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Más elogios para “In an Unspoken Voice” (En una Voz No Hablada)
“El primer libro de Peter Levine, Waking the Tiger (Despertando al Tigre), cambió el
mundo del tratamiento del trauma: la terapia somática, específicamente Somatic
Experiencing®, el nombre del enfoque específico que desarrolló, que ya no es una
práctica alternativa marginal, se convirtió en un actor importante en el mundo de
las psicoterapias convencionales. Como un antropólogo que nos familiariza con
una cultura diferente que ha hecho suya, Levine, en su nuevo libro, In an Unspoken
Voice, nos inicia sistemática y comprometidamente en los caminos del cuerpo y del
sistema nervioso que lo anima: cómo funciona, qué lo hace funcionar, cómo hacer
amistad con él, cómo entenderlo, cómo comunicarse con él y, por último, pero no
por ello menos importante, cómo tratarlo y liberarlo (y con él, liberarnos) de las ga-
rras del trastorno de estrés postraumático (TEPT). Ya no es tácito, todo lo que está
contenido en el cuerpo -en el trauma y en la salud, en la enfermedad psicosomática
y en la resiliencia- es descrito, articulado y hecho coherente. El resultado es un
libro magistral y fluido, que se mueve a la perfección entre la evolución, la ciencia,
la Teoría Polivagal, la práctica mente-cuerpo, la defensa apasionada de nuestra
naturaleza animal, la auto-revelación y una guía específica paso a paso para tratar
el trauma y restaurar la resiliencia. Es erudito, apasionado, aprendido y accesible”.
–– Diana Fosha, PhD, directora del Instituto AEDP, co-editora de El poder sa-
nador de la Emoción (The Healing Power of Emotion): Neurociencia Afec-
tiva, Desarrollo y Práctica Clínica y autora de El Poder Transformador del
Afecto (The Transforming Power of Affect): Un modelo de cambio acelerado
4 En una voz no hablada
–– Onno van der Hart, PhD, Profesor Honorario de Psicopatología del Trauma
Crónico, Universidad de Utrecht, Utrecht, Holanda, y coautor de The Haun-
ted Self: Structural Dissociation of the Personality.
Durante más de cuarenta años, Peter Levine nos ha mostrado con suavidad, hu-
mor y una sencillez asombrosa cómo las respuestas al trauma forman parte de un
brillante sistema de autoprotección psicológica; un sistema de protección que no-
sotros, profesionales y laicos por igual, inadvertidamente bloqueamos con nuestras
5
–– Robert Scaer, MD, autor de The Trauma Spectrum y The Body Bears the
Burden.
“El enfoque de Peter Levine para entender y curar el trauma es innovador, vital y
completamente creativo. El mapa de la terapia que él presenta es muy útil para
cualquier terapeuta del trauma. Una vez más, Levine nos recuerda que nuestros
antepasados evolucionarios no están tan alejados de nosotros. Que todos nosotros
y los demás animales somos una sola familia y que debemos aprender de ellos,
ya que de ello depende nuestra supervivencia y cordura. La sugerencia de Levine
de cambiar el trastorno de estrés postraumático (TEPT) por una lesión de estrés
postraumático (LEPT) es mucho más realista, ya que estamos sanando la herida y
no el trastorno”.
Foreword by
Gabor 1Vlatc, i\11D
Copyright © 2010 por Peter A. Levine. Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este
libro, a excepción de una breve reseña, puede ser reproducida, almacenada en un sistema de
recuperación, o transmitida de ninguna forma o por ningún medio -electrónico, mecánico, foto-
copiado, grabación u otro- sin el permiso por escrito del editor. Para más información, póngase
en contacto con North Atlantic Books.
Publicado por North Atlantic Books P.O. Box 12327 Berkeley, California 94712
y ERGOS Institute Press P.O. Box 110 Lyons, Colorado 80540
Figuras 6.2a a 6.4d -Desde la curación de un trauma: Un programa pionero para restaurar la
sabiduría de tu cuerpo escrito por Peter Levine y publicado por Sounds True.
Usado con el permiso de Sounds True, www.soundstrue.com .
In an Unspoken Voice: How the Body Releases Trauma and Restores Goodness está patroci-
nado por la Society for the Study of Native Arts and Sciences (Sociedad para el Estudio de las
Artes y Ciencias Nativas), una corporación educativa sin fines de lucro cuyos objetivos son
desarrollar una perspectiva educativa y transcultural que vincule varios campos científicos,
sociales y artísticos; nutrir una visión holística de las artes, las ciencias, las humanidades y la
curación; y publicar y distribuir literatura sobre la relación entre mente, cuerpo y naturaleza.
Las publicaciones de North Atlantic Books están disponibles en la mayoría de las librerías.
Para más información, visite nuestro sitio web en www.northatlanticbooks.com o llame al 800-
733-3000.
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Levine, Peter A. En voz tácita: cómo el cuerpo libera el trauma y restaura la bondad / Peter A.
Levine; prólogo de Gabor Maté. p. cm.
eISBN: 978-1-58394-652-7
1. Trauma psíquico. I. Título.
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2010023653
v3.1_r1
10 En una voz no hablada
ma de otros que vivieron antes que nosotros, cuyos logros nos han sido otorgados
como dones.
H. Hass (1981)
P
or donde estoy hoy, estoy en deuda con la gran tradición y linaje científico de
los etólogos, esos científicos que estudian a los animales en sus ambientes
naturales, que han contribuido enormemente a mi visión naturalista del animal hu-
mano. Un agradecimiento muy personal al Premio Nobel Nikolaas Tinbergen, cuyas
sugerencias y amables palabras de apoyo me animaron a seguir esta cosmovisión
naturalista. Aunque nunca los he conocido, excepto a través de sus donaciones
escritas a la historia, me gustaría honrar a Konrad Lorenz, Heinz von Holst, Paul
Leyhausen, Desmond Morris, Eric Salzen e Irenäus Eibl-Eibesfeldt. Otros maestros
“virtuales” incluyen a Ernst Gellhorn, quien informó mis primeros pensamientos
neurofisiológicos, y Akhter Ahsen, quien ayudó a consolidar mi visión de la “unidad
indiferenciada y soldada del cuerpo y la mente”.
Un gigante, sobre cuyos hombros anchos me sostengo, es Wilhelm Reich, MD.
Su monumental contribución a la comprensión de la “energía vital” me fue ense-
ñada por Philip Curcuruto, un hombre de pocas palabras y simple sabiduría. Mi
profundo agradecimiento y deuda personal van a Richard Olney y Richard Price,
quienes me enseñaron lo poco que sé sobre la autoaceptación. El haber conocido
(y haber sido inspirada por) la Dra. Ida Rolf ha sido un catalizador en la formación
de mi identidad como científico-sanador. A la Dra. Virginia Johnson, le agradezco
su comprensión crítica de los estados alterados de conciencia. Y a Ed Jackson,
gracias por confiar en mi naciente práctica de cuerpo y mente en la década de 1960
y por referirme a Nancy, mi primera clienta de trauma.
Estoy agradecido por el tremendo apoyo y ayuda de mis amigos. A lo largo de
los años (a partir de 1978) he tenido muchas discusiones estimulantes con Stephen
Porges, ya una figura líder en el campo de la psicofisiología. Durante las décadas
12 En una voz no hablada
Peter A. Levine
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Contenido
Portada
Página de título
Derechos de autor
Epígrafe
Agradecimientos
Prólogo
Epílogo
Notas
Sobre el autor
Prólogo
E
n una voz no hablada es la obra cumbre de Peter Levine, la suma de su inves-
tigación de toda una vida sobre la naturaleza del estrés y el trauma y de su
trabajo terapéutico pionero. Es también el más íntimo y poético de sus libros, el
más revelador de su propia experiencia como persona y como sanador. También es
la más científicamente fundamentada y erudita.
Un encabezamiento temprano en el capítulo inicial revela la esencia de la ense-
ñanza de Pedro: “el poder de la bondad”. Herido en un accidente automovilístico,
Pedro encuentra su propio potencial de curación desbloqueado por su voluntad de
atender plenamente su experiencia física/emocional, permitiéndole desarrollarse
como es necesario. Su proceso es facilitado por una presencia humana compasiva.
El poder de la bondad -en este caso, la capacidad innata del organismo para resta-
blecer su salud y equilibrio- es estimulado por un espectador, un testigo empático
que ayuda a prevenir el trauma al encarnar la bondad y la aceptación.
No es de extrañar que estas sean las mismas cualidades que Peter Levine con-
sidera esenciales en aquellos llamados a realizar trabajos terapéuticos con seres
humanos traumatizados. Como dice, el terapeuta debe “ayudar a crear un ambien-
te de relativa seguridad, una atmósfera que transmita refugio, esperanza y posibi-
lidad”. Pero la empatía pura y una relación terapéutica cálida no son suficientes,
ya que las personas traumatizadas a menudo son incapaces de leer o de recibir
completamente la compasión. Están demasiado reprimidos, demasiado atrapados
en defensas primarias más apropiadas para nuestros predecesores evolutivos an-
fibios o reptiles.
Entonces, ¿qué tiene que ver el terapeuta con los seres humanos heridos y
golpeados por traumas pasados? Es ayudar a la gente a escuchar la voz tácita de
sus propios cuerpos y permitirles sentir sus “emociones de supervivencia” de rabia
y terror sin ser abrumados por estos poderosos estados. El trauma, como Pedro re-
conoció brillantemente hace décadas, no reside en el acontecimiento externo que
induce el dolor físico o emocional -ni siquiera en el dolor en sí mismo-, sino en que
nos atascamos en nuestras respuestas primitivas a los acontecimientos dolorosos.
El trauma es causado cuando somos incapaces de liberar energías bloqueadas,
16 En una voz no hablada
En circunstancias en las que los demás no sienten más que una amenaza leve o
incluso un desafío que enfrentar, la persona traumatizada experimenta amenaza,
pavor y apatía mental/física, una especie de parálisis del cuerpo y de la voluntad.
La vergüenza, la depresión y el autodesprecio siguen a la estela de tal impotencia
impuesta.
El Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM) de la Aso-
ciación Americana de Psiquiatría “trata en categorías, no en dolor”, en las pala-
bras incisivas del psiquiatra e investigador Daniel Siegel. Un aspecto central de
la enseñanza de Peter Levine es que el trauma no puede reducirse a los rasgos
diagnósticos compilados por el DSM bajo el epígrafe de TEPT, trastorno de estrés
postraumático. El trauma no es una enfermedad, señala, sino más bien una expe-
riencia humana enraizada en los instintos de supervivencia. Invitar a la expresión
plena, si se califica cuidadosamente, de nuestras respuestas instintivas permitirá
que el estado traumático afloje su control sobre el enfermo. La bondad, la res-
tauración de la vitalidad, sigue. Brota desde dentro. “El trauma es un hecho de la
vida”, escribe Levine. “Sin embargo, no tiene que ser una sentencia de por vida.”
En nuestro sufrimiento yace también nuestra salvación. Como muestra, los mismos
sistemas psicofisiológicos que gobiernan el estado traumático también median en
los sentimientos centrales de bondad y pertenencia.
La asombrosa conciencia de Peter y su atención a los detalles matizados mien-
tras observa y describe el “descongelamiento” de sus clientes están en el corazón
de su enseñanza, al igual que sus técnicas para guiar y facilitar su proceso. Al leer
este manuscrito, me impresionó la frecuencia con la que experimentaba momentos
de “aha” al recordar mis propias observaciones en mi trabajo con personas trau-
matizadas y a menudo adictas. Ahora podía entender e interpretar estas observa-
ciones de una nueva manera, y no sólo mis observaciones clínicas, sino también mi
propia experiencia personal. Y eso es importante, porque, como reconoce Peter, la
sintonía del terapeuta con su propia experiencia sirve como una luz guía esencial
que guía el proceso de curación por el camino correcto.
Peter Levine y el lector completan su viaje mutuo con una exploración de la
espiritualidad y el trauma. Hay, escribe, “una relación intrínseca y de matrimonio”
entre ambos. A pesar de todo nuestro arraigo en un cuerpo físico, nosotros los
humanos somos criaturas espirituales. Como señaló astutamente el psiquiatra Tho-
18 En una voz no hablada
mas Hora, “todos los problemas son psicológicos, pero todas las soluciones son
espirituales”.
Con este libro Peter Levine se asegura su posición en la vanguardia de la cu-
ración del trauma, como teórico, practicante y maestro. Todos nosotros en la co-
munidad terapéutica - médicos, psicólogos, terapeutas, aspirantes a sanadores,
laicos interesados - somos mucho más ricos por este resumen de lo que él mismo
ha aprendido.
GABOR MATÉ, MD
Autor de “En el reino de los fantasmas hambrientos:
Encuentros cercanos con la adicción”
PARTE I
“Debemos bajar hasta los cimientos mismos de la vida. Porque cualquier ordena-
miento superficial de la vida que deje insatisfechas sus necesidades más profun-
externas.”
Un momento de verdad
Dónde estás? ¿Adónde ibas a ir? ¿Cuál es la fecha de hoy?” Pero no puedo co-
nectar con mi boca y hacer palabras. No tengo energía para responder a sus pre-
guntas. Su manera de preguntar me hace sentir más desorientado y totalmente
confundido. Por último, me las arreglo para dar forma a mis palabras y hablar. Mi
voz suena tensa. Le pido, tanto con mis manos como con mis palabras: “Por favor,
déjame en paz”. Él lo hace. Como si fuera un observador neutral, hablando de la
persona tumbada en el techo, le aseguro que entiendo que no debo mover la cabe-
za, y que responderé a sus preguntas más tarde.
El poder de la bondad
Siento que se mueve hacia el lado izquierdo de mi cara, como para protegerla de
un golpe. De repente, pasa ante mis ojos una imagen fugaz de la ventana del coche
beige, y una vez más -como en una instantánea - unos ojos vacíos miran desde
detrás de la tela de araña de la ventana rota. Oigo el momentáneo “chinging” de mi
hombro izquierdo rompiendo el parabrisas. Entonces, inesperadamente, una en-
volvente sensación de alivio me invade. Siento que vuelvo a mi cuerpo. El zumbido
eléctrico se ha retirado. La imagen de los ojos en blanco y el parabrisas destrozado
retrocede y parece disolverse. En su lugar, me imagino saliendo de mi casa, sin-
tiendo el suave y cálido sol en mi cara, y lleno de alegría ante la expectativa de ver
a Butch esa noche. Mis ojos se pueden relajar mientras me enfoco hacia afuera.
Mientras miro alrededor de la ambulancia, de alguna manera parece menos alie-
nígena y premonitoria. Veo más claramente y “suavemente”. Tengo la sensación
profundamente tranquilizadora de que ya no estoy congelado, que el tiempo ha
comenzado a avanzar, que estoy despertando de la pesadilla. Miro al paramédico
sentado a mi lado. Su calma me tranquiliza.
Después de unos pocos kilómetros con baches, siento otro patrón de tensión
fuerte que se desarrolla desde la columna vertebral en la parte superior de mi es-
palda. Siento que mi brazo derecho quiere extenderse hacia afuera: veo un deste-
llo momentáneo; el camino negro de asfalto se precipita hacia mí. Oigo mi mano
golpeando el pavimento y siento una sensación de ardor en la palma de mi mano
derecha. Asocio esto con la percepción de que mi mano se extiende para proteger
mi cabeza de chocar contra la carretera. Me siento tremendamente aliviada, junto
con un profundo sentimiento de gratitud por el hecho de que mi cuerpo no me
haya traicionado, sabiendo exactamente qué hacer para proteger mi frágil cerebro
de una lesión potencialmente mortal. Mientras sigo temblando suavemente, siento
una ola de hormigueo junto con una fuerza interior que se acumula desde lo más
profundo de mi cuerpo.
A medida que la sirena estridente se apaga, el paramédico de la ambulancia
me toma la presión arterial y registra mi electrocardiograma. Cuando le pido que
me diga mis signos vitales, me informa de una manera profesional y amable que no
puede darme esa información. Siento una sutil necesidad de ampliar nuestro con-
tacto, de relacionarme con ella como persona. Con calma, le digo que soy médico
(media verdad). Aparece esa ligera cualidad de una broma compartida. Ella juega
26 En una voz no hablada
con el equipo y luego indica que podría ser una lectura falsa. Un minuto o dos más
tarde me dice que mi ritmo cardíaco es de 74 y mi presión arterial de 125/70.
“¿Cuáles eran mis lecturas cuando me conectaste por primera vez?” Pregunto.
“Bueno, tu ritmo cardíaco era de 150. El tipo que lo tomó antes de que llegára-
mos dijo que eran unos 170”.
Respiro un profundo suspiro de alivio. “Gracias”, le digo, y luego agrego: “Gra-
cias a Dios, no tendré estrés postraumático”.
“¿Qué quieres decir?”, pregunta con verdadera curiosidad.
“Bueno, quiero decir que probablemente no tendré un trastorno de estrés pos-
traumático”. Cuando todavía parece perpleja, le explico cómo mis temblo-
res y mis respuestas autoprotectoras me ayudaron a “reajustar” mi sistema nervio-
so y me trajeron de vuelta a mi cuerpo.
“De esta manera,” continúo, “ya no estoy en modo de pelear o huir.”
“Hmm”, comenta, “¿es por eso que las víctimas de accidentes a veces luchan
con nosotros?
“Sí, así es.”
“He notado que a menudo evitan a propósito que la gente tiemble cuando los
llevamos al hospital”, añade. A veces los atan bien apretados o les dan una inyec-
ción de Valium. Tal vez eso no sea tan bueno”.
“No, no lo es”, confirma el profesor que hay en mí. “Puede que les dé alivio
temporal, pero los mantiene congelados y atascados.”
Me cuenta que recientemente tomó un curso de “primeros auxilios en caso
de trauma” llamado “Interrogatorio en Incidentes Críticos”. “Lo intentaron con no-
sotros en el hospital. Tuvimos que hablar de cómo nos sentimos después de un
accidente. Pero hablar me hizo sentir peor a mí y a los otros paramédicos. No
podía dormir después de hacerlo, pero tú no estabas hablando de lo que pasó. Me
pareció que estabas simplemente temblando. ¿Es eso lo que bajó tu ritmo cardíaco
y tu presión sanguínea?”
“Sí”, le dije y agregué que también eran los pequeños movimientos espontá-
neos de protección que mis brazos estaban haciendo.
“Apuesto”, reflexionó, “a que si el temblor que a menudo se produce después
de la cirugía se permitiera en lugar de suprimirse, la recuperación sería más rápida
y tal vez incluso se reduciría el dolor postoperatorio”.
El poder de una voz no hablada 27
Método de búsqueda
brecha entre el trabajo diario del médico y los hallazgos de varias disciplinas cientí-
ficas, en particular la etología, el estudio de los animales en sus entornos naturales.
Este campo vital alcanzó su cúspide de reconocimiento en 1973 cuando tres etólo-
gos -Nikolaas Tinbergen, Konrad Lorenz y Karl von Frisch- compartieron el Premio
Nobel de Fisiología o Medicina.*
Estos tres científicos utilizaron la observación paciente y precisa para estudiar
cómo se expresan y se comunican los animales a través de sus cuerpos. La co-
municación corporal directa es algo que también hacemos nosotros, los animales
humanos basados en el lenguaje. A pesar de nuestra aparente dependencia de un
discurso elaborado, muchos de nuestros intercambios más importantes ocurren
simplemente a través de la “voz no hablada” de las expresiones de nuestro cuerpo
en la danza de la vida. El desciframiento de este reino no verbal es la base del en-
foque de sanación que presento en este libro.
Para transmitir la naturaleza y transmutación del trauma en el cuerpo, el cere-
bro y la psique, también me he basado en hallazgos seleccionados de las neuro-
ciencias. Es mi convicción que los estudios clínicos, naturalistas en animales y la
investigación comparativa del cerebro pueden contribuir en gran medida a la evo-
lución de las metodologías que ayudan a restaurar la resiliencia y promover la au-
tocuración. Con este fin, explicaré cómo nuestro sistema nervioso ha desarrollado
una estructura jerárquica, cómo estas jerarquías interactúan, y cómo los sistemas
más avanzados se apagan ante una amenaza abrumadora, dejando el cerebro, el
cuerpo y la psique a sus funciones más arcaicas. Espero demostrar cómo la terapia
exitosa restaura estos sistemas a su operación balanceada. Un efecto secundario
inesperado de este enfoque es lo que podría llamarse “Despertando el Cuerpo
Viviente y Conocedor”. Discutiré cómo este despertar describe, en esencia, lo que
sucede cuando el instinto animal y la razón se unen, dándonos la oportunidad de
convertirnos en seres humanos más completos.
Mi objetivo es hablar con los terapeutas que buscan una mejor comprensión
de las raíces del trauma en el cerebro y el cuerpo, como los terapeutas psicológi-
cos, psiquiátricos, físicos, ocupacionales y de “trabajo corporal”. También espero
llegar a los muchos médicos que están confundidos por los pacientes que presen-
tan síntomas inexplicables y mutables, las enfermeras que han trabajado durante
mucho tiempo en el frente atendiendo a pacientes aterrorizados y heridos y a los
30 En una voz no hablada
tremecimientos? ¿Y qué tienen que ver con transformar el trauma, regular el estrés
y vivir la vida al máximo?
Estos giros y ondulaciones son formas en que nuestro sistema nervioso “se
sacude” la última experiencia excitadora y nos “fundamenta” en la preparación
para el próximo encuentro con el peligro, el deseo y la vida. Son mecanismos que
ayudan a restaurar nuestro equilibrio después de que hemos sido amenazados o
altamente excitados. Nos traen de vuelta a la tierra, por así decirlo. De hecho, tales
reacciones fisiológicas están en el centro de la autorregulación y la resiliencia. La
experiencia de la resiliencia emergente nos da un tesoro más allá de la imaginación.
En las palabras del antiguo texto chino, el I Ching,
terror que tuvo que soportar al principio trae buena suerte a largo plazo.” (4)
Aprender a vivir en estados de alta excitación (sin importar cuál sea su fuente)
nos permite mantener el equilibrio y la cordura. Nos permite vivir la vida en toda su
extensión y riqueza, desde la agonía hasta el éxtasis. La relación intrínseca de estas
respuestas autónomas espontáneas al amplio fenómeno de la resiliencia, el flujo y
la transformación es un tema central de este libro.
Cuando, por otro lado, estas “descargas” se inhiben o se resisten y no se com-
pletan, nuestras capacidades naturales de rebote se “atascan”. Estar atrapado,
después de una amenaza real o percibida, significa que es probable que uno esté
traumatizado o, al menos, que encuentre que su resiliencia y sentido de bienestar
y pertenencia en el mundo han disminuido. De nuevo, en las palabras proféticas
del I Ching:
Diagrama A Esta es una descripción detallada de las vías fisiológicas que sub-
yacen a la respuesta clásica de pelear o huir. El ilustrador era el difunto Dr. Frank
Netter, uno de los ilustradores médicos más importantes.
38 En una voz no hablada
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* El de Tinbergen fue por su estudio de los animales en sus ambientes naturales, el de Lorenz
por su estudio de la impronta y el de Von Frisch por su estudio de cómo la danza de las abejas
de la miel comunica la ubicación del polen al resto de la colmena.
† Edward Blanchard y sus colegas cuestionaron los datos de Shalev. Sin embargo, en su estu-
dio la gran mayoría de los sujetos eran mujeres y sólo eran sujetos que habían buscado trata-
miento. Las mujeres tienden a tener una respuesta de estrés más “congelante” asociada con el
nervio vago (que disminuye la frecuencia cardíaca), a diferencia de los hombres, que tienden a
tener una respuesta suprarrenal simpática dominante. Véase Blanchard, E., y otros (2002). Se-
ñales Vitales de la Sala de Emergencia y PTSD en un Tratamiento que Busca Muestra de Sobre-
vivientes de Accidentes de Vehículos Motorizados. Journal of Traumatic Stress, 15 (3), 199-204.
erróneos.
— C. G. Jung”
S
er tocado por la revelación del amor o el descubrimiento científico es una de
las mayores y más maravillosas bendiciones de estar vivo. Mientras que el año
1969 fue un fracaso para el romance, para mí fue un tiempo de emocionante ilumi-
nación científica. Mientras que un acontecimiento técnico trascendental ocurrió en
el espacio exterior ese año, para mí, un despertar en el espacio interior cambió el
curso de mi vida.
Al comienzo del verano, mis amigos y yo nos sentamos pegados a la pantalla
del televisor y nos quedamos boquiabiertos. El módulo lunar Eagle había aterrizado
en la Bahía de la Tranquilidad, y Neil Armstrong pisó la superficie lunar de forma
segura. Transfijados, escuchamos la frase inmortalizada (aunque gramaticalmente
incorrecta): “Un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad”.
Los hombres no sólo caminaban sobre la luna, ¡sino que también saltaban en exu-
berancia tecnológica! Las imágenes de la Tierra fueron transmitidas desde nuestro
vecino celestial más cercano, ofreciendo un recordatorio visual de que no estába-
mos en el centro del universo.
A pesar de la importancia histórica de ese día, dudo que mucha gente recuerde
el mes o incluso el año del alunizaje del Apolo 11. Sin embargo, esa fecha, el 20
de julio de 1969, y la emoción del descubrimiento interior estaban indeleblemente
grabadas en mi mente. Un evento de “casualidad” ocurrió más o menos al mismo
42 En una voz no hablada
el Capítulo 6). Luchando contra mi propio pánico inminente, no sabía qué hacer.
“Me estoy muriendo. No me dejes morir”, le suplicó con una pequeña y tensa
voz. “¡Ayúdenme, ayúdenme! Por favor, no me dejes morir”. Su perturbadora im-
potencia evocó, en mi subconsciente, una solución arquetípica. De repente, en el
ojo de mi mente, apareció una imagen onírica: un tigre, agachado y dispuesto a
golpear, se materializó en la lejana pared de la habitación.
“¡Corre, Nancy!” Ordené sin pensarlo: “Un tigre te persigue. Escala esas rocas y
escapa.” Desconcertado por mi propio arrebato, miré asombrado mientras las pier-
nas de Nancy empezaban a temblar y luego se movían hacia arriba y hacia abajo en
lo que parecían ser movimientos espontáneos de correr. Todo su cuerpo comenzó
a temblar, primero convulsivamente y luego más suavemente. A medida que el
temblor fue disminuyendo (durante casi una hora), experimentó una sensación de
paz que, según sus propias palabras, “la mantenía en cálidas olas de hormigueo”.
Ciclo Miedo/Inmovilidad
Más tarde, Nancy reportó que durante la sesión había visto imágenes de pesa-
dilla de sí misma cuando era una niña de cuatro años, luchando por escapar de las
manos de los médicos que la sujetaban para administrarle anestesia de éter para
una amigdalectomía “de rutina”. Hasta ahora, relató, este acontecimiento había
itación
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sido “olvidado hace tiempo”. Para mi total asombro, estos giros inusuales dieron
un giro a la vida de Nancy. Muchos de sus síntomas mejoraron significativamente
y algunos desaparecieron por completo. El ataque de pánico que ocurrió durante
la sesión fue el último; y, durante los dos años siguientes, hasta su graduación de
la escuela de postgrado, su fatiga crónica, migrañas y síntomas premenstruales
mejoraron dramáticamente. Además, informó sobre los siguientes “efectos secun-
darios”: “se sentía más viva y feliz de lo que[podía] recordar”.
E
inmovilidad/miedo e hiperactivación
permitiéndole recrear la experiencia de
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correr y escapar exitosamente de sus
posibles atacantes. Es esencial que el
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sólo tiene un valor limitado. Cor
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confianza, y que nos permitía continuar hasta el final, nos ayudó a ambos a restau-
rar el equilibrio y la integridad, y a liberarnos de las garras del trauma.
A través de la conciencia concentrada y los micromovimientos para recrear y
completar nuestras acciones de protección inconclusas, instintivamente arraiga-
das, tanto Nancy como yo fuimos capaces de descargar la “energía” residual del
sistema nervioso que había sido activada para sobrevivir. Nancy experimentó el
largo retraso en la fuga que su cuerpo quería hacer mientras estaba siendo atada
y dominada cuando era una niña indefensa. En resumen, ambos experimentamos
y encarnamos la sabiduría innata y poderosa de nuestras respuestas instintivas
mientras se movilizaban para evitar el peligro mortal.
La percepción consciente de esta fuerza protectora primigenia contrastaba
fuertemente con la impotencia abrumadora que nos había envuelto a cada uno de
nosotros. La mayor diferencia entre la experiencia de Nancy y la mía fue que tuve la
suerte de recibir primeros auxilios autoadministrados, y la presencia afortunada del
pediatra, para cortar de raíz los posibles síntomas del TEPT. Nancy, como millones
de otros, desafortunadamente no lo hizo. Había sufrido años de angustia innecesa-
ria hasta que volvimos a visitar brevemente y “renegociamos” su cirugía infantil en
mi consultorio, unos veinte años después.(*)
Si no hubiera sentido el poder muscular de mis instintos de supervivencia, en
contraste con mi condición de indefensión, seguramente habría desarrollado los
síntomas debilitantes del TEPT que tanto habían ensombrecido y paralizado a Nan-
cy. Al igual que Nancy, me habría quedado demasiado asustado para aventurarme
con confianza en el mundo de nuevo. Así como Nancy pudo escapar de sus ator-
mentadores en retrospectiva, yo pude escapar de mi destrucción y preventivamen-
te “resetear” mi sistema nervioso en tiempo real.
Cuando estamos gravemente amenazados, movilizamos vastas energías para
protegernos y defendernos. Nos agachamos, esquivamos, retorcemos, nos pone-
mos rígidos y nos replegamos. Nuestros músculos se contraen para luchar o huir.
Sin embargo, si nuestras acciones son ineficaces, nos congelamos o colapsamos.
El cuerpo de Nancy, de cuatro años de edad, había intentado escapar de sus “de-
predadores con máscara”. Su cuerpo quería huir y escapar, pero no pudo. Ella fue
dominada y mantenida en contra de su voluntad por poderosos gigantes enmasca-
rados y trajeados. En nuestra hora juntos, el cuerpo de Nancy contradijo sus sen-
46 En una voz no hablada
de su carrera, pronto descubriría que tales “curas” dramáticas de una sola vez no
siempre serían el caso. Me vi envuelto en un viaje arduo para descubrir lo que había
ocurrido ese día de verano de 1969. Como descubrí, era crucial “titrar” (acceder
gradualmente) estas reacciones fisiológicas para que no fueran abrumadoras. Ex-
poner a un cliente a sus recuerdos traumáticos y hacer que la persona los reviviera
era, en el mejor de los casos, innecesario (reduciendo la integración y los senti-
mientos de maestría y bondad) y, en el peor, retraumatizando al individuo. También
aprendí que las sacudidas y temblores, que constituyen las reacciones de descar-
ga, eran a menudo tan sutiles que apenas eran perceptibles para un observador
externo. A menudo la manifestación de la descarga era una fasciculación muscular
suave (temblores musculares diminutos y temblores) o un cambio de temperatura,
como pasar de muy frío a muy caliente. Estos cambios generalmente se monitorean
observando los cambios de color en las manos y la cara.
Durante las décadas siguientes, exploré la base biológica del trauma a partir de
un estudio comparativo de los animales y sus sistemas nerviosos. Sentí que esto
me ayudaría a desarrollar un enfoque sistemático para curar el trauma que pudiera
ser reproducido de manera confiable y sistemática, además de ser suficientemente
seguro. Este viaje también cumplió uno de mis primeros sueños: Me convertí en
una (pequeña) parte de la aventura espacial. Mientras aún era estudiante graduado
en biofísica médica en Berkeley, me concedieron una beca como consultor de es-
trés en la NASA durante un año. Mi tarea principal - ayudar a preparar a nuestros
astronautas para el primer vuelo del transbordador espacial - me dio una opor-
tunidad única de estudiar a personas cuya resistencia al estrés era inusualmente
robusta. Estas observaciones me inspiraron a reflexionar sobre mi sesión con Nan-
cy algunos años antes: sobre su profunda falta de resiliencia y su transformación
espontánea. Parecía posible que la súper resiliencia de los astronautas fuera una
habilidad que incluso los individuos más traumatizados pudieran aprender a acti-
var, un derecho de nacimiento que necesitaba ser reclamado.
48 En una voz no hablada
Al intentar comprender lo que había ocurrido ese día con Nancy, me llamó
la atención una “nota al pie” en un seminario informal de graduados que esta-
ba tomando sobre el comportamiento comparativo de los animales. Uno de los
profesores, Peter Marler, había mencionado algunos comportamientos peculiares
exhibidos por animales de presa como aves y conejos cuando estaban físicamente
sujetos. Esa noche me desperté, temblando de emoción. ¿Podría la reacción de
Nancy (cuando estaba sostenida por los médicos) ser similar a la de los animales
restringidos experimentalmente? En cuanto a mi “alucinación” del tigre agazapado,
fue sin duda un creativo “sueño despierto” estimulado por ese inspirador seminario
de graduados.
Siguiendo la alusión arcana de mi seminario, me encontré con un artículo de
1967 titulado “Aspectos comparativos de la hipnosis”.(6) Le llevé este artículo, junto
con mis ideas al respecto, a mi asesor de investigación de posgrado, Donald M.
Wilson.(†) Su campo era la neurofisiología de los invertebrados, y estaba familia-
rizado con estos tipos de comportamientos de “congelación”. Sin embargo, para
alguien dedicado exclusivamente al estudio de criaturas como los insectos y las
langostas, era comprensiblemente escéptico sobre la “hipnosis animal”. No obs-
tante, quedé fascinado por el fenómeno ampliamente observado de la parálisis
animal y pasé horas interminables en las húmedas y polvorientas pilas de la biblio-
teca de graduados de Ciencias de la Vida. Al mismo tiempo, continué viendo más
clientes referidos principalmente por Ed Jackson, el psiquiatra que me había referi-
do a Nancy. Estaba explorando con ellos cómo varios patrones desequilibrados de
tensión muscular y tono postural estaban relacionados con sus síntomas, y cómo
la liberación y normalización de estos patrones arraigados a menudo conducía a
curas inesperadas y dramáticas. Luego, en 1973, en el discurso de aceptación de
su participación en el Premio Nobel de Fisiología o Medicina (‡), el etólogo Nikolaas
Tinbergen inesperadamente eligió hablar no principalmente sobre su estudio de los
animales en su entorno natural, sino sobre el cuerpo humano observado a lo largo
de la vida y su funcionamiento y mal funcionamiento bajo estrés. Me sorprendieron
sus observaciones sobre la técnica de Alexander (§). Este tratamiento de reeduca-
Tocado por el “descubrimiento” 49
mis rondas habituales por la biblioteca. En esa época, mucho antes de que exis-
tiera Google o cualquier cosa remotamente parecida a un PC, mi modo habitual
de investigación bibliotecaria era llevarme un almuerzo y luego hojear los grandes
volúmenes de revistas posiblemente relevantes. Con este método supuestamente
ineficaz y serpenteante, me encontré con muchas joyas maravillosas que quizá no
hubiera descubierto en un motor de búsqueda de “alta tecnología”. Estos esfuerzos
de investigación formativa establecieron la base teórica para el trabajo de mi vida.
Un día me encontré con un alucinante artículo de Gordon Gallup y Jack Maser
que describía cómo se evocaba la “parálisis animal”, con variables controladas
experimentalmente.(7) Este documento, que discuto en el Capítulo 4, me dio la clave
que me permitió entrelazar las observaciones de mis clientes de cuerpo y men-
te (como Nancy), con una apreciación de cómo ciertos instintos de supervivencia
basados en el miedo moldean el trauma e informan su curación. Tuve la suerte de
tener la libertad de especular de esta manera, ya que el trauma todavía no había
sido formalmente definido como trastorno de estrés postraumático (TEPT), y aún
tardaría más de una década en serlo. Por esta razón, me complace decir que nunca
encasillé el trauma como una enfermedad “cosificada” e incurable, como se cono-
cía en la primera literatura sobre el TEPT.
Hace varios años se produjo un retorno completo y sincrónico. Presentaba mi
trabajo en una conferencia titulada “Fronteras de la Psicoterapia”, organizada por
el Departamento de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de
California en San Diego. Al final de mi charla, un hombre vivo y pícaro saltó para
presentarse: “¡Hola, soy Jack Maser!” Sacudí la cabeza, dudoso al principio; sin
creer bien a mis oídos, estallé en una risa espontánea. Después de intercambiar
unas palabras, acordamos almorzar juntos. En ese momento compartió conmigo
su deleite al descubrir que su trabajo con animales había encontrado una aplica-
ción clínica en la terapia de la vida real. Yo era una especie de ahijado clínico para
su padrino experimental.
En 2008, Jack Maser me envió un artículo que él y un colega, Stephen Bra-
cha, acababan de publicar. En este artículo proponen un cambio fundamental en
la “Biblia” del diagnóstico psiquiátrico. Querían incluir el concepto de inmovilidad
tónica en la explicación del trauma (8). Mi mandíbula cayó hasta tal punto que un
pájaro podría haber volado y anidado allí. El Manual Diagnóstico y Estadístico de los
Tocado por el “descubrimiento” 51
“Junto con los muchos cambios que se están sugiriendo para el DSM-V, ins-
tamos a los planificadores a buscar estudios empíricos y/o teorías que sitúen
a la psicopatología en un contexto evolutivo. El campo tendrá entonces una
conexión con temas más amplios de la biología, los datos sobre psicopato-
logía pueden ser colocados dentro de un concepto ampliamente aceptado, y
los médicos tendrán la posibilidad de desarrollar tratamientos conductuales
_________________________________________________________________________
* Utilizo el término renegociación para referirme a la reelaboración de una experiencia traumá-
tica en contraste con la revivificación de la misma.
CAPÍTULO 3
como “parálisis del miedo” y como “pérdida de alma” (10). Cualquiera que haya su-
frido un trauma conoce, primero, un miedo paralizante, seguido por el sentimiento
despojado de perder el rumbo en el mundo, de ser separado de su alma misma.
Cuando oímos el término parálisis del miedo, podemos pensar en un ciervo
asustado, aturdido e inmóvil por los faros que se acercan. Los humanos reaccio-
nan de manera similar al trauma: así aparecía Nancy, con la cara sorprendida, con
los ojos muy abiertos y congelada por el miedo. Los antiguos griegos también
identificaron el trauma como paralizante y corpóreo. Zeus y Pan fueron invocados
para infundir terror y parálisis al enemigo en tiempos de guerra. Ambos tenían la
capacidad de “congelar” el cuerpo e inducir el “pánico”. Y en las grandes epopeyas
homéricas, la Ilíada y la Odisea, el trauma fue descrito como despiadadamente
destructivo para uno mismo y para las familias.
En el momento de la Guerra Civil Americana -cuando los jóvenes se vieron
repentinamente expuestos a que sus camaradas fueran volados en pedazos por
el fuego de los cañones; al ruido y el terror del caos; y a cadáveres apestosos y
podridos mucho más allá de cualquier cosa para la que estuvieran preparados-,
el término utilizado para describir la traumática ruptura posterior al combate era
el “corazón de los soldados”(*). Este nombre transmitía tanto el corazón ansioso y
arrítmico, que latía con un terror insomne, como la angustia de la guerra, el ase-
sinato de hermanos por parte de hermanos. Otro término de la era de la Guerra
Civil fue “nostalgia”, tal vez una referencia al interminable llanto y la incapacidad de
permanecer orientados al presente y continuar con la vida.
Poco antes de la Primera Guerra Mundial, Emil Kraepelin, en un sistema de
diagnóstico precoz publicado alrededor de 1909, llamó a tal crisis de estrés “neu-
rosis del miedo”(11). Después de Freud, reconoció el trauma como una condición
que surge de un estrés abrumador. Freud había definido el trauma como “una rup-
tura en la barrera protectora contra la estimulación [(sobre)estimulación], llevando a
sentimientos de impotencia abrumadora”. La definición de Kraepelin se perdió en
gran medida en la nomenclatura del trauma, pero reconoció el aspecto central del
miedo, aunque la palabra “neurosis” tiene asociaciones peyorativas.
Tras la Primera Guerra Mundial, el trauma del combate se reencarnó en “shock
por proyectiles”, simple, honesto y directo. Esta frase rotundamente descriptiva
casi resuena como las enloquecedoras explosiones de proyectiles, destrozando
La cara cambiante del trauma 55
a los hombres aturdidos y atrapados para que tiemblen, orinen y defecuen incon-
trolablemente en las frías y húmedas trincheras. Al igual que el susto, este crudo
término descriptivo no tenía nada de distanciador, desapasionado o desinfectado.
Sin embargo, en la Segunda Guerra Mundial, cualquier referencia real al su-
frimiento de los soldados fue despojada de dignidad y castrada para conocerse
como “fatiga de guerra” o la “neurosis de guerra”. El primer término sugería que si
un soldado prestaba atención a los consejos de la abuela y tomaba un largo des-
canso, todo estaría bien. Esta minimización desdeñosa era especialmente insultan-
te, e incluso irónica, dada la capacidad profundamente perturbada de un soldado
para conseguir un sueño reparador. Aún más degradante fue el uso peyorativo de
la palabra “neurosis”, que implicaba que el “choque de proyectil” de un soldado se
debía de alguna manera a un “defecto de carácter” o a una persistente debilidad
personal -quizás un “complejo edípico”-, en lugar de al terror totalmente apropiado
que uno siente por la explosión de los proyectiles, o el dolor por los camaradas
caídos y el horror de los hombres que matan a los hombres. Estos nuevos apodos
separaron a los civiles, las familias y los médicos de la afilada realidad del profundo
sufrimiento de los soldados.
Después de la Guerra de Corea, todo lo que quedaba de conmovedor se eli-
minó de la siguiente generación de terminología sobre el trauma de la guerra. El
término usado aquí para el trauma de combate, “agotamiento operacional” (que
fue resucitado como “agotamiento operacional de combate” para la guerra de Irak),
ciertamente no tenía nada de rasposo o real con respecto a los horrores de la gue-
rra. Era un término objetivado, más aplicable a un ordenador portátil de hoy cuando
se deja encendido demasiado tiempo y necesita un reinicio.
Finalmente, la terminología actual, derivada en gran medida de las experiencias
de la guerra de Vietnam, es “trastorno de estrés postraumático”. Así el TEPT, el
fenómeno universal del terror y la parálisis -en el que el sistema nervioso ha sido
forzado hasta el punto de romperse, dejando el cuerpo, la psique y el alma des-
trozados-, ha sido ahora completamente identificado como un “trastorno” médico.
Con sus propias y convenientes siglas, y sirviendo a la naturaleza desapasionada
de la ciencia, la respuesta arquetípica a la carnicería ha sido ahora artificialmente
separada de sus devastadores orígenes. Donde una vez fue transmitido acertada-
mente por los términos “parálisis del miedo” y “shock por proyectiles”, ahora es
56 En una voz no hablada
y el que sufre se unen para reexperimentar el terror mientras llaman a las fuerzas
cósmicas a liberar las garras de los demonios. El chamán siempre se inicia primero,
a través de un profundo encuentro con su propia impotencia y sentimiento de ser
destrozado, antes de asumir el manto de sanador. Tal preparación podría sugerir
un modelo por el cual los terapeutas contemporáneos deben primero reconocer y
comprometerse con sus propios traumas y heridas emocionales (†).
- Joseph Campbell en
“Mito y Cuerpo”
Medusa
nos conectan unos con otros, con la naturaleza y con el cosmos. El mito griego
de Medusa captura la esencia misma del trauma y describe su camino hacia la
transformación.
En el mito griego, los que miraban directamente a los ojos de Medusa se con-
virtieron rápidamente en piedra.... congelada en el tiempo. Antes de proponerse
derrotar a este demonio de pelo serpenteado, Perseo buscó el consejo de Atenea,
la diosa del conocimiento y la estrategia. Su consejo fue simple: bajo ninguna cir-
cunstancia debe mirar directamente a la Gorgona. Siguiendo el consejo de Atenea,
Perseo utilizó el escudo protector que llevaba en el brazo para reflejar la imagen
de la Medusa. De esta manera, pudo cortarle la cabeza sin mirarla directamente,
evitando así que se convirtiera en piedra.
Para transformar el trauma, debemos aprender a no enfrentarlo directamente.
Si cometemos el error de enfrentarnos al trauma de frente, entonces Medusa, fiel a
su naturaleza, nos convertirá en piedra. Al igual que las trampas de dedos chinas
con las que jugábamos cuando éramos niños, cuanto más luchamos contra el trau-
ma, mayor será su agarre sobre nosotros. Cuando se trata de trauma, creo que el
“equivalente” del escudo reflectante de Perseo es cómo nuestro cuerpo responde
al trauma y cómo el “cuerpo vivo” personifica la resiliencia y los sentimientos de
bondad.
Hay más en este mito:
De la herida de Medusa surgieron dos entidades míticas: Pegaso el caballo ala-
do y el gigante tuerto Crisaor, el guerrero con la espada de oro. La espada dorada
representa la verdad y la claridad penetrante. El caballo es un símbolo del cuerpo y
del conocimiento instintivo; las alas simbolizan la trascendencia. Juntos, sugieren
la transformación a través del “cuerpo vivo”(‡). Juntos, estos aspectos forman las
cualidades y recursos arquetípicos que un ser humano debe movilizar para sanar la
Medusa (parálisis del miedo) llamada trauma. La capacidad de percibir y responder
a la reflexión de Medusa se refleja en nuestra naturaleza instintiva.
En otra versión de este mismo mito, Perseo recoge una gota de sangre de la
herida de Medusa en dos frascos. La gota de un vial tiene el poder de matar; la
gota en el otro vial tiene el poder de levantar a los muertos y restaurar la vida. Lo
que se revela aquí es la doble naturaleza del trauma: en primer lugar, su capacidad
destructiva para robar a las víctimas su capacidad de vivir y disfrutar de la vida.
La cara cambiante del trauma 59
La paradoja del trauma es que tiene tanto el poder de destruir como el poder de
transformar y resucitar. Si el trauma será una Gorgona cruel y castigadora, o un
vehículo para elevarse a las alturas de la transformación y el dominio, depende de
cómo lo abordemos.
El trauma es un hecho de la vida. Sin embargo, no tiene que ser una cadena
perpetua. Es posible aprender de la mitología, de las observaciones clínicas, de la
neurociencia, de abrazar el cuerpo experiencial “vivo” y del comportamiento de los
animales; y luego, en lugar de oponerse a nuestros instintos, abrazarlos. Con guía
y apoyo, somos capaces de emular a los animales en el aprendizaje (como Nancy
y yo lo hicimos) para sacudir y temblar nuestro camino de regreso a la vida. Al ser
capaces de aprovechar estas energías instintivas primordiales e inteligentes, pode-
mos movernos a través del trauma y transformarlo. En el capítulo 4 comenzamos
con un estudio de nuestras raíces instintivas tal como se revelan en la experiencia
animal.
_________________________________________________
* Este término descriptivo fue probablemente tomado de los suizos a mediados del siglo XVII,
donde también fue llamado nostalgia (Heimweh) - y sí, los ejércitos de los cantones suizos
“neutrales” estuvieron enfrentados durante siglos.
† En la dirección opuesta, vemos que un número cada vez menor de psiquiatras que trabajan
en consultorios en los Estados Unidos están proporcionando psicoterapia. Según los resul-
tados de una encuesta nacional de diez años de la Encuesta Nacional de Atención Médica
Ambulatoria (National Ambulatory Medical Care Survey, NAMCS), el porcentaje de visitas al
consultorio de psiquiatras que incluían psicoterapia se redujo del 44% en 1996-1997 al 29%
en 2004-2005.
‡ En la psicología analítica de Jung, la imagen del gigante tuerto que sostiene una espada
dorada transmite el arquetipo del yo “profundo” (no egoísta).
60 En una voz no hablada
CAPÍTULO 4
“Es el único oponente verdadero de la vida, sólo el miedo puede derrotar a la vida.”
T
odos los animales superiores muestran reacciones de miedo. Al comprender la
naturaleza biológica del miedo, somos capaces de comprender la raíz misma
del trauma. Este conocimiento también ilumina nuestra capacidad innata de salir
de los estados contractivos de miedo y terror. En muchos grupos de primates, los
ataques de depredadores son impredecibles, frecuentes e incesantes (*). Estos
primates ven a miembros de su tribu despedazados por hienas, panteras y otros
gatos grandes. Es probable que el terror sea su compañero frecuente; pero, en úl-
tima instancia, la supervivencia requiere que tales reacciones emocionales fuertes
sean esencialmente transitorias.
Compartimos con nuestros antepasados cercanos, los monos y los simios, una
herencia de ansiedad por depredación. Este destino llevó a un autor a llamar a la
existencia de los primates, “una continua pesadilla de ansiedad”(12). Los pueblos
prehistóricos deben haber pasado largas horas cada día acurrucados en oscuras
y frías cuevas con la certeza de que podrían ser atacados en cualquier momento
62 En una voz no hablada
“Tan seguro como que oímos la sangre en nuestros oídos, los ecos de un millón de
gritos de medianoche de los monos, cuya última visión del mundo fueron los ojos
Sobre el Serengeti
del trauma debe necesariamente involucrar la conciencia del cuerpo vivo, sensorial
y “conocedor” tanto en el cliente como en el terapeuta. “Tal vez la evidencia más
sorprendente de empatía exitosa”, dice el analista Leston Havens, “es la ocurrencia
en nuestros cuerpos de sensaciones que el paciente ha descrito en los suyos” (14).
Desafíos de la terapia
reflejar la angustia del cliente lo suficiente como para que aprenda sobre sus pro-
pias sensaciones, pero no tanto como para aumentar el nivel de miedo del cliente
como ocurre en el pánico contagioso. Esto sólo puede suceder si el terapeuta ha
aprendido los pormenores de sus propias sensaciones y emociones y se siente
relativamente cómodo con ellas. Sólo entonces podremos ayudar a los clientes a
contener sus sensaciones y emociones perturbadoras para que puedan aprender
que, sin importar lo horrible que se sientan, esto no durará para siempre.
de un dentista”(24).
cidente, me doy cuenta de que ahora soy un poco más cauteloso al cruzar las
calles, especialmente en Brasil, donde a menudo enseño, y donde los vehículos
en movimiento pueden ser un reto considerable para los peatones. Sin embargo,
no exhibo ningún tipo de reacción de miedo o ansiedad con respecto al tráfico. Tal
vez mi amigo que fue robado también es un poco más cuidadoso en cuanto a ir
a un cajero automático por la noche. Pero ni mi amigo, ni Livingstone, ni Redside,
ni yo estábamos traumatizados; aunque sin duda experimentamos arresto, terror,
inmovilización y disociación. Hablando por mí mismo, siento (y mis amigos me han
confirmado) que en realidad me hice más fuerte y más resistente al navegar con
éxito por mi accidente y su secuela. Mis amigos notan que estoy más enraizado,
concentrado y juguetón.
Esto me lleva a la pregunta central: ¿qué determina si la exposición aguda a un
evento (potencialmente) traumático tendrá un efecto debilitante a largo plazo como
en el trastorno de estrés postraumático? ¿Y cómo la comprensión de la dinámica
de la respuesta de inmovilidad postula soluciones clínicas a esta pregunta crucial?
Permítanme reiterar. Generalmente, un animal en estado salvaje, si no muere,
se recupera de su inmovilidad y vive para ver otro día. Es más sabio, pero no lo
lleva nada mal. Por ejemplo, un ciervo aprende a evitar cierto afloramiento de roca
donde fue emboscado por un puma. Aunque mi hipótesis de observación se basa
en observaciones de campo y no está empíricamente probada, mis entrevistas con
gestores de vida silvestre de todo el mundo la han apoyado. Además, es difícil
imaginar cómo habrían sobrevivido los animales salvajes individuales (o toda su
especie) si hubieran desarrollado rutinariamente el tipo de síntomas debilitantes
que tienen muchos humanos (b). Esta “inmunidad” natural claramente no es el caso
de los humanos modernos.... pero ¿por qué y qué podemos hacer al respecto?
Inmovilidad duradera
años setenta. Estos experimentos llevados a cabo en una sala poco iluminada con-
sistieron en recoger suavemente a un conejillo de indias, sujetarlo con seguridad,
darle la vuelta y luego colocarlo de espaldas en un comedero de madera en forma
de V. Cuando esto se hace sin lucha, el animal experimental permanece inmóvil
durante unos segundos o uno o dos minutos, luego se da la vuelta y se aleja tran-
quilamente en una terminación a su propio ritmo de la inmovilidad. Los conejillos
de indias de laboratorio pueden tener algún miedo inherente a los humanos (una
posible variable de confusión). Sin embargo, estos animales todavía parecen salir
de su inmovilidad relativamente rápido, y los efectos secundarios no eran aparen-
tes, por lo que presumiblemente no existen o son muy leves.
Una ilustración vívida de la terminación a su propio ritmo viene de las artes. En
la obra de teatro “Picasso en el Lapin Agile”, (c) el joven Pablo toma la chaqueta
de la joven guapa que ha llevado a su loft de París. Ejecutando con frialdad una
seductora treta, llega hasta el exterior de la ventana, donde hay una paloma blanca
posada en la cornisa. Lentamente, pero sin dudarlo, toma el pájaro con firmeza en
sus manos. A medida que lo gira, el ave deja de moverse. Luego la deja caer en la
calle, tres pisos más abajo. La joven jadea, llevando su mano a la boca de forma
refleja. En el último momento, la paloma se endereza y sale volando, ilesa, hacia la
noche de Montmartre. Picasso se gira entonces hacia su voluptuosa presa huma-
na, atrayendo su cuerpo inmóvil en un abrazo lascivo.
Este es un vistazo instructivo de cómo los animales negocian la inmovilidad y
cómo el acto sexual consensual y la liberación orgásmica implican cierta inmovi-
lidad en ausencia de miedo. La inmovilidad, en ausencia de miedo, es benigna e
incluso placentera, como en el ejemplo de una gata que lleva a su gatito cojo con
seguridad en la boca.
Volviendo al laboratorio: La terminación a su propio ritmo claramente no ocurre
cuando un animal es asustado intencionalmente antes de ser capturado (o cuando
sale de la inmovilidad) y/o es colocado repetidamente tumbado boca arriba. En
este último caso, el conejillo de indias (u otro animal) permanece paralizado por
mucho más de unos pocos minutos. Cuando este proceso inducido por el miedo
se repite en numerosas ocasiones, el animal permanece inmóvil durante un período
significativamente más largo, hasta el punto de que salimos a almorzar y volvimos
a encontrarlo todavía inerte de espaldas.
78 En una voz no hablada
físicamente. Con frecuencia deben permanecer atrapados cerca del suelo (resis-
tiendo tanto los impulsos de lucha activa como los de huida), mientras que “con
calma” intentan estabilizar, apuntar y disparar sus armas. Entrevisté a un soldado
que fue amenazado con un consejo de guerra por “cobardía bajo fuego”. Era un
traductor incrustado con un equipo de asalto de fuerzas especiales en Irak, aunque
los únicos idiomas extranjeros que conocía eran el húngaro y el serbocroata; ¡no
conocía el Farsi ni ningún idioma árabe! No había sido entrenado para el combate, y
cuando su unidad de Marines de primera fue emboscada, no respondió a los dispa-
ros. Al entrevistar a este soldado destrozado, devastado, humillado y aterrorizado,
me di cuenta de que su “negativa” a devolver el fuego era, de hecho, una parálisis
involuntaria, una reacción normal a la situación altamente anormal de ver la sangre,
la muerte y el desmembramiento de sus camaradas. A diferencia de los marines, no
había tenido entrenamiento para anular su miedo (e). Su respuesta instintiva a una
amenaza abrumadora le impidió actuar(36).
Esta historia habla de las culturas modernas que tienden a juzgar la inmoviliza-
ción y la disociación frente a una amenaza abrumadora como una debilidad equi-
valente a la cobardía. Debajo de este juicio castigador yace un miedo generalizado
a sentirse atrapado e indefenso. Este miedo al miedo y a la impotencia, y a sentirse
atrapado, puede llegar a dominar la vida de una persona en forma de vergüenza
persistente y debilitante. Juntos, la vergüenza y el trauma forman una combinación
particularmente virulenta y entrelazada.
La culpa y el odio a sí mismos son comunes entre las sobrevivientes de abuso
sexual y violación, que se juzgan a sí mismas duramente por no “resistirse”, incluso
cuando la lucha no era una opción viable de supervivencia. Sin embargo, tanto la
experiencia de la parálisis como el juicio crítico sobre la “debilidad” y la impotencia
son componentes comunes del trauma. Además, cuanto más joven, más inmadura
o insegura es la víctima, más probable es que responda al estrés, a las amenazas
y al peligro con parálisis en lugar de luchar activamente. Las personas que carecen
de un vínculo sólido de apego temprano con un cuidador principal y, por lo tanto,
carecen de una base de seguridad, son mucho más vulnerables a ser víctimas y
traumatizadas y tienen más probabilidades de desarrollar los síntomas arraigados
de vergüenza, disociación y depresión(37). Además, dado que los patrones psicofi-
siológicos de trauma y vergüenza son similares, existe una asociación intrínseca de
82 En una voz no hablada
entran, salen” fue una expresión que los médicos de Army M.A.S.H. utilizaron para
describir las reacciones de sus pacientes heridos de guerra. Si un soldado entra en
cirugía aterrorizado y necesita ser sujetado, es probable que salga de la anestesia
en un estado de desorientación frenética y posiblemente violenta.
Las mismas consecuencias son tristemente verdaderas cuando los niños son
asustados y abruptamente separados de sus padres antes de la cirugía(41). Si entran
en la cirugía en un estado de agitación, son sujetados y luego rodeados por “mons-
truos enmascarados y con bata”, salen de la anestesia asustados y drásticamente
desorientados. David Levy, en 1945, estudió a niños hospitalizados, muchos de
los cuales recibían tratamiento por lesiones que requerían inmovilización, como
férulas, yesos y aparatos ortopédicos. Encontró que estos desafortunados niños
desarrollaron síntomas de “shock por proyectil” similares a los de los soldados que
regresaban de los frentes de guerra en Europa y el norte de África(42). Unos sesenta
y cinco años más tarde, un padre preocupado relata “una historia demasiado ordi-
naria” sobre la “pequeña” cirugía de rodilla de su hijo Robbie, una garantía virtual
de sufrir trauma.
El médico me dice que todo está bien. La rodilla está bien, pero no todo está
bien para el niño que se despierta de una pesadilla inducida por las drogas,
que da vueltas en su cama del hospital -un niño dulce que nunca lastimó a
nadie-, que mira desde su neblina anestésica con los ojos de un animal sal-
vaje, que golpea a la enfermera, que grita: “¿Estoy vivo?” y que me obliga a
agarrar sus brazos... mirándome fijamente a los ojos y sin saber quién soy (43).
Con los humanos, el impulso hacia la agresión violenta puede llegar a ser ate-
rrador en sí mismo y entonces se vuelve contra sí mismo, como Kahlbaum observó
con tanta presciencia en su trabajo crucial sobre la catatonia . Este giro hacia
(48)
trucción de un recipiente más grande y más resistente para sostener estos efectos
difíciles. Y afortunadamente, de esta manera, superé las secuelas del accidente sin
sufrir traumatismos y con mayor capacidad de recuperación ante futuros desafíos.
A medida que las personas revisitan, atraviesan y luego salen de la inmovilidad
en la terapia, con frecuencia experimentan algo de rabia. Estas sensaciones pri-
marias de furia (cuando están contenidas) representan movimientos de regreso a
la vida. Sin embargo, la rabia y otras sensaciones corporales intensas pueden ser
aterradoras si ocurren abruptamente. En una terapia efectiva, el terapeuta apoya y
guía cuidadosamente al cliente a través de este poderoso proceso. La orientación
debe hacerse lentamente, utilizando un enfoque gradual para que el cliente no se
sienta abrumado.
En última instancia, la rabia se trata (biológicamente) de la urgencia de ma-
tar.(49) Cuando algunas mujeres que han sido violadas comienzan a salir del shock
(frecuentemente meses o incluso años después) pueden tener el impulso de matar
a sus agresores. Ocasionalmente, han tenido la oportunidad de llevar a cabo este
impulso en acción. Algunas de estas mujeres han sido juzgadas y sentenciadas
por asesinato porque el tiempo transcurrido fue visto como evidencia de premedi-
tación. Las injusticias ciertamente han ocurrido debido a la ignorancia general del
drama biológico que esas mujeres estaban representando. Un número de estas
mujeres pueden haber estado actuando sobre las profundas (y retrasadas) res-
puestas autoprotectoras de rabia y contraataque que experimentaron al salir de
una inmovilidad agitada; y por lo tanto sus represalias (aunque muy retrasadas)
pueden haber sido motivadas biológicamente, y no necesariamente una venganza
premeditada, a pesar de la apariencia externa. Estos asesinatos podrían haberse
evitado si en ese momento se hubiera dispuesto de un tratamiento eficaz para las
mujeres traumatizadas.
Por el contrario, las personas no traumatizadas que se sienten enojadas son
muy conscientes de que (por mucho que tengan “ganas de asesinar” incluso a
su cónyuge o a sus hijos) obviamente no intentarían realmente matar al objeto de
su enojo. A medida que los individuos traumatizados comienzan a salir de la in-
movilidad, frecuentemente experimentan erupciones de ira o rabia intensas. Pero
temiendo que puedan herir a otros (o a sí mismos), hacen un esfuerzo tremendo
para desviar y suprimir esa ira, casi antes de que la sientan.
88 En una voz no hablada
Cuando uno se inunda de rabia, las partes frontales del cerebro se “apagan”
. Debido a este desequilibrio extremo, la capacidad de retroceder y observar las
(50)
Figura 4.1a Esta figura ilustra la duración y la gravedad de la “congelación” en tres situacio-
nes. El primer escenario es similar a una zarigüeya siendo atacada y haciéndose la muerta.
La zarigüeya se congela, y el depredador, que pierde el interés en esta carroña inerte, sale en
busca de presas más vivas. Dejada sola, la zarigüeya “se sacude” este encuentro y sigue su
camino, no obstante. Esto se llama terminación a su propio ritmo. El segundo escenario ilustra
lo que sucede cuando un animal que sale de la inmovilidad es restringido y asustado. Se vuelve
a aterrorizar, y la inmovilidad es mucho más profunda, y dura mucho más tiempo. Este terror
paralizante es el efecto de la inmovilidad potenciada por el miedo y conduce al TEPT. Por eso la
frase “el tiempo cura todas las heridas” simplemente no se aplica al trauma. El tercer escenario
muestra lo que sucede en una sesión de terapia exitosa. El terapeuta guía gradualmente a la
paciente a tocar brevemente las sensaciones de inmovilidad, y luego la guía para desacoplar
la inmovilidad del miedo. De esta manera ella puede descargar la hiperactivación subyacente
y volver al equilibrio
92 En una voz no hablada
Ahora que estaba en casa, lo entendió, debía seguir vigilando. Los recuerdos
lo arrastraban, las emociones saboteaban su cerebro pensante. Volver a la
vida después de morir por sí mismo era peligroso. Había demasiado que
Ciclo Miedo/Inmovilidad
itación
Exc
Fu
ga
Fallid
a
In m o
o
v ili
ed
za
ia m i
ci
n d
e
cia e n c
ó
e n
E x p e ri m p o t
ei
Instinto y Razón
En el análisis final, creo que es el equilibrio dinámico entre las partes más primi-
tivas y las más evolucionadas/refinadas del cerebro lo que permite que se resuelva
el trauma y que las emociones difíciles se integren y transformen. El tratamiento
eficaz consiste en ayudar a los individuos a mantener en línea la corteza prefrontal
“observadora”, ya que experimenta simultáneamente las sensaciones primitivas
crudas generadas en las partes arcaicas del cerebro (el sistema límbico, el hipotá-
lamo y el tronco encefálico; véase la figura 4.2). La clave de esta delicada empresa
es ser capaz de sentir con seguridad sensaciones y sentimientos corporales tanto
intensos como sutiles. Resulta que hay una estructura cerebral emparejada que
parece hacer exactamente eso: atrapada entre el sistema límbico y la corteza pre-
frontal está la ínsula (más cerca del sistema límbico) y el giro cingulado (más cerca
de la corteza). En resumen, la ínsula recibe información de las estructuras internas
del cuerpo, incluidos los músculos, las articulaciones y las vísceras. Juntos, insula
y cíngulo nos ayudan a dar sentido a estas sensaciones primitivas entretejiéndolas
en sentimientos, percepciones y cogniciones matizadas. (52) Acceder a esa función
es clave para el enfoque de transformar el trauma y las emociones difíciles que se
describe en los capítulos siguientes.
94 En una voz no hablada
Figura 4.2 Esto ilustra la importancia de mantener en línea la corteza prefrontal durante la acti-
vación de la excitación basada en la supervivencia en el tronco encefálico y el sistema límbico.
Observe cómo fluyen los impulsos nerviosos entre las estructuras cerebrales instintivas del
tálamo y el hipotálamo (que controlan la secreción de la glándula pituitaria que es vital para
mantener la homeostasis de los órganos y las células) y el lóbulo frontal (o cerebro racional)
_________________________________________________________________________
* Los bonobos son una notable excepción a los ataques de cohorte, en gran medida a través de
la estrategia del sexo libre para todos, así como de su organización matriarcal.
† Estos experimentos se llevaron a cabo con fotos fijas tomadas de videoclips de actores
que imaginaban abrir una puerta y ver a un atracador. Sin duda estos efectos serían de una
magnitud mucho mayor con una amenaza real o incluso actuando pero mostrando imágenes
en movimiento de los sujetos.
Inmovilizados por el miedo 95
‡ Cuando se muestran posturas neutras (como verter un vaso de agua), sólo se activan las
partes del cerebro asociadas con la visión (área 17 en el neocórtex). Hasta donde yo sé, los
investigadores no han reclutado a seres extraordinariamente pacíficos, como el Dalai Lama,
para las posturas positivas.
§ Esta transición está orquestada por el sistema nervioso autónomo entre estados de exci-
tación simpática y rebote y relajación parasimpática. Este cambio de fluidos mantiene una
calidad general de “alerta relajada”.
‖ Este uso anterior es, por ejemplo, coherente con el de etólogos como A. Eric Salzen y Des-
mond Morris. Véase Desmond Morris, Primate Ethology , (Londres: Weidenfield y Nicholson,
1969); A. Eric Salzen (1991), “On the Nature of Emotion”, Journal of Comparative Psychology,
5, 47-110; y Salzen (1967), “Social Attachment and a Sense of Security”, Social Sciences In-
formation 12, 555-627.
a El abandono de la presa puede servir para proteger al depredador de ser envenenado por
comer carroña infectada.
b Es evidente que no ocurre lo mismo con los animales colocados en condiciones de labora-
torio. Como Pavlov observó por primera vez, los animales experimentales estresados se trau-
matizan fácilmente.
c Embellecido con la obra de Steve Martin: Picasso en el Lapin Agile (New Village Arts Theater,
Carlsbad, California, enero de 2010).
d Aunque los animales domésticos no parecen entrar en IT de manera fiable, lo que indica que
puede ser necesario al menos cierto grado de temor -o al menos de desconocimiento- para
inducir la IT. Sin embargo, si los sujetos traumatizados o altamente ansiosos son inducidos a
una catalepsia hipnótica (para consternación del clínico desprevenido), pueden tener ataques
de pánico abruptos o incluso estados similares a catatonia prolongados.
f Este es un dilema central al trabajar con el llamado Trastorno de Personalidad Limítrofe (Bor-
derline)
96 En una voz no hablada
CAPÍTULO 5
De la parálisis a la transformación
Fundamentos básicos
destrucción total.
Y cuando haya pasado a mi lado, me volveré para ver el camino del miedo.
E
n el capítulo anterior exploramos cómo los animales y los humanos experimen-
tales quedan atrapados en una parálisis dominada por el miedo y, por lo tanto,
cómo se traumatizan. En este capítulo, presento el “antídoto” para el trauma: los
mecanismos biológicos básicos que los terapeutas deben conocer y ser capaces
de provocar en sus clientes para ayudarles a resolver sus reacciones traumáticas.
La participación de estos procesos biológicos es igualmente esencial, ya sea en el
tratamiento de la fase aguda inmediatamente después de incidentes amenazantes
y abrumadores, como violaciones, accidentes y desastres, o en la transformación
del TEPT crónico.
Hasta que la experiencia física central de trauma -sentirse tensamente asus-
tado, congelado en el miedo o derrumbárse y volverse insensible- se desenrolla
98 En una voz no hablada
vas.
6. Separar o “desacoplar” la asociación condicionada del miedo y la impoten-
cia de la respuesta biológica de inmovilidad (normalmente limitada en el
tiempo pero ahora inadaptada).
7. Resolver los estados de hiperactivación guiando suavemente la “descarga”
y la redistribución de la vasta energía de supervivencia movilizada para la
acción de preservación de la vida, al tiempo que se libera esa energía para
apoyar el funcionamiento del cerebro a un nivel superior.
8. Comprometerse con la autorregulación para restaurar el “equilibrio dinámi-
co” y el estado de alerta relajado.
9. Orientarse al aquí y ahora, contactar con el entorno y restablecer la capa-
cidad de compromiso social.
Figura 5.1 Esta figura muestra la alternancia en la percepción entre figura y fondo. ¿Ves el
jarrón o ves la cara? Sigue buscando. ¿Qué ves ahora? Probablemente notará que el jarrón y
la cara se alternan pero no pueden ser percibidos al mismo tiempo. Este es un concepto útil
para entender cómo el miedo se desvincula de la inmovilidad. Cuando uno experimenta inmo-
vilidad pura, uno no puede (como el jarrón y la cara) también sentir miedo al mismo tiempo.
Esto facilita la expansión y la descarga gradual de la activación que se muestra en la Figura 5.2.
Esperando lo peor, te ves, y en su lugar, aquí está la cara alegre que has estado
esperando ver.
estarías paralizado.
Las dos tan bien equilibradas y coordinadas como las alas de un pájaro.
-Rumi (1207-1273)
Todos los hijos de Dios tienen ritmo, ¿quién podría pedir algo más?
Porgy y Bess
De la Parálisis a la Transformación 103
Figura 5.2 Esta figura describe el ciclo de expansión y contracción a través del proceso de
pendulación. Esta conciencia vital permite que las personas aprendan que lo que sea que estén
sintiendo cambiará. La percepción de la pendulación guía la liberación (descarga) contenida y
gradual de las “energías traumáticas”, lo que conduce a sensaciones corporales expansivas y
Paso 4. Titración
Los pasos 3 y 4 -pendulación y titración- forman una díada muy unida que per-
mite a los individuos acceder de forma segura e integrar estados críticos basados
en la supervivencia y altamente energéticos. Juntos, permiten que el trauma sea
procesado sin abrumar, y por lo tanto el individuo no es retraumatizado.
En los Pasos 5, 6 y 7, se logra la restauración gradual de las respuestas activas
defensivas y protectoras, junto con la terminación cuidadosamente calibrada de
la reacción de inmovilidad. Esto, junto con la descarga de energía ligada, reduce
la hiperactivación. Juntos, estos pasos se encuentran en el corazón del trauma
transformador. En particular, la salida de la inmovilidad se asocia con sensaciones
intensas basadas en la activación, junto con las poderosas emociones de la rabia
y la fuga frenética y temerosa. Esta es la razón por la que el proceso de liberación
del trauma debe ser trabajado en pequeños incrementos.
Utilizo el término titración para denotar el proceso gradual y escalonado de re-
negociación del trauma. Este proceso funciona como ciertas reacciones químicas.
Considere dos vasos de precipitados de vidrio, uno lleno de ácido clorhídrico (HCl)
y el otro de lejía (NaOH). Estas sustancias extremadamente corrosivas (el ácido y la
base, respectivamente) causarían quemaduras severas si usted colocara su dedo
en cualquiera de los dos vasos de precipitados; de hecho, si usted dejara ese dedo
allí por unos momentos, simplemente se disolvería ya que ambos químicos son
De la Parálisis a la Transformación 107
Titración
Figura 5.3 La titración en el laboratorio de química es una forma de combinar dos sustancias
corrosivas y potencialmente explosivas en una mezcla controlada que transforma los reactan-
tes gradualmente.
108 En una voz no hablada
traataque con rabia. Es comprensible que las personas teman tanto entrar como
salir de la inmovilidad, especialmente cuando no son conscientes del beneficio de
hacerlo. Examinemos más a fondo estos temores.
El miedo a entrar en la inmovilidad: Evitamos experimentar las sensaciones de
inmovilidad por lo poderosas que son y por lo indefensos y vulnerables que nos
hacen sentir. Algunos de ellos incluso imitan el estado de muerte. Cuando usted
considera cómo el pensamiento de algo tan rutinario como ser obligado a sentarse
rígidamente quieto en el sillón del dentista puede hacer que usted haga una mueca
de dolor, usted comienza a entender el desafío de entrar voluntariamente en el
modo de inmovilidad. Usted puede anticipar el dolor de estar atrapado sin manera
de escapar. Para las personas ansiosas o traumatizadas, tener que permanecer in-
móviles durante una resonancia magnética o una tomografía computarizada puede
ser francamente aterrador. Para los niños, estos procedimientos pueden ser mucho
más difíciles. Sentarse tranquilamente en el escritorio de uno, incapaz de moverse
durante horas y horas, es un desafío para cualquier joven. Para un niño ansioso
o “sensible”, puede ser insoportable, e incluso puede contribuir al trastorno por
déficit de atención e hiperactividad. Esto puede ser especialmente cierto para los
niños que han tenido que someterse a procedimientos de inmovilización, como
cuando se requieren yesos o aparatos ortopédicos para la corrección ortopédica
de caderas, piernas, tobillos o pies durante la etapa de desarrollo en la que un niño
normalmente estaría aprendiendo a caminar, correr y explorar el mundo.
Incluso los adultos que meditan a menudo tienen dificultades para sentarse
quietos. Aquellos pocos afortunados que pueden arrastrarse a una cama caliente,
yacer absolutamente quietos, y caer rápidamente en un sueño reparador, reciben
una preciosa bendición. Sin embargo, para muchos (quizás incluso para la mayo-
ría), la hora de acostarse a menudo está llena de ansiedad. Puede convertirse en
una pesadilla en sí misma. En la frustración, usted puede tratar de quedarse quieto
mientras “cuenta ovejas”. Con la mente girando, eres incapaz de soltarte y rendirte
a los brazos de Morfeo. Y luego, cuando algunas personas despiertan durante (o
poco después) el sueño REM, sus cuerpos siguen literalmente paralizados por los
mecanismos neurológicos diseñados para inhibir la carrera o la lucha (o incluso el
movimiento activo) en un sueño de autoprotección y prevención contra el daño a
otra persona. Despertarse de esta “parálisis del sueño” puede ser aterrador, sobre
112 En una voz no hablada
todo cuando las personas experimentan que se separan de sus cuerpos, un com-
ponente frecuente de la inmovilidad. Para otros, la parálisis REM inducida por el
sueño es una experiencia fuera del cuerpo curiosa, agradable e incluso “mística”.
Para aquellos que perciben esta separación de sus cuerpos como aterradora, las
reacciones de pánico son típicas. En las personas traumatizadas, la inmovilidad
potenciada por el miedo es su compañero desgarrador, día y noche.
Aunque evitar la inmovilidad es comprensible, tiene un precio. Cualquiera que
sea la experiencia de la que te desvíes, tu cerebro-cuerpo lo registra como peli-
groso; o coloquialmente, “aquello a lo que nos resistimos persiste”. Por lo tanto, la
expresión honrada por el tiempo, “el tiempo cura todas las heridas”, simplemente
no se aplica al trauma. A corto plazo, la supresión de las sensaciones de inmovili-
dad aparece (para nuestra mente sesgada por la negación) para mantener a raya
la parálisis y la impotencia. Sin embargo, con el tiempo, se hace evidente que las
maniobras evasivas son un fracaso abyecto. Este “barrer bajo la alfombra” no sólo
prolonga lo inevitable, sino que a menudo hace que el eventual encuentro con la
inmovilidad sea aún más aterrador. Es como si la mente reconociera el alcance de
nuestra resistencia y en respuesta lo interpretara como una evidencia más del pe-
ligro. Si, por otro lado, uno es capaz de utilizar la asistencia vital de la titración y la
pendulación, uno puede tocar suave y brevemente ese vacío parecido a la muerte
sin deshacerse. Por lo tanto, la respuesta de inmovilidad puede avanzar en el tiem-
po hacia su conclusión natural, la terminación a su propio ritmo.
El miedo a salir de la inmovilidad: En la naturaleza, cuando un animal presa ha
sucumbido a la respuesta de inmovilidad, permanece inmóvil durante un tiempo.
Luego, con la misma facilidad con la que dejó de moverse, se mueve, se reorienta
y se apaga. Pero si el depredador ha permanecido y ve que su presa vuelve a la
vida, la historia tiene un final muy diferente. Cuando la presa vuelve a la vida y ve
al depredador listo para un segundo ataque (y esta vez letal), o bien abandona la
furia total y los contraataques, o intenta correr en una frenética huída no dirigida.
Por lo tanto, la reacción es salvaje y “sin sentido”. Como mencioné en el capítulo
4, una vez vi a un ratón contraatacar a un gato que lo había estado golpeando con
sus zarpas (sacando al ratón de su estupor), y luego salir corriendo, dejando al
gato aturdido, como el gato Tom en un dibujo animado de Tom y Jerry. Así como el
animal inmovilizado (en presencia del depredador) sale listo para un contraataque
De la Parálisis a la Transformación 113
aparente del estado traumático enconado. Por estas razones, la titulación se vuelve
aún más crucial como medida para interrumpir este “ciclo de vergüenza” que se
perpetúa a sí mismo.
En el caso del abuso sexual y otras formas de abuso previo, un sustrato de
autorreproche ya ha sido puesto bajo un trauma posterior durante la edad adulta.
De hecho, debido a que la inmovilidad se experimenta como una respuesta pasiva,
muchas víctimas de abuso sexual y violación sienten una vergüenza tremenda por
no haber luchado con éxito contra sus agresores. Esta percepción y la abrumadora
sensación de derrota pueden ocurrir independientemente de la realidad de la situa-
ción: el tamaño relativo del atacante no importa; tampoco importa el hecho de que
la inmovilidad pudiera haber protegido a la víctima de más daño o posiblemente
de la muerte (†). Y ni siquiera he incluido aquí el manto adicional de confusión y
vergüenza que ocurre dentro de la compleja dinámica del secreto y la traición en la
familia incestuosa.
A medida que las personas traumatizadas comienzan a recuperar su sentido de
acción y poder, gradualmente llegan a un lugar de autoperdón y autoaceptación.
Logran la comprensión compasiva de que tanto su inmovilidad como su rabia son
un imperativo instintivo biológicamente impulsado y no algo de lo que avergonzarse
como si se tratara de un defecto de carácter. Poseen su rabia como poder y agen-
cia indiferenciados, una fuerza vital para preservar la vida que debe ser aprovecha-
da y utilizada en beneficio propio. Por su profunda importancia en la resolución del
trauma, me repito: el miedo que alimenta la inmovilidad puede ser categorizado, en
términos generales, como dos miedos separados: el miedo a entrar en la inmovili-
dad, que es el miedo a la parálisis, a la trampa, a la impotencia y a la muerte; y el
miedo a salir de la inmovilidad, a la intensa energía de las sensaciones “basadas en
la rabia” del contraataque. Atrapado en esta pinza de dos lados (de entrar y salir),
la inmovilidad repele su antídoto implacablemente de modo que parece imposible
romperlo. Sin embargo, cuando el terapeuta hábil ayuda a los clientes a desaco-
plar el miedo de la inmovilidad mediante la restauración de la “terminación de la
inmovilidad a su propio ritmo”, la rica recompensa es la capacidad del cliente para
avanzar en el tiempo. Esta “experiencia de avance” disipa el miedo, la trampa y
la impotencia al romper este bucle interminable de retroalimentación de terror y
parálisis.
De la Parálisis a la Transformación 115
A medida que las respuestas pasivas son reemplazadas por respuestas activas
en la salida de la inmovilidad, se produce un proceso fisiológico particular: se ex-
perimentan oleadas de temblores y sacudidas involuntarias, seguidas de cambios
espontáneos en la respiración, que van de ser estrechas y superficiales a profundas
y relajadas. Estas reacciones involuntarias funcionan, esencialmente, para descar-
gar la vasta energía que, aunque movilizada para preparar al organismo para luchar,
huir o autoprotegerse de otra manera, no fue ejecutada completamente. (Vea el
Capítulo 1 para mi propia experiencia de tales reacciones después de mi accidente,
y el Capítulo 2 para la de Nancy mientras descargaba la energía de activación que
había estado ligada a síntomas cada vez mayores desde su amigdalectomía en la
primera infancia). Quizás la manera más fácil de visualizar la liberación de energía
es a través de una analogía de la física. Imagínate un resorte firmemente sujeto al
techo por encima de ti. En el extremo libre del resorte se coloca un peso (véase la
figura 5.4). Alcanzas hacia arriba y tiras del peso hacia abajo, estirando el resorte y
creando en él energía potencial. Luego, a medida que se libera el resorte, el peso
oscila hacia arriba y hacia abajo hasta que se descarga toda la energía del resorte.
De esta manera, la energía potencial contenida en el muelle se transforma en la
energía cinética del movimiento. El resorte finalmente descansa cuando toda la
energía potencial almacenada que ha sido convertida en esta energía cinética se
descarga completamente.
De la Parálisis a la Transformación 117
Figura 5.4 Estirar el resorte aumenta su energía potencial. La liberación del resorte transforma
este potencial en energía cinética, donde se descarga y se restablece el equilibrio.
Más de ciento cincuenta años después, éste sigue siendo el principio subyacente
y definitorio para el sustento de la vida. Sin embargo, puesto que el equilibrio no es
un proceso estático, usaré el término equilibrio dinámico en lugar de homeostasis
para describir lo que sucede cuando el sistema nervioso se vuelve hiperactivo en
respuesta a la amenaza y luego se “reajusta”, sólo para ser excitado y reajustado
una vez más. Este restablecimiento continuo restaura el nivel de excitación previo
a la amenaza y promueve el estado de cambio (proceso) de alerta relajada. Con el
tiempo esto contribuye a la construcción de una robusta resiliencia. Finalmente,
la experiencia interoceptiva de equilibrio, sentida en las vísceras y en su medio
interno, es lo sano: es decir, la sensación de fondo de que -cualquiera que sea
su estado de ánimo en un momento dado, por terrible que sea la perturbación o
desagradable la excitación- usted tiene una base segura dentro de su organismo.
capacidad de presencia, de estar en “el aquí y ahora”, se hace realidad. Esto ocurre
junto con el deseo y la capacidad de compromiso social encarnado.
La capacidad de compromiso social tiene consecuencias poderosas para la
salud y la felicidad. Como niños pequeños estamos conectados para participar en
el sistema nervioso social de nuestros padres y para encontrar emoción y alegría
en tal compromiso. Además, la fascinación por el rostro de otra persona se gene-
raliza al medio ambiente y a la maravilla de la “novedad”. Los colores se vuelven
vibrantes, mientras que uno percibe las formas y las texturas como si las viera por
primera vez, el milagro mismo de la vida desplegándose.
Además, el sistema de compromiso social es intrínsecamente autocalmante y
es, por lo tanto, una protección incorporada contra el “secuestro” del propio orga-
nismo por el sistema de excitación simpática y/o el congelamiento en la sumisión
por el sistema de “apagado” más primitivo. La rama de compromiso social del sis-
tema nervioso es probablemente tanto cardioprotectora como inmunoprotectora.
Esta puede ser la razón por la que las personas con fuertes afiliaciones personales
vivan más tiempo y más sanas. También mantienen habilidades cognitivas más
agudas hasta la vejez. De hecho, un estudio que examinó los efectos de jugar al
“bridge” en la reducción de los síntomas de la demencia concluyó que la principal
variable independiente fue la socialización (en lugar de las habilidades computacio-
nales per se).(‡) Y, finalmente, estar comprometido en el mundo social no es sólo
estar comprometido en el aquí y ahora, sino también sentir un sentido de pertenen-
cia y seguridad. Así que, en última instancia, liberar a los clientes del aislamiento
repercusivo que crean el miedo y la inmovilidad tiene el potencial de liberarlos no
sólo de los síntomas debilitantes, sino también de generar energía para el estable-
cimiento de conexiones y relaciones satisfactorias.
_________________________________________________
* Este es un método que he desarrollado en los últimos cuarenta años.
† No está claro cuándo luchar o sucumbir es la mejor estrategia de supervivencia para la vio-
lación. Sin embargo, un niño dependiente que experimenta abuso sexual no tiene otra opción
que sucumbir.
‡ El llamado estudio de los 90+ en la Universidad del Sur de California comenzó en 1981. Ha
120 En una voz no hablada
incluido a más de 14.000 personas de 65 años o más y a más de 1.000 de 90 años o más. El
Dr. Kawas, un investigador principal, concluyó, “Interactuar con la gente regularmente, incluso
con extraños, usa fácilmente tanta energía cerebral como hacer rompecabezas, y no me sor-
prendería si de eso se trata”.
121
CAPÍTULO 6
Puede que el mapa no sea el territorio, pero seguro que te ayuda a moverte.
J
usto como los mapas son útiles para encontrar una parte particular de la ciu-
dad, los mapas del organismo humano * son importantes para navegar por el
paisaje del trauma e informar su curación. El trabajo innovador de Stephen Porges,
director del Brain Body Center del Departamento de Psiquiatría de la Universidad
de Illinois, ha proporcionado un elocuente, bien razonado y ampliamente apoyado
“mapa del tesoro” de los sistemas psicofisiológicos que rigen el estado traumático.
Estos mismos sistemas también median en los sentimientos básicos de bondad y
pertenencia. La teoría polivagal de la emoción (58) de Porges ilumina las vías de recu-
peración e integración descritas en el capítulo 5. Además, su modelo aclara por qué
ciertos enfoques comunes de la psicoterapia del trauma fracasan con frecuencia.
Brevemente, la teoría de Porges establece que, en los humanos, tres subsiste-
mas básicos de energía neural sostienen el estado general del sistema nervioso y
las conductas y emociones correlativas. El más primitivo de estos tres (que abarca
unos 500 millones de años) proviene de su origen en las primeras especies de pe-
ces (†). La función de este sistema primitivo es la inmovilización, la conservación
metabólica y el cierre. Su objetivo de acción son los órganos internos. El siguiente
en el desarrollo evolutivo es el sistema nervioso simpático. Este sistema global de
excitación ha evolucionado desde el período de los reptiles hace unos 300 millones
de años. Su función es la movilización y la acción reforzada (como en la lucha o la
huida); su objetivo en el cuerpo son las extremidades. Por último, el tercer sistema,
y filogenéticamente el más reciente (derivado de hace unos 80 millones de años),
122 En una voz no hablada
sólo existe en los mamíferos. Este subsistema neural muestra su mayor refina-
miento en los primates, donde media complejas conductas sociales y de apego.
Es la rama del sistema nervioso parasimpático que regula el llamado nervio vago
mamífero o “inteligente”, que está neuroanatómicamente ligado a los nervios cra-
neales que median la expresión facial y la vocalización. Este sistema recientemente
adquirido anima los músculos de la garganta, la cara, el oído medio, el corazón y
los pulmones, que juntos comunican nuestras emociones, tanto a los demás como
a nosotros mismos.(59) Este sistema tan refinado orquesta la relación, el apego y la
vinculación y también media la inteligencia emocional. La figura 6.1 resume los
subsistemas nerviosos básicos de los mamíferos. Para más detalles, vea el Diagra-
ma B después de esta página, que muestra el complejo deambular del nervio vago
afectando y siendo afectado por la mayoría de los órganos internos. Las funciones
básicas de estos sistemas filogenéticos se resumen en las figuras 6.2a a 6.2d.
Los sistemas nerviosos se ajustan para evaluar el riesgo potencial en el medio
ambiente, un proceso de evaluación inconsciente que Porges llama “neurocep-
ción” (‡) Si uno percibe que el ambiente es seguro, su sistema de compromiso
social inhibe las estructuras límbicas y del tronco encefálico más primitivas que
controlan la lucha o la huida. Después de estar moderadamente asustado, usted
podría, por ejemplo, ser calmado por otra persona, como cuando una madre le dice
a su hijo: “Está bien; eso sólo era el viento que soplaba”.
Generalmente, cuando se está amenazado o molesto, uno mira primero a los
demás, deseando comprometerse con sus rostros y voces y comunicar sus senti-
mientos para garantizar la seguridad colectiva. Esto se llama comportamiento de
apego. El apego es prácticamente la única defensa que tienen los niños pequeños,
ya que normalmente no pueden protegerse luchando o huyendo. El apego a la se-
guridad es una estrategia general de supervivencia de mamíferos y primates contra
la depredación. Al lidiar con la amenaza en cantidad, es menos probable que el
individuo sea “atrapado”. Además, si alguien de tu propio grupo te está amenazan-
do, puedes intentar primero “ser amable” antes de recurrir a la lucha o a la huida.
Un Mapa Para la Terapia 123
Sistema Nervioso
Figura 6.1
Ne
rvi
ov
ag
o
Figura 6.2a Esta figura muestra qué parte del cuerpo está afectada por cada uno de los sub-
sistemas evolutivos.
El concepto de jerarquías por defecto -descrito por primera vez por el neuró-
logo preeminente de finales del siglo XIX, Hughlings Jackson - sigue siendo un
(60)
Raíces Evolutivas
Figura 6.2b Muestra el control neural de los tres sistemas filogenéticos: vago
primitivo, simpático/adrenal y vago “inteligente” (mamífero).
Cuanto más primitivo es el sistema operativo, más poder tiene para asumir la
función general del organismo. Lo hace inhibiendo los subsistemas neurológicos
más recientes y más refinados, impidiendo que funcionen eficazmente. En particu-
lar, el sistema de inmovilización suprime casi por completo el sistema de compro-
miso social/apego. Cuando uno está “asustado hasta la muerte”, le quedan pocos
recursos para orquestar los complejos comportamientos que median el apego y la
calma; el compromiso social es esencialmente secuestrado. El sistema nervioso
simpático también bloquea el sistema de compromiso social, pero no tan comple-
tamente como el sistema de inmovilización (la más primitiva de las tres defensas).
126 En una voz no hablada
Figura 6.2c Esto resume las etapas filogenéticas de los sistemas simpático y polivagal.
Figura 6.2d Esto muestra el efecto que tienen los sistemas filogenéticos al aumentar (signo +)
o disminuir (signo -) la actividad de los diversos sistemas orgánicos.
Una salida
La conexión cerebro/cuerpo
“Cualquier cosa que aumente, disminuya, limite o extienda el poder de acción del
El primero es un ejercicio simple que los clientes pueden hacer por sí mismos
para ayudar a animar su sentido del cuerpo y minimizar el cierre, la disociación y
el colapso. Al ser capaces de practicar en la privacidad de sus propios hogares,
los clientes pueden ahorrarse la vergüenza potencial en su proceso de despertar.
Este ejercicio, y los que siguen, deben realizarse regularmente, con el tiempo, para
obtener el máximo beneficio, y los terapeutas deben practicar los ejercicios por sí
mismos.
Durante diez minutos más o menos (unas cuantas veces a la semana), tome
una ducha suave y pulsante de la siguiente manera: a una temperatura cómoda,
exponga su cuerpo al agua pulsante. Dirige tu conciencia hacia la región de tu
cuerpo donde se enfoca la estimulación rítmica. Deja que tu conciencia se mueva
a cada parte de tu cuerpo. Por ejemplo, ponga el dorso de las manos bajo el ca-
bezal de la ducha, luego las palmas de las manos y las muñecas, luego la cabeza,
los hombros, las axilas, ambos lados del cuello, etc. Trate de incluir cada parte de
su cuerpo y preste atención a la sensación en cada área, incluso si se siente en
blanco, adormecido o incómodo. Mientras haces esto, diga: “Éste es mi brazo, mi
cabeza, mi cuello”, etc. “Te doy la bienvenida”. Usted también puede hacer este
ejercicio golpeando suavemente esas mismas partes de su cuerpo con la punta
de los dedos. Cuando se hacen regularmente con el tiempo, este y los siguientes
ejercicios ayudarán a restablecer la conciencia de los límites de su cuerpo a través
del despertar de las sensaciones de la piel.
Una continuación de este ejercicio de ducha consiste en llevar la conciencia de
los límites a los músculos. Comienza con una mano agarrando y apretando suave-
mente el antebrazo opuesto; luego aprieta la parte superior del brazo, los hombros,
el cuello, los muslos, las pantorrillas, los pies, etc. El elemento importante es ser
consciente de cómo se sienten los músculos desde el interior mientras se aprietan.
Usted puede comenzar a reconocer la rigidez o flacidez del tejido así como su
calidad general de vida. Generalmente, los músculos tensos y estrechos están aso-
ciados con la alarma y la hipervigilancia del sistema de excitación simpática. Los
músculos flácidos, por otro lado, muestran cómo colapsa el cuerpo cuando está
dominado por el sistema de inmovilización. En el caso de los músculos flácidos,
es necesario que te quedes y los sostengas suavemente, casi como si estuvieras
sosteniendo a un bebé. Con la práctica de ejercicios suaves, enfocados al tacto y a
140 En una voz no hablada
Cambiando el paradigma
La mayoría de los psicoterapeutas trabajan con los clientes cuando ambos es-
tán sentados en sillas. Dado que sentarse requiere poca información propioceptiva
y kinestésica para mantener una postura erguida, el cuerpo se vuelve fácilmente
ausente, desapareciendo de su dueño. Recordemos el estudio fMRI de Lanius y
Hopper, donde los pacientes disociados mostraron una gran reducción de la activi-
dad en las partes del cerebro (insular y cingular) que registran sensaciones corpo-
rales. En contraste, una posición de pie requiere que uno se involucre en al menos
un mínimo de actividad interoceptiva y conciencia para mantener el equilibrio a
través de la integración propioceptiva y kinestésica. A menudo, este simple cambio
de postura puede hacer la diferencia entre si un cliente es capaz de permanecer
presente en el cuerpo mientras procesa sensaciones y sentimientos difíciles. Otra
variante de apoyo es invitar al cliente a sentarse en una pelota de gimnasia del
tamaño adecuado. Dado que el equilibrio en una pelota requiere hacer múltiples
ajustes para mantener el equilibrio, no sólo ayuda a estar en contacto con las sen-
saciones internas debido a la retroalimentación de esta superficie flexible, sino que
además, las exploraciones en la conciencia muscular, en la base, en el centrado, en
los reflejos protectores y en la fuerza central aportan una nueva dimensión al desa-
rrollo de la conciencia corporal. Naturalmente, el terapeuta tiene que estar seguro
de que el cliente está presente y lo suficientemente integrado como para no caerse
Un Mapa Para la Terapia 141
Figura 6.3a Ejercicio de conciencia física para cultivar la experiencia de una agresión saluda-
ble. Posicionamiento de la mano para evocar una agresión saludable (en la Figura 6.3a).
Figura 6.3b
La idea, ahora, es hacer que la cliente sienta sus pies en el suelo, sienta su
centro y luego empuje firmemente, pero suavemente, en la mano del terapeuta
(ver Figura 6.3b). Como terapeuta, usted ofrecerá sólo la resistencia suficiente para
permitir que la cliente se sienta a sí misma empujando desde su centro. Usted le
pedirá que sienta cómo el movimiento parece originarse en su vientre y se expre-
sa a través de sus hombros y en sus brazos y manos. Continúe verificando con
la cliente para determinar si la resistencia se siente bien -no demasiado o muy
Un Mapa Para la Terapia 143
Figura 6.4 Practicar con seguridad la respuesta de escape al correr para contrarrestar la sensa-
ción de estar atrapado e indefenso. Es importante cultivar la conciencia de correr.
Se sabe desde hace tiempo que el cerebro puede influir en nuestros órganos
internos. Cuando este proceso sale mal, uno se convierte en el portador desafortu-
nado de lo que se ha denominado enfermedad psicosomática. La idea principal del
efecto unidireccional de la mente sobre el cuerpo evolucionó como el “paradigma
psicosomático” de las décadas de 1930 a 1950. Hoy en día, sigue siendo una sa-
biduría convencional, y pocos médicos niegan que una mente sobreexcitada y las
emociones perturbadas afecten al cuerpo humano en forma de trastornos “funcio-
nales”, que incluyen la hipertensión arterial, los síntomas gastrointestinales, el dolor
Un Mapa Para la Terapia 145
crónico, la fibromialgia y las migrañas, así como una multitud de otras enfermeda-
des, las llamadas idiopáticas. En 1872, sin embargo, mucho antes del surgimiento
de la medicina psicosomática, el asombroso Charles Darwin se dio cuenta de que
había una conectividad bidireccional vital entre el cerebro y el cuerpo:
El nervio “neumogástrico” del que habla Darwin no es otro que el nervio vago
descrito en la teoría polivagal de Porges. El nervio vago primitivo (no mielinizado)
del sistema de inmovilización conecta el cerebro con la mayoría de nuestros ór-
ganos internos. Este enorme nervio es el segundo nervio más grande de nuestro
cuerpo, comparable en tamaño a la médula espinal. En particular, este nervio sirve
en gran medida al sistema gastrointestinal, influyendo en la ingestión, digestión,
asimilación y eliminación. También afecta significativamente el corazón y los pul-
mones, como Darwin reconoció claramente.
Además, en el interior del revestimiento de la pared gastrointestinal hay un
plexo de nervios masivo. Esta compleja red de neuronas sensoriales, motoras e in-
terneuronas (aquellas células nerviosas que se conectan entre las neuronas senso-
riales y motoras) integra los órganos digestivos y eliminatorios para que funcionen
coherentemente. (m) Este complejo sistema tiene aproximadamente el mismo nú-
mero de neuronas y materia blanca que el cerebro de un gato. Debido a esta com-
plejidad, a veces se le ha llamado el segundo o cerebro entérico; los otros tres son
el reptil (instintivo), el paleomamífero (límbico/emocional) y el primate (agrandado,
racional) neocórtex. El sistema nervioso entérico es nuestro cerebro más antiguo,
que evolucionó hace cientos de millones de años. Produce muchas hormonas be-
neficiosas, incluyendo el 95% de la serotonina en el cuerpo, (n) y por lo tanto es una
fábrica de medicina natural primaria y almacén de hormonas para sentirse bien.(76)
Sorprendentemente, hasta el 90% del nervio vago que conecta nuestros intes-
tinos y cerebros es sensorial! En otras palabras, por cada fibra nerviosa motora que
146 En una voz no hablada
El medio es el mensaje
el diálogo en curso en la autopista del intestino del cerebro para liberar más que
efímeramente la congestión causada por el estrés crónico y el trauma.
Las reacciones viscerales intensas asociadas con la amenaza son agudas y
temporales. Una vez pasado el peligro, estas reacciones (ya sea inhibición de la
motilidad gástrica por el sistema nervioso simpático o sobreestimulación violenta
de la motilidad por el nervio vago primitivo) deben cesar para devolver al organismo
al equilibrio, fresco y fluido en el aquí y ahora. Cuando no se restablece el equilibrio,
uno queda en una situación de angustia aguda y, con el tiempo, crónica.
Para prevenir el trauma, así como para revertirlo cuando ya ha ocurrido, los
individuos deben ser conscientes de sus sensaciones viscerales.(t) Además, nues-
tras sensaciones viscerales son vitales para orquestar sentimientos positivos de
vitalidad y para dirigir nuestras vidas. También son la fuente de gran parte de nues-
tra intuición. Como podemos aprender de las prácticas tradicionales, chamánicas
y espirituales, abrazadas durante miles de años en todo el mundo, los sentimientos
de bondad se encarnan directamente como sensaciones viscerales. Cuando igno-
ramos nuestros “instintos viscerales”, eso conlleva un costo, incluso el de poner-
nos en peligro.
En estados de inmovilización y cierre, las sensaciones en nuestras tripas son
tan espantosas que rutinariamente las bloqueamos de la conciencia. Pero esta
estrategia de “ausencia” sólo mantiene el status quo en el mejor de los casos,
manteniendo tanto el cerebro como el cuerpo atrapados sin remedio en un atasco
de tráfico de información. Es una receta para el trauma y una vida disminuida, una
existencia de cartón. La siguiente es otra estrategia de salida simple para deshacer
el nudo cerebro/intestino.
“El primer asiento de nuestra conciencia primaria es el plexo solar, el gran centro
nervioso situado detrás del estómago. Desde este centro somos primero dinámi-
camente conscientes”.
lación hasta que se sienta completa. Es importante dejar que el sonido y la respira-
ción expiren completamente, y luego hacer una pausa y esperar a que la próxima
respiración entre (sea tomada) por sí misma, cuando esté lista. Repita este ejercicio
varias veces y luego descanse. Luego, centre su atención en su cuerpo, principal-
mente en su abdomen, la cavidad interna que sostiene sus órganos.
Este “sonido”, con su énfasis tanto en esperar como en permitir, tiene múltiples
funciones. En primer lugar, dirigir el sonido hacia el vientre evoca un tipo particular
de sensación mientras mantiene el ego observador “en línea”. Las personas a me-
nudo reportan varias cualidades de vibración y hormigueo, así como cambios en
la temperatura, generalmente de frío (o caliente) a fresco y tibio. Estas sensaciones
son generalmente agradables (con un poco de práctica, por lo menos). Y lo que es
más importante, contradicen las sensaciones retorcidas, agonizantes, nauseabun-
dantes, amortiguadoras y adormecedoras asociadas con el estado de inmovilidad.
Parece probable que el cambio en los mensajes aferentes (de órganos a cerebro)
permita que el 90% del nervio vago sensorial (ascendente) influya poderosamente
en el 10% que va del cerebro a los órganos para restaurar el equilibrio. (v)
Porges está de acuerdo con este sistema regulador clave: “La retroalimenta-
ción aferente de las vísceras es un importante mediador de la accesibilidad de los
circuitos prosociales asociados con las conductas de compromiso social.”(78)
Las sensaciones agradables evocadas por la combinación de la respiración y
las reverberaciones del sonido permiten que el individuo entre en contacto con una
seguridad interior y una confianza junto con un cierto sentido de orientación en el
aquí y ahora. También facilitan un cierto grado de contacto cara a cara, ojo a ojo,
voz a oído, y por lo tanto hacen posible que el cliente negocie una pequeña aper-
tura hacia el “sistema de compromiso social”, el cual es capaz de ayudarlo a desa-
rrollar una robusta resiliencia a través de ciclos crecientes de excitación simpática
(carga) y descarga y, por lo tanto, a profundizar la regulación y la relajación. Charles
Darwin, puedo imaginar felizmente, habría guiñado un ojo con su aprobación a la
aplicación clínica “buuu” de su astuta observación anatómica y fisiológica de 1872.
Otro ejercicio puede proporcionar a los clientes una manera de controlar y re-
gular los síntomas de excitación angustiosa. Esta técnica de “autoayuda” se toma
de un sistema de “flujos de energía” llamado Jin Shin Jyutsu. (w) Las figuras 6.5A -
D muestran una secuencia simple de Jin Shin para ayudar a los clientes a aprender
152 En una voz no hablada
a regular su excitación y profundizar su relajación.(79) Una vez más, sugiero que los
terapeutas experimenten primero con ellos mismos antes de enseñar estos ejerci-
cios a sus clientes. Anime a sus clientes a practicar en casa, primero cuando no
están molestos y luego cuando lo están. Cada posición puede mantenerse de dos
a diez minutos. Lo que el cliente busca es una sensación de flujo de energía o de
relajación.
Estas figuras muestran la posición del brazo/mano que ayuda a establecer los
flujos de energía entre los segmentos superior e inferior del cuerpo. Estos ejercicios
promueven la relajación.
Un Mapa Para la Terapia 153
_________________________________________________
*La definición de Merriam-Webster de organismo es “una estructura compleja de elementos
interdependientes y subordinados cuyas relaciones y propiedades están determinadas en gran
medida por su función en el conjunto”. El organismo describe una totalidad, que no deriva de
la suma de sus partes individuales (es decir, huesos, químicos, músculos, nervios, órganos,
etc.), sino que surge de su interrelación dinámica y compleja. El cuerpo y la mente, los instintos
primitivos, las emociones, el intelecto y la espiritualidad necesitan ser considerados juntos al
estudiar el organismo.
‡ Cualquier situación que pueda aumentar la sensación de seguridad de uno tiene el potencial
de alistar los circuitos neuronales evolutivamente más avanzados que apoyan los comporta-
mientos del sistema de compromiso social.
división implica dos o más subsistemas dinámicos insuficientemente integrados pero excesi-
vamente estables”.
‖ La disolución jacobea es, esencialmente, el precursor de la teoría del cerebro trino de Paul
McLean. Ver El cerebro trino en evolución de McLean: Papel en las funciones paleocerebrales
(Nueva York: Springer, 1990).
a Es muy probable que los aferentes sensoriales, tanto de los sentidos externos (por ejemplo, la
vista y el oído) como del interior del cuerpo (de los músculos, las vísceras y las articulaciones),
converjan en el tálamo en la parte superior del tronco encefálico y, a partir de ahí, procedan a
la corteza insular y cingular.
b Aunque los mapas cerebrales son útiles, estas son situaciones algo artificiales, ya que las
fMRIs son más como instantáneas estáticas de circuitos cerebrales dinámicos.
c Recuerde que debido a que las fMRIs son imágenes fijas, no podrían detectar tales cambios
dinámicos.
d Para hacer las cosas más complejas, a menudo se observan indicaciones de combinaciones
concurrentes de activación simpática y parasimpática (inmovilidad vagal). Esto ocurre especial-
mente en los puntos de alto estrés y de transición. Los indicadores concomitantes incluyen una
frecuencia cardíaca baja (vagal/parasimpática) junto con manos frías (simpática).
f El sistema de compromiso social controla la voz, el oído y los músculos faciales, que se utili-
zan todos juntos en una comunicación matizada.
g El guionista William Broyles Jr. pasó una semana entera abandonado en una isla desierta, y
muchos aspectos de la película del 2000 fueron informados por sus experiencias de primera
mano.
h El poder de los contornos simples representativos del rostro humano puede remontarse a un
reconocimiento innato de patrones que ya está funcionando justo después del nacimiento. Se
han ideado varios experimentos inteligentes, todos los cuales muestran que el recién nacido se
dibuja preferentemente a los contornos simples (curvados) y no se siente atraído, por ejemplo,
por las formas angulosas.
158 En una voz no hablada
j Estas mismas regiones cerebrales (en el lóbulo temporal medio) que procesan la memoria y
la emoción, cuando funcionan mal, contribuyen a los delirios de identidad. Para las personas
con lesiones aquí, su madre se ve y suena exactamente como debería, pero han perdido la
sensación de su presencia; ella parece de alguna manera irreal.
k Junto con el sistema vestibular, así es como sabemos dónde estamos en el espacio de
gravedad.
l Estas figuras están tomadas de Healing Trauma: Un programa pionero para restaurar la sabi-
duría de tu cuerpo escrito por Peter Levine y publicado por Sounds True. Usado con el permiso
de Sounds True, www.soundstrue.com .
m Este cerebro difuso recubre todo el canal alimenticio (casi 30 pies desde el esófago hasta
el ano).
n Cabe señalar que los niveles excesivos de serotonina en el intestino también conducen a
estados problemáticos.
o Las neuronas motoras que actúan sobre las vísceras se denominan neuronas visceromotoras.
q Es interesante que muchos niños autistas tengan anomalías gastrointestinales. Véase Had-
hazy, A. (2010). Piense dos veces: Cómo el “segundo cerebro” del intestino influye en el estado
de ánimo y el bienestar. Scientific American, 12 de febrero.
s Los terapeutas pueden quedar desconcertados cuando ciertos clientes los perciben como
una amenaza o como un héroe o un villano.
Un Mapa Para la Terapia 159
t Muchos textos médicos todavía enseñan que no surgen sensaciones o sentimientos de las
tripas. Lo único que sentimos en las tripas, dicen, es dolor, y sólo cuando el dolor se refiere a
áreas como la parte baja de la espalda.
v Véase la siguiente sección para una explicación más detallada de cómo la retroalimentación
influye en la regulación básica.
w Jin Shin Jyutsu®, un antiguo sistema de curación para “armonizar la energía vital en el
cuerpo”, ha sido transmitido de generación en generación por el aprendizaje. El arte cayó en
el olvido hasta principios del siglo XX, cuando fue revivido dramáticamente por el Maestro Jiro
Murai en Japón y luego traído a los Estados Unidos por Mary Burmeister. En 1979, tuve el pri-
vilegio de conocer a esta octogenaria vital en Scottsdale, Arizona, donde continuó practicando
y enseñando hasta bien cumplidos los ochenta años.
160 En una voz no hablada
CAPÍTULO 7
SIBAM
L
as sensaciones físicas son la base misma de la conciencia humana. Como cria-
turas biológicas que somos, nuestros cuerpos están diseñados para responder
en un mundo siempre cambiante, desafiante y a menudo peligroso. Un nuevo bebé
debe aprender gradualmente a discernir el significado de las sensaciones que su
cuerpo está experimentando. Los bebés aprenden sobre su cuerpo/mente a través
de la acción y la interacción con sus padres y con el entorno que los rodea. Los
bebés viven en un mar de sensaciones. Afortunadamente, la mayoría de los padres
se dan cuenta rápidamente del código de su recién nacido. Saben cuando ella está
señalando las varias e inconfundibles sensaciones de hambre, dolor, ira y cansan-
cio porque los bebés comunican instintivamente esos estados internos, inducien-
do a sus cuidadores a proporcionar alivio. Es una cuestión de supervivencia. Más
tarde, sin embargo, esta brillantez evolutiva sirve más que una función de vida o
muerte. De hecho, las sensaciones forman la base para la maduración gradual de
un niño hacia una auténtica autonomía e independencia.
162 En una voz no hablada
A medida que creces, te defines por la forma en que tu cuerpo interactúa con
tu entorno. Lo que haces físicamente -ya sea experimentar placer o dolor, éxito o
fracaso- es registrado por tu cuerpo y registrado en tu mente. Tu conocimiento del
mundo, a medida que interactúas con él, proviene de la totalidad de tus sensacio-
nes, tanto externas como internas. Sir Charles Sherrington, ganador del Premio
Nobel de Fisiología o Medicina en 1932, dijo que “el acto motor es la cuna de la
mente”. Cincuenta años más tarde, otro galardonado, Roger Sperry, elaboró sobre
la premisa icónica de Sherrington:
El trauma y el cuerpo/mente
Los niños aprenden gradualmente a interpretar los mensajes que sus cuerpos
les transmiten. De hecho, es aprendiendo a coordinar movimientos (comportamien-
tos) y sensaciones en un todo coherente que el niño aprende quién es. Al recordar
las acciones que han demostrado ser eficaces y descartar las que no lo son, los
niños aprenden a anticipar cuál es la respuesta más apropiada y a programar su
ejecución para obtener el máximo efecto. De esta manera, experimentan la ac-
ción, la satisfacción y el placer. Cuando un niño se ve abrumado por un trauma o
frustrado por la negligencia, esta secuencia de desarrollo es abortada o, si ya está
desarrollada, se rompe; y las emociones negativas llegan a dominar su existencia .
Después de estar traumatizado, la relación del niño con su cuerpo a menudo
se vuelve sin forma, caótica y abrumadora; el niño pierde el sentido de su estruc-
tura interna y su matiz. A medida que el cuerpo se congela, la mente y el cerebro
“conmocionados” se ahogan, se desorganizan y se fragmentan; no pueden ab-
sorber la totalidad de la experiencia y aprender de ella. Estos niños, que se han
quedado “atascados” en algún momento a lo largo de un curso de acción alguna
vez significativo y con un propósito, se involucran en patrones de comportamiento
habitualmente ineficaces y a menudo compulsivos. Estos a menudo se manifiestan
en síntomas como los del trastorno por déficit de atención e hiperactividad o el
trastorno obsesivo-compulsivo. Los esfuerzos fragmentados y descoordinados del
niño no se registran como recuerdos narrativos normales y explícitos, sino que se
codifican en el cuerpo como recuerdos implícitos y procedimentales que incluyen
incomodidad, constricción, angustia, torpeza, rigidez, flaccidez y falta de energía.
Tales memorias están codificadas no principalmente en la neocorteza, sino en el
sistema límbico y en el tronco encefálico. Por esta razón, los comportamientos y los
recuerdos no pueden ser cambiados simplemente cambiando los pensamientos de
uno. Uno también debe trabajar con la sensación y el sentimiento, realmente con la
totalidad de la experiencia.
El modelo SIBAM
En inglés: En
español
S ensation S ensación
I magen
I mage
C omportamiento
B ehavior
A ffect A fecto
S entido
M eaning
El Canal Sensación
En este canal, me refiero a las sensaciones físicas que surgen desde el interior
del cuerpo, desde los receptores que yacen en el interior de nuestros organismos.
Estas sensaciones también se conocen en la literatura como “interoceptivas”. As-
cienden por medio de impulsos nerviosos desde el interior del cuerpo hasta el
tálamo en el tronco encefálico superior, donde se transfieren a muchas, si no a la
mayoría, de las regiones del cerebro. Cuatro subsistemas, o categorías, conforman
el canal de sensaciones en orden de profundidad creciente: los receptores cinesté-
ticos, propioceptivos, vestibulares y viscerales.
sólida. Las sensaciones viscerales también se originan en los receptores de los va-
sos sanguíneos, ya que las personas que sufren de migrañas saben muy bien que
la dilatación abrupta de los vasos sanguíneos (después de una fuerte constricción)
causa un dolor insoportable. Sin embargo, también estamos recibiendo todo tipo
de información ambiental de nuestros vasos sanguíneos. Nos sentimos relajados y
abiertos cuando nuestros vasos sanguíneos y vísceras pulsan suavemente como
medusas, causando que las sensaciones de calor y bienestar surjan a través de
nuestros cuerpos. Cuando los vasos y las vísceras están estrechados, sentimos
frío y ansiedad.
El Canal de la Imagen
la capacidad de autorregulación.
Antes de mi accidente, como se detalla en el Capítulo 1, estaba tomando la
escena: los colores, sonidos, olores y calidez de ese día perfecto. En el instante
en que fui golpeado, estas imágenes agradables palidecieron. Ahora mi atención
se centraba sólo en la imagen del “depredador”: las grietas de la tela de araña del
parabrisas, la parrilla beige del coche y la cara aterrorizada del adolescente de
ojos anchos. Afortunadamente, en mis primeros auxilios autoadministrados, pude
regresar al comienzo de ese día perfecto, con las sensuales vistas, sonidos y olores
de los preciosos momentos previos al impacto.
El Canal de Comportamiento
Gestos
Los comportamientos más conscientes son los voluntarios, es decir, los gestos
abiertos que las personas suelen hacer con las manos y los brazos cuando inten-
tan comunicarse. Estos movimientos son el nivel de comportamiento más superfi-
cial. Con frecuencia, la gente utiliza gestos voluntarios para transmitir estados de
“pseudo-sentimientos” a los demás. Todos hemos visto a los políticos exagerar
deliberadamente sus gestos de énfasis y efecto. Si conoces la realidad, puedes
discernir fácilmente la desconexión fundamental o incongruencia entre el intento de
transmitir lo que uno está entrenado para expresar (por ejemplo, abrir los brazos a
la audiencia o sostener una mano al corazón) y lo que uno está sintiendo realmente.
Al mismo tiempo, incluso los gestos volitivos pueden transmitir sentimientos, tanto
a los demás como a uno mismo.
Por ejemplo, se puede interpretar la comunicación no verbal del puño cerrado
como una amenaza que aumenta la agresión o como el establecimiento de límites
claros y la sofocación del miedo. Aquí hay algunos gestos comunes con los que se
puede experimentar: Frótese la frente con la mano y fíjese cómo se siente. Ahora
acaricia la parte de atrás de tu cuello. ¿Qué le transmiten estos dos gestos? ¿Te
hacen sentir más o menos seguro? ¿Qué tal cuando te retuerces las manos en
comparación con cuando juntas las manos y las puntas de los dedos? ¿Qué dife-
rencias notas?
Emoción
Postura
Comportamiento visceral
Comportamientos arquetípicos
El Canal de Afecto
Los dos subtipos en el cuarto canal son las emociones categóricas y la sensa-
ción sentida, o contornos de la sensación basada en la sensación.
Emociones
Contornos de la sensación
Otro nivel de afecto -el registro de los contornos de la sensación- es, quizás,
incluso más importante para la calidad y la conducta de nuestras vidas que las
emociones categóricas. Eugene Gendlin estudió y describió extensamente estos
efectos más suaves y acuñó el término “sensación sentida”. (95)
Cuando ves rocío
en una brizna de hierba a la luz de la mañana o cuando visitas un museo y te delei-
tas en una hermosa pintura, normalmente no estás experimentando una emoción
categórica. O cuando te encuentras con un buen amigo que no has visto en meses,
es probable que no sientas miedo, tristeza, asco o incluso alegría. Los contornos
son los sentimientos de atracción y evasión basados en sensaciones, de “bondad”
y “maldad”. Usted experimenta estos matices innumerables veces a lo largo del
día. Mientras que es fácil imaginar un día sin percibir ninguna de las emociones
categóricas, trate por un momento de conjurar un día sin ningún efecto de sensa-
ción sentida. En un día así estarías tan perdido como un barco en el mar sin timón
180 En una voz no hablada
ni rumbo. Estos contornos nos guían a lo largo del día, dándonos orientación y
dirección en la vida...
sabe que tiene una fuerte aversión (Sentido) a la hierba. A medida que esta mujer
explora sus sensaciones e imágenes, viendo y oliendo hierba cortada en el ojo de
su mente, se toma el tiempo para explorar sus sensaciones corporales en detalle.
Al hacerlo, tiene una nueva sensación de ser girada en el aire y sostenida en las
muñecas y las piernas. A continuación, obtiene una imagen táctil de su hermano
que la intimida y la voltea en el aire, en el jardín delantero de la casa de su infancia
cuando tenía cuatro o cinco años.
Se siente asustada (el anterior Afecto), pero al temblar y respirar, se da cuenta
de que ya no está en peligro. Ahora se orienta (Comportamiento) mirando a su
alrededor en la consulta, y luego volteando su cabeza hacia la cara abierta de su
terapeuta. Sintiéndose intacta con esta nueva seguridad, ella se conforma un poco.
Experimenta una respiración espontánea (nueva B), sintiéndose segura en su vien-
tre (nueva Sensación) ahora. Luego nota algo de tensión alrededor de sus muñecas
(la vieja Sensación) y el impulso de soltar sus muñecas (la nueva Sensación). Ahora,
siente que una ola de ira (nueva A) se acumula en su interior mientras grita “¡Para!
Se asienta de nuevo y siente (nuevo yo) el placer táctil de acostarse sobre la hierba
recién cortada en el calor del sol primaveral. La hierba fresca ya no se asocia con
sensaciones desagradables (el antiguo Sentido); la hierba verde y recién cortada es
buena, los parques son lugares maravillosos y “todo está bien” (el nuevo sentido).
Ya no siente náuseas ni ansiedad de nuevo en esa situación.
El simple ejemplo anterior nos muestra cómo los elementos de este modelo
biológico encajan para crear una red de fijación o de flujo. En la naturaleza, cuando
uno siente una sensación interna, frecuentemente aparece una imagen simultánea-
mente o poco después. Si un cliente es molestado por una imagen, una sensación
puede acompañarla de la que no es consciente. Cuando, con la guía del terapeuta,
el cliente se hace consciente de ambos elementos, generalmente sigue un compor-
tamiento, un afecto o un nuevo significado.
Una vez que entendemos el proceso y no interferimos con él, la biología tra-
baja para hacerlo avanzar. El tronco encefálico basado en la sensación tiene el
trabajo de llevar la homeostasis y, por lo tanto, la bondad de vuelta al cuerpo. Por
lo tanto, se deduce naturalmente que cuando el comportamiento del cuerpo del
cliente se vuelve consciente en la seguridad del momento presente, los movimien-
tos frustrados llegan a una resolución intrínseca o a una experiencia correctiva
Mapeo del Cuerpo, Reparación de la Mente 183
_________________________________________________
* Recuerde el paso 3 (pendulación y contención) del capítulo 5.
‡ Los sentidos del sonido y del tacto son realmente similares. En el oído interno hay una mem-
brana llamada basilar. Las ondas sonoras hacen vibrar esta membrana, estimulando los recep-
tores capilares para que envíen impulsos al cerebro. Los pelos de nuestra piel funcionan de
forma similar. De hecho, las personas sordas tienen cierto sentido del oído a través de la piel.
§ Se necesita mucha experiencia para que los terapeutas puedan distinguir entre sus “propias”
sensaciones y las que están “recogiendo” de sus clientes. Los analistas a veces llaman a esto
identificación proyectiva.
c El legendario actor de la Ópera de Pekín, Mei Lanfang, utilizó cientos de gestos con las manos
para comunicar varios aspectos emocionales tácitos o subtextuales de cualquier personaje
que estuviera interpretando.
185
PARTE II
Una de las cosas que la pantalla esconde más eficazmente es el cuerpo, nuestro
propio cuerpo, es decir, los pormenores de éste, sus interiores. Como un velo lan-
mente los estados internos del cuerpo, aquellos que constituyen el flujo de la vida
CAPÍTULO 8
“Para adquirir conocimiento, uno debe estudiar; pero para adquirir sabiduría, uno
debe observar.”
E
l terapeuta que está familiarizado con los sentimientos corporales tiene una
ventana privilegiada a la vida primaria de la psique y el alma. Ninguna cantidad
de charla por sí sola puede igualar este punto de vista. Mucho antes de la llegada
de la psiquiatría, el filósofo francés Pascal señaló que “el cuerpo tiene razones que
la razón no puede razonar”. El austriaco Wittgenstein, en esta misma tradición,
escribió que “el cuerpo es la mejor imagen de la mente”. Y el australiano F. M.
Alexander, a principios del siglo XIX, hizo un extenso estudio de las posturas de la
gente y concluyó: “Cuando los psicólogos hablan del inconsciente, es del cuerpo
del que están hablando”.
La actual falta de apreciación del cuerpo en psicoterapia hizo que el analista
Musad Kahn (96) se lamentara: “No he encontrado ningún documento que discuta la
contribución hecha a nuestro conocimiento y experiencia de un paciente por el he-
cho de que lo veamos en su persona como un cuerpo, en lugar de mirar meramente
las respuestas materiales verbales y afectivas en la situación analítica.”
188 En una voz no hablada
podría decírtelo ahora”. Sin avisar, Miriam extiende los brazos y las manos de nue-
vo y los barre en un semicírculo horizontal. “Sí, estos son mis límites. Puedo poner
mis límites, eso se siente bien.... y puedo decirte lo que necesito”.
Los dos sonreímos. Miriam cierra los ojos y se sienta en silencio durante varios
minutos. Si bien puede parecer simplista, tener la experiencia real, cinestética y
propioceptiva de ser capaz de formar y mantener límites le da a Miriam una expe-
riencia física significativa que contradice el sentido penetrante de impotencia que
ha impulsado su percepción del mundo. En lugar de cruzarse defensivamente
sobre su pecho, ahora sus brazos descansan sobre sus piernas, lo que ejemplifica
una postura más abierta y una voluntad de mirar hacia adentro.
Miriam continúa, “Primero empecé a sentir el temblor de nuevo... Se hizo más
intenso, pero luego empezó a calmarse por sí solo”. Ahora está empezando a au-
torregularse a través de ciclos de activación/desactivación. “Sentí un poco de ca-
lor comenzando en mi vientre y luego extendiéndose en olas... Eso se sintió muy
bien... Incluso pude sentir el calor que fluía en mis manos y piernas... pero luego mi
intestino empezó a atascarse. Empecé a sentirme un poco enfermo, con náuseas
y mareos. Me di cuenta de que estaba pensando en Evan, mi primer marido. En
realidad, vi una foto de él caminando hacia mí. Lo mataron un mes después de ca-
sarnos... Creo que nunca lo superé... No podía creer que pasara... En cierto modo,
todavía no lo creo... Sueño mucho con Evan. Siempre es el mismo sueño. Él viene
a mí; yo estoy abatida. Le pregunto por qué me dejó. No me responde, pero se da
la vuelta y se va. Me despierto con ganas de llorar, tengo la garganta apretada, pero
no quiero que Henry lo sepa. Me siento tan mal, como si me pasara algo malo... No
quiero causarle ningún dolor”.
“Miriam, voy a pedirte que digas algo y que notes lo que pasa dentro de ti
cuando dices las palabras. Pero recuerda que estas son mis palabras. Puede que
no signifiquen nada para ti. Sólo te pido que las pruebes y luego te des cuenta de
cómo responde tu cuerpo. Trate de no pensar demasiado en ello; simplemente
házlo. ¿Te parece bien?” Digo esto no porque sea cierto (o falso) sino para que la
persona pueda observar el efecto que la frase tiene sobre sus sensaciones y sen-
timientos corporales.
Ella asiente con la cabeza. “Sí, está bien. Me gustaría hacer algo con estos
sentimientos, estos sueños, si puedo”.
194 En una voz no hablada
“Ok, esta es la frase:’No creo que haya pasado; no creo que estés realmente
muerto.’ “El propósito de esto es traer a la conciencia la experiencia corporal direc-
ta de la negación para que pueda ser tratada.
Miriam retiene la respiración y se vuelve pálida; su ritmo cardíaco baja brusca-
mente, de unos 80 a 60, lo que indica que el sistema de inmovilidad/cierre vagal
puede haber comenzado a funcionar. “¿Estás bien, Miriam?” Pregunto...
“Sí.... pero mis tripas están mareadas y apretadas... como un puño frío y duro...
Me siento mal de nuevo... Es peor esta vez... pero creo que puedo manejarlo. Te lo
diré si es demasiado”.
Queriendo reforzar su capacidad de desarrollo para evaluar su capacidad de
manejar sensaciones difíciles, le pregunto: “¿Qué te da esa sensación, Miriam, de
que puedes manejarlo?”
“Bueno, sobre todo lo siento en mis brazos y piernas otra vez. Todavía se sien-
ten fuertes ahora, incluso si están temblorosos”. Con los ojos cerrados, Miriam
empieza a temblar visiblemente.
“Está bien”, te animo. “Sólo trata de estar con él. Sepa que si lo necesita, pue-
de abrir los ojos. ¿Está bien si pongo mi pie junto al tuyo?” (†).
“Sí, me gustaría eso.... Sí, eso se siente mejor.” El temblor aumenta en intensi-
dad, se asienta, aumenta y se asienta varias veces. Miriam respira espontáneamen-
te y se queda quieta. Parece tranquila; el color de sus manos y de su cara indica un
aumento significativo de la temperatura. Empieza a sudar en la frente.
“¿Cómo estás ahora, Miriam?”
“Me siento muy caliente... como olas de calor que me queman... Es tan intenso,
como nada que haya sentido antes; tal vez una vez cuando yo... estaba con... ¡oh
Dios mío!
“Está bien”, le ofrezco, “siéntate tranquilamente; deja que se calme”.
Las lágrimas comienzan a fluir a medida que Miriam comienza a llorar suave-
mente. “Se siente tan profundo. No podía sentir esto antes. Fue demasiado cuando
murió. Es diferente.... Puedo sentir el dolor en mi cuerpo y no seré destruida... En
realidad el dolor en mi vientre ha desaparecido por completo... y se siente caliente
allí... una especie de calor suave”. Este es un ejemplo de cómo vincular islas de
seguridad (ver Paso 2 en el Capítulo 5). La vinculación de los recursos comienza
con las sensaciones de fuerza y solidez en los brazos y piernas de Miriam a medida
Ejemplo de Casos en el Consultorio 195
que es capaz de formar límites. Luego, experimentar las sensaciones viscerales del
calor y la expansión le da un sentido en desarrollo de empoderamiento y de bondad
intacta. Este “encadenamiento” de recursos le permite experimentar gradualmente
las sensaciones y sentimientos de parálisis e impotencia, que forman el núcleo de
su experiencia traumática. Al hacer esto sin sentirse abrumada, el tiempo en cierto
modo ha pasado del pasado congelado de la negación al presente. En la siguiente
fase de la sesión, Miriam accede a los “asuntos pendientes” de ira, pérdida y culpa.
Al pasar de la fijación a la fluidez, despierta su vitalidad sensual.
En este punto, le sugiero a Miriam que se siente tranquilamente con su cuerpo,
que medite y espere por cualquier sensación, sentimiento, imagen o palabra. Se
queda más bien quieta, pero no congelada como apareció antes en la sesión. Sin
embargo, después de un tiempo se vuelve a poner tensa:
“En realidad no tengo una foto... Bueno, sí la tengo, pero es más como si es-
tuviera pensando en él, en mi primer marido. Y me siento tenso en todas partes.”
“Mira,” sugiero, “tal vez siéntate con la tensión un poco más y mira lo que se
desarrolla con el sentimiento que hay en tu cuerpo.”
Parece que vuelve a pasar por aquí. “Mi vientre se siente tan apretado que
podría explotar.”
“¿Y si explota?” Pregunto.
Ella está callada; luego, un torrente de lágrimas. “Realmente no tengo una ima-
gen de él, pero tengo esa tensión en mis tripas otra vez... ¿Qué debo hacer?”
tigo. No puedo creer que lo diga, pero estoy enfadada contigo por irte. Me dejaste
sola. Odio que hayas muerto”. Aprieta las manos y grita: “¡Te odio! ¡Te odio! ... ¡No
me dejes, maldita sea! ...te odio!” Comienza a llorar de nuevo, esta vez sollozando
profundamente.
Cuando empieza a hablar, le sugiero que tal vez debería “dejar que las cosas
se calmen”.
“Sí, creo que tienes razón... Hay algo de lo que estoy tratando de escapar.”
Pasa el tiempo y Miriam llora suavemente, sus piernas tiemblan suavemente. “No
me he abierto a Henry. Lo he estado alejando. No me extraña que siempre estemos
en conflicto. Y cuando trata de entrar en el terreno físico, sólo quiero alejarlo... Me
sentía culpable por eso”.
Sus manos vuelven a hacer un movimiento de empuje. Poco a poco, sus movi-
mientos se vuelven más suaves: sus manos se abren en posición supina, y las lleva
suavemente hacia su pecho en un gesto de alcanzar y llevar al corazón un abrazo
tentativo.
No digo nada, y Miriam continúa: “Necesitaba protegerme... me sentía tan he-
rida y culpable”.
“¿Y cómo te sientes por dentro ahora?” Le pido que la mantenga en el mo-
mento.
“Bueno, en realidad me siento muy bien.”
“¿Y cómo sabes eso?”
“Bueno, es más que nada que siento mucho espacio dentro de mí.”
“¿Dónde sientes eso?”
“Siento que en mi vientre y en mi pecho.... Mi cabeza se siente como si tuviera
más espacio también, pero sobre todo mi vientre y mi pecho, se sienten realmente
abiertos.... Se siente como si una brisa fresca estuviera en mi cuerpo. Mis piernas
se sienten muy poderosas, y tengo mucho... Siento vergüenza de decirlo... Siento
calor y hormigueo en mi, en mi... vagina... Siento como si realmente quisiera a
Henry”. Ella hace una pausa.
“Hice lo que tenía que hacer entonces”, prosiguió, “pero es hora de dejarlo
ir. Tenía tanto miedo de mi dolor... pero aún más miedo de mi ira. Es como si, si
sintiera lo que sentía, pudiera herir a Henry de alguna manera... No tiene sentido ló-
gicamente, pero eso es lo que estaba todo retorcido dentro de mí”. Y añade: “Pero
Ejemplo de Casos en el Consultorio 197
-Sigmund Freud
ocurrido un año y medio antes y que, en lo que a ella respecta, era irrelevante.
Le pedí a Bonnie que recordara un encuentro reciente con una colega que ilus-
traba su cambio repentino de comportamiento, y luego ambos nos dimos cuenta
de sus reacciones corporales. Bonnie describió el sentir una sensación de hundi-
miento en su vientre. Noté que sus hombros estaban encorvados y le llamé la aten-
ción. Cuando se le pidió que describiera cómo se sentía en esa posición, respon-
dió: “Me hace odiarme a mí misma”. Bonnie estaba sorprendida por este repentino
estallido de auto-odio. En lugar de analizar por qué se sentía así, guié a Bonnie de
vuelta a las sensaciones de su cuerpo. (‡) Después de una pausa informó que su
“corazón y mente se aceleraban a un millón de millas por hora”.
Luego se sintió perturbada por lo que describió como una “sensación de sudor,
olor y calor” en su espalda, que la dejó con náuseas. Bonnie ahora parecía más
agitada: su cara se puso pálida y sintió la necesidad de levantarse y salir de la habi-
tación. Después de tranquilizarla, Bonnie decidió quedarse y continuó registrando
su malestar. Se intensificó y luego disminuyó gradualmente. Después de este flujo
y reflujo, Bonnie se dio cuenta de otra sensación: una tensión en la parte posterior
de su brazo y hombro derecho. Cuando enfocó su atención en esto, empezó a sen-
tir la necesidad de empujar su codo hacia atrás. Le ofrecí una mano como apoyo
y como resistencia para que Bonnie pudiera sentir con seguridad el poder en su
brazo mientras lo empujaba lentamente hacia atrás. Después de empujar durante
varios segundos, su cuerpo comenzó a temblar y a temblar mientras se ponía a su-
dar profusamente. Sus piernas también empezaron a moverse hacia arriba y hacia
abajo como si estuvieran sobre pedales de máquinas de coser.
A medida que el brazo de Bonnie continuaba su lenta presión hacia atrás, el
temblor del cuerpo disminuía, y Bonnie sentía como si sus piernas se estuvieran
fortaleciendo. Ella dijo que sentían “que querían y podían moverse”. Ella reportó
haber notado un fuerte impulso que la impulsaba hacia adelante. De repente, una
foto apareció ante ella: un farol y la imagen de la pareja que la había “ayudado”.
“Me escapé... Me escapé...”, gritó suavemente. Fue entonces cuando ella recordó
que se estaba moldeando en el torso del hombre mientras le ponía un cuchillo en
la garganta. Ella continuó: “Lo hice para hacerle creer que yo era su... Entonces mi
cuerpo supo qué hacer, y lo hizo... Eso es lo que me dejó escapar”.
Entonces la historia que su cuerpo había estado contando surgió en palabras:
Ejemplo de Casos en el Consultorio 199
dieciocho meses antes, Bonnie había sido víctima de un intento de violación. Mien-
tras caminaba a casa después de visitar a una amiga en otro vecindario, un extraño
la había arrastrado a un callejón y amenazado con matarla si no cooperaba. De
alguna manera, pudo liberarse y correr a una esquina iluminada donde dos tran-
seúntes gritaron a la policía. Bonnie fue cortésmente entrevistada por la policía y
luego llevada a casa por un amigo. Sorprendentemente, no podía recordar cómo
había escapado, pero estaba muy agradecida por haber quedado ilesa. Después,
su vida pareció volver a la normalidad, pero cuando se sintió estresada o en con-
flicto, su cuerpo seguía respondiendo como lo había hecho cuando le pusieron el
cuchillo en la garganta.
Bonnie se encontró indefensa y pasiva o fácilmente enfurecida bajo el estrés
cotidiano, sin darse cuenta de que esto era una repetición de la breve pretensión
de sumisión que probablemente le salvó la vida. Su “sumisión” engañó con éxito
al agresor, permitiendo una oportunidad momentánea para que la energía instintiva
de un animal salvaje tomara el control, impulsando sus brazos y piernas en una
fuga exitosa. Sin embargo, todo había sucedido tan rápido que no había tenido
la oportunidad de integrar la experiencia. A un nivel primitivo, todavía no “sabía”
que había escapado, y se mantenía identificada con la “sumisión” más que con su
estrategia completa de dos fases que, de hecho, le había salvado la vida. Desde el
punto de vista motor y emocional, era como si una parte de ella estuviera todavía
en las garras del agresor.
Después de procesar y completar las acciones relacionadas con la violación,
Bonnie ahora reportó tener un sentido general de capacidad y empoderamiento.
Ella estaba “de vuelta a aún más de sí misma” en lugar del anterior auto-odio su-
miso. Este nuevo yo vino de ser capaz de sentir físicamente la respuesta motriz de
codear a su agresor, y luego sentir el inmenso poder en sus piernas que, de hecho,
la había llevado a un lugar seguro.
Este es un caso en el que los síntomas no aparecieron completamente durante
doce a dieciocho meses después de la experiencia traumática. Por lo tanto, no era
evidente que fueran secuelas de un evento precipitante. Por razones en gran parte
desconocidas, no es raro que los síntomas se retrasen seis meses o incluso de un
año y medio a dos años. Además, los síntomas pueden manifestarse sólo después
de que se produzca otro encuentro traumático, a veces años después.
200 En una voz no hablada
-Pascal
Como todas las mañanas en el trabajo, Sharon estaba leyendo sus correos
electrónicos. Fue un día de otoño en Nueva York, claro y nítido, el tipo de día que
hace que uno se sienta emocionado por estar vivo. Sorprendida por un estruendo
ensordecedor, se giró para ver cómo las paredes de su oficina se movían seis me-
tros en su dirección. Aunque Sharon se movilizó de inmediato, saltando sobre sus
pies y preparándose para huir para salvar su vida, fue bajada lenta y metódicamen-
te ochenta pisos por unas escaleras llenas del asfixiante y agrio olor a combustible
para aviones y a escombros. Después de llegar al entresuelo de la torre norte del
World Trade Center, una hora y veinte minutos más tarde, la torre sur se derrumbó
repentinamente. Las ondas de choque elevaron a Sharon en el aire, lanzándola vio-
lentamente sobre un cuerpo aplastado y ensangrentado. Un detective de la policía
fuera de servicio la descubrió, aturdida y desorientada, encima del hombre muerto.
La ayudó a encontrar la forma de salir de los escombros y alejarse del lugar, a tra-
Ejemplo de Casos en el Consultorio 201
otra historia, una historia que está oculta a su mente? Le pido que deje a un lado su
narración verbal por el momento y que ponga su atención, en cambio, en el mensa-
je naciente que sus manos nos están comunicando a ambos. La animo a que siga
este camino repitiendo lentamente el movimiento y manteniéndola concentrada en
su sensación física. (a)
Moverse lentamente y enfocar la atención en un movimiento permite que se
sienta de una manera especial. Cuando los clientes hacen esto, la mayoría de las
veces experimentarán que sus brazos (u otra parte del cuerpo) se mueven como si
estuvieran solos (“como si mi brazo me estuviera moviendo”). La gente a menudo
sonríe o se ríe porque la sensación de que el brazo se mueve parece tan inusual. (b)
Perpleja al principio, Sharon describe el gesto como si estuviera “sosteniendo
algo”. Se produce un cambio notable en su cuerpo; su cara está visiblemente me-
nos tensa y sus hombros menos rígidos. Inesperadamente, una imagen fugaz del
río Hudson aparece en el ojo de su mente, la vista diaria desde la sala de estar de
su apartamento al otro lado del río de Manhattan.
Volviendo a la historia narrativa, Sharon se agita al contarme cómo está em-
brujada, revisitada, por las humeantes columnas de humo, que ahora ve todos los
días desde esta misma ventana. Evocan los horribles olores acre de ese día; siente
un ardor en sus fosas nasales. En lugar de dejarla seguir “reviviendo” la intrusión
traumática, la contengo firmemente y la convenzo de que siga concentrándose en
las sensaciones de los movimientos de sus brazos. Una imagen espontánea emer-
ge, una de las barcas que se mueven sobre el río. Le transmiten una reconfortante
sensación de intemporalidad, movimiento y fluidez. “Puedes destruir los edificios,
pero no puedes drenar el Hudson”, pronuncia en voz baja. Luego, en lugar de con-
tinuar con los horribles detalles del evento, se sorprende a sí misma describiendo
(y sintiendo) lo hermoso que había sido cuando se puso a trabajar en esa “perfecta
mañana de otoño”.
Este proceso es un ejemplo de expansión de la “apertura” de una imagen a
su estado pretraumático (como se describe en el capítulo 7). Hasta el momento
anterior al impacto del avión, había sido un día perfecto, impregnado de colores
vibrantes y aromas suaves. Estas impresiones sensoriales todavía existen en algún
lugar de las catacumbas de la conciencia, pero han sido anuladas por la fijación
traumática. La restauración gradual del espectro completo de las partes dispares
Ejemplo de Casos en el Consultorio 203
Dando el paso
Cuando el primer avión chocó contra el edificio, sólo diez pisos por encima
de su oficina, la explosión provocó una onda expansiva de terror en su cuerpo. La
reacción inmediata de la gente ante estos terribles acontecimientos es detenerse,
orientarse y luego escapar. Esto suele implicar una intensa necesidad de correr.
Sin embargo, atrapada a ochenta pisos de altura con miles de personas, Sharon
necesitaba inhibir esta reacción primaria. Contra los intensos impulsos de huir, se
obligó a permanecer “tranquila” y a caminar en fila ordenada por las escaleras junto
con docenas de otros individuos aterrorizados; este fue el caso a pesar de que su
cuerpo estaba “cargado de adrenalina” para correr a toda velocidad. Seguramente
Sharon también sintió el potencial de que cualquiera de los otros oficinistas atrapa-
dos entrara en pánico de repente y comenzara una estampida que los pondría aún
más en peligro a todos. Ellos, como ella, también tuvieron que frenar su poderoso
impulso primordial de huir. Mientras Sharon relata lentamente los detalles de la
fuga, mientras siente su respuesta corporal, paso a paso, recuerda haber encon-
trado otro momento de crudo terror cuando encontró la puerta del piso setenta
cerrada e intransitable.
Dos cerebros
Epílogo
“Nuestros sentimientos y nuestros cuerpos son como agua que fluye hacia el
-Tarthang Tulku
Para repasar, los seres humanos han sido diseñados a lo largo de milenios, a
través de la selección natural y la evolución social, para vivir y moverse a través de
eventos extremos y pérdidas, y para procesar sentimientos de impotencia y terror
sin quedarse atascados o traumatizados. Cuando experimentamos sensaciones y
sentimientos difíciles y particularmente horribles, nuestra tendencia, sin embargo,
es a retroceder y evitarlos. Mentalmente, nos separamos o “disociamos” de estos
sentimientos. Físicamente, nuestros cuerpos se aprietan y se preparan contra ellos.
Nuestras mentes se desbordan tratando de explicar y dar sentido a estas sensacio-
nes extraterrestres y “malas”. Por lo tanto, nos vemos obligados a tratar de localizar
su fuente ominosa en el mundo exterior. Creemos que si sentimos las sensaciones,
nos abrumarán para siempre. El miedo a ser consumidos por estos sentimientos
“terribles” nos lleva a convencernos de que evitarlos nos hará sentir mejor y, en
última instancia, más seguros. Hay muchos ejemplos de esto en nuestras vidas:
podemos evitar un café o ciertas canciones que nos recuerdan a un ser querido
anterior o evitar la intersección donde fuimos chocados por detrás hace un año.
Desafortunadamente, lo contrario es cierto. Cuando luchamos contra y/o nos
escondemos de sensaciones y sentimientos desagradables o dolorosos, general-
mente empeoramos las cosas. Cuanto más los evitamos, mayor es el poder que
ejercen sobre nuestro comportamiento y nuestro sentido de bienestar. Lo que no
se siente permanece igual o se intensifica, generando una cascada de emociones
virulentas y corrosivas. Esto nos obliga a fortalecer nuestros métodos de defensa,
evasión y control. Este es el círculo vicioso creado por el trauma. Los sentimientos
abandonados, en forma de sensaciones físicas bloqueadas, crean e impulsan la
sombra creciente de nuestra existencia. Como vimos con Sharon, cuando nos en-
focamos de una manera particular en las sensaciones físicas, en un corto período
de tiempo ellas cambian y cambian; y nosotros también.
Ejemplo de Casos en el Consultorio 209
Cognición Precoz
mente nos dirá que tenemos algo que temer... Y si no podemos localizar la causa
de nuestra angustia, entonces continuaremos buscando una; un buen ejemplo de
esto fue la lucha de Sharon para entender su experiencia. Lo vemos en los vetera-
nos de Vietnam que están aterrorizados por los sonidos de los fuegos artificiales
del 4 de julio, a pesar de que “saben” racionalmente que no están en peligro. Otros
ejemplos son las personas que temen conducir un coche después de haber esta-
do involucradas en un accidente o las personas que temen incluso salir de casa
porque no saben de dónde proceden estas señales de peligro. De hecho, si no
podemos encontrar una explicación para lo que estamos sintiendo, seguramente
fabricaremos una o muchas. A menudo culparemos a nuestros cónyuges, hijos, je-
fes, vecinos (ya sean vecinos u otro país) o simplemente a la mala suerte. Nuestras
mentes se mantendrán en la sobrecarga, buscando obsesivamente las causas del
pasado y temiendo el futuro. Nos mantendremos tensos y en guardia, sintiendo
miedo, terror e impotencia porque nuestros cuerpos continúan señalando peligro a
nuestros cerebros. Nuestras mentes pueden o no estar de acuerdo, pero estas ban-
deras rojas (provenientes de partes no conscientes del cerebro) no desaparecerán
hasta que el cuerpo complete su curso de acción. Así es como estamos hechos: es
nuestra naturaleza biológica, conectada al cerebro y al cuerpo.
Estas reacciones corporales no son metáforas; son posturas literales que infor-
man nuestra experiencia emocional. Por ejemplo, la opresión en el cuello, los hom-
bros y el pecho y los nudos en el intestino o la garganta son fundamentales para
los estados de miedo. La impotencia se manifiesta por un colapso literal del pecho
y los hombros, junto con un pliegue en el diafragma y debilidad en las rodillas y las
piernas. Todas estas “actitudes posturales” representan potenciales de acción. Si
se les permite completar su curso de acción significativo, entonces todo está bien;
si no, viven en el teatro del cuerpo .
Si a las sensaciones espantosas, como las que Sharon estaba experimentando,
no se les da el tiempo y la atención necesarios para moverse a través del cuerpo y
resolver/disolverse (como en temblores y sacudidas), el individuo continuará siendo
agarrado por el miedo y otras emociones negativas. El escenario está preparado
para una trayectoria de síntomas volátiles. La tensión en el cuello, los hombros y
la espalda probablemente evolucionará con el tiempo hacia el síndrome de fibro-
mialgia. Las migrañas también son expresiones somáticas comunes del estrés no
212 En una voz no hablada
Renegociación
Adam era un hombre de negocios con éxito financiero a mediados de sus se-
Ejemplo de Casos en el Consultorio 213
senta años cuando trabajé con él. Tenía esposa y familia, y era propietario de una
empresa multinacional de electrónica. Como una persona tranquila y amable, era
muy querido por sus empleados y sus conocidos; sin embargo, Adam no tenía
amistades íntimas. Recientemente, nació su primer nieto. Por todas las aparien-
cias, tenía una buena vida. Fue el suicidio de su hijo a la edad de veintisiete años
lo que ha quebrantado a este hombre de feroz, aunque subyugada, determinación.
Lo ha reducido a la autoculpa obsesiva y al odio a sí mismo.
“Siempre hubo algo diferente en Paulo”, dijo Adam con naturalidad. “Era un
niño sensible que se asustaba fácilmente. Cuando tenía unos cuatro años, por ra-
zones desconocidas, se despertaba en medio de la noche gritando y llorando”.
A finales de la adolescencia, Paulo hablaba frecuentemente de suicidio. “La
vida es demasiado dura”, había repetido muchas veces. Adam se aseguró de que
su hijo nunca se quedara solo durante sus tiempos más oscuros. Había estado
fatigado por esta prueba durante una década, pero persistió en su vigilia compro-
metida. A pesar de los exhaustivos esfuerzos de Adam para salvar a su hijo, Paulo
-que ya no podía soportar su dolor- se ahorcó en el baño. Fue allí donde Adam en-
contró su cuerpo inerte y sin vida. Después de la conmoción del suicidio de Paulo,
Adam descubrió que por primera vez en su vida no podía seguir adelante. En lugar
de sentirse destrozado por el dolor, Adam no sintió nada... un estado que le era
familiar incluso antes de perder a su hijo. Pero esta vez, el entumecimiento lo dejó
tan completamente apagado que no podía funcionar. La vida para él se detuvo.
Después de varios meses de inercia paralizante, Adam hizo una cita para ver
a un psiquiatra. Un amigo de la familia le pidió que hiciera esto y le aconsejó que
tomara algún medicamento para su condición de desanimado. Después de tomar
una historia personal, el psiquiatra sugirió que el pasado de Adam le impedía llorar
la muerte de su hijo y le dio el diagnóstico de “duelo complicado”. Aunque la idea
de que sus primeros años de vida eran “traumáticos” o incluso implicados en su
actual malestar desconcertó a Adam, accedió a hablar conmigo.
Adam nació sin madre. Un ataque cardíaco masivo durante el parto requirió una
cesárea de emergencia para salvar a su único hijo. Murió justo cuando él estaba
naciendo dos meses antes de tiempo. Como su padre había sido reclutado en el
ejército ruso, Adam fue entregado al hermano de su padre para ser criado por su
tío y su esposa. La tía, que se suponía que cuidaría de él, era en cambio una mujer
214 En una voz no hablada
sobre su trabajo, su familia y amigos -cualquier tema en el que pensara que podría
haber un punto de entrada incluso para un pequeño rastro de sentimiento positivo.
Nada salió de esto. Me encontré, extrañamente, pidiéndole que me describiera
las últimas horas de su día. Perplejo, me contó que perdió su vuelo y que alquiló
frenéticamente un coche para conducir las doscientas millas de Curitiba a São Pau-
lo para encontrarse conmigo. En el lote de alquiler cerca del aeropuerto, recordó
haber visto a niños volando cometas que habían hecho con cosas encontradas en
el basurero. (h)
Capté el primer parpadeo en su cara, por lo demás sin expresión. Pero en-
tonces, con la misma rapidez, su rostro se volvió plano de nuevo, y su cuerpo se
inclinó hacia adelante en resignación. No queriendo que se desmayara, le pedí que
se pusiera de pie con las rodillas ligeramente flexionadas. Estar de pie requiere la
activación y coordinación de los sistemas propioceptivo y kinestésico. Esto tuvo el
efecto de mantener la conciencia de Adam en línea al activar la rama de excitación
de su sistema nervioso. Esta intervención es lo contrario de permitir que un cliente
se derrumbe, activando la respuesta de cierre y perpetuando así los mortificantes
sentimientos de vergüenza y derrota. Mientras estaba de pie erguido con las rodi-
llas relajadas, le dije a Adán que “mirara dentro” y encontrara algún lugar dentro de
su cuerpo donde pudiera “encontrar la foto de los niños jugando con su cometa
improvisada”. (i) Al principio, informó que se sentía más ansioso (debido a la hiper-
sensibilidad simpática), pero con ánimo, Adán pudo localizar un pequeño círculo
de calor en su vientre. Le pedí que “sólo llegase a conocer esa sensación por un
tiempo”.
Abrió abruptamente los ojos, sorprendiéndose a sí mismo con sus propias pa-
labras: “Esto podría ser peligroso.”
“Sí,” estuve de acuerdo, “podría ser; por eso es importante aprender a sentir,
sólo un poquito a la vez. Su cuerpo ha estado congelado durante mucho tiempo;
tomará algún tiempo descongelarse”, agrego. Era importante que validara su mie-
do legítimo y le ofreciera una imagen (descongelamiento del congelamiento) que
ayudara a mitigar su miedo, invitándolo a explorar su experiencia interna.
Adam se sentó y miró alrededor de la habitación. Le pedí que describiera lo
que veía. (j)
Esto le brindó la oportunidad de conectar el calor de su vientre con la forma
Ejemplo de Casos en el Consultorio 217
la parte superior de sus brazos y sostuvo sus hombros, con los brazos cruzados
sobre su pecho. Era como si se estuviera sosteniendo y nutriendo a sí mismo. Nos
sorprendió a los dos diciendo: “Estoy vivo”.
Al aprender que podía empezar a sentir, Adam se volvió, en ese momento,
como el niño, orgulloso de la maravillosa creación de su cometa. Ese fue el comien-
zo de un aprendizaje gradual y rítmico para Adam. Ahora, podía empezar a sentir su
cuerpo sin abrir demasiado la oscura puerta de la violencia y el horror en su alma.
Fue capaz de abrirse lo suficiente para sentir: sentir sin ser aniquilado, sin ser tra-
gado por el agujero negro de su horrible pasado o perdido en la profunda sombra
de su inmenso dolor y culpa por lo de Paulo. De alguna manera, en este cuerpo
atento, estaba descubriendo que había un término medio. Había descubierto un
lugar entre estar completamente abrumado e inundado, por un lado, y encerrado
en una depresión amortiguadora, por el otro.
Adam me escribió más tarde que su experiencia de un terreno intermedio tier-
no, pero duradero, le permitió experimentar una nueva sensación de esperanza.
Desde este lugar, pudo sentir compasión por sí mismo como el niño huérfano del
Holocausto. “Fue también el comienzo”, dijo, “de poder llorar por mi amado hijo y
encontrar placer con mi familia”.
Puntos de discusión
Reflexioné sobre nuestra sesión y sobre lo que podría haber sacado a Adam
de su depresión inmovilizadora y llevarlo a la corriente de la vida. Pudo identifi-
carse con la exuberancia del niño de la favela, una exuberancia que trasciende el
destino privado del niño. Adam pudo sentir en su propio cuerpo la inocencia, la
emoción y la alegría de un niño volando una cometa improvisada a partir de restos
de basura. De manera similar, Adam recogió las sobras de la pila de basura de su
pasado devastador y deshumanizador. Esta vez, en lugar de derrumbarse bajo su
peso, consiguió una solución creativa. Al ponerse de pie (contradiciendo kinesté-
sicamente su colapso habitual) y enraizar físicamente su dolor, movilizó su fuerza
vital y se unió al vuelo trascendente de la cometa. Podía sentirse arrastrado hacia
arriba por la imagen en alza, y hacia la posibilidad de una auténtica libertad y un
Ejemplo de Casos en el Consultorio 219
Epílogo
“La colisión entre los dos procesos contrarios, uno de excitación y otro de inhibi-
-Ivan Pavlov
salir del supermercado, oyó un fuerte estruendo. Al otro lado de la calle, un coche
se había estrellado contra un poste de luz. Se le cayó la bolsa y corrió al accidente.
La conductora, una mujer, estaba sentada inmóvil en un aparente estado de shock.
El motor del coche estaba en marcha, por lo que se acercó a través de su cuerpo
inerte para apagar la ignición, procedimiento estándar para evitar incendios o ex-
plosiones. Justo cuando empezó a girar la llave, vio a un niño pequeño en el asiento
del pasajero, con la cabeza decapitada por un airbag. Y entonces Vince me dijo por
qué se le congeló el hombro: “Yo estaba bien antes de ver al niño.... Estoy acos-
tumbrado a hacer cosas así, cosas que son peligrosas... pero cuando vi al niño,
una parte de mí quería agarrar mi brazo hacia atrás y apartarme... Sentía ganas de
vomitar... y la otra parte se quedaba allí e hizo lo que tenía que hacer... A veces es
muy difícil hacer lo que tienes que hacer...”. “Sí,” estuve de acuerdo, “es difícil y tú
y tus amigos seguís haciéndolo de todos modos... Gracias.”
“Hmm,” añadió cuando se fue, “Supongo que tengo que aprender a cuidar
mi cuerpo.” Vince había aprendido que la mente y el cuerpo no son entidades
separadas, que él era una persona completa. Dijo que quería aprender más sobre
sí mismo y vino para tres sesiones más. Aprendió a manejar mejor las situaciones
estresantes y conflictivas y, por supuesto, no necesitó la operación.
Cuando necesitamos participar en acciones que salvan vidas, la cantidad de
carga y adrenalina que inunda nuestros cuerpos es enorme. Cuando Vince intentó
salvar a la pasajera en el accidente, hubo dos acciones de supervivencia simul-
táneas, pero opuestas: una para hacer todo lo posible para salvar su vida, y la
otra, para alejarse del horror. En este intenso conflicto, el sistema nervioso y los
músculos de Vince se bloquearon; su hombro se congeló. Al ser capaz de “sentir”
y separar los impulsos conflictivos, primero para llegar hacia adelante y luego para
alejarse con horror, la vasta energía de supervivencia, (p) en vez de actuar ambas
contra sí misma, fue descargada en las olas de temblor, sudor y náuseas.
Ivan Pavlov, que recibió el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1904 por
su prodigioso trabajo sobre el reflejo condicionado, fue empujado a un estudio
224 En una voz no hablada
En una carrera de toda una vida de trabajo con adultos, ocasionalmente me han
pedido que vea a los hijos de mis clientes. Con frecuencia me sorprendió cómo,
con la más breve de las intervenciones, los niños se recuperaron de lo que de otro
modo habría sido una debilitación devastadora para toda la vida. Estos niños, des-
atados del yugo del trauma, eran libres de desarrollarse con confianza, resistencia
y alegría. He escrito dos libros sobre la prevención y el tratamiento somático del
trauma infantil. Uno de ellos está dirigido a terapeutas, personal médico y maes-
tros, (105)
mientras que el otro está dirigido principalmente a enseñar a los padres
herramientas eficaces de primeros auxilios emocionales. (106)
En esta sección, ofrezco las tiernas historias de tres niños abrumados: Anna,
Alex y Sammy. Sus viñetas ilustran el principio de que menos es más y hablan de la
resistencia innata del espíritu humano.
226 En una voz no hablada
Anna, de ocho años, tiene unos enormes ojos marrones. Podría haber sido mo-
delo para una de las populares pinturas de Keane de niños con ojos de almendra.
La enfermera de la escuela acaba de traerla para que me vea. Pálida, con la cabeza
colgando y apenas respirando, es como un ciervo congelado por las brillantes lu-
ces de un coche que se aproxima. Su rostro frágil es inexpresivo, y su brazo dere-
cho cuelga sin fuerzas, como si estuviera a punto de desprenderse de su hombro.
Dos días antes, Anna fue a una excursión escolar a la playa. Ella y una do-
cena de sus compañeros de clase jugueteaban en el agua cuando una repentina
corriente los arrastró rápidamente al mar. Anna fue rescatada, pero Mary (una de
las madres que se ofreció voluntaria para la salida) se ahogó después de salvar
valientemente a varios de los niños. Mary había sido madre sustituta de muchos de
los niños del vecindario, incluyendo a Anna, y toda la comunidad estaba conmo-
cionada por su trágica muerte. Le había pedido a la enfermera de la escuela que
estuviera atenta a los niños que mostraban un inicio repentino de síntomas (por
ejemplo, dolor, dolores de cabeza y de estómago y resfriados). Anna ya había ido
a ver a la enfermera tres veces esa mañana, reportando dolor severo en su brazo
y hombro derecho.
Uno de los errores que a menudo cometen los que responden al trauma es
tratar de hacer que los niños hablen de sus sentimientos inmediatamente después
de un evento. Aunque rara vez es saludable reprimir los sentimientos, esta práctica
puede ser traumatizante. En estos momentos de vulnerabilidad, los niños (y tam-
bién los adultos) pueden sentirse abrumados. Los traumas previos pueden resurgir
después de un evento abrumador, creando una situación compleja que puede im-
plicar secretos profundos, vergüenza indecible, sentimientos de culpa y rabia. Por
esta razón, mi equipo buscó y aprendió algo de la historia de Anna de varios maes-
tros de escuela primaria (y de la enfermera) antes de ver al niño. De esta manera,
podríamos tener información que o bien era conscientemente desconocida para el
niño o bien podía ser peligrosa de descubrir dado su frágil estado.
Nos enteramos de que a la edad de dos años, Anna estaba presente cuando
su padre le disparó a su madre en el hombro y luego se quitó la vida. Un detalle
Ejemplo de Casos en el Consultorio 227
adicional que agravó los síntomas de Anna fue provocado por una experiencia que
tuvo antes del picnic. Se había enfurecido cuando el hijo de Mary, Robert, de die-
ciséis años, intimidó a su hermano de doce años. Había una fuerte posibilidad de
que Anna hubiera estado albergando mala voluntad hacia Robert antes del ahoga-
miento, y estaba buscando venganza en ese momento. Esto elevó la probabilidad
de que Anna sintiera una profunda culpa por la muerte de María, tal vez incluso
creyendo (a través del pensamiento mágico) que ella era responsable de ella.
Le pido a la enfermera que acune y apoye suavemente el brazo herido de Anna.
Esto podría ayudar a Anna a contener la “energía de choque” congelada encerrada
en su brazo, así como a aumentar la conciencia interior del niño. Con este apoyo,
Anna podría descongelarse lentamente (es decir, gradualmente) y acceder a los
sentimientos y respuestas que podrían ayudarla a volver a la vida.
“¿Cómo se siente estar dentro de tu brazo, Anna?” Le pregunto en voz baja.
“Duele mucho”, responde débilmente.
Sus ojos están abatidos, y yo digo: “Duele mucho, ¿eh?”
“Sí.”
“¿Dónde te duele? ¿Puedes mostrarme con el dedo?” Señala un lugar en la
parte superior de su brazo y dice: “En todas partes también”. Hay un pequeño
escalofrío en su hombro derecho seguido de un ligero suspiro de aliento. Momen-
táneamente, su rostro dibujado adquiere un tono más rosado.
“Eso es bueno, cariño. ¿Se siente un poco mejor?” Ella asiente con la cabeza y
luego respira otra vez. Después de esta ligera relajación, inmediatamente se pone
rígida, tirando de su brazo de manera protectora hacia su cuerpo. Aprovecho el
momento.
siempre.”
Las lágrimas caen en cascada por las mejillas del niño, y el color vuelve a su
cara y sus dedos. Esa noche, Alex come una comida completa. En el funeral de
Mary, Alex llora abiertamente, sonríe calurosamente y abraza a sus amigos...
“Puedes descubrir más sobre una persona en una hora de juego que en un año
de conversación.”
-Platón
ticas con bastante rapidez. Otro niño bajo su cuidado podría requerir más tiempo.
No necesitas hacerlo todo en un día! El descanso y el tiempo son necesarios para
ayudar a reorganizar internamente la experiencia del niño a niveles sutiles. Tenga la
seguridad de que si la resolución no se completa, el niño volverá a una fase similar
cuando se le dé la oportunidad de jugar durante la próxima sesión.
Recuerda que la biología está de tu parte. Quizás el aspecto más difícil e im-
portante de renegociar un evento traumático con un niño es mantener su propia
creencia de que las cosas saldrán bien. Este sentimiento viene de dentro de ti y
se proyecta hacia el niño. Se convierte en un contenedor que rodea al niño con un
sentimiento de confianza. Esto puede ser particularmente difícil si el niño se resiste
a sus intentos de renegociar el trauma.
Si el niño se resiste, sea paciente y tranquilizador. La parte instintiva de su hijo
quiere volver a trabajar esta experiencia. Todo lo que tienes que hacer es esperar
a que esa parte se sienta lo suficientemente segura para afirmarse. Si usted está
excesivamente preocupado acerca de si la reacción traumática del niño puede ser
transformada, puede enviar inadvertidamente un mensaje contradictorio. Los adul-
tos con su propio trauma infantil sin resolver pueden ser particularmente suscepti-
bles de caer en esta trampa.
En Too Scared to Cry (Demasiado asustado para llorar), Lenore Terr , la bri-
(107)
llante y estimada psicóloga infantil, advierte a los médicos acerca de permitir que
los niños participen en la “terapia” de juegos traumáticos que recrean el horror
original. Describe las respuestas de Lauren, de tres años y medio de edad, mientras
juega con coches de juguete. “Los coches van sobre la gente”, dice Lauren mien-
tras acerca dos coches de carreras hacia unos títeres de dedo. “Están apuntando
sus partes puntiagudas hacia la gente. La gente está asustada. Una parte puntia-
guda vendrá en sus estómagos, y en sus bocas, y en sus ....[se señala la falda]. Me
duele la barriga. No quiero jugar más”. Lauren se detiene a sí misma cuando su
Ejemplo de Casos en el Consultorio 237
_________________________________________________
* Recordemos la discusión en el Capítulo 4 del trabajo de Beatrice Gelder que demuestra cuán
sintonizados estamos los seres humanos con las posturas de supervivencia de los demás.
Estos hallazgos también se relacionan con la investigación sobre las neuronas espejo. Una
neurona espejo es una neurona que dispara tanto cuando un animal actúa como cuando ob-
serva la misma acción realizada por otro animal. Así, la neurona refleja el comportamiento del
otro, como si el observador mismo estuviera realizando el mismo acto. Estas neuronas han sido
238 En una voz no hablada
† Hago esto para ayudarla a mantenerse en contacto conmigo a medida que va entrando, así
como para que se sienta más enraizada.
§ El sentido de una vida tortuosa, de una desesperación sin palabras, es una característica cen-
tral de un trauma severo. La persona está de una manera fundamental atrapada en la horrible
huella del pasado y por lo tanto no puede imaginar un futuro diferente del pasado.
a Frecuentemente, las personas hacen gestos exagerados como una forma de evitar sentir las
sensaciones subyacentes.
b Creo que esto se debe a que estos movimientos muy lentos (“intrínsecos”), cuando se hacen
con atención, operan a través del sistema gamma eferente. Este sistema está íntimamente co-
nectado al sistema nervioso autónomo del tronco encefálico e involucra al sistema motor extra
piramidal. El movimiento voluntario, por otro lado, está controlado por el sistema motor alfa y
es independiente del sistema nervioso autónomo. Los movimientos gamma-mediados tienden
Ejemplo de Casos en el Consultorio 239
c Volver a estas visiones positivas y expansivas no es una forma de evitarlo, sino más bien una
parte integral de la resolución del trauma.
f Para el sistema nervioso, ser abrumado por un evento es realmente muy poco diferente a ser
abrumado por sensaciones y emociones similares que son generadas internamente.
g Hasta que esto se hizo, Sharon todavía se sentía atrapada en el hueco de la escalera. Todos
sus pensamientos giraban en torno a esta creencia profundamente impresa. Al tener la (nueva)
sensación física de correr a un nivel elevado de excitación, Sharon contradice su experiencia
anterior, corporal, de congelamiento impotente.
h La exuberancia de los niños del gueto que vuelan cometas tan improvisadas es retratada en
la clásica película Orfeo negro (Orfeo Negro), una reelaboración del mito griego ambientado en
Río de Janeiro.
i En este punto no quería pedirle a Adán que intentara sentir algo (esto sólo llevaría a la frus-
tración y al fracaso), sino más bien que se interesara en iniciar la exploración (en “encontrar la
imagen interior”).
k Es importante tomar un pedacito de nueva experiencia interna como ésta y conectarla con
la percepción externa. Este es el “suelo de figuras” que da lugar a la “experiencia del ahora”.
m Creo que los movimientos lentos y conscientes evocan las funciones involuntarias del siste-
ma nervioso, en particular el sistema extrapiramidal/gamma-eficiente.
240 En una voz no hablada
n Estoy interrumpiendo el impulso de buscar alivio temporal buscando una explicación para
una sensación, en lugar de completar la acción congelada y dar la bienvenida a la formación
de nuevos significados.
p En una situación diferente, el impulso puede ser salvar la propia vida o quedarse atrapado en
una trinchera, como en la “niebla de la guerra”.
q Esta confianza en la seguridad no se lograría sin un apego sólido. En los casos en los que
no existe un vínculo afectivo saludable, o en los que se producen abusos, la terapia es, por
supuesto, mucho más compleja y, en general, también implica una terapia para los padres o
los cuidadores.
241
CAPÍTULO 9
P
ara mi último ejemplo de caso, doy un giro completo desde donde comenza-
mos esta empresa, mi experiencia en ese día soleado y hermoso. He optado
por contar mi horrible accidente detallado en el capítulo 1, con un breve análisis
incrustado (en negrita). Esta anotación sirve no sólo como una revisión sino tam-
bién como una manera de examinar los factores que me impidieron terminar con
el trastorno de estrés postraumático (TEPT). El evento en sí -es decir, ser golpeado
por un automóvil, chocado contra un parabrisas, catapultado por el aire y lesiona-
do físicamente- ciertamente cuenta como un evento traumático. ¿Pero por qué no
estaba traumatizado?
Mientras caminaba ese fatídico día de febrero, absorto en la feliz anticipación
de ver a mi querido amigo Butch para celebrar su sexagésimo cumpleaños, salí
a un paso de peatones... Al momento siguiente, paralizado y entumecido, estaba
tendido en el camino, sin poder moverme ni respirar. No podía entender lo que
acababa de pasar. ¿Cómo llegué aquí? De una niebla remolinante de confusión e
incredulidad, una multitud de personas corre hacia mí (1. El shock en mi caso fue
literalmente el hecho de que me quedara sin aliento. Todos los traumas nos
dejan sin aliento de alguna manera. En el momento del shock la gente no sabe
realmente lo que les sucedió; se quedan sin aliento con una pérdida de orien-
tación interna y externa.) Se detienen, horrorizados. De repente, se ciernen sobre
mí en un círculo cerrado, con los ojos fijos en mi cuerpo fláccido y retorcido. Desde
mi indefensa perspectiva aparecen como una bandada de cuervos carnívoros, lan-
zándose sobre una presa herida. Lentamente me oriento e identifico al verdadero
atacante. Como en una foto de bombilla anticuada, veo un coche beige sobre mí
242 En una voz no hablada
El poder de la bondad
y miedo.) Me parece una posibilidad muy remota de que me haya lesionado gra-
vemente. (21. Es parte de la respuesta de los mamíferos a la lesión explorar
el cuerpo y evaluar la naturaleza y el nivel de la lesión.) Tal vez termine en una
silla de ruedas, lisiado y dependiente. Una vez más, profundas olas de dolor me
inundan. Tengo miedo de ser tragado por el dolor y aferrarme a los ojos de la mujer.
(22. Ahora estoy involucrando activamente a la mujer como un recurso.) Un
aliento más lento me trae el aroma de su perfume. Su presencia continua me sos-
tiene. A medida que me siento menos abrumado, mi miedo se suaviza y comienza
a disminuir. Siento un destello de esperanza, luego una ola de rabia. (23. La rabia
es una fuerte respuesta defensiva: ¡se trata del impulso de matar! Por lo tanto,
la gente se aterroriza con este impulso y trata de suprimirlo. La pediatra me
está ayudando a contener esta rabia y a no sentirme abrumado por ella.) Mi
cuerpo sigue temblando y temblando. Es alternativamente frío helado y febrilmente
caliente. (24. Esto es indicativo de una descarga fuerte y continua.) Una furia
roja y ardiente brota de lo profundo de mi vientre: ¿Cómo pudo ese estúpido chico
golpearme en un paso de peatones? ¿No estaba prestando atención? ¡Maldita sea!
(25. Más rabia, acompañada de la tendencia neocortical humana a culpar.)
Una ráfaga de sirenas estridentes y luces rojas parpadeantes bloquean todo.
Mi vientre se aprieta y mis ojos vuelven a alcanzar la mirada amable de la mujer.
Nos apretamos las manos, y el nudo en mis tripas se afloja.
Oigo mi camisa rasgándose. Me asusto y vuelvo a saltar a la vista de un obser-
vador que se cierne sobre mi cuerpo. (26. La brusquedad con la que me quita la
camisa reestimula la disociación.) Veo a extraños uniformados metódicamente
sujetar electrodos a mi pecho. El paramédico del Buen Samaritano le informa a al-
guien que mi pulso era de 170. Oigo que mi camisa se rasga aún más. (27. Cuando
me doy cuenta de que me estoy disociando, soy capaz de volver a mi cuerpo.)
Veo que el equipo de emergencia me pone un collar en el cuello y luego me desliza
con cautela sobre una tabla. Mientras me atan, oigo una comunicación por radio
confusa. Los paramédicos solicitan un equipo de trauma completo. La alarma me
sacude. Pido que me lleven al hospital más cercano a sólo una milla de distancia,
pero me dicen que mis lesiones pueden requerir el centro de trauma mayor de La
Jolla, unos treinta kilómetros más lejos. Mi corazón se hunde. Sorprendentemente,
sin embargo, el miedo desaparece rápidamente. (28. El aumento y retroceso de
246 En una voz no hablada
Figura 9.1 Esto muestra el movimiento hacia, y luego a través, del momento central del cho-
que. Esto disuelve la inmovilidad.
Después de unos pocos kilómetros con baches, siento otro patrón de tensión
fuerte que se desarrolla desde la columna vertebral en la parte superior de mi es-
palda. Siento que mi brazo derecho quiere extenderse hacia afuera: veo un deste-
llo momentáneo; el camino negro de asfalto se precipita hacia mí. Oigo mi mano
golpeando el pavimento y siento una sensación de ardor en la palma de mi mano
derecha. Asocio esto con la percepción de que mi mano se extiende para proteger
mi cabeza de chocar contra la carretera. Me siento tremendamente aliviado, junto
con un profundo sentimiento de gratitud por el hecho de que mi cuerpo no me haya
traicionado, sabiendo exactamente qué hacer para proteger mi frágil cerebro de
una lesión potencialmente mortal. (37. Ahora estoy comenzando a procesar el
evento en tiempo secuencial -de t - 1 a t + 1- y tengo una creciente confianza
en la capacidad de mi cuerpo para protegerme.) Mientras sigo temblando sua-
vemente, siento una ola de hormigueo junto con una fuerza interior que se acumula
desde lo más profundo de mi cuerpo.
A medida que la sirena estridente se apaga, la paramédico de la ambulancia
me toma la presión arterial y registra mi electrocardiograma. Cuando le pido que
me diga mis signos vitales, me informa de una manera profesional y amable que
no puede darme esa información. Siento una sutil necesidad de ampliar nuestro
contacto, de comprometernos con ella como persona. Con calma, le digo que soy
Anotación del Accidente de Peter 249
médico (media verdad). Está la cualidad de la luz de un chiste compartido. (38. Este
tipo de compromiso social lúdico sólo es posible cuando el sistema ventral
vagal, discutido en el Capítulo 6, está en línea.) Ella juega con el equipo y luego
indica que podría ser una lectura falsa. Un minuto o dos más tarde me dice que mi
ritmo cardíaco es de 74 y mi presión arterial de 125/70.
“¿Cuáles eran mis lecturas cuando me conectaste por primera vez?” Pregunto.
“Bueno, tu ritmo cardíaco era de 150. El tipo que lo tomó antes de que llegára-
mos dijo que eran unos 170”.
Respiro un profundo suspiro de alivio. “Gracias”, le digo, y luego agrego: “Gra-
cias a Dios, no tendré estrés postraumático”.
“¿Qué quieres decir?”, pregunta con verdadera curiosidad.
“Bueno, quiero decir que probablemente no tendré un trastorno de estrés pos-
traumático”.
Cuando todavía parece perpleja, le explico cómo mis temblores y mis respues-
tas autoprotectoras me ayudaron a “reajustar” mi sistema nervioso y me trajeron
de vuelta a mi cuerpo.
“De esta manera,” continúo, “ya no estoy en modo de pelear o huir.”
“Hmm”, comenta, “¿es por eso que las víctimas de accidentes a veces luchan
con nosotros?
“Sí, así es.”
“He notado que a menudo evitan a propósito que la gente tiemble cuando los
llevamos al hospital”, añade. A veces los atan bien apretados o les dan una inyec-
ción de Valium. Tal vez eso no sea tan bueno”.
“No, no lo es”, confirma la profesora que hay en mí. “Puede que les dé alivio
temporal, pero los mantiene congelados y atascados. ”
Me cuenta que recientemente tomó un curso de “primeros auxilios en caso
de trauma” llamado Critical Incident Debriefing. “Lo intentaron con nosotros en el
hospital. Tuvimos que hablar de cómo nos sentimos después de un accidente. Pero
hablar me hizo sentir peor a mí y a los otros paramédicos. No podía dormir después
de hacerlo, pero no estabas hablando de lo que pasó. Me pareció que estabas tem-
blando. ¿Es eso lo que bajó tu ritmo cardíaco y tu presión sanguínea?”
“Sí”, le dije y agregué que también eran los pequeños movimientos espontá-
neos de protección que mis brazos estaban haciendo.
250 En una voz no hablada
PARTE III
humano.”
“Podemos ser animales especiales, podemos ser animales particulares con carac-
-Massimo Pigliucci
252 En una voz no hablada
253
CAPÍTULO 10
M
i enfoque para curar el trauma se basa, en general, en la premisa de que las
personas son principalmente instintivas por naturaleza, es decir, que somos,
en esencia, animales humanos. Es esta relación con nuestra naturaleza animal la
que nos hace susceptibles al trauma y, al mismo tiempo, promueve una capacidad
robusta para rebotar después de la amenaza, devolviéndonos a salvo al equilibrio.
De manera más general, creo que para entender verdaderamente nuestro cuer-
po/mente, los terapeutas deben aprender primero sobre el cuerpo/mente animal
debido a la manera en que nuestros sistemas nerviosos han evolucionado en un
ambiente siempre cambiante y desafiante.
¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Es-
tas son las preguntas centrales planteadas por teólogos y biólogos, por anarquistas
y zoólogos, y por UFÓlogos y psicólogos. Cada uno de estos especialistas pos-
tula teorías con diversos puntos de vista sobre de qué estamos hechos y quiénes
somos realmente. Todos ellos miran a nuestra humanidad a través de lentes muy
diferentes. Pero no son necesariamente antagónicos. Aunque todas las religiones
están organizadas en torno a mitos sobre la creación, no existe, por ejemplo, una
ruptura apasionada entre la teoría del big bang y la idea de la creación bíblica. Cier-
tamente, no oímos hablar de un disenso e insistencia activos que piden a gritos la
enseñanza de la doctrina religiosa en lugar de la física y la cosmografía en nuestras
escuelas y universidades. Sin embargo, hay un cisma casi violento acechando en
nuestro espíritu cultural. Enfrentémoslo: la lucha contra la evolución de los defen-
sores del “creacionismo” y del “diseño inteligente” no se trata realmente de los
vacíos declarados en los registros fósiles, sino más bien de si somos o no somos
básicamente animales.
254 En una voz no hablada
“En todo cultivo, el instinto nativo es la fuerza más difícil de recordar y tener
en cuenta. Sólo porque nuestra civilización es antigua, nuestra distancia de
los centros primarios es como la distancia de las ramitas de un roble con res-
pecto a las raíces más lejanas que lo nutren. Nos hemos vuelto tan cultivados
que no sabemos que tenemos desagües hasta que huelen. Hemos llegado
a tener tanta confianza en el uso mecánico de la inteligencia que damos por
sentado el funcionamiento de nuestros instintos, incluso hasta el punto de
pensar que es irrelevante que puedan encontrar una expresión verdadera y
natural o no. Con el tiempo, los instintos se rebelan contra nuestra falta de
cuidado de ellos... entonces hay consternación.”
Parece que a medida que nos distanciamos más y más de nuestras raíces ins-
tintivas, hemos crecido hasta convertirnos en una especie empeñada en mejorar y
mejorar para hacer la vida cada vez peor. Hemos tenido bastante “éxito” en distan-
ciarnos de nuestro núcleo vital. El papel del instinto en guiar e informar lo que nos
hace animales y, de la mejor manera, más humanos, se ilustra en la siguiente viñeta.
Un fotógrafo de la naturaleza se quedó de pie, horrorizado, mientras observaba
a un elefante salvaje pateando, una y otra vez, el cuerpo sin vida de su ternero mor-
Solo Somos un Grupo de Animales 255
esa conexión procreadora entre el hombre y la mujer -la que está por encima de to-
das las demás- fue cimentada por la oleada neuroquímica dominante del orgasmo.
(*) Nos encontramos, en consecuencia, a la altura de la saga perenne de reunir el
valor para amar lo que el tiempo reclamará por sí mismo; el amor, la sexualidad y la
pérdida estaban ahora intrínsecamente entrelazados para siempre, convirtiéndose
en el amplio negocio de la poesía, el arte, la música y la prosa del mundo.
Los humanos no dudamos en hablar del poder casi sobrehumano del amor
paternal incondicional; de lo contrario, ¿cómo podríamos explicar los profundos
sentimientos y acciones que tomamos hacia nuestros recién nacidos, con sus cuer-
pos viscosos y arrugados que no saben otra cosa que defecar, orinar y gemir en
gritos de frenética incomodidad que perforan los oídos? Los miramos, escucha-
mos, arrullamos y olfateamos; los sostenemos y meceremos; nos enamoramos sin
esperanza y ridículamente. Y esto, como cualquier padre sabe, es sólo el comienzo
de la prueba de fuego y de la paciencia infinita. La evolución nos ha dado el más
convincente de todos los sentimientos para dirigir y organizar los actos críticos de
cuidado y crianza. Las emociones y comportamientos darwinianos de “amor” han
evolucionado, presumiblemente, para la protección y el cuidado de los bebés de
una especie que da a luz a una cría y comprime una gestación de dieciocho meses
(posiblemente debido a su gran cabeza) en nueve. Para que estas criaturas subde-
sarrolladas sobrevivieran, se requirieron comportamientos de cuidado especiales,
prolongados y, por lo tanto, altamente motivados. Una tarea tan duradera exigía
nada menos que amor, quizás la misma emoción que empuja a los soldados en el
fragor de la batalla a rescatar a los camaradas caídos, poniéndolos a salvo incluso
con el riesgo supremo de sus propias vidas. Y el amor, en última instancia, puede
ser nuestro antídoto colectivo: la salvación de una especie con tal inclinación por la
matanza y la carnicería sin sentido. El amor es el pegamento que mantiene unidas
a la familia, a las tribus y, tal vez en tiempos de necesidad, incluso a las socieda-
des. También es la poción que une al animal humano con lo divino a través de los
más altos sentimientos religiosos y espirituales de unidad y conexión. ¿Estaba yo,
a orillas del lago, siendo testigo de un precursor temprano de ese amor supremo
en los programas instintivos primitivos que tan despreocupadamente inhibían a las
aves adultas de exhibir sus voraces apetitos competitivos normales para que sus
crías pudieran llenar sus estómagos primero?
Solo Somos un Grupo de Animales 257
A pesar del persistente rechazo de nuestra naturaleza animal, hubo una ven-
tana de tiempo vital y rica durante el siglo XX cuando se otorgaron seis Premios
Nobel de Fisiología o Medicina en el tema de los instintos. (†) Darwin, hace un siglo
y medio, enfatizó lo matizados e inteligentes que son los instintos. En el Cuaderno
M (1838) Darwin reflexionó: “El origen del hombre está ahora demostrado. El que
entiende a los babuinos haría más por la metafísica que Locke”. A este respecto, se
ha demostrado recientemente que sólo uno o dos puntos porcentuales diferencian
los genomas humano y de chimpancé (no distinguiendo mucho más a los humanos
de otros mamíferos). De hecho, los chimpancés pueden superar a los estudiantes
de segundo año de la universidad en un ejercicio matemático bastante sofisticado,
y sin embargo, la psicología, supuestamente una ciencia natural, todavía parece
estar a favor de pasar por alto la realidad de que somos, en el último análisis,
animales.
Incluso nuestro sentido de asombro puede ser compartido por nuestros primos
más cercanos, los simios. Jane Goodall, una importante primatóloga, ha sugerido
la existencia de sentimientos espirituales primarios en los chimpancés que había
estudiado cuidadosamente durante muchos años. Aquí describe el comportamien-
to de una compañía que visita un lugar especialmente bello con una cascada y un
río:
guiente inanición de sus crías macho en el árbol que hay encima de su cadáver es
un ejemplo de ello. (‡) Otro ejemplo comparable de una respuesta de duelo viene a
la mente con las mascotas apáticas en las que nos convertimos después de lo que
nos pareció un corto fin de semana lejos de casa. La ira al volante y las fijaciones
sexuales son manifestaciones perturbadoras de otros instintos; en estos casos,
los instintos se han desviado. El dolor, la ira, el miedo, el asco, la lujuria, el aparea-
miento, la crianza de los jóvenes e incluso el amor (así como todos los patrones
de acción que los acompañan) son universales entre los humanos. Todos tienen un
notable parecido con comportamientos similares en mamíferos.
Charles Darwin, más que ningún otro ser humano, aclaró las conexiones esen-
ciales entre el ser humano y otras especies animales. Además de descubrir la evo-
lución de la forma y la función, reconoció las similitudes de movimientos, patrones
de acción, emociones y expresiones faciales compartidas por la humanidad y los
animales. Las obras maestras de Darwin abordaron la continuidad de las expre-
siones emocionales entre las especies de mamíferos. Se sorprendió no sólo por
las similitudes en las estructuras fisiológicas y anatómicas, sino también por los
comportamientos instintivos y las emociones innatas entre las especies. En El Des-
censo del Hombre escribe Darwin,
rituales de apareamiento comienzan con una fase inicial de “flirteo”, seguida de una
secuencia de pavoneo. Este pavoneo demuestra no sólo la destreza física del ma-
cho, sino también algo menos tangible. Por ejemplo, en ciertas especies de aves es
el uso único y creativo de las notas, el ritmo y el fraseo lo que la hembra encuentra
atractivo.(§) Por otro lado, la defensa de los territorios también puede implicar com-
bate y muerte. De hecho, el 70% de los monos machos de una manada de monos
nunca llegan a aparearse, y mueren en aislamiento. (114)
La evolución es sobre la
vida o la muerte; si el amor encaja allí, tanto mejor (para nosotros).
La combinación de instinto puro y astucia también se encuentra en los rituales
de apareamiento humano. Sin embargo, es evidente que hay que tener cuidado
con lo que se ha llamado “zoomorfismo”, la extensión acrítica de las conclusiones
extraídas del comportamiento de los animales a los seres humanos. Dicho esto,
cualquiera que haya visto una interpretación bien ejecutada de un baile como el
tango o la samba ha sido testigo de un ritual de apareamiento exquisitamente ins-
tintivo. Vistos simplemente como movimientos formalizados, desprovistos de su
arraigo sexual primario, los pasos pierden su vitalidad y credibilidad. Igualmente
importantes son las variaciones inesperadas y creativas, así como la respuesta
de la pareja a aquellas sorpresas que hacen que la danza sea a la vez instintiva
y artística. Una vez vi el baile de apareamiento de dos escorpiones, y tuve que
reírme de cómo se parecía (incluyendo el regalo de una rosa en forma de ramita) al
tango en su estructura básica. Imagínese ver, en una pantalla dividida, a una pareja
apasionada por el tango, junto a dos escorpiones acoplados en el fervor de su
baile de apareamiento. Uno se sorprendería tanto por la inesperada, casi extraña,
similitud, como por la diferencia en el sentido de matiz y variación. No olvidemos a
los millones de amantes de todo el mundo que, en este mismo momento, se miran
a los ojos. Con su encanto, originalidad, creatividad y perfección encendidas, se
comprometen con los pasos instintivos para toda una vida juntos. Desafortunada-
mente, cuando este baile sale mal, también están los instintos que impulsan la rabia
celosa de los amantes de corazón roto.
Para la mayoría de nosotros, la multitud de impulsos primarios está general-
mente oculta a nuestra apreciación racional. Sin embargo, al afinar nuestro enfo-
que, podemos comenzar a discernir una sabana interna, una poblada por instintos
antiguos que se manifiestan como comportamientos, sensaciones, sentimientos
262 En una voz no hablada
Sin embargo, Lorenz modificó esta visión de los patrones de acción instintiva
señalando que “incluso la gente altamente irascible se abstendrá de aplastar obje-
tos realmente valiosos, prefiriendo vajillas más baratas”. (117)
Así pues, la emoción
está asociada con una tendencia a una acción específica, una preparación para esa
acción, pero la acción puede ser restringida, moderada o modificada.
Los instintos, en esencia, se expresan como acciones, es decir, como impulsos
y movimientos físicos. En los primeros tiempos de la evolución, los programas ins-
tintivos fueron “escritos” principalmente para el sistema de acción. Los instintos,
por lo tanto, tienen que ver con el movimiento: cómo encontrar comida, refugio y
pareja, así como cómo protegernos a nosotros mismos. Estas respuestas no nece-
Solo Somos un Grupo de Animales 263
“La conciencia primaria en el hombre es pre-mental, y no tiene nada que ver con la
¿Por qué evolucionó la conciencia en primer lugar? ¿Por qué nosotros, y todos
los demás animales, no nos dedicamos a nuestros asuntos sin tener una idea de
nuestra experiencia interna? Después de todo, ¿quién necesita todo el sentimiento
y el sufrimiento que acompaña a la conciencia? Sin una respuesta satisfactoria,
nos quedamos con un hueco en todo el argumento darwiniano. ¿No estarían allí
los comportamientos o funciones que están tan extendidos por todos los reinos del
hombre y de la bestia porque son un requisito para la supervivencia? Para empezar
a abordar esta cuestión necesitamos primero preguntarnos, simplemente, sobre la
supuesta función de la conciencia.
La lucha darwiniana por la supervivencia se manifiesta como una continua ca-
rrera armamentista entre depredador y presa. La capacidad de depredación exito-
sa y evasión inteligente es un proceso en constante evolución. Los combatientes
prueban y perfeccionan (mediante la selección genética y el aprendizaje) diversas
estrategias que mejoran la capacidad de ataque, el camuflaje y el vuelo. Hacen esto
para asegurar el derecho a comer y evitar ser comidos. Cualquier cosa que ayude
a mantener una ventaja en la guerra de suministro de alimentos generalmente se
incorporaría al esquema evolutivo del cerebro y el cuerpo.
Incluso en el período cámbrico (hace más de 500 millones de años) los fósiles
que se han conservado pintan un cuadro de mandíbulas letales por las que los de-
predadores pueden desmembrar a sus presas, así como exoesqueletos que sirven
de protección contra el ataque de sus enemigos.(a) Además, las criaturas de este
período tenían extremidades prensiles y apéndices por las que pueden perseguir a
sus presas y escapar de sus depredadores. Así, el modus operandi típico de esta
época se convirtió en una lucha depredadora/presa por la supervivencia.
Solo Somos un Grupo de Animales 265
Entonces, durante unos 280 millones de años, los animales habían comenzado
a moverse en relación con el espacio físico y la gravedad. La adaptación terrestre
exigía la adición de repertorios conductuales más complejos. La navegación de
ambientes nuevos e impredecibles requería que las criaturas incorporaran e inte-
graran la percepción de los sentidos externos (como la vista, el oído, el tacto, el
gusto y el olfato) para poder examinar el entorno en busca de obstáculos y amena-
zas, así como para adquirir las necesidades básicas de la vida. Al mismo tiempo,
los programas instintivos requerían una retroalimentación interoceptiva (interna) de
los músculos y las articulaciones para señalar la tensión y la posición, lo que permi-
tía a los animales saber dónde se encontraban en el espacio en un momento dado.
La lucha depredador/presa exigía la capacidad de planificar con antelación,
tanto para el ataque como para la evasión. Los habitantes de este período tenían
que ser capaces de resolver el complejo problema de la física newtoniana de dos
cuerpos en movimiento, el de su presa (o depredador acechador) y el de sí mismo.
En otras palabras, tenían que anticiparse al futuro en un terreno incierto y difícil de
predecir. La única manera de lograr esto era tener conciencia de cinco dimensio-
nes, tres en el espacio, una en la gravedad y otra en el tiempo. La exactitud en el
tiempo requería la integración de los acontecimientos del pasado reciente con los
del presente. La extrapolación hacia el futuro se convirtió entonces en la pieza de
resistencia más buscada para la supervivencia.
En ausencia de clarividencia o telepatía, el futuro sólo puede anticiparse a
través de la permutación y recombinación de experiencias pasadas “recogidas”
(implícitas). La naturaleza parece haber llegado a una gran solución al complejo
cálculo de la predicción. Su nombre es “conciencia”. Tal “dispositivo” (es decir,
mecanismo) facilita este juego de “tomar y poner”. En otras palabras, si tomo esta
situación presente y, basado en la experiencia pasada, la coloco (en el ojo del
cuerpo/mente) allí; entonces tal y tal cosa es probable que ocurra en el futuro. La
capacidad de anticipar y predecir el movimiento es la base de lo que es la con-
ciencia. La conciencia en su nivel más básico es una estrategia, simplemente una
invención evolutiva que permite a un animal predecir mejor su trayectoria (en el
espacio, la gravedad y el tiempo). Lo hace en relación con las fuentes potenciales
de alimento, refugio y amenaza. Este es el papel que la conciencia “juega”, o que
se juega a sí misma en la conciencia. El “juego” de conducir un coche, navegar un
266 En una voz no hablada
barco, esquiar, jugar al tenis o bailar no podría ocurrir sin la conciencia. Y luego, en
abstracto, la conciencia se juega en la lógica simbólica de las damas, el ajedrez,
las letras, las palabras y las relaciones matemáticas. En este sentido, el chimpancé
de hoy en día se clasifica como un novato en conciencia, mientras que el perro, el
gato, el cerdo y la rata, en orden decreciente, demuestran una capacidad naciente
para la conciencia. Sin embargo, cualquier animal que sea capaz de modificar su
comportamiento (en respuesta a cambios en su situación) está impregnado de al-
guna forma de conciencia.
De esta manera, la “mentalidad” se deriva directamente de una mejor organiza-
ción y ejecución del movimiento corporal en el espacio y el tiempo. (119) Sin la con-
ciencia predictiva, no podríamos agarrar y sacar un cartón de leche del refrigerador
o hacer un sándwich y comerlo. No podíamos resolver una ecuación cuadrática ni
escribir un libro. Todos estos maravillosos talentos han evolucionado, sin embargo,
porque una conciencia arcaica nos ayudó a evitar ser comidos por un depredador
acechador y a ser astutos en la búsqueda de nuestra presa. Con una gran parsimo-
nia, el padre de la neurofisiología moderna, Sir Charles Sherrington, un caballero de
pocas palabras, lo expresó de esta manera: “El acto motor es la cuna de la mente.”
Nuestros instintos básicos de supervivencia son el motor evolutivo sobre el que
se construyó el castillo de la conciencia. Aunque la conciencia no es un atributo
exclusivamente humano, la conciencia consciente varía en calidad y cantidad en
relación con la complejidad del sistema nervioso de cada organismo, pero no en
el fenómeno esencial en sí. Recuerdo un “truco” realizado por mi perro, Pouncer
(una mezcla de dingo y pastor australiano excepcionalmente brillante), que sugiere
una forma bastante sofisticada de conciencia consciente. Lo usaré como ejemplo:
A Pouncer le encantaba ir a esquiar a campo traviesa conmigo y se parecía a un
delfín de nieve mientras saltaba alegremente a través de los escamosos montículos
blancos a mi lado. Sin embargo, cuando elegí el esquí alpino, él tenía que pasar la
mayor parte del tiempo en mi camioneta con sólo una carrera ocasional alrededor
del estacionamiento. Una mañana, listo para un día de descenso con nieve en pol-
vo nueva, traje mis botas de descenso y mis esquís del sótano. Resignado, Poun-
cer cayó al suelo, aparentemente decepcionado. Sin embargo, después de un rato,
se levantó, salió de la habitación y regresó unos momentos después del sótano con
uno de mis zapatos de campo traviesa agarrado firmemente en la boca. La sacudió
Solo Somos un Grupo de Animales 267
delante de mi cara como para decirme que tenía un plan diferente para el día. Su
punto de vista estaba tan bien planteado, y yo estaba tan conmovido, que no pude
evitar cambiar mi curso de acción en consecuencia. Si Pouncer hubiera tenido ple-
na capacidad lingüística, las palabras no podrían haber dejado más claro su punto
de vista que su desarmante respuesta tácita. Como lo demuestra la respuesta de
Pouncer, el juego de toma y daca de la conciencia predictiva no involucra símbolos
o abstracciones, sino que más bien tiene sus raíces elementales con valores “más
y menos” y acción intencionada; o, ¿cómo llego de aquí para allá de una manera
que imparte un resultado global positivo?
Tanto el ataque exitoso como el escape son promovidos por una estrategia bá-
sica que incorpora la experiencia del pasado al servicio de imaginar (“crear imáge-
nes”) resultados futuros. La extensión del tiempo permite la elección de las opcio-
nes imaginadas. Esta estrategia, sin embargo, sólo es eficaz cuando el organismo
está plenamente presente en el ahora. Si, por otro lado, vemos el futuro únicamente
en términos del pasado -sin un fuerte anclaje en el presente- entonces, en palabras
del cantante country y occidental Michael Martin Murphy, “No hay futuro en el pa-
sado”. En otras palabras, un futuro demasiado determinado por el pasado no tiene
futuro. Esta fijación, ambientada en el pasado, sin sentido de un futuro diferente, es
precisamente lo que ocurre en el trauma. Si Pouncer no se hubiera podido imaginar
en el presente, lo más probable es que se hubiera quedado resignado, y por lo tan-
to un poco deprimido. Desafortunadamente, a diferencia de nuestros amigos ani-
males, los humanos tienen una tendencia, cuando están bajo estrés, a estar atra-
pados en el pasado. Sólo el hombre se pierde rutinariamente en el arrepentimiento
por el pasado y temeroso de lo que sucederá en el futuro, causando que estemos
desconectados y a la deriva del ahora. Se podría incluso llamar a esta falta de vida
en el momento presente una enfermedad moderna. Parece ser un subproducto de
una pérdida de conexión con nuestra naturaleza animal instintiva.
268 En una voz no hablada
Un bebé mamífero no tiene que aprender que el sabor del azúcar es “bueno”
y que un pellizco duro o un dolor de estómago es “malo”. La ingestión de azúcar
es necesaria para la producción de energía, de ahí la atracción del placer; mien-
tras que el pellizco puede causar daño tisular, se siente doloroso y, por lo tanto,
debe evitarse. De manera similar, un toque muy ligero puede darnos una sensación
incómoda y espeluznante simplemente porque las cosas que se arrastran, en el
pasado evolutivo, eran propensas a ser venenosas. Nuestros sentimientos más
convincentes de maldad (evasión) y bondad (acercamiento) derivan de sensaciones
viscerales como las náuseas o el calor del vientre.
Los sentimientos hedónicos también son importantes para la cohesión del gru-
po y, por lo tanto, para la supervivencia. Por ejemplo, cuando exhibimos comporta-
mientos que son beneficiosos para el grupo, como la crianza y la cooperación, nos
sentimos recompensados por sentirnos bien. Incluso podemos rescatar a alguien
(o darle uno de nuestros riñones) aunque esto pueda poner en riesgo nuestra propia
vida. Por otro lado, cuando hacemos algo que puede poner en peligro al grupo,
como codiciar el compañero o las posesiones de otro, o poner en peligro a los
hijos, nos sentimos avergonzados y rechazados. Estos sentimientos pueden ser
tan angustiantes que pueden causar enfermedad o incluso la muerte. (121) De hecho,
como han demostrado los estudios, aquellos individuos que experimentan la mayor
salud y autoestima positiva, en todo el mundo y en todos los niveles socioeconómi-
cos, son aquellos con fuertes afiliaciones grupales.
Los sentimientos y las emociones han evolucionado, al menos en parte, para
amplificar las sensaciones hedónicas de acercamiento y evitación. Cuando, por
ejemplo, probamos algo que es ligeramente amargo, se registran sensaciones de
“disgusto” en nuestra conciencia. Sin embargo, cuando algo sabe extremadamen-
te amargo (y por lo tanto, es probable que sea tóxico), somos más propensos a
tener la irresistible emoción de la repugnancia, con la sensación asociada de náu-
sea. Con esta bandera roja emocional (asco), es muy probable que evitemos tales
sustancias (o aquellas que tienen sabor, olor o aspecto similar) en el futuro. Ade-
más, otros miembros del grupo que vean nuestra reacción tendrán menos proba-
bilidades de ingerir la misma sustancia. Debido a que es posible que no tengamos
la oportunidad de evitar un veneno (como un cadáver de animal que está rancio)
más de una vez, estas reacciones emocionales de señalización tienen la intención
Solo Somos un Grupo de Animales 271
de ser convincentes para nosotros y para otros, dejando una huella de superviven-
cia duradera. Por eso, si te enfermas gravemente después de comer bistec en tu
restaurante favorito, es probable que evites este plato en particular e incluso ese
restaurante durante años, si no llegas al extremo de convertirte en vegetariano.
Al ser capaces de sentir las cosas, se nos proporciona la precisión y la adap-
tabilidad general que nos han puesto en la cima del montón. Hay una desventaja
significativa en esta solución de impartir a los sentimientos una función ejecutiva
tan real. Si los sistemas de sentimientos emocionales fallaran y se volvieran des-
ordenados, como lo hacen en el estrés y el trauma, este desorden se reflejaría a
través de la miríada de subsistemas fisiológicos, conductuales y perceptivos. Esto
nos deja susceptibles a percepciones erróneas fundamentales. Un ejemplo per-
turbador de este defecto es cuando detectamos el peligro donde no existe, y, por
otro lado, cuando no lo detectamos cuando en realidad está en nuestra cara. Otro
ejemplo conmovedor de nuestro “sistema de sentimientos” que ha salido mal es
la presencia de todo tipo de estrés, enfermedades autoinmunes y enfermedades
“psicosomáticas”, que han sido la perdición de la medicina moderna. Se ha estima-
do, por ejemplo, que entre el 75 y el 90% o más de todas las visitas al consultorio
del médico están relacionadas con el estrés. Afortunadamente, la evolución de los
estados emocionales conscientes proporciona, en sí misma, una solución notable
si podemos aprender a registrarnos y responder a los impulsos internos de nues-
tros cuerpos.
Nuestros programas de sentimientos instintivos son la base de lo que nos per-
mite planificar y avanzar con propósito y dirección. Es el tejido de lo que nos conec-
ta entre nosotros. Cuando este mapa crítico se vuelve desordenado e inadaptado
con trauma o estrés prolongado, como consecuencia, simplemente nos perdemos.
Ivan Pavlov nació en un pequeño pueblo del centro de Rusia. Su familia, que-
riendo que fuera sacerdote, lo inscribió en un seminario teológico. Sin embargo,
después de leer al revolucionario Charles Darwin, abandonó el seminario para ir a
la Universidad de San Petersburgo, donde prosiguió su carrera científica estudian-
272 En una voz no hablada
cometas, Adam pudo salir de su profunda parada y comenzó a orientarse hacia los
diversos objetos de la habitación y, a continuación, a comprometerse conmigo de
una manera fresca y vital. En ese momento regresó a la vida lo suficiente como para
encarnar nuevas posibilidades.
Así que, en el análisis final, somos sólo un grupo de animales -instintivos, con
sentimientos y razonamientos. Para terminar, me gustaría repetir la cita de Massimo
Pigliucci que abrió este capítulo porque parece resumirlo todo de forma sucinta:
“Podemos ser animales especiales, podemos ser animales particulares con carac-
terísticas muy especiales, pero somos animales de todas formas.”
_________________________________________________
* La oxitocina y las endorfinas han sido implicadas en esta cascada química que promueve la
confianza.
† Entre ellos se encuentran Ivan Pavlov, Sir Charles Sherrington, Nikolaas Tinbergen, Konrad
Lorenz, Karl von Frisch y Roger W. Sperry.
§ En la tradición de San Francisco de Asís, tanto David Rothenberg, en Why Birds Sing , como
Maya Angelou, en I Know Why the Caged Bird Sings, escriben sobre este núcleo creativo en el
canto de las aves. Rothenberg se pregunta por qué el canto de los pájaros suena tan musical, y
después de anteriores “dúos” con pájaros y violonchelo y flauta, ha grabado una serie de dúos
Solo Somos un Grupo de Animales 277
a Puede, por supuesto, haber habido multitudes de criaturas de cuerpo blando que no se
conservan en los registros fósiles. Ver Richard Dawkins, El cuento de los antepasados: A Pilgri-
mage to the Dawn of Evolution (Nueva York: Houghton Mifflin, 2005).
b Recientemente hablé con el traductor ruso para mi primer libro, Waking the Tiger: Healing
Trauma, y ella confirmó este análisis.
278 En una voz no hablada
279
CAPÍTULO 11
“Comprender las leyes de la gravedad no nos libera de ella... significa que pode-
mos usarla para hacer otras cosas. Hasta que no hayamos informado a la huma-
nidad sobre la forma en que funcionan nuestros cerebros, de la forma en que los
usamos... hasta que no reconozcamos que ha sido para dominar a los demás, hay
-Arquímedes
E
n realidad, nadie discutiría razonablemente que somos el producto de la forma
en que nuestros cerebros y cuerpos operan. Si bien esto puede no ser toda la
historia, es una aproximación de trabajo razonable. Sin embargo, al mismo tiempo
sería arrogante decir que toda la experiencia subjetiva se explica con precisión por
la anatomía y la fisiología del cerebro, así como sería absurdo creer que todo lo
que sentimos y sabemos es comprensible por el funcionamiento del cerebro. En
última instancia, para bien o para mal, no podemos escapar del hecho de que es-
tamos limitados por las influencias y operaciones del cerebro en nuestros cuerpos.
Conocernos a nosotros mismos es conocer nuestros cerebros, y conocer nuestros
280 En una voz no hablada
riales tanto del interior como del exterior del cuerpo y mantiene el interior relativa-
mente estable frente a un entorno externo inquieto y caprichoso. Al mismo tiempo,
recoge y suma estos diversos canales sensoriales para aumentar el estado general
de excitación. Es por eso que el ruido de un camión que pasa puede despertarnos
abruptamente del sueño, o que estimular a un paciente comatoso con música, olo-
res y tacto puede ayudarlo a regresar a la tierra de los vivos. La naturaleza ha des-
cubierto que la modulación de la excitación se sirve mejor a través de la sinestesia
inespecífica de vistas, sonidos, olores y sabores, además de la función específica
de los diversos canales sensoriales.
salida.”
Cuando me encontré por primera vez con las ideas de Yakovlev, registré la
verdad de su hipótesis visceralmente. Mi instinto retumbó en reconocimiento; mis
emociones se dispararon en emoción. E intelectualmente, anhelaba digerir y sa-
borear la exquisita esencia del genio de este hombre. (†) Quería devorarlo vivo, es
decir, si todavía estaba vivo. Tomó varios días de llamadas telefónicas persistentes
para localizarlo. En efecto, estaba vivo y bien. Esta odisea mutó hacia la locali-
zación y el encuentro con algunos de mis otros héroes intelectuales clave. Des-
pués de recibir finalmente mi doctorado de la Universidad de California-Berkeley
en 1977, envié copias de mi tesis sobre el estrés a varios científicos que fueron mis
mentores intelectuales. Esta lista incluía a Nikolaas Tinbergen, Raymond Dart, Carl
Tres Cerebros De Abajo a Arriba 285
Richter, Hans Selye, Ernst Gellhorn, Paul MacLean y el propio Yakovlev. Estaba en
el camino…
El laboratorio de Yakovlev estaba en el sótano de un oscuro edificio cavernoso
que pertenecía (creo) a los Institutos Nacionales de Salud. Me dirigí hacia la puerta
que me describió la recepcionista. Estaba un poco entreabierta. Mientras asomaba
la cabeza, me sorprendió la visión panorámica de estante tras estante lleno de bo-
tellas de cerebros encurtidos. Una figura traviesa me llamó, señalándome a su es-
critorio. Este octogenario de baja estatura tenía una presencia tranquila y gentil que
desafiaba su carácter verdaderamente expansivo. Con ojos azules parpadeantes
y entusiasmo genuino, Yakovlev me invitó calurosamente a sentarme. Él procedió
a preguntarme acerca de mis intereses y tenía curiosidad por saber por qué había
decidido venir tan lejos a visitarlo.
Cuando le hablé de mi interés por los instintos y de mis ideas sobre la curación
mente-cuerpo, el estrés y la autorregulación, se levantó de un salto, me agarró
excitado del brazo y me llevó de frasco en frasco compartiendo conmigo su vasta
variedad de especímenes, demostrando los bloques básicos de construcción ana-
tómica del cerebro. De allí me llevó de vuelta a su escritorio y a su microscopio;
juntos miramos diapositivas de finísimas rebanadas de tejido cerebral. Narraba esta
visión, con lirismo en su elaborado razonamiento, como imaginé que Darwin podría
haber hecho en su laboratorio unos cien años antes. Para mí, la emoción fue tan
intensa que sentí como si no pudiera contener mi apremiante impulso de saltar y
gritar: “¡Sí!”. Sabía que iba por el buen camino, que realmente somos, hasta la últi-
ma de nuestras neuronas, sólo un grupo de animales, y eso no es tan malo.
A la una de la tarde, después de compartir un sándwich de ensalada de huevo,
Yakovlev me dibujó un intrincado mapa para guiarme a mi próxima cita, que era a
unas cuarenta millas en el campo de Maryland. Hizo esta tarea en detalle anatómi-
co, empleando meticulosamente un juego de lápices de colores brillantes y disec-
cionando, con gran precisión, la mejor ruta y sus puntos de referencia distintivos.
Me ofreció que si tenía tiempo al final del día, podía volver por el mismo camino.
Llegué a mi destino justo a tiempo. Paul MacLean me saludó cortésmente pero
sin el calor exuberante que se me había prodigado en mi cita anterior. Sin embargo,
me hizo la misma pregunta: por qué había llegado tan lejos para verlo. Repetí la
misma respuesta. MacLean me miró con una expresión de desconcierto, combi-
286 En una voz no hablada
Figura 11.1 Esta figura ilustra las funciones básicas de los niveles de reptiles (tronco encefáli-
co), paleomamíferos (límbicos) y primates (neocórtex).
Tres Cerebros De Abajo a Arriba 287
“El esfuerzo y la protección territorial del reptil, la crianza y orientación familiar del
cen exhibir hipo-arousal de sus cerebros instintivos, junto con una parada en su
corteza prefrontal. En este sentido, los comportamientos inadaptados asociados
con ambos pueden ser intentos de estimularse a sí mismos para sentirse más hu-
manos. Desafortunadamente, el costo de estos trastornos de impulso puede ser
desastroso tanto para el individuo como para la sociedad.
Por otro lado, las personas que están crónicamente inundadas por erupcio-
nes emocionales pueden estar igual de limitadas en la vida. Aunque son menos
inhumanos (como los zombis Gage-Elliot “ladrones de cuerpos”), sus explosiones
pueden ser igual de corrosivas para el mantenimiento de las relaciones íntimas y
profesionales, y -no hace falta decirlo- para un sentido coherente de sí mismos. Los
individuos traumatizados son encarcelados con lo peor de ambos mundos. En un
momento dado, se ven inundados de emociones intrusivas como el terror, la rabia
y la vergüenza, mientras que alternativamente se les apaga, alienándolos de una
base instintiva basada en el sentimiento, haciéndolos incapaces de tener un senti-
do de propósito e ineptos para encontrar una dirección. Estos pueden ser nuestros
clientes, parientes, amigos o conocidos que se encuentran atrapados en cualquiera
de los dos extremos, balanceándose interminablemente entre la convulsión emo-
cional y el coma (suave/apagado). Como tales, son incapaces de hacer uso de su
inteligencia emocional. Hasta cierto punto representan, cuando estamos bajo la
influencia de estrés o trauma crónico, los Phineas Gages en todos nosotros...
-Kybalion
Somos más que animales que hablan; somos criaturas del lenguaje. Sin em-
bargo, si estamos confinados por la tiranía del lenguaje, o liberados por él, es una
cuestión que está en juego. La forma en que usamos o abusamos del lenguaje tiene
mucho que ver con la forma en que vivimos nuestras vidas. Las palabras, en sí mis-
294 En una voz no hablada
mas, son de poca importancia para un bebé cuando está molesto. El lenguaje debe
ir acompañado de un calmante físico cercano en forma de abrazos, balanceos y
sonidos suaves de arrullo. Es nuestro uso del tono no verbal y la cadencia lo que le
da al lenguaje su poder para calmar y dulcificar el malestar de un bebé. A medida
que los niños se desarrollan, empiezan a comprender las palabras reales y a ser
calmados por el modo en que se pronuncian.
Sin embargo, las palabras deben tener un contexto físico para que sean sa-
nadoras y salubres. Usted recordará a un joven llamado Elián González, quien se
convirtió en el peón de una escandalosa batalla política en el estado de Florida. Los
primos lejanos de Elián (exiliados cubanos que vivían en Miami), supuestamente
preocupados por el bienestar del niño, lucharon vehementemente contra el propio
padre de Elián (que vivía en Cuba) por la custodia de este pequeño niño. Como
en la obra de Bertolt Brecht “The Caucasian Chalk Circle” (El círculo de tiza del
Cáucaso), estaban literalmente separando a este niño de seis años confundido. Fi-
nalmente, la Corte Suprema intervino y bloqueó los esfuerzos del Gobernador Jeb
Bush para mantener a Elián en los Estados Unidos como un “ciudadano modelo
anticastrista” y lo devolvió a la custodia de su padre.
Se ordenó a los soldados de la Guardia Nacional que retiraran y protegieran a
Elián de una turba hostil que portaba pancartas, cuando una agente federal feme-
nina se lo arrebató a los primos y a los espectadores enojados, sujetándolo firme-
mente contra el cuerpo de ella. Claramente, este abrazo inesperado e indeseado de
un extraño aterrorizó al ya asustado, desorientado y alienado niño. Pero entonces
sucedió algo extraordinario. El agente lo sostuvo con la suficiente firmeza como
para no ser arrancado por la turba enfurecida, pero con la delicadeza necesaria
para que su abrazo coincidiera con las palabras que ella recitaba tranquilamente
en español: “Elián, esto puede parecerte aterrador en este momento, pero pronto
será mejor”. Te vamos a llevar a ver a tu papá... No te llevarán de vuelta a Cuba [lo
que era cierto en ese momento]... No te volverán a poner en un barco [lo habían
traído a Miami en un traicionero viaje en barco]. Estás con gente que te cuida y que
va a cuidarte”.
Estas palabras fueron guionizadas cuidadosamente, como usted podría haber
sospechado, por un psiquiatra infantil que conocía la historia y la difícil situación de
Elián. Fueron diseñados para aliviar la incertidumbre y el terror del niño. Funcionó.
Tres Cerebros De Abajo a Arriba 295
Sin embargo, las palabras por sí solas no habrían bastado sin lo que era obvio en
el lenguaje corporal, la presencia y el tono de la agente del FBI. Ella instintivamente
sabía (y/o quizás fue entrenada) cómo sostener a Elián tan fuerte como fuera ne-
cesario para protegerlo, pero lo suficientemente flojo como para que no se sintiera
atrapado. Con un balanceo muy suave, un breve contacto visual y un equilibrio de
calma suave, habló -con una sola voz- al cerebro reptil, emocional y frontal de Elian,
todo al mismo tiempo. Esta unidad de voz y celebración muy probablemente ayudó
a prevenir trauma excesivos y cicatrices en la delicada y vulnerable psique de este
niño. De diferentes maneras y en diversas formas, esto es lo que hace una buena
terapia del trauma, como vimos en el capítulo 8.
Hace algunos años, fui testigo de otro ejemplo del uso instintivo del contacto
humano con palabras tranquilizadoras para aliviar el sufrimiento. Estaba en el piso
de Copenhague de mi amiga, Inger Agger. Inger había sido la jefa de los servicios
psicosociales de la Unión Europea durante la matanza en la antigua Yugoslavia y
no era ajena a los traumas y a la catástrofe humanitaria. Así que, cuando la BBC
World News, que estaba en el fondo, anunció la cobertura de la conflagración de
Timor Oriental, nos volvimos a ver imágenes de refugiados que estaban claramente
aturdidos y desorientados mientras deambulaban sin rumbo en un campo de refu-
giados. En la entrada del campamento había un grupo de monjas portuguesas de
hábitos blancos.
Para Inger y para mí estaba claro que las monjas de alerta estaban instinti-
vamente escudriñando y “rastreando” a los refugiados, en particular a los niños,
que eran los más desorientados y en estado de shock. La monja más cercana a
esa persona se movería rápidamente, aunque no invasivamente, hacia ese indivi-
duo aturdido y lo tomaría en sus brazos. Observamos, con lágrimas cayendo por
nuestros rostros, mientras las monjas sostenían y mecían suavemente a cada una
de ellas, aparentemente susurrando algo en sus oídos. Y nos imaginamos lo que
podrían haber dicho, con toda probabilidad algo similar a lo que el agente del FBI le
había dicho a Elián. Sin embargo, en marcado contraste con lo que estas imágenes
estaban retratando, el comentarista de la BBC declaró que “estas almas desafor-
tunadas quedarían marcadas de por vida”, lo que implicaba que serían sentencia-
das a vivir para siempre con su experiencia traumática. El lenguaje corporal de las
monjas y las refugiadas, que tuvieron la suerte de estar envueltas en la bondad de
296 En una voz no hablada
_________________________________________________
* Cannon también montó una crítica bien razonada de la teoría de James argumentando que
la retroalimentación de las vísceras sería demasiado lenta y no lo suficientemente específica
para tener en cuenta las diferentes emociones. (Estas cuestiones se tratarán en el Capítulo 13 .)
‡ Para una memoria autorizada ver M. Macmillan, “Restoring Phineas Gage: A 150th Retros-
pective”, Journal of the History of the Neurosciences (2000), 9, 42-62.
298 En una voz no hablada
299
PARTE IV
“Mi creencia es que la sangre y la carne son más sabias que el intelecto. El cuer-
—D. H. Lawrence
300 En una voz no hablada
301
CAPÍTULO 12
El Yo encarnado
-...proverbio Sufi.
A
hora volvemos por un momento a mi historia personal de haber sido atrope-
llado por el auto del adolescente. El resultado de mi accidente podría haber
sido horrible, totalmente devastador. En cambio, resultó ser transformador. A pesar
de haber estado profundamente aterrorizado, desorientado y disociado, me ahorré
las terribles repercusiones del TEPT. ¿Qué me salvó de sucumbir a síntomas de
trauma prolongados? Junto con el método que he descrito a lo largo de este libro
fueron las hermanas gemelas unidas de la encarnación y la conciencia. Este activo,
incluso más allá de su papel crucial en la regulación del estrés y la curación del
trauma, es una herramienta maestra para el enriquecimiento personal y el autodes-
cubrimiento. Mi trabajo aquí es seducirte a que tomes tu cuerpo lo suficientemente
en serio como para aprender un poco más sobre sus impulsos. Sin embargo, tam-
bién quiero animarte a que lo tomes con la suficiente ligereza como para que lo
involucres como un poderoso aliado en la transformación de intensas emociones
“negativas” o incómodas, y para que experimentes lo que significa encarnar verda-
deramente la bondad y la alegría.
Ya que estas hermanas gemelas de la misericordia son tan esenciales para la
prevención y sanación del trauma, consideremos cómo se ve y se siente la con-
ciencia encarnada. Aunque no solemos traer conciencia consciente a la multitud de
sensaciones corporales internas que suceden momento a momento, estas expe-
riencias son frecuentemente referidas en el lenguaje común. Nosotros “mordemos
302 En una voz no hablada
y rumiamos” temas difíciles. Hay cosas que no podemos “tragar o digerir”, mientras
que otras nos hacen “querer vomitar”. Y por supuesto la mayoría de nosotros
hemos experimentado “mariposas en el estómago”. Seguramente la sensación de
estar hinchado, constreñido o “con el trasero apretado” atrapa nuestra atención y
tiene su significado emocional. Podemos estar “congestionados” en una ocasión
y “relajados” en otra. O puede que nos sintamos abiertos en el vientre y el pecho
o incluso “sin aliento por la excitación”. Tales son los mensajes conmovedores de
nuestros músculos y vísceras.
Toda la experiencia humana está encarnada, es decir, “en el cuerpo”. Nuestros
pensamientos son guiados por nuestras sensaciones y emociones. Pero, ¿cómo
sabes cuando estás enfadado? O, ¿sabes cómo sabes cuando eres feliz? Típica-
mente, la gente tiende a atribuir una causa mental a una emoción; por ejemplo, me
siento (enojado, triste, etc.) porque él/ella hizo esto (dijo esto, olvidó hacer esto,
etc.). Sin embargo, cuando la gente aprende a concentrarse en lo que está su-
cediendo en sus cuerpos en el aquí y ahora, típicamente reportan: “Mi estómago
está apretado” o “Mi pecho se siente más grande, mi corazón está más relajado y
abierto”. Estas señales físicas nos permiten saber no sólo lo que estamos sintiendo
sino también qué hacer para remediar sensaciones y emociones difíciles. También
nos informan de que estamos vivos y somos reales.
Todas nuestras experiencias (desde el crecimiento en el vientre materno), todas
las tensiones, lesiones y traumas, así como los sentimientos de seguridad, alegría,
gracia y bondad que han afectado nuestras vidas, todo esto cambia la forma de
nuestros cuerpos. Algunas veces estos cambios son obvios, como brazos apreta-
dos, una columna vertebral rígida, hombros caídos o un pecho hundido. Otras son
sutiles, como una ligera asimetría de los hombros, un giro aparentemente insigni-
ficante hacia un lado, brazos o piernas que parecen pequeños en relación con el
tronco, una retracción de la pelvis o una coloración desigual de la piel que indica
frialdad o calor. Estos forman la base de lo que hemos llegado a ser. Son un punto
de partida de en lo que nos estamos convirtiendo.
Tomamos información del mundo a través de nuestros órganos sensoriales ex-
ternos, los de la vista, el oído, el tacto, el olfato y el gusto. La mayoría de nosotros
depende principalmente de los dos primeros. Sin embargo, estamos recibiendo
información crucial de todos nuestros sentidos. De igual importancia, si no mayor,
El Yo Encarnado 303
que la información de nuestros sentidos externos son los vastos flujos de informa-
ción que registramos de nuestros órganos sensoriales internos. Recibimos esta
información de nuestros músculos, articulaciones, receptores de gravedad y ór-
ganos viscerales (ver la discusión de SIBAM en el Capítulo 7). De hecho, sin esta
información sensorial interoceptiva, estaríamos fundamentalmente perdidos, más
aún que un individuo que es ciego y sordo. (*) Sin información interna no podríamos
caminar sobre la tierra ni conocer nuestras emociones y deseos. Nuestra relación
con los demás depende totalmente del intercambio mutuo de datos sensoriales,
tanto externos como internos. Miramos, tocamos y hablamos, y a través de una
resonancia de nuestras sensaciones, nos conocemos a nosotros mismos y a los
demás. El sentido general cuando este proceso está en sincronía es de pertenencia
y bondad. Sin acceso a la sensación de sentir, a través de las sensaciones corpora-
les, nuestras vidas serían unidimensionales, en blanco y negro. Tanto nuestra vida
física como nuestra vida de sentimientos, desde nuestros antojos más primitivos
hasta las creaciones artísticas más elevadas, dependen de la encarnación. Y aun-
que la mayor parte de este libro es teórico y didáctico, le invito a usted, el lector, a
participar en breves encuentros de concientización en este capítulo. La razón de
estas “interrupciones” es para animarte a participar y comprometerte activamente
en este material, haciendo contacto personal directo con la esencia de la capaci-
dad innata del cuerpo para sentir, sanar y conocer.
Mire su mano derecha con la palma hacia usted. Obsérvelo con sus ojos. Aho-
ra cierra la mano en un puño. Observe el movimiento y observe visualmente la
posición final. Abre la mano y mírala de nuevo. Ahora, cierra los ojos y siente la
sensación física de tu mano abierta. Mientras mantiene los ojos cerrados, contrai-
ga lentamente la mano de nuevo en un puño; luego ábrala de nuevo. Con los ojos
aún cerrados, centre toda su atención en esta apertura y cierre mientras repite
el movimiento. Observa cómo cambia tu conciencia a medida que sigues siendo
consciente de las sensaciones de esta actividad corporal aparentemente simple.
304 En una voz no hablada
Este pequeño ejercicio puede parecer banal. Sin embargo, tomar conciencia
de nuestro cuerpo sin distraernos por lo que sucede a nuestro alrededor o por
nuestros pensamientos e imágenes (sobre la acción) puede ser realmente una tarea
hercúlea. Sin embargo, es una tarea con grandes recompensas. Nuestra tendencia
es identificarnos con nuestros pensamientos hasta el punto de confundirlos con la
realidad; creemos que somos nuestros pensamientos. Con este ejercicio puedes
detectar la diferencia fundamental entre la imagen visual de tu cuerpo y tu expe-
riencia “interoceptiva” real. La conciencia del cuerpo nos ayuda a distanciarnos de
nuestras emociones negativas y sistemas de creencias, así como a ponernos en
contacto con los de la bondad. Al descubrir que no somos sólo nuestros pensa-
mientos e imágenes, comenzamos un viaje hacia la plenitud como criaturas vivas,
participantes, sensibles y encarnadas.
En el principio
Los instintos, en sus raíces arcaicas, son acciones forzadas. Son movimientos
que hace el cuerpo o ajustes posturales que nos preparan para esas acciones.
Por esta razón, las sensaciones físicas que guían estas acciones son el vehículo
para el conocimiento directo de nuestro yo instintivo. La llegada de herramientas,
símbolos y luego un lenguaje rudimentario permitió que nuestros antepasados se
comunicaran entre sí, compartiendo qué patrones de acción funcionaban y cuáles
no, con lo que se perfeccionaron sus comportamientos colectivos. Con este fin, se
podría especular que abrazaron el arte, la danza y la narración de cuentos, y que en
el proceso lograron, cultivaron y desarrollaron, con el tiempo, una autoconciencia
reflexiva. Las pinturas rupestres y otras evidencias arqueológicas registran la saga
de la evolución de la conciencia humana encarnada a medida que florecía en el
autoconocimiento, en los símbolos abstractos y, finalmente, en el lenguaje escrito.
A medida que los individuos se congregaban en comunidades pobladas, su
necesidad de supervivencia de una vigilancia ambiental constante disminuyó. Su
conciencia de las sensaciones corporales asumió más bien una función social, lo
que ahora se denomina inteligencia social y emocional. La supervivencia ya no de-
pendía únicamente de la urgencia de la lucha, la huida o la congelación. Más bien,
a medida que la sociedad se hacía más y más compleja, la necesidad de una mayor
capacidad mental para navegar por nuestra posición dentro del grupo aumentó.
El lenguaje corporal matizado -la lectura de las señales faciales y posturales (el
lenguaje tácito del cuerpo)- permitió establecer el control de los impulsos, lo que
impulsó a nuestros progenitores hacia un marco cada vez más mental.
Para la llamada edad de la razón, a mediados del siglo XVII, la importancia de
la racionalidad ascendió a nuevas alturas. El desencarnamiento, en el supuesto
servicio de esta racionalidad, se había convertido en la norma. Los instintos y la
inmediatez de los impulsos físicos (como el sexo) se habían convertido en una ver-
güenza o algo peor. El poder subyugante de la iglesia reforzó esta profunda división
entre mente y cuerpo. Finalmente, la supremacía de la racionalidad se congeló en
el “Yo pienso; por lo tanto, yo soy” de Descartes, una declaración icónica de la
modernidad. El resto es historia, para bien y para mal.
Sin embargo, mientras aparentemente no estamos comprometidos, nuestros
instintos convincentes permanecen enroscados, esperando para encender y reunir
cuerpo y mente en una acción coordinada efectiva. Si, por ejemplo, nos quedamos
306 En una voz no hablada
“Cuando estoy cada día todo el día todo cuerpo y nada de mente, cuan-
do estoy física, total y completamente en este mundo con los pájaros, los
ciervos, el cielo, el viento, losárboles.... este momento brillante en el ahora,
desprovisto de rumia mental.”
La encarnación y la creatividad
Es bien sabido que Albert Einstein pensaba en imágenes. Sus teorías refle-
jan este proceso, al igual que sus propias metáforas. Por ejemplo, las imágenes
de ascensores y trenes que se cruzan entre sí están grabadas de forma indeleble
310 En una voz no hablada
finito”. Esta aplicación enciende una maravilla y deleite que entrega iluminación
en el Budismo Tántrico.(133) No se trata sólo de una noción “oriental”. El Dr. Daniel
Brown, del Departamento de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de Harvard,
añade que “el enfoque ayuda a cultivar una especie de conciencia corporal interna
que es tanto el fundamento de la práctica espiritual”. R. D. Laing añade que “sin
el mundo interior el exterior pierde su significado, y sin el exterior el interior pierde
su sustancia”.
Todos hemos tenido la experiencia, en algún momento de nuestras vidas, de
simplemente “saber algo en nuestras entrañas”. Sin que tenga sentido “lógico”, y a
menudo al contrario de “lógica”, sólo “sabíamos que era lo correcto”. Y cuando no
seguimos este instinto visceral, a menudo hubo consecuencias graves. Llamamos
a este tipo de precognición “intuición”. Creo que la intuición surge de la unión sin
fisuras de las reacciones instintivas del cuerpo con los pensamientos, las imágenes
interiores y las percepciones. Cómo funciona este “pensamiento” holístico sigue
siendo un misterio (aunque abundan las especulaciones), como lo demuestran los
escritos del médico homeópata, el Dr. Rajan Sankaran: “La sensación es el punto
de conexión entre la mente y el cuerpo, el punto en el que los fenómenos físicos
y mentales son hablados en el mismo idioma, donde las fronteras entre estos dos
reinos desaparecen y uno puede realmente percibir lo que es verdad para todo el
ser”. Esa es la esencia de la intuición profunda.
La intuición es un ejemplo de procesamiento ascendente. Esto contrasta con
el proceso de arriba hacia abajo reflejado en el “Pienso; por lo tanto, existo” de
Descartes. El procesamiento ascendente es más potente que el procesamiento
descendente para alterar nuestras percepciones básicas del mundo. Esta potencia
se deriva del hecho de que somos ante todo criaturas motoras. En segundo lugar,
empleamos e involucramos a nuestras mentes observadoras/percibidoras/pensa-
doras. Pensamos porque somos, en lugar de existir porque pensamos. Cuando le
preguntaron en un bar si quería otra cerveza, Descartes respondió: “Creo que no”.
¿Pero desapareció? El teorema de Descartes podría actualizarse para reflejar el
procesamiento ascendente de la siguiente manera: “Siento, actúo, siento, percibo,
reflexiono, pienso y razono; por lo tanto, sé que lo soy.”
Se ha asumido implícitamente que el cambio psicológico ocurre, principalmen-
te, a través del vehículo de la comprensión y el entendimiento o a través de la
312 En una voz no hablada
Trauma y Desencarnación
Concienciación
Concienciación e introspección
testino delgado, del intestino delgado al colon y del colon al ano. Funcionalmente,
somos capaces de llevar a cabo tales operaciones con poca conciencia. En ese
sentido, somos parecidos a una máquina, un complejo sistema servo con múltiples
lazos de retroalimentación. Sin embargo, cuando nos tomamos el tiempo para invi-
tar a la conciencia, todo un nuevo mundo de experiencia comienza a abrirse... ¡uno
que nunca hubiéramos imaginado que existiera!
Del mismo modo, en el sueño profundo, nos entregamos profundamente al
mundo interceptivo. Las actividades viscerales automáticas regulan y sostienen
la vida más allá de nuestro reino de conciencia. La respiración, los latidos del co-
razón, la temperatura y la química sanguínea se mantienen dentro del estrecho
rango que soporta la vida. Este mundo interno usualmente reside en o más allá de
los alcances externos de la conciencia. Mientras estamos despiertos podemos no
ser conscientes de este mundo interior, pero es posible tentarlo de fondo a fondo
y luego seducirlo suavemente, aunque sea fugazmente, al primer plano de nuestra
conciencia. Procedamos.
Prefacio
Los siguientes ejercicios se pueden hacer solos, pero como mamíferos, la es-
tabilidad de nuestro sistema nervioso depende del apoyo de otra persona segura.
Este fue el caso del pediatra que atendió mi desesperada necesidad justo después
de mi grave desgracia descrita en el capítulo 1. Por mí mismo, podría haber hecho
algo de lo que hice para recuperar mi equilibrio después del accidente, pero marcó
una enorme diferencia tenerla sentada tranquilamente a mi lado. Su presencia esta-
324 En una voz no hablada
Discusión
Si usted tiene la noción de que este ejercicio fue un fácil o cree que ha obser-
vado todo lo que se encuentra dentro de los límites de su cuerpo en este primer
experimento, entonces es casi seguro que está equivocado. Probablemente has
comenzado a notar lo difícil que es “simplemente” observar la experiencia sin juicio
y evaluación. La conciencia del cuerpo es una habilidad que necesita construirse
gradualmente con el tiempo. Si experimentamos las cosas demasiado rápido y
profundamente, podríamos sentirnos abrumados, lo que nos llevaría a reprimirlas o
disociarlas aún más. La mayoría de las veces, sustituimos una idea o una imagen
por una experiencia directa real. Hasta que nos damos cuenta de estas falsifica-
ciones de sensaciones reales, es difícil sintonizarnos con el país de las maravillas
bajo nuestra piel. ¿Cómo podemos saber lo que nos falta si nunca supimos que
existía en primer lugar? Es por eso que sólo gradualmente comenzamos a experi-
mentar el cuerpo directamente. Aunque podamos “saber” dónde están las partes
de nuestro cuerpo, puede llevar algún tiempo sentirlas. Incluso muchos bailarines
y atletas tienen problemas con esto. Para un funcionamiento libre, no forzado y
espontáneo de las piernas, y de otras partes del cuerpo, debe tener una expe-
riencia directa de sus tensiones y posición en relación con el resto del cuerpo. He
trabajado con un número de bailarines profesionales que, al principio, encuentran
esto extremadamente difícil; así que por favor no se desanimen. Si usted practica
este ejercicio diariamente en cantidades moderadas, la habilidad en la conciencia
sensorial eventualmente vendrá.
Puede ser beneficioso entender que hay una diferencia fundamental entre su
imagen mental de sí mismo y su sentido físico/ corporal real de sí mismo. Por su-
puesto, algunas discrepancias son ciertas para todos nosotros. Pero, la personali-
dad “neurótica” crea y perpetúa sus síntomas a través de una constricción incons-
ciente (hipertonía) o colapso (hipotonía) de la musculatura. (‖) Sólo construyendo
una conciencia refinada y permitiendo que los músculos y las vísceras se expresen
espontáneamente, podemos empezar a disolver las partes “neuróticas” y traumáti-
cas (separadas) de nosotros mismos y reivindicar un yo más profundo y auténtico.
Debido a que el desarrollo de la capacidad de conciencia es delicado al princi-
326 En una voz no hablada
pio, sería bueno que usted apreciara cuán universalmente difícil es sentir el cuerpo
y ser a la vez decidido y paciente. Merece la pena dedicar horas a estos ejercicios.
Pero por favor no se demore; quince o veinte minutos a la vez es más que suficiente
cuando usted está comenzando. Además, las mini-excursiones de concientización
a medida que avanza en su día pueden ser particularmente reveladoras. Es posible
que descubra cómo las actividades y rutinas diarias afectan sus músculos, su pos-
tura y su respiración. Usted puede comenzar a descubrir qué tan diferente actúa y
reacciona todo su cuerpo, por ejemplo, mientras camina, habla, conduce, trabaja
en la computadora y hace cola en el supermercado. No hay ganancia o pérdida,
éxito o fracaso, con estos breves viajes de un día a la conciencia del cuerpo. El
único objetivo es continuar el viaje, explorando un poco más cada vez con una
sensación de asombro.
Trate de mantenerse en el estado de ánimo de que es usted quien está viviendo
las experiencias sin importar cómo se siente. Trate de aceptar los bloqueos y las
resistencias como parte de la experiencia sin retenerlos, censurarlos, forzarlos o
alejarlos. Con cada experiencia, completa tu observación con las palabras: “Ahora
soy consciente de....” o “Ahora estoy experimentando...”. Esto puede parecer tonto
y repetitivo, pero es útil para establecer una actitud de exploración y autoacepta-
ción. No hay necesidad de lucha ni de cambio. La observación de lo que estás
sintiendo es el billete.
en mi cuerpo es...” Al principio puede ser difícil diferenciar entre sensaciones, emo-
ciones y pensamientos. Dese tiempo para aceptar la perplejidad de este desafío.
Con la práctica te volverás mucho más claro y adepto a desenredar los diversos
aspectos del cuerpo/mente. Confía en que con el tiempo tu constancia traerá con-
sigo, potencialmente, ricas oportunidades para extender tu ventaja experiencial...
Discusión
que realice esa tarea para establecer su nivel de sobriedad). El sentido visceral es
nuestra capacidad de percibir directamente nuestras sensaciones intestinales y las
de otros órganos, incluyendo el corazón y los vasos sanguíneos. La mayoría de
los textos médicos afirman que no es posible un sentido visceral refinado, que los
“sentimientos viscerales” son sólo una metáfora y que sólo podemos sentir dolor
“referido” desde las vísceras a regiones más superficiales del cuerpo. Esto está
totalmente equivocado; de hecho, sin el sentido visceral, literalmente estamos sin
los sentimientos vitales que nos hacen saber que estamos vivos; son nuestras tri-
pas las que nos permiten percibir nuestras necesidades y anhelos más profundos.
Patrones de Sensación
La continuidad de la experiencia
Ejercicio 6: Hombros
Entonces imagina que esta tensión está aumentando. A medida que aumenta,
observe cómo esa tensión “querría mover” el hombro. Permita que el hombro se
mueva .... muy lentamente para que se sienta como si se estuviera moviendo por
sí solo. Puede tomar diez minutos para hacer esto. ¿Parece que se está moviendo
hacia arriba, hacia tu oreja? ¿La oreja y el hombro quieren moverse uno hacia el
otro? ¿Tienes la sensación de que tu hombro te está protegiendo de alguna ma-
nera? Si es así, ¿de qué podría estar protegiéndote? ¿Notas que tu cabeza, cuello
y ojos quieren girar (y orientarse) en una dirección en particular? ¿Cómo se siente
esto? Cuando abra los ojos, deje que miren por la ventana a un árbol o alrededor
de la habitación y se enfoquen en diferentes objetos.
Disfrute!
_________________________________________________
* Se han documentado condiciones neurológicas poco frecuentes en las que no funcionan
todos los nervios sensoriales internos del paciente. Estos desafortunados individuos apenas
pueden navegar y se caerían en el momento en que cierran los ojos.
‡ Los lóbulos parietales están divididos en dos regiones funcionales. Uno involucra la sensa-
ción y la percepción, y el otro se ocupa de integrar la información sensorial, principalmente con
el sistema visual. La primera función integra la información sensorial, proveniente del interior
y del exterior del cuerpo, para formar una sola percepción. La segunda función construye un
sistema de coordenadas espaciales para representar el mundo que nos rodea. Los individuos
con daño a los lóbulos parietales a menudo muestran déficits llamativos, tales como anormali-
dades en la imagen corporal y en las relaciones espaciales (Kandel, J., Schwartz, J., & Jessell,
T.; Principles of Neural Science, 3rd ed.; New York: Elsevier, 1991).
§ Paradójicamente, como algunos “cortadores” saben, infligirse daño a sí mismo también libera
endorfinas, que atenúan el dolor.
‖ Esta área ha sido ampliamente estudiada por personas como Wilhelm Reich, Else Gindler,
Else Mittendorf, Charlotte Selvers, Lilimor Johnson, Frits Perls, Magda Proskauer y un puñado
de otros. Ver: Heller, M. (2007). La Edad de Oro de la Psicoterapia Corporal en Oslo I: De la
El Yo Encarnado 335
gimnasia al psicoanálisis. Journal of Body, Movement and Dance in Psychotherapy , 2 (1), 5-16.
Heller, M. (2007). La Edad de Oro de la Psicoterapia Corporal en Oslo II: De la Vegetoterapia a
la Comunicación No Verbal. Journal of Body, Movement and Dance in Psychotherapy, 2 (2), 81-
94. Véase también Perls, F. S., Hefferline, R. F., & Goodman, P. (1994). Terapia Gestalt: Emoción
y Crecimiento en la Personalidad Humana . Londres: Souvenir Press.
a Las bases del conflicto son patrones motores de oposición o incompletos. El significado de
esto para la práctica de la terapia (y la vida) es monumental.
CAPÍTULO 13
“Si tu práctica diaria es abrirte a tus emociones, a todas las personas que cono-
ces, a todas las situaciones que encuentras, sin cerrar, confiando en que puedes
hacerlo, entonces eso te llevará tan lejos como puedas. Y entonces entenderás
L
os neurocientíficos pueden decirnos en qué parte del cerebro residen varias
emociones. Sin embargo, nos dicen muy poco sobre cómo podemos cambiar
emociones “indeseables” como la tristeza, la ira y el miedo. Tampoco arrojan mu-
cha luz sobre cómo la gente cambia en general.
Lo admitamos o no, todos queremos cambiar algo fundamental de nosotros
mismos. Sin embargo, lo más probable es que, siendo humanos, nuestro primer
esfuerzo esté dirigido a cambiar a quienquiera que esté en nuestra línea de visión.
Buscamos maneras de lograr que otros cambien -ya sean nuestros cónyuges, em-
pleadores, hijos o padres- y buscamos maneras de engatusarlos o coaccionarlos
para que participen en el programa. Sin embargo, con un poco de perspicacia, pro-
bablemente reconoceremos que el cambio profundo debe ocurrir primero dentro
de nosotros mismos. Sin embargo, sigue siendo difícil saber cómo se produce este
338 En una voz no hablada
imaginarse a sí misma, con un vestido sexy, entrando a una fiesta y volteando la ca-
beza. Dejando de lado la posibilidad de que una de las razones del excesivo peso
de la mujer podría haber sido el deseo de no llamar la atención sobre su cuerpo, la
estrategia de imagenología es razonable. El punto aquí es que la deliberación cons-
ciente es fácilmente olvidada y enterrada entre los restos y deshechos de nuestra
vida diaria. Sin embargo, esta fragilidad se esquiva cuando se evocan sensaciones
y sentimientos. Quizás la razón por la que “el elefante nunca olvida” es porque sus
recuerdos son emocionales.
En contraste con la memoria volitiva, la memoria emocional a menudo opera
fuera del rango de la conciencia consciente. En lugar de tener una idea verbal en
nuestras mentes conscientes (“Tengo que esperar hasta la reunión del viernes” o
“Acuérdate de comer ensaladas para el almuerzo para perder peso”), la memoria
experiencial hace uso de lo que se ha llamado marcadores somáticos.(138) Estas son
emociones o sensaciones físicas que nos informan sobre una situación basada en
experiencias o sentimientos pasados. Los marcadores somáticos pueden ser el
aleteo de las mariposas en el estómago cuando estamos ansiosos, el enrojecimien-
to de las mejillas cuando estamos avergonzados, los ojos bien abiertos cuando
escuchamos una idea que nos excita, la relajación de los músculos de nuestro
cuerpo señalando el alivio que sentimos cuando completamos una tarea crucial o
la ligereza y facilidad para respirar que notamos cuando nos quitamos algo impor-
tante del pecho.
La razón por la que la sensación sentida en el cuerpo tiene el poder de influir
creativamente en nuestros comportamientos es precisamente porque es involun-
taria; los sentimientos no se evocan a través de actos de voluntad. Nos dan infor-
mación que no proviene de la mente consciente. La “inteligencia emocional” y la
“alfabetización emocional” se comunican a través de los marcadores de sentido
sentimental/somático y son de vital importancia para la conducta de nuestras vi-
das. De hecho, el escritor Daniel Goleman (139) afirma que representa el ochenta por
ciento de nuestro éxito en la vida. Sin embargo, las emociones también pueden
llevarnos por mal camino.
Emoción, el Cuerpo y el Cambio 341
El carrusel de la terapia
Dos de los pacientes de Reich (que más tarde se convirtieron en sus estudian-
tes) fueron Alexander Lowen y Fritz Perls. El primero al que se refería como el “sas-
tre arrogante de la zona alta”, mientras que el otro lo contrastaba como “el sucio
anciano del Bowery”. (141)
Ambos desarrollaron extensiones paralelas del trabajo
de Reich, incorporando varios aspectos de sus ideas y métodos. Mientras Lowen
continuaba enfatizando la expresión emocional, y añadía la función de las piernas
en “enraizar” las emociones, Perls se aferraba a una visión más compleja del orga-
nismo. Su enfoque terapéutico incorporó muchas ideas tomadas de las psicologías
gestalt de los años 30, 40 y 50, incluyendo las de Wolfgang Kohler y Kurt Goldstein.
Sin embargo, en la anarquía de los años sesenta, con su revolucionario desprecio
por la racionalidad y el statu quo, la catarsis emocional fue resucitada como un
camino seguro hacia la “liberación” y la “libertad”.
Sin embargo, este proceso de abreacción emocional puede convertirse en un
mecanismo de autoperpetuación por el cual los pacientes anhelan una mayor “li-
beración emocional”. Desafortunadamente, este proceso se mueve en una espiral
cada vez más tensa que frecuentemente culmina en un callejón sin salida terapéuti-
co. Tal fue el caso, por ejemplo, en la década de 1970, cuando Arthur Janov promo-
vió su terapia primaria. (Reich había advertido a sus contemporáneos sobre el uso
inconsciente de la catarsis emocional, llamando peyorativamente a sus promotores
“vendedores ambulantes de la libertad”). La “liberación neo-reichiana”, los “grupos
de encuentro”, la “terapia primaria”, el “renacimiento” y otras terapias dramáticas
cooptaron la firme preeminencia de la “cura parlante” con un exuberante celo ex-
presivo. Actualmente, a principios del tercer milenio, estamos viendo una síntesis
emergente, un movimiento hacia un énfasis más equilibrado en la emoción y la ra-
zón. En particular, están surgiendo terapias experienciales, como las descritas por
Diana Fosha y otros. (142) Estos incluyen la terapia dialéctica conductual y la terapia
de aceptación y compromiso (ACT).
La capacidad de contener y procesar eficazmente los estados emocionales
extremos es uno de los puntos clave tanto de la terapia eficaz y verdaderamente
dinámica del trauma como de vivir una vida vital y robusta. Mientras que el amor
puede sacudirnos de nuestros pies, emociones poderosas como la rabia, el miedo
y la tristeza pueden arrancarnos las piernas de debajo de nosotros. Podemos vol-
vernos casi locos por la rabia, paralizados por el miedo y ahogados por la tristeza.
Emoción, el Cuerpo y el Cambio 345
Binet planteó esta pregunta muy provocativa en los albores del siglo XX. (143)
Abrió el debate con una salva que elude una solución incluso hoy en día, a pesar de
los argumentos más enérgicos. Simple de preguntar, aunque difícil de responder, la
pregunta sigue siendo: ¿Qué diablos es una emoción?
Las teorías de la emoción, abundantes y diversas, han tenido una historia larga,
retorcida, confusa y a menudo contradictoria. Se han visto enfrentados a su vez por
la filosofía, la psicología y la biología evolutiva. Cada una de estas disciplinas ha
intentado definir, refinar o, simplemente, comprender la emoción.
“La emoción como concepto científico”, escribió Elizabeth Duffy, la matriarca
de la psicofisiología moderna, “es peor que inútil”. Sobre la base de un extenso
registro fisiológico, sintió que no había manera de diferenciar un estado emocional
de otro. En otras palabras, distinguir una emoción únicamente sobre la base de
mediciones fisiológicas (por ejemplo, la frecuencia cardíaca, la presión arterial, la
respiración, la temperatura, la conductancia de la piel, etc.) parecía imposible. Así,
las emociones, desde su punto de vista en 1936, no eran dignas de estudio cien-
tífico. Sin embargo, recientemente ha habido una rica vena de investigación y fun-
damento en el campo emergente de las “neurociencias afectivas”(144), demostrando
distintos sistemas cerebrales involucrados en la expresión de varias emociones
(por ejemplo, el miedo, la ira y la tristeza). Sin embargo, la cuestión de la experien-
cia emocional sentida (a diferencia de la expresada) ha sido casi descuidada. La
psicología, en busca de la respetabilidad objetiva, ha intentado purgar la subjeti-
vidad de su medio. En el proceso, sin saberlo, ha expulsado al proverbial bebé (la
experiencia del sentimiento subjetivo) con el agua del baño, estudiando principal-
mente la expresión de la emoción.
Gran parte de la filosofía y de la psicología primitiva eran de la convicción ló-
gica y de “sentido común” en cuanto a la secuencia por la que se generaba una
emoción. Hoy, como los primeros filósofos, recurrimos a explicaciones similares.
Por ejemplo, cuando algo provocativo le ocurrió a René Descartes (tal vez alguien
levantó el puño y lo llamó imbécil o le dio una palmadita y le dijo: “Eres un gran
tipo”), pudo haber creído que su cerebro reconocía esta provocación como digna
Emoción, el Cuerpo y el Cambio 347
Esta visión contraintuitiva (de abajo hacia arriba) desafió el paradigma cartesia-
no/cognitivo (de arriba hacia abajo) donde la mente consciente primero reconoce la
fuente de la amenaza y luego ordena al cuerpo que responda: que huya, que luche
o que se doblegue. La percepción de abajo hacia arriba de James -que sentimos
miedo porque estamos huyendo de la amenaza-, aunque sólo sea parcialmente co-
rrecta, hace un punto crucial sobre la naturaleza ilusoria de la percepción. Común-
mente creemos, por ejemplo, que cuando tocamos un objeto caliente, alejamos la
mano debido al dolor. Sin embargo, la realidad es que si esperáramos hasta que
experimentamos dolor para retirar la mano, podríamos dañarla irreparablemente.
Todo estudiante de fisiología elemental aprende que primero hay un reflejo de reti-
rada de la mano, que sólo entonces es seguido por la sensación de dolor. El dolor
bien podría servir la función de recordarnos que no debemos recoger una piedra
potencialmente caliente del pozo de fuego por segunda vez, pero tiene poco que
ver con que nuestra mano se retire cuando se quema por primera vez. Del mismo
modo, todos los estudiantes de química básica aprenden, esperemos que después
del primer encuentro, que los tubos de ensayo calientes se parecen a los fríos. Sin
embargo, lo que falsamente percibimos, y creemos que es un hecho, es que el
dolor nos hace retirar la mano. James fue capaz de percibir que el miedo no era un
asunto principalmente cognitivo, que había una reacción muscular y visceral en su
cuerpo primero, y que era la percepción de esta reacción corporal la que generaba
la emoción del miedo. Lo que James observó fue que, sí, cuando el cerebro calcula
que hay peligro, hace esta evaluación tan rápidamente que no hay tiempo sufi-
ciente para que la persona se dé cuenta conscientemente de ello. Lo que sucede
en cambio, según James, es que el cerebro lienza el cuerpo para ver cómo está
reaccionando en el momento. En lo que fue una revisión reveladora, James reubicó
la conciencia de sentir desde la mente hacia el cuerpo. Al hacer esto demostró una
rara presciencia acerca de lo que la neurociencia iba a empezar a descubrir cien
años después.
Ben Libet , neurocirujano y neurofisiólogo de la Facultad de Medicina de la
(146)
Luego, cuando te apetezca (por tu propia voluntad), flexiona la muñeca. Haga esto
varias veces y observe lo que sucede en su mente. Probablemente sentiste que
primero decidiste conscientemente moverte y luego, siguiendo tu intención, la mo-
viste. Se siente como si la decisión consciente causara la acción.
Libet pidió a los sujetos experimentales que hicieran justamente esto mientras
él medía sistemáticamente el tiempo de tres cosas: (1) La decisión “consciente”
de los sujetos de moverse estaba marcada en un reloj especial. (2) El comienzo
de (lo que se llama) el potencial de preparación en la corteza motora se midió uti-
lizando electrodos de EEG en el cuero cabelludo. (3) El inicio de la acción real se
midió utilizando electrodos en la muñeca. Entonces, ¿cuál crees que fue el primero
(basado en tu experiencia en el experimento anterior)? ¿Fue la decisión de mover,
la actividad en la corteza motora o el movimiento real? La respuesta, desafiando
la credulidad, contradice dramáticamente el sentido común. La actividad cerebral
comenzó alrededor de 500 milisegundos (¡medio segundo!) antes de que la perso-
na se diera cuenta de que estaba decidiendo actuar. La decisión consciente llegó
demasiado tarde para ser la causa de la acción. Era como si la conciencia fuera
un mero pensamiento secundario, una forma de “explicarnos a nosotros mismos”,
una acción no evocada por la conciencia. Por muy peculiar que esto pueda parecer,
encaja con experimentos previos que Libet hizo en cerebros expuestos como parte
de un procedimiento neuroquirúrgico. Aquí, Libet había demostrado que alrededor
de medio segundo de actividad continua de estimulación en la corteza sensorial
es necesaria para que una persona tome conciencia de un estímulo sensorial. (147)
viendo (en el espejo) los movimientos del brazo de un experimentador. Cuando los
brazos del experimentador se movían (de acuerdo con las instrucciones de otro
investigador), los sujetos informaron que habían hecho voluntariamente los movi-
mientos (¡cuando, de hecho, ni siquiera habían movido los brazos)!
Wilhelm Wundt (considerado uno de los fundadores de la psicología experi-
mental) amplía nuestro apego a la noción de libre albedrío: “Nada nos parece que
esté tan cerca a nuestra personalidad, y que sea tan de nuestra propiedad, como
nuestra voluntad.” Sin embargo, los resultados de Libet y Wegner, tomados en
conjunto, desafían seriamente (si no eliminan) nuestra comprensión del sentido co-
mún de la conciencia y nuestro romance con el libre albedrío. La aniquilación del
libre albedrío, sugerida en el libro de Wegner,(149) va en contra de lo que creemos
es el núcleo mismo de nuestra existencia como seres humanos autónomos. De-
safía creencias tan apreciadas como la capacidad de planificación, la previsión y
la acción responsable. ¿Quiénes o qué somos sin el poder del libre albedrío? Esta
disputa de libre albedrío, que ha sido reverenciada en el pensamiento occidental
durante tres mil años, no es sólo la opinión de otro filósofo, sino que se deriva
de una variedad de investigaciones de laboratorio desapasionadas. Einstein, pa-
rafraseando al filósofo Schopenhauer, reafirmó el enigma del libre albedrío con su
característica sabiduría subestimada: “Un humano puede hacer lo que quiera, pero
no puede hacer lo que quiera.”
William James, hace un siglo, había argumentado que los estados de concien-
cia pasajeros de una persona crean una falsa sensación de que un “yo” o ego dirige
el espectáculo. El neurocientífico Wegner llevó esto más allá, añadiendo que la
creencia de la gente promedio de que incluso tienen un yo que controla conscien-
temente sus acciones es simplemente una ilusión... ¿Es esta una despedida al ego
de Freud y al cogito ergo sum de Descartes? Aunque este nuevo credo, “Pienso;
por lo tanto, existo”, fue un comienzo importante para liberar a la gente de la rigidez
de la doctrina de la iglesia, está en gran necesidad de revisión.(150) El credo de hoy
debería ser más bien: “Me preparo para moverme, actúo, siento, siento, percibo,
reflexiono, pienso y, por tanto, existo”. Entonces, ¿qué podría estar pasando en
realidad en la conciencia? ¿Y la idea del libre albedrío puede ser reformulada de
alguna manera?
Emoción, el Cuerpo y el Cambio 351
Juntos, los estudios de James, Libet y Wegner sugieren que antes de que se
haga un movimiento “voluntario”, hay un premovimiento inconsciente. Debido a
que generalmente no somos conscientes de este impulso previo al movimiento
(análogo a la retirada de la mano de un objeto caliente antes de sentir el dolor),
creemos falsamente que nosotros (nuestros egos) estamos directamente dispues-
tos al movimiento. Entonces, ¿de dónde proviene el movimiento?
Consideremos el siguiente experimento proporcionado por una Madre Natura-
leza caprichosa que nos permitirá explorar la borrosa frontera entre el estímulo y
la respuesta consciente e inconsciente. Ahora se sabe que existen múltiples siste-
mas visuales (y otros sistemas sensoriales) que registran los impulsos nerviosos en
áreas del cerebro que son principalmente no conscientes. Estas áreas del tronco
encefálico se suman a la zona consciente de la espalda (región occipital) de nuestra
corteza cerebral, conocida sin pasión como área 17... Hay una condición revelado-
ra llamada “ceguera cortical”. (151) Esta extraña aflicción se debe al daño a una parte
de la corteza visual en un lado del cerebro. Esto provoca una región ciega en el lado
opuesto del campo visual. Si se presenta un objeto en esta parte del campo visual,
los pacientes no son conscientes de ver nada en absoluto. Se pueden encender
luces, mover objetos o incluso mostrar escritos, y estos pacientes insistirán, de
forma inequívoca, en que no ven absolutamente nada. Sin embargo, experimentos
detallados muestran que mientras niegan toda experiencia visual, pueden sin em-
bargo señalar la ubicación de una luz destellante, o discriminar entre el movimiento
hacia arriba y hacia abajo, entre rayas verticales u horizontales y entre varios obje-
tos diferentes. Oliver Sacks, de sus muchas viñetas conmovedoras y sabias sobre
las trágicas, aunque convincentes, consecuencias de los trastornos neurológicos,
describe el caso de Virgilio. (152)
Toda la corteza visual de Virgilio fue destruida por
la falta de oxígeno, dejándolo completamente ciego, sin embargo, Sacks describe
las observaciones inexplicables de la esposa de Virgilio: “Virgilio le había dicho que
era completamente ciego, pero ella observó que alcanzaba objetos, evitarba obs-
táculos y se comportaba como si estuviera viendo.” Tal es el enigma de este tipo
de tratamiento “implícito” de la información.
La explicación que se acepta generalmente para este fenómeno es que la des-
trucción de la corteza visual todavía deja intactas otras vías visuales (primitivas,
subcorticales). La información sensorial a estos de alguna manera registra informa-
352 En una voz no hablada
ción básica que normalmente tiene la función de dirigir los movimientos oculares
para obtener más datos. Estos datos, sin embargo, también representan un bos-
quejo endeble del cual estamos en gran medida inconscientes. Es esta información
inconsciente la que evoca la preparación para el movimiento (es decir, el pre-mo-
vimiento). Es también este circuito primitivo el que hace posible las “conjeturas”
razonablemente precisas que se observan en las personas con trastorno de la vista
ciega. Por lo tanto, apreciamos una vez más el impulso de responder a los aconte-
cimientos antes de que seamos abiertamente conscientes de ellos. Considere su
respuesta a la sombra fugaz, al gesto sutil de otra persona o a un sonido distan-
te. Cada uno de estos eventos puede evocar en nosotros respuestas ligadas a la
supervivencia sin que seamos conscientes de que algo en nuestro entorno las ha
desencadenado. Notablemente, cuando hemos sido traumatizados, estamos parti-
cularmente sensibilizados a (e hiperactivos por) estos estímulos fugaces. Nuestros
sentidos de la vista, el oído y el olfato proporcionan innumerables estímulos que
nos hacen reaccionar de manera exagerada, aunque no seamos conscientes de la
presencia de esos estímulos subliminales y de nuestras respuestas premotoras a
ellos. Como resultado, podemos, y a menudo lo hacemos, atribuir nuestras accio-
nes a causas irrelevantes o fabricadas. Esta atribución de causalidad es como los
sujetos en los experimentos de Wegner que creían falsamente que habían querido
hacer el movimiento de los brazos del experimentador.
Es específicamente porque no somos conscientes de nuestro premovimiento
provocado por el medio ambiente que creemos falsamente que estamos iniciando
y construyendo conscientemente el movimiento. Además, cuando el impulso de
premovimiento (no reconocido) es fuerte, podemos sentirnos obligados a realizar
completamente toda la secuencia de movimiento. Dos confusiones de causalidad
ocurren en individuos traumatizados. El primero es el desconocimiento del desen-
cadenante del movimiento previo. El segundo es el alcance de la respuesta. Ima-
gine la consternación de un individuo atrapado en la verdadera y feroz recreación
de una respuesta de supervivencia. Por ejemplo, el veterano de Vietnam que se
despierta y se encuentra estrangulando a su aterrorizada esposa, sin saber que fue
el petardeo de un coche lejano, o incluso los ligeros pasos de su hijo pequeño en el
pasillo, lo que provocó su extraño comportamiento y su reacción extremadamente
exagerada. Sin embargo, años antes, cuando dormía en un matorral de bambú,
Emoción, el Cuerpo y el Cambio 353
bajo el fuego del Vietcong, su respuesta inmediata a la matanza fue una acción
esencial para preservar la vida. Es posible que sólo se necesite un estímulo muy
leve para desencadenar abruptamente el resorte fuertemente enrollado (la reacción
de supervivencia de matar o morir) en una erupción emocional intensa y fuera de
control.
Sólo conozco una manera de romper ciclos compulsivos como éste, y en el
proceso expandir la conciencia hacia una mayor libertad. Es tomar conciencia del
movimiento previo antes de graduarse en una secuencia de movimiento completa.
Es apagar la chispa antes de que se encienda la yesca, como lo enfatizan las en-
señanzas budistas.
Muchas veces en el pasado, paseaba con mi perro por las montañas de Co-
lorado.
Pouncer, una mezcla de dingo, estaba imbuido de un fuerte impulso instintivo
de perseguir ciervos y otras criaturas veloces de los bosques de montaña. Por
mucho que lo intentara, no era posible neutralizar este “hábito” reprendiéndolo.
Si yo trataba de llamarlo de vuelta o le advertía tontamente de su comportamiento
cuando regresaba, sin aliento y jadeando de la persecución, no servía de nada.
Sin embargo, si cuando nos encontramos con un ciervo adelante, en el mismo
momento en que su postura cambiaba (sólo insinuando su disposición a saltar
hacia adelante), yo diría con firmeza pero gentilmente: “No, Pouncer”. Quieto.”
Luego continuaría tranquilamente nuestro paseo, caminando con entusiasmo a mi
lado. Luego está la siguiente historia de un joven y descarado luchador de espadas
samurai y un venerado maestro Zen.
Un primer paso en este proceso en curso es negarse a ser seducido por (el
contenido de) nuestros pensamientos negativos o barrido por el potente o gal-
vanizado impulso de una emoción, y en su lugar volver a las sensaciones físicas
subyacentes. Al principio esto puede parecer inquietante, incluso aterrador. Esto
se debe principalmente a que no es familiar, nos hemos acostumbrado a las emo-
ciones (secundarias) habituales de angustia y a nuestros pensamientos (negativos)
repetitivos. También nos hemos acostumbrado a buscar la fuente de nuestra inco-
modidad fuera de nosotros mismos. Simplemente no estamos familiarizados con
experimentar algo tal como es, sin el estorbo del análisis y el juicio. A medida que
el complejo sensación-pensamiento-emoción se desengancha, la experiencia se
mueve hacia adelante, hacia contornos más sutiles y libres de sentimiento. Eugene
Gendlin, el creador del término “sensación-sentida”, , lo expresa con sencillez
(154)
cuando dice: “Nada que se sienta mal es el último paso”. Este proceso experiencial
implica la capacidad de mantener la emoción en suspenso, sin permitir que se
ejecute en su forma habitual. Esta contención no es un acto de supresión, sino más
bien un acto de formación de un contenedor más grande, un recipiente experiencial
más grande, para retener y diferenciar las sensaciones y sentimientos. El “adentrar-
se” en la expresión emocional es frecuentemente una forma de tratar de “liberar” la
tensión que estamos sintiendo, evitando sentimientos más profundos. Es similar a
una tetera silbante que suelta vapor, pero que en realidad no hace ningún cambio
duradero en su capacidad de mantener la carga (como vapor). Si, por otro lado, uno
se imagina un globo de goma fuerte o una vejiga llena de vapor, vería el tamaño de
la vejiga expandiéndose para contener esta “carga” creciente. Con la contención,
la emoción se desplaza hacia un “contorno” diferente basado en sensaciones, con
sentimientos más suaves que se transforman en una conciencia más profunda y
sensacional de la “OK-ness”. Esta es la esencia de la autorregulación emocional, la
autoaceptación, la bondad y el cambio.
Tomemos el ejemplo de la ira. El sentimiento de enojo se deriva de la actitud
(postural) de querer golpear y golpear... Sin embargo, si uno comienza a atacar -
golpeando, pateando, desgarrando, mordiendo - la sensación de enojo cambia
rápidamente a la de golpear, patear, y así sucesivamente. En otras palabras, y
contrariamente a la creencia común, al ejecutar la preparación para la acción, los
sentimientos subyacentes disminuyen si no se pierden. (155)
Cuando lloramos, por
Emoción, el Cuerpo y el Cambio 357
ejemplo, nuestra tristeza a menudo “desaparece por arte de magia”. Sin embargo,
esto puede parecerse más a la tetera que se está desahogando, sin cambiar la
tristeza subyacente. Algunas de las terapias “expresivas” fundamentales pueden
caer en la trampa de tratar de drenar el pantano emocional a través de un énfasis
indebido en la ventilación habitual. Sin embargo, lo que puede ser visible cuando
se tocan los pozos más profundos de tristeza es una sola lágrima que gotea. En
cuanto a la ira, recuerde un momento en el que usted agitó el puño con ira hacia
otra persona o fue el receptor de tal comportamiento. ¿Fue este un momento en el
que realmente necesitabas defenderte, o fue más bien una forma de desahogarte
y de intimidar a la otra persona? Este tipo de intimidación es común en la violen-
cia doméstica. ¿Cuál fue el efecto de su acción sobre su comportamiento y el de
ellos sobre el suyo? En cualquier caso, cuando nos dejamos llevar a una expresión
emocional incontenible, podemos separarnos de lo que estamos sintiendo. Somos
rehenes de estas emociones habituales, sin ser conscientes de que sólo pueden
ser transformadas si conscientemente restringimos y resistimos a ser desencade-
nados a la fase expresiva. El samurai perdió su falso yo y encontró la salvación por
una interrupción tan momentánea.
La contención promueve la elección entre un número de posibles respuestas
donde antes sólo había miedo, rabia, defensividad e impotencia. En la vida primiti-
va necesitábamos evaluar rápidamente si un individuo que conocimos en el bosque
era amigo o enemigo, seguro o peligroso. ¿Atacaría? ¿Deberíamos atacar primero
para protegernos, o sería mejor alejarnos en silencio? Sin embargo, en los tiem-
pos modernos somos más propensos a necesitar nuestras habilidades sociales
para diferenciarnos: ¿nos gusta o no nos gusta esta persona, y qué significa para
nosotros? En lugar de pelearnos, primero podríamos tratar de comprometernos
socialmente conversando con la persona; podríamos tratar de “desarmarla” con
una auténtica sonrisa. No actuamos por emoción, sino que nos guiamos por sen-
timientos sensacionales, como si no nos gustaran? Y lo más importante es que
tenemos que hacer esto antes de actuar, antes de que nos pongamos en marcha
con palabras de enojo. De esta manera mejoramos la capacidad de priorizar po-
sibles acciones motoras (y de momento a momento); podemos elegir cuál sería la
acción más apropiada.(156)
358 En una voz no hablada
Otro ejemplo de señalización emocional es el del bebé que llora con angustia.
Esta llamada de atención a la madre es un lamento de vida o muerte porque si el
bebé no puede obligar a su ministerio, seguramente morirá. El bebé está señalan-
do claramente una necesidad que preserva la vida, y el sonido es tal que la madre
no puede ignorarla fácilmente. Sin embargo, cuando, como adultos, lloramos por
nuestro abandono, este lamento quejumbroso hace poco para traer de vuelta al
amante que se ha enamorado de otra persona. De hecho, el dolor habitual puede
robarnos nuestra energía e impedirnos seguir adelante con nuestras vidas y crear
conexiones con alguien nuevo. En los tres casos, la vida es apoyada por la función
de señalización de la emoción, pero es negada por su continuidad incesante y
malapropuesta.
Parece que estamos atrapados en una contradicción intratable. En el caso de la
pérdida, puede ser que sólo moviéndonos a través del dolor (sintiéndolo) podamos
hacer la transición hacia una tolerancia y coraje que nos permita amar de nuevo,
mientras mantenemos la conciencia inquietante de que, inevitablemente, el tiempo
puede llevarse de nuevo a nuestro nuevo ser amado. De manera similar, una cierta
cantidad de ira puede ayudarnos a eliminar obstáculos en nuestras vidas, mientras
que la ira habitual y explosiva es casi siempre corrosiva para las relaciones y la
búsqueda de lo que realmente queremos y necesitamos en la vida. Incluso con
frecuencia pone al púgil o al soldado en una posición comprometida. Para ayudar
a resolver esta aparente paradoja, en primer lugar debemos entender que las emo-
ciones (que son reactivas) y los sentimientos (que tienen sus raíces en sensaciones
internas fluidas) son muy diferentes. Son diferentes en sus respectivas funciones y
en la forma en que colorean nuestras vidas.
Desde un punto de vista funcional, las sensaciones corporales son la brújula
que usamos para navegar por la vida. Nos permiten estimar el valor de las cosas a
las que debemos incorporar o adaptarnos. Nuestra atracción por lo que nos sostie-
ne y nuestra evasión de lo que es dañino son la esencia de la función del sentimien-
to. Todos los sentimientos derivan de los antiguos precursores del acercamiento y
la evasión; son en diferentes grados positivos o negativos.
Los sentimientos basados en sensaciones guían la respuesta adaptativa a las
evaluaciones. Las emociones, por otro lado, ocurren precisamente cuando las
adaptaciones del comportamiento (basadas en estas valoraciones) han fallado!
360 En una voz no hablada
de árboles, algunas rocas) mientras que al mismo tiempo nos inspiramos en nues-
tros bancos de memoria ancestrales y personales. Las probabilidades se calculan
inconscientemente, basadas en tales encuentros a lo largo de millones de años de
evolución de las especies, así como en lo que hemos aprendido individualmente
que funciona o no funciona. Nos preparamos para la siguiente fase de este drama
en desarrollo. Sin pensar, nos orientamos hacia un árbol grande con ramas bajas.
Se experimenta el impulso de huir y escalar. Si corremos, libremente orientados
hacia el árbol, tenemos la sensación de correr con dirección. El impulso de correr
(experimentado como la sensación de peligro) es seguido por una carrera exitosa
(experimentado como escape en lugar de miedo o ansiedad).
Por otro lado, consideremos una situación en la que es imposible escapar, en la
que estás atrapado. Esta vez te encuentras con un oso hambriento o herido que se
para en el camino y bloquea tu escape (como si estuvieras saliendo de un barranco
empinado). En este caso, la preparación defensiva para el vuelo, concomitante con
la sensación de peligro, se ve frustrada. La sensación de peligro cambiará entonces
abruptamente hacia un “estado emocional del miedo”. La respuesta se limita ahora
a la huida no dirigida y desesperada, al contraataque con rabia, o al colapso por
congelación. Esto último ofrece la posibilidad de disminuir el impulso de ataque
del oso. Si no está acorralado o herido, y es capaz de identificar claramente al ser
humano como indefenso y sin amenaza, el oso generalmente no atacará al intruso,
yendo por su propio camino.
La raíz griega para la “angst” es descriptiva, ya que significa “apretar fuerte” o
“estrangular”. Como se transmite en la pintura icónica de Edward Munch, El grito,
toda nuestra fisiología y psique se ven precipitadamente constreñidas por el terror
ansioso. Aunque puede permitirse una función de supervivencia de última hora, el
miedo es el asesino de la vida. Pi (en el libro La vida de Pi) nos habla de esta cura
de Aquiles:
Recordemos el caso de Sharon (en el capítulo 8). Ella fue la mujer que tuvo la
horrible experiencia de trabajar en el piso 80 del World Trade Center el 11 de sep-
tiembre de 2001. Durante su sesión la guié a la experiencia de ser guiada por un
empleado de la Autoridad Portuaria y encontrarse con una puerta cerrada con llave
en el piso setenta. De repente, atrapada e incapaz de completar la fuga, su cuerpo
quedó paralizado por el miedo. Al trabajar en esta experiencia, que restableció
sus reflejos al correr, abrió los ojos (hacia el final de la sesión), me miró y me dijo:
“Pensé que era el miedo lo que te hace llegar... pero no es... Es algo más poderoso,
algo mucho más grande que el miedo... Es algo que trasciende al miedo”. Y qué
profunda verdad biológica revela aquí.
Finalmente, la sensación de peligro es la conciencia de una actitud defensi-
va. Nos prepara para defendernos a través de la huida o el camuflaje. Del mismo
modo, cuando nuestra agresión no se ve frustrada, sino claramente dirigida, no
sentimos ira, sino que experimentamos la actitud ofensiva de protección, com-
batividad y asertividad. La ira es una agresión frustrada, mientras que la agresión
(desinhibida) encarna la autoprotección. Agresión saludable se trata de conseguir
lo que necesitas y proteger lo que tienes... Uno ve esto en el comportamiento de
los perros del vecindario. El perro 1 está en casa en su jardín, y luego viene el perro
364 En una voz no hablada
2. Ambos perros levantan sus patas e inscriben con su pis un borde territorial. Si
cada uno se queda de su lado, no habrá más problemas. Sin embargo, si el intruso
(perro 2) rompe este límite, el perro 1 probablemente levantará tierra con sus patas
traseras como advertencia. Si el perro 2 presta atención a esta pantalla, la situa-
ción se calma de nuevo. Sin embargo, si el perro 2 no cumple, entonces el perro 1
probablemente comenzará a gruñir. Finalmente, si el perro 2 no se aparta, habrá un
ataque de mordedura.
En resumen: sólo cuando la orientación normal y los recursos defensivos no
han podido resolver una situación, entran en juego la huida no dirigida, la parálisis
o el colapso. La rabia y el pánico al terror son los estados secundarios de ansiedad
emocional que se evocan cuando los procesos de orientación, y la preparación
para huir o atacar (que originalmente se consideraban como peligro), no tienen
éxito. Esto sólo ocurre cuando la agresión primaria no resuelve la situación, se
bloquea o se inhibe.
sido la retroalimentación facial (como el experimento del lápiz) lo que hizo que la
gente sintiera una alegría particular.
Nikolaas Tinbergen, en su discurso de aceptación del Premio Nobel titulado
“Ethology and Stress Disease,” (161) describió y ensalzó los efectos beneficiosos de
un método de reeducación postural llamado el método Alexander. Tanto él como
su familia, al someterse al proceso de tratamiento de Alexander, habían experimen-
tado una mejora drástica en el sueño, la presión arterial, la alegría, el estado de
alerta y la resistencia al estrés general. Otros científicos y educadores prominentes
también habían escrito sobre los beneficios de este tratamiento. Entre ellos se en-
contraban John Dewey, Aldous Huxley y científicos como G. E. Coghill, Raymond
Dart, e incluso el gran decano de la fisiología y anterior premio Nobel, Sir Charles
Sherrington. Si bien la admiración de individuos tan prominentes es provocativa, di-
fícilmente constituye una prueba científica rigurosa. Por otro lado, es poco probable
que hombres de tal rigor intelectual hayan sido engañados.
F. M. Alexander y Nina Bull habían reconocido el papel íntimo de los patrones
de tensión corporal en el comportamiento. Alexander, un actor de Shakespeare
nacido en Australia, había hecho su descubrimiento accidentalmente. Un día, mien-
tras interpretaba Hamlet, perdió la voz. Buscó la ayuda de los mejores médicos de
Australia. Sin obtener alivio y desesperado, buscó la ayuda de los médicos más
influyentes de Inglaterra. Sin cura, y dado que la actuación era su única profesión,
Alexander regresó a casa en gran desesperación.
Según cuenta la historia, su voz regresó espontáneamente, sólo para volver
a desaparecer de forma elusiva. Alexander comenzó a observarse en el espejo,
esperando que pudiera notar algo que se correlacionara con su capacidad vocal
errática. Lo hizo. Observó que el retorno de su voz estaba relacionado con su pos-
tura. Después de numerosas observaciones, hizo el sorprendente descubrimiento
de que había posturas claramente diferentes, una asociada con la voz y otra sin
voz. Para su sorpresa, descubrió que la postura asociada con la voz fuerte y au-
dible se sentía mal, mientras que la postura de la voz débil o ausente se sentía
bien. Alexander siguió este enfoque de observación durante buena parte de nueve
años. Se dio cuenta de que la postura muda se sentía bien simplemente porque le
era familiar, mientras que la postura de apoyo a la voz se sentía mal sólo porque
no le era familiar. Alexander descubrió que ciertas tensiones musculares podían
Emoción, el Cuerpo y el Cambio 369
para cambiar los estados funcionales y emocionales. Una vez más se nos recuerda
que es principalmente a través de la conciencia motivada de las sensaciones in-
ternas que los dragones corrosivos de los estados emocionales negativos pueden
ser domesticados. Recuerda cómo, en lugar de expresar su rabia habitual, el in-
fierno personal del samurai fue arrestado, expuesto y puesto en conocimiento por
la impecable sincronización del maestro Zen. Sólo cuando el descarado samurai
aprendió a contenerse y “sentir en” sí mismo, fue capaz de transformar su furia en
felicidad. Tal es la alquimia de la transformación emocional.
das por ellos. Ellos actúan intuitiva e inteligentemente sobre esos sentimientos.
Además, comparten sus sentimientos cuando es apropiado y responden a los
sentimientos y necesidades de los demás. Y, por supuesto, porque son humanos,
explotan de vez en cuando; pero también buscan la raíz de estas erupciones, no
principalmente como causadas por otro, sino como un desequilibrio o inquietud
dentro de sí mismos.
Mientras que las sensaciones físicas se distinguen cuantitativa y cualitativa-
mente de las emociones, ambas derivan en última instancia de los instintos. Los
cinco instintos emocionales categóricos descritos por Darwin son el miedo, la ira,
la tristeza, el asco y la alegría. Sin embargo, los sentimientos, como la concien-
cia de una actitud corporal, vienen en un rango virtualmente infinito y se mezclan.
Estos incluyen el agridulce anhelo de un amigo ausente o la tierna alegría por la
espontaneidad de un niño. Las emociones darwinianas corresponden a distintos
instintos, mientras que los sentimientos expresan una mezcla de matices y permu-
taciones (basados en sensaciones). Además, los sentimientos corporales encarnan
una relación entre un objeto o situación y nuestro bienestar. Son, en ese sentido,
una elaboración de los valores afectivos básicos de acercamiento y evasión. Los
sentimientos son el camino básico por el cual hacemos nuestro camino en el mun-
do. En contraste, los estados emocionales (obsesionados) se derivan de impulsos
frustrados o del compromiso de la última movilización desesperada de emergencia
(lucha/huida/congelación). Con la escasez de tigres dientes de sable, esta reacción
crítica de último recurso rara vez tiene sentido en la vida moderna. Sin embargo,
nos vemos obligados a enfrentarnos a una miríada de amenazas muy diferentes,
como los coches que circulan a gran velocidad y los cirujanos demasiado impa-
cientes, para los que carecemos de protocolos preparados de forma evolutiva.
Las emociones son nuestros compañeros constantes, mejorando nuestras vi-
das y desviándolas de ellas. La forma en que navegamos por el laberinto de emo-
ciones es un factor central en la conducta de nuestras vidas, para bien o para
mal. La pregunta es: ¿bajo qué condiciones las emociones son adaptables y, a la
inversa, cuándo son inadaptadas? En general, cuanto más una emoción adquiere la
cualidad de choque o erupción, o más se suprime o reprime, más prominente es la
inadaptación. En efecto, a menudo una emoción comienza de forma útil y luego, al
suprimirla, se vuelve contra nosotros en forma de síntomas físicos o en una explo-
372 En una voz no hablada
_________________________________________________
* Un polluelo o un pequeño mamífero respondería corriendo para esconderse o escapar.
‡ Véase el episodio 74 de Intervención de A&E (temporada 6, episodio 2), en el que una niña
llamada Nicole había sido obligada por su vecino de al lado (y mejor amigo de su padre) a rea-
lizar una felación durante varios años. Una vez que su familia se enteró, trataron de encubrirlo,
y Nicole se vio obligada a vivir al lado del hombre durante años. Más tarde, Nicole desarrolló un
reflejo nauseoso hiperactivo, dejándola incapaz de tragar nada, incluyendo su propia saliva. La
colocaron un tubo de alimentación.
§ Muchos de los principios de Alexander inspiraron el trabajo de Moshe Feldenkrais e Ida Rolf.
‖ En un estudio de 150 parejas, la mayoría en sus sesentas, los investigadores encontraron que
las mujeres que se comportaban de manera hostil durante las disputas maritales eran más pro-
pensas a tener aterosclerosis, especialmente si sus maridos también eran hostiles. En los hom-
378 En una voz no hablada
bres, la hostilidad -la propia o la de sus esposas- no estaba relacionada con la aterosclerosis.
Sin embargo, los hombres que se comportaban de manera dominante o controladora -o cuyas
esposas se comportaban de esa manera- eran más propensos a tener obstruidas las arterias
coronarias. “El único grupo de hombres que tenía muy poca aterosclerosis eran aquellos en los
que tanto ellos como sus esposas podían hablar de un desacuerdo sin ser controladores en
absoluto”, dijo Smith. “Así que la ausencia de un juego de poder en la conversación parecía ser
una protección cardiaca para los hombres”, concluyó (Dr. Timothy Smith, Universidad de Utah,
Reuters, 3 de marzo de 2006).
a En los casos en los que el placebo no funcionó, a los pacientes se les dio rápidamente la
morfina real para que su sufrimiento innecesario fuera de corta duración.
379
CAPÍTULO 14
Trauma y Espiritualidad
Será tu salvación.
Te destruirá.
D
urante toda mi vida trabajando con personas traumatizadas, me ha impresio-
nado la relación intrínseca y casada entre el trauma y la espiritualidad. Des-
de mis primeras experiencias con clientes que sufren de una enorme variedad de
síntomas incapacitantes, he tenido el privilegio de ser testigo de transformaciones
profundas y auténticas. Aparentemente de la nada, como en el caso de Nancy,
del capítulo 2, que fue “sostenida en cálidas olas con hormigueo”, tales “efec-
tos secundarios” inesperados aparecieron cuando estos individuos dominaban los
monstruosos síntomas traumáticos que los habían atormentado, emocional, física
y psicológicamente. Estas sorpresas incluyeron alegría extática, exquisita claridad,
enfoque sin esfuerzo y un sentido de unidad que lo abarca todo. Además, muchos
de mis clientes describieron experiencias profundas y duraderas de compasión,
paz y plenitud. De hecho, no era inusual después de ese profundo cambio interno
de sentir la “bondad del yo”, quizás por primera vez, referirse a su trabajo terapéu-
tico como “una experiencia santa”. Mientras que estos individuos se dieron cuenta
de los objetivos clásicos de cambios duraderos en la personalidad y el comporta-
miento, estos efectos secundarios trascendentes eran simplemente demasiado po-
tentes y robustos para pasarlos por alto. Me he visto obligado a seguir estos emo-
380 En una voz no hablada
Estados trascendentales
-Salmo 2 3
384 En una voz no hablada
trauma. Esta visita es una oportunidad para entrar en el rico portal de la muerte.
Es bien sabido que muchas personas que han tenido experiencias cercanas a la
muerte (END) sufren transformaciones positivas de personalidad. En el momen-
to adecuado, los individuos traumatizados son animados y apoyados a sentir y
rendirse en los estados de inmovilidad/NDE, liberando estas energías primordiales
arquetípicas mientras las integran en la conciencia.
Además, los estados “llenos de temor” de horror y terror parecen estar conec-
tados con los estados transformadores como el temor, la presencia, la intemporali-
dad y el éxtasis. Comparten raíces psicofisiológicas y fenomenológicas esenciales.
Por ejemplo, la estimulación de la amígdala (el detector de humo del cerebro para
el peligro y la rabia) también puede evocar la experiencia del éxtasis y la felicidad.
(172)
Esto parece apoyar un enfoque que guía a los individuos a través de sus senti-
mientos de temor y horror hacia los de alegría, bondad y temor....
Andrew Newberg y sus colegas, en su libro seminal Why God Won’t Go Away,
, han reunido una gran cantidad de investigación sobre los sustratos cerebrales
(173)
La regulación y el yo
-Kybalion
Como revisión: El sistema nervioso autónomo (SNA) recibe su nombre por ser
una rama relativamente autónoma del sistema nervioso. Su función básica, pero
muy integrada, tiene que ver con la regulación de los estados energéticos y el
mantenimiento de la homeostasis. El ANS se compone de dos ramas muy distintas.
(*) Su rama simpática apoya la movilización energética general. Si usted tiene frío
físico, percibe una amenaza o se excita sexualmente, el sistema nervioso simpático
aumenta la tasa metabólica y lo prepara para la acción. La rama parasimpática, por
386 En una voz no hablada
Encarnación y refinamiento
-Libro de Job
Trauma y Espiritualidad 387
los reyes míticos y sólo las cosas místicas, las cosas místicas claman por el alma
verdad
personas que sufren traumas viven en un mundo de disociación crónica. Este es-
tado perpetuo de desencarnación los mantiene desorientados e incapaces de par-
ticipar en el aquí y ahora. Como se mencionó anteriormente, los sobrevivientes del
trauma, sin embargo, no son los únicos en ser desencarnados; un nivel más bajo
de separación entre el cuerpo y la mente es generalizado en la cultura moderna,
afectando a todos nosotros en mayor o menor grado.
Recordemos la distinción hecha en el idioma alemán entre la palabra Körper,
que significa cuerpo físico, y Leib, que se traduce al inglés como el “cuerpo vivido
(o vivo)”. El término Leib revela un significado generativo mucho más profundo que
el de Körper, puramente físico, que no se diferencia del término “cadáver”. Un rega-
lo de recuperación de un trauma es el redescubrimiento del cuerpo vivo, sensible y
conocedor. El poeta y escritor D. H. Lawrence nos inspira a todos con esta reflexión
sobre el cuerpo vivo y conocedor:
“Mi creencia es que la sangre y la carne son más sabias que el intelecto. El
cuerpo-inconsciente es donde la vida burbujea en nosotros. Es así como
sabemos que estamos vivos, vivos hasta lo más profundo de nuestras almas
y en contacto en algún lugar con los alcances vívidos del cosmos.”
seco puesto a nuestros pies y esperando ser abierto a través de este viaje de dulce
entrega al mundo sensatez interior, ya seamos sobrevivientes de un trauma o sim-
plemente víctimas de la cultura occidental.
_________________________________________________
* Recordemos del capítulo 6 que la rama parasimpática se divide en una rama primitiva (no
mielinizada) y una rama evolutivamente reciente (mielinizada).
390 En una voz no hablada
391
Epílogo
www.traumahealing.com
www.somaticexperiencing.com
Una sesión paralela en DVD del conmovedor trabajo del Dr. Levine con un Mari-
ne que sirvió en Irak y Afganistán y que sufre de PTSD severo y lesiones cerebrales
traumáticas (TBI) se puede comprar en www.psychotherapy.net .
393
Notas
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
Macmillan.
7. Gallup, G. and Maser, J. (1977). Tonic Immobility: Evolutionary Underpin-
nings of Human Catalepsy and Catatonia. In J. D. Maser and M. F. P. Seligman
(Eds.), Psychopathology: Experimental Models . San Francisco: Freeman.
8. Maser, J. and Bracha, S. (2008). Anxiety and Posttraumatic Stress Disorder
in the Context of Human Brain Evolution: A Role for Theory in DSM-V? Clinical Psy-
chology: Science and Practice 15 (1) , 91–97.
9. Levine, P. A. (1997). Waking the Tiger: Healing Trauma . Berkeley: North
Atlantic Press.
CAPÍTULO 3
10. Rubel, A., O’Nell, C., & Collado-Ardon, R. (1984). Susto: A Folk Illness .
Berkeley: University of California Press.
11. Kraepelin, E. (2009). Lectures on Clinical Psychiatry . General Books LLC
(Original work published 1904) .
CAPÍTULO 4
12. E. Marais (1922). The Soul of the Ape . London: Penguin Press.
13. James, W. (1884), What is an Emotion? Mind, 9 , 188–205. Bull, N. (1946).
Attitudes: Conscious and Unconscious. The Journal of Nervous and Mental Disea-
se, 103 (4), 337–345. Bull, N. (1962). The Body and Its Mind: An Introduction to Atti-
tude Psychology . New York: Las Americas. 1962. Ekman, P. (1980). Biological and
Cultural Contributions to Body and Facial Movement in the Expression of Emotions.
In A. O. Rorty (Ed.), Explaining Emotions (pp. 73–101). Berkeley and Los Angeles,
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14. Havens, L. (1979). Explorations in the Uses of Language in Psychotherapy:
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15. The Proceedings of the National Academy of Sciences, Nov, 2004 (Repor-
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Sobre el autor