Señor Rector Carlos Castellanos, Coordinadora Cristina Molina, Profesores colegio La
Candelaria, promoción 2020, familiares e invitados.
Para mi en un honor dar la última lección a mis estudiantes de esta maravillosa promoción. Mi primera lección es sobre el conocimiento y está más orientado a mis colegas, estamos en un mundo cambiante donde la escuela está pasando por transformaciones muy interesantes, pero también que debemos debatir. Hoy el conocimiento esta siendo relegado y entramos a una moda de “y para que aprendo eso si no me va a servir en un futuro”. Esto se ha convertido en el caballo de batalla desgastado para no aprender y para dejar de enseñar. El problema no es que se enseña es el como se enseña. Nosotros como maestros debemos ser transmisores del conocimiento, pero maestros en todo el sentido de la palabra, en el arte de enseñar. El uso de la palabra es nuestra arma secreta que debemos recuperar, para poder volver a deslumbrar, motivar y lograr que nuestros alumnos se inquieten por el mundo y por todas las maravillas que el ser humano ha formado desde la antigüedad. Mi segunda lección esta orientada a los graduandos, y trata sobre las dificultades. Cuando pasen los días, los meses y los años, y cuando ustedes se reúnan siempre estarán unidos a la memoria, a las historias que vendrán al recordar su vida escolar, y se darán cuenta la forma en que la narran, lo harán con emoción, harán gesticulación, algunos imitaran a los profesores para recordar alguna muletilla que este usaba. La narración oral estará presente y las historias volverán a vivir una vez más, trayendo añoranzas de las clases y las experiencias vividas en los pasillos y en los patios del colegio. Este año fue particularmente muy difícil por la pandemia que nos tocó vivir, un año fuera de lo normal y muy diferente a lo que veníamos acostumbrados y sin embargo lo lograron, superaron el estar lejos de la escuela física y lo transformaron en una escuela virtual, sin fronteras y sin horarios. Si ustedes creen que este año fue difícil, les cuento que los que vivimos los años ochenta y noventa sí que fueron difíciles. Yo siempre he estado cerca del centro de la ciudad y cuando era niño, escuchaba las ráfagas de los fusiles, y los estruendosos cañonazos de los tanques de guerra tratando de recuperar el palacio de justicia, por allá en el año de 1985. Después el cartel de Medellín empezó a colocar carros bomba por toda la ciudad y uno no sabía si llegaría nuevamente a casa después de la jornada escolar. Secuestros, sicariato era el pan diario de esa convulsionada época, junto aviones que explotaban en pleno aire sobre los cerros de la ciudad. Yo personalmente viví la bomba del desaparecido DAS, una mañana del 6 de diciembre, cuando me estaba matriculando para cursar mi ultimo año escolar en 1990. Esos fueron años difíciles y pudimos como individuos y sociedad salir adelante, así como seremos capaces de salir de esta situación que estamos viviendo por el COVID 19. Mi tercera y última lección la llamaré los recuerdos y está dirigida a todos los que están viendo esta transmisión, porque cada vez que estoy en una ceremonia de grado, vienen a mi memoria la vida de estudiante tanto de primaria como de bachillerato. Siempre he apreciado todo el conocimiento que mis maestros del colegio Las Mercedes, donde curse mi primaria me brindaron, y por sobre todo recuerdo a mis maestros de bachillerato del Camilo Torres, allí por los años ochenta y principios de los noventa, me enseñaron biología, química, sociales, algebra y cálculo, física y demás áreas del conocimiento, que ha permitido que el ser humano sueñe con lo mas perverso como las bombas nucleares o con ideas tan fantásticas como colonizar marte. Hoy siendo profesor de biología y química, puedo usar lo aprendido en filosofía sin ser filosofo, puedo usar la geografía para explicar cómo el país se comporta de acuerdo con estos accidentes geográficos sin ser geógrafo, puedo despejar ecuaciones, factorizar, derivar para poder explicar fenómenos biológicos o químicos, sin ser un matemático. Puedo tener en cuenta las palabras graves, agudas, esdrújulas para poder tildar correctamente y tener muy en cuenta las reglas de escritura, para poder escribir ensayos, informes, poemas y todo lo que se me ocurra, todo esto sin ser un literato. Puedo hablar de historia y relatar las campañas libertadoras con la misma pasión con la que me las contaban en el colegio sin ser un historiador y así podría hacer un listado sobre el conocimiento que me brindó el colegio y que de verdad si me sirve para la vida, el dilema es que no sabemos cuando lo vamos a usar. Pero este siempre estará allí para poder desenvolverme en una sociedad cambiante y que necesita de personas que interpreten los acontecimientos que influyen a nuestro país. A parte de los conocimientos también queda lo vivido fuera de los salones, como aquellos partidos de futbol que jugaba en primaria con el tarrito de kumis, ese pedazo de plástico que se convertía en lo mas preciado para el partido que uno esperaba con ansias a la hora del descanso. Al pasar a sexto en el Camilo Torres, me sentía como el mejor del mundo, pero al llegar allí me di cuenta que lo niños y jóvenes no jugaban con tarrito de kumis, sino con un balón de futbol. Y llegó el momento de los juegos inter cursos, y se necesitaba un arquero y por cosas que aun no comprendo termine en esa posición junto con otro compañerito. Nos disputamos ese importante cargo y por un penalti que pude atrapar, me gane el titulo de arquero de banquitas del curso 602. La noche anterior casi no pude dormir porque se acercaba mi primer partido, donde saldría glorioso y me imaginaba atajando todos los balones que llegaban a mi arco. Al otro día durante el partido, nos tocó jugar contra noveno y lo que recuerdo es que eran muy grandes los jugadores, pero eso no me intimidó, mis compañeritos jugaron, pero paso lo inevitable, quedamos nueve a cero, mi valla destruida, mis sueños del mejor arquero del mundo desechos, y mis compañeros peleando entre sí. Pero lo raro de todo, es que el colegio en pleno al ver esa desventaja en la que estábamos comenzó a apoyarnos, cada vez que tomábamos ese escurridizo balón, todos gritaban y nos daban mucho ánimo. Allí me pude dar cuenta que cuando uno está en condiciones difíciles, siempre habrá alguien que le tienda la mano y lo empuje a seguir adelante. Naturalmente mis días de arquero terminaron y no fui convocado para más partidos oficiales, pero si para los mas importantes, los partidos con los amigos en los descansos. Esta pequeña historia lo único que quiere mostrar, es que los relatos hacen que el pasado se vuelva presente y la invitación es que cuenten historias, a sus hijos, nietos, hermanos y revivan a esas personas que ya no nos acompañan, esas anécdotas de escuela o de cuando éramos jóvenes. Las historias unen, las historias nos hacen volver a ese tiempo difícil o hermoso que vivimos. Porque simplemente recordar es vivir.