Está en la página 1de 470

¡Importante!

¡Esta traducción fue hecha sin ánimo de lucro!

Ningún miembro de este foro recibe compensación


económica por esto.

Por lo que te pedimos que no vayas a la página de


la autora a comentar que ya has leído esta historia.
Si no hay una traducción oficial de la misma. No
subas screenshots de este libro. No comentes que
existe esta versión en español.
Las autoras y sus fans no les gusta ni apoyan esto.
Así que por favor no lo hagas. No subas nuestras
traducciones ni otras a Wattpad.

De esta manera podremos seguir dándote a


conocer más historias, que no están en nuestro
idioma.
Apoya a los foros y blogs siendo discreta.

Disfruta de la lectura…

Just Read.

Justreadforo.blogspot.com

@wearejustread
Staff

Traducción Corrección

Chloé Frida

Sunflower Mata Ilusiones

Soraya Maye

Anaile Pally

Lia Belo Alex

CelLG

Lectura final Corrección y


Revisión Final
Raizabel
Sleep Pumpkin
N_N
Diseño

Chloé
Indice
Sinopsis______________________________________________________________ 10
Prólogo ______________________________________________________________ 12
Uno __________________________________________________________________ 14
Dos __________________________________________________________________ 32
Tres __________________________________________________________________ 42
Cuatro ______________________________________________________________ 60
Cinco ________________________________________________________________ 74
Seis __________________________________________________________________ 94
Siete ________________________________________________________________ 105
Ocho ________________________________________________________________ 130
Nueve _______________________________________________________________ 141
Diez ________________________________________________________________ 168
Once ________________________________________________________________ 191
Doce ________________________________________________________________ 215
Trece _______________________________________________________________ 240
Catorce _____________________________________________________________ 260
Quince _____________________________________________________________ 271
Dieciséis ____________________________________________________________ 293
Diecisiete___________________________________________________________ 306
Dieciocho __________________________________________________________ 330
Diecinueve _________________________________________________________ 352
Veinte ______________________________________________________________ 363
Veintiuno __________________________________________________________ 385
Veintidós ___________________________________________________________ 396
Veintitrés ___________________________________________________________ 409
Veinticuatro _______________________________________________________ 419
Veinticinco ________________________________________________________ 431
Veintiséis ___________________________________________________________ 439
Epilogo _____________________________________________________________ 460
"Espero que sea una tonta, es lo mejor que una chica
puede ser en este mundo, una hermosa tonta."
―F. Scott Fitzgerald, El Gran Gatsby
En este libro, ella no lo es.
“A Little Party Never Killed Nobody”—Fergie
“The Quiet Things That No One Ever Knows”—Brand New
“Kill and Run”—Sia
“Truly, Madly, Deeply”—Savage Garden
“One Armed Scissor”—At The Drive-in
“When You Were Young”—The Killers
“Lullaby”—The Cure
Sinopsis

La élite libertina de Boston se está quemando, y es la familia


Fitzpatrick quien la incendio.

No quise protagonizar un vídeo sexual, ¿vale?

Fue sólo una de esas cosas inexplicables. Como Stonehenge, la


Academia de Policía 2, y nubes de gloria matutina.

Solo sucedió.

Ahora mi padre rompe-pelotas me condena a seis meses de


celibato, sobriedad y aburrimiento mórbido bajo el techo de la
chica más nerd de Boston, Sailor Brennan.

La arquera virginal se supone que debe cuidar mi trasero


mientras aprendo a tomar mi lugar en Royal Pipelines, la
compañía petrolera de mi familia.

Poco sabe ella, que no es el único conducto 1 que tendré...

1
Juego de palabras. En original se lee Pipe (conducto o tubería) con lo que trabaja la empresa de su familia
Royal Pipelines.
No quería este trabajo, ¿vale?

Pero el trato era demasiado dulce como para abandonarlo.

Necesitaba el respaldo público; Hunter necesitaba una niñera.

Además, ¿qué son seis meses en el gran esquema de las cosas?

No es que esté en peligro de enamorarme del terriblemente


hermoso y carismático multimillonario que resulta ser uno de los
solteros más codiciados de Boston.

No. Seguiré siendo inmune al encanto de Hunter Fitzpatrick.

Incluso a costa de perder todo lo que tengo.

Incluso a costa de quemar su reino.


Prólogo
Érase una vez un castillo mágico en el que todo se marchitaba
excepto el alma de un niño.

Él tenía seis años cuando ella lo conoció.

La niña había llegado con su madre para preparar una comida


festiva para su familia. Deambulaba por los pasillos, deslizándose
por los suelos de mármol de su mansión con calcetines en los
pies. Era demasiado joven para apreciar los grandes arcos y
patios de rosas. Se deslizó de un lado a otro, entreteniéndose
hasta que su madre terminó, mientras el trueno se desataba
afuera.

Fue el tipo de invierno del que los bostonianos hablaron durante


años, inflexible y persistente. El cielo oscuro disparó agujas de
granizo hacia abajo en el castillo, el hielo golpeando contra las
ventanas curvas airadamente. La muchacha se deslizó hacia una
de las ventanas góticas, presionando su mano contra el cristal
frío. Se sorprendió al ver una pequeña sombra sobre una cama
solar junto a la piscina, en la lluvia. Un niño. Se quedó muy
quieto, dejando que el aguacero le golpeara sin resistencia.
Simplemente lo tomó, aceptando los castigos del granizo en su
piel.

En pánico, la chica comenzó a golpear la ventana. ¿Y si estaba


herido? ¿Inconsciente? ¿Muerto? ¿Sabía ella siquiera lo que
significaba la muerte? Ella escuchó sobre ello a veces, cuando
sus padres pensaban que no estaba escuchando.

Golpeó el vidrio con más fuerza. Su cabeza giró lentamente hacia


ella, casi como si no tuviera importancia.

Sus grises-azules se encontraron con sus verdes claros.


—¡Entra! —gritó, mirando de izquierda a derecha y lista para
encontrar la manija de la puerta.

Él sacudió la cabeza.

—¡Por favor! —gritó ella.

—Me están enviando lejos. —Ella leyó sus labios en movimiento,


pero no pudo oírle—. Me voy.

—¿Dónde? ¿Adónde vas? —llamó.

Pero él se dio la vuelta, inclinando su cara hacia el cielo, dando


la bienvenida al latigazo del granizo.

Sus ojos estaban abiertos, ella lo notó. Siguió su mirada, mirando


hacia arriba... el terciopelo negro de la noche. No había luna. No
había sol. La tierra parecía ...tan terriblemente solitaria sin uno
de ellos para vigilar.

La chica se preguntaba qué pasaría si el sol besara a la luna.

No tenía ni idea de que algún día encontraría una respuesta a


esa pregunta.

O que la persona que se la daría sería ese chico tan solitario.


Uno

Hunter
Presente.

—Hora de despertar, Capitán McCrabson. —Mi amigo/ángel en


mi hombro, Knight Cole, anunciaba. La punta de su zapatilla
Margiela me empuja la espalda.

Basándome en la dura superficie debajo de mis músculos


adoloridos, deduje que me había estrellado en el suelo otra vez. Y
por la sensación pegajosa en mi ingle, seguido por la brisa que se
movía a través de mis pulcramente recortados vellos púbicos,
supe que había empujado mi polla en agujeros que no debería la
noche anterior, y estaba gloriosamente desnudo.

Gemí, apretando los ojos y girando sobre otro cuerpo caliente y


desnudo. Tetas. Sentí tetas. Bonitas, gordas y naturales. Sin
abrir los ojos, me meto un pezón en la boca, chupándolo
ociosamente.

—¿Quieres un café con tu leche? —Knight pregunta en voz alta.

Mi mano desciende a lo largo del estómago de la chica, hasta su


santo grial. Estaba mojada y caliente, arqueando su espalda, sus
muslos temblando con necesidad. Empiezo a frotar su clítoris
hinchado, preparándola. Mi polla bosteza en su camino a un
semi, cuando siento otro cuerpo presionado contra mí por detrás.

Premio gordo.

—Tomar tu café con leche es como bajar en una mujer con un


condón en tu lengua. Los italianos te exiliarían por menos. —
murmuro, con los ojos cerrados, mis labios contra la piel de la
chica.

—Gracias por las imágenes, —Vaughn Spencer, mi otro buen


amigo bromea rotundamente.

—No me hagas caso, viejo amigo. —Mi mano disponible palmea


la carne detrás de mí, rizando la pierna de la otra chica sobre mi
cintura. ¿Dónde están mis condones? ¿Por qué Knight y Vaughn
me ofrecieron café y conversación en lugar de un condón?
Deberían ser despedidos y reemplazados por compañeros que en
realidad me ayudarían a anotar. No es que tuviera ningún
problema en ese departamento—. Solo tírame un condón antes
de irte, ¿quieres?

—Dale a tu polla un tiempo de espera y despierta de una puta


vez. —Una bota con barro se abre paso hasta un lado de mi
cabeza, amenazando con aplastarme el cráneo.

Vaughn, alias el diablo en mi hombro.

En el hombro de cualquiera, en realidad.

Tenía una relación de amor-odio con el hijo de puta.

Amor, porque él era, después de todo, uno de mis mejores


amigos.

Odio, porque era, a pesar del título mencionado, un cabrón de


proporciones gigantescas.

Mis ojos se abrieron de golpe. El resto de mi cuerpo le indica a mi


cerebro que esta orgía podría morir prematuramente. Los granos
de arena y la suciedad de su bota desempolvaron mi sien. Siento
que mis fosas nasales se abren, mi pulso se elevaba.

La chica delante de mí, Alice, sonríe soñolienta mientras curvaba


la espalda, pegando sus senos a mi pecho de forma alentadora.
Mierda. Todavía la estaba frotando con los dedos. Era difícil no
hacerlo cuando hacía todos esos ruidos deliciosos. Quitando mi
mano de su coño de mala gana. La chica detrás de mí, al menos,
tuvo la decencia de dejar de montarme la pierna como un
conejillo de indias que acababa de descubrir sus genitales.

—Aleja tu sucia bota de mi cara, —siseo a través de mis dientes


apretados—, antes de que te rompa la columna y la use como
bufanda.

Tanto Vaughn como yo, sabíamos que esto era una amenaza
ociosa. Mis manos con manicura no eran grandes en violencia.
De hecho, no lastimaría a una hormiga si matara a todo mi
núcleo familiar. Quiero decir, me volvería loco. Enojado. Y yo
demandaría por la angustia, seguro. ¿Pero ensuciarme las
manos? No.

No fue el miedo a pelear lo que me detuvo, sino la pura indolencia


que vino con mi educación aristocrática. Como el hijo de Gerald
Fitzpatrick, propietario y director general de Royal Pipelines, la
mayor empresa de petróleo y gas de los Estados Unidos, rara vez
necesitaba llegar al nivel de hacerme cargo de mi propia mierda.
La familia Fitzpatrick era la cuarta más rica de todo Estados
Unidos, y eso me convirtió en un vago, autodenominado idiota.

—Tú y otro amigo se unieron a cinco chicas ayer. —Vaughn


mantiene su pie en mi sien.

Este acto violento fue probablemente el punto culminante de su


semana. Por qué él no podía encontrar las simples alegrías de la
vida en la bebida, las mujeres y los precios excesivos de ropa de
viejos raperos estaba más allá de mí. Hacía que todo pareciera
tan jodidamente complicado.

—¿Lo hice? —Mis cejas se disparan a mi frente, genuina sorpresa


teñida con orgullo que llena mi pecho—. ¿Está la gente de
Guinness en camino hacia aquí? ¿Traerán la Guinness de
verdad? Encuentro que la cerveza negra es superior a la cerveza
rubia.

—Rómpele el cráneo. Se lo merece, —gime Knight sobre mi


cabeza.

Eso era mucho viniendo de él. Tenía una historia con el alcohol
que podía rivalizar con Lord Byron y Benjamin Franklin en un
bar de Koh Samui en el que se bebe todo lo que se puede. Ahora
que tenía una novia, me preocupaba que, si alguna vez iban a
concebir, daría a luz a una botella de tequila y dos entradas para
Coachella.

—También respondo ante Dios y Maldición, Hunter eres tan


grande, —murmuro, considerando brevemente una rápida siesta
bajo la bota de Vaughn.

Oye, no era como si hubiera puesto un peso real sobre ella.

Las dos chicas se despegaron de mí. Ahora estaban haciendo


ruido de fondo, recogiendo su ropa y poniéndosela. Reviso mi
entorno por primera vez desde que abrí los ojos. Estaba en la sala
de estar de la casa de Vaughn, a juzgar por la felpa, la tapicería
en crema, las lámparas de araña colgantes, y lámparas de bronce
de 8 kilates por pieza.

La alfombra se sentía pegajosa, y las persianas estaban rotas.


Papi y mami Spencer se alegrarían de deshacerse de su engendro,
que pronto volaría a Inglaterra para hacer una pasantía.

—Lo has jodido a lo grande. —Knight me saca de debajo de la


bota Vaughn, lanzándome en el sofá y tirando una colcha sobre
mi ahora impresionante furiosa erección.
No me mira directamente mientras hablaba, como si fuera mi
culpa que yo hubiera sido bendecido con un físico adecuado para
la desnudez constante y una polla de ocho pulgadas.

—Todo lo que escuché fue la palabra joder, y definitivamente


estoy de acuerdo con eso. —Le doy una palmadita en la mesa
junto al sofá, encontrando un paquete de cigarrillos que no era el
mío y un encendedor, y enciendo uno, soplando humo hacia
arriba. Yo sólo fumaba de vez en cuando, pero no podía dejar
pasar la oportunidad de parecer un gilipollas cuando se
presentaba.

—¿Por qué me bloqueaste la polla? —Entrecierro los ojos,


apuntando el cigarrillo entre Vaughn y Knight, que estaban
adelante mío, las manos en las caderas, hechos y derechos y esa
mierda.

—Había una fuga. —Los ojos de hielo de Vaughn se estrechan


con desagrado.

Lo saludo con el cigarrillo. —Eso es sólo una descarga natural


diseñado para decirte que el cuerpo femenino está listo para el
apareamiento. Lo sabrías si te follaras a mujeres que están vivas.
¿Esto es por las alfombras de tus padres? Porque le enviaré a
Syllie la factura.

Syllie-Sylvester Lewis-era la mano derecha de mi padre y su


director de operaciones en Boston. Hizo cosas sólidas para mí en
el registro. Su trabajo, entre otros, era mantenerme vivo y fuera
de problemas, lo que significaba que estaba destinado al fracaso.
No lo llamo a menudo, pero cuando lo hago, era porque
necesitaba salir de algo atroz en lo que me había metido.

Mis padres odiaban que les diera mala prensa.


Hasta ahora, Syllie me había ayudado a pagar las multas, a evitar
un cargo por conducir bajo los efectos del alcohol, y tratar
discretamente con un desagradable caso de ladillas.

—Una filtración en los medios sociales, idiota, —aclara Knight,


inclinándose y dándome una palmadita en la nuca.

No era como si mis amigos fueran serios o estuvieran


preocupados. Me siento y aseguro la colcha alrededor de mi
estrecha cintura, descansando mi barbilla en mis nudillos
pensativo.

—Estoy escuchando.

(No lo estaba. Estaba pensando en a quién me quería tirar esta


noche.)

Tal vez Arabella.

No, definitivamente Arabella. Ella era el pedazo de culo más


caliente que todavía estaba soltero en la ciudad.

—Recapitulación. —Knight aplaude una vez—. Ayer, después


de la fiesta de pasantías de Vaughn, volvimos aquí para salir.
Tuviste una orgía con cinco chicas en el piso principal. En algún
momento, algún otro tipo se metió en el juego... pero, sobre todo,
eras tú el que estaba haciendo lo de la follada. No estaba en la
habitación de medios de comunicación, así que los teléfonos no
fueron confiscados. Vaughn y yo estábamos arriba y no pudimos
salvarte de tu estúpido ser. —Se vuelve hacia Vaughn,
sacudiendo su barbilla para que termine la historia.

Vaughn cruza sus brazos sobre su pecho y lo toma desde allí. —


Para hacer una larga, insoportablemente asquerosa corta
historia, cerca de una docena de personas filmaron todo el asunto
desde sus teléfonos. Algunos lo subieron a YouTube, otros a
Twitter, algunos a Snapchat. Esos fueron sacados de la red, por
lo que sabemos. ¿Pero los de los sitios pornográficos? Esos
todavía están disponibles. Y digamos que lo que te falta en logros
académicos, lo compensada en entretenimiento para adultos.

Tan pronto como Vaughn termina su sentencia, Knight me


entrega su teléfono, el navegador abierto en dicho video sexual.
(¿Por qué la gente los llama cintas? Eso era tan jodidamente
ochentero.) Le doy play. Era el sitio más popular del Internet, en
realidad. También era gratis, lo cual, había escuchado a través
de rumores en la calle, era algo de clase media.

El video ya tenía 1.2 millones de vistas y un 89% de clientes con


tasa de satisfacción.

Maldición.

Las etiquetas del vídeo están incluidas: #FratParty #Orgy


#Hotsluts #Porristas, #millonario, #anal, #oral, #69, #creampie,
#equipodeetiqueta #BestFriendsEx

Y todo lo que podía pensar era que ¿había logrado todas esas
cosas en el lapso de veinte minutos con una polla? Soy
jodidamente impresionante.

Estaba siendo muy serio. ¿La gente de Guinness venía a por mí,
o qué?

El título del video porno era “Príncipe multimillonario de polo se


folla a cinco chicas.”

La parte del príncipe era genial. Tenía un toque noble. El polo no


era mi pasión, pero, aun así, lo jugué para complacer a mi padre
nunca satisfecho. Todo lo demás también parecía sólido, aparte
de la fiesta de la fraternidad. Y ya que todos nosotros estábamos
en edad legal (conocía a todas las chicas del video), supuse que
sería una desgracia para bajar de la red.
Vi a tres compañeras recién graduadas del instituto: Alice,
Stacee, y Sophia riendo a la cámara y pavoneándose hacia mí,
culos colgando, tacones altos en plena exhibición. Estaba en el
sofá, siendo chupado por una chica llamada Kylie mientras otra,
Bianca, me rodeaba el pezón con su lengua perforada. Llevaba
una chaqueta abierta del equipo universitario sin camisa, los
jeans se me enrollaron hasta las espinillas. La cámara se alejó, y
la persona grabando el video y yo la golpeé con fuerza. Bajó la
cámara para mostrar que se estaba follando a Kylie por detrás
mientras me la chupaba. Él se corrió en su espalda baja, dando
un paso atrás y acomodando su semi erección. Después de cinco
minutos de acrobacias, de alguna manera me las arregle para
poner las manos, la boca y la polla en las cinco chicas
combinadas.

El video duró casi veinte minutos, y en mi humilde opinión era


caliente como el pecado. Levanto la vista cuando termino,
entregando a Knight su teléfono. Hubo un golpe de silencio
mientras mis amigos esperaban que yo procesara la información
que me habían dado en mi cerebro con resaca.

—¿Quién era el otro tipo? —Bostezo.

—Brian algo —Knight arrugando la nariz.

—Branson, —Vaughn completa.

—¿Brian Branson? —parpadeé. Un nombre desafortunado—.


Vaya. Sus padres lo odian más que los míos me odian a mí.

—No después de la pila de mierda pornográfica que dejaste en su


puerta esta mañana. —Knight comenta amablemente.

Ni siquiera había oído hablar de Brian Branson antes de hoy,


pero había compartido un encuentro sexual con él. Lo cual
supuse que era algo que podía decir sobre la mayoría de la gente
en Todos Santos. Me doy un golpe en el muslo, siguiendo con el
plan.

—Entonces, ¿nos dirigimos a Benny's para desayunar o.…?

—Idiota. —Knight aprieta su teléfono con los nudillos blancos,


resistiendo el impulso de lanzarlo hacia mí—. Estás en graves
problemas. Stacee, Kylie y Bianca están presentando cargos en
tu contra. Ya están en la estación de Policía. Acabamos de recibir
el mensaje.

Eso explicaba por qué Alice y Sophia eran las únicas que estaban
aquí esta mañana.

— ¿Por qué? Yo no era el que estaba haciendo la filmación. En


todo caso, soy tanto una víctima como lo son ellas. —Apago el
cigarrillo a medio terminar en su paquete para sacar el humo que
de mi boca mientras hablo—. Además, difícilmente pueden
afirmar que no fue consensuado. Quiero decir...—Hago un gesto
con mi mano al teléfono de Knight. En el video, Stacee me dejó
salirme de ella, quitarme el condón, y correrme por todo su
rostro. Ella había lamido el semen blanco y caliente de su mejilla,
se rió alegre mientras Kylie me chupaba la polla tan fuerte que
casi se la tragó. Sin mencionar a Bianca, que hizo todo el trabajo
mientras hacíamos una vaquera inversa con Kylie sentada en mi
cara, rebotando como si fuera un trampolín.

—Eres tan estúpido como una roca, y tristemente, casi tan


adorable, —Vaughn dice gravemente, dándose la vuelta y
levantando la mierda, buscando algo—. Eres el heredero de una
compañía multimillonaria. No necesitan una razón para querer
demandarte. ¿Estornudas sobre ellos? Dirán que les diste la gripe
porcina. ¿Los abrazas? Afirmarán que les has roto los huesos. Te
los follas… —Vaughn se aleja, encontrando lo que buscaba en
una de sus lámparas- mis jeans- y tirándolos en mi dirección.
Los atrapo en el aire.

—Ahora vístete. Voy a tener que volver a amueblar toda la maldita


casa después de tu festival de ETS de ayer. Necesito blanquear
las paredes.

—Necesito blanquear mis ojos, —añade Knight.

—Necesito que hagan lo de Hombres de Negro en mi cerebro, —


responde Vaughn.

Knight toma un control remoto imaginario y lo pone en la cara de


Vaughn.

—Y Home Alone2 en tu vida para evitar más orgías públicas, —


Knight propone.

Escucho secamente, metiendo las piernas en los jeans. Todavía


no había terminado de comprender lo que estaba pasando.
Esperaba, como con todo lo demás, que Syllie me sacara de esto.
Si no es él, entonces mi tía y mi tío, Jean y Michael Brady. (Sí,
eran el grupo de Brady, y si, encontraba eso interminablemente
divertido, ya que mis padres me enviaron a ellos con la esperanza
de que fueran capaces de inculcar en mí, algunos de los modales
y comportamientos de clase alta que las escuelas privadas en las
que me habían matriculado no podían).

El punto era que alguien siempre me sacaba de los problemas, y


ese alguien era, invariablemente, no yo. Salir de los problemas yo
mismo parecía tedioso y no me hagas empezar con el potencial
papeleo.

Sin embargo, lección aprendida. De ahora en adelante, prestaría


atención a dónde conducía mis orgías en masas. Uno sólo puede
ser tan imprudente. Era el momento de tener más cuidado. Y

2
Home Alone. Película protagonizada por Macaulay Culkin
mientras estaba en el tema, tal vez debería limitar a tres chicas a
la vez.

Me levanto, abrochando mi cinturón de cuero con pinchos


Louboutin, y me vuelvo hacia Knight.

—Bien. Creo que ya estoy listo para ese café. —Knight me golpea
en la nuca. Otra vez.

—No lo estás entendiendo, ¿verdad? —Su frente se arruga—.


Dime a quién llamar. ¿Sabes el nombre de tu abogado?

—Maldición, hijo. ¿Por qué tan serio? Necesitas un trago de Dirty


Sprite3.

También conocida como codeína. También conocida como la


versión Knight de agua, antes de que se desintoxicara.

Sabía que era un imbécil por mencionar su problema de abuso


de sustancias, pero lo dejó pasar. Además, ya tenía su mierda en
orden ahora. Él y Vaughn podrían ir a estudiar lo que querían,
elegir lo que querían hacer con sus vidas. Mi culo iba a volver a
Boston para estudiar en Harvard especializándome en negocios,
economía, y todas las cosas que hacen que un hombre quiera
arrojarse de un rascacielos. No me preguntes cómo entré en
Harvard. Pa probablemente donó suficiente dinero para
alimentar a todo el estado de Massachusetts durante una década
para hacer que eso ocurra. No confiaría en mí para escribir una
lista de compra, y mucho menos un ensayo.

Tampoco estaba ansioso por la pasantía forzada en Royal


Pipelines durante los veranos.

3
Bebida alcohólica que en sus ingredientes está esta marca de gaseosa
— ¿Tu padre? ¿Tu mamá? ¿Tu hermano? ¿Hermana? ¿A quién
debo llamar? ¿Los Bradys tal vez? —Knight agita su mano de un
lado a otro frente a mi cara.

Abro la boca y llaman a la puerta. Vaughn fue a responder. Un


segundo después, tres policías entraron. Juro que uno de ellos
dobló sus bíceps. Estaban muy altos en el viaje de poder. El más
robusto, cuya cara me recordaba a un babuino estreñido con el
cabello cobrizo recortado, recita mis derechos mientras me agarra
las manos y me esposa.

—Hunter Ernest Vincent Fitzpatrick, está bajo arresto por abuso


sexual, acoso, corrupción de menores y obstrucción de la justicia.
Tiene derecho a permanecer en silencio. Todo lo que diga puede
y será usado en su contra en un tribunal de la ley. Tiene derecho
a hablar con un abogado, y a tener un abogado presente durante
cualquier interrogatorio. Si no puede pagar un abogado… —El
policía se detiene, dejando salir un grotesco resoplido. Los otros
tres irrumpieron en una risa histérica.

Sí, sí, estoy forrado. Hilarante.

—Si... si… —lo intenta de nuevo, echando la cabeza hacia atrás


y riéndose con tal alegría, que uno pensaría que él es el que está
nadando en ella—. Si no puedes pagar un abogado, se le proveerá
uno a expensas del gobierno. —finalmente termina, limpiándose
una lágrima feliz por el rabillo del ojo.

Lo miró fijamente con la mandíbula apretada, sintiendo un


revuelo de ira que corría a través de mis venas por primera vez
desde que me desperté. No violé o acosé a estas chicas. O a
cualquier chica. Fue una trampa.

El oficial busca en su bolsillo y saca un billete de 50 dólares,


golpeándolo en la palma abierta del policía que está a su lado.

—Diablos, realmente no podía decirlo con una cara seria, Mo.


Apostaron por mi arresto. Qué agradable. Las esposas se sentían
frías y apretadas alrededor de mis muñecas, y me mordían la
carne innecesariamente. Obviamente no estaba en ningún peligro
de escapar o saltar sobre la mujer policía que está allí de pie, con
todos sus parches de calvicie, las cicatrices post-acné, y la gloria
de los tres dientes perdidos.

Knight y Vaughn aparecen a mi lado.

—Oigan, imbéciles, ¿les importaría no justificar cada estigma de


brutalidad policial? —pregunta Vaughn—. En cuanto a ti… —tira
su barbilla hacia mí—. Voy a llamar a mi padre. Está en Virginia
con mi madre, pero volará, si es necesario.

Knight vuelve a preguntar. —¿A quién debo llamar, hombre?


Háblame.

La respuesta fue Jean y Michael, por supuesto. En este punto,


ellos se sentían más como mis padres que los que me enviaron
lejos de Boston, tan pronto como me quedé sin pañales. Los
oficiales comenzaron a empujarme hacia la puerta.

Vaughn viene tras nosotros, siseando. —No les digas nada, ¿me
oyes? —asiento con la cabeza.

—Dile a Knight que no llame a mi Pa.

—¿Qué?

Me empujan por la espalda en dirección al auto patrulla.

—Simplemente no a Pa, —me las arreglo para aullar antes de que


mi cabeza se hundiera en el asiento trasero.

—Cualquiera menos Pa.

Knight me da dos pulgares hacia arriba, asintiendo con la cabeza


desde la puerta.
—No hay problema, amigo. ¡Llamaré a tu padre!

—Te dije que no llamaras a mi padre, —grito en la puerta trasera


de la patrulla que me golpea en la cara.

Knight no me escuchó.

Joder.

—El cargo de abuso de menores es el que más me preocupaba,


pero resultó ser una mierda. Los seis tenemos más de dieciocho
años. La policía no había incluso tenido el sentido común de
comprobar las identificaciones cuando presentaron el informe, lo
cual significa que no sólo van a retirar esta acusación, sino que
también podemos jalarles las orejas a los chicos de azul, siempre
es una buena forma de control de daños.

Barón “Vicius” Spencer, el padre de Vaughn, se sienta frente a


mí en el abarrotado ático de mi tío y mi tía, hojeando las gruesas
páginas de mi caso.

El ático tenía la forma del techo. Tuve que agacharme en mi


asiento como Arnold Schwarzenegger en una casa de muñecas
Barbie para acomodar mi altura.

Habían pasado 24 horas desde mi arresto, y todavía no había


tomado una ducha o golpeado mi carne para descomprimirla 4.
Aunque Barón era un abogado de oficio, no practicaba el derecho
penal. Pero según entendía a veces ayudaba a familiares y amigos
cercanos con mierda legal. También tenía entendido que cobraba
5.000 dólares por hora para justificar su reputación como un
cabrón de clase mundial. Necesitaba el dinero como Kylie Jenner

4
Es una frase para referirse a masturbarse.
necesitaba más labios. Lo primero que me dijo fue que iba a
sobrefacturarme.

—Sólo para probar el sabor de ser follado. Uno no puede vivir toda
su vida sólo haciendo el amor, —explicó sin rodeos cuando entró
en la casa hace una hora, después de que Jean y Michael me
sacaran de la cárcel.

Tomó un sorbo de mi cerveza embotellada, tirando del cordón de


mi collar de cuero con el Dala 5 de madera. —¿Y los otros cargos?

—El acoso sexual será difícil de vender, ya que las chicas


parecían lúcidas, activas y presentes. El cargo de obstrucción de
la justicia se debe al hecho de que el Sr. Cole había confiscado el
teléfono de Bianca. Según la señorita Evans, la orden vino de ti.
Afortunadamente para usted, en el momento en que entró en la
sala de medios y festejó con el resto de los estudiantes que tenían
sus teléfonos confiscados, tu polla ya estaba más blanda que el
malvavisco y estabas desmayado en el suelo, mucho después de
la orgía. Hay varios testigos que atestiguan esa discrepancia
temporal. En otras palabras, tú incompetencia te salvó. —levanta
la mirada de la pila de documentos, sus ojos azul ártico bajando
la temperatura de la habitación en diez grados.

—Siempre feliz de ser un perdedor. Sláinte 6. —brindó en el aire,


tomando otro sorbo de la cerveza.

Barón tenía el mismo cabello negro de tinta que su hijo, idénticos


ojos glaciales, y el hambre de ser exitoso, poderoso y capaz. Me
preguntaba cómo se sentía ser un Spencer-adepto, impulsado,
motivado. Con talento.

5
El caballo de Dalecarlia, o Dalahäst (en sueco), es un curioso amuleto de origen nórdico, tallado a
mano, que representa la figura de un imponente caballo, generalmente pintado de rojo.
6
¡Salud! En irlandés.
Hasta ahora no había sido ninguna de esas cosas. Tenía dinero,
sí, más que podría gastar alguna vez... y el físico para igualar.
Pero aparte de las superficiales características, no era nada. Un
frasco vacío. Mi padre me había advertido que el día en que la
gente me llamara por mi frivolidad estaba cerca. Le creía.

Por eso temía volver a Boston y empezar la universidad


mudándome de nuevo con mi familia. No hacerlo, no había sido
una opción. Royal Pipelines ha pasado a través de seis
generaciones de Fitzpatrick hasta ahora.

No hace falta decir que estaba interesado en dirigir un negocio


un poco menos de lo que estaba interesado en otra orgía pública,
seguido de unas mini vacaciones en una celda. Pero aquí estaba
la realidad de las cosas: mi hermano mayor, Cillian, estaba
dispuesto a convertirse en el CEO de Royal Pipelines en el
momento en que mi padre mandara y yo iba a ser el director de
operaciones.

—¿Cuándo es el juicio? —me chupo los dientes.

—Nunca. —Barón cierra mi expediente, uniendo sus dedos sobre


el escritorio—. Un juicio sería público, desordenado, lento, y
sobre todo muy mala prensa. Las damas, y uso el término
vagamente, no son muy entusiastas sobre los detalles de la orgía
en masas en el estrado, tampoco. Me acerqué con un generoso
paquete de liquidación para cada uno de ellos. Ellas y sus
familias están contentas de llegar a un acuerdo. Los paquetes
incluyen un cheque de compensación de dos millones de dólares
y un viaje completo a la universidad. Tu padre y hermano están
contentos de que el asunto esté resuelto.

No pensé ni por un segundo que el afán de mi padre por aceptar


el trato tenía cualquier cosa que ver conmigo. Eran los titulares
los que le preocupaban. En cuanto a Cillian, si él se hubiera
salido con la suya, yo estaría con una correa, encerrado en el
sótano de mis padres en Avebury Court Manor.

Me siento, jugando con el caballo de la buena suerte en mi cuello.

—¿Por qué estamos firmando un acuerdo? No hice una mierda.


Tú mismo lo dijiste. Ellos no tienen ningún caso.

—A pesar de eso, llevar esto a juicio te mancharía a tí y a tu


familia, incluso a los accionistas de Royal Pipelines.

—¿Así que tengo que ceder porque Papi dirige un gran


negocio? —Frunzo el ceño.

—En resumen, sí.

—No, —respondo rotundamente.

Barón revisa su teléfono mientras hablaba, completamente


despreocupado por mi rechazo. —Si llevamos esto a un jurado,
no hay forma de saber cómo reaccionar. Un multimillonario
blanco y masculino en medio de un escándalo sexual del tamaño
de una ballena no es, de hecho, la criatura más empática
conocida por la humanidad.

—No las violé —digo—. Ni siquiera les pegué. Ellas vinieron a mí.

Barón se pone de pie, reuniendo los documentos en su maletín


de cuero. Él parecía haber terminado con la conversación y la
rabia de su cliente.

—Mejor un ladrón que un tonto. Tomar el trato y hacer que


firmen un A.D.N. es lo más inteligente. Siempre que sientas que
tu precioso ego necesita una paja, entra en ese sitio pornográfico
y recuérdate a ti mismo, que quien le terminé poniendo un anillo,
a esas mujeres siempre te conocerán como el tipo que las folló
medio muerto y, aun así, se las arregló para hacerlas venir.
—Necesito una bebida más fuerte. —Sacudo la cabeza.

—Lo que necesitas es que te azoten.

Me pongo la botella de cerveza en los labios otra vez, suspirando.


—Joder, tienes razón. Un revolcón pervertido es justo lo que el
doctor ordenó. Pero esta vez me aseguraré de que esté en un
dormitorio aislado.

Barón me lanza una expresión condescendiente y se dirige a la


puerta. Yo sabía que debería agradecerle todo lo que ha hecho
por mí, pero yo no estaba en el humor para las sutilezas. Además,
el cheque que Pa firmó iba a comprarle otro yate.

—¿Oh, y Hunter? —Barón pregunta cuando llega a la puerta.

Miro desde detrás del escritorio.

—¿Sí?

—Buena suerte en tu próxima reunión. La necesitarás.


Dos

Hunter
—¡Una desgracia! —Pa escupe, su saliva está salpicando sobre el
escritorio entre nosotros. Su cara irlandesa pecosa era púrpura
mientras se alzaba sobre mí en la misma oficina del ático que
Barón había dejado hace minutos.

Los Bradys tenían el tipo de casa que Gerald Fitzpatrick


consideraba hogareña y pintoresca, si no completamente
deslucida. De vuelta en Boston, había tumbado toda una hilera
de piedras marrones en Beacon Hill y construyó una mansión
más adecuada para la familia real extendida y cada persona que
alguna vez les dijeron hola. La mansión de Avebury Court
contaba con veinte habitaciones, quince baños, una piscina
cubierta, una cancha de tenis, y una entrada climatizada, porque
¿por qué no ser un imbécil cuando puedes permitírtelo?

La mansión fue inspirada arquitectónicamente por el Monte


Saint-Michel, un castillo que se asoma en una isla francesa, con
arcos, estatuas y amplios espacios. A decir verdad, yo preferiría
la anticuada casa de Brady a ese nuevo rico marmoleado
monstruo cualquier día del maldito siglo.

—Estúpido, tonto vergonzoso. Tú... tú... maldito… —Se detiene,


apretando los puños preparándose para el grito resonante que
siguió.

—¡Decepción épica! —arroja el escritorio entre nosotros. Me


golpea las rodillas con un golpe escalofriante. Presiono mi boca
con más fuerza, ignorando el dolor crónico, mi cara todavía
impasible.
Era muy tentador acurrucarme en mí mismo y volver a la
superficie después de su discurso. Los azotes habían terminado,
pero me obligué a levantar la barbilla y a enfrentarme a ello. Mi
hermana y hermano eran ambos perfectos en sus propias y
exitosas maneras, lo que me convirtió en la fuente de quejas
favorita de mis padres.

—Gracias a Dios que no has engendrado ningún hijo


bastardo. —Pa mira hacia el cielo, haciendo la señal de la cruz,
como si Dios estuviera a cargo de mi uso obsesivo de los
condones. No tengo ningún maldito crédito por nada en estos
días.

—La noche aún es joven, —digo.

Me echa una mirada asesina, señalándome con su dedo gordo.

—Tu pequeña aventura me acaba de costar seis millones de


dólares en dinero para callarlos, si los demás deciden subirse al
carro y demandar. ¿Crees que es gracioso? he terminado
contigo. —sacude su puño hacia el cielo, caminando de un lado
a otro en la pequeña habitación—. Quiero terminar contigo. Tu
madre, bendita sea su corazón, tiene una debilidad por ti. Tal vez
porque eres el hijo del medio.

O tal vez porque me dejó en un internado en Inglaterra cuando


tenía seis años y me arrojó por todo el mundo cuando me echaron,
nunca considerando la posibilidad de criarme ella misma.

—Yo, sin embargo, te veo claramente por quién eres, y tengo


noticias para ti. Puede que vayas a la universidad en Boston, pero
Harvard está fuera de juego. Tú irás a clases nocturnas, como
hacen los plebeyos. Y ciertamente no vas a venir a vivir en mi
casa. —Su dedo ahora se sumerge en su pecho para dar énfasis.

Mi padre se elevaba a casi seis pies y una pulgada, un poco más


bajo que yo, y estaba dispuesto en bultos redondos de carne.
Años de indulgencia habían hecho que su cuerpo se suavizara y
su personalidad se endureciera. Un mechón blanco de cabello
cayó sobre su frente, pero sus cejas eran oscuras y gruesas.

Mi madre, por el contrario, era ligera y delicada, tanto en


personalidad como en apariencia.

—Boo-jodido-hoo. —giro los ojos de forma provocativa. Los


bordes de mis orejas se calientan, y yo odio eso—. He oído que
Boston tiene un apartamento o dos para ofrecer. Estaré
encantado de no molestarle.

En cuanto a Harvard, no pensé que un idiota como yo


sobreviviría, de todos modos. Probablemente fallaría en encontrar
las clases, y mucho menos en descifrar las conferencias. Era así
de bueno.

—¿Con qué dinero, te ruego me digas, planeas alquilar alguno de


esos apartamentos? —Una vena estalla en su frente.
Prácticamente podía verla deslizándose bajo su piel—. No el mío,
lamento informarte.

Lo miró fijamente sin palabras, esperando que el otro zapato


cayera.

—Nunca has terminado nada en tu vida, Hunter. —Falso.


Termino las analogías, las cervezas y los orgasmos a diario. Pero
incluso mi tonto trasero sabía que no debía señalarlo.

—Estás empacando tus cosas y te vas de aquí


inmediatamente, —él continúa, dando sus instrucciones de una
manera fría y práctica que decía que había decidido qué hacer
conmigo antes de que su avión privado tocara suelo californiano.

—Puedes apostarlo. —sonrió.

—No hay tiempo para despedirte de tus amigos, —dice.


Mi cabeza se eleva. Ser popular era un negocio solitario, pero en
realidad me gustaban mis amigos de aquí. —Me llevará una hora.

—No me importa si te toma un minuto. Y entonces, —continúa,


su voz que rebota en las paredes como las balas de los dibujos
animados persiguiendo a un villano idiota—, vas a hacer un
período de seis meses para demostrarme que no eres el montón
de enfermedades de transmisión sexual y malas decisiones que
yo veo.

—¿Me estás pidiendo que vaya a rehabilitación? —Me ahogo con


mi cerveza matutina.

—No. Hablé con tu tío y tu tía, y no creen que tu problema sea el


abuso de drogas o alcohol. Tu problema es el compromiso y
encontrar un sentido de propósito. Asumir la responsabilidad.

Era curioso escuchar acerca de mis problemas de alguien que me


había visto dos veces al año durante una semana o menos en la
última década y media.

—¿Qué va a ser, entonces? —me escucho a mí mismo


preguntando.

Tenía este juego que jugaba conmigo mismo, ya que era mi único
compañero estable de vida. Cambié de lugar y de tripulación tan
a menudo, que tuve que encontrar algo para anclarme. El juego
consistía en elegir una canción diaria que definía mi estado de
ánimo. Hoy, era claramente “Gimme Shelter” de The Rolling Stone.
Porque mierda, me vendría bien un escondite ahora mismo.

—Vas a trabajar para mí, apoyándote a ti mismo mientras asistes


a la universidad, y viviendo en un apartamento en el Edificio
Oval, donde mi personal puede monitorear tu paradero y tu
progreso.
Mi familia era dueña del Edificio Oval, un rascacielos que se
suponía que parecía un elegante tubo de lápiz labial, pero en
realidad se asemeja a una incircuncisa polla enfadada. Le habría
avisado a papá si me hubiera consultado al respecto.

Se baja para atrapar mi mirada, sus dedos se extendieron sobre


el escritorio barato de roble entre nosotros. —Y vas a estar sobrio
como un juez y célibe como una monja.

Y aburrido como la mierda. Sí, no, gracias.

—¿Durante seis meses? Tienes que estar bromeando. —me


levanto, lanzando mis las manos en el aire. Mi cabeza choca
contra el techo. Ni siquiera me importó. Él podría matarme ahora.
¿Qué era la vida sin coño y sin una bebida fuerte? Sólo una
secuencia de eventos en los que nadie quería participar, eso es lo
que es.

—Esto no es negociable. —Mi padre trata de desplegar su


columna vertebral y se endereza a su altura completa, pero falla.
La habitación de techo bajo de alguna manera y se hizo más
caliente y más pequeña por segundo. Las gotas de sudor se
acumularon en mi espalda. Me di cuenta de que Pa estaba
sudando como un cerdo en su traje.

—No está sucediendo. —cruzo mis brazos sobre mi pecho.

—Entonces puedes despedirte de tu herencia. —sonríe


alegremente, arrancando un pedazo de papel del bolsillo de su
pecho y empujándolo en mi cara.

—Anticipé tu reacción, y tu madre por preocupación por ti, por


supuesto, me ha permitido amablemente quitarte legalmente de
nuestro testamento, viendo que tienes muy poco deseo de encajar
en los negocios de la familia Fitzpatrick y honrar sus valores.
Le arranco el papel de los dedos, desplegándolo con manos
inestables. El bastardo no estaba mintiendo. Tenía el sello de la
oficina de abogados que llevaba encima con contrato y todo. El
papel arrugado, aunque todavía sin firmar, señaló que no iba a
heredar ni un centavo de la fortuna de Fitzpatrick a menos que
el acuerdo de seis meses fuera ejecutado a plena satisfacción de
mi padre.

Miro hacia arriba, sintiendo algo caliente e incómodo


extendiéndose en mi pecho.

—No puedes hacer eso, —siseo.

—¿Qué? ¿Salvarte de ti mismo? Estoy haciendo eso, —anuncia,


extendiendo sus brazos—. Acepta mis condiciones, y puedes
tener la mitad de mi reino, Hunter. Continúa decepcionándome
a mí, a tu madre y a ti mismo, y no tienes lugar en nuestra
familia.

Nunca lo he tenido. Por eso el dinero significaba tanto para mí. No


se van a robar eso también.

—Bien, —escupo—. Lo que sea. Ponme en tu edificio con forma


de pene. Me alejaré de los problemas, y no beberé ni follaré
durante seis meses.

—Por supuesto que no, —dice mi padre, devolviendo el pedazo de


papel. Y doblándolo ordenadamente antes de meterlo en el
bolsillo de su pecho—. Porque tú tendrás un compañero de
habitación para asegurarte de que vas por el buen camino.
Constantemente concentrándote.

Echo la cabeza hacia atrás, riendo amargamente. —No voy a


compartir un apartamento con Cillian. Probablemente realiza
rituales satánicos que involucran sangre de cachorros y lágrimas
de bebé a diario.
Mi hermano mayor era la definición de un coño. Él tenía esa
actitud de santurrón, de niño prodigio que me hizo renunciar a
ser algo más que el bufón de la familia. Ponerse al día con sus
muchas conquistas, tanto académicas como profesionales,
parecía inútil. Era el niño dorado, la promesa salvaje, el
emperador despiadado que todos admiraban.

Pa agita la cabeza. —Por favor, como mo órga7 se reduciría a vivir


bajo el mismo techo que tú.

Muy sutil, papá.

—Mi error. Olvidé que tiene que quitarse el traje humano después
de un largo día y relajarse por sí mismo. ¿Quién, entonces?

—Bueno, esa persona aún no se ha contactado. Tendrás que


convencerla y que ella esté de acuerdo con esto. Si dice que no,
todo el plan se desmorona. Pero tu madre y yo hemos encontrado
el candidato más perfecto.

Ella. Él dijo que ella. Eso significaba que era una mujer. Eso
también significaba que podía follarla a sus espaldas. No
importaba su edad y su aspecto, estaba dispuesto a hacerlo si
eso significaba meter mi polla en algo que no fuera mi propia
mano.

—¿Quién? —me pongo nervioso, sabiendo que él estaba


disfrutando del intercambio, teniéndome a su merced.

—Sailor Brennan.

Sí, no importa. No voy a tocar eso con un palo de tres metros con
condón.

¿Por qué? Contemos:

7
“Mo órga” traducido, literalmente, a “niño dorado” en gaélico.
1. Sailor era demasiado buena. Una chica del tipo estirada,
sencilla, aburrida y buena.

2. Era una marimacha, y posiblemente una lesbiana (no es que


tuviera problemas con eso), y una arquera (algo con lo que sí tenía
un problema, porque significaba que podía matarme con poco
esfuerzo).

3. Era la hija de Troy Brennan, y Troy Brennan era una persona


a la que no querías convertir en tu enemigo. Era el arreglador de
los bajos fondos de Boston, el tipo que la alta sociedad de la
ciudad tenía en nómina para hacer el trabajo sucio por ellos.

4. Las pocas veces que me encontré con Sailor, parecía


molestarse resistente a mis encantos (como dije, lesbiana).

—Un poco loco, ¿no crees? —finjo aburrirme, con ganas de


arrastrarme al hemisferio sur y escapar de mi veredicto.

—Mejor este plan loco, a que tu pene se meta en agujeros en los


que no tiene por qué estar. —Mi padre se queda sin palabras,
agarrando un pañuelo de su bolsillo delantero y frotando sus
manos sudorosas en él, centrándose en el tejido verde de trébol.

—Seis meses para vivir y jugar a la casita con una completa


desconocida, eso es poco ortodoxo, Pa. Algunos llegarían a decir
prosaicamente medieval.

—Acabas de ser atrapado teniendo sexo con cinco mujeres


jóvenes en la parte superior de los antiguos muebles italianos de
tu amigo, que, por cierto, todavía tenemos que pagar y se
deducirá de tu salario. Estás demasiado lejos de los reinos de la
ortodoxia para preocuparse por tu reputación.

—¿Qué hay de la reputación de Sailor?


—Ella no tiene ninguna, es una pizarra limpia. Y nadie está tan
loco como para hablar mal de ella, considerando quién es su
padre.

Me está enviando a vivir con una chica cuyo padre es un asesino


a sangre fría. A mí. Con mi boca sucia y sin filtro.

—¿Qué te hace pensar que Sailor estará de acuerdo con


esto? —Entrecierro los ojos.

Me había encontrado con Sailor Brennan tal vez tres o cuatro


veces en mi vida. Sus padres tenían restaurantes por todo
Boston. Su madre era chef y cocinaba para algunos eventos que
mi madre organizó hace un tiempo. Todo el tiempo, Sailor se
metió en su teléfono o miró a mi hermana con curiosidad (más
pruebas de la teoría de las lesbianas).

Apenas recordaba a la chica. Lo que sí recordaba era el cabello


de zanahoria que se veía tan suave como cayos en los pies, más
pecas que un rostro, y el cuerpo de un niño desnutrido de cinco
años.

—Tengo mis razones, pero ella necesitará algo de persuasión.

—Entonces, ¿cómo ves que esto va a pasar? ¿Voy a ella y le digo,


oye, vamos a mudarnos juntos?

No quería perder mi herencia porque mi polla tenía la vida social


de todo el clan Kardashian. Vivir con una geek y seis meses de
celibato no iba a matarme.

Probablemente.

Sólo el tiempo lo diría, honestamente.

—Haz lo que creas conveniente para asegurarte de que Sailor diga


que sí. —Pa se encoge de hombros.
—Te lanzaré un anzuelo, pero tú te encargarás de la pesca.
Ningún Syllie, por cierto, le he ordenado que no vuelva a
ayudarte. No más tonterías. Si quieres algo, tienes que
perseguirlo. Es tu trabajo hacer que Sailor coopere. Ahora estás
solo, Hunter. Si no me muestras que eres el hombre que necesito
que seas en los próximos seis meses, estás fuera. Y Sailor es justo
el tipo de persona que te mantendrá bajo control.
Tres

Sailor
Querido Dios,

Sé que hablo contigo periódicamente, principalmente pidiendo


favores, pero te juro que esta es la última vez.

Bien. Probablemente no sea la última vez, pero escúchame de


todas formas, ¿vale?

Por favor, dame una señal de que mi sueño olímpico no es un


fracaso.

Haz que llueva.

Haz que caca de paloma caiga en mí.

Cualquier cosa.

Es lo único que me importa. La única cosa que realmente quiero.

Tuya,

-Sailor Brennan (P.D. Dejé totalmente el chocolate y los bocadillos


salados por cuaresma, así que, si me buscas y ves una lista de los
pecados de mi familia, particularmente de mi papá y de mis
hermanos, sólo recuerda que estoy bien, ¿de acuerdo? P.P.D. Rezo
por ellos también.)

Dibujo una línea imaginaria entre el objetivo y yo, entrecerrando


los ojos bajo el sol palpitante, el sudor cubriendo mi frente.
Usando tres dedos para sostener mi flecha y cuerda, levanto el
arco hacia el objetivo, mi codo interno paralelo al suelo.
Prácticamente podía sentir mis pupilas dilatarse mientras me
concentraba, un cosquilleo de excitación que se dispara por mi
columna vertebral. Suelto la flecha, viendo como gira en el aire,
perdiendo la diana por unos pocos milímetros.

Bajo mi arco, limpiándome la frente.

—Sailor. —Mi entrenador, Junsu, dice en un tono cortante. Se


acerca a la zona sombreada del campo de tiro con arco, sus
manos se juntaron detrás de su espalda—. Tienes una visita.

Me quito el brazalete y la lengüeta de cuero, me doy la vuelta y


los tiro en la bolsa de lona abierta detrás de mí.

—¿Visita? —tomo una botella de agua de la silla de plástico,


apretando su contenido en mi boca—. ¿Quién me visitaría?

La pregunta no pretendía sonar tan patética como salió. Mucha


gente podría visitarme. Mis padres, por ejemplo. Mamá a menudo
dejaba comida para mí en la recepción, sabiendo que siempre
olvido alimentarme. También tenía amigos, Persephone (Persy) y
Emmabelle (Belle) Penrose, concretamente. Ambas pasaron una
buena cantidad de tiempo tratando de arrastrarme a los eventos
sociales que no quieren asistir. Pero todo el mundo sabía que no
me gustaban las visitas mientras estaba de entrenamiento. No
importa el hecho de que siempre estaba entrenando.

—Un chico. —La boca de Junsu se retuerce alrededor de la última


palabra. Su acento coreano, tocado con un inexplicable acento
británico, sonó con acusación.

—Un chico alto y rubio.

Junsu era bajito y musculoso y no parecía tener más de treinta


años, considerando que sus mejores años en las Olimpiadas
fueron hace treinta años, estaba sin duda llegando a los
cincuenta años. Su cabello era negro como el de un cuervo, su
piel bronceada sin arrugas. Llevaba ropa ajustada y sencilla de
telas caras. Siempre se veían bien planchadas.

—No sé de qué estás hablando. —sacudo mi cabeza, mi melena


al estilo de Merida DunBroch se me escurre por el rostro.

Levanto mi bolso y pongo mi arco sobre mi hombro mientras


comienzo a caminar desde el campo de tiro al aire libre hasta el
club de tiro con arco. Junsu debe haber escuchado mal. Ese tipo
probablemente estaba buscando a alguien más.

—¿Puedo venir media hora antes mañana, para que me ayudes a


afinar mi Inclinación? Creo que necesito una nueva cuerda.

Junsu me da un ligero asentimiento, su cara aún estaba


preocupada. —El chico, —presiona, acariciando su barbilla—,
¿Es él- como dirías? ¿Tu ami-go8?

Pone un guion entre las palabras chico y amigo, sabiendo muy


bien cuál era la respuesta. Había pospuesto la universidad (y la
vida en general) para centrarme en el tiro con arco. Más
específicamente: las Olimpiadas que tendrán lugar dentro de un
año. Los chicos estaban estrictamente fuera del menú este año.
Un intento en Las Olimpiadas, era una oportunidad de una o dos
veces en la vida.

La universidad podría esperar. Podría inscribirme el año que


viene, después de ganar mi medalla de oro.

¿Chicos? Estaban tan fuera de mi radar, que ni siquiera estaba


segura de tener dicho radar.

Tuve el placer de crecer junto a dos hombres, dos hombres


fuertes que me enseñaron todo lo que hay que saber sobre el

8
En original Boy-Friend, traducido como chico-amigo, en vez de novio.
género: eran salvajes, violentos y reales chupadores de tiempo.
No tenía lugar para ellos.

—No sé de quién estás hablando, Junsu. —soplo aire mientras


bailo un vals por el estrecho pasillo del club de tiro con arco.
Estaba lleno de fotos de arqueros pasados y actuales que han
traído orgullo y medallas a este club. Inhalo el olor adictivo del
sudor, del equipo de cuero y polvo—. Pero quienquiera que sea,
no es nadie para mí. —me detengo, rascando encima de mi ceja
mientras trataba de darle sentido a esto—. Tal vez sea Dorian
Sanchez. Fue a la escuela conmigo y me ha estado rogando que
hable con mi madre sobre darle un trabajo.

Dorian era rubio y alto, la única persona de mi clase aparte de


mí que no podía asegurar la entrada a una buena universidad.
Había comprado un camión de comida el último año y lo vendió
antes de la graduación, así que sabía que necesitaba dinero.

Sí. Tenía que ser Dorian.

—Bueno… —Junsu hace un gesto con la palma de su mano


abierta hacia la puerta principal—. El chico está merodeando
afuera. Le agradecería mucho que no hiciera eso otra vez. Esto
no es un Tinder. —escupe la palabra.

Sofocando una risa al morderme el labio inferior, asiento


seriamente. —Intentaré invitar a todas mis citas directamente a
casa en el futuro.

—No es gracioso, —dice severamente, abriendo los ojos.

—Sí, lo es. —me dirijo hacia la entrada, con un salto a mi paso


mientras tuerzo la cabeza para guiñarle el ojo a mi entrenador
olímpico—. Porque ambos sabemos que es una mier…

—¡No maldigas! —me hace señas con el índice—. ¿El hombro


derecho todavía te molesta?
—Sí —me encojo de hombros—. Me está matando, en realidad.

Mi hombro derecho me ha estado molestando durante semanas,


pero cada vez que visité a mi fisioterapeuta, fingí que estaba bien
para que me dejara entrenar.

Junsu era muy estricto con respecto a perder tiempo de práctica,


y siempre que yo me quejaba, me daba una mirada de supéralo
soldado.

Mi entrenador asiente. —Es natural. Hasta mañana, Sailor.

—Hasta mañana.

Me dirijo hacia el estacionamiento, dirigiéndome a mi sensible


Golf GTI blanco. Boston era insufriblemente calurosa en el
verano, los oscuros edificios coloniales y federalistas siempre a
unos pocos grados de derretirse en un charco de hormigón. El
club de tiro con arco estaba situado en una tranquila calle lateral
del West End, lo suficientemente lejos del apartamento de mis
padres en el centro de la ciudad como para que el congestionado
viaje diario me costará cincuenta minutos de ida y vuelta.

Descarto mi equipo en el maletero y empujo mis AirPods en mis


oídos. Estaba tarareando “Kill and Run” de Sia cuando siento un
golpecito en mi hombro.

Me doy la vuelta, sorprendida, a pesar de que Junsu me había


avisado.

Un rostro desconocido mira al mío.

Una impresionante cara para perder un ritmo o cinco, para ser


exactos.

Definitivamente no es Dorian Sanchez.


—¿Sailor Brennan? —El hombre, no chico, pregunta en voz baja,
sus ojos me recorren de pies a cabeza como si fuera una
prostituta a la que le acaba de abrir la puerta y descubriera que
no estaba a la altura de sus estándares.

Sentí que mi cuerpo se ponía rígido en defensa y sacudí mi


cabeza, librándome del extraño agarre que su mirada tenía sobre
mí.

—Sí. —elevo la cabeza hacia atrás para poder asimilar más de él,
y también porque no podía saber si la necesidad de darle un
cabezazo surgiría. Este tipo era un completo desconocido,
después de todo—. ¿Puedo ayudarle?

—Soy Hunter Fitzpatrick. —se señala a sí mismo, su sonrisa


perfecta, una media luna bien practicada con la cantidad
adecuada de dientes en relación con la dentadura.

Parpadeo, esperando más explicaciones. —¿Y.…? —frunzo el


ceño cuando se hizo evidente que su declaración también estaba
destinada a servir como una especie de aclaración.

Sus ojos se abren de par en par con sorpresa, pero pronto arregla
sus rasgos y se aclara la garganta.

—¿Podemos hablar en algún lugar?

—Estamos hablando en algún lugar —saco mis AirPods,


dejándolos caer en mi bolsillo delantero—. Aquí mismo. Y si no
me dices de qué se trata, me temo que tendré que dar la vuelta,
subir a mi auto y marcharme.

—Me temo que tendré que bloquear tu salida de aquí, si haces


eso. —Él arrastra sus dedos a través de sus mechones, cada
cabello dorado sometiéndose al movimiento, como una ráfaga de
viento que se arrastra en un campo de trigo.
Mocoso malcriado. Lo miró fijamente con una mezcla de irritación
y confusión.

—Entonces —digo cuidadosamente—, me temo que tendré que


atropellarte. Así que vamos a ahorrarte la visita al hospital y a mí
las molestias. ¿Puedes decirme por qué estás aquí? Me estás
metiendo en problemas.

—¿Qué carajo?

—Mi entrenador pensó que eras un ligue o algo así.

—JFC9, retrocede ahí. —Él resopla una risa lasciva, realmente


abreviando Jesús-grosería-cristo. Le echa otra mirada a mis
senos inexistentes.

Llevo una camisa de manga larga y pantalones de yoga, junto con


un viejo par de zapatillas que probablemente debería haber
reemplazado hace tres años. A pesar de mis mejores esfuerzos,
me sentí sonrojada por su rechazo. Sabía cómo era yo, y no era
un diez perfecto. Era flaca, con el cabello rojo y enredado que caía
en cascada hasta mi trasero, y un polvo de pecas en todos los
lugares que tocaba el sol. En una escala del uno al diez, era un
seis en un día generoso. Hunter era un millón perfecto.

—Quería presentarte una idea. —apoya una cadera sobre el


maletero de mi auto.

Todo en él era perezoso e indulgente. Era lo opuesto a mi


hermano y mi padre. Se amaba a sí mismo y era hiperconsciente
de su buena imagen. Me apagó.

No es que me hubiera excitado en primer lugar.

9
JFC abreviación de Jesus Fucking Crist. Se traduce como Jesus Jodido Cristo.
—¿Sobre? —me cambio de pie a pie. Mis nervios estaban
destrozados, deshilachados. Los chicos nunca me hablaban, y
cuando lo hacían, no se parecían a él.

—Nosotros.

—Acabas de decir que no hay un nosotros. Y me gustaría reforzar


esa declaración. —saco las llaves del auto de mi bolsa de lona,
cierro el maletero de golpe, y rodeó mi auto. Me sigue, sus
movimientos son suaves como un tigre, especialmente para un
tipo de su tamaño. Era muy alto y muy delgado, y lo más molesto
de todo olía muy, muy bien. Una mezcla de ropa limpia, canela,
y hombre corrupto.

—Whoa, aguanta un momento. ¿De verdad no tienes ni idea de


quién soy? —Él me toca el hombro para evitar que entre en el
auto mientras abro la puerta del conductor.

Le miro la mano con la ceja arqueada. La retira inmediatamente.

—Sin tocar, —digo.

—¿Bien, entonces? ¿No lo sabes? —registra mi rostro, sus cejas


se nivelaron con su línea de cabello.

Sacudo la cabeza. —Ni la más mínima pista. Mis condolencias a


tu ego.

—H-u-n-t-e-r F-i-t-z-p-a-t-r-i-c-k —dibuja lentamente,


tratándome como a una niña de primer grado que practica sus
letras—. Ya sabes, de Royal Pipelines.

—Si esto es una insinuación sexual, voy a tener que darte un


rodillazo en las pelotas, —digo con total naturalidad. Sin
embargo, no me sentía ni la mitad de tranquila de lo que
pretendía estar. Su mera presencia sacudió algo en lo profundo
de mi estómago, y sentí náuseas con la excitación
—No me despersonalices, señorita. —arranca una gorra VLTN del
bolsillo trasero de sus pantalones de diseñador, poniéndosela en
la cabeza y cubriéndose los ojos con mal humor.

Esa cosa le costó 400 dólares. Lo sabía porque había conseguido


algo similar para el cumpleaños de Belle. Pero fue un regalo
conjunto en el que ella, la hermana, los padres y el primo también
habían contribuido. ¿Quién demonios era este tipo?

—Vengo de la cuarta familia más rica del país. —Él hace una
mueca, mirando a través del borde de la gorra ahora, viéndose
ridículo, pero adorablemente infantil.

—Bien por ti. ¿Hay más detalles sin sentido sobre tu vida que te
gustaría compartir antes de que me vaya? ¿Color favorito? ¿Tal
vez la edad en la que perdiste tu primer diente de leche? hmmm.

Pero ahora que había dicho su nombre de nuevo, me di cuenta y


entendí por qué se sorprendió de que no lo reconociera,
principalmente porque todos los demás en esta ciudad lo hacían.

Hunter Fitzpatrick era injustamente, innegablemente,


irrefutablemente impresionante. Sorprendentemente. De una
manera que me hizo resentirme con él simplemente porque los
hombres que eran guapos no son dignos de confianza.

Permíteme enmendar, los hombres en general no son dignos de


confianza. Los guapos eran extra malos, sin embargo. Esa fue
una lección que aprendí en el instituto que no estaba en el
programa de estudios.

Se rumoreaba en Boston que los padres de Hunter lo habían


enviado a Todos Santos, California, hace cuatro años, después
de que lo echaran de un colegio británico, con la esperanza de
limpiar sus actos y asentarlo con su tío y su tía que estudian la
Biblia, o al menos mantenerlo alejado de la prensa de la Costa
Este. Estos últimos acosaban a la familia Fitzpatrick, y a Hunter
específicamente, ya que tenía la notable habilidad de actuar como
un idiota. De hecho, recordé un titular en particular que se
refería a él como "El Gran Terrible", después de que una de sus
fiestas en la piscina en el oeste terminó con dos personas
rompiéndose las extremidades tratando de saltar desde el techo
a su piscina.

Incluso desde California, el pícaro Fitzpatrick se las había


arreglado para llegar a los titulares. Según la fábrica de chismes,
sus conquistas sexuales eran actualmente de tres dígitos, y si los
ángeles obtuvieran sus alas cada vez que tenía una aventura, el
cielo estaría tan severamente superpoblado, que tendrían que
empezar a construir nuevas secciones en el infierno.

El cabello de Hunter era de oro fangoso, rizado en giros


angelicales alrededor de sus orejas, las sienes, y la nuca,
realzando su belleza detiene corazones. Sus ojos eran estrechos,
casi oblicuos, y brillantemente claros, una mezcla de grises y
polvo azul con manchas de oro, y sus pómulos altos, mandíbula
cuadrada, y los labios carnosos le daban la elegancia de un
príncipe malhumorado y mimado. Su nariz era recta y estrecha,
sus cejas eran gruesas y masculinas, y tenía ese saludable y
brillante bronceado de un hombre que llegó a ver las mejores
partes del mundo.

El cuerpo de Hunter fue discutido tanto como sus payasadas. Él


había jugado polo mientras estudiaba en el Reino Unido, y
continuó haciéndolo en privado después de que fue expulsado y
se mudó a California. Era delgado, musculoso y extrañamente
alto para ser un jugador de polo. Según los rumores, tenía unos
envidiables abdominales y un miembro del tamaño de la Torre
Eiffel.

En resumen, gritaba problemas, y no del tipo del que yo tenía


tiempo.
—Tengo una propuesta para ti. —Él inclina su nariz hacia arriba.

Dios, era tan arrogante que quería vomitar en sus zapatillas Fear
of God Jungle (995 dólares, Emmabelle me había dicho una vez,
en este punto, que él era una víctima de robo que rogaba ser el
objetivo).

—La respuesta es no.

—Esa es una forma plana de pensar. Ni siquiera lo has oído


todavía. —levantó la palma de mi mano, sonriendo
educadamente.

—Basándome sólo en tu reputación, combinado con el hecho de


que hemos estado parados aquí por diez minutos y todavía no
has llegado al punto, puedo deducir que no somos una buena
pareja para nada.

—Necesito que vivas conmigo durante seis meses. Pero, como en


un increíble apartamento en el centro. Una mierda súper genial.

Ignora completamente mi rechazo. Además, habló como si


estuviera haciéndome un favor. Es cierto, mis padres no estaban
en ninguna lista de los más ricos en el país, continente o espacio
exterior, pero lo hicieron muy bien por ellos mismos. De hecho,
yo había crecido en el lujo. Pero como mamá, rechacé la idea de
que el dinero es igual a la felicidad. Encontré que a menudo, lo
opuesto era cierto.

—Oh, —digo alegremente—. Bueno, en ese caso, la respuesta


sigue siendo no.

—¡Espera! Tengo algo que quieres. —Tiene la audacia de cerrar


la puerta del conductor detrás de mí, apoyando sus brazos a cada
lado de mis hombros, enjaulándome.

Lo miró fijamente, desconcertada. ¿Estaba drogado o algo así?


—¿Qué? —escupo, deseando que alguien salga del club, nos vea
y dispare una flecha a través de su cráneo. Otra parte de mí una
pequeña, diminuta parte disfrutó de la atención que este fino
ejemplar masculino me estaba proporcionando. Hice una nota
mental para ahogar esa parte de mí en la bañera cuando llegara
a casa.

—Mi papá dice que, si aceptas este trato, está dispuesto a


patrocinarte hasta las Olimpiadas. Dijo que te hará un nombre
muy famoso en toda América, y el amor de Boston. Hablo de
comerciales, de ponerte en contacto con el mejor agente deportivo
de América, de conseguirte un contrato para un libro. Serás
famosa, nena. —me ofrece otra de sus sonrisas dentada con
hoyuelos.

—No quiero ninguna de esas cosas. Sólo quiero hacer lo que amo.

—Eso es lindo, pero sé que Lana Alder de Nuevo México está


respirando en tu cuello en el departamento de arquería y podría
tomar tu lugar en el equipo. Y tiene campañas de belleza y ofertas
de películas saliendo de su trasero, así que tal vez quieras
reconsiderar ese gran y gordo rechazo.

—Hiciste tu tarea, —digo hoscamente. Lana era un tema delicado


para a mí. Sólo su nombre hizo que se me erizara la piel.

—Primera y última vez. —mueve las cejas.

Me muerdo la punta de la uña del pulgar. Tenía razón. Mi


principal competencia era Alder, y ella, por desgracia, era tan
hermosa como talentosa. Ella estaba viniendo a Boston en cinco
meses para poder entrenar junto con Junsu, y ya había
asegurado más cobertura mediática en mi ciudad natal que la
que yo había tenido en todo el año.

Sacudo la cabeza. —No.


—¿Estás segura? Misma casa, habitaciones separadas. Mis
padres sólo quieren que cuides de mí.

— ¿Por qué? —Mis ojos se encienden con fastidio—. ¿Por qué yo?
¿Por qué no una chica voluntaria? Estoy segura de que hay
muchas para elegir.

—Es exactamente por eso. No estás dispuesta. Dijeron que no


serias persuadida o seducida-incorruptible. Tienes buen carácter
y sabes el significado de la responsabilidad.

—Emm, gracias.

—Dios mío, mujer, eso no era un cumplido. —se ríe.

Frunzo el ceño. —Bueno, siento decepcionar a tus padres, pero


la respuesta sigue siendo no.

— ¿En serio? —gime cuando quito sus brazos de encima,


abriendo la puerta de nuevo y metiéndome en mi auto antes de
que pudiera considerar su idea loca. —Mi Pa conoce a tu papá y
le dio el chismorreo de las cosas. Aparentemente, le gusta mucho
la idea. Pregúntale. Pa puede hacer tu carrera. Si te importa tanto
el tiro con arco, hazte un favor y muerde la bala, hombre.

—Mi padre también es influyente, —digo, sin creer del todo en las
palabras saliendo de mi boca. ¿La locura era contagiosa?

—Tu padre puede influir en el recuento de cuerpos en Boston,


pero difícilmente es una figura pública. Mi viejo, sin embargo,
donó millones para construir un nuevo estadio de los Patriots.
Necesitas conexiones, Sailor. Déjame ayudarte.

Enciendo mi auto con la puerta todavía abierta, completamente


metida, agarrando el volante y sintiendo mis dedos entumecerse
a su alrededor.
—Sólo tienes que asegurarte de que estoy sobrio y célibe. Eso es
todo.

Lo miro, horrorizada. —Como, ¿ser tu niñera?

Se encoge de hombros. —Estoy completamente entrenado para ir


al baño, duermo toda la noche, a veces más allá de la mañana y
de la tarde, y puedo hacer un omelet patea traseros.

—¿Puedes dejar de usar la palabra trasero como adjetivo, verbo,


adverbio y nombre? —Medio le pido, medio le pregunto.

—Dejaré de decir la palabra trasero si estás de acuerdo con mi


única oportunidad de oferta en la vida. —presiona el botón para
bajar mi ventana y así poder continuar con nuestra conversación
un segundo antes de que le cerrara la puerta en la cara. Buena
intuición.

—Esto es una locura, —murmuro.

—Voy a tomar eso como un sí. —golpea el marco de mi ventana,


sonriendo.

Junsu me mataría si se enterara del trato. Dijo que el tiro con


arco era un arte respetable, no un especial de Disney Channel
que me obligaba a hacer prensa, no es que vaya a saber de eso.
En lo que a él respecta, eso calificaba como un recorte de gastos.
Pero yo estaba quedándome atrás y sabía que Lana Alder podía
aplastar mi sueño olímpico y disfrutar de él también.

De todos modos, papá mataría a Hunter Fitzpatrick si me daba


problemas. Y Sam, mi hermano, se desharía del cuerpo. Esa era
la belleza de venir de una familia de mafiosos.

Parecía algo obvio. Necesitaba un gran patrocinador que me


empujara. Eso es lo que todos, excepto Junsu, me decían. Mi
problema no era la falta de habilidad o talento, sino que era
tímida y demasiado patio feo para llamar la atención.

Aun así, no dije nada.

Hunter dobla sus rodillas, presionando sus palmas juntas.

—Ayuda a un tipo, vieja amiga. Te prometo que no soy un imbécil.


Quiero decir, no iría tan lejos como para llamarme un buen tipo,
pero soy inofensivo. Mi herencia está en juego aquí. Sólo quiero
que los dos sobrevivamos este tiempo de perra. Lo juro.

Parecía genuino. Además, ¿qué tan difícil puede ser esto? Él era
un voluntario participante en este extraño acuerdo. Además, he
estado queriendo mudarme de la casa de mis padres por un
tiempo. Me han estado molestando sobre mi vida amorosa o la
falta de ella durante mucho tiempo.

—¿Qué tan grande es este apartamento? —gruñí, sintiendo que


mi resolución se desvanecía a través de mis dedos.

—Tres habitaciones, unos ciento veinticinco metros cuadrados.


Un rascacielos a poca distancia de aquí. Puedes usar el
dormitorio de invitados para tu equipo.

—Vaya, —digo de golpe. Eso les ganaba a los apartamentos de


estudio que había estado mirando para escapar de las constantes
quejas de mamá y papá.

—También habrá un chef privado. Estaba bromeando sobre el


omelet; yo apenas puedo abrir una lata de Alphabet Pasta. Y
puedes traer a tus amigos y citas de manoseo o lo que sea. Soy
un excelente compañero, Sailor. Hasta te daré un condón y
llamaré a un Uber para sacarlos cuando hayas terminado para
que puedas ducharte y cagar sin hacer de anfitriona.

—Eres asqueroso.
—¿Por qué? Les pediré el servicio de lujo a través de mi
aplicación. Incluso arriesgaré mi calificación, que es de cuatro
puntos nueve ocho, sólo digo, porque eso es quien soy como
persona: un tipo altruista, un tipo decente.

—¿No hiciste un servicio comunitario por indecencia pública


recientemente después de correr por una calle completamente
desnudo? —frunzo el ceño, recordando el artículo.

Me hace señas para que me vaya. —Eso fue hace un año. Soy un
hombre renovado.

Estaba cometiendo un error. Sabía eso mientras tomaba la


decisión. Pero mi impulso para tener éxito ganó la batalla.

—¿Cuál es el inconveniente? —entrecierro los ojos—. Si necesitas


una niñera, debe haber una razón para ello.

—Controlar mis impulsos, —dice.

—¿Significa?

—Específicamente hablando, no tengo ninguno. Sólo piensa en


mí, como Bambi: jodidamente lindo, pero súper estúpido y en
total necesidad de supervisión.

Acaba de decir “jod…mente”. Además, se etiquetó


voluntariamente como estúpido. Me sentí llena de tristeza por él,
antes de que recordara quién era.

—Unas cuantas reglas básicas. —me siento en el asiento del


conductor, mi auto todavía corriendo.

Los ojos afilados como diamantes del Hunter brillaron al


rendirme. —Cualquier cosa.

—Uno, como dijiste, tendremos habitaciones totalmente


separadas.
—Tan separados que apenas estarán en el mismo código postal.

—Dos, nada de drogas, bebidas o chicas en el apartamento. No


voy a hacer recortes por ti, y no soy sobornable, en caso de que
planees hacer algún negocio extraño.

—Ningún negocio extraño. —acomoda sus codos en el borde de


mi ventana abierta, metiendo la mitad de su cuerpo dentro e
ignorando mi espacio personal, no muy diferente a un Labrador
ansioso—. ¿Qué más?

—No coquetees conmigo.

—Hecho, —dice demasiado rápido, levantando la palma de la


mano en un juramento de Boy Scout—. Me analizaste bastante
rápido, ¿eh?

—Tu reputación te precede.

—También lo hace cierto órgano.

Levanto una mano para avisar. —¿Ves? Exactamente lo que


quiero decir. Vas a tener que cortar la MD10, porque tratar con tu
boca de orinal está por encima de la paga de la niñera.

—Bien. Nada de insinuaciones sexuales. ¿Puedo decirle a Pa que


estás dentro?

Todo se movía demasiado rápido. Ni siquiera entendía


completamente que Hunter estaba aquí, mucho menos lo que yo
estaba aceptando. Pero algo me dijo que él era la señal por la que
había estado rogando hoy temprano. Este muchacho cabeza
hueca y desenvuelto era mi amuleto de la buena suerte. Iba a
llevarme a las Olimpiadas de Tallin el año que viene.

10
Mierda.
Además, Persy y Belle iban a tener ataques orgásmicos cuando
se enterarán de que estaría alojada con Hunter Fitzpatrick.

Y no era como si estuviera rompiendo mi regla de no chicos hasta


después de las Olimpiadas.

Hunter era un chico, pero no era un buen candidato para mí. No


estaba en peligro de enamorarme o de perder la concentración.

Me toma la mano y la estrecha cómicamente. Me doy cuenta de


que su palma estaba más suave que la mía. Probablemente lo
único de él que no estaba empañado.

—¿Puedo tener una regla también? —pregunta.

—No, —digo de plano, y luego suspiro—. Bien, ¿qué?

—No me busques en Google.

—¿Por qué? —¿Y por qué seguía estrechando mi mano? Y por


qué, por qué, por qué ¿no estaba yo retirando la mía?

—Sólo porque sí.

Tranquila, me dije a mí misma. Sería como vivir con una hermosa


e inútil foto.
Cuatro

Sailor
Como sucedió, no era como vivir con una imagen realmente
hermosa e inútil.

Más bien, como vivir con un demonio de Tasmania, a juzgar por


los primeros cinco minutos de nuestro llamado “roomance”
(romance de compañeros de cuarto, como mi madre, Sparrow,
alegre—y espeluznantemente—dijo).

Una semana después de que Hunter me acorralara fuera del club


de tiro con arco, me mudaba oficialmente a su apartamento en
West End. Mamá y Persy me ayudan con mis maletas y cajas.
Belle había querido venir, pero tenía “una cosa”. Conociendo a mi
amiga, esa cosa estaba unida a un hombre que se iba a comer
vivo y a descartar después de unas semanas de diversión. En el
momento en que las tres salimos del ascensor privado y entramos
en el apartamento, dejamos caer lo que teníamos en la mano,
quedamos con la boca abierta.

A primera vista, era todo lo que esperaba: apenas amueblado y


con buen gusto, ventanas de piso a techo, nuevos
electrodomésticos, sin mencionar una vista completa de Boston
que me hizo enamorarme de mi ciudad natal otra vez. Los colores
eran azul marino y burdeos profundos, dándole al lugar una
vibración rica, pero a la moda.

Sin embargo, en una segunda vista, el lugar parecía como si


todos los mapaches de América del Norte lo hubieran asaltado.
La ropa de Hunter adornaba la mayoría de los muebles, el sofá,
encima del televisor, la mesa de café, el suelo, incluso en el
fregadero, y había contenedores de comida para llevar abiertos
por todas partes, incluso encima del cubo de la basura.

La moderna cocina abierta con acento gris era un nuevo nivel de


desorden. Todo parece pegajoso. Las latas de comida están
abiertas y goteando su contenido. Incluso vi un rastro de
hormigas marchando desde el suelo hasta un frasco abierto de
salsa de chipotle en la isla de la cocina.

—Bueno —Persy canta alegremente—. Dijo que hay un cocinero,


así que seguro que también habrá un ama de llaves. Además, lo
tienes tomado de las pelotas. Puedes amenazarlo para que
mantenga el lugar ordenado, o si no, te mudas de vuelta con tus
padres. ¿Verdad, Sra. Brennan? —coloca una caja de cartón en
el espacio abierto de la mesa de café, mientras pone sus manos
en sus caderas.

—En realidad, no. Vamos a convertir el cuarto de Sailor en un


calabozo sexual. —Mamá recoge su cabello rojo en un moño con
una mano, llevando mi maleta al pasillo con la otra.

Le doy una mirada de muerte. —Mamá. Súper. Muy Asqueroso.

Se ríe. Haciendo que mi corazón se apriete. —Estamos planeando


convertirlo en una segunda oficina. Mi papeleo se está
descontrolando, y no tiene sentido mudarse a un condominio
más grande.

—¿Por qué no hacer la habitación de Sam una segunda oficina?


No ha estado viviendo en casa durante años.

—Porque no me preocupo por su vida social, —responde mamá


con franqueza—. Y, por lo tanto, es bienvenido a volver cuando lo
desee.

—Lo cual es nunca. —me burlo. Sam es un notorio soltero


bostoniano con gusto por la fiesta, al estilo de Warren Beatty.
—Mi punto exactamente, —concluye.

Genial. Ahora no tengo un lugar al que volver cuando esta cosa


se derrumbe. Por el aspecto de este apartamento, eso ya está
pasando.

No tengo dudas de que la decisión de mis padres de convertir el


cuarto de mi infancia en una oficina en casa es para mantenerme
aquí. Me aman mucho, pero me han rogado que sea más sociable.
Si fuera por mí, estaría disparando a objetivos y holgazaneando
con las hermanas Penrose hasta el final de los tiempos.

—¿Sabes qué? —me doy la vuelta, enfrentándome a las dos,


tratando de parecer más optimista de lo que realmente estoy. En
realidad, casi me había reventado una arteria. A Hunter le lleva
exactamente diez segundos hacerme enojar—. Voy a arreglarme,
a organizar las cosas como quiero que sean, a establecer el tono
para los próximos seis meses.

En la semana entre el momento en que Hunter me propuso el


trato en el estacionamiento y ahora, nuestros padres se han
reunido numerosas veces para negociar los términos de este loco
acuerdo legalmente vinculante. Mamá y yo nos habíamos reunido
con Gerald y Jane Fitzpatrick para poder firmar el contrato.
Gerald era frío como un pez y Jane agradable, pero reservada.
Hunter no estuvo en esas reuniones, y yo tuve la sensación de
que fue porque Gerald estaba preocupado de que él, fuera a decir
algo embarazoso o porque no quería que Hunter sintiera que
tenía el control de la situación.

—¿Estás segura? —Mamá me frunce el ceño—. No nos importa


quedarnos, y te vendría bien la ayuda extra.

—Positivo, mamá. —Ya las estoy empujando por la puerta. Sabía


que no iban a cooperar si les contaba mi plan.
No fue difícil deshacerse de mamá. Ella entendió mi vena
independiente y mi necesidad de hacer las cosas a mi manera,
porque me parezco a ella en eso. Persy era otra historia. Ella era
una buena persona, inocente y muy agradable. A veces me
preguntaba qué me atrajo hacia mi mejor amiga, quien tiene la
misma edad que yo, dieciocho años. Somos polos opuestos tanto
en apariencia como en personalidad. Tiene el cabello largo y
ondulado rubio oscuro, del color de la arena, enormes ojos
azules, y la suave y tradicional belleza de una rosa. Asiste a la
universidad como sus padres quieren, y no tiene ni un solo hueso
rebelde en su cuerpo.

Yo soy salvaje, impulsiva y con visión estrecha. Escondo mi flaco


cuerpo con ropa inadecuada, camisetas sueltas, zapatillas de
deporte y vaqueros. Mientras que Persephone, llamada así por la
diosa griega que había sido robada por Hades para vivir y
gobernar el inframundo con él, era tranquila pero confiada, yo
era insegura hasta los huesos. Amo a Persy hasta la muerte,
porque ambas poseemos las dos cualidades que más me
importan: somos innatamente leales y nos mantenemos alejadas
de los rumores.

De hecho, así es como nos convertimos en amigas. Cuando


empecé la escuela primaria, los chismes sobre mi padre corrían
por los pasillos como el río Mississippi. Troy Brennan era el
infame “fixer 11” de Boston, y se decía que tenía una cantidad
sustancial de sangre en sus manos. A pesar de eso, Persy y su
hermana mayor, Belle, me buscaron y se aseguraron de que
tuviera alguien con quien jugar en el recreo y con quien sentarme
en la cafetería.

11
Una persona que hace arreglos para las personas, especialmente de manera ilegal o tortuosa.
Belle era todo lo que Persy y yo no éramos: una ninfa, una diosa
caída. Astuta y aventurera con una lengua viciosa. Inteligente y
atrevida en la calle.

Las dos a mi lado hicieron que no fuera acosada o molestada


durante mis años de escuela.

—¿Estás segura? —Persy mueve su pequeña nariz.

—Sí —la empujo a través de la puerta—. ¡Fuera!

Paso las siguientes tres horas ordenando el apartamento lo mejor


que puedo, desempaco, guardo las cosas en mi habitación, y uso
la habitación de invitados para arreglar mi equipo de tiro con
arco, según mi acuerdo con Hunter. Ni siquiera hemos
intercambiado números de teléfono, pero un trato era un trato.

Cuando llega la noche, me desplomo en el opulento sofá tapizado


en satén y gimo, mi cabello se enmaraña en mi frente. Dos
círculos perfectos de sudor adornaban mi camisa bajo las axilas,
apenas un afrodisíaco.

Empiezo a dormirme, a pesar de mis esfuerzos, cuando las


puertas del ascensor privado de nuestro ático se abren y Hunter
entra con algunas bolsas de compras.

—Oye, roomie12, ¿qué pasa? —sacude su barbilla en mi dirección,


entrando en la sala de estar. Baja los dos escalones desde el
rellano hasta el salón, tira sus bolsas en la mesa de café, y se
sienta en el borde, planta los codos en sus rodillas. Su aroma
llega a mi nariz: suavizante de telas y almizcle de niño rico que
me hace la boca agua, por mucho que lo odie.

Me asomo bajo mis pestañas, preparándome para su belleza


visceral. Si pensaba que una semana lejos de él podría dominar

12
Compañera de cuarto/casa
su impacto en mí, estaba muy equivocada. Sus ojos gris-azulados
parecen piedras de invierno, brillando juguetonamente, sus
mejillas rojizas por el viento de la tarde, sus labios hinchados y
llenos, y sus rizos rubios leonados, un perfecto desastre. Todo en
él es masculino, afilado y musculoso.

—Te traje un regalo. —me tira algo en las manos.

Un pequeño sobre. Cuando lo abro, veo una tarjeta de regalo de


Target. Sí, la tienda. Pongo los ojos en blanco y sonrío
cansadamente —Gracias.

—Me gusta lo que hiciste con el lugar. —mira a su alrededor,


tomando uno de mis pies de la mesa de café y quitándome la
zapatilla de deporte. Veo con horror cómo deja caer el zapato
sucio al suelo, toma mi pie con calcetines y empieza a clavar sus
pulgares en él. Al principio, intento arrancar mi pie, pero después
de horas de trabajo y años de entrenamiento en general, mis
músculos están tensos y rígidos. El masaje se siente demasiado
delicioso como para no aceptarlo.

—¿Qué demonios estás haciendo? —frunzo el ceño, viéndolo


poner mi pie sobre su muslo musculoso y masajearlo a fondo. Su
muslo está tan duro, que me pregunto cómo se sentirá el resto
de su cuerpo.

ETS13. Se siente como atrapar una ETS, imbécil.

No se puede negar que es bueno con las manos, y me pregunto


cuántas chicas han caído en esta trampa.

—Nunca. —dice, leyendo mis pensamientos mientras me sonríe


a sabiendas.

13
Enfermedad de Transmisión Sexual
—¿Q-qué? —tartamudeo, odiándome a mí misma por
convertirme en un desastre inarticulado.

Su padre no debería haber puesto toda su confianza en mí. Si


pudiera verme con Hunter ahora mismo, sabría lo indefensa que
estoy. No es que fuera a ser poco estricta con su hijo, pero
definitivamente no soy a prueba de balas de su encanto.

—Te preguntas cuántas veces he hecho esto como juego previo.


La respuesta es nunca. Lo hago porque tienes un aspecto horrible
y necesitas un descanso, y porque limpiaste nuestro
apartamento, aunque las amas de llaves llegan mañana.

—Oh, —digo, sintiéndome estúpida pero demasiado agotada para


enfadarme por ello—. Realmente sabes cómo halagar a una
chica. —Estoy cansada de oír lo poco atractiva que soy para este
tipo. Además, todo lo que hizo, incluso el glorioso masaje, fue
trenzado en burla, como si no se hubiera tomado nada en serio,
nunca.

—¿Te gustaría que te felicitara? —levanta una ceja, metiendo sus


dedos más profundamente en mi talón.

Mis ojos se ponen en blanco, y dejo escapar un gemido mientras


el delicioso dolor desata mis músculos. —Realmente no me
importa —dejo caer mi cabeza en la parte de atrás del sofá, cierro
los ojos—. ¿Dónde estabas, de todos modos? —Ahora era un
buen momento para empezar a investigarlo y mostrar autoridad.

—Comprando.

—¿Con quién?

—Mi hermana, Aisling.

Curiosamente, me acuerdo de su hermana. De su hermano


también. Borré a Hunter permanentemente de mi mente porque
era un niño de mi edad, hermoso, y casi tan inalcanzable como
el planeta Marte. Esas cosas de alguna manera lo convirtieron en
un enemigo automático a mis ojos.

—La vas a amar. Está horrorizada por todo lo masculino y


divertido, como tú.

—Me molesta esa declaración.

—Te molesta todo.

Me muerdo la lengua para no arremeter contra él, sólo porque sé


que ya me he vengado por hoy, así que, cambio de tema.

—¿Cómo sé que no saliste con otra chica? —abro los ojos.

Sopla aire a través de sus mejillas, pasando sus largos y fuertes


dedos desde mi pie hasta mi tobillo, amasándolo en círculos.

—Para empezar, sabrías si he tenido sexo, porque estaría


desbordando de brillo del post-orgásmico.

—No puedo creer que te siga la corriente con esto, pero ¿cómo es
tu brillo después del orgasmo?

—Me temo que no puedo fingirlo. —guiña un ojo, quitando mi


pierna de su muslo y devolviéndola suavemente a la mesa. Mi
corazón pierde un solitario latido al perder su toque, antes de que
Hunter tome mi otro pie y le dé el mismo tratamiento, quitando
mi zapatilla y masajee de mi talón hasta los dedos de mis pies.

—Tendrás que darme un orgasmo para averiguarlo.

—Algo difícil, —digo.

Me mira con diversión, me sube los dedos por el tobillo. El


silencio nos envuelve. Finalmente, dice: —¿Quién va a cuidar de
Hunter Jr., entonces?
—¿Tu mano? —le sugiero—. O una tarta de manzana, si te gustan
los clichés culturales.

No me gusta mucho hablar de sexo con Hunter, ni con nadie,


pero no quiero que vea lo nerviosa que estoy, y obviamente me
está probando. Belle y Persy morirían si se enteraran de que
había hablado de sexo con el mismísimo rey del sexo. En cuanto
les conté mi acuerdo con Hunter, me bombardearon con todos
los chismes de interés periodístico que me perdí sobre mi nuevo
compañero de cuarto. Belle también mencionó algo sobre querer
montarlo como una bicicleta robada.

—¿Qué tal si llegamos a un acuerdo, si hago de santo adorable


toda la semana y me mantengo fuera de tu camino, puedo follar
unas cuantas veces con alguien al azar? Tendré que traerla a
casa porque Pa tiene gente siguiéndome, ya los he visto, pero
siempre puedes ayudar a un amigo y decirle al personal del
edificio que son tus amigas.

Mis ojos casi se salen de sus órbitas, la sangre en mis venas se


calienta con la ira. —¿Qué?

—Está bien —levanta las palmas de sus manos—. No unas


cuantas. Sólo una. Veinte minutos. Pero esta es mi última oferta.

—No. —digo.

—Bien. Diez minutos. Y me aseguraré de que mantenga la voz


baja. Esa es mi última oferta.

Es un terrible hombre de negocios.

—Así no es cómo funcionan las ofertas finales, y la respuesta


sigue siendo no.

— ¿Qué? —Se le cae la sonrisa—. ¿Por qué no?


—Te lo dije, me tomo en serio este acuerdo con tu padre. —me
levanto.

No fue buena idea dejar que me tocara mientras negociábamos.


Me molesta que, al igual que con las demás chicas, su toque
desarmara mi lógica. Recojo dicha lógica en mis brazos en
pedazos destrozados y minúsculos de lo que solía ser una sólida
estatua, tratando de reorganizar mis pensamientos. Hunter
también se levanta, elevándose sobre mí. Mi cabeza alcanza sus
pectorales inferiores. Tengo que levantar mi cuello para
encontrarme con su mirada.

—¿En serio? —cambia su tono de agradable a mortalmente


serio—. ¿Vas a bloquearme de verdad?

Al menos ahora sabía qué había inspirado el masaje y la tarjeta


de regalo de Target.

—No es como si le fuera a decir a Pa que me traes chicas a


escondidas. Será nuestro pequeño y sucio secreto.

—No quiero ningún secreto contigo. —tiro mis manos al aire,


explotando—. No quiero nada contigo, punto. Tu padre tiene
razón en perseguirte. Estás dispuesto a tirar tu futuro a la borda
por el sexo.

—Se supone que no debería elegir —se despeina el cabello, del


color del bronce—. ¿Por qué tienes que ser una soplona? Y ya que
estamos en el tema, ¿por qué eres rara? ¿por qué el tiro con arco
y no, digamos, Zumba? ¿Qué diablos te pasa? Estás haciendo
todo más difícil.

—¿Es en serio? —me río histéricamente, yendo a mi habitación.

Me persigue, de nuevo, con sus pasos largos y salvajes, haciendo


que mi corazón salte a mi garganta, golpeando el suelo en su
camino hacia arriba. No puedo recordar la última vez que mi
pulso había palpitado tan rápido. Hunter salta delante de mí y
me bloquea el camino al pasillo, apoyando los codos a ambos
lados del pasillo arqueado.

—La inseguridad no te queda bien, niña. —sonríe, burlándose.

Siento que el rubor sube de mi cuello a la parte superior de mi


cabeza y sé que mis ojos brillan con humillación y rabia.

”Niña fea, muy fea. ¿Eres un niño o una niña? Oh, no importa.
Tomaré lo que es tuyo, de todos modos”.

Las palabras que me persiguen hasta el fin del mundo.

Me recordó a ella.

Era la versión masculina de ella.

De la chica que quería romperme, y que juré romperla primero.

Quiero estrangular a Hunter. Estaba tan seguro de que lo dejaría


hacer lo que quisiera cuando me acorraló en el estacionamiento.
Él sabía que, si se acostaba con otra chica fuera del apartamento,
su padre lo atraparía. Yo era su única oportunidad, y no estaba
cooperando.

—Jódete. —muestro mis dientes.

—Unas pocas semanas más así, y lo consideraré, cabeza de


zanahoria —acerca su cara a la mía amenazadoramente—. ¿Qué
es lo que quieres? ¿Dinero? ¿Poder? Puedo engancharte con uno
de mis amigos de alto perfil. Sólo dilo, Sailor. Escúpelo y tendrás
a los paparazzi monitoreando cada uno de tus movimientos.
Serás la nueva Serena Williams. Todo el mundo tiene un precio.

Sacudo la cabeza. —Yo no.


—Eso es falso. Estás aquí, lo que significa que ya fuiste comprada
por mi padre. Ahora, ¿qué puedo hacer para aumentar mi oferta
y cambiar tu lealtad de él a mí?

Morirte, quiero gritar. Sólo que eso no es cierto. Si se muriera aquí


y ahora, no cambiaría mi lealtad. Sin embargo, bailaría sobre su
cadáver mientras le agradezco a Dios por salvarme de seis meses
de tortura.

Sé que nuestros primeros encuentros juntos van a dictar el resto


de nuestra relación, lo tiro del cuello de su camisa, acercándolo
a mi cara para que estemos chocando nuestras narices. Puedo
respirar en su boca. Goma de mascar de canela, menta, y un
sucio beso carnal que nunca dejaré que ocurra.

Si se sorprendió por mi travesura, su cara no lo demostró.

—Escúchame atentamente, Hunter Fitzpatrick. Puedo parecerte


insegura, una nerd de aspecto promedio. ¿Y sabes qué? Eso es lo
que soy. Lo soy. Pero no te equivoques, esta nerd insegura viene
de una larga línea de gente con la que no quieres joder, y tengo
su brutalidad también. No dudaré en atravesar tu bonito y
malcriado corazón de príncipe con una de mis flechas
puntiagudas. Pero tienes razón. Tengo un precio. Mi éxito es mi
precio. Vencer a Lana Alder en este juego es mi precio. No tienes
nada que ofrecerme en ese departamento. Serás célibe, sobrio y
agradable. Asistiremos a nuestras reuniones familiares,
jugaremos a la casita y seremos lo que nuestros padres quieran
que seamos. Y luego nos separaremos y no nos volveremos a
hablar nunca más. ¿He sido clara?

En lugar de contestar, se aleja de mi toque, se da la vuelta y se


dirige por el pasillo a su habitación. Abre la puerta y la cierra de
golpe a sus espaldas. Espero en el pasillo con los brazos
cruzados, sabiendo que la verdadera explosión estaba a segundos
de distancia.
Hunter tiene razón. Cayó en sus impulsos y reaccionó
irreflexivamente.

—Tres, —susurro, manteniendo tres dedos en el aire—. Dos,


uno. —Los bajos uno por uno, mis ojos se fijan en su puerta
cerrada. Cada fibra de mi cuerpo tiembla de adrenalina, miedo y
diversión.

—Hora del espectáculo. —chasqueo los dedos.

Hunter sale de su habitación, con las mejillas sonrojadas y los


ojos oscuros. Dos lunas llenas.

—¡Jodeeeeeeeeeeeer!

Dice la letra E por mucho tiempo. Sus manos están llenas de


basura: las latas abiertas que aún gotean salsas sospechosas, su
ropa sucia, un par de zapatos de diseño y un control de
videojuegos. —Tiraste toda la basura en mi habitación. ¿Estás
loca?

—Lindo esto es un momento Esparta. Todo eso te


pertenece —levanto la barbilla, mi voz es severa—. Pensé que te
gustaría recuperarla, ya que fue arrojada por todo nuestro
espacio compartido.

Me mira sorprendido, como si yo fuera un animal salvaje y


maltratado que tiene que domar, un roedor que vandaliza a este
caro ático. —Estás loca.

Sonrío dulcemente. —Me han llamado cosas peores.

—Ahora lo entiendo —deja caer la basura al suelo,


señalándome—. Eres mi castigo por lo que hice. Eligió a la perra
más loca de Boston para enderezarme, el viejo bastardo.

Tal vez Hunter tiene razón. Tal vez su padre había oído lo
insoportable y centrada en mi carrera y aguafiestas que era.
Aunque técnicamente, no se me podía llamar aguafiestas, ya que
nunca asistí a ninguna.

—Asegúrate de mantener el lugar ordenado, Hunter. Con o sin


amas de llaves, no quiero vivir en la suciedad, ni siquiera por una
hora. Que tengas una buena noche roomie. —entro en mi
habitación y doy un portazo en frente de su cara.

1-0, equipo visitante.


Cinco

Hunter
Lo importante es recordar que mis bolas no se van a caer.

Lo busqué en Google unas cuantas veces (veintitrés veces, siendo


específicos) para estar seguro. Se confirmó: Podía vivir seis meses
sin tener relaciones sexuales y aun así sobrevivir. Físicamente.
Mi mente es otra cosa. Si iba a perderla en el proceso, iba a
desgarrar a Sailor Brennan miembro por miembro, y luego
coserla de nuevo convertida en una muñeca sexual.

La fiera con cabello de cobre, dijo que no nos hablaríamos


después de los seis meses, pero se equivoca al asumir que podía
deshacerse de mí tan fácilmente. Ya estaba fantaseando con
matarla en varias maneras, paisajes y con diferentes armas una
vez que esto terminara. Como:

Yo estrangulando a Sailor con un atardecer siciliano.

Yo degollando a Sailor mientras usamos trajes de baño a juego en


las Bahamas.

Yo empujando a Sailor desde un tranvía aéreo en unas pintorescas


vacaciones en Aspen.

A veces, en las fantasías, estaba dormida, pero la mayoría de las


veces estaba bien despierta y totalmente consciente, siendo
testigo de su muerte.

Paso la noche en el sofá porque no quiero dormir en mi cuarto


lleno de basura, y no hay forma de que limpie el desastre que dejó
allí.
Mira, tal vez no soy completamente inocente. Antes de que Sailor
habitara este lugar, podría haberme hecho una fiesta de lástima
y haber ensuciado mi nuevo apartamento para hacer esto
incómodo para ella, también. Pero ella no tenía que hacer un gran
escándalo por ello.

Duermo con nada más que mis boxers. Cuando me despierto con
una erección, como una salchicha alemana de gran tamaño, del
tipo que te hace luchar con tu propia polla durante la orina de la
mañana, espero que ella la vea antes de que se vaya corriendo a
su aburrido día de disparar a los objetos y disfrutar el atardecer,
tomada de la mano de su himen.

Así es, Sailor. No eres la única idiota bajo este techo con un arma
mortal.

Lo que me lleva a mi siguiente punto... ¿Quién carajo hace eso?


¿Simplemente disparar a nada? No caza ni hace nada productivo
con su talento, sólo apunta a objetivos inútiles. ¿Por qué es un
deporte olímpico? El tiro con arco es un juego de damas para los
que les va el anal.

—Señor, llegamos. —murmura mi chofer desde el asiento


delantero.

Mi primer día de trabajo para Pa y Cillian. Y necesito de alguna


manera pasar mis exámenes universitarios este año. Voy a dividir
mi tiempo entre la universidad comunitaria por las tardes y
trabajar durante el día al 50%. No soy un genio de las
matemáticas, pero hasta yo sé que eso deja cero tiempo para
tener una vida. Pa me dio una paliza y esta vez, se tomó su tiempo
mientras me divertía en California antes de meterme un
consolador de diez pulgadas por el recto. Me siento adolorido y
sensible incluso antes de que me dé la maldita propina.
Estamos en el día dos de ciento ochenta y dos, pero ¿quién coño
está contando?

(Respuesta: yo. Estoy contando.)

Salgo a tropezones del auto ejecutivo y me encuentro con el


tráfico humano del centro de Boston, arrastrando los pies hasta
el gran rascacielos cromado de Royal Pipeline´s que el noventa y
cinco por ciento de los bostonianos odia tanto, que hicieron
frecuentes manifestaciones afuera cuando comenzaron a
construirlo. Arruinó el horizonte de la ciudad, pero quién está
dentro de él, es quien personalmente arruinó mi vida.

Lo mejor del día, aparte de no pasarlo con la maldita Sailor


Brennan, es que puedo usar un traje de Brioni 14. Usar trajes es
mi cosa favorita. Ni siquiera finjo necesitar una ocasión. Voy a
fiestas, al cine y a restaurantes con el aspecto de Jay Gatsby 15.

Paso media hora con seguridad consiguiendo mi gafete con


nombre, tarjeta electrónica, y un montón de otras mierdas, luego
procedo a la octava planta, donde está la oficina de mi padre.

Me acerco a la recepción principal, donde se encuentra una


bonita recepcionista con ojos tan vacíos que podría pasar por una
Barbie de tamaño real.

Apuesto a que puede flexionar las rodillas como una.

—Hey, Hunter Fitzpatrick llegó —recargo mi codo en el


mostrador—. ¿Dónde está mi oficina?

Dos hombres de aspecto severo detrás de mí resoplan entre sí,


sacuden sus cabezas y se alejan. La rubia me mira fijamente con
una mezcla de horror y reticencia. Tal vez le estoy dando

14
Brioni es una firma de moda italiana, fundada en 1945 por D. Nazareno Fonticoli .
15
Jay Gatsby es el personaje principal de la novela de 1925 F. Scott Fitzgerald The Great
Gatsby.
vibraciones agresivas porque no me han chupado la polla en casi
dos semanas.

—¿S-u-u tarjeta electrónica? —tartamudea, casi se estremece.


Soy una persona no grata dentro de estas paredes de cristal, lo
que me hace creer que no estoy viendo todo el cuadro. ¿Por qué
está asustada?

Le muestro la tarjeta que recibí cuando entré al edificio, y la dejo


caer en el bolsillo de mi chaqueta después de que la escanee.

—S-s-sígame.

Con los pasos de un ratón de laboratorio, me lleva a la zona


principal de la oficina, que tiene suelo de mármol dorado y negro,
ventanas de suelo a techo y largos escritorios ocupados por
MacBooks, secretarias muy activas, asistentes personales y
mensajeros que corren de una esquina a otra.

Alrededor de la habitación, hay oficinas con forma de pecera. La


más grande pertenece a papá, seguida de la de Cillian (segunda
más grande) y la de Syllie (tercera más grande). La rubia me lleva
a un antiguo escritorio de roble que parece haber sido arrastrado
del sótano del Dr. Frankenstein, con un teléfono y un monitor de
ordenador de los años ochenta. Ya sabes, la cosa parecida a un
ladrillo que se parece a un arma medieval. La estación
improvisada estaba pegada a la pared de cristal de mi padre.

—¿Qué carajo es esta mierda? —pregunto a través de una


estrecha y caballerosa sonrisa.

—Es-es-ta es su área de trabajo. Justo afuera de la oficina de su


padre, para que pueda observar su p-p-progreso. —dice la frase
entera como si hubiera sido ensayada mil veces.

Me volteo para mirarla, frunciendo el ceño. Por eso estaba


asustada. Pensó que iba a matar al mensajero. En realidad, tal
vez la estrangule mientras la dejo masturbarme en los baños
comunes si le gustan esas cosas. Como he dicho, no soy un
hombre violento.

Se aclara la garganta, enderezando su columna vertebral.

—S-u-u padre dijo que, si tiene un problema, debe hablarlo con


Recursos Humanos y luego...

En lugar de esperar a que termine la frase el año que viene, voy


a la oficina de mi padre, abro la puerta de cristal y entro
enérgicamente, con una agradable sonrisa en la cara. La rubia
corre tras de mí, tartamudea sus disculpas a Pa, a Syllie y a
Cillian. Ambos hombres están sentados frente a Pa en su
escritorio, encorvados sobre un plano.

Le hago señas a la rubia para que se vaya. —Se acabó el


espectáculo, cariño. Puedes volver a ver El Cantante
Enmascarado16 bajo tu escritorio, pensando que nadie sabe lo
que haces.

Quise cerrarle la puerta en la cara para el efecto, pero es una de


esas puertas elegantes y lentas, así que todos nos quedamos allí
durante ocho segundos, viéndola deslizarse no dramáticamente
hasta cerrarse. Detrás del vidrio, puedo ver el shock y el horror
en su cara.

Me vuelvo hacia mi padre, abro los brazos con una sonrisa falsa.
—Athair, —digo. Padre en gaélico—. Estoy tan feliz de verte. Y por
feliz, quiero decir ¿por qué sigues presionándome cuando ya te
has llevado todo?

16
El Cantante Enmascarado es una serie de televisión de concurso de canto de realidad británica basada en
la franquicia del Cantante Enmascarado que se originó a partir de la versión surcoreana del espectáculo Rey
del Cantante Enmascarado.
No me importaba que Cillian y Syllie estén allí. Syllie es
prácticamente de la familia, y Cillian es de la familia.
Lamentablemente, lo es.

Canción del momento: - Greek Tragedy - de The Wombats.

—Ceann beag, veo que el celibato se está comiendo tanto tu


cerebro como tus modales. —Cillian arquea su ceja de un tono
más oscuro que el mío.

Todo lo del cabrón era más oscuro que yo, incluida el alma.
Siempre he pensado que es irónico que Cillian y villano17
contengan las mismas letras.

—Nunca tuvo cerebro para empezar, así que no pierdas el tiempo


preocupándote por si se lo comen —Mi padre vuelve a fruncir el
ceño ante el documento extendido en el escritorio, los planos de
la nueva refinería de la que todo el mundo hablaba abajo. Empuja
sus gafas de lectura por el puente de su nariz, con su Sharpie
flotando sobre el papel—. ¿Qué pasa ahora, Ceann
Beag? —pregunta.

Ceann beag se refiere a pequeño en gaélico, lo que sería


entrañable si no fuera por el hecho de que no soy el bebé de la
familia. Esa es Aisling. Yo soy el hijo del medio. Tal y como yo lo
veo, simplemente conseguí el trozo más pequeño del corazón de
mi padre de nosotros tres.

—¿Tu compañera de casa no es de tu agrado? —sale una pequeña


sonrisa burlona a un lado de la boca de mi padre mientras pone
notas con un Sharpie rojo en todo el plano.

No muerdo el anzuelo. Él está esperando escuchar cuánto odio a


la recta y rompe pelotas Sailor. Lo cual, concedido, lo hago, pero
¿por qué darle la satisfacción?

17
Hace referencia a “Villian”
—¿Sailor? Ella es grandiosa. Jodidamente sexy, también. Es una
pena que sea célibe en estos días —digo, poniendo un hombro
sobre una de sus paredes de cristal. Sé que es la última broma.
Si mi padre tiene la impresión de que me estoy follando a Sailor
mientras que no me la estoy follando, y Sailor lo niega —lo cual
ella haría— Pa tendría que seguir cumpliendo su trato con
ambos.

Troy Brennan, el padre de Sailor, supuestamente le dio a la


muerte una carrera por su dinero. Eso significa que Sailor se iba
a ir con todo lo que se le había prometido, y yo con todo lo que se
me había prometido. Ni siquiera mi padre fue tan tonto como para
molestar a un tipo como Brennan con la insinuación de que me
había follado a su niña.

Aún no había tenido el disgusto de conocer a Brennan, así que


fue fácil usar a su hija como un peón.

La cara de mi padre se cayó cuando quitó sus ojos del plano,


escaneándome.

—Si todo es grandioso y elegante, ¿por qué estás aquí, en mi


oficina, sin ser invitado?

Apunto a mi estación fuera de su puerta. —Una cama para perro


habría sido más apropiada.

—Tal vez, pero no en sincronía con el diseño general, —termina


Pa, poniendo su Sharpie entre sus dientes y sujetándolo con una
sonrisa.

—¿También voy a conseguir los restos del catering después de


que el resto del equipo termine de almorzar?
—Siempre que te comportes como un caballero civilizado y no
como un desertor de Girls Gone Wild18.

Estoy disfrutando de este intercambio, y todos los golpes que no


he dado a lo largo de los años empezaban a acumularse en una
suma impresionante. Me importa, y estoy furioso.
Específicamente, me importa lo mucho que mi familia me odia.
Ya es bastante malo que no tenga ningún amigo en Boston y que
mi familia me evitara como la peste, ahora tengo que pasar mis
días sentado en un sucio lugar fuera de la oficina de Pa.

—Quiero una oficina —aclaro.

—Gánatelo —desafía mi padre—. No tienes un solo hueso serio


en tu cuerpo.

Aparte de mi erección.

Vale, joder. Eso no me ayuda.

—Bueno, bueno. —Syllie se pone de pie, y hace un gesto con las


manos para calmar la tormenta que se avecina en la oficina. Es
un hombre flaco, pálido como un cadáver, el rastrojo oscuro y
bien afeitado sobre su piel le daba a su mandíbula un tono
azulado.

No me sorprende que Cillian se quede callado. Ver a papá darme


el tercer grado19 es su pasatiempo favorito, aparte de sacrificar
vírgenes y gatitos a Satanás, tal vez.

—Calmémonos aquí —sugiere Syllie—. ¿Qué tal si cambio las


cosas y le consigo un escritorio con los asistentes? Será más fácil
para él aprender de esa manera.

18
Es un exhibicionista franquicia de entretenimiento creado por Joe Francis en 1997, que en
ocasiones aparece como el anfitrión de los videos.
19
Hace referencia a un interrogatorio o regaño
—No —Pa dice—. Estará donde pueda verlo. Kill y yo le
enseñaremos nosotros mismos.

—Entiendo. Pero Hunter sigue siendo un Fitzpatrick y necesita


ser mostrado como uno para mostrar solidaridad. Con todo
respeto... —Syllie dice amablemente.

Ahora le toca a Cillian levantarse, agitando las yemas de los


dedos con desdén, como si el viejo fuera un vulgar sirviente. No
creía que fuera posible que Cillian respirara sin parecer
perversamente condescendiente.

—Gracias. —le dice a Syllie, que le dobla la edad. Qué bastardo.

—¿Por qué? —Syllie frunce el ceño.

—Discúlpanos y danos privacidad. Puedes retirarte.

—Pero...

—Acepta la derrota —Kill muestra una sonrisa de lobo, dentuda


con la promesa de morder cuando se le provoque—. Te estás
avergonzando a ti mismo, y al chico. Vete.

Silvester lo mira con la boca abierta, antes de asentir con la


cabeza y se dirige hacia donde yo estoy, junto a la puerta. Pone
su mano sobre mi hombro, dándome una sonrisa compasiva.

—Bienvenido de nuevo, muchachito —susurra.

Aprieto su mano en mi hombro, asiento con la cabeza. Tan pronto


como Sylvester sale, me vuelvo hacia mi hermano. —Maldición,
hombre, eres un cabrón.

—Y pensar que pasaste doce años en clases particulares para


tener esa boca —Cillian enrolla el plano en el escritorio
limpiamente, de espaldas a mí. El maldito nunca maldice—. ¿Es
demasiado tarde para pedir que te devuelvan el dinero, Athair?
—Desafortunadamente, sí, mo órga. —Mi adorado.

—Mi mal por estar vivo. Pero si sirve de algo, desearía que me
hubieran sacado antes de la concepción, —murmuro, incapaz de
detener mi boca.

Yo soy el único Fitzpatrick cuya charla basura rivalizaba con la


de nuestros antepasados, que habían llegado a Massachusetts en
barcos de Irlanda como marineros con el vocabulario de los
raperos.

Ambos hombres me miran con abierto desdén. Odio que


estuvieran tan unidos y tuvieran una relación padre-hijo, que yo
fuera un extraño en esta ciudad, en este edificio y en su casa,
donde no soy bienvenido.

—Hablando de retirarse... —Mi hermano se vuelve hacia mí.

Había olvidado lo alto que es Cillian. Llena su traje Armani como


si hubiera nacido en él. Su cabello castaño está recortado a la
perfección, sus ojos dorados y de lino, como su apodo —mo órga.

—¿Tu cinta de sexo sigue haciendo las rondas en


Internet?, —pregunta.

Después de que abordé el avión de mi padre desde San Diego a


Boston, descubrí que había nombrado un equipo de seis magos
de la informática para tratar de acabar con esa perra, no sólo
desde Cyberlandia, sino también para alejar a los medios de
comunicación de la historia.

Eso sólo demostró que Pa no tiene idea de cómo funcionaba


Internet. Si está allí por un segundo, está allí para siempre.
Siempre va a haber alguien que lo guarde y lo publique. No quise
darle la noticia de que ni siquiera él tenía suficiente poder para
alterar la Internet, así que lo dejé tener su momento. Pero no me
hice ilusiones. Ese video está ahí para quedarse.
Cuando muestro mi cara en Avebury Court Manor antes de ir a
mi edificio con forma de polla, mamá me preguntó si no me
preocupaba que mi futura esposa lo viera. Le dije que, si lo veía,
vería que tenía motivos para estar encantada con mi actuación.

Pero, ¿hablando enserio? No me iba a casar ni en un millón de


años. ¿Por qué comprar una vaca cuando puedes desarrollar
intolerancia a la lactosa bebiendo leche de cada teta de tu
vecindario? Había visto a mis amigos enamorarse y llegar a
extremos para conseguir a la chica. Parece una gran molestia.

—No —le sonrío con suficiencia a Cillian, tratando de salvar lo


que queda de mi orgullo. Lentamente estoy aceptando el hecho
de que mi padre iba a arruinarme los próximos seis meses, y tenía
que ver a través de todo esto—. Todo claro. En lo que respecta a
las personas, soy tan bueno como tú, viejo amigo.

Apesta que ni siquiera pueda recordar la estúpida orgía que me


metió en problemas. Me encantaría aferrarme a esos preciosos
recuerdos cada vez que tuviera que lidiar con Pa o Kill.

—Deja de decir viejo amigo. No eres el Gran Gatsby. —dice mi


padre.

—Kill piensa que todo es un concurso de meadas. —gruño.

—Todo es un concurso de meadas. Los que pierden son los que


se quejan de ello.

—Apuesto eso, tío. —mastico mi chicle de canela, asintiendo con


la cabeza.

—¿Apuesto eso? ¿tío? —Kill me mira como si fuera un horrible


accidente de auto—. ¿Quién habla así? ¿Qué tienes en contra del
idioma español20? Parece que lo destrozas cada vez que tienes la

20
Inglés en el original
oportunidad. ¿El español te hizo daño cuando eras joven?
Muéstrame en que parte de la muñeca.

—Aquí. —apunto mi índice a la sien, mi mano en forma de


pistola, e inflo mis mejillas, pretendiendo dispararme en la
cabeza.

Mi hermano sacude la cabeza y me deja con mi padre. Era


extraño compartir el mismo espacio con Pa sin que alguien nos
protegiera, una ocasión muy rara.

Pa siempre pareció tener debilidad por la inocente Aisling, y está


enamorado del endiabladamente inteligente y posesivo Cillian. Yo
soy la criatura salvaje a la que le faltaba ese brillo de los
Fitzpatrick, y ambos sabemos por qué, pero ninguno de los dos
tiene las pelotas para decirlo en voz alta.

Mi padre se quita las gafas y las tira sobre su escritorio,


apoyándose en su silla. —¿Recuerdas el documento que te
mostré? ¿En el que te quité del testamento? —pregunta.

—No es una visión que olvidaré pronto. —escupo mi chicle en el


cubo de basura del otro lado de la oficina. No me avergüenza
admitir que quería la fortuna de mi familia, mucho. Mi herencia
es mi única oportunidad de sobrevivir. No soy bueno en nada,
aparte de follar y hacer fiestas. La única cosa para la que esos
rasgos me califican es para convertirme en un corista de Las
Vegas. Desafortunadamente, no tengo la oportunidad para eso.

—Se lo envié a mi abogado, firmado por tu madre y por mí. —se


da un golpecito en la barbilla, como si reflexionara sobre sus
palabras.

Siento que el interior de mis venas se quema, mis manos se


enroscan en puños al lado de mi cuerpo. —¿Por qué haces eso
cuando he aceptado tus términos?
Pregunto, con más calma de lo que tengo. La histeria no te lleva
lejos en la casa de los Fitzpatrick. Cuanto más emocional seas,
más posibilidades tienes de que Pa y Kill te aplasten el corazón.

—Les dije que lo tomaran hasta que termines tu período de seis


meses, sólo para asegurarme de que sepas lo serio que tu madre
y yo nos tomamos este asunto.

No digo nada. Estoy a su merced, y eso me pone furioso. Tal vez


no fue tan mala idea ir a la universidad y encontrar algo en lo
que apoyarme. Miro por la ventana a los rascacielos que se
avecinan en Boston. Mis dedos rodean el caballo de madera de
mi cuello.

—Deja de jugar, y no lo arruines con la chica Brennan, —gruñe


Pa.

Dejo caer mi mano del caballo de Dala, me muerdo el interior de


la mejilla hasta que siento la salinidad cálida de la sangre
rodando por mi boca.

—Ahora sal de mi oficina y haz de tu espacio de trabajo tu nuevo


hogar.

—Sí, señor.

En un momento dado, pienso que el día no podía ser más mierda,


pero no debí haberlo subestimado. Paso las siguientes horas
leyendo todo el material disponible sobre Royal Pipelines y
familiarizándome con la política, la historia y los orígenes de la
compañía.

Hay un montón de cosas que no sabía.


Como el hecho de que, en 2015, los activistas de GreenWorld
cerraron sesenta y ocho de nuestras estaciones en los EE.UU
para protestar por nuestras perforaciones en el Ártico.

O que fuimos una de las primeras empresas en los EE.UU en


emplear a personas con necesidades especiales, o que había
varias escuelas en el este de Asia y África con el nombre de mi
familia, porque las habíamos financiado.

Royal Pipelines parecía ser un arma de doble filo: bueno para


algunas comunidades, desastroso para otras. Me pregunto si a
Pa y Kill les importa un carajo que arruinarán el medio ambiente.
Mi suposición es que no les importa.

Después de un día infernal, mi degradante y pedazo de mierda


hermano pone a prueba mis conocimientos sobre la empresa y
me envía a mi escritorio con seis libros más para leer. Así es como
termino saliendo tambaleante de la oficina a las siete en punto,
hambriento, perdiéndome mi primera clase nocturna en la
universidad y con un dolor de cabeza que parece como si alguien
me hubiera metido una fiesta en el cráneo, y todas las zorras
presentes llevan tacones altos.

Todo lo que quiero es tomar un taxi, volver a casa, y meter mi


cara en cualquier plato que el cocinero hubiera hecho hoy. Pido
un Uber y me paro en la acera de la calle del centro, veo la noche
azul de terciopelo descendiendo sobre la calle iluminada de
amarillo. Un flamante Maseratti se para frente a mí. La puerta
del pasajero se abre de golpe.

—Entra. —Un fuerte acento sureño ordena desde dentro.

Arqueo una ceja y ladeo la cabeza. —Una propuesta encantadora,


y estoy muy tentado, pero creo que paso.

Es bueno saber que todavía mantengo mi buena apariencia,


incluso trabajando. No importa que fuera obviamente un tipo, un
cumplido era un cumplido, un signo vital. Ciento ochenta y un
días de celibato por delante.

—Entra ahora mismo, o te haré una visita en tu nuevo y lujoso


apartamento. Advertencia: no quieres un público femenino para
la conversación que vamos a tener.

Troy Brennan.

Joder, joder, joder, joder.

Él y Pa habían repasado la letra pequeña de mi acuerdo con


Sailor, pero yo nunca lo conocí. Sin duda esa fue la decisión de
Pa. Él probablemente quería protegerme de una muerte segura
porque yo habría dicho algo extra inapropiado u ofensivo. O tal
vez era el hecho de que se enorgullecía más de sus mierdas que
de mí y mis sucias acciones.

De cualquier manera, Brennan está aquí ahora, listo para hablar.


Así que no hablar no es una opción. Me meto en su auto, que
huele a cuero pulido y a la clase de riqueza que es casi tangible.
Puedo sentirlo en mi lengua. Inhalo profundamente. Nueve horas
en la oficina me han hecho sentir como si hubiera trabajado en
una mina durante toda una década.

Presiono mi cabeza contra el cuero fresco y lubricado, cierro los


ojos, sé que me está observando. Mi manzana de Adán se mueve
y me mojo los labios, ignoro su mirada aguda.

Troy empieza a conducir. No pregunto dónde. Dudo que me lo


diga, y aunque lo hiciera, no tengo nada que decir al respecto. El
lado positivo: si muero, al menos no tendría que ir a trabajar
mañana.

—Confío en que no necesitemos una presentación formal. —toma


una vuelta en una calle lateral, cortando con Haymarket y
Bowdoin.
—Correcto. —le respondo de forma atontada. Estoy a punto de
quedarme dormido en su auto. Puede cortarme ahora mismo y
sólo pensaría en lo bien y cálido que iba a estar el saco para
cadáveres. Ni siquiera me importa que mi calificación de Uber
fuera a bajar por haber dejado al conductor.

—Entonces también confío en que sabes por qué estás aquí. —La
voz de Troy es malvada como el infierno. Suena como Shredder
de las películas de las Tortugas Ninja.

El tipo es bastante confiado para alguien que supuestamente


tiene suficientes esqueletos en su armario para abrir un
cementerio. Fuerzo mis párpados, sofocando un bostezo. Intento
enfocar mi mirada en su perfil oscuro.

—Supongo que está en la línea de: no toques a mi hija, no le


rompas el corazón o el himen, no le des ideas a largo plazo, bla
bla... —me alejo, me pregunto qué habrá preparado el cocinero
para la cena. Ni siquiera sé si el cocinero es una chica o un tipo,
viejo o joven. Probablemente nunca lo sabría, con mi horario
actual.

Troy detiene el auto, parando a media velocidad, dejando marcas


de derrape en la calle por el sonido del mismo. Los autos tocan la
bocina detrás de él. Oigo un chirrido, seguido de un golpe en el
guardabarros. Pero todo lo que Troy hace es mirarme como si
fuera el más loco idiota que jamás haya visto.

—No, payaso. No creo que tengas ninguna posibilidad con mi


hija. No está hecha de la misma moneda de diez centavos que las
demás mujeres a las que estás acostumbrado. ¿Por qué asumiría
que ella necesita protección de ti más de lo que tú necesitas
protección de ella?

—Sí. ¿Por qué? —pregunta otra voz por detrás de mí.


Salto tan alto en mi asiento que mi cabeza golpea el techo del
auto. Cristo en un scooter. Giro la cabeza bruscamente,
frunciendo el ceño. Un hombre en la sombra está sentado en el
asiento trasero. Parece alto, cincelado, caucásico, y no muy
diferente de un mafioso, un poco mayor que yo y malvado como
la mierda.

—¿Y tú eres? —Mis cejas se arquean.

—Sam Brennan. El hijo adoptivo de Troy.

—Sólo hijo —corrige Troy sin emoción.

Aww. Incluso este asesino en serie-ninja-imbécil ama a su hijo


más de lo que Pa me ama a mí.

Había oído hablar de Sam. Se rumora que había quedado


huérfano a una edad temprana. El mejor amigo de Troy y su
antigua amante eran los padres. Troy y su esposa, Sparrow, lo
adoptaron legalmente cuando nació Sailor.

—Lo que me convierte en el hermano ligeramente trastornado y


sobreprotector de Sailor con un chip en el hombro 21. Lo que te
hace el candidato perfecto para mi puño.

Qué familia de mierda, hombre. No es de extrañar que Sailor sea


dura como un clavo. La testosterona en la casa de los Brennan
era probablemente suficiente para todas las fraternidades de la
Costa Este.

—¿Me estás amenazando? —muestro mis dientes.

—Sí —Troy y Sam responden al unísono, con sus voces en


blanco.

21
Hace referencia a tener un peso sobre los hombros. Una responsabilidad.
La pequeña diablilla sabe cómo manejar un arma mortal con
habilidad olímpica. Si alguien necesita protección en ese maldito
apartamento, soy yo.

—Si crees que tu preciosa Sailor es demasiado buena para mi


culo, entonces ¿por qué estoy aquí?

Más autos tocan sus bocinas. Un Honda blanco toca la bocina


muchas veces, lo que eleva la presión en mi cabeza a magnitudes
explosivas. Quiero quemar Boston, empezando por Troy, Sam,
Sailor y mi familia inmediata (posiblemente perdonando a Aisling
y a su hurón mascota, Shelly, si todavía lo tiene).

—Estás aquí porque me enteré de tus payasadas en California, y


no quiero que mi hija sufra porque eres un poco menos civilizado
que un chimpancé. Así que te lo digo ahora, nada de bromas, ni
trucos. Mantén el apartamento bonito y ordenado, no hagas
ningún ruido, mantente educado y cortés con ella. Un buen
vecino. ¿Entendido?

Troy parece despreocupado para ser alguien que está bloqueando


una calle muy transitada en Boston en la hora pico. Me pregunto
qué se sentirá al andar con pelotas que pesan cinco toneladas
cada una. Muchos problemas de espalda, me imagino.

Lo miré como si estuviera loco. Para ser justos, lo estaba.

¿Sailor le contó a su padre sobre mi falta de capacidad de


organización? No parece del tipo chismosa. Por otra parte, ¿qué
sé yo realmente sobre ella?

Que ella puede matarte. Y que la idea le atrae.

—Estoy siendo muy amable, señor. Incluso le di una tarjeta de


regalo ayer.
Y un masaje de pies, antes de que arruinara mi plan, pero omití
la parte de tocar porque me preocupo por mis pelotas.

—No necesita tarjetas de regalo. Dale el regalo de no ser un idiota.


Porque si la lastimas, tendré que matarte. Y no lo digo en sentido
figurado. Literalmente te mataré.

Lo miró fijamente, esperando la risa y la palmada en la espalda.


Nunca llega.

—¿Es lento o está conmocionado? —Sam pregunta desde atrás,


encendiendo un cigarrillo.

—Ambos —Troy dice sin expresión.

—Sólo sorprendido —digo—. No todos los días la gente amenaza


con matarme.

—Es una sorpresa —señala Troy sarcásticamente.

—Es una promesa si cruzas la línea —enmienda Sam—. Así que,


técnicamente, no es una amenaza.

Intento averiguar qué puedo decir sin sonar como un imbécil


llorón. —Voy a decírselo a mi viejo.

Maldición, no eso. Sueno como un imbécil llorón y un tonto.

—Ya lo sabe, y digamos que no lo considera una gran


pérdida. —Troy levanta una ceja.

Touché.

—Puedo decírselo a la policía —respondo.

—Están en nuestro bolsillo —responde Sam a mis espaldas,


bostezando provocativamente—. ¿Alguna otra persona con la que
quieras hablar de nuestra conversación, o puedes crecer y ser un
maldito humano decente?
Cuando lo ponen así, supongo que no tengo muchas opciones.

Además, ¿estoy siendo juzgado por un par de asesinos?


Realmente debería echar un largo y duro vistazo a mi vida.

Troy vuelve a conducir, pero no antes de que algunos autos


rodeen la acera para pasarlo. La gente grita y nos hace girar
mientras pasaban a toda velocidad. Sólo cuando llegamos al
edificio en forma de polla del West End donde vivimos Sailor y yo,
me doy cuenta de que no he respirado durante todo el viaje.

Inhalo oxígeno como si acabara de pasar tres minutos bajo el


agua mientras Troy abre las puertas. Yo abro la mía.

—Recuerda —dice desde dentro de su auto, su cara cubierta por


la sombra de la calle—. Juega bien.

—Y limpio —La voz de Sam retumba por detrás.

—La mataré con amabilidad —digo con mal humor.

—Jesucristo, nunca he conocido a alguien tan ansioso por recibir


un puñetazo —murmura Troy—. Vete antes de que te dé lo que
estás pidiendo.

Cuando tomo el ascensor hasta el ático, me doy cuenta para lo


que me había servido la cereza del pastel de mierda de este día:
la gente de mi padre tuvo que haberme visto entrar en el auto de
Troy, me vieron dondequiera que estuviera, pero no hicieron nada
al respecto.

Estaba realmente solo en el mundo.


Seis

Sailor
Esa semana, mi rostro está pegado en todos los autobuses de
Boston. Una vieja foto mía sonriendo a la cámara mientras
tomaba mi arco en el pecho. Dice:

¡Sailor Brennan de Boston para las Olimpiadas!

Gerald Fitzpatrick lo está haciendo. Está cumpliendo su promesa


de darme más exposición. Contrató un equipo para mantener mis
descuidadas (léase: inexistentes) cuentas de redes sociales,
incluyendo Twitter, Instagram y Facebook. También me asignó
un gerente de relaciones públicas. Se llama Crystal, y tiene un
acento grueso de Long Island que suena como si fumara cinco
paquetes de cigarrillos al día.

Quiero acurrucarme hasta tener el tamaño de una manzana cada


vez que veo mi cara sonriendo locamente en un autobús, pero no
me quejo.

Luego está Hunter.

He pasado los últimos cinco días ignorando mi existencia. Al


menos está siendo ordenado y educado.

Para ser justos, no hay mucho tiempo para socializar para


ninguno de los dos. Salgo de casa a las seis de la mañana para ir
al gimnasio, luego voy al club de tiro con arco hasta la noche,
practicando o dando lecciones. Hunter trabaja y estudia de nueve
a ocho.

Cuando llega a casa, toma dos platos de lo que la cocinera, Nora,


deja en la estufa, entra con los libros de texto de sus cursos
universitarios, y cierra la puerta detrás de él con el pie. Por las
mañanas, encuentro los platos lavados y la puerta de su
habitación ligeramente entreabierta, el sonido de sus ronquidos
se filtra suavemente al pasillo.

Me preocupa que no se tome un descanso. No es que deba


hacerlo. Hunter no es mi asunto.

...sólo que él lo era.

Parte de mi trabajo es asegurarme de que esté bien. Me pregunto


si debo enviarle un correo electrónico a Gerald sobre el estado de
ánimo de Hunter. Se supone que debo darle al patriarca de
Fitzpatrick actualizaciones semanales detalladas, pero son de
naturaleza técnica, y no había mencionado nada sobre la salud
mental de Hunter.

No he hablado con mis padres sobre Hunter. Ignoro todas las


preguntas sobre él y me concentro en contarles de Junsu y sobre
mi entrenamiento, que cada día es más agotador. Lo grandioso
fue saber que el sábado, Hunter y yo teníamos que asistir juntos
a un evento de recaudación de fondos de Royal Pipelines.
Entonces podría ir a ver cómo está.

Los Fitzpatrick pensaron que sería mejor que nos encontremos


en algún lugar neutral para familiarizarnos los unos con los otros
antes de la cena. No lo saben, no tengo ningún problema en
encontrarme con ellos en la Antártida o en un callejón sucio
mientras pueda aparecer con jeans rasgados, tenis y una camisa
DriFit. Como eso no era opción en una cena de cinco mil por
persona en el deslumbrante Hotel Roosevelt, tengo que comprar
un vestido de verdad.

No tengo ningún vestido. Belle y Persy, son mucho más


voluptuosas que yo y por lo tanto no pueden prestarme nada,
llegaron a mi rescate. Pensé que me arrastrarían a través de las
tiendas del centro comercial —mi idea de tortura— y ya me había
preparado para una tarde infernal.

El viernes, justo después de que terminaron sus clases en la


universidad y Junsu me despide del entrenamiento, Emmabelle
me envía un mensaje para reunirme con ellas en una dirección
del South End. Cuando la busco en Google Maps, descubro que
es una carnicería. Decido que hacer preguntas parecerá ingrato,
y confió en que sepan que no soy el tipo de chica que hace una
extraña declaración de moda tipo del vestido de carne de Lady
Gaga.

Estaciono mi auto frente a una fila de edificios de ladrillos rojos.


Uno de ellos tiene una puerta negra de metal que obviamente
conduce a la carnicería. Espero en mi auto, con el motor en
marcha, mordisqueando la piel muerta alrededor de mis uñas. -
There’s no Home for You Here- de The White Stripes suena por el
Bluetooth. Me hace pensar en Hunter.

Considero la posibilidad de abandonar la recaudación de fondos.


Odio las fiestas, nunca he bailado en mi vida, y hay una razón
por la que nunca fui de compras: me sentía como una glorificada
percha cuando me probaba ropa elegante. Siempre podía ver mi
caja torácica atravesando la tela, el contorno de mi esternón
como un cadáver.

Aun así, la luchadora en mí tenía que sobrevivir. La familia de


Hunter cuenta conmigo, necesito el respaldo de su padre y,
además, se lo debo a Hunter, aunque no me guste.

Un golpe en la ventana de mi auto me hace saltar de sorpresa.


Por alguna razón estúpida, pensé que sería él. Pero no. Detrás
del vidrio, Belle me muestra su fila de dientes blancos y perlados.
Mueve sus ligeras cejas, abre mi puerta y me ofrece una pequeña
reverencia. Perséfone está detrás de ella, saltando arriba y abajo
y chillando de alegría. Salgo del auto, mirándolas con sospecha.
—Una carnicería, ¿eh? —tomo mi cartera de cuero marrón y la
pongo sobre mi hombro, frunzo el ceño ante su emoción colectiva.

—Mantén la mente abierta, Zorra. —Belle sonríe—. El bastardo


no va a saber qué lo golpeó cuando vea como eres bajo esa ropa.

—En serio, Hunter va a morir cuando hayamos terminado


contigo. —Persy prácticamente me empuja al otro lado de la calle
hacia la misteriosa puerta negra.

—¿Es eso una promesa? —murmuro.

En realidad, tendría que hablar con Hunter mañana, después de


cinco días de silencio radial. Para mi sorpresa, mi odio hacia él
se había disipado un poco, y se convirtió en un pequeño parpadeo
de desagrado.

—Persy y yo hemos llegado a la conclusión de que para que


Hunter crezca y asuma responsabilidades, y para que ustedes...
bueno, tengan una vida, necesitan enamorarse —explica Belle,
llamando a la puerta metálica que traqueteaba contra sus dedos
llenos de anillos.

Si Perséfone es convencionalmente hermosa, Emmabelle es una


chica de pin-up arriesgada que nunca será domesticada. Persy
lleva un vestido de lunares rojos, mientras que Emmabelle
llevaba pantalones de cuero ajustados y una camisa blanca de
diseño que probablemente cuesta una fortuna. Sus labios eran
grandes, carnosos e infinitamente rojos, sus ojos azul oscuro,
como el océano en un día de tormenta. Si Hunter pensaba que
tenía una boca, Belle lo derribaría por completo, todo mientras
se veía como una hermana Hadid perdida hace mucho tiempo.

—La única persona a la que Hunter Fitzpatrick es capaz de amar


es a sí mismo. Incluso entonces, hace un trabajo de mierda. Mira
todo el lío en el que se ha metido, —señalo.
Belle y Percy son las únicas personas a las que les había contado
sobre mi acuerdo con Hunter, aparte de mi familia. Sé que nunca
se lo dirían a nadie y les confío mi vida.

La puerta suena, se tensa contra su propio óxido mientras la


abren a tirones. Un hombre viejo, arrugado y de cabello blanco,
con un delantal de carnicero de vinilo de alta resistencia, asiente
con la cabeza, llevándonos a su patio trasero en silencio. Huele a
carne cruda y a sudor, no exactamente como en Macy's. Lo
seguimos mientras camina hacia un cobertizo. Estoy a punto de
preguntar a mis amigas si era una sala de escape espontánea
cuando quita el seguro, abre la puerta y nos hace señas para que
entremos.

—Todo tiene un setenta por ciento de descuento en la venta al


por menor. No hay recibos. No hay devoluciones, —dice
severamente, se da la vuelta y se aleja.

Miro fijamente a mis dos amigas, desconcertada.

Belle se encoge de hombros, se quita el sombrero de su cabeza y


se lo da a su hermana. —La venta al por menor es sólo otra
palabra para el diablo, y el diablo usa Prada. Casualmente, no
puedo permitirme Prada. Pero puedo permitirme esto.

—¿Cómo consigue poner sus manos en esta ropa? —Mis ojos se


encienden, no es que tenga derecho a sermonear. Mi padre tiene
un negocio poco limpio, y Sam siguió sus pasos. La diferencia era
que yo no tengo nada que ver con sus asuntos.

—Tiene tipos que asaltan barcos antes de que lleguen al puerto.


Súper Salvaje Oeste. Saben dónde buscar, qué...
extraer. —Emmabelle se ríe, encendiendo el interruptor de la luz
con una familiaridad que sugiere que es una visitante regular, y
se adentra más en la habitación. El lugar está lleno de estantes.
Filas y filas de vestidos de novia, vestidos de baile, y vestidos de
lujo que sólo había visto a las estrellas de Hollywood. Abro la
boca, a punto de decirles que no es una buena idea, cuando Persy
me pone un dedo en los labios, haciéndome callar.

—Mira, yo tampoco soy un gran fan de esto. Pero odias los


centros comerciales y las calles transitadas y.… ya sabes, la
gente. Esta es nuestra mejor oportunidad.

—Esto está mal —susurro.

Siempre hago de la vista gorda a lo que mi padre y Sam hacen.


Me ayuda a amarlos completamente. Pero eso no significaba que
estuviera de acuerdo con la forma en que elegían ganar dinero.

—Vamos, Sailor. —Emmabelle se ríe, la parte superior de su


cuerpo ya oscurecida por las exuberantes telas mientras revisa
los vestidos—. Los únicos que se fastidian son los grandes
diseñadores que cobran dos mil dólares por un vestido cuya
confección cuesta cincuenta dólares. La economía
estadounidense no se derrumbará si compras un vestido de
noche.

Asiento con la cabeza, respiro profundamente.

—Vale, elige lo que creas que no me hará parecer un postre


elegante.

Persy aplaude, pasando por delante de su hermana hasta el


estante de XXS hojeando. Muerdo la piel muerta alrededor de mi
uña del pulgar mientras arrancan prenda tras prenda que
quieren que me pruebe, colgándoselas en los antebrazos.

Mi teléfono suena en mi bolsillo trasero. Lo saco y leo el mensaje


de texto.

HHH: No te olvides de la recaudación de fondos del sábado.

Sailor: ¿Quién eres?


HHH: ¿Con cuánta gente planeas ir a la recaudación de
fondos?

Sailor: ¿Hunter? ¿Te has añadido a mis contactos?

HHH: El hecho de que esté allí se explica por sí mismo.

Sailor: ¿Cómo te atreves a tocar mis cosas?

HHH: Tranquila, asesina. No he tocado tu teléfono.

Sailor: Entonces, ¿cómo llegaste aquí?

HHH: Le pedí a un amigo hacker que me agregara a tus


contactos.

Sailor: ¿Qué?

HHH: Te escandalizas más fácilmente que una duquesa


británica del siglo XVI. Calma las tetas, Carrot Top22. No he
mirado tu mierda.

HHH: (no es que encontrara nada interesante allí)

Sailor: ¿Te das cuenta de lo ilegal que es eso?

HHH: Corrígeme si me equivoco, pero no recuerdo que tu


papá sea uno de los nueve jueces de la Corte Suprema.

HHH: Tu hermano mayor tampoco parece estar trabajando


para obtener un título de abogado.

Sailor: Voy a matarte.

HHH: Haz la fila, cariño. Ni siquiera eres una de las veinte


personas que esperan primero.

22
Cabeza de zanahoria
HHH: Y todavía no me has contestado sobre el sábado. Por
cierto, no puedes llevar pantalones de yoga y una sudadera
con capucha allí. Especialmente en mi brazo.

Sailor: Desviándonos un poco... ¿qué significa HHH?

HHH: Hot, Handsome, Hunter 23, naturalmente.

Sailor: Estoy sin palabras ahora mismo.

HHH: Se dice que una imagen vale más que mil palabras.
Envía un desnudo 24.

Sailor: No creo que pueda soportarte durante tantas horas


consecutivas.

Persy y Belle estallan en risa en un rincón de la habitación,


llamando mi atención. Levanto la vista de mi teléfono, teniendo
un momento de lucidez. Esto podría aliviar parte del problema de
la recaudación de fondos. Empiezo a escribir antes de que Hunter
tenga la oportunidad de enviarme otro comentario sarcástico, los
tres puntos junto a su nombre ya bailaban.

Sailor: Quiero invitar a dos de mis amigas al evento de


caridad, pero tendrás que pagar la cuenta.

HHH: Huelo una negociación.

Sailor: No te dejaré beber o engancharte con alguien en


nuestro apartamento.

HHH: No me estás vendiendo este acuerdo exactamente, CT.

¿CT? Carrot Top. Maldita sea.

Sailor: ¿Qué es lo que quieres?

23
Caliente, guapo, Hunter
24
Send Nudes
HHH: ¿Qué ofreces? ; )

Lo he pensado. Belle y Persy están hablando de cómo me


peinarán y maquillarán en el fondo. Sí. Tenerlas allí me quitaría
la presión, y tendría a alguien que me sostuviera cuando
estuviera lista para atacar a Hunter y matarlo. Además, les
encantan los eventos elegantes. Se divertirán mucho.

Sailor: Puedes tomarte una cerveza.

HHH: Lo siento, ¿parezco de doce años?

Buen punto, pero realmente no quería romper demasiado las


reglas.

Sailor: Mis amigas son calientes. Salir con ellas a solas


será un buen momento.

HHH: No hay nada como hacer el ridículo con chicas


calientes cuando eres célibe. Sube tu apuesta, CT.

Sailor: ¡Deja de llamarme así!

HHH: ¡Deja de parecerte a una!

Sailor: ¿Por qué no me dices lo que quieres?

HHH: Pensé que nunca lo preguntarías. Un beso.

Sailor: ¿De quién?

HHH: Una bruja pelirroja.

Hay una cosa caliente y agitada luchando por liberarse detrás de


mi esternón, y aspiro un aliento, sintiendo un cosquilleo en todo
mi cuerpo. Espero que sea el ataque al corazón que claramente
merezco por considerar besarlo.
Sailor: ¿Por qué? Me llamas Carrot Top y piensas que soy
desagradable.

Siento que las puntas de mis dedos sudan mientras escribo.

HHH: Carrot Top no es odioso. En realidad, es bastante


divertido. ¿Sí o no?

Sailor: Eso es hacer trampa. Se supone que eres célibe.

HHH: Hay un océano entre besar y follar. Más


específicamente con la ofensa visual a lo que te refieres
como ropa.

Sailor: Eres repugnante.

HHH: Y estás tentada. Quieres probarme para dar un paseo.


Ver de qué se trata el alboroto.

Sailor: No pongas palabras en mi boca.

Hunter: ¿Qué hay de otras cosas? ; )

Sailor: Ni siquiera puedes soportar mirarme. Han pasado


cinco días desde la última vez que reconociste mi existencia.

HHH: Han pasado cinco días desde que me miré en el espejo,


vieja amiga. La mierda ha estado intensa. ¿SÍ O NO?

Sailor: ¿Cuándo?

HHH: Cuando se presente el momento adecuado. Es mi


decisión.

Sailor: Sin lengua.

HHH: Sí lengua, no caricias.

Sailor: NI SIQUIERA TE GUSTO.


HHH: Jesús, ¿qué tiene que ver esto con que me gustes? Eres
la única mujer disponible en mi radio.

Sailor: Gracias.

HHH: De nada.

Sailor: El beso no significará nada.

HHH: Debí haber dicho eso antes de imprimir las


invitaciones de nuestra boda. Usa un vestido.

—¡Lo encontramos! —Persy grita, agitando una de las batas en la


percha.

Levanto la vista, mis mejillas están tan calientes que parece que
van a explotar.

—Guau —Emmabelle deja caer un montón de ropa al suelo, sus


ojos se posaron en mi rostro—. ¿Por qué parece que te acaban de
invitar a tu propio funeral, Sailor?

—Porque... —me arranco el último trozo de piel muerta de la


esquina de mi pulgar con los dientes—. Creo que acaban de
hacerlo.
Siete

Sailor
Belle y Persy están a un chillido de dejarme completamente sorda
cuando les dije que vendrían a la recaudación de fondos con
Hunter y conmigo. Cuando llega el día, se pasan por mi casa unas
horas antes del evento, pareciendo diosas modernas. Persy está
vestida con un romántico vestido blanco, mientras que Belle lleva
un mini vestido de leopardo. Me meten en mi propio vestido, un
antiguo vestido rosa de hombros con un escote de corazón. Los
llamativos apliques florales de la parte delantera resaltan
milagrosamente mis inexistentes curvas, y Persy me pone el
cabello en un moño desordenado y sexy, con mechones de cabello
sueltos que enmarcan mi rostro. Emmabelle aplica mi maquillaje,
y descubrimos que los colores nude y una gruesa capa de
delineador funcionan mejor para mi tez pálida y mi cabello rojo.
Para cuando Hunter se despierta y se pone en su forma de Adonis
en un traje, me veo mejor que nunca.

Es curioso que Hunter crea que es tonto, y que yo crea que no


soy atractiva, y que estas partes opuestas de inseguridad nos
conviertan en enemigos. Lo desprecio por su apariencia, y él
piensa que yo soy una aburrida poco atractiva.

Sale de su habitación, colocándose los gemelos con el ceño


fruncido, con la pajarita de terciopelo negro aún deshecha. En el
momento en que nos ve a las tres en la sala, Emmabelle se inclina
sobre mí para aplicar el brillo de labios mientras tomamos
ventaja de la luz natural del sol que sale de la pared acristalada,
se detiene.

—Santas jodidas pelotas de mierda. —silba.


Las tres levantamos la cabeza para mirarlo. Persy jadea ante su
belleza imperial. Pude ver que Belle lo estaba desnudando, una
prenda a la vez, con las pupilas dilatadas.

—Te dije que eran preciosas. —aclaro mi garganta.

—Tú eres a quién estoy mirando, Carrot Top. —me mira


fijamente, haciendo que todo lo demás a nuestro alrededor se
funda en un fondo borroso. Su mirada irradia un calor que puede
hacer que yo muera. En este momento, deseo que así sea—. Sin
ánimo de ofender, chicas.

—No hay problema. —Emmabelle sonríe con complicidad.

—Estaba hablando con las tetas de Sailor.

Eso hizo reír mucho a mis dos amigas.

Perdiendo momentáneamente la capacidad de producir palabras,


vuelvo mi cabeza hacia Belle. Nuestros ojos se encuentran, y los
suyos parpadean con malicia y deleite.

—Película de Disney —dice ella, de pie—. Haz que el príncipe se


enamore. Toma el castillo. Conviértete en su reina.

Oficialmente ha perdido la cabeza.

—¿Estás lista? —Hunter pregunta, atando su pajarita con una


mano mientras camina hacia la cocina y se sirve un poco de café.
Olvidé que había sido criado como un duque y que sabía hacer
todo tipo de cosas que no eran insípidas, como atar una corbata
con una mano.

—¡Si! —Persy y Belle gritan.

—¿CT? —me mira debajo de sus pestañas. Está de vuelta en su


elemento después de estar desaparecido en combate toda la
semana.
—¿Cuándo dejarás de llamarme así?

—Hmm, eso sería nunca.

Dejo que mis amigas le den la mano a mi compañero de casa


mientras yo regulo mi ritmo cardíaco y bebo dos vasos de agua,
lamentando inmediatamente la decisión. Orinar en este vestido
parece más difícil que asegurar un lugar en las Olimpiadas.

El camino al Hotel Roosevelt está lleno de charla. Belle y Persy le


hacen preguntas a Hunter sobre la vida en California. No sólo
responde, sino que también parece interesarse genuinamente en
sus estudios y vidas. Cuando la limusina llega hasta una parada
frente al hotel, la única persona que no se está divirtiendo soy yo.

El conductor nos abre la puerta y todas salimos. Una


coordinadora de eventos ligeramente histérica vestida de negro
se reúne con nosotros en el vestíbulo, presentándose a mis
amigas como Penny.

—Sólo voy a pedirles un segundo para que podamos conseguir


sus boletos y poner sus nombres para el gran premio. ¡Gracias
por apoyar a la Fundación School is Cool!

No tenía el corazón para decirle a Penny que mis amigas habían


donado cero dólares para la causa, y siento el pánico subiendo
por mi garganta mientras veo a la pareja rubia galopar hacia la
esquina lejana del vestíbulo.

Hunter está a mi lado, con las manos en los bolsillos y los ojos
en ellos.

—No exagerabas. Son calientes.

—Muérete.

—No me tientes después de la semana que he tenido.


—¿Cómo te las arreglaste para pagar los boletos? —me mojo los
labios, sabiendo que es de mala educación pedirle a alguien que
le dé 10 mil a tus amigas. Pero era por caridad. Y diez mil dólares
no eran nada para un tipo como Gerald Fitzpatrick.

—Le dije a Pa que le debía dinero a mi traficante de drogas local


desde hace mucho tiempo.

Me ahogo con mi propia saliva. —¿En serio?

Les quita los ojos a mis amigas y me frunce el ceño. —¿Qué carajo
te pasa? No tengo un traficante de drogas. O un problema de
drogas. Sólo necesitaba terminar con esta mierda. Pa nunca
dejará pasar una oportunidad de pensar mal de mí. Si pudiera
encontrar a este traficante imaginario y convencerlo de mezclar
mi cocaína con ántrax, E. coli y cianuro, lo haría.

—No puedo culparlo —digo. Pero en realidad, puedo. Hunter no


es tan malo. Definitivamente no es malicioso.

—Yo no haría eso, si fuera tú.

—¿Hacer qué?

—Odiarme con tanta pasión. Tu ira me pone medio duro, y


todavía tengo un beso que puedo tomar cuando quiera.

Yyyyy ha vuelto a ser una basura.

—No cuando quieras. La gente no puede vernos


besándonos. —me limpio las manos sudorosas en mi vestido, en
el vestíbulo de lujo. El suelo de mármol es oro rosa, las cortinas
rosa pálido, y los muebles un elegante champán.

No es que no tuviera ninguna experiencia sexual. De hecho, había


tenido un novio durante el primer y último año. Beau era un
compañero arquero. Asistimos al mismo instituto y el mismo club
de tiro con arco. Nunca fuimos a ninguna fiesta, y realmente no
hablaría con él en la escuela. Tenía su propio equipo y nunca me
buscó. Pero practicábamos juntos muchas tardes. A veces
íbamos a su casa después, veíamos una película, nos besábamos,
y más tarde, cuando nos hicimos mayores, tuvimos sexo. Pero
nunca lo etiquetamos, nos dimos regalos o celebramos el día de
San Valentín.

Ni siquiera nuestra ruptura fue emocional. Un día me dijo que


había recibido una beca para una universidad canadiense con un
programa de tiro con arco competitivo, y la aceptó. Me alegré
mucho por él, lo que pensé que era el punto de que me gustara
alguien. Pero cuando le di la buena noticia a mamá, y le dije lo
increíble que era para Beau mudarse a Canadá, me miró como si
acabara de escapar de un manicomio y me obligó a comer helado
y a ver Blue Valentine con ella.

—¿Besarnos ahora? Esto se intensificó rápidamente. ¿Es el


traje? —Los ojos de Hunter vuelven a Persy y Belle.

Me pregunto cuánto daría por reemplazarme con una de ellas.


Mucho, probablemente. Eso me da ganas de vomitar.

—El hecho de que no hayamos hablado en casi una semana


ayudó. —reviso el bolso de terciopelo negro que le pedí prestado
a Emmabelle, sin buscar nada en particular y pretendiendo estar
ocupada.

—Más vale que ese beso valga diez mil dólares —me reprocha.

—Ningún beso vale tanto. —me burlo, cerrando el bolso. Se gira


para mirarme, tranquilo y sereno.

—Obviamente nunca has sido besada por un Fitzpatrick.

—¿Tú sí? —lo desafío, moviendo una ceja—. ¿A tu hermano o tu


hermana? Espero que tu hermano. Me encanta un poco de acción
masculina.
Echa la cabeza hacia atrás y ríe tan salvajemente, que el eco de
su voz rebota en las paredes. Una manada de gente camina hacia
nosotros. Los reconocí al verlos: los Fitzpatrick.

Su padre es alto y pesado, su madre ligera. Su hermano mayor


parece un villano malvadamente guapo, y su hermana, en
cambio, una perfectamente recatada Blancanieves. A diferencia
de sus dos hermanos, el cabello de Aisling no es rubio. Es negro
cuervo, pero eso sólo resaltaba sus brillantes ojos azules. Todos
están impecablemente vestidos, y salvo Aisling, todos parecen
estar en diferentes niveles de un humor agrio.

Me puse rígida al verlos acercarse a nosotros. Pienso en dar la


vuelta y huir. Hunter debe haber sentido eso, porque de la nada,
su mano toca la parte pequeña de mi espalda. Apenas revolotea
por la zona, pero aun así me sostiene, de alguna manera.

—Respira profundo —susurra, con la voz calmada—. Recuerda,


son sólo personas. Respiran. Comen. Se tiran pedos
ruidosamente, a veces, y para responder a tu pregunta, sí, Cillian
y yo nos besamos en francés todo el tiempo, y él usa una cantidad
excesiva de lengua.

Ahora es mi turno de reprimir una risa.

Cuando la familia de Hunter se detiene frente a nosotros, Hunter


hace una ronda de presentaciones, aunque ya nos habíamos
conocido.

—Sailor, este es mi padre, Gerald —le hace señas a su padre.

Le estrecho su mano firme y seca. —Es un placer volver a


verlo —. intento reunir una sonrisa genuina.

—El jurado aún no ha decidido si puedo decir lo mismo de


ti, —refunfuña su padre, ganándose un codo de advertencia de
su esposa—. ¿Cómo ha estado mi hijo hasta ahora? Mejor que en
el trabajo, espero.

—Se comporta impecablemente —devuelvo el golpe, mientras la


presión de la mano de Hunter en mi espalda crece. Es la verdad.
Estuvo en el camino recto en las raras ocasiones en que lo había
visto.

—Me alegro de volver a verte —Jane me toma la mano con las


suyas, sonriendo cansadamente. Siempre parece
triste—. Muchas gracias por hacer esto.

—Mamá —gruñe Hunter.

Me río. —Es todo un placer, Sra. Fitzpatrick.

Cuando Cillian envuelve su callosa mano alrededor de la mía,


levanto la vista y mi corazón se queda sin latir. Su belleza es tan
cruel como su expresión. No recuerdo haber visto nunca a
alguien tan brutalmente indiferente, incluido mi propio padre. A
pesar de sus tendencias sociópatas, Troy Brennan nos adoraba a
mi madre, a Sam y a mí. Cillian Fitzpatrick parece como si nada
puede llegar a él, incluyendo tanques y bombas.

—Señorita Brennan, ¿en qué se ha metido? —se burla,


mostrando sus dientes perfectos.

Deduje que tiene muy poca fe en este arreglo. Absteniéndome de


patear sus bolas en público, y sintiendo la presión
tranquilizadora de la palma de Hunter, sonreí. —¿Estás
preguntando o insinuando algo?

Se ríe, como si yo fuera una adorable niña que repite una mala
palabra. —Ella sabe responder. Buen punto. Ya estás mostrando
más personalidad de la que mi hermano ha mostrado en todos
sus diecinueve años.
—Ella tiene más personalidad de la que puedes encontrar en
todas tus aventuras de heredero europeo juntas —responde
Hunter—. Y ser un idiota no cuenta para la personalidad. Es un
músculo. Así que técnicamente, eres un idiota.

—¡Hunter! ¡Cillian! —Su madre jadea, pero no hay ninguna


fuerza o autoridad real en su voz.

Mi madre nos perseguía a Sam y a mí por el parque cuando nos


portábamos mal, y aún teníamos un escalón en el ático que no
podíamos mirar porque nos recordaba los largos tiempos de
espera que habíamos pasado en él como un lugar de castigo. Ella
nos amaba sin cesar, pero cuando nos regañaba, le
escuchábamos. Noto que Gerald mira este intercambio con una
sonrisa reprimida, como si estuviera disfrutando del giro de los
acontecimientos.

La última persona que me presentan es Aisling, a quien de todos


modos recordaba. Parece que fue la única persona agradable de
su clan cuando yo era una niña.

—Hola —empujo mi mano en su dirección—. Soy Sailor.

—Lo sé —se sonroja, mirando hacia abajo y tomando mi


mano—. Eres amiga de las hermanas Penrose, ¿verdad?

—¡Si! —Puedo sentir que mis ojos se iluminan—. Están aquí


conmigo, en realidad. ¿Las conoces?

Sé que Aisling es un año más joven que yo, diecisiete años. Va a


una escuela privada en las afueras de la ciudad. Se dice en
Boston que la pareja Fitzpatrick había querido una niña después
de que Cillian, y que Hunter nació, su madre trató de concebir
tan pronto como pudo para conseguir su preciosa hija.

Aisling inclina su cabeza tímidamente. —Algo así. Sé que las tres


ayudaron a quitar la nieve de las entradas de ese complejo de
viviendas para ancianos el invierno pasado y salvaron la vida de
alguien. Salió en todas las noticias locales. Pensé que fue
realmente genial. —se vuelve completamente carmesí.

Puedo sentir la mirada de Hunter lanzándose hacia mí con


sorpresa.

—¿Hiciste eso? —pregunta.

—Algunas personas ayudan a la comunidad, Ceann Beag, lo


creas o no —dice Gerald.

Los hombres de la familia de Hunter están empezando a


irritarme.

—Puedes pasar el rato con nosotros, si quieres —le ofrezco a


Aisling, quien aprovecha para mirarme a los ojos. Se toca la
mejilla.

—Oh, no quisiera entrometerme en tu noche...

—¡Tonterías! —Casi la tiro de la mano—. Créeme, todo es más


soportable con la gente adecuada alrededor. —Mis ojos se abren
de par en par entre Cillian y su padre.

Estoy segura de que todos en el Hotel Roosevelt podían oír


nuestras risas mientras las dos corríamos hacia mis amigas,
brazo a brazo, escapando de los hombres de la familia Fitzpatrick,
y la pobre Jane, cuyos ojos puedo sentir en nuestras espaldas.

—Traidora —oigo a Hunter murmurar detrás de mí, y me río con


tristeza, sabiendo que él también me iba a traicionar. Con una
chica más bonita y adecuada.
El evento comienza sin problemas.

Belle, Persy, Aisling y yo tomamos nuestros platos y comemos en


el rincón de la sala, hablando animadamente. Primero, sobre
Laura Hartfield, una chica que solía ir a la escuela con Persy,
Belle y yo y que está en el evento. Ella tiene veintiún años y
actualmente está en el brazo de un hombre de negocios de
cincuenta y tantos, con sobrepeso, con un diamante del tamaño
de mi puño brillando de su dedo.

—Ahora, Kanye no dice que sea una cazafortunas —Los ojos


como de gato de Belle siguen sus movimientos a través de
rendijas de desaprobación—. Pero ella no se metería con algún
perdedor.

—Ella podría amarlo —señalo.

Persy y yo siempre somos los dos que calman al monstruo de los


chismes cuando Belle habla de otras personas. Los únicos filtros
con los que Belle está familiarizada son los relacionados con el
Instagram.

—Qué conveniente para ella enamorarse de un millonario de


mediana edad que no tiene cabello, pero posee dientes del
tamaño de ladrillos, cuatro barbillas, y se rumorea que le ha dado
a su ex-esposa tres propiedades y cien millones en un acuerdo
de divorcio —dice Emmabelle.

Las tres giramos la cabeza para mirarla sorprendidas.

—Vamos —Belle se ríe, sacudiendo la cabeza—. La única manera


de que ella se corra estos días es con Vinnie el Vibrador.
—Eso es triste. Nunca me casaría con alguien por
dinero —medita Aisling, dando pequeños mordiscos a su mini
quiche25.

—Eso es porque tienes demasiado —dice Persy, sonrojándose


inmediatamente bajo su maquillaje.

Emmabelle sacude la cabeza. —No. Tampoco me casaré por


dinero, y trabajo los fines de semana en Forever 21 y busco en
las latas de reciclaje de nuestros vecinos botellas vacías para
ganar un dinero extra.

—Yo tampoco, nunca —Persy se alisa el vestido sobre los muslos.

Todos los ojos se dirigen a mí. Continúo comiendo mi brócoli


salteado meticulosamente, deseando una mejor elección de
comida. Para una comida de 5 mil, seguro que no trajeron su
jugador A en la cocina. A pesar de mi falta de atractivo, me
preocupo por la comida.

Finalmente, Belle me pincha las costillas. —¿Y bien?

—¿Qué? —frunzo el ceño.

—Si no lo has notado, hay un pacto espontáneo aquí entre


nosotras cuatro: nunca seas como la Laura Hartfields del mundo;
sólo estate con los chicos por amor, y asegúrate de que todas
cumplamos nuestra promesa. ¿Estás dentro o estás fuera?

La perspectiva de estar con alguien, y mucho menos por algo


materialista, parece tan probable como vivir en Marte.

—Sí —meto un brócoli a la boca, masticándolo sin


probarlo—. Por supuesto. Nunca estaría con alguien por otra
cosa que no sea el amor.

25
Tipo de tarta salada
—Vamos a darnos la mano, entonces. —Persy lleva su mano al
centro de la mesa. Todas ponemos nuestras manos en la suya.
Es súper incómodo, pero de una manera divertida.

—Por ser increíble —exclama Persy.

—Y real —añade Aisling en voz baja.

—Y nunca conformarse con que un idiota consiga un par de


Louboutins que puedes conseguir en la carnicería. —Belle se ríe
a carcajadas.

Aisling se muestra entre nosotras con confusión por la última


declaración. Cuando nuestra alegría muere, me miran
expectantes, esperando que ponga mi granito de arena en el
pacto.

Pensé en algo que quiero, algo que deseo que mi verdadero amor
tenga.

—Estar con alguien que te ame tal como eres, y viceversa.

Nos apretamos las manos. Se siente como el final de algo. Se


siente como un nuevo comienzo, también.

Después del pacto, Aisling confiesa que tiene muy pocos amigos
en su escuela de chicas, y está feliz de graduarse después de este
año y mudarse a un nuevo lugar.

Belle toma la decisión ejecutiva de invitarla a nuestros


encuentros semanales de los viernes por la noche, una invitación
que tanto Persy como yo estamos encantadas de extenderle.
Cada vez que miro a la mesa de los Fitzpatrick, está repleta de
personas que llegan a felicitar y estrechar las manos de Gerald y
Cillian. Aisling dice que se trataba de una nueva refinería que
han abierto en Maine. Añade que le había dado dolor de cabeza
a su padre y que no iba según lo planeado.

Hunter era perpetuamente ignorado. Escoge su comida y revisa


su teléfono. Cada vez que su madre intenta hablar con él, él finge
no escucharla o le ofrece una respuesta de una sola palabra.
Intento mantener mi culpa al mínimo y evito enviarle mensajes
de texto. El tipo me dijo que quería acostarse conmigo sólo porque
era la única mujer que tenía a su alcance, y aun así me siento
mal por él.

Me disculpo para ir al baño. Me lleva diez minutos subirme toda


la falda por la cintura antes de orinar. Mientras acomodo los
montones de tela a mi alrededor, oigo voces fuera de mi cubículo.

—...vino con la hija de Troy y Sparrow Brennan. ¿Sally?


¿Stephanie? Algo con una S. —Una mujer chasquea la lengua.

—Sailor. Su hermano es caliente, sin embargo —Otra se ríe.

—Hermano adoptivo, y es demasiado temerario. Rico, guapo, pero


con mal pedigrí. No, gracias.

—Vi su anuncio en un autobús en el centro. ¿Crees que están


juntos?

—¿Sailor y Hunter? De ninguna manera. Él es básicamente el


sexo personificado, y ella es... bueno, un gran anuncio de
anticonceptivos.

Risas. Muchas, muchas risas.

—Tímida —la primera está de acuerdo—. Pero llegaron juntos, y


hay un rumor que dice que viven juntos.
—Tal vez perdió una apuesta —dice la segunda mujer, hurgando
en una bolsa de maquillaje por el sonido de la misma.

—Tal vez se está quedando sin mujeres con las que


acostarse —se ríe la otra.

—Será mejor que lo disfrute mientras dure. Las deja rápido. Dudo
que ella lo mantenga interesado.

—Tal vez la deje con un recuerdo. ¿Viste su cinta de sexo? Sex-


si.

Tiro de la cadena del váter y salgo del cubículo ruidosamente. Les


ofrezco una sonrisa serena mientras me echo jabón en la mano,
captando sus horrorizadas miradas en el espejo cuando se dan
cuenta de quién soy yo. Parecen tener unos veintitantos años,
con vestidos ajustados y reveladores y con las sorprendentes
expresiones faciales de unos koalas horrorizados.

—Me alegro de que no se interesen por Sam, porque conociendo


a mi hermano, nunca las miraría dos veces. En cuanto a Hunter,
es demasiado bueno para ti también. Pero me aseguraré de
ponerlo al tanto de todo lo que discutieron hoy. Y a su hermano,
Cillian, también.

—Espera, ¿conoces a Cillian? —pregunta la de las tetas falsas.

Asiento con la cabeza. —Por supuesto. Estuvimos discutiendo los


méritos de las mujeres con pechos naturales que se mantienen
al margen de los chismes. Bueno, ¡diviértanse!

Me doy la vuelta y me alejo con las piernas temblorosas.


Diez minutos después del incidente del baño, que oculté de mis
amigas porque no había necesidad de repetir mi humillación, la
banda empieza a tocar, empezando con —Twist and Shout.

Belle corre a la pista de baile como si su trasero estuviera en


llamas. Ella no sabe cómo moverse. Pero la falta de conocimiento
nunca impidió que mi mejor amiga intentara algo nuevo. Me
encanta eso de ella. Siempre la hace la persona más interesante
de la habitación.

Persy y Aisling están entradas en una acalorada conversación


sobre programas de televisión de los que nunca había oído hablar
mientras yo alimento a mi gremlin autodestructivo interior
revisando mi teléfono, leo un artículo sobre Lana Alder, que
aparentemente ha conseguido un pequeño papel en otra película
de Hollywood. Respiro hondo, tratando de controlar los celos que
se expanden en mi pecho como un globo mientras veo fotos de
ella en el set. No sé cómo lo hace, cómo se mantiene concentrada
en el oficio mientras viaja, hace entrevistas, lanza líneas de ropa
deportiva y hace películas.

Una mano aparece en mi visión, dos dedos que se unen para


llamar mi atención. Miro hacia arriba desde la pantalla de mi
teléfono.

Hunter.

—Baila conmigo, CT.

—¿Por qué? —pregunto, parpadeando por la confusión. Yo tengo


dos piernas izquierdas y la coordinación de un animal
atropellado. No puedo bailar incluso si mi vida dependiera de ello.
Intenté bailar en la única fiesta a la que fui, el año pasado, y fui
sometida a una humillación tan grande. La gente tomó videos de
mí bailando y los envió a la mitad de mi escuela. Saggy26 Sailor,

26
Flácida Sailor.
hicieron un grafiti en mi casillero. Aparentemente, mi espalda
parecía encorvada y caída cuando bailaba.

—Porque... —inclina su barbilla hacia abajo, su voz baja,


ardiendo—. Obviamente estás aburrida, y mi familia nos está
mirando, y me gusta tocarte.

—Es el vestido —murmuro.

—En realidad preferiría tocarte fuera de él.

Miro de reojo, noto que Aisling y Persy no se han dado cuenta de


mi intercambio con él. Ahora están viendo un video,
probablemente del reality show por el que estaban discutiendo.
A pesar de que Hunter está pidiendo un baile amistoso para
mostrarle a su familia que nos llevamos bien, no puedo despegar
mi culo de mi silla.

—Nada de caricias —cruzo los brazos sobre mi pecho, ganando


tiempo.

—No lo prometo. Levántate.

—¿Le dijiste a alguien que vivimos juntos? —acusé, mis ojos se


estrecharon en rendijas.

Me mira fijamente, con los ojos muy abiertos y la boca


abierta. —Negativo.

—¿Le dijiste a alguien que estamos saliendo?

—Este es el juego de veinte preguntas más lamentable en el que


he participado. No.

—Bueno, la gente está hablando de nosotros.

—Eso es lo que hace la gente. Llenan el aire con palabras inútiles


para entretenerse. Se llama chisme, y chupa todos los culos del
mundo. No significa que haya sido yo. Nuestro edificio emplea a
más de cien personas. Todos ellos trabajan para mi padre. Eso
significa que están difundiendo lo que demonios quieran
difundir.

—La gente va a pensar que soy tu... tu... —no puedo decirlo.
Suena mal y sucio, incluso en mi cabeza.

—¿Folla-amiga? —me da una sonrisa fácil, probablemente


disfrutando de verme cambiar de color en mi asiento como un
cartel publicitario.

Pongo los ojos en blanco. —Sí.

—De nada. Tus acciones explotarán después de que nuestros seis


meses hayan terminado. Ahora, vamos a bailar.

Miro a nuestro alrededor, siento que mi frente se humedece, mi


ritmo cardíaco se acelera. No quiero levantarme y mostrarle lo
horrible que soy como bailarina. Hunter estira su palma abierta
en mi dirección, no me deja otra opción que aceptarlo.

Y, aun así, no lo hago.

—¿Voy a quedarme aquí esperando mucho tiempo? Pregunto por


mi amigo llamado ego —señala.

Siento que mi garganta se mueve, pero no puedo tragarme mi


ansiedad.

Saggy Sailor se emparejó con el multimillonario más codiciado de


Boston.

La mayoría de los días, puedo fingir que somos sólo dos personas
compartiendo un espacio. Ahora que está claro que hemos
llegado juntos, siento que todos me miran, tratando de averiguar
lo que Hunter ve en mí.
Nada, quería gritarles. No ve nada, porque no hay nada. Su padre
le está retorciendo el brazo.

—¿Sailor? —Hunter frunce el ceño, obviamente ya no se divierte


con mis dudas.

Murmuro algo en voz baja.

—¿Repítelo? —pregunta.

Lo repito, esta vez con voz más fuerte.

—No te oigo.

—¡No puedo bailar! —tiro mis brazos al aire, frustrada. Me


sonrojo tanto que mi cuero cabelludo se quema. La banda de
música se traga mi aullido, pero aun así quiero morir—. No voy a
las fiestas. No me mezclo. No bailo. No sé cómo... cómo...

—¿Ser un humano normal? —Hunter pregunta inútilmente.

Le echo una mirada asesina. Se ríe, tomando mis dos manos y


tira de mí. Prácticamente arrastro mis tacones mientras me lleva
a la pista de baile a la fuerza.

Mi nivel de mortificación parece extraño, pero de alguna manera


familiar. Me odio por no haber asistido nunca a ninguna fiesta,
por no estar preparada para esto, aunque es en parte culpa mía.
No mucha gente quiere salir con la tímida e incómoda hija del
tipo que supuestamente hace el trabajo sucio de la élite de
Boston. En las raras ocasiones en que me invitaron a fiestas
después de lo de Saggy Sailor. Eran los tipos como Hunter los
que más me asustaban, las criaturas hermosas, populares y
atléticas que me miraban con desprecio. Sabía que esperaban
que el más mínimo signo de debilidad saltara y me hiciera
pedazos.
En cuanto llegamos a la pista de baile, me doy la vuelta y corro
hacia la entrada, literalmente corro hacia la puerta. No es mi
momento más maduro, pero escapar de la situación supera todo
lo demás. Antes de que pueda sentir mi impulso, Hunter me toma
por la cintura, como si fuera una niña pequeña, y me pone justo
delante de él.

—Sailor —dice con gravedad, pero también tiene un toque de


humor.

—¡Suéltame! No quiero bailar. No es parte de nuestro acuerdo.

Mi visión borra por los bordes, y me doy cuenta de que estoy en


un verdadero estado de pánico. Acabo de arruinar toda mi
fachada de chica ruda cuando destroce su cuarto, mi tiro con
arco... todo. ¿Dónde están Belle y Persy? ¿Qué está pasando?
¿Por qué no puedo dejar de temblar?

Una rápida mirada alrededor confirma mi peor temor. La mayoría


de la gente que está sentada en sus mesas o que se balancea en
la pista de baile nos mira con curiosidad, susurrándose unos a
otros sobre el drama que yo he creado. Me estoy convirtiendo en
la principal atracción.

—Sailor —repite Hunter, listo, su mano rodea mi brazo. Es


diminuto y demacrado contra su alto y musculoso cuerpo.
Insignificante en todos los sentidos de la palabra.

—¡Suéltame!

—Sailor.

—¿Qué, por amor a todo lo sagrado? —presiono mis puños contra


las cuencas de mis ojos. Nunca voy a ser capaz de mirarlo de
nuevo. Y definitivamente él no va a sacar provecho de ese beso.
—Escucha. Es una canción lenta. —me engancha los dedos en la
nuca, presionando sus pulgares justo debajo de mis ojos,
despegando mis manos. Me abraza como si fuera una muñeca de
porcelana. Frágil, hermosa y rara.

—Respira hondo, abre los ojos y mírame —ronronea, con un tono


firme, casi de calma.

De alguna manera, le agradezco. Cuando mis ojos se abren, me


sorprende por un momento lo simpático y dulce que parece,
frunciendo el ceño, sus brillantes grises-azulados estudiándome.

—Esta parte es crucial, así que escucha con atención: nadie sabe
bailar a menos que sea profesionalmente. Nadie. Pero
especialmente la gente blanca de Boston. Somos notoriamente
malos para bailar. Si hubiera premios Razzie por bailar, mi baño
estaría lleno de estatuas.

Me muerdo el labio, sofocando una risa. —Tonterías. Vas a


muchas fiestas.

—Bailar no es mi deporte preferido cuando asisto a ellas, créeme.

Me río amargamente. Miro a mi alrededor, o al menos lo intento,


pero él mantiene mi cabeza en su lugar, palmeando mis dos
mejillas.

—Ahora, voy a poner mis manos en tu cintura, y no te vas a


asustar. Luego vas a envolver tus brazos alrededor de mis
hombros, y aun así no vas a enloquecer. Luego nos vamos a
balancear como bebés borrachos que acaban de aprender a
caminar, y aun así no te vas a asustar. Eso es todo lo que hay
para bailar. ¿Aceptas el desafío, CT?

Asiento con la cabeza, tragando para mantener mi garganta


aturdida y húmeda. Pongo mis manos sobre sus hombros. Sus
manos se envuelven alrededor de mi cintura, y empezamos a
movernos.

Lo sostengo como si fuera de cristal.

Me abraza como si estuviera hecha de nubes.

Mi ritmo cardíaco disminuye, e inhalo, tratando de no pensar en


lo idiota que había actuado en los últimos diez minutos.

Hunter debe saber que yo todavía estoy reuniendo mi ingenio,


porque se mantiene callado. Miro alrededor y veo a otras parejas
bailando, volviendo a sus asuntos. Gerald está sentado en su
mesa, ajeno al mini drama, gracias a Dios. Belle está en el rincón
más alejado de la habitación en los brazos de un apuesto
desconocido con un traje borgoña. Cillian baila con una morena
alta a su lado, pero frunce el ceño directamente a Emmabelle
quien se ríe a carcajadas, entablando una conversación. Apuesto
a que al pescado frío no le gustó la conmoción que trajo consigo.

Aisling y Perséfone siguen hablando en nuestra mesa.

La melodía llega a mis oídos, y reconozco la canción. Es una


versión acústica de —Truly, Madly, Deeply— de Savage Garden.

Hunter no prestó atención a mi crisis. Me pregunto cuánta gente


me había visto tratando de escapar de su alcance.

—Así que... ¿ceann beag? —inclino la cabeza de lado.

—Significa pequeño en gaélico.

—Lindo.

—Quieres decir condescendiente —responde—. Lo es.

—¿Hablas gaélico? —sé que no es el más útil de los idiomas, pero


la gente rica sabía muchas cosas que otros no sabían. El polo,
por ejemplo. O atar una pajarita con una mano. Aunque soy
irlandesa de pies a cabeza, mi irlandismo se limita a quemarme
en lugar de broncearme, cuando hay un poco de sol y a
obsesionarme con el folclore.

Hunter me da un medio asentimiento. —Pa es fanático en ello.


Fue una mierda para aprender.

—¿Te das cuenta de las oportunidades ilimitadas de conocer este


idioma? —trato de recuperar algo de mi confianza, reuniendo una
sonrisa.

—En realidad no —dice secamente, sus ojos se dirigen a mis


labios—. Ilumíname.

—Puedes llamarme lo que quieras, y no sabré el significado de


eso —exclamó—. Carrot Top no es nada. Piensa fuera de la caja,
niño bonito. Deja tu imaginación libre.

—Así que admites que soy guapo.

—No creo que nadie en este continente pueda discutir


eso —refunfuño.

—Estoy bastante seguro de que yo también soy una mierda


caliente en Australia.

Me río. No se equivoca. —No. Eres virtualmente perfecto, desde


el exterior. Pero tu interior te hace una especie en peligro de
extinción. Totalmente muerto.

Me examina en silencio, sacudiendo la cabeza y sonriendo.

—Aingeal dian27 —dice—. Bueno, en su mayor parte.

—¿Eso significa perra loca? —muevo la nariz, dándome cuenta


demasiado tarde de que intento ser adorable, y preguntándome
27
Ángel enfadado en gaélico
qué demonios me pasa. Nunca trato de ser adorable,
especialmente cuando se trata de hombres. Siempre trato de
asegurarme de salir como si no me importaran.

—Ojalá —responde, todavía mirándome los labios.

—¿Qué, entonces? —lleno el espacio entre nosotros con palabras


para que no se le ocurra ninguna idea. No se nos podía ver
besándonos. De hecho, tuve que mostrarle a su padre que éramos
amigables, pero no abiertamente.

Frunce el ceño. —No. Tu trasero va a traducirlo en Google.

—Eres imposible —lucho contra una sonrisa, mordiéndome el


labio.

—¿Imposible? No. ¿Extremadamente difícil?


Siempre. —entrecierra los ojos, pero da medio paso atrás para
que no pueda decir si dice la verdad.

Me quedo callada, pensando en cómo había sido increíble


durante mi crisis pública. Si no fuera un mocoso multimillonario
loco por el sexo, no querríamos matarnos.

—¿Por qué te echaron de esa escuela británica? —susurro.

Me pregunto qué se sentía ser él, al apenas conocer la ciudad en


la que vives, pero saber que todo el mundo en Boston te conoce.

—Cinta sexual.

—¿Tan joven? —Casi grito. Sé que he protagonizado una escena


hace un segundo. Quiero vomitar cada vez que pienso en ello. Le
prometí que no lo buscaría en Google, y no lo haré.

—Bromeo. Me expulsaron por volar un árbol con pólvora, lo creas


o no.
—No lo creo —digo, sofocando otra risa. De alguna manera no
puedo imaginar al diablo hedonista delante de mí haciendo algo
tan salvajemente creativo.

—Tienes razón. Fue mi amigo, Percy, quien lo hizo. Fue


nombrado en honor al poeta Percy Bysshe Shelley, que en
realidad fue expulsado de la escuela por esa razón. Perdió una
apuesta. Pero cuando llegó el momento de reconocerlo, supe que
Percy iba a estar realmente jodido si le echaban. Ese internado
era lo único que sus abuelos ricos habían acordado pagar. Su
padre perdió el dinero de su familia apostando.

Hunter toma mi mano, pasa sus dedos por la mía y me da un


pequeño giro. Mi cuerpo se mueve junto con el movimiento
instintivamente. Veo la habitación girar bajo el brazo de Hunter
y siento la falda de mi vestido rozando contra el suelo. Baja la
parte superior de mi cuerpo como en las películas, y se me ocurre
que la gente nos está mirando de nuevo, pero por una vez en mi
vida, me importa un bledo.

—¿Te echaron por un amigo? —Mis ojos brillan—. ¿Por qué?

Cuando mi espalda está al nivel del suelo, me sostiene allí


durante medio segundo, su cara cerca de la mía. —Ya sabes por
qué. Eres igual de leal.

Me vuelve a subir y empezamos a balancearnos de nuevo. Me


aferro a él con más fuerza que antes. Se siente como hierro y
acero bajo la punta de mis dedos. Quiero escapar de su toque e
inclinarme más cerca de su pecho al mismo tiempo.

—¿Por qué nunca le dijiste a tu padre?

—Porque no me habría creído. Y si lo hubiera hecho, le serviría


como una prueba más de que soy más estúpido que una lata de
maíz dulce.
Los labios de Hunter rozan mi oreja, la punta de su elegante nariz
en mi cabello. Mi corazón está en mi garganta. Quiero ir a ver a
Gerald Fitzpatrick y molestarlo por haber hecho creer a su hijo
que no es nada maravilloso.

—¿Sailor? —Hunter pregunta.

—¿Sí? —aclaro mi garganta.

—¿Adivina qué? —me respira en el rostro. Si tan sólo no oliera


como lo hace, a canela, hombre y a mi muerte total—. Estás
bailando.
Ocho

Hunter
Canción de ambiente: "Under the Pressure" de The War on Drugs.

¿Vengo de ver a Pa mirándome dar vueltas a Sailor en la pista de


baile, susurrando dulces palabras en su oído, acariciando su
cabello?

No, no lo hice.

Sin embargo, ¿estaba cerca de correrme?...

No voy a mentir, mis bolas de hecho hormigueaban.

Ella era sorprendentemente dócil para ser una chica que poseía
la etiqueta y la cordialidad de un capibara rabiosa (básicamente
una rata gigante —búscala. Una elección de mascota realmente
desagradable).

Quizás se agotó a sí misma hasta casi colapsar. Como cuando los


niños pequeños se duermen en el punto álgido de su rabieta.
Joder sabe que se veía como si estuviera a punto de volverse loca
cuando traté de arrastrarla a la pista de baile.

Pero no era como si yo tuviera muchas opciones para elegir en el


departamento de compañerismo.

Pa y Cillian ignoraron mi existencia, mamá era una mierda


conversadora, y Aisling se largó con sus nuevas amigas para
formar una puta banda de chicas o lo que sea. Perseguir mujeres
no estaba en las cartas para mí. No tenía amigos aquí. Hablar
con Vaughn y Knight por teléfono varias veces al día ya no iba a
ser suficiente.
Quería mostrarle a Pa que estaba jugando bien con el perro
guardián que me había designado. El hecho de que pareciera que
iba a lanzarme contra ella más tarde esa noche endulzó el trato,
especialmente porque nunca podría preguntarle si follamos.

¿Ves, Pa? No tan tonto como crees.

Cuando termina la recaudación de fondos, y Sailor besa y abraza


a sus amigas para despedirse (¿por qué las chicas hacen eso? Se
van a ver el próximo maldito día, con toda probabilidad), la
empujo a la limusina y paso el tiempo mirando fotos de chicas
calientes que había follado. Necesitaba aclarar mi cabeza.
Además, vaciarme la polla. Nuestro pequeño baile me había
provocado una erección inesperada. Es cierto, ella no era Candice
Swanepoel28, pero maldita sea, ella lucia ese vestido como nadie
más.

Sailor está sentada en el extremo del asiento de cuero color


crema, tan lejos de mí como era humanamente posible, mirando
las luces de la ciudad parpadeando hacia su lenta muerte en la
medianoche. La gente se apresura a entrar en sus casas como
ratones.

—Gracias. —Su voz viaja entre nosotros, ronca y humeante.

—Seguro —murmuro, mi pulgar deslizándose sobre la pantalla.


Kardashian en una galleta, extraño Cali. Tengo que recordarme
a mí mismo que esto terminara en menos de seis meses. Voy a
hacer que Pa me dé un apartamento genial, asegurarme de que
la puerta no golpee el trasero plano de Sailor al salir, y follar hasta
que caiga en coma.

—¿No vas a preguntar por qué? —desafía con su voz inteligente.

28
Candice Susan Swanepoel es una modelo sudafricana. Desde 2007 es uno de los Ángeles
de Victoria's Secret, y en 2013 portó el Royal Fantasy Bra en el Victoria's Secret Fashion
Show. Del año 2010 a 2013 estuvo entre las «10 modelos mejor pagadas del mundo».
Mierda. Incluso cuando se veía bien (y en realidad se veía bien
con ese vestido y el cabello recogido), tenía que arruinarlo siendo
tan… ella misma.

Levanto la vista de mi teléfono sin entusiasmo. —Culpa mía. ¿Por


qué?

—Manejar la situación cuando me asusté antes... —se calla y


frunce el ceño ante mi mano. Me toma un segundo darme cuenta
de por qué está enojada de nuevo. Mi pantalla se había quedado
en una foto sexy de Alice apretando sus tetas juntas y guiñando
un ojo a la cámara con una cereza en la boca, usando nada más
que un diminuto bikini con estampado de girasoles.

—¿Quién es? —pregunta.

No estaba interesado en ventilar mi mierda, y nunca le decía a la


gente con quién follaba, cuántas veces, dónde y cuándo. Parecía
de mal gusto, más cuando se trataba de Sailor, que
probablemente era más virginal que el ponche en un baile
extraescolar de preescolar.

—Una chica con la que fui a la escuela.

—Que bien —dice, en la forma en que las chicas cantan la


palabra cuando las cosas no son nada agradables.

Se gira hacia la ventana. Me giro para imaginarme follándome las


tetas de Alice.

Cuando llegamos a casa, Sailor corre directamente a su


habitación, cerrando la puerta con un bufido. Mientras me dirijo
a la mía, la escucho decir "estúpida, estúpida, estúpida",
golpeando su cabeza contra la pared. Supongo que se siente mal
por ese pequeño colapso anterior.

Cierro la puerta de mi habitación y le envió un mensaje de texto


a Alice.

Hunter: Envíame nudes.

Seguido con un GIF de un perro montando una almohada.


Cortejar en el siglo XXI era una mierda.

En lugar de pasarse de lista, o ponerse a llorar, o en general ser


un desastre —tos, Sailor, tos —Alice responde con una foto de
ella desde el cuello hacia abajo con las piernas abiertas en la
cama, usando nada más que una tanga rosa neón. Me quito los
pantalones ajustados. Realmente nunca había dejado de estar
duro desde que bailé con Sailor.

Hunter: Ahora un video tuyo tocándote.

Alice: ¿Estás seguro? Escuché que tu papá te puso bajo llave.

Hunter: Esto no es romper las reglas. Solo inclinarlas un


poco. A la derecha. ;)

Alice: LOL pervertido. Dicen que te mudaste con alguien. Una


mujer…

Hunter: No es lo que piensas.

Alice: No pienso nada.

Ni que lo digas, bebé.

Me masturbé dos veces esa noche con videos perversos de Alice.

Cuando desperté, Sailor se había ido.


Carrot Top no se molestó en volver a casa el domingo. No es que
me importara, pero era casi una burla tener el apartamento
enorme para mí solo sin poder darle un buen uso. Los supuestos
guardaespaldas/investigadores privados de mi padre están a
cargo del edificio, y basándome en la forma en que la mitad del
maldito mundo ya sabe que estoy viviendo con Sailor, deduzco
que el personal de las instalaciones también se ha ido de bocazas.

Paso el tiempo estudiando estadísticas y otros temas mortales de


gestión empresarial. Apenas había asistido a mis clases
nocturnas porque había estado en la oficina todo el día todos los
días de la semana pasada, buscando café, respondiendo
preguntas espontáneas sobre la historia de la empresa que me
lanzaban mi hermano y mi padre y, en general, siendo la perra
designada en la oficina.

Cuando Sailor no muestra su rostro a la hora de la cena, voy al


gimnasio del edificio para desahogarme. Ayer, en la recaudación
de fondos, mamá me sugirió que volviera a jugar al polo en uno
de sus intentos de entablar una conversación. Le sugerí que se
ocupara de sus propios asuntos. No quería hacer deporte. No
quería hacer nada.

Y ahí radica el problema. No tengo ambición cuando no se trata


de follar y salir de fiesta. Me siento vacío por dentro, el tipo de
vacío que roe los bordes de mi carne, amenazando con devorar el
resto de mí.

Oigo que la puerta principal del apartamento se abre alrededor


de la medianoche. Estoy en mi habitación, con la puerta
entreabierta, leyendo un libro de texto de mierda. Para mi
sorpresa, me siento demasiado enojado para preguntarle a Carrot
Top dónde ha estado. La escucho arrastrar los pies por la cocina,
servirse un vaso de agua y hurgar en la nevera. Se prepara algo
de comer. Tiene muy buena mano cuando se trata de comida.
Huelo pan fresco, mantequilla de maní, Nutella y nueces
tostadas. O estaba hablando por FaceTime con su familia o los
había puesto en el altavoz. Su hermano y su papá discutían sobre
quién la llevaría a almorzar al día siguiente, ya que iban a estar
en diferentes partes de la ciudad. Odiaba a su familia
sorprendentemente funcional.

Diez minutos después, apaga las luces y cierra la puerta de su


dormitorio, cerrándola con llave por si acaso.

HHH: No es necesario cerrar la puerta. No voy a colarme a tu


habitación.

HHH: ?

HHH: ¿Sigues dándome el tratamiento silencioso para


castigarme por absolutamente nada?

HHH: Vete al infierno, CT.

Era un lunes gris por la mañana, lo que traía consigo la


necesidad de arrojarme debajo de un autobús.

Comienzo el día ayudando al contador ejecutivo de la empresa a


revisar los números trimestrales. Después de estar encerrado
durante cuatro horas en un calabozo con hojas de Excel y
hombres de mediana edad que olían a superficie de ropa interior,
café y diabetes, almuerzo mientras estudio en la cocina,
disfrutando del ruido de fondo de mi padre gritando a la gente
sobre la refinería, que aparentemente estaba en estado de
suspensión debido a una explosión menor. Después de que
termino, me dirijo al departamento de cumplimiento para ayudar
con la presentación de algunos documentos. Tal era mi vida de
rock-n-roll.

Tiro mi bowl vacío de poke29 a la basura, rodeo el pasillo y decido


tomar las escaleras de emergencia en lugar de los ascensores por
capricho. Esos estaban jodidamente ocupados a la hora del
almuerzo, y resultó que, la gente de Royal Pipelines no se
preocupaba por mí. Aparentemente, todos sabían que era un
cabrón perezoso y no estaban entusiasmados con mi co-dirección
de la empresa con mi hermano tirano cuando Pa se jubilara.

Bajo las escaleras de dos en dos hasta que escucho una voz que
viene de abajo, dos pisos más abajo. El eco lo trajo hasta aquí, a
pesar de que la persona obviamente estaba susurrando.

—...realmente no me importa. Siempre que esté hecho. La


discreción es clave. Te llamaré la semana que viene desde otro
teléfono desechable. No me llames, ¿entiendes? Es demasiado
arriesgado. Ni siquiera debería haber atendido tu llamada
hoy. —Su voz se enfurece.

Syllie.

Yo no era de los que escuchaban a escondidas. No por buenos


modales, Dios no lo quiera, sino porque me importaba de cero a
menos treinta la vida de otras personas. Syllie, a pesar de ser un
buen amigo, estaba al final de la lista de personas en las que
estaba interesado. Si él tenía otra mujer, bien por él. Niego con la
cabeza, sonriendo para mí mismo. El viejo amigo probaba otros
sabores en secreto. Travieso. Espero, dejando que el donjuán
termine su llamada.

—No me preocupa el viejo idiota. Se está volviendo más petulante

29
El poke es una ensalada de pescado crudo servida como aperitivo o plato principal en la cocina hawaiana.
Las formas tradicionales son el aku y el he’e. El poke de he’e suele llamarse por su nombre japonés tako
poke, excepto en lugares como la isla de Ni’ihau donde se habla la lengua hawaiana
a cada segundo, su hijo menor también es literalmente una
maldita broma. No reconocería un problema si le diera herpes y
le cortaran la polla. Pero el hijo mayor es peligroso. Tenemos que
vigilarlo.

¡Vaya!

Súper. Jodido. Rollo.

¿Literalmente una maldita broma? Esto tenía mi nombre por


todas partes. Casi había registrado a esta perra en mi familia.
¿Hijo mayor peligroso? Ese sería mo órga. Precioso Cillian.

Además, esto no sonaba en nada como una aventura tórrida e


inofensiva con una amante cariñosa.

No me ofendía, aunque sé que se ha referido a mí como una bolsa


de regalos de incompetencia, ETS y fracaso. Estoy más ocupado
con lo que está tramando. Pego mi espalda a la pared, tratando
de que no me vea. Por primera vez desde que descubrí que mi
pene era bueno para algo más que orinar formas interesantes en
la nieve, estaba interesado en algo que no era un coño.

—Si, está bien. Escucha, tengo que regresar a la oficina antes de


que la gente haga preguntas. Hablaremos la semana que viene.

Él acaba la llamada, suspira profundamente y comienza a subir


las escaleras. Pensando en mis pies, vuelvo a subir las escaleras,
caminando de puntillas, abro la primera puerta disponible y me
deslizo dentro. Pego mi espalda a ella, escuchando a Sylvester
subir las escaleras hasta el octavo piso. Cuando la costa esta
despejada, abro la puerta y me dirijo directamente a la oficina de
Pa.

Estoy sin aliento cuando llego a él. Esta sentado con


Cillian —sorpresa, sorpresa— riendo sobre sus platos de
ensalada. No toque la puerta. Una parte de mí quería
complacerlo, pero la otra estaba feliz de enojarlo.

—Por el amor de Dios, aprende a tocar. —Pa deja la ensalada y


se palmea la boca con una servilleta—. ¿Qué quieres, ceann
beag?

Espero a que la puerta lenta se cierre por completo, regulando mi


respiración, antes de hablar.

—En primer lugar, que dejes de llamarme así. —pienso en cómo


llamo a Sailor CT aunque ella lo odia—. Segundo, acabo de
escuchar a Syllie hablando cosas raras con alguien al teléfono.
Creo que se trataba de nosotros.

—Especifica. —ordena Cillian, masticando un trozo de lechuga y


pollo al vapor de la barra orgánica de abajo. Incluso eso no
castraba al hijo de puta.

—Creo que quiere derribarnos o algo así.

—¿A nosotros? —Cillian arquea una ceja gruesa, evaluándome


con sus ojos color miel. Hoy lleva la idiotez a un nivel
completamente nuevo, probablemente todavía enojado por la
explosión de la refinería. Pero nadie resultó herido, entonces,
¿cuál era el problema?

—A ti. ¿Contento? —aprieto los dientes con enojo—. Él quiere


derribarte. Dijo algo sobre lo engreído que era Athair, que yo era
estúpido y tú eras peligroso, pero que quería seguir adelante con
algún plan.

—¿Dónde fue eso?

Cillian era el único que hablaba. Papá había vuelto su atención a


su ensalada y me pregunto si siquiera me toma en serio. Siento
mis oídos pinchar de rabia. —Escalera de emergencia.

Cillian y Pa intercambian miradas que no puedo leer. Tal vez


hubiera podido si, ya sabes, los viera más de dos veces al año.

—Probablemente amargado por su bono trimestral. —Papá


palmea las comisuras de los labios con su pañuelo verde,
masticando.

Cillian frunce el ceño, pero no corrige su suposición.

—Vuelve a tus deberes, muchacho. —Mi padre me despide.

—Pero Pa...

—Chop-chop ahora. —enfatiza, señalando la puerta con su


tenedor de plástico.

Echo un vistazo entre ellos. Mi hermano me mira de forma


extraña.

Las ruedas de su cerebro girando. Lo que sea que esté pensando,


no era suficiente para respaldarme. Pateo un bote de basura,
enviando papel y botellas por todos lados.

Genial. El imbécil tampoco reciclaba.

—Joder, nunca escuchas.

—Deja. De. Maldecir. —Athair espeta.

Cillian señala a seguridad a través de la ventana sin emoción.

—No es necesario que llames a tus perros guardianes. Me voy.

Quería golpearles la puerta de cristal en la cara, pero de nuevo,


veo como se cierra centímetro a centímetro durante media
maldita hora.

Sylvester Lewis quería joder a mi familia, y a pesar de todo, o tal


vez por todo, no estaba de acuerdo con eso.

Quería llegar al fondo de esto. ¿Antes o después de arruinar el


proyecto pelirrojo de mi padre? Solo el tiempo lo diría, pero ahora
tenía dos incentivos. Dos cosas para despertarme por la mañana:

1. Averiguar qué estaba haciendo Syllie y lidiar con él yo mismo.

2. Domar a Sailor Brennan, el inquebrantable caballo salvaje que


quería usar como mi mascota personal hasta que esta pesadilla
del acuerdo terminara.
Nueve

Sailor
El lunes, me despierto con una foto mía en el periódico local,
agachando la cabeza mientras sigo a Hunter a una limusina
cuando salimos de la recaudación de fondos.

“The Hunter Games: Royal Pipelines ¡Playboy atrapado


acaramelado con la amante del tiro con arco Sailor Brennan!”.
Grita el titular, que pienso que es incorrecto e inconsciente.

Me imagino que Gerald está detrás de esto, y también sé que


había decidido comercializar a su hijo y a mí como pareja para
controlar la desastrosa imagen de Hunter, así que trato de
decirme a mí misma que no me importa —todo mientras empujo
el periódico al fondo de mi bolsa de lona, asegurándome de que
Junsu no pueda encontrarlo.

Al final resulta que, un par de días después realmente no


importaba.

—El chico. Está aquí de nuevo. —anuncia Junsu solemnemente,


con las manos entrelazadas a la espalda y una mueca de
desaprobación en los labios.

Ignorándolo, levanto mi arco, que parece un brazo arrancado de


un robot Transformer, respirando para recuperar la compostura.
Me había llevado cuarenta y ocho horas poner mi cabeza en
blanco después de la estúpida recaudación de fondos. Pasé el
domingo con Persy, Belle y Aisling, comiendo cupcakes, viendo
Riverdale y hablando de cualquier otra cosa que no fuera Hunter
Fitzpatrick. Me di cuenta de que un baile no significaba nada en
el gran esquema de la vida. El hecho era que Hunter estaba
viendo fotos de chicas semidesnudas en la limusina después de
nuestro supuesto momento. Su apariencia me cegó
temporalmente, pero me controle rápidamente. Ahora era el
momento de centrarse en lo que realmente importaba: el tiro con
arco.

Mis ojos se enfocan en el objetivo e imagino que es el hermoso


rostro de Hunter. Suelto la flecha, observándola viajar 76,5
yardas hasta su destino y aterrizar en el anillo de ocho puntos.

Sabía que no tenía nada que ver con mi falta de precisión


fríamente calculada y todo que ver con mi hombro derecho
dolorido, pero cada vez que me quejaba con Junsu, él decía que
era la incomodidad habitual con la que los atletas tenían que
lidiar.

—¿Crees que es diferente en judo, esgrima y natación artística?


Todos duelen. El arte es dolor, Sailor.

Bajo el arco y me ajusto la gorra antes de coger otra flecha de la


pila a mi lado.

—¿Escuchaste lo que dije? —pregunta Junsu. Su mirada severa


eriza mi piel con reconocimiento.

—Alto y claro. —pongo el cronómetro en mi reloj a veinte


segundos, el tiempo que les dieron a los arqueros olímpicos
cuando llegaron a la final, y comienzo a estirar la flecha. Había
estado disparando entre doscientas y trescientas flechas al día,
trabajando día y noche.

—¿Bien? —dice con impaciencia—. Ahuyéntalo. Está esperando


afuera

Disparo la segunda flecha —esta vez imaginando que el objetivo


era el escurridizo y frío corazón de Hunter — mirando cómo le
daba al anillo de siete puntos.
Diablos. Voy a necesitar una inyección de esteroides o voy a
rendir miserablemente esta semana.

Tuerzo mi cuello para mirar a Junsu, sonriendo tranquilamente.


—Reconocerlo lo alentaría. Como dije antes, no es mi novio. Si
decide visitarme aquí, no tengo control sobre eso, pero no voy a
detener mi entrenamiento por eso.

Junsu no vuelve a mencionar a Hunter, y trato de no pensar en


su presencia aquí. Lo hice terrible por el resto de la práctica

Media hora más tarde, salgo del campo de tiro hacia mi auto,
sorprendida de encontrar a Hunter apoyado contra mi maletero
con su impecable traje azul marino, con los brazos y piernas
cruzadas.

¿Esperó afuera todo este tiempo?

—Así que, así es como se siente vivir en la caseta del


perro. —abre los brazos, haciendo un gesto hacia una perrera
imaginaria, sus palabras sazonadas con alegría.

—Si estás a punto de hacer una broma de mierda, por favor


ahórratelo, y mientras lo haces, sal de mi maletero —le respondo.

Hunter me sorprende al hacerme caso y murmurar algo sobre


cosas que le gustaría hacer con mi maletero que no tenían nada
que ver con mi vehículo.

Abro el maletero y dejo mi equipo adentro. Lo cierro de golpe,


sintiendo la dulce y creciente presión de la excitación escalar en
mi pecho a pesar de mis mejores esfuerzos. Cuando me doy la
vuelta, Hunter está allí, en mi rostro. Más cerca que cuando
bailamos juntos. Planta sus manos a cada lado de mí, en mi auto,
sus labios a centímetros de los míos.

—Me estás evitando. —sisea.


—Tú también.

Mi compañero de cuarto no me había buscado exactamente desde


la recaudación de fondos, aparte de los mensajes de texto sin
respuesta. La verdad era que no tenía derecho a sentirme herida
porque él estaba mirando a otras mujeres y él no tenía derecho a
interrumpirme mientras entrenaba. Las líneas comenzaban a
difuminarse y no me gustaba.

Los pulgares de Hunter tocan el borde de mi culo desde ambos


lados, y me pregunto si es a propósito. —Solo te di tiempo para
que te calmaras. Obviamente, todavía necesitas un poco de
relajación.

—Obviamente. —digo rotundamente, empujando su pecho. No se


mueve. Miro hacia arriba, frunciendo el ceño.

—Fuera de mi camino, príncipe sífilis.

—Cena conmigo, princesa psicótica.

—Vete. Te veré en casa.

—No en casa. En algún otro lugar. En algún lugar público. En


algún lugar divertido. —dice la palabra divertido como si fuera
una terrible blasfemia. Como si la diversión fuera mi
archienemigo. Sonaba como mis padres. Claro, me divierto.
Simplemente no lo hacía con chicos.

O fuera de mi habitación.

Bien, tal vez me vendría bien un poco de ayuda en el


departamento de diversión.

—Hay comida perfectamente comestible en casa. Nora, la


cocinera...

—Que jodan a Nora con una espátula. No comes afuera porque


tienes hambre. Lo haces por la maldita experiencia. Es un lujo.

—Algo de lo que sabrías todo. —resoplo, odiando que huela a algo


como detergente para la ropa y masculino, y otra cosa que hace
que mi estómago se hunda placenteramente.

—Sip. —mueve mi oreja, dando un paso atrás cuando se da


cuenta de que iba a ceder.

Y lo voy a hacer. Porque en el fondo, sé que no tengo derecho a


causarle amargura. Estaba haciendo un buen progreso en todos
los frentes y yo era su niñera. Debería estar más involucrada.

Saco las llaves del auto de mi bolsillo y hago una mueca cuando
mi hombro arde de dolor. ¿Cómo diablos iba a conducir?

Hunter lee mi mente y arrebata las llaves de mi mano, rodeando


mi auto, con un rebote en su paso.

—Permíteme. Probablemente te tomara llevarnos allí hasta el


próximo jueves. Mi trasero delincuente puede hacer una dona en
el camino y aun así llegar más rápido.

Iba a protestar, pero en realidad me estaba haciendo un favor. Lo


mejor que podía hacer ahora era descansar un poco mi hombro
y ponerle hielo cuando llegáramos a casa. Me deslizo en el asiento
del pasajero, con cuidado de cerrar la puerta con mi brazo
izquierdo sano.

—¿A dónde? —me abrocho el cinturón, mirándolo cuando estaba


segura de que estaba ocupado tratando de colocar sus largas
extremidades en mi espacio. Se veía cómicamente grande, sus
rodillas tocando el volante a ambos lados. Ajusta mi asiento y
pone en marcha el auto.

—Es una sorpresa.

—Odio las sorpresas.


—Impactante. Cierra los ojos hasta que lleguemos. —sale del
lugar de estacionamiento a treinta millas por hora, disparado
como un demonio. En el espejo retrovisor, veo a Junsu de pie en
las escaleras del club, con el ceño fruncido y las manos en las
caderas.

No está feliz.

—No puedo, —escucho mi voz a través del pánico palpitante en


mi cabeza. Técnicamente, Junsu no puede decirme qué hacer. No
puede decirme con quién salir. Lana Alder sale todo el tiempo,
incluso había tenido un romance de alto perfil con ese actor que
interpretó al nuevo Spiderman —. Voy a tener náuseas.

—Maldita sea, Sailor. Qué manera de arruinar el carpe


diem. —Hunter se acerca para palmear mi muslo y yo hago una
mueca por dentro.

Llevaba pantalones de yoga y una camisa DriFit suave y me


parecía a Ed Sheeran en mallas. Él, por otro lado, parecía estar
asistiendo a los Oscar. Hunter se dirige hacia la autopista a una
velocidad que se asemeja a un avión despegando.

—Entonces, ¿cómo es que la hija del infame Troy Brennan es tan


torpe? —pregunta animadamente.

—En primer lugar, mi padre es un hombre de negocios de


renombre a menos que se demuestre lo contrario. —Repito las
palabras que papá me había dicho que dijera desde que tuve la
edad suficiente para hablar. La gente sentía la necesidad de
curiosear y pinchar al patriarca de mi familia como si fuera un
deporte nacional.

Hunter resopla, sin apartar la vista de la carretera. —¿Y en


segundo lugar?

—No somos nuestros padres. Por ejemplo, tu padre dirige una de


las corporaciones más grandes de Estados Unidos y tú, por el
contrario, eres una estrella del porno amateur.

—¿No me digas que me has visto en acción? —Una sonrisa se


curva sobre su rostro.

—Nop. Me pediste que no te buscara en Google, ¿recuerdas?

—Antes de que me diera cuenta de que podías manejarme. Qué


vergüenza. Los nuevos clientes obtienen el primer viaje gratis.

—Paso. Escuché que la película es mejor.

Aúlla de risa, su voz sexy y ronca. Decidida a ignorar las


mariposas que pululaban en mi pecho, miro por la ventana,
masticando la piel alrededor de mi pulgar.

—Para tu información, Alice, la chica a la que me atrapaste


viendo el sábado, es solo una amiga.

—¿Eso significa que no te has acostado con ella? —Mis ojos


todavía estaban enfocados en la oscuridad exterior, pero la
esperanza ardía en mi estómago. Conducíamos fuera de Boston,
hacia el norte.

—No, me he acostado mucho con ella, pero es una loca total.


Además, ella no usa mis bolas como bolas Baoding30 como tú.
Contigo, soy superado, burlado y escandalosamente irritado.

—¿Entonces, ¿qué es lo que estás diciendo? ¿Qué soy demasiado


lista y habladora para ser tu amiga?

—Eres demasiado. Estoy feliz de hacerte estallar la cereza, pero


déjame darte un consejo, debes bajar la intensidad. Creo que lo

30
son unas bolas cuyo principal objetivo es terapéutico y de relajación, aunque también sirven
para aumentar la concentración incluso para meditar. Se pueden coleccionar por la variedad
existente en el mercado. Hay quienes las usan únicamente como decoración de oficina y
hogar.
único en lo que te puedo ganar es en el polo.

—Y una pelea a puñetazos. —reflexiono, sin corregir su


suposición de que yo era virgen.

No debería preocuparte, él nunca va a averiguarlo.

—Discutible. —me mira de reojo.

—De todos modos, sé montar a caballo. —presiono mi mejilla


caliente como un horno contra la ventana fría. Siempre que
estaba cerca de Hunter, sentía que mi coeficiente intelectual
descendía cuarenta puntos. La naturaleza era un idiota. Mi
cerebro me dice que me mantenga alejada, pero mi cuerpo ruega
reproducirse con este espécimen masculino maravillosamente
destructivo.

—Polo requiere más que ser un jinete consumado.

—Puedo derribar un caballo al galope con los ojos vendados con


una flecha, —le recuerdo—. Entonces, técnicamente, todavía
puedo ganarte en el polo.

Se ríe de nuevo, sacudiendo la cabeza.

—Nunca conocí a una chica que pudiera ser tan fría y ardiente al
mismo tiempo. En un segundo creo que seguramente te
desmayarás si toco tu mano, en el otro estoy seguro de que estás
a punto de matarme mientras duermo. Eres alucinante, CT.

Hunter estaciona mi auto en un camino de grava afuera de una


vieja taberna en medio de la nada. La chimenea del pub de estilo
Tudor produce una estela blanca de humo que asciende en
espiral hasta un cielo sin nubes y sin estrellas. Se oye el leve
ruido de los grillos, la carretera más allá de los árboles y tal vez
una lechuza.

—¿Cómo conoces este lugar? He vivido aquí toda mi vida y nunca


he oído hablar de él. Apenas conoces Boston. —me desabrocho el
cinturón de seguridad. Mientras lo digo, me doy cuenta de la
implicación de esta verdad. Hunter había crecido lejos de su
familia, en una tierra extranjera, con extraños.

Ayer, Aisling nos había dicho que pasó su infancia en Boston por
pura casualidad. Se abrió un internado para niñas en nuestra
área antes de que ella llegara al primer grado. Ayudó que sus
padres fueran más suaves con ella académicamente, desde que
era una niña, y Gerald nunca la presionó para que se uniera al
negocio familiar. Pero Cillian y Hunter fueron enviados al
extranjero inmediatamente después de su sexto cumpleaños, y
mientras Cillian completó su educación secundaria en Nueva
Inglaterra, Hunter fue enviado a California para que sus padres
no tuvieran que lidiar con él.

Hunter se desliza fuera del auto. —Estaba de viaje con mi niñera


volviendo de un partido de polo cuando era niño. Nuestro auto se
averió y estaba lloviendo a cántaros, así que entramos y me dejó
comer papas fritas, una hamburguesa grasienta y un batido. Fue
la primera vez que comí papas fritas. Hasta entonces, solo era la
mierda orgánica que hacía el chef personal. Papá casualmente
estaba en la zona, así que nos recogió él mismo. Fue la primera
vez que hizo eso, como, pasar tiempo conmigo en medio del día y
esa mierda.

Frunce el ceño, como si acabara de darse cuenta de por qué este


lugar era especial para él.

A pesar de su formidable reputación, mi padre rara vez se había


perdido alguna de mis duras clases de gimnasia. Me dejaba
comer lo que quisiera y tuvo un segundo trabajador como mi
chófer personal hasta que obtuve mi licencia. Pasábamos los
sábados yendo a los torneos de MMA de Sam, y mis dos padres
fueron una parte constante de nuestras vidas.
—De todos modos, cada vez que visito a mis padres, vengo aquí.
A veces llevo a Aisling. Realmente no tengo amigos aquí, así que
cuando ella no puede, vengo solo.

Abre la vieja puerta de madera. Entramos en un pub ruidoso


iluminado de naranja con tres largas filas de mesas de madera
talladas a mano y bancos a juego. Parece una posada sacada de
un episodio de Game of Thrones, con música gaélica fuerte y
trabajadores bebiendo cerveza de pintas. El olor a carne
ahumada, cerveza tibia y sudor se enrosca en mis fosas nasales.

Siento que mi cuerpo se pone rígido. Odiaba los lugares ruidosos


y llenos de gente.

Lugares especialmente ruidosos y concurridos repletos de


hombres extraños.

Especialmente viendo que estaba aquí con un débil Hunter, que


era tan protector como un chicle usado.

Cada hueso de mi cuerpo me grita que me dé la vuelta y regrese.


No soy un gato asustado, pero soy la única mujer en este lugar,
y sé que provocaría algunos comentarios por mi atuendo juvenil
y mi cabello salvaje. Hunter me empuja hacia adelante y le
pregunta al camarero que viene a recibirnos a la puerta dónde
podemos sentarnos.

—Donde sea, hombre. El lugar está lleno. —Un adolescente lleno


de granos con dos bandejas llenas de guisantes blandos, puré de
papas y asados flota por la habitación, gritando los números de
pedido que salen de la cocina entre la charla, las risas y la
música.

Nos sentamos, intercalados entre dos ancianos que charlan sobre


sus cervezas y una manada de trabajadores de construcción, con
la cara y la ropa cubiertas de polvo. Los dos que están sentados
junto a Hunter y yo parecen jóvenes y tienen un acento sureño.
Una pila de vasos de cerveza vacíos y espumosos se coloca entre
ellos como una barrera. Obviamente estaban ebrios, basándose
en su conversación lenta y arrastrada.

Jugueteo con mis dedos debajo de la mesa. Hunter pide cerveza


de raíz para los dos, ganándose una sonrisa de aprobación de mi
parte. Procede a fruncir el ceño ante el menú, tocando el caballo
de madera que se asomaba a través de su camisa. Pasando mi
pulgar sobre el borde del menú, miro al caballito presionado
contra la capa de vello rubio en su pecho, y ociosamente me
pregunto dónde está mi cerebro, porque definitivamente no lo he
traído conmigo a este pub. Finalmente entiendo la frase
estúpidamente sexy.

El atractivo de Hunter me hace estúpida.

—¿Qué pasa con el caballo? —aclaro mi garganta, frunciendo el


ceño ante mi menú antes de que pueda atraparme comiéndomelo
con los ojos.

Hunter retira la mano de él, dándose cuenta de lo que está


haciendo.

—Oh, ¿esta cosa vieja? —se ríe entre dientes, agarrando la


cerveza de raíz que nos dio el camarero y tomando un trago para
ganar tiempo—. No es nada.

—Dime cómo lo conseguiste de todos modos. —entrelazo mis


dedos, colocando mi barbilla sobre mis nudillos. El chico a mi
lado eructa ruidosamente, una cálida ráfaga de aliento de carne
ventila un lado de mi rostro.

Respiro por la boca, tratando de no sentir náuseas.

—Cuando era niño, cada vez que volvía a casa después del
internado, mis padres solían mandarme una o dos niñeras para
que no tuvieran que pasar tiempo conmigo. En mi sexta… no,
octava niñera, papá decidió que necesitaba aprender a jugar al
polo. Estaba siendo un poco idiota al respecto. Ese verano, la
niñera número ocho —joder si recuerdo su nombre, pero era
sueca— tenía que pelear conmigo para entrar en el auto antes de
entrenar todos los días. Odiaba los caballos con pasión. ¿Qué me
va a gustar de esos cabrones? Huelen, duermen estando de pie y
no tienen el reflejo nauseoso —lo que, si se me permite decirlo,
los convierte en amigos jodidamente geniales, pero en horribles
compañeros de comedor. Pero me estoy desviando, así que
supongo que mi niñera sueca estaba empezando a preocuparse
un poco por su trabajo porque yo estaba mostrando resistencia—
también conocido como ser un maldito niño. Un día me dio este
caballo Dala como regalo. Me dijo que los suecos creen que trae
buena suerte y que nunca me caería de un caballo si lo uso. Eso
sí, creí en Santa hasta los trece años, así que, por supuesto, me
lo creí.

—¿Y lo hiciste? ¿Te caíste de un caballo, quiero decir?

Levanta la vista del menú, sus ojos brillan con picardía. —Nop.
Cero rasguños. Tampoco accidentes automovilísticos.

—Tu recuerdas. —lo miró fijamente. Sabía la verdad de mi


declaración. Ardía en mis huesos.

—¿Recuerdo que? —Su rostro esta cuidadosamente en blanco.

—El nombre de esa niñera sueca.

Lo recordaba porque le importaba. Pero a él no le quería importar.


Hunter no era estúpido en absoluto, simplemente construyó
muros sobre muros alrededor de sí mismo que le dificultaban
llegar hasta él, porque en su experiencia, la gente no estaba allí
para quedarse.

Me lanza una sonrisa diabólica. —Lo siento, cariño, no lo hago.


¿Qué hay de ti? ¿cómo te metiste en el tiro con arco? Esa mierda
está más muerta que Enrique VI.

Hunter toma otro sorbo de su cerveza sin alcohol y se le forma


un bigote oscuro en el labio superior. Lo lame para limpiarlo y
veo como su lengua se desliza lentamente por su boca. Siento que
mi garganta se agita. Me recuerda que él nunca había cobrado
nuestro beso.

Tal vez lo olvidó por completo después de tu colapso en la


recaudación de fondos.

—Te reirás. —Le advierto.

—Naturalmente.

Miro hacia abajo. —Es un cliché, en realidad. Robin Hood.


Específicamente, cuando era pequeña, me encantaba la idea de
ser un forajido que también es bueno. Tal vez debido a mi
papá… —hago una pausa, tragando la vergüenza en mi garganta.

—¿Es un hombre de negocios respetable a menos que se


demuestre lo contrario? —Hunter arquea una ceja.

Me rio, sintiéndome sonrojar. —Exactamente. Los rumores sobre


él me persiguieron. Sus supuestos pecados también eran míos.
Estoy segura de que sabes lo que es ser definido por otros
miembros de la familia.

Hunter asiente. —Directamente.

—Me gustó la narrativa de Robin Hood, la romanización de un


criminal. Busca aventuras, roba a los ricos y da a los pobres.
Además, el zorro de la película de Disney era muy anaranjado,
como mi cabello. —Admito, garantizando más la risa adictiva de
Hunter.

De alguna manera ahoga todos los demás ruidos, incluso del tipo
a mi lado, que ahora estaba maldiciendo a su amigo. Hablaba
animadamente, con las manos, y a veces me daba un codazo
cuando intentaba demostrar algo.

—Además, siempre quise saber cómo usar un arma. Las armas


son frías, metálicas, impersonales; el tiro con arco requiere
paciencia, precisión y pasión, —concluyo—. Una vez que me
involucré, se convirtió en una adicción. Era un refugio seguro de
las charlas sobre mi familia, sobre mí. Supongo que a estas
alturas ya puedes decir que no tengo un montón de amigas, así
que esto me ayudó a pasar tiempo después de la escuela.

No era propio de mí abrirme a alguien, especialmente a un


extraño, y además a un hombre hermoso y masculino. Sonaba
como una marginada, pero si Hunter sentía que estaba
compartiendo demasiado o me compadecía, su cara no lo
demostraba.

Él asiente con la cabeza, pareciendo considerar mis


palabras. —Me alegra que hayas encontrado tu vocación.

—Lamento que no lo hayas hecho. —pongo mis manos sobre la


mesa entre nosotros, esperando… ¿qué? ¿Qué Hunter las tome
entre las suyas?

No lo hace, por supuesto.

El camarero se materializa a mis espaldas para tomar nuestros


pedidos. Me giro torpemente, dándome cuenta por primera vez de
que ni siquiera había mirado el menú todavía.

Estaba a punto de pedir unos minutos más cuando Hunter


resurge detrás de mí: —Los dos tomaremos el asado con salsa,
cebollas y papas asadas, con una guarnición de portabellas
rellenas. Además, te daré una propina de veinte dólares por cada
vez que le traigas un trago de Baileys a la dama cuando se
sonroje. ¿Puedes hacer eso por nosotros, viejo amigo?
El camarero lleno de granos ni siquiera se molesta en pedirnos
nuestras identificaciones. Muestra sus dientes amarillos en una
sonrisa, asiente, recoge nuestros menús y corre hacia la ventana
que separa el bar de la cocina con nuestro pedido.

Me giro hacia Hunter. Llevaba la sonrisa torcida de un villano


incomprendido.

—No estás conduciendo, y como estoy completamente sobrio y


célibe, pensé que igualaría la puntuación.

—Al revés —señalo.

—Esa es mi posición favorita. —abre los brazos exageradamente,


sin importarle si chocaba con los hombros de otras personas en
el proceso.

Eso me hace sonrojar, y él se ríe, murmurando: —Presa fácil.

Por suerte, el camarero nos daba la espalda, porque no habían


pasado ni tres segundos desde que se fue. Iba a estar tan jodida
al final de la noche. Además, tan borracha.

—Entonces ... dijiste que no sabías qué hacer con tu vida. —Lo
redirijo de regreso a nuestra conversación.

El hombre que estaba sentado a mi lado se burla, volviendo su


cuerpo hacia mí, pero no giro para encontrarme con su mirada.
Probablemente está solo en mi cabeza, de todos modos. Me
estaba ocupando de mis propios asuntos. ¿Por qué me miraría de
forma extraña?

—Soy un tonto. Por supuesto que no tengo ni idea de lo que


quiero hacer conmigo mismo. Solo soy bueno para ir de fiesta,
follar y beber de manera semi responsable. No mucha gente finge
pensar lo contrario. De hecho, muy pocas veces me han dicho
que tengo potencial, y cada vez que lo tuve, lo odié. El potencial
es como una polla de treinta centímetros sobre un impotente:
deslumbrantemente inútil. Además, no necesito potencial. Sabía
que me haría cargo de Royal Pipelines con Cillian desde que tenía
cuatro años. —Hunter se bebe el resto de su cerveza de raíz,
golpeando el vaso vacío sobre la mesa.

Mis ojos casi se salieron de sus órbitas. —Whoa. Eras bastante


joven.

—Mi futuro fue escrito mucho antes de que yo naciera. Mejor así,
ya que probablemente habría sido demasiado vago para escribirlo
yo mismo.

—¿Y si pudieras elegir? —yo insisto —. ¿Qué te gustaría hacer


con tu vida si no fueras un Fitzpatrick?

El hombre a mi lado ahora se ríe con su amigo, golpeando la mesa


de madera. Los utensilios y vasos traqueteaban, bailando contra
la superficie de madera. Hunter parece completamente ajeno a
él. Esta seguro y despreocupado. Cosas como esa no se registran
para él.

—No lo sé. Podría ser DJ. O tal vez podría ser un prostituto. Pero
solo para chicas calientes. Y probablemente sería demasiado
amable para cobrarles. Espera, hay un nombre para eso. Tinder.

Hunter se ríe de sus propias palabras, pero la luz de sus ojos se


apaga.

Me quedo en silencio durante unos segundos, considerando la


forma en que se ve a sí mismo. Finalmente digo. —Creo que tienes
talento en muchos sentidos. Creo que eres gracioso y
estúpidamente simpático y llevas una energía dentro de ti que es
explosiva y envidiable. Puedes hacer que cualquiera se sienta
cómodo contigo, y eso es algo que no te enseñan en la
universidad. Eres encantador, confiado y podrías liberarte de un
cargo de asesinato. Probablemente podrías ser de mucha ayuda
para la compañía de tu padre, pero tal vez no para hacer cálculos.
¿Qué hay de las relaciones públicas o.…?

—Jesucristo, hombre. Bájale el cierre de los pantalones y


chúpaselo ya. —espeta el hombre a mi lado.

Estalla en una risa frenética y arrastrada, enroscando su puño y


ofreciéndolo a Hunter para un golpe. Inmediatamente es dejado
esperando, mientras Hunter lo mira con una expresión que
sugiere que lo va a mutilar con su vaso de cerveza vacío. El
hombre deja caer el puño y levanta ambas palmas en señal de
rendición.

—Todo lo que digo es que estás perdiendo el tiempo con Wilma


Flintstone aquí. Morí un poco escuchándola, salivando por todo
tu regazo. ¿No tienes un amigo que te salve de esta cita del
infierno? ¿Ella te estafó para que pensaras que era caliente en
manoseo? ¿Qué está pasando? No parece que encajen
perfectamente.

El tipo que estaba al lado de Hunter —el compañero del hombre


grosero— escupe una papa frita y casi se cae hacia atrás en el
banco de la risa. Algunas personas dejan de hacer lo que están
haciendo, se callan y nos envían miradas de curiosidad.

Las burlas me golpean como granizo. Duro, doloroso y cruel,


como ese chico en el balcón en invierno que no quería irse.

Como se sintió Hunter cuando lo vi por primera vez.

Siento el calor de la humillación en mis mejillas, el escozor de las


lágrimas apuñalando la parte posterior de mis globos oculares.
Hay muchas cosas que quiero decir, gritar, arrojar en la cara del
hombre, pero no puedo. Estoy demasiado congelada para hablar.

Y Hunter... Hunter se limitó a mirarlo.


—Mira, hombre, tienes la apariencia. Obviamente haces un buen
dinero por tu forma de vestir. Puedes hacerlo mucho mejor que
esta cosa de aspecto andrajoso, —continúa el tipo, lanzando un
pulgar en mi dirección—. Solo digo lo que todos en esta sala están
pensando en este momento. —Agarra su cerveza y termina su
bebida de un trago, tirando el vaso vacío detrás de su hombro
cómicamente, moviendo sus cejas. El vaso se estrella contra el
suelo.

Nadie se ríe. Nadie habla. Nadie respira.

El ojo izquierdo de Hunter tiembla —solo un tic. Aparte de eso,


está muy quieto.

Quiero morir. Llorar. Disparar una flecha venenosa a través del


corazón del hombre grosero. Huir de aquí hasta donde mis pies
pudieran llevarme, empacar mis cosas y salir del apartamento de
Hunter, quiero cambiar mi nombre y el color de mi cabello y mi
guardarropa. Empezar de nuevo en algún lugar nuevo, donde
nadie me conozca. Este tipo no me conoce, por eso lo había dicho.

No sabe quién era mi padre.

Quién es mi hermano

No tiene miedo de las consecuencias.

¿Cuántos hombres que había conocido me habían visto


exactamente de la misma manera que este tipo, pero nunca lo
expresaron en voz alta porque estaban asustados?

Me quedo mirando al idiota, sabiendo que mi cara esta roja como


una remolacha. Por el rabillo del ojo, puedo ver a nuestro
camarero corriendo con un trago de Baileys en la mano, la mitad
de su contenido salpicando el suelo ya pegajoso. Me doy cuenta
de que se dirigía hacia mí, desinflando mis pulmones.
Respira.

No podía respirar.

Y para empeorar las cosas, Hunter lo había visto.

—¡Ahora no, idiota! —Hunter finalmente espeta, expandiéndose


como una nube oscura, repentinamente empapado de su propia
ira. Se levanta con un movimiento atronador, voltea el plato
medio lleno del tipo que estaba a su lado y observa cómo su
contenido cae en el regazo del hombre.

Me encojo en el banco de madera, viendo los ojos de Hunter


entrecerrarse en dos rendijas de furia.

—¿Qué me acabas de decir? —Mi compañero de cuarto enseña


los dientes, parecido a un Titán, alto, formidable y más grande
que este lugar. Que este momento. Parece que se está haciendo
más y más grande, como Hulk—. Levántate y repítete, inútil saco
de mierda.

El hombre grosero disfruta de la oportunidad de una pelea. Se


mantiene erguido, con la barbilla levantada, el pecho expandido,
como un pavo real.

—Dije que tu novia es fea, y ahora que veo lo malditamente


ofendido que estás por eso, creo que tal vez ella no es realmente
tu recorrido regular. Quizás ella sea tu tapadera. Un chico lindo
como tú no tiene nada que ver con una chica como ella.
Si... —levanta la mano, haciendo una pausa cómica
deliberada— ... ella es la que tiene el coño entre ustedes dos.

Las paredes del pub se llenan de risas, las cervezas en las mesas
salpican por todas partes. Me aferro a mi autocontrol hecho
jirones, manteniendo mi barbilla tambaleante hacia arriba,
aunque una parte de mí se pregunta cómo voy a coser mi
autoestima después de esto.
No solo estaba rota; fui masacrada.

—Voy a matarte. —La voz de Hunter es tan baja que sonaba como
si viniera de un animal. La expresión de su rostro, una que nunca
le había visto antes, de determinación descarada empapada de
furia, hace que mis huesos tiemblen. Hay una chispa de locura
allí. Lo reconozco bien. Mi padre tenía el mismo brillo en sus ojos
antes de irse a sus trabajos nocturnos.

—¿Oh sí? —El tipo pone una mano en su cintura redondeada.

Era regordete, pero fuerte. Grasa y músculo se unen en un


hombre con forma de jabalí. Se notaba por su lenguaje
corporal —sonrisa asquerosa, palmas abiertas— que le
encantaba pelear, que lo hacía a menudo y que no dudaría en
romperle el cuello a Hunter.

—Porque me parece que todo lo que estás haciendo es estar


parado ahí, lanzándome amenazas vacías, chico lindo.

El camarero lleno de granos corre hacia la parte trasera de la


taberna, probablemente para buscar a sus superiores. Algunas
personas bajan la cabeza, posiblemente debatiendo si romper las
cosas entre los dos hombres.

Me las arreglo para ponerme de pie. Me inclino hacia Hunter al


otro lado de la mesa.

—No te molestes. Es una pérdida de espacio, oxígeno y


probablemente clics en la pornografía. —intento inyectar humor
en mi voz—. Vámonos, Hunt.

Hunter me ignora, mirando fijamente al hombre mientras se


quita la chaqueta meticulosamente. Sé que no sabe pelear. El
autoproclamado noble nunca tuvo que lidiar con sus propios
problemas.
—Él no es nada. Un don nadie. —lo intento de nuevo, alcanzando
desesperadamente la manga de su camisa. Hunter aparta la
mano de un tirón.

—Por favor, Hunter, solo vámonos.

—Ah, ella habla. Y es una mujer. Señora, tengo unas tetas más
grandes que las suyas. —El tipo se ríe, exponiendo una hilera de
dientes amarillos y haciendo rebotar los dos picos de su pecho
hacia Hunter. Estaba lista para noquearlo yo misma. No le tenía
miedo a la violencia física. Mi padre me había enseñado a golpear
con la cabeza y darle un rodillazo a la gente en las pelotas antes
de que me quitaran los pañales.

La atmósfera se vuelve oscura, desquiciada. Risas rancias,


alcohol barato y el olor a adrenalina y violencia se elevan de los
suelos de madera torcidos. Mis dedos se curvan a mi lado
mientras me preparo para atacar. Hombre grosero se da la vuelta,
a punto de inclinarse ante la mesa detrás de nosotros, llena de
gente riendo y silbando, cuando Hunter lo agarra por el cuello de
su camisa y lo arroja sobre la mesa.

Toda la habitación contiene el aliento mientras el hombre vuela


a través del pub. Cae contra la puerta de entrada, con la cabeza
apoyada en el pecho. Por un segundo, pienso que se ha roto el
cuello, pero luego levanta la cabeza y se echa a reír, poniéndose
de pie de un salto con una agilidad que no coincide con su
tamaño.

Levanta los puños al nivel de su rostro, rodeando a Hunter, quien


aún irradia una ira tranquila y mortal.

—Ven a mí ahora, pequeña mujer —grita el hombre, enviando un


golpe directo directamente a la cara de Hunter. Sin estar
preparado, Hunter cae hacia atrás, tropezando con la mesa y
tambaleándose sobre sus pies justo a tiempo para que el segundo
puño del tipo conecte con su nariz.

—¡Hunter! —corro hacia él, con los pulmones ardiendo. Rodeo la


mesa, preparada para saltar al tipo carnoso. Algunos hombres se
ponen de pie, pero nadie quiere meterse en la línea de fuego de
los puños de hombres de cien libras. Además, parece
exactamente el lugar adecuado para dejar que dos hombres
borrachos de clase obrera se peleen. Solo que Hunter no era un
obrero, o estaba borracho. Era un niño rico educado en Eton al
que probablemente un profesional le limpiaba las uñas con
regularidad.

Uno de los dos ancianos que se sentaron en el borde de nuestra


mesa con nosotros toma mi brazo en su mano, deteniéndome.

—No lo hagas. Tu amigo necesita terminar con esto, o nunca se


perdonará. No lo ayudarás entrando en esto. En todo caso, nunca
podría volverte a mirar sin recordar cómo tú lo salvaste. Tiene
algo que demostrar aquí, cariño.

—Pero está perdiendo. ¡Está herido! —lo aparto. No puedo


soportar la idea de que Hunter sufra por mi culpa. Doy dos pasos
más antes de que el otro hombre levante una mano para
detenerme.

—Estará más herido si lo sacas de allí. Puedo decirte eso de mis


setenta y seis años de experiencia. Salvas su pellejo ahora, matas
su ego. Uno tiene que irse. Los moretones sanan. El orgullo, por
otro lado ...

Miro hacia arriba, mirando el rostro ensangrentado de Hunter


mientras intenta volver a concentrarse en el tipo con el que está
peleando, moviendo la cabeza de un lado a otro. Zigzaguea con
sus pies. Están dando vueltas en el centro del pub. Hunter
levanta los puños, protegiendo su rostro, pero su camisa ya está
empapada de sangre y uno de sus ojos se está poniendo morado.
Hombre grosero no se ve mucho mejor, su mandíbula inferior
esta hinchada, su ojo izquierdo está completamente cerrado.

Hombre grosero intenta un segundo gancho, pero Hunter, que


está empezando a entender la esencia de las peleas callejeras, lo
esquiva y le lanza un puñetazo en la cara. El sonido explosivo de
un hueso aplastando reverbera en el aire, enviando un escalofrío
incómodo a mi columna vertebral. Hombre grosero se dobla y se
derrumba como una pila de cartas. Se tapa la nariz con ambas
manos, gimiendo. Hunter aprovecha la oportunidad para ganar
impulso y corre hacia él, tirándolo al suelo con el hombro. Se
sienta a horcajadas sobre su oponente, lanzando puños
descuidados sobre la cabeza, las orejas y el pecho del tipo
mientras este última trata desesperadamente de protegerse con
los antebrazos. La sangre salpica el suelo, la pared, los zapatos
de la gente. Dos cocineros pesados y un hombre elegantemente
vestido aparecen por las puertas de la cocina, corriendo hacia
ellos.

—Di algo más sobre esta chica de nuevo y estás muerto, idiota.
¡Muerto! —Hunter lanza su último puño a un lado de la cabeza
del hombre antes de que cada cocinero lo agarre por el hombro.

Cuando lo levantan del hombre, su rostro esta irreconocible bajo


toda la sangre. Hunter los deja, mirando con fría indiferencia
mientras el hombre que yace en un montón de sangre y sudor
debajo de sus pies, se acurruca en posición fetal.

Corro hacia él, demasiado asustada para controlarme, y toco sus


mejillas, cuello y frente. Es compulsivo, frenético y
completamente fuera de lugar para mí. Por lo general, me gusta
mucho el espacio personal. Mis dedos tiemblan violentamente.
Hago un inventario de cada centímetro de su piel. Se ve muy
golpeado, pero no tan mal como el tipo que todavía está en el
suelo, rogándole al dueño del bar que no llame a una ambulancia
porque no tiene seguro.
—¿Estás bien? —susurro, dándome cuenta de que mi voz es
quebradiza, inestable. Ya no me importa lo que el idiota diga de
mí. Solo quiero saber que Hunter está bien.

Hunter asiente con la cabeza, mirando al suelo. La comisura de


su labio sangra, y me permito un último paso en falso,
limpiándole la sangre con el pulgar.

—Háblame, —gruño—. ¿Quieres ir al hospital?

Hunter niega con la cabeza, sin dejar de mirar el mismo lugar a


sus pies, cerrando las puertas de sí mismo una vez más,
cerrándolas y tirando la llave.

El camarero aparece a nuestro lado, apretando el hombro de


Hunter. —Le diré a mi gerente exactamente lo que sucedió. Todos
vieron cómo te provocaba. No había nada que pudiera hacer para
evitarlo. Quiero decir, habló mierda sobre tu chica, hombre.

—Ella no es mi chica —dice Hunter con indiferencia, recogiendo


flemas y escupiéndolas rosadas con rastros de sangre en la boca
en el suelo. Busca en su bolsillo trasero, toma su billetera y saca
algunos billetes, metiéndolos en la mano del joven camarero.

—No laves el piso. Quiero que todos los imbéciles de este lugar
recuerden lo que pasó hoy.

Corro detrás de Hunter. Abre mi auto, se desliza y acelera el


motor, ignorando mi existencia. Abro la puerta del pasajero,
preocupada de que se haya olvidado de mí y me deje abandonada
si no me doy prisa. Un dolor agudo, parecido a una aguja, en mi
deltoides me recuerda mi hombro lesionado, y hago una mueca,
doblándome por la mitad en mi asiento por el dolor. No quiero
pensar en lo que significa tener una lesión en el hombro, tanto
para mis oportunidades olímpicas como para mi cordura.

Hunter esta inmóvil como una estatua, mirando el pub con una
expresión de zombi. Ojalá supiera lo que está pensando.

Tragándome la humillación por la garganta, trato de restar


importancia a lo que sucedió. Estoy llena de gratitud y miedo al
rechazo. Lo peor de todo es que ni siquiera estoy segura de lo que
le estaba ofreciendo para que lo rechazara.

—Irónicamente, ese no fue un adiós irlandés. —saco dos chicles


de la guantera, desenvuelvo la fina lámina y le ofrezco uno.

No se mueve para tomarlo. Meto una pieza en mi boca y comienzo


a masticar.

—Gracias de nuevo. Prometo que no soy tan patéticamente


incompetente en lidiar con el mundo exterior como parezco.
Siempre te me adelantas antes de que tenga tiempo de patear
traseros.

Ahora es un buen momento para callar, Sailor.

Es difícil creer que yo soy la que lo cuida, cuando él es el que me


protege.

Cuando Hunter aun no muestra ningún signo de vida, comienzo


a preocuparme de que sufra un trastorno postraumático.

—Solo dime que estás bien. —siento que mi cabeza cae, junto con
mis hombros, exhausta por la humillación—. Y te dejaré en paz.

—Nunca había peleado antes. —dice, finalmente, más para sí


mismo que para mí—. La he jodido muchas veces a lo largo de
los años. Incluso corrí tras mi amigo, Vaughn, con un machete
una vez. Pero nunca luché realmente, ¿sabes? Lanzar puños.
Herirme. Herir.

Se vuelve para mirarme a los ojos. Miro hacia arriba, tragando su


atención vorazmente.

No sabía cómo es posible, pero se ve aún más hermoso con cortes


y moretones. Como un automóvil nuevo que luce su primer
rasguño que lo transforma de un automóvil más a tu automóvil,
con historia, recuerdos compartidos y equipaje.

En ese momento, desee no haber visto nunca a Hunter


Fitzpatrick, porque se con certeza que, a pesar de todas sus
costumbres malcriadas, comportamiento corrupto y obsesión por
el placer, es innatamente bueno, leal y valiente.

Esas cosas lo hacen muy peligroso para mí.

Peligrosamente atractivo.

—No es que aliente ningún tipo de violencia, pero este tipo va a


recordar tu cara durante mucho tiempo mientras espera que la
suya se cure, —le digo—. Así que felicidades por hacer estallar tu
cereza y su nariz con éxito.

Se produce más silencio. Mi estómago gruñe, recordándome que


no ha sido alimentado en más de siete horas, y le doy un apretón
firme, tratando de callarlo. Hunter niega con la cabeza y
finalmente sale del camino de entrada improvisado.

—¿Tienes hambre?

—Podría comer. —digo sin comprometerme.

Se ríe, luego se detiene cuando su labio vuelve a abrirse.

—Sabes, recordaba este lugar con más cariño. Es una mierda.


Vamos a McBinge por hamburguesas que obstruyen las arterias
mientras nuestro metabolismo aún puede soportarlo.

—Gracias a Dios. La carne allí se veía sospechosa. —gimo.

—Tengo un buen trozo de carne entre mis muslos, si te interesa.

Volvía a ser su yo vulgar y habitual. De hecho, estoy feliz por el


comentario grosero.

—En lo más mínimo.

—Tú te lo pierdes.

—Y todas las demás chicas de Estados Unidos se lo


ganan. —Bromeo.

—No durante los próximos cinco meses, gracias a tu trasero.

Cinco meses.

¿Cómo había pasado ya un mes?

No es así. Solo han pasado dos semanas, pero Hunter está


desesperado por salir de este acuerdo lo antes posible. Apoyo la
cabeza contra mi reposacabezas, el dolor de mi hombro y la
adrenalina bombeando por mis venas me daban sueño. Cierro los
ojos solo por un segundo, pero me resulta difícil volver a abrirlos
cuando Hunter comienza a conducir, cortando la noche como un
cuchillo en nuestro camino de regreso a Boston.

Quizás por eso dice lo que dice. Piensa que estoy dormida, no solo
descansando.

—Agnes. —susurra—. El nombre de la niñera era Agnes.


Diez

Hunter
Canción de ambiente: “Zombie” de Jamie T.

La semana siguiente es peor que las dos anteriores.

Mi vida parecía pasar de un parque temático de orgasmos, ropa


de diseñador y un sol eterno a una catástrofe constante, nublada
y célibe.

Primero, tengo que explicar por qué parecía que mi cara había
sido mordida por pitbulls gravemente enfermos en la oficina.
Afortunadamente y utilizo ese término con mucha ligereza
Capitán salva-a un-amigo, también conocida como Sailor,
prometió que no me delataría en su informe semanal para Pa, lo
que me hizo sentir como la mascota de un maestro, sin la parte
divertida, donde me recompensaban con una mamada (¿o era
solo en el porno?).

Sailor y yo habíamos acordado darle a Pa una versión alterada de


cómo fueron las cosas en el pub. Básicamente, confesamos que,
si me peleé a puñetazos, pero solo porque el tipo la agarró. Esa
historia fue recibida con gélido escepticismo por Pa y Cillian, y
con un cálido respaldo de Syllie, que estaba sentado en la oficina
de Pa cuando les conté.

En última instancia, nadie se quejó de cómo me veía como un


mal personaje de Thirteen Reasons Why, todo cortado, magullado
y cojeando. Si alguien acosaba a una mujer frente a ellos, ellos
harían lo mismo. Solo estaba siendo un maldito caballero.

Luego estaba el problema de Syllie. Papá se había cerrado a


escucharme y Cillian consideró verme retorcerme como una
ocasión orgásmica, así que tuve que investigar por mi cuenta.
Seguí el trasero de Syllie en el trabajo cuando no estaba
prestando atención. Él seguía siendo básicamente el único hijo
de puta que era remotamente civilizado conmigo, pero sabía lo
que había oído y quería llegar al fondo de eso. El problema era
que hasta ahora no había tenido suerte e incluso menos
oportunidades.

Syllie no estaba recibiendo ninguna llamada privada en la


escalera de emergencia, y necesitaba mejorar mi juego. En los
cinco días que siguieron a la pelea en el pub, me sorprendí a mí
mismo con el compromiso sin esfuerzo que puse en seguir su
trasero. Experimenté una urgencia que me aplastaba el alma y
me quemaba las tripas por saber qué estaba haciendo.

Luego estaba el último, problema final: Sailor.

No había hablado con ella de lo que sucedió en el pub, pero


imaginé que estaba asustada por que la llamaran fea y que
ningún hombre entre los cien en el pub disputara esa evaluación.

Dejemos que el registro muestre que yo, personalmente, la


follaría como un loco.

Como, sí, ella no era jodidamente caliente de una manera obvia.


No tenía grandes tetas, curvas por millas, labios que parecían
una vagina cuidadosamente afeitada y cabello brillante. Pero ella
era el tipo de chica que, cuanto más la mirabas, más te invadía
su belleza. Ella era inusualmente atractiva, pero aún atractiva.
Algo así como Lily Cole. (Me tomó tres veces hasta que finalmente
logré masturbarme con una foto de Lily Cole. Pero una vez que
encontré mi ritmo, ella fue una de mis modelos favoritas para
enloquecer).

Había algo fantasioso en el cabello rojo de Sailor, su piel pálida y


sus ojos sabios. Parecía un hada del folclore irlandés, una en la
que sucedían muchas cosas mágicas y extrañas.

Llámame romántico desesperado, pero si, por ejemplo, me


lanzara a Sailor Brennan algún día, podrías apostar tu trasero a
que estaría mirando su rostro y susurrándole cosas dulces al
oído. (La blasfemia sobre lo que quería hacerle a su útero se
consideraba dulce, ¿verdad?)

Por mucho que encontrara a mi compañera de cuarto deliciosa,


no podía decírselo de plano, porque ella ya sospechaba que
quería meterme en sus pantalones (culpable) y también, porque
ambos habíamos actuado de forma extraña desde la pelea en el
pub (también culpable).

Lo que no pude explicarle era esto: siempre había sido el idiota.


El tonto. El que la cagaba. Solté una mierda que pensé que haría
reír a la gente, porque nunca se esperaba que dijera algo
significativo o profundo. Un poco entretenido era todo lo que
alguien esperaba de mí. Estaba tan comprometido con ser un
idiota descuidado, que la idea de no serlo me intimidaba.

Con Sailor, no podía ser un idiota. Constantemente me sacaba


de mi zona de confort y yo seguía volviendo a ella.

Después de devorar nuestros McMeals y apestar su auto,


regresamos a casa y ella había atendido mis heridas en el baño
sin decir palabra.

Por la mañana, entré para encontrarla en la cocina. Eran las siete


y media, demasiado tarde para que ella todavía estuviera en casa.
Había visto cómo se metía dos Advil en la boca, se los tragaba
con una botella de Evian y se arrastraba de regreso a la cama.
Fui a trabajar y, cuando regresé, ella estaba fuera,
probablemente entrenando.

La siguiente vez que hablamos, había sido sobre cómo la comida


de Nora estaba tan picante que nuestros rectos estaban a punto
de demandarnos, y cómo deberíamos dejarla ir y simplemente
pedir toda la comida preparada en DoorDash. Sailor confirmó que
encontrar buenos lugares para comer era su talento. Lo cual,
nota al margen, la hacía material para matrimonio, si a mí me
gustara la monogamia.

La siguiente, siguiente vez, la ayudé a encontrar algo en Netflix.

La siguiente, siguiente, siguiente vez, me dijo que le había


conseguido un trabajo a Nora en uno de los restaurantes de su
madre, lo que hizo que Nora se sintiera muy agradecida por su
bolsillo y nosotros muy agradecidos por nuestra salud.

En resumen: básicamente nos estábamos evitando. De nuevo.

Los primeros días, había insistido en que Sailor podía hacer lo


que quisiera con su tiempo. Mientras la soplona semanal
estableciera que estaba tan limpio como un silbato, no tenía que
hacerla una amiga. No importa que me sintiera más solo que una
célula cerebral en funcionamiento en la cabeza de Brody Jenner.
Obviamente, tenía mi orgullo (está bien, llamé a Vaughn y Knight
con tanta frecuencia que cambiaron legalmente sus números,
pero eso fue puramente en nombre de la comedia).

Hoy, el quinto día de nuestra mierda de guerra fría, llego a casa


a las nueve, entro al pasillo, demasiado cansado para comprobar
lo que Sailor ha pedido para nosotros, y me voy directamente a
la cama.

—Ohhh. —escucho un suave gemido desde la puerta que conduce


al baño principal. Mi polla se pone alerta.

Mantén la maldita presión.

—Hmm. —suspira la vocecita de Sailor una vez más.


A pesar de que una pequeña parte de mí, dice que estoy siendo
un mirón de grado A, una parte más grande le dice a la parte
pequeña que jodidamente se calle, le tapa la boca con cinta
adhesiva y la arroja al baúl de un tipo extraño. El diablo en mi
hombro me reprende para que eche un vistazo por la rendija de
la puerta. En mi defensa, esta entreabierta. Ella sabe a qué hora
vuelvo a casa y es perfectamente capaz de cerrar con llave la
puerta del baño, como lo había hecho decenas de veces al día.

—Ahhh. —dice su voz de nuevo, y mi pene ruge con sangre, tan


fuerte que puedo sentir la fricción de mis calzoncillos contra la
cresta. Quiero frotarme contra mí mismo. Ese es un nivel de
excitación al que incluso yo no estoy acostumbrado.

Sailor se está masturbando y, de repente, hoy —a pesar de incluir


diez horas de trabajo, pelearse con Papá y Cillian, seguir a Syllie
en secreto como un cachorro nervioso e ir a clases
nocturnas —luce mucho mejor. Dando un paso hacia adelante,
miro a través del espacio entre la puerta y su marco. Sailor se
sienta en el borde del jacuzzi, con el trasero desnudo, mirando el
agua dentro con los ojos entrecerrados. Un Rostro de orgasmo
extraño, pero no estoy juzgando.

Ella se tambalea hacia adelante, su cuerpo se dobla en dos.

Me doy cuenta de que no se está complaciendo a sí misma, para


mi consternación. Ella hace una mueca de dolor y se masajea el
hombro derecho, que esta hinchado. Y por hinchado, quiero decir
que su deltoides es del tamaño de una pelota de tenis.

Sailor trata de meter las piernas en el jacuzzi, todavía


agarrándose el hombro derecho, pero termina cayendo de culo
sobre el suelo de mármol. El sonido de su coxis contra la
superficie reverbera en la habitación. Cierra los ojos con fuerza,
temblando silenciosamente de dolor. Estoy a punto de dar un
paso atrás y dejarla tener su momento —Sailor me mataría si
irrumpía para salvar el día— cuando noto lágrimas silenciosas
corriendo por sus mejillas.

Date la vuelta y vete. No es tu problema, dice el diablo en mi


hombro, el mismo idiota que había querido que me frotara en el
pasillo al verla masturbándose.

El ángel de alguna manera se las arregla para quitarse la cinta


adhesiva de la boca y dice, No puedes ser tan idiota. Además, es
Sailor.

Él está en lo correcto. Es Sailor, y en mi mundo, Sailor se merece


algo mejor.

Molesto, empujo la puerta para abrirla y entro.

—¡Hunter! ¡Jesús! ¿Qué estás haciendo? —pasa de la tristeza a


la indignación en un segundo, tratando de cubrirse las tetas con
los brazos, pero no tiene ningún movimiento en el hombro
derecho. Engancho mis manos debajo de sus axilas por detrás y
la llevo de nuevo a una posición sentada en el borde del jacuzzi,
arrancando una bata de baño de su gancho y envolviéndola
alrededor de sus hombros. Sus manos todavía descansan
protectoras sobre su pecho, y sus dientes castañean. No sé cómo
decirle cortésmente que ya he visto sus tetas (y son mucho más
bonitas de lo que había imaginado, y por supuesto que las
imaginé para el registro).

Además, si tuviera que defender mi virtud en su posición,


probablemente comenzaría por cruzar las piernas, porque tiene
una bonita y delicada pelusa de vello rojo entre sus muslos que
no puedo dejar de ver. No es un arbusto rizado y furioso que grita
negligencia y piojos. Solo unos pocos vellos suaves que quería
rozar suavemente mientras me comía su coño como una jodida
buena comida después de una noche de fiesta.

Redirige ese pensamiento, imbécil.


—Acabo de llegar a casa, ¿Qué le pasó a tu hombro? —me
agacho, sintiendo la tensión de la tela de mis pantalones contra
mis rodillas y mi pene. En este momento echo de menos vivir con
pantalones de chándal Thom Browne.

—¡No tienes derecho a irrumpir aquí! —Sus ojos llamean


salvajemente. Se agarra a los bordes de la bata, tratando de
cubrir más de sí misma. La ayudo envolviéndola con él y dando
un paso atrás, mirando de reojo a un tronco de madera decorativo
que está en el borde del jacuzzi de color champán.

—No lo estaba planeando. Entonces te escuché gemir de dolor


cuando fui a mirar.

—¡No deberías haber mirado! —chilla.

—La puerta estaba malditamente abierta, aingeal dian. —espeto,


volviendo mi mirada hacia ella.

Nos miramos el uno al otro, jadeando. No sé por qué la llamé así,


pero me dieron ganas de golpear todo en la habitación,
comenzando por mi propia cara. Me doy cuenta, mientras miro
su rostro realmente molesto (que nunca fallaba en meterme en
problemas), que he extrañado estar en la misma habitación con
ella.

—Estabas llorando. Y no te ofendas, pero ese hombro musculoso


de defensa no se ajusta al resto de tu cuerpo. Te voy a llevar a
urgencias. —hago un movimiento hacia ella y ella levanta la
pierna bruscamente, pateando a mis chicos. Gimo, me doblo en
dos y sostengo mis nueces, casi echando espuma por la boca de
dolor.

—¡Qué carajo! —grito.

—Mierda. —Ella jadea, levantando las manos en señal de


disculpa—. No era mi intención. Pensé que darías un paso atrás
si pateaba el aire.

—¡Eso no era aire!

—Lo siento. Calculé mal.

—Apuntar es literalmente todo en lo que necesitas ser buena.


¡Eres una puta arquera olímpica!

—Técnicamente todavía no, y tienes muchas pelotas.

—Bueno, no tienes muchas tetas.

—Mis senos están bien.

—No te creo. Déjame comprobarlo.

Levanto la vista de mis nueces ofendidas, notando que ella está


sonriendo en toda regla y que yo estoy completamente jodido.

¿Cómo no me di cuenta de que Sailor Brennan tiene la maldita


sonrisa más asombrosa de todo el maldito mundo? Ella irradia.
Su rostro brilla como la luz de una vela, sus ojos brillan, y esa
boca… sus labios no son delgados ni aburridos en absoluto.
Están llenos y rosados y tienen una capa de pecas anaranjadas
que quería devorar. Violentamente

Pecas anaranjadas espolvoreadas. Escúchate, hijo de puta.


Estaba alucinando con tanta fuerza que todo lo que necesitaba
era vino y algunas galletas para crear el escenario perfecto para
un picnic.

El problema con Sailor es que tiene lo único que quiero, y no es


un culo que haya visto a un cirujano y cien sentadillas al día, en
caso de que te lo preguntes. Sino talento, real, crudo y cuidado.
Su excelencia brota de la punta de sus dedos. Ella era ingeniosa,
especialmente centrada, completamente saludable. Imparable.
O esta ...

La situación de Sailor de repente está claramente manifestada.

Advils todas las mañanas.

Faltar al gimnasio.

Desarrollar un hombro Vin Diesel durante la noche.

Sí, la perra no iba a salir de esta.

—Oh... Eh, ¿qué pasa, Hunt? Lamento haberte dado una patada
en las nueces, pero para ser justos, entraste estando yo
completamente desnuda. Juro que no necesito ir a urgencias.
Yo…

Sin una palabra, la derribo, la subo a mi hombro y envuelvo mi


brazo alrededor de su trasero, sacándola del baño. Ella contiene
el aliento, demasiado dolorida para arañar mi espalda en
protesta. Me sorprende encontrar su piel sedosa en todas partes.
La parte posterior de sus muslos es como terciopelo prensado,
tan suave que quiero hundir mis dientes en su pantorrilla y
mordisquear mi camino hasta su coño. Ella objeta todo el tiempo
mientras voy a su habitación y la pongo en su cama. Lo siguiente
que hago es abrir su armario y tomar una sudadera con capucha
del Anti Social Social Club y un par de pantalones holgados. Me
doy la vuelta y comienzo a vestirla.

—¿Qué estás haciendo? —resopla cuando le meto la pierna en los


pantalones. Ella está pateando al aire de nuevo, frenética.

—Vas a recibir atención en urgencia. —corto.

—Estoy bien. Está un poco hinchado.

Trata de quitarse los pantalones. No puedo creer que ahora este


manteniendo activamente a una chica con su ropa. Esto es el
infierno. Estoy seguro de ello.

—Lo siento, muñeca. —digo, terminando con los pantalones y


pasando a ponerle una sudadera con capucha en esas tetas
sorprendentemente maravillosas—. Necesitas algo para ese
hombro o te convertirás en un monstruo mutante. He visto
suficientes películas de terror para saber que te convertirás
cuando sea medianoche, y no quiero estar aquí por la mañana
cuando me comas como tu desayuno. Aunque, para que sepas,
estaré feliz de comerte cuando quieras.

Ella grita de agonía. Ni siquiera puede reír porque tiene tanto


dolor. Jesús.

Encuentro las llaves del auto, la empujo al asiento del pasajero y


la abrocho como si fuera una niña. Todo el tiempo, Sailor
amenaza con matarme de muchas maneras, algunas de ellas
muy creativas y extremadamente dolorosas. Respondo con calma
con todas las formas en que quería matarla cuando nos
mudamos juntos, incluida la puesta de sol en las Bahamas
apuñalándola y arrojándola desde la Torre Eiffel. Estaba más allá
de mí cómo alguien estaría tan obsesionado con algo —llegar a
los Juegos Olímpicos, en su caso — que pondría en riesgo su
salud.

Después de que terminamos de fantasear con matarnos el uno al


otro, se niega a callarse sobre cómo esto podría hacerla retroceder
con su entrenamiento. Encender la radio no funciona, así que
decido cambiar de tema.

—Sabes al principio, miré a través de la puerta porque pensé que


te estabas manoseando el frijol.

Me lanza una mirada en mi periferia, sus ojos llenos de fuego e


ira.
—Se puede decir mucho sobre una persona por su elección de
masturbación. —me encojo de hombros, conduciendo por las
calles vacías de Boston. Se están volviendo familiares—. Tocarte
en la bañera es una buena señal para tu personalidad
conservadora, ¿sabes? Pareces del tipo que lo hace con un cuenco
de fresas bañadas en chocolate a tu lado, leyendo una edición de
lujo de Danielle Steel.

—No me masturbo. —dice, mirándome desafiante, retándome a


desafiar eso.

Le creo. Parece el tipo de chica que está demasiado ocupada para


explorar el sexo, a pesar de todas sus maravillas.

Froto mi mandíbula sin barba. —¿Por qué no sabes cómo, o


porque no te interesa tocarte?

—Ambos. —Me sorprende admitiendo

—Puedo ayudar con lo primero. —aclaro mi garganta.

—Qué amable de tu parte ofrecerlo.

—Eso no es un no. —señalo.

—Tampoco es un sí. Solo estoy tratando de dejar de pensar en el


hecho de que estoy a punto de recibir un sermón sobre no tratar
esta inflamación antes. Espero que la inyección de esteroides
ayude. Mañana tengo una práctica temprano.

Perra todavía está planeando entrenar en unas pocas horas.


Increíble.

—Es sólo un jodido tiro con arco. —siseo—. No disparas a nada.


Ni siquiera es un verdadero deporte olímpico. Es la mierda que la
gente ve para quedarse dormida. Mi punto de vista.

—Lamento de verdad que nunca hayas encontrado algo que te


importe, Hunter, pero no puedes juzgarme.

—Lo acabo de hacer.

—Cállate. —Ella frunce el ceño.

—Oblígame.

—¿Cómo?

Muevo las cejas y ella deja caer la cabeza en el reposacabezas


detrás de ella. —Ugh. Tu mente está más sucia que un depósito
de chatarra.

Mantengo la boca cerrada todo el tiempo que estamos en


urgencias. Sailor recibe una inyección de esteroides, analgésicos
y le escanean y revisan el hombro. El estricto médico que nos
atiende le dice que tiene que empezar con la fisioterapia, una
verdadera fisioterapia, una vez que la hinchazón este bajo
control. Le da al menos dos semanas de descanso. Ella está
debidamente de acuerdo y actúa como la santurrona que pensé
que era antes de mudarnos juntos.

Pero mientras caminábamos de regreso al auto, ella


dice: —¿Puedes creerlo? Él realmente pensó que podía tomarme
dos semanas libres.

—Porque lo harás. —le respondo, sin perder el ritmo.

¿Por qué me importaba? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

—Absolutamente no.

—Debería ser yo quien envíe a tus padres un informe


semanal. —murmuro.

Ella se ríe y luego se agarra el hombro.

Verla así me pone violento.


En casa, la acuesto y veo cómo cae, el analgésico le pega fuerte.
Ella esta abajo en dos segundos.

Sus últimas palabras son: —Hunt, es un poco espeluznante que


me estés mirando así.

Estoy de acuerdo, pero no puedo evitarlo. Me llamó Hunt y le dijo


a mi Pa que era increíble y siempre sabía lo que me apetecía
comer cuando pedía en DoorDash, incluso si no habíamos
hablado en todo el día.

Ella tenía tanta pasión y yo no. Sin embargo, me masturbaba tres


veces al día, y ella ni siquiera necesitaba que la follaran con
regularidad.

Sailor Brennan me confundía.

Me quedo dormido en el piso alfombrado de su dormitorio, como


un maldito tonto.

A la mañana siguiente, Sailor sale de su habitación con su ropa


de entrenamiento hecha harapos. Estoy de pie detrás de la isla
de la cocina, bebiendo una taza de café con unos pantalones
deportivos de diseñador y una sudadera con capucha.

Arrastro una taza de café humeante en su camino como una


ofrenda previa de paz, antes de desatar el infierno sobre ella.
Sailor sonríe agradecida, tomando un sorbo y colocando su
equipo de tiro con arco sobre su hombro lesionado, un poco
menos hinchado. Demonio total. Si yo fuera un rey que va a la
guerra, me gustaría que ella dirigiera mi ejército. La perra
destruiría cualquier cosa en su camino para conseguir lo que
quería.

—Gracias de nuevo por lo de ayer. Te debo una enorme. Y voy a


empezar diciéndole a tu papá que creo que debería soltarte la
correa. Realmente eres bastante genial.

Sus ojos verdes se agrandan cuando habla, como un niño


contando una historia.

—Toma una fotografía mental de este momento, aingeal dian,


porque está a punto de dar un giro brusco y empeorar. —tomo
mi teléfono del mostrador de mármol y se lo arrojo en las manos.
Señalo con la barbilla hacia él.

—Está desbloqueado. Revisa mi registro de llamadas.

Sailor presiona el botón verde y mira mi última llamada.

—Ese es el número de Junsu. —Sus ojos arden. Su rostro entero


se contrae. Primero en confusión, seguido de cerca por la
conmoción, la comprensión y, finalmente, rabia.

—Llamé para hacerle saber lo que pasaba con tu hombro. Le


envié un mensaje de texto con una foto de las órdenes del médico.
Estás fuera dos semanas. Lo siento, pequeña.

Había silencio.

Una cantidad desproporcionadamente buena.

El tipo de silencio incómodo de estoy a punto de joderte.

Si tuviera el privilegio de las famosas últimas palabras, serían,


las tetas de Sailor son un diez. Sé que no lo lucen con sudaderas
con capucha de gran tamaño y camisetas DriFit, pero es cierto.

En ese momento, la mujer del programa matutino en la pantalla


de televisión plana detrás de nosotros suelta desde la sala de
estar: —Y ahora tengo un invitado especial. Con nosotros hoy
está la hermosa, talentosa, joven —¿mencioné hermosa? ¡Ja, ja,
ja —arquera, Lana Alder!

La cámara se aleja y veo que la mujer, que luce más plástica que
The Container Store, está sentada frente a una chica que parece
tener mi edad, tal vez un poco mayor, y viste un minivestido
verde. ¿Hablando en serio? Ella es bastante atractiva. Piensa en
Margot Robbie con un par de tetas y piernas que rivalizan con las
de Sofia Vergara.

Las dos comienzan a charlar sobre la próxima película de Lana,


que honestamente suena como un desastre y una vida amorosa
emocionante, que —también honestamente— suena todo menos
emocionante. Han pasado cinco minutos antes de que se
mencione el tiro con arco. Sailor esta tan hipnotizada por la
televisión que parece olvidar que estaba a punto de destriparme
con una de sus flechas.

La anfitriona dice: —Escuché que, aparte de las dos arqueras


veteranas que representan a los EE. UU., Joanna Dingham y
Mary Turner, es una competencia entre tú y Sailor Brennan, con
sede en Boston. Eso significa que puedes representarnos en los
Juegos Olímpicos de Tallin el próximo año —además de ser una
actriz y modelo consumada, ¡y tener su propia tienda de ropa en
línea!

La empalagosa dulzura de la anfitriona me provoca una


intoxicación por azúcar. Me pregunto si vomita arcoíris. Además,
esta chica Lana tiene más emprendimientos comerciales que
Richard Branson. No es de extrañar que Sailor estuviera
amargada por ella.

Lana ríe con una voz lo suficientemente alta como para romper
una ventana, mostrando una boca llena de dientes postizos.
—Oh, te lo prometo, estaré allí el próximo año.
Desafortunadamente, la señorita Brennan carece de la
concentración y el carisma para estar a la altura de esta ocasión,
al menos en mi humilde opinión. Voy a enorgullecer a EE. UU., Y
lo haré usando mi nueva línea de overoles, ¡así que espérenlo!

Tomo el control remoto y apago la televisión. Sin previo aviso,


Sailor recoge su mierda y se lanza hacia la puerta. Soy más
rápido. Salto, bloqueando su camino con mi cuerpo.

—Dos semanas. —repito—. Pon tu trasero en la cama. Pronto.

En lugar de responderme con palabras textuales, Sailor da un


paso atrás, agarra su arco y saca una flecha, su rostro carece de
emoción. Ella estaba vigorosa, con aspecto ido. Además,
completamente trastornada. Pero veo a la cazadora dentro de ella.

Ella es una cosita atrevida, y eso me hace querer follarla aún


más.

—No te atrevas. —digo secamente. Estoy abandonando el trabajo


por ella, y si ella me iba a disparar, literalmente disparar me, vamos
a tener un problema.

Levanta el arco, usando su lado herido, y saca la flecha con un


movimiento perfectamente suave, cerrando un ojo mientras se
enfoca en mí. La cuerda presionada contra su boca.

—Sailor.

—Tres segundos para que te alejes de la puerta, Hunter. Tres.

—Lo siento, aingeal dian, pero creo que acabas de conocer al hijo
de puta que es lo suficientemente tonto como para no tener miedo
de ti o de tu familia.

—Dos.
—Bah. No lo tienes en ti. —¿Pero la estaba convenciendo a ella o
a mí mismo?

—Uno.

Ella suelta la flecha.

Repito: la perra. suelta. la. Flecha.

Observo, paralizado del cuello para abajo, mientras gira hacia mí.
Puedo jurar que me va a clavar la garganta en la puerta. Falla
por una pulgada, arponeando la puerta justo encima de mi
hombro. Tragando, miro a mi izquierda, dándome cuenta de que
la flecha ha atrapado parte de la tela de mi sudadera con capucha
y me está clavando físicamente a la puerta.

Saca otra flecha, despreocupada como si nada importara.

—Fallaste. —entrecierro los ojos y la miró fijamente a los ojos.

—Tonto. —Ella devuelve la sonrisa—. Nunca fallo.

—Prefiero ser yo quien te clave contra la puerta. —le dedico una


sonrisa psicótica al estilo de Joker, mi rabia hacia mi diminuta y
obstinada compañera de habitación se convierte en una espiral
más de sentimientos no identificados.

Emoción. Curiosidad. Lujuria. (Bien, siempre hubo lujuria.


Demándame).

Ella levanta su hombro sano. —Deberías haber pensado en eso


antes de que me llamaras Carrot Top.

—Pequeña mier…

Tira.

Suelta la segunda flecha, esta vez en el lado derecho de mi


sudadera. Ahora estoy inmovilizado por ambos lados. Ella baja
su arco, caminando hacia mí con la barbilla en alto, una reina
observando a un traidor arrojado a sus pies. Mi polla está a punto
de salirse de mis pantalones de chándal y enroscarse alrededor
de su tobillo como un cachorro ansioso. Una imagen extraña,
pero el sentimiento es claro.

Sailor se detiene con su boca cerca de la mía, y no puedo negar


la atracción. Esta allí viva, hinchada, rugiendo con sus tres
cabezas, corona monstruosa, abriéndome y desangrándome.
Estoy al borde de la maldita locura, causada por la chica más
sencilla, inocente y tonta del planeta.

Joder. Mi. Vida.

—Te liberaré si prometes alejarte de la puerta. —Su boca se


mueve contra la mía.

No creo que se dé cuenta de lo cerca que estamos del territorio


del beso. De cómo podría derribarla. Sin esfuerzo, flexiono los
hombros, haciendo que sus flechas caigan al suelo con un
tintineo. Con mi mirada sin expresión, la agarro por la cintura,
le doy la vuelta y la golpeo contra la puerta, llegando a su rostro
ahora.

—Mejor. —paso mis labios por su nariz, deteniéndome a media


pulgada de su boca. —Mucho, mucho mejor.

Agarro sus muñecas, las aprieto y sujeto sobre su cabeza. Hace


una mueca ante el movimiento completo de su hombro. Quiero
golpearme por olvidarlo, pero, sinceramente, ni siquiera estoy
seguro de mi fecha de nacimiento en este momento.

—Para que quede claro, puede que seas mi niñera, pero no eres
tú quien manda. No me mandas, no tomas decisiones estúpidas
con tu cuerpo. Y, por último, no me caces, joder. Soy el cazador
aquí, cariño. ¿Y tú? La maldita presa.
Sus ojos arden con fuego, su mandíbula apretada. Quiero
meterme en sus pupilas y dejar que me maten. Ella es una
prisionera de guerra que acepta su destino de morir como un
héroe, sin traicionar un secreto nacional.

—Tu nombre puede ser Hunter, pero no te equivoques, nunca me


atraparás.

Sonrió con satisfacción, pasando mi dedo índice desde su


mandíbula hasta su cuello. Se retuerce contra mi cuerpo, el
espacio entre nosotros se encoge, y no solo por mí.

—Ya lo hice, Aingeal dian. ¿Quieres saber algo más? También te


domesticaré.

—Suéltame. —Sus labios se tensan, su voz baila con un


temperamento apenas controlado—. Me tengo que ir. Escuchaste
a Lana Alder, ella quiere mi lugar. No voy a caer sin luchar.

—Vas a llegar a la jubilación si te jodes el hombro.

—No te corresponde a ti decidir.

—El doctor decidió.

—¡No lo entiendes! —Ella pisotea, sus mejillas sonrojadas.


Supongo que hay una historia detrás de ella y la chica Alder, pero
ahora no es el momento de ahondar en ella. La respiración de
Sailor se vuelve dificultosa. Cierra las manos en puños y se da la
vuelta, tratando de liberarse de mi agarre.

—¿Sailor?

—¿Qué?

—Ahora. —articulo.

—¿Ahora qué? —enseña los dientes, tratando de patearme.


La necesidad de domesticarla me hace hervir la sangre. Quiero
pelear con ella hasta el suelo y devorarla, acabar con ella y acabar
conmigo.

¡Vaya! ¿Qué?

—Me gustaría reclamar ese beso ahora.

—¿Qué? —Los ojos de Sailor son las cosas más grandes, verdes
y divertidas que jamás he visto—. ¿De qué estás hablando?"

Ella no ha olvidado el beso. Lo sé porque, en las raras ocasiones


en que estábamos en la misma habitación, a veces la sorprendía
mirándome los labios y preguntándose. Yo también me
preguntaba. Ambos nos preguntamos todo el puto tiempo.

—Eres una actriz terrible. De acuerdo, probablemente aún mejor


que Lana Alder, pero terrible de todos modos. —me inclino hacia
ella. Nuestras respiraciones se mezclan. Crema de dientes de
menta de parte de ella, café y chicle de canela de mi parte.

—Nosotros ... no podemos besarnos. —Sailor se retuerce, sus


tetas rozando accidentalmente mi torso a través de nuestras
respectivas ropas. Tiene los pezones fruncidos—. ¡Estamos
peleando

—Mucho mejor. Enfadarte es mi única fuente de entretenimiento


aquí en Boston, y este beso es mi tarjeta de salida de la cárcel.
Mi seguro.

—Tu pago mensual aumentará si usas tu seguro, ya


sabes. —Ella arquea una ceja pelirroja—. El próximo será más
difícil de conseguir

—Supongo que tendré que arriesgarme. —elimino las dos


pulgadas que quedan entre nosotros, chocando mi boca con la de
ella.
Ella jadea en nuestro beso, y suelto sus muñecas, sabiendo muy
bien que no ira a ninguna parte.

Sailor deja que sus brazos cuelguen junto a su cuerpo. Agarro un


lado de su rostro, abriendo sus labios con mi lengua, gimiendo
con la frustración reprimida que se había estado acumulando
durante semanas, luchando con mi lengua más profundamente
en su boca. No me encuentro con ninguna objeción. El cuerpo de
Sailor queda flácido, dócil. Ella es sorprendentemente sumisa. La
presa acepta su destino por ahora. Se abre para mí como una flor
boca, pecho, piernas abiertas, floreciendo, pidiendo rayos de sol,
encontrando mi lengua con la suya caricia tras caricia, embestida
tras embestida. Tira de mi labio inferior con los dientes,
hambrienta, y paso mis manos arriba y abajo por su cuello y
rostro. Tiene un sabor dulce, incansable.

Esta tan borracha con nuestro beso, que sé que está a un


segundo de caer de culo. Agarro la parte posterior de sus muslos
con brusquedad, levantando sus piernas y envolviéndolas
alrededor de mi cintura, presionándola contra la puerta.

Ella gime una suave protesta al mismo tiempo que su cálido coño
se encuentra con mi rabiosa polla a través de nuestra ropa,
apretándose contra mí.

Nos besamos durante diez minutos seguidos antes de que Sailor


se dé cuenta de que está moliendo contra mi erección como una
ambiciosa stripper de turno de noche pagando su camino a la
escuela de posgrado. Prácticamente puedo sentir sus labios
vaginales agarrando mi eje a través de nuestra ropa. Se aparta y
hunde su rostro en mi cuello, temblando como una hoja.
Nuestros corazones golpean el uno contra el otro, y tal vez es
porque no he tenido ninguna acción en más de un mes, pero el
beso me hace perder el conocimiento un poco. Es una especie de
mareo eufórico, como si acabara de tomar un benzo y no
estuviera seguro de si había hecho efecto o no. Quiero besarla de
nuevo, pero no quiero abrumarla. Por lo general, tengo una
buena idea de lo que las chicas quieren de mí, pero Sailor es
imposible de leer.

Sabiendo que podría pasar los próximos meses con el rostro en


mi sudadera con capucha “muerte por mortificación: Chica de 18
años, muere en los brazos calientes de su compañero de cuarto”,
beso su cuello, la única parte de ella accesible desde ese ángulo.

—Junsu me va a matar. —Sus palabras se funden en mi


sudadera con capucha, amortiguadas por ella. ¿Era solo yo, o
nuestros latidos eran increíblemente fuertes?

—¿Por qué? ¿Te estás tirando al viejo?

Sin comentarios.

Ahora que estoy poniendo mis tres células cerebrales funcionales


en uso, Sailor y su entrenador estaban bastante unidos. Lo
esperaría de personas que tenían ambiciones olímpicas juntas, y
no es la primera vez que lo hacía sonar como si él no quisiera que
saliera con tipos.

Sailor me empuja, manteniendo la cabeza gacha. Recoge su


mierda y se arroja de regreso a su habitación, probablemente
para comprobar en Internet si puede quedar embarazada de follar
en seco. Me pregunto qué me pasa, porque estoy obsesionado con
su maldito hombro cuando Pa quiere hacer confeti con mi piel,
Cillian quiere esparcir dicho confeti en el puerto y Syllie
posiblemente quiere hacernos albóndigas a todos.

Sin mencionar que todavía no recibo ninguna llamada de mamá.


Una parte subconsciente de mí, insignificante como la mierda, no
está de acuerdo con que ella arrojara mi culo en rincones al azar
del mundo, haciéndome responsabilidad de otras personas
especialmente sabiendo lo que hice con respecto a mi origen.
—Todavía necesito hablar con él en persona. —grita desde su
habitación.

—Iré contigo para asegurarme de que no hagas nada


estúpido. —Arreglo mi paquete en mis pantalones deportivos,
busco mi teléfono y lo reviso.

Cuatro llamadas perdidas de Pa.

Dos de Cillian.

Seis mensajes de texto.

Athair: Sabía que no se podía confiar en ti.

Athair: ¿Dónde diablos estás

Athair: Si la respuesta es en una zanja después de una orgía,


sé que no te voy a sacar de apuros esta vez.

Athair: Ya terminé contigo, Hunter. TERMINE.

Cillian: Llevas lo tonto y lo bonito a un nivel olímpico.

Cillian: Legítimamente perdido.


Once

Sailor
¿Por qué Beau no me besó así?

Mi mente rebusca en cada rincón, celda y cajón para encontrar


la respuesta a esa pregunta molesta durante el viaje al club de
tiro con arco, mientras Hunter conduce y envía mensajes de texto
a sus amigos de California.

Mi cuerpo todavía se está cociendo después de estallar de placer


con el toque de mi compañero de cuarto. Nadie me había tocado
nunca como lo hizo Hunter Fitzpatrick, como si el mundo se
acabara y tuviéramos que concentrar toda nuestra pasión en un
momento definido. Me aterroriza lo seductor que es el hombre
con el que comparto techo. Porque ese beso había parecido
genuino, ardiente y serio, pero sabía que Hunter no era ninguna
de esas cosas. De hecho, eso es lo que lo puso bajo mi supervisión
en primer lugar.

Tengo que alejarme de mi niebla inducida por Hunter.

Me pregunto por qué no estoy más preocupada por el próximo


enfrentamiento con Junsu, quien me iba a regañar por tener al
chico mandando mensaje de texto y llamándolo por mi hombro.

Me pregunto por qué ni siquiera me atrevo a asustarme por Lana


Alder, quien parece estar poniendo algo de ventaja en relaciones
públicas entre nosotras y probablemente es la favorita para los
Juegos Olímpicos.

Me pregunto qué había pensado Hunter sobre mi cuerpo desnudo


ayer, cuando me encontró temblando y llorando, tratando de
entrar en la bañera de hidromasaje para calentar los músculos
de mis hombros y poder masajear la hinchazón.

Inmediatamente después de preguntarme todas esas cosas,


comienzo a tener dolor de cabeza.

No soy ingenua. Sé que no encajo en la vida de Hunter fuera de


la burbuja solitaria de Boston en la que su padre lo ha encerrado.
Fuera de las paredes de los rascacielos del centro, las tareas
universitarias y las hojas de cálculo, tiene muchos amigos,
conexiones, modelos de Instagram con las que coquetea, una vida
social animada, pasatiempos e intereses que no me incluyen. Me
dio la hora porque no tenía nada más que hacer, pero se va a
olvidar de mí aproximadamente dos horas después de que se
acabe nuestro trato.

Concéntrate. Regresa al juego, Sailor.

Dos semanas sin entrenamiento no me van a matar, ¿verdad?


Puedo usarlas para finalmente responder los correos electrónicos
de Crystal, la sanguinaria dama de relaciones públicas que
Gerald Fitzpatrick me había enviado.

Me arriesgo a mirar a Hunter, que está grabando un mensaje de


voz en su teléfono.

—No, hombre, soy hetero. Manteniendo la cabeza gacha y


esperando a que la mierda pase. El celibato también va bien.
Realmente me estoy poniendo en contacto conmigo mismo.
Especialmente mi mano derecha.

Pausa.

—Gracias a la mierda que las chicas aquí no son rival para las de
Cali. Mi polla estaría bajo vigilancia de suicidio.

Hunter apaga el motor frente al club de tiro con arco, su cara aún
iluminada por la luz de su teléfono. No sé si reírme o mutilarlo.
¿Eso es lo que tiene para decir después de besarse conmigo?
¿Que las chicas aquí no valen su erección? Porque tengo pruebas
suficientes para demostrar lo contrario

—Gracias por el aventón y la encantadora


conversación, —murmuro sarcásticamente al mismo tiempo que
él se dirige a mí, su voz taciturna—. Tienes diez minutos para
decirle al amigo Maestro que tu trasero está en un año sabático
de dos semanas. Innegociable. Si te causa problemas por mí, dile
que estabas demasiado drogada con los analgésicos, así que tuve
que tomar el asunto en mis propias manos. También hay una
insinuación sexual allí, CT.

—Impactante. Hacer un recorrido en tu mente probablemente sea


como visitar la mansión Playboy.

—Por favor. Playboy es aburrido, y muerto. Prueba Xnnx31.

Me doy cuenta con una sensación abrumadora de que soy CT


cuando Hunter esta de mal humor, y aingeal dian cuando quiere
meterme mano. Dios, lo odiaba.

Nos miramos el uno al otro. Eleva las cejas, como diciendo:


¿Estás esperando al mesías? Sal.

Tengo un millón de cosas que quiero decirle.

No digo nada.

—Cuando acepté convertirme en tu entrenador, pensé que te

31
Página de contenido porno gráfico
importaba más el tiro con arco que los chicos. —Los dientes
blancos y puntiagudos de Junsu brillan amenazadoramente,
ansiosos por sacar sangre. Está de pie detrás de su escritorio, los
dedos bronceados extendidos contra la madera clara como
garras. Estamos dando vueltas alrededor de los mismos dos
temas: mi ida a urgencias para tratar mi hombro inflamado sin
decírselo a él, y Hunter. Habían pasado quince minutos y estaba
cansada, hambrienta y frustrada. Junsu fue el que insistió en
que continuara entrenando después de que me quejé de mi
hombro, ¿ahora está molesto porque no había estado allí para
monitorear el chequeo?

En cuanto a Hunter, Junsu se volvió loco cuando escuchó que el


chico era el que me había llevado a urgencias. Incluso da a
entender que Hunter debió haberme llevado a un médico que
diagnosticó mal mi lesión a propósito para obstaculizar mi
entrenamiento.

—¡Si me importa más el tiro con arco que los chicos! —lo fulmino
con la mirada, la acusación me perfora después de la sesión de
besos esta mañana.

—Entonces, ¿qué estabas haciendo con él ayer?

¿Por qué le importaba? Decido complacerlo, sin otra razón que el


hecho de que sé que Junsu no es un pervertido que tiene ideas
sobre mí. Nunca me vio de esa manera, de eso estoy segura. Y
aunque le había prometido a Gerald Fitzpatrick que mantendría
nuestro trato en secreto, pienso que puedo confiar en la persona
más cercana a mí fuera de mis amigos y familiares.

Después de todo, Gerald no tuvo reparos en difundir el rumor de


que estaba saliendo con su hijo.

—Te diré algo sobre Hunter, pero no se lo puedes decir a


nadie. —dejo escapar un breve suspiro, mirando a nuestro
alrededor, aunque sé que estamos solos.

Junsu asiente a medias, arrastrando sus dedos por su escritorio.


dedos sudorosos, me doy cuenta. Él está nervioso. ¿Por qué?

—Tienes que prometer no repetir esto. —apuñalo mi índice en el


aire, sintiendo mis axilas humedecidas por la culpa. Estoy
rompiendo una promesa al decírselo, y nunca he roto mis
promesas. Pero no puedo perder a Junsu. Mi sueño olímpico se
aleja de mí, centímetro a centímetro, navegando hacia los brazos
de Lana Alder, quien me había prometido arrebatarme las
Olimpiadas solo porque ella podía hacerlo.

Ella nunca se había preocupado por este deporte, por el oficio,


solo por arruinarlo para mí.

—Lo prometo, —Junsu escupe la palabra como si le llenara la


boca de arena—. Ahora habla.

Le hablo de mi acuerdo con Gerald Fitzpatrick, del vídeo sexual


de Hunter, de cómo Hunt y yo nos hacíamos amigos, pero no
amantes. Omito el beso, porque es parte de un acuerdo único que
ahora consideraba cumplido. Junsu pellizca la delicada piel de
su sien, reflexionando sobre la información en su cabeza.

—No es exactamente, ¿cómo decirlo? Ético.

Su teléfono se ilumina con una llamada entrante. Le da la vuelta


y me frunce el ceño.

—Es kosher. Fitzpatrick se ofreció a acogerme bajo su protección,


como hacen muchos empresarios con políticos y deportistas.
Será de beneficio mutuo. No estamos rompiendo ninguna regla.

Me encantaban las reglas, las celebraba. Tenía un chip en el


hombro por estar junto con mi papá y mi hermano.

—Pero vendiste tu alma. —frunce el ceño, su expresión es como


una pistola cargada.

—Hunter es un buen tipo que necesita un descanso, le estoy


ayudando.

A decir verdad, ahora mismo, él es el que más ayuda.

—No me gusta, —dice Junsu—, en absoluto. Te quiero fuera de


su apartamento.

—No. —me escucho responder. Mi carrera está en juego, todo lo


que siempre he querido, y aquí estoy, rechazando al maestro de
tiro con arco número uno del país—. Ya hice este trato y no voy
a renunciar a los Fitzpatricks. Estaremos de acuerdo en no estar
de acuerdo en ese punto.

Junsu considera mis palabras, mirando sus dedos sobre el


escritorio. Parece que ha envejecido durante la noche. Su cara
esta empañada con arrugas como cicatrices de batalla. Se me
ocurre que él también puede estar pasando por algo, que es un
ser humano real, con sueños, expectativas y angustias.

—Muy bien. Tomaré esto en consideración. Mientras tanto,


seguirás entrenando como de costumbre.

—Junsu ... —tomo aliento, negando con la cabeza—. No puedo.

—Así es como entreno. La verdad es que no puedes permitirte dos


semanas libres.

—Pero yo…

—Entrenarás o buscarás otro entrenador.

—Mira, ahí es donde te equivocas. —escucho una voz a mis


espaldas cuando la puerta de la oficina de Junsu se abre. Hunter
entra pavoneándose, girando las llaves del auto alrededor de su
dedo.
Cierro los ojos y respiro entrecortadamente. Por favor, Dios, no.

—Ella está en un período de descanso de dos semanas. Órdenes


del médico. —Hunter eleva la cabeza y algo cambia en Junsu,
incluso desde su lugar junto a la puerta, al otro lado de la
habitación—. Vamos, Sailor. Pongámonos en marcha.

—Tú. —Junsu mira a Hunter con los ojos entrecerrados, todo su


cuerpo tiembla de rabia silenciosa e hirviente—. La llevaste a un
médico que no conoce como si fuera una carnicería. No sabes
quién es ella, su perfil atlético. ¿Cómo puedo saber que no
quieres obstaculizar su búsqueda olímpica?

—¿Cómo? —Hunter parpadea, haciendo una demostración de


tratar a Junsu como un idiota de clase mundial. Es bueno en
eso, un huracán que quieres perseguir, repleto de carisma,
humor y seguridad en sí mismo—. Hmm, veamos. Primero que
nada, no soy un psicópata. En segundo lugar, sí, de nuevo, no
soy un maldito psicópata. En tercer lugar, ¿por qué querría
obstaculizar los esfuerzos de Sailor? E incluso si lo hiciera,
porque soy un imbécil impío de proporciones masivas, ¿por qué
pasaría por el esfuerzo increíble y atroz de sobornar a un médico
para que rompa su juramento hipocrático

Deja que eso se hunda por un segundo antes de


continuar. —Además, son sólo dos semanas, no dos meses. Las
cosas pueden empeorar para ella si continúa usando ese hombro
del tamaño de Hulk. —Hunter hace un gesto con la
barbilla—. ¿Cómo sé que no estas tratando de obstaculizar sus
esfuerzos olímpicos? —cruza los brazos sobre su pecho,
entrecerrando los ojos a Junsu cómicamente—. Haciéndola
entrenar en este estado y presionándola.

Para mi sorpresa, Junsu comienza a toser, y se toma unos


buenos diez segundos para respirar con regularidad nuevamente.
—¿Me estás acusando de algo? Ella necesita entrenar.

—Necesita descansar. —responde Hunter, entrando más


profundamente en la habitación—. Y si sugieres lo contrario una
vez más, o la amenazas con dejar de entrenarla porque sigue las
órdenes del médico, te juro que llevaré esto a las noticias locales
y le diré a todos los imbéciles a los que les importa que estás
poniendo en riesgo a tus atletas.

Eso hace que Junsu se calle rápido. Me levanto y agarro mi bolso


antes de que los dos decidan intercambiar algo más que
palabras. —Deténganse los dos. Junsu, tienes razón. No puedo
permitirme tomarme un descanso, pero Hunter también tiene
razón. Mi hombro no sirve para nada en este momento, y las
cosas pueden empeorar si no lo dejo descansar. Necesito asistir
a fisioterapia y recibir inyecciones de esteroides, para
tranquilizarte, iré a otro médico y obtendré una segunda
opinión. —le lanzo una sonrisa de disculpa—. Prometo que no me
tomaré más de dos semanas y, mientras tanto, miraré mis videos
y tomaré notas sobre mis fortalezas y debilidades.

—Tu principal debilidad. —escupe Junsu, sus ojos todavía


enfocados en Hunter detrás de mí—, está parado frente a mí.

—Entrenador de helicópteros. —Hunter se echa un chicle de


canela a la boca, masticando con determinación y con
fuerza—. Bloquearla no va a hacer que apunte mejor.

—Detente. —empujo a Hunter hacia la puerta, girando hacia


Junsu por última vez.

—Vendré mañana para que podamos hablar, ¿de acuerdo? Lo


resolveremos.

Un silencio se extiende entre nosotros, a punto de romperse como


una goma elástica contra la piel en carne viva.
Finalmente, Junsu asiente. —Mantenlo alejado de aquí.

—Lo haré. —prometo, empujando a Hunter hacia la puerta y


cerrándola suavemente.

En el momento en que estamos afuera, levanto las manos en el


aire y le abro los ojos, esperando una explicación.

—Dije que te daría diez minutos. Pasaron veinte antes de que


sacara mi trasero del auto, veinticinco cuando lo escuché
gritándote desde el otro lado del maldito pasillo. Recuérdame,
¿cuánto queremos este espectáculo olímpico?

¿Desde cuándo hay un nosotros?

Pongo los ojos en blanco y me dirijo a la salida. —Jodidamente


mucho.

Hunter me alcanza con facilidad y siento que mi enojo disminuye.


Por mucho que quiera mantener mi distancia con él, no tengo
ninguna razón concreta para odiarlo. Por el contrario, es un poco
asombroso, a su manera indirecta.

—Déjame comprarte el desayuno. —Hunter pone su brazo sobre


mi hombro. Es musculoso, cálido y protector. Pienso en todas las
chicas que se han acostado con él, en cómo debe de sentirse su
peso encima de ellas. Su pura virilidad me provoca. No aparto su
brazo, a pesar de que cada fibra de mi cuerpo sugiere que debería
hacerlo. Enérgicamente.

En realidad, podría usar algo de proteína para reconstruir todo


ese músculo desgarrado.

—Yo puedo hacer la compra. —digo—. Has hecho mucho por mí


en el último mes y no creo que haya mostrado suficiente gratitud.

Veo a Hunter abriendo la boca en mi periferia y levanto una


mano.
—No, los favores sexuales no son una moneda que ofrezco o
acepto.

—Que mal. El sexo es el bitcoin de nuestra generación.

—De hecho, es la forma de pago más antigua de la civilización.


Prostitución, ¿cualquiera? —pongo los ojos en blanco, pero aun
así sonrío.

—Sí, me quedo con dos de esos. Mira, tengo otro trato que
ofrecerte.

—Gracias, pero no. —acelero el paso.

—Puedo conectarte con el fisioterapeuta de los Patriots.

—¿Puedes hacer eso? —Mi respiración se atasca en mi garganta,


pero mantengo mi ritmo incluso cuando casi corríamos por el
pasillo.

—El dinero es poder nena, y el universo tiene un sentido del


humor retorcido. Por eso tengo mucha influencia, pero si hago
esto, te besarás conmigo, una sesión de besos en toda regla, de
segunda base, chupar tetas, frotar pollas. Ah, y puedo recorrer
ese bosque naranja entre tus piernas. Yo escojo cuando, por
supuesto.

—No. —gimo, horrorizada por la mención de mi parte privada. Me


recorté y me ocupe del lugar entre mis piernas, pero nunca había
visto la necesidad de afeitarme o depilarme por completo.

—Dejaré que lo pienses. —Me da unas palmaditas en la espalda


condescendientemente, enfureciéndome a propósito.

—¿Cuánto tiempo tengo? —lo miro de reojo.

—Tres segundos, o la oferta está descartada. Un amigo mío hizo


lo mismo esta mañana, funcionó de maravilla para mí.
Está bromeando.

Además, ¿eso es lo que somos ahora? ¿Amigos?

—Tres. —comienza a contar, golpeando la puerta de salida para


abrirla y asintiendo para que yo salga primero.

Atravesamos, avanzando hacia mi auto, y sonrío un poco cuando


noto el progreso que ha hecho Hunter. Hace menos de un mes,
se paró en este estacionamiento, rogándome que aceptara un
trato. Ahora era yo quien estaba negociando con él.

—No. —corto.

—Dos. —me ignora, desbloqueando el auto automáticamente.

Estoy a punto de caminar hacia el asiento del pasajero, pero él


me agarra por la cintura y me obliga a quedarme cerca de él, en
un torpe medio abrazo, encadenándome al momento.

Trago. Solo era besarse. No es sexo. Todavía sería célibe. ¿Y el


fisioterapeuta de los Patriots? Quiero decir, por favor. Sería una
tonta si no lo aceptara.

Sería tonto aceptar algo de lo que esta familia tiene para ofrecerte.
Los Fitzpatricks están a un paso de arruinarte. Ya te hicieron
cruzar cada línea que pensabas que tenías.

—Uno. —Susurra con voz ronca.

Abro mi boca. Mete el pulgar dentro. Está caliente, áspero,


salado. Aprieto mis labios a su alrededor. Presiona su pulgar
contra mis dientes inferiores, inmovilizándome. Mi corazón late
con tanta fuerza que mis costillas tiemblan por el esfuerzo de no
dejar que salga. Sus ojos, azul oscuro y melancólicos, se clavan
en los míos.

—Te voy a tener, presa. De una u otra forma. Nuestros pequeños


tratos son solo una forma de que te des excusas para dejarme
entrar en tus bragas. Haz lo inteligente y obtén algo de eso
también. ¿Sí o no?

Lo miro: una hermosa e inesperada maldición, un dulce veneno


que goteaba de los pétalos a mi lengua.

No, grita mi mente, pero no tengo ninguna posibilidad. Ya puedo


sentir mi boca dando forma a la palabra, dándole cuerpo, voz y
peso.

—Si.

Como tocino, huevos y una rebanada de pan integral en el


restaurante. Hunter opta por una pila de panqueques del tamaño
del Everest, empapados en suficiente jarabe de arce para ahogar
a Canadá, con un batido que pasó a través de una barra de Tim-
Tam, con una rosquilla colocada de lado, como una rodaja de
limón en una Coca. Devora la comida, ignorando su teléfono en
la mesa entre nosotros, que estalla con mensajes de texto
entrantes.

Lo miro con curiosidad, como si fuera un animal extraño, algo


que aún no se ha registrado en la Tierra. Se siente completamente
extraño. Antes de comenzar con todo esto, quería pensar en él
como un playboy estúpido e imprudente con muy poco corazón e
inteligencia para que coincidiéramos. Cada día demuestra ser
más que eso acercándome más a mi derrota.

Quiero desnudarlo. Inhalarlo. Canela y detergente para la ropa y


ese olor a Hunter que hace que mi interior hormiguee. El beso que
compartimos iba a perseguirme hasta la tumba. La anticipación
de besarme con él envía descargas eléctricas a través de mi nuca.

—Probablemente deberías contestar algunas de tus


llamadas, —sugiero mientras lo veo comer, consciente de repente
de hacer sugerencias y volver a interrogarlo. La última vez que
intentamos comer en un lugar público, no terminó bien.

No levanta la vista de su plato, comiendo su quinto panqueque

—¿Es tu padre? —pregunto.

—Afirmativo. —se llena la boca de más comida.

—¿Le dijiste que faltaste al trabajo hoy?

—Negativo, —dice con la boca llena de masa.

—¿Por qué el auto sabotaje? —echo un trozo de tocino crujiente


en mi boca, masticando—. Tenías una buena razón. Yo podría
respaldarte.

Hunter se chupa el pulgar para limpiar el jarabe de arce y lo


suelta con un pop. Algo revolotea entre mis piernas cuando hace
eso. —Él elegirá creer lo peor de mí pase lo que pase. Además, el
trabajo es una especie de tormenta de mierda EEM.

Sip. Estaba abreviando en este momento.

—¿Por qué? —pregunto sorprendida.

Me he comunicado por correo electrónico con su padre y leo entre


líneas. No parece disgustado con Hunter. En realidad, me atrevo
a decirlo, está bastante feliz con su progreso.

Hunter deja que sus cubiertos repiqueteen junto a su plato,


pareciendo perder el apetito.

—Está este tipo, Syllie. Ha estado trabajando para Pa durante


siglos. Fue mi ayudante designado hasta que llegué aquí, se
ocupó de la mierda por mí. Entonces, en una hora del almuerzo,
quería evitar el tráfico de personas y decidí tomar la escalera de
emergencia en lugar de los ascensores, ¿verdad? Empecé a bajar
las escaleras y lo escuché hablar por teléfono. Y decía estas cosas
raras que suenan mucho a que estaba hablando de mi familia,
pero no puedo probarlo.

—¿Qué dijo él?

Hunter se echa hacia atrás, tocando su caballo Dala. Hace eso


cuando está contemplando algo. Me asusta lo bien que lo conozco
ahora.

—No lo sé, pero siento que, si pudiera, haría caer Royal Pipelines
al suelo. Dijo que Pa era engreído, Cillian era inteligente y
peligroso, y que yo era ... —hace una pausa. Los bordes de sus
orejas se ponen rosas y su rostro se vuelve frío e ilegible.

—¿Que eras qué, Hunt? —inclino mi cabeza hacia adelante,


preguntando suavemente.

—Una maldita broma. —me mira fijamente a los ojos, esperando


mi reacción.

Me llevo el pulgar a la boca y muerdo la piel alrededor de la uña


rota. Cuando no obtiene lo que esperaba —una confirmación,
una crítica o un cumplido— continua.

—Le expresé mis preocupaciones a Pa y Cill. Digamos que no lo


asombro. Quiero saber qué está tramando, con quién está
haciendo esto, porque parecía que esta conversación era la punta
del iceberg, pero no sé cómo. ¿Cuáles son las probabilidades de
que lo escuche decir algo comprometedor de nuevo? Cero.

Toco mi barbilla. —Pero no tienes que hacerlo.

Inclina la cabeza hacia un lado, dándome esa mirada de nuevo,


la mirada que dice que yo soy un cubo de Halloween que quiere
abrir, devorar una golosina a la vez y mostrarme todos sus
trucos.

—¿Que sugieres? —no rompe nuestra mirada.

—Creemos la oportunidad nosotros mismos. ¿Cuánto queremos


atrapar a este bastardo?

Los ojos de Hunter brillan y su boca se curva en una media


sonrisa. Yo era la que usaba un colectivo nosotros ahora, y me
doy cuenta de que hay poder en él. Es divertido pensar en
nosotros mismos como un equipo, aunque uno que no esté
exactamente unido de forma orgánica.

—Jodidamente mucho. —repite mis palabras sobre los Juegos


Olímpicos.

—Manos a la obra, entonces.

Solo sabía de este chico, porque mi papá solía llevarme con él a


veces cuando me recogía de la escuela.

Antes de obtener mi licencia de conducir, papá me llevaba al


campo de tiro dos veces por semana después de la escuela. Eso
nos tomaba una hora conduciendo. No tenía sentido volver a casa
durante diez minutos antes de volver corriendo para evitar el
tráfico. Así que íbamos a comer juntos en uno de los muchos
locales de mamá o él hacía algunos recados. Uno de estos recados
era este tipo, Knox.
Knox aceptaba personas solo para visitas domiciliarias, y tenías
que enviarle un mensaje de texto de antemano. Yo hice
precisamente eso, no tenía ninguna duda de que su pronta
respuesta llegó porque papá y Sam eran sus principales clientes.
Aparentemente, era un ex agente del FBI que se volvió rebelde y
ahora pasaba sus días recreando todas las locuras que los
federales usaban para rastrear a la gente.

En cualquier caso, aquí estábamos, frente a su lugar en el distrito


de los teatros.

Knox abre la puerta. Es el tipo de hombre que podría haber tenido


cualquier edad entre los treinta y los cincuenta: vientre redondo,
la piel enrojecida e hinchada por el alcohol, y eternamente vestido
con pantalones de chándal grises y camiseta sin mangas.

—Pequeña Brennan. —revuelve mi cabello como si fuera una


niña. Para él, supongo que sí.

—Oye, Knox. —hago un gesto con la mano mientras aún está


metida en el bolsillo de mi sudadera—. Este es mi amigo, Hunter.
Puedo responder por él.

—Necesitaré más que eso, cariño.

Saco la mano de mi bolsillo y llamo a Sam, mi hermano.

—Oye, —responde por el altavoz. Sonaba en la carretera—. ¿Todo


bien? ¿El idiota te está dando problemas?

—El idiota puede oírte, —refunfuña Hunter.

—En realidad, necesito que respondas por él ante Knox, Sam. —


muerdo mi labio inferior nerviosamente.

—¿Knox? —Sam se ríe entre dientes con incredulidad.

—No preguntes.
—Lo acabo de hacer.

—Mira, ¿vas a responder por mí o no? —Hunter sisea.

¿Se habían conocido? Parecía que lo habían hecho y se habían


separado no en los mejores términos.

—¿Knox? —pregunta Sam.

Knox emite un sonido que podría producir un cerdo, una mezcla


entre un ronquido y un gruñido.

—Puedes fiarte de él. ¿Oye, idiota?

—¿Qué? —Hunter responde de mala gana. Aparentemente, ahora


era el idiota. Entre eso y ser el chico, podía decir que no sentía
exactamente el amor de Camp Sailor.

—Cuéntale a la gente sobre este lugar o muéstrales las cosas que


compras allí, y estás frito. ¿Entendido?

—Jesús, debes pensar muy bien de mí.

—Francamente, no pienso en ti en absoluto. Sé buena, Sail.


Hablamos luego.

Le cuelgo a Sam y le sonrío a Knox. —¿Podemos entrar?

Knox le da a Hunter una última mirada, asintiendo vacilante.


Tengo la sospecha de que lo reconoció. ¿Creía que éramos pareja?
¿Y por qué el hecho de que quizás piense eso hace que mi corazón
haga locuras en mi pecho?

Nos sentamos en su sofá. Todo está oscuro, las cortinas cerradas.

La casa siempre olía a arena sucia para gatos y pies, pero sabía
que Knox no estaba arruinado. Me pregunto cuál es su historia,
qué lo había convertido en quien es hoy.
—Les preguntaría si quieren algo de beber, pero dudo que alguno
de ustedes quiera llevarse algo de este apartamento a la
boca. —Knox pone sus manos en su cintura frente a nosotros.

—Hay una cosa en esta casa que me gustaría probar, —murmura


Hunter, mirándome de reojo con una sonrisa

Le doy un codazo. Fuerte.

—¿Así que has decidido jugar a súper espías? —Knox frunce el


ceño—. Dime, ¿qué necesitas?

Me vuelvo hacia Hunter. —¿Qué es lo único que Syllie nunca se


quita? ¿Nunca?

—Su sonrisa de come mierda, —dice Hunter.

Pongo los ojos en blanco, pero sonrío. —No, de verdad.

Hunter se encoge de hombros. —Su anillo de bodas. Gafas,


supongo.

Knox asiente con la cabeza, escribiendo en un bloc de notas que


sacó de la cintura de sus pantalones deportivos, otro elemento en
la creciente lista de cosas que nunca quisiera tocar en este lugar.

—¿Tiene un reloj en su oficina? —Yo continuo.

—Obviamente.

—¿Qué tipo?

—El tipo genérico hasta la muerte. —Hunter se rasca la ligera


barba incipiente—. Negro, con borde plateado.

Knox también lo anota. —Tendrás que mostrarme imágenes


específicas en Google.

—También necesitamos un detector de GPS para su auto y


cualquier otra cosa que se le ocurra para garantizar que podamos
escuchar cada una de sus palabras, —le digo—. En tiempo real.
Cosas de primera, por favor.

—Te costará. —Knox gruñe—. Eso podría requerir un poco de


trabajo de campo, y cobro más por eso. Conducir la camioneta
solo para garantizar la calidad, además del equipo, que prenda a
mil por hora. Luego, necesito configurar un servidor remoto,
colocar archivos en una nube compartida para que puedan
acceder a la grabación y al metraje, y hay tarifas de
procesamiento, edición y horas extra por los fines de semana y
después de las seis en punto. Dependiendo de tus necesidades,
esto podría aumentar hasta 50k al mes antes de que estornudes
en mi dirección.

—El dinero no es un problema, —dice Hunter con frialdad,


luciendo cada centímetro del rico bastardo que era.

Knox le sonríe con complicidad. —Sí, chico lindo, no pensé que


lo fuera. Una cosa más. —levanta el dedo. —Estás a cargo del
cambio de las cosas y de colocar cualquier dispositivo de
grabación. Juego con la ley, pero trato de no molestarla siempre
que puedo.

—Yo lo manejaré, —dice Hunter.

Knox entra en una habitación lateral que mantiene firmemente


cerrada, dejándonos en su sala de estar.

Hunter se gira para mirarme. —¿Por qué me siento un poco


incómodo y realmente excitado porque has estado aquí antes y
sabes mierda sobre espionaje?

Me rio. —Estaba con mi papá.

—El hombre de negocios respetable, —se burla.


Me encojo de hombros, manteniendo la cara seria. —Ese es él.

—Es rico, —dice Hunter.

—Mira quien habla. —me río—. ¿Cómo planeas pagar por esto,
de todos modos? Pensé que tu papá te daba un salario fijo.

Hunter me lanza una sonrisa lobuna. —Mi madre hace todo lo


que puede para tranquilizarme. Venmo 32 es mi mejor amigo.

—Qué bueno. —Muerdo mis labios.

—¿Qué hay de ti? —Señala con la barbilla hacia mí—. Pareces un


poco arruinada para ser una niña rica.

—Lo estoy, —admito—. No acepto dinero de mis padres. Vivo de


lo que me pagan por dar lecciones de tiro con arco en el verano.

—Pshh.

Hunter mira a la pared, considerando mis palabras por un


segundo, luego dice: —Tenemos que ducharnos después de
esto. —Hunter hizo un gesto con su índice alrededor de la
habitación.

—Por supuesto.

—Juntos.

—Hunt.

—Bien. Entonces, ese beso. —se muerde el puño y pone los ojos
en blanco. Señala mi teléfono—. La perra está explotando como
una muñeca sexual en una convención de Vírgenes Anónimas.
¿Todo bien?

32
Venmo es un servicio de pago móvil propiedad de PayPal. Los titulares de cuentas Venmo
pueden transferir fondos a otros a través de una aplicación de teléfono móvil; tanto el emisor
como el receptor tienen que vivir en los EE.
Miro hacia abajo. Tengo dos llamadas perdidas de Maybe: La
Manager de relaciones públicas de Crystal.

Lanzo mis ojos hacia él, sintiendo mis mejillas calentarse con un
rubor.

Hunter me estudia con mucho cuidado. —Pa podría haber


mencionado que tardaste en responder sus correos electrónicos.

—¿Entonces le diste mi número?

—Tienes un trato con mi familia. Para mantener nuestra parte


del trato, debes responder a esta chica de relaciones públicas.

—Deja de jugar con mi teléfono.

Pero no puedo estar completamente enojada con él cuando está


tratando de ayudar. De nuevo.

—Nunca me he metido con tu teléfono. Solo tus bragas.

—Ja.

Hunter sigue mirándome, su sonrisa grande y traviesa y llena de


cosas que ni siquiera sabía que pudieras sentir.

No.

—No has tocado mis bragas, —susurro, sorprendida, nerviosa y


... en realidad, no puedo empezar a contar todas las cosas que su
confesión me hace sentir.

Levanta los brazos en señal de rendición. —Me acojo a la quinta


enmienda y te pido amablemente que no revises mis bolsillos.

—No hay nada en tus bolsillos. —Mis ojos se encienden, pero no


puedo dejar de sonreír, ¿Qué me pasa?

—Apuesta. Así que no los revises.


La necesidad de averiguar si me estaba tomando el pelo o no me
abrumaba. El incremento de ego sería embriagador si dijera la
verdad. Mis ojos viajan hasta sus pantalones de chándal. Está
duro.

Muy duro.

La cresta de su polla es larga y gruesa y apunta a su estómago.


Trago. Si besar a Hunter se sentía tan alejado de todo lo que
había experimentado con Beau, me pregunto cómo sería tener
sexo con él.

Divino.

Eufórico.

Destructivo.

Luego procedo a preguntarme qué tan tonta puedo ser. Había


firmado un contrato prometiendo mantenerlo célibe, no puedo
dormir con él.

Aparto la mirada, mordiendo la piel alrededor de mi pulgar.


Cuando escucho a Knox todavía arrastrando los pies en su
habitación, no puedo soportarlo más. Me doy la vuelta y meto la
mano en el bolsillo de Hunter sin advertirle. Mis dedos chocan
con su pene y casi salto hacia atrás cuando siento algo. Un trozo
de tela, le entrecierro los ojos y me detengo en seco con el puño
alrededor de la tela.

—No.

Me dirige una mirada exageradamente dulce, batiendo sus


pestañas.

—Deja de fingir ser inocente. Tu inocencia murió hace mucho


tiempo.
—Eso se hizo, ensangrentado y gritando. De todos modos, podría
ser la lencería de Knox. Es un espécimen de buen aspecto.

Resoplo. —Lo voy a sacar.

—Oye, se supone que esa es mi línea.

Tiro de la tela. Mis dedos tiemblan a su alrededor.

Amarillo.

Con manchas rojas.

¿Tengo ropa interior roja y amarilla? Estrujo mi cerebro tratando


de recordar, pero no es mi ropa interior. Es un trozo de tela
ensangrentado. Parece parte de una camisa. Me doy cuenta de
que es un trozo de la camisa que llevaba el tipo con el que había
peleado en el pub. Hunter se lo había quedado. La vergüenza, la
emoción, la decepción y todos los demás sentimientos en mi
canasta de emociones me golpean a la vez. Mis ojos se disparan.

Enrosca su puño alrededor del mío, así que ambos sostenemos


la tela. Se inclina. Sus labios rozan los míos.

—Joder, eres fácil de poner nerviosa. Tu trasero es tan mío


durante los próximos cinco meses.

—Aléjate de mí. —Pero mis palabras carecen de convicción. Están


vacías, huecas, tenues.

—Sométete, presa, —gruñe sombríamente.

—Lucha más duro por ello, Hunter.

—Te tragaré entera. —Su aliento acaricia mi mejilla y mi oreja,


haciendo que mi cabello vuele con calidez—. No conoces a los de
mi clase. A prueba de flechas.

Un estremecimiento oscuro y delicioso recorre mi columna


mientras susurra eso.

Knox regresa cuando estamos a una fracción de pulgada de un


beso, y yo me aferro al resto de mi autocontrol con los dedos
ensangrentados.

Se para frente a nosotros con una caja de cartón llena de equipo,


cortando el momento cargado con un cuchillo
metafórico. —¿Listo para jugar?

Hunter lo mira, completamente sereno, tranquilo y en control,


sonriendo diabólicamente.

—Siempre.
Doce

Hunter
Cambio el reloj de la oficina de Syllie cuando todos se van.

Solo estamos las señoras de la limpieza y yo, pasando la


aspiradora, chismorreando, ohh-ing y ahh-ing a la distorsionada
emisora filipina que lanzaron desde una radio.

El reloj es la parte fácil. Hoy temprano, fui al estacionamiento y


puse un rastreador en el auto de Syllie. Uno de los contadores de
papá había salido de su Tesla Modelo X cuando me vio a cuatro
patas, tocando la parte inferior del Mercedes de Syllie como un
asqueroso con auto-fetiche.

—¿Qué demonios estás haciendo? —me exigió, mirándome por


encima del hombro, como prueba de que Pa no me había
reclamado como otra cosa que un glorificado AP 33, excepto la
generosa cremallera.

Tuve que pensar rápido. —Drogarme con los gases. —dije sin
perder el ritmo.

Sí. Eso fue lo mejor que se me ocurrió. Cállate.

—¿Eso es algo? —Sus ojos se abren de par en par.

Considerando que tenía aproximadamente mil años de edad,


pensé que lo compraría. Finjo limpiarme la nariz con la manga
de mi blazer, sonriendo.

—Da el mejor subidón. Si aún no lo has probado, ¿estás vivo?

33
Asistente personal.
—¿Me enseñarás a hacerlo? —Su cara regordeta se tuerce en
interrogación.

Ser el chico genial apestaba a pelotas en Boston. Además, este


chico genial en particular ni siquiera tenía amigos, aparte de
Sailor, que era una potencial folla amiga, así que no podía
encariñarme.

—Puedes apostar. —Me levanto—. En algún momento pronto.


Ahora no.

Lo que realmente quise decir fue cuando el infierno se congele.

Sí, ese me parecía un buen jodido momento para pasar tiempo


con el viejo cabrón.

El día después del reloj y el auto llegó el verdadero problema: los


lentes. Syllie raramente se los quitaba. Estaba ciego como un
murciélago. Cuando finalmente se separó de ellos, los puso en su
escritorio y salió corriendo de su oficina. Puede que le pidiera a
la tartamuda recepcionista que lo llamara urgentemente por
unos papeles que habían llegado sobre la nueva refinería en
Maine. Era una excusa tonta, así que sabía que tenía cinco
minutos, como máximo.

Entro corriendo a su oficina, guardo los lentes originales y pongo


un par idéntico con el aparato de grabación en su lugar. Es una
mierda inalámbrica mágica que transmite las grabaciones en
vivo. Rodeo el escritorio de Syllie cuando vuelve a entrar.

El corazón se me cae por el culo. Tal vez, literalmente. Hubo un


momento en el que me pregunté si iba a sobrevivir. Si no, temía
el titular. "Joven heredero deja atrás a una familia reacia y semi-
amorosa y a una compañera de cuarto caliente".

Al menos siempre seré recordado por mis contribuciones a la


sociedad: orgasmos, una frase que le pedí prestada a George
Carlin, y el inicio de la tendencia de chaqueta de aviador-sobre-
camisas y trajes en el instituto All Saints.

La canción del día: "Hey, Look, Ma, I made" de Panic! At the Disco.

—Hijo mío. —Sylvester me saluda—. ¿Qué estás haciendo en mi


oficina?

Parece muy tranquilo. Esto es porque no me considera como una


amenaza para él. Me había pillado con las manos en la masa en
su oficina, y ni siquiera levantó una ceja. Agarro lo primero que
tenía a mano en su escritorio, una grapadora, y me dirijo a la
puerta.

—Sólo quería pedirte prestada tu grapadora. —La agito en mi


mano por si acaso. Una actuación digna de un Oscar, te lo digo.

—¿Por qué? —se mete las manos en los bolsillos. Su cara tenía
rasgos aleatorios que no se gelatinizaban. Es delgado y se parece
a la versión caucásica del Sr. Burns de Los Simpson.

Improviso un poco más. —Me dejé llevar un poco por una de las
internas. Arruine su virtud. Además, su falda de lápiz. —expongo
mis dientes blancos, entrecerrando mis ojos. Syllie me devuelve
la sonrisa. Amplia. Después de todo, yo era "literalmente un
maldito chiste", siempre dispuesto a dar una vuelta en el armario
de suministros.

—Ese es mi chico. —me da una palmada en la espalda, dejando


que su mano se quedara ahí un segundo más—. No te
delataré. —promete seriamente, con su mano agarrando su
corazón—. Por si sirve de algo, siempre he pensado que tu padre
fue demasiado duro contigo. Deberías vivir un poco. Diviértete.

Levanto mi puño hasta el suyo. Lo golpeamos. Se sentía bien. Mi


trabajo aquí estaba hecho.

—Oye, si quieres drogarte con gases después, avísame. —le


ofrezco de la nada, volviéndome hacia él mientras salgo de su
oficina. Pensando en ese contador idiota de ayer.

Syllie se ríe. —Tal vez, hijo. Tal vez.

Los adultos eran basura.

Más tarde ese día, fui invitado a una reunión sobre la refinería de
Maine-based Royal Pipelines se suponía que iba a abrir este año,
que todavía estaba en construcción. Syllie se reunió con Pa,
Cillian, su servidor, y él mismo para hacer un viaje rápido allí en
los próximos meses para examinarlo de cerca.

—Tenemos que mantener nuestro dedo en el pulso, obtener una


mejor comprensión de lo que no está funcionando. También le
dará a Hunter la oportunidad de sentirse incluido. —Syllie habla
brillantemente, mirando alrededor del escritorio de papá.

Mi padre, que todavía no podía mirar al monstruo hedonista que


había creado, no dijo nada, probablemente su manera de tratar
de averiguar si yo valía la pena. Tomo las actas de esa reunión, y
luego las envío por correo a papá y a Cillian, sabiendo que había
un cien por ciento de posibilidades de que no abrieran mis
malditos correos electrónicos.
Horas después, decido llevar mi almuerzo a la biblioteca pública
y estudiar un poco. Comer en la biblioteca estaba prohibido, así
que me escondo detrás de los estantes de autobiografía. A nadie
le importaba lo que hacían los muertos, ni yo.

Mientras debatía si era técnicamente posible matarme


aplastando mi cabeza contra el libro de texto de economía,
escucho una voz familiar tres filas más abajo, filtrándose de las
selecciones de Braille como veneno.

—...en marcha. Tendrás que armar las cosas rápidamente.


Comenzaremos el próximo mes, o el siguiente. Pronto.

Hubo una pausa. La otra persona estaba hablando. ¿Qué


posibilidades había de que Syllie fuera a la biblioteca para hacer
una llamada personal? Bien, me doy cuenta. El lugar estaba
muerto, y no encontrarías a ninguno de los hombres Fitzpatrick
en la biblioteca a menos que fuera un nombre de moda para un
burdel.

O eso pensaba.

—El padre y el hijo mayor son más peligrosos que el pequeño,


como he mencionado. —añade.

No estés tan jodidamente seguro.

—Manténganme informado. Llamaré pronto.

Corta la llamada. Tiro mi sándwich al cubo de basura, se me


quitó el apetito.

Iba a pagar.
HHH: ¿Vienes a casa esta noche? Tengo nudes.

HHH: Noticias*. #MuerteAutocorrector.

HHH: También tengo desnudos, si estás interesada.

Sailor: Sabes que eso significa que escribes la palabra "nudes"


más que "noticias", ¿verdad?

HHH: Estoy sintiendo que tienes un punto en algún lugar de


esta frase.

Sailor: ¿Con qué frecuencia le envías mensajes sexuales a


mujeres?

HHH: ¿Es una pregunta capciosa?

Sailor: No te preocupes. Entrando en TF 34 en 2 minutos.

HHH: ¿Cómo está el tipo de los Patriots?

Sailor: Bien. Gracias por recomendarme.

HHH: Siempre estoy feliz de recomendar a una amiga, a


diferencia de alguien que conozco. *Emoji ojitos*

Sailor: Si tuviera un sentimiento de culpa cada vez que me


hicieras sentir mal por cumplir mi parte del trato con tu
padre, estaría paralizada por la ansiedad.

HHH: El sexo es genial para la ansiedad.

Sailor: Además, te di a Knox.

HHH: Lo hiciste. Y desplegué con éxito todos los dispositivos


que me vendió.

Sailor: ¡Me alegro! Sabía que podías hacerlo.

34
Terapia física
HHH: ¿Cuándo dijiste que volverías a casa?

Sailor: Tarde. Tengo una reunión con Junsu después de esto,


luego tengo esa sesión para la revista de deportes que Crystal
me consiguió. DoorDash va sin mí.

HHH: Ok. x

Pido sushi esa noche.

Tampoco es un buen sushi. Sailor siempre sabe qué comprar,


dónde conseguirlo y quién preparaba la mejor comida de la
ciudad. El apartamento se sentía más vacío sin ella. Resisto la
tentación de hacer FaceTime a Vaughn o Knight mientras
colocaba mis palillos reutilizables y LaCroix35 en la mesa del
comedor, escuchando un podcast sobre esta chica hipster que
vivió un año en las tierras altas de Escocia tratando de averiguar
si el monstruo criptozoológico del lago realmente existe.

El timbre suena. Abro. Es una mujer: asiática, una verdadera


nena, con un rostro en forma de corazón y cabello largo y morado
que parecía extra sedoso. Cuerpo de escándalo. Sailor es
pequeña, como en miniatura. Levanta la bolsa de plástico de tres
nudos entre nosotros.

—Las luces están apagadas y la recepción está vacía. Este lugar


es un pueblo fantasma. ¿Sabías que no hay electricidad en todo
el edificio? Tuve que subir las escaleras.

35
LaCroix o La Croix es una marca estadounidense de agua carbonatada que se originó en La Crosse,
Wisconsin, por G. Heileman Brewing Company y ahora es distribuida por National Beverage Corporation
No lo sabía, pero eso significaba que los imbéciles de Pa no
estaban en mi caso por primera vez en semanas, y yo ni siquiera
estaba al tanto. El circuito cerrado de televisión no funcionaba.

—Nop. —le quito la comida, rebuscando en mi bolsillo propina


(las personas que no dieron propina a los héroes de DoorDash
estaban muertas dos veces para mí).

—Disfruta tu comida, Rapunzel. —Ella guiña un ojo, pero no


hace ningún movimiento.

—Disfrútala conmigo. —Le lanzo una sonrisa perezosa.

—¿De verdad?

—De verdad, de verdad.

Sailor estaba fuera. El sistema eléctrico del edificio no


funcionaba, excepto en los apartamentos, supongo, porque mis
luces estaban encendidas. Nadie sabía que tenía una chica aquí.
Puntos extra, había pasado mucho tiempo desde que había
compartido una comida con algo que no era un libro de texto o
Sailor.

—Soy Emily. —Ella extiende su mano.

—Hunter. —la tomo, tirando de ella suavemente. Ella cae en mi


pecho, riendo sin aliento.

—Whoa. Este lugar. ¿Estás forrado o algo así?

—Cargado también. —estaba coqueteando abiertamente. Ella


estaba respondiendo abiertamente.

Cierro la puerta detrás de nosotros y saco otro LaCroix de la


nevera. Solo quedaba uno, y Sailor me iba a matar, pero lo que
sea, se le quita el derecho por no estar aquí cuando la necesitaba.
Comimos.
Dos horas después, Emily todavía estaba aquí. Vimos Brick en
Netflix porque dijo que estaba enamorada de Joseph Gordon-
Levitt como si fuera 1998. Honestamente, no me gustó la
película. Pero la situación era agradable. Natural. Nuestros pies
con calcetines sobre la mesa de café, masticando el chocolate
negro orgánico con el que el ama de llaves llenó el refrigerador.

Fueron los últimos diez minutos de la película cuando se dio


cuenta de que no iba a atacarla. Emily pone su muslo sobre el
mío y mueve sus dedos de los pies calzados para tocar mi piel.
No hice ningún movimiento, viendo cómo se desarrollaba y
sabiendo que iba a detenerlo, probablemente, pero también me
sentía peligrosamente drogado por las dos horas de libertad que
me habían dado.

—Mi sostén es muy incómodo. —ronronea, haciendo


pucheros—. ¿Me lo puedo quitar?

—¿Eso es siquiera una pregunta? —pregunto aturdido.

Oye, eso es solo ser un anfitrión cordial.

Emily busca debajo de su camisa y se quita el sostén con la


camisa todavía puesta, arrojándome la cosa blanca y de encaje a
mi cara. Lo dejo allí, colgado sobre mi cabeza, por valor cómico,
y me meto otro cuadro de chocolate en la boca.

—Eres un idiota. —Ella ríe.

De piedra, mi culo. Ella estaba interesada en ver esta mierda


como yo estaba interesado en bañarme en acetona.

—¿Vas a coquetear conmigo? —pregunta, finalmente, sin


apartar los ojos de mi cara enfundada en sujetador.

—Soy un pecado mortal que no quieres cometer. —confieso.

—Los he hecho todos. —Ella me mira con rostro serio— Házmelo.


Niego con la cabeza, sin creer que estuviera haciendo esto, pero
haciéndolo de todos modos, porque joder, necesitaba el dinero, y
joder, un polvo sucio no valía la pena.

—Lo siento, preciosa. Ser follada no está en tus cartas esta


noche.

La puerta se abre.

—Cariño, estoy en casa. —canta Sailor sarcásticamente. Se


congela en el acto cuando se da cuenta de que no estoy solo. Me
siento erguido, pensando: Esto se puede salvar, hasta que siento
que el sostén se me caía de la cara a la alfombra.

Mierda. Joder. Infierno.

Canción del día: "Born to Run" de Bruce Springsteen.

—CT, esta es Emily. —hago un gesto a mi invitada, fingiendo que


esta chica no había estado en el proceso de alzarse sobre mí hace
un segundo. Lo juro por Dios, la idea de follar con ella ni siquiera
se me había ocurrido. Quiero decir, en el futuro, ciento diez por
ciento, sí. ¿Pero ahora mismo? Demasiado arriesgado. Mi linaje,
mi herencia, mi futuro dependía de mi capacidad para
mantenerme puestos los pantalones. Además, estaba haciendo
mella en el proyecto Sailor—. Emily, esa es mi compañera de
habitación, Sailor.

—¡Hola! —Emily se pone de pie de un salto, agitando la mano y


mostrando una sonrisa. Sus tetas rebotaban, sin sujetador, y
sus pezones están semiduros. Sailor no devuelve el gesto. Hice
una pausa en la película que nadie estaba viendo de todos modos
y me acerco a mi bruja amiga-enemiga.

Podías sentir la atmósfera cambiando, sumergida en humo


oscuro. Emily se percata de la incomodidad. Recoge el sujetador,
el teléfono, los zapatos y las llaves del auto mientras se movía
como un avestruz acosado.

Tomo la bolsa de lona de Sailor y la tiro en la habitación de


invitados. —¿Cómo estuvo la sesión de fotos, niña?

Le habían puesto a Sailor un lápiz labial rojo brillante y un


delineador de ojos azul neón grueso. Combinado con su cabello
cobrizo, la hacía parecer una sexy travesti de David Bowie. Sus
ojos todavía estaban en mi cara. Redondo y ancho y sin fondo y
¿qué diablos he hecho?

—Me voy de aquí. —chilla Emily a nadie en particular.

La acompaño a la puerta porque no era un idiota completo y


porque estaba bastante seguro de que ella pensaba que Sailor era
mi novia. Aprieto su hombro.

—Te llamaré. —miento.

—Si, vale.

—Hmm, ¿te importaría tomar las escaleras? —cambio mi peso


de una pierna a otra—. Ya sabes, cámaras y esas cosas.

—Es un rascacielos. —sisea.

—Oh vamos. Bajar no debería ser tan difícil para ti.

Cállate la boca, me grita mi cerebro. Realmente tenía habilidad


con las palabras.

Se lanza como un murciélago fuera del infierno, dejando marcas


de deslizamiento en el mármol. Me doy la vuelta, levantando mis
palmas hacia Sailor.

—Puedo explicarlo.
Ella no dice nada. Solo me mira fijamente. Lo que era peor a que
te gritaran, de alguna manera.

—Solo estábamos viendo una película.

—¿Estabas usando su sostén como lentes? —Sailor pregunta


imparcialmente.

—En realidad, el sujetador fue un hecho reciente. Ella quería


perder el tiempo. Yo no iba a jugar.

—¿Por qué? No es como si hubiera marcado la diferencia. Tu


padre probablemente sepa que ella estaba en el apartamento a
través de CCTV36. Por eso me preguntaste cuándo iba a estar aquí
hoy, ¿no?

Parecía que la electricidad había vuelto.

Sailor no espera una respuesta. Se dirige rápidamente al baño.


La sigo, sintiéndome azotado, sin el coño. La pequeñez
inverosímil de su persona en contraste con el impacto que tuvo
en mi vida me hizo querer destrozar este lugar y verlo colapsar,
ladrillo a ladrillo.

—Incorrecto. Ni siquiera la conocí hasta hace un par de horas.


Pedí DoorDash, planeando escuchar el material que Knox me
envió de Syllie, y ella era la repartidora. Dijo que no había
electricidad en todo el edificio. Subió las escaleras porque los
ascensores estaban abajo. Pa no lo sabe.

—Eso suena como un gran guion porno. —murmura Sailor,


abriendo el grifo y tratando de lavarse el rostro. Trata de quitarse
el maquillaje con las uñas. No tenía idea de cómo quitarse el
maquillaje, pero señalar eso iba a hacer que me mutilara con su
arco.

36
Circuito cerrado de televisión
—Lo hace, ¿no? —acaricio mi mandíbula, pensando en las
posiciones en las que me follaría a Sailor si alguna vez hiciéramos
una pornografía juntos—. El punto es que no pasó nada. Se me
permite tener amigas.

—Ella no es tu amiga. —Ella cita al aire la última palabra, irritada


por el maquillaje rebelde. Cierra el grifo, golpea el mostrador de
mármol y se estremece.

—Los celos te sienta bien, CT. Las chicas irlandesas se ven muy
bien en verde.

—¡No estoy celosa! Ojalá me hubiera quedado fuera para que


pudieras ir hasta el final y arruinar tu vida. Tú también te lo
mereces. —Ahora estaba gritando, levantando las manos en el
aire. Corre hacia la puerta.

Bloqueo su camino, riendo en toda regla ahora, mis brazos a


cada lado del marco de la puerta.

—¿Está bien? ¿Me delataras, CT?

—En un abrir y cerrar de ojos. —espeta—. Muévete ahora, chico


bonito.

Otro golpe. Hombre, ella quería la vitamina D.

—Men-tira. —susurro, sin creerlo ni por un segundo. Incluso si


me hubiera follado a Emily, su hermana gemela imaginaria y a
todas las chicas de este edificio, Sailor todavía no me delataría.
Estaría enojada, echando humo, y probablemente transportara
cada pedazo de basura en América del Norte a mi habitación.
Pero ella no arruinaría mi vida.

Darme cuenta me hizo sentir triunfante.

Lo supe porque la conocía.


—Quiero irme. —anuncia Sailor.

—No hasta que admitas que estás celosa. —¿Por qué diablos me
importaba? ¿Ego? ¿Deporte sangriento?

Ambos, probablemente.

Ella echa la cabeza hacia atrás, su risa oxidada. —¿Aunque no


lo esté?

—Si. Pacífica mi pequeño trasero. Dime lo que quiero escuchar


para que podamos terminar de una vez.

—No.

—Cobarde.

Levanta la palma de la mano para abofetearme, balanceando su


mano, pero la agarro por la muñeca, presionando un beso burlón
en su palma, luego lamiendo la base del dedo índice. Cubro la
mitad de su dedo con mi boca, lamiendo y chupando con una
sonrisa. Nuestros ojos estaban fijos, como en trance. Puedo ver
su corazón latiendo a través de su camisa, y quiero apretarlo en
mi puño y decirle que ya había perdido ese juego entre nosotros.

Había tenido el placer de complacer a muchas mujeres en mi


vida. Pero nunca había visto a una chica reaccionar ante mí de
la forma en que lo hizo Sailor Brennan cuando todavía tenía
puesta la ropa.

Cuando termino de hacerle una mamada en el dedo, me hago a


un lado.

—Bien. Corre. Tienes tres segundos.

—¿Antes de? —dice arrastrando las palabras, con la mano


todavía en el aire. Se había olvidado de bajarlo a un lado de su
cuerpo. El entusiasmo en sus ojos me dijo que quería otra ronda
de ajedrez mental.

Ingrese el jugador 2.

—Te cazo y te follo duro. No relacionado con el trato. Llámalo


Caza de liebres.

—¿Perdón?

—Ese es el punto, bebé. Estás excusada. A menos que no quieras


serlo. En cuyo caso, corres, yo persigo. Sal si no estás jugando.
Tres.

Sus ojos se movieron rápidamente de mi cara a la puerta.


Estudio cada uno de sus movimientos. Ambos sabíamos que esta
mierda entre nosotros, la electricidad que no tenía nada que ver
con lo que estaba pasando en el edificio, estaba aquí para
quedarse.

—Dos. Vete.

Da cuatro pasos rápidos hacia la puerta, durante los cuales mi


alma abandonó rápidamente mi cuerpo, saltando sobre mi
trasero y corriendo con ella. Entonces Sailor patina hasta
detenerse, sin pasar el umbral. Se pasa los dedos por el cabello,
produciendo lo que supuse era el sonido de apareamiento de dos
emúes trastornados.

—Mierda. —se atraganta, con los pies pegados a las baldosas del
baño—. ¿Qué estoy haciendo?

Yo, en un segundo.

—Uno.

Cae de rodillas, de espaldas a mí, con la cabeza inclinada hacia


adelante, derrotada. Era como ver National Geographic cuando
era niño, cuando le pregunté a Niñera Número Seis por qué los
camarógrafos y el equipo de filmación no ayudaron a la cebra
inocente y sin pretensiones cuando la tigresa la atrapó,
colgándola por su cuello como una pesada pieza de joyería.

Porque esta es la naturaleza. Sólo los fuertes sobreviven.

Entonces casi me apiado de ella.

Casi.

Entonces recordé que mi propia maldita familia tenía un come-


tu-joven mentalidad, y la otra parte que la Niñera Número Seis
había mencionado: del lado de la tigresa. Estaba hambriento,
depravado y quería seguir tan vivo como la cebra.

Los cazadores necesitaban comer para sobrevivir.

Sailor
Sus dedos se enroscaron alrededor de mi moño por detrás,
tirando de él con una pericia que me asustó hasta que se
convirtió en una cola de caballo.

Echa mi cabeza hacia atrás, extendiendo mi cuello. Gimo,


apretando mis ojos cerrados.

Creo que Hunter no tocó a Emily.

Pero también sirvió como un recordatorio de todas las chicas que


tocaría en el futuro. Nuestros seis meses iban a terminar antes
de que me diera cuenta, y con ellos, toda su atención. Tendría
otras conquistas que hacer, todas en tierras que aún no había
descubierto, con horizontes en los que quería disfrutar. Yo era
solo una pequeña isla en la que estaba atrapado temporalmente.
Por supuesto que quería probar su fruto.

Peor aún, Hunter conocía su efecto sobre mí, sabía que nunca lo
delataría. Por mucho que detestara cómo me atraía, también me
sentía extrañamente protectora con él, especialmente en lo que a
su padre y hermano se refería.

Iba a mantener a Emily fuera de mi correo electrónico semanal


a Gerald Fitzpatrick, encubrir el paso en falso de Hunter y fingir
que nunca sucedió. Dado que las cámaras estaban únicamente
en el exterior del apartamento y, según los informes, Emily entró
y se fue por las escaleras, eso no debería ser un problema.

—Abre los ojos. —Hunter ordena con severidad. Su voz tiene una
forma de anidar entre mis piernas, dando pulso al órgano entre
ellas.

Mis ojos se abren, encontrándome con su mirada. Es un príncipe


solitario, intocable, pero que necesitaba un abrazo. Brillante,
pero profundamente incomprendido. Sentado en un trono de
expectativas rotas y decepción.

Me pregunto si alguna vez sabría que era inteligente, valiente y


de buen corazón.

Me pregunto si sería la chica tonta que le dijera ese secreto.

Me di cuenta de que tenía razón. Yo era la arquera, pero él era


el verdadero cazador.

—Admítelo. —gruñe, su rostro descendiendo hacia el mío por


encima de mi hombro, sus labios acercándose, centímetro a
centímetro, el calor de él tangible, abriendo un camino directo a
través de mis reservas, mortificación y lógica—. Esto está
ocurriendo. Está sucediendo y estás asustada. Está sucediendo
y no formo parte de tu plan cuidadosamente diseñado. No sabes
si tienes la resistencia o las agallas para ver esto cuando sea el
momento de decir adiós.

Mi garganta se balancea con un trago. Duele, pero no suelta mi


cabello. —Puedes sobrevivir a esto. —susurra en mi boca.

—¿Esto? —me quejo.

—Nosotros. Tengo un alma de cristal, cariño. Bonito de ver, pero


se rompe fácilmente, puede hacerte sangrar y nadie se apega a
él.

Separo los labios, a punto de decirle que estaba equivocado, pero


su boca se cierra sobre la mía, su beso es una poción que me
emborrachaba, lenta, erótica y burlona. No es como nuestro
primer beso, pero de alguna manera, es el doble de fascinante.
Siento su mano serpenteando hacia mi torso, rozando el contorno
de mi seno, moviéndose hacia abajo hasta llegar a mi ingle. Me
toma y me pone de pie, sosteniéndome entre mis piernas, todavía
besándome mientras sus dedos cavan a través de la tela de mis
pantalones de yoga con brusquedad. Aprieto mi estómago contra
la pared del baño, aplastando su erección entre mis nalgas a
través de nuestra ropa. Se me escapa un gemido desesperado. Se
lo traga con otro beso sucio. Su beso aleja todo.

No estará aquí para besarte mejor cuando te deje después de que


termine el trato.

Empuja su gran palma en la parte delantera de mis pantalones,


y gimo, desconectando mi boca de la suya y presionando mi
frente contra las frías baldosas mientras el calor se arremolina
dentro de mí.

—No soy virgen. — digo. No sé por qué lo digo. Quizás quiero


asegurarme de que no fuera amable conmigo. Quiero la
experiencia de Hunter completa, incluso si sabía que me iba a
arrepentir en el momento en que saliéramos de este baño.

Su polla se sacude entre mis nalgas, su cuerpo moldeándose en


el mío.

—¿Oh sí? —No hay ni una pizca de celos en su voz, solo una
curiosa diversión.

Asiento con la cabeza, mi frente rozando la pared.

—¿Cuántos? —pregunta.

Me cuestiono sobre los tecnicismos. ¿Realmente rompimos la


regla del célibe si Hunter y yo lo hacemos al seco? No en realidad
no. Quiero decir, sí, estuvo mal, pero fue manejable. Además,
Gerald odiaba principalmente cómo el negocio de Hunter estaba
colgando en los medios. Este sería nuestro secreto. Ni él ni yo
queríamos que se filtrara más allá de estas paredes. Hunter tenía
su reino en juego, y yo mi carrera y reputación.

—Uno. —jadeo cuando su pulgar e índice encontraron mi


clítoris, pellizcando. El resto de sus dedos se deslizaron más allá
de mi entrada húmeda, reuniendo mi necesidad por él y
frotándola contra mi clítoris. Las yemas de sus dedos están
calientes, su golpecito pausado y hábil.

Sentí como si mi interior se derritiera, un órgano a la vez. No


eran mariposas. No. Más como polillas, comiéndome,
consumiéndome por completo.

Hunter besa el camino desde mi oreja hasta mi cuello, hasta mi


hombro.

—Nombre.

—Beau.
—¿Ex novio?

—Algo como eso.

—¿Lo amaste? —Sus dedos hacen cosas dentro de mí que no


puedo explicar. Solo sé que nadie me había tocado de esa
manera. Todo mi cuerpo se estremeció, hasta el alma.

—N-no. —no pude mentir.

—¿Te gustó?

La pregunta me sorprende. No pensé que el propio Beau me


hubiera preguntado eso nunca. Planto mis palmas en las
baldosas mientras Hunter me bajaba los pantalones por detrás
de una sola vez.

—No podemos tener sexo. No podemos romper las reglas. —logro


decir finalmente.

Suelta una carcajada diabólica, ahuecando una de mis nalgas y


apretándola con fuerza. Hunter aumenta su velocidad, frotando
mi clítoris y guiando su pene entre mis mejillas desde atrás. Sé
que está mirando lo que está haciendo, mi trasero blanco
desnudo estaba siendo empujado.

Mis piernas empezaron a temblar. Echo la cabeza hacia atrás,


feliz de que estuviera a punto de terminar. El orgasmo comenzó
a hacer cosquillas desde los dedos de los pies hasta el resto de
mi cuerpo.

Finalmente, finalmente, finalmente.

—Oh, Hunter. —odio lo bien que se siente su nombre saliendo


de mi boca. Cuán gemible era. Deja de frotarme y da un paso
atrás. Me toma diez segundos darme cuenta de que mi orgasmo
no se materializará. Me doy la vuelta con los ojos muy abiertos y
acusadores.
—¿Qué estás haciendo? —exijo sintiendo mi rostro caliente por
la confusión y el deseo. Eso nunca había ocurrido antes.

Se apoya contra el mostrador de Jack y Jill, sonriendo, su mano


metida en sus pantalones, jugando con su erección muy dura,
muy impresionante.

—Quiero hacerte correr. — suelta las palabras descuidadamente,


tan tranquilo que pensarías que estábamos hablando del clima.

—¡Entonces hazlo! —Frunzo el ceño tan profundamente que me


dolieron las cejas.

Se echa a reír, una risa alegre y cordial que suena por la


habitación como una canción. —Mira, yo también quiero
correrme. Al mismo tiempo, respeto tu inclinación a no cagar en
la regla del celibato. ¿Qué tal un compromiso?

No digo nada. Sé que no es justo esperar que él me hiciera venir


si no iba a corresponder. Pero algo sobre arrodillarse ante Hunter
se sintió muy mal. Aquí estaba un hombre que pudo haber sido
una broma en su propia familia, pero para todos los demás, él
era una deidad y yo no quería unirme a su religión. No quería
adorarlo.

Porque sé que era un dios en el que podía creer.

—Moriré antes de arrodillarme por ti. —levanto la barbilla.

Él arquea las cejas, luciendo sorprendido y completamente


entretenido. —¿Eso es así?

—Si.

—¿Por qué eso?

—Porque eres un hombre con un video sexual. No voy a ser una


muesca más en el poste de la cama.
Sonaba ridículo en voz alta, pero el sentimiento era claro. No
quiero ser una de muchas, especialmente sabiendo que él me
eligió solo porque no podía elegir.

—¿Sin embargo, estarías feliz si te hiciera correr? —pregunta,


para que pueda enfrentar la hipocresía de lo que estoy diciendo.

Me encojo de hombros. —Tú eres quien lo inició.

Tan madura, Sailor.

Riendo, se acerca a mí de nuevo, sonriendo como el gato que se


comió al canario. Bajando, se deshace de mis pantalones
recogidos en mis tobillos, tirándolos al suelo y dejándome
completamente desnuda de cintura para abajo. Luego, alcanza la
parte delantera de mi camisa.

—Solo para que conste, —dice sin tono, comenzando a tirar de


la tela hacia adelante, deliciosamente lento, con una sonrisa en
su cara—. Mirarme desde las rodillas es un gran ángulo de
mierda, así que quizás quieras reconsiderarlo.

—No gracias. —trago, sintiendo que mi camisa se rasga. El corte


de la tela contra mi piel suena entre las paredes. Lanza la bola
de tela detrás de su hombro, bajándome hasta el escalón de la
bañera y abriendo mis piernas con dedos fuertes. Observo con
asombro cómo mete la mano en mi entrada de nuevo, recoge mis
jugos y los frota contra mis pezones desnudos. No sé por qué no
lo detengo.

No sé por qué me quedo en la misma casa.

Ahora Hunter está de rodillas, con el codo apoyado en el borde


del jacuzzi, sonriéndome, como si estuviera tramando algo. Se
levanta, pegando su cuerpo musculoso y vestido encima del mío
desnudo, borrando mi ceño fruncido con un beso. Dejo que me
bese, siento sus dedos abrirse camino entre mis piernas abiertas
de nuevo. Mi cuerpo comienza a tararear en el momento justo,
agradecido por la atención.

Hunter besa el camino por mis senos, toma un pezón en su boca


y pasa su lengua alrededor de él juguetonamente. Suspiro,
mirándolo. Se mueve hacia el otro pezón, esta vez tirando un poco
con los dientes mientras frota mi clítoris con más fuerza. Todo mi
cuerpo se siente caliente y hormigueante.

Su lengua rueda por mi estómago, sumergiéndose brevemente


en mi ombligo en un remolino provocador y cosquilleante, luego
más abajo entre mis muslos.

—Premio gordo. —murmura mientras chupa mi clítoris,


abriéndome con ambos pulgares y estirándome al máximo. Sopla
aire frío dentro de mí, y tiemblo violentamente con un orgasmo
inminente antes de que empuje su lengua dentro de mí en un
golpe de castigo. El placer fue tan profundo, mi trasero se desliza
por las escaleras y suelto un grito.

—Ahhhhh.

Su lengua golpea mi clítoris, luego empuja dentro de mí de


nuevo. Mi espalda se arquea, todo mi cuerpo se sacude.

Golpe. Empuje. Golpe. Empuje.

Esto prolonga mi clímax, lo que me hace sentir tan agradecida


como enfurecida. Pero cuando el pináculo del placer finalmente
me golpea, fue tan gradual, tan intenso, cada músculo de mi
cuerpo se contrae, se sacude y se agita. Me estremezco por todas
partes, mis manos lo alcanzan, pero él atrae mis muñecas a mis
costados, inmovilizándome, sin dejarme tocarlo.

—Por favor. —ruego—. Por favor.


Levanta su cuerpo, bajándose los pantalones de chándal y los
calzoncillos, su furiosa erección justo frente a mi rostro. Me
retuerzo debajo de él cuando sus rodillas me enmarcaron desde
ambos lados, su erección frente a mi rostro.

—Chúpalo. —dice simplemente.

Abro la boca y lo tomo, sintiéndome avergonzada y gratificada


como resultado. Estoy rompiendo mi propia palabra, de hace
solo cinco minutos, porque se siente bien. Bueno, quizás no
técnicamente. No era yo la que estaba de rodillas por él. Había
subido de nivel con mi rostro. Pero eso era solo semántica.

Me pregunto quién diablos era yo.

—Corriéndome en tu boca ahora. —dice antes de que tuviera la


oportunidad de chupar. Me di cuenta de que correrme sola lo
había sacado. Le doy un leve asentimiento, sintiendo su mano
apretando mi cabello, guiando mi cabeza de la manera que él
quiere mientras se interpone entre mis labios. Un líquido espeso
y caliente se deslizó suavemente por mi garganta. Lo pruebo,
salado, tibio y pegajoso.

Hunter saca su polla de mi boca y pone su pulgar dentro de ella,


deslizando sobre mi lengua cubierta. Toma el residuo de su
semen y lo usa para frotar mi mejilla. Marcándome. Vuelve a
acomodarse con la mano libre.

—¿Ves, bebé? Cien por ciento domesticado. Puede que sea un


cazador, Sailor, pero creo que, en tu caso, me gustaría tenerte
como mascota temporal.

—Te odio. —digo en voz baja, sintiéndome tan caliente de


vergüenza que quiero explotar.

Se pone de pie, se da la vuelta y agita la mano con desdén, de


espaldas a mí mientras salía del baño.
—Sabes, probablemente lo hubiera creído si no fuera por mí
aliento de coño. Además, de nada por la inyección de proteína.
Trece

Sailor
Fue una combinación de muchas cosas lo que me llevó al centro
comercial.

Primero, Junsu me estaba ignorando mientras mi hombro


lesionado se recuperaba. Tomaba fisioterapia todos los días con
Dave, el tipo con el que Hunter me había recomendado. También
conseguí mis disparos y evité levantar objetos pesados, pero la
irritación de Junsu solo creció. En todo caso, ahora estaba
esquivando mis llamadas y siempre estaba ocupado cuando
llegaba al alcance. Deduje que no estaba contento con la
participación de los Fitzpatricks en mi carrera. No puedo culparlo
por completo. Los perros callejeros no eran leales y Hunter tenía
tanta hambre como ellos. Sin mencionar que solo su reputación
haría que Scott Disick pareciera sal de la Tierra.

Como he recibido una segunda opinión de otro médico como


prometí, que coincidía con el diagnóstico inicial sobre mi hombro,
atribuía el comportamiento de Junsu a un ego magullado y decidí
darle unos días para relajarse.

En segundo lugar, estaba mi terrible situación con la moda.


Tenía más entrevistas y asistía a sesiones de fotos, ahora que
Crystal me empujaba, y prefería hacerlo con ropa que no
implicara que me faltara tanto la vista como el sentido común.

La tercera razón es, lamentablemente, Hunter. No quiero


considerarlo un factor, pero la verdad es que quiero
impresionarlo. Quiero que piense que soy bonita, que se olvidara
de las Emilys y Alices del mundo.
De acuerdo, sí estoy siendo completamente honesta, la
transformación estaba relacionada en un noventa por ciento con
Hunter y en un diez por ciento por la creciente atención de la
prensa y mi exceso de tiempo libre. Pero eso no es algo que
estuviera ansiosa por compartir con otra alma viviente. Podía ser
mi secreto y de mi cerebro (obviamente ausente).

Así que aquí estamos, Aisling, Persy, Emmabelle y yo, armadas


con lattes de especias de calabaza a pesar de que las
temperaturas del verano se aferraban a los meses de otoño de
Boston por la vida, negándonos a retirarnos, cargando nuestras
bolsas de compras.

Había comprado todo un guardarropa de entrenamiento de


pantalones negros ajustados que eran tan cómodos como
pantalones de yoga, pero se veían elegantes como pantalones
puros. Mis camisas suaves y cómodas habían sido reemplazadas
por blusas cortas y modernas con encaje, patrones y diseños
cuidadosamente cortados, y también me habían intimidado con
éxito para comprar algunos vestidos lindos que sin duda nunca
usaría.

Les he jurado a mis amigas que tiraría a la basura a lo que ellas


llamaban mi guardarropa "destructor de erecciones",
principalmente pantalones de yoga que habían tenido más
lavados que los bañadores de Michael Phelps y sudaderas con
capucha que estaban tan deshilachadas que parecían haber
creado más mangas para ellas mismas. Para llevar el punto a
casa, mis amigas habían decidido acompañarme a mi
apartamento. Querían ver por sí mismas que me deshacía de mi
ropa vieja.

—¿Sabes qué sería genial? —Emmabelle detiene todo cuando


salíamos del centro comercial. Lo único que se me ocurrió fue
salir de aquí. Aunque no iba a ser esa aguafiestas.
—¿Conseguir un hombro nuevo? —pregunto con nostalgia.

—¡Cupcakes! —la sana Persy exclama.

—Lecciones de vuelo. —sugiere Aisling tímidamente, tapándose


la boca con su taza de café.

Comenzamos a detectar una vena rebelde en nuestra pequeña


amiga millonaria. Me dio más ganas de tenerla cerca. Además, el
hecho de que ella estuviera aquí hizo que la decisión de confiar
en mis amigas acerca de que Hunter Fitzpatrick se los comiera
como un buffet de todo lo que puedas comer bastante fácil.
Después de todo, Aisling era miembro de su familia inmediata, lo
que haría la revelación de que me había besado con su hermano
dos veces:

1. Más allá de la reparación de la amistad.

2. Peligroso.

¿Y si Aisling decidiera decírselo a sus padres? ¿O a su otro


hermano, Cillian? De hecho, ni siquiera necesita contárselo a su
familia para que sea un desastre. Si por casualidad alguien
descubriera que Hunter y yo habíamos estado admirando las
amígdalas del otro con nuestras lenguas, y supiera que Aisling
estaba al tanto de esa información, se tomaría la molestia por no
decirle a su familia. Fue una situación de perder-perder.

—Sailor debería cortarse el cabello. —Emmabelle enfatiza la


sugerencia cortando el aire con los dedos.

Niego con la cabeza con vehemencia.

—¡Y un tratamiento de keratina! —Aisling grita con los ojos muy


abiertos—. Un bob corto y recto con flequillo lateral se vería tan
Emma Stone en ella.
¿Desde cuándo Emma Stone era un adjetivo?

—Y entonces ella podrá capturar el corazón de Hunter y hacerle


ver la luz. —Persy junta las manos, parpadeando soñadoramente
al horizonte.

Quiero mutilarlas a todas con el martillo de Thor. Incluso


rompería mi regla de no levantar objetos pesados para que esto
suceda.

Le lanzo a Aisling una mirada para ver si tenía alguna opinión


sobre el último comentario de Persy. ¿Hunter había hablado de
mí con su familia? Pero su rostro estaba en blanco como una
mancha de nieve fresca.

Ni siquiera estoy en su radar cuando no estoy frente a su cara.

—Parece que lleva mucho tiempo. —señalo, frotándome la


nuca—. Además, realmente no quiero capturar el corazón de
Hunter ni ningún otro órgano.

—Te debo un regalo de cumpleaños. —Persy aplaude una vez y


me señala como diciendo lotería.

—¿Cuál es la prisa? Tu Netflix y tu edredón no van a ninguna


parte. —Emmabelle me agarra de la mano y me arrastra a un
salón llamado Citrus. Es lo suficientemente elegante como para
organizar una boda. Los estilistas parecen haber sido eliminados
de un episodio de The Hills, con gestos histéricos mientras hablan
de su cóctel nocturno favorito.

Antes de tener la oportunidad de decirle a Belle que tengo


problemas más urgentes que Netflix (con suerte en la forma de la
erección de Hunter y otros músculos notables), estaba sentada
en una silla, me tiraban del cabello, me cubrían con lociones
espesas, me lavaban, me cortaban, lavados de nuevo, secados
con secador, rociados y tirados hasta la muerte. Estaba medio
esperando parecer un caniche de concurso para cuando
terminara.

En algún momento, podría jurar que había sido rehén allí


durante tres días seguidos, pero cuando la peluquera, Brandie,
me suelta en la naturaleza, quiero derramar lágrimas de felicidad,
y no solo porque la tortura había terminado.

Ver mi cabello en el espejo fue una experiencia desgarradora.

Mechones lisos, brillantes y súper rectos enmarcando mi rostro.


Ahora tengo un flequillo agudo de barrido lateral que suavizaba
la línea de la mandíbula. El resto del bob cae sobre mis hombros
como hilos de terciopelo. No puedo creer que fuera el mismo
cabello áspero con el que había luchado después de un lavado.

En el tren de regreso a casa, Emmabelle y Aisling no podían dejar


de tocarlo. Persy se vuelve hacia mí de vez en cuando y articula:
"Emma Stone" y "Solo recuerda que puedes hacerlo mejor que
Andrew Garfield".

La verdad es que deshacerse de cuatro libras de cabello se sentía


bien. Fresco, incluso. No puedo recordar por qué había insistido
en no hacer nada con mi cabello en primer lugar. He pasado la
última década tan concentrada en el tiro con arco y demostrando
a otras personas que no necesitaba ser popular o bonita, que el
impacto del nuevo corte de cabello y la nueva ropa me humilló.

Todas las cosas que me había dicho a mí misma, que disfrazarse


era superficial, ensimismado y sin sentido porque todos íbamos
a envejecer y arrugarnos, de repente me sentí como una tonta
moralista. Porque, aunque sé que todavía estaba muy lejos de ser
perfecta, me sentía ... bonita.

Hunter no estaba en el ático cuando llegamos. Solo eran las ocho


y normalmente estudiaba hasta tarde. Aun así, era consciente de
mi decepción por no estar allí. No fue una puñalada al corazón,
intento razonar conmigo misma. Solo un pequeño corte de papel.
Superficial, poco profunda.

No estoy en riesgo de enamorarme.

Últimas famosas palabras.

Pido suficiente pho y cahn chua para hundir un barco, luego


procedo a probarme toda la ropa que había comprado mientras
Belle ponía Sex and the City de fondo y saltaba al sofá con una
tiara que había comprado en Claire's, bebiendo vino de la nevera
de vinos (de la que guardé las llaves, para asegurar la sobriedad
de Hunter).

Me divertía tanto que ni siquiera me importa cuando mis amigas


pusieron una lista de reproducción de Billboard Spotify.

Salgo pavoneándome de mi habitación y entro en la sala de estar


con un nuevo par de tacones rojos que me habían costado diez
dólares (¡una ganga!) Y un minivestido rojo a juego, sacudiendo
mi cabello brillante, cuando la puerta principal se abre. Hunter
entra, su corbata desabrochada, su cabello revuelto hasta morir,
su cuerpo alto y musculoso nos hacía parecer niñas a todas.

Tenía su mochila de la universidad y su maletín, cuando


regresaba de la escuela.

Me detengo en seco, el papel cortado en mi corazón se multiplicó


en mil nuevos.

Corte, corte, corte, corte, corte, corte.

La escena frente a él, de Belle y Aisling emborrachándose con


vino gratis cortesía de su padre, y Persy tomándose selfies con la
vista de fondo de la ciudad, ni siquiera parecía registrarse. La
única persona a la que mira es a mí.
Algo en el aire cambia cuando nuestras miradas se encuentran,
y me pregunto si mis amigas también lo sienten, la forma en que
el oxígeno chisporroteaba y crepitaba a nuestro alrededor, una
hoguera ganando cuerpo, velocidad y calor.

Sus labios se separaron y toda la habitación contuvo el aliento,


a excepción de Aisling. Había algo magnético y animal en la
presencia de Hunter.

—Me gustaría sacar provecho de nuestro trato ahora. —dice


simplemente, ignorando al resto de las chicas, como si ni siquiera
existieran.

El trato: beso en toda regla, segunda base, chupa tetas y manoseo


de pollas. Ah, y puedo frotarme contigo.

Esas fueron sus palabras. No mías. Se me seca la boca.

—Como puedes ver, estoy pasando el rato con amigas. —hago


un gesto torpe hacia Emmabelle, Persy y Aisling. Esta última
coloca su copa de vino en la mesa de café y finge leer algo en su
teléfono, frunciendo el ceño con remilgo.

—Como puedes ver… —responde con la misma voz mesurada, y


de repente, la música se detiene y supe que todos estaban
pegados a nuestro intercambio—. Me importa un carajo. —Sus
ojos se posan en su ingle, y sigo su línea de visión, encontrándolo
duro. Desde esta posición, él parado frente a mí, yo era la única
que podía verlo. Aun así, el peligro de ser atrapada me emocionó.

Le lanzo una cortés sonrisa. —Puedes esperar.

—O ellas se pueden ir. —responde—. Un trato es un trato, y


puedo ser un mal hombre de negocios, pero como todos los
Fitzpatrick, no me tomo a la ligera que me jodan.
En mi periferia, Emmabelle se aclara la garganta y empieza a
recoger sus cosas. Persy hace lo mismo y Aisling se apresura a
ir a la cocina para vaciar su copa de vino en el fregadero y
enjuagarla. Me pregunto qué estarían pensando. ¿Qué tan mal
iba a ser interrogada por esta escena? No sé por qué Hunter fue
tan descuidado al insinuar que deberíamos dormir juntos. Hay
tres testigos presenciales aquí. Todas ellas podrían
potencialmente vendernos. Sé que mis amigas son dignas de
confianza y nunca lo harían. Pero no lo hizo.

Espinosa, desafiante y cansada de los pequeños cortes de papel


en mi corazón, levanto la barbilla. No podía seguir empujándome.
Después de todo, yo era su guardián.

—Mis amigas se quedan. —digo con frialdad—. Siéntete libre de


tratarte a ti mismo con una ducha fría si no puedes soportar el
calor. —me doy la vuelta, me dirijo al sofá y reinicio Sex and the
City. Puedo sentir las miradas contemplativas abrazando mi
rostro. Pongo mi expresión de no me jodan y mis tres amigas se
sientan en el sofá junto a mí, aunque parecen más prisioneras
que participantes dispuestas.

—Hmm… Hola, Hunt. Mamá dice que ha intentado llamarte toda


la semana. —murmura Aisling, con los ojos pegados a su regazo.

Hunter la ignora, todavía prendiéndome fuego con sus ojos.

—Hola, Fitzpatrick. —Emmabelle cruza los tobillos sobre


nuestra mesa de café, poniéndose cómoda—. Te ves bien en traje
de tres piezas. Jefe.

—Por favor, —resopla, mirándola—. ¿Parezco quebrado? Brioni.

—Guau. —Emmabelle suelta un silbido bajo y, por alguna razón,


estaba patéticamente extasiada al descubrir que Hunter era
completamente inmune a los encantos de mi hermosa y elegante
amiga—. Eres incluso más idiota de lo que dejan ver los rumores.
—Idiota es la palabra clave. —se queja, pisando fuerte su camino
a su habitación, sus ojos todavía en mí—. Sin nadie que lo
aprecie.

Esa es mi señal para ponerme roja tomate y desearle todas las


muertes atroces registradas en la Tierra. Tan pronto como Hunter
estuvo fuera del alcance del oído, todos los ojos se volvieron a
mirarme.

—¿Puedo decir algo antes de que todos te bombardeen con sus


dos centavos? —Aisling levanta la mano tímidamente, como si
estuviéramos en un salón de clases.

—No. —disparo al mismo tiempo que Persy y Emmabelle dicen


que sí.

Se aclara la garganta, acomodándose en el sofá de mi Hunter.

—Amo mucho a mi hermano. En realidad, es una persona


estupenda cuando lo conoces. La gente lo juzga por los titulares
que publica, pero yo lo conozco como el tipo que viene a visitar
cada día festivo con regalos, abrazos e historias divertidas sobre
su vida. Pero… Sailor, es un mujeriego. Te hace pensar que eres
el centro de su mundo sin siquiera quererlo, luego desaparece
cuando se aburre y se cansa de ti. Y siempre se aburre y se cansa
de las mujeres. Lo he visto desfilar no menos de veintitrés citas
en los años que estudió en California. Traía una nueva chica a
casa en cada vacación, a veces las cambiaba en el transcurso de
las horas, como si fueran ropa interior. Nunca les contaré a mis
padres sobre ustedes dos. No es asunto mío decírselo. Sin
embargo ... —Ella mira hacia otro lado, por la ventana, así que
no podía leer su rostro.

¿Qué esperaba esconder? ¿Lástima? ¿Vergüenza de segunda


mano?
Ella sacude su cabeza. —Todo lo que digo es, recuerda que es
solo por el momento. Me gustaría pensar que algún día Hunter
encontrará su langosta. Pero a los diecinueve, es poco probable
que sea pronto.

El silencio cae sobre nosotras mientras considerábamos lo que


Aisling acababa de decir.

—Las langostas no se aparean de por vida. —espeto, y todas me


miran confundidas. Vierto el resto del vino en una copa y me lo
llevo a la boca con un encogimiento de hombros—. Lo siento, pero
Friends no es la fuente más confiable de conocimiento general.
Phoebe, en particular, siempre me pareció un cañón suelto. De
todos modos, las langostas, de hecho, no se aparean de por vida.
En realidad, el macho dominante se aparea con un harén
completo de hembras de langosta en una serie de aventuras que
dura aproximadamente dos semanas. Básicamente, las
langostas no son como cisnes o pingüinos. No son monógamos.
Son los idiotas del reino animal, los que vomitan en los zapatos
de la gente durante las fiestas de fraternidad después de perder
apuestas y poseen varias cuentas de Instagram. Si alguna vez
hubiera un animal que mereciera ser hervido vivo, chillando de
horror, para expiar sus pecados, ese sería la langosta. No es que
absuelva este tipo de comportamiento hacia las langostas. Ellos
también son personas, después de todo. —termino con una
broma tonta, como si todo el monólogo no fuera lo
suficientemente digno de una institución mental.

Me miran en silencio. Supongo que se estaban preguntando de


qué en el Dios siempre amoroso estaba hablando. ¿Por qué no
estaba llegando al punto de Hunter y yo? Decido envolverlo,
tragar el vino y colocar el vaso vacío en la mesa de café.

—Entonces, supongo que lo que estoy tratando de decir es que


Hunter es una langosta. Yo sé eso. Ten la seguridad, Aisling, que,
si alguna vez me encuentro en un estado de locura temporal y
decidiera tomar a tu hermano como amante, me asegurare de
recordar que él no es de los que se casan.

Persy, Emmabelle y Aisling necesitaron unos segundos de


silencio para recuperarse. Después de eso, Emmabelle fue la
primera en hablar.

—Suéltalo, perra. Tienes algo por él.

Persy se tapa la boca con la mano anillada. —Pobre Sailor. Esto


está más allá de lo curable. ¿Escuchaste ese monólogo? Ella está
legítimamente perdida.

—Causa perdida. —Aisling asiente con gravedad, haciendo la


señal de la cruz, lamentando la muerte prematura de mi lógica.
Podía ver de dónde venían. Hunter era peligroso. Me arroja
bocados de simpatía y dulzura en un momento, y era duro y
cerrado al siguiente. Es demasiado impredecible para que yo
pudiera contar con él en el departamento del corazón.

O el departamento de bajar el asiento del inodoro.

O cualquier departamento, de verdad.

—Quizás él sienta lo mismo. Ese era el plan, después de todo.


Conseguir que se enamoren. —reflexiona Persy.

—Dudoso. Escuchaste a Aisling. La hombría de Hunter es peor


de lo que pensábamos. —Emmabelle frunce el ceño, como si
estuviera en medio de calcular nuestro próximo movimiento.

—Ni siquiera me agrada. —casi enseño los dientes y estallo en


una risa nerviosa. Mi teléfono vibra con un mensaje de texto. Es
la comida. Persy va a recogerlo al vestíbulo mientras yo niego con
la cabeza, rezando para que las paredes fueran lo suficientemente
gruesas para que Hunter no escuchara esto.
—Sólo sé cuidadosa. —Aisling frota mi brazo.

—Jee.sus. ¿Qué te hace pensar que quiero hacer algo más que
golpear la cara de tu hermano?

—¿El hecho de que nos hayas descrito con mucha pasión lo


desapasionado que eres con él? —ofrece Emmabelle.

—También lo miraste como si estuvieras a punto de saltar sobre


sus huesos. —suministra Aisling, metiendo la barbilla contra su
pecho.

—Además, tu rostro se puso rojo en el momento en que entró, y


aún no ha adquirido un tono más humano. —concluye
Emmabelle.

—Lamento decepcionar, pero no hay nada entre


nosotros. —cruzo mis brazos sobre mi pecho. Ahora estaba
mintiendo en toda regla, pero estaba demasiado mortificada para
dar marcha atrás. ¿Qué tan tonta fui para dejar que me tocara?
¿Dejar que las cosas progresen como lo habían hecho?

—Está bien. —dice Aisling.

—Cierto. —repite Emmabelle.

—¡La comida está aquí! —Persy irrumpe por la puerta con dos
enormes bolsas de plástico en las manos. Hunter se materializa
en el pasillo, recién duchado, sus rizos rubios húmedos y
deliciosos contra su piel resplandeciente, vestido con sus eternos
pantalones grises de diseñador y una camiseta negra que
mostraba sus rasgados y bronceados abdominales.

—Te necesitan. —me señala.

—¿Para qué? —lo miro con recelo. Si las miradas mataran,


Hunter sería cortado por la mitad, sangrando en el suelo de
mármol.
—Tengo una araña en mi habitación y necesito que la mates.

Es la excusa más tonta que jamás había escuchado.

Aisling mira hacia arriba, horrorizada. —¿Le pides a Sailor que


haga esas cosas? —Ella arruga la nariz.

Hunter reconoce a su hermana por primera vez desde que llegó


a casa con una mirada gélida.

—El chovinismo está por debajo de ti, Ash. Este es el siglo XXI.
¿Tienes idea de cómo me veo luciendo un delantal? Ven, CT.

CT. Dios. Iba a apuñalarlo.

—¿CT? —Emmabelle enarca una ceja espesa y cuidadosamente


cepillada.

—Carrot Top. —dice.

—Vaya, eres un idiota. —murmura.

—Espera a conocer a mi hermano mayor. Hace que los asesinos


en régimen de aislamiento parezcan una canasta llena de gatitos.

—Tan borracha como estoy de estar a la altura de la ocasión,


puedes hacerlo tú mismo. —aparto la mirada y ayudo a Persy a
colocar toda la comida en la mesa de café.

—He estado haciendo suficiente bricolaje bajo este techo. —agita


su mano derecha, ganándose las risas de Persy y Belle y una
mirada de disgusto de su hermana—. Pero no te preocupes.
Supongo que transferiré la araña directamente a tu habitación.

No hay ninguna araña. Lo sé. Él lo sabía. Solo mis amigas tenían


tan poca fe en él que de hecho creían que Hunter era capaz de
encargarme este lío.
—Hazlo. Ponlo en mi almohada. En algún lugar donde pueda
encontrarla.

—Entendido, jefe. —Hace un saludo burlón, se da la vuelta y


regresa por el pasillo. Me meto un calabacín en tempura en la
boca, fingiendo no obsesionarme con la pequeña posibilidad de
que hubiera una araña y que estaba a punto de ponerla en mi
almohada. Si Hunter encontraba una araña para usar como
excusa para quedarme a solas, no tenía ninguna duda de que
tomaría represalias cumpliendo su promesa. En todo caso, eso
me haría migrar a la sala de estar o su dormitorio para pasar la
noche.

Astuto, bastardo de sangre azul.

Y su familia piensa que es estúpido.

Hunter hace un espectáculo al entrar en su cuarto de baño tan


fuerte como humanamente posible, pasando de su habitación a
la mía, silbando el tema principal de Kill Bill con calma.
Emmabelle se echa a reír, mientras Persy y Aisling intercambian
miradas preocupadas. Me quedo quieta, mi cuerpo zumba con la
necesidad de saltar y echar un vistazo.

Una araña.

En mi almohada.

El suspenso me está matando.

Quizás la araña misma era la siguiente. ¿Y si fuera una viuda


negra? ¿Una araña de espalda roja?

Me pongo de pie. —Solo voy a… —señalo con la mano hacia mi


habitación.

Mis amigas asienten al unísono.


—Sí, probablemente deberías. —chilla Persy.

Navego por el pasillo con esos malditos tacones, mirando a


izquierda y derecha, encontrando a Hunter regresando a su
habitación, de espaldas a mí. Lo persigo, agarrando el dobladillo
de su camiseta. Me ignora, esencialmente arrastrándome a su
habitación, ya que no lo suelto. En lugar de darme la hora del
día, continúa directamente hacia su baño, tirando un trozo de
papel a la basura.

¿El papel que usó para mover a la araña del punto A al punto B?

—No hay una araña. —le frunzo el ceño.

Nuestros ojos se encuentran en el espejo. Mira hacia abajo para


abrir el grifo, con una pequeña sonrisa en su rostro. Se toma su
tiempo, se lava las manos de la araña probablemente imaginaria,
se las seca con una toalla y luego se da la vuelta para mirarme.
Cuando lo hace, me aprieta con su cuerpo, haciéndome
retroceder un paso hacia la ducha. La puerta de cristal está
abierta y mi hombro lesionado choca contra ella. Me estremezco.

Hunter recoge un mechón de mi cabello recién cortado y lo frota.


Ambos miramos su magnífica suavidad, tan delicada que temo
que se derrita como mantequilla entre sus dedos.

—Cortarte el cabello no me impedirá agarrarlo cuando tengamos


relaciones sexuales. —dice sin tono.

Aparto la mirada, sintiendo el calor de mi rostro. —¿Hay o no


hay una araña en mi habitación? —pregunto, mi respiración
bailando detrás de mi caja torácica.

Hunter todavía frunce el ceño ante mi cabello, dando otro paso


adelante. Doy otro paso hacia atrás, con cuidado de no golpear
las baldosas.
—Eres una pequeña bruja astuta, dejándonos creer que tenías
un aspecto aburrido.

—Tengo un aspecto aburrido. —contrarresto, todavía


preocupada por la araña.

Sacude la cabeza, su mirada se desliza de mi cabello a mis ojos.

—¿Qué voy a hacer contigo, aingeal dian? —envuelve sus manos


alrededor de mi cuello y rostro, inclinando mi cabeza hacia
arriba.

Verlo mirarme me hace sentir como si estuviera enterrada viva.


Antes de que sus ojos se posaran en mí, siento que estaba usando
la piel equivocada, el rostro equivocado. Por su mirada, me siento
hermosa y eso es muy adictivo.

Doy otro paso hacia atrás involuntariamente. Esta vez mi


espalda golpea las baldosas con un ruido sordo.

—Tenemos que detenernos. —grazno.

—¿Detener qué? —finge inocencia, su intensa expresión se


vuelve en blanco.

—Esta cosa entre nosotros. Eres un maestro en las aventuras.


Yo no lo soy. Vine aquí para saber si hay una araña en mi
habitación.

—No la hay. —dice con facilidad, una de sus manos estirándose


detrás de mí—. Y no insultemos tu inteligencia pretendiendo que
se trataba de la maldita araña.

—Tú eres el que ideó este plan. —le recuerdo.

Me pregunto sobre los números mientras su cuerpo se acercaba


más al mío, tentadoramente caliente, atractivo e irresistible.
Número de corazones que perecieron en la estela de la tormenta-
Hunter

Número de veces que había escuchado la palabra no y sin


esfuerzo la convirtió en un sí.

Número de lágrimas derramadas por esta hermosa criatura, que


no pudo evitar ser quien era.

—Sí. —sisea, presionándome contra las baldosas ahora, mi


pecho contra su parte superior del vientre, nuestros muslos
alineados, nuestras bocas casi rozándose—. Pero nunca voy a
dejar de insultar mi propia inteligencia.

—Hunter Fitzpatrick, ¿cuáles son tus intenciones con mi


virtud? —miro hacia arriba, preguntando por primera vez de una
manera real y directa.

Me sonríe con satisfacción.

—Es curioso que pregunte, señorita Brennan. Me temo que voy


a buscar la destrucción completa.

Con un movimiento rápido, abre el rociador de la ducha,


empapándonos a los dos. Dejo escapar un grito, aferrándome a
su cuerpo mientras el agua fría me golpeaba la carne con fuerza.
Escucho su risa grave mientras me levanta y me envuelve como
si fuera un pulpo, sumergiendo su boca en la mía antes de que
pudiera protestar.

En algún lugar en la parte de atrás de mi cabeza, recuerdo que


tenía amigas esperando en la sala de estar, y que una de ellas
está relacionada con la sangre de la persona que me devoraba en
su ducha, mientras ambos estamos completamente vestidos, yo
con un vestido rojo y tacones a juego todavía.
Tampoco se me escapa que estaba cometiendo el mismo error
que juré no cometer en la sala de estar hace unos minutos,
cuando Aisling me recordó quién era su hermano. Pero estoy
completamente indefensa. Cautivada bajo su hechizo.

—Eres una langosta. —murmuro en nuestro beso mientras su


lengua explora el interior de mi boca. Mi mano encuentra su
erección a través de sus pantalones de chándal y lo froto por sí
solo, sintiéndolo hincharse y sacudirse. Él es mi automedicación.
Mi alcohol. Mi cocaína. Mi píldora para el TDAH sin receta,
diseñada para mejorar mi desempeño emocional.

—¿Es esta una referencia de Friends? Porque soy de la


Generación Z y no estoy completamente inmerso en la cultura
popular de los noventa. —empuja mis bragas a un lado debajo
de mi vestido, tocándome. Gimo cuando sus dedos se encuentran
con mi interior de nuevo. Todavía me dolía la carne porque ayer
me penetró con los dedos y la lengua. Pero cada centímetro
dolorido de mí se envuelve contra él, apretándolo y dándole la
bienvenida como un tornillo de banco.

Bienvenido a casa.

—Las langostas son la puta de la naturaleza. Simplemente


tienen esta increíble reputación como criaturas monógamas. Lo
cual es ... estúpido. Tan estúpido. Son literalmente las
cucarachas del océano. —digo, dejando que me bese mientras el
agua golpeaba sobre nosotros. Él hace Hmm en mi cuello, su boca
moviéndose hacia mis pechos.

—Odio las langostas. —suspiro cuando sus dedos se curvaron


de esa manera que hizo que mis entrañas se apretaran. Estaba
desesperada por quedarme fuera del momento, por absorber
desde lejos. —Y odio Friends.
Deja de devorarme y da un paso atrás. El agua goteaba de la
punta de su nariz recta y estrecha. Su barbilla cuadrada con
hoyuelos y sus labios carnosos brillaban con agua. Se le pegan a
las pestañas, tiene grandes pestañas, como Zayn Malik,
realzando aún más su despiadada belleza.

—¿Estamos bien? —inclina la barbilla hacia abajo. Era nosotros


de nuevo.

Niego con la cabeza. —Sé que hicimos un trato, Hunter, pero no


sé si puedo volver a hacerlo.

—¿Hacer qué?

—Besarte. Chuparte. Poner tu boca sobre mí. Como dijiste, esto


es temporal y no sé cómo vas a salir de esto, pero si soy honesta
conmigo misma, creo que podrías lastimarme si lo dejo ir más
allá. Soy ese tipo de chica.

—¿Qué tipo es ese?

—Del que se apega.

—Eres más fuerte que apegarte a gente como yo.

—Soy fuerte, sí. Pero ser fuerte no significa que nunca te


lastimes. Significa tener una alta tolerancia al dolor. No soy lo
suficientemente tonta para amplificarlo.

Se pone serio, frotándose el pómulo con los nudillos. Cierra el


agua, lo que de alguna manera me hace sentir aún más frío. No
puedo leer su cara. Tenía muchas expresiones faciales, prueba
adicional de que estaba lejos de ser estúpido.

Me mira con fría cortesía.

—¿Es por eso que te cambiaste el cabello? ¿Tienes un nuevo


guardarropa? ¿Por qué no quieres que sigamos haciendo
esto? —pregunta uniformemente. Está demasiado orgulloso y
seguro de sí mismo para sentirse herido por esto.

Dejo que mis hombros suban y bajen. —Quizás quería


impresionarte. Pero tú no me dejas.

—Demasiado tarde. —dice, alcanzando su toalla y tirándola en


mis manos—. Pero si eso es lo que quieres, lo respeto.

—¿De verdad?

Asiente con la cabeza en un sí silencioso. Se siente como el final


de algo grande. Algo que cambia la vida. Algo por lo que mamá y
papá habían estado orando.

Me limpio todo lo que puedo y regreso a la sala de estar con el


rabo entre las piernas. Ninguna de mis amigas me pregunta
sobre mi cabello húmedo o mi expresión hosca. Las veo comer,
les doy un abrazo de despedida y las observo desde las ventanas
del piso al techo mientras se acurrucaban hacia la estación de
tren, figuras encorvadas, probablemente hablando del curioso
caso de la araña.

Me arrastro hasta la cama.

El sueño nunca llega.


Catorce

Hunter
Canción del día: "I Can’t Get No Satisfaction" de The Rolling
Stones.

El día después de que Sailor me bloqueó la polla, todos parecían


deliciosamente apetecibles para ser asesinados.

Pa es un capullo, los cuernos de Cillian son extra puntiagudos y


Syllie está escondido en su maldita oficina, sin hacer nada
sospechoso o digno de mención. Knox estaba en nómina
grabando su trasero casi las veinticuatro horas del día y viviendo
en una camioneta para asegurarse de captar todas las
conversaciones que tenía el hijo de puta, y, aun así, nada.

Dos secretarias se me insinuaron y olvidaron el memorando de


que yo era el cabeza hueca de la oficina o que Pa me envió como
prueba. Las rechacé de una manera poco educada ("Mi polla está
dicktation37").

Pensé en enviarle un mensaje de texto a Sailor, estuve cerca de


hacerlo tres veces, pero me di cuenta de que sería egoísta.

De todos modos, ella no estaba completamente equivocada.

Nuestra mierda de arreglo tenía tres meses para seguir su curso,


y luego ella iba a superarlo (y yo finalmente dejaría de superar
uno).

Obviamente, me entristecería verla irse, pero conservarla nunca


había sido una opción. Si tuviera que adivinar, la pérdida de

37
Referencia a que esta en un período de vacaciones
Sailor se sentiría como la pérdida de una pizza realmente buena
en la que algún idiota estornudó. Sería una mierda, pero al
menos lo habría probado, y había más restaurantes para elegir.

Como sea.

Sailor no estaba allí cuando llegué a casa esa noche de otra


agotadora clase nocturna. Esta vez le envié un mensaje de texto,
solo para asegurarme de que estaba bien. Ella me respondió que
regresaba al club de tiro con arco después de pasar tiempo con
Ash y la versión Sweet'N Low de los gemelos Olsen. Sailor pasaba
mucho tiempo con Ash, lo que me hizo creer que tal vez la vería
incluso después de que terminara nuestro arreglo.

Solo para que eso funcione, tendría que atender las llamadas de
mi madre y pasar tiempo con mi familia. Eso no iba a suceder
pronto, aunque le había prometido a papá que asistiría a las
funciones sociales familiares.

La noche siguiente, llego antes de que Sailor llegara a casa. Hoy,


le había dejado una nota con un café antes de irme a trabajar,
deseándole un buen día, porque aparentemente me estaba
convirtiendo en la dulce abuela de alguien.

Lo primero que noto en el trabajo es que Sylvester no estaba allí.

—¿Has visto a Syllie? —meto la cabeza en la oficina de Cillian.


Está sentado detrás de su escritorio, ahogándose en planos de
refinería. Lleva un oxxford hecho a medida y lleva el cabello
peinado hacia atrás con esmero. Era golpeable hasta la maldita
culpa.

Él mira hacia arriba, sus labios fruncidos por la molestia por mi


existencia. Sabía que yo incomodaba su estilo con mi soy un
perdedor en general. Era como dirigir la Casa Blanca con David
Hasselhoff como vicepresidente.
—Su esposa está pasando por un procedimiento médico menor.
No estará aquí hoy.

—No jodas. ¿Ella está bien? —no podía ocultar mi alegría, que
apestaba. Pero su ausencia significaba que podía fisgonear en su
oficina. Esperaba que no fuera nada serio, como quitar un lunar
o hacer una operación de senos (si es que eso ya existía. Todo el
mundo sabía que el mundo ahora se trata de operaciones de
culo).

—¿Y qué, plegaria, te hizo confundirme con alguien que se


preocupa?

Abro la boca para responder, pero él me ahuyenta con un


movimiento de muñeca, con los ojos todavía en los planos. —No
importa. La vida es demasiado corta para escuchar tu respuesta.

—Pendejo. —murmuro, mirándolo con el ceño fruncido.

—Eso, lo soy. Y como uno, tiendo a cagarme por aquellos que me


cabrean. Mejor da un paso atrás, ceann beag.

Luego de esas palabras de despedida, corro a la oficina de Syllie,


deslizo las persianas de sus paredes de vidrio y comienzo a
revisar sus cajones para encontrar algo que pueda darme una
pista sobre sus planes.

Estoy a punto de salir de su oficina con las manos vacías cuando


noto algo en su escritorio, a plena vista, en un lugar que ni
siquiera había pensado en mirar. Un pedazo de papel. Doy
marcha atrás, frunciendo el ceño. Es una lista de nombres. La
mayoría de ellos no los reconocí, pero uno se destacó, porque era
la misma chica que hacía relaciones públicas para Sailor. ¿Por
qué Syllie necesitaría relaciones públicas? ¿Qué escándalo
planeaba apagar? No se postulaba para un cargo político, eso
era absolutamente seguro. Era el tipo de cara de mierda al que
solo le importaba ganar dinero. El sector público no le atraería.
Tomo una foto de los nombres con mi teléfono, tomo una nota
mental para buscarlos en Google y salgo corriendo.

En el momento en que salgo de su oficina, choco con un cuerpo


delicado.

—Hunter. —gime un delicado chillido.

—¿Mamá?

Ech.

Aprieta su pequeño bolso Balenciaga contra su pecho, luciendo


un vestido con un patrón a juego. Jane Fitzpatrick había llevado
la apariencia a la unión entre ella y Pa, y yo la seguí en ese
departamento. Se ve hermosa e igualmente enojada. Cejas
juntas, boca plana.

—Has estado evitando mis llamadas. —dice. No Hola. No como


estas. Directo a decir lo jodidamente obvio.

Me has estado evitando, quería contraatacar. Durante trece años,


para ser exactos. Cuando Pa quiso enviarme lejos, deberías haber
dicho que no. Cuando me echaron de Eton, deberías haberme
traído de vuelta. Nunca peleaste por mí, mamá. ¿Por qué pelearía
por ti?

—Estuve ocupado. —Me meto un chicle de canela en la boca y


me dirijo a mi puesto fuera de la oficina de Pa. De vuelta a mi
lugar de perrito—. ¿Necesitas algo?

¿Clases para padres?

¿Compás moral?

¿Un maldito corazón?

—Si. Algún tiempo con mi hijo.


Ahhh, eso no. Continua, sin inmutarse, mientras acelera el paso
para alcanzarme.

—Tu padre dijo que te veríamos más, que era parte de tu trato.
Pero cada vez que me comunico con Sailor para hacer los arreglos
para la cena, ella dice que estás demasiado ocupado y que nunca
contestas el teléfono.

Sailor me había estado dejando bastante descuidado en las


últimas semanas. La verdad es que los esquivé directamente.
Hasta ahora me las había arreglado bastante bien. Entre la
universidad, el trabajo, la lesión de Sailor y esa pelea de pub, mi
vida había sido una bolsa de golosinas de calamidades.

—Una pena, mamá. Bueno, de todos modos, nos hemos visto


hoy, lo cual ha sido bueno. Excelente. Eso debería ayudarnos
hasta el próximo mes.

—En realidad, vienes esta semana. —Sus tacones altos


golpearon el suelo de mármol con rabia. Me siento como un idiota
por hacer que me persiguiera, pero no lo suficiente como para
detenerme.

—Explica. —Doblo en la esquina. Ella me sigue.

—Hablé con Sailor. Dijo que te hará venir, pase lo que pase.

Ciertamente eso no fue lo que me dijo cuando lo intenté con ella,


pienso con irritación. Aun así, me molesta que mi agarre sobre
Sailor se estuviera aflojando. Realmente está dando un paso atrás
de esta cosa entre nosotros, de ahí los planes con mi mamá.

—Ella es mi asistente personal ahora. Dulzura. —me detengo en


mi escritorio y hojeo archivos sin ningún propósito solo para
parecer ocupado—. Bueno, entonces está arreglado. ¿Algo más?

—Si. Es el viernes. Estoy cocinando. Y tengo otra pregunta.


—Por supuesto que sí.

Me estoy convirtiendo en Cillian y lo odio. Ser un capullo no me


resulta fácil.

—¿Qué he hecho para que me odies? —Ella me mira y podía ver


en mi periferia que sus ojos brillan con lágrimas no derramadas.
Mierda. Esta no es una conversación que quisiera tener, en la
oficina o en absoluto. No levanto la vista del archivo por el que
estaba navegando.

—Nada. Creo que es seguro decir que no hiciste absolutamente


nada por mí. —digo, corrigiéndome—. quiero decir, conmigo.

Cierro el archivo con un ruido sordo, evitando la mirada que


había estado pidiendo.

La idea de que Sailor viera de primera mano lo poco que mi


familia pensaba de mí era exasperante, pero inevitable. Ya lo
había hecho, en la mierda de la caridad, pero no había estado
sentada con nosotros, así que no era como si lo hubiera
experimentado desde la primera fila. De todos modos, no debería
importarme. Según lo establecido, no somos nada el uno para el
otro.

—Ojalá supieras toda la historia. —Ella olisquea, mirando hacia


abajo.

—Ojalá me importara.

HHH: Gracias por la cena de emboscada.

Sailor: En cualquier momento.


HHH: ← No voy.

Sailor: ↑ Me temo que no es opcional. Mis padres estarán ahí.


Sam también.

HHH: Suena como una intervención.

Sailor: Nop. Mantén tu m*erda junta.

HHH: No puedo creer que cayera con una chica que no


deletrea la palabra mierda.

Sailor: ¡Hunter!

HHH: ¿Qué? Es como estar a un paso de una monja. Siento


que esto es digno de una lista de deseos. ¿Puedo tachar a la
monja?

Sailor: Soy agnóstica.

HHH: Te mostraré la luz.

Sailor: Ya me has mostrado muchas cosas. Ninguna de ellas


piadosa.

HHH: No según tus gemidos.

Sin respuesta. Por supuesto que tengo que dar un paso


más. Esto era cuando solía renunciar a una chica,
considerándolo demasiado trabajo. Pero con Sailor, su desafío me
excita.

HHH: ¿Te voy a ver hoy?

Sailor: Estoy viendo cintas después de la práctica hasta


tarde. Entonces tengo una sesión de fotos para una revista
deportiva.

HHH: *tacha toquetear a una celebridad. También. *


HHH: Esperaré. ¿Qué pido a DoorDash?

Sailor: ¿Ofrecen modales?

HHH: Sushi con un lado de mi sentido del humor superior.

Sailor: Trata de asegurarte de que el repartidor mantenga su


ropa puesta esta vez.

HHH: Sin promesas.

Por la noche, Sailor y yo comemos sushi mientras escuchamos


las cintas de Syllie e intentamos decodificar algunas de sus
conversaciones. Se siente como un par amigos estudiando para
un examen juntos o alguna mierda. Sigo puntuando mi discurso
con mis palillos y preguntándole: "¿Y qué hay de eso?"
"¿Escuchaste lo que acaba de decir?" "¿Suena sospechoso?"

Llegamos a algunas conclusiones, aunque no precisamente una


mierda innovadora. Syllie definitivamente odia a Cillian con una
puta pasión shakesperiana. También odia a Pa, pero trata de ser
profesional cuando habla mal de él. No habla de mí en absoluto,
algo que ni yo ni Sailor señalamos por el bien de mi ego, que en
ese momento estaba irremediablemente destruido.

RIP, orgullo. ¿Puedes perderte algo que nunca has tenido?

—Creo, —dice Sailor mientras empaca los contenedores vacíos,


preparándose para tirarlos a la papelera de reciclaje—, que él
definitivamente está escondiendo algo. Y si quieres algo lo
suficientemente fuerte, más que la persona a la que te enfrentas,
tú siempre lo obtienes. Entonces, sí, puedes atraparlo.

Prefiero atraparte —¿Estás hablando por


experiencia? —pregunto. Quiero saber por qué siempre parece
estar a un paso de desmembrar a Lana Alder. No es que Sailor
necesitara mucho para enojarse, pero su odio hacia la ardiente
arquera parecía personal, íntimo. Conocía a mi compañera de
cuarto y ella no incluía a personas en la lista negra a menos que
fueran capullos de grandes ligas.

—No lo sé. —dice en voz baja—. Supongo que lo descubriré


pronto.

—La he visto en acción. —Meto una lata vacía de LaCroix


directamente en el reciclaje. Ambos sabemos de quién estoy
hablando—. Ella no es una arquera nativa. Ella no es tú.

—El talento es solo un ingrediente. No es un plato perfectamente


ejecutado. Hay otros factores a considerar. —Se mantiene
ocupada ordenando la mesa de café.

—Tú también tienes la receta. —Le quito la basura y la desecho


yo mismo.

—Entonces, ¿por qué está ganando? —pregunta suavemente


detrás de mí—. Porque ahora mismo, parece que sí. ¿Qué tiene
ella que yo no tenga?

—Fama. —Mi espalda aún está hacia ella mientras continúo


moviéndome.

—Y belleza. —finaliza.

Quiero decir que no, que Lana Alder no tiene ni una vela ante su
misteriosa, puñetazo-en-las-bolas belleza. Sailor tiene disciplina,
pasión y moral, y no se puede vencer eso con una sonrisa blanca
y llena de dientes.

Lo sabía, porque era una Lana, y los tipos con talento siempre
me dejaban comiendo polvo cuando llegaba la meta.

Mira a mi amigo Vaughn, que consiguió una pasantía en


Inglaterra.

O Knight, que asistía a la universidad de su elección y estaba


matando la mierda de la vida.

Quería decir que la realidad se pone al día con el mito. Siempre.

En cambio, me vuelvo a ella y le beso la sien. —Solo


fama. —digo.

Ella asiente con la cabeza, pareciendo entender todo lo que no


estoy diciendo. Sailor corresponde presionando su mano sobre
mi corazón, impidiendo que me aleje.

—Sobre Syllie. —dice—. Lo que dijo sobre ti… solo quiero


compartir algo que mi padre me dijo una vez. Dijo que si amas a
alguien y ellos te aman, no tiene sentido ofenderse por lo que te
digan o te hagan, porque de todos modos nunca quieren hacerte
daño. Y si no amas a alguien, si no te preocupas por ellos,
entonces no tiene sentido ofenderse por lo que te dicen o te hacen,
porque no te preocupas por ellos. De cualquier manera…

—No te ofendes. —termino. Era un buen punto, incluso yo tengo


que estar de acuerdo.

Ella sonríe. —Si este tipo, Sylvester Lewis, no te importa.


Entonces, no lo hagas personal. Solo derríbalo.

Compartimos un abrazo incómodo, durante el cual me pregunto


cuándo mis miembros se habían vuelto tan malditamente torpes,
y luego me retiro a mi habitación antes de hacer algo estúpido.
Recibo un mensaje de texto entrante incluso antes de cerrar la
puerta. ¿Sailor?

Quizás cambió de opinión.

Tal vez sea una llamada para sexo.

Ese beso en la sien fue asesino.

Pero no, es Alice, mi antigua novia. La chica que mi padre pudo


haber pagado o no una fortuna para mantener la boca cerrada.
Nunca me molesté en preguntarle si se había subido al tren,
porque la respuesta dolería como una perra. Aun así, había
jugueteado con ella hace unas pocas semanas. ¿Qué estaba mal
conmigo?

Todo, idiota. Por eso tienes una niñera.

Abro el mensaje. Es otra trampa para la sed. Esta vez, una foto
de su entrepierna cubierta de encaje rosa con la mano metida
dentro de las bragas. Realmente sutil. Seguido por un texto real.

Alice: ¿Skype? ☺

Pongo mi teléfono en silencio y me encuentro soñando con Sailor


a horcajadas sobre mi cara y montándome.

Cuando me despierto, todo lo que tengo son mis emisiones


nocturnas, un dolor de cabeza mortal y sed de sangre de Syllie.
Quince

Sailor
Hunter usó una aplicación de GPS para llegar a la gigantesca
mansión de sus padres.

No se sabía el camino de memoria, algo que me admitió con un


ceño fruncido que me desgarró el pecho como las garras de un
oso. Tuvimos que tocar el timbre en el recinto después de esperar
en la puerta de hierro forjado durante quince minutos a que un
criado nos abriera.

—Lo siento, no tengo llave. —murmura con amargura. Asiento.

—Dios. Este lugar parece el Castillo de Otranto. ¿Estás seguro


de que el fantasma de tu abuelo no anda por ahí?

—Si es así, apuesto a que se instaló en los baños en la


residencia de los ayudantes. Era un libertino notorio.

—Toma uno para conocer a otro.

—Me escondería en las duchas, no en la de mis padres. Pero


maldición, sería un buen momento.

El viaje por el camino transcurre en silencio, yo vestida con un


vestido básico y blanquecino, principalmente para apaciguar a
sus padres, y Hunter con el ceño fruncido. Las puertas se cierran
lentamente detrás de nosotros, casi burlonamente.

Mis padres se iban a cagar cuando me vieran vistiendo algo tan


femenino, pero sé que Hunter está nervioso por esta visita y
quería que las cosas salieran lo mejor posible.
La culpa también me mordió las entrañas por haberlo mantenido
alejado durante el resto de la semana anterior a hoy. Parte de
esto se trata de protegerme de sentirme apegada a él, y la otra
parte está tratando de apagar los fuegos de relaciones públicas.

El día después de que Hunter y yo compartimos sushi y ese beso


en la sien, Lana Alder me había desafiado a discutir la enemistad
entre nosotros durante su aparición en Rise and Shine, America.
Vi el video en YouTube repetidamente mientras estaba sentada
en el inodoro, mucho después de que terminé mi orina matutina.
Ella sonrió con picardía mientras se volvía hacia la cámara.

—Ojalá pudiera apoyar tanto a Sailor Brennan como a mis otras


hermanas olímpicas. Desafortunadamente, me hizo algo
imperdonable. Creo que ya es hora de que lo aborde
públicamente, ya que se ha estado promocionando sin descanso
en los medios. La gente necesita conocer a la verdadera Sailor
Brennan, no a la persona que intenta aparentar ser.

Lana continuó sugiriendo que alguien con los bolsillos pesados


debe estar apoyándome, pero hizo que pareciera que quienquiera
que fuera también me hizo rodar entre sus sábanas. Recibí una
llamada telefónica de Crystal menos de una hora después de que
saliera al aire la entrevista, su tos de fumadora flemática
asaltando mi oído.

—Tienes que decirme lo que pasó entre tú y Lana para que sepa
cómo abordar esto.

—No puedo. —dije con voz ronca. No quería repetirlo en los oídos
de nadie.

—¿Así de mal?

Asentí con la cabeza, olvidando que ella no podía verme. Cerré


los ojos con fuerza. —Fue un accidente.
Hunter había intentado hablar conmigo al respecto unas
cuantas veces, pero confiar en él habría llevado a más preguntas,
lo que equivalía a más intimidad, lo que resultó en un desastre
total.

Finalmente llegamos a la casa de sus padres, y nuestro auto se


desliza alrededor del camino circular. Hunter estaciona junto a
una fuente artesanal: la silueta de una doncella sosteniendo un
cuenco sobre su cabeza, el agua brotando de el a su alrededor
como una cascada. La fuente, como el resto de la propiedad, está
iluminada con cálidas luces de champán. Noté que el Maseratti
de mi padre ya estaba estacionado allí, así como el Porsche 911
de acabado mate de Sam y un Aston Martin Valkyrie negro nuevo
que ciertamente parecía una mariquita aplastada.

Hunter rodea mi auto para abrirme la puerta, ajeno a la apestosa


riqueza de la que no formaba parte.

Jane nos recibe en la puerta, arrojándose a los brazos de Hunter.


Recibe una palmada en la espalda. Evidentemente, mis padres y
Sam estaban en algún lugar del castillo, recibiendo su recorrido
de parte de Aisling, Cillian y Gerald. Todos van vestidos
formalmente y todos me miran como si fuera una bomba de
relojería a punto de detonar todos los muebles antiguos.

Lo cual, al igual que el exterior de Avebury Court Manor, fue


digno de mención.

Todo aquí es grande y extravagante. El primer piso se extiende


por lo que fácilmente podrían ser tres campos de fútbol. La piedra
caliza bajo mis pies tiene un dramático tono de crema, con tonos
de oro, cobre y bronce. El candelabro central que cuelga del techo
alto está hecho de docenas de botellas de champán de época con
lucecitas en su interior, y los jarrones de los pasillos son del
tamaño de una persona adulta, repletos de flores frescas de gran
tamaño.
—Ven, te haré un recorrido. Hay una bolera, un gimnasio, dos
piscinas y un Candy Bar. —Jane tira de mi mano, apenas
conteniendo su alegría por tenernos cerca.

¿Un Candy bar?

Hunter debe haber visto la expresión de mi rostro cuando su


madre me arrastra hacia el otro lado del piso, porque su palma
encuentra mi mano libre y frota el interior de ella. —Escuchaste
bien.

—Pensé que mis oídos me estaban fallando.

—Nop. Solo tus bragas. Deshazte de ellas.

Intercambiamos una sonrisa privada mientras Jane comienza a


balbucear sobre la arquitectura del castillo.

El recorrido duró cuarenta minutos y todavía no pudimos cubrir


todas las habitaciones del primer piso. Cuando terminamos, no
tenía el corazón roto porque Hunter no hubiera crecido aquí. Este
lugar no se sentiría como un hogar ni en un millón de años.
Durante todo el recorrido, Jane intentó entablar una
conversación con su hijo. Se encontró con respuestas corteses y
secas. Hunter la miró con distante cortesía. Me recordó a un
comprador potencial que estaba escuchando un discurso de un
agente inmobiliario, en lugar de una conversación entre una
madre y su hijo.

Finalmente, regresamos al comedor. Mis padres y Sam estaban


allí, de regreso de su propia gira desde el infierno. Los abrazo.

Sam dice —Vaya, un vestido.

Le doy un puñetazo en el brazo. —Vete a pasear.

—No, gracias. Me perderé en esta casa de pesadilla.


Aisling, que está junto a Sam, suelta una risa nerviosa,
sonrojándose mientras lo mira. Él la ignora.

—De nuevo, estoy jodidamente aquí. —Hunter me mira con los


ojos entrecerrados.

La mirada de Sam se dirige rápidamente a mi compañero de


cuarto. —¿Te está tratando bien, hermanita? —pregunta sin
dejar de sujetar la mirada de Hunter.

Pongo los ojos en blanco. —Eso me corresponde a mí. Bienvenido


al siglo XXI, hermano mayor.

—Eso no fue un sí. —señala Sam.

—Me está tratando bien. —digo.

Cuando nos sentamos, mamá me aprieta la mano desde el otro


lado de la mesa y me guiña un ojo.

—Te ves bien, mi amor.

—Me siento bien. —sonrío, tranquilizándola. Me siento como


una mierda, en realidad, excepto por mi hombro, que estaba
mejor ahora. Estoy histérica por el asunto de Lana, y la
proximidad a Hunter tampoco ayuda. Tengo la terrible sensación
de perder el control, o tal vez darme cuenta de que nunca lo había
tenido en primer lugar.

—No muy bien, espero. —Papá le lanza a Hunter una mirada


llena de amenaza, que Hunter encuentra sin pestañear.

—Demasiado bien, por desgracia para mí. —murmura Hunter.

—Aaa y es la hora del espectáculo. —Cillian toma una copa de


vino de una bandeja de plata que le ofrece un sirviente y se sienta
con indulgencia.
—Asiento de primera fila. —comenta Sam junto a Cillian, y los
dos tintinearon sus vasos con sonrisas condescendientes.

—Ceann Beag, ¿crees que puedes organizar una cena sin


ofender a todos en la mesa, incluidos algunos de los platos y
decoraciones? —Gerald pregunta fríamente, tomando asiento a
la cabecera de la mesa.

No se había molestado en saludarme cuando entramos, y apenas


miró a Hunter. De hecho, la única vez que nos miró fue cuando
Hunter lo ignoraba. Luego le echó un vistazo. Era como si
estuviera teniendo una lucha de poder unilateral con su propio
hijo. Me dieron ganas de lanzar un tenedor en su dirección.

Hunter toma una copa de vino de la bandeja y me la ofrece antes


de agarrar una para él. Camina sobre hielo fino, pisoteando, más
bien, y no podía culparlo. El aire estaba cargado de agresión y
necesitaba salvar las apariencias. —¿Creo que puedo?
Ciertamente. Lo quiero. No, eso sería aburrido. ¿Te importa si me
doy un capricho con una copa de vino?

—De hecho, sí lo hago. Tienes diecinueve años. —Gerald huele


su vino, arremolinándolo en su copa.

—Sí, una edad en la que es legal beber en todos los países


occidentales excepto en Estados Unidos.

—Que es, desafortunadamente, donde te encuentras


actualmente. —Cillian le sonríe a su hermano menor.

—Podría haberme engañado. Este lugar parece el


infierno. —murmura Hunter.

Salto a la conversación de cabeza, queriendo evitar la crisis


familiar que se avecina.
—Señor. Fitzpatrick, puedo asegurarle que Hunter no ha bebido
ni una pizca de alcohol desde que nos mudamos juntos. Él es el
conductor designado. Estoy segura de que una copa de vino no
obstaculizará su progreso.

—¿Eres tan negligente con él con otras reglas también? —Gerald


me frunce el ceño desde el otro lado de la mesa.

Sonrío, batiendo mis pestañas. Olvídate del tenedor, le estoy


lanzando el cuchillo de carne y estoy apuntando a su corazón.

—Nunca antes me habían acusado de ser negligente, señor.

—Estoy seguro de que no te acusaron de nada, cariño. —dice


papá con los dientes apretados, mirando a Gerald.

Gerald levanta las manos en el aire,


retrocediendo. —Claramente. Solo estaba bromeando.

—Búrlese de alguien de su edad. —Sam esboza una sonrisa que


no coincidía con el peligro que había detrás.

Tomamos una especie de pescado crudo como entrante, seguido


de pan, queso y varias tapas. Luego vino el plato principal: bistec
y puré de papa batido con mantequilla y cebollino, con virutas de
un tipo de hongo que cuesta cientos por onza. Mamá pareció
llevarse bien con Jane: hablé con Aisling, y papá, Gerald y Sam
hablaron de negocios, lo que dejó a Cillian y Hunter para intentar
formar una especie de conversación frente a frente. Los escuché
a medias mientras hablaba de universidades con Aisling.

—¿Cómo está la esposa de Syllie? —Pregunta Hunter.

Me había dado cuenta de que cuando lo provocaban por sus


payasadas, Hunter nunca perdía la oportunidad de darle la
vuelta a su familia, pero cuando estaba hablando con ellos,
caminaba sobre cáscaras de huevo.
Cillian se encoge de hombros, sosteniendo su copa de vino y
mirando a través de su hermano como si no existiera.
—Desafortunadamente, no vigilo la salud de las mujeres a menos
que frecuentan mi cama.

—Y tú hablas de mis modales. —dice Hunter con fuerza,


arrojándose un gran trozo de bistec a la boca y masticando.

—Tengo la refinería que cuidar. Syllie es una persona muy


ingeniosa. Estoy seguro de que puede ayudar a su esposa con lo
que sea que esté enfrentando.

—¿Lo suficientemente ingenioso como para hacernos


daño? —pregunta Hunter, arqueando una ceja.

Aisling me estaba hablando de los méritos de ir a una


universidad fuera del estado, pero me atrajo la conversación
entre los hermanos.

—Probablemente. —Cillian bosteza, agarra un arándano y lo


examina con frialdad.

Veo lo que ve, lo que le gusta de la diminuta fruta, esa pequeña


corona que cada arándano perfecto tenía que la hacía regia.

—Sin embargo, no me apoyarías frente a Athair.

—Correcto.

—¿Por qué, dime, es eso?

Cillian lo mira con los ojos entrecerrados. Encajarían mejor en


una serpiente que en un ser humano. Cillian era hermoso, sus
colores cálidos contra la frialdad del resto de él. El hermano
mayor de Fitzpatrick siempre parecía estar a un paso de hundir
con gracia una espada en tu pecho y verte dar tu último aliento
con una bonita sonrisa.
—Porque no tenías pruebas suficientes y apestabas a histeria.
Ambos debilitaron tu caso.

Hunter no dijo nada, mirando a su hermano con el ceño


fruncido.

—¿Sabías que la palabra histeria deriva de la palabra latina para


útero? —pregunta Cillian animadamente, diseccionando su
bistec meticulosamente en pedazos del mismo tamaño exacto, a
la American Psycho—. En la antigua Grecia, se creía que un útero
errante y descontento era el culpable de esa temida dolencia
femenina de emoción excesiva. —deja el tenedor y mira lo que
había tallado en su plato.

Lo miro detrás del borde de diamantes de mi copa de vino.

Los ojos de halcón de Cillian y los gestos de pantera me


produjeron escalofríos violentos e incómodos. Me hizo sentir
incómoda, sin equipo, como la tierra debajo de sus mocasines
brillantes, y ni siquiera se había esforzado tanto por provocar
esas emociones en mí. No envidiaba a las personas a las que
odiaba intensamente.

—¿Hablas latín, Cillian? —pregunto, tomando un bocado de mi


bistec.

Aisling deja de hablar y me dispara una ¿quieres-morir?


expresión horrorizada. El resto de la mesa se queda en silencio,
la tensión se cierne sobre nuestras cabezas como una nube
oscura y espesa.

—Una buena cantidad. ¿Alguna razón en particular por lo que


te importe? —se mete un trozo de carne en la boca.

Había pedido su bistec tan crudo, tan sangriento, la carne jugosa


hacía brillar las comisuras de sus perfectos labios.
—Me preguntaba si la palabra idiota deriva de la palabra latina
celos. Pensé que podrías arrojar algo de luz al respecto. —sonrío
dulcemente, ladeando la cabeza para mirarlo.

Jane rocía su vino tinto sobre la mesa, haciendo un sonido


ahogado que hizo que Gerald le diera unas palmaditas en la
espalda. Papá, Sam y Hunter intercambiaron miradas divertidas,
riendo entre dientes. Los ojos de mamá brillaron de orgullo.
Pegarle al gran hombre corría en nuestra familia.

Cillian baja la barbilla, mirándome por primera vez con un leve


interés, como si mi existencia fuera algo nuevo que él necesitaba
considerar.

—¿Cree que es inteligente, señorita Brennan?

—No soy un genio de ninguna manera, pero me las arreglo con


mi coeficiente intelectual medio perfectamente adecuado. —Otra
sonrisa burlona toca mis labios—. Te haría la misma pregunta,
pero ya sé la respuesta. Crees que eres la persona más inteligente
de la sala.

Cillian se sienta y me mira, disfrutando de una broma privada a


mi costa. —Prueba que estoy equivocado.

—Pensé que nunca lo preguntarías. —hago un espectáculo al


sacar mi teléfono de mi bolso. Sabía que era el equivalente a dar
un vuelco en la mesa en lo que respecta a la etiqueta, pero no
pude evitarlo. Hojeo mis imágenes hasta que encuentro la que
estaba buscando y le paso mi teléfono a Cillian al otro lado de la
mesa.

—Prueba de coeficiente intelectual de Hunter desde que se mudó


a All Saints. —explico—. Lo encontré en una de las cajas
empaquetadas en nuestro apartamento. De hecho, puedo ver
todas las puntuaciones de los hermanos Fitzpatrick. Hunter debe
haberlos empacado por accidente. Tu hermanito tiene 147
puntos, lo que lo marca como un genio literal. El tuyo es
simplemente 139. Aún por encima del promedio, pero no 147.
Ahora dime, Cillian, ¿tus matemáticas son tan buenas como tu
latín? —parpadeo inocentemente.

—Mo órga. —Gerald se aclara la garganta detrás de la servilleta,


indicándole a Cillian que mate esta conversación.

Pero no puede detenerme. Estaba en una buena racha.

Cillian se recuesta, negándose a mostrar signos de


incomodidad. —Medir la competencia de uno por su nivel de CI
es como medir un caballo por su pelaje.

—O una mujer por su talla de sujetador, para ponerlo en una


forma con la que Ceann Beag podría identificarse. —bromea
Gerald, su barriga temblando de risa.

Jane hace una mueca de dolor a su marido, golpeando la mesa


con la punta de los dedos. Murmura una disculpa a mis padres.
Papá y mamá intercambiaron miradas, aliviados. Comparados
con los Fitzpatricks, en realidad éramos una familia normal.

Sam, sin embargo, observa todo el asunto, sus ojos moviéndose


de un lado a otro, con una sonrisa detrás de su pinta de
Guinness. No tenía idea de dónde la había sacado. Nadie más
tenía Guinness. Pero este era mi hermano, después de todo, el
hombre más ingenioso de Massachusetts.

Hunter toma un sorbo de agua. Noté que no había tocado su


vino. Todos en la habitación probablemente estaban asumiendo
que devoraría su pequeño regalo. Era un dedo medio largo para
lo que se esperaba de él. Un tinte de orgullo pica mi pecho.

—Gracias por explicármelo en un inglés sencillo, Athair. Por un


minuto ahí estuve, histéricamente perdido. —dice Hunter.
—No hables fuera de turno. —advierte Gerald, apuñalando su
filete como si fuera su enemigo.

—No estaba planeando hablar en absoluto. Sin embargo, mamá


se mantuvo firme en que estuviera aquí. —Hunter se toca la
barbilla y lanza la pelota a la cancha de su padre.

—Ella tiene sus vicios. Tú eres uno de ellos. —Gerald


vuelve su atención a su bistec.

—Y tú no lo eres, por eso estoy aquí, burlándome de ti con mi


sola presencia. —dice Hunter.

Aisling respira hondo, Jane palidece y tose su bebida,


aparentemente su modus operandi.

La silla de Gerald se raspa hacia atrás con un chirrido. Se pone


de pie, golpeando la mesa con un rugido. —¡Suficiente! Ya es
bastante malo que hayas avergonzado a esta familia ...

—No le hables así. —Es el turno de Jane de ponerse de pie. Se


ve aún más frágil y huesuda al lado de su esposo.

Miro entre Hunter y Gerald, sabiendo que me faltaba una pieza


muy grande del rompecabezas.

Con la mandíbula apretada, los ojos muertos, Hunter se pone de


pie, se da la vuelta y sale de la habitación. No puedo culparlo.
Esta casa, esta familia, parecía purgarlo cada vez que intentaba
encajar. Su padre lo despreciaba, su hermano lo ridiculizaba y
su madre era demasiado débil para detener a ninguno de los dos.

Me levanto y presiono la mesa con las yemas de los dedos. Puedo


sentir todos los ojos, excepto los de los padres de Fitzpatrick,
sobre mí. Papá, mamá, Sam y Aisling vieron mi reacción al
colapso de Hunter. Incluso Cillian me mira, probablemente con
curiosidad por saber qué otros trucos de mala educación, tenía
bajo la manga.

—Solo quiero que sepas una cosa. —señalo a Gerald, sintiendo


mis ojos entrecerrados en rendijas—. Cuando acepté este arreglo,
pensé que estaba ayudando a un padre amoroso a guiar a su hijo
de regreso al camino correcto. Pero no eres amoroso, ¿y
honestamente? Apenas eres papá. Eres un idiota
condescendiente y cabezota. No tienes derecho a enfadarte con
Hunter por dedicarse a la bebida y al sexo con personas al azar.
Parece que nunca recibe amor donde más lo necesita: su familia.
Sea cual sea el fracaso que veas en él, asegúrate de saber que
una gran parte es tuyo.

Sin esperar su reacción, me doy la vuelta en la dirección en la


que Hunter se había ido, mis venas chisporroteaban de rabia.
Camino pisando fuerte por el ancho pasillo. Es largo y parecido a
una vena, retorciéndose aquí y allá. Cada vez que pensaba que
había encontrado la parte más alejada del suelo, me encontraba
con otra curva dorada decorada por una estatua que conducía a
otra esquina. Esta casa era demasiado grande para
administrarla. Me pregunté si Aisling conocía cada parte de eso.

En algún momento, noto tres escalones de granito que


conducían a una sala familiar intacta y muy decorada. Todos los
muebles estaban inclinados hacia la puerta de vidrio que
conducía a un hermoso jardín inglés. La puerta estaba
entreabierta, a propósito, o por diseño, nunca lo sabría. Sin
pensarlo, empujo la puerta de vidrio para abrirla por completo y
salgo.

Sabía que al alejarme sin previo aviso después de que Hunter, a


quien había defendido sin piedad durante toda la noche,
pareciera sospechoso, su padre probablemente se estaba
preguntando si yo también había bebido el Hunter Kool-Aid y
sucumbido a su encanto. Pero necesitaba calmarme, lejos de los
Fitzpatricks. Mi madre trotaba para deshacerse de la energía
zumbante debajo de su carne. ¿Yo? Uso mi flecha y arco. Pero
ahora no los tenía.

Quería arruinar algo para sentirme mejor, incluso si ese algo era
yo misma.

El clima se había enfriado. La brisa helada cubre mis brazos


desnudos mientras mis talones se hunden en la tierra húmeda
bajo la exuberante hierba del patio trasero. Aunque llamarlo
patio trasero era la subestimación del universo. Es más, como un
prado entero, extendido en una zona de barbacoa con una piscina
olímpica con hamacas, y en el extremo derecho, había una
especie de estructura de vidrio de aspecto medieval cubierta de
hiedra. Lo miro, preguntándome qué podría ser. Ya había
deducido que a Gerald Fitzpatrick le gustaba mostrar su riqueza
como una enredadera en un metro.

¿Qué podría ser más excesivo que un candy bar? Quizás la casa
de cristal era donde Gerald guardaba su compasión y simpatía:
sellada, cerrada con llave y alejada de la propiedad principal.

No está en mi naturaleza ser entrometida, pero quería saber si


Hunter estaba allí. La necesidad de consolarlo me arañaba la
piel.

Camino hacia la habitación llena de hiedra, palmeando el


picaporte de la puerta. Esperaba que no estuviera bloqueado.
Mientras arrastro mis uñas por la puerta, siento un brazo largo
y musculoso estirarse detrás de mí, rozando mi hombro. Salto
hacia atrás, jadeando. La mano alcanza la manija de una puerta
secreta ubicada detrás de una espesa capa de hiedra, abriéndola
sin esfuerzo, creando una franja de espacio entre la puerta y su
marco. Una cantidad antinatural de luz brota de la grieta. Mi
cabeza se echa hacia atrás, mi sangre ruge entre mis oídos,
indicándome que es una situación de lucha o huida.
Hunter me sonríe con calma. —Jardín de mariposas.

—Es exactamente como tu papá encierra el símbolo de la libertad


en una habitación pequeña y confinada con fines de
entretenimiento. —murmuro.

Sus ojos brillan divertidos.

—Y es bueno que hagas ese tipo de declaración.

Me encojo de hombros. —No soy muy buena para mantener la


boca cerrada.

—Como demostraste en la mesa.

—Espero no haberte empeorado las cosas.

—Nada puede empeorar las cosas para mí, aingeal dian. —Su
voz sensual envuelve mi cuerpo como una serpiente. No sonaba
enojado o molesto. Solo triste.

—¿Dónde has estado? —me aparto de él, luchando por tragar el


nudo en mi garganta.

—Esperando a que tu trasero averigüe mi paradero. Aquí, quiero


mostrarte algo.

Me da un ligero empujón, guiándome hacia la habitación. La


puerta se cierra detrás de nosotros con un suave clic. Parpadeo,
acostumbrándome a la luz artificial que atacaba mis retinas.

Era una habitación húmeda, casi vertiginosa, con un techo


transparente redondeado, mucha iluminación en el techo y
lujosas plantas silvestres que serpenteaban detrás de barandillas
de madera. Parecían una audiencia curiosa detrás de cuerdas de
terciopelo rojo. Las barandillas se alineaban en un pasillo
alrededor de la habitación. Había dos bancos rústicos una
glorieta a cada lado del jardín y un estanque artificial cubierto de
musgo, rodeado de pesadas piedras grises. Pero lo que hizo que
mis rodillas se doblaran fue el enjambre de mariposas
revoloteando a nuestro alrededor. Cientos de ellas. Azul y
naranja. Blanco, verde, punteado y rayado, pequeñas y grandes.
Las sigo con la mirada, olvidando momentáneamente que Hunter
estaba en la habitación. Giro en su lugar mientras examinaba
uno naranja en particular, adornado con puntos negros
simétricamente perfectos. Golpea a mi alrededor felizmente, y me
quedo muy quieta, como si me estuviera preparando para lanzar
una flecha, mi cuerpo se endureció hasta convertirse en piedra.
La mariposa descansaba en la punta de mi nariz, sus pequeñas
alas aplaudían mientras se posaba. Cruzo mis ojos cómicamente
para verla.

—Hace unos años, atraparon a papá teniendo una sórdida


aventura con una mujer casada. No cualquier mujer casada, en
realidad, la hermana menor de mamá, Virginia. Su esposo se
enteró y trató de extorsionarlo. Funcionó, inicialmente, de todos
modos. Pero cuando el marido de Gin pidió acciones de Royal
Pipelines a cambio de su silencio, supongo que papá pensó que
nunca desaparecería por completo a menos que lo cortara de raíz.
Hizo un comunicado de prensa y confesó haber tenido una
aventura con la hermana de su esposa, admitiendo que se habían
acostado juntos muchas veces, incluso en su lecho matrimonial.
Mamá estaba tan enojada que lo echó del dormitorio. Pero mira,
su legado y compañía significaron más para él que su
matrimonio. A mi madre apenas le sorprendió que fuera y le
confesara haberse follado a su hermana frente al mundo entero.
En un intento por ganar su perdón, Pa le hizo este jardín de
mariposas, porque las mariposas son su animal favorito. Y
mamá, que no podía ver la ironía en eso, aceptó su disculpa. No
hace falta decir que Gin, su esposo y mis tres primos no han sido
invitados a ninguna cena de Acción de Gracias y Navidad desde
entonces.
—Jesús. —exhalo, mirando alrededor de la habitación y de
repente la veo bajo una luz completamente diferente,
contaminada, de alguna manera—. Eso es una locura.

Hunter toma una mariposa en su mano, se la lleva a la cara y


abre la palma de la mano para verla alejarse aleteando.

—Las mariposas llevan vidas cortas, interesantes y decadentes.


Viven unas dos semanas y nunca duermen. Descansan, en
ocasiones. De lo contrario, siempre están en movimiento.
Prefieren el néctar a la comida y, al igual que yo, tienen tres
patas. Pero, ¿puedo contarte el hecho más llamativo sobre las
mariposas?

La boca caliente de Hunter encuentra en mi oreja desde atrás, y


mi pulso tartamudea, luchando por permanecer confinado a los
límites de mi cuerpo. ¿Cuándo se había acercado tanto a mí?
¿Cuándo volvió mi cuerpo para darle la espalda?

Quería salirme de la piel y huir de él. De esto. Cierro los ojos,


sintiendo que mi garganta se agitaba.

—Dime. —susurro, esperando que la mariposa se alejara volando


con el movimiento de mi boca. Pero no. Se quedó en mi rostro. La
sentí batir sus alas perezosamente, inclinándose hacia Hunter.
Quizás también estaba esperando escuchar su respuesta.

—Desarrollo suspendido. —Los labios de Hunter se cierran sobre


el lóbulo de mi oreja, mordisqueando suavemente.

Me estremezco ante el calor de su boca, y su lengua pasa por la


parte aterciopelada de mi oreja. Quería que me rasgara el vestido,
me tirara al suelo y me tomara por detrás, convirtiéndome en la
presa que tantas veces me decía que era.

—Cuando la temperatura desciende hasta cierto punto, las


mariposas hibernan. De hecho, se congelan en el tiempo, en la
edad, esperando que llegue el verano y las desencadenan del
clima para liberarlas. Las mariposas no pueden volar cuando
tienen frío.

—Como la Bella Durmiente. —suspiro, pensando en las horas,


días, semanas, meses y años en los que había estado obsesionada
con demostrar que era mejor que Lana. No, ni siquiera mejor,
simplemente digna. Era como estar atrapada en un invierno
constante, congelada, esperando algo que ni siquiera podía
nombrar.

Hunter sonríe contra mi oído, sus labios deslizándose por mi


garganta, dejando un estremecimiento a su paso. Nuestros
cuerpos zumbaban con algo peligroso y carnal, y me pregunté si
la gente nos estaría buscando. Alguien podría abrir la puerta y
vernos, y todo por lo que habíamos trabajado, todo lo que
teníamos en juego, ardería en llamas.

Pero de alguna manera, en este momento en particular, no me


importaba.

—El príncipe no te va a salvar, aingeal dian. Está atrapado en


su castillo, librando su propia batalla. ¿Estás lista para salir de
tu zona de confort y vivir? —pregunta, casi entrecortado. Nunca
lo había visto tan desnudo, tan crudo—. Tienes que dejar que la
vida te toque. Ahógate un poco conmigo, cariño.

Abro la boca, sin saber qué saldría de ella. En el momento en que


lo hago, la mariposa naranja se aleja revoloteando,
arremolinándose en círculos hacia arriba, girando en espiral
como humo. Se detiene encima de una luz fluorescente. Sentí la
pérdida de eso. Me vuelvo para mirar a Hunter y coloco ambas
manos en su pecho, pretendiendo mantenerlo alejado, pero en
realidad, estaba buscando una excusa para tocarlo de nuevo.
—Sabes, siempre pensé que mi papá te iba a odiar, pero no creo
que lo haga. Creo que incluso le gustas un poco, a su manera,
muy seca, muy cautelosa. —aclaro mi garganta, cambiando de
tema sin convicción.

Hunter baja la cabeza y frunce los labios. —Él cree que estás tan
lejos de mi liga que no represento una amenaza. —termina con
una risita—. Y no se equivoca. En cuanto a mi Pa, quiere
estrangularte.

—El sentimiento es mutuo. La única diferencia es que, si intenta


estrangularme, mi padre lo estrangulará y Sam terminará el
trabajo. —arqueo una ceja.

Hunter se ríe, metiendo las manos en los bolsillos. Las


mariposas bailan a nuestro alrededor y me pregunté por qué no
me estaba besando. Entonces recordé que le había rogado que no
lo hiciera.

La idiota adolescente que había en mí estaba decepcionada de


que hubiera respetado mis deseos.

—Me alegro de que no hayas crecido aquí. Este lugar es


desgarrador. Me sorprende que Aisling haya resultado ser tan
increíble.

—Aisling es como un gato. Tiene una buena cantidad de


almas —todavía no me toca, da otro paso atrás.

Confundida, mantuve la conversación. —Iba a preguntar, ¿qué


querías decir con que tu papá no es el vicio de tu madre? ¿Que
no le interesa?

—Ella perdió interés en él mucho antes de que él llevara a Gin a


su cama. —Hunter ladea la cabeza, sonriendo perezosamente—
Pero también me refiero al hecho de que no soy suyo.
Biológicamente, de todos modos. Mamá tuvo una aventura en
algún momento entre Cillian y Aisling, más o menos cuando se
enteró de que él estaba recibiendo MMds 38 de su secretaria. Es el
secreto mejor guardado de la familia Fitzgerald. Me enteré en el
internado, a través de un amigo de un amigo cuyo padre conocía
al mío. Aparentemente, me apodaron Beautiful Bastard en todos
los clubes de campo de la costa este porque era un niño lindo,
pero casi ilegítimo.

Mi boca casi se cae al suelo. De repente, odié a Jane tanto como


a su marido.

—Eso es ...—comienzo.

—Un maldito alivio —Hunter finge secarse la frente, riendo para


sí mismo y dando otro paso atrás. Casi estaba en la puerta. No
podía entender por qué había puesto espacio entre nosotros de
repente.

—Rara vez le echo la aventura a mi padre en la cara, pero cuando


lo hago, siempre me da el efecto deseado.

—¿Cuál es? —Pregunto.

—Desintegración completa del patriarca Fitzpatrick.

—¿Y tu papá biológico? —miro al suelo cuando le pregunto.


Tenía miedo de la respuesta.

Hunter rechaza la pregunta. —No es una persona de interés.


Cuando le pregunté a mi mamá, ella se declaró loca y dijo que
era un modelo masculino que se fue a la mierda a Europa del
Este después de que terminó con ella. Lo que explica por qué no
me parezco en nada a Pa, Cillian y Aisling.

Lo que explica por qué pareces un dios griego.

38
Sexo oral (mamadas)
Me ayudó a entender por qué se sentía tan odiado aquí, por qué
lo enviaron lejos, por qué se veía a sí mismo como un playboy
cabeza hueca, un papel con el que su padre lo había agobiado, y
él estaba de acuerdo. Hunter pudo haber sido uno de los solteros
más buscados en Estados Unidos, pero las personas de las que
quería atención y calidez, su familia, no estaban allí para él.

Da otro paso atrás.

De repente, una abrumadora necesidad de abrazarlo me


consume, hasta un punto en el que quise sacarle el aliento hasta
que se diera cuenta de que me importaba.

—¿Por qué te alejas de mí? —Finalmente estalló, frunzo el ceño.


Hunter abre la puerta y da un paso hacia la puerta.

—Me gustaría probar una teoría —dice, moviendo una de sus


manos a lo largo de su mandíbula cuadrada y perfecta—. Si te
congelo en el invierno de la zona de amigos, ¿correrás por mi calor
o te quedarás contenta con tus inútiles alas pequeñas?

—No soy una mariposa —frunzo el ceño, sabiendo que él y mis


amigos tienen razón. Tengo sentimientos por él. Tenía el virus de
Hunter. Pero cada vez que estábamos cerca de ser algo semi-real,
me alejaba.

Ahora, sentí la necesidad de desafiar a su padre y su estúpido


acuerdo.

Romper una promesa.

Ahogarme, perder la gravedad, cometer un error que no podría


retractarme.

Hunter me da la espalda, alejándose, tomando la decisión por


nosotros.
—Eres mi mariposa, Sailor. Y tal vez no soy de carne y hueso de
Gerald, pero no cometas errores, cuando finalmente te atrape,
también tengo la intención de capturarte.
Dieciséis

Sailor
Hunter se fue poco después de eso, agarrando mi auto y sin
molestarse en despedirse. No lo culpé. Parecería sospechoso si
nos fuéramos juntos después de que lo defendiera y
desapareciéramos los dos durante casi treinta minutos. Además,
mis padres estaban felices de llevarme a casa. Me interrogaron
sobre la vida con Hunter durante todo el viaje, pero fue agradable
ponernos al día. Me di cuenta de que me preguntaron sobre mi
hombro por preocupación, y sobre Aisling, Persy y Emmabelle,
pero se abstuvieron de hablarme sobre el tiro con arco.

—¿No vas a preguntar cómo va la práctica? —husmeo


desde el asiento trasero, buscando un tema no relacionado con
Hunter. El tiro con arco era seguro, un buen tema. Papá me mira
por el espejo retrovisor, asintiendo con la cabeza a mamá.

—Rojo, tu escenario.

—Creemos que deberías inscribirte en un semestre de verano el


año que viene —dice rápidamente, como si fuera a arrancar una
tirita.

—¿Qué? ¿Por qué? —pregunto. Mis padres siempre apoyaron mi


oficio, incluso cuando estaban preocupados de que eso fuera todo
lo que me importaba.

—Algo a lo que recurrir —explica mamá mientras papá


murmura—. No queremos que desperdicies tu vida en una sola
cosa.

Me callo.
¿Pensaron que estaba desperdiciando mi vida?

¿Que no iba a llegar a las Olimpiadas?

Me quedo mirando por la ventana, luchando contra el escozor de


mis ojos. No eran sólo ellos, o la lesión, o la revelación de Hunter
de que no era hijo de su padre, o la horrible cena, o incluso Lana
desafiándome a confesar lo que había pasado entre nosotras hace
tantos años. Lo que realmente me molestó fue que había un grano
de verdad en lo que todos decían de mí.

Estaba obsesionada con el tiro con arco de una manera no


saludable.

Sailor Brennan se las había arreglado para navegar por la vida


sin tener citas, sin enamorarse, sin ir a fiestas, sin solicitar una
plaza en la universidad o viviendo; porque todo representaba una
amenaza para el tiro con arco. El amor. Las amistades. La
escuela.

Traté de convencerme de que los sacrificios eran necesarios para


llegar a donde quería estar en mi carrera, pero la verdad era que
no lo eran. Lana llegó a disfrutar de ambos mundos. Tenía las
citas y los novios y las líneas de ropa y las películas y el tiro con
arco.

¿Por qué alejaba a Hunter una y otra vez, cuando era obvio que
todo este acuerdo era otra forma de que su padre lo castigara por
no ser suyo?

¿Y qué si nos íbamos a despedir pronto? Él estaba aquí ahora.


Eso era más de lo que podía esperar.

Cuando mi padre detiene el Maseratti en mi edificio, el silencio


se extiende en el auto. Quería cortarlo con un cuchillo.
—Mira —dice papá al mismo tiempo que mamá suspiraba—
Sailor, no queríamos...

—No. —digo abriendo la puerta. —Guárdalo. Tienes razón. No he


estado viviendo. Me he estado escondiendo de la vida detrás de
un arco, mirándola con un ojo cerrado. Pero mejoraré. Al menos
lo intentaré, no sólo por mi bien, sino también por el suyo.

Doy un portazo y corro al vestíbulo, dejando que las puertas me


traguen. No miro atrás para ver si están esperando hasta que
hubiera entrado en el ascensor a salvo.

Sabía que lo habían hecho.

Siempre esperaron, observaron y se preocuparon por mí.

Mamá y papá fueron mi verano.

El apartamento estaba oscuro y frío. Había algo clínico y hotelero


en él, debido al aire acondicionado trabajando horas extras y al
elegante y sofisticado mobiliario que no ofrecía ninguna
personalidad. Hasta ahora, no sabía cómo Hunter podía
soportarlo. Ahora lo sabía... no tenía ni idea de cómo era una
casa de verdad.

Me quito los zapatos a patadas, el corazón golpeando con


impaciencia, como un dedo índice sobre una superficie.

Me dirijo de puntillas a su habitación. La puerta estaba


entreabierta. Siempre estaba entreabierta, una invitación
constante. La empujo para abrirla, y mi corazón se hunde cuando
me doy cuenta de que está profundamente dormido, sus largos y
ágiles miembros se extienden perezosamente en su cama
California King. Su piel era de bronce, sus músculos tensos se
extendían. Incluso dormido, tenía la cara de un siniestro
demonio, enmarcada por los rubios rizos de un ángel.

Maldiciendo por dentro por llegar tarde y a él por estar cansado,


estaba a punto de volver a la sala de estar y poner algo a Netflix,
demasiado excitada para ir a la cama. Justo cuando doy un paso
atrás, la voz de Hunter, suave y áspera, viene a mí a través de la
oscuridad.

—Déjame calentarte, aingeal dian.

Me vuelvo, entrando en su habitación como si estuviera


enfrentando el corredor de la muerte. Con cada paso que doy,
siento que me estaba deshaciendo, dejando algo atrás.

Paso. Miedo.

Paso. Ansiedad.

Paso. Obsesión.

Paso. Pensamiento excesivo.

Llego a los pies de su cama. Me extiende la mano. No la tomo.


Todavía no. Algo me detiene. Sé que no debo pedir algún tipo de
garantía, así que no se trataba de eso. Aun así, estoy inquieta.
Con los nervios de punta.

Hunter se sienta derecho, toma mi mano en la suya y se la lleva


al corazón. Su pecho desnudo está caliente y duro. Su piel era
suave detrás del vello del pecho. No había ni una pizca de humor
en su voz.

—Juro por mi vida, cuando te vi por primera vez en ese


estacionamiento, supe que tu tipo de sangre era oro. Creo que
seremos una buena lección para el otro, Sailor. Tú no sabes cómo
vivir, y yo no sé hacer nada más que vivir hedonistamente.
Mientras decía eso, me doy cuenta de que nunca me había
sentido más mortal. Pero ser mortal era estar vivo. Tenía tanto
que perder. Tanto que ganar. Tanto que sentir.

Hunter se pone de pie, usando su pulgar para quitarme la correa


del vestido del hombro.

—Odio el invierno. —grazno, mirando hacia abajo— Siempre he


odiado el invierno.

—Yo también —captura mis labios en los suyos, desabrochando


mi vestido por detrás hasta que estoy delante de él en nada más
que mi sujetador y mis bragas. Sigue besándome, sólo
besándome, suavemente, con arte, haciéndome olvidarme de mí
misma por completo.

Olvido que estoy en los brazos del hombre más indigno de


confianza de América.

Un hombre que me prometió nada más que un corazón roto.

Un hombre que me hizo romper la promesa que le hice a su


padre, una promesa ligada a mi futuro, simplemente porque
sabía cómo salir encantado de cada situación.

La primera lluvia del otoño empieza a golpear las ventanas de


afuera, y mi corazón se aprieta en mi pecho.

Envíame una señal, Dios, la que pedí el día en que Hunter se


metió en mi vida. Me pregunto qué intenta decirme el destino
ahora.

Me besa hasta que me duelen los labios, y cuando da un paso


atrás para examinar mi cuerpo de pies a cabeza, noto que se
había deshecho de mi sostén de alguna manera sin que me diera
cuenta. Mi ropa interior es empujada a la mitad de mis piernas,
hasta las rodillas. Le devuelvo el parpadeo, esperando el
veredicto.

—¿Qué estás haciendo?

—Mirándote —reorganiza el bulto en el centro de su pantalón de


chándal.

—Ya me has visto desnuda —frunzo el ceño, doy un paso


adelante y le rodeo el cuello con mis brazos. Me esquiva de nuevo,
todavía mirando mi cuerpo.

—No voluntariamente.

—¿Cuál es la diferencia?

—Entonces, eras una bomba esperando a ser desactivada. Ahora


eres una ofrenda.

Aprieto los dientes, lista para arremeter contra él. Cada vez que
estamos en la misma habitación, las ganas de pelear con él y
tener sexo con él me abrumaban.

—¿Y bien? —empujo mis bragas hasta abajo, anudando mis


brazos sobre mis pechos, arqueando una ceja—. ¿Soy lo
suficientemente buena para ti?

—No. —dice uniformemente— Eres mejor que yo.

Con eso, se abalanza, lanzándome a su cama, besando mis labios


bruscamente, su boca viaja por mi cuello. Se detiene en mi seno,
mete uno de mis pezones en su boca y lo chupa tan fuerte que
dejo escapar un gemido. Le bajo el pantalón de chándal por la
cintura, le sujeto la cintura con las piernas y le quito la tela con
los pies como una salvaje, mientras mis manos recorren su
espalda. Después de succionar todo mi seno en su boca, se
mueve al siguiente mientras se interpone entre nosotros y juega
con mi clítoris. Esta vez, me muerde el pezón, burlándose de él
con sus dientes y su lengua. Yo me retuerzo, encontrando su
erección llena de sangre entre nuestros cuerpos, apretándola con
fuerza.

—Te voy a arrancar los sesos —gime en mi piel, su cara se desliza


desde mis tetas hasta mi ombligo. Todo mi cuerpo tiembla. Su
cresta se desliza de mi mano mientras se mueve, dejándome sin
nada. Me siento vacía, zumbando con anticipación.

—Hazlo, entonces —piso su colchón.

Se ríe, tomándose su dulce tiempo y dibujando círculos con su


lengua hasta mi ombligo, perezosos golpes que me hacen golpear
debajo de él, arqueando mi espalda, ofreciéndole más de mi
cuerpo.

Quería arrepentirme del día en que dije que sí a este arreglo, pero
no me atreví a hacerlo. Extrañamente, sentí que esto era
exactamente donde se suponía que debía estar, y con quién se
suponía que debía estar.

Su boca se prende a mi clítoris, y lo succiona dentro de su boca.


Gimo, pasando mis dedos por su glorioso cabello, viéndolo
comerme con ojos hambrientos. Me mira a los ojos todo el tiempo,
y yo quiero llorar, porque sabía que ningún otro hombre podía
hacerme sentir como él. Me siento como un melocotón, goteando
néctar directamente en su boca.

El orgasmo me toma por sorpresa. En un momento estaba


disfrutando de sus caricias, mi cuerpo temblaba en su cama, y
al siguiente todos y cada uno de mis músculos se apretaron, se
tensaron y mis ojos se cerraron mientras gritaba su nombre.

Me lleva casi un minuto completo bajar de la niebla post-


orgásmica, y para cuando estoy sobria, él ya está se envainado
con un condón, separando mis piernas, e inclinando su polla
hacia mí, viendo como su punta se desliza hacia adentro.
Lo miro. Sus ojos se clavaron en los míos.

—¿Permiso para destrozar tu útero?

Asiento con la cabeza.

—No seré gentil —muestra una de sus infames medias sonrisas,


la que probablemente usó miles de veces y resultó en miles de
orgasmos. Se sentía sucio hasta los huesos, estando con él de
una manera que muchas otras tenían. El problema era que nadie
me dijo lo bien que se sentiría su sucia aura al frotarme.

—No necesitas ser amable. Soy una guerrera, ¿recuerdas? —le


agarro la cara y lo bajo para darle un beso ardiente.

Se desliza de un solo empujón, mordiéndome el costado del


cuello como un tigre que drena su víctima de sangre. —Eso es lo
que te hace tan desafortunadamente irresistible.

Se mete dentro de mí en largos y profundos golpes. Con cada


empujón, siento que la cama se mueve una pulgada. La cabecera
se golpea contra la pared, el colchón chirriando en protesta
debajo de nosotros. Hunter levanta una de mis piernas por
encima de su hombro, envolviendo la otra contra su cintura
mientras sus ojos se clavaban en los míos. La cama y yo
lloriqueamos al unísono.

—Despacio —medio protesto cuando no puedo entender si era


yo quien sacudía la cama con mis temblores o la cama la que
temblaba debajo de mí.

Hunter era implacable. Era tan duro y grueso que me preguntaba


si mi interior se amoldaría para siempre a la forma de su erección.
Joder con él haría una experiencia de nacimiento más fácil, lo
juro. Me ensanchó y me estiró, y nunca me había sentido tan
deliciosamente llena en mi vida.
Hunter se detiene, me agarra la parte posterior de mi muslo de
su hombro, y me da vuelta sobre mi estómago. Me pone entre las
piernas, me levanta el culo y me abre las nalgas con sus pulgares.

—Compláceme, nena —sisea, cubriendo su dedo con mis jugos y


deslizándolo en mi estrecho agujero. Se aprieta a su alrededor
nerviosamente, y mueve su dedo un poco hacia adentro,
acariciando suavemente.

—¿Por qué?

Me besa un lado del rostro, la silueta de sus rasgos en mi


periferia. Era tan hermoso que aprieta mi corazón, haciéndome
querer llorar.

—Porque soy tu villano favorito —susurra.

Con eso, retira su dedo y luego lo desliza de nuevo dentro de mí,


una pulgada cada vez. Yo grito, apretando las sábanas entre los
dedos y cerrando los ojos. Él empuja sus dedos dentro de mí al
mismo tiempo. Me encanta. Todo. Tenerlo en mis dos agujeros.
Tan llena de él.

Me encanta que se sintiera un poco degradante.

Más que nada, me encantaba que Hunter Fitzpatrick estuviera


tan loco como para follar a alguien a espaldas de su padre y
arriesgarse a perder su herencia. Lo suficientemente valiente
para follarse a la hija de un jefe de la mafia como un animal,
sabiendo las posibles consecuencias.

Era intrépido, un rebelde, un pecador, y un santo.

Un príncipe que nunca quiso su título.

Un libertino de corazón puro.


Él era todo por lo que una mujer debería huir, personificado. Y
sin embargo, aquí estaba yo, cayendo más profundamente.

Un placer abrumador corría entre nosotros, y lo sentí hincharse


y sacudirse dentro de mí mientras luchaba mi próximo clímax,
desesperado por hacer esto juntos.

—¿Te corres? —jadeo.

—Nena, estoy a punto de necesitar una intravenosa después de


esta mierda. ¿Permiso para estar sucio?

—Concedido. —Un gemido sale de mi boca al mismo tiempo que


él se saca. Mis rodillas se juntaron. Me estremezco, sintiendo la
pérdida de él. Se arranca el condón, me agarra el coño con la
mano, me mete tres dedos y aprieta la polla en mi agujero
dolorido y apretado. Con mi trasero al aire y bien abierto, siento
el líquido espeso de su semen salir disparado a su alrededor en
cintas calientes. Empuja sus dedos más profundamente entre
mis labios, cubriendo mi entrada completamente para que su
semen no pudiera gotear en ella. Yo también me corro.

Hunter se desploma sobre mí, su pecho presionando mi espalda


sudorosa, y antes de que nos diéramos cuenta de lo que estaba
pasando, la cama se inclina hacia un lado, rompiéndose una de
sus patas. El ruido demoledor de la madera partida llena la
habitación, que de otro modo estaría en silencio.

Rodeo desde el colchón inclinado, y el único pensamiento que


pasa por mi mente era que mi hombro no necesitaba otro golpe,
especialmente después de haber hecho algún progreso. Pero
antes de que mi cuerpo llegara al suelo, siento el brazo de Hunter
envolviéndose en mi cintura, tirando suavemente de mí hacia la
cama. Me aferro a él como si estuviéramos varados en medio del
océano en un pedazo de madera.

—Jesús —gimo— ¿Cómo sucedió eso?


—¿Es una pregunta hipotética o puedo darte una respuesta larga
y sucia? —Hunter murmura en mi oído, mordisqueando mi
lóbulo, haciéndome reír.

Lucho por ponerme de pie, pero me sujeta, agarrándome el


trasero. Me besa un lado del rostro. —Espera aquí. Te limpiaré.

—La cama está rota. —le recuerdo— Esto no es una película. No


voy a descansar lujosamente en una cama que está inclinada
hacia abajo.

Pone los ojos en blanco teatralmente. —Arruinando mi estilo.

Me levanta, al estilo de la luna de miel, y me lleva a su baño. Allí


me levanta sobre el mostrador, toma una toalla, la enjuaga con
agua caliente y me limpia entre las piernas. Lo observo todo el
tiempo. No había forma de que lo hiciera con todos sus ligues.

Deja de pensar en ellas. Deja de obsesionarte con las muchas


chicas con las que ha estado. Hay más por venir, y, de todos
modos, no es asunto tuyo.

—Hoy has manejado las cosas de una manera muy rudo —digo
después de un tiempo.

El silencio era confortable, pero ver su cara mientras sus ojos se


concentraban en limpiar mis lugares más íntimos me desentrañó.
Todavía no podía creer que me había acostado con alguien que
no era una especie de tipo de novio.

Hunter sacude la cabeza. —Aprendí desde muy joven que las


mujeres no están aquí para quedarse. Mis padres me enviaron a
un internado cuando tenía seis años. Tenía niñeras que me
seguían el culo cada vez que estaba en casa. No creo que mi
madre supiera conscientemente que no estaba ahí para mí, pero
eso no cambia el hecho de que no lo estaba. Las niñeras eran
intercambiables y frecuentemente reemplazadas. Pa se empeñó
en cambiarlas cada temporada para que yo no aprendiera a
depender de una mujer. Creo que le asustaba pensar que uno de
sus hijos no sería totalmente independiente. También lo hizo con
Cillian. La única diferencia era que Kill nació con un alma diez
tonos más oscura que la de un humano normal… hijo de su padre
hasta la médula. Ambos crecimos aprendiendo que las mujeres
eran desechables, nacidas para servirnos, y herederas. Papá
engañó a mamá. Mamá engañó a papá. Kill... Joder quién sabe lo
que pasa por su cabeza mientras prueba su interminable cadena
de aventuras sin sentido, pero sabe cómo hacerlo en silencio.

Le toco la cara, instándole a que dijera más. Prácticamente podía


oír las ruedas de su cerebro girando mientras pensaba en ello.

—Lo que Pa no tomó en consideración fue que yo no era Cillian.


No nací como un degenerado de sangre fría y egoísta con gusto
por el dolor. Así que fui por lo más cercano: una pobre imitación.
Pero siempre salió sin ese brillo de Cillian Fitzpatrick. Mis
aventuras son desordenadas y públicas y, resulta que es muy
caro.

Me río de la última parte, tapándome la boca. Hunter suelta una


sonrisa cansada, tirando la toalla usada al suelo. El ama de llaves
la lavaría cuando viniera mañana por la mañana, como si esto
fuera un hotel.

Tal vez así es como Hunter siempre se sintió, como un huésped,


incluso en su propio apartamento.

Me bajo de un salto, presionando mis manos contra su pecho.


Me dolía todo el cuerpo. De la cintura para abajo, sentí que
estaba destrozada. De cintura para arriba, cada centímetro de mi
piel estaba cubierto de un sarpullido rojo de su implacable barba.

—Gracias —le beso la comisura de la boca.

—¿Por qué?
—Por ser real. Sé que es difícil.

Empiezo a ir a mi habitación, resistiendo el impulso de invitarlo


a mi cama, ya que la suya estaba rota. No importa que lo
rompiéramos juntos. Decidí ser muy cuidadosa con Hunter
cuando se trataba de cosas que podían ser vistas como pegajosas
o demasiado de relación. No sólo por su bien, sino también por el
mío.

En el momento en que paso por el umbral de su baño, su mano


serpentea y me agarra por la cintura.

—¿A dónde crees que vas, aingeal dian? Si todavía puedes


caminar, significa que aún no hemos terminado.

Me llevó a mi propia cama e hizo cosas indescriptibles a mi


cuerpo tres veces más esa noche.

Luego se durmió encima de mí, nuestros miembros se


enredaron.

Y cuando nos despertamos a la mañana siguiente, fiel a su


promesa, era casi imposible caminar con el dolor entre mis
piernas. Me sentía como si estuviera orinando fuego, y en
realidad temía hacer un número dos.

Pero lo que más me preocupaba era mi corazón, que se sentía


diez libras más pesado, y tan hinchado que casi me tropezaba
con mis propios pies.
Diecisiete

Hunter
Las siguientes seis semanas pasaron rápidamente.

Me ahogaba en trabajo y ensayos, pero nunca perdía la


oportunidad de follarme a mi compañera de piso, quien - ya se
podía admitir - había resultado ser la mejor compañera de piso
de la historia de las compañeras de piso.

Para estar seguros, no me cambiaron la cama. Hizo que


deslizarse en su cama cada noche pareciera más práctico y
menos... lo que sea. Incluso después de que Sailor volviera a
entrenar a tiempo completo y empezara a levantarse temprano
otra vez, todavía encontré tiempo para encajar un rapidito
matutino, incluso si eso significaba levantarse con ella.

Realmente me quitó lo borde del resto del día.

Puntos de bonificación: Pa no parecía estar enfadado con Sailor


después de esa cena de mierda, así que no había una amenaza
inmediata a mi herencia. Aunque tuvo cuidado de no hablarme,
y limitó nuestra ya restringida comunicación, Sailor me dijo que
le había estado enviando correos electrónicos con más frecuencia
e incluso había usado el término "cariño" (inserte aquí "emoji
vomitar").

—Él me dijo que respetaba la forma en que te defendí y le di un


pedazo de mi mente, pero al mismo tiempo, sabía que era lo
suficientemente inteligente como para no involucrarme
contigo, —ella me dijo el día después de esa cena, irónicamente
minutos después de que usara sus muslos como calentadores de
oídos y la comiera durante veinte minutos.
Mis labios aún brillaban con sus jugos cuando me reí, poniendo
un brazo detrás de mi cabeza.

—Tal vez no soy tan inteligente —se acaricia la cabeza en el


hueco de mi brazo mientras sus dedos jugaban con el vello de mi
pecho. Me encanta cuando hace eso. Ni siquiera sabía por qué. A
veces los tiraba muy fuerte, pero era un gesto íntimo que ninguna
aventura había hecho.

—Tal vez él no sea tan agudo —le respondo.

—La respuesta probablemente se encuentra en algún lugar en el


medio —tomo su rostro en mis dos manos y la beso con fuerza—
. No hay manera de que seas menos que un genio. Se necesita
uno para conocer a otro.

Aunque no me sentía como un genio, no importaba lo que


indicara mi test de inteligencia.

Después de esa estúpida cena, fuimos a visitar a mi familia o a


la suya casi todos los fines de semana. La cena con los Brennan
era las tetas.

Sparrow Brennan era un cocinero de clase mundial


(literalmente), y fue divertido ver al infame Troy Brennan obtener
el tercer grado de su esposa y su hija. Incluso aprendí a llevarme
bien con Sam. Más o menos, de todos modos. Era un hijo de puta
que daba miedo.

Hablábamos de todos los temas bajo el sol - política y programas


de televisión y nuevas cosas que hacer en la ciudad y el futuro,
pero nunca sobre dinero, que se sentía fresco. Pa y Cillian sólo
hablaban de dinero. A veces Aisling me acompañaba, lo cual me
gustaba también, porque era el único miembro de la familia que
estaba seguro de que no quería matarme con un consolador. Pero
tampoco le gustaba, porque miraba a Sam como si tuviera el
mundo apretado en su sucia y violenta palma. Aisling y Sam era
una mala idea.

Ella era la princesa de la torre de marfil, y él el vándalo que iba a


robarla y corromperla en su hora de almuerzo para no incendiar
el mundo.

Era demasiado viejo, experimentado y peligroso para mi


hermanita.

A veces las hermanas Penrose también estaban allí. No me


importaban mucho. Me dije a mí mismo que probablemente no
tenían ni idea de que Sailor y yo estábamos follando. Sin duda
pensaban que no la merecía, o peor aún, que no tenía ninguna
posibilidad con ella en primer lugar. Ambas cosas eran ciertas,
por cierto.

Las cosas no salieron tan bien cuando tuvimos que visitar a mi


familia, pero mientras mantuviera mis interacciones con Pa al
mínimo, sobreviví. Incluso compartí algunas palabras tibias con
Cillian que no implicaban ninguna blasfemia, principalmente
basura patriótica o cómo la nueva refinería en Maine se estaba
yendo a la mierda (mis palabras, no las suyas, Dios no lo quiera).
Aun así, contaba para algo. Un día en el trabajo, Kill incluso me
trajo un sándwich de queso y una gran Coca-Cola a mi escritorio
cuando estaba estudiando para un examen y no tenía tiempo de
tomar mi descanso para el almuerzo.

—Aquí, Legalmente Rubia —tira la comida en mi escritorio sin


dejar de mirarme.

—Joder. Gracias, viejo amigo. —miro la comida con


incredulidad— Hacer malabares entre la universidad y el trabajo
es una perra.

Kill desliza un pedazo de papel con un correo electrónico sobre


mi escritorio después de la comida. —Haz que alguien más
escriba tus ensayos por ti. Haz que te hagan resúmenes para los
ensayos. La vida es demasiado corta para fingir que te importa
un bledo el derecho de los negocios.

—¿No te importa? —bromeo. Mis padres nos habían jodido a los


dos completamente, pero de diferentes maneras. Yo me
preocupaba demasiado y me comportaba mal. Él, no le importaba
nada en absoluto.

—Estoy seguro de que sí, pero aún no lo he encontrado —dice.

—Mentiroso.

—La verdad está sobrevalorada, una forma poco creativa y poco


inspirada de ver las cosas.

Me acostumbro al trabajo duro y a los estudios nocturnos.


Incluso me acostumbré a follarme a una sola chica. Lo único que
me frustraba era Sylvester. Escuché sus grabaciones a fondo,
casi todas las noches, y aun así no pude encontrar nada concreto
con lo que atraparlo.

Un día, Pa me llama a su oficina. Podía contar las veces que lo


había hecho desde La Cena, por un lado, así que me acerqué de
mal humor. Empujando la puerta, noto que Kill y Syllie ya
estaban sentados frente a él.

—Siéntate —escupe Pa, apenas mirando una silla vacía junto


a Syllie.

—Prefiero estar de pie. ¿Qué pasa? —pregunto.

Todos los ojos se dirigen a mí. Creo que se sorprendieron tanto


como yo al oír mi voz, baja y sobria y sin ese tono juguetón y
aspirante a violador que mi familia detestaba tanto. Me estaba
desarrollando una columna vertebral. Los dolores de crecimiento
eran una perra, pero estaba empezando a reconocer que no tenía
muchas opciones.

—Hunter —advierte mi padre.

—Déjalo en paz, Athair. Hay asuntos mucho más apremiantes


ahora mismo —gruñe Cillian con impaciencia

Lo habría besado en la boca si no fuera mi hermano y mis labios


no tuvieran una pequeña bruja pelirroja.

—¿Y bien? —levanto mi barbilla.

Mi padre se sienta hacia atrás. Parece agotado, cansado como


una mierda.

—Los tres, tú, yo y Cillian, haremos un viaje para monitorear el


progreso de la refinería. Les estamos dando la oportunidad de
arreglar el desorden de la maquinaria, pero está claro que hay
que hacer algo. Ha habido demasiados contratiempos con el
proyecto, y creo que podría elevar la moral general si mostramos
un frente unido y vamos allí juntos —dice Pa.

Me sorprendió que me incluyeran. En este punto, estaba


agradecido de que no me pusieran un par de malditos pantalones
cortos naranjas y un sostén blanco y me llamaran camarera de
su oficina Hooters, pero algo más me molestaba.

—¿Qué hay de ti, Syllie? ¿Vienes? —le muestro mi sonrisa


bondadosa.

El hombre se vuelve hacia mí, sacudiendo la cabeza.

—Alguien tiene que asegurarse de que todo funcione bien aquí.


Además, mi esposa tiene esa cosa —añade como un pensamiento
posterior.

—¿Qué cosa? —presiono. Alguien tenía que hacerlo.


—Ella está un poco mal. Fue operada hace poco menos de dos
meses.

—¿Qué cirugía? —No cedo. Podía ver a Kill en mi periferia,


sonriendo de forma divertida.

—Oh, no estoy seguro de que esta sea una conversación que ella
apreciaría que tuviera. Obviamente, lamento no poder unirme a
ustedes.

—Obviamente —repito, ladeando la cabeza, examinando su cara.


Se encuentra con mis ojos con desafío.

—¿No fue usted quien llamó la atención de Athair sobre el hecho


de que nos estábamos retrasando en la refinería y que nunca
pasaría las inspecciones de salud y seguridad a este ritmo?

La sonrisa de Syllie comienza a desvanecerse. Sabía que estaba


molestando más que sólo a él. Pa odiaba ser criticado.
Especialmente por mí.

—Ese es su trabajo. —mi padre retumba detrás de su escritorio—


¿Cuál es tu punto, Ceann Beag?

Me encojo de hombros. —No tiene sentido. Sólo estoy juntando


las cosas.

—Tu trabajo es archivar las cosas, no pegarlas en una narración.


—me recuerda Pa— Está decidido entonces. Te vienes con
nosotros. Estás excusado ahora.

Lo saludo, marchando. En lugar de sentarme en mi escritorio, me


dirijo a la oficina de Syllie, comprobando todas las tonterías que
había usado para grabarlo, viendo que no se había movido nada.
Desde la primera vez que conocí a Knox, le hice dos visitas más
y me las arreglé para poner un rastreador en el teléfono de Syllie
(usaba teléfonos de prepago, pero hasta los más astutos se
resbalaban a veces). Había conseguido dos números de
investigadores privados fiables, pero sabía que algo así podría
estallar en mi cara si no lo manejaba con cuidado.

Mis noches las pasé de la siguiente manera:

Volver a casa.

Follar a Sailor.

Hablando de nuestros días sobre la comida para llevar -ella era


mi muro occidental, allí para escuchar sin juzgar, para escuchar
sin meterme su opinión por la garganta- luego escuchar las
grabaciones de Syllie después de que terminara con mi mierda de
universidad. A veces Sailor me ayudaba. Nos sentábamos juntos
en el sofá, yo le masajeaba las piernas, y ambos teníamos
nuestros AirPods metidos, escuchando diferentes partes de las
grabaciones de Syllie. Cuando uno de nosotros sentía que estaba
en algo, lo tocaba para el otro. Hasta ahora, sin embargo, Syllie
era demasiado cuidadoso por su propio bien.

Finalmente, cuando nos retirábamos a la cama, me la follaba otra


vez. A veces ella me follaba a mí. Sailor era una luchadora.

No hablábamos de lo que éramos.

Lo que no éramos.

Sólo existíamos: una mariposa y un hombre que apreciaba las


cosas bellas.

Coexistiendo en el ojo de una tormenta en la que nos habían


arrojado.
Knight: Oye, imbécil. ¿Qué vas a hacer el próximo fin de
semana?

Hunter: Rascarme las pelotas. Hacer muñecos de vudú de mi


padre. Ese tipo de cosas. ¿Qué clase de pregunta es esa?

Knight: Una a la que me gustaría una respuesta seria,


pequeño cabrón.

Hunter: No follando por el culo desafortunadamente.


Estudiando, probablemente. Tengo una cena en casa de mis
padres. ¿Y tú?

Knight: En Boston con Bae por su contrato de libro. Vamos a


ir a verte.

Hunter: ¿Ahora te estás follando a una autora? Esa es la


altura de la intelectualidad que vas a alcanzar. Espero que te
des cuenta de eso.

Knight: ¿Dije que te vería? Quise decir que me quedaría


contigo. También: Ja. Ja.

Hunter: Bastardo barato.

Knight: ¿Eso es un sí?

Hunter: No es un no.

Knight: ¿Le importará a tu compañera de cuarto nerd?

No le había dicho a Knight o a Vaughn que me acostaba con


Sailor, no que me avergonzara ni nada. Pero sabía que era
privado. No había confiado en sus amigas sobre nosotros, y se
sentía como si traicionara su confianza. Especialmente si en
algún momento mi padre se entera de lo nuestro y la mierda se
dispara. Cuanto más lo mantuviéramos en secreto, mejor. No iba
a tirar mi herencia por un coño, no importa cuán dulce y
apretado fuera, y ella estaba recibiendo una cobertura mediática
muy dulce y alcanzando todas sus marcas de relaciones públicas.

Sailor fue entrevistada recientemente en un programa matutino


local, había aparecido en dos revistas para adolescentes, y
Crystal, su agente, había dicho que su nombre había sido
googleado más el mes pasado que el de cierta hermana
Kardashian, aunque esta última supuestamente le había
remodelado toda la cara y algunas otras partes del cuerpo.
Mantener a Sailor en secreto era asegurarse de que lo que
teníamos era sólo eso, una aventura con fecha de caducidad. No
era mi novia. Pero vivíamos bajo el mismo techo y nos gustaba
chuparnos las partes privadas.

En realidad, no había razón para contarle a Knight sobre Sailor,


así como tampoco había razón para contarle sobre las otras
aventuras que había tenido a lo largo de los años.

Hunter: Apenas me importa lo que ella piense.

Knight: Brutal como siempre.

Hunter: Nos vemos la semana que viene.

Knight: Nos vemos.

A la mañana siguiente, llegó mi nueva cama grande. La conseguí


para Knight y su prometida, Luna. Pagué una tarifa urgente para
asegurarme de que los pequeños cabrones tuvieran un lugar
donde dormir. No tuve la oportunidad de poner al corriente a
Sailor, porque la noche anterior, tan pronto como entró por la
puerta, estuve demasiado ocupado embelesándola como para
meterle una frase.
La pilló desprevenida mientras tomábamos nuestro café
matutino el sábado por la mañana como dos adultos o algo así.
El ascensor sonó y los de la mudanza salieron, sosteniendo las
piezas de la caja con la gigantesca huella de la cama.

Sailor arquea una ceja sobre el borde de su taza, fingiendo una


tranquila curiosidad, pero yo sabía que estaba enfadada. Sus ojos
verdes siempre se oscurecían un poco cuando estaba molesta.

—No recuerdo haberte exiliado de mi cama. Tenemos un poco


más de tiempo para nuestro arreglo.

Sonrió, dejando caer un beso en la coronilla de su cabeza.

—No voy a dormir en la cama nueva ni un segundo. Mi amigo


Knight y su novia-barra-prometida-barra-rompepelotas Luna
quieren quedarse con nosotros el próximo fin de semana. Se
reunirá con su agente literario aquí o algo así. ¿Eso está bien?

—Seguro —se encoge de hombros y lo dice en serio.

La tensión se había evaporado de sus hombros. Sabía que iba a


ser duro para ella cuando le diera la patada. Honestamente,
también extrañaría su trasero (y su coño, y su boca).

—Pero no dormirás en mi cama cuando estén aquí. Nadie puede


saber de nosotros —advierte.

Asiento con la cabeza, feliz de que aún tuviera la cabeza bien


atornillada. Algunas chicas se volvieron locas cuando se trataba
de un multimillonario bien dotado. Aunque no Sailor Brennan.

—Me quedaré en el sofá cuando estén aquí.

Se da la vuelta, enjuaga su taza de café y la guarda. Me pongo


detrás de ella, atrapándola en el mostrador, masajeando sus
hombros. El derecho todavía estaba un poco dolorido, pero me
dijo que lo había estado matando en el campo de tiro. Pensé que
sus posibilidades de conseguir el puesto olímpico eran muy
buenas. Iba a suavizar el golpe y darle mierda para que se
concentrara cuando termináramos. No podía esperar a ahogarme
en coños ilimitados y animar a Sailor mientras pateaba traseros
y tomaba nombres en las Olimpiadas. Incluso brindare con un
trago o seis cuando obtenga esa medalla.

—¿Qué vamos a hacer hoy? —pregunto, besando la parte de atrás


de su cuello— Quiero decir, aparte de acostarnos.

—No mucho. —Se da la vuelta, con la voz baja— Voy de compras


con Emma, Persy y Aisling.

Había estado haciendo muchas compras últimamente y se veía


muy bien con su ropa nueva. Su cabello también estaba muy
bien, y oí a una de las hermanas Penrose, la bocazas, Emmabelle,
diciéndole que debería conseguir una cuenta de Tinder. Estaba
saliendo de su caparazón, y en la verdadera Sailor, había partido
a esa perra en dos y se pavoneaba con tacones de diez
centímetros. No pude evitar sentirme estúpidamente afortunado
de ser el tipo que estaba a su lado. Pronto iba a ser una come-
hombres, pero yo había sido el primero en sacarla de su extraño
limbo, para introducirla en la sociedad.

—Te acompañaré —le pellizco el trasero.

A pesar del tiempo que había pasado, todavía no había adquirido


ningún amigo en Boston. Era casi imposible. Trabajaba con gente
de mediana edad todo el día, luego tomaba clases nocturnas en
la universidad, principalmente con madres solteras y personas
mayores que trabajaban a tiempo completo como yo.

Sailor pone su mano en mi pecho. Era su movimiento. Eso, y


lamerse el dedo y limpiar la mierda de mi cara cuando estamos
comiendo. Al igual que el tirón de vello del pecho, no lo odiaba.

—Um, no, no lo harás.


—¿Por qué no? —frunzo el ceño, sorprendido.

—Porque vamos a hablar de cosas de chicas.

—¿Como penes y consoladores? —Tengo la esperanza de que eso


fuera de lo que las mujeres hablaran. Desnudas. Aparte de mi
hermana. Prefiero morir que imaginarme a mi hermanita
desnuda. Dulce Jesús, ¿por qué dejé que mi mente vagara tan
lejos? Ahora no podía dejar de imaginar a Aisling teniendo una
fiesta de pijamas en lencería, y quería vomitar por toda la isla de
la cocina como en ese episodio de South Park.

Que le den a mi vida por el culo.

Sailor ladea la cabeza, frunciendo el ceño. —Prueba con ropa,


chicos y chismes mezquinos, aunque inofensivos.

—Me gusta la ropa y los chismes mezquinos, aunque inofensivos.

—¿Mencioné que hacemos todo esto con la banda sonora de A


Walk to Remember? ¿No? Porque ninguna reunión estaría
completa sin unas pocas películas de chicas —señala.

—Paso —gruño, sin querer rogar por su compañía.

Echa la cabeza hacia atrás y se ríe, frotando mi brazo. Sai-lor


(Sai-lor. Bonito nombre, me doy cuenta, aunque de manera
elegantemente tardía) no era frío o distante como había
imaginado. Ella me tocaba todo el tiempo de una manera que no
quiero que me molesten.

—Me imaginé que estarías buscando entretenimiento, así que


me encargué de llamar a tu hermano y hacer planes para ti —se
escabulle de mi toque cuando empiezo a acercarla para un
rapidito.

—¿Mi hermano? —hago eco, girando sobre mi talón. ¿Tenía otro


hermano bastardo del que no estaba al tanto? Porque no había
forma de que hablara de Kill— ¿Te refieres al imbécil que me mira
como si fuera mierda de vaca aferrado a su Magnannis de mil
doscientos dólares?

—El único y el mismo. —cierra la cremallera de su mochila North


Face, tirando mi chaqueta de aviador en mis manos desde la
parte trasera del taburete de la isla de la cocina—. Vas a montar
a caballo.

—Me estás jodiendo. —la miró fijamente, con la chaqueta aún en


la mano— ¿Por qué haría eso?

¿Por qué no haría eso?

No estaba seguro de si estaba enfadado o asombrado por su


capacidad de persuasión. Había evitado con éxito cualquier tipo
de conversación con mi madre y mi padre porque me chupaban
las pelotas, pero con Cillian, estaba exteriormente, totalmente
enfadado. Mis sentimientos por él no eran complicados o
enrevesados. Simplemente le deseaba una muerte lenta y
dolorosa. Mi corazón no se podía comprar con un cheese-steak y
el correo electrónico de algún TA de Harvard que cobraba de más
por ensayos que podía descargar en línea.

—No puedes odiar a toda tu familia. —señala Sailor, metiéndose


en su chaqueta. Había estado lloviendo desde la primera noche
de lluvia cuando le destrocé el útero— Tienes que hacer algunos
aliados si quieres sobrevivir siendo un Fitzpatrick. Él va a ser el
primero.

—Suena ambicioso. También, improbable.

—También, sucede —responde con calma, empujándome hacia


la puerta con una fuerza sorprendente.

—¿Qué diablos estás haciendo? —enseño los dientes,


arrastrando los talones por el suelo como un niño pequeño.
—Míralo como mi regalo de despedida para ti. No quiero
despedirme sin saber que tienes algunas personas en las que
confiar. Me imagino que tu madre y Cillian son tu mejor opción.

—¿Por qué no Aisling? —Trato de esquivar su toque al mismo


tiempo que trato de pellizcarle el trasero. Bailamos tango como
un par de pavos reales agresivos durante unos segundos.

—Oh, tienes el voto de Aisling, seguro. Pero necesitas el apoyo de


los estados indecisos. Piensa en Cillian como si fuera Virginia.

Poner su nombre con cualquier cosa virginal sería un crimen,


pero le ahorro mi comentario de sabelotodo.

Quería estar enfadado con ella, pero por mi vida, no podía. Deje
que esta perra loca -y usé el término con cariño- llamara al otro
hijo de puta más loco que había conocido y negociara los
términos de mi relación con él.

—No tengo ninguna mierda para montar. —digo firme, quedando


paralizado.

—Me lo imaginaba. Cillian dijo que te prestará un poco —canta


Sailor.

Me doy la vuelta para mirarla mientras abre la puerta. Los de la


mudanza marchaban de vuelta de mi habitación, quitándose el
polvo de las manos.

—Te odio— Les doy doble paga, saludándolos con la mano.


Porque yo podía ser un coño y una gran persona al mismo tiempo.

—Encontraré la manera de seguir adelante —me muestra una


sonrisa que quiero borrar con un beso.

—No estés tan segura. Será difícil cuando te odie y haga un


agujero con tu forma en el colchón.
Sailor me da otro empujón. —Entonces espero que a tus amigos
no les importe dormir en un colchón con forma de Sailor, porque
definitivamente me llevaré la cama nueva. ¡Buena suerte y adiós!

La puerta se cierra de golpe en mi cara, y todo lo que puedo hacer


es reírme.

Maldita sea, Sailor.

Abajo, Kill me recoge para ir al centro ecuestre. Pasé el paseo


jugueteando con el caballo Dala en mi cuello mientras Cillian se
burlaba de numerosas cosas que pasábamos por el camino: un
lecho de flores marchitas, un árbol roto al lado del camino,
basura general. Todo esto enojó al imbécil. Iba a morir a los 33
años de un ataque al corazón. Me dio un juju tan podrido que
tuve que encerrarme en un lugar sagrado hindú en una montaña
india durante una década sólo para deshacerme de su
negatividad.

Cuando llegamos allí, descubrí que Cillian tenía unos cuantos


caballos que le pertenecían legítimamente. Aparentemente, no
había limitado su afición a la equitación sólo a mi culo. Sabía que
Kill también había jugado al polo en su juventud y que era más
hábil que yo (insertar aquí el emoji de choque), pero cuando
lanzamos nuestras altas monturas sobre dos caballos negros
árabes gemelos y empezamos a montar, estaba bastante claro
que ambos éramos hábiles.

Cillian me da un casco, una silla de montar y un par de botas.


Parecía un aristócrata del siglo XVIII en su equipo, y me pregunté
si disfrutaba siendo tan perfecto veinticuatro jodido siete. Desde
fuera, parecía agotador.
Nos dirigimos al cuello del bosque, la silla de montar hecha de
rico cuero que mi hermano me había prestado, me tiñó las fosas
nasales con un olor a tierra. Echaba de menos la equitación.
Había señales dispersas por el bosque advirtiendo a los jinetes
sobre los cazadores (irónico). Cuando Cillian me dispara una
mirada de reojo para ver si me importaba, me encojo de hombros,
ayudo a mi caballo y galopo hacia adelante. Desviándome lejos
en un caballo con el que no estaba familiarizado en el bosque que
no sabía que era sumamente estúpido, pero sabía que mi
hermano era lo suficientemente responsable para mantenernos a
ambos con vida.

La muerte me alcanza rápidamente.

—Entonces, ¿todavía estás haciendo el papel de Auguste Dupin


y maquinando la caída de Sylvester?

Por supuesto, él haría referencia a un personaje de Edgar Allan


Poe antes que a Sherlock Holmes. La muerte prosperó por ser
diferente. Probablemente pensó que yo tenía la impresión de que
Auguste Dupin era un sofisticado postre francés. Cabalgo más
rápido, haciéndole sudar por la conversación.

—Está cocinando algo —le digo— Años de ser un imbécil me


hacen experto en reconocer a los imbéciles cuando los veo.

—Confío en tus instintos —Kill dice con su habitual y grave


cortesía, ignorando a la manada de rubias del establo que
salieron de un rincón del bosque, riéndose y señalándonos.
Cillian ni siquiera echa un vistazo a las groupies. Me doy cuenta,
con cierto disgusto, que tampoco estaba particularmente
interesado en probar sus productos.

—Entonces, ¿por qué no me apoyas en esto? —Me siento...

¿El odio de Kill por mí superó su amor por Royal Pipelines? Trato
de mantener la calma. Cillian odiaba las emociones. Me pregunto
cómo, exactamente, iba a darle a Pa los preciosos herederos que
obviamente estaba esperando cuando mi hermano mayor estaba
horrorizado por cualquier tipo de emoción, lujuria incluida.

—Empezaste esto, pusiste las cosas en movimiento. Ahora es tu


trabajo terminarlo —explica Cillian, ayudando a su caballo y
acelerando su ritmo, con la espalda recta como una flecha.
Seguimos persiguiéndonos, cambiando de ritmo. Recordé sus
palabras: "Todo es un concurso de meadas".

Me lanzo hacia adelante, alcanzándolo.

Canción del día: “Wild Horses” de los Rolling Stones.

—No me gustan las pruebas —siseo.

—No me gustan los impuestos —sisea— Pero adivina qué hago


cada 15 de abril. Déjame darte una pista, no cinco animadoras
californianas en la alfombra de 14.000 dólares de mi amigo.

Casi me río. A pesar de toda su mierda, mi hermano era más


genial que un cajero de Trader Joe.

—Eso apesta —gimo, refiriéndome a Syllie. Todavía no podía


recordar la orgía.

—Bienvenido a la edad adulta. Dejen su alegría y creatividad en


la puerta.

—¿Y si no puedo atraparlo? —Meto mis uñas en el abrigo de su


caballo. Me doy cuenta de que Kill calentaba su árabe negro,
ayudándole frecuentemente, como si quisiera saltar sobre él. Me
pareció típico que ni siquiera les hubiera puesto nombre a sus
dos caballos favoritos. Era impersonal, incluso para las cosas que
le gustaban.

—Una lástima para Royal Pipelines, pero tuvimos una buena


racha —dice desapasionadamente, mirando hacia adelante.
Los caballos se lanzaron como un sueño y se subieron bien a las
sillas de montar. Eran jóvenes pero tranquilos y de buen carácter.
Cabalgamos por el bosque, rodeados de árboles y musgo. Había
un camino claro que conducía al infierno, el sol se filtraba a
través de los pinos acuchillados, el fresco aroma de la tierra nos
rodeaba.

Cillian sospechaba de Syllie tanto como yo. Por eso Syllie lo


odiaba. Y por eso Kill no me había ridiculizado cuando presenté
mi teoría.

—Quieres ver si la cago —Chasqueo mis dedos, finalmente lo


entiendo.

Mi hermano se quita un trozo de pelusa invisible de su abrigo de


montar. —Necesitas un buen desafío. Asegúrate de colgar al
rebelde en la plaza del pueblo en vez de joderle la pierna cuando
termines.

—Jódete.

—El lenguaje es una herramienta poderosa, Ceann Beag. Será


mejor que dejes de abusar de él.

—¿Qué significa? —lo miro mal.

Detestaba su autocontrol. Me asustaba. Me imaginé que era uno


de esos sociópatas que pueden follarse a alguien durante horas
sin correrse sólo para castigarlos. Era así de disciplinado.

—Inapreciable e inútil es la misma suma, presentada de


diferentes maneras. Las palabras te hacen o te rompen. Al
maldecir, te reduces a alguien que no puede transmitir sus
sentimientos lo suficiente.

—Bien, Geoffrey Chaucer Jr., de vuelta a Sylvester. ¿Qué crees


que está planeando?
—Considerando que pidió más acciones y un aumento sustancial
hace unos meses y fue rechazado por ambos, imagino que sabe
que está saliendo y quiere meter la mano en el tarro de miel antes
de que sea demasiado tarde. Podría sacar millones de la
compañía. Billones, si es ambicioso y se siente muy vengativo.

Dijo billones en el mismo tono que yo decía centavos. Esa suma


era totalmente desechable para él.

Kill toma un giro brusco. Yo lo sigo. Estábamos cabalgando


alrededor de lo que parecía un campo de tiro con arco, no el de
Sailor, que estaba en el corazón de la ciudad. Este parecía una
especie de campamento. Me pregunté si alguna vez había estado
aquí, antes de recordar que me importaba una mierda si lo había
hecho.

Cillian me pregunta sobre la universidad, y luego sobre Sailor


("la pelirroja peleonera", para ser exactos), y luego procede a decir
la cosa más impactante que había salido de su boca.

—Los Fitzpatricks se ocupan de los suyos, Hunter. Aun así, no


necesito decirte que tenemos una estricta política de comer a los
jóvenes. Pero papá no te odia.

—¿Cuál? —Pregunto cuando empezamos a hacer el camino desde


el bosque hasta los establos— ¿El tuyo, o el cabrón de Europa
del Este que se tiró a nuestra madre?

—El que importa —bromea—. El que te está haciendo pasar por


un infierno para que puedas salir con las habilidades necesarias
para dirigir una de las mayores corporaciones del mundo junto a
mí.

—Me resulta difícil de creer.

—Creerlo, de todos modos. Todos tenemos cicatrices. —dice


Cillian con frialdad—. Algunos elegimos llevarlas como joyas
finas; otros las esconden. Tú simplemente tratas de ignorarlas.
Enfrenta tus problemas, Ceann Beag. Porque, ¿adivina qué? No
se van a ir a ninguna parte.

—Me alegro de que hayas logrado vivir lejos de tus padres, de tu


familia, a partir de los seis años sin sufrir daños. Pero yo no soy
tú. Y déjame decirte algo más que podría sacudir tu mundo: Yo
tampoco quiero ser tú. Yo quería un padre. Una madre. Un
maldito hermano y una hermanita. Todo el paquete. No quería
las escuelas privadas, los caballos y la riqueza. Sólo quería una
familia.

—Nunca hubo una familia para ninguno de los dos —sisea Kill,
metiendo los pies en los estribos como un principiante. Su
caballo se dobla, sin acostumbrarse a que su dueño levantara la
voz.

Reduje mi ritmo, mirándolo.

—La madre que ha tomado antidepresivos desde que nació


Aisling y no estaba en condiciones de cuidar de un hámster, y
mucho menos de tres niños. Papá raramente estaba en casa.
Dormía en la oficina más de la mitad de la semana. A las niñeras
no se les permitía vivir en los terrenos de Avebury Court, porque
mamá temía que papá tuviera sexo con ellas, un temor que no
era injustificado. En el tiempo que estuviste fuera, ella fue a
rehabilitación dos veces. Aisling ha sido arrojada entre las
niñeras como una pelota de tenis. Llamarlas un desastre sería el
eufemismo del siglo. Nos enviaron lejos porque sabían que
nuestra mejor oportunidad de sobrevivir a esta familia era tener
un contacto mínimo con ella. La verdad es que yo nací para
heredar el desastre de los Fitzpatrick y cargar con todos los
problemas familiares, tú naciste para vengar la infidelidad de
Athair, y la pobre Aisling nació para intentar arreglar el caos que
habían creado.
No sabía que mi madre sufría de depresión y dependencia, pero
estaba demasiado envenenado por la soledad y la negligencia
para encontrar compasión por ella.

—Sí, bueno, funcionó para ti —recojo la flema, escupiéndola al


suelo. No sabía eso de Aisling, pero no me sorprende. Mi
hermanita era un cactus: adaptable, fácil de mantener viva, y
prosperaba casi sin nada. Kill y yo éramos criaturas diferentes:
atléticas y briosas, salvajes y desenfrenadas.

—Bastante —dice, como un robot.

—No te importó que te echaran a un lado porque crees que estás


por encima del amor, ¿no? —No creo que fuera capaz de sentirlo.
Yo tampoco creía que pudiera, pero eso es porque estaba por
debajo del amor, sin merecerlo.

—El amor es una gran estrategia de marketing. Vende muchos


libros, películas y diamantes. Aparte de eso, no me considero un
gran fanático de él.

—¿No hay matrimonio para ti, entonces? —pregunto. Kill tenía


treinta, y era tan probable que se establezca como un maldito
jabalí.

—Lo haré, con alguien que esté en condiciones de engendrar a


mis herederos y se sienta cómoda criándolos lejos de la ciudad,
de mí.

—¿Vas a viajar en el tiempo a un siglo en el que una idea como


esta no te haría ganar una bofetada en la cara? —Me preguntaba
en voz alta.

Se ríe, se ríe de verdad y sacude la cabeza,


murmurando. —Pequeño ingenuo, tan ingenuo. El dinero es un
gran incentivo para ser cualquier cosa, incluso un esclavo
glorificado.
—¿Muy chauvinista?

—Apenas. No he limitado esta declaración a las mujeres.


También podría domar a cualquier hombre por el precio
adecuado.

Volvimos a la pista, enredados en nuestros propios


pensamientos. Quería irme de aquí, pero también quedarme más
tiempo. No había pasado tiempo de calidad con Cillian en años.
Tal vez nunca. Y no quería volver a un apartamento sin Sailor.
Siempre se sentía frío y vacío sin otra persona allí.

Llegamos a los establos y desmontamos. Agradecí a mi hermano


educadamente.

—Se llaman Washington y Hamilton. —Mi hermano resopla de


la nada, acariciando la nariz de su caballo. El caballo le da un
empujón en el hombro, pidiendo más, pero Kill ya se había girado
y me mira. Tenía el raro talento de darte lo justo para que
quisieras más, pero nunca para darte satisfacción.

—¿Dónde están Franklin, Adams, Jefferson, Madison y


Jay39? —Una sonrisa sarcástica se curva en mi cara.

—En los establos, descansando —responde, muy serio. Se para


derecho y se ve sombrío, y me doy cuenta de que tal vez Cillian
Fitzpatrick no siempre quería ser Cillian Fitzpatrick, después de
todo. Probablemente era desalentador estar por encima de todos
las veinticuatro jodido siete.

Joder, me moriría sin maldecir solo.

Sacudo mi cabeza, lanzando mi brazo sobre su hombro. No lo


golpea como yo esperaba, sólo me mira con una mezcla de
confusión y desdén.

39
Nombre de los padres fundadores de Estados Unidos de Norte América
—Déjame comprarte una hamburguesa —le ofrezco, sudando
internamente mis bolas. Un rechazo me aplastaría.

—No como basura —susurra—. Pero te invitaré a la mejor carne


que jamás hayas probado.

Dudaba mucho que pudiera ofrecerme mejor carne que la que


estaba comiendo estos días, pero aceptó de todos modos. Cuando
volvimos a su auto, Cillian dice, —La chica Brennan te va a tener
agarrado de las pelotas si la tocas. No la toques.

—Podría manejarla si la quisiera —Mi humor se pone agrio


cuando abro la puerta del pasajero.

Los dos nos abrochamos el cinturón al mismo tiempo.

—No, no puedes —responde.

—Entonces, ¿quién puede? —siseo, girando para enfrentarlo


mientras aceleraba el motor— ¿Tú, supongo?

Se retira del estacionamiento de grava, quitando las manos del


volante para atender la tarea de PONERSE SUS MALDITOS
GUANTES. No podía creer que me iban a matar en nombre del
supremo sentido de la moda de mi hermano.

—Si creyera que vale la pena el esfuerzo, sí.

—¿Quién es digno de los esfuerzos del gran Cillian


Fitzpatrick? —Me inclino en mi asiento, sonriendo
venenosamente— Heredero de un imperio petrolero occidental,
con una maestría de la Escuela de Negocios de Harvard, el rostro
de una deidad, el cuerpo de Adonis, y el ingenio de mil abogados
de zapatos blancos —Cito lo que se había escrito sobre él en un
tabloide hace un par de años, literalmente.

—Nadie —dice fácilmente— Nadie que haya encontrado, en todo


caso.
—Saliste con esa princesa de Mónaco. —señalo.

Su relación más larga había durado seis meses. Sospeché que


era porque ella no estaba lo suficientemente cerca para que él
encontrara defectos en ella de manera oportuna. Finalmente
puso sus manos en el maldito volante, dos segundos antes de
tomar un giro brusco.

—¿Tu punto?

—Sales, follas, vives... como yo. Sólo que lo escondes mejor.

—Somos tan malos como los crímenes que nos pillan


perpetrando. Aprende del mejor, y asegúrate de mantenerte
alejado de Brennan y sus amigas mientras lo haces,
especialmente de las dos hermanas con basura por modales.
Aisling las ha hecho desfilar por Avebury Court como si fueran
gatos monteses que atrapó en las colinas.

Me parece extraño que mencionara a Emmabelle y Persy


específicamente, pero estaba demasiado irritado por el
comentario de Sailor para preocuparme.

—Claro, imbécil.

—Y deja de maldecir.

—Jodidamente bien.
Dieciocho

Sailor
—Oopsie-daisy. Otro centavo va en la alcancía —susurro en el
oído de Junsu, tocando su hombro.

Mi entrenador salta hacia atrás, golpeando su cabeza contra la


pared con una sorpresiva protesta. Junsu nunca se asusta. Esto
me toma desprevenida, y me tropiezo en la dirección opuesta.
Con un guiño, se frota la parte posterior de su cabeza mientras
mataba su llamada telefónica sin siquiera despedirse de quien
estuviera en la otra línea. Mete su móvil en el bolsillo delantero.

Había estado actuando extraño últimamente, llegando tarde a


nuestras sesiones, desapareciendo por el pasillo para tomar
llamadas personales, perdiendo la concentración. En algún
momento, traje una alcancía que encontré en la tienda de dólares
junto a su oficina y le dije que tenía que poner un centavo cada
vez que desapareciera o actuara de forma extraña. Era una forma
agradable de hacer que se reenfocara. Tuve que admitir que la
alcancía se llenaba rápidamente.

La última vez que la agarro para meter otro centavo en la rendija,


me di cuenta de que era pesada. El centavo cayó con un suave
golpe, golpeando más monedas de cobre. La panza del cerdo
estaba llena.

—¡No vuelvas a hacer eso nunca más! —Junsu me enseña sus


dientes puntiagudos, agitando su puño.

Debió ver el horror en mi rostro, porque se relajó


inmediatamente, apretando mi hombro sano. —Lo siento. Esto es
sólo estrés.
—¿Algo que pueda hacer para ayudar? —Lo miro.

Junsu mantuvo su vida personal en secreto. Sabía que estaba


felizmente casado y con tres hijos, se había mudado aquí hace
treinta años, y disfrutaba haciendo tai chi en el parque con su
esposa todos los fines de semana. Llevaba una vida feliz y
tranquila, pero empezaba a sospechar que algo había alterado su
status quo. ¿Tal vez alguien estaba enfermo? ¿O uno de sus hijos
se metió en problemas?

Pero no. Sabía que todos estaban sanos y que les iba bien. La
única crisis remotamente notable que Junsu había tenido fue
hace un año, cuando él y su esposa pensaron que no podían
permitirse el lujo de poner a su hijo mayor, Kwan, a través de
Columbia. Lo aceptaron, pero no tenía ninguna beca. Finalmente,
se las arreglaron para salir adelante y conseguir los fondos.
Nunca pregunté cómo. No era asunto mío.

—No. —sacude la cabeza— Comencemos el entrenamiento.

Comenzamos a caminar, dirigiéndonos al campo de tiro, el


silencio entre nosotros zumbando como una mosca en mi oído.

—Lana estará aquí en dos semanas —comienzo a masticar la piel


alrededor de la uña del pulgar. Era cruda y rosada y contaba la
historia de mi ansiedad en estos días.

Las últimas semanas habían sido brutales. Tanto Lana como yo


luchamos por el afecto de los medios de comunicación, haciendo
entrevistas y sesiones de fotos y juergas. Estaba exhausta.
Detestaba estar frente a las cámaras. Este lado del negocio me
agotó.

Amaba el deporte, pero odiaba la carrera.

Junsu levanto un hombro, con las manos en la espalda. Su falta


de respuesta me puso de los nervios.
Me humedezco los labios. —¿Debería preocuparme?

—Sí —dice— Pero ella también debería. Ambas son muy buenas.
Una de ustedes debería ser un poco mejor. Pronto sabremos
quién es.

Debí saber que no esperaba un respaldo total y brillante,


envuelto en un lazo tranquilizador de que iba a patear su trasero
cuando nos reunimos para la final en Boston para determinar
quién de nosotras se dirigía a las Olimpiadas. No era el estilo de
Junsu. Aun así, su respuesta dolió.

Después de nuestro entrenamiento, vuelvo a mi apartamento,


sabiendo que Knight y Luna, los amigos de Hunter, ya estaban
allí. Las águilas han aterrizado, Hunter me había enviado un
mensaje de texto antes. Salí del trabajo temprano sólo para
atraparlas chocando talones en nuestra escalera.
Totalmente asqueroso. X

Se quedaban esta noche y mañana, y temía que me odiaran, o


peor aún, que me encontraran ordinaria e invisible, como el resto
del mundo. Tenía miedo de que la burbuja en la que nos
habíamos envuelto Hunter y yo, nos explotara en la cara una vez
que mi compañero de cuarto recibiera el memorándum. Yo sólo
era la chica torpe y peleonera que había sido asignada para
cuidarlo pero que terminó arrastrándose a su cama como las
otras.

Cuando el ascensor llega a nuestro ático privado se abre, mi


corazón se estrella tan fuerte en mi pecho que tuve náuseas.
Risas y gritos salen de la cocina. Mis ojos se dirigen
inmediatamente a Hunter y a otro chico de nuestra edad.
Estaban apoyados en el mostrador, bebiendo cerveza de raíz de
botellas de aspecto elegante. El tipo era alto -más alto que
Hunter- y aburridamente bello hasta el punto de repugnancia.
Bajo su enorme brazo había una chica morena con trenzas
africanas en una cola de caballo. Parecía una princesa egipcia -
salvajemente llamativa, con ojos claros y oblicuos y labios
almohadillados. Sus ojos tintineaban de un lado a otro entre
ellos, una ligera y divertida sonrisa en sus labios. Hunter llevaba
un traje de lana y cachemira de Brunello Cucinelli, y Knight
llevaba una sudadera con capucha blanca de Palm Angels y
zapatillas de cuero de Giuseppe Zanotti. Llevaban quince mil
dólares entre ellos.

Locos playboys ricos.

—Así que esta chica, Alice, está inclinada sobre la mesa de billar,
contándole a este imbécil sus aventuras en el campamento de
verano cristiano, y nuestro chico Hunt se la está follando delante
de toda una habitación. —El amigo de Hunter, Knight, tira de su
pulgar hacia él, cacareando— Ahora escucha esto, Moonshine.
Todo este tiempo, Hunter está teniendo, como, una legítima y
profunda conversación con Vaughn acerca de algo, ni siquiera
recuerdo qué, sin romper el ritmo o el sudor mientras se
sumergía en ella. ¿De qué hablaron? —Knight le da un codazo a
Hunter.

Ninguno de ellos me había notado aún, incluso después de que


salí del ascensor, mirándolos, hipnotizada.

Alice. Alice de Instagram. Alice con la que estaba coqueteando.


Alice de su propio y privado País de las Maravillas. Mi corazón
sangraba alquitrán. Me sentía pesada y perezosa, con la mente
nublada. Estaba celosa, me di cuenta.

—¿Qué celebridad preferirías ser, Michelle Pfeiffer o


Madonna? —pregunta Hunter, tomando otro sorbo de su bebida,
con la mano metida en el bolsillo delantero de su pantalón gris
claro.
Se veía mucho más agudo y maduro que Knight, con su cabello
rubio liso y elegante, como el resto del clan Fitzpatrick.

—Michelle Pfeiffer totalmente —interrumpo, desechando mi


bolsa de lona en la puerta, entrando. Todos los ojos se dirigieron
a mí sorprendidos. Sonrío con demasiados dientes, tratando de
aparentar calma, mientras continuaba explicando, —Batman
returns, ¿alguien más?

—Te estoy dando la mitad de los puntos. —Knight me señala con


el cuello de su botella— Porque tenías razón en lo de la
celebridad, pero en lo de la película. Dangerous minds, por cierto.
Soy Knight. —Se separa de su hermosa prometida para acercarse
a mí.

Me acerco a él, esperando un apretón de manos. Knight me toma


de la mano, dándome un abrazo aplastante y lleno de alma. Este
tipo, al que conocí sólo por su abrazo, venía de una familia de
abrazadores profesionales y conocía el amor íntima y locamente.
Luna era una chica afortunada.

—Gracias por cuidar de nuestro chico. Sabemos que es un


cabrón.

—¡Knight! —Luna se ríe, se mete en nuestro abrazo y me aprieta


también. Huele como una cálida sábana de suavizante de telas,
y no tenía ninguna vibración de chica mala a pesar de su
belleza—. Soy Luna.

—Soy Sailor.

—Lo sabemos —dijeron al unísono, riéndose. Cuando rompemos


el abrazo y nos volvemos hacia Hunter, lo encontramos
mirándonos, con la expresión en blanco.

—Dije Madonna —señala con naturalidad—. ‘¿Like a virgin?’ No


después de que termine contigo, nena.
—Sí. 'Burning Up' sería su canción la mañana siguiente, sin
embargo —Knight se pavonea hacia Hunter, dándole una
palmada en la espalda.

Todos nos reímos, pero no me sentí ni de cerca feliz. Me


encontraba cara a cara con mi pesadilla, el pasado muy reciente
y la reputación de Hunter, que había tratado de fingir que no era
parte de quien era.

Un Casanova.

Un mujeriego.

Un tipo en el que no se puede confiar.

—Entonces, ¿vamos a ir a un club o qué? —Knight abre otra


cerveza de raíz, la bebe de un tirón y emite un fuerte
eructo—. Tenemos que celebrar el contrato del nuevo libro de
Luna.

—Salir de fiesta con dos alcohólicos en recuperación suena


jodidamente divertido, dijo nadie, nunca —Hunter mete sus
dedos en las botellas vacías de la isla de la cocina, usándolas
como clavos improvisados para señalar entre él y
Knight—. Celebraremos a tu chica pateando traseros de otra
manera. Los chicos de la fiebre del oro del oeste están en la
Atenas de América. Mientras que All Saints es más como Aiya
Napa, te voy a hacer pasar un buen rato. Prepárate. Salimos en
quince minutos.

Knight y Luna intercambian miradas y se dirigen al cuarto de


Hunter para cambiarse de ropa, pero no sin antes recalcarme,
una vez más, lo agradecidos que estaban por el alojamiento, como
si fuera mi departamento, no el de Hunter.

No dejo de notar que Hunter no me había incluido en sus planes


para esta noche, ni siquiera me reconoció directamente desde que
entré al apartamento. No era parte de su plan para la noche.
Trato de ignorar la aguda rebanada de decepción en mi pecho,
pero la realización me hizo difícil respirar.

—Dirigiéndome a la ducha. Espero que hayas tenido un buen


día —le ofrezco un saludo y media sonrisa.

—Sí, tú también —Hunter me da la espalda y empieza a tirar las


botellas vacías de cerveza de raíz en la lata de reciclaje.

Me detengo, incapaz de dar otro paso. ¿Fue algo que hice lo que
hizo que me ignorara? No lo creía. Habíamos dormido juntos
anoche. Y la noche anterior. Esta mañana me despertó con su
cara entre los muslos, mordiendo, mordisqueando y lamiéndome
por todas partes.

Pero eso es sólo sexo, me burlé por dentro. Una parte de su arreglo.
Él no te ve como más que un cálido agujero para mantenerse
satisfecho, un medio para un fin. Es decir, su gorda herencia.

Me meto en la ducha, dejando que el agua extra- caliente golpeara


mi piel. También me cepillo los dientes para tratar de lavar la
amargura de mi boca. Para cuando salgo del baño usando mi
seguramente no todo el mundo tenía pijama de Kung Fu fighting
(diez dólares por Etsy, muy lejos de la gente con la que compartía
el techo este fin de semana) me encuentro con tres pares de
miradas furiosas.

Hunter, Knight y Luna estaban en el pasillo, con los brazos


cruzados, frunciendo el ceño como si les hubiera hecho daño de
alguna manera.

—¿Qué? —miro hacia abajo, asegurándome de que me había


acordado de ponerme los pantalones. Lo hice.

—¿Qué estabas haciendo ahí? ¿Golpeándote con el dedo a mi


imagen quinientas veces? Ya llegamos tarde, ...y tú estás usando
tus malditos pijamas. Ponte unos pantalones —Hunter agita una
mano en mi dirección.

—Oh —me sonrojo de color escarlata— No sabía...


pensé… —abro y cierro la boca, dándome cuenta de que estaba
siendo súper torpe otra vez.

Al mismo tiempo, estaba tan aliviada que casi vomito.

—Sí, no lo hiciste. ¿Dejarme correr con este aspecto en una


ciudad llena de mujeres de sangre roja y alcohol? —Hunter
señala a su altura completa, de la cabeza a los pies— Se supone
que debes mantenerme célibe y sobrio. Así que vístete y hazlo.

Así que por eso me necesitaba allí.

Mi corazón se hunde. Era de imaginarse.

Una hora después, Hunter se detiene frente al Teatro Cutler


Majestic en la calle Tremont en mi auto. El lugar era famoso por
estar aparentemente embrujado. Un antiguo, aunque ficticio,
alcalde de Boston había muerto allí viendo una actuación.
También estaban supuestamente los dos espíritus de una pareja
casada y uno de una niña que aceptaba regalos ocultos que se
dejaban allí para ella.

Comparto esta información con nuestros invitados, que parecían


estar a punto de regresar a California a pie cuando Hunter sale
del auto y empieza a abrirnos las puertas.

—¿Fantasmas? ¿Sangre? ¿Asesinatos? Vaughn se habría casado


con este lugar —dice Knight, haciendo reír a Hunter y Luna.
Había oído el nombre varias veces, pero no significaba nada para
mí.

—Bueno, el maldito no está en el continente. Además, él y Sailor


probablemente se habrían asesinado el uno al otro, y no tengo
tiempo ni energía para ser testigo en un largo juicio. —Hunter
cierra la puerta del pasajero con un golpe después de que todos
saliéramos— Especialmente cuando casi puedo saborear la
libertad. Y el coño. También puedo saborear eso.

Lo haces, todos los días, quería gritar. ¿O no cuento?

Pero por supuesto, yo sabía por qué lo hacía. No podíamos


mostrar a la gente que estábamos juntos en el sentido bíblico de
la palabra. Ese era nuestro acuerdo.

—De todos modos. —Hunter bosteza— Alquilé el lugar por una


noche. El chef personal ya está aquí. Tendremos comida orgánica
a base de plantas, porque Luna es vegetariana y Sailor es... como
una chica.

—¡Oh! —Luna chilla en respuesta, chocando los cinco conmigo.


Trato de mantenerme optimista. ¿Como una chica? ¿No era yo
una mujer de verdad ahora? Además, esto es una mierda, y él lo
sabía. Comíamos juntos todo el tiempo, y yo era la comensal más
aventurera. De hecho, una vez dijo que yo tenía el metabolismo
de un chico de mariscal de campo de fraternidad.

—¿Deja, amigo? —Knight lanza a Hunter una mirada que decía


que había perdido todo el respeto.

—No temas. —Hunter levanta una mano de advertencia— A


cambio de nuestra hospitalidad en el departamento de comida, si
es que puedo llamar comida a las verduras, veremos un maratón
de películas de la vieja escuela, que consiste en Fight Club, Top
Gun y Dirty Harry.
—¡No me voy a sentar a ver eso! —Luna exclama, bajando de su
euforia inicial

—¿Incluso si estás encima de mí? ¿Desnuda? —Knight sonríe,


enganchando su musculoso bíceps alrededor de su cuello. Luna
le golpea el brazo y se ríe.

Entramos en el teatro. Una variedad de platos -ensaladas, pastas


y guisos- nos esperaban afuera en el vestíbulo, con un comedor
improvisado. Comimos rápido, y luego entramos al teatro. Había
dos empleados del teatro presentes. Bajaron las luces, pusieron
la primera película, Dirty Harry, y se esfumaron. Estábamos
sentados en la primera fila del nivel superior, en completa
oscuridad, en asientos de felpa. Knight y Hunter cruzaron sus
largas piernas por los tobillos en las barandillas, y Knight puso
la mano de Luna sobre su duro muslo, acariciándolo
amorosamente. Hunter y yo no nos tocamos, aunque nos
sentábamos uno al lado del otro.

No pude concentrarme en las dos primeras películas: Dirty Harry


y Top Gun. Todo lo que podía hacer era reflexionar sobre lo mucho
que me molestaba que Hunter no me hubiera mostrado ningún
tratamiento especial, o ningún tratamiento en absoluto, para el
caso. ¿Qué tan difícil iba a ser enfrentar la realidad cuando
nuestro contrato terminará?

Durante las semanas que habíamos dormido juntos y escuchado


las cintas de Sylvester Lewis envueltas con nuestros AirPods, me
había imaginado a Hunter alejándose de mí, despidiéndose por
última vez. Lo hice una y otra vez. Esperaba que el dolor
disminuyera con el tiempo, cuanto más lo imaginaba y más
practicaba.

Nunca lo hizo.
Cuando empieza Fight Club, Luna y Knight dejaron de fingir que
estaban viendo las películas. Estaban tonteando, Luna a
horcajadas con Knight en su asiento. Hacían ruidos. Gemidos y
quejidos y besos húmedos. Sus dientes chocaban, la tela se
revolvía. Ni siquiera pude descifrar si era Brad Pitt o Edward
Norton en la pantalla. Echo un vistazo a Hunter, que estaba a mi
lado y Knight y Luna por el otro. Sus ojos estaban muertos en la
pantalla mientras vertía una bolsa de M&M's en su cubo de
palomitas de maíz, equilibrando hábilmente la enorme cosa en
su rodilla.

Vuelvo mi mirada a la película, mi meñique en el reposabrazos


entre nosotros moviéndose, tocando el suyo brevemente.

Tócame, tonto.

Se aparta de mi toque para frotar su mandíbula raspada. El


pequeño gesto no correspondido se sintió como un latigazo. Mi
necesidad de romper con eso, El tonto rechazo me abrumó. Sentí
que lo había perdido inesperada y prematuramente, antes de
tiempo.

Si tan sólo hubieras practicado imaginártelo echándote a patadas


cien veces más, ¿eh? una voz sarcástica dentro de mí se burla.

—¿Has visto "Fight Club" antes? —aclaro mi garganta.

—¿Esto es una broma? ¿Los pájaros vuelan? —se tira un puñado


de M&M's y palomitas de maíz a la boca, masticando.

—Depende del pájaro. Los avestruces no.

Se gira para mirarme. Podía verlo en mi periferia, frunciendo el


ceño, como si perteneciera a una institución mental.

Bésame.

Reclámame.
Demuéstrales que soy más que una simple niñera.

En lugar de expresar mis oscuros, eróticos y patéticos


pensamientos, bostezo y me levanto, estirándome.

—Descanso para ir al baño. Volveré pronto.

—¿Ahora? La mierda está a punto de caer —Los ojos de Hunter


se abren de par en par.

Elijo el camino más largo, pasando los asientos vacíos que no


estaban ocupados por Knight, Luna y Hunter como ruta de
escape.

—Vi a Brad Pitt sin camisa. Ese fue el punto culminante de la


película para mí. Sólo se puede ir cuesta abajo desde
aquí, —murmuro para mí misma.

Bajo las escaleras hasta el baño. No necesitaba orinar, pero me


tomé el tiempo de refrescarme, lavarme el rostro y mirarme en el
espejo. Llevaba un vestido gris, sin hombros, y mi camiseta a
cuadros, junto con una chaqueta vaquera. Todavía cómodo, pero
no un completo atuendo dudoso. Alisando mi cabello naranja con
los dedos, salgo del baño. La idea de volver arriba y enfrentarme
más al amor de Knight y Luna, y al distanciamiento de Hunter,
se me hizo casi violento. Además, el lugar estaba supuestamente
embrujado. Había tanto que ver.

Decido dar un paseo por el pasillo. Era antiguo e imperial, con


docenas de luces doradas que brillaban como diamantes por
todas partes. Columnas de mármol marrón se elevaban del suelo
como árboles. Entro en el primer piso del auditorio, bajo la
cubierta, donde Hunter y sus amigos no podían verme. El techo
arqueado y las decoraciones detalladas hicieron algo en mi
corazón que no podía explicar. Apretaba con orgullo que yo era
parte de esta ciudad, una pequeña parte de la historia de este
lugar. He estado aquí, pensé. En cien años, o tal vez dos, cuando
me haya ido, alguien más verá todo esto.

Pero ahora era mi turno de disfrutar de esta magia.

Me dirijo hacia el escenario, moviéndome en las sombras,


invisible para el resto de ellos. Un rápido vistazo arriba confirma
que Knight y Luna no estaban en condiciones de ver nada.
Parecía que estaban teniendo sexo bajo la tela del vestido floreado
de Luna. Se movía como una ola encima de Knight. Los ojos de
Hunter seguían en la película, fríos y llenos de ira. Tropiezo entre
bastidores, detrás de la pantalla, deslizando mi mano sobre cada
mueble y utilería. Supuse que El Cascanueces estaba en escena,
porque el equipo del escenario incluía columnas de rayas blancas
y rojas, un globo aerostático y un árbol de Navidad. Mi mano se
detiene en una simple silla de madera con una bata puesta sobre
ella. Levanto la tela y me la pongo en la nariz, respirándola.

Olía a sudor, a poliéster y a laca. Cierro los ojos, sabiendo que


la película que se estaba proyectando en la pantalla gigante me
escondía. Estaba completamente protegida.

Al volver a poner la bata en su sitio, agarro un trozo de papel


arrugado del asiento que parecía haber sido leído hasta la
muerte: una canción, me di cuenta.

Su amor era como el sol.

Incluso cuando no estaba allí,

No significó que dejara de existir.

E incluso cuando sus rayos no calentaban su piel.

Él mantuvo su universo vivo.

E incluso cuando la noche la envolvía en la soledad, cuando el


invierno lo sacaba de su vida.
Ella sabía que él volvería.

Siempre lo hizo.

Mucho después de que se despidieran.

Me agarro el papel al pecho. Inclinando mi cabeza, presiono mis


labios con la letra. Dios, ¿qué me estaba pasando?

Siento que me arrebatan el papel de las manos. Mis ojos se abren


de golpe, y cuando miro hacia arriba, veo a Hunter, con sus ojos
muertos en los míos.

Fui la primera en romper nuestra mirada mientras veía su puño


apretando el papel, destruyéndolo. Sonreí con tristeza ante la
ironía. ¿Significaba eso que estaba aceptando nuestro destino?
¿Con nuestro inminente adiós?

Hunter tira el papel en una bola detrás de su hombro, borrando


toda la distancia entre nosotros con un solo paso. Todavía estaba
en su traje de trabajo, un traje gris pálido con una sedosa corbata
roja de vino. Inclina mi barbilla hacia arriba con un dedo. Le quito
la mano de una bofetada. Estaba irracionalmente enfadada con
él y demasiado asustada para admitir por qué, incluso para mí
misma.

Porque no me conformaba con ser sólo la niñera con la que se


acostaba para desahogarse.

Porque esperaba más que ser tratada como una conocida.

Porque quería que tuviéramos lo que Knight y Luna tenían.

Levanta una ceja en cuestión.

Me doy la vuelta y me voy. Estaba casi en las escaleras cuando


Hunter me rodea con sus dedos la muñeca y me lleva detrás de
la cortina de terciopelo burdeos que se sentía pesada y gruesa al
protegernos de la vista.

Me acaricia con la nariz contra mi rostro, inhalándome con un


escalofrío.

—Cuando estás así, me das ganas de follar el desafío fuera de ti,


aingeal dian.

Por todas las veces que le pregunté qué significaba mi apodo,


nunca tuve el coraje de buscarlo en Google y averiguarlo yo
misma. Todavía esperaba que me lo dijera voluntariamente antes
de que se acabara nuestro tiempo. Además, me gustaba el
misterio. Sabía que probablemente lo buscaría tan pronto como
nos separáramos. Estaba destinada a obsesionarme con cada
pequeño detalle una vez que se fuera. Lo que me recordó que
tenía que empezar a buscar apartamentos, ya que mis padres
habían readaptado mi antiguo dormitorio. Otra cosa que había
pospuesto.

—Apenas me reconociste allá afuera —protesto, contenta por la


luz tenue que ocultaba mi rubor rojo brillante. Estaba apiñada
entre su cuerpo caliente y fuerte y la pared.

—No sabría cómo. —admite Hunter, sus labios encontraron el


lóbulo de mi oreja, mordisqueando. Su boca tenía una forma de
enviar escalofríos al resto de mi cuerpo en cuanto me tocaba una
pulgada— Nunca he tenido una...— Hace una pausa, pensando
en cómo etiquetarnos.

¿Novia?

—Amiga. Una de verdad —termina, su boca se mueve hacia la


curva de mi cuello, su lengua se desliza a lo largo de ella— No sé
cómo comunicarme contigo sin desabrochar tu ropa con mis
dientes.
—¿Así que decidiste no prestarme ninguna atención? —Mi aliento
se acelera, pero sigo con la conversación. Cuando se da cuenta
de que no le estaba tocando la espalda, que no era recíproco,
toma mi mano y la pone en el bulto entre sus piernas. Estaba
duro.

Vio a sus amigos follando justo delante de él. No te sientas tan


especial.

—¿Desde cuándo te importa? —Sus labios rozan los míos. Usa


una de sus manos para agarrar mi trasero y sujetarme contra la
pared, y la otra para subirme el vestido para poder meter su mano
dentro de mí.

—Desde que me hiciste sentir como una mierda. —respondo,


apretándolo allí. No le puse mucha fuerza, pero tampoco fui
amable. Si esperaba que lo despejara de su niebla hormonal,
estaba totalmente equivocado. Hunter se ríe a carcajadas, mete
mi mano en su pantalón y pasa sus dedos por encima de los míos
para asegurarse de que yo sostenía su dureza.

—Buena chica. Arriba y abajo, ahora. Frótalo, nena.

—Hunt —digo, pero aun así lo froto. Odio haber sucumbido a él.
Mi único consuelo era el hecho de que no lo hice para librarme
de él. Lo hice porque estaba increíblemente caliente. Nosotros,
besándonos en este teatro encantado que era casi exclusivamente
nuestro esta noche, engañándome a mí misma al pretender que
tenía lo que Luna tenía, cuando Hunter claramente no me ofreció
nada más que sexo.

—Sí, nena. —gime, rechinando contra mi mano— Muéstrales a


esos fantasmas cómo se hace. Porno Casper completamente.

—Respóndeme, Hunter. ¿Por qué me estabas


ignorando? —pregunto, yendo más rápido, viendo como sus ojos
se volvían hacia atrás en agonía y placer. Aún no me responde,
así que me detengo a mitad de camino, retirando mi mano y
doblando los brazos sobre mi pecho. Sus ojos se abren de par en
par.

—¡Jesús, Sailor! ¿Qué querías que hiciera? ¿Besarte? ¿Besarme


contigo en público? Eso nos echaría del purgatorio de amigos que
follan de mierda, que es exactamente donde se supone que
estamos. Tengo una tonelada de dinero en juego. Tú tienes tu
carrera. Esta mierda casi ha terminado. ¿Por qué matar la
diversión ahora?

Amigos que follan.

La forma en que su boca formó la palabra, la mera existencia de


la palabra en su boca hizo que cada centímetro de mi piel
floreciera con violenta piel de gallina. Amigos. Que follan. Eso es
todo lo que éramos. Amigos que tenían sexo entre sí.

Hunter quería que siguiéramos siendo nada, y yo... Yo quería


todo.

Sintiendo que no iba a obtener una respuesta verbal, Hunter


retuerce su mano entre nosotros, la mete bajo mi vestido y me
empuja las bragas hasta las rodillas. Me estremezco cuando me
doy cuenta de lo mojadas y arruinadas que estaban mis bragas,
especialmente en medio de nuestra pelea.

—Déjame hacerte sentir mejor, —me susurra en la boca,


besándome una vez más. Despacio. Tan lento. Diseñado para
seducir.

—Podrían atrapar nos, —susurro.

—Déjalos. Eso les mostrará cuánta atención te doy —Se inclina


hacia adelante y se deshace de mis bragas, tirando de ellas hasta
abajo. Las pateo a un lado, todavía en mis Vans. Hunter me
empuja contra la pared.
—Abre las piernas para mí —ordena.

—No eres el jefe de m...

—Juro por Dios, Sailor, que te joderé la boca tan fuerte que
perderás los dientes si desobedeces.

Separo las rodillas, abriéndome delante de él. Se arrodilla con su


traje, usando sus pulgares para abrir los labios entre mis
piernas. Pone sus labios cerca de mí, inhala, y luego sopla lo que
yo sabía que era un exhalar fresco y mentolado dentro de mí,
salpicado con un olor a chocolate y M&M.

Tiemblo, mis manos volando hacia sus hombros. —Hazlo de


nuevo —gimo.

Vuelve a soplar dentro de mí, y me agarro al aire, pidiendo más.

—Dime. —Hunter me extiende más con sus pulgares, y siento la


presión, el ligero dolor ahí abajo mientras me estiraba— ¿De
verdad crees que puedes decirme que no?

No contesto, porque no me gustaba mi respuesta. Sólo lo miré


desafiante, incluso cuando estaba cerca de darme un orgasmo
sin apenas tocarme. Hunter Fitzpatrick es un hábito peligroso,
pensé. Debería estar contenta de dejarlo.

Vuela hacía mí otra vez, con sus ojos en los míos.

Mis manos se mueven de sus hombros a su cabello, tirando de


las suaves y sedosas hebras.

—Más.

Me clava dos dedos, enroscándolos hacia arriba para golpear mi


punto G, el sonido de mi humedad alrededor de él llenando el
aire, y comienza a empujar. Lentamente. Tan lentamente que
pensé que iba a morir. Sus ojos no dejaron los míos cuando lo
hizo, su expresión era grave.

—Más rápido —grito.

Sacude la cabeza.

—Este es un orgasmo de castigo, no de recompensa, Sailor.


Deberías haber pensado en eso antes de tener la idea de romper
con esto.

Me desplomo a lo largo de la pared, manteniendo su cabeza entre


mis piernas y moviendo mi trasero en el suelo, tratando de
acelerar el ritmo yo misma, pero no me deja. Hunter aplasta una
de sus manos contra la parte inferior de mi estómago,
sujetándome en su lugar.

Me quejo. —Quiero más.

—Especifica —dice casi ladrando.

Hubo una conmoción en la escena que se desarrollaba en la


pantalla grande que nos ocultó. Brad Pitt y Edward Norton no
eran campistas felices. Pensé que estábamos a salvo de ser
encontrados.

—Ten sexo conmigo —me trago mi vergüenza.

—Bzzzz. —dice— Terminología equivocada. Ahora dilo como una


verdadera chica del siglo XXI

—Fóllame —susurro, mirando hacia abajo.

Acelera su ritmo, sabiendo que yo estaba cerca. —Más fuerte.

—Fóllame —levanto la voz.

—No puedo oírte —canta...


—Folla… —empiezo a gritar, pero antes de que pudiera, estaba
encima de mí, desabrochándose el cinturón y metiéndose dentro
de mí. Entró a pelo, la primera vez que lo hacíamos sin condón,
y mis ojos se abultaron ante la sensación de su carne caliente y
sedosa dentro de mí. Gimo en su hombro, agarrándole la espalda
cuando empieza a moverse. En algún lugar de la parte de atrás
de mi cabeza, me alegré de haber tenido esa conversación. La de
las ETS. No era oficial ni nada, Hunter se había quejado de que
su padre lo obligó a hacerse la prueba cuando se mudó a Boston,
pero, aun así, era bueno saber que la clamidia no estaba en mi
futuro cercano.

Él bombeaba rápido, feral, y completamente fuera de ritmo.


Hunter tenía unos cuantos movimientos a los que me había
acostumbrado. Estaba lo que yo llamaba el movimiento de
stripper, en el que se metía y se sacaba en un movimiento suave
y ondulante, como en las películas pornográficas. Luego tenía el
movimiento de chico de fraternidad, donde me clavaba a
cualquier superficie en la que estuviéramos acostados y me
inyectaba con rápidos y profundos empujones. Esto no era
ninguna de esas cosas. Esta noche entró en mí como si pensara
que me iba a evaporar en el aire en cualquier momento y
necesitaba encontrar su liberación antes de que eso ocurriera.

Sentí como si me estuviera rebanando, rompiéndome aún más, y


decidí luchar. Le clavo mis uñas crudas desde su hombro hasta
su pecho, empujándolo, pero no realmente.

—Te odio —murmuro, y él me contesta callándome con un sucio


beso lleno de lengua y dientes.

Pero yo quería decir lo que dije. Odié que me hiciera sentir, que
hubiera arruinado mi plan de navegar por la vida sin problemas,
sin tener que salir herida. Odié que me invitara a ahogarme con
él en el jardín de mariposas de sus padres, y que la estúpida chica
que yo era, tenía.
Ahora necesitaba aire.

Le doy una bofetada, fuerte, para romper el beso. Se aparta,


sorprendido, pero cuando estaba a punto de salir de mí, le agarro
las mejillas del trasero desnudo -lo único desnudo en él, los dos
estábamos completamente vestidos- y lo empujo hacia mí más
profundamente.

—No. Dame un orgasmo, y luego déjame en paz. Lo digo en serio,


Hunter. Hemos terminado.

Algo en su cara cambia en ese momento.

Recordé una cosa importante que Hunter me había dicho un día,


cuando estábamos juntos en mi cama.

"Es cierto que nunca me he quedado con una mujer, pero también
es cierto que las mujeres nunca se quedan conmigo. Mi madre me
descuidó. La puerta giratoria de las niñeras tampoco ayudó. Mi
única hermana le pedía permiso a mi padre antes de llamarme
porque le había dicho que yo era una mala influencia. Cualquier
otra chica que se fijara en mí quería follarme la cara o tener acceso
a mi cartera. Las mujeres no tienen una buena opinión de mí, pero
la verdad es que yo tampoco tengo una buena opinión de ellas".

Lo dejaba sin estar con él, jugando con la idea de que odiaba que
la mayoría de las mujeres lo dejaran inesperadamente.

Y no era feliz.

Hunter se empuja una y otra vez, el placer que despertaba en mi


cuerpo se contraponía al dolor agudo que sentía en mi alma.
Quería retirar las palabras, pero tampoco quería sacrificar mi
felicidad por la suya.

Cuando el clímax comienza a sacudirme de un lado a otro, la


euforia se apodera de mis miembros, lo siento palpitar y moverse
dentro de mí. Se retira, sostiene su polla roja en su puño, y
extiende mi cuello tirando de mi cabello hacia atrás. Mi corazón
tronó en mi pecho. Presiona la punta de su polla húmeda -que
olía exactamente como yo, a mi línea de cabello y la desliza por
mi rostro mientras venía a chorros, creando una línea de su
semen a lo largo de mi rostro. Se detiene en mi boca, con una
ceja inclinada, sus ojos me desafiaron a rechazarlo.

Abro la boca obedientemente, y él la mete, terminando en mi


boca.

Inclino la cabeza hacia atrás, dejando que golpeara la parte


posterior de mi garganta, y luego trago.

Hunter se levanta rápidamente y se abrocha el cinturón. Había


abierto la boca para decir algo, algo duro, algo de lo que sin duda
se arrepentiría cuando se abriera la cortina de terciopelo burdeos
que nos envolvía.

—Vaya —silba Knight. Se pone de pie a un lado del escenario,


dándonos palmadas lentas.

Luna estaba a su lado, con la boca abierta y los ojos bien


abiertos.

—¿Es eso una cosa? ¿Una niñera con un final feliz? —Knight
sonríe.

Siento tanta sangre corriendo a mi rostro, que pensé que iba a


explotar.

Hunter se da la vuelta y se aleja, sin molestarse en responder a


su mejor amigo o en recogerme del suelo, con su semen aun
goteando de mi barbilla.
Diecinueve

Hunter
En el momento en que terminé de despedirme de Knight y Luna
en el aeropuerto, vuelvo al apartamento en el auto de Sailor,
aplicando un gran autocontrol para no arrancar el volante de su
conector y tirarlo por la maldita ventana.

¿Quería abandonar este arreglo ahora, cuando estábamos tan


cerca de la línea de meta? Sí. No. Que se joda esto y que se joda
ella.

Literalmente. Iba a hacerlo. Castigándola. Porque así le gustaba


a ella, y porque marqué la línea cuando sus inseguridades
empezaron a meterse en mi vida sexual. Maldita sea, me goteaba
el prepucio por la punta de la polla, en noveno grado, sólo de
pensar en lo que le haría.

Cuando volvimos a casa del teatro anoche, no pude evitarlo.


Esperé a que todos se durmieran, agarré el teléfono y llamé a
Cillian. Sonaba como si estuviera en un restaurante concurrido,
pero no tenía sentido, porque era muy tarde. Todos en el fondo
hablaban francés. Cuando le dije que era grave, murmuró en voz
baja y salió. El ruido de las olas chocando en la orilla me llenó
los oídos. ¿Dónde diablos estaba? ¿En Cannes? ¿Mónaco? ¿El
maldito cielo?

—Será mejor que te mueras o que hables con la boca envuelta en


el cañón de una pistola. Son las tres de la mañana —escucho el
parpadeo de un encendedor mientras encendía un cigarro. Mi
hermano no fumaba marihuana ni cigarrillos. Sólo los cigarros
del Rey de Dinamarca.
Pueden haber sido las tres de la mañana en Boston, pero no
donde carajo estaba. ¿Estaba en Europa? ¿Usó el Gulfstreamer
de Pa? Una forma de dejar la huella de carbono de mil Nephilim
en nombre de los coños exóticos. Y pensar que yo era el que tenía
mala reputación entre nosotros dos.

—Buenos deseos, hermano. No es propio de ti ser


optimista —adapta su voz plana.

—Ve al grano —sisea.

Hago una pausa. —Prométeme que no me delatarás primero.

Estaba corriendo un gran riesgo aquí, pero no tenía a nadie con


quien hablar de esto. Knight no lo entendería. Sabía que estaba
enamorado de Luna antes de que se le acabaran los pañales, un
romántico sin remedio. Vaughn tampoco lo entendería. El
maldito era tan frío que dudaba de que amara a su propia madre.

Eso me dejaba con mi hermano. Un medio confortable: sociópata


mortal, pero con la capacidad de imitar y pensar como un
humano normal.

—¿Qué te hace pensar que me importa lo suficiente lo que vas a


decir como para prometerte algo? —pregunta, sonando
entretenido.

IdiotaIdiotaIdiotaIdiota.

—Kill —le advierto.

—Continúa con eso, Ceann Beag. Los chismes están por debajo
de mí.

Todo está por debajo de ti, pensé amargamente.

—Me estoy tirando a la niñera —admito, de plano.


Mi confesión fue recibida con un fuerte silencio. Despego el
teléfono de mi oído para ver si la llamada seguía en pie. Lo estaba.
Por un segundo, me arrepentí de haberle dado espontáneamente
a mi medio hermano, mi completo enemigo, suficientes
municiones para que Pa me dejara sin un centavo.

Entonces Cillian habla. —¿Hay algo más en la historia, o es una


noche temática obvia para el estado? —gruñe oscuramente.

—Espera, no pareces sorprendido.

—Eso es porque no lo estoy.

—¿Cómo lo supiste? —me siento en el sofá. Las puertas de todos


estaban cerradas, así que no había peligro de que me
escucharan.

—Imaginé que cuando me llamó por ti, habías encontrado el


camino a su corazón. Y la única herramienta que tienes para
escarbar en el cuerpo de una mujer es tu polla. Hice los cálculos.

—¿Crees que Pa lo sabe?

—Lo dudo. Sólo quiere que tu polla no se dispare por todas


partes como si fuera el salvaje oeste, y tú pareces contenido.

—Bueno, no me he follado a nadie más en todo este tiempo.


También estoy sobrio.

—No me importa. Apúrate. Mi tiempo es precioso. —Cillian tira


el cigarro con un suave golpe que pude oír. La música del
restaurante que había dejado se hizo más fuerte por un segundo,
cuando alguien abrió la puerta y lo llamó en francés. Él le
respondió, también en francés. Ella se rió y cerró la puerta.

Sacudo la cabeza. Ella le había preguntado qué quería para


desayunar. Él respondió con su nombre: Rachelle. Busqué en
Google la diferencia horaria entre Boston y París. Eran las nueve
de la mañana allí. Maldita sea. Sacudo la cabeza.

—De todos modos, se suponía que íbamos a seguir con esta


mierda hasta que ella se mudara, pero quiere terminar ahora.

—¿Y?

—¡Y no quiero volver a ser célibe! —Me quiebro. Idiota.

Mi hermano se ríe. Encuentra pocas cosas tan placenteras como


mi angustia. —¿Qué le hizo cambiar de opinión?

—Mi amigo de Cali estaba con su prometida. La ignoré un poco


cuando estuvieron aquí. Y cuando hablamos, le recordé que era
sólo temporal. Creo que lo llamé "purgatorio de folla amigos".

—Y dicen que el romance ha muerto —señala sarcásticamente.

—Vete a la mierda.

—Empiezo a creer que soy la única persona viva en Boston que


no ha tenido el disgusto —bromea— ¿Tus amigos sacaron a
relucir tu sórdido pasado en Todos Santos, por casualidad?

Pensé en la historia que Knight le contaba a Luna cuando


creímos que Sailor no estaba allí y dejó salir un gruñido.

—Ella sabía que yo era un mujeriego —descarto su teoría,


aunque en realidad, ¿podría culparla por abandonarme? El fin de
semana fue desastroso.

—Es fácil de olvidar en una ciudad donde ella es tu única fuente


de entretenimiento y tu vida social es inexistente.

—¿Qué hago ahora?

—Arrastrarte.
—Al diablo con eso.

—Esa es una opción, pero no tan placentera como la belleza


pelirroja que duerme bajo tu techo —La voz ronca de Kill se vuelve
áspera.

¿Pensó que era hermosa? Eso me hizo sentir estúpidamente


orgulloso y enojado al mismo tiempo.

Otro gemido se me escapa. —Tengo que irme. Para que conste,


no ayudaste en nada— digo.

—Para que conste, no lo intenté.

Cuelga primero, pero envía un mensaje un segundo después.

Cillian: Te dije que no tocaras eso.

Ahora, dos días después, aquí estaba yo, empujando la puerta


abierta, esperando encontrar a Sailor en la cocina, enfurruñada,
esperando una disculpa (¿por qué me estaba disculpando de
nuevo?), mirándome como si me hubiera cagado en su cama,
como lo hizo durante el resto de la estancia de Knight y Luna. La
peor parte fue que iba a disculparme. Había comprado flores en
Trader Joe's.

Incluso busqué en Google las mejores flores para conseguir una


chica.

Puse trabajo en esta cosa.

Pero Sailor no estaba aquí. El apartamento estaba vacío. Me


dirigí a la isla de la cocina, colocando las flores en el mostrador e
imaginando lo peor, que ella era de las que tiraban los últimos
cinco meses y me abandonaban, cuando veo un trozo de papel en
la isla de la cocina.

Lo recojo.
Hunt,

Lana está en la ciudad temprano. Fui a ver a Crystal para


una reunión urgente, y luego me enteré de que habíamos
conseguido la cobertura de GW. Voy a volar a Nueva York y
volveré en un par de días. Notifiqué a tu padre. Pórtate bien.

Sailor

Aprieto los dientes hasta el punto de que me sorprendió que no


se convirtieran en polvo.

Tenía dos días de cero supervisión sin mi querida niñera, y todo


lo que quería era tenerla de vuelta. La ironía no se me escapó. Mi
tentación más impía era vivir bajo el mismo techo, un lobo con
piel de oveja. Saco mi teléfono del bolsillo, pero al mirar su
nombre en mis contactos, me di cuenta de que no era una
conversación que quisiera tener por teléfono.

No era una conversación que quisiera tener en absoluto, para ser


honesto.

Además, tal vez un tiempo separados nos vendría bien. Tal vez
le haría ver que no nos necesitamos el uno al otro después de
todo. Tal vez me recordaría lo que era Sailor: un arreglo temporal.
Hablé de ella y analicé su comportamiento -con mi hermano
tirano, nada menos- lo que significaba que esta mierda había ido
demasiado lejos.

Cuanto más lo pensaba, más me alegraba que no estuviera aquí.


Hasta nunca.

Esperaba que se divirtiera filmando la portada de GW por la que


ni siquiera estaba emocionada.

Tal vez lo haría. Sailor hizo un buen trabajo mintiéndose a sí


misma. Odiaba la fama. Odiaba las entrevistas. Detestaba estar
en el centro de atención. Y recientemente, sospeché, que también
había llegado a despreciar la arquería en sí misma. Estaba
trabajando en el piloto automático.

Sintiendo que mis fosas nasales se inflamaban de ira, agarro las


flores y las empujo al cubo de basura, metiéndolas con el pie, y
las pateo por toda la cocina.

Agarro mi portátil y me retiro a mi habitación, planeando ir a


comer jamón con algo de comida tailandesa y escuchar las
grabaciones de Syllie para finalmente encontrar información
incriminatoria sobre el imbécil.

Sin la maldita niñera.

A las cuatro horas de la grabación, me toca el premio gordo.

Por lo que parece, se estaba reuniendo cara a cara con alguien.


No sabía quién, pero antes de eso, lo había oído conducir durante
una hora y media, así que probablemente fuera de Boston. Había
estado inquieto en su camino hacia allí, cambiaba
frecuentemente de canal de radio, suspiraba y murmuraba
blasfemias en el tráfico. Llamó a su esposa dos veces y olvidó lo
que quería decirle en ambas ocasiones. Kill lo había llamado una
vez para obtener algunos detalles sobre nuestro viaje a Maine. Lo
había interrogado sobre los fallos de salud y seguridad. Tres de
las máquinas estaban caídas. Todo me sonaba a tonterías.
Unidades de desalinización. Destilación al vacío. Tratamiento de
gas amínico. Lo único que sabía era que esta mierda sonaba como
algo que no quería tocar. Después de que Sylvester colgó el
teléfono, lo oí golpear el volante una y otra vez, murmurando,
maldita sea.
Había cerrado de golpe la puerta de su auto (hice una nota mental
para comprobar dónde había conducido con el dispositivo de
rastreo que había puesto allí) y entró en algún lugar. Sonaba
tranquilo, la tierra crujiente de hojas. Habló con alguien. Un
hombre. Sonaba más viejo y no era de aquí. Grueso, acento de
Europa del Este. Ruso, tal vez. Su inglés era impecable, sin
embargo, sus palabras eran mesuradas.

—¿Cómo estamos llevando con el plan? —Syllie husmea.

Estaba paseando, me di cuenta. Horas y horas de escuchar sus


grabaciones me habían ayudado a reconocer sus relatos: la forma
en que hablaba, caminaba, y chasqueaba su bolígrafo
sucesivamente cuando estaba nervioso.

—Estamos progresando, pero como dije antes, es una operación


sofisticada, y hay muchas cosas a tener en cuenta. Estamos
planeando siete escenarios potenciales. A los hombres
involucrados en la operación les gustaría tener la seguridad de
que sus familias serán compensadas, si algo les sucediera.

—Y serán compensados —dice Syllie— Mientras los Fitzpatricks


estén fuera de mi camino.

—Me temo que necesitarán más seguridad que eso. No los culpo
por ser escépticos. No todos los días un mendigo intenta
destronar a un rey— El hombre de Europa del Este apretó la
lengua, encendiendo un cigarrillo por el sonido del encendedor.

—¿De dónde viene esto? —escupe Syllie— Los detalles de


nuestro trato ya han sido firmados y acordados.

—Los tratos cambian. El riesgo es grande. Tu recompensa,


mayor.

—¿Y el contrato? —Sylvester probablemente estaba echando


espuma por la puta boca en este momento.
—Tan bueno como cualquier papel viejo. Aún no has pagado un
centavo, y aún no han ejecutado tu plan. Todavía pueden echarse
atrás. Ahora mismo, parece que lo están haciendo.

—¿Crees que tengo millones por ahí, esperando ser regalados?


Piensa en la cantidad de dinero que Royal Pipelines perderá como
resultado. Estamos hablando de al menos doscientos millones en
números rojos, sin mencionar los honorarios legales. Y no me
hagas hablar de nuestros accionistas. Será un día negro para
Wall Street.

Me siento derecho en mi cama, causando que los cartones medio


vacíos de comida tailandesa se derramaran desde donde estaban
apoyados en mis muslos hasta la alfombra. Al diablo si me
importaba. Esto era lo que necesitaba, algún tipo de admisión,
una prueba de que Syllie estaba planeando algo. Y lo estaba.
Extrañamente, la primera persona a la que quise acudir con esta
información no era Pa o ni siquiera Kill. Era Sailor. Lo que
demostró lo golpeado que estaba, porque ella no tenía nada que
ver con el juego. Pero sabía lo orgullosa que estaría de que lo
hubiera atrapado.

Eso es, idiota. Vas a dejar a esta perra de golpe, incluso después
de que regrese. Tienes que sacarla de tu sistema.

—Perderás una fracción de lo que estás ganando. —El hombre


que habla con Syllie se llevó un cigarrillo— Y ten el mundo a tus
pies a cambio. Si su excusa para no aumentar los salarios de los
trabajadores de la refinería despierta lástima en los corredores de
Wall Street, puede que quiera probar otra táctica.

—¿Qué estás preguntando? —La mano derecha de mi padre,


responde —Ve al grano.

—Cada uno de ellos quiere tres millones de dólares en el curso


de los próximos tres años, pagados en Bitcoin sin marcar, para
que puedan comerciar y revenderlos como les parezca. En cuanto
a mí, me gustaría un número sustancial de acciones en Royal
Pipelines. Las compraré kosher, y tú me devolverás el dinero por
la puerta de atrás.

—¿Qué considera sustancial?

—El quince por ciento es mi punto de partida.

—¿Esto es una broma?

—Me temo que el humor no es mi fuerte.

Hubo silencio, y luego algunas discusiones. Al final, no llegaron


a un acuerdo, pero era fácil ver que el tipo de Europa del Este
tenía las pelotas de Syllie en un tornillo de banco. Dejé de
escuchar cuando Syllie se abrió paso hasta el auto y dio un
portazo.

Quería llevarles esto a Cillian y a Pa, echárselo en cara y decirles


que había tenido razón todo el tiempo. De hecho, había metido
los pies en las zapatillas y dejado caer el USB con la grabación
en el bolsillo delantero, a mitad de camino de la puerta, cuando
recordé lo que Cillian había dicho.

Era mi operación a manejar.

Era mi guerra para luchar.

Yo lo había empezado, y necesitaba terminar... un cazador yendo


a matar.

Aunque sabía que Sylvester Lewis estaba tramando algo, aún no


tenía todas las piezas del rompecabezas. Había más para
desvelar. Lo peor de todo es que sabía que Syllie era un hombre
muy ingenioso y tenía miedo de que lo hiciera girar de alguna
manera con su suave lengua.
No. Iba a esperar a que terminara y a ocuparme de él yo mismo.

Iba a ganarme mi lugar en Royal Pipelines.

Iba a demostrarle a Athair que era suyo.


Veinte

Sailor
Lo último que quería hacer después de Nueva York era ir
directamente del aeropuerto al club de tiro con arco.

Mis pies se ampollaron por estar parada sobre tacones todo el


día, mi piel estaba cruda por el maquillaje que me habían puesto,
para luego frotarme el rostro y mi cuero cabelludo se quemó por
toda la laca y los tirones. Me senté durante tres horas y respondí
preguntas que no tenían nada que ver con el tiro con arco, y
terminé perdiéndome mi sesión de entrenamiento en Nueva York.
Todo parecía caótico y sin sentido. ¿Desde cuándo ser un atleta
se trata de la fama y no del deporte en sí?

Pero Junsu había insistido en que me reuniera con él en el club.


Las cosas entre nosotros estaban tan tensas que pensé que
apaciguarlo era más importante que recuperar el sueño. Además,
una gran parte de mí no quería enfrentar a Hunter de nuevo.
Había recibido silencio radial de él el último par de días.

Le pedí a papá, que me recogiera en el aeropuerto, que me llevara


directamente al club. No protestó, aunque pude ver los apóstrofes
entre sus cejas en nuestro camino. Me picaba alcanzarlos y
alisarlos con los dedos.

—Si tienes algo que decir, mejor que lo hagas —refunfuño


mientras rodeábamos la calle hacia el club.

Sabía que él y mamá estaban preocupados por mí. Nunca les


había dado una respuesta sobre el semestre de verano. Sólo fingí
que no habíamos tenido esa conversación, la metí en el cajón de
la negación en mi cabeza.
El purgatorio folla amigos. El purgatorio de la vida. La misma
diferencia.

—Parece que no has dormido en días —Papá mantiene sus ojos


en el camino, su mandíbula moviéndose.

Al crecer, siempre me sorprendió cómo mi padre, que parecía tan


formidable y aterrador para el resto del mundo, me dio bastante
libertad en lo que respecta a mi propia vida. Cuando le pregunté
sobre ello una vez, dijo:

—No puedo evitar que cometas errores, porque entonces nunca


aprenderás de ellos. El mundo es duro, cruel, y mayormente
injusto. Es nuestro trabajo encontrar la manera de navegar por él.
Cuanto más te proteja, menos posibilidades tendrás de sobrevivir.

—Eso es porque no lo he hecho. —admito, jugando con mi


cinturón de seguridad mientras pasábamos por filas de edificios
de ladrillos rojos, pequeños cafés y plantas en maceta. El cielo
estaba nublado, lleno de nubes grises. El otoño se había
convertido en invierno. Las estaciones estaban cambiando, y con
ellas, las circunstancias de mi vida—. Pero lo haré. Ahora que
Lana está aquí, todo lo que necesito es probar que merezco el
puesto olímpico. Entonces finalmente podré quitar mi pie del
acelerador.

—¿Cómo lo hiciste en la última década? —bromea,


estrangulando el volante.

—¿Qué pasó con lo de dejarme cometer mis propios errores para


poder aprender de ellos?

—¿Qué pasó con lo de aprender de tus errores? Te estás


matando —responde— Y verte así es matar a tu madre. No seré
viudo porque tienes un chip en tu hombro y algo que probar.
Claramente, el chico Fitzpatrick no tuvo el efecto deseado en ti.
Sorprendida, me arremolino hacia él, luchando para que mi
mandíbula no se cayera.

—¿Perdón?

Enrolla las mangas de su camisa de vestir. —Pensé que una


relación arreglada funcionaría para ti como funcionó para tu
madre y para mí. Me equivoqué —refunfuña, sin una pizca de
disculpa en su voz.

—Hunter y yo no tenemos una relación —miento. Tal vez. ¿Quién


demonios sabía lo que éramos en este momento?

Papá había más o menos… o más bien secuestrado totalmente a


mamá y se había casado con ella. No esperaban enamorarse, pero
se enamoraron locamente. Aun así, me costaba entender qué le
hacía pensar que era la norma.

—Seguro que se parecía a eso desde donde yo estaba sentado en


la mesa de Fitzpatrick.

—Hunter es célibe —le explico.

Papá me mira de reojo, dándome la mirada aburrida y


escandalosamente condescendiente que perdonó a sus enemigos.

—No me mientas, chica. Me gano la vida con mi radar de mierda,


y tu versión de las cosas apesta.

—¿Así que me entregaste a Fitzpatrick porque pensaste que me


aflojaría? ¿Abriría mis ojos a las maravillas del mundo? —me
burlo, horrorizada.

Lanza el Maseratti al parque frente al club, pero no apaga el


motor. No hice ningún movimiento. Junsu podía esperar. Estaba
demasiado ocupada digiriendo el hecho de que mi padre me había
prostituido para sacarme de mi caparazón.
Papá se pasa una mano por su cabello casi canoso, frunciendo el
ceño en la consola central.

—Necesitabas un empujón en la dirección correcta. Todavía lo


necesitas. Está bien no estar loca por los chicos, pero no puedes
ignorar el mundo para siempre. Nunca has tenido un
enamoramiento. Beau no estaba enamorado. Era una maldita
tapadera. Nunca te interesaste en hacer algo, en convertirte en
algo, en ejercer una profesión. Necesitabas a alguien que te
presentara al mundo. Se suponía que Hunter era el tipo que lo
hacía.

Hunter era el tipo, pensé amargamente. Gracias a él, tenía a Ash,


había aprendido a empujarme hacia adelante, a creer en mí
misma, y me enfrenté a Junsu. Gracias a él, había empezado a
vestirme y a prestar atención a mi aspecto. Hunter me había
sacado de la casa para ir a restaurantes y al teatro y para conocer
a sus amigos y familia. Me hizo parte de algo más grande que mi
diminuta vida. No podía negarlo. Y Hunter, como mis padres,
odiaba mi obsesión por lo que hacía, mi mirada estrecha hacia
las Olimpiadas.

—Lo es —gruño mirando fijamente mis manos en mi regazo


ahora.

Papá me mira, sorprendido.

Me aclaro la garganta. —Él es ese tipo. Me cambió, papá. Tal vez


no tan rápido o tan a fondo como tú y mamá esperaban, pero lo
hizo. No soy la misma persona que era cuando nos mudamos
juntos.

—¿Entonces por qué diablos sigues así? —me mira,


desconcertado.

Era todo un hombre.


—¿Cómo qué?

—Todavía… —Hace un gesto en mi dirección


general— Consumada. Obsesionada. Tú.

—Porque no es tan blanco y negro. Y, de todos modos, no estamos


juntos —Siento mis mejillas calentarse. No podía creer que
estuviera hablando con mi padre sobre esto, de todas las
personas. Era como tomar un consejo de citas de Drácula— No
habla en serio sobre mí. —admito, mi voz saliendo más suave de
lo que pretendía.

—No era material para el matrimonio antes de que tu madre me


hiciera. Ten paciencia. —me muestra una rara sonrisa, me
despeina el cabello—. Ahora vete a la mierda de aquí, cariño.
Tengo trabajo.

Me río entre dientes, abriendo la puerta del pasajero y saliendo


con más energía de la que tenía en los dos días que pasé en Nueva
York.

—Buena suerte, nena.

—Gracias, papá.

Bill, el recepcionista del club, me informa que Junsu quería


verme en su oficina, pero se le hizo un poco tarde.

—Emergencia en casa. Estará aquí pronto. Sólo entra —Bill me


da un golpe en el hombro de saludo.

Enrollo mi equipaje alrededor de su mostrador. —Gracias ¿Te


importa si dejo esto aquí?
—Será mi invitado —se encoge de hombros, volviendo a
encorvarse sobre el escritorio delante de él, jugando al solitario
en su portátil.

Caminar hacia la oficina de Junsu se sentía intimidante, como


una fila de la muerte. Sabía que no estaba contento conmigo, y
sabía que nos estábamos distanciando. El pasillo familiar se
sentía más estrecho, el aire cargado. Me di cuenta de que papá
tenía razón. Era hora de dejar de resentir a Hunter por su pasado
y darle una oportunidad justa. Tal vez después de que me
mudara seguiríamos viéndonos. Tal vez, sólo tal vez, Hunter dijo
todas esas cosas sobre nuestro arreglo y cómo todo era temporal
por la misma razón que me recordé a mí misma que teníamos
una fecha de vencimiento: para evitar que se lastimara.

Para retarme a desafiar nuestro plan de seis meses.

La verdad era que, durante los últimos meses, no había ningún


lugar en el que prefiriera estar que con Hunter Fitzpatrick. Él era
mi hogar, el pequeño rincón del universo que me comprendía.

Llamo a la puerta de Junsu antes de recordar que Bill había


dicho que no estaba allí. Empujando la puerta para abrirla, doy
un paso adelante.

Congelándome.

Aspiro un poco de aire.

Mis pulmones colapsaron primero, luego mi sonrisa. Un ladrillo


a la vez. Mi sistema se apaga, mi garganta se seca, y mi corazón...

Se salta un golpe... no, dos, tres golpes antes de que empezara a


martillar violentamente en mi pecho, desesperado por estallar y
aletear indefenso en el suelo, como un pez fuera del agua.

—¡Jesucristo! —Mi garganta se quema con el grito.


Hunter estaba sentado en la silla de Junsu, desnudo. Lana
estaba encima de él, a horcajadas en su estrecha cintura. Llevaba
su camisa de vestir y aparentemente no tenía nada debajo. Me
daba la espalda, pero no había duda de las exuberantes
extensiones de cabello castaño. Sus brazos estaban envueltos
alrededor de su cuello, su rostro enterrado en su pecho. Quería
vomitar. Lana gira la cabeza en mi dirección, sus labios se rizaron
en una sonrisa viciosa que me atraviesa como una cuchilla. Al
verla así de cerca después de tanto tiempo, sentí como si me
encontrara cara a cara con Echinda, mitad mujer, mitad
serpiente, todo veneno.

—Oops, ¿era éste tuyo? —ronronea, pasando una uña


manicurada y descolorida por su fina mandíbula. Hunter le quita
el toque, sombrío.

Yo doy un paso atrás. Tímidamente.

—Joder. —se lanza a la carrera— ¡Sailor, espera!

Joder, en efecto.

Tenía los pantalones puestos, gracias a Dios por los pequeños


milagros. Lana cae al suelo como un saco de patatas, y él la rodea
como si fuera basura en su camino hacia mí. Me doy la vuelta y
corro. No camino. Sabía que, si me alcanzaba, vería todo en mi
rostro, la fea y patética verdad de mis sentimientos por él. Lo
único que me quedaba era mi orgullo. Él no lo iba a tener.

Mi corazón, tal vez, pero no mi orgullo.

Hunter me persigue, sus pasos resuenan en las paredes del


pasillo. Pensé en lo que habían hecho, en la historia detrás de la
horrible escena. Ella tenía su camisa puesta, lo que significaba
que tenía que haber estado desnuda con él en algún momento.
Habían tenido sexo sucio, íntimo y rudo. Cuando él sabía cuánto
la odiaba. La mala sangre corría entre Lana y yo como un río, y
Hunter se había bañado en ella. Le había entregado mi trasero.
Me había traicionado.

—¡Alto! Sólo déjame explicarte —Hunter me pisaba los talones


cuando atravieso la puerta de cristal del club, al darme cuenta
de que no tenía mi auto. Frenéticamente, miro a la izquierda y a
la derecha, notando que había muchos autos que no reconocía
en el usualmente vacío estacionamiento.

Bill se levanta de su puesto y corre hacia la puerta, pero yo


sacudo la cabeza. —Puedo manejar esto, Bill.

No tenía tiempo de llamar a un Uber. Tenía que escapar a pie, al


menos hasta que me deshiciera de Hunter.

—Sailor —Hunter me hace girar por mi hombro herido. Su toque


se sintió como fuego. Me quemó, y casi grité. Todavía estaba sin
camisa.

—¡No me toques! —Le araño la piel desesperadamente, logrando


dejar rasguños sangrientos en su antebrazo.

Él los ignora. —No es lo que parece —levanta las manos en


defensa.

Escucho conmoción a nuestro alrededor, pero nada se registra


aparte de la ira al rojo vivo que recorría mi cuerpo.

—Dirías eso, ¿verdad?, considerando que tengo tu futuro en mis


manos —empiezo a bajar las escaleras, pero Hunter me vuelve a
subir, me lleva a su pecho y me envuelve en un fuerte abrazo.
Intento darle una patada en las pelotas. Me agarra la rodilla,
empujándola a un lado, anudando mi pierna a su alrededor. Me
toma el rostro, me protege de la vista y me susurra al oído—. No
mires hacia arriba, nena.
Levanto la vista desobedientemente, sintiendo una fea y burlona
sonrisa en mi rostro. Quería hacerle daño a él. Lo que veo es cerca
de una docena de fotógrafos, paparazzi, sin duda, tomándonos
fotos. Los flashes se sentían como pestañas, cada abucheo y risa
apagada una paliza para mi alma.

Clic. Clic. Clic.

Yo, con el corazón roto y angustiado.

Clic. Clic. Clic.

Él, medio desnudo y culpable.

Casi me desmayo con la adrenalina zumbando a través de mí,


pero Hunter me arrastra de nuevo al club y cierra la puerta. Los
fotógrafos lo siguieron hasta el umbral, pero no entraron.

—Suéltame —gruño mientras Hunter me levantaba por el


diafragma, mi espalda se apoyaba en su duro pecho y me
arrastraba al pasillo de atrás, pataleando y gritando, donde no
podían vernos. Me pregunté dónde estaba Lana, cuánto placer le
daba esto.

Cantidades infinitas.

Hunter me inmoviliza contra la pared, respirando en mi rostro.


Su aliento olía a mujer, a un perfume empalagoso y dulce, y a un
toque de brillo labial de sandía. Sus labios tenían algún residuo
de brillo. Mi cuerpo tiembla con tanta ira, traición y
desesperación, que lo primero que hago cuando me libera es darle
una bofetada en la mejilla con toda la fuerza que aún tenía en mí.
Su cara vuela en la otra dirección, y cierra los ojos, respirando
tranquilamente, con las fosas nasales abiertas...

—Aingeal dian.
—Llámame por ese nombre una vez más, y te sacaré el ojo con
una de mis flechas.

—Nos han tendido una trampa. Alguien llamó a los fotógrafos.


Alguien quería que me vieran así. Y a ti así.

—Y por supuesto, tú, siempre presa fácil en lo que se refiere a


una mujer bonita, te levantaste en la ocasión de ser
seducido. —exclamo teatralmente, mi rabia incontrolada
convirtiéndose en un sarcasmo amargo— Pobre Hunter
Fitzpatrick. Tan cerca de la fortuna de su familia, y sin embargo
tan, tan lejos.

—Yo no… —empieza, pero yo lo alejo. No podía negar lo que


acababa de ver con mis propios ojos.

—Ahórrame las excusas y vete.

Junsu viene corriendo por el pasillo, con un trueno en los ojos.

—¡Aléjate de ella! —ladra como un perro rabioso, agitando su


puño en el aire. Poseía una vitalidad que no había visto en él
durante meses— ¡Te pateare el trasero!

Hunter levanta sus manos, mirando entre los dos, sus


respiraciones profundas contrayendo sus abdominales en un
apretado paquete de seis.

—Sailor. —murmura Hunter en voz baja— Tengo algunas cosas


que necesito decirte, y necesitamos tener esta conversación a
solas.

—Esta es la última vez que voy a repetirte. —Le levanto el dedo a


Hunter—. Hemos terminado para siempre. No me hables. No te
acerques a mí. Hablaré con tu padre sobre la letra pequeña de
nuestro... acuerdo. —Lo mantuve vago, como si no le hubiera
contado a Junsu todos los detalles— Enviaré a mi padre y a Sam
a recoger mis cosas del apartamento.

Con eso, corro hacia la puerta, empujando a través de ella con la


velocidad de una bala. Algunos de los fotógrafos seguían
holgazaneando, fumando y mirando sus teléfonos. Tan pronto
como salí, recogieron sus cámaras y empezaron a perseguirme...

Veo a Lana parada en la esquina del estacionamiento,


completamente vestida con un elegante suéter rosado, jeans
ajustados y botas de montar, dando una entrevista a un reportero
de deportes, hablando de los rumores sobre ella y su nuevo novio,
Hunter Fitzpatrick.

—Estamos comenzando. —Se ríe a carcajadas, haciendo un


espectáculo de dar la vuelta a su cabello— Y como pueden ver,
desafortunadamente, hay mucho interés de admiradoras
femeninas no deseadas.

Los reporteros estallaron en risa, asintiendo con entusiasmo.

Yo. Yo era la admiradora. La acosadora. La idiota rara que tuvo


un colapso público cuando los encontró. La necesidad de
estrangular a Lana hizo que me quemaran las yemas de los
dedos.

Todo por un error. Un accidente. Una tragedia que nos unió a


Lana y a mí para siempre.

Sabía que Hunter estaba siendo escoltado fuera del club por la
seguridad bajo la supervisión de Junsu, y que mi entrenador
entendería por qué no podía quedarme, así que empiezo a correr.
Pongo un pie delante del otro hasta que logro un buen ritmo. Mi
madre era una corredora. Heredé mis piernas ágiles y atléticas
de ella. Correr distancias relativamente largas, incluso sin
práctica, no era un problema.
Es cuando el viento golpea mi rostro que me doy cuenta que
estaba llorando. El calor de mis lágrimas contra mis mejillas
heladas hizo que mi rostro se sintiera entumecido. Mis lágrimas
volaron detrás de mí mientras corto el aire, corriendo más rápido,
hacia el centro de la ciudad. Haría una llamada telefónica
después de esquivar a los fotógrafos. Primero, tenía que
perderlos.

Sólo cuando estaba a quince cuadras del club me atrevo a mirar


por encima del hombro. Los paparazzi no estaban a la vista. Ya
habían conseguido lo que buscaban: un escándalo que podían
hacer girar de un millón de maneras diferentes y fotos jugosas
que hacían que se les movieran las lenguas.

Me detengo en un semáforo, presionando mis manos sobre mis


rodillas, jadeando. Tan pronto como regulo mi respiración, saco
mi teléfono. Diez llamadas perdidas de Junsu. Doce de mamá.
Dos de papá. Cuatro entre Sam, Emmabelle y Persy. Treinta y
una de Hunter. Mi batería se estaba muriendo

Presiono el botón de marcar y llamo a mamá.

—Oye, mamá, ¿puedes recogerme? —Intento mantener mi voz lo


más casual posible, aunque sabía que ella sabría que algo
pasaba. No me llamaría tantas veces por nada. Algunas de las
fotos deben haber llegado a las páginas web cuando se dio la
noticia.

Todo lo que oigo es un olfateo en la otra línea, y luego —En


camino.

Más tarde esa noche, los sitios de chismes añadieron una historia
enrevesada a las fotos de mí saliendo del club y Hunter
persiguiéndome medio desnudo. Como sospechaba, los titulares
iban desde “Galán abandona a la arquera Sailor Brennan por el
bombón de Lana Alder" hasta "El hijo del multimillonario (¡sí, el
del vídeo sexual!) atrapado engañando a la belleza olímpica".

Hubo incluso una historia que decía que un informante insistió


en que Hunter y yo teníamos una relación arreglada para
mantenerlo fuera de problemas. No tenía dudas de quién había
orquestado todo el asunto: Lana. En cuanto supo que vivía con
él, fue tras él y puso en marcha toda esta pesadilla. Lo único que
aún no podía entender era cómo se enteró con quién vivía yo.
¿Quién le dio la información?

—Quiero decir, te llamaron bombón. —Emmabelle me pasa un


bote de helado, arrebatándome el teléfono de la mano para que
no pudiera leer más especulaciones sobre mi relación con
Hunter. Belle, Persy y Aisling estaban todas encaramadas en el
dormitorio de mi niñez en mi vieja cama, que mis padres habían
arrastrado desde el almacén cuando las noticias de Hunter y
Lana comenzaron a llegar. Mamá entraba y salía de mi habitación
periódicamente, ofreciendo batidos, galletas y helados. No sólo se
me rompió el corazón, sino que ahora es probable que muera
prematuramente de diabetes tipo 2.

—También se refirieron a ti como una atleta olímpica —señala


Aisling tímidamente, masticando su labio inferior.

Probablemente era raro para ella estar aquí, siendo la hermana


del infractor, pero mantuvo el rostro serio y no trató de
defenderlo.

—Entonces, ¿vas a contarnos los cargos de


Hunter? —Emmabelle me pincha las costillas— ¿Estamos
hablando de romper el contrato y joderte con su padre, lo cual es
exasperante, aunque redimible, o es... más?
Me ven con miradas compasivas. Aunque mis amigas
prácticamente habían presenciado mis tonterías con Hunter,
nunca confirmé mi relación con él, y nunca me presionaron.

Sintiendo que mi garganta funcionaba, empiezo a recoger pelusas


invisibles de la manta sobre mis piernas cruzadas. Me sentía
culpable por no haber confiado en ellas antes. Nunca le oculté
nada a mis amigas.

—¿Me estás preguntando si estábamos juntos? —aclaro mi


garganta.

El bote de helado se transfiere a la mano de Persy cuando Belle


se da cuenta de que no iba a comer nada.

—Te preguntamos si estás enamorada —dice Persy suavemente,


apretando mi muslo.

—Y derivado, si necesitamos ir allí y patearle el culo. —


Emmabelle flexiona su inexistente bíceps— No te preocupes,
Aisling. Estás excusada de la tarea.

—Oh, yo seré la que apunte directo a sus genitales para mostrar


dónde está mi lealtad. —Los ojos de Aisling se abren de par en
par.

Todas nos reímos a carcajadas. Incluso yo.

Aisling sacude su cabeza y me da una palmadita en la


pierna. —Nunca olvidaré el día en que me trajiste a tu círculo.

—Lo sé, pero la sangre es más espesa que el agua —susurro.

—Puede ser, pero la lealtad es más espesa que la


sangre —responde Aisling— Ahora somos un equipo. Una
manada. Las Boston Belles.
La habitación se queda en silencio. El nuevo apodo se le escapa
de la lengua. Sonaba verdadero y dulce. Vuelvo a sonreír, sobre
todo para que mis amigas sintieran que estaban llegando a
alguna parte con sus intentos de consolarme.

—¿Y qué? —Emmabelle me devuelve la conversación— ¿Estás


enamorada del bien dotado príncipe del sexo?

Era tan típico de ella encontrar su cinta de sexo y verla


repetidamente.

—Sí. —respondo en voz baja, sorprendiéndome incluso a mí


misma—. Dios, lo estoy. Mierda.

—Mierda —resonaron al unísono.

—En efecto —añade Belle de forma útil.

Me cubre con su cuerpo, cubriéndome como una segunda


manta. Persy me abraza de un lado, el bote de helado aún en su
mano, congelando la parte de atrás de mi cabeza, y Aisling se
sube a la cama y me abraza del otro lado. Mis amigas me
abrazaron desde todas las direcciones.

Me sentí amada. Tan amada, que no pude evitar preguntarme


cómo estaba el hombre al que tanto odiaba ahora mismo.

Hunter no tenía amigos aquí.

No tenía grupo de apoyo.

Bien, pensé. Que se pudra en el infierno y que sienta el peso de


las consecuencias de sus actos.
La mañana siguiente, visito a Gerald Fitzpatrick en su casa. Era
una hora patea culos, pero quería sacarlo del camino antes de
empezar a entrenar. Además, entrar en su oficina y arriesgarme
a enfrentar a Hunter era mi idea del infierno.

Papá había recogido mi auto y mis pertenencias del apartamento


de Hunter la noche anterior. No le pregunté si vio a mi ex
compañero de cuarto, pero mencionó que Hunter había intentado
llamarme varias veces. Varias fueron noventa y seis, para ser
exactos, incluyendo algunos mensajes de texto tratando de
convencerme de que lo escuchara. En algún momento, Hunter
había escrito que estaba fuera del edificio de mis padres. Había
esperado allí durante cuatro horas por la hora de sus mensajes
de texto.

Bloqueé su número después de eso.

—Supongo que estás aquí para disculparte por tu colosal


fracaso —El Sr. Fitzpatrick se burla detrás de su escritorio de
roble oscuro. Su oficina consistía en una biblioteca de pared a
techo, llena hasta el borde de libros, un escritorio, tres sillas y un
minibar. Caros cuadros de Picasso y Modigliani colgaban en el
poco espacio que no estaba ocupado con libros. Sólo con el
impuesto sobre esas cosas se podían comprar seis casas aquí en
la ciudad.

—No exactamente —digo, manteniendo mi espalda recta, mi


comportamiento tranquilo. Seguía de pie, ya que no me habían
invitado a sentarme. Menos mal. Quería hacerlo corto y no tan
dulce.

—¿Niegas que mi hijo se acostó con la chica Alder? —Gerald


levanta una ceja gruesa y tupida, su dedo índice cubriendo la
longitud de su boca retorcida.

—No los atrapé teniendo sexo —levanto un hombro.


—¿Así que lo estás defendiendo una vez más? —Sus ojos se
abren de par en par.

Sacudo mi cabeza, encontrándome con sus ojos. —No. Pero no


puedo condenarlo por lo que no sé por un hecho. Pero sí sé que
me acosté con él. No quiero esto en mi conciencia. Por eso estoy
aquí hoy, para decirles que traicioné su confianza, rompí los
términos de nuestro acuerdo, y no seguiré adelante con el último
mes de nuestro acuerdo. Por favor, envíame la factura del dinero
que has invertido en mi carrera para que pueda pagártelo.

Me adelanto, deslizando una hoja con mi información. Mis dedos


temblaban a su alrededor. —Por si sirve de algo, sé que Hunter
no ha estado con nadie más que conmigo y tal vez con Lana Alder
durante esos meses, y siempre estuvo sobrio. Se esforzó mucho
en el trabajo y en la universidad, dio lo mejor de sí.

Dejo sus noches trabajando en el proyecto Syllie, como lo


llamábamos. No era mi historia para contarla.

Gerald se inclina hacia adelante, ignorando el documento que


había puesto entre nosotros.

—¿Estás insinuando que merece la herencia? —frunce el ceño,


cada palabra escupida como si fuera una blasfemia.

Mi garganta se balancea cuando trago. Podría estropearlo para


Hunter. Y una parte de mí, no una pequeña parte, tenía que
admitir, quería hacer justamente eso. Porque mi corazón estaba
hecho pedazos. Desde ayer, no había sentido que mis pulmones
estuvieran llenos, sin importar cuánto intentara respirar. Sentí
como si algo se hubiera arrancado de mi pecho, y el vacío se había
extendido al resto de mí como una enfermedad.

Pero arruinarlo para Hunter también era arruinarlo para mí.


No quería tener la responsabilidad de empañar su vida, aunque
él hubiera destrozado la mía.

—Creo que definitivamente merece ser parte del negocio familiar


y tener su parte de la herencia. —Respondo con
ecuanimidad—. Es un hombre cambiado, a pesar de su percance.

Cada palabra se sentía como una espada en mi boca.

—¿Y estás dispuesta a pagar por tu campaña de relaciones


públicas? ¿Cubrir todos los costos? —enfatiza, su rostro era
ilegible.

¿Aceptaba mi oferta de pagar todo, o iba a demandarme en


secreto por todo lo que tenía?

—Sí. —me lamo los labios, resistiendo el impulso de


mordisquearme el pulgar— Pagaré por todo. Puede que necesite
un plan mensual, no aceptaré el dinero de mis padres, pero lo
haré. Lo prometo.

Me mira fijamente. —Vete.

Miro a nuestro alrededor. La habitación estaba tranquila, vacía


y fría, como su dueño.

—¿Eso es todo?

—Sí. Sal de mi oficina.

—Señor, yo...

—Fuera. Antes de que cambie de opinión y lo haga mucho peor


para los dos.

Me doy la vuelta y marcho hacia la puerta, deteniéndome cuando


llego al umbral. Algo, tal vez mi dignidad, me hizo arriesgarme a
mirarlo una vez más.
—Lo siento mucho. —susurro— Y sé que él también lo siente. Si
Hunter pudiera ser cualquier cosa en el mundo, sería su hijo. Tu
verdadero hijo.

Su cabeza estaba inclinada. Si me escuchaba, no podía decirlo.


Sus hombros temblaban, sólo por un segundo.

¿Llorando? ¿Riendo? ¿Sacudiendo su cabeza? Una cosa era


segura: Gerald Fitzpatrick no odiaba del todo a su hijo bastardo,
lo admitiera o no.

Mi reputación estaba en el barro.

Lo supe en cuanto llegué al club de tiro con arco. Unos cuantos


reporteros se acercaron a la puerta, tirando colillas de cigarrillos
y hablando entre ellos. Pasé por encima de los hombros antes de
que sus cámaras pudieran apuntarme como armas. Junsu se
apresura a abrir la puerta desde dentro, me tira y se la cierra de
golpe en sus caras.

Me lleva a su oficina, con su mano en mi espalda. —El chico lo


arruinó todo, tal y como pensaba. —Murmura, su cabello hecho
un desastre, los ojos hinchados por la falta de sueño—. La gente
dice que no estás en estado mental para ganar la competición
contra Lana para determinar cuál va a las Olimpiadas.

—Eso es una tontería. —resoplo. Alcanzo sus pasos, pero se


movía como una tormenta, rápido como un demonio y con el
objetivo de destruir—. Hunter no tiene nada que ver con la
competencia. Estoy lista.
Pero, ¿en serio? Me sentía como si estuviera flotando en una
nube paralela a mi propia vida. Ya no sabía lo que quería, de lo
que era capaz.

Se detiene frente a su oficina, apretando mis dos brazos en un


raro gesto paternal.

—No quiero que te rompa —me abraza más fuerte, sus ojos me
rogaban por algo que no podía entender.

—No lo hará. —me libero de su toque, la ira roja se eleva dentro


de mí.

—Has esperado demasiado tiempo para esto. —dice


lentamente—. ¿Qué pasa si te derrumbas en el campo de tiro?

—No lo haré —aprieto los dientes, empujo la puerta de su oficina


para abrirla y entro. Me sigue, cerrando la puerta tras nosotros.
Me siento. Me doy cuenta de que la alcancía no estaba. Tal vez
Hunter y Lana tuvieron que romperla para comprar condones.
Sin duda, él había corrido a través de algunas cajas conmigo.

¿Están juntos ahora? ¿Cuándo no importa de todos modos?


¿Cuándo su padre lo sepa y yo esté fuera de escena?
Probablemente.

—Entonces, ¿por qué querías verme ayer? —Me doy un fuerte


golpe en el muslo para liberarme del recuerdo de Lana sentada
sobre Hunter. Era todo en lo que podía pensar. No podía dormir,
comer, o funcionar, sólo tocar ese momento en la repetición.

Junsu se pellizca la sien en el lugar de la puerta y sacude la


cabeza al darse cuenta de que le había hecho una
pregunta. —¿Qué?

¿Qué le pasaba?
—Te pregunté que por qué querías verme justo después de que
aterricé ayer. Por qué me pediste que fuera a tu oficina. —repito
lentamente.

—Oh. Porque tuve tiempo de entrenar a Lana esos días en que te


habías ido. Ella es muy buena, Sailor. Me preocupo por tus
posibilidades.

Sonrío con fuerza. Junsu había apestado en la parte de la


preparación mental recientemente. Sentía que nadie a mi
alrededor me quería en las Olimpiadas. Todos pensaban que
había sacrificado mi vida por la causa. Esta fue la gota que colmó
el vaso.

—Yo también soy buena. Estaré bien.

—Un juez con un panel de selección estará aquí pasado


mañana —deja caer la madre de todas las bombas a mis pies,
dejando que detonara en mi rostro. Sabía que iba a suceder
pronto, pero en dos días...

Los otros dos miembros del equipo olímpico habían ganado sus
puestos en base a sus clasificaciones nacionales. Lana y yo
competíamos por el puesto individual en el equipo. El panel de
selección sería el factor decisivo entre nosotras.

—¿Cuándo te enteraste de esto? —Me pongo de pie.

—Durante el fin de semana. —Él toca un arco que colgaba en su


pared, el arco que había usado cuando ganó la medalla de oro
hace todos esos años.

Pensé en la palabra. Inclínate. No quería inclinarme ante nadie.


Por eso había dominado el instrumento en primer lugar.

—¿Por qué no me lo dijiste?


—Estabas ocupada en la sesión de fotos —me acusa, dejando
que la última palabra saliera de su boca como si estuviera hecha
de clavos y cristales rotos.

Quería gritarle en la cara, agarrarlo por los hombros, sacudirlo y


arrojar la responsabilidad de este desastre a su puerta. ¿Cómo
se atreve a ocultarme esto? Me habría quedado y practicado más
si lo hubiera sabido.

—Intenta las próximas Olimpiadas. —dice Junsu en voz baja, su


voz bajo un susurro. Toda su cara se arrugó, como una bola de
pañuelos de papel en el bolsillo de un abrigo durante todo el
invierno— Cinco años, Sailor. Todavía eres muy joven.

Oh, pero mi alma, quería responder. Había visto tantas cosas.


Era tan vieja, tan bien usada y practicada en la decepción.

Paso por delante de él, mi hombro rozando el suyo al salir. Yo


era una cazadora, hecha para cosas grandes y gloriosas. Un
marinero cruzando océanos, conquistando mares extranjeros.

Iba a encontrarme con Lana y ver nuestra batalla, aunque me


llevara al Hades.

Y si fallaba, al menos sabría que lo había intentado. Luchado. Al


menos sabría que soy una Brennan.
Veintiuno

Sailor
La mañana anterior al día de mi enfrentamiento con Lana, mamá
me despierta como lo hizo cuando era una niña.

Me aparta el cabello de la cara, con sus dedos fríos contra mis


mejillas calientes.

Me besa la sien, susurrándome al oído: —Te nombre Sailor


porque quería que vieras el mundo, que visitaras los continentes,
que cruzaras los océanos y los mares. En la antigüedad, los
marineros solían tatuar gorriones en su piel antes de salir de los
muelles. Les traía suerte, ya ves. Y como me llamo Sparrow,
quiero traerles suerte. Quiero que me lleves a todas partes en
espíritu. Estaré ahí para ti siempre. Sólo que creo que he fallado,
mi valiente niña. Creo que te he fallado miserablemente. Espero
que él tenga éxito. Espero que él sepa que eres mucho más que
hermosa. Eres real.

Pestañeo el sueño, dejando que mis ojos se abran. La habitación


seguía siendo oscura y fría, extraña para mí a pesar de los
muchos años que la había ocupado. No olía a Hunter y a la
comida que habíamos pedido y nuestros cuerpos sudorosos que
se tragaban unos a otros.

—¿Él? —gruño.

Les había dado a mis padres órdenes directas de no dejar entrar


a Hunter. Mamá se puso de pie. Siento que el peso del colchón se
elevaba con ella.

—Mira tú mesita de noche. —Me roza con la punta de los dedos


contra la frente, saliendo de mi habitación.
Me siento derecha, frotándome el sueño de los ojos. El collar de
caballo de madera de Hunter que le traía suerte me esperaba allí,
el mismo caballo que él creía que le impedía caer.

Una ráfaga de calor pasa por mi pecho. Por lo menos, era bueno
saber que, a pesar de probar a las dos, Hunter tenía los buenos
modales de animar a su pieza principal y no a Lana. Una nota
flotaba bocabajo en la mesita de noche. La recojo.

Si lo quieres, es tuyo.

Para que la guardes. Para usarla. Para quemarla.

Con esto, nunca te caerás.

-Hunter

Sonrío amargamente, dejando que una lágrima se deslice por mi


mejilla.

—Niño tonto, —susurro—. Ya lo he hecho.

Hunter
Los días después de que los tabloides explotaran con fotos mías
medio desnudo (paquete de seis intacto), falté al trabajo, optando
por perseguir a Sailor para disculparme por lo que no había
pasado con Lana.

Quiero decir, técnicamente, fui a la oficina, pero sólo en medio de


la noche, y sólo para tener en mis manos todos los documentos
de la refinería en posesión de Syllie. La única forma de acceder al
piso de administración era con el escáner electrónico de huellas
de Cillian o Pa. Utilicé un levantador de gel que compré a Knox
para duplicar las huellas de Pa, sabiendo que la cámara de CCTV
me estaba observando mientras entraba en la oficina de mi
propia empresa. Me aseguré de sonreír y sacarle el dedo de en
medio antes de entrar. La pila de cosas ilegales que estaba
haciendo creció por nanosegundo, pero era demasiado tarde para
acobardarse.

Quería explicarle a Sailor que la razón por la que estaba en el


club de tiro con arco en primer lugar no tenía nada que ver con
Lana (Qué es su tormento). Pero yo sabía lo que ella vio, e incluso
yo tuve que admitir que se veía muy mal. Y después de un tiempo,
me di cuenta de que ella no me iba a escuchar de todos modos.

Así que, en lugar de arrastrarme de rodillas, a pedir perdón que


sabía que no me concedería, decidí darle algo más, algo que
apreciaría mucho más.

Lo que significaba que aquí estaba en el club de tiro con arco otra
vez, el maldito acosador patético que era.

No había pegado un ojo en las últimas tres noches, no desde que


Sailor me dejó para siempre. Había estado escuchando
grabaciones hasta que mis oídos zumbaron. Parecía una pila
caliente de mierda horneada mientras merodeaba fuera del club
de tiro con arco, esperando a que saliera de la práctica.

Cuando lo hizo, le bloqueo el paso como un ninja trastornado,


saltando entre dos autos.

Olvida al caballero de brillante armadura. Yo soy el imbécil en


papel de aluminio.

—¡Jesucristo! —sisea, lanzándome su bolsa de lona


instintivamente. La agarro y la tiro a un lado, tirándola por el
brazo.

La canción del día: “Creep” de Radiohead.


—Creí haberte dicho que me dejaras en paz. —se retira en la
dirección opuesta, sin perder la oportunidad de intentar
arañarme con las uñas.

Dios, la eché de menos.

—Lo haré, pero no antes de que escuches esto. —saco mi teléfono


del bolsillo y meto uno de mis AirPods en la oreja y el otro en la
suya, desplazando el pulgar por la pantalla táctil para encontrar
lo que buscaba.

—Asqueroso. No necesito tu cera de oído en mi sistema.

—Puse cosas peores en ti, y no parecías tan


disgustada. —le muestro mi sonrisa burlonamente.

Estaba a punto de sacar el AirPod y tirármelo a la cara, pero le


tomo la mano, besándole la palma de nuevo, como hice cuando
intentaba hacerme daño (lo cual, admitámoslo, era frecuente).

Me lanza una mirada de enfado que decía más vale que valga la
pena.

Quería besar su pequeña nariz pecosa, y me odié a mí mismo por


perder el privilegio de hacerlo debido a un estúpido
malentendido.

—Descubrí quién nos tendió una trampa, quién hizo que esta
mierda con Lana se filtrara, —digo, tomándome un momento
para apreciar lo estupendo que sería el hashtag: #LanaLeak.
Sailor no compartía mi admiración por mi ingenio superior. Puso
los ojos en blanco, agarro la bolsa de lona que yo había tirado y
se la puso en el hombro.

—No esto otra vez.

Le doy play antes de que pudiera decir algo más. La grabación


comienza. Junsu y Lana estaban hablando en voz alta en algún
lugar. Un restaurante, por el sonido de los clientes y la camarera
que insistía en rellenar sus cafés cada cinco segundos.

Junsu: No sé qué le va a costar a Sailor dejar la competencia.


Tal vez nunca. Ella lo quiere mucho. Lo intenté con su hombro
inflamado, pero se lo trató, se negó a empeorarlo.

Lana: Bueno, deberías haberte esforzado más, Junsu. Para


eso te pagó mi equipo, para asegurarte de que no llegara a un
punto en el que tuviera que competir con ella. ¿Tienes idea de
lo enojados que estarán mis patrocinadores si no llego a las
Olimpiadas? Hay mucho en juego. La última vez que lo
comprobé, te pagué el dinero para la universidad de tu hijo por
completo.

Junsu: Lo sé. Estoy pensando en otras posibilidades para


detenerla.

Lana: Dímelo, viejo. Estoy dispuesta a intentar cualquier cosa


en este momento. Perderé el contrato de una película si no
llego a las Olimpiadas. Esta en el contrato actual con el
estudio, que llegaré a las Olimpiadas. ¿Puedes creerlo? La
gente es basura.

Junsu: Hay una forma más, creo. Ella tiene un acuerdo con el
chico. El guapo, rico. Un acuerdo secreto. Así es como obtuvo
toda la publicidad repentina. Creo que tal vez tocar eso ayude.
Ella vive con él ahora.

Lana: ¿Qué niño rico? ¿Qué acuerdo? ¡Lo sabía! Sabía que algo
raro estaba pasando. Esta perra no apareció en mi fuente de
noticias sin razón. Alguien la está presionando. ¿Quién es el
tipo?

Junsu: Tengo el nombre aquí. Espera. Ha estado viniendo al


club últimamente. Creo que pueden ser pareja. Creo que es,
¿cómo se dice?, su talón de Aquiles. Creo que es la clave para
arreglar este desastre.

Esta fue la parte en la que Junsu debe haber pasado su teléfono


a Lana. Entonces...:

Lana: Hmm. Hunter Fitzpatrick. He oído hablar de él. No me


importaría ser su arm candy40 para el invierno. Vamos a
preparar esto, Junsu. Tú haz el trabajo sucio y asegúrate de
que yo tenga acceso a él. Traeré a los reporteros. Empieza a
trabajar por lo que te pagaron.

Junsu: De acuerdo. Sólo no la lastimes. No le hagas daño a


Sailor. Todavía puede tener las próximas Olimpiadas. ¿Sí?

Lana: Para las próximas Olimpíadas seré una millonaria y


Sailor será una solterona virgen que no tiene nada más que el
tiro con arco en su vida. Estaré fuera del juego y en lo profundo
de mi carrera como actriz. Ella puede tener las Olimpiadas
entonces.

Me arranco el AirPod de la oreja, deteniendo la grabación. El resto


fue más mierda que Lana vomitó sobre Sailor, que no necesitaba
oír. Los enormes ojos de jade de Sailor me miraban, el oro y el
gris en ellos brillando. Cada músculo de su cuerpo se veía tenso
y forzado, y encontré este momento para reflexionar sobre la cosa
más estúpida del universo: si alguna vez tuviéramos hijos, ¿qué
color de ojos tendrían, entre mi azul profundo y su verde salvaje?

¿Qué tal si te enfocas en que ella no quiera matarte primero, viejo


amigo?

—Al diablo si sé cómo se enteró del acuerdo. —sacudo la


cabeza—. Pero ahí lo tienes.

40
un compañero sexualmente atractivo que acompaña a una persona, especialmente a una celebridad, en
eventos sociales
—Dios, Hunter. Se lo dije. Sobre nuestro acuerdo. Sobre…
—se tapa la boca, quejándose como si estuviera a punto de
vomitar—. Yo hice esto. Se lo dije a Junsu. Y lo usó en mi contra.
Lana lo sobornó. Por Dios. Mi propio entrenador… —se arrastra,
enderezando su columna vertebral y caminando de un lado a otro
en el estacionamiento, tirando de sus mechones cortos.

Era mucho para asimilar. Sailor y Junsu habían trabajado juntos


durante mucho tiempo. Le froto la espalda, sorprendido de que
me dejara. Por otra parte, ella estaba en shock. Ella seguía
diciendo, “Me traicionó” una y otra vez. Entonces la melodía
cambió a —Y tú también me traicionaste.

—Ahora, espera un momento. —La agarro por la cintura y la


levanto para que se siente en el capó de un auto cualquiera.

Me quita las manos de encima, frunciendo el ceño. —Sé lo que vi.

—No, sabes lo que crees que viste. Alrededor del tiempo en que
tu hombro fue herido, empecé a sospechar de los motivos de
Junsu. Su comportamiento parecía estar en desacuerdo con el
de un entrenador que quería que su atleta tuviera éxito. Ya tenía
dispositivos de grabación y el equipo de Sherlock Holmes saliendo
de mi trasero, así que pensé: ¿cuál es otra ofensa a mi lista de
crecientes violaciones de la privacidad? Me estaba volviendo
bueno jugando a ser súper espía. Lo conecté sin que él lo supiera,
sólo para cagar y reírme, y lo he estado escuchando
periódicamente. Uno en la alcancía. El otro en un reloj que es
una réplica del que puso en su escritorio por un segundo para
probar mi Rolex.

Sus ojos se abren de par en par en shock. —¿Viniste a visitar a


Junsu?
Asiento con la cabeza. —Fingí interesarme por las clases
particulares. Le asusté mucho cuando dije que quería aprender
para poder sobrevivir al post-apocalipsis.

Eso me hizo ganar una leve sonrisa. Un público difícil.

Sigo adelante. —Estas grabaciones no se sostendrán en la corte,


aingeal dian, porque mi trasero no tenía nada que hacer con él.
El día que supuestamente nos atrapaste a Lana y a mí
haciéndolo, vine porque Junsu dijo que tenía algo que
mostrarme. Sonaba como una amenaza, y me preocupaba que
fuera sobre ti. Sólo que no fue Junsu quien entró en su oficina.
Fue Lana. Y me pilló jugando con sus cajones. Se veía mal. Como,
horrible. Ella pensó que yo estaba tratando de encontrar algo
jugoso, lo cual era cierto, y me tenía agarrado de las pelotas. Pero
sabía que el cable de la alcancía seguía funcionando, así que fingí
cooperar con ella, sabiendo que podía demostrarle que no había
pasado nada. Además, me dio la información que buscaba.

Presiono el botón de reproducción de nuevo en mi teléfono, esta


vez en otra sección recortada de la grabación. El AirPod que aún
está en el oído de Sailor comienza a sonar.

Lana: Atrapado, niño bonito.

Hunter: Me diste un gran susto. Estaba a punto de salir.

Lana: ¿Adónde crees que vas? Ambos sabemos que no


deberías estar aquí.

Hunter: Junsu me llamó.

Lana: ¿Para revisar sus cajones? No lo creo.

Hunter: ¿Y qué te trae por aquí? ¿Te gustan los hombres


mayores?

Lana: Sólo si sirven a mis propósitos.


Hunter: Hola. ¿Qué jodidos estás haciendo?

Lana: Enviando mensajes de texto a mis amigos de los


periódicos locales sobre nuestro paradero. Y a Junsu,
también, para decirle a tu chica que venga a ver esto. Estamos
a punto de armar un escándalo, cariño.

Hunter: ¿Por qué respondería Junsu a tu culo? He conocido a


ladrillos menos duros que él.

Lana: Porque estamos trabajando juntos en algo… no tiene


sentido mantenerte en la oscuridad. Estás a punto de
convertirte en parte de mi plan. Quítate la camisa.

Hunter: Pierde primero tu sonrisa de come-mierda.

Lana: Miau. Yo no me cruzaría conmigo, niño bonito. Soy una


chica en una misión, y ahora mismo, tú lo eres.

Hunter: Dios, suenas como una adaptación pornográfica de


grado B de los Power Rangers. Quiero decir, suena como algo
que me gustaría hacer, pero sorprendentemente, no lo es.

Lana: Quítate. La. Camisa.

Hunter: ¿Y si digo que no?

Lana: Te vas de aquí esposado y ni siquiera tu padre podrá


explicarte qué hacías irrumpiendo en un cajón cerrado.
Especialmente viendo que ya has tenido un roce con la policía
este año. Cargos por violación, ¿verdad?

Hunter: Fueron retirados. ¿Y si digo que sí?

Lana: Sailor se retira de la carrera, y te dejo a ti para que


recojas los pedazos. Aunque debo decir que soy la mejor
opción.
Hunter: Acordemos no estar de acuerdo. Para que lo sepas, no
voy a follarte, besarte o tocarte. Así que saquemos eso del
camino.

Lana: (risas) Estoy lista en ese departamento. Guarda tus


folladas de caridad para alguien que las necesite, como Sailor.
Jugar a fingir es suficiente. Ella vendrá aquí pronto. Quítate la
camisa, semental.

Detuve la grabación de nuevo, levantando una ceja. Si eso no era


suficiente prueba de que no me había estado acostando con su
archienemiga, no sabía lo que era. El problema era que no podía
transmitirle toda esta mierda por teléfono o por mensajes de
texto. Porque, era ilegal.

Ella mastica la piel alrededor de su uña del pulgar, luego sacude


la cabeza, apretando los ojos.

—No importa. Nada de eso importa. Otro mes juntos no nos


habría servido de nada. No a mí, de todas formas. Ya estoy en…
—Se detiene, respirando con dificultad, dándose cuenta de lo que
iba a decir.

—¿Qué estás qué? —presiono—. ¿Qué quieres decir?

—No importa. De todos modos, no importa. Nos quedaba un mes,


y no lo quiero. Estás libre del contrato. Estoy segura de que tu
padre ya te ha dicho que tu herencia no se verá afectada.

Mi padre no me dijo una mierda, en realidad, ya que había estado


esquivando sus llamadas y las de mi madre desde que esto
explotó, pero como sea. No tuve tiempo de corregirla. Quería
decirle tantas cosas. Pero cuando baja del capó y se dirige a su
auto, no pude detenerla.

No pude detenerla porque tenía razón. Unas pocas semanas más


no importarían.
Claro, porque no me acosté con nadie más, pero eso no
significaba que no fuera un imbécil con ella un millón de veces
más.

Claro, porque tenía un pez más grande que freír. Llamados,


Junsu y Lana.

Se mete en su auto. Tuve la idea de hacer lo que había amenazado


hacer hace meses, cuando vine aquí para acorralarla, pararme
detrás de su auto y evitar que se fuera. Ya no creía que me
atropellaría, pero por primera vez en mucho tiempo, no quería
ser un pedazo de mierda egoísta.

Si ella no quería estar conmigo, no podía obligarla.

Y esa comprensión me golpeó como un ladrillo de diez toneladas.

Tan pronto como su auto salió del estacionamiento, saco mi


teléfono y le envió un mensaje de texto. Supuse que sería rápida
en levantar mi bloqueo una vez que supiera que tenía información
que podría serle útil con respecto a Lana y Junsu. Resultó que
tenía razón.

Hunter: Unas pocas semanas más. Vamos… Por los viejos


tiempos.

Sailor: Lo siento. Ya no encajas en mi mundo.

Hunter: No soy un maldito asiento del amor, Sailor.

Hunter: Aunque…

Sailor: Lo sé, lo sé, puedo sentarme en tu cara cuando quiera.

Hunter: En mi polla, también. <3

Sailor: Deja de mandarme mensajes de texto.


Veintidós

Sailor
Hace siete años

Corrí a través de la espesura del bosque, el musgo y el lodo


invernal suave bajo mis pies. Mis botas se hundieron más
profundamente en el lodo con cada paso que di, y luché contra el
peso de la gravedad, desesperada por huir. Los pasos salpicaban
rápida y velozmente detrás de mí. Mi corazón se estrelló contra
mi caja torácica, como un prisionero que sacude los barrotes.
Déjame salir, gritó.

Fue un error... un terrible y desafortunado error.

Se suponía que el perro no debía estar ahí. El campo de tiro


estaba completamente vacío antes de que sacara la flecha, con
los ojos vendados y riendo.

Y riendo.

Y riendo.

Y riendo.

El momento se reproduce en mi cabeza, una y otra vez. Mis


compañeros de clase me preguntaron si podía hacerlo. Dije que
podía. Sabía que podía. Alguien envolvió su pañuelo sobre mis
ojos con fuerza. Luego lo pusieron ahí cuando no podía ver. Lo
ataron al objetivo con cuerdas que robaron de un rancho cercano.
El aullido indefenso fue mi primera pista. El último aliento que
dio, llorando mientras la flecha lo clavaba en el blanco. La sangre
a través de la diana. Los trozos de su carne. Me arranqué el
pañuelo del rostro, dejando escapar un grito. Todos los demás se
reían.

Llamaron a Lana. —Tu perro —dijeron—. Ella lo mató.

Corrí más rápido cuando pensé en su rostro, sus lágrimas.


Escuché el sonido de pasos adicionales rebotando entre los altos
árboles. Botas. Salpicaduras. Gritos.

Venía más gente.

La voz de mi madre, chillona y en pánico, hacía eco de mi nombre.


—¡Sailor!

Me concentré en el horizonte, los altos pinos y la naturaleza verde


oscura. Tenía la idea en mi cabeza de que mis padres dejarían de
amarme si supieran lo que he hecho.

Mis pantorrillas ardían, mis cuádriceps temblaban y las lágrimas


nublaban mi visión. Tropecé con un grueso tronco escondido por
las hojas de otoño, volando hacia el suelo, de cabeza.

El barro llenó mi rostro, y mis rodillas golpearon algo duro. El


dolor caliente y húmedo de un rasguño profundo y la sangre
fresca me cortó la pierna.

Tosí la suciedad de mi boca, pero se me pegó a la lengua. Las


palmas de mis manos se quemaron al intentar, y al no poder,
suavizar la caída. Rápidamente, recogí mis miembros, como lo
haces tú con las pertenencias dispersas, y me paré sobre piernas
temblorosas. Estaba a punto de darme la vuelta cuando sentí la
punta de una flecha presionando mi columna vertebral. La
persona detrás de ella, sosteniendo el arco y la flecha, me
acorraló contra un roble. Mi rostro estaba hacia el tronco. Estaba
tan asustada que no podía respirar.
—Él era mi todo, —le oí decir, y mi corazón se tambaleó y retorció,
enroscándose en sí mismo en docenas de nudos que le hacían
casi imposible latir. Lana Alder tenía una voz pequeña y
chirriante y un débil acento suizo—. Mi tío me lo dio cuando me
mudé aquí desde Zurich. No conocía a nadie. No hablaba el
idioma. Sólo éramos Spot y yo. Era mi mejor amigo. Me quitaste
a mi mejor amigo. Ahora no tengo a nadie.

Me clavó la flecha en la espalda. Aunque la soltara de su arco, no


tendría suficiente impulso para matarme. Pero podría ponerme
en una silla de ruedas. Mamá y papá me hicieron ver muchos
documentales sobre el tiro con arco y su peligro antes de dejarme
practicar.

–Y tú fuiste y dejaste que te vendaran los ojos y mataste a un


perro.

Quería ahogarme con el barro frío y húmedo que aún tenía en la


boca. Sabía salado, amargo y cenizo. Empezó a llover, pero el
bosque estaba tan lleno de árboles que apenas lo sentí en mi piel.
El olor a tierra mojada llegó a mis narices, y por primera vez desde
que nací, deseé estar muerta.

La voz de mamá me llamó otra vez. La de papá también.

—Lo siento, —finalmente me las arreglé para decir—. Lo siento


mucho. No lo vi. Tenía los ojos vendados. No tenía ni idea. No lo
hice... no pude…

Lo que empeoró las cosas fue que escuché que Lana sólo aceptó
venir de Nuevo México para acampar en Massachusetts si podía
traer a Spot con ella. Eso es lo mucho que quería que estuviera
aquí. Tuvieron que expedir un montón de permisos para que el
perro anduviera por las instalaciones. Supuse que quien lo
cuidaba no estaba prestando suficiente atención.
Mi cuerpo se sentía rígido, como una estatua de sal, duro pero
fácil de disolver. Iba a tambalearme y a vomitar en cuanto el
shock disminuyera. La voz de mi madre se acercó. Sabía que me
encontraría. Teníamos esta cosa entre nosotras, que no todos los
niños tienen con sus padres. Era una conexión que se sentía
como si una parte de mí estuviera todavía en su vientre.
Podíamos sentirnos la una a la otra a kilómetros de distancia.
Cada vez que mamá y yo nos abrazábamos, lo llamábamos
recarga. Pegábamos nuestros estómagos en la cama y decíamos
Bzzzz como el teléfono cuando lo enchufabas. Luego me decía
que estaba muy contenta de que yo fuera su familia, lo cual era
algo hermoso de decir, porque me hacía sentir como si me
hubiera elegido a mí, incluso si no fuera suya.

Lana no tuvo elección.

Tampoco tenía una madre. Sus padres habían muerto en un


accidente de auto, y su único pariente en el mundo había
aceptado llevarla de mala gana, porque venía con una saludable
suma de dinero y bienes.

Lana vivía con su tío y su novia mucho más joven, la que según
papá tenía suficientes cirugías plásticas para tres amas de casa
desesperadas del Condado de Orange.

Las lágrimas comenzaron a gotear de mis ojos. Nunca lloré.

—Te odio, —me susurró Lana suavemente al oído—. Te odio,


Sailor Brennan. Ni siquiera me gusta mucho el tiro con arco. Vine
aquí porque mi tío quería llevar a la señorita Deidre de vacaciones
a las Islas Cook y pensó que sería una buena oportunidad para
lanzarme a algún lugar donde otras personas pudieran vigilarme.
Pero te prometo que ahora haré mi misión tomar lo que es tuyo.

Pensé en todas las veces que me llamó fea este fin de semana,
dijo que mi rostro la puso de mal humor. Y me di cuenta de que
ella no creía que fuera un accidente. Nada podía hacerla creer
que lo fuera. Pensó que le había quitado deliberadamente lo más
cercano a su corazón como parte de un juego, y ahora tenía que
pagar.

—¿Quieres ser una arquera? Me convertiré en una mejor. ¿Tienes


una mascota? La mataré. ¿Un novio? Lo robaré. Lo que adquieras
en la vida, Sailor, te lo quitaré. Porque tú me quitaste algo.

La flecha se clavó más profundamente en mi espalda. Traté de


girar y dar vuelta para alejarme del dolor, pero me siguió a todas
partes. Presionó más fuerte.

—Detente, —grité—. Por favor. Lo siento. Fue un accidente. Me


estás lastimando.

Lana no se detuvo. Sentí la flecha atravesando mi piel,


alcanzando mi hueso. Odiaba suplicar, odiaba rebajarme a pedir
misericordia. Con un aullido, me di la vuelta y la empujé con
todas mis fuerzas. Dejé salir un gruñido salvaje que parecía que
no venía de mí. Ella voló de vuelta, colapsando en el barro. Corrí
hacia ella, dándome cuenta de que la había empujado con la
flecha.

Me agaché. —¿Lana? Oh, Dios mío. ¿Estás bien?

¿Qué he hecho ahora?

Se acostó en el lecho de hojas amarillas y naranjas, parpadeando


letárgicamente en el cielo lluvioso, como había visto hacer a ese
chico del castillo hace tantos años, desafiando la lluvia, el granizo
y el viento. Enfrentándose a la oscuridad.

La flecha estaba clavada en el estómago de Lana. Una mancha


roja comenzó a formarse a su alrededor a través de su chaqueta
de lana.
No. No. No.

—Nunca… te… perdonare…

Esas fueron sus últimas palabras antes de que mis padres


nos encontraran.

Antes de que la llevaran al hospital.

Antes de que papá hiciera desaparecer todo el asunto,


asegurándose de que nadie supiera lo que había sucedido… sobre
el punto ciego, sobre cómo Lana sufrió una lesión intestinal
llamada peritonitis, donde parte del contenido de sus intestinos
se derramó en su estómago y causó una infección que sufrió
durante semanas. Estaba postrada en la cama, sola en el
hospital, y su tío sólo regresó después de que él terminara sus
vacaciones, durante las cuales se casó con su novia.

Sabía que Lana cumpliría su promesa de vengarse de mí.

Nunca adopté ninguna mascota.

Nunca tuve el coraje de enamorarme y encariñarme con los


chicos.

Y esperé un tiempo hasta que supe que podía ganar.

El día de mi partido con Lana, llegué al campo de tiro una hora


antes, sabiendo que estaría practicando. Tenía razón. Aceche
bajo las gradas techadas, viéndola sacar una flecha y enviarla en
espiral a la marca roja interior del blanco. Una muerte limpia.
Lana era buena, al menos en todos los lugares donde no era mala.
Los cuatro jueces del comité olímpico ya habían entrado en el
club. Junsu y el personal estaban hablando con ellos arriba. Sus
bolsas estaban en el área de recepción. Antes de ir al campo de
tiro, le pregunté a Bill si podía salir y ver si había algún fotógrafo.
Le prometí que vigilaría las bolsas. Él aceptó. Tan pronto como
estuvo fuera de vista, planté lo que necesitaba en cada una de las
maletas de los jueces. Cuando regresó, le di un beso húmedo en
la mejilla.

—Gracias por ser un gran amigo.

—Seguro. Gracias por ser el guerrero menos temible que he


conocido.

Sonreí. Sabía que era un adiós.

Él no lo sabía.

Pasé la noche tratando de averiguar cómo iba a usar la


información que Hunter me había dado sobre Junsu y Lana de
manera que no lo incriminara, y no pegué un ojo.

En el campo de tiro, me dirijo directamente al objetivo de Lana.


El suelo era blando bajo mis pies, pero sabía que la caída no sería
corta y dolorosa.

Me detengo cuando mi espalda es presionada contra el blanco,


parada frente a Lana, retándola a sacar. Estábamos solas aquí.
Ella podía, si quería.

Lana baja su arco, sus ojos se estrecharon en sospechosas


rendijas.

Sin decir nada, tiro algo entre nosotras. Un simple pañuelo,


ofreciéndole la revancha.

Una sonrisa se dibuja en sus labios. De las que se burlan.


—Siento mucho haber tenido que probar a tu novio. No saber a
qué sabía era un misterio que no podía soportar, —ronronea
dulcemente.

Aunque le creí a Hunter, sus palabras me impactaron


profundamente. Quería abalanzarme sobre ella y arrancarle los
miembros por haber pronunciado su nombre. Era mío, incluso
cuando no lo era.

Le devolví la sonrisa. Tenía un plan. —Agarra el pañuelo.

—Puedo matarte, incluso con los ojos vendados.

—Por favor, hazlo. ¿Fue bueno? —pregunto, viendo como se


dirige al pañuelo en medio del espacio entre nosotras.

—¿Así que no lo sabes? ¿No habéis hablado?

Sacudo la cabeza. Ella pensó que él había guardado su secreto.

—Fue genial —se echa el cabello brillante a un hombro, y sigue


caminando—. Puede que lo vea hoy para cenar cuando termine
de patearte el trasero. Ya veremos. El mariscal de campo de los
Patriots también quiere una cita. Es difícil ser yo.

—Me lo imagino, —digo.

Toma el pañuelo, vuelve a su sitio y se lo ata a los ojos.


Levantando su arco, me apunta. Mi corazón estaba en mi
garganta. Quise alejarme, golpear mi propia cara por lo que me
había metido. Las manos de Lana estaban firmes, pero su pecho
se elevaba y caía rápidamente.

—Idiota. Sabes que lo haré, —murmura, sin ver nada detrás de


la venda.

—Entonces hazlo. —trago—. Mátame como yo maté a Spot.


—No digas su nombre, —advierte—. No te atrevas.

—Fue un accidente, —repito—. Un terrible accidente del que me


he arrepentido a cada momento desde ese día.

—¡Ya sé! —se quiebra, bajando su arco momentáneamente,


pisando fuerte—. No se trataba sólo de Spot, idiota. Era, sobre
todo. Tenías padres y una familia y talento y seguridad. Y eras
una presa fácil. Tan insegura y arrepentida y… y… —Ella agita
su mano en mi dirección—. Tú.

Levanta su arco de nuevo, resoplando, —Ahora quédate quieta.

Lo hago. El sudor goteaba por mi columna bajo el suéter, y sentí


que mis piernas temblaban. Quería vomitar. Ella saca la flecha
de nuevo. Respiro profundamente y cierro los ojos.

Hazlo. Sácalo de tu sistema antes de que sea mi turno de herirte


de nuevo.

—Sal del combate y no te mataré, —dice su voz.

Mis ojos se abren de golpe.

—Es una gran petición, —digo con voz ronca.

—Tú eres mi objetivo, —señala.

—Porque me puse aquí voluntariamente, —argumento—. ¿Serán


todos perdonados y olvidados si me retiro y no aparezco en media
hora?

Ella no sabía que yo tenía un micrófono debajo de mi suéter.

Que estaba siendo grabada.

—Sí, —dice con tristeza—. Pero tienes que decírselo ahora.

—Bien, —susurro.
—Está bien. —baja su arco de nuevo, quitando la venda de los
ojos y tirándolo al suelo. Sus ojos, muertos y planos, me
escaneaban.

—Para que lo sepas… —Su voz gutural me envuelve el


cuello—. Hunter es todo lo que los medios decían que era, y más.
Me divertí mucho robando a tu novio. Ojalá pudiéramos
continuar con esto. Me hubiera encantado torturarte toda la vida.

Me alejo, sabiendo ahora lo profunda y delirante que era su


mentira. —Lo sé.

Me doy la vuelta para encontrar a Junsu en las sombras, bajo los


asientos cubiertos, frunciendo el ceño. Paso junto a él, sin
detenerme cuando susurra mi nombre.

Él solía gritarlo antes. Ahora, estaba asustado.

Él lo sabía.

Junsu me pisaba los talones. Ahora que había decidido no


competir, fingía estar invertido. Incluso devastado. Habló, pero
ninguna de las cosas que dijo se registraron. Abro mi auto,
metiendo mi bolso en el asiento del pasajero.

Junsu me agarra del hombro y me hace girar, así que me enfrento


a él, su expresión se graba con furia.

—¿Qué fue eso? —me exige.

—Supongo que es una pregunta retórica. —Me sacudo su toque.

Eso fue todo. Había perdido. Mi sueño olímpico oficialmente se


fue por el desagüe. Demonios, lo había tirado por el inodoro yo
misma. En algún lugar de la parte de atrás de mi cabeza, el
pánico había empezado a ceder. Sabía que era la última vez que
pisaba este club. Después de todo lo que pasó, todo lo que estaba
a punto de pasar, no podía volver a practicar aquí. No
profesionalmente, y no como un hobby. Imaginé que encontraría
un nuevo lugar, o tal vez iría al bosque o a la granja que mis
padres tenían en las afueras de Boston. Seguiría ejerciendo, pero
no profesionalmente.

Era hora de averiguar quién era yo.

En qué era buena, qué representaba.

Era hora de salir de mi concha y vivir. Y era aterrador.

—Ni siquiera lo intentaste. Lo dejaste. —hace un gesto con el


brazo hacia el club.

—¿Y qué? —me encojo de hombros—. Mi carrera. Mi sueño. Mi


prerrogativa.

—Mi reputación, —replica, metiéndose un dedo en el


pecho—. Podrías perder por unos pocos puntos. Ahora parezco
un incompetente.

—Ah. —sonrio—. El gato está fuera de la bolsa ahora. Así que


querías que perdiera, pero no por mucho.

La cara de Junsu cae. —¿Qué? No! Yo…

Me inclino hacia adelante, rozando mi labio sobre su nariz a


propósito. Sentí que se le ponía la piel de gallina. Nunca
habíamos estado tan cerca físicamente. —Sé lo que hiciste,
Junsu. Tú y Lana. Sé lo de tu trato. Lana se sinceró con Hunter
cuando trató de seducirlo en tu oficina. Te hiciste esto a ti mismo.
Ahora tengo un testigo, y una carta de tres páginas que dejé a
cada uno de los cuatro jueces del comité. Los van a encontrar en
breve, si es que no lo han hecho ya. Una carta idéntica fue
enviada a los Comités Olímpico y Paralímpico de los Estados
Unidos. Ahora, si me disculpas, estoy en camino a la estación de
policía. Hunter Fitzpatrick, alias el chico, ya les dio su
declaración oficial, según mi petición.

Me inclino, como me enseñó cuando empezó a entrenarme,


burlándome de la señal de respeto que insistió en que nos
diéramos.

—No! —Junsu grita desesperadamente, tirando de mi mano.

Me lanzo al asiento del conductor, cerrando las puertas


automáticamente antes de que llegara a mí. Golpea con las
palmas de las manos sobre la ventana, su voz fue silenciada por
el vidrio que había entre nosotros.

—¡Ella tenía dinero! Necesitaba pagar la universidad de mi hijo.

Arranco el auto, sintiendo las lágrimas que me picaban los ojos.


No me atreví a soltarlas.

—¡Sailor! ¡Arruinaras mi carrera si haces eso! ¡Mi familia! ¡Mi


reputación!

Me retiro del estacionamiento, quemando la calle en la que había


conducido todos los días. Tenía recuerdos, un pedazo de mi
corazón, y un sueño roto que ahora dejé atrás.

Sabía que no sería capaz de poner un pie en él después.

Por la noche, los detalles sobre Junsu y Lana salieron en todas


las noticias. Recibí llamadas preguntando si quería retomar un
partido con alguien más, considerando que Lana no iba a
acercarse a las Olimpiadas poco después de lo que había hecho.
Me negué. El lugar en las Olimpiadas fue para una mujer de 33
años, madre de cuatro hijos, de la Indiana rural, por defecto. Sus
estadísticas eran una locura.

Mamá, papá y Sam se reunieron en la sala de estar a mi alrededor


mientras veíamos su entrevista. Sus manos estaban en mi
espalda, hombros y brazos.

Estaba a salvo con mi familia. Estaba en casa.


Veintitrés

Hunter
Se me ocurre, al entrar en la oficina de mi padre por primera vez
en cuatro días, que estaba a punto de que me jodieran tanto el
culo que podría deslizar fácilmente una sandía entera en él para
cuando acabara conmigo.

Cuatro días.

Sin dormir.

Cero tiempo de trabajo.

Dos tareas universitarias no escritas.

Un montón de medias tintas sobre las malas acciones de Syllie.

La victoria estaba al alcance de la mano. Podía tocarla con la


punta de los dedos, y tenía rabia por ella. Tal vez el sediento linaje
Fitzpatrick me atravesó. Porque nunca me había sentido
particularmente competitivo hasta que me mudé aquí.

La visita a la refinería estaba programada para mañana, y adivina


quién había decidido finalmente mostrar signos de vida y
reaparecer en la oficina.

Ding, ding, maldito ding. Atentamente.

—Estás vivo, —señala mi padre bastante infeliz, todavía leyendo


algo en su iPad en su escritorio, sus cejas en algún lugar de la
parte superior de su frente.

Cillian se extiende delante de él en su asiento designado,


enviando mensajes de texto.
—No suenes tan decepcionado. —entro, plantando mi trasero en
el asiento junto a Cillian.

Me vuelvo hacia mi hermano. —Vete.

Sus ojos fundidos se disparan desde su teléfono. Tenía la


desafiante y burlona mirada de un hombre que esperaba ser
invitado a la guerra.

—¿Estás drogado? —pregunta educadamente.

—Sobrio como una miserable, inflamada celebridad post-


rehabilitación. Necesito hablar con papá. A solas.

Intercambian una mirada que decía docenas de frases.


Finalmente, Gerald asiente. Mi hermano se pone de pie, pero no
antes de mostrarme una mirada de advertencia que decía que
después de que Pa se metiera en mi trasero, tenía la intención de
meterle explosivos.

La puerta se cierra, y me vuelvo hacia mi padre.

—Tengo algunas grandes pistas sobre lo que Sylvester está


haciendo, —empiezo, pero me detiene con un movimiento de
mano.

—¿Desapareces cuatro días después de que tu acuerdo con la


chica Brennan se rompa, y crees que me importan tus teorías de
conspiración?

—Creo que te importa esta compañía, —enuncio a través de los


dientes apretados—. Y tengo información.

—Deja de ser un profesional del tiempo, —responde


Papá—. Y llega al corazón de esto. Estás aquí porque lo
estropeaste y no tuviste las agallas para enfrentar la situación.
Rompiste las reglas. No eras célibe.
—No, —admito—. No lo era, pero no me acosté con esa otra chica,
Lana. Y esa cosa con Sailor… —Hago una pausa, sintiendo que
mis fosas nasales se encendían—. No era sólo follar.

Quería retractarme de la sentencia, retractarme del todo. ¿Qué


estaba diciendo? No tenía sentimientos por Carrot Top, ¿verdad?
Sólo que no había sido Carrot Top durante mucho tiempo. Era la
chica con la que quería hablar todos los días, todo el día, si podía.
La chica que me hacía reír. La chica que me dio una erección, no
sólo de cerca, sino pensando en ella. Los rastros de su olor me
daban ganas de tirarme a los azulejos de la ducha.

Odiaba que me preocupara por Sailor Brennan, que no pudiera


dejar de pensar en ella, de preocuparme por ella, de
obsesionarme con lo que hacía, de pensar en DoorDashing. La
pequeña cazadora había ido y conquistado cada centímetro de mi
cerebro, llenándolo de sí misma, y sin mi aviso -sin mi maldito
permiso- se deslizó de mi cerebro a mi corazón.

—No intentes venderme el enfoque de la novia. —Papá levanta su


mano para cortarme—. No nací ayer.

—No dije que fuera mi novia. Pero siento… cosas, —digo


vagamente. También dije la palabra “cosas” como si estuviera
hecha de vello de pubis, escupiéndolo de mi boca en tiempo
récord.

—¿Fuera? —Athair me mira con escepticismo.

—Me dejó, —admito.

—No creo eso ni por un segundo.

—Me importa una mierda lo que creas. —sonrío cortésmente,


cruzando las piernas y poniendo las manos sobre una rodilla—
. Es la verdad, y no puedes descartarla. Supongo que esta es la
parte que has estado esperando, en la que me muestras tu nuevo
testamento firmado en mi cara. Adelante. Diviértete.

Sin perder una oportunidad de oro para derramar sangre, abre


su cajón y enseña ese maldito testamento, haciendo un
espectáculo de pasar las páginas lamiendo el bloc de su índice
(nota al margen: la gente que hace eso debería arder en el
infierno. Dos veces), firmando sus iniciales en cada página
rápidamente.

Mirando hacia arriba, me muestra una sonrisa.

La canción del día: “Dead Bodies Everywhere” de Korn.

—Tengo una propuesta para ti, —dice mientras firmaba.

—Me encantan las propuestas, —le respondo, extrañamente


tranquilo—. Eso es lo que me metió en este lío en primer lugar.
¿Qué tienes en mente?

—Dices que desarrollaste sentimientos por esa chica… —cita la


palabra sentimientos, un bolígrafo Parker Jotter entre sus dedos.

Quería ponerlo en una caja. Valdría la pena el confinamiento


solitario.

—Sailor, —le detengo—. Su nombre no es ‘esa chica’. Es Sailor.

—Sí. Ella. Y digo que esto es sólo una súplica desesperada para
tratar de salvar tu herencia. Entonces, ¿qué tal esto? Te estoy
dando una segunda oportunidad. Una pizarra limpia. Una
redención, si quieres. Admite que esto fue una mentira, que no
desarrollaste sentimientos hacia Sailor, y yo destrozaré este
testamento ahora mismo. Pero hay una condición.

—¿Cuál es la condición? —Pregunto, sin pestañear.

—Cortar todo contacto con ella. Para siempre.


La última palabra queda entre nosotros como una bomba de
relojería. La eternidad fue un largo tiempo. ¿Una hora? Eso
sonaba más factible.

—Genes aparte, estamos cortados por el mismo patrón, ¿no es


así, Ceann Beag? —lanza la cabeza—. Esto es lo que has estado
tratando de demostrarme. Que eres un Fitzpatrick. Que
perteneces.

—Si me pides que elija entre la fortuna de mi familia y una chica,


mi respuesta es obvia: la fortuna. —hago una pausa, viendo su
garganta trabajando detrás de su sedosa corbata naranja—. Pero
si me pides que elija entre la fortuna de la familia y Sailor
Brennan, voy a tener que despedirme de tu dinero y retirarme de
este, Fitzpatrick o no.

Su sonrisa se evapora. No esperaba ese giro de la trama.


Honestamente, yo tampoco. Especialmente considerando que
Sailor me había transmitido su falta de deseo de mantenerse en
contacto verbalmente, por texto, físicamente, y de cualquier otra
manera menos por escrito en el cielo. Tal vez me había dicho que
me fuera a la mierda con los escritos del cielo. Hacía tiempo que
no miraba al cielo.

Sin embargo, era la verdad. No pude resistir la oportunidad de


perseguirla. No podía perder el derecho a abrazarla, pedir comida
a DoorDash con ella, discutir sobre quién daba mejores propinas
y contarle mi día. Porque esos fueron los momentos más felices
de mi vida, y cada maldita vez que agarraba mi caballo Dala y mi
cuello estaba desnudo, sabía que ella lo tenía, mi única posesión
que significaba algo.

Si ella no lo ha quemado ya, eso es.

—¿Rechazas mi oferta? —Papá despabila, alisando su corbata.


—Confía en mí, los dos estamos desanimados por eso. Así que
supongo que eso significa que estoy despedido. —me quedo de
pie.

Todavía tenía que terminar mi investigación sobre Sylvester, sin


importar lo que pasara. Ya no me detuve a mitad de camino
cuando la mierda se puso dura.

—No vas a venir a Maine, —confirma—. Empieza a buscar un


trabajo.

—Seguro. —le hago una pequeña reverencia y le muestro el dedo


de en medio por si acaso. Cuando salgo, tomo la manija cromada
de la puerta de vidrio y me vuelvo hacia él con mis palabras de
despedida—. Por cierto, esta puerta… Diseñada por un
masoquista. Lleva tres horas cerrarla. Aquí, eso debería
arreglarla. —Pateo el cilindro de la puerta. Sin embargo, vuela a
la oficina de Papá y se estrella en el suelo en una sola pieza.

Lo miro, mostrando una sonrisa desquiciada de la variedad de


los supervillanos. —Tal vez soy un Fitzpatrick después de todo.
Mira lo bueno que soy para arruinar las cosas. De nada.

Esa noche, me senté a escuchar cómo iba la noche de Syllie. La


respuesta estaba destinada a ser mejor que la mía. Intenté entrar
en DoorDash, el Cypriot local que había abierto a tres manzanas
de mi apartamento, pero descubrí que mi cuenta bancaria había
sido limpiada por querido Papá.

El viejo Hunter, el de hace seis meses, habría llamado a la mamá


de este fantasma no tan amistosa y le habría dado a Venmo los
fondos necesarios para alimentar a África. Pero el nuevo Hunter
era demasiado orgulloso para mendigar, y mucho menos para
comer. Así que abrí una lata de frijoles, intenté ponerla en el
microondas, casi causé una explosión (¿quién sabía que el metal
no era apto para microondas? No este cabrón), y me conformé
con galletas y queso crema caducado.

Yo era el legítimo meme de “come-perras” como si fuera el dueño


del lugar. FML en el culo.

Me preguntaba cómo iba a seguir pagando a Knox, que estaba


literalmente sentado en una furgoneta, congelándose las pelotas,
para grabar a Syllie en directo a través de los aparatos que me
había vendido. Esperaba que aceptara favores sexuales, porque
el homeboy estaba actualmente más quebrado que Jenna
Jameson si hubiera cambiado de carrera a experto en celibato.
Me jodieron de la manera menos orgásmica conocida por el
hombre.

Llevaba tres horas investigando a Syllie, que acababa de terminar


de cenar con su familia, durante las cuales él y su esposa habían
discutido el fascinante tema de los suéteres navideños a juego,
cuando oigo que llaman a mi puerta con tres golpes.

Bajo mis galletas, frunciendo el ceño. Si era Cillian con una de


sus charlas de ánimo del diablo, íbamos a intercambiar algunos
puños, no palabras. Pero no. Cillian ya debería estar en un avión
camino a Maine. Fui a la puerta, abriéndola.

Y allí estaba ella.

Aingeal dian.

Sosteniendo una bolsa de comida para llevar. La grasa goteaba


de los bordes de la bolsa marrón. Sailor y comida basura. Se me
hizo agua la boca y se me apretaron las pelotas.

¿Estoy muerto? ¿Esto es el cielo?


—Esto no es una ofrenda para tener sexo, Hunt. Ni siquiera es
una ofrenda de paz. —levanta una palma en señal de
advertencia—. Pero vengo con regalos y una oferta. Me ayudaste
a atrapar a Lana. Déjame ayudarte a clavar a Syllie.

Cierro los ojos y respiro profundamente por la nariz.

—¿Puedes decir clavar otra vez, por favor? Específicamente,


clávame, Hunter. Prácticamente ya has dicho todas las palabras,
pero no en secuencia.

Ella estalla en risa cuando le meto un dedo en su chaqueta y la


arrastro, sin importarme un carajo estar quebrado y
desempleado y con problemas hasta el cuello.

—¿Qué has conseguido? —pongo mi brazo sobre su hombro,


besando la corona de su cabeza mientras caminábamos hacia la
sala de estar. Y así como así, sentí como si nunca se hubiera ido.
Sólo otra noche de felicidad con mi chica.

—Pensé que probaríamos el nuevo lugar Cypriot. Tiene críticas


muy buenas.

Me mordí el puño otra vez. Había tomado la decisión correcta.

Al diablo el dinero.

Sabía, de manera subconsciente, que la única oportunidad que


tenía de atrapar a Syllie era si cometía un error. Pero Syllie era
un bastardo cuidadoso, así que cuando descubrí que yo había
sido el que lo había desorientado, casi me sacudí los pantalones.

Fue justo después de que Sailor y yo quitamos los envoltorios de


queso souvlaki y halloumi. Lo escuchamos cuando recibió la
llamada en la que le informaban que no había subido al avión
comercial a Maine con mi padre y mi hermano.

—¿Qué quieres decir con que no está en el avión? —le dice a la


persona de la otra línea. No pude escuchar lo que la otra parte
estaba diciendo. Sylvester había usado otro teléfono
desechable—. ¿Cómo puede no estar en el avión?

Sailor y yo intercambiamos miradas, nuestras espaldas


encorvadas sobre el portátil, escuchando la grabación en vivo.

—¡Todo el plan no tiene sentido sin él allí! No, no me digas que


me calme. Meses de planificación, todo por el desagüe. También
podrías cancelar toda la operación si él no está allí. El idiota se
hará cargo una vez que haya hecho y terminado, y mis problemas
se triplicarán.

—¿Hecho y terminado? —Sailor grita, sus ojos se abren de par en


par—. ¿Acaba de decir eso?

Algunas cosas pasaron en ese momento. Tal vez porque Sailor me


miró como si fuera un ser humano inteligente y capaz y no un
gigoló adinerado. Me miró como si yo pudiera resolver este
enigma.

Y me di cuenta… bueno, que podía.

Hice un rápido cálculo:

1. Syllie envió a mi padre y a mi hermano a una refinería que se


ocupaba de cuestiones de salud y seguridad.

2. La maquinaria estaba defectuosa. Tres de ellas, por lo menos.


Por eso teníamos programada una visita allí en primer lugar.

3. Syllie podía y probablemente planeó un accidente en el que los


tres, Papá, Cillian y yo, moriríamos. Todo lo que necesitaba era
una explosión orquestada. Mamá y Aisling, aunque heredarían la
mayoría de las acciones, no dirigirían la compañía ni en un millón
de años. Lo que puso el puesto en las capaces manos de Syllie.

Mierda. Quería matarnos. Y acababa de joder su plan a lo grande.


La pregunta era: ¿lo haría todavía, o lo posponía porque mi
trasero no estaba en camino a Maine?

Sailor parece leer mi mente, empujando mi teléfono en mi mano.


—Tienes que llamarlos.

Llamo a Cillian cinco veces. Intento otras tres veces para


contactar con mi padre. También les envié mil mensajes de texto.
Estaban en el avión o en algún lugar con cero recepción. Recordé
que Cillian se quejaba de la falta de recepción en esa parte de
Maine. Estaba seguro de que Syllie lo había tenido en cuenta
cuando planeó todo esto.

—¿Qué hago ahora? —me quedo de pie, caminando de un lado a


otro—. ¿Qué hago para salvar a mi estúpida familia?

—Ahora, —dice Sailor simplemente—, haces lo que los


Fitzpatricks hacen mejor: vas a la guerra y ganas.
Veinticuatro

Hunter
Tomo prestado el auto de Sailor, la llevo a casa de sus padres (no
me arriesgué por si Syllie había contratado a un matón para que
viniera a mi apartamento y acabara conmigo), y luego conduje
directamente a su casa, esperando que siguiera allí. Me alegré
por las habilidades de investigación de Knox. Sabía dónde vivía
Syllie, hacía ejercicio, tomaba mierdas y todas sus prostitutas
favoritas.

Durante todo el viaje hasta allí, intento llamar a Papá y Cillian.


Finalmente, llamo a mamá y le digo que intente localizarlos y que
no se detuviera hasta que los encontrara y les dijera que no
fueran a la refinería.

—¿Pero por qué? —pregunta por millonésima vez.

—Porque, carajo, deja de hacer preguntas, mamá. ¡Sólo hazlo!

Estaciono frente a la casa de Syllie en Charlestown, una mansión


de diez habitaciones de estilo jacobina, de color blanco sobre
ventanas negras, con un exuberante patio delantero que
actualmente quería incendiar. Cierro de golpe la puerta del
conductor y me dirijo a la entrada, golpeando la puerta, y luego
golpeando el timbre cinco veces para que se vea bien. Ya habían
pasado las horas de visita, pero si no iba a dormir esta noche,
que se joda si alguien de su familia lo hace.

Syllie abre la puerta con el ceño fruncido, llevando una bata de


casa color borgoña púrpura. Juro que mi libido se desangró en
cuanto lo vi.

Su cara pasa de mortal a agradable en un instante.


—Hunter, qué agradable sorpresa. Pensé que se suponía que ibas
camino a Main —pregunta inocentemente.

—Dios, qué terrible actuación. Hablo de Harrison Ford en The


Frisco Kid. Simplemente terrible. Tenemos que hablar.

—¿Pasó algo? —hace una mueca.

Quería darle un puñetazo en los dientes. En vez de eso, sonrío.


Le había pedido a Aisling que trabajara en mamá y la convenciera
de que me diera el avión privado para llegar a Maine-no que mi
madre no me diera un miembro si se lo pedía, pero no quería
hablar con ella si podía evitarlo.

—Sólo estoy jugando a ponerme al día. —me encojo de hombros.

—¿A medianoche? —Sus ojos casi se abultan.

Inclino mi cabeza, ganando tiempo. —¿Qué puedo decir? Te he


echado mucho de menos.

Me invita a entrar, con dudas, y me hace señas para que lo


siguiera a su oficina en el tercer piso. Abre la puerta del balcón
después de servirnos dos vasos de whisky. Yo sabía que no debía
poner mis labios en ninguna bebida que me diera Syllie, pero
giraba el líquido dorado en su vaso para mostrarlo.

—Conozco tu plan —dejo que la bebida se derramara sobre el


borde—. Y sé quién te ayuda a ejecutarlo.

Esa parte era una mentira, pero si había algo en lo que era bueno,
era en tener una cara de póquer. Me había salvado el culo
innumerables veces.

”Por supuesto que estudié para el examen”.

“Por supuesto que eres la única chica en la que he pensado esta


semana”.
“Por supuesto que no estoy demasiado intoxicado para operar esta
maquinaria pesada”.

—No tengo ni idea de lo que quieres decir —se apoya en la


barandilla, tomando un sorbo de su bebida. Fueron las pequeñas
cosas las que lo delataron: las gotas de sudor que se acumulaban
en sus sienes, la forma en que sus labios se movían, lo profundo
que se apoyaba en un balcón alto. Estaba nervioso.

Me apoyo en el marco de la puerta, lejos de la barandilla,


estudiándolo. —Espero que tengas una mejor línea de defensa
cuando sea arrestado, Sr. Lewis. Porque intentar volar una
refinería con docenas de personas dentro, incluyendo a los tres
mayores accionistas de Royal Pipelines, no es un juego de niños.

Nada de eso se confirma, pero su cara se retuerce de horror


cuando las palabras salieron de mi boca, y supe que estaba en lo
cierto. Rápidamente reorganizó sus rasgos, colocando su vaso de
whisky en la barandilla de mármol.

—¿Quién te dio de comer esta tontería, hijo mío?

—Su compañero de crimen —le respondo. Otra mentira.

—No tengo tal cosa.

—¿Seguirías cantando esta canción si te dijera que cada vez que


usaste teléfonos desechables para llamarlo, los grabó a los
dos? —levanto una ceja.

Mentiras, mentiras, mentiras.

Se le cae la cara.

Pensaba que yo tenía algo que no estaba en posesión.

—Boris debería saberlo mejor, —dice.


Boris, ¿eh? Estaba seguro de que el padre de Sailor sabía quién
era, e hice una nota mental para comprobarlo.

Syllie continúa, —pero tienes una cosa mal. Sabía que no ibas a
estar allí. Nunca deseé que te hicieran daño.

—Por favor, no te ofendas cuando diga todas las tonterías del


mundo sobre eso.

Sacude la cabeza, corriendo hacia mí. Levanto una mano,


haciéndole un gesto para que se detenga dónde estaba. Lo hizo.

—Mira, sabía que esto de tu padre y tu hermano iba a explotar


tarde o temprano. Sabía que no los acompañaría a Maine. Y no
lo hiciste. La verdad es, hijo, que nunca te desearía que te
hicieran daño porque…

Dios, esto no.

—Porque soy tu padre. —Su garganta trabajaba alrededor de la


admisión, las palabras se derramaban entre nosotros, tóxicas.

—Mi padre es un modelo de ropa interior de Europa del


Este —respondo.

—Eso es lo que Gerald le dijo a todo el mundo para poder


mantenerme en su nómina, porque sabía que yo era demasiado
importante para dejarme ir. Y es lo que tu madre
desafortunadamente aceptó para mantener la paz en el hogar de
los Fitzpatrick. Pero piénsalo, hijo mío. ¿Quién te cuidó durante
años? ¿A quién acudiste cuando necesitaste ayuda? ¿Quién
limpió el desastre por ti? Yo. Siempre yo. Fui prácticamente un
padre sin serlo para ti. Me ocupé de ti. Y ahora, te digo, este es el
comienzo de una nueva era. Podemos tomar esta compañía y
dirigirla juntos. Podemos hacer grandes cosas. Ser un equipo.
Nunca te respetarán, Hunter. No eres un Fitzpatrick de sangre
azul, un verdadero heredero. Tu padre puso a Cillian en el
pedestal, y nunca alcanzarás su nivel, no porque no seas tan
bueno, sino porque Gerald nunca lo permitiría. Te miran con
desprecio. No son tu familia.

Da otro paso, y yo lo dejo. Pone su mano en mi hombro. También


le dejo hacer eso.

—Arrojado de una escuela privada a otra, y luego exiliado a tu tío


y tía en la Costa Oeste… nunca tuviste una oportunidad. Intenté
decírselo a tu padre, Hunter. Le rogué…

Respira hirviendo, mirando hacia otro lado y sacudiendo la


cabeza, como si le doliera demasiado —Mira, sé que no he sido el
mejor padre para ti hasta ahora por no confesar esto. Tenía mi
propia familia en la que pensar. Tengo tres hijas. Pero te prometo
que, de ahora en adelante, estaré allí.

—¿Me llevarás a los juegos de softball? —digo, con la voz áspera


por la emoción.

Se detiene, mirándome con recelo, antes de aceptar. —Sí, hijo


mío. Sí, lo haré, si es lo que quieres.

—¿Y tendremos cenas familiares? —continúo.

—Por supuesto. —Sus ojos se abren, y me abraza en un medio


abrazo, aliviado—. Por supuesto. Semanalmente. Le diré a
Dianne que siempre eres bienvenido.

Dianne era su esposa. La siguiente parte la dije después de fingir


que me limpiaba una lágrima imaginaria por el rabillo del ojo. —
¿Y me enseñarás sobre los pájaros y las abejas? He oído rumores,
papá, pero en realidad, ¿los chicos le hacen eso a las chicas?
Suena tan… doloroso.

Se desconecta de mí, examinando mi cara.


Empiezo a reírme. —Maldición—lo alejo. —vete a la mierda. No
soy tu hijo, Puedo ser tonto y bonito, pero por el amor de Dios,
soy bonito. Te pareces a Gargamel.

Cuando digo eso, me doy cuenta de que había dejado de creerlo.


Bueno, algo de eso. No era estúpido. No fui un idiota. Sólo era un
imbécil sin nadie que le hiciera responsable de nada. Hasta
ahora.

—Pequeño pedazo de…

La puerta principal, tres pisos debajo de nosotros, fue abierta a


patadas antes de que Syllie terminara de pensar. Gritos de “FBI”
sonaron desde el primer piso.

Suspiro exageradamente, levantando mi vaso de whisky y usando


mi mano para abrirle la mandíbula apretando sus mejillas.
Vertiendo el contenido de mi vaso en su boca.

—Aquí. Tengo el presentimiento de que necesitarás un poco de


coraje líquido para la próxima parte.

Sabía que la policía había sido enviada a la residencia de los


Lewis. Ese tipo de cortesía que esperaba, ya que los había
llamado con mi historia, pero no tenía ninguna prueba que
darles. El hecho de que el FBI estuviera aquí me hizo pensar que
alguien más estaba involucrado.

Troy Brennan, para ser exactos. Sailor le había pedido ayuda,


sabiendo que yo no podría hacerlo por mí mismo. Le había pedido
ayuda a su padre, aunque odiaba todo lo que hacía y
representaba. Por mí.

La cara de Syllie se retuerce de furia. —Son hombres muertos


caminando. No hay forma de que puedas llegar a ellos, pequeño
idiota. No tienen ninguna recepción donde están.
—¿Por qué hiciste esto? —pregunto.

Las pisadas subieron por las escaleras. Docenas de ellas. Estaba


sucediendo

—Siempre fui maltratado. Le di a Royal Pipelines mis mejores


años y ni siquiera me dieron un aumento. La verdad es que tu
padre tiene mucha sangre en sus manos, por lo que contrató a
Troy Brennan y a su hijo para que trabajaran para él. Cillian es
un terrorista bien adaptado, un demonio esperando para desatar
el infierno en cualquier momento. ¿Y tú? Eres un simple idiota.
Intenté salvar a esta compañía de sí misma, de una sucesión
horrible e injusta. —Syllie me agarra por la camisa e intenta
arrojarme por encima de la barandilla.

Me había estado llamando idiota los seis meses que estuve en


Boston, pero de alguna manera pensó que podía lanzar a un ex
jugador de polo de doscientas libras y seis pies y cuatro pulgadas
hecho de puro músculo y feromonas. Tropiezo dos pasos antes
de arrojarlo hacia la barandilla, doblándolo para que la mitad de
su cuerpo quedara colgando en el aire, entre la vida y la muerte.

Era una maldita casa alta. El aire se sentía delgado y frío, como
si respirara carámbanos.

—¡Estás muerto, Fitzpatrick! —escupe, con la cara roja.

Los chicos de negro patearon la puerta de la oficina para abrirla


(me encantaba cuando hacían eso; las manijas de las puertas
eran para maricas) y se apresuraron a agarrarlo por la bata.

Me despido con la punta de los dedos. —Siempre tendremos


nuestra pequeña liga de softball —le dije.

—¡Vete a la mierda! —me grita, de forma bastante


descortés. —Quiero llamar a mi abogado. Déjame hablar con mi
abogado.
Me quedo media hora para dar a dos investigadores mi versión
de las cosas, y luego pedí si podía empezar a hacer mi camino a
Maine. Ellos dijeron que sí. Cuando salgo de la casa de los Lewis,
recibo un mensaje de texto.

Ash: Mamá dijo que no recibes nada antes de que hables con
ella cara a cara. Lo siento.

Quería matar a alguien.

—¿Te das cuenta de que tu marido y tu hijo están a pocas horas


de ser volados en pedazos en un lugar remoto sin recepción? —
bajo por el pasillo hacia la oficina de mi madre.

Me lleva rápidamente a su habitación privada, no al dormitorio


que a veces compartía con papá. Ella asiente con la cabeza.
—Sí. Pero tú eres tan importante como ellos, cariño.

No dije nada de eso, porque todavía no lo creía. Después de que


entramos, cierra la puerta y se sienta detrás de su escritorio. Ni
siquiera sabía por qué tenía una oficina. No es como si hubiera
trabajado un día de su vida.

Me quedo de pie. No tenía tiempo. —Acaba de una vez y dame las


llaves del jet privado.

—Los jets privados no tienen una lla…

—Es una manera de decir. —sonrío— Habla, madre.


Sacude la cabeza, mirando hacia abajo a sus dedos, que estaban
salpicados en la mesa.

—Sé que estás enfadado conmigo, Hunter, y por una buena


razón. Te tuve ilegítimamente para vengarme de tu padre, y luego
te envié lejos cuando tenías seis años. Tienes todo el derecho del
mundo a despreciarme. Pero cariño, debes entender. No fui una
madre terrible para ti. Fui una madre terrible, y punto. Cuando
me enteré de que estaba embarazada de ti… —aspira un aliento
y mira hacia otro lado, sacudiendo la cabeza, como si el recuerdo
fuera demasiado.

Si este era su plan para mejorar la mierda, estaba haciendo un


trabajo terrible. —Fue el momento más feliz de mi vida. ¿Te
gustaría saber por qué?

En realidad, no. —Claro, —me quejo en su lugar. Cualquier cosa


para que me diera el maldito Gulfstreamer.

Me mira, con los ojos brillantes. —Porque tú, sabía que me


gustarías más. Estaba locamente enamorada de tu padre, tu
verdadero padre, pero Filip nunca me quiso. De hecho, regresó a
Croacia cuando se dio cuenta de que iba a dejar a Gerald por él.
Tu padre le pagó generosamente para que desapareciera,
supongo. Pero tú eras mi hijo, Hunter. Todavía lo eres. Fuiste el
único de mis hijos que amamanté, que cuidé hasta que tuviste
tres años.

—Vaya. Me siento alagado —digo sarcásticamente. No entendía a


dónde iba con esto.

—Pero… —levanta una mano—. Luché con muchas cosas, entre


ellas la depresión severa. Me quedé en la cama durante semanas.
A veces tu padre me sacaba a rastras, y teníamos peleas
violentas. Una vez le arranqué el cabello. Otra, le rompí una
costilla. No estaba en condiciones de ser madre, así que mandarte
lejos antes de que vieras todo eso parecía la única opción.

—Y traer a Aisling al mundo, —le recuerdo—. Eso también era


importante. Joder a un niño más.

—Aisling fue mi disculpa para Filip.

—Maldición, eso suena mal —me chupo los dientes.

Salta de su asiento, corriendo hacia mí. Cada hueso de mi cuerpo


se convirtió en hielo. Incluso cuando se detuvo a unos pocos
centímetros de distancia. Incluso cuando empezó a ponerse de
rodillas.

—Maldita sea, Hunter, no puedo tolerar más esto. Tienes que


perdonarme.

—¿O si no? —pregunto, metiendo las manos en los bolsillos.


Olvidé, por un momento, que tenía que salvar a mi familia de
idiotas. Estaba tan inmerso en el intento de mi madre de arreglar
las cosas.

Ella mira hacia arriba, de rodillas delante de mí. —O no te daré


el Gulfstreamer.

—Tu marido y tu hijo morirán —digo lentamente, examinándola.

Estaba realmente loca. Me sonríe, con los ojos llenos de lágrimas.


Era una sonrisa triste y rota, la de una persona que no tiene nada
que perder.

—Me matas cada día que no contestas mis llamadas. Por


favor. —baja su cara a mis zapatos. Por Dios. ¿Iba a…? Oh,
mierda. Iba a hacerlo. Iba a besarme los pies. No pude soportarlo.
No podía ver a la persona que me había purgado al mundo
perdiendo el resto de su orgullo.
—Levántate, —rujo, tirando de ella por el hombro–. Te perdono.

—¿En serio? —Ahora estaba llorando.

—Sí, de verdad. La disculpa fue un maldito desastre, pero es


obvio que es importante para ti. Ahora, por favor, por el amor de
Dios, mamá, envía el Gulfstreamer.

—Ya está calentado y esperándote en el hangar. Oh, te quiero,


Hunt.

No pude evitar rodearla con mis brazos, dándole palmaditas en


la cabeza. —Sí, mamá. También te quiero.

Mi última parada antes de subir al avión a Maine fue la residencia


Brennan. Sailor vivía en un rascacielos con sus padres, así que
tocar la bocina para que bajara no estaba en las cartas. Tuve que
arrastrar mi culo hasta su puerta.

Ella abrió, pareciendo alerta, como si no fueran las dos de la


mañana. Me estaba esperando. —¿Y bien? —Sus ojos se abren
de par en par en anticipación.

—Le dijiste a tu padre. Nunca le has pedido este tipo de favor.

—Tenía que ayudarte de alguna manera —dice en voz baja.

Sabía cuánto le había costado, cuánto la había herido en su


sentido de quién era, y juré compensarla.

—¿Puedo poner a Christian Grey en tu trasero e invitarte a un


viaje en mi avión privado? —Le muestro mi sonrisa blanca
nacarada.
—Supongo. Pero no hay BDSM.

—Boooo. No eres divertida.

—Invita a alguien más, entonces. —se ríe.

La saco, apenas resistiendo el impulso de besarla.

—La diversión está sobrevalorada. Vámonos.


Veinticinco

Hunter
El avión privado era lujoso y tenía el estilo de un yate, todo en
caoba y detalles en crema y accesorios de latón. No quería pensar
en la cantidad de esperma de Cillian y Gerald que habían visto
estos asientos personalizados, y estaba tan enojado con ellos
cuando pensé en la cantidad de coño a la que tenían acceso en
este viaje. De hecho, casi decidí no salvar sus culos ingratos por
no compartir su juguete conmigo.

Casi.

Entonces recordé que el coño ya no importaba, a menos que


estuviera unido a cierta bruja pelirroja.

Estuve con alfileres y agujas todo el camino hasta Maine. Ya sea


que Syllie obtuviera lo que se merecía o no, aún tenía que decirle
a mi hermano y a mi padre que la refinería estaba a punto de
explotar. No sabía exactamente cuándo Syllie quería poner el
plan en marcha. Lógicamente, tenía al menos hasta la mañana
para llegar hasta ellos, y el vuelo era corto. Pero, ¿y si papá quería
ver la refinería tan pronto como aterrizara? Esa era una
oportunidad de oro para que los cabrones le explotaran el culo.

Mi viejo era exactamente el tipo de persona que iba a revisar su


propiedad a las cuatro de la mañana, tan pronto como sus pies
tocaban el suelo.

Sailor habló de todo y nada para aligerar el ánimo. Ella me dio


los pormenores de su enfrentamiento con Lana y Junsu, dijo que
estaba revisando otros lugares para practicar, pero que estaba
colgando el arco, por así decirlo.
—¿Y qué vas a hacer ahora? —golpeo el suelo con el pie.

Una azafata de uniforme negro se inclina para ofrecernos


refrescos y comida con una sonrisa plástica. Ella era joven. Lo
suficientemente joven como para guiñarme un ojo mientras
Sailor estaba ocupada desenroscando su botella de jugo de
manzana mientras yo abría mi cerveza de raíz. La azafata me
rozó el hombro con la mano cuando se fue, diciéndome que
estaba allí si necesitaba algo.

Sailor lo vio, pero no dijo nada.

Niego con la cabeza. —No la quiero —dije.

—No me debes una explicación —responde, quitando la etiqueta


de la botella de jugo frío que goteaba—. El trato está cerrado.
Puedes hacer lo que quieras.

—Me gustaría hacerlo contigo, entonces —digo inexpresivo.

—Hunter. —Ella suspira—. Amigos, ¿recuerdas?

Ella estaba exasperante. —Entonces, ¿qué vas a hacer, si no es


tiro con arco? —pregunto de nuevo, sentándome, mirándola a
través de los ojos entrecerrados. No podía creer que hubiera
pensado que ella era algo menos que hermosa hace unos meses.
Ahora era adicto a cada curva de su rostro.

—¿Prometes no reírte? —pregunta.

Niego con la cabeza. Ahora era su turno de reír. Sonreí.

—Quiero estudiar periodismo.

—¿Por qué?

—Crítico gastronómico.
—Tonta —digo. Fingíamos que mi familia no estaba al borde de
la explosión. Aprecié que ella estuviera de acuerdo con la farsa.

—¿Verdad? —Ella se muerde el labio.

—Totalmente.

—Hunter… —se calla, llevándose el pulgar a la boca.

Uh oh. Había preocupación en su voz. —¿Cuándo fue la última


vez que dormiste?

—Joder si lo recuerdo. —Me encojo de hombros—. ¿Hace cuatro


días? —Eso sonaba bien. Tomé siestas, durmiendo diez minutos
aquí y allá.

Toca su hombro y dice —Prometo despertarte si recibes una


notificación o una llamada telefónica.

Me paro y me acerco al sofá de terciopelo color crema y azul


marino donde ella estaba sentada. Presiono mi cabeza contra su
hombro y cierro los ojos. Ella besa mi cabello.

Fue el sueño más dulce que he tenido.

Realmente no hubo recepción en la colina abandonada por Dios


donde se encontraba la refinería. Justo al lado estaban las
instalaciones de vivienda de los trabajadores, donde Pa y Cillian
se alojaban para mostrar solidaridad y supongo que para
transmitir que no estaban por encima de vivir en los barrios bajos
con los obreros. “Alerta de spoiler: lo estaban”.

Afortunadamente, hubo una recepción de camino a las


instalaciones, así que tuve tiempo de enviar un mensaje de texto
a Troy, Sam, mamá y Aisling, haciéndoles saber que habíamos
llegado bien. Aparentemente, Syllie había estado cantando para
el FBI y tratando de culpar por todo a este tipo Boris, ya que
pensaban que tenían más que ellos.

Iba a pudrirse en la cárcel durante mucho tiempo.

Pero nada de eso valdría la pena si no pudiera llegar a Pa y


Cillian.

Reboto mi pierna en la parte trasera del Range Rover que nos


lleva a la refinería, mirando por la ventana. Amaneció
gradualmente, dejando las montañas heladas resplandecientes
en rosa y amarillo.

Cuando finalmente llegamos al complejo de apartamentos junto


a la refinería, alguien nos abrío la puerta y nos anunció que Pa y
Cillian estaban en la habitación de Pa, arriba. Corro tras él
mientras Sailor agradecía a nuestro conductor y pedía hablar con
el gerente. Le había pedido que les dijera que evacuaran la
refinería y el área circundante por completo. Incluso si no
estuviéramos allí cuando explote, era probable que llegara a los
apartamentos e incluso más adelante en la calle hasta el pueblo
de pescadores.

Subo las escaleras hasta la habitación de Athair de tres en tres.


Cuando llego a su puerta, la abro sin molestarme en golpear.
Encuentro a Cillian y Pa sentados en un escritorio en la esquina
de una habitación extremadamente modesta que tenía una cama
doble cubierta con una colcha naranja y peluda. Los muebles
parecían limpios pero anticuados. Ambos estaban
completamente despiertos. Pa estaba bebiendo whisky. Cillian
examinando un montón de documentos, y parecía que le
importaba muy poco mi entrada sorpresa.

En el escritorio junto a Cillian, su teléfono brilla con un mensaje


entrante.

El maldito tenía recepción de alguna manera.

Increíble.

Una nueva ira me desgarró, triplicándose en cantidad. Me


habían engañado.

Irrumpo dentro, agarro su teléfono y lo arrojo al otro lado de la


habitación. Golpea la pared y se rompe a la MITAD, lo cual,
estaba bastante seguro hasta hoy, era jodidamente imposible. Al
diablo con el polo. Obviamente yo era un héroe del béisbol
desperdiciado.

—¿Quieres decirme que no has tenido recepción en doce horas?


¿Que no has revisado tus correos electrónicos y teléfonos durante
tanto tiempo? ¡Mierda! Traté de llegar a ti docenas de veces antes
de arrastrar mi lamentable culo aquí. ¿Por qué no
contestabas? —Me inclino, rugiendo. Las gotas de mi saliva
volaron a sus caras.

Cillian pasa una página de su documento, negándose a


reconocer mi presencia en la habitación. Pa toma otro sorbo
mesurado de su bebida.

No los mates tú mismo. Es lo que quiere Syllie.

—¿Quieres decírselo o debería? —Pregunta Cillian


rotundamente, con los ojos todavía en el maldito documento.

Mi padre me mira directamente a los ojos, sonriendo. —Has


pasado la prueba, hijo.
Tuve visiones en ese momento: visiones de mí mismo golpeando
la cabeza de mi padre contra la pared detrás de él.

Visiones de luchar con Cillian en el suelo y sacar la presunción


de sus bellos rasgos.

Cosas como esas. Pero simplemente muestro mi sonrisa más


loca, no olvides sonreír, que debe haberse parecido mucho al
comienzo prometedor de un episodio psicótico. —¿Lo hice?
¿Cómo? Jodidamente. Divertido. Por favor, ilumíname, querido
padre.

Cillian finalmente tiene la cortesía de dejar el documento que


estaba leyendo sobre el escritorio. Me mira. —Cuando nos
hablaste de Syllie, Athair no quería creerlo. Para mí, Syllie
siempre fue un cañón suelto. Me encargué de asignar a Troy
Brennan la tarea de ver qué estaba haciendo, qué plato nos
estaba preparando Sylvester en la olla del desastre. —Cillian
pronuncia su discurso de una manera práctica que implicaba
que estaba recitando una receta de sopa de repollo.

Eso el FBI derribó la puerta de Syllie. Troy ya tenía suficientes


pruebas obtenidas legalmente sobre él.

—Descubrimos lo que estaba haciendo con Boris Omelniski y sus


amiguitos en Maine, sobre el plan de volar la refinería con
nosotros en ella. Nos aseguramos de que estuviera vacío y de que
se hubiera apagado toda la maquinaria defectuosa. Fue una
chupadora de dinero, pero no podíamos correr ningún riesgo.

Todo mi cuerpo hervía a fuego lento con rabia que amenazaba


con ahogarme.

—Entonces, ¿por qué me hiciste pasar por toda esta


mierda? —siseo, con los dientes apretados—. ¿Callarme cada vez
que trataba de advertirte sobre él? ¿Me hiciste pasar por docenas
de noches sin dormir escuchando al hijo de puta, además de
hacer trabajo universitario y trabajar a tiempo completo para sus
culos? Salté a través de aros y viví sin dormir para evitar esta
mierda ... ¿y me estás diciendo que lo sabías todo el tiempo?

Mi padre se pone de pie, rodea el escritorio y abre los brazos. Se


me ocurrió, aunque con tristeza, que no importaba lo mal que me
tratara, todavía me refería a él como Pa, incluso en mi cabeza.

—Por lo tanto, pasaste la prueba.

—¡A la mierda tu prueba! —Yo hervía, señalándolo—. Fóllalo por


el culo con un consolador de treinta centímetros. Casi me suicido
tratando de salvarte. Hice lo imposible por ti. Fui a la guerra por
ti. Estaba dispuesto a arder, morir, perecer. Por ti.

Fue el turno de Cillian de ponerse de pie. —Como dije, era tu


trabajo sucio el que tenías que hacer. Y lo hiciste, de manera
oportuna. Algo que, afortunadamente, nunca ha sido un
problema para ti, a juzgar por la falta de mamás bebés que llamen
a nuestra puerta.

—Vete al infierno, Cillian. —Paso mis dedos por mi cabello.

—Ya estoy ahí. Se llama vida.

—¿Así que creíste en mí para resolver este acertijo, pero no lo


suficiente como para confiar en mí? —vuelvo mi atención a Pa.

Troy Brennan era tan despiadado y hábil como ellos vinieron, y


Sam Brennan era el niño dorado del inframundo. Esos dos
podrían ganar una guerra fría con una computadora portátil de
una década y una pistola de aire comprimido. Eso es lo que
hacían para ganarse la vida. Por supuesto, habían desvelado el
plan de Syllie antes que yo.

—Correcto —dice mi padre, con un brillo de calidez en sus


ojos—. No hace falta decir que el testamento se modificará en
consecuencia. Tú eres mi heredero. Mi niño. Un Fitzpatrick.
Conservarás tu trabajo en Royal Pipelines. Y obtendrás una
oficina en la esquina, la que está al lado de la de Cillian.
Demostraste que eres un verdadero miembro de la familia,
Hunter. —abre los brazos, esperando que yo… ¿qué? ¿Que
saltara directamente?

Sonrío con fuerza. —Vete a la mierda, tu dinero y tu apellido,


viejo amigo. Si tengo que ganarme ser tu familia, nunca lo seré.
Veintiséis

Sailor
Alquilamos un auto y manejamos las cuatro horas de regreso a
Boston. Hunter estuvo en silencio todo el tiempo, salvo los
primeros diez minutos, cuando repitió todo lo que había sucedido
con su padre y su hermano con una voz extraña e indiferente que
no le pertenecía.

—Esa es la poca fe que tenían en mí.

—Sin embargo, no les diste una razón para confiar en ti


antes. —argumento su punto, no necesariamente porque
estuviera de acuerdo con ellos, sino porque sabía lo miserable
que sería para Hunter separarse de su familia. Sin importar las
complejidades de su relación, amaba y adoraba a Cillian y Gerald,
los admiraba. Siempre quiso ser como ellos y nunca pensó que
podría hacerlo.

—Suenas como ellos.

—¿Quieres decir, lógico?

Él se burla —¿Sabías que mi papá contrató al tuyo? —me lanza


una mirada de reojo, frunciendo el ceño mientras continuaba
atravesando la carretera abierta.

—¿Estás loco? —pregunto—. Por supuesto que no.

—¿Y si lo hubieses sabido? —presiona

Esperaba que no preguntara eso. Niego con la cabeza. —No


respondo preguntas hipotéticas.
—Noticia de última hora: estás a punto de responder a
esta —replica.

—Necesitas calmarte.

—Lo que necesito es alguien de mi maldito lado.

—Estoy de tu lado —gruño.

—Estarías en mi cama, si lo estuvieras —tiene la audacia de


decir, sin rastro de culpa o remordimiento en sus palabras—. Sin
embargo, no lo estas.

—Eso es porque yo también estoy de mi lado.

—¿Qué significa? —Él se burla.

—Significa que no quiero estar más apegada a ti de lo que ya


estoy, porque obviamente tú no sientes lo mismo.

—¿Y si lo hago? —pregunta después de una pausa cargada.

Niego con la cabeza. —No es así. Eres incapaz de eso. Vienes de


una larga línea de adúlteros. ¿Cómo sabrías algo diferente?

Se recuesta, sacudiendo la cabeza. Inmediatamente supe lo


horrible que sonaba eso. Qué repugnante era para él.

—El gato está fuera de la bolsa ahora. Entonces, si soy un


adúltero en serie como mis padres, ¿eso significa que vas a tallar
las caras de las personas como una calabaza como tu papá?
¿Estamos jugando ahora al juego de los genes? Porque ten la
seguridad, cariño, puede que no seamos del mismo tipo de
mierda, pero ambos estamos lejos de los reinos de la normalidad.

No dije nada. Él estaba en lo correcto.


Hunter continúa —¿Qué se necesita para que sepas que hablo
en serio sobre esto? ¿Sobre nosotros? ¿Un gran gesto? ¿Un
contrato vinculante? ¿Un maldito anillo?

—Tal vez dejar de avergonzarte de mí. De


nosotros —replico—. Eso podría haber sido suficiente.

Me refiero a la noche con Knight y Luna, a todas las veces que


había minimizado lo que fuera que habíamos tenido. Estaba
segura de que captó la referencia.

Hunter recibe un mensaje de texto. Lo abre, conduciendo.

—Mierda —murmura, arrojando su teléfono a la consola central


mientras más mensajes de texto llegaban, iluminando su
pantalla en blanco. Su protector de pantalla era una imagen del
culo de una mujer con el dicho "Vente fuerte o vete a
casa"— Joder, joder, joder —aprieta el volante, furioso.

—Necesito tomar un avión a Londres. Surgió algo.

—¿Qué? —Pregunto incrédula.

—Vaughn —dice, como si eso lo explicara todo—. Te dejo en casa.


Con suerte, podré mantenerme los pantalones puestos mientras
estoy allí. En cuanto a ti, trata de no matar a nadie, ¿De acuerdo?

Ahora había pasado una semana desde que Hunter me agarró del
brazo y salió furioso de los apartamentos de la refinería en Maine.
Era la primera vez desde que era un niño bajo la lluvia que lo veía
realmente roto.
No había tenido noticias suyas desde que se fue a Londres. No
quería preguntarle a Aisling sobre él, pero, por supuesto, no pude
evitarlo. Dijo que se había ido el fin de semana y no había
atendido las llamadas de nadie. Cuando finalmente me derrumbé
y visité su apartamento, él no estaba allí.

No hace dos días, ni ayer, mucho después de que se suponía que


debía regresar, según Ash.

Hunter había desaparecido, y con él, mi verano favorito.

—Muchas gracias por hacer esto. Sé cuánto detestas a los


medios —Vanessa Shieling de Good Morning, Boston Show se
inclina hacia adelante y me toca el muslo, con una sonrisa
pintada en su rostro.

Había algo casi payaso en su perfección mejorada con Botox. Su


cabello rubio cuidadosamente peinado era demasiado brillante,
demasiado arreglado. Endereza la espalda en su asiento,
limpiando las inexistentes arrugas de su vestido rojo de corte A.

—¿Cómo sabes que no me gustan las entrevistas?

Ella no estaba equivocada. La mejor parte de retirarme del tiro


con arco fue que ya no tuve que hablar con los medios. Porque
si bien la refinería de Royal Pipeline no explotó, el caso de Junsu
y Lana sí lo hizo. Los medios querían mi versión de los hechos.
Me negué, pero luego Crystal, con quien todavía tenía un
contrato, argumentó que, al no abordarlo, estaba dejando que los
rumores sobre mi propia mala conducta vagaran libremente.

—No hiciste nada malo, al menos esta década. Tú mataste a su


perro, no a sus padres —escupe por teléfono y yo me encogí. Pero
ella no se equivocó. Necesitaba dejar las cosas claras de una vez
por todas.

—Treinta segundos —grita el director del programa desde las


profundidades de la oscuridad frente al estudio bien iluminado.
Había un mundo completamente diferente frente al escenario,
con el paisaje de Boston de fondo, uno con cámaras y cables y
gente con micrófonos y asistentes frenéticos, viviendo en las
sombras del glamoroso mundo de la televisión. También había
audiencia. Los asientos estaban abarrotados y llenos de
espectadores.

Vanessa le da al director el pulgar hacia arriba. —¿Tenemos todo


lo que necesitamos?

—Sí —responde.

¿Todo lo que necesitaban? No me gustaba el sonido de eso.

—¿Lista? —Ella se vuelve para preguntarme.

—Como siempre —murmuro.

Una vez que estuvimos al aire, Vanessa comenzó a cuestionarme


sobre la rivalidad con Lana, sus raíces. Le hablé de Spot y de la
lesión de Lana, que yo le había causado. Dije claro sobre mi parte
de lo que sucedió. Luego discutimos todas las cosas que me
habían hecho. Lana y Junsu se enfrentaban a serias acusaciones
y probablemente no iban a participar en ningún deporte oficial
en esta vida. Entonces Vanessa cambia su línea de preguntas a
asuntos más privados.
—Hablemos de esas fotos de paparazzi —Vanessa apoya la
barbilla sobre los nudillos y frunce el ceño por la
concentración—. Te vieron salir de tu antiguo club de tiro con
arco con un Hunter Fitzpatrick semidesnudo pisándote los
talones. Para los espectadores que no lo saben, Fitzpatrick es el
heredero de Royal Pipelines de diecinueve años y un conocido
playboy. A principios del año pasado, estuvo involucrado en un
escandaloso incidente de video sexual que...

Levanto mi palma. —No.

—¿Perdóname? —Ella sonríe con fuerza.

—No. No puedes reducirlo a ser un playboy, a ... a un tipo que


tuvo un video sexual. Fue filmado sin su conocimiento mientras
hacía algo… —quise decir que se arrepintió, pero Hunter
probablemente no se arrepintió ni un segundo de eso—. Algo que
debería haberse hecho de forma más privada, sí. Pero no es un
heredero tonto. Es trabajador, honesto, generoso y cariñoso. Se
pondría en riesgo por sus seres queridos.

Pensé en la pelea de pub en la que se había metido cuando


apenas nos conocíamos, en los extremos que había hecho para
salvar a su padre y a su hermano. Incluso pensé en esa estúpida
recaudación de fondos, cuando me asusté y él me sostuvo en sus
brazos, negándose a soltarme hasta que estuve completamente
bien.

—Hunter ha cometido errores, pero también el resto de la


humanidad —continúo—. La única diferencia es que Hunter ha
tenido el ojo público sobre él desde el primer día. Nunca tuvo la
oportunidad de encontrarse a sí mismo en privado.

—¿Estás diciendo que ustedes son pareja? —Vanessa sonríe.

¿En serio? ¿Eso es lo que ella sacó de todo lo que dije?


Sentí que me sonrojaba bajo la gruesa capa de maquillaje.

—Eso no es lo que estoy diciendo en absoluto.

—Así que no son pareja —enfatiza.

—Correcto —digo con un nudo de amargura en mi


garganta—. Sólo somos… amigos.

Entonces, ¿por qué se siente como morir admitir eso?

—Bueno —dice Vanessa dulcemente, dando golpecitos con las


cartas en su regazo—. Da la casualidad de que él no ve las cosas
de la misma manera que tú. Lo que me lleva al siguiente tema.
¡Me gustaría llamar a mi próximo invitado, Hunter Fitzpatrick!

Mi corazón da un vuelco dentro de mi pecho como si una


serpiente lo hubiera mordido. Respiro hondo y parpadeo cuando
él aparece, vistiendo un elegante traje color camello,
complementado con sus pómulos asesinos, una sonrisa burlona
y hermosos mechones rubios barridos hacia atrás. Sus ojos
azules se centraron en mí mientras entraba al estudio, sin dejar
lugar para preguntas.

Él era el cazador.

Yo era la presa.

Camina hacia el centro del escenario. En lugar de sentarse a mi


lado en una de las tumbonas azules, frente a Vanessa, se queda
de pie, poniéndose un micrófono que alguien del equipo de
producción le dio a la boca.

—Bueno, que me jodan —dice Hunter por el micrófono, pasando


una mano por su cabello aterciopelado. Sus ojos felinos, tan
salvajemente exóticos y azules que captaba cada rayo de luz de
la habitación, brillaban con picardía—. Me acabo de dar cuenta
de algo bastante deprimente, Vanessa.
—¿Qué sería eso, señor Fitzpatrick? Y por favor use el lenguaje
apropiado para un programa matutino —La anfitriona de la
pedicura muestra una sonrisa deslumbrante a la cámara, a modo
de disculpa.

Era descaradamente obvio que estaba dividida entre estar


encantada con este nuevo e inesperado arrebato que
seguramente aumentaría sus índices de audiencia y horrorizada
de que él lanzara la bomba J en la televisión, especialmente
porque la mayoría de sus espectadores eran amas de casa y
madres jóvenes.

Trato de regular mi respiración, muy consciente de que mi


corazón latía aquí y allá en mi caja torácica.

—Estoy enamorado de Sailor Brennan. Mierda. Está bien, eso no


es bueno. —Se ríe entre dientes, paseando por el estudio con el
micrófono en la mano, frunciendo el ceño—. Acaba conmigo
ahora, Vanessa. Porque ya estoy quemado. Es mucho, mucho
más vergonzoso que mi otro roce con la fama. Antes me saqué la
polla. Ahora, tengo mi corazón en juego. Mis amigos van a tener
un día de campo cuando vean esto. Yo era el último en pie. Pensé
que era inmune a la palabra A. Siempre me aseguré de poner un
condón en mis emociones antes de hablar con una chica, y
mucho menos de hacer algo más. Tantas mujeres me han dejado
a lo largo de los años, pensé que dejarlas primero era el mejor
curso de acción. Pero tú, Sailor, eres a quien no dejaré
escapar. —Sus ojos ardían oscuramente, intensamente, como un
fuego prendiéndose mientras perforaban los míos—. ¿Muy
asesino en serie? Sí, pero es la verdad. No voy a dejar que me
dejes.

La gente se ríe entre el público y la sonrisa tensa de la pobre


Vanessa se evapora en una expresión de horror.
Apenas logré comprender lo que estaba diciendo. Se sintió como
una experiencia extracorporal.

Hunter Fitzpatrick me estaba confesando su amor eterno.

En público.

Tan dolorosamente público.

Le dije que pensaba que yo era su pequeño secreto sucio, así que
hizo una declaración pública. En el auto de regreso de Maine,
preguntó qué haría falta. Un anillo... un contrato... ¿Y qué
respondí? Dejar de avergonzarse de nosotros. Este era él
probándome que nunca lo estuvo.

—Y, por supuesto. —Hunter abre los brazos, continuando con


su monólogo—, al estilo de Fitzpatrick, tuve que ir y enamorarme
de la hija de un… —Hace una pausa, retrocediendo cuando se
dio cuenta de lo que estaba a punto de decir—. Un hombre de
negocios legítimo, a menos que se demuestre lo contrario.

La audiencia se echa a reír y yo me sonrojo. Hunter se da la


vuelta, encuentra mi mirada y sonríe. Era una sonrisa que nunca
antes había visto. No era una burla, ni sexy, ni entretenido.
Parecía infantil, casi avergonzado. Había algo deliciosamente
inocente en esa sonrisa. Quería capturarlo, tomar una foto,
enmarcarlo y meterlo debajo de la almohada.

—Joder, Sailor Brennan. Realmente hiciste un número en mi


corazón. Supongo que lo que estoy tratando de decir, mientras
ofendo los oídos de todas las amas de casa de mediana edad en
este Estado, es que esto es real. Siempre ha sido real. Dijiste que
nunca te quise, pero la verdad es que nunca quise a nadie más
que a ti. Realmente no. Pero no me di cuenta hasta que te
marchaste y, por primera vez en mi vida, no podía comer, dormir
ni respirar. Te veo, aingeal dian, incluso cuando intentas
esconderte. Especialmente cuando intentas esconderte. No
puedo dejar de verte. Soy como ese chico de The Sixth Sense.
Solo que no estás muerta, y yo no soy muy molesto.

Más risas. Me doy cuenta de que algunas de las risas salían de


mi garganta. También me doy cuenta de que me estaba ahogado,
mis ojos cubiertos de lágrimas a través de las cuales lo miraba,
borroso y desafiante y un hombre cambiado, pero seguía siendo
el mismo chico al que había llegado a admirar.

Camina hasta mi asiento, agachándose sobre una rodilla frente


a mí en un acto de pura sumisión. —Ángel enojado. Aingeal dian
significa ángel enojado. La primera vez que te sostuve en mis
brazos, en el evento de recaudación de fondos, se me ocurrieron
dos cosas. La primera fue que no podía dejarte ir, incluso si
realmente me lo pidieras, y lo digo muy amablemente. La
segunda fue que no era digno de tenerte. Me escapé de ti toda mi
vida sin siquiera conocerte, Sailor. Pero en el momento en que te
conocí, bueno, tal vez unas semanas después de eso, me di
cuenta de que no tenerte no era una opción. Entonces, aquí
estoy, pidiendo una segunda oportunidad. Y un poco de culo.
Pero el culo definitivamente puede venir más tarde. Solo quiero
que seamos nosotros. Juntos. Exclusivamente. DoorDash y
Netflix en abundancia. Como una pareja real y esa mierda.

—¡Señor Fitzpatrick! —Vanessa jadea, poniendo una mano en su


pecho, fingiendo estar escandalizada—. ¡Por el amor de Dios,
lenguaje!

Hunter y yo compartimos una sonrisa de complicidad.

—Culpa mía. De todos modos, ese es el resultado final. Estoy


estúpidamente enamorado de ti, Sailor Brennan. ¿Quieres mi
tonto culo? Con defectos incluidos. No hay devoluciones.
—Catorce días hábiles para devolver dicho culo, y recuperaré mi
corazón completo si tu desempeño no es de mi agrado —empiezo
a negociar con él por televisión en directo.

Eso era lo que hacíamos. Jugamos.

Sus ojos se iluminaron con picardía. —Nunca te quejaste del


rendimiento durante el período de prueba gratuito.

—Bah —me encojo de hombros—. Era gratis. Pagar por algo con
corazones y otros órganos es un asunto completamente diferente.

—Bien. Creo en mi producto. Tienes un trato.

Se para frente a mí. Extiendo mi mano entre nosotros para


estrecharla. La toma y me levanta de un tirón, envolviéndome en
sus enormes brazos.

Me da un beso en la boca, un beso digno de Hollywood, del tipo


que ves en las películas de los noventa segundos antes de que
salgan los créditos.

Yo era Julia Roberts en Pretty Woman, una heroína poco


probable en mi propia historia.

Escucho a la audiencia ponerse de pie y animarnos,


aplaudiendo, silbando y riendo de alegría. De fondo, Vanessa
hablaba del amor joven y de encontrarse en otra persona. Sonaba
como si lo estuviera leyendo de la parte de atrás de una botella
de Filosofía para el cuidado de la piel.

Los labios de Hunter dejaron los míos por un momento, y gruño,


mi protesta de inmediato, buscándolos de nuevo.

—Di que sí —respira en mi boca—. Di que nunca te irás.

—Nunca —murmuro—. Te amo mucho, Hunter. Me aterroriza lo


lejos que llegaré para salvarte.
—Por muy lejos que sea, sé que iré aún más lejos por ti.

Me besa de nuevo, y el universo se inclina, cambia, limpiando


todo: otras personas, árboles, pájaros y edificios. Lo único que
quedaba de pie, boca abajo, éramos nosotros dos, abrazados,
desafiando la gravedad. Se sintió surrealista. Irreal.

Y esto, pensé mientras me ahogaba en sus besos, es cómo sabes


que es real.

Hunter
Tres días después, Sailor me llevó a Avebury Court Manor.

Quería ver a mi padre y a Cillian un poco menos de lo que quería


bucear con Scylla, el antipático y mítico monstruo marino griego.
Por desgracia, mi madre había llamado a mi puerta en numerosas
ocasiones, rogando, llorando y suplicando. Después de que ella
admitió que yo era su hijo de oro, fue un movimiento idiota
rechazarla. De todos modos, Sailor dijo que, si quería que ella se
llevara su mierda a nuestro apartamento, tenía que arreglar las
cosas con mi familia. Para ella, sería amable con dictadores de
clase mundial.

Pero me repito, porque Pa y Cillian le dan a Bashar al-Assad una


carrera por su dinero.

Luego estaba la otra cosa que odiaba admitir: en realidad me


encantaba trabajar para Royal Pipelines. Crecí pensando que lo
odiaría porque estaba destinado a hacerlo, sin darme cuenta de
que sería una satisfacción para mí ser parte de la empresa de mi
familia.

Ganar dinero era mi vocación. Me dio una erección. En algún


momento del camino, me uní a Royal Pipelines, y Cillian y Athair
eran una gran parte de eso.

—Solo escucha lo que tienen que decir. —Sailor da unos


golpecitos con el pulgar sobre el volante.

Miro por la ventana, frunciendo el ceño a los árboles que


arrojaban hojas doradas y rojas. El cielo gris, parecido a Gotham,
sobre los edificios coloniales de tejas, derramaba granizo. Me doy
cuenta con disgusto de que amaba Boston y su arena de la costa
este, sus callejones sucios, cuatro estaciones y lo irlandés.
Desangró mi legado y no pude darle la espalda. Había vivido los
últimos años fingiendo ser un amigo americano californiano al
que le gustaban los deportes, la playa y las chicas que usaban
pantalones cortos de motociclista de neón para asistir a la iglesia
de Kanye West. Pero mi alma no era de plástico para el mercado
masivo como la de ellos.

Mi alma estaba tintada con Boston.

Por primera vez en mucho tiempo, sentí que pertenecía.

—Lo haré —le digo a mi novia –sí, novia– distraídamente. Aunque


no era exactamente optimista—. Pero aquí hay un spoiler: me
dirán que puedo recuperar mi trabajo, estaré de acuerdo, y luego
cenaremos. Saldremos antes del postre para el anal. A pelo. Me
vendré en todas partes. Esperemos que no se te pongan los ojos
rosados.

A menos que Sparrow traiga ese pastel de banoffee que ella hace.
Entonces el anal puede esperar y nos quedaremos para el postre.
Me convertiría a su religión si tuviera una.
—Bien por mí. —Sailor asoma los labios—. Todo lo que te pido
es que les des una oportunidad.

—Hecho.

—Y dime por qué fuiste a Londres.

Le sonrío. Me lo había preguntado miles de veces. Siempre le di


la misma respuesta.

—Lo siento, niña. No es mi secreto para contar. Solo sé que no


toqué a nadie allí, aparte de mí. Me masturbé con fotos tuyas
arqueando que encontré en Google.

La puerta electrónica de la mansión de mis padres se abre y


Sailor entra, estacionándose junto a la enorme fuente en la
entrada. Me deslizo y le abro la puerta. Caminamos de la mano.
Un minuto antes de que pasáramos el umbral, se detiene. Ella
aprieta mi palma y me mira.

—Hace seis meses, estaba empeñada en ir a los Juegos Olímpicos


y tú estabas decidido a no trabajar para tu padre. Ahora, ambas
cosas no son ciertas. No tengo idea de adónde me llevará la vida,
pero definitivamente no a los Juegos Olímpicos. Te convertiste en
tu propia persona, un talentoso hombre de negocios, un chico
con novia. Lo que sea que hicimos, Hunter, lo hicimos juntos. No
importa lo que pase hoy, debes saber que ambos recorrimos un
largo camino. Nunca he estado más orgullosa de estar del brazo
de alguien.

Me inclino y le beso la punta de la nariz. Ella era una maldita


visión, Sailor Brennan. Finalmente entendí por qué Knight nunca
podía tocar a nadie más, incluso antes de que él y Luna se
conectaran. Ninguna otra chica en el mundo podría despertar en
mí lo que hizo Sailor cuando la miré. Adriana Lima in-
jodidamente-cluida.
—Sólo por curiosidad, ¿en cuántos brazos te has
envuelto? —murmuro en su oído, entretenido por la piel de
gallina que le picaba la carne.

—Uno —susurra— Lo estoy mirando ahora mismo.

—Eso le quita el aguijón al cumplido —río.

—Acepta el cumplido, Hunter.

—Quítate la ropa, presa.

Caminamos hacia el comedor, que se hizo más ruidoso y


animado con el ruido y las risas mientras entramos. Cuando nos
detenemos en el borde de las puertas dobles, notamos que la
habitación estaba llena de nuestros seres queridos.

Mamá, Pa, Cillian, Aisling, Troy, Sparrow, Sam, las hermanas


Penrose y todos los sirvientes de la propiedad.

Mis padres se volvieron hacia nosotros al unísono, sintiendo mi


presencia antes de que me anunciara. Mamá salta de su sillón
reclinable como si su trasero estuviera en llamas, atrapándonos
a Sailor y a mí en un abrazo codicioso. La habitación se queda en
silencio cuando deja escapar un chillido gutural lleno de alivio.

—Estás aquí. Dios mío, de verdad estás aquí. Muchas gracias por
convencerlo de que viniera, Sailor.

—Es un placer, Jane. El de Hunter también —Sailor me da un


codazo deliberadamente, maniobrando para salir del abrazo muy
incómodo y dejándome abrazar a mi madre por primera vez en
una década.

Le doy unas palmaditas en la espalda y ella se aparta,


ahuecando mis mejillas. Ella escanea mi rostro, haciendo un
inventario. Sus ojos estaban llenos de lágrimas no derramadas,
esperanza y amor; tanto amor, su peso casi me asfixia. Me
preguntaba cómo nunca lo había visto antes. Pero la respuesta
fue clara: nunca había amado a alguien para saber cómo era el
amor.

Realmente no.

No hasta Sailor.

Pongo una de mis manos sobre la de mi madre, apretándolas


contra mi mejilla. —Lo siento, fui un idiota.

Ella sacude su cabeza. —No, Hunter. Yo soy la que lo siente.


Todo lo que quiero es la oportunidad de hacerlo bien.

—La tienes —le respondo. Si tuviera una segunda oportunidad


para no ser un gigoló de grado B, ¿por qué no podría ella?

—Hijo —grita Pa desde las profundidades de la habitación,


sentado en un sillón reclinable dorado en el centro del
comedor—. Ven a sentarte. Tenemos algo que discutir.

Cillian estaba sentado a su derecha. Troy y Sam a su izquierda.


Sparrow estaba tan cerca de Troy que ella estaba prácticamente
en su regazo. Había dos sillas vacías frente a él, que supuse que
estaban reservadas para Sailor y para mí. Los Fitzpatrick
prefirieron realizar sus negocios de forma privada, por lo que esto
estaba fuera de lugar. Por lo general, nos gustaban nuestros
encuentros como lo hicimos con nuestros bistecs: raros y sin
complementos.

Tomo la palma de Sailor en la mía y la llevo a sentarse frente a


ellos.

—Gracias por venir, ceann beag —Pa inclina la cabeza y deja


escapar un suspiro de alivio entrecortado. Parecía afligido, casi
humillado.
Cillian golpea su mano con impaciencia, devolviéndolo al
momento.

Troy Brennan me sorprende al ser el primero en hablar.

—Siento interrumpir tu pequeño momento Dr. Phil. Dado que


algunos de nosotros tenemos trabajos reales a los que regresar,
supongo que debería hablar yo. Conocí a mi esposa, Sparrow, en
circunstancias bastante antinaturales. Me casé con ella porque
me sentía inclinado a hacerlo, no porque estuviera
particularmente de humor para las nupcias —toma la mano de
Sparrow—. Francamente, no pensé que encajara bien. Yo era un
lobo solitario, lo que me sentaba bien, o eso creía. Resultó que
todo lo que necesitaba era una buena patada en el culo. A veces,
lo que queremos y lo que necesitamos son dos cosas muy
diferentes. Lo aprendí de la manera inesperada. Entonces,
cuando Gerald vino a verme con una propuesta comercial de siete
dígitos, en la que la felicidad de mi hija podría mejorarse, la
acepté.

Sailor y yo intercambiamos expresiones. Podía sentir su pulso


latiendo en su muñeca contra el mío. Dirigimos nuestra mirada
a mi padre.

Ese hijo de puta ...

—Es verdad. —Gerald se echa hacia atrás, pellizcando sus labios


juntos.

Todos en la habitación contuvieron la respiración. El aire estaba


cargado de agonía agridulce.

Pa continua —Conocí a Sailor Brennan hace meses, mientras


tomaba una clase de tiro con arco con un cliente, después de
años de no verla. El entrenador de Sailor, Junsu, dirigió la clase
para nosotros. Vino para su propia práctica cuando estábamos a
punto de irnos. Decidimos quedarnos a verla. Su precisión y
cuidado eran compulsivos, divinos; después de que terminó, la
felicitamos. Estábamos parados en el estacionamiento, hablando,
cuando un ladrón le arrebató el bolso a una anciana en la calle.
Sailor fue tras él como un rayo cuando nadie más lo hizo. Ella lo
persiguió al otro lado de la calle, saltó sobre él, lo derribó, agarró
el bolso y lo golpeó en la cabeza con él por si acaso. Ella devolvió
el bolso, se acercó a nosotros, sonrió cortésmente y le preguntó a
Junsu si podía venir a entrenar más temprano al día siguiente.
Pensé para mí mismo, este es el tipo de chica que debería estar
influyendo en Hunter, no los payasos degenerados, nuevos ricos
al estilo Kardashian con los que se asociaba en el sur de
California. Tenía sangre irlandesa luchadora corriendo por sus
venas, y quería que tú, Hunter, recordaras que estabas hecho de
la misma materia: fuerte, rudo y capaz. Admito que te preparé
para el fracaso dos veces. Uno, te pedí que no la tocaras durante
seis meses, sabiendo que fallaría, porque ella tenía el fuego que
has estado buscando toda su vida. Y dos, no te ayudé a resolver
el caso de Sylvester. Pero solo porque sabía que eras capaz de
hacerlo tú mismo. No me estabas demostrando nada, hijo. Esa
no fue la prueba. Te lo estaba demostrando a ti, mostrándote que
podías hacerlo. Esta no fue una audición para volver a ingresar
a la familia. Siempre fuiste parte de nosotros. Quería que
revelaras tu propia grandeza. ¿Adivina qué? Lo hiciste.

Siento que mi mandíbula se mueve, pero me abstuve de


arremeter. Sailor y yo fuimos colocados en una relación arreglada
sin nuestro consentimiento y conocimiento. Y lo peor fue que mi
padre y Troy no se habían equivocado en sus predicciones. Nos
enamoramos el uno del otro. Y aprendí sobre mis capacidades a
través del retorcido plan de Pa.

Gerald se inclina hacia adelante, con los codos en las rodillas,


sus ojos clavados en mi ceño, tratando de leerlo. —Nunca te he
rechazado, ceann beag. Eres mi hijo. Mío y de nadie más. Te llamo
pequeño porque siempre fuiste precioso para mí. Desde el
momento en que naciste eras tan adorable que la gente de la calle
te confundía con una niña. Dios te tocó, te bendijo con algo
especial y no podía esperar a ver qué harías con eso. Mi amor por
ti se sumergió en una buena cantidad de aprensión, porque no
viniste de mí. No estabas programado biológicamente para
amarme como Cillian y Aisling, y eso me inquietó. Había algo
salvaje, extraño y misterioso en ti, un continente por descubrir
lleno de secretos y cosas que no conocía ni poseía. Eras
inteligente como un demonio y completamente imparable, una
tormenta. Cuando elegiste hacer un mal uso de los dones que te
dieron, me rompió el corazón, pero siempre supe que lo tenías: el
gen despiadado. Simplemente tenías que ser empujado en la
dirección correcta.

Sabía que era mi turno de decir algo, pero todavía estaba


esperando que Kill hablara. Tanto si Gerald Fitzpatrick me
amaba como a un hijo como si no, era obvio para toda la ciudad
de Boston que su heredero, el futuro líder del clan Fitzpatrick, no
sería otro que Cillian. Iba a apoderarse de este reino y mi lugar
en él dependía de él.

La verdad de eso me desconcertó. Yo era un príncipe entre dos


reyes, siempre lo sería.

Pero por primera vez, dejé de resentir el hecho de que él nació


para gobernar y yo para gobernar junto a él.

Giro mi rostro hacia Kill. —¿Algo que agregar?

Cruza las piernas, evaluándome con una expresión de


aburrimiento apenas velada.

—Vamos a tener desacuerdos, discusiones y peleas. Voy a hacer


cosas que vas a odiar, y tendrás que morderte la lengua y seguir
adelante, como el buen soldado que eres. Yo, a cambio, prometo
acomodarme a tus malas elecciones de idioma y tu capacidad
para encontrar insinuaciones sexuales en cualquier cosa del
planeta, y prometo no tocar a tu novia.

—Bueno. —Sailor salta a su discurso, mordiendo el anzuelo,


como Kill sabía que haría.

Él se sienta y le sonríe., esperando el látigo verbal.

—Realmente no tienes muchas opciones al respecto. No te


ofendas, pero prefiero llevar un cadáver a la cama que tú.

—No es cierto, y probablemente te ofrecería más


afecto —confirma Cillian, volviendo a mirarme.

—Posiblemente porque serás un cadáver si vuelves a hablar de


mi hermana así —añade Sam con una pequeña sonrisa
venenosa.

Todos menos Cillian se rieron.

—Sin embargo —continúa Kill—, quiero que seas mi mano


derecha. Sé que eres bueno para eso. Has demostrado ser
confiable, honesto y trabajador. Serás mi brújula moral. Dios
sabe que necesito uno. Te quiero a mi lado, hermano.

Me paro, tirando de la mano de Sailor, indicándole que la


conversación había terminado. Para mí, lo estaba.

—Necesitaré un contrato detallado que garantice que mi


herencia esté intacta y, además, que renuncies al derecho de
colgarla en mi cara cada vez que tengamos un desacuerdo.

Miro entre mi hermano y mi padre. —¿Me entienden?

Mi padre se pone en pie de un salto, frunciendo el ceño.

—¿Te acabamos de decir que te amamos y deseas que se


documenten tus derechos de herencia?
—Soy un Fitzpatrick —le lanzo una sonrisa fría.

Me vuelvo para hacer mi camino hacia la mesa del comedor.


Sailor abraza a Aisling y las hermanas Penrose apresuradamente
antes de correr a mi lado. Entramos al comedor. Todos lo
siguieron. Me siento a un lado de la mesa.

Pa toma asiento a mi lado, dejando clara su posición.

Cillian toma la cabecera de la mesa, señalando el cambio de


generaciones.

Troy se sienta al otro lado de la cabecera de la mesa, Sam a su


lado.

Pa puso su mano sobre la mía. Desde el otro lado de la mesa,


mamá sonríe, lágrimas silenciosas corrían por sus mejillas
empolvadas.

Kill levanta su copa de vino en señal de saludo a la cabecera de


la mesa. Todos se unieron al brindis esta vez, todos bebiendo vino
de verdad.

—Por nuestro reino, y para mostrar a nuestros enemigos por qué


seguirá siendo nuestro. Por ser un Fitzpatrick. —Hice una pausa,
mirando entre las dos hermanas Penrose especulativamente, una
pulgada de sonrisa se curva en su rostro—. Y por Boston.
Epilogo

Sailor
Cuatro años después.

Ligeros besos bajan por mi garganta. La tela suelta de la camisa


de Hunter, que había usado como pijama, fue puesta sobre mi
cabeza. Reconocía muy bien esos besos: los besos matutinos de
locura que marcaban el comienzo de un nuevo día.

Me vuelvo a mi lado, moviendo mi trasero hacia la erección de


Hunter, mis ojos aún estaban cerrados.

—Demasiado cansada —murmuro.

—Demasiado caliente —responde con brusquedad, sacando su


polla de sus calzoncillos y acurrucándola entre mis nalgas. No
sabía exactamente cuándo se había deshecho de mi ropa interior,
solo que me había ido a dormir con un par, y ahora mismo estaba
desnuda de cintura para abajo. Su polla hinchada estaba caliente
y aterciopelada contra mi piel. La saliva se acumula en mi boca.

Sí, por favor.

—Hunter Fitzpatrick. No significa no.

—No también puede significar quizás, sí prometo excitarte antes


de que tus ojos estén abiertos —murmura, y siento su aliento en
mi cuello.

Menta. Ya se había duchado y se había cepillado los dientes.


Apuesto a que estaba a minutos de correr al trabajo. Siempre era
el primero en llegar a la oficina. Gerald Fitzpatrick mostraba
signos de jubilación, lo que coloca a Cillian como potencialmente
el director ejecutivo más joven de una empresa multimillonaria
en la historia de Estados Unidos. También significaba que
Hunter estaba trabajando horas extra en la oficina. No me
importaba. Siempre nos encontrábamos en algún lugar agradable
después del trabajo para probar comida nueva.

Hoy en día era una crítica gastronómica. Savory Sailor Sampling


Boston estaba mejorando. Incluso estaba pensando en comenzar
mi propio canal de YouTube y sitio web. Mi Instagram (que tenía
una marca de verificación, algo que hizo que Hunter tachara en
broma a una celebridad de su lista imaginaria) ya tenía más de
setenta mil seguidores, incluidas tres celebridades de alto perfil.

Ninguno de ellos era Lana Alder. Ella había permanecido fuera


del radar desde su destierro del tiro con arco, junto con Junsu.
Escuché que era esteticista en Albuquerque. Y hace unos años,
Sam me dijo que vio a Junsu vistiendo un uniforme de comida
rápida, caminando por la calle.

—Da lo mejor de ti, semental —ruedo sobre mi espalda, sintiendo


el rostro de Hunter ya acurrucado entre mis muslos. Levanto mis
caderas para encontrar sus labios, gimiendo cuando su lengua
caliente y mentolada presiona contra mi entrada. Ya estaba
vergonzosamente mojada.

—Jesús —gimo.

—Hablando —dice Hunter, en mí. Me rio mientras su lengua


giraba alrededor de mi clítoris—. ¿Cómo puedo ayudar? —su voz
estaba ahogada, mientras su boca estaba en mi coño. Finge un
eco, arrastrando las palabras— Ayuda, ayuda, ayuda —Siento
mi cuerpo vibrar de placer, deleite y risa.

—Mi novio y yo tenemos las discusiones sexuales más


inapropiadas. No sé qué hacer con él.
—Bueno...—Chupa mi clítoris en su boca, lo burla un poco, luego
lo suelta, metiendo dos dedos en mi humedad y jugando conmigo.
Su otra mano se mueve a mi pecho, moviendo mi pezón arrugado.
Me estremezco y me aprieto a su alrededor, suspirando mientras
mi cuerpo entero hormiguea. Corrientes de voltaje recorren desde
mis pies hasta mi cabeza.

—Quizás no debería ser tu novio, entonces —sugiere Hunter.

Su boca ahora estaba disponible para hablar, haciendo su magia


con sus dedos, y cuando abro los ojos y lo miro confundida, él
me está mirando, su cabeza todavía entre mis piernas. Se
endereza sobre sus rodillas, sin romper el contacto visual
mientras empujaba un tercer y cuarto dedo dentro de mí. Me
sentí llena y apretada y al borde de algo eufórico. Mi cuerpo
florecía con un orgasmo, pero el pánico me invadió.

—¿Consideras que este es un momento apropiado para romper


conmigo? —Le pregunto tan uniformemente como pude,
considerando mi pulso fuera de control y mi histeria leve.

Se humedece los labios. —¿Es esto una preocupación que


detecto, señorita Brennan?

Mis ojos se agrandaron. ¿Cuál era su juego?

—No. Por supuesto no. No podría importarme menos. Además,


nunca me dejarías.

A lo largo de los años, Hunter y yo nos habíamos convertido en


un elemento fijo en los tabloides por las razones correctas.
Fuimos juntos a eventos de caridad, vistiendo los mejores
vestidos. Nos pillaron besuqueándonos en trajes de baño durante
unas vacaciones exóticas con nuestras familias. Nunca
causamos drama y nunca tuvimos una disputa pública, y éramos
lo segundo mejor desde que el soltero más elegible de Boston,
Cillian, no mostraba signos de calmarse.
Éramos una pareja sólida, hasta el punto de que la gente había
olvidado en gran medida que Hunter había estado en un video
sexual. Me sentía segura en nuestra relación, en quién era él
ahora.

—La cosa es… —presiona su pulgar contra mi clítoris, sus dedos


aún dentro de mí. Frota mi sensible capullo en círculos—. ¿Esa
actuación de novio? Me temo que me ha envejecido un poco.

—Oh —medio gimo, medio susurro. Estaba temblando por todas


partes, corriéndome duro contra sus dedos. La carrera fue una
locura, gloriosamente culminante, pero también llena de
ansiedad—. Hmm, ¿quieres ... tomar un descanso?

—Quiero ser tu esposo —termina, mi cuerpo se aprieta con fuerza


alrededor de sus dedos mientras el orgasmo se apodera de mí.
Usa su mano disponible para sacar algo de debajo de su
almohada, una pequeña caja, arrojándola en mis manos.

Mis dedos temblaron a su alrededor y lo dejo caer sobre mi


pecho, riendo nerviosamente. Agarro la caja de nuevo, luchando
por abrirla. Mi corazón se aceleró. Se me quedó sin aliento. Mi
pecho se llenó de alegría pura, sin filtrar, que no podía contener.
Pensé que iba a estallar.

—Hunter…

—Ábrelo —exige con voz ronca, aclarándose la garganta.

Me doy cuenta de que él también estaba nervioso.

La abro y lo que veo dentro hace que se me llenen los ojos de


lágrimas. No era solo un anillo de compromiso. No. Las piedras,
rubíes y diamantes, estaban dispuestas en forma de arco. Debe
haber costado una fortuna. Sin mencionar que definitivamente
era un diseño personalizado. Miro hacia arriba, con los ojos muy
abiertos.
—Antes de que digas nada —se inclina y toma una segunda caja
de terciopelo de debajo de la almohada. Lo arroja a mis manos.
Esta vez lo pillo sin problema—. Este es mío. Ya sabes, si dices
que sí.

Abro la segunda caja. El anillo de Hunter era negro, con tres


franjas doradas en forma de flecha.

Yo era el arco.

Él era la flecha.

Cazamos juntos. Un equipo.

También éramos la presa del otro.

—Te amo —dice con brusquedad—. Ayer. Hoy. Mañana. Siempre.


Quiero que seas mía, Sailor Brennan. De nadie más, nunca.

—Sí —digo, mi voz llena de emoción—. Yo también quiero eso.

Desliza el anillo en mi dedo de compromiso, se inclina y me besa


con fuerza. Era un borrón de pasión, lágrimas y hambre. El beso
se vuelve salvaje. Me da la vuelta sobre mi estómago y estaba
dentro de mí, justo como había dicho que quería estar cuando
me despertó. No me importaba mucho mi aliento matutino, ni el
hecho de que probablemente llegara tarde al trabajo.

—Aingeal dian —susurra en mi nuca mientras empujaba dentro


de mí.

—Mi cazador favorito —gimo debajo de él.

Nunca lo sabría, pensé.

Cómo me había atrapado.

Cómo me había capturado.


Cómo realmente me poseía.

El chico que dejó que el granizo lo ahogara.

Que no se defendió.

Quien una vez se rindió.

Él nunca lo sabría, porque a sus ojos, yo era quien lo había


atrapado.

Hunter
—¿Qué le enviaste esta vez? —pregunta Cillian, revisando un
montón de sobres en su escritorio.

¿Quién diablos enviaba correo postal? ¿A la gente le importaba


cero los dados sobre las selvas tropicales? Quiero decir, está bien,
trabajo para una empresa que producía combustible, pude ver la
ironía evidente en mi declaración, pero el combustible era
esencial para hacer funcionar autos y aviones. Era vital hacer
funcionar calentadores y construir asfalto. El papel era
totalmente innecesario en este punto.

¿Quieres leer? Compra un Kindle. ¿Quieres enviar una carta?


Envía un correo electrónico a alguien. Usa Messenger. WhatsApp.
Graba un mensaje en una maldita cueva.

Me siento frente a un Kill de pie, haciendo rodar el anillo que ya


estaba usando en mi dedo anular. —Solo algunas fotos de
nosotros en Barbados. Algunos recuerdos de nuestro fin de
semana en Puerto Rico.
Se había convertido en un pasatiempo para mí enviarle a Syllie
una actualización semestral sobre cómo le iba a la empresa sin
él (genial, por cierto) y lo que estábamos haciendo en el mundo
exterior. Le envié fotos de mí sonriendo en vacaciones,
obteniendo mi título y comprando un departamento con Sailor.
Me encantó saber que se estaba pudriendo en una celda por el
resto de su vida por intentos de asesinato mientras yo vivía mi
mejor vida con la mujer que amaba.

Cillian no era tan personal con su odio hacia Syllie. No me


malinterpretes, él haría todo lo posible para arruinar la vida de
la gente, pero los necesitaba para poder defenderse. Syllie era un
trato hecho, y Cillian estaba por encima de jugar con su comida.

¿Yo? Yo era el gilipollas de la cafetería que empezó la pelea por


la comida.

—Bien hecho —corta Cillian, juntando todos los sobres que su


secretaria había ordenado para él alfabéticamente y tirándolos a
la basura debajo de su escritorio—. Ahora sal de mi oficina. Tu
satisfacción me está arruinando el apetito.

—¿Estás seguro de que es mi satisfacción y no una reacción


alérgica a la vida? —Finjo saludar, levantándome.

—Positivo.

—Nada de ti es positivo, cara de mierda —Me rio.

—¿Besas a nuestra madre con esa boca? —dice, sentándose para


contestar una llamada.

—Maldecir es la menor de las cosas sucias que hago con mi boca,


hijo. —Chasqueo la lengua, disparándolo con ambos dedos
índices.
—Llámame hijo una vez más y el resto de tus comidas se
consumirán con una pajita —sisea Kill—. No dejes que la puerta
te golpee en el culo.

—Aww. Dijiste culo —me tapo la boca con una mano, fingiendo
sorpresa—. Esa es una mala palabra. Ve a poner un dólar en la
alcancía.

Cillian toma una pequeña estatua dorada de su escritorio y me


la arroja. La esquivo por centímetros, riendo mientras se
estrellaba contra la pared de vidrio, enviando los ojos de todos
afuera volando para ver lo que sucedía.

Me sonríe. con suficiencia, un destello tortuoso en sus


ojos. —Fuera.

—No te olvides de las ocho. Tenemos esta cena con Sailor y sus
padres —Lo señalo. Sacude la cabeza.

—Gread leat —Ahora me estaba echando en gaélico.

—Te amo hermano.

—Llamaré a seguridad —amenaza.

Ni siquiera estaba bromeando. Se sabía que habíamos usado la


seguridad entre nosotros varias veces durante nuestros
desacuerdos en los últimos cuatro años. Salgo de su oficina y me
dirijo a la mía, aproximadamente a tres pasos de distancia. Ahora
tenía mi propio asistente. Desde que me gradué, de hecho. A la
gente realmente le importaba una mierda mi opinión en este
lugar.

Hice dinero para Royal Pipelines como director de relaciones


públicas y marketing. Me gustaba trabajar con la gente, encantar
mi camino hacia sus buenos deseos. Canalicé mi personalidad
extrovertida por una buena causa. Hice mucho dinero y, de
hecho, llevé a la empresa en la dirección que quería: más
ecológica. Es cierto que Greenpeace no iba a invitarnos a tomar
algo pronto, pero gracias a mis proyectos futuros, Royal Pipelines
ya no era el villano del océano.

Lo primero que hice fue detener la perforación en el Ártico de


Alaska. Cillian dijo públicamente que el alto costo de la
perforación no valía la cantidad de petróleo que habíamos
encontrado. Era una mierda, pero calmaba su precioso orgullo.
Ya no estábamos jodiendo con el aire acondicionado natural del
mundo y matando a todos los peces.

Sin mencionar que ahora tenía amigos. Con legumbres y todo.


El acuerdo real.

Es cierto que no los amaba como hermanos de la forma en que


lo hacía con Knight y Vaughn, pero para eso, en realidad tenía
un hermano.

—¡Hunter! —La voz de Pa resuena desde el otro lado del suelo.


Estaba saliendo del ascensor, caminando hacia su oficina—. Una
palabra, hijo.

Hago un giro en U y camino hacia él. Nos encontramos dentro


de su oficina. Cierra la puerta (la nueva, que no tardó ni un puto
siglo en cerrar), porque ahora, nos reuníamos todo el tiempo para
hablar de todo, sin Cillian como parachoques.

—¿Qué pasa? —apoyo el hombro contra una pared de vidrio y


meto las manos en los bolsillos del traje. Rodea su escritorio y
se sienta detrás de él, alisándose la corbata.

—¿Qué dijo ella? —arruga las cejas.

Su primogénito estaba tan lejos del matrimonio como el Joker de


la cordura, y Aisling aún era joven. Yo era su mejor apuesta para
los nietos.
—¿Quien? —finjo confusión.

—Soy demasiado mayor para estas estupideces. ¿Qué dijo


Sailor? —Sus ojos se entrecerraron.

—Ella necesita más tiempo.

Lo examino fríamente en busca de su reacción. Su rostro cae


antes de que él lo adivinara, ofreciéndome un bufido de "qué
puedes hacer". Intenta con todas sus fuerzas mantener la cara
de póquer, pero el hecho de que tomó su pañuelo y se secó la
frente delató su desesperación.

—Cómprale un anillo más grande. Eso hará el truco.

—No con Sailor —niego con la cabeza, todavía mirándolo.

Él gime, frotándose la sien. —Probablemente. Ella es dura.

—Soy más duro —sonrío, sacando mi mano y mostrándole mi


dedo anular—. No los haré esperar a mamá y a ti por mucho
tiempo. Quiero bloquear esta mierda lo más rápido que pueda,
antes de que se dé cuenta de que puede hacerlo mucho mejor.

Pa levanta la vista de su asiento, sacude la cabeza y


susurra —No, no puede.

Le creí, no es que fuera cierto sobre Sailor y yo, sino que lo decía
en serio.

—Te amo, ceann beag. Más que este reino —Pa sonríe., lenta y
deliberadamente, tratando de no estallar de orgullo.

Le devuelvo la sonrisa, tocando el caballo Dala en mi cuello.


Sailor me lo había devuelto el día en que se había mudado. Sin
embargo, ya no era incoloro. Lo había pintado de naranja, como
su cabello.
—Te amo, viejo amigo. Más que c-

—No.

—¡Cachorros! Tranquilo.

Me doy la vuelta y me dirijo a mi oficina, riendo.

Me refería totalmente al coño.

Fin.

También podría gustarte