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El turpial que vivió dos veces

Martha López • 01/05/2005 • 3 comentarios


Salvador Garmendia
Ilustraciones de Rosana Faría
Caracas: Playco, 2004

Quizá el mundo es demasiado grande como para reparar en una historia


tan mínima como esta. No por eso deja de ser excepcional.

A veces puede resultar seductor abusar del débil. Desde nuestra más tierna infancia y
desde la inconsciencia que a veces conlleva, en algún momento sentimos la necesidad
de doblegar al menor sólo para hacernos valer o, simplemente, porque podemos.
Después, al crecer, este sentimiento no desaparece, y se le suman otras razones e
intereses.

De vez en cuando, nos damos cuenta de nuestro error y rectificamos. Ojalá el resultado
fuera siempre este. Cabría entonces un lugar para la esperanza.

Quizá el ser víctima de nuestra soberbia nos mire a los ojos y nos perdone.

Quizá nosotros reparemos en su mirada y entendamos.

Así es esta historia, porque este pequeño libro es esencialmente una historia.

Es un relato de cualquiera de nuestras vidas, del momento en que comenzamos a


entender. Si así ha sido, podemos dejarnos conmover por ella, y si no, nos puede ayudar
a comprender qué cualquier vida es grande y única. Que toda vida es digna de respeto.

Esta es una historia de perdón. El que le ofrece el turpial al niño protagonista y el que el
niño por fin siente hacia sí mismo cuando consigue el primero, pero también de libertad.
Servirá para entender que habita en nosotros, niños o pájaros, nadie puede dárnosla o
privarnos de ella.

Esta es la historia de un encuentro. El encuentro entre dos seres distintos que descubren
un lugar en que hermanarse.

Esta es una historia de comunicación, del entendimiento que se produce a través de un


camino por el que sólo se puede transitar con tolerancia y generosidad.

Esta es una historia de miradas, recelosas, depredadoras, y tristes primero, después


desconfiadas, sometidas y al final íntimas y compartidas.

Por un momento, el muchacho y el pájaro se contemplaron fijamente.

El niño tenía un nudo en la garganta y el pájaro también.

Entonces, en medio del silencio, el muchacho hizo algo que nadie, ni siquiera él mismo,
esperaba.

Esta es, fundamentalmente, una historia de vida.


El turpial vivió dos veces, sí, y también el niño protagonista, pero es el primero el que
vuelve a pasar por el corazón y da pie a esta narración del suceso más importante de su
existencia, el suceso que le dio la oportunidad de vivir una segunda vida.

A este bello texto lo acompañan ilustraciones de Rosana Faría, de un efectismo a veces


casi perfecto, como la ilustración que refleja la muerte del turpial a manos del niño. El
pájaro yace con las alas extendidas sobre la tierra parda, se le han desprendido algunas
plumas y bajo su cuerpo de un tenue color amarillo se ha derramado una gran cantidad
de sangre roja y luminosa. A un lado el niño, con la honda en la mano lo observa, y
pareciera que ya ha comenzado a arrepentirse. De esta ilustración se desprende un
delicado silencio que enriquece el momento narrativo.

Quisiera de nuevo resaltar el contenido y no tanto la forma de esta pequeña obra, quizá
en su edición la elección del color ha sido lo menos acertado, pero es un alivio encontrar
un libro que propicia el entendimiento entre seres diferentes, que explica la posibilidad
de mirar de otra manera para encontrar los caminos de la comprensión y la solidaridad,
que siempre existen, aún en tiempos tan difíciles como los que nos está tocando vivir.

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