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PRIMER CONCURSO DE CUENTOS

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Cuentos Participantes

Título Autor Pagina


27 El Guapo 1
Busco una ciudad Octopus 5
Un pacto para el Reino Colrami 7
Diferencial Mago Tim 13
Don Juan Calvin 16
El Escritor Octágono 31
El Periscopio Sirena Negra 41
Entonces lo supe... Federico Quiróz 48
Existía una casa de lado... Kairaba 53
Globos Rojos Mané 55
Hada de Otoño Niördhr 62
La Piedra Brillante Agapito Pérez 65
La Princesa y el Vagabundo Kran 72
Las últimas horas de Winston González Elquiroco 78
Nacimiento Esteban Bosque Mendoza 91
Relato Infinito Julio Emilio Sorba 95
Si querés, voy yo... Selvático 122
Soñar con la muerte puede resultar peligroso Piricho 132
Una extraña propuesta Hobbes 139
El Nuevo Milenio Hada Purpurina 147
Diario de un chiflado Dituquien 150
27
por: El Guapo

M
artín, después de ver a su hermana llorado y quejándose de lo poco

caballeroso que fue su novio, saca de su bolsillo el teléfono celular y

marca un número que casi no recuerda (antes había decidido que

no podían ser amigos del alma y cuñados al mismo tiempo, eso era en la escuela

y de vez en cuando se arreglaba a cañazo limpio), habla un poco, pero como no

reconoce la voz que le contesta, mira la pantalla y se da cuenta que marco un 9

por un 6, cuelga.

Thelonius terminaba su canción justo en el momento que Arturo apagaba el

equipo de sonido y deja el periódico a un lado, con su manos en la espalda se

inclina hacia atrás y bosteza. Camina por el pasillo que comunica la sala con su

cuarto, al que el llama su octavo por lo pequeño e incómodo, pero lo detiene el

teléfono que no alcanza a sonar dos veces.

.-¿Aló?

.-¡Pedazo de mierda! Cómo la dejaste ir en ese estado

.-¿Gustavo?

.- ¿Aló?

.-¡Aló!

Arturo miro el auricular, como si por el pudiera ver a la otra persona y saber

si colgó. Cuelga y por un momento olvida lo sucedido, termina de caminar a su

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cuarto, prende la tele y se duerme casi inmediatamente. Entre sueños primero ve

a su madre que lo peina y lo besa antes de ir a la escuela. se levanta y toma agua.

Casi son las 6, hora de vestirse y trabajar.

Una mañana como cualquier otra. ¿Tráfico? Poco, realmente poco. Camino

a la oficina ve una ambulancia, desciende un poco la velocidad y mira por la

ventana del carro como montan lo que parece cuerpo tapado y como, lo que

parecen policías, toman medidas y notas mientras sonríen y hablan, algunos

toman café. Esto le parece corriente, hace ya rato que Arturo dejó de pensar como

lo enseñaron en su pueblo, se estaciona donde siempre y compra un pastelito y

café en la panadería de la esquina (también como siempre). Termina su corriente

mañana. Se sienta a almorzar en una mesa cerca del televisor, le gusta ver las

noticias cuando almuerza. Pierde el Dep. Táchira 2 a 0 y el dólar sube a 3600 Bs.

Le sirven una ensalada que no pidió, pero igual esta muy rica y no se queja. Una

mujer caminaba en estado de embriaguez, es arrollada en la autopista. Sus

familiares, llenos de preguntas y muy sorprendidos no quisieron brindar

declaraciones. Un mesonero, a petición de otro cliente que, temeroso por lo que

las fuertes imágenes del noticiero le puedan causar a la mente de sus hijo de 7

años que no se entera de nada por jugar con su Gameboy, apaga la TV, justo

cuando el reportero termina de decir el nombre de la victima. Arturo suelta el

tenedor, el nombre de la mujer es como un cubo de hielo corriendo por su espalda

después de una caminata de 2 horas, instantáneamente recuerda la llamada que

la noche anterior recibió, un libro que leyó sobre el efecto mariposa y a su novia

del quinto año.

4
Busco una ciudad
Por: Octopus

P
or motivos ajenos a mi voluntad, debo salir de mi país. Si alguna

persona sabe de cualquier ciudad que reúna los siguientes

requisitos:

Busco una ciudad que este inmensamente llena de buhoneros; que no se

pueda caminar por las aceras y haya que hacerle el quite a los

automóviles para poder transitar por las vías, y el escándalo y ruido

que haya entre ellos me entretenga y me distraiga su variada

mercancía.

Busco una ciudad que tenga un tráfico horrible, que no se pueda

circular por ellas y menos en las horas pico en donde tarde más de

cinco horas en llegar a mi trabajo y más de seis para llegar a casa

a descansar.

Busco una ciudad que sea ruidosa; llena de sonidos de claxon y de

aullidos de ambulancias chillonas, que pasen todo el día de un lado

para otro y aunado al mortífero sonido de las sirenas de las

radiopatrullas y sumado al sonido estridente de los equipos de sonido

a todo volumen tanto de día y de noche, que no dejen descansar ni

dormir a los vecinos, y que todo esto que llegue a reconfortarme.

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Busco una ciudad; que tenga una buena cantidad de indigentes pidiendo

limosna. Madres con sus hijos en salidas de las estaciones del metro,

en las paradas de los autobuses, en las iglesias, niños con su carita

sucia alzando sus manitas, pidiendo algo para llevar a casa, todos

pidiendo limosna.

Busco una ciudad, donde no funcionen los hospitales, y que sus

enfermos tengan que ir en los autobuses pidiendo dinero para poder

comprar sus medicinas, los que van con sus enfermedades a cuestas

llevando sus sillas de ruedas y sus bastones, mostrando sus

miserias, pidiendo dinero.

Busco una ciudad donde el sistema de transporte sea deficiente y

malo, que las unidades estén destartaladas y los chóferes traten a

los pasajeros como borregos.

Busco una ciudad, que no exista el respeto, que tenga un alto

contenido de inseguridad, donde el asalto a mano armada es la orden

del día, que todos sus habitantes tengan que vivir enrejados y que la

delincuencia reine.

Busco una ciudad estresante, llena de angustias y apuros que después

de las siete de la noche tenga que correr a casa con miedo de no ser

robado. Una ciudad donde se golpee a la mujer, que esté atiborrada de bares,

y que los niños deambulen por las calles en las noches buscando sus

sustento.

Si Uds. conocen una ciudad que reúna todas estas características,

favor... Comunicarse conmigo de inmediato, para mudarme allá...

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UN PACTO PARA
EL REINO
Por: Colrami

E
l camino hacia el mercado negro suele estar mal iluminado. Sientes la

presencia de muchos ojos que te miran, no sólo superficialmente, sino

hasta el fondo de tu alma, buscando motivos y temores. Para un mago

novato, bastaría esa sensación para hacerlo desistir de su búsqueda.

Decidí que para darme valor, debía tomar algo, una bebida normal, no ese

vino espumoso que me había dado un dolor de cabeza descomunal, ni el licor de

las tres caderas, puesto que estaba en una misión de investigación. Así que entré

a la taberna donde los héroes, magos y uno que otro engendro suelen recuperar

las energías perdidas en las duras batallas por el control de Terra.

Aunque la entrada es pequeña, el local es amplio, tiene varias mesas y una

barra larga, con taburetes de madera de treant muerto. ¡Vaya ironía! El final de

estos recios luchadores es servir de apoyo a los que los derrotaron.

Me senté y pedí un poco de licor de hierbas, suficientemente fuerte como

para reanimarme, pero también bastante suave como para no embriagarme. El

cantinero, un hechicero renegado, cansado de los campos de batalla, me sirvió de

mala gana, celoso de mi condición, mucho más honorable que la suya.

7
Apuré mi trago, y sentí el calor en mis hombros primero y luego en mi

estómago. Los ojos se me llenaron de lágrimas. Creo que subestimé la potencia

de la bebida. A mi lado un hombre joven, de unos 22 años, aparentemente un

bárbaro, esbozó una sonrisa al ver mi reacción. Para disimular un poco mi falta de

experiencia en estas lides, levanté mi vaso y apuré el resto del verde líquido. Esa

fue la tarde en que conocí a Cheropyx Wexler.

Iniciamos la conversación, mientras los vasos de licor de hierbas iban y

venían, y así pude saber que el joven Cheropyx era, efectivamente, un bárbaro y

con vocación de guerrero de fortuna, en busca de una oportunidad con algún

mago que le permitiese pelear en su ejército. Lamentablemente, su corta edad y

su falta de experiencia en combate, se interponían entre sus deseos y la realidad.

Su apariencia, en realidad, tampoco era la de un fiero combatiente: cabello

ensortijado y revuelto, ojos negros, facciones redondeadas, con pómulos salientes

y una fuerte mandíbula, un incipiente desarrollo muscular y un olor impresionante,

similar al de los pantanos en la tierra de Xena.

Puesto que también yo era relativamente nuevo en Terra, me identifiqué

plenamente con su situación. Apenas con siete hechizos básicos estudiados, una

montaña que llamaba mi hogar, unas cuantas hectáreas de tierra, un ejército muy

débil y algunos artefactos de defensa encontrados luego de largas horas de

estudio de los libros mágicos, no era yo el mejor candidato a contratante de alguno

de los héroes famosos que frecuentaban la taberna. Recuerdo aún mi decepción

cuando conversé con Urre Nightland, el caballero negro, y escuché sus

estrepitosas carcajadas de rechazo a mi pobre oferta por sus servicios. Esa

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noche me di cuenta que debía comenzar desde abajo, y labrarme mi destino a

pura fuerza de trabajo y estudio.

Cheropyx venía del norte de Ank-Durath, la tierra de las dunas eternas. Allí

había vivido con su familia, aprendiendo las artes de la guerra y soñando con ser

un comandante famoso, temido y rodeado siempre por bellas doncellas. Su

padre, Pardomer Wexler, tenía los pies en la tierra y siempre trató de inculcar en

su hijo la dureza que se requería para la batalla, pero también las cualidades que

lo harían un buen servidor de su amo.

Ank-Durath ya no tenía atractivos para el joven Wexler, quien decidió

emprender su camino hacia la nueva capital de Terra, utilizando el camino que

rodeaba el territorio de los Joats, pues no era cosa de que lo capturaran y lo

hicieran esclavo, él que estaba deseoso de ganarse su lugar en la historia. Así, en

la cuarta llena de Diadema, partió cargando sólo su espada, un pequeño escudo

de escamas de dragón rojo y sus sandalias aladas. El resto se lo procuraría por el

camino. Mientras su padre y su hermana Rowalfia lo despedían, les prometió

volver por ellos cuando fuera famoso.

Me gustó el entusiasmo de este joven guerrero. Me pareció una buena

adquisición para la causa, así que allí mismo le ofrecí contratarlo, por unos

cuantos cientos de monedas de oro, alojamiento, comida y una participación justa

de los despojos de todas las batallas que ganásemos. Sus ojos negros se

iluminaron, y gustosamente aceptó mi oferta. Como condición a su firma, pidió un

adelanto en efectivo para asearse, comer y comprar algo de ropa. Así, cerramos

el trato y lo celebramos con otro vaso de licor de hierbas.

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Salimos en busca de algunos engendros hacia la tienda de Duras, el

invocador, y contando ahora con el consejo experto de mi nuevo general,

Cheropyx. Sin embargo, cuando nos acercábamos, vimos una gran pelea, casi en

la entrada del criadero de monstruos. Un hombre, bastante mayor, se defendía de

una horda de campesinos hambrientos que intentaban arrebatarle sus pocas

pertenencias: un báculo de madera con empuñadura brillante, una bolsa de piel

pequeña, y aparentemente vacía, y un libro muy viejo, que apretaba con fuerza

bajo su brazo izquierdo, mientras intentaba golpear a los campesinos con su

bastón.

Realmente llevaba todas las de perder, al menos en número, porque cada

garrotazo que lograba llegar a su destino, causaba estragos entre los asaltantes:

brazos rotos, cabezas sangrantes, hombres privados de conciencia en el suelo,

que eran pisoteados por las oleadas que seguían llegando de todos los callejones

y balcones. Sí, realmente estaba perdido.

Compartí una mirada cómplice con Cheropyx, y dando un paso atrás, saqué

de mi bolsa un artefacto de forma esférica, más o menos del tamaño de mi puño,

con unas estrías diagonales. Cerré los ojos para recordar el hechizo de

activación... La esfera tembló en mi mano y la arrojé con tanta fuerza como pude

hacia el centro de la turba saqueadora. Mi bárbaro sacó su espada y se colocó

frente a mi. De repente se hizo el silencio, mientras los campesinos hambrientos

se fijaban en la bola que temblaba, se deformaba y crecía. La explosión no

demoró mucho, y de manera instantánea, mil monstruos aparecieron en escena,

atacando a los asaltantes, y dispersándolos en un minuto, lo cual dio el tiempo

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suficiente para alejar al anciano del lugar a marcha forzada, mientras Cheropyx

nos cuidada la retirada.

Miré hacia atrás y vi como los monstruos desaparecían tan pronto como

habían sido formados, pero su presencia inspiró el suficiente temor como para

evitar que los campesinos hambrientos nos siguieran. El anciano arregló su

cabello e intentó recuperar algo de la dignidad perdida en el altercado. Alisó un

poco sus ropajes, enderezó la bolsa, limpió el mango de su bastón y revisó el libro.

El agradecimiento se manifestó de diferentes formas. Oberón, que así era el

nombre de este anciano, era un erudito, que había dedicado su vida al estudio de

la magia en todas sus formas, y testimonio daba su libro de anotaciones.

Consideré que habían sido demasiadas emociones para una tarde, y, de

acuerdo con Cheropyx, invité a Oberón a reposar esa noche en el Monte de

Fuego, donde había establecido mi hogar. Sin dudarlo un momento aceptó,

añadiendo palabras de lealtad al mago que había salvado su vida sin conocerlo.

No obstante, rechazó la oferta del bárbaro para ayudarlo con sus pertenencias.

Así pues, estos tres, hasta entonces, desconocidos, decidimos unir fuerzas

para lograr el control de una porción de Terra, con o sin el favor de los dioses,

dispuestos a encontrar el camino, o a trazarnos uno. Ignoraba yo, en ese

momento, cual era el destino que se había forjado para nosotros.

Esa noche supe que Oberón era más viejo de lo que podía recordar, y que

en su juventud, ¡ah, su juventud!, pudo darse cuenta de sus extraordinarias

habilidades eidéticas, las cuales aprovechó consumiendo todos los libros que

quedaban a su alcance. Con el tiempo pudo desarrollar una gran recopilación de

runas, hechizos, fórmulas mágicas, encantamientos, invocaciones y cánticos, las

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cuales copió amorosamente en su gran libro, del cual no se desprendía ni de día

ni de noche. Su espíritu insaciable de conocimientos le pedía seguir estudiando, y

casi lloró de emoción al mostrarle la biblioteca que encontré en el Monte de Fuego

cuando tomé posesión de él, y se mostró sumamente sorprendido por los escritos

criptográficos en sus paredes. Según me explicó, eran de una antigua leyenda,

mucho más antigua que sus propios tiempos, pero cuyo fondo parecían confirmar

esos jeroglíficos. Solamente pude agregar que ya estaban allí cuando había

llegado, aunque, por alguna razón, me eran vagamente familiares, como si ya los

hubiera visto en otra vida.

Compartimos el pan y el vino, así como algo de salvajina que había

comprado en el mercado negro. El cansancio hizo presa primero de Oberón, y le

cedí una cama en la biblioteca, mientras que Cheropyx insistió en dormir cerca de

la entrada, para estar atento a posibles visitantes indeseables.

Finalmente, en mi aposento, desde la gran ventana que descubría en los

cielos a todas las estrellas y a la luz azul de Epeira, creí ver destellos de batallas

lejanas a los límites de mi reino, luces que pronto brillarían para nosotros.

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DIFERENCIAL
Por: Mago Tim

H
e pasado mucho tiempo provocando a las palabras para que se

valgan por sí solas. Aprendí a escribir escribiendo, dando a cada

palabra la oportunidad de encontrar su propio significado, a

resultas del deseo de utilizarla aún ignorando su contenido verdadero.

Mientras terminaba mi licenciatura en ciencias exactas, realquilado en una

casa de huéspedes a medio paseo de la facultad, decidía un día que la

aquiescencia se refería a una especie de satisfacción sedentaria de té, cortinas y

zapatillas. En otra ocasión, tras haber leído una reseña de pediatría, escribí acerca

del calostro del derecho y del revés, como objeto y sujeto, hasta descubrir en él la

forma inconfundible de una jarra de alabastro destinada a las abluciones

nocturnas de una adolescente; y la barba bifurcada de don Anselmo, que impartía

por aquel entonces las clases de cálculo, terminó revelándose una noche como

una imponente y oportunísima diatriba.

Entre carpetas y hojas de formulación matemática, las letras y símbolos me

parecían pesados ladrillos de una estructura y orden únicos. De izquierda a

derecha, y de arriba a abajo, una incógnita no admite interpretaciones, solamente

equivalencias. Gammas y alfas concretas en forma y exactas en materia, por más

que yo me esforzara en trazarlas más pequeñas, más grandes, o con un rabillo

socarrón subrayando la igualdad que precedían. A los profesores no les gustaban

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los énfasis en forma de exclamaciones al despejar una variable, y todos mis

intentos por dotar de cualidad al desarrollo de una ecuación se contaron por

fracasos. En mi primer examen de tercer curso, resuelto a darme una identidad,

tracé un sinuoso poema visual a partir de un artificioso cuadro de matrices,

dibujando una hipérbole cuya estremecedora analogía con la solución del sistema

bien podía haber valido una mención especial de mi ejercicio. Desengañémonos:

mi gozo se redujo a dejar las hojas sobre la mesa boca abajo, reprimiendo una

sonrisa. En las correcciones sólo me sorprendieron aburridas alusiones a mi

pulcritud. Nadie pareció apreciar que incluso los encabezados de cada página

estaban esmeradamente labrados, sacando todo el partido a mi bolígrafo bicolor.

Pasé así meses insistiendo y aceptando a regañadientes, cediendo lo justo

para aprobar. Y me desquitaba por las noches, en mi pequeña habitación.

Cambiaba los dibujos obsesivos y las decoraciones obscenas de tantos escolares

por pequeños atentados deliberados contra el corpus matemático. Gráficas con

arabescos dignos de un Escher, triángulos imposibles (catetos curvos como una

ingle de mujer, lados elásticos y sonrientes) o ecuaciones palindrómicas con los

parámetros del segundo término al revés. Y guardaba en dos cajones hojas y

hojas de hermosos despropósitos con solución finita.

Como es de suponer, era cuestión de tiempo que los números perdieran su

encanto. Las formulaciones se tornaron pequeños jeroglíficos, dibujos, frases. En

cada párrafo escrito, una o dos palabras se definían línea tras línea. A veces

descubría que los ruidos agudos eran sibilinos, otras que ramonear requería una

azada y un campo sembrado de hortalizas. Despejaba las palabras con cada

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escrito, levantando un diccionario propio a medida que las propias palabras se

revelaban, aportando sentidos ocultos que jamás inventé, sino que descubrí.

Tanto tiempo después, lejos de mi tranquila aquiescencia en la pensión y de

la larga diatriba de don Anselmo, ese libro de acepciones secretas y únicas se

confunde con la enciclopedia que no tengo más remedio que consultar de vez en

cuando. Pero sigo sin poder negarle a la alborada su pertenencia exclusiva a la

espalda dormida de mi mujer, y soy aún incapaz de ver en la inmanencia otra cosa

que el calor flotante de mi manta de invierno. Ahí afuera el mundo sigue

despejando incógnitas. Yo, mientras viva, preferiré atesorarlas y dejar a veces que

se expliquen –caprichosas, cómplices- por sí mismas, arriesgándome quizá a no

comprender el mundo más allá del sentido de la sonrisa que me arranca lo que

escribo.

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Don JuanRevisión de un clásico

Por: Calvin

Alá contempla al hombre desahuciado y le recrimina:


Talaste todos los árboles, cortaste todas las flores,
arrancaste la hierba, cazaste todos los animales,
contaminaste el aire y el agua...
y ahora contemplas el pozo seco de la esperanza,
esperando que brote de el, la llama del desierto
y te queme por todo lo que destrozaste...
la próxima vez no esperes a plantar un árbol,
cuando solo te quede un desierto.

E
l calor seca hasta el alma en un desierto que se presta

indomable y eterno ante los ojos del hombre, sus pisadas, son

caricias en un mar de arena, así ha avanzado la caravana de

camellos hasta llegar al reposado oasis, poco a poco, entretanto caía la tarde, las

“jaimas” (tiendas) han crecido entre el alboroto de los lugareños, intercambio de

noticias y mercancías, ha caído la noche y un fuego anima la conversación de los

dos últimos hombres, Ahbraim, tuareg de sabia edad, ojos oscuros y profundos,

tez tostada y arrugada, sobre la que descansa un impoluto turbante, interroga con

pausada curiosidad a Don Juan:

- No sé de qué huyes o qué pretendes encontrar en estas tierras, en las que el

reloj que llevas puede costarte la vida, sin que aquí sirvan de mucho las horas

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que marca, pero sea lo que sea, debe ser muy importante para ti. ¿Quieres

hablar de ello?

- No es cuestión de una hora... ni de dos...

- No hay cuestión de tiempo en un oasis, en el reposo de las noches de calma,

el tiempo, junto al fuego y bajo el cielo, parece adquirir otra dimensión, mas

pausada, que el de esa vida que debías llevar...aunque, como dice un viejo

proverbio árabe: si lo que has de decir no es mas bello que el silencio, mejor

no digas nada.

- Me hacen gracia tus palabras, parecen salidas de un libro.

- A mí, me lo parece tu aventura.

- Pues, es cierto... bien, no se como empezar, el caso, es que... andaba un

poco perdido, no se si me explico, como desorientado, viviendo al día, pero

días que al final, solo dejaban sensación de vacío... Llegó un punto en que tuve

la sensación de llenar el vacío de tareas, que no me llenaban, de vicios que no

me saciaban, de recuerdos que apenas recordaba, de palabras que no decían

nada y a pesar de todo ello el reloj no se había parado y el tiempo había

transcurrido, mas rápido que yo, entonces, decidí hacer un alto en el camino,

un descanso, un respiro para pensar, recordar, analizar, conjeturar,

reencontrarme conmigo mismo... no se si me entiendes...

- Si, más o menos... a tu treintena larga, y con tu porte, andar solo, no es normal,

vamos, digamos que padeces mal de amores.

- Si, podríamos llamarlo así.

- Pero dime, ¿Allí no tenéis médicos para eso?

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- Sí, y he estado en varios, pero como entenderás, sustituir un amor por una

pastilla es un poco burdo, ¿No crees? Por muchas que tomes, no te llenan..

- Ya, te comprendo. ¿Pero mujeres, no te habrán faltado? Vamos, cuando has

llegado al campamento, eras el centro de atención de éstas.

- Hombre, no es habitual, ver por aquí rubios de mi envergadura..

- Ya, ya, modestias aparte, alguien te partió el corazón y te cerraste.

- Maaás o menos...

- Dime, ¿cómo fue?

- Uffff, bueno, bueno, vamos a ver, de amores, hay muchos y de muchos tipos,

el Platónico, el Intelectual, el Trovadoresco o Provenzal, el eterno, pero todos

ellos vienen a ser amores revestidos de una cierta dificultad, lo que los hace

mas amores, mas humanos, mas allá del instinto animal. ¡Ufff! creo que me

estoy liando..

- Sigue, sigue, que de tus ojos brota el color de la esperanza, pero tus palabras

son el murmullo de la fuente que llora...

- Pues bien hay un amor de ellos, que es el más auténtico, el más puro, el

primer amor, aquel que aún carece de los instintos primarios, que son para

este caso el sexual y el reproductor, pero que a pesar de ser primarios, a tan

temprana edad aún no se manifiestan, aunque a una edad avanzada es

inconcebible... creo... pues bien, este primer amor se presta de vital

importancia, pues serán los cimientos de un edificio que deberá crecer en la

perfección, pero si esta primera piedra se pone mal, luego todo será más difícil

de construir, y en cualesquiera de los casos, el edificio siempre será menos

estable y seguro... me explico.

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- Ya veo por donde vas...

- Bien, todo empezó con una Mariposa.

- ¿Así llamas a las mujeres?

- ¡Nooo!! Sólo a dos, siii, ya sé que te parece un poco cursi.

- Hombre no del todo. Mas si pensamos que Mariposa, deriva de una palabra

griega, que significa alma.

- Exacto. Pero en mi caso su origen real es más inocente... es de mi primer

poema, escrito para mi primera novia:

Eres preciosa,
y hay que tratarte
delicadamente,
como una Mariposa.
Ya sé que no es gran cosa, pero debía tener unos 6, 7 años y me pasé una

noche de insomnio pensándolo. Recuerdo el pánico que tenía a contárselo,

pero al final pensé que si no me daba vergüenza los líos en que me metía, ni

una torta del director de vez en cuando, tampoco debía temer por esto.

- Lo hiciste.

- Sí, lo recuerdo perfectamente, andaba paseando solo por el patio, solía hacerlo,

la encontré:

- ¿Quieres que te diga algo bonito?, Lo he pensado para ti.

- Aún recuerdo la sonrisa que dejo ir, y el brillo de sus ojos tras las gafas.

- Debía ser alguien muy especial para ti. ¿Cómo empezó?.

- Pues como todos los amores, despacito, a poco a poco, es como una semilla

que alguien planta en ti, y a base de regarla y cuidarla, poco a poco va

creciendo una enredadera que va envolviendo tu cuerpo, hasta dejarte

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dulcemente atrapado, si el amor naciese de la vista, “amor a primera vista”

como decimos en mi tierra, todo sería mucho más sencillo, es evidente que

una buena primera impresión ayuda mucho, pero es el día a día, la relación

constante, aunque a veces titubeante, la que va dando el uno al otro,

amoldando esos dos satélites a su nueva órbita, hasta deslizarse en sincronía,

armonía, y si un primer vistazo puede resultar decepcionante, este proceso

pude llevarlos al enamoramiento y viceversa. No, no creo que sea tan simple

como el flechazo de Cupido, el amor se crece, se gana en el pulso diario,

aunque como todo, nace y muere en un preciso instante.

- Bellas palabras, pero pocas explicaciones.

- Bien, no es fácil recordar, además olvide durante muchos años todo eso, sabes,

tan sólo recordaba una imagen y una sensación.

- Te estas volviendo a ir por las ” ramas”.

- De acuerdo, pero me temo que me harás llorar; bien, en todas las clases, suele

haber, un tonto, un listo, un alto, un bajo, un gordo, un flaco, un buen deportista

etc. yo era, el raro.

- ¿El raro?

- Sí, bueno, ya te digo que no recuerdo muy bien esa época, y durante años,

apenas si la recordaba, bien, el caso es que siempre andaba metido en

trastadas, y por consiguiente cuando no estaba de cara a la pared, estaba en el

despacho del director, cuando no castigado sin patio, haciendo los deberes o

copias, para postre, tenía un problema con la lectura oral, tartamudeaba, así que

cada vez que me tocaba leer se convertía en un suplicio, ya sabes, a esa edad

20
somos muy crueles, así que era conocido en la clase, pero tenía pocos

conocidos, no brillaba por mi sociabilidad.

- ¿Y las notas?

- ¡Ja!, Bastante buenas, bien el caso, es que cada vez que me ponían de cara a

la pared o me mandaban al despacho, a la vuelta, en la primera mesa de la

clase, me encontraba siempre con una mirada muy dulce, la de la lista de la

clase y además la guapa, una clásica... pero jamás se me había ocurrido

decirle nada, hasta que un día, si no recuerdo mal, andaba paseando por el

patio y la encontré sentada, sola, con mala cara, como nadie me veía, me

atreví a preguntarle que le pasaba y si quería que la animara, aunque no

recuerdo la conversación, el final se que fue algo así, faltaba poco para que

sonara el timbre de vuelta a clase:

- Bueno me voy a clase

- ¿Por qué?

- Bueno, pronto vendrán todos.

- ¿Y qué?

- Bueno, pues, que te van a ver conmigo.

- ¿Y qué?

- ¿Es que no te da vergüenza que te vean conmigo?

- Nooo, ¿por qué?

- Pues bien, yo, aluciné, en el sentido más estricto de la palabra, y subimos

juntos a clase, un tiempo, más tarde, creo o quiero creer, que fue después del

poema, decidimos sentarnos juntos, así que se lo propuse al profesor, a

21
cambio le prometí portarme bien, condición que me había impuesto ella, así

que el profesor debió frotarse las manos.

- ¿Y, te portaste bien?

- Sí. Siempre recordare sus ojos y su boca diciendo aquel: “ Pórtate bien”. Con

ella descubrí la solidaridad, un día hablábamos mas de la cuenta, así que la

profesora se hartó, y con la excusa de que estaba entorpeciendo los estudios

de Ana, decidió cambiarme de sitio, cual fue mi sorpresa al ver que Susi, una

chica un tanto rebelde de la clase salió protestando en mi defensa, perdón,

nuestra defensa, aquello me emocionó, finalmente nos separaron y

organicemos una huelga en clase, le dije a Ana que saliera un momento para

prepararle una sorpresa, cuando entró, empezó la clase, ella sacó sus cosas,

el esto de la clase permanecimos en silencio con los brazos cruzados,

finalmente apareció el director y pidió quién era el responsable de aquello, yo

salté y expliqué mis razones, recuperar mi lugar junto a Ana, el profesor me

amenazó con darme una torta, a lo que yo repliqué que me resultaba mas

doloroso separarme de Ana que la torta que me pudiera dar...en fin no llegué a

buen puerto... también descubrí la soledad, pues la soledad, no se descubre

hasta que no hay una ausencia, un día al llegar a clase, Ana no estaba, la

profesora entró, yo no se que cara debía tener, pero recuerdo la cara de

angustia de la profesora y su:

- ¡Aaaay!! Don, está enferma, no llores, pronto volverá.

Me sentía también junto a ella que el mundo pareció empequeñecerse a mí

alrededor mientras yo crecía junto a ella, como prueba de ello basta esta

conversación que mantuvimos durante una clase:

22
- ¿Quieres que te explique la teoría de la evolución de las especies?

- Bueno.

- ¿Qué fue primero?

- El mono.

- ¿Y después?

- El hombre.

- ¿Y después?

- Ummm. No sé.

- Tú y yo.

También recuerdo aquel último día de clase, Ana me daba su teléfono, pero no

se lo cogí, yo no tenía, ¡Diooos!. Unos días más tarde, la volví a ver, me crucé

con ella al ir a recoger las notas al colegio. Al curso siguiente me cambiaron de

colegio, por mi bien, a uno privado, fue el principio del fin, poco a poco entendí la

dimensión de esa frase, que dice así: Cuando ames a alguien, ámala cada día

como si fuese el último día de tu vida que pudieses verla. Fui algunas veces al

antiguo colegio para ver si conseguía verla, pero siempre llegaba tarde, al final

opte por buscar a un ex-compañero de clase para que hablara con ella por mí, al

día siguiente nos vimos:

- ¿La has visto Rafa?

- Sí.

- ¿Que te ha dicho?

- Que no se acuerda de ti.

- Algo parecido sucedió con Susi. El mundo se me vino encima, el trauma

estaba servido, era evidente, no perdonaría mi marcha. Del siguiente curso

23
recuerdo poco, las horas del patio las pasaba con dos amigos, Pedro y Juan –

Antonio, que tenia problemas, era invalido, me dedicaba a pasearlo, un día se

puso insoportable, le dije que se calmara, a lo que contesto:

- ¡Cálmate tú!

- Se como te sientes.

- ¡Tú no sabes nada!

- Sí lo sé, me he quedado sin mi novia, eso me dolerá toda la vida, mira si

supiera que así volvería, haríamos un cambio, tú estarías bien, y yo inválido

pero con ella. El proceso de socialización se detuvo ahí. Yo achaqué mi ida del

colegio a la huelga que había organizado. El curso siguiente suspendí mi

primera asignatura, música, también pegué a alguien por primera vez, ya nadie

más volvió a controlar mi actitud, poco a poco mi rendimiento escolar fue

decreciendo, y aumentando los castigos, emigré a un pueblo, mi siguiente

novia llegaría a los 14,15 años, fue la que más duró, un mes, el resto fueron

escarceos eventuales. Tan siquiera mantengo amigos, pues soy proclive a

acabar en la cama con sus mujeres. Así, se hacía evidente la vigencia de la

teoría popular del caos, donde el aleteo de una Mariposa en una punta del

océano, produce un vacío, que a su vez produce una corriente de aire, que a

su vez produce una brisa, luego un viento, así reaccionando en cadena hasta

llegar a la otra punta del océano convertido en huracán, nunca subestime el

poder de una simple Mariposa, yo me convertí en ese aire.

- ¿Aún piensas en ella?

- Sí, una vez creí verla, nos reconocimos, aunque parezca increíble, fue 20 años

mas tarde, ya tenía carrera y estaba casada, su recuerdo aún aparece como la

24
aurora boreal en la eterna noche eslava, como ese arco iris que un niño intenta

alcanzar y se desvanece al acercar la mano.

- ¿Aún la quieres?

- Sí, y más después de volverla a ver.

- Por cierto, ¿ De qué vives?

- Escritor. Bueno, esto es todo, sabes, voy a estirar las piernas un poco, antes

de ir a dormir, ya despunta el alba.

- De acuerdo, pero cuando vuelvas, procura soñar con los que están, no con los

que se han ido.

Don comienza su matutino paseo ascendiendo una duna, al descender, el

oasis desaparece tras ella, un extraño impulso que parece salir de su corazón le

orienta o mejor dicho conduce por el mar de arena. El desierto se presta como el

mapa visual de su corazón, y lo sabe, entretanto el astro rey se eleva al unísono

con las temperaturas, su mente hierve en recuerdos pasajeros, en fervientes

noches de deseo, en copas de anhelo, en largos letargos en espera de soluciones

irresolubles, en páginas en blanco llenadas para vaciar la soledad, en premios

reconocidos que jamás gustó de reconocer y un largo sinfín de auto

desavenencias efímeras y etéreas, camina sin rumbo, no lo sabe, pero su corazón

sigue buscando aquello que perdió, conscientemente inconsciente, náufrago

social, son sus libros un mensaje en una botella lanzada al mar, no con la

intención de ser recogidas por cualesquiera, sino por alguien en concreto, lo que

aún ha dificultado más el rescate, hundido el barco de sus sentimientos, nada en

el mar de arena, en el destierro social, sigue así, paso tras paso, absorto en sus

cavilaciones a medida que avanza el día. Ha caído la tarde y Don sale de su

25
encrucijada mental, para sorpresa suya se halla en medio de ninguna parte, gira

sobre sí mismo oteando los alrededores, arena y más arena, la brisa alza el vuelo,

y este decide volver tras sus pasos, deshaciendo el camino hecho, que no llevaba

a ninguna parte, como tantas veces hiciera en vida, vuelve sobre si mismo, sobre

sus pasos, tarea fácil piensa, nada más lejos de la realidad, el desierto no gasta

bromas, a medida que aparece la Luna, desaparecen sus huellas, borradas por

una brisa, que ya es viento. Ha caído la noche, Don, totalmente desorientado cae

de rodillas al suelo, recoge arena y la deja escurrir, en un vano intento por escapar

de la angustiosa situación, intenta refugiarse, sino físicamente, al menos

mentalmente, sustrae una pequeña libreta y una pluma del bolsillo y empieza a

escribir:

Solitud
Como el que tiene frío
y se envuelve en un manto de espinas,
me sumerjo yo en el vacío
llenando de recuerdos las retinas,
en la soledad
recuerdo tus ojos apagados
y veo la tempestad
en tus silencios.
Cuantas veces el fuego
de mi angustia
se ha apagado
en el regazo
de tu sonrisa.
Cuantas veces en el desierto
fuiste tú mi brisa.
De rodillas en el suelo,

26
contemplo como se derrama,
la arena entre mis dedos.
Igual huyen los días,
escurriéndose la vida.
Miro mi corazón y el alma
me atrapa en tu anhelo.
Enfrenta el torero
la muerte con capa
y no puedo soportar yo
este amor que se me escapa.

Transcritas las líneas, Don desvanece en sueños... Han pasado varios días,

la hambruna es soportable, pero la sed, la sed mata antes que el hambre, se

arrastra mas que no camina, sobrevive mas que no vive, como hiciera siempre, la

esperanza se desvanece, los recuerdos se apagan, la mente yace agotada, pero

el corazón aún late de esperanza, asciende una duna más, tras ella advierte unas

ruinas, medio enterradas, yacen en el suelo toda una serie de columnas caídas,

dibujando la forma de un corazón, siendo esto lo más próximo a la humanidad que

ha encontrado, decide arrastrase hasta ellas, al acercarse advierte que las

columnas están grabadas, al llegar, se respalda en una de ellas, al recostar brazo

y cabeza contempla que las letras están grabadas en su idioma, se arrastra hasta

el capitel de la columna y atónito contempla el nombre de una de las muchas

mujeres que enamoró y dejó, y como la curiosidad mata al hombre, decide leer el

resto de la columna, a medida que avanza descubre las líneas que hablan del

corazón de esta mujer y todo lo que sintiera por él, empezando por amor y

acabando por la palabra odio, durante unos momentos cree estar soñando, pero

27
tras un pequeño esfuerzo de voluntad decide recorrer a la otra columna, donde

advierte el nombre de otra mujer de las que conociera, al igual que la otra la

historia inicia con la palabra amor y finaliza con odio, así una columna tras otra

Don Juan va descubriendo su verdad, y la de la mujeres que fingió amar, una tras

otra la historia se sucede, completada la vuelta al corazón, descubre una pequeña

columna en el centro de este, se arrastra hasta ella, y allí lee el nombre de su

primer amor, la columna permanece en pié, pero es la de menor tamaño, apenas

si llega a la rodilla, en esta, la historia es breve, pues sólo habla de lo que sintió

ella y no que sentía él, desesperanzado, al contemplar el diminuto origen de tanto

mal, arrodillado acaricia la columna, al tocarla, esta se desvanece, se escurre

como arena entre sus dedos, deja escapar entonces un grito seco, grave y

desolador:

- ¡¡Nooooo!!. ¡¡Murió!!

Cae de espaldas al suelo, contempla el cielo, nítido, de azul perfecto, un

“Señor, perdóname” lánguido y apagado se estremece entre sus labios, acto

seguido, tras de sí la arena inicia un remolino, poco a poco, el pequeño torbellino

se va alzando y acelerando, poco a poco desde el interior hacia a fuera este

parece ir solidificándose, hasta que finalmente cesa, transformado en la más

grande de todas las columnas, Don Juan se arrodilla de nuevo, alzando la mirada

hacia el capitel, donde se van grabando las letras de aquel amor, aquel segundo

amor, que mantuvo en recóndito secreto, aquel amor inconfesable que mantuvo

en eterno silencio, poco a poco se fue transcribiendo la historia de aquel amor,

ahora se daba cuenta. Nunca lo supo, pero la amaba, llegó el final, y esta vez no

se reprodujo la palabra odio, sino amor, el Don Juan se abrazó a la columna, pero

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esta empezó a resquebrajarse, se levanto a gritos de “¡Nooo, nooo!”, Pero el

proceso fue irreversible, de forma paulatina la columna fue despedazándose,

finalmente cayó de espaldas sobre aquel montículo, intentó llorar, pero era

demasiado tarde, los lacrimales se habían secado, adivinó su final, ya próximo y

se dejó llevar, suavemente, merecido final, pensaba, poco a poco fue

desvaneciéndose su mente.

De la oscuridad de su mente acierta a advertir humedad en sus labios, y un

lejano “Despierta”, poco a poco sin saber aún si está en el cielo o en la tierra, sus

ojos se reabren, hasta descubrir la mirada serena y profunda de Ahbraim:

- ¡Por Alá! Muchacho, vaya con el paseo, nos ha costado mucho encontrarte, de

hecho, hoy íbamos a desistir de tú búsqueda.

Don se reincorpora de un salto, contempla su alrededor girando sobre sí

mismo:

- ¡El corazón, el corazón! ¡Las columnas! ¡Por Dios!

- Bueeeno, ya veo, o has soñado, o has tenido una alucinación, o como dicen por

aquí, has escuchado la voz del desierto, que es la de tu corazón.

Dicho esto, Ahbraim gesticula un sígueme, y pasa adelante hacia los

camellos, Don Juan le sigue, tropieza y cae:

- ¿Te bastas tú sólo o quieres que te ayude?

- No, no tranquilo, estoy bien, bueno relativamente bien.

Al ponerse de rodillas para incorporarse, descubre que a tropezado con un

canto de piedra, lo coge, lo desentierra, a espaldas de Ahbraim, del tamaño de un

palmo, contiene grabado un nombre, el de ese amor aún vivo, y ahora, ahora sí,

29
puede llorar y llora. Ahbraim se lo mira, sonrie, le pasa la mano sobre la cabeza,

suavemente se acerca a su oído:

- Hay un viejo proverbio árabe que dice así; Lo pasado ha huido, lo que esperas

está ausente, pero el presente es tuyo. Vuelve a casa, búscala, no esperes a

plantar una flor, cuando solo te quede un desierto.

Como dice un viejo proverbio Español:

El corazón es el único instrumento que aún destrozado trabaja.

28/12/02

La Coromina. Marko.

30
EL ESCRITOR
Por: Octágono

A Lelo, mi viejo.

iéntate hijo, que de una vez por todas te voy a contar algo por lo

S que siempre me preguntas. Creo que ha llegado el momento de

que no sea yo el único que sabe la verdad. Ahora que has

madurado y vivido lo suficiente, podrás comprender por lo que he pasado, aunque

quizá esto, paradójicamente, te impida entender lo sucedido con mi amigo.

- ¿Me vas a contar sobre aquel escritor amigo tuyo, del que nunca pude leer

nada?

- Así es, querido Manuel, sobre todo lo que pude saber acerca del gran

misterio que envolvió la vida de mi único amigo, Alberto Sala.

- Estoy más que ansioso, te escucho.

Primero, permíteme recordarte brevemente nuestra común historia. Conocí

a Alberto Sala desde que nací, por que nuestros padres eran compañeros de

trabajo en los pozos petroleros cercanos a aquel recóndito pueblito de la

Patagonia. Por ser él de mi edad y no habiendo muchos niños en varias leguas a

la redonda, nos vimos casi obligados a cultivar una amistad, de la que por

supuesto no me arrepiento, sino por el contrario, por lo férrea, la recuerdo con

orgullo. Juntos hicimos el colegio primario en una vieja escuela rural, y el

31
secundario en el internado, con los curas. En una sola valija, pusimos nuestras

pocas pertenencias cuando viajamos para estudiar en la facultad, Letras él y

Matemáticas yo. Aquí conseguimos trabajo y nos establecimos definitivamente. Le

debo a Alberto mi amor por la poesía y este aire soñador que me contagió,

logrando despojarme de cierta parte de mi extrema estructuración intelectual, fruto

de mis áridos estudios. Cierto es que quise yo transmitirle algo de esa lógica a su

vida desordenada, pero su pasión por la escritura, no le permitía caer en cuentas

de la realidad, navegando a la deriva por diversos mundos inventados. Y no es

que no supiera lo que pasaba a su alrededor, simplemente se negaba a aceptarlo

como la única verdad posible, y se jactaba de ello. Con respecto a nosotros, decía:

“Hemos roto todas las reglas, no le hemos hecho caso ni a Mendel ni a Rousseau,

pues fíjate, si por la genética nos guiamos, nuestros padres son hombres rudos,

de trabajo, sin más sensibilidad que las de sus manos callosas, y, sin embargo,

nosotros somos dos personas altamente emotivas y afectuosas. Si discurrimos por

el lado de nuestros condicionamientos sociales, hemos vivido prácticamente la

misma vida, las mismas escuelas, la misma “orfandad con padres”, el mismo poco

éxito con las mujeres, la misma pieza húmeda de la pensión y tantas otras cosas.

Y a pesar de todo ello, ya ves, somos como el aceite y el vinagre, podemos

complementarnos perfectamente para un mismo fin, pero nuestras sustancias se

asemejan solo en lo mínimo. Ah! Por cierto que la parte del vinagre es la tuya”,

remataba siempre con una sonrisa. Esto nunca me hizo gracia, probablemente por

que era cierto.

Cuando estuvimos en condiciones de salir de la pensión, alquilamos un

departamento. Una vez superada esta etapa, sentimos la necesidad de tener

32
nuestros propios espacios y alquilé un monoambiente en el mismo edificio.

Independientes, sí, pero cerca. Conservábamos mientras podíamos la costumbre

de cenar juntos, y charlar a la hora de la sobremesa, con un cigarrillo en una

mano, y si las condiciones económicas lo permitían, un whisky en la otra. Mi

trabajo en los colegios me llevaba toda la mañana y por la tarde atendía algunos

alumnos particulares en casa. En eso no he cambiado. Alberto daba clases en la

facultad y dedicaba el resto de su tiempo a leer y fundamentalmente a escribir. Era

muy creativo y fructífero. En cuanto tenía una idea en la cabeza, se sentaba frente

a la máquina, para escribir aunque sea un esbozo, que luego completaba con

tranquilidad. Más de una vez me dejó hablando solo, gracias a esa necesidad de

plasmar urgentemente sus ocurrencias en un papel. “Las ideas no son nuestras,

solo pasan frente a nosotros de la mano de una musa, y hay que saber atraparlas

con velocidad, antes de que emprendan un vuelo de dudoso retorno”, se

excusaba.

Una noche, habiendo dado yo por terminado nuestro diálogo habitual, me

disponía a partir, cuando de pronto noté que Alberto tenía algo más para decir.

Volví sobre mis pasos, me paré frente a él y le dije:

- Nos conocemos lo suficiente como para darme cuenta que hay algo raro

dando vueltas por esa cabeza hueca, puedo escuchar una idea rebotando de

parietal a parietal.

- Las evidencias están en mi contra Su Señoría, llame al escribiente por que

debo confesar algo -suspiró con resignación, con la cabeza gacha y la vista

clavada en el vaso que masajeaba con sus manos, como tratando de exprimir una

33
última gota de alcohol- Lo que decís de la cabeza hueca, no dista mucho de lo que

me está pasando.

- ¡Traed pañuelos para Magdalena! -vociferé agitando el brazo derecho en

alto, mientras volvía a sentarme a su lado-.

- Estoy más que preocupado con algo que me está pasando, así que si

podés dejar el sarcasmo de lado te lo voy a agradecer.

- Reconozcamos que el primer sarcástico fuiste vos. Pero si es algo

realmente serio, entonces aquí estoy. Te escucho -le aseguré palmeando

suavemente su rodilla-.

- ¿Te acordás ese cuento que te di la semana pasada para que leyeras?

- ¿Ese en que un tal Oleg contaba como Odín había condenado al destierro

a una Walkiria, por que esta se enamoró de Tor?

- Ese mismo. Hoy lo releí, y no entiendo nada de lo que dice.

-¡Ah!¿es eso? Entonces no te preocupes por que a decir verdad, yo

tampoco entendí mucho -dije riendo-.

- Por favor...

- Lo siento, lo siento. Seguí.

- Es que no entiendo de qué estoy hablando en el cuento, es decir, es como

si toda la mitología germana hubiera sido borrada de mi memoria.

- Es que estás cargado de trabajo, no dormís nunca, seguramente es la

fatiga mental que...

- No, no entendés. Estoy bien, no tengo problemas, aunque debo reconocer

que me canso cada vez con mayor facilidad, pero mi memoria anda bien. Me

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acuerdo de cualquier cosa que me preguntes, pero de mitología germana nada.

Tuve que leer de nuevo un libro que tengo sobre el tema, por que no sabía quién

era Odín, ni las Walkirias, ni Tor, ni nada de nada. En blanco. Para colmo, cuando

terminé el libro, habiendo recuperado mis conocimientos al respecto, volví a leer el

cuento, y cada vez que leía el nombre de un personaje, automáticamente olvidaba

su significado. Inclusive era como un golpe, que minaba mis fuerzas, y me impedía

seguir leyendo, a pesar de eso lo leí entero, y entonces me di cuenta que estaba

como al principio. De esas malditas leyendas bárbaras, nada.

- Te digo que es la primera vez que escucho algo así, no te quiero asustar,

pero...¿ por qué no vas a ver a un médico?

- No te preocupes, que asustado ya estoy. Tenés razón, mañana mismo voy

a ver a un especialista, y ahora andá a dormir que hay que ir a trabajar temprano.

Lo dejé solo, y me fui a mi departamento, para evitar las perniciosas

elucubraciones que hubiéramos ensayado juntos, sobre algo tan alarmante. Esa

noche, ninguno de los dos pudo dormir.

Tres días después, mi entrañable amigo, llegó hasta mí con algunos

papeles en la mano. Los extendió y me dijo:

- Tomá, leelo. Este cuento lo terminé de escribir anoche

- Con todo gusto le leeré, pero ahora me tengo que ir al banco a pagar la

luz, o no lo voy a poder leer, por lo menos de noche –repliqué-

-No!... Por favor, tenés que leerlo ahora –me rogó con gesto suplicante-

-Bueno, esta bien. Sentate y dame y un rato...

Leí el cuento, lo más rápido posible porque advertí la impaciencia que se

reflejaba en el rostro de Alberto. Era un cuento policial, que se desarrollaba en la

35
década del treinta en un barrio de la Boca. Un policía se infiltraba entre los

malevos del barrio, para investigar el asesinato de una prostituta de la isla Maciel.

Al terminar, quise aprovechar para sacarme una duda respecto de algunas

palabras en lunfardo, de las cuales no sabía su significado exacto.

- Bien –empecé- Antes de discutir el cuento, me gustaría saber si el funyi es

el sombrero y el lengue es la bufanda,¿o es al resve?

- Eso es lo que a mí también me gustaría saber –respondió preocupado-

- Dale, no te hagas el otario...

- ¿El qué?

- El otario... el tonto, el distraído ¿me estás cargando?

- No. Definitivamente me ha sucedido otra vez. Terminé de escribir este

cuento, y al leerlo no entendía una sola palabra.

- ¿De lunfardo? –Pregunté extrañado-

- De nada... –y rompió en llanto desconsolado-

Las cosas empeoraron paulatinamente, por que Alberto se veía con el

transcurrir de los días cada vez más desmejorado. Innumerable fue la cantidad de

estudios que le hicieron los médicos que vio, y no encontraban ninguna causa. No

existía, decían los facultativos, ninguna patología que coincidiera con los síntomas

que presentaba. La pérdida de memoria, se extendía a distintos temas, pero

siempre a algo específico y bien delimitado. Su físico mostraba un aspecto

alarmante, a comparación con lo que El Greco pintaba en sus cuadros, hasta

podría decirse que la suya era la típica imagen manierista, que contrastaba con su

robustez de siempre.

36
En busca de otras opiniones, vimos a distintos médicos de aquí y de la

Capital, pero lo único que lográbamos era trasladar el desconcierto a un abanico

más amplio de galenos.

Me costaba entender cómo hacia Alberto para seguir escribiendo con su

memoria cercenada y lo que era más llamativo, su creatividad parecía

exacerbada. Siempre tenía algún argumento nuevo. Daba la impresión de que

quería escribir todo lo posible antes de un fin que auguraba cercano. Con cada

nuevo cuento, perdía más conocimientos. Escribió sobre la vida del cantinero a

quien Van Gogh, pagaba el licor con sus cuadros, y olvidó por completo lo que era

el impresionismo. Cierta vez escribió sobre un soldado que participaba de las

matanzas de indios que promovió Roca en el sur, y luego su amnesia se extendió

por toda la Patagonia, ni siquiera recordaba nuestro pueblo.

Su actitud de desesperación inicial, cedió terreno ante un estado de laxitud

propio de aquel que cae abrumado por la resignación, al no encontrar la solución a

sus problemas. Yo por el contrario corría de clínica en clínica con los análisis y

diagnósticos tentativos entre las manos, hasta que por fin desmoralizado,

comencé a buscar respuestas alternativas, en donde tampoco creía poder

encontrarlas. De esa pesquisa, surgió un hombre, uno de los tantos brujos,

adivinadores y sanadores que había visto, que resultó no ser uno más. Se hacía

llamar Andhra-Raji, nombre que había adoptado al abrazar el budismo, para

reemplazar al original. Era, según él, solamente un consejero que en un principio

se había dedicado a la contemplación, hasta que comprendió que su misión era

ayudar a los que buscan alcanzar un estado superior. Para mí, lo que contó en

nuestra primera entrevista eran puras patrañas. Me habló del Nirvana, del cordón

37
de plata, y de muchos conceptos que no compartía. Al escuchar lo que le conté

sobre Alberto, quiso conocerlo de inmediato. Concertamos una entrevista en el

departamento de mi amigo para el día siguiente. Hacía ya quince días, que me

había mudado con Alberto para cuidarlo, desde que quedó postrado, y no tenía

fuerzas ni para bañarse. Solo le restaba ánimo para escribir.

Andhra-Raji, estuvo el primer día charlando con Alberto a solas, por más de

siete horas. Esta rutina se repitió por tres semanas, en donde la charla era

interrumpida por alguna mantralización, de cadencia tan monótona como el hilo de

humo que desprendían sus sahumerios. Al vigésimo tercer día, me llamó aparte y

me dijo que ya sabía lo que estaba pasando. Que me sería muy difícil de creer,

pero que me lo contaba porque de mi influencia sobre Alberto, dependía que él

siguiera con vida. Se sentó en una de las sillas del comedor, me indicó que hiciera

lo mismo, y me dijo:

- Lo que le voy a contar, Alberto ya lo sabe. Él me sugirió que usted se

negaría a entenderlo, así que se lo explicaré de una forma simple. ¿¿Ha

escuchado hablar a los actores, de cómo explotan sus facetas dormidas?

- Alguna vez, aunque si pudiera ser más exacto...

- Los actores, suelen sacar de su interior, algunas caras de su personalidad,

que se encuentran ocultas, las maduran y las utilizan para dar a luz a un

personaje. Por ejemplo, buscan su lado femenino y exploran en él, para

representar bien a una mujer, bien a un homosexual. Este es un ejemplo sencillo

para que usted pueda interpretar un proceso muy extraño y por demás complejo

que se está desarrollando en Alberto. Cada uno de los personajes que él incluye

en sus obras, no es sino la exteriorización de una de sus vidas pasadas, porque

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tiene la rara capacidad de poder “recordarlas”, aunque no sea consciente de ello.

Esto que cualquiera de nosotros los budistas busca afanosamente, es para él un

peligro mortal, es más, es un peligro existencial, por que él pierde con cada

“recuerdo” una parte de su esencia acumulada durante milenios. Él, quita

verdaderamente una parte de su ser, para volcarlo en su obra.

- ¿Usted me está hablando de reencarnaciones?

- Absolutamente.

- Mire, yo no creo en nada de eso, pero si existe en lo que dice una mínima

posibilidad de salvarlo, haré al pie de la letra lo que me pida.

Me explicó todo durante varias horas, y anotó detalladamente los rituales

que deberíamos seguir. Cuando concluyó, me suplicó:

- Por favor, es fundamental que no siga escribiendo. Al conocerme,

comenzó a escribir un cuento en el que relata diálogos suyos con Sidharta

Gautama. No debe de ningún modo terminar ese cuento, por que si lo hace

acabaría con su propia existencia, y no le hablo de su actual vida, sino de toda su

existencia. Yo he tratado de hacerlo recapacitar, pero él está empecinado. De su

poder de convicción depende ahora.

- Espero que todo esto sirva para algo. Hace rato que no veo como está, así

que si me permite...

- Por supuesto, yo me voy, cualquier cosa que pase búsqueme de

inmediato.

Acompañé a Andhra-Raji hasta el pasillo del edificio, y volví al

departamento. Preparé un té negro, para iniciar los rituales y me dirigí a la pieza.

39
En el momento que entré a la pieza, me quedé paralizado ¡la cama estaba vacía!,

y sobre ella había un lápiz y un cuaderno en blanco. Imaginando lo que podía

haber sucedido, corrí a la pequeña biblioteca a ver las carpetas en donde Alberto

guardaba sus cuentos. Todas las hojas estaban en blanco. Las fotos de los

portarretratos, en las que antes había estado la imagen de Alberto, ahora

mostraban solamente el paisaje de su entorno, y por supuesto a mí que lo

acompañaba en todas. Entonces hijo, fue cuando lo confirmé:¡Alberto había

terminado sus diálogos con Sidharta! No pude encontrar a nadie que lo recordara,

ni siquiera sus padres. Extrañamente, éramos solo dos personas las que lo

manteníamos vivo en nuestra memoria: Andhra-Raji, quien falleció un año

después de aquel suceso, y yo.

Ahora, tu también conoces la historia, y debes creerla por que así fue.

40
El Periscopio
P o r: Si re n a Ne g ra

¨ He comprendido. La certeza de que no había nada que comprender, ésa debía ser
mi paz y mi triunfo. Pero estoy aquí, habiéndolo comprendido todo, y Ellos me
buscan, convencidos de que puedo revelarles el objeto de su sórdido deseo. No
basta con haber comprendido, si los otros se niegan a aceptarlo y siguen
interrogando. Me están buscando, deben de haber encontrado mis huellas en París,
saben que ahora estoy aquí, aún quieren el Mapa. Y por mucho que les diga que no
hay mapas, seguirán queriéndolo. Belbo tenía razón: Jodéte, imbécil, ¿qué querés,
matarme? ¿Pero dónde vas? Matáme, pero no te voy a decir que el Mapa no existe,
aprendé a buscarte una vida.¨ Umberto Eco, El péndulo de Foucault, (MALKUT).

T
enía que llamarla de inmediato. Desesperadamente busqué un

teléfono hasta encontrar uno cerca de una oficina de correos, que

resultó estar ocupado como en todos los casos de urgencia.

Un hombre con aspecto de lunático estaba sentado en la cabina,

comiéndose el tubo, jugando con sus manos temblorosas y haciéndole muecas a

una mujer que inquieta le golpeaba el vidrio.

Tardó unos cuatro minutos en salir. Cuatro minutos que podrían haber

significado mi vida, o la de Belbo.

Afortunadamente, la mujer no quiso hablar por el mal olor. Me cedió su

lugar e introduje mi última ficha salvadora para hablar con Lía y poner en práctica

mi estrategia de pobre víctima: si esa noche no llegaba a salir vivo de ahí, ella

41
sería la culpable y tendría que cargar por siempre con la conciencia de conciencia

de ambos.

-Tenés que venir urgente a París. Esta historia es increíble, necesito verte ya. Vení

con él, por supuesto.

-Pero... ustedes y sus inventos...

-Vení, estoy enloqueciendo y se me está por... -corté en seco por si Ellos me

estaban escuchando, con la certeza de que si lo hacían los capturarían en el

camino, me extorsionarían con dejarles caer la guillotina sobre sus frágiles cuellos

y entonces sólo habría dos opciones: la muerte o la confesión.

Ella estaba advertida. Yo seguí caminando, en extremo cansado pero

animado porque sabía que sólo me faltaban un par de pasos para llegar. Entraría,

me haría el interesado en cualquier cosa -menos en el péndulo- y minutos antes

de cerrar me ocultaría en algún artilugio hasta la medianoche. Cuando ya

estuvieran Ellos, con un discurso armado los convencería de la incredibilidad del

Plan e iría con Belbo al hotel para buscar a Lía y Giulio y volver los cuatro a Milán.

El hombre-lunático me detuvo en la esquina. Me pidió que le prendiera un

cigarrillo porque sus manos temblaban demasiado y ya tenía experiencia en

quemarse cara y dedos con el encendedor.

Nuestra terrible angustia no se podía disimular. Nos preguntamos las

causas al unísono, lo que nos hizo sonreír (y digo nos hizo y no sonreímos porque

no éramos nosotros, estábamos demasiado abrumados; fue la coincidencia

inexistente de la pregunta la que esbozó una risa).

-Discúlpeme, pero es demasiado importante el asunto como para contárselo a un

desconocido. Mejor enciendo su cigarrillo y seguimos cada uno nuestro camino.

42
-Pero no, por favor, no me pasa todos los días esto. Por lo menos no voy a tener

que hablarte en mi mediocre francés, hago un esfuercito en tanto y nos

entendemos bárbaro. Vamos, te invito a tomar algo y yo hablo primero.

-Bueno, pero no aseguro nada -claro que no pensaba contarle-. ¿Por qué le

tiemblan las manos? ¿Está nervioso, enfermo, preocupado?

-Todo junto. Justamente le acabo de comentar a un amigo que anoche se me dio

por cortar un pan francés y cuando le metí el cuchillo se puso a llorar. Yo estaba

acá, en París, el pan francés de Buenos Aires lloraba y me desperté. Lloraba

como un bebé... no sé para qué te cuento si igual no vas a entender... debés

pensar que soy un chiflado entristecido por las lágrimas de un pan onírico.

-Lo entiendo perfectamente. Lo angustia el despertar de las lágrimas y su

despertar, darse cuenta del llanto en su sueño y de que también es posible en su

realidad. Es que es así, no hay nada que hacer. Esa desesperación surge cuando

uno se vuelve consciente de que puede cambiar al pan y está absolutamente

convencido de que esa bolita de masa no es más que una extensión nuestra o

nosotros una continuación de esa flautita o milonguita. Pero en realidad el

problema no es ese, sino que es la gran minoría la que puede sentirlo, lo que nos

lleva a enfrentar esa soledad incompleta, eterna, que nos mata porque nos hace

corroborar que fuimos lanzados al mundo y que no podemos llenar el vacío

original.

-Exacto, ¿cómo sabías que era eso, che?

-Sentí lo mismo que usted durante muchos años, hasta que conocí a Belbo, todo

un personaje que me sacó del pozo negro. Pero no duró mucho tiempo. Ahora

43
estamos metidos juntos en uno mucho más tétrico que hace peligrar nuestras

vidas.

-Ah! ¿Por eso andás con la cara pálida mirando desconfiado a todo el mundo?

-Es que temo que Ellos nos encuentren, sería una catástrofe. Tengo que estar en

constante alerta, tengo que detener a Belbo.

-¿Ellos? ¿Vos también creés que existen?

-Claro que existen. No sólo eso sino que nos están buscando para en vano,

sacarnos el secreto.

-Pero si Ellos... ¡ todo es un invento, nada más que eso!

-Yo creía lo mismo que usted, pero ¿alguna vez se preguntó cuál es la diferencia

entre fabricar un acontecimiento o un sentimiento, y que simplemente se nos

manifieste?

-Si, varias veces. Lo que te puedo decir es que si ese algo es lo que dicen real o

una fantasía, en el fondo es exactamente lo mismo, siempre y cuando lo lleves

hasta el final y te hagas cargo durante todo el camino de esa causa y sus

consecuencias. Si no lo hacés te termina destruyendo, sin importar su naturaleza.

Además, ¿por qué tantas preocupaciones, si todo es una gran mezcla en esta

vida? Yo ni siquiera sé si estoy en verdad hablando con vos...

-Yo también lo dudo pero en todo caso, yo parezco más real que usted... ¿ cómo

sabré que realmente nos conocimos?

-Sencillo. Si nos volvemos a encontrar alguna vez o si llegás a tener en el futuro

algún indicio nítido que te conduzca a lo que es esta charla, es porque soy de

carne y hueso. De lo contrario... no te puedo asegurar nada... y aún así pienso que

44
te estoy mintiendo con esta pueril explicación. Te repito: todo se mezcla. Puedo

ser un sueño o no, pero a esta altura no interesa separar los tantos.

-Mejor cuénteme cómo se enteró de todo esto.

-Sí, paso por paso.

Comenzó hace unos años, una noche que llovía a cántaros. Yo estaba en

un barcito oscuro, repleto de velas recicladas, pensando un rato en compañía de

mi soledad y unos tragos. Una mujer muy chiquita estaba dando un concierto,

parecida a la rata esa que me golpeaba el vidrio por el tema de los seis minutos,

¿viste? Bueno, este gnomo con anteojos tocaba la trompeta terriblemente mal.

Los borrachos la insultaron sin cesar, con vasos sobre su cabecita, hasta que se

fue corriendo bajo la lluvia. Me dio pena y fui tras ella acompañándola hasta su

casa donde me invitó a seguir tomando un brebaje, horrible también, que ayudó a

desinhibirnos. Acá viene la parte que te va a interesar. Me contó sobre un amigo

suyo que dice llamarse Agliè pero tiene no sé cuántos nombres más. El tipo no

está nada cuerdo, habla continuamente del Ombligo del Mundo, de las corrientes

telúricas y cosas por el estilo.

Aproveché cuando ella se quedó dormida en el sillón para revisar el

departamentito. Al encontrar la dirección del hombre este me fui a contarles a los

del Club; les dije todo cuanto había pasado y estuvimos un buen rato encerrados

maniobrando un juego que resultó, por lo que me contás, bastante macabro.

Cuando todo estuvo arreglado, nos fuimos a buscar a Agliè. Tardamos más o

menos seis meses en ganarnos su confianza, y al séptimo ya nos había contado

todo sobre los templarios y el Mapa. Hasta lo llevamos varias veces al Club, donde

45
nos leía sus impecables apuntes y algunos libros extraños, muy antiguos. Con sus

aires melodramáticos nos enternecía a todos.

Claro que sí, además de divertirnos nos enganchamos en la historia pero

sabiendo que es un invento.

Hay realidades, ficciones y pseudo realidades y la suya es de las últimas,

una realidad forzada, una compenetración que le es imposible deshacer. Él se

cree inmortal, al igual que su historia, y ya ninguno de nosotros se anima a

contradecirlo. Una noche nos confesó que si alguien le dijera que todo es un gran

artificio, él, sin más, se sentiría alguien en el mundo. Y lloró. Lloró

desconsoladamente durante horas. Es un tipo que está muy solo, es un pobre tipo

porque no sabe valorar su soledad.

imagináte un Apocalipsis agliano: nada existe, ni siquiera vos, Agliè, sos

una gran-men-ti-ra, como nosotros. El tipo sucumbe, humillado, le da un paro

cardíaco respiratorio, le brotan ríos de sangre de sus ojos... me gustaría grabar su

silencio de indignación

Pero no, nada de eso, se pondría loco de contento, entendés, alguien...

habría una personita preocupada por él !

-Así que esa es su versión de la historia... -levanté mi vaso para que me trajeran

otro whisky-. Le contaré cómo conocimos nosotros a Agliè.

-Ah, bueno! Viste? Lo casual también existe... Pero créeme, estoy seguro de que

está rogando a sus divinidades imaginarias para que le manden a alguien que le

diga que ese Todo por el que vive es en realidad la nada. Él sabe que es un

producto de su imaginación, sólo necesita un hilo que incinere su historia y deje en

libertad su verdad inconsciente. Pero no puedo ser yo ni nadie del Club porque

46
nos conoce demasiado, aparte nos divierte tanto el loco... y nuestra vida no está

en peligro. Supongo que tu amigo es el indicado para hablar, pero sus planes son

otros y eso me parece perfecto.

Todavía tengo sueño, esta garita se volvió insoportable. Mi cuerpo no me

responde, pero ya la medianoche se aproxima y Ellos deben estar por llegar.

Me alegro de haberme encontrado con este hombre, al menos avivó una

pequeña esperanza. Cuando salga de esto, no importa en qué circunstancias, voy

a ir a buscarlo a la dirección que me dejó. Tal vez, como se están dando las

cosas, no esté tan loco; tal vez él sea el único cuerdo entre nosotros.

Belbo no dijo ni una palabra. Aprovechó su momento, llegando hasta las

últimas consecuencias.

Fui a buscarlo pero no existe el número y nadie conoce a ese tal Oliveira.

Ya no estoy somnoliento, ahora recuerdo una frase, creo que él me la dijo: no se

puede ir en contra de lo inevitable. Ya lo entiendo todo.

Cuando el deseo se mezcla con el orgullo, se emplea la pasión como cruz y

la venganza como Biblia. Cuando ya no importa respetar las reglas de este

siniestro juego, cualquier maldito artificio es válido para intentar ser descalificado.

Pero si se es como Belbo, es uno quien lo elige, quien deja las agujas a la deriva

del olvido, cuando el orgullo duerme en el cubilete y el deseo no es más que el de

salir por los propios medios, cuando ya el destino ni siquiera nos empata,

entonces no ganamos ni perdemos porque quedamos solos en la mesa de nuestra

religión, en el centro de nuestra propia fábula. Entonces nos encontramos con la

segunda oportunidad en la vida para esta vez aprovecharla, aunque nuestro

momento coincida con lo que algunos osados llaman Muerte.

47
ENTONCES
LO SUPE...
Por: Federico Quiróz

...E
ntonces lo ignoraba. Frente a mí estaban 22 años

de distancia concentrados en un gesto, cuando

dijo con un abandono incomprensible: "ahora soy

varios viejos". Era mi primer ex-marido y le contaba mis malísimas experiencias

con los cinco siguientes. Al segundo, después de él, se le ocurrió morirse el día

que no había ataúdes en la ciudad para hacerse sepultar con mis manos. El

tercero, se había suicidado frente a los dos hijos de ambos para ser retratado con

una escopeta en la mano, condición exigida para la fotografía. El cuarto, un

extranjero, se drogaba para sentirse diferente de los míos logrando sólo

confundirse con los demás. El quinto, un verdadero verdugo, dirigía campañas de

género contra la violencia doméstica, suspendiendo sus golpizas, hasta después

de las jornadas de trabajo, en las réplicas mías que tenía por toda la ciudad. El

último, por fin, mientras me preparaba para ser feliz, porque era perfecto, renunció

a mi gordura del momento y a mi vejez inevitable, por una chica delgada y bella.

Mientras le contaba todo esto, no olvidaba que, de todos, sólo a él le había

sido infiel con el segundo. La víctima narraba frente a la víctima. Si él y yo éramos

"otros"; si ahora, también, somos "otros" y mañana lo seremos de igual manera,

48
cuándo, en realidad, somos los verdaderos. Una anticipación de 22 años, en este

instante frente al reflejo, me dice que "verdaderos" no somos nunca. Era extraño

que siendo "otros" pudiéramos recordar que en otros tiempos éramos también

"otros". Cadenas de "otros" y "otros" hasta llegar a la observadora que soy,

integrarme como "otro" más, y seguir girando y girando. Y disolverme.

El sólo observaba mi abdomen colgante como el de un Buda en miniseta,

mis brazos adiposos como alfombras de grumos sacudidas en ventanas italianas y

las enormes piernas que se tardaban, por su volumen y peso, en su vuelo, más de

lo debido para cruzarse una sobre otra. Si regresara con él --me dije--podría

presentarlo a mis amigas como "mi primer marido y el último".

Me acerqué para verlo mejor y ví que tenía el número correcto de arrugas

para su edad. Exactamente las mismas que yo. Miraba, incluso, en mi misma

dirección. Estaba totalmente calvo, su estómago era inmenso y descargaba

ventosidades discontinuas. Había, sin embargo, algo opaco en sus pupilas que me

impedía conocerlo de un modo inmediato, como si lo persiguieran varias personas

parecidas. Como si jugara al escondite conmigo. Masculló algo inaudible que

terminaba en "...ella".

Me dijo, "tu segundo esposo murió el día que la revolución triunfó y ocupó

todos los féretros para enterrar a sus muertos; el tercero, un día bajó la guardia

ante el principio que la vida es soportable tan sólo con la idea de que podemos

abandonarla cuando queramos y se mató para parecer eterno y feliz en la

fotografía de su único cumpleaños propio; el cuarto, se perdió en el exceso de

diferencias que ocasionan los conflictos que vienen de evitarse por ellas y en la

saturación de igualdad que ocasiona las diferencias que anula; el quinto, sólo

49
continuó la tradición de separar la espiritualidad de los discursos para engañarse a

sí mismo y violar a las demás; el último, donde casi me reconocés, si no hubiese

sido porque, a punto de lograr lo máximo, siempre nos olvidamos del tiempo que

nos derrumba todo y nos hace pararnos sobre unos escombros que somos

nosotros, sólo te traicionó con vos misma cuando eras joven".

Comprendí que él era todos los demás y que yo, al hablar conmigo misma

frente al espejo, era él. Entonces lo supe.

II

E
ntonces lo ignoraba. 22 años es un instante para decirme desde

su locura "todas soy yo". Le conté que, después de separarnos,

establecí cinco relaciones, dejándome un sabor, más bien una

intersección, como la de los aros de los juegos olímpicos, entre amargo y dulzón.

La segunda, después de ella, me entregó una fidelidad de ida que me deleité en

traicionar para averiguar cómo era un asesino; la tercera, me hizo viajar hacia la

luz con la naturalidad de quien ignora estar feliz y deshace un adiós en sus

bolsillos neutros; la cuarta, un ave de cristal, destruyó mi inconsciente para

aparecer en él todos los días con la más extraña de las preguntas; la quinta, se

envolvió en una tristeza infinita que transmitió para siempre a una hija que nació

brincando por las aceras; la última, hizo de la ambigüedad el sitio para reclamar

una libertad que la hizo parecerse mucho a lo peor de los hombres.

50
Mientras le contaba todo esto, me dije que con la segunda había efectuado

una vulgar venganza. El verdugo narraba frente al verdugo. El daño que hacemos

a otros siempre regresará, con el tiempo, a nosotros, no importando si lo iniciamos

o no. El dolor, el sufrimiento, es un inmensa ciénaga en la que participamos todos

por creernos únicos donde, ciertamente, no hay nada. Si de verdad conociéramos

lo que pasará mañana nadie se movería. Pero queremos siempre regresar atrás o

imaginar que el futuro es construible. Nadie nos ha definido como una bolita de

estiércol. Todos nos creemos escarabajos destinados a empujarla. Llegué, no sé

cómo, a saberlo más rápido que los demás: todo es un secreto que los viejos no

queremos decir.

Ella observaba mi cabeza sin ningún cabello, como un Buda sin sombrero,

mi cintura como tonel de ron a punto de vencer la resistencia de los aros y, sobre

todo, me dejaba escuchar flatulencias a discreción, como si nadie me viera,

apenas levantando una pierna que permitiera la descarga en sordina. Eran como

ahogos de violines pellizcados. Si regresara con ella le diría a mis amigos, les

presento a "mi primera esposa y la última".

Estaba gorda en su silla y, después de cambiar sus piernas, se levantó para

acercarse al espejo, agitando las lonjas de sus brazos. Vi unas manos finas que,

con las palmas, deslizó en la superficie del cristal acariciándome y señaló mis ojos

haciendo una horquilla como la que hacen los luchadores para picárselos. Había,

en los suyos, una sombra que me saludaba desde un lugar conocido y que

obligaba a buscar en mis propias fotos. Murmuró incoherencias como que "era

yo".

51
Me dijo "tu segunda esposa la traicionastes porque no pedistes lealtad y

disfrutastes al confesar tus delitos que algún día tendrás que contar a nuestra hija

como cometidos por otros; la tercera, fue la pasión más ardiente y la relación más

delicada en un invierno tropical, pero extranjero, mientras te enseñaba que la

felicidad sólo dura un día, como en las moscas, y se te alejó silbando, viendo las

vidrieras, dejándote con las manos extendidas hacia mí; a la cuarta, nunca le

contestaste la pregunta que te hacía todas la mañanas: ¿amás a un cisne viejo

volando en el centro amargo de una playa sucia?; de la quinta, fuiste el culpable

de su tristeza goteante salvada sólo por una niña alegre en revoloteo de un

recuerdo limpio; la última, la que parecía el final de tu reposo de guerrero, en la

que no pudiste verme repetida por haberme olvidado, decidió un día servirse de

tus ilusiones al anunciar su búsqueda y perderse en sus límites sobre tus propias

ruinas".

Comprendí que siempre estuvo repartida entre todas las demás y que, al

verla desde el otro lado del espejo, jamás dejé de ser ella. Entonces lo supe...

52
Existía una casa
de lado...
por: Kairaba

E
xistía una casa de lado en las afueras de un pequeño pueblo.

Una casa de lado quiere decir de lado, o sea que se tiene que

echar uno al suelo para poder pasar por la puerta, ¡jo que rollo!,

siempre me manchaba los pantalones al entrar.

En esta casa entraban todos los jefes de estado y gobernantes del mundo

durante una semana al año sin poder salir de ella, vivían de lado, o sea, acostados

todo el tiempo, discutían los problemas de sus respectivos pueblos de lado,

hablaban de lado, conspiraban de lado, hasta intercambiaban bastones de lado.

La gente al principio se sorprendió de esta casa tan extraña. Pero cuando

empezaron a ver en los noticiarios y los periódicos que las guerras terminaban y la

paz prevalecía sobre todo conflicto político o religioso todo el mundo se mostró a

favor de esta casa de lado.

Ahora debería describir esta casa, ya que al ser la primera casa de lado de

la historia, su diseño interesará al sagaz lector: esta casa era de madera, madera

nueva, recien barnizada, brillante sin luz y con luz aún más, estaba vestida de

flores, flores de colores sobrios y a la vez acogedores, su puerta era de un verde

oscuro y gastada como camisa de inglés, como si casa y puerta vinieran de

distinta partida y la hubieran juntado allí en bendita comunión, hablando de la

53
puerta no nos podemos olvidar de su cerradura en bronce, que si bien no tenía

ningún signo o letra se podía apreciar una flecha mirando hacía arriba que vista de

lado parecía apuntar a la derecha. El interior de la casa era práctico para una vida

de lado y más bien discreto.

Ahora creo que es el momento de presentarme, me llamo Jerome, soy el

jefe del departamento de marketing de SINPRISA, empresa vinculada a las

soluciones constructivas. De la nada aparecí en las Enciclopedias, como lo oyen,

y todo por algo tan sencillo, la casa de lado.

Si os cuento como se me ocurrió la idea creeríais que lo estoy inventando,

pero no, sucedió así:

- Una tarde mientras descansaba después de la comida en casa de Constanza,

mientras Constanza y Andrea discutían por cualquier nimiedad, me gusta repetir el

nombre de Constanza, me recuerda a mi niñez, a las 356 veces que vi los tres

mosqueteros, nos vamos del tema que nos ocupa o más bien que nos desocupa,

volviendo al momento del "fogonazo" o "iluminación", respiraba tendido en un

sillón viejo con el relleno saliendo de su forro pero a la vez adaptado al cuerpo por

los años de servicio, cuando vi encima de la mesa un libro raído con un papel

dentro a modo de señal, cogí el libro, lo abrí, la señal era una postal de un cuadro,

un cuadro italiano rechazado primero por los monjes y comprado después por un

rey francés, en el cuadro aparecía un ángel apuntando con su dedo hacia una

actitud, el dedo de aquel ángel apuntaba hacia allí, hacia el mismo lugar que la

flecha de la cerradura. Tenía la solución constructiva más inteligente jamás

creada, y que hay más inteligente que la bondad, nada.

54
Globos Rojos
Por: Mané

D
etesto las multitudes. No entiendo porque la gente dice que

estamos en crisis, cuando a fin de año todos se la pasan

comprando como locos en las tiendas regalos que

probablemente no durarían hasta la siguiente Navidad. Si no fuera porque le había

prometido a mi hermana que le compraría a mi madre unas flores esa tarde de

Nochebuena, me hubiera dirigido a mi casa después del tradicional brindis de la

oficina, y no hubiera tenido que atravesar el centro de la ciudad para tomar el

autobús (el cual, naturalmente estaba atestado de gente) que me llevaría al

cementerio.

Por fortuna el trayecto hasta el Cementerio Municipal de Tampico no es

muy largo. Me bajé del autobús y compré varios ramos de claveles y gladiolas a la

señora que ya me considera su clienta. Al contrario de la mayoría de la gente, voy

a visitar la tumba de mi madre para cuidar la propiedad, más que para platicar con

ella. Además, me gusta mucho el lugar. A pesar de estar frente a la Avenida mas

transitada de la ciudad, siempre hay un ambiente de paz y extraña belleza. Hay

tumbas con bellos monumentos de principios del siglo pasado que están muy

descuidadas. Entre los árboles de mango y aguacate encuentro una estatua de un

Sagrado Corazón, un Cristo Crucificado, o un Ángel de la Guarda, manchados de

moho y con dedos o rostros mutilados. De vez en cuando me gusta leer los

55
nombres de las personas que ya nadie recuerda, y pienso en todos los planes que

tiene mi hermana (colocar un monumento sobre la lápida o construir una pequeña

cripta) y se me ocurre que en 50 años, los hijos de mis sobrinos si acaso sabrán

que su bisabuela se llamaba Guillermina.

Iba rumbo a la tumba de mi madre (primer pozo de agua y luego a la

izquierda hasta el árbol de mango) cuando vi algo que no cuadraba en el

ambiente: varios globos metálicos rojos se distinguían entre el verde de los

árboles y el gris del cielo. Conforme más me acercaba, vi que los globos estaban

atados a la cruz de la tumba que estaba al lado de la de mi madre, y a un joven

que estaba sentado en una banca con sus codos en sus rodillas y descansando su

cabeza en sus manos entrelazadas frente a la lápida, como si estuviera orando.

“Buenas tardes” –dije-. El joven (a quién no calculé más de 25 años) se levantó.

“Buenas... Perdón por sentarme en su banca.”

“No se apure, no es mía. Además para eso es.”

El joven se sentó nuevamente. Quité los papeles que envolvían los ramos de las

flores que compré, y con ellos comencé a limpiar las hojas y la tierra de la tumba.

“Usted sabe si... viene gente a visitar esta tumba...”

Era de una joven que fue enterrada días después de mi madre, hacía ya 3 años.

“Pues... no sabría decirle... yo solo vengo algunos domingos cuando estoy libre... y

no he visto a nadie.”

“Claro... al menos parece que alguien viene. La tumba esta cuidada. Eso es

bueno.. es bueno venir a ver los gente que se ha muerto. Aunque .... ¿Para qué?..

56
‘Nunca visites panteones, ni llenes tumbas de flores’. No lo digo por usted”, -aclaró

al ver que detenía la labor de limpieza sintiéndome un poco ofendida-. “Lo digo por

mí.”

Sin saber porque repliqué:

“Cada quien carga sus cruces como puede.”

“Eso sí. No sé si usted ha visto la lapida de esta tumba... en la que usted visita

dice “F de C”. En la de Ana solo vienen sus dos apellidos de soltera. Ella murió

siendo “Señorita”. Ella era.. una mujer hermosa a pesar de lo que creía de sí

misma. Y me amó. Hace 5 años. Ella tenía como unos 30 años.. y yo quede

impresionado con su inteligencia, su amor por los libros.. nos hicimos amigos muy

rápido. Ella era muy insegura de sí misma. La lastimaron muy joven, el amor de su

vida la dejó cuando ella pensaba que la felicidad estaba al alcance de su mano... y

creo que nunca lo superó. De vez en cuando veía un dejo de tristeza en sus ojos...

pero no era amargada. Y yo era un chavo maduro, muy avanzado para mi edad..

Había visto la muerte muy cerca. No me enamoré de ella.. pero me atraía, no sé

explicarlo. Era la mejor amiga que había tenido... hasta que cometí un grave error.

. Comencé a tratarla como si la amara.”

Su gesto de evocación feliz cambió al del arrepentimiento.

“Le decía que su rostro era el más hermoso que había visto en mi vida, cosas

como esas. Era tanta nuestra amistad que le pedí algo arriesgado: Le pedí que

durmiéramos juntos. Nada de sexo, solo eso. Quería no sé.. sentirla a mi lado

dormida. Ahí fue donde todo cambió. Ella aceptó. Esa noche antes de ir al hotel...

57
estábamos muy unidos... y... no recuerdo que dije... algo así como si nuestras

edades no fueran tan dispares... yo le pediría ser mi novia. Ella dijo ‘A mí no me

importa la edad’. Entonces lo vi en sus ojos... vi su declaración de amor y me

asusté. Sabía que no la amaba. Fue una sacudida tremenda. Le dije ‘Preferiría

seguir siendo amigos’. Fue un instante de verdadero pánico que ella disipó con un

‘Claro. No hay problema.’ Todo fue como una nube que paso en un instante.”

“Volvimos a ser los mismos, ella con su hermosa sonrisa, yo con mi plática.

Inclusive fuimos caminando por la Laguna del Carpintero, yo la llevaba del brazo...

y venía hacia nosotros una joven con varios globos y flores. Ella me dijo ‘Cómprele

unos a su novia’. Vi como ella sonrió y bajó su cabeza.. Y yo dije, estúpidamente,

‘No es mi novia, gracias’. Pude sentir como sus dedos se endurecieron en mi

brazo. Sentí su silencio, su cambio de actitud... su andar más pesado... cuando

llegamos al hotel... ella sólo me dijo ‘Sabes... eres un gran chico... te sientes tan

maduro, tan centrado pero no sabes nada de la vida. No te culpo porque yo sé

bien que aquel que se ilusiona, siempre sale desilusionado, pero no esperes salir

del corazón de una mujer que te quiere sin lastimarla.’”

“Ella me dejó en el lobby del hotel... y yo no supe que decir. Me sentí como un

perfecto idiota por varios días... ella siguió hablándome... hasta que me dijo un ‘No

puedo seguir viéndote como un amigo... disculpa’”.

“Pasó el tiempo... y lo olvidé. Conocí a una linda chica de la cual me enamoré

perdidamente... y me casé con ella. Esta esperando mi primer hijo... mi vida es

buena. Cuando pensaba en ella yo decía ‘Ella tiene que ser feliz, porque lo

merecía. Más que nadie... ella lo merecía’ Pero... hoy en la mañana en un brindis

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de Navidad me enteró por un amigo mutuo que murió sola. Con su familia... pero

soltera. No me arrepiento de no amarla porque yo no la merecía, pero si de

haberla lastimado sin necesidad como lo hice. Quizás no fui nada en su vida... y

sólo la hice vivir nuevamente lo que sufrió por su gran amor... ¿quién sabe?.”

La voz del joven se quebró con las lágrimas.

“Chingada madre... ¿Qué me costaba comprar unos malditos globos y pretender

que era mi novia? Era una mentira, pero ella vio la realidad en mí, que yo sólo era

un mocoso tonto, y cuando la rechacé ella quizás dijo ‘Lo sabía’. Ella aceptaría

eso. Pero si algo conocía de Ana era que soñaba despierta, se ilusionaba al

tiempo que se torturaba fácilmente. Quizás algún día soñó que caminábamos en

esa laguna que tanto amaba y que yo le compraba unos globos y unas flores. A

pesar de todo el dolor que recibió ella, aún tenía ilusiones, quizás sus sueños se

reducían a pretender ocupar un lugar que en realidad no ocupaba. Pero yo y mi

pinche verdad le destrozamos su sueño.”

“Y ahora estoy aquí adornando su tumba con todos los globos de corazones rojos

que pude encontrar y las rosas que encontré con las señoras de allá afuera.” -Hizo

una pausa y suspiró- ‘No llenes las tumbas de flores’... ya es muy tarde para mí.

Ella se fue con las manos vacías, porque me ofreció su amor y yo le negué lo poco

que pude haberle ofrecido.”

A esas alturas de la historia yo ya estaba sentada en la lápida de mi madre sin

saber que decir. Solo pensé, egoístamente, en que tenía razón en darle gracias a

Dios porque tuve la oportunidad de decirle que la amaba mientras agonizaba.

59
El joven de pronto se dio cuenta de lo que estaba haciendo y se levanto

componiéndose.

“Disculpe... le he dicho todo esto y... “

“No se apure. Quizás ella sabe.”

“Ella siempre lo supo. Sabía de mi inmadurez, y sé bien que me perdonó. El

problema es perdonarme a mí mismo. Gracias... “

“De nada.“

El joven se retiró caminando entre las tumbas. Yo miré los globos y no sé porqué

dije.

“Quizás pueda cumplir la mentira.”

“¿Perdón?”

“Bueno, mi madre siempre me dijo que cuando muriera, no la visitara ni le llevara

flores porque no tenía caso y tenía razón. Pero lo hago porque la recuerdo y

también porque me da tristeza ver las tumbas tan solitarias, no de aquellas que

murieron hace muchos años, pero si de los que fallecieron hace poco y ya fueron

olvidados. Además, dicen que cuando la gente muere es cuando nos pertenecen

por completo y podemos hacer con ellos lo que no pudimos cuando ellos vivían.”

Miré en los ojos de ese joven un poco de esperanza.

“Tiene razón. Gracias.“

A partir de esa Navidad me arrepentí del consejo, pues la tumba blanca de mi

madre se ensuciaba con las pisadas de los niños que iban a la de al lado, bajo el

60
árbol de mango, a robarse los globos del joven que los dejaba ahí para quien,

según le contaron a mi hermana, quizás era su esposa.

61
HADA DE OTOÑO
Por: Niördhr

H
ace frío... quizá sea tan sólo ese sueño perdido, ese velo azul

que aletea ante mis ojos, nublándome la visión del mundo.

Quizá desde el otro lado, desde la realidad que todos viven, no

existan tantas desilusiones, ni se perciba de manera tan intensa el helor de las

decepciones que provocan todas las caídas. Y ese suspiro tantas veces

escuchado, no sea más que la voz del viento, que habla mudo, que brama y

solloza porque también ha sucumbido a la soledad del mundo....

Ese velo azul...

Esas horas infinitas, esperando, anclada tras una esperanza desvirtuada,

tras una ilusión desvaída. ¿Dónde se fueron los años, dónde quedó la infancia que

resguardaba las sonrisas y los deseos...?

Ha llegado el crepúsculo, la hora de las hadas. Aún en ocasiones me

asomo a la ventana con la confianza de que las veré danzar entre los astros y la

niebla, titilando como luces lejanas y perdidas que únicamente almas inocentes

pueden percibir. Pero me doy cuenta de que el candor ya no tiene cabida en un

ánima tan vieja. Cierro los ojos y me pierdo en el laberinto de los recuerdos.

Es la hora de los fantasmas, de los misterios, de la magia. El velo azul se

estremece en un suspiro, lo veo tremolar bajo las alas del viento, bajo sus súplicas

y sus llantos, y me pregunto por qué nadie más le oye, por qué nadie más lo siente

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y nadie más comparte su dolor, que es el dolor del mundo, de la soledad infinita y

el abandono. Quizá sin este velo también estaría sorda, como el resto de los

humanos. Sorda y ciega y ajena a la verdadera naturaleza, la que gime, la que

sufre, la que grita a través de los ocasos y en los brumosos amaneceres.

¿Ves esa lágrima? No la ha derramado el cielo, ni rezuma de una tierra

triste y quejumbrosa. Es mía. Nace y muere en el páramo de mi cuerpo, en el

instante de un suspiro, apenas percibida ni siquiera por mis pupilas o mi corazón

marchito. Pero tú la has visto. Como si hubiese volado hacia tus manos, como si la

hubieses retenido entre tus dedos y la acariciases bajo el destello de la luna

vanidosa.

Hoy no han venido las hadas.

Hace tiempo que no aparecen más que en la niebla de mis sueños, donde

la irrealidad se torna, si cabe, aún más abstracta. Donde el mundo está regido por

normas diferentes y tan dispares que a menudo lo juzgamos una locura. Aunque a

veces quisiera que la locura, el sueño y lo imposible fuese la tragedia de esta vida,

de cada batalla, de cada lucha, de cada herida.

Aún continúo aguardando la llegada de los feéricos seres, como si yo

perteneciese a su mundo, en vez de a esta cotidianeidad incomprensible. Me

perdí, hace tantos años que no guardo memoria de los días en que jugaba en los

bosques, entre las flores, bajo la hierba fresca y salvaje de algún lugar imposible.

Me perdí, y ahora sólo siento el abandono.

¡Ah, soledad, soledad! Indefinible y certera, como todas las llagas, como

todas las mentiras. Quisiera alzarme sobre la tierra y gritarle al viento que no está

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solo: a él nunca lo abandonan los poetas, las aves que retozan en su seno, las

nubes que se disuelven y lloran o el sol que alumbra el otoño de mis días.

Pero tras este velo azul, escondida del mundo, yo no estoy segura de que

se acuerden de mi los rayos del mundo. Tal vez cayeron, como hojarasca,

pequeños retazos de mi recuerdo y ahora sea apenas la esencia de la melancolía,

bailando entre la nostalgia de estos días ocres que empiezan y terminan en la

memoria.

64
LA PIEDRA
BRILLANTE
Por: Agapito Pérez.

¡N
o te vayas todavía , abuelo! ¿ después qué pasó?

- Después nos fuimos a dormir, ¿no ves que estábamos

cansados?

- ¿ Y quién guardó la bolsita?

- Siempre la guardaba Ben Said, que era el más cuidadoso. Cuando queríamos

que algo no se perdiese se lo dábamos a guardar a él.

- ¿Y vos nunca la guardaste?

- Si... después la guardé yo un ratito. Ahora dormite, que si no nos van a retar.

- ¿Quién te va a retar ,abuelo si vos sos el papá de mi papá? Contame, contame,

¿después qué hicieron?

- ¿No te dije que estábamos cansados?, nos fuimos a dormir y abuelo nos contó

un cuento.

El viejo sonrió mientras recordaba...¿recordaba? Ya no sabía si lo que

contaba al niño era verdad o fantasía. En parte estaba seguro que había sido.

Entre jirones de recuerdos, y entre sombras, entre dolorosas sombras, volvía a ver

el rostro triangular y algo pálido del hermano, el que cuidaba, el ordenado Ben

Said, su hermano más querido, volvía a ver al ágil y fuerte Juan, su hermano

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mayor -dos años mayor que él-, el de su hermana María y el de Maneco, el amigo

dilecto.

Los recuerdos lo enmudecieron un instante y el niño, impaciente, lo instó a

seguir contando las aventuras de la bandita de rapaces, cerca del río Uruguay, en

Palmira, su tierra natal. El viejo se enterneció de pronto y sus ojos se empañaron.

Hizo lo que podía hacer un viejo con un niño. Le tomó la mano y se la acarició

despacito y se la besó suave. El niño parecía dormido y él apagó el velador, para

irse sin perturbarlo.

- ¿Y estaba la piedra brillante, abuelo? ¿ había vuelto?

El viejo se resignó:

- Si, había vuelto sola, después que Juan se la tiró al muñeco que cuidaba las

sandías de don Pedro. Le pegó en el sombrero. Nunca fallaba con la piedra

brillante.

- ¿Nunca, nunca fallaba abuelo?

- Claro, la piedra brillante era infalible...donde queríamos, allá iba ella.

- ¿Y había muchas piedras en la bolsita abuelo? , y mientras lo decía acariciaba el

brazo del viejo y se sonreía. Se arrimaba al borde de la cama donde él se había

sentado. El viejo sentía su calor.

- Unas diez piedritas de agua, pero esas no eran como la piedra brillante, con

esas fallabas a veces.

- ¿Cómo la habían conseguido abuelo? preguntó el niño poniendo en jaque al

viejo.

Este pensó un momento, enredado en su propia imaginación, al fin rescató

un recuerdo y lo iluminó con la magia de su palabra, con la seducción del cuento.

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-La consiguió Juan... nosotros...,dale que dale, queríamos que le tirara una piedra

a un nidito de palomas que había en un árbol. El ya tenía en la mano la piedra,

para tirarla, cuando dijo ¡no!, ¡que no iba a matar a un pajarito! Y tiró la piedra al

suelo. Y allí ¿sabés? se volvió brillante de a poquito. .Entonces Juan la recogió y

la metió en la bolsita de las piedras. De noche brillaba como un farolito.

El niño tomó la mano del viejo con emoción. El lo miró a los ojos y vio su

sonrisa... ¡Qué raro!, nunca me emocioné así con mis hijos. Habrá que ser viejo

para gozar con un niño. Hay que ser su cómplice.

No pensó que lo estaba engañando, mejor dicho, lo pensó un momento

pero no le importó. No quiero ser su amigo, quiero que me ame. Además no sabía

bien ya dónde comenzaba el engaño, ni siquiera si era un engaño o un ensueño.

El niño estaba excitado.

- ¿Y cómo descubrieron que siempre acertaba, abuelo?

- Porque Juan le tiraba a las latitas que encontrábamos y a los carteles y a los

postes. Siempre acertaba. Si cerraba los ojos cuando la tiraba, también acertaba.

Era una piedra mágica. Y...¿sabés? después no había que buscarla, ¡volvía sola a

la bolsita!.

- ¿ Vos nunca la tiraste abuelo?

- ¡Claro que si!, pero no muchas veces porque Juan no quería que se gastara. Ben

Said la tiraba en el río y rebotaba que era una delicia. Era una lucecita que saltaba

sobre el agua. Después siempre volvía. El viejo hablaba bajito y dulcemente para

que el niño se durmiera, pero éste se aferraba al cuento que lo encendía

mágicamente y retenía al viejo tomándolo del dedo meñique de una de sus

manos, para que no se fuera.

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- Y después, cuando crecieron, ¿perdieron la bolsita, abuelo?

-¿Quién te dijo que la perdimos? murmuró el viejo quedamente, como para

adentro, y en seguida se dio cuenta del error que había cometido.

- ¿Entonces la tenés todavía? preguntó el niño con ansiedad.

El viejo pensó rápido, se sentía feliz pero estaba en un apuro.

- No... yo nunca la guardaba. ¿No te dije que la guardaba Ben Said?

- ¿No podrías pedírsela para mostrármela?. Dijo el niño acariciándole la mano.

El viejo pensó entonces en su hermano muerto y sus ojos se opacaron. Dijo

turbiamente: Ben Said se fue, no sé si volverá. Y después vio la cara de decepción

del niño y no pudo resistirlo:

- A lo mejor la dejó en su casa ¡quién te dice!

- Te quiero, abuelito, dijo el niño.

El viejo supo entonces que sí lo amaba y que él también lo amaba. El niño

cerró los ojos y una sonrisa apareció en su cara. Su respiración se fue haciendo

suave y regular al entrar en el sueño. El viejo se levantó despacio, atenuó el

velador para que no lo molestase y se quedó en silencio vigilante, amándolo.

Tenía todavía la mano del niño entre las suyas y no sabía cómo dejarla sin

perturbar el sueño. Lo hizo muy suavemente y luego cubrió la manito con la cobija.

Cuando salió era como una sombra silenciosa. En la puerta encontró a su hijo que

iba a ver al niño antes de acostarse.

En su cuarto, en lugar de meterse en el lecho, el viejo revolvió sus cosas

hasta encontrar la bolsita de gamuza en que guardaba sus recuerdos más

queridos: un anillo de su mujer, un camafeo, un escapulario con la fotografía de

ella, dos monedas de cobre, las primaras que tuvo cuando llegó, exiliado después

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de la aventura de Aparicio Saravia, y un jazmín seco entre las hojas de su librito

de órdenes del Ejército Blanco. Puso todo dentro de una cajita y la bolsita debajo

de su almohada. Se tiró vestido mirando el cielorraso y apagó la luz. Pensaba en

su soledad y en su necesidad de amor. ¿por qué, se decía , si tengo hijos, no los

siento cercanos? He dejado de ser importante para ellos, he perdido mi aura.

Están tan ocupados en vivir que se han olvidado de mi. Y con vergüenza

recordaba a su padre, muerto en la soledad. Recordó a su propio abuelo y al amor

que los unía, él le había hablado por primera vez de la piedra brillante y de sus

poderes mágicos.

Finalmente se desvistió como en un rito y se metió en el lecho. La magia de

la piedra brillante debía saltar de abuelos a nietos, saltaba siempre una

generación ,se dijo. ¿Cuál sería la magia que su padre transmitió a su hijo? Esas

magias están siempre ocultas, son secretos entre los viejos y los niños. El, que

había recibido el secreto de un viejo cuando niño lo transmitía ahora ya viejo a su

niño amado.

Al día siguiente se levantó temprano y marchó a una construcción cercana

donde recogió diez piedritas de agua y las metió en la bolsita. Luego caminó hasta

la iglesia y en la santería vecina compró una imagen de la Virgen construida con la

masa fosforescente que brilla en la oscuridad después de ser iluminada. Volvió a

su casa y en el galpón de las herramientas rompió la imagen y obtuvo un trozo sin

forma, del tamaño de una piedra chiquita. Lo puso en la bolsita y enterró los restos

en un pozo hondo. No sentía vergüenza por el engaño, mas bien estaba aliviado

por no haber fallado.

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El niño también se despertó temprano. Cuando el viejo entró a verlo se

sentó en la cama y cuando el viejo se acercó se colgó de su cuello.

- Buen día abuelo...¿ te acordaste? ¿te acordaste? . El viejo sintió en la cara

el aliento fresco y oyó que respiraba anhelante.

- ¡Claro que me acordé! , Ben Said dejó la bolsita cuando se fue, ahora voy a

buscarla para traértela. El viejo vió la sonrisa y la impaciencia del niño.

-Ahora mismo voy a buscarla. Lo volvió a cubrir con las cobijas y lo observó

sonriente. El niño le tomó las manos.

-Levántame abuelo, quiero que me cuentes otro cuento de la piedra brillante.

-Un día quisimos cazar una perdiz con la piedra brillante.

-¿Qué es una perdiz, abuelo?

-Una gallinita chiquita que vive en el monte.

-¿Y qué es el monte, abuelo?

-Un montón de plantas con espinas y árboles y yuyos.

-¿No tenían miedo de entrar en el monte abuelo?

-No, porque teníamos la piedra brillante. El niño cerró los ojos. Se veía que había

entrado en el monte y corría tras la perdiz.

-¿Le tiraron la piedra brillante, abuelo?

-No pudimos, no la pudimos sacar de la bolsita. A la piedra brillante no hay que

usarla para cazar.

-¿Entonces para qué sirve, abuelo?

-Sirve para tenerla y para mirarla, sólo hay que usarla cuando es justo.

-¿Qué es justo, abuelo?

-Justo es lo bueno

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-¿Entonces vos sos justo? El viejo no contestó.

-Soy un pecador, pensó.

El viejo metió la mano en el bolsillo y sacó la bolsita de gamuza.

-Mirá, ves que te la traje...El niño quedó atónito y luego se colgó de su cuello

y lo apretó en un abrazo estrecho.

-¡Abuelo! , y sus manos impacientes la abrieron y volcaron las piedras en la

cama. Suavemente acarició la piedra blanca, la tomó con dos dedos y la acercó a

sus ojos para verla mejor. Estaba extasiado.

El viejo pensaba : ¿Por qué me será necesario su amor? ¿querré que me

recuerde cuando me muera? Quizá renazca un poco cada vez que piense en mí.

¿Por qué deseo no ser olvidado del todo? y sentía que a lo mejor, todo su amor no

era más que engaño y egoísmo. El viejo se echó a llorar por haberlo pensado y el

niño vio que el abuelo lloraba.

-¿Por qué llorás, abuelo?, le preguntó inquieto.

El viejo se mantuvo callado un ratito, no sabía qué decirle al niño, que lo miraba

entristecido. Por fin dijo:

-Lloro porque como soy muy grande, antes que crezcas me voy a morir y no podré

verte más.

-¿Qué es morirse, abuelo?

-Es irse, lo vienen a buscar a uno cuando ya ha vivido mucho y es muy viejo.

Viene una señora a llevárselo.

-Entonces no tengas miedo abuelo, yo la echaré cuando venga ¿no ves que tengo

la piedra brillante?

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La Princesa y
el Vagabundo
Por: Kran

rase una vez un mundo aparte, una isla aislada desdibujaba un

É castillo entre la espesa niebla, a sus pies un escritor venido a

menos pedía caridad apoyado en la puerta, pronto la multitud se

abrió, dejando paso a la portentosa caballería real, los guardianes montados sobre

caballos albinos de piel y ojos, vestían pitreras y casquetes dorados, cubiertos por

una túnica rojiblanca, tras ellos apareció la carroza real, caballos azabache y

bridas doradas, a la altura del mendigo, esta se detuvo, desde la ventanilla una

niña le señalaba con el dedo, mientras reía, acto seguido el chofer bajó de la

carroza y se dirigió al mendigo, este contemplaba el espectáculo con estupor, el

chofer le indicó, con correcta desgana, que lo acompañara, subió el mendigo al

carruaje junto al chofer, en silencio entró en el castillo, le hicieron esperar en el

salón, finalmente apareció el Rey, con indiferencia se dirigió a él y le propuso

hacerse Bufón de la corte, el vagabundo no podía por menos que alegrarse, por

fin había encontrado un trabajo que le proporcionaría el sustento necesario para

continuar con sus escritos... pasó el tiempo y el vagabundo a base de hacer reír se

había ganado una preciada amistad con el Rey, parte de los caballeros y

sobretodo de la hija del rey, la Princesita con quién, con el paso de los años fraguó

una relación que iba mas allá de la gracia pasajera, el bufón, como tal, con pocos

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podía entablar una relación revestida de seriedad, y la niña, en la corte, no tenía a

nadie de su edad, así que poco a poco aquella relación fue fraguando, de manera

simbiótica, como el cangrejo ermitaño y la anémona, en la que cada uno aportaba

al otro aquello de lo que carecía, el uno, aportaba formación moral, ayudando a la

niña a superar sus problemas por medio de cuentos, que este escribía para ella, y

animándola con sus gracias, la otra, aportaba cariño y un oído para sus historias,

los años fueron pasando y la Princesa fue creciendo, espigándose y dorándose

con las joyas y los halagos de los no pocos caballeros que la pretendían, poco a

poco el interés por su juguete favorito, el Bufón, fue decreciendo de manera

proporcional a la que decrecía la gracia del Bufón, con el tiempo la relación se

convirtió en un saludo entre conocidos olvidados, para este punto el Bufón había

perdido toda su gracia y el rey tuvo que sustituirlo, en los meses siguientes el

Bufón vagaba en pena por la corte, de vez en cuando estallaba en ira por

cualquier tontería, derivado de ello la Princesa, había empezado a preocuparse, lo

que no gusto, ni al Rey, ni a sus pretendientes, finalmente, preocupados,

decidieron reunirse, tras una larga charla, llegaron a la conclusión que debían

separarlos, por el bien de los dos, así pues, y pensando en el futuro del Bufón, su

cultura y su especial don de gentes, decidieron proponerle, que si quería hablar

con la Princesa, primero debería demostrar que era mejor que los demás, así el

Bufón intentaría superarse y mejorar así su condición, entretanto, estaría

entretenido en su tarea, por otra parte imposible, pues, siempre habrá alguien

mejor, y de paso lo mantendrían alejado de la corte.

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Llegó la propuesta, y como no, el Bufón, aceptó el reto de buen grado, la

propuesta era la siguiente, sería formado para intervenir como intermediario en los

conflictos, pues su isla estaba en guerra.

Pasaron dos años, en los que el Bufón fue formado, con éxito, en una

universidad extranjera, se graduó el primero de su promoción y consiguió el título

de Pacificador. El Rey y los Caballeros se asombraron de tan precoz y exitosa

graduación y tuvieron que volver a reunirse, pues el Pacificador, se había

presentado en la corte y había pedido una audiencia con la Princesa, audiencia

claro está, que esta denegó por medio del Mayordomo, con un: No es suficiente.

Así que el Pacificador se volvió a deprimir. Ante la situación la corte decidió actuar

del mismo modo, así que aprovechando los nuevos y exitosos conocimientos del

bufón- pacificador, decidieron enviarlo al castillo enemigo a probar suerte, el

Pacificador, como no, ante la posibilidad de conseguir la audiencia, aceptó de

buen grado.

Días mas tarde, una comitiva de Caballeros, seguidos del Pacificador, que

con su nuevo sueldo se había comprado una bicicleta, pues no le llegaba para el

caballo, se dirigía al castillo enemigo. La reunión fue un éxito y por primera vez en

muchos años reinó la paz en la Isla. El pacificador y su acto voló por todas partes,

diarios, T.V, Internet... etc. Como no, de nuevo, y en vista de su éxito, el

Pacificador volvió a pedir audiencia, que evidentemente, fue denegada, así que de

nuevo volvió a entristecerse, pero su fama ya había corrido, y poco a poco otros

Reyes de otros países recurrieron en su ayuda, y el pacificador siempre aceptaba

con la esperanza de conseguir la audiencia, ponía tanto entusiasmo en su labor,

que este se contagiaba en sus reuniones, y poco a poco, fue pacificando país tras

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país, en espera de que su amor, por fin fuese correspondido, así tras cada misión,

volvía a pedir audiencia y la respuesta, siempre era la misma, una vez tras otra:

¡No es suficiente!, y así, año tras año, el Pacificador, fue solventando un conflicto

tras otro, hasta llegado un día en que consiguió la paz en el mundo entero, y de

nuevo, y esta vez embriagado de ánimos y cegado de amor volvió a pedir

audiencia, pero esta volvió a ser denegada, frustrado y hundido el Pacificador

cogió su bicicleta, vagó por la costa, a orillas del mar, donde se sentó junto al

acantilado y rompió en llantos. Al caer la tarde un pescador que embarrancaba su

barcaza en la arena, lo vio y se acerco a él, le puso la mano sobre el hombro y

pregunta él por que de su llanto, a lo que respondió:

- Por el amor de una Princesa, he construido un universo lleno de estrellas, pero

ella solo ha visto el vacío.

Al decir esto, el Pacificador separó las manos de su cara y miró al

Pescador, el cual, lo reconoció y en un intento por apaciguar su alma, para que

abriera los ojos y darse cuenta así que la princesa no era nadie especial, explico a

este todos los devaneos y escarceos de la princesa con los Caballeros de la corte,

el Pacificador, quedó entonces helado y atónito ante aquellas palabras, mas

cuando al apreciar que el punto común de todos aquellos caballeros, no era más

que su físico espectacular de guerreros avezados, sintióse entonces humillado y

menospreciado, sintióse defraudado, sintióse menos que nada y, pensar que todo

había sido una treta para mantenerle alejado de la princesa, mientras él arreglaba

el mundo, ella abría sus encantos a los caballeros de la corte, sintióse enloquecer,

cogió su bicicleta y se alejó a las montañas, allí con el dinero ganado, se compró

una pequeña cabaña, en la que se aisló y volvió a su antigua pasión, escribir, y un

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objetivo, apagar una por una todas las estrellas que había creado y dejar sólo,

oscuridad.

Poco a poco en el mundo fueron apareciendo nuevos conflictos, y

reabriéndose antiguos, los Reyes acudían al Pacificador, pero este siempre les

contestaba.

- ¡Yoooo!!! Yo no se nada, yo no he hecho nada.

Pero todos intuían, que el Pacificador había enloquecido, y estaba

utilizando sus conocimientos y sus contactos para destruir cuanto había

construido. El amor se había convertido en odio y el Pacificador en el Loco de la

Colina, que era como se le conocía ahora.

Pasado un tiempo el Rey, la Princesa y los caballeros se reunieron, y

preocupados, más por el Loco de la Colina que por los conflictos, decidieron hacer

algo al respecto.

Unos días mas tarde los Caballeros se presentaron en la Cabaña, el loco de

la Colina abrió con cara de pocos amigos, uno de ellos dio un paso adelante y

habló:

- La Princesa quiere verte, te necesita.

El Loco de la Colina, alegró la cara, pero acto seguido, recuperó la seriedad

y contesto:

- Decidle que si quiere verme, me demuestre que es mejor que las demás.

A esto los caballeros, rompieron a carcajadas y uno de ellos contestó

mientras se alejaban:

-¡¡¡Siempre serás un Bufoooón!!!

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Aquella misma noche alguien vio al Loco de la Colina alejarse con un

hatillo, horas mas tarde, una dama, encapotada y encapuchada de negro, de finos

modales, preguntó en algunas casas del pueblo por el Loco, alguien le explicó que

se había ido, y le indicó la dirección, acto seguido la dama hizo girar el caballo en

esa dirección, al galopar, el alza vuelo de la capa dejó entrever el destello dorado

de un escudo, presumiblemente real que adornaba la carroza.

Nunca mas volvió a reinar la paz en el mundo, ni nuca mas se supo ni de la

Princesa ni del Vagabundo.

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LAS ÚLTIMAS
HORAS DE
WINSTON
GONZÁLEZ
Por: Elquiroco

allado, introspectivo y timorato. Debido quizá a su baja

C autoestima, no se destacaba ni por su prolijidad, ni por su

limpieza. Así era Winston González. Uruguayo, natural de la

ciudad de Mercedes, Departamento de Soriano. Su nacimiento había costado a su

madre sangre, sudor y lágrimas; de allí su nombre. Estaba peleado con la gente y

con la vida, desde aquel día en que era tan sólo un infante y tuvo su primer sueño

premonitorio.

-Mamita... ¿Por qué hoy papito se va a morir a la vuelta del trabajo? –le había

dicho a su madre.

-Pero Winston! ¿Cómo se te ocurre decir semejante cosa?

-Un señor me lo dijo en un sueño mamita –contestó con simpleza.

-¡Vaya ya mismo para su pieza botija malnacido! Va a aprender a no decir esas

porquerías –lo retó Vilma, su madre.

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Esa tarde, el micro en que Rubén González volvía del trabajo, chocó contra

un Camión. Hubo dos muertos. Uno de ellos fue el papá de Winston.

Vilma culpó al primogénito, no entendió que lo del niño fue una premonición

y no un deseo. Él amaba, casi idolatraba a su padre, un hombretón morochazo,

con su corazón charrúa lleno de amor. A tal punto lo amaba Winston, que él

mismo terminó por darle la derecha a su madre y también se culpó por haber

perdido la mano rectora de Don Rubén, como lo llamaban en el barrio.

El dinero escaseaba, y Vilma tuvo que salir a campear la tempestad. En

busca de nuevos horizontes decidió llevar a sus cinco hijos a la Argentina, porque

en Lanús, un pariente le ofrecía trabajo. Sacó boletos en un ferry, pero no lo

tomaron, más por terror que por un razonamiento coherente. Winston había

soñado que el buque zozobraba en las fauces dulces del león del Plata. Y así

sucedió, sin sobrevivientes. La familia González salvó esta vez su vida gracias al

pequeño Winston. El niño esperaba una reconciliación con su madre, pero en

cambio encontró temor y discriminación.

Instalados ya en Lanús, y a través de los años, Winston sufrió las

desgraciadas consecuencias de otros cuatro sueños premonitorios, uno de los

cuales trajo de la mano la muerte de su madre.

Los parientes de Winston, y sus hermanos, se mudaron a Santa Fe, y él

sobre el fin de su adolescencia, quedó solo en aquella humilde casa. Soledad que

se extendería por más de doce años.

Su vida era opaca. Pasaba sus días entra la oficina pública en que

trabajaba y la lectura mórbida de tristes poesías. Agachaba la cabeza ante

cualquier grito. Era incapaz de rebelarse ante nada. Aunque lo deseaba

79
fervientemente. Pero claro, debía como primer paso, rebelarse a su falta de

rebeldía, una contraposición que lo vencía al primer análisis. Ni siquiera lograba

rebelarse frente al constante abandono. La gente que por alguna razón se le

acercaba, de inmediato lo rechazaba, tanto por su hosca actitud defensiva, como

por su aspecto insignificante. Salvo Mirta, la secretaria de su jefe.

Tantos sinsabores le habían aparejado sus sueños, que comenzó a

negarlos sistemáticamente, hasta aquella noche. Aquella noche no podía negarla,

ese sueño sería realidad y él lo sabía. El holocausto estaba tan cerca... Sismos,

maremotos, tifones y huracanes, fabulosos incendios en bosques y ciudades, la

tierra vomitando lava y los polos derritiéndose al unísono. El fin del mundo en

pocas horas. Esa gigantesca piedra estelar no daría tiempo ni para desatar el

pánico. Winston estaba tan seguro de que no sería capaz de convencer a nadie de

lo que sucedería, como de que esta vez no podría pasar por alto lo que había

soñado.

Se despertó sobresaltado, excitado y efervescente. Cada vez que tenía un

sueño premonitorio le sucedía, pero esta vez además se despertó impresionado

por los horrores que palpó. Le quedaban pocas horas a él y a la humanidad.

Entendió que nada sería igual a partir de ahí. Se había producido un punto de

inflexión que su vida necesitaba. Las próximas horas serían distintas a todas, un

nuevo Winston González nacería. Debía imperiosamente cambiar de inmediato.

Sin más trámite, dar un vuelco de ciento ochenta grados a sus pobres y

denigrantes actitudes... Por vez primera en su triste existencia tenía todo para

ganar, porque ya no había nada que perder. Qué le importaba ya lo que pudieran

decir los demás. Asumir cabalmente su carácter de mortal, lo había transformado

80
en un extraño ser indestructible. Era una paradoja. Debía atreverse a vivir sus

últimas horas, y para ello debía atreverse a todo.

En primer lugar debía sacarse un gran peso de encima. Su vecina, Dora,

debía saber que él la amaba con desesperación. Todas las lágrimas que había

derramado en soledad, cada vez que veía a Dora besar a su novio, serían dagas

poderosas. A esa hora, Dora que era enfermera estaba de guardia, así que se

atrevería a dejarle un mensaje escrito. Escribir, esa era otra deuda pendiente. La

desgracia lo llenaba de optimismo. El ignoto vate oriental estaba inspirado. Su

vena poética estaba inflamada por la sangre de Temuco, sentía que Neruda había

poseído su espíritu para apoderarse de su pluma. Sencillamente escribió:

Pertinaz y silente como la aurora,


despiadado e inapelable como la muerte,
así es el amor que me ha tocado en suerte,
y que sufro a cada instante por ti: Dora

Lamentablemente, sus cualidades líricas habían sido extraviadas en algún

recóndito suburbio de su vida, y muy precozmente. Pero no le importó. Salió de su

casa y deslizó la misiva en un sobre con su nombre y apellido, por debajo de la

puerta de su vecina. ¡Había escrito algo y lo había firmado! Sin sentir vergüenza,

sin temer al rechazo. ¡Ah! ¡Que poder sentía!

Volvió a su casa y sacó de una olla guardada en la alacena de la cocina,

todo el dinero que tenía escondido. Sin esperar el micro, se tomó un taxi y partió

rumbo a su trabajo ¿a trabajar? No. A gritar todo que tenía guardado. Llegaron,

pero Winston no hizo detener el taxi hasta haberse pasado dos cuadras de su

destino. Se bajó del coche sin pagar. El chofer reclamó a los gritos y Winston se

81
despachó con un gesto obsceno, otrora impensable en él, y echó a correr en

contramano por la avenida hasta alcanzar la puerta de la municipalidad en que

trabajaba.

El edificio estaba casi vacío. Ya en su oficina, desplegó los papeles sobre

su escritorio, como si nada pasara, esperando su próxima presa: la secretaria de

su jefe. Mirta era una mujer madura, con un rostro poco agraciado, pero con un

físico que se notaba cuidado, seguramente para no traspasar la puerta que separa

la exuberancia de la gordura. Todo lo que tenía de sensualidad en su cuerpo

carnoso, lo compensaba con una terrible estupidez. Ella le decía que era un

hombre misterioso e intrigante, y sostenía esta postura frente a sus compañeros

de oficina, que lo calificaban simplemente de estúpido. Winston creía que Mirta lo

buscaba, aunque le costaba discernir si esto era así, o si le tomaba el pelo, y

como era la secretaria de su jefe no tenía el valor como para intentar sacarse la

duda. Dado que el resto del personal entraba media hora más tarde que ellos,

Mirta, como todos los días, luego de darle un sonoro beso en la mejilla (muy cerca

de la boca), le pidió que la acompañara al archivo del subsuelo, de donde traían

los expedientes. Él tomó el carrito y la siguió. El húmedo y oscuro subsuelo, no era

ni tan húmedo ni tan oscuro como los planes de Winston. Mirta se inclinó sobre un

archivo y él como una pantera, saltó desde la profunda y cerrada selva del deseo.

La tomó por detrás apretándole los senos con sus garras y apoyó la bragueta, con

su férreo contenido, contra las pulposas nalgas. Le acercó la boca a la nuca y

mientras la mordía levemente le dijo:

-Basta! Estoy harto. Te deseo desde hace años...

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La sorprendida mujer no perdió un instante y presionó con sus manos sobre

las de Winston, provocando que el profundo escote se viera desbordado, inclinó la

cabeza a un lado ofreciendo su cuello a los mordiscos del sátiro. Este la hizo girar,

poniéndola frente a él, y después de un largo y profundo beso, la empujo sobre

una escritorio desvencijado. Tiró al piso los papeles que se apilaban entre el polvo

y las telarañas. Extendió a Mirta boca arriba y le descorrió sus polleras, y una

bombacha negra que limitaba con una panza que le resultó excesivamente

sensual. La montó entre gemidos. Era la primera vez que Winston se sentía

envuelto por el calor de una entrepierna. En pocos segundos eyaculó años de

frustración. Placer. Por fin sabía que era eso. No les bastó y lo hicieron

nuevamente. Mirta, aún jadeante, peinó al uruguayo con sus dedos y

prácticamente arañando su cabeza le suspiro un: Te amo. Winston, que se había

demostrado que había alguien que se interesaba por él, se sentía un ganador. Se

subió el pantalón. Con un dejo sobrador y una sonrisa burlona, le respondió de

manera escueta y tajante: Yo no.

Subió las escaleras, mientras aún se estaba metiendo la camisa en el

pantalón. Al llegar a la oficina, la arena se preparaba para otro reto. Su jefe,

estaba parado con las manos en la cintura, los brazos en jarra y el gesto adusto.

-¿Se puede saber de dónde venís González?

-¿Y se puede saber a vos que carajo te importa? –Le gritó con rabia.

-¿Qué? Escuchame bien inútil ¿Te acordás con quién estás hablando? Decime de

dónde venís.

-De bajarle la caña a tu secretaria boludo. Que lástima que seas puto, gordo,

porque no sabés lo que te perdés.

83
El jefe miraba atónito como Winston tiraba papeles al aire, mientras se reía

a carcajadas. Cuando reaccionó intentó frenarlo, pero Winston se lo sacó de

encima de un empellón. Que maravilloso era para Winston sentir las cascadas de

adrenalina que corrían por su cuerpo. En ese momento advirtió que quería más.

Pasó junto a su ya ex-jefe, que intentaba reincorporarse y lo escupió a la carrera.

Ganó la calle. Se frenó, giró sobre sí mismo como buscando orientarse, señaló en

el aire indicándose su nueva dirección. Trotó varias cuadras hasta llegar a una

armería. El fin del mundo se acercaba, y Winston quería vivir sus últimas horas al

límite. No olvidaba a Dora, pero eso debería esperar algo más.

Antes de entrar a la armería, contó el dinero que tenía en el bolsillo. Los

cuatrocientos pesos que tenía guardados y otro poco. Se acercó al mostrador,

miro por sobre el vidrio. Todas las armas tenían el precio puesto, así que eligió la

más grande que le permitió su dinero, y el sobreprecio exigido por el comerciante

para evitar “cierto papelerío” por tratarse una arma de guerra. Una pistola Taurus 9

mm y una caja de balas. No sabía si era un arma buena, pero no le importaba

mucho, como tampoco le importó firmar la declaración jurada del Registro de

Armas. El corazón le palpitaba muy fuerte porque ya pensaba en su nuevo

destino, aquel que le provocara nuevas sensaciones. Un Banco. En el centro

había muchos, y hacia allí se dirigió.

Paso por la puerta de tres entidades financieras, y eligió la que le resultaba

más antipática. Buscó las cajas y se paró frente a una de ellas, sin reparar en la

cola de gente, que de inmediato comenzó a protestar. Winston buscó en su cintura

y sacó la pistola, mientras giraba alzando el brazo para apuntar en su recorrido a

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todo el que se cruzara en su camino. Terminó de dar una vuelta sobre sí mismo y

apuntó con decisión a la cajera.

-Dame toda la plata que haya en tu caja y en la de tus compañeros –ordenó.

Los pulmones se le vaciaron y se le volvieron a llenar de un golpe, acto

seguido se agitó su respiración y su vista se le hizo borrosa, el sudor lo bañó de

repente. Los vasos sanguíneos del cuello se le hincharon y pensó que la cabeza le

estallaría.

La cajera juntaba con desesperación su dinero y el de las otras dos cajas,

metiéndolo frenéticamente en una bolsa. Todo ocurrió velozmente. Winston

vigilaba en derredor y vio bajar de la garita a un policía. Con una velocidad que

hubiera preocupado al mejor sheriff de las películas del oeste norteamericano, y

desoyendo la advertencia del oficial, sin pensarlo le disparó, haciéndole estallar la

rodilla derecha. El policía cayó sobre ese costado soltando su arma. Winston “El

chacal”, había probado la sangre. Corrió hacia él y alzó el revolver. Sólo entonces

se percató de que la alarma ya estaba sonando. El policía insultó a Winston

mientras intentaba ponerse de pie. El improvisado asaltante, que por fuera

actuaba como un profesional y por dentro se sentía como un niño jugando a los

vaqueros, le asestó una patada en el rostro, partiéndole la nariz. “Knock out”. Saltó

por sobre las personas que se habían tirado al piso, y estirando el brazo tomó el

dinero que la cajera, mientras intentaba superar su histeria, le alcanzaba. La

acción no llevó más de dos minutos. Antes de irse del lugar de los hechos, se

acercó a una de las cámaras de seguridad, la miró fijamente, sonrió y sacando su

documento de identidad del bolsillo trasero del pantalón, lo puso abierto delante de

la cámara, para que no quedaran dudas de quien era. Huyó sin mirar atrás, pistola

85
en mano. Paró su loca carrera a pocas cuadras del Banco. Entró en una obra en

construcción que estaba vacía. Llenó sus bolsillos con todo el dinero que pudo, sin

contarlo. Bastante más de la mitad quedó en la bolsa. Junto a la obra, una mujer

con un bebé pedía limosna. Winston le dejó la bolsa con el dinero. Más tranquilo

ahora, se alejó caminando, mientras se regocijaba pensando que las últimas horas

de aquella mujer serían de una alegría desbordante.

Las ganas de vivir lo que nunca había imaginado, se habían convertido en

vorágine. Su rencor en furia.

En la esquina compró un diario, buscó en los clasificados hasta encontrar

una dirección y arrojó el diario en un cesto para basura. Se empezó a alejar, pero

se detuvo y volvió sobre sus pasos. Sacó el diario del cesto y lo tiró a la calle.

Retomó su camino, rumbo a una de esas “Casas de masajes”, que esconden a los

prostíbulos de Buenos Aires. Alquiló un auto. Encendió la radio, sintonizando los

noticieros. En ninguno de ellos se hizo mención del asalto al Banco, mientras duró

el viaje.

Estacionó frente a una casa de tres plantas. Tocó el timbre y esperó. Un

hombre de considerable estatura abrió la puerta.

-¿Señor? -Preguntó, poniendo cara de ¿Qué busca?

-Un servicio– Contestó Winston.

-No lo recuerdo como cliente... ¿Su nombre es...?

Winston sacó un fajo de billetes de uno de sus bolsillos y se lo mostró. El

hombre le franqueó el paso y le dijo con una sonrisa:

-Que bonito nombre caballero...

86
Lo acompañó hasta un salón en donde una señorita le acercó una carpeta

con fotos. Eligió tres mujeres. El hombre asintió con la cabeza y lo hizo acompañar

hasta una pieza en el primer piso. Unos cinco minutos más tarde, las tres mujeres,

de entre veinticinco y treinta años, cuyo único atuendo consistía en diminutas tiras

de encaje que formaban su ropa interior, entraron a la pieza.

-Hola muñeco –Inició el diálogo una de ellas, que parecía la mayor y mascaba

chicle- ¿Querés una fiestita?

-Quiero una buena encamada con las tres a la vez, quiero que me dejen hacerles

todo lo que se me ocurra.

-Bueno pero sin pegar ¿viste? –Le aclaró la misma que había hablado antes y que

parecía tener la voz cantante.

-No, no. Sin pegar, pero muy chancho. Quiero que sean muy mimosas conmigo y

entre ustedes ¿Entendés? ¿Cuánto me puede salir?

-Dos horas con las tres, con todos los chiches, serían unos mil pesos.

-¿Por cinco mil qué son capaces de hacer? –Preguntó de manera pícara.

-Por cinco lucas, soy capaz de casarme y tener un hijo, papito- Aseguró

nuevamente la más veterana.

Dos horas de goce completo. Era lo que Winston buscaba y se lo dieron. A

esta altura, el uruguayo ya no sabía ni quien era, mas recordaba y tenía muy en

claro dos cosas: El fin del mundo se aproximaba y que Dora sería su última

estación.

Subió al coche que había alquilado, buscó un restorán y comió algo.

Emprendió el camino de regreso a su casa escuchando la radio. Del asalto nada.

87
Pensó si la policía lo estaría esperando ya en su casa. Recién entonces se

percató de que podían interrumpir su encuentro con Dora. Esto lo preocupó.

El barrio estaba tranquilo, como siempre. Al doblar en la esquina de su casa

no divisó ningún movimiento extraño. Suspiró aliviado. Bajó del auto y en ese

momento el novio de Dora salía a la calle, con el perro de su vecina. Ese maldito

ovejero alemán que más de una vez intentó morderlo.

El novio de Dora, un rubio musculoso, con pinta de modelo masculino le

cortó el paso.

-Con vos quería hablar antes de que Dora vuelva del trabajo, idiota- Le espetó con

arrogancia desde unos diez metros de distancia.

-¿Qué pasa? -Preguntó Winston haciéndose el tonto.

-Así que ahora le dejás cartitas de amor a Dora... Vos estás buscando que te

rompa los huesos ¿no?

El perro, como era su costumbre, gruñó y ladro tirando de la correa. Winston le

hizo una burla provocadora. El novio de Dora lo dejó suelto y el can se desbocó,

abalanzándose sobre Winston, que sacó la pistola de entre sus ropas y le

descerrajó un tiro. El perro gimió y cayó muerto sin alcanzarlo.

-Pero... ¿Qué hacés, estás loco? –Se exaltó el novio de Dora y gritando avanzó

hacia su oponente -¡Te voy a matar!

Winston le ganó de mano. El primer disparo impactó contra su tórax. El

segundo contra el rostro. El resto, una vez que el cuerpo cayó inerte y quedó

tendido en el piso, junto al perro, los disparó apuntando a la cabeza.

Las sirenas se escucharon a lo lejos. Winston se sentó, pistola en mano, al

lado de los cadáveres. Dora lo odiaría, ya nada importaba. Volvía a ser el mismo

88
Winston de siempre, sin ánimo para rebelarse ni contra la soledad. Comprendió

que no había ganado nada, que todo fue una ilusión, y que tan solo durante

algunas horas, incluso esa soledad que lo acompañó la mayor parte de su vida,

también lo había abandonado.

II
Las rejas del salón de visitas se cerraron tras su paso. Winston se sentó en

uno de los bancos. En silencio, como siempre. Del otro lado del vidrio, Mirta lo

esperaba. Winston alzó la vista y la vio acongojada.

-Winston... la fecha del parto se acerca, así que esta es la última vez que vengo,

no quiero que mi hijo vea a su padre en la cárcel. Prefiero que lo piense muerto.

Jamás imaginé que a mi edad iba a tener un hijo, y menos aún fruto de un

momento de pasión. Pero ahora lo quiero más que a nada en el mundo. Sé muy

bien que no me amas, por lo tanto no tiene sentido que te espere. Además... son

veinte años Winston, es mucho tiempo. No espero que me digas nada, sólo te pido

que si algún día se te ocurre buscarme, no lo hagas. Winston... – Echó a llorar

desconsolada - adiós...

Mirta se levantó y se alejó con el paso más rápido que su gravidez le

permitió. Winston quedó petrificado, hasta que un guardacárcel lo tomó por el

abrazo y tiró hacia arriba.

-Vení lindito –Le susurró con sorna- ¡Qué fea la mina esa! ¿Quién era? No te

preocupes por ella, que acá adentro hay muchos muchachos que te quieren. ¿Así

89
que desde que sos la novia oficial del pabellón te dicen Bambi? Qué lindo ¿No? -

Soltó una sonora carcajada que resonó en todo el penal.

Las rejas del salón de visitas se cerraron nuevamente tras su paso. Los

sueños premonitorios de Winston, siempre se habían cumplido de modo

inexorable. Salvo el que le avizoraba el fin del mundo. O por lo menos, no se

cumplió totalmente.

90
Nacimiento
Por: Esteban Bosque Mendoza

D
ejo estas líneas y toda la documentación que reuní a través de

los años para aquel ser humano que lo encuentre. Solo espero

que sepa encontrar el camino que le permita llegar al final de lo

que considero es nuestra meta.

Desde chico me apasionaba la investigación de todo lo extraño que

aconteció en la historia de nuestro planeta.

En la edad antigua y en la edad media se dio un gran caudal de hechos sin

explicación. Los estudiosos se limitaron a enumerar acontecimientos, pero no ir

mas allá. No podían, o no querían, encontrarse con pruebas o con fuerzas que sus

mentes obtusas no pudieran manejar.

Por eso me gustaba recorrer bibliotecas, y si estas poseían libros muy

antiguos, mejor. Si alguien abre su mente a nuevas posibilidades, es factible

encontrarse con los descubrimientos importantes realizados por los grandes

pensadores de aquellas épocas. Gente que deseaba elevar su cuerpo y espíritu

hasta confines fuera de lo material a lo que estamos atados.

Por eso me dediqué a indagar las leyendas griegas, celtas, persas, chinas,

templarias, góticas, etruscas, y de todas aquellas antiguas civilizaciones o

movimientos que en sus escritos dejaban traslucir su cercanía con algo más

91
cósmico, más universal, más espiritual que el simple hecho de que somos materia

y nada más que eso.

Y esto no es ir en contra de Dios. Al que acepto como fuerza universal

creadora de todo. Él nos dio la posibilidad de ser inteligentes, el deseo de

aprender, investigar, elevarnos más allá de este estado en que vivimos. Al que

podría llamarlo nuestra infancia.

Fue así que, además de leer y tratar de comprender aquellos escritos

aceptados por la historia oficial, me dediqué a bucear en aquellos que eran

tomados como desvaríos de mentes enfermas. Tal vez algunos lo fueran, pero no

todos. Eso es una de las posibilidades que nos brinda tener una inteligencia sin

ataduras. Poder discernir entre lo enfermo y lo real.

Dediqué diez años de mi vida a reunir información, catalogarla, estudiarla,

comprenderla, combinarla. Y lentamente fui adquiriendo el conocimiento de como

aumentar el empleo de nuestra mente. Dejar atrás esa barrera de solo utilizar el

diez por ciento de nuestro cerebro.

A partir de investigaciones griegas y persas realizadas en el Medio Oriente

y de escritos hindúes, que se encontraban perdido. ¿Perdidos? En lugares

accesibles, pude realizar uno de los más viejos anhelos de aquellos seres

humanos que deseamos ir hacia adelante.

Fue mi primer gran descubrimiento. Me sentaba en mi lugar preferido de mi

casa, me concentraba, tenía fe en lo que aprendí, y me trasladaba a lugares a

donde deseaba ir. Pero no solo con mi mente. Lo hacía inclusive con mi cuerpo.

La gente podía verme, podían conversar conmigo, podían sentirme cerca de ellos.

92
A pesar de que mi cuerpo permanecía en mi habitación, podía desdoblarme en

dos, o en tres, o en la cantidad de entidades que yo deseara.

Uniendo este conocimiento que había adquirido a estudios realizados por

sacerdotes druidas - celtas, llegué, inclusive, a lograr que mi cuerpo atravesara la

materia sólida. Podía trasladarme de una habitación a otra sin necesidad de pasar

por las puertas. Mi cuerpo es capaz de fundirse con otros sólidos, combinarse con

ellos y luego volver a ser yo mismo.

No negaré que en algunas ocasiones asusté a algunas personas. Pero

intentar hacerles comprender era darles la posibilidad de que me tomaran por

loco, o por un fenómeno raro al que hay que estudiar.

Tuve esa mala experiencia cuando intenté demostrar lo que había logrado a

un grupo de científicos a los que erróneamente había considerado más

comprensibles que el común denominador.

Me hicieron encerrar y me privaron de mi libertad. Por supuesto no les sirvió

de mucho. Escapé fácilmente y desde entonces tuve que seguir con mis estudios

escapando de un pequeño grupo de personas que me quieren, supongo, como

arma para sus enfermizas metas.

Durante los primeros tiempos tuve dificultades para evadirlos, hasta que

conseguí estudios chinos los cuales me permitieron incorporar a mis

conocimientos él poder cambiar delante de quien yo quisiera mi aspecto físico. A

partir de ese momento pude retomar mis estudios con más tranquilidad y poder

reducir los tiempos para cada nuevo paso.

A medida que aumentaban mis, ¿Podré llamarlos poderes? En realidad no.

No son poderes. Es ser lo que podemos ser. Lo que Dios nos ofreció al crearnos.

93
Paso a paso pude lograr cosas como sumergirme en el agua sin ahogarme,

caminar desnudo en los hielos antárticos sin congelarme, subir al Everest o al

Aconcagua sin necesidad de equipos de oxígeno y supervivencia, controlar las

necesidades de mi cuerpo, como comer o dormir, manejar el fuego sin quemarme.

Y hasta lanzarme desde lugares elevados controlando las fuerzas de gravedad

para descender lentamente como si mi cuerpo fuera un paracaídas.

Para aquel que encuentre estas notas junto con toda la información que

reuní a lo largo de quince años, le digo que solo es cuestión de creer en nosotros

mismos. No puedo enseñarle el camino como yo lo seguí.

Somos parte de un todo pero a la vez individuales para madurar. Cada uno

tiene que encontrarlo siguiendo su propio camino. Pero le dejo el comienzo. Solo

es cuestión de verlo. Si desea encontrarme deberá llegar al final del camino, o al

principio de otro más maravilloso, ya que al terminar esta nota transformaré esta

materia de la cual estoy compuesto en energía cósmica. Volveré a formar parte

del Universo. De ese maravilloso Universo al que pertenecemos.

94
Relato Infinito
Por: Julio Emilio Soray

D
urante aquel aciago y triste día, habría de invadirme la peor de

las inquietudes, que hasta el hombre de mayor temple no

podría soportar. No diría que se haya tratado de un sueño,

simplemente porque esa noche no dormí. Y ésta, tan solo fue la menor de mis

preocupaciones y tormentos. Lo único que puedo decir es que jamás experimenté

una sensación semejante, ni volveré a experimentar... en este mundo.

Todo dio inicio cuando estando ya en mi cama, dispuesto a leer un poco

antes de dormir, sucedieron cosas, que no puedo, ni podría explicar –al menos,

sin que piensen que estoy loco-. De todos modos, si quisiera explicar que es lo

que sucedió, no tengo a quien relatarle lo acontecido, salvo a ti, si es que este

manuscrito ha llegado a algún congénere que pueda interesarse por mi historia.

Tal vez tu puedas darme una respuesta, o aun mejor... ¡podrías salvarme!.

Reconozco que “Diario del año de la peste” de Daniel Defoe, no es la clase

de lectura apropiada para motivar el espíritu e iniciar un sueño placentero. Pero no

soy un niño que se pueda asustar por un relato trágico, aunque tristemente

verídico. Es bien sabido, que los estragos producidos durante el siglo XVII, debido

al devastador recorrido de la peste bubónica por el noroeste europeo, destacando

a Holanda e Inglaterra, como las zonas mas afectadas; es algo que a la sociedad

95
de hoy no puede intimidarla, dado los avances de la medicina. A decir verdad, las

sombrías páginas de este conocido relato no hicieron mella en mí. Aunque fueron

las mismas páginas de este libro las que comenzaron a jugar con mis temores,

precisamente cuando llegué a la página 62, donde pude leer la siguiente frase:

-“Sr. Robbins, ¿Está preparado para acompañarnos a nuestra dimensión y librarse

del mundo autodestructivo donde vive?”

-¿Señor Robbins? –dije para mis adentros, siendo consciente que en el relato no

había ningún Robbins. Pero aunque mi primera intención fue atribuírselo a la

casualidad, el párrafo siguiente consiguió convencerme de lo contrario cuando

retomé la lectura:

-“Sr. Edward Robbins, no ha contestado mi pregunta”.

-¿Qué está ocurriendo aquí? –balbucee cuando reconocí que.. ¡El destinatario de

esa pregunta era yo!

-Debe ser casualidad –quise convencerme nuevamente, al mismo tiempo que

observaba con pavor que una ilustración comenzaba a dibujarse en la página 63.

Era la imagen de un hombre de unos 30 años, que describía el mismo terror en su

rostro, que imaginaba, yo mismo transmitiría en ese instante. Ese hombre se

parecía mucho a mí, lo cual comenzó a inquietarme sobremanera. Sin saber que

me estaba sucediendo, cerré el libro en un intento desesperado por evadir el

miedo que me provocaba seguir leyendo esas páginas. Pero peor fue mi sorpresa

cuando descubrí que la tapa del libro no era la del “Diario del año de la peste”. Si

bien respondía a un titulo perturbador, lo peor era que éste era alusivo a mí:

96
“LA DESAPARICIÓN DEL SEÑOR ROBBINS”

Ante tal manifestación escrita, de un suceso paranormal, cuyo protagonista

no era ni más ni menos que yo, Edward William Robbins, no pude evitar que el

libro se deslizara de mis manos, golpeando con un estruendo poco común el suelo

de mi habitación. Cayó abierto entre las páginas 80 y 81, permitiéndome ver una

imagen en el centro de la 81. Mi primera reacción fue intentar volver a la página

63, sin siquiera detener mi vista en la ilustración, pero lo vano de mis esfuerzos

me convencieron que el resto de las hojas estaban pegadas, a excepción de estas

dos.

Un hombre con un libro en sus manos, en una habitación igual a la mía era la

representación de la nefasta imagen.

-Todavía sigo en el libro –dije sin poder ahogar un grito de angustia entremezclado

con una fingida incredulidad.

-Debo leer lo que dice –agregué, al tiempo que me daba cuenta que estaba

gritando. Tal vez pensaba, que elevando mi voz despertaría de esta pesadilla, que

parecía la única explicación lógica a este tormento.

Cuando me disponía a leer el primer párrafo de unos 7 u 8, en la página 80,

con estupor noté que desaparecían para darle espacio a una breve frase: “Sr.

Robbins, lo estamos esperando”.

-¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí? –pregunté sin saber a quien o a que.

-Sus preguntas serán respondidas, a su debido tiempo –fue la respuesta impresa

en el renglón siguiente. Pero antes quisiera que vea algo –respondió un poco mas

97
abajo, al tiempo que unas pocas páginas volvían hacia atrás, para finalmente

detenerse entre la 70 y 71.

Me pareció extraño que la página 70 permaneciera en blanco, mientras que

la 71 se diferenciaba de esta, solo por algo que estaba escrito en forma aislada, es

decir, fuera del contexto original de la obra. Aunque ahora, no sabía si seguía

leyendo la novela de Defoe o el titulo que me sentenciaba a desaparecer.

Al parecer, lo que leí debió pasmarme, dado que me quedé inmóvil

repitiendo la fecha que me arrojaba el almanaque colgado en la pared delante de

mí, pues mi mirada seducida por la cobardía, se rehusaba a confrontar la realidad

–si es que puedo discernir entre realidad e irrealidad- que estaba devastando mi

espíritu. Al volver la vista hacia el libro, pude verificar que el 4 de septiembre, allí

impreso era parte de un mensaje que debía descubrir antes de que fuera

demasiado tarde.

-Sr. Robbins, creo que ya se ha dado cuenta lo que esa fecha significa –se dejó

leer debajo de la mencionada fecha.

-No crea que porque esa fecha coincide con la de hoy, está logrando intimidarme

–mentí a voz alzada.

-Nadie quiere intimidarlo. Tan solo debe ser consciente que hoy es el día... -pude

leer al tiempo que escrutaba los contornos de la habitación, para asegurarme tan

siquiera, que todavía permanecía ahí.

-No sé que quieres, pero te aseguro que no lograrás tu cometido –dije -. Y me

incorporé desafiante, mirando con desdén la parte inferior de la página 71, en

espera de una respuesta. Pero no hubo tal respuesta...... o tal vez si, porque las

páginas nuevamente se adelantaron hacia la página 79.

98
Invadido por una especie de furia e impotencia, desconocida aun por mí;

tuve la intención de insultar a mi desconocido interlocutor que no se dignaba a

responder. Tan solo fue la intención, dado que no lo logré, o podría decir que en

cierta manera sí. Descubrir que no podía emitir sonido alguno, no hizo mas que

hundirme cada vez más en la desesperación. Y más aun cuando comprendí que

los agravios que quería propinarle a ese despreciable ente, se plasmaron por toda

la página 79. Preferiría no mencionar los desagradables epítetos que le dediqué

tanto a él, como a su árbol genealógico. Y al parecer, la mismísima atribulada

página, que había sufrido tales injurias, desapareció de mi vista para ocupar su

lugar la número 87. Solo pude descubrir la palabra “epidemia” un poco antes de la

mitad de página.

¿Qué podría significar aquella palabra suelta? –me pregunté suponiendo

que se trataba de algún mensaje. De todos modos, queda muy claro que se

trataba de una palabra extraída del relato de Defoe, dado que el tema central es la

peste, que no dista mucho del significado “epidemia”.

En cuanto comprendí, que seguir mirando esa única palabra, a la cual

todavía no le hallaba ningún sentido, no me brindaría las respuestas que buscaba;

me apresté a dar vuelta la página. Pero antes de que pueda lograrlo, unas cuantas

páginas lo hicieron por mí y se detuvieron entre la 96 y 97. A lo que pude inferir

que la página importante era la 97, ya que la 96 permaneció en blanco, mientras la

97 permitió que lea lo siguiente:

“Oh, muerte, muerte, muerte”

-¿Pero que demonios significa esta frase?-me pregunté para mí, mientras

horrorizado veía como mi pensamiento se impregnaba en la hoja. Además, ¿por

99
qué razón las páginas se voltean por sí mismas? Estos y otros interrogantes

seguían invadiendo los amplios espacios en blanco de la página. Evidentemente,

las páginas seguían alguna clase de patrón, tal vez para indicarme alguna clave,

señal, pista, o quizás, estaba leyendo algún libro de “Elige tu propia aventura” y

aun no me había percatado.

Cuando ya no quedaba espacio para contener todos mis pensamientos y

conjeturas, nuevamente las páginas se dieron vuelta, pero esta vez, hacia atrás.

En esta ocasión el destino fue la página 88, donde mis desvaríos se prolongaron

hasta que incluso, sin saber aprovechar lo limitado de mi capacidad intelectual,

comencé a repartir improperios a mi extraño interlocutor, que hacía bastante no se

manifestaba.

De todas formas, su respuesta no se demoró en llegar:

-Sr. Robbins, no se precipite. Estoy de su lado, aunque no lo crea. –esas fueron

las amables, pero firmes palabras de mi interlocutor, que brindo su respuesta en la

página 89.

Si mis sentidos no me engañaban -lo cual en esa instancia, no me hubiera

sorprendido mas de lo que estaba- las páginas estaban en blanco, casi en su

totalidad, salvo por la respuesta, que extrañamente aparecía en forma manuscrita,

lo cual era más sorprendente aun. Todo lo que había leído hasta entonces, no

dejaba de ser una impresión con caracteres de imprenta. Además, la caligrafía,

perfecta y orgullosa, realizada por las expertas y firmes manos de un especialista

en el uso de la pluma; era una señal, una clave, o alguna clase de criptograma del

que estaba prisionero, y debía desentrañar si quería que todo volviera a la

normalidad.

100
-Esta escritura parece de hace algunos siglos atrás –me decía para mí,

sorprendiéndome aun más, cuando notaba que mis pensamientos se volcaban a

la página 88. Pero en mi caso, no menos sorpresivamente vislumbré que mis

pensamientos adquirían forma escrita, bajo la denominada “Times New Roman”,

que tan conocida es para mí, dado que es el tipo de fuente que suelo usar en la

computadora.

Evidentemente, yo representaba al hombre del siglo XXI, mientras que mi

extraño interlocutor.....al del siglo XVII. Acaso, ¿Tendría algo que ver con la

historia de Daniel Defoe? ¿Se trataría de una victima de la peste? Tal vez, era un

espíritu que no hacia mas que buscar la paz, sin saber cómo y dónde. Con esto en

mente, observé pasivamente, como las páginas en un rápido batir de hojas,

desplegaron las páginas 106 y 107. Aun sin saber por que había avanzado tantas

páginas, mi mente comenzó a hacerse nuevas preguntas, tales como: ¿Acaso

este espíritu puede manifestarse en aquellas páginas que encierren alguna

característica especial? ¿La clave esta en la numeración? ¿Será que los números

conectan dos dimensiones, actuando como portales?. Súbitamente salí de mi

abstraído pensamiento, que debidamente había quedado plasmado en la página

106, cuando percibí que en la 107 tenía compañía nuevamente.

-Sr. Robbins, usted ya cuenta con mis respetos –escribió el enigmático personaje-.

Sus deducciones van por la senda adecuada. Ya se dará cuenta de ello.

-¿Por qué lo dice?- inquirí apresuradamente -. Necesito saber que esta

ocurriendo aquí. ¡Hable!

101
-No se apresure, ya habrá tiempo para explicaciones. Pero muchas de esas

explicaciones, las tendrá que averiguar por sí mismo. -afirmó mi interlocutor,

dando la impresión que daba el diálogo por concluido.

-¡No se vaya! –le pedí mentalmente, sin obtener respuesta alguna.

Ensimismado por las dudas que me provocaban las palabras de este ser

misterioso, no pude menos que intentar ordenar aquellos elementos que pudieran

tener algún potencial significado. De tal manera, conjeturas, hipótesis y demás

pensamientos, ocupaban mi mente, así como el resto de la página 106.

Abrumado por la angustia y la incertidumbre apelé a los limitados, pero

prácticos conocimientos de numerología que alguna vez aprendí. En realidad, mi

conocimiento en dicho tema es bastante escaso, pero sabía conscientemente que

podría ser una herramienta importante para desentrañar el enigma en el que me

hallaba inmerso. Ya no me quedaba duda alguna, que los extraños sucesos

acontecidos serían explicados por el sentido enigmático y secreto de la

cabalística. La doctrina cabalística se caracteriza por el procedimiento arbitrario

para interpretar los textos bíblicos, ya cambiando de lugar la posición de las letras

que forman una palabra, ya tomando estas en su valor numérico, ya consideradas

como iniciales de otras palabras, etc. Si bien, no soy un especialista, sé que en

este libro, el orden particular en que debo leer sus páginas, así como el valor

numérico de algunos elementos; pueden revelar un sentido oculto que por

infortunio me ha tocado a mí descubrir.

Por lo tanto, infundido con nuevos bríos, me avoqué a la tarea de buscar

aquellos valores numéricos que pudieran brindarme algún patrón lógico.

102
-¿Qué datos tengo? –me pregunté, al tiempo que mi pregunta se vislumbraba en

el último tramo de la página 106.

-DANIEL DEFOE, fue lo que mi pensamiento permitió imprimir en la página.....

¿124? No entendía porque de la página 106, pasé a este singular número. Pero lo

primero seria analizar el primer dato, según el alfabeto normal o internacional de la

numerología:

1 2 3 4 5 6 7 8 9
A B C D E F G H I
J K L M N O P Q R
S T U V W X Y Z

Entonces procedí a analizar el primer elemento convirtiendo en dígitos

numéricos el primer termino del dato, es decir, “Daniel”, para luego repetir la

misma acción con el apellido.

Los números asignados fueron: Daniel = 4.1.5.9.5.3 =27 y Defoe =

4.5.6.6.5=26. La suma total (27+26) fue 53 = (5+3)=8.

El método no implica ningún misterio: Cada letra del alfabeto tiene un valor

numérico que la define. Una vez obtenidos los guarismos, comencé a sumarlos,

para luego obtener la suma total de ambos miembros, la cual me devolvió el valor

“8”.

Estos números no parecían significar nada, pero tal vez había un patrón

lógico que pudiera brindarme alguna pista para entender lo que sucedía. Hasta

antes de la página 62 yo estaba leyendo a Defoe. Eso me hace suponer que el

valor 53, pertenece a la página, donde mi lectura aun era normal. Por lo tanto, la

clave tendría que buscarla mas adelante.

103
El 8 en particular, no me dijo mucho en una primera instancia. Así que

repetí la operación, pero esta vez con mi propio nombre: Edward: 5.4.5.1.9.4 = 28

(8+2=10) “1” Robbins: 9.6.2.2.9.5.1 = 34 “7”. Por consiguiente, procediendo a

la suma de ambos términos (28+34) obtuve el número de la página, la 62,donde

por primera vez me comuniqué con el ente que se manifestó ante mí. A su vez, si

sumo los dígitos de la página 62, obtengo el no poco familiar 8.

Al parecer, la clave se encuentra en el valor 8. No solo mi nombre y el de Defoe

responden a este intrigante numero, sino que los acontecimientos que se relatan

en su libro, tienen cabida en el siglo XVII, desde fines de 1664. De esta manera, el

valor del siglo es 17, es decir, sumando sus dígitos, obtengo el tan aclamado 8,

así como también lo obtendría de la suma de los dígitos del año: 1664: (17) =1+7=

“8”.

Puede parecer que estoy loco, pero sé positivamente que todo esto forma

parte de alguna clase de criptograma, al mejor estilo verniano. De esta manera,

sumergido en mis cavilaciones que seguían cubriendo la página 124, comencé a

darme cuenta que mi interlocutor, desde unas cuantas páginas atrás no se hacia

notar. Paradójicamente, pude intuir, que la no menos desagradable manifestación

de este ser, podía ser mas grata que la incertidumbre que sentía por sentirme

perdido en un desierto camino sin rumbo.

Sintiendo que necesitaba despejarme un poco, me dirigí hacia la ventana

del 8vo piso de mi departamento que da hacia la ciudad, para descubrir invadido

por el espanto que el único edificio de la ciudad era el mío, mientras que el resto

de las construcciones se trataba de casas.

104
-¿Qué es lo que esta sucediendo? –me pregunté, emitiendo un grito de

desasosiego por lo incomprensible de la situación.

Tras el sopor de semejante panorama, advertí que había recuperado el

sentido del habla mientras no me encontraba leyendo ese maldito libro. Aunque

era grato sentirme un tanto más normal que antes, bien sabía que lo que estaba

experimentando era de una connotación negativa para la escasa salud mental que

mantendría luego de tan desgraciado episodio.

Dudando demasiado si volvería a tomar ese libro nuevamente, me fui

acercando a este con la cautela que mi acobardado ser me aconsejaba. Al parecer

mis piernas se empeñaban en mostrarme como un cobarde a quien le temblaban,

producto del miedo. Al posar mi vista en la página 124, donde aun estaban

aquellos guarismos que quien demonios sabe por que extraña razón me empeñe

en descifrar, descubrí que otra vez me faltaba la voz, para darle lugar a mis

pensamientos en la hoja. Ya no quedaba mas espacio en la página. Pero la

pagina 125 estaba en blanco y mis pensamientos no la llenaban. ¿Por qué no?

Sorprendentemente, las páginas se movieron y se detuvieron entre las

páginas 142 y 143. Pero aun me preguntaba por que mis pensamientos no

hallaron lugar en la página 125, para sí hacerlo en la 142, es decir, en la que

ahora estaba volcando estas implicancias.

-Sr. Robbins, tal vez yo pueda responderle, o quizás usted ya lo ha notado sin

darse cuenta –fue la inesperada respuesta, dada en el comienzo de la página 143,

de quien podría decirse: era mi única compañía.

Ojalá hubiera podido preguntarle que me habría querido decir, pero mi falta

de voz no me lo permitió, así como tampoco pude plasmarlo en la página. La

105
espera por una explicación fue en vano. Así que comencé a preguntarme ¿qué

sería lo que habría de notar, aun sin darme cuenta? Me parecía una

incongruencia poder decir que se puede notar algo sin darse cuenta de ello.

Súbitamente, como venia ocurriendo frecuentemente, las páginas volvieron

atrás entre las páginas 134 y 135. Extrañamente, descubrí una página totalmente

en blanco, a excepción de la conocida palabra “epidemia” que se podía leer

claramente al final de la página. Era la segunda vez que me topaba con esta

palabra, que antes había omitido sin darle mayor importancia. Seguramente

tendría alguna clave por descubrir en ella. De esta manera, creí que lo más

conveniente era obtener su valor numérico de la manera convencional:

Epidemia: 5.7.9.4.5.4.9.1 = 44 =4+4= “8”

¡Eso es! –me dije a mí mismo, mientras repasaba todas sus apariciones en

los diferentes elementos que analicé – Nuevamente, había observado que el 8 era

un número importante para descifrar este galimatías.

El libro ya no me permitía que me paseara por sus páginas, mejor dicho,

nunca lo hizo. Parecía haber adquirido vida propia. Por lo tanto, inicié un paseo

mental por las páginas que había leído, desde la 62 en que mi odisea había

comenzado. Lo cual me hizo notar nuevamente que de la suma de los dígitos que

componen a este numero obtengo el “8”.

-¡Eso es! Debo recordar las páginas en las que se contactó conmigo –me animé a

mí mismo. Cada página estaba grabada en mi mente. Una vez reunida dicha

información en mi muy atribulado cerebro, las páginas del libro pasaban

rápidamente sin dejar adivinar en cual se detendría. De repente se detuvo

nuevamente entre la página 142 y 143. Si bien, la 142 estaba casi completa, había

106
espacio suficiente para cubrir con aquellos razonamientos hechos en mi mente las

páginas que había recorrido en mi aleatoria lectura: 62, 63, 81, 80,71,79, 87, 97,

88, 89, 88, 106, 107,106,124, 142,143,134,142

Ahora todo lo que debía hacer era ordenar aquellas páginas en las que el

extraño personaje se había presentado. Pero ahora el espacio ya se me había

acabado, aunque no por eso, mis razonamientos no encontrarían donde

depositarse. De tal manera obtuve el siguiente orden en la página 160: 62, 80, 71,

107 y 143 eran las páginas claves para seguir investigando. Todas ellas me

devolvían el “8”, como era de suponer. Esto era lo que había advertido, sin darme

cuenta que había un patrón lógico. Esto significaba que si estoy en la página 160

analizando estos datos, entonces al comienzo de la 161 volverá a contactarse

conmigo. Pero también pude inferir que este no fue el único patrón lógico presente

en el correlato de las páginas. Así, pronto descubrí que las imágenes que me

representaban se hallaban en las páginas cuyos dígitos sumaban 9, así como mis

respuestas impresas, puesto que no tenía voz. De la misma manera, observé que

las páginas que recibieron todas mis conjeturas, cálculos y pensamientos,

arrojaban “7”, como resultado de la suma de sus dígitos. También pude advertir,

que dependiendo de las valencias de cada página, los avances o retrocesos de las

mismas puede variar, según puede verse en este diagrama que pude volcar en la

totalidad de la pagina 160:

107
Valencia “6” Valencia “7” Valencia “8” Valencia “9”

i) ii)
62 63
69 70 v) 72
71
78 vi) 79 iv) iii) 81
80
vii) 87 ix, xi) 88 x) 90
89
96 viii) 97 98 99
105 xii,xiv)106 xiii) 107 108
114 115 116 117
123 xv) 125 126
124
132 133 xviii) 134 135
141 xvi,xix)142 xvii)143 144
150 151 152 153
159 xx) xxi) 161 162
160

Con tal descubrimiento, no pude menos que sentirme satisfecho. Aunque

entender el misterio, no ayuda a resolverlo precisamente. Pero de lo visto en este

cuadro, pude deducir, además de lo mencionado anteriormente, que en las

correlatividades de páginas, cuya suma es 17=1+7=”8”, es decir, en aquellas que

se suman valencias “8” y “9”, siempre se manifestara este espíritu. Esto me indujo

a realizar una asociación libre con la disciplina de la cábala, dado que me

encuentro realizando esta clase de cálculos supersticiosos. Se ha dicho que el

origen de la cábala da inicio cuando el Señor le entrega a Moisés, en el monte

Sinaí, las Tablas de la Ley, además de comunicarle secretos y misterios

encubiertos bajo enigmáticas formas, que después Moisés comunicó a un

pequeño grupo de sabios hebreos.

108
Esta doctrina se ha dado a conocer principalmente, a partir del siglo xv, por

el celebre teólogo y filosofo, Pico de la Mirándola, quien junto a sus partidarios la

acogió y propagaron con verdadero entusiasmo. Según los cabalistas, dios ha

establecido un numero de grados de analogía y subordinación entre el y los

ángeles, entre estos y los astros, y entre los astros y los cuerpos sublunares. Los

caracteres de esta relación se hallan impresos, en los símbolos, en las letras y los

números, y ha revelado el modo y manera de aplicarlos para encontrar en ellos la

relación existente entre todos los seres reales. Soy plenamente consciente, que

mis divagues cubren mi ser, cual prenda de vestir lo haría con cualquier hombre.

Pero ciertamente, ante la desnudez que me provoca la incertidumbre, prefiero

aferrarme a aquellas ideas que puedan guardarme de la humillación de sentirme

desnudo si no puedo manejar lo que no entiendo.

Lo que también pude observar, es que dependiendo de la clase de valencia

que identifique a la página en cuestión, ésta se adelantará o retrocederá según la

siguiente formula general: x/x es página de valencia =6,7,8 o 9, donde la suma del

posible avance y retroceso de la misma debe ser igual a 17, lo cual indicaría que

el desplazamiento realizado por dicha página seria de valencia “8”. Esto quedaría

mas claro, viendo los casos particulares, que han sido los patrones que he

seguido yo en mi lectura:

109
Página de valencia "9" avanza 7 = "7" Página de valencia "9" retrocede 10= "8"

Página de valencia "8" avanza 8="7" Página de valencia "8" retrocede 9="8"

Página de valencia "7" avanza 8 = "6" Página de valencia "7" retrocede 9=”7”

Página de valencia "6" avanza +10="7" Página de valencia "6" retrocede-7="6"

También existen casos particulares, donde los avances se manifiestan con

una valencia igual a “9”, es decir, hay un salto de páginas igual a 18, que se da

porque busca la próxima página de la misma valencia, pero debe contar con la

característica de ser par o impar, según de donde haya partido. Esa es la precisa

razón por la cual el salto es el doble del común. De esta manera, si sumáramos

los dígitos de este guarismo (1+8), obtendríamos “9”. Son casos particulares que

pude percibir, en aquellos momentos en los que los saltos de páginas de una

valencia a otra homóloga se manifestaban en la continuación de un dialogo, en los

casos de valencia “8”; o bien en la concatenación de conjeturas e ideas plasmadas

en aquellas páginas de valencia “7”, así cuando de una ilustración, pasaba a otra

inmediatamente.

Antes de finalizar con el reducido espacio de la página 160, intenté dejar

impresa la pregunta que le haría a mi compañero de aquella indeseable noche.

Pero por mas que mi intento fue persistente, el resultado fue evidente. Es decir,

que no lo logré. De todas formas, ocurrió lo que la lógica indicaba.

-Sr. Robbins, tal como pensé. Usted empieza a entender el mecanismo de nuestra

interacción –pudo leerse en las primeras líneas de la pagina 161.

110
Sin saber como preguntarle, privado de mi voz y encima sin la página

pertinente para imprimir mi pensamiento, me quedé absorto leyendo lo que había

escrito poco antes.

-No se preocupe Sr. Robbins, puedo percibir sus inquietudes e interrogantes –

alardeó saboreando mi desconcierto-.Como usted ya se habrá dado cuenta, yo no

soy mas que un espíritu sin paz. Ni siquiera puedo ser como aquellos espíritus que

deambulan por la tierra, aunque no tengan un paraíso o infierno que los acepte –

manifestó ahogando la angustia que lo torturaba-. No soy mas que un espíritu que

merodea las páginas de la más triste historia que me ha tocado vivir.

-¿Acaso tú eres un protagonista de la peste acontecida en el siglo XVII en

Londres? –pregunté intrigado, palpitando que mis suposiciones se iban

confirmando.

-Así es. La peste se llevó consigo a mi familia, manifestando su crueldad al

dejarme vivo sin siquiera poder acompañarlos. Viví el resto de mi vida sumergido

en la depresión, tratando de olvidar lo que no se puede olvidar y deseando lo que

no se debe desear –la muerte-. Y cuando finalmente morí, me convertí en un

espíritu errante, sin destino –las palabras que páginas atrás parecieran tan

orgullosas y sublimes, ahora se presentaban temblorosas y con manchas.

-Pero... ¿Por qué puedes comunicarte conmigo y de esta manera? –pregunte sin

imaginar la respuesta que obtendría.

-Por alguna extraña razón, me enteré que un afamado escritor relataría los

acontecimientos de tal trágico episodio, y nació en mí el deseo de ayudarlo con la

información. Tal vez para afrontar el amargo recuerdo que vivía en mí. Si bien yo

111
era un viejo para aquella época, no tenía problemas de memoria

desafortunadamente.

-¿Quiere decir que revivió cada detalle nuevamente? -Pregunté sabiendo que mi

pregunta salía de los cánones normales de un entrevistador inteligente.

-Sí, por supuesto. Pero lo que no mencioné es que ya estaba muerto para ese

entonces... bueno, era un espíritu sin cuerpo, tal como ahora –expreso con una

caligrafía más cercana a la excelsa que me había impresionado anteriormente

-Eso significa que...

-Sé lo que esta pensando Sr. Robbins. –prosiguió en la página 179-. Pude

comunicarme con el Señor Defoe de la misma manera que con usted. En todas

aquellas páginas cuyos dígitos sumaran “8”. En un comienzo se sobresaltó por mi

presencia, pero poco a poco nos empezamos a entender, y trabajamos muy bien

en equipo.

-¿El hecho de que nuestros nombres equivalen a 8 hizo posible que nos pudiera

contactar?

-Esta en lo correcto, Sr. Robbins. El número 8 es un símbolo de mi triste paso por

la vida. Así como lo que nos permite comunicarnos.

-Creo que no entiendo muy bien –atiné a expresar con sorpresa

-Todos los espíritus que abandonamos nuestros cuerpos, respondemos a un

número simbólico que nos identifica. En mi caso, desde la composición de mi

nombre he sido signado por este número que no es mas que la representación de

lo “infinito” si lo voltea 90°. Infinito ha sido, y sigue siendo mi sufrimiento, así como

la memoria de aquellos amargos momentos que usted ha leído en las páginas del

señor Defoe.

112
-Si bien conozco la historia, no he leído el libro en su totalidad. Creo que usted

sabe muy bien porque. –Respondí con un cierto dejo de reproche

-Entiendo que usted pueda estar un tanto molesto conmigo, Sr. Robbins. Pero

créame que no es nada fácil para mí estar atrapado en la remembranza de los

días más terribles de mi vida –enfatizó su respuesta con sendos signos de

admiración.

-Dígame, ¿cómo fue que quedó atrapado en el libro?-pregunté creyendo que me

acercaba al final del enigma.

-Como bien le dije antes, mi sufrimiento es y será infinito. Esa es la marca de mi

desgracia. A medida que avanzaban las páginas, yo sentía cada vez mas que el

nefasto pasado se iba convirtiendo en este insoportable y eterno presente que

sigue aquejándome. El problema se suscitó por la conjunción de equivalencias “8”

en una misma página. Usted bien sabe que mis manifestaciones son en las

páginas cuya valencia es “8”. Esto significa que si me manifiesto en esta clase de

páginas, el valor de mi nombre y la página es de la misma valencia. Por ende, no

hay problema alguno.

-¿Usted como se llama? –pregunte para saciar mi curiosidad

-Por ahora puede decirme H.F. No hace falta saber mas, Sr. Robbins.

-Entonces... ¿Qué fue lo que le ocurrió? –continué preguntando, queriendo llegar

al fondo de la cuestión.

-Si usted observa bien la ultima página del libro, se dará cuenta que en esa página

son muchas las valencias 8 que se aglutinan ahí. Pues, ese fue el

desencadenante de que el libro me absorbiera y me hiciera su prisionero... -

113
interrumpió su relato para luego continuarlo en la página 197-.Cuando

terminemos el recorrido de estas páginas comprenderá lo que le digo.

-¿Cuándo terminemos? –pregunté, no sin sentir cierto estremecimiento. -¿Qué es

lo que usted quiere de mí?. ¿Acaso quiere llevarme a la dimensión que me

mencionó al principio? –seguí preguntando temiendo que lo peor, no había

sucedido aun.

-Cálmese Sr. Robbins, debo admitir que no fue muy correcta la manera de llamar

su atención cuando me presenté ante usted. Discúlpeme, creo que perdí la

compostura cuando noté que su valencia de designación era igual a la mía. Ya le

he dicho que yo estoy aquí por ayudar a redactar este relato al Sr. Defoe.....

-Eso ya lo sé –interrumpí bruscamente, sin sentir complejo alguno ante la falta de

modales que mi buena madre me había inculcado desde pequeño-. Entonces,

como mi valencia de designación es de 8, al igual que la suya, supone que yo lo

podría ayudar.

-Así es mi estimado Sr. Robbins. Yo he sido absorbido por estas páginas por puño

y letra del Sr. Defoe. Quizás usted, pueda romper este maleficio cuando llegue a la

última página.

-Pero yo no se como podría ayudarlo –me expresé tratando de ser convincente.

Pero no hubo respuesta alguna de parte de mi interlocutor. Por lo tanto,

traté de apartar mi vista del libro por un instante. Y me asomé por la ventana, no

pudiendo contener un grito de incomprensión, dado que no podía dar crédito a lo

que veían mis ojos: desde mi edificio pude distinguir claramente, que a su

alrededor se levantaba una aldea, cuyos aldeanos simulaban –o mejor dicho,

parecían ser- aldeanos del siglo XVII.

114
-¿Debo suponer que ya estoy en la otra dimensión que H.F. me había

mencionado? –me pregunté a mí mismo, temiendo que esa fuera la respuesta.

Hallándome hundido en lo más profundo de mi desconcierto, medité la situación y

decidí que lo más conveniente sería analizar todos los elementos de los cuales

disponía, y así dilucidar todos los patrones de esta funesta experiencia. A esta

altura, ya sabía claramente las valencias de las páginas, así como los posibles

saltos de páginas que podría tomar. Pero aun faltaba conocer el significado oculto

de algunos elementos, que en un principio me fueron desapercibidos. De este

modo, aparecieron en la página 196, bajo el impulso de mi mente, tres cosas que

ya había leído antes:

4 de septiembre, epidemia, y “Oh, muerte, muerte, muerte”

Ya antes había descubierto que “epidemia” tenia valencia “8”. Así que procedí a

descubrir la valencia de los dos elementos restantes:

4 de septiembre: 4 4.5 1.5.7.2.9.5.4.2.9.5 4 + (9) + (49)=62=”8”

Oh, muerte, muerte, muerte: 6.8 4.3.5.9.2.5x3 =14 + (28x3)

=5+84= 5+3 “8” 5+ (8+4)=17=”8”

Al determinar que los tres elementos tenían en común la misma valencia,

supe que lo que H.F. me quería mostrar es que todo lo que responde al valor 8,

tiene una subsiguiente connotación de lo infinito. Es decir, la epidemia que lo llevo

a él a un sufrimiento y recuerdo infinito de aquellas miserables muertes, que no

dejan de ser identificadas con el infinito cúmulo de malestar y terror que provoco

en aquellos testigos como H.F. Pero... ¿el 4 de septiembre?... ¿No me querrá

decir que es el día que desapareceré en lo infinito de esta dimensión?

115
Aún aturdido por la abrumadora cantidad de conjeturas desplegadas en la

página 196, observé un leve movimiento de páginas; la pagina 187 seguía

acaparando mis divagues, pero lo extraño sucedería en la 186...

“La ventana”- pude leer al inicio de la página.

Con no poco nerviosismo, me acerqué a la ventana para presenciar uno de

los espectáculos más terribles que pueda recordar. Un hombre totalmente

desnudo, cantando y bailando por las calles, como en trance, víctima de un

tormento atroz provocado por infames bubones prominentes en su cuerpo. Ante tal

manifestación de sufrimiento y locura, no pude menos que alejarme de la ventana,

con la única esperanza de alejar de mi mente aquellas infaustas imágenes.

Pero en la confusión de mi mente se atisbaba un interrogante, que se

plasmaría en la página 187, para dar inicio a una serie de razonamientos y

conclusiones que no hallarían respuesta, sino en lo fecundo de mi imaginación.

Mas, ¿qué se puede esperar de un cerebro agotado por la incertidumbre? Me

inquietaba no entender porque en la página 186, que es de valencia 6, apareció

ese mensaje que me indujo a mirar por la ventana. Puesto que, H.F solía

comunicarse por medio de las de valencia 8. Por un instante pensé que al tratarse

del numero 6, cuya condición de numero perfecto, según Euclides; podría

encontrar la respuesta aliviadora.

Mientras estas cuestiones me atosigaban, las páginas avanzaron hacia la

página 195, donde nuevamente pude vislumbrar un mensaje. En este pude leer lo

siguiente: “peste bubónica”. Por consiguiente, ya sabía lo que debía hacer. Sin

mas preámbulos, comencé a asignarle sus equivalentes numéricos a ambas

palabras:

116
Peste: 7.5.1.2.5=20; bubónica: 2.3.2.6.5.9.3.1=31 Por lo tanto, de la suma

obtenida de ambos guarismos obtuve el valor 51, a su vez, de la suma de estos

dígitos (5+1), pude descubrir que su valencia era 6. Si bien no entendía que

podría significar este enigma, supuse que lo más conveniente seria dirigirme hacia

la ventana, y quizás así, podría obtener alguna pista.

Ante la intimidante imagen del marco de la ventana, aun sin imágenes, me

preguntaba con que horrorosas escenas me encontraría. Pero la mejor manera de

averiguarlo era acercándome, aunque mis piernas no pensaban lo mismo, así

como tampoco mi amilanada hombría. Resuelto a confrontar mis temores, me

dirigí a la ventana, pudiendo observar como las puertas de diversas viviendas,

algunas de marcada pobreza, mientras que otras no tanto; eran marcadas por

cruces rojas, supongo que señalando aquellas que se encontraban infectadas,

para luego ser clausuradas. Era angustiante oír los llantos y gritos de aquellas

personas privadas de su libertad, aun cuando se trataba de evitar males mayores

para el resto de la población.

Nuevamente, presa del pánico que me provocaba ser testigo de dicha

escena, me encontré alejado de la ventana, dispuesto a retomar la lectura. El libro

develó las páginas 188 y 189, mas no ocurrió lo que yo esperaba, es decir, H.F.

seguía sin dar señales. Tan solo pude observar puntos suspensivos en la página

188, pudiendo así, interpretar que H.F. no tenía nada que decir, o que no querría

comunicarse conmigo. Debo admitir, que esta segunda posibilidad me alarmaba,

aunque no supiera por que razón lamentaba su incomunicación. Puesto que esta

página no tenía mayor importancia, detuve mi vista en la 189, en la cual se veía

117
una imagen bastante perturbadora: yo me encontraba en medio de la aldea que

había visto por la ventana. Esto me llevó a pensar nuevamente en la incógnita del

número seis como portador de algún tipo de mensaje. Ya había entendido que los

mensajes adquirían diversas formas, los recibía directamente en forma escrita de

H.F en las páginas de valencia 8, o en forma de ilustraciones, en las de valencia 9,

como ahora en la página 189. Pero los mensajes de valencia 6 eran mas reales. Y

esto me hizo pensar que se trataba de un numero perfecto, ya que se trataría del

portal que podía unir ambas dimensiones en un punto, en una recta, o tal vez en

un espacio, a través de mi ventana, en combinación con las páginas de valencia 6

del libro, generando así un espacio intemporal para quien dispone de dichas

herramientas, es decir, yo. Pero la verdad de este enigma no puedo brindarla yo,

mas si puedo suponer que estoy atrapado en alguna dimensión, mas me veo

privado de mi comprensión para entender como salir de aquí.

Sabiendo que si quería que esto acabe, debía terminar el libro cuanto

antes. De esta manera, el libro dio vuelta sus páginas, deteniéndose entre la 206

y 207. Al ver la valencia de la primera página, creí que H.F se manifestaría

nuevamente. Pero eso no fue lo que ocurrió, sino lo que hacia ya bastante no

sucedía: en la página 207, surgió una imagen mostrando la aldea alrededor del

edificio, que yo había visto por la ventana. Demás está decir, el sobresalto

experimentado por mí. No por la escena en si, sino por sospechar que ya era parte

de ese libro.

Absorto en mis cavilaciones, perdido en un sinfín de interrogantes, fui

llamado a la realidad –suponiendo que la realidad fuera lo que no estaba

sucediendo en mi departamento –por gritos y llantos provenientes de afuera. Me

118
asomé a la ventana sin poder ocultar mi sorpresa al descubrir en las calles el carro

de la muerte, que debería llevar unos veinte cadáveres; pero lo peor era revivir la

angustia de aquellos aldeanos que debían entregar los cuerpos de sus seres

queridos carentes de toda vida. Un instante después, pasmado por la congoja, me

retiraba de la ventana para proseguir con la lectura interrumpida.

Una vez más, las páginas del libro giraron rápidamente hasta detenerse

entre la 224 y la 225. Sin embargo, H.F. no daba señales de vida... ¡perdón! Quise

decir que no se comunicó conmigo. Evidentemente, seguía avanzando solo por

aquellas páginas que contenían ilustraciones, y la 225 no sería la excepción. Pero

esta en particular logró infundir en mí una espantosa sorpresa. Todas las

imágenes anteriores, representaban escenas del presente que me venia

aquejando; pero lo que creí ver en esa ilustración, aun no había ocurrido, o eso

era lo que yo suponía. Ahí estaba yo, de cuerpo entero, luciendo prendas de un

aldeano corriente del siglo XVII......

Y aunque creí que no podría moverme por el asombro, seguí

sorprendiéndome a mí mismo porque un minuto después, el espejo me devolvía

mi propia imagen ataviada con las mismas prendas del dibujo.

-Debo tomar aire –dije al tiempo que me dirigía nuevamente a la ventana

Pero mi sorpresa fue aun mayor cuando descubrí, que mi ventana dejó de

ser la del departamento del octavo piso, en que yo vivía, para convertirse en la de

una casa mas en aquella aldea. Creía que me estaba volviendo loco, no podía

seguir viendo por la ventana la dimensión donde irremediablemente ya estaba

atrapado. Así que voltee, dándole la espalda a la ventana, suponiendo que la

visión de mi apartamento me devolvería a mi mundo. Pero evidentemente, yo ya

119
no estaba mas en mi domicilio. Al menos las hoscas paredes de barro de la casa,

así como la falta de corriente eléctrica, sustituida por un candelabro decían lo

contrario.

En ese instante, sospeché lo inevitable. Ya había ayudado a escapar del

relato a H.F., dado que había dejado de aparecer desde la página 197. Y en su

lugar yo estaba ocupando un lugar de privilegio en el relato de Daniel Defoe. Pero

aun no había llegado a la página 233, en la cual finalizaba.

-¡Maldito demonio, no te saldrás con la tuya! –exclamé alzando mi voz-. ¿Cómo es

posible? Ahora puedo hablar sin problemas. Eso quiere decir que indudablemente

ya estoy dentro de la presagiada dimensión.

Las páginas parecieron escuchar mis gritos, y voltearon deteniéndose entre

la 232 y la 233. Si bien, yo sabía que en la página 233, a quien le correspondía la

palabra era a H.F. Pero este ya se había ido. De esta manera, comencé a analizar

los diferentes elementos que componían la página, y observé que estaba

transcripta la ultima página de “Diario del año de la peste” donde al final se podía

leer:

“Una terrible peste hubo en Londres


En el año sesenta y cinco
Que arraso con cien mil almas
¡Y, sin embargo, estoy vivo!
H.F “

En la página 232 comenzaron a imprimirse mis pensamientos. Volcando de

esta manera aquellos elementos de valencia 8. Por lo tanto, pude inferir que de la

suma de los dígitos de la página 233 es igual a 8. La H en el alfabeto

120
numerológico vale 8. Así como la sumatoria de las equivalencias obtenidas en los

versos aportados por H.F. también valen 8.

-Maldito seas, volverás a este condenado lugar. Lugar del que no tendrías que

haber salido.-exclamé a viva voz, al tiempo que tomaba una lapicera y escribía mi

nombre debajo de las iniciales H.F.

No sé muy bien que fue lo que ocurrió, pero de improviso me vi en un

suntuoso apartamento, observando a un anciano finalizar de escribir algo que

parecía ser la última página de una novela o algo por el estilo. Este, al parecer sin

percatarse de mi presencia ordenó todas las hojas de las que constaba la obra; y

horrorizado pude vislumbrar, al tiempo que me sumí en la mas profunda

oscuridad, el siguiente título:

“La desaparición del Sr. Robbins”


por Herbert Finlay

FIN

121
Si querés, voy yo...
Por: Selvático

N
unca hubiera podido imaginar que al ingresar a ese Banco me

sucedería lo que me sucedió. Por eso deseo relatarlo, para que

otros no tengan que sufrirlo.

Al entrar, un señor, aparentemente de Informes, muy amablemente me

consultó a donde deseaba dirigirme.

- Voy a Suscripción de Inversores. -

- Muy bien. Siga el pasillo derecho y doble en la segunda entrada a la

izquierda. Cuando se encuentre con una escalera, no la suba o saldrá al edificio

de la Intendencia. Siga por el costado, baje los escalones y se va a encontrar con

un ascensor.

- Lo tomo. -

- No. Ese es el Montacargas. Siga por el pasillo y entonces encontrará dos

ascensores. Cualquiera la lleva al piso 25. Allí le indicarán. -

- Gracias.- Pronuncié muy débilmente y no muy convencida de haber

entendido el camino a seguir. Pero debía llegar a esa oficina. Así que me armé de

valor y comencé mi caminata.

El problema se originó al llegar a la segunda entrada a la izquierda. Estaba

clausurada por no se que arreglo. Así que, en ese sitio, un señor muy amable me

122
explicó que podía seguir derecho y en el quinto pasillo, no estoy del todo segura si

era el quinto, doblara a la izquierda y al final del mismo encontraría un ascensor.

- Con ese llego. -

- No señorita. Por ese usted va al piso 22 pero del edificio “Juan José Paso”.

En ese va a encontrar un corredor que comunica el piso 22 con el 18 del

“Hernandarias”. En ese sitio toma el ascensor y sube al piso 29. Al bajar debe ir al

pasillo tercero a la derecha del ascensor que la comunica con el piso 27 del

“Belgrano”. Deberá entonces bajar hasta el piso 25 y en ese lugar le indicarán. -

Me debo haber quedado varios segundos con la boca abierta, en algún tipo

de ridícula mueca, pues el hombre se fue protestando entre dientes que para que

le preguntaban si después ni las gracias le daban.

Inspiré hondo y traté de avanzar por ese laberinto bancario.

Cuando llevaba algo así como media hora subiendo y bajando por distintos

ascensores, jamás tome el mismo dos veces, me senté en un sillón de un pasillo

bastante desolado. Ya comenzaba a preocuparme pues debía salir de ese lugar

con el trámite realizado y poder llegar a mi turno con el médico.

De pronto un muchacho paso por el lugar. Me incorporé y le pregunté por la

oficina que buscaba.

- Lo siento flaca. Yo no soy empleado. Estoy buscando el edificio “Dorrego”

desde hace una hora y media y ya no tengo la mas remota idea de donde me

encuentro. Inclusive intenté llegar a la salida y volver a comenzar. Pero

lamentablemente no encuentro ninguna de las que se supone tiene el Banco. -

- ¡Pero esto es increíble! Estamos atrapados aquí dentro. -

123
- No seas tan pesimista. Tal vez encontremos a un empleado que tiene que

volver a su casa y nos diga como salir de este embrollo. -

Decidimos que cada uno tomaría uno de los dos pasillos que comenzaban al

final de ese pequeño descanso. Así lo hicimos y como si fuera una película

repetida me encontré nuevamente subiendo y bajando escaleras y caminando por

largos e interminables pasillos.

En una de esas tantas vueltas me encontré con tres hombres y dos señoras.

Ellos estaban vestidos de Gauchos. Estaban sentados en el piso tomando mate.

Me acerqué esperanzada, aunque algo incrédula por el cuadro gauchesco, por si

podían indicarme algo para salir.

- Lo sentimos mucho pequeña. Nosotros llegamos hace un día al Banco por

un crédito agropecuario. No pudimos encontrar la oficina que veníamos a buscar y

tampoco pudimos salir. Suerte que yo traía el equipo de Mate preparado con un

termo de los que se enchufan a la electricidad, no salgo a ningún lado sin el, y

estamos tomando algo. ¿Querés uno hijita? -

- No, le agradezco. ¿Pero no pasó nadie? – Pregunté desesperada.

- Si te referís a empleados del Banco, no, ninguno. Pero tenemos esperanzas

de que en algún momento encontremos a algún mocito de este lugar y nos ayude

a salir. Mientras tanto descansamos un poco. -

- ¡Pero esto es inconcebible! ¿Cómo puede ser que nadie de las personas

que se supone nos deben indicar a donde debemos ir no sepan nada de nada?-

- Desde ayer pienso en eso y he forjado dos hipótesis. – Comenzó diciendo el

Gaucho que cebaba mate. – La primera es que no tienen idea de la disposición de

las oficinas del Banco y por lo tanto se quedan cerca de las salidas para poder

124
regresar a sus ranchitos. La segunda es que este inmenso granero puede estar

ubicado en alguna especie de intersección cósmica que hace que diariamente las

posiciones de las distintas oficinas cambien de lugar en el espacio. -

La verdad no sabía si estaba soñado o era C o - estrella de una película de

misterio. Saludé a esos extraños gauchos y continué caminando un largo trecho.

Pasados varios minutos llegue a lo que parecía ser un hall muy grande. “Un claro”

pensé. Como cuando uno se pierde en un bosque. Me situé en el medio y con

todas mis fuerzas grité:

- ¡Cómo puedo salir de este lugar! – Mis palabras retumbaron por las cuatro

paredes y se metieron por los pasillos. Como por arte de magia escuché a alguien

detrás de mí que me decía en tono ofuscado:

- ¡Señorita no grite! Esta es la biblioteca del Banco y se necesita silencio.-

Terminado de decir esto salió por la puerta que tenía detrás cerrándola. Corrí

enloquecida tras el empleado y abrí la puerta. Mi desconsuelo fue tremendo.

Dentro había otras cinco puertas en abanico y ninguna indicaba cual era la de la

biblioteca. Me senté en el piso un rato y sollocé como una bebita. Ya comenzaba a

temer que esto no tendría fin y jamás podría salir de ese endemoniado lugar.

- ¿Qué puedo hacer?- Me pregunté a mi misma. Decidida me incorporé, me

puse delante de las cinco puertas y apuntando con el dedo índice elegí de la forma

más clásica.

- “DE TIN MARIN DEL DOPINGÜE LA CUCARAMATARA TITIRIJUE” –

Cuando el destino eligió una, la abrí y entré. No era la biblioteca, pero al menos, al

final del largo pasillo, pude ver a mis “amigos” los ascensores. Tomaría uno hasta

la planta baja del edificio y seguramente, desde ese lugar, se me haría más fácil

125
encontrar la salida. Ya, a esa altura, comenzaba a sentir síntomas de

claustrofobia. Corrí alegre hacia ellos y al llegar pegué un grito desgarrador. Los

dos estaban con el cartelito de “Ascensor en reparación”.

- Me arrodillé desconsolada. Esto ya era trágico. Para colmo no había

ventanas como para poder salir por ellas e intentar ganar la calle como una

andinista. Estuve un rato sentada y al levantarme me apoyé con fuerza en una

pared. ¡Oh sorpresa! No era una pared. Era una especie de portón disimulado y al

abrirlo había una escalera con un cartel en la pared que especificaba: “Escalera

de servicio”.

La verdad, me entusiasme bastante. Era mi primer golpe de suerte dentro de

ese monstruo insaciable que no permitía escapar a sus víctimas. Comencé a

recorrer las escaleras cuesta abajo. Según mis cálculos, debía haber bajado entre

15 o 20 pisos, aunque no con mucha seguridad. Durante todo ese tiempo no vi a

nadie. Ni empleado, ni visitante.

De pronto pude observar una puerta. Era la primera que parecía no estar

disimulada como continuación de la pared. Abrí la misma y me encontré en una

gran sala en donde había mesas y sillones de estilo antiguo. Pasé, y a pesar de

sentir una inquietante sensación de haber viajado en el tiempo hacia el pasado,

me acerqué a uno de los sillones y me senté a descansar. Al rato apareció una

joven con cara de gran angustia.

- ¿Qué te sucede? – Le consulté preocupada.

- Vine a entregar unos papeles por unos Bonos de la empresa en donde

trabajo, es la primera vez que vengo ya que el empleado que se encarga de estos

126
trámites está enfermo. Entré a las 10 de la mañana y todavía estoy aquí sin poder

salir. Hace un buen rato que no veía gente. -

- ¿Pudiste entregar los papeles? – Pregunté

- Si. Me perdí al salir de la Oficina. -

- Has tenido mas suerte que yo. La esperanza de completar mi trámite la perdí

hace rato en no se que pasillo.- Realicé una pausa suspirando y le consulté:

- ¿No pudiste regresar al Departamento y que un empleado te acompañara? -

- No. Porque yo tomé el ascensor, pero se descompuso antes de llegar a planta

baja y me hicieron bajar en el piso noveno. En ese lugar encontré un mozo y me

dijo que como no tenía casa en donde vivir lo hacía en la cocina de ese piso del

Banco. Por esa razón nunca se preocupó en averiguar como hacer para irse.

Además, las autoridades ni siquiera le preguntan como es que vive en las

Instalaciones. De hecho, me dijo que jamás vio a las autoridades. -

Le pedí a Cecilia, así se llamaba, que nos quedáramos juntas para seguir

adelante, haciéndonos mutua compañía. Le comenté mi anterior encuentro con un

muchacho y que al separarnos no volví a saber más nada de él.

Mientras caminábamos por los interminables pasillos, estilo laberinto del Rey

Minos, recordaba tristemente como esa mañana mi hermano se había ofrecido

para ir en mi lugar:

- ¿Querés que lo haga yo el trámite? – Me había preguntado.

- No Esteban. Yo tengo que ir al médico después. Así que me da lo mismo salir

un rato antes de casa. -

- En serio. Si querés, voy yo... – repitió insistentemente.

- No. No te preocupes. – Le respondí como bondadosa hermana.

127
Una inmensa sala circular me regresó a la realidad. Pero lo realmente increíble

era que había un mostrador y detrás del mismo... Un hombre... Y sobre el

mostrador... un cartel que decía “Informes”.

Corrimos desesperadas hacia él y le preguntamos en tono agradecido:

- Gracias a Dios. Ya no sabíamos que hacer. Llevamos horas sin poder

descubrir una salida de este endiablado lugar. ¿Podría indicarnos la salida? -

- Como no.- Respondió muy amablemente y con una extraña sonrisa en sus

labios. Y agregó: - ¿Me permiten los papeles de salida? -

Creo que no respondimos muy rápido. Miré con ojo clínico al sujeto e intenté

averiguar:

- ¿Qué papel? -

- El de salida.- Respondió muy seguro y agregó: - En las oficinas donde

estuvieron les entregaron un papel para poder retirarse, firmado por el Jefe de

Sección.-

Eso fue el colmo. Exaltada grité con desesperación:

- ¡Qué oficina! Yo no pude llegar a la sección donde me tenía que dirigir y ya no

me interesa encontrarla. ¡Sólo quiero salir de este manicomio! -

Cecilia, algo mas calmada, me tomo del brazo para frenarme y en tono

conciliador comentó:

- Señor, yo si estuve en el Departamento al cual me habían enviado. Pero el

empleado que me atendió no me dio ningún papel. Y tampoco mencionó que lo

necesitara. -

- Debe ser un empleado nuevo, señorita, y por tal razón no conoce las estrictas

reglamentaciones del Banco. Yo no puedo permitir que ustedes se retiren del

128
Banco sin la debida autorización. – Nos respondió pausadamente y sin quitar de

sus labios esa extraña y estúpida sonrisa.

Suspiré profundamente, me calenté mis manos con el aliento de mi boca y en

forma lo mas calmada y amable posible le relaté al señor que tenía delante todo lo

que me había sucedido desde mi llegada a ese siniestro lugar. Al finalizar mi

relato, le consulté, si a él le parecía que después de semejante odisea era

necesario que le presentáramos un ridículo papel firmado.

- Lo considero muy necesario señorita. Yo respeto las leyes del Banco y no

pienso dar un paso al costado y mirar para otro lado. Hay muchos infractores en

este lugar que permiten esquivar las leyes como para que yo me convierta en uno

mas. Lo siento pero sin la debida autorización no se pueden ir. Buenas tardes.-

Terminado de decir esto, borro su sonrisa de la cara, se dio media vuelta, abrió

una puerta que tenía detrás, salió y cerró de un portazo.

Bien se ve, nos quedamos unos segundos mudas de la sorpresa. Al reaccionar

vociferé:

- ¡No puede ser! ¡Este engendro Anti biológico de ser humano me va a

escuchar! Voy a seguirlo y le cantaré unas cuantas.- Cecilia me frenó y con

sabiduría oriental me dijo:

- De que te va a servir. Insistirá en sus reglamentos. Con las cosas que hemos

visto hoy, ya me parecer verlo moribundo en el campo de batalla repitiendo en un

susurro: “Mi número de legajo es 0909 y mi rango Auxiliar de Información. No diré

otra palabra de acuerdo a la convención de Bancos firmada en Monrovia”. -

Miré a Cecilia y no pude menos que reírme. La ocurrencia no estaba lejos de la

realidad.

129
- ¿Qué hacemos ahora? -

- Realmente no lo sé Cecilia. Volver a las oficinas no podemos. -

- Obvio. -

- Ni siquiera se donde están las benditas oficinas. Pero tampoco podemos

darnos por vencidas. Seguiremos adelante hasta triunfar.- Exclamé con el brazo

en alto y riéndome para tratar de ocultar mis nervios.

Seguimos subiendo y bajando por horas, hasta que Cecilia me informó:

- Faltan dos minutos para las cinco y cuarto. Es la hora de salida de los

empleados. -

- Es cierto. – Afirmé resignada. – Ya no podré ir al Médico. Tendré que dejarlo

para otro día. ¿Tendrán médicos dentro de este edificio? -

- Yo no se como voy a explicarle a mi Jefe que no podía salir, no se... -

En ese momento le pedí silencio a Cecilia. Estaba escuchando algo así como

un murmullo distante. Mientras intentaba concentrarme para poder escuchar

mejor, observé que un reloj, que estaba en una pared, daba las cinco y cuarto.

Realmente, aún hoy, no sé como sucedió. Por arte de magia comenzaron a salir

oleadas de personas de todas partes gritando incoherencias. Lo máximo que

llegué a descifrar fue: “Por fin se termino el día”. Sin saber como me sentí

arrastrada por esa marea humana, por esa tromba huracanada que salía en todas

direcciones. Perdí a Cecilia, a pesar de mis esfuerzos por mantenerme a su lado.

Estaba casi perdiendo la respiración cuando alcé la vista y me encontré en la

calle. Los empleados, de alguna manera, me habían empujado hacia ella. No se si

por una puerta o atravesamos una pared. Pero estaba a salvo por fin. Intenté

buscar a Cecilia y la encontré a unos pasos de mi.

130
- ¿Estás Bien? -

- Si, gracias. Estamos afuera... ¿No es así? – Y agregó: - ¿No es una ilusión

óptica? -

- No Cecilia, salimos. -

Nos fuimos caminando juntas hasta la parada del colectivo. Antes de doblar en

la esquina. Mire para atrás y observé el frente del edificio, del maligno edificio.

Puedo asegurar que el condenado reloj de la fachada se rió.

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SOÑAR CON LA
MUERTE PUEDE
RESULTAR
PELIGROSO
Por: Piricho

M
is fuerzas están llegando a su límite. El filoso borde del

abismo me desgarra la piel de los brazos, mientras mis

manos aprisionan desesperadamente el tallo seco de un

arbusto, que lentamente va cediendo a su entierro. Trato de trabar mi mentón

contra una pequeña saliente, pero no puedo. El viento caliente que asciende

desde el río de lava que corre a unos cincuenta metros debajo de mis pies, insiste

en hacerme sentir su presencia, aunque no sea necesario. El sudor, provoca que

una de mis manos se desprenda de su enclave salvador. Araño el polvo

intentando alcanzar nuevamente el arbusto, pero mis movimientos y estertores, no

hacen más que aflojar sus raíces muertas. Pienso en la horrible posibilidad de

caer. Sin lograrlo, intento alejar de mi mente un pensamiento que me petrifica:

¿Qué sentiré mientras me hundo en la piedra incandescente? ¿Me desintegraré al

instante de tocar la lava, o el sufrimiento será hondo y paulatino? Aún me resta

132
una posibilidad y trataré de aprovecharla. Me concentro, debo lograrlo, de ello

depende mi existencia. Cierro los ojos. Dejo de ver aquel paisaje que se extiende

entra grises y rojizos, para focalizar mi atención en un solo objetivo. Creo que lo

lograré...

Al fin, empapado, logro despertarme nuevamente. Esta reiteración de

pesadillas que me golpea con insistencia, no me permite descansar. He

consultado un psiquiatra, por miedo a perder la cordura, ya que cada vez me

resulta más difícil conciliar el sueño. Temo por mi vida, pues no sé que sucedería

si no logro despertar a tiempo, tampoco estoy ansioso por averiguarlo. Sumado a

mis problemas personales, ahora sufro también por estar exhausto. Mi cuerpo ya

no soporta la tensión y el agotamiento, mientras mi analista dice, con admirable

simpleza, que todo es consecuencia de lo mismo. Me siento en la cama y veo

como mi esposa duerme con placidez, soñando probablemente con algo que

prefiero no confirmar. Otra vez lo mismo, levantarme, bañarme para que junto a la

transpiración, el agua se lleve por el resumidero la sensación de que le muerte

estuvo nuevamente a punto de alcanzarme. Luego, me preparo yo mismo el

desayuno. Recuerdo que en los primeros años de nuestro matrimonio, Marisa se

levantaba conmigo todos los días, me servía un café con tostadas recién hechas,

acomodaba mis papeles, y me acompañaba hasta la puerta, desde donde me

saludaba con una sonrisa, ansiando ya mi regreso. Hoy las cosas han cambiado, y

creo que nadie puede comprender el hastío que esta rutina solitaria me produce.

Nuestra vida en común es sólo cuestión de costumbre, a la que se suma la

comodidad que le produce a Marisa tener quien la mantenga. Sólo eso. Durante

los primeros tiempos buscamos un hijo que no llegó. Los análisis que nos hicimos

133
dicen que no es por mi culpa, pero ella no pierde la oportunidad de echármelo en

cara, como si no fuera yo quien sufre más esta tristeza. Al manotear el picaporte

de la salida, Marisa me grita desde la pieza:

- Acordate que hoy es viernes, y vienen a comer Walter y Lidia...

Walter, por supuesto, quién más. Mi agradable vecino. Sé a la perfección lo

que pasa entre ellos, aunque no pueda demostrarlo. Tampoco lo preciso. Sus

miradas, sus charlas en la vereda, sus invitaciones recíprocas a cenar, aún

cuando Marisa no muestre mayor interés en intimar con Lidia. Es más, no pierde la

oportunidad para criticarla. Yo no sé que hace Walter con una mujer tan insípida,

él es un hombre tan... dice Marisa cada vez que los despedimos, sin completar

jamás la frase ¿Tan qué? ¿Tan qué, más que yo? ¿Pensará Marisa que no la

merezco? Con seguridad a esta altura de nuestras vidas, su opinión se ha volcado

en mi contra. Pero... ¿Por qué ella no me pide el divorcio? ¿Por qué no nos

separamos? Ella por comodidad. Yo por este humillante amor que aún siento.

Porque ya perdí la dignidad, pero me resisto a perderla a ella.

El día transcurre como cualquier otro. Un bamboleo acotado, que va desde

el letargo constante que me produce mi falta de reposo, hasta la pereza que me

induce un trabajo en el que sé que cualquier esfuerzo por avanzar resulta inútil.

Vuelvo a casa temprano. Las ventanas de nuestros vecinos están cerradas,

indicando que ellos no han vuelto todavía. Entro. El living esta impecable y la

mesa preparada. Un casi imperceptible olor a comida, corta la fragancia a violetas

con la que Marisa rocía la casa cuando esperamos invitados. Sobre todo a Walter

que repite hasta el cansancio la misma cursilería: ¿De donde sale el olor a

134
violetas, si en esta casa solo veo una rosa?. Marisa le regala una sonrisa y una

caída de ojos. Lo de ellos es repugnante. Lo mío es patético.

Marisa me recibe con un gentil: Tratá de no ensuciar, que esta todo

ordenado. Me ofrece la mejilla como una graciosa concesión, para que le dé un

beso. Cierro los ojos y me deslizo hasta su cuello. Mi intención es clara. Ella se

corre y me indica que me bañe. Tenés olor a cigarrillo -me dice- Ah, y apurate por

que yo todavía me tengo que arreglar. Cuando nos preparábamos esperando

visitas, solíamos escuchar música. Hoy el único sonido que se oye, es el del

secador de cabello. La veo mirarse al espejo y deduzco que no usa el aire caliente

para secarse el pelo, sino para inflar su vanidad. Está radiante. Se acomoda el

escote y sonríe lujuriosa. Sé que no piensa en mí. Suena el timbre y Marisa corre

a abrir la puerta. Escucho un beso sonoro. Es el que le da a Lidia, cargado de

chispeante falsedad. El otro, aquel con recibe a Walter, es mudo, oculto, como su

relación.

La cena transcurre entre temas tan banales como aburridos. Lidia se ríe sin

saber lo que sucede. No le tengo lástima, ella es tonta y no advierte la realidad, yo

en cambio soy deshonesto, poniéndome excusas para no reaccionar. Soy

consciente de ello y lo lamento. Walter apura la cena, porque debe llevar a Lidia al

aeroparque. Viaja para ver a su madre y estará fuera dos semanas. Marisa,

diligente, comienza a levantar los platos. Advierto la lascivia de sus miradas que

se cruzan. Saben que son dos semanas para ellos. Marisa busca una excusa para

no perder tiempo. Dice que al otro día a la mañana temprano, se levantará para ir

a la peluquería. La trama está lista. Me quedo con Lidia en el comedor, mientras

Marisa y Walter llevan las cosas a la cocina. Entre el ruido de los platos estallan

135
sus carcajadas. Ya están gozando lo que les espera. Los despedimos. Marisa

insiste como siempre: Yo no sé que hace Walter con una mujer tan insípida, él es

un hombre tan... Odio que jamás termine esa frase. Odio la incertidumbre.

Nos acostamos. Ella trata de alejarse de mí todo lo posible. Ya no me

importa. Ahora comienza otra lucha. Tengo que dormir, y tratar de descansar.

Tengo que vencer el temor a otra pesadilla, y a no poder despertar. Marisa se

durmió pronto. Claro, debe levantarse temprano para ir a la peluquería, es decir a

encontrarse con Walter. Trato de poner mi mente en blanco, no sé cuanto tiempo

ha pasado desde que cerré los ojos intentando conciliar el sueño, pero ya empiezo

a pensar en forma desordenada e incoherente, signo inequívoco de que estoy

ingresando al limbo onírico...

...Mis pensamientos son ahora más claros. Sin duda, ya estoy viviendo en

sueños. Me encuentro en un patio colonial, probablemente a principios del siglo

XIX. Hubo un levantamiento popular, y los soldados se mueven con impaciencia a

pesar de que la rebelión ha sido sofocada. Corren de un lado al otro, entre gente

de diversa condición, que se ha refugiado en esta especie de ciudadela fortificada.

Las mujeres aprietan contra sus largos vestidos a los niños, que tratan de sacarse

las manos de sus madres de sobre los ojos. Ellas intentan impedir que vean lo que

va a suceder. Los cabecillas de la conjura deben ser castigados de manera

ejemplar. En un palo se encuentra atado uno de los rebeldes, sin venda en el

rostro. A unos quince pasos, se acomodan los seis fusileros. Casacas color verde

oscuro, con doble abotonadura dorada, gorros de piel negros, pantaletas blancas,

botas negras de caña alta. Son Húsares del Tercer Regimiento. Seis justicieros y

un futuro ajusticiado. Siete personas mirándose fijamente, esperando la orden del

136
primer teniente, que se acomoda al costado de la fila, con el sable en la mano.

Como no podía ser de otra forma, yo soy uno de los protagonistas de la historia,

jugando nuevamente con la muerte. El primer teniente eleva el brazo, blandiendo

el sable, que queda apuntando al cielo. El silencio gana la plaza. Los hombres y

mujeres presentes contienen la respiración. Quiero bajar la vista, pero no puedo.

Mi orgullo no me lo permite. Como en otros sueños, cuando la parca camina lenta

para ocupar su posición en el escenario, el sudor me brota con abundancia por los

poros. Siento que tirito. Trato de sobreponerme, afirmando mis piernas y

contrayendo los glúteos. Tengo que escapar, mas no sé si esta vez lo deseo. De

alguna vez por todas debo saber qué sucede si el sueño sigue con su argumento

hasta el final. Me dejo llevar. Miro de reojo al primer teniente, esperando que el

sable dicte el momento de la muerte. Los seis disparos, se unieron y resonaron

con el eco interminable del infinito espacio de los sueños.

Sentí un fuerte sacudón. Muy a lo lejos, el llanto de una mujer, se iba

incrementando. Otro sacudón. Abrí los ojos y vi como Marisa me sacudía del

brazo llorando desconsolada.

-No sabés lo que pasó... –dijo intentando una pausa en el lloriqueo- Es horrible,

horrible, horrible!!!

Me senté en la cama. La tomé con fuerza de los hombros, le di un leve

zarandeo.

-Explicate, por favor –le ordené-

-Es espantoso, en la calle está la policía, acaban de encontrar a Walter en su

cama, con el pecho destrozado por seis disparos... Es horrible, horrible...

137
Se alejó rumbo a la calle repitiendo sus últimas palabras. Yo me recosté,

pensando que nunca hubiera creído que algo así podía suceder, y todo por dejar

que el sueño terminara. Lo que nunca imaginé, por cierto, es que podría serme tan

útil. Esta vez estuve del lado correcto. Para otra oportunidad deberé cuidarme, y

ver bien cual es mi papel, porque soñar con la muerte puede resultar peligroso.

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UNA EXTRAÑA
PROPUESTA
Por: Hobbes

H
a caído la noche en una urbe cualquiera, suntuoso centro del

capitalismo, ofreciéndose al mundo como un ostentoso

escaparate, panacea de la cultura del pelotazo, heredera de los

hijos del "franquismo" y mayo del 68, esponja de ensoñados inmigrantes, capital

de estudiantes, centro neurálgico de una comunidad prospera en él centralismo,

de diseminada y disfrazada igualdad social, resacosa de una olímpica lavada de

imagen, donde la cultura mediática y la calle se disputan, sin ruido, el bilingüismo,

una ciudad en al que el ritmo frenético solo se detiene a golpe de semáforo, en un

casco antiguo, renovado bajo coste de subvención, hay un pequeño rincón que

parece vivir aislado del mundo, a él no han llegado las olímpicas renovaciones ni

las subvenciones burocráticas, es un placeta cerrada al tráfico, presidida desde su

centro por un enorme sauce llorón, desparramando su verde esperanza sobre el

gris plomizo de las desconchadas fachadas, prestando su nombre a la plaza, bajo

él, una pequeña, casi ridícula fuente, acompaña a este en su llanto, con un

pequeño y suave murmullo que junto a algún gato despistado dan vida a la plaza,

al fondo asciende un oscuro y estrecho callejón sin salida, adoquinado, de

irregulares y desgastadas aceras, es el callejón de la Esperanza, donde los bares

del desaliento se alinean unos con otros, de desenfrenados y frenéticos jueves

139
estudiantiles en busca de fiesta económica, el resto de la semana se convierte en

el correcalle de desolados y angustiados despojos sociales, no alineados y algún

corazón roto, recorriendo los bares como si de locales sociales se tratara, en

busca de alguien con quien compartir esa abrumadora soledad, suelen estos

acabar de madrugada en el bar que cierra el callejón, el que más tarde cierra y

conocido como el bar del olvido, debido esto a que cuando llegan a el los

desafortunados transeúntes, tras recorrer el callejón y sus bares, tras varias

copas, suelen haber olvidado o mejor dicho, ahogado sus penas, es un bar

pequeño, mugriento, de suelo pegajoso y cajas amontonadas por falta de espacio,

sin ningún tipo e estética, adornan las paredes fotos de una peña futbolística de

barrio y un escudo del Betis, regentado por un hombre pequeño, entrado en

carnes, de entrañables ojos azules, sonrisa fácil y acento andaluz, el Sevillano,

tras la barra, discute con dos taciturnos el anual partido del siglo entre Barça y

Madrid, a un metro escaso, recostado sobre la barra, un bohemio absorto,

contempla en una copa el subir de las burbujitas, esperando que una de estas

llegue arriba, estalla y salga el genio, pero el genio no sale, por que el genio esta

ahogado frente a ellas, al fondo en las mesas, un cuarto noctámbulo, Don Nadie,

de estética skin, con apenas edad para votar, duerme por fin tranquilo,

desparramado sobre la mesa, con un brazo colgando en un intento por coger la

botella que ha caído con él, el otro sobre la mesa sujeta una foto, la foto de una

ausencia, una chica a la que un accidente de tráfico arrancaría la vida y dejaría a

Don cojo para siempre, este entreabre los ojos y contempla la foto, se le presta

borrosa, por un momento el recuerdo le arranca una sonrisa, se presta como la

aurora boreal en la eterna noche eslava, magnífico espectáculo de colores que

140
aparece y desaparece sin más, luego cae dormido, ya no le abruma el

remordimiento de conciencia, a conseguido mitigar el dolor de ser el conductor

ebrio que desparramo la vida de su novia en una cuneta. Poco a poco, entrando la

madrugada, los hombres grises abandonan el local, el Sevillano con una lánguida

mirada contempla a Don, hijo del barrio, lo conoce de crío, sabe su historia y no

quiere romper el momento de paz en que se ha sumido el chico, suena el teléfono,

lo coge, es el padre de Don, pregunta por él, cuelga, llena las neveras, recoge y

barre, por último se dirige al rincón del chico:

- Vamos chaval es hora de cerrar, deberías ir a casa.

Don, sin abrir los ojos balbucea un, no puedo, con estima el Sevillano lo

agarra por las axilas y le ayuda a levantarse, sujetándolo por la cintura, con la otra

mano recoge la muleta y le ayuda a salir, no sin antes ofrecerse para llevarlo a

casa, a lo que Don responde con un no, no soy un inútil, una vez en la calle, se

tambalea aguantando a duras penas el equilibrio con la muleta, apenas recorre

unos metros hasta la plaza y se sienta en un banco, deja caer la odiosa muleta al

suelo, contempla el sauce, en el que aún hay gravado a punta de navaja un

corazón con sus iniciales y las de la fallecida chica, por un momento Don sonríe, el

recuerdo se le presenta como el arco iris que un niño intenta alcanzar y

desaparece al llegar a este con la mano, suelta un gruñido, saca un papel del

bolsillo y un poco de maría, se hace un porro, cuatro caladas escasas y la plaza

empiezan a dar vueltas alrededor de Don, las imágenes de su ex y la plaza se

intercalan a ritmo frenético en su turbia mente, finalmente tras un grito de agonía,

se convulsiona, se arquea hacia delante vomitando todo su dolor revuelto con

alcohol, sentado en el banco, doblado sobre sus rodillas, babeando bilis, advierte

141
unos zapatos salpicados de sus restos, se respalda sobre el banco, mientras,

levantando cabeza descubre una enorme silueta rigurosamente trajeada de negro,

de tez calva, de edad incalificable, rasgos suaves y mirada profunda, y le suelta:

- ¡Que coño miras!!

- A ti, chico a ti.

-¿¡y!?

- Vengo a hacerte una propuesta

-¿¡?!

- Durante un año podrás ser lo que quieras...

-¿Quién eres Aladino? Ja, ja, ja...

- Aunque te dijera quién soy no te lo creerías, pero eso no importa, mira hijo, serás

lo que quieras, pero a cambio deberás demostrar que eres mejor que los demás.

- Ya, ya, y yo ¿qué gano con eso?

- Serás lo que quieras...

- Y, si no quiero ser nada, ¡¿eh?! , ¿Entonces qué?.

- ¿Umm, dinero?

Don con no poca ironía sigue el juego:

- Bueno hombre, va, un kilo...

- Deacuerdo, pero deberás ser mejor que los demás, no lo olvides, nos

veremos dentro de un año aquí, ¿vale?.

- Bueno, no me lo creo, pero bueno, vale.

Dicho esto, el anónimo transeúnte se da la vuelta y se aleja, hasta

desaparecer en la noche, Don atónito y perplejo por la extraña visita empieza a

hacerse preguntas, ¿mejor que los demás, y qué es ser mejor que los demás?¿Un

142
kilo? Ja, ja, ja en fin, tampoco pierdo nada, se mira la peta con extrañeza, no sé,

no sé, esta maria, lanza el peta, ahora mas despejado, recoge la muleta, se

incorpora, mira el reloj, las cuatro de la madrugada, aún es pronto, empieza a

caminar, durante un largo rato pasea su soledad sin rumbo, desorientado en sus

pensamientos, confuso en sus sentimientos, perdido, finalmente retoma el camino

de casa, empieza a subir las escaleras, las odia, llega al cuarto piso, observa la

puerta de su casa, se siente extraño, no entra, continúa subiendo, hasta el terrado,

hace frío arriba, pero no le importa, nada le importa, deja la muleta y se sienta en

el borde de la terraza con los pies colgando en el vacío, lo observa, en un principio

siente el abrazo traidor del vértigo, luego se estabiliza, levanta la cabeza y

contempla el dormir de la ciudad, la infinidad de tejados, las grúas del puerto y al

final el mar, el inconmensurable e infinito mar, empezando a despuntar el alba, le

encanta contemplar el amanecer, piensa, piensa que este podría ser el último, con

un pequeño balanceo hacia adelante acabaría para siempre con este eterno dolor,

durante unos segundos lo considera, acabar con todo, de una vez por todas, -

¿qué es la vida?, recuerda a Shakespeare, "ser o no ser, ¡esa es la cuestión!",

¿Acaso no es la vida una interrupción del eterno no ser?" , ¿O quizá el suicidio es

de cobardes?, ¡ Pero valientes!, ¿Valiente ante qué?, ¿Ante una infinidad de

problemas, ante la amargura eterna de ese recuerdo?, Cómo diría Nietsche, " la

espera del eterno retorno de lo idéntico”, sus padres y sus amigos ¿qué

pensarían de él si lo hiciera?, ¿Quizá hundido en aquella tortura se había olvidado

de los que tenía cerca?, Pero, acaso, ¿no morirán todos?. ¿No es la vida el

camino más largo a la muerte? , la vida, ¿qué es la vida?, ¡ Serás lo que quieras!,

¡Ja! , ¡ Él solo quiere morir!, ¡ Dejar el tormento!, ¿ O no?, Su familia, sus amigos

143
¿les haría a ellos lo mismo que se ha echo a él, no, no lo haría, no se tiraría por

hoy, por lo menos hoy no, aunque la vida no sea ese camino de rosas que le

enseñaron en el colegio, no sé, no sé, desde la convalecencia en el hospital había

leído tanto que creía que se estaba volviendo "majara", tantas y tantas cosas por

hacer, pero ¿qué hacer?, ¿Ser mejor que los demás?. Es una buena tarea, total,

no tiene nada mejor que hacer se dice así mismo, debería intentarlo, quizá haya

sido la marihuana, quizá no ha habido ninguna visita, pero sí, sí era tan real el

dinero, ¡ ja!, ni se lo cree, pero la propuesta es una buena propuesta, pero, ¿ ser

mejor?, ¿Estudiar?, ¿Ser amable?, ¿Ser un cabrón?, estos triunfos egoístas,

competidores, subproductos universitarios y mediáticos, productos arrogantes

Estos se forrarán, ¿son estos, acaso, los mejores? No, no puede ser, debe de ser

otra cosa, debe de ser... ¿qué debe ser?....un portazo arranca a Don de sus

cavilaciones, mira hacia abajo, es su padre, son las 5,30, se va a trabajar a la

fabrica, eso, trabajar, debería empezar hoy, desde arriba contempla el despertar

de la ciudad, poco a poco los hombres grises vuelven a su ajetreo diario, y piensa,

piensa que quizás debería empezar por ser como los demás, debería dejar de ser

un inútil, empezar a trabajar, pero ¿donde?, Quizá empezar por asistir a las

tediosas recuperaciones del hospital, le duele, le duele ser inútil, ser cojo, ¿o quizá

ser cojo no es tanto? Esos paralímpicos empecinados en correr con piernas de

titanio y kevlar, quizás sí, quizás el camino a seguir era empezar a ser como los

demás, empezar por ir a recuperación, bueno, piensa que por hoy ya es suficiente,

se retira, poco a poco a casa, entra en silencio procurando no despertar a su

madre que se ha dormido en el sofá frente al televisor, seguramente le estaba

esperando, no la despertará, torpemente se dirige a la habitación, entra, un último

144
esfuerzo para quitarse las botas, se tumba en la cama vestido, mira el techo,

apaga la luz, mañana será otro día, afuera ha amanecido ¡que no es poco!.

Son las cuatro de la tarde, hoy podría ser un día cualquiera para la madre

de Dan, pero no, es un día muy especial, está con los ojos llorosos de ilusión, mira

a través de la ventana la vida de la plaza, mientras en el reflejo del cristal,

orgullosa, contempla a Dan desayunando, hoy se ha levantado, aunque hecho

polvo ha decidido ir a recuperación, la cabeza le estalla, come por obligación más

que por necesidad, en silencio recuerda una vieja frase, "un viaje de mil millas se

empieza con un simple paso", y hoy está dando ese paso, ese primer paso de un

largo viaje, hasta ahora restaba los días, ahora empezaba a sumarlos, por la

cabeza aún le da vueltas la extraña proposición de anoche y se ríe por dentro,

acabado el desayuno su madre recoge la mesa, suena el timbre, Dan coge la

muleta, se levanta, abre la puerta y se lleva una gran sorpresa, es Chico, un viejo

amigo de la infancia y compañero de la peña de fútbol en la que jugaba Don,

menudo, de ojos saltones y vivarachos, Chico le saca un compromiso a Don, si

este quiere le llevará cada día en coche a recuperación a cambio, Don, deberá

levantarse cada día temprano pues Chico trabaja por la tarde y solo podrá llevarlo

por la mañana.

Ha pasado un año desde la extraña visita, Don regenta el Bar del Olvido,

ahora cerrado por vacaciones, lejos de allí reposa en compañía bajo un cielo

eslavo, anochece, parpadean las primeras estrellas mientras el continua allí

sentado, esperando que ocurriera lo que tanto tiempo había deseado. Se levantó

una brisa agradable y fresca, se agradecía aquel airecillo, suavemente veraniego,

aunque hay que reconocer que en Finlandia, los veranos no son muy severos, no

145
estaba de más. Silgrid volvía con el papel de fumar, se disculpó en un castellano

titubeante, por descuidárselo en el coche, mientras deshacía los cogollos le

miraba de reojo y sonreía la par que repetía: Vas a flipar, vas a flipar...

Tras el “fumeteo” se estiraron sobre la manta, se besaron una vez más,

aunque Don no pudo dejar de mirar el cielo, oscuro y nítido, luego reposaron largo

rato, mirando las estrellas, en esperando que sucediese. Entretanto recordó el mal

año, la extraña propuesta y su última suerte al dar con Silgrid en aquella

discoteca, luego unas noches más y todo había cambiado, dejó sus

desenfrenadas vacaciones en Ibiza y se fue con ella a ese rincón del mundo a

exprimir los últimos días de verano más los últimos billetes... creyó dormirse en un

sueño evanescente y colorido, cosas de la “maría”, al rato notó la mano de Silgrid

tirar de la suya: Ya estaaá aquiií...

Su voz suave, casi un susurro le arrastró a la realidad, abrió los ojos, el

cielo apareció teñido de un verde pastel, las formas se contorneaban y

difuminaban, poco a poco los colores fueron apareciendo y desapareciendo, se

convirtió el cielo en una paleta de pintor con vida propia, así permaneció

estupefacto durante aproximadamente cuarenta y cinco minutos, luego el

espectáculo se desvaneció, auténtica maravilla de la naturaleza, que aparece y

desaparece sin más, aurora boreal en la eterna noche eslava, como la enigmática

Silgrid... como aquel hombre y aquella insólita propuesta que le había sacado del

atolladero y esa eterna noche en la que había caído.

146
El Nuevo Milenio Por: Hada Purpurina

orre el año 2548... Todo lo que se puede divisar en la lejanía

C son las montañas pedregosas, oscuras. Lo único que me rodea

son cenizas y restos de lo que antes fue un paisaje lleno de

vida. Comienzo a caminar sin rumbo fijo. Mi reloj marca las doce del mediodía. Un

sol abrasador cae como piedras arrojadas desde el cielo, sin barreras que lo

detengan. Sigo caminando y aún no veo más que un espectáculo desolador,

frustrante, desesperanzado. Me siento desanimada, no hay nada para hacer y el

tiempo corre. Ha transcurrido ya media hora, aunque el reloj sólo marca las doce y

cinco. Las doce y cinco de un día de invierno en el año 2048... Entonces es

cuando razono, y me digo: "¿Que no era el invierno la estación fría? ¿Cómo es

posible que el sol esté quemando mi piel?". Algo no está bien en este lugar. Pero

¿qué? ¿Qué fue lo que ocurrió? ¿Dónde estoy? ¿Por qué? Mi corazón se llena de

interrogantes al ver tanta tristeza. Y más aún al no saber siquiera si todavía estoy

parada sobre el planeta Tierra. Lo dudo. En la Tierra habría nieve sobre las

montañas lejanas; o al menos habría pasto, vegetación. En este suelo habría

árboles y arroyos. Tal vez hasta una playa, un mar, casas, automóviles, animales.

Personas... Pero no, nada de eso está aquí. Sólo un suelo oscuro y arruinado. No

hay animales, no hay gente, no hay plantas.

Permanezco durante horas sentada sobre una piedra gris y fría.

147
Cae la noche y el cansancio comienza a vencer mis párpados hasta

adormecerme. Pero en seguida me despierto otra vez; y ya no puedo conciliar el

sueño. Tengo una sensación extraña, como si hubiese dormido durante días

enteros. Y así parece ser, porque cuanto más lo intento menos recuerdo lo que

ocurrió antes de verme en este lugar. Sola.

Un viento helado que azota mi rostro me hace volver a la realidad. Un rocío

que luego se torna fina llovizna empapa todo a su paso. Comienzo a tiritar de frío,

pero no hallo dónde guarecerme. Las sombras tiñen de ennegrecida soledad el

vasto paisaje, y me siento más desorientada que nunca, como en una nebulosa de

extraña tristeza. Llego al despiadado extremo de dudar sobre mi propia identidad.

Es un sentimiento enloquecedor; "¿quién soy?... ¡¿Quién soy?!" grito. Pero mi voz

resuena en el vacío y éste me devuelve un deformado eco. Es obvio que no hay

nadie para escucharme.

Finalmente logro dormir algún tiempo. Cuando despierto es ya de día y mi

nuevo compañero, el sol, vuelve a abrasar (y abrazar) mi cuerpo.

Busco algo, una señal, no sé con exactitud qué, pero busco un algo. La

imperiosa necesidad de saber qué ocurrió oprime mi pecho con fuerza.

No puedo cesar de caminar sin dirección dentro de esta inmensa

monotonía.

Ya no tengo esperanzas de hallar una pista, un sendero que me lleve de

vuelta a mi vida anterior.

Hasta tengo la rara sensación de que he estado caminando en círculos todo

el tiempo. Pero me doy cuenta de que no. He llegado otra vez a mi punto de

partida. A esa extraña cúpula con forma de tubo donde desperté ayer. La examino

148
y sólo veo un recipiente plateado, sin textura ni otros colores. Creo que no está

aquí la señal que busco. Desesperanzada me siento recostándome sobre esta

especie de nave. Giro mi cabeza y veo un pequeño papel pegado sobre el tubo.

"AÑO 2004. HAS SIDO ENCERRADA EN ESTE TUBO POR TU PROPIA

VOLUNTAD. ESTÁ PROGRAMADO PARA QUE SE ABRA Y TE LIBERE EN EL

AÑO 2548. SERÁS LA ÚNICA PERSONA DE ESTOS TIEMPOS QUE TENGA LA

POSIBILIDAD DE VIVIR EN ÉPOCAS FUTURAS. ENTONCES PODRÁS

CONTAR A LOS POBLADORES DE LA TIERRA TU EXPERIENCIA."

Fue en ese momento cuando recordé todo. Pero ¿a quién voy a contarle

esto? En el mundo ya no queda vida de ningún tipo. Las guerras han destruido

todo. Tal vez algún extraño cuerpo caído del cielo acabó con lo poco que

quedaba. Es exactamente lo que creí que iba a pasar. Siempre lo supe. Pero

ahora me encuentro sola, perdida. ¿Qué será de mí, si en el mundo ya no queda

nada?

149
Diario de un
chiflado
Por: Dituquien

No hay pero morriña, que añorar lo que nunca jamás sucedió

Introducción

eptiembre de 2003, acababa de regresar de vacaciones de la

S “Costa Brava” en concreto de un pueblecito llamado: “Playa

d´Aro”.

Era uno de los momentos más felices de mi vida, acababa de hacer un

curso excepcional, aprobando todas las asignaturas de las que me había

matriculado y se esperaban unas fiestas de San Mateo muy bondadosas, pero

algo ocurrió el día que fui a hacer la matrícula.

Voy a revelar una historia que unas veces es mentira y otras es verdad.

Ese día iba con mi amiga Paula en el bus.

Íbamos hablando sobre cuando el Moro nos echó la bulla en clase, de lo

que nos reíamos, en definitiva de pijotadas. Entonces empezó un tío a decir

- ¡Qué andas rajando por ahí!

- ¿Yo?

- ¡Sí, tú!

150
- No sé que me hablas

- Si, el día de la fiesta de topo, era colega mío, José. ¿Qué paso con José?

- Pos nada ya esta todo arreglado. Ya hable con todo el mundo

- ¡Y un rabo, a mí no me dijeron eso! Te voy a pegar unas hostias cuando pare el

autobús...

- Y por que esperar a que pare. Dije yo, mientras me quitaba la cazadora.

- ¿Eh?

- Venga vamos. En ese instante entro Paula en acción:

- Es una broma

- Anda escúchala chaval, mira lo que te va a decir tu amiga

- No jodas.

Solo había sido una broma y yo pensaba que me tenia que pegar con aquel

tipo, el cual me sacaba una cabeza y unos cuantos kilos.

En aquella conversación salieron varias movidas a relucir, en definitiva

hablábamos de jaris diferentes y conté la historia de un colega con un vaso...

Todo esto entre insulto e insulto mientras él decía: “pero chorbo que te voy a

matar”

Una vez nos bajamos del bus, le ofrecí mis apuntes de cartografía, pues me

había dicho que la tenia suspensa, y le deje bien claro que no quería ningún

problema con él ni con nadie de la facultad, todo esto tras saber su nombre y que

todo había sido una broma. Y ahí quedo la cosa con Luis.

Varios días después me dijo que a ver si tenia huevos a contarle la historia

del vaso a un colega suyo, y yo para no variar acepte y le di mi dirección de

Internet, para hablar con él y contar la historia sin que supiese quien era.

151
Luis me dijo que se la iba a dejar con una nota en la puerta de su casa,

porque si era verdad la historia que el tío ese me iba a curtir.

El nick con el que va a entrar es josin de otero con la dirección

josinguarida@hotmail.com. Dijo Luis.

- A ver si tienes huevos a contársela.

- Pos claro que sí porque no. Conteste yo

La conversación

Un jueves como otro cualquiera estaba en el msn leyendo emails, riéndome

con chistes que me mandaban mis colegas, cuando de pronto entró alguien con la

dirección josinguarida@hotmail.com

-Hola

-Hola

-Soy José, me dijeron que querías hablar conmigo

-Coño, Joselito. ¿Eres tú?, ¿Que tal por Mora? Pensaba que era mi amigo

Joselito, el de Toledo, al cual hacia mucho tiempo que no veía. ¿Quién te dio mi

dirección, el Mati? Me dijo que habías venido pa piraguas. Y no me avisaste eres

un perro.

-Pero que dices

-¿Quién eres?

- Adivínalo

- Eres Danas

- No soy Jose

- Ah

152
- ¿Que José, el del Antiguo?

- Sí

- ¿Qué tal por los antiguos de Dios?

- Bien muy bien

- Que tal Sonia

- Bien esta aquí conmigo

- Salúdala de mi parte

- Hola soy Sonia

- Hola

- La verdad es que no soy Sonia

- Soy un amigo tuyo. Pero tienes que adivinar quien es

- Danas

- No

- Jotijoti

- No

- Chirily

- No

- Que no hombre, que no. Que soy Danas

- Pos entonces cuéntame la conversación que tuvimos en el chaquetas el otro día

- Te conté que era gay

- Jajja

- No eres danas

- No soy joti

- Pos cuéntame la de la pota de bonito

153
- Que mi madre me mando apagar la comida y se me quemo

- No eres jota

- No mira soy una chica de Canarias, que me he confundido, pero cuéntame algo

- Pos no sé que contarte

- Alguna historia

- Una vez monte una yegua brava que nadie había montado nunca

- Jajaj

- Sigue contando

- Una vez le queme el pelo a un chaval

- Yo una vez le eche de comer golosinas a mis peces y se murieron todos

- Una vez estaba en un bar por ahí y bueno estudio topografía

- Ahí quería llegar yo

Y se lo dije y se queda un rato todo pensativo y me dice: “como si a ti y a mí

nos importase lo que comen los topos”

- Jajaj

Fue una broma muy buena, todavía me rió cada vez que la pienso. Como la

de la oveja.

- Pero vamos a ver, tú a quien le diste esta dirección

- No sé

- Piensa un poco

- Me dijeron que querías hablar conmigo de una movida

- Ah

- Meca eres Josin el de Otero

- Sí

154
- Pos mira no te vas a quedar sin saber como fue la cosa: Yo iba con Fer por la

calle y tropecé con una copa por mirar pa una rubia, entonces tu colega rompió un

vaso y me quería rajar. Pero dijo que había roto por mal sitio y que no podía. Le

iba a pagar la copa, pero no tenia dinero, así que se lo pedí a Fer. Y me dijo que ni

de coña le daba al faltoso ese dinero y que yo tampoco, mientras el tío nos

insultaba. Así que entre insulto e insulto me lo lleve de allí. Fer estaba muy

borracho, esto fue delante de la pongueta, un bar. A la vuelta, yo no quería pasar

por allí, para no volver a cruzarme con el tío ese, pero Fer insistió tanto que al final

cedí, me decía que si le tenia miedo que no me preocupase, que le pegaba él.

Entonces cuando pasamos por delante otra vez se oyó el ruido de un vaso roto y

el tu colega vino detrás nuestro con un vaso roto por la mitad mientras decía: “mira

como me dejaste mi copa” Yo se la quería pagar, era un ron con coca-cola. pero

Fer insistía en que esa no esa no era su copa. Y se monto un corro alrededor

nuestro. Fer dijo solo necesito un poco de cacharro mas, así que le dio un trago

un chavalete que estaba por allí, parecía la pócima de Obelix. Y a por él.

El tío empezaba a mover el vaso de un lado para otro, yo sujetando a Fer,

mientras oía el móvil, era joti que me llamaba para saber donde estábamos, ya

que me había dado a fer hacia un cuarto de hora diciéndome que tuviese cuidao

que estaba muy borracho y con ganas de trifurca.

Fer intentaba entrarle como podía, pero no encontraba manera, el otro con

el vaso haciendo tuxé y lanzándose. “Tira el vaso y pégate como un hombre, no

seas maricón” le decía Fer al otro, pero este ni pa Dios soltaba el vaso.

Yo le dije que no soltase el vaso y que se fuese que Fer sabia full y le

pegaba unas ostias de la virgen, así que el tío empezó a recular. Había un paisano

155
que llamo a la policía, eso me tranquilizo un poco. Pero lo peor fue cuando Fer

empezó a perseguirle después de quitarse la camisa que llevaba y empezar a

decir que nadie le llamaba hijo de puta y que le daba igual morir pero que las iba a

llevar bien llevadas.

Lo persiguió durante tres calles, mientras el otro reculaba haciendo zigzag

con el vaso, y yo mientras le sujetaba como podía, incluso caímos una vez y el tío

se dio la vuelta y quiso rajarnos, pero logramos zafarnos pegándole patadas.

Fer siguió persiguiéndole, hasta que de un manotazo en el pecho se libro

de mí, y justo cuando aquel tipo cambiaba de mano el vaso, le atizo un puñetazo

en la cara, desplomándose este al suelo, mientras se oía el ruido del vaso

rompiendo contra la pared.

En estos momentos llego Joti, sujetando a Fer para que no le pegase mas a

aquel tipo. Luego le miramos la dentadura a ver si tenia todos los dientes y en

efecto solo tenia un poco de sangre por la cara. Mientras sujetábamos a Fer aquel

tipo huyo como viento que llevaba el diablo y nosotros seguimos de copas por ahí

después de devolverle el móvil.

- A mi no me contó eso-dijo josin de otero

- Pues es la verdad. Lo siento pero tengo que irme ya estuvo bien de tanto rollo

- No te vayas

- Lo siento tengo que irme, que mi hermano necesita el ordenador para hacer las

practicas.

- No te vayas

- Déjame en paz, si ese era tu amigo, yo no hice mas que ayudarle

- Quiero hablar contigo

156
- No déjame en paz. En la facultad no quiero problemas

- Pos un sábado por ahí

- No – y cerré la conversación

Al día siguiente todo fue normal en el transcurso de la clase hasta que oí a

Luis decirme:

-déjame esos apuntes

- eh

- esos apuntes Pa cuando

- déjale en paz dijo una amiga suya

- que más da que me va a hacer, que se va a poner a llorar

- pero que dices gilipollas

- no te pases que te enchufo

- que ponías el otro día en Internet

- a ver que le parece a tus amigos que te rías de ellos de esa manera

- todo lo que puse en esa conversación, me atrevo a decírselo a ellos a la cara

- a ver

- que ponías de Iván

- Que nos reímos de él, le llamamos “follomucho”, y una vez nos contó que llamo a

su novia por teléfono y esta le dijo que estaba embarazada entonces según cuenta

él, respiro profundamente cuando le dijo que era de otro. Jeje

- no me lo creo

- Ivan es verdad eso?

- Si, pero eso fue a un colega mío, no a mí

Todo esto delante de toda la clase

157
Me pase mogollón con Luis según me iba diciendo algo, yo le respondía

como una fiera.

Y ahí quedo la cosa porque llego el profesor de matemáticas, el cual puso

fin a la discusión.

Hubo un silencio en la clase y se oyó el ruido de un papel caer contra mi

mesa, era una nota. “Te voy a matar” Estaba claro que era de Luis y no pude

evitar decir en voz alta: “Yo si que te voy a matar”.

¡¡¡Basta!!! Dejad vuestras tonterías para después de clase – dijo el profesor

Al terminar la clase yo salí tranquilamente por la puerta y acto seguido salió

Luis gritándome que fuésemos al aparcamiento que me iba a dar de ostias, siendo

sujetado por si amiga y otra chica más.

-Pasa de mi chorbo-dije yo

Y ahí se quedo la cosa durante al menos un tiempo.

Fiesta de San Mateo

Por fin llegaron las esperadas fiestas de San Mateo, esperadas con gran

ilusión, ver conciertos, pila peña por la calle........

Todo transcurría como todos los años salvo una excepción, cada persona

que me encontraba, me decía que me estaba buscando rocín el de otero, incluso

gente que no conocía se ponía delante mío pintorreándose diciendo que me

buscaba rocín el de otero, era algo rarísimo.

Cuando alguien me decía algo de esto, yo respondia:

-a mí por que, si yo no hice nada

- No se, tú sabrás, a mí me mandaron que te lo dijera.

158
Con ese me mandaron que te lo dijera me tuvieron en ascuas todo San

Mateo.

Uno de estos días me encontraba en un bar de la zona antigua, acababa de

enrollarme con una gallega impresionante, que había venido a pasar el fin de

semana, entonces se me acercó una rubia, que vino directa hacia a mí casi

empujándome. Yo me di la vuelta y con una sonrisa le pedí perdón, aun sabiendo

que no fue culpa mía y ella me dijo:

- no si ya sabia yo que me ibas a pedir perdón

- Y eso?¿porqué?

- te conozco

- pos yo a ti no te conozco de nada

- es porque currabas en el Antiguo

- si es verdad

- nos tomamos unas copas

- por supuesto.

- ¿Que tomas?

- Una cerveza-y llamo a la camarera, pidiéndole dos coronitas.

- Pero a parte de eso también se me historias tuyas, como por ejemplo que

estuviste con esta chica que esta en la barra

- Eh

- Jejej

- Eso puedes saberlo por que me viste con ella

- Noo. Frio frio. También sé que te pitorreabas de todos los chungos en clase,

cuando ibas al Auseva.

159
- Bah! ¿que eres amiga de Esther o de alguna de estas?

- No. Cuéntame alguna de tus historias

- Pero si no tengo casi

- También sé que estuvo saliendo con una chica que se llamaba Marina. Y la de la

oveja y la de........

- Mec.

- Jeje

- ¿Cómo sabes tu todo eso? Me das miedo

- Ah. A que no lo adivinas.

- Pues no

- Lo sé porque hablaste con una amiga mía por Internet. Por que no nos vamos a

dar una vuelta...

- Vale, pero primero vamos a terminar las cervezas.

- Ok, pero no te mosquees si me piro sin decirte nada. Es que no me puede ver

nadie hablando contigo

- De acuerdo- y mientras hablaba con la camarera, de pronto se fue corriendo, y

llego un tipo alto y cuadrado con una pluma por pendiente en la oreja derecha

diciéndome

- Hola

- Hola

- Perdona pero tengo que decirte algo, es sobre la chica que estaba aquí antes

- No me lo digas, ¿era tu novia?

- No peor, mi mujer

- No sé yo estaba aquí hablando con ella y de repente se piro

160
- Se piro al verme llegar a mí

- Pues mira tío, lo siento yo si hubiese podido me la hubiese pillao, pero si vuelve

te prometo que no

- Pues ya que te has portado bien conmigo, voy a decirte una información muy

valiosa. Te esta buscando uno muy chungo de Otero y van a venir a buscarte en

breves, así que pírate del bar y no digas a nadie que te lo conté, cuando Josín va

a por alguien nadie le avisa.

- Yo no le hice nada a nadie y a ese que dices tú lo único que hice fue romperle un

vaso sin querer un día en la Guarida (el bar de Josín)

- Yo solo te aviso de lo que hay

- Pues oye no te preocupes por lo de tu novia que yo no me la voy a pillar y no se

lo voy a contar a nadie

- ¿y como lo sé yo ¿

- Lo sabes porque te doy mi palabra además ya no me acuerdo ni de su cara no

ves que estoy medio pimplao. En ese momento vi a Barragán con su pose para

dar hostias, es decir puños cerrados y sacando pecho.

- Oye tío yo he sido legal contigo te he dicho exactamente lo que había dicho tu

mujer, porque me esta mirando mal aquel tipo, que pasa que no té vastas tu solo

para pegarme a mí, si comparado conmigo eres un animal.

- es colega mío lo que pasa es que como erais dos quiso venir él conmigo, como

tienes fama de agresivo por ahí

- ¡Pero que dices!

161
- ¡Cómo me pase algo a mí o a mi amigo te juro por Dios que te rajo! y me fui del

bar por la parte de atrás, pero por desgracia estaba cerrada, así que salí por la de

adelante todo acojonao por si era verdad lo que me había dicho el maromo aquel

También recuerdo que me dijo que su mujer hacia ese tipo de cosas

cuando estaba borracha la solución era fácil, no dejarla beber y también que era

medio ninfo. En definitiva que se me jodio el rollo con una tía medio ninfo

Yo hasta aquel entonces pensaba que eso era un chollo, pero que va el tío

me dijo que eso te mataba y visto lo que hacia esa tía, se le quitan a cualquiera las

ganas de tener novia.

La Factoría

Al día siguiente hice una cena con los colegas y les tuve que explicar lo

sucedió el día anterior ante su incredulidad y me calentaron tanto las pilas que

tuve que contarles todo lo que puse en aquella conversación, menudo telar.

Luego me llevaron a la Factoría, un bar del Oviedo antiguo.

De pronto llegaron Luis y Nachete. Me sirvió dos copas Luis y me cobro 10

euros por ellas, mientras Chirily daba vueltas por allí como un mono, me hicieron

repetir la conversación, sin que yo me diese cuenta.

Me lanzaron una botella a la cabeza, pero no me dio, era solo un botellín de

agua, lanzado supuestamente para que yo dijese que me habían lanzado un

botellazo a la cabeza.

Luego no me dejaban salir del bar, diciéndome que iban a venir unos muy

chungos, así que cuando subía las escaleras para salir.

-por favor, déjame salir- dije yo

162
- no

- o le dejas salir o te tiro escaleras abajo-dijo el primo de un colega

- No quiero que te metas en movidas, en tal caso lo tiro yo.

- Vale, vale ya abro, pero espera fuera-dijo Nachete

- No, no!!!-decía Luis -que si no es él, pagamos nosotros la culpa

Estuve un rato fuera de la factoría esperando y nada

Hubo un momento en el que Luis se quedo con la cabeza fuera y las manos

y pies dentro, mientras me gritaba.

Aproveche para decirle:”mira hijo de puta, ese de ahí es mi hermano, es

una de las personas que más quiero y como vaya alguien a decirle algo de la

broma te rajo.

-todo es broma, es broma. A que ayer te entro una tía rubia.

- si y supongo que también sabes que vino el marido detrás

- si se lo mande yo

- eres un hijo de puta

-te voy a meter una serpiente en la boca-decía Luis-eso pa que te acuerdes.

-Venga sal-le dije-aquí estoy. Pero no salió nadie. Luego le dijeron algo más a un

amigo mío para que me lo dijese. Decidí partirles las lunas cuando marchase mi

hermano y eso iba a hacer pero gracias a que estaban allí mis amigos

persuadiéndome para no hacerlo.

La noche termino en la Santa, luego acompañamos un poco al primo de

Charlys, mientras chutaba alguna botella por ahí, cosas así, pero la despedida fue

quemar un cartel delante del Sweet Home.

163
El lunes

El lunes siguiente transcurrió, como si nada pasara, llegué a la facultad con

mis amigos en la furgo de Meli y cuando íbamos en el ascensor me dijo un

coleguilla:

-San Mateo bien eh!

-sip

-que paso? Al final

- eh?

- No sé a que te refieres

- Te measte?

- ¿Cómo dices?

- Es igual ya me lo contara Luis

Aquello me resultó muy raro pero no esperaba que todo fuese a suceder

como sucedió.

Después de topografía, se me acercaron Luis y su amiga Paula ( la rubia)

-Me buscabas?-dijo Luis

-no

-me dijeron que querías hablar conmigo

Y empezó a relatarme acerca de la conversación, mientras se pitorreaban

de mí.

-Así que te acuerdas de cosas que sucedieron el año pasado en la fiesta de topo

eh?

-hombre de algo sí

-pues nadie se debía acordar de nada, lo dijo Andrés en su pregón

164
-te acuerdas de todas las bromas eh?

- Jejej

- A ver cuéntame bromas que te hayan gastado en San Mateo, les mande a todo

el mundo que te gastase bromas

- Pues no sé, lo de la rubia fue una broma ¿no?

- Si, se lo mande yo

- Eres un cabron

- Que te parece si quedamos este viernes el marido de ella contigo y tu colega del

vaso aclaramos las cosas.

- Mira tío ya me has tirado abajo con tus bromitas y he quedado mal con mucha

gente.

- Cuéntame mas

- ¿Los jaris fueron de verdad?

- No sé yo mande que hubiese uno en plan comedia, el otro no sé.

- Este viernes no puedo por que tengo la fiesta de Danas

- Es mentira

- Si, claro es otra de las guasas de San Mateo. Todo el mundo te avisaba que era

una broma, pero ahora vamos a mandarte bromas sin que nadie te diga si es

verdad o mentira y té apuesto lo que quieras a que picas.

- Venga ya tío! Déjame en paz! Yo no te he hecho nada.

- Pero tienes buena memoria

- Y que

- Es justo lo que necesitamos para presentar los premios al limón

- No pienso hacerlo

165
- Pos escribe un libro de chistes con todas las guasas que te gastamos hasta que

entres en el guiness de los records

- Ni de coña, tú estas volao

- Pues estate un mes sin pasar por la facultad, y en la academia tienes que

levantarte y decir:”estoy asta los cojones de este pitorreo”

- ¡Pero que dices!

- O eso o presentar los premios al limón y naranja, contando bromas que te hayan

gastado, sino mandare esta conversación a todo el mundo, o si no quedamos el

sábado y nos pegamos.

- No puedo marcho a ver a Placebo al Santirok

- Pero que dices. Eso me lo invente yo. Les mande a tus amigos que te lo dijesen.

Así que yo que tu escribiría una historia, una para tu familia, otra para tus amigos y

otra para todo el mundo o un libro, pero tienes que darme la mitad del beneficio

para mí

- Ja

- Si, yo voy a mandar a todo el mundo que se pitorree de ti, para que lo escribas

además te voy a dar el comienzo de la historia. Todo comenzó un día en el

autobús y la conclusión Luis es un tío de puta madre que ha hecho posible todo

esto.-yo no daba crédito-quieres que digamos algo a algún profesor para que te lo

diga de risas?¿Algo?.

- No, solo quiero que me dejéis en paz.

- Pos escribe todo esto, si no tendrás que pagar mil duros a cada uno que te gaste

una broma. ¡Ah! Cada uno que te gaste una broma queda salvado de dar los

premios al limón. Es una norma que no puedes quitar y cada vez que quieras

166
cambiar las normas del juego tienes que hablar con Llamas o con Meli, para que

ellos hablen conmigo y yo le comente a mi amigo si vale o no vale. Las normas te

las puedes inventar en cualquier momento.

- Pero, que quieres que escriba el quijote de las guasas.

- Es una buena idea. Hazlo y yo me encargare personalmente de que todo el

mundo te diga siempre la verdad

- Esa es la mayor mentira que se puede decir. Pasa de mí, por Dios te lo pido!

Y entre en la clase.

Esa conversación cambió mi vida por completo. Cada vez que se me

acercaba alguien y me gastaba una broma yo inevitablemente intentaba

memorizarla, me creí sin querer todo lo que aquel tipo me había contado y me

enfadaba cada vez que alguien me gastaba alguna guasa pensando que podía ser

obra de Luis. Así que fuese o no fuese bromas mandadas por él, me las empecé a

tomar a mal, tanto que llegue a enloquecer y a apuntar las cosas que veía que me

parecían para contar, como por ejemplo cuando Belar me hizo levantarme en

clase y decir:” caguenros no aguanto mas este pitorreo”, las historias que me

contaban, en fin que todo lo que me sonaba extraño lo apuntaba para luego hacer

una historieta y contarla el día de los premios y como esto no se me daba muy

bien recurrí a viejas historias que había hecho en el colegio por ejemplo el día que

le quemé el pelo a Ángel, cosas de por ahí de juerga, pero aun así no encontraba

la paz y tuve que ir a un psicólogo que me llevaron mis padres por que me veían

totalmente ido y triste.

Yo para no variar seguía con mi paranoia de que todo era una broma y me

cachondeaba, por ejemplo con el psiquiatra, el doctor Sotomayor, medico de

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urgencias, le dije que mis padres me llevaban al psicólogo por que creían que

estaba pasao de meterme pastillas, pero lo único que hice fue comerme una

aspirina. Todo para mí era una broma.

Hasta que me llevaron a un medico privado y empecé a darme cuenta de

que todo era una estupidez, por la cual lo estaba pasando fatal, incluso escribí la

historia para mis padres, para que me dejasen de gastar bromas, estuve un mes

sin pasar por la facultad, por recomendación del psiquiatra y me semi-levante en

clase particular diciendo lo que me había mandao Luis.

Como no soy un buen cómico, decidí hacer este libro para quien lo quiera

leer, contando historietas que son todas o la gran mayoría verdad.

Jamás se me olvidara la noche del jueves 30 de octubre de 2003. Por la

tarde salí a tomar algo con Chiri y Coco. Fuimos al Chiri a tomar unas cervas.

Coco me invitó, lo que me hizo sospechar.

Chiri empezó a hablar muy raro y decir frases sueltas como por

ejemplo:”cavas como un perro” y palabras rarísimas.

-es que venimos de ver una peli, ¿a ver si adivinas cual es?-dijo Chiri.

Coco me contó un chiste: este es un borracho que va al baño y había un

negro meando, entonces en una de estas se agarro al trozu del negro y este le

empezó a dar de ostias. Y sale del baño y se encuentra con otro y le dice:” ten

cuidao que hay un cable negro pelao que pega unos latigazooosssss”. Estaba

claro, aquel chiste lo había oído antes en la conversación así que dije:”si es

verdad que lo dice Josín el de Otero será verdad”. Ese chiste formaba parte de la

conversación así que me empecé a mosquear y me fui del bar, no me gustaba que

me tomasen así el pelo.

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-¿Vas mañana al concierto? jajaja. Dijo Coco

-No ya sé que es mentira, pero quien hizo la web, vaya como os lo currais.

-No, no es verdad ¿cómo va a ser mentira? Además a ti Placebo te gusta mucho.

-Sí sí seguro que sí. Me voy.

Chiri me dijo:”hasta luego ermitaño”. Lo que me hizo recordar que a lo mejor

en la conversación había puesto que Chus siempre me decía que iva a acabar de

ermitaño por ahí perdio, “paya pal monte perdio” con un rebaño de cabras. Jaja

A las 11 me dejaron el ordenador libre, mi hermano se fue a ver sólo, Alien

el octavo pasajero, la versión del director (versión del director, estaba claro que

era mentira).Así que me puse a controlar todo lo que pasaba en la calle cada 30

minutos y lo apuntaba en el ordenador, todo por que me lo había mandado Luis

para ver si sacaba otra conversación como la de aquel día, apuntaba todas las

cosas que pasaban pensando que Luis iba a estar ahí haciendo paranoias como

me había dicho, me había mandado escribir todas las cosas para ver si me

acordaba de todo con mis reglas mnemotécnicas y a que me recordaba cada cosa

y luego enseñárselo a él y a su amiga Paula. Era otra forma de poner fin a la

broma.

Nunca se me olvidará que paso una tía con una garrafa y un embudo por

sombrero. Me reí, primera paranoia cazada.

En ese mismo momento oí el timbre del micro era Carlos venia con una

botella de sidra un tanto peculiar; era verde con una funda blanca y una etiqueta

rosa que ponía vino en portugués.

-Gústate el mi coche-dijo Carlos

-¡si oh! Ta guapo.

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-ten cuidado con la sidra que igual te sale disparada.

-ok

Así que cogí la garrafa y la puse en la bañera, por si saltaba, que mejor

sitio. (Fijo que le mandaron traer esto a Carlos, segunda cazada,¡bien!)

Continué escribiendo cosas como que los recatas de telepizza guardan las

motos en el garaje delante de mi casa, la gente que pasaba, comentarios de una

pareja que se había puesto a enrollarse debajo de mi ventana, lo que había

encima de la mesa.....cosas sin sentido y a la hora a la que habían sucedido. Toda

la noche en vela hasta que llego mi hermano y me tuve que acostar, pero esa

noche no dormí pensando en la tarea encargada.

¿Cómo iba yo a salir delante de todo el mundo a contar una historia para

que se pitorreasen? Yo que soy una persona tímida, introvertida y la verdad con

poca gracia. Era imposible, ni aún poniéndolo todo de mi parte. La única vez que

había hablado en público, fue una vez que hable en misa, leyendo uno de los

evangelios. Buffffffff.

Al día siguiente oí voces que me llamaban:

-Rulo, Rulo!

Pero no conteste, pensaba que estaba soñando. Tenia mucho frió y me

arropaba con la colcha, todo para mí era una pesadilla. Sonó el móvil. Un

mensaje: te estamos esperando para ir al concierto.¿dónde estas? No me creo

nada, pensé yo. Pero joder como se están tomando la broma.

Tenía más dinero del que necesitaba, y unas ganas terribles de ver a

Placebo además, luego salir por Santiago, era un fin de semana ideal, pero

pensaba que todo era mentira después de planearlo un mes.

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Llego mi hermano y me levantó de la cama.

- ¿cómo no fuiste al concierto?

- Porque era mentira

- ¿cómo va a ser mentira?

- Si, es una broma que me están gastando y no quiero caer

- Buff. Tú estas mal del tarro

- ¿Te paso algo con alguno?

- No

- Entonces ¿cómo no vas?

- Porque es mentira

En mi casa nadie me creía, yo estaba muy disgustado porque pensaba que

estaban siguiendo la broma

Por la tarde fui a dar una vuelta con mi hermano en el coche y vi venir un

“alsa” con el nombre mal escrito en el lugar exactamente donde me había dicho

Luis. Estaba totalmente asustado, la broma se salía de madre.

Luego pararon tres coches delante mío un “Málaga” un “320” y un todo

terreno y mi hermano me mando que leyese las matriculas. Ponía ChauCH, como

la raza de perro de mi vecina. En ese momento supe que mi hermano estaba en el

ajo y mientras tanto me puso en la radio el concierto de Placebo. Mire la radio a

ver si por casualidad era una grabación pero no.

Me sentía como en el show de Truman. Esto fue el viernes, pero

recordando lo del miércoles cuando no fui a comer con mis amigos porque

pensaba que estaban también en el ajo, fue terrible. Fui a esperarlos al bar y

mientras me tomaba una coca cola y tío se puso a hacerme cortes de manga, me

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sentía abrumado. Antes pensaba que si alguien me hiciese burla de ese modo le

partiría la cara, pero estaba asustadísimo por que ese fijo que era el primo de Luis

y si le pegaba vendría él y entonces empezaría todo de nuevo así que me fui de

allí y mientras me iba me seguían él y otro amigo suyo, repitiéndome cosas de la

conversación. Ya venia de la biblioteca donde me hicieron burla Paula y sus

amigos. No sabia que hacer, ahora comprendía al “Suso”, un loco de mi pueblo

que andaba con las manos en los oídos para no oír a la gente, estaba

asustadísimo así que subí el volumen de la radio a tope.

Fueron días terrible de duda y desesperación, parecía que el mundo

estaba en mi contra.

Por la noche hable con mi padre

-que té pasa hijo

-nada

-Sí, ¿cómo que no? algo té pasa

-no, nada

-¿te drogas?¿tienes algún problema con alguna moza?

-No

-entonces que té pasa.

-que nadddaaaaaaaaaa-grite

-¿quieres ir a ver a un psicólogo?

-no

-pos vas a tener que ir, como no me cuentas lo que pasa

-pues voy - y me fui a mi habitación sin ni siquiera haber terminado la cena.

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Al día siguiente me despertó mi hermano poniéndome un programa de radio

que se llama no somos nadie, presentado por Pablo Motos. Estaban contando

una conversación que tuvo un chico con su jefe por Internet que se llamaba Rubén

estudiante de topografía. Así que metí una cinta virgen y lo grabe haber las cosas

que decía, estaba claro que estaba hablando de mí.

Estaba claro era el niño probeta de un programa de radio, la gente

escuchaba la radio por la mañana y luego me gastaba las bromas, de ahí que Luis

me dijera que cada vez que quisiera cambiar las normas del juego tenia que

decírselo a Meli, para que se lo dijese a él y este hablase con su amigo Pablo

Motos para cambiar las normas del juego.

Así que por la tarde llame a Meli para que hablase con Luis y que le dijese

que me dejasen de gastar bromas que ya tenia suficiente repertorio para hacer

una historia, pero aún así las bromas cesaron y yo creía que iba a entrar en el libro

Guiness de los Records como el hombre que más guasas le gastaron como me

habían dicho Luis y Paula.

A las 21:30 sonó el teléfono, era Chus, me llamaba para avisarme de que

echaban por la tele el guerrero número 13

Me recordó que Luis me había dicho que tenia que hacer una historieta por

cada escudo que saliera en el duelo. Salieron 6 escudos y también me acorde de

las frases sueltas que me había dicho Chirily en el momento en que Antonio

Banderas aprende el idioma de aquellas gentes.

Todo para mi tenia un significado oculto, cualquier cosa me recordaba a

algo y pensaba que estaba hecho a propósito para escribir esta gran historia.

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Pasados unos días fui a ver a un psiquiatra, allí fue cuando empecé a

sospechar que todo era mentira y hoy todavía confundido, no consigo desvelar

que fue real y que no, así que tenia que escribir esta historieta para intentar

aclararlo, aunque esta claro que fue todo fruto del estrés.

El médico me dio unas pastillas que tuve que tomar a mi pesar, de hecho

hasta me fui de casa ese día a tomar el aire yo sólo.

No se me olvidara en mi vida que por primera vez estaba echado el cerrojo

de la puerta de mi casa con el fin de impedirme salir, pero no fue suficiente. Entre

en un bar a tomar un café y le pedí un boli a la camarera, para escribir una

historieta, pero no pude pues no estaba nada inspirado lo único que tenia claro era

que era un mentiroso compulsivo. Al pedir el café y la camarera olvidarse me hizo

darme cuenta de que estaba mal así que me levante y me fui del bar a casa. Me

tome las pastillas y por fin pude dormir aquella noche.

Tengo innumerables recuerdos turbios, como por ejemplo la noche que

hable con mí ex novia después de mucho tiempo sobre algo que me había dicho

una amiga suya un día en la fiestas de San Mateo, pero sin decírselo y que al día

siguiente pongas una peli, (gente corriente) justo cuando el tío dice:”lo siento

mucho, es que ayer no me guste a mí mismo , fui un imbécil, me gustara volver a

intentarlo”, que casualidad pero hoy en día sé que son todos mentira, incluso

hable con Luis el día de nochevieja y me dijo que no tenía nada que ver, aunque

yo por supuesto no le creí.

Hoy en día si le creo, creo que lo que pasó fueron tonterías a las cuales yo

les di importancia la importancia que no merecían, incluso pensaba que hasta en

la tele me gastaba bromas, escuchaba los monólogos de cómicos para copiar algo

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y hacer mi propio guión pero hoy en día todavía me acuerdo de esta historia

cuando alguien me gasta una broma.

¿Que os parece si ahora os jurase que todo lo escrito es cierto?¿Flipariais

no? Pos os aseguro que fue verdad en algún momento dentro de mi mente.

Demos gracias a Luis que es un tío de puta madre que ha hecho posible

todo esto.

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