ese es mi niño bueno —me dice y siento el ardor del vómito
acercándose en mi garganta—. Siempre cuidando de mí. No puedo
esperar a que vuelvas a casa. Nos divertiremos mucho.
Conozco su versión de diversión; limpiar la casa juntos, ayudarla con
cualquier droga que está tomando, sentarme a su lado, escucharla
cantar, ser su mejor amigo y entrar en su mundo de locos desvaríos
inducido por fármacos. No puedo volver a vivir con ella. En esa casa. En mi
habitación. Con la locura. Diciéndome que me necesita. Necesidades.
Necesidades. Necesidades. Sólo volver para Navidad era suficiente y ni
siquiera me la pasaba tanto ahí. Si termino con ella, es probable que
pueda conseguir un trabajo e ir a fiestas sólo para evitar ir a casa, pero al
final tendré que hacerlo. No quiero volver. Me escapé de toda esa mierda
cuando tenía dieciséis y no puedo volver. Tengo que librarme de ir a casa,
sin importar lo que cueste. —Tengo que irme. —Antes de que pueda decir
cualquier cosa, cuelgo.
Lanzo el teléfono a un lado en la cama y me balanceo de un lado a
otro, respirando el impulso de gritar y golpear algo. Sé que si alguien
entrara y me viera así, pensarían que había perdido la cabeza, pero no
puedo detener la ola de ira y pánico una vez que sale a la superficie de
esta manera. Sólo tres cosas son para mí. Sexo, alcohol y violencia.
Sigo balanceándome y balanceándome, pero la rabia dentro de mí
se alza y se mezcla con el sentimiento vil de vergüenza que siempre llevo
conmigo. Siento una ola de rabia construyéndose mientras se abre camino
a través de mi cuerpo hacia el exterior. Si no hago algo pronto, terminaré
destruyendo la habitación.
Por último, no puedo soportarlo más. Me levanto de un salto de la
cama y ataco la pared de nuevo. Esta vez no me detengo. Simplemente
doblo mi brazo hacia atrás y choco mi puño contra la pared una y otra
vez, mientras el calor y la rabia brotan por mi cuerpo. Después del quinto
golpe, estoy temblando de pies a cabeza, hay un agujero del tamaño de
un puño en la pared y cada uno de mis nudillos está en carne viva. Kayden
ya se preocupaba por arreglar la puerta y ahora la pared está
estropeada.
En serio me encuentro en una buena racha.
Tengo que salir de aquí, porque todavía se siente como si necesitara
golpear algo. Patear algo. Joder algo. Necesito sacar la ira que se 96
construye dentro de mí antes de que tome el control, y sólo hay una
manera de hacer eso y requiere una gran cantidad de dolor físico y
alcohol, pero lo quiero. Más que a nada.
Violet
Hoy estoy de un humor muy de mierda, las navajas y agujas invisibles
que no he sentido en mucho tiempo están de vuelta, cortando en mi piel
mientras crece mi irritación. Al principio, era una irritación que crecía
lentamente, sobre la vida en general. Traté de decirme una y otra vez que
no era nada, que sólo era un estado de ánimo. Pero creo que puede ser
algo más profundo, como el hecho de que extraño a cierta persona.
Nunca extraño a nadie. Y todo lo que quiero hacer es apagar eso,
pero al mismo tiempo no.
Es confuso y un poco molesto.
Mientras empaco mis cajas, diciéndome que deje de pensar en él,
mi teléfono vibra y la canción que suena significa que es un número
desconocido. Cuando respondo, esa persona respira con dificultad y
luego cuelga.
—¿En serio? —le digo al teléfono, antes de ponerlo en mi cama. Me 97
muevo hacia el escritorio, buscando entre los papeles apilados en él,
preguntándome si algunos son míos. Cuando llego a la pila inferior, mi
teléfono suena de nuevo, el mismo tono, número desconocido.
Observo el teléfono mientras lo recojo. Ni siquiera llego a saludar esta
vez, antes de que la persona que llama, cuelgue. Sucede una y otra vez y
por fin, después de la séptima u octava, reto a esa persona.
—Mira, si no dejas de llamarme —le digo—, te rastrearé y te cortaré
las pelotas.
—¿Qué pasa si soy una chica? —pregunta él con un dejo de risa en
su tono.
Me siento en mi cama y cruzo las piernas. —Entonces, necesitas dejar
de tomar tanta testosterona ya que tu voz es más baja que la de un tipo
normal.
Se ríe, como si fuera divertido, pero hablo en serio. —Eres graciosa.
—No estoy tratando de serlo.
—Bueno, lo eres.
Sacudo la cabeza. —¿Qué diablos es lo que quieres? ¿Y quién eres?
—Estoy buscando a Violet Hayes —dice.
Me pongo rígida. No reconozco su voz, no debería saber mi apellido.
—¿Quién diablos es? —Empiezo a ponerme nerviosa, mientras echo
un vistazo alrededor de mi habitación vacía. Ha pasado mucho tiempo
desde que me he sentido incómoda al estar sola, pero resurgen los viejos
sentimientos, la sensación de que alguien me está observando, esperando
a lastimarme como deberían haber hecho hace doce años.
—La Violet Hayes que fue parte del caso de asesinato Hayes —dice.
Le cuelgo y arrojo el teléfono por la habitación. Golpea la pared y
creo que lo rompí, hasta que vuelve a sonar. Dejo que suene, y luego se
silencia cuando va al correo de voz. Pero entonces, empieza a sonar otra
vez, hasta que finalmente no puedo soportarlo más. Me levanto y rastreo el
sonido del tono de llamada hasta la esquina de la habitación, donde
encuentro el celular encajado entre la pata de la mesa y la pared. Me
agacho y busco a tientas hasta que consigo apoderarme de él.
—¿Qué demonios quieres, imbécil? —Prácticamente grito mientras
me levanto.
—¿Es Violet Hayes?
—Oh, Dios mío, ¿estás hablando en serio? No quiero hablar contigo, 98
quienquiera que seas, así que deja de llamar.
Hace una pausa. —Soy el detective Stephner. Tengo que hablar con
Violet Hayes.
Vacilo mientras regreso a mi cama. —¿Acabas de llamarme?
—No... —Suena perdido y hace una larga pausa—. Te llamo para ver
si puedes encontrarte conmigo. Me gustaría que habláramos sobre el
asesinato de tus padres.
Me toma un segundo contestar. —¿Por qué? —pregunto con
cautela.
—Porque voy a reabrir el caso —responde en un tono formal—. Y
quiero ver qué puedes recordar sobre esa noche.
—¿Por qué reabres el caso? —pregunto, preguntándome si tal vez
encontraron algo y sintiendo una chispa de esperanza—. ¿Encontraste
algo?
—No, pero esperamos hacerlo —dice, y toda mi esperanza estalla.
—Bueno, recuerdo lo que le dije a la policía hace trece años, lo que
no es jodidamente mucho ya que tenía seis años y me encontraba jodida
emocionalmente —respondo, diciéndome que no debo hacerme ilusiones,
pero ya puedo sentir las emociones presionando hacia arriba, el dolor
conectado a la pérdida de mis padres—. Así que no tiene sentido ir allí y
perder mi tiempo; me hacen las mismas malditas preguntas y me enseñan
las mismas malditas fotos policiales a pesar de que dije que apenas vi a los
asesinos porque estaba oscuro.
—Entiendo tu frustración, pero responder algunas preguntas podría
ayudar a resolver el asesinato de tus padres —advierte y lo escucho
revolver entre papeles.
—No, no lo haré —digo, dejándome caer en la cama, sosteniendo el
teléfono contra la oreja. Mis músculos están empezando a estirarse con tan
sólo la sugerencia de ir a la estación de policía y charlar sobre algo que se
enterró hace mucho tiempo. Caso cerrado. Lo dijeron ellos mismos y,
aunque no me gustó, lo acepté. Seguí adelante. Viví la vida que tenía—.
No pudieron resolverlo hace trece años y no lo resolverán ahora.
—Te agradecería si vinieras —me dice, enviándome un mensaje
silencioso a través de su firme tono de voz. Vas a reunirte conmigo, no es
una opción.
—Está bien, pero ahora vivo en Laramie, no en Cheyenne —
respondo con voz tensa—, y estoy a mitad de la mudanza, así que tendrá
que esperar un par de días. —Estoy inventando excusas a propósito. 99
—¿Qué tal el próximo lunes a las siete? ¿En el centro de la ciudad en
la estación de Laramie? —pregunta sin perder el ritmo—. ¿Eso funciona
para ti?
Frunzo el ceño. —Supongo.
Se despide y luego cuelgo, tirada en la cama. Me muerdo las uñas,
sin gustarme las emociones que me atormentan en silencio. Cerré esa
puerta hace mucho tiempo y ahora se supone que debo abrirla para que
pueda decirle las mismas cosas que ya le dije a la policía hace trece años.
Estoy segura de que cuenta con todo eso en su expediente, así que ¿por
qué me molesta?
Reviso mi correo de voz, viendo si el chico de voz profunda y
espeluznante dejó un mensaje. No lo hizo, y un miedo inquietante se agita
en mi estómago. Durante los primeros meses después de la muerte de mis
padres, tuve un miedo abrumador de que esas personas regresarían para
acabar conmigo. Era como si constantemente sintiera que tenía que mirar
por encima de mi hombro, y si por la noche veía una sombra en mi
habitación, pensaba que eran ellos entrando. Pero me las arreglé para salir
de ese lugar y aterrizar donde estoy ahora. Trabajé mucho para no tenerle
miedo a nada y me niego a volver allí.
Apenas me muevo de la cama, ahogándome en mis emociones, y
empiezo a debatirme entre mis opciones para un golpe muy necesario de
adrenalina. Tengo estas pastillas que he tomado un par de veces y, con la
dosis correcta que me pueda poner en la oscuridad, todavía puedo salir.
Están ocultas en el cajón del escritorio de la computadora, al lado de la
botella de prescripción que contiene el escondite de marihuana que me
dio Preston para hacer ventas rápidas, justo al alcance de la mano. Es un
escape fácil de todo lo que sucede a mi alrededor. No es mi ruta favorita,
porque es más fácil que entre alguien y me encuentre. No quiero que me
encuentren. Quiero seguir perdida, porque eso es lo único que se ha
convertido en sereno y dolorosamente familiar.
Pero entonces, Callie y Kayden entran en la habitación con cajas en
las manos, listos para empacar lo último de sus cosas, y me obligo a ocultar
mis emociones de no salir de la cama y moverme de nuevo.
Después de empacar por un tiempo, Callie y Kayden comienzan a
besarse. Verdaderamente creen que están enamorados y el concepto es
ridículamente absurdo para mí. En cierto modo, siento pena por ellos,
porque un día romperán y dolerá. Llorarán. Se deprimirán. Comerán
mucho helado o lo que sea que la gente hace cuando llora la pérdida de
una relación. 100
Recuerdo una casa de acogida en la que viví cuando tenía unos
catorce años. Los Peirceson, un esposo y una esposa que vivían en una
casa en esta subdivisión decente donde cada casa era un duplicado de
la otra. Recuerdo que cuando llegué, pensé que era bonita y eso me
preocupó porque yo era todo menos bonita. Llevaba ropa oscura,
cadenas por cinto, y tenía más botones en mi oído de los que podía
contar. Pasaba por una fase rebelde y quería que todos lo supieran. Los
Peirceson eran decentes, pero el marido parecía un poco desinteresado
en tener un adolescente cerca. Al principio, parecía que mi estancia sería
aburrida, hasta un día que me encontraba en la entrada y la vecina de al
lado salió, hablando por su teléfono. Había una cerca alta, así que no
podía verme al principio, pero la oí hablar sucio con alguien por teléfono,
diciéndole que iba a azotarlo. La conversación me interesó cuanto más
tiempo pasó y, para cuando había terminado, me encontraba riendo,
algo que no había hecho en mucho tiempo.
La señora también debió de haberme escuchado, porque cuando
colgó, asomó la cabeza por encima de la valla. Parecía un poco molesta
al principio por el hecho de que la espié, pero su enojo se tornó en intriga
cuando no mostré ningún remordimiento por escuchar.
Después de eso, empecé a salir con ella durante las tres horas que
tenía mientras la escuela terminaba y los Peirceson llegaban a casa del
trabajo. Me enseñó a encender sus cigarrillos, me contó todo sobre los
hombres, a pesar de que le dije que nunca me enamoraría. Se llamaba
Starla, aunque nunca creí que ese fuera su verdadero nombre, pero
parecía adecuado. Hizo una operación de chat telefónico desde su casa,
lo que significaba que les decía a los tipos que se hacía cosas sucias a sí
misma, jugando con sus fetiches mientras se masturbaban. De hecho, tenía
un trabajo de medio tiempo como una agente de un concesionario de
autos, viviendo una doble vida. Me recordó a una joven estrella de la
década de los cuarenta cuando se encontraba en casa, con el cabello
rubio siempre ondulado. Usaba un montón de seda, e incluso a veces una
boa de plumas. Me dijo que se vestía así porque la hacía sentir como la
sexy seductora que juega en el teléfono. Cuando le pregunté por qué le
gustaba hablar con los hombres como lo hacía, me dijo que era porque le
hacía sentir que tenía el control sobre ellos. Que había tenido demasiadas
angustias, pasó muchas noches llorando sobre helado y esto le ayudó a
mantenerse alejada de eso. Lo divertido en cuanto a todo el asunto, era
que por lo general hacía la cena o leía una revista, incluso veía televisión
cuando le hablaba sucio a los hombres. En realidad, nunca hacía ninguna
de las cosas que decía. 101
—¿Te gusta eso, Grandecito? —había dicho una vez por teléfono,
mientras se paseaba por la sala y recogía la basura, llevaba la bata de
seda y zapatillas. Yo pasaba el rato en el sofá, esperando hasta que era
hora de volver a la casa de los aburridos Peirceson, viendo las repeticiones
de My So-Called Life; este programa de televisión de los años noventa que
fue cancelado después de una temporada, pero me parecía muy
entretenido.
Me reí cuando lo llamó Grandecito y ella me echó un vistazo,
sonriendo mientras rodaba los ojos. ―Rarito‖, articuló.
Reí de nuevo. —¿No lo son todos? —Luego, saqué un puñado de
papas fritas de la bolsa en mi regazo. Le gustaba llamar a muchos de los
chicos por sus apodos especiales, y había adivinado que éste le pidió que
lo llamara Grandecito, probablemente porque no lo era.
—Ah, sí, me gusta eso —dijo, recogiendo algunos vasos vacíos de la
mesa de café. Luego, salió de la habitación y regresé a mi programa.
Unos minutos más tarde, después de que el chico probablemente
había terminado fuera de sí, ella regresó a la sala, fumando un cigarrillo. —
Los hombres son agotadores —dijo, dejándose caer en el sofá junto a mí.
Toda la casa se encontraba llena de muebles antiguos con adornos de
oro, ninguno combinaba, y las paredes estaban cubiertas de fotos de
bandas y actrices que ella había conocido. Me encantaba este lugar
porque era diferente. Cada lugar en el que había vivido se parecía o era
lo mismo que los demás y la mayoría de ellos resultó ser horrible.
—Entonces, ¿por qué trabajas para ellos? —pregunté con curiosidad,
poniendo los pies sobre la mesa de café.
Me miró mientras cogía el cenicero de la mesa de café. —Oh mi
querida, dulce e inocente Violet. Ellos trabajan para mí, cariño.
Siempre usaba términos entrañables y eso me molestaba, sin
embargo, se los dejaba pasar.
Metí unas cuantas papas en mi boca. —Sabes, me gustaría que
fueras mi madre adoptiva.
Sonrió con tristeza e inclinándose hacia adelante colocó su cigarrillo.
—No puedo ser una madre adoptiva, Violet. Apenas puedo cuidar de mí.
Mordí las papas mientras miraba fijamente la pantalla de la
televisión. No lo entendía ya que se veía que cuidó mucho de sí misma, sin
anexos, haciendo lo que quería. Parecía una gran vida, pero tal vez sólo lo
decía porque en realidad no quería ser mi madre adoptiva. 102
—Entonces, ¿qué pasa con la chica de cabello rojo? —preguntó,
cambiando de tema mientras cogía papas—. Parece obsesionada por los
magníficos ojos de ahí.
—No creo que esté obsesionada. —Lancé un grito silenciosamente
para suprimir las emociones excitantes dentro de mí, no importaba si tenía
una madre o no, ya que no arreglaría nada, no me compondría—. Sólo
adicta a él.
—Eso podría ser peor que estar obsesionado.
—¿Qué quieres decir?
—La adicción es peligrosa —dijo, y luego me dio unas palmaditas en
la cabeza cuando se puso de pie—. Especialmente con los hombres. —Se
había ido a la cocina y momentos después sonó su teléfono. Me senté en
el sofá escuchando su charla con un tipo sobre unos azotes y me pregunté
si ella era adicta a los chicos o si ellos eran adictos a ella. ¿Cuál era la
diferencia?
A pesar de que mi tiempo con Starla fue fugaz, ya que los Peirceson
rápidamente se cansaron de tener una hija adoptiva, aprendí mucho de
ella. No sólo sobre la manipulación, sino también a obtener poder.
Además, nunca le importaba una mierda lo que hacía, a pesar de que
mucha gente le bajaría la mirada si se enteraban de ello. Ella decía las
cosas que la mayoría no se atrevía y yo la idolatraba por ello.
—¿La terminarían de una vez? —le pregunto a Callie y Kayden
mientras meto la última de mis camisas en las cajas. Ellos están rodando en
la cama y juro que estoy a dos segundos de conseguir un espectáculo
porno en vivo.
Apenas me escuchan mientras Kayden se acuesta encima de Callie
y empieza a chuparle el cuello. Me rindo con intentar que se detengan y
recojo la última de mis cajas. Todavía tengo un par de cosas más para
empacar pero necesito un descanso de toda la demostración pública de
afecto así que salgo de la habitación y llevo la última caja directo al auto
de Preston. Me lo prestó esta mañana para que pudiera sacar mis cosas
de la casa fácilmente y por suerte mi tobillo está bastante curado, así que
no estoy caminando como si necesitara un bastón.
Es mediado de mayo y la temperatura está subiendo hasta los treinta
y tantos. Cuando lanzo la última caja en el maletero, me hago una cola
de caballo desordenada y luego ato la parte inferior de mi camiseta para
que se asiente encima de mi cintura. Tengo unos pantalones cortos y una
de mis botas de combate tiene la hebilla rota. Hace calor y seriamente 103
deseo que alguien creara una ley que nos permitiera andar desnudos
cuando hace tanto calor.
Desafortunadamente si me desnudara y desfilara en el campus, me
arrestarían probablemente. Teniendo en cuenta el momento y mi estado
de ánimo, sin embargo, a lo mejor estaría encantada de ser esposada y
metida en un vehículo policial. Además, podrían sacarme de la estación
hasta el lunes.
Luke
Abro los ojos para ver el techo manchado de mi camioneta y me
siento como si hubiera sido atropellado. Mi cabeza palpita y me pican los
ojos por la luz del sol que brilla en los vidrios. No es la primera vez que
despierto así y no será la última.
Sé que no debo levantarme rápidamente o dañaré mis pulmones,
así que me tomo mi tiempo para sentarme y busco en el bolsillo donde
deberían estar mis cigarrillos, pero no están. Empiezo a sentir la ansiedad
de la adicción despertarse mientras alcanzo la guantera donde guardo un 126
paquete extra para casos así. Cuando enciendo uno y el humo satura mis
pulmones me siento un poco mejor y rápidamente reviso mi insulina. Algo
acerca de esto me recuerda a Violet… ayudándome a revisar mi insulina…
dándome pastillas. Raramente dejo que la gente sepa que soy diabético,
no me gusta revelar mi debilidad, y si alguien se entera es por accidente. Si
recuerdo bien, lo cual es difícil de asegurar, le pedí ayuda voluntariamente
y ella me la dio voluntariamente.
Estoy confundido y todo lo que quiero es salir de aquí y darme una
ducha, lavar la noche anterior de mí. Palpo mis bolsillos, no me sorprende
que mis llaves no estén ahí, suelo perderlas cuando estoy borracho. Pero mi
teléfono tampoco está y eso me enoja porque no tengo uno de repuesto.
Irritado conmigo mismo salgo de la camioneta y voy hacia el tanque de
gas donde tengo el juego de llaves extra para situaciones así.
Los eventos de anoche vuelven a mí. Conduje hasta aquí porque me
enteré que a los guardias les gusta ponerse violentos con quienes molestan
a las bailarinas y quería una pelea sin tener que preocuparme por la
policía. No planeé que llegara Violet y me salvara. No puedo recordar
mucho más que cuando me sacó del club y llevó al auto. No tengo idea
de adonde fue o por qué apareció en primer lugar y no estoy seguro de si
buscarla y agradecerle o enojarme con ella por arruinar mi pelea.
Mientras abro el tanque de gas y busco las llaves, tomo una gran
calada del cigarrillo y el dulce sabor de la nicotina me calma.
Refregándome los ojos, subo a la camioneta y manejo hacia mi dormitorio.
Al principio estoy planeando ir directo a mi cuarto, pero sigo pensando en
Violet y en cómo no tengo idea de adónde fue anoche. El club no está en
la mejor parte de la ciudad. ¿Y si le pasó algo? ¿Por qué me preocupa?
Normalmente no me importan las chicas que van y vienen de mi vida, y
definitivamente no me debería importar Violet. No tengo relaciones para
nada. Dejar entrar a alguien de esa forma, significa dejarlos entrar de
verdad, dejarlos ser parte de mi vida, lo que significa ceder en las cosas
que quieren y dejarles tener el control. No quiero dejar entrar a la gente
para volver lentamente al lugar en que vivía de niño, haciendo cosas que
odiaba, odiando a la persona que era y a la persona que me hizo así.
Por lo visto no estoy pensando claramente, y a último minuto doblo a
la derecha en lugar de la izquierda cuando llego a la intersección y giro
para el lado de su dormitorio. Es el dormitorio más alto de la Universidad de
Wyoming y tapa la luz del sol que viene de las montañas. El patio frente al
edificio está casi vacío, las pocas personas que hay parecen estar ahí sólo
para juntar sus cosas. El interior está incluso más desierto. Y silencioso. Me
recuerda que sólo tengo un día o dos para empacar mis cosas y mudarme 127
a donde sea que vaya.
Cuando llego al cuarto de Violet, espero que esté vacío como los
demás. Pero escucho música extremadamente furiosa al otro lado de la
puerta, que dudo que esté escuchando Callie, y golpeo.
La música baja y Violet abre la puerta. Su cabello húmedo cae en
ondas sobre sus hombros desnudos y otra vez no lleva maquillaje. El
contorno de su sostén rojo se puede ver a través de su top y lleva una
camisa negra que llega hasta el piso. Su mejilla está roja e hinchada, pero
no está ni sorprendida ni feliz de verme. Sólo neutral como siempre. Quiero
verme así de indiferente pero mi cuerpo salta a la vida cuando la ve, y por
alguna razón, la idea de besarla parece muy tentadora y familiar.
—Estás con vida —bromea llanamente arqueando las cejas mientras
se queda dentro de la habitación.
—No estés tan feliz de verme. —Me inclino contra la puerta con los
brazos cruzados, queriendo parecer relajado, pero estoy con demasiada
resaca para lograrlo—. ¿Qué le pasó a tu rostro?
Toca su mejilla con la punta de los dedos. —Anoche te dije que me
metí en una pelea con una pared.
Frunzo el ceño mientras trato de recordarlo. —No recuerdo eso… y
no creo que eso sea lo que pasó realmente. No… —Mi voz se esfuma, me
retuerzo inquieto cuando el peso de su mirada se vuelve casi
insoportable—. No te pegué, ¿verdad? —Nunca antes golpeé a una
chica, pero mierda, me encontraba muy borracho y molesto y no puedo
recordar casi nada.
—No. —No parece alarmada ni molesta ni nada. Sólo indiferente.
Retrocede, dejando la puerta abierta y no sé si quiere que entre o no—.
¿Dónde encontraste tus llaves? —Cambia de tema mientras se dirige a un
escritorio en el rincón, el cual está despejado. En realidad lo está todo su
cuarto; las camas sólo tienen el colchón y no hay posters en las paredes.
Debe estar yéndose pronto, probablemente irá a casa o al lugar de donde
sea que venga.
Trago el nudo en mi garganta, pensando en cómo pronto tengo que
volver al lugar de donde vengo. —Tengo un juego extra en el tanque de
gas.
Mira sobre su hombro, alzando las cejas. —¿Y no podrías habérmelo
dicho anoche cuando no podía encontrarlas?
Me encojo de hombros y finalmente cruzo el umbral, entrando en su 128
espacio personal. —Juro que lo hice, pero lo siguiente que sé es que estoy
despertando solo en mi camión, el sol ya salió y tú no estás.
Abre el cajón del escritorio y busca dentro. —Sí, no me gusta dormir
en camionetas con tipos que ocupan todo el asiento.
Me siento en el colchón, deseando haber tomado uno o dos tragos
antes de venir. Así, por lo menos, no tendría jaqueca. —Me podrías haber
puesto en tu auto, ya sabes, y llevarme contigo. —Estoy bromeando,
porque en realidad no me importa, he dormido en el asiento delantero de
mi auto más de una vez y seguramente lo haré otra vez.
Saca una botella de prescripción del cajón, lee la etiqueta y la tira
en una caja en el suelo. —No conduje hacia aquí. —Agarra su iPod del
muelle en su escritorio, lo último en su cuarto. Lo tira en la caja y se inclina
para desenchufar el muelle.
—¿Entonces, cómo volviste? —pregunto mientras observo su trasero.
Dios, las cosas que me gustaría hacerle a ese trasero.
—Hice autostop. —Vuelve a pararse, deja el muelle en la caja, y se
arrodilla en el piso. Agrega un oso de peluche morado que hay en la
cama, se quita el cabello de los ojos y agarra un rollo de cinta del
escritorio. Dobla la parte superior de la caja y pega un trozo de cinta en
ella, sellando lo último de sus cosas.
—¿Hiciste autostop? —digo insondablemente—. ¿Hablas en serio?
Presiona el pedazo de cinta, asegurándola en su lugar. —No es para
tanto. —Deja la cinta a un lado y luego se pone de pie y pretende
comprobar si empacó todo, cuando creo que en realidad evita mirarme—
. ¿Ves algo más por ahí?
Sigo mirándola boquiabierto. —Déjame entender esto. Anoche
luego de que me llevaste a mi camioneta, caminaste por la autopista
hasta que algún tipo te recogió y te trajo hasta aquí.
Sus ojos aterrizan en mí. —¿Quién dijo que era un tipo?
Escaneo su cuerpo. Es tan malditamente sexy que es ridículo y su piel
es tan ridículamente suave… me viene a la cabeza una imagen de estar
tocándola en la camioneta. Tumbado sobre ella. Recorriéndola con mis
manos. ¿Es real o es un sueño? —¿Me equivoco?
Entrecierra los ojos, lista para pelear, pero luego suspira, rindiéndose.
—Sí, era un tipo. ¿Y qué? No pasó nada. —Golpetea los dedos contra los
costados de su pierna mientras mira el piso.
Me paro. —Deberías haberte quedado en el auto. ¿Tienes idea de lo
peligroso que es hacer eso? 129
—Casi tan peligroso como empezar una pelea en un club de
strippers estando solo. —Camina hacia la caja y la levanta, estabilizándola
en sus brazos—. Y, de nada, por salvar tu trasero. —Apoya la caja contra su
cadera y me mira como si esperara que dijera algo.
—No deberías haber hecho autostop —digo en cambio, y le quito la
caja, mirando sus labios y me llega el reconocimiento… de besarla,
ahogarme en su sabor.
Al principio me mira como si fuera a arrancarme la caja, alza los
brazos hacia ella, pero los deja caer cuando me muevo fuera de su
alcance.
—Y gracias por pretender que estabas embarazada de mi hijo y
llorando por las cuentas —digo, y el resto vuelve a mí. La besé. En mi
camioneta. La sentí y la probé porque necesitaba y quería hacerlo. Y ella
ayudó, no al besarme sino al revisar mi glucemia. Mierda—. Y por
ayudarme con, ya sabes, las pastillas y pincharme el dedo con la aguja. —
El último agradecimiento es el más difícil.
Las comisuras de sus labios se levantan mientras cruza los brazos
sobre el pecho. —Me sorprende que recuerdes lo qué pasó. —Hace una
pausa, como si esperase que diga algo sobre el beso.
Retrocedo hacia la puerta con la caja en brazos. —En realidad, soy
bastante bueno en recordar lo que hice borracho. —Le doy un guiño,
restándole importancia, porque no puedo ir allí. Nunca me quedé lo
suficiente como para soportar la incomodidad de la mañana siguiente.
Seguro, no tuvimos sexo, pero igual toqué sus senos y deslicé mis dedos por
su pierna.
Me ofrece una pequeña sonrisa. —Estoy segura de que lo eres.
Siento un calor en el pecho cuando veo su sonrisa y se siente bien y
mal al mismo tiempo. Nunca coqueteé con una chica de esta forma.
Normalmente les doy una hora y me esfuerzo poco, lo suficiente para
encantarla, tener sexo e irme. Construir una conexión anula el propósito del
sexo, el cual es tener control por unos momentos y olvidar los momentos en
los que no lo tuve. Las cosas entre Violet y yo cruzaron esa línea,
especialmente después de anoche. No puedo tener sexo con ella sin
sentirme mal después, lo que haría casi imposible el irme luego de
conseguir lo que quiero. Pero la cuestión es que quiero tanto deslizarme
dentro de ella que se está volviendo difícil de controlar.
—Tengo una pregunta —dice, agarrando un bolso de la cama y
colgándoselo del hombro. 130
Su tono me hace desconfiar. —Está bien.
—Pensé… —empieza, pero luego lo reconsidera—… quiero decir,
pensé que los diabéticos debían darse inyecciones.
Me pongo un poco nervioso cuando la conversación cambia a dos
temas que odio. Mi diabetes y las agujas. —Sí, no hace ningún bien
cuando hay alcohol en mi sistema.
—Pero usualmente usas una aguja.
—Sí. —Siento la garganta cerrada.
—¿Duele?
—A veces —digo, sonando ahogado—, dependiendo de mi humor.
Me observa brevemente y deja el tema.
—¿Dónde va la caja? —pregunto, palmeando el fondo.
Se cruza de brazos mientras mira sobre su hombro hacia la ventana.
—Afuera, supongo.
Asiento, y salgo al pasillo. Me sigue, cerrando la puerta detrás de
ella. Mientras caminamos hacia el elevador trato de no pensar en que
luego de ayudarla debo volver a mi dormitorio y decidir qué hacer con mis
cosas, decidir adónde voy a ir. Cuando salimos, miro el estacionamiento.
Casi no hay autos en el campus.
—¿En qué auto debo poner la caja?
Se detiene en el borde de la acera y se muerde los labios mientras
mira a la carretera a nuestro lado. —Puedes dejarla aquí.
Dejo la caja en el concreto, perdido. —¿Alguien vendrá a buscarte o
algo así?
—Algo así —murmura y se desploma encima de la caja. Apoya los
codos sobre las rodillas y el cabello le cae en un costado del rostro,
ocultándome su expresión mientras deja caer el bolso de su hombro al
piso—. Gracias. Ya puedes irte.
Me inclino hacia delante tratando de encontrar sus ojos, pero no me
mira, así que no tengo una jodida idea de en qué está pensando. Quiero
saberlo y eso no es bueno porque le da un control sobre mí.
Empiezo a retroceder hacia la acera y me fuerzo a alejarme, a
volver a mi Jack Daniels y las mujeres que no me interesan lo suficiente
como para volver. Pero justo cuando la estoy perdiendo de vista, la veo
bajar la cabeza, y se ve tan derrotada que no puedo dejarla así. 131
Vuelvo sobre mis pasos y me detengo a su lado. —Violet, ¿a dónde
irás?
Su pecho sube y baja cuando respira profundamente, manteniendo
la cabeza enterrada en sus brazos. —No tengo idea.
Siento cómo mi pulso se acelera levemente cuando me agacho y
aparto el pelo de su rostro. —¿Necesitas que te lleve a algún lado? Porque
puedo hacerlo. Como un agradecimiento por lo de ayer. —¿Qué diablos
estoy haciendo?
Sus ojos siguen cerrados y su cara hacia mí. —No necesito un
agradecimiento —dice—, sólo que me lleves… a un lugar.
A pesar de mis dudas, lo mínimo que puedo hacer es llevarla como
agradecimiento por llevarme a mi camión y no dejar que le dieran una
paliza a mi estúpido trasero, y por ayudarme con las pastillas de glucosa. —
Está bien, ¿a dónde necesitas ir?
—Justo afuera de la ciudad. —Abre los ojos y sus pupilas se contraen
por la luz del sol, absorbiendo cualquier emoción con ellas. Pero por un
instante, veo algo en ella: ese familiar sentimiento de impotencia, el mismo
que me llevó al club buscando una pelea—. Está en una de las carreteras
secundarias justo al lado la autopista... tomas el camino donde está el club
de striptease —dice.
—¿Por qué caminabas por allí anoche? ¿Y qué te hizo detenerte en
el club?
—Una increíble coincidencia —dice, buscando en mis ojos por algo.
—¿Una coincidencia? —Recorro su mejilla con mis dedos y ella no se
inmuta ni se aleja, me mira como me miró anoche—. No me lo creo.
—Está bien, me atrapaste. Te seguía —bromea secamente, y vuelve
a cerrar los ojos—. Tengo jaqueca —murmura, inhalando y exhalando.
La veo retraerse más y más dentro de sí misma, sus labios se separan
cuando se fuerza a respirar. Es como ver a alguien quebrarse y no estoy
seguro de si quiero repararla, tratar de juntar las piezas, o retroceder y
dejarlas caer al piso. Dios, esa mirada me está partiendo el corazón a la
mitad. Necesito hacerla sentir mejor, más de lo que necesito quedarme
bajo control, empiezo a acercarme, ya sea para besarla o abrazarla…
necesito tocarla de vuelta… confortarla. Se queda quieta, su expresión es
neutral pero sus ojos bien abiertos. Todavía tengo mi mano en su cabello y
tiro gentilmente de las raíces, acelerando su respiración. Su pecho sube y
baja y me vienen a la mente imágenes de lo que podríamos hacer juntos;
132
cosas como las que hicimos anoche en mi camioneta. Podría volver a
tocarla y recordarlo más vívidamente, estando sobrio. De golpe noto que
estoy pensando en nosotros juntos. No estoy pensando nada más que en
mi placer. Estoy pensando en el de ella. Esto ya no se trata sólo de mí.
Vuelvo a la realidad, desenredo mis dedos de su pelo, y estiro las piernas
para pararme.
—¿Quieres que lleve la caja a mi camioneta? —pregunto, tratando
de ponerme en orden. Me niego a volver a ese lugar donde vivía de niño y
mi mamá controlaba todo lo que hacía. E involucrarme con alguien
significa renunciar al control total.
Me mira con la cabeza todavía en sus brazos, y sus ojos me pesan,
luego se sienta derecha, pasando los dedos por el cabello mientras se
levanta. —No, puedo llevarla yo. —Se agacha y la levanta. Aunque sé que
es un poco pesada para ella, la dejo llevarla a la camioneta, trazando una
línea muy necesaria entre nosotros. Es la línea que trazo con toda la gente
que pasa por mi vida, para alejarlas, para asegurarme de no tener que
volver a ese lugar en el que viví tantos años. Donde me sentía perdido.
Donde soy débil y no tengo control sobre nada.
Violet
Creo que estuvo a punto de besarme. Pude sentirlo en la
electricidad en el aire y a través del pulso enérgico en sus dedos. Me
alegro de que no lo hiciera, de lo contrario habría tenido que hacerle
daño y no quiero hacerle daño. Imagínate. Estoy demasiado molesta para
mantener mi ira bajo control y estoy demasiado confundida sobre lo que
pasó anoche con él. Ni siquiera sé si puede recordarlo, el beso eléctrico
que, al menos para mí, involucraba sentimientos. Y si lo ha olvidado,
entonces también lo voy olvidar.
El olvido es algo bueno. Me gustaría poder hacer eso con todo, lo
que pasó con Preston, que no tengo casa, y que, cuando llegue el lunes,
voy a tener que arrastrar mi culo hasta la estación de policía y enfrentarme
sola a reabrir el caso de mis padres, como he hecho con todo en mi vida.
Todo lo que quiero hacer es pararme en lo más alto de un edificio y
avanzar poco a poco mi camino hasta el borde, sentir la adrenalina de
saber que podría caer y todo terminaría.
Cuanto más tiempo estoy sentada en el camión con Luke, más 133
quiero probar la adrenalina, en lugar de tener este sentimiento inquietante
acerca de ir a casa de Preston y enfrentar lo que me espera. Cuando nos
detenemos, estoy contemplando si debería simplemente tomar mis cajas y
largarme. Sólo salir antes de que Preston pueda hablarme. Ir directo a la
zanja un poco más adelante en el camino.
—Gracias por el viaje —murmuro a Luke mientras aparca el camión
detrás del Cadillac de Preston.
Luke se queda mirando, a través del parabrisas, la casa remolque y
la gente desmayada en sillas de jardín en el pórtico delantero—. ¿De quién
es esta casa? —pregunta cuando giro la manija de la puerta.
—De un amigo. —Balanceo las piernas fuera del camión,
preparándome para saltar.
Me engancha por el codo. —¿Este es el lugar donde vives durante el
verano?
No lo miro a él, sino hacia adelante, indecisa sobre cuanto decir. —
No sé dónde voy a vivir.
—¿En serio?
—Sí. —Doblo mi brazo y me alejo de su agarre, asegurándome de
mirar hacia adelante mientras pateo la puerta del camión para que se
cierre.
Agarro mi caja de la parte trasera y camino por la calle, mientras mi
falda larga se arrastra en el suelo detrás de mí. Todo el patio está lleno de
botellas de cerveza y colillas de cigarrillos. Hay vómito en el césped y en la
grava, y la puerta de entrada del remolque está abierta. Mientras me
acerco al Cadillac, la puerta mosquitera se abre de golpe y Preston
aparece en la puerta, ahuecando su cigarrillo con la mano mientras lo
enciende. Una vez que lo tiene encendido, sopla una nube de humo y me
mira. Por la falta de sorpresa en su expresión, apuesto a que me vio
detenerme, pero no puedo darme cuenta si sigue enojado conmigo.
No dice nada mientras trota por las escaleras. Patea algunas botellas
del camino con su pie desnudo mientras camina por el sendero rocoso
sobre la calzada. Cuando llega a la parte delantera del coche, mira hacia
la calle.
—¿Quién es ese? —pregunta, haciendo un gesto con la cabeza al
camión de Luke.
—Alguien —le digo sin mirar atrás mientras me detengo en el 134
maletero del coche, debatiendo sobre la manera de hacer esto mientras
suelto la caja junto a mis pies. No quiero dejarlo pasar. Quiero permitirme
enojarme con él, porque se lo merece, pero también siento la estúpida y
constante culpa. Le debo, por darme un lugar para quedarme.
—No seas una perra. —Frota el filtro del cigarro con la yema de su
pulgar mientras se acerca a mí. No tiene camisa y los pantalones cortos
tipo cargo que está usando, cuelgan bajo en sus caderas, mostrando el
borde de su bóxer. Las bolsas bajo sus ojos y el enrojecimiento en ellos
gritan que está con resaca e irritado.
—Todavía estás enojado —le digo, con los ojos entrecerrados—.
Bueno, yo también. —Doy un paso a la izquierda para llegar a la puerta del
conductor y poder abrir el maletero, pero se mueve conmigo, bloqueando
mi camino.
—No estoy enojado —dice, parpadeando sus ojos inyectados de
sangre y luego frotándolos con su mano desocupada—. Estoy confundido,
¿qué diablos pasó?, ¿por qué demonios te fuiste así?
Cruzo los brazos. —Porque tú estabas siendo un idiota calentón.
—Me encontraba drogado —argumenta, extendiendo los brazos a
los costados—. La gente hace todo tipo de cosas locas cuando están
drogados.
—Trataste de conseguir que te follara.
—Tomé éxtasis... por supuesto que lo hice.
Lo miro boquiabierta, sin poder comprenderlo. —¿Y qué? ¿Se supone
que tengo que perdonarte porque te encontrabas drogado?
—No estoy pidiendo tu perdón. —Se rasca el brazo mientras mira
hacia la calle donde puedo oír el camión de Luke en marcha. ¿Sigue
ahí?—. ¿Y qué hiciste? Correr y follar al primer hombre que encontraste.
—¿Eso parece algo que haría yo? —le pregunto, levantando las
cejas.
Sorbe una calada de su cigarrillo. —¿Cómo diablos voy a saberlo?
Nunca dices la verdad. Apenas muestras algún tipo de reacción cuando
te pido que pretendas ser una puta para vender drogas para mí. —Se
inclina, levantando el brazo hacia un lado y me estremezco, pensando
que va a pegarme—. Dejas que ponga mis manos sobre ti como quiera, sin
siquiera pestañear. —De repente, acuna mi pecho con la mano—. No sé si
te gusta o si quieres que me detenga y cuando dices que pare ni siquiera
parece en serio.
Retrocedo y su mano cae de mi pecho. —Te estoy diciendo que 135
pares ahora mismo y lo digo en serio.
—Dices que pare, pero no hay nada en tus ojos que corresponda
con tus palabras. —Marcha hacia adelante y agarra mi pecho de nuevo,
esta vez más brusco—. Creo que secretamente te gusta, pero no quieres
admitirlo.
La intensidad del momento me está relajando. Quiero verlo explotar,
así puedo sentir más adrenalina y sentirme más sedada de mis emociones,
incluso después del hecho de que me golpeó y ahora está acariciando mi
pecho. Es obvio que está colapsado e inestable y hace que la situación
sea peligrosa. Me encanta.
—¿Esto es porque Kelley se ha vuelto a casar? —pregunto—. ¿O
simplemente estás pasando por una crisis de mediana edad?
Su cara se enrojece mientras se encorva, bajando la cara por lo que
está justo en frente mío. Su respiración está al rojo vivo y una vena grande
sobresale en su frente. —¡No soy tan jodidamente mayor que tú, Violet! ¡Así
que para con la mierda de la edad! —grita, y los músculos de su cuello se
tensan.
Una oleada de energía me estrella instantáneamente, levantando y
bajando el pecho mientras recobro el aliento, y los latidos de mi corazón
resuenan en mis oídos. Se siente como si pudiera hacer cualquier cosa en
este momento, y tal vez lo haré… tal vez hoy es el día en que voy a dar ese
paso extra y por fin volar lejos de todo esto. Mientras me devanó los sesos
en busca de algo absurdamente imprudente que pudiera hacer, él mueve
los dedos a mi brazo y tira de mí mientras se dirige hacia la casa.
Probablemente debería retirarme y correr... Tal vez cuando entre en la
casa me escaparé por fin... o cuando me golpee de nuevo. No tengo
idea. ¿Me golpeará? ¿Me importa? No estoy segura. De nada.
—Violet, ¿estás bien? —El sonido de la voz de Luke penetra
lentamente mis pensamientos y mi sobrecarga de adrenalina se desinfla
como un globo.
—Estoy bien —le digo con los dientes apretados mientras Preston se
le queda mirando por encima de mi hombro.
—¿Quién demonios es? —Las uñas de Preston perforan mi piel
mientras mira de Luke a mí y hay un ligero toque de inquietud en su
expresión, como si la presencia de Luke lo inquietara un poco.
—Mi acosador —miento, no tan entretenida como pretendo. Se
pone al día conmigo el hecho de que no tengo dónde vivir, nadie con
quien contar, ni nadie que me ayude.
—¿Qué? —La mandíbula de Preston cae mientras parpadea hacia
136
mí—. ¿Te está acechando?
—No, es sólo un chico —suspiro y luego levanto la voz—, que no me
deja en paz.
—¿Que no te deja en paz? ¿En serio? —Luke aparece de repente a
mi lado, sobresaltándome por su abrupta cercanía y la ira que se ve en sus
ojos—. Tú sigues apareciendo donde quiera que vaya.
Inclino la cabeza para mirarlo. —Porque tú me buscas. —Sé que no
es así, pero no quiero que piense que lo quiero o necesito de él.
—No te busqué ninguna de las veces que me encontré contigo —
protesta y luego sus ojos se dirigen a Preston mientras cruza los brazos
flacos sobre el pecho, y éstos se flexionan—. Y estoy seguro de que no
esperaba dejarte en la casa de un viejo pervertido esta mañana.
Siento esta ola de calor en el aire, pero en realidad no creo que se
trate de un rápido aumento de la temperatura tanto como un aumento en
la excitación en mi cuerpo. La siento en el mismo momento en que Preston
me libera de su abrazo, y su atención se lanza de mí a la casa, como si
estuviera considerando marcharse, pero al final aterriza en Luke.
Luke está a mi lado, sin preocupación mientras Preston vacila y luego
se mueve poco a poco más cerca de él. No estoy segura de si Luke me
protege, o simplemente busca una pelea, pero es bastante obvio que está
poniendo un poco nervioso a Preston. Me pregunto si él seguiría
ayudándome si supiera lo que pasa por mi cabeza, cómo me siento
fortalecida por el hecho de que en cualquier momento pueden empezar
a lanzarse puñetazos y podría quedar atrapada en el medio.
—¿Crees que algún chico punk me va a asustar? —dice Preston con
una risa falsa—. Vaya, esto es nuevo.
Luke se lame el labio inferior, que todavía está hinchado por la pelea
de la noche pasada. Sus nudillos están manchados con sangre y hay
sangre seca en su camisa. También tiene un corte en la frente que parece
necesitar un poco de agua oxigenada. Se ve muy golpeado ya, y durante
una fracción de segundo, en que me preocupo lo suficiente, considero
agarrar su brazo y alejarlo para protegerlo de hacerse daño, a pesar de
que no estoy segura que las cosas se calmen de ese modo. Pero luego se
mueve hacia adelante y se alinea con Preston, sus manos en puños. Es más
alto que Preston y más fuerte en el pecho. También parece más dispuesto
a lanzar un golpe o dos, más rudo y hecho polvo.
—¿Crees que un viejo me asusta? —Los ojos de Luke llamean con el
tono de su voz—. ¿Especialmente uno que le gusta golpear a las mujeres? 137
Al principio, estoy confundida porque Preston no me ha golpeado,
pero luego recuerdo que lo hizo anoche. Luke debió sumar dos y dos.
Preston echa un vistazo a mi mejilla sin girar la cabeza. —¿Le dijiste
que te pegué?
Me encojo de hombros, aunque no lo hice. —Tal vez.
Luke comienza a abrir la boca para decir algo y flexiona los músculos
de sus brazos. Preston se estremece, como si pensara que va a golpearlo,
entonces gira su brazo hacia atrás y le da un golpe justo en la mandíbula.
Me estremezco, tropezando hacia atrás al oír el sonido, y recordando el
dolor que sentí cuando me hizo lo mismo. Al igual que a mí, no parece
molestarle, sino enojarlo. Sin vacilar, golpea su puño contra el rostro de
Preston. Antes de que él siquiera pueda registrar lo que pasó, Luke lo
golpea otra vez, esta vez dándole a sus costillas.
Preston se balancea y le pega a Luke en el intestino. Su rostro se
contorsiona de dolor, pero no lo perturba, y antes de que Preston pueda
recuperar el aliento, Luke levanta la rodilla y lo golpea el estómago,
sacándole el aire. Estoy dividida entre correr hacia Preston y acabar con la
pelea o dejar que Luke le haga daño. Todo esto se ha descontrolado y yo
todavía le debo a Preston por darme un techo sobre mi cabeza cuando
nadie más lo hizo. Quiero ayudar a Luke, también, porque me ha ayudado
más que la mayoría.
Puedo sentir un dolor en mi pecho con sólo pensar en que se lastime.
Pero sólo me quedo de pie y los miro luchar para ver hasta dónde van a
llegar, lo peligrosas que se pondrán las cosas. Estoy tan jodida en mi
cabeza y no creo que pueda tomar una decisión en el momento, a pesar
de que se siente como si necesitara hacerlo. No parece tratarse de mí, sino
acerca de ellos golpeándose brutalmente, tal vez hasta la muerte. ¿Y y si
se lastiman? ¿O uno de ellos muere? ¿Entonces qué? ¿Soy responsable?
¿Me importa? ¿Quiero preocuparme por cualquiera de ellos?
Me quedo inmóvil, observando sus movimientos, escuchando cada
grieta mientras chocan sus huesos, su respiración rápida y la forma en que
la luz del sol los golpea. Escucho mi propia respiración, la forma en que
respiro con dificultad, el modo en que mi corazón se acelera con cada
respiración desesperada. La luz del sol comienza a vacilar y a estar fuera
de foco mientras mi visión se mancha. Esto me ha pasado un par de veces
y si no hago algo rápido, voy a colapsar.
Trato de dar un paso adelante y abrir mis rodillas, pero no puedo
conseguir que se muevan mis pies. Mis piernas, brazos y lengua se 138
adormecen y se ponen pegajosas y se siente como si una banda elástica
se envolviera alrededor de mi frente. Trato de abrir la boca para decirles
que se detengan, pero el mundo se inclina hacia un lado y caigo con él.
Me las arreglo para bajar las manos antes de chocar contra el suelo, pero
la grava raspa mis rodillas y las palmas de mis manos. La sangre caliente se
filtra. Ha pasado un tiempo desde que he tenido una sobrecarga de
adrenalina, por lo menos un par de años.
La primera vez fue un poco más difícil de tratar. Fue justo después de
que encontré a mis padres. No estoy segura de por qué hice lo que hice
cuando los encontré. Tenía la edad suficiente como para haberlo sabido y
llamar a la policía de inmediato. Pero me acuerdo de esconderme por lo
que pareció una eternidad, incluso después de que la gente se coló por la
ventana. Recuerdo lo llena que se encontraba la luna, y cómo a pesar de
que no entendía bien lo que pasaba, había un dolor insoportable en el
pecho causado por el silencio ensordecedor de la casa. Creo que fue al
amanecer, cuando por fin me atreví a ir al piso de arriba. Era el momento
en que mi padre por lo general se despertaba para el desayuno, pero la
cocina se hallaba vacía, así que fui a su habitación, diciéndome que sólo
iba a despertarlos.
Lo primero que noté fue que la puerta se encontraba abierta de par
en par, no entreabierta como generalmente la dejaban, y luego noté las
gotas de sangre en la alfombra. Segundos más tarde los vi. Se sentía como
si me hubieran dado una patada en el estómago y dejado sin aire, y mis
dedos se envolvieron alrededor del cuello. No podía respirar. Me quería
morir. No estoy segura de si era la falta de aire o mis rodillas gomosas las
que me mantuvieron en el suelo durante tanto tiempo, atrapándome allí,
mirando a mis padres empapados en su propia sangre. O tal vez fue el
hecho de que una vez que me moviera, mi vida comenzaría a avanzar de
nuevo, mientras que ellos se quedarían congelados. Para siempre.
Salgo bruscamente de mis pensamientos cuando paran los sonidos
de la pelea entre Luke y Preston. ¿Uno de ellos terminó matando al otro?
¿O se mataron mutuamente?
—Violet, ¿estás bien? —La voz de Luke, tan cerca, me sobresalta.
Mantengo mi cabeza gacha, tomando respiraciones silenciosas. —
Estoy bien.
Su sombra se mueve por encima de mi línea de visión en la grava y
luego sus brazos se deslizan por debajo de mí. Me pone de pie y me ayuda
a conseguir el equilibrio, sosteniéndome en sus brazos. Lo alejaría, pero me
siento demasiado agotada para hacer otra cosa que apoyarme contra su
pecho. Sus brazos rodean mi cintura y por el más breve de los momentos 139
no me siento completamente sola. Sin embargo, la mirada que me da
Preston, contrarresta la sensación. Su expresión severa me lastima como las
rocas que me cortaron las manos.
—Consigue tus malditas cosas y lárgate de aquí —dice, escupiendo
sangre en el suelo. Su labio está abierto, sus ojos cerrados por la hinchazón,
y hay una roncha gigante en su caja torácica.
—Con mucho gusto —contesto en un tono tranquilo, pero por dentro
quiero agarrarlo y rogarle que no me deje. Decirle que lo necesito. Se
limpia el labio con el brazo, quitando la sangre.
—Y no vengas arrastrándote a mí cuando estés sin hogar y viviendo
en la calle, porque no te recibiré.
—No voy a volver —le aseguro con una mirada ruda mientras las
lágrimas intentan abrirse camino en mis malditos ojos. Malditos ojos
traidores. Inhalo y exhalo una y otra vez, sorbiéndolas de nuevo hasta que
me siento mareada.
—Violet, vámonos —dice Luke en voz baja. El latido constante de su
corazón golpeando en mi espalda, es relajante y a la vez aterrador.
Sacudiendo la cabeza, Preston pisotea hacia el remolque, pateando
la puerta antes de abrirla y desaparecer en el interior. Los brazos de Luke se
relajan a mi alrededor mientras permanezco en su agarre con los brazos sin
vida a mi lado. Apenas puedo respirar, y mucho menos hablar, sabiendo
que dentro de poco la vida va a ponerse al día conmigo y también la
dolorosa realidad de que no tengo a donde ir. No tengo auto, y sólo
doscientos dólares a mi nombre, que quizá me consigan una habitación
de hotel por un par de días. ¿Y luego qué?
—¿Estás bien? —La voz de Luke es suave y transmite precaución,
mientras que sus brazos se aflojan alrededor de mí.
—Sigues pregúntame eso —le digo mientras miro a la puerta cerrada
del remolque. Me arden los ojos de lágrimas que casi se escaparon y mi
garganta se siente seca.
—Eso es porque no me has contestado. —Su aliento acaricia la parte
posterior de mi cabeza.
—Estoy bien —le digo—. Así que puedes dejar de preguntar.
Hace una pausa y luego retira los brazos de mi cintura y se mueve
hacia al frente de mí. Le sangra el labio y su camisa se ha rasgado, pero
aparte de eso, no le veo ningún daño nuevo. —¿Necesitas algo? ¿Agua?
—pregunta, y sus labios se curvan hacia arriba mientras me estudia con
atención—. ¿Un sedante, tal vez? —Da palmaditas en los bolsillos de sus
140
pantalones vaqueros—. Te podría dar una calada de mi cigarrillo... eso
podría ayudar a calmar un poco la ansiedad.
—No tengo ansiedad —le digo—. Estoy completamente tranquila.
Frunce el ceño con incredulidad y comienza a retroceder hacia el
coche de Preston. —Sé lo que es un ataque de pánico, Violet, y sé que la
única razón por la que estás tranquila en este momento es porque estás
agotada debido a uno.
No quiero que sea capaz de ver tanto de mí, aún mientras retrocede
sin dejar de mirarme, parece como si estuviera viendo lo que se esconde
debajo de mi piel de acero. Se agacha y coge mi caja de cosas, entonces
la lleva hacia su camión, y cuando deja la caja en la parte de atrás del
camión, obligo a mis pies a moverse hacia adelante, sabiendo que puedo
estar en el mismo lugar todo lo que quiero, pero en última instancia, voy a
tener que afrontar el futuro nublado que creé para mí. Tragando el nudo
en mi garganta, me dirijo hacia el lado del conductor del Cadillac y cierro
el maletero, luego serpenteo hacia la parte trasera del coche.
Las botas de Luke crujen contra la grava mientras camina de nuevo
por la calle, encendiendo un cigarrillo. Empiezo a apilar las cajas del
maletero, amontonándolas a mi lado. Él comienza a recogerlas
silenciosamente y llevarlas a su camión. En el momento en que termino de
descargar el maletero, se ha encargado de la mayor parte de las cajas.
Agarro la última, camino por la calle y la pongo en la parte trasera de su
camión. Luego subimos y entreabro la ventana mientras le da una calada
a su cigarrillo y el humo llena la cabina.
Pone su mano libre en la palanca de cambios y la otra en la parte
superior del volante con el cigarrillo colocado entre sus dedos. —Así que...
¿adónde quieres que te lleve?
Me encojo de hombros mientras observo a los árboles que bordean
el patio. —No tengo ni idea.
Está en silencio por un segundo, y luego da marcha atrás el camión.
No dice a dónde vamos, qué vamos a hacer cuando lleguemos allí. Todo
es tan desconocido. Como la forma en que me gusta esto, pero al mismo
tiempo me da miedo porque no voy a estar sola. Luke está aquí conmigo y
no tengo ni idea de por qué. Nadie nunca me ayudó, no así. Y me aterra,
porque quiero que esté en este momento conmigo, ayudándome.
141
8 Traducido por Kary_KsK
Corregido por Gaz Holt
Luke
Me tomó una gran cantidad de energía no patear hasta matarlo al
tipo que se enfureció con Violet. Lo sorprendente fue que, a pesar de lo
arrogante que ha sido siempre Violet, realmente parecía asustada de él.
Prácticamente iba a dejar que él la arrastrara a esa casa y le hiciera quién
sabe qué, así que intervine, a pesar de que no quería involucrarme en su
más que obviamente desordenada vida. No intervengo por cualquiera.
Quizá por Kayden o Callie, o incluso por Seth, pero de ninguna manera por
una loca y errática chica que conocí hace sólo unas semanas. Sin 142
embargo, lo hice, y ahora les puedo decir que voy a estar aún más
involucrado, porque no tiene un lugar adonde ir.
Lo más curioso es que casi parecía emocionada por ello. Sobre el
tipo gritándole, enfurecido con ella, y luego, cuando empezamos a pelear.
No estoy seguro de si me lo imaginé, pero sino, me hace preguntarme: ¿le
gusta iniciar peleas o hay alguna otra razón?
—Me puedes dejar en el centro —dice, mirando por la ventana
mientras conduzco por la autopista hacia el centro de Laramie.
Enciendo el intermitente para cambiar de carril y pasar un coche
moviéndose a paso de tortuga. —Te dejo el centro, ¿dónde?
Se encoge de hombros, apoyando la frente contra el cristal. Se ve
agotada, probablemente debido al ataque de pánico que ella insiste que
no tuvo. Pero los he visto antes, yo tenía muchos, sobre todo mientras
crecía.
Me meto de nuevo en el carril de la derecha y bajo el parasol para
bloquear la luz. —Violet… —Mantente alejado—. ¿Tienes algún lugar para ir
o estás…?
—¿Sin techo? —pregunta mientras gira un mechón de su cabello
alrededor de su dedo—. Se suponía que debía vivir allí, pero obviamente
eso no va a suceder. —Deja salir un suspiro cansado, se aleja de la
ventana y se gira en el asiento para mirarme—. Sin embargo, estoy bien.
Me puedes dejar en el centro y encontraré un lugar donde dormir.
—¿Dónde?
—Algún lugar.
Disminuyo la velocidad cuando estamos llegando a los límites de la
ciudad, donde las casas aparentemente idénticas empiezan a delimitar las
calles. —Suena como que no tienes adónde ir. —Mi mirada va a la suya.
—Puedo cuidar de mi misma —insiste.
—Nunca dije que no pudieras. —Desacelero la camioneta y el motor
ruge en señal de protesta mientras me preparo para girar hacia la calle
lateral que pasa por el parque y conduce al centro—. Sólo te estoy
preguntando si tienes un lugar para quedarte.
En un primer momento, la rabia cruza su cara y realmente creo que
me va a golpear, pero luego se recompone mientras la indiferencia posee
sus ojos. —No, no tengo —dice, y entonces fija su atención en la ventana
de nuevo—. Pero, como he dicho, puedo cuidar de mí misma.
Estoy a punto de doblar por el camino que nos llevará hasta el 143
centro de la ciudad, donde puedo hacer que se baje y dejarla ir, que es lo
que tengo que hacer. Es inestable y errática, lo último que necesito en mi
vida desde que apenas puedo cuidarme solo. Y tiene este control sobre mí
que me hace hacer cosas por ella sin siquiera preguntar. Lo odio, la forma
en que me atrae, pero parece que no puedo parar el sentimiento.
Todo lo que puedo seguir viendo es a mí a los ocho años, jadeando
por aire, con ganas de poder respirar mientras parece tan difícil. Me veo
muy parecido a Violet cuando se desplomó en el suelo, y me sentí así
cuando me fui a ese club de striptease ayer. Los dos estamos metidos en la
misma situación, sin tener a donde ir, y realmente no tiene ningún sentido
tratar de ayudarla cuando ni siquiera puedo sacarme a mí mismo de esta
situación. Sin embargo, justo en el último segundo, enderezo la rueda y me
dirijo directamente hacia mi dormitorio. No sé por qué lo hago, aparte de
que hay una parte de mí que quiere ayudarla, entenderla.
No me pregunta adónde voy, y no parece desconcertarla cuando
me dirijo al edificio de mi dormitorio y estaciono la camioneta cerca de las
puertas de entrada. Sólo hay tres coches y una pareja sentada en la
sombra bajo los árboles.
Apago el motor y espero a que diga algo, pero sigue mirando por la
ventana. Está haciendo esto difícil. No estoy acostumbrado a ser la
persona que trabaja para abrir las puertas cerradas. Soy el que quiere
mantenerlas cerradas.
—Duermes en mi cuarto hasta que me vaya mañana —le digo, y mis
ojos se abren ante las palabras mientras deslizo las claves de la ignición.
Hago una pausa, me sobrepongo, antes de mirarla—. No hay de qué.
Eso hace que gire la cabeza hacia mí. Sus ojos verdes arden y me
inclino hacia atrás en el asiento. —No pienso follar contigo, si eso es lo que
estás pensando —dice sin rodeos.
Me meto las llaves en el bolsillo. —Ni siquiera cerca de lo que estoy
pensando. —Bueno, no hasta que lo mencionó.
—¿Entonces que estás pensando? —Algo de la dureza se evapora
mientras me estudia.
—¿Honestamente? No tengo ni idea. Has jodido mi cabeza y del
todo —admito.
Parece complacida por esto. —¿Por qué?
—Porque no tengo ni idea de qué piensas, y no es normal para mí.
—¿Qué eres? ¿Adivino? —pregunta, con sarcasmo goteando de su 144
voz.
—No, solo observador.
—Bueno, tal vez no puedes saber lo que estoy pensando porque no
tengo mucho dentro de mi cabeza.
Casi sonrío al reclinarme contra la puerta y descansar los codos en el
borde de la ventana. —No creo que esté siquiera cerca de la verdad.
Creo que tienes muchas cosas en tu cabeza. Más que la mayoría, que es
por lo que tuviste un ataque de pánico.
—No fue un ataque de pánico —afirma ella, apoyando la espalda
contra la puerta—. Sólo me vi envuelta en la emoción.
Toco mi labio partido con los dedos y hago una mueca de dolor. —
¿Crees que mirar a dos tipos golpeándose entre sí es emocionante?
—Tal vez. —Hace una mueca de pesar mientras lo admite, subiendo
sus piernas en el asiento—. ¿Eso hace que me tengas miedo? —me
pregunta.
Me río, pero le tengo un poco de miedo. Miedo de cómo me hace
sentir, de la forma en la que me veo arrastrado por ella, del hecho de que
estoy pensando en ella y no en mí mismo, algo que me prometí que nunca
haría con el fin de mantener el control sobre mi propia vida. Yo y solo yo. —
Kayden se mudó. —Cambio de tema para evitar la atracción que siento
hacia ella, el dolor de necesitarla, de besarla, sentirla, de estar con ella.
Complicada, me recuerdo a mí mismo—. Puedes quedarte en su cama,
pero mañana no puedo ayudarte.
Se incorpora, desliza sus rodillas hacia su pecho y envuelve los brazos
alrededor de sus piernas, abrazándolas contra sí mientras descansa la
barbilla en las rodillas. Se ve tan vulnerable e indefensa con la guardia
baja. Me parece que no puedo pensar en nada más sino en lo fácil que
sería seducirla, jugar hasta que se entregue a mí. Recostarla debajo de mí
y follarla una y otra vez hasta que me quite esta estúpida obsesión que
tengo por ella.
—¿Dónde vives en verano? —pregunta, alejándome de mis
pensamientos—. ¿Te quedas aquí o vas a tu casa o algo así?
Me alejo de la puerta y la abro sin contestarle, listo para escapar de
la conversación. Entonces me doy prisa y salgo de la camioneta hacia la
acera, oyendo la puerta abrirse.
Ella rodea rápidamente la parte delantera de mi camioneta,
deslizándose frente a mí, con los brazos abiertos a los lados. —Eso no es
justo —dice con el ceño fruncido—. Conoces mi triste historia, por lo menos 145
parte de ella, y es justo que conozca la suya.
—Lo único que sé es que te ibas a vivir con algún viejo pervertido al
que le gusta golpearte y ahora no tienes un lugar para vivir —aclaro, y la
esquivo en dirección a las puertas de entrada.
Camina cruzando el aparcamiento junto a mí. —¿Tienes donde vivir?
Paso la mano sobre la parte superior de mi cabeza. —¿Importa?
—Tal vez.
—Esa parece tu respuesta para todo. —Me muerdo la lengua,
decidiendo si voy a gritarle que no se meta en mi puta vida o a correr
como si me persiguiera el Demonio—. No vuelvas la conversación hacia mí.
—¿Por qué? —dice ella, dándose la vuelta y caminando hacia atrás
delante de mí—. Ya sabes que no tengo casa, así que ¿cuál es el
problema si tú tampoco?
Me detengo en la acera, sintiendo algo abriéndose camino a la
fuerza en mi interior. Nunca me han preguntado este tipo de cosas. Las
personas suelen tener demasiado miedo de mí, y me gusta así. Y si se
tratara de cualquier otra chica, creo que probablemente sólo intentaría
tener una invitación a casa conmigo, pero estoy empezando a entender lo
suficiente a Violet como para saber que está tratando de que la eche por
ser un dolor en el trasero.
—Tienes razón. —Lanzo los brazos en el aire con exasperación—. No
tengo ningún maldito lugar en donde vivir. —Respiro pesadamente—. Ahí
tienes, ¿contenta?
Ella niega, mechones de su pelo volando en la brisa cálida mientras
mira a una pareja riéndose bajo los árboles. —No, en realidad no.
—Yo tampoco. —Echo un vistazo alrededor del patio del campus,
escaneando los árboles, los pocos coches en el aparcamiento, mis botas,
mirando a cualquier parte menos a ella, de lo contrario me tiraría sobre
ella, como he estado haciendo desde que me importó lo suficiente como
para seguirla a su coche después de que me pateara en la cara.
—Entonces, ¿qué hacemos? —Parpadea contra la luz del sol
cuando levanto la vista.
—¿Me preguntas qué debemos hacer? —Arqueo una ceja—. ¿De
verdad?
Ella mira a su alrededor, indefensa, y deseo que traiga de vuelta esa
actitud de desapego, por lo que no sentiría tal necesidad de ayudarla. — 146
Me estoy quedando sin ideas, pero si tengo que hacerlo dormiré en la calle
—dice.
—No vas a dormir en la calle… se nos ocurrirá algo. —Cierro los ojos
cuando me doy cuenta de que dije "nos" como si fuéramos una pareja, lo
que no somos. Somos dos extraños que siguen caminos que se cruzan y
parece que no pueden deshacerse del otro—. Si tenemos que hacerlo,
podemos dormir en mi camioneta.
—Sí, he visto lo bien que va. Eres un serio acaparador de asientos. —
Hay humor en su voz.
—Puedes dormir sentada —replico, abriendo los ojos—. O tomar la
parte de atrás.
—Guau, qué caballero —bromea con una pequeña sonrisa, y la
tensión que nos rodea se desmorona.
—No trato de ser caballeroso —digo, luchando para no sonreír—. Y
nunca intento ser uno.
—Bien, porque no quiero que lo intentes. Los chicos que dicen ser
caballeros están llenos de mierda.
—Bien… —digo—. Me alegro de que no quieras que sea un
caballero.
Sonríe, y la sonrisa alcanza sus ojos y reduce la hinchazón horrible en
su mejilla. Debe doler muchísimo. —Creo que gané esa.
No puedo dejar de sonreír, y se siente extraño y no deseado, pero
está ahí. —¿Estábamos jugando?
—¿No es así siempre? —replica ella, sacándose mechones de pelo
de la boca mientras el viento sopla a través de su pelo.
Una vez más, me saca de mi elemento, pero en lugar de continuar
perdiendo cualquier juego que estamos jugando, me rindo. —Tenemos
que ir a buscar algo de comer —le digo—. Porque no tengo
absolutamente nada en mi habitación, excepto una botella de vodka y un
limón. —Echo un vistazo hacia sus manos, cuyas palmas están cubiertas de
sangre seca—. Y tenemos que recoger un poco de agua oxigenada y
tiritas.
Dobla los dedos hacia la palma de la mano mientras se muerde el
labio. —¿Estás abandonando nuestro juego?
—¿Qué juego? —Simulo olvidarlo—. Sólo tengo hambre. Es como la
una y no he comido nada. Y el agua oxigenada es para ti: tus manos se
ven como la mierda.
147
Ella baja la mirada a sus palmas, cortadas, con la sangre saliendo, y
luego se vuelve para mirarme. —No tuviste tu comida de resaca todavía,
¿eh?
—Sí, y me estoy muriendo. Necesito conseguir unos tacos.
—¿Tacos? Pensé que dijiste que no te gustaban las hamburguesas.
—Los tacos son de carne molida. No son hamburguesas.
—Papa, papa. Es casi lo mismo.
—No lo es —sostengo mientras doy la vuelta y volvemos de nuevo
hacia la camioneta—. Es completamente diferente.
—Tal vez deberías ir a lavarte primero. —Pasa el pulgar por el lateral
de mi labio y la conexión envía emociones indeseadas a través de mi
cuerpo. Tengo que apretar los puños sólo para no agarrarla y chocar sus
labios contra los míos. Ella retira la mano y se limpia frotando el índice y el
pulgar—. Tienes sangre en la cara y en la ropa.
Me encojo de hombros, sofocando el deseo de tirar de su mano
hacia mí, arrancarle la ropa y doblarla sobre el capó de mi camioneta. —
Estoy muy bien con el aspecto de un hombre que acaba de patear a
alguien hasta matarlo, pero si estás demasiado avergonzada de que te
vean conmigo, te puedes sentar en la camioneta.
—¿Un hombre que acaba de patear a alguien hasta matarlo? —
reflexiona, parándose en la puerta del copiloto de mi camioneta, con la
mano por encima de la manija de la puerta del coche—. ¿O un tipo que
acaba de ser pateado en el culo?
No puedo saber si está jugando conmigo o no, pero es a la vez
emocionante y me irrita en formas que no creí posibles. La mitad del
maldito tiempo no tengo ni puta idea de si está hablando en serio o no.
Siendo un fanático del control, debería correr; sin embargo, tiene el efecto
contrario cuando se trata de ella.
Decido darle una probada de su propia e intensa medicina,
confundirla un poco, recuperar la ventaja y, ojalá, espantarla. —¿Estás
diciendo que no soy rudo? —Me coloco delante de ella, tratando de que
retroceda hasta la camioneta, pero se queda quieta—. ¿O que no soy un
hombre?
—No digo nada de eso —dice con una mirada ardiente en sus ojos
que casi me manda volando por los techos. Cuanto más intenso me
pongo más se emociona, lo que me da ganas de ser aún más intenso—.
Aunque supongo que, a pesar de ese hecho, todavía estás a punto de
demostrarme que eres ambas cosas. 148
—¿Es eso lo que quieres que haga? —Mi voz sale ronca. Esto no está
funcionando como quería, mi plan de mantener la distancia me salió al
revés. Doy un paso hacia delante y luego otro, hasta que casi le piso los
pies. Sigue sin retroceder y me frustra aún más—. ¿Qué te demuestre lo
rudo que soy o lo hombre que soy?
Aprieta los labios: su mirada es firme y agita las pestañas. —No quiero
nada de ti, Luke. Estoy diciendo simplemente lo que hay en mi cabeza. Y
cuanto más tiempo estés a mí alrededor, más te darás cuenta de eso.
¿Cuánto más tiempo esté a su alrededor? Carajo. Estiro la mano por
el lado de ella y agarro la manija de la puerta de la camioneta. —
Entonces, ¿no piensas que soy rudo? —pregunto.
—Creo que tú quieres mostrarme lo rudo que eres y lo hombre que
puedes ser —dice.
Pongo mi otro brazo al otro lado de ella, de forma que queda
atrapada entre mis brazos. La mayoría de las chicas en esta posición
tendrían que retroceder hacia la puerta, pero se mantiene firme,
negándose a dejar que la controle como quiero desesperadamente.
—¿Y cómo te lo mostraría? —Bajo la voz hasta que es un gruñido
ronco, esta vez intencionalmente.
—Estoy segura de que tienes tus maneras —responde ella, con la
mirada vacilante en mi boca mientras me inclino hacia delante y nuestros
cuerpos se juntan.
Necesito toda mi fuerza para no asirla por las caderas y empujarla
suavemente hacia atrás. En cambio, me inclino más allá, y nuestros labios
están cada vez más cerca. —Tengo mis maneras… —Me humedezco los
labios y siento el escozor del corte. Me recuerda todo lo que acabo de
presenciar, con ella, conmigo. Sé que si la beso probablemente la
empujaré por la puerta abierta y la tiraré sobre el asiento del auto, aquí
mismo, a plena luz del día. No me preocuparía de que nos vieran. Nunca lo
hago. Solo quiero tratar de recuperar este maldito control, la necesidad
que ella está poniendo en mí. Pero entonces, ¿qué pasaría después de
que todo terminara? ¿Podríamos ir a buscar tacos y regresar a mi
dormitorio y pasar el rato? Sí, eso no parece posible, pero tampoco lo
parece follarla y luego echarme atrás. Estoy demasiado metido en ella, y
no estoy seguro de cómo escapar, o si puedo escapar a estas alturas.
Aprieto los puños mientras peleo contra el impulso de cerrar los ojos y
besarla hasta que apenas pueda respirar. Me siento débil en el momento
en que tomo la manija y empiezo a tirar de la puerta para abrirla, porque
estoy eligiendo sentir los viles y patéticos sentimientos de mi pasado — 149
cómo hice cosas que no quise hacer, cómo mi madre ensució mi cabeza,
cómo no tenía control sobre mi vida. Era una marioneta. Era débil. No
quiero ser esa persona nunca más.
Espero a que Violet salga del camino para poder abrir la puerta,
pero no se mueve, y yo soy el que termina dando un paso atrás, perdiendo
de nuevo. Es un lugar inquietante al que he llegado y no sé qué hacer con
ello, además de beber hasta entrar en un estado de estupor y clavar mi
puño en cualquier cosa que se interponga en mi camino. Mi cuerpo
tiembla mientras mi mente anhela el ardiente y dichoso sabor del alcohol.
—Entonces, ¿dónde conseguimos tacos? —Me rodea y salta dentro
de la camioneta tomando su falda mientras mete las piernas en ella.
—Tú escoges —digo al cerrar su puerta.
Sonríe, con una sonrisa simple, ni siquiera dándome el beneficio de
una real. —No me importa —dice mientras me subo a la cabina. Entonces
golpea los pies sobre el tablero y descansa la cabeza contra el asiento,
pareciendo tan tranquila como puede estarlo.
Me pregunto si de verdad lo siente. Si hay algo que le importe, y si
está empezando a importarme.
9
Traducido por lunnanotte & Edy Walker
Corregido por Cami G.
Violet
Vamos a comprar tacos, nos detenemos en una farmacia, paramos
en la tienda de electrónica a recoger un nuevo teléfono para él porque
aparentemente perdió el suyo la última noche, y luego volvemos a su
dormitorio. La conversación es tan ligera como el aire, lo que la hace
complicada en mi libro. Es demasiado fácil estar alrededor de él y no se
supone que sea de esa manera con nadie. Las cosas se supone deben ser
difíciles, así sería más fácil mantener alzados mis muros y quedarme 150
apartada, por lo que si —y cuando— él decida salir de mi vida, sea como
que si nunca hubiera estado allí en absoluto.
Pero puedo sentir mis muros derrumbándose, especialmente cuando
no me besó mientras estábamos en su camioneta. Podría haberlo hecho;
sé que quería. Probablemente también se lo hubiese permitido, aunque
solo fuera para probar la descarga de adrenalina que se formó en la
punta de mi lengua al segundo que se inclinó hacia mí. La manera en
que era súper consciente del calor de su cuerpo y el mío era desconocida,
me aterraba. Todo lo que quería hacer era silenciar el miedo que
despertaba dentro de mí, pero cuanto más cerca estaba, más tranquila
me sentía por dentro. Él era mi escape de mis emociones, a pesar de que
las ponía en mí al mismo tiempo. Era una sensación muy extraña y tuve un
momento difícil decidiendo qué hacer. Así que solo me quedé allí y lo dejé
decidir, y, eventualmente, se echó para atrás, y yo me quedé aliviada y
decepcionada.
Todavía estoy analizando por qué. La única conclusión a la que
puedo llegar es que con todo el estrés de estar sin hogar y la policía yendo
mañana al departamento ha causado que mi cabeza se quiebre y no
piense claramente.
Solo minutos después de estar en su dormitorio, me deja sola para
tomar una ducha. No ha empacado casi ninguna de sus cosas, lo que me
hace preguntarme qué es lo que hará cuando llegue la mañana.
Empapo una bola de algodón con agua oxigenada y la presiono
sobre mi mano, sintiendo el chisporroteo contra mi sucia y raspada piel.
Ahora tengo $7.56 menos, todo porque Luke no quería que consiguiera
una infección. Yo estaba bien con el riesgo, pero él insistió en que no era
seguro. Casi me reí de él, si solo supiera lo insegura que puede ser la vida
para mí.
Me desplomo sobre la cama que no tiene una sábana, solo un
colchón, la única cosa que era de Kayden, supongo, y me quedo mirando
el techo, girando la bola de algodón alrededor de mi mano. Arde y hace
que me duela la palma, pero lo dejo contra mí mientras calculo mi
siguiente paso.
Nunca he tenido un amigo antes, si eso es hacia donde nos estamos
moviendo Luke y yo. Preston y Kelly eran lo más cercano a amigos que
jamás he tenido, pero ellos eran más como mis locas niñeras/caseros que
cualquier otra cosa. No había nadie que realmente se preocupase lo
suficiente por mí como para convencerme de comprar agua oxigenada y
curitas para limpiar alguna corte y cuidar adecuadamente de mí misma. 151
Nadie que golpeara a alguien simplemente porque estaba manoseando
mi pecho. Luke había golpeado a Preston en la cara con su puño sin
pensarlo dos veces.
Mi corazón empieza a bombear con más fuerza mientras pienso en
ello, la manera en que lo hizo sin ninguna vacilación, cuando la puerta del
dormitorio se abre y Luke entra. Lleva una toalla envuelta alrededor de su
cintura, su piel todavía un poco húmeda por la ducha. Sus músculos
magros tallan su estómago, junto con un enorme moretón que
probablemente recibió en la pelea. Tiene un serio conjunto de tatuajes. La
mayoría están bosquejados en tinta negra y formas tribales, excepto por
una inscripción que es demasiado pequeña como para que pueda leerla
desde tan lejos.
Dejo caer mi brazo sobre mi cabeza, incapaz de apartar mis ojos de
él. —Me gustan tus tatuajes.
Pone su ropa sucia en la cómoda y cierra la puerta con el pie, su
frente curvándose hacia arriba. —¿Eso fue un cumplido?
—Tal vez.
Se hunde en la cama frente a mí y desaparece de mi línea de visión.
—Tú también tienes algunos, detrás de tu cuello, ¿cierto?
—Sí, dos —digo, volviendo mi concentración hacia el techo, mi
mano acunando la reseca bola de algodón—. Aunque tengo más.
—¿Dónde?
—Es un secreto.
Hace una pausa y el colchón rechina. —Así que, ¿qué quieres para
dormir? Estoy algo cansado.
Sacudo la cabeza, escuchando el golpe seco de mi corazón en mi
pecho. Incluso a pesar de que estoy cansada, si me quedo a dormir
entonces tendré que pensar en lo que pasó, y si pienso sobre lo que pasó
tendré que considerar cómo me siento sobre ello, y si lo siento, solo voy a
querer levantarme y hacer algo imprudente. Entonces, después, podría
estar conforme y conseguiría cansarme, queriendo dormir, y todo el
proceso comenzará de nuevo. Es un círculo vicioso. —No estoy cansada
en absoluto.
Suspira tristemente. —Entonces, ¿qué quieres hacer?
Me impulso sobre mis codos para mirarlo, fijando mi atención en su
mandíbula hinchada en lugar de donde su toalla está empezando a
abrirse. —¿Qué haces normalmente un sábado por la noche?
Se estira y alcanza una botella de Jack Daniel‘s que hay sobre el 152
escritorio frente a su cama.
—Emborracharme y tener sexo.
Observa mi reacción mientras inclina la cabeza hacia atrás y toma
un trago. —¿No es malo para ti emborracharte… al ser diabético?
Cambia su peso incómodamente y luego aparta la mirada hacia la
ventana. —Estoy bien. No hago nada que no pueda manejar.
Me parece que lo estoy molestando y no sé por qué. Pero dejo el
tema, desde que soy la última persona que debería estar sermoneando a
nadie sobre qué es bueno y malo para ellos. Me siento y me deslizo hasta
el borde de la cama, plantando mis pies en el suelo. —Bueno, si
emborracharte y tener sexo es lo que quieres hacer, vas a tener que ir a
divertirte solo —digo—, porque yo no hago ninguna de esas cosas. Bueno,
bebo algunas veces, pero no mucho. —Le doy la verdad, pero no
deliberadamente. Mi cerebro está claramente cansado.
Sus ojos se dirigen inmediatamente a mí mientras se ahoga, y el
alcohol salpica fuera de su boca y sobre la alfombra, haciendo que mi
confesión valga la pena. —¿Qué? —escupe, dejando la botella de nuevo.
—¿Qué? Beber me hace actuar de forma perversa y algo loca, así
que trato de evitar, a menos que quiera actuar de manera vil y loca. —Sin
embargo, sé que no se atragantó por eso. Se atragantó porque dije que
soy virgen.
—¿Quieres decir más de lo que ya eres? —pregunta
cautelosamente, limpiándose los labios con la mano.
Cruzo las piernas y la división de mi falda se abre, revelando mis
muslos. Noto que su mirada viaja hacia ellos, sus ojos ardiendo con algo
que he visto en los ojos de los chicos muchas veces. No puedo evitar
preguntarme si Luke podría ser mi cosa imprudente en el momento si
decido que quiero ir por ese camino. La manera en que golpeó a Preston,
sin siquiera pensar, y la pelea del club de striptease… lo hacen parecer un
tipo peligroso, lo que me hace pensar que él podría alimentar mi deseo.
Pero, ¿realmente quiero involucrarme? ¿Sentir una conexión? Porque
cuando me besó en la camioneta, sentí algo más que entumecimiento.
Sentí una chispa. Vida. Necesidad.
—Sí, así que imagina lo mal que puedo ponerme —digo.
Su acalorada mirada pasa de mis piernas a mi cara. —
Probablemente una cosa buena, entonces.
Sus dedos buscan de nuevo la botella, sus ojos ardiendo todavía fijos
en mí. Toma otro trago, mirando por encima de la botella hacia mí.
153
—¿Te hace sentir incómodo? —pregunto, inclinándome hacia atrás
sobre mis manos, divertida por que lo estoy haciendo tensarse respecto al
hecho de que soy virgen, sin embargo, no hará comentarios al respecto—.
Esa soy yo.
Él deja la botella otra vez y su lengua se desliza fuera de su boca
para humedecer su labio cortado.
—¿Que me haga sentir incómodo el escuchar que te comportas de
forma loca y viciosa cuando bebes? ¿Por qué lo haría cuando ya eres de
esa manera sobria?
—No te hagas el tonto —digo—. Sé que estás pensando sobre que
acabo de decirte que soy virgen, lo cual es la razón por la que escupiste tu
bebida sobre todo el piso… porque te hace sentir incómodo saber que no
he tenido sexo.
—No, pero tu franqueza lo hace. —Se frota los ojos con las manos
para ocultar cualquier mirada que cruce su cara—. Yo… yo solo no
entiendo cómo… —Baja sus manos a su regazo—. Cómo tú… —Sus ojos se
deslizan por mi cuerpo, deteniéndose más tiempo sobre mis piernas y luego
sobre mi blusa transparente—. ¿Cómo podrías ser una?
—Una virgen. —La palabra misma parece hacerlo sentir incómodo,
por lo que solo me hace querer decirlo más—. ¿Por qué no entiendes
cómo? No todo el mundo quiere tener sexo.
—Sí, pero… —Se detiene, evaluándome con sus intensos ojos color
café, y ahora soy la única que tiene que trabajar para no sentirse
inquieta—. Te vistes de la forma en que te vistes y actúas de la manera en
que actúas… tonteas con chicos… no tiene sentido.
—Me visto de la manera que quiero —le digo, metiendo mis manos
debajo de mis piernas para tratar de mantenerme quieta—, y actuó como
necesito, pero no entiendo por qué eso te haría pensar que soy una puta…
¿Es debido a Callie? Creo que ella podría haber pensado que era una
puta o algo así.
—¿Por qué pensaría eso?
Me encojo de hombros. —Probablemente por las mismas razones
que tú piensas que lo soy.
—No pensaba que fueras una puta —insiste—. Solo pensé… —Sus
ojos se agrandan y luego se aclara la garganta—. Bien, bueno, así que si
no puedo beber ni tener sexo, entonces ¿qué más hay para hacer?
—Tú puedes hacer lo que quieras. —Pongo mis manos sobre mi 154
regazo—. Solo dije que no bebo ni tengo sexo.
Él busca la botella de nuevo e inclina la cabeza hacia atrás,
derramando las últimas gotas por su garganta. Se levanta y arroja la
botella a la basura al pie de la cama. Me muerdo el labio observando sus
músculos ondularse como cuando peleaba con Preston.
—Podríamos jugar a las cartas —sugiere, abriendo la puerta del
armario.
Se agacha para recoger una camisa del suelo y la toalla se desliza
más y más abajo por sus caderas. No estoy segura de sí estoy tan
fascinada con su cuerpo como la forma en que mi cuerpo está
reaccionando ante la vista de él. Vigorizado. Excitado. Nunca me he
sentido excitada por un chico antes. O he estado desinteresada o he
tenido miedo. Con la gente en general.
En cualquier caso, quiero sentirlo más, dejarlo derramarse sobre mí.
—¿Cartas?
Tiene un tatuaje en su omoplato, un dragón. Toco detrás de mi
cuello, donde está mi propio tatuaje de dragón, mientras él se pone de pie
de nuevo y se gira con una baraja de cartas en la mano. —Pero el
acuerdo es que no podemos jugar por dinero.
—Bien, porque no tengo suficiente dinero para jugar —digo,
evaluando todavía su cuerpo, pero más discretamente.
—Tampoco yo. —Se sienta en la cama con las piernas por del borde,
por lo que no está mostrándome nada, y pone las cartas en su regazo—.
Aunque nunca juego al Texas Hold ‗Em1 solo por nada.
—¿Por qué no?
Se aclara la garganta. —Porque así aprendí a jugar.
—¿De quién? —También aprendí a jugar por alguien, y por dinero.
Una pareja con la que viví durante unos seis meses usaban estas fiestas
para jugar a Texas Hold ‗Em y me sentaba junto a la mesa mientras el Sr.
Stronton, que me explicaba las reglas. Conseguí ser bastante buena en
eso, pero ha pasado un tiempo desde que jugué.
Corta la baraja en dos y las mezcla. —De mi papá. —La forma en
que lo dice, su voz, me hace especular si le sucedió algo a su padre.
—¿Dónde está ahora? —Me pongo de pie, ajustando mi falda.
Alinea las cartas sobre la cama, mirándome. —Vive en California.
Cruzo la habitación hasta su cama, sentándome. La sábana azul 155
balanceándose debajo de mí mientras me siento y me pongo cómoda. —
Entonces, ¿por qué no simplemente te vas a vivir con él?
Toma el paquete de cartas barajadas en su mano. —Es complicado.
—¿Qué hay sobre tu madre? —pregunto.
—Todavía más complicado. —Sus nudillos se vuelven blancos
mientras tensa su agarre sobre las cartas—. ¿Qué hay sobre tus padres?
¿Qué les sucedió?
—Me dejaron en la puerta de los vecinos cuando tenía seis meses —
miento despreocupadamente. Lo he estado haciendo durante años,
inventando historias elaboradas para evitar la dolorosa verdad de lo que
ocurrió cuando los extraños me preguntan—. Supongo que no me querían
o algo.
Corta el mazo equitativamente por la mitad. —¿Esa es la verdad?
¿O estás inventando una historia?
—¿Por qué inventaría una historia sobre eso? —pregunto
inocentemente, metiendo mi pierna por debajo de mí. De nuevo sus ojos
van a mis piernas, gradualmente a la deriva hasta mis muslos.
Es de noche. Tan oscuro. ¿Por qué tiene que ser tan oscuro? Mis
piernas tiemblan casi tanto como cuando estaba en la planta baja, pero
no deberían. Las personas que dan miedo se fueron y estoy bien. La señora 167
parece que me vio, pero no dijo nada. Soy libre. Ellos no me hicieron daño.
Todo va a estar bien. Pero ¿por qué no se siente de esa manera?
Me paro frente a la habitación de mis padres durante una eternidad.
La puerta está abierta, por lo que es fácil entrar, sin embargo, parece tan
difícil, como si estuviera entrando a una casa encantada y algo fuera a
extender la mano y a agarrarme en cualquier momento. Me duele mucho
el corazón, y quiero llorar, pero no lo hago. ¿Por qué? Finalmente, levanto
mi pie sobre el umbral y entro en la habitación. Parece estar más oscuro
aquí, pero hay más luz que entra desde la ventana. La alfombra es suave
contra mis pies, aunque pica. Mi oso de peluche es lo único que parece
consolarme, pero es como si en cualquier momento fuese a desaparecer
de mis manos.
Entonces veo a mi madre tirada en el suelo y por un segundo todo se
siente como que va a estar mejor. Ella se encuentra aquí y no estoy sola. —
Mami. —Me arrodillo a su lado, acariciando su cabeza una y otra vez. Mis
manos tiemblan mientras siento una capa de sustancia caliente y líquida
en mi piel—. Mamá, despierta. —No se mueve, su cuerpo reposa sin vida
en el suelo junto a la cama. Esto no está bien. La habitación no debería de
ser tan silenciosa. ¿Por qué me siento tan sola?
—Violet. —Me sobresalta el sonido de una voz… Mi papá. Me
levanto de un salto y me precipito hacia el otro lado de la cama. Él está
sentado, agarrándose el pecho con su mano, la sangre corriendo por su
brazo mientras respira muy fuerte, y puedo oír el dolor en ella.
—Papá. —Corro hacia él, agarrando mi oso en mi mano—. ¿Estás
bien… estás bien…? —Antes de que pueda llegar a él, su respiración se
detiene. Y estoy sola de nuevo.
168
10
Traducido por Jasiel Alighieri & Vanessa VR
Corregido por Niki
Luke
Estoy jodiendo todo mi sistema, en el que he trabajado tan duro
para crearlo. Pasé años y años bajo el control de mi mamá, limpiando
después de ella, escuchando sus peroratas, permaneciendo dentro
cuando ella me decía que estaba demasiado nerviosa para quedarse
sola. Falté a la escuela cuando me lo pidió, escuchándola tocar la guitarra
y cantar cuando lo único que quería hacer era pasar el rato con mis
amigos. Hubo algunos momentos en los que ella dejaba venir a Kayden, y 169
yo conseguía algunos para ir a su casa, pero eran pocos momentos y
distantes entre sí, y siempre me haría pasar más tiempo con ella.
Afortunadamente, Kayden nunca vio ninguno de sus episodios más
intensos, pero se daba cuenta de que algo andaba mal, al igual que yo
sabía que a veces su padre le golpeaba y gritaba. Era nuestro acuerdo
tácito. Mantenía sus secretos si él mantenía los míos.
Y lo hicimos, sin dejar de vivir bajo la retención de nuestros padres.
Pero una vez que pude salir de la casa por mi cuenta, había acabado.
Con todo. Iba de fiesta y follaba con chicas, y casi nunca llegaba a casa,
dormía en mi camión la mayoría de las noches. Me encantaba el sabor de
la libertad y lo encontraba a menudo en la interminable cantidad de
consumo de alcohol y sexo sin sentido. Era mi sistema. Beber y follar. Ir a la
escuela. Jugar al fútbol. Obtener buenas calificaciones. Sobresalir en las
partes más importantes y cubrir las partes agrietadas y jodidas de la vida.
Las piezas rotas que nadie ha visto, las que enterré en el alcohol y
haciendo lo que mejor hago —tomando el control de una chica y
follándola hasta saber que ella haría cualquier cosa por mí, para luego
alejándome.
Todos los instintos que he arraigado en mi cabeza me dicen que
haga eso con Violet, follar y correr. Pero la cosa es, que si trato de hacerlo,
ella probablemente no se entregará a mí, y desde que nunca he
experimentado el rechazo de una chica, no estoy seguro de cómo iría. Me
preocupa quedarme con la fealdad de mi necesidad de controlar un
enjambre dentro de mí. Me sentiría débil, como lo hacía cuando era un
niño. Y me odiaba a mí mismo cuando era un niño, odiaba la vida.
Cuando me despierto en mi cama mirando al techo, contemplando
el lío en que me he metido, el sol está saliendo frente a mi ventana. Violet
duerme a mi lado en la cama, con los pies al lado de mi cabeza.
Estábamos lado a lado cuando nos quedamos dormidos, pero ella debe
de haberse movido en su sueño. Con su falda subida, casi puedo ver todas
sus largas piernas, y su pelo está a su alrededor, el diamante en su nariz
brillando a la luz del sol. Puedo oír el leve sonido de su respiración, y
encuentro consuelo en ella y en su calor corporal. No lo entiendo. Mi
interés en ella debe desaparecer. Ella me dijo que no era una suicida y la
creo, lo que debería significar que puedo dejarla ir. Pero cuanto más
hablaba con ella, más parecía que su vida era tan jodida como la mía, y
hace que me interese aún más, no sólo en follarla, sino en llegar a
conocerla. Quiero saber quién es, por qué hace las cosas locas que hace.
Porqué se ve tan desprendida la mayor parte del tiempo, y qué causa las
pocas sonrisas y la tristeza que veo en sus ojos.
Sigo mirando el techo hasta que amanece completamente. Me 170
dispongo a saltar de la cama para vestirme e ir a tomar un café, cuando,
de repente, Violet comienza a enloquecer. Respira profundamente,
arqueando su cuerpo a medida que abre sus ojos hacia el techo.
Parpadea y jadea en repetidas ocasiones mientras sale de su estupor.
Estoy medio sentado cuando ella me descubre mirándola. El
distanciamiento que hay normalmente en sus ojos fue sustituido por pánico
y el miedo, y casi echo mis brazos a su alrededor para sostenerla. Pero
luego se da la vuelta rápidamente sobre su estómago, sacudiendo la
cabeza mientras presiona su cara contra mi colchón. Levanta los hombros
mientras aprieta los puños y grita contra el colchón. No sé qué hacer, si
debería hacer un movimiento antes de que se ahogue a sí misma, o dejar
que salga lo que sea que se esté liberando de ella.
Después de un montón de respiraciones profundas, se da la vuelta
con cuidado y se sienta. Su mejilla se encuentra todavía un poco
hinchada, sus pupilas están dilatadas y brillantes, y parece que estuviera
drogada, ninguna emoción evidente en su expresión. ¿Cómo puede ser
eso posible, cuando hace un segundo parecía una loca asustada?
—¿Estás bien? —me atrevo a preguntar, y luego coloco una mano
en su rodilla, necesitaba tocarla, por razones que todavía estoy tratando
de averiguar.
Ella frunce el ceño hacia mi mano.
—Estoy bien. —Se escabulle hacia un lado y mi mano cae de su
pierna al colchón.
No estoy seguro de si presionarla o no. Sé que no querría ser
presionado si hubiera despertado de esa manera.
—¿Estás segura?
Ella asiente y se pone de pie, estirándose. Su espalda se arquea
mientras bosteza, su pelo negro y rojo es una maraña corriendo por su
espalda. Todo en lo que puedo pensar es en lo mucho que quiero agarrar
un puñado de su pelo y guiarla a mis labios, no para conquistar, sino por
alivio.
—Así que ¿cuándo vamos a bajar al apartam…? —Se interrumpe
cuando alguien llama a mi puerta.
Mis cejas se hunden a medida que me levanto y abro la puerta,
preguntándome si me vienen a expulsarme. Seth entra pavoneándose,
con Greyson pisándole los talones, y luego hace una doble toma cuando
ve a Violet, que no hace nada más que mirarlo fijamente con aire
aburrido. 171
—Está bien, estoy muy confundido. —Se queda mirando a Violet
como si fuera alguna especie extraña en peligro de extinción—. ¿Qué
hace ella aquí? ¿Y por qué parece que conseguiste que te patearan el
culo?
Violet baja sus manos y se vuelve hacia mí.
—Voy a salir… me pondré al día contigo más tarde, tal vez.
Atrapo su brazo mientras ella trata de pasar por delante.
—Tenemos que llegar hasta los apartamentos. Tendremos suerte si
todavía podemos conseguir uno.
—Espera un minuto —dice Seth, elevando sus manos enfrente de él
mientras abre la boca—. ¿Vas a vivir con ella? —Seth es una persona muy
directa y por lo general no me importa porque yo también puedo ser de
esa manera, pero dirigir su franqueza a Violet en este momento no parece
ser una buena idea.
—Sí, y no es gran cosa. —Echo un vistazo a Greyson, el más sensato
de los dos, para obtener ayuda.
Greyson se adelanta y pone su brazo alrededor del hombro de Seth.
Él es un poco más alto que Seth y un poco más informal, cuando se trata
de ropa, vestido con colores más oscuros, como grises y negros, mientras
que Seth lleva colores más brillantes; creo que a él le gusta destacar.
—Relájate —dice Greyson—. Somos todos amigos aquí.
—En realidad no. —Seth mira a Violet de arriba abajo—. Lo único
que sé de ella es que puede ser una puta a veces con Callie, siempre
haciendo que se quede fuera de la habitación cuando amarra ese
maldito pañuelo rojo alrededor de la perilla de la puerta para poder tener
su camino libre con hombres indefensos.
—¿―Hombres indefensos‖? —pregunta Violet, cruzando los brazos
sobre el pecho, un brillo divertido en sus ojos—. ¿Estás insultando a tu
propio sexo?
—No, estoy diciendo que eres una zorra que manipula a las personas
de tu alrededor —replica, y Greyson se encoge notablemente.
Violet se mueve hacia delante, inclinando la cabeza hacia un lado.
—¿Y qué si soy una puta? Esto no me convierte en una zorra. —Ella me
lanza una mirada fugaz que me lleva ser precavido y mantener mi boca
cerrada sobre el secreto de su virginidad. Un secreto en el que intenté no
pensar en toda la noche, pero fue imposible.
172
—Sí, sí lo hace —chasquea Seth—. Eres mala y mandona, y no te
preocupas por nadie más que por ti misma.
—Oye, Seth, déjala —le digo, disparándole una mirada de
advertencia.
Violet me dirige una mirada de muerte.
—No necesito que me defiendas.
—Sí lo haces —le aseguro, que es claramente lo que no debía decir.
Sus ojos se oscurecen, y Greyson se ve un poco preocupado, inclinándose
hacia atrás, mientras Violet parece a punto de atacarnos a todos.
Seth lamentablemente no capta el ambiente, saliendo de debajo
del brazo de Greyson y yendo hacia Violet.
—Sí, no necesitas a nadie, ¿verdad? Estás perfectamente bien
dándole órdenes a la gente a tu alrededor.
Ella despliega sus brazos y da unos pasos hacia delante,
disminuyendo el espacio entre ellos aún más. Quiero creer que no va a
hacer nada, pero la he visto hacer muchas cosas locas como para hacer
alguna suposición sobre Violet Hayes. Decidí dar un paso adelante, y me
maldije mentalmente a mí mismo de nuevo por sentirme tan atraído por
ella.
—Oye. —Me coloco entre los dos y miro a Violet—. Vamos a tomar
un café e ir a los apartamentos.
—Eres un maldito loco si vas a vivir con ella —dice Seth en voz alta, y
segundos más tarde oigo una bofetada, probablemente de Greyson
dándole una palmada en el brazo o algo así.
Violet me mira sin siquiera parpadear y sus labios se aprietan en una
línea firme. Puedo oír las suaves inhalaciones de su respiración irregular
mientras lucha por respirar sin hacer ruido.
—Fuera de mi camino —dice de manera uniforme.
—¿Por qué? —pregunto–. ¿Vas a ir a por Seth o a tratar de salir?
—¿Importa?
—Sí.
Parpadea, sin palabras, pero luego sacude la cabeza.
—Voy a salir.
Sacudo la cabeza y mantengo los pies plantados con firmeza.
—Entonces no me muevo.
173
—Está bien, entonces voy a por Seth —dice con una actitud burlona
mientras se pone a un lado—. Ahora, por favor, sal de mi camino.
Imito su movimiento y ella me mira furiosa a través de sus espesas
pestañas.
—Luke…
Me inclino, bajando la voz.
—No te voy a dejar salir de aquí cuando estás obviamente molesta y
te comportas de forma irracional.
—No soy irracional —argumenta, y luego traga saliva—. ¿Y qué
importa si lo soy?
—El hacer autostop. —Cuento con mis dedos las muchas cosas
imprudentes que la he visto hacer durante las pocas semanas que la he
conocido—. Meterte en una pelea en un bar, tráfico de drogas, saltar por
la ventana, dejar que algún tipo se muestre rudo contigo.
—Hago esas cosas cuando estoy siendo racional —murmura.
—¿Qué? Eso no tiene ningún sentido.
Mira a Seth y a Greyson por encima del hombro.
—Sí, sí… ahora déjame ir.
—¿Tenías una pesadilla? —le susurro—. ¿Es por eso que te
despertaste con pánico?
—Estoy bien —susurra de nuevo, aspirando un lento suspiro. Sus ojos
se aguan y me pierdo en su emoción, mi mano va a la deriva por su mejilla
para acariciar su piel. Ella retrocede ante contacto cuando extiendo los
dedos sobre su mejilla—. Por favor, sólo déjame salir —suplica—. Por favor,
sólo necesito un momento.
Joder. Quiero darle un beso ahora mismo, tirar de ella contra mí y
simplemente abrazarla. Podría tratar de echarle la culpa al hecho de que
se ve tan vulnerable, y sólo quiero aprovechar la oportunidad de tocarla
cuando tienes la guardia baja, pero no es así. Sé en el momento en el que
da un paso atrás y la dejo ir, que simplemente es porque ella dijo que era
lo que necesitaba en ese momento. Nada más.
No me da las gracias, se apresura a alejarse de mí y no me doy la
vuelta para verla irse. Acabo de hacer algo único por alguien más, tirando
todas mis propias necesidades a un lado, y no tengo ni idea de qué hacer
con eso.
Una vez que oigo la puerta cerrarse, me repongo antes de dar
media vuelta, fingiendo que no pasó nada. 174
Seth sacude inmediatamente la cabeza hacia mí, estupefacto.
—¿Qué demonios fue eso?
—Nada. —Me dirijo a mi escritorio para limpiarlo. Con cada artículo
que pongo en la caja, me siento más ligero porque pronto voy a tener un
lugar para vivir y no es de vuelta a casa—. Ella simplemente necesitaba un
lugar para pasar la noche.
Se acerca y se inclina para captar mi mirada.
—Eso no. Ese pequeño y extraño momento que acaban de
compartir.
—No comparto momentos con nadie. —Miro por la ventana,
manteniendo un ojo en el patio de enfrente del edificio para verla salir.
—Eso dices —dice Seth—. Y nunca te he visto hacer nada que lo
contradiga, hasta hace un momento.
—Seth, tal vez deberíamos dejarlo —dice Greyson, apoyado contra
la puerta.
Recojo mis lápices y el cuaderno de la mesa, junto con la funda de
cuero que lleva mi insulina y las agujas, y las coloco en una caja. Me relajo
cuando veo a una chica con el pelo oscuro y rojo caminar por la hierba
de abajo.
—Sí, por favor, déjalo. No tengo suficiente alcohol en mi sistema por
el momento. —Me aparto de nuevo de la mesa hacia la mini nevera—.
Hablando de eso. —Me agacho y abro la nevera, sacando una botella de
vodka, con la esperanza de que va a ahogar lo que acabo de hacer.
Greyson se sienta en la cama y sacude la cabeza con
desaprobación cuando inclino mi cabeza hacia atrás y hacia abajo para
tomar el trago que tanto necesito. Seth me arrebata la botella de la mano
y toma un largo trago él mismo.
—Ustedes dos son unos alcohólicos —dice Greyson—. En serio, esto
no es normal.
—Lo normal está sobrevalorado —bromea Seth, y me entrega la
botella.
La pongo de nuevo en la nevera y cierro la puerta.
—Bien, no es que no esté súper emocionado de que hayan
aparecido por acá tan temprano, pero, ¿por qué están aquí? Pensé que
se dirigían a tu casa —le digo a Seth. 175
—Bueno, lo hacíamos —responde, sentándose junto a Greyson—.
Pero entonces recibí una llamada de la encantadora y querida abuela
hace unos días, diciendo que había cambiado de idea y que no se sentía
cómoda con que Greyson y yo nos quedáramos con ella, por lo que ahora
estamos en la ciudad para el resto del verano.
—¿Por qué no te vas a la de Greyson? —pregunto, cruzando la
habitación hasta el armario.
—Debido a que sus padres viven en Florida —me dice—. Y no
queremos conducir tan lejos. Además, tengo una oferta para trabajar en la
clínica y realmente quiero hacerlo, estando en la facultad de psicología y
todo eso.
—¿Estás en la facultad de psicología? —cuestiono—. ¿Cuándo
sucedió eso?
—Cuando me inscribí en las clases de otoño y mi consejero me
sugirió declarar algo distinto que indeciso —dice, con una sonrisa—. Y
como soy tan inteligente en el departamento de la psique humana, pensé
en darle una oportunidad a la psicología. Y Greyson consiguió un nuevo
trabajo a tiempo parcial como camarero en Moonlight: Comidas y
Bebidas. Empieza en pocos días.
Agarro mis camisas de las perchas y las pongo en la caja,
manteniendo una gris para ponérmela ahora. No me gusta lo
desorganizado que estoy siendo, pero tengo prisa por llegar a los
apartamentos, sólo para tener la tranquilidad de tener un techo sobre mi
cabeza.
—Así que ¿dónde van a vivir? Porque conseguir un apartamento por
aquí en poco tiempo es casi una causa perdida.
—Acabamos de recibir un lugar en Elm ayer —dice Seth,
levantándose de la cama—. Es por eso que nos detuvimos… tiene una
habitación extra y nos preguntábamos si querías quedarte con nosotros, ya
que no tienes lugar para alojarte.
Alzo la mirada mientras doblo la parte superior de la caja.
—¿Cómo sabías que no tenía un lugar?
Seth agarra la cinta adhesiva de la colcha y me la da.
—Nos lo dijiste la otra noche en Red Ink.
Yo y mi boca borracha.
—Bueno, estoy bien ahora. —Pongo un trozo de cinta en la caja y la 176
extiendo a lo largo de esta.
—¿Bien viviendo con Violet? —Intercambia una mirada incrédula
con Greyson, este suspira—. Vamos, ¿en serio quieres vivir con ella?
—Quizá. —Mi pecho se contrae mientras digo eso porque lo sé—. No
puedo dejarla sin tener a dónde ir, ella tiene un trabajo, y todo lo que
puede pagar es la mitad de un alquiler.
—Puede conseguir su propio lugar —dice Seth mientras tiro de la
camisa gris por encima de mi cabeza.
—No, no puede —le respondo, pasándome una mano por el pelo—.
Necesita ayuda.
—Obviamente. —Seth rueda los ojos—. Ella es temible como el
infierno.
—Yo asusto como el infierno. —Recojo mi colonia de la mesa y rocío
un poco sobre mí antes de echarla a otra caja. Me pareció tan difícil de
empacar antes, pero parece fácil ahora que sé que no voy a volver a
casa.
—No, sólo crees que lo haces. —Seth pasea por mi habitación,
recogiendo mis relojes y gafas de sol que he tirado, junto con el cambio
suelto. Me los da y los añado a otra caja que tengo abierta junto a los pies
de la cama—. Sólo ven con nosotros. Podemos dividir la renta entre los tres,
y Greyson conoce al tipo que dirige el lugar y nos dio uno de los
apartamentos amueblados más barato.
—¿Cómo de barato? —Abrocho una banda de cuero en mi
muñeca que dice redención en ella.
—Seiscientos dólares por los dos dormitorios y tendrás tu propia
habitación. —Sonríe como si fuera la mejor oferta de mi vida.
Es aproximadamente el mismo precio que la sección Oak, pero
mucho más bonito y tiene muebles. Mierda, es tentador. Demasiado
tentador. Además las cuentas se dividirían en tres. Doblo los brazos, mi
mandíbula apretada firmemente, desentierro a mi viejo yo, el que ha
estado escondido durante varios días, el que piensa en sí mismo primero,
porque nadie más lo ha hecho.
—Muy bien, estoy dentro.
177
Violet
Trato de calmarme y no salir corriendo por esa calle. Los coches
pasan por ahí al paso de tortuga, por lo que no me haría mucho bien
tirarme delante de ellos, de todos modos. Pero todo parece estrellarse
sobre mí; abrir los ojos en una habitación desconocida, Luke presenciando
mi espástico despertar, y el hecho de que estoy oficialmente sola en el
mundo. Ni siquiera tengo a Preston. La única persona que alguna vez
podría considerar familia, se ha ido y ahora estoy de pie enfrente de un
edificio, ni una sola persona a la vista. Todo lo que quiero hacer es elegir
una pelea, pararme de pie en la cornisa de un edificio alto, ahogarme en
una oscura piscina de agua. Empujarme al borde de la muerte y, tal vez
esta vez, deje que me haga cargo. Quizá es el momento. De dejarme ir.
Darme por vencida. Porque me siento tan maldita cansada de luchar para
mantenerme con vida.
Paso las manos por mi cabello enredado y observo alrededor de la
zona de césped rodeado de árboles, buscando algo peligroso que me
pueda dar la sensación de entumecimiento que necesito
desesperadamente. Mi mirada se eleva hasta el tejado del ático del 178
internado, e intento levantar la barbilla. El sol quema mis ojos, pero no
parpadeo mientras observo el recorte fino del techo. ¿Cómo llego ahí
arriba?
—Violet. —La voz de Luke disminuye un nivel de tensión dentro de mí,
lo suficiente para que deje de pensar en el techo.
Bajo la vista para verlo caminar sobre el césped y la tensión casi se
desvanece. Usa pantalones cortos negros y se puso una camisa,
cubriéndole el pecho y los tatuajes, y tiene esa banda de cuero en la
muñeca que siempre usa, la que dice ―redención‖. Abro la boca para
decirle algo que tal vez pondrá fin a este pequeño apego que estoy
desarrollando hacia él, pero por una vez no puedo encontrar nada que
decir.
—Hola —dice cuando llega junto a mí bajo el dosel de árboles.
—Esos son tres ―holas‖ en los últimos veinte minutos. —Fuerzo una
sonrisa, pero duele.
Sonríe, pero también su mirada es tensa.
—Supongo que es mi palabra para llegar.
—Supongo que sí.
Las puertas del edificio de dormitorios se abren, las ventanas
reflejando la luz del sol. Seth y, creo que su nombre es Greyson, salen
riendo por algo. Seth entorna los ojos hacia mí y me lanza una mirada
asesina.
Luke mete las manos en los bolsillos de sus pantalones cortos.
—Así que, tengo que decirte algo.
—Está bien… —Trato de no ponerme nerviosa, pero lo hago, lo que
me hace querer correr, pero no lo hago porque quiero quedarme cerca
de él.
—Se trata del apartamento. —Saca la mano del bolsillo y masajea la
parte de atrás de su cuello tenso—. Seth y Greyson iban a ir a casa de Seth
durante el verano, pero pasaron algunas cosas y ahora se van a quedar
aquí… y quieren que comparta un lugar con ellos en Elm. —Su brazo cae
hacia un lado mientras espera a que responda.
Mientras esto encaja, mi cara cae, pero me recompongo
rápidamente y mi sonrisa falsa, que oculta la decepción aplastante, se
alza en el momento justo.
—Elm es un lugar muy agradable. 179
—Sí, lo es, y creo que Greyson conoce al tipo que es el dueño, así
que les va a dar un apartamento amueblado barato.
—Suena increíble. —Sin dejar de sonreír, toda arco iris y rayos de sol,
a pesar de que siento una jodida nube de lluvia en el interior.
—Sí. —Observa la zona del aparcamiento, en donde Seth y Greyson
están subiendo a un elegante coche negro estacionado cerca de la
puerta de entrada—. Así que estaba pensando —me mira—, que tú
también podrías quedarte con nosotros.
Mi corazón da un vuelco, pero no le doy importancia.
—Eso es lo más ridículo que he oído nunca, pero gracias por la
oferta.
—Más ridículo que los osos panda dándote drogas —bromea, pero
luego suspira—. Mira, sé que Seth es un poco intenso, pero le pregunté y
me dijo que le parecía bien.
—No me importa si le parece bien —le digo, retrocediendo a través
de la hierba—. No soy un caso de caridad. Puedo encontrar mi propio
lugar para vivir. —Giro sobre mis talones y empiezo a caminar por la hierba,
mi presión arterial aumentando con cada paso. Detenlo. Detente. Esto no
está bien. No debería sentir esta molestia por el hecho de que estoy
alejándome de un chico o porque él acaba de arruinar nuestro plan de
vivir juntos. En primer lugar nunca lo quise, sin embargo, mi voz interior se ríe
de mí, en voz alta y chillona. Siento que estoy corriendo, pero no lo hago.
Doy pasos largos, uno por uno, como si no tuviera prisa por llegar a ninguna
parte.
—Violet, espera. —Luke me persigue y me agarra del brazo, tirando
hasta detenerme—. Sé que estás molesta, pero…
—No estoy molesta. —Me río, pero suena agudo y fuera de tono—.
Sólo tengo que averiguar dónde me voy a quedar.
Me atrae hacia él por el brazo.
—Quédate con nosotros.
—Estoy bien, pero gracias. —Tiro hacia atrás, pero no lo
suficientemente fuerte para llevarme a ningún lado. En cambio me siento
atraída más y más hacia él, sus ojos marrones ardiendo como brasas bajo
la luz del sol.
—Quédate. —Es todo lo que dice mientras el espacio entre nosotros
desaparece. Puedo sentir el calor de su cuerpo y tal vez el mío mientras me
atrae más cerca, hasta que nuestros pechos se rozan. Jesús, creo que mis 180
pezones se pusieron duros—. Haré que funcione… podemos compartir una
habitación y yo…
—¿Compartirás la habitación conmigo? En serio. —Sacude la
cabeza—. ¿No tuviste suficiente de eso esta mañana?
—¿Qué quieres decir?
—Hablo sobre el ritual de locura al despertar. Me despierto así todas
las mañanas.
Escanea mi rostro en busca de algo, pero no lo va a encontrar, sea
lo que sea.
—Puedo manejar una Violet enfadada. Lo he hecho durante
semanas.
—Sí, pero tienes descansos —le digo, confundida. No entiendo por
qué se muestra tan amable y decidido a ayudarme. No tiene sentido, a
menos que quiera algo—. Esta vez no lo tendrías. Estaría allí veinticuatro
horas al día, siete días a la semana, mientras duermes, comes o tomas una
ducha.
Reprime una sonrisa mientras su mano se desliza de mi brazo a mi
hombro.
—Si te pones demasiado mal, entonces saldré de la casa durante un
rato —dice, y siento un olorcillo de vodka en su aliento.
—Estás borracho. —Ahora tiene sentido el porqué me quiere
ayudar—. Ahora lo entiendo.
—En primer lugar, no estoy borracho. Apenas tomé un trago, y confía
en mí: tengo una tolerancia jodidamente alta al alcohol —me dice—. Y en
segundo lugar, ¿qué entiendes?
—Por qué estás tan decidido a ayudarme.
—No estoy decidido a ayudarte. Sólo quiero que vengas a vivir
conmigo… nosotros. —Hace una mueca ante sus propias palabras, pero
no aleja la mirada de mí, nuestro ojos enlazados—. Ven a vivir conmigo.
—No creo que sea una buena idea —le digo mientras su mirada se
mueve a mi boca.
—¿Por qué no? —Frota sus labios el uno con el otro mientras mueve
su mano de mi hombro y su pulgar roza mi labio inferior.
—Porque soy loca e intensa. —Me trago el nudo que hay en mi
garganta cuando mi estómago se agita—. Te cansarás de mí. Lo prometo.
—Yo también lo soy. —Parece obsesionado con mis labios,
181
trazándolos con el pulgar una y otra vez, y se siente extraño, maravilloso y
emocionante—. Jesús… —Inhala, pareciendo desgarrado, una serie de
emociones destellando en su rostro, pero al final sólo hay conquista y
confusión, una combinación extraña.
Antes incluso de que pueda tomar mi próximo aliento, se inclina y sus
labios rozan los míos. Me roba el aliento y lo arroja a un lado en alguna
parte, mis piernas al instante se vuelven elásticas. He sido besada muchas
veces por personas a las que odio, que me disgustan, sin sentir ninguna
conexión en absoluto. Esto es diferente… incluso más que en su
camioneta… esto es… estimulante. Lento y sensual… todo es lento, incluso
mi ritmo cardíaco. Siento una sensación de hundimiento viajar a través de
mi cuerpo hacia los dedos de los pies, y deslizo las manos por sus brazos
delgados y me agarro de sus hombros para evitar derrumbarme en el
suelo. Él sostiene mi peso en sus brazos y de nuevo me hace sentir segura.
Abro la boca y dejó que su lengua se deslice profundamente mientras
presiono mi pecho contra el suyo.
—Esto es mucho mejor sobrio… —murmura, y me doy cuenta que sí
recuerda el beso en su camioneta. Deja escapar un gemido gutural, su
agarre en mi hombro se aprieta y su otra mano llega a mi cintura,
aplastándome contra él. Nuestros pechos chocan, el calor de nuestros
cuerpos se mezcla. Todo lo que había estado sintiendo cuando llegué aquí
se ha ido y es reemplazado por este fuego lento. Sólo se amplifica cuando
su mano se desliza por mi espalda y se enreda a través de mi cabello. Odio
que jueguen con mi cabello, pero cuando tira de él rudamente, me hace
querer gritar de placer. La idea de que él pudiera hacerme cualquier cosa
en este momento se siente tan malditamente vigorizante. Que podría
seguir besándome como lo hace. Devorándome. Tener sexo conmigo. Lo
que quiera, y no lo conozco lo suficiente como para saber lo que es. Es
aterrador y emocionante, y me hace desear más.
Deslizo mi mano por su espalda y empujo mi mano contra él,
obligándolo a acercarse más a mí.
—Violet —gime, arrastrando los dientes sobre mi labio inferior y
mordisqueándolo suavemente sobre él—. Creo… creo… —Empieza a
alejarse.
—No te detengas. —Mi voz suena un poco más suplicante de lo que
había planeado y empieza a devolverme a la realidad, pero luego deja
escapar este gruñido bajo y sus labios, literalmente, aplastan los míos, con
tanta fuerza que lo juro por Dios que voy a tener un moretón.
Una calma maravillosa e increíble que nunca he experimentado 182
antes llena mi cuerpo mientras me apoya contra un árbol y alinea nuestros
cuerpos. Me besa ferozmente, tirando de mi cabello, agarrando mi cintura
hasta el punto que arde. Su mano empieza a deslizarse por mi cuerpo,
dejando un calor abrasador incluso a través de la tela de mi camisa.
Cuando alcanza mi sujetador, agarra ligeramente mi pecho,
acariciándolo suavemente antes de mover la mano a la parte superior de
mi clavícula. Yo jadeo mientras envuelve los dedos alrededor de la base
de mi cuello, no lo suficientemente apretado como para hacerme daño,
pero suficiente como para que haya presión. Estoy estimulada. Aturdida
por la forma en que responde mi cuerpo, no por la necesidad, sino por la
satisfacción. Dicha, confusión, serenidad. Más que cuando me encuentro
de pie en el borde de un edificio, ahogándome en agua, parándome
delante de los coches. Quiero más. Necesita más. Lo agarro, hundiendo las
uñas en su piel y obteniendo un gemido de sus labios.
Abruptamente aleja su boca de la mía y comienza a dejar besos por
mi mandíbula, garganta, mientras presiona su cuerpo contra mí. Gimo ante
la sensación de él y ante la adrenalina que late a través de mí. Oh, Dios, no
puedo creer que haya gemido. Nunca gimo.
—He querido hacer esto desde que nos conocimos. —Respira contra
la base de mi cuello y mis párpados se cierran con un aleteo mientras floto
de vuelta a la realidad. Me gustaría poder dejarme llevar más lejos.
Olvidarme de todo. Me estoy acercando.
—¡Luke, tenemos que irnos! —grita una voz masculina, y justo así, el
momento se rompe.
Vuelvo de golpe al mundo real, la sensación de seguridad
evaporándose de mi cuerpo. Pero Luke parece hundirse más en nuestra
pequeña fantasía, su agarre en mi cuello constriñéndose mientras su boca
se desplaza hacia mis pechos.
—Luke —jadeo, mirando alrededor—. Creo que alguien gritó
llamándote.
—Sólo un segundo. —Respira pesadamente contra la parte superior
de mi pecho, con la cabeza inclinada hacia abajo, los dedos hurgando en
mi cintura, su mano temblorosa. No estoy segura de lo que está pasando,
pero siento que pasa algo, como si estuviera luchando para dejarme ir.
Seth aparece por el césped, dirigiéndose alrededor de los árboles
hacia nosotros, fumando un cigarrillo. Sus ojos color miel se encuentran
llenos de irritación y lleva su cabello con mechas doradas peinado hacia
arriba.
183
—Luke —dice en voz alta—. Tenemos que irnos si vamos a sacar toda
nuestra mierda de los dormitorios hoy.
Luke todavía está respirando en mi cuello, sus dedos presionando
más profundamente en mi piel. Empiezo a preguntarme si voy a tener que
quitarlo —y si puedo— pero luego me suelta y se aleja. Hay una mirada
vidriosa en sus ojos y el corte en su labio parece a punto de abrirse de
nuevo.
—¿Qué? —Parpadea, y luego echa un vistazo a los árboles, la
hierba, y a los dormitorios como si hubiera olvidado dónde nos hallamos.
—¿Qué haces? —pregunta Seth cuando llega frente al árbol bajo el
que nos encontramos de pie—. Nos tenemos que ir. Greyson le dijo a
Douglas que estaríamos allí en una hora para firmar el contrato de
arrendamiento.
Luke se pasa la mano por la cara, mirándome fijamente por un
momento, y luego se recompone lo suficiente como para volverse.
—Ya voy, así que relájate, maldición —dice en tono molesto.
Seth pone los ojos en blanco y luego se inclina hacia un lado para
mirarme.
—¿También vas a venir?
Abro la boca para decir que no, porque es obvio que no quiere que
los acompañe, pero Luke se gira y enlaza nuestros dedos, y el torrente de
seguridad hace que mis rodillas se doblen.
Me agarro de sus hombros, esperando que no note lo mucho que
estoy temblando.
—Sí, ella viene —habla por mí, pasando su dedo a lo largo de la
parte interna de mi muñeca.
Antes de que pueda reaccionar o protestar, me arrastra por el patio
con él. Hombro a hombro. Juntos. Y dejo de sentirme perdida porque no
me siento tan sola. Por primera vez en mucho tiempo, estoy contenta
donde estoy.
184
11
Traducido por Aimetz Volkov & Alexa Colton
Corregido por NnancyC
Luke
Pasamos el domingo entero llevando las cosas de todo el mundo al
apartamento y luego desempacando las cajas. Es un lugar decente, con
una alfombra y paredes marrón claro, una cocina pequeña adjunta a un
comedor y sala de estar incluso más pequeños. Hay dos habitaciones
pequeñas, un baño muy pequeño, pero es económico. Nadie tenía ningún
plato o algo, y aunque el lugar está amueblado, todavía necesitamos un
montón de cosas. Me estoy poniendo un poco nervioso por el hecho de 185
que sólo tengo algo menos de doscientos dólares en mi billetera y hago
una promesa para salir y empezar a tratar de ganar algo más de dinero.
Violet y yo apenas hablamos mientras desempacamos las cajas,
reorganizamos los muebles y conectamos la televisión. No sólo porque
estamos demasiado ocupados para hablar, sino porque no se me ocurre
nada que decir y también parece ir a la deriva por ese camino. La sala se
llena de un silencio incómodo y me hace preguntar si esta cosa de vivir
juntos va a funcionar.
En el momento, pareció una buena idea, pero las cosas se pusieron
extremadamente complicadas con ese beso y no manejo lo complicado
muy bien. Hace que la vida sea difícil de vivir y siempre he intentado evitar
complicar las cosas. Pero ahora quiero dejar a una chica muy compleja y
complicada entrar en mi vida, una chica que tiene un control sobre mí.
Quiero decir, realmente la besé. Y no porque necesitara ganar control por
un momento, sino porque ella parecía disgustada, quería consolarla, y esa
fue la primera cosa que se me ocurrió. La besé en una manera en que
nunca he besado a nadie. La besé con deseo. Esto me asusta demasiado,
especialmente porque parece que me necesita tanto como yo la quiero.
Todo lo que quiero hacer en este momento es ir a buscar una pelea o
encontrar a una chica para follar y luego botarla, ya que Violet
obviamente no puede ser esa chica para mí. Quiero ahogarme en el
alcohol. Escaparme. Pero de alguna manera, termino pasando el rato en
el apartamento todo el día. Me quedé dormido en el sofá, aunque dije
que podríamos compartir una habitación, diciéndole a Violet que solo
quería relajarme y ver la televisión por la noche. Ella no parecía infeliz por
esto. De hecho, parecía un poco aliviada.
Doy vueltas toda la noche en el sofá de cuero, al final me rindo a un
sueño agradable y pacífico sobre Violet. Ella acostada con los ojos abiertos
debajo de mí, sus brazos inmovilizados mientras me deslizo dentro de ella
una y otra vez. No hay ninguna pesadilla con agujas metiéndose en el
brazo de mi madre o con verla venir a casa con sangre por todas sus
manos y ropa, sabiendo que probablemente hizo algo terrible. No estoy
siendo obligado a escuchar sus canciones enloquecedoras o a ella
diciéndome cuánto me necesita. No hay policías golpeando la puerta. No
escucho su llanto desconsolado en la noche. Sólo estoy yo… y Violet… sus
grandes ojos verdes llenos de excitación mientras la beso, la toco, tiro de su
cabello…
Despierto con alguien tocando mi hombro. Al principio creo que es
Seth, porque parece algo que él haría, pero luego siento el suave toque
de cabello cosquilleando mi mejilla.
—Luke, levántate —susurra Violet, su aliento caliente contra mi
186
mejilla.
Abro los ojos hacia ella cerniéndose sobre mí, su cabello ondulado
colgando sobre sus hombros y cayendo hacia mi cara. Sus ojos están
delineados de negro, sus labios con brillo y tiene puesto un collar. También
huele increíble, como a jabón y algo afrutado que en serio me gustaría
comer en este momento.
—Necesito un paseo —dice, inclinándose un poco hacia atrás y
sentándose en el borde del sofá. Tiene esa mirada en los ojos, como si
odiara pedirme ayuda.
Me siento gradualmente, la manta deslizándose a un lado, pero
rápidamente la coloco de vuelta alrededor de mi cintura. Duermo en mis
bóxers y mi polla está dura por el sueño que tenía sobre ella. —¿A dónde?
Se muerde el labio, su rostro torciéndose con hostilidad. —A la
estación de policía en el centro.
Froto el cansancio de mis ojos. —¿Por qué?
—Porque sí.
—¿En serio vamos a volver a las respuestas de una palabra?
Trata de no sonreír, apretando los labios con fuerza. —¿Qué?
¿Piensas que porque me besaste voy a ser más receptiva a tus preguntas?
—Parecías bastante receptiva ayer —digo, maldiciéndome
mentalmente por empezar otra vez tan pronto.
Juega con el reloj de cuero en su muñeca, pero sus ojos se iluminan.
—Bueno, tal vez me siento un poco diferente hoy.
—¿De verdad?
—Quizá.
Dios, maldita sea, necesito que me diga más, pero simplemente no
puedo preguntarle. Eso le daría demasiado control sobre mí. —¿Ni siquiera
vas a darme una pista pequeñita?
—No.
Dejo salir un suspiro, sacudiendo la cabeza. —Está bien, puedo
llevarte a la estación de policía, siempre y cuando prometas que luego me
dirás por qué tienes que ir allí.
Asiente una vez y luego se pone de pie. Lleva un par de pantalones
cortos negros que se amoldan a su culo jodidamente firme y una blusa 187
blanca y negra que abraza su cuerpo delgado y levanta su escote. —
Luego —dice.
Maldita ella y sus respuestas de una palabra. Es frustrante más allá de
lo comprensible. Echo a un lado la manta y salgo del sofá, mi polla todavía
un poco dura, pero decido que no importa. Sus ojos bajan hasta mi polla,
luego a mi pecho mientras me dirijo al baño para vestirme, sintiéndome
bastante bien conmigo mismo en el momento, como que podría haber
conseguido tener el control otra vez.
—Dame diez minutos y saldré —digo, y cierro la puerta del baño. Me
cepillo los dientes y me pongo una camisa negra y unos vaqueros, luego
me empapo en colonia. Es la primera mañana en un largo tiempo donde
no he corrido directo a una serie de chupitos de Jack Daniel‘s, pero el
hecho de que tengo que llevarla a algún lugar hace que no quiera ir allí
todavía. Esperaré hasta llegar a casa, luego me dejaré hundir en la
dichosa satisfacción del alcohol y con suerte, sacará a Violet de mi
cabeza durante un rato.
Me paso una mano por el cabello y salgo a la sala, donde me
espera en el sofá, mirando fijamente sus botas. Se ve cansada y tensa, y
me hace querer besarla otra vez y tratar de borrar lo que sea que la hace
lucir de esa manera. Sí, definitivamente necesito unos chupitos y una
maldita mamada o algo así.
Recojo mis llaves y mi billetera de la encimera de la cocina y
zigzagueo a través de las cajas restantes vacías alrededor de la
habitación. —¿Lista?
Levanta la mirada, sobresaltada, pero rápidamente se recompone y
se pone de pie. —Sí. —Camina hacia la puerta sin mirar sobre su hombro,
su cabeza agachada, viéndose como si alguien acabara de matar a su
perro.
—¿Estás segura de que te encuentras bien? —La sigo por la puerta
principal a la luz del sol, resistiendo el impulso arrollador de colocar mi
mano en la parte baja de su espalda y guiarla hacia mi auto.
—Sip, estoy perfectamente —dice, haciendo un ademán para
restarle importancia, luego trota por las escaleras hacia la cochera,
manteniendo distancia entre nosotros como si supiera lo que considero
hacer con mis manos.
Apenas habla conmigo durante todo el camino y odio cómo hemos
vuelto al lugar en dónde prácticamente comenzamos. Le hago unas
pocas preguntas, presionando en busca de una conversación, pero
continúa dando respuestas de una sola palabra. Así que me rindo y diez
minutos más tarde nos estacionamos en la estación de policía, un edificio 188
viejo localizado en el corazón de la ciudad entre semáforos,
estacionamientos y tiendas. Espero un momento, decidiendo lo que se
supone que haga. Si le digo: nos vemos después. Decirle que vendré a
recogerla. Darle un beso de despedida.
—¿A qué hora quieres que pase por ti? —pregunto finalmente,
poniendo la camioneta en punto muerto.
Abre un poquito la puerta. —Te llamaré.
Agarro su codo y evito que salga. —Espera. No tienes mi número.
Se detiene, busca en su bolsillo y saca su teléfono. —¿Cuál es? —
pregunta.
Le digo y lo anota en su teléfono, sus dedos tiemblan mientras
bloquea la pantalla y lo coloca nuevamente en su bolsillo.
—Dame el tuyo, también, por si acaso —digo, y lo recita, luciendo un
poco más confundida con cada dígito.
—Te llamaré cuando haya terminado —me dice rápidamente, salta
fuera y cierra de golpe la puerta, después rodea la parte delantera de la
camioneta. Cuando llega a la acera enfrente de la estación de policía, se
detiene y mira fijamente el letrero por lo que parece una eternidad.
Finalmente, da un paso hacia delante y luego retrocede, empiezo a bajar
mi ventanilla para preguntar qué va mal. Pero entonces hace una carrera
hacia las escaleras que llevan a las puertas de vidrio en la entrada. Me
pregunto por qué está aquí. ¿Quizá está en libertad condicional por tráfico
de drogas? Pero parecía demasiado disgustada para que sea eso.
Todavía sigo estacionado en el camino pensando en ella cuando
alguien toca su bocina. Parpadeo, alejando los ojos de la puerta y
conduzco hacia delante, obligándome a dejar de pensar tanto en ella. Mis
pensamientos han estado demasiado centrados en ella durante las últimas
semanas y necesito un descanso. Decido apostar en un pequeño juego de
Texas Hold ‗Em, tomar unos tragos, ganar algunas manos, controlar el
juego, y espero terminar en el lado superior. Va a tomarme algún tiempo
puesto que no quiero tirar mis doscientos dólares completos en una mano,
pero me siento bien en este momento tomándome mi tiempo. Necesito un
tiempo lejos de la única chica a la que alguna vez le he permitido tener
tanto control sobre mí.
189
Violet
Terminé enfermando anoche, pensando en ir a hablar con el
detective. Incluso vomité esta mañana antes de vestirme. Ni siquiera me
había dado cuenta de lo mentalizada que estaba hasta que la luz del sol
golpeó la ventana y noté que en realidad iba a tener que ir a la estación
de policía y hablar sobre el asesinato de mis padres. La única cosa que me
llevó a ir era el pensamiento de que, quizá esta vez, su asesinato podría ser
resuelto.
Cuando me siento con el detective Stephner, mi temor se convierte
en irritación. Me sigue mostrando fotos de fichas policiales que ya he visto,
me hace preguntas que ya he respondido. Qué vestían las personas, cómo
lucían, si hicieron algo que los podría haber identificado. Todo aparece en
sus notas, sin embargo, me hace volver a contarle, haciéndome revivir esa
estúpida maldita noche en la que odio pensar, que atormenta mis sueños,
mi vida, que me convierte en esta persona, sentada aquí, perdida en mí
misma. Ni siquiera estoy segura de por qué reabre el caso y es obvio que
no ha leído su archivo, puesto que aún no conoce algunos detalles simples.
—Piensa detenidamente, Violet —dice—. ¿Hay algo en absoluto que
190
puedas pensar sobre esa noche?
—¿Aparte de que mis padres fueron asesinados? —respondo,
recostándome en una silla de metal plegable. Me trajo a una pequeña
habitación cuadrada con paredes de ladrillo y el aire apesta a queso
rancio y a limpiador.
Toma un sorbo de café y derrama un poco en su corbata de caritas
felices y en la parte delantera de su camisa blanca con botones. En serio.
¿Un tipo con una corbata de caritas felices va a resolver el asesinato de
mis padres, que sucedió hace trece años? Perdí toda esperanza cuando vi
esa corbata y me maldije por siquiera tener esperanza para empezar. —
Mira… —Baja la mirada a sus archivos, incapaz de recordar mi nombre—.
Violet, sé que debe ser difícil para ti hablar sobre esto, pero necesito que
trates de pensar en cualquier cosa que podría ser útil.
Me inclino hacia delante con los brazos cruzados sobre la mesa entre
nosotros. —¿Qué es difícil para mí hablar sobre esto? Han pasado trece
años. Apenas recuerdo algo sobre mis padres en este momento, sin dejar a
un lado lo ocurrido la noche en que murieron. —Soy una maldita mentirosa.
Me dedica una mirada de compasión. —Lo siento mucho.
Me echo hacia atrás y me levanto. —¿Siente qué? ¿Que soy una
huérfana? ¿Que no tengo familia? ¿Que reboté a través de familias de
acogida? ¿Que soy la que encontró a mis padres muertos? ¿O que usted
no puede encontrar a la persona que causó todo eso? —Me alejo un paso
de la mesa y las patas de la silla chirrían contra el linóleo manchado—. No
necesito que sienta lástima por mí. Lo que necesito es no estar aquí,
recordando cosas que he enterrado hace mucho tiempo.
—Violet, por favor, tranquilízate y piensa en esa noche
detenidamente —dice, levantándose, colocando su cabello rubio en su
lugar—. Cualquier cosa que recuerdes podría ayudar.
Camino hacia la puerta. —―Apóyate en mí. Apóyate en mí. Toma.
Ayúdame. Necesito entender. Ayúdame. No puedo hacer esto sin ti‖.
Mira su pila de papeles con impotencia, escudriñándolos. —Lo
siento, Violet, pero no entiendo… ¿es una canción?
—Sí, es una canción, idiota. —Abro bruscamente la puerta—. La
mujer la estaba cantando esa noche, pero ya debería de haberlo visto en
su expediente si hubiera leído todo eso. Ahora, ¿ya terminamos?
Duda, después asiente una vez y comienzo a salir. —Espera, Violet,
una cosa más —llama y me detengo, pero no me giro—. Sólo quiero
191
hacerte saber que podrías ver unas cuantas cosas en las noticias sobre el
caso siendo reabierto.
Me giro. —¿Por qué?
Coloca sus papeles de vuelta en una carpeta de manila. —A veces
creemos que es útil anunciarle al público con la esperanza de que alguien
se acerque con información.
—Nadie se acercó con información hace trece años —digo con
vehemencia—. ¿Por qué lo harían ahora?
—El tiempo generalmente disminuye el temor de la gente —declara,
tomando los papeles en sus manos—. Sólo quiero hacértelo saber, así no te
toma por sorpresa si ves algo.
Saco el teléfono de mi bolsillo trasero mientras casi corro por la
estación de policía. Marco el número de Luke mientras salgo en estampida
por las puertas delanteras y la luz del sol cae sobre mí. Es el único número
que alguna vez he programado en mi teléfono, aparte del número de
Preston y mis compradores regulares. Es extraño llamarlo, pero en realidad
es un pequeño alivio tener a alguien con quien pueda contar. Me sentí un
poco mal esta mañana ya que apenas le hablaba, pero no podía evitarlo.
Tenía demasiadas náuseas, me encontraba distraída por volver aquí y me
he estado sintiendo incómoda por nuestro beso. Nunca me ha pasado
esto antes, por lo general soy la que hace que la gente se sienta
incómoda.
El teléfono de Luke nunca suena, va directamente a su correo de voz
y sacudo la cabeza para mí misma. —Debería de haberlo sabido mejor —
murmuro, presionando mi dedo sobre el botón de finalizar sin dejar un
mensaje. Apago el teléfono, cortando cualquier conexión que hemos
desarrollado, entonces levanto la vista hacia la concurrida calle y la acera,
preguntándome qué debería hacer. Tengo toda esta energía turbulenta
dentro de mí por haber sido inundada por mi pasado.
No me centro solamente en las muertes de mis padres, también
estoy recordando cuando estaban vivos, jugando conmigo en el parque,
abriendo regalos en la mañana de Navidad, yendo al zoológico. Riendo y
sonriendo de la manera más auténtica y pura que jamás ha existido.
Recuerdo ser amada. Dios, odio recordar eso. Duele tanto, sabiendo lo
que tuve una vez. Sería mejor si nunca hubiese sabido cómo se sentía que
alguien se preocupe por mí lo suficiente como para no permitir nunca que
algo me haga daño, porque no podría sentir el dolor por algo que nunca
tuve.
Masajeo mi pecho con la mano, presionando tan fuerte que duele.
192
Quiero desgarrarlo hasta abrirlo y sacar mi corazón para detener este dolor
insoportable. Estoy cayendo en un lugar del que necesito escapar,
necesito hacer algo más que seguir recordando lo que ya no tengo, lo que
es sentir que se han ido, sentir el dolor de todos los que nunca me quisieron,
la pena, el abandono, el odio a la gente que hizo esto, el rencor, las
automutilaciones, el desgarro en el interior de mi piel. Dios, necesito
sacarlo.
—Necesito… —Me araño la piel, cavando y cavando hasta que
líneas de sangre se arrastran por mis brazos—. Mierda. —Trato de limpiar la
sangre, sin querer que nadie la vea, a medida que me apresuro por las
escaleras hasta la acera al lado de la calle.
Me dirijo a la izquierda y camino rápidamente por las tiendas hacia
el complejo de apartamentos que está en Elm. Durante todo el camino,
esa estúpida canción se repite en mi cabeza y sigo imaginando los detalles
del caso de mis padres reproduciéndose una y otra vez en la televisión. Se
convierte en mi propia tortura personal y no puedo apagarlo, no importa lo
que trate de pensar. Toma una hora caminar hasta el apartamento en este
calor, y tengo sed, hambre y estoy mental y físicamente agotada para
cuando entro al complejo de apartamentos. Pero a través de la ola de
calor, mi garganta reseca y mi vientre gruñendo, aún siento la sensación
arañando debajo de mi piel y la necesidad persistente de sacarla de mi
cuerpo, de la única forma que conozco.
Corro por las escaleras hasta el tercer piso donde está la puerta de
mi departamento. Es extraño saber que aquí es donde voy a vivir durante
el verano con tres chicos, uno al que no le gusto, otro que parece tener
miedo de mí y otro que parece en conflicto sobre si me quiere follar o no. Si
se presentara justo ahora, probablemente se lo permitiría, ya que su toque
necesitado y ardiente parece tener el poder de ahogar mis emociones
casi tan bien como lo hace el estar de pie en el balcón. Pero él no se halla
aquí y ahora mismo me tendré que conformar con el balcón.
Abro la puerta, lista para lanzarme por la sala de estar hacia la
puerta corrediza de cristal, pero de golpe me detengo cuando localizo a
Greyson en la cocina con una variedad de ingredientes para hornear en la
encimera y un bol rojo. Se está preparando para hornear galletas o algo, y
"Demons", de Imagine Dragons se reproduce en un iPod. Él es bastante
alto, de pelo rubio y ojos azules claros. Lleva una camiseta gris ajustada y
una camisa negra sobre ella, con los botones abiertos.
Su cabeza está inclinada hacia abajo mientras estudia un libro de
recetas abierto, pero me sonríe cuando cierro la puerta principal. —Hola. 193
Sólo me he cruzado con él por la universidad y un par de veces en
mi dormitorio. Nunca hemos hablado y él siempre parecía contento con
eso.
Fuerzo una sonrisa rígida y me muevo rápidamente por la mesa de
café y las cajas en el centro del piso, yendo a mi habitación, averiguando
una forma alternativa para recuperar el control sobre mis pensamientos y
mi corazón. Al pasar por la isla de la cocina, sus ojos se centran en mis
brazos, en los rasguños, que están hinchados y en carne viva.
—Jesús. —Rodea el mostrador y se acerca a mí—. ¿Qué te pasó en
los brazos?
—Fui atacada por un gato —le digo, todavía moviéndome hacia mi
dormitorio, necesitando estar sola y escapar de la única forma que sé
hacerlo.
Con suavidad, me agarra el brazo, obligándome a detenerme justo
antes de llegar al pasillo que tiene un dormitorio, un baño a la derecha y
otro dormitorio a la izquierda, mi dormitorio, donde tengo que estar, ahora
mismo.
—Debe de haber sido un gato jodidamente grande —afirma,
examinando los arañazos, trazando un camino hacia arriba y hacia abajo
en mi brazo con sus dedos—. Debes ponerles un poco de peróxido o
tendrás una infección.
—Lo haré —le respondo, alejado mi brazo de su agarre con sutileza y
cubriendo los rasguños con mi mano—. Es a donde me dirigía justo ahora.
Sonríe, pero se ve en conflicto. —Bueno, hazme saber si necesitas
cualquier cosa. —Se gira hacia la cocina y regresa a la estufa—. ¿Quieres
ayudarme a hacer brownies?
Hago una pausa. —¿En serio?
Coge una barra de mantequilla y comienza a desenvolverla. —Es
simplemente cocinar, Violet. No hay necesidad de ponerse nerviosa. —Las
comisuras de sus labios se elevan mientras me acerco a él, curiosa.
—Sí, pero ¿qué pasa con Seth? —pregunto, apoyando los codos en
la encimera, viendo como deja caer la barra de mantequilla en el
recipiente.
—¿Qué pasa con Seth?
—Parece que puede que no sea fan de que hagas cosas conmigo,
ya que soy una zorra y todo.
—Bueno, ya que no estoy muy interesado en zorras o mujeres en
194
general, estoy bastante seguro de que no le importará. —Sonríe y es
probablemente la sonrisa más feliz que he visto nunca.
—Eso no es lo que quiero decir —le digo—. Quería decir que parece
tener un problema conmigo.
—A él sólo le gusta el drama —explica, abriendo otra barra de
mantequilla—. Lo superará una vez que se dé cuenta de que no le robarás
su trono.
—¿Robar su trono?
—Sí, tú siendo la persona tan colorida que eres. —Sus ojos me miran
de una forma que me hace sentir liviana por dentro, y en cierto modo me
hace querer abrazarlo.
Me siento en el taburete. —Y lo colorido es algo bueno, ¿cierto?
—Por supuesto. —Apuñala la barra de mantequilla con una
cuchara—. Además, tú y yo vamos a pasar el rato en el trabajo cuando
comience a trabajar en Moonlight Dining. Es inevitable.
—¿Vas a trabajar en Moonlight Dining y Drinks? —pregunto.
Asiente. —Sí, comienzo el martes.
He intentado no pensar en el hecho de que sólo tengo un trabajo
ahora y muchas más facturas. Además, la demanda que obtengo por
traficar ya no es una opción. Mi vida está cambiando y no estoy segura de
si eso es algo bueno o malo. —Bueno, aquí tienes un pequeño consejo: se
pone muy lento la mayoría de las noches y las propinas apestan.
—Es bueno saberlo. Entonces me aseguraré de deslumbrar a tantos
clientes como pueda. De esa manera las propinas que reciba lo
compensaran. —Me sonríe—. Soy bueno deslumbrando.
—Estoy segura de que lo eres. —Me siento divertida—. Creo que tú y
yo podríamos terminar llevándonos bien, Greyson.
—¿Eso crees? —bromea en un tono ligero mientras deja la
cuchara—. ¿Sabes qué creo que sería el nuevo momento perfecto de
unión para compañeros de habitación? Hornear unos brownies juntos.
—No he horneado brownies, ni cualquier cosa en realidad, desde
que tenía seis años —admito.
Presiona una mano contra su corazón y mueve la cabeza. —Bueno,
tenemos que cambiar eso. Por supuesto, el mejor tipo de brownies para
unirnos son los de marihuana, pero no tengo nada de eso.
195
—¿Brownies de marihuana? —pregunto con interés.
—Oh, sí. —Coge el bol y se dirige a la esquina de la cocina—. Mis
padres eran muy hippies y solían hacerlos.
—¿Y te dejaban comerlos?
—No, pero empecé a hacerlo a escondidas de ellos cuando tenía
unos quince años y pasé por mi fase de adolescente rebelde. No voy a
mentir, todavía lo hago ocasionalmente cuando quiero relajarme.
—¿También usabas ropa oscura y escribías poesía depresiva?
—Sí a la ropa oscura. —Abre el microondas y pone el bol dentro—.
Pero no a la poesía. Estaba más en letras de canciones y música.
—¿Todavía escribes? —pregunto—. ¿O tocas algo?
Sacude la cabeza mientras cierra la puerta del microondas. —Nah,
pude haber estado en ello, pero no era muy bueno. —Aprieta los botones
del microondas y lo programa. Luego se da la vuelta y se recuesta contra
la encimera, frente a mí, con los brazos cruzados—. Entonces, ¿cuál fue tu
fase rebelde, Violet?
Bajo la mirada a mis ropas oscuras, ocultando mis tatuajes. —Creo
que todavía podría estar pasando por ella.
—¿Y contra quién te estás rebelando? —pregunta.
—Contra mí misma.
Se ríe entre dientes. —¿Qué hay de tus padres? ¿Odiaron o todavía
odian tu fase rebelde?
Mi corazón cae en mi estómago y me acuerdo de pronto de a
dónde me dirigía antes de que desviara mi atención con esta
conversación. —¿Sabes? —le digo con toda la calma que puedo mientras
me levanto del taburete—, si realmente quieres hacer brownies con
marihuana, te puedo ayudar con eso.
Sus cejas se levantan mientras el microondas emite un sonido a su
espalda. —¿En serio?
Me encojo de hombros, regresando a mi habitación. —Todo
depende de ti. Sólo te lo ofrezco.
Se aleja del mostrador y abre la puerta del microondas. —Bueno, no
dejaré pasar la oferta.
Sonrío con mi sonrisa falsa y brillante, la que aplasto en mi boca
cuando tengo que verme feliz. —Ya regreso. —Me meto en mi habitación y
me acerco a las cajas apiladas a los pies de la cama matrimonial sin 196
hacer. Revuelvo a través de todas hasta que encuentro la botella de
prescripción en donde guardo mi reserva. Me sorprende que Preston no
me pidiera que se la devolviera, pero probablemente tenía tanta resaca
por el éxtasis que ni siquiera recordaba que la tenía. Pero no me cabe
duda de que con el tiempo lo recordará y vendrá a pedírmela. Parece
como si debería importarme, pero por el momento no lo hace.
Vuelvo a la cocina, en donde Greyson lee el libro de recetas de
nuevo, murmurando la letra de la canción en voz baja.
—Ahora voy a tener que ajustar esto un poco —dice con su dedo en
la página.
—Bueno, ajústalo ligeramente. —Le lanzo la botella y sus ojos se
abren cuando la atrapa.
—Santa mierda —dice mientras gira la tapa y mira la reserva
bastante buena que hay allí dentro—. ¿De dónde sacaste esto?
—Tengo conexiones. —Mi sonrisa es todavía brillante como un
circonio cúbico pulido mientras comienzo a regresar a mi habitación.
—Espera, ¿no quieres ninguno? —dice en voz alta.
—Claro —respondo—. Pero tengo que ocuparme de algo primero.
Me lanza una mirada desconcertada, pero me alejo, dejándolo en
la cocina para hornear sus brownies. No voy a volver para reunirme con él,
no sólo porque la marihuana me vuelve malvada y loca como el alcohol,
sino porque no me siento de humor para cualquier compañía.
Cuando regreso a mi habitación, cierro la puerta con llave. Entonces
me dirijo a la ventana que hay junto a la cama y la deslizo para abrirla.
Quito las mosquiteras, dejándolas en la cama, y luego giro las piernas
hacia afuera. Me instalo en el alféizar, bajando la mirada hacia la caída
de tres pisos hasta el cemento concreto. Creo que sería capaz de
sobrevivir a ella, pero es difícil decirlo con seguridad. Si me golpeara la
cabeza, mi cráneo probablemente se quebraría, y si aterrizara sobre mis
pies, probablemente comprimiría mi columna vertebral. Los huesos
probablemente se romperían y mi sangre podría manchar el pavimento
como la sangre de mis padres manchó la alfombra, las paredes y el
edredón sobre la cama. La caída me haría daño si sobreviviera, pero por
un breve momento, durante la caída, me sentiría en paz, sabiendo que
todo podría simplemente terminar.
197
12
Traducido por Sofía Belikov
Corregido por Verito
Luke
Tan pronto como enciendo el teléfono, me doy cuenta de que la he
jodido. Hay una llamada perdida de Violet. Trato de llamarla, pero me
manda directamente al buzón de voz. Por lo general, no habría pensado
demasiado en ello, pero lucía tan sorprendida cuando le pedí su número.
Tengo la sensación de que no está acostumbrada a tener gente de la que
depender.
Conduzco más allá de la estación de policía de camino a mi
198
apartamento, sólo para asegurarme de que no esté esperando allí, y no lo
está. Debería sentirme bien. Dupliqué mi dinero. Todo debería estar genial,
y aun así me siento como un pedazo de mierda. No puedo dejar de pensar
en lo sorprendida que lucía Violet cuando le di mi número y cómo se sintió
cuando no respondí su llamada.
Cuando llego al departamento, Seth se encuentra sentado en el
sofá de cuero con los pies en la mesa, las sábanas apiladas a su lado
mientras ve una comedia en la televisión. Greyson holgazanea en el suelo
con la cabeza recostada en un cojín, rodeado por varias cajas que aún
necesitan ser desempacadas. Violet se halla de pie en la cocina bebiendo
un vaso con jugo. No me mira cuando pone el jugo en el refrigerador,
agarra el vaso, y se dirige a nuestra habitación.
Paso por encima de Greyson y la detengo cuando alcanza el pasillo,
devanándome los sesos en busca de lo mejor que puedo decir. —Hola.
Pone el borde del vaso en su boca. —Hola. —Traga un sorbo,
evitando mirarme.
Me tenso, sintiéndome nervioso por razones que apenas entiendo y
que no me gustan. —Lamento haber olvidado completamente no apagar
mi teléfono. Cuando voy a los juegos, lo hago… Y no estaba pensando.
Me mira fijamente con esa mirada indiferente en sus ojos, la que al
principio envidiaba, pero que ahora sólo quiero que desaparezca. Quiero
poner una mirada diferente en sus ojos, como la que tenía después de que
la besara. Quiero hacerla lucir viva de nuevo.
Aleja el vaso de su boca. —Está bien. —Comienza a pasarme y estiro
el brazo hasta el marco de la puerta, obstruyendo su camino.
—No, no lo está. Te dije que te recogería y debería haberlo hecho —
digo—. ¿Cómo llegaste aquí siquiera?
Se encoge de hombros. —Caminé.
—Pero hace más calor que en el infierno.
—Sólo un poco. Y ya lo hice, así que puedes dejar de sentirte mal.
—Violet, de verdad lo siento. —Sueno tan lamentable, pero no me
importa. Lo que me importa es arreglar esto, arreglarnos. Y esa
comprensión es tanto liberadora como jodidamente aterrorizante.
—Lo prometo, está bien. —Me muestra una falsa y enlucida sonrisa,
luego pasa por debajo de mi brazo y se dirige a la habitación, cerrando la
puerta.
—¿De qué iba todo eso? —pregunta Seth mientras apunta el control
199
remoto hacia la televisión.
Sacudo la cabeza y camino hasta el refrigerador para conseguir una
cerveza. —La jodí.
Sonríe astutamente. —¿No que siempre estás haciendo eso2? —
pregunta, y Greyson suelta una carcajada.
Abro la cerveza y ruedo los ojos. —Ja, ja, ustedes dos son
jodidamente graciosos. —Camino hacia delante y me dejo caer en el sillón
reclinable, sacándome las botas—. ¿Y por qué están aquí siquiera? El
departamento es un desastre.
—Estábamos esperando que vinieras a limpiar —dice Seth, y Greyson
se ríe incluso más fuerte—. Nuestra propia sirvienta personal.
—Bueno, qué lindo de tu parte —digo—. Usar mi debilidad por las
cosas organizadas contra mí.
Seth pone el control en el brazo de la silla y deja el canal en uno de
noticias. —Oye, no tienes que limpiar. Podrías dejarlo así.
2 Seth lo dice debido a que lo que dijo Luke también puede ser tomado como ―La follé‖.
Miro las cajas y los periódicos arrugados por todas partes y muevo los
hombros ante la incomodidad que me trae. —Comenzaré a ordenar esta
noche.
Ambos se ríen de mí y luego permanecemos en silencio, observando
las noticias mientras bebemos cerveza. Seth se levanta eventualmente y
busca comida por las alacenas, regresando finalmente con un bizcocho
de chocolate. Se lo come mientras veo presentadores hablar sobre todo lo
malo dentro de un radio de ciento cincuenta kilómetros. Apenas le presto
atención, pensando en cómo debería ir a la habitación y disculparme con
Violet de nuevo, arreglar todo.
Mi mente comienza a inundarse con formas de compensarla,
cuando de repente escucho al reportero en la televisión decir el nombre—:
Hayes. —Regreso de golpe a la realidad por un momento y presto
atención a la pantalla. El reportero habla rápidamente sobre el caso de
asesinato de Cheyenne siendo reabierto después de trece años y que si
alguien tiene alguna pregunta llame a ese número. La habitación se torna
realmente silenciosa mientras miro fijamente la pantalla, incluso cuando
pasa a un comercial. Sólo aparto la mirada cuando Greyson se levanta y
se estira.
—Voy a tomar una ducha —anuncia, y luego deja la habitación.
200
Seth sale del sofá. —Voy a fumarme un cigarrillo —me dice—.
¿Quieres venir?
Sacudo la cabeza y su rostro se contorsiona con confusión, ya que
raramente rechazo ir a fumar. —Bien —dice, sus cejas arqueadas mientras
me deja y sale al balcón.
Me pregunto por qué ninguno reacciona como yo, pero entonces
recuerdo que ninguno sabe las cosas que sé sobre Violet. Podrían incluso
no saber su apellido, desde que se mostraba tan reacia a decírmelo a mí.
Jesús. ¿Qué hago? Quiero decir, tal vez no está relacionado con
ella, pero fue a la estación de policía hoy y creció en casas de acogida,
aunque en realidad no me ha dicho qué sucedió con sus padres. También
está el hecho de que no sé demasiado de ella, lo que parece mal en este
momento, especialmente si carga con todo eso en su interior, toda esa
muerte. La muerte es una carga pesada. Yo lo sé.
Dios, debe de estar dolida. Me levanto y me dirijo a la puerta de la
habitación. Está bloqueada, así que golpeo. Toma unos cuantos golpes
más antes de que abra la puerta con una mirada en su rostro que hace
que me duela el pecho. No está llorando o frunciendo el ceño, ni siquiera
luce molesta. Luce como si se ahogara en una escasez de emociones. Hay
una pequeña televisión en el escritorio de la esquina, con el mismo canal
de noticias que estaba viendo en la pantalla.
Le echa una mirada a mi rostro y dice—: No me preguntes. —Luego
retrocede y se deja caer de espaldas en la cama. La desesperación se
filtra a través de su tono—. Por favor, no me preguntes nada sobre ello.
¿Cómo demonios se supone que no le pregunte? ¿Sus padres fueron
asesinados? Hay tantas preguntas que quiero hacerle. Quiero entender su
vida, a ella, y lo peor de todo es que sólo quiero abrazarla y decirle que
todo estará bien, del modo en que deseé que alguien me hubiera dicho
después de que Amy murió. Pero eso es lo que yo quería; no tengo ni idea
de si eso es lo que ella quiere. La única cosa que sé es que si me pidió que
no le preguntara nada y eso es lo que quiere, entonces se lo daré.
—Voy a salir a comprar algo para comer —le digo, aferrándome al
marco de la puerta mientras aplaco la urgencia de bombardearla con
preguntas—. ¿Quieres venir conmigo?
Sacude la cabeza mientras mira fijamente el techo; los brazos
quietos a sus costados. —No, gracias.
—¿Quieres que te compre algo?
201
—Si quieres.
—Bien, te traeré algo —digo, soltando el marco de la puerta—. O si
quieres puedo quedarme y pasar el rato contigo.
—Quiero estar sola —susurra—. Por favor, sólo vete. Necesito estar
sola ahora mismo. —Alcanza el oso de peluche morado en la cama,
abrazándolo mientras gira de costado. Me toma un montón de fuerza no
recostarme en la cama y envolver los abrazos a su alrededor, pero no lo
hago, porque me pidió que no lo hiciera.
13
Traducido por Nats
Corregido por Itxi
Violet
Hoy se está convirtiendo en el día más mierda de todos los días de la
historia que componen mi vida. Iba a ir bien. Me levanté por la doceava
mañana seguida en mi nuevo apartamento y en mi nueva cama y por
primera vez no me desorienté. Buen comienzo. Luego leí un libro, lo que fue
relajante, y no pensé en mis padres o en su muerte en todo ese tiempo.
Como extra, no había visto a Luke durante la mañana. Le había estado
evitando desde que averiguó lo de mis padres porque no quería que me 202
mirase con lástima en sus ojos. No quería que hiciera preguntas. No quería
que se aprendiese todos los detalles, como la forma en que los encontré.
Al menos las noticias mantuvieron eso en secreto.
Me había estado centrando en avanzar y volver al lugar en el que
me encontraba antes de que todo ocurriese, antes de que el caso fuese
reabierto, antes de que Luke se acercara y no fuese ya sólo yo en mi vida.
Necesitaba concentrarme en donde estaba antes, empezar a ser la
independiente Violet no afectada de nuevo.
Ni siquiera se había trasladado a nuestra habitación aún,
probablemente porque lo ahuyenté. Apiló algunas cajas en el armario
pero creo que guardaba sus ropas en una bolsa de lona en la sala de
estar. Tampoco dijo mucho al respecto y no estoy segura de cómo me
siento al respecto. Me sigo diciendo que es algo bueno —ese espacio es
una cosa buena— pero me encuentro cuestionándome mis verdaderos
sentimientos.
Después de pasarme la mayor parte de la tarde leyendo, voy al
trabajo y no está tan lleno porque llueve, y por alguna razón, la lluvia
mantiene alejada a la gente. Todo es simple. Hasta que todo el mundo
decide de repente que van a probar suerte con la lluvia. Luego las cosas
se vuelven un pelín caóticas y estoy yendo a sentarlos a todos y esperando
sus órdenes lo mejor que puedo. El timbre de la puerta sigue sonando
mientras entra más gente, arrastrando agua y barro con ellos. Está este
chico que se sienta solo, lo que ocurre algunas veces —gente rara entra y
comen solos. Lleva una camiseta roja, pantalones marrones, y un
enredado bigote, pero, oye, cada uno a lo suyo.
—¿Quieres sentarte en la barra? —pregunto, esperanzada, porque
de lo contrario ocupará una mesa entera.
Niega, cerrando su paraguas y quitándose el agua de su brazo. —
Me sentaré en una cabina.
Ruedo los ojos mentalmente, le siento en una cabina esquinera,
luego le dejo para que lea el menú mientras voy detrás de la barra para
conseguir un poco de agua. Entonces me apresuro y atiendo a los otros
antes de ir a su mesa, esperando que esté listo para ordenar y no me haga
perder el tiempo.
—Eres Violet Hayes, ¿verdad? —dice mientras presiono la punta del
boli en la hoja de órdenes, y de repente reconozco su voz. Alzo la vista de
la hoja cuando dice—: ¿La Violet Hayes cuyos padres fueron asesinados en
Cheyenne hace trece años?
Una sofocante oleada corre a través de mí y aprieto el boli que
203
tengo en la mano. —¿Eres el cabrón que me ha estado llamando?
Nota mis manos temblorosas. —Lo soy. —Esa estúpida sonrisa se
extiende por su rostro mientras alcanza el agua.
La furia truena en mi interior, junto con un calor sofocante de pánico.
Mi mano adquiere vida propia y le lanzo el boli.
Le golpea en la cara y se estremece, dejando caer el agua en la
mesa y derramando hielo por todas partes. —¿Qué demonios? —espeta
como si yo fuese la loca, y luego alza las manos frente a él—. Vale, relájate.
Mi nombre es Stan Walice. Soy un reportero del canal ocho, Noticias a las
ocho, y me gustaría hacerte un par de preguntas sobre lo que viste esa
noche. Estoy escribiendo un artículo sobre ello.
—Puedes irte al infierno. Llamándome como una especie de
psicópata. En serio. ¿Crees que voy a hablar contigo? —Le lanzo el libro de
órdenes y cae sobre el hielo y el agua, las páginas mojándose
instantáneamente. Me giro y me muevo a través de las mesas, con gente
sentada en ellas, algunos mirándome. En diez segundos me las he
arreglado para ir de camarera estresada a una ―a punto de perder la
cabeza‖. Puedo sentir la furia en el centro de mi pecho, ampliándose en
un agujero, abriéndose mucho más.
Stan me sigue cuando voy hacia la barra. —¿Así que los viste esa
noche? —pregunta—. ¿A los que irrumpieron en tu casa?
No contesto, pidiéndome a mí misma mantener la calma. Que tengo
que hacerlo. Que hay un restaurante lleno de gente, disfrutando de sus
cenas y tiempo en familia, y estaré en serios problemas si hago una
escena.
—¿Los encontraste? —pregunta—. ¿A tus padres? Creí haberlo leído
en alguna parte, ¿lo hiciste? Y que te quedaste en la casa durante
veinticuatro horas más antes de llamar a la policía. ¿Por qué hiciste eso?
Golpeo la encimera delante de la caja donde Sherry, una camarera
de mediana edad con el pelo corto gris, lleva las cuentas. —Vete a la
mierda, Stan.
Justo en el momento exacto en el que lo digo, mi jefe y propietario
del restaurante, Benny, se acerca. —Violet —sisea Benny, mirando a las
mesas y cabinas. Su cara enrojece y su voz disminuye—. Ve atrás ahora
mismo.
Las cosas aumentaron a partir de ahí. El reportero huye por la puerta,
abandonando lo que empezó. Me dirijo a la parte trasera de la cocina y
Benny entra segundos después. Es también el cocinero y lleva este delantal
204
blanco manchado atado alrededor de su vientre redondo. No puedo
dejar de mirarle las manchas cuando se coloca frente al fogón y me mira.
Las manchas son rojas, probablemente de kétchup, pero parecen sangre.
Sangre. Muerte. Sangre. Comienzo a visualizar cosas, no sólo sobre mis
padres, sino de mí. Mi muerte. Cómo será. Horrible. Trágica. Me imagino en
el suelo, muerta con mis padres. Por un segundo, me siento bien.
—Violet, creo que voy a tener que despedirte —dice Benny, y todo lo
que hago es mirar su calva, brillante por la luz fluorescente.
Probablemente debería de haber dejado que me despidiera, pero
entonces entra Greyson. Lleva su uniforme de camarero, una camisa
blanca y pantalones negros, y tiene un vaso en su mano. —Oye, Benny,
dale un respiro. Está teniendo un mal día.
—No me importa una mierda si está teniendo un mal día —replica,
levantando la tapa de una olla de acero inoxidable—. Dejó caer la
palabra con j en mi restaurante. Hay niños ahí fuera llorando.
—Sí, pero el hombre le tocó el culo —miente Greyson, mirándome
rápidamente—. Tienes que darla un respiro. Eso es acoso sexual.
Benny se asoma por detrás de la cacerola cuando alcanza una
cuchara grande de la estantería de acero. —¿Es cierto, Violet?
Me encojo de hombros, sabiendo que debería poner más esfuerzo
en esto, pero hay demasiada pesadez en mi pecho como para
importarme. Todo lo que parece importarme son esas malditas manchas
rojas en el delantal. —Supongo que sí.
—¿Supones que sí o no? —pregunta, revolviendo el agua hirviendo.
Greyson me presiona con una mirada en plan, ¿qué estás haciendo?
Te acabo de dar una salida fácil.
Suspiro, exhausta, obligándome a esforzarme en ello, porque
necesito mi trabajo. —Sí, me tocó el culo. Siento haber dicho la palabra
con j.
Benny suelta un suspiro frustrado y me señala con la cuchara
goteando. —La próxima vez ven a decírmelo antes de ir soltando palabras
inapropiadas alrededor. ¿Entendido?
—Vale.
Frunce el ceño, su frente arrugándose, pero me deja ir, diciéndome
que me tome los siguientes días de descanso y solucione mi mierda.
Respiro profundamente mientras asiento y luego agarro mi ropa de
cambio de mi taquilla y salgo de nuevo para respirar aire fresco. Voy a 205
tener que perder una semana de sueldo. Estoy echando humo, no por mí,
sino por el reportero. Salgo como una tormenta por la puerta hacia el
estacionamiento de los empleados. El cielo sigue gris con nubes de
tormenta, pero la lluvia se ha reducido a una llovizna, y los edificios
alrededor del restaurante iluminan la zona.
Aprieto la mandíbula mientras me abro paso hasta el centro del
parking fangoso, las ropas apretadas en mis manos. Repentinamente cierro
las manos en puños y grito con los dientes apretados—: ¡Que le jodan!
¡Joder! —Pensé que me había librado de los reporteros hacía mucho
tiempo. Este tenía que estar aquí porque la policía había reabierto el caso.
De repente, escucho el crujido de la grava mientras alguien se
acerca. —¿Estás bien? —pregunta Greyson con preocupación.
Me quedo inmóvil. —Estoy bien. Es sólo una semana de trabajo.
Debería estar agradecida de que no me despidiera. —Quiero darle las
gracias por ayudarme, pero no estoy segura siquiera de cómo o por
dónde empezar.
—No sobre eso. —Se detiene detrás y puedo oírle respirar—. Me
refiero a lo que te dijo ese tipo.
Hundo las uñas profundamente en mis palmas. Debería de haberle
golpeado. Debería de haber golpeado al reportero. Necesito golpear
algo. Necesito librarme de esta temblorosa, afilada, dolorosa sensación. —
Estoy. Bien.
Greyson se coloca a mi lado y mis músculos se tensan. Está
adentrándose en un desastre por el que no debería caminar porque estoy
pensando seriamente en pegarle, sólo para hacer que este doloroso
sentimiento se detenga.
Me tiende un vaso lleno de líquido rojo. —Te calmará.
Miro el vaso cautelosamente, sintiendo la ira reducirse. —¿Qué es?
—Vodka y arándano.
—No bebo.
—No puse mucho vodka. —Continúa sosteniéndolo con una sonrisa
simpática en su rostro.
Le arranco el vaso y derramo un poco sobre mi zapato. Tomo un par
de tragos, sintiendo la quemazón del alcohol mezclándose con el
incómodo fuego en mi interior. Así le echo más leña al fuego. Lo sé. Y
debería tirarlo al suelo y alejarme.
En cambio, me bebo de un trago el resto de la copa y luego le 206
devuelvo el vaso vacío a Greyson. —Gracias.
—De nada. —Lo toma y lo gira entre sus manos—. Salgo de trabajar
en unos treinta minutos… podrías esperar… pasar el rato en el bar, y
podríamos coger el bus de vuelta al apartamento juntos.
—¿No viene Seth a recogerte?
—No, Luke y él tienen una fiesta en el piso y estoy seguro de que
están demasiado borrachos para conducir.
Vuelvo la cabeza y le miro, preguntándome cuánto escuchó. ¿Oyó
que mis padres habían sido asesinados? Que los encontré. ¿Hay alguien
más en mi vida de ahora que sepa sobre mi desastroso pasado? —
¿Cuánto escuchaste?
—Algo, pero te prometo que mis labios se encuentran sellados —dice
sin perder el ritmo.
¿Es en serio? Me quedo ahí en silencio, intentando entenderlo, pero
apenas puedo entenderme a mí misma, por no hablar de alguien más. —
Vale, supongo que me quedaré por aquí.
Su sonrisa se ensancha. —Genial, cámbiate y ven a sentarte en la
barra. Te conseguiré otra copa.
Probablemente debería haberlo discutido con él, haberle dicho que
no soy una persona agradable cuando estoy borracha, que mi temeraria
energía se magnifica. Pero en vez de eso asiento y le sigo al restaurante,
sabiendo exactamente en lo que me estoy metiendo y no importándome
nada.
207
14
Traducido por Gabihhbelieber & Val_17
Corregido por Daniela Agrafojo
Luke
Soy un afortunado hijo de puta. Realmente lo soy, pero sólo porque
soy dueño de mi propia suerte, la creo, la engaño. He estado apostando
durante casi una semana y media y tengo casi mil doscientos dólares.
Probablemente debería parar, pero es difícil una vez que consigo una
racha de victorias. Cuando me siento en la mesa, controlo casi todo y me
doy cuenta de lo mucho que he perdido.
Violet no ha hablado mucho conmigo, pasa la mitad de su tiempo
208
en el trabajo y el resto en su habitación. Trato de dejarla porque está claro
que es lo que quiere, pero empiezo a preguntarme si lo que quiere y lo que
necesita son cosas totalmente diferentes. Puedo entender hasta cierto
punto el que quiera estar a solas, pero ella se excluyó por completo de
todos, siempre sola. He intentado un par de veces conversar con ella, para
tenerla de vuelta en mi vida y escuchar el sonido de su voz, pero solo me
da respuestas de una palabra.
Aún sigo durmiendo en el sofá, pero empieza a volverse incómodo y
ni siquiera he desempacado mis cajas todavía, porque ella siempre tiene
la puerta cerrada. Quiero irrumpir allí y reclamar mi territorio, pero luego me
imagino la expresión de su cara cuando abrió la puerta después de
enterarme de lo de sus padres y me detengo, tragándome mi irritación y
recordándome que no se trata de mí y de lo que yo quiero.
Durante la última semana, he hablado por teléfono con mi madre
cada dos días. Estaba ignorando sus llamadas, pero después de los treinta
y tantos mensajes que abarrotaban mi buzón de voz, por fin empecé a
atenderla. Está en uno de sus estados de ánimo donde piensa que hay
alguien detrás de ella, un vecino, el cartero, la policía. Lo hizo mucho
cuando fui a la universidad por primera vez, llamándome para decirme
que necesitaba volver a casa para protegerla. Había disminuido en los
últimos meses, pero creo que cuando le dije que no iba a casa para el
verano, decidió empezar otra vez. He estado haciendo mi mejor esfuerzo
para no chocar mi puño contra algo, recordándome que tengo mi propio
lugar y puedo hacer lo que quiera. Pero cada vez que oigo su voz me
recuerda el pasado, entonces las pesadillas empiezan, y más rabia me
inunda.
Es viernes por la noche, Seth y yo decidimos hacer una fiesta para
celebrar nuestra nueva casa y me alegro, porque realmente necesito un
descanso del estrés de mi vida. Violet y Greyson se encuentran en el
trabajo todavía. Tenemos un salón lleno de gente, música sonando, un
sinfín de bebidas y brownies de marihuana de una semana o más, que
Greyson hizo y que Seth y él ocasionalmente mastican. Le pregunté de
dónde había sacado la hierba y me dijo que de un amigo, pero creo que
se la dio Violet, lo que me hace preocuparme por que pudiera ir de nuevo
con ese idiota. Pero no voy a preguntarle al respecto. Si ella es así de
estúpida, entonces es así de estúpida. No. Es. Mi. Problema. Al menos eso
es lo que sigo tratando de decirme, pero como siempre, no puedo dejar
de pensar en mi pasado y en lo que las drogas le hicieron a mi madre, en
lo que la transformaron.
Puse cerveza patatas fritas, y una extraña fuente de fruta que Seth 209
tomó de la sala, pero mantuve las cosas duras en la nevera para mí uso
personal. Entonces consigo un juego de cartas y voy a la mesa, ordeñando
mi racha de buena suerte por todo lo que vale la pena. Tengo unos poco
demasiados tragos de vodka en mi sistema y los reyes están empezando a
verse como reinas, pero no voy a dejar de jugar o beber, porque me siento
jodidamente relajado.
Hay otros cinco chicos en la mesa, incluyendo a Seth, que no es muy
bueno con las cartas, pero juga por diversión. Uno de los chicos, Jonah
algo, tiene una rubia con labios rojos realmente brillantes sentada en su
regazo, usando una ajustada falda de cuero y un top blanco sin sujetador.
Me sigue dando estas miradas y estoy debatiéndome si quiero follármela.
Jonah dijo que no eran novios, sólo amigos, pero sería un poco raro si Violet
entra, y todavía no estoy seguro de si podría pasar a través de eso y
conseguir lo que busco: una follada muy necesitada, una en la que estoy
en control de la situación. Por otra parte, no debería pensar en Violet. No
estamos juntos. Nos besamos una vez. Y qué carajo, es hora de seguir
adelante. Superar a una chica que no tiene ningún interés en mí… una
chica que ha estado controlando cada uno de mis pensamientos durante
semanas, por lo menos esto es lo que me digo.
Mientras gano la siguiente mano, mi intoxicación desenfoca mi
proceso de pensamiento, y empiezo a obrar mi magia, coqueteando con
la chica frente a mí, que me dice que su nombre es Kenzie. Después de
unas cuantas sonrisas y felicitaciones, consigo que deje el regazo de Jonah
y se venga al mío.
—Tienes unos ojos preciosos —susurra en mi oído, por suerte no se ríe
mientras pasa sus dedos por mi pelo.
—Será mejor que no la lastimes —dice Jonah con una sonrisa,
mientras toma un sorbo de su cerveza y estudia sus cartas.
Lastimarla, no. Follarla, sí. Llevo mi brazo alrededor de su espalda y
menea su culo un poco, acomodándose en mi regazo, y se siente bien,
pero no tanto como lo hace normalmente.
—Sube la apuesta, imbécil —me dice Jonah, lanzando un puñado
de fichas azules al centro de la mesa.
Disparándole una mirada de advertencia, agarro mis fichas, pero me
detengo cuando sus ojos se mueven hacia la puerta.
—Bueno, bueno, si no es mi maldita persona favorita en todo el
mundo. ¿Qué haces aquí, preciosa?
—Y si no es el mayor idiota del mundo. Vivo aquí, idiota. —El sonido
de la voz de Violet sobre la música hace que me tense. Pensé que no iba a 210
volver del trabajo en al menos una hora más.
Espero por lo que parecen cinco horas, cuando es probable que
sólo fueran más como cinco segundos, y entonces Violet camina por
delante de la mesa y gira hacia la cocina que se encuentra al lado. Lleva
una falda larga de cintura baja y un top blanco y negro que sólo cubre la
parte inferior de sus costillas. Puedo ver su vientre plano, su piel lisa, y un
tatuaje curvándose hacia arriba sobre su caja torácica y todo el camino
por debajo de la cadera en tinta negra. Patrones de curvas que forman
flores y ocupan la mitad de su costado. Es la maldita cosa más sexy que he
visto en mi vida… Quiero arrancarle la ropa para poder ver dónde
comienzan y terminan las líneas.
Deambula hasta la nevera, apenas prestando atención a la fiesta, y
luego aparece Greyson en la mesa, con los ojos enrojecidos y oliendo a
humo de cigarrillo.
Se deja caer en una silla al lado de Seth, agarra un puñado de
papas fritas, y dice—: ¿Qué me he perdido?
Seth entrecierra los ojos mientras se inclina hacia él. —¿Estás…? —
Olfatea el aire delante de la boca de Greyson—. ¿Estás borracho?
Greyson se encoge de hombros, empujando las patatas fritas en su
boca.
—¿De verdad importa?
Seth se recuesta en su asiento, con el brazo envuelto en el respaldo.
—Casi nunca bebes.
Greyson no le hace caso y comienza a comer papas fritas mientras
mi atención se desplaza de nuevo hacia Violet en la cocina. Está
buscando algo en el refrigerador, su cabeza agachada. Lanza su cabello
un poco sobre su hombro, y mira rápidamente hacia mí, con sus ojos
parpadeando entre la chica en mi regazo y yo.
Esperaba la mirada distante que siempre es tan buena en dar, pero
por el más mínimo segundo, hay dolor en sus ojos.
—Entonces, Jonah el estúpido —dice ella, alejando su mirada de
mí—. ¿Qué has estado haciendo durante los últimos meses?
Jonah el estúpido se echa hacia atrás en su silla, comprobando su
culo.
—Ni una mierda. ¿Todavía haces lo que acostumbras? 211
Incapaz de evitarlo, tomo una patata frita y se la lanzo. Mi puntería
borracha está ausente y golpea la pared, rompiéndose, y Jonah ni se da
cuenta. Sin embargo, Seth lo hace, y lo mismo ocurre con Kenzie, ambos
me dan una mirada perpleja.
Violet se aleja del refrigerador y cierra la puerta con la cadera,
agarrando una botella de tequila medio llena. Inmediatamente percibo
que algo está mal. Dice que no bebe y nunca la he visto bebiendo antes.
Me pregunto si pasó algo en el trabajo, o tal vez con sus padres, pero
¿cómo se supone que voy a saber qué va mal si no me habla una mierda?
—No últimamente. —Desenrosca la tapa, sus ojos fijos en Jonah, que
parece creer que está a punto de tener suerte. Ella toma una respiración
profunda, luego pone la boca de la botella en sus labios, y deja caer su
cabeza hacia atrás, tomando un trago. Su espalda se arquea y su pecho
sobresale mientras bebe.
Estoy bastante seguro de que cada tipo en la mesa, además de Seth
y Greyson, la observa con la boca abierta.
—Zorra —murmura Seth a mi lado con una sonrisa en su rostro
mientras examina sus cartas.
Violet separa la botella de su boca y sus ojos se humedecen mientras
se atraganta. Coloca rápidamente el tapón y luego lame el tequila que
queda fuera de sus labios.
—Dios, eso quemó mi garganta como la mierda.
—El tequila te hará eso —bromea Jonah, como si fuera el
comediante más jodidamente gracioso del mundo.
Violet sonríe tolerantemente hacia él. —Sí, supongo que sí.
Jonah sonríe mientras pone sus cartas sobre la mesa. —Así que, sé
que dijiste que no haces lo de siempre, pero, ¿podrías por favor hacer una
excepción por tu hombre favorito en todo el mundo? Lo necesito
muchísimo, bebé.
Violet tiene la botella en la mano, sus ojos verdes se lanzan hacia los
míos antes de decirle a Jonah—: Sígueme.
Jonah se ve como si hubiera encontrado oro y empuja la silla lejos de
la mesa.
—Lo siento, chicos, pero creo que me voy a ausentar en la siguiente
mano. —Levanta su cerveza y rodea la mesa detrás de Violet, mientras ella
pasa junto a mí con Jonah siguiéndola como un cachorrito. Desaparecen 212
en su habitación, nuestra habitación. Me quedo mirando la puerta, mi
pecho ardiendo mientras lucho con el deseo de ir tras ella. No es mía. No
quiero que sea mía. Solo déjala ser. No es como si estuviera teniendo
relaciones sexuales.
—¡Qué puta! —dice Seth en voz baja, mientras alcanza un vaso de
plástico rojo lleno de vodka y jugo de naranja.
—No es una puta. —Sueno un poco más duro de lo que pretendo,
lanzando mis cartas sobre la mesa—. No sabes nada de ella.
Seth mueve el borde de la taza a su boca. —Tú tampoco —me
recuerda—. Entonces, ¿cómo sabes que no lo es?
—Porque lo hago. —Pero no es cierto. Violet miente mucho y es difícil
saber si lo que sale de su boca es real, cualquier cosa. Tal vez no es virgen.
Tal vez se acuesta con muchos igual que hago yo. Tal vez vende drogas, se
acuesta con cualquiera, y luego hace cosas locas como saltar por la
ventana.
—Maldita sea —maldigo, porque esto no debería molestarme.
Ninguna chica lo ha logrado. Sin embargo, Violet sí. Empujo a Kenzie de mi
regazo y aterriza sobre sus pies, pero tropieza. Apenas se sostiene de la
encimera.
—¿Así de grosero? —bufa, poniéndose de pie.
Me levanto mientras la ira me atraviesa. No tengo ni idea de qué
hacer, pero si no hago algo pronto, voy a reventar.
213
Violet
La Violet borracha y malvada está saliendo, y se aburre. No es una
buena combinación. Probablemente significa que voy a ir en busca de
problemas. Y un problema para mí, por lo general significa hacer cosas
como saltar de las ventanas del segundo piso. Por mucho que me encanta
tentar a la muerte, la última vez que me emborraché cuando me sentía
así, acabé siendo golpeada por un coche. Me rompí la pierna, también, y
Preston no estuvo contento con eso. Traté de hacer mi mejor esfuerzo para
explicarle por qué lo hice y me dijo que iba a ser una de esas personas que
no serían capaces de beber, no sin graves consecuencias. Odio el hecho
de que estoy pensando en Preston y que, más o menos, como que lo
extraño un poco, y a la vida que había construido con él, porque antes de
todo el drama, nuestra vida era cómoda. Y nunca había estado cómoda
antes.
—Oye, ¿te importa si lo enciendo aquí? —pregunta Jonah el
estúpido, mientras se acomoda en mi cama, cruzando las piernas. Es uno
de mis clientes habituales, un poco molesto y me pone de los nervios, pero
estoy aburrida y necesito una distracción. Y estoy bastante segura de que 214
Luke piensa que vine aquí para hacer algo con él, por la mirada celosa en
su rostro. No me gusta cuánto me complace la idea de que esté celoso.
Pero no tiene derecho a estarlo, considerando que tenía a esa zorra en su
regazo, que posee tantas curvas que su ropa no podía ocultarlas.
—Haz lo que quieras. —Me encojo de hombros, pasando a través de
las canciones de mi ordenador. Los títulos de las canciones son difíciles de
leer, y cuanto más entrecierro los ojos, más aburrida e inquieta me vuelvo.
Finalmente, hago clic en una al azar y "Make Damn Sure" de Taking Back
Sunday comienza a reproducirse. Entonces decido buscar a Stan Walice, a
ver si puedo conseguir cualquier información sobre él. Ir a patearle el culo
me haría sentir mejor. Hago una búsqueda sobre él y agrego el Canal 8,
luego entrecierro los ojos hacia la pantalla. Es difícil decir cuál es él… todos
se ven borrosos.
—Dios, esta mierda huele bien. —Jonah sonríe mientras saca su pipa
de su bolsillo. Es bastante guapo para ser un drogadicto, y no es rico como
la mayoría de mis clientes regulares. Tiene un gorro en la cabeza, una
banda de cuero deshilachado en su muñeca, y algunos agujeros en sus
vaqueros. Tengo la lámpara encendida y puedo ver sus pupilas dilatadas.
Toma el resto de la hierba de mi botella de prescripción y lo pone en su
pipa. Me sorprendí un poco cuando Greyson me lo devolvió, tomando sólo
un poco para sus brownies de marihuana. La mayoría de la gente lo habría
tomado todo.
Jonah me dice algo mientras libera el humo de su pecho, pero sólo
subo el volumen de la música y continúo mi búsqueda de información
sobre Stan Walice. Pero después de un rato me doy por vencida, porque la
visión borrosa y el brillo de la pantalla hacen que me piquen los ojos.
Muevo el ordenador a un lado, luego busco un chicle en el cajón de la
mesilla, pero todo lo que tengo es una bolsa de paletas. Tomo una y la
pongo en mi boca para eliminar el desagradable sabor del alcohol
pegado en mi paladar. Entonces me acuesto en la cama y miro hacia el
techo. No puedo dejar de pensar en ese reportero y en sus preguntas. ¿Y si
aparece de nuevo? ¿Qué pasa si no puedo manejarlo? ¿Estoy
manejándolo en este momento? Hay un sentimiento de calma-antes-de-
la-tormenta en mi pecho, olas rasgando, blancas puntas, listas para llegar
más alto mientras se elevan hacia la costa. La pregunta es ¿dónde está la
costa? ¿En mí? ¿En alguien más? Necesito hacer algo. Estoy demasiado
inestable.
Bajo la música y me siento mientras Jonah le da otra calada a su
pipa y el humo llena la habitación. Subo mis rodillas y lo observo fumar una
y otra vez mientras chupo la paleta. Él no dice nada, pero se mantiene 215
mirando el caramelo en mi boca, o mi boca, no puedo decirlo con
certeza. Me echo hacia atrás y dudo entre querer echarlo, así puedo
conseguir mi subida de adrenalina en solitario, o si lo quiero alrededor.
¿Puedo usarlo para cualquier cosa? Cuando besé a Luke se sintió bien y
me distraje. Me pregunto si Jonah me podía dar el mismo efecto. Podría
intentarlo, porque como que lo necesito esta noche. Necesito olvidarme
de mi vida. De mi trabajo. De Stan, el estúpido periodista.
—¿Qué? ¿Por qué me miras como si quisieras follar conmigo? —
pregunta Jonah con una sonrisa, una nube de humo saliendo de sus labios.
—No lo hago. —Me arrodillo en la cama y echo mi pelo hacia un
lado mientras me inclino más cerca, sacando la paleta de mi boca. Mi
camisa se sube y Jonah toca mi piel desnuda con una sonrisa perezosa en
su cara. Podría darle un beso y averiguar si es tan buena distracción como
Luke. Nunca había sido una persona de besos, pero tal vez algo ha
cambiado, tal vez podría…
Alguien toca la puerta. —Violet, abre la maldita puerta. —Es la voz
de Luke y está llena de ira.
Los ojos de Jonah sobresalen cuando tose después de inhalar hierba.
—Oh, mierda, ¿Luke es tu novio?
Ruedo los ojos mientras Luke golpea la puerta de nuevo. —¿En todo
el año que he estado lidiando contigo, alguna vez me has visto con un
novio?
Se encoge de hombros, moviendo el mechero. —No, pero no sé
nada de ti, nadie lo hace.
Abro la boca para concordar con él, cuando Luke comienza a
golpear la puerta una y otra vez. Sacudiendo la cabeza, me levanto de la
cama, tropezando con la parte inferior de mi falda cuando camino, y me
preparo en la puerta. Luke golpea de nuevo y la abro. Todavía está en
medio de un golpe y el puño vuela hacia mí. No me muevo y apenas se
detiene a tiempo, justo antes de golpearme en la cara. Baja su puño a un
lado, pareciendo sorprendido, pero entonces su mirada de sorpresa se
desvanece y empuja más allá de mí hacia la habitación.
—Lárgate de aquí —le dice a Jonah con un tono tranquilo e
inquietante, mientras mueve la cabeza hacia la puerta.
Jonah aleja la pipa de su boca. —¿Qué demonios te pasa? Sólo
estoy sentado fumando. No la toqué.
Luke se acerca a la cama y agarra la pipa de las manos de Jonah.
216
—Tú eres mi problema. Ahora lárgate.
Jonah se levanta de la cama. Es más bajo que Luke, pero su cuerpo
es más grueso. Aun así, hace lo que le piden y se dirige a la puerta,
haciendo una pausa antes de salir.
—¿Puedo al menos recuperar mi pipa?
Luke lo empuja hacia la puerta, y luego tira la pipa hacia él. Jonah
no la alcanza y esta golpea el suelo, derramando hierba chamuscada por
toda la alfombra. Jonah maldice mientras Luke cierra la puerta y la
bloquea. Siento un hormigueo de pies a cabeza mientras espero a que se
dé la vuelta, pero no lo hace, sólo apoya la cabeza contra la puerta.
Tiene puesta una camisa negra y vaqueros lo suficientemente
apretados para que su culo se vea realmente bien. Tal vez su culo siempre
se ve bien. Nunca le he prestado atención hasta ahora. Pongo la paleta
en mi boca, inclinando la cabeza hacia un lado para tener una mejor
vista. Cuando se vuelve hacia mí, ni siquiera me molesto en tratar de
ocultar el hecho de que estaba mirándolo. Estoy borracha y descuidada, y
cada rasgo de mi personalidad indiferente se ha amplificado.
Se pasa las manos por su corto cabello, los músculos de su brazo
ondulándose.
—Me estás volviendo loco.
—Lo dices mucho. —Ruedo la paleta en mi boca y sus ojos se fijan en
ella.
Me mira fijamente, sus ojos grandes irradiando deseo. —¿Lo estás
haciendo a propósito? —pregunta con una mirada salvaje mientras
asiente hacia la paleta en mi boca.
El caramelo hace clic en mis dientes. —No, tenía el sabor de tequila
en mi aliento y esta es la única cosa que tenía en la habitación que podría
encubrirlo.
Se deja caer contra la puerta, con aspecto desgastado. —Apuesto
a que Jonah lo amaba.
Mis labios se tornan hacia arriba alrededor de la paleta. —Estoy
segura de que sí.
Sacude la cabeza y aprieta los ojos. —Juro por Dios que tratas de
meterte bajo mi piel.
Saco la paleta de mi boca y la tiro a la basura. —No estoy tratando
de hacerte nada. Tú eres el que vino a irrumpir aquí.
Sus ojos se abren, fríos, afilados, y la mirada en ellos me hace
217
retroceder. Y me excita. A medida que la excitación se mezcla con el
alcohol, me olvido completamente de todo. Dónde estoy. Quién soy. Lo
que quiero.
Da un paso hacia la cabecera de la cama y yo me levanto.
—Estaba golpeando la puerta porque tenía miedo de lo que hacías
aquí.
—¿Qué? ¿Vendiendo drogas? Eso es lo que hago, Luke. Ya te lo dije.
—Bueno, no deberías… y eso no es lo que pensaba… —Sus piernas
se estiran mientras camina hacia mí—. Pensé que estaban teniendo sexo.
Quiero alejarme de él, porque el calor y la pasión salen de su cuerpo
como el olor del tequila y del vodka se derraman del cuerpo de ambos.
—En realidad, no es asunto tuyo si lo hacía.
—Sí lo es. Todo lo que haces es asunto mío.
Resoplo. —¿Por qué lo dices?
Cruza sus brazos y se detiene justo frente a mí. —Porque me trajiste a
tu vida, te mudaste conmigo… —Se detiene, su enfoque vagando a mi
boca—. Me besaste.
Me río y es mi risa ebria, un sonido tonto y estridente. —¿Yo te besé?
Consigue la historia verdadera. Tú eres el que aplastó sus labios contra los
míos.
—No aplasté mis labios contra los tuyos —dice ardientemente,
guiñando sus ojos mientras se inclina—. Nos besamos y te gustó. Admítelo.
Sacudo mi cabeza. —No lo haré.
—Dilo.
—De ninguna manera.
—Oh, mi Dios —gruñe él, temblando de irritación mientras aprieta sus
manos—. No puedo ganar contigo. Trato, trato y trato de conseguir algo
de ti, cualquier cosa, y no me lo das.
—Lamento mucho no dejarte ganar conmigo como todas las otras
chicas con las que te acuestas —dice mi boca ebria—. Ahí está la puerta.
—La señalo con mi dedo—. Puedes irte cuando quieras.
Sacude su cabeza y deja escapar una risa penetrante. —Se suponía
que esta sería nuestra habitación, pero tú te adueñaste de ella.
—No me adueñé, tú simplemente no vienes aquí. 218
Hace una pausa, y cuando habla de nuevo se ve más tranquilo.
—¿En verdad es eso lo que esperas? ¿Qué simplemente entre aquí?
Porque parecía que querías tu espacio.
—Sí, es lo que esperaba —tartamudeo. Realmente tartamudeo.
Nunca tartamudeo. A través de nuestra pequeña charla en código he
logrado, de alguna manera, perder mi voz confiada y admitir que he
estado esperando que venga aquí conmigo.
Hace una pausa, luciendo sorprendido y horrorizado, sus ojos
oscureciéndose mientras sus pestañas bajan.
—Dilo de nuevo.
—¿Decir qué?
Desliza sus pies a lo largo del suelo, acercándose, y sus rodillas
golpean las mías.
—Que esperabas que yo viniera aquí.
Sacudo la cabeza, empujando mi rodilla contra la suya. —No lo
hacía.
Su mirada parpadea hacia nuestras rodillas tocándose. —Acabas de
decir que lo hacías.
—Bueno, soy una mentirosa.
—Lo sé, pero no mentías.
No digo nada en absoluto. Pienso en alejarme de él, salir de la casa,
dirigirme a la carretera, hacer autostop hasta el edificio más alto de la
ciudad. Llegar a la azotea y saltar. En su lugar, me quedo quieta, porque la
confusión en mi cabeza hace que se vea bien estar aquí con él. Espero
impacientemente a que haga lo que sea que va a hacer. Gritarme.
Dejarme. Besarme.
Su brazo alcanza mi costado y se curva en torno a mi cadera.
Empiezo a abrir la boca cuando sus dedos rozan mi piel y se envuelven
alrededor de mi cintura, pero de repente lo pierdo y me inclino, besándolo.
Al segundo en que nuestros labios se tocan, me siento a salvo de todo lo
malo en mi vida. Culpo al tequila. Pero estoy bastante segura de que no es
el tequila lo que me hace hacer lo siguiente, sólo la pasión que siento en el
momento. Cuando separo mis labios esperando que él deslice su lengua
en mi boca, elimino el espacio entre nuestros cuerpos, aplastándome
contra él, luego levanto mi pierna para engancharla alrededor de su
cadera. Hay una pausa de renuencia por parte de Luke, luego deja
escapar un gemido ronco y de repente todo comienza a moverse rápido. 219
Su palma caliente se desliza de mi cadera hasta mi muslo, sus dedos
aprietan la tela de mi falda mientras agarra mi pierna y me levanta. Junto
mis piernas a su alrededor, bloqueando mis tobillos mientras su lengua se
desliza profundamente en mi boca. Se aprieta contra mí, gimiendo de
nuevo cuando nos dirige a la cama. Segundos después, caemos sobre
ella. Juntos. Aterrizamos en el colchón y se vuelve cóncavo, ajustándose al
peso de nuestros cuerpos. Nos enredamos entre las sábanas y mantas,
nuestras piernas entrelazadas, manos encima de las otras, cuerpos
retorciéndose en armonía. Sigo haciendo estos pequeños gemidos, pero
no puedo estar en lo correcto. Yo no gimo.
Luke aleja su boca cuando gimo por quinta o undécima vez.
Escanea mi cara mientras jadeo en voz alta, mis manos ahuecando sus
omóplatos, el calor de su piel fluyendo a través de la tela de su camiseta.
—¿Por qué te detuviste? —pregunto, sin aliento.
—No tengo ni idea —murmura, luego sella sus labios con los míos,
agarrando mis brazos en sus manos y fijándolos por encima de mi cabeza.
Jadeo, el deseo inundándome es más poderoso que mi necesidad
de adrenalina. Tengo un montón de cosas en mí ahora. Golpeando las
partes sensibles de mi cuerpo, latiendo entre mis muslos. Él me devora con
su boca mientras atrapa mis muñecas y me presiona contra la cama. Le
devuelvo el beso con más emoción detrás de eso de lo que he sentido
antes, mis dedos trazando arriba y abajo su espalda, por su cabello,
mientras mi espalda se arquea y me retuerzo contra él. Su mano libre vaga
por mi cuerpo, luego por mi falda, dirigiéndose a la parte superior de mi
muslo. No es lo más lejos que he ido antes, pero es lo más lejos que he ido
con alguien por quien tengo sentimientos, y la emoción detrás de eso se
está volviendo demasiado.
Empiezo a decir que pare, pero luego su dedo se desliza por el borde
de mi ropa interior y las palabras son robadas de mis labios por el
alarmante pero aun así sorprendente hormigueo corriendo por cada parte
de mi cuerpo. Siento como que voy a estallar, y la sensación sólo aumenta
cuando desliza un dedo dentro de mí, y luego otro. Grito de felicidad
cuando comienza a moverlos, mis caderas girando contra su mano, mi
cuerpo buscando más. Me besa apasionadamente antes de que su boca
baje, su mano dejando mis brazos, liberándome de su agarre.
Sin embargo, mantengo mis brazos por encima de mi cabeza, mis
ojos se cierran mientras jadeo por aire. Su otra mano empuja mi top hacia
arriba. Le da un tirón a mi sujetador y mis pezones saltan libres, segundos
después su boca cubre mi pecho. Estoy ida. Ahogada en un mar de deseo
y alcohol, cayendo impotente mientras pierdo el control y mi cuerpo se 220
enciende. Grito de nuevo mientras clavo mis uñas en mis palmas,
buscando la liberación de adrenalina que he estado anhelando toda la
noche. Me siento desmoronarme, cayendo impotente, perdiendo el
control sobre todo mientras todo dentro de mí se rompe y mi mente se
aleja. Cuando vuelvo a la realidad, me encuentro exhausta, agotada,
pero contenta. Luke ya no está succionando mi pezón, pero se queda a mi
lado con su codo apoyado en el colchón y su cabeza descansando en su
mano. No dice nada, sólo me mira, sus ojos brillantes, su rostro atestado de
incertidumbre, como si no estuviera seguro, o tal vez incluso se arrepintiera,
de lo que acaba de pasar.
—Lo siento, tenía mi teléfono apagado cuando llamaste —dice en
voz baja—. Siempre apago mi teléfono cuando juego al póker.
Quiero decirle por qué estaba molesta, pero incluso ebria, la idea de
abrir la caja de Pandora llena de mi pasado no parece ser una buena
idea.
—Lo siento por adueñarme de la habitación. —Le ofrezco una sonrisa
cansada.
Una pequeña sonrisa adorna sus labios. —Está bien. Como que
dormía en el sofá intencionalmente de todos modos, porque sentía que
necesitabas tu espacio.
—Pensé que lo hacía… porque eso es lo que usualmente hago… —
Me detengo, parpadeando a través de mi cansancio—. Pero ya no estoy
tan segura.
Él se queda callado por un momento. —Si me necesitas… entonces
aquí me tienes.
Tomo un aliento cuando se acerca y luego pasa sus dedos a lo largo
de mis costillas. Tira de mi camiseta hacia abajo, cubriéndome. Se siente
como lo más bonito que alguien ha hecho por mí, y siento que debería
abrazarlo, pero mis brazos sienten demasiado cansados.
Bostezo, el adormecimiento del alcohol tomando el control sobre mí.
—Creo que voy a ir a la cama —murmuro mientras me volteo,
prácticamente me arrastro hasta mi almohada y me desplomo sobre mi
estómago. Él se sienta en el borde de la cama y mira fijamente la puerta—.
Puedes salir si quieres. —Bostezo de nuevo—. Pero me gustaría que te
quedaras aquí… conmigo… —Apenas puedo registrar lo que digo, pero lo
único que sé es que, cuando estoy en sus brazos, parece que todo lo malo
se va.
221
Luke
Nunca he hecho eso antes. Nunca le he dado todo a una chica sin
tomar nada a cambio. Siempre había sido egoísta y era una especie de
punto. Quería serlo en lugar de ser pisoteado por todos.
Después de que Violet se durmiera, diciéndome que quería que me
quedara con ella, me siento en la cama con la cabeza entre mis manos
mientras decido qué hacer. Estoy considerando seriamente la posibilidad
de acostarme con ella, abrazándola, y dormirme porque estoy exhausto.
Mentalmente. Pero no puedo ordenar mis pensamientos llenos de la forma
en que gimió y cómo todo lo que quería era hacerla gemir de nuevo.
Entonces se vino, y la mirada en sus ojos era tan contenta, tan sexy, tan
increíble. Había tanta emoción en su interior en ese momento —placer,
deseo, necesidad— y fue fascinante verlo porque ella nunca muestra
nada. Me dio la mayor erección que he tenido. El siguiente paso habría
sido follarla, recuperar el control, conseguir lo que quiero de ella, pero no
pude. Está borracha. Estoy borracho. No está bien, y no quiero hacerle eso,
así no es como quiero que sean las cosas entre nosotros.
Sacudiendo la cabeza, me levanto y voy a la puerta, dejándola
222
durmiendo en la cama, porque no estoy seguro de poder contenerme. Me
siento mal por irme, pero al mismo tiempo me siento demasiado inquieto
para quedarme.
El juego de cartas sigue en marcha, pero una gran cantidad de
personas se han ido del apartamento.
—¿Divirtiéndote? —pregunta Seth con especulación en sus ojos
mientras mira sus cartas. Greyson tiene un brazo a su alrededor,
examinando sus cartas. Cuando me echa un vistazo, hay una mirada de
preocupación en sus ojos, lo que me hace preguntarme si él sabe algo
sobre Violet, como tal vez lo que pasó con sus padres.
—Más de lo que jamás he hecho. —Rodeo la mesa, notando lo que
Jonah y Kenzie han rescatado, y me dirijo a la nevera. Agarro una botella
de tequila y trago, una y otra vez, dejando que la quemadura se hunda,
esperando recuperar a la persona que solía ser, la que yo construí para
poder evitar ser poseído y controlado por alguien, como hacía mi mamá
todo el tiempo. Pero ya no puedo encontrarlo. Me estoy convirtiendo en
alguien más que no creo que me guste, a menos que me encuentre
besando a Violet, y luego parece estar bien ser de esa manera, dejándolo
ir, dándole lo que quiere, no siendo el que tiene el control, el tipo de
persona que hace cosas por los demás, que deja entrar a las personas a su
jodida vida.
Quiero a Violet más de lo que nunca he querido a nadie. Quiero
todo lo que he estado evitando desde que cumplí dieciséis y ya no me
importó pensar sólo en mí mismo. Quiero tanto a Violet que quema bajo mi
piel más fuerte que el alcohol quemando mi garganta.
Al final del trago aparentemente interminable, todavía siento el
abrumador impulso de volver a la habitación —a ella—, así que lo hago.
Me subo a la cama y me acurruco contra ella, sosteniéndola, acostado a
su lado, como ella me pidió que hiciera. Pero ni siquiera estoy seguro de lo
que hago.
Duermo con una chica por primera vez, y la cosa sorprendente es
que lo disfruto por un momento, hasta que cierro los ojos. Luego, como
siempre, el pasado me alcanza.
Violet
Me despierto a la mañana siguiente sin quejarme por primera vez,
pero me palpita la cabeza y mi garganta seca arde con la necesidad de
aclararse. Comienzo a levantarme para ir al baño, cuando me doy cuenta
de que un brazo me sujeta. Me giro y encuentro a Luke durmiendo a mi
lado en la cama con su brazo sobre mí. Bueno, esto es… interesante.
Repaso mis recuerdos, estremeciéndome ante el pulsante dolor, y
lentamente vienen a mí en nítidas imágenes. Me avergüenzo de uno en
225
particular, los dedos de Luke deslizándose en mi interior, pero entonces
recuerdo cómo se sintió, mi estómago da una voltereta y repaso lo
satisfecha que me sentí. Podría intentar culpar al alcohol, no sería la
primera vez que lo hago, pero con la manera positiva en que mi cuerpo
reacciona a los recuerdos, sólo me estaría mintiendo a mí misma.
Estar acostada junto a él tampoco es tan malo, lo cual es confuso de
aceptar. Todos estos años, nunca permití que alguien se me acercara
tanto, nunca sentí algo por alguien en un nivel profundo. No sé qué hacer
conmigo misma. Rendirme ante el sentimiento o retroceder.
Con cuidado, le levanto el brazo y me agacho por debajo. Luego
paso por encima y lo dejo durmiendo en la habitación. Necesito despejar
mi cabeza. Respirar. Pensar en lo que esto significa y decidir qué haré
cuando se despierte.
Discretamente, voy sin hacer ruido a través de la cocina, me hago
café, y enseguida cruzo la sala llena de basura, papas fritas y cartas. Me
dirijo a la puerta corrediza de cristal que lleva al balcón, la abro y salgo a
la luz de la mañana, una gentil brisa me acaricia la piel. Trepo la gruesa
baranda de madera con la taza de café en la mano y me siento,
relajándome contra las vigas, con los pies colgando sobre el borde. Bajo la
vista hacia el suelo, por una vez sin pensar en saltar, sino pensando en el
pasado.
Recuerdo la primera vez que tuve que cambiar de familia adoptiva.
Tenía siete años, y al principio no entendía por qué. Sí, sabía que actuaba
un poco loca y lloraba mucho, pero no se supone que las personas
abandonen a los niños, ¿verdad? No es como si las quisiera mucho, sólo
quería a alguien que me ayudara a sentirme segura de la oscuridad que
vivía dentro de mí, de los recuerdos que me perseguían, de la soledad.
La mirada en sus rostros mientras empacaba mi maleta y me dirigía
con mi trabajador social, es algo que nunca olvidaré. No lucían tristes por
verme irme, sino aliviados. No me querían, no cómo lo hicieron mis padres.
La dolorosa, brutal y dura realidad de la vida me golpeó en el pecho ese
día y casi me dañó. Desde ese momento, me rehusé a acercarme a
alguien, sabiendo que con el tiempo me devolverían. Era más fácil no
sentir nada que sentir todo lo malo. Lo he hecho desde entonces,
rehusándome a sentir algo excepto la única cosa que puedo controlar. Mis
subidones de adrenalina. Tan fáciles de empezar. De resistir. Mucho mejor
para sentir que las cosas más difíciles, como el dolor.
Cierro los ojos y dejo que la luz del sol rebose sobre mí al tiempo que 226
sorbo café, lo cual me calienta la piel, sabiendo que lo que pasó con Luke
anoche no fue sólo un subidón de adrenalina. Siento cosas por él. Incluso
borracha. He sentido cosas por él desde el día en que me ayudó a entrar a
clases. Me ayudó tanto, y nunca pidió nada a cambio. Me hace sentir tan
segura, y en ocasiones, cuando me mira, me toca, me besa, se siente
como si me quisiera. Todo de mí. La malhumorada y errática Violet que se
cae de ventanas y lo patea en la cabeza. Quien depende mucho de él, y
aun así nunca parece molestarle. Él va en contra de mi teoría sobre las
personas, y nada más cruzo mis dedos para no equivocarme.
Escucho la puerta corrediza abrirse y no abro los ojos, contengo la
respiración en lo que pongo la taza en la baranda.
—Violet, ¿qué haces aquí? —pregunta Luke.
Mantengo los ojos cerrados, preguntándome si puede recordar la
noche de ayer o si se encontraba demasiado borracho. —Simplemente
pensando.
—¿Acerca de qué? ¿Es… piensas sobre anoche? —Parece nervioso
y escucho la puerta cerrarse, somos sólo él, yo y el suelo bajo nosotros.
—¿En serio quieres saberlo? —pregunto suavemente.
—Sí… sí quiero —dice, sonando cansado, abro los ojos y me giro para
mirarlo.
Luce exhausto, círculos oscuros bajo sus ojos, piel pálida, casi verde,
y ropa arrugada. Durmió con la cabeza girada y su cabello parece plano
por un lado, no es la apariencia más atractiva, pero aun así no puedo
apartar mi mirada de él.
—Pienso en mi vida. —Debo respirar, porque le acabo de decir la
verdad, y la cruda realidad de eso casi me ahoga.
Me examina y luego se me une en la baranda, sentándose cerca de
mí con sus pies en el suelo. —Sí, también he estado pensando mucho sobre
la mía.
—¿Por qué?
—Porque… tú vas en contra de todo lo que he construido… para mí.
—Sí, tú también… para mí…
Nos miramos por lo que parece una eternidad, el sol
resplandeciendo sobre nosotros a medida que nos rehusamos a apartar la
mirada, pero no porque nos retemos. Porque intentamos descifrar algo.
—Mira, sobre anoche. —Luke habla primero, inclinándose en la viga
y acercando sus pies desnudos a la baranda—. Creo que debo
explicarme… No tenía derecho a golpear esa puerta como un maldito 227
controlador y obsesivo lunático… normalmente no soy así.
—De hecho, lo eres un poco —digo, llevando la taza de café a mis
labios—. Pensaba que eras intenso incluso antes de que nos conociéramos
oficialmente, señor estoicamente distante.
—¿Es por eso que me diste ese estúpido sobrenombre? —pregunta,
masajeando su nuca.
Mis hombros se levantan y caen en un encogimiento. —Tal vez. —
Bajo la taza de café.
Sacude la cabeza, una pequeña sonrisa tocándole los labios. —
Siempre hallas una manera de zafarte de contestar preguntas. Es como si
tuvieras un don.
—El don de evadir cosas con las que no quiero tratar —digo,
peinándome el cabello enredado con los dedos, los cuales apestan a
alcohol y a hierba.
Sus manos caen en su regazo. —¿Con qué no quieres tratar?
—Con todo… algunas veces la vida es simplemente tan difícil, y
carece de sentido tratar con ella.
Un sobresalto llena sus ojos al malentenderme. —Violet, yo…
Rápidamente me inclino y le cubro la boca con la mano. —No
pienses que soy una suicida. Ya te dije que no salté de la ventana por
eso… Solamente trato de decirte lo que me molesta de la única forma en
que me siento cómoda. No soy fanática de conocer a personas o de
dejarlas entrar en mi vida. Además, Luke, eres básicamente la única
persona con quien… —No tengo ni idea de cómo terminar esa oración
porque todavía intento descifrar lo que Luke es para mí—. Viste las
noticias… la cosa referente a mis padres. Bueno, después de eso…
después de que murieron, básicamente no tenía a nadie. Era sólo yo y una
cantidad interminable de familias adoptivas que solamente me daban un
techo sobre mi cabeza, pero nada aparte de eso. Por lo que aprendí a
cuidarme sola y fue así durante mucho tiempo. Sólo mi vida y yo.
—Entonces sólo tú cuidas de ti —murmura contra mi mano, sonando
sorprendentemente comprensivo.
Alejo esta de su boca y la dejo caer. —Tenía que hacerlo. Se vuelve
más difícil de intentar, ya sabes, especialmente cuando nadie se queda. —
No sé con certeza si tengo sentido o qué punto intento expresar. Tal vez
trato de asustarlo o de explicar el porqué no puedo involucrarme con él.
—De hecho, lo entiendo —me dice—. Mi padre dejó a nuestra 228
familia cuando era joven, y ahora quiere regresar a mi vida, y es difícil.
—He tenido muchos padres —digo, haciendo comillas con los
dedos—. Y ninguno de ellos quiso regresar a mi vida. Tienes suerte de que
el tuyo sí.
—Sí, tal vez. —Mira al estacionamiento delante de nosotros—. Violet,
si alguna vez necesitas hablar acerca de algo… estoy aquí. —Puedo
darme cuenta de que le cuesta decirlo, lo que lo hace más significativo.
—No soy muy conversadora —digo—. Pero gracias.
—De todos modos —Gira su cabeza en mi dirección—, sabes que la
oferta está ahí.
Asiento, insegura de cómo reaccionar a lo que dice, de que tengo a
alguien. Él quiere ser mi alguien. —Está bien.
Extiende su mano hacia mí y coloca un mechón de cabello detrás
de mi oreja. —Como que nos salimos del tema de tú y yo, y realmente me
gustaría algunas respuestas sobre nosotros, antes de enloquecer… Anoche
casi enloquezco.
—Lo sé —digo, curiosa de cómo luce Luke cuando enloquece por
completo—. Tengo problemas para permanecer enfocada en temas
difíciles, y parece que tú y yo somos un tema difícil.
Comienza a sonreír, pero luego frunce el ceño, pareciendo nervioso.
—Violet, no sé qué hacer con nosotros… con nada de lo que pasó… con lo
que pasa.
Frunzo el ceño con desconcierto. —¿Por qué tienes que hacer algo
sobre nosotros en absoluto? ¿Por qué no dejas estar las cosas?
Aparta la mirada del estacionamiento y me mira, sus ojos muy
intensos, incluso para él. —Por lo de anoche. Yo no hago eso. Tontear con
alguien y después acurrucarme toda la maldita noche.
—Sí, es verdad —intento hacer una broma para evadir la pesadez
entre nosotros—. Creo que ya establecimos que no eres de los que se
acurrucan.
Pone los ojos en blanco, pero sonríe. —Solamente contigo.
Me cubro los ojos del sol con mi mano. —¿Eso qué significa?
—Significa que nada más tú has sido capaz de meterme en esto.
Frustrarme y aun así hacerme querer estar a tu alrededor todo el tiempo. —
Se baja rápidamente de la baranda y estira los brazos por encima de su
cabeza, su camisa se sube y me da otro vistazo de sus abdominales. Luego
los baja y me ofrece una mano—. Creo que es tiempo de que hagamos 229
algo que necesitamos hacer desde el primer día en que nos conocimos.
—¿Te refieres a cuando te pateé en el rostro? —Siento mi estómago
girar al tiempo que recuerdo la primera noche en que lo conocí
oficialmente y cómo cambiaron tanto las cosas desde entonces, tanto de
buena como de mala manera—. ¿Qué tienes en mente?
Contiene una risa cuando entrelazo mis dedos con los suyos y me
ayuda a levantarme. —Te llevaré a una cita.
Ahogo una risa, pero me doy cuenta de que habla en serio. —Oh,
Dios mío, no bromeas.
—Por supuesto que no bromeo. —Desliza la puerta de vidrio para
abrirla—. Yo no bromeo.
Entramos en la casa, la cual tiene un olor repugnante debido a la
basura regada por todo el lugar, y después cierra la puerta. El aire está
mohoso, probablemente por fumar, y hay algo que luce como vino
derramado en la alfombra.
—¿Una cita? —pregunto mientras me lleva a través de la sala,
pateando algunas cartas y botellas fuera del camino—. ¿En serio? Parece
un poco formal, ¿no lo crees? Considerando que nos hemos besado, que
dormimos juntos, nos mudamos juntos, y después de todas las cosas que
me hiciste anoche.
Él se lleva la mano al corazón, todavía sosteniendo la mía, así que
también toco su pecho. La mantiene allí mientras abre la puerta de nuestro
cuarto. —Oye, no pretendas que no te gustó. De hecho, estoy bastante
seguro de que fuiste la que lo sugirió.
—No lo hice —le digo—. Pero me gustó, lo cual hace que las citas
parezcan más difíciles. Es decir, ¿qué se supone que haga? ¿Sentarme y
comer mi cena al tiempo que hablamos de nuestras vidas cuando todo
entre nosotros es tan intenso?
Duda con incertidumbre mientras cierra la puerta de la habitación
detrás de nosotros. —Bueno, no sabemos tanto el uno del otro.
—Sí, no lo hacemos —coincido—. Pero por lo general me gusta
mantener las cosas de esa forma con las personas.
Asiente en acuerdo. —Lo sé, así que podemos seguir por el mismo
camino en que vamos y discutir hasta que ambos enloquezcamos de
nuevo, nos emborrachemos y tonteemos. O podemos conocernos y ver a
dónde van las cosas. Depende de lo que quieras.
230
—¿Me estás dejando decidir? —pregunto impresionada.
Toma una respiración por un instante. —Sí… supongo que sí…
Trago saliva fuertemente al sentir la presión de tomar una decisión. —
¿Qué pasa si digo que no? ¿Te molestarías?
Se sienta en la cama, llevándome con él. —Solo responderé a eso si
me dices la verdad sobre cómo te sentirías si dices que no. La puerta gira
en ambos sentidos —dice, y un bulto se forma en mi garganta al asentir.
Ahora es él quien traga saliva—. La verdad es… sí. Me molestaría. A pesar
de que eres un dolor en el trasero, me gusta pasar tiempo contigo y quiero
seguir haciéndolo.
—También eres un dolor en el trasero. —Le doy un empujoncito con
el hombro, la pesadez en mi pecho aliviándose—. Pero me gusta que
estuvieras alrededor durante las últimas semanas.
Deja salir una risa, e inmediatamente sacude la cabeza. —Vaya, eso
fue jodidamente difícil.
También me río, y es el sonido más extraño y desconocido de todos.
Él se une y sólo reímos durante un instante. Y es chocante, y raro y… muy
normal.
Luego caemos en la cama, acostados lado a lado, nuestras manos
sujetas con fuerza entre nuestros cuerpos.
—Entonces, ¿qué hacen las personas generalmente cuando van a
citas? —pregunto mientras él traza círculos en mi muñeca con sus dedos.
Frunce el ceño y sus dedos dejan de moverse. —¿Nunca has ido a
una?
Sacudo la cabeza, girándola para mirarlo. —Nop. Nunca. Ya te dije
que jamás tuve a alguien en mi vida, y salir en citas involucraría dejar
entrar a las personas.
Su boca se alza en una sonrisa satisfecha que luce extraña en su
rostro, pero aun así deslumbrante. —Es bueno saberlo. Significa que tus
expectativas serán bajas.
Pongo los ojos en blanco y le pellizco el brazo juguetonamente. —Ja,
ja, ja, estás jodidamente…
El roce de sus labios me silencia, mi piel inundándose con calidez a
medida que permanecemos juntos por más tiempo. No intenta empujar su
lengua en mi garganta, sólo se queda allí, completamente contento con
la simplicidad del momento, y cierro los ojos, cayendo a una paz cómoda. 231
Finalmente, se separa. —Mira, lo simple no es tan malo, ¿cierto? —
dice, acariciándome la mejilla con sus dedos.
Asiento, coincidiendo, porque por el momento, no se trata de la
adrenalina. O de lo peligroso que pensé que era Luke, o sigo pensando
que tal vez lo sea. No es acerca de lo intenso que es. O sobre el escape
que me da. Estoy con él porque quiero. Quiero estar aquí. Y prometo
sostenerme de ese pensamiento toda la noche.
Luke
Ni siquiera sé bien por qué lo dije. No tengo citas, pero al mismo
tiempo no me quedo persiguiendo a la misma chica, golpeando puertas
porque creo que está follando con algún otro tipo. Violet es diferente. Soy
diferente con ella. Y, o bien puedo seguir sintiéndome como si perdiera el
control, o puedo tratar de regresar a mi esquema y hacer las cosas de la
forma normal, diferente a emborracharme, follar y largarme.
Hacemos planes para salir y luego tomo una ducha, me cambio a
una camisa limpia y unos pantalones vaqueros, y engancho mi banda de
cuero con ―redención‖ escrito en ella. Luego me paso el resto del día
limpiando la casa, mientras ella permanece en la habitación, organizando
sus cosas. Trato de mantenerme ligero en los tragos por tres razones: 1)
Tengo que estar lo suficientemente sobrio para conducir; 2) Quiero estar al
tanto de todo lo que sucede, sentirla, vivirla, porque si haré esto, estar con
ella, haré que valga la pena; y 3) No quiero tener que hacerla revisar mi
insulina y ayudarme con píldoras porque no puedo ir sin mi whiskey por la
noche.
Aunque no lo dejaré de golpe. Me aferro a las cervezas, y voy por la
232
segunda cuando Seth sale alrededor de las tres o las cuatro, luciendo con
resaca, pero al mismo tiempo entretenido.
—¿Te divertiste anoche? —pregunta con especulación en su voz al
tiempo que saca una jarra de jugo de naranja de la nevera.
—Tanto como nunca lo he hecho —digo, moviendo una caja de
libros que nadie se molestó en desempacar del suelo a la mesa de café.
—Sí, pero por lo general vas detrás de las chicas que son fáciles. —
Gira la tapa del zumo de naranja—. Anoche ibas tras la zorra.
Arranco la cinta de arriba de la caja. —De verdad desearía que
dejaras de llamarla así.
Toma un trago y se limpia la boca con el dorso de la mano. —Y la
defiendes. —Vuelve a poner la tapa y abre la puerta de la nevera—. Si no
te conociera mejor, supondría que tienes sentimientos por la zorra.
—Su nombre es Violet —digo a la defensiva, abriendo la caja —. Aún
no sé exactamente cómo me siento sobre ella, pero es suficiente como
para que no quiera que la llames así.
Eso lo aturde, su boca se abre. —Jesús, hablas en serio.
Me pongo nervioso bajo su mirada evaluadora a medida que retiro
una pila de libros de la caja que moví. —¿Podemos dejarlo? Ya me siento
lo suficientemente confundido y la última cosa que quiero hacer es hablar
sobre eso.
Pone el jugo de naranja en la nevera y cierra la puerta. —Entonces,
¿qué harás al respecto?
Dejo caer una pila de libros sobre la mesa. —¿Sobre qué?
—Sobre tus sentimientos por ella.
Sacudo la cabeza, deseando que pare. —La llevaré a una cita.
Lo oigo reírse entre dientes. —Bien, eso es tan normal en ti.
—Sí, pensé en darle una oportunidad. Ver si me gusta.
—Seguro que sí —bromea. Entra en la sala de estar, rastrillando los
dedos por su cabello—. De acuerdo, entonces desde que sé que es un
hecho que eres un idiota cuando se trata de relaciones y citas, te daré un
consejo. Llévala a un lugar agradable y no trates de follarla en tu
camioneta.
—No soy un completo idiota —le digo—, lo entiendo. 233
Se apoya contra el centro de entretenimiento con los brazos
cruzados. —Sé que no eres un idiota, pero he sido testigo en el último año
de cuánto te gusta simplemente follarte a cualquier chica que pase y
cómo la mayoría se dispone a darte exactamente lo que quieres. Y por lo
normal, en una cita normal, no es así como funcionan las cosas. Tienes que
poner un esfuerzo en ello.
Me rasco la nuca. —¿Cuánto esfuerzo?
Señala con el pulgar hacia la puerta del dormitorio. —Con ella,
probablemente mucho.
—Pensé que asegurabas que era una puta —le recuerdo.
—Bueno, pude exagerar un poco. Y Greyson me dijo anoche que la
dejara en paz porque piensa que es frágil. —Levanta las manos
alejándose—. No entiendo por qué y no me lo dijo, pero como un buen
novio, lo obligaré a decírmelo. —Hace una pausa en la puerta—. Deberías
tomar nota de eso.
Ruedo los ojos. —Gracias.
—No hay problema. —Me deja solo para desempacar las cajas y
cuanto más lo hago, más relajado me siento por salir de mi zona estándar
de confort esta noche.
Sigo limpiando y organizo la casa hasta alrededor de las cinco,
parando en la segunda cerveza, y en ese instante llamo a la puerta para
ver si Violet se encuentra lista, mi cabeza se halla impresionantemente
clara. Una parte de mí espera que cancele nuestra cita porque me siento
nervioso y lo odio. Todo lo que Seth dijo corre por mi cabeza como un tren
a punto de estrellarse. El juntarme con una chica que tiene problemas va
en contra de todo lo que siempre he creído acerca de las relaciones. He
visto el lado frágil del que Seth hablaba, el lado indefenso que vive debajo
de su tenacidad, y sé que involucrarse con ella significa tomarlo.
¿Puedo hacerlo?
Sin embargo, cuando abre la puerta todos los pensamientos de huir,
el terror y la confusión salen de mi cabeza. —Iba a preguntarte si estás lista,
pero creo que tengo mi respuesta.
—Pensé en esforzarme un poco preparándome, viendo que es mi
primera cita y todo —dice sonriendo, sus labios teñidos con un color rojo
absurdamente sexy, junto con su cabello, que desciende sobre sus
hombros desnudos en rizos. Sus ojos verdes enmarcados con negro y el
corto vestido negro y rojo que usa abraza su cuerpo con tanta fuerza que
en serio casi la llevo de nuevo a la cama y paso directamente al final de la 234
cita. Pero eso haría fracasar el propósito de mantener las cosas simples.
Por lo que en su lugar le ofrezco mi codo, y en respuesta se ríe.
—Creí que habías dicho que no eras un caballero —dice, enlazando
su brazo con el mío.
—Hieres gravemente mi ego —bromeo, guiándola hacia el pasillo,
ambos en un estado de ánimo demasiado alegre para mi gusto, pero
culpo del mío a mi sobriedad momentánea—. Estoy aquí molestándome y
tú te ríes de mí.
Esto sólo la hace reír más fuerte. —Molestándote. Qué valiente de tu
parte.
—Es extremadamente valiente, en especial con lo que me enfrento.
—Abro la puerta y salgo, conduciéndola por las escaleras conmigo.
El cielo es de un color rosa pálido a medida que el sol se pone detrás
de las montañas. El aire es cálido, pero me siento nervioso, y es extraño. No
sé qué hacer aparte de seguir adelante, con ella.
Decidido a mantener toda la cosa de ser un caballero, le abro la
puerta. Esto sólo la hace reír al subir, sin molestarse en mantener su vestido
abajo y consigo un vistazo de su trasero, apenas cubierto por una fina
pieza de tela de encaje. Apretando mi mano, cierro la puerta y subo a la
camioneta, diciéndome a mí mismo que me calme. Eso no es sobre lo que
trata esta noche. Enciendo la camioneta y doy marcha atrás mientras ella
comienza a pasar por la colección de cintas, usando mis cosas. Arruinando
por completo mi organización, pero dejo que lo haga, y es complicado lo
fácil que es.
—Mi Cinta de Follar —lee la etiqueta con humor en su expresión
mientras me mira y se cubre la boca con las manos, riendo entre dientes.
Agarro la cinta y la tiro al suelo bajo mi asiento. —Probablemente
debería tirar esta.
—¿Por qué? —Se apoya contra la puerta—. ¿Piensas en no follar
nunca otra vez?
Muevo la lengua a lo largo de mis dientes, mi restricción para no
follarla en la camioneta ahora derrumbándose. —Depende.
—¿De qué?
No lo digas. —De cómo vaya esta noche.
—Lo que dices es que sólo me follarás si la cosas van bien —dice
reprimiendo una sonrisa—. Y que si esta noche no va bien, volverás a follar
a cada puta en un vestido corto. 235
Sacude la cabeza, mi cuerpo vibrando con el impulso de detener la
camioneta, lanzarla en el asiento, y hacer lo que se me da bien. —Sabes,
que digas cosas como esas fue lo que me hizo pensar que no eras virgen.
Apoya el codo en el respaldo del asiento y descansa la cabeza
contra su mano, ugando con su cabello en tanto continúa mordiendo su
labio inferior. —Tal vez solo las digo para sacarte de quicio así puedo ver
esa intensa mirada en tus ojos.
Agarro el volante más fuerte, dirigiendo la camioneta a la transitada
calle que bordea nuestro departamento. Las farolas brillan en las aceras,
las casas y los árboles bordean el camino. Las bajas montañas son sombras
en la distancias y las luces de la cuidad titilan en su corazón. Conduzco en
esa dirección, subiendo la música, incapaz de pensar en una respuesta a
su contundente observación.
—Oh, ¿el señor estoicamente distante se da por vencido? —Hace
girar un mechón de su cabello alrededor de un dedo con la más hermosa
y real de las sonrisas en sus labios que he visto en mi vida, y hace que
dejarla conseguir la ventaja valga la pena.
—Supongo que sí —digo sumisamente—. Deberías de estar orgullosa
de ti.
Sus labios se mueven hacia abajo. —Aunque no lo estoy.
Retrocedo. —Pensé que te gustaba ganar. —Presiono los frenos para
reducir la velocidad por un semáforo.
—Lo hace, en su mayor parte —dice con esa mirada coqueta en los
ojos que me hace preguntarme cómo se las arregló para quedarse sola
por tanto tiempo. Claro que puede tratar de mantenerse alejada de las
personas, pero es casi imposible no sentirse atraído por ella—. Pero tenía la
esperanza de que siguieras adelante y sacaras esa mirada intensa.
Mi polla empieza a endurecerse dentro de mis pantalones vaqueros.
Me encuentro fuera de mi elemento, pero empujo mis habilidades de
coqueteo polvorientas fuera. Las que utilicé la primera vez que conecté
con chicas.
—Tomará mucho más que unas pocas observaciones burlonas
conseguir que esa mirada salga de mí —digo, volviendo la cabeza hacia
ella y lanzándole una sonrisa arrogante—. Mucho, mucho más.
Succiona su labio entre los dientes, reprimiendo una sonrisa. —Bien.
—Tamborilea un dedo sobre su labio como si pensara profundamente y
luego sus ojos se iluminan con una idea. Se escabulle a través del asiento y
espero con anticipación para ver lo que hará por ganar esta cosa que
236
comenzó.
Se arrodilla, moviendo su cabello a un lado, su pecho al nivel de mis
ojos. —Luz verde —dice con una sonrisa arrogante.
Avanzo, tratando de prestar atención a la carretera, pero cuando
inclina su cuerpo hacia el mío me distraigo por su calor. Luego inclina su
cara hacia mi hombro y su cabello cae contra mi mejilla. Sólo eso hace
que mis dedos se aprieten sobre el volante. Escucho cómo toma una
respiración mientras se inclina y planta un beso en mi cuello. Es suave,
apenas un beso, pero hace que una explosión de necesidad sofocante
me atraviese el cuerpo.
—Violet, yo… —Me voy apagando en tanto ella empieza a chupar
mi cuello, trazando mi piel con su lengua mientras sus dedos se deslizan a
través del frente de mi pecho. Me esfuerzo para mantener los ojos abiertos,
en la carretera, en el tráfico delante de mí, a un lado de mí, pero luego sus
dedos van a la deriva y hallan mi polla, y me encuentro seriamente cerca
de perderlo—. Maldita sea —maldigo, y ella comienza a retirarse. Desvió
bruscamente la camioneta a la orilla cuando se aleja, sus ojos muy abiertos
al mirar hacia las casas que hay al lado de la acera donde nos
estacionamos.
—¿Qué haces? —pregunta, mirándome, su cabello cayendo sobre
su pecho agitado.
Coloco la palanca de cambios en posición de estacionar y la
alcanzo por la cintura. —Bien, tú ganas. —Es todo lo que digo, y luego me
inclino, ahuecándole la nuca y la beso. Esto en cuanto a esperar hasta el
final de la cita.
Ella se ríe contra mis labios y sacudo la cabeza, incapaz de alejar mi
boca de la suya. Sigo besándola hasta que el cielo se oscurece por
completo, hasta que termina a horcajadas en mi regazo. La beso como si
fuera la única chica que he besado antes y en cierto modo lo es, por lo
menos con algún significado detrás. No dejo que mis manos vaguen por
cualquier lugar bajo su ropa, sólo por encima, porque sé que una vez que
cruce esa línea, la cita se habrá terminado. No seré capaz de
detenerme… Jesús, no quiero detenerme. Pero con el tiempo, después de
que mis labios se entumecen y el calor de su cuerpo se mezcla con el mío,
nos separamos.
Sus brazos se sujetan alrededor de mi cuello y me mira a los ojos. Se
ve extrañamente viva en este momento, y me siento extrañamente feliz
porque soy el que puso esa mirada allí. 237
—Entonces, ¿a dónde nos llevas en nuestra cita? —pregunta con
alegría en su voz, como si la palabra ―cita‖ fuera la palabra más divertida
que jamás haya dicho.
—Es una sorpresa. —No puedo evitar sonreír cuando me frunce el
ceño con decepción.
—De acuerdo, pero sólo para futuras referencias, no me gustan las
sorpresas. —Se baja de mi regazo y se sienta a mi lado en medio del
asiento.
Se apoya en mí al instante en que me vuelvo a incorporar a la
carretera, y se me encoge el corazón en el pecho. Conduzco por la
carretera perdido en mis pensamientos sobre cómo se refirió a nuestro
futuro y cuánto me gustó eso en realidad.
Violet
Recogemos la comida de un pequeño bar al borde de la ciudad, el
cual tiene las mejores hamburguesas. Luego Luke sube por las montañas y
estaciona la camioneta. Al principio creo que nos trajo aquí porque quiere
hacer algo más, lo que me parece una idea maravillosa, sobre todo desde
que hacerlo en la camioneta es más emocionante que pararse en el
borde del acantilado, debatiendo lo fácil que sería inclinarse y caer sobre
las afiladas rocas de abajo. Pero después me dice que quiere subir un
poco más, por lo que lo sigo a la oscuridad, llevando nuestra bolsa de
comida, mientras él lleva la linterna de la guantera.
—¿Sabes? Si hubiera sabido que me llevabas a una caminata, no
me hubiera puesto un vestido —le digo, agradecida por haber optado por
botas en vez de tacones.
Las suyas raspan contra la tierra a medida que mueve la linterna a
través del camino torcido frente a nosotros, y me mira por encima de su
hombro. —En lo personal, me gusta el vestido.
—Ya lo creo —murmuro con una sonrisa. Me puse el vestido porque 238
sabía que le gustaría. Si hay algo en lo que soy buena, es en saber lo que
les gusta a los chicos.
Me sonríe sobre su hombro y vuelve a tomarme de la mano. Me
tropiezo hacia adelante cuando tira de mí en su dirección, posteriormente
caminamos juntos por el sendero. Es tarde, el cielo de carbón parece
espolvoreado con brillantes estrellas. Hay luna llena y el aire es frío, por lo
que desearía haber traído mi chaqueta. Caminamos en silencio hasta la
cima de la colina, donde la vista se extiende frente a nosotros. Puedo ver
la carretera y la ciudad junto a mí, las luces de las casas hacen que luzca
más lejos y me siento como si volara. Si no lo conociera mejor, pensaría que
me trajo aquí a propósito, porque sabía que la altura y el acantilado frente
a nosotros me haría sentir cómoda y en paz.
Luke deja ir mi mano y se ubica en una roca, poniendo la linterna en
el suelo, lo que hace que el cielo se destaque. Me dejo caer a su lado,
bajo la bolsa de comida entre nosotros, y estiro las piernas, cruzándolas por
los tobillos.
—Entonces, ¿así es una cita normal? —pregunto, abriendo la bolsa.
Él se apoya en sus manos, con la mirada fija en la vista. —La verdad,
probablemente no. La mayoría de gente seguro va al cine o a cenar, pero
esto parecía más apropiado para nosotros.
Agarro una papa frita de la bolsa y dejo que se deshaga en mi
boca. —¿Por qué? ¿Porque somos raros, sombríos y estamos fuera de lo
común?
Él se endereza y hurga en la bolsa, sacando un puñado de papas. —
Sí, más o menos.
Agarro mi hamburguesa de la bolsa y la desenvuelvo. —Pero, ¿qué
te hace tan raro, sombrío y fuera de lo común, Luke Price?
Se gira la banda de cuero en su muñeca con el dedo. —Un montón
de cosas.
Tomo una salsa ranchera y la esparzo en la parte superior. —¿Por qué
siempre llevas esa banda en la muñeca?
Levanta su brazo frente a él, estudiándola a la luz. —Porque mi
hermana me la dio antes de morir.
Comienzo a ahogarme con las frituras. Mi nariz quema cuando la
salsa ranchera se esparce dentro. —¿Ella murió? —Toso con las manos
apretadas contra mi pecho.
Gira la cabeza en mi dirección. Está oscuro, así que no puedo ver
nada, sólo el contorno de su cara y sus ojos que parecen dos agujeros 239
negros, aunque me puedo imaginar la intensidad en ellos. —Se tiró de un
tejado cuando tenía doce años.
Tengo una desgarradora revelación. —Por eso te preocupaste tanto
por mí cuando me viste saltar por la ventana.
Mueve la cabeza de arriba abajo, asintiendo. —Eso y el hecho de
que te ves tan distante todo el tiempo —dice, y aspiro un suspiro de
sorpresa cuando me doy cuenta de lo mucho que ha visto de mí y de la
forma en que tenemos más de una cosa en común. La muerte de un ser
querido. Al instante se acerca y sus dedos me rodean la muñeca—. Violet,
lo siento. No quise ser tan directo… Ni siquiera sé por qué lo dije.
—No importa. —Exhalo, diciéndome que no iré por ese camino hoy.
Mantendré la entereza hoy, sin importar lo que me cueste—. Lo siento.
Estoy sobreactuando seriamente. —Con el chasquido de un dedo, me las
arreglo para parecer tranquila.
Sus dedos se me clavan en la muñeca, justo encima de mi pulso
acelerado. —No, no lo estás. —Es como si me entendiera a pesar de que
casi no sabe nada de mí.
Asiento. —Cierto, pero lo he superado. Lo prometo.
Se aferra a mí un poco más y enseguida me suelta. Me como la
hamburguesa y él se come el sándwich de pollo en silencio, y es el silencio
más cómodo que he vivido. Después de que terminamos, hacemos una
bola con nuestra basura y la ponemos en la bolsa. Pronto se mueve a un
lado para que logremos acercarnos más con nuestros hombros tocándose.
—¿Cómo era tu vida antes de conocerme? —le pregunto,
relajándome con las palmas hacia atrás.
Ladea la cabeza, mirándome. —Mucho menos complicada —
admite.
—¿Eso es bueno o malo?
—Es algo complicado —dice, y luego suspira profundamente—.
Tenía un sistema antes de que llegaras, y funcionaba, pero ahora que el
sistema se ha ido… contigo… me haces sentir como si estuviera cayendo
en este mundo fuera de control y lleno de locura.
Frunzo el ceño. —Me haces sonar tan loca.
—No, no es así. —Se pasa la mano por el cabello, dejando escapar
una exhalación, gruñendo al enderezarse—. Dios, esto suena tan raro.
—Está bien —le digo—. Lo raro está bien para mí y no hay nadie más 240
alrededor.
Lo siento sonreír a través de la oscuridad. —¿Ves? Son ese tipo de
cosas las que me hacen querer quedarme aquí contigo. Porque cualquier
cosa que diga nunca te desconcierta.
—Podríamos simplemente sentarnos aquí en la oscuridad —le digo,
tratando de no pensar en las muchas veces que me senté sola en la
oscuridad—. La oscuridad puede ser cómoda.
—Sí, podríamos hacer eso… —Se calla, y siento el aumento de
temperatura en el aire mientras se inclina más cerca—. ¿Quieres hacerlo?
Simplemente sentarte en la oscuridad conmigo.
—Tal vez… —Me voy apagando cuando sus labios se conectan con
los míos. Él sabe diferente a lo habitual, con menos humo y sabor a tequila,
y en vez de eso, tiene el sabor salado de las patatas fritas. Puedo saborear
la pasión del beso y el calor en el estómago. Me agarro de sus hombros
mientras él empuja su peso sobre mí y me obliga a bajar. Mi cabeza roza el
piso y la tierra se mete en mi cabello a medida que nuestras piernas se
enredan entre sí y él apenas apoya su peso sobre mí.
Me besa lentamente en esta ocasión, más despacio de lo que
acostumbra. Como si calculara cada movimiento, cada sabor, cada
respiración mientras sus manos se enredan por mi cabello. Suavemente,
me inclina la cabeza hacia atrás para que su lengua pueda explorar mi
boca más a fondo, poco a poco, lentamente. Jesús, lleva mi cuerpo a la
locura. No puedo pensar con claridad, mis uñas se clavan en sus
omóplatos, en la parte baja de su espalda, en los costados, en cualquier
parte donde pueda sostenerme mientras mi cuerpo se vuelve cada vez
más impaciente.
Entonces se vuelve a alejar, acariciándome la mejilla con su dedo, y
jugando con mi cabello con su otra mano. —Esto es bueno.
—Empiezas a sonar como un blandengue —le digo sin aliento.
—¿No me acusaste ya una vez de ser un blandengue? —Sigue
jugando con mi cabello.
—Lo hice, pero no lo decía en serio.
—Bueno, tal vez tenías razón.
—Tal vez la tenía.
Él continúa peinándome el cabello con los dedos, su cuerpo sobre
mí, y me siento tan cómoda, casi me quedo dormida en sus brazos, justo
encima de una roca. Luego se levanta de encima y el frío se filtra en mi 241
cuerpo, despertándome. Entrelaza sus dedos con los míos mientras me
levanta con él.
—¿A dónde vamos ahora? —le pregunto, sacudiendo la suciedad
de la parte posterior de mi pierna.
Él se agacha y agarra la basura. —¿Qué hay de casa?
Casa. Una palabra tan extraña, ya que ninguna parte se ha sentido
realmente como una casa para mí. —Sí, casa suena bien.
Luke
Violet y yo caemos dentro de este extraño ritmo durante las próximas
semanas. Organizamos nuestra habitación y la dejo colocar la mayoría de
sus cosas donde quiere. Tiene este oso de peluche que insistió que tenía
que ir en la cómoda, justo afuera en la intemperie, a pesar de que era
púrpura y de niña. Pero entonces me dijo que su papá se lo dio y le di un
abrazo porque es lo único que se me ocurrió hacer. La he estado
abrazando un montón, en parte porque me gusta la sensación de ella, 246
pero en parte porque tengo miedo de que vaya a desaparecer.
Tengo miedo de que finalmente se dé cuenta de que no bromeaba
sobre inyectar a mi mamá y luego no esté tan dispuesta a aceptarlo.
Sutilmente me ha preguntado unas cuantas veces sobre mi mamá y cómo
luce, y le doy la menor cantidad de detalles posible, porque todo está
funcionando para Violet y para mí en estos momentos.
Nos besamos bastante, me deja tocarla donde quiero y cuando
quiero, sin embargo, todavía me contengo, con temor de cruzar esa línea
y aceptar completamente que he cambiado por dentro. Que en realidad
voy a considerar una relación verdadera con Violet, aún sabiendo que en
cualquier momento podría quitármelo todo. Es más duro que el infierno no
tomar el control y deslizarme dentro de ella. Se siente como si cada
momento de cada día, quiero estar dentro de ella, una y otra vez. Quiero
ver esa mirada en sus ojos de nuevo cuando se viene, solo que esta vez
quiero estar dentro de ella cuando suceda.
—Has estado bebiendo un montón de cervezas últimamente —
menciona mientras apila los platos en el fregadero. Seth y Greyson han
salido a cenar para celebrar sus tres meses de aniversario. Llevan juntos
más de tres meses, así que realmente no estoy seguro qué aniversario están
celebrando y no les pregunté—. ¿Es porque intentas cuidar mejor de ti
mismo?
Me estremezco ante el hecho de que está mencionando sutilmente
mi diabetes —mi debilidad—, pero porque es ella, hace que sea un poco
más fácil relajarme. Me dejo caer en el sofá de cuero e inclino la cabeza
hacia atrás para tomar un trago. —Sí, decidí intentar apegarme a solo
cervezas por un tiempo y ver cómo funciona… ponerme un poco más
saludable. Además, creo que necesito un pequeño descanso de las otras
cosas.
Levanta la mirada del fregadero. Lleva el cabello recogido, dejando
sus hombros y su cuello expuesto para que yo lo aprecie completamente.
Lleva una delgada camiseta sin mangas sin sujetador y pantalones cortos.
Hago lo mejor que puedo para mantener mis manos quietas, pero es difícil
cuando va así vestida. —¿Un descanso de qué? —pregunta.
Me encojo de hombros y dejo la cerveza en la mesa de café,
buscando el control remoto. —Mi obsesión por… ¿cómo lo llamaste?…
quemar mi garganta. —Le muestro una ligera sonrisa, sin decirle la
verdadera razón. Que estoy intentando algo diferente, apuntando por una
cabeza más clara, así puedo estar completamente consciente de todo lo
que pasa entre nosotros. Sin embargo, es difícil algunas veces, y un poco
doloroso, ahora que mis nervios están agudizados ante todo.
—¿Dije eso una vez? —Inclina la cabeza a un lado, dándose
247
golpecitos con el dedo en su labio, fingiendo que no puede recordar—.
Eso no suena como algo que yo diría.
—Eso suena exactamente como algo que dices —le digo,
cambiando de canal.
—Suenas como si me conocieras o algo —bromea con una sonrisa
mientas cierra el grifo.
—¿Estás diciendo que no lo hago? —replico, agarrando mi cerveza
de nuevo mientras coloco mi pie descalzo sobre la mesa.
Hace una pausa, secándose las manos con una toalla de papel. —
No, eso no es lo que digo en absoluto.
—Entonces estás diciendo que te conozco.
—Al igual que yo te conozco.
—No creo que te conozca completamente —le digo, despegando
la etiqueta de la cerveza—. No todavía, de todos modos.
Apila algunos platos en el lavavajillas. —Conoces un montón de las
partes importantes.
Lanzo la etiqueta húmeda a la mesa de café. —Sé que las conozco.
—Y todavía estás aquí. —Baja la mirada mientras lo dice, como si no
le importara mi reacción, pero el nerviosismo en su tono sugiere lo
contrario.
—Por supuesto que todavía estoy aquí. —Bromeo en un tono ligero
porque sé que la hará sentir mejor—. No quiero regresar a estar sin casa de
nuevo. Además, donde más consigo dormir con una chica que empuja su
trasero deliberadamente contra mi polla todas las noches.
Me mira con disgusto fingido en sus ojos. —Hice eso una vez y fue
porque estaba teniendo un sueño raro.
—¿Un sueño raro sobre mí follándote?
Rueda los ojos, pero no discute mientras recoge algunos vasos sucios
del fregadero. —Me sorprende que aún quieras dormir conmigo —dice—.
Pensé que estarías enfermo de mi loco ritual de jadeos.
Inclino la cabeza hacia atrás y trago mi cerveza. Todas las mañanas
Violet se despierta de la misma manera en que se despertó en mi
dormitorio, jadeando en busca de aire. Me dio sustos de muerte durante la
primera semana, pero ahora solo quiero saber lo que lo causa. Todo lo que
me dice es que es una pesadilla, supongo que es sobre sus padres, pero
ella no va hablar sobre ello. —Qué puedo decir, supongo que soy un
248
glotón para los castigos.
—Supongo que sí —dice pensativa, colocando los vasos bocabajo
dentro del lavavajillas—. Sabes, me siento como si fuera la sirvienta aquí.
Siempre parece como si soy la única que lava los platos.
—Oye, yo limpio bastante —protesto, colocando la botella de
cerveza vacía sobre la mesa—. Son Seth y Grayson quienes no hacen
nada.
—Greyson al menos cocina —comenta—. Todo lo que Seth hace es
dejar envolturas de Kit Kat y latas de bebidas energéticas por todas partes.
—Sí, no voy a discutir eso —le digo mientras observo su trasero
sobresalir de la parte inferior de sus pantalones cortos mientras se agacha
para cargar los platos al fondo del lavavajillas—. Sabes —continúo—, creo
que si eres la que va hacer la limpieza, deberíamos conseguirte un traje de
sirvienta traviesa.
Se pone de pie de nuevo, enderezando los hombros. —¿Por qué
molestarse con el traje de sirvienta, cuando podría hacerlo desnuda?
Sacudo la cabeza, mordiéndome el labio con tanta fuerza que casi
me saco sangre. —Uno de estos días, cuando me digas algo como eso,
voy a tomar el control de la situación y a hacerte seguir adelante con lo
que has dicho.
Se relaja, recostando su espalda contra el mostrador, cruzando los
brazos. —Oh, desearía que lo hicieras.
Mi cuerpo arde con un impulso de control por tocarla. Lo he sentido
un montón de veces durante las últimas semanas, y Jesús, ella sabe cómo
presionarme y empeorarlo.
—Crees que bromeo. —Se mueve hacia delante para fregar los
platos en el fregadero, frente a mi dirección—. Pero no lo hago.
La observo mientras abre el grifo y comienza a levantar una olla. Está
sonriendo para sí misma y comienzo a ponerme de pie, listo para
finalmente rendirme a mis necesidades o a las suyas… ya se ha vuelto más
difícil de decir. La voy a llevar de regreso a la habitación y le voy a dar eso
acerca de lo que continúa provocándome. Pero entonces mi teléfono
empieza a sonar.
—Salvado por la campana —canturrea con una sonrisa en su rostro.
—Oh, esto no se ha terminado —le aseguro, retirando el teléfono del
bolsillo de mi pantalón—. Voy a comenzar esto enseguida… —Frunzo el 249
ceño cuando el nombre de mi papá aparece en la brillante pantalla. Ha
estado tratando de buscarme un montón recientemente, probablemente
porque la boda se acerca.
—¿No vas a contestar? —pregunta Violet, colocando la olla en el
lavavajillas y luego cerrando la puerta con un golpecito de su cadera.
—Supongo —murmuro, odiando que recibir una simple llamada
pueda arruinar todo el ambiente de la noche. Presiono contestar,
colocando el receptor en mi oreja—. ¿Sí?
—Hola —dice mi padre, sonando desesperadamente alegre—. No
has estado contestando mis llamadas.
—Eso es porque he estado ignorándolas —le digo con honestidad
mientras el estruendo del lavavajillas llena el apartamento. Violet deja la
cocina y va al baño, cerrando la puerta, llevándose su hermoso trasero
con ella, junto con lo bueno y la alegría en mí.
Él hace una pausa, luchando por encontrar las palabras. —Mira,
Luke, lo siento mucho por mi reacción cuando preguntaste si podrías
mudarte con nosotros —dice—. Algunas veces no sé cómo ser un padre y
solo digo cosas sin pensar de antemano realmente. Pero debí haber dicho
que podías mudarte con nosotros. Incluso te voy a dar mi cama.
—Estoy bien. —Agarro la cerveza, necesitando su sabor. Tomo un
largo trago, pero no es suficiente. Demasiado suave y débil. Demasiado
sobrio e inestable. Cambiar a la cerveza fue una idea muy mala.
—Luke, de verdad lo intento —dice—. Sé que no fui parte de tu vida
durante un tiempo, pero quiero serlo ahora.
—Realmente lo estás intentando. —Me río bruscamente en el
teléfono mientras algo se rompe dentro de mí, los últimos catorce años
empujándome cada vez más lejos y lejos, y estoy demasiado sobrio y
puedo sentirlo todo—. Intentarlo habría sido llamarme más de diez veces
durante los últimos catorce años. Intentarlo habría sido no dejarme a mí y a
Amy con mamá y su locura.
—Tu madre no está loca. —Suspira—. Simplemente está luchando
con cosas.
—No, está jodidamente loca y tú estás jodidamente loco por pensar
que no lo está —espeto. Literalmente espeto. Todas las cosas que he
guardado dentro de mí se derraman como una llamarada de ira que me
atraviesa hasta que todo lo que veo es blanco.
—Luke, no hables de tu madre de esa manera —dice—. Sí, tiene
problemas, pero todos los tenemos.
250
—En serio la defiendes y ni siquiera lo entiendes.
—Entonces explícamelo. Por favor.
—¿Tienes alguna idea de las cosas que hizo… que me hizo hacer?
¿Tienes alguna idea de todas las cosas que pasé…? Me hizo inyectarla,
sabes. Inyectarle heroína en sus venas —siseo, apretando mis manos en
puños, queriendo, necesitando la silenciosa quemadura de Jack o tequila,
pero en cambio, me conformo con golpear con fuerza mi puño contra la
mesa de café. Mis nudillos se abren y la madera rasguña una capa de piel.
Duele, pero no tanto como pensar en el pasado—. Cuando tenía ocho
años, me hizo aplastar su cocaína, me hizo dejarla abrazarme mientras se
desmayaba. Me hizo hacer todo con ella como si fuera una mascota.
Nunca me dejaba respirar. Ignoraba a Amy. —Respiro con furia, luchando
por conseguir oxigeno mientras tiro la botella de cerveza vacía al otro lado
de la habitación y se rompe contra la pared—. No le importó una mierda
cuando Amy murió. Joder, jodió mi vida tan malditamente mal que tengo
que controlar todo, así no recuerdo lo mucho que me controló… —Dejo de
hablar cuando Violet camina frente a mí, parándose entre la televisión y la
mesa de café. Todo se silencia mientras mira los vidrios alrededor de sus
pies.
—Luke, oh Dios mío, no sabía… —empieza a decir mi papá.
Presiono terminar, colgándole. Llama de inmediato y apago el
teléfono, tirándolo sobre la mesa, mis ojos nunca dejan a Violet. Como de
costumbre, no puedo decir lo que está pensando, lo que significa que voy
a tener que preguntarle.
—¿Cuánto escuchaste? —Me tiembla la mano, pero mi voz sale
regular. Sé que ya sabía algunas de las cosas, pero prácticamente
escuchó una repetición de mi vida entera, triste, estúpida e inútil. Ahora
sabe lo patético que soy realmente.
—Todo. —Hay una mirada indescifrable en sus ojos mientras toma
una respiración profunda. Contempla algo y no puedo soportar su silencio.
Me siento como si estuviera a punto de explotar.
—Violet, solo di algo —le digo, sonando histérico y patético—. Por
favor.
—Probablemente deberíamos limpiar los vidrios antes de que Seth y
Greyson regresen —me dice—. Aunque, podríamos dejar el desastre para
que ellos limpien.
—Violet, yo… —Me callo mientras ella camina de puntillas sobre los
vidrios y sube sobre la mesa a mi lado. Luego entrelaza sus dedos con los
míos y besa suavemente mis nudillos raspados. Después de besar cada uno
251
de ellos, me mira con sus grandes ojos verdes, luego se levanta de puntillas
y planta un suave beso en mis labios. Disfruto de su sabor mientras mis
manos se deslizan alrededor de su cintura. Estoy confundido, ¿por qué está
bien con esto?, sobre lo que escuchó, sobre el hecho de que entró en una
sala de estar cubierta de vidrios, pero entonces recuerdo todo lo que ya
sabe sobre mí; cómo detuvo la pelea en el club de striptease, cómo le
conté sobre mi mamá obligándome a inyectarla. Ella sabe más sobre mí
que la mayoría, y todavía está aquí, besándome y permitiéndome estar
cerca de ella.
Así que le devuelvo el beso con fuerza y pasión, porque necesito
estar con ella, necesito sacar la rabia dentro de mi pecho. La beso con
hambre mientras la levanto en mis brazos y la llevo de vuelta a la
habitación, chocando con las paredes y la puerta antes de que
finalmente nos recueste en la cama. Gime cuando la cubro con mi cuerpo
y comienzo a chupar su cuello, besando su mandíbula. Solo me alejo para
sacar su camisa, sus pezones reavivándose tan pronto como el aire los
golpea. La observo mientras me ayuda a quitarme la camisa y luego traza
sus dedos por los tatuajes en mis costillas y mi pecho, mientras simplemente
se me queda mirando con una mirada casi cautivada en sus ojos.
—¿Significan algo? —pregunta, con su dedo trazando las líneas de
un tatuaje en mi costado.
Me encojo de hombros, mis dedos se enredan en su cabello. —Pasé
por esta fase en la que, cada vez que me sentía como una mierda, me
hacía un tatuaje.
—Tienes un montón.
—Me sentía como una mierda un montón. —Hago una pausa,
pasando mi dedo por su nuca mientras mi otra mano viaja hacia su caja
torácica, por las líneas oscuras del tatuaje—. ¿Qué hay de los tuyos?
¿Significan algo?
Me mira fijamente a través de sus pestañas. —Las estrellas sí.
Mis dedos se posan en el lugar donde sé que están tatuadas las
estrellas. —¿Qué significan?
—Me las hice para recordar a mis padres. —Se encoje de hombros—.
Leí una vez en alguna parte que las estrellas representan a nuestros
ancestros muertos o algo así de raro.
Comienzo a decir algo, pero ella cubre mi boca con su mano. —Solo
bésame. 252
A pesar de que se siente como que debería decir más, en su lugar la
beso, inclinando mi peso sobre ella y empujando su espalda contra el
colchón conmigo. Beso su cuello, su clavícula, el lugar en su pecho donde
late su corazón. Luego chupo su pezón, permitiendo que toda la tensión
sexual que he estado conteniendo fluya fuera de mí. Gime, subiendo sus
rodillas hasta mis caderas mientras se agarra fuertemente a mi omóplato,
murmurando algo sobre hacerlo más duro. Buen Dios, solo mátame ahora.
Hago lo que me pide y me muevo hacia su otro pezón, chupándolo
más duro hasta que no puedo soportarlo más. Entonces me alejo y le quito
los pantalones cortos, arrojándolos a un lado, junto con sus bragas. Violet
puede amar ser ruda, pero mientras yace desnuda debajo de mí, puedo
notar que está nerviosa y tratando de esconderlo. Me hace dudar, y
nunca jamás he dudado.
Sin embargo, antes de que pueda decir algo, se inclina hacia
delante y desabrocha el botón de mi pantalón. Luego sus manos se
deslizan por debajo de mis calzoncillos y sus labios se separan cuando sus
dedos rozan mi muy ansiosa e hinchada polla.
—Creo que… —Me callo, perdiendo el foco mientras comienza a
frotarme. Mis músculos se desenredan como cuerdas anudadas mientras
gimo. Antes de darme cuenta, llego al punto donde o voy a tener que
detenerla o conformarme con una sobada. Con mucho esfuerzo, extiendo
mi mano hacia abajo y tiro de su mano, alejándola, y luego me quito mis
pantalones y calzoncillos. Agarro un condón de mi bolsillo trasero, luego
tiro los pantalones al suelo, devolviendo mi cuerpo sobre el suyo. Tiene esta
mirada emocionada en sus ojos que no estoy seguro de cómo interpretar o
si debería incluso intentar interpretarla.
Comienzo a abrir mi boca para preguntarle si está bien con esto,
pero se levanta y estrella sus labios contra los míos antes de que pueda
pronunciar las palabras. Pierdo el foco de todo lo demás, y antes de
darme cuenta me estoy deslizando dentro de ella. Se encuentra más
apretada de lo que estoy acostumbrado, lo que significa que tengo que ir
más despacio. Agarro un puñado de las sábanas, luchando para tomarme
mi tiempo, avanzando dentro de ella gradualmente, pero abre las piernas
y arquea la espalda, tomando el control, encontrándome a mitad de
camino. De repente estoy dentro de ella todo el camino, y me quedo
quieto, tratando de reprimir el impulso de tomar el control. El tiempo pasa
mientras la conexión entre nosotros se construye, junto con las emociones
abrumadoras que me consumen.
Controlándome. Pero al final me muevo lentamente porque no es
acerca de mi control. Es acerca de ella. Es todo acerca de ella. Cada 253
movimiento, cada respiración, la forma en que mi corazón late con fuerza
en mi pecho, es todo debido a ella.
Violet me posee.
Violet
Ni siquiera estoy cien por cien segura de por qué llevo las cosas tan
lejos como lo hago, pero una vez que está dentro de mí no hay vuelta
atrás, así que abro mis piernas y dejo que se hunda hasta el fondo, a pesar
de lo que duele.
Trato de no temblar ante la sensación de él llenándome, pero es
difícil. Se siente tan poco natural, pero natural al mismo tiempo, porque me
hace sentir segura y no sola. Como si se supusiera que él debe estar dentro
de mí, lo cual es raro, y estoy segura de que no es una cosa normal que
alguien piense la primera vez que tiene sexo.
Luke se queda quieto dentro de mí, con mis manos apoyadas en sus
tensos músculos traseros, con la cabeza inclinada hacia abajo, por mi
cuello, mientras agarra la sábana. Está latiendo dentro de mí, su piel se
siente caliente y huele como a cerveza, humo y el olor almizclado de
colonia. Es un aroma que comenzó a usar durante las últimas semanas,
pero de esta poco familiar buena manera, como él o la idea de él y yo
juntos. 254
Trato de mantener mi entereza, pero la necesidad de moverme se
calienta en mí interior. Todo está tan quieto. Demasiado todavía. Entonces
comienza a mecerse y envía un dolor muy dentro de mí. El dolor solo
parece crecer cuanto más se mueve, y se hunde más y más profundo
dentro de mí mientras respira en mi nuca, dejando besos por mi piel hasta
que finalmente pone su boca sobre la mía e inmediatamente desliza su
lengua, besándome más fuerte a medida que empuja con más fuerza.
Pierdo la respiración mientras el dolor se convierte en algo más, algo
maravilloso que aleja todos los pensamientos de mi cabeza. Inclino la
cabeza hacia atrás y mis pechos se presionan contra su pecho mientras
desliza su mano por mi espalda, acercándome más mientras jadeo sin
aliento para respirar.
Él gime contra mi boca mientras grito algo que apenas puedo
comprender, cayendo y volando al mismo tiempo, como siempre me
imaginé haciendo. Lo agarro, negándome a dejarlo ir hasta que yo vuelva,
con la adrenalina golpeando contra mí con tanta fuerza que apenas
puedo pensar con claridad. Da un último empuje y nuestras caderas
conectan por completo antes de que se ralentice y su cuerpo se sacuda
bajo mis palmas. Luego se aquieta en mi interior. Nuestra piel está húmeda
y nuestros corazones golpean el uno contra el otro. No hay espacio entre
nuestros cuerpos mientras se aferra a mí y yo le agarro, no sé por qué me
estoy aferrando, aparte de porque parece que, cuando le deje ir, las
cosas maravillosas que siento desaparecerán.
Finalmente, después de un tiempo, se desliza fuera de mí,
besándome antes de tirarse sobre la cama. Tira un brazo sobre su cabeza
mientras usa el otro para guiarme hacia él, hasta que descanso la cabeza
en su pecho. Puedo oír su corazón latiendo inestablemente mientras sus
pulmones se expanden por aire.
—¿Estás bien? —me pregunta finalmente, sonando sin aliento, a
punto de entrar en pánico.
Asiento, conteniendo mi sonrisa a pesar de que no la puede ver en la
oscuridad que se instaló en la habitación, pero es raro estar feliz. Además,
la sonrisa es real, no es la falsa, la que siempre muestro a la gente. —Estoy
bien.
—¿Estás segura? —me pregunta, al parecer consciente de sí
mismo—. ¿Todo está bien? Incluso después de que… bueno, todo.
Miro hacia él, apoyando la barbilla contra su pecho. —Todo está
bien, señor Estoicamente Distante, ahora, ¿te relajarías?
—Estoy relajado —insiste—. Solo me aseguro de que te encuentras, 255
de que estás bien conmigo.
—Estoy perfectamente bien contigo y con lo que pasó —le aseguro.
Y lo estoy. Por un momento, todo es absolutamente perfecto.
261
Epílogo
Traducido por Gabihhbelieber
Corregido por Mel Markham
Violet
—Así que las cosas con el chico amante no funcionaron, ¿eh? —
pregunta Preston mientras deja caer la última bolsa de mis cosas en el piso
de su sala de estar. Todo está en bolsas de plástico, porque empaqué
deprisa, necesitando salir de allí antes de que me tirara por la ventana. Lo
hubiera hecho, también, porque la idea de que todo terminara sonaba
mucho mejor que dejar la única cosa sencilla y buena en mi vida. Pero
estar cerca de él me recordaba cómo llegué a ese punto, cómo llegué a 262
ser la persona que consideraría tirarse por la ventana.
La peor parte es lo que siento por él, me preocupo por él, quiero que
sea el que esté sentado aquí conmigo, pero ni siquiera creo que pueda
mirarlo sin pensar en el asesinato de mis padres y en cómo su mamá podría
estar conectada. Incluso mientras me sostuvo y lloré, la seguridad que una
vez sentí en sus brazos había desaparecido y lo único que sentí fue
falsedad.
—No es mi chico amante… no es mi nada —le murmuro a Preston,
frotándome los ojos mientras me hundo en el sofá. Mis ojos duelen casi
tanto como mi corazón. Nunca he llorado tanto. Nunca he tenido una
razón para hacerlo. Y todavía estoy tratando de averiguar si lloraba por el
hecho de que Luke me dijo que su madre estuvo allí la noche que mis
padres fueron asesinados o si era porque sabía que no podía quedarme
allí con él, no de la forma en la que estuvimos sólo momentos antes, antes
de que cantara esa canción y lo rompiera todo.
Después de que Luke se quedó dormido, me había levantado,
sintiendo la locura, la necesidad incontrolable de adrenalina, e hice lo
único que podía pensar que no terminaría mal, con una muerte más. Me
alejé y fui al único lugar que me quedaba. Estoy sorprendida de que
Preston incluso viniera a recogerme. Todavía no estoy segura de por qué
volví con él o si me quedaré aquí. Pero ahora mismo estoy demasiado
agotada y derrotada para hacer algo más. Y no estoy segura de que
alguna vez conseguiré que vuelva la persona que me convertí con Luke, o
incluso la persona que era antes de que Luke pudiera mantenerlo unido,
por tanto tiempo como pudiera cerrar mis emociones. Incluso después de
que le dije al policía. Incluso cuando —o si— finalmente pueden efectuar
un arresto, porque al final todavía estaré sola.
Después de que Preston apila la última de las cajas en el suelo cerca
de la sala, cierra la puerta y se deja caer en el sofá junto a mí. Todavía
estoy en bóxer y usando la camisa de Luke, la cual ni siquiera puedo
recordar haberme puesto, pero me alegro de tenerla porque huele a él.
Pasa un brazo alrededor de mi hombro. —Así que ¿vas a decirme
por qué te ves como la mierda o debería empezar a adivinar?
Froto mis dedos sobre mis ojos hinchados. —¿Qué tal si fingimos que
no pasó nada?
—Oh, no puedo hacer eso —dice, tirándome contra él—. Pero al
menos dime por qué estás llorando.
—Porque todo está en ruinas.
263
—¿No lo estaba ya?
—No, estaba lejos de estar arruinado.
No tiene ni idea de lo que hablo y me alegro. —Sabes, todavía no he
olvidado cómo me hablaste antes de que te fueras.
—Te lo merecías —murmuro, y aprieta mi brazo con fuerza.
—Y nunca me devolviste ese alijo —dice con voz firme—. Así que a
menos que todavía lo tengas, me debes. Mucho.
—Se ha ido —le digo rotundamente—. Lo regalé.
Sacude la cabeza y aprieta mi cabeza con tanta fuerza contra su
pecho que me duele el cuello. —Verás, esa es la cosa contigo, Violet.
Nunca piensas en el futuro.
—Eso es porque estoy atascada en el pasado.
—Lo sé, y tienes que dejar de pensar en el pasado y empezar a
pensar en seguir adelante, comenzando con la forma en que vas a
pagarme. —Comienza masajeando mi hombro con sus dedos rudamente
mientras la otra mano se desplaza hasta mi muslo.
Mi reacción inicial es golpearlo, pero levantar mi puño parece
demasiado complicado en este momento. Todo lo hace, y simplemente
parece que sería más fácil ceder que luchar.
Me quedo mirando un punto en el suelo, centrándome en eso en
lugar de en cualquier otra cosa. —Toma lo que quieras —le susurro—. Nada
de lo que me queda vale la pena, de todos modos.
Fin
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The Probability of Violet and Luke
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