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LA TOMA DE DECISIONES

Una vida plena implicar tomar decisiones, especialmente

elegir un proyecto de vida. Sin embargo, los constantes

conflictos personales, ya sean internos o externos, impiden

que la persona dedique tiempo y concentración a sus

proyectos y al logro de sus sueños.

Cuando existe un proyecto de vida el ser humano satisface

sus deseos de estímulos en la consecución de una meta, ya

sea tener una familia, desarrollar un plan de negocios,

escribir un libro u otras más. Para lograr sus fines consulta

información, dialoga con otros, sale de viaje tal vez, corre riesgos medidos, se divierte, etcétera. Una

manera negativa de obtener esos estímulos es generando problemas en su medio ambiente, como chismes,

peleas, conflictos con otros.

Sea cual sea tu ambiente social, tú puedes fijarte metas altas si tomas en cuenta a los grandes personajes

y te entusiasmas por lo que han hecho de sus vidas. A veces, la influencia del medio se traduce en

mensajes negativos explícitos que pueden afectar el nivel de tu ambición e incluso una ética sana. Son

mensajes que oyes por todas partes y que pueden acabar por influir en ti. Éstos pueden ser, por ejemplo:

 Sé realista. Nada se puede hacer para cambiar las cosas.

 Mientras vayamos sobreviviendo, está bien.

 Ahí la voy pasando.

 Para qué hacer las cosas, si luego nadie te lo agradece.

 Si todos ejercen actos de corrupción, ¿por qué uno no? La vida es de los “abusados”.

 Si no te aprovechas de los demás, ellos se aprovecharán de ti.

 Anda, deja lo que estás haciendo (algo importante) y vamos a divertirnos.

 ¡Qué flojera hacer esto!


Tomar decisiones exige valor y hacerlo es muy valioso.

Tomar decisiones es una actividad muy compleja que implica muchos factores, principalmente:

a. Conocimientos

b. Sabiduría y prudencia.

c. Voluntad y tenacidad.

d. Valentía y valores.

Es importante que detectemos por qué a veces no nos atrevemos a tomar decisiones; qué nos impide esa

libertad de decidir nuestro propio rumbo de vida. El paso número uno para tomar decisiones es querer

tomarlas; sin embargo, como lo han destacado los filósofos y psicólogos, como Erich Fromm: decidir

causa angustia y temor, debido a los siguientes factores:

 Cuando elijo algo, renuncio a otra cosa; eso hace más evidente cuando una decisión es crucial:

la elección de una pareja, de una carrera, de una forma de vida, tener hijos, y otras.

 Una decisión puede resultar errónea y entonces yo soy responsable de un fracaso.

 Decidir implicar pensar y decidir entre varios bienes cuya adquisición tiene ventajas y

desventajas; esto me produce cansancio y estrés.

 Mis decisiones pueden ir en una dirección que a la larga no deseo.

Por estos factores, mucha gente decide no decidir y engañarse a sí misma con el argumento de que no

es libre, de que su conducta se debe a eventos que no puede controlar o sobre los que no tenía opciones.

Fernando Savater, siguiendo a otros autores, señala existen malos criterios para actuar, o sea, como

factores negativos que afectan nuestras decisiones; estos son:

1. Quien actúa por capricho, obra según sus sentimientos inmediatos y sus

arrebatos buenos o malos. No tiene visión del futuro ni controles

racionales que moderen y orienten su conducta. Aunque esto los

conduce a problemas y conflictos frecuentemente graves, lo prefieren

a sentir el peso de su libertad.

2. Quienes actúan por obediencia irrestricta deciden según les dicten las autoridades

correspondientes: los padres, los maestros, los expertos, los jefes. Aunque obedecer es una

virtud que nos permite trabajar coordinadamente y con respecto, obedecer sin hacer juicios
sobre la conveniencia o no de los actos ordenados, puede llevar a una vida insípida o a cometer

delitos por incitación de otros.

3. Actuar únicamente porque todos los demás lo hacen tampoco resulta muy convincente: nos

ocultamos en lo social para no tomar decisiones; así, elegimos una carrera porque allí van los

amigos, porque es lo que recomienda el mercado; nos casamos y buscamos determinados bienes

porque todos lo hacen y todos buscan lo mismo. Quienes siguen ese camino no llegan a tener

identidad ni personalidad propia; es probable que se aparten de sus metas más preciadas por no

querer correr riesgos.

4. La imposición de roles. Los puestos que ejercemos crean estereotipos a veces muy malos que

luego nos cuesta trabajo romper: el estudiante informal e irresponsable, el maestro autoritario o

demasiado indulgente, el deportista ajeno a la cultura, el profesionista entregado que no se puede

divertir, la esposa abnegada. Cumplir con roles a veces absorbe gran parte de nuestra existencia

y limita nuestras posibilidades existenciales.

5. Casarnos con una idea. Cuando una persona queda deslumbrada por una idea, frecuentemente

no quiere oír opiniones contrarias; sólo se atiende aquella información que refuerza sus

creencias e ideas. A este fenómeno se le conoce como atención selectiva: oír lo que queremos

oír.

6. Las fantasías optimistas. Si bien ser pesimista nos impide tomar buenas decisiones, ser

exageradamente optimista también conduce al mismo resultado. Por ejemplo, más del 60% de los

matrimonios en la actualidad acaban en divorcios, pero las personas se siguen casando imaginando

lo bien que les irá en su unión: cariño, compañía, sexo, diversión, etcétera. Lo que suele ser poco

común es que también piensen en los problemas que tendrán que sortear.

7. Caer en procesos destructivos o éticamente inaceptables. Pequeñas decisiones nos llevan a

grandes decisiones. En la vida existen procesos que nos apartan de nuestras metas o de la ética

sana: algún tipo de trabajo, una actividad, una relación afectiva, en fin. Y así, sin darnos cuenta,

ya estamos en otro camino distinto al que en un principio queríamos seguir.

8. No considerar bienes intangibles. Frecuentemente sólo tomamos decisiones buscando bienes

tangibles: el auto, la casa, el dinero. Sin embargo, existen bienes que no son tan concretos pero

que son muy importantes: el amor y el afecto, la armonía espiritual, la salud física y mental, la

libertad y el disfrute de la naturaleza, entre otros.

9. No querer perder nunca. Una vez que le hemos invertido tiempo, recursos o dinero a algo ya no

queremos perderlo aunque haya que hacerlo. Algunas personas no se salen de su trabajo, aunque
sea malo, porque perderían su futura pensión y su antigüedad. En las relaciones humanas, algunas

personas llegan a casarse sólo porque ya le dedicaron mucho tiempo a una relación, o, a la inversa,

porque ya le hicieron a la pareja “perder el tiempo” haciéndola pensar que se iban a casar. Saber

perder bien para lograr mejores beneficios y a la vez a aprender de los fracasos son habilidades

necesarias para tomar decisiones.

Al leer lo anterior podemos pensar “yo no soy así”; sin embargo, la experiencia demuestra que con

frecuencia pueden ocurrir dos cosas:

o Puede ser que nuestras decisiones en algún ámbito se orienten por una de esas actitudes y otra

dimensión de nuestra vida por otra. Por ejemplo, alguien puede actuar por capricho en su vida

afectiva y por obediencia irrestricta en el trabajo; en lo demás podría actuar porque “todos lo

hacen”.

o También puede ser que nuestras decisiones estén contaminadas por esas actitudes, y que

aparezcan de pronto aquí y allá inoportunamente.

Tomar una decisión puede ser un proceso difícil si no se tiene la costumbre de hacerlo. Una vez que se

empieza a seguir este proceso, que implica el involucrarse en lo que a uno le sucede, a tener control

sobre su vida y a sentir satisfacción por ello, se va haciendo más fácil el tomar decisiones. Todos tenemos

el derecho de tomar nuestras propias decisiones: aprendamos cómo hacerlo y hagamos uso de ese

derecho!

REFERENCIA BILIOGRAFÍCA

Espindola, C. (2005) Análisis de problemas y toma de decisiones. 3ª ed. México: Pearson.

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