Habiendo revisado lo que es y lo que persiste la Etica
General, no será difícil entender – eso espero – lo que es y lo que persigue la Etica Médica.
Orígenes y desarrollo
De ordinario se piensa que la Etica Médica arranca
desde la época de Hipócrates, con su famoso Juramento. Puede aceptar se que haya sido así, si se habla de la cultura occidental. Pero si le damos un marco más ecuménico, debemos retroceder más en el tiempo y detenernos en la Mesopotamia del siglo dieciocho antes de Cristo, cuando reinaba el rey Hammurabi. Fue entonces cuando la sociedad, en este caso el Estado, dictó las primeras leyes de moral objetiva relacionadas con las medicina, estableciendo con ellas la responsabilidad jurídica del médico frente a su paciente. Es bueno señalar que se han encontrado tablillas de arcilla que recogen leyes promulgadas doscientos años antes de las dictadas por Hammurabi; algunas referentes también a la medicina, sin que esto le reste importancia al valor histórico que tiene el Código de aquél.
En dicho documento se regula la profesión médica en
una sección comprendida por ocho artículo, cuyo texto es el siguiente:
Si un médico ha tratado a un hombre libre de una
herida grave mediante la lanceta de bronce y el hombre cura; si ha abierto la nube de un hombre con la lanceta de bronce y ha curado el ojo del hombre, recibirá diez siclos de plata. Si se trata de un plebeyo, recibirá cinco siclos de plata. Si se trata del esclavo de un hombre libre, el dueño del esclavo dará al médico dos siclos de plata. Si un médico ha tratado a un hombre libre de una herida grave con la lanceta de bronce y ha hecho morir al hombre,(o) si ha abierto la nube del hombre con la lanceta de bronce y destruye el ojo del hombre, se le cortarán las manos. Si un médico ha tratado una herida grave al esclavo de un plebeyo con el punzón de bronce y lo ha matado, devolverá esclavo por esclavo. Si ha abierto la nube con la lanceta de bronce y ha destruido el ojo, pagará en plata la mitad del precio del esclavo. Si un médico ha curado el miembro roto de un hombre libre (o) hace revivir una víscera enferma, el paciente dará al médico cinco siclos de plata. Si es un plebeyo, dará tres siclos de plata. Como vemos, es este Código se legisla sobre los honorarios profesionales y sobre la responsabilidad civil del médico. No obstante que en aquellas calendas el médico era tenido como un sacerdote, su actuar profesional estaba vigilado y sancionado por el Estado.
La época en que se dice que vivió Hipócrates
corresponde a la misma en que vivió sócrates (siglos v y IV A. de C.). Ya vimos que éste es reconocido como uno de los padres de la filosofía y de la ética. A la vez, su contemporáneo Hipócrates es considerado uno de los padres de la medicina y de la ética médica. Debemos recordar que en aquel entonces en Grecia el ejercicio de la medicina estaba a cargo de individuos de diferente extracción social y cultural, la mayoría de ellos convertidos en médicos motu proprio, es decir eran autodidactos. En virtud de sus escasos conocimientos, estaban muy desprestigiados; la sociedad no les tenía confianza. En uno de los libros del Corpus Hippocraticum, en la Ley, encontramos descrita esta situación. Allí se lee : "El arte de la medicina es de todas las artes la más notable, pero, debido a la ignorancia de los que la practican y de los que a la ligera los juzgan, actualmente está relegada al último lugar. En mi opinión el error, en este caso, se debe fundamentalmente a la siguiente causa; que el arte de la medicina es el único que en las ciudades no tiene fijada una penalización, salvo el deshonor". Existía, sin embargo, un número, no se sabe que tan grande, de profesionales de la medicina asociados en sectas un tanto mistéricas, que sólo divulgaban sus conocimientos a aquellos que se iniciaban en esa especie de sacerdocio. Preocupados por la desconfianza de la comunidad hacia los que se ocupaban del arte de curar, decidieron redactar un documento a través del cual se comprometían, bajo la gravedad del juramento, a ejercer la profesión}, ceñidos a unos principios cuyo fin único era favorecer los intereses del paciente. De esa manera los mismos médicos se trazaron normas de moral, de obligado cumplimiento para quienes formarán parte de la secta, pero carentes de responsabilidad jurídica. En otros capítulos me he ocupado en detalle del Juramento Hipocrático, que , de paso, nadie ha podido demostrar que fuera escrito por Hipócrates.
Sin duda , la filosofía griega, que apenas comenzaba a
espigar, sirvió para apuntar el Juramento. Es que – como dice Laín Entralgo – los iniciadores de la filosofía helénica eran teólogos en tanto que fisiólogos y fisiólogos en tanto que teólogos. Los médicos hipocráticos, así mismo, estaban influidos por las corrientes filosóficas, en particular por la pitagórica. La naturaleza o physis, era para ellos algo divino; de ahí que la ética médica que destila el Juramento hay sido considerada como formalmente religiosa. El médico era un servidor o sacerdote de la naturaleza. Sólo más tarde, cuando se recibió el influjo de las corrientes estoicas, también de raigambre naturalista, el amor al hombre, la filantropía, sirvió de fundamento para que se le tuviera amor al arte. Así quedó registrado en los Preceptos "Si hay amor a la humanidad, también hay amor a la ciencia".
El Juramento, tal como pasó a la posteridad, encierra
valores morales intemporales: el respeto por la vida, no hacer daño nunca, beneficiar siempre, ser grato, ser reservado. Esos valores, ciertamente, giran alrededor del hombre. Siendo así, debe aceptarse que a partir de Hipócrates la medicina comienza a perder se carácter sagrado y, de hecho, a secularizarse. Las enfermedad, por lo tanto, no tienen origen sagrado y el médico se hace un técnico al preguntarse : ¿Qué son ellas? ¿Cómo debo tratarlas?. Llamó la atención acerca de algo muy importante: para los griegos el médico virtuoso no era el médico moral, sino el médico que sabía desempeñar bien su oficio, es decir, el que favorecía o al menos no hacía daño.
Más tarde, la religión judeo - cristiana reforzó la
orientación naturalista de la medicina griega. Exista un documento, escrito 200 años antes de Cristo e incluido en los Libros sagrados del Antiguio Testamento, que pone de presente esa aportación, sin duda ceñida al "orden natural". No se sabe si Jesús, su autor e hijo del profeta Sirácides, fuera médico. De todas maneras, la medicina y el médico le inspiraban admiración suma, pues el documento es una invitación a honrarlos. Luego de señalar que la medicina tiene carácter divino (teúrgica), advierte que el médico fue hecho por Dios para beneficio del enfermo, es decir, que es un intermediario suyo. Como la enfermedad es consecuencia del pecado, la curación se obtiene con la oración y el arrepentimiento. No obstante, de la naturaleza creó Dios los medicamentos, cuya virtud El les permitió a los médicos conocer. Al sentirse enfermo, el individuo no debe descuidarse, sino que debe apartarse del pecado, limpiar el corazón, dedicarse a la oración, hacer ofrendas y oblación. Sólo entonces será posible que obre el médico, quien, a su vez, debe rogar al Señor para que surtan efecto sus remedios.
Con la aparición de Jesús de Galilea y de sus doctrinas
humanitarias, la filantropía o amor al prójimo – sobre todo al prójimo minusválido, enfermo – se consolidó como fundamento moral del ejercicio de la medicina, dándole de nuevo características sacerdotales. No debe extrañar, pues, que la medicina quedara en manos de los clérigos durante muchos siglos. Con ellos nacieron los hospicios y los hospitales, y las iglesias y los monasterios se convirtieron en lugares de peregrinación para los enfermos. Recuérdese que tres famosos hospitales de los comienzos de la época medieval fueron construidos dentro del contexto "la cura del enfermo debe ser puesta por encima de cualquier otro deber", al decir de San Benito, reformador monástico. Esos nosocomios fueron: el Hotel – Dieu en Lyon (año 542),el Hotel – Dieu en París (año 651) y el Santo Spirito en Roma (año 717).
Esa medicina teologal, manejada desde la "Iglesia
Terapéuta", como llama Jacques Attai ala congregación compuesta por clérigos curadores, pierde vigencia cuando la enfermedad ya no es negociable con Dios. Se comienza a dudar de su poder cuando las epidemias diezman a las poblaciones, es decir, cuando no pueden detenerse con oraciones ni invocaciones, como ocurrió a lo largo del siglo X en Europa. Ya no se necesitan médicos de almas, sino médicos del cuerpo. Al entregar los sacerdotes a los laicos la responsabilidad de curar, la medicina se hace mundana. Así lo demuestran los sucecivos y frecuentes concilios, como el de reims en el siglo XII, que prohibió a los clérigos la práctica de la medicina con ánimo de lucro. En 1243, el papado estableció que en todas las órdenes religiosas, por estatutos, se prohibiera a sus miembros el estudio y ejercicio de la medicina. Al desaparecer de la escena la Iglesia terapeuta se consolida el concepto de que las enfermedades no son consecuencia del pecado sino de factores sociales y ambientales; por lo tanto ameritan un tratamiento político, con prescindencia de lo religioso. Entonces los hospitales pasan a manos del poder político central y son los reyes y los señores quienes se atribuyen la legitimidad divina para administrar los bienes y los cuerpos. Es demostración clara de la laicización de la medicina. Refiere Attali que San Luis, al salir de misa, a diario tocaba a los enfermos pronunciando estas palabra: "El rey te toca, Dios te cura", frase que hizo carrera durante varios siglos, trocando al rey por el médico.
La medicina para estas calendas (finales de la Edad
Media y principios del Renacimiento) se distancia del orden natural. La ciencia, en general, comienza a cuestionarlo y a revelar lo que antes era tenido como misterioso. En otras palabras, la razón los sustituye, convirtiéndose ésta en el nuevo orden moral. Bien entrado el siglo XVII, en la Edad Moderna, Descartes establece que la razón no es contemplativa sino plena de acción. "Al fin y a la postre – dice – dormidos o despiertos, no debemos dejarnos convencer nunca sino por la evidencia de nuestra razón"
A pesar de semejante vuelco, el dispensador de la
medicina, es decir, el médico, continuaba oficiando a la manera de los hipocráticos : con gran respeto por la vida humana, con el propósito firme de proporcionar beneficio, pero sobre todo con un exagerado instinto paternalista. El enfermo o paciente continuó siendo tratado como incapacitado mental, sometido al criterio de un déspota ilustrado: el médico. Razón asiste por eso a Gracia Guillén cuando afirma que el texto canónico del paternalismo médico fue el Juramento hipocrático.
Sustentadas en una profunda confianza en la razón
humana, nuevas corrientes del pensamiento, como el Idealismo y la Ilustración fueron imponiéndose. El orden establecido fue perdiendo adeptos, en tanto se fortalecía la causa cuya consigna preconizaba que sólo debía creerse en lo que pudiera ser confirmado por los sentidos. Sin duda, con la ilustración se derrumbó el dogmatismo medieval. El estudio de las ciencias era el camino para llegar a la sociedad perfecta. La autoridad el paternalismo de los soberanos, sustentados en el concepto de que éstos eran intermediarios divinos, se desmoronaron asimismo para darle paso al concepto del Estado con orientación secular. Algo como lo ocurrido en la joven Norteamérica (Filadelfia 1774 y Virginia 1776), pero en especial el espíritu y el cuerpo de la Revolución francesa tenían que ser el corolario de toda esa influencia ideológica. La promulgación de los Derechos del Hombre y del Ciudadano que hiciera la Asamblea Nacional Francesa en 1789, dio al individuo su verdadera condición de persona, vale decir, un sitio respetable dentro de la sociedad. "El objeto de la sociedad es el bien común", prescribía en su Artículo I. En el VI declaraba que "la libertad consiste en poder hacer todo los que no perjudica a los derechos de otro; tiene por principio la naturaleza, por regla la justicia y por salvaguardia la ley ; sus límites morales se contienen en esta máxima :No hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti". "La soberanía reside en el pueblo; es una indivisible, imprescriptible e inalienable", rezaba en el XXV. El individuo, entonces, políticamente pasó de la condición de inepto, de invitado de piedra, a la de ciudadano con capacidad decisoria. Igualdad, libertad y fraternidad constituían, sin duda, una nueva moral de proyección ecuménica. Con ella muere el despotismo y nace el pueblo soberano.
Promediando el siglo XIX, augusto Comte con su
Discurso sobre el espíritu positivo refuerza las tesis anteriores, proectándolas con mayor nitidez hacia lo social. Según él, todas las especulaciones reales, convencionalmente sistematizadas, harán posible la preponderancia universal de la mora, "puesto que el punto de vista social llegará a ser necesariamente el vínculo científico y el regulador lógico de todos los demás aspectos positivos". La felicidad privada – decía – será posible a través del bien público. Para Comte, la base necesaria de toda moral sana era el pensamiento social, desarrollado directamente a través del espíritu positivo. Igual papel desempeñó John Stuart Mill al dar a conocer, por la misma época sus obras El utilitarismo y Sobre la libertad. La moral utilitarista reconocía en los seres humanos la capacidad de sacrificar su propio mayor bien por el bien de los demás.
Ese espíritu positivo, amasado durante varios siglos,
sienta sus reales en el siglo XX, que es la centuria durante la cual la ciencia da muestra fehaciente de todas sus posibilidades. Lo pragmático, lo útil, es el signo del tiempo. Los derechos de la persona se ven insuficientes y es necesario ampliarlos. Por eso, en 1948, la organización de la Naciones Unidas promulga la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que les da carta de naturaleza a la autonomía de la persona, a su libertad de pensar y actuar, a su derecho a la vida privada, a su derecho a que la vida y la salud le sean tuteladas. Como se ha visto, en todos estos cambios de las costumbres, la injerencia de los filósofos ha sido definitiva. A ellos se debió el establecimiento de la ética naturalista y a ellos también se debe el predominio de la ética pragmática. El curso que siguió la especulación con las ideas pasó sucesivamente por los tres estados teóricos de que hablaba Comte: el teológico, el metafísico y el positivo. Esta evolución mental individual o colectiva, en la edad madura, en contraposición a los otros estados – el teológico y el metafísico – que eran anteriores. Al estado metafísico lo consideraba como una enfermedad crónica, ubicada entre la infancia y la virilidad, es decir, en la edad adolescente. Si aceptamos la tesis positivista de comte podemos explicarnos entonces cómo fue posible que se consolidara la idea de que el individuo, la persona, no podía seguir siendo tratado igual que un niño, ni siquiera como un adolescente, sino como un adulto, es decir, con plena capacidad mental.
Páginas atrás hice mención del aporte que a la ética en
genera, y en particular a la Etica Médica, hizo el filósofo inglés W. David Ross en 1930. Su teoría de los deberes prima facie, dentro de los cuales incluyó el de beneficencia y el de justicia, amplió el espectro de los principios éticos morales. Además, sostuvo que la moral no podía girar alrededor de un principio universa, sino que debía ajustarse a las circunstancias, siendo responsabilidad del individuo decidirse por aquel que a su juicio tuviera en un momento dado mayor validez.
Es indudable que las grandes catástrofes que la
humanidad ha padecido han servido para que se reflexione acerca de los valores morales. Por ejemplo, la tremenda explosión atómica de Hiroshima y Nagasaki, que acortó la duración de la Segunda Guerra Mundial a expensas de una horrible hecatombe, dio pábulo para cuestionar éticamente a la ciencia, que hasta entonces se había considerado neutra en ese aspecto. Pero ante semejante tragedia, producto claro de las conquistas científicas, quedó al descubierto que éstas, así como habían traído beneficios a la humanidad, también podían conducir a su destrucción. Lógico que al ponerse la ciencia en entredicho, hija legítima de corrientes del pensamiento moderno - , se volviera a pensar en el Naturalismo y en el Humanismo. El afán de progreso, la ciencia amenazaba destruir al hombre y ala naturaleza, y para neutralizar tan evidente peligro era necesario que se interpusiera una buena dosis de conciencia. Un médico, el doctor Van Rensselaer Potter, propuso en los Estados Unidos de Norteamérica, en 1971, crear una nueva disciplina ética, que sirviera de puente entre la ciencia y la conciencia. A esa disciplina le dio el nombre de Bioética, de la cual me ocupo con mayor atención en otro capítulo, pues su influjo en el desarrollo de la Etica Médica ha sido evidente, quizás demasiado grande.
Simultáneamente con la propuesta de Potter surgía
otra también en los Estados Unidos de Norteamérica, con igual o mayor incidencia sobre el desarrollo de la Etica Médica. Me refiero a la declaración de la National Welfare Rghts Organization, emitida en junio de 1970 y contentiva de 26 propuestas relacionadas con los derechos del paciente, inquietud ésta que dio origen a un amplio movimiento a favor de los derechos del paciente. Algunas de esas propuestas fueron aceptadas por la Comisión conjunta para la Acreditación de Hospitales y además incluidas en el Manual de Acreditación en ese mismo año de 1970. La asociación Americana de Hospitales comenzó entonces a debatir el tema de los derechos del paciente y en 1972 adoptó un proyecto acerca de los mismos. En junio de 1973, un a comisión del Departamento de Salud y Bienestar de los Estados Unidos recomendó que se distribuyera tal documento y se facilitara su adopción. En esa declaración se otorga al paciente el derecho de obtener de su médico una completa información sobre su estado de salud, pronóstico y tratamiento para poder dar su consentimiento antes de iniciar cualquier procedimiento terapéutico.
En 1980 el Congreso de los Estados Unidos designó una
Comisión Presidencial, para que continuara el trabajo que en 1978 había adelantado la Comisión Nacional para la Protección de los Sujetos Humanos en la Investigación Biomédica. Esa Comisión Presidencial rindió un informe (Informe Belmont) en el cual dejó establecido que la autodeterminación (autonomía) y el bienestar (beneficiencia) de la persona eran los principios éticos que debían regir la actuación del médico y de todos aquellos profesionales que se ocuparan de la atención y la investigación de los sujetos humanos. A partir de entonces quedaron claramente identificados los principios morales sobre los cuales sustentar la Etica Médica: autonomía, beneficencia – no maleficencia y justicia. El primero inherente al paciente, el segundo al médico y el tercero a la sociedad y el Estado. Por su gran importancia, más adelante me ocuparé de analizarlos con algún detenimiento.
Definición de Etica Médica
Conociendo ya lo que se entiende por ética y moral,
como también por valores y principios, será más fácil comprender lo que es y representa la Etica Médica.
La Etica Médica es una disciplina que se ocupa del
estudio de los actos médicos desde el punto de vista moral y que los califica como buenos o malos, a condición de que ellos sean voluntarios, conscientes. Al decir "actos médicos", hacerse referencia a los que adelanta el profesional de la medicina en el desempeño de su profesión frente al paciente (Etica Médica Individual) y a la sociedad (Etica Médica Social). Los actos que lleve a cabo en función de su vida privada, no profesional, caerán en el campo de la Etica General, la misma que permite juzgar los actos de cualquier persona.
El "acto médico", en mi concepto, no tiene que ver sólo
con lo relativo al paciente, y a un paciente dado. El médico actúa en función profesional también en actividades distintas a las clínicas y a las quirúrgicas, como son las atinentes a la salud pública, al laboratorio clínico, a la patología, a la medicina legal, a la investigación biológica, etc. Precisamente, uno de los defectos que tuvo la ética tradicional, la hipocrática, fue que en el juzgamiento moral del médico redujo su campo de acción a lo que hiciera al lado del lecho del enfermo o en el quirófano. La medicina a distancia – la telemedicina - , como es la que se ejerce desde un escritorio o desde un laboratorio, quedaba excluida. Hoy, vale reconocerlo, el médico no sólo tiene compromiso con su paciente, sino también con la sociedad toda. Por su puesto que tal compromiso va más allá de la ética individualista, como la que preconarizara Kant. De ahí que J.F. Drane sostenga que el pecado capital de kant fue ignorar que los seres humanos están estrechamente interrelacionados y que la acción humana se realiza en el interior de una comunidad. Lo que una persona hace – añade -, tiene antecedentes sociales e inevitablemente tendrá efectos sociales. Fácil entender entonces por qué el principio ético de beneficencia, de carácter individualista, hubo de ser complementado con el principio de justicia, de alcance social. El sistema ético médico
La ética teórica para mejor entenderla y aplicarla, debe
concebirse como una disciplina estructurada, sistematizada. En otras palabras, es necesario que, a la manera de un edificio, posea cimientos, muros y acabados. Atrás vimos que la ética se construye con valores morales, principios y normas. Los filósofos y moralistas, que han sido desde Sócrates los constructores del edificio ético, han procurado escoger los materiales (el terreno, que es el hombre, ha existido siempre)de la mejor calidad resistentes al paso del tiempo y a la presiones de las costumbres. Adviértase que el símil que estoy utilizando hace referencia a la ética como disciplina. Del actuar ético cada quien es su arquitecto, su propio responsable. Como las decisiones éticas no son productos de pálpito o inspiración divina, el médico en el desempeño de su delicada función debe poseer cualidades y llenar algunos requisitos que le permitan aceptar en la escogencia. Uno de esos requisitos es el conocimiento del sistema ético médico, es decir, la estructura sobre la cual debe modelar su actuar.
Valores
"Valor – dice el Diccionario de la real Academia – es la
cualidad que poseen algunas realidades, llamadas bienes, por lo cual son estimables". Páginas atrás hice mención del concepto que de "valor moral" han tenido algunas corrientes filosóficas, como también de las características que debe poseer una cualidad dada para que sea aceptada como valor. Sin desconocer que muchos son los valores morales que deben incidir en el actuar correcto de los médicos, y aceptando que la Etica Médica es una ética práctica, considero que aceptar la vida humana como principal valor ético, seguido de la salud, no es una propuesta carente de lógica. Analicemos por qué.
La ética es una disciplina antropocéntrica, al igual que
la medicina. Aquella se ocupa de analizar los actos de los hombres con miras a calificarlos como buenos o malos, en tanto que ésta se ocupa de cuidar la salud, con miras a conservar la vida dentro de la mejor calidad posible. El hombre siempre ha sido considerado como el Bien Mayor de la Naturaleza y, por lo tanto, sirve de vehículo a valores, entre los cuales la vida y la salud son los más valiosos en la escala jerárquica. Además, ambas poseen polaridad, es decir, poseen sus contrarios o antivalores, que son la muerte y la enfermedad. Se acepta que los valores, para ser considerados como tales, requieren tener una existencia virtual, requisito que llenan la vida y la salud, pues ellas no existen por sí mismas sino que están sostenida en un ser real, en algo corpora, que es el cuerpo humano. Ausente éste, tampoco existirían la vida y la salud.
Analizadas desde el punto de vista naturalista, tanto la
vida como la salud podrían quedar clasificadas como valores biológicos, vitales. Puede objetarse a mi pretensión que ellas tienen más de bienes que de valores, consideradas con purismo axiológico.
Decía Descartes que la salud es sin duda el primer bien
y fundamento de todos los demás bienes de esta vida. Sin embargo, aceptando que salud y vida son casas buenas dado que sólo con ellas el hombre puede llegar a realizarse y a trascender, y siendo lo bueno un valor moral, parece lógico que ellas lo sean. "¿Qué sentido tendría la existencia de valores que escaparan a toda posibilidad de ser apreciados por el hombre?". Esta frase de Risiere Frondizi acude en apoyo de mi tesis.
En su libro Costo y valor de la vida humana, el
francés Alfred sauvy denunciaba los criterios que se han tenido para juzgar la vida cuando se la considera apenas como un bien utilitario. Vale según se la tase a la luz de intereses económicos, raciales, sociales, religiosos, políticos y de conveniencia personal. Tal enfoque pragmático de la vida se advierte también en relación con la salud. Esta preocupa más cuanto más importante y adinerado sea el individuo; en cambio, la falta de salud en el pobre es un asunto de poca monta. Sin duda, ese enfoque deshumanizado de la viuda y la salud como bienes materiales exclusivamente, no le hace bien a la medicina. Es cierto que son bienes para quienes las poseen, pero deben ser valores – y valores éticos – para los demás, en particular para quienes estamos comprometidos a preservarlas y mejorarlas.
En capítulo posterior, en el que trato el asunto de la
ética en la formación del personal sanitario, me ocupo con detenimiento de la conveniencia de aceptar como valores morales la vida y la salud. Allí digo algo que transcribo ahora, por considerarlo trascendente para la propuesta que estoy haciendo. "No obstante que la medicina sea considerada una ciencia natural, en el fondo tiene mucho de ciencia moral, espiritual, pues lo que busca es propiciar el bien del hombre; vale decir, es humanitaria. Tal concepto, en el de la medicina como disciplina espiritual, hay que imbuirlo a quienes se inician en ella; enseñarles que vida y salud son valores morales, a riesgo de que pueda interpretarse como un intento por establecer una tabla de valores de corte nietzscheano. Recordemos que el atormentado filósofo prusiano propuso que la vida tenida como el valor supremo, al cual deberían someterse los demás valores. Aceptadas la vida y la salud como valores éticos, estaríamos obligados todos los profesionales de la salud a reconocerlas como tales, pues tendrían fuerza impositiva, serían un imperativo moral al ocupar los primeros lugares en la escala axiológica que nos debe servir de guía".
Continuando la tarea de elaborar una tabla de valores
que sirviera de fundamento al sistema de la Etica Médica, me atrevería a colocar en tercer lugar la felicidad, que es lo que puede experimentar una persona cuidando tiene vida con salud. Es cierto que se trata de una propuesta de sabor eudemonista, pues apareja tener que aceptar la felicidad como un sumo bien. No obstante que la ética eudemonista es una ética de bienes y fines vale decir que es materialista, ha de aceptarse que la felicidad es un bien que puede alcanzarse a través de la medicina. Con esto la medicina no se demerita sino se engrandece. Shopenhauer señala que un cerebro poderoso, un humor alegre, un cuerpo bien organizado y en perfecta salud, o, de una manera general, el mens sana in corpore sano, son los bienes supremos, lo más importantes para alcanzar la felicidad. Y la felicidad, así lo creía Kant, es aquello sin lo cual toda la empresa de la moralidad casi no tendría sentido.