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Todo está dicho, aunque muy poco esté hecho.

La enseñanza es una, aunque se


imparta con palabras diferentes según los maestros, las épocas y las latitudes. La
enseñanza permanece, como el calor está permanente en el fuego. Siempre están
aquellos que no tienen oídos para la enseñanza o son refractarios a la misma, la
menosprecian o incluso tratan de amordazar con los métodos que fuere a los que
noblemente la imparten. Y están aquellos que por sistema tratan de desprestigiar o
difamar a los verdaderos mentores recurriendo a toda clase de descalificaciones.
En este mundo nadie está a salvo de los malevolentes, pero aún así, en el arte del
noble vivir hay que ser paciente entre los impacientes, pacífico ente los hostiles,
veraz entre los embusteros, desapegado entre los ávidos, amoroso entre los
adustos, custodio de la enseñanza entre los que tratan de enlodarla. Un ser humano
sin la enseñanza no es nada. Y la verdadera y milenaria enseñanza no sabe de
dogmas, ni credos, ni perjuicios, ni mucho menos de instituciones. La enseñanza
es anterior e independiente de cualquier religión organizada, de cualquier
institución fosilizada. Se basa en la genuina ética, el cultivo mental y emocional y
el desarrollo de la sabiduría; abre una vía hacia la paz interior y la compasión. Es
un regalo.

Extracto del libro “El Arte de Vivir”


Ramiro A. Calle

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