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Un joven que se fue de la casa en rebeldía, pasados los años que vino la ruina y
vino la desgracia para él, envió una carta a su padre:
“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti”, y yo sé que no soy digno de ser
llamado tu hijo, pero te escribo esta carta para pedirte que me perdones y que me
recibas en casa.
Y estaba viajando en el tren y ya para llegar le dice: “No, no puedo mirar a esa
casa, no puedo soportar que no haya un pañuelo, ¿me harías un favor? Miras tu,
mira por la ventana, es una casa amarilla, la única casa amarilla de ese bloque, de
esa cuadra, ya llegando a la estación tu vas a ver esa
casa amarilla, por favor mira el manzano, si hay un pañuelo, quiero saber si soy
bienvenido a casa”.
Y el tren se va acercando y el muchacho no aguanta más y cierra sus ojos y le
dice:
“mira bien, ¿ves la casa?” Y el compañero dice: “Si, si, aquí ya viene, ahí se está
acercando!!!”
- “¿y estás viendo? Mira, ¿Hay un manzano al enfrente? Si lo ves? “
Y el hombre se quedó en silencio.
Y el joven dijo: “Por favor, mira si hay un pañuelo, busca entre las ramas, quizá
esta en la rama más baja, o quizá mi Padre lo puso en la última rama, mira bien!!!”
Y el hombre estaba callado.
- Y dijo: “¿Porqué te callas?”
- El le dijo: “No, no hay un pañuelo en
ese manzano, amigo mío, hay cientos
de pañuelos blancos, tu eres
bienvenido a la casa de tu Padre!!!”