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TEMA 11. ÉTICA Y HUMANIZACION DE LA SALUD.

ETICA HUMANISTA.

Etimológicamente el término ética se deriva de la palabra griega ethos que significa temperamento, carácter, hábito o
modo de ser. Según la definición etimológica ética sería una teoría o un tratado de hábitos y costumbres. La ética estudia
los actos voluntarios, que el hombre controla consciente y deliberadamente los actos y de los cuales el hombre es
totalmente responsable. La ética humanista se dice que nace de la reflexión del sujeto para lo que es lo mejor para él y
para los demás. Según el psicoanalista Erich Fromm la ética humanista debería de ser la única encargada de regular
nuestras acciones.
La Ética Humanista es el hombre mismo quien da las normas y es a la vez el sujeto de las mismas, su fuente formal o
agencia reguladora y el sujeto de su materia.
La Ética Humanista es antropocéntrica. Ciertamente no en el sentido de que el hombre sea el centro del Universo, sino
en el de que sus juicios de valor –al igual que todos los demás juicios y aun percepciones- radican en las peculiaridades
de su existencia y sólo poseen significado en relación con ella; el hombre es verdaderamente "la medida de todas las
cosas".
La posición humanista es que nada hay que sea superior ni más digno que la existencia humana. Se ha argumentado
en contra de esto diciendo que es esencial a la naturaleza del comportamiento ético el estar relacionado con algo que
trascienda al hombre, y que, por eso, un sistema que sólo reconoce al hombre y a sus intereses no puede ser
verdaderamente moral, que su objeto sería únicamente el individuo aislado y egoísta.
La relación del médico con el enfermo es el encuentro de una conciencia con una confianza. La persona enferma
aspira a encontrarse con un buen médico a la vez que con un médico bueno.
Al médico debe exigírsele un alto nivel científico que esté en consonancia con su calidad humana. No puede conocer
sólo de ciencia, necesita de otro tipo de disciplinas que le ayuden a comprender por entero a la persona que se
encuentra en su labor profesional. Así lo han entendido generaciones de médicos a lo largo de la historia, que han
aplicado el concepto de Medicina Humanista a esta forma de entender su quehacer diario.
Por tanto, ¿son compatibles la excelencia científica en la medicina con la visión humanista de la misma?
Recientemente contestan a esta pregunta los autores Greenhalgh y Hurwitz, en su libro “Narrative Based Medicine”.
Estos médicos son anglosajones, pioneros en la corriente científica actualmente imperante de la Medicina Basada en la
Evidencia, y defienden que es impensable el hecho de que no se reconozca la dimensión humanista de nuestra
profesión.
El término “humanismo” aparece por primera vez en 1808 en un libro del alemán Niethammer, refiriéndose a los
movimientos culturales que dieron origen al Renacimiento. En el siglo XVI se usaba este término para aludir al que se
dedicaba al estudio de las humanidades según la expresión y la concepción de la cultura de Cicerón y otros clásicos
romanos y griegos.
Petrarca, poeta italiano de la Edad Media, decía: “ yo me pregunto de qué sirve conocer la naturaleza de las fieras y
de los pájaros, de los peces y de las serpientes, e ignorar o no preocuparse de conocer la naturaleza del hombre”. Hay
que decir que a lo largo del siglo XIX y XX se emplea con frecuencia el término humanismo para diferentes aspectos y
concepciones de la cultura y del hombre. Nosotros estamos con Maritain, el gran filósofo francés del siglo XX, en que el
nuevo humanismo que buscamos, debe ser tanto más humano cuanto menos adora al hombre, y respeta real y
efectivamente la dignidad humana y reconoce el derecho a las exigencias integrales de la persona.
Con frecuencia se confunden los términos humanismo y humanitarismo.
Este último nace en Europa en el siglo XVIII, con el fin de mejorar las condiciones de vida de las personas más
necesitadas, poniendo especial énfasis en el mundo laboral y penitenciario. Se debe entender al humanitarismo como
una actividad o doctrina encaminada a proteger a los miembros más desvalidos de la sociedad, yendo para ello, si así
hace falta, más allá de lo estrictamente debido. Podemos decir que el humanismo, en principio, va más allá y debe
englobar al humanitarismo en su fundamentación.
Muchas personas creen que en la actualidad existe una crisis en la Medicina Humanista. Se explican argumentando
muchas razones, como la sustitución de la concepción integral del hombre por una más parcelar; la socialización de la
medicina; el nuevo concepto de salud que existe, que indudablemente conlleva más demandas por parte de la población;
la confianza existente en equipos y no en profesionales concretos; el cambio de la relación médico-enfermo, a una
perspectiva más de iguales, más horizontal; el avance de las técnicas y las terapias; la intervención de la Administración
Sanitaria; la judicialización de muchos actos médicos, y de que no se deben estudiar materias humanistas que son, a
veces, tan distantes al saber médico. Todas estas razones entre muchas otras, todas bastante entendibles.
Indudablemente, el panorama actual no es el más propicio para la ejercitación de este tipo de medicina, pero existen
muchas razones que nos invitan a que debemos y podemos hacer el esfuerzo de intentarlo. Existe una vertiente del
enfermo no tangible, que necesita no sólo de ciencia, sino de otras disciplinas. Debemos responder con mucha
frecuencia a las preguntas últimas del hombre, y esto nos obliga a tener pensadas muchas de ellas. No hay que olvidar,
que el humanismo ayuda a acrecentar la capacidad crítica de análisis y a desarrollar el sentido del razonamiento lógico
con respecto a la conducta humana. El ejercitarnos en el arte, la cultura y las letras acrecienta nuestra sensibilidad para
apreciar las más altas realizaciones creativas del espíritu humano, y a entender sus miserias. El humanismo nos acerca
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a los demás. El filósofo Fernando Savater nos dice: “nadie llega a convertirse en humano si está solo; nos hacemos
humanos los unos a los otros”.
La práctica de la medicina humanista nos brinda el encuentro con la dimensión ética de nuestro trabajo. El
humanismo no es sólo un ejercicio intelectual teórico, sino que entronca con los principios éticos que el médico utiliza a
diario. El humanismo y la bioética entran a reflexionar sobre las realidades ontológicas, del ser, de la persona. La
valoración de la dignidad de la persona dada por el humanismo obliga a analizar los principios de la bioética. Existe
indudablemente un humanismo metafísico, que no es otra cosa que la antropología al servicio de la bioética.
Puede parecer que todo esto hace que nos alejemos de la vertiente técnica de nuestro trabajo, pero decía Einstein
que todo verdadero investigador es una especie de metafísico oculto, por muy positivista que se crea.
Estamos convencidos en que debemos reconducir nuestro quehacer profesional diario, a las magníficas oportunidades
que nos brinda la medicina humanista, como concepción que intenta encontrarse siempre con el hombre.
Nuestra apuesta es atrevida a la vez que atractiva. Para ello, queremos explicitarla en forma de decálogo, con la
intención de servir de herramienta útil para el médico. Se tiende a un ideal, y la mayoría de sus artículos se basan en el
cuerpo doctrinal del Código de Deontología y Ética Médica español, así como en las ideas y valores que originaron el
humanismo.
El humanismo establece que para saber lo que es bueno para el hombre es necesario conocer la naturaleza de éste.
Aun cuando no es fácil definir lo que se entiende por “naturaleza”, aceptemos, de manera simplista, que es el modo de
ser propio del sujeto humano, no sólo de la persona, en el sentido que tenía para Leibniz, vale decir, del ser pensante e
inteligente, capaz de razonar y reflexionar, sino también de quienes han perdido esas virtudes o todavía no las han
adquirido. Además, naturaleza hace relación a los elementos constitutivos y a la forma como ellos desempeñan su papel
para que ese sujeto pueda ser lo que es.
El jesuita Pierre Teilhard de Chardin, uno de los más grandes pensadores de nuestro siglo, decía en su ensayo El
fenómeno humano lo siguiente: “El hombre no es sólo centro de perspectiva del Universo sino también centro de
construcción. Por conveniencia, tanto como por necesidad, es hacia él donde hay que orientar finalmente toda ciencia. Si
realmente ver es ser mas, miremos al hombre y viviremos más intensamente“. Esta magistral recomendación del Padre
Telihard de Chardin no tiene, creo yo, otra finalidad distinta que concitar a que se ahonde en el mejor conocimiento de la
naturaleza del hombre, sin el cual conocimiento no es posible entenderlo, como tampoco al universo en el que está
inmerso.
Aristóteles sostenía que la ética está edificada sobre la ciencia del hombre, y la Medicina, al fin de cuentas es la
ciencia del hombre. Pero no se crea que el médico, que es el dispensador de la Medicina, debe ser apenas un científico
positivista, un experto del cuerpo humano, su componedor, su mecánico. Si así fuera podría ser suplantado por un
cerebro electrónico, para hacer diagnósticos y extender fórmulas, como se ha pretendido, para hacer mayor éxito, en
algunos países donde la opulencia permite llegar a tanto. El médico, para que lo sea de verdad, debe estar dispuesto y
capacitado para trascender lo simplemente corporal somático, del objeto de su profesión que es el enfermo, u paciente.
Precisamente, a la Ética Humanista se le ha objetado su carencia de algo que trascienda al hombre, lo cuál, se dice es
esencial a la naturaleza del comportamiento ético. Si aceptamos la tesis teologal de que el hombre fue hecho a imagen y
semejanza de su creador, y que su naturaleza viene de éste, no nos queda sino aceptar que ocuparse de esa persona
para cuidar y proteger su bien más preciado, la salud, es absolutamente ético, trascendente. Pero si negamos toda
intervención teologal, ¿quién no comparte la afirmación de Erich Frornm de que no hay nada superior ni más digno que la
existencia humana? Esa existencia no se olvide, está internamente ligada al que hacer médico. Por eso el cultor de la
Medicina, para ser un cultor trascendental debe, además de ciencia, ponerle arte a su oficio: arte, sentimiento, pasión,
alma.

La ética humanista se basa en nueve puntos:

1. La dignidad y autonomía del individuo es el valor central. La ética humanista se compromete a maximizar la
libertad de elección, libertad de pensamiento y conciencia, el libre pensamiento y la libre investigación, y el
derecho de los individuos a seguir sus propios estilos de vida hasta donde sean capaces y hasta tanto que ello
no dañe o perjudique a otros. Esto es especialmente relevante en las sociedades democráticas en donde pueden
coexistir una multiplicidad de sistemas alternativos de valores. Por consiguiente los humanistas aprecian la
diversidad.

2. La defensa humanista de la autodeterminación no significa que los humanistas acepten como valiosas cualquier
clase de conducta por el mero hecho de ser humana. Ni la tolerancia de los distintos estilos de vida implica
necesariamente su aprobación. Los humanistas insisten que acompañando al compromiso con una sociedad
libre está siempre la necesidad de alcanzar un nivel cualitativo de gusto y distinción. Los humanistas creen que la
libertad debe ser ejercitada con responsabilidad. Reconocemos que todos los individuos viven en el seno de
comunidades y que algunas acciones son destructivas y están equivocadas.

3. Los filósofos éticos humanistas han defendido una ética de la excelencia (desde Aristóteles y Kant hasta John
Stuart Mill, John Dewey, y M.N. Roy). En ellos se hacen patentes la templanza, la moderación, la continencia, el
autocontrol. Entre los tópicos de la excelencia se encuentran la capacidad de elegir libremente, la creatividad, el
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gusto estético, la prudencia en las motivaciones, la racionalidad y una cierta obligación de llevar a su máximo
cumplimiento los más altos talentos de cada cual. El humanismo intenta sacar a flote lo mejor de la gente, de
manera que todo el mundo pueda tener lo mejor en la vida.

4. El humanismo reconoce nuestras responsabilidades y deudas con los otros. Esto significa que no debemos tratar
a los demás seres humanos como meros objetos para nuestra propia satisfacción; debemos considerarlos como
personas dignas de igual consideración que nosotros mismos. Los humanistas sostienen que «todos y cada uno
de los individuos deberían ser tratados humanamente». Aceptan la Regla de Oro según la cual «no debes tratar
a los demás como no quieras que te traten a ti». También aceptan por la misma razón el antiguo mandato de que
deberíamos «recibir a los extranjeros dentro de nuestras posibilidades», respetando sus diferencias con
nosotros. Dada la multiplicidad actual de credos, todos somos extranjeros —aunque podamos ser amigos— en
una comunidad más amplia.

5. Los humanistas creen que las virtudes de la empatía (o buena disposición) y la corrección (o el trato cuidadoso)
son esenciales para la conducta ética. Esto implica que deberíamos desarrollar un interés altruista hacia las
necesidades e intereses de los demás. Las piedras fundamentales de la conducta moral son las «decencias
morales comunes»; es decir, las virtudes morales generales que son ampliamente compartidas por los miembros
de la especie humana pertenecientes a las más diversas culturas y religiones: Debemos decir la verdad, cumplir
las promesas, ser honestos, sinceros, hacer el bien, ser fiables y confiar, dar muestras de fidelidad, aprecio y
gratitud; ser bien pensados, justos y tolerantes; debemos negociar las diferencias razonablemente e intentar ser
cooperativos; no debemos herir o injuriar, ni tampoco hacer daño o atemorizar a otras personas. Pese a que los
humanistas han hecho llamamientos contra los códigos puritanos represivos, con el mismo énfasis han defendido
la responsabilidad moral.

6. En lo más alto de la agenda humanista figura la necesidad de proporcionar educación moral a los niños y a los
jóvenes, al objeto de desarrollar el carácter y fomentar el aprecio por las decencias morales universales, así
como para garantizar el progreso moral y la capacidad de razonamiento moral.

7. Los humanistas recomiendan que usemos la razón para fundamentar nuestros juicios éticos. El punto decisivo es
que el conocimiento es esencial para formular elecciones éticas. En particular, necesitamos comprometernos en
un proceso de deliberación, si estamos por la tarea de solucionar los dilemas morales. Los principios y valores
humanos pueden justificarse mejor a la luz de la investigación reflexiva. Cuando existan diferencias, es preciso
negociarlas siempre que podamos mediante un diálogo racional.

8. Los humanistas mantienen que deberíamos estar preparados para modificar los principios y los valores éticos a
la luz de las realidades que vayan produciéndose y de las expectativas futuras. Necesitamos ciertamente
apropiarnos de la mejor sabiduría moral del pasado, pero también desarrollar nuevas soluciones para los dilemas
morales, sean viejos o nuevos. Por ejemplo, el debate sobre la eutanasia voluntaria se ha intensificado de
manera especial en las sociedades opulentas, porque la tecnología médica nos capacita ahora para prolongar la
vida de pacientes terminales que anteriormente habrían muerto. Los humanistas han argumentado a favor del
«morir con dignidad» y del derecho de los adultos competentes para rechazar el tratamiento médico, reduciendo
así el sufrimiento innecesario, e incluso para acelerar la muerte. También han reconocido la importancia del
movimiento hospitalario para facilitar el proceso más deseable. De la misma manera, deberíamos estar
preparados para elegir racionalmente entre los nuevos poderes reproductivos que la investigación científica ha
hecho posibles —tales como la fertilización in vitro, la maternidad de alquiler, la ingeniería genética, el trasplante
de órganos y la clonación. No podemos estar mirando atrás, hacia las morales absolutas del pasado para
guiarnos en estas cuestiones. Necesitamos respetar la autonomía de la elección.

9. Los humanistas arguyen que deberíamos respetar una ética de principios. Esto significa que el fin no justifica los
medios; por el contrario, nuestros fines están modelados por nuestros medios, y hay límites acerca de lo que nos
está permitido hacer. Esto es especialmente importante hoy a la luz de las tiranías dictatoriales del siglo XX, en
las que determinadas ideologías políticas manipularon comprometidos medios morales con fervor casi religioso
para realizar fines visionarios. Somos agudamente conscientes de trágico sufrimiento infligido a millones de
personas por quienes estuvieron dispuestos a permitir un gran mal en la prosecución de un supuesto bien mucho
mayor.

La ética humanista se maneja en cinco claves:


Solo trato a los demás como quiero ser tratado.
Ordeno las cosas importantes y las llevo en conjunto.
Actuó en favor a la evolución y hago el vacío a la involución.
Retrocedo ante una gran fuerza y avanzo en su declinación.
Acumulo acciones unitivas y desecho la contradicción.
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MEDICO HUMANISTA.

Es el quehacer médico desarrollado con sumo respeto, amor y abnegación en bien del ser humano necesitado de ayuda
en el campo de la salud integral. Es un comportamiento de servicio continuo, pletórico de valores humanos y éticos, que
se brinda con un compromiso personal, profesional e institucional idóneo; generando confianza y gratitud en el paciente,
su familia y la comunidad. De éste modo el médico logra un sólido prestigio y liderazgo social. La relación del médico con
el enfermo es el encuentro de una conciencia con una confianza. La persona enferma aspira a encontrarse con un buen
médico a la vez que con un médico bueno. No puede conocer solo de ciencia, necesita de otro tipo de disciplinas que le
ayuden a comprender por entero a la persona que se encuentre en su labor profesional. La práctica de la medicina
humanista brinda el encuentro con la dimensión ética en el trabajo. El humanismo se entronca con los principios éticos
que el médico utiliza a diario.
La Orientación Humanista no se reduce al reconocimiento y valoración del padecer en las dos condiciones antes
descritas; sino que exige un manejo terapéutico cuyas principales armas son la palabra y la actitud del médico frente al
paciente y sus problemas de salud.
Los recursos que permiten al médico poner en juego esa facultad captativa es la comunicación humana, afable,
profundamente cordial, afectuosa y comprensiva, elementos que permiten desarrollar una relación médico-paciente
humana en el más amplio sentido.
El otro momento del ejercicio de la medicina en que se hace patente la Orientación humanista es la valoración ética del
paciente como persona.
En la escala de los valores éticos, la persona ocupa el estrato superior, lo cual nos obliga a considerarla y tratarla como
un fin y nunca como un medio, lo cual debe normar el trato que le da el médico, lo que le dice y no le dice, lo que hace y
no hace, dicho esto último tomando en cuenta los variados recursos con los que hoy se cuenta para el diagnóstico y el
tratamiento de las enfermedades.
La práctica médica de orientación humanista exige ciertos cambios en el acto central de dicha práctica que es la
consulta médica, en especial en la parte del interrogatorio. Exige también que la relación con la persona que es el
paciente tenga una doble característica. En primer lugar una relación objetivante (Laín Entralgo) que le permite al
médico diagnosticar la enfermedad entendida como patología estructural y funcional de células, órganos y moléculas del
ser humano. Además la práctica de orientación humanista le relaciona a la persona del médico con la persona del
paciente (sujeto). La subjetivación del quehacer médico ha hecho que se deba reparar en la relación que mediante la
palabra, se establece entre el paciente y su médico. No es una relación meramente informativa, sino un contacto
personal que trasciende a una comunicación existencial.
En lo que respecta al interrogatorio se refiere más bien a una inclusión dentro de la Historia Clínica tradicional en la que
deberá constar la reacción del paciente –verbal-emocional- cuando se le comunica el diagnóstico de la enfermedad que
padece y lo que dicho diagnóstico significa para la vida normal del paciente.
Podemos resumir diciendo que el interrogatorio clínico tradicional conduce al diagnóstico de la enfermedad, pero como la
conoce y la define la medicina, en tanto que el diálogo clínico permite conocer y comprender lo que esa enfermedad es
para quien la está viviendo y padeciendo.
¿Qué características debe poner en tener y poner en juego el médico para que sea un doctor éticamente bueno?
Tal vez la mejor respuesta la haya dado el filósofo Aristóteles en su “Etica Nicomaquea”
El hombre posee una serie de virtudes que las divide en teóricas y prácticas.
Las teóricas se refieren más al pensamiento y son: inteligencia, ciencia y sabiduría.
Las prácticas pertenecen a las acciones del hombre y son: la prudencia, la discreción, el buen consejo y el arte.
Ciertamente, el médico debe poseer inteligencia, entendida como la “facultad de conocer” las ciencias y técnicas
biomédicas.
La sabiduría para poder discernir ante cada paciente lo que corresponde a su enfermedad o a su padecer, lo que debe
decir o callar, lo que debe hacer o no hacer.
No puede haber sabiduría médica si se desconocen las ciencias y las técnicas biomédicas, si se ignoran hasta donde
pueden ser útiles para resolver ese problema de salud, si se desconocen o menosprecian los efectos negativos.
La prudencia nos permite discernir lo que es mejor para el paciente , causándole los menores trastornos.
La discreción entendida como “tacto para hablar y obrar”, sobre todo cuando se les informa sobre diagnósticos y
pronósticos sombríos, o respecto a medidas que trastornan de forma importante las obligaciones o hábitos de vida del
paciente.
El buen consejo es aquel que el médico da al paciente fundándose en las ciencias biomédicas y echando mano de la
sabiduría, prudencia y discreción.
El Arte o TEXVE el médico lo pone en juego con cada paciente, sabiendo por qué se hacen las cosas, para qué se hacen
las cosas, es aquí donde el médico se singulariza en su vocación médica expresada en su actitud y trato al paciente.

El perfil de un médico humanista lo hace contar con las siguientes características:


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 Bondad- Es la primera de las cualidades que un médico necesita poseer para Buscar primordialmente el Bien
del paciente en todo acto médico.
 Sabiduría- El médico necesita conocimientos teóricos, habilidades, destrezas y gran sensibilidad humana para
poder ejercer la medicina con eficiencia.
 Respeto- Respeto por el paciente y por la profesión que practica. Respetar al paciente significa tratarlo como ser
humano que es; a través de actitudes, palabras, gestos y tono de voz adecuados.
 Compasión- Ser sensible al sufrimiento que padece otra persona. Compartir el dolor humano.
 Solidaridad- El médico es un paradigma de solidaridad humana en la sociedad.
 Integridad- El médico íntegro asume cabalmente las siguientes funciones: Investigación científica, Asistencia,
Paradigma social, Liderazgo, Docencia, Gremialismo, Erudición, Proyección comunitaria
 Señorío- Dignidad de señor. Dominio de las pasiones. 

Decálogo del Médico Humanista

I. Respetar la vida humana y la dignidad de la persona y el cuidado de la salud del individuo y de la comunidad, son sus
deberes primordiales.
II. Su primera obligación moral es la de ser competente científicamente en el arte de la Medicina.
III. La beneficencia, la no maleficencia, la autonomía y la justicia, encuadrados en el ámbito de la dignidad humana y
orientados por ella, serán los principios éticos que informen su labor diaria.
IV. Al modo humano de enfermar se le exigirá un trato también humano con los pacientes.
V. Deberá poseer ideas, valores y modos de expresión provenientes del mundo del arte y las letras.
VI. Procurará en la medida de lo posible empatizar en el trato con sus pacientes.
VII. Deberá ser consciente de sus deberes con la comunidad, ya que existe una dimensión social del enfermar.
VIII. Tratará a sus colegas con la debida deferencia, respeto y lealtad, sea cual fuere la relación jerárquica que exista
entre ellos, a la vez que transmitirá su saber de una forma generosa.
IX. Reconocerá en los restantes profesionales de la salud a sus verdaderos colaboradores que tienen derecho a ser
tratados como personas responsables y entendidas en las materias que le son propias.
X. Tendrá el derecho a objetar científicamente o en conciencia a las demandas irracionales o antihumanas de sus
pacientes u otros profesionales de la salud.
El Humanismo Médico es un afectuoso interés del médico por curar o aliviar los problemas de salud que le presentan
los pacientes, pero no considerados como cuerpos humanos, sino como personas.
Tales acciones se fundamentan en las Ciencias y Técnicas Biomédicas y la Antropología Médica de aplicación clínica,
disciplina en la que concurren elementos físicos, psicológicos, sociales, culturales y filosóficos.

ETICA MÉDICA Y LOS DERECHOS DE LOS PACIENTES.

El Código de Ética en Medicina es el conjunto de disposiciones inspiradas en principios éticos universales, que regula
la conducta médica en el ejercicio de su profesión y en su relación con la sociedad.
La Ética Médica actual está sustentada en tres pilares o principios de bases sólidas: el de beneficencia, el de autonomía
y el de justicia. La aceptación de una Ética Humanista fundamentada en el principio de beneficio, es susceptible de
objeción si se tuviera en cuenta apenas al hombre aislado, al individuo egoísta, mediando su bienestar físico con único
criterio de valor ético, sin nada que lo trascienda. Pero advertirnos que la Medicina trasciende más allá de la persona,
posible morigerar dicha objeción. El papel de la Medicina ha sufrido cambios sustanciales en lo que va corrido del
presente siglo, pues, sin desentenderse del individuo aislado, ha contemplado también lo mucho que puede aportar al
bienestar social comunitario. Algunas escuelas formadoras de médicos han venido propiciando, con indudable acierto,
que su producto está capacitado para manejar al paciente como componente del núcleo social primario, la familia, y
como parte importante de sociedad entera. El bien que la Medicina pueda dispensarle aquél, va a redundar en beneficio
de éstas. Eso, creo yo, es trascender.
De otra parte, si la promoción, recuperación y conservación de la salud es la razón ética de la Medicina, cualquier acción
contraria choca con estos principios. Teniendo en cuenta, asimismo, que lo que derive en beneficio de la salud del
individuo es un derecho suyo, negárselo será antiético. No sólo los médicos y las enfermeras son quienes deben
responder por la salud de las personas y de la comunidad. En ese proceso se halla también involucrada mucha más
gente, no comprometida con la Ética Médica, pero sí con principios éticos de carácter universal, recogidos en códigos y
declaraciones válidos. A todo ciudadano, aun no teniendo la edad para asumir a plenitud sus derechos, le asiste el de
que se le proteja la salud; si la ha perdido tiene igualmente el derecho a acceder a los servicios asistenciales y
beneficiarse de la Medicina. Además del derecho a que se le prodiguen cuidados para recuperar su salud, el enfermo
tiene derecho a que se le suministren con suma consideración, es decir, respetando su condición de ser humano. El mal
trato es común denominador del estilo empleado en la mayoría de las instituciones de carácter oficial y semioficial
encargadas de prestar atención en salud. En ellas los funcionarios suelen actuar con dureza, como si trabajaran contra
su voluntad o se sintieran explotados laboralmente
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No siendo el paciente un sujeto pasivo en el proceso enfermedad-curación, le asiste el derecho a que se le suministre,
ojalá de manera confidencial, toda la información sobre ese proceso, con veracidad y claridad. Cuando se trata de la
práctica de procedimientos diagnósticos y terapéuticos, simples o que conlleven algún riesgo, tiene derecho a conocer el
nombre y la experiencia de quien se los va a ejecutar. Tocando este punto conviene llamar la atención sobre la gran
responsabilidad que cabe a las facultades de medicina en esto de los derechos de los pacientes, pues las prácticas
clínicas suelen hacerse en hospitales destinados a la asistencia pública, llamados antes “hospitales de caridad”, y es
precisamente en ellos donde con más frecuencia se olvida que los pobres que ocupan sus camas o atiborran sus
consultas externas, también tienen derechos respetables. Atender este derecho toca asimismo con el principio de
justicia.

DERECHOS DEL PACIENTE.

1. El Usuario tiene el derecho a recibir sin discriminación, una atención medica asistencial integral de calidad.
2. El Paciente tiene derecho al respeto de su personalidad dignidad humana e intimidad, sin que pueda ser discriminado
por razones de tipo social, económico, moral e ideológico.
3. El Paciente tiene derecho a recibir, en forma verbal y/o escrita, información completa y continuada de todo lo relativo a
su proceso, incluyendo diagnóstico, alternativas de tratamiento y sus riesgos y pronósticos, y que sea facilitada en un
lenguaje comprensible. En casos donde el paciente no pueda recibir la información, se proporcionará a los familiares o
personas legalmente responsables.
4. El Usuario tiene derecho a exigirle a la institución o Unidad de Salud el secreto de toda la información identificable del
estado de salud, condición médica, diagnóstico y tratamiento, así como otra información confidencial, que solo se podrá
dar a conocer salvo por orden Judicial que lo haga imprescindible.
5. El Usuario tiene derecho a que se le asigne un médico cuyo nombre deberá conocer y que será su interlocutor válido
con el equipo asistencial. Así mismo tiene derecho a conocer el nombre completo de la persona responsable del
procedimiento o el tratamiento asistencial.

6. El Usuario tiene derecho a la libre determinación entre las opciones que le presente el médico tratante, siendo preciso
su consentimiento expreso previo a cualquier actuación, excepto en los casos donde la urgencia no permita demorar,
cuando el no tratamiento exponga un riesgo de muerte, o cuando el paciente no esté capacitado para tomar decisiones,
en cuyo caso el derecho corresponderá a los familiares o persona legalmente responsable.
7. El Usuario tiene derecho a negarse al tratamiento. Excepto en los casos señalados en el punto anterior debiendo para
ello solicitar el consentimiento informado previa a la notificación de los riesgos significativos y las consecuencias del
tratamiento.
8. El Usuario tiene derecho a que no se realice en su persona investigaciones, experimentos o ensayos clínicos sin una
información sobre los métodos, riesgos y fines. Será imprescindible la autorización por escrito y la aceptación por parte
del médico responsable. Las actividades docentes requerirán así mismo, consentimiento del paciente.
9. El Usuario tiene derecho al correcto funcionamiento de los servicios asistenciales y aceptables de habilidad, higiene,
alimentación, seguridad y respeto a su intimidad.
10. El Usuario tiene derecho a esperar una continuidad razonable de atención. Conocer con anticipación que horas de
consulta y que médicos están disponibles y donde el paciente tiene derecho a confiar en que el Hospital proveerá los
medios para que su médico o alguien en que este delegue, le informe sobre sus necesidades de atención de salud
posteriores a su alta.
11. El Usuario tiene derecho a recibir educación sobre la salud, para la toma de decisiones informadas y sobre los
servicios de salud disponibles, además de métodos de prevención y detección anticipada de enfermedades.
12. El Usuario tiene derecho a conocer los métodos formales y establecidos para presentar reclamaciones, quejas y
sugerencias. Así mismo tiene derecho de recibir una respuesta por escrito.
13. El Usuario tiene derecho a recibir o rechazar asistencia espiritual y moral, inclusive la de un representante de su
religión.
14. El Usuario tiene derecho a conocer las normas y reglamentos hospitalarios aplicables a su conducta como paciente.

DEBERES DEL PACIENTE:

Cuidar de su salud y la de los demás.


Brindar un trato respetuoso y digno al personal asistencial y demás pacientes.
Participar activamente y responsabilizarse de su proceso de atención y tratamiento.
Comprometerse con el consentimiento informado
Informar de forma clara y oportuna lo relativo a su estado de salud, deterioro físico y circunstancias relacionadas con su
seguridad social.
Cuidar y hacer uso racional de los recursos de la Clínica y del Sistema de Seguridad Social.
Colaborar con el cumplimiento de las normas e instrucciones de la Clínica y del equipo tratante.

LA ÉTICA Y LA MORAL EN LOS DIEZ MANDAMIENTOS


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Los diez mandamientos para una vida armoniosas:


Es necesario tener en cuenta y cumplir con cada uno de los mandamientos de la ética y moral, solo así lo anteriormente
señalado puede ser cumplido y de esta manera hacer de cada uno de nosotros mejores persona ante un mundo de
fraternidad y solidaridad  entre nosotros y en armonía con el resto del mundo. Las ideas vertidas nos ayudaran a
mantener buenas relaciones con las personas que encontremos en el camino. Estos preceptos ayudan a todas las
personas a llevar una vida armoniosa y cada persona los cumple según su conciencia. A continuación les mostraremos
los diez mandamientos de la ética y moral:
1. Controle su lengua.
Siempre diga menos de lo que piensa. Cultive un tono de voz bajo y agradable. El modo como dice algo es de tanta
importancia como lo dice.
2. Sea cauteloso.
Especialmente al hacer promesas. Luego cumpla su palabra; no importa lo que le cueste.
3. Bendiga a otros.
Nunca deje pasar la oportunidad para decir una palabra amable y alentadora a alguno, o acerca de alguien. Alabe el
trabajo bien hecho, no importa quién lo haya realizado. Si la crítica es necesaria, sea constructivo; no lo haga con rencor.
4. Interésese en los demás.
Averigüe sus anhelos, su bienestar personal, sus hogares y familias. Gócese con los que se gozan; con aquellos que
lloran procure aliviar su dolor, o al menos acompañarlos. Hágale sentir a la otra persona cuánto vale.
5. Sea positivo.
Procure evitar un espíritu negativo. Busque la posibilidad para avanzar y ayudar a otro a hacerlo.
6. Conserve una mente abierta.
Cuando tengo que debatir con otras personas, discuta sin airarse. Una buena señal de las mentes superiores la de poder
estar en desacuerdo con otros, pero a la vez ser amigable.
7. Permita que sus virtudes hablen por sí mismas.
Rehúse hablar de los males ajenos. Evite los chismes. Tenga por regla personal no hablar de otra persona a menos que
sea algo bueno o estrictamente necesario.
8. Tenga cuidado con los sentimientos ajenos.
Los chistes y burlas acerca de otros no valen la pena. En muchas ocasiones pueden herir a las personas que menos nos
imaginamos.

9. Sepa en qué basar su autoestima. Nunca preste atención a los comentarios hirientes o críticas dirigidas a usted. Viva
de tal modo quela gente no crea lo malo que alguien dice de usted. No dejemos que nuestro espíritu se llene de
amargura hacia los demás. Eso sólo producirá mala digestión y afectará nuestros nervios produciendo estrés.
10. No esté ansioso por recibir recompensas.
Cumpla con su trabajo, sea paciente y mantenga siempre una disposición dulce y agradable. Olvídese de sí mismo y
usted será recompensado, en algún tiempo, en alguna forma, en algún lugar.

LOS DIEZ MANDAMIENTOS DE DIOS:

Primer Mandamiento: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas»
2133 ‘Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas’ (Dt 6, 59).
2134 El primer mandamiento llama al hombre para que crea en Dios, espere en El y lo ame sobre todas las cosas.
2135 ‘Al Señor tu Dios adorarás’ (Mt 4, 10). Adorar a Dios, orar a El, ofrecerle el culto que le corresponde, cumplir las
promesas y los votos que se le han hecho, son todos ellos actos de la virtud de la religión que constituyen la obediencia
al primer mandamiento.
2136 El deber de dar a Dios un culto auténtico corresponde al hombre individual y socialmente considerado.
2137 El hombre debe ‘poder profesar libremente la religión en público y en privado’ (DH 15).
2138 La superstición es una desviación del culto que debemos al verdadero Dios, la cual conduce a la idolatría y a
distintas formas de adivinación y de magia.”
2139 La acción de tentar a Dios de palabra o de obra, el sacrilegio y la simonía son pecados de irreligión, prohibidos por
el primer mandamiento.
2140 El ateísmo, en cuanto niega o rechaza la existencia de Dios, es un pecado contra el primer mandamiento.
2141 El culto de las imágenes sagradas está fundado en el misterio de la Encarnación del Verbo de Dios. No es contrario
al primer mandamiento.

Segundo Mandamiento: «No tomarás en falso el nombre del Señor tu Dios»


2160 ‘Señor, Dios Nuestro, ¡qué admirable es tu nombre por toda la tierra!’ (Sal 8, 2).
2161 El segundo mandamiento prescribe respetar el nombre del Señor. El nombre del Señor es santo.
2162 El segundo mandamiento prohíbe todo uso inconveniente del nombre de Dios. La blasfemia consiste en usar de
una manera injuriosa el nombre de Dios, de Jesucristo, de la Virgen María y de los santos.
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2163 El juramento en falso invoca a Dios como testigo de una mentira. El perjurio es una falta grave contra el Señor, que
es siempre fiel a sus promesas.
2164 ‘No jurar ni por Criador ni por criatura, si no fuere con verdad, necesidad y reverencia’ (S. Ignacio de Loyola, ex.
spir. 38).
2165 En el Bautismo, la Iglesia da un nombre al cristiano. Los padres, los padrinos y el párroco deben procurar que se dé
un nombre cristiano al que es bautizado. El patrocinio de un santo ofrece un modelo de caridad y asegura su intercesión.
2166 El cristiano comienza sus oraciones y sus acciones haciendo la señal de la cruz ‘en el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo. Amén’.
2167 Dios llama a cada uno por su nombre (cf Is 43, 1).

El Tercer Mandamiento: «Recuerda el día del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás todos tus
trabajos, pero el día séptimo es día de descanso para el Señor, tu Dios. No harás ningún trabajo»
2189 ‘Guardarás el día del sábado para santificarlo’ (Dt 5, 12). ‘El día séptimo será día de descanso completo,
consagrado al Señor’ (Ex 31, 15).
2190 El sábado, que representaba la coronación de la primera creación, es sustituido por el domingo que recuerda la
nueva creación, inaugurada por la resurrección de Cristo.
2191 La Iglesia celebra el día de la Resurrección de Cristo el octavo día, que es llamado con toda razón día del Señor, o
domingo.
2192 ‘El domingo ha de observarse en toda la Iglesia como fiesta primordial de precepto (? CIC can. 1246, 1). ‘El
domingo y las demás fiestas de precepto, los fieles tienen obligación de participar en la misa’(? CIC can. 1247).
2193 ‘El domingo y las demás fiestas de precepto… los fieles se abstendrán de aquellos trabajos y actividades que
impidan dar culto a Dios, gozar de la alegría propia del día del Señor o disfrutar del debido descanso de la mente y del
cuerpo‘ (? CIC can. 1247).
2194 La institución del domingo contribuye a que todos disfruten de un ‘reposo y ocio suficientes para cultivar la vida
familiar, cultural, social y religiosa‘ (GS 67, 3).
2195 Todo cristiano debe evitar imponer, sin necesidad, a otro impedimentos para guardar el día del Señor.

El Cuarto Mandamiento: «Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que el
Señor, tu Dios, te va a dar»

2247 ‘Honra a tu padre y a tu madre’ (Dt 5,16 ; Mc 7,10).


2248 De conformidad con el cuarto mandamiento, Dios quiere que, después que a El, honremos a nuestros padres y a
los que El reviste de autoridad para nuestro bien.
2249 La comunidad conyugal está establecida sobre la alianza y el consentimiento de los esposos. El matrimonio y la
familia están ordenados al bien de los cónyuges, a la procreación y a la educación de los hijos.
2250 ‘La salvación de la persona y de la sociedad humana y cristiana está estrechamente ligada a la prosperidad de la
comunidad conyugal y familiar’ (GS 47, 1).
2251 Los hijos deben a sus padres respeto, gratitud, justa obediencia y ayuda. El respeto filial favorece la armonía de
toda la vida familiar.
2252 Los padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos en la fe, en la oración y en todas las
virtudes. Tienen el deber de atender, en la medida de lo posible, las necesidades materiales y espirituales de sus hijos.
2253 Los padres deben respetar y favorecer la vocación de sus hijos. Han de recordar y enseñar que la vocación primera
del cristiano es la de seguir a Jesús.
2254 La autoridad pública está obligada a respetar los derechos fundamentales de la persona humana y las condiciones
del ejercicio de su libertad.
2255 El deber de los ciudadanos es cooperar con las autoridades civiles en la construcción de la sociedad en un espíritu
de verdad, justicia, solidaridad y libertad.”
2256 El ciudadano está obligado en conciencia a no seguir las prescripciones de las autoridades civiles cuando son
contrarias a las exigencias del orden moral. ‘Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres’ (Hch 5, 29).
2257 Toda sociedad refiere sus juicios y su conducta a una visión del hombre y de su destino. Si se prescinde de la luz
del Evangelio sobre Dios y sobre el hombre, las sociedades se hacen fácilmente totalitarias.

El Quinto Mandamiento: No matarás

2318 ‘Dios tiene en su mano el alma de todo ser viviente y el soplo de toda carne de hombre’ (Jb 12, 10).
2319 Toda vida humana, desde el momento de la concepción hasta la muerte, es sagrada, pues la persona humana ha
sido amada por sí misma a imagen y semejanza del Dios vivo y santo.
2320 Causar la muerte a un ser humano es gravemente contrario a la dignidad de la persona y a la santidad del Creador.
2321 La prohibición de causar la muerte no suprime el derecho de impedir que un injusto agresor cause daño. La
legítima defensa es un deber grave para quien es responsable de la vida de otro o del bien común.
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2322 Desde su concepción, el niño tiene el derecho a la vida. El aborto directo, es decir, buscado como un fin o como un
medio, es una práctica infame (cf GS 27, 3), gravemente contraria a la ley moral. La Iglesia sanciona con pena canónica
de excomunión este delito contra la vida humana.
2323 Porque ha de ser tratado como una persona desde su concepción, el embrión debe ser defendido en su integridad,
atendido y cuidado médicamente como cualquier otro ser humano.
2324 La eutanasia voluntaria, cualesquiera que sean sus formas y sus motivos, constituye un homicidio. Es gravemente
contraria a la dignidad de la persona humana y al respeto del Dios vivo, su Creador.
2325 El suicidio es gravemente contrario a la justicia, a la esperanza y a la caridad. Está prohibido por el quinto
mandamiento.”
2326 El escándalo constituye una falta grave cuando por acción u omisión se induce deliberadamente a otro a pecar.”
2327 A causa de los males y de las injusticias que ocasiona toda guerra, debemos hacer todo lo que es razonablemente
posible para evitarla. La Iglesia implora así: ‘del hambre, de la peste y de la guerra, líbranos Señor’.
2328 La Iglesia y la razón humana afirman la validez permanente de la ley moral durante los conflictos armados. Las
prácticas deliberadamente contrarias al derecho de gentes y a sus principios universales son crímenes.
2329 ‘La carrera de armamentos es una plaga gravísima de la humanidad y perjudica a los pobres de modo intolerable’
(GS 81, 3).
2330 ‘Bienaventurados los que construyen la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios’ (Mt 5, 9).

El Sexto Mandamiento: No cometerás actos impuros

2392 ‘El amor es la vocación fundamental e innata de todo ser humano’ (FC 11).
2393 Al crear al ser humano hombre y mujer, Dios confiere la dignidad personal de manera idéntica a uno y a otra. A
cada uno, hombre y mujer, corresponde reconocer y aceptar su identidad sexual.
2394 Cristo es el modelo de la castidad. Todo bautizado es llamado a llevar una vida casta, cada uno según su estado de
vida.
2395 La castidad significa la integración de la sexualidad en la persona. Entraña el aprendizaje del dominio personal.
2396 Entre los pecados gravemente contrarios a la castidad se deben citar la masturbación, la fornicación, las
actividades pornográficas y las prácticas homosexuales.
2397 La alianza que los esposos contraen libremente implica un amor fiel. Les confiere la obligación de guardar
indisoluble su matrimonio.
2398 La fecundidad es un bien, un don, un fin del matrimonio. Dando la vida, los esposos participan de la paternidad de
Dios.
2399 La regulación de la natalidad representa uno de los aspectos de la paternidad y la maternidad responsables. La
legitimidad de las intenciones de los esposos no justifica el recurso a medios moralmente reprobables (p.e., la
esterilización directa o la anticoncepción).
2400 El adulterio y el divorcio, la poligamia y la unión libre son ofensas graves a la dignidad del matrimonio.

El Séptimo Mandamiento: No robarás

2450 ‘No robarás’ (Dt 5, 19). ‘Ni los ladrones, ni los avaros…, ni los rapaces heredarán el Reino de Dios’ (1Co 6, 10).
2451 El séptimo mandamiento prescribe la práctica de la justicia y de la caridad en el uso de los bienes terrenos y de los
frutos del trabajo de los hombres.
2452 Los bienes de la creación están destinados a todo el género humano. El derecho a la propiedad privada no anula el
destino universal de los bienes.
2453 El séptimo mandamiento prohíbe el robo. El robo es la usurpación del bien ajeno contra la voluntad razonable de su
dueño.
2454 Toda manera de tomar y de usar injustamente un bien ajeno es contraria al séptimo mandamiento. La injusticia
cometida exige reparación. La justicia conmutativa impone la restitución del bien robado.
2455 La ley moral prohíbe los actos que, con fines mercantiles o totalitarios, llevan a esclavizar a los seres humanos, a
comprarlos, venderlos y cambiarlos como si fueran mercaderías.”
2456 “El dominio, concedido por el Creador, sobre los recursos minerales, vegetales y animales del universo, no puede
ser separado del respeto de las obligaciones morales frente a todos los hombres, incluidos los de las generaciones
venideras.
2457 Los animales están confiados a la administración del hombre que les debe benevolencia. Pueden servir a la justa
satisfacción de las necesidades del hombre.
2458 La Iglesia pronuncia un juicio en materia económica y social cuando lo exigen los derechos fundamentales de la
persona o la salvación de las almas. Cuida del bien común temporal de los hombres en razón de su ordenación al
supremo Bien, nuestro fin último.
2459 El hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económica y social. El punto decisivo de la cuestión social
estriba en que los bienes creados por Dios para todos lleguen de hecho a todos, según la justicia y con la ayuda de la
caridad.
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2460 El valor primordial del trabajo atañe al hombre mismo que es su autor y su destinatario. Mediante su trabajo, el
hombre participa en la obra de la creación. Unido a Cristo, el trabajo puede ser redentor.
2461 El desarrollo verdadero es el del hombre en su integridad. Se trata de hacer crecer la capacidad de cada persona a
fin de responder a su vocación y, por lo tanto, a la llamada de Dios (cf CA 29).
2462 La limosna hecha a los pobres es un testimonio de caridad fraterna; es también una práctica de justicia que agrada
a Dios.
2463 En la multitud de seres humanos sin pan, sin techo, sin patria, hay que reconocer a Lázaro, el mendigo hambriento
de la parábola (cf 16, 19-31). En dicha multitud hay que oír a Jesús que dice: ‘Cuanto dejasteis de hacer con uno de
éstos, también conmigo dejasteis de hacerlo’ (Mt 25, 45).

El Octavo Mandamiento: No darás testimonio falso contra tu prójimo ni mentiras

2504 ‘No darás falso testimonio contra tu prójimo’ (Ex 20, 16). Los discípulos de Cristo se han ‘revestido del Hombre
Nuevo, creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad’ (Ef 4, 24).
2505 La verdad o veracidad es la virtud que consiste en mostrarse verdadero en sus actos y en sus palabras, evitando la
duplicidad, la simulación y la hipocresía.
2506 El cristiano no debe ‘avergonzarse de dar testimonio del Señor’ (2 Tm 1, 8) en obras y palabras. El martirio es el
supremo testimonio de la verdad de la fe.
2507 El respeto de la reputación y del honor de las personas prohíbe toda actitud y toda palabra de maledicencia o de
calumnia.
2508 La mentira consiste en decir algo falso con intención de engañar al prójimo que tiene derecho a la verdad.
2509 Una falta cometida contra la verdad exige reparación.
2510 La regla de oro ayuda a discernir en las situaciones concretas si conviene o no revelar la verdad a quien la pide.
2511 ‘El sigilo sacramental es inviolable’ (? CIC can. 983, 1), Los secretos profesionales deben ser guardados. Las
confidencias perjudiciales a otros no deben ser divulgadas.
2512 La sociedad tiene derecho a una información fundada en la verdad, la libertad, la justicia. Es preciso imponerse
moderación y disciplina en el uso de los medios de comunicación social.
2513 Las bellas artes, sobre todo el arte sacro, ‘están relacionadas, por su naturaleza, con la infinita belleza divina, que
se intenta expresar, de algún modo, en las obras humanas. Y tanto más se consagran a Dios y contribuyen a su
alabanza y a su gloria, cuanto más lejos están de todo propósito que no sea colaborar lo más posible con sus obras a
dirigir las almas de los hombres piadosamente hacia Dios’ (SC 122).

El Noveno Mandamiento: No consentirás pensamientos ni deseos impuros

2528 ‘Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón’ (Mt 5, 28).
2529 El noveno mandamiento pone en guardia contra el desorden o concupiscencia de la carne.
2530 La lucha contra la concupiscencia de la carne pasa por la purificación del corazón y por la práctica de la templanza
2531 La pureza del corazón nos alcanzará el ver a Dios: nos da desde ahora la capacidad de ver según Dios todas las
cosas.
2532 La purificación del corazón es imposible sin la oración, la práctica de la castidad y la pureza de intención y de
mirada.
2533 La pureza del corazón requiere el pudor, que es paciencia, modestia y discreción. El pudor preserva la intimidad de
la persona.

El Décimo Mandamiento: No codiciarás la casa de tu prójimo, ni codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni


su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo

2551 “Donde está tu tesoro allí estará tu corazón” (Mt 6,21).


2552 El décimo mandamiento prohíbe el deseo desordenado, nacido de la pasión inmoderada de las riquezas y del
poder.
2553 La envidia es la tristeza experimentada ante el bien del prójimo y el deseo desordenado de apropiárselo. Es un
pecado capital.
2554 El bautizado combate la envidia mediante la caridad, la humildad y el abandono en la providencia de Dios.
2555 Los fieles cristianos “han crucificado la carne con sus pasiones y sus concupiscencias” (Gal 5,24); son guiados por
el Espíritu y siguen sus deseos.
2556 El desprendimiento de las riquezas es necesario para entrar en el Reino de los cielos. “Bienaventurados los pobres
de corazón”.
2557 El hombre que anhela dice: “Quiero ver a Dios”. La sed de Dios es saciada por el agua de la vida (cf Jn 4,14).

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