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EL CAMBIO DE LA PERSONALIDAD EN LA PSICOTERAPIA

A partir de nuestra experiencia en este campo hemos tratado de determinar cuáles son
los elementos útiles para lograr una modificación constructiva de la personalidad y la
conducta del individuo inadaptado o conflictuado que solicita la ayuda del terapeuta.
Sobre la base de esta experiencia, poco a poco hemos elaborado un enfoque de la
psicoterapia que ha sido denominado "no directivo" o "centrado en el cliente".
Tres aspectos de nuestra investigación:
Pienso que, para el lector, los. tres aspectos más significativos de nuestra investigación
son:
l. Los criterios empleados en nuestro estudio de la psicoterapia, que difieren del
pensamiento convencional en este campo.
2. El diseño de la investigación, en el cual hemos resuelto ciertas dificultades que hasta
ahora representaban un inconveniente para la obtención de resultados exactos.
3. Los progresos logrados en la medición objetiva de fenómenos subjetivos sutiles.
Estos tres elementos de nuestro programa son aplicables a cualquier. intento de medir
una modificación de la personalidad; por consiguiente, pueden utilizarse al investigar
cualquier tipo de psicoterapia o cualquier procedimiento destinado a lograr cambios en
la personalidad o en la conducta.
Los criterios de investigación:
Por lo general se acepta que el propósito de la investigación en este campo consiste en
determinar el grado de "éxito" logrado en la psicoterapia o la "curación" alcanzada, pero
no es posible definirlos con precisión y que en realidad constituyen juicios de valor, lo
cual les impide formar parte de la ciencia en este ámbito.
El concepto de "curación" también es inadecuado, puesto que en la mayoría de estas
alteraciones nos encontramos frente a conductas aprendidas y no ante una enfermedad.
Durante el estudio no nos hemos preguntado: "¿Se logró el éxito? ¿Se curó el estado del
cliente?" En cambio, nos hemos formulado una pregunta más adecuada desde el punto
de vista científico: "¿Cuáles son los concomitantes de la terapia?"
Con el objeto de tener una base para responder a esta pregunta, extrajimos de nuestra
teoría de la psicoterapia una descripción teórica de los cambios que, según nuestra
hipótesis, se producen durante el tratamiento. De esta manera, a partir de la psicoterapia
centrada en el cliente, hemos elaborado las siguientes hipótesis: durante la terapia se
experimentan sentimientos cuyo acceso a la conciencia había sido negado anteriormente
y se los asimila al concepto del sí mismo; el concepto del sí mismo se -vuelve más
coherente con el del sí mismo ideal; durante la terapia y después de ella, la conducta
observada en el cliente se torna más socializada y madura; en el transcurso del
tratamiento y después le el aumentan las actitudes de auto aceptación por parte del
cliente, lo cual coincide con un aumento de su aceptación de los demás.
Esto significa que esperábamos poder enunciar nuestras conclusiones de la siguiente
manera: la psicoterapia centrada en el cliente produce cambios mensurables en las
características a, b, d y f, por ejemplo, pero no modifica las variables c y e. Cuando el
profesional y el lego tengan a su disposición enunciados de este tipo, estarán en
condiciones de emitir un juicio de valor y pronunciarse acerca del "éxito" del proceso
que origina esos cambios. Sin embargo, tales juicios de valor no podrán alterar los
sólidos datos que nos proporciona nuestro conocimiento científico acerca de la dinámica
efectiva del cambio, en la personalidad, que aumenta lenta pero constantemente. Por
consiguiente, en lugar del criterio global y habitual de "éxito", nuestro estudio tiene
muchos criterios específicos, todos ellos extraídos de nuestra teoría de la psicoterapia y
definidos operacionalmente.

El diseño de la investigación:
Hebb afirmó que "no hay pruebas- que demuestren que la psicoterapia es valiosa" (4,
pág. 271). Eysenck, después de revisar algunos de los estudios disponibles, señala que
los datos "no demuestran que la psicoterapia, ya sea freudiana o de otro tipo, facilite la
recuperación de los pacientes neuróticos" (3, pág. 322).
Preocupados por esa lamentable situación, estábamos ansiosos por planificar nuestra
investigación de manera suficientemente rigurosa como para que la confirmación o
negación de nuestras hipótesis pudiera establecer dos cosas: a) si se había producido o
no un cambio significativo, y b) si ese cambio, en caso de haberse manifestado, se debía
a la terapia o a algún otro factor.
Una vez elegidas las hipótesis que deseábamos someter a prueba y los instrumentos más
adecuados para su verificación operacional, nos hallamos en condiciones de dar el paso
siguiente. Esta serie de instrumentos objetivos de investigación se usaron para medir
diversas características de un grupo de clientes antes de la terapia, después de terminado
el tratamiento y durante un control realizado de seis meses a un año más tarde.
Se separó una porción del grupo de terapia para utilizarla como grupo de autocontrol; a
sus miembros se les administró la batería de instrumentos de investigación, luego
aguardaron durante un período de control de dos meses y se les volvió a administrar la
batería por segunda vez antes de iniciar el asesoramiento. Esto se hizo porque
pensamos que si un individuo cambia simplemente porque está motivado por la terapia
o porque su personalidad tiene cierta estructura especial, este cambió se observará
durante el período de control. Como grupo equivalente de control seleccionamos un
grupo de individuos que no serían sometidos a terapia. La edad y distribución de edades
coincidían en ambos grupos; la coincidencia era algo menor en cuanto al nivel
socioeconómico, sexo y relación entre estudiantes y no estudiantes. Se administraron a
este grupo los mismos tests que al grupo de terapia a intervalos equivalentes, y a una
parte de él se le administró la batería completa cuatro veces, para que quedara en
condiciones de comparación estricta con el grupo de terapia de autocontrol. La razón
por la cual se emplea un grupo equivalente como control es que si en los individuos se
producen cambios debidos al paso del tiempo, a la influencia de variables aleatorias, o
corno resultado de la administración reiterada de los tests, tales modificaciones se harán
presentes en este grupo.
El fundamento lógico de este plan de doble control es el siguiente: si durante el período
de terapia y después de él, el grupo tratado acusa modificaciones significativamente
mayores que las producidas durante el período de autocontrol o las sufridas por el grupo
equivalente de control, entonces es razonable atribuir estos cambios a la influencia de la
terapia.
La evaluación cuidadosa de los hallazgos de investigación nos permite extraer
conclusiones como las siguientes: durante la terapia y después de terminada ésta, se
producen cambios profundos en la autopercepción del cliente; las características y la
estructura de la personalidad de éste sufren cambios constructivos que lo aproximan al
estado de funcionamiento pleno; también cambian las orientaciones definidas como
integración y adaptación personal y aumenta la madurez de la conducta del cliente,
según las observaciones de sus allegados. En todos los casos el cambio es
significativamente mayor que el que se produce en el grupo de control o en los mismos
clientes durante su período de autocontrol.

La evaluación de los cambios en el sí mismo:


Para obtener una idea objetiva de la autopercepción del cliente empleamos la nueva
técnica Q, desarrollada por Stephenson.g Se estructuró un "universo" de afirmaciones
acerca del sí mismo, a partir de entrevistas grabadas y otras fuentes.
El instrumento empleado fue una muestra integrada por cien afirmaciones seleccionadas
al azar e impresas para mayor claridad. Teóricamente, disponíamos de una muestra de
todas las maneras en que un individuo puede percibiese a sí mismo. Cada cliente
recibió las cien tarjetas con afirmaciones y se le dieron instrucciones acerca de su
empleo: debía seleccionar las que lo representaban "en este momento" y reunirlas en
nueve grupos, desde las frases más características de sí mismo hasta las más atípicas;
también se le indicó que colocara un cierto número de tarjetas en cada pila, para obtener
una distribución normal. El cliente seleccionó las tarjetas de esta manera en diferentes
ocasiones: antes, durante y después de la terapia y en diversas oportunidades durante el
tratamiento. Cada vez que separaba las tarjetas que mejor lo describían seleccionaba
también las que representaban la persona que querría ser: su sí mismo ideal.
El caso de donde tomaremos nuestro material era una mujer de 40 años, muy
desgraciada en su matrimonio. Su hija adolescente había sufrido una crisis nerviosa, de
la cual la madre se sentía culpable. Se trataba de una persona muy perturbada, cuya
evaluación diagnostica la había calificado de gravemente neurótico. Puesto que no
formaba parte del grupo de autocontrol inició la terapia irnnediatamente después de que
se le hubo administrado la primera batería de tests. Tuvo 40 entrevistas durante un
período de 5 meses y medio, al cabo de las cuales concluyó la terapia; cuando se le
administraron tests de control, siete meses más tarde, decidió tener 8 entrevistas más; 5
meses después se hizo un segundo estudio de control y el asesor juzgó que había habido
considerable movimiento en la terapia.
Examinemos ahora estos datos en relación con una de las hipótesis que nos interesaba
someter a prueba, a saber, que el sí mismo percibido por el cliente cambiará más
durante la terapia que durante un período sin tratamiento. En este caso particular la
modificación fue mayor durante la terapia (r = 0,39) que durante cualquiera de los
controles posteriores (r = 0,74; 0,70) o durante el período de control de doce meses
después de finalizado el tratamiento (r = 0,65). En este caso la hipótesis se confirma; el
hallazgo general que se verificó en casi todos nuestros clientes - fue que el cambio en la
percepción del sí mismo era significativamente mayor durante la terapia que durante el
estudio de seguimiento o las entrevistas de control posteriores, y también
significativamente mayor que el que se produjo en el grupo de control.
Como parte de nuestro estudio, se mostraron las tarjetas de la técnica Q a un grupo de
psicólogos clínicos ajenos a esta investigación y se les pidió que seleccionaran las que
elegiría una persona "bien adaptada", para tener criterio de selección con el cual
comparar la percepción del sí mismo de cualquier cliente. Se desarrolló un puntaje
sencillo para expresar el grado de similitud existente entre la percepción de sí mismo de
un cliente y la representación de la persona "adaptada" elaborada por los psicólogos
consultados. Se denominó "puntaje de adaptación" a la calificación obtenida en cada
caso; cuanto mayor era el puntaje, mayor era también la "adaptación". En las seis
selecciones de tarjetas que aparecen en la figura 2, los puntajes de adaptación obtenidos
por la cliente que estamos considerando fueron: 35, 44, 41, 52, 54 y 51; estos datos
comienzan por el sí mismo que ella percibía antes del tratamiento y terminan en la
segunda entrevista de control, realizada después de concluida la terapia. Es manifiesta
la tendencia al aumento de la adaptación, definida en términos operacionales. Esto
también se verificó en el resto del grupo, entre cuyos integrantes se observó un notable
aumento de los puntajes de adaptación durante el transcurso de la terapia, y una ligera
regresión de ellos durante el período de seguimiento. Los individuos pertenecientes al
grupo que no recibió tratamiento prácticamente no acusaron cambio alguno. Por
consiguiente, nuestra hipótesis queda demostrada para esta cliente en particular y para
todo el grupo.
Otro hecho digno de señalarse es que el concepto que el juez tiene (le la cliente ha
cambiado más que la autopercepción de ésta (r = -0,33, comparado con r = 0,30). Esto
es interesante, en vista de la tan divulgada opinión profesional de que los clientes
tienden a sobreestimar los cambios sufridos. También existe la posibilidad de que al
cabo de dieciocho meses de tratamiento, la personalidad final de un individuo se
destaque más por sus diferencias con la personalidad inicial que por sus semejanzas con
ella.
Un último comentario sobre la figura 3 se relaciona con el "sí mismo recordado",
Señalemos que esta imagen recordada del sí mismo guarda (la una correlación positiva
con la impresión diagnostica (r = 0,30); esto confirma la afirmación anterior de que el sí
mismo recordado representa una imagen más exacta y menos defensiva que la que la
cliente fue capaz de ofrecer al comenzar el tratamiento.

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