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ETICA MEDICA

Habiendo revisado lo que es y lo que persiste la Etica


General, no será difícil entender – eso espero – lo que
es y lo que persigue la Etica Médica.

Orígenes y desarrollo

De ordinario se piensa que la Etica Médica arranca


desde la época de Hipócrates, con su famoso
Juramento. Puede aceptar se que haya sido así, si se
habla de la cultura occidental. Pero si le damos un
marco más ecuménico, debemos retroceder más en el
tiempo y detenernos en la Mesopotamia del siglo
dieciocho antes de Cristo, cuando reinaba el rey
Hammurabi. Fue entonces cuando la sociedad, en este
caso el Estado, dictó las primeras leyes de moral
objetiva relacionadas con las medicina, estableciendo
con ellas la responsabilidad jurídica del médico frente a
su paciente. Es bueno señalar que se han encontrado
tablillas de arcilla que recogen leyes promulgadas
doscientos años antes de las dictadas por Hammurabi;
algunas referentes también a la medicina, sin que esto
le reste importancia al valor histórico que tiene el
Código de aquél.

En dicho documento se regula la profesión médica en


una sección comprendida por ocho artículo, cuyo texto
es el siguiente:

Si un médico ha tratado a un hombre libre de una


herida grave mediante la lanceta de bronce y el
hombre cura; si ha abierto la nube de un hombre
con la lanceta de bronce y ha curado el ojo del
hombre, recibirá diez siclos de plata.
Si se trata de un plebeyo, recibirá cinco siclos de plata.
Si se trata del esclavo de un hombre libre, el dueño del
esclavo dará al médico dos siclos de plata.
Si un médico ha tratado a un hombre libre de una
herida grave con la lanceta de bronce y ha hecho
morir al hombre,(o) si ha abierto la nube del
hombre con la lanceta de bronce y destruye el ojo
del hombre, se le cortarán las manos.
Si un médico ha tratado una herida grave al esclavo de
un plebeyo con el punzón de bronce y lo ha
matado, devolverá esclavo por esclavo.
Si ha abierto la nube con la lanceta de bronce y ha
destruido el ojo, pagará en plata la mitad del
precio del esclavo.
Si un médico ha curado el miembro roto de un hombre
libre (o) hace revivir una víscera enferma, el
paciente dará al médico cinco siclos de plata.
Si es un plebeyo, dará tres siclos de plata.
Como vemos, es este Código se legisla sobre los
honorarios profesionales y sobre la responsabilidad civil
del médico. No obstante que en aquellas calendas el
médico era tenido como un sacerdote, su actuar
profesional estaba vigilado y sancionado por el Estado.

La época en que se dice que vivió Hipócrates


corresponde a la misma en que vivió sócrates (siglos v
y IV A. de C.). Ya vimos que éste es reconocido como
uno de los padres de la filosofía y de la ética. A la vez,
su contemporáneo Hipócrates es considerado uno de
los padres de la medicina y de la ética médica.
Debemos recordar que en aquel entonces en Grecia el
ejercicio de la medicina estaba a cargo de individuos de
diferente extracción social y cultural, la mayoría de
ellos convertidos en médicos motu proprio, es decir
eran autodidactos. En virtud de sus escasos
conocimientos, estaban muy desprestigiados; la
sociedad no les tenía confianza. En uno de los libros del
Corpus Hippocraticum, en la Ley, encontramos
descrita esta situación. Allí se lee : "El arte de la
medicina es de todas las artes la más notable, pero,
debido a la ignorancia de los que la practican y de los
que a la ligera los juzgan, actualmente está relegada al
último lugar. En mi opinión el error, en este caso, se
debe fundamentalmente a la siguiente causa; que el
arte de la medicina es el único que en las ciudades no
tiene fijada una penalización, salvo el deshonor".
Existía, sin embargo, un número, no se sabe que tan
grande, de profesionales de la medicina asociados en
sectas un tanto mistéricas, que sólo divulgaban sus
conocimientos a aquellos que se iniciaban en esa
especie de sacerdocio. Preocupados por la
desconfianza de la comunidad hacia los que se
ocupaban del arte de curar, decidieron redactar un
documento a través del cual se comprometían, bajo la
gravedad del juramento, a ejercer la profesión},
ceñidos a unos principios cuyo fin único era favorecer
los intereses del paciente. De esa manera los mismos
médicos se trazaron normas de moral, de obligado
cumplimiento para quienes formarán parte de la secta,
pero carentes de responsabilidad jurídica. En otros
capítulos me he ocupado en detalle del Juramento
Hipocrático, que , de paso, nadie ha podido demostrar
que fuera escrito por Hipócrates.

Sin duda , la filosofía griega, que apenas comenzaba a


espigar, sirvió para apuntar el Juramento. Es que –
como dice Laín Entralgo – los iniciadores de la filosofía
helénica eran teólogos en tanto que fisiólogos y
fisiólogos en tanto que teólogos. Los médicos
hipocráticos, así mismo, estaban influidos por las
corrientes filosóficas, en particular por la pitagórica. La
naturaleza o physis, era para ellos algo divino; de ahí
que la ética médica que destila el Juramento hay sido
considerada como formalmente religiosa. El médico era
un servidor o sacerdote de la naturaleza. Sólo más
tarde, cuando se recibió el influjo de las corrientes
estoicas, también de raigambre naturalista, el amor al
hombre, la filantropía, sirvió de fundamento para que
se le tuviera amor al arte. Así quedó registrado en los
Preceptos "Si hay amor a la humanidad, también hay
amor a la ciencia".

El Juramento, tal como pasó a la posteridad, encierra


valores morales intemporales: el respeto por la vida, no
hacer daño nunca, beneficiar siempre, ser grato, ser
reservado. Esos valores, ciertamente, giran alrededor
del hombre. Siendo así, debe aceptarse que a partir de
Hipócrates la medicina comienza a perder se carácter
sagrado y, de hecho, a secularizarse. Las enfermedad,
por lo tanto, no tienen origen sagrado y el médico se
hace un técnico al preguntarse : ¿Qué son ellas? ¿Cómo
debo tratarlas?. Llamó la atención acerca de algo muy
importante: para los griegos el médico virtuoso no era
el médico moral, sino el médico que sabía desempeñar
bien su oficio, es decir, el que favorecía o al menos no
hacía daño.

Más tarde, la religión judeo - cristiana reforzó la


orientación naturalista de la medicina griega. Exista un
documento, escrito 200 años antes de Cristo e incluido
en los Libros sagrados del Antiguio Testamento, que
pone de presente esa aportación, sin duda ceñida al
"orden natural". No se sabe si Jesús, su autor e hijo del
profeta Sirácides, fuera médico. De todas maneras, la
medicina y el médico le inspiraban admiración suma,
pues el documento es una invitación a honrarlos. Luego
de señalar que la medicina tiene carácter divino
(teúrgica), advierte que el médico fue hecho por Dios
para beneficio del enfermo, es decir, que es un
intermediario suyo. Como la enfermedad es
consecuencia del pecado, la curación se obtiene con la
oración y el arrepentimiento. No obstante, de la
naturaleza creó Dios los medicamentos, cuya virtud El
les permitió a los médicos conocer. Al sentirse enfermo,
el individuo no debe descuidarse, sino que debe
apartarse del pecado, limpiar el corazón, dedicarse a la
oración, hacer ofrendas y oblación. Sólo entonces será
posible que obre el médico, quien, a su vez, debe rogar
al Señor para que surtan efecto sus remedios.

Con la aparición de Jesús de Galilea y de sus doctrinas


humanitarias, la filantropía o amor al prójimo – sobre
todo al prójimo minusválido, enfermo – se consolidó
como fundamento moral del ejercicio de la medicina,
dándole de nuevo características sacerdotales. No debe
extrañar, pues, que la medicina quedara en manos de
los clérigos durante muchos siglos. Con ellos nacieron
los hospicios y los hospitales, y las iglesias y los
monasterios se convirtieron en lugares de
peregrinación para los enfermos. Recuérdese que tres
famosos hospitales de los comienzos de la época
medieval fueron construidos dentro del contexto "la
cura del enfermo debe ser puesta por encima de
cualquier otro deber", al decir de San Benito,
reformador monástico. Esos nosocomios fueron: el
Hotel – Dieu en Lyon (año 542),el Hotel – Dieu en París
(año 651) y el Santo Spirito en Roma (año 717).

Esa medicina teologal, manejada desde la "Iglesia


Terapéuta", como llama Jacques Attai ala congregación
compuesta por clérigos curadores, pierde vigencia
cuando la enfermedad ya no es negociable con Dios. Se
comienza a dudar de su poder cuando las epidemias
diezman a las poblaciones, es decir, cuando no pueden
detenerse con oraciones ni invocaciones, como ocurrió
a lo largo del siglo X en Europa. Ya no se necesitan
médicos de almas, sino médicos del cuerpo. Al entregar
los sacerdotes a los laicos la responsabilidad de curar,
la medicina se hace mundana. Así lo demuestran los
sucecivos y frecuentes concilios, como el de reims en el
siglo XII, que prohibió a los clérigos la práctica de la
medicina con ánimo de lucro. En 1243, el papado
estableció que en todas las órdenes religiosas, por
estatutos, se prohibiera a sus miembros el estudio y
ejercicio de la medicina. Al desaparecer de la escena la
Iglesia terapeuta se consolida el concepto de que las
enfermedades no son consecuencia del pecado sino de
factores sociales y ambientales; por lo tanto ameritan
un tratamiento político, con prescindencia de lo
religioso. Entonces los hospitales pasan a manos del
poder político central y son los reyes y los señores
quienes se atribuyen la legitimidad divina para
administrar los bienes y los cuerpos. Es demostración
clara de la laicización de la medicina. Refiere Attali que
San Luis, al salir de misa, a diario tocaba a los
enfermos pronunciando estas palabra: "El rey te toca,
Dios te cura", frase que hizo carrera durante varios
siglos, trocando al rey por el médico.

La medicina para estas calendas (finales de la Edad


Media y principios del Renacimiento) se distancia del
orden natural. La ciencia, en general, comienza a
cuestionarlo y a revelar lo que antes era tenido como
misterioso. En otras palabras, la razón los sustituye,
convirtiéndose ésta en el nuevo orden moral. Bien
entrado el siglo XVII, en la Edad Moderna, Descartes
establece que la razón no es contemplativa sino plena
de acción. "Al fin y a la postre – dice – dormidos o
despiertos, no debemos dejarnos convencer nunca sino
por la evidencia de nuestra razón"

A pesar de semejante vuelco, el dispensador de la


medicina, es decir, el médico, continuaba oficiando a la
manera de los hipocráticos : con gran respeto por la
vida humana, con el propósito firme de proporcionar
beneficio, pero sobre todo con un exagerado instinto
paternalista. El enfermo o paciente continuó siendo
tratado como incapacitado mental, sometido al criterio
de un déspota ilustrado: el médico. Razón asiste por
eso a Gracia Guillén cuando afirma que el texto
canónico del paternalismo médico fue el Juramento
hipocrático.

Sustentadas en una profunda confianza en la razón


humana, nuevas corrientes del pensamiento, como el
Idealismo y la Ilustración fueron imponiéndose. El orden
establecido fue perdiendo adeptos, en tanto se
fortalecía la causa cuya consigna preconizaba que sólo
debía creerse en lo que pudiera ser confirmado por los
sentidos. Sin duda, con la ilustración se derrumbó el
dogmatismo medieval. El estudio de las ciencias era el
camino para llegar a la sociedad perfecta. La autoridad
el paternalismo de los soberanos, sustentados en el
concepto de que éstos eran intermediarios divinos, se
desmoronaron asimismo para darle paso al concepto
del Estado con orientación secular. Algo como lo
ocurrido en la joven Norteamérica (Filadelfia 1774 y
Virginia 1776), pero en especial el espíritu y el cuerpo
de la Revolución francesa tenían que ser el corolario de
toda esa influencia ideológica. La promulgación de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano que hiciera la
Asamblea Nacional Francesa en 1789, dio al individuo
su verdadera condición de persona, vale decir, un sitio
respetable dentro de la sociedad. "El objeto de la
sociedad es el bien común", prescribía en su Artículo I.
En el VI declaraba que "la libertad consiste en poder
hacer todo los que no perjudica a los derechos de otro;
tiene por principio la naturaleza, por regla la justicia y
por salvaguardia la ley ; sus límites morales se
contienen en esta máxima :No hagas a otro lo que
no quieres que te hagan a ti". "La soberanía reside
en el pueblo; es una indivisible, imprescriptible e
inalienable", rezaba en el XXV. El individuo, entonces,
políticamente pasó de la condición de inepto, de
invitado de piedra, a la de ciudadano con capacidad
decisoria. Igualdad, libertad y fraternidad constituían,
sin duda, una nueva moral de proyección ecuménica.
Con ella muere el despotismo y nace el pueblo
soberano.

Promediando el siglo XIX, augusto Comte con su


Discurso sobre el espíritu positivo refuerza las tesis
anteriores, proectándolas con mayor nitidez hacia lo
social. Según él, todas las especulaciones reales,
convencionalmente sistematizadas, harán posible la
preponderancia universal de la mora, "puesto que el
punto de vista social llegará a ser necesariamente el
vínculo científico y el regulador lógico de todos los
demás aspectos positivos". La felicidad privada – decía
– será posible a través del bien público. Para Comte, la
base necesaria de toda moral sana era el pensamiento
social, desarrollado directamente a través del espíritu
positivo. Igual papel desempeñó John Stuart Mill al dar
a conocer, por la misma época sus obras El
utilitarismo y Sobre la libertad. La moral utilitarista
reconocía en los seres humanos la capacidad de
sacrificar su propio mayor bien por el bien de los
demás.

Ese espíritu positivo, amasado durante varios siglos,


sienta sus reales en el siglo XX, que es la centuria
durante la cual la ciencia da muestra fehaciente de
todas sus posibilidades. Lo pragmático, lo útil, es el
signo del tiempo. Los derechos de la persona se ven
insuficientes y es necesario ampliarlos. Por eso, en
1948, la organización de la Naciones Unidas promulga
la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que
les da carta de naturaleza a la autonomía de la
persona, a su libertad de pensar y actuar, a su derecho
a la vida privada, a su derecho a que la vida y la salud
le sean tuteladas.
Como se ha visto, en todos estos cambios de las
costumbres, la injerencia de los filósofos ha sido
definitiva. A ellos se debió el establecimiento de la
ética naturalista y a ellos también se debe el
predominio de la ética pragmática. El curso que siguió
la especulación con las ideas pasó sucesivamente por
los tres estados teóricos de que hablaba Comte: el
teológico, el metafísico y el positivo. Esta evolución
mental individual o colectiva, en la edad madura, en
contraposición a los otros estados – el teológico y el
metafísico – que eran anteriores. Al estado metafísico
lo consideraba como una enfermedad crónica, ubicada
entre la infancia y la virilidad, es decir, en la edad
adolescente. Si aceptamos la tesis positivista de comte
podemos explicarnos entonces cómo fue posible que se
consolidara la idea de que el individuo, la persona, no
podía seguir siendo tratado igual que un niño, ni
siquiera como un adolescente, sino como un adulto, es
decir, con plena capacidad mental.

Páginas atrás hice mención del aporte que a la ética en


genera, y en particular a la Etica Médica, hizo el filósofo
inglés W. David Ross en 1930. Su teoría de los deberes
prima facie, dentro de los cuales incluyó el de
beneficencia y el de justicia, amplió el espectro de los
principios éticos morales. Además, sostuvo que la
moral no podía girar alrededor de un principio universa,
sino que debía ajustarse a las circunstancias, siendo
responsabilidad del individuo decidirse por aquel que a
su juicio tuviera en un momento dado mayor validez.

Es indudable que las grandes catástrofes que la


humanidad ha padecido han servido para que se
reflexione acerca de los valores morales. Por ejemplo,
la tremenda explosión atómica de Hiroshima y
Nagasaki, que acortó la duración de la Segunda Guerra
Mundial a expensas de una horrible hecatombe, dio
pábulo para cuestionar éticamente a la ciencia, que
hasta entonces se había considerado neutra en ese
aspecto. Pero ante semejante tragedia, producto claro
de las conquistas científicas, quedó al descubierto que
éstas, así como habían traído beneficios a la
humanidad, también podían conducir a su destrucción.
Lógico que al ponerse la ciencia en entredicho, hija
legítima de corrientes del pensamiento moderno - , se
volviera a pensar en el Naturalismo y en el Humanismo.
El afán de progreso, la ciencia amenazaba destruir al
hombre y ala naturaleza, y para neutralizar tan
evidente peligro era necesario que se interpusiera una
buena dosis de conciencia. Un médico, el doctor Van
Rensselaer Potter, propuso en los Estados Unidos de
Norteamérica, en 1971, crear una nueva disciplina
ética, que sirviera de puente entre la ciencia y la
conciencia. A esa disciplina le dio el nombre de
Bioética, de la cual me ocupo con mayor atención en
otro capítulo, pues su influjo en el desarrollo de la Etica
Médica ha sido evidente, quizás demasiado grande.

Simultáneamente con la propuesta de Potter surgía


otra también en los Estados Unidos de Norteamérica,
con igual o mayor incidencia sobre el desarrollo de la
Etica Médica. Me refiero a la declaración de la National
Welfare Rghts Organization, emitida en junio de
1970 y contentiva de 26 propuestas relacionadas con
los derechos del paciente, inquietud ésta que dio
origen a un amplio movimiento a favor de los derechos
del paciente. Algunas de esas propuestas fueron
aceptadas por la Comisión conjunta para la
Acreditación de Hospitales y además incluidas en el
Manual de Acreditación en ese mismo año de 1970. La
asociación Americana de Hospitales comenzó entonces
a debatir el tema de los derechos del paciente y en
1972 adoptó un proyecto acerca de los mismos. En
junio de 1973, un a comisión del Departamento de
Salud y Bienestar de los Estados Unidos recomendó
que se distribuyera tal documento y se facilitara su
adopción. En esa declaración se otorga al paciente el
derecho de obtener de su médico una completa
información sobre su estado de salud, pronóstico y
tratamiento para poder dar su consentimiento antes de
iniciar cualquier procedimiento terapéutico.

En 1980 el Congreso de los Estados Unidos designó una


Comisión Presidencial, para que continuara el trabajo
que en 1978 había adelantado la Comisión Nacional
para la Protección de los Sujetos Humanos en la
Investigación Biomédica. Esa Comisión Presidencial
rindió un informe (Informe Belmont) en el cual dejó
establecido que la autodeterminación (autonomía) y el
bienestar (beneficiencia) de la persona eran los
principios éticos que debían regir la actuación del
médico y de todos aquellos profesionales que se
ocuparan de la atención y la investigación de los
sujetos humanos. A partir de entonces quedaron
claramente identificados los principios morales sobre
los cuales sustentar la Etica Médica: autonomía,
beneficencia – no maleficencia y justicia. El primero
inherente al paciente, el segundo al médico y el tercero
a la sociedad y el Estado. Por su gran importancia, más
adelante me ocuparé de analizarlos con algún
detenimiento.

Definición de Etica Médica

Conociendo ya lo que se entiende por ética y moral,


como también por valores y principios, será más fácil
comprender lo que es y representa la Etica Médica.

La Etica Médica es una disciplina que se ocupa del


estudio de los actos médicos desde el punto de vista
moral y que los califica como buenos o malos, a
condición de que ellos sean voluntarios, conscientes. Al
decir "actos médicos", hacerse referencia a los que
adelanta el profesional de la medicina en el desempeño
de su profesión frente al paciente (Etica Médica
Individual) y a la sociedad (Etica Médica Social). Los
actos que lleve a cabo en función de su vida privada,
no profesional, caerán en el campo de la Etica General,
la misma que permite juzgar los actos de cualquier
persona.

El "acto médico", en mi concepto, no tiene que ver sólo


con lo relativo al paciente, y a un paciente dado. El
médico actúa en función profesional también en
actividades distintas a las clínicas y a las quirúrgicas,
como son las atinentes a la salud pública, al laboratorio
clínico, a la patología, a la medicina legal, a la
investigación biológica, etc. Precisamente, uno de los
defectos que tuvo la ética tradicional, la hipocrática,
fue que en el juzgamiento moral del médico redujo su
campo de acción a lo que hiciera al lado del lecho del
enfermo o en el quirófano. La medicina a distancia – la
telemedicina - , como es la que se ejerce desde un
escritorio o desde un laboratorio, quedaba excluida.
Hoy, vale reconocerlo, el médico no sólo tiene
compromiso con su paciente, sino también con la
sociedad toda. Por su puesto que tal compromiso va
más allá de la ética individualista, como la que
preconarizara Kant. De ahí que J.F. Drane sostenga que
el pecado capital de kant fue ignorar que los seres
humanos están estrechamente interrelacionados y que
la acción humana se realiza en el interior de una
comunidad. Lo que una persona hace – añade -, tiene
antecedentes sociales e inevitablemente tendrá efectos
sociales. Fácil entender entonces por qué el principio
ético de beneficencia, de carácter individualista, hubo
de ser complementado con el principio de justicia, de
alcance social.
El sistema ético médico

La ética teórica para mejor entenderla y aplicarla, debe


concebirse como una disciplina estructurada,
sistematizada. En otras palabras, es necesario que, a la
manera de un edificio, posea cimientos, muros y
acabados. Atrás vimos que la ética se construye con
valores morales, principios y normas. Los filósofos y
moralistas, que han sido desde Sócrates los
constructores del edificio ético, han procurado escoger
los materiales (el terreno, que es el hombre, ha existido
siempre)de la mejor calidad resistentes al paso del
tiempo y a la presiones de las costumbres. Adviértase
que el símil que estoy utilizando hace referencia a la
ética como disciplina. Del actuar ético cada quien es su
arquitecto, su propio responsable. Como las decisiones
éticas no son productos de pálpito o inspiración divina,
el médico en el desempeño de su delicada función
debe poseer cualidades y llenar algunos requisitos que
le permitan aceptar en la escogencia. Uno de esos
requisitos es el conocimiento del sistema ético médico,
es decir, la estructura sobre la cual debe modelar su
actuar.

Valores

"Valor – dice el Diccionario de la real Academia – es la


cualidad que poseen algunas realidades, llamadas
bienes, por lo cual son estimables". Páginas atrás hice
mención del concepto que de "valor moral" han tenido
algunas corrientes filosóficas, como también de las
características que debe poseer una cualidad dada
para que sea aceptada como valor.
Sin desconocer que muchos son los valores morales
que deben incidir en el actuar correcto de los médicos,
y aceptando que la Etica Médica es una ética práctica,
considero que aceptar la vida humana como principal
valor ético, seguido de la salud, no es una propuesta
carente de lógica. Analicemos por qué.

La ética es una disciplina antropocéntrica, al igual que


la medicina. Aquella se ocupa de analizar los actos de
los hombres con miras a calificarlos como buenos o
malos, en tanto que ésta se ocupa de cuidar la salud,
con miras a conservar la vida dentro de la mejor
calidad posible. El hombre siempre ha sido considerado
como el Bien Mayor de la Naturaleza y, por lo tanto,
sirve de vehículo a valores, entre los cuales la vida y la
salud son los más valiosos en la escala jerárquica.
Además, ambas poseen polaridad, es decir, poseen sus
contrarios o antivalores, que son la muerte y la
enfermedad. Se acepta que los valores, para ser
considerados como tales, requieren tener una
existencia virtual, requisito que llenan la vida y la
salud, pues ellas no existen por sí mismas sino que
están sostenida en un ser real, en algo corpora, que es
el cuerpo humano. Ausente éste, tampoco existirían la
vida y la salud.

Analizadas desde el punto de vista naturalista, tanto la


vida como la salud podrían quedar clasificadas como
valores biológicos, vitales. Puede objetarse a mi
pretensión que ellas tienen más de bienes que de
valores, consideradas con purismo axiológico.

Decía Descartes que la salud es sin duda el primer bien


y fundamento de todos los demás bienes de esta vida.
Sin embargo, aceptando que salud y vida son casas
buenas dado que sólo con ellas el hombre puede llegar
a realizarse y a trascender, y siendo lo bueno un valor
moral, parece lógico que ellas lo sean. "¿Qué sentido
tendría la existencia de valores que escaparan a toda
posibilidad de ser apreciados por el hombre?". Esta
frase de Risiere Frondizi acude en apoyo de mi tesis.

En su libro Costo y valor de la vida humana, el


francés Alfred sauvy denunciaba los criterios que se
han tenido para juzgar la vida cuando se la considera
apenas como un bien utilitario. Vale según se la tase a
la luz de intereses económicos, raciales, sociales,
religiosos, políticos y de conveniencia personal. Tal
enfoque pragmático de la vida se advierte también en
relación con la salud. Esta preocupa más cuanto más
importante y adinerado sea el individuo; en cambio, la
falta de salud en el pobre es un asunto de poca monta.
Sin duda, ese enfoque deshumanizado de la viuda y la
salud como bienes materiales exclusivamente, no le
hace bien a la medicina. Es cierto que son bienes para
quienes las poseen, pero deben ser valores – y valores
éticos – para los demás, en particular para quienes
estamos comprometidos a preservarlas y mejorarlas.

En capítulo posterior, en el que trato el asunto de la


ética en la formación del personal sanitario, me ocupo
con detenimiento de la conveniencia de aceptar como
valores morales la vida y la salud. Allí digo algo que
transcribo ahora, por considerarlo trascendente para la
propuesta que estoy haciendo. "No obstante que la
medicina sea considerada una ciencia natural, en el
fondo tiene mucho de ciencia moral, espiritual, pues lo
que busca es propiciar el bien del hombre; vale decir,
es humanitaria. Tal concepto, en el de la medicina
como disciplina espiritual, hay que imbuirlo a quienes
se inician en ella; enseñarles que vida y salud son
valores morales, a riesgo de que pueda interpretarse
como un intento por establecer una tabla de valores de
corte nietzscheano. Recordemos que el atormentado
filósofo prusiano propuso que la vida tenida como el
valor supremo, al cual deberían someterse los demás
valores. Aceptadas la vida y la salud como valores
éticos, estaríamos obligados todos los profesionales de
la salud a reconocerlas como tales, pues tendrían
fuerza impositiva, serían un imperativo moral al ocupar
los primeros lugares en la escala axiológica que nos
debe servir de guía".

Continuando la tarea de elaborar una tabla de valores


que sirviera de fundamento al sistema de la Etica
Médica, me atrevería a colocar en tercer lugar la
felicidad, que es lo que puede experimentar una
persona cuidando tiene vida con salud. Es cierto que se
trata de una propuesta de sabor eudemonista, pues
apareja tener que aceptar la felicidad como un sumo
bien. No obstante que la ética eudemonista es una
ética de bienes y fines vale decir que es materialista,
ha de aceptarse que la felicidad es un bien que puede
alcanzarse a través de la medicina. Con esto la
medicina no se demerita sino se engrandece.
Shopenhauer señala que un cerebro poderoso, un
humor alegre, un cuerpo bien organizado y en perfecta
salud, o, de una manera general, el mens sana in
corpore sano, son los bienes supremos, lo más
importantes para alcanzar la felicidad. Y la felicidad, así
lo creía Kant, es aquello sin lo cual toda la empresa de
la moralidad casi no tendría sentido.

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