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BIOGRAFÍA DE 5 JÓVENES

BRILLANTES DE LA
ASOCIACIÓN NACIONAL
REPUBLICANA

Ever Escalante
Director de la Biblioteca Digital Republicana

Asunción – Paraguay
Año 2016

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PRESENTACIÓN

Este material preparado por un joven colorado,


Ever Escalante, sin lugar a dudas es un trabajo
trascendente y en sus páginas están impresas la
biografía de los más destacados jóvenes
intelectuales de fines del siglo XIX, y a principio de
los años 20. Ellos fueron Blás Garay, Ignacio A.
Pane, Ricardo Brugada, Enrique Solano López y
Roberto L. Petit.

La Asociación Nacional Republicana desde su


fundación ha contado en sus filas con los valores
intelectuales, que tienen una enorme
importancia para los jóvenes, que pertenecen a
las filas del Partido Colorado y se inician en la
ciencia y arte de la política, y al mismo tiempo un
valioso material informativo sobre lo que significa
la cultura en el mundo de la política.

Consideramos a los biografiados como figuras


consulares de la Asociación Nacional Republi-

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cana, Partido Colorado y que ellos dejaron una
gran herencia moral y de ética política y un
pensamiento que seguir, en el delineamiento
ideológico del Partido que deben los jóvenes
aplicar en el desarrollo de su trayectoria política.

Por esas razones valoramos esta contribución del


joven Ever Escalante que es muy meritoria, y con
ello está marcando un camino a la juventud, de
nuestro glorioso Partido Colorado que con toda
razón es dueña del presente y futuro de la patria.

LIC. ARSENIO BASUALDO

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Blás Manuel Garay Argaña

El 18 de diciembre de
1899 falleció el emi-
nente correligionario
doctor Juan Manuel
Garay, ocurriendo en
trágicas circunstan-
cias.

Fue un alevoso cri-


men largamente pre-
meditado, que privó
al Paraguay de una
de las más altas cumbres del pensamiento
nacional y enlutó al Partido Colorado como pocas
veces. Es que a muerte de Blás Garay fue
realmente una pérdida imposible de subsistir.

Si el autor del crimen, Néstor Collar, es recordado


hasta hoy, lo es solo por haber asesinado a una
figura descollante como la del doctor Garay.

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Según manifestaron, en su oportunidad, algunas
personas allegadas al criminal, éste había
adquirido hacía un tiempo el arma, un revólver
Smith Wetsson, exclusivamente a nombre de
Garay, que desde su diario, “La Prensa”, el más
importante y mejor escrito de aquel tiempo,
estaba llevando una formidable campaña en
contra de un cercano pariente de aquél.

Garay fue herido por Collar estando en una fiesta,


un paseo de los que realizaban entonces, en Villa
Hayes. El testigo que más cerca estuvo del hecho
fue Leandro Abente, que por poco se salvó de ser
también baleado al tratar de desarmar al asesino.
Rodaron collar y Abente por el suelo y allí aquel
disparo el primer tiro hiriéndose así mismo en un
muslo, pero desprendido finalmente de Abente,
que había acudido a tratar de evitar el asesinato
de Garay, volvió a disparar sobre éste hiriéndose
mortalmente. Fue traído a la Asunción enseguida,
pero su herida era mortal y falleció en el trayecto,
tenía apenas 26 años de edad.

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Este joven prestigioso que acababa de morir era
una de las más bellas esperanzas del porvenir
paraguayo. Había cursado todos los cursos de la
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales en sólo
tres años de estudio, con las máximas
calificaciones. Su tesis para el doctorado ya
revelaba sus inclinaciones de investigador de la
historia “La Junta Superior Gubernativa” fue su
tema.

Designado como secretario de la Legación


paraguaya en Europa, se le encomendó además
el estudio en el Archivo de Indias, en Sevilla, de la
cuestión de límites con Bolivia. Su trabajo allí fue
colosal: descubrió valiosísima documentación
cuya copa trajo al Paraguay. En ese corto lapso, al
mismo tiempo que su trabajo de investigación,
escribió 4 libros: El Comunismo en las Misiones,
La Revolución de la independencia, Breve
Resumen de la Historia del Paraguay.

Alguien dijo a Garay: “Su paso por el escenario


nacional fue el de un meteoro; fue no solo
historiador sino también estadista, político,

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periodista, profesional. Y todo lo que con brillo,
quedándole tiempo para una intensa vida social
en la cual descolló como auténtico gentleman”.

Nadie más acertado que aquel que al referirse a


la muerte de Blas Garay, escribió: “A mediodía,
anocheció”! Una vida y una esperanza se habían
malogrado.

No porque valoremos como ninguno su juicio,


sino sencillamente por ser el de un encumbrado
adversario político, transcribimos lo que en
aquella oportunidad, escribió Manuel Gondra:

“Que nos reservaba esa ladera invisible?”

“Muchas veces, pensando en el porvenir del país


y en los hombres que lo harían, he visto la figura
de este adolescente prodigioso crecer hasta
asumir las proporciones de un gran estadista en
los días en que a la vehemencia del carácter
exaltado por el fuego de la juventud, hubiera
sucedido el aquammentem del hombre que ha
pasado por todas las experiencias de la vida, y
cuando a la labor improvisada del periodista

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hubiera seguido la concentración y el reposo del
hombre de gabinete.

“Meras conjeturas, no lo sé, porque nadie puede


sondear el porvenir; pero, lo que tengo en el
espíritu con la evidencia de una realidad es que
ya sea en días de luto o de regocijo, de gloria o de
ignominia para la República, el Doctor Garay
estaba llamado a llenar muchas páginas de sus
anales futuros. Había en el poderosa virtualidad
de los que hacen historia.”

De izq. a der. Blás Garay, Eduardo Fleytas, Facundo Ynsfrán, Rufino Mazó año
1890

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“Que gran escritor era!”

“Cuanto ha perdido el país y las letras de la


América Latina!”

“Más, aun admirando las magnificencias que nos


ha ofrecido la falda del empinado monte que el
sol iluminó, pienso con mayor dolor en las
bellezas invisibles de la falda de la montaña que
ha quebrado del lado de las sombras”.

En esta breve semblanza del autor Blás Garay, fiel


a nuestro deseo de recordar a quienes dieron
lustre y prez al coloradismo, traemos la memoria
de este excepcional ciudadano, incomparable
talento y fervoroso republicano, para ofrecerla a
la consideración y ejemplo de las generaciones
presentes y futuras.

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Ricardo Brugada

“En la política hay


que luchar con
desinterés y leal-
tad; yo me he man-
tenido firme en
todos los momen-
tos más difíciles,
no he flaqueado
jamás, y no hay un
solo acto de mi
vida pública que importe una claudicación ni una
inmoralidad, y mientras los mas se enriquecían
aprovechándose de sus influencias políticas, yo
no he hecho más que contraer deudas y
compromisos y aún así, la calumnia y la
difamación se cebaron en mi modesta
personalidad; pero a esos calumniadores de
oficio los he llevado ante los tribunales, se han
valido de todas de todas las chicanas para eludir

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su responsabilidad y es de pública notoriedad mis
esfuerzos para la rápida tramitación de mi
acusación, contrastando con los de la generalidad
que solo lo hacen por mera forma”.

“Para los que luchan en pro de levantados


ideales, nunca desmayen, ni les hagan mella las
injusticias e ingratitudes; por el contrario, esas
contrariedades les dan más estímulo y aliento”.

Definiciones claras y categóricas de uno de los


caudillos más notorios del coloradismo de ayer y
de siempre; de aquel incansable luchador
republicano, defensor de los pobres, amigo de los
humildes, Ricardo Brugada.

Nacido en Asunción el 10 de setiembre de 1880,


hijo de Don Ricardo Brugada (Español) y Doña
Juana Arrúa, cursó sus estudios de Derecho en la
Universidad Nacional, destacándose por su clara
inteligencia y su elocuencia como orador que lo
convirtieron en un caudillo auténtico de sus
compañeros de generación.

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Desde su adolescencia se destacó por sus dotes
de activo dirigente estudiantil, y ya a temprana
edad abrazó la causa del coloradismo, del que
sería luego su gran caudillo. Sufrió numerosos
encarcelamientos y persecuciones; en su vida fue
víctima de varios atentados criminales, a pesar de
saberse que la idea de los justos no termina con
la muerte.

Miembro de la Comisión Directiva del Partido


Colorado en 1912 donde llegó a ocupar el cargo
de secretario y luego nuevamente electo para las
directivas de 1916 a 1918.

Fue Ricardo Brugada uno de los valores más


excelsos del periodismo paraguayo. Su pluma
rubricaba las páginas de las publicaciones de la
época con la permanente defensa de los ideales
que sustentaba. Fueron sus compañeros en el
trajinar glorioso del periodismo republicano en
diarios y revistas, Enrique Solano López, Blás
Garay, Telémaco Silvera, Juan E. O’Leary, Antolín
Irala, y tantos otros hombres de la Asociación
Nacional Republicana que estamparon su

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nombre en las páginas más brillantes de nuestra
historia política.

Fue Director de la “La Ley”, “Estudiante”, “La


Prensa” y “El Nacionalista”. En ese oficio le costó
años de persecuciones. Fue redactor y columnista
de “La Tarde”, “La Patria”, “Colorado”,
“Juventud”, y “General Caballero”. Ardorosas
polémicas publicadas en los Diarios de Asunción
llevaban estampada su firma.

Corría el año 1902, cuando Ricardo Brugada fue


designado Secretario de la Legación Paraguaya en
Río de Janeiro. La Juventud paraguaya sin
distinción de banderías política tuvo en él su más
digno representante en el Brasil. La vocación de
servicio siguió dando sus frutos como
diplomático, y fue abanderado permanente entre
el Paraguay y el Brasil.

Como parlamentario su labor fue destacada y su


combatividad relució en los históricos debates
parlamentarios. Como Diputado fue autor de
varios proyectos de Ley, todos ellos de

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importancia nacional. Entre ellos cabe destacar
aquel pedido de Ricardo Brugada al Parlamento,
sobre la vigencia de una verdadera democracia
en medio del convulsionado gobierno liberal de
entonces.

Un acontecimiento queda guardado sin dudas en


el historial parlamentario paraguayo, con aquel
hecho singular que enmarcó un nuevo rumbo a la
política del país. Ricardo Brugada es un acto de
arrojo, de varonil prestancia, pidió con
argumentos recusables el enjuiciamiento político
del Coronel Albino Jara y su ascenso a General
quedó truncado mediante su intervención. El
Coronel Jara hizo lo imposible para apresar a
Brugada luego de su temerario pedido al
Parlamento.

Así fueron los colorados de la llanura, valientes y


viriles en su postura política, sin dudar un
instante de que la justicia debía llegar para dar
lugar a la verdad en nuestra patria. Pero una de
sus labores más importantes radicó en su labor
americanista. Sostuvo la tesis de la integración de

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naciones del continente debía de hacerse sobre
las bases de la compresión entre los pueblos.

En su destierro fue secretario particular del


General Caballero en Buenos Aires, de donde
regresó para convertirse de nuevo en un paladín
imbatible de la justicia y el derecho. Y tuvo
justamente en el Derecho su arma más temible.
Defensor de los humildes, Ricardo Brugada no
escatimaba sus esfuerzos para defender a los
perseguidos, de reivindicar el honor de las
personas y convertirse en gladiador justo, noble y
franco de los oprimidos, que lo llevaron a la
denominación que hasta hoy emerge en las
páginas de la historia colorada: El abogado de los
pobres, el defensor de los humildes.

Y no fue en vano aquella denominación, pues


Ricardo Brugada lejos de recibir las prebendas
monetarias por su trabajo de abogado, recibía los
canastos de huevos, bolsones de mandioca,
verduras o gallinas en retribución por su trabajo.

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Así era Ricardo Brugada el amigo y defensor de
los humildes. Toda dedicación, toda generosidad.
Y recordemos aquí nuevamente con sus palabras,
prosiguiendo con lo que señalábamos al
principio: “procura ser siempre útil con tus
semejantes, especialmente a los pobres, a los
obreros, que son los más dignos de toda
protección, y para hacerles un favor no te fijes
jamás en su filiación política del que te lo pide”

Es quizá en sus palabras que los colorados de hoy


encontremos motivos de inspiración para acerar
nuestras convicciones nacionalistas y
revolucionarias. Y he aquí las expresiones que nos
llevan “No busco popularidad ni persigo prestigio
o interés personal o político, como afirman mis
calumniadores, busco el bienestar de la clase
obrera, siempre olvidada en nuestro país, y en
ese ideal reconcentrase todos mis esfuerzos;
enarbolo bandera del desinterés en medio de
este grosero materialismo, que nos devora, y me
creo con fuerzas suficientes para conjurar todas
las tempestades que surge a menudo en la

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desigual lucha del obrero y el capitalista, y que
hoy preocupan a todos los gobiernos del orbe”

El autor de tantas célebres frases, el


parlamentario aguerrido y valiente, el periodista
sagaz, el defensor de los pobres y humildes,
cerraba los ojos para siempre un 13 de enero de
1920 cuando apenas contaba con 40 años de
edad.

Y así en plena lucha se fue de este mundo para


siempre un hombre noble. Y es destino de la
historia que los hombres grandes queden
viviendo para la posteridad.

Así vive Ricardo Brugada en la mente y corazón y


el recuerdo dignos a emular en todos los
colorados, y quizá sea un acto de justicia que su
nombre, ya imborrable en el bronce de la historia
republicana lleven también organismos
partidarios. El fue abogado de los pobres,
defensor de los humildes, y una seccional
colorada humilde, de un barrio humilde lleva con

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su nombre toda una tradición de luchas por la
justicia y la verdad.

Foto de Ricardo Brugada a los 17 años de edad.


Año 1897.

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Enrique Solano López

En abril de 1900
aparece por pri-
mera vez el diario
“La Patria” en
Asunción. Su di-
rector don Enri-
que Solano Ló-
pez, eminente
periodista colo-
rado que busca
reivindicar, a tra-
vés de las pági-
nas del nuevo periódico los valores históricos de
la paraguayidad y la memoria del héroe máximo
de nuestra nacionalidad, el Mariscal Francisco
Solano López.

El 2 de octubre de 1858 nacía en Asunción


Enrique Solano López Lynch, hijo del entonces
brigadier General Francisco Solano López, y Alicia

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Elisa Lynch. Su niñez se desarrolló en medio de las
atenciones de sus padres dedicado a sus primeros
estudios escolares. Cuando estalló la guerra
contra la Triple Alianza, Enrique Solano tenía
apenas 7 años y tuvo que acompañar a su padre,
el Mariscal en todas las campañas hasta la
hecatombe de Cerro Corá el 1° de marzo de 1870.

Luego de aquella gesta en que sucumbieron su


padre y su hermano el Coronel Panchito López,
con apenas 12 años de edad, cavó con su madre
la tumba de los dos héroes, acompañándola
luego en su largo peregrinar al caer prisioneros en
manos de tropas aliadas.

Desde Cerro Corá viajaron a Concepción, de allí a


Corumbá y luego a Montevideo para ser
destinados finalmente a Europa. Tantas
injusticias e ignominias escuchó sobre la memoria
de su padre en los meses de todas sus travesías,
encerrando en sí la fija idea de volver alguna vez
a la patria para elevarlo a la cumbre de la gloria.

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Solano López estudio en el St. Joseph College de
Inglaterra, y luego se trasladó a Paris
aprendiendo dos idiomas, el inglés y el francés.
Cinco años más tarde, en 1875, acompaña a su
madre al Paraguay con el propósito de defender
los bienes que legítimamente le pertenecían. Solo
pudieron estar 24 horas en la Patria y
nuevamente es obligado a abandonarla por
orden y presión de las fuerzas de ocupación. Se
trasladan a Buenos Aires y de nuevo de allí a París
donde fijan residencia definitiva en la casa de la
Calle Boulevard Pereira N° 54. Por aquellos años,
el General Caballero se encontraba en Europa y
visitaba frecuentemente a la familia López,
reanudando una gran amistad con Alicia Lynch y
sus hijos.

El 25 de junio de 1886 fallece su madre y decide


volver a la patria. Viaje hasta buenos Aires en
compañía de sus hermanos y retorna
definitivamente al país en 1893. Desde el mismo
momento de pisar tierra paraguaya toma
contacto con los viejos amigos de su padre,

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especialmente con el General Caballero y se
incorpora a las filas del Partido Colorado. Tenía
entonces 35 años.

En 1894 es nombrado por el Presidente Egusquiza


Superintendente de la instrucción Pública, y a su
pedido le es reconocido su jerarquía de Alférez de
Caballería del Ejército Nacional, la que ostentaba
en Cerro Corá el 1° de marzo de 1870. Comenzaba
a ganara las batallas por la reivindicación
histórica.

En 1895 comienza su tarea de publicar


documentos sobre la guerra grande y se
incorpora como socio del Instituto Paraguayo. En
abril de 1900 funda el diario “La Patria”. Fue el
primer diario de tamaño tabloide, por el que se
denominó “Patria´i” a diferencia de “La Patria
Paraguaya”, otro que se editaba por entonces.
Escribe también para “La Tarde”, siendo
designado luego su director cuando se clausura
“La Patria”, Reaparece este en 1906 y realiza a
través de sus páginas una tarea de defensa de los
valores históricos y de las libertades públicas, que

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culminan en 1908 con el cierre del Diario y su
apresamiento.

Recluido en la cárcel pública y luego exiliado,


permanece en el exterior hasta 1909 y de nuevo
vuelve a la Patria. En 1912 participa activamente
de movimiento político que lleva al Partido
Colorado al Gobierno.

Nuevamente ocupa su función de indeclinable


publicador de la verdad histórica del Paraguay y
ejerce varias cátedras en colegios de nuestra
capital.

En abril de 1917 es electo senador de la nación


por el Partido Colorado, desde donde llegó a
deslumbrar por su inteligencia y su personalidad
recia y sobria. Toma parte de los debates
parlamentarios y sus fundamentos son
irrebatibles, principalmente cuando se trataba
del marco histórico.

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Cuando comenzaba su tarea de reivindicador de
nuestra historia en 1898, hace amistad con dos
prominentes figuras del Partido Colorado, Blás
Garay e Ignacio A. Pane. Con ellos registra
documentos y publican importantes conclusiones
que serían las bases para la verdadera historia
paraguaya, contraria a la escrita por los invasores
y el legionarismo.

Viene luego otro prominente escritor colorado,


Juan E. O’Leary a acompañar a Solano López en la
tarea histórica y periodística, y a defender la
causa nacional y la memoria del Mariscal López.
Encaró un trabajo histórico con sus propios
medios económicos y llegó a catalogar más de 10
mil volúmenes sobe las cuestiones paraguayas.
Coleccionó libros, folletos, mapas, periódicos en
su incesante tarea de reivindicador histórico.

Tuvo las colecciones completas del “Paraguayo


Independiente”, El Semanario, Eco del Paraguay,
Cabichuí, Cacique Lambaré, El Centinela y
Estrella, únicas en el Paraguay.

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Supo soportar Enrique Solano López el
mandonismo liberal y en varias ocasiones fue a
parar a la cárcel pública o al exilio. Su carácter y
su voluntad nacionalista sin embargo, no se
truncaron nunca frente a la prepotencia y la
barbarie. Pareciera que por el contrario, se
encendía de más espíritu para seguir trabajando
por la causa de los valores nacionales.

Como hijo del Mariscal hizo culto a la amistad de


su padre con el General Caballero y respondió al
Centauro fundador del Partido Colorado en sus
directivas políticas. Así Enrique Solano López se
convirtió en uno de los más íntimos amigos de
caballero, de quien personalmente recibía las
instrucciones de su quehacer político.

Nuevamente retorna de un exilio para trabajar en


su tarea nacionalista e histórica. Y retoma de
nuevo su oficio de periodista para seguir en
defensa de la causa de la justicia y las libertades
públicas.

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En noviembre de 1917 escribe en “La Patria”
(segunda etapa de su edición) La tribuna, el Diario
y Los Principios. Su más grande inspiración fue
quizá el “Álbum Gráfico” que se editó con motivo
del Centenario de la independencia Nacional en
1911, donde impregnó su estilo y sus verdades
históricas con el sello respetable del
nacionalismo, comenzando de nuevo a adquirir
dimensiones extraordinarias la figura del Mariscal
López.

Carlos R. Centurión escribió sobre el esta frase:


“Débase a su férreo espíritu el aniquilamiento del
alma de la derrota en la conciencia ciudadana del
Paraguay contemporáneo, y eso basta”

En pleno ejercicio de sus funciones como Senador


de la Nación le sorprende la muerte el 19 de
noviembre de 1917. Su trayectoria política lo
convirtió en figura sobresaliente del Partido
Colorado y en el día de su sepelio hasta los
dirigentes de Partidos opositores al suyo,
manifestaron su pesar.

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Es que no era para menos, moría un hombre de
fuste, un soldado bravo y noble de la causa
nacional.

Pero Enrique Solano López cumplió su misión.


Reivindicó la memoria de su padre, el Mariscal
Francisco Solano López y dio a la historia del
Paraguay páginas de gloriosa e imborrable
significación, que sirvieron para inspirar a
escritores e historiadores, que hicieron justicia
con las verdades de la Patria Grande.

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Ignacio A. Pane

De aquella gene-
ración de intelec-
tuales colorados
del novecientos,
fue Ignacio A. Pa-
ne uno de los más
grandes pensado-
res. Todo su in-
menso saber, su
inteligencia y do-
tes personales, su
rectitud de conducta, lo virtió al servicio de sus
ideales, sustentando que el Partido al que
pertenecía englobaba en sí, todo el sentir del
nacionalismo paraguayo.

Nació en Asunción en 1880. Se graduó de


bachiller en el Colegio Nacional y posteriormente
de doctor en Derecho y Ciencias Sociales en la
Universidad Nacional. Su vocación de maestro lo

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llevó a enseñar Filosofía del Derecho y Sociología
en la Facultad de Derecho, y en el Colegio
Nacional varias asignaturas entre las que resaltó
más el campo literario. Su herencia pedagógica
legó en sus libros “Lecciones perceptiva
pedagógica”, “Apuntes de Sociología” y otros que
lo llevaron a convertirse en un catedrático de
fuste, con sapiencia envidiable.

Como político y hombre de partido supo resaltar


entre sus pares dentro de las filas de la Asociación
Nacional Republicana, bajo cuya bandera supo
hacer de la militancia, un apostolado, y del
servicio al correligionario un diario quehacer
hasta el final de su existencia.

Con caracteres de verdadero caudillo colorado se


opuso a la doctrina del liberalismo, al
individualismo, a las injusticias. Se hizo acreedor
de una conceptuación notable entre los que
figuran Blás Manuel Garay, Fulgencio R. Moreno,
Enrique Solano López, Juan E. O’Leary y otros que
dieron renombre y realce al Partido de
Bernardino Caballero.

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Un adversario político, Carlos R. Centurión dijo de
él: “fue uno de los adalides de la campaña
nacionalista a cuyo triunfo consagraron su vida
con Enrique Solano López y Juan E. O’Leary, y
quizás el más conveniente y hábil polemista de
aquella época apasionante de nuestra historia”.
Ocupó un estrado en el Parlamento Nacional,
donde resaltó sus dotes de orador y pensador
político. Allí puso de manifiesto todas las virtudes
cívicas y morales. Pronunció memorables
discursos con argumentaciones irrebatibles. Fue
así un legislador con altos merecimientos
patrióticos; incorruptible en su pasión por la
lealtad y la justicia, propendiendo en todos os
proyectos de ley que presentaba su inmensa
vocación de servicio al progreso de la Nación. De
él nació el proyecto de ley que reduce a ocho
horas de trabajo la jornada laboral, y otras tantas
de carácter gremialista al servicio de la justicia
social, especialmente para el obrero paraguayo,
al que defendió en todas las circunstancias.

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La cámara de Diputados tuvo la ocasión de
escuchar en sus sesiones la erudición de este
notable orador republicano, fuerte para las
polémicas, varonil para defender la justicia, suave
y tierno para rendir homenajes y enaltecer las
glorias de a patria.

Ignacio A. Pane, como otros de su época, no pudo


retrotraerse al oficio de ser periodista, y se
consagro con la pluma a través de sus ingentes
escritos. Fue un periodista de combate; desde las
columnas de “La Tarde”, luego de la revolución
liberal de 1904, dejo plasmada su gran pasión por
defender a su pueblo. Su estilo periodístico no fue
precisamente el del romanticismo utópico, sino
del realismo vigente, impregnando en cada una
de sus prosas su propia personalidad firme y
fuerte, de hombre dado en plenitud a la causa
que defendió hasta la muerte.

Su talento, su vocación y su gran capacidad, lo


llevaron a polemizar sobre diversos temas con los
más grandes pensadores adversarios, de donde
siempre salió airoso, dominador, al defender sus

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propias ideas y creencias, y atacar sin vacilación
los errores a los actos de injusticias.

Pero su espíritu crítico, su luminosidad intelectual


lo llevaron más allá. Fue un notable escritor,
informado profundamente de los valores de la
raza y un investigador incansable de la noble y
heroica historia de la Patria. Con Blás Garay,
Solano López y O’Leary, inició la campaña
reivindicadora de la memoria del Héroe Máximo
de nuestra nacionalidad, el Mariscal Francisco
Solano López.

Pane también fue filósofo y sociólogo, pensador


que reflejaba la multiplicidad infinita del espíritu
para proclamar su colectivismo anti-liberal. Su
Filosofía profunda se versó siempre en las
convicciones del hombre. Sus estudios
sociológicos son entre otros los que más
perduran a través de los tiempos, sobre todo en
los estudios de Ciencias Sociales. Dedicó en ese
campo los siguientes libros: Apuntes de
Sociología, La Sociedad y el Extranjero,

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Solidaridad Social, Rectificaciones Sociológicas,
La mujer Guaraní.

Algo sobre etnografía hispanoamericana, Algo


sobre razas, Causeries sociológicas, El indio
guaraní, El método y las ciencias sociales, Don
Valentín Letelier, Geografía Social, Índice
sociológico, etc.

Por su capacidad y conocimientos sociológicos, la


Sociedad de Sociología de París presidida por el
tratadista René Worms lo designó miembro de
honor.

Poeta lírico Ignacio A. Pane, legó a la prosa


nacional poemas inolvidables y ricos por su
lenguaje y belleza. Hoy aún escuchamos entre la
dulce amalgama de nuestra música las
expresiones literarias de “Serenata”, de cuya
letra es autor.

Fue también Pane Director del Diario “Patria”


sucediendo a Telémaco Silvera. Como periodista
se inició en juventud por el año 1899 y colaboro
luego con “El Estudiante”, “La Semana”, “La

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Democracia” y en el mismo diario “La Patria”
dirigida por Enrique Solano López. En Chile
escribió en “La Tarde” donde defendió con altura
la dignidad, la entereza del Paraguay, aún siendo
miembro de la Legación paraguaya en el país
trasandino.

Nació con él “Matías Centella”, defensor de la


justicia; el que con la pluma derribaba muros de
ignominias, incomprensiones y prepotencias.
Aquel que condeno las lacras sociales del
individualismo liberal, y dio ejemplo de fortaleza
moral y cívica. “Matías Centella” no fue otro que
Ignacio A. Pane; bajo ese seudónimo ejerce el
magisterio noble de la verdad al servicio de sus
semejantes.

A la edad de 40 años, allá por 1920, muere


dejando un gran vacío en el corazón y en
sentimiento de quienes conocieron y lo
admiraron. Pero Ignacio A. Pane legó su herencia.
El maestro, el parlamentario, el político, el
periodista, el defensor de nuestro idioma
guaraní, el escritor, el sociólogo, el filósofo, el

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orador, el pensador , el colorado, el hombre
íntegro. Una polifacética personalidad que
aunaba dentro de sí, en pos de una sola
conquista: la justicia.

Ignacio A. Pane fue como otros tantos colorados


de su época, toda una historia. La historia de un
hombre que trasuntaba en sí la imagen de un
partido, de una filosofía, de una doctrina: la
doctrina y la filosofía del partido que amó y
defendió; el partido de aquel amigo, de aquel
jefe, de su caudillo, el General Bernardino
Caballero.

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Roberto Luis Petit

Dr. Roberto L.
Petit del que
podemos decir
que irradiaba los
dones de la bon-
dad el amor al
semejante y la
más completa
solidaridad con
la comunidad en
la que se hallaba integrado y que fuera el medio
ambiente en que desenvolvió su promisoria y
carismática existencia de abanderado de ideales
señeros, levantados y superiores.

Por desgracia, con el Dr. Roberto L. Petit se


cumplió aquello de que los hombres virtuosos y
de gran valía, no viven mucho tiempo ya que,
efectivamente siendo muy joven admirado y

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amado por todos los que tuvieron el privilegio de
conocerlo y tratarlo.

Aquel momento de su muerte fue una frustración


para el Paraguay, pues aquella expresión
sonriente de fé y optimismo que caracterizaba al
dilecto colorado y gran conciudadano, solo queda
el recuerdo de su presencia corporal y el mensaje
aleccionador de sus sanas ideas y propósitos.

Dr. Roberto L. Petit (1922-1954), joven dirigente


colorado de la facción democrática, fue muerto
durante el golpe del 4 de mayo de 1954 en contra
del Gobierno de Federico Chaves de facción
democrática que encumbró a Stroessner. Petit
era entonces jefe de Policía y, además, ocupaba
la presidencia del Comité Central de la Juventud
Colorada. Ocupó también la vicepresidencia del
club Cerro Porteño (1953-1954). Fue el
Presidente fundador del Centro “Blás Garay” en
1946.

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Se le conocía como el delfín ¨moreno¨ del
Presidente democrático Federico Cháves (1949-
1954)

La trágica muerte del Dr. Roberto L. Petit fue una


malísima pasada que le jugó el destino, pues la
bondad, la inteligencia, el idealismo militante que
conformaba su personalidad, son para todos los
hombres de bien, siempre reverenciables.

El Dr. Petit por méritos propios ocupó funciones


prominentes en la administración pública del
país. Fue Secretario de Obras Públicas en la
Municipalidad de la Capital donde se desempeñó
óptimamente de conformidad a su nunca
desmentida capacidad y solvencia moral y
ciudadana; fue Presidente del Directorio del
Crédito Agrícola de Habilitación y luego de otras
responsabilidades administrativas

La noche del 4 de mayo (21.00 hs.), se encontraba


en la Jefatura de Policía reunido con sus
colaboradores. El golpe de Estado contra el
Presidente Federico Cháves estaba en marcha. El

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Batallón 40, del Comandante Mario Ortega
(dependiente de la Policía), desplegó sus fuerzas
en la zona del microcentro capitalino y ocupó el
patio de la Policía con importante número de
efectivos y material de guerra. El sub-Jefe de
Policía, Comisario (S.R.) Ramón Caballero Zavala,
sale al patio advertido por la movilización y recibe
una ráfaga de metralla, dejándolo en el piso mal
herido; interviene Roberto Luis Petit, tratando de
salvar a su amigo y es alcanzado por una bala que
le afecta la arteria humeral, causándole una
hemorragia y posterior deceso. El supuesto autor
del disparo que alcanzó a Petit era de apellido
Norrone.

Roberto Luis Petit (31) fue un joven


extraordinario, gran líder de la Reforma Agraria y
político admirado en su país y en el extranjero
(sobre todo en Italia). Recordadas son sus
intervenciones sobre filosofía política, problema
de la tierra y cuestión social.

Osvaldo Cháves, filósofo y político, lo inmortalizó


en unos versos fúnebres: "Caballero sin tacha y

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sin miedo, Petit pasó por nuestros entreveros sin
salpicarse con el lodo del camino; atravesó
nuestro escenario político como una figura
romántica y gallarda; actuó en el ambiente de
nuestras pasiones turbulentas, de nuestros odios
y de nuestras ambiciones, sin dejarse dominar
por ellos, siempre con una sonrisa a flor de labios,
con el gesto sereno y el corazón tranquilo".

Aquel episodio de ingrata recordación fue el


último de la seguidilla de desencuentros que
durante un lapso de desentendimiento político
que sufrió la república durante el proceso del
trabajoso ordenamiento político acaecido en el
país. De allí en más, se aquietaron las cosas y la
patria se puso a transitar por el camino de la
cordura y la racionalidad hasta plasmarse,
definitivamente, el orden de paz, progreso y
relevamiento en todos los órdenes que prosigue
hasta el presente.

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De izq. a der. Dionisio González Torres, Roberto L. Petit y
Ezequiel González Alsina

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BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA.

Espejo para la Juventud Arsenio Basualdo

El libro de los héroes Juan E. O´Leary

Enciclopedia Republicana Leandro Prieto Yegros

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