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Nureya Abarca
Profesora
Escuela de Administración
Pontificia Universidad Católica de Chile
CLASE 8
Todos los gerentes saben que los negocios funcionan mejor cuando las personas en la
organización se conocen y confían unas en otras. Ellos coinciden en que el compromiso y
los vínculos fuertes entre las personas son el alma de una organización. Esto es lo que
los académicos denominan el capital social de una organización. Este término captura
muy bien la idea que las inversiones en las relaciones interpersonales tienen retornos
gananciales. Dicho en forma más general, el bienestar de las personas en la empresa
rinde dividendos. Todo esto suena muy bien, pero también debemos tener en cuenta que
en tiempos difíciles, el capital social se ve amenazado. Generar un capital social en
tiempos turbulentos es muy duro y saber como hacerlo es más difícil aun. El saber que las
relaciones sanas ayudan al éxito de una empresa es una cosa, hacer que estas
relaciones ocurran es otra cosa. Este es el desafío del líder.
Las organizaciones son comunidades de seres humanos, y como tales tienen por
definición en su esencia las relaciones interpersonales. Es así que podemos considerar el
liderazgo como la capacidad de una comunidad humana para crear su futuro (Peter
Senge, 2004). Básicamente esto nos dice que el liderazgo no lo podemos centrar en los
talentos y atributos de una persona en particular sino en una relación entre personas. Es
por lo tanto un proceso social, en el que el líder interviene para establecer conexiones
entre personas y lograr objetivos y metas. Por lo mismo se debe invertir en lazos que
unan a las personas positivamente y en profundidad. En un ambiente de confianza somos
capaces de resolver diferencias, generar puentes de acercamiento y se despierta la
creatividad, en una palabra nos permitimos ser personas. Muchas de las grandes ideas
en una firma se logran en estos espacios, en que nos sentimos simplemente humanos.