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Una Cultura, Muchas Culturas al Viento de la Historia

En muchas ocasiones hemos escuchado hablar de los valores, principios, creencias y


formación que configuran el carácter de los antioqueños, y de ahí un sinfín de argumentos
para concluir que existe un gran arrojo, valentía, coraje, como se dice popularmente
“verraquera”, y esto por supuesto se asocia a una suerte de espíritu cultural colectivo y
regional. Pero… ¿A qué viene todo eso? ¿A qué se refieren cuando por ejemplo alguien se
denomina a sí mismo como “paisa de pura cepa”?.

De acuerdo con Néstor García Canclini las culturas son un entramado de encuentros y
desencuentros permanentes y dinámicos, una cultura se transforma y no vuelve a ser igual,
siguiendo esta línea de pensamiento desde el marco de la comprensión de una naturaleza
híbrida de las culturas, su interrelación y trasegar histórico, es posible afirmar que decir
“paisa de pura cepa” no tiene ningún sentido, antes bien se convierte en una muestra de
ignorancia sobre los propios orígenes y cómo se tejen las culturas.

Podemos evidenciar esto con solo observar los más diversos matices que encontramos en
nuestro país, y en todo nuestro continente con una triple raíz… culturas indígenas,
migrantes europeos y seres humanos que traídos contra su voluntad desde África fueron
esclavizados en éstas tierras. Con toda ésta dinámica de movilidad migratoria también se
movieron múltiples intereses y a partir de la expansión invasora de los procesos de
colonización hubo quienes se fueron acomodando socialmente como grandes empresarios y
hacendados, mientras muchos otros fueron despojados, perseguidos y asesinados, pueblos
enteros desaparecidos por la ambición y la cultura de los invasores, ésta dinámica del amo y
esclavo les dio a los nuevos “hacedores de fortunas” un estatus y respeto en la sociedad.

En este punto no podemos obviar el hecho de que los empresarios que se organizaron para
monopolizar las tierras a medida que avanzaba la colonización, se valieron sobretodo del
avance de los campesinos, generándose una gran especulación en lo que hoy conocemos
como los departamentos del eje cafetero, evidentemente lo que esto dejaría es una fuerte
inconformidad en los colonos y una alta concentración de propiedad en manos de
empresarios o de colonos antiguos. Para la época, mediados del siglo XIX, Manizales era
ya el centro empresarial para la realización de actividades mercantiles, principalmente la
comercialización de lotes, dándose un interesante proceso de alianzas con Antioquia y la
fundación de grupos empresariales organizados para especular con lotes, es así como
empieza un dominio macabro de las propiedades a gran escala que llevaría a estos
empresarios a convertirse en latifundistas y ganaderos.

Esto último, la ganadería, es un grave problema que prevalece, puesto que en el país
millones de hectáreas de pocos dueños están destinadas a ésta actividad, limitando la fuerza
productiva de los terrenos y el acceso a su tenencia. Desde finales del siglo XIX Manizales
también entró también en ésta dinámica ganadera, de la misma forma que lo hicieron
municipios aledaños. Para 1896 ya Pereira celebraba sus ferias, lo cual impulsó la
ganadería en diáspora alrededor de Caldas, así el Sur de Antioquia y el Norte del Valle se
configuraban como nuevos límites de una región ganadera bastante amplia, la gente sin
tierra fue empleada como peones para el desarrollo de la agricultura y la formación de las
haciendas. Así la ganadería se expandió y con ella el riesgo de perderlo todo, pues
Colombia para esos años como en muchos momentos estaba tremendamente convulsionada
y las Guerras Civiles generalmente diezmaban los hatos por la acción de diversas fuerzas,
he aquí que el empresariado ganadero preocupado por las implicaciones políticas de su
negocio y las consecuencias negativas que podría traer, deciden empezar a diversificar sus
actividades.
La integración regional fue favorecida gracias a los caminos de herradura, con lo cual el
mercado interno logró cierta prosperidad, pero con esto también se desarrolló una nueva
actividad, la cultura seguía mutando y las prácticas así lo evidenciaban, eran los inicios de
la arriería y como sabemos, Manizales era un cruce un cruce de caminos y paso obligado
para movilizar toda suerte de mercancías como el cacao, el oro o el café provenientes de
todos los lugares circundantes al hoy territorio caldense.

¿De dónde venían los bueyes y todos los elementos utilizados por la mayoría de los arrieros
para sus recuas? Seguro… de muchos lugares, de otras culturas, pero aquí se juntaron con
la mentalidad empresarial de gentes de montaña para obtener ganancias y reinvertirlas en la
ganadería, pasarían unos años hasta que el cable aéreo desplace a las recuas llevando
gradualmente a una nueva transformación… la economía cafetera.
Antes había mencionado que las guerras civiles eran tiempos de crisis para la economía, lo
cual no suena para nada descabellado, sin embargo a Manizales le correspondió una historia
diferente, historia dada por sus características geográficas, pues se convirtió en época de
guerra en un fortín militar inexpugnable. El ejército incrementó la población y dinamizó la
economía a partir de lo que recibía cada soldado diariamente.

Una mirada intuitiva, perspicaz y por supuesto empresarial vislumbró las posibilidades que
éste último hecho traería, es así como nace el interés por incrementar las rutas y mejorar la
infraestructura de las vías de comunicación que conecten Manizales más allá de la región.
Por otro lado se fue incrementando el cultivo de café, aprovechando las bondades del clima
y del suelo y pensando también en poderlo exportar.
Junto a éstas actividades se consolidaron alianzas entre hacendados, ganaderos y
comerciantes para la explotación minera, la cual se fortaleció en el noroccidente caldense y
posibilitó luego la creación de entidades bancarias para el control de la actividad
empresarial e impulsar actividades comerciales y agropecuarias.

Fueron ellos, los empresarios, que teniendo el capital suficiente, le dan fuerza al cultivo del
café, inicialmente como producto de lujo, privado, dándole brillo al nacimiento de una
nueva cultura… la cultura del café. Y el café… ¿de dónde vino? ¿Quién lo trajo? ¿Cómo
llegó aquí? El viaje es largo y nos llevaría a África y el medio oriente, y sobre su llegada al
país hablaríamos de los Santanderes antes que de Caldas, pero hasta la guerra tuvo
repercusiones positivas que posteriormente junto con la maquinaria adecuada, recursos,
mano de obra, tierras y clima fértil, le darían al café el mejor hogar, a la economía regional
una nueva gran oportunidad de prosperar y a la gente un cambio de costumbres, de saberes,
de prácticas con la configuración de las haciendas cafeteras. Otras actividades como la
caña, la ganadería, la arriería o los licores beneficiaron al café con los recursos necesarios
para el montaje de las haciendas y la producción.
Un cafecito en agüita de panela para empezar el día, la nueva querida costumbre, ¿sabe
usted cuándo y dónde se empezó a acompañar de un cigarro? Seguramente en medio de
alguna nostalgia o quizá también pudo ser algo fortuito y se le empezó a coger el gustito.
El café se expandía y se exportaba, las haciendas se modernizaban y más caminos se
abrían, en el proceso otras actividades fueron apareciendo, como la trilla y la compra del
grano. El café se transportaba en ferrocarril hacia las costas para su embarque y el capital
generado se orientaba a la tecnificación del cultivo. El empresariado antioqueño
generalmente miraba con desdén la actividad cafetera, catalogándola como “negocio de
pobres” según nos cuenta Albeiro Valencia (página 15), seguramente no le veían mucho
futuro, pero quienes se atrevieron buscaban los beneficios de la comercialización e
invirtieron a gran escala. Gracias a la economía cafetera y el desarrollo de trilladoras, en
Caldas empezaron a formarse empresas industriales que posibilitaron la construcción de
obras públicas y el mejoramiento de las rutas de transporte.
¿Cómo habrá sido ser un empresario en esa época, o pertenecer a su familia? Sí, seguro…
el capital logrado les permitía muchos beneficios, mejor calidad de vida, un hogar muy
cómodo para vivir, buenas ropas y comida, y bueno… viajes, para estudiar fuera del país,
para hacer nuevas alianzas, para conocer otras culturas y consolidar un importante ascenso
social como parte de una aristocracia fina y culta que posteriormente serían raíces de
círculos intelectuales que se empezaban a arraigar en la alta sociedad, teniendo sus orígenes
en muy humildes campesinos en busca de tierra y de alguna oportunidad de mejorar su
vida. El asunto no se queda ahí, en el estudio de esta amplia región, empezaron a
conformarse nuevos centros de importación y exportación, industrias y más cultivos de
café. Son los años del naciente siglo XX y una incipiente industrialización.

Fue bonito como inició el siglo XX, lleno de pasiones, de esperanzas, de gran expectativa y
optimismo, pero las tinieblas de nubes negras se aproximaban… los años 20, una crisis
financiera llevó a todo en ensamblaje cultural a volver al pasado… a la bien conocida
práctica indígena… el trueque. Los bancos debían ser capitalizados, se llegó al punto de
que los billetes nacionales fueron hechos en EE.UU. y las cédulas bancarias no eran
respaldadas por patrón oro sino patrón tierra y fueron aceptadas por la administración
departamental para pago de impuestos, rentas y servicios. Gracias a las rentas hipotecarias,
Caldas avanzó en obras ferroviarias y los elementos necesarios para tal actividad.
Después de más de un siglo hasta donde finaliza éste relato, luego de una crisis de la
potencial del norte que arrastró a muchos países latinos en el 29 y años siguientes, dos
guerras mundiales, el reparto del poder entre liberales y conservadores, el asesinato de
muchos líderes como Gaitán y galán, el auge guerrillero, paramilitar y del narcotráfico, la
constitución del 91, el narcoestado hasta el presente, entre tantos otros hechos…. ¿Que nos
queda?
Ya ni del café se habla tanto, ahora en ésta región ¡nos pusieron fue a vender el paisaje!
¿Puedes creerlo? ahora hay que vivir de los recuerdos, enorgullecernos del pasado que se
fue y que mucho dejó de bonito y de feo aquél monocultivo, aquella historia que sacó
adelante a varias generaciones y le dio a Colombia fama mundial, pero la historia continúa
y hoy todo el agro, la misma industria propia, la ciudadanía y la naturaleza sufrimos la
arrogancia y crueldad de dirigentes despiadados. Que no se olvide la historia, que se
conserve en la memoria lo vivido por éste país, y que la próxima vez sepamos elegir
mejor… volver a transformar la cultura empezando a ser medianamente cívicos, como
decía hace 21 años Jaime Garzón, porque cada día podemos ser mejor que ayer.

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