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El Término
El Término
San Petersburgo, capital del Imperio ruso en aquella época y cuna de las tres revoluciones.
Tras la escolarización llevada a cabo unos años antes, algunos obreros habían sido
convencidos por los ideales marxistas y otros pensamientos revolucionarios. Sin embargo, el
poder zarista se mostró inmóvil. En los siglos XIX y XX, varios movimientos organizados por
miembros de todas las clases sociales (estudiantes u obreros, campesinos o nobles) trataron
de derrocar al gobierno sin éxito. Algunos recurrieron al terrorismo y a los atentados políticos,
convirtiéndose los movimientos revolucionarios en objeto de dura represión, llevada a cabo
por la todopoderosa Ojrana, la policía secreta del zar. Muchos revolucionarios fueron
encarcelados o deportados, mientras que otros lograron escapar y unirse a las filas de los
exiliados. Desde esta perspectiva, la Revolución de 1917 es la culminación de una larga
sucesión de pequeñas revueltas. Las reformas necesarias, que ni las insurrecciones
campesinas, los atentados políticos y la actividad parlamentaria de la Duma habían logrado,
desembocaron en una revolución impulsada por el proletariado.
En 1905, tuvo lugar una primera revolución tras la derrota rusa ante Japón en la guerra ruso-
japonesa. El 22 de enero, se convocó una manifestación en San Petersburgo para exigir
reformas al zar Nicolás II, siendo esta duramente reprimida, en lo que se conoce como
el Domingo Sangriento. Se trató de un intento del pueblo ruso de liberarse de su zar y se
caracterizó por los levantamientos y la huelga por parte de los trabajadores y de los
campesinos. Estos formaron los primeros órganos de poder independientes de la tutela del
Estado: los sóviets y, especialmente, el Sóviet de San Petersburgo.
Las sucesivas derrotas rusas en la Primera Guerra Mundial fueron una de las causas de
la Revolución de Febrero. Cuando el país entró en guerra, todos los partidos políticos se
mostraron favorables a la participación en la contienda, con la excepción del Partido Obrero
Socialdemócrata, el único partido europeo junto al Partido Socialista del Reino de Serbia que
se negó a votar los créditos de guerra, aunque advirtió que no trataría de sabotear la actividad
bélica de la nación. Tras el comienzo del conflicto y después de algunos éxitos iniciales,
el Ejército Imperial Ruso tuvo que soportar graves derrotas (en Prusia Oriental, en particular).
Las fábricas no se mostraron lo suficientemente productivas, la red ferroviaria era ineficiente y
el suministro de armas y alimentos al Ejército fallaba. En el Ejército, los partes batían todas las
marcas: 1 700 000 muertos y 5 950 000 heridos; estallaron disturbios y decayó la moral de los
soldados. Estos soportaban mes a mes la incapacidad de sus oficiales —que llegó hasta el
punto de suministrar a unidades de combate munición no correspondiente con el calibre de
sus armas— y el empleo de la intimidación y los castigos corporales.
La hambruna se extendió entre la población civil y las mercancías comenzaron a escasear. La
economía rusa, que antes de la guerra contaba con la tasa de crecimiento más alta de
Europa,15 se encontraba aislada del mercado europeo. El Parlamento ruso (la Duma),
constituida por liberales y progresistas, advirtió al zar Nicolás II de estas amenazas contra la
estabilidad del Imperio y del régimen, aconsejándole formar un nuevo Gobierno constitucional.
El zar desoyó esta advertencia y perdió el liderazgo y el contacto con la realidad del país. La
impopularidad de su esposa, la emperatriz Alejandra —de origen alemán—, aumentó el
descrédito del régimen, hecho confirmado en diciembre de 1916 con el asesinato de Rasputín,
asesor oculto de la emperatriz, por parte del príncipe Félix Yusúpov, un joven noble.
Desde 1915-1916, proliferaron diversos comités que se hicieron cargo de todo aquello que el
deficiente Estado ya no asumía (abastecimiento, encargos, intercambios comerciales...). Junto
a las cooperativas o los sindicatos, estos comités se convirtieron en órganos de poder
paralelos. El régimen ya no controlaba el «país real». 16
El mes de febrero de 1917 reunió todas las características necesarias para una revuelta
popular: invierno duro, escasez de alimentos, hastío hacia la guerra... La revolución se inició
con la huelga espontánea de los trabajadores de las fábricas de la capital, Petrogrado, a
principios de dicho mes. El 23 de febrero (8 de marzo según el calendario gregoriano),17 Día
Internacional de la Mujer, las mujeres de Petrogrado se manifestaron para exigir pan.
Recibieron el apoyo de los obreros, encontrando estos una razón para prolongar su huelga.
Ese día, pese a que se produjeron algunos enfrentamientos con la policía, no hubo ninguna
víctima.
Funerales por las víctimas de la Revolución el 5 de abril de 1917 (23 de marzo según el calendario
juliano) en Petrogrado.
Los días siguientes, las huelgas se generalizaron por todo Petrogrado y la tensión fue en
aumento. Las consignas, hasta el momento más discretas, se politizaron: «¡Abajo la guerra!»,
«¡Abajo la autocracia!».18 En esta ocasión, los enfrentamientos con la policía se saldaron con
víctimas en ambas partes.19 Los manifestantes se armaron sustrayendo armas de los puestos
de policía. Tras tres días de manifestaciones, el zar ordenó la movilización de
la guarnición militar de la capital para sofocar la rebelión. Los soldados resistieron las primeras
tentativas de confraternización y mataron a muchos manifestantes. Sin embargo, durante la
noche, parte de una compañía se sumó progresivamente a los insurgentes, que pudieron de
esta forma armarse más convenientemente. Entre tanto, el zar, sin medios para gobernar,
ordenó disolver la Duma y nombrar un comité interino.
Todos los regimientos de la guarnición de Petrogrado se unieron a la revuelta. Fue el triunfo
de la revolución. Presionado por el Estado Mayor, el zar Nicolás II abdicó el 2 de marzo: «Se
deshizo del imperio como un comandante de un escuadrón de caballería». 20 Su hermano, el
gran duque Miguel Aleksándrovich, rechazó al día siguiente la corona. Fue el fin del zarismo y
se produjeron las primeras elecciones al sóviet de los trabajadores de la capital, el Sóviet de
Petrogrado. El primer episodio de la revolución se había saldado con más de un centenar de
víctimas, principalmente manifestantes,21 mas la caída rápida e inesperada del régimen, con
unas pérdidas humanas relativamente pequeñas, suscitó en el país una ola de entusiasmo y
un sentimiento de liberación.
La dualidad de poderes[editar]
El periodo posterior a la abdicación del zar fue a la vez confuso y de entusiasmo entre la
población. El Gobierno provisional sucedió al zarismo rápidamente, mientras que la revolución
ganaba profundidad y la masa de trabajadores y campesinos se politizaba.
Los sóviets, nacidos de la voluntad popular, no se atrevieron a contradecir de primeras al
Gobierno provisional, pese a su inmovilidad y su actuación en la guerra. 22 Sin embargo, el
pequeño Partido Bolchevique, liderado por Lenin quien había vuelto del exilio en Suiza en el
mes de abril, fue quien impuso una radicalización estratégica, se hizo portavoz del creciente
descontento general y se convirtió en depositario de las aspiraciones populares, mientras que
los partidos revolucionarios rivales se desacreditaban entre ellos, alimentando así el peligro
contrarrevolucionario.
Estas primeras semanas llenas de esperanza y generosidad fueron muy pacíficas, tanto en las
ciudades como en las zonas rurales. Ninguna represalia, oficial o espontánea, se tomó contra
los antiguos siervos del zar, teniendo incluso derecho estos a trasladar su residencia o
exiliarse. El Gobierno provisional abolió la pena de muerte, ordenó la apertura de las
prisiones, permitiendo el retorno de los exiliados por cualquier motivo (incluido Lenin) y
proclamó las libertades fundamentales: de prensa, de reunión y de conciencia (en la práctica
ya adquirida tras la Revolución de Febrero). El antisemitismo de Estado desapareció; la Iglesia
Ortodoxa Rusa, bajo la tutela del Estado desde tiempos de Pedro I el Grande, pudo reunir
libremente un consejo que, en el verano de 1917, restableció el Patriarcado de Moscú. En el
ejército, la orden n.º 1, expedida por el Sóviet de Petrogrado, que contaba con la mayoría
de socialrevolucionarios y mencheviques, prohibió el acoso humillante de los oficiales a los
soldados e instauró los derechos de reunión, petición y prensa. 24
Por último, la manifestación más clara de la emancipación de la sociedad civil fue, por
supuesto, la creación espontánea de los sóviets (consejos) de obreros, campesinos, soldados
y marineros, que cubrieron en una semana la práctica totalidad del país. Estas asambleas,
que ya habían surgido en 1905, paliaron la escasez de organizaciones habituales
en Occidente (partidos, sindicatos...) debida a la represión zarista. Fueron órganos
de democracia directa que pretendían ejercer un poder autónomo, y, ante la posibilidad de
que el Gobierno Provisional llevara a cabo una contrarrevolución, velaron por la preservación
y la ampliación de las conquistas de la Revolución de Febrero.
El fracaso militar de la Ofensiva Kérenski, puesta en marcha a principios de julio, provocó una
decepción general. Tras algunos éxitos iniciales debidos al general Alekséi Brusílov, el mejor
comandante en jefe ruso de la Gran Guerra, el fracaso se hizo patente y los soldados se
negaron a situarse en primera línea de combate. El Ejército entró en descomposición,
las deserciones se multiplicaron, las protestas en la retaguardia se acrecentaron y la
popularidad de Kérenski comenzó a degradarse.30
Los días 3 y 4 de julio, se conoció el fracaso de la ofensiva, y los soldados situados en la
capital, Petrogrado, se negaron a regresar al frente. Reunidos con los obreros, se
manifestaron para exigir que los dirigentes del Sóviet de Petrogrado tomaran el poder.
Desbordados por la situación, los bolcheviques se manifestaron en contra de un levantamiento
prematuro, argumentando que era demasiado pronto para derrocar al Gobierno provisional:
los bolcheviques solamente eran mayoritarios en Petrogrado y Moscú, mientras que los
partidos socialistas moderados mantenían una influencia importante en el resto del país.
Preferían dejar que el Gobierno prosiguiera con sus actividades para demostrar así su
incapacidad para gestionar los problemas suscitados tras la revolución: la firma de la paz, la
jornada de ocho horas y la reforma agraria.
El aumento de la reacción[editar]
La represión, sin embargo, se cernió sobre los bolcheviques: Trotski fue encarcelado, Lenin se
vio obligado a huir y a refugiarse en Finlandia y el periódico bolchevique Rabochi i
Soldat (Obrero y Soldado) fue prohibido. Los regimientos de artilleros que habían apoyado la
Revolución de Febrero se disolvieron, siendo enviados al frente en pequeños destacamentos,
al tiempo que los obreros eran desarmados. 90 000 hombres tuvieron que abandonar
Petrogrado; se encarceló a los «agitadores» y se restauró la pena de muerte, abolida en
febrero. En el frente, la reanudación de las hostilidades se inició tras la repentina libertad
otorgada por la Orden n.º 1 en febrero. Así, el 8 de julio, el general Kornílov, que comandaba
las operaciones del frente sudoriental, dio la orden de abrir fuego de ametralladora y artillería
contra los soldados que abandonaran el frente. Desde el 18 de junio al 6 de julio, la ofensiva
en este frente se saldó con 58 000 muertes, sin éxito.
La reacción aumentó, con el zarismo levantando la cabeza; produciéndose pogromos en las
zonas rurales. El socialrevolucionario (eser) Kérenski sucedió a Gueorgui Lvov, demócrata
constitucional (kadete), al frente del Gobierno provisional tras las Jornadas de Julio, pero fue
perdiendo progresivamente la consideración de las masas populares y parecía incapaz de
contener el crecimiento de la reacción.
El levantamiento de Kornílov[editar]
Artículo principal: Golpe de Kornílov
En las fábricas y en el Ejército, el peligro de una contrarrevolución fue tomando forma. Los
sindicatos, donde los bolcheviques eran mayoría (pese a la represión), organizaron una
huelga que fue seguida de forma masiva. La tensión aumentaba poco a poco, con la
radicalización de los discursos de los diferentes partidos. Así, el 20 de agosto, ante el Comité
Central del Partido KD, su líder, Pável Miliukov, dijo: «El pretexto lo proporcionarán los
motines producidos por el hambre o por la acción de los bolcheviques, en todo caso la vida
empujará a la sociedad y a la población a contemplar la inevitabilidad de una cirugía.» La
Unión de oficiales del ejército y de la marina, organización influyente en la parte superior del
cuerpo del Ejército ruso y financiada por la comunidad empresarial, pidió el establecimiento de
una dictadura militar. En el frente, el capitán Muraviov, miembro del Partido Social-
Revolucionario, formó varios batallones de la muerte y aseguró que «estos batallones no
están destinados a ir al frente, sino a Petrogrado, donde ajustarán cuentas con los
bolcheviques».32
A finales de agosto de 1917, Kornílov organizó un levantamiento armado, enviando tres
regimientos de caballería por ferrocarril a Petrogrado, con el objetivo de aplastar los sóviets y
las organizaciones obreras para devolver a Rusia al contexto bélico. Ante la incapacidad del
Gobierno Provisional para defenderse, los bolcheviques organizaron la defensa de la capital.
Los obreros cavaron trincheras y los ferroviarios enviaron los trenes a vías muertas,
provocando que el contingente se disolviera.
Las consecuencias del intento de golpe fueron importantes: las masas se rearmaron, los
bolcheviques pudieron salir de su semiclandestinidad y en julio, los presos políticos, incluido
Trotski, fueron puestos en libertad por los marineros de Kronstadt. Para sofocar el golpe,
Kérenski solicitó la ayuda de todos los partidos revolucionarios, aceptando la liberación y el
rearme de los bolcheviques. Perdió el apoyo de la derecha, que no le perdonaba el haber
sofocado el intento de golpe, pero sin obtener al tiempo el de la izquierda, que lo consideraba
demasiado indulgente en cuanto a las represalias hacia los cómplices de Kornílov, y mucho
menos el apoyo de la extrema izquierda bolchevique, en la que Lenin, desde su escondite, dio
la orden de no apoyar a Kérenski y de limitarse a luchar contra Kornílov.
Poco a poco, los obreros y los soldados se fueron convenciendo de que no podía haber una
reconciliación entre el antiguo modelo de sociedad defendido por Kornílov y el nuevo. El golpe
y la caída del Gobierno Provisional, que dio a los sóviets la dirección de la resistencia,
fortaleció y reforzó la autoridad y la presencia en la sociedad de los bolcheviques. Su prestigio
iba en aumento: apremiados por la contrarrevolución, las masas se radicalizaron y los
sindicatos se alinearon con los bolcheviques. El 31 de agosto, el Sóviet de Petrogrado ya era
mayoritariamente bolchevique, escogiendo a Trotski como su presidente el 30 de septiembre.
Todas las elecciones fueron testimonio del crecimiento bolchevique: así, en las elecciones
de Moscú, entre junio y septiembre, el PSR pasó de 375 000 a 54 000 votos,
los mencheviques de 76 000 a 16 000 y el KD de 109 000 a 101 000 sufragios, mientras que
los bolcheviques aumentaron de 75 000 a 198 000 votos. El lema «Todo el poder para los
sóviets» fue utilizado más allá del ámbito bolchevique, siendo usado por obreros del PSR o
por los mencheviques. El 31 de agosto, el Sóviet de Petrogrado y otros 126 sóviets votaron
una resolución en favor del poder soviético.
La revolución continuaba y se aceleraba, especialmente en las zonas rurales. Durante el
verano de 1917, los agricultores adoptaron medidas, tomando las tierras de los señores, sin
esperar a la prometida reforma agraria y retrasada de forma constante por el Gobierno. El
campesinado ruso, de hecho, regresó a su larga tradición de grandes levantamientos
espontáneos (los bunts), que ya habían marcado el pasado nacional, como las revueltas
protagonizadas por Stenka Razin en el siglo XVII o Yemelián Pugachov en tiempos
de Catalina II. No siempre violentas, estas ocupaciones masivas de tierras fueron a menudo el
escenario de levantamientos espontáneos donde las propiedades de los maestros eran
quemadas, llegando ellos mismos a ser maltratados o asesinados. Estos inmensos
levantamientos campesinos, sin duda los más importantes de la historia europea, consiguieron
que las tierras se compartieran sin que el gobierno condenara ni ratificara el movimiento.
Sabiendo que la «repartición negra» (nombre de la antigua organización naródnik Repartición
Negra) estaba cumpliéndose en sus pueblos, los soldados, de origen mayoritariamente
campesino, desertaron en masa con el fin de poder participar a tiempo en la nueva
distribución de las tierras. La acción de la propaganda pacifista y el desaliento tras el fracaso
de la última ofensiva del verano hicieron el resto. Las trincheras se vaciaron poco a poco.
Así, los bolcheviques, a los que todavía se los calificaba en junio como «insignificante puñado
de demagogos»33 controlaban la mayor parte del país. Desde junio de 1917, en una sesión del
1.er Congreso Panruso de los Sóviets, Lenin ya había anunciado abiertamente —durante una
célebre discusión con el menchevique Irakli Tsereteli— que los bolcheviques estaban
dispuestos a tomar el poder, pero que por el momento sus palabras no habían sido tomadas
en serio.34
Octubre de 1917[editar]
Artículo principal: Revolución de Octubre
En octubre de 1917, Lenin y Trotski consideraron que había llegado el momento de terminar
con la situación de doble poder. La coyuntura les era oportuna por el gran descrédito y el
aislamiento del Gobierno provisional, ya reducido a la impotencia, así como por la impaciencia
de los propios bolcheviques.
La insurrección[editar]
Los debates en el seno del Comité central del Partido bolchevique con el objetivo de que este
organizara una insurrección armada y tomara el poder eran cada vez más intensos. Algunos
en torno a Kámenev y Zinóviev consideraban que todavía había que esperar, porque el partido
ya estaba asentado en la mayoría de los sóviets, y se encontraría, según su opinión, aislado
en Rusia y en Europa si tomaba el poder de manera individual y no dentro de una coalición de
partidos revolucionarios. Lenin y Trotski consiguieron superar estas reticencias internas y el
Comité aprobó y pasó a organizar la insurrección que Lenin fijó para la víspera del 2.º
Congreso de los Sóviets, que debía reunirse el 25 de octubre.
Se creó un Comité Militar Revolucionario en el seno del Sóviet de Petrogrado, siendo dirigido
por Trotski, presidente del mismo. Se componía de obreros armados, soldados y marineros.
Aseguraba el apoyo o neutralidad de la guarnición militar de la ciudad y la preparación
metódica de la toma de los puntos estratégicos de la ciudad. La preparación del golpe se hizo
prácticamente a la vista de todo el mundo, ya que todos los planes que se ofrecieron a
Kámenev y Zinóviev se podían encontrar disponibles en los periódicos, y el propio Kérenski
solamente esperaba que el enfrentamiento final terminara con la situación. 35
Proclama del Comité Militar Revolucionario de Petrogrado anunciando la deposición del Gobierno
Provisional.
El nuevo Gobierno[editar]
En las horas siguientes, varios decretos sentaron las bases del nuevo régimen. Cuando Lenin
hizo su primera aparición pública, fue ovacionado y declaró: «Vamos a proceder a la
construcción del orden socialista».
En primer lugar, Lenin anunció la abolición de la diplomacia secreta y la propuesta a todos los
países beligerantes en la Primera Guerra Mundial de entablar conversaciones «con miras a
una paz justa y democrática, inmediata, sin anexiones y sin indemnizaciones».
Luego, se promulgó el Decreto sobre la Tierra: «las grandes propiedades territoriales
quedaron abolidas inmediatamente, y sin indemnización alguna». Otorgaba a los sóviets de
campesinos la libertad de hacer lo que consideraran, ya fuera socializar la tierra o repartirla
entre los campesinos pobres. El texto confirmaba una realidad ya existente, ya que los
campesinos ya habían aprovechado esas tierras durante el verano de 1917. Con esta medida,
los bolcheviques consiguieron una neutralidad benevolente por parte de los campesinos, al
menos hasta la primavera de 1918.
Por último, se nombró un nuevo Gobierno, denominado Consejo de Comisarios del Pueblo o
Sovnarkom. Dicho gobierno aplicó otras medidas, como la abolición de la pena de muerte (a
pesar de la reticencia de Lenin, que consideraba esta pena indispensable),
la nacionalización de los bancos (el 14 de diciembre), el control obrero sobre la producción, la
creación de una milicia obrera, la soberanía e igualdad de todos los pueblos de Rusia,
su derecho de autodeterminación, incluida la separación política y el establecimiento de un
estado nacional independiente, 43 la supresión de cualquier privilegio de carácter nacional o
religioso, etc. En total, se realizaron las treinta y tres reformas que el Gobierno Provisional
había sido incapaz de realizar en ocho meses de mandato.
En 1871, los obreros parisinos habían tomado el poder en la conocida como Comuna de
París. Esta primera experiencia de «dictadura del proletariado» (tal y como Friedrich Engels la
calificó)44 había acabado con la matanza de 10 000 a 20 000 miembros de la comuna y con
deportaciones en masa. Con el poder controlado en Petrogrado, Lenin y Trotski sabían que no
podrían mantener ese poder sin el apoyo de países industriales como Alemania, Francia e
Inglaterra; por lo que esperaban mantenerse más que los setenta y dos días que duró la
Comuna de París.45
La naturaleza de Octubre[editar]
Desde las primeras horas del 7 de noviembre hasta la actualidad, varios medios calificaron
la Revolución de Octubre como un golpe de Estado de una minoría determinada y organizada
que tenía como objetivo dar «todo el poder a los bolcheviques» 46 y no a los
sóviets. L'Humanité, el principal periódico socialista francés, titulaba «Golpe de Estado en
Rusia que lleva a Lenin y a los "maximalistas" al poder».
El historiador Alessandro Mongil observa además que en los años siguientes, los mismos
bolcheviques no dudaban en hablar entre ellos acerca de su «golpe de octubre» (oktyabrski
perevorot).47 En su autobiografía, Trotski utilizaba los términos «insurrección», «toma del
poder» y «golpe de Estado». 48 Rosa Luxemburgo, comunista alemana, también habló del
«golpe de Estado de octubre».49
Marc Ferro considera que octubre es desde el punto de vista técnico un golpe de Estado, pero
que no se explica en el contexto de ebullición revolucionaria general en todo el país y en toda
la sociedad. Las fuerzas populares han dado por lo menos un apoyo tácito a la empresa
bolchevique contra un gobierno impotente y ya desacreditado:
A los activistas revolucionarios de 1917, octubre apareció como un golpe de Estado contra la
democracia, como una especie de golpe llevado a cabo por una minoría que fue capaz de tomar el
poder y mantenerlo. Juicio excesivo, ya que en el II Congreso de los Sóviets, reunido en plena
insurrección, hubo una mayoría de los bolcheviques, así como representantes socialrevolucionarios y
mencheviques, junto a los futuros líderes del Estado soviético, Lenin, Trotski, Kámenev, Zinóviev, siendo
elegidos dirigentes del Presidium. [...] El juicio de los nuevos
opositores, mencheviques, populistas y anarquistas, es igualmente parcial en el sentido de que los
bolcheviques cumplieron con las prioridades que tras seis meses de lucha y dilaciones, las clases
populares exigían: que los jefes militares, los terratenientes, los ricos, los sacerdotes y otros
«burgueses» fueran permanentemente expulsados de la Historia. Por el contrario, es innegable que, al
haber participado en la insurgencia y ayudado a los bolcheviques a tomar el poder, los soldados, los
marinos y los obreros creían que el poder pasaría a los sóviets. Ni por un momento imaginaron que los
bolcheviques, en su nombre, conservarían el poder solamente para ellos y para siempre. 50
De hecho, para los bolcheviques, la reforma agraria era lo que se encontraba en el orden del
día y no la construcción de una sociedad socialista, que parecía imposible en un país tan
pobre. Conscientes de que no podían gobernar sin el apoyo de las masas rurales, la gran
mayoría del país, los bolcheviques convocaron del 10 al 16 de noviembre un congreso
campesino. A pesar de la presencia de una mayoría socialrevolucionaria hostil a los
bolcheviques, este último ratificó el Decreto sobre la Tierra y apoyó al nuevo gobierno,
consagrando la unión entre el proletariado urbano y el campesinado.
Así, en los dificilísimos meses que precedieron al Tratado de Brest-Litovsk, el nuevo poder
había conseguido evitar el peligro de enfrentarse a las masas rurales, teniendo en cuenta que
tenía que hacer frente a la hostilidad de los monárquicos, de los liberales y de la mayor parte
de los grupos socialistas. Pero el régimen heredó el catastrófico problema de abastecimiento
de las ciudades, que ya había derribado a Nicolás II y a Kérenski. La necesidad de hacer
pedidos de cereales para sobrevivir traía consigo el germen de un grave conflicto con el
campesinado. Los sóviets organizaron en la primavera de 1918 destacamentos de
trabajadores, destinados a llevar a cabo las requisas en el campo, la llamada prodrazviorstka.
La violencia era frecuente en sus métodos y en la resistencia campesina, 55 produciendo a su
vez un descenso significativo de la producción agrícola. Posteriormente, los Blancos, a pesar
de proclamar el libre comercio, también se vieron obligados a recurrir a las requisas forzadas.
El problema de la coalición[editar]
Artículo principal: Negociaciones Vikzhel
La paz de Brest-Litovsk[editar]
Artículos principales: Tratado de Brest-Litovsk y Tratado de Brest-Litovsk (Ucrania).
Cambios territoriales tras el tratado de Brest-Litovsk.
La creación de la Checa[editar]
Emblemas de la Checa: la espada y el escudo.
Desarrollo de la guerra civil rusa. Territorios bajo control bolchevique en 1918; países que obtuvieron su
independencia durante el conflicto; máximo avance de las fuerzas blancas
La guerra civil rusa no enfrentó solamente al joven Ejército Rojo contra los «ejércitos blancos»
monárquicos apoyados por los ejércitos extranjeros. Su violencia extrema no se debió
tampoco al impacto entre el «terror blanco» y el «terror rojo». Se trató de una guerra de los
campesinos contra las ciudades y contra toda autoridad exterior al pueblo y al campo. Así fue
como el «Ejército Verde», constituido por campesinos que rechazaban los reclutamientos
forzados y los requerimientos, se enfrentó al Ejército Rojo y a los blancos.
A estos combates se sobrepusieron un importante conflicto de generaciones (los jóvenes
campesinos decepcionados de las ciudades o los ejércitos deseosos de desembarazarse de
la tutela de la familia patriarcal, convirtiéndose en los agentes más determinantes de la
revolución en el campo),70 la acción de las minorías nacionales que procuraban emanciparse
de la vieja tutela rusa, la intervención de ejércitos extranjeros (como la de la nueva Segunda
República Polaca en la guerra polaco-soviética), o incluso las tentativas de los revolucionarios
antibolcheviques. Pero las expectativas de los opositores socialrevolucionarios, del comité de
los ex constituyentes, mencheviques, o incluso de los anarquistas en un tiempo dueños de
Ucrania durante la Revolución majnovista, jamás se hallaron en situación de prevalecer.
Mediante las reuniones, la fuerza o la represión, los bolcheviques impusieron su hegemonía
sobre la revolución, como los Blancos sobre la oposición a la revolución.
Confusa y caótica, la Guerra Civil Rusa se caracterizó por la desintegración del Estado y de la
sociedad bajo la acción de fuerzas centrífugas. La victoria bolchevique significó, en una Rusia
arruinada y exhausta, la reconstrucción de un Estado bajo la autoridad de un partido único sin
rivales ni enemigos y dotado de un poder absoluto. En particular, se forjó un nuevo Estado
policial en torno a la Checa en el transcurso de la Guerra Civil y del terror rojo.
Todo ello en detrimento de los sueños de las Revoluciones de Febrero y de Octubre, que
habían rechazado toda autoridad y visto confirmarse la autonomía de una sociedad civil, en lo
sucesivo muy duramente magullada, agotada y de nuevo sometida al poder.
Tanto el Ejército Rojo como los Ejércitos Blancos sufrieron las acciones de guerrillas
campesinas. El llamado Ejército Verde estaba compuesto por campesinos que rechazaban el
reclutamiento en ambos ejércitos, las requisas forzadas y la restitución de las tierras a los
antiguos propietarios de bienes inmuebles deseada por los Blancos.
Los desertores de ambos ejércitos, extremadamente numerosos, fueron un vivero esencial del
Ejército Verde. En 1919-1920, había no menos de tres millones de desertores de los cinco
millones de reclutas del Ejército Rojo; entre la mitad y dos tercios consiguieron escapar de las
búsquedas, detenciones y de la reintegración forzada en el ejército, reuniéndose con
frecuencia los combatientes verdes en los bosques. 72 Los Blancos generalmente fusilaban a
los desertores sin otro proceso.
Después de la derrota de los Blancos a finales de 1920, la paz volvió realmente a Rusia
solamente en 1921-1922, tras el aplastamiento de las grandes rebeliones campesinas como la
conducida por el socialrevolucionario Antonov en Tambov a mediados de 1921, la destrucción
de los ejércitos verdes (tiempo atrás dueños de territorios inmensos, como en Siberia oriental,
donde controlaron hasta un millón de km²) y el compromiso de la NEP (marzo de 1921),
aprobada por el régimen bolchevique y los campesinos.
Desde finales de 1917, animadas por el «decreto de las nacionalidades», que preveía la
posibilidad de separarse de Rusia, Finlandia y Polonia proclamaron su independencia.
En Ucrania, la Rada (consejo) de Kiev le confió desde 1917 al socialista y nacionalista Symon
Petlyura la constitución de un ejército nacional, y rompió con Moscú tras la Revolución de
Octubre. En las elecciones para elegir una asamblea constituyente, los mencheviques
obtuvieron la mayoría de los votos en Georgia, proclamando la independencia y constituyendo
un gobierno internacionalmente reconocido, incluso por Moscú, en 1920: la República
Democrática de Georgia, dirigida por Noe Jordania. Por el contrario, Letonia votó en un 72 %
por los bolcheviques. Los letones tenían una numerosa presencia en la Guardia Roja,
el Ejército Rojo y la Checa. Sin embargo, los países bálticos ya se habían independizado en el
transcurso de la Primera Guerra Mundial.73
Numerosos en todos los partidos y movimientos revolucionarios, los judíos eran abusivamente
relacionados con los bolcheviques por la contrarrevolución. Los Ejércitos Blancos o el Ejército
Petlyura realizaron pogromos antisemitas sistemáticos y a gran escala, de una violencia
mortífera y sin precedente, para entonces, en la historia europea. El número de muertos
asciende a cerca de 150 000, a los que se deben añadir numerosas violaciones, robos y
vandalismos. En cuanto a los bolcheviques, situaron el sionismo y el bundismo fuera de la ley.
Los Blancos negaban toda concesión a las minorías y combatían tanto a los ejércitos
nacionales como a las tropas bolcheviques. Entre 1920 y 1922, por su parte, el Ejército Rojo
invadió Asia Central, Armenia, Georgia e incluso Mongolia, y reforzó la influencia ruso-
soviética sobre estos territorios. Sin ir más lejos, la República Popular de Mongolia, satélite de
la URSS, se fundó en 1924. Los cosacos, que constituían el núcleo duro del antibolchevismo,
fueron deportados en bloque y vieron suprimidos sus privilegios.
En Ucrania, el Ejército Rojo también se volvió contra sus antiguos aliados, los anarquistas del
ejército de Néstor Majnó: a partir de finales de 1920, atacó brutalmente la experiencia
inédita majnovista. Este movimiento campesino de masas había conseguido dotarse de un
ejército insurrecto capaz de hacer frente durante tres años a la vez a fuerzas austro-alemanes,
a los Blancos de Denikin y Wrangel, al ejército de la República Nacional Ucraniana dirigida por
Petlyura y al Ejército Rojo.
La Rusia zarista tenía la tradición más fuerte de Europa en cuanto al uso de la violencia social
y política, agravada por el «brutalización» de la sociedad durante la Primera Guerra Mundial. 75
A partir de mediados de 1917, la explosión revolucionaria, hasta entonces muy poco violenta,
se tradujo entre los campesinos rebelados en la matanza de cierto número de terratenientes y
el saqueo de sus residencias. La guerra civil que estallaba iba a servir de válvula de escape
para muchos rencores fruto de siglos de opresión social, a los miedos de las antiguas élites
privilegiadas, o a los reglamentos personales de cuenta. Practicantes del terrorismo individual
desde el siglo XIX, los revolucionarios como los miembros del Partido Social-Revolucionario
no hicieron más que reutilizar las mismas armas contra los bolcheviques (Fanni Kaplán, red
de Borís Sávinkov). Rojos y Blancos rivalizaban en declaraciones incendiarias y se mostraban
preparados para la violencia radical.
Los Blancos se enajenaron rápidamente las poblaciones encarcelando y masacrando
sistemáticamente a nacionalistas, demócratas, judíos, sindicalistas, revolucionarios
moderados y, por supuesto, bolcheviques, sin olvidar a simples sospechosos, abatidos ante la
menor duda. Restituyeron las tierras a los antiguos propietarios de bienes inmuebles y no
vacilaron en quemar o destruir pueblos enteros, siendo sometidos los campesinos a castigos
corporales humillantes. Sus tropas a menudo se desacreditaban desde su llegada a fuerza de
violaciones y pillajes, mientras que muchos jefes multiplicaban los actos de arbitrariedad y
mostraban un modo de vivir fastuoso y libertino. 76
El aparato policial bolchevique, dotado de poderes arbitrarios muy extensos, experimentó un
desarrollo enorme. Aunque Trotski hubiera deseado un proceso público de Nicolás II, Lenin y
una parte del Politburó decidieron en secreto la ejecución sumaria de la familia imperial.
Pretextando la aproximación de los Blancos, esta se efectúa la noche del 17 al 18 de julio de
1918 en Ekaterimburgo. Detenciones, fusilamientos en masa, tomas de rehenes e
internamientos en campos se convirtieron en prácticas comunes. La cuestión de saber si los
campos abiertos por la Checa durante la guerra civil anticiparon o no al Gulag estalinista se
mantiene abierta.
Según el historiador británico George Leggett, aproximadamente 140 000 personas perecieron
a causa del Terror Rojo.77 Mencheviques, anarquistas, social-revolucionarios, liberales o
demócratas fueron perseguidos y puestos fuera de la ley por miles, así como Blancos y
nacionalistas, o incluso pacifistas tolstoianos, sionistas, bundistas etc., junto a muchos cuyos
orígenes sociales o su marginalidad bastaban para convertirlos en sospechosos. En 1922, el
Estado soviético organizó el procesamiento de los líderes social-revolucionarios encarcelados;
varios acusados fueron condenados a muerte y ejecutados y otros deportados. El 19 de
febrero de 1919, la revolucionaria Mariya Spiridónova, arrestada tras la insurrección social-
revolucionaria de izquierda en julio de 1918, fue condenada por «locura» e internada de
diciembre de 1920 a noviembre de 1921 en un centro psiquiátrico. No obstante, con
posterioridad escribió que «durante la época soviética, las cimas del poder, los viejos
bolcheviques, Lenin incluido, cuidaron de mí y, aislándome del desarrollo de la lucha, siempre
de modo muy vigoroso, tomaron al mismo tiempo medidas para que jamás se me humillara.» 78
La Iglesia ortodoxa rusa, que se situó activamente del lado de la reacción
(hubo popes delatores que pudieron ser responsables de numerosas ejecuciones sumarias), 79
sufrió miles de detenciones, ejecuciones, expoliaciones y destrucciones con el fin de erradicar
no solo de su potencia anterior, sino también las creencias religiosas. Se calcula que entre
1917 y 1918 fueron asesinados 20 mil sacerdotes. 80
Todos los contendientes, en diversa medida, utilizaron los mismos métodos de represión:
internamiento de adversarios militares y políticos en campos, toma de rehenes (el primer
decreto referente a rehenes fue promulgado por el general Niessel, comandante de la misión
militar francesa en Rusia)81 y ejecuciones sumarias. Según Peter Holquist «el joven Estado de
los Sóviets y sus adversarios recurrieron de igual forma a los instrumentos y métodos que
habían sido elaborados durante la Gran Guerra». 82 Nikolái Melkínov, uno de los principales
miembros del gobierno de Antón Denikin, subrayó en sus memorias que la administración
blanca «había aplicado [...] en sus territorios una política profundamente soviética». 83
Hasta el breve gobierno social-revolucionario de Samara, a menudo considerado como uno de
los beligerantes más moderados, utilizó este tipo de medidas. Al respecto, el historiador
británico Orlando Figes anota: «aunque las libertades de expresión y de reunión, así como
la libertad de prensa fueron restablecidas, era difícil respetarlas en las condiciones de una
guerra civil y las prisiones de Samara estuvieron pronto llenas de bolcheviques. Iván Maiski, el
ministro menchevique de trabajo, contó un total de 4000 detenidos políticos. Las dumas y
los zemstvos municipales fueron restablecidos, y los sóviets, como órganos de clase,
excluidos de la vida política». 84
Asimismo, los demócratas constitucionales liberales se resignaron a soluciones dictatoriales
allí donde mantenían el control, pero con excepciones: así en Crimea mantuvieron un régimen
constitucional y parlamentario que preservaba las libertades y hasta esbozaba una tímida
reforma agraria.85
Por otro lado, ninguno de los ejércitos quiso dejar tras de sí elementos sospechosos o
peligrosos. Así, los combatientes anarquistas del ejército de Néstor Majnó respetaron más a la
población civil, perdonando y liberando a los simples combatientes hechos prisioneros, pero
eliminaron en su retirada a muchos oficiales, personas nobles, burgueses, kuláks o popes,
mientras tribunales populares surgidos espontáneamente se encargaban también de juzgar y
castigar a los implicados en las matanzas del Terror Blanco.86
La guerra radicalizó espectacularmente al régimen. Para dirigir la guerra total contra los
enemigos, el gobierno de Lenin procedió a nacionalizar la práctica totalidad de los comercios,
la banca, la industria y el artesanado. Las viviendas de las clases acomodadas fueron
colectivizadas, entrando así los apartamentos colectivos en la vida de los rusos. Mientras la
moneda se hundía y el país vivía del trueque y de salarios pagados en especie, el régimen
instauró la gratuidad de las viviendas, los transportes, del agua, de la electricidad y de los
servicios públicos, todos ellos en manos del Estado. Ciertos bolcheviques llegaron a soñar con
abolir el dinero, o por lo menos limitar drásticamente su uso. El «comunismo de guerra»
(término creado a posteriori, aparecido tras el final de la guerra civil) que había surgido por las
difíciles circunstancias, pasó a ser un medio útil para guiar a Rusia hacia el socialismo.
El poder instauró también un potente dirigismo sobre la economía y los obreros. Para hacerlo,
no vaciló en restablecer una férrea disciplina en las fábricas o en hacer reaparecer prácticas
deshonrosas como el salario a destajo, la libreta de trabajo, el cierre patronal, la retirada de
las cartillas de racionamiento y la detención y deportación de los dirigentes de huelgas.
Centenares de huelguistas fueron fusilados. Los sindicatos fueron depurados,
bolcheviquizados y transformados en correa de transmisión del sistema, las cooperativas
absorbidas y los sóviets transformados en entidades vacías. En 1920, Trotski generó una
vasta controversia proponiendo la «militarización» del trabajo. En el campo, destacamentos
armados procedieron violentamente a realizar requisiciones forzadas de cereales para
abastecer a las ciudades y al Ejército Rojo.
El poder realizó asimismo un enorme esfuerzo para alfabetizar y proporcionar educación a la
población, al tiempo que dirigía sus esfuerzos propagandísticos sobre los soldados y las
masas populares. Animó la efervescencia artística y puso a los creadores vanguardistas al
servicio de la revolución, lo que generó una vasta producción de obras y carteles que
contribuyeron a la adhesión colectiva a los bolcheviques. 97
Estas políticas salvaron al régimen, pero contribuyeron al enorme descontento popular y al
hundimiento radical de la producción, de la moneda y del nivel de vida. La economía era una
ruina y la red de transportes había sido destruida. El mercado negro y el trueque florecieron.98
La desigualdad institucional del racionamiento en favor de los soldados y los burócratas
suscitó protestas populares. Las ciudades perdieron población, con multitud de obreros y
ciudadanos hambrientos que regresaron al campo. Moscú y Petrogrado perdieron de esta
forma la mitad de su población, mientras que la clase obrera se descomponía: menos de un
millón de activos en 1921, frente a los tres millones de 1917.
Entre 1921 y 1922, la hambruna, unida a una grave epidemia de tifus, acabó con la vida de
millones de campesinos rusos.
Hastiados por el monopolio del poder adquirido por los bolcheviques, así como por la violencia
y la represión desplegadas en el campo o contra los obreros huelguistas, los marinos
de Kronstadt se rebelaron en marzo de 1921 y exigieron la vuelta al poder de los sóviets,
elecciones libres, libertad del mercado nacional y el fin de la policía política. En la práctica la
insurrección consistió en la disolución del sóviet de Kronstadt y el nombramiento de un
«comité revolucionario provisional» en su lugar.99 Su levantamiento fue repelido por Trotski
y Tujachevski.
Al mismo tiempo, el poder puso a los mencheviques fuera de la ley, reprimió las últimas
grandes olas de protestas obreras y empezó una campaña violenta de «pacificación» contra
los campesinos insurrectos. El X Congreso del Partido, celebrado a la vez que ocurría la
insurrección de Kronstadt, abolió también el derecho de tendencia en el seno del Partido por
la instauración del «centralismo democrático».
Pero ante el callejón sin salida del «comunismo de guerra» y el hundimiento de la economía,
Lenin decidió volver de manera limitada y provisional al capitalismo de mercado: se adoptó
la Nueva Política Económica (NEP) en el mismo congreso. Esta liberalización económica
permitió enderezar la economía.
Consecuencias[editar]
Consecuencias culturales[editar]
Liberación de las costumbres y emancipación de la mujer[editar]
Tras la guerra civil, tuvo lugar un cambio muy importante en las costumbres sexuales. La
crítica marxista a la familia burguesa ya había conducido a los bolcheviques a modificar la
legislación concerniente al divorcio, el matrimonio y la interrupción voluntaria del embarazo.100
En 1922, la homosexualidad se vio despenalizada.101 A lo largo de la década de 1920, el
deseo de acceder a una sexualidad más libre puso en marcha un movimiento social calificado
por Wilhelm Reich de «revolución sexual». Impuesto por las bases, no tuvo tantos apoyos por
parte de los responsables del régimen, y progresivamente fue perdiendo importancia. 102
Más generalmente el poder bolchevique, en particular bajo el impulso de Aleksandra Kolontái,
tomó medidas importantes para mejorar el estatus social de la mujer. Además de las
legislaciones en materia de costumbres, una serie de decretos comenzaron a reconocer
desde finales de 1917 el derecho de las mujeres a la jornada de 8 horas, el de negociar el
importe de los salarios, la preservación del empleo en caso de embarazo, posibilidad de
asegurar cuidados a sus hijos durante las horas de trabajo, así como derechos políticos
idénticos a los hombres. Se fomentó el trabajo de las mujeres, tanto desde una perspectiva
emancipadora (el régimen declaró que «encadenada al hogar, la mujer no podía ser igual al
hombre») como para paliar el déficit de mano de obra provocado por la guerra y las
hambrunas.103
La lucha contra el analfabetismo y el acceso de las capas populares a la cultura [editar]
Dado que la RSFS de Rusia, al final de la guerra civil, contaba con decenas de miles de
huérfanos, se procedió a crear comunidades educativas con niños de todas las edades a
cargo de maestros voluntarios, educándolos en el espíritu socialista. En la misma época, se
abolieron los grados en el ejército y las reglas académicas en el arte. La gramática y la
ortografía se simplificaron y la lucha ideológica contra los prejuicios y las convicciones de
origen religioso alcanzaron su apogeo.
El régimen inició rápidamente un importante esfuerzo en materia de instrucción pública. Bajo
la dirección de Anatoli Lunacharski, el comisariado del pueblo para la instrucción publicó un
decreto declarando la apertura de un «frente contra el analfabetismo» el 10 de diciembre de
1919. El alcalde de Boulogne-Billancourt, el socialista André Morizet, en un resumen de su
viaje a la Unión Soviética afirmó: «podemos pensar lo que queramos de los jefes del
bolchevismo. Podemos criticar sus métodos, condenar sus actos en general o en detalle [...].
Pero hay un punto en el que me parece imposible que no aprobemos unánimemente sus
esfuerzos, que no apreciemos sin reservas los resultados ya obtenidos: en materia de
instrucción pública».104
Desde el comienzo de 1918, el régimen impone el triple principio de laicidad, gratuidad y
obligación de la educación. El número de escuelas pasó de 38387 en 1917, a 52274 en 1918
y 62238 en 1919. Asimismo, el presupuesto de educación pasó de 195 millones de rublos en
1916 a 2914 millones en 1918.105 Se crearon alfabetos nacionales para las nacionalidades sin
escritura, al tiempo que se creaban comisiones de instructores. 106 Debe considerarse además
que este incremento presupuestario se produjo en un contexto de posguerra y de escaso
desarrollo económico de las repúblicas integrantes de la Unión Soviética, lo que derivaba en
carencias en el material escolar y en el profesorado, lo que explica la mediocridad de la
instrucción en los primeros años del régimen.
La Revolución y el arte[editar]
Las consecuencias de la revolución se dejaron sentir igualmente en el arte. 107 Desde finales
del siglo XIX, Rusia se abrió a las nuevas corrientes artísticas que se desarrollaban en
Europa: el impresionismo (con pintores como Leonid Pasternak y Constantin Kousnetzoff),
el fovismo (con Mijaíl Lariónov o Natalia Goncharova) y el cubismo (con Vladímir Burliuk).
Otras corrientes emergieron en Rusia, como el supremacismo, que proclamaba la supremacía
de la forma pura en la pintura. En la poesía, Nikolai Gumilev inició en 1911 el acmeísmo. El
estreno de la ópera futurista Victoria sobre el sol, de Alekséi Kruchónyj y Velimir Jlébnikov se
produjo el 3 de diciembre de 1913 en San Petersburgo.
Tras la Revolución de Octubre, si bien los bolcheviques prohibieron las obras abiertamente
hostiles hacia el régimen, el nuevo poder no dio sin embargo directivas en materia de arte;
Trotski declaró: «el arte no es un dominio donde el Partido deba ser líder» 108 y animó el
florecimiento de las corrientes de vanguardia. Según el historiador del arte Jean-Michel
Palmier, «hay pocos países que dedicasen tanto dinero a las bellas artes, al teatro, a la
literatura o a la pintura como la URSS en el período más difícil que conoció. Mientras que el
hambre reinaba y la contrarrevolución levantaba la cabeza sobre todos los frentes -interior y
exterior-, la joven república de los sóviets gastaba sumas enormes para desarrollar el arte —y
ni siquiera como instrumento de propaganda—. 109
Desde los primeros días posteriores a la Revolución de Octubre, el gobierno bolchevique puso
en marcha una serie de medidas destinadas a asegurar la preservación, el inventario y la
nacionalización del patrimonio cultural nacional.110 La colección privada del comerciante y
mecenas Serguéi Shchukin fue requisada para abrir el «primer museo del arte
occidental». Vasili Kandinski fue nombrado director del Museo de la Cultura Artística, creado
en 1919, y abrió una veintena de museos fuera de la capital. Aquí todavía, las penurias
limitaban las ambiciones del régimen. Por falta de créditos para la reconstrucción, la inmensa
mayoría de los proyectos innovadores de arquitectura no pudieron efectuarse. 111
El nuevo entorno político y cultural favoreció el nacimiento de corrientes nuevas y de debates
de escuelas. Según Anatole Kopp, «dentro de esta nueva visión, es posible distinguir dos
orientaciones, de hecho dos vanguardias: una vanguardia esencialmente formal, que, a pesar
del recurso a formas de expresiones inéditas, no asignará al arte una misión nueva, y una
vanguardia social y políticamente consciente, que intentará, a la luz del marxismo, poner a las
técnicas artísticas al servicio de la transformación de la humanidad». 112 Los miembros de esta
última corriente, los partidarios del alumbramiento de una nueva «cultura proletaria», se
reagruparon en el seno de la Proletkult, que tuvo su primer congreso en 1920. Este grupo
efectuó rápidamente una agresiva campaña contra los «compañeros de camino» del partido y
todo lo que se apartaba del «arte proletario»,113 pero no obtuvo medidas políticas del aparato
estatal.114 A finales de la década de 1920, Iósif Stalin se apoyó sin embargo en las teorías de
la Proletkult para reprimir a los artistas e imponer la línea del realismo socialista.
Consecuencias económicas y sociales[editar]
La Revolución de febrero de 1917 fue leída por los occidentales con arreglo a la Gran Guerra
en curso, y en general sin gran conocimiento de las realidades rusas.
Las democracias de la Triple Entente (Francia y el Reino Unido) se libraron de un gravoso
aliado como Nicolás II, ya que la continuidad de la autocracia zarista entraba en contradicción
con su propia propaganda sobre la «guerra de derecho». La prensa (sometida a censura
o autocensura) no dio noticia del creciente y robusto rechazo que la guerra despertaba en la
opinión rusa. La revolución se interpretó de forma contraria, como una voluntad popular de
llevar la guerra hasta el fin con un gobierno más competente. 124
No hubo consciencia de la amplitud de la rebelión social. El historiador monárquico Jacques
Bainville se expresaba así en L'Action française: «hace falta que la renovación rusa no se
haga lo que hasta aquí no quiso ser, una revolución». 125 El socialista nacionalista Gustave
Hervé escribió: «¡Qué son Verdún y el Marne mismo al lado de la inconmensurable victoria
moral que han alcanzado los aliados en Petrogrado!». 126
Sin embargo, en septiembre de 1917, el motín de los soldados rusos de La Courtine en
el Lemosín hubo de ser sofocado por fuerzas francesas, dejando varios muertos. Se
sucedieron huelgas importantes y prácticamente insurreccionales que apelaban abiertamente
al ejemplo de los sóviets de trabajadores de Rusia en abril de 1917 en Leipzig, en mayo-junio
en Leeds y en agosto en Turín. En Italia o incluso en España, país no beligerante, aparecieron
pintadas con «viva Lenin», más por rechazo simbólico a la guerra y las condiciones sociales
que por un conocimiento efectivo del programa bolchevique. 127 No obstante, el patriotismo
obligó a que ninguna tentativa revolucionaria se efectuara antes del fin de la Gran Guerra.
Varias delegaciones oficiales fueron a Rusia en tiempos del gobierno provisional y
descubrieron la amplitud de la revolución. Volvieron de allí en ocasiones estremecidas, como
fue el caso de los socialistas franceses Albert Thomas y Marcel Cachin, el ministro laborista
inglés Arthur Anderson o la feminista británica Emmeline Pankhurst. Un puñado de extranjeros
presentes en Rusia se adhirió activamente a la Revolución de Octubre, como el futuro
historiador y periodista estadounidense John Reed, o el filósofo cristiano francés Pierre
Pascal. En marzo de 1919, André Marty y Charles Tillon dirigieron el motín de la flota francesa
en mar Negro contra la intervención. Ciertos prisioneros de guerra de los Imperios centrales,
convertidos al bolchevismo durante su cautividad en Rusia, se hicieron propagadores de la
revolución al regresar a sus países, como es el caso del yugoslavo Josip Broz Tito.
La Alemania de Guillermo II dejó a diversos revolucionarios exiliados en Suiza, entre los que
estaba Lenin, atravesar su territorio para volver a Rusia, considerando que el pacifismo
contribuiría a la retirada de Rusia del conflicto. Ya en esta época circulaba en Rusia y
Occidente la idea de un Lenin «agente alemán», o incluso el rumor de que los «maximalistas»
(traducción inexacta difundida del término bolcheviques) estaban financiados por «el oro
alemán». La Revolución de Octubre fue percibida inicialmente solo como una peripecia
política después de mucha otras, y ni la Entente ni las potencias centrales creían que el nuevo
poder fuera duradero. Tras el tratado de Brest-Litovsk (contra cuya ratificación votó el SPD en
el Reichstag), el Kaiser pasó a ser un objetivo y paradójico aliado de un régimen bolchevique
interesado en jugar a divisiones «interimperialistas» y en no añadirse un enemigo más. La
Entente intervino primeramente sobre el territorio ruso para evitar la desaparición del Frente
Oriental, siendo el reproche principal hecho a los bolcheviques su «traición» a la alianza. Tras
el armisticio de Compiègne de 1918, fue la revolución como tal lo que se empezó a combatir.
El pacifismo y la crisis económica de la posguerra, así como el rechazo a ver una revolución
fracasada, suscitaron simpatías fuertes y activas en las capas populares de Europa hacia la
Revolución de Octubre. Los excesos del Terror Rojo fueron ignorados, negados, minimizados
o justificados como una respuesta simple al Terror Blanco.
En Francia, la Revolución rusa se ha interpretado al prisma de la memoria de la Revolución
francesa de 1789: los bolcheviques son asimilados así a los jacobinos, Aleksandr Kérenski a
la Gironda, los blancos a los vandeanos, León Trotski a Lazare Carnot, etc. Un historiador
simpatizante con el proceso ruso como Albert Mathiez trazó desde 1920 la analogía
entre Maximilien Robespierre y Lenin, el Terror Rojo y el Terror de 1793.128 El poeta André
Bretón no fue el único que leyó también la Revolución rusa como una revancha de la
fracasada Comuna de París. Pero la «gran luz en el Este» (título de una obra de Jules
Romains) no fue acogida tan bien por todo el mundo. La clase media se vio afectada por la
pérdida del empréstito ruso, que Lenin dejó de reconocer a comienzos de 1918.
El anticomunismo era muy fuerte entre los socialistas fieles a la «vieja escuela» en el
momento del congreso de Tours de 1920, entre los anarquistas, entre ciertos intelectuales
humanistas hostiles hacia los métodos de los bolcheviques (por ejemplo Romain Rolland,
amigo de Gorki) y por supuesto entre las derechas. Desde 1919, un cartel célebre estigmatiza
al bolchevique «el hombre con el cuchillo entre los dientes».
En Estados Unidos, el red scare o el miedo a los «Rojos» marcó los años inmediatos de
posguerra y contribuyó a las reacciones autoritarias, puritanas y xenófobas (los emigrantes
fueron percibidos como portadores potenciales del «virus» bolchevique) que marcaron la
década de 1920. En Alemania, Hungría e Italia las fuerzas conservadoras, nacionalistas o
fascistas, a veces aliadas por un tiempo a socialdemócratas como Gustav Noske en Berlín,
pelearon para reprimir violentamente el «bolchevismo» (una palabra por otra parte elástica,
bajo la cual acabó por incluirse abusivamente a todo partidario de un cambio social, incluso
cualquier adversario). En 1919, el miedo y el odio al bolchevismo y a la Revolución de
Octubre, de sus transformaciones y de su posible extensión desempeñan un papel para nada
despreciable en la formación de las ideologías y de los movimientos fascistas de Benito
Mussolini en Italia y de Adolf Hitler en Alemania.
En los países colonizados, la Revolución de Octubre también suscitó esperanzas importantes.
En 1920, en Bakú, los bolcheviques convocaron un «congreso de los pueblos de Oriente» (del
1 al 8 de septiembre) que intentaba ejercer de unión entre los nacionalismos de los
colonizados y el movimiento comunista mundial.
Posterioridad y fin[editar]
La ruina económica y moral que sucedió a la guerra civil dejó paso a una élite de burócratas,
que en el mismo seno del partido bolchevique van a conseguir imponerse al frente del país.
Para eso, debieron deportar y masacrar a todos sus opositores, tanto «contrarrevolucionarios»
como revolucionarios. Millares de militantes comunistas, entre los que estaba la mayoría de la
«vieja guardia» bolchevique, héroes de octubre y de la guerra civil, fueron de esta forma
deportados y posteriormente fusilados. Los más célebres de estos fueron humillados y
desacreditados en público en el momento de los procesos de Moscú en 1936-1938.
Para asentar su poder, y también para hacer olvidar el muy limitado papel que desempeñó en
la Revolución de Octubre, Iósif Stalin se propuso también liquidar, en el momento de la Gran
Purga de 1936-1938, a toda una generación de militantes, cargos políticos y económicos,
militares, escritores e incluso policías que conocían la situación previa a 1917, la revolución y
la posterior guerra civil. En 1930, la mitad de los cargos del Estado y hasta de la policía había
servido bajo el antiguo régimen. 129 La «generación de 1937» que los reemplazó gracias a las
purgas, conoció únicamente a Stalin y le debía todo: fue esta nomenklatura sin pasado
revolucionario la que dirigió en lo sucesivo la URSS hasta casi su disolución.
El régimen «totalitario» de Stalin terminó de asfixiar los ideales de la Revolución de Octubre.
Desde mediados de la década de 1930, restableció un cierto número de valores deshonrados
en tiempos de Lenin y Trotski: exaltación de la familia y de la patria «socialistas», restauración
de títulos militares como el grado de mariscal, venta libre de vodka por el
Estado, academicismo en el arte, rusificación forzada de las minorías y «chauvinismo de la
Gran Rusia», antisemitismo oficial cada vez menos disimulado... La Segunda Guerra
Mundial acabó con esta evolución, La Internacional dejó por ejemplo de ser el himno soviético
en 1943, y los grados y los uniformes del Antiguo Régimen fueron espectacularmente
restablecidos.
Muy poco sensible al internacionalismo de los primeros dirigentes bolcheviques, Stalin
abandonó toda idea de exportar la revolución mediante la Komintern. En su opinión, esta
debía extenderse solo gracias al Ejército Rojo, bajo control estricto de Moscú y como una
extensión del imperio soviético. Fue lo que ocurrió a partir de 1939 con las anexiones
permitidas por el Pacto germano-soviético (mediante las que la URSS recuperó los territorios
perdidos en el momento de la guerra civil rusa) y a continuación con la victoria de 1945.
Todos estos hechos fueron caracterizados por León Trotski como el «Termidor» de la
Revolución rusa (comparación con la reacción que siguió a la caída de Robespierre durante la
Revolución francesa). El símil presenta, no obstante, ciertos límites. En efecto, la era
estalinista se señala también por una vuelta, contra los campesinos, a los métodos del
«comunismo de guerra». Coincide también con una época de purgas sin precedentes. Por
otra parte, el advenimiento de Stalin significó también una reactivación espectacular de la
transformación económica de Rusia, pudiéndose hablar de la «segunda revolución» de
1930: nacionalización íntegra de las tierras y plan quinquenal, que sacó bruscamente a la
URSS del atraso. Todo ello al pesado y disimulado precio de millones de víctimas,
consecuencia de la ambición totalitaria del poder estatal.
Interpretaciones[editar]
Las causas de esta «degeneración» han sido explicado de diversas formas. Para los
anarquistas, se debió a los principios «autoritarios» del partido bolchevique. Para otros, como
ciertos liberales, se inscribe en las mismas ideas de Karl Marx. Para un cierto número de
marxistas no bolcheviques, Lenin cometió el fatal error de querer poner en marcha una
revolución obrera en un país masivamente campesino y sobrestimó las potencialidades
revolucionarias en los países occidentales. Para los comunistas marxistas antileninistas, como
los comunistas consejistas, los bolcheviques instauraron de golpe un capitalismo de Estado y
se burlaron de los principios comunistas y marxistas.
Ya desde esa época hubo comentarios sobre los acontecimientos de octubre y de la guerra
civil, con marxistas como el teórico Karl Kautsky o la revolucionaria Rosa Luxemburgo que
criticaron la naturaleza del partido bolchevique y su organización leninista (que el mismo
Trotski había denunciado como un peligro ya en 1904). En su opinión, la asimilación abusiva
del partido al pueblo, su desprecio por la democracia y su culto a la violencia transformaron
las purgas y la dictadura impuestas por las circunstancias en un sistema permanente. El poder
del partido sobre el proletariado sustituyó de forma duradera al poder de los sóviets y de la
clase obrera. Se señaló también su carácter jerarquizado, centralizado, militarizado y
monolítico que provocó una concentración de todos sus poderes dictatoriales en manos de un
pequeño grupo en la cúspide (el Politburó, fundado en 1917)130 y más tarde, en manos de un
solo hombre. Este análisis crítico se repitió en la década de 1930 por un cierto número de
antiguos compañeros de la Revolución de Octubre, como Boris Souvarine, pionero en la
crítica al estalinismo.131
Para Trotski y los trotskistas, las causas de la dictadura totalitaria debían buscarse en el
nacimiento de la burocracia, así como en el aislamiento de la revolución en un país pobre y
poco desarrollado. Puede no obstante subrayarse que precisamente en ningún país rico e
industrial estalló una revolución «marxista» en todo el siglo XX, sino en países agrarios o
subdesarrollados (China, Vietnam, Etiopía, Mozambique, etc.). Por otro lado, ninguno de los
regímenes que apelaba a una revolución comunista evitó el orientarse con rapidez hacia una
dictadura policial y burocrática, lo que puede explicarse en parte porque la inmensa mayoría
de los movimientos comunistas eran satélites de Moscú y por la influencia de Stalin y la URSS
en esos países, tanto en materia militar como económica o política.
La Segunda Guerra Mundial dio paso a la Guerra Fría, enfrentando al Bloque del Este y
a Occidente (principalmente Estados Unidos) con una carrera armamentística que nunca
desembocó en un conflicto directo, hasta la disolución de la Unión Soviética en 1991
vEl término Revolución rusa (en ruso, Русская революция, Rússkaya revolyútsiya) agrupa
todos los sucesos que condujeron al derrocamiento del régimen zarista imperial y a la
instauración preparada de otro, leninista republicano, entre febrero y octubre de 1917, que
llevó a la creación de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia. El zar se vio
obligado a abdicar y el antiguo régimen fue sustituido por un Gobierno Provisional tras la
primera Revolución de Febrero de 1917 (marzo en el calendario gregoriano, pues
el calendario juliano estaba en uso en Rusia en ese momento). En la posterior Revolución de
Octubre, el Gobierno Provisional fue eliminado y reemplazado con un gobierno bolchevique de
tendencia comunista conocido como el Sovnarkom.
La Revolución de Febrero se focalizó, originalmente, en torno a Petrogrado (hoy San
Petersburgo). En el caos, los miembros del parlamento imperial o Duma asumieron el control
del país, formando el Gobierno provisional ruso. La dirección del ejército sentía que no tenían
los medios para reprimir la revolución y Nicolás II, el último emperador de Rusia, abdicó.
Los sóviets (consejos de trabajadores), que fueron dirigidos por facciones socialistas más
radicales, en un principio permitieron al gobierno provisional gobernar, pero insistieron en una
prerrogativa para influir en el gobierno y controlar diversas milicias. La revolución de febrero
se llevó a cabo en el contexto de los duros reveses militares sufridos durante la Primera
Guerra Mundial (1914-1918),3 que dejó a gran parte del ejército ruso en un estado de motín.
A partir de entonces se produjo un período de poder dual, durante el cual el Gobierno
provisional ruso tenía el poder del Estado, mientras que la red nacional de sóviets (consejos),
liderados por los socialistas y siendo el Sóviet de Petrogrado el más importante, tenía la
lealtad de las clases bajas y la izquierda política. Durante este período caótico hubo motines
frecuentes, protestas y muchas huelgas. Cuando el Gobierno Provisional decidió continuar la
guerra con Alemania, los bolcheviques y otras facciones socialistas hicieron campaña para
detener el conflicto. Los bolcheviques pusieron a milicias obreras bajo su control y los
convirtieron en la Guardia Roja (más tarde, el Ejército Rojo) sobre las que ejercían un control
sustancial.
En la Revolución de Octubre (noviembre en el calendario gregoriano), el Partido bolchevique,
dirigido por Vladímir Lenin, y los trabajadores y soldados de Petrogrado, derrocaron al
gobierno provisional, formándose el gobierno del Sovnarkom. Los bolcheviques se nombraron
a sí mismos líderes de varios ministerios del gobierno y tomaron el control del campo, creando
la Checa, organización de inteligencia política y militar para aplastar cualquier tipo de
disidencia. Para poner fin a la participación de Rusia en la Primera Guerra Mundial, los líderes
bolcheviques firmaron el Tratado de Brest-Litovsk con Alemania en marzo de 1918.
Posteriormente estalló una guerra civil en Rusia entre la facción «roja» (bolchevique) y
«blanca» (antibolcheviques) —esta última contó con el apoyo de las grandes potencias—, que
iba a continuar durante varios años, en la que los bolcheviques, en última instancia, salieron
victoriosos. De esta manera, la Revolución abrió el camino para la creación de la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1922. Pese a que muchos acontecimientos
históricos notables tuvieron lugar en Moscú y Petrogrado, también hubo un movimiento visible
en las ciudades de todo el estado, entre las minorías nacionales de todo el Imperio ruso y en
las zonas rurales, donde los campesinos se apoderaron de la tierra y la redistribuyeron.
La Revolución rusa fue un acontecimiento decisivo y fundador del «corto siglo XX» 4 abierto por
el estallido del macroconflicto europeo en 1914 y cerrado en 1991 con la disolución de la
Unión Soviética. Objeto de simpatías y de inmensas esperanzas por unos (Jules Romains la
describió como «la gran luz en el Este» y François Furet como «el encanto universal de
octubre»), también ha sido objeto de severas críticas, de miedos y de odios viscerales. 5 Sigue
siendo uno de los acontecimientos más estudiados y más apasionadamente discutidos de
la historia contemporánea.67
Índice
Tras la escolarización llevada a cabo unos años antes, algunos obreros habían sido
convencidos por los ideales marxistas y otros pensamientos revolucionarios. Sin embargo, el
poder zarista se mostró inmóvil. En los siglos XIX y XX, varios movimientos organizados por
miembros de todas las clases sociales (estudiantes u obreros, campesinos o nobles) trataron
de derrocar al gobierno sin éxito. Algunos recurrieron al terrorismo y a los atentados políticos,
convirtiéndose los movimientos revolucionarios en objeto de dura represión, llevada a cabo
por la todopoderosa Ojrana, la policía secreta del zar. Muchos revolucionarios fueron
encarcelados o deportados, mientras que otros lograron escapar y unirse a las filas de los
exiliados. Desde esta perspectiva, la Revolución de 1917 es la culminación de una larga
sucesión de pequeñas revueltas. Las reformas necesarias, que ni las insurrecciones
campesinas, los atentados políticos y la actividad parlamentaria de la Duma habían logrado,
desembocaron en una revolución impulsada por el proletariado.
En 1905, tuvo lugar una primera revolución tras la derrota rusa ante Japón en la guerra ruso-
japonesa. El 22 de enero, se convocó una manifestación en San Petersburgo para exigir
reformas al zar Nicolás II, siendo esta duramente reprimida, en lo que se conoce como
el Domingo Sangriento. Se trató de un intento del pueblo ruso de liberarse de su zar y se
caracterizó por los levantamientos y la huelga por parte de los trabajadores y de los
campesinos. Estos formaron los primeros órganos de poder independientes de la tutela del
Estado: los sóviets y, especialmente, el Sóviet de San Petersburgo.
Las sucesivas derrotas rusas en la Primera Guerra Mundial fueron una de las causas de
la Revolución de Febrero. Cuando el país entró en guerra, todos los partidos políticos se
mostraron favorables a la participación en la contienda, con la excepción del Partido Obrero
Socialdemócrata, el único partido europeo junto al Partido Socialista del Reino de Serbia que
se negó a votar los créditos de guerra, aunque advirtió que no trataría de sabotear la actividad
bélica de la nación. Tras el comienzo del conflicto y después de algunos éxitos iniciales,
el Ejército Imperial Ruso tuvo que soportar graves derrotas (en Prusia Oriental, en particular).
Las fábricas no se mostraron lo suficientemente productivas, la red ferroviaria era ineficiente y
el suministro de armas y alimentos al Ejército fallaba. En el Ejército, los partes batían todas las
marcas: 1 700 000 muertos y 5 950 000 heridos; estallaron disturbios y decayó la moral de los
soldados. Estos soportaban mes a mes la incapacidad de sus oficiales —que llegó hasta el
punto de suministrar a unidades de combate munición no correspondiente con el calibre de
sus armas— y el empleo de la intimidación y los castigos corporales.
La hambruna se extendió entre la población civil y las mercancías comenzaron a escasear. La
economía rusa, que antes de la guerra contaba con la tasa de crecimiento más alta de
Europa,15 se encontraba aislada del mercado europeo. El Parlamento ruso (la Duma),
constituida por liberales y progresistas, advirtió al zar Nicolás II de estas amenazas contra la
estabilidad del Imperio y del régimen, aconsejándole formar un nuevo Gobierno constitucional.
El zar desoyó esta advertencia y perdió el liderazgo y el contacto con la realidad del país. La
impopularidad de su esposa, la emperatriz Alejandra —de origen alemán—, aumentó el
descrédito del régimen, hecho confirmado en diciembre de 1916 con el asesinato de Rasputín,
asesor oculto de la emperatriz, por parte del príncipe Félix Yusúpov, un joven noble.
Desde 1915-1916, proliferaron diversos comités que se hicieron cargo de todo aquello que el
deficiente Estado ya no asumía (abastecimiento, encargos, intercambios comerciales...). Junto
a las cooperativas o los sindicatos, estos comités se convirtieron en órganos de poder
paralelos. El régimen ya no controlaba el «país real». 16
El mes de febrero de 1917 reunió todas las características necesarias para una revuelta
popular: invierno duro, escasez de alimentos, hastío hacia la guerra... La revolución se inició
con la huelga espontánea de los trabajadores de las fábricas de la capital, Petrogrado, a
principios de dicho mes. El 23 de febrero (8 de marzo según el calendario gregoriano),17 Día
Internacional de la Mujer, las mujeres de Petrogrado se manifestaron para exigir pan.
Recibieron el apoyo de los obreros, encontrando estos una razón para prolongar su huelga.
Ese día, pese a que se produjeron algunos enfrentamientos con la policía, no hubo ninguna
víctima.
Funerales por las víctimas de la Revolución el 5 de abril de 1917 (23 de marzo según el calendario
juliano) en Petrogrado.
Los días siguientes, las huelgas se generalizaron por todo Petrogrado y la tensión fue en
aumento. Las consignas, hasta el momento más discretas, se politizaron: «¡Abajo la guerra!»,
«¡Abajo la autocracia!».18 En esta ocasión, los enfrentamientos con la policía se saldaron con
víctimas en ambas partes.19 Los manifestantes se armaron sustrayendo armas de los puestos
de policía. Tras tres días de manifestaciones, el zar ordenó la movilización de
la guarnición militar de la capital para sofocar la rebelión. Los soldados resistieron las primeras
tentativas de confraternización y mataron a muchos manifestantes. Sin embargo, durante la
noche, parte de una compañía se sumó progresivamente a los insurgentes, que pudieron de
esta forma armarse más convenientemente. Entre tanto, el zar, sin medios para gobernar,
ordenó disolver la Duma y nombrar un comité interino.
Todos los regimientos de la guarnición de Petrogrado se unieron a la revuelta. Fue el triunfo
de la revolución. Presionado por el Estado Mayor, el zar Nicolás II abdicó el 2 de marzo: «Se
deshizo del imperio como un comandante de un escuadrón de caballería». 20 Su hermano, el
gran duque Miguel Aleksándrovich, rechazó al día siguiente la corona. Fue el fin del zarismo y
se produjeron las primeras elecciones al sóviet de los trabajadores de la capital, el Sóviet de
Petrogrado. El primer episodio de la revolución se había saldado con más de un centenar de
víctimas, principalmente manifestantes,21 mas la caída rápida e inesperada del régimen, con
unas pérdidas humanas relativamente pequeñas, suscitó en el país una ola de entusiasmo y
un sentimiento de liberación.
La dualidad de poderes[editar]
El periodo posterior a la abdicación del zar fue a la vez confuso y de entusiasmo entre la
población. El Gobierno provisional sucedió al zarismo rápidamente, mientras que la revolución
ganaba profundidad y la masa de trabajadores y campesinos se politizaba.
Los sóviets, nacidos de la voluntad popular, no se atrevieron a contradecir de primeras al
Gobierno provisional, pese a su inmovilidad y su actuación en la guerra. 22 Sin embargo, el
pequeño Partido Bolchevique, liderado por Lenin quien había vuelto del exilio en Suiza en el
mes de abril, fue quien impuso una radicalización estratégica, se hizo portavoz del creciente
descontento general y se convirtió en depositario de las aspiraciones populares, mientras que
los partidos revolucionarios rivales se desacreditaban entre ellos, alimentando así el peligro
contrarrevolucionario.
Estas primeras semanas llenas de esperanza y generosidad fueron muy pacíficas, tanto en las
ciudades como en las zonas rurales. Ninguna represalia, oficial o espontánea, se tomó contra
los antiguos siervos del zar, teniendo incluso derecho estos a trasladar su residencia o
exiliarse. El Gobierno provisional abolió la pena de muerte, ordenó la apertura de las
prisiones, permitiendo el retorno de los exiliados por cualquier motivo (incluido Lenin) y
proclamó las libertades fundamentales: de prensa, de reunión y de conciencia (en la práctica
ya adquirida tras la Revolución de Febrero). El antisemitismo de Estado desapareció; la Iglesia
Ortodoxa Rusa, bajo la tutela del Estado desde tiempos de Pedro I el Grande, pudo reunir
libremente un consejo que, en el verano de 1917, restableció el Patriarcado de Moscú. En el
ejército, la orden n.º 1, expedida por el Sóviet de Petrogrado, que contaba con la mayoría
de socialrevolucionarios y mencheviques, prohibió el acoso humillante de los oficiales a los
soldados e instauró los derechos de reunión, petición y prensa. 24
Por último, la manifestación más clara de la emancipación de la sociedad civil fue, por
supuesto, la creación espontánea de los sóviets (consejos) de obreros, campesinos, soldados
y marineros, que cubrieron en una semana la práctica totalidad del país. Estas asambleas,
que ya habían surgido en 1905, paliaron la escasez de organizaciones habituales
en Occidente (partidos, sindicatos...) debida a la represión zarista. Fueron órganos
de democracia directa que pretendían ejercer un poder autónomo, y, ante la posibilidad de
que el Gobierno Provisional llevara a cabo una contrarrevolución, velaron por la preservación
y la ampliación de las conquistas de la Revolución de Febrero.
El fracaso militar de la Ofensiva Kérenski, puesta en marcha a principios de julio, provocó una
decepción general. Tras algunos éxitos iniciales debidos al general Alekséi Brusílov, el mejor
comandante en jefe ruso de la Gran Guerra, el fracaso se hizo patente y los soldados se
negaron a situarse en primera línea de combate. El Ejército entró en descomposición,
las deserciones se multiplicaron, las protestas en la retaguardia se acrecentaron y la
popularidad de Kérenski comenzó a degradarse.30
Los días 3 y 4 de julio, se conoció el fracaso de la ofensiva, y los soldados situados en la
capital, Petrogrado, se negaron a regresar al frente. Reunidos con los obreros, se
manifestaron para exigir que los dirigentes del Sóviet de Petrogrado tomaran el poder.
Desbordados por la situación, los bolcheviques se manifestaron en contra de un levantamiento
prematuro, argumentando que era demasiado pronto para derrocar al Gobierno provisional:
los bolcheviques solamente eran mayoritarios en Petrogrado y Moscú, mientras que los
partidos socialistas moderados mantenían una influencia importante en el resto del país.
Preferían dejar que el Gobierno prosiguiera con sus actividades para demostrar así su
incapacidad para gestionar los problemas suscitados tras la revolución: la firma de la paz, la
jornada de ocho horas y la reforma agraria.
El aumento de la reacción[editar]
La represión, sin embargo, se cernió sobre los bolcheviques: Trotski fue encarcelado, Lenin se
vio obligado a huir y a refugiarse en Finlandia y el periódico bolchevique Rabochi i
Soldat (Obrero y Soldado) fue prohibido. Los regimientos de artilleros que habían apoyado la
Revolución de Febrero se disolvieron, siendo enviados al frente en pequeños destacamentos,
al tiempo que los obreros eran desarmados. 90 000 hombres tuvieron que abandonar
Petrogrado; se encarceló a los «agitadores» y se restauró la pena de muerte, abolida en
febrero. En el frente, la reanudación de las hostilidades se inició tras la repentina libertad
otorgada por la Orden n.º 1 en febrero. Así, el 8 de julio, el general Kornílov, que comandaba
las operaciones del frente sudoriental, dio la orden de abrir fuego de ametralladora y artillería
contra los soldados que abandonaran el frente. Desde el 18 de junio al 6 de julio, la ofensiva
en este frente se saldó con 58 000 muertes, sin éxito.
La reacción aumentó, con el zarismo levantando la cabeza; produciéndose pogromos en las
zonas rurales. El socialrevolucionario (eser) Kérenski sucedió a Gueorgui Lvov, demócrata
constitucional (kadete), al frente del Gobierno provisional tras las Jornadas de Julio, pero fue
perdiendo progresivamente la consideración de las masas populares y parecía incapaz de
contener el crecimiento de la reacción.
El levantamiento de Kornílov[editar]
Artículo principal: Golpe de Kornílov
En las fábricas y en el Ejército, el peligro de una contrarrevolución fue tomando forma. Los
sindicatos, donde los bolcheviques eran mayoría (pese a la represión), organizaron una
huelga que fue seguida de forma masiva. La tensión aumentaba poco a poco, con la
radicalización de los discursos de los diferentes partidos. Así, el 20 de agosto, ante el Comité
Central del Partido KD, su líder, Pável Miliukov, dijo: «El pretexto lo proporcionarán los
motines producidos por el hambre o por la acción de los bolcheviques, en todo caso la vida
empujará a la sociedad y a la población a contemplar la inevitabilidad de una cirugía.» La
Unión de oficiales del ejército y de la marina, organización influyente en la parte superior del
cuerpo del Ejército ruso y financiada por la comunidad empresarial, pidió el establecimiento de
una dictadura militar. En el frente, el capitán Muraviov, miembro del Partido Social-
Revolucionario, formó varios batallones de la muerte y aseguró que «estos batallones no
están destinados a ir al frente, sino a Petrogrado, donde ajustarán cuentas con los
bolcheviques».32
A finales de agosto de 1917, Kornílov organizó un levantamiento armado, enviando tres
regimientos de caballería por ferrocarril a Petrogrado, con el objetivo de aplastar los sóviets y
las organizaciones obreras para devolver a Rusia al contexto bélico. Ante la incapacidad del
Gobierno Provisional para defenderse, los bolcheviques organizaron la defensa de la capital.
Los obreros cavaron trincheras y los ferroviarios enviaron los trenes a vías muertas,
provocando que el contingente se disolviera.
Las consecuencias del intento de golpe fueron importantes: las masas se rearmaron, los
bolcheviques pudieron salir de su semiclandestinidad y en julio, los presos políticos, incluido
Trotski, fueron puestos en libertad por los marineros de Kronstadt. Para sofocar el golpe,
Kérenski solicitó la ayuda de todos los partidos revolucionarios, aceptando la liberación y el
rearme de los bolcheviques. Perdió el apoyo de la derecha, que no le perdonaba el haber
sofocado el intento de golpe, pero sin obtener al tiempo el de la izquierda, que lo consideraba
demasiado indulgente en cuanto a las represalias hacia los cómplices de Kornílov, y mucho
menos el apoyo de la extrema izquierda bolchevique, en la que Lenin, desde su escondite, dio
la orden de no apoyar a Kérenski y de limitarse a luchar contra Kornílov.
Poco a poco, los obreros y los soldados se fueron convenciendo de que no podía haber una
reconciliación entre el antiguo modelo de sociedad defendido por Kornílov y el nuevo. El golpe
y la caída del Gobierno Provisional, que dio a los sóviets la dirección de la resistencia,
fortaleció y reforzó la autoridad y la presencia en la sociedad de los bolcheviques. Su prestigio
iba en aumento: apremiados por la contrarrevolución, las masas se radicalizaron y los
sindicatos se alinearon con los bolcheviques. El 31 de agosto, el Sóviet de Petrogrado ya era
mayoritariamente bolchevique, escogiendo a Trotski como su presidente el 30 de septiembre.
Todas las elecciones fueron testimonio del crecimiento bolchevique: así, en las elecciones
de Moscú, entre junio y septiembre, el PSR pasó de 375 000 a 54 000 votos,
los mencheviques de 76 000 a 16 000 y el KD de 109 000 a 101 000 sufragios, mientras que
los bolcheviques aumentaron de 75 000 a 198 000 votos. El lema «Todo el poder para los
sóviets» fue utilizado más allá del ámbito bolchevique, siendo usado por obreros del PSR o
por los mencheviques. El 31 de agosto, el Sóviet de Petrogrado y otros 126 sóviets votaron
una resolución en favor del poder soviético.
La revolución continuaba y se aceleraba, especialmente en las zonas rurales. Durante el
verano de 1917, los agricultores adoptaron medidas, tomando las tierras de los señores, sin
esperar a la prometida reforma agraria y retrasada de forma constante por el Gobierno. El
campesinado ruso, de hecho, regresó a su larga tradición de grandes levantamientos
espontáneos (los bunts), que ya habían marcado el pasado nacional, como las revueltas
protagonizadas por Stenka Razin en el siglo XVII o Yemelián Pugachov en tiempos
de Catalina II. No siempre violentas, estas ocupaciones masivas de tierras fueron a menudo el
escenario de levantamientos espontáneos donde las propiedades de los maestros eran
quemadas, llegando ellos mismos a ser maltratados o asesinados. Estos inmensos
levantamientos campesinos, sin duda los más importantes de la historia europea, consiguieron
que las tierras se compartieran sin que el gobierno condenara ni ratificara el movimiento.
Sabiendo que la «repartición negra» (nombre de la antigua organización naródnik Repartición
Negra) estaba cumpliéndose en sus pueblos, los soldados, de origen mayoritariamente
campesino, desertaron en masa con el fin de poder participar a tiempo en la nueva
distribución de las tierras. La acción de la propaganda pacifista y el desaliento tras el fracaso
de la última ofensiva del verano hicieron el resto. Las trincheras se vaciaron poco a poco.
Así, los bolcheviques, a los que todavía se los calificaba en junio como «insignificante puñado
de demagogos»33 controlaban la mayor parte del país. Desde junio de 1917, en una sesión del
1.er Congreso Panruso de los Sóviets, Lenin ya había anunciado abiertamente —durante una
célebre discusión con el menchevique Irakli Tsereteli— que los bolcheviques estaban
dispuestos a tomar el poder, pero que por el momento sus palabras no habían sido tomadas
en serio.34
Octubre de 1917[editar]
Artículo principal: Revolución de Octubre
En octubre de 1917, Lenin y Trotski consideraron que había llegado el momento de terminar
con la situación de doble poder. La coyuntura les era oportuna por el gran descrédito y el
aislamiento del Gobierno provisional, ya reducido a la impotencia, así como por la impaciencia
de los propios bolcheviques.
La insurrección[editar]
Los debates en el seno del Comité central del Partido bolchevique con el objetivo de que este
organizara una insurrección armada y tomara el poder eran cada vez más intensos. Algunos
en torno a Kámenev y Zinóviev consideraban que todavía había que esperar, porque el partido
ya estaba asentado en la mayoría de los sóviets, y se encontraría, según su opinión, aislado
en Rusia y en Europa si tomaba el poder de manera individual y no dentro de una coalición de
partidos revolucionarios. Lenin y Trotski consiguieron superar estas reticencias internas y el
Comité aprobó y pasó a organizar la insurrección que Lenin fijó para la víspera del 2.º
Congreso de los Sóviets, que debía reunirse el 25 de octubre.
Se creó un Comité Militar Revolucionario en el seno del Sóviet de Petrogrado, siendo dirigido
por Trotski, presidente del mismo. Se componía de obreros armados, soldados y marineros.
Aseguraba el apoyo o neutralidad de la guarnición militar de la ciudad y la preparación
metódica de la toma de los puntos estratégicos de la ciudad. La preparación del golpe se hizo
prácticamente a la vista de todo el mundo, ya que todos los planes que se ofrecieron a
Kámenev y Zinóviev se podían encontrar disponibles en los periódicos, y el propio Kérenski
solamente esperaba que el enfrentamiento final terminara con la situación. 35
Proclama del Comité Militar Revolucionario de Petrogrado anunciando la deposición del Gobierno
Provisional.
El nuevo Gobierno[editar]
En las horas siguientes, varios decretos sentaron las bases del nuevo régimen. Cuando Lenin
hizo su primera aparición pública, fue ovacionado y declaró: «Vamos a proceder a la
construcción del orden socialista».
En primer lugar, Lenin anunció la abolición de la diplomacia secreta y la propuesta a todos los
países beligerantes en la Primera Guerra Mundial de entablar conversaciones «con miras a
una paz justa y democrática, inmediata, sin anexiones y sin indemnizaciones».
Luego, se promulgó el Decreto sobre la Tierra: «las grandes propiedades territoriales
quedaron abolidas inmediatamente, y sin indemnización alguna». Otorgaba a los sóviets de
campesinos la libertad de hacer lo que consideraran, ya fuera socializar la tierra o repartirla
entre los campesinos pobres. El texto confirmaba una realidad ya existente, ya que los
campesinos ya habían aprovechado esas tierras durante el verano de 1917. Con esta medida,
los bolcheviques consiguieron una neutralidad benevolente por parte de los campesinos, al
menos hasta la primavera de 1918.
Por último, se nombró un nuevo Gobierno, denominado Consejo de Comisarios del Pueblo o
Sovnarkom. Dicho gobierno aplicó otras medidas, como la abolición de la pena de muerte (a
pesar de la reticencia de Lenin, que consideraba esta pena indispensable),
la nacionalización de los bancos (el 14 de diciembre), el control obrero sobre la producción, la
creación de una milicia obrera, la soberanía e igualdad de todos los pueblos de Rusia,
su derecho de autodeterminación, incluida la separación política y el establecimiento de un
estado nacional independiente, 43 la supresión de cualquier privilegio de carácter nacional o
religioso, etc. En total, se realizaron las treinta y tres reformas que el Gobierno Provisional
había sido incapaz de realizar en ocho meses de mandato.
En 1871, los obreros parisinos habían tomado el poder en la conocida como Comuna de
París. Esta primera experiencia de «dictadura del proletariado» (tal y como Friedrich Engels la
calificó)44 había acabado con la matanza de 10 000 a 20 000 miembros de la comuna y con
deportaciones en masa. Con el poder controlado en Petrogrado, Lenin y Trotski sabían que no
podrían mantener ese poder sin el apoyo de países industriales como Alemania, Francia e
Inglaterra; por lo que esperaban mantenerse más que los setenta y dos días que duró la
Comuna de París.45
La naturaleza de Octubre[editar]
Desde las primeras horas del 7 de noviembre hasta la actualidad, varios medios calificaron
la Revolución de Octubre como un golpe de Estado de una minoría determinada y organizada
que tenía como objetivo dar «todo el poder a los bolcheviques» 46 y no a los
sóviets. L'Humanité, el principal periódico socialista francés, titulaba «Golpe de Estado en
Rusia que lleva a Lenin y a los "maximalistas" al poder».
El historiador Alessandro Mongil observa además que en los años siguientes, los mismos
bolcheviques no dudaban en hablar entre ellos acerca de su «golpe de octubre» (oktyabrski
perevorot).47 En su autobiografía, Trotski utilizaba los términos «insurrección», «toma del
poder» y «golpe de Estado». 48 Rosa Luxemburgo, comunista alemana, también habló del
«golpe de Estado de octubre».49
Marc Ferro considera que octubre es desde el punto de vista técnico un golpe de Estado, pero
que no se explica en el contexto de ebullición revolucionaria general en todo el país y en toda
la sociedad. Las fuerzas populares han dado por lo menos un apoyo tácito a la empresa
bolchevique contra un gobierno impotente y ya desacreditado:
A los activistas revolucionarios de 1917, octubre apareció como un golpe de Estado contra la
democracia, como una especie de golpe llevado a cabo por una minoría que fue capaz de tomar el
poder y mantenerlo. Juicio excesivo, ya que en el II Congreso de los Sóviets, reunido en plena
insurrección, hubo una mayoría de los bolcheviques, así como representantes socialrevolucionarios y
mencheviques, junto a los futuros líderes del Estado soviético, Lenin, Trotski, Kámenev, Zinóviev, siendo
elegidos dirigentes del Presidium. [...] El juicio de los nuevos
opositores, mencheviques, populistas y anarquistas, es igualmente parcial en el sentido de que los
bolcheviques cumplieron con las prioridades que tras seis meses de lucha y dilaciones, las clases
populares exigían: que los jefes militares, los terratenientes, los ricos, los sacerdotes y otros
«burgueses» fueran permanentemente expulsados de la Historia. Por el contrario, es innegable que, al
haber participado en la insurgencia y ayudado a los bolcheviques a tomar el poder, los soldados, los
marinos y los obreros creían que el poder pasaría a los sóviets. Ni por un momento imaginaron que los
bolcheviques, en su nombre, conservarían el poder solamente para ellos y para siempre. 50
De hecho, para los bolcheviques, la reforma agraria era lo que se encontraba en el orden del
día y no la construcción de una sociedad socialista, que parecía imposible en un país tan
pobre. Conscientes de que no podían gobernar sin el apoyo de las masas rurales, la gran
mayoría del país, los bolcheviques convocaron del 10 al 16 de noviembre un congreso
campesino. A pesar de la presencia de una mayoría socialrevolucionaria hostil a los
bolcheviques, este último ratificó el Decreto sobre la Tierra y apoyó al nuevo gobierno,
consagrando la unión entre el proletariado urbano y el campesinado.
Así, en los dificilísimos meses que precedieron al Tratado de Brest-Litovsk, el nuevo poder
había conseguido evitar el peligro de enfrentarse a las masas rurales, teniendo en cuenta que
tenía que hacer frente a la hostilidad de los monárquicos, de los liberales y de la mayor parte
de los grupos socialistas. Pero el régimen heredó el catastrófico problema de abastecimiento
de las ciudades, que ya había derribado a Nicolás II y a Kérenski. La necesidad de hacer
pedidos de cereales para sobrevivir traía consigo el germen de un grave conflicto con el
campesinado. Los sóviets organizaron en la primavera de 1918 destacamentos de
trabajadores, destinados a llevar a cabo las requisas en el campo, la llamada prodrazviorstka.
La violencia era frecuente en sus métodos y en la resistencia campesina, 55 produciendo a su
vez un descenso significativo de la producción agrícola. Posteriormente, los Blancos, a pesar
de proclamar el libre comercio, también se vieron obligados a recurrir a las requisas forzadas.
El problema de la coalición[editar]
Artículo principal: Negociaciones Vikzhel
La paz de Brest-Litovsk[editar]
Artículos principales: Tratado de Brest-Litovsk y Tratado de Brest-Litovsk (Ucrania).
Cambios territoriales tras el tratado de Brest-Litovsk.
La creación de la Checa[editar]
Emblemas de la Checa: la espada y el escudo.
Desarrollo de la guerra civil rusa. Territorios bajo control bolchevique en 1918; países que obtuvieron su
independencia durante el conflicto; máximo avance de las fuerzas blancas
La guerra civil rusa no enfrentó solamente al joven Ejército Rojo contra los «ejércitos blancos»
monárquicos apoyados por los ejércitos extranjeros. Su violencia extrema no se debió
tampoco al impacto entre el «terror blanco» y el «terror rojo». Se trató de una guerra de los
campesinos contra las ciudades y contra toda autoridad exterior al pueblo y al campo. Así fue
como el «Ejército Verde», constituido por campesinos que rechazaban los reclutamientos
forzados y los requerimientos, se enfrentó al Ejército Rojo y a los blancos.
A estos combates se sobrepusieron un importante conflicto de generaciones (los jóvenes
campesinos decepcionados de las ciudades o los ejércitos deseosos de desembarazarse de
la tutela de la familia patriarcal, convirtiéndose en los agentes más determinantes de la
revolución en el campo),70 la acción de las minorías nacionales que procuraban emanciparse
de la vieja tutela rusa, la intervención de ejércitos extranjeros (como la de la nueva Segunda
República Polaca en la guerra polaco-soviética), o incluso las tentativas de los revolucionarios
antibolcheviques. Pero las expectativas de los opositores socialrevolucionarios, del comité de
los ex constituyentes, mencheviques, o incluso de los anarquistas en un tiempo dueños de
Ucrania durante la Revolución majnovista, jamás se hallaron en situación de prevalecer.
Mediante las reuniones, la fuerza o la represión, los bolcheviques impusieron su hegemonía
sobre la revolución, como los Blancos sobre la oposición a la revolución.
Confusa y caótica, la Guerra Civil Rusa se caracterizó por la desintegración del Estado y de la
sociedad bajo la acción de fuerzas centrífugas. La victoria bolchevique significó, en una Rusia
arruinada y exhausta, la reconstrucción de un Estado bajo la autoridad de un partido único sin
rivales ni enemigos y dotado de un poder absoluto. En particular, se forjó un nuevo Estado
policial en torno a la Checa en el transcurso de la Guerra Civil y del terror rojo.
Todo ello en detrimento de los sueños de las Revoluciones de Febrero y de Octubre, que
habían rechazado toda autoridad y visto confirmarse la autonomía de una sociedad civil, en lo
sucesivo muy duramente magullada, agotada y de nuevo sometida al poder.
Tanto el Ejército Rojo como los Ejércitos Blancos sufrieron las acciones de guerrillas
campesinas. El llamado Ejército Verde estaba compuesto por campesinos que rechazaban el
reclutamiento en ambos ejércitos, las requisas forzadas y la restitución de las tierras a los
antiguos propietarios de bienes inmuebles deseada por los Blancos.
Los desertores de ambos ejércitos, extremadamente numerosos, fueron un vivero esencial del
Ejército Verde. En 1919-1920, había no menos de tres millones de desertores de los cinco
millones de reclutas del Ejército Rojo; entre la mitad y dos tercios consiguieron escapar de las
búsquedas, detenciones y de la reintegración forzada en el ejército, reuniéndose con
frecuencia los combatientes verdes en los bosques. 72 Los Blancos generalmente fusilaban a
los desertores sin otro proceso.
Después de la derrota de los Blancos a finales de 1920, la paz volvió realmente a Rusia
solamente en 1921-1922, tras el aplastamiento de las grandes rebeliones campesinas como la
conducida por el socialrevolucionario Antonov en Tambov a mediados de 1921, la destrucción
de los ejércitos verdes (tiempo atrás dueños de territorios inmensos, como en Siberia oriental,
donde controlaron hasta un millón de km²) y el compromiso de la NEP (marzo de 1921),
aprobada por el régimen bolchevique y los campesinos.
Desde finales de 1917, animadas por el «decreto de las nacionalidades», que preveía la
posibilidad de separarse de Rusia, Finlandia y Polonia proclamaron su independencia.
En Ucrania, la Rada (consejo) de Kiev le confió desde 1917 al socialista y nacionalista Symon
Petlyura la constitución de un ejército nacional, y rompió con Moscú tras la Revolución de
Octubre. En las elecciones para elegir una asamblea constituyente, los mencheviques
obtuvieron la mayoría de los votos en Georgia, proclamando la independencia y constituyendo
un gobierno internacionalmente reconocido, incluso por Moscú, en 1920: la República
Democrática de Georgia, dirigida por Noe Jordania. Por el contrario, Letonia votó en un 72 %
por los bolcheviques. Los letones tenían una numerosa presencia en la Guardia Roja,
el Ejército Rojo y la Checa. Sin embargo, los países bálticos ya se habían independizado en el
transcurso de la Primera Guerra Mundial.73
Numerosos en todos los partidos y movimientos revolucionarios, los judíos eran abusivamente
relacionados con los bolcheviques por la contrarrevolución. Los Ejércitos Blancos o el Ejército
Petlyura realizaron pogromos antisemitas sistemáticos y a gran escala, de una violencia
mortífera y sin precedente, para entonces, en la historia europea. El número de muertos
asciende a cerca de 150 000, a los que se deben añadir numerosas violaciones, robos y
vandalismos. En cuanto a los bolcheviques, situaron el sionismo y el bundismo fuera de la ley.
Los Blancos negaban toda concesión a las minorías y combatían tanto a los ejércitos
nacionales como a las tropas bolcheviques. Entre 1920 y 1922, por su parte, el Ejército Rojo
invadió Asia Central, Armenia, Georgia e incluso Mongolia, y reforzó la influencia ruso-
soviética sobre estos territorios. Sin ir más lejos, la República Popular de Mongolia, satélite de
la URSS, se fundó en 1924. Los cosacos, que constituían el núcleo duro del antibolchevismo,
fueron deportados en bloque y vieron suprimidos sus privilegios.
En Ucrania, el Ejército Rojo también se volvió contra sus antiguos aliados, los anarquistas del
ejército de Néstor Majnó: a partir de finales de 1920, atacó brutalmente la experiencia
inédita majnovista. Este movimiento campesino de masas había conseguido dotarse de un
ejército insurrecto capaz de hacer frente durante tres años a la vez a fuerzas austro-alemanes,
a los Blancos de Denikin y Wrangel, al ejército de la República Nacional Ucraniana dirigida por
Petlyura y al Ejército Rojo.
La Rusia zarista tenía la tradición más fuerte de Europa en cuanto al uso de la violencia social
y política, agravada por el «brutalización» de la sociedad durante la Primera Guerra Mundial. 75
A partir de mediados de 1917, la explosión revolucionaria, hasta entonces muy poco violenta,
se tradujo entre los campesinos rebelados en la matanza de cierto número de terratenientes y
el saqueo de sus residencias. La guerra civil que estallaba iba a servir de válvula de escape
para muchos rencores fruto de siglos de opresión social, a los miedos de las antiguas élites
privilegiadas, o a los reglamentos personales de cuenta. Practicantes del terrorismo individual
desde el siglo XIX, los revolucionarios como los miembros del Partido Social-Revolucionario
no hicieron más que reutilizar las mismas armas contra los bolcheviques (Fanni Kaplán, red
de Borís Sávinkov). Rojos y Blancos rivalizaban en declaraciones incendiarias y se mostraban
preparados para la violencia radical.
Los Blancos se enajenaron rápidamente las poblaciones encarcelando y masacrando
sistemáticamente a nacionalistas, demócratas, judíos, sindicalistas, revolucionarios
moderados y, por supuesto, bolcheviques, sin olvidar a simples sospechosos, abatidos ante la
menor duda. Restituyeron las tierras a los antiguos propietarios de bienes inmuebles y no
vacilaron en quemar o destruir pueblos enteros, siendo sometidos los campesinos a castigos
corporales humillantes. Sus tropas a menudo se desacreditaban desde su llegada a fuerza de
violaciones y pillajes, mientras que muchos jefes multiplicaban los actos de arbitrariedad y
mostraban un modo de vivir fastuoso y libertino. 76
El aparato policial bolchevique, dotado de poderes arbitrarios muy extensos, experimentó un
desarrollo enorme. Aunque Trotski hubiera deseado un proceso público de Nicolás II, Lenin y
una parte del Politburó decidieron en secreto la ejecución sumaria de la familia imperial.
Pretextando la aproximación de los Blancos, esta se efectúa la noche del 17 al 18 de julio de
1918 en Ekaterimburgo. Detenciones, fusilamientos en masa, tomas de rehenes e
internamientos en campos se convirtieron en prácticas comunes. La cuestión de saber si los
campos abiertos por la Checa durante la guerra civil anticiparon o no al Gulag estalinista se
mantiene abierta.
Según el historiador británico George Leggett, aproximadamente 140 000 personas perecieron
a causa del Terror Rojo.77 Mencheviques, anarquistas, social-revolucionarios, liberales o
demócratas fueron perseguidos y puestos fuera de la ley por miles, así como Blancos y
nacionalistas, o incluso pacifistas tolstoianos, sionistas, bundistas etc., junto a muchos cuyos
orígenes sociales o su marginalidad bastaban para convertirlos en sospechosos. En 1922, el
Estado soviético organizó el procesamiento de los líderes social-revolucionarios encarcelados;
varios acusados fueron condenados a muerte y ejecutados y otros deportados. El 19 de
febrero de 1919, la revolucionaria Mariya Spiridónova, arrestada tras la insurrección social-
revolucionaria de izquierda en julio de 1918, fue condenada por «locura» e internada de
diciembre de 1920 a noviembre de 1921 en un centro psiquiátrico. No obstante, con
posterioridad escribió que «durante la época soviética, las cimas del poder, los viejos
bolcheviques, Lenin incluido, cuidaron de mí y, aislándome del desarrollo de la lucha, siempre
de modo muy vigoroso, tomaron al mismo tiempo medidas para que jamás se me humillara.» 78
La Iglesia ortodoxa rusa, que se situó activamente del lado de la reacción
(hubo popes delatores que pudieron ser responsables de numerosas ejecuciones sumarias), 79
sufrió miles de detenciones, ejecuciones, expoliaciones y destrucciones con el fin de erradicar
no solo de su potencia anterior, sino también las creencias religiosas. Se calcula que entre
1917 y 1918 fueron asesinados 20 mil sacerdotes. 80
Todos los contendientes, en diversa medida, utilizaron los mismos métodos de represión:
internamiento de adversarios militares y políticos en campos, toma de rehenes (el primer
decreto referente a rehenes fue promulgado por el general Niessel, comandante de la misión
militar francesa en Rusia)81 y ejecuciones sumarias. Según Peter Holquist «el joven Estado de
los Sóviets y sus adversarios recurrieron de igual forma a los instrumentos y métodos que
habían sido elaborados durante la Gran Guerra». 82 Nikolái Melkínov, uno de los principales
miembros del gobierno de Antón Denikin, subrayó en sus memorias que la administración
blanca «había aplicado [...] en sus territorios una política profundamente soviética». 83
Hasta el breve gobierno social-revolucionario de Samara, a menudo considerado como uno de
los beligerantes más moderados, utilizó este tipo de medidas. Al respecto, el historiador
británico Orlando Figes anota: «aunque las libertades de expresión y de reunión, así como
la libertad de prensa fueron restablecidas, era difícil respetarlas en las condiciones de una
guerra civil y las prisiones de Samara estuvieron pronto llenas de bolcheviques. Iván Maiski, el
ministro menchevique de trabajo, contó un total de 4000 detenidos políticos. Las dumas y
los zemstvos municipales fueron restablecidos, y los sóviets, como órganos de clase,
excluidos de la vida política». 84
Asimismo, los demócratas constitucionales liberales se resignaron a soluciones dictatoriales
allí donde mantenían el control, pero con excepciones: así en Crimea mantuvieron un régimen
constitucional y parlamentario que preservaba las libertades y hasta esbozaba una tímida
reforma agraria.85
Por otro lado, ninguno de los ejércitos quiso dejar tras de sí elementos sospechosos o
peligrosos. Así, los combatientes anarquistas del ejército de Néstor Majnó respetaron más a la
población civil, perdonando y liberando a los simples combatientes hechos prisioneros, pero
eliminaron en su retirada a muchos oficiales, personas nobles, burgueses, kuláks o popes,
mientras tribunales populares surgidos espontáneamente se encargaban también de juzgar y
castigar a los implicados en las matanzas del Terror Blanco.86
La guerra radicalizó espectacularmente al régimen. Para dirigir la guerra total contra los
enemigos, el gobierno de Lenin procedió a nacionalizar la práctica totalidad de los comercios,
la banca, la industria y el artesanado. Las viviendas de las clases acomodadas fueron
colectivizadas, entrando así los apartamentos colectivos en la vida de los rusos. Mientras la
moneda se hundía y el país vivía del trueque y de salarios pagados en especie, el régimen
instauró la gratuidad de las viviendas, los transportes, del agua, de la electricidad y de los
servicios públicos, todos ellos en manos del Estado. Ciertos bolcheviques llegaron a soñar con
abolir el dinero, o por lo menos limitar drásticamente su uso. El «comunismo de guerra»
(término creado a posteriori, aparecido tras el final de la guerra civil) que había surgido por las
difíciles circunstancias, pasó a ser un medio útil para guiar a Rusia hacia el socialismo.
El poder instauró también un potente dirigismo sobre la economía y los obreros. Para hacerlo,
no vaciló en restablecer una férrea disciplina en las fábricas o en hacer reaparecer prácticas
deshonrosas como el salario a destajo, la libreta de trabajo, el cierre patronal, la retirada de
las cartillas de racionamiento y la detención y deportación de los dirigentes de huelgas.
Centenares de huelguistas fueron fusilados. Los sindicatos fueron depurados,
bolcheviquizados y transformados en correa de transmisión del sistema, las cooperativas
absorbidas y los sóviets transformados en entidades vacías. En 1920, Trotski generó una
vasta controversia proponiendo la «militarización» del trabajo. En el campo, destacamentos
armados procedieron violentamente a realizar requisiciones forzadas de cereales para
abastecer a las ciudades y al Ejército Rojo.
El poder realizó asimismo un enorme esfuerzo para alfabetizar y proporcionar educación a la
población, al tiempo que dirigía sus esfuerzos propagandísticos sobre los soldados y las
masas populares. Animó la efervescencia artística y puso a los creadores vanguardistas al
servicio de la revolución, lo que generó una vasta producción de obras y carteles que
contribuyeron a la adhesión colectiva a los bolcheviques. 97
Estas políticas salvaron al régimen, pero contribuyeron al enorme descontento popular y al
hundimiento radical de la producción, de la moneda y del nivel de vida. La economía era una
ruina y la red de transportes había sido destruida. El mercado negro y el trueque florecieron.98
La desigualdad institucional del racionamiento en favor de los soldados y los burócratas
suscitó protestas populares. Las ciudades perdieron población, con multitud de obreros y
ciudadanos hambrientos que regresaron al campo. Moscú y Petrogrado perdieron de esta
forma la mitad de su población, mientras que la clase obrera se descomponía: menos de un
millón de activos en 1921, frente a los tres millones de 1917.
Entre 1921 y 1922, la hambruna, unida a una grave epidemia de tifus, acabó con la vida de
millones de campesinos rusos.
Hastiados por el monopolio del poder adquirido por los bolcheviques, así como por la violencia
y la represión desplegadas en el campo o contra los obreros huelguistas, los marinos
de Kronstadt se rebelaron en marzo de 1921 y exigieron la vuelta al poder de los sóviets,
elecciones libres, libertad del mercado nacional y el fin de la policía política. En la práctica la
insurrección consistió en la disolución del sóviet de Kronstadt y el nombramiento de un
«comité revolucionario provisional» en su lugar.99 Su levantamiento fue repelido por Trotski
y Tujachevski.
Al mismo tiempo, el poder puso a los mencheviques fuera de la ley, reprimió las últimas
grandes olas de protestas obreras y empezó una campaña violenta de «pacificación» contra
los campesinos insurrectos. El X Congreso del Partido, celebrado a la vez que ocurría la
insurrección de Kronstadt, abolió también el derecho de tendencia en el seno del Partido por
la instauración del «centralismo democrático».
Pero ante el callejón sin salida del «comunismo de guerra» y el hundimiento de la economía,
Lenin decidió volver de manera limitada y provisional al capitalismo de mercado: se adoptó
la Nueva Política Económica (NEP) en el mismo congreso. Esta liberalización económica
permitió enderezar la economía.
Consecuencias[editar]
Consecuencias culturales[editar]
Liberación de las costumbres y emancipación de la mujer[editar]
Tras la guerra civil, tuvo lugar un cambio muy importante en las costumbres sexuales. La
crítica marxista a la familia burguesa ya había conducido a los bolcheviques a modificar la
legislación concerniente al divorcio, el matrimonio y la interrupción voluntaria del embarazo.100
En 1922, la homosexualidad se vio despenalizada.101 A lo largo de la década de 1920, el
deseo de acceder a una sexualidad más libre puso en marcha un movimiento social calificado
por Wilhelm Reich de «revolución sexual». Impuesto por las bases, no tuvo tantos apoyos por
parte de los responsables del régimen, y progresivamente fue perdiendo importancia. 102
Más generalmente el poder bolchevique, en particular bajo el impulso de Aleksandra Kolontái,
tomó medidas importantes para mejorar el estatus social de la mujer. Además de las
legislaciones en materia de costumbres, una serie de decretos comenzaron a reconocer
desde finales de 1917 el derecho de las mujeres a la jornada de 8 horas, el de negociar el
importe de los salarios, la preservación del empleo en caso de embarazo, posibilidad de
asegurar cuidados a sus hijos durante las horas de trabajo, así como derechos políticos
idénticos a los hombres. Se fomentó el trabajo de las mujeres, tanto desde una perspectiva
emancipadora (el régimen declaró que «encadenada al hogar, la mujer no podía ser igual al
hombre») como para paliar el déficit de mano de obra provocado por la guerra y las
hambrunas.103
La lucha contra el analfabetismo y el acceso de las capas populares a la cultura [editar]
Dado que la RSFS de Rusia, al final de la guerra civil, contaba con decenas de miles de
huérfanos, se procedió a crear comunidades educativas con niños de todas las edades a
cargo de maestros voluntarios, educándolos en el espíritu socialista. En la misma época, se
abolieron los grados en el ejército y las reglas académicas en el arte. La gramática y la
ortografía se simplificaron y la lucha ideológica contra los prejuicios y las convicciones de
origen religioso alcanzaron su apogeo.
El régimen inició rápidamente un importante esfuerzo en materia de instrucción pública. Bajo
la dirección de Anatoli Lunacharski, el comisariado del pueblo para la instrucción publicó un
decreto declarando la apertura de un «frente contra el analfabetismo» el 10 de diciembre de
1919. El alcalde de Boulogne-Billancourt, el socialista André Morizet, en un resumen de su
viaje a la Unión Soviética afirmó: «podemos pensar lo que queramos de los jefes del
bolchevismo. Podemos criticar sus métodos, condenar sus actos en general o en detalle [...].
Pero hay un punto en el que me parece imposible que no aprobemos unánimemente sus
esfuerzos, que no apreciemos sin reservas los resultados ya obtenidos: en materia de
instrucción pública».104
Desde el comienzo de 1918, el régimen impone el triple principio de laicidad, gratuidad y
obligación de la educación. El número de escuelas pasó de 38387 en 1917, a 52274 en 1918
y 62238 en 1919. Asimismo, el presupuesto de educación pasó de 195 millones de rublos en
1916 a 2914 millones en 1918.105 Se crearon alfabetos nacionales para las nacionalidades sin
escritura, al tiempo que se creaban comisiones de instructores. 106 Debe considerarse además
que este incremento presupuestario se produjo en un contexto de posguerra y de escaso
desarrollo económico de las repúblicas integrantes de la Unión Soviética, lo que derivaba en
carencias en el material escolar y en el profesorado, lo que explica la mediocridad de la
instrucción en los primeros años del régimen.
La Revolución y el arte[editar]
Las consecuencias de la revolución se dejaron sentir igualmente en el arte. 107 Desde finales
del siglo XIX, Rusia se abrió a las nuevas corrientes artísticas que se desarrollaban en
Europa: el impresionismo (con pintores como Leonid Pasternak y Constantin Kousnetzoff),
el fovismo (con Mijaíl Lariónov o Natalia Goncharova) y el cubismo (con Vladímir Burliuk).
Otras corrientes emergieron en Rusia, como el supremacismo, que proclamaba la supremacía
de la forma pura en la pintura. En la poesía, Nikolai Gumilev inició en 1911 el acmeísmo. El
estreno de la ópera futurista Victoria sobre el sol, de Alekséi Kruchónyj y Velimir Jlébnikov se
produjo el 3 de diciembre de 1913 en San Petersburgo.
Tras la Revolución de Octubre, si bien los bolcheviques prohibieron las obras abiertamente
hostiles hacia el régimen, el nuevo poder no dio sin embargo directivas en materia de arte;
Trotski declaró: «el arte no es un dominio donde el Partido deba ser líder» 108 y animó el
florecimiento de las corrientes de vanguardia. Según el historiador del arte Jean-Michel
Palmier, «hay pocos países que dedicasen tanto dinero a las bellas artes, al teatro, a la
literatura o a la pintura como la URSS en el período más difícil que conoció. Mientras que el
hambre reinaba y la contrarrevolución levantaba la cabeza sobre todos los frentes -interior y
exterior-, la joven república de los sóviets gastaba sumas enormes para desarrollar el arte —y
ni siquiera como instrumento de propaganda—. 109
Desde los primeros días posteriores a la Revolución de Octubre, el gobierno bolchevique puso
en marcha una serie de medidas destinadas a asegurar la preservación, el inventario y la
nacionalización del patrimonio cultural nacional.110 La colección privada del comerciante y
mecenas Serguéi Shchukin fue requisada para abrir el «primer museo del arte
occidental». Vasili Kandinski fue nombrado director del Museo de la Cultura Artística, creado
en 1919, y abrió una veintena de museos fuera de la capital. Aquí todavía, las penurias
limitaban las ambiciones del régimen. Por falta de créditos para la reconstrucción, la inmensa
mayoría de los proyectos innovadores de arquitectura no pudieron efectuarse. 111
El nuevo entorno político y cultural favoreció el nacimiento de corrientes nuevas y de debates
de escuelas. Según Anatole Kopp, «dentro de esta nueva visión, es posible distinguir dos
orientaciones, de hecho dos vanguardias: una vanguardia esencialmente formal, que, a pesar
del recurso a formas de expresiones inéditas, no asignará al arte una misión nueva, y una
vanguardia social y políticamente consciente, que intentará, a la luz del marxismo, poner a las
técnicas artísticas al servicio de la transformación de la humanidad». 112 Los miembros de esta
última corriente, los partidarios del alumbramiento de una nueva «cultura proletaria», se
reagruparon en el seno de la Proletkult, que tuvo su primer congreso en 1920. Este grupo
efectuó rápidamente una agresiva campaña contra los «compañeros de camino» del partido y
todo lo que se apartaba del «arte proletario»,113 pero no obtuvo medidas políticas del aparato
estatal.114 A finales de la década de 1920, Iósif Stalin se apoyó sin embargo en las teorías de
la Proletkult para reprimir a los artistas e imponer la línea del realismo socialista.
Consecuencias económicas y sociales[editar]
La Revolución de febrero de 1917 fue leída por los occidentales con arreglo a la Gran Guerra
en curso, y en general sin gran conocimiento de las realidades rusas.
Las democracias de la Triple Entente (Francia y el Reino Unido) se libraron de un gravoso
aliado como Nicolás II, ya que la continuidad de la autocracia zarista entraba en contradicción
con su propia propaganda sobre la «guerra de derecho». La prensa (sometida a censura
o autocensura) no dio noticia del creciente y robusto rechazo que la guerra despertaba en la
opinión rusa. La revolución se interpretó de forma contraria, como una voluntad popular de
llevar la guerra hasta el fin con un gobierno más competente. 124
No hubo consciencia de la amplitud de la rebelión social. El historiador monárquico Jacques
Bainville se expresaba así en L'Action française: «hace falta que la renovación rusa no se
haga lo que hasta aquí no quiso ser, una revolución». 125 El socialista nacionalista Gustave
Hervé escribió: «¡Qué son Verdún y el Marne mismo al lado de la inconmensurable victoria
moral que han alcanzado los aliados en Petrogrado!». 126
Sin embargo, en septiembre de 1917, el motín de los soldados rusos de La Courtine en
el Lemosín hubo de ser sofocado por fuerzas francesas, dejando varios muertos. Se
sucedieron huelgas importantes y prácticamente insurreccionales que apelaban abiertamente
al ejemplo de los sóviets de trabajadores de Rusia en abril de 1917 en Leipzig, en mayo-junio
en Leeds y en agosto en Turín. En Italia o incluso en España, país no beligerante, aparecieron
pintadas con «viva Lenin», más por rechazo simbólico a la guerra y las condiciones sociales
que por un conocimiento efectivo del programa bolchevique. 127 No obstante, el patriotismo
obligó a que ninguna tentativa revolucionaria se efectuara antes del fin de la Gran Guerra.
Varias delegaciones oficiales fueron a Rusia en tiempos del gobierno provisional y
descubrieron la amplitud de la revolución. Volvieron de allí en ocasiones estremecidas, como
fue el caso de los socialistas franceses Albert Thomas y Marcel Cachin, el ministro laborista
inglés Arthur Anderson o la feminista británica Emmeline Pankhurst. Un puñado de extranjeros
presentes en Rusia se adhirió activamente a la Revolución de Octubre, como el futuro
historiador y periodista estadounidense John Reed, o el filósofo cristiano francés Pierre
Pascal. En marzo de 1919, André Marty y Charles Tillon dirigieron el motín de la flota francesa
en mar Negro contra la intervención. Ciertos prisioneros de guerra de los Imperios centrales,
convertidos al bolchevismo durante su cautividad en Rusia, se hicieron propagadores de la
revolución al regresar a sus países, como es el caso del yugoslavo Josip Broz Tito.
La Alemania de Guillermo II dejó a diversos revolucionarios exiliados en Suiza, entre los que
estaba Lenin, atravesar su territorio para volver a Rusia, considerando que el pacifismo
contribuiría a la retirada de Rusia del conflicto. Ya en esta época circulaba en Rusia y
Occidente la idea de un Lenin «agente alemán», o incluso el rumor de que los «maximalistas»
(traducción inexacta difundida del término bolcheviques) estaban financiados por «el oro
alemán». La Revolución de Octubre fue percibida inicialmente solo como una peripecia
política después de mucha otras, y ni la Entente ni las potencias centrales creían que el nuevo
poder fuera duradero. Tras el tratado de Brest-Litovsk (contra cuya ratificación votó el SPD en
el Reichstag), el Kaiser pasó a ser un objetivo y paradójico aliado de un régimen bolchevique
interesado en jugar a divisiones «interimperialistas» y en no añadirse un enemigo más. La
Entente intervino primeramente sobre el territorio ruso para evitar la desaparición del Frente
Oriental, siendo el reproche principal hecho a los bolcheviques su «traición» a la alianza. Tras
el armisticio de Compiègne de 1918, fue la revolución como tal lo que se empezó a combatir.
El pacifismo y la crisis económica de la posguerra, así como el rechazo a ver una revolución
fracasada, suscitaron simpatías fuertes y activas en las capas populares de Europa hacia la
Revolución de Octubre. Los excesos del Terror Rojo fueron ignorados, negados, minimizados
o justificados como una respuesta simple al Terror Blanco.
En Francia, la Revolución rusa se ha interpretado al prisma de la memoria de la Revolución
francesa de 1789: los bolcheviques son asimilados así a los jacobinos, Aleksandr Kérenski a
la Gironda, los blancos a los vandeanos, León Trotski a Lazare Carnot, etc. Un historiador
simpatizante con el proceso ruso como Albert Mathiez trazó desde 1920 la analogía
entre Maximilien Robespierre y Lenin, el Terror Rojo y el Terror de 1793.128 El poeta André
Bretón no fue el único que leyó también la Revolución rusa como una revancha de la
fracasada Comuna de París. Pero la «gran luz en el Este» (título de una obra de Jules
Romains) no fue acogida tan bien por todo el mundo. La clase media se vio afectada por la
pérdida del empréstito ruso, que Lenin dejó de reconocer a comienzos de 1918.
El anticomunismo era muy fuerte entre los socialistas fieles a la «vieja escuela» en el
momento del congreso de Tours de 1920, entre los anarquistas, entre ciertos intelectuales
humanistas hostiles hacia los métodos de los bolcheviques (por ejemplo Romain Rolland,
amigo de Gorki) y por supuesto entre las derechas. Desde 1919, un cartel célebre estigmatiza
al bolchevique «el hombre con el cuchillo entre los dientes».
En Estados Unidos, el red scare o el miedo a los «Rojos» marcó los años inmediatos de
posguerra y contribuyó a las reacciones autoritarias, puritanas y xenófobas (los emigrantes
fueron percibidos como portadores potenciales del «virus» bolchevique) que marcaron la
década de 1920. En Alemania, Hungría e Italia las fuerzas conservadoras, nacionalistas o
fascistas, a veces aliadas por un tiempo a socialdemócratas como Gustav Noske en Berlín,
pelearon para reprimir violentamente el «bolchevismo» (una palabra por otra parte elástica,
bajo la cual acabó por incluirse abusivamente a todo partidario de un cambio social, incluso
cualquier adversario). En 1919, el miedo y el odio al bolchevismo y a la Revolución de
Octubre, de sus transformaciones y de su posible extensión desempeñan un papel para nada
despreciable en la formación de las ideologías y de los movimientos fascistas de Benito
Mussolini en Italia y de Adolf Hitler en Alemania.
En los países colonizados, la Revolución de Octubre también suscitó esperanzas importantes.
En 1920, en Bakú, los bolcheviques convocaron un «congreso de los pueblos de Oriente» (del
1 al 8 de septiembre) que intentaba ejercer de unión entre los nacionalismos de los
colonizados y el movimiento comunista mundial.
Posterioridad y fin[editar]
La ruina económica y moral que sucedió a la guerra civil dejó paso a una élite de burócratas,
que en el mismo seno del partido bolchevique van a conseguir imponerse al frente del país.
Para eso, debieron deportar y masacrar a todos sus opositores, tanto «contrarrevolucionarios»
como revolucionarios. Millares de militantes comunistas, entre los que estaba la mayoría de la
«vieja guardia» bolchevique, héroes de octubre y de la guerra civil, fueron de esta forma
deportados y posteriormente fusilados. Los más célebres de estos fueron humillados y
desacreditados en público en el momento de los procesos de Moscú en 1936-1938.
Para asentar su poder, y también para hacer olvidar el muy limitado papel que desempeñó en
la Revolución de Octubre, Iósif Stalin se propuso también liquidar, en el momento de la Gran
Purga de 1936-1938, a toda una generación de militantes, cargos políticos y económicos,
militares, escritores e incluso policías que conocían la situación previa a 1917, la revolución y
la posterior guerra civil. En 1930, la mitad de los cargos del Estado y hasta de la policía había
servido bajo el antiguo régimen. 129 La «generación de 1937» que los reemplazó gracias a las
purgas, conoció únicamente a Stalin y le debía todo: fue esta nomenklatura sin pasado
revolucionario la que dirigió en lo sucesivo la URSS hasta casi su disolución.
El régimen «totalitario» de Stalin terminó de asfixiar los ideales de la Revolución de Octubre.
Desde mediados de la década de 1930, restableció un cierto número de valores deshonrados
en tiempos de Lenin y Trotski: exaltación de la familia y de la patria «socialistas», restauración
de títulos militares como el grado de mariscal, venta libre de vodka por el
Estado, academicismo en el arte, rusificación forzada de las minorías y «chauvinismo de la
Gran Rusia», antisemitismo oficial cada vez menos disimulado... La Segunda Guerra
Mundial acabó con esta evolución, La Internacional dejó por ejemplo de ser el himno soviético
en 1943, y los grados y los uniformes del Antiguo Régimen fueron espectacularmente
restablecidos.
Muy poco sensible al internacionalismo de los primeros dirigentes bolcheviques, Stalin
abandonó toda idea de exportar la revolución mediante la Komintern. En su opinión, esta
debía extenderse solo gracias al Ejército Rojo, bajo control estricto de Moscú y como una
extensión del imperio soviético. Fue lo que ocurrió a partir de 1939 con las anexiones
permitidas por el Pacto germano-soviético (mediante las que la URSS recuperó los territorios
perdidos en el momento de la guerra civil rusa) y a continuación con la victoria de 1945.
Todos estos hechos fueron caracterizados por León Trotski como el «Termidor» de la
Revolución rusa (comparación con la reacción que siguió a la caída de Robespierre durante la
Revolución francesa). El símil presenta, no obstante, ciertos límites. En efecto, la era
estalinista se señala también por una vuelta, contra los campesinos, a los métodos del
«comunismo de guerra». Coincide también con una época de purgas sin precedentes. Por
otra parte, el advenimiento de Stalin significó también una reactivación espectacular de la
transformación económica de Rusia, pudiéndose hablar de la «segunda revolución» de
1930: nacionalización íntegra de las tierras y plan quinquenal, que sacó bruscamente a la
URSS del atraso. Todo ello al pesado y disimulado precio de millones de víctimas,
consecuencia de la ambición totalitaria del poder estatal.
Interpretaciones[editar]
Las causas de esta «degeneración» han sido explicado de diversas formas. Para los
anarquistas, se debió a los principios «autoritarios» del partido bolchevique. Para otros, como
ciertos liberales, se inscribe en las mismas ideas de Karl Marx. Para un cierto número de
marxistas no bolcheviques, Lenin cometió el fatal error de querer poner en marcha una
revolución obrera en un país masivamente campesino y sobrestimó las potencialidades
revolucionarias en los países occidentales. Para los comunistas marxistas antileninistas, como
los comunistas consejistas, los bolcheviques instauraron de golpe un capitalismo de Estado y
se burlaron de los principios comunistas y marxistas.
Ya desde esa época hubo comentarios sobre los acontecimientos de octubre y de la guerra
civil, con marxistas como el teórico Karl Kautsky o la revolucionaria Rosa Luxemburgo que
criticaron la naturaleza del partido bolchevique y su organización leninista (que el mismo
Trotski había denunciado como un peligro ya en 1904). En su opinión, la asimilación abusiva
del partido al pueblo, su desprecio por la democracia y su culto a la violencia transformaron
las purgas y la dictadura impuestas por las circunstancias en un sistema permanente. El poder
del partido sobre el proletariado sustituyó de forma duradera al poder de los sóviets y de la
clase obrera. Se señaló también su carácter jerarquizado, centralizado, militarizado y
monolítico que provocó una concentración de todos sus poderes dictatoriales en manos de un
pequeño grupo en la cúspide (el Politburó, fundado en 1917)130 y más tarde, en manos de un
solo hombre. Este análisis crítico se repitió en la década de 1930 por un cierto número de
antiguos compañeros de la Revolución de Octubre, como Boris Souvarine, pionero en la
crítica al estalinismo.131
Para Trotski y los trotskistas, las causas de la dictadura totalitaria debían buscarse en el
nacimiento de la burocracia, así como en el aislamiento de la revolución en un país pobre y
poco desarrollado. Puede no obstante subrayarse que precisamente en ningún país rico e
industrial estalló una revolución «marxista» en todo el siglo XX, sino en países agrarios o
subdesarrollados (China, Vietnam, Etiopía, Mozambique, etc.). Por otro lado, ninguno de los
regímenes que apelaba a una revolución comunista evitó el orientarse con rapidez hacia una
dictadura policial y burocrática, lo que puede explicarse en parte porque la inmensa mayoría
de los movimientos comunistas eran satélites de Moscú y por la influencia de Stalin y la URSS
en esos países, tanto en materia militar como económica o política.
La Segunda Guerra Mundial dio paso a la Guerra Fría, enfrentando al Bloque del Este y
a Occidente (principalmente Estados Unidos) con una carrera armamentística que nunca
desembocó en un conflicto directo, hasta la disolución de la Unión Soviética en 1991