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2 En una voz no hablada


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Más elogios para “In an Unspoken Voice” (En una Voz No Hablada)

“El primer libro de Peter Levine, Waking the Tiger (Despertando al Tigre), cambió el
mundo del tratamiento del trauma: la terapia somática, específicamente Somatic
Experiencing®, el nombre del enfoque específico que desarrolló, que ya no es una
práctica alternativa marginal, se convirtió en un actor importante en el mundo de
las psicoterapias convencionales. Como un antropólogo que nos familiariza con
una cultura diferente que ha hecho suya, Levine, en su nuevo libro, In an Unspoken
Voice, nos inicia sistemática y comprometidamente en los caminos del cuerpo y del
sistema nervioso que lo anima: cómo funciona, qué lo hace funcionar, cómo hacer
amistad con él, cómo entenderlo, cómo comunicarse con él y, por último, pero no
por ello menos importante, cómo tratarlo y liberarlo (y con él, liberarnos) de las ga-
rras del trastorno de estrés postraumático (TEPT). Ya no es tácito, todo lo que está
contenido en el cuerpo -en el trauma y en la salud, en la enfermedad psicosomática
y en la resiliencia- es descrito, articulado y hecho coherente. El resultado es un
libro magistral y fluido, que se mueve a la perfección entre la evolución, la ciencia,
la Teoría Polivagal, la práctica mente-cuerpo, la defensa apasionada de nuestra
naturaleza animal, la auto-revelación y una guía específica paso a paso para tratar
el trauma y restaurar la resiliencia. Es erudito, apasionado, aprendido y accesible”.

–– Diana Fosha, PhD, directora del Instituto AEDP, co-editora de El poder sa-
nador de la Emoción (The Healing Power of Emotion): Neurociencia Afec-
tiva, Desarrollo y Práctica Clínica y autora de El Poder Transformador del
Afecto (The Transforming Power of Affect): Un modelo de cambio acelerado
4 En una voz no hablada

“Estar traumatizado es estar condenado a un sinfín de repeticiones de experiencias


insoportables. En este libro bellamente escrito y apasionante, Peter Levine explica
cómo el trauma afecta nuestro cuerpo y nuestra mente y demuestra cómo recurrir
a la sabiduría de nuestros cuerpos para vencerlo y transformarlo. Los relatos de sus
experiencias personales y terapéuticas, integrados con lo esencial de las ciencias
del trauma y la curación, son altamente informativos e inspiradores. Su voz distinti-
va debe ser escuchada por sobrevivientes, médicos y científicos”.

–– Onno van der Hart, PhD, Profesor Honorario de Psicopatología del Trauma
Crónico, Universidad de Utrecht, Utrecht, Holanda, y coautor de The Haun-
ted Self: Structural Dissociation of the Personality.

“Como un sabio y viejo tejedor, Peter Levine mezcla minuciosamente hebras de


muchos colores densos en patrones siempre frescos que emergen de su afilada
inteligencia e imaginación fértil. Estas líneas comprenden reflexiones cuidadosas
sobre su propia curación personal, su trabajo con otros, ideas de estudios con ani-
males, diferentes puntos de vista de los pueblos indígenas aquí y en otros lugares,
varios científicos que exploran las biologías del cuerpo, prácticas espirituales en
muchas tradiciones y cualquier otra cosa que pase frente a sus ojos brillantes. Su
primer (y ahora icónico) libro, Despertando al Tigre, es ahora parte del canon para
la educación de los terapeutas. Este nuevo libro es un hito en su larga historia de
crear un intrincado tapiz de teoría y práctica somática”.

–– Don Hanlon Johnson, PhD, profesor de Somatics en el California Institute


of Integral Studies, fundador del primer programa acreditado de estudios
de postgrado en el campo y autor de Bone, Breath, and Gesture: Prácticas
de encarnación y esperanzas cotidianas, sueños utópicos: Reflexiones so-
bre los ideales estadounidenses.

Durante más de cuarenta años, Peter Levine nos ha mostrado con suavidad, hu-
mor y una sencillez asombrosa cómo las respuestas al trauma forman parte de un
brillante sistema de autoprotección psicológica; un sistema de protección que no-
sotros, profesionales y laicos por igual, inadvertidamente bloqueamos con nuestras
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muchas respuestas “normales”. Si desea comprender la esencia de cómo y por


qué la respuesta al trauma puede ayudar a las personas a sanar, lea este libro. Si
desea ayudar a una persona traumatizada a disminuir el impacto del trauma mien-
tras ocurre, lea este libro. Si quieres entender tu propio viaje a través del estrés y
el trauma, lee este libro. Si quieres algunos marcadores para un camino desde el
aturdimiento de la disociación hasta el resurgimiento de la vida vibrante y profunda
y el sentimiento espiritual, lee este libro”.

–– Marianne Bentzen, formadora internacional en Psicoterapia Neuroafectiva,


Copenhague, Dinamarca

“Peter Levine transmite su profundo conocimiento científico del trastorno de estrés


postraumático (TEPT) de manera tan vívida que el lector puede sentir e identificarse
con los muchos niños y adultos traumatizados con los que ha trabajado. Levine
nos ayuda a entender la complejidad del TEPT visto desde fuera así como sentido
desde dentro. Nos invita a una dimensión espiritual que se basa igualmente en la
ciencia y la experiencia. A través de su estilo poético, el lector es conducido des-
de las reacciones incorporadas del sistema nervioso hasta las cicatrices mentales
profundas, y hasta cómo el terapeuta experto en TEPT puede guiar los procesos de
curación de gran alcance. La comprensión de Levine es vasta en su alcance, desde
una comprensión evolutiva de la fuente del trauma hasta una dimensión espiritual
de cómo nosotros como seres humanos podemos ser fortalecidos por la curación
del trauma”.

–– Susan Hart, psicóloga danesa, autora de “Brain, Attachment, Personality:


Una Introducción al Desarrollo Neuroafectivo” y “El Impacto del Apego:
Psicología Neuroafectiva del Desarrollo”

“Este libro es una valiosa continuación de la innovadora obra de Levine, “Des-


pertando al Tigre”... Expande sus conceptos de la base neurofisiológica del trau-
ma con una revisión exhaustiva de la ciencia del trauma y de sus propias teorías
creativas, proporcionando ricas perspectivas para su aplicación en el asunto de la
curación. Valiosos estudios de casos ilustran los “porqués” del comportamiento de
6 En una voz no hablada

la víctima del trauma, y herramientas útiles ayudan al terapeuta a reclutar al cuerpo


en el proceso”.

–– Robert Scaer, MD, autor de The Trauma Spectrum y The Body Bears the
Burden.

“El enfoque de Peter Levine para entender y curar el trauma es innovador, vital y
completamente creativo. El mapa de la terapia que él presenta es muy útil para
cualquier terapeuta del trauma. Una vez más, Levine nos recuerda que nuestros
antepasados evolucionarios no están tan alejados de nosotros. Que todos nosotros
y los demás animales somos una sola familia y que debemos aprender de ellos,
ya que de ello depende nuestra supervivencia y cordura. La sugerencia de Levine
de cambiar el trastorno de estrés postraumático (TEPT) por una lesión de estrés
postraumático (LEPT) es mucho más realista, ya que estamos sanando la herida y
no el trastorno”.

–– Mira Rothenberg, autora de Children with Emerald Eyes y fundadora de


Blueberry Treatment Centers.
INAN
Unspoken
Voice
H11W the Body Relenses Trn11111n
n11d Resfln•es Goodness

Peter A. Levine, PhD

Foreword by
Gabor 1Vlatc, i\11D

North Atlantic Books


Berkeley, California
8 En una voz no hablada

Copyright © 2010 por Peter A. Levine. Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este
libro, a excepción de una breve reseña, puede ser reproducida, almacenada en un sistema de
recuperación, o transmitida de ninguna forma o por ningún medio -electrónico, mecánico, foto-
copiado, grabación u otro- sin el permiso por escrito del editor. Para más información, póngase
en contacto con North Atlantic Books.

Publicado por North Atlantic Books P.O. Box 12327 Berkeley, California 94712
y ERGOS Institute Press P.O. Box 110 Lyons, Colorado 80540

Diseño de portada © Ayelet Maida, A/M Studios Arte de portada © fotosearch.com

Fotografía del autor © Gerry Greenberg

Figuras 6.2a a 6.4d -Desde la curación de un trauma: Un programa pionero para restaurar la
sabiduría de tu cuerpo escrito por Peter Levine y publicado por Sounds True.
Usado con el permiso de Sounds True, www.soundstrue.com .

Diagramas A y B (inserción a color)-Ilustraciones de Netter de www.netterimages.com . Elsevier


Inc. Todos los derechos reservados. Usado con permiso.

Diseño creativo de todas las demás figuras: Justin Snavely

In an Unspoken Voice: How the Body Releases Trauma and Restores Goodness está patroci-
nado por la Society for the Study of Native Arts and Sciences (Sociedad para el Estudio de las
Artes y Ciencias Nativas), una corporación educativa sin fines de lucro cuyos objetivos son
desarrollar una perspectiva educativa y transcultural que vincule varios campos científicos,
sociales y artísticos; nutrir una visión holística de las artes, las ciencias, las humanidades y la
curación; y publicar y distribuir literatura sobre la relación entre mente, cuerpo y naturaleza.

Las publicaciones de North Atlantic Books están disponibles en la mayoría de las librerías.
Para más información, visite nuestro sitio web en www.northatlanticbooks.com o llame al 800-
733-3000.
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La Biblioteca del Congreso ha catalogado la edición impresa de la siguiente manera:

Levine, Peter A. En voz tácita: cómo el cuerpo libera el trauma y restaura la bondad / Peter A.
Levine; prólogo de Gabor Maté. p. cm.

Resumen: “Basado en los hallazgos de la biología, la neurociencia y el campo emergente de la


psicoterapia orientada al cuerpo, In an Unspoken Voice explica que el trauma no es una enfer-
medad o un trastorno, sino una lesión causada por el miedo, la impotencia y la pérdida, y que
esta herida sólo puede curarse si atendemos a la sabiduría del cuerpo viviente y conocedor”,
proporcionada por el editor.

eISBN: 978-1-58394-652-7
1. Trauma psíquico.    I. Título.
RC552.T7L483 2010 616.85′21-dc22
2010023653
v3.1_r1
10 En una voz no hablada

En todas las cosas de la naturaleza


hay algo
de lo maravilloso.

Aristóteles (350 a.C.)


Agradecimientos

Todo responsable de nuestra “existencia humana” se debe a una multitud anóni-

ma de otros que vivieron antes que nosotros, cuyos logros nos han sido otorgados

como dones.

H. Hass (1981)

P
or donde estoy hoy, estoy en deuda con la gran tradición y linaje científico de
los etólogos, esos científicos que estudian a los animales en sus ambientes
naturales, que han contribuido enormemente a mi visión naturalista del animal hu-
mano. Un agradecimiento muy personal al Premio Nobel Nikolaas Tinbergen, cuyas
sugerencias y amables palabras de apoyo me animaron a seguir esta cosmovisión
naturalista. Aunque nunca los he conocido, excepto a través de sus donaciones
escritas a la historia, me gustaría honrar a Konrad Lorenz, Heinz von Holst, Paul
Leyhausen, Desmond Morris, Eric Salzen e Irenäus Eibl-Eibesfeldt. Otros maestros
“virtuales” incluyen a Ernst Gellhorn, quien informó mis primeros pensamientos
neurofisiológicos, y Akhter Ahsen, quien ayudó a consolidar mi visión de la “unidad
indiferenciada y soldada del cuerpo y la mente”.
Un gigante, sobre cuyos hombros anchos me sostengo, es Wilhelm Reich, MD.
Su monumental contribución a la comprensión de la “energía vital” me fue ense-
ñada por Philip Curcuruto, un hombre de pocas palabras y simple sabiduría. Mi
profundo agradecimiento y deuda personal van a Richard Olney y Richard Price,
quienes me enseñaron lo poco que sé sobre la autoaceptación. El haber conocido
(y haber sido inspirada por) la Dra. Ida Rolf ha sido un catalizador en la formación
de mi identidad como científico-sanador. A la Dra. Virginia Johnson, le agradezco
su comprensión crítica de los estados alterados de conciencia. Y a Ed Jackson,
gracias por confiar en mi naciente práctica de cuerpo y mente en la década de 1960
y por referirme a Nancy, mi primera clienta de trauma.
Estoy agradecido por el tremendo apoyo y ayuda de mis amigos. A lo largo de
los años (a partir de 1978) he tenido muchas discusiones estimulantes con Stephen
Porges, ya una figura líder en el campo de la psicofisiología. Durante las décadas
12 En una voz no hablada

siguientes, nuestros caminos se han ido cruzando a medida que compartíamos


nuestros desarrollos paralelos y entrelazados y una amistad especial. Gracias y
admiración a Bessel van der Kolk por su voraz mente inquieta, su amplia visión
integral del trauma, su vida profesional de investigación que hace avanzar el campo
del trauma a su estado moderno, y su coraje para desafiar las estructuras existen-
tes. Recuerdo con cariño que compartimos los veranos de Vermont a orillas del
lago East Long, nadando, riendo y hablando de traumas hasta altas horas de la
madrugada.
En la elaboración de este libro estoy en deuda con el desafío creativo y la
enorme ayuda editorial de Laura Regalbuto, Maggie Kline y Phoebe Hoss; tam-
bién gracias a Justin Snavely por su impresionante ayuda técnica. Y, una vez más,
agradezco el esfuerzo cooperativo de una asociación continua con North Atlantic
Books; con Emily Boyd, gerente de proyecto, y Paul McCurdy, editor de línea.
A mis padres, Morris y Helen, les doy las gracias por el regalo de la vida, el vehí-
culo para la expresión de mi trabajo, y por su apoyo inequívoco desde el “otro lado”
del plano físico. Para Pouncer, el perro dingo que había sido mi guía en el mundo
animal y también un compañero constante, tengo recuerdos corporales de juego y
bondad. A la edad de diecisiete años (posiblemente más de cien años humanos),
continuó mostrándome la alegría vital de la vida corpórea.
Finalmente, me asombran las muchas “coincidencias”, los encuentros “fortui-
tos”, las sincronías y los desvíos fatales que me han impulsado y guiado en el
camino de mi vida. El haber sido bendecido por una vida de exploración creativa
y el privilegio de contribuir a aliviar el sufrimiento ha sido un regalo precioso, una
perla sin precio.
Gracias por todos mis profesores, estudiantes, organizaciones y amigos de
todo el mundo que están llevando a cabo el legado de este trabajo.

Peter A. Levine
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Contenido

Portada
Página de título
Derechos de autor
Epígrafe
Agradecimientos
Prólogo

PARTE I - Raíces: Un Fundamento sobr el que Bailar


CAPÍTULO 1 El Poder de una Voz No Hablada
CAPÍTULO 2 Tocado por el Descubrimiento
CAPÍTULO 3 La cara cambiante del trauma
CAPÍTULO 4 Inmovilizados por el miedo: Lecciones aprendidas de los
animales
CAPÍTULO 5 De la Parálisis a la Transformación: Fundamentos Básicos
CAPÍTULO 6 Un mapa para la terapia
CAPÍTULO 7 Mapeando el Cuerpo, Arreglando la Mente: SIBAM

PARTE II - El cuerpo como narrador: Debajo de tu mente


CAPÍTULO 8 En la Sala de Consultas: Ejemplos de casos
CAPÍTULO 9 Anotación del Accidente de Pedro

PARTE III - El instinto en la era de la razón


CAPÍTULO 10 Somos un grupo de animales
CAPÍTULO 11 De abajo hacia arriba: Tres cerebros, una mente
14 En una voz no hablada

PARTE IV - Cuerpo, Emoción y Espiritualidad: Restaurar la bondad


CAPÍTULO 12 El Yo encarnado
CAPÍTULO 13 La Emoción, el Cuerpo y el Cambio
CAPÍTULO 14 Trauma y Espiritualidad

Epílogo
Notas
Sobre el autor
Prólogo

E
n una voz no hablada es la obra cumbre de Peter Levine, la suma de su inves-
tigación de toda una vida sobre la naturaleza del estrés y el trauma y de su
trabajo terapéutico pionero. Es también el más íntimo y poético de sus libros, el
más revelador de su propia experiencia como persona y como sanador. También es
la más científicamente fundamentada y erudita.
Un encabezamiento temprano en el capítulo inicial revela la esencia de la ense-
ñanza de Pedro: “el poder de la bondad”. Herido en un accidente automovilístico,
Pedro encuentra su propio potencial de curación desbloqueado por su voluntad de
atender plenamente su experiencia física/emocional, permitiéndole desarrollarse
como es necesario. Su proceso es facilitado por una presencia humana compasiva.
El poder de la bondad -en este caso, la capacidad innata del organismo para resta-
blecer su salud y equilibrio- es estimulado por un espectador, un testigo empático
que ayuda a prevenir el trauma al encarnar la bondad y la aceptación.
No es de extrañar que estas sean las mismas cualidades que Peter Levine con-
sidera esenciales en aquellos llamados a realizar trabajos terapéuticos con seres
humanos traumatizados. Como dice, el terapeuta debe “ayudar a crear un ambien-
te de relativa seguridad, una atmósfera que transmita refugio, esperanza y posibi-
lidad”. Pero la empatía pura y una relación terapéutica cálida no son suficientes,
ya que las personas traumatizadas a menudo son incapaces de leer o de recibir
completamente la compasión. Están demasiado reprimidos, demasiado atrapados
en defensas primarias más apropiadas para nuestros predecesores evolutivos an-
fibios o reptiles.
Entonces, ¿qué tiene que ver el terapeuta con los seres humanos heridos y
golpeados por traumas pasados? Es ayudar a la gente a escuchar la voz tácita de
sus propios cuerpos y permitirles sentir sus “emociones de supervivencia” de rabia
y terror sin ser abrumados por estos poderosos estados. El trauma, como Pedro re-
conoció brillantemente hace décadas, no reside en el acontecimiento externo que
induce el dolor físico o emocional -ni siquiera en el dolor en sí mismo-, sino en que
nos atascamos en nuestras respuestas primitivas a los acontecimientos dolorosos.
El trauma es causado cuando somos incapaces de liberar energías bloqueadas,
16 En una voz no hablada

para movernos completamente a través de las reacciones físicas/emocionales a


una experiencia dolorosa. El trauma no es lo que nos pasa a nosotros, sino lo que
llevamos dentro en ausencia de un testigo empático.
La salvación, entonces, se encuentra en el cuerpo. La mayoría de la gente”,
señala Levine, “piensa en el trauma como un problema “mental”, incluso como
un “trastorno cerebral”. Sin embargo, el trauma es algo que también ocurre en
el cuerpo”. De hecho, él muestra que esto sucede primero y principalmente en el
cuerpo. Los estados mentales asociados con el trauma son importantes, pero son
secundarios. El cuerpo inicia, dice, y la mente sigue. Por lo tanto, las “curas habla-
das” que involucran el intelecto o incluso las emociones no alcanzan la profundidad
suficiente.
El terapeuta/sanador debe ser capaz de reconocer los signos psicoemociona-
les y físicos de trauma “congelado” en el cliente. Debe aprender a escuchar la “voz
tácita” del cuerpo para que los clientes puedan aprender a escucharse y verse a sí
mismos con seguridad. Este libro es una clase magistral sobre cómo escuchar la
voz tácita del cuerpo. “En la metodología particular que describo”, escribe Levine,
“se ayuda al cliente a desarrollar una conciencia y un dominio de sus sensaciones y
sentimientos físicos”. La clave para sanar, argumenta, se encuentra en el “descifra-
miento de este reino no verbal”. Encuentra el código en su síntesis de las ciencias
aparentemente -pero sólo aparentemente dispares- que estudian la evolución, el
instinto animal, la fisiología de los mamíferos y el cerebro humano, y en su expe-
riencia ganada con tanto esfuerzo como terapeuta.
Las situaciones potencialmente traumáticas son aquellas que inducen esta-
dos de alta excitación fisiológica pero sin la libertad de la persona afectada para
expresarse y superar estos estados: peligro sin posibilidad de pelear o escapar y,
después, sin la oportunidad de “sacudirse”, como lo haría un animal salvaje tras un
encuentro espantoso con un depredador. Lo que los etólogos llaman “inmovilidad
tónica” -la parálisis y la desconexión físico/emocional que caracterizan la experien-
cia universal de impotencia ante el peligro mortal- llega a dominar la vida y el fun-
cionamiento de la persona. Estamos “muertos de miedo”. En los seres humanos,
a diferencia de los animales, el estado de congelación temporal se convierte en un
rasgo a largo plazo. El sobreviviente, señala Peter Levine, puede permanecer “atra-
pado en una especie de limbo, sin volver a comprometerse plenamente en la vida”.
Prólogo 17

En circunstancias en las que los demás no sienten más que una amenaza leve o
incluso un desafío que enfrentar, la persona traumatizada experimenta amenaza,
pavor y apatía mental/física, una especie de parálisis del cuerpo y de la voluntad.
La vergüenza, la depresión y el autodesprecio siguen a la estela de tal impotencia
impuesta.
El Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM) de la Aso-
ciación Americana de Psiquiatría “trata en categorías, no en dolor”, en las pala-
bras incisivas del psiquiatra e investigador Daniel Siegel. Un aspecto central de
la enseñanza de Peter Levine es que el trauma no puede reducirse a los rasgos
diagnósticos compilados por el DSM bajo el epígrafe de TEPT, trastorno de estrés
postraumático. El trauma no es una enfermedad, señala, sino más bien una expe-
riencia humana enraizada en los instintos de supervivencia. Invitar a la expresión
plena, si se califica cuidadosamente, de nuestras respuestas instintivas permitirá
que el estado traumático afloje su control sobre el enfermo. La bondad, la res-
tauración de la vitalidad, sigue. Brota desde dentro. “El trauma es un hecho de la
vida”, escribe Levine. “Sin embargo, no tiene que ser una sentencia de por vida.”
En nuestro sufrimiento yace también nuestra salvación. Como muestra, los mismos
sistemas psicofisiológicos que gobiernan el estado traumático también median en
los sentimientos centrales de bondad y pertenencia.
La asombrosa conciencia de Peter y su atención a los detalles matizados mien-
tras observa y describe el “descongelamiento” de sus clientes están en el corazón
de su enseñanza, al igual que sus técnicas para guiar y facilitar su proceso. Al leer
este manuscrito, me impresionó la frecuencia con la que experimentaba momentos
de “aha” al recordar mis propias observaciones en mi trabajo con personas trau-
matizadas y a menudo adictas. Ahora podía entender e interpretar estas observa-
ciones de una nueva manera, y no sólo mis observaciones clínicas, sino también mi
propia experiencia personal. Y eso es importante, porque, como reconoce Peter, la
sintonía del terapeuta con su propia experiencia sirve como una luz guía esencial
que guía el proceso de curación por el camino correcto.
Peter Levine y el lector completan su viaje mutuo con una exploración de la
espiritualidad y el trauma. Hay, escribe, “una relación intrínseca y de matrimonio”
entre ambos. A pesar de todo nuestro arraigo en un cuerpo físico, nosotros los
humanos somos criaturas espirituales. Como señaló astutamente el psiquiatra Tho-
18 En una voz no hablada

mas Hora, “todos los problemas son psicológicos, pero todas las soluciones son
espirituales”.
Con este libro Peter Levine se asegura su posición en la vanguardia de la cu-
ración del trauma, como teórico, practicante y maestro. Todos nosotros en la co-
munidad terapéutica - médicos, psicólogos, terapeutas, aspirantes a sanadores,
laicos interesados - somos mucho más ricos por este resumen de lo que él mismo
ha aprendido.

GABOR MATÉ, MD
Autor de “En el reino de los fantasmas hambrientos:
Encuentros cercanos con la adicción”
PARTE I

Raíces: Un Fundamento sobre el que Bailar

“Debemos bajar hasta los cimientos mismos de la vida. Porque cualquier ordena-

miento superficial de la vida que deje insatisfechas sus necesidades más profun-

das es tan ineficaz como si no se hubiera hecho nunca un intento de orden….”

- I Ching, Hexagrama #34

“El pozo” (alrededor del 2500 a.C.)


20 En una voz no hablada
CAPÍTULO 1

El Poder de una Voz No Hablada

“Cuando un hombre ha aprendido dentro de su corazón lo que significan el mie-

do y el temblor, está protegido contra cualquier terror producido por influencias

externas.”

-I Ching, Hexagrama #51 (circa 2500 a.C.)

N o importa cuán autoasegurados estemos en una fracción de segundo, nues-


tras vidas pueden ser totalmente devastadas. Como en la historia bíblica
de Jonás, las fuerzas incognoscibles del trauma y la pérdida pueden tragarnos
enteros, empujándonos profundamente en su frío y oscuro vientre. Atrapados pero
perdidos, nos congelamos desesperadamente por el terror y la impotencia.
A principios del año 2005, salí de mi casa en una suave mañana del sur de
California. El suave calor y la suave brisa marina elevaron mi paso. Ciertamente,
este fue el tipo de mañana de invierno que hace que todos en el resto del país (con
la posible excepción de Garrison Keillor del lago Wobegon) quieran abandonar sus
palas de nieve y mudarse a las cálidas y soleadas playas del sur. Fue el comienzo
de un tipo de día perfecto, un día en el que te sientes seguro de que nada puede
salir mal, cuando nada malo puede suceder. Pero lo hizo.

Un momento de verdad

Caminé, absorto en la feliz expectativa de estar con mi querido amigo Butch


para la celebración de su sexagésimo cumpleaños.
Salí a un paso de peatones...
22 En una voz no hablada

 ... Al momento siguiente, paralizado y entumecido, estoy tumbado en el ca-


mino, sin poder moverme ni respirar. No puedo entender lo que acaba de pasar.
¿Cómo llegué aquí? De una niebla arremolinada de confusión e incredulidad, una
multitud de personas corre hacia mí. Se detienen, horrorizados. De repente, se
ciernen sobre mí en un círculo cerrado, con los ojos fijos en mi cuerpo flácido y re-
torcido. Desde mi indefensa perspectiva aparecen como una bandada de cuervos
carnívoros, lanzándose sobre una presa herida. Lentamente me oriento e identifico
al verdadero atacante. Como en una foto de bombilla anticuada, veo un coche
beige sobre mí con su parrilla en forma de dientes y el parabrisas destrozado. La
puerta se abre de repente. Un adolescente con los ojos muy abiertos se escapa.
Me mira con horror aturdido. De una manera extraña, yo sé y no sé lo que acaba
de pasar. A medida que los fragmentos comienzan a converger, transmiten una
realidad horrible: debo haber sido atropellado por este coche cuando entré en el
paso de peatones. En una confusión de incredulidad, me sumerjo de nuevo en un
nebuloso crepúsculo. Encuentro que soy incapaz de pensar claramente o de querer
despertarme de esta pesadilla.
Un hombre corre a mi lado y se arrodilla. Se anuncia como paramédico fuera
de servicio. Cuando trato de ver de dónde viene la voz, me ordena severamente:
“No muevas la cabeza”. La contradicción entre su aguda orden y lo que mi cuerpo
naturalmente quiere -convertirse en su voz- me asusta y me aturde en una especie
de parálisis. Mi conciencia se divide extrañamente y experimento una extraña “dis-
locación”. Es como si estuviera flotando sobre mi cuerpo, mirando hacia abajo en
la escena que se despliega.
Me vuelvo loco cuando me agarra de la muñeca y me toma el pulso. Luego
cambia su posición, directamente sobre mí. Torpemente, me agarra la cabeza con
ambas manos, la atrapa y evita que se mueva. Sus acciones abruptas y el sonido
punzante de sus órdenes me aterrorizan; me inmovilizan aún más. El miedo se
filtra en mi conciencia aturdida y nebulosa: “Tal vez tenga el cuello roto”, pienso.
Tengo un impulso irresistible de encontrar a alguien más en quien concentrarme.
Simplemente, necesito tener la mirada reconfortante de alguien, una cuerda de
salvamento a la que aferrarme. Pero estoy demasiado aterrorizado para moverme y
me siento desesperadamente congelado.
El Buen Samaritano lanza preguntas en rápida sucesión: “¿Cómo te llamas?
El poder de una voz no hablada 23

Dónde estás? ¿Adónde ibas a ir? ¿Cuál es la fecha de hoy?” Pero no puedo co-
nectar con mi boca y hacer palabras. No tengo energía para responder a sus pre-
guntas. Su manera de preguntar me hace sentir más desorientado y totalmente
confundido. Por último, me las arreglo para dar forma a mis palabras y hablar. Mi
voz suena tensa. Le pido, tanto con mis manos como con mis palabras: “Por favor,
déjame en paz”. Él lo hace. Como si fuera un observador neutral, hablando de la
persona tumbada en el techo, le aseguro que entiendo que no debo mover la cabe-
za, y que responderé a sus preguntas más tarde.

El poder de la bondad

Después de unos minutos, una mujer se inserta discretamente y se sienta tran-


quilamente a mi lado. “Soy médico, pediatra”, dice. “¿Puedo ser de ayuda?”.
“Por favor, quédate conmigo”, respondo. Su cara sencilla y amable parece ser
comprensiva y tranquilamente preocupada. Ella toma mi mano en la suya, y yo
la aprieto. Devuelve suavemente el gesto. Cuando mis ojos alcanzan los de ella,
siento una forma de lágrimas. El delicado y extrañamente familiar aroma de su
perfume me dice que no estoy sola. Me siento emocionalmente sostenida por su
presencia alentadora. Una temblorosa ola de liberación se mueve a través de mí, y
tomo mi primera respiración profunda. Entonces un escarpado escalofrío de terror
pasa por mi cuerpo. Ahora me salen lágrimas de los ojos. En mi mente, escucho
las palabras: “no puedo creer que esto me haya pasado; no es posible; esto no es
lo que había planeado para el cumpleaños de Butch esta noche”. Me absorbe una
profunda resaca de arrepentimiento insondable. Mi cuerpo sigue temblando. La
realidad se instala.
En poco tiempo, un temblor más suave comienza a reemplazar los temblores
abruptos. Siento olas alternas de miedo y dolor. Viene a mí como una espantosa
posibilidad el hecho de que quizá me haya lesionado gravemente. Tal vez termine
en una silla de ruedas, lisiado y dependiente. Una vez más, profundas olas de dolor
me inundan. Tengo miedo de ser tragado por el dolor y me aferro a los ojos de la
mujer. Un aliento más lento me trae el aroma de su perfume. Su presencia continua
me sostiene. A medida que me siento menos abrumado, mi miedo se suaviza y
24 En una voz no hablada

comienza a disminuir. Siento un destello de esperanza, luego una ondulante ola


de furia. Mi cuerpo sigue temblando y temblando. Es alternativamente frío helado
y febrilmente caliente. Una furia roja y ardiente brota de lo profundo de mi vientre:
“¿Cómo pudo esa estúpida chica golpearme en un paso de peatones? ¿No estaba
prestando atención? ¡Maldita sea!”
Una ráfaga de sirenas estridentes y luces rojas parpadeantes bloquean todo.
Mi vientre se aprieta y mis ojos vuelven a alcanzar la mirada amable de la mujer.
Nos apretamos las manos, y el nudo en mis tripas se afloja.
Oigo mi camisa rasgándose. Me asusto y vuelvo a saltar a la vista de un obser-
vador que se cierne sobre mi cuerpo. Veo a extraños uniformados metódicamente
sujetar electrodos a mi pecho. El Buen Samaritano paramédico le informa a alguien
que mi pulso era de 170. Oigo que mi camisa se rasga aún más. Veo que el equipo
de emergencia me pone un collar en el cuello y luego me desliza con cautela sobre
una tabla. Mientras me atan, oigo una comunicación por radio confusa. Los para-
médicos solicitan un equipo de trauma completo. La alarma me sacude. Pido que
me lleven al hospital más cercano a sólo una milla de distancia, pero me dicen que
mis lesiones pueden requerir el centro de trauma mayor de La Jolla, unos treinta
kilómetros más lejos. Mi corazón se hunde. Sorprendentemente, sin embargo, el
miedo desaparece rápidamente. Cuando me subo a la ambulancia, cierro los ojos
por primera vez. Un vago aroma del perfume de la mujer y la mirada de sus tranqui-
los y amables ojos perduran. Una vez más, tengo esa sensación reconfortante de
ser sostenida por su presencia.
Al abrir los ojos en la ambulancia, siento un estado de alerta elevado, como
si estuviera sobrecargado de adrenalina. Aunque intenso, este sentimiento no me
abruma. A pesar de que mis ojos quieren dar vueltas, para observar el ambiente
desconocido y premonitorio, conscientemente me dirijo hacia adentro. Empiezo
a hacer un balance de mis sensaciones corporales. Este enfoque activo llama mi
atención sobre un intenso e incómodo zumbido en todo mi cuerpo.
Contra esta desagradable sensación, noto una tensión peculiar en mi brazo
izquierdo. Dejo que esta sensación pase al primer plano de mi conciencia y siga la
tensión del brazo a medida que va creciendo y creciendo. Poco a poco, reconozco
que el brazo quiere flexionarse y moverse hacia arriba. A medida que se desarrolla
este impulso interno hacia el movimiento, el dorso de mi mano también quiere girar.
El poder de una voz no hablada 25

Siento que se mueve hacia el lado izquierdo de mi cara, como para protegerla de
un golpe. De repente, pasa ante mis ojos una imagen fugaz de la ventana del coche
beige, y una vez más -como en una instantánea - unos ojos vacíos miran desde
detrás de la tela de araña de la ventana rota. Oigo el momentáneo “chinging” de mi
hombro izquierdo rompiendo el parabrisas. Entonces, inesperadamente, una en-
volvente sensación de alivio me invade. Siento que vuelvo a mi cuerpo. El zumbido
eléctrico se ha retirado. La imagen de los ojos en blanco y el parabrisas destrozado
retrocede y parece disolverse. En su lugar, me imagino saliendo de mi casa, sin-
tiendo el suave y cálido sol en mi cara, y lleno de alegría ante la expectativa de ver
a Butch esa noche. Mis ojos se pueden relajar mientras me enfoco hacia afuera.
Mientras miro alrededor de la ambulancia, de alguna manera parece menos alie-
nígena y premonitoria. Veo más claramente y “suavemente”. Tengo la sensación
profundamente tranquilizadora de que ya no estoy congelado, que el tiempo ha
comenzado a avanzar, que estoy despertando de la pesadilla. Miro al paramédico
sentado a mi lado. Su calma me tranquiliza.
Después de unos pocos kilómetros con baches, siento otro patrón de tensión
fuerte que se desarrolla desde la columna vertebral en la parte superior de mi es-
palda. Siento que mi brazo derecho quiere extenderse hacia afuera: veo un deste-
llo momentáneo; el camino negro de asfalto se precipita hacia mí. Oigo mi mano
golpeando el pavimento y siento una sensación de ardor en la palma de mi mano
derecha. Asocio esto con la percepción de que mi mano se extiende para proteger
mi cabeza de chocar contra la carretera. Me siento tremendamente aliviada, junto
con un profundo sentimiento de gratitud por el hecho de que mi cuerpo no me
haya traicionado, sabiendo exactamente qué hacer para proteger mi frágil cerebro
de una lesión potencialmente mortal. Mientras sigo temblando suavemente, siento
una ola de hormigueo junto con una fuerza interior que se acumula desde lo más
profundo de mi cuerpo.
A medida que la sirena estridente se apaga, el paramédico de la ambulancia
me toma la presión arterial y registra mi electrocardiograma. Cuando le pido que
me diga mis signos vitales, me informa de una manera profesional y amable que no
puede darme esa información. Siento una sutil necesidad de ampliar nuestro con-
tacto, de relacionarme con ella como persona. Con calma, le digo que soy médico
(media verdad). Aparece esa ligera cualidad de una broma compartida. Ella juega
26 En una voz no hablada

con el equipo y luego indica que podría ser una lectura falsa. Un minuto o dos más
tarde me dice que mi ritmo cardíaco es de 74 y mi presión arterial de 125/70.
“¿Cuáles eran mis lecturas cuando me conectaste por primera vez?” Pregunto.
“Bueno, tu ritmo cardíaco era de 150. El tipo que lo tomó antes de que llegára-
mos dijo que eran unos 170”.
Respiro un profundo suspiro de alivio. “Gracias”, le digo, y luego agrego: “Gra-
cias a Dios, no tendré estrés postraumático”.
“¿Qué quieres decir?”, pregunta con verdadera curiosidad.
“Bueno, quiero decir que probablemente no tendré un trastorno de estrés pos-
traumático”. Cuando todavía parece perpleja, le explico cómo mis temblo-
res y mis respuestas autoprotectoras me ayudaron a “reajustar” mi sistema nervio-
so y me trajeron de vuelta a mi cuerpo.
“De esta manera,” continúo, “ya no estoy en modo de pelear o huir.”
“Hmm”, comenta, “¿es por eso que las víctimas de accidentes a veces luchan
con nosotros?
“Sí, así es.”
“He notado que a menudo evitan a propósito que la gente tiemble cuando los
llevamos al hospital”, añade. A veces los atan bien apretados o les dan una inyec-
ción de Valium. Tal vez eso no sea tan bueno”.
“No, no lo es”, confirma el profesor que hay en mí. “Puede que les dé alivio
temporal, pero los mantiene congelados y atascados.”
Me cuenta que recientemente tomó un curso de “primeros auxilios en caso
de trauma” llamado “Interrogatorio en Incidentes Críticos”. “Lo intentaron con no-
sotros en el hospital. Tuvimos que hablar de cómo nos sentimos después de un
accidente. Pero hablar me hizo sentir peor a mí y a los otros paramédicos. No
podía dormir después de hacerlo, pero tú no estabas hablando de lo que pasó. Me
pareció que estabas simplemente temblando. ¿Es eso lo que bajó tu ritmo cardíaco
y tu presión sanguínea?”
“Sí”, le dije y agregué que también eran los pequeños movimientos espontá-
neos de protección que mis brazos estaban haciendo.
“Apuesto”, reflexionó, “a que si el temblor que a menudo se produce después
de la cirugía se permitiera en lugar de suprimirse, la recuperación sería más rápida
y tal vez incluso se reduciría el dolor postoperatorio”.
El poder de una voz no hablada 27

“Así es”, digo yo, sonriendo de acuerdo.


Por horrible y chocante que haya sido esta experiencia, me permitió ejercitar
el método para tratar el trauma repentino que había desarrollado, sobre el que ha-
bía escrito y enseñado durante los últimos cuarenta años. Escuchando la “voz no
hablada” de mi cuerpo y permitiéndole hacer lo que tenía que hacer; no parando
el temblor, “rastreando” mis sensaciones interiores, permitiendo al mismo tiempo
completar las respuestas defensivas y orientadoras; y sintiendo las “emociones
de supervivencia” de la rabia y el terror sin sentirme abrumado, pasé a través de
ellas misericordiosamente ileso, tanto física como emocionalmente. No sólo estaba
agradecido, sino que me sentí humilde y agradecido al descubrir que podía usar mi
método para mi propia salvación.
Aunque algunas personas son capaces de recuperarse de este trauma por sí
solas, muchas personas no lo hacen. Decenas de miles de soldados están expe-
rimentando el estrés extremo y el horror de la guerra. También están los devasta-
dores casos de violación, abuso sexual y agresión. Muchos de nosotros, sin em-
bargo, hemos sido abrumados por eventos mucho más “ordinarios” como cirugías
o procedimientos médicos invasivos.(1) Los pacientes ortopédicos en un estudio
reciente, por ejemplo, mostraron una incidencia del 52% de ser diagnosticados con
un PTSD completo después de la cirugía.
Otros traumas incluyen caídas, enfermedades graves, abandono, recibir noti-
cias impactantes o trágicas, ser testigo de violencia y tener un accidente automo-
vilístico; todo puede llevar al TEPT. Estas y muchas otras experiencias bastante co-
munes son potencialmente traumáticas. La incapacidad para recuperarse de tales
eventos, o para que los profesionales nos ayuden adecuadamente a recuperarnos,
nos puede someter a PTSD, junto con una miríada de síntomas físicos y emociona-
les. Temo pensar en cómo habría podido terminar mi accidente si no hubiera tenido
la suerte de contar con la ayuda de esa pediatra y su olor a amabilidad.
28 En una voz no hablada

Método de búsqueda

Durante los últimos cuarenta años, he desarrollado un enfoque para ayudar a


la gente a superar los muchos tipos de trauma, incluyendo lo que sufrí ese día de
febrero cuando fui atropellado por un coche. Este método es igualmente aplicable
directamente después del trauma o muchos años después - mi primer cliente “ilu-
minador”, descrito en el Capítulo 2, pudo recuperarse de un trauma que ocurrió
unos veinte años antes de nuestras sesiones juntos. Somatic Experiencing®, como
yo lo llamo el método, ayuda a crear estados fisiológicos, sensacionales y afectivos
que transforman los de miedo e impotencia. Lo hace accediendo a varias reaccio-
nes instintivas a través de la conciencia de las sensaciones físicas del cuerpo…
Desde tiempos inmemoriales, la gente ha intentado hacer frente a sentimientos
poderosos y aterradores haciendo cosas que contradicen las percepciones de mie-
do e impotencia: rituales religiosos, teatro, danza, música, meditación e ingestión
de sustancias psicoactivas, por nombrar algunos. De estos diversos métodos para
alterar el modo de ser, la medicina moderna ha aceptado sólo el uso de sustancias
químicas (limitadas, es decir, psiquiátricas). Los otros métodos de “afrontamien-
to” siguen encontrando expresión en enfoques alternativos y llamados “holísticos”
como el yoga, el tai chi, el ejercicio, la percusión, la música, el chamanismo y las
técnicas orientadas al cuerpo. Aunque muchas personas encuentran ayuda y con-
suelo en estos valiosos enfoques, son relativamente inespecíficos y no abordan
suficientemente ciertos mecanismos y procesos fisiológicos básicos que permiten
a los seres humanos transformar experiencias aterradoras y abrumadoras.
En la metodología particular que describo en estas páginas, se ayuda al cliente
a desarrollar una conciencia y dominio de sus sensaciones y sentimientos físicos.
Mis observaciones, al visitar algunas culturas indígenas, sugieren que este enfoque
tiene un cierto parentesco con varios rituales tradicionales de sanación chamáni-
ca. Propongo que un enfoque colectivo e intercultural del trauma curativo no sólo
sugiera nuevas direcciones para el tratamiento, sino que en última instancia pueda
informar una comprensión fundamentalmente más profunda de la comunicación
dinámica bidireccional entre la mente y el cuerpo.
A lo largo de mi vida, así como al escribir este libro, he intentado salvar la gran
El poder de una voz no hablada 29

brecha entre el trabajo diario del médico y los hallazgos de varias disciplinas cientí-
ficas, en particular la etología, el estudio de los animales en sus entornos naturales.
Este campo vital alcanzó su cúspide de reconocimiento en 1973 cuando tres etólo-
gos -Nikolaas Tinbergen, Konrad Lorenz y Karl von Frisch- compartieron el Premio
Nobel de Fisiología o Medicina.*
Estos tres científicos utilizaron la observación paciente y precisa para estudiar
cómo se expresan y se comunican los animales a través de sus cuerpos. La co-
municación corporal directa es algo que también hacemos nosotros, los animales
humanos basados en el lenguaje. A pesar de nuestra aparente dependencia de un
discurso elaborado, muchos de nuestros intercambios más importantes ocurren
simplemente a través de la “voz no hablada” de las expresiones de nuestro cuerpo
en la danza de la vida. El desciframiento de este reino no verbal es la base del en-
foque de sanación que presento en este libro.
Para transmitir la naturaleza y transmutación del trauma en el cuerpo, el cere-
bro y la psique, también me he basado en hallazgos seleccionados de las neuro-
ciencias. Es mi convicción que los estudios clínicos, naturalistas en animales y la
investigación comparativa del cerebro pueden contribuir en gran medida a la evo-
lución de las metodologías que ayudan a restaurar la resiliencia y promover la au-
tocuración. Con este fin, explicaré cómo nuestro sistema nervioso ha desarrollado
una estructura jerárquica, cómo estas jerarquías interactúan, y cómo los sistemas
más avanzados se apagan ante una amenaza abrumadora, dejando el cerebro, el
cuerpo y la psique a sus funciones más arcaicas. Espero demostrar cómo la terapia
exitosa restaura estos sistemas a su operación balanceada. Un efecto secundario
inesperado de este enfoque es lo que podría llamarse “Despertando el Cuerpo
Viviente y Conocedor”. Discutiré cómo este despertar describe, en esencia, lo que
sucede cuando el instinto animal y la razón se unen, dándonos la oportunidad de
convertirnos en seres humanos más completos.
Mi objetivo es hablar con los terapeutas que buscan una mejor comprensión
de las raíces del trauma en el cerebro y el cuerpo, como los terapeutas psicológi-
cos, psiquiátricos, físicos, ocupacionales y de “trabajo corporal”. También espero
llegar a los muchos médicos que están confundidos por los pacientes que presen-
tan síntomas inexplicables y mutables, las enfermeras que han trabajado durante
mucho tiempo en el frente atendiendo a pacientes aterrorizados y heridos y a los
30 En una voz no hablada

encargados de formular políticas que se preocupan por la problemática atención


de la salud de nuestro país. Finalmente, busco un público más amplio de lectores
voraces de una amplia variedad de temas, desde aventura, antropología, biología,
Darwin, neurociencia, física cuántica, teoría de cuerdas, relatividad y zoología hasta
la sección “Science” del New York Times.
Inspirado por una infancia en la lectura de Sherlock Holmes, he intentado in-
volucrar al lector en la emoción de un viaje de toda una vida de misterio y descu-
brimiento. Este viaje me ha llevado a un campo que está en el centro de lo que
significa ser un ser humano, existiendo en un planeta impredecible y a menudo
violento. He tenido el privilegio de estudiar cómo la gente puede rebotar después
de desafíos extremos y he dado testimonio de la resistencia del espíritu humano, de
las vidas de innumerables personas que han regresado a la felicidad y a la bondad,
incluso después de una gran devastación.
Voy a contar algo de esta historia de una manera que es personal. La escritura
de este libro me ha presentado un reto muy emocionante. Ofrezco un relato de mi
propia experiencia como médico, científico y explorador interno. Mi esperanza es
que el uso ocasional de la narración de cuentos ayude a crear un trabajo accesible
que involucre lo clínico y lo científico, pero que sea escaso en la jerga y no sea
excesivamente tedioso y pedante. Utilizaré viñetas de casos para ilustrar varios
principios, así como invitar al lector a participar en ejercicios de concienciación
seleccionados que encarnan estos principios.
Aunque está dirigido a médicos, clínicos y científicos, así como a laicos in-
teresados, en última instancia este libro está dedicado a aquellos que han sido
atormentados por los fantasmas hambrientos del trauma. A estas personas, que
viven en una jaula de ansiedad, miedo, dolor y vergüenza, espero transmitir una
apreciación más profunda de que sus vidas no están dominadas por un “desorden”
sino por ¡una lesión que puede ser transformada y sanada! Esta capacidad de trans-
formación es una consecuencia directa de lo que describo en la siguiente sección.
El poder de una voz no hablada 31

El cuerpo autorregulador y autoconocido

A pesar de mi confusión y desorientación después del accidente del cruce


peatonal, fue mi conocimiento completamente arraigado del trauma lo que me llevó
primero a solicitar que el paramédico fuera de servicio se retirara y me permitiera
un poco de espacio, y luego a confiar en los temblores involuntarios de mi cuerpo
y otras reacciones físicas y emocionales espontáneas. Sin embargo, incluso con
mis amplios conocimientos y experiencia, dudo que pudiera haberlo hecho solo.
La importancia del apoyo silencioso de la elegante pediatra fue enorme. Su calidez
no invasiva, expresada en el tono tranquilo de su voz, sus ojos suaves, su tacto y
su olor, me dio suficiente sensación de seguridad y protección para permitir que mi
cuerpo hiciera lo que necesitaba hacer y que yo sintiera lo que necesitaba sentir.
Juntos, mi conocimiento del trauma y el apoyo de un presente tranquilo permitie-
ron que las poderosas y profundamente reconstituyentes reacciones involuntarias
emergieran y se completaran.
En general, la capacidad de autorregulación es lo que nos permite manejar
nuestros propios estados de excitación y nuestras emociones difíciles, proporcio-
nando así la base para el equilibrio entre una auténtica autonomía y un compromiso
social saludable. Además, esta capacidad nos permite la capacidad intrínseca de
evocar una sensación de estar seguros “en casa” dentro de nosotros mismos, en
casa donde reside la bondad.
Esta capacidad es especialmente importante cuando estamos asustados o he-
ridos. La mayoría de las madres del mundo, sabiendo esto instintivamente, toman
a su hijo asustado y lo calman, mecen y sostienen cerca de su cuerpo. Del mismo
modo, los ojos bondadosos y el agradable aroma de la mujer que se sentaba a mi
lado evitaban la corteza frontal racional para llegar directamente a los recovecos
de mi cerebro emocional. Por lo tanto, alivió y ayudó a estabilizar mi organismo lo
suficiente para que pudiera experimentar las sensaciones difíciles y tomar medidas
para restaurar mi equilibrio y ecuanimidad.
32 En una voz no hablada

Lo que sube... puede bajar

En 1998, Arieh Shalev realizó un simple e importante estudio en Israel, un país


donde el trauma es muy común. (2) El Dr. Shalev anotó las frecuencias cardíacas de
los pacientes atendidos en la sala de emergencia (SE) de un hospital de Jerusalén.
Estos datos fueron fáciles de recolectar, ya que el registro de los signos vitales de
cualquier persona admitida en la sala de emergencias es un procedimiento están-
dar. Por supuesto, la mayoría de los pacientes están molestos y tienen una frecuen-
cia cardíaca alta cuando son admitidos por primera vez en la sala de emergencias,
ya que lo más probable es que sean víctimas de algún incidente aterrador, como un
atentado con bomba en un autobús o un accidente automovilístico. Lo que Shalev
descubrió fue que un paciente cuya frecuencia cardíaca había vuelto a la norma-
lidad en el momento del alta de la sala de emergencias era poco probable que
desarrollara trastorno de estrés postraumático. Por otro lado, uno cuya frecuencia
cardíaca aún estaba elevada al salir tenía una alta probabilidad de desarrollar PTSD
en las semanas o meses siguientes. (†) Así, en mi accidente, sentí un profundo ali-
vio cuando el paramédico de la ambulancia me dio los signos vitales que indicaban
que mi ritmo cardíaco había vuelto a la normalidad.
En pocas palabras, la frecuencia cardíaca es una ventana directa a la rama au-
tónoma (involuntaria) de nuestro sistema nervioso. Un corazón acelerado es parte
del cuerpo y de la mente que se prepara para las acciones de supervivencia de
pelear o huir mediadas por el sistema nervioso simpático-adrenal (por favor vea
el Diagrama A después de esta página para una descripción detallada de las vías
fisiológicas que subyacen a la respuesta clásica de pelear o huir). Simplemente,
cuando percibes una amenaza, tu sistema nervioso y tu cuerpo te preparan para
matar o para tomar contramedidas evasivas para escapar, generalmente huyendo.
Esta preparación para la acción era absolutamente esencial en las sabanas anti-
guas, y es “descargada” o “consumida” por una acción completa y significativa.
En mi caso, sin embargo, el hecho de estar tendido en la carretera y luego en los
confines de la ambulancia y de la sala de emergencias -donde la acción simple-
mente no era una opción- podría haberme atrapado. Mi activación global fue “todo
vestido pero sin ningún lugar a donde ir”. Si, en lugar de cumplir con su misión
El poder de una voz no hablada 33

motora en una acción efectiva, la preparación para la acción se hubiese interferido


o hubiera estado inactiva, habría planteado un gran potencial para desencadenar
una expresión posterior como los síntomas debilitantes del trastorno de estrés pos-
traumático.
Lo que me salvó de desarrollar estos síntomas fue la capacidad de bajar mi
activación de lucha-o-huída descargando la inmensa energía de supervivencia a
través de temblores espontáneos. Esta secreción contenida, junto con mi concien-
cia del impulso autoprotector de mover los brazos y proteger la cabeza, ayudó a
devolver el equilibrio a mi organismo. Pude rendirme a estas sensaciones pode-
rosas sin perder la conciencia de mis reacciones corporales espontáneas, y con
la presencia constante del pediatra y la “retención del espacio”, pude restaurar el
equilibrio de mi sistema nervioso. Al permanecer consciente mientras “rastreaba”
mis reacciones y sensaciones corporales espontáneas (‡), pude comenzar el pro-
ceso de moverme a través y fuera de la reacción del shock biológico. Es esta capa-
cidad innata de autorregulación la que me permite recuperar mi equilibrio vital y me
devuelve la cordura. Esta capacidad de autorregulación es la clave de nuestra su-
pervivencia moderna, más allá de las garras brutales de la ansiedad, el pánico, los
terrores nocturnos, la depresión, los síntomas físicos y la impotencia, que son las
marcas del estrés y el trauma prolongados. Sin embargo, para poder experimentar
esta facultad restauradora, debemos desarrollar la capacidad de enfrentarnos a
ciertas sensaciones y sentimientos físicos incómodos y atemorizantes sin sentirnos
abrumados por ellos. Este libro trata sobre cómo desarrollamos esa capacidad.

Sacude, sonajea y rueda....


Escalofrío, estremecimiento y temblor

Los temblores y sacudidas que experimenté mientras estaba acostado en el


suelo y en la ambulancia son una parte esencial del proceso innato que restableció
mi sistema nervioso y ayudó a restaurar mi psique a la plenitud. Sin ella, segura-
mente habría sufrido mucho. Si no hubiera sido consciente del propósito vital de las
extrañas y fuertes sensaciones y giros de mi cuerpo, podría haber estado asustado
por estas poderosas reacciones y haber luchado contra ellas. Afortunadamente, yo
34 En una voz no hablada

sabía que no era así.


Una vez describí a Andrew Bwanali, biólogo del parque del Centro Ambiental de
Mzuzu en Malawi, África Central, los temblores espontáneos, temblores y respira-
ción que yo y miles de mis clientes de terapia hemos exhibido en sesiones mientras
se recuperaban de un trauma. Asintió excitado, y luego estalló: “Sí... sí... sí... ¡sí!
Esto es cierto. Antes de liberar a los animales capturados en la naturaleza, tratamos
de asegurarnos de que hayan hecho exactamente lo que usted ha descrito”. Miró
al suelo y añadió suavemente: “Si no han temblado y respirado de esa manera
(respiraciones espontáneas profundas) antes de ser liberados, es probable que no
sobrevivan en la naturaleza.... morirán”. Su comentario refuerza la importancia de
que el paramédico de la ambulancia cuestione la supresión rutinaria de estas reac-
ciones en entornos médicos.
Con frecuencia nos estremecemos cuando tenemos frío, ansiedad, enojo o
miedo. También podemos temblar cuando estamos enamorados o en el clímax
del orgasmo. Los pacientes a veces tiemblan incontrolablemente, con escalofríos,
cuando se despiertan de la anestesia. Los animales salvajes a menudo tiemblan
cuando están estresados o confinados. También se reportan reacciones de sa-
cudidas y temblores durante las prácticas de sanación tradicional y los caminos
espirituales de Oriente. En el Qigong y el Kundalini yoga, por ejemplo, los adeptos
que emplean técnicas sutiles de movimiento, respiración y meditación pueden ex-
perimentar estados de éxtasis y felicidad acompañados de temblores y agitación.
Todos estos “temblores”, experimentados en diversas circunstancias y con
una multiplicidad de otras funciones, tienen el potencial de catalizar la transfor-
mación auténtica, la sanación profunda y el temor. Aunque el temblor temeroso de
la ansiedad no asegura en sí mismo un restablecimiento y un retorno al equilibrio,
puede tener su propia solución cuando es guiada y experimentada de la manera
“correcta”. La distinguida analista junguiana Marie-Louise von Franz señala: “El
núcleo psíquico divino del alma, el yo, se activa en casos de peligro extremo.” (3) Y,
en la Biblia, se dice que “Dios se encuentra donde tú temblabas”.
¿Qué tienen en común todos estos temblores involuntarios? ¿Por qué tem-
blamos cuando estamos asustados o temblamos de ira? ¿Por qué temblamos en
el clímax sexual? ¿Y cuál podría ser la función fisiológica del temblor en el temor
espiritual? ¿Cuál es el punto en común de todos estos escalofríos, temblores y es-
El poder de una voz no hablada 35

tremecimientos? ¿Y qué tienen que ver con transformar el trauma, regular el estrés
y vivir la vida al máximo?
Estos giros y ondulaciones son formas en que nuestro sistema nervioso “se
sacude” la última experiencia excitadora y nos “fundamenta” en la preparación
para el próximo encuentro con el peligro, el deseo y la vida. Son mecanismos que
ayudan a restaurar nuestro equilibrio después de que hemos sido amenazados o
altamente excitados. Nos traen de vuelta a la tierra, por así decirlo. De hecho, tales
reacciones fisiológicas están en el centro de la autorregulación y la resiliencia. La
experiencia de la resiliencia emergente nos da un tesoro más allá de la imaginación.
En las palabras del antiguo texto chino, el I Ching,

“El miedo y el temblor engendrado por el choque llega al individuo al princi-


pio de tal manera que se ve a sí mismo en desventaja.... esto es sólo transi-
torio. Cuando la prueba termina, experimenta alivio, y por lo tanto el mismo

terror que tuvo que soportar al principio trae buena suerte a largo plazo.” (4)

Aprender a vivir en estados de alta excitación (sin importar cuál sea su fuente)
nos permite mantener el equilibrio y la cordura. Nos permite vivir la vida en toda su
extensión y riqueza, desde la agonía hasta el éxtasis. La relación intrínseca de estas
respuestas autónomas espontáneas al amplio fenómeno de la resiliencia, el flujo y
la transformación es un tema central de este libro.
Cuando, por otro lado, estas “descargas” se inhiben o se resisten y no se com-
pletan, nuestras capacidades naturales de rebote se “atascan”. Estar atrapado,
después de una amenaza real o percibida, significa que es probable que uno esté
traumatizado o, al menos, que encuentre que su resiliencia y sentido de bienestar
y pertenencia en el mundo han disminuido. De nuevo, en las palabras proféticas
del I Ching:

Esto ilustra una situación en la que una conmoción pone en peligro a un


hombre y éste sufre grandes pérdidas. La resistencia sería contraria al movi-
miento del tiempo, y por esta razón fracasaría. (5)
36 En una voz no hablada

En esa soleada mañana de invierno de mi accidente, pude -con la ayuda de la


amable pediatra- permitir que esos procesos fisiológicos se completaran momento
a momento, moviendo el tiempo hacia adelante y liberando la altamente cargada
“energía de supervivencia” que acechaba en mi cuerpo y que buscaba su expre-
sión deseada. Estos primeros auxilios emocionales y “físicos” inmediatos evitaron
que me quedara “atascado” o encerrado en un círculo vicioso de sufrimiento y
discapacidad. ¿Cómo supe qué hacer y qué evitar en esta situación tan estresante
y desorientadora? La respuesta corta es que he aprendido a abrazar y acoger, más
que a temer y reprimir, los temblores primitivos, la agitación y los movimientos es-
pontáneos del cuerpo. La respuesta más larga me lleva al principio de mis últimos
cuarenta años de vida profesional como científico, terapeuta y curandero.
El poder de una voz no hablada 37

Diagrama A Esta es una descripción detallada de las vías fisiológicas que sub-
yacen a la respuesta clásica de pelear o huir. El ilustrador era el difunto Dr. Frank
Netter, uno de los ilustradores médicos más importantes.
38 En una voz no hablada

Diagrama B Esta ilustración de Netter muestra la intrincada y robusta relación en-


tre las vísceras y el cerebro. El nervio vago dorsal (el décimo nervio craneal en la
parte posterior/parte dorsal del tronco encefálico) media en el sistema de inmovili-
zación. Actúa sobre la mayoría de los órganos viscerales. El núcleo (ventral/frontal)
ambiguo media el sistema de compromiso social a través de sus conexiones con el
oído medio, la cara y la garganta.
El poder de una voz no hablada 39

____________________________________________________________________________________
* El de Tinbergen fue por su estudio de los animales en sus ambientes naturales, el de Lorenz
por su estudio de la impronta y el de Von Frisch por su estudio de cómo la danza de las abejas
de la miel comunica la ubicación del polen al resto de la colmena.

† Edward Blanchard y sus colegas cuestionaron los datos de Shalev. Sin embargo, en su estu-
dio la gran mayoría de los sujetos eran mujeres y sólo eran sujetos que habían buscado trata-
miento. Las mujeres tienden a tener una respuesta de estrés más “congelante” asociada con el
nervio vago (que disminuye la frecuencia cardíaca), a diferencia de los hombres, que tienden a
tener una respuesta suprarrenal simpática dominante. Véase Blanchard, E., y otros (2002). Se-
ñales Vitales de la Sala de Emergencia y PTSD en un Tratamiento que Busca Muestra de Sobre-
vivientes de Accidentes de Vehículos Motorizados. Journal of Traumatic Stress, 15 (3), 199-204.

‡ Estas reacciones variadas incluyeron temblores, estremecimiento y la restauración de las


respuestas biológicas defensivas y orientadoras (incluyendo los movimientos de la cabeza y el
cuello y el movimiento protector de mis brazos y manos para proteger mi cabeza).
40 En una voz no hablada
CAPÍTULO 2

Tocado por el “Descubrimiento”

El camino correcto hacia la plenitud se compone de desvíos fatídicos y desvíos

erróneos.

— C. G. Jung”

S
er tocado por la revelación del amor o el descubrimiento científico es una de
las mayores y más maravillosas bendiciones de estar vivo. Mientras que el año
1969 fue un fracaso para el romance, para mí fue un tiempo de emocionante ilumi-
nación científica. Mientras que un acontecimiento técnico trascendental ocurrió en
el espacio exterior ese año, para mí, un despertar en el espacio interior cambió el
curso de mi vida.
Al comienzo del verano, mis amigos y yo nos sentamos pegados a la pantalla
del televisor y nos quedamos boquiabiertos. El módulo lunar Eagle había aterrizado
en la Bahía de la Tranquilidad, y Neil Armstrong pisó la superficie lunar de forma
segura. Transfijados, escuchamos la frase inmortalizada (aunque gramaticalmente
incorrecta): “Un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad”.
Los hombres no sólo caminaban sobre la luna, ¡sino que también saltaban en exu-
berancia tecnológica! Las imágenes de la Tierra fueron transmitidas desde nuestro
vecino celestial más cercano, ofreciendo un recordatorio visual de que no estába-
mos en el centro del universo.
A pesar de la importancia histórica de ese día, dudo que mucha gente recuerde
el mes o incluso el año del alunizaje del Apolo 11. Sin embargo, esa fecha, el 20
de julio de 1969, y la emoción del descubrimiento interior estaban indeleblemente
grabadas en mi mente. Un evento de “casualidad” ocurrió más o menos al mismo
42 En una voz no hablada

tiempo en mi práctica de mente/cuerpo que fue igual de convincente. Este acon-


tecimiento singular, un primer paso en una nueva vida profesional, dio lugar a una
nueva perspectiva sobre la condición humana, además de confrontarme con mis
propios y formidables demonios traumáticos internos.
Este incidente fue ocasionado por la derivación a mí de una mujer joven desde
un psiquiatra que era consciente de mi gran interés en los campos incipientes del
estrés y la curación mente-cuerpo. Nancy (nombre ficticio) había estado sufriendo
frecuentes migrañas, hipertiroidismo y fatiga, así como dolor crónico y síndrome
premenstrual debilitante. Hoy en día, tales síntomas probablemente se habrían
diagnosticado como fibromialgia y síndrome de fatiga crónica. Su vida se vio aún
más disminuida por los graves ataques de ansiedad por pánico y agorafobia que la
mantuvieron atada a su hogar. Había estado desarrollando algunos procedimientos
de relajación y reducción del estrés basados en la conciencia corporal que el psi-
quiatra pensaba que podrían ser beneficiosos para ella.
Nancy entró en mi oficina, agarrándose nerviosamente a los brazos de su ma-
rido. Ella se agitaba con sus manos; su marido estaba claramente agobiado por la
completa dependencia de él que sentía su mujer. Me di cuenta de lo apretado que
estaba su cuello, tirando como una tortuga herida, mientras que sus ojos estaban
muy abiertos con la mirada sorprendida de un ciervo ante unos faros. Su postura
estaba encorvada, transmitiendo una penetrante sensación de miedo y derrota. La
frecuencia cardíaca en reposo de Nancy era alta, casi 100 latidos por minuto (lo que
pude adivinar por el pulso de la arteria carótida en su cuello). Su respiración era tan
superficial que apenas podía mantener la vida.
Al principio le enseñé a Nancy a ser consciente de, y luego a liberar, sus múscu-
los crónicamente tensos del cuello y los hombros. Parecía relajarse profundamente.
Su ritmo cardíaco disminuyó a un rango más normal a medida que su respiración
se profundizaba. Sin embargo, momentos más tarde se puso abruptamente muy
nerviosa. Su corazón, latiendo salvajemente, se disparó a aproximadamente 130
latidos por minuto. Su respiración era rápida y superficial mientras jadeaba erráti-
camente. Entonces, mientras miraba impotente, se quedó helada de repente, ate-
rrorizada. Su cara se volvió blanca como la muerte. Parecía paralizada y apenas
podía respirar. Su corazón pareció casi detenerse, cayendo precipitadamente a
unos 50 latidos por minuto (una acción del corazón que discutiré más adelante en
Tocado por el “descubrimiento” 43

el Capítulo 6). Luchando contra mi propio pánico inminente, no sabía qué hacer.
“Me estoy muriendo. No me dejes morir”, le suplicó con una pequeña y tensa
voz. “¡Ayúdenme, ayúdenme! Por favor, no me dejes morir”. Su perturbadora im-
potencia evocó, en mi subconsciente, una solución arquetípica. De repente, en el
ojo de mi mente, apareció una imagen onírica: un tigre, agachado y dispuesto a
golpear, se materializó en la lejana pared de la habitación.
“¡Corre, Nancy!” Ordené sin pensarlo: “Un tigre te persigue. Escala esas rocas y
escapa.” Desconcertado por mi propio arrebato, miré asombrado mientras las pier-
nas de Nancy empezaban a temblar y luego se movían hacia arriba y hacia abajo en
lo que parecían ser movimientos espontáneos de correr. Todo su cuerpo comenzó
a temblar, primero convulsivamente y luego más suavemente. A medida que el
temblor fue disminuyendo (durante casi una hora), experimentó una sensación de
paz que, según sus propias palabras, “la mantenía en cálidas olas de hormigueo”.

Ciclo Miedo/Inmovilidad

Más tarde, Nancy reportó que durante la sesión había visto imágenes de pesa-
dilla de sí misma cuando era una niña de cuatro años, luchando por escapar de las
manos de los médicos que la sujetaban para administrarle anestesia de éter para
una amigdalectomía “de rutina”. Hasta ahora, relató, este acontecimiento había

itación
Exc
Fu

Figura 2.1a Esto muestra el círculo vi-


ga

cioso por el cual el miedo y la inmovi-


Fallid

lidad se alimentan mutuamente. Es lo


que nos envuelve y atrapa en el “aguje-
a

ro negro” del trauma.


In m o

o
v ili

ed
za

ia m i
ci

n d
e

cia e n c
ó

(Véanse las figuras 2.1a y 2.1b....)


i e n t
Exper m po
ei
44 En una voz no hablada

sido “olvidado hace tiempo”. Para mi total asombro, estos giros inusuales dieron
un giro a la vida de Nancy. Muchos de sus síntomas mejoraron significativamente
y algunos desaparecieron por completo. El ataque de pánico que ocurrió durante
la sesión fue el último; y, durante los dos años siguientes, hasta su graduación de
la escuela de postgrado, su fatiga crónica, migrañas y síntomas premenstruales
mejoraron dramáticamente. Además, informó sobre los siguientes “efectos secun-
darios”: “se sentía más viva y feliz de lo que[podía] recordar”.

Restauración de las respuestas de defensa activa


iento
ram
de
po
Figura 2.1b Pude sacar a Nancy de su m

E
inmovilidad/miedo e hiperactivación
permitiéndole recrear la experiencia de

x it o s o
correr y escapar exitosamente de sus
posibles atacantes. Es esencial que el
ee

cliente sienta la sensación de correr.


ap
sc

Correr sin sentirlor internamente E

rer
sólo tiene un valor limitado. Cor
ció n
c it a
Ex

idad
ovil
Inm

La capacidad innata de recuperación

Lo que permitió que Nancy emergiera de su caparazón sintomático congelado


y se volviera a comprometer en la vida fue el mismo mecanismo que evitó que me
traumatizara después de que me atropellara el automóvil. Las sacudidas y el tem-
blor, que se producían en la presencia cálida y tranquilizadora de una persona de
Tocado por el “descubrimiento” 45

confianza, y que nos permitía continuar hasta el final, nos ayudó a ambos a restau-
rar el equilibrio y la integridad, y a liberarnos de las garras del trauma.
A través de la conciencia concentrada y los micromovimientos para recrear y
completar nuestras acciones de protección inconclusas, instintivamente arraiga-
das, tanto Nancy como yo fuimos capaces de descargar la “energía” residual del
sistema nervioso que había sido activada para sobrevivir. Nancy experimentó el
largo retraso en la fuga que su cuerpo quería hacer mientras estaba siendo atada
y dominada cuando era una niña indefensa. En resumen, ambos experimentamos
y encarnamos la sabiduría innata y poderosa de nuestras respuestas instintivas
mientras se movilizaban para evitar el peligro mortal.
La percepción consciente de esta fuerza protectora primigenia contrastaba
fuertemente con la impotencia abrumadora que nos había envuelto a cada uno de
nosotros. La mayor diferencia entre la experiencia de Nancy y la mía fue que tuve la
suerte de recibir primeros auxilios autoadministrados, y la presencia afortunada del
pediatra, para cortar de raíz los posibles síntomas del TEPT. Nancy, como millones
de otros, desafortunadamente no lo hizo. Había sufrido años de angustia innecesa-
ria hasta que volvimos a visitar brevemente y “renegociamos” su cirugía infantil en
mi consultorio, unos veinte años después.(*)
Si no hubiera sentido el poder muscular de mis instintos de supervivencia, en
contraste con mi condición de indefensión, seguramente habría desarrollado los
síntomas debilitantes del TEPT que tanto habían ensombrecido y paralizado a Nan-
cy. Al igual que Nancy, me habría quedado demasiado asustado para aventurarme
con confianza en el mundo de nuevo. Así como Nancy pudo escapar de sus ator-
mentadores en retrospectiva, yo pude escapar de mi destrucción y preventivamen-
te “resetear” mi sistema nervioso en tiempo real.
Cuando estamos gravemente amenazados, movilizamos vastas energías para
protegernos y defendernos. Nos agachamos, esquivamos, retorcemos, nos pone-
mos rígidos y nos replegamos. Nuestros músculos se contraen para luchar o huir.
Sin embargo, si nuestras acciones son ineficaces, nos congelamos o colapsamos.
El cuerpo de Nancy, de cuatro años de edad, había intentado escapar de sus “de-
predadores con máscara”. Su cuerpo quería huir y escapar, pero no pudo. Ella fue
dominada y mantenida en contra de su voluntad por poderosos gigantes enmasca-
rados y trajeados. En nuestra hora juntos, el cuerpo de Nancy contradijo sus sen-
46 En una voz no hablada

timientos de pánico de estar abrumada y atrapada. Y cuando su cuerpo aprendió


esto, también lo hizo su mente.
Cuando cualquier organismo percibe un peligro mortal abrumador (con pocas
o ninguna posibilidad de escapar), la respuesta biológica es una respuesta global
de parálisis y cierre. Los etólogos llaman a esto respuesta innata de “inmovilidad
tónica” (TI). Los seres humanos experimentan este estado congelado como terror
y pánico en indefensión. Tal estado de cierre y parálisis se supone que es tempo-
ral. Un animal salvaje que exhiba esta reacción de choque fisiológico agudo será
comido o, si se le perdona, presumiblemente reanudará la vida como antes de su
roce con la muerte; no será peor para el siguiente encuentro, y tal vez será más sa-
bio. Puede ser más vigilante (no confundir con hipervigilante) sobre fuentes futuras
similares de amenaza y, por lo tanto, de indicios tempranos de peligro. Un ciervo
podría, por ejemplo, evitar ciertos afloramientos rocosos donde previamente había
escapado del ataque de un puma.
Los seres humanos, a diferencia de los animales, a menudo permanecen atra-
pados en una especie de limbo, no volviendo a comprometerse plenamente en la
vida después de experimentar amenazas como terror u horror abrumadores. Ade-
más, muestran una propensión a congelarse en situaciones en las que un individuo
no traumatizado sólo puede sentir el peligro o incluso sentir algo de excitación. En
lugar de ser una reacción desesperada ante una amenaza ineludible, la parálisis se
convierte en una respuesta “predeterminada” a una gran variedad de situaciones
en las que los sentimientos de uno se despiertan con fuerza. Por ejemplo, la activa-
ción sexual puede pasar inesperadamente de la excitación a la frigidez, la repulsión
o la evitación.

Hacia una biología del trauma

En un intento de entender el episodio con Nancy, me empujaron en varias di-


recciones nuevas. Primero, me di cuenta de que, si no fuera por confiar en mis ins-
tintos instintivos y un poco de suerte ciega, podría haber “retraumatizado” a Nancy
sin darme cuenta, lo que llevaría a un empeoramiento de sus síntomas, ya de por
sí severos. Además, al igual que el jugador que se lleva el premio gordo al principio
Tocado por el “descubrimiento” 47

de su carrera, pronto descubriría que tales “curas” dramáticas de una sola vez no
siempre serían el caso. Me vi envuelto en un viaje arduo para descubrir lo que había
ocurrido ese día de verano de 1969. Como descubrí, era crucial “titrar” (acceder
gradualmente) estas reacciones fisiológicas para que no fueran abrumadoras. Ex-
poner a un cliente a sus recuerdos traumáticos y hacer que la persona los reviviera
era, en el mejor de los casos, innecesario (reduciendo la integración y los senti-
mientos de maestría y bondad) y, en el peor, retraumatizando al individuo. También
aprendí que las sacudidas y temblores, que constituyen las reacciones de descar-
ga, eran a menudo tan sutiles que apenas eran perceptibles para un observador
externo. A menudo la manifestación de la descarga era una fasciculación muscular
suave (temblores musculares diminutos y temblores) o un cambio de temperatura,
como pasar de muy frío a muy caliente. Estos cambios generalmente se monitorean
observando los cambios de color en las manos y la cara.
Durante las décadas siguientes, exploré la base biológica del trauma a partir de
un estudio comparativo de los animales y sus sistemas nerviosos. Sentí que esto
me ayudaría a desarrollar un enfoque sistemático para curar el trauma que pudiera
ser reproducido de manera confiable y sistemática, además de ser suficientemente
seguro. Este viaje también cumplió uno de mis primeros sueños: Me convertí en
una (pequeña) parte de la aventura espacial. Mientras aún era estudiante graduado
en biofísica médica en Berkeley, me concedieron una beca como consultor de es-
trés en la NASA durante un año. Mi tarea principal - ayudar a preparar a nuestros
astronautas para el primer vuelo del transbordador espacial - me dio una opor-
tunidad única de estudiar a personas cuya resistencia al estrés era inusualmente
robusta. Estas observaciones me inspiraron a reflexionar sobre mi sesión con Nan-
cy algunos años antes: sobre su profunda falta de resiliencia y su transformación
espontánea. Parecía posible que la súper resiliencia de los astronautas fuera una
habilidad que incluso los individuos más traumatizados pudieran aprender a acti-
var, un derecho de nacimiento que necesitaba ser reclamado.
48 En una voz no hablada

Un Primer Paso: Serendipia Lograda

Al intentar comprender lo que había ocurrido ese día con Nancy, me llamó
la atención una “nota al pie” en un seminario informal de graduados que esta-
ba tomando sobre el comportamiento comparativo de los animales. Uno de los
profesores, Peter Marler, había mencionado algunos comportamientos peculiares
exhibidos por animales de presa como aves y conejos cuando estaban físicamente
sujetos. Esa noche me desperté, temblando de emoción. ¿Podría la reacción de
Nancy (cuando estaba sostenida por los médicos) ser similar a la de los animales
restringidos experimentalmente? En cuanto a mi “alucinación” del tigre agazapado,
fue sin duda un creativo “sueño despierto” estimulado por ese inspirador seminario
de graduados.
Siguiendo la alusión arcana de mi seminario, me encontré con un artículo de
1967 titulado “Aspectos comparativos de la hipnosis”.(6) Le llevé este artículo, junto
con mis ideas al respecto, a mi asesor de investigación de posgrado, Donald M.
Wilson.(†) Su campo era la neurofisiología de los invertebrados, y estaba familia-
rizado con estos tipos de comportamientos de “congelación”. Sin embargo, para
alguien dedicado exclusivamente al estudio de criaturas como los insectos y las
langostas, era comprensiblemente escéptico sobre la “hipnosis animal”. No obs-
tante, quedé fascinado por el fenómeno ampliamente observado de la parálisis
animal y pasé horas interminables en las húmedas y polvorientas pilas de la biblio-
teca de graduados de Ciencias de la Vida. Al mismo tiempo, continué viendo más
clientes referidos principalmente por Ed Jackson, el psiquiatra que me había referi-
do a Nancy. Estaba explorando con ellos cómo varios patrones desequilibrados de
tensión muscular y tono postural estaban relacionados con sus síntomas, y cómo
la liberación y normalización de estos patrones arraigados a menudo conducía a
curas inesperadas y dramáticas. Luego, en 1973, en el discurso de aceptación de
su participación en el Premio Nobel de Fisiología o Medicina (‡), el etólogo Nikolaas
Tinbergen inesperadamente eligió hablar no principalmente sobre su estudio de los
animales en su entorno natural, sino sobre el cuerpo humano observado a lo largo
de la vida y su funcionamiento y mal funcionamiento bajo estrés. Me sorprendieron
sus observaciones sobre la técnica de Alexander (§). Este tratamiento de reeduca-
Tocado por el “descubrimiento” 49

ción basado en el cuerpo, al que él y los miembros de su familia se habían sometido


con notables beneficios para la salud (incluyendo la normalización de su presión
arterial alta), fue paralelo a mis observaciones con mis clientes de cuerpo y mente.
Claramente, necesitaba hablar con este anciano. Conseguí ubicarlo en la Uni-
versidad de Oxford; con modesta generosidad, este Premio Nobel me habló a mí,
un humilde estudiante de postgrado, a través del cable transatlántico en varias
ocasiones. Le conté de mi primera sesión con Nancy y otros clientes, y de mis
especulaciones sobre la relación de sus reacciones a la “parálisis animal”. Estaba
entusiasmado con la posibilidad de que las reacciones de inmovilidad animal pu-
dieran desempeñar un papel importante en los seres humanos en condiciones de
amenaza ineludible y estrés extremo, y me animó a seguir esta línea de investiga-
ción.(‖) A veces me pregunto si sin su apoyo, así como el de Hans Selye (el primer
investigador de estrés) y Raymond Dart (el antropólogo que descubrió el Australo-
pithecus), podría haber tirado la toalla.
En una conversación telefónica memorable, Tinbergen me regañó con su ama-
ble voz de abuelo: “¡Pedro, al fin y al cabo, no somos más que un montón de
animales!”. Sin embargo, según encuestas recientes, sólo la mitad del mundo oc-
cidental (y aún menos en los Estados Unidos) parece creer en la evolución y, por
lo tanto, en nuestra relación íntima con otros mamíferos. Sin embargo, dados los
patrones obvios de anatomía, fisiología, comportamiento y emociones, y dado que
compartimos las mismas partes de supervivencia del cerebro con otros mamíferos,
sólo tiene sentido que compartamos sus reacciones a la amenaza. Por lo tanto,
sería muy beneficioso aprender cómo los animales (particularmente los mamíferos
y primates de alto nivel) responden a la amenaza, y luego observar cómo rebotan,
se asientan y regresan al equilibrio después de que la amenaza ha pasado. Muchos
de nosotros, los humanos, desafortunadamente, nos hemos distanciado de esta
capacidad innata de resiliencia y autocuración. Esto, como exploraremos, nos ha
hecho vulnerables a ser abrumados y traumatizados.
Sin embargo, no fue hasta 1978 que pude plantar mis observaciones en un
terreno más firme. Mientras trabajaba en los laboratorios Ames de la NASA en
Mountain View, California, y continuaba desarrollando mi práctica de cuerpo y men-
te en Berkeley, pasaba cada momento libre frecuentando la biblioteca de biología
para graduados. Un oscuro y lluvioso día de diciembre de 1978, estaba haciendo
50 En una voz no hablada

mis rondas habituales por la biblioteca. En esa época, mucho antes de que exis-
tiera Google o cualquier cosa remotamente parecida a un PC, mi modo habitual
de investigación bibliotecaria era llevarme un almuerzo y luego hojear los grandes
volúmenes de revistas posiblemente relevantes. Con este método supuestamente
ineficaz y serpenteante, me encontré con muchas joyas maravillosas que quizá no
hubiera descubierto en un motor de búsqueda de “alta tecnología”. Estos esfuerzos
de investigación formativa establecieron la base teórica para el trabajo de mi vida.
Un día me encontré con un alucinante artículo de Gordon Gallup y Jack Maser
que describía cómo se evocaba la “parálisis animal”, con variables controladas
experimentalmente.(7) Este documento, que discuto en el Capítulo 4, me dio la clave
que me permitió entrelazar las observaciones de mis clientes de cuerpo y men-
te (como Nancy), con una apreciación de cómo ciertos instintos de supervivencia
basados en el miedo moldean el trauma e informan su curación. Tuve la suerte de
tener la libertad de especular de esta manera, ya que el trauma todavía no había
sido formalmente definido como trastorno de estrés postraumático (TEPT), y aún
tardaría más de una década en serlo. Por esta razón, me complace decir que nunca
encasillé el trauma como una enfermedad “cosificada” e incurable, como se cono-
cía en la primera literatura sobre el TEPT.
Hace varios años se produjo un retorno completo y sincrónico. Presentaba mi
trabajo en una conferencia titulada “Fronteras de la Psicoterapia”, organizada por
el Departamento de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de
California en San Diego. Al final de mi charla, un hombre vivo y pícaro saltó para
presentarse: “¡Hola, soy Jack Maser!” Sacudí la cabeza, dudoso al principio; sin
creer bien a mis oídos, estallé en una risa espontánea. Después de intercambiar
unas palabras, acordamos almorzar juntos. En ese momento compartió conmigo
su deleite al descubrir que su trabajo con animales había encontrado una aplica-
ción clínica en la terapia de la vida real. Yo era una especie de ahijado clínico para
su padrino experimental.
En 2008, Jack Maser me envió un artículo que él y un colega, Stephen Bra-
cha, acababan de publicar. En este artículo proponen un cambio fundamental en
la “Biblia” del diagnóstico psiquiátrico. Querían incluir el concepto de inmovilidad
tónica en la explicación del trauma (8). Mi mandíbula cayó hasta tal punto que un
pájaro podría haber volado y anidado allí. El Manual Diagnóstico y Estadístico de los
Tocado por el “descubrimiento” 51

Trastornos Mentales, o DSM, es el libro enciclopédico que los psicólogos y psiquia-


tras utilizan para diagnosticar los “trastornos mentales”, incluyendo el Trastorno de
Estrés Postraumático. (El DSM está ahora en su edición “IV-R”, la “R” denota una
revisión parcial de la cuarta edición.) La próxima edición -el DSM-V- será (idealmen-
te) un importante paso adelante...
Las versiones anteriores del diagnóstico de PTSD han tenido cuidado de no su-
gerir un mecanismo (o incluso una teoría) para explicar lo que sucede en el cerebro
y el cuerpo cuando las personas se traumatizan. Esta ausencia es importante más
que por razones académicas: una teoría sugiere justificaciones para el tratamiento
y la prevención. Esta evasión, y la única confianza en la taxonomía, es una reacción
exagerada comprensible al dominio previamente establecido en la psicología por
parte de la teoría freudiana. Creo que es sólo con la colaboración íntima que la cien-
cia y la praxis evolucionarán en una asociación viva y vibrante capaz de generar
terapias verdaderamente innovadoras. Un esfuerzo multidisciplinario abierto podría
empezar a ayudarnos a discernir lo que es o no es efectivo y a mejorar nuestro
objetivo principal de ayudar a las personas que sufren a sanar.
El artículo de Jack Maser y Steven Bracha ofrece un animado desafío a los en-
cargados de escribir el DSM-V. En su audaz comentario, estos dos investigadores
expusieron la audaz premisa de que existe una base teórica para los mecanismos
que subyacen al TEPT: una base evolutiva (instintiva) para el trauma, similar a la
que yo había observado con Nancy en 1969. Con este artículo, había cerrado el
círculo. Los estudios experimentales de Gallup y Maser de 1977 sobre el miedo y
la “parálisis animal” habían inspirado mi explicación de su comportamiento. Ahora
Maser y Bracha concluyeron su artículo de 2008 con un par de frases que les ha-
cían cosquillas:

“Junto con los muchos cambios que se están sugiriendo para el DSM-V, ins-
tamos a los planificadores a buscar estudios empíricos y/o teorías que sitúen
a la psicopatología en un contexto evolutivo. El campo tendrá entonces una
conexión con temas más amplios de la biología, los datos sobre psicopato-
logía pueden ser colocados dentro de un concepto ampliamente aceptado, y
los médicos tendrán la posibilidad de desarrollar tratamientos conductuales

más efectivos (por ejemplo, Levine, 1997)”. (9)


52 En una voz no hablada

¡Oh, qué divino deleite! No pude evitar preguntarme si mi conferencia en la


Conferencia Médica de San Diego había contribuido en parte a estimular a Maser
y Bracha para que hicieran esta propuesta. La mera posibilidad de que de alguna
manera, a través de desvíos fatídicos y giros retorcidos, haya influido en el curso
del diagnóstico psiquiátrico del trauma (o al menos haya contribuido al diálogo) era
alucinante. Echemos un breve vistazo a esa historia diagnóstica.

_________________________________________________________________________
* Utilizo el término renegociación para referirme a la reelaboración de una experiencia traumá-
tica en contraste con la revivificación de la misma.

† Trágicamente, Donald Wilson murió en un accidente de rafting en 1970.

‡ Esta transcripción fue publicada en la revista Science en 1974.

§ La técnica de Alexander toma su nombre de F. Matthias Alexander, quien primero observó


y formuló sus principios entre 1890 y 1900. Es un enfoque para reducir los hábitos posturales
nocivos que interfieren con las condiciones físicas y mentales del individuo en su conjunto.

‖ En ese momento, el presidente de mi comité de doctorado era bastante dudoso, incluso


antagónico, con respecto a mi tesis.
La cara cambiante del trauma 53

CAPÍTULO 3

La cara cambiante del trauma

L A MAYORÍA DE LA GENTE PIENSA EN EL TRAUMA COMO UN PROBLEMA “MENTAL”,

como un “trastorno cerebral”. Sin embargo, el trauma es algo que también


incluso

ocurre en el cuerpo. Nos volvemos rígidos de miedo o, alternativamente, nos de-


rrumbamos, nos abrumamos y derrotamos con un pavor impotente. De cualquier
manera, el trauma derrota a la vida.
El estado de miedo ha sido retratado en las diferentes grandes mitologías cul-
turales. Existe, por supuesto, la Gorgona Medusa que convierte a sus víctimas en
piedra al exponerlas a su propia mirada aterrorizada de ojos abiertos. En el Antiguo
Testamento, la esposa de Lot se convierte en una columna de sal como castigo por
presenciar la terrible destrucción de Sodoma y Gomorra. Si estos mitos parecen
demasiado remotos, basta con mirar a los niños de todo el mundo jugando a la
“estatua”. ¿Cuántas generaciones de niños han usado este juego para ayudarles a
dominar el terror primordial (a menudo acechando en sus sueños) de estar muertos
de miedo? A estas historias podemos añadir nuestro mito contemporáneo de la
“enfermedad” que la psiquiatría ha denominado trastorno de estrés postraumático
o TEPT. De hecho, cuando se compara con las mitologías históricas, la ciencia
moderna tiene ciertas ventajas y desventajas para comprender con precisión la
experiencia humana universal del terror, el horror, las lesiones y las pérdidas.
Los pueblos indígenas de toda América del Sur y Mesoamérica han compren-
dido desde hace mucho tiempo tanto la naturaleza del miedo como la esencia del
trauma. Es más, parecían saber cómo transformarlo a través de sus rituales cha-
mánicos de sanación. Después de la colonización por los españoles y portugue-
ses, los pueblos indígenas tomaron prestada su palabra “susto” (en español en el
original) para describir lo que sucede en el trauma. Susto se traduce gráficamente
54 En una voz no hablada

como “parálisis del miedo” y como “pérdida de alma” (10). Cualquiera que haya su-
frido un trauma conoce, primero, un miedo paralizante, seguido por el sentimiento
despojado de perder el rumbo en el mundo, de ser separado de su alma misma.
Cuando oímos el término parálisis del miedo, podemos pensar en un ciervo
asustado, aturdido e inmóvil por los faros que se acercan. Los humanos reaccio-
nan de manera similar al trauma: así aparecía Nancy, con la cara sorprendida, con
los ojos muy abiertos y congelada por el miedo. Los antiguos griegos también
identificaron el trauma como paralizante y corpóreo. Zeus y Pan fueron invocados
para infundir terror y parálisis al enemigo en tiempos de guerra. Ambos tenían la
capacidad de “congelar” el cuerpo e inducir el “pánico”. Y en las grandes epopeyas
homéricas, la Ilíada y la Odisea, el trauma fue descrito como despiadadamente
destructivo para uno mismo y para las familias.
En el momento de la Guerra Civil Americana -cuando los jóvenes se vieron
repentinamente expuestos a que sus camaradas fueran volados en pedazos por
el fuego de los cañones; al ruido y el terror del caos; y a cadáveres apestosos y
podridos mucho más allá de cualquier cosa para la que estuvieran preparados-,
el término utilizado para describir la traumática ruptura posterior al combate era
el “corazón de los soldados”(*). Este nombre transmitía tanto el corazón ansioso y
arrítmico, que latía con un terror insomne, como la angustia de la guerra, el ase-
sinato de hermanos por parte de hermanos. Otro término de la era de la Guerra
Civil fue “nostalgia”, tal vez una referencia al interminable llanto y la incapacidad de
permanecer orientados al presente y continuar con la vida.
Poco antes de la Primera Guerra Mundial, Emil Kraepelin, en un sistema de
diagnóstico precoz publicado alrededor de 1909, llamó a tal crisis de estrés “neu-
rosis del miedo”(11). Después de Freud, reconoció el trauma como una condición
que surge de un estrés abrumador. Freud había definido el trauma como “una rup-
tura en la barrera protectora contra la estimulación [(sobre)estimulación], llevando a
sentimientos de impotencia abrumadora”. La definición de Kraepelin se perdió en
gran medida en la nomenclatura del trauma, pero reconoció el aspecto central del
miedo, aunque la palabra “neurosis” tiene asociaciones peyorativas.
Tras la Primera Guerra Mundial, el trauma del combate se reencarnó en “shock
por proyectiles”, simple, honesto y directo. Esta frase rotundamente descriptiva
casi resuena como las enloquecedoras explosiones de proyectiles, destrozando
La cara cambiante del trauma 55

a los hombres aturdidos y atrapados para que tiemblen, orinen y defecuen incon-
trolablemente en las frías y húmedas trincheras. Al igual que el susto, este crudo
término descriptivo no tenía nada de distanciador, desapasionado o desinfectado.
Sin embargo, en la Segunda Guerra Mundial, cualquier referencia real al su-
frimiento de los soldados fue despojada de dignidad y castrada para conocerse
como “fatiga de guerra” o la “neurosis de guerra”. El primer término sugería que si
un soldado prestaba atención a los consejos de la abuela y tomaba un largo des-
canso, todo estaría bien. Esta minimización desdeñosa era especialmente insultan-
te, e incluso irónica, dada la capacidad profundamente perturbada de un soldado
para conseguir un sueño reparador. Aún más degradante fue el uso peyorativo de
la palabra “neurosis”, que implicaba que el “choque de proyectil” de un soldado se
debía de alguna manera a un “defecto de carácter” o a una persistente debilidad
personal -quizás un “complejo edípico”-, en lugar de al terror totalmente apropiado
que uno siente por la explosión de los proyectiles, o el dolor por los camaradas
caídos y el horror de los hombres que matan a los hombres. Estos nuevos apodos
separaron a los civiles, las familias y los médicos de la afilada realidad del profundo
sufrimiento de los soldados.
Después de la Guerra de Corea, todo lo que quedaba de conmovedor se eli-
minó de la siguiente generación de terminología sobre el trauma de la guerra. El
término usado aquí para el trauma de combate, “agotamiento operacional” (que
fue resucitado como “agotamiento operacional de combate” para la guerra de Irak),
ciertamente no tenía nada de rasposo o real con respecto a los horrores de la gue-
rra. Era un término objetivado, más aplicable a un ordenador portátil de hoy cuando
se deja encendido demasiado tiempo y necesita un reinicio.
Finalmente, la terminología actual, derivada en gran medida de las experiencias
de la guerra de Vietnam, es “trastorno de estrés postraumático”. Así el TEPT, el
fenómeno universal del terror y la parálisis -en el que el sistema nervioso ha sido
forzado hasta el punto de romperse, dejando el cuerpo, la psique y el alma des-
trozados-, ha sido ahora completamente identificado como un “trastorno” médico.
Con sus propias y convenientes siglas, y sirviendo a la naturaleza desapasionada
de la ciencia, la respuesta arquetípica a la carnicería ha sido ahora artificialmente
separada de sus devastadores orígenes. Donde una vez fue transmitido acertada-
mente por los términos “parálisis del miedo” y “shock por proyectiles”, ahora es
56 En una voz no hablada

simplemente un desorden, una colección objetivada de síntomas concretos y men-


surables; un diagnóstico susceptible a los protocolos de investigación adquiridos,
compañías de seguros destacadas y estrategias de tratamiento conductual. Mien-
tras que esta nomenclatura proporciona legitimidad científica objetiva al sufrimien-
to muy real de los soldados, también separa de forma segura a los médicos de los
pacientes. El médico “sano” (“protegido”) trata al paciente “enfermo”. Este enfoque
desempodera y margina al enfermo, lo que aumenta su sensación de alienación y
desesperación. Menos notorio es el probable agotamiento del sanador desprote-
gido, que ha sido izado artificialmente en un pedestal precario como falso profeta.
Recientemente, un joven veterano de Irak se opuso a llamar a su angustia de
combate TEPT y, en su lugar, se refirió conmovedoramente a su dolor y sufrimiento
como LEPT- con una “L” que designa “lesión”. Lo que discernió sabiamente es que
el trauma es una lesión, no un trastorno como la diabetes, que puede ser controla-
do pero no curado. En contraste, la lesión por estrés postraumático es una herida
emocional, susceptible de atención curativa y transformación.
Sin embargo, el modelo médico persiste. (Podría decirse) funciona bastante
bien con enfermedades como la diabetes y el cáncer, donde el médico tiene todo
el conocimiento y dicta las intervenciones necesarias para un paciente enfermo.
Sin embargo, este no es un paradigma útil para la curación del trauma. En lugar de
ser una enfermedad en el sentido clásico, el trauma es una experiencia profunda
de “enfermedad” o “des-orden”. Lo que se necesita aquí es un proceso coopera-
tivo y restaurador con el médico como guía y “comadrona”. Un médico que insis-
te en mantener su papel protegido como “sanador sano” permanece separado,
defendiéndose de la impotencia última que acecha, como un fantasma, en todas
nuestras vidas. Aislada de sus propios sentimientos, tal médico no podrá unirse
a la persona que la sufre. Falta la colaboración crucial para contener, procesar
e integrar las horribles sensaciones, imágenes y emociones del paciente. El que
sufre se quedará completamente solo, aguantando los mismos horrores que lo han
abrumado y han roto su capacidad de autorregularse y crecer.
En una terapia común que resulta de esta orientación aislante, el terapeuta
instruye a la víctima de PTSD a afirmar el control sobre sus sentimientos, a mane-
jar sus comportamientos aberrantes y a alterar sus pensamientos disfuncionales.
Contrasta esta alineación con la de las tradiciones chamánicas, donde el curandero
La cara cambiante del trauma 57

y el que sufre se unen para reexperimentar el terror mientras llaman a las fuerzas
cósmicas a liberar las garras de los demonios. El chamán siempre se inicia primero,
a través de un profundo encuentro con su propia impotencia y sentimiento de ser
destrozado, antes de asumir el manto de sanador. Tal preparación podría sugerir
un modelo por el cual los terapeutas contemporáneos deben primero reconocer y
comprometerse con sus propios traumas y heridas emocionales (†).

El poder del mito

La mitología es una función de la biología.

- Joseph Campbell en
“Mito y Cuerpo”

La curación se ha visto obstaculizada por una nomenclatura y un paradigma


que, al separar al sanador de los heridos, niega la universalidad de nuestras res-
puestas al terror y al horror. La aspiración de revigorizar un enfoque contemporáneo
del trauma de la curación requiere que cada uno de nosotros conecte con nuestra
comunidad biológica como seres instintivos; por lo tanto, estamos unidos no sólo
por nuestra vulnerabilidad común al miedo sino por nuestra capacidad innata de
transformar tales experiencias. Al perseguir este vínculo, podemos aprender mu-
cho de la mitología y de nuestros hermanos animales. Es el entrelazamiento del
mito heroico y la biología (“mitobiología”) lo que nos ayudará a comprender las
raíces y el mysterium tremendum del trauma.

Medusa

La mitología nos enseña a enfrentarnos valientemente a los desafíos. Los mitos


son historias arquetípicas que tocan simple y directamente el núcleo de nuestro ser.
Nos recuerdan nuestros anhelos más profundos y nos revelan nuestras fuerzas y
recursos ocultos. También son mapas de nuestra naturaleza esencial, caminos que
58 En una voz no hablada

nos conectan unos con otros, con la naturaleza y con el cosmos. El mito griego
de Medusa captura la esencia misma del trauma y describe su camino hacia la
transformación.
En el mito griego, los que miraban directamente a los ojos de Medusa se con-
virtieron rápidamente en piedra.... congelada en el tiempo. Antes de proponerse
derrotar a este demonio de pelo serpenteado, Perseo buscó el consejo de Atenea,
la diosa del conocimiento y la estrategia. Su consejo fue simple: bajo ninguna cir-
cunstancia debe mirar directamente a la Gorgona. Siguiendo el consejo de Atenea,
Perseo utilizó el escudo protector que llevaba en el brazo para reflejar la imagen
de la Medusa. De esta manera, pudo cortarle la cabeza sin mirarla directamente,
evitando así que se convirtiera en piedra.
Para transformar el trauma, debemos aprender a no enfrentarlo directamente.
Si cometemos el error de enfrentarnos al trauma de frente, entonces Medusa, fiel a
su naturaleza, nos convertirá en piedra. Al igual que las trampas de dedos chinas
con las que jugábamos cuando éramos niños, cuanto más luchamos contra el trau-
ma, mayor será su agarre sobre nosotros. Cuando se trata de trauma, creo que el
“equivalente” del escudo reflectante de Perseo es cómo nuestro cuerpo responde
al trauma y cómo el “cuerpo vivo” personifica la resiliencia y los sentimientos de
bondad.
Hay más en este mito:
De la herida de Medusa surgieron dos entidades míticas: Pegaso el caballo ala-
do y el gigante tuerto Crisaor, el guerrero con la espada de oro. La espada dorada
representa la verdad y la claridad penetrante. El caballo es un símbolo del cuerpo y
del conocimiento instintivo; las alas simbolizan la trascendencia. Juntos, sugieren
la transformación a través del “cuerpo vivo”(‡). Juntos, estos aspectos forman las
cualidades y recursos arquetípicos que un ser humano debe movilizar para sanar la
Medusa (parálisis del miedo) llamada trauma. La capacidad de percibir y responder
a la reflexión de Medusa se refleja en nuestra naturaleza instintiva.
En otra versión de este mismo mito, Perseo recoge una gota de sangre de la
herida de Medusa en dos frascos. La gota de un vial tiene el poder de matar; la
gota en el otro vial tiene el poder de levantar a los muertos y restaurar la vida. Lo
que se revela aquí es la doble naturaleza del trauma: en primer lugar, su capacidad
destructiva para robar a las víctimas su capacidad de vivir y disfrutar de la vida.
La cara cambiante del trauma 59

La paradoja del trauma es que tiene tanto el poder de destruir como el poder de
transformar y resucitar. Si el trauma será una Gorgona cruel y castigadora, o un
vehículo para elevarse a las alturas de la transformación y el dominio, depende de
cómo lo abordemos.
El trauma es un hecho de la vida. Sin embargo, no tiene que ser una cadena
perpetua. Es posible aprender de la mitología, de las observaciones clínicas, de la
neurociencia, de abrazar el cuerpo experiencial “vivo” y del comportamiento de los
animales; y luego, en lugar de oponerse a nuestros instintos, abrazarlos. Con guía
y apoyo, somos capaces de emular a los animales en el aprendizaje (como Nancy
y yo lo hicimos) para sacudir y temblar nuestro camino de regreso a la vida. Al ser
capaces de aprovechar estas energías instintivas primordiales e inteligentes, pode-
mos movernos a través del trauma y transformarlo. En el capítulo 4 comenzamos
con un estudio de nuestras raíces instintivas tal como se revelan en la experiencia
animal.
_________________________________________________
* Este término descriptivo fue probablemente tomado de los suizos a mediados del siglo XVII,
donde también fue llamado nostalgia (Heimweh) - y sí, los ejércitos de los cantones suizos
“neutrales” estuvieron enfrentados durante siglos.

† En la dirección opuesta, vemos que un número cada vez menor de psiquiatras que trabajan
en consultorios en los Estados Unidos están proporcionando psicoterapia. Según los resul-
tados de una encuesta nacional de diez años de la Encuesta Nacional de Atención Médica
Ambulatoria (National Ambulatory Medical Care Survey, NAMCS), el porcentaje de visitas al
consultorio de psiquiatras que incluían psicoterapia se redujo del 44% en 1996-1997 al 29%
en 2004-2005.

‡ En la psicología analítica de Jung, la imagen del gigante tuerto que sostiene una espada
dorada transmite el arquetipo del yo “profundo” (no egoísta).
60 En una voz no hablada
CAPÍTULO 4

Inmovilizados por el miedo

Lecciones aprendidas de los animales

“Es el único oponente verdadero de la vida, sólo el miedo puede derrotar a la vida.”

- Yann Martel, La vida de Pi

“Lo único que debemos temer es al miedo mismo.”

- Franklin Delano Roosevelt,


Primer Discurso Inaugural, 1933

T
odos los animales superiores muestran reacciones de miedo. Al comprender la
naturaleza biológica del miedo, somos capaces de comprender la raíz misma
del trauma. Este conocimiento también ilumina nuestra capacidad innata de salir
de los estados contractivos de miedo y terror. En muchos grupos de primates, los
ataques de depredadores son impredecibles, frecuentes e incesantes (*). Estos
primates ven a miembros de su tribu despedazados por hienas, panteras y otros
gatos grandes. Es probable que el terror sea su compañero frecuente; pero, en úl-
tima instancia, la supervivencia requiere que tales reacciones emocionales fuertes
sean esencialmente transitorias.
Compartimos con nuestros antepasados cercanos, los monos y los simios, una
herencia de ansiedad por depredación. Este destino llevó a un autor a llamar a la
existencia de los primates, “una continua pesadilla de ansiedad”(12). Los pueblos
prehistóricos deben haber pasado largas horas cada día acurrucados en oscuras
y frías cuevas con la certeza de que podrían ser atacados en cualquier momento
62 En una voz no hablada

y despedazados. Aunque la mayoría de nosotros ya no vivimos en cuevas, man-


tenemos una intensa expectativa de peligro al acecho, ya sea de otros de nuestra
propia especie o de los depredadores.
Al calmar a una nación asustada contra el pánico, Franklin D. Roosevelt descri-
bió la naturaleza destructiva del miedo como “terror sin nombre, irracional e injus-
tificado que paraliza los esfuerzos necesarios para convertir la retirada en avance”.
Es tal el miedo paralizante, que ha durado más que su utilidad para la supervivencia
en los seres humanos. Tal miedo intratable impide que una persona regrese al equi-
librio y a una vida normal. La capacidad de realizar fácilmente la transición entre
estados emocionales intensos se conoce popularmente como “fluir”, como “estar
presente” o “en el momento”, en lugar de estar atrapado en la historia pasada de
uno. La forma en que los mamíferos se recuperan del miedo extremo y de otros es-
tados emocionales intensos, como la rabia y la pérdida, es instructiva para nuestra
propia recuperación del trauma. También es una clave para nuestra propia cordura
y capacidad de vivir plena y espontáneamente.

La postura del peligro

“Tan seguro como que oímos la sangre en nuestros oídos, los ecos de un millón de

gritos de medianoche de los monos, cuya última visión del mundo fueron los ojos

de una pantera, tienen sus rastros en nuestro sistema nervioso.”


- Paul Shepherd (en Los Otros)

Sobre el Serengeti

Somos animales de tropa y tenemos un parentesco cercano con otros mamífe-


ros de manada. Vivimos en grupos familiares y tribus, nos unimos a clubes, depen-
demos de vecinos y amigos, formamos partidos políticos y nos identificamos con
nuestra comunidad nacional (e incluso internacional). Reconocer nuestra condición
de mamíferos nos proporciona información importante sobre la naturaleza del trau-
Inmovilizados por el miedo 63

ma y la recuperación, así como sobre cómo interactuamos con nuestros clientes y


con otros seres humanos…
Una manada de gacelas pasta pacíficamente en un exuberante pradera. El
chasquido de una rama, el crujido de algunos arbustos, una sombra fugaz o unas
pocas moléculas de un olor en particular alertan a un miembro de la manada. De-
tiene su movimiento y se tensa, como preparándose para algo. Este cese abrupto
del movimiento hace que el animal tenga menos probabilidades de ser detectado
por el depredador. También permite a la gacela “pausar”, dándole la oportunidad
de organizar una ruta de escape óptima. Además, los otros animales de la mana-
da se adaptan instantáneamente a su cambio de postura deteniendo también su
actividad. Todos ellos exploran juntos (muchos más oídos, narices y ojos), mejor
para localizar e identificar la fuente de la amenaza. Hay una respuesta similar a la
amenaza potencial de un escuadrón del ejército patrullando en territorio enemigo.
Imagínate paseando tranquilamente en un prado abierto. Una sombra se mue-
ve repentinamente hacia la periferia de su visión. ¿Cómo responde usted? Instin-
tivamente, tus movimientos previos se detienen. Usted puede agacharse ligera-
mente en una postura flexionada y su frecuencia cardíaca cambiará a medida que
su sistema nervioso autónomo esté comprometido. Después de esta momentánea
respuesta de “arresto”, sus ojos se abren de par en par. Sin quererlo, su cabeza gira
en la dirección de la sombra (o sonido) en un intento de localizarla e identificarla.
Los músculos del cuello, la espalda, las piernas y los pies están trabajando juntos
para girar el cuerpo, que se extiende y alarga. Los ojos se estrechan a medida que
la pelvis y la cabeza se mueven horizontalmente para ofrecer una vista panorámica
óptima de los alrededores. ¿Cuál es su estado interno? ¿Qué otros aspectos intan-
gibles de ti mismo sientes o sientes en respuesta a ver la sombra en movimiento?
La mayoría de la gente se sentirá alerta y comprometida, incluso curiosa. Tal vez
sientas una pizca de emoción y anticipación o, posiblemente, de peligro.
Los animales y los seres humanos también necesitan saber si uno de los suyos
tiene intenciones agresivas. Ignorar tales señales puede ponerte en peligro. En se-
siones con cientos de víctimas de violación, he descubierto que muchas podrían
recordar la presencia temprana de señales de peligro que habían ignorado o anula-
do. Podían recordar al hombre que los miraba cuando salían de un restaurante o la
sombra fugaz cuando pasaban por una esquina de la calle.
64 En una voz no hablada

También he trabajado con varios violadores que describieron gráficamente con


precisión cómo sabían (por la postura y la forma de andar de una mujer) que era
temerosa (o apoyada con falsas bravuconadas) y que, por lo tanto, sería una presa
fácil. La precisión y exactitud de las evaluaciones de estos perpetradores fueron
verdaderamente inquietantes. Aunque su capacidad para empatizar y leer emo-
ciones sutiles se vio muy afectada, su capacidad depredadora para leer el miedo
y la impotencia se perfeccionó de manera experta. Hicieron uso deliberado de las
habilidades innatas que tendemos a descartar por nuestra cuenta y riesgo.
La postura y los músculos faciales señalan estados emocionales, no sólo a los
demás, sino también a uno mismo . Veremos en las siguientes secciones que,
(13)

como criaturas sociales, es a través de la empatía que hacemos nuestras comu-


nicaciones más profundas. Para ello debemos ser capaces de “resonar” con las
sensaciones y emociones de los demás; en otras palabras, debemos ser capaces
de sentir las mismas cosas que sienten los que nos rodean. La manera en que
indicamos esto es principalmente no verbal; es a través de nuestras posturas y
emociones expresivas.
La sintonía biológica, o postural, es también la base de la “resonancia terapéu-
tica” que es de vital importancia para ayudar a las personas a superar el trauma.
Un terapeuta que no es consciente de cómo reacciona su propio cuerpo (es decir,
resuena con) el miedo, la rabia, la impotencia y la vergüenza de otra persona, no
podrá guiar a los clientes rastreando sus sensaciones y navegando con seguridad
a través de las a veces traicioneras (aunque terapéuticas) aguas de las sensacio-
nes traumáticas. Al mismo tiempo, al aprender a seguir sus propias sensaciones,
los terapeutas pueden evitar absorber el miedo, la rabia y la impotencia de sus
clientes. Es importante entender que cuando los terapeutas perciben que deben
protegerse de las sensaciones y emociones de sus clientes, inconscientemente
bloquean a esos clientes de experimentarlos terapéuticamente. Al distanciarnos de
su angustia, nos distanciamos de ellos y de los miedos con los que luchan. Tomar
una postura de autoprotección es abandonar a nuestros clientes precipitadamente.
Al mismo tiempo, también aumentamos enormemente la probabilidad de que se
vean expuestos a traumas secundarios o indirectos y al agotamiento. Los terapeu-
tas deben aprender, de sus propios encuentros exitosos con sus propios traumas,
a permanecer presentes con sus clientes. Esta es la razón por la que la curación
Inmovilizados por el miedo 65

del trauma debe necesariamente involucrar la conciencia del cuerpo vivo, sensorial
y “conocedor” tanto en el cliente como en el terapeuta. “Tal vez la evidencia más
sorprendente de empatía exitosa”, dice el analista Leston Havens, “es la ocurrencia
en nuestros cuerpos de sensaciones que el paciente ha descrito en los suyos” (14).

A través de los ojos de un neurocientífico

La capacidad de detectar el peligro en la postura de los demás ha sido estudia-


da por la neurocientífica Beatrice Gelder . Su investigación ha demostrado que
(15)

el cerebro de un observador reacciona más poderosamente al lenguaje corporal de


una persona en una postura que denota miedo que incluso a una expresión facial
de miedo. Al igual que la Medusa de la Gorgona, las miradas de miedo pueden
paralizar o, al menos, evocar nuestras propias y potentes reacciones basadas en
el miedo. Sin embargo, por muy poderosas que sean las expresiones faciales que
transmiten peligro, la postura tensa y los movimientos furtivos de una persona nos
hacen sentir aún más incómodos (†). ¿No se asustaría usted también al repentino
retroceso del excursionista frente a usted una fracción de segundo antes de es-
cuchar el silbido y el cascabeleo de una serpiente? Este tipo de comportamiento
imitativo ocurre en todo el mundo animal. Si, por ejemplo, un ave de cada bandada
en el suelo despega repentinamente, todas las demás aves le seguirán inmediata-
mente después; no necesitan saber por qué. El hipotético pájaro contrariado que se
queda atrás puede no vivir para pasar sus genes a la siguiente generación.
En combinación, un rostro temeroso, la hipervigilancia y una postura apretada
y constrictiva son poderosamente convincentes. Nos incitan a preparar nuestros
cuerpos para la acción, a localizar la fuente de la amenaza y luego a responder
inmediatamente. Tal vez una amenaza percibida proviene de una persona “tensa”
que se prepara para atacar con miedo agravado. En nuestra vida diaria, la mayoría
de nosotros tratamos con personas crónicamente temerosas o enojadas, simple-
mente evitándolas siempre que podemos. Por otro lado, cuando te encuentras con
personas cuya postura expresa gracia y aceptación, te tranquilizas por su facilidad.
Por lo tanto, nos afecta especialmente la serenidad, la compasión y la profunda
tranquilidad de personas como Nelson Mandela, Thich Nhat Hanh, el Dalai Lama o
66 En una voz no hablada

una madre amorosa que cuida pacíficamente a su hijo.


La investigación de Gelder muestra el poder de las posturas temerosas en la
activación de áreas específicas del cerebro de un observador: áreas que las pos-
turas felices y neutrales dejan inactivas (‡). Además, estas regiones cerebrales,
estimuladas por el reconocimiento de posturas corporales asustadas, se diferen-
cian aún más de las regiones involucradas en la lectura de rostros temerosos. Los
centros de reconocimiento postural incluyen múltiples regiones cerebrales, algunas
que procesan emociones y otras que nos preparan principalmente para la acción.
Según Gelder, “Se podría decir que cuando ves un cuerpo temeroso, reaccionas
con todo tu cuerpo”. Esta observación apoya el principio básico darwiniano de
que la capacidad humana para leer rápidamente los cuerpos y responder de ma-
nera inequívoca e instantánea es altamente ventajosa. Leer el cuerpo de los demás
nos predispone a acciones que aumentan nuestras posibilidades de supervivencia.
Para ser efectiva e inmediata, dicha resonancia postural evita la mente conscien-
te. La deliberación racional podría comprometer la supervivencia al confundirnos
y retrasarnos. Las reacciones de supervivencia bajo circunstancias amenazantes
generalmente necesitan ser rápidas y seguras, no ponderadas. Según los inves-
tigadores Rizzolatti y Sinigaglia, “nuestras percepciones de los actos motores y
las reacciones emotivas de los demás parecen estar unidas por un mecanismo de
espejo que permite a nuestro cerebro comprender inmediatamente lo que estamos
viendo, sintiendo o imaginando que están haciendo los demás, ya que activa las
mismas estructuras neuronales... que son responsables de nuestras propias accio-
nes y emociones” (16).
Si nuestro cerebro neocortical (pensante) hubiera reemplazado nuestro circuito
instintivo inferior (basado en la acción), usted podría tener un diálogo interno algo
así: “La mandíbula y los hombros de ese tipo se ven apretados y enojados cuando
se acerca. Sus ojos son sospechosos.... pero su camisa, bueno, es ciertamente un
color agradable y se parece al que casi compré en Macy’s”. Mientras que tu cen-
tro de procesamiento de supervivencia “de abajo hacia arriba” está alertando a tu
cuerpo (¡evita a este tipo, sin discusión!), tu procesamiento “de arriba hacia abajo”
está serpenteando a través de un análisis mucho más lento basado en el lenguaje.
Al igual que las gacelas, los seres humanos están muy atentos al peligro y pre-
parados para actuar con decisión para hacerle frente. La postura, los gestos y las
Inmovilizados por el miedo 67

expresiones faciales de la gente cuentan la historia incalculable de lo que pasó y


lo que no pasó cuando se sintió amenazado y abrumado. Las posturas habituales
nos dicen qué caminos hay que seguir y resolver. Para facilitar el procesamiento
de abajo hacia arriba, los terapeutas necesitan tener una idea precisa del impera-
tivo instintivo que se frustró en su cliente en un momento de miedo abrumador. El
cuerpo-mente traumatizado estaba, en otras palabras, preparado, pero no logró
orquestar completamente su curso de acción significativo. Como en mi accidente
(Capítulo 1) tenemos que ayudar a los clientes a descubrir en qué parte de su cuer-
po se preparó para la acción, y qué acción había sido bloqueada en su ejecución.
Otras investigaciones confirman la pertinencia de la lectura corporal instan-
tánea. Un estudio reciente llevado a cabo por el Ejército de los Estados Unidos
sugiere que la velocidad con la que el cerebro lee las emociones en el lenguaje
corporal de los demás e interpreta las sensaciones en el propio cuerpo es funda-
mental para evitar amenazas inminentes como las trampas explosivas escondidas,
quién podrían estar llevando una bomba escondida, o quién ha enterrado una re-
cientemente (17). En este mismo artículo, el neurólogo Antonio Damasio añade que
“las emociones son programas de acción práctica que trabajan para resolver un
problema, a menudo antes de que seamos conscientes de ello. Estos procesos
están funcionando continuamente, en pilotos, líderes de expediciones, padres, en
todos nosotros”.
Los enfoques terapéuticos que descuidan el cuerpo, centrados principalmente
en los pensamientos (procesamiento de arriba hacia abajo), serán, por consiguien-
te, limitados. Propongo, en cambio, que, en las fases iniciales del trabajo de res-
tauración, el procesamiento ascendente sea un procedimiento operativo estándar.
En otras palabras, dirigirse primero al “lenguaje corporal” de un cliente y luego, gra-
dualmente, alistar su emoción, percepción y cognición no es meramente valioso, es
esencial. La “cura verbal” para los sobrevivientes del trauma debería dar paso a la
voz tácita de las silenciosas, pero sorprendentemente poderosas, expresiones cor-
porales a medida que salen a la superficie para “sonar” en nombre de la sabiduría
del ser más profundo...
68 En una voz no hablada

Desafíos de la terapia

Los terapeutas que trabajan con individuos traumatizados frecuentemente “to-


man” y reflejan las posturas de sus clientes y por lo tanto sus emociones de miedo,
terror, ira, rabia e impotencia. La manera en que respondemos a estos significantes
será fundamental para ayudar a los individuos traumatizados a lidiar con esas sen-
saciones y emociones difíciles. Si retrocedemos porque no podemos contenerlos
y aceptarlos, entonces abandonamos a nuestros clientes... si estamos abrumados,
entonces ambos estamos perdidos. Si encarnamos una pequeña porción de la
ecuanimidad y la “compostura” de un Dalai Lama, podemos compartir y ayudar a
contener los terrores de nuestros clientes en un “manto de compasión”.
No debemos subestimar cuán convincentes son las reacciones instintivas de
miedo y cuán fácilmente pueden llegar a ser inadaptadas. En caso de incendio, por
ejemplo, la gente tiende a adoptar la postura tensa y asustada de la persona que
está a su lado. Luego se preparan para entrar en acción y huir del cine. Sin embar-
go, tal comportamiento también puede sentar las bases para el pánico contagioso.
A medida que cada persona refleja la postura de miedo de los que están cerca, él
o ella siente simultáneamente el miedo y transmite esa postura de miedo a otros
en el grupo. La transmisión del miedo a través de la resonancia postural crea una
situación de escalada, un bucle de retroalimentación positiva (con consecuencias
negativas). El contagio del pánico puede propagarse a todo el grupo casi instantá-
neamente. FDR nos advirtió con presciencia sobre cómo evitar este tipo de conta-
gio. Si se presenta un momento, podemos preguntarnos provechosamente, ¿hay
realmente algo amenazante? En el ejemplo del incendio del teatro, usted podría,
antes de correr, evaluar la situación independientemente. Si usted huele a humo en-
tonces no debe haber duda; por otro lado, si usted ve a un grupo de adolescentes
riendo, entonces su cerebro racional podría decirle que revise las cosas un poco
más antes de correr a toda máquina hacia la salida. La evaluación racional puede
ser un eficiente atemperante de la orden instintiva extrema que aparece cuando la
persona a nuestro lado (a quien estamos reflejando) se equivoca o reacciona de
manera exagerada. Sin embargo, a menudo en la terapia el intento de anteponer la
razón al instinto es un fracaso grave, un desastre probable.
En la situación de la terapia, el terapeuta debe encontrar un equilibrio entre
Inmovilizados por el miedo 69

reflejar la angustia del cliente lo suficiente como para que aprenda sobre sus pro-
pias sensaciones, pero no tanto como para aumentar el nivel de miedo del cliente
como ocurre en el pánico contagioso. Esto sólo puede suceder si el terapeuta ha
aprendido los pormenores de sus propias sensaciones y emociones y se siente
relativamente cómodo con ellas. Sólo entonces podremos ayudar a los clientes a
contener sus sensaciones y emociones perturbadoras para que puedan aprender
que, sin importar lo horrible que se sientan, esto no durará para siempre.

Parálisis por miedo

En el Serengeti, la reacción automática de uno de los miembros de la manada


hace que las otras gacelas se anticipen a lo peor, y exploren el entorno en un in-
tento de localizar la fuente potencial de la amenaza. Sin embargo, si no detectan
al depredador acechante, bajan fácilmente la guardia y regresan inocentemente al
pastoreo (§). Momentos más tarde, otra gacela se detiene con el sonido de una
ramita chasqueando y, una vez más, el rebaño es alertado, el “sistema nervioso co-
lectivo” de los animales se activa, sintonizándolos y preparándolos para la acción
total. Se endurecen al unísono a medida que sus músculos se tensan para prepa-
rarse para el máximo esfuerzo en la huída.
Aprovechando el momento, un guepardo que acecha salta de su cubierta de
densos arbustos. El rebaño brota como un solo organismo, alejándose del depre-
dador que avanza. Una joven gacela se tambalea durante una fracción de segundo
y luego recupera el equilibrio. En un instante, el guepardo se abalanza sobre su
víctima. ¡La persecución está en marcha a 60 millas por hora! En el momento del
contacto (o justo antes, cuando siente que el final está cerca), la joven gacela se
derrumba en el suelo. El animal ha entrado en un estado alterado de conciencia
compartido por todos los mamíferos cuando la muerte parece inminente. No se tra-
ta de “fingir” que está muerto y, de hecho, puede estar ileso (18). Está en un estado
de parálisis con miedo.
70 En una voz no hablada

Parálisis, una raíz ancestral

Morimos para poder vivir.

- Un padre zarigüeya a sus

hijos en la película de animación

Over the Hedge.

La primera línea de defensa contra un depredador, un atacante u otra fuente


de peligro es generalmente una defensa activa. Te agachas, esquivas y te retraes;
giras y levantas los brazos para protegerte de un golpe mortal. Y lo más conocido
es que huyes de depredadores potenciales o luchas contra ellos cuando percibes
que eres más fuerte que tu adversario, o si te has quedado atrapado por ellos.
Además de las conocidas reacciones de lucha y huida, existe una tercera reacción,
menos conocida, ante la amenaza: la inmovilización. Los etólogos llaman a este
estado “predeterminado” de parálisis “inmovilidad tónica” (IT). Es una de las tres
principales respuestas instintivas disponibles para los reptiles y mamíferos cuando
se enfrentan a la amenaza de la depredación. Ocurre cuando no es probable que
las respuestas activas sean eficaces para escapar o eliminar la fuente de la amena-
za (como luchando). La familiaridad de los otros dos, pelear o huir, se debe en gran
medida a la influencia general y extendida de la eminente obra de Walter B. Cannon
llevada a cabo en la década de 1920 sobre el sistema nervioso simpático-adrenal
. Mucho menos apreciadas, sin embargo, son las profundas implicaciones de la
(19)

respuesta de inmovilidad humana en la formación y el tratamiento del trauma(20).


Teniendo en cuenta los más de setenta y cinco años de investigación etológica y
fisiológica desde el descubrimiento de Cannon, la antigua “lucha o huida” podría
actualizarse como: Detención (aumento de la vigilancia, escaneo), Huida (intentar
escapar primero), Pelea (si el animal o la persona no puede escapar), Congelación
(muerto de miedo) y Repliegue (colapso en la impotencia). En dos oraciones: El
trauma ocurre cuando estamos intensamente asustados y estamos físicamente res-
tringidos o percibimos que estamos atrapados. Nos congelamos en parálisis y/o co-
lapsamos en una impotencia abrumadora. Nota: Aunque algunos autores recientes
tienden a llamar “congelamiento” a la respuesta inicial del arresto, evitaré la posible
Inmovilizados por el miedo 71

confusión utilizando el término “congelamiento” sólo para describir conductas que


implican inmovilidad tónica. (‖)
Al congelarse, tus músculos se ponen rígidos contra un golpe mortal, y te sien-
tes “muerto de miedo”. Por otro lado, cuando experimentas la muerte como algo
inequívocamente inminente (como cuando los colmillos desnudos están listos para
aniquilarte), tus músculos colapsan como si hubieran perdido toda su energía. En
esta reacción “predeterminada” (cuando se ha vuelto crónica, como ocurre en el
trauma), sientes que estás en un estado de resignación impotente y que te falta la
energía para alimentar tu vida y seguir adelante. Este colapso, derrota y pérdida de
la voluntad de vivir están en el centro mismo de un trauma profundo.
Estar “muerto de miedo” o “congelado por el miedo” -o, alternativamente, co-
lapsar y adormecerse- describe con precisión la experiencia física, visceral y corpo-
ral de un miedo y un trauma intensos. Dado que el cuerpo representa todas estas
opciones de supervivencia, es la narración del cuerpo la que los terapeutas deben
abordar a fin de comprender estas reacciones y movilizarlas para transformar el
trauma.
Puede ayudar a los terapeutas (y a sus clientes) a saber que la inmovilidad pa-
rece cumplir al menos cuatro funciones importantes de supervivencia en los mamí-
feros. Primero, es una estrategia de supervivencia, coloquialmente conocida como
“jugar a la zarigüeya”. En lugar de fingir, sin embargo, es una táctica biológica inna-
ta. Con un animal lento y pequeño como la zarigüeya, es poco probable que la hui-
da o la lucha tengan éxito. Al resistir pasivamente, en la gran tradición de Gandhi, la
inercia del animal tiende a inhibir la agresión del depredador y a reducir su impulso
de matar y comer. Además, un animal inmóvil es frecuentemente abandonado (es-
pecialmente cuando también emite un olor pútrido como carne podrida) y no es
comido por depredadores como el coyote, a menos que, por supuesto, este animal
esté muy hambriento (a). Con tal “fingimiento de muerte”, la zarigüeya puede vivir
para escapar, lanzándose hacia otro día. Del mismo modo, la hiena puede arrastrar
a su presa inmóvil a un lugar seguro, alejada de sus potenciales competidores,
y regresar a su guarida para recoger a sus cachorros (para compartir la matanza
con ellos). Durante su ausencia, la gacela puede despertar de su parálisis y, en un
momento no vigilado, escapar apresuradamente. En segundo lugar, la inmovilidad
permite un cierto grado de invisibilidad: un cuerpo inerte tiene muchas menos pro-
72 En una voz no hablada

babilidades de ser visto por un depredador. Tercero, la inmovilidad puede promover


la supervivencia del grupo: cuando es cazado por una manada de depredadores, el
colapso de un individuo puede distraer a la manada el tiempo suficiente para que
el resto pueda escapar.
Por último, pero no por ello menos importante, una cuarta función biológica de
la inmovilidad es que desencadena un estado de adormecimiento profundamente
alterado. En este estado, el dolor y el terror extremos se atenúan: por lo tanto, si
el animal sobrevive a un ataque, estará, aunque herido, menos sobrecargado por
el dolor debilitante y, por lo tanto, posiblemente podrá escapar si se presenta la
oportunidad. Este efecto analgésico “humano” está mediado por la inundación de
endorfinas, el propio sistema de alivio del dolor por morfina del cuerpo(21). Para la
gacela, esto significa que no tendrá que sufrir toda la agonía de ser desgarrada por
los afilados dientes y garras del guepardo. Lo mismo es muy probable para una
víctima de violación o accidente(22). En este estado de analgesia, la víctima puede
presenciar el evento como si fuera desde fuera de su cuerpo, como si le pasara a
otra persona (como observé en mi accidente). Este distanciamiento, llamado diso-
ciación, ayuda a hacer lo insoportable soportable.
El explorador africano David Livingstone registró gráficamente tal experiencia
en su encuentro con un león en las llanuras de África:

“Oí un grito. Asustado, al mirar a mi alrededor, vi al león justo en el acto de


saltar sobre mí. Yo estaba en una pequeña altura; él agarró mi hombro mien-
tras saltaba, y ambos llegamos a la tierra juntos. Gruñendo horriblemente
cerca de mi oreja, me sacudió como un terrier a una rata. El choque produjo
un estupor similar al que parece sentir un ratón después de la primera sacu-
dida del gato. Causó una especie de ensoñación en la que no había sensa-
ción de dolor ni de terror, aunque era muy consciente de todo lo que estaba
sucediendo. Fue como lo que describen los pacientes parcialmente bajo la
influencia del cloroformo, que ven toda la operación, pero no sienten el cu-
chillo. Esta singular condición no fue el resultado de ningún proceso mental.
El temblor aniquiló el miedo, y no permitió que se sintiera horror al mirar
alrededor de la bestia. Este estado peculiar es probablemente producido en
todos los animales matados por el carnívoro; y si es así, es una disposición
Inmovilizados por el miedo 73

misericordiosa de nuestro benevolente creador para disminuir el dolor de la


muerte (23).”

Aunque Livingstone atribuye este don a su “creador benévolo”, no es necesario


invocar el “diseño inteligente” para apreciar la función biológicamente adaptativa
de disminuir los bordes agudos del dolor, el terror y el pánico. Si uno es capaz
de mantenerse ampliamente enfocado y percibir las cosas en cámara lenta, es
más probable que sea capaz de aprovechar una oportunidad potencial de escape
o pensar en una estrategia ingeniosa para evadir al depredador. Por ejemplo, un
amigo mío me contó de una época en la que estaba retirando dinero de un cajero
automático para un viaje internacional. Al salir de la máquina, un grupo de matones
lo agarró y le puso un cuchillo en la garganta. Como en un sueño, les dijo serena-
mente que era su día de suerte, y que acababa de retirar mucho dinero para un viaje
que iba a hacer al día siguiente. Los asaltados asaltantes tomaron tranquilamente
el dinero y se escabulleron en la oscuridad. Estoy seguro de que algún grado de
disociación le ayudó a sobrevivir a su terrible experiencia sin estar tan aterrorizado
como para ser incapaz de lidiar estratégicamente con esta terrible situación.
De hecho, el valor adaptativo y benévolo de la disociación queda ilustrado por
otro fascinante relato, esta vez del aventurero Redside, de las selvas del subcon-
tinente indio:

“Había tropezado al cruzar un riachuelo, dejando caer su cinturón de cartu-


chos al agua... ahora sin municiones, se dio cuenta de que una gran tigresa
lo acechaba. Pálido y sudando de miedo, empezó a retroceder... Pero ya era
demasiado tarde. La tigresa cargó, lo agarró por el hombro y lo arrastró un
cuarto de milla hasta donde estaban jugando sus tres cachorros. Mientras lo
recordaba después, Redside se asombró de que su miedo desapareciera tan
pronto como la tigresa lo atrapó y apenas notó dolor mientras era arrastrado
y mutilado intermitentemente mientras la tigresa jugaba al “gato y al ratón”
con él durante tal vez una hora. Recordaba vívidamente el sol y los árboles
y la mirada en los ojos de la tigresa, así como el intenso “esfuerzo mental”
y el suspenso cada vez que lograba arrastrarse, sólo para ser atrapado y
arrastrado de vuelta cada vez que los cachorros miraban y jugueteaban con
74 En una voz no hablada

su mamá. Dijo que, aunque se dio cuenta de su peligro extremo, su mente


permaneció de alguna manera “comparativamente tranquila” y “sin temor”.
Incluso les dijo a sus rescatadores, que dispararon a la tigresa justo a tiempo,
que consideraba su experiencia menos temerosa que “media hora en la silla

de un dentista”(24).

Aunque Livingstone y Redside parecían sorprendentemente indemnes por sus


desagradables encuentros con gatos depredadores, Livingstone desarrolló una re-
acción inflamatoria en ese hombro que le estalló por el resto de su vida en la fecha
del aniversario del ataque. Desafortunadamente, para muchos individuos trauma-
tizados, tales reacciones disociativas o “recuerdos corporales” no son menores y
transitorios, sino que conducen a una amplia variedad de síntomas psicosomáticos
(físicos) duraderos (que podrían llamarse “disociación somática” (25), así como a una
incapacidad para concentrarse, orientarse y funcionar en el tiempo presente, en
el aquí y ahora. Aunque los humanos traumatizados no permanecen físicamente
paralizados, se pierden en una especie de niebla ansiosa, un paro parcial crónico,
disociación, depresión persistente y entumecimiento. Muchos pueden ganarse la
vida y/o criar una familia en una especie de “congelación funcional” que limita gra-
vemente su disfrute de la vida. Llevan su carga con energía disminuida en una lucha
cuesta arriba para sobrevivir, a pesar de sus síntomas. Además, los seres humanos,
que nos aferramos a símbolos e imágenes, podemos seguir viéndonos (a los ojos
de la mente) a las puertas de la muerte mucho después de que haya pasado el peli-
gro real. Una visión del asaltante o violador que sostiene un cuchillo en su garganta
puede reciclarse sin parar, como si todavía estuviera sucediendo.

Cómo la biología se convierte en patología

Aunque los estados de inmovilización y disociación (como los que acaban de


describir Livingstone y Redside) son dramáticos, no necesariamente conducen a
un trauma. Aunque no desarrolló ningún miedo limitante, Livingstone mostró una
reacción de aniversario localizada en su hombro afectado. En el caso de mi ac-
Inmovilizados por el miedo 75

cidente, me doy cuenta de que ahora soy un poco más cauteloso al cruzar las
calles, especialmente en Brasil, donde a menudo enseño, y donde los vehículos
en movimiento pueden ser un reto considerable para los peatones. Sin embargo,
no exhibo ningún tipo de reacción de miedo o ansiedad con respecto al tráfico. Tal
vez mi amigo que fue robado también es un poco más cuidadoso en cuanto a ir
a un cajero automático por la noche. Pero ni mi amigo, ni Livingstone, ni Redside,
ni yo estábamos traumatizados; aunque sin duda experimentamos arresto, terror,
inmovilización y disociación. Hablando por mí mismo, siento (y mis amigos me han
confirmado) que en realidad me hice más fuerte y más resistente al navegar con
éxito por mi accidente y su secuela. Mis amigos notan que estoy más enraizado,
concentrado y juguetón.
Esto me lleva a la pregunta central: ¿qué determina si la exposición aguda a un
evento (potencialmente) traumático tendrá un efecto debilitante a largo plazo como
en el trastorno de estrés postraumático? ¿Y cómo la comprensión de la dinámica
de la respuesta de inmovilidad postula soluciones clínicas a esta pregunta crucial?
Permítanme reiterar. Generalmente, un animal en estado salvaje, si no muere,
se recupera de su inmovilidad y vive para ver otro día. Es más sabio, pero no lo
lleva nada mal. Por ejemplo, un ciervo aprende a evitar cierto afloramiento de roca
donde fue emboscado por un puma. Aunque mi hipótesis de observación se basa
en observaciones de campo y no está empíricamente probada, mis entrevistas con
gestores de vida silvestre de todo el mundo la han apoyado. Además, es difícil
imaginar cómo habrían sobrevivido los animales salvajes individuales (o toda su
especie) si hubieran desarrollado rutinariamente el tipo de síntomas debilitantes
que tienen muchos humanos (b). Esta “inmunidad” natural claramente no es el caso
de los humanos modernos.... pero ¿por qué y qué podemos hacer al respecto?

Inmovilidad duradera

Mientras terminaba mi tesis doctoral en Berkeley en 1977, continué con mis


visitas diarias a las húmedas pilas de la biblioteca de graduados, donde me topé
con la clave crítica en mi comprensión del trauma. Este artículo de Gordon Gallup
y Jack D. Maser informaba sobre la pregunta central de cómo la respuesta de
76 En una voz no hablada

inmovilidad normalmente limitada en el tiempo se vuelve duradera y finalmente in-


terminable (26). Por su trabajo, me gustaría hacer una nominación personal para que
reciban retroactivamente el Premio Nobel de Fisiología o Medicina de 1973, junto
con los tres etólogos mencionados anteriormente.
En un experimento cuidadosamente pensado y bien controlado, los autores
demostraron que si un animal está sujeto y atemorizado, el período durante el cual
permanece inmovilizado (después de que se retira la sujeción) aumenta drástica-
mente. Existe una correlación lineal casi perfecta entre el nivel de miedo que expe-
rimenta un animal cuando está sujeto y la duración de su inmovilidad. (27) Cuando un
animal no es sometido al miedo antes de ser sujetado, la inmovilidad generalmente
dura de segundos a aproximadamente un minuto. Esta capacidad espontánea se
llama “terminación a su propio ritmo”(28). En contraste dramático, cuando se asusta
y se sujeta repetidamente, el animal de experimentación puede permanecer inmo-
vilizado hasta diecisiete horas.
Es mi experiencia y entendimiento clínico que una potenciación tan robusta
tiene profundas implicaciones clínicas para la comprensión y el tratamiento del
trauma humano. Discutiré cómo la “potenciación” o mejora de la inmovilidad por el
miedo puede conducir a un bucle de retroalimentación que se perpetúa a sí mismo,
causando una cuasi parálisis esencialmente permanente en el individuo traumatiza-
do. Esta condición, creo, es la base de varios de los síntomas más debilitantes del
trauma, especialmente el adormecimiento, el cierre, la disociación, los sentimientos
de atrapamiento y la impotencia.
Hace unos años, en Brasil, tuve la oportunidad de observar la interacción entre
el miedo y la inmovilidad dentro de un entorno de laboratorio y, por lo tanto, obtuve
una verificación directa del trabajo fundamental de Gallup y Maser sobre la inmo-
vilidad tónica. Aunque hay muy pocos investigadores en este importante campo,
encontré uno que participa activamente en la investigación animal experimental so-
bre inmovilidad tónica en el laboratorio de Leda Menescal de Oliveira en la Facultad
de Medicina de la Universidad Federal en Ribeirao Preto, Brasil. Su trabajo se ha
centrado en las vías cerebrales activadas en la inmovilidad tónica (29).
Leda y su grupo fueron muy generosos al compartir su tiempo y experiencia.
Durante mi visita pude observar y participar directamente en la metodología experi-
mental de investigadores anteriores cuyo trabajo escrito me había inspirado en los
Inmovilizados por el miedo 77

años setenta. Estos experimentos llevados a cabo en una sala poco iluminada con-
sistieron en recoger suavemente a un conejillo de indias, sujetarlo con seguridad,
darle la vuelta y luego colocarlo de espaldas en un comedero de madera en forma
de V. Cuando esto se hace sin lucha, el animal experimental permanece inmóvil
durante unos segundos o uno o dos minutos, luego se da la vuelta y se aleja tran-
quilamente en una terminación a su propio ritmo de la inmovilidad. Los conejillos
de indias de laboratorio pueden tener algún miedo inherente a los humanos (una
posible variable de confusión). Sin embargo, estos animales todavía parecen salir
de su inmovilidad relativamente rápido, y los efectos secundarios no eran aparen-
tes, por lo que presumiblemente no existen o son muy leves.
Una ilustración vívida de la terminación a su propio ritmo viene de las artes. En
la obra de teatro “Picasso en el Lapin Agile”, (c) el joven Pablo toma la chaqueta
de la joven guapa que ha llevado a su loft de París. Ejecutando con frialdad una
seductora treta, llega hasta el exterior de la ventana, donde hay una paloma blanca
posada en la cornisa. Lentamente, pero sin dudarlo, toma el pájaro con firmeza en
sus manos. A medida que lo gira, el ave deja de moverse. Luego la deja caer en la
calle, tres pisos más abajo. La joven jadea, llevando su mano a la boca de forma
refleja. En el último momento, la paloma se endereza y sale volando, ilesa, hacia la
noche de Montmartre. Picasso se gira entonces hacia su voluptuosa presa huma-
na, atrayendo su cuerpo inmóvil en un abrazo lascivo.
Este es un vistazo instructivo de cómo los animales negocian la inmovilidad y
cómo el acto sexual consensual y la liberación orgásmica implican cierta inmovi-
lidad en ausencia de miedo. La inmovilidad, en ausencia de miedo, es benigna e
incluso placentera, como en el ejemplo de una gata que lleva a su gatito cojo con
seguridad en la boca.
Volviendo al laboratorio: La terminación a su propio ritmo claramente no ocurre
cuando un animal es asustado intencionalmente antes de ser capturado (o cuando
sale de la inmovilidad) y/o es colocado repetidamente tumbado boca arriba. En
este último caso, el conejillo de indias (u otro animal) permanece paralizado por
mucho más de unos pocos minutos. Cuando este proceso inducido por el miedo
se repite en numerosas ocasiones, el animal permanece inmóvil durante un período
significativamente más largo, hasta el punto de que salimos a almorzar y volvimos
a encontrarlo todavía inerte de espaldas.
78 En una voz no hablada

Aplicaciones en la Terapia del Trauma

Sólo un puñado de científicos del comportamiento han estado seriamente in-


teresados en la inmovilidad tónica como la base biológica del trauma. Algunos
de estos autores recientes han sugerido que la inmovilidad es intrínsecamente
traumática.(30) En mi experiencia, este punto de vista es engañoso. Limita nuestra
comprensión del trauma y restringe la posibilidad de una intervención terapéutica
eficaz. Mi trabajo clínico con miles de clientes ha confirmado que la inmovilidad
se puede encontrar con o sin miedo. De hecho, creo que sólo cuando la inmovili-
dad se combina de forma inextricable y simultánea con un miedo intenso y otras
emociones negativas fuertes, obtenemos el bucle de retroalimentación traumática
arraigado en forma de trastorno de estrés postraumático persistente. Mi experien-
cia, comenzando con Nancy (en el Capítulo 2) y luego trabajando con muchos más
clientes traumatizados, me ha enseñado que la clave para resolver el trauma es ser
capaz de desacoplar y separar el miedo de la inmovilidad . Sin embargo, antes de
volver a los animales, consideraré los estudios de dos individuos observadores: el
neurólogo K. L. Kahlbaum y el detective ficticio Sherlock Holmes.
Como uno de los primeros pioneros en estudiar científicamente la inmovilidad
tónica en humanos (a la que llamó catatonia), Kahlbaum tenía razón cuando, en
1874, escribió: “En la mayoría de los casos, la catatonia está precedida por el dolor
y la ansiedad y, en general, por estados de ánimo depresivos y efectos dirigidos
contra el paciente por sí mismo” (31). Él está diciendo, creo, que tanto la inmovilidad
como una exposición significativa al miedo o a la pena necesitan ocurrir para que
los estados (transitorios de) inmovilidad tónica se conviertan en un bucle de retro-
alimentación depresiva autoinducida/parálisis, es decir, en un estado de catatonia
crónica, o (posiblemente) trastorno de estrés postraumático.
Sherlock Holmes, el epítome de un observador cuidadoso y preciso, parece
confirmar la percepción de Kahlbaum en la historia del Sr. Hall Pycroft: Holmes le
dice a Watson: “Nunca había visto un rostro que tuviera tales marcas de dolor... y
de algo más allá del dolor... de un horror, como el que les sucede a pocos hombres
en la vida. Su frente brillaba de sudor. Sus mejillas eran del blanco opaco y muerto
del vientre de un pez y sus ojos eran salvajes y miraban fijamente a su empleado
Inmovilizados por el miedo 79

como si no lo reconociera”.(32) Tal combinación de agitación salvaje, complexión


blanca mortal y disociación frenética (mirando fijamente con los ojos abiertos como
si no se reconocieran) describe con precisión la parálisis por miedo humano agudo.
Mientras que los individuos traumatizados pueden no exhibir todas estas caracte-
rísticas todo el tiempo, ellos forman la corriente subterránea del shock traumático
que se manifiesta como SEPT.
Los pocos psicólogos que escriben sobre la inmovilidad tónica (IT) como mo-
delo de trauma parecen estar de acuerdo en que tanto el miedo como la restricción
(o, al menos, la percepción de que no se puede escapar) son necesarios para indu-
cir la IT. Aquí estoy totalmente de acuerdo. Sin embargo, en un reciente y excelente
artículo de revisión, Marx y sus colegas(33) añaden: “Todo lo que sabemos sobre la
literatura animal y humana hasta la fecha sugiere que la respuesta de IT puede ser
traumática en sí misma” (d). Es aquí donde respetuosamente difiero: mi experiencia
clínica me obliga a apartarme de esa especulación.
Después de más de cuatro décadas de observar a mis clientes traumatizados
por el discernimiento Holmesiano y guiarlos fuera de los estados congelados de
terror y horror, he descubierto que los elementos dinámicos del miedo, la inmovi-
lidad tónica y el trauma pintan un retrato mucho más complejo y matizado. Estoy
convencido de que el estado de inmovilidad no es en sí mismo traumático. Cuando,
por ejemplo, la inmovilidad es inducida en sujetos no traumatizados a través de la
“catalepsia hipnótica”, frecuentemente experimentan esa inmovilidad como neutra,
interesante o incluso placentera. Las madres mamíferas rutinariamente recogen a
sus crías para moverlas, y esos bebés, cuando están en las garras de una madre
amorosa, dejan de retorcerse y se quedan flojos. También, durante el encuentro
sexual, y particularmente en el orgasmo, la hembra de muchas especies de mamí-
feros se queda inmóvil en esta cúspide del placer, lo que lleva (podría decirse) a una
mayor probabilidad de fertilización. Contrasta esto con el trauma, donde el miedo
intenso (y otros efectos negativos fuertes), cuando se combina con la respuesta de
inmovilidad, se vuelve atrapante y por lo tanto traumático. Esta diferencia sugiere
una justificación clara para un modelo de terapia de trauma que separa el miedo
y otros efectos negativos fuertes de la respuesta biológica de inmovilidad (normal-
mente limitada en el tiempo). La separación de los dos componentes rompe el bucle
de retroalimentación que reaviva la respuesta al trauma. Esta, estoy convencido, es
80 En una voz no hablada

la piedra filosofal de la terapia del trauma informado.


Marx y sus colegas parecen modificar su posición en una dirección más com-
patible con la mía cuando sugieren que “para fines clínicos, puede importar menos
si la IT entre los humanos es un fenómeno de’todo o nada’, ya que la intensidad
de la respuesta de la IT entre los humanos puede ser un factor importante en la
aparición y mantenimiento de la psicopatología postraumática”(34). Preguntas como
esta ejemplifican áreas importantes para la discusión interdisciplinaria. De hecho,
uno de los impedimentos para el progreso de la terapia del trauma verdaderamente
efectiva ha sido que los médicos, los experimentalistas y los teóricos no han tra-
bajado en asociaciones continuas para abordar estas cuestiones fundamentales.
Para resumir: Es mi observación que una condición previa para el desarrollo
del trastorno de estrés postraumático es que una persona esté asustada y perciba
que está atrapada. La interacción del miedo intenso y la inmovilidad es fundamental
en la formación del trauma, en su mantenimiento y en su deconstrucción, resolu-
ción y transformación. Me extenderé sobre las implicaciones terapéuticas de esta
relación en los Capítulos 5 al 9.

La Espiral de la Vergüenza, la Culpa y la Inmovilidad

No debería sorprender, dada la naturaleza de la inmovilidad inducida por el


miedo, que la mayoría de las víctimas de violación describan de manera predecible
que se sienten paralizadas (a veces también sofocadas) e incapaces de moverse.
El ser sostenido y aterrorizado por alguien mucho más grande, más fuerte y más
pesado está virtualmente garantizado para inducir inmovilidad duradera y, por lo
tanto, trauma. La violación no sólo obliga a uno a quedarse quieto, sino que induce
a una inmovilidad interior debido al terror (inmovilidad potenciada por el miedo). En
un estudio, el 88% de las víctimas de agresiones sexuales en la infancia y el 75%
de las víctimas de agresiones sexuales en adultos reportaron niveles de parálisis
de moderados a altos durante la agresión(35). Además, debido a los altos niveles de
disociación, es probable que muchas víctimas no recuerden haberse sentido para-
lizadas o negar la parálisis porque se sienten tan culpables por no haber “luchado”.
Del mismo modo, los soldados bajo fuego rara vez pueden huir o incluso luchar
Inmovilizados por el miedo 81

físicamente. Con frecuencia deben permanecer atrapados cerca del suelo (resis-
tiendo tanto los impulsos de lucha activa como los de huida), mientras que “con
calma” intentan estabilizar, apuntar y disparar sus armas. Entrevisté a un soldado
que fue amenazado con un consejo de guerra por “cobardía bajo fuego”. Era un
traductor incrustado con un equipo de asalto de fuerzas especiales en Irak, aunque
los únicos idiomas extranjeros que conocía eran el húngaro y el serbocroata; ¡no
conocía el Farsi ni ningún idioma árabe! No había sido entrenado para el combate, y
cuando su unidad de Marines de primera fue emboscada, no respondió a los dispa-
ros. Al entrevistar a este soldado destrozado, devastado, humillado y aterrorizado,
me di cuenta de que su “negativa” a devolver el fuego era, de hecho, una parálisis
involuntaria, una reacción normal a la situación altamente anormal de ver la sangre,
la muerte y el desmembramiento de sus camaradas. A diferencia de los marines, no
había tenido entrenamiento para anular su miedo (e). Su respuesta instintiva a una
amenaza abrumadora le impidió actuar(36).
Esta historia habla de las culturas modernas que tienden a juzgar la inmoviliza-
ción y la disociación frente a una amenaza abrumadora como una debilidad equi-
valente a la cobardía. Debajo de este juicio castigador yace un miedo generalizado
a sentirse atrapado e indefenso. Este miedo al miedo y a la impotencia, y a sentirse
atrapado, puede llegar a dominar la vida de una persona en forma de vergüenza
persistente y debilitante. Juntos, la vergüenza y el trauma forman una combinación
particularmente virulenta y entrelazada.
La culpa y el odio a sí mismos son comunes entre las sobrevivientes de abuso
sexual y violación, que se juzgan a sí mismas duramente por no “resistirse”, incluso
cuando la lucha no era una opción viable de supervivencia. Sin embargo, tanto la
experiencia de la parálisis como el juicio crítico sobre la “debilidad” y la impotencia
son componentes comunes del trauma. Además, cuanto más joven, más inmadura
o insegura es la víctima, más probable es que responda al estrés, a las amenazas
y al peligro con parálisis en lugar de luchar activamente. Las personas que carecen
de un vínculo sólido de apego temprano con un cuidador principal y, por lo tanto,
carecen de una base de seguridad, son mucho más vulnerables a ser víctimas y
traumatizadas y tienen más probabilidades de desarrollar los síntomas arraigados
de vergüenza, disociación y depresión(37). Además, dado que los patrones psicofi-
siológicos de trauma y vergüenza son similares, existe una asociación intrínseca de
82 En una voz no hablada

vergüenza y trauma. Esto incluye el colapso de los hombros, la disminución de la


frecuencia cardíaca, la aversión de los ojos, las náuseas, etc.(38)
La vergüenza también alimenta la percepción errónea de los individuos trau-
matizados de que ellos son, de alguna manera, la causa de (o, al menos, merecen)
su propia desgracia. Otro factor (poderosamente corrosivo) entra en juego en la
formación de la vergüenza: mientras que parece ser un componente casi estruc-
tural del trauma, con demasiada frecuencia el trauma es infligido por las personas
que se supone deben proteger y amar al niño. Los niños que son abusados por
familiares y amigos, por supuesto, soportan esta carga adicional confusa y caóti-
ca. La vergüenza se convierte en algo profundamente arraigado como un sentido
penetrante de “maldad” que impregna cada parte de sus vidas. Una erosión similar
de un sentido básico de la dignidad se encuentra también en los adultos que han
sido torturados, a quienes se les ha infligido dolor, desorientación, terror y otras
violaciones deliberadamente(39). Si bien los principios de desacoplar el miedo de la
inmovilidad discutidos en este capítulo se aplican a estos casos, el proceso tera-
péutico es generalmente mucho más complejo. Requiere una habilidad más amplia
para negociar la relación terapéutica de modo que el terapeuta no se enrede en
asumir el papel (proyectado) del perpetrador o del salvador.

Cuando entran, salen: La conexión de la rabia

Cuando una paloma que picotea alegremente un grano se acerca silenciosa-


mente por detrás, lo coge suavemente y luego lo pone boca abajo, se inmoviliza.
La paloma, como los conejillos de indias que vi en Brasil, o la paloma de Picasso en
la obra, permanecerá en esa posición, con las patas pegadas al aire. En un minuto
o dos, saldrá de este estado de tránsito, en sí mismo, y saltará o se irá volando. El
episodio está resuelto.
Sin embargo, si la paloma picoteadora se asusta primero por la persona que se
le acerca, intentará escapar. Cuando es atrapada después de una persecución fre-
nética, y luego forzada a permanecer boca abajo, sucumbirá de nuevo a la inmovili-
dad. Esta vez, sin embargo, el animal aterrorizado no sólo permanecerá congelado
mucho más tiempo, sino que cuando salga de su trance, probablemente estará en
Inmovilizados por el miedo 83

un estado de “agitación frenética”. Puede golpear salvajemente, picotear, morder


o arañar al azar, o puede escabullirse en un frenesí de movimiento sin dirección.(40)
Cuando todo lo demás falla, esta última (y desorganizada) forma de defensa puede
salvar su vida.
Del mismo modo, cuando un gato doméstico bien alimentado atrapa a un ra-
tón, este último, sujeto por las patas del gato, deja de moverse y se vuelve fláccido.
Sin la resistencia del ratón, el gato se aburre y a veces golpea suavemente al ani-
mal inerte, aparentemente tratando de revivirlo y reiniciar el juego de nuevo (como
Jimmy Stewart abofeteando a su heroína desmayada para sacarla de su desmayo).
Con cada vez que despierta, persigue y reactiva el terror, el ratón se adentra más y
más en la inmovilidad. Cuando finalmente revive, con frecuencia se aleja tan rápido
(e impredeciblemente) que puede incluso asustar al gato. Este repentino y no dirigi-
do estallido de energía podría fácilmente hacer que corriera hacia el gato, así como
alejarse de él. Incluso he visto a un ratón atacar ferozmente la nariz de un gato
asombrado. Tal es la naturaleza de la salida de la inmovilidad, donde la inducción
ha sido repetitiva y ha estado acompañada de miedo y rabia. Los seres humanos,
además, se vuelven a distorsionar a sí mismos por su miedo (fuera de lugar) a sus
propias sensaciones y emociones intensas. Esto es similar a lo que puede suceder
cuando los pacientes psiquiátricos catatónicos salen de su inmovilidad. A menudo
están muy agitados y pueden atacar al personal. Una vez tuve la oportunidad de
trabajar con un paciente que había estado en estado catatónico durante dos o
tres años. Después de sentarme cuidadosamente a su lado (cada vez más cerca,
durante varios días), le hablé suavemente sobre los temblores y sacudidas que
observé con personas y animales cuando salían del shock. También había hablado
con el psiquiatra jefe, y él estuvo de acuerdo en que no le aplicarían una inyección
de torazina (o una camisa de fuerza) si llegaba en estado de agitación, a menos que
fuera claramente peligroso para sí mismo o para los demás. Dos semanas después
recibí una llamada del psiquiatra. El hombre había empezado a temblar y a temblar,
empezó a llorar y fue liberado a una situación de transición seis meses después.
Para repasar, el miedo aumenta y extiende enormemente la inmovilidad y tam-
bién hace que el proceso de salir de la inmovilidad sea temeroso y potencialmente
violento... Un individuo que está altamente aterrorizado al entrar en el estado de
inmovilidad es probable que salga de él de una manera similar. “A medida que
84 En una voz no hablada

entran, salen” fue una expresión que los médicos de Army M.A.S.H. utilizaron para
describir las reacciones de sus pacientes heridos de guerra. Si un soldado entra en
cirugía aterrorizado y necesita ser sujetado, es probable que salga de la anestesia
en un estado de desorientación frenética y posiblemente violenta.
Las mismas consecuencias son tristemente verdaderas cuando los niños son
asustados y abruptamente separados de sus padres antes de la cirugía(41). Si entran
en la cirugía en un estado de agitación, son sujetados y luego rodeados por “mons-
truos enmascarados y con bata”, salen de la anestesia asustados y drásticamente
desorientados. David Levy, en 1945, estudió a niños hospitalizados, muchos de
los cuales recibían tratamiento por lesiones que requerían inmovilización, como
férulas, yesos y aparatos ortopédicos. Encontró que estos desafortunados niños
desarrollaron síntomas de “shock por proyectil” similares a los de los soldados que
regresaban de los frentes de guerra en Europa y el norte de África(42). Unos sesenta
y cinco años más tarde, un padre preocupado relata “una historia demasiado ordi-
naria” sobre la “pequeña” cirugía de rodilla de su hijo Robbie, una garantía virtual
de sufrir trauma.

El médico me dice que todo está bien. La rodilla está bien, pero no todo está
bien para el niño que se despierta de una pesadilla inducida por las drogas,
que da vueltas en su cama del hospital -un niño dulce que nunca lastimó a
nadie-, que mira desde su neblina anestésica con los ojos de un animal sal-
vaje, que golpea a la enfermera, que grita: “¿Estoy vivo?” y que me obliga a

agarrar sus brazos... mirándome fijamente a los ojos y sin saber quién soy (43).

Los efectos de la inmovilización Levy observados en niños también ocurren en


pacientes adultos. En un estudio médico reciente, más del 52% de los pacientes
ortopédicos que reciben tratamiento por fracturas óseas desarrollaron un trastorno
de estrés postraumático completo, y la mayoría no se recuperó y empeoró con el
tiempo.(44)
Este resultado no debe sorprender cuando uno reconoce que muchos pro-
cedimientos ortopédicos siguen a accidentes espantosos, paseos estresantes en
Inmovilizados por el miedo 85

ambulancia mientras uno está atado y visitas aterradoras y despersonalizadoras a


la sala de emergencias. Además, muchos de estos pacientes también se han so-
metido a cirugías de urgencia, y a menudo en un estado de agitación. Esta cadena
de eventos a menudo precede a la inmovilización y es seguida por regímenes de
rehabilitación dolorosos. En un estudio reciente de niños que se someten incluso a
procedimientos ortopédicos “menores”, para citar a los autores, “Los altos niveles
de síntomas del trastorno de estrés postraumático (en más del 33% de todos los
niños estudiados) son comunes en el período de recuperación después de un trau-
matismo ortopédico pediátrico, incluso entre pacientes con lesiones relativamente
menores. Los niños que ingresan al hospital después de una lesión están en alto
riesgo de tener tales síntomas”.(45)
Aunque los hospitales se han vuelto más humanos (particularmente para los
niños, aunque el estudio anterior no es suficiente), todavía no se presta suficiente
atención a la prevención del miedo indebido en las personas que deben some-
terse a procedimientos dolorosos o a anestesia general. De hecho, algunos de
esos individuos desafortunados se “despiertan” parcialmente durante la anestesia
y muchos desarrollan algunos de los síntomas más horribles y complejos del TEPT
. En palabras de una sobreviviente (una enfermera quirúrgica), “Siento un vacío
(46)

cósmico, como si mi alma hubiera abandonado mi cuerpo y no pudiera regresar....


las horribles pesadillas son mi compañía... a menudo me golpean estando comple-
tamente despierta. Cuando se me abren los ojos, todavía no hay respiro porque las
paredes y el techo se ponen rojos”(47). Esta fascinante descripción ilustra el horror
de soportar la combinación de terror, dolor extremo e incapacidad para moverse o
comunicar la situación de uno.
Biológicamente, los pacientes ortopédicos, los soldados, las víctimas de vio-
lación y los niños hospitalizados están reaccionando como animales salvajes que
luchan por su vida después de haber sido asustados y capturados. Su impulso de
atacar con una “rabia agravada” o de huir en una desesperación frenética no sólo es
biológicamente apropiado; de hecho, es un resultado biológico frecuente. A medi-
da que un animal capturado y aterrorizado sale de la inmovilidad, su supervivencia
puede depender de su violenta agresión hacia el depredador todavía presente. En
los seres humanos, sin embargo, tal violencia ha producido consecuencias trágicas
para el individuo y la sociedad. Tuve la oportunidad de hablar con la madre de Ted
86 En una voz no hablada

Kaczynski (el “Unabomber”, cuya venganza se libró contra la impersonalidad de la


tecnología) y con el padre de Jeffrey Dahmer (un asesino en serie que desmembró a
sus víctimas). Ambos me contaron historias horribles de cómo sus hijos pequeños
fueron “destrozados” por aterradoras experiencias en el hospital. Ambos padres
describieron cómo, después de aterradoras hospitalizaciones, cada uno de estos
niños se retiró a su propio mundo. Mientras que tales experiencias de ira que llevan
a la violencia pervertida son (afortunadamente) raras, el terror y la ira evocados por
los procedimientos médicos (desafortunadamente) no lo son.

La rabia se volvió contra el yo

Con los humanos, el impulso hacia la agresión violenta puede llegar a ser ate-
rrador en sí mismo y entonces se vuelve contra sí mismo, como Kahlbaum observó
con tanta presciencia en su trabajo crucial sobre la catatonia . Este giro hacia
(48)

adentro (o “retroflexión”) resulta en una mayor parálisis, supresión, pasividad y re-


signación. El cambio entre el cierre y los arrebatos de rabia “impotente” y mal diri-
gida se convierte en la reacción estereotípica del individuo a retos posteriores que
requieren respuestas basadas en sentimientos mucho más matizadas y sutilmente
diferenciadas.
En mi accidente (ver capítulo 1), cuando salí del shock, experimenté “una on-
dulante ola de furia ardiente” mientras mi cuerpo continuaba temblando y tem-
blando; luego sentí una “furia roja ardiente” erupcionando “desde lo profundo de
mi vientre”. Realmente quería matar a la chica que me había golpeado, y pensé,
¿Cómo podría esa estúpida chica golpearme en un paso de peatones? ¿No estaba
prestando atención? ¡Maldita sea! Quería matarla, y sentí que podía haberlo hecho.
Debido a que la rabia se trata de querer matar, no es difícil entender cuán atemo-
rizante puede ser este impulso; y cómo la rabia puede convertirse en miedo como
una forma de prevenir tales impulsos asesinos.
Al permitir que mi cuerpo hiciera lo que tenía que hacer, al no detener el temblor
mientras seguía las sensaciones de mi cuerpo interno, pude permitir y contener las
emociones extremas de supervivencia de la rabia y el terror sin sentirme abruma-
do... La contención, debe ser entendida, NO es la supresión; es más bien la cons-
Inmovilizados por el miedo 87

trucción de un recipiente más grande y más resistente para sostener estos efectos
difíciles. Y afortunadamente, de esta manera, superé las secuelas del accidente sin
sufrir traumatismos y con mayor capacidad de recuperación ante futuros desafíos.
A medida que las personas revisitan, atraviesan y luego salen de la inmovilidad
en la terapia, con frecuencia experimentan algo de rabia. Estas sensaciones pri-
marias de furia (cuando están contenidas) representan movimientos de regreso a
la vida. Sin embargo, la rabia y otras sensaciones corporales intensas pueden ser
aterradoras si ocurren abruptamente. En una terapia efectiva, el terapeuta apoya y
guía cuidadosamente al cliente a través de este poderoso proceso. La orientación
debe hacerse lentamente, utilizando un enfoque gradual para que el cliente no se
sienta abrumado.
En última instancia, la rabia se trata (biológicamente) de la urgencia de ma-
tar.(49) Cuando algunas mujeres que han sido violadas comienzan a salir del shock
(frecuentemente meses o incluso años después) pueden tener el impulso de matar
a sus agresores. Ocasionalmente, han tenido la oportunidad de llevar a cabo este
impulso en acción. Algunas de estas mujeres han sido juzgadas y sentenciadas
por asesinato porque el tiempo transcurrido fue visto como evidencia de premedi-
tación. Las injusticias ciertamente han ocurrido debido a la ignorancia general del
drama biológico que esas mujeres estaban representando. Un número de estas
mujeres pueden haber estado actuando sobre las profundas (y retrasadas) res-
puestas autoprotectoras de rabia y contraataque que experimentaron al salir de
una inmovilidad agitada; y por lo tanto sus represalias (aunque muy retrasadas)
pueden haber sido motivadas biológicamente, y no necesariamente una venganza
premeditada, a pesar de la apariencia externa. Estos asesinatos podrían haberse
evitado si en ese momento se hubiera dispuesto de un tratamiento eficaz para las
mujeres traumatizadas.
Por el contrario, las personas no traumatizadas que se sienten enojadas son
muy conscientes de que (por mucho que tengan “ganas de asesinar” incluso a
su cónyuge o a sus hijos) obviamente no intentarían realmente matar al objeto de
su enojo. A medida que los individuos traumatizados comienzan a salir de la in-
movilidad, frecuentemente experimentan erupciones de ira o rabia intensas. Pero
temiendo que puedan herir a otros (o a sí mismos), hacen un esfuerzo tremendo
para desviar y suprimir esa ira, casi antes de que la sientan.
88 En una voz no hablada

Cuando uno se inunda de rabia, las partes frontales del cerebro se “apagan”
. Debido a este desequilibrio extremo, la capacidad de retroceder y observar las
(50)

propias sensaciones y emociones se pierde; más bien, uno se convierte en esas


emociones y sensaciones. (f) Por lo tanto, la rabia puede llegar a ser completa-
mente abrumadora, causando pánico y la sofocación de tales impulsos primitivos,
volviéndolos hacia adentro e impidiendo una salida natural de la reacción de inmo-
vilidad. Mantener esta supresión requiere un tremendo gasto de energía. Se trata,
esencialmente, de hacer a uno mismo lo que los experimentadores han hecho a
los animales para reforzar y prolongar su inmovilización. Los individuos trauma-
tizados se asustan repetidamente cuando comienzan a salir de la inmovilidad. La
“inmovilidad potenciada por el miedo” se mantiene desde dentro. El círculo vicioso
de la sensación/la rabia/el miedo intensa bloquea a una persona en la respuesta al
trauma biológico. Un individuo traumatizado es literalmente encarcelado, repetida-
mente asustado y restringido por sus propias reacciones fisiológicas persistentes y
por el miedo a esas reacciones y emociones. Este círculo vicioso de miedo e inmo-
vilidad (también conocido como inmovilidad potenciada por el miedo) impide que
la respuesta se complete y resuelva plenamente como en el caso de los animales
silvestres.

Los muertos vivientes

La rabia/contraataque es una consecuencia de la inmovilización repetitiva in-


ducida por el miedo; la otra es la muerte. La muerte puede ocurrir, por ejemplo,
cuando el gato persiste en recapturar el ratón, repitiendo el ciclo muchas veces. El
gato golpea a su presa hasta que el ratón finalmente entra tan profundamente en
la inmovilidad que muere, aunque no esté herido. Mientras que sólo unos pocos
humanos mueren de miedo, los individuos crónicamente traumatizados pasan por
los movimientos de la vida sin sentirse realmente vitales o comprometidos con la
vida. Tales individuos están vacíos hasta el centro de su ser. “Camino por ahí”, dijo
una sobreviviente de violación en grupo, “pero ya no soy yo... Estoy vacía y fría...
Más me valdría muerta”, me dijo en nuestra primera sesión.
La inmovilidad crónica da lugar a los síntomas emocionales centrales del trau-
Inmovilizados por el miedo 89

ma: entumecimiento, cierre, atrapamiento, impotencia, depresión, miedo, terror,


rabia y desesperanza. La persona permanece temerosa, incapaz de imaginar la
seguridad de un enemigo (interno) interminable e incapaz de reincorporarse a la
vida. Los sobrevivientes de traumas severos y prolongados (crónicos) describen
sus vidas como las de “los muertos vivientes”. Murray ha escrito conmovedora-
mente sobre este estado: “aquí es como si las primitivas fuentes de vitalidad de la
persona se hubieran secado, como si estuviera vacía hasta el fondo de su ser.” (51).
En la conmovedora película de 1965 The Pawnbroker, Rod Steiger interpreta a Sol
Nazerman, un sobreviviente del Holocausto judío emocionalmente acabado que,
a pesar de sus prejuicios, desarrolla un afecto paternal por un joven adolescente
negro que trabaja para él. Cuando, en la escena final, el niño es asesinado, Sol
empala su propia mano en la espiga de un huso de memo para poder sentir algo,
cualquier cosa.

Trauma e inmovilidad: Una salida

En revisión: El trauma surge cuando las respuestas de inmovilidad humana no


se resuelven, es decir, cuando no se puede hacer la transición a la vida normal, y la
reacción de inmovilidad se combina crónicamente con el miedo y otras emociones
negativas intensas como el miedo, la repulsión y la impotencia. Después de que
se ha establecido este acoplamiento, las sensaciones físicas de inmovilidad por sí
mismas evocan el miedo. Un individuo traumatizado se ha condicionado a tener
miedo de sus sensaciones internas (físicas) que ahora generan el miedo que ex-
tiende y profundiza (potencia) la parálisis. El miedo engendra parálisis, y el miedo
a las sensaciones de la parálisis engendra más miedo, promoviendo una parálisis
más profunda. De esta manera, una reacción adaptativa normalmente limitada en
el tiempo se vuelve crónica e inadaptada. El bucle de retroalimentación se cierra
sobre sí mismo. En esta espiral descendente, nace el vórtice del trauma.
Una terapia del trauma exitosa ayuda a las personas a resolver los síntomas
del trauma. El bucle de retroalimentación se rompe al desacoplar el miedo de la
inmovilidad (véanse las figuras 4.1a y 4.1b). La terapia eficaz rompe, o deposita,
este circuito de retroalimentación de miedo traumático al ayudar a una persona
90 En una voz no hablada

a aprender a “contener” sus poderosas sensaciones, emociones e impulsos sin


sentirse abrumada. Así, la respuesta de inmovilidad se puede resolver a medida
que evoluciona.
Desacoplar el miedo y permitir que se complete la reacción de inmovilidad
normalmente limitada en el tiempo es, en principio, un asunto sencillo. El tera-
peuta ayuda a reducir la duración de la inmovilidad disminuyendo suavemente el
nivel de miedo. En otras palabras, el trabajo del terapeuta es ayudar a un cliente a
desacoplar gradualmente el miedo de la parálisis, a fin de restaurar gradualmente
la terminación a su propio ritmo. De esta manera se rompe el bucle de retroali-
mentación (miedo-inmovilidad); coloquialmente, se queda sin gas. A medida que el
cliente aprende a experimentar las sensaciones físicas de la inmovilidad sin miedo,
se afloja el agarre del trauma y se restablece el equilibrio. En los siguientes cuatro
capítulos, discuto cómo los terapeutas pueden ayudar a los clientes a aprender a
desacoplar el miedo de la inmovilidad y restaurar respuestas defensivas activas.
Cuando los clientes logran esto, a menudo describen la sensación física de inmo-
vilidad (en ausencia de miedo) con una mezcla de curiosidad y alivio profundo o, a
menudo, “como si se despertara de una pesadilla”.
Hay una importante advertencia en esta simple “prescripción”. En los casos en
que el trauma ha sido prolongado y está profundamente arraigado, entran en juego
otros factores: en primer lugar, la propia capacidad de cambio y de volver a com-
prometerse en la vida se ve afectada. Este aspecto ha sido retratado de manera
conmovedora en la novela de Louise Erdrich, The Master Butchers Singing Club.
En el primer capítulo, el protagonista masculino, Fidelis, abandona las trincheras
de la Primera Guerra Mundial y vuelve a la cocina de su madre y la amabilidad.
Duerme por primera vez en su propia cama familiar y cómoda, una experiencia que
no conoce desde hace años.
Inmovilizados por el miedo 91

Gráfico de la duración de la inmovilidad entre diferentes escenarios

Figura 4.1a Esta figura ilustra la duración y la gravedad de la “congelación” en tres situacio-
nes. El primer escenario es similar a una zarigüeya siendo atacada y haciéndose la muerta.
La zarigüeya se congela, y el depredador, que pierde el interés en esta carroña inerte, sale en
busca de presas más vivas. Dejada sola, la zarigüeya “se sacude” este encuentro y sigue su
camino, no obstante. Esto se llama terminación a su propio ritmo. El segundo escenario ilustra
lo que sucede cuando un animal que sale de la inmovilidad es restringido y asustado. Se vuelve
a aterrorizar, y la inmovilidad es mucho más profunda, y dura mucho más tiempo. Este terror
paralizante es el efecto de la inmovilidad potenciada por el miedo y conduce al TEPT. Por eso la
frase “el tiempo cura todas las heridas” simplemente no se aplica al trauma. El tercer escenario
muestra lo que sucede en una sesión de terapia exitosa. El terapeuta guía gradualmente a la
paciente a tocar brevemente las sensaciones de inmovilidad, y luego la guía para desacoplar
la inmovilidad del miedo. De esta manera ella puede descargar la hiperactivación subyacente
y volver al equilibrio
92 En una voz no hablada

Ahora que estaba en casa, lo entendió, debía seguir vigilando. Los recuerdos
lo arrastraban, las emociones saboteaban su cerebro pensante. Volver a la
vida después de morir por sí mismo era peligroso. Había demasiado que

sentir, por lo que debía buscar, pensó, solo sensaciones superficiales.

También sabemos que, “de niño, Fidelis respiraba superficialmente y se que-


daba inmóvil... siempre que la pena le caía encima”. Como joven soldado, “sabía
desde el principio que en su talento para la quietud estaba la clave de su supervi-
vencia”. La necesidad humana de regresar gradualmente de la tierra de los muer-
tos vivientes a la tierra de los vivos debe ser comprendida, respetada y honrada.
Demasiado, demasiado pronto, amenaza con abrumar la frágil estructura del ego
y la personalidad adaptativa. Por eso, el ritmo de resolución de los traumas debe
ser gradual y “ajustado”.

Ciclo Miedo/Inmovilidad

itación
Exc
Fu
ga
Fallid
a
In m o

o
v ili

ed
za

ia m i
ci

n d
e

cia e n c
ó

e n
E x p e ri m p o t
ei

Figura 4.1b Así es como quedamos atrapados en el ciclo de miedo/inmovilidad.


Inmovilizados por el miedo 93

Instinto y Razón

En el análisis final, creo que es el equilibrio dinámico entre las partes más primi-
tivas y las más evolucionadas/refinadas del cerebro lo que permite que se resuelva
el trauma y que las emociones difíciles se integren y transformen. El tratamiento
eficaz consiste en ayudar a los individuos a mantener en línea la corteza prefrontal
“observadora”, ya que experimenta simultáneamente las sensaciones primitivas
crudas generadas en las partes arcaicas del cerebro (el sistema límbico, el hipotá-
lamo y el tronco encefálico; véase la figura 4.2). La clave de esta delicada empresa
es ser capaz de sentir con seguridad sensaciones y sentimientos corporales tanto
intensos como sutiles. Resulta que hay una estructura cerebral emparejada que
parece hacer exactamente eso: atrapada entre el sistema límbico y la corteza pre-
frontal está la ínsula (más cerca del sistema límbico) y el giro cingulado (más cerca
de la corteza). En resumen, la ínsula recibe información de las estructuras internas
del cuerpo, incluidos los músculos, las articulaciones y las vísceras. Juntos, insula
y cíngulo nos ayudan a dar sentido a estas sensaciones primitivas entretejiéndolas
en sentimientos, percepciones y cogniciones matizadas. (52) Acceder a esa función
es clave para el enfoque de transformar el trauma y las emociones difíciles que se
describe en los capítulos siguientes.
94 En una voz no hablada

Equilibrio entre el instinto y la razón

Figura 4.2 Esto ilustra la importancia de mantener en línea la corteza prefrontal durante la acti-
vación de la excitación basada en la supervivencia en el tronco encefálico y el sistema límbico.
Observe cómo fluyen los impulsos nerviosos entre las estructuras cerebrales instintivas del
tálamo y el hipotálamo (que controlan la secreción de la glándula pituitaria que es vital para

mantener la homeostasis de los órganos y las células) y el lóbulo frontal (o cerebro racional)

Restaurar el equilibrio y el ritmo entre el instinto y la razón también juega un


papel central en la curación de la división mente/cuerpo. La integración del cerebro
y el cuerpo, de los hemisferios cerebrales derecho e izquierdo, y de las regiones
cerebrales primitivas y evolucionadas promueve la integridad y nos hace plena-
mente humanos. Hasta entonces, somos, como Margaret Mead señaló, “el eslabón
perdido entre los simios y los humanos”.

_________________________________________________________________________
* Los bonobos son una notable excepción a los ataques de cohorte, en gran medida a través de
la estrategia del sexo libre para todos, así como de su organización matriarcal.

† Estos experimentos se llevaron a cabo con fotos fijas tomadas de videoclips de actores
que imaginaban abrir una puerta y ver a un atracador. Sin duda estos efectos serían de una
magnitud mucho mayor con una amenaza real o incluso actuando pero mostrando imágenes
en movimiento de los sujetos.
Inmovilizados por el miedo 95

‡ Cuando se muestran posturas neutras (como verter un vaso de agua), sólo se activan las
partes del cerebro asociadas con la visión (área 17 en el neocórtex). Hasta donde yo sé, los
investigadores no han reclutado a seres extraordinariamente pacíficos, como el Dalai Lama,
para las posturas positivas.

§ Esta transición está orquestada por el sistema nervioso autónomo entre estados de exci-
tación simpática y rebote y relajación parasimpática. Este cambio de fluidos mantiene una
calidad general de “alerta relajada”.

‖ Este uso anterior es, por ejemplo, coherente con el de etólogos como A. Eric Salzen y Des-
mond Morris. Véase Desmond Morris, Primate Ethology , (Londres: Weidenfield y Nicholson,
1969); A. Eric Salzen (1991), “On the Nature of Emotion”, Journal of Comparative Psychology,
5, 47-110; y Salzen (1967), “Social Attachment and a Sense of Security”, Social Sciences In-
formation 12, 555-627.

a El abandono de la presa puede servir para proteger al depredador de ser envenenado por
comer carroña infectada.

b Es evidente que no ocurre lo mismo con los animales colocados en condiciones de labora-
torio. Como Pavlov observó por primera vez, los animales experimentales estresados se trau-
matizan fácilmente.

c Embellecido con la obra de Steve Martin: Picasso en el Lapin Agile (New Village Arts Theater,
Carlsbad, California, enero de 2010).

d Aunque los animales domésticos no parecen entrar en IT de manera fiable, lo que indica que
puede ser necesario al menos cierto grado de temor -o al menos de desconocimiento- para
inducir la IT. Sin embargo, si los sujetos traumatizados o altamente ansiosos son inducidos a
una catalepsia hipnótica (para consternación del clínico desprevenido), pueden tener ataques
de pánico abruptos o incluso estados similares a catatonia prolongados.

e Aunque, en situaciones amenazantes, los soldados del servicio especial experimentan la


misma descarga de la hormona del estrés cortisol que cualquier otro soldado, los niveles de
estos soldados típicamente caen mucho más rápido que los de las tropas peor entrenadas.

f Este es un dilema central al trabajar con el llamado Trastorno de Personalidad Limítrofe (Bor-

derline)
96 En una voz no hablada
CAPÍTULO 5

De la parálisis a la transformación

Fundamentos básicos

“El miedo es el asesino de la mente. El miedo es la pequeña muerte que trae la

destrucción total.

Enfrentaré mi miedo. Permitiré que pase por encima de mí y a través de mí.

Y cuando haya pasado a mi lado, me volveré para ver el camino del miedo.

Donde ha ido el miedo no habrá nada. Sólo yo permaneceré.”

-Dune de Frank Herbert

“Si no entiendes la naturaleza del miedo, nunca encontrarás la audacia.”

-El Budismo Shambhala

E
n el capítulo anterior exploramos cómo los animales y los humanos experimen-
tales quedan atrapados en una parálisis dominada por el miedo y, por lo tanto,
cómo se traumatizan. En este capítulo, presento el “antídoto” para el trauma: los
mecanismos biológicos básicos que los terapeutas deben conocer y ser capaces
de provocar en sus clientes para ayudarles a resolver sus reacciones traumáticas.
La participación de estos procesos biológicos es igualmente esencial, ya sea en el
tratamiento de la fase aguda inmediatamente después de incidentes amenazantes
y abrumadores, como violaciones, accidentes y desastres, o en la transformación
del TEPT crónico.
Hasta que la experiencia física central de trauma -sentirse tensamente asus-
tado, congelado en el miedo o derrumbárse y volverse insensible- se desenrolla
98 En una voz no hablada

y transforma, uno permanece atascado, cautivo del propio miedo entrelazado y


de la impotencia. Las sensaciones de parálisis o colapso parecen intolerables, to-
talmente inaceptables; nos aterrorizan y amenazan con atraparnos y derrotarnos.
Esta percepción de experiencias aparentemente insoportables nos lleva a evitarlas
y negarlas, a apretarnos contra ellas y luego separarnos de ellas. Recurrir a estas
“defensas” es, sin embargo, como beber agua salada para saciar la sed extrema:
aunque pueden dar un alivio temporal, sólo empeoran drásticamente el problema
y son, a largo plazo, contraproducentes. Para desentrañar esta maraña de miedo
y parálisis, debemos ser capaces de entrar en contacto y experimentar volunta-
riamente esas sensaciones físicas espantosas; debemos ser capaces de confron-
tarlas el tiempo suficiente para que se muevan y cambien. Para resistir la táctica
defensiva inmediata de la evasión, la estrategia más potente es moverse hacia el
miedo, contactar con la inmovilidad misma y explorar conscientemente las diversas
sensaciones, texturas, imágenes y pensamientos asociados con cualquier malestar
que pueda surgir.
Cuando se trabaja con reacciones traumáticas, como estados de miedo inten-
so, Somatic Experiencing® * proporciona a los terapeutas nueve bloques de cons-
trucción. Estas herramientas básicas para “renegociar” y transformar el trauma no
son lineales, rígidas ni unidireccionales. En cambio, en las sesiones de terapia, es-
tos pasos están entrelazados y dependen unos de otros y se puede acceder a ellos
repetidamente y en cualquier orden. Sin embargo, si este proceso psicobiológico
se va a construir sobre una base firme, los pasos 1, 2 y 3 deben ocurrir primero y
deben seguirse secuencialmente... Por lo tanto, el terapeuta necesita:

1. Establecer un entorno de seguridad relativa.


2. Apoyar la exploración inicial y la aceptación de la sensación.
3. Establecer la “pendulación” y la contención: el poder innato del ritmo...
4. Utilice la “titración” para crear una mayor estabilidad, resistencia y organi-
zación. La valoración consiste en tocar cuidadosamente la más pequeña
“gota” de activación basada en la supervivencia, y otras sensaciones difíci-
les, para prevenir el retraumatismo.
5. Proporcionar una experiencia correctiva al suplantar las respuestas pasivas
de colapso e impotencia con respuestas activas, empoderadas y defensi-
De la Parálisis a la Transformación 99

vas.
6. Separar o “desacoplar” la asociación condicionada del miedo y la impoten-
cia de la respuesta biológica de inmovilidad (normalmente limitada en el
tiempo pero ahora inadaptada).
7. Resolver los estados de hiperactivación guiando suavemente la “descarga”
y la redistribución de la vasta energía de supervivencia movilizada para la
acción de preservación de la vida, al tiempo que se libera esa energía para
apoyar el funcionamiento del cerebro a un nivel superior.
8. Comprometerse con la autorregulación para restaurar el “equilibrio dinámi-
co” y el estado de alerta relajado.
9. Orientarse al aquí y ahora, contactar con el entorno y restablecer la capa-
cidad de compromiso social.

Paso 1. Establecer un entorno de seguridad relativa

Después de mi accidente, el primer indicio de que mi cuerpo no estaba pro-


fundamente indefenso y desorientado fue cuando la pediatra vino y se sentó a mi
lado. Tan simple como parece, su presencia tranquila y centrada me dio un ligero
rayo de esperanza de que las cosas saldrían bien. Tal apoyo calmante en medio del
caos es un elemento crítico que los terapeutas de trauma deben proporcionar a sus
clientes inestables y problemáticos. Este es verdaderamente el punto de partida
para el retorno al equilibrio. En otras palabras, el terapeuta debe ayudar a crear un
ambiente de relativa seguridad, una atmósfera que transmita refugio, esperanza y
posibilidad. Para las personas traumatizadas, esta puede ser una tarea muy delica-
da. Afortunadamente, dadas las condiciones propicias, el sistema nervioso huma-
no está diseñado y en sintonía tanto para recibir como para ofrecer una influencia
reguladora a otra persona . Afortunadamente, la biología está de nuestro lado.
(53)

Esta transferencia de socorro, nuestro derecho de nacimiento de mamíferos, es fo-


mentada por el tono terapéutico y la alianza de trabajo que usted crea al sintonizar
con las sensibilidades de sus clientes.
Con el tranquilo y seguro centro del terapeuta, su alerta relajada, su contención
compasiva y su paciencia evidente, la angustia del cliente comienza a disminuir. Sin
100 En una voz no hablada

embargo, aunque sea mínimamente, su voluntad de explorar es estimulada, alen-


tada y poseída. Mientras que la resistencia inevitablemente aparecerá, se suavizará
y retrocederá con el ambiente de sostenimiento creado por el terapeuta hábil. Un
posible bloqueo, sin embargo, ocurre entre sesiones; cuando están sin la presencia
tranquila y reguladora de su terapeuta, los clientes pueden sentirse crudos y arro-
jados de vuelta a la guarida del león de sensaciones caóticas cuando se exponen
a los mismos desencadenantes que los abrumaron en primer lugar. El terapeuta
que proporciona sólo una sensación de seguridad (no importa cuán efectivamente)
sólo hará que el cliente sea cada vez más dependiente y, por lo tanto, aumentará
el desequilibrio de poder entre el terapeuta y el cliente. Para evitar tal sabotaje, los
siguientes pasos están dirigidos a ayudar al cliente a avanzar hacia el estableci-
miento de su propia agencia y capacidad para dominar el autocalmamiento y los
sentimientos de empoderamiento y autorregulación.

Paso 2. Apoyar la exploración inicial y la aceptación de la sensa-


ción

Los individuos traumatizados han perdido tanto su camino en el mundo como


la guía vital de sus impulsos internos. Aislados de las sensaciones, instintos y sen-
timientos primarios que surgen del interior de sus cuerpos, son incapaces de orien-
tarse hacia el “aquí y ahora”. Los terapeutas deben ser capaces de ayudar a los
clientes a navegar por el laberinto del trauma, ayudándoles a encontrar el camino
de regreso a sus sensaciones corporales y su capacidad de autocalmarse.
Para llegar a ser autorreguladores y auténticamente autónomos, los individuos
traumatizados deben aprender en última instancia a acceder, tolerar y utilizar sus
sensaciones internas. Sin embargo, no sería prudente que un solo intento se cen-
trara en el propio cuerpo sin una preparación adecuada. Inicialmente, al entrar en
contacto con las sensaciones internas, uno puede sentir la amenaza de un miedo
consumidor de lo desconocido. O bien, el enfoque prematuro en las sensaciones
puede ser abrumador, lo que puede causar retraumatización. Para muchos heridos,
su cuerpo se ha convertido en el enemigo: la experiencia de casi cualquier sensa-
ción se interpreta como un presagio indeseable de terror e impotencia renovados.
De la Parálisis a la Transformación 101

Para resolver esta situación desconcertante, un terapeuta que (mientras parti-


cipa en la conversación inicial) nota un cambio positivo momentáneo en el afecto
de un cliente -en la expresión facial, por ejemplo, o un cambio en el alivio y el
brillo que indica la postura- puede aprovechar la oportunidad y tratar de dirigir a la
cliente hacia la atención de sus sensaciones. El “tocar” las experiencias positivas
gradualmente le da a la clienta la confianza para explorar su paisaje corporal inter-
no y desarrollar una tolerancia para todas sus sensaciones, cómoda e incómoda,
agradable y desagradable.
El cliente puede ahora comenzar a permitir que las sensaciones subyacen-
tes repudiadas -especialmente las de parálisis, impotencia y rabia- emerjan a la
conciencia. Desarrolla su experiencia de agencia eligiendo entre los dos estados
opuestos: resistencia/miedo y aceptación/exploración. Con un suave balanceo ha-
cia adelante y hacia atrás, oscilando entre la resistencia y la aceptación, el miedo
y la exploración, la cliente gradualmente se deshace de parte de su armadura pro-
tectora. El terapeuta la guía a un ritmo reconfortante: un cambio apoyado entre
el miedo paralizante y las sensaciones puras asociadas con la inmovilidad. En la
psicología Gestalt, estos movimientos de ida y vuelta entre dos estados diferentes
se describen como alternancias entre la figura y el fondo (ver Figura 5.1). Este
cambio, a su vez, reduce el agarre del miedo y permite un mayor acceso a las sen-
saciones de inmovilidad por excelencia y sin obstáculos (por emoción). Este vaivén
de atención (entre el miedo/resistencia y las sensaciones físicas no adulteradas de
inmovilidad) profundiza la relajación y aumenta la vitalidad. Es el comienzo de la
esperanza y la adquisición de herramientas que la empoderarán a medida que co-
mienza a navegar por el paisaje interoceptivo (o la experiencia directa de vísceras,
articulaciones y músculos) del trauma y la curación. Estas habilidades conducen a
un proceso de transformación innato: la pendulación.
102 En una voz no hablada

Percepción de Figura y Fondo

Figura 5.1 Esta figura muestra la alternancia en la percepción entre figura y fondo. ¿Ves el
jarrón o ves la cara? Sigue buscando. ¿Qué ves ahora? Probablemente notará que el jarrón y
la cara se alternan pero no pueden ser percibidos al mismo tiempo. Este es un concepto útil
para entender cómo el miedo se desvincula de la inmovilidad. Cuando uno experimenta inmo-
vilidad pura, uno no puede (como el jarrón y la cara) también sentir miedo al mismo tiempo.
Esto facilita la expansión y la descarga gradual de la activación que se muestra en la Figura 5.2.

Paso 3. Pendulación y contención: el poder innato del ritmo

Esperando lo peor, te ves, y en su lugar, aquí está la cara alegre que has estado

esperando ver.

Tu mano se abre y se cierra y se abre y se cierra.

Si siempre fuera un puño o si siempre estuviera abierto,

estarías paralizado.

Su presencia más profunda está en cada pequeño contrato y expansión.

Las dos tan bien equilibradas y coordinadas como las alas de un pájaro.

-Rumi (1207-1273)

Todos los hijos de Dios tienen ritmo, ¿quién podría pedir algo más?

Porgy y Bess
De la Parálisis a la Transformación 103

Mientras que el trauma trata sobre estar congelado o atascado, la pendulación


se trata del ritmo innato del organismo de contracción y expansión. Se trata, en
otras palabras, de despegarse sabiendo (sintiendo desde dentro), quizás por pri-
mera vez, que no importa lo horrible que uno se sienta, esos sentimientos pueden
cambiar y cambiarán. Sin este conocimiento (experimentado), una persona en esta-
do de “estupidez” no quiere habitar su cuerpo. Para contrarrestar la aparentemente
intratable tendencia humana a evitar sensaciones horribles y desagradables, la te-
rapia efectiva (y la promoción de la resiliencia en general) debe ofrecer una forma de
enfrentar a los dragones del miedo, la rabia, la impotencia y la parálisis. El terapeuta
debe inspirar confianza en que sus clientes no se verán atrapados y devorados por
darles primero un pequeño “gusto” de una experiencia interna agradable. Así es
como nuestros clientes se mueven hacia el auto-empoderamiento. La confianza se
construye con la habilidad de la pendulación.
Una estrategia sorprendentemente eficaz para hacer frente a las sensaciones
difíciles consiste en ayudar a una persona a encontrar una sensación “opuesta”:
una localizada en una zona concreta del cuerpo, en una determinada postura o
en un pequeño movimiento; o una que se asocia con una sensación de menos
congelación, menos impotencia, más fuerza y/o más fluidez. Si la incomodidad de
la persona cambia aunque sea momentáneamente, el terapeuta puede animarla a
centrarse en esa sensación física fugaz y así producir una nueva percepción; una
en la que descubra y se asiente en una “isla de seguridad” que se sienta, como mí-
nimo, bien. Descubrir esta isla contradice los sentimientos generales de estar mal,
informando a la persona que de alguna manera el cuerpo puede no ser el enemigo
después de todo. De hecho, podría ser entendido como un aliado en el proceso de
recuperación. Cuando se encuentran y se sienten suficientes de estas pequeñas
islas, se pueden unir en una masa terrestre creciente, capaz de resistir las furiosas
tormentas del trauma. La elección e incluso el placer se convierten en una posibi-
lidad con esta creciente estabilidad a medida que se forman y fortalecen nuevas
conexiones sinápticas. Uno aprende gradualmente a cambiar su conciencia entre
regiones de relativa facilidad y aquellas de incomodidad y angustia.
Este cambio evoca una de las reconexiones más importantes a la sabiduría
innata del cuerpo: la experiencia de la pendulación, el ritmo natural de contracción
y expansión del cuerpo que nos dice que todo lo que se siente es limitado en el
104 En una voz no hablada

tiempo.... que el sufrimiento no durará para siempre. La pendulación lleva a todas


las criaturas vivientes a través de sensaciones y emociones difíciles. Es más, no
requiere ningún esfuerzo; es totalmente innato. La pendulación es el ritmo primario
expresado como el movimiento de la constricción a la expansión-y de regreso a
la contracción, pero abriéndose gradualmente a más y más expansión (ver Figura
5.2). Es un balanceo involuntario e interno entre estas dos polaridades. Suaviza el
borde de sensaciones difíciles como el miedo y el dolor. La importancia de la capa-
cidad humana de moverse a través de sensaciones “malas” y difíciles, abriéndose
a las de expansión y “bondad”, no puede ser exagerada: es fundamental para la
curación del trauma y, en general, para el alivio del sufrimiento. Es vital para un
cliente conocer y experimentar este ritmo. Su constante flujo y reflujo le dice que,
no importa lo mal que se sienta (en la fase de contracción), la expansión inevitable-
mente seguirá, trayendo consigo una sensación de apertura, alivio y flujo. Al mismo
tiempo, una expansión demasiado rápida o de gran magnitud puede ser aterradora,
haciendo que un cliente se contraiga precipitadamente contra la expansión. Por lo
tanto, el terapeuta necesita moderar la escala y el ritmo de este ritmo. A medida
que los clientes perciben que el movimiento y el flujo son una posibilidad, comien-
zan a avanzar en el tiempo aceptando e integrando las sensaciones actuales que

antes los abrumaban.

Ciclos de Expansión y Contracción


De la Parálisis a la Transformación 105

Figura 5.2 Esta figura describe el ciclo de expansión y contracción a través del proceso de
pendulación. Esta conciencia vital permite que las personas aprendan que lo que sea que estén
sintiendo cambiará. La percepción de la pendulación guía la liberación (descarga) contenida y
gradual de las “energías traumáticas”, lo que conduce a sensaciones corporales expansivas y

a una resolución exitosa del trauma.

Veamos tres situaciones universales que registran esta capacidad innata de la


pendulación para restaurar los sentimientos de alivio y flujo de la vida:

(1) Todos hemos visto la angustia inconsolable de un niño que, después de


una desagradable caída, corre gritando a su madre y se derrumba en sus brazos.
Después de un corto período de tiempo, el niño comienza a orientarse de nuevo
hacia el mundo, luego busca un momento para regresar a su refugio seguro (qui-
zás a través de una mirada a la madre o una conexión a través del tacto); y luego,
finalmente, regresa a jugar como si nada hubiera pasado. (2) Considere al adulto
que es golpeado por la reacción desgarradora ante la pérdida repentina de un ser
querido. Uno puede colapsar, sintiendo que esta experiencia continuará para siem-
pre, resultando en la propia muerte. El duelo puede durar mucho tiempo, pero hay
un claro flujo y reflujo en la marea de la angustia. Poco a poco, el ritmo de acepta-
ción y dolor produce una liberación calmante y un retorno a la vida. (3) Finalmente,
recuerde la última vez que condujo y experimentó una situación de catástrofe muy
cercana. Tus nervios estaban crudos de miedo (con los pelos de punta) y rabia, y
tu corazón palpitaba salvajemente, listo para explotar en tu pecho. Entonces una
ola de alivio le recordó que usted no ha sido catapultado al horror de un accidente.
Este momento de alivio suele ir seguido de un segundo “flashback” del cuasi inci-
dente, que provoca otra ronda de sobresalto disminuido, seguido de otra oleada de
alivio reparador. Este ritmo reparativo ocurre involuntariamente, generalmente a la
sombra de la conciencia, lo que permite afortunadamente que uno se concentre en
la tarea en cuestión. Así, la pendulación le permite recuperar el equilibrio y volver al
compromiso de la vida momento a momento.
Cuando este proceso de resiliencia natural ha sido cerrado, debe ser suave
y gradualmente despertado. Los mecanismos que regulan el estado de ánimo, la
vitalidad y la salud de una persona dependen de la pendulación. Cuando se ex-
106 En una voz no hablada

perimenta este ritmo, hay, al menos, un equilibrio tolerable entre lo agradable y


lo desagradable. Las personas aprenden que lo que sea que estén sintiendo (no
importa lo horrible que parezca), sólo durará de segundos a minutos. Y no importa
cuán mala sea una sensación o un sentimiento en particular, saber que cambiará
nos libera de una sensación de fatalidad. El cerebro registra esta nueva experien-
cia afinando su tono de alarma/derrota. Donde antes había una inmovilidad y un
colapso abrumadores, ahora el sistema nervioso encuentra su camino de regreso
hacia el equilibrio. Dejamos de percibir todo como peligroso, y gradualmente, paso
a paso, las puertas de la percepción se abren a nuevas posibilidades. Nos prepa-
ramos para los siguientes pasos.

Paso 4. Titración

Los pasos 3 y 4 -pendulación y titración- forman una díada muy unida que per-
mite a los individuos acceder de forma segura e integrar estados críticos basados
en la supervivencia y altamente energéticos. Juntos, permiten que el trauma sea
procesado sin abrumar, y por lo tanto el individuo no es retraumatizado.
En los Pasos 5, 6 y 7, se logra la restauración gradual de las respuestas activas
defensivas y protectoras, junto con la terminación cuidadosamente calibrada de
la reacción de inmovilidad. Esto, junto con la descarga de energía ligada, reduce
la hiperactivación. Juntos, estos pasos se encuentran en el corazón del trauma
transformador. En particular, la salida de la inmovilidad se asocia con sensaciones
intensas basadas en la activación, junto con las poderosas emociones de la rabia
y la fuga frenética y temerosa. Esta es la razón por la que el proceso de liberación
del trauma debe ser trabajado en pequeños incrementos.
Utilizo el término titración para denotar el proceso gradual y escalonado de re-
negociación del trauma. Este proceso funciona como ciertas reacciones químicas.
Considere dos vasos de precipitados de vidrio, uno lleno de ácido clorhídrico (HCl)
y el otro de lejía (NaOH). Estas sustancias extremadamente corrosivas (el ácido y la
base, respectivamente) causarían quemaduras severas si usted colocara su dedo
en cualquiera de los dos vasos de precipitados; de hecho, si usted dejara ese dedo
allí por unos momentos, simplemente se disolvería ya que ambos químicos son
De la Parálisis a la Transformación 107

tan cáusticos. Naturalmente, usted querría hacerlos seguros neutralizándolos; y, si


conoce un poco de química, podría mezclarlos para obtener una mezcla inofensiva
de agua y sal de mesa común, dos de los componentes básicos de la vida. Esta re-
acción está escrita HCl + NaOH = NaCl + H 2 0. Si simplemente los vertieras juntos,
obtendrías una explosión masiva, cegándote a ti mismo y a cualquier otro individuo
en el laboratorio. Por otro lado, si se utiliza hábilmente una válvula de vidrio (una lla-
ve de paso), se puede añadir uno de los productos químicos al otro una sola gota a
la vez. Y con cada gota habría una pequeña efervescencia tipo “Alka-Seltzer”, pero
pronto todo estaría en calma. Con cada gota se repetiría la misma reacción mínima
(ver Figura 5.3). Finalmente, después de un cierto número de gotas, se empezarían
a formar tanto agua como cristales de sal. Con varias titraciones, inevitablemente
se obtendría la misma reacción química neutralizante, pero sin la explosión. Este
es el efecto que queremos lograr en la resolución del trauma: cuando se trata de
fuerzas potencialmente corrosivas, los terapeutas deben neutralizar de alguna ma-
nera esas sensaciones de intensa “energía” y los estados emocionales primarios de
rabia y de vuelo no dirigido sin desencadenar una abreacción explosiva.

Titración

Figura 5.3 La titración en el laboratorio de química es una forma de combinar dos sustancias
corrosivas y potencialmente explosivas en una mezcla controlada que transforma los reactan-
tes gradualmente.
108 En una voz no hablada

Paso 5. Restablecer las respuestas activas

Durante mi accidente, mientras era propulsado contra el parabrisas del auto, mi


brazo se endureció para evitar el impacto en mi cabeza. La cantidad de energía que
entra en tal respuesta protectora es enorme; los músculos se endurecen al máximo
esfuerzo para evitar un golpe letal. Además, en el momento en que mi hombro se
estrelló contra el vidrio y fui propulsado hacia el aire y hacia el camino, mi cuerpo
quedó fláccido.Cuando tus músculos se “rinden” así y colapsan, te sientes inde-
fenso y derrotado. Sin embargo, debajo de ese colapso, esos músculos flácidos
(hipotónicos) todavía llevan las señales para protegerte aunque hayan “perdido” su
poder, vitalidad y habilidad para hacerlo.
Nuestra memoria sensoriomotora humana está preparada y lista para llevar a
cabo sus órdenes de marcha para defender nuestra protección y seguridad. En mi
caso, con la conciencia interoceptiva, el patrón de refuerzo activo se restauró gra-
dualmente, y la energía comenzó a regresar a mis brazos. Dejé que mis músculos
hicieran lo que “querían” hacer y estaba preparado para hacerlo en el momento
anterior al impacto antes de que colapsaran en la impotencia. Llevar eso a la con-
ciencia me permitió experimentar un sentido más profundo de empoderamiento.
De manera similar, Nancy (mi primera clienta de trauma del Capítulo 2) de veinti-
cuatro años de edad y yo descubrimos, sin darnos cuenta, que (en lugar de seguir
sintiéndose forzada y abrumada por los cirujanos como lo había hecho a la edad
de cuatro años), ahora podía escapar de ser sujetada y aterrorizada. Estas nuevas
experiencias contradijeron y repararon nuestras experiencias de terror indefenso.
En resumen, la forma en que se restablecen estas respuestas activas de au-
toprotección es la siguiente: Los patrones de tensión específicos (como los que
se experimentan a través de la conciencia interceptiva) “sugieren” movimientos
particulares, que luego pueden expresarse en movimientos diminutos o micro-mo-
vimientos. Las posiciones que mis brazos y manos asumieron espontánea y po-
derosamente durante el accidente habían protegido mi cabeza de chocar contra
el parabrisas y luego de abrirse contra el pavimento. Más tarde, cuando estaba en
la ambulancia, revisé estos movimientos instintivos reflexivos y los amplié a través
de la conciencia de las sensaciones, un proceso que me permitió experimentar
De la Parálisis a la Transformación 109

conscientemente la activación de las fibras musculares a medida que mi cuerpo


se preparaba para el movimiento. Estas acciones habían sido incompletas ante-
riormente y seguían siendo inconscientes. Al golpear con fuerza, primero contra el
parabrisas y luego contra el pavimento, estos reflejos musculares se habían trun-
cado, dejándome con músculos colapsados y constreñidos y una vasta reserva de
energía latente. En lugar de sentirme impotente y víctima de este terrible evento,
creé un poderoso sentido de sensatez y dominio. Además, la restauración de las
respuestas defensivas tiene el efecto de titrar automáticamente las energías de la
ira. En otras palabras, la energía explosiva que se expresaría como rabia y huída no
dirigida se canalizaba ahora en una agresión efectiva y saludable dirigida.
El empoderamiento deriva directamente de la expulsión de la actitud física de
derrota e impotencia y de la restauración del sistema de defensa activa biológi-
camente significativo, es decir, el triunfo encarnado de la protección exitosa y la
realidad visceral de la competencia. Tal renegociación (como veremos en el Paso
6) también ayuda a disolver la culpa arraigada y el auto-juicio que pueden ser sub-
productos de la impotencia y la rabia reprimida/disociada. Al acceder a una expe-
riencia activa y poderosa, se contrarresta la pasividad de la parálisis y el colapso.
Debido a la importancia central de restaurar estas respuestas activas instintivas
perdidas (más bien, fuera de lugar) en la curación del trauma, abordaré este tema
desde un ángulo ligeramente diferente, con el riesgo de repetirlo. Se puede decir
que la experiencia del miedo se deriva de las respuestas primitivas a la amenaza, en
las que se la huída es frustrada (es decir, de alguna manera -real o percibida- pre-
venidas o confrontada) . Contrariamente a lo que podría esperarse, cuando las
(54)

respuestas primarias de lucha o huida (u otras acciones de protección) se ejecutan


libremente, uno no experimenta necesariamente miedo, sino más bien las sensa-
ciones primarias puras y poderosas de pelear o huir. Recordemos que la respuesta
a la amenaza implica una movilización inicial para luchar o huir... Es sólo cuando esa
respuesta falla que, “por defecto”, uno se congela, o está “muerto de miedo” o se
derrumba impotente.
En mi caso, en la ambulancia, fue en mis extremidades, en los micromovimien-
tos de mis brazos que se elevaban para proteger mi cabeza de una lesión mortal,
donde sentí por primera vez una experiencia opuesta que contradecía mi sensación
de impotencia. Para Nancy, sus piernas corrían para escapar del bisturí quirúrgico
110 En una voz no hablada

del doctor. En ambos casos, sentir conscientemente nuestro camino a través de


estos reflejos activos de autoprotección con precisión nos trajo el sentido físico
de la agencia y el poder. Juntas, estas experiencias contrarrestaron nuestros sen-
timientos de impotencia abrumadora. Poco a poco, nuestros cuerpos aprendieron
que no éramos víctimas indefensas, que habíamos sobrevivido a nuestras pruebas,
y que estábamos intactos y vivos hasta la médula de nuestros seres. Además
de inculcar respuestas defensivas activas (lo que reduce el miedo), los individuos
aprenden que cuando experimentan las sensaciones físicas de la parálisis, es con
cada vez menos miedo: cada vez que el trauma afloja su control. Con tal epifanía
basada en el cuerpo, la interpretación de la mente de lo que pasó y el significado de
lo que pasó en la vida de uno y de quién es uno, cambia profundamente.

Paso 6. Desacoplar el miedo de la inmovilidad

Mis observaciones clínicas, extraídas de más de cuatro décadas de trabajo


con miles de clientes, me han llevado a la sólida comprensión de que la capacidad
“fisiológica” de entrar y salir de la respuesta innata (cableada) a la inmovilidad es la
clave tanto para evitar los efectos debilitantes prolongados del trauma como para
curar incluso los síntomas más arraigados . Básicamente, esto se hace sepa-
(55)

rando el miedo y la impotencia de la respuesta de inmovilidad biológica (normal-


mente limitada en el tiempo) como se describe en el Capítulo 4. Para un individuo
traumatizado, el poder tocar sus sensaciones de inmovilidad, aunque sea por un
momento breve, restaura la terminación a su propio ritmo y permite que comience
la “relajación” del miedo y la congelación.
De igual importancia para resolver el trauma es la restricción terapéutica para
no permitir que el desenrollado ocurra precipitadamente. Al igual que con la reac-
ción química no titrada, el desacoplamiento abrupto puede ser explosivo, aterrador
y potencialmente traumático para el cliente. A través de la titración, el cliente entra
y sale gradualmente de las sensaciones de inmovilidad muchas veces, cada vez
regresando a un equilibrio calmante (el “Alka-Seltzer”). Al salir de la inmovilidad, se
produce una “iniciación por el fuego”; se liberan las intensas sensaciones repletas
de energía que se combinan biológicamente con la huída sin dirección y el con-
De la Parálisis a la Transformación 111

traataque con rabia. Es comprensible que las personas teman tanto entrar como
salir de la inmovilidad, especialmente cuando no son conscientes del beneficio de
hacerlo. Examinemos más a fondo estos temores.
El miedo a entrar en la inmovilidad: Evitamos experimentar las sensaciones de
inmovilidad por lo poderosas que son y por lo indefensos y vulnerables que nos
hacen sentir. Algunos de ellos incluso imitan el estado de muerte. Cuando usted
considera cómo el pensamiento de algo tan rutinario como ser obligado a sentarse
rígidamente quieto en el sillón del dentista puede hacer que usted haga una mueca
de dolor, usted comienza a entender el desafío de entrar voluntariamente en el
modo de inmovilidad. Usted puede anticipar el dolor de estar atrapado sin manera
de escapar. Para las personas ansiosas o traumatizadas, tener que permanecer in-
móviles durante una resonancia magnética o una tomografía computarizada puede
ser francamente aterrador. Para los niños, estos procedimientos pueden ser mucho
más difíciles. Sentarse tranquilamente en el escritorio de uno, incapaz de moverse
durante horas y horas, es un desafío para cualquier joven. Para un niño ansioso
o “sensible”, puede ser insoportable, e incluso puede contribuir al trastorno por
déficit de atención e hiperactividad. Esto puede ser especialmente cierto para los
niños que han tenido que someterse a procedimientos de inmovilización, como
cuando se requieren yesos o aparatos ortopédicos para la corrección ortopédica
de caderas, piernas, tobillos o pies durante la etapa de desarrollo en la que un niño
normalmente estaría aprendiendo a caminar, correr y explorar el mundo.
Incluso los adultos que meditan a menudo tienen dificultades para sentarse
quietos. Aquellos pocos afortunados que pueden arrastrarse a una cama caliente,
yacer absolutamente quietos, y caer rápidamente en un sueño reparador, reciben
una preciosa bendición. Sin embargo, para muchos (quizás incluso para la mayo-
ría), la hora de acostarse a menudo está llena de ansiedad. Puede convertirse en
una pesadilla en sí misma. En la frustración, usted puede tratar de quedarse quieto
mientras “cuenta ovejas”. Con la mente girando, eres incapaz de soltarte y rendirte
a los brazos de Morfeo. Y luego, cuando algunas personas despiertan durante (o
poco después) el sueño REM, sus cuerpos siguen literalmente paralizados por los
mecanismos neurológicos diseñados para inhibir la carrera o la lucha (o incluso el
movimiento activo) en un sueño de autoprotección y prevención contra el daño a
otra persona. Despertarse de esta “parálisis del sueño” puede ser aterrador, sobre
112 En una voz no hablada

todo cuando las personas experimentan que se separan de sus cuerpos, un com-
ponente frecuente de la inmovilidad. Para otros, la parálisis REM inducida por el
sueño es una experiencia fuera del cuerpo curiosa, agradable e incluso “mística”.
Para aquellos que perciben esta separación de sus cuerpos como aterradora, las
reacciones de pánico son típicas. En las personas traumatizadas, la inmovilidad
potenciada por el miedo es su compañero desgarrador, día y noche.
Aunque evitar la inmovilidad es comprensible, tiene un precio. Cualquiera que
sea la experiencia de la que te desvíes, tu cerebro-cuerpo lo registra como peli-
groso; o coloquialmente, “aquello a lo que nos resistimos persiste”. Por lo tanto, la
expresión honrada por el tiempo, “el tiempo cura todas las heridas”, simplemente
no se aplica al trauma. A corto plazo, la supresión de las sensaciones de inmovili-
dad aparece (para nuestra mente sesgada por la negación) para mantener a raya
la parálisis y la impotencia. Sin embargo, con el tiempo, se hace evidente que las
maniobras evasivas son un fracaso abyecto. Este “barrer bajo la alfombra” no sólo
prolonga lo inevitable, sino que a menudo hace que el eventual encuentro con la
inmovilidad sea aún más aterrador. Es como si la mente reconociera el alcance de
nuestra resistencia y en respuesta lo interpretara como una evidencia más del pe-
ligro. Si, por otro lado, uno es capaz de utilizar la asistencia vital de la titración y la
pendulación, uno puede tocar suave y brevemente ese vacío parecido a la muerte
sin deshacerse. Por lo tanto, la respuesta de inmovilidad puede avanzar en el tiem-
po hacia su conclusión natural, la terminación a su propio ritmo.
El miedo a salir de la inmovilidad: En la naturaleza, cuando un animal presa ha
sucumbido a la respuesta de inmovilidad, permanece inmóvil durante un tiempo.
Luego, con la misma facilidad con la que dejó de moverse, se mueve, se reorienta
y se apaga. Pero si el depredador ha permanecido y ve que su presa vuelve a la
vida, la historia tiene un final muy diferente. Cuando la presa vuelve a la vida y ve
al depredador listo para un segundo ataque (y esta vez letal), o bien abandona la
furia total y los contraataques, o intenta correr en una frenética huída no dirigida.
Por lo tanto, la reacción es salvaje y “sin sentido”. Como mencioné en el capítulo
4, una vez vi a un ratón contraatacar a un gato que lo había estado golpeando con
sus zarpas (sacando al ratón de su estupor), y luego salir corriendo, dejando al
gato aturdido, como el gato Tom en un dibujo animado de Tom y Jerry. Así como el
animal inmovilizado (en presencia del depredador) sale listo para un contraataque
De la Parálisis a la Transformación 113

violento, también lo hace una persona traumatizada que pasa abruptamente de la


parálisis y el paro a la hiper-agitación y la rabia. El miedo a esta rabia y a las sen-
saciones de hipertensión asociadas impide una salida tolerable de la inmovilidad a
menos que haya educación, preparación, titración y orientación.
El miedo a la rabia es también el miedo a la violencia, tanto hacia los demás
como contra uno mismo. La salida de la inmovilidad está inhibida por el siguiente
doble vínculo: para volver a la vida, hay que sentir las sensaciones de la rabia y
la energía intensa. Sin embargo, al mismo tiempo, estas sensaciones evocan la
posibilidad de daño mortal. Esta posibilidad inhibe el contacto sostenido con las
mismas sensaciones que alivian la experiencia de la inmovilidad, lo que conduce a
la resolución. Recordemos la presciencia de Kahlbaum (en el capítulo 4) cuando es-
cribió en 1874: “En la mayoría de los casos la catatonia es precedida por el dolor y
la ansiedad y en general por estados de ánimo depresivos y afectos dirigidos contra
el paciente por sí mismo.” (56) Debido a que la rabia asociada con la terminación de
la inmovilidad es intensa y potencialmente violenta, las personas frecuentemente
traumatizadas vuelven inadvertidamente esta rabia contra sí mismas en la forma de
depresión, auto-odio y auto-daño.
La incapacidad de salir de la respuesta de inmovilidad genera una frustración
insoportable, vergüenza y un auto-odio corrosivo. El terapeuta debe acercarse a
este nudo gordiano con cuidado y desenredarlo a través de una valoración de-
liberada y cuidadosa, junto con la confianza en la experiencia de la pendulación
y la resolución de hacerse amigo de las sensaciones agresivas intensas. De esta
manera, el individuo es capaz de salir de esta obligación de contraataque de “matar
o morir”. A medida que uno comienza a abrirse gradualmente a aceptar las sensa-
ciones intensas de uno mismo, uno aumenta la capacidad de una sana agresividad,
placer y bondad.
No es ninguna sorpresa, entonces, que los individuos traumatizados se cons-
triñan y se preparen contra su rabia como animales socializados. Pero veamos la
consecuencia acumulativa de suprimir la ira. Se necesitan grandes cantidades de
energía (en un sistema que ya está tenso) para mantener a raya la rabia y otras
emociones primitivas. Esta “entrega” de la ira contra el yo, y la necesidad de de-
fenderse contra su erupción, conduce a la vergüenza debilitante, así como al ago-
tamiento final. Esta involución añade otra capa a la complejidad e intransigencia
114 En una voz no hablada

aparente del estado traumático enconado. Por estas razones, la titulación se vuelve
aún más crucial como medida para interrumpir este “ciclo de vergüenza” que se
perpetúa a sí mismo.
En el caso del abuso sexual y otras formas de abuso previo, un sustrato de
autorreproche ya ha sido puesto bajo un trauma posterior durante la edad adulta.
De hecho, debido a que la inmovilidad se experimenta como una respuesta pasiva,
muchas víctimas de abuso sexual y violación sienten una vergüenza tremenda por
no haber luchado con éxito contra sus agresores. Esta percepción y la abrumadora
sensación de derrota pueden ocurrir independientemente de la realidad de la situa-
ción: el tamaño relativo del atacante no importa; tampoco importa el hecho de que
la inmovilidad pudiera haber protegido a la víctima de más daño o posiblemente
de la muerte (†). Y ni siquiera he incluido aquí el manto adicional de confusión y
vergüenza que ocurre dentro de la compleja dinámica del secreto y la traición en la
familia incestuosa.
A medida que las personas traumatizadas comienzan a recuperar su sentido de
acción y poder, gradualmente llegan a un lugar de autoperdón y autoaceptación.
Logran la comprensión compasiva de que tanto su inmovilidad como su rabia son
un imperativo instintivo biológicamente impulsado y no algo de lo que avergonzarse
como si se tratara de un defecto de carácter. Poseen su rabia como poder y agen-
cia indiferenciados, una fuerza vital para preservar la vida que debe ser aprovecha-
da y utilizada en beneficio propio. Por su profunda importancia en la resolución del
trauma, me repito: el miedo que alimenta la inmovilidad puede ser categorizado, en
términos generales, como dos miedos separados: el miedo a entrar en la inmovili-
dad, que es el miedo a la parálisis, a la trampa, a la impotencia y a la muerte; y el
miedo a salir de la inmovilidad, a la intensa energía de las sensaciones “basadas en
la rabia” del contraataque. Atrapado en esta pinza de dos lados (de entrar y salir),
la inmovilidad repele su antídoto implacablemente de modo que parece imposible
romperlo. Sin embargo, cuando el terapeuta hábil ayuda a los clientes a desaco-
plar el miedo de la inmovilidad mediante la restauración de la “terminación de la
inmovilidad a su propio ritmo”, la rica recompensa es la capacidad del cliente para
avanzar en el tiempo. Esta “experiencia de avance” disipa el miedo, la trampa y
la impotencia al romper este bucle interminable de retroalimentación de terror y
parálisis.
De la Parálisis a la Transformación 115

A medida que el miedo se desengancha de las sensaciones de inmovilización,


usted puede rascarse la cabeza y preguntarse, ¿adónde va el miedo? La respues-
ta corta y confusa es que cuando se titula “miedo” simplemente no existe como
entidad independiente. El miedo agudo real que ocurrió en el momento del evento
traumático, por supuesto, ya no existe. Lo que sucede, sin embargo, es que uno
provoca y perpetúa un nuevo estado de miedo (uno literalmente se asusta a sí mis-
mo) y se convierte en su propio depredador autoimpuesto al apoyarse en las sen-
saciones residuales de inmovilidad y rabia. Aunque la parálisis en sí misma no tiene
por qué ser aterradora, lo que es aterrador es nuestra resistencia a sentirnos pa-
ralizados o enfurecidos. Porque no sabemos que es un estado temporal, y porque
nuestros cuerpos no se dan cuenta de que ahora estamos a salvo, nos quedamos
atascados en el pasado, en lugar de estar en el presente. La pendulación ayuda a
disolver esta resistencia. Lo mejor que podemos hacer es escuchar las palabras de
la banda carcelaria de los años 60 Dan Hicks y sus Hot Licks: “Es a mí a quien le
tengo miedo... No me asustaré a mí mismo.”
Durante la terapia, una progresión graduada (titrada) o “avance de la experien-
cia” sigue construyéndose sobre sí misma hasta que el miedo (que ahora se retira al
fondo) es eclipsado por una respuesta de inmovilidad plenamente experimentada.
Con frecuencia, uno se da cuenta de esta sensación física y la reconoce con co-
mentarios sencillos como “me siento paralizado, como si no pudiera moverme”, o
“me siento como si estuviera muerto”, o incluso “es gracioso, estoy muerto y no me
asusta”. Además, los individuos pueden incluso experimentar estados de felicidad
similares a los reportados en estudios sobre experiencias cercanas a la muerte. Al
salir de la inmovilidad, las personas pueden informar que sienten “vibraciones de
hormigueo por todo mi cuerpo” o “me siento profundamente vivo y real”. A me-
dida que la respuesta innata de la parálisis se resuelve naturalmente, se aceptan
las sensaciones de “energía pura”; el individuo se abre a una veta madre de alivio
existencial, gratitud transformadora y vitalidad vital. El poeta místico William Blake
celebró la relación intrínseca entre la energía y el cuerpo: “El Cuerpo es una porción
del Alma discernida por los Sentidos, la entrada principal del Alma en esta era. La
energía es la única vida y proviene del Cuerpo... y la energía es puro deleite”.
116 En una voz no hablada

Paso 7. Resolver los estados de excitación promoviendo la


descarga de la vasta energía de supervivencia movilizada para la
acción de preservación de la vida.

A medida que las respuestas pasivas son reemplazadas por respuestas activas
en la salida de la inmovilidad, se produce un proceso fisiológico particular: se ex-
perimentan oleadas de temblores y sacudidas involuntarias, seguidas de cambios
espontáneos en la respiración, que van de ser estrechas y superficiales a profundas
y relajadas. Estas reacciones involuntarias funcionan, esencialmente, para descar-
gar la vasta energía que, aunque movilizada para preparar al organismo para luchar,
huir o autoprotegerse de otra manera, no fue ejecutada completamente. (Vea el
Capítulo 1 para mi propia experiencia de tales reacciones después de mi accidente,
y el Capítulo 2 para la de Nancy mientras descargaba la energía de activación que
había estado ligada a síntomas cada vez mayores desde su amigdalectomía en la
primera infancia). Quizás la manera más fácil de visualizar la liberación de energía
es a través de una analogía de la física. Imagínate un resorte firmemente sujeto al
techo por encima de ti. En el extremo libre del resorte se coloca un peso (véase la
figura 5.4). Alcanzas hacia arriba y tiras del peso hacia abajo, estirando el resorte y
creando en él energía potencial. Luego, a medida que se libera el resorte, el peso
oscila hacia arriba y hacia abajo hasta que se descarga toda la energía del resorte.
De esta manera, la energía potencial contenida en el muelle se transforma en la
energía cinética del movimiento. El resorte finalmente descansa cuando toda la
energía potencial almacenada que ha sido convertida en esta energía cinética se
descarga completamente.
De la Parálisis a la Transformación 117

Descarga de Activación Traumática y Restauración del Equilibrio

Figura 5.4 Estirar el resorte aumenta su energía potencial. La liberación del resorte transforma
este potencial en energía cinética, donde se descarga y se restablece el equilibrio.

De manera similar, sus músculos están energizados (“estirados”) en prepara-


ción para la acción. Sin embargo, cuando tal movilización no se lleva a cabo (ya
sea pelear o huir o alguna otra respuesta protectora como endurecimiento, torsión,
retracción o agachamiento), entonces esa energía potencial se convierte en “alma-
cenada” o “archivada” como un procedimiento inacabado dentro de la memoria
implícita del sistema sensoriomotor. Cuando se activa una asociación consciente o
inconsciente a través de un estímulo general o específico, todos los guerreros hor-
monales y químicos originales revitalizan los músculos como si la amenaza original
estuviera todavía en funcionamiento. Más tarde esta energía puede ser liberada en
forma de temblor y vibración. Arriesgando una simplificación excesiva, puedo decir
que una cantidad de energía (excitación) similar a la que se movilizó para la lucha
o la huida debe ser descargada, a través de una acción efectiva y/o a través de
temblores y temblores. Estos pueden ser dramáticos como con Nancy (Capítulo 2),
mientras que otros son sutiles. Pueden expresarse como fasciculaciones suaves
y/o cambios en la temperatura de la piel. Junto con estas liberaciones del sistema
nervioso autónomo, las respuestas autoprotectoras y defensivas que estaban in-
118 En una voz no hablada

completas en el momento del incidente (y que permanecen latentes como energía


potencial) se liberan frecuentemente a través de los micromovimientos. Estos son
casi imperceptibles y a veces se denominan “premovimientos”). De esta manera,
los pasos 4 a 7 se enlazan entre sí.

Paso 8. Restaurar la autorregulación y el equilibrio dinámico

Una consecuencia directa de la descarga de la energía de supervivencia movili-


zada para luchar o huir es la restauración del equilibrio (como en el ejemplo anterior
del resorte). El fisiólogo francés del siglo XIX Claude Bernard, considerado el padre
de la fisiología experimental, acuñó el término homeostasis para describir “la cons-
tancia del medio interior como condición para una vida libre e independiente” .
(57)

Más de ciento cincuenta años después, éste sigue siendo el principio subyacente
y definitorio para el sustento de la vida. Sin embargo, puesto que el equilibrio no es
un proceso estático, usaré el término equilibrio dinámico en lugar de homeostasis
para describir lo que sucede cuando el sistema nervioso se vuelve hiperactivo en
respuesta a la amenaza y luego se “reajusta”, sólo para ser excitado y reajustado
una vez más. Este restablecimiento continuo restaura el nivel de excitación previo
a la amenaza y promueve el estado de cambio (proceso) de alerta relajada. Con el
tiempo esto contribuye a la construcción de una robusta resiliencia. Finalmente,
la experiencia interoceptiva de equilibrio, sentida en las vísceras y en su medio
interno, es lo sano: es decir, la sensación de fondo de que -cualquiera que sea
su estado de ánimo en un momento dado, por terrible que sea la perturbación o
desagradable la excitación- usted tiene una base segura dentro de su organismo.

Paso 9. Reorientación hacia el medio ambiente en el aquí y ahora

El trauma podría ser llamado apropiadamente un desorden en la capacidad de


uno de estar enraizado en el tiempo presente y de comprometerse, apropiadamen-
te, con otros seres humanos. Junto con la restauración del equilibrio dinámico, la
De la Parálisis a la Transformación 119

capacidad de presencia, de estar en “el aquí y ahora”, se hace realidad. Esto ocurre
junto con el deseo y la capacidad de compromiso social encarnado.
La capacidad de compromiso social tiene consecuencias poderosas para la
salud y la felicidad. Como niños pequeños estamos conectados para participar en
el sistema nervioso social de nuestros padres y para encontrar emoción y alegría
en tal compromiso. Además, la fascinación por el rostro de otra persona se gene-
raliza al medio ambiente y a la maravilla de la “novedad”. Los colores se vuelven
vibrantes, mientras que uno percibe las formas y las texturas como si las viera por
primera vez, el milagro mismo de la vida desplegándose.
Además, el sistema de compromiso social es intrínsecamente autocalmante y
es, por lo tanto, una protección incorporada contra el “secuestro” del propio orga-
nismo por el sistema de excitación simpática y/o el congelamiento en la sumisión
por el sistema de “apagado” más primitivo. La rama de compromiso social del sis-
tema nervioso es probablemente tanto cardioprotectora como inmunoprotectora.
Esta puede ser la razón por la que las personas con fuertes afiliaciones personales
vivan más tiempo y más sanas. También mantienen habilidades cognitivas más
agudas hasta la vejez. De hecho, un estudio que examinó los efectos de jugar al
“bridge” en la reducción de los síntomas de la demencia concluyó que la principal
variable independiente fue la socialización (en lugar de las habilidades computacio-
nales per se).(‡) Y, finalmente, estar comprometido en el mundo social no es sólo
estar comprometido en el aquí y ahora, sino también sentir un sentido de pertenen-
cia y seguridad. Así que, en última instancia, liberar a los clientes del aislamiento
repercusivo que crean el miedo y la inmovilidad tiene el potencial de liberarlos no
sólo de los síntomas debilitantes, sino también de generar energía para el estable-
cimiento de conexiones y relaciones satisfactorias.

_________________________________________________
* Este es un método que he desarrollado en los últimos cuarenta años.

† No está claro cuándo luchar o sucumbir es la mejor estrategia de supervivencia para la vio-
lación. Sin embargo, un niño dependiente que experimenta abuso sexual no tiene otra opción
que sucumbir.

‡ El llamado estudio de los 90+ en la Universidad del Sur de California comenzó en 1981. Ha
120 En una voz no hablada

incluido a más de 14.000 personas de 65 años o más y a más de 1.000 de 90 años o más. El
Dr. Kawas, un investigador principal, concluyó, “Interactuar con la gente regularmente, incluso
con extraños, usa fácilmente tanta energía cerebral como hacer rompecabezas, y no me sor-
prendería si de eso se trata”.
121

CAPÍTULO 6

Un mapa para la terapia

Puede que el mapa no sea el territorio, pero seguro que te ayuda a moverte.

-Yo (PAL) Voces antiguas no dichas

J
usto como los mapas son útiles para encontrar una parte particular de la ciu-
dad, los mapas del organismo humano * son importantes para navegar por el
paisaje del trauma e informar su curación. El trabajo innovador de Stephen Porges,
director del Brain Body Center del Departamento de Psiquiatría de la Universidad
de Illinois, ha proporcionado un elocuente, bien razonado y ampliamente apoyado
“mapa del tesoro” de los sistemas psicofisiológicos que rigen el estado traumático.
Estos mismos sistemas también median en los sentimientos básicos de bondad y
pertenencia. La teoría polivagal de la emoción (58) de Porges ilumina las vías de recu-
peración e integración descritas en el capítulo 5. Además, su modelo aclara por qué
ciertos enfoques comunes de la psicoterapia del trauma fracasan con frecuencia.
Brevemente, la teoría de Porges establece que, en los humanos, tres subsiste-
mas básicos de energía neural sostienen el estado general del sistema nervioso y
las conductas y emociones correlativas. El más primitivo de estos tres (que abarca
unos 500 millones de años) proviene de su origen en las primeras especies de pe-
ces (†). La función de este sistema primitivo es la inmovilización, la conservación
metabólica y el cierre. Su objetivo de acción son los órganos internos. El siguiente
en el desarrollo evolutivo es el sistema nervioso simpático. Este sistema global de
excitación ha evolucionado desde el período de los reptiles hace unos 300 millones
de años. Su función es la movilización y la acción reforzada (como en la lucha o la
huida); su objetivo en el cuerpo son las extremidades. Por último, el tercer sistema,
y filogenéticamente el más reciente (derivado de hace unos 80 millones de años),
122 En una voz no hablada

sólo existe en los mamíferos. Este subsistema neural muestra su mayor refina-
miento en los primates, donde media complejas conductas sociales y de apego.
Es la rama del sistema nervioso parasimpático que regula el llamado nervio vago
mamífero o “inteligente”, que está neuroanatómicamente ligado a los nervios cra-
neales que median la expresión facial y la vocalización. Este sistema recientemente
adquirido anima los músculos de la garganta, la cara, el oído medio, el corazón y
los pulmones, que juntos comunican nuestras emociones, tanto a los demás como
a nosotros mismos.(59) Este sistema tan refinado orquesta la relación, el apego y la
vinculación y también media la inteligencia emocional. La figura 6.1 resume los
subsistemas nerviosos básicos de los mamíferos. Para más detalles, vea el Diagra-
ma B después de esta página, que muestra el complejo deambular del nervio vago
afectando y siendo afectado por la mayoría de los órganos internos. Las funciones
básicas de estos sistemas filogenéticos se resumen en las figuras 6.2a a 6.2d.
Los sistemas nerviosos se ajustan para evaluar el riesgo potencial en el medio
ambiente, un proceso de evaluación inconsciente que Porges llama “neurocep-
ción” (‡) Si uno percibe que el ambiente es seguro, su sistema de compromiso
social inhibe las estructuras límbicas y del tronco encefálico más primitivas que
controlan la lucha o la huida. Después de estar moderadamente asustado, usted
podría, por ejemplo, ser calmado por otra persona, como cuando una madre le dice
a su hijo: “Está bien; eso sólo era el viento que soplaba”.
Generalmente, cuando se está amenazado o molesto, uno mira primero a los
demás, deseando comprometerse con sus rostros y voces y comunicar sus senti-
mientos para garantizar la seguridad colectiva. Esto se llama comportamiento de
apego. El apego es prácticamente la única defensa que tienen los niños pequeños,
ya que normalmente no pueden protegerse luchando o huyendo. El apego a la se-
guridad es una estrategia general de supervivencia de mamíferos y primates contra
la depredación. Al lidiar con la amenaza en cantidad, es menos probable que el
individuo sea “atrapado”. Además, si alguien de tu propio grupo te está amenazan-
do, puedes intentar primero “ser amable” antes de recurrir a la lucha o a la huida.
Un Mapa Para la Terapia 123

Diagrama de bloques simplificado de los componentes del Sistema Polivagal

Sistema Nervioso

Sistema Nervioso Periférico Sistema Nervioso Central


Cerebro y médula espinal

Sistema Nervioso Autónomo Sistema Nervioso Somático


Homeostasis, regulación orgánica y Control muscular voluntario, tacto
función metabólica propiocepción

Sistema Nervioso Simpático Sistema Nervioso


“Lucha o huida” Parasimpático

Sistema Vagal Primitivo Sistema Vagal Mielinizado


No Mielinizado Compromiso social, músculos faciales,
del oído medio y de la garganta
Inmovilización, Apagado

Figura 6.1

Sin embargo, cuando las conductas “pro-sociales” no resuelven la situación


amenazante, se utiliza un sistema menos evolucionado. Movilizamos nuestra res-
puesta de lucha o huída. Finalmente, en esta “jerarquía de incumplimiento” -cuan-
do ninguno de los sistemas adquiridos más recientemente (compromiso social o
lucha/huida) resuelve la situación, o cuando la muerte parece inminente-, el sistema
de último recurso se compromete. Este sistema más primitivo, que gobierna la
124 En una voz no hablada

inmovilidad, el cierre y la disociación, toma el control y se apodera de todos los


esfuerzos de supervivencia. (§)

Jerarquía Filogenética de Estrategias de Respuesta

Núcleo Ambiguo o “inteligente”


también el sistema
El sistema Vagal Ventral Mielinizado
de “Compromiso
comunica la información emocional
Social” y comunicación
a través de la cara y garganta y es...

El Sistema Nervioso Simpático


posibilita la
envía información a los miembros y...
“lucha o huida”

Ne
rvi
ov
ag
o

El Nervio Vago y el Sistema Dorsal ... y son responsables de


Vagal reciben y transmiten la “inmovilización” o
la información visceral respuesta de
“congelación”

Figura 6.2a Esta figura muestra qué parte del cuerpo está afectada por cada uno de los sub-
sistemas evolutivos.

El concepto de jerarquías por defecto -descrito por primera vez por el neuró-
logo preeminente de finales del siglo XIX, Hughlings Jackson - sigue siendo un
(60)

principio fundamental de la neurología (‖), y es un supuesto primario en la teoría


de Porges. Básicamente, Jackson observó que cuando el cerebro se lesiona o se
estresa, vuelve a un nivel de funcionamiento menos refinado y evolutivamente más
primitivo. Si hay una recuperación posterior, esta regresión se revertirá, devolviendo
al individuo a las funciones más refinadas. Este es un ejemplo de “procesamiento
ascendente”, tan importante en la terapia de trauma.
Un Mapa Para la Terapia 125

Raíces Evolutivas

Figura 6.2b Muestra el control neural de los tres sistemas filogenéticos: vago
primitivo, simpático/adrenal y vago “inteligente” (mamífero).

Cuanto más primitivo es el sistema operativo, más poder tiene para asumir la
función general del organismo. Lo hace inhibiendo los subsistemas neurológicos
más recientes y más refinados, impidiendo que funcionen eficazmente. En particu-
lar, el sistema de inmovilización suprime casi por completo el sistema de compro-
miso social/apego. Cuando uno está “asustado hasta la muerte”, le quedan pocos
recursos para orquestar los complejos comportamientos que median el apego y la
calma; el compromiso social es esencialmente secuestrado. El sistema nervioso
simpático también bloquea el sistema de compromiso social, pero no tan comple-
tamente como el sistema de inmovilización (la más primitiva de las tres defensas).
126 En una voz no hablada

Teoría Polivagal: Etapas filogenéticas del control nervioso

Escenario Componente del Funciones de Neuronas Motoras


Sistema Nervioso comportamiento Inferiores
Autónomo

III Vago - comunicación social Núcleo


Mielinizado - auto-calma Ambiguo
- tranquilizador
- inhibe las influencias
simpático-adrenales

II Sistema Simpático- Movilización Médula Espinal


adrenal (evitación activa)

I Vago no Inmovilización Núcleo motor


(simulación de muerte,
Mielinizado Dorsal del Vago
evitación pasiva)

De Stephen Porges, PhD

Figura 6.2c Esto resume las etapas filogenéticas de los sistemas simpático y polivagal.

La inmovilidad y la hiperactivación son, como he explicado, respuestas del or-


ganismo a la amenaza y al estrés prolongado. Cuando son operativos, el peligro
(en el caso de pelear o escapar) y la perdición (con inmovilidad) es lo que el indivi-
duo percibe, independientemente de la realidad de la situación externa. El sistema
nervioso humano no discrimina fácilmente entre una fuente potencial de peligro en
el medio ambiente, como una sombra que se mueve abruptamente, o la angustia
de una situación que ya pasó hace mucho tiempo (a). Cuando la angustia se ge-
nera internamente (por los músculos y las vísceras), uno experimenta una presión
obsesiva para localizar la fuente de la amenaza o (cuando eso no es posible) para
fabricarla como una forma de explicarse a sí mismo que existe una fuente identifi-
cable de amenaza.
Las personas altamente traumatizadas y crónicamente descuidadas o maltra-
tadas están dominadas por el sistema de inmovilización/cierre. Por otro lado, las
personas con traumatismos agudos (a menudo por un solo evento reciente y sin
Un Mapa Para la Terapia 127

antecedentes de traumatismos, negligencia o abuso repetidos) generalmente están


dominadas por el sistema de lucha/huida compasiva. Tienden a sufrir de flashbac-
ks y latidos cardíacos acelerados, mientras que los individuos crónicamente trau-
matizados generalmente no muestran ningún cambio o incluso una disminución
en la frecuencia cardíaca. Estos pacientes tienden a estar plagados de síntomas
disociativos, incluyendo espaciamiento frecuente, irrealidad, despersonalización, y
varias quejas somáticas y de salud. Los síntomas somáticos incluyen problemas
gastrointestinales, migrañas, algunas formas de asma, dolor persistente, fatiga cró-
nica y desinterés general por la vida.

Teoría Polivagal: Subsistemas Emergentes de “Emoción

Sistema Vagal Sistema Sistema Vagal


Ventral Nervioso Simpático Dorsal
Frecuencia Cardiaca +/- + -
Bronquios +/- + -
Gastrointestinal - +
Vasodilatación +
Sudor +
Suprarrenales +
Lágrimas +/-
De Stephen Porges, PhD

Figura 6.2d Esto muestra el efecto que tienen los sistemas filogenéticos al aumentar (signo +)
o disminuir (signo -) la actividad de los diversos sistemas orgánicos.

En algunas investigaciones emocionantes, la actividad cerebral de las per-


sonas que sufren de trastorno de estrés postraumático (TEPT) fue registrada por
imágenes de resonancia magnética funcional (IRMf) mientras se les leía un “guión
traumático”, que era una descripción gráfica y detallada del trauma grave de al-
128 En una voz no hablada

guien (como un accidente o una violación).(61) La fMRI, escaneando la ubicación


y la intensidad de la actividad cerebral, los retrató como un arco iris de colores.
(b) Así que, por ejemplo, los colores azules (fríos) indicaron una reducción relativa
en la actividad cerebral, mientras que los colores rojos (calientes) podrían indicar
un aumento. La angustia de los voluntarios se intensificó por el hecho de que sus
cabezas estaban inmovilizadas, confinadas en una ruidosa caja metálica. En estos
estudios, al menos el 30% de los sujetos mostraron una disminución en la activi-
dad de la ínsula y la corteza cingulada. El TEPT de estos voluntarios se caracterizó
por la disociación y la inmovilidad (vagal). Por otro lado, alrededor del 70% de los
sujetos estudiados sufrieron principalmente de los síntomas más simples de hipe-
ractivación simpática y mostraron un aumento dramático en la actividad de estas
mismas áreas.(62) La insula y el córtex cingulado son las partes del cerebro que
reciben información sensorial de los receptores dentro del cuerpo (intercepción) y
forman la base de lo que sentimos y conocemos como nuestra propia identidad.(63)
La subactividad representa la disociación, mientras que la hiperactividad se asocia
con la excitación simpática.
En mi larga experiencia clínica, descubrí que muchas personas (quizás incluso
la mayoría) presentan algunos síntomas de ambos sistemas. La expresión de los
síntomas parece depender de una variedad de factores, incluyendo el tipo y la
gravedad del trauma de una persona, la edad en la que ocurrió, y qué patrones
traumáticos y contenido se activaron durante el tratamiento. También es muy pro-
bable que estén en juego factores constitucionales y de género. Además, estas
constelaciones de síntomas tienden a cambiar con el tiempo e incluso dentro de
una misma sesión.(c) Lo más importante es que el tratamiento debe enfocarse de
manera diferente según cuál de estos tres sistemas se activa durante las sesiones
y cuáles permanecen inactivos.
Para guiar eficazmente los procesos de curación y transformación en sus clien-
tes, los terapeutas deben ser capaces de percibir y rastrear las huellas fisiológicas
y las expresiones de estos sistemas orgánicos. Dado que cada uno de los sistemas
polivagales jerárquicos tiene su propio patrón único de expresiones autonómicas y
musculares, los terapeutas necesitan percibir estos indicadores -el color de la piel,
la respiración, los signos posturales y las expresiones faciales- para determinar la
etapa (inmovilización, hiperactivación o compromiso social) en la que se encuen-
Un Mapa Para la Terapia 129

tran sus clientes y el momento en el que se encuentran en la transición a otro.


Como vimos con Nancy en el capítulo 2, un paciente puede pasar por una mon-
taña rusa entre los tres subsistemas evolutivos, que exigen cambios paralelos en
la estrategia.(d) Cuando, por ejemplo, el individuo está en hiperarousal simpático,
el terapeuta puede observar un apriete de los músculos en la parte delantera del
cuello (particularmente los escalenos anteriores, los esternocleidomastoides y los
músculos superiores del hombro), una postura rígida, un nerviosismo general, ojos
saltones, aumento de la frecuencia cardíaca (que se observa en la arteria carótida
de la parte anterior del cuello), dilatación (ensanchamiento) de las pupilas, respira-
ción rápida y agitada y frialdad en las manos, que puede aparecer azulada espe-
cialmente en la punta de los dedos, así como piel pálida y sudor frío en las manos
y la frente. Por otro lado, una persona que entra en parada a menudo se derrumba
(como si estuviera cayendo en el diafragma) y tiene los ojos fijos o separados, una
respiración notablemente reducida, una ralentización y debilidad abruptas de la
frecuencia cardíaca, y una constricción de las pupilas. Además, la piel a menudo
se vuelve pálida, de color blanco enfermizo o incluso gris. Y, finalmente, la persona
que está comprometida socialmente tiene una frecuencia cardíaca en reposo de
baja a media década de los setenta, respiración completa relajada, manos agrada-
blemente calientes y una apertura de la pupila de leve a moderada. Los terapeutas
rara vez son entrenados para hacer tales observaciones (aunque pueden obtener
un poco de entrenamiento viendo episodios de la serie de televisión “Miénteme”).
De los tres sistemas primarios de defensa instintiva, el estado de inmovilidad
está controlado por el más primitivo de los subsistemas fisiológicos. Este sistema
neural (mediado por la porción no mielinizada del nervio vago) controla la conserva-
ción de energía y se activa sólo cuando una persona percibe que la muerte es inmi-
nente (64), ya sea desde afuera, en forma de amenaza mortal, o cuando la amenaza
se origina internamente, ya sea por enfermedad o lesión grave.(e) Ambos desafíos
requieren que uno se mantenga quieto y conserve su energía vital. Cuando domina
este sistema tan arcaico, uno no se mueve, apenas respira, su voz se ahoga y está
demasiado asustado para llorar. Uno permanece inmóvil en preparación para la
muerte o la restitución celular.
Este sistema de inmovilización de última hora está destinado a funcionar de
forma aguda y sólo durante breves períodos de tiempo. Cuando se activan cróni-
130 En una voz no hablada

camente, los humanos quedan atrapados en el limbo gris de la inexistencia, donde


uno no está viviendo ni muriendo realmente. El primer trabajo de un terapeuta para
llegar a tales clientes es ayudarles a movilizar su energía: ayudarles, primero, a
tomar conciencia de su parálisis fisiológica y a apagarse de una manera que la
normalice, y a cambiar hacia la movilización (simpática). El siguiente paso es guiar
suavemente a un cliente a través de la repentina activación defensiva/autoprotec-
tora que subyace en el estado de simpatía y de vuelta al equilibrio, al aquí y ahora
y a un nuevo compromiso en la vida.
Generalmente, cuando un cliente comienza a salir del estado de congelación,
el segundo sistema más primitivo (excitación simpática) se involucra en la prepa-
ración para pelear o escapar. Recordemos cómo Nancy pasó de una excitación
simpática (su ritmo cardíaco se dispara salvajemente) a un terror impotente y luego
abruptamente se detuvo (su ritmo cardíaco cae precipitadamente), y finalmente a
la movilización y al alta cuando activó sus músculos para correr y se escapó de la
imagen del tigre. La tarea terapéutica importante en la fase del simpático/moviliza-
ción es asegurar que el cliente contenga estas intensas sensaciones de excitación
sin sentirse abrumado (describí este proceso en el Capítulo 5). De esta manera, se
experimentan como olas de energía intensas pero manejables, así como sensa-
ciones asociadas a la agresión y la autoprotección. Estas experiencias sensoriales
incluyen vibración, hormigueo y olas de calor y frío (describí ambos fenómenos en
el Capítulo 1 y en mi informe sobre Nancy en el Capítulo 2).
Cuando uno es capaz de cabalgar por el potro salvaje de las sensaciones de
excitación de uno, y comienza a hacerse amigo de ellas de una manera lenta y
constante, uno es gradualmente capaz de descargar la energía que había sido ca-
nalizada hacia los síntomas de hiperactivación. Esta etapa inicial y pieza funda-
mental del pastel de la autorregulación, y el ingrediente básico para restaurar el
equilibrio, es lo que nos sacó a Nancy y a mí del limbo y nos devolvió la vida. Sólo
después de este punto de intervención el sistema de compromiso social, el tercer
subsistema evolutivo, comienza a volver a estar en línea. Un individuo que ha sido
capaz de salir de la inmovilidad, y luego ha atravesado la fase de la excitación sim-
pática, comienza a experimentar una calma reparadora y profunda. Junto con estas
sensaciones de bienestar y bondad, surge un impulso, incluso hambre, de contacto
cara a cara (f). Debido a que ese anhelo puede haber sido dolorosamente insatis-
Un Mapa Para la Terapia 131

fecho durante períodos críticos de la infancia, la niñez y la adolescencia (o puede


haber sido asociado con la vergüenza, la invasión y el abuso), muchos individuos
traumatizados también necesitan una guía particular para superar esta barrera de
intimidad. Esta guía terapéutica sólo puede ocurrir cuando es fisiológicamente po-
sible acceder al sistema de compromiso social, es decir, cuando el sistema ner-
vioso ya no es secuestrado por los sistemas de inmovilización e hiperactivación.
El uso intencional de la expresión humana intacta y sincera de un profesional
de la salud mental o física puede ser profundamente terapéutico. A pesar del crudo
dominio de la inmovilización vagal y de los sistemas de excitación simpática en
la supresión del compromiso social, el poder del contacto humano para ayudar
a cambiar el estado fisiológico interno de otro (a través del compromiso cara a
cara y el tacto apropiado) no debe ser subestimado. Así, como ya comentaba en
el capítulo 1, el pediatra con la cara amable que se sentó a mi lado después de mi
accidente de auto me dio el rayo de esperanza que necesitaba en ese momento
exacto para seguir adelante.
El gentil poder del rostro humano para calmar a la “bestia salvaje” es retrata-
do en una película con el revelador título Cast Away (Desaparecido). Tom Hanks
interpreta al personaje principal, Chuck Noland, que está abandonado en una isla
remota y deshabitada como el único superviviente de un accidente de avión. Tam-
bién llegó a la costa parte de la carga del avión, que incluye una pelota de voleibol
blanca impresa con el nombre de la marca Wilson. Llama acertadamente al balón
“Wilson” y lo adopta como su mascota. (g) Para su sorpresa, comienza a cobrar
vida propia, convirtiéndose en el confidente de los pensamientos más íntimos de
Noland. Un día, en un ataque de rabia impotente, Noland lanza la pelota al mar,
pero luego, al darse cuenta de lo mucho que se ha apegado a Wilson, se zambulle
para recuperarla. De regreso a la playa, dibuja cariñosamente rasgos faciales infan-
tiles (ojos, boca y nariz) en el voleibol redondo.(h) Wilson se convierte ahora en
(65)

su compañero más íntimo, compartiendo sus pensamientos turbulentos, sus más


profundos anhelos y sus angustiosos sentimientos de soledad y desesperación,
así como sus alegres triunfos. El vínculo de Noland con Wilson es una inquietante
reminiscencia de los patitos huérfanos del etólogo Konrad Lorenz y su poderoso
apego (impresión) a una pelota blanca después de que su madre fuera removida de
su vida poco después de su eclosión.(66) Una vez que se unieron permanentemente
132 En una voz no hablada

a la pelota como su madre sustituta, la prefirieron incluso a un pato madre vivo,


suave y plumoso.
Finalmente, el personaje de Hanks se da cuenta de que la isla está aparente-
mente fuera de las vías de navegación y que nunca será rescatado si permanece en
ella. En su nefasto intento de salir en una balsa que ha hecho, Wilson es arrastrado
durante una tormenta feroz, y Hanks está inconsolable en su dolor.
El contacto cara a cara, alma a alma es un amortiguador contra los mares
furiosos de la confusión interna. Es lo que te ayuda a calmar cualquier turbulencia
emocional. Por lo tanto, a pesar del vasto poder primario de los sistemas de inmo-
vilización e hiperactivación, los terapeutas deben reconocer el poder del reconoci-
miento facial y el compromiso social para calmar a sus clientes, y para satisfacer
las necesidades emocionales más profundas de las personas y motivar muchos
comportamientos, tanto conscientes como inconscientes. Para que no te deje en la
estacada, Noland, a las puertas de la muerte, es finalmente rescatado. Al regresar
a casa, se lleva todos los paquetes sobrevivientes y, viajando por todo el país, los
entrega a sus legítimos dueños. Sí, así es: cara a cara.
Privados del contacto con la cara (e incluso una persona ciega de nacimiento
usa sus manos para “ver” otras caras), somos (como el carácter de Hanks) des-
echados, a la deriva de nuestras necesidades más profundas y de nuestro sentido
de propósito en la vida. La mayoría de nosotros enloqueceríamos sin algún tipo de
contacto cara a cara. Junto con el reconocimiento facial, el sonido, la entonación y
el ritmo de la voz humana (prosodia) tienen un efecto igualmente calmante. Incluso
con clientes que no pueden tolerar el contacto cara a cara, el sonido de la voz del
terapeuta -como el arrullo de la madre a su bebé- puede ser profundamente rela-
jante y envolvente.
En un comentario revelador, el Dr. Horvitz, un destacado científico informático,
demostró recientemente su sistema basado en la voz, que pregunta a los pacientes
sobre sus síntomas y responde con empatía.(67) Cuando una madre dijo que su
hijo tenía diarrea, la cara animada en la pantalla dijo, en un tono de apoyo: “Oh,
no; lamento escuchar eso”. Este simple reconocimiento tranquilizó a la mujer y la
ayudó a interactuar con el programa de una manera segura y empoderada. Un mé-
dico le dijo a Horvitz que “era maravilloso que el sistema respondiera a la emoción
humana... yo no tengo tiempo para eso”. Quizás este sistema informático es el
Un Mapa Para la Terapia 133

equivalente a la pelota de Chuck Noland. Su “empatía” programada fue ciertamen-


te útil, pero un sustituto escaso de lo real. Es un comentario deprimente sobre la
creciente alienación de nuestra cultura postmoderna de enviar mensajes de texto
las 24 horas del día. Mientras que muchos de nuestros jóvenes se mantienen en
contacto con docenas de personas cada hora en las relaciones cibernéticas, el au-
téntico compromiso cara a cara está claramente en declive apocalíptico. Qué triste
y perturbador que el médico creyera que no tenía el minúsculo tiempo para una
comunicación humana tan básica y saludable, contacto que ayudaría a humanizar
a ambos. Si se practica con regularidad, podría incluso ayudar tanto al paciente
como al médico a evitar el Alzheimer u otras formas de demencia. (68)

Por qué falla la terapia

Muchos individuos traumatizados, y especialmente aquellos que han sido trau-


matizados crónicamente, viven en un mundo con poco o ningún apoyo emocional,
haciéndolos aún más vulnerables. Después de un evento devastador, ya sea vio-
lencia, violación, cirugía, guerra o un accidente automovilístico, o después de una
infancia de negligencia y abuso prolongados, las personas traumatizadas, incluso
aquellas que comparten una residencia con un amigo, familiar o pareja íntima, tien-
den a aislarse. Alternativamente, se aferran desesperadamente a otras personas
con la esperanza de que de alguna manera les ayuden y protejan. De cualquier ma-
nera, están privados de la intimidad real -el clima saludable de pertenecer- que to-
dos anhelamos y necesitamos para prosperar. Los individuos traumatizados están,
al mismo tiempo, aterrorizados por la intimidad y la rechazan. Así que de cualquier
manera, evasivos o aferrados, son incapaces de mantener las afiliaciones equili-
bradas, estables y enriquecedoras que todos necesitamos, el vínculo igualitario
caracterizado por el teólogo judío Martin Buber como la relación “Yo-tú”. (69)
Cuando su soledad se vuelve demasiado cruda, los individuos traumáticamen-
te desconectados pueden buscar “enganches” cada vez menos realistas (y a veces
peligrosos). Ellos ven cada nueva posibilidad (o imposibilidad) de relación como
una protección cuidadosa que calmará sus ansiedades internas y estimulará su
frágil sentido de sí mismos. El haber tenido una infancia negligente o abusiva los
134 En una voz no hablada

predispone a relaciones caóticas. Estos individuos continúan buscando el amor


“en todos los lugares equivocados”. Incluso cuando los rescatadores idealizados
(de fantasía) se vuelven abusivos, uno parece ignorar las primeras señales de ese
abuso y se enreda cada vez más en una relación dañina precisamente porque es
tan familiar o “como la familia”.
Corregir estos patrones de inadaptación es la perdición de muchos terapeutas
de trauma, que miran impotentes cómo sus clientes son repetidamente desen-
cadenados y seducidos en asuntos autodestructivos, reconstruyendo su trauma
original. Muchos terapeutas tienen la esperanza de que de alguna manera pueden
proporcionar a sus clientes la relación positiva y afirmativa que aliviará la psique
fracturada de un cliente y restaurará su alma herida a la integridad. Sin embargo, lo
que sucede a menudo es que la dependencia de un cliente del terapeuta aumenta
y se sale de control, como se muestra de manera tan conspicua en la joya de una
película What About Bob? (1991). En ella, Bob, el cliente “abandonado”, es tan
dependiente, y sus sentimientos de estar solo son tan intolerables, que busca a
su psiquiatra como un detective y lo sigue en unas vacaciones familiares en Cape
Cod.
Por otro lado, si un cliente experimenta al terapeuta, que se supone que es
un curandero, como un abusador “sustituto”, la terapia a menudo culmina en la
profunda decepción y/o rabia del cliente. Los individuos traumatizados no se recu-
peran sólo a través de la relación terapéutica. Incluso con las mejores intenciones, y
con habilidades empáticas altamente desarrolladas, un terapeuta a menudo pierde
la marca aquí. La teoría polivagal y el principio jacobeo de la disolución nos ayu-
dan a entender por qué y cómo sucede esto. (70)
Cuando la persona traumatizada
está encerrada en la respuesta de inmovilización o en el sistema de excitación
simpática, la función de compromiso social se ve comprometida fisiológicamente;
la primera, en particular, inhibe la excitación simpática y puede suprimir casi por
completo el sistema de compromiso social .
Una persona cuyo sistema de compromiso social es suprimido tiene problemas
para leer emociones positivas de los rostros y posturas de otras personas y tam-
bién tiene poca capacidad para sentir sus propios efectos positivos matizados. Por
lo tanto, es difícil saber si se puede confiar en esa otra persona (si es una amenaza
o está a salvo, un amigo o un enemigo). De acuerdo con la teoría polivagal, estar en
Un Mapa Para la Terapia 135

parada (inmovilidad/congelamiento/colapso) o en simpatía/hiperactivación (pelear


o huir) disminuye enormemente la capacidad de una persona para recibir e incor-
porar empatía y apoyo. La facilidad para la seguridad y la bondad no se encuentra
en ninguna parte. En la medida en que las personas traumatizadas están domina-
das por el cierre (el sistema de inmovilidad), no están fisiológicamente disponibles
para el contacto cara a cara y el intercambio calmante de sentimientos y apego. Y
aunque la inmovilización rara vez es completa (como ocurre, por ejemplo, en la es-
quizofrenia catatónica), su capacidad para suprimir la vida y la capacidad de com-
promiso social es extrema. Un joven describe su oscura situación de la siguiente
manera: “Me siento solo en el universo, disociado de la raza humana... No estoy
seguro de que yo exista.... Todo el mundo es parte de la flor; yo sigo siendo parte
de la raíz.” (i) No es de extrañar que, por mucho que lo intenten, muchos clientes
traumatizados sean poco capaces de recibir el apoyo y el cuidado de sus terapeu-
tas bien intencionados, no porque no quieran, sino porque están atrapados en la
raíz primitiva de la inmovilidad, con su reducida capacidad de lectura de rostros, de
cuerpos y de emociones, y se separan de la raza humana.
Por esta razón, es posible que el cliente no se calme fácilmente por los senti-
mientos positivos y la actitud de empatía que el terapeuta proporciona, e incluso
puede percibir al terapeuta como una amenaza potencial. Incapaz de reconocer
los sentimientos de cariño en la cara y postura de los demás, tal cliente encuentra
extremadamente difícil sentir que alguien está a salvo o que realmente se puede
confiar en él. Y cuando se depositan grandes esperanzas en el terapeuta, un pe-
queño paso en falso o una falla inadvertida por parte de este último puede hacer
que toda la relación se derrumbe.
A medida que los clientes altamente disociados y cerrados se retiran involunta-
riamente, experimentan una auto-recriminación adicional y vergüenza. Atormenta-
dos por esta pérdida de control, son incapaces de aceptar y responder a la calidez y
seguridad ofrecida por su terapeuta y pueden comprometerse en una transferencia
improductiva y “actuar”. La desconexión inherente que entonces ocurre a menudo
deja tanto al cliente como al terapeuta desconcertados y frustrados, sintiendo que
están fallando en sus respectivos roles. El cliente puede percibir esta avería como
una confirmación devastadora de su inadecuación, lo que se suma a una vida de
fallos (muchos de los que se perciben). Los terapeutas también pueden sentirse
136 En una voz no hablada

confundidos, indefensos, inadecuados y auto-reprochables. Tales situaciones, en


las que los dos socios están unidos el uno contra el otro, pueden convertirse fá-
cilmente en nudos gordianos intratables. Estos callejones sin salida terapéuticos
pueden eventualmente resultar en la terminación del tratamiento.

Una salida

Las personas encerradas y disociadas no están “en sus cuerpos”, siendo,


como hemos visto, casi incapaces de hacer contacto real aquí y ahora sin importar
cuánto lo intenten. Sólo cuando pueden activar primero sus sistemas de excitación
(lo suficiente para empezar a tirar de ellos, fuera de la inmovilidad y la disociación),
y luego descargar esa activación, se hace fisiológicamente posible hacer contacto
y recibir apoyo. Afortunadamente, hay una manera de escapar de la dominación
de los dos sistemas menos primitivos por parte del sistema de inmovilización, una
manera en la que los practicantes de curación deben aprender a ejercitar.
Esta solución terapéutica está respaldada por el trabajo de IRMf de Lanius y
Hopper mencionado anteriormente.(71) Esta investigación convincente, que regis-
tra la actividad en la parte del cerebro asociada con la conciencia de los estados
corporales y las emociones, hace una clara diferenciación entre la excitación sim-
pática y la disociación en sujetos traumatizados. El área cerebral asociada con la
conciencia de los estados corporales y las emociones se llama la ínsula anterior
derecha y está localizada en la parte frontal del cerebro límbico (emocional), apreta-
da directamente debajo de la corteza prefrontal, el lugar de nuestra conciencia más
refinada. La investigación mostró que la insula (j) está fuertemente inhibida durante
el apagón y la disociación, y confirmó que estos individuos traumatizados son in-
capaces de sentir sus cuerpos, de diferenciar sus emociones, o incluso de saber
quiénes son ellos (u otra persona) realmente. (72)
Por otro lado, cuando los sujetos
están en un estado de hiperactivación simpática, esta misma área es altamente ac-
tivada. Este aumento dramático en la actividad de la insula anterior derecha sugiere
fuertemente una clara diferenciación de poca o ninguna conciencia corporal (en in-
movilidad/cierre y disociación) a una especie de “hiper-sensación” en la excitación
simpática. Además, el estado simpático, por lo menos, proporciona la posibilidad
Un Mapa Para la Terapia 137

de una conciencia, procesamiento y resolución coherentes. Estos datos apoyan los


pasos cruciales para la resolución del trauma descritos en el Capítulo 5 (Paso 5) y
clarifican aún más la estrategia de ayudar a los clientes a pasar de la parada a la
movilización mientras aprenden a manejar sus sensaciones físicas (corporales) a
medida que pasan a una excitación simpática.
Bessel van der Kolk llevó a cabo un estudio de investigación relacionado y fun-
damental.(73) Él y sus colegas leyeron una historia traumática a un grupo de clientes
y compararon dos regiones cerebrales en cada una (medidas con fMRI). Los inves-
tigadores encontraron que la amígdala, el llamado “detector de humo”, o de miedo,
se iluminaba con actividad eléctrica; al mismo tiempo, una región de la corteza
cerebral izquierda, llamada el área de Broca, se oscurecía. Este último es el centro
primario del lenguaje, la parte del cerebro que toma lo que estamos sintiendo y
lo expresa con palabras. Ese trauma se trata de terror sin palabras y también se
demuestra en estos escáneres cerebrales. Con frecuencia, cuando las personas
traumatizadas tratan de poner sus sentimientos en palabras -como cuando, por
ejemplo, el terapeuta le pide a uno que cuente sobre su violación- hablan de ello
como si le hubiera ocurrido a otra persona (ver la historia de Sharon en el capítulo
8). O los clientes tratan de hablar de su horror, luego se sienten frustrados e inun-
dados, incurriendo en más apagones en el área de Broca, y así entran en un circuito
de retroalimentación traumático de frustración, cierre y disociación.
Esta barrera lingüística en los individuos traumatizados hace que sea espe-
cialmente importante trabajar con las sensaciones, el único idioma que habla el
cerebro del reptil. Hacer esto ayuda a las personas a salir del cierre y la disociación
y disminuye la frustración y la inundación de un cliente cuando trabaja con material
traumático.
El cuerpo debe estar haciendo algo para mantener activadas la insula, la corte-
za cingulada y el área de Broca. Aunque la capacidad de compromiso social está
inhibida por el sistema nervioso simpático, no está completamente aplastada de la
manera debilitante que lo estaba por el sistema de inmovilidad más primitivo. En
la excitación simpática, los clientes son más capaces de responder a los impulsos
y sugerencias de su terapeuta, así como de ser más receptivos a su presencia
tranquilizadora. A su vez, es esta misma receptividad la que ayuda a atenuar la
excitación del simpático. Cuando un cliente comienza a hacer el descubrimiento
138 En una voz no hablada

de la salida de la inmovilidad hacia la excitación del simpático, el terapeuta astuto


aprovecha esta oportunidad momentánea, primero detectando el cambio del clien-
te y luego facilitando la conciencia de su transición. El terapeuta se esfuerza por
aumentar la conciencia del cliente de lo que está sucediendo en sí mismo, al mismo
tiempo que le ayuda a evitar ser abrumado por la intensa excitación simpática. Esta
guía ayuda a los clientes a salir de la inmovilidad y a través de ciclos completos de
activación, descarga/desactivación y equilibrio (pasos 7 y 8 del capítulo 5). De esta
manera, el individuo aprende que lo que sube (se activa) puede bajar, y bajará. Los
clientes aprenden a confiar en que la activación moderada se desenrolla por sí sola
cuando uno no la evita y retrocede: es decir, cuando uno no interfiere con el curso
natural de las propias sensaciones de excitación. Así un terapeuta puede aprove-
char el día dando a los clientes el regalo de esta experiencia corporal.

La conexión cerebro/cuerpo

“Cualquier cosa que aumente, disminuya, limite o extienda el poder de acción del

cuerpo, aumenta, disminuye, limita o extiende el poder de acción de la mente. Y lo

que aumenta, disminuye, limita o extiende el poder de acción de la mente, también

aumenta, disminuye, limita o extiende el poder de acción del cuerpo.”

-Spinoza (1632-1677), Ethic s

Muchos terapeutas, conscientes de lo difícil que es llegar a clientes altamente


disociados y desconectados, han desarrollado valiosos métodos cognitivos y emo-
cionales para ayudar a conectarse con ellos. (74)
Los enfoques somáticos también
pueden ser enormemente útiles, o incluso críticos, en este esfuerzo de sanación.
Ayudan a los clientes a salir de la inmovilidad, a la excitación simpática, a través
de la movilización, a la descarga de la activación y, finalmente, a avanzar hacia
el equilibrio, la encarnación y el compromiso social. Los siguientes ejercicios de
concientización basados somáticamente comienzan este proceso ayudando a los
individuos a salir del cierre y la disociación.
Un Mapa Para la Terapia 139

El primero es un ejercicio simple que los clientes pueden hacer por sí mismos
para ayudar a animar su sentido del cuerpo y minimizar el cierre, la disociación y
el colapso. Al ser capaces de practicar en la privacidad de sus propios hogares,
los clientes pueden ahorrarse la vergüenza potencial en su proceso de despertar.
Este ejercicio, y los que siguen, deben realizarse regularmente, con el tiempo, para
obtener el máximo beneficio, y los terapeutas deben practicar los ejercicios por sí
mismos.
Durante diez minutos más o menos (unas cuantas veces a la semana), tome
una ducha suave y pulsante de la siguiente manera: a una temperatura cómoda,
exponga su cuerpo al agua pulsante. Dirige tu conciencia hacia la región de tu
cuerpo donde se enfoca la estimulación rítmica. Deja que tu conciencia se mueva
a cada parte de tu cuerpo. Por ejemplo, ponga el dorso de las manos bajo el ca-
bezal de la ducha, luego las palmas de las manos y las muñecas, luego la cabeza,
los hombros, las axilas, ambos lados del cuello, etc. Trate de incluir cada parte de
su cuerpo y preste atención a la sensación en cada área, incluso si se siente en
blanco, adormecido o incómodo. Mientras haces esto, diga: “Éste es mi brazo, mi
cabeza, mi cuello”, etc. “Te doy la bienvenida”. Usted también puede hacer este
ejercicio golpeando suavemente esas mismas partes de su cuerpo con la punta
de los dedos. Cuando se hacen regularmente con el tiempo, este y los siguientes
ejercicios ayudarán a restablecer la conciencia de los límites de su cuerpo a través
del despertar de las sensaciones de la piel.
Una continuación de este ejercicio de ducha consiste en llevar la conciencia de
los límites a los músculos. Comienza con una mano agarrando y apretando suave-
mente el antebrazo opuesto; luego aprieta la parte superior del brazo, los hombros,
el cuello, los muslos, las pantorrillas, los pies, etc. El elemento importante es ser
consciente de cómo se sienten los músculos desde el interior mientras se aprietan.
Usted puede comenzar a reconocer la rigidez o flacidez del tejido así como su
calidad general de vida. Generalmente, los músculos tensos y estrechos están aso-
ciados con la alarma y la hipervigilancia del sistema de excitación simpática. Los
músculos flácidos, por otro lado, muestran cómo colapsa el cuerpo cuando está
dominado por el sistema de inmovilización. En el caso de los músculos flácidos,
es necesario que te quedes y los sostengas suavemente, casi como si estuvieras
sosteniendo a un bebé. Con la práctica de ejercicios suaves, enfocados al tacto y a
140 En una voz no hablada

la resistencia, usted puede aprender a devolver la vida a esos músculos a medida


que las frágiles fibras aprenden a disparar coherentemente y, por lo tanto, a vitalizar
el organismo.
Estos dos ejercicios se hacen mejor con regularidad, varias veces por semana.
A medida que la conciencia del cuerpo crece, también lo hará un sentido más pal-
pable de conciencia de límites, así como una mayor vitalidad. Para algunos clien-
tes, las clases de yoga suave o artes marciales, como tai chi, aikido o chi gong,
pueden ser beneficiosas para restaurar la conexión con sus cuerpos y definir los
límites del cuerpo. Para que estas clases sean útiles, es importante que el maestro
tenga alguna experiencia en el trabajo con personas traumatizadas.

Cambiando el paradigma

La mayoría de los psicoterapeutas trabajan con los clientes cuando ambos es-
tán sentados en sillas. Dado que sentarse requiere poca información propioceptiva
y kinestésica para mantener una postura erguida, el cuerpo se vuelve fácilmente
ausente, desapareciendo de su dueño. Recordemos el estudio fMRI de Lanius y
Hopper, donde los pacientes disociados mostraron una gran reducción de la activi-
dad en las partes del cerebro (insular y cingular) que registran sensaciones corpo-
rales. En contraste, una posición de pie requiere que uno se involucre en al menos
un mínimo de actividad interoceptiva y conciencia para mantener el equilibrio a
través de la integración propioceptiva y kinestésica. A menudo, este simple cambio
de postura puede hacer la diferencia entre si un cliente es capaz de permanecer
presente en el cuerpo mientras procesa sensaciones y sentimientos difíciles. Otra
variante de apoyo es invitar al cliente a sentarse en una pelota de gimnasia del
tamaño adecuado. Dado que el equilibrio en una pelota requiere hacer múltiples
ajustes para mantener el equilibrio, no sólo ayuda a estar en contacto con las sen-
saciones internas debido a la retroalimentación de esta superficie flexible, sino que
además, las exploraciones en la conciencia muscular, en la base, en el centrado, en
los reflejos protectores y en la fuerza central aportan una nueva dimensión al desa-
rrollo de la conciencia corporal. Naturalmente, el terapeuta tiene que estar seguro
de que el cliente está presente y lo suficientemente integrado como para no caerse
Un Mapa Para la Terapia 141

del balón y posiblemente sufrir una lesión.


La siguiente es otra técnica para ayudar a los clientes a permanecer cons-
cientes de sus sensaciones corporales mientras que al mismo tiempo aprenden a
manejar la aserción y la agresión. Primero, haga que su cliente se ponga de pie y
le haga frente. Es importante comprobar si se siente cómoda con la distancia entre
ustedes dos. Luego, pídale a la cliente que se dé cuenta de lo que siente cuando
sus pies entran en contacto con el suelo. Luego anímela a ampliar su percepción,
moviéndose hacia arriba a través de sus tobillos, pantorrillas y muslos. Para fomen-
tar una sensación de firmeza, continúe este ejercicio proponiendo un cambio de
peso lento y suave de un pie al otro. Además, usted podría sugerir que su cliente
piense en sus pies como ventosas (como las patas de una rana) enraizadas de
manera flexible en la tierra. Luego, pídale a la cliente que preste atención a sus
caderas, columna vertebral, cuello y luego cabeza. Ahora que se dé cuenta de
que sus hombros cuelgan de su cuello como una tienda de campaña. Se evoca la
conciencia de la respiración cuando se le pide a la cliente que sienta sus hombros
mientras se elevan y caen suavemente con cada respiración. Ahora lleve la aten-
ción a su pecho y vientre; y, usando la respiración, ayude a la cliente a localizar el
centro de gravedad en su abdomen. De nuevo, pídale que cambie lentamente su
peso de un lado a otro entre sus dos pies, y luego pídale que agregue una ligera
oscilación de adelante hacia atrás. Este tipo de movimiento requiere una habilidad
propioceptiva bastante sofisticada (posición de las articulaciones) y un sentido de
tensión muscular (kinesestesia). (k) A medida que su cliente practica esto, pídale
que imagine una línea de plomada desde su centro hasta el suelo entre sus pies.
Finalmente, pídale que note cómo se mueve esta línea con su suave balanceo. Un
cliente que ha desarrollado esta conciencia centrada está listo para moverse a la
posición mostrada en la Figura 6.3a. (l)
142 En una voz no hablada

Figura 6.3a Ejercicio de conciencia física para cultivar la experiencia de una agresión saluda-
ble. Posicionamiento de la mano para evocar una agresión saludable (en la Figura 6.3a).

Figura 6.3b

La idea, ahora, es hacer que la cliente sienta sus pies en el suelo, sienta su
centro y luego empuje firmemente, pero suavemente, en la mano del terapeuta
(ver Figura 6.3b). Como terapeuta, usted ofrecerá sólo la resistencia suficiente para
permitir que la cliente se sienta a sí misma empujando desde su centro. Usted le
pedirá que sienta cómo el movimiento parece originarse en su vientre y se expre-
sa a través de sus hombros y en sus brazos y manos. Continúe verificando con
la cliente para determinar si la resistencia se siente bien -no demasiado o muy
Un Mapa Para la Terapia 143

poco- y si la distancia se siente lo suficientemente segura. Si la cliente se siente


insegura, primero pregúntele si puede indicar dónde le gustaría que usted se pare.
Ahora sugiérale que trate de notar en qué parte de su cuerpo se siente inseguro o
inestable, y que luego se dé cuenta de lo que sucede si vuelve a llamar su atención
sobre sus pies y piernas. Pídale que intente recuperar el sentido de las bases esta-
blecidas al principio del ejercicio. Cuando su cliente pueda sentir una sensación de
seguridad, pídale que observe en qué parte de su cuerpo se siente segura ahora y
que describa cómo experimenta su (a menudo completamente nueva) sensación
de sí misma. Repita esta actividad de resistencia varias veces, haciendo que su
cliente empuje con ambas manos, hasta que haya un aflojamiento y desarrollo de
la sensación de confianza. La siguiente progresión de este ejercicio implica más un
dar y recibir entre el terapeuta y el cliente, cada uno de ustedes alternativamente
empujando y recibiendo el movimiento. Cuando el cuerpo puede experimentar una
sensación relajada de fuerza, la mente puede experimentar una sensación relajada
de alerta enfocada.
La siguiente herramienta somática está diseñada para ayudar a los sobrevivien-
tes del trastorno de estrés postraumático a aprender que incluso cuando se sienten
paralizados, hay una respuesta activa latente de correr y escapar dentro de ellos.
Una nueva experiencia de esta defensa latente contradice el encuentro traumático
de estar congelado y atrapado (ver Figura 6.4). Es esencial que el terapeuta tenga
una almohada colocada en el suelo que sea lo suficientemente firme y gruesa como
para absorber con seguridad el impacto de los movimientos vigorosos al correr si
se producen. Comience pidiendo a la cliente que corra en su lugar desde una po-
sición sentada. Anímelo a alternar suavemente sus piernas, levantando y bajando,
mientras atiende la forma en que sus caderas, piernas, tobillos y pies se organizan
de adentro hacia afuera. El elemento clave es que el cliente sea plenamente cons-
ciente de sus piernas mientras realiza este movimiento. En otras palabras, el cliente
necesita permanecer presente en su experiencia corporal, en lugar de limitarse a
realizar o dramatizar mecánicamente el acto de correr. Esto no es un juego de roles,
sino más bien un aumento intencional de la percepción kinestésica y propioceptiva,
diciéndole a un cliente cómo su cuerpo y su cerebro están diseñados para prote-
gerlo mediante la participación de patrones innatos de movimiento de escape. Más
tarde, cuando el cliente saca a colación material traumático que implica sentirse
144 En una voz no hablada

paralizado e incapaz de escapar, pídale que deje de lado su historia y, de nuevo,


que sienta sus piernas. Que empiece a correr como antes para incorporar su nueva
conciencia empoderada. De esta manera, la experiencia directa de la “sabiduría
del cuerpo” se desarrolla a medida que los músculos descargan su energía latente.

Figura 6.4 Practicar con seguridad la respuesta de escape al correr para contrarrestar la sensa-
ción de estar atrapado e indefenso. Es importante cultivar la conciencia de correr.

Charla sobre el estómago

Se sabe desde hace tiempo que el cerebro puede influir en nuestros órganos
internos. Cuando este proceso sale mal, uno se convierte en el portador desafortu-
nado de lo que se ha denominado enfermedad psicosomática. La idea principal del
efecto unidireccional de la mente sobre el cuerpo evolucionó como el “paradigma
psicosomático” de las décadas de 1930 a 1950. Hoy en día, sigue siendo una sa-
biduría convencional, y pocos médicos niegan que una mente sobreexcitada y las
emociones perturbadas afecten al cuerpo humano en forma de trastornos “funcio-
nales”, que incluyen la hipertensión arterial, los síntomas gastrointestinales, el dolor
Un Mapa Para la Terapia 145

crónico, la fibromialgia y las migrañas, así como una multitud de otras enfermeda-
des, las llamadas idiopáticas. En 1872, sin embargo, mucho antes del surgimiento
de la medicina psicosomática, el asombroso Charles Darwin se dio cuenta de que
había una conectividad bidireccional vital entre el cerebro y el cuerpo:

“Cuando el corazón es afectado, reacciona en el cerebro; y el estado del


cerebro reacciona a través del neumogástrico en el corazón; así que bajo
cualquier excitación, habrá mucha acción y reacción mutua entre estos, los
dos órganos más importantes del cuerpo.” (75)

El nervio “neumogástrico” del que habla Darwin no es otro que el nervio vago
descrito en la teoría polivagal de Porges. El nervio vago primitivo (no mielinizado)
del sistema de inmovilización conecta el cerebro con la mayoría de nuestros ór-
ganos internos. Este enorme nervio es el segundo nervio más grande de nuestro
cuerpo, comparable en tamaño a la médula espinal. En particular, este nervio sirve
en gran medida al sistema gastrointestinal, influyendo en la ingestión, digestión,
asimilación y eliminación. También afecta significativamente el corazón y los pul-
mones, como Darwin reconoció claramente.
Además, en el interior del revestimiento de la pared gastrointestinal hay un
plexo de nervios masivo. Esta compleja red de neuronas sensoriales, motoras e in-
terneuronas (aquellas células nerviosas que se conectan entre las neuronas senso-
riales y motoras) integra los órganos digestivos y eliminatorios para que funcionen
coherentemente. (m) Este complejo sistema tiene aproximadamente el mismo nú-
mero de neuronas y materia blanca que el cerebro de un gato. Debido a esta com-
plejidad, a veces se le ha llamado el segundo o cerebro entérico; los otros tres son
el reptil (instintivo), el paleomamífero (límbico/emocional) y el primate (agrandado,
racional) neocórtex. El sistema nervioso entérico es nuestro cerebro más antiguo,
que evolucionó hace cientos de millones de años. Produce muchas hormonas be-
neficiosas, incluyendo el 95% de la serotonina en el cuerpo, (n) y por lo tanto es una
fábrica de medicina natural primaria y almacén de hormonas para sentirse bien.(76)
Sorprendentemente, hasta el 90% del nervio vago que conecta nuestros intes-
tinos y cerebros es sensorial! En otras palabras, por cada fibra nerviosa motora que
146 En una voz no hablada

transmite órdenes desde el cerebro al intestino, nueve nervios sensoriales envían


información sobre el estado de las vísceras al cerebro (o). Las fibras sensoriales
del nervio vago captan las complejas telecomunicaciones que se producen en el
intestino y las transmiten, primero al tronco encefálico (medio) y luego al tálamo.
A partir de ahí, estas señales influyen virtualmente en todo el cerebro, y se toman
“decisiones” subliminales que influyen profundamente en nuestras acciones. Mu-
chos de nuestros gustos y disgustos, nuestras atracciones y repulsiones, así como
nuestros miedos irracionales, son el resultado de estos cálculos implícitos en nues-
tros estados internos.
Se puede decir que los humanos tienen dos cerebros: uno en el intestino (el
cerebro entérico) y el “cerebro de arriba”, sentado en la cúpula abovedada del
cráneo. Estos dos cerebros están en comunicación directa entre sí a través del
nervio vago. Y si vamos con los números - nueve nervios sensoriales/ferentes a
cada nervio motor/eferente - nuestras tripas aparentemente tienen más que decir
a nuestros cerebros (en una proporción de 9:1) de lo que nuestros cerebros tienen
que decir a nuestras tripas! (p)
Veamos más profundamente las funciones de este nervio enorme, que no sólo
conecta los órganos y el cerebro, sino que funciona principalmente en la dirección
del intestino al cerebro. ¿Por qué es importante que el cuerpo hable con el cerebro
en primer lugar? Desde la perspectiva de la evolución (y la parsimonia general de
la naturaleza), es poco probable que tal miríada de fibras nerviosas se destinen
a hacer posible la comunicación bidireccional si esa conexión no fuera de vital
importancia.
La mayoría de nosotros hemos experimentado mariposas en el estómago
cuando se nos pide que demos un discurso público. Por otro lado, algunas perso-
nas son conocidas por “tener hiel”, mientras que otras son bastante “amargas” o
“biliosas”. Y también, a veces podemos tener “nudos en las tripas” y estar “retor-
cidos por dentro”. (q) O podemos ser “pesados de corazón” o estar amamantando
un “dolor de corazón”. Y bienaventurados los momentos en que nos hemos ren-
dido a la pura alegría de una espontánea “risa de barriga”. O, de nuevo, podemos
estar “abiertos de corazón y llenos de calor en nuestros estómagos”, sintiendo una
paz interior y amor por el mundo entero. En las ocasiones en que hemos logrado
logros notables, nuestros pechos pueden “hincharse de orgullo”. Tal es la variedad
Un Mapa Para la Terapia 147

de mensajes conmovedores que emanan de nuestras vísceras.


Cuando aumenta la activación para pelear o huir (excitación simpática), nues-
tras tripas se contraen y la motilidad del sistema gastrointestinal se inhibe. Después
de todo, no tiene sentido gastar mucha energía metabólica en la digestión cuando
es mejor utilizarla para acelerar el ritmo cardíaco y fortalecer su contracción, así
como para tensar nuestros músculos en preparación para una acción inminente.
Cuando estamos mortalmente amenazados, o cuando la amenaza es interna (di-
gamos, de la gripe o de comer un alimento infectado bacteriológicamente), nuestra
respuesta de supervivencia es vomitar o expulsar el contenido de nuestros intesti-
nos con diarrea, y luego quedarnos quietos para conservar energía. Parece posible
que los animales de presa también recurran a esta reacción cuando un depredador
salta repentinamente sobre ella desde una distancia de impacto. En este caso, la
expulsión violenta del contenido intestinal del animal puede en realidad aligerar su
peso y darle una mejor oportunidad de escapar. Esta ventaja de fracción de segun-
do podría significar la diferencia entre la vida o la muerte. He visto esto suceder en
varias ocasiones cuando un puma se ha abalanzado sobre un grupo de ciervos que
beben del río North St. Vrain, que corre detrás de mi casa en Colorado.
Los poderosos efectos de los nervios del simpático y del nervvio vago en las
vísceras sirven a funciones de supervivencia críticas. La activación de estos dos
sistemas está pensada para ser breve en respuesta a una emergencia aguda.
Cuando se atascan (ya sea en la sobreactividad simpática o vagal), la función de
supervivencia se subvierte drásticamente: uno puede terminar sufriendo de un in-
testino dolorosamente anudado, como en el caso de la hiperactivación simpática
persistente, o ser atormentado por espasmos de calambres y diarrea perturbadora
en la hiperactividad vagal crónica. (r) Cuando no se restablece el equilibrio, estos
estados se vuelven crónicos, y se produce la enfermedad.
Juntos, estos sistemas complejos (el vago y el plexo entérico), al igual que un
gran matrimonio, ponen al intestino y al cerebro en una armonía dichosa o en una
terrible batalla interminable. Cuando hay un equilibrio coherente entre los dos, el
fulcro hedónico (preocupado por el placer o las sensaciones placenteras) se inclina
hacia el cielo; cuando la relación reguladora está desordenada, las puertas del in-
fierno se abren de par en par como las fauces de la miseria.
148 En una voz no hablada

El medio es el mensaje

Nuestro sistema nervioso evalúa la amenaza de dos maneras básicas. En pri-


mer lugar, utilizamos nuestros órganos sensoriales externos para discernir y evaluar
la amenaza a partir de las características más destacadas del entorno. Así, por
ejemplo, una sombra repentina alerta de un riesgo potencial, mientras que los gran-
des contornos de un oso o la silueta en cuclillas de un león de montaña le permiten
a uno saber que está en grave peligro. También evaluamos la amenaza directamen-
te del estado de nuestras vísceras y nuestros músculos -nuestros órganos sensoria-
les internos-. Si nuestros músculos están tensos, inconscientemente interpretamos
estas tensiones como si predijeran la existencia del peligro, incluso cuando en rea-
lidad no existe ninguno. Los músculos tensos en el cuello y los hombros pueden,
por ejemplo, indicar al cerebro que es probable que lo golpeen. Las piernas tensas,
junto con los ojos furtivos, pueden indicarle que necesita correr y escapar, y los
brazos tensos pueden indicar que está listo para salir corriendo. Sufrimos aún más
angustia cuando nuestros intestinos son persistentemente sobreestimulados por el
nervio vago. Si tenemos náuseas, sentimos que nuestros músculos se derrumban
y nos falta energía, nos sentimos impotentes y desesperanzados, a pesar de que
no existe una amenaza real de diezmar. En otras palabras, la agitación en sí misma
señala una grave amenaza y temor al cerebro, incluso cuando nada está mal actual-
mente, al menos no externamente.
Nuestros estados musculares y viscerales tiñen tanto nuestras percepciones
como nuestra evaluación de las intenciones de los demás. Si bien podemos creer
que ciertos individuos no nos harán daño, seguimos sintiéndonos en peligro. (s)
Incluso algo tan neutro como una habitación, una esquina de la calle o un
prado iluminado por el sol puede parecer siniestro. Por el contrario, experimentar
músculos y vientre relajados (y bien tonificados) puede ser una señal de seguridad
incluso cuando los asuntos cotidianos de una persona están confusos. Como ilus-
tración de este punto, escuché a una persona decir después de recibir un masaje
de cuerpo entero, “El mundo no es un lugar tan malo después de todo. Me siento
de maravilla”. Mientras que un masaje maravilloso es una gran manera de dar a una
persona una nueva manera de sentirse bien, se necesita un cambio importante en
Un Mapa Para la Terapia 149

el diálogo en curso en la autopista del intestino del cerebro para liberar más que
efímeramente la congestión causada por el estrés crónico y el trauma.
Las reacciones viscerales intensas asociadas con la amenaza son agudas y
temporales. Una vez pasado el peligro, estas reacciones (ya sea inhibición de la
motilidad gástrica por el sistema nervioso simpático o sobreestimulación violenta
de la motilidad por el nervio vago primitivo) deben cesar para devolver al organismo
al equilibrio, fresco y fluido en el aquí y ahora. Cuando no se restablece el equilibrio,
uno queda en una situación de angustia aguda y, con el tiempo, crónica.
Para prevenir el trauma, así como para revertirlo cuando ya ha ocurrido, los
individuos deben ser conscientes de sus sensaciones viscerales.(t) Además, nues-
tras sensaciones viscerales son vitales para orquestar sentimientos positivos de
vitalidad y para dirigir nuestras vidas. También son la fuente de gran parte de nues-
tra intuición. Como podemos aprender de las prácticas tradicionales, chamánicas
y espirituales, abrazadas durante miles de años en todo el mundo, los sentimientos
de bondad se encarnan directamente como sensaciones viscerales. Cuando igno-
ramos nuestros “instintos viscerales”, eso conlleva un costo, incluso el de poner-
nos en peligro.
En estados de inmovilización y cierre, las sensaciones en nuestras tripas son
tan espantosas que rutinariamente las bloqueamos de la conciencia. Pero esta
estrategia de “ausencia” sólo mantiene el status quo en el mejor de los casos,
manteniendo tanto el cerebro como el cuerpo atrapados sin remedio en un atasco
de tráfico de información. Es una receta para el trauma y una vida disminuida, una
existencia de cartón. La siguiente es otra estrategia de salida simple para deshacer
el nudo cerebro/intestino.

Un sonido efectivo: “buuuuu”

“El primer asiento de nuestra conciencia primaria es el plexo solar, el gran centro

nervioso situado detrás del estómago. Desde este centro somos primero dinámi-

camente conscientes”.

—D. H. Lawrence, el psicoanálisis y el inconsciente


150 En una voz no hablada

Junto con multitudes de personas, he experimentado varios cantos y antiguas


prácticas de “sonidos” que facilitan la curación y ayudan a abrir las “puertas de la
percepción”. El canto se utiliza en las ceremonias religiosas y espirituales de todas
las culturas para “aligerar la carga” de la existencia terrenal. Cuando te abres para
cantar en tonos profundos y resonantes de la parte inferior del vientre, también
abres el pecho (corazón y pulmones), la boca y la garganta, estimulando placente-
ramente las muchas ramas serpenteantes del nervio vago. (u)
Algunos cantos tibetanos se han utilizado con éxito durante miles de años.
En mi práctica, utilizo un sonido tomado prestado (con ciertas modificaciones) de
algunos de estos cantos. Este sonido abre, expande y vibra las vísceras de una
manera que proporciona nuevas señales a un sistema nervioso apagado o sobre-
estimulado. La práctica es muy simple: hacer un “buuuuuu...”, enfocándose en
las vibraciones estimuladas en el vientre a medida que completas una expiración
completa de la respiración.
Al introducir el sonido “buuu” a mis clientes, a menudo les pido que imaginen
una sirena de niebla en una bahía nebulosa sonando a través de la neblina para
alertar a los capitanes de los barcos de que se están acercando a tierra, y que
los guíen a salvo a casa... Esta imagen funciona en diferentes niveles. En primer
lugar, la imagen de la niebla representa la niebla de entumecimiento y disociación.
La sirena de niebla representa el faro que guía al barco (alma) perdido de vuelta al
puerto seguro, a su hogar en aliento y vientre. Esta imagen también inspira al cliente
a asumir el papel de héroe de proteger a los marineros y pasajeros de un peligro
inminente, así como de darle permiso para que sea tonto y, por lo tanto, juegue.
Lo más importante son los efectos fisiológicos de la imagen. Las vibraciones sono-
ras del “buuu” animan las sensaciones de las vísceras, mientras que la expiración
completa de la respiración produce el equilibrio óptimo de oxígeno y dióxido de
carbono. (77)
Comienza el ejercicio buscando un lugar cómodo para sentarse. Luego inhala
lentamente, haz una pausa momentánea, y luego, al exhalar, pronuncia suavemente
“voo”, sosteniendo el sonido durante toda la exhalación. Vibra el sonido como si
viniera de tu vientre. Al final de la respiración, haga una breve pausa y permita que
la siguiente respiración llene lentamente su vientre y pecho. Cuando la inhalación
se sienta completa, haga una pausa y haga de nuevo el sonido “buuu” en la exha-
Un Mapa Para la Terapia 151

lación hasta que se sienta completa. Es importante dejar que el sonido y la respira-
ción expiren completamente, y luego hacer una pausa y esperar a que la próxima
respiración entre (sea tomada) por sí misma, cuando esté lista. Repita este ejercicio
varias veces y luego descanse. Luego, centre su atención en su cuerpo, principal-
mente en su abdomen, la cavidad interna que sostiene sus órganos.
Este “sonido”, con su énfasis tanto en esperar como en permitir, tiene múltiples
funciones. En primer lugar, dirigir el sonido hacia el vientre evoca un tipo particular
de sensación mientras mantiene el ego observador “en línea”. Las personas a me-
nudo reportan varias cualidades de vibración y hormigueo, así como cambios en
la temperatura, generalmente de frío (o caliente) a fresco y tibio. Estas sensaciones
son generalmente agradables (con un poco de práctica, por lo menos). Y lo que es
más importante, contradicen las sensaciones retorcidas, agonizantes, nauseabun-
dantes, amortiguadoras y adormecedoras asociadas con el estado de inmovilidad.
Parece probable que el cambio en los mensajes aferentes (de órganos a cerebro)
permita que el 90% del nervio vago sensorial (ascendente) influya poderosamente
en el 10% que va del cerebro a los órganos para restaurar el equilibrio. (v)
Porges está de acuerdo con este sistema regulador clave: “La retroalimenta-
ción aferente de las vísceras es un importante mediador de la accesibilidad de los
circuitos prosociales asociados con las conductas de compromiso social.”(78)
Las sensaciones agradables evocadas por la combinación de la respiración y
las reverberaciones del sonido permiten que el individuo entre en contacto con una
seguridad interior y una confianza junto con un cierto sentido de orientación en el
aquí y ahora. También facilitan un cierto grado de contacto cara a cara, ojo a ojo,
voz a oído, y por lo tanto hacen posible que el cliente negocie una pequeña aper-
tura hacia el “sistema de compromiso social”, el cual es capaz de ayudarlo a desa-
rrollar una robusta resiliencia a través de ciclos crecientes de excitación simpática
(carga) y descarga y, por lo tanto, a profundizar la regulación y la relajación. Charles
Darwin, puedo imaginar felizmente, habría guiñado un ojo con su aprobación a la
aplicación clínica “buuu” de su astuta observación anatómica y fisiológica de 1872.
Otro ejercicio puede proporcionar a los clientes una manera de controlar y re-
gular los síntomas de excitación angustiosa. Esta técnica de “autoayuda” se toma
de un sistema de “flujos de energía” llamado Jin Shin Jyutsu. (w) Las figuras 6.5A -
D muestran una secuencia simple de Jin Shin para ayudar a los clientes a aprender
152 En una voz no hablada

a regular su excitación y profundizar su relajación.(79) Una vez más, sugiero que los
terapeutas experimenten primero con ellos mismos antes de enseñar estos ejerci-
cios a sus clientes. Anime a sus clientes a practicar en casa, primero cuando no
están molestos y luego cuando lo están. Cada posición puede mantenerse de dos
a diez minutos. Lo que el cliente busca es una sensación de flujo de energía o de
relajación.

Jin Shin Jyutsu Flujos de Energía

Figura 6.5a Figura 6.5b

Estas figuras muestran la posición del brazo/mano que ayuda a establecer los
flujos de energía entre los segmentos superior e inferior del cuerpo. Estos ejercicios
promueven la relajación.
Un Mapa Para la Terapia 153

Figura 6.5c Figura 6.5d

Estas figuras muestran la posición del brazo/mano para contener la excitación


y promover la autocompasión.

Una nota sobre la retroalimentación y la regulación básica

En 1932 Sir Charles Sherrington recibió el Premio Nobel de Fisiología o Medici-


na por demostrar que el sistema nervioso está compuesto por una combinación de
células nerviosas excitadoras e inhibidoras. Es el equilibrio de estos dos sistemas
neurales lo que nos permite mover nuestras extremidades de una manera suave,
coordinada y precisa. Sin inhibición, nuestros movimientos serían salvajemente
espásticos y descoordinados. Mientras que el trabajo de Sherrington se centra-
ba principalmente en el sistema sensorial/motor (a nivel de la médula espinal), el
equilibrio de los sistemas excitatorios por los sistemas inhibidores se produce en
todo el sistema nervioso y se considera un principio fundamental del mismo. Esta
organización es la arquitectura básica de la autorregulación. Veamos una analogía
de la vida ordinaria:
154 En una voz no hablada

En su forma más simple (mecánico-eléctrica) la regulación es lo que permite


mantener la temperatura de nuestra casa en un rango confortable, independiente-
mente de la temperatura exterior. Así que digamos que en un día de invierno nos
gustaría mantener la temperatura interior a unos cómodos 70 grados. Para ello,
ajustaríamos el termostato a la temperatura deseada. Esto enciende la caldera.
Sin embargo, la caldera no siempre está encendida. Si lo estuviera, la temperatura
seguiría aumentando y tendríamos que abrir ventanas para bajar la temperatura.
Pero entonces, cuando la temperatura bajase, tendríamos que cerrar la ventana. La
razón por la que no tenemos que hacer todo esto es que la temperatura es contro-
lada por un bucle de retroalimentación negativa. Al igual que el sistema inhibidor de
Sherrington, la temperatura aumenta, digamos a 72 grados, y la caldera se apaga
hasta que la temperatura desciende a 68 grados, momento en el cual la caldera
se enciende de nuevo. Esto hace que la temperatura vuelva a ser de 72 grados,
lo que nos da una temperatura media de 70 grados. Con la ayuda de un suéter de
algodón ligero, se llega a un ambiente relativamente cómodo. Si, por otro lado, la
caldera se encendiera al subir la temperatura, tendríamos una situación bastante
incómoda. No sólo tendríamos que quitarnos el jersey, sino que pronto estaríamos
dando vueltas por la casa desnudos. En el primer ejemplo tenemos una tempera-
tura suavemente regulada mediada por un sistema de retroalimentación negativa
(con consecuencias positivas). En la segunda situación, tenemos un bucle de retro-
alimentación positiva con consecuencias negativas; nuestra casa se convierte en
una sauna y una cámara de sudor.
En la angustia y el trauma, creo que se ha creado un circuito de retroalimenta-
ción positiva, con consecuencias extremadamente negativas. De hecho, la mayoría
de nosotros reconocemos que las emociones negativas primarias se convierten
fácilmente en bucles de retroalimentación positiva que se refuerzan a sí mismas
y se desbocan. El miedo y la ira pueden fácilmente estallar en terror y rabia. Aquí
el trauma es el ouroboros, la serpiente tragándose su propia cola, eternamente
recreándose.
En la inervación recíproca descubierta por Sherrington, el sistema nervioso ope-
ra principalmente como un sistema de retroalimentación negativa muy similar, pero
infinitamente más complicado que un termostato de la casa. La autorregulación del
complejo sistema nervioso exhibe lo que se llama propiedades emergentes, que a
Un Mapa Para la Terapia 155

menudo son un tanto impredecibles y ricas en matices. Con frecuencia conducen


a encontrar soluciones nuevas y creativas y son apreciadas cuando suceden en la
vida y en la psicoterapia. Así que mientras el sistema nervioso opera bajo el prin-
cipio de la autorregulación, la psique opera bajo las propiedades emergentes de la
autorregulación creativa. Podríamos decir que a medida que el sistema nervioso
se autorregula, la psique se compromete con estas propiedades emergentes: es
decir, con la autorregulación creativa. La relación entre las vísceras y el cerebro es
un complejo sistema de autorregulación. La riqueza de las propiedades creativas
emergentes permite que estas técnicas de “sonido” y respiración (como el sonido
“buuu”) inicien cambios en todo el sistema nervioso. En una situación de amenaza
ineludible y mortal, el tronco encefálico, o cerebro reptil, envía señales intensas a
las vísceras, haciendo que algunas de ellas entren en hipervelocidad (como con el
sistema gastrointestinal) y otras se constriñan y cierren, como con los bronquiolos
de los pulmones o los latidos del corazón. En el primer caso (hipermotor), se pre-
sentan síntomas como mariposas, nudos en el intestino o diarrea incontrolable.
Con los pulmones, tenemos sensaciones de opresión y asfixia, que, cuando son
crónicas, pueden llevar a los síntomas del asma. De la misma manera, el efecto del
vago primitivo en el corazón es disminuir el latido a un nivel tan bajo que en reali-
dad puede conducir a la muerte (vudú). (80) Debido a que estas sensaciones son tan
terribles, ellas mismas se convierten en la fuente de la amenaza. Así que en lugar
de venir de fuera, la amenaza ahora emana de las profundidades de los intestinos,
pulmones, corazón y otros órganos y puede causar exactamente el mismo efecto
sobre las vísceras que la amenaza original evocada. Esta situación es la desafortu-
nada configuración de un circuito de retroalimentación positiva con consecuencias
negativas desastrosas. Además, debido a que los individuos traumatizados están
experimentando señales de amenaza (intensas), proyectan hacia afuera esta con-
fusión interna y así perciben que el mundo es responsable de su angustia interna,
y así se alejan tanto de la fuente real del problema como de su solución potencial.
Esta dinámica también causa estragos no sólo en el cuerpo sino también en las
relaciones.
El sonido “buuu” -en primer lugar, enfocando la conciencia en el lugar interno
del problema real- permite que uno empiece a cambiar su experiencia de terrible a
placentera y, por lo tanto, hace que la situación pase de ser un circuito de retroali-
156 En una voz no hablada

mentación positiva (con consecuencias negativas) a ser un circuito de retroalimen-


tación negativa, lo que ayuda a restaurar el equilibrio homeostático, el equilibrio
y, por lo tanto, los sentimientos de bondad. Este cambio, aunque sólo sea breve,
abre una oportunidad para que el cliente experimente la calidez de la relación te-
rapéutica de apoyo, la cual, a su vez, también proporciona un amortiguador contra
el torrente de hiperactivación (simpática) que pronto seguirá. Entonces el sistema
de autorregulación (bucle de retroalimentación negativa) reduce la excitación, per-
mitiendo sensaciones de bondad mucho más profundas, estables y duraderas, así
como un sistema nervioso y una psique más resistentes.

_________________________________________________
*La definición de Merriam-Webster de organismo es “una estructura compleja de elementos
interdependientes y subordinados cuyas relaciones y propiedades están determinadas en gran
medida por su función en el conjunto”. El organismo describe una totalidad, que no deriva de
la suma de sus partes individuales (es decir, huesos, químicos, músculos, nervios, órganos,
etc.), sino que surge de su interrelación dinámica y compleja. El cuerpo y la mente, los instintos
primitivos, las emociones, el intelecto y la espiritualidad necesitan ser considerados juntos al
estudiar el organismo.

† Es decir, en el pescado cartilaginoso e incluso sin mandíbula, en el que regula la conservación


de la energía metabólica.

‡ Cualquier situación que pueda aumentar la sensación de seguridad de uno tiene el potencial
de alistar los circuitos neuronales evolutivamente más avanzados que apoyan los comporta-
mientos del sistema de compromiso social.

§ Para una discusión completa de la estructura y las complejidades de la disociación, el lector


puede consultar el siguiente artículo completo: van der Hart, O., Nijenhuis, E., Steele, K., &
Brown, D. (2004). Disociación relacionada con el trauma: Claridad conceptual perdida y encon-
trada. Australian and New Zealand Journal of Psychiatry, 38, 906-914. Estos autores definen
la disociación, contextualmente, así: “La disociación en el trauma implica una división de la
personalidad de un individuo, es decir, del sistema biopsicosocial dinámico como un todo que
determina sus acciones mentales y conductuales características. Esta división de la persona-
lidad constituye una característica central del trauma. Evoluciona cuando el individuo carece
de la capacidad de integrar experiencias adversas en parte o en su totalidad, puede apoyar la
adaptación en este contexto, pero comúnmente también implica limitaciones adaptativas. La
Un Mapa Para la Terapia 157

división implica dos o más subsistemas dinámicos insuficientemente integrados pero excesi-
vamente estables”.

‖ La disolución jacobea es, esencialmente, el precursor de la teoría del cerebro trino de Paul
McLean. Ver El cerebro trino en evolución de McLean: Papel en las funciones paleocerebrales
(Nueva York: Springer, 1990).

a Es muy probable que los aferentes sensoriales, tanto de los sentidos externos (por ejemplo, la
vista y el oído) como del interior del cuerpo (de los músculos, las vísceras y las articulaciones),
converjan en el tálamo en la parte superior del tronco encefálico y, a partir de ahí, procedan a
la corteza insular y cingular.

b Aunque los mapas cerebrales son útiles, estas son situaciones algo artificiales, ya que las
fMRIs son más como instantáneas estáticas de circuitos cerebrales dinámicos.

c Recuerde que debido a que las fMRIs son imágenes fijas, no podrían detectar tales cambios
dinámicos.

d Para hacer las cosas más complejas, a menudo se observan indicaciones de combinaciones
concurrentes de activación simpática y parasimpática (inmovilidad vagal). Esto ocurre especial-
mente en los puntos de alto estrés y de transición. Los indicadores concomitantes incluyen una
frecuencia cardíaca baja (vagal/parasimpática) junto con manos frías (simpática).

e También puede ser evocado por un estrés intenso e incesante.

f El sistema de compromiso social controla la voz, el oído y los músculos faciales, que se utili-
zan todos juntos en una comunicación matizada.

g El guionista William Broyles Jr. pasó una semana entera abandonado en una isla desierta, y
muchos aspectos de la película del 2000 fueron informados por sus experiencias de primera
mano.

h El poder de los contornos simples representativos del rostro humano puede remontarse a un
reconocimiento innato de patrones que ya está funcionando justo después del nacimiento. Se
han ideado varios experimentos inteligentes, todos los cuales muestran que el recién nacido se
dibuja preferentemente a los contornos simples (curvados) y no se siente atraído, por ejemplo,
por las formas angulosas.
158 En una voz no hablada

i De hecho, el sistema de inmovilización del tronco encefálico es la “raíz” de la jerarquía por


defecto.

j Estas mismas regiones cerebrales (en el lóbulo temporal medio) que procesan la memoria y
la emoción, cuando funcionan mal, contribuyen a los delirios de identidad. Para las personas
con lesiones aquí, su madre se ve y suena exactamente como debería, pero han perdido la
sensación de su presencia; ella parece de alguna manera irreal.

k Junto con el sistema vestibular, así es como sabemos dónde estamos en el espacio de
gravedad.

l Estas figuras están tomadas de Healing Trauma: Un programa pionero para restaurar la sabi-
duría de tu cuerpo escrito por Peter Levine y publicado por Sounds True. Usado con el permiso
de Sounds True, www.soundstrue.com .

m Este cerebro difuso recubre todo el canal alimenticio (casi 30 pies desde el esófago hasta
el ano).

n Cabe señalar que los niveles excesivos de serotonina en el intestino también conducen a
estados problemáticos.

o Las neuronas motoras que actúan sobre las vísceras se denominan neuronas visceromotoras.

p Además, existen sistemas de “neuropéptidos” múltiples y bidireccionales estudiados por


Candice Pert y otros. Ver Moléculas de Emoción de Pert et al: The Science behind Mind-Body
Medicine (Nueva York: Simon and Schuster, 1999).

q Es interesante que muchos niños autistas tengan anomalías gastrointestinales. Véase Had-
hazy, A. (2010). Piense dos veces: Cómo el “segundo cerebro” del intestino influye en el estado
de ánimo y el bienestar. Scientific American, 12 de febrero.

r Como se mencionó anteriormente, muchas personas experimentan una combinación de hipe-


ractividad simpática y vagal - un hecho que hace que el perfil de síntomas sea más complejo.
Por ejemplo, en el caso de pacientes diagnosticados con síndrome del intestino irritable (SII) o
“colon espástico”, a menudo hay una vacilación entre el estreñimiento y la diarrea.

s Los terapeutas pueden quedar desconcertados cuando ciertos clientes los perciben como
una amenaza o como un héroe o un villano.
Un Mapa Para la Terapia 159

t Muchos textos médicos todavía enseñan que no surgen sensaciones o sentimientos de las
tripas. Lo único que sentimos en las tripas, dicen, es dolor, y sólo cuando el dolor se refiere a
áreas como la parte baja de la espalda.

u Recomiendo la maravillosa película sueca As It Is in Heaven (2004).

v Véase la siguiente sección para una explicación más detallada de cómo la retroalimentación
influye en la regulación básica.

w Jin Shin Jyutsu®, un antiguo sistema de curación para “armonizar la energía vital en el
cuerpo”, ha sido transmitido de generación en generación por el aprendizaje. El arte cayó en
el olvido hasta principios del siglo XX, cuando fue revivido dramáticamente por el Maestro Jiro
Murai en Japón y luego traído a los Estados Unidos por Mary Burmeister. En 1979, tuve el pri-
vilegio de conocer a esta octogenaria vital en Scottsdale, Arizona, donde continuó practicando
y enseñando hasta bien cumplidos los ochenta años.
160 En una voz no hablada
CAPÍTULO 7

Mapeo del cuerpo, reparación de la mente

SIBAM

“El Cuerpo es el Mapa de la Mente.”

—J. D. Landis, Soledad

El Cuerpo como Instrumento del Ser

L
as sensaciones físicas son la base misma de la conciencia humana. Como cria-
turas biológicas que somos, nuestros cuerpos están diseñados para responder
en un mundo siempre cambiante, desafiante y a menudo peligroso. Un nuevo bebé
debe aprender gradualmente a discernir el significado de las sensaciones que su
cuerpo está experimentando. Los bebés aprenden sobre su cuerpo/mente a través
de la acción y la interacción con sus padres y con el entorno que los rodea. Los
bebés viven en un mar de sensaciones. Afortunadamente, la mayoría de los padres
se dan cuenta rápidamente del código de su recién nacido. Saben cuando ella está
señalando las varias e inconfundibles sensaciones de hambre, dolor, ira y cansan-
cio porque los bebés comunican instintivamente esos estados internos, inducien-
do a sus cuidadores a proporcionar alivio. Es una cuestión de supervivencia. Más
tarde, sin embargo, esta brillantez evolutiva sirve más que una función de vida o
muerte. De hecho, las sensaciones forman la base para la maduración gradual de
un niño hacia una auténtica autonomía e independencia.
162 En una voz no hablada

A medida que creces, te defines por la forma en que tu cuerpo interactúa con
tu entorno. Lo que haces físicamente -ya sea experimentar placer o dolor, éxito o
fracaso- es registrado por tu cuerpo y registrado en tu mente. Tu conocimiento del
mundo, a medida que interactúas con él, proviene de la totalidad de tus sensacio-
nes, tanto externas como internas. Sir Charles Sherrington, ganador del Premio
Nobel de Fisiología o Medicina en 1932, dijo que “el acto motor es la cuna de la
mente”. Cincuenta años más tarde, otro galardonado, Roger Sperry, elaboró sobre
la premisa icónica de Sherrington:

“En la medida en que un organismo percibe un objeto dado, está preparado


para responder con referencia a él... La presencia o ausencia de potencia-
lidades de reacción adaptativa, listas para descargar en patrones motores,
hace la diferencia entre percibir y no percibir.” (81)

En una serie de asombrosos experimentos estimulados por el “Principio Spe-


rry”, Richard Held y Alan Hein hicieron que los sujetos adultos usaran gafas pris-
máticas especiales que hacían que todo pareciera estar al revés.(82) Después de
algún tiempo (generalmente una semana o dos), los cerebros de los sujetos que
eran libres de moverse activamente, tocando y manipulando su entorno, se adap-
taron para que realmente vieran el entorno de nuevo como el lado correcto hacia
arriba. Sin embargo, los sujetos a los que no se les permitió moverse y explorar,
no experimentaron normalización visual. Held también llevó a cabo experimentos
que ilustran la importancia para el desarrollo de las respuestas motoras.(83) Unos
gatitos recién nacidos fueron colocados en un aparato móvil y colocados dentro de
un recinto circular. Un grupo de gatitos caminó y arrastró el aparato alrededor del
recinto con ellos, mientras que los otros gatitos fueron arrastrados pasivamente.
Ambos grupos tuvieron exactamente las mismas experiencias visuales moviéndose
por el recinto. Los gatitos que se movían pasivamente, sin explorar activamente su
entorno, no podían usar la vista más tarde para guiar sus movimientos. No podían
colocar sus patas correctamente o alejarse de un lugar donde pudieran caer. Este
déficit se revirtió rápidamente cuando pudieron moverse activamente, explorando
sus entornos.
Mapeo del Cuerpo, Reparación de la Mente 163

Finalmente, en este desfile de galardonados con el Premio Nobel, Gerald Edel-


man, el biólogo estadounidense que ganó el premio en 1972 por su trabajo en
inmunología, ha propuesto una teoría de lo que él llama “Darwinismo Neural”.(84)
Esta compleja teoría reconoce la relación intrínseca de la actividad motora, desde
nuestras exploraciones pasadas y presentes del medio ambiente, como la base
de la experiencia y la memoria. Colectivamente, estos galardonados con el Premio
Nobel ven la “mentalidad” (incluida nuestra compleja estructura de creación de
significados) como derivada de la sintonía y categorización de nuestras acciones,
sensaciones, sentimientos y percepciones. Teniendo en cuenta las teorías previas
que les influenciaron, ahora somos conscientes de que, en lugar de ser el “coman-
dante en jefe”, nuestros pensamientos son una elaboración compleja de lo que
hacemos y cómo nos sentimos.
Se puede decir que el pensamiento funciona como una “explicación” para no-
sotros mismos: un recordatorio de lo que estamos haciendo y sintiendo. Pensar y
simbolizar nos ayuda a hacer categorías de eventos, personas o lugares, como “se-
guros” y “peligrosos”. La evolución de los pensamientos, los símbolos y la comuni-
cación verbal, derivados de las sensaciones, dieron a nuestros primeros antepasa-
dos una ventaja crucial, permitiéndoles compartir éxitos y fracasos y transmitirlos
a los demás. Como cazadores y recolectores, la supervivencia significaba estar
completamente en nuestros cuerpos, como los bebés. La rumia mental excesiva
habría significado sin duda una muerte súbita o una lenta inanición. Sin embargo,
a lo largo de los milenios, la inteligencia innata del cuerpo fue abandonada por la
exclusividad de la racionalidad, la simbolización y el lenguaje. Nuestros cuerpos
llegaron a existir únicamente (como bromeaba un personaje en una caricatura de
Jules Feiffer) “para transportar nuestras cabezas de un lugar a otro... De lo contra-
rio, no tendríamos necesidad de ellos”. Por el contrario, la conciencia se despliega
a través del desarrollo de la conciencia corporal, de aprender a entender los mati-
ces y el significado de nuestras sensaciones físicas internas, y también de nuestros
sentimientos emocionales.
164 En una voz no hablada

El trauma y el cuerpo/mente

En circunstancias normales, las sensaciones físicas son señales de acción: pe-


lear o huir cuando se ven amenazadas, perseguir a un pavo salvaje o abrir la nevera
y hacer un sándwich cuando se tiene hambre, ir al baño cuando se siente la necesi-
dad de ir al baño, hacer el amor cuando se despierta por la pasión, dormir cuando
se está cansado, ponerse a cantar cuando el estado de ánimo golpea o plantar los
pies y levantar la voz con ira y asertividad cuando se violan los límites. En todos
estos casos, el cuerpo inicia y la mente sigue.
Tener una relación íntima con, y la comprensión de, sus sensaciones físicas
es crítico porque ellos, en la acción de señalización, le guían a través de las expe-
riencias y los matices de su vida. Sin embargo, si uno ha sido traumatizado, sus
sensaciones pueden convertirse en señales no para una acción efectiva, sino más
bien para una parálisis temerosa, una impotencia o una rabia mal dirigida. Cuando
algunas de las señales corporales de uno se convierten en presagios de miedo, im-
potencia, rabia impotente y derrota, él o ella es típicamente evitado como la peste
a un costo muy alto mental, emocional y físicamente. Mientras se intentan apagar
las sensaciones angustiosas, uno paga el precio de perder la capacidad de apreciar
los sutiles cambios físicos que denotan comodidad, satisfacción o advertencia de
un peligro claro y presente. Lamentablemente, como resultado, la capacidad de
sentir placer, de recoger un significado relevante y de acceder a reflejos autoprotec-
tores también se apaga. No se puede tener ambas cosas; cuando los sentimientos
de temor se mantienen a raya, también lo son los sentimientos de alegría.
La buena noticia es que los seres humanos son generalmente flexibles y re-
sistentes: normalmente somos capaces de aprender e integrar una variedad de
experiencias de vida. Estas experiencias, ya sean edificantes o deprimentes, fluyen
fácilmente a través de la corriente de conciencia de nuestro cuerpo/mente siempre
y cuando no estemos crónicamente sobre o subestimados. El cuerpo/mente sigue
fluyendo a través de nuevos encuentros con vitalidad, rebotando en la corriente de
las cosas a menos que haya una interrupción significativa. En este caso, la persona
es sacada del curso normal, ya sea de un solo episodio, como un desastre, un
accidente, una cirugía o una violación, o de un factor estresante crónico, como
Mapeo del Cuerpo, Reparación de la Mente 165

el abuso o el estrés marital continuo. Cuando esas perturbaciones no se integran


plenamente, los componentes de esa experiencia se fragmentan en sensaciones,
imágenes y emociones aisladas. Este tipo de división ocurre cuando la enormi-
dad, intensidad, rapidez o duración de lo que sucedió no puede ser defendida,
enfrentada o digerida. La vulnerabilidad personal, como la edad, la genética y el
género también explican esta implosión psíquica. El resultado de esta incapacidad
del cuerpo/mente para integrarse es el trauma, o al menos, la desorientación, la
pérdida de agencia y/o la falta de dirección.
Atrapadas entre sentirse demasiado (abrumadas o inundadas) o sentirse muy
poco (apagadas y entumecidas) e incapaces de confiar en sus sensaciones, las
personas traumatizadas pueden perder el rumbo. Ya no “se sienten como ellos
mismos”; la pérdida de sensibilidad equivale a la pérdida del sentido de sí mismos.
Como sustituto de los sentimientos genuinos, los que sufren de trauma pueden
buscar experiencias que los mantienen fuera de contacto, como la excitación se-
xual o sucumbir a compulsiones, adicciones y distracciones misceláneas que im-
piden que uno se enfrente a una vida interior ahora oscura y amenazante. En esta
situación, uno no puede descubrir la naturaleza transitoria de la desesperación, el
terror, la rabia y la impotencia y que el cuerpo está diseñado para entrar y salir de
estos extremos.(*)
Ayudar a los clientes a cultivar y regular la capacidad de tolerar sensaciones
extremas, a través de la autoconciencia reflexiva, a la vez que se apoya en la au-
toaceptación, les permite modular sus sensaciones y sentimientos incómodos.
Ahora pueden tocar sensaciones y emociones intensas por períodos más largos
de tiempo mientras aprenden a controlar su excitación. Una vez que el cliente tiene
la experiencia de “entrar y salir” sin desmoronarse, su ventana de tolerancia se
construye sobre sí mismo. Esto sucede a través de una sutil interacción entre sen-
saciones, sentimientos, percepciones y pensamientos. Creo que las personas que
son más resistentes, y que encuentran la mayor paz en sus vidas, han aprendido a
tolerar sensaciones extremas al mismo tiempo que adquieren la capacidad de au-
toconciencia reflexiva. Aunque esta capacidad se desarrolla normalmente cuando
somos muy jóvenes, se puede aprender en cualquier momento de la vida, afortu-
nadamente.
166 En una voz no hablada

Los niños aprenden gradualmente a interpretar los mensajes que sus cuerpos
les transmiten. De hecho, es aprendiendo a coordinar movimientos (comportamien-
tos) y sensaciones en un todo coherente que el niño aprende quién es. Al recordar
las acciones que han demostrado ser eficaces y descartar las que no lo son, los
niños aprenden a anticipar cuál es la respuesta más apropiada y a programar su
ejecución para obtener el máximo efecto. De esta manera, experimentan la ac-
ción, la satisfacción y el placer. Cuando un niño se ve abrumado por un trauma o
frustrado por la negligencia, esta secuencia de desarrollo es abortada o, si ya está
desarrollada, se rompe; y las emociones negativas llegan a dominar su existencia .
Después de estar traumatizado, la relación del niño con su cuerpo a menudo
se vuelve sin forma, caótica y abrumadora; el niño pierde el sentido de su estruc-
tura interna y su matiz. A medida que el cuerpo se congela, la mente y el cerebro
“conmocionados” se ahogan, se desorganizan y se fragmentan; no pueden ab-
sorber la totalidad de la experiencia y aprender de ella. Estos niños, que se han
quedado “atascados” en algún momento a lo largo de un curso de acción alguna
vez significativo y con un propósito, se involucran en patrones de comportamiento
habitualmente ineficaces y a menudo compulsivos. Estos a menudo se manifiestan
en síntomas como los del trastorno por déficit de atención e hiperactividad o el
trastorno obsesivo-compulsivo. Los esfuerzos fragmentados y descoordinados del
niño no se registran como recuerdos narrativos normales y explícitos, sino que se
codifican en el cuerpo como recuerdos implícitos y procedimentales que incluyen
incomodidad, constricción, angustia, torpeza, rigidez, flaccidez y falta de energía.
Tales memorias están codificadas no principalmente en la neocorteza, sino en el
sistema límbico y en el tronco encefálico. Por esta razón, los comportamientos y los
recuerdos no pueden ser cambiados simplemente cambiando los pensamientos de
uno. Uno también debe trabajar con la sensación y el sentimiento, realmente con la
totalidad de la experiencia.

El modelo SIBAM

Los seres humanos, en general, y los terapeutas, en particular, hacen contacto


a través de una especie de “resonancia corporal”. Como se describe en el Capítulo
Mapeo del Cuerpo, Reparación de la Mente 167

4, nosotros los humanos estamos programados para experimentar sensaciones


similares a las de las personas con las que estamos muy cerca. (85)
Imaginen el
escenario de estar en una habitación llena de teóricos de la conspiración ansiosos,
en comparación con uno con monjes meditabundos y felices.
La resonancia forma la base de la sintonía empática necesaria para formar rela-
ciones íntimas. (86) Al tratar a personas traumatizadas, el terapeuta necesita primero
cultivar una relación profunda y duradera con su propio cuerpo. Sólo cuando las
habilidades de encarnación de un terapeuta están intactas y comprometidas puede
él o ella ser mentor y auto-empoderar a un cliente. De manera similar, al refinar su
propia capacidad para observar los comportamientos sutiles de otros, los terapeu-
tas pueden proporcionar a sus clientes retroalimentación que les ayuda a tomar
conciencia de sus sensaciones y sentimientos. Juntas, estas dos herramientas -
resonancia somática y observación sutil - son de incalculable poder y beneficio.
En palabras del analista Leston Havens, “Quizás la evidencia más sorprendente de
una empatía exitosa es la ocurrencia en nuestros cuerpos de sensaciones que el
paciente ha descrito en los suyos”.(87)
Durante los años 70, desarrollé un modelo que me permitió “seguir” los proce-
sos por los que mis clientes procesaban experiencias. Este modelo, que yo llamo
SIBAM, se basa en la relación íntima entre nuestros cuerpos y nuestras mentes.
El modelo examina los cinco canales siguientes, con las primeras letras de cada
elemento que componen el acrónimo.

En inglés: En
español

S ensation S ensación
I magen
I mage
C omportamiento
B ehavior
A ffect A fecto
S entido
M eaning

El modelo SIBAM contrasta con el marco jerárquico establecido, codificado


como “cogito ergo sum” o “Pienso; por lo tanto, existo”, que ha sido la premisa
168 En una voz no hablada

fundamental de las terapias cognitivo-conductuales estándar. Por el contrario, mi


modelo de cinco elementos es la esencia del procesamiento sensoriomotor “as-
cendente”, dirigido a guiar al cliente a través de diferentes “lenguajes” y sistemas
cerebrales, desde los más primitivos hasta los más complejos; desde las sensacio-
nes físicas hasta los sentimientos, las percepciones y, finalmente, los pensamien-
tos. Sensación, Imagen, Afecto y Sentido son rastreados por el cliente, mientras
que el Comportamiento es observado directamente por el terapeuta. Este enfoque
permite un seguimiento íntimo de las múltiples capas y texturas de la totalidad de
la experiencia.

El Canal Sensación

En este canal, me refiero a las sensaciones físicas que surgen desde el interior
del cuerpo, desde los receptores que yacen en el interior de nuestros organismos.
Estas sensaciones también se conocen en la literatura como “interoceptivas”. As-
cienden por medio de impulsos nerviosos desde el interior del cuerpo hasta el
tálamo en el tronco encefálico superior, donde se transfieren a muchas, si no a la
mayoría, de las regiones del cerebro. Cuatro subsistemas, o categorías, conforman
el canal de sensaciones en orden de profundidad creciente: los receptores cinesté-
ticos, propioceptivos, vestibulares y viscerales.

Los Receptores Kinestésicos

El primer subsistema dentro del canal de sensaciones es la kinesiosis. El sen-


tido kinestésico señala el estado de tensión de nuestros músculos (†) y transmite
esta información al cerebro. Cuando usted se siente “tenso”, es porque está reci-
biendo impulsos nerviosos excesivos provenientes de los músculos de los hom-
bros y otras áreas, como el cuello, la mandíbula o la pelvis, así como de una mente
hiperactiva.
Mapeo del Cuerpo, Reparación de la Mente 169

Los receptores propioceptivos

El segundo subsistema, llamado propriocepción, nos da información sobre la


posición de nuestras articulaciones. Juntos, la cinestesia y la propiocepción nos
dicen dónde estamos en el espacio, así como la velocidad de cualquier parte del
cuerpo. Se podría, por ejemplo, dirigir una sinfonía con los ojos cerrados y luego, al
final, colocar un dedo precisamente en la punta de la nariz sin mirar, una extraordi-
naria pero posible hazaña de sensación y coordinación.

Los receptores vestibulares

El subsistema vestibular deriva de pelos microscópicos incrustados dentro de


los canales semicirculares del oído interno. Hay dos de estos canales colocados
en ángulo recto el uno con el otro. Cuando nos movemos (aceleramos y desace-
leramos en cualquier dirección), el fluido en estos canales pega contra los pelos,
doblándolos. Cada pelo está conectado a un receptor, y estos receptores envían
impulsos aferentes al tronco encefálico. La información de este sentido nos permite
conocer nuestra posición con respecto tanto a la gravedad como a cualquier cam-
bio en la velocidad (es decir, aceleración y desaceleración).

Los Receptores Viscerales

El cuarto subsistema, que proporciona el nivel más profundo de interocepción,


deriva de nuestras vísceras y vasos sanguíneos. En el capítulo 6 describí el nervio
vago, que conecta el tronco encefálico con la mayoría de nuestros órganos inter-
nos. Este gran nervio es el segundo en número total de neuronas después de la
médula espinal. Más del 90% de estas fibras nerviosas son aferentes: es decir, la
función principal del nervio vago es transmitir información desde las vísceras hacia
arriba hasta el cerebro. Así, los coloquialismos “instinto visceral”, “sentimientos
viscerales” e incluso “sabiduría visceral” tienen una base anatómica y fisiológica
170 En una voz no hablada

sólida. Las sensaciones viscerales también se originan en los receptores de los va-
sos sanguíneos, ya que las personas que sufren de migrañas saben muy bien que
la dilatación abrupta de los vasos sanguíneos (después de una fuerte constricción)
causa un dolor insoportable. Sin embargo, también estamos recibiendo todo tipo
de información ambiental de nuestros vasos sanguíneos. Nos sentimos relajados y
abiertos cuando nuestros vasos sanguíneos y vísceras pulsan suavemente como
medusas, causando que las sensaciones de calor y bienestar surjan a través de
nuestros cuerpos. Cuando los vasos y las vísceras están estrechados, sentimos
frío y ansiedad.

El Canal de la Imagen

Mientras que la imagen se refiere comúnmente a la representación visual, la uso


más generalmente para referirme a todo tipo de impresiones sensoriales externas,
las cuales provienen originalmente de estímulos que surgen del exterior del cuerpo
y que también hemos incorporado al cerebro como memoria sensorial. Estos senti-
dos externos (“especiales”) incluyen la vista, el gusto, el olfato, el oído y el sentido
táctil. (‡) A diferencia del lenguaje común, uso la misma palabra -Imagen- para ca-
tegorizar todos estos sentidos externos. De hecho, la I en el modelo SIBAM podría
referirse, igualmente, a cualquiera de las Impresiones generadas externamente (es
decir, visual, auditiva, táctil, olfativa, etc.). Por ejemplo, si una persona es tocada
físicamente por otra persona, experimentará tanto la impresión externa de ser to-
cada como la sensación interna (interoceptiva) de su respuesta a ese contacto. Así
que si hemos sido tocados inapropiadamente, será necesario separar la impresión
táctil real de nuestra respuesta interna a este estímulo en cada nueva situación para
liberarnos de la reacción refleja de la experiencia pasada.
La impresión visual, o Imagen, es la principal forma en que los humanos mo-
dernos acceden y almacenan la información de los sentidos externos, a menos
que tengan una discapacidad visual. La mayor parte de nuestro cerebro sensorial
está dedicada a la visión. Hay, sin embargo, otras razones terapéuticas para incluir
todos los sentidos externos en el canal Imagen. En el momento en que se produce
un trauma, todos los sentidos de una persona se centran automáticamente en el
Mapeo del Cuerpo, Reparación de la Mente 171

aspecto más sobresaliente de la amenaza. Normalmente se trata de una imagen


visual, aunque también puede ser sonora, táctil, gustativa u olfativa. Muchas ve-
ces es una combinación de varias o, incluso, todas las impresiones sensoriales
anteriores simultáneamente. Por ejemplo, una mujer que fue abusada por un tío
alcohólico puede entrar en pánico al ver a un hombre que se parece vagamente a
él o cuyo aliento huele a alcohol y que camina con una marcha ruidosa y pesada.
Estas instantáneas fragmentarias vienen a representar el trauma. Se convierten, en
otras palabras, en la imagen intrusiva o en la impresión. Para mí, la imagen de los
vidrios rotos y los ojos del conductor adolescente seguían inmiscuyéndose en mi
conciencia y me inundaban de miedo y pavor.
Al reelaborar estas imágenes sensoriales incrustadas, es necesario un proceso
de difusión de la carga de adrenalina de la “instantánea del trauma” comprimida
para desacoplar las asociaciones que son sintomáticas. Una importante técnica
terapéutica “expande y neutraliza” esta fijación y ayuda a la persona a recuperar
la experiencia multisensorial que pudo haber tenido antes de la amenaza que cau-
só la fragmentación. La siguiente viñeta ilustra este principio de expansión de la
“apertura visual”.
Imagínate que una mañana de verano temprano, estás caminando por una her-
mosa ladera. Hay un arroyo balbuceante que serpentea al lado del sendero. Una
brisa suave hace que las flores multicolores parezcan como si estuvieran bailando
en el prado. Te conmueve ver gotas de rocío matutino sentadas sobre una brizna
de hierba. El sol calienta la piel y el aroma de las flores es nada menos que embria-
gador. Estás asimilando todo esto. Entonces, inesperadamente, una gran serpiente
aparece en el sendero. Te detienes y aguantas la respiración. Todo lo que habías
percibido hace un momento se ha ido... ¿o no? En realidad, no. Lo que sucede
es que su percepción se ha restringido para centrarse estrictamente en la fuente
de la amenaza. Casi todo lo demás se retira al fondo, a las grietas ocultas de tu
mente, para no distraerte de lo que debes identificar y hacer: mantener tu atención
únicamente enfocada en la serpiente y alejarte lentamente. Después de sentirse
seguro de nuevo, usted puede regresar a la experiencia sensorial completa de la
mañana. Cuando un individuo traumatizado es capaz de expandir sus impresiones
sensoriales, la hiperactivación asociada comienza a disminuir, permitiendo que ese
campo perceptivo ampliado regrese a su estado previo a la amenaza, y así aumenta
172 En una voz no hablada

la capacidad de autorregulación.
Antes de mi accidente, como se detalla en el Capítulo 1, estaba tomando la
escena: los colores, sonidos, olores y calidez de ese día perfecto. En el instante
en que fui golpeado, estas imágenes agradables palidecieron. Ahora mi atención
se centraba sólo en la imagen del “depredador”: las grietas de la tela de araña del
parabrisas, la parrilla beige del coche y la cara aterrorizada del adolescente de
ojos anchos. Afortunadamente, en mis primeros auxilios autoadministrados, pude
regresar al comienzo de ese día perfecto, con las sensuales vistas, sonidos y olores
de los preciosos momentos previos al impacto.

El Canal de Comportamiento

El comportamiento es el único canal que el terapeuta puede observar direc-


tamente; todos los demás son reportados por el cliente. Aunque el terapeuta es
capaz de conjeturar mucho sobre la vida interior de un cliente a partir de una re-
sonancia con sus propias sensaciones y sentimientos, tales inferencias no pueden
sustituir al cliente accediendo y comunicando sus propias sensaciones, sentimien-
tos e imágenes al terapeuta. (§) El terapeuta puede inferir los estados internos de
un cliente a partir de la lectura del lenguaje de su cuerpo, el lenguaje tácito de sus
acciones/inacciones o patrones de tensión. Por ejemplo, el terapeuta, al observar
un comportamiento corporal en particular, puede dirigir al cliente a concentrarse en
lo que puede estar experimentando en su cuerpo (Sensación). Si, por ejemplo, el
terapeuta observa un ligero levantamiento del hombro izquierdo del cliente (Com-
portamiento), puede llamar la atención de este último sobre este ajuste postural y
permitir que el cliente entre en contacto con las sensaciones del patrón de tensión
asimétrica. Del mismo modo, el cliente puede ser animado a acceder a los otros
canales de experiencia (Imagen, Afección o Sentido) durante la ejecución de este
comportamiento postural. Esto será aclarado por los ejemplos de casos en el próxi-
mo capítulo.
El comportamiento ocurre en diferentes niveles de conciencia, desde los movi-
mientos voluntarios más conscientes hasta los patrones involuntarios más incons-
cientes. Estos niveles son similares a las gradaciones de conciencia que he exa-
Mapeo del Cuerpo, Reparación de la Mente 173

minado en la categoría de sensaciones. A continuación examinaremos brevemente


las conductas que ocurren en los siguientes subsistemas: gestos, emociones y
posturas, así como conductas autonómicas, viscerales y arquetípicas.

Gestos

Los comportamientos más conscientes son los voluntarios, es decir, los gestos
abiertos que las personas suelen hacer con las manos y los brazos cuando inten-
tan comunicarse. Estos movimientos son el nivel de comportamiento más superfi-
cial. Con frecuencia, la gente utiliza gestos voluntarios para transmitir estados de
“pseudo-sentimientos” a los demás. Todos hemos visto a los políticos exagerar
deliberadamente sus gestos de énfasis y efecto. Si conoces la realidad, puedes
discernir fácilmente la desconexión fundamental o incongruencia entre el intento de
transmitir lo que uno está entrenado para expresar (por ejemplo, abrir los brazos a
la audiencia o sostener una mano al corazón) y lo que uno está sintiendo realmente.
Al mismo tiempo, incluso los gestos volitivos pueden transmitir sentimientos, tanto
a los demás como a uno mismo.
Por ejemplo, se puede interpretar la comunicación no verbal del puño cerrado
como una amenaza que aumenta la agresión o como el establecimiento de límites
claros y la sofocación del miedo. Aquí hay algunos gestos comunes con los que se
puede experimentar: Frótese la frente con la mano y fíjese cómo se siente. Ahora
acaricia la parte de atrás de tu cuello. ¿Qué le transmiten estos dos gestos? ¿Te
hacen sentir más o menos seguro? ¿Qué tal cuando te retuerces las manos en
comparación con cuando juntas las manos y las puntas de los dedos? ¿Qué dife-
rencias notas?

Emoción

Las expresiones faciales se encuentran en el siguiente nivel de comportamiento


y generalmente se consideran involuntarias. Estas microexpresiones son lo que el
174 En una voz no hablada

renombrado Paul Ekman (88)


estudió en su investigación pionera de más de cuatro
décadas. Con práctica y paciencia, uno puede desarrollar las habilidades necesa-
rias para observar estos cambios muy breves de tensión muscular (a menudo en
una fracción de segundo) a través de partes de la cara. (‖). Los patrones específicos
de estas contracciones musculares comunican toda la gama de matices emocio-
nales a uno mismo y a los demás.(a) Dar a los clientes retroalimentación sobre sus
expresiones faciales puede ayudarles a contactar emociones de las que pueden ser
parcial o totalmente inconscientes.

Postura

El tercer nivel de conciencia menos consciente en la categoría de comporta-


miento es la postura. Aquí no me refiero a ajustes posturales voluntarios brutos
como los que exigen los padres o los profesores, como “sentarse derecho”, “no
caerse” o “hombros hacia atrás”, que se refieren a los movimientos voluntarios.
Estos pertenecen a la categoría de los gestos voluntarios. Sir Charles Sherrington,
abuelo de la neurofisiología moderna, alega que “gran parte de la reacción refle-
ja expresada por la musculatura esquelética no es motriz, sino postural, y tiene
como resultado, no un movimiento, sino el mantenimiento constante de una acti-
tud”.(89) Yo añadiría que las posturas son las plataformas desde las que se inicia el
movimiento intrínseco. En palabras de A. E. Gisell, un estudiante de Sherrington,
“el equipo motor requerido para el comportamiento se establece mucho antes del
comportamiento mismo”. Al subrayar lo importante que es la postura en la ge-
neración de nuevos comportamientos, sensaciones, sentimientos y significados,
Gisell añadió: “La embriogénesis de la mente debe buscarse en los comienzos del
comportamiento postural”. (90)
Aunque relativamente pocos terapeutas han cultivado la lectura precisa
de las posturas, todavía están siendo impactados por ellas. Todos nosotros sub-
conscientemente reflejamos las posturas de otros y las registramos como sensa-
ciones en nuestros propios cuerpos... Esto ocurre presumiblemente a través de la
operación de las neuronas espejo y la resonancia postural. Dado que los cambios
posturales espontáneos son generalmente sutiles, se necesita mucha práctica para
Mapeo del Cuerpo, Reparación de la Mente 175

observarlos. La resonancia es particularmente convincente con las posturas basa-


das en la supervivencia, como las variedades matizadas asociadas con los movi-
mientos previos y los movimientos de huida, lucha, congelación/terror y colapso.
Si una postura es rígida o se derrumba, podemos asumir que fue una prepa-
ración para alguna acción en particular, una acción que fue frustrada y que los
músculos todavía están programados para completarla. Si no se hubiera impedido
esta trayectoria sensoriomotora latente, lo más probable es que hubiera tenido un
resultado más triunfante, como todavía puede tenerlo retroactivamente. Al contar
mi accidente, describí lo que sentía en mi cuerpo mientras yacía indefensa en la
ambulancia. Fue, primero, por una sutil sensación de torsión en mi columna verte-
bral que sentí que mi brazo iniciaba un movimiento hacia arriba para proteger mi
cabeza de ser aplastada contra el parabrisas y, en consecuencia, contra el camino.
La observación de posturas espontáneas (intrínsecas) le da al terapeuta una
ventana vital al estado del sistema nervioso y la psique del cliente. El cuerpo nos
muestra con benevolencia cuándo nos estamos preparando para actuar y para
qué se está preparando precisamente la incipiente acción previa al movimiento.
La mayoría de las veces, nosotros, como observadores agudos, vemos ante nues-
tros propios ojos una orquestación corporal que ni el terapeuta ni el cliente po-
drían haber predicho racionalmente. El terapeuta comienza por notar posturas que
muestran rigidez, retracción, preparación para el vuelo, torsión y colapso, así como
las de apertura y expansión. Pienso en la inolvidable facilidad postural de alguien
como Nelson Mandela que, a pesar de la magnitud de su trauma y de su avanzada
edad, mantiene una postura natural y elegante. Y muchas personas han descrito
cómo se sintieron profundamente relajadas y abiertas en presencia del Dalai Lama.
El terapeuta adroit ve y siente lo opuesto de tal gracia en un cliente cuya columna
vertebral se vuelve más rígida, se sujeta contra un asalto percibido o se derrumba
(a veces casi imperceptiblemente) mientras experimenta sensaciones y emociones
difíciles. De la misma manera, los terapeutas (y las madres, padres y amigos) tam-
bién pueden observar y reflejar estados momentáneos de gracia y bondad en los
demás.
176 En una voz no hablada

Señales Autonómicas (Cardiovasculares y Respiratorias)

Los comportamientos autónomos visibles incluyen señales respiratorias y car-


diovasculares. La respiración rápida, poco profunda y/o alta en el pecho indica una
excitación simpática. La respiración que es muy superficial (casi imperceptible) fre-
cuentemente indica inmovilidad, cierre y disociación. Una respiración plena y libre
con una espiración completa, y una delicada pausa antes de la siguiente inhalación,
indica relajación y asentamiento en el equilibrio. Este tipo de respiración espon-
tánea y reparadora puede distinguirse fácilmente de la de una persona que está
“intentando” respirar profundamente. A menudo, este tipo de respiración profunda
forzada voluntaria puede en realidad aumentar el desequilibrio del sistema nervioso
y, como mucho, sólo proporciona un alivio temporal. (91)
Luego están los signos del sistema cardiovascular, que incluyen la frecuencia
cardíaca y el tono de los músculos lisos que recubren ciertos vasos sanguíneos.
El ritmo cardíaco puede, como he dicho, ser controlado observando el pulso ca-
rotídeo, que es visible como una pulsación en el cuello. Un terapeuta puede, con
un poco de práctica, discernir los aumentos y disminuciones en la tasa, así como
estimar su magnitud. También es posible estimar los cambios en la presión arterial
a partir de la fuerza o debilidad del pulso.
El terapeuta puede identificar el tono de los vasos sanguíneos notando alte-
raciones en el color de la piel, aunque hacerlo requiere un nivel de percepción
refinado. En el caso de un tono muy alto (vasoconstricción), los dedos fríos de un
cliente tendrán, por ejemplo, un tinte blanquecino/azulado, que refleja -junto con
un aumento de la frecuencia cardíaca- una hiperactivación simpática. Por otro lado,
cuando los vasos sanguíneos están relajados y dilatados, o abiertos, los dedos tie-
nen un vivo tono rosado. Otra variación surge cuando los vasos capilares se dilatan
abruptamente, causando un rubor rojo, que se nota particularmente en la cara y el
cuello. Además, el observador a veces puede sentir una ola de calor que emana del
cuerpo del cliente. (b)
El siguiente punto de observación es el tamaño de la pupila. Una pupila muy
ancha se asocia con una alta excitación simpática, mientras que una pupila muy
pequeña puede ser indicativa de inmovilidad y disociación. Las pupilas del tamaño
Mapeo del Cuerpo, Reparación de la Mente 177

de “agujeritos” también pueden ser un indicador del consumo de drogas, general-


mente de opiáceos. Curiosamente, estos opiáceos también son liberados por el
propio sistema interno de alivio del dolor del cuerpo (92) y son una parte integral del
sistema de inmovilidad y disociación.(93)

Comportamiento visceral

El comportamiento visceral se refiere a la motilidad del tracto gastrointestinal,


cuyos movimientos pueden ser realmente “observados” por los sonidos que pro-
duce. La maravillosa palabra onomatopeyética para estos rumores y robos intesti-
nales es “borborigmos”. Todo un sistema de terapia corporal se basa en escuchar
un espectro de estos sonidos intestinales con un estetoscopio electrónico (fetal)
mientras se tocan y manipulan suavemente diferentes partes del cuerpo. (94)
Un terapeuta que es capaz de rastrear todos los diversos indicadores de con-
ducta discutidos anteriormente tiene acceso a información crítica que le ayudará
a cronometrar varias intervenciones eficazmente. Ella sabe, por ejemplo, que las
manos frías generalmente indican miedo y estrés; mientras que las cálidas signifi-
can relajación. La piel enrojecida puede reflejar emociones como rabia, vergüenza
y bochorno. Lo que no es ampliamente conocido es que la piel enrojecida también
puede ser el signo de una fuerte liberación de energía y un movimiento hacia una
mayor vitalidad. Al igual que con todas estas observaciones, la secuencia debe
entenderse junto con el contexto: no existe un único indicador independiente. Y,
por supuesto, el contenido que el cliente está procesando actualmente debe ser
considerado en la mezcla. De esta manera, el terapeuta puede trazar una topo-
grafía precisa relacionando lo que está observando (Comportamiento) con lo que
el cliente está experimentando (Sensación). En general, hay una correspondencia
entre el nivel de Sensación y Comportamiento: es decir, cuando el terapeuta le da
al cliente retroalimentación sobre un cambio en el sistema nervioso autónomo de
éste, como la frecuencia cardíaca o el color de la piel (Comportamiento), general-
mente se sentirá atraído a explorar las Sensaciones autónomas, como el nivel de
excitación cardiopulmonar/simpática.
178 En una voz no hablada

Comportamientos arquetípicos

Por último, pero no menos importante, es el subsistema de comportamientos


arquetípicos que provienen del profundo “inconsciente colectivo”. En el seguimien-
to de los cambios posturales de las personas, empecé a notar sutiles gestos de
manos y brazos que eran claramente diferentes de los voluntarios. Estos gestos
aparecían a menudo en momentos de movimientos terapéuticos significativos y
frecuentemente indicaban recursos agradablemente imprevistos y cambios hacia
el flujo y la totalidad. Además, me fascinó la similitud de estos gestos involuntarios
con los de las danzas sagradas que había visto en varios espectáculos culturales
presentados en el Zellerbach Hall de la Universidad de California-Berkeley. Estos
movimientos de mano/dedo/brazo, llamados mudras, son integradores e inclusi-
vos, en todo el espectro de la experiencia humana y en todo el mundo. Particular-
mente en Asia, la forma en que las manos y los dedos están preparados comunica
significados muy profundos y universales, que están relacionados más que per-
sonalmente con el bailarín o el espectador. (c) Cuando el terapeuta observa tales
mudras espontáneas, luego se detiene, y se toma el tiempo necesario para llamar
la atención del cliente, el cliente puede usar esa información para explorar cómo
se siente su postura “exterior” en el “interior”. No es sorprendente, en esta coyun-
tura, que el cliente se ponga en contacto con un cofre de tesoros de poderosos
recursos de conexión, empoderamiento, flujo, bondad y plenitud. Creo que estos
movimientos arquetípicos surgen en momentos únicos en los que lo instintivo se
une a la conciencia consciente, cuando el tronco cerebral primitivo y las funciones
neocorticales más elevadas se integran.
En resumen, el Comportamiento es la única categoría de la que el terapeuta
es directamente consciente. A medida que los clientes se vuelven conscientes, al
principio sólo marginalmente, de sus propios comportamientos, pueden incorporar
estas percepciones en un rol de observador en el que se recuerdan a sí mismos
que deben anotar las sensaciones asociadas con esos comportamientos. Cuando
se vincula con los pensamientos, es una herramienta poderosa para disolver las
compulsiones y las adicciones.
Mapeo del Cuerpo, Reparación de la Mente 179

El Canal de Afecto

Los dos subtipos en el cuarto canal son las emociones categóricas y la sensa-
ción sentida, o contornos de la sensación basada en la sensación.

Emociones

Las emociones incluyen las categóricas descritas por Darwin y refinadas


en extensos estudios de laboratorio por Paul Ekman. Estas emociones distintas
incluyen el miedo, la ira, la tristeza, la alegría y el asco. Una vez más, estos son
sentimientos que el cliente está experimentando internamente y que el terapeuta
puede deducir de la cara y postura del cliente incluso cuando el cliente no los co-
noce.

Contornos de la sensación

Otro nivel de afecto -el registro de los contornos de la sensación- es, quizás,
incluso más importante para la calidad y la conducta de nuestras vidas que las
emociones categóricas. Eugene Gendlin estudió y describió extensamente estos
efectos más suaves y acuñó el término “sensación sentida”. (95)
Cuando ves rocío
en una brizna de hierba a la luz de la mañana o cuando visitas un museo y te delei-
tas en una hermosa pintura, normalmente no estás experimentando una emoción
categórica. O cuando te encuentras con un buen amigo que no has visto en meses,
es probable que no sientas miedo, tristeza, asco o incluso alegría. Los contornos
son los sentimientos de atracción y evasión basados en sensaciones, de “bondad”
y “maldad”. Usted experimenta estos matices innumerables veces a lo largo del
día. Mientras que es fácil imaginar un día sin percibir ninguna de las emociones
categóricas, trate por un momento de conjurar un día sin ningún efecto de sensa-
ción sentida. En un día así estarías tan perdido como un barco en el mar sin timón
180 En una voz no hablada

ni rumbo. Estos contornos nos guían a lo largo del día, dándonos orientación y
dirección en la vida...

El Canal del Significado

Los significados son las etiquetas que asignamos a la totalidad de la expe-


riencia, es decir, a los elementos combinados de sensación, imagen, comporta-
miento y afecto. Los significados son como marcadores descriptivos que usamos
para manejar rápidamente todo el espectro de la experiencia interior, de modo que
podamos comunicarlos a los demás y a nosotros mismos. Todos tenemos creen-
cias fijas, o significados, que tomamos como la verdad inequívoca. Cuando una
persona está traumatizada, sus creencias se vuelven excesivamente estrechas y
restrictivas. Ejemplos de estos mantras cristalizados son: “No puedes confiar en
la gente”; “El mundo es un lugar peligroso”; “Nunca ganaré suficiente dinero para
mantenerme”; o “No soy amable”. Estas creencias a menudo están conectadas
con miedos primarios y son, en general, negativas y limitantes.
Por increíble que esto pueda sonar, es probable que estemos programados
para tener creencias negativas con fines de supervivencia. Por ejemplo, si estás
caminando en una zona donde te encuentras con un oso, es probable que te hayas
dado cuenta de que “este es un lugar peligroso” y “no vayas por ahí la próxima
vez”. Desafortunadamente, cuando uno ha sido traumatizado o profundamente
condicionado por el miedo mientras era joven e impresionable, tales significados
se vuelven penetrantes y rígidamente fijados. Más adelante en la vida, en lugar de
que el cliente acceda libremente a todo el espectro de sensaciones y sentimientos
en desarrollo, se extraen conclusiones basadas en significados nacidos de traumas
pasados o condicionamientos tempranos. He llamado a este tipo de prejuicio limi-
tante “cognición prematura”.
Utilizando el modelo SIBAM, el terapeuta puede ayudar al cliente a trabajar
a través de los primeros cuatro canales de conciencia para alcanzar nuevos sig-
nificados. Cuando la cognición está suspendida el tiempo suficiente, es posible
moverse y experimentar el flujo a través de estos diferentes canales (y subsistemas)
de Sensación, Imagen, Comportamiento y Afecto. Entonces es probable que surjan
Mapeo del Cuerpo, Reparación de la Mente 181

nuevos y frescos significados de este tapiz en desarrollo de la conciencia cuerpo/


mente. Por ejemplo, un cliente puede comenzar con creencias fijas específicas
como “mi cónyuge no se está comportando correctamente” o “No soy amable”.
El terapeuta, en lugar de tratar de convencerlos de que no crean, puede animar
al cliente a examinar los lugares físicos de estos pensamientos, a notar qué áreas
están tensas, cuáles son abiertas y espaciosas, y a localizar cualquier sensación de
colapso. Lo que es más importante, tal vez, también se les pide a los clientes que
noten una vacante de sentimiento. Un ejemplo común (especialmente en clientes
que han tenido un trauma sexual) es la sensación de que uno no puede sentir la
pelvis en absoluto, o que está desconectada del torso o de las piernas. Un cliente
al que se le pide que escanee su cuerpo de la cabeza a los pies puede transmitir
una extraña ausencia de sensaciones pélvicas. Por supuesto, tal ausencia le da al
terapeuta una idea de lo que el cliente está evitando.

Trabajando con los Cinco Elementos de SIBAM-SICAS

El modelo SIBAM incluye los aspectos neurofisiológicos, conductuales y somá-


ticos de la experiencia de un individuo, ya sean traumáticos o triunfantes. Cuando
hay un resultado exitoso, o una experiencia correctiva ocurre durante la terapia,
los elementos de SIBAM forman una respuesta fluida, continua y coherente que
es apropiada para la situación inmediata. Cuando los individuos sufren de un trau-
ma no resuelto, estos diversos aspectos de la asociación y disociación traumática
continúan en patrones fijos, ahora inadaptados, que son distorsiones de la realidad
actual.
Un ejemplo de esta fijación es el siguiente: A una mujer le encanta la natura-
leza, los parques, los prados y los montículos de hierba; sin embargo, cada vez
que huele hierba recién cortada siente náuseas, ansiedad y vértigo. Su creencia
(Sentido-Significado) es que la hierba es algo que hay que evitar. La imagen olfativa
y visual (Imagen) está asociada o acoplada a las sensaciones de náuseas y mareos
(Sensación) que provienen de sus sistemas visceral y vestibular. Este circuito de
retroalimentación positiva, con consecuencias negativas, es un enigma. Parte del
evento está disociada de su conciencia: no tiene idea de por qué sucede esto; sólo
182 En una voz no hablada

sabe que tiene una fuerte aversión (Sentido) a la hierba. A medida que esta mujer
explora sus sensaciones e imágenes, viendo y oliendo hierba cortada en el ojo de
su mente, se toma el tiempo para explorar sus sensaciones corporales en detalle.
Al hacerlo, tiene una nueva sensación de ser girada en el aire y sostenida en las
muñecas y las piernas. A continuación, obtiene una imagen táctil de su hermano
que la intimida y la voltea en el aire, en el jardín delantero de la casa de su infancia
cuando tenía cuatro o cinco años.
Se siente asustada (el anterior Afecto), pero al temblar y respirar, se da cuenta
de que ya no está en peligro. Ahora se orienta (Comportamiento) mirando a su
alrededor en la consulta, y luego volteando su cabeza hacia la cara abierta de su
terapeuta. Sintiéndose intacta con esta nueva seguridad, ella se conforma un poco.
Experimenta una respiración espontánea (nueva B), sintiéndose segura en su vien-
tre (nueva Sensación) ahora. Luego nota algo de tensión alrededor de sus muñecas
(la vieja Sensación) y el impulso de soltar sus muñecas (la nueva Sensación). Ahora,
siente que una ola de ira (nueva A) se acumula en su interior mientras grita “¡Para!
Se asienta de nuevo y siente (nuevo yo) el placer táctil de acostarse sobre la hierba
recién cortada en el calor del sol primaveral. La hierba fresca ya no se asocia con
sensaciones desagradables (el antiguo Sentido); la hierba verde y recién cortada es
buena, los parques son lugares maravillosos y “todo está bien” (el nuevo sentido).
Ya no siente náuseas ni ansiedad de nuevo en esa situación.
El simple ejemplo anterior nos muestra cómo los elementos de este modelo
biológico encajan para crear una red de fijación o de flujo. En la naturaleza, cuando
uno siente una sensación interna, frecuentemente aparece una imagen simultánea-
mente o poco después. Si un cliente es molestado por una imagen, una sensación
puede acompañarla de la que no es consciente. Cuando, con la guía del terapeuta,
el cliente se hace consciente de ambos elementos, generalmente sigue un compor-
tamiento, un afecto o un nuevo significado.
Una vez que entendemos el proceso y no interferimos con él, la biología tra-
baja para hacerlo avanzar. El tronco encefálico basado en la sensación tiene el
trabajo de llevar la homeostasis y, por lo tanto, la bondad de vuelta al cuerpo. Por
lo tanto, se deduce naturalmente que cuando el comportamiento del cuerpo del
cliente se vuelve consciente en la seguridad del momento presente, los movimien-
tos frustrados llegan a una resolución intrínseca o a una experiencia correctiva
Mapeo del Cuerpo, Reparación de la Mente 183

-como ocurrió conmigo, Nancy y la mujer en el ejemplo anterior. Esta resolución


conduce a una descarga de energía, resultando en un nuevo y fresco Afecto, que
trae consigo nuevas opciones o significados. Si el cliente no es consciente de su
comportamiento o sensación, la imagen fija generalmente conduce a afectos y/o
pensamientos fijos que estaban d´nadole problemas al cliente al comenzar. Cuando
un comportamiento fijo no se completa de una nueva manera, el resultado es el
efecto acostumbrado, o (sobre)acoplado. Debido a que el comportamiento refle-
ja respuestas preparatorias, protectoras y defensivas de orientación, ayudar a los
clientes a seguir sus impulsos sensorimotores hasta su finalización, a medida que
salen del congelamiento, es la clave para desbloquear la prisión restrictiva y limi-
tante del trastorno de estrés postraumático.
La tarea del terapeuta como sanador es notar qué elementos de SIBAM pre-
senta un cliente que son viejos, condicionados, ineficaces y que faltan por com-
pleto porque están inconscientemente ocultos. Cuando podemos leer este mapa,
podemos proporcionar las herramientas somáticas para liberar al cliente de enre-
darse en estas asociaciones fisiológicas habituadas del pasado. De esta manera,
las personas son, afortunadamente, restauradas a una forma sana, flexible y diná-
mica de relacionarse con todas las nuevas experiencias que la vida trae consigo.

_________________________________________________
* Recuerde el paso 3 (pendulación y contención) del capítulo 5.

† Hace esto específicamente a partir de lo que se llaman “receptores de estiramiento”: fibras


especializadas en el músculo llamadas fibras intrafusales.

‡ Los sentidos del sonido y del tacto son realmente similares. En el oído interno hay una mem-
brana llamada basilar. Las ondas sonoras hacen vibrar esta membrana, estimulando los recep-
tores capilares para que envíen impulsos al cerebro. Los pelos de nuestra piel funcionan de
forma similar. De hecho, las personas sordas tienen cierto sentido del oído a través de la piel.

§ Se necesita mucha experiencia para que los terapeutas puedan distinguir entre sus “propias”
sensaciones y las que están “recogiendo” de sus clientes. Los analistas a veces llaman a esto
identificación proyectiva.

‖ Otra forma de aprender es viendo la serie de televisión Miénteme...


184 En una voz no hablada

a Esta es la base del método de actuación enseñado por Konstantin Stanislavsky.

b No estoy seguro de cuánto se debe a la radiación real de calor y cuánto es el resultado de la


resonancia somática.

c El legendario actor de la Ópera de Pekín, Mei Lanfang, utilizó cientos de gestos con las manos
para comunicar varios aspectos emocionales tácitos o subtextuales de cualquier personaje
que estuviera interpretando.
185

PARTE II

El cuerpo como narrador: Debajo de tu


mente

“Usamos nuestras mentes no para descubrir hechos, sino para ocultarlos.

Una de las cosas que la pantalla esconde más eficazmente es el cuerpo, nuestro

propio cuerpo, es decir, los pormenores de éste, sus interiores. Como un velo lan-

zado sobre la piel para asegurar su modestia, la pantalla quita parcialmente de la

mente los estados internos del cuerpo, aquellos que constituyen el flujo de la vida

mientras deambula en el viaje de cada día.”

-Antonio Damasio, El sentimiento de lo que sucede


186 En una voz no hablada
187

CAPÍTULO 8

Ejemplos de casos en el Consultorio

“Para adquirir conocimiento, uno debe estudiar; pero para adquirir sabiduría, uno

debe observar.”

-Marilyn vos Savant

“Se puede observar mucho con sólo mirar.”

-Yogi Berra, receptor, New York Yankees (alrededor de 1950)

E
l terapeuta que está familiarizado con los sentimientos corporales tiene una
ventana privilegiada a la vida primaria de la psique y el alma. Ninguna cantidad
de charla por sí sola puede igualar este punto de vista. Mucho antes de la llegada
de la psiquiatría, el filósofo francés Pascal señaló que “el cuerpo tiene razones que
la razón no puede razonar”. El austriaco Wittgenstein, en esta misma tradición,
escribió que “el cuerpo es la mejor imagen de la mente”. Y el australiano F. M.
Alexander, a principios del siglo XIX, hizo un extenso estudio de las posturas de la
gente y concluyó: “Cuando los psicólogos hablan del inconsciente, es del cuerpo
del que están hablando”.
La actual falta de apreciación del cuerpo en psicoterapia hizo que el analista
Musad Kahn (96) se lamentara: “No he encontrado ningún documento que discuta la
contribución hecha a nuestro conocimiento y experiencia de un paciente por el he-
cho de que lo veamos en su persona como un cuerpo, en lugar de mirar meramente
las respuestas materiales verbales y afectivas en la situación analítica.”
188 En una voz no hablada

Los terapeutas orientados somáticamente proporcionan a sus clientes retroali-


mentación a un ritmo cuidadoso en forma de invitaciones para explorar sus sensa-
ciones corporales emergentes. Esta retroalimentación se basa en gran medida en la
capacidad del terapeuta para observar y seguir los cambios posturales, gestuales,
faciales (emocionales) y fisiológicos a lo largo de una sesión con el fin de llevarlos
a la conciencia del cliente. Esto permite tanto al cliente como al terapeuta descu-
brir conflictos y traumas inconscientes que están fuera del alcance de la razón.
Freud parece haber captado este concepto en su primer trabajo cuando dice: “La
mente ha olvidado, pero el cuerpo no lo ha hecho, afortunadamente”. Sí, ¡gracias a
Dios! Aunque Freud parece haber abandonado esta premisa, su estudiante Wilhelm
Reich pasó toda su carrera estudiando cómo se alojan los conflictos en el cuerpo.
“Cuando se trata de la consulta”, comentó, “en realidad sólo hay dos animales y
dos cuerpos” (97).
En este capítulo, utilizaré ejemplos de mis propios casos para ilustrar los prin-
cipios esbozados en los capítulos 5 a 7. Al principio del trabajo de la sesión, es
posible que la cliente no entienda la retroalimentación del terapeuta sobre sus ac-
titudes inconscientes. Pero a medida que el cliente se hace más consciente de sus
sensaciones, es capaz de utilizarlas para acceder a recursos innatos y profundizar
su capacidad de “conocerse” a sí misma a través de los impulsos sutiles de su
cuerpo. En el primer caso (Miriam), introduzco un lenguaje corporal expresivo pero
oculto. Este caso es relativamente sencillo y demuestra algunas habilidades bá-
sicas de observación orientadas al cuerpo que los terapeutas pueden utilizar con
sus clientes para facilitar su despertar y mejorar la integración de sus sensaciones,
sentimientos, percepciones y significados.

Miriam: En el lenguaje tácito del cuerpo

Miriam entra en la habitación, se sienta tímidamente y cruza los brazos con


fuerza sobre el pecho. Esta postura da la impresión de una autoprotección rígida.
Por supuesto, uno puede tener muchas razones para cruzar los brazos: podría
estar consolándose o incluso manteniéndose caliente. Es el contexto general el
que cuenta la historia. Miriam está agitada, bombeando sus piernas cruzadas re-
Ejemplo de Casos en el Consultorio 189

petidamente. Su cara está visiblemente constreñida; sus labios son delgados y


apretados. Miriam ofrece que se siente descontenta y resentida por su matrimonio
y su situación laboral. Se encuentra “mucho de mal humor” y con frecuencia tiene
problemas para dormir por la noche. Cuando se despierta, a menudo se debe a ca-
lambres en el vientre y a la inquietud en las piernas. Ella describe esta experiencia
intrusiva refunfuñando: “Es como si patearan por la noche y me despertaran”. Su
médico de familia piensa que puede tener “síndrome de las piernas inquietas” o
depresión, y le sugirió un medicamento antidepresivo. Sin embargo, primero quiere
intentar “hablar”.
El lenguaje corporal de Miriam refleja tanto su angustia como su “resistencia”.
Esta resistencia está ahí por una razón: es la expresión física de cómo se está pro-
tegiendo a sí misma. En parte, Miriam se está defendiendo como si fuera un “ata-
que” externo. Sin embargo, se está protegiendo principalmente de sus sensaciones
y sentimientos repudiados. La resistencia necesita ser trabajada con suavidad e
indirectamente. La confrontación frontal es generalmente poco aconsejable: “ata-
car” la resistencia directamente es probable que la intensifique o que la destruya
precipitadamente. Es probable que una demolición tan repentina de una defensa
traiga consigo abrumación, caos y posible retraumatización.
La observación de la resistencia a nivel corporal permite al terapeuta monitori-
zar el desarrollo de la capacidad de la persona para amigarse con sus sensaciones
y sentimientos a medida que avanza la sesión; y, por lo tanto, evaluar la eficacia e
intensidad de diversas intervenciones terapéuticas, tanto verbales como no verba-
les. A medida que la clienta comienza a sentirse lo suficientemente segura (a través
de la reflexión, el paso y el reflejo apropiados), comienza a sentir que es vista y res-
petada; y entonces, naturalmente, sus posturas de protección disminuirán gradual-
mente. Si la cliente, por otro lado, se esfuerza demasiado por abrirse (por ejemplo,
divulgando más sobre sí misma de lo que está física y emocionalmente preparada
para hacer), su cuerpo lo reflejará intensificando la resistencia o en cambios no
congruentes en sus conductas verbales y no verbales. Sin embargo, cuando un
terapeuta puede rastrear la creciente conciencia de la cliente y proporcionar apo-
yo para rastrear sus mecanismos somáticos de autoprotección (sin empujar hacia
adentro o alejarse de ellos), los niveles más profundos del sistema de comunicación
inconsciente del cuerpo comienzan a hablar, tanto al terapeuta como al cliente.
190 En una voz no hablada

Aunque, inicialmente, Miriam no es consciente de su postura protectora de


sostener habitualmente los brazos cruzados, sigue siendo un gesto relativamente
voluntario. A medida que se siente más segura y confiada, estas narraciones tácitas
emergen como expresiones más espontáneas, en lugar de habituales. A medida
que logra un acceso más profundo a los sentimientos incipientes, los temas cen-
trales comienzan a emerger, listos para ser explorados.
Miriam sigue hablando de sus dificultades en el trabajo y con su esposo, Henry.
Aunque estos son los mismos problemas con los que estaba luchando hace unos
minutos, esta vez hay más animación en su voz. Ella hace gestos con sus brazos,
extendiéndolos ligeramente hacia afuera delante de sí misma. Sus manos están
casi en ángulo recto con respecto a sus muñecas, casi como si estuviera empujan-
do algo. Hago un movimiento similar con mis brazos para “reflejar” sus movimien-
tos, y ayudarla a sentir y confiar en sus propios movimientos (repudiados).(*)
Llamo la atención de Miriam sobre sus brazos extendidos y sus muñecas
flexionadas y le sugiero que repita los movimientos lentamente. Le pido que trate
de concentrarse en cómo se sienten sus brazos cuando hace el movimiento, para
que tenga una idea de cómo se siente físicamente el movimiento desde adentro.
Al principio, parece perpleja. Después de unas cuantas veces, se detiene, sonríe y
dice: “Siento como si estuviera alejando algo... no, más bien como si estuviera sos-
teniendo algo... Necesito más espacio, eso es lo que realmente es”. Ella barre sus
brazos desde delante de sí misma y luego hacia ambos lados, creando un rango
de movimiento libre de 180 grados. Emite una respiración profunda y espontánea:
“No me siento tan sofocada, y mi barriga no me duele como cuando empezamos.”
Extiende los brazos y vuelve a flexionar las muñecas. Esta vez los sostiene durante
varios segundos, casi a la distancia de un brazo. “Es el mismo problema... en el
trabajo y con mi marido, también.” Ahora coloca sus manos suavemente sobre sus
muslos. “Es tan difícil para mí, no sé por qué, pero... no siento que tengo derecho a
hacer esto... como si no tuviera derecho a mi propio espacio.”
Le pregunto si es más un sentimiento o un pensamiento. Se detiene, se ríe y
responde: “Supongo que es una idea”. Ahora hay una risa más profunda.
Al ponerse en contacto con su expresión corporal no verbal, Miriam es capaz
de ir bajo el barniz de sus pensamientos rumiantes sobre Henry y su trabajo, para
explorar libremente la historia que su cuerpo está comenzando a contar. Con esta
Ejemplo de Casos en el Consultorio 191

emergente conciencia cinestética y propioceptiva, ha comenzado a sentir la actitud


neuromuscular que subyace en sus conflictos internos.
Después de instalarse en su experiencia corporal, Miriam comienza a ponerse
nerviosa de nuevo. Observo su pulso carotídeo y noto un aumento en su ritmo
cardíaco, junto con una respiración acelerada, rápida y poco profunda. Le pido que
deje de lado sus preguntas por un momento y que se concentre de nuevo en su
cuerpo. Aliviada por esta sugerencia, cierra los ojos.
“Me siento más sólida ahora.... como si hubiera más de mí.”
Cuando le pido que intente identificar en qué parte de su cuerpo siente la soli-
dez, dice: “No lo sé; me siento así”.
“Tómate tu tiempo”, te sugiero. “No te esfuerces demasiado. Sólo siéntese
dentro de su cuerpo y vea lo que comienza a notar. ”
Miriam cierra los ojos. Parece un poco confundida y no habla por un minuto o
dos. “Es sobre todo en mis brazos y piernas.... Se sienten como si tuvieran más
sustancia... Se sienten más sólidos... Me siento de esa manera.”
En este punto, Miriam inicia una exploración más profunda, esta vez autodi-
rigida, cerrando los ojos sin mi sugerencia. Después de uno o dos minutos, su
mandíbula comienza a temblar casi imperceptiblemente. Espero a ver si se dará
cuenta por sí misma.
“Me siento extraña”, dice Miriam, “un poco temblorosa por dentro... No me
gusta esto... Me hace sentir un poco extraña por dentro... como si estuviera fuera
de control, como si no fuera yo misma, como si no fuera yo”.
La tranquilizo explicándole que las nuevas sensaciones a menudo se sienten
incómodas y extrañas al principio, y la animo a “dejar que suceda... intentar sus-
pender el etiquetado o juzgar las sensaciones durante un rato”. Miriam me dice
que se siente peor, incluso más incómoda. Reconozco esto, pero le animo suave
y firmemente a que “aguante un poco más”, a que preste atención a sus brazos y
piernas durante un tiempo, a los lugares de su cuerpo en los que se sentía arraiga-
da hace poco tiempo.
“Huh, no se sienten temblorosos... en realidad se sienten fuertes... Siento que
mi mandíbula tiembla... Ahí es donde me siento temblorosa... Mis piernas se sien-
ten sólidas.”
La yuxtaposición de las sensaciones fortalecedoras de sus brazos y piernas
192 En una voz no hablada

apoya su capacidad de experimentar las sensaciones “temblorosas” asociadas


con la debilidad sin ser absorbida por ellas. Su respiración es ahora profunda, con-
tinua y espontánea. Su piel tiene un cálido resplandor rosado, lo que indica que el
sistema de compromiso social está empezando a funcionar, a ponerse en línea.
Le sugiero que lentamente empiece a abrir los ojos y mirar a su alrededor.
“Eso es gracioso”, dice ella. “Las cosas parecen un poco más claras; los co-
lores son más brillantes y... creo que también más cálidos. En realidad, me siento
un poco más caliente, y el temblor es menos... o no tan aterrador... Siento como si
pudiera volver a entrar ahora... ¿Quieres que lo haga?”
“Eso depende de ti”, digo, sabiendo lo importante que es el elemento de elec-
ción. “Lo que puedo decirte, sin embargo, es que estás empezando a ser capaz de
entrar dentro de ti mismo, y pareces menos asustada e indefensa.”
Me mira momentáneamente, pero luego aparta la mirada hacia abajo, hacia el
suelo. Lentamente mira hacia arriba, contactando con mis ojos. Una sola lágrima
rueda por su mejilla. “Sí, así es, no me siento tan asustada... En cierto modo me
siento un poco excitada... Sí, quiero seguir adelante... Es aterrador, pero creo que
puedo hacerlo... Sólo necesito algo de ayuda... tu ayuda”. Más lágrimas brotan de
sus ojos. Sus palabras tropiezan mientras se ahoga: “Es difícil para mí pedir.... Se
siente emocional... No creo que tenga tanta experiencia en pedir ayuda.”
Este reconocimiento me permite saber que el sistema de compromiso social
está operativo y que es posible una exploración más profunda. “Sí, me alegra darte
apoyo”, respondo. Cuando le pregunto si tiene alguna idea de qué tipo de apoyo
podría ser útil, me responde que lo que ella quiere es hacer lo que yo he estado
haciendo. Le pido que sea más específica.
“No estoy segura”, dice ella. “En realidad, creo que tiene que ver con sentir que
estás aquí, aquí por mí. Cuando me das retroalimentación, eso me ayuda a mante-
nerme en contacto con lo que siento... en cierto modo con lo que soy”.
“Cuando dices eso”, veo su cara relajada, “parece que te dejas llevar más pro-
fundamente”. Miriam sonríe, y yo continúo: “Es diferente que hace unos minutos,
cuando hablabas de no haber tenido la experiencia de pedir ayuda”.
“Sí”, añade, “es muy diferente pedirte apoyo para que me ayudes a aprender
a estar ahí para mí misma... Así no me siento menos que tú, me siento más como
un igual... Me gusta eso... Siento que si no quisiera hacer algo que tú me sugeriste,
Ejemplo de Casos en el Consultorio 193

podría decírtelo ahora”. Sin avisar, Miriam extiende los brazos y las manos de nue-
vo y los barre en un semicírculo horizontal. “Sí, estos son mis límites. Puedo poner
mis límites, eso se siente bien.... y puedo decirte lo que necesito”.
Los dos sonreímos. Miriam cierra los ojos y se sienta en silencio durante varios
minutos. Si bien puede parecer simplista, tener la experiencia real, cinestética y
propioceptiva de ser capaz de formar y mantener límites le da a Miriam una expe-
riencia física significativa que contradice el sentido penetrante de impotencia que
ha impulsado su percepción del mundo. En lugar de cruzarse defensivamente
sobre su pecho, ahora sus brazos descansan sobre sus piernas, lo que ejemplifica
una postura más abierta y una voluntad de mirar hacia adentro.
Miriam continúa, “Primero empecé a sentir el temblor de nuevo... Se hizo más
intenso, pero luego empezó a calmarse por sí solo”. Ahora está empezando a au-
torregularse a través de ciclos de activación/desactivación. “Sentí un poco de ca-
lor comenzando en mi vientre y luego extendiéndose en olas... Eso se sintió muy
bien... Incluso pude sentir el calor que fluía en mis manos y piernas... pero luego mi
intestino empezó a atascarse. Empecé a sentirme un poco enfermo, con náuseas
y mareos. Me di cuenta de que estaba pensando en Evan, mi primer marido. En
realidad, vi una foto de él caminando hacia mí. Lo mataron un mes después de ca-
sarnos... Creo que nunca lo superé... No podía creer que pasara... En cierto modo,
todavía no lo creo... Sueño mucho con Evan. Siempre es el mismo sueño. Él viene
a mí; yo estoy abatida. Le pregunto por qué me dejó. No me responde, pero se da
la vuelta y se va. Me despierto con ganas de llorar, tengo la garganta apretada, pero
no quiero que Henry lo sepa. Me siento tan mal, como si me pasara algo malo... No
quiero causarle ningún dolor”.
“Miriam, voy a pedirte que digas algo y que notes lo que pasa dentro de ti
cuando dices las palabras. Pero recuerda que estas son mis palabras. Puede que
no signifiquen nada para ti. Sólo te pido que las pruebes y luego te des cuenta de
cómo responde tu cuerpo. Trate de no pensar demasiado en ello; simplemente
házlo. ¿Te parece bien?” Digo esto no porque sea cierto (o falso) sino para que la
persona pueda observar el efecto que la frase tiene sobre sus sensaciones y sen-
timientos corporales.
Ella asiente con la cabeza. “Sí, está bien. Me gustaría hacer algo con estos
sentimientos, estos sueños, si puedo”.
194 En una voz no hablada

“Ok, esta es la frase:’No creo que haya pasado; no creo que estés realmente
muerto.’ “El propósito de esto es traer a la conciencia la experiencia corporal direc-
ta de la negación para que pueda ser tratada.
Miriam retiene la respiración y se vuelve pálida; su ritmo cardíaco baja brusca-
mente, de unos 80 a 60, lo que indica que el sistema de inmovilidad/cierre vagal
puede haber comenzado a funcionar. “¿Estás bien, Miriam?” Pregunto...
“Sí.... pero mis tripas están mareadas y apretadas... como un puño frío y duro...
Me siento mal de nuevo... Es peor esta vez... pero creo que puedo manejarlo. Te lo
diré si es demasiado”.
Queriendo reforzar su capacidad de desarrollo para evaluar su capacidad de
manejar sensaciones difíciles, le pregunto: “¿Qué te da esa sensación, Miriam, de
que puedes manejarlo?”
“Bueno, sobre todo lo siento en mis brazos y piernas otra vez. Todavía se sien-
ten fuertes ahora, incluso si están temblorosos”. Con los ojos cerrados, Miriam
empieza a temblar visiblemente.
“Está bien”, te animo. “Sólo trata de estar con él. Sepa que si lo necesita, pue-
de abrir los ojos. ¿Está bien si pongo mi pie junto al tuyo?” (†).
“Sí, me gustaría eso.... Sí, eso se siente mejor.” El temblor aumenta en intensi-
dad, se asienta, aumenta y se asienta varias veces. Miriam respira espontáneamen-
te y se queda quieta. Parece tranquila; el color de sus manos y de su cara indica un
aumento significativo de la temperatura. Empieza a sudar en la frente.
“¿Cómo estás ahora, Miriam?”
“Me siento muy caliente... como olas de calor que me queman... Es tan intenso,
como nada que haya sentido antes; tal vez una vez cuando yo... estaba con... ¡oh
Dios mío!
“Está bien”, le ofrezco, “siéntate tranquilamente; deja que se calme”.
Las lágrimas comienzan a fluir a medida que Miriam comienza a llorar suave-
mente. “Se siente tan profundo. No podía sentir esto antes. Fue demasiado cuando
murió. Es diferente.... Puedo sentir el dolor en mi cuerpo y no seré destruida... En
realidad el dolor en mi vientre ha desaparecido por completo... y se siente caliente
allí... una especie de calor suave”. Este es un ejemplo de cómo vincular islas de
seguridad (ver Paso 2 en el Capítulo 5). La vinculación de los recursos comienza
con las sensaciones de fuerza y solidez en los brazos y piernas de Miriam a medida
Ejemplo de Casos en el Consultorio 195

que es capaz de formar límites. Luego, experimentar las sensaciones viscerales del
calor y la expansión le da un sentido en desarrollo de empoderamiento y de bondad
intacta. Este “encadenamiento” de recursos le permite experimentar gradualmente
las sensaciones y sentimientos de parálisis e impotencia, que forman el núcleo de
su experiencia traumática. Al hacer esto sin sentirse abrumada, el tiempo en cierto
modo ha pasado del pasado congelado de la negación al presente. En la siguiente
fase de la sesión, Miriam accede a los “asuntos pendientes” de ira, pérdida y culpa.
Al pasar de la fijación a la fluidez, despierta su vitalidad sensual.
En este punto, le sugiero a Miriam que se siente tranquilamente con su cuerpo,
que medite y espere por cualquier sensación, sentimiento, imagen o palabra. Se
queda más bien quieta, pero no congelada como apareció antes en la sesión. Sin
embargo, después de un tiempo se vuelve a poner tensa:
“En realidad no tengo una foto... Bueno, sí la tengo, pero es más como si es-
tuviera pensando en él, en mi primer marido. Y me siento tenso en todas partes.”
“Mira,” sugiero, “tal vez siéntate con la tensión un poco más y mira lo que se
desarrolla con el sentimiento que hay en tu cuerpo.”
Parece que vuelve a pasar por aquí. “Mi vientre se siente tan apretado que
podría explotar.”
“¿Y si explota?” Pregunto.
Ella está callada; luego, un torrente de lágrimas. “Realmente no tengo una ima-
gen de él, pero tengo esa tensión en mis tripas otra vez... ¿Qué debo hacer?”

Sugiero que se concentre en la tensión y haga el sonido “buu” (ver capítulo 6)


para ayudarla a “abrir” las tripas.
“Siempre estás dentro de mí. Nunca podré alejarme de ti... ¿Por qué estás
ahí? No lo entiendo... Hmm,” entona, volviéndose curiosa a medida que avanza.
Después de unos minutos, sus piernas comienzan a temblar de nuevo. El temblor
se intensifica y se extiende, esta vez con pequeños golpes en los hombros. Una
profunda respiración espontánea emerge, y las lágrimas brotan de sus ojos.
Miriam extiende la mano tímidamente con los brazos y los tira rápidamente
hacia atrás. Después de otro aliento habla como si fuera a su primer marido: “Evan,
me estoy aferrando a ti. Te tengo en las tripas. No me abriré a Henry.... Sólo me
aferro a ti.” Comienza a llorar, pero luego continúa: “Creo que estoy enfadada con-
196 En una voz no hablada

tigo. No puedo creer que lo diga, pero estoy enfadada contigo por irte. Me dejaste
sola. Odio que hayas muerto”. Aprieta las manos y grita: “¡Te odio! ¡Te odio! ... ¡No
me dejes, maldita sea! ...te odio!” Comienza a llorar de nuevo, esta vez sollozando
profundamente.
Cuando empieza a hablar, le sugiero que tal vez debería “dejar que las cosas
se calmen”.
“Sí, creo que tienes razón... Hay algo de lo que estoy tratando de escapar.”
Pasa el tiempo y Miriam llora suavemente, sus piernas tiemblan suavemente. “No
me he abierto a Henry. Lo he estado alejando. No me extraña que siempre estemos
en conflicto. Y cuando trata de entrar en el terreno físico, sólo quiero alejarlo... Me
sentía culpable por eso”.
Sus manos vuelven a hacer un movimiento de empuje. Poco a poco, sus movi-
mientos se vuelven más suaves: sus manos se abren en posición supina, y las lleva
suavemente hacia su pecho en un gesto de alcanzar y llevar al corazón un abrazo
tentativo.
No digo nada, y Miriam continúa: “Necesitaba protegerme... me sentía tan he-
rida y culpable”.
“¿Y cómo te sientes por dentro ahora?” Le pido que la mantenga en el mo-
mento.
“Bueno, en realidad me siento muy bien.”
“¿Y cómo sabes eso?”
“Bueno, es más que nada que siento mucho espacio dentro de mí.”
“¿Dónde sientes eso?”
“Siento que en mi vientre y en mi pecho.... Mi cabeza se siente como si tuviera
más espacio también, pero sobre todo mi vientre y mi pecho, se sienten realmente
abiertos.... Se siente como si una brisa fresca estuviera en mi cuerpo. Mis piernas
se sienten muy poderosas, y tengo mucho... Siento vergüenza de decirlo... Siento
calor y hormigueo en mi, en mi... vagina... Siento como si realmente quisiera a
Henry”. Ella hace una pausa.
“Hice lo que tenía que hacer entonces”, prosiguió, “pero es hora de dejarlo
ir. Tenía tanto miedo de mi dolor... pero aún más miedo de mi ira. Es como si, si
sintiera lo que sentía, pudiera herir a Henry de alguna manera... No tiene sentido ló-
gicamente, pero eso es lo que estaba todo retorcido dentro de mí”. Y añade: “Pero
Ejemplo de Casos en el Consultorio 197

ya no necesito hacer eso”.


Miriam respira tranquila y dice con una amplia y alegre sonrisa: “Ese aliento me
tomó, me hizo cosquillas y me hizo reír”. Ella se ríe libremente, mira alrededor de la
habitación y luego lentamente a mi cara.
Se pone las manos en la cara, primero, para cubrirla con vergüenza, pero lue-
go la sostiene suavemente y la acaricia tímidamente. Las lágrimas bajan por sus
mejillas.
“Siento que he terminado... por ahora, quiero decir”, dice. “Sé que hay otras
cosas, pero sólo quiero sentarme en tu jardín junto al río durante unos minutos y
luego dar un paseo... Gracias... Hasta la semana que viene. ”

Bonnie: Un momento olvidado

“La mente ha olvidado, pero el cuerpo no lo ha hecho, afortunadamente.”

-Sigmund Freud

Bonnie no es una persona agresiva, pero tampoco es una persona fácil de


manejar. La mayoría de sus compañeros y amigos la ven bien ajustada, imparcial y
asertiva. Por lo tanto, fue sorprendente para sus colegas y para ella misma cuando,
sin razón aparente, se volvió cada vez más sumisa e impredeciblemente explosiva.
En el momento en que su comportamiento amenazó sus relaciones con sus cole-
gas, se preocupó.
Durante mi clase de entrenamiento en Berkeley en 1974, Bonnie levantó la
mano cuando pedí un voluntario para una sesión de demostración. Esta iba a ser
una demostración que comenzaría únicamente con síntomas o problemas de com-
portamiento en lugar de con cualquier recuerdo de un evento concreto. Frecuen-
temente trabajaré sin un vínculo histórico para evitar que el cliente pase por alto el
procesamiento ascendente y salte prematuramente a un nivel abstracto y de inter-
pretación. Ni yo ni los compañeros de clase de Bonnie conocíamos su “historia”
cuando decidió trabajar conmigo en sus síntomas frente al grupo. Bonnie misma
no hizo la conexión entre sus cambios de comportamiento y un evento que había
198 En una voz no hablada

ocurrido un año y medio antes y que, en lo que a ella respecta, era irrelevante.
Le pedí a Bonnie que recordara un encuentro reciente con una colega que ilus-
traba su cambio repentino de comportamiento, y luego ambos nos dimos cuenta
de sus reacciones corporales. Bonnie describió el sentir una sensación de hundi-
miento en su vientre. Noté que sus hombros estaban encorvados y le llamé la aten-
ción. Cuando se le pidió que describiera cómo se sentía en esa posición, respon-
dió: “Me hace odiarme a mí misma”. Bonnie estaba sorprendida por este repentino
estallido de auto-odio. En lugar de analizar por qué se sentía así, guié a Bonnie de
vuelta a las sensaciones de su cuerpo. (‡) Después de una pausa informó que su
“corazón y mente se aceleraban a un millón de millas por hora”.
Luego se sintió perturbada por lo que describió como una “sensación de sudor,
olor y calor” en su espalda, que la dejó con náuseas. Bonnie ahora parecía más
agitada: su cara se puso pálida y sintió la necesidad de levantarse y salir de la habi-
tación. Después de tranquilizarla, Bonnie decidió quedarse y continuó registrando
su malestar. Se intensificó y luego disminuyó gradualmente. Después de este flujo
y reflujo, Bonnie se dio cuenta de otra sensación: una tensión en la parte posterior
de su brazo y hombro derecho. Cuando enfocó su atención en esto, empezó a sen-
tir la necesidad de empujar su codo hacia atrás. Le ofrecí una mano como apoyo
y como resistencia para que Bonnie pudiera sentir con seguridad el poder en su
brazo mientras lo empujaba lentamente hacia atrás. Después de empujar durante
varios segundos, su cuerpo comenzó a temblar y a temblar mientras se ponía a su-
dar profusamente. Sus piernas también empezaron a moverse hacia arriba y hacia
abajo como si estuvieran sobre pedales de máquinas de coser.
A medida que el brazo de Bonnie continuaba su lenta presión hacia atrás, el
temblor del cuerpo disminuía, y Bonnie sentía como si sus piernas se estuvieran
fortaleciendo. Ella dijo que sentían “que querían y podían moverse”. Ella reportó
haber notado un fuerte impulso que la impulsaba hacia adelante. De repente, una
foto apareció ante ella: un farol y la imagen de la pareja que la había “ayudado”.
“Me escapé... Me escapé...”, gritó suavemente. Fue entonces cuando ella recordó
que se estaba moldeando en el torso del hombre mientras le ponía un cuchillo en
la garganta. Ella continuó: “Lo hice para hacerle creer que yo era su... Entonces mi
cuerpo supo qué hacer, y lo hizo... Eso es lo que me dejó escapar”.
Entonces la historia que su cuerpo había estado contando surgió en palabras:
Ejemplo de Casos en el Consultorio 199

dieciocho meses antes, Bonnie había sido víctima de un intento de violación. Mien-
tras caminaba a casa después de visitar a una amiga en otro vecindario, un extraño
la había arrastrado a un callejón y amenazado con matarla si no cooperaba. De
alguna manera, pudo liberarse y correr a una esquina iluminada donde dos tran-
seúntes gritaron a la policía. Bonnie fue cortésmente entrevistada por la policía y
luego llevada a casa por un amigo. Sorprendentemente, no podía recordar cómo
había escapado, pero estaba muy agradecida por haber quedado ilesa. Después,
su vida pareció volver a la normalidad, pero cuando se sintió estresada o en con-
flicto, su cuerpo seguía respondiendo como lo había hecho cuando le pusieron el
cuchillo en la garganta.
Bonnie se encontró indefensa y pasiva o fácilmente enfurecida bajo el estrés
cotidiano, sin darse cuenta de que esto era una repetición de la breve pretensión
de sumisión que probablemente le salvó la vida. Su “sumisión” engañó con éxito
al agresor, permitiendo una oportunidad momentánea para que la energía instintiva
de un animal salvaje tomara el control, impulsando sus brazos y piernas en una
fuga exitosa. Sin embargo, todo había sucedido tan rápido que no había tenido
la oportunidad de integrar la experiencia. A un nivel primitivo, todavía no “sabía”
que había escapado, y se mantenía identificada con la “sumisión” más que con su
estrategia completa de dos fases que, de hecho, le había salvado la vida. Desde el
punto de vista motor y emocional, era como si una parte de ella estuviera todavía
en las garras del agresor.
Después de procesar y completar las acciones relacionadas con la violación,
Bonnie ahora reportó tener un sentido general de capacidad y empoderamiento.
Ella estaba “de vuelta a aún más de sí misma” en lugar del anterior auto-odio su-
miso. Este nuevo yo vino de ser capaz de sentir físicamente la respuesta motriz de
codear a su agresor, y luego sentir el inmenso poder en sus piernas que, de hecho,
la había llevado a un lugar seguro.
Este es un caso en el que los síntomas no aparecieron completamente durante
doce a dieciocho meses después de la experiencia traumática. Por lo tanto, no era
evidente que fueran secuelas de un evento precipitante. Por razones en gran parte
desconocidas, no es raro que los síntomas se retrasen seis meses o incluso de un
año y medio a dos años. Además, los síntomas pueden manifestarse sólo después
de que se produzca otro encuentro traumático, a veces años después.
200 En una voz no hablada

¿Cuántos de nuestros propios comportamientos y sentimientos habituales es-


tán fuera de nuestra conciencia consciente o son aceptados por mucho tiempo
como parte de nosotros mismos, de quienes somos, cuando en realidad no lo son?
Más bien, estos comportamientos son reacciones a eventos olvidados (o raciona-
lizados) por nuestras mentes pero recordados con precisión por nuestros cuerpos.
Podemos agradecer a Freud por suponer correctamente que tanto las huellas de
experiencias horribles, como el antídoto, y el catalizador latente para la transforma-
ción, existen dentro de nuestros cuerpos.

Sharon: 11 de septiembre de 2001

“El cuerpo tiene sus razones que la razón no puede razonar.”

-Pascal

A través del yo del cuerpo

Como todas las mañanas en el trabajo, Sharon estaba leyendo sus correos
electrónicos. Fue un día de otoño en Nueva York, claro y nítido, el tipo de día que
hace que uno se sienta emocionado por estar vivo. Sorprendida por un estruendo
ensordecedor, se giró para ver cómo las paredes de su oficina se movían seis me-
tros en su dirección. Aunque Sharon se movilizó de inmediato, saltando sobre sus
pies y preparándose para huir para salvar su vida, fue bajada lenta y metódicamen-
te ochenta pisos por unas escaleras llenas del asfixiante y agrio olor a combustible
para aviones y a escombros. Después de llegar al entresuelo de la torre norte del
World Trade Center, una hora y veinte minutos más tarde, la torre sur se derrumbó
repentinamente. Las ondas de choque elevaron a Sharon en el aire, lanzándola vio-
lentamente sobre un cuerpo aplastado y ensangrentado. Un detective de la policía
fuera de servicio la descubrió, aturdida y desorientada, encima del hombre muerto.
La ayudó a encontrar la forma de salir de los escombros y alejarse del lugar, a tra-
Ejemplo de Casos en el Consultorio 201

vés de una oscuridad absoluta. Conoció a otros sobrevivientes sentados frente a


una iglesia, y juntos dieron gracias por estar vivos.
En las semanas siguientes a su milagrosa supervivencia, una densa niebla
amarilla la envolvió en un insensible adormecimiento. Sharon se sentía indiferente
durante el día, simplemente pasando por los movimientos de la vida con poca pa-
sión, dirección o placer. Apenas una semana antes había amado la música clásica;
ahora ya no le interesaba: “no soportaba escucharla”. Entumecida la mayor parte
del tiempo, fue asaltada periódicamente por ataques de pánico. El sueño se con-
virtió en su enemigo; por la noche se despertaba con sus propios gritos y sollozos.
Por primera vez en su vida, esta ejecutiva, una vez altamente motivada, no podía
imaginar un futuro para sí misma; el terror se había convertido en el principio orga-
nizador de su vida. (§)
El terror de Sharon no se centraba en nada en particular, sino que aparecía
en todas partes, proyectado “ahí fuera”, en un mundo que se sentía amenazado,
incluso cuando todo era objetivamente seguro y predecible. Le impedía volar, viajar
en metro o estar en lugares públicos. Estaba constantemente en guardia, despierta
o dormida. Sharon me vio en una entrevista de televisión, me rastreó a través de
mi instituto y luego viajó cuatro días y noches, en tren, para verme en Los Ángeles,
donde estaba enseñando. El 1 de diciembre de 2001, hicimos la sesión que se
resume a continuación.
Cuando entra en la habitación, vestida elegantemente con un traje de negocios
naranja, Sharon camina directamente a una silla y se sienta sin parecer ni siquie-
ra darse cuenta de mí. Me siento muy incómodo cuando, casi antes de que me
presentara, ella comienza a hablar de los horrores del evento, suavemente, como
si le hubiera ocurrido a otra persona. (‖) Si no hubiera comprendido sus palabras,
podría haber pensado que estaba hablando de una aburrida fiesta de oficina en lu-
gar de una confrontación personal con la muerte y el desmembramiento. Escuchar
su narrativa emocionalmente desconectada me dejó retorciéndome, queriendo le-
vantarme y salir de la habitación. Estoy perturbado por lo que yace oculto bajo su
suavidad.
Mi introspección se interrumpe, atraída por la intimidad de un gesto leve y ex-
pansivo hecho por los brazos y las manos de Sharon mientras habla; es como si se
estuviera acercando a algo a lo que aferrarse. ¿Está el cuerpo de Sharon contando
202 En una voz no hablada

otra historia, una historia que está oculta a su mente? Le pido que deje a un lado su
narración verbal por el momento y que ponga su atención, en cambio, en el mensa-
je naciente que sus manos nos están comunicando a ambos. La animo a que siga
este camino repitiendo lentamente el movimiento y manteniéndola concentrada en
su sensación física. (a)
Moverse lentamente y enfocar la atención en un movimiento permite que se
sienta de una manera especial. Cuando los clientes hacen esto, la mayoría de las
veces experimentarán que sus brazos (u otra parte del cuerpo) se mueven como si
estuvieran solos (“como si mi brazo me estuviera moviendo”). La gente a menudo
sonríe o se ríe porque la sensación de que el brazo se mueve parece tan inusual. (b)
Perpleja al principio, Sharon describe el gesto como si estuviera “sosteniendo
algo”. Se produce un cambio notable en su cuerpo; su cara está visiblemente me-
nos tensa y sus hombros menos rígidos. Inesperadamente, una imagen fugaz del
río Hudson aparece en el ojo de su mente, la vista diaria desde la sala de estar de
su apartamento al otro lado del río de Manhattan.
Volviendo a la historia narrativa, Sharon se agita al contarme cómo está em-
brujada, revisitada, por las humeantes columnas de humo, que ahora ve todos los
días desde esta misma ventana. Evocan los horribles olores acre de ese día; siente
un ardor en sus fosas nasales. En lugar de dejarla seguir “reviviendo” la intrusión
traumática, la contengo firmemente y la convenzo de que siga concentrándose en
las sensaciones de los movimientos de sus brazos. Una imagen espontánea emer-
ge, una de las barcas que se mueven sobre el río. Le transmiten una reconfortante
sensación de intemporalidad, movimiento y fluidez. “Puedes destruir los edificios,
pero no puedes drenar el Hudson”, pronuncia en voz baja. Luego, en lugar de con-
tinuar con los horribles detalles del evento, se sorprende a sí misma describiendo
(y sintiendo) lo hermoso que había sido cuando se puso a trabajar en esa “perfecta
mañana de otoño”.
Este proceso es un ejemplo de expansión de la “apertura” de una imagen a
su estado pretraumático (como se describe en el capítulo 7). Hasta el momento
anterior al impacto del avión, había sido un día perfecto, impregnado de colores
vibrantes y aromas suaves. Estas impresiones sensoriales todavía existen en algún
lugar de las catacumbas de la conciencia, pero han sido anuladas por la fijación
traumática. La restauración gradual del espectro completo de las partes dispares
Ejemplo de Casos en el Consultorio 203

de una imagen es un componente integral de la resolución del trauma. (c)


El cuerpo y las imágenes de Sharon comienzan a contar una historia que
contrasta marcadamente con la que sus palabras transmiten, casi como si fue-
ran narradas por dos personas completamente diferentes. Mientras sostiene las
imágenes del río Hudson, junto con las sensaciones corporales asociadas, se da
cuenta de una sensación tímida de alivio. Ahora recuerda inocentemente cómo se
había emocionado al venir a trabajar ese día. Su gesto es más fuerte y definitivo.
La atención continuada a la sensación física del gesto profundiza su sentido de re-
lajación, estimulando una curiosidad casi lúdica. Mientras ella mira con curiosidad
sus manos, primero una y luego la otra, respiro un suspiro de alivio. Un cambio tan
aparentemente insignificante tiene implicaciones profundas: la curiosidad jugueto-
na es uno de los “antídotos” prima facie para el trauma. La exploración curiosa, el
placer y el trauma no pueden coexistir en el sistema nervioso; neurológicamente,
se contradicen entre sí. (d)
Esta capacidad de experimentar los sentimientos corporales positivos (de inte-
rés y curiosidad), mientras permanece en contacto con sus sentimientos de terror
e impotencia, le permite a Sharon hacer algo que no hubiera podido hacer unos
minutos antes. Ahora puede empezar a retroceder y “simplemente” observar estas
sensaciones e imágenes difíciles, incómodas y físicas sin sentirse abrumada por
ellas (e). En otras palabras, son mantenidas a raya. Esta conciencia dual induce
un cambio que permite que las sensaciones se sientan como son: intrínsecamente
energéticas, vitales y en el presente, más que como fragmentos, desencadenantes
y precursores del miedo y la impotencia del pasado. Esta distinción sentida hace
posible que Sharon revise y asimile muchos detalles del horrible acontecimiento
sin revivirlo. Esta nueva “destreza” para volver a visitar, sin revivir, una experiencia
traumática es esencial en el proceso de recuperación y nuevo compromiso que yo
llamo renegociación.
Las personas necesitan desvincular las asociaciones emocionales y mentales
de las sensaciones físicas crudas que han llegado a experimentar como precurso-
res del desastre, pero que son, en última instancia, sensaciones de vitalidad. El res-
tablecimiento de estos efectos revitalizantes es un elemento central del tratamiento
eficaz del trauma. Curiosamente, también se encuentra en prácticas curativas anti-
guas, como la meditación, el chamanismo y el yoga.
204 En una voz no hablada

Dando el paso

Cuando el primer avión chocó contra el edificio, sólo diez pisos por encima
de su oficina, la explosión provocó una onda expansiva de terror en su cuerpo. La
reacción inmediata de la gente ante estos terribles acontecimientos es detenerse,
orientarse y luego escapar. Esto suele implicar una intensa necesidad de correr.
Sin embargo, atrapada a ochenta pisos de altura con miles de personas, Sharon
necesitaba inhibir esta reacción primaria. Contra los intensos impulsos de huir, se
obligó a permanecer “tranquila” y a caminar en fila ordenada por las escaleras junto
con docenas de otros individuos aterrorizados; este fue el caso a pesar de que su
cuerpo estaba “cargado de adrenalina” para correr a toda velocidad. Seguramente
Sharon también sintió el potencial de que cualquiera de los otros oficinistas atrapa-
dos entrara en pánico de repente y comenzara una estampida que los pondría aún
más en peligro a todos. Ellos, como ella, también tuvieron que frenar su poderoso
impulso primordial de huir. Mientras Sharon relata lentamente los detalles de la
fuga, mientras siente su respuesta corporal, paso a paso, recuerda haber encon-
trado otro momento de crudo terror cuando encontró la puerta del piso setenta
cerrada e intransitable.

Debido a la comodidad física que encontró al ponerse en contacto con


los gestos espontáneos y expansivos y las imágenes del río Hudson, ahora confío
en que Sharon pueda enfrentar con mayor seguridad algunos de estos materiales
altamente cargados sin sentirse abrumada y, por consiguiente, traumatizada. (f) Al
seguir su “historia corporal”, las islas de seguridad (pasos 1 a 3 del capítulo 5) están
comenzando a formarse en el mar de traumas tormentosos de Sharon. La seguri-
dad experimentada desde estas islas internas le permite lidiar con los crecientes
niveles de excitación y moverse a través de ellos sin angustia indebida.
A partir de esta evaluación, la guío de vuelta al momento de la explosión y lue-
go le pido que localice dónde y cómo se siente esa violenta huella en su cuerpo...
A medida que atiende esta “sensación sentida”, se da cuenta de una sensación
general de agitación en las piernas y los brazos y de “bultos” apretados en el intes-
tino y la garganta. Dice que se siente atascada. Aquí la introduzco a usar el sonido
Ejemplo de Casos en el Consultorio 205

“buuu” como una manera de ayudarla a disolver y transformar las sensaciones


atascadas (ver Capítulo 6). A medida que se concentra en esas sensaciones físicas
incómodas (con la ayuda de los sonidos vibratorios), la inclinación a tratar de en-
tenderlas o explicarlas se reduce. Con una atención muy centrada, la guío para que
no interprete lo que está sintiendo porque no quiero que el significado provenga de
un lugar mental. El cuerpo necesita decir primero lo que está en su “mente” para
que surjan nuevas percepciones en el tiempo presente. (Esta advertencia sobre
“cognición prematura” se exhibió en una calcomanía en el parachoques que vi
recientemente: “Realidad: ¡No es lo que piensas!”)
Sharon se toma unos momentos para reflexionar. Al suspender la compulsión
por entender, ella experimenta un repentino “estallido de energía que viene de lo
más profundo de mi vientre”. ¿Tiene un color, me pregunto? “Sí, es rojo, rojo bri-
llante, como un fuego.” Aunque visiblemente sorprendida por su intensidad, no
retrocede ante su potencia. Su experiencia se transforma en (lo que ella reconoció
como) un fuerte impulso de correr, concentrado en sus piernas y brazos. Sin em-
bargo, con la sola idea de correr se “congela” de nuevo. Siento que está atrapada
entre el deseo real y necesario de escapar y su mente “inconsciente”, que asocia
huir con estar atrapada. Como en el hueco de la escalera, tuvo que contener su
poderoso impulso de huída y caminar lentamente, aunque estaba en peligro de
muerte. Este dilema se vio agravado por la conmoción de encontrar la puerta ce-
rrada en el piso setenta. Luego, cuando finalmente llegó al entrepiso, la torre sur
se derrumbó y fue arrojada violentamente al aire. Por último, estaba el horror de
encontrarse tumbada semiconsciente sobre un cadáver.

Dos cerebros

Sharon estaba atrapada en un conflicto entre dos centros muy diferentes en


su cerebro: los crudos y primitivos mensajes de autopreservación del tronco en-
cefálico y del sistema límbico le exigían que corriera por su vida, mientras que su
corteza frontal le enviaba mensajes de inhibición y contención. Le decía que fuera
“razonable” y que caminara tranquila en una línea ordenada. En nuestra sesión, fue
crucial separar las aterradoras expectativas de estar atrapada de sus impulsos bio-
206 En una voz no hablada

lógicos somáticos para actuar y “metabolizar” esa energía de supervivencia... Para


desacoplar los dos, le pregunto si puede concentrarse en la intensa “electricidad”
que describe experimentando en su cuerpo e imaginar llevarla a algún lugar donde
haya disfrutado antes de correr. Ella se endurece en respuesta a esa invitación. Ella
dice: “Me haría sentir demasiado ansioso.” Luego la sorprendo preguntándole dón-
de siente la ansiedad y cómo se siente (ver el Epílogo de este caso). Desarmada,
Sharon dice: “No lo sé. Oh, es mi cuello y mis hombros y mi pecho se siente como
si no pudiera respirar.... Mis piernas están tan apretadas que... No sé, se sienten
como si pudieran...”
“¿Como qué?” Pregunto.
“Como si quisieran huir”, responde ella. Luego, con un poco de tranquilidad,
comienza a sentir las sensaciones de correr por un sendero en su parque favorito.
Después de unos minutos, observo un suave temblor en sus piernas. Le pregunto
qué está sintiendo, a lo que ella responde: “Pude sentir realmente la carrera; estaba
llena... y ya no siento más la ansiedad”.
“Bien, Sharon,” interrumpo, “¿pero qué sientes?”
“Bueno, en realidad me siento bien, aliviada.... me siento cosquilleada y alivia-
da; y mi respiración es realmente profunda y fácil; y mis piernas están calientes y
relajadas”. Una lágrima recorre suavemente su mejilla. Su cara y sus manos tienen
un color rosa uniforme.
Este fue el comienzo de la separación de Sharon del poderoso impulso bio-
lógico de escapar de su expectativa mental y emocional de que volvería a estar
atrapada y abrumada. Al imaginar -con un compromiso total con su experiencia
corporal- la sensación de que estaba corriendo, sin trabas, en un lugar seguro, fue
capaz de completar la acción congelada encerrada en su cuerpo. (g) El sólo hecho
de que Sharon se imaginara corriendo no habría tenido mucho efecto. Sin embar-
go, primero acercarse al lugar donde estaba atrapada, volver a visitar (tocar) ese
momento de terror y luego experimentar la (nueva) posibilidad de completar ese
acto motor fue el desenlace terapéutico. (98)
Haber sentido sus sensaciones físicas altamente cargadas, tal como eran, no
como ella temía o imaginaba que eran, fue la clave para desacoplar los pensamien-
tos catastróficos, así como las emociones de terror y pánico, de su experiencia
física real. Durante este proceso, que duró casi dos horas, y que estuvo marcado
Ejemplo de Casos en el Consultorio 207

por ciclos de temblores suaves y sudoración suave, desarrolló gradualmente la


capacidad de tolerar sus sensaciones hasta que llegaron a su culminación natu-
ral. Creo que existen pruebas que apoyan la idea de que esta acción realizada y
exitosa “cambió” ciertos circuitos cerebrales críticos, permitiéndole experimentar
la posibilidad de una acción significativa y efectiva en lugar de una ansiedad inde-
fensa.(99) De esta manera, su ansiedad inmovilizadora se transformó en una “ola de
energía cálida”. La vasta energía de “vida o muerte” de la supervivencia se había
metamorfoseado, a través de ciclos de descarga temblorosa, en sentimientos de
vida y bondad.
Después de experimentar directamente este alivio como una sensación en su
cuerpo (una sensación que contradecía directamente su terror paralizante) Sharon
recuperó un sentido de vida y la realidad sentida de que ella había sobrevivido,
de hecho, y que su vida tenía un futuro con posibilidades de expansión. Ya no se
sentía atrapada en el horror del evento; comenzó a retroceder al pasado, donde
pertenecía. Y ahora era posible viajar en el metro para escuchar su música favorita
en el Lincoln Center. Un nuevo y diferente significado para su vida surgió de una
nueva y diferente experiencia en el nivel instintivo corporal.
Esta fue la historia que contó el cuerpo de Sharon. Es una reminiscencia de la
prosa de Antonio Damasio:

“Usamos nuestras mentes no para descubrir hechos, sino para ocultarlos.


Una de las cosas que la pantalla esconde más eficazmente es el cuerpo,
nuestro propio cuerpo, es decir, los pormenores de éste, sus interiores.
Como un velo lanzado sobre la piel para asegurar su modestia, la pantalla
quita parcialmente de la mente los estados internos del cuerpo, aquellos que
constituyen el flujo de la vida mientras deambula en el viaje de cada día.” (100)
208 En una voz no hablada

Epílogo

“Nuestros sentimientos y nuestros cuerpos son como agua que fluye hacia el

agua. Aprendemos a nadar dentro de las energías de los sentidos[del cuerpo].”

-Tarthang Tulku

Para repasar, los seres humanos han sido diseñados a lo largo de milenios, a
través de la selección natural y la evolución social, para vivir y moverse a través de
eventos extremos y pérdidas, y para procesar sentimientos de impotencia y terror
sin quedarse atascados o traumatizados. Cuando experimentamos sensaciones y
sentimientos difíciles y particularmente horribles, nuestra tendencia, sin embargo,
es a retroceder y evitarlos. Mentalmente, nos separamos o “disociamos” de estos
sentimientos. Físicamente, nuestros cuerpos se aprietan y se preparan contra ellos.
Nuestras mentes se desbordan tratando de explicar y dar sentido a estas sensacio-
nes extraterrestres y “malas”. Por lo tanto, nos vemos obligados a tratar de localizar
su fuente ominosa en el mundo exterior. Creemos que si sentimos las sensaciones,
nos abrumarán para siempre. El miedo a ser consumidos por estos sentimientos
“terribles” nos lleva a convencernos de que evitarlos nos hará sentir mejor y, en
última instancia, más seguros. Hay muchos ejemplos de esto en nuestras vidas:
podemos evitar un café o ciertas canciones que nos recuerdan a un ser querido
anterior o evitar la intersección donde fuimos chocados por detrás hace un año.
Desafortunadamente, lo contrario es cierto. Cuando luchamos contra y/o nos
escondemos de sensaciones y sentimientos desagradables o dolorosos, general-
mente empeoramos las cosas. Cuanto más los evitamos, mayor es el poder que
ejercen sobre nuestro comportamiento y nuestro sentido de bienestar. Lo que no
se siente permanece igual o se intensifica, generando una cascada de emociones
virulentas y corrosivas. Esto nos obliga a fortalecer nuestros métodos de defensa,
evasión y control. Este es el círculo vicioso creado por el trauma. Los sentimientos
abandonados, en forma de sensaciones físicas bloqueadas, crean e impulsan la
sombra creciente de nuestra existencia. Como vimos con Sharon, cuando nos en-
focamos de una manera particular en las sensaciones físicas, en un corto período
de tiempo ellas cambian y cambian; y nosotros también.
Ejemplo de Casos en el Consultorio 209

Cognición Precoz

Las creencias mal dirigidas de Sharon (aunque en gran parte subconscientes)


son esfuerzos por comprender, dar sentido a su experiencia y ayudarla a justificar
por qué se siente tan mal. Estas “explicaciones” no harán nada para ayudarla a
superar su respuesta de miedo y completar las acciones inhibidas que forman la
base de su continua respuesta traumática (el cómo). La mentación, en esta etapa,
sólo interfiere con la resolución. Por esta razón, le enseño a resistir la seducción de
comprender y, en su lugar, a comprometerse plenamente con lo que ahora siente
físicamente en su cuerpo. La consecuencia de la “cognición prematura” es sacar a
la persona de su experiencia sensacionalista antes de que ésta se complete y tenga
la oportunidad de generar nuevas percepciones y nuevos significados.

La experiencia de la ansiedad no es universal

Si le preguntas a varias personas ansiosas lo que están sintiendo, es posible


que todas digan que están sintiendo “ansiedad”. Sin embargo, es probable que
obtenga varias respuestas diferentes si luego se le pregunta con la pregunta epis-
temológica: “¿Cómo sabe que está sintiendo ansiedad? Uno puede decir: “Lo sé
porque algo malo me va a pasar”. Otro dirá que se siente estrangulado en la gar-
ganta; otro que su corazón está saliendo de su pecho; y otro que tiene mariposas o
un nudo en el estómago. Otras personas pueden reportar que su cuello, hombros,
brazos o piernas están tensos; otras pueden sentirse listas para la acción; mientras
que otras pueden sentir que sus piernas se sienten débiles o que sus pechos están
colapsados. Todas menos la primera respuesta son sensaciones físicas específi-
cas y variadas. Y si la persona que temía que “me pasara algo malo” hubiera sido
dirigida a hacer un escáner de su cuerpo, habría descubierto alguna sensación
somática/física conduciendo y dirigiendo ese pensamiento. Con un poco de prác-
tica podemos empezar a separar las emociones, pensamientos y creencias de las
sensaciones subyacentes. Nos sorprende entonces nuestra capacidad de tolerar y
pasar por estados emocionales difíciles, como el terror, la rabia y la impotencia, sin
210 En una voz no hablada

ser arrastrados y ahogados. Si vamos por debajo de las emociones abrumadoras


y tocamos las sensaciones físicas, algo muy profundo ocurre en nuestro organis-
mo, hay una sensación de flujo, de “volver a casa”. Esta es una verdad central en
varias tradiciones espirituales antiguas, particularmente en ciertas tradiciones del
budismo tibetano. (101)

El poder transformador de la sensación

Para comprender el poder transformador de la experiencia de los sensaciones


directas, es necesario “diseccionar” ciertas emociones como el terror, la rabia y la
impotencia (véase el capítulo 13). Cuando percibimos (consciente o inconsciente-
mente) que estamos en peligro, se movilizan en nuestro cuerpo las posturas de-
fensivas específicas necesarias para protegernos. Instintivamente nos agachamos,
esquivamos, nos replegamos y nos agarrotamos, nos preparamos para luchar o
huir; y cuando escapar parece imposible, nos congelamos o nos doblamos en un
colapso impotente. Todas estas son respuestas corporales innatas y específicas,
poderosamente energizadas para enfrentar situaciones extremas. Permiten que
una mujer que pesa ciento veinte libras levante un auto de su hijo atrapado. Es la
misma fuerza primaria que impulsa a una gacela a correr a 70 millas por hora para
escapar del guepardo que la persigue.

Estas energías de supervivencia se organizan en el cerebro y se expre-


san específicamente como patrones de tensión muscular en la preparación para la
acción. Sin embargo, cuando se nos activa a este nivel y, como a Sharon, se nos
impide completar ese curso de acción -como en la lucha o en la huida- entonces
el sistema se congela o colapsa, y la tensión energizada en realidad permanece
atascada en los músculos. A su vez, estas tensiones musculares no utilizadas, o
parcialmente utilizadas, crean un flujo de impulsos nerviosos que ascienden por la
médula espinal hasta el tálamo (una estación central de retransmisión de sensa-
ciones) y luego hasta otras partes del cerebro (particularmente la amígdala), lo que
indica la presencia continua de peligro y amenaza. Dicho simplemente, si nuestros
músculos y tripas están preparados para responder al peligro, entonces nuestra
Ejemplo de Casos en el Consultorio 211

mente nos dirá que tenemos algo que temer... Y si no podemos localizar la causa
de nuestra angustia, entonces continuaremos buscando una; un buen ejemplo de
esto fue la lucha de Sharon para entender su experiencia. Lo vemos en los vetera-
nos de Vietnam que están aterrorizados por los sonidos de los fuegos artificiales
del 4 de julio, a pesar de que “saben” racionalmente que no están en peligro. Otros
ejemplos son las personas que temen conducir un coche después de haber esta-
do involucradas en un accidente o las personas que temen incluso salir de casa
porque no saben de dónde proceden estas señales de peligro. De hecho, si no
podemos encontrar una explicación para lo que estamos sintiendo, seguramente
fabricaremos una o muchas. A menudo culparemos a nuestros cónyuges, hijos, je-
fes, vecinos (ya sean vecinos u otro país) o simplemente a la mala suerte. Nuestras
mentes se mantendrán en la sobrecarga, buscando obsesivamente las causas del
pasado y temiendo el futuro. Nos mantendremos tensos y en guardia, sintiendo
miedo, terror e impotencia porque nuestros cuerpos continúan señalando peligro a
nuestros cerebros. Nuestras mentes pueden o no estar de acuerdo, pero estas ban-
deras rojas (provenientes de partes no conscientes del cerebro) no desaparecerán
hasta que el cuerpo complete su curso de acción. Así es como estamos hechos: es
nuestra naturaleza biológica, conectada al cerebro y al cuerpo.
Estas reacciones corporales no son metáforas; son posturas literales que infor-
man nuestra experiencia emocional. Por ejemplo, la opresión en el cuello, los hom-
bros y el pecho y los nudos en el intestino o la garganta son fundamentales para
los estados de miedo. La impotencia se manifiesta por un colapso literal del pecho
y los hombros, junto con un pliegue en el diafragma y debilidad en las rodillas y las
piernas. Todas estas “actitudes posturales” representan potenciales de acción. Si
se les permite completar su curso de acción significativo, entonces todo está bien;
si no, viven en el teatro del cuerpo .
Si a las sensaciones espantosas, como las que Sharon estaba experimentando,
no se les da el tiempo y la atención necesarios para moverse a través del cuerpo y
resolver/disolverse (como en temblores y sacudidas), el individuo continuará siendo
agarrado por el miedo y otras emociones negativas. El escenario está preparado
para una trayectoria de síntomas volátiles. La tensión en el cuello, los hombros y
la espalda probablemente evolucionará con el tiempo hacia el síndrome de fibro-
mialgia. Las migrañas también son expresiones somáticas comunes del estrés no
212 En una voz no hablada

resuelto. Los nudos en el intestino pueden mutar a afecciones comunes como el


síndrome del intestino irritable, el síndrome premenstrual grave u otros problemas
gastrointestinales como el colon espástico. Estas condiciones agotan los recursos
energéticos de la persona que las padece y pueden adoptar la forma de síndrome
de fatiga crónica. Estos enfermos son más a menudo los pacientes con síntomas
en cascada que visitan médico tras médico en busca de alivio, y generalmente
encuentran poca ayuda para lo que les aflige. El trauma es el gran enmascarador y
participante en muchas enfermedades y “malestares” que afligen a los enfermos.
Tal vez se pueda conjeturar que el trauma no resuelto es responsable de la mayoría
de las enfermedades de la humanidad moderna.

Renegociación

El concepto de renegociación es completamente diferente del catártico “revivir


traumático” o inundación, una forma común de terapia traumática que todavía se
usa después de “eventos críticos” como violaciones, desastres naturales y horror,
como el ataque al World Trade Center que Sharon experimentó el 11 de septiembre.
Estudios recientes sugieren que estas terapias a menudo hacen poco para ayudar
y en realidad pueden ser retraumatizantes. (102)
Una de las trampas de varias terapias de trauma ha sido su enfoque en revivir
recuerdos traumáticos junto con la intensa abreacción de las emociones. En estos
tratamientos basados en la exposición, los pacientes son empujados al descubri-
miento de memorias traumáticas dolorosas y a la disminución de las emociones
asociadas con estas memorias, específicamente las del miedo, el terror, la ira y el
dolor. Estos enfoques catárticos se quedan cortos, ya que a menudo refuerzan las
sensaciones de colapso y los sentimientos de impotencia.

Adam: Superviviente del Holocausto

Adam era un hombre de negocios con éxito financiero a mediados de sus se-
Ejemplo de Casos en el Consultorio 213

senta años cuando trabajé con él. Tenía esposa y familia, y era propietario de una
empresa multinacional de electrónica. Como una persona tranquila y amable, era
muy querido por sus empleados y sus conocidos; sin embargo, Adam no tenía
amistades íntimas. Recientemente, nació su primer nieto. Por todas las aparien-
cias, tenía una buena vida. Fue el suicidio de su hijo a la edad de veintisiete años
lo que ha quebrantado a este hombre de feroz, aunque subyugada, determinación.
Lo ha reducido a la autoculpa obsesiva y al odio a sí mismo.
“Siempre hubo algo diferente en Paulo”, dijo Adam con naturalidad. “Era un
niño sensible que se asustaba fácilmente. Cuando tenía unos cuatro años, por ra-
zones desconocidas, se despertaba en medio de la noche gritando y llorando”.
A finales de la adolescencia, Paulo hablaba frecuentemente de suicidio. “La
vida es demasiado dura”, había repetido muchas veces. Adam se aseguró de que
su hijo nunca se quedara solo durante sus tiempos más oscuros. Había estado
fatigado por esta prueba durante una década, pero persistió en su vigilia compro-
metida. A pesar de los exhaustivos esfuerzos de Adam para salvar a su hijo, Paulo
-que ya no podía soportar su dolor- se ahorcó en el baño. Fue allí donde Adam en-
contró su cuerpo inerte y sin vida. Después de la conmoción del suicidio de Paulo,
Adam descubrió que por primera vez en su vida no podía seguir adelante. En lugar
de sentirse destrozado por el dolor, Adam no sintió nada... un estado que le era
familiar incluso antes de perder a su hijo. Pero esta vez, el entumecimiento lo dejó
tan completamente apagado que no podía funcionar. La vida para él se detuvo.
Después de varios meses de inercia paralizante, Adam hizo una cita para ver
a un psiquiatra. Un amigo de la familia le pidió que hiciera esto y le aconsejó que
tomara algún medicamento para su condición de desanimado. Después de tomar
una historia personal, el psiquiatra sugirió que el pasado de Adam le impedía llorar
la muerte de su hijo y le dio el diagnóstico de “duelo complicado”. Aunque la idea
de que sus primeros años de vida eran “traumáticos” o incluso implicados en su
actual malestar desconcertó a Adam, accedió a hablar conmigo.
Adam nació sin madre. Un ataque cardíaco masivo durante el parto requirió una
cesárea de emergencia para salvar a su único hijo. Murió justo cuando él estaba
naciendo dos meses antes de tiempo. Como su padre había sido reclutado en el
ejército ruso, Adam fue entregado al hermano de su padre para ser criado por su
tío y su esposa. La tía, que se suponía que cuidaría de él, era en cambio una mujer
214 En una voz no hablada

cruel, probablemente psicótica, que lo golpeaba repetidamente.


Más allá del tormento de este comienzo traicionero, lleno de abandono y abu-
so, la vida de Adán pasó por una serie de pruebas y dolores adicionales. A la edad
de cuatro años, su tío y dos hermanastras mayores fueron deportados y extermi-
nados por los nazis. Luego pasó a una serie de familias cristianas que trataron de
ocultar sus orígenes judíos. Durante este tiempo, según estas familias, gritaba en
medio de la noche, tal como lo había hecho Paulo cuando tenía la misma edad.
A la edad de nueve años, Adam fue entregado a un grupo de fugitivos que
vivían en el bosque. Le “encantaba estar allí” porque le gustaba a la gente y, por
primera vez, se sentía querido. “Ese año fue el mejor de mi vida”, me dijo. Aunque
amaba y se sentía protegido por su “familia del bosque”, sus ataques nocturnos
continuaron y crecieron en intensidad. Sus llantos y gritos nunca disminuirían, a
pesar de todos los intentos de calmarlo. Como ni siquiera podía ser despertado,
el ruido de sus ataques puso en grave peligro a su familia del bosque. Tan trági-
camente, que antes de cumplir diez años, Adam fue enviado de vuelta a la aldea,
donde deambuló sin rumbo como huérfano.
Una noche, Adam fue llevado a la comisaría e interrogado. Como se le había
instruido, dio a los nazis su nombre de pila. La policía le dijo que sería castigado
si mentía. Luego, lo obligaron a quitarse los pantalones a la vista de todos. Para
ocultar su vergüenza, Adam, de nueve años de edad, miró fijamente a la pared, sólo
para ver un crucifijo. Esto lo aterrorizó, haciéndole creer que terminaría en una cruz
si lo atrapaban mintiendo. Luego lo llevaron a un campo de concentración. “Ser
entregado vivo al campo de concentración”, dijo, “fue un alivio; al menos yo estaba
con otros judíos”.
Al entrar en el campo, uno de los prisioneros de la aldea le preguntó a Adam
su nombre. Ahora, en medio de su propia gente, Adam dio el nombre con el que
había crecido, y los nombres de los que él creía que eran sus padres. Entonces el
hombre exclamó: “No, no, ese no es tu verdadero apellido”. Y le dijo los nombres
de sus padres biológicos y cómo ambos habían muerto. Adam recordó haber sen-
tido un alivio indecible al saber que la madre cruel que había experimentado no era
su verdadera madre.
Mientras estaba en el campo de concentración, Adam fue testigo de cómo
golpeaban, torturaban y disparaban brutalmente a la gente. Muchos otros sucum-
Ejemplo de Casos en el Consultorio 215

bieron al suicidio, a menudo ahorcándose. Durante su internación, Adán no tuvo


ningún consuelo o apoyo real que lo ayudara a lidiar con tal terror y horror. Para
la mayoría de nosotros, la experiencia de Adam es inimaginable. Si reflexionára-
mos honestamente sobre el efecto que habría tenido en nosotros, nos sentiríamos
profundamente perturbados por ese terrible conocimiento. Sin embargo, para ob-
servar a Adam en su vida, él aparecía, al menos en la superficie, poco diferente de
usted o de mí, sólo que más exitoso para los estándares modernos de hoy en día.
Como huérfano de nacimiento y sobreviviente de las atrocidades más inima-
ginables y del sufrimiento humano, Adam había superado este tormento. Emigró
a Sudamérica a la edad de diecinueve años, con la esperanza de “escapar de su
pasado”. Allí se estableció y construyó su negocio, convirtiéndose en un poderoso
empresario internacional de éxito financiero. Sin embargo, cuando este ser humano
extraordinario fue referido a mí, había sido reducido a un hombre quebrantado. Se
inclinaba y arrastraba los pies al entrar en la habitación. Su postura y sus movi-
mientos me recordaban a los pacientes que he visto en las salas traseras de los
hospitales psiquiátricos. Sus ojos miraron inexpresivamente al suelo, y pareció no
darse cuenta de que yo estaba presente. No tenía ni idea de por dónde empezar.
Por un lado, estaba tan apagado que parecía que nada de lo que pudiera decir o
hacer le llegaría; pero por otro lado, temía que si era capaz de traer sentimientos,
podrían abrumarlo tan completamente que se desplomaría en una desesperación
catatónica sin fondo. ¿Cómo podría llegar a este hombre sin destruirlo? Me sentí
perdido e intimidado por el alcance y el delicado desafío de mi tarea.
De memoria, Adán continuó con la letanía que le había dicho al psiquiatra. No
había ni un rastro de sentimiento en su narración: “Todo eso sucedió hace tan-
to tiempo”, añadió con un pequeño suspiro de cansancio. Escuché, sintiéndome
bastante incómodo al escuchar describir tal horror sin afectación. De una manera
extraña, sin embargo, me sentí aliviado de que él no tuviera sentimientos; de esa
manera, yo tampoco tendría que sentir. Intelectualmente, me distancié de los senti-
mientos y de Adam. Pude hacerlo recurriendo a un análisis clínico, preguntándome
qué mecanismo había utilizado para mantenerse al margen de sus horribles expe-
riencias y cómo había evitado deambular por las calles, como lo había hecho en su
condición de huérfano, o en la sala trasera de alguna institución psiquiátrica.
Como una manera de intentar iniciar un pequeño contacto, le pregunté a Adam
216 En una voz no hablada

sobre su trabajo, su familia y amigos -cualquier tema en el que pensara que podría
haber un punto de entrada incluso para un pequeño rastro de sentimiento positivo.
Nada salió de esto. Me encontré, extrañamente, pidiéndole que me describiera
las últimas horas de su día. Perplejo, me contó que perdió su vuelo y que alquiló
frenéticamente un coche para conducir las doscientas millas de Curitiba a São Pau-
lo para encontrarse conmigo. En el lote de alquiler cerca del aeropuerto, recordó
haber visto a niños volando cometas que habían hecho con cosas encontradas en
el basurero. (h)
Capté el primer parpadeo en su cara, por lo demás sin expresión. Pero en-
tonces, con la misma rapidez, su rostro se volvió plano de nuevo, y su cuerpo se
inclinó hacia adelante en resignación. No queriendo que se desmayara, le pedí que
se pusiera de pie con las rodillas ligeramente flexionadas. Estar de pie requiere la
activación y coordinación de los sistemas propioceptivo y kinestésico. Esto tuvo el
efecto de mantener la conciencia de Adam en línea al activar la rama de excitación
de su sistema nervioso. Esta intervención es lo contrario de permitir que un cliente
se derrumbe, activando la respuesta de cierre y perpetuando así los mortificantes
sentimientos de vergüenza y derrota. Mientras estaba de pie erguido con las rodi-
llas relajadas, le dije a Adán que “mirara dentro” y encontrara algún lugar dentro de
su cuerpo donde pudiera “encontrar la foto de los niños jugando con su cometa
improvisada”. (i) Al principio, informó que se sentía más ansioso (debido a la hiper-
sensibilidad simpática), pero con ánimo, Adán pudo localizar un pequeño círculo
de calor en su vientre. Le pedí que “sólo llegase a conocer esa sensación por un
tiempo”.
Abrió abruptamente los ojos, sorprendiéndose a sí mismo con sus propias pa-
labras: “Esto podría ser peligroso.”
“Sí,” estuve de acuerdo, “podría ser; por eso es importante aprender a sentir,
sólo un poquito a la vez. Su cuerpo ha estado congelado durante mucho tiempo;
tomará algún tiempo descongelarse”, agrego. Era importante que validara su mie-
do legítimo y le ofreciera una imagen (descongelamiento del congelamiento) que
ayudara a mitigar su miedo, invitándolo a explorar su experiencia interna.
Adam se sentó y miró alrededor de la habitación. Le pedí que describiera lo
que veía. (j)
Esto le brindó la oportunidad de conectar el calor de su vientre con la forma
Ejemplo de Casos en el Consultorio 217

en que percibía el mundo exterior en el aquí y ahora. Parecía perplejo. “Oh, no me


había fijado en esas flores antes, ni en la mesa en la que están.” Casi como la ex-
presión inquisitiva de alguien que sale de un coma, su cara mostraba otro minuto
de parpadeo de despertar. Miró a su alrededor y notó una alfombra oriental y un
cuadro. “Tienen colores, colores ricos”, dijo inocentemente.
“Así que cuando mires esos colores, quiero que encuentres el lugar dentro de
tu cuerpo que pueda sentir - incluso, sólo un poquito, esos colores.” (k)
Me miró con una expresión de desconcierto, quizás esperando más instruc-
ciones. Pero luego cerró los ojos y entró. “Siento más calor en mi vientre, y el
círculo, está creciendo en tamaño.”
Después de unos momentos le pedí que se pusiera de pie de nuevo: Adam, te
voy a pedir que hagas algo que puede parecer extraño... Te voy a pedir que visua-
lices la foto de los niños con sus cometas... Siente tus pies en el suelo y cómo te
sostienen las piernas”. Ahora siente tus brazos mientras sostienes la cuerda de la
cometa... e imagina que estás en el campo con los niños.”
Adam respondió casi alegremente: “Siento que en mis brazos y en mi vientre...
Es aún más cálido y más grande... Puedo ver los colores; son brillantes y cálidos...
veo las cometas danzando en las nubes”.
Después de unos momentos de silencio, Adam se sentó y miró alrededor de la
habitación. “Tómate todo el tiempo que necesites, Adam... Sólo siente el ritmo de
eso... del interior y del exterior.” (l)
Sus ojos iban y venían entre la mesa con las flores y la pintura. Se concentró
en la mesa y empezó a describir el color y la veta de la madera como cálida.... se
detuvo... “como la sensación de calidez interior”. Volvió a cerrar los ojos, esta vez
sin mi instrucción, descansó un rato y luego los abrió lentamente y se volvió hacia
mí, mirándome a los ojos sin vergüenza. Esta fue la primera vez que el sistema de
compromiso social de Adán (ver Capítulo 6) se despertó y se puso en línea.
El cuerpo de Adam mostró cierta vitalidad tímida; su cara caída asumió un tono
colorido, casi vibrante, y su postura encorvada se extendió y enderezó. Adán era
como una hoja de plátano rizada y recién nacida que se volvía y alcanzaba hacia
el sol, confiando en su calor a medida que se despliega lentamente. Estaba mara-
villado de la habitación, como si la viera por primera vez. Miró sus manos y luego
sostuvo suavemente los dedos de una mano en la otra. Luego movió sus manos a
218 En una voz no hablada

la parte superior de sus brazos y sostuvo sus hombros, con los brazos cruzados
sobre su pecho. Era como si se estuviera sosteniendo y nutriendo a sí mismo. Nos
sorprendió a los dos diciendo: “Estoy vivo”.
Al aprender que podía empezar a sentir, Adam se volvió, en ese momento,
como el niño, orgulloso de la maravillosa creación de su cometa. Ese fue el comien-
zo de un aprendizaje gradual y rítmico para Adam. Ahora, podía empezar a sentir su
cuerpo sin abrir demasiado la oscura puerta de la violencia y el horror en su alma.
Fue capaz de abrirse lo suficiente para sentir: sentir sin ser aniquilado, sin ser tra-
gado por el agujero negro de su horrible pasado o perdido en la profunda sombra
de su inmenso dolor y culpa por lo de Paulo. De alguna manera, en este cuerpo
atento, estaba descubriendo que había un término medio. Había descubierto un
lugar entre estar completamente abrumado e inundado, por un lado, y encerrado
en una depresión amortiguadora, por el otro.
Adam me escribió más tarde que su experiencia de un terreno intermedio tier-
no, pero duradero, le permitió experimentar una nueva sensación de esperanza.
Desde este lugar, pudo sentir compasión por sí mismo como el niño huérfano del
Holocausto. “Fue también el comienzo”, dijo, “de poder llorar por mi amado hijo y
encontrar placer con mi familia”.

Puntos de discusión

Reflexioné sobre nuestra sesión y sobre lo que podría haber sacado a Adam
de su depresión inmovilizadora y llevarlo a la corriente de la vida. Pudo identifi-
carse con la exuberancia del niño de la favela, una exuberancia que trasciende el
destino privado del niño. Adam pudo sentir en su propio cuerpo la inocencia, la
emoción y la alegría de un niño volando una cometa improvisada a partir de restos
de basura. De manera similar, Adam recogió las sobras de la pila de basura de su
pasado devastador y deshumanizador. Esta vez, en lugar de derrumbarse bajo su
peso, consiguió una solución creativa. Al ponerse de pie (contradiciendo kinesté-
sicamente su colapso habitual) y enraizar físicamente su dolor, movilizó su fuerza
vital y se unió al vuelo trascendente de la cometa. Podía sentirse arrastrado hacia
arriba por la imagen en alza, y hacia la posibilidad de una auténtica libertad y un
Ejemplo de Casos en el Consultorio 219

juego espontáneo. Metafóricamente, se reencontró con la alegoría de su tocayo.


Adam se conectó con la inocencia del Adán bíblico -antes de que el fruto amargo
del conocimiento terrible hubiera decantado en su lengua con el sabor amargo de
la cruel y malvada inhumanidad del hombre. Este hombre, que antes estaba roto,
ahora había tocado la encarnación y la autocompasión lo suficientemente resisten-
te como para comenzar a llorar y así iniciar un movimiento de regreso a la vida. No
quería exponerlo (y ciertamente inundarlo) con el shock de ver a su hijo colgado
en el baño. Mi principal consideración, en este punto, era convencer a su sistema
nervioso de que saliera del cierre causado por el shock y empezara a establecer
una base de resistencia y autorregulación.
Me gustaría invitarle a usted, el lector, a reflexionar sobre las siguientes con-
sideraciones. ¿Los gritos inconsolables de Paulo comenzaron a la edad de cuatro
años y su decisión de colgarse fue una mera coincidencia? (Recuerde, la esposa
de Adam informó que su esposo también gritaba y lloraba durante la noche, tal
como lo había hecho su hijo). ¿O fueron estos incidentes una profunda recreación
transgeneracional de las experiencias no sentidas y las emociones no procesadas
de su padre? Tales posibilidades están entre los misterios del trauma y del espíritu
humano.
Algunos autores que analizan el Holocausto, como Yael Danieli (103)
y Robert
Lifton, (104)
han escrito análisis innovadores de las víctimas que vivieron esta horrible
masacre. Al trabajar con Adán y algunos otros sobrevivientes de este tipo de expe-
riencia, me enfrento personalmente no sólo con el terrible conocimiento de la cruel-
dad de la que son capaces los seres humanos, sino también con el notable proceso
por el cual el cuerpo es de alguna manera capaz de compartimentar los efectos de
esta crueldad y continuar con la vida. Mantiene su tenue influencia, es decir, hasta
que se añade algo a la insostenible contención de su carga. Sin embargo, la llama
ardiente del yo profundo puede volver a encenderse milagrosamente, si se le da la
oportunidad correcta y se le da un apoyo cuidadosamente calibrado.
220 En una voz no hablada

Epílogo

Después de nuestra sesión, Adam regresó a la ciudad polaca donde nació en


busca de cualquier conocimiento sobre su verdadera madre, que había muerto du-
rante su nacimiento. Los nazis no habían destruido la lápida, y Adam la reemplazó
con una nueva lápida porque su corazón “estaba tan conmovido al saber de su
existencia”. ”

Vince: Un hombro congelado

“La colisión entre los dos procesos contrarios, uno de excitación y otro de inhibi-

ción, que eran difíciles de acomodar simultáneamente, o demasiado inusuales en

duración o intensidad, o ambos, causa una ruptura del equilibrio.”

-Ivan Pavlov

No es raro, particularmente para un bombero, ser reacio a ver a un psicote-


rapeuta, un “doctor de la mente”. Esto es especialmente cierto para un problema
que es “obviamente” físico. Vince estaba viendo a un fisioterapeuta por un hom-
bro derecho congelado. Esta discapacidad le impedía desempeñarse en su trabajo
como bombero. El tratamiento no iba bien: después de varias sesiones, apenas
podía mover el brazo del tronco más de unos centímetros. El traumatólogo había
aconsejado la cirugía: una operación en la que el brazo es “manipulado” (tironeado
violentamente) bajo anestesia general en un intento por liberarlo. Una cirugía de
este tipo requiere una rehabilitación extensa y dolorosa y a menudo no mejora
mucho la situación.
Como no había ninguna lesión física aparente, el terapeuta, con la esperanza
de evitar el difícil procedimiento, me lo remitió a mí. Los síntomas habían comenza-
do un par de meses antes de nuestra cita. Estaba trabajando en su garaje y cogió
un motor de arranque para ponerlo en su coche. Al levantarlo, sintió “un pinchazo
de algo” en su brazo. Al día siguiente, su hombro se sintió apretado y dolorido. Con
el tiempo, el dolor se hizo más agudo, y su rango de movimiento empeoró progre-
Ejemplo de Casos en el Consultorio 221

sivamente, volviéndose crónico. No es de extrañar que Vince atribuyera la “tensión”


de su hombro al trabajo en su auto. Esto es algo así como la persona que se agacha
y toma un pedazo de papel, sólo para que su espalda entre en espasmos. El senti-
do común, y la observación clínica de la mayoría de quiroprácticos y terapeutas de
masaje dicta que esto ya era un “accidente a punto de ocurrir”.”
Vince estaba obviamente confundido acerca de ver a un “doctor de la mente”,
y es reacio a comprometerse conmigo. Al sentir esto, le aseguro que no le haré
preguntas personales, sino que me concentraré en ayudarlo a deshacerse de sus
síntomas. “Sí,” dice, “mi cuerpo está roto.” Le pido que me muestre hasta dónde
puede llegar antes de que empiece a doler. Lo mueve unos centímetros y luego me
mira: “Eso es todo.”
“Bien, ahora quiero que lo muevas de la misma manera, pero mucho más des-
pacio, así.” Se lo muestro con el brazo.
“Huh”, responde mientras mira a su brazo. Está claramente sorprendido de que
pudiera moverlo unos centímetros más lejos sin el dolor.
“Aún más despacio, esta vez, Vince... Veamos qué pasa esta vez... Quiero que
le prestes toda tu atención; enfoca tu mente en tu brazo ahora.” Moverse lenta-
mente permite que la conciencia sea llevada al brazo. El simple hecho de moverlo
rápidamente, sin prestar atención, probablemente recreará el patrón de retención
de protección.
Su mano empieza a temblar, y me busca para que le dé seguridad. “Sí, Vince,
deja que eso pase. Es algo bueno. Son tus músculos los que empiezan a soltarse.
Trata de mantener tu mente enfocada allí, con tu brazo y con el temblor. Deja que
tu brazo se mueva como quiera”. El temblor continúa por un tiempo y luego se
detiene; la frente de Vince estalla en sudor.
A medida que Vince se mueve hacia el borde del patrón de la férula, algo de la
“energía” contenida en su patrón de defensa muscular comienza a liberarse. Esto
incluye las reacciones involuntarias del sistema nervioso autónomo, tales como
temblores, sudoración temblorosa y cambios de temperatura.(m) Debido a que es-
tas son acciones de base subcortical, la persona no tiene una sensación de control
sobre sus reacciones. Esto puede ser bastante inquietante. Mi función aquí es la de
entrenador y comadrona, ayudando a Vince a hacerse amigo de estas sensaciones
“ajenas al ego”, especialmente porque no está acostumbrado a reacciones involun-
222 En una voz no hablada

tarias que no puede controlar.


“¿Qué es esto, por qué está pasando?” Vince me pregunta con la voz de un
niño asustado.
“Vince, voy a pedirte que cierres los ojos por un minuto y entres en tu cuerpo.
Estaré aquí si me necesitas.” Después de algunos momentos de silencio sus ma-
nos y brazo comienzan a extenderse hacia afuera, todo su brazo, hombros y manos
están temblando más intensamente. “Está bien que eso suceda”, te animo; “sólo
deja que haga lo que tiene que hacer y sigue sintiendo tu cuerpo”.
“Se siente frío y luego calor”, responde mientras continúa extendiendo la mano,
moviéndose ahora a unos cuarenta y cinco grados. Luego se detiene abruptamen-
te. Asombrado de que pueda llegar tan lejos, sus ojos se abren de par en par. Al
mismo tiempo, parece agitado; su cara de repente se pone pálida. Se queja de
sentirse enfermo.
En lugar de retroceder, lo entreno para que esté presente con sus sensaciones
físicas. Comienza a respirar rápidamente. “Dios mío, sé lo que es esto”.
“Sí, bien,” interrumpo, “pero vamos a quedarnos con las sensaciones por un
rato más, luego hablaremos de ello, ¿está bien?” (n).
Vince asiente con la cabeza y mueve su brazo de un lado a otro desde su
hombro, como si estuviera aserrando un trozo de madera en cámara lenta. En este
movimiento lento, Vince está comenzando a explorar el movimiento interior man-
tenido en jaque y bloqueado en un patrón de sujeción. Ahora está separando dos
impulsos contradictorios, uno de los cuales es el de tender la mano y el otro el de
alejarse con repulsión. (Observo la repulsión como un patrón particular que implica
la retracción de su labio a un lado y la insinuación de que su cabeza está ligera-
mente girada hacia otro lado). El temblor aumenta y disminuye de nuevo, y luego
se asienta. Las lágrimas fluyen libremente de sus ojos. Respira profundamente de
forma espontánea y luego extiende la mano, completamente, hacia adelante. “¡No
duele para nada!” Esto concuerda con lo que he encontrado con el dolor crónico.
Generalmente hay un patrón subyacente de corsé, y cuando el patrón de corsé se
resuelve, el dolor se disuelve.
Vince abre los ojos y me mira. Claramente completo con el procesamiento as-
cendente, ahora es capaz de formar nuevos significados. Me habla del siguiente
evento. Unos ocho meses antes (o) se había ido de compras para su esposa. Al
Ejemplo de Casos en el Consultorio 223

salir del supermercado, oyó un fuerte estruendo. Al otro lado de la calle, un coche
se había estrellado contra un poste de luz. Se le cayó la bolsa y corrió al accidente.
La conductora, una mujer, estaba sentada inmóvil en un aparente estado de shock.
El motor del coche estaba en marcha, por lo que se acercó a través de su cuerpo
inerte para apagar la ignición, procedimiento estándar para evitar incendios o ex-
plosiones. Justo cuando empezó a girar la llave, vio a un niño pequeño en el asiento
del pasajero, con la cabeza decapitada por un airbag. Y entonces Vince me dijo por
qué se le congeló el hombro: “Yo estaba bien antes de ver al niño.... Estoy acos-
tumbrado a hacer cosas así, cosas que son peligrosas... pero cuando vi al niño,
una parte de mí quería agarrar mi brazo hacia atrás y apartarme... Sentía ganas de
vomitar... y la otra parte se quedaba allí e hizo lo que tenía que hacer... A veces es
muy difícil hacer lo que tienes que hacer...”. “Sí,” estuve de acuerdo, “es difícil y tú
y tus amigos seguís haciéndolo de todos modos... Gracias.”
“Hmm,” añadió cuando se fue, “Supongo que tengo que aprender a cuidar
mi cuerpo.” Vince había aprendido que la mente y el cuerpo no son entidades
separadas, que él era una persona completa. Dijo que quería aprender más sobre
sí mismo y vino para tres sesiones más. Aprendió a manejar mejor las situaciones
estresantes y conflictivas y, por supuesto, no necesitó la operación.
Cuando necesitamos participar en acciones que salvan vidas, la cantidad de
carga y adrenalina que inunda nuestros cuerpos es enorme. Cuando Vince intentó
salvar a la pasajera en el accidente, hubo dos acciones de supervivencia simul-
táneas, pero opuestas: una para hacer todo lo posible para salvar su vida, y la
otra, para alejarse del horror. En este intenso conflicto, el sistema nervioso y los
músculos de Vince se bloquearon; su hombro se congeló. Al ser capaz de “sentir”
y separar los impulsos conflictivos, primero para llegar hacia adelante y luego para
alejarse con horror, la vasta energía de supervivencia, (p) en vez de actuar ambas
contra sí misma, fue descargada en las olas de temblor, sudor y náuseas.

Entra Dr. Pavlov

Ivan Pavlov, que recibió el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1904 por
su prodigioso trabajo sobre el reflejo condicionado, fue empujado a un estudio
224 En una voz no hablada

de la ruptura experimental (traumática) por un suceso fortuito. La gran inundación


de Leningrado de 1924 hizo que el agua subiera a su laboratorio del sótano, muy
cerca del nivel de sus perros experimentales enjaulados. Esto los aterrorizó, pero
los dejó físicamente ilesos. Cuando reanudó sus experimentos, se sorprendió al
descubrir que habían perdido sus reflejos condicionados previamente adquiridos.
Aunque esto era de interés obvio para Pavlov, otro conjunto de observaciones al-
teró el futuro de su trabajo de investigación. Una proporción significativa de los
animales, aunque físicamente ilesos, se descompusieron emocional, conductual y
fisiológicamente. Esto incluía acurrucarse y temblar en las esquinas de sus jaulas,
mientras que otros animales que antes eran mansos atacaban con maldad a sus
adiestradores. Además, se observaron cambios fisiológicos como frecuencias car-
díacas elevadas y deprimidas bajo estrés leve y reacciones de sobresalto total a
estímulos leves (como a los tonos de voz o a la aproximación del experimentador).
La inundación evocó dos tendencias conflictivas, como sugiere la definición de
Pavlov: “la colisión entre los dos procesos contrarios, uno de excitación y el otro de
inhibición.” En otro ejemplo, el impulso simultáneo de comer y de sufrir un choque
eléctrico intenso (cuando el choque se combina con la comida) provoca la descom-
posición de los animales hambrientos. Con la existencia de dos impulsos opuestos,
uno para quedarse y comer y el otro para escapar de un evento altamente nocivo,
es probable que se produzca un colapso.
En resumen, la expresión motora de dos intensas respuestas instintivas crea un
conflicto y resulta en estados congelados, como la estasis en el hombro de Vince.
Normalmente, los músculos que se extienden operan recíprocamente con los que
se flexionan. En el estado traumático, sin embargo, el agonista y el antagonista
operan uno contra el otro, creando estados congelados (inmovilidad). Esto puede
llevar a síntomas debilitantes en casi cualquier parte del cuerpo. La energía con-
tenida en las respuestas inhibidas (frustradas) es tan poderosa que puede causar
un refuerzo extremo que a menudo tiene efectos profundos. Por ejemplo, cuando
la gente salta de edificios en llamas a una red de trampolín muy por debajo, los
huesos de sus piernas pueden fracturarse durante la caída y no en el momento del
impacto. Esto se debe a que tanto los músculos extensores como los flexores se
contraen simultáneamente, con una intensidad desmesurada.
En tiempos de guerra o de desastres naturales, el impulso instintivo para la
Ejemplo de Casos en el Consultorio 225

autopreservación a menudo choca con el de la protección de los camaradas. En la


Primera Guerra Mundial la prevalencia de la neurosis de guerra era tremendamen-
te alta en las trincheras. Los soldados de a pie estaban literalmente atrapados y
bombardeados con explosivos a todo volumen durante días o semanas.Su instinto
les llevaba a huir para escapar, o a permanecer bajo el fuego enemigo y luchar
por la preservación del grupo. De hecho, muchos soldados fueron asesinados por
correr imprudentemente para escapar (o fueron tiroteados por supuesta cobardía).
En las pocas películas tomadas de soldados con ese tipo de shock de la Primera
Guerra Mundial, uno ve las consecuencias torturadas, retorcidas y convulsivas de
tal frustración crónica. Uno se pregunta cuántos soldados desarrollaron un trauma
y síntomas de culpa duradera porque eligieron protegerse dejando que los heridos
se las arreglaran solos. En cualquier caso, el coraje es un fenómeno más complejo
de lo que generalmente se aprecia.

El trauma a través de los ojos de un niño

En una carrera de toda una vida de trabajo con adultos, ocasionalmente me han
pedido que vea a los hijos de mis clientes. Con frecuencia me sorprendió cómo,
con la más breve de las intervenciones, los niños se recuperaron de lo que de otro
modo habría sido una debilitación devastadora para toda la vida. Estos niños, des-
atados del yugo del trauma, eran libres de desarrollarse con confianza, resistencia
y alegría. He escrito dos libros sobre la prevención y el tratamiento somático del
trauma infantil. Uno de ellos está dirigido a terapeutas, personal médico y maes-
tros, (105)
mientras que el otro está dirigido principalmente a enseñar a los padres
herramientas eficaces de primeros auxilios emocionales. (106)
En esta sección, ofrezco las tiernas historias de tres niños abrumados: Anna,
Alex y Sammy. Sus viñetas ilustran el principio de que menos es más y hablan de la
resistencia innata del espíritu humano.
226 En una voz no hablada

Anna y Alex: Un picnic que se equivocó

Anna, de ocho años, tiene unos enormes ojos marrones. Podría haber sido mo-
delo para una de las populares pinturas de Keane de niños con ojos de almendra.
La enfermera de la escuela acaba de traerla para que me vea. Pálida, con la cabeza
colgando y apenas respirando, es como un ciervo congelado por las brillantes lu-
ces de un coche que se aproxima. Su rostro frágil es inexpresivo, y su brazo dere-
cho cuelga sin fuerzas, como si estuviera a punto de desprenderse de su hombro.
Dos días antes, Anna fue a una excursión escolar a la playa. Ella y una do-
cena de sus compañeros de clase jugueteaban en el agua cuando una repentina
corriente los arrastró rápidamente al mar. Anna fue rescatada, pero Mary (una de
las madres que se ofreció voluntaria para la salida) se ahogó después de salvar
valientemente a varios de los niños. Mary había sido madre sustituta de muchos de
los niños del vecindario, incluyendo a Anna, y toda la comunidad estaba conmo-
cionada por su trágica muerte. Le había pedido a la enfermera de la escuela que
estuviera atenta a los niños que mostraban un inicio repentino de síntomas (por
ejemplo, dolor, dolores de cabeza y de estómago y resfriados). Anna ya había ido
a ver a la enfermera tres veces esa mañana, reportando dolor severo en su brazo
y hombro derecho.
Uno de los errores que a menudo cometen los que responden al trauma es
tratar de hacer que los niños hablen de sus sentimientos inmediatamente después
de un evento. Aunque rara vez es saludable reprimir los sentimientos, esta práctica
puede ser traumatizante. En estos momentos de vulnerabilidad, los niños (y tam-
bién los adultos) pueden sentirse abrumados. Los traumas previos pueden resurgir
después de un evento abrumador, creando una situación compleja que puede im-
plicar secretos profundos, vergüenza indecible, sentimientos de culpa y rabia. Por
esta razón, mi equipo buscó y aprendió algo de la historia de Anna de varios maes-
tros de escuela primaria (y de la enfermera) antes de ver al niño. De esta manera,
podríamos tener información que o bien era conscientemente desconocida para el
niño o bien podía ser peligrosa de descubrir dado su frágil estado.
Nos enteramos de que a la edad de dos años, Anna estaba presente cuando
su padre le disparó a su madre en el hombro y luego se quitó la vida. Un detalle
Ejemplo de Casos en el Consultorio 227

adicional que agravó los síntomas de Anna fue provocado por una experiencia que
tuvo antes del picnic. Se había enfurecido cuando el hijo de Mary, Robert, de die-
ciséis años, intimidó a su hermano de doce años. Había una fuerte posibilidad de
que Anna hubiera estado albergando mala voluntad hacia Robert antes del ahoga-
miento, y estaba buscando venganza en ese momento. Esto elevó la probabilidad
de que Anna sintiera una profunda culpa por la muerte de María, tal vez incluso
creyendo (a través del pensamiento mágico) que ella era responsable de ella.
Le pido a la enfermera que acune y apoye suavemente el brazo herido de Anna.
Esto podría ayudar a Anna a contener la “energía de choque” congelada encerrada
en su brazo, así como a aumentar la conciencia interior del niño. Con este apoyo,
Anna podría descongelarse lentamente (es decir, gradualmente) y acceder a los
sentimientos y respuestas que podrían ayudarla a volver a la vida.
“¿Cómo se siente estar dentro de tu brazo, Anna?” Le pregunto en voz baja.
“Duele mucho”, responde débilmente.
Sus ojos están abatidos, y yo digo: “Duele mucho, ¿eh?”
“Sí.”
“¿Dónde te duele? ¿Puedes mostrarme con el dedo?” Señala un lugar en la
parte superior de su brazo y dice: “En todas partes también”. Hay un pequeño
escalofrío en su hombro derecho seguido de un ligero suspiro de aliento. Momen-
táneamente, su rostro dibujado adquiere un tono más rosado.
“Eso es bueno, cariño. ¿Se siente un poco mejor?” Ella asiente con la cabeza y
luego respira otra vez. Después de esta ligera relajación, inmediatamente se pone
rígida, tirando de su brazo de manera protectora hacia su cuerpo. Aprovecho el
momento.

“¿Dónde se lastimó tu mamá?” Señala el mismo lugar en su brazo y co-


mienza a temblar. Yo no digo nada. El temblor se intensifica, luego baja por el brazo
y sube hasta el cuello. “Sí, Anna, deja que ese temblor suceda, como un tazón de
gelatina, ¿sería rojo, o verde, o incluso amarillo brillante? ¿Puedes dejar que tiem-
ble? ¿Puedes sentir que tiembla?”
“Es amarillo,” dice, “como el sol en el cielo.” Respira hondo y luego me mira
por primera vez. Sonrío y asiento con la cabeza. Sus ojos captan los míos por un
momento, y luego se alejan.
228 En una voz no hablada

“¿Cómo se siente tu brazo ahora?”


“El dolor desciende hasta mis dedos.” Sus dedos tiemblan suavemente. Le
hablo en voz baja, suave y rítmicamente.
“Sabes, Anna, cariño.... No creo que haya nadie en esta ciudad que no sienta
que, de alguna manera, fue culpa suya que Mary muriera.” Ella me mira breve-
mente. Yo continúo: “Ahora, por supuesto, eso no es cierto... pero así es como se
siente todo el mundo... y eso es porque todos la quieren mucho”. Ahora se da la
vuelta y me mira. Hay un sentido de auto-reconocimiento en su conducta. Con sus
ojos pegados a mí, continúo diciendo: “A veces, cuanto más amamos a alguien,
más pensamos que fue culpa nuestra”. Dos lágrimas se derraman de las esquinas
exteriores de cada ojo antes de que ella lentamente gire su cabeza lejos de mí.
“Y a veces si estamos realmente enojados con alguien, entonces cuando algo
malo le pasa a alguien, entonces también pensamos que pasó porque queríamos
que pasara.” Anna me mira directamente a los ojos. Y continúo diciendo: “Y sa-
bes, cuando algo malo le pasa a alguien a quien amamos u odiamos, no sucede
por nuestros sentimientos. A veces las cosas malas simplemente suceden.... y los
sentimientos, no importa cuán grandes sean, son sólo sentimientos”. La mirada
de Anna es penetrante y agradecida. Me siento lleno de lágrimas. Le pregunto si
quiere volver a su clase ahora. Ella asiente con la cabeza, nos mira una vez más
a los tres, y luego sale por la puerta, con los brazos balanceándose libremente al
ritmo de su paso.
Alex, como varios de los niños que presenciaron la tragedia desde la playa,
tenía problemas para dormir y comer. Su padre nos lo trajo porque el joven apenas
había comido en los últimos dos días.
Mientras nos sentamos juntos, le pregunto si puede sentir el interior de su ba-
rriga. Coloca la mano suavemente sobre su vientre y, con un resfriado, dice: “Sí”.
“¿Qué se siente ahí dentro?”
“Está todo apretado como un nudo.”
“¿Hay algo dentro de ese nudo?”
“Sí. Es negro... y rojo... No me gusta.”
“Duele, ¿eh?”
“Sí.”
“Sabes, Alex, se supone que duele porque la amas... pero no te dolerá para
Ejemplo de Casos en el Consultorio 229

siempre.”
Las lágrimas caen en cascada por las mejillas del niño, y el color vuelve a su
cara y sus dedos. Esa noche, Alex come una comida completa. En el funeral de
Mary, Alex llora abiertamente, sonríe calurosamente y abraza a sus amigos...

Sammy: Juego de niños

“Puedes descubrir más sobre una persona en una hora de juego que en un año

de conversación.”
-Platón

Así como ni Vince ni sus médicos fueron capaces de asociar su persistente


hombro congelado con un evento horrible, a menudo, los síntomas de los niños o
los cambios en su comportamiento pueden presentar preguntas desconcertantes
que desconciertan tanto a los padres como a los profesionales pediátricos. Esto
es especialmente cierto cuando el niño tiene padres “suficientemente buenos” que
proporcionan un ambiente hogareño estable y acogedor. A veces las nuevas ac-
ciones del niño, aunque no sean sutiles, son un misterio. La desconcertada familia
podría no relacionar la conducta del niño u otros síntomas con la fuente de su terror.
En lugar de expresarse de manera fácilmente comprensible, los niños nos
muestran con frecuencia que están sufriendo por dentro de las maneras más frus-
trantes. Hacen esto a través de sus cuerpos. Pueden actuar de manera malcriada,
aferrándose a los padres o haciendo berrinches. O pueden tener problemas con la
agitación, la hiperactividad, las pesadillas o el insomnio. Incluso, lo que es más pre-
ocupante, es posible que expresen sus preocupaciones y sufrimientos al maltratar
a una mascota o a un niño más joven y débil. Para otros niños, su angustia puede
aparecer como dolores de cabeza y de estómago o enuresis, o pueden evitar a las
personas y a las cosas que solían disfrutar para controlar su insoportable ansiedad.
Los padres se preguntan de dónde en el mundo pueden provenir estos síntomas
de la infancia.
El emblema mismo de la juventud -eventos “ordinarios”, como caídas, acci-
230 En una voz no hablada

dentes y procedimientos médicos- cuando no se resuelven son sospechosos como


culpables ocultos que subyacen a la angustia de un niño. Este fue ciertamente el
caso con el niño pequeño Sammy.
Dado que los niños por naturaleza disfrutan del juego, los terapeutas y los
padres pueden ayudarles a rebotar, superando sus miedos para dominar sus mo-
mentos más aterradores a través del vehículo del juego guiado. Cuando los niños
expresan su mundo interior a través del juego, sus cuerpos se están comunicando
directamente con nosotros .
Esta es la historia de Sammy, un niño de dos años y medio de edad, donde
la organización de una sesión de juego llevó a una experiencia reparadora con
un resultado victorioso. Hay sugerencias para terapeutas, profesionales médicos
y padres después de la historia de este caso. El siguiente es un ejemplo de lo que
puede suceder cuando una caída ordinaria, que requiere una visita a la sala de
emergencias para recibir puntos de sutura, sale mal. También muestra cómo varios
meses después, la aterradora experiencia de Sammy se transformó a través del
juego en un renovado sentido de confianza y alegría.
Sammy ha estado pasando el fin de semana con sus abuelos, donde yo soy
su huésped. Está siendo un tirano imposible, tratando agresiva e implacablemente
de controlar su nuevo entorno. Nada le agrada; muestra un mal genio en cada
momento de su vida. Cuando está dormido, da vueltas y vueltas como si estuviera
luchando con su ropa de cama. Este comportamiento no es del todo inesperado
en un niño de dos años y medio cuyos padres se han ido por el fin de semana;
los niños con ansiedad por la separación a menudo lo representan. Sammy, sin
embargo, siempre ha disfrutado visitando a sus abuelos, y este comportamiento
les parecía extremo.
Me confiaron que seis meses antes, Sammy se había caído de su silla alta y se
había abierto la barbilla. Sangrando mucho, fue llevado a la sala de emergencias
local. Cuando la enfermera vino a tomarle la temperatura y la presión arterial, esta-
ba tan asustado que no pudo registrar sus signos vitales. Este niño vulnerable fue
atado en un “papoose pediátrico” (una tabla con solapas y correas de velcro). Con
el torso y las piernas inmovilizados, las únicas partes del cuerpo que podía mover
eran la cabeza y el cuello, lo que, naturalmente, hacía, con la mayor energía posible.
Los médicos respondieron apretando el dispositivo de sujeción e inmovilizando la
Ejemplo de Casos en el Consultorio 231

cabeza con las manos para suturar el mentón.


Después de esta experiencia perturbadora, mamá y papá llevaron a Sammy a
comer una hamburguesa y luego al patio de recreo. Su madre estaba muy atenta
y validó cuidadosamente su experiencia de estar asustado y herido. Pronto, todo
parecía olvidado. Sin embargo, la actitud autoritaria del muchacho comenzó poco
después de este acontecimiento. ¿Podrían las rabietas y el comportamiento con-
trolador de Sammy estar relacionados con su impotencia percibida por este trau-
ma?
Cuando sus padres regresaron, acordamos explorar si podría haber una acu-
sación traumática aún asociada con esta reciente experiencia. Nos reunimos todos
en la cabaña donde me alojaba. Con los padres, los abuelos y Sammy mirando,
puse su osito de peluche en el borde de una silla de tal manera que cayó al suelo.
Sammy gritó, echó el cerrojo a la puerta y corrió a través de una pasarela y bajó
por un estrecho sendero hasta el arroyo. Nuestras sospechas fueron confirmadas.
Su última visita al hospital no fue ni inofensiva ni olvidada. El comportamiento de
Sammy nos dijo que este juego era potencialmente abrumador para él.
Los padres de Sammy lo trajeron del arroyo. Se aferró mucho a su madre mien-
tras nos preparábamos para otro juego. Le aseguramos que todos estaríamos allí
para ayudar a proteger al Oso Winnie the Pooh. Otra vez corrió, pero esta vez sólo
a la habitación de al lado. Lo seguimos hasta allí y esperamos a ver qué pasaba
después. Sammy corrió a la cama y la golpeó con ambos brazos mientras me mi-
raba expectante.
“Loco, ¿eh?” Dije. Me echó una mirada que confirmó mi pregunta. Interpretan-
do su expresión como una señal de aprobación, puse al Oso Pooh bajo una manta
y puse a Sammy en la cama junto a él.
“Sammy, ayudemos al osito de peluche.”
Sostuve al Oso Pooh bajo la manta y les pedí a todos que me ayudaran. Sam-
my miró con interés, pero pronto se levantó y corrió hacia su madre. Agarrado
fuertemente a las piernas de su madre, él dijo: “Mamá, tengo miedo” (q). Sin pre-
sionarlo, esperamos hasta que Sammy estuviera listo y dispuesto a volver a jugar el
juego. La siguiente vez, la abuela y el oso Pooh fueron mantenidos juntos, y Sammy
participó activamente en su rescate. Cuando Pooh Bear fue liberado, Sammy corrió
hacia su madre, aferrándose aún más fuerte que antes. Comenzó a temblar de
232 En una voz no hablada

miedo, y luego, dramáticamente, su pecho se expandió en una creciente sensación


de excitación y orgullo.
Aquí vemos la transición entre la recreación traumática y el juego de sanación.
La próxima vez que se agarró a su mamá, había menos aferramiento y más emo-
ción saltando. Esperamos a que Sammy estuviera listo para jugar de nuevo. Todos,
excepto Sammy, se turnaron para ser rescatados con el Oso Pooh. Cada vez, Sam-
my se ponía más vigoroso cuando se quitaba la manta y escapaba a la seguridad
de los brazos de su madre.
Cuando le tocó a Sammy ser sostenido bajo la manta con el Oso Pooh, se puso
muy agitado y temeroso. Volvió corriendo a los brazos de su madre varias veces
antes de poder aceptar el último reto. Valientemente, se metió debajo de las mantas
con el Oso Pooh mientras yo sostenía la manta suavemente hacia abajo. Vi como
sus ojos se abrían de par en par con el miedo, pero solo por un momento. Luego
agarró al Oso Pooh, apartó la manta y se lanzó a los brazos de su madre. Sollozan-
do y temblando, gritó: “¡Mamá, sácame de aquí! “¡Mami, quítame esto de encima!”
Su sorprendido padre me dijo que estas eran las mismas palabras que Sammy gritó
mientras estaba preso en el papoose del hospital. Lo recordaba claramente porque
le había sorprendido bastante la capacidad de su hijo para hacer una demanda tan
directa y bien expresada a poco más de dos años y medio de edad.
Pasamos por la fuga varias veces más. Cada vez, Sammy exhibía más poder y
más triunfo. En lugar de correr temeroso hacia su madre, saltó excitado de arriba a
abajo. Con cada escape exitoso, todos aplaudimos y bailamos juntos, animando,
“¡Sí por Sammy, sí! Sí, Sammy salvó al oso Pooh”. Sammy, de dos años y medio
de edad, había logrado dominar la experiencia que lo había destrozado unos me-
ses antes. El comportamiento agresivo, malhumorado y traumático utilizado en un
intento de controlar su entorno desapareció, mientras que su “hiperactividad” y
su evasión (que se produjeron durante la reconstrucción de su trauma médico) se
transformaron en un juego triunfal.
Ejemplo de Casos en el Consultorio 233

Cinco principios para guiar el juego de los niños hacia la resolu-


ción

El siguiente análisis de la experiencia de Sammy ayudará a aclarar y aplicar los


siguientes principios para trabajar con el juego terapéutico pediátrico.

1. Deje que el niño controle el ritmo del juego.

La curación se lleva a cabo en un momento a momento, ralentizando el tiem-


po. Para ayudar a que el niño con el que está trabajando se sienta seguro, siga su
ritmo y su camino. Si usted se pone en el lugar del niño (a través de la observación
cuidadosa de su comportamiento), aprenderá rápidamente cómo resonar con él.
Volvamos a la historia para ver exactamente cómo lo hicimos con Sammy:
Al salir corriendo de la habitación cuando el Oso Pooh se cayó de la silla, Sam-
my indicó alto y claro que no estaba listo para participar en este nuevo juego de
activación. Sammy tuvo que ser rescatado por sus padres, consolado y traído de
vuelta a la escena antes de continuar. Para que se sintiera seguro, todos le ase-
guramos que estaríamos allí para proteger al Oso Pooh. Al ofrecer este apoyo y
tranquilidad, ayudamos a Sammy a acercarse más al juego, en su propio tiempo y
a su propio ritmo.
Después de este consuelo, Sammy corrió al dormitorio en vez de salir por la
puerta. Esta fue una señal clara de que se sentía menos amenazado y más se-
guro de nuestro apoyo. Es posible que los niños no digan verbalmente si desean
continuar, así que siga las indicaciones de su comportamiento y sus respuestas.
Respetar sus deseos de cualquier manera que elijan para comunicarlos. Nunca se
debe apresurar a los niños para que pasen por un episodio demasiado rápido o se
les debe obligar a hacer más de lo que están dispuestos a hacer y son capaces de
hacer. Al igual que con Sammy, es importante disminuir la velocidad del proceso
si nota señales de miedo, respiración restringida, rigidez o una conducta aturdida
(disociada). Estas reacciones se disiparán si usted simplemente espera, tranquila y
pacientemente, mientras le asegura al niño que usted todavía está a su lado y a su
lado. Por lo general, los ojos y el patrón de respiración del niño indicarán cuándo
es el momento de continuar.
234 En una voz no hablada

2. Distinguir entre miedo, terror y excitación.

Experimentar miedo o terror durante más de un breve momento durante el


juego traumático no ayudará al niño a superar el trauma. La mayoría de los niños
tomarán medidas para evitarlo. ¡Déjalos! Al mismo tiempo, trate de discernir si se
trata de evitar o de escapar. El siguiente es un ejemplo claro para ayudar a desarro-
llar la habilidad de “leer” cuando se necesita un descanso y cuando es el momento
de guiar el ímpetu hacia adelante.
Cuando Sammy corrió al arroyo, estaba demostrando un comportamiento de
evasión. Para resolver su reacción traumática, Sammy tuvo que sentir que estaba
en control de sus acciones en lugar de verse obligado a actuar por sus emociones.
El comportamiento de evasión ocurre cuando el miedo y el terror amenazan con
abrumar tanto a los niños como a los adultos.
En el caso de los niños, este comportamiento suele ir acompañado de algún
signo de angustia emocional (llanto, ojos asustados, gritos). El escape activo, por
otro lado, es estimulante. Los niños se emocionan con sus pequeños triunfos y a
menudo muestran placer brillando con sonrisas, aplaudiendo o riendo a carcaja-
das. En general, la respuesta es muy diferente del comportamiento de evasión.
La excitación es evidencia de la descarga exitosa de las emociones del niño que
acompañó la experiencia original. Esto es positivo, deseable y necesario.
El trauma se transforma al transformar sentimientos y sensaciones intolerables
en deseables. Esto sólo puede ocurrir a un nivel de activación similar al de la acti-
vación que llevó a la reacción traumática en primer lugar.
Si el niño parece emocionado, está bien dar ánimos y continuar como lo hici-
mos cuando aplaudimos y bailamos con Sammy.
Sin embargo, si el niño parece asustado o intimidado, tranquilícelo, pero no
lo anime a seguir moviéndose. En su lugar, esté presente con toda su atención y
apoyo, esperando pacientemente hasta que una cantidad sustancial del miedo se
calme. Si el niño muestra signos de fatiga, tome un descanso.
Ejemplo de Casos en el Consultorio 235

3. Dé un pequeño paso a la vez.

Nunca se puede ir demasiado despacio al renegociar un evento traumático


con alguien; esto es especialmente cierto en el caso de un niño pequeño. El juego
traumático es repetitivo casi por definición. Utilice esta característica cíclica. La
diferencia clave entre la renegociación y el juego traumático (recreación) es que
en la renegociación hay diferencias incrementales en las respuestas y conductas
del niño al moverse hacia el dominio y la resolución. Lo siguiente ilustra cómo noté
estos pequeños cambios con Sammy.
Cuando Sammy corrió hacia el dormitorio en lugar de salir por la puerta, estaba
respondiendo con un comportamiento diferente, indicativo de que se habían hecho
progresos. No importa cuántas repeticiones se necesiten, si el niño al que está ayu-
dando está respondiendo de manera diferente, como con un ligero aumento de la
excitación, con más habla o con movimientos más espontáneos, se está moviendo
a través del trauma. Si las respuestas del niño parecen moverse en la dirección de
constricción o repetición compulsiva en lugar de expansión y variedad, es posible
que usted esté intentando renegociar el evento con escenarios que involucran de-
masiada excitación para que el niño pueda progresar. Si nota que sus intentos de
renegociación juguetona son contraproducentes, enraícese y preste atención a sus
sensaciones hasta que su respiración le traiga una sensación de calma, confianza
y espontaneidad. Luego, disminuya la velocidad de cambio dividiendo la jugada
en incrementos más pequeños. Esto puede parecer contradictorio a lo que se dijo
antes acerca de seguir el ritmo del niño. Sin embargo, la sintonía con las necesi-
dades de los niños a veces significa establecer límites para evitar que se pongan
nerviosos y se desmoronen. Si el niño parece tenso o asustado, está bien invitar a
dar algunos pasos de curación. Por ejemplo, al renegociar un trauma médico, us-
ted podría decir: “Veamos, me pregunto qué podemos hacer para que el oso Pooh
(Dolly, GI Joe, etc.) no se asuste tanto antes de que usted[el médico o la enfermera
de mentira] le ponga la inyección”. A menudo, los niños proponen soluciones crea-
tivas que muestran exactamente lo que necesitan: el ingrediente que falta y que les
habría ayudado a asentarse más durante su experiencia.
No se preocupe por cuántas veces tiene que pasar por lo que parece ser la
“misma cosa de siempre”. Sammy fue capaz de renegociar sus respuestas traumá-
236 En una voz no hablada

ticas con bastante rapidez. Otro niño bajo su cuidado podría requerir más tiempo.
No necesitas hacerlo todo en un día! El descanso y el tiempo son necesarios para
ayudar a reorganizar internamente la experiencia del niño a niveles sutiles. Tenga la
seguridad de que si la resolución no se completa, el niño volverá a una fase similar
cuando se le dé la oportunidad de jugar durante la próxima sesión.

4. Conviértase en un contenedor seguro.

Recuerda que la biología está de tu parte. Quizás el aspecto más difícil e im-
portante de renegociar un evento traumático con un niño es mantener su propia
creencia de que las cosas saldrán bien. Este sentimiento viene de dentro de ti y
se proyecta hacia el niño. Se convierte en un contenedor que rodea al niño con un
sentimiento de confianza. Esto puede ser particularmente difícil si el niño se resiste
a sus intentos de renegociar el trauma.
Si el niño se resiste, sea paciente y tranquilizador. La parte instintiva de su hijo
quiere volver a trabajar esta experiencia. Todo lo que tienes que hacer es esperar
a que esa parte se sienta lo suficientemente segura para afirmarse. Si usted está
excesivamente preocupado acerca de si la reacción traumática del niño puede ser
transformada, puede enviar inadvertidamente un mensaje contradictorio. Los adul-
tos con su propio trauma infantil sin resolver pueden ser particularmente suscepti-
bles de caer en esta trampa.

5. Deténgase si siente que el niño realmente no se está beneficiando del juego.

En Too Scared to Cry (Demasiado asustado para llorar), Lenore Terr , la bri-
(107)

llante y estimada psicóloga infantil, advierte a los médicos acerca de permitir que
los niños participen en la “terapia” de juegos traumáticos que recrean el horror
original. Describe las respuestas de Lauren, de tres años y medio de edad, mientras
juega con coches de juguete. “Los coches van sobre la gente”, dice Lauren mien-
tras acerca dos coches de carreras hacia unos títeres de dedo. “Están apuntando
sus partes puntiagudas hacia la gente. La gente está asustada. Una parte puntia-
guda vendrá en sus estómagos, y en sus bocas, y en sus ....[se señala la falda]. Me
duele la barriga. No quiero jugar más”. Lauren se detiene a sí misma cuando su
Ejemplo de Casos en el Consultorio 237

sensación corporal de miedo aparece abruptamente. Esta es una reacción típica.


Puede volver una y otra vez al mismo juego, cada vez que se detiene cuando las
sensaciones de miedo en su barriga se vuelven incómodas. Algunos terapeutas
dirían que Lauren está usando su juego como un intento de obtener algún control
sobre la situación que la traumatizó. Su obra se parece a los tratamientos de “ex-
posición” que se usan rutinariamente para ayudar a los adultos a superar las fobias.
Pero Terr advierte que ese tipo de juego normalmente no tiene mucho éxito. Incluso
si sirve para reducir la angustia de un niño, este proceso es bastante lento en pro-
ducir resultados. La mayoría de las veces, la obra se repite compulsivamente sin
resolución. El juego traumático, repetitivo y sin resolver puede reforzar el impacto
traumático de la misma manera que la recreación y la revivificación catártica de
experiencias traumáticas pueden reforzar el trauma en los adultos.
La reelaboración o renegociación de una experiencia traumática, como vimos
con Sammy, representa un proceso que es fundamentalmente diferente del juego
traumático o la recreación. Abandonados a su propia suerte, la mayoría de los
niños, al igual que Lauren en el ejemplo anterior, tratarán de evitar los sentimien-
tos traumáticos que su juego evoca. Pero con el juego guiado, Sammy fue ca-
paz de “vivir sus sentimientos” dominando gradual y secuencialmente su miedo...
Usando esta renegociación gradual del evento traumático y la compañía de Pooh
Bear, Sammy pudo emerger como el vencedor y héroe. Una sensación de triun-
fo y heroísmo casi siempre indica la conclusión exitosa de un evento traumático
renegociado. Siguiendo la pista de Sammy después de montar una escena po-
tencialmente activadora, uniéndonos a su juego e inventando el juego a medida
que avanzábamos, Sammy consiguió dejar ir su miedo. Se necesitó una dirección
mínima (30-45 minutos) y apoyo para lograr el objetivo tácito de ayudarlo a experi-
mentar un resultado correctivo.

_________________________________________________
* Recordemos la discusión en el Capítulo 4 del trabajo de Beatrice Gelder que demuestra cuán
sintonizados estamos los seres humanos con las posturas de supervivencia de los demás.
Estos hallazgos también se relacionan con la investigación sobre las neuronas espejo. Una
neurona espejo es una neurona que dispara tanto cuando un animal actúa como cuando ob-
serva la misma acción realizada por otro animal. Así, la neurona refleja el comportamiento del
otro, como si el observador mismo estuviera realizando el mismo acto. Estas neuronas han sido
238 En una voz no hablada

observadas directamente en primates y se encuentran en la corteza premotora y en la ínsula


y el cingulado, lo que sugiere su importancia en la comunicación de los estados corporales
internos y las emociones. La neurocientífica Stephanie Preston, el primatólogo holandés Frans
de Waal y otros neurocientíficos han postulado de forma independiente que el sistema de la
neurona espejo está involucrado centralmente en la empatía y que, dado que es el cuerpo el
que se refleja, los momentos íntimos son de naturaleza no verbal. En los humanos, la actividad
cerebral consistente con la de las neuronas espejo se ha encontrado en la corteza premotora y
en la corteza parietal inferior. Vea el Capítulo 4 para referencias específicas a esta investigación.

† Hago esto para ayudarla a mantenerse en contacto conmigo a medida que va entrando, así
como para que se sienta más enraizada.

‡ Esta es una diferencia importante entre la “terapia de conversación” y la terapia orientada


al cuerpo. En lugar de tratar de ayudar a los pacientes a crear nuevos significados o a com-
prender sus problemas, la terapia corporal crea un espacio para que la “historia del cuerpo” se
desarrolle y se complete. Cuando esto ocurre, surgen espontáneamente nuevos significados
y percepciones, generados por los propios pacientes, como parte integral de este proceso.

§ El sentido de una vida tortuosa, de una desesperación sin palabras, es una característica cen-
tral de un trauma severo. La persona está de una manera fundamental atrapada en la horrible
huella del pasado y por lo tanto no puede imaginar un futuro diferente del pasado.

‖ Este es un efecto de disociación. Es como si Sharon estuviera describiendo lo que le sucedió


a otra persona; es como si estuviera fuera de su cuerpo, observando, pero sin estar realmente
presente. Vive de nuevo en el momento del shock donde la disociación es lo que le permitió so-
brevivir al horror y al terror inimaginable. En Hollywood, en la versión de Hitchcock del trauma,
la víctima es bombardeada por flashbacks. En la vida real, sin embargo, la fase de adormeci-
miento o cierre es a menudo más significativa y es generalmente característica de un trauma
severo y/o crónico. Estas son las personas que se convierten en los “muertos vivientes”.

a Frecuentemente, las personas hacen gestos exagerados como una forma de evitar sentir las
sensaciones subyacentes.

b Creo que esto se debe a que estos movimientos muy lentos (“intrínsecos”), cuando se hacen
con atención, operan a través del sistema gamma eferente. Este sistema está íntimamente co-
nectado al sistema nervioso autónomo del tronco encefálico e involucra al sistema motor extra
piramidal. El movimiento voluntario, por otro lado, está controlado por el sistema motor alfa y
es independiente del sistema nervioso autónomo. Los movimientos gamma-mediados tienden
Ejemplo de Casos en el Consultorio 239

a “reajustar” el sistema nervioso lejos de los extremos de activación.

c Volver a estas visiones positivas y expansivas no es una forma de evitarlo, sino más bien una
parte integral de la resolución del trauma.

d Esto es similar al principio ampliamente aceptado de inhibición recíproca descubierto por el


fisiólogo Sir Charles Sherrington, ganador del Premio Nobel.

e Esta es la capacidad inherente de pendular (cambiar rítmicamente entre estados de angustia/


contracción y placer/expansión; ver Paso 3 en el Capítulo 5). La pendulación es un ingrediente
esencial en la alquimia de la transformación - es lo que trae a la gente al tiempo presente.

f Para el sistema nervioso, ser abrumado por un evento es realmente muy poco diferente a ser
abrumado por sensaciones y emociones similares que son generadas internamente.

g Hasta que esto se hizo, Sharon todavía se sentía atrapada en el hueco de la escalera. Todos
sus pensamientos giraban en torno a esta creencia profundamente impresa. Al tener la (nueva)
sensación física de correr a un nivel elevado de excitación, Sharon contradice su experiencia
anterior, corporal, de congelamiento impotente.

h La exuberancia de los niños del gueto que vuelan cometas tan improvisadas es retratada en
la clásica película Orfeo negro (Orfeo Negro), una reelaboración del mito griego ambientado en
Río de Janeiro.

i En este punto no quería pedirle a Adán que intentara sentir algo (esto sólo llevaría a la frus-
tración y al fracaso), sino más bien que se interesara en iniciar la exploración (en “encontrar la
imagen interior”).

j Esto se hace para amplificar la percepción y presencia del suelo de la figura.

k Es importante tomar un pedacito de nueva experiencia interna como ésta y conectarla con
la percepción externa. Este es el “suelo de figuras” que da lugar a la “experiencia del ahora”.

l El desplazamiento de la figura hacia el suelo es a menudo un movimiento general hacia la


fluidez y el flujo.

m Creo que los movimientos lentos y conscientes evocan las funciones involuntarias del siste-
ma nervioso, en particular el sistema extrapiramidal/gamma-eficiente.
240 En una voz no hablada

n Estoy interrumpiendo el impulso de buscar alivio temporal buscando una explicación para
una sensación, en lugar de completar la acción congelada y dar la bienvenida a la formación
de nuevos significados.

o A menudo hay un retraso significativo entre un evento traumático y el momento en que se


presentan los síntomas.

p En una situación diferente, el impulso puede ser salvar la propia vida o quedarse atrapado en
una trinchera, como en la “niebla de la guerra”.

q Esta confianza en la seguridad no se lograría sin un apego sólido. En los casos en los que
no existe un vínculo afectivo saludable, o en los que se producen abusos, la terapia es, por
supuesto, mucho más compleja y, en general, también implica una terapia para los padres o
los cuidadores.
241

CAPÍTULO 9

Anotación del accidente de Peter (Levine)

P
ara mi último ejemplo de caso, doy un giro completo desde donde comenza-
mos esta empresa, mi experiencia en ese día soleado y hermoso. He optado
por contar mi horrible accidente detallado en el capítulo 1, con un breve análisis
incrustado (en negrita). Esta anotación sirve no sólo como una revisión sino tam-
bién como una manera de examinar los factores que me impidieron terminar con
el trastorno de estrés postraumático (TEPT). El evento en sí -es decir, ser golpeado
por un automóvil, chocado contra un parabrisas, catapultado por el aire y lesiona-
do físicamente- ciertamente cuenta como un evento traumático. ¿Pero por qué no
estaba traumatizado?
Mientras caminaba ese fatídico día de febrero, absorto en la feliz anticipación
de ver a mi querido amigo Butch para celebrar su sexagésimo cumpleaños, salí
a un paso de peatones... Al momento siguiente, paralizado y entumecido, estaba
tendido en el camino, sin poder moverme ni respirar. No podía entender lo que
acababa de pasar. ¿Cómo llegué aquí? De una niebla remolinante de confusión e
incredulidad, una multitud de personas corre hacia mí (1. El shock en mi caso fue
literalmente el hecho de que me quedara sin aliento. Todos los traumas nos
dejan sin aliento de alguna manera. En el momento del shock la gente no sabe
realmente lo que les sucedió; se quedan sin aliento con una pérdida de orien-
tación interna y externa.) Se detienen, horrorizados. De repente, se ciernen sobre
mí en un círculo cerrado, con los ojos fijos en mi cuerpo fláccido y retorcido. Desde
mi indefensa perspectiva aparecen como una bandada de cuervos carnívoros, lan-
zándose sobre una presa herida. Lentamente me oriento e identifico al verdadero
atacante. Como en una foto de bombilla anticuada, veo un coche beige sobre mí
242 En una voz no hablada

con su parrilla en forma de dientes y el parabrisas destrozado. (2. En el estado


de choque las imágenes se vuelven dispares y fragmentarias, y se centran
exclusivamente en las características más sobresalientes de la amenaza.) La
puerta se abre de repente. Un adolescente con los ojos muy abiertos se escapa.
Me mira con horror aturdido. De una manera extraña, yo sé y no sé lo que acaba
de pasar. (3. En una de las paradojas del trauma, las personas traumatizadas
tienen una percepción/recepción dividida. Están en piloto automático, donde
actúan con calma. También entran en un sueño/pesadilla del que no pueden
despertar.) A medida que los diversos fragmentos comienzan a converger, transmi-
ten una realidad horrible: Debo haber sido atropellado por este coche cuando entré
en el paso de peatones. En una confusión de incredulidad, me sumerjo de nuevo
en un nebuloso crepúsculo. Encuentro que soy incapaz de pensar claramente o de
querer despertarme de esta pesadilla.
Un hombre corre a mi lado y se arrodilla. Se anuncia como paramédico fuera
de servicio. Cuando trato de ver de dónde viene la voz, (4. Esta es una respuesta
de orientación automática y biológica.) ordena severamente, “No muevas la ca-
beza.” (5. Ahora estoy en un doble lazo con dos órdenes contradictorias: una
es el respuesta innata de orientación; la otra es una exigencia de no ejecutar
este movimiento instintivo. El resultado es una colisión de impulsos opuestos.
Esto resulta en una frustración del impulso de orientación biológica. Este fue
también el caso de Vince, el bombero con el hombro congelado en el capítulo
8.) La contradicción entre su aguda orden y lo que mi cuerpo naturalmente quiere
-girarme hacia su voz- me asusta y me aturde en una especie de parálisis. Mi con-
ciencia se divide extrañamente y experimento una extraña “dislocación”. Es como
si estuviera flotando sobre mi cuerpo, mirando hacia abajo en la escena que se
despliega. (6. Esta descripción es una presentación clásica de la disociación.
Sin embargo, la disociación toma muchas formas, incluyendo la panoplia de
fragmentación psicológica y los síntomas físicos que pueden ocurrir después
de un trauma.)
Me gira bruscamente cuando me agarra de la muñeca y me toma el pulso.
Luego cambia su posición, directamente encima de mí. Torpemente, me agarra la
cabeza con ambas manos, la atrapa y evita que se mueva. Sus acciones abruptas
y el sonido punzante de sus órdenes me aterrorizan; me inmovilizan aún más. (7.
Anotación del Accidente de Peter 243

Este conflicto profundiza la frustración e intensifica la respuesta de inmovili-


dad al introducir más miedo. Esto resulta en una inmovilidad potenciada por
el miedo.) El miedo se filtra en mi conciencia aturdida y nebulosa: Tal vez tenga
el cuello roto, creo. (8. El temor y la impotencia aumentan la profundidad y la
duración de la inmovilidad.) Tengo un impulso imperioso de encontrar a alguien
más en quien concentrarme. (9. La necesidad de contacto humano, cuando se
ve amenazada, es un instinto de supervivencia de los mamíferos-ver Capítulo
6 .) Simplemente, necesito tener la mirada reconfortante de alguien, una cuerda de
salvamento a la que aferrarme. Pero estoy demasiado aterrorizado para moverme
y me siento desesperadamente congelado. (10. Debido al poder del choque y la
respuesta de inmovilización, hay una capacidad reducida para pedir ayuda,
es decir, para comprometerse con el instinto de supervivencia social de los
mamíferos que se ha desarrollado más recientemente).
El Buen Samaritano lanza preguntas en rápida sucesión: “¿Cómo te llamas?
Dónde estás? ¿Adónde ibas a ir? ¿Cuál es la fecha de hoy?” Pero no puedo conec-
tar con mi boca y hacer palabras. No tengo energía para responder a sus pregun-
tas. Su manera de preguntar me hace sentir más desorientado y totalmente confun-
dido. Por último, me las arreglo para dar forma a mis palabras y hablar. Mi voz es
forzada y tensa. (11. El terror sin voz es parte de la respuesta de inmovilidad y
se ve en todas las especies que normalmente vocalizan.) Le pido, tanto con mis
manos como con mis palabras: “Por favor, déjame en paz”. (12. Esta es la primera
vez que puedo movilizar una defensa eficaz contra la intrusión comenzando
a establecer un límite de protección.) Él cumple. Como si fuera un observador
neutral, hablando de la persona tumbada en el asfalto, le aseguro que entiendo que
no debo mover la cabeza, y que responderé a sus preguntas más tarde. (13. Como
el choque se reduce al hacer un límite efectivo, los centros de comunicación
en el área de mi cerebro -el área de Broca- se están conectando para delinear
y articular aún más mi límite.)
244 En una voz no hablada

El poder de la bondad

Después de unos minutos, una mujer se aparece discretamente y se sienta


tranquilamente a mi lado. “Soy médico, pediatra”, dice. “¿Puedo ser de ayuda?”
“Por favor, quédate conmigo”, respondo. Su cara sencilla y amable parece ser
comprensiva y tranquilamente preocupada. Ella toma mi mano en la suya, y yo la
aprieto. (14. Su alcance y su contacto físico proporcionan una fuente de orien-
tación y ayudan a alistar mi capacidad disminuida para el compromiso social.
La activación del sistema ventral vagal -véase el capítulo 6- me está ayudando
a evitar que me absorban en el agujero negro del trauma.)
Devuelve suavemente el gesto. Cuando mis ojos alcanzan los de ella, siento
una forma de lágrimas. (15. El contacto visual es parte integral del sistema de
compromiso social, al igual que el tacto. Este intercambio fisiológico, en el
que participamos en el sistema nervioso del otro, conduce a la estabilización y
el alivio.) El delicado y extrañamente familiar aroma de su perfume me dice que no
estoy solo. Me siento emocionalmente sostenido por su presencia alentadora. (16.
A través del olfato tenemos acceso directo al sistema límbico -antes llamado
olfato-olor-cerebro- por esta misma razón.) Una temblorosa ola de liberación se
mueve a través de mí, y tomo mi primera respiración profunda. (17. Este podero-
so momento es el primer ejemplo de descarga fisiológica y autorregulación.)
Entonces un escarpado escalofrío de terror pasa por mi cuerpo. Ahora me salen
lágrimas de los ojos. En mi mente, escucho las palabras, no puedo creer que esto
me haya pasado; no es posible; esto no es lo que planeé para el cumpleaños de
Butch esta noche. (18. Este es el reconocimiento de mi propia negación.) Me
absorbe una profunda resaca de pesar insondable. (19. En este momento estoy
en contacto con la verdad emocional profunda al reconocer la pérdida. En la
terapia esto sucede con frecuencia, gradualmente, con el tiempo.) Mi cuerpo
sigue temblando. La realidad se instala.
En poco tiempo, un temblor más suave comienza a reemplazar los temblores
abruptos. Siento olas alternas de miedo y dolor. (20. Esta descarga en ondas per-
mite la experiencia natural de la pendulación-expansiones/contracción como
se discutió en el Paso 3 en el Capítulo 5 - y suaviza los sentimientos de pena
Anotación del Accidente de Peter 245

y miedo.) Me parece una posibilidad muy remota de que me haya lesionado gra-
vemente. (21. Es parte de la respuesta de los mamíferos a la lesión explorar
el cuerpo y evaluar la naturaleza y el nivel de la lesión.) Tal vez termine en una
silla de ruedas, lisiado y dependiente. Una vez más, profundas olas de dolor me
inundan. Tengo miedo de ser tragado por el dolor y aferrarme a los ojos de la mujer.
(22. Ahora estoy involucrando activamente a la mujer como un recurso.) Un
aliento más lento me trae el aroma de su perfume. Su presencia continua me sos-
tiene. A medida que me siento menos abrumado, mi miedo se suaviza y comienza
a disminuir. Siento un destello de esperanza, luego una ola de rabia. (23. La rabia
es una fuerte respuesta defensiva: ¡se trata del impulso de matar! Por lo tanto,
la gente se aterroriza con este impulso y trata de suprimirlo. La pediatra me
está ayudando a contener esta rabia y a no sentirme abrumado por ella.) Mi
cuerpo sigue temblando y temblando. Es alternativamente frío helado y febrilmente
caliente. (24. Esto es indicativo de una descarga fuerte y continua.) Una furia
roja y ardiente brota de lo profundo de mi vientre: ¿Cómo pudo ese estúpido chico
golpearme en un paso de peatones? ¿No estaba prestando atención? ¡Maldita sea!
(25. Más rabia, acompañada de la tendencia neocortical humana a culpar.)
Una ráfaga de sirenas estridentes y luces rojas parpadeantes bloquean todo.
Mi vientre se aprieta y mis ojos vuelven a alcanzar la mirada amable de la mujer.
Nos apretamos las manos, y el nudo en mis tripas se afloja.
Oigo mi camisa rasgándose. Me asusto y vuelvo a saltar a la vista de un obser-
vador que se cierne sobre mi cuerpo. (26. La brusquedad con la que me quita la
camisa reestimula la disociación.) Veo a extraños uniformados metódicamente
sujetar electrodos a mi pecho. El paramédico del Buen Samaritano le informa a al-
guien que mi pulso era de 170. Oigo que mi camisa se rasga aún más. (27. Cuando
me doy cuenta de que me estoy disociando, soy capaz de volver a mi cuerpo.)
Veo que el equipo de emergencia me pone un collar en el cuello y luego me desliza
con cautela sobre una tabla. Mientras me atan, oigo una comunicación por radio
confusa. Los paramédicos solicitan un equipo de trauma completo. La alarma me
sacude. Pido que me lleven al hospital más cercano a sólo una milla de distancia,
pero me dicen que mis lesiones pueden requerir el centro de trauma mayor de La
Jolla, unos treinta kilómetros más lejos. Mi corazón se hunde. Sorprendentemente,
sin embargo, el miedo desaparece rápidamente. (28. El aumento y retroceso de
246 En una voz no hablada

la excitación emocional es evidencia de una autorregulación cada vez más


profunda.) Cuando me subo a la ambulancia, cierro los ojos por primera vez. Un
vago aroma del perfume de la mujer y la mirada de sus tranquilos y amables ojos
perduran. Una vez más, tengo esa sensación reconfortante de ser sostenido por
su presencia.
Al abrir los ojos en la ambulancia, siento un estado de alerta elevado, como
si estuviera sobrecargado de adrenalina. (29. Ahora tengo recursos suficientes
para cerrar los ojos y permanecer con las sensaciones de hiperactivación en
mi cuerpo; el aroma persistente del perfume de la mujer ayuda a calmar mi
sistema límbico y mi cuerpo, proporcionando apoyo adicional para explorar
lo que pasa dentro de mí). Aunque intenso, este sentimiento no me abruma. A
pesar de que mis ojos quieren dar vueltas, para observar el ambiente desconoci-
do y premonitorio, conscientemente me dirijo hacia adentro. Empiezo a hacer un
balance de mis sensaciones corporales. (30. La percepción de peligro de que mi
vida está siendo amenazada está retrocediendo, y la capacidad de acceder
a mi cuerpo está aumentando.) Este enfoque activo llama mi atención sobre un
intenso e incómodo zumbido en todo mi cuerpo.
Contra esta desagradable sensación, noto una tensión peculiar en mi brazo
izquierdo. Dejé que esta sensación pasara al primer plano de mi conciencia y si-
guiera la tensión del brazo a medida que se construye y se construye. Poco a poco,
reconozco que el brazo quiere flexionarse y moverse hacia arriba. (31. Ahora pue-
do seguir mis sensaciones físicas. Soy capaz de distinguir entre el “ruido” y
el zumbido de la excitación una tensión intencionada. Esta curiosidad ayuda
a restablecer la orientación del tiempo actual; el trauma y la curiosidad son
funciones psicofisiológicas recíprocas y no pueden coexistir.) A medida que se
desarrolla este impulso interno hacia el movimiento, el dorso de mi mano también
quiere girar. Siento que se mueve hacia el lado izquierdo de mi cara, como para
protegerla de un golpe. (32. Esta es la reafirmación de una respuesta defensiva
involuntaria, una respuesta fuerte y protectora que fue inadecuada o incom-
pleta - su ejecución fue interrumpida por el impacto de la ventana y el suelo).
De repente, pasa ante mis ojos una imagen fugaz de la ventana del coche beige, y
una vez más -como en una instantánea de bombilla- los ojos vacíos miran desde
detrás de la tela de araña de la ventana rota. (33. Esta imagen, asociada con
Anotación del Accidente de Peter 247

la amenaza original, reaparece.) Oigo el momentáneo “chinging” de mi hombro


izquierdo rompiendo el parabrisas. (34. Las impresiones sensoriales o imágenes
a las que se refiere el modelo SIBAM, discutido en el Capítulo 7, se están ex-
pandiendo para incluir el componente auditivo del impacto, en lugar de sólo el
visual). Entonces, inesperadamente, una envolvente sensación de alivio me invade.
Siento que vuelvo a mi cuerpo. El zumbido eléctrico se ha retirado. La imagen de
los ojos en blanco y el parabrisas destrozado retrocede y parece disolverse. En su
lugar, me imagino saliendo de mi casa, sintiendo el cálido sol en mi cara, y lleno
de alegría ante la expectativa de ver a Butch esta noche. Mis ojos se pueden re-
lajar mientras me enfoco hacia afuera. Mientras miro alrededor de la ambulancia,
de alguna manera parece menos alienígena y premonitoria. Veo más claramente
y “suavemente”. Tengo la sensación profundamente tranquilizadora de que ya no
estoy congelado, que el tiempo ha comenzado a avanzar, que estoy despertando
de la pesadilla. (35. La imagen sigue ampliándose, lo que permite un nivel más
profundo de realización con la vinculación detallada de los elementos visuales
y auditivos. Ahora me he movido a través del momento del impacto, t = 0. He
pasado de t - 1 (el momento antes del impacto) a t = 0 (el momento del impac-
to) a t + 1, el momento del tiempo justo después de t = 0, saliendo del núcleo del
choque - ver Figura 9.1. He emergido a través del “ojo de la aguja”, regresando
y orientándome al tiempo presente y a los recuerdos de esa perfecta mañana de
invierno.) Miro al paramédico sentado a mi lado. Su tranquilidad me tranquiliza (36.
Esta tranquilidad refuerza mi experiencia de que me he despertado de esta
pesadilla y que puedo extender mi sentido de recursos y apoyo para incluir a
la mujer en la ambulancia).
248 En una voz no hablada

Restablecimiento de la continuidad de la experiencia

Figura 9.1 Esto muestra el movimiento hacia, y luego a través, del momento central del cho-
que. Esto disuelve la inmovilidad.

Después de unos pocos kilómetros con baches, siento otro patrón de tensión
fuerte que se desarrolla desde la columna vertebral en la parte superior de mi es-
palda. Siento que mi brazo derecho quiere extenderse hacia afuera: veo un deste-
llo momentáneo; el camino negro de asfalto se precipita hacia mí. Oigo mi mano
golpeando el pavimento y siento una sensación de ardor en la palma de mi mano
derecha. Asocio esto con la percepción de que mi mano se extiende para proteger
mi cabeza de chocar contra la carretera. Me siento tremendamente aliviado, junto
con un profundo sentimiento de gratitud por el hecho de que mi cuerpo no me haya
traicionado, sabiendo exactamente qué hacer para proteger mi frágil cerebro de
una lesión potencialmente mortal. (37. Ahora estoy comenzando a procesar el
evento en tiempo secuencial -de t - 1 a t + 1- y tengo una creciente confianza
en la capacidad de mi cuerpo para protegerme.) Mientras sigo temblando sua-
vemente, siento una ola de hormigueo junto con una fuerza interior que se acumula
desde lo más profundo de mi cuerpo.
A medida que la sirena estridente se apaga, la paramédico de la ambulancia
me toma la presión arterial y registra mi electrocardiograma. Cuando le pido que
me diga mis signos vitales, me informa de una manera profesional y amable que
no puede darme esa información. Siento una sutil necesidad de ampliar nuestro
contacto, de comprometernos con ella como persona. Con calma, le digo que soy
Anotación del Accidente de Peter 249

médico (media verdad). Está la cualidad de la luz de un chiste compartido. (38. Este
tipo de compromiso social lúdico sólo es posible cuando el sistema ventral
vagal, discutido en el Capítulo 6, está en línea.) Ella juega con el equipo y luego
indica que podría ser una lectura falsa. Un minuto o dos más tarde me dice que mi
ritmo cardíaco es de 74 y mi presión arterial de 125/70.
“¿Cuáles eran mis lecturas cuando me conectaste por primera vez?” Pregunto.
“Bueno, tu ritmo cardíaco era de 150. El tipo que lo tomó antes de que llegára-
mos dijo que eran unos 170”.
Respiro un profundo suspiro de alivio. “Gracias”, le digo, y luego agrego: “Gra-
cias a Dios, no tendré estrés postraumático”.
“¿Qué quieres decir?”, pregunta con verdadera curiosidad.
“Bueno, quiero decir que probablemente no tendré un trastorno de estrés pos-
traumático”.
Cuando todavía parece perpleja, le explico cómo mis temblores y mis respues-
tas autoprotectoras me ayudaron a “reajustar” mi sistema nervioso y me trajeron
de vuelta a mi cuerpo.
“De esta manera,” continúo, “ya no estoy en modo de pelear o huir.”
“Hmm”, comenta, “¿es por eso que las víctimas de accidentes a veces luchan
con nosotros?
“Sí, así es.”
“He notado que a menudo evitan a propósito que la gente tiemble cuando los
llevamos al hospital”, añade. A veces los atan bien apretados o les dan una inyec-
ción de Valium. Tal vez eso no sea tan bueno”.
“No, no lo es”, confirma la profesora que hay en mí. “Puede que les dé alivio
temporal, pero los mantiene congelados y atascados. ”
Me cuenta que recientemente tomó un curso de “primeros auxilios en caso
de trauma” llamado Critical Incident Debriefing. “Lo intentaron con nosotros en el
hospital. Tuvimos que hablar de cómo nos sentimos después de un accidente. Pero
hablar me hizo sentir peor a mí y a los otros paramédicos. No podía dormir después
de hacerlo, pero no estabas hablando de lo que pasó. Me pareció que estabas tem-
blando. ¿Es eso lo que bajó tu ritmo cardíaco y tu presión sanguínea?”
“Sí”, le dije y agregué que también eran los pequeños movimientos espontá-
neos de protección que mis brazos estaban haciendo.
250 En una voz no hablada

“Apuesto”, reflexionó, “a que si el temblor que a menudo se produce después


de la cirugía se permitiera en lugar de suprimirse, la recuperación sería más rápida
y tal vez incluso se reduciría el dolor postoperatorio”.
“Así es”, digo yo, sonriendo de acuerdo. (39. Me alivia la restauración de mi
facultad intelectual y mi “capacidad de reserva” cuando las cosas se ponen
difíciles.)
Y le dejo, querido lector, una vez más con el sabio consejo del antiguo Libro
Chino de los Cambios:

“Cuando un hombre ha aprendido dentro de su corazón lo que significan


el miedo y el temblor, está protegido contra cualquier terror producido por
influencias externas.”

-I Ching, Hexagrama #51 (circa 2000 a.C.)


251

PARTE III

El instinto en la era de la razón

“Uno no se encuentra a sí mismo hasta que capta el reflejo de un ojo que no es

humano.”

-Loren Eiseley, El inmenso viaje

“Podemos ser animales especiales, podemos ser animales particulares con carac-

terísticas muy especiales, pero no obstante somos animales.”

-Massimo Pigliucci
252 En una voz no hablada
253

CAPÍTULO 10

Sólo somos un grupo de animales

M
i enfoque para curar el trauma se basa, en general, en la premisa de que las
personas son principalmente instintivas por naturaleza, es decir, que somos,
en esencia, animales humanos. Es esta relación con nuestra naturaleza animal la
que nos hace susceptibles al trauma y, al mismo tiempo, promueve una capacidad
robusta para rebotar después de la amenaza, devolviéndonos a salvo al equilibrio.
De manera más general, creo que para entender verdaderamente nuestro cuer-
po/mente, los terapeutas deben aprender primero sobre el cuerpo/mente animal
debido a la manera en que nuestros sistemas nerviosos han evolucionado en un
ambiente siempre cambiante y desafiante.
¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Es-
tas son las preguntas centrales planteadas por teólogos y biólogos, por anarquistas
y zoólogos, y por UFÓlogos y psicólogos. Cada uno de estos especialistas pos-
tula teorías con diversos puntos de vista sobre de qué estamos hechos y quiénes
somos realmente. Todos ellos miran a nuestra humanidad a través de lentes muy
diferentes. Pero no son necesariamente antagónicos. Aunque todas las religiones
están organizadas en torno a mitos sobre la creación, no existe, por ejemplo, una
ruptura apasionada entre la teoría del big bang y la idea de la creación bíblica. Cier-
tamente, no oímos hablar de un disenso e insistencia activos que piden a gritos la
enseñanza de la doctrina religiosa en lugar de la física y la cosmografía en nuestras
escuelas y universidades. Sin embargo, hay un cisma casi violento acechando en
nuestro espíritu cultural. Enfrentémoslo: la lucha contra la evolución de los defen-
sores del “creacionismo” y del “diseño inteligente” no se trata realmente de los
vacíos declarados en los registros fósiles, sino más bien de si somos o no somos
básicamente animales.
254 En una voz no hablada

Charles Darwin, en la publicación de El Descenso del Hombre, ayudó a ubicar


nuestro lugar anatómico y fisiológico entre el reino animal. Al hacer esto se con-
vierte, hoy en día, en una encarnación aún más temida de lo que Kinsey representó
hace más de medio siglo en sus informes a la América puritana. Un retroceso al
juicio de Scopes, la lucha visceral contra el darwinismo de la “derecha religiosa”
americana, se trata de la negación y el miedo profundamente arraigados de nues-
tra naturaleza animal. Tal negación refleja una desconexión fundamental entre el
“hombre superior” (razón y moralidad) y los “animales inferiores (sexuales)”. Esta
negación de la vida instintiva también es compartida por extraños compañeros de
cama, muchos científicos del comportamiento moderno.
El rechazo de nuestra naturaleza animal es comprensible a medida que nos
hemos vuelto (demasiado) socializados. Esta negación y su consecuencia deshu-
manizadora, sin embargo, son resumidas por el médico Max Plowman en su Intro-
ducción al Estudio de Blake:

“En todo cultivo, el instinto nativo es la fuerza más difícil de recordar y tener
en cuenta. Sólo porque nuestra civilización es antigua, nuestra distancia de
los centros primarios es como la distancia de las ramitas de un roble con res-
pecto a las raíces más lejanas que lo nutren. Nos hemos vuelto tan cultivados
que no sabemos que tenemos desagües hasta que huelen. Hemos llegado
a tener tanta confianza en el uso mecánico de la inteligencia que damos por
sentado el funcionamiento de nuestros instintos, incluso hasta el punto de
pensar que es irrelevante que puedan encontrar una expresión verdadera y
natural o no. Con el tiempo, los instintos se rebelan contra nuestra falta de
cuidado de ellos... entonces hay consternación.”

Parece que a medida que nos distanciamos más y más de nuestras raíces ins-
tintivas, hemos crecido hasta convertirnos en una especie empeñada en mejorar y
mejorar para hacer la vida cada vez peor. Hemos tenido bastante “éxito” en distan-
ciarnos de nuestro núcleo vital. El papel del instinto en guiar e informar lo que nos
hace animales y, de la mejor manera, más humanos, se ilustra en la siguiente viñeta.
Un fotógrafo de la naturaleza se quedó de pie, horrorizado, mientras observaba
a un elefante salvaje pateando, una y otra vez, el cuerpo sin vida de su ternero mor-
Solo Somos un Grupo de Animales 255

tinato. Mientras seguía observando y fotografiando esta espantosa escena durante


tres horas, sucedió algo verdaderamente inesperado. El bebé elefante se agitó.
Sorprendentemente, la madre había resucitado a la cría, devolviéndole la vida esti-
mulando su corazón. Fue sólo el instinto y el instinto lo que llevó a cabo esta tarea
milagrosa; la mente habría sido bastante inútil.

Lago de los Cisnes

Incluso en las especies “inferiores”, la inteligencia aparente de los instintos


nos lleva a guiar comportamientos complejos que asociamos con los mamíferos.
Sentados al borde del Vierwaldstättersee esmeralda (el claro y glacial Lago de los
Cuatro Cantones en Suiza), los patos y cisnes desfilan “orgullosos” junto a la mesa
en la que yo estoy sentado desayunando. Un ligero acercamiento abrupto de mi
parte hacia la hembra evocaría reacciones espantosas, siseantes y agresivas, ines-
peradas para estas aves, que de otro modo serían muy reservadas y majestuosas.
Mientras pasan pacíficamente, tiro con cuidado unos pequeños trozos de pan. Es
curioso observar cómo los adultos se paran hacia atrás, monitoreando cuidado-
samente a sus polluelos mientras les permiten picotear y darse un banquete. Sólo
después de haber llenado sus mullidas barrigas, los adultos toman algunos boca-
dos para sí mismos. Por lo tanto, parece que no sólo protegen ferozmente a sus
crías del daño externo, sino que con paciente moderación muestran una deferencia
inusitada, protegiéndolas de su propia glotonería. Cuando no son padres, estos
graciosos cisnes de color blanco y azucena muestran sus verdaderos colores como
bestias agresivas y desagradables, que se enfrentan entre sí por cualquier migaja
que se les arroje.
En el desarrollo de los mamíferos, los instintos de protección y cuidado se
extendieron y elaboraron en gran medida, floreciendo con una amplia gama de
comportamientos de crianza. Luego, en la evolución de los primates y del Homo
sapiens, el cuidado de los jóvenes dio un salto monumental; esto implicó cambios
de paradigma tales como diversos comportamientos sociales altruistas y de apo-
yo mutuo. Luego, la vinculación, a través del contacto físico directo y el contacto
visual, promovió el enfoque en un posible compañero de apareamiento a la vez. Y
256 En una voz no hablada

esa conexión procreadora entre el hombre y la mujer -la que está por encima de to-
das las demás- fue cimentada por la oleada neuroquímica dominante del orgasmo.
(*) Nos encontramos, en consecuencia, a la altura de la saga perenne de reunir el
valor para amar lo que el tiempo reclamará por sí mismo; el amor, la sexualidad y la
pérdida estaban ahora intrínsecamente entrelazados para siempre, convirtiéndose
en el amplio negocio de la poesía, el arte, la música y la prosa del mundo.
Los humanos no dudamos en hablar del poder casi sobrehumano del amor
paternal incondicional; de lo contrario, ¿cómo podríamos explicar los profundos
sentimientos y acciones que tomamos hacia nuestros recién nacidos, con sus cuer-
pos viscosos y arrugados que no saben otra cosa que defecar, orinar y gemir en
gritos de frenética incomodidad que perforan los oídos? Los miramos, escucha-
mos, arrullamos y olfateamos; los sostenemos y meceremos; nos enamoramos sin
esperanza y ridículamente. Y esto, como cualquier padre sabe, es sólo el comienzo
de la prueba de fuego y de la paciencia infinita. La evolución nos ha dado el más
convincente de todos los sentimientos para dirigir y organizar los actos críticos de
cuidado y crianza. Las emociones y comportamientos darwinianos de “amor” han
evolucionado, presumiblemente, para la protección y el cuidado de los bebés de
una especie que da a luz a una cría y comprime una gestación de dieciocho meses
(posiblemente debido a su gran cabeza) en nueve. Para que estas criaturas subde-
sarrolladas sobrevivieran, se requirieron comportamientos de cuidado especiales,
prolongados y, por lo tanto, altamente motivados. Una tarea tan duradera exigía
nada menos que amor, quizás la misma emoción que empuja a los soldados en el
fragor de la batalla a rescatar a los camaradas caídos, poniéndolos a salvo incluso
con el riesgo supremo de sus propias vidas. Y el amor, en última instancia, puede
ser nuestro antídoto colectivo: la salvación de una especie con tal inclinación por la
matanza y la carnicería sin sentido. El amor es el pegamento que mantiene unidas
a la familia, a las tribus y, tal vez en tiempos de necesidad, incluso a las socieda-
des. También es la poción que une al animal humano con lo divino a través de los
más altos sentimientos religiosos y espirituales de unidad y conexión. ¿Estaba yo,
a orillas del lago, siendo testigo de un precursor temprano de ese amor supremo
en los programas instintivos primitivos que tan despreocupadamente inhibían a las
aves adultas de exhibir sus voraces apetitos competitivos normales para que sus
crías pudieran llenar sus estómagos primero?
Solo Somos un Grupo de Animales 257

Una ventana abierta

“La ciencia es nuestra nueva religión y su agua bendita es el desinfectante.”

-George Bernard Shaw

A pesar del persistente rechazo de nuestra naturaleza animal, hubo una ven-
tana de tiempo vital y rica durante el siglo XX cuando se otorgaron seis Premios
Nobel de Fisiología o Medicina en el tema de los instintos. (†) Darwin, hace un siglo
y medio, enfatizó lo matizados e inteligentes que son los instintos. En el Cuaderno
M (1838) Darwin reflexionó: “El origen del hombre está ahora demostrado. El que
entiende a los babuinos haría más por la metafísica que Locke”. A este respecto, se
ha demostrado recientemente que sólo uno o dos puntos porcentuales diferencian
los genomas humano y de chimpancé (no distinguiendo mucho más a los humanos
de otros mamíferos). De hecho, los chimpancés pueden superar a los estudiantes
de segundo año de la universidad en un ejercicio matemático bastante sofisticado,
y sin embargo, la psicología, supuestamente una ciencia natural, todavía parece
estar a favor de pasar por alto la realidad de que somos, en el último análisis,
animales.
Incluso nuestro sentido de asombro puede ser compartido por nuestros primos
más cercanos, los simios. Jane Goodall, una importante primatóloga, ha sugerido
la existencia de sentimientos espirituales primarios en los chimpancés que había
estudiado cuidadosamente durante muchos años. Aquí describe el comportamien-
to de una compañía que visita un lugar especialmente bello con una cascada y un
río:

“Para mí, es un lugar mágico y espiritual. Y a veces, a medida que se acer-


can, los chimpancés se muestran en un movimiento lento y rítmico a lo largo
del lecho del río. Levantan y tiran grandes piedras y ramas. Saltan para aga-
rrar las enredaderas colgantes, y se balancean sobre el arroyo con el viento
empapado de rocío hasta que parece que los esbeltos tallos deben romperse
o ser arrancados de sus nobles amarres. Durante diez minutos o más pueden
realizar este magnífico “baile”. Por qué? ¿No es posible que los chimpancés
258 En una voz no hablada

estén respondiendo a un sentimiento de asombro? Un sentimiento generado


por el misterio del agua; agua que parece viva, que siempre pasa corriendo
pero nunca yendo, siempre la misma pero siempre diferente. ¿Acaso fue-
ron sentimientos similares de asombro los que dieron origen a las primeras
religiones animistas, a la adoración de los elementos y a los misterios de la
naturaleza sobre los que no había control?” (108)

Irónicamente, a pesar del rechazo de los creacionistas a sus raíces animales, el


temor religioso puede ser una confirmación más de la continuidad darwiniana de la
especie y de nuestra profunda herencia instintiva.

Para muchos científicos razonables, la atribución del “temor religioso” a los


primates no humanos parecería, en el mejor de los casos, una exageración. En el
peor de los casos, podría verse como un caso extremo de antropomorfismo enlo-
quecido. Sin embargo, existe una sólida tradición empírica de estudiar los com-
portamientos y emociones de los chimpancés como antecedentes evolutivos de
la moralidad humana. Comenzando con el trabajo seminal de Eibl-Eibesfeldt, Love
and Hate: The Natural History of Behavior Patterns (Amor y odio: La historia natural
de los patrones de comportamiento), (109) y culminando recientemente en Our Inner
Ape, de Frans de Waal, bellamente escrito, (110) se presenta un caso convincente de
ciertas conductas sociales de monos y simios como precursores de varias conduc-
tas morales humanas, incluyendo una conducta altamente refinada como el esta-
blecimiento de la paz. Estos precursores incluyen la reciprocidad del aseo personal,
el mantenimiento de la clasificación social y la atenuación de la violencia. Fáciles
de apreciar son ejemplos claros como un chimpancé adulto que ayuda a un joven a
subir a un árbol o chimpancés confinados en un zoológico (que se sabe que no sa-
ben nadar) que saltan al foso en un intento inútil de rescatar a un chimpancé que se
está ahogando. Tales comportamientos altruistas evocan imágenes de bomberos
entrando en edificios envueltos en llamas para rescatar familias atrapadas o solda-
dos corriendo directamente a la línea de fuego para rescatar a un camarada caído.
Los puntos de vista de De Waal se basan en muchas décadas de observación
de la agresión en las sociedades de primates. Se dio cuenta de que después de las
peleas entre dos chimpancés, otros chimpancés parecían consolar al perdedor, un
Solo Somos un Grupo de Animales 259

comportamiento que requería tanto la capacidad de empatía como un nivel signifi-


cativo de autoconciencia. De Waal también describe a las hembras de los chimpan-
cés quitándoles las piedras de las manos a los machos que están listos para pelear
para evitar la pelea o al menos para evitar que causen daño mortal. Estos esfuerzos
de “reconciliación” pueden preservar la solidaridad del grupo, disminuyendo así la
vulnerabilidad de los atacantes externos.
La moral humana se organiza en torno a las cuestiones del bien, del mal y de
la justicia. Según De Waal y otros , tiene su origen en la preocupación por los
(111)

demás y en la comprensión y el respeto de las normas sociales. Esto se ve en


una multitud de grupos de mamíferos. La orquestación de tales comportamientos
premorales requiere un nivel altamente sofisticado de funcionamiento emocional y
social. Marc Hauser, biólogo evolutivo de la Universidad de Harvard, ha ampliado
estas nociones y considera que el cerebro tiene mecanismos genéticamente mol-
deados cuya función es la adquisición de reglas morales basadas en estados de
sentimientos complejos. (112)
Frente a estas observaciones tan robustas, las ciencias sociales a menudo pa-
recen manifestar su desagrado por la suposición de lo humano como animal, sobre
todo al desinfectar su terminología en torno a los conceptos del comportamiento
instintivo. De hecho, la palabra instinto rara vez se encuentra en la literatura psico-
lógica moderna. Más bien se purga y se reemplaza con términos como “impulsos”,
“motivaciones” y “necesidades”. Mientras que los instintos siguen siendo rutina-
riamente utilizados para explicar los comportamientos de los animales, de algu-
na manera hemos perdido de vista cuántos patrones de comportamiento humano
(aunque modificables) son primarios, automáticos, universales y predecibles. Por
ejemplo, cuando las torres del World Trade Center se estrellaron contra el suelo,
instintivamente la gente corrió hasta que sus pies sangraban. Corrieron para salvar
sus vidas como sus antepasados que fueron perseguidos por los gatos depreda-
dores del antiguo Serengeti. Luego se reagruparon, buscando la seguridad de sus
madrigueras y comunidades, mientras caminaban en forma ordenada, sobre puen-
tes que conducían a cada uno de los cinco distritos.
Cuando nos hundimos en el dolor por la muerte de un ser querido, comparti-
mos esta respuesta innata a la pérdida con otros mamíferos altamente desarrolla-
dos. La descripción de Jane Goodall de la muerte de la matriarca Flo y la subsi-
260 En una voz no hablada

guiente inanición de sus crías macho en el árbol que hay encima de su cadáver es
un ejemplo de ello. (‡) Otro ejemplo comparable de una respuesta de duelo viene a
la mente con las mascotas apáticas en las que nos convertimos después de lo que
nos pareció un corto fin de semana lejos de casa. La ira al volante y las fijaciones
sexuales son manifestaciones perturbadoras de otros instintos; en estos casos,
los instintos se han desviado. El dolor, la ira, el miedo, el asco, la lujuria, el aparea-
miento, la crianza de los jóvenes e incluso el amor (así como todos los patrones
de acción que los acompañan) son universales entre los humanos. Todos tienen un
notable parecido con comportamientos similares en mamíferos.
Charles Darwin, más que ningún otro ser humano, aclaró las conexiones esen-
ciales entre el ser humano y otras especies animales. Además de descubrir la evo-
lución de la forma y la función, reconoció las similitudes de movimientos, patrones
de acción, emociones y expresiones faciales compartidas por la humanidad y los
animales. Las obras maestras de Darwin abordaron la continuidad de las expre-
siones emocionales entre las especies de mamíferos. Se sorprendió no sólo por
las similitudes en las estructuras fisiológicas y anatómicas, sino también por los
comportamientos instintivos y las emociones innatas entre las especies. En El Des-
censo del Hombre escribe Darwin,

“El hombre y los animales superiores... tienen... instintos en común. Todos


tienen los mismos sentidos, intuición, sensación, pasiones, afectos y emo-
ciones, incluso los más complejos como los celos, la sospecha, la emula-
ción, la gratitud y la magnanimidad; practican el engaño y la venganza; a
veces son susceptibles al ridículo, e incluso tienen sentido del humor; se
sienten maravillados y curiosos; poseen las mismas facultades de imitación,
atención, deliberación, elección, memoria, imaginación, asociación de ideas
y razón, aunque en grados muy distintos….” (113)

La omnipresencia de los instintos nos deslumbra en los rituales de aparea-


miento, como el impresionante despliegue de plumas del pavo real macho. Este
anuncio provocativo tiene tanto éxito en atraer a los compañeros como en atraer a
la belleza. Estos dos resultados son, sin duda, uno y el mismo. La mayoría de los
Solo Somos un Grupo de Animales 261

rituales de apareamiento comienzan con una fase inicial de “flirteo”, seguida de una
secuencia de pavoneo. Este pavoneo demuestra no sólo la destreza física del ma-
cho, sino también algo menos tangible. Por ejemplo, en ciertas especies de aves es
el uso único y creativo de las notas, el ritmo y el fraseo lo que la hembra encuentra
atractivo.(§) Por otro lado, la defensa de los territorios también puede implicar com-
bate y muerte. De hecho, el 70% de los monos machos de una manada de monos
nunca llegan a aparearse, y mueren en aislamiento. (114)
La evolución es sobre la
vida o la muerte; si el amor encaja allí, tanto mejor (para nosotros).
La combinación de instinto puro y astucia también se encuentra en los rituales
de apareamiento humano. Sin embargo, es evidente que hay que tener cuidado
con lo que se ha llamado “zoomorfismo”, la extensión acrítica de las conclusiones
extraídas del comportamiento de los animales a los seres humanos. Dicho esto,
cualquiera que haya visto una interpretación bien ejecutada de un baile como el
tango o la samba ha sido testigo de un ritual de apareamiento exquisitamente ins-
tintivo. Vistos simplemente como movimientos formalizados, desprovistos de su
arraigo sexual primario, los pasos pierden su vitalidad y credibilidad. Igualmente
importantes son las variaciones inesperadas y creativas, así como la respuesta
de la pareja a aquellas sorpresas que hacen que la danza sea a la vez instintiva
y artística. Una vez vi el baile de apareamiento de dos escorpiones, y tuve que
reírme de cómo se parecía (incluyendo el regalo de una rosa en forma de ramita) al
tango en su estructura básica. Imagínese ver, en una pantalla dividida, a una pareja
apasionada por el tango, junto a dos escorpiones acoplados en el fervor de su
baile de apareamiento. Uno se sorprendería tanto por la inesperada, casi extraña,
similitud, como por la diferencia en el sentido de matiz y variación. No olvidemos a
los millones de amantes de todo el mundo que, en este mismo momento, se miran
a los ojos. Con su encanto, originalidad, creatividad y perfección encendidas, se
comprometen con los pasos instintivos para toda una vida juntos. Desafortunada-
mente, cuando este baile sale mal, también están los instintos que impulsan la rabia
celosa de los amantes de corazón roto.
Para la mayoría de nosotros, la multitud de impulsos primarios está general-
mente oculta a nuestra apreciación racional. Sin embargo, al afinar nuestro enfo-
que, podemos comenzar a discernir una sabana interna, una poblada por instintos
antiguos que se manifiestan como comportamientos, sensaciones, sentimientos
262 En una voz no hablada

y pensamientos coherentes. Estas reacciones y respuestas primarias están orga-


nizadas y orquestadas por mecanismos neurológicos “programados”. El conjunto
de procesos fisiológicos, conocidos como “patrones de acción fijos” y “programas
de dominio específico” (y los estímulos que los liberan, los llamados mecanismos
innatos de liberación, o IRMs), son el legado de nuestro largo pasado evolutivo.
Vale la pena mencionar que el término fijo hace que estos comportamientos parez-
can más rígidos de lo que realmente son. Esto se debe probablemente a una mala
traducción de la palabra alemana original para estas respuestas, Erbkoordination ,
que se traduce, descriptivamente, como “coordinacion legada”. Este último térmi-
no infiere un fuerte componente genético pero que no está totalmente determinado
y está sujeto a modificación.
Según Darwin, (115)
las emociones van acompañadas de cambios corporales y
de una acción corporal “incipiente”. Describe, por ejemplo, la típica acción corporal
que acompaña a la rabia:

“El cuerpo se mantiene comúnmente erguido; listo para la acción instantá-


nea... Los dientes están apretados o en contacto al menos... Pocos hombres
en una gran pasión... pueden resistirse a actuar como si tuvieran la intención
de golpear o empujar violentamente al hombre[con el que se enfurecen]. El
deseo, de hecho, de golpear a menudo se vuelve tan intolerablemente fuerte
que los objetos inanimados son golpeados o lanzados al suelo.”(116)

Sin embargo, Lorenz modificó esta visión de los patrones de acción instintiva
señalando que “incluso la gente altamente irascible se abstendrá de aplastar obje-
tos realmente valiosos, prefiriendo vajillas más baratas”. (117)
Así pues, la emoción
está asociada con una tendencia a una acción específica, una preparación para esa
acción, pero la acción puede ser restringida, moderada o modificada.
Los instintos, en esencia, se expresan como acciones, es decir, como impulsos
y movimientos físicos. En los primeros tiempos de la evolución, los programas ins-
tintivos fueron “escritos” principalmente para el sistema de acción. Los instintos,
por lo tanto, tienen que ver con el movimiento: cómo encontrar comida, refugio y
pareja, así como cómo protegernos a nosotros mismos. Estas respuestas no nece-
Solo Somos un Grupo de Animales 263

sitan aprendizaje. Están programados al servicio de nuestra supervivencia. Uno de


los instintos más básicos es nuestra reacción a las grandes sombras que se aveci-
nan; otro, que compartimos hasta con las criaturas más pequeñas, incluyendo ma-
míferos, aves y posiblemente hasta polillas, es nuestro miedo innato a que los ojos
desciendan desde arriba (presumiblemente los de un depredador aviar). (‖) Podría
decirse que ésta puede ser la génesis de nuestro miedo al “mal de ojo”, expresado
en muchas culturas en talismanes, rituales y arte.(118) Un amigo me envió un ejemplo
de estas reacciones innatas en relación con un episodio con su hijo pequeño:
Aleksander, un niño generalmente tranquilo, feliz y pacífico, tenía dieciséis me-
ses de edad y todavía sólo gateaba y se mantenía de pie, no caminaba todavía.
(Empezaría a caminar a los dieciocho meses.) Él y su padre fueron a la casa de un
amigo a jugar. Un amigo adulto sostenía a Aleksander en su regazo y le enseñó una
bolsa de globos oculares gomosos o gelatinosos (del tipo que si los aprietas, se
te saldrá uno). A Aleksander no parecía gustarle el juguete; lo demostró dándole
la espalda y poniendo caras. Más tarde, cuando Aleksander estaba sentado en el
suelo, un amigo le mostró de nuevo el juguete, esta vez de pie y apretando el ojo
desde arriba. La distancia entre el niño y el ojo saltón era de unos cuatro o cinco
pies. Aleksander, en una fracción de segundo, giró 180 grados y catapultó hacia
atrás, gritando y agitando sus manos y piernas. Aterrizó en la pared opuesta, aga-
chado en la esquina. Ambos adultos se asustaron por la reacción e inmediatamente
se dirigieron al niño. Su padre lo abrazó y, al poco tiempo, Aleksander se calmó.
Los movimientos instintivos pueden ser grandes y poderosos como la reacción
de Aleksander al “mal de ojo” de un ave de presa y las otras respuestas de lucha/
huida. O pueden ser más sutiles, como en el pequeño jadeo cuando uno llora den-
tro. Los movimientos instintivos también pueden ser delicados, como en los dimi-
nutos movimientos de la garganta que generan nuestros más tiernos murmullos y
susurros para nuestros bebés y amantes.
264 En una voz no hablada

En el principio, antes de la Palabra, era la Conciencia

“La conciencia primaria en el hombre es pre-mental, y no tiene nada que ver con la

cognición. Es lo mismo que en los animales. Y esta conciencia pre-mental perma-

nece mientras vivimos la poderosa raíz y cuerpo de nuestra conciencia. La mente

no es más que la última flor, el callejón sin salida.”

—D. H. Lawrence, el psicoanálisis y el inconsciente

¿Por qué evolucionó la conciencia en primer lugar? ¿Por qué nosotros, y todos
los demás animales, no nos dedicamos a nuestros asuntos sin tener una idea de
nuestra experiencia interna? Después de todo, ¿quién necesita todo el sentimiento
y el sufrimiento que acompaña a la conciencia? Sin una respuesta satisfactoria,
nos quedamos con un hueco en todo el argumento darwiniano. ¿No estarían allí
los comportamientos o funciones que están tan extendidos por todos los reinos del
hombre y de la bestia porque son un requisito para la supervivencia? Para empezar
a abordar esta cuestión necesitamos primero preguntarnos, simplemente, sobre la
supuesta función de la conciencia.
La lucha darwiniana por la supervivencia se manifiesta como una continua ca-
rrera armamentista entre depredador y presa. La capacidad de depredación exito-
sa y evasión inteligente es un proceso en constante evolución. Los combatientes
prueban y perfeccionan (mediante la selección genética y el aprendizaje) diversas
estrategias que mejoran la capacidad de ataque, el camuflaje y el vuelo. Hacen esto
para asegurar el derecho a comer y evitar ser comidos. Cualquier cosa que ayude
a mantener una ventaja en la guerra de suministro de alimentos generalmente se
incorporaría al esquema evolutivo del cerebro y el cuerpo.
Incluso en el período cámbrico (hace más de 500 millones de años) los fósiles
que se han conservado pintan un cuadro de mandíbulas letales por las que los de-
predadores pueden desmembrar a sus presas, así como exoesqueletos que sirven
de protección contra el ataque de sus enemigos.(a) Además, las criaturas de este
período tenían extremidades prensiles y apéndices por las que pueden perseguir a
sus presas y escapar de sus depredadores. Así, el modus operandi típico de esta
época se convirtió en una lucha depredadora/presa por la supervivencia.
Solo Somos un Grupo de Animales 265

Entonces, durante unos 280 millones de años, los animales habían comenzado
a moverse en relación con el espacio físico y la gravedad. La adaptación terrestre
exigía la adición de repertorios conductuales más complejos. La navegación de
ambientes nuevos e impredecibles requería que las criaturas incorporaran e inte-
graran la percepción de los sentidos externos (como la vista, el oído, el tacto, el
gusto y el olfato) para poder examinar el entorno en busca de obstáculos y amena-
zas, así como para adquirir las necesidades básicas de la vida. Al mismo tiempo,
los programas instintivos requerían una retroalimentación interoceptiva (interna) de
los músculos y las articulaciones para señalar la tensión y la posición, lo que permi-
tía a los animales saber dónde se encontraban en el espacio en un momento dado.
La lucha depredador/presa exigía la capacidad de planificar con antelación,
tanto para el ataque como para la evasión. Los habitantes de este período tenían
que ser capaces de resolver el complejo problema de la física newtoniana de dos
cuerpos en movimiento, el de su presa (o depredador acechador) y el de sí mismo.
En otras palabras, tenían que anticiparse al futuro en un terreno incierto y difícil de
predecir. La única manera de lograr esto era tener conciencia de cinco dimensio-
nes, tres en el espacio, una en la gravedad y otra en el tiempo. La exactitud en el
tiempo requería la integración de los acontecimientos del pasado reciente con los
del presente. La extrapolación hacia el futuro se convirtió entonces en la pieza de
resistencia más buscada para la supervivencia.
En ausencia de clarividencia o telepatía, el futuro sólo puede anticiparse a
través de la permutación y recombinación de experiencias pasadas “recogidas”
(implícitas). La naturaleza parece haber llegado a una gran solución al complejo
cálculo de la predicción. Su nombre es “conciencia”. Tal “dispositivo” (es decir,
mecanismo) facilita este juego de “tomar y poner”. En otras palabras, si tomo esta
situación presente y, basado en la experiencia pasada, la coloco (en el ojo del
cuerpo/mente) allí; entonces tal y tal cosa es probable que ocurra en el futuro. La
capacidad de anticipar y predecir el movimiento es la base de lo que es la con-
ciencia. La conciencia en su nivel más básico es una estrategia, simplemente una
invención evolutiva que permite a un animal predecir mejor su trayectoria (en el
espacio, la gravedad y el tiempo). Lo hace en relación con las fuentes potenciales
de alimento, refugio y amenaza. Este es el papel que la conciencia “juega”, o que
se juega a sí misma en la conciencia. El “juego” de conducir un coche, navegar un
266 En una voz no hablada

barco, esquiar, jugar al tenis o bailar no podría ocurrir sin la conciencia. Y luego, en
abstracto, la conciencia se juega en la lógica simbólica de las damas, el ajedrez,
las letras, las palabras y las relaciones matemáticas. En este sentido, el chimpancé
de hoy en día se clasifica como un novato en conciencia, mientras que el perro, el
gato, el cerdo y la rata, en orden decreciente, demuestran una capacidad naciente
para la conciencia. Sin embargo, cualquier animal que sea capaz de modificar su
comportamiento (en respuesta a cambios en su situación) está impregnado de al-
guna forma de conciencia.
De esta manera, la “mentalidad” se deriva directamente de una mejor organiza-
ción y ejecución del movimiento corporal en el espacio y el tiempo. (119) Sin la con-
ciencia predictiva, no podríamos agarrar y sacar un cartón de leche del refrigerador
o hacer un sándwich y comerlo. No podíamos resolver una ecuación cuadrática ni
escribir un libro. Todos estos maravillosos talentos han evolucionado, sin embargo,
porque una conciencia arcaica nos ayudó a evitar ser comidos por un depredador
acechador y a ser astutos en la búsqueda de nuestra presa. Con una gran parsimo-
nia, el padre de la neurofisiología moderna, Sir Charles Sherrington, un caballero de
pocas palabras, lo expresó de esta manera: “El acto motor es la cuna de la mente.”
Nuestros instintos básicos de supervivencia son el motor evolutivo sobre el que
se construyó el castillo de la conciencia. Aunque la conciencia no es un atributo
exclusivamente humano, la conciencia consciente varía en calidad y cantidad en
relación con la complejidad del sistema nervioso de cada organismo, pero no en
el fenómeno esencial en sí. Recuerdo un “truco” realizado por mi perro, Pouncer
(una mezcla de dingo y pastor australiano excepcionalmente brillante), que sugiere
una forma bastante sofisticada de conciencia consciente. Lo usaré como ejemplo:
A Pouncer le encantaba ir a esquiar a campo traviesa conmigo y se parecía a un
delfín de nieve mientras saltaba alegremente a través de los escamosos montículos
blancos a mi lado. Sin embargo, cuando elegí el esquí alpino, él tenía que pasar la
mayor parte del tiempo en mi camioneta con sólo una carrera ocasional alrededor
del estacionamiento. Una mañana, listo para un día de descenso con nieve en pol-
vo nueva, traje mis botas de descenso y mis esquís del sótano. Resignado, Poun-
cer cayó al suelo, aparentemente decepcionado. Sin embargo, después de un rato,
se levantó, salió de la habitación y regresó unos momentos después del sótano con
uno de mis zapatos de campo traviesa agarrado firmemente en la boca. La sacudió
Solo Somos un Grupo de Animales 267

delante de mi cara como para decirme que tenía un plan diferente para el día. Su
punto de vista estaba tan bien planteado, y yo estaba tan conmovido, que no pude
evitar cambiar mi curso de acción en consecuencia. Si Pouncer hubiera tenido ple-
na capacidad lingüística, las palabras no podrían haber dejado más claro su punto
de vista que su desarmante respuesta tácita. Como lo demuestra la respuesta de
Pouncer, el juego de toma y daca de la conciencia predictiva no involucra símbolos
o abstracciones, sino que más bien tiene sus raíces elementales con valores “más
y menos” y acción intencionada; o, ¿cómo llego de aquí para allá de una manera
que imparte un resultado global positivo?
Tanto el ataque exitoso como el escape son promovidos por una estrategia bá-
sica que incorpora la experiencia del pasado al servicio de imaginar (“crear imáge-
nes”) resultados futuros. La extensión del tiempo permite la elección de las opcio-
nes imaginadas. Esta estrategia, sin embargo, sólo es eficaz cuando el organismo
está plenamente presente en el ahora. Si, por otro lado, vemos el futuro únicamente
en términos del pasado -sin un fuerte anclaje en el presente- entonces, en palabras
del cantante country y occidental Michael Martin Murphy, “No hay futuro en el pa-
sado”. En otras palabras, un futuro demasiado determinado por el pasado no tiene
futuro. Esta fijación, ambientada en el pasado, sin sentido de un futuro diferente, es
precisamente lo que ocurre en el trauma. Si Pouncer no se hubiera podido imaginar
en el presente, lo más probable es que se hubiera quedado resignado, y por lo tan-
to un poco deprimido. Desafortunadamente, a diferencia de nuestros amigos ani-
males, los humanos tienen una tendencia, cuando están bajo estrés, a estar atra-
pados en el pasado. Sólo el hombre se pierde rutinariamente en el arrepentimiento
por el pasado y temeroso de lo que sucederá en el futuro, causando que estemos
desconectados y a la deriva del ahora. Se podría incluso llamar a esta falta de vida
en el momento presente una enfermedad moderna. Parece ser un subproducto de
una pérdida de conexión con nuestra naturaleza animal instintiva.
268 En una voz no hablada

Encontrando nuestro camino en el mundo: El instinto del propó-


sito

El “trabajo” para cada especie es adaptarse y mantener un lugar para sí mismo


en un ecosistema muy complejo. El proceso de aventajamiento de la evolución
ha producido, para todas las especies, un medio de afrontamiento, a través de
complejos conjuntos de acciones, incluso en las situaciones más extremas. El que
estemos congelados por el terror, abrumados y colapsados o que permanezcamos
movilizados y comprometidos está determinado en gran medida por nuestra capa-
cidad para navegar por los complejos patrones de acción instintiva descritos por
Darwin y elaborados por sus seguidores. Estas respuestas complejas del organis-
mo dependen, en un contexto de colaboración social, de un trabajo en equipo ar-
monioso entre químicos, hormonas, neuronas y músculos. Es esta compleja coor-
dinación la que permite a los animales orientarse y tomar las acciones correctas
para asegurar el restablecimiento del control y la seguridad. Cuando todos estos
intrincados sistemas trabajan juntos de manera coherente, los humanos tenemos
el reconocimiento de que “pertenecemos” al mundo, que nuestra conciencia se
expande y que somos capaces de hacer frente a cualquier desafío que la vida
nos presente. Cuando estos sistemas no funcionan sin problemas, nos sentimos
inseguros y fuera de lugar. Así que mientras que nuestra supervivencia literal en un
ambiente postmoderno (actual depredador-escaso) no depende tanto de la con-
ciencia expandida, la supervivencia misma de nuestra cordura y egoísmo sí lo hace.
Demos un paso atrás a los comienzos de la vida para obtener una compren-
sión más profunda de los conceptos que hemos estado explorando. Un organismo
unicelular, como la ameba, se retrae al ser pinchado por un objeto punzante o al
retirarse de sustancias tóxicas. Por otro lado, se propulsa hacia una fuente de ali-
mento siguiendo los gradientes de nutrientes químicos en el agua. La totalidad de
sus conductas involucran acercamiento y evasión. Se desplaza hacia las fuentes de
nutrición y se aleja de los estímulos nocivos. Más tarde, a medida que las células
se formaron en colonias y las redes neuronales se desarrollaron para comunicarse
eléctricamente, los movimientos se volvieron más organizados y “intencionados”.
El ritmo de pulsación altamente coordinado de las medusas, que navegan en el
Solo Somos un Grupo de Animales 269

mar agitado, es un ejemplo de este funcionamiento coherente. A medida que los


organismos se fueron diferenciando y haciendo más complejos, primero como pe-
ces y luego como reptiles y mamíferos, los sistemas motores se fueron refinando
fundamentalmente, y la organización se fue haciendo más social en el desarrollo
de los mamíferos.
Nuestros primeros antepasados homínidos eran criaturas sociales que necesi-
taban ser capaces de alertarse rápidamente unos a otros sobre novedades, peli-
gros y otras emergencias. Además, necesitaban ser capaces de predecir el com-
portamiento del otro, establecer jerarquías y facilitar el engaño. La mejor manera de
perfeccionar esas habilidades era observando y confiando en sus propios procesos
internos. En “Celdas que leen la mente”, Sandra Blakeslee cita al neurofisiólogo
Giacomo Rizzolatti: (120)

“Somos criaturas exquisitamente sociales. Nuestra supervivencia depende


de la comprensión de las acciones, intenciones y emociones de los demás.
Las neuronas espejo nos permiten captar las mentes de los demás no a
través del razonamiento conceptual sino a través de la simulación directa.
Sintiendo y no pensando. ”

Para facilitar la supervivencia en un mundo cada vez más complejo y social-


mente mediado, se desarrolló una nueva adaptación de los mamíferos: los estados
emocionales. Los sentimientos nunca son neutros; existen a lo largo de lo que se
denomina un “continuo hedónico” que designa el espectro afectivo desde desa-
gradable hasta agradable. Nunca sentimos una emoción neutral. Mientras que la
ameba se retrae reflexivamente al empujar (evitar) o se mueve hacia algo nutritivo
(acercarse), los animales superiores “sienten” tales movimientos como si fueran
placenteros o dolorosos. Los órganos sensoriales externos transmutan los estímu-
los físicos y los convierten en impulsos nerviosos que registran la vista, el oído, el
tacto, el gusto y el olfato. Los sensores internos ubicuos monitorean una multitud
de procesos fisiológicos y viscerales y los clasifican en cómodos e incómodos. Tal
fue la sabiduría impartida por William James, que es el escaneo de nuestras sensa-
ciones internas lo que se convierte en el crisol del sentimiento.
270 En una voz no hablada

Un bebé mamífero no tiene que aprender que el sabor del azúcar es “bueno”
y que un pellizco duro o un dolor de estómago es “malo”. La ingestión de azúcar
es necesaria para la producción de energía, de ahí la atracción del placer; mien-
tras que el pellizco puede causar daño tisular, se siente doloroso y, por lo tanto,
debe evitarse. De manera similar, un toque muy ligero puede darnos una sensación
incómoda y espeluznante simplemente porque las cosas que se arrastran, en el
pasado evolutivo, eran propensas a ser venenosas. Nuestros sentimientos más
convincentes de maldad (evasión) y bondad (acercamiento) derivan de sensaciones
viscerales como las náuseas o el calor del vientre.
Los sentimientos hedónicos también son importantes para la cohesión del gru-
po y, por lo tanto, para la supervivencia. Por ejemplo, cuando exhibimos comporta-
mientos que son beneficiosos para el grupo, como la crianza y la cooperación, nos
sentimos recompensados por sentirnos bien. Incluso podemos rescatar a alguien
(o darle uno de nuestros riñones) aunque esto pueda poner en riesgo nuestra propia
vida. Por otro lado, cuando hacemos algo que puede poner en peligro al grupo,
como codiciar el compañero o las posesiones de otro, o poner en peligro a los
hijos, nos sentimos avergonzados y rechazados. Estos sentimientos pueden ser
tan angustiantes que pueden causar enfermedad o incluso la muerte. (121) De hecho,
como han demostrado los estudios, aquellos individuos que experimentan la mayor
salud y autoestima positiva, en todo el mundo y en todos los niveles socioeconómi-
cos, son aquellos con fuertes afiliaciones grupales.
Los sentimientos y las emociones han evolucionado, al menos en parte, para
amplificar las sensaciones hedónicas de acercamiento y evitación. Cuando, por
ejemplo, probamos algo que es ligeramente amargo, se registran sensaciones de
“disgusto” en nuestra conciencia. Sin embargo, cuando algo sabe extremadamen-
te amargo (y por lo tanto, es probable que sea tóxico), somos más propensos a
tener la irresistible emoción de la repugnancia, con la sensación asociada de náu-
sea. Con esta bandera roja emocional (asco), es muy probable que evitemos tales
sustancias (o aquellas que tienen sabor, olor o aspecto similar) en el futuro. Ade-
más, otros miembros del grupo que vean nuestra reacción tendrán menos proba-
bilidades de ingerir la misma sustancia. Debido a que es posible que no tengamos
la oportunidad de evitar un veneno (como un cadáver de animal que está rancio)
más de una vez, estas reacciones emocionales de señalización tienen la intención
Solo Somos un Grupo de Animales 271

de ser convincentes para nosotros y para otros, dejando una huella de superviven-
cia duradera. Por eso, si te enfermas gravemente después de comer bistec en tu
restaurante favorito, es probable que evites este plato en particular e incluso ese
restaurante durante años, si no llegas al extremo de convertirte en vegetariano.
Al ser capaces de sentir las cosas, se nos proporciona la precisión y la adap-
tabilidad general que nos han puesto en la cima del montón. Hay una desventaja
significativa en esta solución de impartir a los sentimientos una función ejecutiva
tan real. Si los sistemas de sentimientos emocionales fallaran y se volvieran des-
ordenados, como lo hacen en el estrés y el trauma, este desorden se reflejaría a
través de la miríada de subsistemas fisiológicos, conductuales y perceptivos. Esto
nos deja susceptibles a percepciones erróneas fundamentales. Un ejemplo per-
turbador de este defecto es cuando detectamos el peligro donde no existe, y, por
otro lado, cuando no lo detectamos cuando en realidad está en nuestra cara. Otro
ejemplo conmovedor de nuestro “sistema de sentimientos” que ha salido mal es
la presencia de todo tipo de estrés, enfermedades autoinmunes y enfermedades
“psicosomáticas”, que han sido la perdición de la medicina moderna. Se ha estima-
do, por ejemplo, que entre el 75 y el 90% o más de todas las visitas al consultorio
del médico están relacionadas con el estrés. Afortunadamente, la evolución de los
estados emocionales conscientes proporciona, en sí misma, una solución notable
si podemos aprender a registrarnos y responder a los impulsos internos de nues-
tros cuerpos.
Nuestros programas de sentimientos instintivos son la base de lo que nos per-
mite planificar y avanzar con propósito y dirección. Es el tejido de lo que nos conec-
ta entre nosotros. Cuando este mapa crítico se vuelve desordenado e inadaptado
con trauma o estrés prolongado, como consecuencia, simplemente nos perdemos.

Perdiendo nuestro camino en el mundo: Serendipity Gained

Ivan Pavlov nació en un pequeño pueblo del centro de Rusia. Su familia, que-
riendo que fuera sacerdote, lo inscribió en un seminario teológico. Sin embargo,
después de leer al revolucionario Charles Darwin, abandonó el seminario para ir a
la Universidad de San Petersburgo, donde prosiguió su carrera científica estudian-
272 En una voz no hablada

do química y fisiología. Se doctoró en 1879. En 1904 recibió el Premio Nobel de


Fisiología o Medicina por su prodigiosa investigación sobre el reflejo condicionado.
Pavlov es más conocido por sus estudios de acondicionamiento controlados metó-
dicamente. Sin embargo, su contribución fundamental a la comprensión del trauma
fue provocada espontáneamente por un experimento inesperado e incontrolado,
un desastre natural que interrumpió sus protocolos de laboratorio rígidamente es-
tructurados. Había estado durmiendo en sus laureles del Premio Nobel durante
casi dos décadas cuando un suceso fortuito abrió un nuevo panorama, un descu-
brimiento que es poco apreciado como el primer, y posiblemente el antecedente
experimental más crítico para comprender la fisiología y las conductas del trauma.
La gran inundación de Leningrado de 1924 hizo que el agua subiera en el labo-
ratorio del sótano de Pavlov precipitadamente cerca del nivel de sus perros expe-
rimentales enjaulados. Afortunadamente, su asistente rescató a los perros de sus
jaulas y los llevó a un lugar seguro. Aunque los animales no habían sufrido ningún
daño físico, y parecían completamente normales por todas las apariencias exterio-
res, les habían sobrevenido cambios muy extraños. En primer lugar, estos animales
aterrorizados habían “olvidado” o revertido el condicionamiento que habían apren-
dido antes del evento. En segundo lugar, algunos de los perros que antes eran
dóciles por naturaleza atacaban a cualquiera que se les acercaba, mientras que
aquellos con tendencias agresivas anteriores a menudo se agitaban y se acobarda-
ban en sus jaulas. Además, Pavlov observó cambios fisiológicos tales como ritmos
cardíacos elevados y deprimidos bajo estrés leve y reacciones de sobresalto total
a estímulos leves, tales como tonos o los sonidos y movimientos de un experimen-
tador que se aproxima. Embarcándose en su nueva carrera, Pavlov comenzó a es-
tudiar sistemáticamente estos fenómenos con sus perros. Debió haber sido cons-
ciente de la traumática ruptura de los soldados y de la necesidad de tratamiento,
teniendo en cuenta que las pérdidas militares rusas en octubre de 1916 fueron de
entre 1,6 y 1,8 millones de muertos y otros dos millones de prisioneros de guerra.
Pavlov permaneció enfocado en su estudio experimental de animales que se
descomponían bajo estrés durante esta época. Él formuló la siguiente secuencia
por la cual sus perros (y presumiblemente los humanos) se descomponen bajo es-
trés extremo o prolongado, perdiendo así nuestro sentido de dirección y propósito.
Solo Somos un Grupo de Animales 273

En la primera etapa, la fase equivalente, el animal da la misma respuesta a es-


tímulos débiles y fuertes. Esto se puede observar en los seres humanos que están
privados de sueño durante un par de días. Bajo este tipo de estrés, las personas
pueden reaccionar a una pregunta inocua con el mismo grado de irritabilidad y
confusión que cuando están expuestas a una provocación significativa. Uno se pre-
gunta cuántas discusiones domésticas, a menudo alrededor de fricciones trilladas,
surgen de la simple privación del sueño.
En la fase paradójica, o la segunda reacción de Pavlov al estrés prolongado,
los animales exhibieron una inversión de sus respuestas condicionadas. Algo había
sucedido en sus cerebros que hacía que los perros respondieran más activamen-
te a los estímulos débiles que a los fuertes. Esto es algo que normalmente no le
sucede a los individuos a menos que hayan sido traumatizados. El veterano del
Vietnam que se esconde cuando un coche lejano petardea, pero pasa la tarde en el
polígono de tiro, demuestra esta fase de avería. Otro ejemplo podría ser la víctima
de violación que asusta a cada sombra que pasa y que, sin embargo, pasa el rato
en bares sórdidos.
Pavlov nombró el tercer y último capítulo de la saga de la avería después de
un estrés no mitigado “ultra-paradójico”, pero también se refirió a él como la “fase
transmarginal”. En esta fase final de la estimulación “supramaximal”, se alcanzó
un punto crítico. Ir más allá de esta cúspide causaría que muchos de sus perros
se vinieran abajo; se volvieron insensibles por un largo período de tiempo. Pavlov
creía que esta parada era una defensa biológica contra la sobrecarga neural. (De
esta manera Pavlov preparó el escenario para el estudio de la conservación-retira-
da como fue investigado por Engle y más tarde por Porges con la formación de su
teoría polivagal).
Además, a medida que sus animales se “recuperaban” de ser aturdidos, exhi-
bían comportamientos extremadamente extraños e inexplicables. Los perros agre-
sivos se volvieron dóciles mientras que los tímidos se volvieron hiperagresivos,
como se mencionó anteriormente. Del mismo modo, los entrenadores por los que
los perros habían mostrado afecto antes de la inundación se enfrentaban ahora a
gruñidos y embestidas agresivos. Otros perros, a los que antes no les gustaban
sus adiestradores, los saludaban con una lluvia de movimientos de cola y afecto.
274 En una voz no hablada

Estos comportamientos contrarios a la intuición son análogos a los de los hu-


manos altamente traumatizados. El esposo amoroso que ataca a su esposa al re-
gresar de la guerra de Irak es un ejemplo posible. Otra involucra a rehenes que
exhiben el síndrome de Estocolmo. No sólo son obedientes, sino que se comportan
como si se hubieran enamorado de sus captores, e incluso se niegan a marcharse
cuando llegan sus rescatadores. Hay una multitud de ejemplos en los que las víc-
timas de secuestro han visitado regularmente a sus anteriores agresores en prisión
durante años e incluso se han casado con ellos. Jill Carroll, la reportera de Chris-
tian Science Monitor, describió su secuestro en Irak en términos casi alegres, pero
luego, un día o dos después, habló de estar recluida debido a su trauma. Y luego,
de vuelta al equilibrio, hizo la siguiente declaración: “Por fin siento que estoy viva
de nuevo”.
Además, los individuos traumatizados generalmente se encuentran, como en
la fase transmarginal de Pavlov, balanceándose salvajemente e impredeciblemente
entre estar entumecidos y cerrados por un lado y estar inundados de emociones,
incluyendo terror y rabia, por el otro. Estos oscilaciones bipolares son a menudo
erráticos y caprichosos. Con el trastorno de estrés postraumático humano, los en-
fermos crónicos tienden a gravitar, con el tiempo, hacia el cierre. Esto se manifiesta
como síntomas de alexitimia (la incapacidad de describir o elaborar sentimientos
debido a una deficiencia en la conciencia emocional), depresión y somatización.
Pavlov, observando a sus perros que sufrían con sus síntomas debilitantes e
intratables, concluyó que habían perdido su capacidad de hacer respuestas de
aproximación/evitación adaptativas; esencialmente habían “perdido su propósito”.
Al resumir la difícil situación de estas pobres criaturas, comentó que habían perdido
el “reflejo” o instinto de propósito; habían perdido el rumbo. Un ejemplo similar de
desglose viene de la naturaleza. Un guía de las Islas Galápagos le contó la siguiente
historia a uno de mis estudiantes: “Cuando un volcán entra en erupción, los anima-
les frecuentemente pierden sus instintos de supervivencia, se confunden, y algunos
caminan directamente hacia la lava que se aproxima. Esto incluye leones marinos
e iguanas marinas capaces de nadar a otra isla”. Parece que bajo esta forma de
coacción extrema, incluso los animales salvajes pueden perder su orientación en el
caos. Con una rara presciencia, Pavlov también infería los mecanismos naturales
e instintivos por los cuales los organismos traumatizados podían recuperar su pro-
Solo Somos un Grupo de Animales 275

pósito y voluntad de vivir. En particular, se dio cuenta de que el enfoque y la eva-


sión estaban alineados con lo que él llamaba la respuesta defensiva y orientadora.
En su estudio de las respuestas de orientación (enfoque) y defensivas (evasión),
Pavlov nos proporcionó la clave para establecer un encuentro saludable entre un
organismo y su entorno: un equilibrio óptimo entre la curiosidad y la necesidad de
defenderse y protegerse a sí mismo.
Pavlov descubrió que cuando los animales se exponen a algo nuevo en su
entorno, primero detienen su movimiento. Luego dirigen sus ojos, cabeza y cuello
en dirección a un sonido momentáneo, una sombra fugaz o un olor nuevo (o siguen
el ejemplo de otros miembros del grupo cuando entran en una respuesta de arresto
y alerta). Durante el paro se produce una breve desaceleración de la frecuencia
cardíaca, que aparentemente “afina” y abre la percepción sensorial. (122)
Pavlov descubrió que estas respuestas orientadoras servían tanto para locali-
zar una fuente de novedad como para acceder a su significado (es decir, ¿es una
fuente de amenaza, apareamiento, alimento o refugio?). Era probable que Pavlov
estuviera al tanto de esta doble función. Llamó a la característica innata de la res-
puesta de orientación el reflejo “chto eta takoe”(en ruso en el original) (en lugar del
“chto eta” más simple). Los intentos de traducción literal han dado como resultado
que se le llame el “reflejo ¿Qué es?”. Una traducción más exacta, sin embargo,
sugiere algo más cercano a “¿Qué es eso?” o “¿Qué está pasando aquí? o “Hey
hombre, ¿qué está pasando?”(b) Esta respuesta dual (reaccionar más indagar) es
la característica dominante de los comportamientos de orientación. Para los hu-
manos, así como para otros animales, esto incluye la expectativa, la sorpresa, la
vigilancia y la curiosidad.
Terminemos este capítulo rastreando lo que Pavlov nos enseñó de vuelta a
su aplicación terapéutica con los clientes: En prácticamente todas las sesiones, a
medida que los individuos traumatizados (formalmente) emergen de la inmovilidad
y el cierre, están biológicamente conectados para tener el impulso naciente de
orientarse hacia la sala, hacia el terapeuta y otros (como en las sesiones de grupo)
y hacia el aquí y el ahora. Así como Pavlov nos mostró cómo perdemos el camino,
también iluminó el camino de regreso. Recordemos por un momento un ejemplo
de esto durante la sesión con Adán (el sobreviviente del Holocausto en el Capítulo
8). Al encarnar la imagen de los niños de las barriadas que volaban con alegría sus
276 En una voz no hablada

cometas, Adam pudo salir de su profunda parada y comenzó a orientarse hacia los
diversos objetos de la habitación y, a continuación, a comprometerse conmigo de
una manera fresca y vital. En ese momento regresó a la vida lo suficiente como para
encarnar nuevas posibilidades.
Así que, en el análisis final, somos sólo un grupo de animales -instintivos, con
sentimientos y razonamientos. Para terminar, me gustaría repetir la cita de Massimo
Pigliucci que abrió este capítulo porque parece resumirlo todo de forma sucinta:
“Podemos ser animales especiales, podemos ser animales particulares con carac-
terísticas muy especiales, pero somos animales de todas formas.”

_________________________________________________
* La oxitocina y las endorfinas han sido implicadas en esta cascada química que promueve la
confianza.

† Entre ellos se encuentran Ivan Pavlov, Sir Charles Sherrington, Nikolaas Tinbergen, Konrad
Lorenz, Karl von Frisch y Roger W. Sperry.

‡ Jim Anderson, psicólogo e investigador de primates de la Universidad de Stirling, en Escocia,


describió un video reciente de la muerte de Chimp y la reacción de otros en la misma pluma
(BBC News, 26 de abril de 2010): “Mientras la respiración de la vieja chimpancé se ralentizaba,
y finalmente se detuvo, los otros se inclinaron para mirarla intensamente a la cara... Nunca
antes habíamos visto eso.” Empujaron y sacudieron suavemente su cuerpo durante 30 o 40
segundos. Parecían desconcertados, reportó Anderson, y esa noche durmieron más cómoda-
mente de lo habitual. La hija adulta del chimpancé muerto dormía en la plataforma donde yacía
el cuerpo de su madre, pero no lo tocaba ni inspeccionaba. En la edición del 27 de abril de
2010 de la revista científica Current Biology, Anderson dijo que estas observaciones se suman
al creciente cuerpo de evidencia que sugiere que los chimpancés tienen una vida emocional
rica. “Puede ser que tengan algo de conciencia de la muerte. Sabemos por otros trabajos que
los chimpancés, más que los monos, son capaces de mostrar empatía hacia otros que tienen
un problema o han sido atacados. Vemos un comportamiento consolador.” Los chimpancés
claramente tienen un sentido de sí mismos, dijo Anderson, y cierto sentido de futuro y pasado.

§ En la tradición de San Francisco de Asís, tanto David Rothenberg, en Why Birds Sing , como
Maya Angelou, en I Know Why the Caged Bird Sings, escriben sobre este núcleo creativo en el
canto de las aves. Rothenberg se pregunta por qué el canto de los pájaros suena tan musical, y
después de anteriores “dúos” con pájaros y violonchelo y flauta, ha grabado una serie de dúos
Solo Somos un Grupo de Animales 277

en vivo entre pájaro y clarinete.

‖ Nótese que uno de los camuflajes de la polilla es un ojo en sus alas.

a Puede, por supuesto, haber habido multitudes de criaturas de cuerpo blando que no se
conservan en los registros fósiles. Ver Richard Dawkins, El cuento de los antepasados: A Pilgri-
mage to the Dawn of Evolution (Nueva York: Houghton Mifflin, 2005).

b Recientemente hablé con el traductor ruso para mi primer libro, Waking the Tiger: Healing
Trauma, y ella confirmó este análisis.
278 En una voz no hablada
279

CAPÍTULO 11

Tres cerebros de abajo hacia arriba, una


sola mente

“Comprender las leyes de la gravedad no nos libera de ella... significa que pode-

mos usarla para hacer otras cosas. Hasta que no hayamos informado a la huma-

nidad sobre la forma en que funcionan nuestros cerebros, de la forma en que los

usamos... hasta que no reconozcamos que ha sido para dominar a los demás, hay

pocas posibilidades de que algo cambie.”

-Henri Laborit (Mon oncle d’Amérique)

“Dame un lugar para poner una palanca y moveré el mundo.”

-Arquímedes

E
n realidad, nadie discutiría razonablemente que somos el producto de la forma
en que nuestros cerebros y cuerpos operan. Si bien esto puede no ser toda la
historia, es una aproximación de trabajo razonable. Sin embargo, al mismo tiempo
sería arrogante decir que toda la experiencia subjetiva se explica con precisión por
la anatomía y la fisiología del cerebro, así como sería absurdo creer que todo lo
que sentimos y sabemos es comprensible por el funcionamiento del cerebro. En
última instancia, para bien o para mal, no podemos escapar del hecho de que es-
tamos limitados por las influencias y operaciones del cerebro en nuestros cuerpos.
Conocernos a nosotros mismos es conocer nuestros cerebros, y conocer nuestros
280 En una voz no hablada

cerebros es conocernos a nosotros mismos - más o menos...


Después del trabajo visionario y experiencial de William James a principios
del siglo XX, se produjo un cambio de énfasis en el estudio de la función cerebral.
Mientras que James se centró en la experiencia subjetiva de la emoción, la inves-
tigación que siguió implicó estimular y extirpar el tejido cerebral animal y luego
correlacionar esos sitios con comportamientos emocionales observados (como la
rabia y el miedo). Primero, Walter B. Cannon, el fisiólogo preeminente de su época
(1920-1940), junto con William Bard, subrayaron el control de las emociones en el
cerebro más que (su experiencia en) el cuerpo. (*) Su teoría central fue promovida
por James Papez, un oscuro médico y neuroanatomista que trabajaba de forma
independiente en su oficina de un pequeño pueblo en el norte del estado de Nueva
York. En su histórico artículo de 1937 titulado “A Proposed Mechanism of Emotion”,
(123)
Papez describió un “circuito emocional” que se centraba en la parte superior
del tronco cerebral, el tálamo. Alrededor del tálamo había un círculo, o “limbo”, de
núcleos que incluía el hipocampo, el hipotálamo y el cingulado. El cingulado es un
intermediario importante, como veremos, entre la emoción y la razón. Notablemen-
te, Papez no incluyó la amígdala (ahora reconocida como un importante mediador
de emociones, particularmente aquellas asociadas con la novedad y la amenaza)
en sus trabajos sobre circuitos emocionales.
Papez le dio a su circuito el título pegadizo, “la corriente de los sentimientos”.
Hoy en día esta región es conocida como el sistema límbico, o el cerebro emocio-
nal. Este último título descriptivo fue acuñado por el conocido investigador cerebral
Joseph LeDoux. Cabe señalar que estos estudiantes del cerebro del siglo XX se
ocupaban exclusivamente de la expresión de las emociones, ignorando por com-
pleto la experiencia emocional subjetiva. El marco metafórico de Freud y el enfoque
introspectivo de James en las sensaciones y sentimientos habían sido eclipsados
por la tecnología de la investigación y la fascinación por los mecanismos neurales
concretos y los componentes conductuales de la expresión emocional. Y sin em-
bargo, uno podría tomarse la libertad de especular que Freud (originalmente neuró-
logo) habría estado encantado, al menos, con el lugar de las emociones. Después
de todo, estaba en el centro del cerebro, donde creía que los instintos (o lo que él
llamaba el “id”) residían, fuera del alcance del “ego” y de la conciencia delibera-
da. Sin embargo, como veremos, aunque no haya una conexión directa entre los
Tres Cerebros De Abajo a Arriba 281

instintos (id) y la conciencia racional (ego), hay conductos bidireccionales de vital


importancia entre el id (instintos) y la autoconciencia.
Nuestros instintos más primitivos residen en la raíz del sistema límbico, en la
parte más antigua y sin florituras del cerebro. Hay un núcleo de neuronas de púas
que serpentean a lo largo del tronco encefálico. Es este sistema arcaico el que
cumple las funciones de mantener la constancia en el medio interno y modular
los estados de activación. Una pequeña muesca en esta torcida red de alambre
de púas, y nos encontramos en un coma irreversible. Cuando se anunció que el
presidente Kennedy había recibido un disparo y que había sufrido una lesión en
el tronco cerebral, mi grupo de colegas asistentes de investigación del laboratorio
de neurofisiología de James Old lloraron mientras estábamos sentados junto a la
televisión en el sindicato de estudiantes de la Universidad de Michigan, dándose
cuenta de que el final había llegado a nuestro Príncipe de Camelot.
El neuroanatomista Walle Nauta llamó acertadamente a la regulación primaria
del tronco encefálico “la postura del medio interno”. Con esta connotación descrip-
tiva, reconoció, validó y actualizó la obra profética del siglo pasado del padre de
la fisiología moderna, Claude Bernard. Bernard había demostrado que el requisito
principal de toda vida es el mantenimiento de un ambiente interno estable. Ya sea
que uno esté considerando una célula, una ameba, una estrella de rock, un cus-
todio, un rey, un astronauta o un presidente, sin esta estabilidad interna dinámica
frente a un entorno externo en constante cambio, todos pereceríamos. Por ejem-
plo, los niveles de oxígeno y ph (acidez) de la sangre deben mantenerse dentro de
un rango muy estrecho para que la vida siga siendo viable. Es el tronco encefálico,
a través de una miríada de reflejos complejos, que es el “control central” responsa-
ble de los puntos característicos de los ajustes constantes que se requieren para
el mantenimiento básico de la vida. Esto también incluye la regulación de nuestros
estados básicos de excitación, vigilia y actividad. Y por muy sucio y primitivo que
sea el sistema de activación reticular del tronco encefálico, hace su trabajo asigna-
do de preservar la vida magníficamente...
Cuando se compara con la organización obsesivamente ordenada en seis ca-
pas de la gran corteza cerebral, el tronco encefálico aparece como un desorden
caótico. Sin embargo, es sólo esta organización primitiva la que le permite llevar
a cabo su función asignada. Reúne rápida y eficientemente diversos datos senso-
282 En una voz no hablada

riales tanto del interior como del exterior del cuerpo y mantiene el interior relativa-
mente estable frente a un entorno externo inquieto y caprichoso. Al mismo tiempo,
recoge y suma estos diversos canales sensoriales para aumentar el estado general
de excitación. Es por eso que el ruido de un camión que pasa puede despertarnos
abruptamente del sueño, o que estimular a un paciente comatoso con música, olo-
res y tacto puede ayudarlo a regresar a la tierra de los vivos. La naturaleza ha des-
cubierto que la modulación de la excitación se sirve mejor a través de la sinestesia
inespecífica de vistas, sonidos, olores y sabores, además de la función específica
de los diversos canales sensoriales.

Como es abajo, así es arriba

“La conciencia pre-mental permanece mientras vivimos la poderosa raíz y el cuer-

po de nuestra conciencia. La mente no es más que la última flor, el callejón sin

salida.”

—D. H. Lawrence, el psicoanálisis y el inconsciente

La aparente oposición y dominio por parte de la orden militar de la intrincada


corteza cerebral de seis capas, sobre las desordenadas redes anarquistas del “in-
genuo” tronco encefálico, fue trastornada por el gran neuropatólogo de origen ruso
Paul Ivan Yakovlev. En un artículo de 1948, este protegido de Ivan Pavlov desafió la
cosmovisión cartesiana jerárquica (de arriba hacia abajo) y propuso que así como
la filogenia engendra ontología, las estructuras del sistema nervioso central, e im-
plícitamente nuestras conductas cada vez más complejas, han evolucionado desde
adentro hacia afuera, desde abajo hacia arriba...
Las estructuras cerebrales más internas y evolutivamente más primitivas del
tronco encefálico y del hipotálamo (el archipalio) son las que regulan los estados
internos mediante el control autónomo de las vísceras y los vasos sanguíneos. Este
sistema más primitivo, argumentó Yakovlev, forma la matriz sobre la cual se elabora
el resto del cerebro, así como el comportamiento. El siguiente nivel, el sistema
límbico (el paleopalio o cerebro paleomamífero en términos de evolución y locali-
Tres Cerebros De Abajo a Arriba 283

zación), es un sistema relacionado con la postura, la locomoción y la expresión ex-


terna (es decir, facial) de los estados viscerales internos. Este estrato se manifiesta
en forma de impulsos y afectos emocionales. Finalmente, el desarrollo más externo
(el neopalio o neo-corteza), una consecuencia del sistema medio en el esquema de
Yakovíev, permite el control, la percepción, la simbolización, el lenguaje y la mani-
pulación del entorno externo.
Aunque nos identificamos principalmente con la elaboración posterior y más
sofisticada, Yakovlev enfatizó que estos estratos cerebrales (que residen concén-
tricamente uno dentro del otro, como las muñecas rusas que anidan) no son fun-
cionalmente independientes. Más bien, son partes superpuestas e integradas que
contribuyen al comportamiento total del organismo. El sistema límbico y el neocór-
tex tienen sus raíces en el tronco cerebral primitivo (visceral) y son elaboraciones de
su función. Yakovlev sostenía que la aparición de la corteza cerebral más compleja
y altamente ordenada es un refinamiento evolutivo, derivado en última instancia de
las funciones emocionales y viscerales, incluyendo la ingestión, la digestión y la eli-
minación. Se podría decir que el cerebro es un aparato desarrollado por el estóma-
go para servir a sus propósitos de asegurar los alimentos. Por supuesto, también
se podría argumentar que el estómago es un dispositivo inventado por el cerebro
para proporcionarle la energía y las materias primas que necesita para funcionar y
mantenerse vivo. Entonces, ¿de quién es el juego, del cuerpo o del cerebro? Por
supuesto, ambos argumentos son igualmente ciertos, y así es como funcionan los
organismos. El cerebro implica el estómago y el estómago implica el cerebro; es-
tán mutuamente entrelazados en esta red democrática de reciprocidad. Esta visión
del organismo gira sobre su cabeza el modelo cartesiano, de arriba hacia abajo,
donde el cerebro “superior” controla las funciones “inferiores” del cuerpo, como el
sistema digestivo. Esta diferencia de perspectiva no es sólo un juego de palabras;
es más bien una visión del mundo totalmente diferente, una visión totalmente dife-
rente de cómo funciona el organismo. Es aquí donde Yakovlev ha proporcionado
un mapa que los neurocientíficos de hoy en día podrían hacer bien en incorporar a
su pensamiento: el de una apreciación más profunda de la soldadura orgánica de
un cuerpo-cerebro.
En resumen, entonces, la tendencia hacia la encefalización (según Yakovlev)
es un refinamiento de las necesidades evolutivamente primitivas de la función vis-
284 En una voz no hablada

ceral. Los pensamientos y sentimientos no son procesos nuevos e independientes


divorciados de la actividad visceral; sentimos y pensamos con nuestras tripas. El
proceso digestivo, por ejemplo, se experimenta originalmente como sensacio-
nes físicas (hambre pura), luego como sentimientos emocionales (por ejemplo, el
hambre como agresión) y finalmente como refinamientos corticales en forma de
asimilación de nuevas percepciones y conceptos (como en el hambre y la diges-
tión de nuevos conocimientos). Menos halagador para nuestro egocentrismo, esta
perspectiva (r)evolutiva “ascendente” se centra en una función de supervivencia
arcaica, homeostática, como modelo de organización y conciencia neural. Nues-
tros así llamados procesos de pensamiento superiores, de los cuales nos hemos
enamorado tanto, son siervos en lugar de amos.

La matriz de función y conciencia, la esfera de visceración de Yakovlev, está


en la formación reticular primitiva. Su análisis metódico de miles de rebanadas de
tejido cerebral (histología) dio lugar a una visión poética en las grandes tradiciones
de sus compatriotas, Tolstoi y Dostoievski. Yakovlev resumió delicadamente sus
investigaciones meticulosas y de toda la vida con una sola afirmación: “De la ciéna-
ga del sistema reticular surgió la corteza cerebral, como una orquídea pecaminosa,
bella y culpable”. Wow.... wow... wow!

Una peregrinación personal

Cuando me encontré por primera vez con las ideas de Yakovlev, registré la
verdad de su hipótesis visceralmente. Mi instinto retumbó en reconocimiento; mis
emociones se dispararon en emoción. E intelectualmente, anhelaba digerir y sa-
borear la exquisita esencia del genio de este hombre. (†) Quería devorarlo vivo, es
decir, si todavía estaba vivo. Tomó varios días de llamadas telefónicas persistentes
para localizarlo. En efecto, estaba vivo y bien. Esta odisea mutó hacia la locali-
zación y el encuentro con algunos de mis otros héroes intelectuales clave. Des-
pués de recibir finalmente mi doctorado de la Universidad de California-Berkeley
en 1977, envié copias de mi tesis sobre el estrés a varios científicos que fueron mis
mentores intelectuales. Esta lista incluía a Nikolaas Tinbergen, Raymond Dart, Carl
Tres Cerebros De Abajo a Arriba 285

Richter, Hans Selye, Ernst Gellhorn, Paul MacLean y el propio Yakovlev. Estaba en
el camino…
El laboratorio de Yakovlev estaba en el sótano de un oscuro edificio cavernoso
que pertenecía (creo) a los Institutos Nacionales de Salud. Me dirigí hacia la puerta
que me describió la recepcionista. Estaba un poco entreabierta. Mientras asomaba
la cabeza, me sorprendió la visión panorámica de estante tras estante lleno de bo-
tellas de cerebros encurtidos. Una figura traviesa me llamó, señalándome a su es-
critorio. Este octogenario de baja estatura tenía una presencia tranquila y gentil que
desafiaba su carácter verdaderamente expansivo. Con ojos azules parpadeantes
y entusiasmo genuino, Yakovlev me invitó calurosamente a sentarme. Él procedió
a preguntarme acerca de mis intereses y tenía curiosidad por saber por qué había
decidido venir tan lejos a visitarlo.
Cuando le hablé de mi interés por los instintos y de mis ideas sobre la curación
mente-cuerpo, el estrés y la autorregulación, se levantó de un salto, me agarró
excitado del brazo y me llevó de frasco en frasco compartiendo conmigo su vasta
variedad de especímenes, demostrando los bloques básicos de construcción ana-
tómica del cerebro. De allí me llevó de vuelta a su escritorio y a su microscopio;
juntos miramos diapositivas de finísimas rebanadas de tejido cerebral. Narraba esta
visión, con lirismo en su elaborado razonamiento, como imaginé que Darwin podría
haber hecho en su laboratorio unos cien años antes. Para mí, la emoción fue tan
intensa que sentí como si no pudiera contener mi apremiante impulso de saltar y
gritar: “¡Sí!”. Sabía que iba por el buen camino, que realmente somos, hasta la últi-
ma de nuestras neuronas, sólo un grupo de animales, y eso no es tan malo.
A la una de la tarde, después de compartir un sándwich de ensalada de huevo,
Yakovlev me dibujó un intrincado mapa para guiarme a mi próxima cita, que era a
unas cuarenta millas en el campo de Maryland. Hizo esta tarea en detalle anatómi-
co, empleando meticulosamente un juego de lápices de colores brillantes y disec-
cionando, con gran precisión, la mejor ruta y sus puntos de referencia distintivos.
Me ofreció que si tenía tiempo al final del día, podía volver por el mismo camino.
Llegué a mi destino justo a tiempo. Paul MacLean me saludó cortésmente pero
sin el calor exuberante que se me había prodigado en mi cita anterior. Sin embargo,
me hizo la misma pregunta: por qué había llegado tan lejos para verlo. Repetí la
misma respuesta. MacLean me miró con una expresión de desconcierto, combi-
286 En una voz no hablada

nando curiosidad y una preocupación aparentemente paternal. “Todo eso es muy


interesante, jovencito”, dijo, “pero ¿cómo esperas mantenerte?” Sintiéndome algo
desanimado, le hice muchas preguntas sobre sus veinte años de riguroso estudio
experimental de lo que ahora se llama la teoría del cerebro triuno. MacLean había
asociado muchos comportamientos específicos sugeridos por las vías neuroana-
tómicas establecidas por Yakovlev, Nauta y Papez. Aunque estos tipos fundamen-
tales de cerebro muestran grandes diferencias en estructura y química, los tres se
entremezclan y se supone que funcionan juntos como un cerebro unitario (“triuno”).
MacLean demostró metódicamente que no sólo nuestra neuroanatomía evolucionó
como una elaboración, de la más primitiva a la más refinada y sofisticada, sino que
(como Darwin habría predicho) también lo hicieron nuestros comportamientos. Las
implicaciones de esto son más que profundas. Nos dicen que por mucho que no
queramos admitirlo, la mayoría de las formas primitivas de nuestro pasado ances-
tral habitan, latentemente, en lo más profundo de nosotros hoy en día (ver Figura
11.1). (124)

El modelo cerebral trino de Paul MacLean

Figura 11.1 Esta figura ilustra las funciones básicas de los niveles de reptiles (tronco encefáli-
co), paleomamíferos (límbicos) y primates (neocórtex).
Tres Cerebros De Abajo a Arriba 287

El eminente psiquiatra Carl G. Jung reconoció con presciencia la necesidad de


la integración de nuestras capas instintivas a través del proceso de individuación
psicológica. Creía que en la asimilación de lo que él llamaba el inconsciente colecti-
vo, cada persona se mueve hacia la totalidad. Jung entendió que este inconsciente
colectivo no era una noción abstracta y simbólica, sino una realidad física/biológica
concreta:

“Todo este organismo psíquico corresponde exactamente al cuerpo, el cual,


aunque individualmente variado, es en todas sus características esenciales
el cuerpo [y la mente] específicamente humanos que todos los hombres tie-
nen. En su desarrollo y estructura, aún conserva elementos que la conectan
con los invertebrados y, en última instancia, con los protozoos. Teóricamen-
te, debería ser posible “pelar” el inconsciente colectivo, capa por capa, hasta
llegar a la psicología del gusano, e incluso de la ameba.” (125)

El mentor de Jung, Sigmund Freud, también luchó con las implicaciones de


nuestras raíces filogenéticas en su obra seminal, “The Ego and the Id”. Con des-
armante honestidad y despiadado examen de sí mismo, desafía las suposiciones
básicas del trabajo de su vida. Afirma que “con la mención de la filogénesis surgen
nuevos problemas, de los que uno se siente tentado a retroceder con cautela....
Pero no hay ayuda para ello”, lamenta. “El intento debe hacerse, a pesar de que
pondrá al desnudo lo inadecuado de todo nuestro esfuerzo.” Claramente, Freud es-
taba cuestionando la validez y premisa básica de toda su fundación psicoanalítica a
la luz de nuestra herencia filogenética. Aquí reconoce la necesidad de incorporar la
comprensión de nuestras raíces animales en el proceso terapéutico, pero ¿cómo?
Yakovlev y MacLean nos dan esta base.
Como hizo Yakovlev antes que él, MacLean dividió el cerebro de los mamíferos
en tres estratos claramente organizados, que corresponden aproximadamente a las
épocas de desarrollo evolutivo del archipalio reptiliano, el paleomamífero y el neo-
mamífero. MacLean desarrolló este mapa para incluir el hipotálamo como nodal en
las relaciones entre las tres regiones cerebrales: un conductor al volante del tronco
encefálico que regula la salida del sistema nervioso autónomo. Basándose en el
288 En una voz no hablada

trabajo anterior de W. R. Hess (126)


(quien compartió el Premio Nobel de Fisiología
o Medicina de 1949 con el neurólogo portugués y embajador en España, Egas
Moniz), MacLean y Ernst Gellhorn (127) argumentaron que este órgano primitivo, del
tamaño de un guisante, el hipotálamo, organiza cursos alternativos de comporta-
miento. Dirige el comportamiento del organismo como un todo, un trabajo conven-
cionalmente atribuido a la neocorteza. Como veremos, el control de la conducta es
compartido por varios sistemas a lo largo del cerebro, no existiendo un solo lugar
de control. No tenemos un cerebro tripartito (que contiene tres partes separadas)
sino un cerebro triuno, como lo llamó MacLean, enfatizando la integración holística
de sus partes. Con nuestros tres cerebros (en realidad cuatro si se incluye el com-
ponente acuático-homeostático que compartimos con los peces), se nos presenta
la tarea hercúlea de ser “de una sola mente”, un reto que es a la vez confinante y
liberador.

Tres cerebros, una mente

“El esfuerzo y la protección territorial del reptil, la crianza y orientación familiar del

mamífero primitivo, las capacidades simbólicas y lingüísticas del neocórtex puede

multiplicar nuestra condenación o agraciar nuestra salvación.”

-Jean Houston (El Posible Humano)

El cerebro triuno de MacLean tiene un delicado acto de equilibrio para navegar


en su papel triuno en lugar de tripartito. Si tuvieras que mirar hacia el lado de la
cabeza y cortar el cerebro por la mitad (proporcionando lo que se conoce como la
vista medio sagital), observarías un hecho “alucinante”. La parte frontal del cerebro,
la corteza prefrontal, responsable de las funciones más complejas del comporta-
miento y la conciencia humana, se curva a lo largo de todo el cráneo, dando un
giro en U y colindando, con una proximidad íntima, con las partes más arcaicas del
tronco cerebral, el hipotálamo y el sistema límbico. La neurociencia enseña que,
generalmente, cuando dos partes del cerebro están en estrecha cercanía anatómi-
ca, es porque están destinadas a funcionar juntas. Esto hace aún más probable que
Tres Cerebros De Abajo a Arriba 289

las señales electroquímicas se transmitan de forma fiable.


Descartes podría haberse quedado totalmente atónito ante una relación tan
íntima entre las partes más primitivas y las más refinadas del cerebro. Aquí tenemos
el pináculo más alto de lo que es ser humano “en la cama” (mejilla a mejilla) con
los vestigios más primitivos y arcaicos de nuestra ascendencia animal. Descar-
tes no habría encontrado ninguna rima o razón para este arreglo físico. Si alguna
vez hubiera especulado en bienes raíces, donde el valor es todo sobre “ubicación,
ubicación, ubicación, ubicación”, podría haber estado aún más perplejo. Además,
como vecinos de al lado, el tronco encefálico, el cerebro emocional y la neocorteza
deben encontrar un lenguaje común con el que comunicarse. Mantener una rela-
ción tan íntima es análogo a la tarea de interconectar una supercomputadora Craig
o IBM en el MIT con un ábaco antiguo en la tienda de comestibles china para que
funcionen juntos como una unidad. Asimismo, el cerebro rudimentario del lagarto
y el cerebro genio de Einstein (el neocórtex) deben convivir y comunicarse en una
armonía coherente. Pero, ¿qué sucede cuando esta convivencia entre el instinto, el
sentimiento y la razón se interrumpe?
Phineas Gage, supervisor de ferrocarriles en 1848, fue el primer caso bien do-
cumentado de un divorcio tan violento. Mientras volaba un túnel cerca de Burlin-
gton, Vermont, un clavo de un metro de largo llamado bateador fue propulsado,
como una bala, a través de su cráneo. Entró cerca de la cuenca del ojo, penetró en
su cerebro y salió por la corona por el lado opuesto de su cabeza. Para sorpresa
de todos, el Sr. Gage, menos un ojo, “se recuperó completamente”. Bueno, no
exactamente.... Aunque su intelecto funcionaba normalmente, la lesión alteró su
personalidad básica. Antes del accidente, era muy apreciado por sus empleadores
y empleados (el intermediario ideal). Sin embargo, el “nuevo” Sr. Gage “era arbitra-
rio, caprichoso, inestable y considerado por quienes lo conocían como un grosero
malhablado”. Carente de motivación, no pudo mantener un trabajo y terminó a
la deriva, incluyendo el tiempo que pasó en un circo de carnaval. (‡) Un antiguo
asociado observó que “Gage ya no era Gage”. Además, el Dr. John Harlow, su mé-
dico, lo describió de esta manera: “Gage ha perdido el equilibrio entre su facultad
intelectual y sus propensiones animales.”
Avanzando ciento cuarenta años encontramos a Elliot, paciente del eminente
neurólogo Antonio Damasio. (128) Este pobre hombre estaba al límite de sus fuerzas,
290 En una voz no hablada

habiendo quemado puente tras puente en su vida personal y profesional. Incapaz


de mantener un trabajo, arruinado por varios negocios con socios de mala reputa-
ción y golpeado por una rápida sucesión de divorcios, Elliot había buscado ayuda
psiquiátrica. Su remisión a Damasio le brindó la oportunidad de realizar un estudio
neurológico completo. Pasó una prueba cognitiva/intelectual tras otra e incluso ob-
tuvo una puntuación normal en un inventario de personalidad estándar. Incluso en
una prueba que pretendía medir el desarrollo moral, obtuvo una puntuación alta y
aún así pudo razonar a través de una variedad de complejas cuestiones éticas. Sin
embargo, algo no era claramente “normal” con este hombre. Sin embargo, en sus
propias palabras, Elliot dijo: “Y después de todo esto, aún no sabría qué hacer”. A
la vez que era capaz de “pensar” en todo tipo de dilemas intelectuales y morales
complejos, era incapaz de tomar decisiones y actuar en consecuencia. Sus com-
putadoras morales funcionaban, pero su brújula moral no.
Finalmente, Damasio diseñó algunas pruebas inteligentes que fueron capaces
de identificar el déficit de Elliot y proporcionar pistas sobre por qué su vida era
tan desastrosa. Una de estas pruebas era un tipo de juego de cartas en el que las
estrategias de riesgo y ganancia se enfrentaban entre sí. Cuando necesitó cambiar
su estrategia de una ganancia de alto riesgo (con una pérdida total probable) a una
ganancia moderada de riesgo moderado (con la ganancia final), Elliott fue incapaz
de aprender y sostener la transición. Al igual que el resultado general de su vida,
Elliot fue un abyecto fracaso; simplemente no podía aprender cuando era impor-
tante. Damasio especuló que su paciente era incapaz de experimentar emocional-
mente las consecuencias de sus decisiones o actos. Podía razonar perfectamente,
excepto cuando algo importante estaba en juego. Esencialmente, Damasio razonó
que Elliot había perdido la capacidad de sentir y de preocuparse. Por lo tanto, fue
incapaz de hacer valoraciones, integrarlas en consecuencias significativas y luego
actuar sobre ellas. No tenía timón emocional.
Damasio divagó sobre la posibilidad de que Elliot fuera un Phineas Gage con-
temporáneo. Ambos médicos, Harlow y Damasio, aunque separados por más de un
siglo, especularon que sus pacientes habían perdido su capacidad para equilibrar
instinto e intelecto. Sin embargo, en lugar de pensar en esta posibilidad, Damasio
y su esposa, Hannah, emprendieron una expedición arqueológica de orientación
médica. Localizaron el cráneo preservado de Gage, acumulando polvo ignominio-
Tres Cerebros De Abajo a Arriba 291

samente en un estante de un oscuro museo de la Facultad de Medicina de Harvard.


En un estudio más parecido a una investigación de la escena del crimen en la
televisión llena de análisis forenses dramáticos que a un experimento académico
pesado, los Damasio pudieron tomar prestado el cráneo perforado y someterlo a
un sofisticado análisis por computadora. Usando poderosas técnicas de imagen,
fueron capaces de predecir con precisión dónde el proyectil rebelde habría ras-
gado su cerebro, arrojándolo al suelo y mutilando su personalidad para siempre.
Con una anticipación impresionante, el resucitado “cerebro virtual” de Gage reveló
una destrucción devastadora del mismo tracto de células nerviosas que estaban
funcionando mal en el cerebro de Elliot. El misterio fue resuelto! La ruptura de la vía
cerebral entre los circuitos emocionales y la razón, aunque extrema en un caso y
aparentemente más sutil en el otro, era terriblemente perjudicial para la función y el
espíritu de la persona, convirtiéndolos en derrochadores. Sus cerebros ya no eran
triunos sino tripartitos, aislados de las redes de comunicación vitales que conectan
los cerebros en un todo coherente.
Entre los lóbulos frontales y las regiones límbicas adyacentes (el sitio de la
lobotomía violenta de Gage y de las neuronas disfuncionales de Elliot) hay una
estructura plegada llamada el “giro cingulado”. Esta región es fundamental para la
integración del pensamiento y los sentimientos. (129) Dicho de otra manera, es la es-
tructura que conecta el vientre primitivo, áspero, crudo e instintivo con los lóbulos
más complejos, refinados y computacionales del neocórtex. El cingulado y sus es-
tructuras asociadas, como la ínsula, es lo que puede tener la clave para ser un ani-
mal completamente humano, en ser de una sola mente, aunque con tres cerebros.
Tanto Gage como Elliot carecían de una conexión funcional entre su instinto y
su cerebro racional. Como consecuencia de esto, ambos se perdieron. Sin instinto
y sin razón (urdimbre y trama) entretejidos en el telar encantado del cerebro, les
faltaba lo que significa ser un ser totalmente humano.
El cuadro de Gage, pintado por Harlow, era de un hombre esclavizado por sus
caprichos instintivos, “al mismo tiempo animal e infantil”. Luego, en 1879, un neu-
rólogo llamado David Ferrier agregó una perspectiva experimental a esta condición
al remover los lóbulos frontales de los monos. Descubrió que “en lugar de mostrar
interés y explorar activamente sus alrededores [como antes], husmeando de forma
curiosa en todo lo que entraba en el campo de observación, permanecían apáticos,
292 En una voz no hablada

aburridos o dormidos”. (130)


Desafortunadamente, la investigación de los primates de Ferrier no fue encabe-
zada por el neurólogo portugués Egas Moniz, quien más tarde ideó una operación
similar en humanos, a la que llamó una leucotomía prefrontal. Con la llegada de
este procedimiento, nació el escandaloso campo de la “psicocirugía”. Sin embar-
go, estas “curas” eran generalmente peores, mucho peores que la “enfermedad”.
Y este procedimiento creó multitud de zombis irreversibles. Moniz, como mencio-
né anteriormente, compartió el Premio Nobel por su horrendo y descaradamen-
te pseudo-científico y estrafalario trabajo, que “docilizó” a decenas de miles de
pacientes en todo el mundo. El procedimiento fue más popular en los Estados
Unidos, donde Walter Freeman (irónicamente, el padre de uno de mis asesores
graduados, Walter B. Freeman Jr.) inventó un procedimiento llamado lobotomía
prefrontal. Extrañamente, este tratamiento, según Freeman, “era lo suficientemente
sencillo como para ser realizado en los consultorios de cualquier médico general”.
Básicamente, en sus propias palabras, su método consistía en “eliminarlos con
una descarga eléctrica” y luego (en un “procedimiento médico” que recordaba a la
lobotomía accidental de Phineas Gage con una bala de hierro apisonado) “introdu-
cir un punzón en el pliegue del párpado y en el lóbulo frontal del cerebro y hacer
el corte lateral girando la cosa de un lado a otro.... un procedimiento fácil, aunque
definitivamente desagradable de observar”. (Nótese el uso curioso e insensible de
“ellos” y “cosas” por parte de Freeman, así como su elección de “instrumento qui-
rúrgico” -¡un punzón de hielo!)
Puede parecer contradictorio que este procedimiento pueda producir, como en
el caso de Phineas Gage, “un individuo tanto animal como infantil”; mientras que
los monos de Ferrier carecían de curiosidad y exploración; y, con el paciente de
Damasio, Elliot, la capacidad de hacer valoraciones y elegir las opciones apropia-
das fue destruida permanentemente. Desafortunadamente, la tendencia que siguió
creó un grupo Frankensteiniano de decenas de miles de pacientes lobotomizados
(y cientos de miles más que fueron zonificados con Thorazine y Hadol recetados
por médicos). Sin el animal en el ser humano y sin el ser humano en el animal, hay
poco que podamos reconocer como una persona vitalmente comprometida y viva.
Es interesante que muchas personas que luchan con el trastorno por déficit de
atención e hiperactividad (TDAH), así como muchos delincuentes violentos, pare-
Tres Cerebros De Abajo a Arriba 293

cen exhibir hipo-arousal de sus cerebros instintivos, junto con una parada en su
corteza prefrontal. En este sentido, los comportamientos inadaptados asociados
con ambos pueden ser intentos de estimularse a sí mismos para sentirse más hu-
manos. Desafortunadamente, el costo de estos trastornos de impulso puede ser
desastroso tanto para el individuo como para la sociedad.
Por otro lado, las personas que están crónicamente inundadas por erupcio-
nes emocionales pueden estar igual de limitadas en la vida. Aunque son menos
inhumanos (como los zombis Gage-Elliot “ladrones de cuerpos”), sus explosiones
pueden ser igual de corrosivas para el mantenimiento de las relaciones íntimas y
profesionales, y -no hace falta decirlo- para un sentido coherente de sí mismos. Los
individuos traumatizados son encarcelados con lo peor de ambos mundos. En un
momento dado, se ven inundados de emociones intrusivas como el terror, la rabia
y la vergüenza, mientras que alternativamente se les apaga, alienándolos de una
base instintiva basada en el sentimiento, haciéndolos incapaces de tener un senti-
do de propósito e ineptos para encontrar una dirección. Estos pueden ser nuestros
clientes, parientes, amigos o conocidos que se encuentran atrapados en cualquiera
de los dos extremos, balanceándose interminablemente entre la convulsión emo-
cional y el coma (suave/apagado). Como tales, son incapaces de hacer uso de su
inteligencia emocional. Hasta cierto punto representan, cuando estamos bajo la
influencia de estrés o trauma crónico, los Phineas Gages en todos nosotros...

La Totalidad como Equilibrio

“Como arriba, así abajo. Como abajo, así arriba.”

-Kybalion

Somos más que animales que hablan; somos criaturas del lenguaje. Sin em-
bargo, si estamos confinados por la tiranía del lenguaje, o liberados por él, es una
cuestión que está en juego. La forma en que usamos o abusamos del lenguaje tiene
mucho que ver con la forma en que vivimos nuestras vidas. Las palabras, en sí mis-
294 En una voz no hablada

mas, son de poca importancia para un bebé cuando está molesto. El lenguaje debe
ir acompañado de un calmante físico cercano en forma de abrazos, balanceos y
sonidos suaves de arrullo. Es nuestro uso del tono no verbal y la cadencia lo que le
da al lenguaje su poder para calmar y dulcificar el malestar de un bebé. A medida
que los niños se desarrollan, empiezan a comprender las palabras reales y a ser
calmados por el modo en que se pronuncian.
Sin embargo, las palabras deben tener un contexto físico para que sean sa-
nadoras y salubres. Usted recordará a un joven llamado Elián González, quien se
convirtió en el peón de una escandalosa batalla política en el estado de Florida. Los
primos lejanos de Elián (exiliados cubanos que vivían en Miami), supuestamente
preocupados por el bienestar del niño, lucharon vehementemente contra el propio
padre de Elián (que vivía en Cuba) por la custodia de este pequeño niño. Como
en la obra de Bertolt Brecht “The Caucasian Chalk Circle” (El círculo de tiza del
Cáucaso), estaban literalmente separando a este niño de seis años confundido. Fi-
nalmente, la Corte Suprema intervino y bloqueó los esfuerzos del Gobernador Jeb
Bush para mantener a Elián en los Estados Unidos como un “ciudadano modelo
anticastrista” y lo devolvió a la custodia de su padre.
Se ordenó a los soldados de la Guardia Nacional que retiraran y protegieran a
Elián de una turba hostil que portaba pancartas, cuando una agente federal feme-
nina se lo arrebató a los primos y a los espectadores enojados, sujetándolo firme-
mente contra el cuerpo de ella. Claramente, este abrazo inesperado e indeseado de
un extraño aterrorizó al ya asustado, desorientado y alienado niño. Pero entonces
sucedió algo extraordinario. El agente lo sostuvo con la suficiente firmeza como
para no ser arrancado por la turba enfurecida, pero con la delicadeza necesaria
para que su abrazo coincidiera con las palabras que ella recitaba tranquilamente
en español: “Elián, esto puede parecerte aterrador en este momento, pero pronto
será mejor”. Te vamos a llevar a ver a tu papá... No te llevarán de vuelta a Cuba [lo
que era cierto en ese momento]... No te volverán a poner en un barco [lo habían
traído a Miami en un traicionero viaje en barco]. Estás con gente que te cuida y que
va a cuidarte”.
Estas palabras fueron guionizadas cuidadosamente, como usted podría haber
sospechado, por un psiquiatra infantil que conocía la historia y la difícil situación de
Elián. Fueron diseñados para aliviar la incertidumbre y el terror del niño. Funcionó.
Tres Cerebros De Abajo a Arriba 295

Sin embargo, las palabras por sí solas no habrían bastado sin lo que era obvio en
el lenguaje corporal, la presencia y el tono de la agente del FBI. Ella instintivamente
sabía (y/o quizás fue entrenada) cómo sostener a Elián tan fuerte como fuera ne-
cesario para protegerlo, pero lo suficientemente flojo como para que no se sintiera
atrapado. Con un balanceo muy suave, un breve contacto visual y un equilibrio de
calma suave, habló -con una sola voz- al cerebro reptil, emocional y frontal de Elian,
todo al mismo tiempo. Esta unidad de voz y celebración muy probablemente ayudó
a prevenir trauma excesivos y cicatrices en la delicada y vulnerable psique de este
niño. De diferentes maneras y en diversas formas, esto es lo que hace una buena
terapia del trauma, como vimos en el capítulo 8.
Hace algunos años, fui testigo de otro ejemplo del uso instintivo del contacto
humano con palabras tranquilizadoras para aliviar el sufrimiento. Estaba en el piso
de Copenhague de mi amiga, Inger Agger. Inger había sido la jefa de los servicios
psicosociales de la Unión Europea durante la matanza en la antigua Yugoslavia y
no era ajena a los traumas y a la catástrofe humanitaria. Así que, cuando la BBC
World News, que estaba en el fondo, anunció la cobertura de la conflagración de
Timor Oriental, nos volvimos a ver imágenes de refugiados que estaban claramente
aturdidos y desorientados mientras deambulaban sin rumbo en un campo de refu-
giados. En la entrada del campamento había un grupo de monjas portuguesas de
hábitos blancos.
Para Inger y para mí estaba claro que las monjas de alerta estaban instinti-
vamente escudriñando y “rastreando” a los refugiados, en particular a los niños,
que eran los más desorientados y en estado de shock. La monja más cercana a
esa persona se movería rápidamente, aunque no invasivamente, hacia ese indivi-
duo aturdido y lo tomaría en sus brazos. Observamos, con lágrimas cayendo por
nuestros rostros, mientras las monjas sostenían y mecían suavemente a cada una
de ellas, aparentemente susurrando algo en sus oídos. Y nos imaginamos lo que
podrían haber dicho, con toda probabilidad algo similar a lo que el agente del FBI le
había dicho a Elián. Sin embargo, en marcado contraste con lo que estas imágenes
estaban retratando, el comentarista de la BBC declaró que “estas almas desafor-
tunadas quedarían marcadas de por vida”, lo que implicaba que serían sentencia-
das a vivir para siempre con su experiencia traumática. El lenguaje corporal de las
monjas y las refugiadas, que tuvieron la suerte de estar envueltas en la bondad de
296 En una voz no hablada

estas mujeres compasivas, no le permitía comprender gráficamente lo que estaban


diciendo.
Esta poderosa escena ilustra exactamente lo que se necesita para ayudar a la
gente a descongelarse, salir del shock y volver a la vida, para que se pongan en
camino hacia la recuperación y la superación de su infortunio. El trabajo de mi or-
ganización sin fines de lucro, la Fundación para el Enriquecimiento Humano, cuyos
voluntarios respondieron tras el devastador tsunami en el sudeste asiático y los
huracanes Katrina y Rita en los Estados Unidos, fue un ejemplo más inmediato y
personal. (131) Una vez más, fue el tejido del contacto físico más inmediato y directo,
junto con las palabras más sencillas pronunciadas en el momento oportuno, lo que
ayudó a la gente a salir del shock y el terror para que pudieran conservar su sentido
de sí mismos, iniciando así el proceso de lidiar con sus terribles pérdidas.
En todos estos ejemplos, las necesidades rítmicas y reptiles del tronco en-
cefálico, la necesidad de conexión emocional del sistema límbico y la necesidad
del neocórtex de escuchar palabras calmantes consistentes convergen. Estamos
seguros de que lo que sea que estemos sintiendo ahora, pasará.
Un contraejemplo fue claramente ilustrado cuando el mundo vio imágenes
gráficas de docenas de cuerpos de mujeres y niños muertos y mutilados en los
edificios bombardeados de Beirut en la terrible guerra entre Israel y Hezbolá de
2006. Después de las fotos televisadas, la secretaria de Estado de Estados Uni-
dos, Condoleezza Rice, habló mecánicamente en jerga legal, en lugar de palabras
de compasión y dolor, lo que no hizo más que agravar un informe ya de por sí
espantoso. Con estas imágenes visuales y auditivas, se lanza una espiga metálica
metafórica, ardiendo a través del gyrus cingulado, dividiendo el (una vez) cerebro
triuno en fragmentos contradictorios que recuerdan a Phineas Gage. Qué lástima,
cuando en su lugar se podrían haber ofrecido palabras amables y bondadosas, que
transmitieran una sensación de esperanza y de ayuda desconocida ya en camino.
Los capítulos anteriores han rodeado el fenómeno del instinto. Sin embargo, en
este capítulo, ya no hemos descuidado esta estrella de la logia, dando finalmente
su debido instinto.
Tres Cerebros De Abajo a Arriba 297

_________________________________________________
* Cannon también montó una crítica bien razonada de la teoría de James argumentando que
la retroalimentación de las vísceras sería demasiado lenta y no lo suficientemente específica
para tener en cuenta las diferentes emociones. (Estas cuestiones se tratarán en el Capítulo 13 .)

† En psicología, apetito significa adquirir.

‡ Para una memoria autorizada ver M. Macmillan, “Restoring Phineas Gage: A 150th Retros-
pective”, Journal of the History of the Neurosciences (2000), 9, 42-62.
298 En una voz no hablada
299

PARTE IV

Encarnación, Emoción y Espiritualidad:


Restaurar la bondad

“Mi creencia es que la sangre y la carne son más sabias que el intelecto. El cuer-

po-inconsciente es donde la vida burbujea en nosotros. Es así como sabemos que

estamos vivos, vivos hasta lo más profundo de nuestras almas y en contacto en

algún lugar con los alcances vívidos del cosmos.”

—D. H. Lawrence
300 En una voz no hablada
301

CAPÍTULO 12

El Yo encarnado

“El cuerpo es la orilla del océano del ser.”

-...proverbio Sufi.

A
hora volvemos por un momento a mi historia personal de haber sido atrope-
llado por el auto del adolescente. El resultado de mi accidente podría haber
sido horrible, totalmente devastador. En cambio, resultó ser transformador. A pesar
de haber estado profundamente aterrorizado, desorientado y disociado, me ahorré
las terribles repercusiones del TEPT. ¿Qué me salvó de sucumbir a síntomas de
trauma prolongados? Junto con el método que he descrito a lo largo de este libro
fueron las hermanas gemelas unidas de la encarnación y la conciencia. Este activo,
incluso más allá de su papel crucial en la regulación del estrés y la curación del
trauma, es una herramienta maestra para el enriquecimiento personal y el autodes-
cubrimiento. Mi trabajo aquí es seducirte a que tomes tu cuerpo lo suficientemente
en serio como para aprender un poco más sobre sus impulsos. Sin embargo, tam-
bién quiero animarte a que lo tomes con la suficiente ligereza como para que lo
involucres como un poderoso aliado en la transformación de intensas emociones
“negativas” o incómodas, y para que experimentes lo que significa encarnar verda-
deramente la bondad y la alegría.
Ya que estas hermanas gemelas de la misericordia son tan esenciales para la
prevención y sanación del trauma, consideremos cómo se ve y se siente la con-
ciencia encarnada. Aunque no solemos traer conciencia consciente a la multitud de
sensaciones corporales internas que suceden momento a momento, estas expe-
riencias son frecuentemente referidas en el lenguaje común. Nosotros “mordemos
302 En una voz no hablada

y rumiamos” temas difíciles. Hay cosas que no podemos “tragar o digerir”, mientras
que otras nos hacen “querer vomitar”. Y por supuesto la mayoría de nosotros
hemos experimentado “mariposas en el estómago”. Seguramente la sensación de
estar hinchado, constreñido o “con el trasero apretado” atrapa nuestra atención y
tiene su significado emocional. Podemos estar “congestionados” en una ocasión
y “relajados” en otra. O puede que nos sintamos abiertos en el vientre y el pecho
o incluso “sin aliento por la excitación”. Tales son los mensajes conmovedores de
nuestros músculos y vísceras.
Toda la experiencia humana está encarnada, es decir, “en el cuerpo”. Nuestros
pensamientos son guiados por nuestras sensaciones y emociones. Pero, ¿cómo
sabes cuando estás enfadado? O, ¿sabes cómo sabes cuando eres feliz? Típica-
mente, la gente tiende a atribuir una causa mental a una emoción; por ejemplo, me
siento (enojado, triste, etc.) porque él/ella hizo esto (dijo esto, olvidó hacer esto,
etc.). Sin embargo, cuando la gente aprende a concentrarse en lo que está su-
cediendo en sus cuerpos en el aquí y ahora, típicamente reportan: “Mi estómago
está apretado” o “Mi pecho se siente más grande, mi corazón está más relajado y
abierto”. Estas señales físicas nos permiten saber no sólo lo que estamos sintiendo
sino también qué hacer para remediar sensaciones y emociones difíciles. También
nos informan de que estamos vivos y somos reales.
Todas nuestras experiencias (desde el crecimiento en el vientre materno), todas
las tensiones, lesiones y traumas, así como los sentimientos de seguridad, alegría,
gracia y bondad que han afectado nuestras vidas, todo esto cambia la forma de
nuestros cuerpos. Algunas veces estos cambios son obvios, como brazos apreta-
dos, una columna vertebral rígida, hombros caídos o un pecho hundido. Otras son
sutiles, como una ligera asimetría de los hombros, un giro aparentemente insigni-
ficante hacia un lado, brazos o piernas que parecen pequeños en relación con el
tronco, una retracción de la pelvis o una coloración desigual de la piel que indica
frialdad o calor. Estos forman la base de lo que hemos llegado a ser. Son un punto
de partida de en lo que nos estamos convirtiendo.
Tomamos información del mundo a través de nuestros órganos sensoriales ex-
ternos, los de la vista, el oído, el tacto, el olfato y el gusto. La mayoría de nosotros
depende principalmente de los dos primeros. Sin embargo, estamos recibiendo
información crucial de todos nuestros sentidos. De igual importancia, si no mayor,
El Yo Encarnado 303

que la información de nuestros sentidos externos son los vastos flujos de informa-
ción que registramos de nuestros órganos sensoriales internos. Recibimos esta
información de nuestros músculos, articulaciones, receptores de gravedad y ór-
ganos viscerales (ver la discusión de SIBAM en el Capítulo 7). De hecho, sin esta
información sensorial interoceptiva, estaríamos fundamentalmente perdidos, más
aún que un individuo que es ciego y sordo. (*) Sin información interna no podríamos
caminar sobre la tierra ni conocer nuestras emociones y deseos. Nuestra relación
con los demás depende totalmente del intercambio mutuo de datos sensoriales,
tanto externos como internos. Miramos, tocamos y hablamos, y a través de una
resonancia de nuestras sensaciones, nos conocemos a nosotros mismos y a los
demás. El sentido general cuando este proceso está en sincronía es de pertenencia
y bondad. Sin acceso a la sensación de sentir, a través de las sensaciones corpora-
les, nuestras vidas serían unidimensionales, en blanco y negro. Tanto nuestra vida
física como nuestra vida de sentimientos, desde nuestros antojos más primitivos
hasta las creaciones artísticas más elevadas, dependen de la encarnación. Y aun-
que la mayor parte de este libro es teórico y didáctico, le invito a usted, el lector, a
participar en breves encuentros de concientización en este capítulo. La razón de
estas “interrupciones” es para animarte a participar y comprometerte activamente
en este material, haciendo contacto personal directo con la esencia de la capaci-
dad innata del cuerpo para sentir, sanar y conocer.

Un Encuentro Básico de Concientización

Mire su mano derecha con la palma hacia usted. Obsérvelo con sus ojos. Aho-
ra cierra la mano en un puño. Observe el movimiento y observe visualmente la
posición final. Abre la mano y mírala de nuevo. Ahora, cierra los ojos y siente la
sensación física de tu mano abierta. Mientras mantiene los ojos cerrados, contrai-
ga lentamente la mano de nuevo en un puño; luego ábrala de nuevo. Con los ojos
aún cerrados, centre toda su atención en esta apertura y cierre mientras repite
el movimiento. Observa cómo cambia tu conciencia a medida que sigues siendo
consciente de las sensaciones de esta actividad corporal aparentemente simple.
304 En una voz no hablada

Este pequeño ejercicio puede parecer banal. Sin embargo, tomar conciencia
de nuestro cuerpo sin distraernos por lo que sucede a nuestro alrededor o por
nuestros pensamientos e imágenes (sobre la acción) puede ser realmente una tarea
hercúlea. Sin embargo, es una tarea con grandes recompensas. Nuestra tendencia
es identificarnos con nuestros pensamientos hasta el punto de confundirlos con la
realidad; creemos que somos nuestros pensamientos. Con este ejercicio puedes
detectar la diferencia fundamental entre la imagen visual de tu cuerpo y tu expe-
riencia “interoceptiva” real. La conciencia del cuerpo nos ayuda a distanciarnos de
nuestras emociones negativas y sistemas de creencias, así como a ponernos en
contacto con los de la bondad. Al descubrir que no somos sólo nuestros pensa-
mientos e imágenes, comenzamos un viaje hacia la plenitud como criaturas vivas,
participantes, sensibles y encarnadas.

En el principio

Lo que sigue es un breve repaso de la experiencia de la humanidad con la


encarnación y la conciencia. Esta exploración, ciertamente especulativa, se ofrece
con la esperanza de que ilustre mejor cómo se han percibido y desarrollado los dos
importantes conceptos de encarnación y conciencia a lo largo de los siglos.
Biológicamente, hemos desarrollado potentes sistemas de movimiento diseña-
dos para proteger, cazar y evitar ser cazados. Estos sistemas de acción automática
(instintiva) -cosas que el cuerpo hace para protegerse- fueron diseñados para una
respuesta rápida cuando nos encontramos con una serpiente o un tigre. Sin pen-
sarlo, reaccionamos inmediatamente: escapamos, peleamos o nos congelamos.
Para nuestros primeros antepasados, la preparación física era un requisito básico
de supervivencia. Tenían que estar en el “aquí y ahora” cada momento de cada día.
Estaban preparados para responder instantánea y significativamente a unas pocas
moléculas de un olor novedoso o al sonido de una ramita que se rompía en la dis-
tancia. En pocas palabras, tenían que reaccionar a partir de sus tripas. Sin estos
impulsos sensoriales convincentes, nuestros antepasados cazadores-recolectores
no habrían vivido para contarlo. Sin embargo, el grado en que eran “autoconscien-
tes” de sus respuestas instintivas sigue siendo una pregunta sin respuesta.
El Yo Encarnado 305

Los instintos, en sus raíces arcaicas, son acciones forzadas. Son movimientos
que hace el cuerpo o ajustes posturales que nos preparan para esas acciones.
Por esta razón, las sensaciones físicas que guían estas acciones son el vehículo
para el conocimiento directo de nuestro yo instintivo. La llegada de herramientas,
símbolos y luego un lenguaje rudimentario permitió que nuestros antepasados se
comunicaran entre sí, compartiendo qué patrones de acción funcionaban y cuáles
no, con lo que se perfeccionaron sus comportamientos colectivos. Con este fin, se
podría especular que abrazaron el arte, la danza y la narración de cuentos, y que en
el proceso lograron, cultivaron y desarrollaron, con el tiempo, una autoconciencia
reflexiva. Las pinturas rupestres y otras evidencias arqueológicas registran la saga
de la evolución de la conciencia humana encarnada a medida que florecía en el
autoconocimiento, en los símbolos abstractos y, finalmente, en el lenguaje escrito.
A medida que los individuos se congregaban en comunidades pobladas, su
necesidad de supervivencia de una vigilancia ambiental constante disminuyó. Su
conciencia de las sensaciones corporales asumió más bien una función social, lo
que ahora se denomina inteligencia social y emocional. La supervivencia ya no de-
pendía únicamente de la urgencia de la lucha, la huida o la congelación. Más bien,
a medida que la sociedad se hacía más y más compleja, la necesidad de una mayor
capacidad mental para navegar por nuestra posición dentro del grupo aumentó.
El lenguaje corporal matizado -la lectura de las señales faciales y posturales (el
lenguaje tácito del cuerpo)- permitió establecer el control de los impulsos, lo que
impulsó a nuestros progenitores hacia un marco cada vez más mental.
Para la llamada edad de la razón, a mediados del siglo XVII, la importancia de
la racionalidad ascendió a nuevas alturas. El desencarnamiento, en el supuesto
servicio de esta racionalidad, se había convertido en la norma. Los instintos y la
inmediatez de los impulsos físicos (como el sexo) se habían convertido en una ver-
güenza o algo peor. El poder subyugante de la iglesia reforzó esta profunda división
entre mente y cuerpo. Finalmente, la supremacía de la racionalidad se congeló en
el “Yo pienso; por lo tanto, yo soy” de Descartes, una declaración icónica de la
modernidad. El resto es historia, para bien y para mal.
Sin embargo, mientras aparentemente no estamos comprometidos, nuestros
instintos convincentes permanecen enroscados, esperando para encender y reunir
cuerpo y mente en una acción coordinada efectiva. Si, por ejemplo, nos quedamos
306 En una voz no hablada

atrapados en el desierto, nuestros instintos de depredación, protección y refugio se


centrarán en lo más importante. Si no, seguramente moriremos. Además, todo el
poder de nuestros intelectos será inscrito para servir a estos instintos corporales.
El chasquido de la ramita, un aroma novedoso o una sombra fugaz nos despertará
y nos hará estar más alerta. Los palos, las hojas y el barro se presentarán como
un material de construcción precioso y como una protección contra los elementos.
Cuando la muerte se avecina, la rumia no tiene valor, mientras que el compromiso
del cuerpo en el aquí y ahora es invaluable.
Aunque, en la mayoría de los casos, nuestros instintos de supervivencia pare-
cen en gran medida inútiles; de hecho, en la vida diaria son a menudo perjudicia-
les. Gastamos una enorme cantidad de energía suprimiendo nuestras erupciones
instintivas. Por ejemplo, cuando nuestro jefe pasa por encima de nosotros y pro-
mueve a un rival menos experimentado, nosotros (percibiendo una amenaza real)
explotamos momentáneamente y luego volvemos a meter nuestra furia asesina de
vuelta en nuestros cuerpos desde donde vino, casi antes de que podamos sentirla.
Sin embargo, las consecuencias acumulativas de la supresión de estos potentes
impulsos se dejan sentir en forma de dolor de espalda, dolores de cabeza, hiper-
tensión arterial, cardiopatías y trastornos gastrointestinales, por mencionar sólo
algunos.
Hoy en día nuestra supervivencia depende muy poco de la ejecución real de
nuestros instintos básicos. Más bien, nuestra salud física y psicológica depende de
tener acceso deliberado y no reactivo a ellos. Debido a que nuestro antiguo plan
de diseño permanece intacto, nuestro legado es sentirnos realmente vivos sólo
cuando nuestros instintos de supervivencia están plenamente comprometidos. Sin
embargo, y este es el problema, la vida moderna rara vez proporciona la oportuni-
dad para ese tipo de expresión cruda y poderosa. Y cuando somos llamados a la
acción, ser arrastrados por una respuesta de lucha o huída rara vez es apropiado
para el contexto social en el que nos encontramos. Como tal, estamos condenados
si lo hacemos y condenados si no lo hacemos.
Incapaces de sentir nuestra vitalidad instintiva, nos quedamos con ciertos
anhelos. Estos impulsos generalmente giran en torno a dos de nuestros instintos
primarios: los de supervivencia (amenaza) y los de supervivencia de las especies
(sexo). Además, si no podemos encontrar una situación “real” para evocar estos
El Yo Encarnado 307

instintos, la fabricamos. Por ejemplo, podemos tener relaciones sexuales inapro-


piadas y peligrosas o saltar de los acantilados con los tobillos pegados a las cuer-
das elásticas. Estos arreglos temporales no satisfacen nuestros anhelos. La ma-
yor parte del tiempo tenemos solamente nuestros pensamientos como sustitutos
escasos para nuestros impulsos instintivos. No sólo ponemos mucha energía en
nuestros pensamientos, sino que con frecuencia los confundimos con la realidad;
llegamos a creer erróneamente, como lo hizo Descartes, que somos nuestros pen-
samientos. Los pensamientos, desafortunadamente, son pobres sustitutos de la
vivacidad experimentada, y cuando se desconectan de los sentimientos, resultan
en una rumia corrosiva, fantasía, delirio y preocupación excesiva. Tal perseverancia
no es realmente sorprendente, ya que la tendencia paranoica hacia la preocupación
por una posible amenaza frente a la ambigüedad podría haber tenido una ventaja
adaptativa significativa en épocas anteriores. Ahora, sin embargo, es la moneda de
nuestros prejuiciosos y negativistas “superegos”. Por otro lado, cuando estamos
informados por sensaciones y sentimientos corporales claros, la preocupación dis-
minuye, mientras que la creatividad y el sentido del propósito aumentan.
El poeta David Budbill, que trabaja en su jardín de Vermont, habla de esta con-
dición muy humana en su verso relevante, “Este momento brillante en el ahora”:(132)

“Cuando estoy cada día todo el día todo cuerpo y nada de mente, cuan-
do estoy física, total y completamente en este mundo con los pájaros, los
ciervos, el cielo, el viento, losárboles.... este momento brillante en el ahora,
desprovisto de rumia mental.”

Y en otro tipo de jardín, una joven expresa el siguiente sentimiento en un semi-


nario sobre sexualidad: “Siento que lo más importante es estar allí, en mi cuerpo,
con mi marido y no dentro de mi cabeza”. El poeta Budbill encuentra alivio de la
tiranía de su mente a través del trabajo físico metódico. Muchos habitantes urbanos
utilizan el jogging para domar sus mentes. Sin embargo, tal respiro es usualmente
temporal y puede convertirse rápidamente en una transición al exceso y luego en
una forma de evitar sensaciones y sentimientos incómodos.
308 En una voz no hablada

Todos reflexionamos y rumiamos sobre los problemas no resueltos, ya sea que


esto nos ayude o no a resolverlos. El “sufrimiento innecesario”, a través del pensa-
miento negativo repetitivo, es bien conocido por los practicantes de la meditación,
el budismo, el taoísmo y otras tradiciones espirituales. También es el ímpetu de las
terapias cognitivo-conductuales. Estas prácticas, tradiciones y terapias apuntan
a una solución común: derrotar la tiranía del pensamiento obsesivo antes de que
expulse sus emisiones tóxicas al cuerpo. Sin embargo, los enfoques que intentan
domar la mente inquieta pueden no ser tan accesibles o efectivos como aquellos
que nos ayudan a regresar a nuestros cuerpos de una manera sustentable. El poeta
Budbill descubrió que cuando se dedicó por completo a la actividad intencionada
de su cuerpo, su mente finalmente descansó. La inmersión en su cuerpo es lo que
le permitió encontrar directamente la experiencia de estar vivo. En lugar de una
obsesiva preocupación o arrepentimiento, se abrió a la experiencia del aprecio y la
gratitud en el “momento brillante del ahora”.
Para nuestros lejanos antepasados, la supervivencia era el único juego en
la ciudad. Esto los puso en un modo perpetuamente reactivo -sobreviviendo de
amenaza en amenaza, desencadenando un instinto protector tras otro. Mientras
estamos bajo el dominio de estos mismos instintos, cargados con las reacciones
reflejas a la amenaza percibida, tenemos la oportunidad de reconocerlos, retroce-
der, observar y hacer amistad con estas poderosas sensaciones e impulsos, sin
necesariamente actuar sobre ellos. La contención consciente y la reflexión sobre
nuestros impulsos salvajes y primarios nos animan y nos mantienen enfocados en
perseguir activamente nuestras necesidades y deseos. Es la base para la auto-
conciencia reflexiva. En lugar de reaccionar automáticamente (o suprimir) nuestros
instintos, podemos explorarlos atentamente, a través del vehículo de la conciencia
de sensatez. Ser encarnado (como usaré el término para referirme a nuestra expe-
riencia contemporánea) significa que somos guiados por nuestros instintos, al mis-
mo tiempo que tenemos la oportunidad de ser autoconscientes de esa guía . Esta
autoconciencia requiere que reconozcamos y rastreemos nuestras sensaciones y
sentimientos. Revelamos nuestros instintos cuando viven dentro de nosotros, en
lugar de ser alienados de ellos o forzados por ellos.
Estos hechos de la vida hacen que vivir en el ahora, libre de pensamientos
rumiantes, sea una tarea formidable. Cuando se encarna, nos quedamos más tiem-
El Yo Encarnado 309

po en el exuberante paisaje del momento presente. Aunque vivimos en un mundo


donde las cosas malas pueden suceder y suceden, donde los peligros invisibles
nos pisan los talones, todavía podemos vivir en el ahora. Cuando somos capaces
de estar plenamente presentes, podemos prosperar con más placer, asombro y
sabiduría de lo que podríamos haber imaginado.
“Encarnación” es una solución personal-evolutiva a la tiranía de la chillona
“mente de mono”. Es una que paradójicamente permite que el instinto y la razón se
mantengan unidos, fundidos en la participación gozosa y el flujo.(†) La encarnación
consiste en obtener, a través del vehículo de la conciencia, la capacidad de sentir
las sensaciones físicas ambientales de la energía sin límites y la vida a medida que
pulsan a través de nuestros cuerpos... Es aquí donde mente y cuerpo, pensamiento
y sentimiento, psique y espíritu, se mantienen unidos, soldados en una unidad indi-
ferenciada de experiencia. A través de la encarnación ganamos una manera única
de tocar nuestros instintos primitivos más oscuros y de experimentarlos mientras
juegan en la danza de la luz del día de la conciencia; y al hacerlo nos conocemos
a nosotros mismos como si fuera la primera vez, de una manera que imparte vitali-
dad, flujo, color, matiz y creatividad a nuestras vidas.
El poeta laureado T. S. Elliot parece haber captado la paradoja de esta con-
ciencia evolutiva en “Little Gidding”, el cuarto cuarteto de su poema épico Four
Quartets:

“No dejaremos de explorar

Y el fin de toda nuestra exploración

Será para llegar al punto de partida

Y conocer el lugar por primera vez.”

La encarnación y la creatividad

Es bien sabido que Albert Einstein pensaba en imágenes. Sus teorías refle-
jan este proceso, al igual que sus propias metáforas. Por ejemplo, las imágenes
de ascensores y trenes que se cruzan entre sí están grabadas de forma indeleble
310 En una voz no hablada

en nuestra comprensión de la teoría de la relatividad. Es mucho menos conocido


que él también pensó con su cuerpo. En su biografía, revela cómo algunos de sus
mayores descubrimientos parecían venir primero de su cuerpo en forma de hormi-
gueo, vibración y otras sensaciones físicas vivificantes. En un proceso que parece
haber sido misterioso, incluso para él, sus sensaciones corporales informaron las
imágenes y las percepciones que lo llevaron a sus grandes descubrimientos.
Décadas más tarde, cuando el cerebro de Einstein fue diseccionado y estudia-
do para la investigación médica, la única característica distintiva fue el tamaño y
la estructura de sus lóbulos parietales, la región del cerebro donde la información
del cuerpo se integra para orientarse en el espacio y el tiempo. (‡) Hay otra his-
toria reveladora sobre este gran hombre. Cuando un reportero le preguntó cuál
creía que sería el siguiente gran avance en la ciencia, Einstein reflexionó por un
momento y luego respondió: “Probar que el universo es amigable”. No quiso decir,
creo, que nunca habría dolor y sufrimiento en la vida, sino que el universo era,
bueno.... juguetón, maravilloso y fascinante. Tal era su deleite en el universo interior
de su cuerpo. El lama tibetano Dr. Tsamp Ngawang enseñó que “el cuerpo es un
mandala. Si miras dentro, es una fuente inagotable de revelación”. No quiero dar
la impresión de que Einstein fue el ejemplo de un hombre plenamente encarnado.
Ciertamente, este no fue el caso. Sin embargo, de esta manera en particular, creo
que lo era. Y fue esta sintonía la que (posiblemente) le permitió pensar más allá de
sus límites. Claramente, esto es una marca de genio. La participación en grandes
descubrimientos intelectuales y el compromiso con las sensaciones del cuerpo no
son experiencias mutuamente excluyentes. De hecho, para el animal humano, esto
puede ser de lo que se trata la “totalidad”. En palabras del filósofo Nietzsche, “Soy
cuerpo hasta la médula, nada más; y el alma es sólo una palabra para algo en el
cuerpo”. El gran bardo americano Ralph Waldo Emerson resume todo esto: “Lo
que está detrás de nosotros y lo que está delante de nosotros es un asunto muy
pequeño comparado con lo que está dentro de nosotros. ”
En un sentido más psicológico, Eugene Gendlin comenta que “la puerta de
entrada a la vida corporal de nuestras situaciones está justo en el centro de nues-
tro cuerpo ordinario”. Sin embargo, este “ordinario” es también lo extraordinario.
Como enseña la tradición Kum Nye del budismo tibetano, “el espacio fuera del
cuerpo, aunque vasto, es finito, mientras que el espacio dentro del cuerpo es in-
El Yo Encarnado 311

finito”. Esta aplicación enciende una maravilla y deleite que entrega iluminación
en el Budismo Tántrico.(133) No se trata sólo de una noción “oriental”. El Dr. Daniel
Brown, del Departamento de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de Harvard,
añade que “el enfoque ayuda a cultivar una especie de conciencia corporal interna
que es tanto el fundamento de la práctica espiritual”. R. D. Laing añade que “sin
el mundo interior el exterior pierde su significado, y sin el exterior el interior pierde
su sustancia”.
Todos hemos tenido la experiencia, en algún momento de nuestras vidas, de
simplemente “saber algo en nuestras entrañas”. Sin que tenga sentido “lógico”, y a
menudo al contrario de “lógica”, sólo “sabíamos que era lo correcto”. Y cuando no
seguimos este instinto visceral, a menudo hubo consecuencias graves. Llamamos
a este tipo de precognición “intuición”. Creo que la intuición surge de la unión sin
fisuras de las reacciones instintivas del cuerpo con los pensamientos, las imágenes
interiores y las percepciones. Cómo funciona este “pensamiento” holístico sigue
siendo un misterio (aunque abundan las especulaciones), como lo demuestran los
escritos del médico homeópata, el Dr. Rajan Sankaran: “La sensación es el punto
de conexión entre la mente y el cuerpo, el punto en el que los fenómenos físicos
y mentales son hablados en el mismo idioma, donde las fronteras entre estos dos
reinos desaparecen y uno puede realmente percibir lo que es verdad para todo el
ser”. Esa es la esencia de la intuición profunda.
La intuición es un ejemplo de procesamiento ascendente. Esto contrasta con
el proceso de arriba hacia abajo reflejado en el “Pienso; por lo tanto, existo” de
Descartes. El procesamiento ascendente es más potente que el procesamiento
descendente para alterar nuestras percepciones básicas del mundo. Esta potencia
se deriva del hecho de que somos ante todo criaturas motoras. En segundo lugar,
empleamos e involucramos a nuestras mentes observadoras/percibidoras/pensa-
doras. Pensamos porque somos, en lugar de existir porque pensamos. Cuando le
preguntaron en un bar si quería otra cerveza, Descartes respondió: “Creo que no”.
¿Pero desapareció? El teorema de Descartes podría actualizarse para reflejar el
procesamiento ascendente de la siguiente manera: “Siento, actúo, siento, percibo,
reflexiono, pienso y razono; por lo tanto, sé que lo soy.”
Se ha asumido implícitamente que el cambio psicológico ocurre, principalmen-
te, a través del vehículo de la comprensión y el entendimiento o a través de la
312 En una voz no hablada

modificación de la conducta. Sin embargo, el estudio de los procesos mentales


ha demostrado tener un valor limitado para ayudar a las personas a transformarse
después de un trauma. Con frecuencia, las personas se ven asediadas por sínto-
mas de angustia durante años. El cambio duradero, en lugar de ser principalmente
un proceso psicológico de arriba hacia abajo (es decir, a partir de nuestros pensa-
mientos racionales, percepciones y elecciones de comportamiento disciplinadas),
ocurre principalmente a través del procesamiento de abajo hacia arriba (donde
aprendemos a enfocarnos en las sensaciones físicas/fisiológicas a medida que és-
tas evolucionan continuamente hacia percepciones, cogniciones y decisiones). La
transformación se produce en la relación mutua entre los procesos descendentes y
ascendentes. Como seres sensibles, poseemos la capacidad latente para un equili-
brio vital entre el instinto y la razón. De esta confluencia, la vida, el flujo, la conexión
y la autodeterminación se hacen realidad.

Trauma y Desencarnación

Los individuos traumatizados son desencarnados y “destripados”. Se sienten


abrumados por sus sensaciones corporales o se cierran masivamente contra ellos.
En cualquier caso, son incapaces de diferenciar entre varias sensaciones, así como
de determinar las acciones apropiadas. Las sensaciones se constriñen y desorga-
nizan. Cuando se ven abrumados, no pueden discernir los matices y, en general,
reaccionan de manera exagerada. Cuando se apagan, se adormecen y quedan
atrapados en la inercia. Con este amortiguamiento habitual, reaccionan crónica-
mente de forma insuficiente incluso cuando están amenazados y, por lo tanto, es
probable que se les haga daño varias veces. Además, pueden hacerse daño a sí
mismos para sentir algo, incluso si ese algo es dolor. En la conmovedora película
de 1965 The Pawnbroker , Rod Steiger interpreta a Sol Nazerman, un sobreviviente
del Holocausto judío emocionalmente amortiguado que, a pesar de sus prejuicios,
desarrolla afecto por un joven negro que trabaja para él. Cuando, en la última esce-
na, el niño es asesinado, Sol empala su propia mano sobre el afilado eje de notas
que sostiene los billetes para que sienta algo, ¡cualquier cosa! (§)
El Yo Encarnado 313

La constricción de las sensaciones borra matices y texturas de nuestros sen-


timientos. Es el infierno tácito de la traumatización. Para poder relacionarnos ínti-
mamente con los demás y sentirnos seres vivos y vitales, estas sutilezas son esen-
ciales. Y tristemente, no son sólo los individuos traumatizados agudamente los que
están desencarnados; la mayoría de los occidentales comparten una desconexión
menos dramática, pero aún así perjudicial, de sus brújulas de sensaciones internas.
En contraste, varias tradiciones espirituales orientales han reconocido los “instintos
más básicos” no como algo que hay que eliminar, sino más bien como una fuerza
disponible para la transformación. En un libro que describe la meditación Vipas-
sana, una cita dice que la meta es “purificar la mente de sus instintos más bajos
para que uno comience a manifestar las cualidades espirituales verdaderamente
humanas de la buena voluntad universal, la bondad, la humildad, el amor, la ecua-
nimidad, etc.”. (134) Lo que creo que el autor quiere decir es que más que renunciar
al cuerpo, la transformación espiritual surge de un “refinamiento” de los instintos.
La esencia de la encarnación no está en el repudio, sino en vivir plenamente los
instintos, mientras que al mismo tiempo se aprovechan sus energías primigenias
para promover cualidades cada vez más sutiles de la experiencia. En el libro de Job
se dice: “Porque en mi carne veré a Dios”.
El grado en el que no podemos sentir profundamente el interior de nuestro
cuerpo es el grado en el que anhelamos una excesiva estimulación externa. Busca-
mos la excitación, el sobreesfuerzo, las drogas y la sobrecarga sensorial. Es difícil
encontrar una película en estos días que no tenga efectos especiales exagerados y
múltiples accidentes automovilísticos. Como cultura, hemos negado tanto la capa-
cidad de sentir la sutileza de la vida del cuerpo que nos hemos habituado a un alu-
vión aparentemente interminable de violencia, horror y ruido explosivo y vibratorio
del cuerpo. Están disminuyendo las películas de diálogo y matiz afectivo. En vez de
eso, nos bombardean continuamente con revoltijos de imágenes desconectadas,
incoherentes y sin sentido, o de sentimentalismo. Existe la escasez de tiempo que
tenemos para reflexionar en silencio. Más bien, estos preciosos momentos gratui-
tos que tenemos los pasamos en línea, en salas de chat que sustituyen el contacto
humano real, creando avatares en el espacio virtual o viendo la televisión en nues-
tros teléfonos celulares. No estoy en contra de pasar un buen rato o de no apre-
ciar nuestros avances tecnológicos. Es simplemente que mientras los medios de
314 En una voz no hablada

comunicación reflejan nuestro lamentable estado de insensibilidad, también están


contribuyendo, de manera significativa, a nuestra adicción a la sobreestimulación.
En la medida en que no estamos encarnados, nuestros instintos básicos -su-
pervivencia y sexualidad- se distorsionan. La distorsión de la autosupervivencia
nos deja temerosos, enojados y ansiosos. La sexualidad desencarnada y la falta de
capacidad de autorregulación producen el paisaje descarnadamente estéril de la
pornografía, así como trastornos como la anorexia y la bulimia. A pesar de los com-
plejos factores psicodinámicos, sociales y mediáticos (con su aluvión de modelos
con cuerpos “ideales”), el desencarnado promueve y fomenta muchos de los tras-
tornos alimentarios. Al igual que la pornografía, estos trastornos tienen su origen
existencial en la alienación del cuerpo que siente y vive. Para los hombres desen-
carnados, las imágenes del cuerpo femenino se vuelven excitantes, en lugar de ser
experimentadas como alegres. Evocan un impulso de ansia, en lugar de invitar al
coqueteo juguetón, al disfrute, a la entrega y al aprecio profundo. De esta manera,
los hombres desencarnados (que tienden, por su naturaleza, a ser visuales) con-
tribuyen a la anorexia de las mujeres debido a su seudo-necesidad desencarnada
del cuerpo femenino “idealizado”. Por lo tanto, los cuerpos de las mujeres se con-
vierten en objetos tanto a los ojos del otro como a los de ellas mismas. Las mujeres
jóvenes que han intercambiado su sentido corporal por la imagen corporal son
susceptibles de buscar implantes mamarios que causan una sensación de severi-
dad o súper “delgadez”, como en la anorexia. En este último caso, se sienten atraí-
dos a identificarse con imágenes corporales grotescas, reforzadas culturalmente
y similares a las de Biafra, lo que les hace apenas capaces de sostener la vida o
procrear en lugar de sentir sensaciones corporales. Las compulsiones del atracón
y la purga (como en la bulimia) son un intento inútil de controlar las sensaciones de
su cuerpo, que pueden ser caóticas y abrumadoras, o apagadas y adormecidas.
Algunos bulímicos informan que el sexo les hace querer vomitar y que el vómito,
para ellos, es como tener un orgasmo. Además, la bulimia es un intento ineficaz de
librar al cuerpo de algo que no es cuerpo; algo que fue forzado a entrar o salir del
cuerpo de la persona. Para los hombres, es la pornografía la que llena el vacío del
desencarnamiento, alienando a los hombres de su propia sexualidad.
Hay muchos otros métodos para desencarnar, otras compulsiones. Estos inclu-
yen las adicciones al exceso de trabajo, al sexo, a las drogas, a la bebida o a la co-
El Yo Encarnado 315

mida compulsiva. Todas son formas de suprimir, adormecer o controlar el cuerpo,


o son, irónicamente, intentos mal dirigidos de sentirlo. Sin embargo, sin abrazar la
experiencia corporal, nos quedamos con una cáscara vacía, una imagen narcisista
de lo que pensamos que somos. Somos incapaces de sentir realmente la plenitud
de nosotros mismos, una plenitud formada por un flujo continuo de experiencia.
La pornografía y los trastornos alimentarios son dos caras de la misma moneda: la
encarnación y la objetivación. Cuanto menos se experimenta el cuerpo como una
entidad viviente, más se convierte en un objeto. Cuanto menos se posea, más se
divorciará de todo lo que tenga que ver con el sentido central de sí mismo.
Una visita al gimnasio revela una historia similar. Líneas de personas están
bombeando hierro robóticamente en un intento de pulir sus cuerpos, pero con poco
sentimiento interno o conciencia de sus acciones. Hay mucho que decir acerca de
los claros beneficios del ejercicio cardiovascular y de desafiar la función de poten-
cia de los músculos. Sin embargo, hay algo más allá de la resistencia y la mecánica
corporal. Es el sentido kinestésico, que puede ser despertado y desarrollado en
cualquier movimiento que hagamos y en las mismas sensaciones que prefiguran
cualquier movimiento. Esta es la diferencia entre querer un movimiento y ser el
movimiento.
Al regresar a mi YMCA (Asociación Cristiana de Jóvenes) local después de
un viaje al extranjero, me sorprendió ver que frente a prácticamente todas las es-
taciones de trabajo había un televisor de pantalla plana nuevo. Es como si estos
individuos hubieran aparcado temporalmente sus cuerpos, sólo para recogerlos
como en la tintorería, después de haber sido ejercitados por las máquinas. En este
sentido, existe una distinción en el idioma alemán entre la palabra Körper, que sig-
nifica cuerpo físico, y Leib ,, que se traduce al inglés como “cuerpo vivido (o vivo)”.
El término Leib revela un significado generativo mucho más profundo comparado
con el Körper puramente físico/anatómico (no muy diferente al de “cadáver”).
Como sociedad, hemos abandonado en gran medida nuestros cuerpos vivos,
sensibles y conocedores en la búsqueda de la racionalidad y de historias sobre
nosotros mismos. Mucho de lo que hacemos en nuestras vidas se basa en esta
preocupación. Ciertamente no tendríamos computadoras o aviones, teléfonos ce-
lulares o videojuegos -por no mencionar ni siquiera bicicletas o relojes- sin el vasto
poder de nuestras mentes racionales. Sin embargo, al igual que Narciso, que se
316 En una voz no hablada

enamoró de su reflejo en un estanque, nos hemos enamorado de nuestros propios


pensamientos, de nuestra propia importancia y de nuestras propias imágenes idea-
lizadas. ¿Nos hemos enamorado de un pálido reflejo de nosotros mismos? Mirando
adoradoramente su reflejo, Narciso perdió su lugar en la naturaleza. Sin acceso
al cuerpo sensible, la naturaleza se convierte en algo que puede ser controlado
y dominado. Sin cuerpo, no somos parte de la naturaleza, sino que encontramos
con gracia nuestro humilde lugar en su abrazo. Después de Darwin, Freud fue uno
de los primeros pensadores en los tiempos modernos (psicológicos) en insistir en
que somos parte de la naturaleza, que la naturaleza -en forma de instintos e im-
pulsos- está dentro de nosotros. “La mente puede haber olvidado”, dice Freud,
“pero el cuerpo no lo ha hecho, afortunadamente...” La explosión de personas que
ahora asisten a clases de yoga y danza, o que reciben trabajo corporal, son pistas
de nuestros intentos de revivir un anhelo profundo e insatisfecho. ¿Podría ser que
finalmente estemos tratando de “re-cordar” y escuchar la voz tácita de nuestros
cuerpos?
Arrancado del vientre vivificante de la experiencia interior, entonces vemos el
cuerpo como una cosa, como un ensamblaje bioquímico objetivo. Sin embargo,
el eminente físico Erwin Schrodinger, en su bello ensayo “¿Qué es la vida? El or-
ganismo humano no es como un reloj que se puede hacer funcionar uniendo los
componentes, los resortes, los engranajes, los tallos y así sucesivamente. Paradó-
jicamente, aunque no viola las leyes de la física, la vida, dice, va más allá de ellas.
Schrodinger especuló sobre cómo podría suceder esto y prefiguró el campo de lo
que más tarde se llamaría sistemas “auto-organizados”. Sin embargo, no hace falta
una explicación de un físico ganador del Premio Nobel para reconocer que cuando
vemos a niños inocentes jugando alegremente juntos, o cuando contemplamos una
gota de rocío matutino adornando una brizna de hierba, esa vida no es sólo la suma
total de su química y física. ¿Pero cómo sabemos eso? Lo sabemos porque lo sen-
timos. Sentimos lo que es estar vivo y ser real en un cuerpo vital, que siente, que
fluye, que conoce. Nos conocemos a nosotros mismos como organismos vivos.
La mayoría de la gente, si le preguntaran: “¿Cómo sabes que estás vivo?”,
especularía con algo como: “Bueno, porque...” Pero esa no es la respuesta; no
puede ser. La forma en que sabemos que estamos vivos está enraizada en nuestra
capacidad de sentir, hasta lo más profundo, la realidad física de la vida incrustada
El Yo Encarnado 317

dentro de nuestras sensaciones corporales, a través de la experiencia directa. Esto,


en resumen, es la encarnación.

Concienciación

El precursor y hermana gemela de la encarnación, la conciencia, es el gorila de


800 libras posado silenciosamente sobre una roca solitaria que es difícil de pasar
por alto pero que inconscientemente es ignorado. Como con muchos arquetipos
mercuriales, la presencia de esta diva primaria es confusa, enorme pero elusiva. La
señora conciencia está al acecho, pero se escapa cuando intentamos agarrarla.
Nadie ha sido capaz de demostrar un yo independiente, fijo o unitario. El filóso-
fo David Hume escribió que “cuando entro más íntimamente en lo que yo llamo’yo
mismo’, siempre tropiezo con alguna percepción en particular: calor o frío, luz o
sombra, amor o odio, dolor o placer. Nunca puedo atraparme a mí mismo sin una
percepción, y nunca puedo observar nada más que la percepción”.(135) El filósofo
existencial Sartre parece también haber lanzado sus manos al aire con la idea de
que “estamos condenados a creer en nosotros mismos”, aunque se trate de una
falacia de la (mala) percepción. Paradójicamente, la única manera en que podemos
conocernos a nosotros mismos es aprendiendo a ser conscientes de los aconte-
cimientos de un momento a otro de nuestro cuerpo y mente, tal como existen a
través de varias situaciones que ocurren en el tiempo. No tenemos experiencia
en nada que sea permanente e independiente de esto. Así que no hay ego o yo,
sólo una construcción falsa. Aunque es contrario a la intuición de la mayoría de
nosotros, esto es de conocimiento común para los meditadores altamente expe-
rimentados.
La conciencia es un concepto relativo. Un animal puede, por ejemplo, ser par-
cialmente consciente, puede ser inconscientemente consciente o puede ser muy
consciente de un evento. Muchos científicos biológicos y psicológicos, sin embar-
go, se sienten incómodos al atribuir la conciencia a los animales y eligen diferenciar
entre conciencia y autoconciencia, siendo esta última atribuida sólo a los humanos.
La autoconciencia es la comprensión explícita de que uno existe, y que uno existe
como individuo (separado de otras personas) con sus propios sentimientos y pen-
318 En una voz no hablada

samientos privados. Sin embargo, investigaciones recientes han demostrado algo


parecido a la autoconciencia en chimpancés e incluso en elefantes. He elegido,
junto con otros, ver la conciencia como algo que ocurre a lo largo de un continuo,
con la llamada autoconciencia en el extremo superior.
La conciencia, ya sea en la humanidad o en el reino animal, puede emanar de
un estado interno, como un sentimiento visceral, o a través de eventos externos
a través de la percepción sensorial. La conciencia proporciona la materia prima a
partir de la cual los animales (incluidos los seres humanos) desarrollan cualidades
o significados subjetivos sobre su experiencia.
La conciencia de nuestro medio interno nos permite saber cuando estamos
hambrientos o calientes, sedientos o cansados, felices o tristes, afligidos o en paz;
y esta conciencia facilita lo que hacemos para abordar estos estados internos. Con
la conciencia de las molestias o desequilibrios, y con determinación y voluntad, po-
demos ponernos en camino para satisfacer estas necesidades. Por ejemplo, cuan-
do experimentamos retortijones de hambre, nos proponemos encontrar comida.
Cuando la lluvia comienza a empaparnos, buscamos refugio; y cuando estamos
sexualmente preparados, buscamos pareja, cortejamos y procreamos. La concien-
tización, en términos muy sencillos, deriva de la detección momento a momento de
los ambientes internos y externos al servicio de la satisfacción de las necesidades
del organismo y del restablecimiento de la “autorregulación”.
Desafortunadamente, la mayoría de nosotros hemos perdido la capacidad de
concientización por una multitud de razones. La desconexión comienza en las
primeras etapas de la vida. Cuando somos bebés, todas nuestras necesidades
básicas deben ser satisfechas por las ministraciones de un cuidador: cuando nos
alimentan, nos abrazan, nos mecen y nos calman; cuando nos cambian nuestros
incómodos pañales y cuando tenemos demasiado calor o frío. Todas estas nece-
sidades primitivas deben ser satisfechas por “el otro”. Cuando no lo son, protes-
tamos y nos convertimos en una cacofonía de gritos, lamentos y sacudidas de los
miembros. Además, cuando nuestras necesidades no se satisfacen repetidamente
de manera oportuna y consistente, las sensaciones de angustia se vuelven tan
intensas e insoportables que el cierre es la última opción para el bebé. Esta es la
única apariencia de agencia que le queda al bebé. A medida que crecemos y madu-
ramos, aprendemos a reprimir activamente nuestros impulsos instintivos, necesi-
El Yo Encarnado 319

dades y emociones por miedo a las represalias de nuestros padres. Implícitamente,


podemos sentir su sutil desaprobación y malestar, alejándonos de esta invalidación
y apagando aún más la naciente conciencia. Al ofrecerse inmediatamente a com-
prar un nuevo cachorro de “reemplazo” para extinguir el shock, el dolor, el horror y
la rabia de un niño al ver cómo atropellan a su amada mascota, el padre le enseña
al niño no sólo que sus emociones no importan, sino también, esencialmente, que
ni siquiera existen. ¿Es una sorpresa que, como adultos, nuestra capacidad de
conciencia esté tan disminuida?

Concienciación e introspección

Aunque se usan con frecuencia indistintamente, la conciencia y la introspec-


ción son dos criaturas muy diferentes. En pocas palabras: la conciencia es la ex-
periencia espontánea y creativamente neutra de todo lo que surge en el momento
presente, ya sea sensación, sentimiento, percepción, pensamiento o acción... Por
el contrario, la introspección es una forma de dirigir nuestra atención de mane-
ra deliberada, evaluadora, controladora y, no raramente, crítica. La introspección,
aunque a menudo valiosa (y la esencia de muchas terapias de conversación) puede
en sí misma convertirse en una interferencia, alejándonos del aquí y ahora. La vida
no examinada, según Thoreau, puede que no valga la pena vivirla. Sin embargo,
el examen introspectivo puede volverse patológico, contribuyendo a aumentar la
rumia, la inhibición, la autoconciencia y la autocrítica excesiva.
La conciencia puede compararse a ver una brasa brillante emanando la luz de
su propia combustión interna. La introspección, por otro lado, es como ver un ob-
jeto iluminado por una fuente de luz externa, como una linterna. Con la conciencia
uno experimenta directamente la energía vital de uno mientras pulsa y brilla. En la
introspección, uno sólo ve un reflejo de los contenidos de su vida. El pensamiento
y la conciencia confusos, de equipararlos, están en la raíz de tanto sufrimiento
humano innecesario.(136) La perspicacia, aunque importante, rara vez ha curado una
neurosis o curado un trauma. De hecho, a menudo empeora las cosas. Después
de todo, saber por qué uno reacciona ante una persona, lugar o cosa no es, en sí
mismo, útil. De hecho, es potencialmente dañino. Por ejemplo, el sudor frío que
320 En una voz no hablada

se produce cuando tu amante te toca ya es bastante angustiante. Sin embargo,


tener esta misma reacción una y otra vez, incluso después de comprender por qué
ocurre, puede ser aún más desmoralizante. Comprender que lo que sucedió fue
simplemente provocado por un evento anterior, mientras que tuvo que soportar
repetidamente su intrusión no invitada, puede añadir sentimientos paralizantes de
fracaso, vergüenza e impotencia.
Por otro lado, la conciencia “simple”, junto con una tolerancia fortificada hacia
sensaciones físicas desconcertantes y aterradoras, puede aparentemente, como
por arte de magia, prevenir o disolver síntomas emocionales y físicos arraigados.
Una conciencia profundamente enfocada es lo que me permitió sobrevivir a mi
accidente sin que me quedaran cicatrices emocionales. También es lo que permitió
al joven samurai encontrar la paz en medio de su infierno emocional. Sin embargo,
digamos que en realidad, puede que no sea tan fácil experimentar la potente sim-
plicidad de la conciencia, especialmente al principio.
Este ensayo es descrito por un joven que aprende a contactar la esencia de la
conciencia:

Profundizar en la toma de conciencia es un desafío. No es un desafío porque


mis padres no me quisieron lo suficiente. Es un reto porque es un reto. No
necesito tomármelo como algo personal. He pasado años excavando mi pa-
sado, clasificando y catalogando los restos. Pero quién soy realmente, la ver-
dad esencial de mi ser, no puede ser captado por la mente, por muy aguda
que sea mi perspicacia. He confundido introspección con conciencia, pero
no son lo mismo. Convertirse en el principal experto mundial en mí mismo no
tiene nada que ver con estar plenamente presente. (137)

Los meditadores principiantes a menudo se sorprenden dolorosamente de la


actividad tumultuosa de sus mentes. Pensamientos, sensaciones, sentimientos,
miedos y deseos se persiguen caóticamente como perros persiguiendo obsesi-
vamente sus colas. Sin embargo, a medida que ganan algo de estabilidad en la
conciencia, los meditadores practicantes comienzan a domar sus mentes inquie-
tas. Comienzan a tener períodos prolongados en los que no son absorbidos por el
El Yo Encarnado 321

interminable remolino de sus frenéticos pensamientos y emociones. En lugar de


este estado turbulento, comienza a desarrollarse una sublime curiosidad sobre la
experiencia momento a momento. Comienzan a investigar el “cómo” de cada mo-
mento emergente, así como su reactividad a diversos pensamientos, sensaciones,
sentimientos y situaciones. Se instalan en el misterium tremendum de “no-yo”. En
palabras del meditador: “Hay que estar presente, y no siempre es útil empezar de
nuevo el pasado para vivir en el presente”.
Una de las mayores barreras para estar plenamente presente es el hábito de
aceptar lo que uno hace deliberadamente (es decir, “a propósito”) “como la última
palabra” en lugar de sólo un modo, en lugar de incluir lo que ocurre espontánea-
mente. Para el crecimiento y desarrollo, cualquier organismo vivo y su entorno de
apoyo debe estar en contacto íntimo. Sin embargo, debido a nuestro condicio-
namiento cultural, así como a los eventos espantosos y repugnantes del pasado,
hemos aprendido a bloquear este flujo orgánico.
Quizás la razón más concreta para prestar atención a su cuerpo es que es una
herramienta lista para resolver varios síntomas físicos, emocionales y psicológicos.
Sin embargo, tal “cura” no es un tratamiento en el sentido tradicional. No es un
mero alivio de los síntomas. Más bien, es un descenso a las partes de nuestro ser
que son extrañas, que podríamos preferir no tratar -las partes de nosotros mismos
que hemos separado y, en un momento dado, “elegimos” para depositarlas fuera
de la vista y del tacto. Están ocultos en el mundo de la “no-experiencia”.

Cuerpo Ausente, Cuerpo Presente

Entras en la cocina. Allí, sentada en un cuenco sobre la mesa de la cocina, se


encuentra la manzana “perfecta”. Su color, forma y tamaño hacen que quieras al-
canzarlo y sostenerlo en tus manos. Haces exactamente eso, y luego notas su peso
sólido, su olor fragante y su suave textura. La saliva ya comienza a formarse en la
boca y las vísceras gorjean suavemente. Te llevas la manzana a la boca, abres las
mandíbulas y das un mordisco poderoso. A medida que comienza a masticar, la sa-
liva fluye copiosamente de sus glándulas. El sabor dulce y ácido es casi orgásmico.
Sigues masticando. La manzana se licua, y tú aceptas el reflejo de tragar. Cuando
322 En una voz no hablada

la fruta se mueve a través de la garganta y comienza a deslizarse por el esófago,


tal vez usted tenga las sensaciones físicas de la comida en caída libre, seguida
de una suave sensación de caída en su estómago. Entonces nada, es decir, nada
hasta mucho más tarde, cuando sienta la necesidad de evacuar en sus intestinos.
Volvamos al principio de este mini ejercicio y sigamos el tren de la sensibilidad
del cuerpo que va de los ojos a la boca y al recto. La impresión visual de la man-
zana, antes de registrarse en las regiones conscientes del cerebro, ya estimula
porciones subconscientes del cerebro y genera pequeños movimientos suaves en
las vísceras. El brazo comienza a moverse a la orden de esas sensaciones físicas
en sus intestinos y glándulas salivales, sensaciones que probablemente han elu-
dido nuestra conciencia. A medida que haces el movimiento de extender la mano,
tus ojos dirigen la acción. El movimiento es ejecutado y orquestado por nuestro
sistema motor (muscular). El impulso de llegar es guiado por la retroalimentación
a nuestro cerebro desde los receptores de tensión en los músculos y los recepto-
res posicionales en las articulaciones (los sentidos kinestésico y proprioceptivo,
respectivamente). Estos sentidos guían nuestra mano mientras agarra la manzana
y la mueve hacia la boca. Los ojos podían cerrarse con la misma facilidad, y los
sentidos propioceptivos y kinestésicos habrían guiado con precisión el brazo y la
mano tocando un dedo, precisamente, en nuestra nariz. Generalmente no somos
conscientes de esta guía y no nos damos cuenta específicamente de la tensión
muscular o de la posición de la articulación. Sin embargo, guían el suntuoso boca-
do precisamente hacia su objetivo.
Si, al masticar, saborear y tragar el bocado, tomamos y leemos el periódico
dominical, podríamos perder fácilmente la conciencia de la secuencia de sensacio-
nes. Y más tarde en el día, a medida que nuestro intestino grueso se llena y pide la
evacuación, todavía podemos optar por ignorarla, preocupándonos por completar
otra tarea. Sin embargo, al ocuparnos de nosotros mismos, al retirarnos de la con-
ciencia, nuestras sensaciones interiores retroceden a la sombra de la ausencia.
Llegará un momento, sin embargo, en el que ya no podremos reprimir la urgencia y
debemos dejar que la naturaleza siga su curso.
De vuelta a la manzana: Podemos ser más o menos ajenos a toda la secuencia:
de la manzana a los ojos, de los ojos al cerebro, del cerebro a las vísceras, de las
vísceras al brazo y la mano a la boca, de la boca al estómago, del estómago al in-
El Yo Encarnado 323

testino delgado, del intestino delgado al colon y del colon al ano. Funcionalmente,
somos capaces de llevar a cabo tales operaciones con poca conciencia. En ese
sentido, somos parecidos a una máquina, un complejo sistema servo con múltiples
lazos de retroalimentación. Sin embargo, cuando nos tomamos el tiempo para invi-
tar a la conciencia, todo un nuevo mundo de experiencia comienza a abrirse... ¡uno
que nunca hubiéramos imaginado que existiera!
Del mismo modo, en el sueño profundo, nos entregamos profundamente al
mundo interceptivo. Las actividades viscerales automáticas regulan y sostienen
la vida más allá de nuestro reino de conciencia. La respiración, los latidos del co-
razón, la temperatura y la química sanguínea se mantienen dentro del estrecho
rango que soporta la vida. Este mundo interno usualmente reside en o más allá de
los alcances externos de la conciencia. Mientras estamos despiertos podemos no
ser conscientes de este mundo interior, pero es posible tentarlo de fondo a fondo
y luego seducirlo suavemente, aunque sea fugazmente, al primer plano de nuestra
conciencia. Procedamos.

Entrando dentro: Aventuras en Interocepción

Prefacio

Se necesita uno para estar solo en la oscuridad.

Se necesitan dos para dejar pasar la luz.

-Canción de Motown Records

Los siguientes ejercicios se pueden hacer solos, pero como mamíferos, la es-
tabilidad de nuestro sistema nervioso depende del apoyo de otra persona segura.
Este fue el caso del pediatra que atendió mi desesperada necesidad justo después
de mi grave desgracia descrita en el capítulo 1. Por mí mismo, podría haber hecho
algo de lo que hice para recuperar mi equilibrio después del accidente, pero marcó
una enorme diferencia tenerla sentada tranquilamente a mi lado. Su presencia esta-
324 En una voz no hablada

ble me permitió mantenerme concentrada y no ser tragada por el miedo, despojada


de la tristeza y completamente sola. Los siguientes ejercicios se pueden practicar
solos, pero son más fructíferos en presencia de otra persona.

Ejercicio 1: Vagando hacia adentro

La conciencia sobre el cuerpo como un todo es el objeto de este ejercicio ini-


cial. Deje que su atención se desplace tranquilamente a través de cada parte de su
cuerpo. Sin juzgar lo bueno/malo o lo correcto/incorrecto, simplemente note qué
partes puede sentir. ¿Hasta qué punto tu cuerpo existe para ti? Inicialmente, usted
puede sorprenderse de no sentir realmente una parte de su cuerpo, incluso un
área tan grande como su pelvis o sus piernas. De las partes del cuerpo que usted
siente, al principio probablemente estará más consciente de las áreas incómodas,
apretadas y dolorosas. Usted también puede sentir contracciones y punzadas; es-
tas sensaciones incómodas pueden resultar ser una entrada a la sensibilidad más
profunda de su cuerpo.
A continuación, llame su atención sobre las tensiones musculares. Atiéndalas
sin tratar de hacer algo con ellos. Es posible que desee tratar de relajarlas antes de
tiempo. Es importante, más bien, dejar que las tensiones permanezcan y seguirlas
a medida que cambian espontáneamente. Observe, ahora, las sensaciones de su
piel: ¿puede sentir su cuerpo como un todo? ¿Puedes sentir dónde está tu cabeza
en relación con tu cuello y tus hombros? ¿Puede sentir su pecho, de adelante hacia
atrás, cómo se siente su respiración? ¿Puede sentir si se siente lleno y fácil o si
puede quedar “atascado” en el pecho, la garganta o el vientre? ¿Siente que sus
costillas se expanden y contraen con su respiración? ¿Puede sentir sus piernas, o
al menos parte de ellas? A continuación, trate de localizar sus genitales. Observe lo
que sucede a medida que se enfoca en ellos.
El Yo Encarnado 325

Discusión

Si usted tiene la noción de que este ejercicio fue un fácil o cree que ha obser-
vado todo lo que se encuentra dentro de los límites de su cuerpo en este primer
experimento, entonces es casi seguro que está equivocado. Probablemente has
comenzado a notar lo difícil que es “simplemente” observar la experiencia sin juicio
y evaluación. La conciencia del cuerpo es una habilidad que necesita construirse
gradualmente con el tiempo. Si experimentamos las cosas demasiado rápido y
profundamente, podríamos sentirnos abrumados, lo que nos llevaría a reprimirlas o
disociarlas aún más. La mayoría de las veces, sustituimos una idea o una imagen
por una experiencia directa real. Hasta que nos damos cuenta de estas falsifica-
ciones de sensaciones reales, es difícil sintonizarnos con el país de las maravillas
bajo nuestra piel. ¿Cómo podemos saber lo que nos falta si nunca supimos que
existía en primer lugar? Es por eso que sólo gradualmente comenzamos a experi-
mentar el cuerpo directamente. Aunque podamos “saber” dónde están las partes
de nuestro cuerpo, puede llevar algún tiempo sentirlas. Incluso muchos bailarines
y atletas tienen problemas con esto. Para un funcionamiento libre, no forzado y
espontáneo de las piernas, y de otras partes del cuerpo, debe tener una expe-
riencia directa de sus tensiones y posición en relación con el resto del cuerpo. He
trabajado con un número de bailarines profesionales que, al principio, encuentran
esto extremadamente difícil; así que por favor no se desanimen. Si usted practica
este ejercicio diariamente en cantidades moderadas, la habilidad en la conciencia
sensorial eventualmente vendrá.
Puede ser beneficioso entender que hay una diferencia fundamental entre su
imagen mental de sí mismo y su sentido físico/ corporal real de sí mismo. Por su-
puesto, algunas discrepancias son ciertas para todos nosotros. Pero, la personali-
dad “neurótica” crea y perpetúa sus síntomas a través de una constricción incons-
ciente (hipertonía) o colapso (hipotonía) de la musculatura. (‖) Sólo construyendo
una conciencia refinada y permitiendo que los músculos y las vísceras se expresen
espontáneamente, podemos empezar a disolver las partes “neuróticas” y traumáti-
cas (separadas) de nosotros mismos y reivindicar un yo más profundo y auténtico.
Debido a que el desarrollo de la capacidad de conciencia es delicado al princi-
326 En una voz no hablada

pio, sería bueno que usted apreciara cuán universalmente difícil es sentir el cuerpo
y ser a la vez decidido y paciente. Merece la pena dedicar horas a estos ejercicios.
Pero por favor no se demore; quince o veinte minutos a la vez es más que suficiente
cuando usted está comenzando. Además, las mini-excursiones de concientización
a medida que avanza en su día pueden ser particularmente reveladoras. Es posible
que descubra cómo las actividades y rutinas diarias afectan sus músculos, su pos-
tura y su respiración. Usted puede comenzar a descubrir qué tan diferente actúa y
reacciona todo su cuerpo, por ejemplo, mientras camina, habla, conduce, trabaja
en la computadora y hace cola en el supermercado. No hay ganancia o pérdida,
éxito o fracaso, con estos breves viajes de un día a la conciencia del cuerpo. El
único objetivo es continuar el viaje, explorando un poco más cada vez con una
sensación de asombro.
Trate de mantenerse en el estado de ánimo de que es usted quien está viviendo
las experiencias sin importar cómo se siente. Trate de aceptar los bloqueos y las
resistencias como parte de la experiencia sin retenerlos, censurarlos, forzarlos o
alejarlos. Con cada experiencia, completa tu observación con las palabras: “Ahora
soy consciente de....” o “Ahora estoy experimentando...”. Esto puede parecer tonto
y repetitivo, pero es útil para establecer una actitud de exploración y autoacepta-
ción. No hay necesidad de lucha ni de cambio. La observación de lo que estás
sintiendo es el billete.

Ejercicio 2: Diferenciar sensaciones, imágenes y pensamientos

Busque un lugar cómodo para sentarse o recostarse, pero no en una superficie


que sea demasiado blanda o donde su cabeza esté demasiado elevada si decide
reclinarse. Primero atiende a lo que ves, oyes y hueles en el ambiente externo. Usa
las palabras, “Ahora soy consciente de esto o aquello...” Luego invita suavemen-
te a tu enfoque hacia adentro, a la superficie y a los interiores de tu experiencia.
Anote cualquier imagen (imágenes), tensiones musculares, sensaciones viscerales
o sentimientos emocionales. Permítanse tomar conciencia de cuándo cambian de
sentir a pensar, y luego atráiganse suavemente de regreso a la percepción interna.
Podrías decirte algo como: “Y cuando tengo el pensamiento de que ... lo que veo
El Yo Encarnado 327

en mi cuerpo es...” Al principio puede ser difícil diferenciar entre sensaciones, emo-
ciones y pensamientos. Dese tiempo para aceptar la perplejidad de este desafío.
Con la práctica te volverás mucho más claro y adepto a desenredar los diversos
aspectos del cuerpo/mente. Confía en que con el tiempo tu constancia traerá con-
sigo, potencialmente, ricas oportunidades para extender tu ventaja experiencial...

Ejercicio 3: Enfocarse en un solo elemento de la experiencia

Esta vez, mientras exploras tu experiencia, nota y etiqueta tus sensaciones,


imágenes y pensamientos a medida que entran en tu conciencia. Cuando mires
hacia adentro, observa cuál de estos tres elementos parece ser el más sobresa-
liente. Luego, uno por uno, cambie su atención enfocándose exclusivamente en las
imágenes, luego en las sensaciones físicas, luego en los sentimientos y finalmente
en los pensamientos. Es posible que ciertas experiencias salgan a la luz de la nada.
Esto puede sorprenderte o incluso asustarte y hacer que tu “mente pensante” se
sumerja e intente comprender lo que está sucediendo. Resiste este hábito. Te ale-
jará de la experiencia de desarrollo focal. Tal seducción por la mente es de esperar.
Cada vez que esto suceda, simplemente recuérdate a ti mismo, “Esto es lo que
estoy experimentando ahora” y luego regresa a la imagen, sensación o sentimiento
que estabas experimentando antes de ser atraído al pensamiento. A medida que
continúa enfocando, sus imágenes, sensaciones o sentimientos pueden expandir-
se, profundizarse o cambiar. Dígase suavemente: “Ahora soy consciente de que...”
Es probable que intente averiguar lo que está sucediendo o que intente recor-
dar lo que cree que puede ser un recuerdo del pasado. La idea no es tratar de “re-
cordar” nada (reprimido o no); aunque es totalmente posible que algún tipo de “re-
vivificación” pueda ocurrir espontáneamente... La clave es volver al presente con
las suaves palabras: “Ahora me doy cuenta de que...” mientras continúas siguiendo
tu experiencia interna en el aquí y ahora... La tendencia es atraer a la revivificación,
especialmente cuando se trata de material traumático.
Resulta, sin embargo, que una clave para procesar material traumático con
éxito (así como para evitar las trampas de los llamados falsos recuerdos) es cultivar
la habilidad de mantener una conciencia dual con un énfasis en las sensaciones,
328 En una voz no hablada

sentimientos, imágenes y pensamientos que se están desarrollando en el aquí y


ahora... Cuando esto se hace, los elementos sensoriales fragmentados, que consti-
tuyen el núcleo del trauma, se integran gradualmente en una experiencia coherente.
Es de esta transformación de lo que se trata el trauma de la curación; no se trata
de “recordar” per se, sino de pasar gradualmente de la fijeza y la fragmentación a
la fluidez y la totalidad.

Discusión

Usted puede (a menos que sea extremadamente obsesivo) haber encontrado


locamente difícil mantenerse enfocado en una sensación (o imagen) sin caer en el
pensamiento. Para que estos ejercicios se afiancen, usted necesitará fijar regular-
mente un tiempo para practicar (generalmente de cinco o diez minutos a una hora).
Encontrará una miríada de posibles resistencias que van desde la deriva hacia el
pensamiento hasta el “espaciamiento” total o la necesidad de ir al refrigerador a
comer. Otro tipo de evasión ocurre cuando una sensación o imagen te recuerda de
alguna manera un evento pasado, como en la experiencia del déjà vu. Al “agarrar”
prematuramente por un significado o comprensión, es casi seguro que abortará
el proceso interno en desarrollo. Recordemos la sesión de Miriam (en el capítulo
8), donde aprendió a confiar en los acontecimientos espontáneos de su cuerpo
suspendiendo su inclinación a interpretar, juzgar o entender. Con la práctica llegó
a profundizar su experiencia, a notar sus límites, a sanar su dolor no resuelto de su
primer matrimonio y a abrirse físicamente a su sexualidad suprimida.
La capacidad de mantenerse enfocado y profundizar, focalmente, es una ha-
bilidad magnífica con grandes recompensas, pero es paso a paso y frustrante.
Generalmente, cuando las personas son capaces de ponerse en contacto con sus
cuerpos, son atraídas primero a un área dolorosa. Esto está bien; de hecho, el
dolor (no debido a una razón médica) es generalmente una sensación de bloqueo
que indica un área de conflicto. (a) Usted aprenderá gradualmente a desentrañar
estos lugares de discordia y a resolverlos progresivamente. Pero lo primero y más
importante es que aprendas a mantener la concentración y a diferenciar varias
sensaciones corporales espontáneas (musculares y viscerales).
El Yo Encarnado 329

El término “espontáneo” es central aquí. Nuestro conocimiento limitado de


nuestro cuerpo es principalmente con lo que hacemos, es decir, cómo usamos
nuestros cuerpos para hacer lo que queremos. Si usted observa los acontecimien-
tos en cualquier gimnasio o club de salud, notará que la mayoría de las personas
no están teniendo una relación íntima con sus cuerpos. Más bien, están quemando
calorías o construyendo lo que perciben como una forma atractiva. Incluso los at-
letas (con la excepción de algunos gimnastas, bailarines e individuos gráciles), la
mayoría de las veces, tienen una conciencia corporal muy limitada. Profundizar en
el mundo de las sensaciones y sentimientos espontáneos es un enfoque radical-
mente distinto al de sentir la forma y la función de nuestro cuerpo.

Revisar: Interocepción, Contacto con el Ser Interno

El sentido más íntimo que tenemos de nosotros mismos es a través de la pro-


piocepción, la cinestesia y la sensación visceral. La propriocepción se realiza a
través de receptores sensoriales especiales en las articulaciones que señalan la
posición de todas las partes del cuerpo con respecto a la gravedad. La kineses-
tesia es la sensación del grado de tensión en sus músculos. Y el sentido visceral
surge a través de receptores en el intestino que están integrados por el sistema
nervioso entérico (un sistema neuronal en nuestro intestino con más células nervio-
sas y complejidad que todo el cerebro de un gato, como recordarás en el capítulo
6). Sin estos sentidos internos y sin una percepción expandida y “sin trance” del
mundo externo, simplemente somos incapaces de conocernos a nosotros mismos
y darnos cuenta de que eres tú quien se está enfocando en estos eventos, ya sean
interesantes, placenteros, hermosos, feos, peligrosos, aburridos, etcétera. Sin la
percepción sin obstáculos de estas sensaciones, simplemente no es posible saber
quién eres y qué quieres y necesitas en la vida. Esta es una declaración fuerte, es
cierto, pero esperamos que se convenzan de su veracidad a través de la experien-
cia de los siguientes ejercicios.
Las sensaciones corporales internas son las que le permiten, con los ojos ce-
rrados, agitar los brazos y luego tocar con el dedo índice la punta de la nariz con
notable precisión (al menos si no está ebrio; si sospecha, un policía puede pedirle
330 En una voz no hablada

que realice esa tarea para establecer su nivel de sobriedad). El sentido visceral es
nuestra capacidad de percibir directamente nuestras sensaciones intestinales y las
de otros órganos, incluyendo el corazón y los vasos sanguíneos. La mayoría de
los textos médicos afirman que no es posible un sentido visceral refinado, que los
“sentimientos viscerales” son sólo una metáfora y que sólo podemos sentir dolor
“referido” desde las vísceras a regiones más superficiales del cuerpo. Esto está
totalmente equivocado; de hecho, sin el sentido visceral, literalmente estamos sin
los sentimientos vitales que nos hacen saber que estamos vivos; son nuestras tri-
pas las que nos permiten percibir nuestras necesidades y anhelos más profundos.

Patrones de Sensación

La siguiente tarea es comenzar a reconocer y trabajar con patrones de respues-


tas de sensación. En particular, usted comenzará a notar que varias sensaciones
(es decir, tensiones, contracciones, dolores, molestias, dolores, etc.) tienden a sur-
gir en secuencias o en grupos. Por ejemplo, usted puede notar que un “nudo” en el
vientre o un estrechamiento del ano está asociado con una supresión o contención
de la respiración. Al principio, esta tarea adicional puede aumentar la frustración
e incluso despertar el miedo. Puede parecer excesivamente difícil seguir tantas
sensaciones (una tarea inicialmente difícil para un solo enfoque), y a medida que se
conectan entre sí, existe la posibilidad de sentirse abrumado o “atrapado en ellas
para siempre”.
Estas preocupaciones son legítimas. Sin embargo, a medida que empiezas a
ganar maestría a través de la práctica, pueden comenzar a suceder cosas bastan-
te extraordinarias. Usted se estará moviendo hacia algunas de las causas funda-
mentales de estos patrones de tensión. Estas constelaciones rancias de malestar
habitual forman la organización inadaptada subyacente de todos los conflictos y
residuos traumáticos no resueltos. A través de los siguientes ejercicios experiencia-
les tienes la oportunidad de “ver” por ti mismo, en lugar de creer sólo en mi palabra,
la hipótesis que se explica en este texto. Aunque puede requerir persistencia y una
intensificación de la resistencia asociada con estos complejos, los beneficios po-
tenciales van desde una mayor relajación y alerta y un sueño más profundo hasta
El Yo Encarnado 331

una mayor vitalidad y vitalidad. También es posible eliminar, a veces instantánea-


mente, los síntomas psicosomáticos, emocionales y psicológicos que pueden ha-
berle acosado durante décadas.
Una de las claves en este proceso es eliminar la idea de que cualquiera de
estas sensaciones son insignificantes. Aunque a usted le parezcan de esa mane-
ra, etiquetarlos como tales interfiere con su avance de una manera que revela su
significado. En segundo lugar, a medida que empiece a notar la creciente cantidad
e intensidad de dolores, molestias y otras sensaciones perturbadoras, es posible
que le preocupe que interfieran con su funcionamiento diario y que se vuelva más
sintomático. Aunque esto podría ser un temor suyo, es muy poco probable. Si se
siente abrumado o “atascado”, por favor solicite la ayuda de un terapeuta compe-
tente entrenado en la terapia orientada al cuerpo. (b)
No es mi intención simplemente abrirte al mal funcionamiento de tu organismo
y dejarte atrapado allí sin un curso de acción efectivo o sin una forma de retroceder.
Específicamente, el propósito de esta fase del experimento es que usted explore
los patrones crónicos de tensiones y sensaciones aparentemente sin sentido que
se han convertido en rasgos demasiado familiares. Date cuenta de que estas sen-
saciones estaban allí mucho antes de que te dieras cuenta deliberadamente de
ellas. Además, usted encontrará que la aplicación continua de la conciencia dirigida
es exactamente lo que permitirá los “procedimientos correctivos”, no tanto hacien-
do nada como saliéndose del camino de la capacidad innata de autorregulación de
su propio organismo.

La continuidad de la experiencia

Las exploraciones anteriores incluían la propiocepción y la cinestesia como


base para la toma de conciencia de la tendencia del cuerpo hacia la acción. En
este ejercicio comenzamos ahora a explorar la fusión de la experiencia interna con
la externa. Este procesamiento del campo organismo/medio ambiente es lo que
dirige nuestro curso hacia adelante.
La sensación es un proceso continuo que implica diferentes grados de agrado
y desagrado. Los tonos de sentimiento (basados en sensaciones físicas) son los
332 En una voz no hablada

únicos registradores de la experiencia. Son la forma en que tomamos conciencia


de nuestras preocupaciones y cómo podemos satisfacerlas. Estos contornos de
sentimiento, sin embargo, a menudo pasan desapercibidos. Esto se debe en gran
parte a nuestra falta de sensibilidad a la experiencia interior o porque las sensacio-
nes a menudo se ocultan a la sombra de las emociones más intensas. La mayoría
de las personas no son conscientes de estos matices que se ven ensombrecidos
por la agitación periódica de emociones intensas discontinuas que parecen venir
de la nada. Pueden parecer totalmente irracionales e incluso “peligrosos”, llevando
a la supresión. Esto sólo atenúa aún más la sutileza de los continuos tonos de
sentimiento... que a su vez lleva a la erupción de estados emocionales más abru-
madores que puntuan a aquellos al aumentar el aplanamiento y la muerte... y así
sucesivamente. Así es como varios tonos de sentimiento se ahogan antes de que
nazcan en la conciencia. Son abortadas durante la gestación, sin completar nunca
el objetivo para el que fueron diseñadas: dirigir la acción. La consecuencia de esta
carencia es la evocación de “emociones secundarias”. Estas emociones espurias
anulan (y, desafortunadamente, a menudo se confunden con) las que surgen es-
pontáneamente.

Ejercicio 4: Masticación consciente

La mandíbula es uno de los lugares donde la mayoría de la gente lleva una


tensión considerable. Hay razones para ello. El siguiente ejercicio puede servir para
iluminar ambas razones de este típico “patrón de retención” y lo que puede estar al
otro lado de él, a medida que se disuelve:
En su próxima comida, o con una manzana crujiente en la mano, tome un buen
bocado “agresivo” en un alimento que usted desee. De verdad, dale un buen mor-
disco y luego empieza a masticar deliberadamente. Continúe masticando, despa-
cio, con cuidado, hasta que la comida se convierta en líquido. Al hacer esto, tome
conciencia de otras sensaciones y reacciones en su cuerpo. Si siente la necesidad
de tragar, trate de contenerla: “juegue al límite” de sentir la necesidad de tragar,
cuando surja, y continúe enfocándose en masticar suavemente. Esto puede ser
difícil e incómodo, así que tenga paciencia. Tome nota de cualquier impulso que
El Yo Encarnado 333

pueda tener, como la necesidad de tragar, desgarrar, vomitar o asociaciones con


cosas que están sucediendo en su vida presente o pasada. Si reacciones como
náuseas o ansiedad se vuelven demasiado fuertes, por favor no se empuje a sí
mismo. Tome nota por escrito de sus reacciones.

Ejercicio 5: Mandíbula de pez dorado

Atiende la tensión en la mandíbula y la boca. Observe si sus labios y dientes


se están tocando. Comience lentamente a separar los labios y baje ligeramente
la barbilla y la mandíbula inferior. Note cualquier impulso o impulso. Luego, infini-
tesimalmente despacio, comienza a abrir y cerrar la boca como si fueras un pez
dorado. Poco a poco, casi imperceptiblemente, aumente el alcance de su apertura
y cierre. Cuando llegue a un punto de resistencia, retroceda suavemente y luego
regrese lentamente a la resistencia. Haga esto varias veces, buscando un ritmo. Es
probable que sienta un fuerte deseo de bostezar. Trate de resistirse suavemente
a esto y muévase hacia la sensación de bostezar sin dar realmente un bostezo
completo. Este proceso será casi seguramente enloquecedor, pero trate de seguir
con él lo mejor que pueda. Anote las ocasiones en las que siente la necesidad de
temblar o agitarse, o si esto le produce sentimientos o imágenes emocionales. Note
también si usted parece estar peleando o preparándose contra él o entregándose
a él. Una vez más, registre su experiencia y compárela a medida que repita este
ejercicio con el tiempo.

Ejercicio 6: Hombros

La mayoría de las personas también llevan una tensión considerable en sus


hombros. He aquí un ejercicio sencillo para explorar la naturaleza de estas tensio-
nes:
Tómese su tiempo para explorar la sensación de tensión en sus hombros. Fí-
jese qué hombro está más tenso. Ahora, mantén tu conciencia sobre esa tensión.
334 En una voz no hablada

Entonces imagina que esta tensión está aumentando. A medida que aumenta,
observe cómo esa tensión “querría mover” el hombro. Permita que el hombro se
mueva .... muy lentamente para que se sienta como si se estuviera moviendo por
sí solo. Puede tomar diez minutos para hacer esto. ¿Parece que se está moviendo
hacia arriba, hacia tu oreja? ¿La oreja y el hombro quieren moverse uno hacia el
otro? ¿Tienes la sensación de que tu hombro te está protegiendo de alguna ma-
nera? Si es así, ¿de qué podría estar protegiéndote? ¿Notas que tu cabeza, cuello
y ojos quieren girar (y orientarse) en una dirección en particular? ¿Cómo se siente
esto? Cuando abra los ojos, deje que miren por la ventana a un árbol o alrededor
de la habitación y se enfoquen en diferentes objetos.
Disfrute!

_________________________________________________
* Se han documentado condiciones neurológicas poco frecuentes en las que no funcionan
todos los nervios sensoriales internos del paciente. Estos desafortunados individuos apenas
pueden navegar y se caerían en el momento en que cierran los ojos.

† Tengo mi propia impresión personal (basada en un conocimiento ciertamente escaso de la


historia del arte) de que la era de la encarnación en Occidente alcanzó su punto álgido en torno
al período egipcio tardío y al período cicládico temprano de Grecia, hace unos cinco mil años.

‡ Los lóbulos parietales están divididos en dos regiones funcionales. Uno involucra la sensa-
ción y la percepción, y el otro se ocupa de integrar la información sensorial, principalmente con
el sistema visual. La primera función integra la información sensorial, proveniente del interior
y del exterior del cuerpo, para formar una sola percepción. La segunda función construye un
sistema de coordenadas espaciales para representar el mundo que nos rodea. Los individuos
con daño a los lóbulos parietales a menudo muestran déficits llamativos, tales como anormali-
dades en la imagen corporal y en las relaciones espaciales (Kandel, J., Schwartz, J., & Jessell,
T.; Principles of Neural Science, 3rd ed.; New York: Elsevier, 1991).

§ Paradójicamente, como algunos “cortadores” saben, infligirse daño a sí mismo también libera
endorfinas, que atenúan el dolor.

‖ Esta área ha sido ampliamente estudiada por personas como Wilhelm Reich, Else Gindler,
Else Mittendorf, Charlotte Selvers, Lilimor Johnson, Frits Perls, Magda Proskauer y un puñado
de otros. Ver: Heller, M. (2007). La Edad de Oro de la Psicoterapia Corporal en Oslo I: De la
El Yo Encarnado 335

gimnasia al psicoanálisis. Journal of Body, Movement and Dance in Psychotherapy , 2 (1), 5-16.
Heller, M. (2007). La Edad de Oro de la Psicoterapia Corporal en Oslo II: De la Vegetoterapia a
la Comunicación No Verbal. Journal of Body, Movement and Dance in Psychotherapy, 2 (2), 81-
94. Véase también Perls, F. S., Hefferline, R. F., & Goodman, P. (1994). Terapia Gestalt: Emoción
y Crecimiento en la Personalidad Humana . Londres: Souvenir Press.

a Las bases del conflicto son patrones motores de oposición o incompletos. El significado de
esto para la práctica de la terapia (y la vida) es monumental.

b Una lista de practicantes entrenados en Somatic Experiencing®, mi enfoque, se puede en-


contrar en el sitio web www.traumahealing.com
336 En una voz no hablada
337

CAPÍTULO 13

Emoción, el cuerpo y el cambio

“Si tu práctica diaria es abrirte a tus emociones, a todas las personas que cono-

ces, a todas las situaciones que encuentras, sin cerrar, confiando en que puedes

hacerlo, entonces eso te llevará tan lejos como puedas. Y entonces entenderás

todas las enseñanzas que alguien ha enseñado.”

-Pema Chödrön (maestro budista)

¿Cómo cambian las personas?

L
os neurocientíficos pueden decirnos en qué parte del cerebro residen varias
emociones. Sin embargo, nos dicen muy poco sobre cómo podemos cambiar
emociones “indeseables” como la tristeza, la ira y el miedo. Tampoco arrojan mu-
cha luz sobre cómo la gente cambia en general.
Lo admitamos o no, todos queremos cambiar algo fundamental de nosotros
mismos. Sin embargo, lo más probable es que, siendo humanos, nuestro primer
esfuerzo esté dirigido a cambiar a quienquiera que esté en nuestra línea de visión.
Buscamos maneras de lograr que otros cambien -ya sean nuestros cónyuges, em-
pleadores, hijos o padres- y buscamos maneras de engatusarlos o coaccionarlos
para que participen en el programa. Sin embargo, con un poco de perspicacia, pro-
bablemente reconoceremos que el cambio profundo debe ocurrir primero dentro
de nosotros mismos. Sin embargo, sigue siendo difícil saber cómo se produce este
338 En una voz no hablada

proceso de cambio a largo plazo.


En el intento de mejorar nuestras vidas, podemos instarnos con los estribillos
familiares: “Sólo tienes que esforzarte... Empieza a hacer ejercicio mañana... Redu-
ce los dulces, la bebida, las compras... Contrólate... Vamos, ponte en forma, haz
ejercicio... Puedes hacerlo si realmente quieres”. Y así sucede una y otra vez. Estas
exhortaciones y buenas intenciones son esfuerzos admirables en lo que llamamos
autocontrol. Aunque esta habilidad es una habilidad importante para la vida, a me-
nudo es modesta en lo que puede lograr y está llena de deficiencias obvias. Con
frecuencia, esta estrategia sólo funciona a corto plazo, conduciéndonos ciegamen-
te a las arenas movedizas de la culpa y la auto-recriminación. Irónicamente, hay
algunos días en los que no es fácil programar una cita con el dentista o hacer los
arreglos para un examen médico anual.
Considere la siguiente instantánea del establecimiento de metas: El lunes, John
y su esposa concluyeron que podrían conseguir algún ingreso extra para los apa-
ratos dentales de su hija. John, en busca de un aumento, convoca a su capacidad
de autocontrol. Teniendo en cuenta su valor para la empresa, espera un momento
estratégicamente oportuno. Cuando recibe un generoso cumplido de su jefe du-
rante la reunión de rutina del viernes, se le pide que aborde delicadamente el tema
del aumento. Para mantener toda esta información bajo control, hasta el momento
cumbre, su cerebro debe emplear la memoria volitiva. La memoria voluntaria de
John tiene que mantener intactas sus intenciones clandestinas durante cuatro días.
Eso no es muy difícil, pero tampoco es simple. Cualquiera que se haya dicho alguna
vez, entre semana, “Este fin de semana iré al gimnasio y haré ejercicio”, sabe lo
difícil que puede ser mantener esa intención fresca. Levantarse el sábado, sacar
los zapatos para trotar del armario, y luego ir al gimnasio antes de que las respon-
sabilidades familiares le quiten tiempo personal precioso no es un logro pequeño.
Lograr los objetivos más amplios y a más largo plazo, como perder peso, “ha-
cernos” más atractivos o crear más libertad en nuestras vidas, puede ser tan inti-
midante que nos demos por vencidos o nunca nos acerquemos a ellos, incluso a
costa de nuestra salud y bienestar. Aquí es donde el autocontrol se queda corto.
Las resoluciones se tambalean tan pronto como estamos bajo estrés o nos dis-
traemos por la miríada de tareas cotidianas. Para lograr objetivos más sostenidos
y significativos, la memoria volitiva es inadecuada. El autocontrol no es capaz de
Emoción, el Cuerpo y el Cambio 339

mantener la suficiente motivación sostenida (retenida, es decir, recordada) para


lograr nuestros grandes planes a largo plazo. Para esos grandes proyectos y as-
piraciones necesitamos acceder a un sistema de memoria más profundo, más in-
trínseco, que involucre nuestra brújula emocional y guíe nuestras respuestas sin
directivas conscientes abiertas.
Para objetivos a largo plazo (por ejemplo, perder peso, cambiar de carrera, po-
nerse en forma o formar relaciones íntimas duraderas), se debe evocar la memoria
emocional-experiencial. Este tipo de memoria involuntaria atrae nuestra atención y
nos motiva continuamente a través de señales emocionales mucho después de que
la memoria declarativa (lista de lavandería) se olvide por completo. Mucho después
de que los objetivos de salud que nos fijamos hace unos meses se hayan evapora-
do, la memoria emocional nos ayuda cuando menos lo esperamos. Puede que nos
visite en forma de un sueño especialmente vívido o de una atracción inesperada.
Por ejemplo, caminando casualmente a través de un mercado de agricultores, una
exhibición de frutas y verduras de colores brillantes puede llamar nuestra atención.
A medida que nuestros sentidos absorben esta deliciosa variedad de alimentos
saludables, comenzamos a seleccionar algunos de los productos. Este llamado no
se debe a nuestra determinación consciente de perder peso, sino más bien a que
las señales de las regiones instintivas primitivas en nuestros cerebros (programa-
das para comportamientos de búsqueda de nutrientes) ya no son anuladas. Estos
mecanismos cerebrales señalan elecciones nutritivas positivas al evocar ciertos
estados de sentimiento subjetivo que guían lo que escogemos: los de atracción
y evasión. Del mismo modo, nuestras selecciones de pareja sexual, que pueden
haber sido conducidas previamente por compulsiones y coqueteos arriesgados,
estarán guiadas por afinidades de sentimientos de cuidado suave, ternura erótica,
bondad y seguridad.
A diferencia de la memoria volitiva, la función de memoria basada en sensa-
ciones almacena todas las experiencias implícitamente (como aprender a montar
en bicicleta) y las evalúa a partir del tono emocional que evocan. Es esta reacción
que llama la atención la que nos impulsa a retener o reactivar nuestra motivación y
mantener nuestra determinación de ir más allá de lo necesario para lograr un cam-
bio sustantivo. Un ejemplo es la mujer que quiere perder peso por razones de salud
(una idea mental, incapaz de sostener la meta) y adapta la estrategia (emocional) de
340 En una voz no hablada

imaginarse a sí misma, con un vestido sexy, entrando a una fiesta y volteando la ca-
beza. Dejando de lado la posibilidad de que una de las razones del excesivo peso
de la mujer podría haber sido el deseo de no llamar la atención sobre su cuerpo, la
estrategia de imagenología es razonable. El punto aquí es que la deliberación cons-
ciente es fácilmente olvidada y enterrada entre los restos y deshechos de nuestra
vida diaria. Sin embargo, esta fragilidad se esquiva cuando se evocan sensaciones
y sentimientos. Quizás la razón por la que “el elefante nunca olvida” es porque sus
recuerdos son emocionales.
En contraste con la memoria volitiva, la memoria emocional a menudo opera
fuera del rango de la conciencia consciente. En lugar de tener una idea verbal en
nuestras mentes conscientes (“Tengo que esperar hasta la reunión del viernes” o
“Acuérdate de comer ensaladas para el almuerzo para perder peso”), la memoria
experiencial hace uso de lo que se ha llamado marcadores somáticos.(138) Estas son
emociones o sensaciones físicas que nos informan sobre una situación basada en
experiencias o sentimientos pasados. Los marcadores somáticos pueden ser el
aleteo de las mariposas en el estómago cuando estamos ansiosos, el enrojecimien-
to de las mejillas cuando estamos avergonzados, los ojos bien abiertos cuando
escuchamos una idea que nos excita, la relajación de los músculos de nuestro
cuerpo señalando el alivio que sentimos cuando completamos una tarea crucial o
la ligereza y facilidad para respirar que notamos cuando nos quitamos algo impor-
tante del pecho.
La razón por la que la sensación sentida en el cuerpo tiene el poder de influir
creativamente en nuestros comportamientos es precisamente porque es involun-
taria; los sentimientos no se evocan a través de actos de voluntad. Nos dan infor-
mación que no proviene de la mente consciente. La “inteligencia emocional” y la
“alfabetización emocional” se comunican a través de los marcadores de sentido
sentimental/somático y son de vital importancia para la conducta de nuestras vi-
das. De hecho, el escritor Daniel Goleman (139) afirma que representa el ochenta por
ciento de nuestro éxito en la vida. Sin embargo, las emociones también pueden
llevarnos por mal camino.
Emoción, el Cuerpo y el Cambio 341

El carrusel de la terapia

Cuando los psicólogos hablan sobre el cambio, a menudo lo equiparan con el


“insight” (visión hacia el interior). Esta suposición, aunque a menudo subliminal, ha
tenido una profunda influencia en las teorías y terapias destinadas a ayudar a las
personas a tratar los trastornos “mentales” y “emocionales”. Sin embargo, cuando
investigamos esto más a fondo, vemos que la comprensión, el diálogo y el cambio
a menudo tienen poca relación entre sí. Woody Allen, al preguntarle si todavía tenía
los mismos síntomas, bromeó diciendo que sólo estaba en su “decimoquinto año”
de psicoanálisis. Si tan sólo hubiera sabido que el proceso de cambio tiene que ver
principalmente con ser capaz de alterar los estados de ánimo internos, y que los
problemas “psicológicos” surgen cuando estos estados se han vuelto habituales o
“atascados”. Estos estados emocionales crónicos dominan a su vez nuestras for-
mas de pensar, imaginar y comportarnos. La comprensión de cuán profundamente
arraigados pueden cambiar los sentimientos es la base de cualquier terapia efecti-
va. Es particularmente pertinente a cómo los individuos traumatizados pueden co-
menzar a liberarse de las muchas recreaciones de comportamiento y sentimientos
repetitivos de miedo, entumecimiento, rabia, terror, impotencia y desesperación.
Los papeles dispares de sensación, sentimiento y cognición en la terapia han
seguido un camino enrevesado y confuso. A veces las emociones han sido descui-
dadas, mientras que la cognición era estimada. En otras ocasiones, la cognición
ha sido descartada, mientras que las emociones eran prácticamente adoradas. Y
la mayoría de las veces, con muy pocas excepciones, el papel terapéutico de las
sensaciones ha permanecido desconocido. La atención equilibrada a la sensación,
el sentimiento, la cognición y el élan vital (energía vital) sigue siendo el futuro tera-
péutico emergente para transformar a la persona en su totalidad.
Freud, siguiendo a su talentoso maestro Charcot, inicialmente creyó que para
curar la neurosis, el paciente debía “revivir” los recuerdos dolorosos (traumáticos)
que había “reprimido”. Además, este revivir tenía que incluir un fuerte componente
emocional, una catarsis dramática asociada con el evento precipitante. Empleando
este método, Freud llegó a creer que el evento precipitante era con frecuencia el
abuso sexual infantil, usualmente perpetrado por el padre contra su hija. (La gran
342 En una voz no hablada

mayoría de los pacientes de Freud eran mujeres histéricas).


Huelga decir que la teoría de Freud no fue bien recibida por la comunidad
profesional, muchos de ellos médicos, banqueros y abogados. La mayoría de ellos
también eran padres. Por lo que ahora se sabe sobre la prevalencia del abuso se-
xual, es casi seguro que algunos de ellos habían sido culpables de incesto. Por esta
y otras razones, Freud se alejó tanto de la teoría de la seducción (como irónicamen-
te se la llamó) como de su método terapéutico de descubrir los recuerdos reprimi-
dos para revivirlos a través de una fuerte catarsis emocional. En lo que debe haber
sido una profunda traición a muchos de sus pacientes, Freud comenzó a interpretar
sus síntomas no como derivados de la violación sexual, sino como si estuvieran
arraigados en los deseos de su infancia de “edipo”, fantasías para tener relaciones
sexuales con el padre del sexo opuesto. Freud también puede haber estado ner-
vioso cuando, durante el intenso revivir catártico, los pacientes frecuentemente le
transferían esos (supuestos) deseos edípicos. Freud, con una incomodidad en su
propia sexualidad, parece haber dejado de estar presente en la confusa y volátil
sexualidad de sus pacientes y, por lo tanto, los traicionó de otra manera. Por estas
y otras razones, parece que Freud abandonó las técnicas “hipno-abreactivas” en
favor de la libre asociación para “ayudar” al paciente a tomar conciencia de sus
deseos edípicos y luego sublimar (de alguna manera) estas “lujurias” infantiles. De
esta manera, Freud creía que al reconocer sus fantasías, las neurosis de sus pa-
cientes podían transformarse en “sufrimiento ordinario”. Un contemporáneo (Pierre
Janet) (140) y un estudiante (Wilhelm Reich) de Freud vieron las cosas de otra manera.
El psiquiatra austríaco Wilhelm Reich estaba convencido de que su profesor
había cometido un terrible error en dos aspectos. En primer lugar, Reich creía que
la neurosis surgía tanto de acontecimientos reales como de conflictos profundos.
En segundo lugar, él era inflexible en cuanto a que la curación sólo podía realizarse
cuando había una poderosa liberación emocional al mismo tiempo que el paciente
recordaba un evento traumático. Sin embargo, Reich fue más lejos que Freud en su
tratamiento. Reconoció claramente que las emociones dolorosas evocadas en los
traumas revivientes tenían que ser reemplazadas (en el curso del tratamiento) por
sensaciones profundamente placenteras para que la salud pudiera ser restaurada y
mantenida. Reich también creía que la represión, tanto de las emociones negativas
como de las placenteras, era una realidad física, manifestada en músculos cróni-
Emoción, el Cuerpo y el Cambio 343

camente tensos y espásticos. Estas restricciones corporales causaban respiración


restringida y movimientos torpes, descoordinados o robóticos. Nombró a esta ar-
madura de carácter de rigidez muscular y la percibió como un mecanismo que
tiene dos funciones unitarias. Al mismo tiempo que permitía reprimir el componente
emocional de la memoria, también ahogaba la capacidad de sentir sensaciones
placenteras.
Reich tuvo otro avance conceptual al darse cuenta de que no había que ex-
cavar en busca de recuerdos traumáticos como Freud creía. (Esta excavación fue
una parte central del tratamiento de libre asociación de Freud.) Más bien, la terapia
de Reich se dirigió a la “armadura de cuerpo/carácter”, que tenía la función de
congelar las emociones mientras mantenía los síntomas neuróticos en el presente.
Su terapia funcionó agresivamente en dos frentes. Primero, él trajo las defensas
características del paciente a su conciencia al confrontar sus comportamientos
tales como la cortesía servil o la hostilidad pasivo-agresiva. Además, “atacó” el
blindaje muscular, directamente, a través de una vigorosa manipulación y masaje
de los músculos tensos. Reich también creía que la represión (la represión) de la
sexualidad adulta era en sí misma una de las principales causas de la neurosis.
Esto no es diferente a la creencia muy temprana de Freud de que la neurosis “ak-
tuelle” era el resultado de ciertas aberraciones sexuales como la masturbación y el
“coitus interruptus”.
El fin de la vida del Reich fue una verdadera desgracia nacional. En la nube
sulfurosa de la era McCarthy, sus libros fueron quemados por el FBI. Debido a sus
ideas radicales sobre la sexualidad, Reich fue encarcelado por la falsa acusación
de violar las leyes de comercio interestatal. Murió, en 1957, en la penitenciaría fede-
ral de Pensilvania, un amargado visionario. Con su muerte y el abandono de Freud
tanto del trauma “real” como de la catarsis emocional, el interés terapéutico por la
emocionalidad disminuyó. Mientras tanto, el movimiento hacia el conductismo y la
racionalidad entró en su ascenso. Para la década de 1950, terapias tales como el
condicionamiento Skinneriano y la terapia emocional racional (RET) de Albert Ellis
dominaban la psicoterapia. La sinergia de estos enfoques ahora se conoce gene-
ralmente como terapia cognitivo-conductual (TCC). Sin embargo, en la década de
1960, el péndulo había comenzado a oscilar en la dirección opuesta. Las emocio-
nes estaban encontrando su camino de regreso a la comunidad terapéutica.
344 En una voz no hablada

Dos de los pacientes de Reich (que más tarde se convirtieron en sus estudian-
tes) fueron Alexander Lowen y Fritz Perls. El primero al que se refería como el “sas-
tre arrogante de la zona alta”, mientras que el otro lo contrastaba como “el sucio
anciano del Bowery”. (141)
Ambos desarrollaron extensiones paralelas del trabajo
de Reich, incorporando varios aspectos de sus ideas y métodos. Mientras Lowen
continuaba enfatizando la expresión emocional, y añadía la función de las piernas
en “enraizar” las emociones, Perls se aferraba a una visión más compleja del orga-
nismo. Su enfoque terapéutico incorporó muchas ideas tomadas de las psicologías
gestalt de los años 30, 40 y 50, incluyendo las de Wolfgang Kohler y Kurt Goldstein.
Sin embargo, en la anarquía de los años sesenta, con su revolucionario desprecio
por la racionalidad y el statu quo, la catarsis emocional fue resucitada como un
camino seguro hacia la “liberación” y la “libertad”.
Sin embargo, este proceso de abreacción emocional puede convertirse en un
mecanismo de autoperpetuación por el cual los pacientes anhelan una mayor “li-
beración emocional”. Desafortunadamente, este proceso se mueve en una espiral
cada vez más tensa que frecuentemente culmina en un callejón sin salida terapéuti-
co. Tal fue el caso, por ejemplo, en la década de 1970, cuando Arthur Janov promo-
vió su terapia primaria. (Reich había advertido a sus contemporáneos sobre el uso
inconsciente de la catarsis emocional, llamando peyorativamente a sus promotores
“vendedores ambulantes de la libertad”). La “liberación neo-reichiana”, los “grupos
de encuentro”, la “terapia primaria”, el “renacimiento” y otras terapias dramáticas
cooptaron la firme preeminencia de la “cura parlante” con un exuberante celo ex-
presivo. Actualmente, a principios del tercer milenio, estamos viendo una síntesis
emergente, un movimiento hacia un énfasis más equilibrado en la emoción y la ra-
zón. En particular, están surgiendo terapias experienciales, como las descritas por
Diana Fosha y otros. (142) Estos incluyen la terapia dialéctica conductual y la terapia
de aceptación y compromiso (ACT).
La capacidad de contener y procesar eficazmente los estados emocionales
extremos es uno de los puntos clave tanto de la terapia eficaz y verdaderamente
dinámica del trauma como de vivir una vida vital y robusta. Mientras que el amor
puede sacudirnos de nuestros pies, emociones poderosas como la rabia, el miedo
y la tristeza pueden arrancarnos las piernas de debajo de nosotros. Podemos vol-
vernos casi locos por la rabia, paralizados por el miedo y ahogados por la tristeza.
Emoción, el Cuerpo y el Cambio 345

Una vez desencadenadas, estas emociones violentas pueden apoderarse de nues-


tra existencia. En lugar de sentir nuestras emociones, nos convertimos en ellas;
somos absorbidos por estas emociones. Esto puede ser un dilema porque estar
informado por nuestras emociones, no dominado por ellas, es crucial para dirigir
nuestras vidas. Podemos tener demasiado o demasiado poco; pueden venir sobre
nosotros como una inundación torrencial o dejarnos secos como un desierto rese-
co. Pueden llevarnos en una dirección positiva o causarnos sufrimientos indecibles.
Pueden provocar una exultación creativa o pueden provocar acciones desastrosas
y malas decisiones. Pueden levantarnos o derribarnos. No importa cuál sea el caso,
la mayoría de nosotros nos damos cuenta de que las emociones (sean cuales sean)
juegan un papel central en la conducta de nuestras vidas.
La clave para no ser arrastrados por estados emocionales intensos es atrapar-
los antes de que se enciendan y nos inflamen. Los budistas tienen una expresión
para esto: “enfriar y extinguir las brasas encendidas antes de que se enciendan en
una llama consumidora”. La restricción nos permite domar y hacer amistad con las
emociones para que podamos ser guiados por ellas. Es la manera en que podemos
tomar conciencia de nuestra corriente emocional antes de que se convierta en una
emoción fuera de control. Las herramientas que nos permiten hacer esto son las
hermanas gemelas de la conciencia y la encarnación.
A medida que las personas aprenden a dominar sus emociones, también co-
mienzan a aprovechar los impulsos subyacentes a la acción. Por ejemplo, debajo
de las emociones de la rabia y la ira están los impulsos de la agresión. Una agre-
sión saludable consiste en protegernos a nosotros mismos y a los que nos rodean.
También se trata de establecer límites claros y conseguir las cosas que necesita-
mos, incluyendo comida, refugio y parejas de apareamiento. Es lo que da poder a
nuestro deseo de vivir. Esta pasión por la vida debe ser apoyada por la capacidad
de encarnar una serie de emociones con un propósito. Por ahora, retrocedamos y
hagamos la siguiente pregunta: ¿Qué es una emoción, de todos modos?
346 En una voz no hablada

“Qu’est ce qu’une émotion?”

Binet planteó esta pregunta muy provocativa en los albores del siglo XX. (143)

Abrió el debate con una salva que elude una solución incluso hoy en día, a pesar de
los argumentos más enérgicos. Simple de preguntar, aunque difícil de responder, la
pregunta sigue siendo: ¿Qué diablos es una emoción?
Las teorías de la emoción, abundantes y diversas, han tenido una historia larga,
retorcida, confusa y a menudo contradictoria. Se han visto enfrentados a su vez por
la filosofía, la psicología y la biología evolutiva. Cada una de estas disciplinas ha
intentado definir, refinar o, simplemente, comprender la emoción.
“La emoción como concepto científico”, escribió Elizabeth Duffy, la matriarca
de la psicofisiología moderna, “es peor que inútil”. Sobre la base de un extenso
registro fisiológico, sintió que no había manera de diferenciar un estado emocional
de otro. En otras palabras, distinguir una emoción únicamente sobre la base de
mediciones fisiológicas (por ejemplo, la frecuencia cardíaca, la presión arterial, la
respiración, la temperatura, la conductancia de la piel, etc.) parecía imposible. Así,
las emociones, desde su punto de vista en 1936, no eran dignas de estudio cien-
tífico. Sin embargo, recientemente ha habido una rica vena de investigación y fun-
damento en el campo emergente de las “neurociencias afectivas”(144), demostrando
distintos sistemas cerebrales involucrados en la expresión de varias emociones
(por ejemplo, el miedo, la ira y la tristeza). Sin embargo, la cuestión de la experien-
cia emocional sentida (a diferencia de la expresada) ha sido casi descuidada. La
psicología, en busca de la respetabilidad objetiva, ha intentado purgar la subjeti-
vidad de su medio. En el proceso, sin saberlo, ha expulsado al proverbial bebé (la
experiencia del sentimiento subjetivo) con el agua del baño, estudiando principal-
mente la expresión de la emoción.
Gran parte de la filosofía y de la psicología primitiva eran de la convicción ló-
gica y de “sentido común” en cuanto a la secuencia por la que se generaba una
emoción. Hoy, como los primeros filósofos, recurrimos a explicaciones similares.
Por ejemplo, cuando algo provocativo le ocurrió a René Descartes (tal vez alguien
levantó el puño y lo llamó imbécil o le dio una palmadita y le dijo: “Eres un gran
tipo”), pudo haber creído que su cerebro reconocía esta provocación como digna
Emoción, el Cuerpo y el Cambio 347

de una respuesta emocional: enojo, miedo, tristeza o euforia. Si la fisiología de su


época hubiera sido más avanzada, habría interpretado el siguiente paso como si su
cerebro le dijera a su cuerpo qué hacer: aumentar la frecuencia cardíaca, la presión
arterial y la respiración; tensar los músculos, segregar sudor y/o poner la piel de
gallina. Son respuestas controladas por el sistema nervioso autónomo (involunta-
rio), que preparan al organismo para diversas acciones relacionadas con la lucha
o la huida. Para Descartes, y para la mayoría de nosotros, esta secuencia tiene un
sentido perfectamente lógico y parece describir cómo experimentamos la emoción.
Sin embargo, a principios del siglo XIX, William James, que había estudiado
con los psicólogos experimentales de su tiempo, adoptó un enfoque experiencial,
más que filosófico y especulativo, para el estudio de las emociones. James creaba
situaciones imaginadas, como ser perseguido por un oso, y luego, a través de la
introspección experiencial, intentaba inferir la cadena de eventos mediante los cua-
les se generaba una emoción, como el miedo. En estos experimentos subjetivos
sentiría el interior de su cuerpo, además de anotar sus pensamientos e imágenes
internas. Finalmente, llegó a una conclusión bastante inesperada. El sentido co-
mún dicta que cuando vemos un oso, nos asustamos, y luego, motivados por el
miedo, huimos. Sin embargo, en sus observaciones cuidadosas y reflexivas, James
concluyó que en lugar de correr porque tenemos miedo, tenemos miedo porque
estamos corriendo (del oso). En palabras de James,

Mi teoría es que los cambios corporales siguen directamente la percepción


del hecho excitante, y que nuestro sentimiento de los mismos cambios a
medida que ocurren es la emoción. El “sentido común” dice que perdemos
nuestra fortuna, nos arrepentimos y lloramos; nos encontramos con un oso,
nos asustamos y huimos; nos insulta un rival, nos enfadamos y atacamos.
La hipótesis que aquí se defenderá dice que este orden de secuencia es
incorrecto, que un estado mental no es inmediatamente inducido por el otro,
que las manifestaciones corporales pueden interponerse primero entre sí, y
la afirmación más racional (exacta) es que sentimos pena porque lloramos,
nos enojamos porque golpeamos, tememos porque temblamos. (145)
348 En una voz no hablada

Esta visión contraintuitiva (de abajo hacia arriba) desafió el paradigma cartesia-
no/cognitivo (de arriba hacia abajo) donde la mente consciente primero reconoce la
fuente de la amenaza y luego ordena al cuerpo que responda: que huya, que luche
o que se doblegue. La percepción de abajo hacia arriba de James -que sentimos
miedo porque estamos huyendo de la amenaza-, aunque sólo sea parcialmente co-
rrecta, hace un punto crucial sobre la naturaleza ilusoria de la percepción. Común-
mente creemos, por ejemplo, que cuando tocamos un objeto caliente, alejamos la
mano debido al dolor. Sin embargo, la realidad es que si esperáramos hasta que
experimentamos dolor para retirar la mano, podríamos dañarla irreparablemente.
Todo estudiante de fisiología elemental aprende que primero hay un reflejo de reti-
rada de la mano, que sólo entonces es seguido por la sensación de dolor. El dolor
bien podría servir la función de recordarnos que no debemos recoger una piedra
potencialmente caliente del pozo de fuego por segunda vez, pero tiene poco que
ver con que nuestra mano se retire cuando se quema por primera vez. Del mismo
modo, todos los estudiantes de química básica aprenden, esperemos que después
del primer encuentro, que los tubos de ensayo calientes se parecen a los fríos. Sin
embargo, lo que falsamente percibimos, y creemos que es un hecho, es que el
dolor nos hace retirar la mano. James fue capaz de percibir que el miedo no era un
asunto principalmente cognitivo, que había una reacción muscular y visceral en su
cuerpo primero, y que era la percepción de esta reacción corporal la que generaba
la emoción del miedo. Lo que James observó fue que, sí, cuando el cerebro calcula
que hay peligro, hace esta evaluación tan rápidamente que no hay tiempo sufi-
ciente para que la persona se dé cuenta conscientemente de ello. Lo que sucede
en cambio, según James, es que el cerebro lienza el cuerpo para ver cómo está
reaccionando en el momento. En lo que fue una revisión reveladora, James reubicó
la conciencia de sentir desde la mente hacia el cuerpo. Al hacer esto demostró una
rara presciencia acerca de lo que la neurociencia iba a empezar a descubrir cien
años después.
Ben Libet , neurocirujano y neurofisiólogo de la Facultad de Medicina de la
(146)

Universidad de California-San Francisco, realizó una serie de estudios reveladores,


pero poco conocidos, hace más de treinta años. Esencialmente confirmó la cadena
de observación de James. Aquí hay un pequeño experimento que puedes hacer
ahora mismo. Sostenga uno de sus brazos frente a usted con la mano hacia arriba.
Emoción, el Cuerpo y el Cambio 349

Luego, cuando te apetezca (por tu propia voluntad), flexiona la muñeca. Haga esto
varias veces y observe lo que sucede en su mente. Probablemente sentiste que
primero decidiste conscientemente moverte y luego, siguiendo tu intención, la mo-
viste. Se siente como si la decisión consciente causara la acción.
Libet pidió a los sujetos experimentales que hicieran justamente esto mientras
él medía sistemáticamente el tiempo de tres cosas: (1) La decisión “consciente”
de los sujetos de moverse estaba marcada en un reloj especial. (2) El comienzo
de (lo que se llama) el potencial de preparación en la corteza motora se midió uti-
lizando electrodos de EEG en el cuero cabelludo. (3) El inicio de la acción real se
midió utilizando electrodos en la muñeca. Entonces, ¿cuál crees que fue el primero
(basado en tu experiencia en el experimento anterior)? ¿Fue la decisión de mover,
la actividad en la corteza motora o el movimiento real? La respuesta, desafiando
la credulidad, contradice dramáticamente el sentido común. La actividad cerebral
comenzó alrededor de 500 milisegundos (¡medio segundo!) antes de que la perso-
na se diera cuenta de que estaba decidiendo actuar. La decisión consciente llegó
demasiado tarde para ser la causa de la acción. Era como si la conciencia fuera
un mero pensamiento secundario, una forma de “explicarnos a nosotros mismos”,
una acción no evocada por la conciencia. Por muy peculiar que esto pueda parecer,
encaja con experimentos previos que Libet hizo en cerebros expuestos como parte
de un procedimiento neuroquirúrgico. Aquí, Libet había demostrado que alrededor
de medio segundo de actividad continua de estimulación en la corteza sensorial
es necesaria para que una persona tome conciencia de un estímulo sensorial. (147)

Tuve la oportunidad de ver uno de estos procedimientos, y fue increíble verlo en el


osciloscopio.
En resumen, Libet encontró que la decisión “consciente” de realizar una acción
simple (como pulsar un botón) precedía a la acción. Esta decisión consciente, sin
embargo, ocurrió sólo después de que el área “premotora” en el cerebro se disparó
por primera vez con un estallido de actividad eléctrica. En otras palabras, las perso-
nas deciden actuar sólo después de que su cerebro las prepara inconscientemente
para hacerlo.
Daniel Wegner, de la Universidad de Harvard, recientemente presentó y refinó
esta propuesta. (148) En uno de sus estudios, una serie de espejos creó una ilusión.
Los sujetos, pensando que se miraban sus propios brazos, en realidad estaban
350 En una voz no hablada

viendo (en el espejo) los movimientos del brazo de un experimentador. Cuando los
brazos del experimentador se movían (de acuerdo con las instrucciones de otro
investigador), los sujetos informaron que habían hecho voluntariamente los movi-
mientos (¡cuando, de hecho, ni siquiera habían movido los brazos)!
Wilhelm Wundt (considerado uno de los fundadores de la psicología experi-
mental) amplía nuestro apego a la noción de libre albedrío: “Nada nos parece que
esté tan cerca a nuestra personalidad, y que sea tan de nuestra propiedad, como
nuestra voluntad.” Sin embargo, los resultados de Libet y Wegner, tomados en
conjunto, desafían seriamente (si no eliminan) nuestra comprensión del sentido co-
mún de la conciencia y nuestro romance con el libre albedrío. La aniquilación del
libre albedrío, sugerida en el libro de Wegner,(149) va en contra de lo que creemos
es el núcleo mismo de nuestra existencia como seres humanos autónomos. De-
safía creencias tan apreciadas como la capacidad de planificación, la previsión y
la acción responsable. ¿Quiénes o qué somos sin el poder del libre albedrío? Esta
disputa de libre albedrío, que ha sido reverenciada en el pensamiento occidental
durante tres mil años, no es sólo la opinión de otro filósofo, sino que se deriva
de una variedad de investigaciones de laboratorio desapasionadas. Einstein, pa-
rafraseando al filósofo Schopenhauer, reafirmó el enigma del libre albedrío con su
característica sabiduría subestimada: “Un humano puede hacer lo que quiera, pero
no puede hacer lo que quiera.”
William James, hace un siglo, había argumentado que los estados de concien-
cia pasajeros de una persona crean una falsa sensación de que un “yo” o ego dirige
el espectáculo. El neurocientífico Wegner llevó esto más allá, añadiendo que la
creencia de la gente promedio de que incluso tienen un yo que controla conscien-
temente sus acciones es simplemente una ilusión... ¿Es esta una despedida al ego
de Freud y al cogito ergo sum de Descartes? Aunque este nuevo credo, “Pienso;
por lo tanto, existo”, fue un comienzo importante para liberar a la gente de la rigidez
de la doctrina de la iglesia, está en gran necesidad de revisión.(150) El credo de hoy
debería ser más bien: “Me preparo para moverme, actúo, siento, siento, percibo,
reflexiono, pienso y, por tanto, existo”. Entonces, ¿qué podría estar pasando en
realidad en la conciencia? ¿Y la idea del libre albedrío puede ser reformulada de
alguna manera?
Emoción, el Cuerpo y el Cambio 351

Juntos, los estudios de James, Libet y Wegner sugieren que antes de que se
haga un movimiento “voluntario”, hay un premovimiento inconsciente. Debido a
que generalmente no somos conscientes de este impulso previo al movimiento
(análogo a la retirada de la mano de un objeto caliente antes de sentir el dolor),
creemos falsamente que nosotros (nuestros egos) estamos directamente dispues-
tos al movimiento. Entonces, ¿de dónde proviene el movimiento?
Consideremos el siguiente experimento proporcionado por una Madre Natura-
leza caprichosa que nos permitirá explorar la borrosa frontera entre el estímulo y
la respuesta consciente e inconsciente. Ahora se sabe que existen múltiples siste-
mas visuales (y otros sistemas sensoriales) que registran los impulsos nerviosos en
áreas del cerebro que son principalmente no conscientes. Estas áreas del tronco
encefálico se suman a la zona consciente de la espalda (región occipital) de nuestra
corteza cerebral, conocida sin pasión como área 17... Hay una condición revelado-
ra llamada “ceguera cortical”. (151) Esta extraña aflicción se debe al daño a una parte
de la corteza visual en un lado del cerebro. Esto provoca una región ciega en el lado
opuesto del campo visual. Si se presenta un objeto en esta parte del campo visual,
los pacientes no son conscientes de ver nada en absoluto. Se pueden encender
luces, mover objetos o incluso mostrar escritos, y estos pacientes insistirán, de
forma inequívoca, en que no ven absolutamente nada. Sin embargo, experimentos
detallados muestran que mientras niegan toda experiencia visual, pueden sin em-
bargo señalar la ubicación de una luz destellante, o discriminar entre el movimiento
hacia arriba y hacia abajo, entre rayas verticales u horizontales y entre varios obje-
tos diferentes. Oliver Sacks, de sus muchas viñetas conmovedoras y sabias sobre
las trágicas, aunque convincentes, consecuencias de los trastornos neurológicos,
describe el caso de Virgilio. (152)
Toda la corteza visual de Virgilio fue destruida por
la falta de oxígeno, dejándolo completamente ciego, sin embargo, Sacks describe
las observaciones inexplicables de la esposa de Virgilio: “Virgilio le había dicho que
era completamente ciego, pero ella observó que alcanzaba objetos, evitarba obs-
táculos y se comportaba como si estuviera viendo.” Tal es el enigma de este tipo
de tratamiento “implícito” de la información.
La explicación que se acepta generalmente para este fenómeno es que la des-
trucción de la corteza visual todavía deja intactas otras vías visuales (primitivas,
subcorticales). La información sensorial a estos de alguna manera registra informa-
352 En una voz no hablada

ción básica que normalmente tiene la función de dirigir los movimientos oculares
para obtener más datos. Estos datos, sin embargo, también representan un bos-
quejo endeble del cual estamos en gran medida inconscientes. Es esta información
inconsciente la que evoca la preparación para el movimiento (es decir, el pre-mo-
vimiento). Es también este circuito primitivo el que hace posible las “conjeturas”
razonablemente precisas que se observan en las personas con trastorno de la vista
ciega. Por lo tanto, apreciamos una vez más el impulso de responder a los aconte-
cimientos antes de que seamos abiertamente conscientes de ellos. Considere su
respuesta a la sombra fugaz, al gesto sutil de otra persona o a un sonido distan-
te. Cada uno de estos eventos puede evocar en nosotros respuestas ligadas a la
supervivencia sin que seamos conscientes de que algo en nuestro entorno las ha
desencadenado. Notablemente, cuando hemos sido traumatizados, estamos parti-
cularmente sensibilizados a (e hiperactivos por) estos estímulos fugaces. Nuestros
sentidos de la vista, el oído y el olfato proporcionan innumerables estímulos que
nos hacen reaccionar de manera exagerada, aunque no seamos conscientes de la
presencia de esos estímulos subliminales y de nuestras respuestas premotoras a
ellos. Como resultado, podemos, y a menudo lo hacemos, atribuir nuestras accio-
nes a causas irrelevantes o fabricadas. Esta atribución de causalidad es como los
sujetos en los experimentos de Wegner que creían falsamente que habían querido
hacer el movimiento de los brazos del experimentador.
Es específicamente porque no somos conscientes de nuestro premovimiento
provocado por el medio ambiente que creemos falsamente que estamos iniciando
y construyendo conscientemente el movimiento. Además, cuando el impulso de
premovimiento (no reconocido) es fuerte, podemos sentirnos obligados a realizar
completamente toda la secuencia de movimiento. Dos confusiones de causalidad
ocurren en individuos traumatizados. El primero es el desconocimiento del desen-
cadenante del movimiento previo. El segundo es el alcance de la respuesta. Ima-
gine la consternación de un individuo atrapado en la verdadera y feroz recreación
de una respuesta de supervivencia. Por ejemplo, el veterano de Vietnam que se
despierta y se encuentra estrangulando a su aterrorizada esposa, sin saber que fue
el petardeo de un coche lejano, o incluso los ligeros pasos de su hijo pequeño en el
pasillo, lo que provocó su extraño comportamiento y su reacción extremadamente
exagerada. Sin embargo, años antes, cuando dormía en un matorral de bambú,
Emoción, el Cuerpo y el Cambio 353

bajo el fuego del Vietcong, su respuesta inmediata a la matanza fue una acción
esencial para preservar la vida. Es posible que sólo se necesite un estímulo muy
leve para desencadenar abruptamente el resorte fuertemente enrollado (la reacción
de supervivencia de matar o morir) en una erupción emocional intensa y fuera de
control.
Sólo conozco una manera de romper ciclos compulsivos como éste, y en el
proceso expandir la conciencia hacia una mayor libertad. Es tomar conciencia del
movimiento previo antes de graduarse en una secuencia de movimiento completa.
Es apagar la chispa antes de que se encienda la yesca, como lo enfatizan las en-
señanzas budistas.
Muchas veces en el pasado, paseaba con mi perro por las montañas de Co-
lorado.
Pouncer, una mezcla de dingo, estaba imbuido de un fuerte impulso instintivo
de perseguir ciervos y otras criaturas veloces de los bosques de montaña. Por
mucho que lo intentara, no era posible neutralizar este “hábito” reprendiéndolo.
Si yo trataba de llamarlo de vuelta o le advertía tontamente de su comportamiento
cuando regresaba, sin aliento y jadeando de la persecución, no servía de nada.
Sin embargo, si cuando nos encontramos con un ciervo adelante, en el mismo
momento en que su postura cambiaba (sólo insinuando su disposición a saltar
hacia adelante), yo diría con firmeza pero gentilmente: “No, Pouncer”. Quieto.”
Luego continuaría tranquilamente nuestro paseo, caminando con entusiasmo a mi
lado. Luego está la siguiente historia de un joven y descarado luchador de espadas
samurai y un venerado maestro Zen.

Los dos cuernos del dilema

El equilibrio vital entre la expresión y la moderación requiere que cuando expe-


rimentamos un sentimiento emocional fuerte, no necesariamente actuemos sobre
él, como lo demuestra esta historia de enseñanza.
Un joven y descarado espadachín samurai se enfrentó a un venerado maestro
Zen con la siguiente petición: “Quiero que me digas la verdad sobre la existencia
del cielo y del infierno.”
354 En una voz no hablada

El maestro respondió con delicadeza y curiosidad: “¿Cómo es posible que un


hombre tan feo y sin talento como tú se convierta en samurai?
Inmediatamente, el iracundo joven samurai sacó su espada y la levantó sobre
su cabeza, listo para golpear al viejo y cortarlo por la mitad. Sin miedo, y en com-
pleta calma, el maestro Zen miró hacia arriba y habló en voz baja: “Esto es el infier-
no.” El samurai se detuvo, su espada sobre su cabeza. Sus brazos cayeron como
hojas a su lado, mientras su cara se suavizaba por su furioso resplandor. Reflexionó
en silencio. Volviendo a poner su espada en su vaina, se inclinó ante el maestro en
reverencia. “Y esto”, contestó el maestro con la misma calma, “es el cielo”.
Aquí el samurai, con la espada en alto en la cúspide al sentirse lleno de ira (y
en el momento antes de ejecutar la acción preparada), aprendió a contener su ira
en vez de expresarla sin pensar. Al abstenerse (con la guía rápida del maestro) de
hacer su habitual expresión emocional de ataque, transformó su “infierno” de ira
en un “cielo” de paz.
También se podría especular sobre qué pensamientos (e imágenes) inconscien-
tes se agitaron cuando el maestro provocó la ira del espadachín. Quizás el samurai
se asustó y al principio incluso estuvo de acuerdo con la caracterización de que era
feo y sin talento. Esta fuerte reacción a este insulto (podríamos hacer hipótesis) se
derivó de sus padres, maestros y otros que lo humillaron cuando era niño. Tal vez
tenía una imagen mental de estar avergonzado frente a sus compañeros de clase.
Y luego el otro “contrapensamiento” -que nadie se atrevería a llamarle así de nuevo
y a hacerle sentir pequeño y despreciable. Este pensamiento y la imagen (interna)
asociada, junto con una momentánea sensación física de sobresalto, desencadenó
la rabia que lo llevó por el camino compulsivo de la perdición. Eso fue, al menos,
hasta que su “terapeuta Zen”, precisamente en la cúspide de la ira, le impidió ex-
presar habitualmente esta emoción “protectora” (realmente una defensa contra sus
sentimientos de pequeñez e impotencia) y le obligó a la propiedad de su verdadero
poder y a una entrega pacífica.
En los ejemplos de Pouncer y del maestro Zen, la elección ocurrió en el mo-
mento crítico antes de ejecutar el ataque. Con la intervención crítica del maestro
Zen, el samurai se detuvo y sintió la preparación para golpear con su espada. En
este estado de alta carga se detuvo y fue capaz de contener y transmutar su violen-
ta ira en intensa energía y un estado de claridad, gratitud, presencia y gracia. Es la
Emoción, el Cuerpo y el Cambio 355

capacidad de contener, contener y contener una emoción poderosa que permite a


una persona canalizar creativamente esa energía. La contención (un enraizamiento
somático de la “sublimación” de Freud) nos da tiempo y, con autoconciencia, nos
permite separar lo que imaginamos y pensamos de nuestras sensaciones físicas. Y
esta fracción de segundo de moderación, como acabamos de ver, es la diferencia
entre el cielo y el infierno. Cuando podemos mantener esta “neutralidad creativa”,
comenzamos a disolver la compulsión emocional de reaccionar como si nuestra
vida dependiera de respuestas que son en gran medida inapropiadas. La disocia-
ción de la sensación de la imagen y el pensamiento es lo que difunde las emocio-
nes altamente cargadas y les permite transformarse fluidamente en gradaciones
de sentimientos basadas en la sensación... Esto no es lo mismo que suprimirlos o
reprimirlos. Para todos nosotros, y particularmente para el individuo traumatizado,
la capacidad de transformar las emociones “negativas” de miedo y rabia es la dife-
rencia entre el cielo y el infierno.
El poder y la tenacidad de las compulsiones emocionales (actuar por rabia,
miedo, vergüenza y pena) no deben ser subestimados. Afortunadamente, hay an-
tídotos prácticos para esta cascada de miseria. Con la conciencia del cuerpo, es
posible “deconstruir” estas fijaciones emocionales. Como un aparte, echemos un
vistazo al funcionamiento interno de nuestros cerebros y mentes mientras nos libe-
ramos de la tiranía de las emociones impulsadas como el miedo y la rabia. La fina
astilla de tejido cerebral que nos hace conscientes se encuentra en la corteza pre-
frontal, la parte delantera de nuestros lóbulos frontales. En particular, hay dos loci.
La que está hacia el lado se llama corteza prefrontal dorsolateral. Esta parte hace
consciente nuestra relación con el mundo exterior. La segunda parte, ubicada hacia
el centro, se denomina corteza prefrontal media. Esta es la única parte de la corteza
cerebral que aparentemente puede modificar la respuesta del cerebro límbico o
emocional, en particular la amígdala, que es responsable de intensas emociones de
supervivencia. La corteza prefrontal media (particularmente la córtex cingular insu-
lar) recibe información directa de los músculos, articulaciones y órganos viscerales
y los registra en la conciencia. (153)
A través de la conciencia de estas sensaciones
interoceptivas (es decir, a través del proceso de rastreo de las sensaciones corpo-
rales), somos capaces de acceder y modificar nuestras respuestas emocionales y
alcanzar nuestro sentido central de nosotros mismos.
356 En una voz no hablada

Un primer paso en este proceso en curso es negarse a ser seducido por (el
contenido de) nuestros pensamientos negativos o barrido por el potente o gal-
vanizado impulso de una emoción, y en su lugar volver a las sensaciones físicas
subyacentes. Al principio esto puede parecer inquietante, incluso aterrador. Esto
se debe principalmente a que no es familiar, nos hemos acostumbrado a las emo-
ciones (secundarias) habituales de angustia y a nuestros pensamientos (negativos)
repetitivos. También nos hemos acostumbrado a buscar la fuente de nuestra inco-
modidad fuera de nosotros mismos. Simplemente no estamos familiarizados con
experimentar algo tal como es, sin el estorbo del análisis y el juicio. A medida que
el complejo sensación-pensamiento-emoción se desengancha, la experiencia se
mueve hacia adelante, hacia contornos más sutiles y libres de sentimiento. Eugene
Gendlin, el creador del término “sensación-sentida”, , lo expresa con sencillez
(154)

cuando dice: “Nada que se sienta mal es el último paso”. Este proceso experiencial
implica la capacidad de mantener la emoción en suspenso, sin permitir que se
ejecute en su forma habitual. Esta contención no es un acto de supresión, sino más
bien un acto de formación de un contenedor más grande, un recipiente experiencial
más grande, para retener y diferenciar las sensaciones y sentimientos. El “adentrar-
se” en la expresión emocional es frecuentemente una forma de tratar de “liberar” la
tensión que estamos sintiendo, evitando sentimientos más profundos. Es similar a
una tetera silbante que suelta vapor, pero que en realidad no hace ningún cambio
duradero en su capacidad de mantener la carga (como vapor). Si, por otro lado, uno
se imagina un globo de goma fuerte o una vejiga llena de vapor, vería el tamaño de
la vejiga expandiéndose para contener esta “carga” creciente. Con la contención,
la emoción se desplaza hacia un “contorno” diferente basado en sensaciones, con
sentimientos más suaves que se transforman en una conciencia más profunda y
sensacional de la “OK-ness”. Esta es la esencia de la autorregulación emocional, la
autoaceptación, la bondad y el cambio.
Tomemos el ejemplo de la ira. El sentimiento de enojo se deriva de la actitud
(postural) de querer golpear y golpear... Sin embargo, si uno comienza a atacar -
golpeando, pateando, desgarrando, mordiendo - la sensación de enojo cambia
rápidamente a la de golpear, patear, y así sucesivamente. En otras palabras, y
contrariamente a la creencia común, al ejecutar la preparación para la acción, los
sentimientos subyacentes disminuyen si no se pierden. (155)
Cuando lloramos, por
Emoción, el Cuerpo y el Cambio 357

ejemplo, nuestra tristeza a menudo “desaparece por arte de magia”. Sin embargo,
esto puede parecerse más a la tetera que se está desahogando, sin cambiar la
tristeza subyacente. Algunas de las terapias “expresivas” fundamentales pueden
caer en la trampa de tratar de drenar el pantano emocional a través de un énfasis
indebido en la ventilación habitual. Sin embargo, lo que puede ser visible cuando
se tocan los pozos más profundos de tristeza es una sola lágrima que gotea. En
cuanto a la ira, recuerde un momento en el que usted agitó el puño con ira hacia
otra persona o fue el receptor de tal comportamiento. ¿Fue este un momento en el
que realmente necesitabas defenderte, o fue más bien una forma de desahogarte
y de intimidar a la otra persona? Este tipo de intimidación es común en la violen-
cia doméstica. ¿Cuál fue el efecto de su acción sobre su comportamiento y el de
ellos sobre el suyo? En cualquier caso, cuando nos dejamos llevar a una expresión
emocional incontenible, podemos separarnos de lo que estamos sintiendo. Somos
rehenes de estas emociones habituales, sin ser conscientes de que sólo pueden
ser transformadas si conscientemente restringimos y resistimos a ser desencade-
nados a la fase expresiva. El samurai perdió su falso yo y encontró la salvación por
una interrupción tan momentánea.
La contención promueve la elección entre un número de posibles respuestas
donde antes sólo había miedo, rabia, defensividad e impotencia. En la vida primiti-
va necesitábamos evaluar rápidamente si un individuo que conocimos en el bosque
era amigo o enemigo, seguro o peligroso. ¿Atacaría? ¿Deberíamos atacar primero
para protegernos, o sería mejor alejarnos en silencio? Sin embargo, en los tiem-
pos modernos somos más propensos a necesitar nuestras habilidades sociales
para diferenciarnos: ¿nos gusta o no nos gusta esta persona, y qué significa para
nosotros? En lugar de pelearnos, primero podríamos tratar de comprometernos
socialmente conversando con la persona; podríamos tratar de “desarmarla” con
una auténtica sonrisa. No actuamos por emoción, sino que nos guiamos por sen-
timientos sensacionales, como si no nos gustaran? Y lo más importante es que
tenemos que hacer esto antes de actuar, antes de que nos pongamos en marcha
con palabras de enojo. De esta manera mejoramos la capacidad de priorizar po-
sibles acciones motoras (y de momento a momento); podemos elegir cuál sería la
acción más apropiada.(156)
358 En una voz no hablada

Lo que los sentimientos hacen por nosotros

Biológicamente, la expresión de la emoción sirve principalmente como una fun-


ción de señalización vital. Por ejemplo, cuando estamos asustados, tanto nuestra
cara como nuestra postura permiten que todos los que nos rodean sepan directa-
mente que sentimos que el peligro acecha en el bosque o en los arbustos. Cuando
la bomba estalló en los Juegos Olímpicos de Atlanta de 1996, la cara de “ciervo
ante los faros” o “sácame de aquí” estaba presente en la nadadora Janet Evans,
mientras señalaba a todo el mundo (allí y en la televisión) que todos estábamos en
peligro. Si hubiera huido de la escena, es probable que muchos hubieran seguido
su orden no verbal. La mirada de miedo es inconfundible. Los ojos están abiertos
de par en par con las cejas levantadas. La boca está parcialmente abierta con las
esquinas fuertemente retraídas y las orejas hacia atrás. (157)
Una manada de alces que pastan y son observados por una manada de lobos
invasores utiliza su propio método. Aún sabiendo de su presencia, los alces siguen
pastando, es decir, hasta que uno de sus miembros percibe por primera vez que el
lobo ha penetrado en el perímetro “listo para golpear”. Luego, al gruñir y endure-
cerse, todos los demás son señalados para que sigan su ejemplo, corriendo juntos
hacia la seguridad.
Sin embargo, el miedo también puede estimular el pánico. Con frecuencia, las
personas resultan heridas o mueren a causa de la congelación de “ciervos ante los
faros”. No se puede decir que la emoción aquí sea adaptativa. Si nos congelamos
al cruzar la calle o mientras conducimos, la catástrofe está a la mano. Del mismo
modo, las náuseas y el disgusto que las acompaña son una señal adecuada, tanto
para uno mismo como para los demás, de que una sustancia ingerida no debe
ser ingerida. Sin embargo, esta respuesta es contraproducente (incluso perjudicial)
cuando se trata del patrón persistente de alguien que se involucra con alimentos
que no están contaminados. Esta respuesta inadaptada también puede ser desen-
cadenada por las personas. El disgusto, como reacción habitual a un toque sexual
apropiado o un abrazo cálido, puede destruir una relación y arruinar la vida de una
persona.
Emoción, el Cuerpo y el Cambio 359

Otro ejemplo de señalización emocional es el del bebé que llora con angustia.
Esta llamada de atención a la madre es un lamento de vida o muerte porque si el
bebé no puede obligar a su ministerio, seguramente morirá. El bebé está señalan-
do claramente una necesidad que preserva la vida, y el sonido es tal que la madre
no puede ignorarla fácilmente. Sin embargo, cuando, como adultos, lloramos por
nuestro abandono, este lamento quejumbroso hace poco para traer de vuelta al
amante que se ha enamorado de otra persona. De hecho, el dolor habitual puede
robarnos nuestra energía e impedirnos seguir adelante con nuestras vidas y crear
conexiones con alguien nuevo. En los tres casos, la vida es apoyada por la función
de señalización de la emoción, pero es negada por su continuidad incesante y
malapropuesta.
Parece que estamos atrapados en una contradicción intratable. En el caso de la
pérdida, puede ser que sólo moviéndonos a través del dolor (sintiéndolo) podamos
hacer la transición hacia una tolerancia y coraje que nos permita amar de nuevo,
mientras mantenemos la conciencia inquietante de que, inevitablemente, el tiempo
puede llevarse de nuevo a nuestro nuevo ser amado. De manera similar, una cierta
cantidad de ira puede ayudarnos a eliminar obstáculos en nuestras vidas, mientras
que la ira habitual y explosiva es casi siempre corrosiva para las relaciones y la
búsqueda de lo que realmente queremos y necesitamos en la vida. Incluso con
frecuencia pone al púgil o al soldado en una posición comprometida. Para ayudar
a resolver esta aparente paradoja, en primer lugar debemos entender que las emo-
ciones (que son reactivas) y los sentimientos (que tienen sus raíces en sensaciones
internas fluidas) son muy diferentes. Son diferentes en sus respectivas funciones y
en la forma en que colorean nuestras vidas.
Desde un punto de vista funcional, las sensaciones corporales son la brújula
que usamos para navegar por la vida. Nos permiten estimar el valor de las cosas a
las que debemos incorporar o adaptarnos. Nuestra atracción por lo que nos sostie-
ne y nuestra evasión de lo que es dañino son la esencia de la función del sentimien-
to. Todos los sentimientos derivan de los antiguos precursores del acercamiento y
la evasión; son en diferentes grados positivos o negativos.
Los sentimientos basados en sensaciones guían la respuesta adaptativa a las
evaluaciones. Las emociones, por otro lado, ocurren precisamente cuando las
adaptaciones del comportamiento (basadas en estas valoraciones) han fallado!
360 En una voz no hablada

Contrariamente a lo que tanto Darwin como James pensaban, el miedo no es lo que


dirige la fuga; tampoco sentimos miedo porque estamos huyendo de una fuente de
amenaza. La persona que puede huir libremente de la amenaza no siente miedo.
Sólo siente el peligro (evitar) y luego experimenta la acción de correr. Sólo cuando
se impide la huida se experimenta el miedo. De la misma manera, experimentamos
enojo cuando somos incapaces de golpear a nuestro enemigo o de resolver con
éxito un conflicto. No espero que aceptes esta proposición como cierta, sino que
sólo te pido que mantengas una mente abierta y curiosa. ¿Qué ha pasado con
nuestras emociones instintivas, tal como las describe Darwin? La respuesta es sim-
plemente que siguen ahí. Sin embargo, los pasos intermedios críticos que Darwin
no reconoció fueron descubiertos más tarde por los portadores de su legado, los
etólogos.
Una escena de un prado de montaña ayuda a ilustrar la diferenciación de sen-
timientos y emociones. Mientras usted está paseando tranquilamente en un prado
abierto, una sombra se mueve repentinamente en la periferia de su visión. Instin-
tivamente, todo su movimiento es detenido (con la sensación de un sobresalto);
reflexivamente usted se agacha en una postura algo flexionada. Después de esta
momentánea “respuesta de arresto”, su cabeza gira automáticamente en la direc-
ción de la sombra o el sonido. Intenta localizar e identificar la fuente. Los músculos
del cuello, la espalda, las piernas y los pies se coordinan para que todo el cuerpo
gire y se extienda. Los ojos se estrechan, mientras que la pelvis y la cabeza se
mueven horizontalmente, lo que le proporciona una visión óptima del entorno y la
capacidad de enfocar panorámicamente. Este patrón de acción inicial de dos fases
es una orientación instintiva que le prepara para responder flexiblemente a muchas
contingencias posibles; genera el tono de la sensación de “curiosidad expectante”.
La respuesta inicial de flexión del arrestador minimiza la detección por posibles
depredadores y posiblemente ofrece cierta protección contra la caída de objetos.
Principalmente, sin embargo, proporciona una sacudida convulsiva que interrumpe
cualquier patrón motor que ya esté en movimiento. Luego, a través del escaneo,
te prepara de manera flexible para los comportamientos de exploración (para las
fuentes de alimento, refugio y apareamiento) o para la defensa contra la depreda-
ción (experimentada como peligrosa y no como miedo).
Emoción, el Cuerpo y el Cambio 361

Si hubiera sido un águila volando la que arrojara la sombra, probablemente se


produciría una nueva orientación de rastreo. Los ajustes de los músculos postura-
les y faciales se coordinan inconscientemente. La nueva “actitud de interés”, al in-
tegrarse con el contorno de la imagen del águila en ascenso, se percibe como una
sensación de emoción. Este sentido estéticamente agradable, reconocido como la
sensación de disfrute, se ve afectado por la experiencia del pasado. Sin embargo,
también puede ser una de las muchas y poderosas predisposiciones arquetípicas
o corrientes subterráneas que cada especie ha desarrollado a lo largo de milenios
de tiempo evolutivo. La mayoría de los nativos americanos, por ejemplo, tienen una
relación muy especial, espiritual y mítica con el águila. ¿Es esto una coincidencia,
o hay algo impreso profundamente dentro de las estructuras del cerebro, cuerpo y
alma de la especie humana que responde intrínsecamente a la imagen del águila
con una correlativa excitación y asombro? La mayoría de los organismos poseen
disposiciones, si no respuestas específicas de aproximación/evitación, a grandes
contornos en movimiento. (*)
Si la sombra inicial hubiera sido de un oso pardo furioso (en lugar de un águila
en ascenso), se habría evocado una reacción muy diferente: la preparación para
huir... Esto no es, como descubrió James, porque pensamos “oso”, lo evaluamos
como peligroso y luego corremos. Esto se debe a que los contornos y caracterís-
ticas del animal grande, que se aproxima y se aproxima, proyectan un patrón de
luz particular sobre la retina del ojo. Esto estimula una configuración de activación
neuronal que se registra en las regiones cerebrales filogenéticamente primitivas.
Este “reconocimiento de patrones” desencadena, a su vez, la preparación para la
respuesta defensiva antes de que se registre en la conciencia. (†) Estas respuestas
inconscientes derivan de predisposiciones genéticas (así como de los resultados
de experiencias personales previas con animales grandes similares). Se activan
circuitos primitivos, no conscientes, desencadenando constelaciones preestable-
cidas o tendencias de postura defensiva. Los músculos, las vísceras y la actividad
del sistema nervioso autónomo cooperan en la preparación para el escape. Esta
preparación se percibe kinestésicamente y se une internamente, como una gestalt,
a la imagen del oso. La preparación para el movimiento defensivo y la imagen se
funden y se registran juntos como la sensación de peligro. Motivados por este sen-
timiento y no por el miedo, seguimos buscando más información (un bosquecillo
362 En una voz no hablada

de árboles, algunas rocas) mientras que al mismo tiempo nos inspiramos en nues-
tros bancos de memoria ancestrales y personales. Las probabilidades se calculan
inconscientemente, basadas en tales encuentros a lo largo de millones de años de
evolución de las especies, así como en lo que hemos aprendido individualmente
que funciona o no funciona. Nos preparamos para la siguiente fase de este drama
en desarrollo. Sin pensar, nos orientamos hacia un árbol grande con ramas bajas.
Se experimenta el impulso de huir y escalar. Si corremos, libremente orientados
hacia el árbol, tenemos la sensación de correr con dirección. El impulso de correr
(experimentado como la sensación de peligro) es seguido por una carrera exitosa
(experimentado como escape en lugar de miedo o ansiedad).
Por otro lado, consideremos una situación en la que es imposible escapar, en la
que estás atrapado. Esta vez te encuentras con un oso hambriento o herido que se
para en el camino y bloquea tu escape (como si estuvieras saliendo de un barranco
empinado). En este caso, la preparación defensiva para el vuelo, concomitante con
la sensación de peligro, se ve frustrada. La sensación de peligro cambiará entonces
abruptamente hacia un “estado emocional del miedo”. La respuesta se limita ahora
a la huida no dirigida y desesperada, al contraataque con rabia, o al colapso por
congelación. Esto último ofrece la posibilidad de disminuir el impulso de ataque
del oso. Si no está acorralado o herido, y es capaz de identificar claramente al ser
humano como indefenso y sin amenaza, el oso generalmente no atacará al intruso,
yendo por su propio camino.
La raíz griega para la “angst” es descriptiva, ya que significa “apretar fuerte” o
“estrangular”. Como se transmite en la pintura icónica de Edward Munch, El grito,
toda nuestra fisiología y psique se ven precipitadamente constreñidas por el terror
ansioso. Aunque puede permitirse una función de supervivencia de última hora, el
miedo es el asesino de la vida. Pi (en el libro La vida de Pi) nos habla de esta cura
de Aquiles:

“Es el único oponente verdadero de la vida. Sólo el miedo puede derrotar a


la vida. Es un adversario inteligente y traicionero, lo bien que lo conozco. No
tiene decencia, no respeta ninguna ley o convención, no tiene piedad. Va por
tu punto más débil, que encuentra con infalible facilidad.... La razón viene
a luchar por ti. Estás tranquila. La Razón está totalmente equipada con las
Emoción, el Cuerpo y el Cambio 363

últimas armas de tecnología. Pero, para su asombro, a pesar de las tácticas


superiores y de una serie de victorias innegables, la Razón se mantiene baja.
Te sientes debilitada, vacilante. Su ansiedad se convierte en temor. El mie-
do se vuelve completamente hacia tu cuerpo, el cual ya está consciente de
que algo terriblemente malo está sucediendo. Ya tus pulmones se han ido
volando como un pájaro y tus tripas se han deslizado como una serpiente.
Ahora tu lengua cae muerta como una zarigüeya, mientras que tu mandíbula
comienza a galopar en el acto. Tus oídos se vuelven sordos. Sus músculos
comienzan a temblar como si tuvieran malaria y sus rodillas tiemblan como
si estuvieran bailando. Tu corazón se esfuerza demasiado, mientras que tu
esfínter se relaja demasiado. Y así con el resto de tu cuerpo. Cada parte de
ti, de la manera más adecuada, se desmorona. Sólo tus ojos funcionan bien.
Siempre prestan la debida atención al miedo. [Están constantemente mero-
deando en busca de más objetos que den miedo.]”

Recordemos el caso de Sharon (en el capítulo 8). Ella fue la mujer que tuvo la
horrible experiencia de trabajar en el piso 80 del World Trade Center el 11 de sep-
tiembre de 2001. Durante su sesión la guié a la experiencia de ser guiada por un
empleado de la Autoridad Portuaria y encontrarse con una puerta cerrada con llave
en el piso setenta. De repente, atrapada e incapaz de completar la fuga, su cuerpo
quedó paralizado por el miedo. Al trabajar en esta experiencia, que restableció
sus reflejos al correr, abrió los ojos (hacia el final de la sesión), me miró y me dijo:
“Pensé que era el miedo lo que te hace llegar... pero no es... Es algo más poderoso,
algo mucho más grande que el miedo... Es algo que trasciende al miedo”. Y qué
profunda verdad biológica revela aquí.
Finalmente, la sensación de peligro es la conciencia de una actitud defensi-
va. Nos prepara para defendernos a través de la huida o el camuflaje. Del mismo
modo, cuando nuestra agresión no se ve frustrada, sino claramente dirigida, no
sentimos ira, sino que experimentamos la actitud ofensiva de protección, com-
batividad y asertividad. La ira es una agresión frustrada, mientras que la agresión
(desinhibida) encarna la autoprotección. Agresión saludable se trata de conseguir
lo que necesitas y proteger lo que tienes... Uno ve esto en el comportamiento de
los perros del vecindario. El perro 1 está en casa en su jardín, y luego viene el perro
364 En una voz no hablada

2. Ambos perros levantan sus patas e inscriben con su pis un borde territorial. Si
cada uno se queda de su lado, no habrá más problemas. Sin embargo, si el intruso
(perro 2) rompe este límite, el perro 1 probablemente levantará tierra con sus patas
traseras como advertencia. Si el perro 2 presta atención a esta pantalla, la situa-
ción se calma de nuevo. Sin embargo, si el perro 2 no cumple, entonces el perro 1
probablemente comenzará a gruñir. Finalmente, si el perro 2 no se aparta, habrá un
ataque de mordedura.
En resumen: sólo cuando la orientación normal y los recursos defensivos no
han podido resolver una situación, entran en juego la huida no dirigida, la parálisis
o el colapso. La rabia y el pánico al terror son los estados secundarios de ansiedad
emocional que se evocan cuando los procesos de orientación, y la preparación
para huir o atacar (que originalmente se consideraban como peligro), no tienen
éxito. Esto sólo ocurre cuando la agresión primaria no resuelve la situación, se
bloquea o se inhibe.

Cambiando cómo nos sentimos

Una deprimente y lluviosa tarde de enero, en las cálidas y húmedas pilas de la


biblioteca de graduados de Berkeley, estaba revisando los innumerables libros so-
bre teorías de la emoción. Esto fue mucho antes de la llegada de las computadoras
y Google, y mi estrategia de búsqueda era encontrar un área relevante en las pilas
de libros, en las catacumbas literarias, y pasar el día buscando material relaciona-
do. Me pareció que había casi tantas teorías de la emoción como autores. Con mi
heurístico “motor de búsqueda”, me encontré con un tesoro escondido: la obra
visionaria de una mujer llamada Nina Bull. Este libro, titulado The Attitude Theory of
Emotion, (158), clarificó lo que estaba observando con mis primeros clientes. Me dio
una clara comprensión conceptual del proceso de cambio emocional.
Trabajando en la Universidad de Columbia en las décadas de 1940 y 1950, Bull
realizó una notable investigación sobre la tradición experiencial de William James.
En sus estudios los sujetos fueron inducidos a un ligero trance hipnótico, y se
sugirieron varias emociones en este estado. Éstas incluían disgusto, miedo, ira,
depresión, alegría y triunfo. Se anotaron los autoinformes de los sujetos. Además,
Emoción, el Cuerpo y el Cambio 365

se elaboró un procedimiento estandarizado mediante el cual los sujetos eran ob-


servados por otros experimentadores. Estos observadores fueron entrenados para
ver y registrar con precisión los cambios en las posturas del sujeto. Los patrones
posturales, tanto los auto-reportados como los observados por los experimenta-
dores, fueron notablemente consistentes a través de múltiples sujetos. El patrón de
repugnancia, por ejemplo, involucraba las sensaciones internas de náuseas, como
en preparación para vomitar, junto con el comportamiento observado de alejarse.
El patrón en su conjunto se denominaba “repulsión” y podía variar en intensidad,
desde una forma más leve de aversión hasta un impulso casi violento de dar la
espalda y vomitar. Esta última respuesta podría ser reconocida como un esfuerzo
para expulsar algo tóxico, o como un medio para evitar que se le alimente con algo
que no le gusta. Este tipo de reacción se observa cuando se abusa de los niños
o se les obliga a hacer algo contra su voluntad, algo que no pueden “soportar”.
Esto puede ser cualquier cosa, desde la alimentación forzada con biberón hasta
la felación forzada o, a menudo, algo que no pueden digerir metafóricamente. (‡)
Bull analizó la respuesta de miedo y descubrió que consistía en una compul-
sión similar para evitar o escapar y que se asociaba con una tensión o congelación
generalizada de todo el cuerpo... También se señaló que los sujetos informaban
con frecuencia del deseo de huir, a lo que se oponía la incapacidad de desplazar-
se. Esta oposición llevó a la parálisis de todo el cuerpo (aunque algo menos en la
cabeza y el cuello). Sin embargo, el alejamiento por miedo era diferente al de la
repugnancia. Asociado con el miedo estaba el componente adicional de volverse
hacia recursos potenciales de seguridad y protección.
Bull descubrió que la emoción de la ira implica una división fundamental. Hubo,
por un lado, una compulsión primaria al ataque, como se observa en un tensado de
la espalda, los brazos y los puños (como si se prepararan para golpear). Sin embar-
go, también había un fuerte componente secundario de la tensión de la mandíbula,
el antebrazo y la mano. Esto fue auto-reportado por los sujetos, y observado por
los experimentadores, como una forma de controlar e inhibir el impulso primario
de atacar.
Además, estos experimentos exploraron los aspectos corporales de la tristeza
y la depresión. La depresión se caracterizó, en la conciencia del sujeto, como un
impulso crónicamente interrumpido. Era como si hubiera algo que querían pero que
366 En una voz no hablada

no podían alcanzar. Estos estados de depresión se asociaban frecuentemente con


una sensación de “pesadez cansada”, mareos, dolor de cabeza y una incapacidad
para pensar con claridad. Los investigadores observaron un impulso debilitado de
llorar (como si estuviera sofocado), junto con una postura colapsada, que transmi-
tía derrota y aparente letargo.
Todos reconocemos que hay una diferencia fundamental entre las emociones
negativas y positivas. Cuando Bull estudió los patrones de euforia, triunfo y alegría,
observó que estos efectos positivos (en contraste con los negativos de la depre-
sión, la ira y la repugnancia) no tenían un componente inhibitorio; se experimenta-
ban como pura acción . Los sujetos que sentían alegría reportaron una sensación
expandida en sus pechos, que experimentaban como flotante, y que estaba aso-
ciada con la respiración profunda y libre. La observación de los cambios posturales
incluyó un levantamiento de la cabeza y una extensión de la columna vertebral.
Estos comportamientos y sensaciones estrechamente entrelazados facilitaban una
respiración más libre. La mayoría de los sujetos que sentían alegría se sentían “lis-
tos para la acción”. Esta disposición fue acompañada con energía y el abundante
sentido de propósito y optimismo de que serían capaces de alcanzar sus metas.
Comprender la base contradictoria de las emociones negativas, y su contraste
estructural con las positivas, es revelador en la búsqueda de la totalidad. Todas
las emociones negativas estudiadas estaban compuestas de dos impulsos con-
tradictorios: uno impulsando la acción y el otro inhibiendo (es decir, frustrando)
esa acción. Además, cuando un sujeto estaba “encerrado” en la alegría por una
sugerencia hipnótica, no se podía producir un estado de ánimo de contraste (por
ejemplo, depresión, ira o tristeza) a menos que la postura (de alegría) se liberara pri-
mero. Lo opuesto también era cierto; cuando se sugería tristeza o depresión, no era
posible sentir alegría a menos que ese conjunto postural fuera cambiado primero.
Las respuestas faciales, respiratorias y posturales que apoyaron los efectos
positivos son opuestas a las observadas en la depresión. Hay una conmovedora
verdad que fue revelada hace años en un simple intercambio entre Charlie Brown
y Lucy (de la tira cómica Peanuts de Charles M. Schulz). Mientras caminaban jun-
tos, Charlie, desplomado y arrastrando los pies, se lamenta de su depresión. Lucy
sugiere que podría intentar ponerse de pie bien derecho, a lo que Charlie respon-
de: “Pero entonces no tendría de qué quejarme”, mientras continúa su camino
Emoción, el Cuerpo y el Cambio 367

resignado, encorvado y oprimido. ¿Y qué vamos a hacer si no tenemos a una Lucy


siempre vigilante para dilucidar lo obvio siempre desconcertante? Sin embargo,
tan correcto como Lucy estaba en un sentido metafórico, el cambio de humor no
es una cuestión de un simple cambio postural voluntario (como una postura militar
orgullosa). En efecto, alterar la disposición psicológica de uno es un proceso mu-
cho más complejo y sutil que involucra fundamentalmente, en cambio, el cambio
espontáneo e inconsciente de los estados posturales a través de la conciencia del
cuerpo.
El extenso trabajo del psicólogo Paul Ekman (159)
apoya el papel de la postura
facial en la generación de estados emocionales. Ekman entrenó a un número de
sujetos para contraer sólo los músculos específicos que se observaron durante la
expresión de una emoción en particular. Sorprendentemente, cuando los sujetos
eran capaces de realizar esta tarea (sin que se les dijera qué emoción estaban
simulando), a menudo experimentaban esos sentimientos, incluyendo los estados
de excitación autonómica apropiados.
En un experimento estrafalario, Fritz Strack, de la Universidad de Würzburg,
Alemania, hizo que dos grupos de personas juzgaran lo graciosos que les pare-
cieron algunos dibujos animados. En el primer grupo, los sujetos fueron instruidos
a sostener un lápiz entre sus dientes sin que tocara sus labios. Este procedimien-
to les obligó a sonreír (pruébelo usted mismo). Al segundo grupo se le pidió que
sostuviera el lápiz con los labios, pero esta vez sin usar los dientes. Esto obligó a
fruncir el ceño.
Los resultados reforzaron el trabajo de Ekman, revelando que las personas ex-
perimentan la emoción asociada a sus expresiones. En el trabajo de Strack los que
tenían una sonrisa forzada se sentían más felices y encontraban las caricaturas más
divertidas que los que se veían obligados a fruncir el ceño.
Para volverse aún más raro, Richard Wiseman (160) publicó una serie de chistes
en un sitio web de humor. La plantilla básica de la broma era que hay dos vacas en
un campo. Una vaca dice, “Moo”, y la otra vaca responde, “Iba a decir eso”. Cuan-
do este chiste se modificó con diferentes animales, lo más gracioso fueron dos
patos sentados en un estanque. Uno de los patos dice: “Cuac,” y el otro responde:
“Iba a decir eso.” De hecho, fue el sonido “k” que se escuchó en “quack” y “duck”
lo que se experimentó como especialmente gracioso. Una vez más puede haber
368 En una voz no hablada

sido la retroalimentación facial (como el experimento del lápiz) lo que hizo que la
gente sintiera una alegría particular.
Nikolaas Tinbergen, en su discurso de aceptación del Premio Nobel titulado
“Ethology and Stress Disease,” (161) describió y ensalzó los efectos beneficiosos de
un método de reeducación postural llamado el método Alexander. Tanto él como
su familia, al someterse al proceso de tratamiento de Alexander, habían experimen-
tado una mejora drástica en el sueño, la presión arterial, la alegría, el estado de
alerta y la resistencia al estrés general. Otros científicos y educadores prominentes
también habían escrito sobre los beneficios de este tratamiento. Entre ellos se en-
contraban John Dewey, Aldous Huxley y científicos como G. E. Coghill, Raymond
Dart, e incluso el gran decano de la fisiología y anterior premio Nobel, Sir Charles
Sherrington. Si bien la admiración de individuos tan prominentes es provocativa, di-
fícilmente constituye una prueba científica rigurosa. Por otro lado, es poco probable
que hombres de tal rigor intelectual hayan sido engañados.
F. M. Alexander y Nina Bull habían reconocido el papel íntimo de los patrones
de tensión corporal en el comportamiento. Alexander, un actor de Shakespeare
nacido en Australia, había hecho su descubrimiento accidentalmente. Un día, mien-
tras interpretaba Hamlet, perdió la voz. Buscó la ayuda de los mejores médicos de
Australia. Sin obtener alivio y desesperado, buscó la ayuda de los médicos más
influyentes de Inglaterra. Sin cura, y dado que la actuación era su única profesión,
Alexander regresó a casa en gran desesperación.
Según cuenta la historia, su voz regresó espontáneamente, sólo para volver
a desaparecer de forma elusiva. Alexander comenzó a observarse en el espejo,
esperando que pudiera notar algo que se correlacionara con su capacidad vocal
errática. Lo hizo. Observó que el retorno de su voz estaba relacionado con su pos-
tura. Después de numerosas observaciones, hizo el sorprendente descubrimiento
de que había posturas claramente diferentes, una asociada con la voz y otra sin
voz. Para su sorpresa, descubrió que la postura asociada con la voz fuerte y au-
dible se sentía mal, mientras que la postura de la voz débil o ausente se sentía
bien. Alexander siguió este enfoque de observación durante buena parte de nueve
años. Se dio cuenta de que la postura muda se sentía bien simplemente porque le
era familiar, mientras que la postura de apoyo a la voz se sentía mal sólo porque
no le era familiar. Alexander descubrió que ciertas tensiones musculares podían
Emoción, el Cuerpo y el Cambio 369

causar una compresión del eje cabeza-cuello-espina dorsal, resultando en pro-


blemas respiratorios y consecuentemente en la pérdida de la voz. La disminución
de estas tensiones aliviaría la presión y permitiría que la columna vertebral volviera
a su máxima extensión natural. Atender a esta disparidad le permitió a Alejandro
curarse de su aflicción. Así, a través de una mejor comunicación mente-cuerpo,
fue capaz de recuperar gran parte de su facilidad natural de movimiento, lo que
condujo a una economía de esfuerzo, así como a un mejor rendimiento. Al darse
cuenta de que tenía los ingredientes para una nueva carrera, Alexander dejó la
actuación y comenzó a trabajar con otros actores y vocalistas con problemas de
interpretación similares. También comenzó a trabajar con músicos cuyos cuerpos
estaban retorcidos y doloridos por las posturas tensas que creían que eran nece-
sarias para tocar sus instrumentos. El gran violinista Yehudi Menuhin fue uno de
sus alumnos. Un número de estrellas famosas del pop y actores, incluyendo a Paul
McCartney, Sting y Paul Newman, habían recibido tratamientos de los maestros del
método Alexander y cantaron en voz alta sus elogios. Sin embargo, aún hoy en día,
este método sigue siendo bastante oscuro, en parte porque requiere un enfoque
exigente y refinado.(§)
El trabajo terapéutico de Alexander (descrito en su libro The Use of the Self) (162)
consiste en manipulaciones muy suaves, primero exploratorias y luego correctivas.
Es esencialmente una reeducación de todo el sistema muscular. El tratamiento co-
mienza con la cabeza y el cuello y posteriormente incluye otras áreas del cuerpo.
No hay tal cosa como una posición correcta, descubrió, pero hay tal cosa como
una dirección correcta.
Combinemos ahora las observaciones de Alexander (del efecto de la postura
sobre la función) con la sabia visión de Lucy sobre la causa del sufrimiento innece-
sario, pero autoperpetuante, de Charlie Brown. A lo que llegamos es a la profunda
implicación de la autoconciencia del cuerpo en el proceso de cambio. Una manera
directa y efectiva de cambiar la competencia funcional y el estado de ánimo de una
persona es a través de la alteración de la propia postura y, por lo tanto, cambiando
la retroalimentación proprioceptiva y kinestésica al cerebro.(163) Recordemos que la
corteza prefrontal media (que recibe gran parte de sus aferencias desde el cuerpo)
es la única área del neocórtex que puede alterar el sistema límbico y, a su vez, la
emocionalidad. Por lo tanto, la conciencia de las sensaciones corporales es crítica
370 En una voz no hablada

para cambiar los estados funcionales y emocionales. Una vez más se nos recuerda
que es principalmente a través de la conciencia motivada de las sensaciones in-
ternas que los dragones corrosivos de los estados emocionales negativos pueden
ser domesticados. Recuerda cómo, en lugar de expresar su rabia habitual, el in-
fierno personal del samurai fue arrestado, expuesto y puesto en conocimiento por
la impecable sincronización del maestro Zen. Sólo cuando el descarado samurai
aprendió a contenerse y “sentir en” sí mismo, fue capaz de transformar su furia en
felicidad. Tal es la alquimia de la transformación emocional.

Actitud: Reconciliar las emociones y los sentimientos

¿Cómo altera la postura el estado de ánimo y produce un cambio duradero?


Recordemos cómo Nina Bull demostró que las emociones intensas ocurren sólo
cuando se restringe la acción emocional. O dicho de otra manera, es la moderación
la que permite que la actitud postural se vuelva consciente para que la actitud se
convierta en un sentimiento-conciencia. Esto está parcialmente de acuerdo con
el conocido argumento del neurólogo Antonio Damasio de que la emoción “es la
conciencia del cuerpo”. Esta perspectiva también está alineada con la teoría peri-
férica de la emoción de William James, en la que “tenemos miedo porque estamos
huyendo del oso”. Sin embargo, lo que creo que ambos se han perdido, y lo que
Nina Bull ha captado profundamente, es la relación recíproca entre la expresión
de la emoción y la sensación de emoción... Cuando expresamos emociones “sin
pensar”, eso es precisamente lo que estamos haciendo. La reactividad emocional
casi siempre impide la conciencia consciente. Por otro lado, la moderación y la
contención del impulso expresivo nos permite tomar conciencia de nuestra actitud
postural subyacente. Por lo tanto, es la restricción la que trae un sentimiento a la
conciencia consciente. El cambio sólo ocurre donde hay plenitud de conciencia, y
la plenitud de conciencia sólo ocurre donde hay sentimientos corporales (es decir,
la conciencia de la actitud postural).
Una persona que siente profundamente no es una persona que habitualmente
expresa ira, miedo o pena. Las personas sabias y afortunadas sienten sus emo-
ciones en la tranquilidad de su interior, aprenden de sus sentimientos y son guia-
Emoción, el Cuerpo y el Cambio 371

das por ellos. Ellos actúan intuitiva e inteligentemente sobre esos sentimientos.
Además, comparten sus sentimientos cuando es apropiado y responden a los
sentimientos y necesidades de los demás. Y, por supuesto, porque son humanos,
explotan de vez en cuando; pero también buscan la raíz de estas erupciones, no
principalmente como causadas por otro, sino como un desequilibrio o inquietud
dentro de sí mismos.
Mientras que las sensaciones físicas se distinguen cuantitativa y cualitativa-
mente de las emociones, ambas derivan en última instancia de los instintos. Los
cinco instintos emocionales categóricos descritos por Darwin son el miedo, la ira,
la tristeza, el asco y la alegría. Sin embargo, los sentimientos, como la concien-
cia de una actitud corporal, vienen en un rango virtualmente infinito y se mezclan.
Estos incluyen el agridulce anhelo de un amigo ausente o la tierna alegría por la
espontaneidad de un niño. Las emociones darwinianas corresponden a distintos
instintos, mientras que los sentimientos expresan una mezcla de matices y permu-
taciones (basados en sensaciones). Además, los sentimientos corporales encarnan
una relación entre un objeto o situación y nuestro bienestar. Son, en ese sentido,
una elaboración de los valores afectivos básicos de acercamiento y evasión. Los
sentimientos son el camino básico por el cual hacemos nuestro camino en el mun-
do. En contraste, los estados emocionales (obsesionados) se derivan de impulsos
frustrados o del compromiso de la última movilización desesperada de emergencia
(lucha/huida/congelación). Con la escasez de tigres dientes de sable, esta reacción
crítica de último recurso rara vez tiene sentido en la vida moderna. Sin embargo,
nos vemos obligados a enfrentarnos a una miríada de amenazas muy diferentes,
como los coches que circulan a gran velocidad y los cirujanos demasiado impa-
cientes, para los que carecemos de protocolos preparados de forma evolutiva.
Las emociones son nuestros compañeros constantes, mejorando nuestras vi-
das y desviándolas de ellas. La forma en que navegamos por el laberinto de emo-
ciones es un factor central en la conducta de nuestras vidas, para bien o para
mal. La pregunta es: ¿bajo qué condiciones las emociones son adaptables y, a la
inversa, cuándo son inadaptadas? En general, cuanto más una emoción adquiere la
cualidad de choque o erupción, o más se suprime o reprime, más prominente es la
inadaptación. En efecto, a menudo una emoción comienza de forma útil y luego, al
suprimirla, se vuelve contra nosotros en forma de síntomas físicos o en una explo-
372 En una voz no hablada

sión tardía y exagerada. La ira y el resentimiento, cuando se niegan, pueden llegar a


un nivel explosivo. Hay una expresión popular que es apta aquí: “Lo que resistimos,
persiste.” Por muy dañinas que puedan ser las emociones, reprimirlas sólo agrava
el problema. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la diferencia entre repre-
sión/supresión y restricción/contención es significativa aunque elusiva. Recuerda
una vez más cómo el guerrero samurai delicada, pero definitivamente, detuvo su
compulsión por golpear, permitiéndole sentir su (anterior) furia asesina simplemente
como pura energía -y en última instancia como la dicha de sentirse vivo.
Como el padre exitoso sabe, esta estrategia funciona bien con los niños. En
lugar de reprimir al niño, fomentando un hábito de represión, estos padres ayudan
al niño proporcionándole una interrupción oportuna, a la vez que lo guían para que
sienta su enojo y busque la fuente de sus necesidades y deseos. De esto se trata
la sana agresión. Por otro lado, tenemos al padre permisivo que deja que el niño se
salga de control con rabietas, como el samurai estaba a punto de hacer pero con
consecuencias letales. El padre efectivo, sin embargo, provee y canaliza la agresión
del niño de una manera útil. Lo hacen permitiendo que el niño sienta su ira y ayu-
dándole a entender qué es lo que le vuelve loco.
Si las emociones no son demasiado extremas y se abordan con una cierta pos-
tura, pueden servir la función de guiar nuestros comportamientos, incluso moverlos
hacia metas positivas. He aquí un ejemplo con el que la mayoría de nosotros puede
identificarse. Bob vuelve a casa del trabajo y encuentra su casa en el caos. Está
furioso y quiere gritarle a Jane y a los niños, pero “tapa” su rabia. A la hora de acos-
tarse no puede relajarse y tiene un ataque agudo de reflujo gástrico. Su esposa,
después de un día agotador, desea hacer algún contacto con su marido. Ella quiere
que él comparta algo sobre su día o cómo se siente y le pregunta si algo anda mal.
Dice: “Nada, sólo estoy cansado”, y se fija en el sabor crudo, agrio y ardiente de los
jugos gástricos que tiene en la garganta. Jane se quema por dentro, acusándolo de
ser distante y remoto. Se lamenta de que no puede saber dónde se encuentra; se
queja de que “no puede sentirlo”. Se retira aún más.
Alternativamente, pueden tener una pelea de ataque/contraataque que culmina
en que ella recuerde algo que él hizo para molestarla hace dos años... A esta per-
cepción de culpa él responde que ni siquiera recuerda de lo que ella está hablando;
y en lo que a él respecta, ni siquiera sucedió. “¿Qué te pasa?” murmura en voz
Emoción, el Cuerpo y el Cambio 373

baja. No es consciente de que (1) cuando una mujer se activa (emocionalmente),


permanece estresada durante mucho más tiempo que un hombre. El corazón pal-
pitante y los pensamientos acelerados de la mujer siguen atascados. Y (2) en sus
pensamientos acelerados, Jane trata de encontrar una explicación para su corazón
desbocado, creyendo que si puede encontrar la causa (identificándola como una
amenaza externa real -como biológicamente se pretende), entonces podría calmar-
se. Al escanear sus bancos de memoria en este estado activado, tropieza con el
tiempo en el que (ella percibió) que Bob la lastimó. Aprovechando esta “explica-
ción” de su angustia, se siente obligada a actuar sobre ella, “arrojándola a la cara
de Bob”. De esta manera, Jane está haciendo lo que su fisiología le exige mientras
él percibe que “ella lo culpa de nada”. Esta danza de dagas intensifica su defensa
y su furiosa ira. Atrapados en combate mortal, ambos buscan un Valium. A medida
que el Valium (que relaja sus músculos) hace efecto, ambos se sienten mejor - a
ambos les parece que la explosión fue por nada. Bob espera que mañana sea una
pizarra limpia, y Jane se pregunta por qué en el mundo ella arrastró ese evento
de dos años de antigüedad, no menos que golpeando a Bob en la cabeza con él.
Sin embargo, cuando se despiertan a la mañana siguiente, se desconectan física,
emocional, psicológica y espiritualmente. Además, las investigaciones muestran
que este tipo de conflicto sin resolver afecta al sistema inmunológico de la pareja,
lo que lo deprime y reduce la capacidad de cicatrización de las heridas en los
próximos días. (‖)
Rebobinar y reproducir: Bob entra en la casa. Enfrentado al caos, se siente
enojado, pero ni reprime ni explota. Esta vez, apoyado por la presencia centrada
y tranquila de su esposa, atiende tímidamente a su cuerpo. Nota que su corazón
se acelera, mientras que los músculos de sus brazos, hombros, espalda, cuello y
mandíbula se tensan. Después de compartir su conciencia con su esposa, Bob tie-
ne la fugaz visión de una bomba a punto de explotar. Siente el impulso de golpear
con los puños; su ira se intensifica momentáneamente pero luego cede. El agarre
del tornillo de banco en sus músculos tensos comienza a aflojarse. (Estos múscu-
los habían sido comprometidos, como demostró Nina Bull, para inhibir el impulso
original de golpear.) Bob suspira aliviado mientras sus piernas comienzan a temblar.
Él “deja entrar” la presencia de apoyo de su esposa y de repente recuerda: “Oh sí,
eso es lo que era. Antes de salir de la oficina, Alex, el supervisor y yo estábamos
374 En una voz no hablada

discutiendo un plan de marketing para el nuevo widget. Alex y yo teníamos opinio-


nes muy diferentes; simplemente no podíamos estar de acuerdo. Me sentía compe-
titivo. Éramos combativos, pero en el buen sentido. Me sentí contundente y claro.
Supongo que podríamos haberlo sacado a martillazos. En cambio, no encontramos
una solución cuando recordé que Alex estaba saliendo con la hija del jefe. Ahogué
mi poder e ingenio, y entonces, sí, fue cuando me sentí enfurecido. Quería estran-
gular a Alex pero luego me retiré. Sólo quería irme e irme a casa. El resto del día
estuve rabioso en silencio. Y luego, cuando las cosas estaban, bueno, como suelen
estar en casa, quise explotar. Sentí la misma rabia que había sentido en el trabajo.
Supongo que exploté cuando puse un pie en el lío familiar de mi casa; sólo quería
desahogarme. Yo estaba.... bueno, realmente asustado de que pudiera lastimarte a
ti o a los niños. Así que en vez de eso, me fui a leer el periódico y me puse a hervir
silenciosamente detrás de mi fortaleza de papel. No quería explotar contigo y con
los niños. En realidad, lo que quería era el contacto tranquilo que estoy recibiendo
de ti ahora”. Este estado de calma, a diferencia del alivio temporal proporcionado
por el Valium en el primer escenario, es un cambio real en su percepción de la
seguridad, un cambio duradero. Se logra mediante un proceso de autorregulación
y compromiso social, en lugar del enmascaramiento temporal que ofrece un tran-
quilizante, aunque ambos actúan para relajar los músculos tensos. Esta experiencia
de colaboración es lo que acerca a Bob y Jane.
El sentimiento de combatividad que Bob experimentó en la oficina fue podero-
so, enfocado y motivador. Si no se hubiera detenido, podría haber entrado en una
negociación productiva con Alex. Sin embargo, cuando frustró este proceso (de-
bido a una amenaza percibida que puede o no haber existido realmente), su senti-
miento dirigido de agresión saludable (para obtener lo que necesitaba y proteger lo
que tenía), estalló en rabia (impotente). Esta transición abrupta -de un proceso de
sentimiento fluido y organizador a un estado emocional desorganizado, improduc-
tivo y reactivo- es lo que tan brillantemente estudió Nina Bull.
Entonces, ¿por qué nos quedamos atascados con nuestros estados emocio-
nales negativos, usándolos habitualmente como nuestro único conjunto de camisa
y pantalones? Muchas personas (como los jóvenes samuráis) usan su ira para inti-
midar. Otros se entregan a la tristeza habitual y siguen siendo víctimas indefensas.
Para Bob y Jane (en el escenario inicial), sus emociones sirvieron para separarlos.
Emoción, el Cuerpo y el Cambio 375

En 1978, después de completar mi trabajo doctoral, tomé unas vacaciones


remuneradas como profesor en residencia en el Instituto Esalen, enclavado sobre el
mar embravecido de la impresionante y serrada costa del Gran Sur. Como parte de
mis deberes, dirigí lo que se llamó el foro de asiento abierto. En este ambiente de
grupo, los miembros de la comunidad de Esalen podían entrar y recibir terapia gra-
tuita. Mis deberes fueron ejecutados el lunes y el jueves por la tarde. Después de
varias semanas me quedé perplejo por un fenómeno intrigante. Los jueves fueron
bastante tranquilos, y los clientes improvisados trabajaban en general de manera
productiva. Sin embargo, los lunes fueron una historia muy diferente. Era como si
hubiera petardos encendidos el 4 de julio. Una persona tras otra venía a verme y,
sin avisarme, se desmoronaba en sollozos o aporreaba almohadas con rabia sin
dirección (e impotente).
Una posible explicación para esta divergencia semanal me llegó inesperada-
mente. Un día, cuando pasé por el tablón de anuncios fuera de la oficina, ví una
nota que anunciaba que un grupo particular, que fomentaba la hiperventilación y
una fuerte catarsis emocional, había sido cancelado para ese miércoles por la no-
che. Estaba previsto que se reanudara la semana siguiente. Hmm, me preguntaba,
¿este jueves normalmente tranquilo sería como los caóticos lunes? Y lo fue.
A principios de ese mismo año, mi hermano Jon había publicado un estudio
histórico en la revista médica Lancet. (164) En esta investigación, le habían dado a un
grupo de pacientes que se recuperaban de una cirugía de la mandíbula un goteo
intravenoso de morfina o un placebo que consistía en solución salina fisiológica. A
ambos grupos se les dijo que se les estaba administrando un analgésico potente.
Dos tercios de los pacientes que recibieron el placebo salino tuvieron un efecto tan
profundo de alivio del dolor como el grupo de pacientes que recibieron una dosis
grande de morfina, el “gold standard” de la reducción del dolor. (a)
Los hallazgos de Jon, asombrosos por derecho propio, fueron superados por
la siguiente fase de la investigación. Cuando a los pacientes se les dio el placebo
más naloxona, la respuesta al placebo fue completamente negada. Naloxona es
una droga que no tiene absolutamente ningún efecto cuando se administra a un
individuo sobrio (no muy diferente al efecto de Viagra en un individuo cuya dosis es
seguida por un paseo tranquilo con el perro). Sin embargo, cuando se administran
en la sala de emergencia a los adictos que han tomado una sobredosis de heroína,
376 En una voz no hablada

se ponen sobrios en segundos. El modo de acción de la naloxona es como un


antagonista de opiáceos. Esto significa que la naloxona se adhiere a los receptores
opiáceos en todo el cerebro, bloqueando así la unión y la acción tanto de las drogas
opiáceas exógenas, incluida la morfina y la heroína, como de los propios opiáceos
endógenos del cuerpo (internamente autogenerados), llamados endorfinas. Lo que
Jon y sus colegas habían demostrado con estos experimentos era que el cerebro
posee su propio sistema de mediación del dolor. El efecto analgésico de estas en-
dorfinas endógenas puede ser tan potente como el de los opiáceos más potentes
conocidos, como la morfina.
Lo que se me ocurrió en Esalen fue la posibilidad de que había sido testigo
de los efectos de la abstinencia de opiáceos durante nuestras sesiones del lunes.
Esto contrastaba fuertemente con los jueves, cuando la orgía de opiáceos de la
noche anterior, estimulada por la catarsis hiperventilante, produjo un grupo de par-
ticipantes “drogados” y espaciados. Estos grupos de los jueves estaban poblados
por miembros de la comunidad que recientemente habían recibido su dosis de
drogas el miércoles y no deseaban otra. En particular, me preguntaba si las intensas
abreacciones emocionales que observaba los lunes eran un método por el cual los
participantes liberaban sus propios opiáceos internos (endorfinas), esencialmente
dándose una dosis, no muy diferente a una inyección de morfina.
Emocionado por mi hipótesis, llamé a mi hermano por teléfono. Como todavía
no se sabía que las regiones del cerebro y las vías neurales responsables del do-
lor físico y emocional eran casi idénticas, la respuesta de Jon no fue alentadora.
“Peter”, dijo, compadeciéndose de mi ingenuidad, “no seas tonto”, mientras se
las arreglaba para dar un merecido puñetazo a su hermano mayor, una rivalidad
reafirmada. Sin embargo, unos años más tarde, Bessel van der Kolk replicó el expe-
rimento de Jon. (165) Esta vez la atención se centró en el bloqueo de la naloxona de
las endorfinas liberadas por el dolor emocional, en lugar de físico. Estudió un tra-
tamiento común para el trastorno de estrés postraumático (TEPT) administrado, en
ese momento, a veterinarios de Vietnam en los hospitales VA del país. Estos desa-
fortunados soldados fueron provocados repetidamente a “revivir” sus horribles ex-
periencias en el campo de batalla. En esta “terapia”, fueron forzados, por ejemplo,
a ver películas sangrientas de guerra como Platoon con los brazos atados a una
silla. Estas exposiciones frecuentemente catapultaron a los veteranos a intensas
Emoción, el Cuerpo y el Cambio 377

abreacciones emocionales. Sin embargo, cuando la naloxona fue administrada an-


tes de estas sesiones catárticas (privándolos de su afluencia de endorfinas autoin-
ducida), pronto perdieron el interés en participar en otras sesiones “terapéuticas”.
Como observé a muchos de los asistentes a los talleres a lo largo de los años
(que volvían una y otra vez), no pude evitar preguntarme si también estaban indu-
ciendo sus propias subidas químicas. Sus dramatizaciones repetidas y catárticas,
gritando a sus padres o golpeando almohadas con una ira sin fin, parecían ser
gratificantes, y los trajeron de vuelta para más arreglos. En mi propia vida, también
me pregunté si había una cualidad adictiva en algunas de mis anteriores relaciones
dolorosas y turbulentas que parecía que estaba creando y recreando.
Mientras que las expresiones catárticas de emoción en las sesiones de terapia
pueden ser de valor, la confianza en la liberación emocional proviene de un malen-
tendido fundamental sobre la naturaleza misma de los sentimientos y las emocio-
nes. El trabajo de Nina Bull nos proporciona una visión, tanto de la naturaleza de
las emociones habituales como de por qué los sentimientos a los que se accede a
través de la conciencia corporal, en lugar de la liberación emocional, nos traen el
tipo de cambio duradero que tanto deseamos...

_________________________________________________
* Un polluelo o un pequeño mamífero respondería corriendo para esconderse o escapar.

† Esto es análogo al fenómeno de la vista ciega.

‡ Véase el episodio 74 de Intervención de A&E (temporada 6, episodio 2), en el que una niña
llamada Nicole había sido obligada por su vecino de al lado (y mejor amigo de su padre) a rea-
lizar una felación durante varios años. Una vez que su familia se enteró, trataron de encubrirlo,
y Nicole se vio obligada a vivir al lado del hombre durante años. Más tarde, Nicole desarrolló un
reflejo nauseoso hiperactivo, dejándola incapaz de tragar nada, incluyendo su propia saliva. La
colocaron un tubo de alimentación.

§ Muchos de los principios de Alexander inspiraron el trabajo de Moshe Feldenkrais e Ida Rolf.

‖ En un estudio de 150 parejas, la mayoría en sus sesentas, los investigadores encontraron que
las mujeres que se comportaban de manera hostil durante las disputas maritales eran más pro-
pensas a tener aterosclerosis, especialmente si sus maridos también eran hostiles. En los hom-
378 En una voz no hablada

bres, la hostilidad -la propia o la de sus esposas- no estaba relacionada con la aterosclerosis.
Sin embargo, los hombres que se comportaban de manera dominante o controladora -o cuyas
esposas se comportaban de esa manera- eran más propensos a tener obstruidas las arterias
coronarias. “El único grupo de hombres que tenía muy poca aterosclerosis eran aquellos en los
que tanto ellos como sus esposas podían hablar de un desacuerdo sin ser controladores en
absoluto”, dijo Smith. “Así que la ausencia de un juego de poder en la conversación parecía ser
una protección cardiaca para los hombres”, concluyó (Dr. Timothy Smith, Universidad de Utah,
Reuters, 3 de marzo de 2006).

a En los casos en los que el placebo no funcionó, a los pacientes se les dio rápidamente la
morfina real para que su sufrimiento innecesario fuera de corta duración.
379

CAPÍTULO 14

Trauma y Espiritualidad

Si sacas lo que hay dentro de ti,

Entonces lo que está dentro de ti

Será tu salvación.

Si no sacas lo que hay dentro de ti,

Entonces lo que está dentro de ti

Te destruirá.

-Los Evangelios Gnósticos

D
urante toda mi vida trabajando con personas traumatizadas, me ha impresio-
nado la relación intrínseca y casada entre el trauma y la espiritualidad. Des-
de mis primeras experiencias con clientes que sufren de una enorme variedad de
síntomas incapacitantes, he tenido el privilegio de ser testigo de transformaciones
profundas y auténticas. Aparentemente de la nada, como en el caso de Nancy,
del capítulo 2, que fue “sostenida en cálidas olas con hormigueo”, tales “efec-
tos secundarios” inesperados aparecieron cuando estos individuos dominaban los
monstruosos síntomas traumáticos que los habían atormentado, emocional, física
y psicológicamente. Estas sorpresas incluyeron alegría extática, exquisita claridad,
enfoque sin esfuerzo y un sentido de unidad que lo abarca todo. Además, muchos
de mis clientes describieron experiencias profundas y duraderas de compasión,
paz y plenitud. De hecho, no era inusual después de ese profundo cambio interno
de sentir la “bondad del yo”, quizás por primera vez, referirse a su trabajo terapéu-
tico como “una experiencia santa”. Mientras que estos individuos se dieron cuenta
de los objetivos clásicos de cambios duraderos en la personalidad y el comporta-
miento, estos efectos secundarios trascendentes eran simplemente demasiado po-
tentes y robustos para pasarlos por alto. Me he visto obligado a seguir estos emo-
380 En una voz no hablada

cionantes y elusivos enigmas con asombro y curiosidad durante muchas décadas.


Debido a que el diagnóstico formal de trauma, como el Trastorno de Estrés
Postraumático (TEPT) en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos
Mentales DSM-III, todavía estaba a más de una década de distancia cuando mi
nueva odisea estaba en su infancia, no tenía un conjunto formulado de criterios pa-
tológicos para distraerme indebidamente. Era más libre de observar en la tradición
de los etólogos. Desde este punto de vista, y sin una lista premeditada de sínto-
mas, pude monitorear las reacciones corporales y los auto-reportes de mis clien-
tes mientras participaba en su proceso transformador de curación. Las reacciones
fisiológicas altamente cargadas descritas en los capítulos anteriores, incluyendo
temblores y sacudidas (cuando se experimentan como una descarga segura) junto
con cambios espontáneos dramáticos en la temperatura, la frecuencia cardíaca y
la respiración, ayudaron a restaurar su equilibrio. Estas reacciones también promo-
vieron una preparación relajada, una aptitud similar a la que se cultiva en el Zen y
en las artes marciales como el aikido.
Al clasificar este tipo de experiencias involuntarias, energéticas y profunda-
mente conmovedoras, me di cuenta de que las reacciones de mis clientes manifes-
taban lo que era correcto y normal, en lugar de lo que era incorrecto y patológico.
En otras palabras, exhibían procesos innatos de autorregulación y autocuración.
Y a medida que los animales continuaban con su trabajo diario después de tales
reacciones de descarga, también mis clientes se volvieron a comprometer con la
vida con renovada pasión, aprecio y aceptación.
Al mismo tiempo, con frecuencia tocaron una variedad de experiencias que
aprendí a apreciar como encuentros espirituales, tales como los sentimientos de
vida, calidez, alegría y plenitud de Nancy. Al avanzar hacia la comprensión de esta
relación intrínseca entre el trauma (“energía de supervivencia cruda y latente”) y la
espiritualidad, me emocioné al encontrarme con un artículo formativo de Roland
Fischer publicado en la prestigiosa revista Science . Surgió un principio sorpren-
dente e inesperado: que la experiencia espiritual está unida a nuestros instintos
animales más primitivos.
Trauma y Espiritualidad 381

Estados trascendentales

El artículo de Roland Fischer, titulado “A Cartography of the Ecstatic and Medi-


tative States” (166) (Una cartografía de los estados estáticos y meditativos), describió
un esquema para mostrar la asociación de varias actividades parasimpáticas y sim-
páticas (autonómico-instintivas) con experiencias místicas y meditativas. Aunque
los detalles de su trabajo están más allá del alcance de este breve capítulo, basta
decir que sospechaba que su visión de la base psicofisiológica de varios estados
místicos era paralela a la gama de experiencias “transpersonales” que mis clientes
estaban encontrando cuando se relajaban y liberaban de sus traumas.
El trauma representa una profunda compresión de la energía de “superviven-
cia”, energía que no ha sido capaz de completar su curso de acción significativo.
Cuando en la sesión terapéutica, esta energía se libera gradualmente (“Paso 4 en
el Capítulo 5”) y luego se redirige desde su desvío sintomático hacia su curso na-
tural, uno observa (de una forma más suave y menos aterradora) los tipos de re-
acciones que observé con Nancy. Al mismo tiempo, las cualidades numinosas de
estas experiencias se integraron de manera elegante, automática y consistente en
la estructura de la personalidad. La habilidad de acceder a la liberación rítmica de
esta energía ligada hace toda la diferencia en cuanto a si nos destruirá o vitalizará.
Las respuestas primitivas de supervivencia implican hazañas extraordinarias
de atención concentrada y acción efectiva. La madre que levanta el coche de su
hijo atrapado moviliza una vasta (casi sobrehumana) energía de supervivencia. Es-
tas mismas energías, cuando se experimentan a través de la percepción corporal
titrada, también pueden abrirse a sentimientos de mayor concentración, éxtasis
y bienaventuranza. La propiedad de estas sensaciones primordiales de energía
“oceánica” promueve la transformación encarnada y (como sugiere la cartografía
de Fischer) la experiencia de la “intemporalidad” y la “presencia” conocida en la
meditación como “el eterno ahora”. Además, parece que las mismas estructuras
cerebrales que son centrales para la resolución del trauma también son fundamen-
tales en varios estados “místicos” y “espirituales”. (167)
En el Este, el despertar del Kundalini en el primer (o centro de superviven-
cia) chakra ha sido conocido por mucho tiempo como un vehículo para iniciar una
382 En una voz no hablada

transformación extática. En el trauma, se provoca una activación similar, pero con


tal intensidad y rapidez que abruma al organismo. Si podemos acceder gradual-
mente y reintegrar esta energía en nuestro sistema nervioso y estructuras psíqui-
cas, entonces la respuesta de supervivencia incrustada dentro del trauma también
puede catalizar una auténtica transformación espiritual.
Cuando empecé a explorar la relación entre la transformación del trauma y
la experiencia del Kundalini, busqué la confirmación de esta conexión. Por esa
época (mediados de los años 70) conocí a un médico llamado Lee Sannella en
Berkeley, California. Compartió conmigo una gran compilación de notas que había
tomado sobre individuos que estaban experimentando despertares espontáneos
de Kundalini. Me intrigó lo similar que eran muchas de estas reacciones a las de
mis primeros clientes. Las notas de Sannella formaron la base de su valioso libro,
The Kundalini Experience, Psychosis or Transcendence? (168) Este fenómeno ha sido
descrito por grandes adeptos contemporáneos como Gopi Krishna.(169) Además, el
libro de C. G. Jung The Psychology of Kundalini Yoga (170)
(basado en un seminario
de 1932), da una exposición erudita pero concluye, irónicamente, que es improba-
ble que el Kundalini sea experimentado en Occidente. Sin embargo, Jung continúa
diciendo: “La vida de los sentimientos es la región primordial de la psique que es
más sensible al encuentro religioso. La creencia o la razón por sí solas no hacen
nada para mover el alma: sin sentimiento, el sentido religioso se convierte en un
ejercicio intelectual vacío. Por eso los momentos espirituales más exuberantes es-
tán cargados emocionalmente”. La esencia de la experiencia religiosa es un acto
de sentir la fuerza animadora -el espíritu- dentro del encuentro vivido. Cuando mis
clientes experimentaron este impulso vital surgiendo de su interior, no fue sorpren-
dente que también encontraran aspectos de temor religioso.
A lo largo de los años tuve la oportunidad de mostrar algunos videos de las
sesiones de mis clientes a profesores de Kundalini de la India. Fueron intercambios
maravillosos. Los maestros de yoga, con genuina y desarmante humildad, parecían
tan interesados en mis observaciones como yo en su vasto saber y conocimiento
intrínseco.
Los “síntomas” frecuentemente descritos en los despertares del Kundalini pue-
den incluir cualquiera de los siguientes: movimientos corporales involuntarios y es-
pasmódicos, dolor, cosquilleo, picor, vibraciones, temblores, alternancia de frío y
Trauma y Espiritualidad 383

calor, cambios en los patrones de respiración, parálisis temporal, presión aplastan-


te, insomnio, hipersensibilidad a la luz y al sonido, sinestesia, emociones inusua-
les o extremas, intensificación del deseo sexual, sensaciones de expansión física,
disociación y experiencias fuera del cuerpo, así como la audición de los “sonidos
internos”, tales como rugidos, silbidos y chirridos. Estas sensaciones asociadas
con los despertares del Kundalini son a menudo más fuertes y explosivas que las
que observé con mis clientes. A medida que desarrollaba mi metodología, aprendí
a ayudar a los clientes a tocar gradualmente sus sensaciones de energía corporal
para que rara vez se sintieran abrumados. En general, enfocarse hacia adentro
y sentir curiosidad por las propias sensaciones internas permite a las personas
experimentar un sutil cambio interior, una ligera contracción, vibración, hormigueo,
relajación y sensación de apertura. He llamado a este cambio de los sentimientos
de temor, rabia o lo que se quiera evitar hacia la “amistad” de las sensaciones in-
ternas de uno, la “pendulación”, el ritmo intrínseco que pulsa entre las polaridades
experimentadas de contracción y expansión/abertura (“Paso 3 del Capítulo 5”).
Una vez que la gente aprende a acceder a este flujo rítmico interior, el dolor emo-
cional “infinito” comienza a sentirse manejable y finito. Esto permite que su actitud
cambie del miedo y la impotencia a la curiosidad y la exploración.
El texto místico “Hermetic Kybalion” dice: “Todo fluye, sale y entra; todo tiene
sus mareas; todas las cosas suben y bajan; el balanceo del péndulo se manifiesta
en todo; la medida del balanceo a la derecha es la medida del balanceo a la iz-
quierda; el ritmo compensa”. La aplicación de esta filosofía perenne al trauma es el
principio mismo que permite que sensaciones y sentimientos que antes habían sido
abrumadores sean procesados y transformados en el tiempo presente. Así pues, el
trauma, cuando se transforma, es paralelo a la filosofía cabalística.

Trauma, Muerte y Sufrimiento

Aunque camine por el valle de la sombra de la muerte,

No temeré a ningún mal.

-Salmo 2 3
384 En una voz no hablada

Sería un error equiparar el trauma con el sufrimiento y el sufrimiento, a su vez,


con la transformación. Al mismo tiempo, sin embargo, en prácticamente todas las
tradiciones espirituales el sufrimiento se entiende como una puerta al despertar.
En Occidente, esta conexión se puede ver en la historia bíblica de Job y, pode-
rosamente, en el Salmo 23. Se encuentra como la noche oscura del alma en la
mística medieval y, por supuesto, en la pasión de Cristo. En el budismo se hace
una distinción importante entre el sufrimiento y el sufrimiento innecesario. Según el
Buda, “Cuando se siente dolor, la persona común se lamenta .... se angustia... se
contrae... así que siente dos dolores... como si fueran a disparar a un hombre con
una flecha y, justo después, le dispararan con otra... para que sintiera los dolores
de dos flechas...”. Las personas que sufren de un trauma tienen tanto miedo de
sus sensaciones corporales que se retraen al sentirlas. Es como si creyesen que al
sentirlos serán destruidos o, al menos, empeorarán las cosas. Por lo tanto, perma-
necen atascados. De esta manera, se disparan a sí mismos con la segunda flecha:
el “miedo al miedo en sí mismo” de la FDR. Sin embargo, con apoyo y orientación,
son capaces de aprender gradualmente a hacerse amigos y transformar sus sen-
saciones traumáticas.
Tanto en la tradición budista como en la taoísta, se dice que hay cuatro cami-
nos que conducen al despertar espiritual. (171) El primero es la muerte. Un segundo
camino para liberarse del sufrimiento humano innecesario puede venir de muchos
años de austera contemplación meditativa. La tercera puerta de entrada a la libera-
ción es a través de formas especiales de éxtasis sexual (tántrico). Y se dice que el
cuarto portal, por estas tradiciones, es un trauma. La muerte, la meditación, el sexo
y el trauma, al servir como grandes portales, comparten un elemento común. Todos
ellos son catalizadores potenciales para una rendición profunda.
La capacidad de sentir las sensaciones físicas de la parálisis (sin sentirse abru-
mado) y rendirse a ellas es la clave para transformar el trauma. Cuando somos
capaces de tocar ese vacío mortal, aunque sea brevemente, en lugar de retroce-
der, la inmovilización se libera. De esta manera se elimina la segunda flecha del
sufrimiento innecesario. El “alejamiento” del miedo permite al individuo salir de la
estrangulación del trauma. A medida que las personas “experimentan” las sensa-
ciones de parálisis limitadas en el tiempo (sin miedo), se ponen en contacto con las
“mini-muertes” que se encuentran en el ojo del huracán, en el corazón mismo del
Trauma y Espiritualidad 385

trauma. Esta visita es una oportunidad para entrar en el rico portal de la muerte.
Es bien sabido que muchas personas que han tenido experiencias cercanas a la
muerte (END) sufren transformaciones positivas de personalidad. En el momen-
to adecuado, los individuos traumatizados son animados y apoyados a sentir y
rendirse en los estados de inmovilidad/NDE, liberando estas energías primordiales
arquetípicas mientras las integran en la conciencia.
Además, los estados “llenos de temor” de horror y terror parecen estar conec-
tados con los estados transformadores como el temor, la presencia, la intemporali-
dad y el éxtasis. Comparten raíces psicofisiológicas y fenomenológicas esenciales.
Por ejemplo, la estimulación de la amígdala (el detector de humo del cerebro para
el peligro y la rabia) también puede evocar la experiencia del éxtasis y la felicidad.
(172)
Esto parece apoyar un enfoque que guía a los individuos a través de sus senti-
mientos de temor y horror hacia los de alegría, bondad y temor....
Andrew Newberg y sus colegas, en su libro seminal Why God Won’t Go Away,
, han reunido una gran cantidad de investigación sobre los sustratos cerebrales
(173)

subyacentes a una variedad de experiencias espirituales diferentes. La aplicación


de este tipo de investigación cerebral a la transformación traumática es un área rica
que merece más investigación y exploración.

La regulación y el yo

“Como abajo, así arriba.”

-Kybalion

Como revisión: El sistema nervioso autónomo (SNA) recibe su nombre por ser
una rama relativamente autónoma del sistema nervioso. Su función básica, pero
muy integrada, tiene que ver con la regulación de los estados energéticos y el
mantenimiento de la homeostasis. El ANS se compone de dos ramas muy distintas.
(*) Su rama simpática apoya la movilización energética general. Si usted tiene frío
físico, percibe una amenaza o se excita sexualmente, el sistema nervioso simpático
aumenta la tasa metabólica y lo prepara para la acción. La rama parasimpática, por
386 En una voz no hablada

otro lado, promueve el descanso, la relajación, la gestación, el cuidado y la restitu-


ción de los tejidos y la función celular.
Cuando el nivel de activación de la rama simpática del sistema nervioso autó-
nomo es muy bajo, es probable que nos sintamos algo letárgicos. En niveles mo-
derados de actividad simpática, generalmente estamos haciendo o preparándonos
para hacer algo activo.(174) Este nivel de excitación generalmente se experimenta
como si estuviera alerta, así como agradablemente excitado. En este campo hay
típicamente un suave cambio de un lado a otro entre niveles moderados de activi-
dad simpática y parasimpática que sirve a un estado fisiológico equilibrado llamado
“homeostasis”. A esto lo llamo un rango flexible, oscilante y cambiante de equilibrio
dinámico de excitación y alerta relajada junto con energía, pasión y concentración.
En los mamíferos, esta capacidad de autorregulación es esencial. Dota al ani-
mal de la capacidad de hacer cambios fluidos en los estados corporales internos
para hacer frente a los cambios en el entorno externo. Los animales con siste-
mas orbitofrontales desarrollados han desarrollado la capacidad de cambiar entre
diferentes estados emocionales. Esta capacidad (conocida como regulación del
afecto) permite que los animales varíen sus emociones para que se adapten ade-
cuadamente a las demandas ambientales. En los humanos, esta función adaptativa
altamente evolucionada, según Schore y otros, es la base del sentido central del
yo.(175) Estos mismos circuitos en la corteza orbitofrontal reciben entradas de los
músculos, articulaciones y vísceras. Las sensaciones que forman el paisaje inte-
rior del cuerpo se mapean en las porciones orbitofrontales del cerebro.(176) Por lo
tanto, a medida que somos capaces de cambiar nuestras sensaciones corporales,
cambiamos la función más elevada de nuestro cerebro. La regulación emocional,
nuestro timón a través de la vida, se produce a través de la encarnación.

Encarnación y refinamiento

“Porque en mi carne veré a Dios.”

-Libro de Job
Trauma y Espiritualidad 387

“Maldice la mente que sube a las nubes en busca de

los reyes míticos y sólo las cosas místicas, las cosas místicas claman por el alma

que no se enfrentará al cuerpo como un lugar igual y nunca aprendí a tocar de

verdad

abajo, abajo, abajo, donde las iguanas se sienten.”

-Canción de Dory Previn

Las personas traumatizadas están fragmentadas y sin cuerpo. La constricción


de la sensación borra la sombra y la textura, convirtiendo todo en bueno o malo,
negro o blanco, para nosotros o contra nosotros. Es el infierno tácito de la trauma-
tización. Para saber quiénes y dónde estamos en el espacio y sentir que somos se-
res vivos y vitales, las sutilezas son esenciales. Además, no son sólo los individuos
traumatizados agudamente los que están desencarnados; la mayoría de los occi-
dentales comparten una desconexión menos dramática, pero aún así perjudicial,
de sus brújulas de sensaciones internas. Dada la magnitud del poder primordial
y crudo de nuestros instintos, el papel histórico de la iglesia y otras instituciones
culturales en la subyugación del cuerpo no es sorprendente.
En contraste, varias tradiciones espirituales (encarnadas) han reconocido que
los “instintos más básicos” no son algo que hay que eliminar, sino más bien una
fuerza que necesita y está disponible para la transformación. En la meditación Vi-
passana y en varias tradiciones del budismo tántrico (como el Kum Nye), el objetivo
es “manifestar las cualidades espirituales verdaderamente humanas de la buena
voluntad universal, la bondad, la humildad, el amor, la ecuanimidad, etc.”.(177) Es-
tas tradiciones, en lugar de renunciar al cuerpo, lo utilizan como una manera de
“refinar” los instintos. La esencia de la encarnación no está en el repudio, sino en
vivir plenamente los instintos mientras bailan en el “cuerpo eléctrico”, mientras que
al mismo tiempo aprovechan sus energías primigenias para promover cualidades
cada vez más sutiles de la experiencia.(178)
Como sugiere la canción de Dory Previn, las experiencias místicas que no se
experimentan en el cuerpo simplemente no se “pegan”; no están enraizadas. Las
388 En una voz no hablada

personas que sufren traumas viven en un mundo de disociación crónica. Este es-
tado perpetuo de desencarnación los mantiene desorientados e incapaces de par-
ticipar en el aquí y ahora. Como se mencionó anteriormente, los sobrevivientes del
trauma, sin embargo, no son los únicos en ser desencarnados; un nivel más bajo
de separación entre el cuerpo y la mente es generalizado en la cultura moderna,
afectando a todos nosotros en mayor o menor grado.
Recordemos la distinción hecha en el idioma alemán entre la palabra Körper,
que significa cuerpo físico, y Leib, que se traduce al inglés como el “cuerpo vivido
(o vivo)”. El término Leib revela un significado generativo mucho más profundo que
el de Körper, puramente físico, que no se diferencia del término “cadáver”. Un rega-
lo de recuperación de un trauma es el redescubrimiento del cuerpo vivo, sensible y
conocedor. El poeta y escritor D. H. Lawrence nos inspira a todos con esta reflexión
sobre el cuerpo vivo y conocedor:

“Mi creencia es que la sangre y la carne son más sabias que el intelecto. El
cuerpo-inconsciente es donde la vida burbujea en nosotros. Es así como
sabemos que estamos vivos, vivos hasta lo más profundo de nuestras almas
y en contacto en algún lugar con los alcances vívidos del cosmos.”

Los traumatizados, en sus viajes de curación, aprenden a disolver sus rígi-


das defensas. En esta entrega pasan de la fijación congelada a la descongelación
suave y, finalmente, al flujo libre. Al sanar al yo dividido de su modo habitual de
disociación, pasan de la fragmentación a la totalidad. Al encarnarse, regresan de
su largo exilio. Vuelven a casa a sus cuerpos y conocen la vida encarnada, como si
fuera la primera vez. Mientras que el trauma es el infierno en la tierra, su resolución
puede ser un regalo de los dioses.
Finalmente, Jack London describe la iluminación que proporciona el encuentro
y la transformación del trauma. Escribe en The Call of the Wild: “Hay un éxtasis
que marca la cima de la vida, y más allá de la cual la vida no puede surgir. Y tal
es la paradoja de vivir, este éxtasis viene cuando uno está más vivo, y viene como
un completo olvido de que uno está vivo”. Este despertar de nuestra fuerza vital,
transmutado de supervivencia a vida extática, es verdaderamente el regalo intrín-
Trauma y Espiritualidad 389

seco puesto a nuestros pies y esperando ser abierto a través de este viaje de dulce
entrega al mundo sensatez interior, ya seamos sobrevivientes de un trauma o sim-
plemente víctimas de la cultura occidental.

_________________________________________________
* Recordemos del capítulo 6 que la rama parasimpática se divide en una rama primitiva (no
mielinizada) y una rama evolutivamente reciente (mielinizada).
390 En una voz no hablada
391

Epílogo

¿Demasiado o muy poco? Esta pregunta me ha perseguido silenciosamente en


la escritura de “In an Unspoken Voice” . Cuando se completó un capítulo, otros dos
se sugirieron a sí mismos; y así sucesivamente. Por fin, ¡basta! Al menos por ahora.
Mi solución a este dilema como una hidra toma la forma de gestar dos libros más.
Soy, tal vez, un poco como la madre que, después de experimentar los agonizantes
dolores del parto, algunos meses después, piensa alegremente que podría ser una
buena idea tener otro hijo. Me temo que he caído en esa tierna trampa. Después de
haberme recuperado adecuadamente de la depresión postparto de la publicación
de este libro, tengo dos proyectos en mente.
Dos áreas que sentí que no estaban suficientemente tratadas en este libro tie-
nen que ver con la memoria traumática y la relación íntima entre el trauma y la
espiritualidad. El primer libro previsto se titula tentativamente Memoria, Trauma y
Cuerpo; el segundo se llamará Trauma y Espiritualidad.
De los muchos conceptos erróneos y malentendidos sobre el trauma, la confu-
sión sobre la llamada memoria traumática es una de las más grandes y potencial-
mente más problemáticas. Fundamentalmente, los recuerdos traumáticos difieren
de otros recuerdos en aspectos cruciales. Este primer libro explorará metódica-
mente tanto los diversos tipos de memoria como el papel de estos distintos siste-
mas de memoria en la formación y el tratamiento del trauma. Desafortunadamente,
sin embargo, en lugar de explorar estas diferencias en un foro científico abierto e in-
formado, se han desarrollado dos campos opuestos de extremistas en las “guerras
del trauma”: uno que cree que todos los recuerdos del trauma son falsos (es decir,
están confabulados) y otro que sostiene que todos ellos son verdaderas grabacio-
nes exactas de los eventos exactamente como ocurrieron. En este libro abriremos
este discurso para equilibrar la verdad sobre los “falsos recuerdos” y la inherente
falsedad de los “verdaderos recuerdos”. Sólo entendiendo el papel del cuerpo en
el registro de la experiencia traumática llegamos a una comprensión coherente de
la “memoria traumática”, así como de su papel clínico en el proceso terapéutico.
Esta exploración nos lleva más allá de las dos polaridades desequilibradas (de que
392 En una voz no hablada

los recuerdos sean falsos o verdaderos) a una comprensión más profunda de la


naturaleza y la curación del trauma.
El segundo libro (escrito con Marianne Bentzen) explorará en profundidad la re-
lación intrínseca entre espiritualidad y trauma. En el curso del trabajo con el trauma
durante más de cuarenta años, me ha quedado claro que existe una relación sol-
dada, paralela y entrelazada entre la transformación del trauma y varios aspectos
de las experiencias espirituales. En este libro mostraremos cómo tanto la curación
efectiva del trauma como la espiritualidad auténtica son parte de un proceso de
desarrollo y disciplina encarnados que atraen a los humanos hacia una mayor pre-
sencia y nos ponen en contacto con las experiencias numinosas que a menudo se
atribuyen a un dios, alma o espíritu.
Mientras tanto, para obtener más información sobre la curación del trauma,
incluidos nuestros programas de formación, visite los siguientes sitios web:

www.traumahealing.com
www.somaticexperiencing.com

Una sesión paralela en DVD del conmovedor trabajo del Dr. Levine con un Mari-
ne que sirvió en Irak y Afganistán y que sufre de PTSD severo y lesiones cerebrales
traumáticas (TBI) se puede comprar en www.psychotherapy.net .
393

Notas

CAPÍTULO 1

1. Starr, A., et al. (2004). Symptoms of Posttraumatic Stress Disorder after


Orthopaedic Trauma. Journal of Bone and Joint Surgery, 86 , 1115–1121. Pons-
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CAPÍTULO 2

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CAPÍTULO 3

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Sobre el autor

Peter A. Levine, PhD, tiene doctorados en biofísica médica y psicología. El


desarrollador de Somatic Experiencing®, un enfoque de conciencia corporal para
curar traumas, y fundador de la Fundación para el Enriquecimiento Humano, lleva a
cabo capacitaciones en este trabajo en todo el mundo y en varias culturas indíge-
nas. El Dr. Levine fue consultor de estrés para la NASA en el desarrollo del proyecto
del transbordador espacial y fue miembro del Grupo de Trabajo de Psicólogos para
la Responsabilidad Social del Instituto de Asuntos Mundiales en el desarrollo de
respuestas a desastres a gran escala y guerras etnopolíticas. El best seller interna-
cional de Levine, Waking the Tiger: Healing Trauma, ha sido traducido a veintidós
idiomas. Sus intereses recientes incluyen la prevención del trauma en los niños, y
ha escrito dos libros, con Maggie Kline, en esta área: El trauma a través de los ojos
de un niño y la protección de sus hijos contra el trauma... La contribución original
de Levine al campo de la Psicoterapia Corporal fue honrada en 2010 cuando re-
cibió el premio Life Time Achievement de la Asociación de Psicoterapia Corporal
de los Estados Unidos (USABP). Para más información sobre los entrenamientos,
proyectos y literatura del Dr. Levine, visite www.traumahealing.com y www.soma-
ticexperiencing.com .

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