Coney Island1 tipo de cirugía menor sobre ella.
Quizás él habría estado allá si
Ann Beattie
Drew está sentado en la cocina, en el departamento de su amigo
Chester, en Arlington. Es un día radiante, y el sol brilla a través de
las cortinas de la cocina, estampadas con gallinas, que le dan a las
gallinas una ventaja que no tienen en la vida real; a contraluz, son
luminosas. Es hermoso.
Drew lleva en el departamento de Chester un par de
horas. La luz es intensa ahora, al final de la tarde. Entre ellos, en
la mesa, hay una botella de Jack Daniels medio vacía. Chester
vierte otra pulgada en su vaso, limpia el cuello de la botella con su
dedo, y lo lame. Gira la tapa sobre la botella, como aquellos que
reemplazan el corcho después de haber abierto una botella de
vino. A Chester le gusta el vino; su esposa, Holly, lo convirtió,
pero él sabe lo que es mejor para Drew. Holly está en el hospital
ahora, y estará allá toda la noche. Sus exámenes de infertilidad
resultaron negativos, y ahora los doctores están haciendo algún
1 Publicado originalmente el 24 de enero de 1983.
Drew no hubiera aparecido.
Drew juega con los recipientes de sal y pimienta. Tienen la
forma de pingüinos. ¡Qué sentido del humor tienen sus amigos
Ches y Holly! Uno de los pingüinos parece un pingüino, y el otro
tiene un chaleco y un sombrero. Probablemente, están fabricados
para parecer graciosos.
La radio de Chester necesita nuevas pilas. La mantiene en
su mano derecha y la sacude con el movimiento que él usa para
batir una coctelera. Antes, había pensado en preparar algunos
Manhattans, pero Drew dijo que prefería un simple bourbon.
Hoy, Drew manejó a través de las montañas desde
Waynesboro para llegar al bautizo de su sobrino en Arlington. La
fiesta que siguió fue donde su madre. Antes de la fiesta podó unos
matorrales, y arregló la puerta del sótano para que no se trabara.
Luego, cuando todos se habían ido y su madre estaba en el baño,
usó el teléfono y llamó a su antigua novia, Charlotte. Fue
inesperado, incluso para Drew. El mes anterior, Charlotte se
había casado con un hombre que manejaba una popular tienda de
herramientas en algún mall a las afueras de Arlington. La madre
de Drew cortó el anuncio de la boda y se lo mandó a él a su
trabajo, con la palabra “personal” escrita en el sobre. Ahora,
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cuando tuviera su affaire con Charlotte, su secretaria lo sabría.
¿Qué más pensaría una secretaria acerca de un jefe que recibe una
carta marcada con la palabra “personal”?
Faltaba menos de una hora para que Drew se juntara con
Charlotte a tomar . Charlotte Coole, ahora Charlotte Raybill.
Charlote Coole Raybill, para Drew. Chester estaba de acuerdo con
acompañarlos, porque si alguien los viera, al menos podían
suponer que solo eran amigos tomando un trago por los viejos
tiempos. Todos saben que todo lo que hacen los demás, es
simplemente negocios. Un primo de Drew, Howard, tuvo un
largo affaire con una mujer casada cuando vivía en New York.
Duró cuatro años. Siempre se juntaban en Grand Central. Por
años, la gente pasó apresurada a su alrededor. Los niños los
tironeaban. Los fanáticos religiosos sostenían sus panfletos. Era
tan probable que ellos vieran a alguien conocido que, por
supuesto, nunca vieron a nadie y, si querían saberlo, nadie los vio
tampoco. Tomaban en Windows on the World. ¿Quién los habría
encontrado allí? Howard tenía una manera graciosa de contar la
historia– ambos abrazados al lado de la puerta de un local de
Mount Kisco, besándose hasta que sentían sus bocas quemadas, y
de después, en el centro, sentándose al lado de los ventanales que
dejaban ver la isla Ellis y la Estatua de la libertad. Cuando Drew
era pequeño, fue a Nueva York con su familia. Subieron a la
estatua, y por años creyó lo que su padre le había contado, que
habían estado dentro de su dedo pulgar. La amante de de Howard
se divorció, pero se casó nuevamente, con otro hombre. Howard
se deprimió y se desquitó con todos los demás. Una vez, les dijo a
Drew y Chester que no habían llegado a ninguna parte, que nunca
habían examinado nada, ni siquiera por un instante en sus vidas.
Era lo que sabía Howard, pensaba Drew. Howard solía mirar
ventanales y termino en otro rascacielos, en la oficina de un
psicólogo, con las persianas cerradas.
Drew dice, “los codos de Charlotte son puntiagudos,
como un limón duro. Solía tomarla sobre sus codos cuando hacía
el amor con ella. Qué cosas se me ocurre recordar sentado aquí.”
“Drew, se está juntando contigo para tomar un trago.”,
dice Chester, tristemente. “Ella no va a dejar a su esposo.”
Chester deja la radio suavemente en la mesa, igual a como
cuando saca un cigarro de su caja. Drew y Chester no fuman. No
han fumado desde la universidad. Drew conoció a Charlotte y se
enamoró de ella cuando estaba en segundo año de la universidad.
“Ella es una niña.”, le había dicho Howard en esa época, en una
de esas conversaciones nocturnas en la fraternidad. Howard
siempre tomaba un tono paterno, aunque era mayor que ellos solo
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por dos años. “Llamemos a Howard”, dice Drew ahora.
“Pregúntale qué piensa sobre Holly.” Howard es ahora cirujano
en Seattle. Ellos lo siguieron algunas veces en el hospital, o a
través de su servicio de respuestas, tarde en la noche. Un par de
veces, borrachos, disfrazaron sus voces y le dieron cuenta a
Howard de lo que él diagnosticaría como un ataque al corazón o
un apéndice roto.
“Conocí al doctor que está viendo a Holly”, dice Chester.
Apuntó a la ventana de la cocina. “Si este Dios Todopoderoso y su
ginecólogo todopoderoso piensan que no hay razón por la que
ella no pueda tener un bebé, voy a esperar por ello”
“Solo pensé que podíamos llamarlo”, dice Drew, mientras
se saca sus zapatos.
“No hay por qué llamarlo” dice Chester. Se sirve otro
trago. Se tira el pelo hacia atrás, y eso le hace sentirse bien. Lo
hace de nuevo, y de nuevo.
“Llama al hospital y ve cómo se las ha arreglado.” Dice
Drew.
“¿Soy su esposo y tu piensas que no estuve allá? La vi.
Ellos la vieron y ella dijo que no le importaba si nunca tenía un
hijo, que no podía quedarse hasta sentirse como hielo. Eso fue, tú
sabes, la anestesia. Sostuve sus pies con mis manos por una hora.
Estaba dormida y la enfermera me dijo que volviera a casa. En la
mañana, cuando el doctor High y Mighty aparecieron, supuse que
sabríamos algo ya. ¿Cómo llegas tan anticipadamente?”
“No di ningún aviso. Dije que llamaría” dice Drew.
Drew toma la botella por un segundo, luego la pone de
nuevo en la mesa. “Tengo hambre,” dice. “¿debería hacer todo
antes de ver a Charlotte, cierto? Comer antes, para que podamos
conversar. Tomar y volver a estar sobrio. Hacerlo todo de
antemano.”
“Cómo decidiste llamar a Charlotte hoy?”, dice Chester.
“Mi sobrina”
“Digo, por qué llamar a Charlotte? ¿Por qué llamarla a ella?
Esta vez, Drew juguetea con la radio, y la radio sintoniza
ligeramente. Ambos escuchan, sorprendidos. Aún era octubre, y
el locutor hablaba acerca de la cantidad de días que quedaban para
Navidad. Drew mueve el dial y pierde la estación. No puede
volver a ella. Mueve la radio a través de la mesa. Un pingüino se
da vuelta. Descansa ahí, con la cara apuntando a la radio.
“Tomo otro trago y lo levanto” dice Drew.
“Oh, puedo hacerlo por ti”, dice Chester, y puso al
pingüino de pie.
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 “Son tan graciosos”, dice Drew “Charlotte– no el
pingüino. Charlotte, Charlotte-Charlotte que no va a dejar a su
esposo. ¿Ya he dicho mucho su nombre en esta conversación?”
“No quiero ir contigo” dice Chester, “No veo el punto de
hacer esto”. Frota de nuevo su mano sobre su frente. Pone su
mano sobre sus ojos y no dice nada más.
Drew pone su mano sobre el vaso, tapándolo. Es el gesto
de una de una persona que rechaza un relleno, aunque nadie se lo
ha ofrecido. Mira sus manos.
Chester toca el bolsillo de su camisa. Si el recibo de la
lavandería no estaba en su billetera, ¿dónde? Debía estar en alguna
parte, en algún bolsillo. Pone su dedo índice en el cuello de la
botella. La mueve. Había un poco de sal donde el pingüino había
caído. Chester alinea los restos de sal, hace como si tuviera una
cañita en sus dedos, toca la cañita imaginaria, cierra una de sus
fosas nasales, e inhala con la otra mientras mueve la cañita sobre
la línea. Sonríe.
“Alégrate de no tener ese problema” dice Drew.
“Lo estoy”. Dice Chester “te lo digo, estoy contento de ni
siquiera recordar cuando me anestesiaron la vez en que me
quitaron las amígdalas cuando era un niño. Holly estaba tan
helada y dormida. Pero no bien dormida, más como si la hubieran
golpeado.”
“Ella está bien” dice Drew.
“¿Cómo lo sabes?” dice Chester. Se sorprendió de lo dura
que sonó su voz. Sonríe. “¿Te escondes para verla, así como te las
arreglas para ver a Charlotte?”. Dice.
“Me estás bromeando” dice Drew “Qué cosas más
enfermas dices”.
“Estaba bromeando”
“Y no importa lo que diga ahora. No podría ganar, ¿o sí?
Si hago como si estuviera locamente interesado en Holly, no te
sentirías insultado, ¿cierto?”
“No quiero hablar de eso”, dice Chester. “Anda a ver a
Charlotte. Estaré sentado aquí y tomaré un trago. ¿Qué más
quieres de mí?
“Le dije que irías”, dice Drew. Toma un sorbo de su trago.
“Estaba pensando sobre esa vez que fuimos a Coney Island”.
“Me contaste”, dice Chester. “Fue hace años, ¿no?”
“¿Te conté que jugamos a disparar el rifle?”
“Coney Island” dice Chester “comes unos hot dogs en
Nathan’s, te subes al Cyclone o como sea que se llame, tiras unos
disparos y ganas para tu chica un premio…”
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 “¿Te conté?”
“Cuéntame.” Dice Chester.
Chester sirve dos tragos. Después de haber tomado su
trago, pone de nuevo su mano sobre el vaso.
“Tienes algo así como cinco minutos para contarme, por
si acaso, si es que realmente quieres ir a buscarla”
“Quizás sea ella quien me venga a buscarte”
“Ella no vendrá a buscarte”
“Ok”, dice Drew. “Charlotte y yo fuimos a Coney Island.
Tomamos esos autos en que puedes chocar en cualquier lado, y
también a esa cosa con vidrios en los lados que sube para que así
puedas ver…”
“Nunca he ido a Coney Island.” Dice Chester.
“Le estaba mostrando mi estilo” dice Drew. “La mejor
parte vino después. Un chico en el juego del tiro nos recortó la
tarjeta y nos mandó al final de la fila, y yo empiezo a disparar. Le
di tres de cuatro veces, y siempre había una pequeña parte azul
que me faltaba. Apuntar a esa pequeña parte del triángulo. La
mitad del objetivo era esta estrella azul. Disparé tan bien que
estaba tratando de ganar botando la estrella, y el tipo me dijo
finalmente, “hombre, estás tratando de sacar la estrella. Lo que
debes hacer es disparar alrededor de la estrella, y la estrella cae”
Drew mira a Chester a través del círculo de su pulgar y su índice,
y deja caer su mano sobre la mesa. “Lo que debía hacer era ir
alrededor de ella, como deslizar un cuchillo alrededor de la
moldura de un pastel para sacarlo”. Drew toma un sorbo de su
trago. “Mi padre nunca me enseñó eso”, dice.
Chester se levanta, toma su último trago de bourbon y
deja la botella en la basura. Mira alrededor de la cocina como si
no le fuera familiar. De golpe, ya lo era. Holly la había pintado de
verde pastel mientras él estaba en el trabajo. Ahora era color
perla. Cuando la llevaron a la sala de recuperación, su piel era del
color de las murallas de la cocina. Puso sus manos en sus pies, por
alguna razón, antes que ella fuera capaz de hablar y decirle que
ella estaba helada. Algunas veces en el invierno, cuando estaban
en la cama, él tomaba sus pies y los ponía bajo sus piernas. Drew
conoció a Holly antes que él, quince años antes. Salió con ella una
vez, y ni siquiera pudo besarla. Ahora, cuando cenaba con ellos
cada mes, él besaba su frente cuando llegaba o se iba. “La estoy
conquistando”, decía algunas veces Drew –o algo así– cuando se
iba. “Quince años, y todavía le estoy dando una oportunidad”
Holly siempre se sonrojaba. Le gustaba Drew. Pensaba que
tomaba mucho, pero nadie es perfecto. La manera de Holly de
pensar las cosas había empezado a meterse en el discurso de
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Chester. Hace un minuto, ¿no estaban hablando de Dios
Todopoderoso? Holly era la única que creía seriamente en Dios
Todopoderoso.
Drew se para al lado de Chester, y se echa agua en la cara.
Estaba bronceado y se veía bien. Su pelo, un poco enmarañado.
Habían canas en sus patillas. Se seca la cara con un paño de
cocina y enjuaga su boca con agua. La escupe. Llena un vaso de
agua y toma unos tragos. Los cinco minutos se convirtieron en
diez minutos. Salieron al vestíbulo y tomaron las llaves de la mesa.
Estaban en un llavero de Jaguar. El auto de Chester era un
Pontiac ’68.
“¿Quién maneja el Indian?” dice Chester.
Drew toma las llaves. En el ascensor, ve halos alrededor
de los botones brillantes con los números de los pisos, y lanza de
vuelta las llaves a Chester. Casi las pierde, porque su mente estaba
en otra parte. Debía haber lavado los vasos; le había prometido a
Holly arreglar la fuga del grifo. Tomará un trago en el bar, le dirá
hola a Charlotte y hará el trabajo del departamento después. El
ascensor bajaba frustrantemente lento. Si ellos tienen un hijo, y si
fuera una niña, Holly la llamará con el nombre de una flor: Rose o
Lily o Margy, ¿era eso lo que pensaba? El diminutivo de Marigold.
Drew piensa sobre lo que puede decirle a Charlotte.
Estuvieron juntos por dos años. Había todo un mundo entre
ellos. ¿Cómo pueden conversar trivialmente dos personas cuando
compartieron un mundo? Y si dices algo real, sonará demasiado
repentino. Hay un montón de cosas que él quería saber, preguntas
que él probablemente dispararía como en un tiroteo. ¿Ella lo
había amado y se había casado con otro? ¿Se había cansado de
convencerlo de que ella lo amaba? ¿Había leído ella en alguna
revista que la gente que ha tenido una infancia infeliz, como él,
siempre lo terminaba estropeando todo? Recuerda a su padre: en
vez de caminar por museos y hacer viajes para ver estatuas y
comer en restaurantes oscuros con platos de estaño, lugares que
se mantienen desde el siglo diecinueve, él podría hecho algo
práctico, como enseñarle a disparar. Solo pon tus armas fuera del
alcance de los niños, mueve tus dedos donde se debe, alinea el
rifle y muéstrale cómo apuntar, háblale sobre cómo mantener el
arma estable, si es que eso no era demasiado obvio.
Drew se mete al auto, golpea su rodilla en un lado de la
puerta, como si quisiera hacerla sonar. En un segundo, Chester ha
abierto la puerta del chofer y ha entrado. Pero no enciende el
auto.
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 “Tú sabes, la amistad es lo más importante, ¿no?”, dice
Chester, apretando con su mano el hombro de Drew.
Drew lo mira, y Chester parece triste. Drew se pregunta si
Chester estará aburrido de Holly. ¿O simplemente está borracho?
Pero eso debe esperar un segundo. Lo que acaba de notar Drew,
es que el miedo que ha sentido todo el día es realmente
emocionante. Un trago con Charlotte, después de todo el tiempo
que ha pasado. Y la verá de nuevo. Lo que quiere decirle a
Chester es tan difícil que no puede verlo a los ojos.
“Ches”, dice Drew, mirando a través del parabrisas,
frotando su mano sobre su boca, luego dejándola sobre su
mentón. “Ches, ¿has estado enamorado alguna vez?”