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Critica
P en sa r
HISTÓRICAMENTE
FIERRE VILAR
P en sa r
HISTÓRICAMENTE
R eflexiones y recuerdos
C r ít ic a
G riialbo M ondadori
é
Barcelona
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo
las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier
medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribu
ción de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos.
1. Se trata de la colección «La construcción de Europa», dirigida por Jacques Le Goff. Las
editoriales que participan son Éditions du Seuil (Francia), Crítica (España), Laterza (Italia), Basil
Blackwell (Gran Bretaña) y C. H. Beck (Alemania). Hasta ahora los títulos aparecidos en la edi
ción castellana de Crítica sorí: Michel Mollat du Jourdin, Europa y el mar (1993); Leonardo
Benévolo, La ciudad europea (1993); Massimo Montanari, El hambre y la abundancia (1993);
Ulrich Im Hof, La Europa de la Ilustración (1993); Josep Fontana, Europa ante el espejo
(1994) ; Umberto Eco, La búsqueda de la lengua perfecta (1994); Wemer Rósener, Los campe
sinos en la historia europea (1995); Charles Tilly, Las revoluciones europeas, 1492-1992
(1995) ; Hagen Schulze, Estado y nación en Europa (1997); Aaron Gurevich, Los orígenes del
individualismo europeo (1997) y Peter Brown, El primer milenio de la cristiandad occidental
(1997).
2. El título fue propuesto, naturalmente, en francés: Pays, peuple, patrie, nation, état, em
pire, puissance... quel vocabulaire pour une Europe? A pesar de la similitud de las palabras en
francés y en castellano, que ha hecho muy fácil esta traducción, a lo largo del texto se pondrán
en evidencia algunas diferencias de significado.
8 PENSAR HISTÓRICAMENTE
3. Pierre Nora, Essais d ’égo-histoire, Gallimard, París, 1987. Este libro recoge pequeños
artículos de los historiadores Maurice Agulhon, Pierre Chaunu, Georges Duby, Raoul Girardet,
Jacques Le Goff, Michelle Perrot y René Rémond.
INTRODUCCIÓN 9
4. El libro previsto tenía que tener cuatro partes (sin tener en cuenta la pequeña Introducción
y las Conclusiones): I: «Lo común y lo sagrado»; II: «Comunidad e identidad»; III: «Comuni
dades y sociedades»; y IV (seguramente la más larga): «Comunidades-sociedades: la evolución
histórica».
5. Julia Kristeva, Extranjeros para nosotros mismos, Plaza & Janés, Barcelona, 1991, y
Tzvetan Todorov, Nosotros y los otros, Siglo XXI, México, D.F., 1991.
10 PENSAR HISTÓRICAMENTE
te por esta razón, no puedo evitar plantearme este tipo de reflexión: el caso
de un profesor extranjero de gran prestigio que, mientras está dictando una
lección en el Collége de France, nota en el rostro de uno de sus oyentes un
esbozo de sonrisa irónica motivada por un pequeño fallo en la pronuncia
ción del francés, ¿hasta qué punto puede ser asimilable al del infeliz basu
rero, negro y africano, que experimenta un estremecimiento ante la sonrisa
o el comentario despectivo de una portera —perdón, de una responsable de
inmueble— que se siente parisiense a pesar de haber nacido entre Lisboa y
Oporto?
Estos choques son tan desiguales, en su nivel y en su naturaleza, que
quisiera poder sonreír a la manera de un Offenbach, pero ¿no se hallan
presentes en los orígenes mismos de todos los nacionalpopulismos? También
en los de aquel nacionalpopulismo que, hacia 1930, preparó tan bien en el
arte de la guerra a un metalúrgico de la cuenca del Ruhr o a un bebedor de
cerveza bávaro. El drama es que un Klaus Barbie acabara convirtiéndose en
un especialista de la tortura. De hecho, todos los fenómenos coloniales se
hallan repletos de reacciones de la misma naturaleza. Entre superioridades
afirmadas e inferioridades sentidas, el recurso a la violencia es un recurso
fácil. Y puede entablarse un complejo juego de compensaciones entre la
inferioridad sentida en el campo social, económico y cultural, y la sed de su
perioridad que pueden despertar las pertenencias raciales o nacionales.
Los límites en los cuales un hombre se siente horsain —este era el autén
tico nombre francés para decir extranjero— han variado a lo largo de la
historia. Citaré, en su momento, el curioso libro de un eclesiástico norman
do que se sintió siempre horsain en su parroquia, a pesar de no haber tenido
ningún problema en el desempeño de su misión, por el simple hecho de que
su madre no había nacido en ella. Y también recordaré que pays, mucho an
tes de que significara nación, y de un modo muy parecido al término inglés
country, tenía un significado mucho más conciso, bien estudiado en Francia,
similar al que tiene la palabra «comarca» en Cataluña. Que las nociones
de país, nación y patria han variado en el tiempo es evidente, pero la eviden
cia no facilita siempre la comprensión de los fenómenos, sino más bien
al contrario.
En la primera parte del libro desarrollo una idea: durante demasiado
tiempo los historiadores y sociólogos se han limitado a plantear los proble
mas de las colectividades en términos de conciencia. Conciencia de nación,
en el caso de los filósofos alemanes y en el de los historiadores franceses; en
España, es el caso de un Capmany. Conciencia de clase, en toda la literatura
marxista. Estas dos tradiciones han ocultado demasiado a menudo la revo
lución intelectual que representó, en los años finales del siglo xixy de inicios
del xx, la introducción en el análisis psicológico de un concepto como el de
inconsciente, el superyó, la compensación. Pienso que la sociología y la psi-
INTRODUCCIÓN 11
cología se han desarrollado sin comprenderse demasiado bien entre sí. Freud,
leyendo a Durkheim, comprendió bien lo que podía representar un «tabú», lo
socialmente prohibido, pero seguramente no valoró suficientemente la im
portancia del «tótem», es decir, de la identificación con el grupo, y de su
sacralización. También señalo el extraño encuentro, en 1921, entre la curio
sidad de un Freud, la mediocridad de un Le Bon y la acumulación de odios
__ •
en un Hitler.
En la segunda parte de este libro, reservada a mis recuerdos personales,
se verá la importancia que tuvo para mí, a comienzos de los años treinta, mi
encuentro en Barcelona con Oliver Brachfeld, un joven intelectual húngaro
apasionado por la psicología individual de Alfred Adler, el discípulo de
Freud, que había desarrollado una original disidencia alrededor de la no
ción, hoy demasiado vulgarizada, de «complejo de inferioridad». Sin embar
go, en aquellos mismos años, en la gran crisis que preparaba los aconteci
mientos de 1939-1940, este mismo psicoanálisis adleriano sugirió otro tipo
de tentaciones en ciertos espíritus. La lucha de clases, exasperada por la
crisis, ¿podía ser atenuada y compensada mediante el complejo de superio
ridad nacional? Aquí podría hallarse una interpretación optimista para los
fenómenos nacionalsocialistas. Esta fue la actitud del sociólogo belga Henri
de Man, quien percibió, aunque un poco tarde, los peligros de esta interpre
tación. Un ir y venir parecido puede verse en Jules Romains. Pero el soció
logo francés Marcel Déat se comprometió hasta el crimen, en el curso de los
años cuarenta, con el nacionalsocialismo.
Todo esto se halla hoy bastante ignorado, o al menos olvidado, mientras
reaparecen, ante nuestros ojos, en algunos casos precisos, fenómenos com
pensatorios de determinadas humillaciones sociales, que toman la forma de
exaltaciones fundamentalistas religiosas o nacionales. Algunas biografías
de jóvenes terroristas, como la del joven musulmán Jaled Khelkal en Francia,
son muy ilustrativas. Y convendría estudiar —una estudiante de mis semina
rios lo hizo para el caso de Argelia— la utilización de una expresión como
«ces gens-lá» [esa gente] como signo de desprecio compensatorio hacia los
vecinos de piso o de autobús, juzgados a menudo a partir de su vestimenta y
de su lenguaje. Pero estas observaciones, ¿pueden ser formuladas en térmi
nos científicos?, ¿pueden ser representadas mediante ecuaciones o curvas?
Sabemos ya que las ecuaciones y las curvas de aquello que llamamos la
ciencia económica son constantemente desmentidas por la imbricación de
lo económico con lo político y lo social. A lo largo de mi vida he confiado
plenamente —y no me arrepiento por ello— en una ciencia histórica que fun
da su reflexión sobre la trilogía economía, sociedad y civilización, pero una
mejor comprensión de la historia no nos ha proporcionado, hasta ahora, los
instrumentos necesarios para preverla, y mucho menos para dominarla.
En cuanto a mi destino personal, me parece que es un fiel reflejo de la
12 PENSAR HISTÓRICAMENTE
apareció en la Tierra hace más de tres mil millones de años, y que los pri
meros indicios de inteligencia humana datan de entre dos y cuatro millones
de años. El hombre neolítico se convierte casi en nuestro contemporáneo. El
cristianismo tiene dos mil años, la Revolución francesa tiene doscientos, y
yo soy más viejo que la Revolución rusa. No resisto la tentación de concluir
a la manera de Jules Romains: el hombre, aun sintiéndose el fin de un pro
ceso evolutivo, y ya no hijo primogénito de un dios, no deja por ello de enal
tecerse menos.
NOTA A ESTA EDICION
_ 7
1. Natacha Dioujeva y Frangís George, Staline á París , Editions Ramsay, París, 1982,
p. 313.
NOTA A ESTA EDICIÓN 15
LO COMÚN Y LO SAGRADO
INTRODUCCIÓN: UN ITIN ERA RIO 1
1. Esta introducción estaba pensada y escrita como introducción al libro País, pueblo,
patria, nación, estado, imperio, potencia... ¿qué vocabulario para Europa?, del cual, como
Pierre Vilar explica en la introducción, «Lo común y lo sagrado» tenía que constituir el primer
capítulo.
2. Femand Braudel, «La Catalogne, plus l ’Espagne, de Pierre Vilar. Note critique», Anua
les d ’Histoire Économique et Sociale, abril-junio de 1968, pp. 375-389.
20 PENSAR HISTÓRICAMENTE
nación como historiador; «es decir —precisó—, sin dejarse influir demasia
do por Durkheim, Freud o Marx».
Allí mismo mostré mi desacuerdo. Desatender las lecciones de la etnolo
gía, de la psicosociología y del análisis interno de las sociedades (y de sus
contradicciones), significaría prepararse mal para comprender (o criticar) el
contenido de las palabras que conforman —porque están allí— el discurso
histórico. Y es evidente que toda consideración general sobre este contenido
que evite situarlo en el tiempo es aún más peligrosa. El anacronismo en
el uso de las palabras: Luden Febvre siempre había denunciado ese pecado
mayor. _
Intentaré evitar tanto el culto al caso concreto como a la lógica de las for
mas. Un tratado intentaría combinar ambas facetas, pero exigiría gruesos vo
lúmenes. Un ensayo no tiene otra ambición que la de multiplicar los ángulos
de las tomas de posición. Este es, a la vez, el defecto y el mérito de los cor
tometrajes.
I. En v ís p e r a s d e 1914: ¿dónde s e s it ú a l a r e f e r e n c ia
A LO SAGRADO?
ciamos las palabras tótem y tabú (eso no quiere decir que las comprendié
ramos). Y ¿qué pasaba cuando se evocaban los tiempos y los lugares más
cercanos a nosotros? La Edad Media nos mostraba pugnas entre religiones
(reconquistas y cruzadas) y los reyes que encabezaban las feudalidades \féo-
dalités] regionales lo hacían en nombre de un «derecho divino» a veces cons
truido, a menudo exaltado, siempre admitido, por los representantes de las
iglesias.
Se nos dirá que la educación clásica —e incluso la simple iniciación his
tórica elemental— no llegaba a todas las capas de la sociedad. Pero la cultura
popular puede beber de otras fuentes. Alda, Norma, Lakmé han contribuido
más al prestigio de las sacerdotisas antiguas, primitivas o lejanas, que los ma
nuales escolares. Y la industria cinematográfica produjo en 1912 su primer
peplum.
Estas miradas infantiles, embelesadas, a través del tiempo y del espacio,
sobre las viejas relaciones entre el hombre y lo sagrado, ¿qué papel podían
desempeñar, en aquellas mismas fechas, en la constitución de las imágenes
políticas más extendidas? Una investigación sobre el tema a escala europea
sería bien recibida. No sobre el pensamiento o los pensamientos inspirados
por el hecho nación —la investigación ya se ha hecho, como veremos en su
momento— , sino sobre lo que aún podían representar, en la esfera de lo sa
grado, las monarquías inglesa, alemana, austríaca, rusa. Esos cuatro nombres
bastan para sugerir muchos matices distintos. Y en todas partes, no obs
tante, había progresado y progresaba la preferencia por una designación
democrática de los poderes reales. En Francia, después de cuarenta años de
República, parecía del todo asumido que 1789 y 1793 habían condenado
definitivamente la noción de derecho divino. Si en la escuela pública se alu
día al rito de la consagración de Reims, se hacía asimilando la naturaleza de
este acto a la recogida de muérdago por los sacerdotes galos. La misma Igle
sia se había resignado al «Domine salvam fac rem publicam» —pensando
en el estado, pero ¿quién sabía suficiente latín para no entender república?—
En mi Midi languedociano, las pasiones realistas, que en algunos pueblos se
habían mantenido vivas durante mucho tiempo, ya tan sólo provocaban son
risas. La laicización de los poderes públicos parecía una conquista definitiva
de la Razón. La gente creía de buena gana haber entrado (¡qué ilusión!) en la
«era positiva» de Auguste Comte. Mi última escuela primaria llevaba este
nombre. Y es oportuno citar aquí (creo) dos hechos de sociedad que dema
siado a menudo olvidamos asociar a este tiempo de triunfo oficial de la
Razón sobre el oscurantismo:
derecho los franceses (y los ingleses debían pensar lo mismo) habían impues
to su presencia en tantos pueblos lejanos, si no hubieran representado, frente
a ellos, un estadio más avanzado de la evolución humana? De la grandeza
de determinada religión asiática, de los valores del islam, de las lógicas del
pensamiento salvaje, que algunos especialistas saboreaban, el gran público no
sabía nada. La colonización generalizada parecía expresar, y verificar, la su
perioridad de la modernidad de entonces (porque cada tiempo tiene la suya)
sobre las supervivencias de lo irracional.
2) Otro hecho de sociedad, que tres cuartos de siglo de evolución han
convertido en algo todavía más extraño hoy, se halla muy presente en mis re
cuerdos de infancia, y viene confirmado por muchos testimonios y algunos
estudios. Entre 1900 y 1914, si bien la práctica católica era común en Fran
cia, se podía constatar, en muchas regiones y círculos sociales, que los hom
bres, inmediatamente después de su primera comunión, desaparecían de la
iglesia; la religión parecía así, casi por ley natural, cosa de mujeres y de
niños. También significaba convención social: los hombres reencontraban
el camino de la iglesia en los bautismos, los matrimonios y los entierros; y
a menudo lo hacían para complacer a sus madres o a sus esposas (es el
«complejo de Clotilde», según Gastón Bonheur).8 Lo importante, para nues
tro propósito, es que a esta supuesta división de actitudes mentales entre se
xos, correspondían otras divisiones, jurídicamente muy claras: las mujeres
no votaban, y no llevaban armas. Por un lado, la razón y la fuerza. Por otro,
la vieja canción evocada por Jaurés,9 sin desprecio, aunque con un punto de
condescendencia.
Ya he dicho que estos recuerdos tenían que ver con Francia, y en espe
cial con algunas de sus regiones y con algunos de sus círculos sociales. Pero
se trataba de medios influyentes, de masas mayoritarias.
8. Gastón Bonheur, Qui a cassé le vase de Soissons? Lálbum de famille de tous les
frangais, Robert Laffont, París, 1963. Bonheur recrea la manera como era explicada en la escue
la la conversión del rey Clodoveo al cristianismo y su posterior bautismo en Reims, hecho que era
considerado — y lo es todavía, como se ha podido comprobar en la conmemoración de sus mil
quinientos años— como una especie de acto fundacional de Francia. En los libros escolares se
explicaba que el rey, que intentaba contentar a la cristiana Clotilde, no había podido recuperar
el vase de Soissons, que formaba parte del botín tomado por los francos de la iglesia de Reims,
ya que un franco había preferido romperlo antes que devolverlo. Bonheur explica que, cuando el
maestro preguntaba «¿Quién rompió el vaso de Soissons?», siempre había un niño dispuesto a
responder: «Yo no, señor».
9. Referencia a un célebre discurso de Jaurés en la Cámara de Diputados, «L’universalité
du mouvement socialiste», pronunciado en 1893. Después de haber hecho referencia a las leyes
que habían significado la implantación de un sistema escolar laico y gratuito, dijo: «Vous avez in-
terrompu la vielle chanson qu’endormait la misére et la misére s’est réveillée avec cris» [Habéis
interrumpido la vieja canción que adormecía a la miseria, y la miseria se ha despertado a gritos].
24 PENSAR HISTÓRICAMENTE
10. Ferdinand Tónnies, Gemeinschaft und Gesellschafí, 1887. En francés el libro ha sido
traducido por Communauté et société. Son las palabras que Vilar utiliza en el texto original. El
hecho de que en castellano el título de la obra de Tónnies haya sido traducido por Comunidad y
asociación es comentado en la nota adicional número 1 (véase p. 208).
11. Ferdinand Tónnies, Comunidad y asociación , Ediciones Península, Barcelona, 1978,
p. 261.
LO COMÚN Y LO SAGRADO 25
francés ya no pide God save the King o Boie tsara krany,12 pero se exige a sí
mismo dedicar a una madre-patria un amor no únicamente filial, sino sagra
do. En la tradición de los maestros laicos —y es algo que también he vuelto
a comprobar con ocasión del bicentenario de 1789— la estrofa esencial de La
Marsellesa, la que enciende el fervor de los niños y de las grandes cantantes,
es la estrofa (iba a decir el salmo) «Amour sacré de la Patrie...». Al contrario,
casi nadie (lo constato a menudo) sabe el texto de la estrofa «Fra^ais, en
guerriers magnanimes portez ou retenez vos coups» [Franceses, como gue
rreros magnánimos dad o retened vuestros golpes], que constituye una autén
tica llamada a la confratemización revolucionaria. Esa especie de selección
natural en la suerte de un himno transformado en un lugar de memoria me
recería estudiarse.
Para las cuestiones aquí tratadas, concedo menos importancia a un himno
oficial que a las quince o veinte canciones que canturreo aún de vez en cuan
do, al evocar la época en que las cantaba mañana y tarde, en 1912, junto a mis
jóvenes compañeros de seis a ocho años, entre dos lecciones de lectura, de es
critura, de cálculo o de moral. Sus letras hablaban de soldados, de banderas,
de fronteras, de batallas. Esta formación de espíritus por las escuelas de la Re
pública es un fenómeno histórico que hoy día ha sido muy estudiado.13 Pero
quisiera insistir sobre algunos problemas de vocabulario particularmente típi
cos de una sacralización.
Una de estas canciones de mi infancia decía: «Oü t’en vas-tu soldat de
France, tout équipé, prét au combat?» [¿Adonde vas, soldado de Francia, tan
equipado, preparado para combatir?]. No se ocultaba a este «soldadito», en
1912, que iba a combatir en una guerra colonial: «Crains le soleil, la nuit,
la fiévre, l’homme embusqué dans les taillis...» [Teme al sol, a la noche, a la
fiebre, al hombre escondido entre los arbustos]. Pero, al «adonde vas», seguía
esta respuesta: «C’est comme il plait á la Patrie. Je n’ai qu’á suivre les tam-
bours...» [Hago lo que complace a la Patria. Sólo tengo que seguir a los
tambores]. Extraña recomendación de obediencia pasiva a un «placer» que
ya no era el del rey, sino el de una entidad personalizada. Desde Michelet,
«Francia es una persona», a la que debemos amar y por quien, quizás, debe
remos morir. La canción termina: «J’aimerais bien revoir la France, mais:
bravement mourir est beau» [Me gustaría mucho volver a ver Francia, pero
es bello morir con valentía].
\
26 PENSAR HISTÓRICAMENTE
17. Vilar toma prestado el concepto «causalidades diabólicas» de Léon Poliakov, que
en 1981 escribió el primer volumen de La causalité diabolique, Calmann-Lévy, París, 1981
(hay traducción cast.: La causalidad diabólica. Ensayo sobre el origen de las persecuciones,
Muchnik Editores, Barcelona, 1982).
18. Emst H. Kantorowicz, Mourir pour la patrie et autres textes, PUF, París, 1984. El ar
tículo se publicó por primera vez en American Historical Review, 56 (1951), pp. 472-492. Apa
reció una nueva versión del trabajo en el libro The King's Two Bodies, Princeton University
Press, 1957, traducido al castellano como Los dos cuerpos del rey, Alianza, Madrid, 1985. Alain
Bourreau ha seguido la historia y las vicisitudes intelectuales del historiador en Histoires d'un
historien. Kantorowicz, Gallimard, París, 1990.
LO COMÚN Y LO SAGRADO 29
Hacía ya bastantes años que se había anunciado a los hombres que la so
ciedad había renunciado a ejercer sobre ellos un poder mágico, que ellos tenían
derechos absolutos, y que ya sólo podría exigírseles cosas razonables desde el
punto de vista individual. Ahora bien, parece poco razonable, desde el punto de
vista individual, que un hombre pueda perder su vida, es decir, todo, para de
fender la parte a menudo bastante pequeña que le corresponde en los intereses
colectivos ... Pero el miedo que tiene a la sociedad es más fuerte que el miedo
a los obuses ... No se trata de un miedo físico, sino místico ... El hombre está
hecho de una manera que en él un miedo físico es siempre menos fuerte que un
miedo místico.
Escrito en el curso de los años treinta, este texto puede parecer un juicio
a posteriori. Pero Jules Romains, nacido en 1886, había vivido intensamente
la preguerra de 1900-1914. A los veinte años, había desempeñado un papel
nada despreciable, como veremos más adelante, en la «coyuntura mental» de
aquellos tiempos. Esta coyuntura, como la de los años 1929-1939, expresa
una conciencia confusa del drama que se prepara. En Francia se traduce en la
exaltación de un Péguy, en la inquietud de un Jaurés (también cuando se afe-
rra a la esperanza). En todo el mundo, en diversos grados, se extiende la pre-
19. Verdun es el título de una de las novelas de Jules Romains que forma parte de la exten
sa obra Les hommes de bonne volonté, y que hace referencia a la dramática y larga batalla vivida
en la primera guerra mundial. La nota adicional número 4 se refiere a Jules Romains (p. 220).
30 PENSAR HISTÓRICAMENTE
II. D u r k h e im : u n a r e v o l u c ió n c o p e r n ic a n a e n l a c ie n c ia s o c ia l ;
Ante la evidencia de los estrechos lazos que unen hecho religioso y vida
social, el hábito de atribuir a «la idea» el poder de conformar lo real hizo
creer, y decir, durante siglos: la religión forma, la sociedad viene después.
Pero he aquí que, siguiendo a la vez las lecciones de su tiempo y las de su
disciplina, el etnólogo Émile Durkheim propuso invertir los términos: la reli
gión, ¿no podría ser precisamente la expresión, la creación misma de la so
ciedad?
No es este el momento para meditar sobre los orígenes, los precedentes y
el destino ulterior de esta visión de las cosas, y de las discusiones que ha sus
citado. Pero me gustaría poder establecer los lazos que unen esta revolución
del pensamiento, por un lado al pensamiento sociológico y, por el otro, al
tiempo histórico en el que surgió. Porque me parece que con ello podremos
contribuir a esclarecer las definiciones que nos interesan («pueblos», «pa
trias», «naciones», etc.). No porque Durkheim las abordase directamente,
sino porque su problemática no le resultaba extraña.
Durkheim es, ante todo, un positivista de su tiempo, que admite que
existen leyes naturales a las que es imposible no obedecer. Pero sabe que la
aplicación de este esquema a las sociedades choca con algunos hábitos:
✓
20. Emile Durkheim, Las formas elementales de la vida religiosa , Alianza Editorial,
Madrid, 1993, pp. 67-68.
LO COMÚN Y LO SAGRADO 31
Es indudable que una sociedad posee todo aquello que se precisa para
despertar en los espíritus, por la mera acción que se ejerce sobre ellos, la sen
sación de lo divino, pues ella es para sus miembros lo que un dios para sus
fieles.21
Y todavía este otro párrafo, que responde a los interrogantes que había
mos encontrado en el Verdun de Romains, sobre el misterio de la aceptación
del sacrificio:
La atención del historiador de hoy se siente atraída, cada vez más, por los
hechos de «mentalidad». Nos interesamos por el papel desempeñado, también
en la vida moderna, por los «símbolos». En Les lieux de mémoire, hay un capí
tulo legítimamente consagrado a la bandera, donde se trata sobre lo que repre
senta, todavía, para los franceses.26 Durkheim parece saberlo bien cuando,
para hacer comprender al lector lo que era un «tótem», escribe: «El tótem es
la bandera del clan».27 Aquí, la explicación, a través de la comparación,
apela a la experiencia de nuestro presente. Pero unas líneas después Durk
heim nos dice que «el clan no tiene base territorial»;28 ello dificultará la com
paración con la bandera. Durkheim cita entonces a otro etnólogo, que ha
preferido, para hacer comprender el sentido del «tótem», evocar «los blaso
nes heráldicos» ¡en las «naciones civilizadas»! Al leer «blasones» —y todo
el léxico de los «emblemas»— el historiador pensará sobre todo en las dis
putas dinásticas que desmembraron, en los siglos xvi y xvn, un Occidente
europeo aún muy poco «nacional» y muy desigualmente «civilizado». Así
pues, si los historiadores corren a menudo el riesgo de utilizar incorrecta
mente el lenguaje de los etnólogos, estos no les van a la zaga.
Un último ejemplo. Hay palabras que son tan familiares que su uso no
parece comprometer ninguna concepción particular de grupo. Estoy pensan
do en «país» y en «pueblo». Durkheim no utiliza la primera, que no evoca
nada referente a lo social. Pero no puede evitar escribir «pueblo»:
Estas frases de 1912 dejan hoy un sabor amargo. Tres cuartos de siglo
nos han enseñado que las «sociedades modernas» no se encontraban al abri
go de nuevas recaídas en la irracionalidad. Tendemos, sobre todo, a distin
26. «Les trois couleurs», por Raoul Girardet, en Pierre Nora, dir., Les lieux de mémoire. /. La
République, Gallimard, París, 1986.
/
guir mejor entre las «sacralizaciones» propiamente dichas y las simples «ideo
logías dominantes», que a menudo son «hegemonías de estado» o, en los
tiempos actuales, efecto de la era de la comunicación; pero la expresión de
Durkheim «los pueblos adictos al...» (al progreso, al ideal, a la libertad, etc.)
suena demasiado a palabrería, a pura retórica.
Cuando un texto de 1912 dice «los pueblos...», sabemos muy bien que es
lo que entendía el gran público: Inglaterra, Francia, Alemania, Austria, Ru
sia... Pero estas palabras abarcaban realidades bien distintas, estructuras
complejas, socialmente contradictorias, étnicamente abigarradas. Utilizando
este vocabulario, Durkheim se inscribía en un mundo de creencias. Segura
mente lo hubiera reconocido, puesto que esbozó una teoría al respecto. Durk
heim expresaba una «coyuntura mental» a la que uno se siente tentado de dar
su nombre.
¿ C o n v ie n e d iv in iz a r l o u n á n i m e ?
30. Jules Romains, La vie unánime, Gallimard, París, 1925. El prefacio se ha reproducido
en las nuevas reediciones (incluso las más recientes) que Gallimard ha hecho del libro.
LO COMÚN Y LO SAGRADO 35
tro con Durkheim había sido inconsciente, y es esto lo que define la «coyun
tura» de su tiempo. Romains reprocha a los críticos no haber sabido percibir,
en La vie unánime, «a un niño estremecido por la religión, que había enfer
mado por la religión, a un hombre joven sacudido por el ejército, que había
enfermado por el ejército».31
He aquí, para nosotros, el testigo de esta sociedad que convertía la reli
gión en un atributo de la infancia, y la condición de soldado en un signo de
virilidad. Entre los «unánimes» (lugares y momentos en los que puede surgir
el alma colectiva) el poema evoca la iglesia, en un momento de exaltación
fugitiva, y el cuartel, en su pesada continuidad.
Entrevemos la nostalgia de lo divino: «¡Qué felices seríamos si tuviéra
mos un dios!». Pero no uno de esos dioses abstractos «que jamás han ha
blado desde la montaña, y que no mueren después de haber llorado ... Ay,
¡esos dioses ya no volverán!».32 El grupo consumido, envejecido, de la misa
de los domingos sabe que ya no es «el más grande de los seres unánimes».
Entre el humo del incienso y el tañido de las campanas, el «unánime» crea
do por el fervor de los votos de cada uno, «sueña en voz alta que Dios
es él».33 El cuartel es grávido, mórbido, desgraciado, ávido de morir para
devolver al individuo su libertad y su alegría cotidiana. Pero es el estado (la
palabra ha sido escrita) el que ordena su continuidad y supervivencia, y
«lo llena de juventud nueva cada año».34
31. «Comme n’ont-ils pas sentí que l’auteur de la Vie Unánime avait été un enfant boule-
versé par la religión, rendu malade par la religión, et plus tard un jeune homme bouleversé, ren-
du malade par l’armée» (Jules Romains, op. cit., p. 15).
32. Son versos extraídos del poema «Je cherche»: «Comme on serait contení si Con avait
un dieu!». Los otros versos han sido extraídos de la última estrofa del mismo poema: «Hélas\ des
dieux pareils, il n'en passera plus\ / lis ont peur de montrer leur costume trop simple / Et d’en-
tailer sur quelque tesson leurs pieds ñus. / Mais les autres, les dieux abstraits qu’on n’a pas vus, /
Ceux que le souffle á peine chaud de la raison / Mit comme une buée aux vitres du destín, / Les
dieux abstraits qui s’evaporent en divin, / Les dieux qui n'ont jamais parlé sur la montagne, / Et
qui ne sont pas morts aprés avoir pleuré, / lis peuvent exister, nos coeurs n’en veulent point».
33. Vilar cita dos versos del largo poema «L’Église». El primero corresponde a este frag
mento: «Autrefois, / Dans la ville, C'était lui le plus grand des étres unánimes, / Et toute la cité
se transfusait en lui. / Mais maintenant elles ont surgí, les usines, / Les jeunes usines!». El se
gundo verso citado corresponde al verso final del poema: «Le groupe si vieux, si petit, / Qui
séche, qui ne vit plus guére, / Reve tout haut que Dieu, c'est lui».
34. «L'État ordonne qu'elle y reste, qu'elle y dure. / Chaqué jour il lui passe un peu de
nourriture, / Et l ’emplit de jeunesse neuve chaqué année», del poema «La cáseme».
36 PENSAR HISTÓRICAMENTE
Por lo que concierne a los hechos sociales, todavía tenemos una mentali
dad de primitivos . 3 7
35. «Puis, un matin, la guerre. / La cáseme, qui ne sait ríen, / Ne saura ríen. On lui dirá / De
se glisser hors de ses murs / [De marcher, de suivre une me, / Et de monter dans un train noir.] /
Et plus tard, pas beaucoup plus tard, / [Ne sachant pas oú les wagons / L’auront menée; / Ne sa-
chant rien de tout, sinon / Qu’il faut tuer; / S’aplatissant, faisant des bonds. / Et voulant vivre alors
d’un désir forcené, / Dans la boue et dans la fumée, / Saignant, rageant, ratatinée,] / Elle ira, et sera
tuée / Par les canons».
36. La traducción se resiente aquí del hecho de que a la palabra cáseme en francés no le
corresponda en castellano otra palabra de género femenino. Estos son los tres versos finales de
«La cáseme»: «Elle est feconde. Elle a de quoi créer, portant, / Comme un ovaire lourd qui pal
pite et qui s’enfile, / Des morís futures par milliers aprés son ventre».
37. Emile Durkheim, op. cit., p. 68.
38. Ibid., p. 346.
LO COMÚN Y LO SAGRADO 37
39. «Nous voulons librement que Ton nous asservisse, / Avoir un dieu vaut plus qu’avoir
la liberté, / Nos ames qu’on a mis tant de jours á sculpter, / Et que des omements somptueux
enrichissent, / Nous les jetons, sans une larme, au précipice / De la cité». Versos extraídos del
poema «Nous».
40. «Je veux bien me noyer en me jetant aux hommes...».
41. «II faudra qu’un jour on soit Lhumanité». Es el último verso del poema «Si Ton avait
un dieu», del grupo de doce poemas que aparecen bajo el título «Pendant une guerre» en La vie
unánime.
42. Referencia a los versos finales del poema «Hymne» que concluye la recopilación
L ’homme blanc publicada en 1937. El poema comienza: «L’école est neuve au flanc de la mon-
tagne». Y esta es la estrofa final: «Instituteur, c ’est toi, maítre d’école, / Que 1’homme blanc
charge de son dessein; / Et ton soldat, ton calme fantassin, / C'est lui, ó république universelle».
43. Todo el párrafo está lleno de referencias a las obras de Jules Romains: la novela Les
Copains (1913), los libros de poemas Europe (1916) y L ’homme blanc (1937), la obra de teatro
Knock ou le triomphe de la médecine (1927), y la extensa obra — veintisiete novelas— Les hom
mes de bonne volonté (1932-1946).
38 PENSAR HISTÓRICAMENTE
chas esperanzas, y sufrieron por ello, en una definición clara de las comuni
dades de las que dependían, y que (pero ¿por qué mecanismos?) dependían
de ellos. Esta fue su gran dificultad, y ello constituye la justificación de este
ensayo. Y también la conveniencia de señalar aún algunos puntos oscuros en
la formación del pensamiento sociológico.
IV. C o n f u s io n e s e n l o s o r íg e n e s d e u n a s o c io l o g ía d e g r u p o s .
44. Gustave Le Bon (1841-1931). Médico de formación, ¿us libros sobre etnología y psico
logía conocieron un gran éxito en todo el mundo. He intentado situar su importancia en Cataluña
y en España en la nota adicional número 2. La reflexión de Romains se encuentra en el Prefacio
de la edición de La vie unánime de 1925.
LO COMÚN Y LO SAGRADO 39
gares comunes» y, por lo tanto, ya no pueden ser aceptadas: Le Bon hace «de
la intolerancia y del fanatismo el resultado lógico de los sentimientos religio
sos», lo que no le impide experimentar inquietud ante la escuela republicana,
porque «la educación actual recluta muchos discípulos para las peores for
mas del socialismo».
«Esta opinión ... es discutible», piensa Klineberg. Digamos más bien que
un lenguaje como este ayuda a fechar un texto y a situar un hombre. Leá
moslo, no «con espíritu crítico», sino simplemente como historiadores.4546
Todo «librito» muy leído afirma y condensa lo que piensan, temen, desean y
esperan determinadas capas de la sociedad, determinadas categorías de inte
lectuales. En 1895, entre la Comuna —un gran temor— y el proceso Dreyfus
—una gran división—, Psychologie des foules resulta un gran texto. Como
documento. ¿Sentó las bases de una sociología útil para nuestra problemáti
ca? Es necesario que nos lo preguntemos. A
45. Gustave Le Bon, Psychologie des foules, PUF, París, 1981. En el prólogo, Klineberg
dice «hay que leer el libro con espíritu crítico». En la edición castellana Psicología de las masas
(Ediciones Morata, Madrid, 1983), Florencio Jiménez Burillo, en el prólogo, acaba precisamen
te recogiendo estas palabras de Klineberg.
A
46. Serge Moscovici, L'Age des foules. Un traité historique de psychologie des masses,
Fayard, París, 1981. Traducido al castellano como La era de las multitudes. Un tratado histórico
de psicología de las masas, FCE, México, 1985.
47. En el texto, traduciremos siempre foule por «multitud» y masse por «masa».
40 PENSAR HISTÓRICAMENTE
48. Arthur Gobineau, conde de Gobineau, Ensayo sobre la desigualdad de las razas hu
manas (1853-1855).
49. La frase es de Serge Moscovici, op. cit., p. 94.
LO COMÚN Y LO SAGRADO 41
uno tiene sus características, si no sus propias leyes. Por otro lado, para Le
Bon, la «era de las multitudes» era su tiempo. Como si no hubieran existido
revueltas de esclavos y juegos de circo, migraciones-invasiones, cruzadas,
peregrinaciones, grandes peurs, pogromos, así como fiestas y carnavales,
procesiones, «sociabilidades» de todo tipo. Desde hace medio siglo, los his
toriadores han dado lecciones a los sociólogos. En relación a las tempo
ralidades sobre todo: instantaneidad de los pánicos, tiempos cortos de los
rumores que se extienden, tiempos medios de la prosperidad y de las crisis,
tiempos largos de la mentalidad y de las religiones. ¿Qué tipo de tiempo
conviene a la observación de los grupos humanos sobre los diversos territo
rios? El interés durante tanto tiempo exclusivo de la historiografía por los
poderes, las batallas y los tratados, hace que tendamos a ver cómo combaten
y se reconcilian, a través del tiempo, grupos que, aparentemente, están mejor
definidos si tienen un nombre. «Francia», «Alemania», «España», ¿quién no
cree saber de qué se trata, sea cual sea el instante rememorado? Para los si
glos en los que es difícil ver «estados», se suele esquivar el problema (hasta
Seignobos) escribiendo «pueblos». Sólo Lucien Febvre se atrevió a afirmar
que «el mayor problema» que se plantea al historiador no es otro, ante las
grandes «naciones» modernas, que el de su existencia y el de su naturaleza.
No ha sido demasiado comprendido. De ahí la dificultad de nuestra empre
sa. Y su justificación.
La aparición del inconsciente. En la terminología de Le Bon, la palabra
«inconsciente» aparece con frecuencia. Hoy la palabra tiene un sentido muy
preciso en el ejercicio del psicoanálisis, y un sentido a menudo muy vago en el
uso cotidiano. Ahora bien, Psychologie des foules (1895) es casi contemporá
nea de lo se que se ha denominado «el nacimiento del psicoanálisis». Esta cir
cunstancia, ¿es suficiente para relacionar dos fenómenos de características, y
de futuro, tan distintos? No nos atreveríamos a hacerlo si el mismo Freud, tar
díamente, pero de forma clara, no hubiera planteado el problema: en 1921 pu
blicó Massenpsychologie und Ichanalyse que, en Viena, revelaría Le Bon a
Adolfo Hitler. No queremos dar una importancia excesiva al suceso (el nazismo
tiene otras dimensiones, otros orígenes), pero el encuentro es muy sugestivo.
Convertir al doctor Freud en el mejor discípulo del doctor Le Bon es es
candaloso e inexacto; Freud, ciertamente, cita largos párrafos de Le Bon,
42 PENSAR HISTÓRICAMENTE
50. La cursiva es de Vilar. En la edición castellana del libro de Freud, Psicología de las
masas (Alianza, Madrid, 1969) este párrafo ha sido traducido: « ... una simple reunión de hom
bres no constituye una masa, mientras no se den en ella los lazos antes mencionados, si bien ten
dríamos que confesar, al mismo tiempo, que en toda reunión del hombre surge muy fácilmente
la tendencia a la formación de una masa psicológica » (p. 38).
51. He reproducido la traducción francesa tal como la cita Vilar. Los problemas de las tra
ducciones de Le Bon y Freud son objeto de comentario en la nota adicional número 2.
LO COMÚN Y LO SAGRADO 43
Este relato, publicado varias veces antes de 1914 por un joven intelectual
socializante, quiere evidentemente poner en guardia contra la mutación del
«hombre de la calle» en soldado, del «contingente» indiferenciado que trans
forma un «grupo de edad» en instrumento de represión del estado. El proble
ma era profundamente vivido en la Francia de aquellos años. Aún lo es en
muchas partes del mundo. Y el «modelo» presenta diversos resultados: en Pa
rís, en 1906, la intimidación basta; en 1907, en el Midi francés, un regimien
to enfrentado a una rebelión campesina tira sus armas y confraterniza con los
rebeldes. Existe, pues, un problema complejo en tomo al ejército, y en tomo
a la relación del ejército con la población. Pero el texto de Jules Romains, en
su evocación de la entrada en Berlín, presenta e incorpora la otra imaginería,
el otro imaginario: la proyección del grupo estructurado por el estado, utili
zado por el ejército, frente a otros grupos que también tienen sus fronteras y
sus territorios: dos nuevas palabras que implican y sugieren obligaciones de
defender y tentaciones de invadir.
No pensemos, de ningún modo, que en vísperas de 1914 no se discutían
todas estas nociones. Nunca como entonces se ha reflexionado, escrito y pu
blicado tanto sobre la «cuestión nacional», el «imperialismo», la condición
militar o la solidaridad «internacional» (de intereses, de clases, de ideologías).
Pero llegaron las movilizaciones generales (observemos una vez más la fuer
za de las palabras).
En Francia, el cartel que anunciaba esta movilización decía que «no se tra
taba de la guerra». Aún me parece verlo en una pared de mi pueblo. El prego
nero público había gritado en un principio, en lengua de oc, «se ha declarado
la guerra», y la gente sensata había protestado, el cartel decía lo contrario. Pero
el instinto popular no se había engañado. Y sucedió, a escala de millones de
hombres, la mutación antes descrita para el pequeño cuartel de 1906: órdenes
anhelantes, gestos y desplazamientos comunes, angustia y orgullo del portador
de armas mortales, transferencia de los afectos familiares a aquellas pequeñas
formaciones. Y no olvidemos las certidumbres de los grandes: el concepto de
Alemania no plantea mayores problemas a Max Weber que el de Francia a
Marc Bloch.
Hay, es cierto, la excepción de Romain Rolland: Por encima del conflicto,53
Marcó demasiado mi adolescencia para que yo haya podido olvidarlo. Pero el
hombre Rolland vivía en Suiza y no tenía ninguna «obligación militar». No lo
hago notar para devaluar la nobleza del rechazo, sino para no olvidar que en
territorio «movilizado», el gesto habría sido materialmente prohibido, más aún,
sin duda, moralmente impensable. Lo que tampoco equivale a decir que el pa
triotismo de Marc Bloch fuese conformista. ¡No! era una moral: el imperativo
categórico del grupo. Durkheim lo había comprendido, admitido, previsto. Para
él, el estado-nación de tipo francés era un dato, no un problema.
Podemos preguntamos si existieron, en el gran enfrentamiento de los ini
cios de nuestro siglo, entre los compromisos conscientes y las soledades
orgullosas, algunos observatorios privilegiados, y algunos observadores inde
pendientes. Ciertamente, el «unanimismo» de las «movilizaciones» se fractu
ra a partir de 1915; Heinrich Mann rompe con su hermano Thomas a causa
de la guerra. Se proyectan congresos y, ya, alguna revolución, pero la hora no
sonará hasta 1917. Encuentro más reveladores, desde los primeros meses
de 1915, los dos artículos sobre la guerra escritos por Freud, el primero de
los cuales se titula «Die Enttaüschung des Krieges»: la guerra es una «desi
lusión».54 Es decir, el sabio que había modificado tan profundamente las
formas de penetración en el alma individual, reconocía que se había hecho
«ilusiones» sobre las estructuras del mundo. Y volvería a hacerlo en el pe
ríodo de entreguerras.
En 1915 Freud es casi sexagenario, y es médico. Por estas razones, nos
dice, ha escapado a la suerte del combatiente, «simple molécula en una in
mensa máquina», aunque no sin experimentar el malestar interior de todo no
combatiente que pertenece a una comunidad en guerra. Pero ¿de qué comu
nidad se trata? Freud es vienés, y judío, dos pertenencias que han jugado un
gran papel en su destino personal, y en el de su escuela. Anotemos que él no
nombra «Austria» o el «imperio austrohúngaro», de donde dependía jurídi
camente. Al contrario, afirma en voz bien alta, y seguramente así lo siente, su
pertenencia al grupo lingüístico y cultural alemán; y se entristece cuando ve
acusada a la comunidad que lleva este nombre de toda suerte de atentados al
derecho, de conductas inhumanas (sin duda piensa en la prensa inglesa y nor
teamericana).
Estos textos de 1915 nos ofrecen otras lecciones. Lecciones luminosas
cuando Freud (en su terreno) señala ciertos efectos psíquicos que la guerra
produce en los combatientes: caída de las grandes prohibiciones (matar, ro
bar), actitudes inhabituales ante la muerte. Lecciones emotivas cuando expre
san la nostalgia de una «ciudadanía del mundo», donde todo hombre cultiva
do tendría su patria, sin renunciar a la ternura por el lugar de nacimiento y la
querida Muttersprache. Pero lecciones sorprendentes (y más cargadas de sen
54. La lectura de la versión castellana de este artículo, «La desilusión provocada por la gue
rra» (Sigmund Freud, Obras completas, vol. 14, Amorrortu, Buenos Aires, 1979, pp. 277-289)
revela los mismos problemas de vocabulario comentados por Vilar y añade nuevos problemas de
traducción. Por ejemplo, Kulturstaat ha sido traducido estado civilizado, pero Kultumation y
Kulturvolk han sido traducidos como nación culta y pueblo culto, y Muttersprache, como madre
tierra.
46 PENSAR HISTÓRICAMENTE
tido, esta vez, ya que son involuntarias) cuando vemos que Freud, este con
temporáneo de Meinecke, este compatriota de Otto Bauer, distingue tan mal
entre Staatnation y Kultumation que utiliza indiscriminadamente, al azar, en
el corto espacio de una página, los términos Kulturstaat, Kultumation, Kul-
turvolk y Kulturland.
Volk es la palabra que, con diferencia, más veces sale espontáneamente
de su pluma. En el sentido vago que otorgaba a esta palabra, la Vólkerpsy-
chologie, podía referirse a la más lejana tribu primitiva y, al mismo tiempo, a
«Alemania» o a «Inglaterra» ¡y nadie parecía preguntarse si el término con
venía también al Brasil o a China! Nation, mucho menos empleado, ha sido
reservado, por Freud, a las
grandes naciones de raza blanca que reinan en el mundo, las que tienen desti
nada la dirección del género humano [Grossen verherrschenden Nationen weis-
ser Rasse, deren die Führung des Menschengeschlechts zugefallen ist].
Virgen Santísima, nos reunimos todos los meses, en esta iglesia de Zoli-
broz, para celebrar una santa misa por la patria, y a la intención de los que
57. «Celui qui croyait au ciel / Celui qui n’y croyait pas / Tous deux adoraient la belle /
Prisonniére des soldats». Son los versos iniciales del poema «La rose et le réséda», de Aragón
(publicado por primera vez el 11 de marzo de 1943), que forma parte de la recopilación La Dia-
ne frangaise (1945).
50 PENSAR HISTÓRICAMENTE
sufren por ella. Hoy el Santo Padre Juan Pablo II Te confía el mundo entero,
los pueblos y las naciones. Y nosotros, ponemos en Tus manos benditas, ¡oh!
Tú la mejor de las madres, todos los problemas de nuestra patria.
HISTORIA E IDENTIDAD
Una experiencia
Capítulo 1
1. En francés, «Cette grande lueur á l’Est». La expresión es el título de uno de los libros
de la extensa obra de Jules Romains, Les hommes de bonne volonté, que abarca, en un total de
27 volúmenes — publicados entre 1932 y 1947— la Francia del período 1908-1933. Es el nú
mero 19 de la colección y se sitúa en el año 1922. «Cette grande lueur á l’Est» es también el tí
tulo de uno de los epígrafes del artículo de Vilar «Reflexions sur les années 20», en Piero Gobetti
e la Francia, Piero Angeli, Milán, 1985 (hay traducción catalana en P. Vilar, L ’historiador i les
guerres, Eumo, Vic, 1991, pp. 71-83). Este artículo, al referirse también a recuerdos autobiográ
ficos, puede servir de complemento a este capítulo y al siguiente. La idea de una iluminación es
pecial provocada por la Revolución rusa fue una idea extendida entre los contemporáneos, y
puede ser testimonio de ello el movimiento y la revista Clarté , fundada en 1919, con Barbusse
— uno de los autores que también cita Vilar— al frente.
2. Sobre los orígenes sociales (por tanto, sobre las condiciones de la infancia de Pierre
Vilar que, recordémoslo, nació en el pueblo occitano de Frontinhan en 1906), véase como él
54 PENSAR HISTÓRICAMENTE
mismo los resumió: «Mi familia, hace dos generaciones, es decir, la generación de mis abuelos,
estaba formada por pequeños viticultores meridionales [aquí hay referencias a los trabajos de
Labrousse sobre los viticultores]. Mis abuelos tenían algunas fanegas de tierra y producían al
gunas decenas de hectolitros de vino. Una cosa interesante, que ya constituía un avance social,
es que uno de mis abuelos, arruinado por la plaga de la filoxera en los años setenta, tuvo que ha
cerse peón en la construcción de ferrocarriles y a partir de aquí se convirtió en ferroviario. Por
otra parte, mi abuelo paterno también sufrió, como todos los viticultores, las repercusiones de la
crisis de 1907, pero no se arruinó. Como mi padre era el primogénito, le pagaron los estudios,
con lo que se consideraba que ya le habían dado lo que le tocaba. Uno de sus hermanos heredó
las viñas. Yo me he convertido en lo que soy porque soy un tipo social muy común en Francia
entre los intelectuales: hijo de maestro y maestra, sobrino de maestra [referencias a los trabajos
de Agulhon]. Se trataba de personas que, procedentes de familias campesinas modestas, tenían
la impresión de haber superado una barrera social por el simple hecho de vestir como señores,
de llevar sombrero rígido. En el pueblo, al maestro le llamaban “señor”; a la maestra, “señora”;
se había superado, efectivamente, una especie de barrera social y la satisfacción que sentían por
este hecho les vinculaba fuertemente a la república. De hecho, era gente republicana. Durante mi
infancia lo que distinguía fundamentalmente a las personas era que fuesen republicanas o que no
lo fuesen. En mi pueblo la mayoría eran republicanos. Los “reaccionarios”, que era como se lla
maba a los otros, eran pocos. He crecido, pues, en un ambiente republicano del sur»; entrevista
de Marina Cedronio, «Uno storico e le crisi del mondo moderno: a colloquio con Pierre Vilar»,
Studici Storici, n.° 2 (1990), pp. 325-326 (hay traducción catalana en Reflexions d ’un historia
dor , Universitat de Valencia, Valencia, 1992, pp. 97-120).
3. El texto no parece, en principio, tener ningún secreto, pero esconde una referencia li
teraria que quizás valga la pena indicar. Vilar dictó, en francés, casi con exactitud, las palabras
iniciales de uno de los Contes du lundi de Daudet que más aprecia, el titulado «La demiére
classe. Récit d’un petit alsacien», que constituía una de las lecturas escogidas habituales en los
manuales de la escuela primaria; en la línea de la educación patriótica que se explica en
«Lo común y lo sagrado». Este es el comienzo: «Ce matin-lá, j ’étais tres en retard pour aller á
l’école, et j ’avais grand-peur d’étre grondé, d’autant que M. Hamel nous avait dit qu’il nous in-
terrogerait sur les participes...». La narración, que describe una situación totalmente inversa a
la vivida por el niño Vilar — en la escuela todo estaba en orden— , acaba con la llegada de las
tropas alemanas al pueblo y con un Vive la Franee! escrito por M. Hamel en la pizarra.
HISTORIA E IDENTIDAD 55
4. «... en 1916 “entrar en el lycée”, para un hijo de maestro, era “cambiar de mundo”. Quizás
mucho más en la imaginación de la gente de “primaria” que en la realidad, porque las clases pre
tenciosas (si no el conjunto de las clases dirigentes) de aquel tiempo se educaban, mucho más que
en el instituto, con los hermanos jesuítas» (Prefacio de Pierre Vilar a Héléne Desbrousses, Institu-
teurs et Professeurs. Matériauxpour l ’analyse d'un groupe social, Edires, Roubaix, 1982, pp. 7-8).
HISTORIA E IDENTIDAD 57
con un hombre eminente que nos transmitía un testimonio directo fue de
cisivo.7
El año siguiente, otro profesor, también buen lingüista, pero incapaz de
asegurar la disciplina en su aula, nos ofrecía, los sábados por la tarde, la po
sibilidad de combatir intelectualmente los unos con los otros a golpes de tex
tos y de poesías. Revivimos la querella de 1840. Al Rhin allemand de Becker
respondía el desafío de Musset: «Nous l’avons eu, votre Rhin allemand! II a
tenu dans notre verre...» [¡Lo hemos tenido, vuestro Rin alemán! Ha cabido
en nuestro vaso...]. Y Lamartine respondía con La Marsellaise de la paix:
«Je suis concitoyen de tout homme qui pense / La vérité, c’est mon pays!»
[Soy conciudadano de todo hombre que piensa. / ¡La verdad es mi país!].8
A setenta y cinco años de distancia, hallo una cierta grandeza en este diá
logo entre adolescentes mediante textos literarios. El año siguiente descubrí
en la Biblioteca Municipal de Montpellier el Romain Rolland de Por encima
del conflicto.9 Es fácil ver que todo esto se halla muy lejos de la problemáti
ca revolución o conservación, del ejemplo de Rusia, o de la resistencia occi
dental. Pero el problema la paz o la guerra no dejaba de estar relacionado
con el problema la revolución o la contrarrevolución.
7. Se trataba de Louis Séchan, que más tarde sería profesor de la Sorbona y un importan
te helenista. En el seminario del Instituí d’Histoire du Temps Présent (1985) Pierre Vilar habló
de Séchan en estos términos: «Me fascinaban sus cualidades en el terreno literario. Sobre este
aspecto de los campos de influencias, hay todavía que tener en cuenta los temperamentos indi
viduales. Conocí más tarde a un amigo, ingeniero, matemático, de un alto nivel, que me dijo:
“Fui alumno de Séchan: ¡cómo me aburría en sus clases!”. Yo me aburría en las clases de mate
máticas, que para él habían sido decisivas. No es que yo detestase las matemáticas; tengo mi bac
Mat. Elém y entré en la École en la sección C. Pero el profesor que el otro admiraba me parecía
pesado, pedante, y no me enseñó nada sobre los caminos del mundo. Séchan, aunque aburriera
a algunos de sus alumnos, me parecía, en cambio, un testigo de lo real, de lo social: salía de la
guerra, y no podía hablar de ella sin que le vinieran las lágrimas a los ojos. Nos leía a Duhamel
— La vie des martyrs— y Le feu de Barbusse. Y a mí estos textos me parecían esenciales».
8. Los manuales de historia de la literatura francesa hablan, efectivamente, de «querella» al
referirse a la reacción que provocó el poema patriótico del poeta renano Nicolás Becker (1809-
1845), publicado en septiembre de 1840. El poema es conocido en alemán con su primer verso:
«Sie Sollen ihn nicht haben, den freien deutschen Rhein» (No lo conseguirán, el libre Rin ale
mán). Correspondía a los ideales de «La Joven Alemania» y recibió críticas de Heine. Becker
envió un ejemplar a Lamartine, quien respondió, en mayo de 1841, con La Marseillaise de la
paix , concebido como un himno a la fraternización universal, que se publicó en junio de 1841
en la Revue des Deux-Mondes. Musset, que había encontrado la respuesta de Lamartine dema
siado «idealista», improvisó en algunas horas, un día de junio, una canción que recordaba — y
se recreaba recordando— las humillaciones sufridas por Alemania. El poema, como la traduc
ción que el mismo poeta había hecho del poema alemán, apareció en la Revue de París ; fue mu-
sicado y tuvo mucho éxito.
9. En sus «Reflexions sur les années 20», Vilar había sido un poco más explícito: «Me
veo leyendo en la Biblioteca Municipal de Montpellier Por encima del conflicto de Romain Ro
lland: ¡qué entusiasmo! ¡Un hombre, pues, había intentado y había podido eludir la absurda
aceptación de la matanza!».
HISTORIA E IDENTIDAD 59
10. André Marty (Perpiñán, 1886-Toulouse, 1956) lideró la rebelión de los miembros de
la tripulación de un barco de guerra francés, en abril de 1919, que se negó a atacar a los bol
cheviques en el mar Negro. Fue condenado, si bien la protesta popular consiguió la amnistía en
1923. Ese mismo año entró en el Partido Comunista Francés. Durante la guerra civil española
fue inspector general de las Brigadas Internacionales.
11. En el seminario de historiadores del Instituí d’Histoire du Temps Présent (1985), Vilar
afirmó: «Mi conciencia política, entre los 13 y los 17 años, fue despertada por el Canard. Nega
tivamente. Poincaré, “el hombre que ríe en los cementerios”; Clemenceau, “primer policía de
Francia”, Barres y su “movimiento de barbilla”. Fue a partir de estas visiones negativas que em
pecé a leer (ocasionalmente) L ’Humanité. De forma espontánea, porque en mi casa no lo leían.
Nadie me lo había aconsejado. Pero, a partir de las denuncias negativas del Canard, era lógico
preguntarse: ¿se pueden encontrar otras explicaciones, se pueden mantener posiciones diferen
tes? La posición comunista se me hizo visible en aquellos momentos. Pero también quiero pre
cisar: en 1920, el Congreso de Tours me pasó totalmente desapercibido. Tenía catorce años.
Quizás empezara a comprar L ’Humanité a los quince».
60 PENSAR HISTÓRICAMENTE
tido Comunista y dijo: «Nosotras también estamos a favor del voto de las
mujeres, pero la primera cosa que hay que hacer, si pensamos en lo que está
pasando hoy, en la ocupación del Ruhr, en el riesgo de un nuevo deterioro de
las relaciones entre franceses y alemanes, en el riesgo de una nueva guerra
a la que serían arrastrados franceses y alemanes, las mujeres podemos hacer
nos oír más y mejor a través de grandes manifestaciones populares que a tra
vés de los votos». La oradora hablaba bien y me convenció. Es fácil ver que
no se trataba en absoluto de los efectos sobre una joven imaginación del
«gran resplandor del Este».
¿Cuándo y de qué modo tomé conciencia de los problemas sociales, de
los problemas de la política interior? Recuerdo perfectamente que fue en el
curso de aquellos mismos años, 1920-1924, cuando percibí por primera vez
en mi entorno la realidad de los problemas de orden material en la vida diaria.
«El franco —se decía— tan sólo vale cuatro sueldos», pero los salarios de )
los funcionarios no se habían quintuplicado.12 Al mismo tiempo, se estaban
constituyendo visiblemente, a nuestro alrededor, enormes fortunas. Se habla
ba de los nuevos ricos. Entre nuestras amistades más próximas había un
maestro, ya mayor, que había sido durante toda su vida sindicalista y socia
lista a la manera de Jaurés, su ídolo de antes de la guerra. Le oí muchas ve
ces tratar de lo que entonces se llamaba la perecuación, es decir, el deseo de
la gente, y de los funcionarios en particular, de no perder sus ingresos reales )
en tiempos de subida incesante de los precios. Al mismo tiempo veíamos
también con regularidad a una amiga de mi tía procedente del mundo de la
pequeña empresa que nos repetía siempre que la causa de todos los males era
la ley de las ocho horas.13 Creo que fue entonces cuando empecé a pregun- '
12. Desde 1803 (ley de Germinal) y hasta 1914, el franco (equivalente a 20 sueldos) se
había mantenido estable. La frase que cita Vilar fue pronunciada muchas veces en los debates
parlamentarios entre 1918 y 1928. Ese último año, con Poincaré, se dictó una nueva definición
del franco francés (1 franco nuevo equivalía a 5 francos antiguos). Alfred Sauvy reflexiona so
bre la obsesión monetaria de aquellos años en Histoire économique de la France entre les deux
guerres, vol. I, Económica, París, 1965, capítulos II, III y IV. .
13. Sobre aquellos años, Vilar ha escrito: «Recuerdo las huelgas de 1920, la de los ferro
carriles sobre todo, que siguieron a subidas de precios del orden del nueve por ciento mensual,
hecho que a veces se olvida en los estudios históricos. Lo que indignaba, en mi casa y a mi
alrededor, era ver jóvenes estudiantes elegantes que hacían ostensiblemente de esquiroles, ¡y que
lo hacían en nombre de “la acción cívica”! Me parece significativo señalar que recuerdo inten- 1
sámente aquel episodio, mientras que el Congreso de Tours, la escisión del Partido Socialista,
parecen habérseme escapado. En la vida de un adolescente los hechos sociales pueden conmo
ver mucho más que los políticos. Creo que desde entonces he tenido siempre la vaga sensa
ción de que no era suficiente conseguir victorias electorales o parlamentarias, sino que era la »
sociedad entera, en sus principios, la que tenía que cambiar» («Reflexions sur les années 20»,
p. 20). Según estas palabras, Vilar descubrió, ya en su adolescencia, las trampas de la fórmu
la «la política, primero» (atribuida al líder de Action Fransaise, Charles Maurras), que sería
repetidamente denunciada por Labrousse, cuando condenaba «los peligros de la imputación ai
t
HISTORIA E IDENTIDAD 61
un hombre con el cuchillo entre los dientes. Le couteau entre les dents (Editions Clarté, París,
1921) era también el título de una obra de Henri Barbusse dedicada a los intelectuales.
17. Después de las elecciones, Millerand, el presidente de la República, dimitió. Pero
cuando hubo que elegir a su sucesor, las fuerzas moderadas del Congreso no aceptaron al can
didato propuesto por las izquierdas. Vilar ha explicado en alguna ocasión que el fracaso del Car
tel des Gauches le proporcionó el primer ejemplo — decisivo— de un fracaso de democracia
parlamentaria: «Hasta 1926 no nos dábamos cuenta de que todos los problemas, incluidos los re
lativos al gasto público, a la moneda, etc., eran resueltos de manera contraria al programa y a las
esperanzas de 1924. Nos encontramos con lo que Sauvy ha llamado la “regla de los dos años”;
en 1924 teníamos un Parlamento de izquierda y en 1926 se llevaba a cabo una política de dere
cha» (entrevista con Marina Cedronio, 1990). En el Seminario del Instituí d’Histoire du Temps
Présent (1985) Vilar reflexiona sobre las críticas que algunos historiadores han hecho a Herriot
— el político radical que lideró el cártel— de no «entender de economía»: «Pienso en el libro de
HISTORIA E IDENTIDAD 63
Jean Noel Jeanneney [Legón d'histoire pour une gauche au pouvoir , Seuil, París, 1977], sólido
como todo lo que él ha escrito, pero que sugiere más o menos que Herriot no sabía nada de cien
cia económica y que fue por eso que la experiencia fracasó. No. Fracasó porque la realidad del
poder, en la totalidad que representa el régimen económico-social, no se encuentra en manos de
los políticos. La economía sólo puede funcionar en determinadas condiciones; proponer medidas
que la contradigan está fuera de discusión: la moneda se hunde, las inversiones se detienen, etc.
Pienso que esta constatación desempeñó un gran papel en la formación de mi visión marxista de
las cosas». Vilar también habla del fracaso de Herriot y del retomo de Poincaré en «Reflexions
sur les années 20»: «[estos hechos] están, ciertamente, en el origen de una crítica marxista de la
democracia ... que incluso se traslució por un momento en Nizan y, de forma pasajera, en Bruhat,
a través de su condena de las democracias formales, no simpatía, ciertamente, pero sí una cierta
indulgencia hacia el fascismo teórico». De Nizan, de Bruhat y de las tentaciones del fascismo,
Vilar hablará en los capítulos siguientes.
18. «Formalmente, si el hijo del maestro tiene éxito en la escuela, cosa nada extraña, se le
enviaba después al lycée con la intención de que acabase siendo profesor. Cuando digo profesor
exagero, porque yo podía haber sido ingeniero y quizás mis padres hubiesen estado más conten
tos porque habría ganado más dinero. Pero esto, en realidad, no tenía demasiada importancia. En
realidad, pensaban: “Estudiará, tendrá éxito en los estudios, será el mejor”. Y llegar a la École
Nórmale Supérieure, verdaderamente, era lo mejor que podía soñarse. No tengo por qué quejar
me del sistema social» (de la entrevista con Marina Cedronio, p. 236).
Capítulo 2
Hay otra pregunta que los que se interesan por mi itinerario personal
suelen hacerme. Es esta: «Entre 1925 y 1929, usted estuvo de forma cotidia
na en contacto con la École Nórmale de Jean-Paul Sartre, de Paul-Yves Ni-
zan, de Raymond Aron, de Georges Canguilhem, de Maurice Merleau-Ponty,
de Robert Brasillach, de Simone Weil. ¿Cómo vivió usted esos contactos?,
¿qué le reportó esa proximidad?».1
Pero esta pregunta —que en Francia resulta muy clara— requiere en el ex
tranjero algunas explicaciones previas. Es del todo legítimo que un lector y
1. El lector notará — en este capítulo más que en ningún otro— el esfuerzo de Pierre Vilar
para hacerse comprender por un público no francés. Siguiendo sus indicaciones, en las notas
a pie de página se ha procurado dar la máxima información sobre las personas, las institucio
nes o las situaciones a las que Vilar hace referencia en el texto. Pueden ayudar al lector no ini
ciado en el ambiente cultural francés, no sólo a aclarar el texto, sino también a recrear el am
biente del París de los años veinte, sobre el que Vilar reflexiona. Respecto a los nombres citados
en la pregunta, desigualmente conocidos en España, también recibirán un tratamiento desi
gual en el libro. No es necesario explicar, evidentemente, quién es Jean-Paul Sartre, pero quizás
sí haría falta dar alguna referencia sobre Nizan, o Brasillach, si Vilar no hablase de ellos
largamente. En cambio, apenas volverán a mencionarse en el texto los otros nombres aquí cita
dos. El politólogo Raymond Aron ha representado a menudo un punto de referencia en las
posiciones de Vilar. Aron escribió en 1938 — es decir, en el período que abarca este libro—
Philosophie critique de l ’histoire; Vilar le opondrá su «crítica histórica de la filosofía». Merleau-
Ponty fue el fundador, con Sartre, de la revista Les Temps Modemes , si bien los dos filósofos se
distanciaron pronto. Muerto en 1961, había representado durante mucho tiempo la izquierda
no comunista. Georges Canguilhem ha sido uno de los filósofos franceses contemporáneos más
influyentes, especialista en filosofía de las ciencias. Vilar hace una rápida descripción de Simone
Weil (1909-1943) y de su pacifismo exaltado en la «Clóture du colloque» de Les frangais et la
guerre d'Espagne. El coloquio se celebró del 28 al 30 de septiembre de 1989, y sus actas fueron
editadas por Jean Sagnes y Sylvie Caucanas en Perpiñán, Centre de Recherches sur les problé-
mes de la frontiére/Université de Perpignan, 1990.
HISTORIA E IDENTIDAD 65
der, con el tono, que escribiría con mayúsculas Ecole y Nórmale, todo el
mundo sabe que se trata de una institución única, situada en París, en la rué
d’Ulm, en la prolongación de una de las alas del Panthéon, en la ladera orien
tal de la montaña Sainte Géneviéve. Precisamente se celebra este año,
en 1994, la fundación de esta Institución por la Convención Nacional, poco
antes de termidor.4 La Convención fundó, una al lado de otra, dos grandes
écoles. Una, la Ecole Polytechnique, tenía que formar a los oficiales de inge
niería y de artillería, y a los grandes ingenieros.5 La École Nórmale tenía que
formar profesores de enseñanza secundaria, a partir de entonces nacional, y
debía proveer y tomar a su cargo, para todas las grandes ciudades francesas,
la formación de las clases dirigentes, sustituyendo en esta misión a los cole
gios religiosos, y en particular a los jesuitas, que la habían llevado a cabo
hasta 1761. ✓
Esta gran Ecole, pues, fundada en París por la Convención, fue organi
zada a la manera napoleónica: laica, pero un poco convento y un poco cuar-
han publicado diferentes estudios: Jean-Fran^ois Sirinelli, dir., Le livre du Bicentenaire. Ecole
Nórmale Supérieure, PUF, París, 1994; Eric Méchoulan y Pierre-Frani^ois Mounier, Nórmale Sup.
Des élites pour quoi faire?, Editions de l’Aube, París, 1994, y Daniel Nordman, dir., L ’Ecole
Nórmale de l ’an III, Dunod, París, 1994. También puede consultarse el catálogo de la exposición
✓
tel. Cada año entraban en ella entre quince y treinta normaliens de ciencias y
entre quince y treinta normaliens de letras. Durante mucho tiempo constitu
yeron un número suficiente para la provisión de profesores para una enseñan
za secundaria muy elitista.
En el último tercio del siglo xix, algunos de los nombres más ilustres de
la cultura fueron responsables de la dirección de la École Nórmale. En letras,
Fustel de Coulanges, Emest Lavisse.6 En ciencias Louis Pasteur. El pequeño
edificio, bordeando la rué d’Ulm, que sirve —o que servía en mi tiempo—
de enfermería de la Ecole, había sido sede del laboratorio en el que Pasteur
había trabajado sobre la vacuna contra la rabia. Hay orgullos de cuerpo que
no son ilegítimos. A condición, naturalmente, de que todo normalien no se
crea un Pasteur. Del lado literario y filosófico también hubo promociones cé
lebres, como la que contaba, entre unos veinte nombres, los de Jean Jaurés,
Henri Bergson y el cardenal Baudrillart. Son nombres que permiten subrayar
la variedad de espíritus y de carreras.7
Pero también puede adivinarse que a finales del siglo pasado, cuando la
enseñanza se extendió y se diversificó, aparecieron otras escuelas normales.
En primer lugar, una escuela normal superior para chicas, que fue emplazada
6. Algunas noticias sobre las actuaciones como directores de estos dos historiadores servi
rán para ilustrar algunos aspectos concretos de la evolución histórica de la École Nórmale Su-
périeure. El historiador —medievalista y especialista de «la ciudad antigua»— Numa-Denis Fus
tel de Coulanges fue el director de la École Nórmale de 1880 a 1883. Sus iniciativas significaron
un cambio importante en la historia del sistema normalien y el origen de las khágnes, es decir,
de las clases preparatorias para el concurso de la Nórmale (que ya existían en ciencias) a las cua
les se referirá más adelante Vilar. El también historiador Emest Lavisse fue el director de la
École en 1903, otro año de reformas importantes. Se hicieron cambios en el contenido de los
exámenes del concurso de admisión (que se intentaron adecuar a los nuevos programas de ense
ñanza secundaria de la reforma de 1902). Además de los ejercicios comunes (temas de francés,
de filosofía, de historia y latín) el candidato tenía tres opciones: a) traducción griega; b ) redac
ción en una lengua viva; c) tema de ciencias. Se limitaba también el número de veces que un
candidato podía concursar a tres y la edad de los concursantes (entre 18 y 24 años). Vilar siguió
la opción c.
7. Eran de la promoción de 1878. Alfred Baudrillart (1859-1942), agregado de historia y
geografía, fue profesor de lycée hasta 1890, año en que fue ordenado sacerdote. A partir de 1890
enseñó en el Instituto Católico de París, y fue rector de este centro desde 1907. En 1918 entró
en la Académie Fran5aise y en 1935 fue nombrado cardenal. Henri Bergson (1859-1941), agre-
✓
gado de filosofía, fue profesor de lycée de 1881 a 1897, maitre de conférences en la Ecole Nór
male Supérieure de 1897 a 1900, profesor en el Collége de France desde 1900, miembro de la
Académie des Sciences Morales et Politiques en 1901 y de la Académie Fransaise en 1914, y
premio Nobel de literatura en 1928. El historiador Jean Jaurés (1858-1914) fue — según Sirine-
lli— el primer normalien convertido en un político de dimensión nacional, y el único que habría
seguido este camino antes de 1914. En los años veinte, sobre todo a raíz de la victoria del Car
tel des Gauches, la situación cambiaría radicalmente. Pronto se hablará de la République des
professeurs. Este es el título del libro de Albert Thibaudet (París, 1927). Vilar entra en la École
en este nuevo contexto.
HISTORIA E IDENTIDAD 67
sión de todos los lycées. Así, la Ecole Nórmale de la rué d’Ulm se convirtió
básicamente en una cantera de profesores de enseñanza superior y de investi
gadores, sin contar aquellos que se dedicarían a la política o a la empresa
privada. y
No pretendo hablar de la Ecole de hoy, que es muy diferente de la de mi
generación, y que conozco a través de mi nieto, que entró en ella exacta
mente sesenta años después de mí. Quiero evocar, como el marco de un epi
sodio de la historia, la École Nórmale de mi tiempo.
Se trataba de algo muy peculiar. Una escuela que no era una escuela, un
internado que no era un internado, con dormitorios que no eran dormitorios,
y con salas de estudio que tampoco eran salas de estudio. No tenía nada que
ver con un campus norteamericano, ni con un college británico. Se trataba de
algo muy original, que yo no había previsto.
He dicho que era una escuela que no era una escuela: no se impartían
cursos magistrales, no había aulas ni cátedras. Tan sólo se organizaban algu
nos seminarios en pequeñas salas. Los de ciencias, al contrario, disponían de
numerosos laboratorios y centros de estudios, muy estrechos y muy cerrados.
Un internado que no era un intemado: porque podíamos entrar y salir en
cualquier momento del día o de la noche. Y si bien la comida común, en el
refectorio, como en un convento, solía ser frecuentada por todos los alumnos,
era porque en general tenían pocos recursos y porque a los que no tenían pro
blemas económicos también les gustaba reunirse, cantar, hacer mido, gritar
«vivas» o silbar según la calidad de la comida, y meterse los unos con los
otros con canciones.
El edificio era de planta cuadrada, y se organizaba alrededor de un patio
interior bastante bello. Había pocos espacios verdes, tan sólo un pequeño jar
dín, que daba a una calle pintoresca y muy antigua, con nombre pueblerino: la
me de Pot-de-Fer. No había habitaciones individuales, pero en los dormitorios
unos biombos separaban los compartimientos: una especie de celdas del ta-
68 PENSAR HISTÓRICAMENTE
ñas que me han dicho: ¿te acuerdas de nuestros bridges, «chez la Baronne»?
Me lo han preguntado un director de investigación espacial, o uno de los ini
ciadores de la teoría matemática de conjuntos. No lo digo con vanidad. De
hecho, no debo nada a aquellos encuentros.
Algunos de nuestros camaradas filósofos se sintieron muy pronto atraí
dos por las reflexiones sobre las ciencias. Pienso en Jean Cavadles, Albert
Lautman, Georges Canguilhem101o, más tarde, Michel Serres. No fue este mi
caso ni tampoco lo habitual. Es muy difícil exigirle a un joven espíritu, en el
momento en que empieza a especializarse, la realización de un sobreesfuer
zo interdisciplinario. Pero no hacía ningún daño oír formular una gran varie
dad de preguntas; era mucho mejor que encerrarse en una única problemáti
ca. Hubo algunas amistades de la École célebres, como la de Luden Febvre y
Paul Langevin, que fueron fructíferas en el campo de las reflexiones sobre la
ciencia y la educación.11
Y si me pregunto, ahora,
✓
cuáles fueron los frutos, y las enseñanzas, de
aquellos cuatro años de Ecole Nórmale, veo con claridad que tendré que dis
tinguir entre aspectos muy diversos. ¿Me preparé suficientemente, universita
riamente, para convertirme en el historiador que después he sido? ¿En qué
medida supe sacar provecho del París de los «años locos», como ha sido lla
mado? En tercer lugar, ¿juzgué adecuadamente a los hombres que me rodea
ban?, ¿adiviné o presentí el papel que algunos de ellos iban a desempeñar
en el futuro? Finalmente, ¿hasta qué punto nos preparamos social, política
e intelectualmente para las tragedias que nos reservaban los años centrales
del siglo?
¿Cómo viví, entre 1924 y 1929, mi preparación para la realización de mi
vocación de historiador? De hecho, cuando pensaba en mi futuro, no me
imaginaba historiador, sino geógrafo. También es verdad que por aquellas fe
chas no había en Francia ninguna contradicción entre las dos vocaciones. En
secundaria, se enseñaba conjuntamente historia y geografía. Pienso que era
una buena opción. Las pruebas que tenían que superar los candidatos a pro
fesores también incluían las dos disciplinas.
10. En 1937 Jean Cavaillés y Albert Lautman sostuvieron de muy jóvenes — tenían vein
tinueve años— tesis sobre «las nociones de estructura y existencia en matemáticas» y sobre «el
desarrollo contemporáneo de las ciencias matemáticas». Georges Canguilhem presentó, en 1943,
su tesis de medicina en Clarmont-Ferrand: Essai sur quelques problémes concemant le normal
et la pathologique. Jean Cavaillés y Albert Lautman, buenos amigos, serían fusilados en plena
lucha de la Resistencia. Habían formado parte, como Vilar, del grupo de estudiantes socialistas
de la École Nórmale. Georges Canguilhem, uno de los grandes discípulos del filósofo pacifista
Alain, fue también un luchador importante de la Resistencia. En 1976 Canguilhem publicó el li
bro Vie et morí de Jean Cavaillés.
11. Después de la guerra, el físico Paul Langevin y el historiador Lucien Febvre colabora
ron en un proyecto de reforma de la enseñanza. Vilar hablará más adelante con admiración de
Paul Langevin (1872-1946) rememorando la fundación de La Pensée.
70 PENSAR HISTÓRICAMENTE
En Montpellier había conocido los trabajos, las tesis, de tres grandes geó
grafos. Se trataba de tres estudios de la llamada «geografía regional». Inten
taban describir la vida económica y social de las regiones, no únicamente a
partir del estudio de la tierra y de sus recursos, sino también del estudio de
un largo pasado que abarcaba desde la prehistoria hasta la modernización
del siglo xix. Eran los estudios de Jules Sion sobre Normandía, de Albert
Demangeon sobre Picardía y de Raoul Blanchard sobre Flandes.12 La asocia
ción del estudio sobre la tierra con el estudio de los hombres significaba in
teresarse, a la vez, por datos de orden científico, de orden económico, de
orden demográfico: lo que en años más recientes se ha llamado ecología.
Recuerdo que el hombre que me orientó hacia el estudio de Cataluña, Maxi-
milien Sorre, escribió en el curso de los años cuarenta un tratado de ecología
que pasó casi desapercibido.13
Ai pues, hacia 1925, eligiendo ser geógrafo, elegí ya aquello que se con
vertiría en mí, más tarde, en una especie de obsesión: la historia total. Con la
esperanza, naturalmente, de una mejor comprensión del mundo contemporá
neo. El maestro que había elegido en 1925, Albert Demangeon, acababa de
publicar un pequeño libro, Le Déclin de VEurope,14donde se veía con claridad
la decadencia relativa de Europa, en el conjunto de las actividades mundiales,
en relación con lo que había sido a principios de siglo. El mismo Demangeon,
cuando decidí seguir su seminario en el Institut de Géographie, dependiente
de la Sorbona, era conocido como un gran especialista del Imperio británico.
Fue consultado como experto sobre la utilidad eventual de una red ferrovia
ria transahariana. También preparaba, en colaboración con el historiador Lu
den Febvre, un libro titulado Le Rhin,15 en el que se analizaba el papel del
12. Jules Sion, Les Payscms de la Normandie oriéntale, Pays de Caux. Bray, Vexin Nor-
mand, Vallée de la Seine; étude géographique, París, 1909; Raoul Blanchard, La Flandre, París,
1906; Albert Demangeon, La Picardie et les régions voisines, Artois, Cambrésis, Beauvaisis,
París, 1905. Los tres autores pueden ser considerados de la escuela geográfica de Vidal de la
Blache.
13. Max Sorre, Les Fondements biologiques de la géographie humaine. Essai d'une éco-
logie de l ’homme, París, 1943 (hay edición castellana en Editorial Juventud). Es el primer volu
men de Les Fondements de la géographie humaine, 3 vols., A. Colin, París, 1943-1952. Sobre la
obra de Max Sorre, véase el capítulo 9 de Anne Buttimer, Society and milieu in the French geo-
graphic tradition, Rand McNally/Association of the American Geographs, Chicago, 1971 (hay
traducción castellana: Sociedad y medio en la tradición geográfica francesa, Oikos-Tau, Vilas-
sar de Mar, 1980).
14. Albert Demangeon, Le Déclin de l'Europe, París, 1920.
15. Le Rhin, Societé Générale Alsacienne de Banque, Imprimerie Alsacienne, Estrasbur
go, 1930. El libro reapareció en 1935 con el título Le Rhin, problémes d'histoire et d ’économie,
Armand Colin, París. Febvre se refiere a esta colaboración en «Deux amis géographes. Jules
Sion, Albert Demangeon», Anuales d'Histoire Sociale, III (1941), reproducido en Combats pour
Vhistoire.
HISTORIA E IDENTIDAD 71
16. La colección L'Évolution de l'humanité fue fundada en 1920 y dirigida en sus inicios
por Henri Berr, en la «Bibliothéque de Synthése historique». Lucien Febvre colaboró en el pro
yecto y en 1922 publicó su obra La ierre et l'évolution humaine, que combatía el determinismo
geográfico. Febvre habla de su colaboración con Berr en «Hommage á Henri Berr. De la Revue
de Synthése aux Annales», Annales ESC, VII (1952), también reproducido en Combáis pour
l'histoire.
72 PENSAR HISTÓRICAMENTE
17. Jéróme Carcopino era especialista en historia romana y Focillon en historia del arte.
En otras ocasiones Vilar ha afirmado conservar buenos recuerdos de otros tres profesores de
aquella Sorbona: Henri Hauser, que ocupó la primera cátedra de historia económica de la Sor
bona, y que fue el antecesor directo de Labrousse; Gustave Glotz, especialista en historia anti
gua y de quien recordará siempre que les había hablado de «salarios» en la Grecia esclavista, y el
medievalista Ferdinand Lot.
HISTORIA E IDENTIDAD 73
después, en los años 1945 o 1950, Pepito Llorens Artigas me explicaría al
gunos secretos de esta filmación.23
Si reflexiono sobre Robert Brasillach, su amor por el cine es la única
cosa que me inclina a la indulgencia.24 Tan sólo compartí con él un año de
Ecole, y habría de coincidir con él más tarde, por azar, en algunas ocasiones.
Notre avant-guerre25 es el testimonio de una pretensión personal absurda e
Histoire de la guerre d'Espagne26 —donde niega pura y simplemente el
bombardeo de Guemica— anunciaba ya, en 1939, que Brasillach sería capaz
de grandes y aberrantes locuras políticas. No siento por él ninguna lástima.
Este caso excepcional, pero no del todo aislado, me ha hecho reflexionar mu-
23. Sobre las circunstancias de las películas Un perro andaluz y La edad de oro, de Bu-
ñuel, puede leerse lo que el mismo Buñuel explica en Mon dernier soupir, Robert Laffont,
París, 1982. Un perro andaluz, en 1929, fue concebido por Buñuel y Dalí, en perfecto acuerdo.
El filme fue rodado en París, en quince días, con dinero de la madre de Buñuel. El filme tuvo
éxito, y estuvo ocho meses en Studio 28, que lo había comprado. Hubo denuncias, pero no fue
prohibido. En la Navidad de 1929, Buñuel entró en contacto con el aristócrata Charles de Noai-
lles, quien se ofreció a financiar un nuevo filme. Para llevar el proyecto adelante Buñuel y Dalí
se instalaron en Cadaqués, pero — siempre según Buñuel— «ya no había entre ellos la magia
que había inspirado Un perro andaluz». La edad de oro es una obra enteramente de Buñuel, que
rodó los exteriores en los alrededores de París y cerca de Cadaqués. Pepito Llorens Artigas, el
ceramista amigo de Vilar — y de Picasso— aparece en el filme, como también aparecen Jacques
Prévert y Max Emst, entre otros. Y la voz de Paul Éluard pone sonido a algunas imágenes del
que era uno de los primeros filmes sonoros realizados en Francia. Después de una sesión par
ticular en casa de los Noailles, el filme pudo verse en Studio 28. El séptimo día, grupos de ex
trema derecha atacaron el cine, estropearon los cuadros de la exposición surrealista que había en
la entrada, lanzaron algunas bombas y rompieron las butacas. Una semana más tarde, la prefec
tura de policía prohibió el filme. La prohibición duraría 50 años.
24. Robert Brasillach (Perpiñán, 1909-París, 1945), de la promoción normalienne de 1928,
sería fusilado en 1945 por sus actividades de colaboración con Alemania durante la segunda
guerra mundial. De hecho, sería el único intelectual ejecutado. Fran^ois Mauriac y otros inte
lectuales intentaron evitarlo. Brasillach irá reapareciendo a lo largo del libro. Aquí sólo avanza
mos que fue amigo personal de Pitoéff y gran amante del cine. En 1936 escribió (con su cuña
do Maurice Bardéche) Histoire du Cinéma.
25. Robert Brasillach, Notre avant-guerre, Pión, París, 1941. En esta obra autobiográ
fica Brasillach explica cómo conoció a Jaume Miravitlles en 1926, en Colliure. Explica que
«Jaumet» le impresionó sobre todo porque se trataba de un condenado a muerte: «Condenado a
muerte a los veinte años, ¿no era magnífico? Todos lo pensábamos». Brasillach cuenta también
que Miravitlles le enseñó canciones catalanas revolucionarias, como La Santa Espina y los «ad
mirables Faucheurs», y reproduce una estrofa de La Internacional en catalán. Al cabo de quin
ce años, estos recuerdos le merecían este comentario: «Todo eso constituía una visión romántica
de la rebelión y de la conspiración que es necesario que todo joven haya conocido algún día».
26. Robert Brasillach (con Maurice Bardéche), Histoire de la guerre d'Espagne, Pión,
París, 1939. En 1936 había publicado (con Henri Massin) Les cadets de / ’Alcázar, Pión, París,
y en 1939 publicó también Le siége de 1’Alcázar, Pión, París, con un prefacio del general Mos-
cardó. El libro sobre la guerra de España fue muy pronto traducido al italiano, alemán y por
tugués, y al castellano en 1966 (Imprenta Romeu, Valencia, 1966), con prólogo de Adolfo
Porcar Gil.
76 PENSAR HISTÓRICAMENTE
avant-guerre] Más bien tiendo a pensar que mis años de Ecole Nórmale, es
pecialmente los tres primeros, fueron ante todo, una posguerra. De hecho,
aún no habíamos dejado de reaccionar contra 1914-1918.
Estoy pensando en una de nuestras canciones de 1927. Para denunciar, a
los veinte años, un peligro de guerra, nos bastaba decir: «On se sent rajeuni
de treize ans!» [¡Nos sentimos trece años más jóvenes!].27 Tan sólo habían
transcurrido trece años desde 1914, y nueve desde 1918. Haber pasado de
nuestra posguerra a nuestra preguerra, tal vez este haya podido ser el senti
do, en 1928, de la promoción Brasillach. No estoy seguro de que Sirinelli, en
Génération intellectuelle, haya visto de esta manera esa ruptura. Y ya no
estoy, ¡ay!, en condiciones de releerlo.28
Notre avant-guerre de Brasillach tiene, al menos, el mérito de describir
nos la pasión de un joven normalien ávido de entrar lo más rápidamente po
sible en el mundo del teatro, del cine y del periodismo. En las promociones
que lo precedieron tal vez este fuese también el caso de Nizan. No creo en
cambio que se tratase del de Sartre. Sartre pensaba en escribir, naturalmente:
era su profunda vocación. Y su manera de organizar, entre nosotros, la revis
ta, revelaba su talento para las obras de teatro y dejaba entrever su futuro.
Pero no creo que en nuestros años comunes hubiera organizado su vida en
este sentido.
27. Este verso forma parte de la canción titulada Complainte du capitaine Cambusat (el
capitán Cambusat era el instructor militar de la École de aquellos años), que se cantó en la Re-
vue de 1927, claramente antimilitarista, y provocó un gran escándalo, tal como queda reflejado
en Sirinelli, Génération intellectuelle , pp. 322-343, y en Bruhat, II n ’est jamais trop tard , pp. 44-
50. La canción se iniciaba con los aires de La Marsellesa y estos versos: «Je suis entré dans la
carriére / Quand le métier avait du bon! / On pouvait espérer la guerre / et gagner pas mal de ga-
lons!». La sexta estrofa — que seguía la música de la canción «ElTressemble á sa mere...»—
decía: «En ce moment la Yougoslavie / Et l’Italie / sont en conflit / On pourra tirer de cette af-
faire / Un’petit’guerre / d’quatre ans et d’mi. / Les gens se disent tout bas: oü va-t-on en venir? /
De quelque chos’comme’9a j ’ai gardé le souv’nir! / Mais lá-dessus vous tourmentez pas plus
longtemps! / Ell’ressemble á sa mere, / Elle a tout, c ’est charmant / De sa mere, la grand’guerre /
On se sent rajeuni de treize ans / Si nous savons y faire, / Comm’la loi militaire / Sera done arri-
vée au bon moment! / Mais ce n’était qu’un reve...».
28. Vilar hace una crítica del libro de Sirinelli en «La fondation de La Pensée. Souvenirs
d’un historien», La Pensée, n.os 270-271 (juño-octubre de 1989), p. 14: «Sirinelli otorga un lugar
justificado, en su análisis, al movimiento pacifista ... pero periodiza mal los movimientos de
pensamiento de los grupos que estudia. Entre 1925 y 1929, tiempos del espíritu de Locamo y
de la prosperidad , ser de izquierda y ser pacifista eran sinónimos. Sólo los comunistas (y eran
una minoría) recomendaban no eludir la preparación militar (¡lo cierto es que automáticamente
eran suspendidos en el examen!). Pero después de 1931, con la crisis y el auge de los fascismos,
la línea divisoria se situó entre aquellos que veían claramente los peligros mayores y aquellos
que preferían cerrar los ojos, a menudo por anticomunismo existencial». El estudio de Sirinelli
abarca las promociones literarias de la École Nórmale Supérieure de 1920 a 1931. Sirinelli, efec
tivamente, no señala con claridad el corte generacional que Vilar sugiere en el texto.
HISTORIA E IDENTIDAD 77
29. «La visite au gran écrivain» ha sido considerada lieu de mémoire en la obra dirigida
por Pierre Nora (Les lieux de mémoire. La Nation, III, 1986, pp. 563-587). Paul Léautaud (Pa
rís, 1872-Robinson, Seine, 1956), periodista y crítico teatral, fue un personaje clave del París
intelectual de aquellos años. Sus Joumaux Littéraires, que empiezan en 1893, y que fueron pu
blicados después de su muerte, han sido utilizados en muchos estudios como testimonio del
París intelectual de entreguerras.
30. El primer libro de Paul Nizan, publicado en 1932. Son célebres sus palabras iniciales
(que hacen referencia a la época que Vilar analiza, si bien se refieren a los veinte años de cual
quier persona): «Tenía veinte años, no dejaré que nadie diga que es la edad más bonita de la
✓
!
78 PENSAR HISTÓRICAMENTE
31. Además de las referencias que aparecen en Génération intellectuelle, Sirinelli intenta
resumir los aspectos más característicos de esta institución — así como las distintas versiones
sobre el porqué de este nombre y de esta ortografía— en «La khágne», en Pierre Nora, dir., Les
lieux de mémoire. II. La Nation, pp. 589-624.
32. Vilar explica su experiencia como khágneux en «Témoignage: Un khágneux des
années 20», en C. Charle y Régine Ferré, eds., Le personnel de l ’enseignement supérieur en
Franee aux xix et xx siécles, CNRS, París, 1985. Este texto, de hecho, constituye una crítica
al sistema de enseñanza de estos cursos preparatorios, sobre todo del curso seguido en París, al
que contrapone la experiencia de Montpellier: «Se acababa de crear en Montpellier una clase
de preparación, hypokhágne y khágne a la vez. No éramos más de media docena, estudiantes
más que lycéens, y muy poco preocupados por el concurso. Ahora bien, puedo decir que, se
guramente por eso, pasé en esta hypokhágne el mejor momento de mi formación. El profesor de
latín, que en premiére me había parecido el profesor más desgraciado y el más maltratado por
los alumnos del siglo, se reveló, ante un pequeño auditorio, un latinista extraordinariamente ca
pacitado para transmitir su saber; el profesor de francés era un íntimo de Valéry; el profesor
de filosofía había sido cothume de Eduard Herriot; el profesor de alemán, cothurne de Jules
Romains; el profesor de historia era Jean-Rémy Palanque, también pedagogo inexperimentado
en premiére y maestro apasionado en un nivel superior. Además, tenía tiempo de ir a la facultad,
donde fui iniciado en Schopenhauer (lo cual no me marcó), pero también en Freud, lo que, en
1924, ¡no era tan habitual como ahora! No me sorprendo, ahora, de haber obtenido una buena
nota en el examen escrito de aquel primer año, cuando nadie, y yo el que menos, se lo espe
raba. Me hundí en el oral. Me perdí en los pasillos de la École, y sólo me relacioné con otros
dos chicos de provincias poco familiarizados, como yo, con aquellos ambientes: eran Georges
Canguilhem y Alphonse Dupront. Recuerdo sobre todo la prueba de historia, ¡delante de mí, Lu
d en Febvre! No sabía nada sobre él. Ni Jean-Rémy Palanque me había hablado de él. Me había
puesto muy buena nota en la prueba escrita; pero, en la oral, tenía que hablar de “la India inglesa
después de 1815” y no sabía absolutamente nada al respecto; me embarullé de una manera pe
nosa; Lucien Febvre vacilaba entre la risa y la piedad; después de sesenta años, encuentro diver
tido el recuerdo de ese primer encuentro». Vilar es mucho más severo en la valoración de su
experiencia de la khágne Louis le Grand de París: «Si se trata de juzgar las influencias en mi ju
ventud, he de decir que en este año de khágne fueron casi nulas. No conservo ningún recuerdo
original de las clases de francés y latín. En filosofía, el desdichado Colonna de Istria se encon
traba débil y enfermo; en lo alto de un inmenso anfiteatro, no escuché ni una palabra de su curso
durante un año y me dedicaba a jugar al ahorcado con mi compañero de mesa, un negro magní
fico de Guadalupe de metro noventa, que se llamaba Lenis Blanche. Quedaba el célebre curso
de Alphonse Roubaud, que alguno de mis buenos amigos como Michel Foumiol todavía conside
ran modélico; a mí, sus clases me aburrían, y cuando Roubaud, comentando uno de mis ejercí-
HISTORIA E IDENTIDAD 79
cios (amablemente, por otra parte), me decía: “Monsieur Vilar, vaya con cuidado, usted hace
historia a la manera de Guizot, o de Karl Marx...”, yo me permitía pensar ¡ojalá! Pero es cierto
que, sobre todo en el ejercicio oral, yo sabía más cosas que el año precedente. Mucho menos si
tuado en el ejercicio escrito, remonté, afortunadamente para mí, en el oral. Todo esto es muy es
colar, pero quizás merece un poco de atención. Entre iniciación cultural auténtica y obligado
ejercicio de concurso, ¿quién encontrará la buena combinación, la buena fórmula?». Contrasta
esta visión crítica con la de los demás testimonios recogidos por Charle y Sirinelli en sus estu
dios, que sitúan a Roubaud como gran éveilleur de los jóvenes.
33. René Maheu (1905-1975) fue director general de la UNESCO de 1961 a 1974. René
Maheu es Herbaud en las Memorias de una joven formal de Simone de Beauvoir. Pronunció una
conferencia en el grupo de estudios socialistas de la École con el título: «Pourquoi je suis indi-
vidualiste», y Simone de Beauvoir también destaca esta misma faceta del personaje.
34. Se llamaba en realidad Émile Chartier (1868-1951). Una simple mirada al índice ono
mástico del libro Génération intellectuelle deja entrever la importancia que Sirinelli otorga a este
personaje. El nombre de Alain figura en 130 páginas cuando ningún otro nombre supera las
65 referencias. Dos títulos de capítulos del libro incluyen el nombre de Alain, el capítulo XIII:
«Les éléves d’Alain» (pp. 427-496), y el capítulo XVII: «Les disciples d’Alain en guerre mon-
diale» (pp. 590-632). Vilar, en la misma crítica citada en la nota 29 de este capítulo, cree que
Sirinelli exagera la importancia de la influencia de Alain sobre su generación, fuera del ámbito
de los khágneux de Henri IV.
I
80 PENSAR HISTÓRICAMENTE
canards láchés en série / Sur Moscou, sur Berlín!» [Habéis cortado las alas
al genio, / será necesario utilizarlas mañana, / para los canards producidos en
serie, / ¡sobre Moscú, sobre Berlín!].36 Si estos recuerdos de juventud aún
autoría de la canción que él titula «Sur l’utilisation des Intellectuels en temps de guerre», se
decanta por atribuirla a Canguilhem. Bruhat piensa que los autores fueron Canguilhem y Sartre.
Otra puntualización: Canard [pato] en francés puede tener el sentido de bulo, de falsa noticia.
37. Louis-Ferdinand Céline (1894-1961). Seudónimo de Louis-Ferdinand Destouches, que
se dio a conocer como escritor de gran talento literario con la novela Voyage au bout de La nuil
(1932), recientemente reeditada en Francia (y traducida al castellano como Viaje al final de la
noche). Su antisemitismo violento se hizo evidente a partir de 1936 y en 1940 se adhirió al go
bierno de Vichy. Al terminar la guerra no siguió la suerte de Brasillach (gracias al reconoci
miento intelectual de su obra), pero vivió en una especie de exilio: primero, real, en Alemania y
en Dinamarca; y desde 1951, en la misma Francia.
38. Jean Hyppolite (Jonzac, 1907-París, 1968), es otro normalien ilustre de la promoción
de Vilar. En aquella época, según Sirinelli, asistía de oyente a las clases de Alain y empezó a
estudiar — bajo su influencia— a Hegel, de quien se convertiría en un gran especialista. Murió
en 1968 siendo profesor del Collége de France. Foucault siempre lo reconoció como a uno de
sus maestros.
82 PENSAR HISTÓRICAMENTE
39. Georges Valois lideró el movimiento de las Jeunesses Patriotes y fundó el Faisceau en
noviembre de 1925, que tendría una corta duración. Más tarde, se apartaría del fascismo y mo
riría en Bergen-Belsen, donde había sido deportado por su participación en la Resistencia. Dife
rentes testimonios, reproducidos por Sirinelli, coinciden en señalar que «un día» Nizan se vistió
con la camisa azul de las Jeunesses Patriotes (Sirinelli, Génération intellectuelle, pp. 408-419).
40. En sus memorias, Bruhat explica que se decidió crear la revista en el otoño de 1928
(en la habitación de su hotel) y que la iniciativa había sido aprobada por el PCF, si bien el par
tido se desmarcó pronto del grupo y de los problemas de la revista (durante 1929). Sirinelli
dedica unas páginas especiales (el Anexo IV de su libro) a la historia de esta revista; de hecho,
las dedica a dos de sus protagonistas, Georges Friedmann y Brice Parain. Sólo aparecieron sie
te números entre febrero y agosto de 1929.
41. P. Nizan, Aden-Arabie (1932). En el libro se pueden leer estas reflexiones sobre la
École Nórmale de aquellos años: «Allí va una parte de esa tropa orgullosa de magos que los que
pagan para formarla llaman la Elite y que tiene la misión de mantener al pueblo en el camino de
la complacencia y del respeto, virtudes que representan el Bien ... La mayoría de los normaliens
están convencidos de su pertenencia a la elite: elite cristiana, muchos de ellos van a misa. Elite
universitaria: preparan como si se tratara de un gran viaje las etapas de una bella carrera y pro
yectan a los veinte años matrimonios con las hijas de los profesores más célebres. El Bulletin de
i École Nórmale publica orgullosas y risibles genealogías. Elite política: muchos de ellos nadan
en las aguas sucias de las secciones socialistas, de las ligas radicales con una habilidad de vie
jos peces. Pero siempre elites del Espíritu».
HISTORIA E IDENTIDAD 83
42. Antoine Bloyé se publicó en 1933. El argumento, inspirado — parece— en la vida del
padre de Nizan, tiene relación con el sistema educativo francés. Antoine Bloyé, hijo de un obre
ro y de una mujer que realizaba trabajos domésticos, consigue una beca de estudios que le per
mite estudiar en una École d’Arts et Métiers y convertirse en «ingénieur aux chemins de fer
d’Orléans». Inicia así una ascensión social hacia la burguesía, a la que dedicará todos sus es
fuerzos. La constatación del fracaso profesional — y social— precipitará su muerte.
43. P. Nizan, La conspiración, 1938. En la novela se vuelve a recrear el ambiente de la
École Nórmale. Por ejemplo, se describe la participación de los normaliens en el séquito del
ataúd de Jaurés a la que Vilar hará referencia pronto.
44. La École Nationale des Chartes prepara archiveros y está especializada en el estudio
de las ciencias auxiliares de la historia: paleografía, diplomática, arqueología, además de histo
ria, literatura, lenguas vivas y muertas, etc. Creada en 1821, desde 1897 se encuentra situada en
la Sorbona. Gabrielle Berrogain, la futura esposa de Pierre Vilar, cursó sus estudios en esta
École.
45. Vilar hace referencia a este diálogo con un oficial militar más adelante, al iniciar el ca
pítulo 5.
46. En marzo de 1960 Jean-Paul Sartre escribió un largo prefacio para una nueva edición
del libro (Maspéro, 1960), donde reivindicaba y exaltaba la personalidad de su antiguo amigo.
84 PENSAR HISTÓRICAMENTE
50. Este episodio es explicado por Nizan en su novela La conspiración. Sirinelli le dedica
unas páginas de su estudio, contraponiendo diferentes testimonios que permiten discutir si los
normaliens se mezclaron o no con los mineros de Carmaux. Jaurés, profesor de la Universidad
de Toulouse, había apoyado la huelga de los mineros de Carmaux de 1892, y había sido diputa
do por aquel distrito desde 1893.
51. Sobre la personalidad de Lucien Herr, véanse dos libros: Charles Andler, Vie de Lucien
Herr , Rieder, París, 1932 (reeditado por Maspéro, 1977), y Daniel Lindenberg y Pierre-André
Meyer, Le socialisme et son destín , Calmann-Lévy, París, 1977. Recientemente se han reeditado
algunos de sus escritos: Choix d ’écrits, vols. I y II, Éditions l’Harmattan, París, 1994.
52. Sirinelli, que da esta misma versión sobre los orígenes de la palabra, asimila tala a ca
tólico practicante y encuentra normaliens tala en el seno de casi todas las tendencias políticas
que estudia en su libro.
53. Henri-Irénée Marrou (Marsella, 1904-Bourg-la-Reine, 1977) será titular de la cátedra
de historia del cristianismo en la Sorbona de 1945 a 1977. Vilar y Marrou, con Dupront y
Bruhat, los otros dos historiadores de su promoción, formaban un grupo de estudios peculiar:
«El trabajo en común con estas personas fue fundamental para mí. Lo que prueba que se pue
de llegar a un entendimiento y que puede ser fructífera la colaboración con personas con las que
no se comparten ni todos los horizontes ideológicos ni todos los métodos de trabajo» (entrevis
ta de Marina Cedronio, p. 328). Vilar vivirá un episodio intelectual un poco tenso con Marrou a
raíz del artículo «Défense de la paix et objectivité historique», publicado en 1953 en la revista
Trygée. En este artículo Vilar se había manifestado a favor de que el historiador definiese pre
viamente sus posiciones teóricas. Marrou lo citará como un mal ejemplo de historia en las pri-
HISTORIA E IDENTIDAD 87
anunciaban dos líderes con futuro: Jean Le Bail,58 que no disimulaba su de
seo de ser diputado lo más pronto posible, y Georges Lefranc, que parecía
más bien destinado, como líder y como historiador, al sindicalismo.59 En mi
promoción, Maurice Deixonne,60 como Le Bail, dejaba entrever con claridad
sus ansias de seguir una carrera política propiamente dicha. Mi amigo más
próximo, Pierre Boivin,61 no tenía ningún proyecto preciso, pero sí vocación
de sociólogo, y entendía la actividad de partido como un instrumento para el
progreso de la sociedad. Su sinceridad, su llaneza, la certeza que yo tenía de
que sus ambiciones no eran de orden personal ni de naturaleza vulgar, con
solidaban día a día nuestra amistad. Pero ni las discusiones que yo sabía que
se celebraban en la Sección Socialista del barrio, en las reuniones de estu
diantes socialistas, concernientes al partido, ni la política socialista que se
desarrollaba desde los poderes ministeriales o parlamentarios, despertaron
nunca mi interés. ✓
En realidad, en mi larga estancia en la Ecole, sólo me adherí una vez a
una organización que llevaba una etiqueta política y fue precisamente la de
socialista. Se denominaba Groupe d’Etudes Socialistes des Écoles Normales
Supérieures.62 No tenía fines políticos propiamente dichos: organizábamos
reuniones, una vez al mes, durante el curso, para oír tratar un tema determi
nado por un personaje competente. Se trataba de reuniones de información,
no de acción. Estaban abiertas a todos, tanto a los discípulos de Alain, que no
asistían nunca, y a los católicos, que asistían muy poco, como a los comu
nistas, lo que no gustaba nada a los líderes del Partido Socialista. Preci
samente me gustaban por este carácter abierto. Y, si bien la idea de reunir las
escuelas normales superiores podía parecer estrecha de miras y pretenciosa,
me parecía útil y simpático que nos reuniéramos gente que teníamos pocas
i
90 PENSAR HISTÓRICAMENTE
nombrado, a raíz del éxito del cártel de las izquierdas de 1924, gobernador
general de Indochina. Nos dibujó un cuadro bastante idílico de su gobierno y
de sus logros. Pero algunos invitados inesperados se habían infiltrado entre
nosotros. Se trataba de jóvenes indochinos. Nos dieron otra imagen de la rea
lidad de su tierra; nos hablaron, por ejemplo, de un alcoholismo cada vez más
extendido y sistemáticamente propiciado, para satisfacer sus intereses mate
riales, por los colonos franceses. Algunos de estos jóvenes serían poco des
pués encarcelados, y nos manifestamos para pedir su libertad. Más tarde, algu
nos ocuparon altos cargos del nuevo gobierno vietnamita. De nuevo, el hecho
de hurgar en la memoria, a setenta años de distancia, me produce vértigo.
Pero un vértigo lleno de enseñanzas. Las nociones de revolución, de guerra,
de nación, martillean sin cesar. Nosotros, jóvenes intelectuales de 1927, ha
bíamos creído entender algo.
Mis tentaciones del lado del comunismo no fueron necesariamente más
lúcidas. Como había sucedido en mi adolescencia en Montpellier, se alimen
taban sobre todo de la crítica de los resultados negativos o insuficientes de
las políticas parlamentarias de la izquierda. Herriot había sido anulado por
Poincaré a causa de la crisis del franco. Los Estados Unidos de Wilson habían
abandonado Europa a su suerte. Se combatía a Abd-el-Krim, coincidiendo
con el dictador español Primo de Rivera. Era normal que un joven progre
sista —como se dirá más tarde— prefiriese la sátira del Canard Enchainé o
las muestras de indignación de L ’Humanité a las crónicas populistas de Cle-
ment Vautel, autor de Mon curé chez les riches,65 o al conservadurismo de
Le Temps. Yo pensaba que Boivin y sus amigos socialistas no reaccionaban
con fuerza suficiente contra el embate de esta ola conservadora y, en cambio,
encontraba más combativos y convincentes los argumentos ✓
esgrimidos por
mi otro amigo, Jean Bruhat,66 a quien veía menos en la Ecole, pero con quien
coincidía en las clases de la Sorbona y del Institut de Géographie, ya que
cursábamos los mismos estudios.
Bruhat militaba en el Partido Comunista. Su buena fe, su entusiasmo y
la innegable inteligencia que manifestaba en las conversaciones cotidianas, lo
hacían extraordinariamente popular. Era el comunista, el único militante del
partido de toda la École. Sus argumentos me parecían sólidos. ¿Por qué no
me decidí a militar con él hasta el final? Intento volver a situarme en aquellos
65. Clément Vautel, seudónimo de Clément-Henri Vaulet (Bélgica, 1876-París, 1954), pe
riodista y escritor francés. En el Journal, Vautel comentaba bajo el título «Mon film» las noti
cias de cada día, erigiéndose en portavoz del francés medio y del buen sentido común. Escribió,
entre otras, las novelas Mon curé chez les riches (1920), Mon curé chez les pauvres (1921) y Je
suis un affreux bourgeois (1926).
66. Jean Bruhat (Pont-Saint-Esprit, 1906-París, 1983). Historiador especializado en la his
toria del movimiento obrero. Profesor de la Universidad de París VIII. Poco antes de morir pu
blicó sus memorias: II n'est jamais trop tard , Albin Michel, París, 1983.
HISTORIA E IDENTIDAD 91
años llamados locos y pienso que fueron, de hecho, demasiado poco dramá
ticos, demasiado poco favorables al desarrollo de un pensamiento revolu
cionario. Desde 1920, el año del Congreso de Tours en el que la mayoría
de militantes socialistas se habían declarado comunistas, el Partido Comu
nista iba a la deriva. Minado por las continuas luchas en su cúpula, había sido
abandonado por los mejores intelectuales. Entre ellos —yo lo ignoraba en
tonces, naturalmente— se hallaba mi futuro maestro Emest Labrousse. En
realidad, en las elecciones de 1928, el Partido Comunista no obtuvo resulta
dos mejores, en porcentajes, de los que obtiene hoy día, cuando se le consi
dera hundido del todo: menos del 10 por 100.
Respecto a las noticias sobre Moscú, después de 1924, tras la muerte de
Lenin, eran muy escasas. Un dí^ visitó el Instituí Océanographique, próximo
al Institut de Géographie, uno de los pocos personajes de la Unión Soviética
que cruzaban sus fronteras. Se trataba del comandante del navio rompehielos
que había salvado, en la soledad del Ártico, a los dirigibles italianos que ha
bían pretendido conquistar el Polo Norte. No se trataba de un disidente, de
un enemigo del régimen, pero el panorama que nos describió de los años
terribles de la revolución impidió toda visión idílica.
Curiosamente, si tenemos en cuenta que mucho más tarde —en los años
sesenta— uno de los signos más manifiestos y reveladores del fracaso del sis
tema soviético será su atraso en materia de arte contemporáneo, hacia 1925
mucha gente veía la Proletkul’t 67 como el último grito de la audacia espiritual.
En la Exposición Internacional de 1925 en París asistimos a la inauguración
del pabellón soviético. Nos impresionó por su audacia arquitectónica, pero
también nos llamó la atención la absurda timidez de las autoridades francesas
ante el hecho soviético. El himno oficial de la Unión era entonces La Interna-
cional. Era impensable que sonara al lado de La Marsellesa. La música final
mente interpretada fue la obertura de Carmen. Nos reímos con ganas. Todo
ello constituía, a pesar de todo, un singular polo de atracción.
Pero el ejemplo de Jean Bruhat había de ser particularmente instructivo,
para mí, en el dominio teórico. Cursábamos los mismos estudios de geogra
fía e historia, y él nos descubría los grandes textos sobre el imperialismo y
una buena parte de las obras históricas de Marx. No todas, ciertamente, pero
sí al menos las que concernían a Francia. No descubrí en aquellos años el
Manifiesto comunista, que había conocido en Montpellier —y que aún hoy
considero esencial—, pero Salario, precio y beneficio constituía una buena
introducción a la lectura de El capital, obra que sólo podía leerse en francés
68. André Kaan, filósofo de la promoción de 1926. Traductor de Hegel y profesor de lycée.
Hijo de una familia judía de Lorena, y miembro activo de la Resistencia, sobrevivirá — no así
sus padres y su hermano— después de ser capturado por la Gestapo. Murió en 1971.
69. Según Sirinelli, el libro Révolution constructive (Valois, 1932) pasó bastante desaper
cibido, «pero es el testimonio de la voluntad de sus autores de actuar más como centro de in
vestigación que como capilla política». Figuraban como editores del libro Boivin, Lefranc y
Deixonne. Firmaban los diferentes artículos del libro once autores. Révolution Constructive era
también el nombre de un grupo de personas que se había constituido de forma oficial en marzo
HISTORIA E IDENTIDAD 93
de 1931, con Claude Lévi-Strauss como presidente, Georges Lefranc como secretario y Pierre
Boivin como encargado de administración. El grupo ha sido objeto de un estudio exhaustivo:
Stéphane Clouet, De la rénovation á l ’utopie socialiste. Révolution Constructive, un groupe
d ’intellectuels socialistes des années 1930, Presses Universitaires de Nancy, Nancy, 1991. Inte
resa subrayar dos aspectos. Por una parte, el hecho de que, en este y otros estudios, el grupo
Révolution Constructive sea visto como la continuación del Groupe d’Études Socialistes des
Écoles Normales Supérieures, del cual había formado parte Vilar; por otra, el hecho de que se
considere al grupo influido por las ideas que el socialista belga Henri de Man expone en Más
allá del marxismo (1927), libro que será comentado más adelante por Vilar.
94 PENSAR HISTÓRICAMENTE
fuimos durante los años 1925-1930. No había llegado aún el tiempo de la cri
sis. Nos creíamos aún en la prosperidad. He recordado en una ocasión que
habíamos ignorado la muerte de Piero Gobetti, tan cercana.70 Nuestras bro
mas anarquizantes, antimilitaristas, se nos pueden perdonar como pecados de
juventud. Los grandes problemas de la posguerra de 1914, los verdaderos
problemas de mediados de siglo, sólo se vislumbrarán con claridad con la
crisis, después de 1929.
En mi destino personal, y en mi visión personal, habrán cambiado ya
muchas cosas a partir de 1927, año de mi primer contacto con España, con
Barcelona. Me he preguntado muchas veces por las semejanzas y por las di
ferencias entre la École Nórmale y la Residencia de Estudiantes de Madrid.
La generación del 27 ¿había conocido una experiencia parecida a nuestra
experiencia parisiense?
70. En las «Reflexions sur les années 20», en el marco de un homenaje a Piero Gobetti
(1901-1926), Vilar señala que la muerte, a consecuencia de las torturas de los fascistas, de este
joven periodista y crítico italiano, pasó casi desapercibida en los ambientes intelectuales fran
ceses. Aunque largas, reproducimos aquí las palabras finales de aquel artículo, que incluyen un
párrafo de los Cuadernos de guerra de Sartre y el comentario correspondiente de Vilar: «Los
recuerdos de Jean Bruhat, poniendo de relieve (quizás en exceso) los rasgos bastante pueriles de
nuestra contestación, los Cuadernos de guerra de Jean-Paul Sartre y la relectura de viejas
correspondencias, me han confirmado el carácter coyuntural del optimismo de aquellos años, y
la relativa ceguera de nuestra juventud ante el infortunio de nuestros vecinos cercanos y ante los
avatares que el futuro podía reservamos. Es necesario decir esto porque una reciente mitificación
del caso Nizan, fundamentada en su célebre frase ‘Tenía veinte años, no dejaré que nadie diga
que es la edad más bonita de la vida” podría hacer creer que veíamos el mundo bajo una tonali
dad trágica. Pero oigamos a Sartre: ‘‘En Francia, por lo menos, se podía conocer — conocí— ‘la
dulzura de la vida’. La felicidad era posible... Entre el 25 y el 33, fui a menudo feliz, conocí a
mi alrededor a una multitud de gente feliz, y no se trataba de una felicidad frenética y malsana.
Verdadera y tranquilamente feliz... ¿Hubo, antes de la guerra, muchos jóvenes más íntegros que
nosotros? ¿Más íntegros que Nizan, que Guille, que Aron, que el Castor? No pretendíamos ni
destruir ni procuramos éxtasis nerviosos e insensatos. Queríamos comprender el mundo sensata
y pacientemente, descubrirlo, hacemos un lugar en él... Aquellos de nosotros que querían cam
biar el mundo y que fueron, por ejemplo, comunistas, decidieron serlo de un modo razonable,
después de haber sopesado los pros y los contras. Y aquello que recuerdo mejor, y que siempre
echaré de menos, es la atmósfera única de fuerza y de alegría intelectual que nos rodeaba”. Se
ha dicho que éramos demasiado inteligentes. ¿Por qué?... ‘‘¿Demasiado inteligentes?” De nin
gún modo. Si lo hubiésemos sido, hubiéramos percibido mejor el sufrimiento de nuestros veci
nos, la fragilidad del mundo. Demasiado intelectuales, sí. Y demasiado encerrados en nuestro
“mundo aparte”, en el que, un poco más lejos, Sartre confiesa que vivía encantado. Y Gobetti
había muerto, Gramsci estaba en la cárcel y Unamuno en el exilio. Mucho tiempo después de la
crisis, y del ascenso hitleriano, Sartre (y Aron) no descubrirán otra cosa en Alemania que sus
filósofos. Y los éxitos nazis tentarán a algunos de nuestros compañeros más jóvenes. En la his
toria intelectual de los fascismos, como en la de los marxismos, quedan por precisar muchos
matices en la descripción pormenorizada de los medios y de las coyunturas de la época. El Go
betti que me habéis descubierto me ha parecido excepcional, cosa que se explica por las fechas
próximas a las inquietudes de mi adolescencia. Ha hecho que sintiera un poco de vergüenza de
las despreocupaciones de mi juventud» (pp. 24-25).
HISTORIA E IDENTIDAD 95
Capítulo 3
rango de lengua extranjera; en la residencia no se empleaba de buena gana más que con los
huéspedes iberoamericanos. Con los demás extranjeros se prefería el francés o el inglés como
lengua de relación común» (p. 53).
5. Blanche Selva (1884-1942) era una conocida pianista francesa. Residió en Barcelona de
1922 a 1937 e impulsó múltiples iniciativas de carácter pedagógico y musical.
6. La biografía de Lluís Nicolau d’Olwer (Barcelona, 1888-México, 1961) es densa y
ahora mismo es objeto de estudio por Eulália Duran. En los años a que se refiere Vilar, Nicolau
d’Olwer llegaba de Ginebra, donde se había instalado durante la dictadura de Primo de Rivera.
De nuevo en Cataluña, al producirse el alzamiento militar de Jaca (diciembre de 1930), tuvo que
huir a Francia; formó parte del primer gobierno provisional de la Segunda República con la car
tera de Economía.
7. Vilar recuerda así aquella visita: «Recuerdo la frialdad, la ironía entristecidas con que fue
acogido en la residencia un célebre escritor, antaño amigo de la casa, pero cuya carrera intelec
tual, inaugurada en las letras catalanas, acababa de hallar su coronación, bajo Primo de Rivera, en
la Academia de Madrid; “Xénius” ya no era más que don Eugenio d’Ors; durante cuatro días des
plegó, ante un auditorio silencioso, brillantes paradojas sobre la Italia mussoliniana, de donde
acababa de llegar; desde su partida se sugirió que a su abandono del catalanismo seguirían otros
pecados contra el espíritu, ¡profecía que los acontecimientos de los años subsiguientes no me
hicieron olvidar!» (Cataluña en la España moderna, Introducción, p. 54).
HISTORIA E IDENTIDAD 99
8. Medio siglo más tarde (1977), Pau Vila rememoró su amistad con Pierre Vilar y re
construyó una biografía muy particular — del todo sincera, pero con algunos errores— del his
toriador. Puede ser significativo reproducir aquí sus palabras: «Lo conocí en 1929 cuando vino
a Cataluña con la intención de realizar estudios sobre Barcelona y el país. Lo ayudé a trabajar
en los archivos y nos hicimos bastante amigos. También hice que entrase como profesor en la
Normal. Más tarde vino su mujer, que era una especialista interpretando todo tipo de documen
tos: una cartista, dicen los franceses... Pierre Vilar es un caso curioso: el del hombre que se deja
seducir por un país que no es el suyo, y que llega a comprometerse totalmente hasta el punto de
escribir correctamente el catalán. Tan sólo hay que leer el libro Cataluña en la España moderna
para darse cuenta de su amor por Cataluña ... Lee a Marx durante la segunda guerra mundial.
Durante la guerra ya había colaborado contra el ejército franquista, y cuando terminó, mantuvo
también relación con los maquis. Después, participa en la resistencia contra los alemanes y es
detenido y confinado en un campo de concentración. Allí, como no sabía qué hacer, se puso
a estudiar a Marx y se convirtió en un eminente marxista ... La última vez que nos carteamos
fue con motivo de la muerte de su esposa. Me envió una participación de estas que hacen los
franceses, con unas pocas líneas escritas. Yo, para animarlo, le contesté que la muerte de nues
tras mujeres, que nos han acompañado toda la vida, no deshace esta compañía, porque en cierta
manera siguen estando presentes. Me contestó que le parecía muy bien razonado» (Pau Vila,
«He viscut!». Converses amb Bru Rovira, La Campana, Barcelona, 1989, pp. 122-123).
100 PENSAR HISTÓRICAMENTE
no puedo evitar llamar el rector —ya que lo conocí ejerciendo este cargo— ,
me acogió un día en México," puedo decir que mis amistades catalanas, en
tabladas en 1930, incluso en 1927, se consolidaron y ampliaron por todo el
mundo. Me ha sido útil preguntarme por qué.
En primer lugar, sin duda, porque no tardé demasiado en identificarme
con los problemas que quería estudiar, y con el ser colectivo que me los plan-
teaba. Cuando regresé a la Ecole Nórmale, después de mi primer viaje de
1927, empecé a ser conocido ya como catalán, como catalanizante y un
poco, ¿por qué no?, como catalanista. Obsesionado por mis cifras y escon
dido entre mis mapas, me olvidaba algunas veces, en mi tercer año de la Éco-
le, del bridge de «chez la Baronne». Y cuando alguien preguntaba a Boivin:
¿pero dónde está Vilar?, mi amigo respondía de forma burlona: «está haciendo
el mapa industrial de Cataluña».
Algunas preocupaciones, en 1929 y 1930, consiguieron distraerme del
tema catalán. Tuve que preparar el concurso de agregación112 y realizar el ser
vicio militar. Y también, me permito contarlo aunque se trate de algo muy
personal —pero también forma parte de la historia de nuestro siglo— , viví en
aquellos años una gran aventura sentimental. Ella era una joven judía de la
Europa central, de Yugoslavia, que me fue súbitamente arrancada, invitus in-
vitam, como en Berenice, por su comunidad de origen, que no aprobó su di
sidencia.13 Mi vida transcurrió por otros caminos, a la perfección. No puedo
11. «... veo a Pere Bosch Gimpera. La primera vez que lo vi bailaba, tan joven, tan rela
jado, que uno no se atrevía a llamarlo “señor rector”. Y bien, a pesar de su enorme ciencia, de
sus pesadas responsabilidades sucesivas, y del exilio, siempre vi cómo renacía en él, en París,
en México, incluso en las horas cercanas a la muerte, la sonrisa de aquellas horas felices de Bar
celona.» Vilar dedica estas palabras a Bosch Gimpera en el «Discurs de grácies» pronunciado
con motivo de su nombramiento como doctor honoris causa en la Universidad de Barcelona
(2 de octubre de 1979). Bosch Gimpera murió en 1974 en México.
12. Vilar recuerda el método intelectual seguido en la preparación del concurso: «Cuando
preparaba el concurso de la agregación formamos lo que llamábamos entonces un soviet ; éramos
cuatro (Henri-Irénée Marrou, Alphonse Dupront, Jean Bruhat y yo mismo) personalidades muy
diferentes: Bruhat, militante comunista y especialista del movimiento obrero; Dupront, uno de los
constructores de una historia del sagrado colectivo; Marrou, católico, historiador de talento de san
Agustín y de la Antigüedad tardía. Organizamos la preparación de una manera poco habitual.
Cada uno de nosotros exponía, no el problema que conocía mejor, sino el que menos conocía, y
los demás comentaban la exposición y le corregían. Trabajé durante dos o tres semanas sobre la
cuestión del sacerdocio y del imperio, bajo el ojo atento de Henri-Irénée Marrou y de Alphonse
Dupront, lo que constituye un recuerdo francamente original...» («La mémoire vive des histo-
riens», en Jean Boutier y Dominique Julia, eds., Passés recomposés. Champs et chantiers de
rhistoire , Éditions Autrement, París, Série Mutations n.os 150/151, 1995, pp. 268-269).
13. «Titus reginam Berenicem, cui etiam nuptias pollicitus ferebatur, statim ab Urbe di-
missit invitus invitam.» Es el pasaje de Suetonio que inspira a Racine para su tragedia Berenice
(1670). Racine mismo lo explica: «Es decir, que Tito, que amaba apasionadamente a Berenice y
a quien, él mismo, por lo que se cree, había prometido matrimonio, la obligó a irse de Roma,
a pesar de él , a pesar de ella , en los primeros días del Imperio». Tito era el emperador de
102 PENSAR HISTÓRICAMENTE
Roma; Berenice, la reina de Palestina. Después del sitio de Jerusalén (año 79) Tito se había lle
vado a Berenice a Roma. No se casó con ella por miedo a disgustar al pueblo romano.
14. Georges Cogniot, de la promoción de letras de la École Nórmale de 1921, miembro del
Partido Comunista Francés (había intentado reclutar a Vilar para el partido en los años de la
École) había participado en la fundación en 1924 de la Internationale de Travailleurs de l’En-
seignement en Bruselas. Georges Cogniot tuvo un papel muy importante en las ediciones de
textos marxistas en Francia. El libro de Sirinelli aporta muchas noticias sobre el personaje, el
cual recuerda el período de entreguerras en el volumen I, D'une guerre mondiale á l'autre, de
sus memorias, Partí Pris (Éditions Sociales, París, 1976).
15. En aquel tiempo Rodolfo Llopis, profesor de escuela normal, era miembro de los or
ganismos superiores de la internacional de la enseñanza. Dejó testimonio escrito de su viaje a
Rusia en el libro Cómo se forja un pueblo: la Rusia que yo he visto (1929).
16. La Casa de Velázquez había sido inaugurada en 1928. Se había construido un edificio
de estilo neoclásico en la Moncloa, en un terreno donado por Alfonso XIII. Estaba concebida
HISTORIA E IDENTIDAD 103
discutían mucho entre sí. Los primeros no escondían su deseo por asistir, por
fin, a una revolución; los segundos, en cambio, se sentían más próximos a las
viejas instituciones monárquicas.
Un día, al atardecer, mientras esperaba ante la estatua de Argüelles el pe
queño tranvía que conducía a la Moncloa, coincidí con Gabriela Berrogain,17
una de mis compañeras de la Casa de Velázquez, a la que me habían presen
tado hacía muy poco. Aquel día empezamos una conversación que ninguno
de los dos sabíamos que iba a durar cuarenta y cinco años; en nuestros re
cuerdos, la estatua de Argüelles, la misma que cantaría Pablo Neruda en 1936,
nos sería siempre muy querida. Era uno de los últimos días de mi estancia en
Madrid. Yo ya había convenido con las autoridades de la Casa de Velázquez
que, sin dejar de formar parte de esta institución, iba a fijar mi residencia en
Barcelona.
Y fue en Barcelona donde, el 14 de abril, pude asistir a la revolución.18
Constituye, naturalmente, uno de mis grandes recuerdos. Me dejé llevar por la
multitud, que me condujo, pacíficamente, hasta la plaza de Sant Jaume. En
tonces aún la llamaban plaza de la Constitución; no en la calle, naturalmente,
pero era su nombre oficial. Dos hombres se agitaban en los balcones de dos
edificios situados uno enfrente del otro, la Generalitat y el Consell de Cent. El
rostro de Maciá me resultaba familiar, pero no así el de Companys. No diré
que entendí cada una de las palabras pronunciadas en cada uno de los dis
como residencia madrileña de los estudiantes de la École des Hautes Études Hispaniques y de
todos aquellos que obtuviesen becas de residencia de la Academia de Bellas Artes o de los ayun
tamientos de París, Burdeos y Toulouse.
17. Gabriela Berrogain (Hasparren, 1904-Saint-Palais, 1976) había estudiado en Bur
deos, y después en la École des Chartes de París. Cuando Pierre Vilar la conoció ya había pu
blicado «Documentos para el estudio de las instituciones políticas de Navarra durante las dinas
tías de Champagne y de Francia», Anuario de Historia del Derecho Español, 1930. De 1931 a
1936 y de 1945 a 1948 trabajó, comisionada por el gobierno francés, en el Archivo de la Coro
na de Aragón, donde elaboró el inventario (depositado en los Archives Nationales de París) de
la documentación existente en el ACA relativa a la ocupación napoleónica. Citamos algunos tra
bajos suyos: «Un document des Archives de la Couronne d’Aragon sur un episode militaire de
la guerre de cent ans», Homenatge a A. Rubio i Lluch. Miscel lánia d'estudis literaris, histories
i lingüístics, vol. III, pp. 475-479, Barcelona, 1936; Guide des recherches dans les fonds d ’en-
registrement sous VAnden Régime (Imprimerie Nationale, París, 1958), y «Jean II et le Mones-
tir de Montserrat au lendemain de la pacification de la C^talogne, 1474», Estudios dedicados a
Agustín Duran y Sampere en su LXXX aniversario, XIV, III, 1970.
18. Dos días antes Pierre Vilar había estado en Montpellier. En el Seminario del Instituí
d’Histoire du Temps Présent (1985) Vilar explicó: «El 12 de abril de 1931, en Montpellier, los
amigos me preguntaron: ¿Qué pasará en España? Yo les respondí: Absolutamente nada». Vilar
ilustraba así su manera de analizar los acontecimientos históricos: «Si digo: “me parece que tuve
una cierta lucidez, una cierta capacidad de previsión política”, la gente puede imaginarse que
quiero decir: «yo había previsto los acontecimientos”. Nada de eso. A corto plazo, ¡casi siempre
me he equivocado!».
104 PENSAR HISTÓRICAMENTE
19. Manolo Valdés Larrañaga, nacido en Bilbao en 1909, estudió arquitectura y ciencias
exactas en Barcelona. Participó en la fundación de Falange Española. En 1933 fue el primer jefe
provincial del Sindicato Español Universitario. Después de la guerra ocupó diversos cargos
(jefe provincial del Movimiento de Madrid, subsecretario de Trabajo, delegado nacional de sin
dicatos, vicesecretario general de servicio del Movimiento, vicesecretario general de secciones
del Movimiento, consejero nacional del Movimiento). Procurador en Cortes hasta 1951, a partir
de este año ejerció de embajador en diferentes destinos (Santo Domingo, Venezuela, El Cairo,
Sudán, etc.). Como arquitecto fue decano del Colegio Superior de Arquitectos de Madrid y pre
sidente decano de la junta del Colegio de Arquitectos de España. Casado con Piedad Colón de
Carvajal y Hurtado de Mendoza, marquesa de Abella, a su vez fue nombrado marqués en 1950.
20. Antoni María Sbert i Massanet (Palma de Mallorca, 1901-México, 1980) fue uno de
los líderes más conocidos del movimiento de estudiantes durante la dictadura de Primo de Rive
ra. En 1927 fue uno de los organizadores de la Federación Universitaria Escolar de Madrid
(FUE), que presidió en 1928. En 1929 fue comisario presidente del Comité Pro Unión Federal
de Estudiantes Hispanos. Su detención en Madrid, en marzo de ese mismo año, provocó algara
das universitarias de cierta gravedad y en verano fue confinado en Mallorca. En 1931 fue miem
bro fundador de Esquerra Republicana de Catalunya y elegido diputado a Cortes por este par
tido. Más adelante, durante la guerra, fue consejero de Cultura, de Gobernación y de Asistencia
HISTORIA E IDENTIDAD 105
23. Bartomeu Rosselló-Pórcel (Ciutat de Mallorca, 1913-el Brull, Osona, 1938). Había
sido discípulo de Gabriel Alomar en el instituto de Palma. Estudió filosofía y letras en Barcelo
na. En la Residencia organizó la biblioteca y dirigió unas ediciones de poesía. En 1931 participó
como delegado en el Congreso de la Unión Federal de Estudiantes Hispánicos en Madrid. Mu
rió de tuberculosis en el sanatorio del Brull. Su obra poética es breve: Quadems de sonets
(1934), Nou poemes (1935) e Imitado del foc (1938). Montserrat Prudon, estudiosa del poeta,
reproduce tres cartas enviadas a Vilar desde Palma durante el verano de 1931, que son testi
monio de la amistad existente entre los dos jóvenes personajes (Rosselló-Pórcel tenía entonces
18 años) en «Le poete et l’historien. Bartomeu Rosselló-Pórcel et Pierre Vilar», Hommage á
Pierre Vilar, Association Fransaise des Catalanistes, París, 1994, pp. 137-153.
24. Claudi Díaz Pérez (Figueres, 1904-Barcelona, 1985). Díaz fue compañero de Dalí en
el instituto de Figueres, como se desprende del dietario del pintor, Un dietari: 1919-1920 , Edi-
cions 62, Barcelona, 1994, y volvió a coincidir con él en la Residencia de Estudiantes de Madrid,
donde trabó también una buena amistad con Lorca. Había ido a Madrid a preparar su ingreso
en la Escuela de Ingenieros. Obtuvo el título de arquitecto en diciembre de 1930 y ejerció como
tal hasta su muerte. Debo esta información a Enric Pujol.
HISTORIA E IDENTIDAD 107
ven nazi, y a un judío vienés refugiado en el extranjero, que había huido del
antisemitismo creciente. Se trataba de un hombre tímido, desprovisto de recur
sos materiales,
✓
y su rostro parecía reflejar el temor justificado ante un futuro
terrible. Eramos dos los franceses que les observábamos, y que nos equivo
cábamos, sin duda, ya que nos sentíamos excesivamente tranquilos respecto
al futuro que nos esperaba en un tiempo medio. El otro francés era mi amigo
George Gaillard,25 un normalien de la rué d’Ulm, de la promoción anterior a
la mía, que se hallaba en Barcelona para realizar sus estudios arqueológicos
medievales. Era un gran amigo del arqueólogo y arquitecto Puig i Cadafalch.
Pero el personaje más curioso de todos y seguramente la persona que más
me ha ayudado en la interpretación de las psicologías —tanto de individuos
como de grupos— era Oliver Brachfeld.26 Voy a hablar de él. Hijo de un sastre
judío converso, de Budapest, había conseguido el título de doctor en historia
por la Universidad de Budapest con una pequeña tesis sobre una húngara que
había reinado en Cataluña.27 Gracias a este hecho podía firmar «doctor Oliver
Brachfeld», pero como siempre hablaba utilizando términos del lenguaje psi-
coanalítico todo el mundo lo tomaba por un doctor en medicina y él no hacía
nada para desmentir esta impresión.28 Pienso que en realidad se trataba de un
a
bargo, en el libro Polémica contra Marañón, 1933, que más adelante Vilar comenta, bajo el
nombre «Oliver Brachfeld» figura la rúbrica «doctor en filosofía y letras». En la p. 68 del libro,
Oliver Brachfeld pone como ejemplo de la superficialidad de los análisis de Marañón el hecho
de que le haya llamado en una ocasión «psiquiatra austríaco»: «No soy austríaco ni psiquiatra.
Mi título de doctor es — solamente— en Filosofía y Letras». Sus artículos en Destino — donde
más tarde fue colaborador habitual— llevan a menudo el tratamiento de doctor delante del nom
bre (que a veces aparece castellanizado, Francisco).
29. Hacemos constar aquí los títulos sobre temas psicológicos que aparecen en la Biblioteca
de Catalunya, a) Cinco artículos cortos en revistas especializadas, la mayoría en alemán. Todo pa
rece indicar que Oliver Brachfeld regaló las separatas a la Biblioteca: 1) «Alfred Adler. Der Se-
xualpsychologie» (1930); 2) «Der Androgynenproblem in der Legenwart» (1931); 3) «M. Emest
Seilliére et l’Individualpsychologie adlerienne» (1929); 4) «Uber Glyptophilie» (1931); 5) «Uber
“gelenkte Tagtráume”» (1954). b ) Un libro en alemán publicado en Stuttgart, en 1953: Minder-
wertigkeitsgefühle beim Einzelnen und in der Gemeinschaft. c) Libros publicados directamente en
castellano (prácticamente todos se encuentran en la Biblioteca Nacional de Madrid): 1) Polémi
ca contra Marañón, sobrinos de López Robert y Compañía, Barcelona, 1932; 2) Los sentimientos
de inferioridad, Apolo, Imp. Yuste, Barcelona, 1936 (258 pp.); 3) El examen de la inteligencia de
los niños, Dalmau Caries, Girona, 1936; 4) Hacia una nueva ética del trabajo, Imprenta Afrodisio
Aguado, Madrid, 1944 (57 pp.); 5) Cómo interpretar los sueños, José Janés, ed., Barcelona, 1949
(266 pp.); 6) Los complejos. Ensayo semántico de un concepto moderno seguido de un «Diccio
nario de Complejos y Fobias», Talleres Gráficos Esparza, Caracas, 1951 (476 pp.); 7) Los com
plejos de inferioridad de la mujer. Introducción a la psicología femenina, Horta, S.A., Barcelona,
1949 (es la 2.a edición) (254 pp.); 8) El Instituto de Psicosíntesis y Relaciones humanas de la Uni
versidad de los Andes, Ediciones El Vigilante, Mérida, 1952 (42 pp.). De todos estos trabajos,
parece que el que obtuvo mayor difusión es el libro Los sentimientos de inferioridad. En la
Biblioteca de Catalunya hay 4 ejemplares. La segunda edición data de 1944. La tercera edición,
ampliada, de 1959, y la cuarta de 1970 (Editorial Luis Miracle, Barcelona).
30. El título completo del libro era Polémica contra Marañón con una Crítica de las teo
rías sexuales de Marañón, una réplica del Dr. D. Gregorio Marañón, y un Epílogo. Y empeza
HISTORIA E IDENTIDAD 109
rias Brachfeld tuviera realmente la razón, pero nos enseñó a mirar a las per
sonalidades y a los grupos de nuestro entorno.
Uno de los problemas determinantes, según Adler, podía resumirse así:
«un hombre ante cualquier otro hombre», «un grupo ante cualquier otro gru
po», y «un hombre de un grupo ante cualquier otro hombre de otro grupo»,
se siente o se cree en posición de superioridad o de inferioridad. Las reac
ciones son múltiples y continuas, pueden ir del desprecio al resentimiento y
de la simple sonrisa irónica al odio más absurdo y visceral. Observábamos
este tipo de reacciones cada día. Entre estudiantes modestos y estudiantes ri
cos, entre españoles y extranjeros, entre catalanes y castellanos, entre chue-
tas y botifarras, y no teníamos ninguna razón para no observar del mismo
modo las luchas de clase que se hacían cada vez más evidentes en la España
de los inicios de la República.
Descubrí entonces de un modo real lo que me parecerá, en todas las lu
chas de mi siglo, la combinación determinante: lucha de clases por una par
te, lucha nacional por otra. Quedé profundamente impresionado en 1931 a
raíz de la lectura de un libro firmado por un sociólogo belga, Henri de Man,
titulado Más allá del marxismo.3I Este libro proponía —¡casi nada!— reem
plazar o atenuar la lucha de clases en el seno de una determinada comunidad
política mediante el cultivo y la organización de un complejo de superioridad
del grupo nacional frente a los grupos vecinos. Me pareció ver en él la mis
ba así: «¡Es un trabajo violento! — me dijeron varios amigos, al publicar yo algo sobre Marañón
en un semanario barcelonés bien conocido— . ¿Violento? ¡No! ¡Valiente! — les replicó otro ami
go mío, colaborador del mismo periódico. Recibí, al mismo tiempo, cartas de felicitación de
Gerona, de Tarragona, de Baleares». El libro incluye la reproducción del artículo «Crítica de las
teorías sexuales del Dr. Marañón», que había sido publicado en la Revista Médica de Barce
lona , en diciembre de 1931, y en El Siglo Médico. Brachfeld explica que una primera versión
del trabajo había sido publicada en el fascículo 5 del volumen XVII de Zeitschrift für Sexual-
wissenschaft. de Berlín, en alemán. Marañón había respondido al artículo de Brachfeld con un
nuevo artículo: «Acerca del problema de la intersexualidad (Réplica a un artículo del Dr. Oli
ver Brachfeld)», que también había sido publicado, en el mismo mes de diciembre de 1931, en
la Revista Médica de Barcelona y en El Siglo Médico. El artículo de Marañón ocupa 26 pági
nas. En cuanto al resto del libro (unas cien páginas), se puede entrever el tono leyendo los tí
tulos de los capítulos: «La traición de Marañón», «El enchufismo intelectual», «Fin de un mito
científico», «Apuntes subjetivos al margen de mi cuaderno sobre Marañón», «¿La educación de
Marañón?», «Marañón, tabú».
31. El libro de Henri de Man, socialista flamenco, se publicó por primera vez en ale
mán con el título Zur Psychologie des Sozialismus (Diederichs, Jena, 1926). La traducción
al francés se hizo a partir de la segunda edición (diciembre de 1926) alemana. En 1926 apare
ció una primera versión en francés en Bruselas que ya llevaba el título Au-delá du marxisme.
En 1929 Alean, de París, publicó una nueva versión del texto francés. Es posible que fuese esta
versión la que llegase a las manos de Vilar en 1931. En 1927 ya circulaba una versión castella
na, Más allá del marxismo (Yagües, Madrid, 1927), que no sería la única (Aguilar, Madrid,
1933).
110 PENSAR HISTÓRICAMENTE
32. Como veremos en las notas siguientes, diversos estudios han subrayado la influencia
del libro de De Man en los medios socialistas franceses. Han destacado sobre todo la influen
cia de la idea del plan de trabajo (si bien no todos los planistas eran seguidores de De Man).
Sin embargo, Vilar no fue el único que leyó con recelo el mensaje de De Man. En el «Avant-
Propos» de su libro Nationalisme et Socialisme (L’Énglantine, París-Bruselas, 1932), el mismo
autor hacía explícito ese recelo: «La Federación de Amberes del Partido Obrero belga me había
pedido que expusiese mis puntos de vista sobre la cuestión flamenca, considerada en el marco
de las relaciones entre nacionalismo y socialismo. Esta invitación fue argumentada de esta ma
nera: “Muchos nacionalistas flamencos se apoyan en lo que usted, De Man, ha escrito en su li
bro Más allá del marxismo sobre los vínculos entre el sentimiento nacional y el socialismo; se
declaran seguidores suyos para justificar un nacionalismo que adquiere, en algunos casos, ma
tices fascistas. Por otra parte, muchos de nuestros camaradas socialistas, sobre todo entre los
jóvenes, se apoyan igualmente en sus escritos para reivindicar una acción socialista más neta
mente intemacionalista, un rechazo más enérgico de toda clase de nacionalismo. ¿Querría preci
samos su pensamiento, refiriéndose particularmente al problema de las lenguas y de las nacio
nalidades en Bélgica?”». La cursiva es nuestra. En su libro Aprés coup, Éditions de la Toison
d’Or, Bruselas-París, 1941, De Man explica en el capítulo «Rupture avec le marxisme» el pun
to de inflexión que representó Más allá del marxismo en la evolución de su pensamiento.
33. Vilar no recuerda dónde había pensado publicar la reseña en 1931, pero sabemos que
en 1939 había querido volver a hablar del libro de De Man. En «La fondation de La Pensée.
Souvenirs d’un historien», Vilar acaba con un párrafo que hace referencia al libro: «Un último re
cuerdo; en 1931 [de hecho, en 1927] el socialista belga Henri de Man había publicado su libro ti
tulado Más allá del marxismo. Redacté una extensa reseña crítica de su contenido, que nunca fue
publicada. Había tenido la suerte, aquel año, de frecuentar cotidianamente, en una residencia de
estudiantes barcelonesa, a un joven húngaro, a su vez historiador y psicoanalista, que me había re
velado la “psicología individual” de Alfred Adler, que constituía el fundamento del libro de Henri
de Man. Este razonaba así: la conciencia de clase de los obreros, su aspiración revolucionaria, ex
presan un complejo colectivo de inferioridad; este complejo se podría superar si se inculcase a las
masas un complejo de superioridad nacional. Exclamé: ¡es la operación Hitler! Y, en efecto,
Henri de Man, en 1940, fugaz, pero claramente, aplaudió a los nazis. Tenía la intención, en 1939,
de analizar el fenómeno en La Pensée. Los acontecimientos fueron demasiado deprisa. Pero cuan
do volví a ver, en tiempos de la guerra fría, excusar, reeditar, reivindicar a De Man, como Déat,
antes, le había aplaudido, me dije que la tarea de “la pensée” (con o sin comillas y en mayúscula
o en minúscula) recuerda un poco la de Sísifo» (p. 19). Es curioso, sin embargo, que Sirinelli, en
su libro, argumente, de acuerdo con el mismo Aron, que en 1931 el normalien — y compañero de
promoción de Vilar— Raymond Aron «todavía» era socialista (de izquierda) por el hecho de que
hubiese publicado una reseña favorable al libro de De Man, en los Libres propos (p. 591).
34. Hemos decidido mantener esta frase porque refleja la impresión que Vilar conserva
sobre el impacto del libro de De Man. Pero ¿realmente pasó inadvertido? Una primera prueba de
la repercusión del libro de De Man en Francia es que en 1928 (cuando sólo existía la edición
de Bruselas, por lo que parece agotada pronto) ya había aparecido un libro que divulgaba sus
ideas: André Philip, Henri de Man et la crise doctrínale du Socialisme (Gamber, París, 1928), y
no podemos dejar de señalar que casi todos los libros de De Man fueron rápidamente traducidos
al castellano. Uno de ellos, Socialismo constructivo (Aguilar, Madrid, 1931), con un prólogo es-
HISTORIA E IDENTIDAD 111
crito expresamente para la edición española. Sirinelli, en su libro, en una extensa nota a pie de pá
gina (después de comentar que Geoiges Lefranc había dejado el libro Más allá del marxismo al bi
bliotecario Lucien Herr en el verano de 1927), escribe: «Sin duda a causa de los estrechos lazos
establecidos, como se verá, con los estudiantes belgas, los estudiantes socialistas franceses pare
cen haber otorgado una acogida atenta y precoz a las tesis de Henri de Man. L ’Étudiant Socialis-
te de marzo de 1928 reprodujo, por ejemplo, ocupando toda la página 3, “Marxisme et socialisme”
(que continúa en los números de abril y de junio), una conferencia dada por el socialista belga en
Bruselas y Lieja. Como la revista estaba en aquellos años controlada por los estudiantes belgas, la
iniciativa no era demasiado sorprendente; pero permite asegurar la penetración de las ideas del
autor de Más allá del marxismo en los jovenes socialistas franceses. Más aún, la página 12 de
L’Étudiant Socialiste del mismo mes señala: “... el camarada Henri de Man ha querido última
mente venir a París para exponemos las ideas que ya ha desarrollado en su libro Más allá del mar
xismo’’. Y un breve comentario de la página francesa del número de mayo de 1929 califica Más
allá del marxismo de “obra remarcable”» (p. 386, nota 96). Sirinelli no es el único que relaciona
a Henri de Man con Geoiges Lefranc. Jean Touchard, en su libro La gauche en France depuis
1900, señala que las ideas de la «planificación» de Henri de Man influyeron mucho en el grupo
Revolución Constructiva del cual era cabeza visible Lefranc, si bien considera que el hecho de que
el propio Lefranc se convirtiese en historiador del socialismo de aquellos años ha comportado
una sobrevaloración del papel de aquel grupo y, por lo tanto, de las ideas que influyeron en él.
Otro miembro del grupo Revolución Constructiva, Pierre Boivin, el mejor amigo de Vilar, reseñó
el libro de De Man en enero de 1933 en la revista Política, donde afirma: «De Man reclama una
fe religiosa en el socialismo». Todavía dos referencias bibliográficas más (y no hemos pretendido
hacer un estudio exhaustivo de la importancia otorgada a De Man). Jacques Donzelot, en L'inven-
tion du social. Essai sur le déclin des passions politiques (Fayard, París, 1984) considera a De Man
el «inspirador original» de la corriente neosocialista y del neocorporativismo (p. 166). Zeev Stem-
hell consagra todo un capítulo de su libro Ni Droite ni Gauche. L ’idéologie fasciste en France
(Seuil, París, 1983), al fenómeno De Man. El capítulo lleva este título: «La révision idéaliste du mar
xisme: le socialisme éthique d’Henri de Man» (pp. 156-179). Algunos autores, entre ellos Winock,
habían criticado la «interpretación teleológica» de Stemhell, que «ya ve al De Man de 1927 en
el campo fascista» (Nationalisme, antisémitisme et fascisme en France, Seuil, París, 1982, p. 280).
35. Henri de Man fue vicepresidente del partido obrero belga y consiguió que el congreso
de este partido aprobase el «Plan de trabajo». Hay que evitar, sin embargo, como hacen algunos
autores, ver el planismo únicamente como fruto de las reflexiones de De Man. Una mémoire de
maitrise dirigida por Vilar pudo reseñar 35 proyectos de planes en la década de los años treinta.
Vilar lo explica en el Seminario del Instituí d’Histoire du Temps Présent (1985) donde hace este
comentario: «El planismo estaba entonces de moda como ahora lo está el liberalismo». El Plan
del 9 de julio de 1934 fue seguramente el más conocido. En la Comisión que lo elaboró tuvo un
papel importante el escritor Jules Romains. El escritor mantendría una buena relación con De
Man hasta 1939. De Man fue ministro en el gabinete de Van Zeeland de 1935 a 1937. Después
de la capitulación de mayo de 1940, se mostró favorable a la colaboración con la Alemania de
Hitler, y se mantuvo al lado del rey Leopoldo III, si bien renunció a toda actividad política. En
1946 fue condenado a veinte años de cárcel. Murió en 1953 en Suiza, a causa de un accidente de
automóvil. Las reflexiones finales de sus memorias, publicadas en 1941, dejan ver claramente su
esperanza en el nuevo «progreso social»: «Tal vez veré realizarse dos cosas que, no hace mucho
tiempo, me parecían más lejanas que hace treinta y cinco años: la unidad europea y el orden so
cialista» (Henri de Man, Aprés coup, Éditions de la Toison d’Or, Bruselas-París, 1941, p. 323).
112 PENSAR HISTÓRICAMENTE
36. Oliver Brachfeld murió en 1967 en Quito. Después de la guerra civil, en Barcelona,
ejerció una gran actividad como traductor de novelas y como director literario de la Editorial
Victoria. Fue, también, colaborador habitual de Destino sobre temas diversos, científicos y li
terarios.
HISTORIA E IDENTIDAD 113
aparecen con más claridad. Lo mismo sucede entre las clases, y los dos fenó
menos se entrecruzan. No sin conflicto.
Después de las observaciones que acabo de hacer, no quisiera que alguien
pudiese imaginar que a partir de las indicaciones —o, aún menos, de los con
sejos— de Oliver Brachfeld, decidí, en 1933, formar un hogar. Ya he habla
do de mi encuentro, en diciembre de 1930, frente a la estatua de Argüelles
en Madrid, con una de mis compañeras de la Casa de Velázquez, Gabriela
Berrogain. Nuestro encuentro no produjo chispas, no hubo flechazo; pero
sí, de inmediato, una convergencia de curiosidades, un mismo deseo de sor
prenderse y dejarse sorprender, una sensibilidad común, una gran complici
dad intelectual. Sobre todo, debíamos descubrimos el uno al otro. Esto dura
ría algunos largos meses, pero fue un paseo maravilloso, perfecto, los dos al
mismo paso.
Gabriela, así la llamarían siempre sus amigos españoles, me sugirió, poco
después de conocemos, que participase en la excursión colectiva que Maurice
Legendre, geógrafo, descubridor de Las Hurdes,37 había organizado. Visitaría
mos Salamanca, La Alberca, Las Batuecas y los lugares más escondidos de
«Tierra sin Pan», que también descubriría Buñuel. Habíamos decidido que,
con mi amigo normalien Adrien Bruhl,38 arqueólogo, visitaríamos, en Sala
manca, a Unamuno. Yo ya había tenido ocasión de ver a Unamuno en la
École Nórmale, en mi thume, gracias a Jean Cassou,39 que había tenido la ini
ciativa de invitarlo. Por aquel entonces Unamuno acababa de regresar de su
exilio en Fuerteventura, y Jean Cassou había pensado que podía ✓
apetecerle
entrar en contacto con una comunidad de jóvenes como era la Ecole Nórma
le; pero los normaliens de aquellos años éramos muy poco sensibles al his
panismo, y Unamuno, por su parte, vivió mal aquella, toma de contacto con
la juventud. No dejaba de sollozar.
En Salamanca nos recibió muy cordialmente y me sorprendió bastante su
preocupación por una novela francesa sobre España, Le pardon prématuré,
41. Jules Ferry, siendo ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes (1879-1883), realizó
reformas decisivas en el sistema de enseñanza francés: proclamación de la enseñanza primaria
gratuita, laica y obligatoria (1880-1882); reforma de la enseñanza secundaria (con la creación de
nuevos institutos y con el otorgamiento de mayores facilidades para que las chicas pudieran
tener acceso a ellos); y creación de una École Nórmale Supérieure para maestros. La legislación
significó un duro golpe para la enseñanza religiosa. Jules Ferry es considerado, por todo ello, el
creador del sistema de educación republicano moderno. Sobre la Escola Normal de la Genera
litat, véase el estudio de Jaume Carbonell, L'Escola Normal de la Generalitat (1931-1939 ),
Edicions 62, Barcelona, 1977.
42. Uno de los alumnos que firman la traducción a la que hace referencia Vilar, Joan Cos
ta, será durante años secretario de la Associació d’Antics Alumnes de l’Escola Normal, y man
tendrá siempre estrechas relaciones con Vilar.
116 PENSAR HISTÓRICAMENTE
frutos de los ensayos de las escuelas libres laicas del tiempo de Ferrer i Guar
dia,
✓
modificadas, en los primeros años de siglo, por mi viejo amigo Pau Vila.
Este, sin duda, había tenido un papel importante en el hecho de que se me
hubiera llamado para dar clase en la Escola Normal, en la que él mismo en
señaba geografía.43 El latín y la literatura antigua la enseñaban dos jóvenes y
brillantes universitarios, que habían estudiado en universidades francesas
y alemanas: Joan Petit y Margal Olivar.44 Muy pronto nos reconocimos, los
tres, en una comunidad de cultura, de curiosidad y de caracteres. Como en la
rué d’Ulm, yo no exigía a mis amistades la pertenencia a un partido determi
nado, o a una determinada Iglesia, pero sabía reconocer cierto parentesco en
los espíritus que excluían ciertas pertenencias. No me preguntaba si Joan
Petit, Margal Olivar o Pere Bohigas45 se comprometerían algún día en deter
minado combate político, pero sabía que no se hallarían nunca en el campo
de las estrecheces espirituales, de los intereses egoístas, de los apetitos de
poder y de las pretensiones de clase. ¿Es preferible hablar de familia espiri
tual? Prefiero, de nuevo, la fórmula hombres de buena voluntad.
Y los veía seguir, paso a paso, el mismo camino que yo. Entre las tres
opciones que me había ayudado a distinguir Brachfeld, ninguno de mis ami
gos más directos eligió la actividad pública. Pero sabían que sentirían pa
sión por su trabajo intelectual, que no les haría ricos, y que fundarían un
hogar cuando encontraran la compañera, no de sus sueños, sino de sus rea
lidades.
Precisamente había entonces en Barcelona una institución de enseñanza
de formación un poco comparable a la Escola Normal de la Generalitat, que
también dependía de las autoridades catalanas. Me refiero a la Escola de
43. Pau Vila dice, en el párrafo reproducido en la nota 8 de este capítulo: «Hice que en
trase de maestro en la Normal».
44. Joan Petit (Barcelona, 1904-1964). Doctor en letras, formaba parte del consejo directivo
de la Fundació Bemat Metge, donde había traducido a Catulo y Lisias. Más tarde fue profesor de
filología clásica en la Universidad de Barcelona de 1952 a 1964. Reproducimos la semblanza
de Margal Olivar (Barcelona, 1900), escrita por Pere Bohigas (amigo común de Olivar, Petit y Vi-
lar) en la Gran Enciclopedia Catalana: «Estudió en la Universidad de Barcelona y siguió cursos
de literatura catalana con Antoni Rubio i Lluch y Jordi Rubio i Balaguer en los Estudis Universi-
taris Catalans. Amplió los estudios hechos en Barcelona con Joaquim Balcells, en la Universidad
de Berlín (1927-1928). En esos años ya se manifestó su vocación por los temas artísticos. Entre
1928 y 1930 ejerció el lectorado de castellano en la Universidad de Glasgow. De nuevo en Barce
lona, fue profesor de lenguas clásicas en la Escola de Bibliotecáries y en la Universitat Autónoma
de Barcelona; cesó en estos cargos en 1939. En 1952 fue nombrado profesor de historia del arte en
la Escola d’Arts Aplicades i Oficis Artístics de Barcelona».
45. Pere Bohigas i Balaguer (Vilafranca del Penedés, 1901). Hasta 1939 fue profesor
de paleografía de la Universidad de Barcelona. Una vez acabada la guerra, fue conservador de
la sección de manuscritos de la Biblioteca de Catalunya y profesor de la Escola de Biblio
tecáries de Barcelona. Ha publicado numerosos estudios y textos de literatura catalana y cas
tellana.
HISTORIA E IDENTIDAD 117
48. Vilar piensa sobre todo en el 6 de febrero de 1934, día en que tuvo lugar una gran ma
nifestación en París contra la corrupción, que se convirtió en una manifestación antiparlamentaria
y fue claramente capitalizada por la extrema derecha. El balance fue de 29 muertos. Al día si
guiente Daladier dimitió y se formó un gobierno (más derechista) llamado de Union Nationale.
49. Vilar ha recordado así el 9 de octubre de 1934: «No encontraba más tranquilizadora,
tres días después, la noticia del asesinato en Marsella del rey Alejandro de Yugoslavia, con la
aparición por primera vez en la prensa, de la palabra “oustachis” y el nombre de Ante Pavelic,
el futuro verdugo de Croacia, quien llegaría a coleccionar en tarros los globos oculares de sus
víctimas» («Quelques pensées sur 1936», en Cinquantenari de la Guerra Civil Espanyola , Cam
bra de Córner^, Barcelona, 1986, p. 20).
50. «Tenía las mismas razones para inquietarme por ... “las jomadas de Viena”, entre el
11 y el 13 del mismo mes [febrero de 1934], cuando el canciller Dollfuss, socialcristiano, hizo
aplastar, sin duda “en nombre de Dios Todopoderoso” (como luego invocaría en su Constitu
ción) a los socialdemócratas de la ciudad obrera Karl-Marx, a la espera de ser él mismo liqui
dado físicamente por los hitlerianos, a los que también creía combatir» («Quelques pensées
sur 1936», p. 19).
51. Vilar habla de este proyecto en el «Prefacio» de Cataluña en la España moderna ,
p. 13, y mucho más extensamente en 1988, en la «Presentación» de un Congreso celebrado en
HISTORIA E IDENTIDAD 119
Murcia (cuyas actas se encuentran publicadas con el título Agua y modos de producción , M.“ Te
resa Pérez Picazo y Guy Lemeunier, eds., Crítica, Barcelona, 1990): «Los precitados problemas,
en su complejidad, me habían interesado hasta tal punto que he conservado durante mucho tiem
po, entre mis proyectos, el de llevar a cabo un trabajo — se denominaba entonces “la segunda te
sis”— sobre la utilización de las aguas del Ebro en todas sus formas. Albert Demangeon estaba
totalmente de acuerdo con la idea. Una circunstancia fortuita me animaba a ello: bajo Primo de
Rivera, entre los grandes planes del conde de Guadalhorce figuraban las confederaciones sindi
cales hidrográficas. Todo el mundo sabía que la del Ebro era la más llena de proyectos, y que
sus publicaciones alcanzaban un volumen considerable, mientras que las demás parecían despe
gar difícilmente; ignoro si existe un estudio de conjunto sobre este episodio o si se está elabo
rando actualmente. Siempre refiriéndonos a la del Ebro, se pusieron en funcionamiento numero
sos órganos de observación, se publicaron series climatológicas, se crearon granjas experimen
tales en las zonas áridas que se pensaba regar en el futuro y se iniciaron grandes obras públicas
cerca de Reinosa, en las mismas fuentes del río, con el fin de construir un embalse de regula
ción. Había, pues, materia suficiente para atraer a un geógrafo joven y ardiente. Durante el ve
rano de 1931, visité los trabajos de la cuenca de Reinosa, en fase de ejecución bajo la dirección
de técnicos alemanes. Pero, sobre todo, fui amablemente recibido por don Manuel Lorenzo Par
do, lo que constituye uno de mis mejores recuerdos. El hombre era fascinante: se adivinaba en
él la vocación de los grandes constructores, aunque de sus capacidades como técnico temía no
ser buen juez. Sin embargo, me parece que no era un simple soñador, un “proyectista”, sino un
“arbitrista” fuera de su tiempo. De todas formas, el proyecto ya estaba en marcha. Sólo que, des
de abril, la República había sido proclamada y nadie ignoraba que si las confederaciones se
cuestionaban algún día ante el Parlamento, únicamente se vería en ellas las absurdas pretensio
nes de la Dictadura, la ocasión de beneficios y de “latisueldos” injustificados. Además, la mayor
parte de dichos organismos eran aún inexistentes y la que funcionaba mejor, la del Ebro, parecía
afectada de megalomanía. La condenación del proyecto, pues, parecía haberse decidido de an
temano. De todo ello resulta que, al recibirme, don Manuel Lorenzo Pardo más que del porvenir
me hablaba del pasado. Había sido, sinceramente, militante del Partido Socialista, y su héroe, su
santo, era Joaquín Costa. Yo no ignoraba quién era ese personaje histórico, pero no había ima
ginado el papel que su figura y su obra había podido desempeñar en ciertos espíritus ... En
1931, la contradicción entre el Estado liberal y el Estado-contratista resultó tal y como lo había
previsto Pardo; el ministro Alvaro de Albornoz (pese a ser aragonés... ¿o precisamente por ser
lo?) fue encargado de hacer la crítica a las confederaciones. Desde luego, todos sus argumentos
no fueron convincentes; por ejemplo, le parecía escandaloso que un ingeniero como don Manuel
tuviera mayor sueldo que un ministro. Ahora bien, los políticos que le siguieron no compartie
ron sus puntos de vista. Así, el socialista Indalecio Prieto, más “moderno” que su predecesor,
reanudó con nuestro personaje los grandes proyectos hidráulicos: en 1935, un plan (la palabra
estaba entonces a la orden del día) preveía nada menos que la transferencia de las aguas atlánti
cas a las llanuras sedientas de la España mediterránea ... En 1946, aunque de manera algo rápida,
volví a tomar contacto con un Lorenzo Pardo melancólico y decepcionado. ¡Habían pasado tan
tas cosas entre 1935 y 1946!» (pp. 11-13).
120 PENSAR HISTÓRICAMENTE
52. «Enquétes contemporaines. Le rail et la route en Espagne: leur role dans le probléme
général des transports en Espagne», Annales d ’Histoire Economique et Sociale, n.° 30 (1934),
pp. 571-580.
53. «L’Espagne et le commerce mondial du liége», Annales de Géographie , vol. XLIII
(1934), pp. 282-298.
54. «Le port de Barcelone», Annales de Géographie , XLIII, n.° 245 (septiembre de 1934),
pp. 489-511. El artículo empieza con una nota donde se informa de que la Comisión de Estudios
de la «Association des grands ports fran9ais» había visitado Barcelona el 1 de julio de 1933 y
que el texto que se reproduce fue presentado a la Asociación en la sesión del 3 de mayo de
1933: «Barcelone», Revue Géographique des Pyrenées et du Sud-Ouest, fascículo 1 (enero
de 1936), pp. 22-33. El mismo año apareció la traducción catalana en el Butlletí del Centre Ex
cursionista de Catalunya, n.° 498 (noviembre de 1936), pp. 403-414.
55. Georges Philippar (1883-1959) ocupó a lo largo de su vida numerosos cargos relaciona
dos con la vida marítima: fue presidente de las Sociedades Provenzales de Construcciones Aero
náuticas y Marítimas, y administrador del Crédit Foncier de Madagascar, de la Compañía Univer
sal del Canal de Suez y de la Compañía Marítima del África Oriental. De 1928 a 1943 ocupó la
presidencia del Comité Central de los Armadores de Francia.
56. Gratien Candace (1873, Baillif-Guadalupe, 1953). Hijo de propietarios de Guadalupe.
Discípulo de Jaurés en Toulouse, fue diputado socialista por Guadalupe de 1912 a 1937. Fundó
el Institut Colonial Franjáis y se preocupó de temas marítimos. En 1930 había publicado Marine
marchande frangaise et son importance dans la vie nationale. A
57. Lucien Febvre había escrito a Marc Bloch a principios de junio de 1933: «Etard me
dijo anteayer: “En España, pensad en el pequeño Vt/ar, geógrafo, que me ha parecido siem-
HISTORIA E IDENTIDAD 121
morta datan de aquellos años.*58 Empecé a ver con claridad que mis observa
ciones y mis reflexiones de carácter teórico se hallaban íntimamente relacio
nadas con el análisis cotidiano de los hechos y las ideas políticas, de modo
que intentaba aprovechar cualquier punto de observación.
El mundo de los archivos y de las bibliotecas nos proporcionaba, natural
mente, los contactos más familiares, los más cotidianos, y nos permitía dife
rentes niveles de observación y de reflexión. Digo «nos» porque Gabriela po
seía, mucho más que yo, el don de animar las conversaciones ante todo tipo
de interlocutores, conocidos o espontáneos, y de arrancar de las personas más
solemnes las confidencias más íntimas. Estoy pensando en Ferran Valls i Ta-
bemer, director del Archivo de la Corona de Aragón, a quien todo el mundo
llamaba don Fernando. Amable y majestuoso a la vez, don Femando era un
personaje importante no sólo como director de la casa y como historiador
del derecho catalán, sino también como miembro de la alta burguesía catala
na, como persona muy bien relacionada con las jerarquías eclesiásticas y,
finalmente, como hombre comprometido en la política, muy cercano a Fran-
cesc Cambó, en la cúspide de la Lliga Regionalista. En Francia, un hombre
de esta categoría —conocía algunos ejemplos— se habría mostrado altivo y
habría exigido todo un ceremonial a sus interlocutores. Ferran Valls i Taber-
ner no ponía barreras a sus colaboradores ni a jóvenes extranjeros como no
sotros. Pude sostener con él, de forma improvisada, largas conversaciones en
las que habló de su familia, de sus relaciones con el mundo financiero, del
pasado y del presente de sus intereses, materiales y morales. Con menos fre
cuencia, pero más de una vez, fuimos invitados a compartir su mesa, y allí
pudimos oírle exponer, espontáneamente, algunas de sus ideas, nada conven
cionales, que más tarde retuve como históricamente significativas.
pre especialmente vivo”» {Marc Bloch-Lucien Febvre. Corre spondance, Edición establecida,
presentada y anotada por Bertrand Müller, /. La naissance des Annales, 1928-1933, Fayard, Pa
rís, 1994, p. 383).
58. Las reflexiones de Vilar sobre la rabassa morta se hicieron explícitas con motivo de
una serie de conferencias sobre las variaciones locales del derecho civil catalán que organizó la
Académia de Jurisprudéncia i Legislado de Catalunya. Entre las conferencias había la de An-
guera de Sojo, «Dret especial de la comarca de Vic». Vilar piensa que Anguera de Sojo hace
aportaciones muy interesantes para la interpretación de la Sentencia de Guadalupe (lo manten
drá al cabo de treinta años en Cataluña en la España moderna) y así lo destaca en el comen-
/
tario en francés «Sur l’histoire sociale de la Catalogne», Annales d'Histoire Economique et So-
ciale, n.° 33 (mayo de 1935), y en castellano en Anuario de Historia del Derecho Español, VII
(1935), pp. 314-318'. El texto es interesante también por los comentarios que Vilar hace sobre el
«movimiento agrario contemporáneo» y las discusiones sobre la ley de contratos de cultivo: «Su
fecha [de las conferencias] ha coincidido con la discusión sobre la ley de contratos agrarios, que
había de oponer el Parlament Catalá al gobierno de Madrid, hecho que muy pronto tendrá con
secuencias...». Vilar ha explicado que Marc Bloch le hizo llegar una nota que hacía referencia a
este pequeño trabajo (que Vilar había enviado por iniciativa propia a la revista): «Calurosos
agradecimientos, comentarios agudos», en «Emest Labrousse et le savoir historique».
122 PENSAR HISTÓRICAMENTE
59. Contrasta esta versión con la que da la Gran Enciclopedia Catalana, donde se dice,
simplemente, que Martínez Ferrando fue director del Archivo de 1940 a 1961. Según la misma
Enciclopedia , Valls i Tabemer, que se había exiliado en Roma durante la guerra y había pasado
al campo franquista, reemprendió la dirección del Archivo a partir de 1939. Valls i Tabemer mu
rió en 1942.
HISTORIA E IDENTIDAD 123
62. «“Dicen que han ganado los curas.” Tal era pues, para el hombre de la calle, la simpli
ficación del imaginario. Pero es un imaginario históricamente construido. Y el historiador no
podía sino pensar en seguida: 1835, los amotinados catalanes queman conventos, asesinan mon
jes, antes de asaltar, en Barcelona, la fábrica mecanizada que amenaza el mercado de trabajo.
¡Extraña amalgama! 1909, se protesta contra la movilización de reservistas para la guerra de
126 PENSAR HISTÓRICAMENTE
cura, claro...” Mosén Sanabre añadía: “¡No servimos ni siquiera como mártires!”. El mismo
había sido detenido por el hecho de ser sacerdote, y amenazado de muerte por un “comité” anar
quista; mostró su carnet de periodista, diciendo: “He ejercido mi derecho a la libertad de escri
bir”. ¡Y lo dejaron marchar! En verdad, sin duda habrían podido considerar que sus artículos
eran más nocivos socialmente que su condición de sacerdote. Sin embargo, la sacralización de la
palabra “libertad” se había vuelto contra la condena global dirigida al conjunto de un cuerpo so
cial», («Clóture du colloque», Lesfrangais et la guerre d'Espagne, p. 421). Más brevemente, Vi-
lar también comenta la frase «Han ganado los curas» en La guerra civil española, Crítica,
Barcelona, 1986, p. 33.
63. Véanse las reflexiones que Vilar hace en «Lo común y lo sagrado», en este mismo li
bro, pero también en «Estat, Nació, Patria, a Espanya i Fran$a: 1870-1914», L ’Espill (1985), y
en «Recuerdos y reflexiones sobre el oficio de un historiador», Manuscrits, n.° 7 (diciembre de
1988), pp. 9-33.
64. Lucien Febvre, «Contre les juges suppléants de la vallée de Josaphat», Armales d ’His-
toire Sociale, VIII (1945). Reproducido en Combáis pour l'histoire.
HISTORIA E IDENTIDAD 127
67. Sobre las relaciones entre Vilar y García de Valdeavellano después de 1945, véase
Fabiá Estapé, «Presentado de Pierre Vilar», en el acto de nombramiento de Pierre Vilar como
doctor honoris causa de la Universidad de Barcelona en 1979.
HISTORIA E IDENTIDAD 129
perado, a casa, vi con alegría que el anciano médico nos había enviado a una
joven que acababa de dar a luz en su hospital. También era gallega, pero su
aventura, por clásica —una aventura con un soldado—, era menos deses
perante. Cuando, después de la primera toma de leche, el buen médico y yo
pesamos al bebé, no conseguíamos hacer una simple resta. Pasada la emo
ción, y siendo el resultado bueno, nuestra vida permaneció durante un año li
gada a aquella que llamamos «el ama», a la manera castellana, ya que ella
usaba esta lengua.
Así, este episodio de mi vida, personal, se entrecruzó, una vez más, con
la historia social y nacional de los países que habitábamos y amábamos. Ce
gados por nuestros problemas familiares, eso pasa a veces, apenas habíamos
observado los cambios profundos de la vida política española y las eleccio
nes que bruscamente modificarían su rumbo. El primer día que pude aban
donar a los míos con el espíritu un poco libre coincidió con el regreso a Bar
celona de los presos políticos liberados. Y pude ver desfilar en la Diagonal,
entre aplausos, los coches del presidente Companys y de sus acompañantes.
En estas ocasiones es difícil reconocer a aquellos a quienes se desea volver
a ver de un modo especial. Yo buscaba sobre todo a quien mejor conocía, al
alcalde de Barcelona, Caries Pi Sunyer, que en 1927 había sido el primero en
iniciarme en las particularidades de la vida económica catalana.68 No habría
de reemprender algunas conversaciones familiares con él hasta mucho más
tarde, cuando lo reencontré en Caracas, donde su mujer y él nos relataron los
días de miseria que habían vivido en Londres durante la guerra mundial.69 La
revancha de julio de 1936, si es que puede dársele este nombre, no sería local
y pasajera. Lo sospeché, pero no supe prever el alcance de la tormenta.
Entre los meses de febrero y junio de 1936 —cuando partimos, por vaca
ciones, hacia Francia— era posible adivinar, casi diariamente, que las con
tradicciones intemas de la sociedad eran demasiado profundas para dar cre
dibilidad a las soluciones pacíficas y democráticas. El tiempo —y, podría
añadir, el clima— implicaba un recurso cotidiano a la violencia. Me acuerdo
de un incidente pintoresco, afortunadamente más cómico que trágico, que
implicó nuestra vida familiar y cotidiana en este clima. Mi mujer tenía la cos
tumbre, después de su sesión matinal de trabajo en el Archivo, de encontrar
se con nuestro bebé y su nodriza en la plaza Adriano, en lo alto de la calle
Muntaner, una plaza con espacios ajardinados para niños, siempre ocupada,
68. En el artículo «La vie industrielle dans la région de Barcelone» (de hecho, su trabajo
de maitrise) Vilar manifiesta su agradecimiento a Caries Pi Sunyer, entonces secretario de la
Federació del Textil. En «Recuerdos y reflexiones sobre el oficio de un historiador», reflexiona
sobre el impacto de la lectura de L ’aptitud económica de Catalunya y sobre la personalidad de
Pi Sunyer.
69. Sobre el exilio de Caries Pi Sunyer, puede verse su libro Memóries de l ’exili, 2 vols..
Curial, Barcelona, 1978-1979.
130 PENSAR HISTÓRICAMENTE
70. Reproducimos aquí los primeros párrafos del prólogo del libro La guerra civil espa
ñola: «El 19 de julio de 1936, cuando me llegó, en Francia, la noticia de la sublevación militar
española, yo pasaba unos días en casa de Maurice Legendre, gran hispanista, a quien mi mujer
y yo debíamos una inolvidable iniciación a Castilla, a Extremadura, al Toledo de Marañón, a la
Salamanca de Unamuno. Sabíamos de su pasión exclusiva por la España católica y tradicional,
de su rechazo instintivo del episodio republicano. Hasta la fecha, entre nosotros, la cuestión no
había rebasado los límites de la amistosa controversia. Sin embargo, ante su evidente satisfac-
HISTORIA E IDENTIDAD 131
tiva y de carácter fuerte, era inteligente y había seguido bien nuestra conver
sación. Me pareció, en aquel momento, que ella encamaba el sobresalto ins
tintivo de la España popular. El 18 de julio de 1936 acababa de formarse el
nudo inextricable entre conflictos de comunidades, conflictos de potencias y
conflictos de clases.
En la historia de España —de Cataluña y de Barcelona— la guerra civil
significaba el fracaso de una democracia bienintencionada. ¿Qué combinación
dramática —entre oposiciones de comunidades y oposiciones de clases— ac
tuó, entre 1930 y 1936, hasta conducir a España a una guerra civil? Temo ha
ber intentado responder a esta pregunta con muchos detalles personales y con
evocaciones demasiado impresionistas. Pero no se me ha pedido un libro de
historia, sino un libro de recuerdos. Y aquellos tiempos, nunca los olvida
ríamos. Más aún, creo que fueron años decisivos en la conformación de mi
visión de la historia. Los hechos, y la imagen de los hechos, sólo adquieren
importancia, para el historiador, si son interpretados como signos.
ción por la noticia de la sublevación militar, le objetamos, y esta vez seriamente, que iba a co
rrer la sangre, quizá mucha sangre. Su respuesta fue: “Si vuestra madre tuviese un cáncer y se
le indicase una operación, ¿dudaríais en aceptarla?”. Cito aquí esta frase porque la imagen que
sugiere y el argumento que implica estuvieron presentes en muchas mentes — y en muchos es
critos— de las capas altas de la sociedad española que se desgarró en 1936. Para ellas, la expe
riencia democrática, desde 1931, no era más que una anomalía maligna que debía ser extirpada
quirúrgicamente. Pero quien dice cirugía dice rapidez. Legendre añadió: “Es cosa de tres días”.
En este momento, una carcajada inesperada, insolente, nos sorprendió. Habíamos olvidado la
presencia, a pocos pasos de nosotros, de la nodriza de mi hijo, una gallega analfabeta, totalmen
te indiferente a la política, que, sin embargo, había seguido nuestra conversación con avidez. Era
la reacción popular instintiva ante el acontecimiento: “¡Ah!, ¿así que creen que van a acabar con
nosotros en tres días? Pues bien, ¡ya lo verán!”. Así se manifestaban, en julio de 1936, las pa
siones y las ilusiones de clase en los dos extremos de la sociedad española» (pp. 7-8).
Capítulo 4
1. Vilar ha recordado otras veces el clima de aquellos años en Francia: «Los primeros meses
del Frente Popular, en 1936, habían desencadenado en Francia extraños fenómenos en la psicolo
gía colectiva: por un lado, esperanzas excesivas, alegrías prematuras, una fe infantil ante las soli
daridades internacionales; por otro, temor a un peligro revolucionario inmediato, el imaginario de
un complot amenazante: algunos oficiales me explicaron que tenían la orden, si no dormían en el
cuartel el sábado, de tener en su casa una pistola bajo la almohada; ¡la Gran Tarde (le Grand Soir)
podía estallar un fin de semana!» (Plages d'exil, pp. 13-14). Y también ha escrito sobre la reac
ción de la sociedad francesa ante la guerra de España: «Indudablemente, la reacción primera, ins
tintiva, ante el 18 de julio, fue en Francia una reacción de clase. Como en todas partes. Pero más
vivamente, ya que Francia acababa de salir de su propia conmoción del mes de junio: una asom
brosa victoria obrera, que había remontado, con la ocupación pacífica de las empresas, una vic
toria electoral de alcance inesperado. Reinaba el miedo en las clases conservadoras, el dinero
huía, se escondían las joyas. Las clases populares se preparaban con desbordante alegría para sus
primeras vacaciones pagadas. Desde febrero, con ocasión de la campaña electoral, la referencia a
España había sido continua. Los incidentes españoles habían sido utilizados sin grandes escrúpu
los. He visto publicadas, en 1936, fotos de la “Semana trágica” como “actualidades”. Y se inven
taron las palabras “frente crapular”» («A propósito de dos obras recientes. Guerra de España y
opinión internacional: a la búsqueda de un método», Historia 16, 22 (febrero de 1978), p. 127).
2. En la presentación de Plages d ’exil (París, 1989) Vilar comenta también el miedo que
había tenido de perder «las figuras de santos barrocos que con tanta satisfacción habíamos com
prado, bien en el Rastro madrileño, bien en la calle de la Palla barcelonesa» (p. 14).
134 PENSAR HISTÓRICAMENTE
3. Vi lar comenta este episodio (y su desenlace final), así como su interés por el tema en la
«Presentación» del libro Agua y modos de producción , M.a Teresa Pérez Picazo y Guy Lemeu-
nier, eds., Crítica, Barcelona, 1990: «Esta curiosa mezcla de respeto por el capital extranjero y
de hipotético rencor hacia el técnico español, no dejaba de influir en mi análisis de los acon
tecimientos, pero lo que más me preocupaba era salvar al pobre hombre. Sin embargo, tuve la
extraña sorpresa de escuchar, de la boca del cónsul general, la siguiente respuesta: “No me in
tereso por las personas que recomiendan los judíos”. ¡A ese nivel se estaba en Francia en ciertos
medios! Pero esa es otra historia. Así pues, busqué ayuda en otra parte y el ingeniero pudo dejar
España. Cuando intenté informarme en la propia casa Louis Dreyfus acerca del funcionamiento
de Riegos de Levante me desanimaron con amabilidad. Pese a ello, hubiera querido saber cómo
y por qué una banca de negocios se había interesado por una empresa de acondicionamiento
fluvial y de regadío. Sus ganancias en este terreno podían ser el origen de la presunta impopu
laridad que se le atribuía. ¿Pero impopularidad en qué medios? ¿Entre los regantes, o entre la
mano de obra? Desgraciadamente no tuve oportunidad de profundizar en la cuestión, que coin
cidía con las planteadas por algunas de mis lecturas» (p. 15).
4. «L’Illusion lyrique» es el título de la primera parte de la novela L'Espoir de André Mal-
raux, donde Malraux se esfuerza por recrear un clima de gran esperanza y explosión de la liber
HISTORIA E IDENTIDAD 135
tad. La expresión «ilusión lírica» se hizo popular en Francia. Raymond Aron titula el capítulo
— referente a la inmediata posguerra— de sus Mémoires: «L’Illusion sans lyrisme».
136 PENSAR HISTÓRICAMENTE
5. En el Seminario del Institut d’Histoire du Temps Présent, Vilar da algún detalle más so
bre el personaje: «En los años cuarenta se mostró tan colaborador, tan antisemita, tan filonazi
que hubo que destituirlo».
6. Joan Tarré i Sans (Canet de Mar, 1882-París, 1969). Estudió en el seminario de Gerona
y fue ordenado sacerdote en 1916. Más tarde viajó a París y estudió en la École des Chartes. Su
tesis Les sources de la législation ecclésiastique dans la Provinee Tarraconaise depuis les ori
gines jusqu'á Gratien permaneció inédita. En París fue también sacerdote de un orfanato y
bibliotecario del Institut Catholique de París.
HISTORIA E IDENTIDAD 137
Ferrá, mosén Tarré, que no me conocía, explicó, con su tono vehemente, que
«por fin, en el extranjero, alguien se había interesado por Cataluña», e hizo
saber a su auditorio que un joven geógrafo francés acababa de publicar en una
revista de París un artículo sobre la Cataluña industrial.7 Entre sus oyentes,
los que ya me conocían se sonreían y mosén Tarré y yo fuimos presentados.
Nuestra amistad nació en aquel mismo instante.
Mosén Tarré era hijo de una familia acomodada de Sant Pol de Mar, dos
de cuyos hijos habían seguido la vocación eclesiástica. Eso resultaba raro para
un francés. El hermano de mosén Tarré era bastante conocido en el mundo de
la Iglesia.8 El, que no había optado por ninguna congregación ni tampoco ha
bía querido servir en una parroquia, era el intelectual por excelencia, el car-
tista siempre inmerso en los documentos. Se interesaba por la historia de los
concilios, y se había propuesto visitar todas las ciudades donde se hubiese
celebrado alguno. Pero, por encima de todo, amaba su Cataluña. Estudiaba
minuciosamente los límites de los obispados catalanes. Para vivir, se conten
taba con muy poco, una beca de estudios por aquí, un secretariado por allá,
una capellanía en un convento. Como secretario del cardenal Baudrillart ha
bía viajado a América Latina. Era imposible aburrirse con él. El día que
supo, por casualidad, que Gaby y yo partíamos a París para casamos, se pre
sentó de pronto en la estación: «No hay nada que discutir: os caso yo», nos
dijo. Y, efectivamente, nos casó en una parroquia de Passy. En el sermón,
pronunciado en una mezcla de francés y catalán muy poco comprensible,
alternó alusiones emditas al mundo de chartes con alusiones modernas al
mundo de la geografía. Gaby sufrió un ataque de risa irreprimible, loca. No
era extraño en ella, pero yo era el único que lo sabía. Afortunadamente dába
mos la espalda al público, y todos creyeron que se trataba de sollozos provo
cados por un sermón emotivo.
¿Es necesario decir que aquellos días de agosto de 1936 puse mi piso a
disposición de mosén Tarré? La Roseta, que ya lo conocía, no se había atre
vido a hacerlo en mi ausencia, y lo lamenté. Se instaló conmigo, sabiendo que
yo no permanecería en el piso más de dos semanas. Unos amigos, me expli
có, podían ayudarlo a salir del país, pero él sólo quería salvarse con su her
mano. Ambos atravesarían la frontera poco después de mi partida. Durante
su estancia en mi casa había seguido con pasión todas las noticias relativas a
la persecución de sacerdotes. Pero, en mis mapas de España, había clavado
pequeñas banderas que decían «no pasarán».
7. Se refería al artículo «La vie industrielle dans la région de Barcelona», Armales de Géo-
graphie , vol. XXXVIII, n ° 214 (1929), pp. 339-365.
8. Josep Tarré i Sans (1884-Vilassar de Mar, 1957). Dirigió La hormiga de Oro y la Fulla
Dominical de la diócesis barcelonesa (1907-1913), y fue redactor de Vida Cristiana. Tiene mu
chas publicaciones sobre historia de la liturgia. Publicó una nueva versión de los Evangelis
(1926), el Missal roma (1926-1927), en dos volúmenes, y diversos estudios lulianos.
138 PENSAR HISTÓRICAMENTE
9. Vilar había recordado ya esta conferencia en estos términos: «Al acabarse su conferencia,
mi vecino, un señor de avanzada edad, inclinándose hacia mí, me susurró: “¿He comprendido
bien? Me parece que está del lado de los m alos...”. Y, efectivamente, mosén Tarré se situaba
“del lado de los malos”. Republicano y catalanista de siempre, fue fiel a sus convicciones hasta
su muerte. Pero aquel día los que le escuchaban se aprovecharon de que su francés no era muy
claro para desentenderse. Les resultaba increíble que un sacerdote fuese “del lado malo”. De ahí
que, entre el canónigo Onaindía, que había vivido lo de Guemica y Bolín, que lo había negado ,
tantos católicos se inclinaran por Bolín. La masa de la gente espontáneamente, de manera irra
cional. Los “directores de la orquesta” con perfecta conciencia de sus mentiras. Pero quizá con
buena conciencia. Defendían la visión del mundo de su clase. Pero se creían del bando de Dios»
(«Guerra de España y opinión internacional», p. 128).
t
HISTORIA E IDENTIDAD 139
10. La trayectoria ideológica de Pierre Boivin en los años treinta es objeto de análisis y de
discusión en Génération intellectuelle (pp. 570-574). En 1936 Boivin, del grupo Révolution
Constructive, se encontraba claramente alineado en las posiciones «pacifistas» y era favorable a
las posiciones del Comité de Vigilance des Intellectuels Antifascistes — del que se habían des
marcado ya los comunistas— , que proponía una vigilancia exclusivamente «interna» — sin con
ceder importancia a lo que pudiese hacer Hitler, por ejemplo— del problema fascista. Este era
el argumento principal de un texto pacifista de Boivin, escrito en abril de 1936, que fue publi
cado postumamente en 1938 en el libro Choix d'Écrits, que recogía artículos suyos y artículos
que le recordaban (hay uno de Vilar que recuerda la época común «Á l’École Nórmale»). Le-
franc, que presentó la edición del libro, intentó justificar la publicación de aquel texto con estas
palabras: «El desencadenamiento de la guerra civil en España le había trastornado profunda
mente; no lo disimulaba en agosto de 1936. Pero la evolución misma de la crisis española había
contribuido a hacerle volver a su posición anterior; los que más le conocían desde este punto de
vista pueden dar testimonio de ello». Pero el mismo Lefranc, en 1982, se pregunta: «¿Qué habría
pensado, qué habría dicho [Boivin] ante los sucesos que seguirían a su muerte?».
*
140 PENSAR HISTÓRICAMENTE
11. «L’affaire Lefranc» es extensamente comentado y analizado por Sirinelli (de hecho,
después de Alain, Lefranc es el personaje que más atención recibe a lo largo del libro, por delante
incluso de Sartre). Bajo el título «Georges Lefranc en 1944-1945: un “hiver glacial”» (Généra -
tion intellectuelle, pp. 574-585), Sirinelli reproduce diferentes testimonios (entre ellos, entrevis
tas con el mismo Lefranc y el manuscrito L ’Affaire Lefranc escrito por el mismo protagonista)
sobre la acusación de «colaboracionista» de que fue objeto al acabar la segunda guerra mundial
y que le valió seis meses de reclusión, y la prohibición — dictada por una comisión académica—
de enseñar — en cualquier tipo de establecimiento— durante cinco años, a pesar de que el tribu
nal de justicia había dicho, en marzo de aquel año, que no había encontrado en sus escritos in
dicios de propaganda alemana. Los cinco años de «indignidad nacional» fueron reducidos por el
presidente Vincent Auriol, y en 1948 Lefranc reemprendió sus tareas docentes en un centro pri
vado. Las acusaciones a Lefranc se basaban en los escritos publicados durante la ocupación en
HISTORIA E IDENTIDAD 141
los diarios L ’Oeuvre de Marcel Déat y Le Rouge et le Bleu de Charles Spinasse. Sirinelli coin
cide con Vilar cuando destaca como elementos que pueden explicar el itinerario de Lefranc —y
de otros sindicalistas— su pacifismo y su anticomunismo.
:
142 PENSAR HISTÓRICAMENTE
Me parece haber contado más de una vez la extraña experiencia que nos re
portó nuestra vida en Céret. Una experiencia marginal de la guerra en Cataluña.
Desde Céret oíamos los bombardeos del otro lado de la frontera. Pero nuestros
vecinos labradores, aunque eran buenos catalanes, se preocupaban sobre todo
del precio de las cerezas en el mercado de París.12 Los gendarmes franceses
querían saber —aunque fuera interrogando a nuestro pequeño, que aún no
había
✓
cumplido los tres años— por qué iba yo a Céret cada fin de semana.
Eramos sospechosos, eso era evidente, porque leíamos la prensa comunista y
republicana, y no la de Action Fransaise.13No digo que toda la administración
francesa, o que toda la prensa francesa, fueran hostiles a la España republica
na. Pero sí que lo era la gran prensa. Y una parte activa de la administración,
sobre todo de la policía, actuaba espontáneamente, por una especie de reflejo
profundo, contra el bando republicano español. Eliminaban, la mayoría de las
veces por simple ignorancia, todos los matices. Comunismo, anarquismo, de
mocracia; todo era malo. Así de simple.14 Quisiera remitir aquí a lo que dije
en el congreso de Perpiñán sobre la retirada republicana.15
12. «En Céret, nuestros vecinos campesinos, a pesar de ser catalanes, sentían caer las
bombas sobre Figueres con una indiferencia total; su gran preocupación era el precio de las ce
rezas en el mercado de París. Se comprende así por qué, ante el éxodo de 1939, el municipio de
Argeles pensaría sobre todo en la obtención de una indemnización por los daños sufridos, y tam
bién que, al llegar el otoño, más de un viticultor de nuestro Midi soñase con la posibilidad de
encontrar en los campos españoles una mano de obra poco exigente para la vendimia» {Plages
d ’exil, p. 15).
13. «Cada sábado me iba a Céret, con una maleta llena de libros para el trabajo, de revis
tas y de periódicos para distraemos e informamos, de juguetes y golosinas para mi hijo (tenía dos
años). Un día, mi mujer me explicó riendo: “siento como si estuviera bajo vigilancia’’. Y algunos
días más tarde, en efecto, sorprendió a dos gendarmes interrogando al pequeño: “¿Qué lleva en
su maleta tu papá, los sábados?”. La respuesta, naturalmente, fue: “¡confituras!”. El episodio nos
divirtió. En realidad, se trataba de un signo inquietante. ¿Por qué resultábamos sospechosos?
Porque sabían que éramos lectores de Regarás, del Canard, de L'Humanité, y no de Je suis pa-
rout de Gringoire» (Plages d ’exil, p. 15).
14. Vilar había llevado esta reflexión un poco más allá en 1939, con motivo de una inves
tigación bibliográfica en la Bibliothéque Nationale de París: «¿Por qué, en el catálogo de la Bi-
bliothéque Nationale, cualquier cosa publicada por los amigos de la España republicana figura
bajo la rúbrica “intervención comunista”? La palabra no quiere decir nada, y aún menos la cla
sificación. Pero estos folletos, justamente, denuncian las intervenciones extranjeras fascistas.
Si hay mala voluntad, ha estado mal inspirada. Seguramente se trata tan sólo de un triste hábito
de espíritu. Pero el abuso del lenguaje, sistematizado por la prensa, ¿será adoptado también por
nuestras instituciones científicas?» (Nota introductoria al artículo «Histoires d’Espagne», La
Pensée (1939), p. 117).
15. «Clóture du colloque», Les Franjáis et la guerre d ’Espagne. Actes du Colloque de
Perpignan , J. Sagnes y S. Caucanas, eds., CREPF, 1990. Hay traducción al catalán en P. Vilar,
L ’historiador i les guerres, Eumo, Vic, 1991, pp. 85-109. «Los problemas de la acogida reser
vada por la población de los Pirineos Orientales a los refugiados llegados en masa en enero-fe
brero de 1939 son también complejos. Me conmovieron mucho, recientemente, en París, con
ocasión de la presentación de Plages d ’exil, algunos gritos de dolor que el recuerdo de la “reti-
HISTORIA E IDENTIDAD 143
rada” había despertado. Aquí las intervenciones más emotivas han sido las de los testimonios
que nos han dicho: “Yo tenía siete años...”; “Yo tenía diez años...”. Pero tal vez me impresionó
aún más el testimonio de Jacques Saquer que, adolescente, sin encontrarse en el lado de los refu
giados, descubrió, en su pueblo-frontera, la fraternidad que lo unía al flujo inesperado de venci
dos. Una parte de la “juventud” de este pueblo sintió sobre todo la frustración de la esperada fies
ta del Carnaval, e incluso quería mantenerla; el joven sintió vergüenza. Esto no es una anécdota.
Aquí existe un problema, que planteé en Plages d ’exil, y que había descubierto, en 1938, en
Céret, en Vemet-les-Bains, donde mi mujer y mi hijo pasaron largas temporadas por motivos
de salud. Pude constatar, en el seno de la población de los Pirineos Orientales, algunos signos
no tanto, tal vez, de indiferencia, sino más bien de ignorancia ante lo que pasaba al otro lado de
la frontera. Como si esta “frontera” separase el mundo en compartimientos tan impermeables
que lo que pasaba en un lado no implicaba nada para quien se encontraba en el otro. Fue el
carácter masivo del “refugio”, en enero-febrero de 1939, lo que reveló a los franceses, próximos
o lejanos, la profundidad del drama español» (p. 423).
16. Tomás Navarro Tomás (La Roda, La Mancha, 1884-Northampton, Massachusetts, 1979),
discípulo de Menéndez Pidal. Miembro de la Academia Española desde 1935.
144 PENSAR HISTÓRICAMENTE
crear con sus gentes un partido orientado hacia el fascismo,19y el Partido So
cialista lo había celebrado con el grito: «¡Adelante Saint-Denis!». Saint-Denis
era el barrio de Doriot.
En el Partido Comunista había hombres que me atraían, como Gabriel
Péri, pero también los había que no me atraían en absoluto, como Jacques
Duelos.20 Algunas de sus personalidades, como Maurice Thorez,21 constituían
para mí un enigma. Yo presentía que si entraba en el partido, también habría
de alinearme, si no entrar en un auténtico campo de batalla.
También estaba el problema de la Unión Soviética. ¿Qué sabíamos noso
tros de lo que estaba ocurriendo allí? De entrada, que desde los primeros
años de la década de 1930 había realizado prodigiosos avances. Los planes
quinquenales estaban teniendo éxito, el pueblo estaba alimentado, se había
creado una industria, y militarmente su aviación estaba dando lecciones en
España a la aviación alemana. Estaban, era cierto, los procesos. Pero el único
que se conocía en Francia se había planteado en temas tan pasionales que
cabía preguntarse: ¿dónde está la razón? El antisovietismo en política exte
rior era tan peligroso como el anticomunismo en política francesa. En cuan
to a la guerra de España, los acontecimientos de 1937 y los comentarios de
la prensa trotskista y anarquista disiparon todas mis dudas. El Partido Co
munista de Líster y de Dolores Ibárruri constituía el pilar más sólido de la
República.
Ante esta problemática, reflexionaba a menudo sobre mi condición de
intelectual y de historiador. Viví en este terreno dos tipos de experiencias li
mitadas pero muy instructivas.
Habiendo dejado aparcadas mis investigaciones en los archivos, me dedi
qué a estudiar más exhaustivamente la bibliografía existente sobre la historia
de España y descubrí a Marx como historiador de este país. Me pareció útil
editar en francés, en las circunstancias del momento, los estudios de Marx so-
19. Jacques Doriot (Bresles, Oise, 1898-Menningen, Badén, 1945). Importante miembro
del Partido Comunista Francés, y diputado y alcalde de Saint-Denis, Doriot había mostrado di
vergencias con el partido desde 1930 y en 1934 lo abandonó. En 1936, siendo todavía diputado
y alcalde de Saint-Denis, fundó el Partido Popular Francés, de ideología fascista. Durante la gue
rra combatió en el frente del este con uniforme alemán. Se discute si su coche fue ametrallado
por un avión aliado o un avión alemán.
20. Jacques Duelos (Lorez, Hautes-Pyrenées, 1896-Montreuil, Seine-Saint Denis, 1975).
Importante miembro del Partido Comunista Francés, del cual fue secretario de 1931 a 1964, y
miembro del comité central hasta su muerte.
21. Maurice Thorez (Noyelles-Godault, Pas-de-Calais, 1900-cerca del mar Negro, 1964).
Miembro fundador del Partido Comunista en 1920 (provenía de la SFIO). Encarcelado por
su antimilitarismo en los años 1929-1930. Secretario del partido desde 1930, Thorez sostuvo
lealmente al gobierno del Frente Popular, si bien se mostró favorable a la intervención en Es
paña. Más tarde, en 1939, al ser movilizado, dejará el ejército francés. Será ministro de Estado
de 1945 a 1946 con De Gaulle. Fue el secretario general del PCF hasta 1964.
146 PENSAR HISTÓRICAMENTE
bre 1842 y 1854 en España, que sólo podían leerse en inglés. Comuniqué mi
proyecto a Georges Cogniot, con quien mantenía una relación cordial. Él lo
dispuso todo para la edición y me pidió que redactara una introducción.22
Cuando todo ya estaba preparado, Cogniot me dijo, para mi sorpresa: «Es
necesario que el texto sea aprobado en Moscú. Nuestra casa editorial lo con
sidera necesario». El texto fue devuelto al cabo de tres meses. Había sido
aprobado casi en su totalidad, con sólo dos observaciones: un nombre de ciu
dad y un apellido de un político mal escrito o mal interpretado. Desde Moscú
se me pedía que hiciera la corrección, pero sin poner una nota que dijera «aquí
Marx se equivocó». Esta forma de proceder digna de las tradiciones teocrá
ticas más absurdas me irritó. El texto, sin embargo, no llegaría a publicarse.
Estaba en la imprenta cuando fue firmado el pacto germano-soviético. Aque
lla misma noche la policía destruyó todo lo que había en la editorial, incluidos
el plomo y las planchas de imprenta. Todo estaba preparado para una opera
ción de este género. Si el primer detalle me había revelado el dogmatismo
paralizador de un partido, este otro constituía la prueba de la violencia con
tenida en el estado francés, que las apariencias democráticas disimulaban.23
El mismo año viví otra experiencia mucho más gratificadora en el terreno
intelectual. Participé en la creación de la revista La Pensée —una publicación
de influencia comunista— en casa de Paul Langevin, sabio eminente y ciuda
dano intachable, al lado de su yerno, el físico Jacques Salomón, y del filósofo
Georges Politzer, hombres de quien uno puede sentirse orgulloso de haber
conocido.24
22. Vilar comenta que preparó la edición de estos textos en «Histoires d’Espagne», La
Pensée (1939). Georges Cogniot era uno de los responsables de las Éditions Sociales. Se trata de
los artículos que Marx había publicado en el New York Daily Tribune. Han sido traducidos al
castellano: K. Marx y F. Engels, Revolución en España (con prólogo de Manuel Sacristán),
Ariel, Barcelona, 1960, y, también, La revolución en España, Progreso, Moscú, 1980 (edición
revisada y ampliada).
23. Vilar explica en su artículo con motivo de los cincuenta años de La Pensée: «Me lo ex
plicaron cuando volví del cautiverio. No me lo creí del todo, porque me pareció demasiado fuer
te, y la desaparición del manuscrito podía explicarse, de hecho, por episodios posteriores. Pero en
“Le Monde des Livres” de esta última semana (26 de mayo de 1989) leí que una obra literaria de
Louis Parrot, hispanista de los años treinta, había desaparecido en aquella operación policial.
Pero, los historiadores, ¿han tenido en cuenta esta operación?» (p. 17).
24. Cincuenta años después, Vilar rememora esta primera reunión fundacional: «Apenas
puedo recrear algunos detalles de aquella reunión en mi memoria. No conocía, ni mucho menos,
a todos los asistentes. Y me parece que los amigos comunistas que más frecuentaba — Jean
Bruhat, Pierre George, Georges Cogniot— no estaban. Pero puedo equivocarme. En todo caso
es seguro que aquel día no figuraron — o no quisieron figurar— como los iniciadores o los pla
nificadores de la empresa. En cambio, creo ver a Paul Langevin. Un poco, está claro, porque él
aparecía ante nosotros como el patriarca por excelencia, “el sabio, el hombre de progreso”. Pero
también porque él no dio de ningún modo la impresión del anciano que se limita a ceder su sa
lón para una reunión simpática. Él presidió realmente. Podía adivinarse en él al auténtico inspi-
HISTORIA E IDENTIDAD 147
rador del proyecto. Jacques Solomon, es cierto, expuso las intenciones de la revista en el terreno
de las ciencias matemáticas, físicas, biológicas; pero Langevin intervenía, precisaba, matizaba,
planteaba problemas. Con una sencillez y una cordialidad conmovedoras. Del lado de la filoso
fía, y de las ciencias humanas, las directrices de la revista las anunció Georges Politzer. Le co
nocía muy poco; no tenía la cordialidad espontánea de Langevin y de Solomon; su discurso fue
abierto, condenó los dogmatismos, pero con tono decisivo; ¿y cómo se lo íbamos a reprochar,
cuando había tantos peligros que denunciar, tantas tentaciones irracionales? ¡Langevin, Solo
mon, Politzer! En el fondo, no me extraña que no vea a nadie más, cuando busco en mi memo
ria el recuerdo de aquella sesión. Ellos la dominaron por entero. No obstante, hay otro rostro que
percibo con claridad: el de Léon Moussinac. Tal vez lo recuerde porque hacía de secretario de la
sesión, y estábamos sentados uno al lado del otro, y porque me pidió, al marchar, si yo acepta
ría, eventualmente, encargarme del secretariado de la redacción de la nueva revista. Yo veía en
Moussinac al hombre que lo sabía todo sobre cine, particularmente el cine soviético, una de mis
pasiones desde hacía mucho tiempo. Su proposición me conmovió y me tentó, pero tuve miedo
de no saber estar a la altura de las circunstancias. El secretariado de redaccción fue confiado a
André Parreaux, anglicista, con quien debía haber coincidido en nuestros años comunes de la
École Nórmale (1927-1929), pero a quien conocía muy poco. Parreaux y yo volveríamos a en
contramos, dos años más tarde, en un extraño cara a cara, a ambos lados de una alambrada»
(«La fondation de La Pensée. Souvenirs d’un historien», p. 13).
25. «Histoires d’Espagne», La Pensée (1939), pp. 108-117. Hay una crítica muy dura a la
Nouvelle histoire d ’Espagne (1938) de Maurice Legendre.
26. El artículo sobre la Revolución francesa fue publicado conjuntamente con Albert So-
boul: «La Révolution Fransaise vue á travers les expositions historiques», La Pensée (1939),
pp. 117-129. Vilar explicaba cincuenta años después (el año del bicentenario de la Revolución
francesa) las circunstancias de este artículo: «La Pensée me pidió si podía cubrir la información
sobre una de las exposiciones organizadas y me puso en contacto, en Camavalet, con un joven
colega. Era la primera vez que lo veía. Se llamaba Albert Soboul. Para todos, muy pronto, “Ma-
rius”. Los acontecimientos nos separarían, pero volveríamos a encontramos, a finales de los años
cuarenta, fieles a las mismas simpatías, a los mismos valores. En los archivos, en la Sorbona (la
del 68), en el congreso de Moscú, en 1970, rememoramos más de una vez nuestro primer en
cuentro. En 1939, en Camavalet, la exposición “revolucionaria” empezaba bien: “ ¡se entraba
pasando bajo la guillotina!”. Quisiera poder decir (pero me temo que no es así) que, en 1989, las
presentaciones “revolucionarias” ya no proceden con la misma hipocresía. Soboul ya no está
para indignarse. Pero me alegro de haberme indignado con él, hace cincuenta años, de cosas pa
recidas. ¡Gracias a La Penséel» («La fondation de La Pensée. Souvenirs d’un historien», p. 14).
27. Alusión a las palabras de Goethe, que había participado en esta batalla como oficial de las
tropas prusianas, dirigidas a sus soldados: «En este lugar y en este día empieza una era nueva en
la historia del mundo, y podréis decir: yo estaba allí». Goethe, Campaña de Francia (1827).
148 PENSAR HISTÓRICAMENTE
28. Vilar analiza así la evolución de los pacifistas de los años veinte: « ... después de 1931,
con la crisis y el auge de los fascismos, la línea divisoria se situó entre los que veían claramente
los peligros mayores, y los que preferían cerrar los ojos, a menudo llevados por un anticomunis
mo existencial» («La fondation de La Pensée. Souvenirs d’un historien», p. 14). También ha ha
blado de las discusiones en el seno del Comité de Intelectuales Antifascistas: «Pero hay que
tener en cuenta, en el mismo bando, la corriente pacifista, individualista, y a menudo apasiona
damente anticomunista, cuya aspiración extrema podía encerrarse en el lema: antes la esclavitud
que la muerte, con la formulación más noble — aunque no más realista— de Simone Weil, que
podemos resumir así: si queréis demostrar que no sois cobardes, alistaos en el frente de Aragón,
pero no nos habléis de tanques, de cañones, de aviones y de alianzas; “ne graissez pas les go-
dillots” en vista del próximo conflicto internacional. ¡Como si el conflicto internacional no estu
viese presente ya en la guerra de España, y como si ésta precisase hombres y no armamento!»
(«Guerra de España y opinión internacional», p. 128).
29. Marcel Déat (Guérigny, 1894-San Vito, cerca de Turín, 1955). Normalien de la pro
moción de 1919, Sirinelli, en su libro, otorga mucha importancia a su influencia en el círculo
socialista de la École de la década de los veinte. En noviembre de 1933, con Pierre Renaudel
y Adrien Marquet, abandonaron la SFIO y fundaron el Partido Socialista de Francia (pronto
llamado “neosocialista”) en junio de 1934. Déat, con el Rassemblement National Populaire
(RNP), y Doriot, con el Partit Populaire Fransais (PPF), son considerados por muchos historia
dores como los líderes reales del fascismo francés. Marcel Déat fue nombrado secretario de
Estado para el Trabajo y los Asuntos Sociales en el gobierno de Vichy (1944) y al acabar la gue
rra se refugió en Italia.
30. La noche del 29 al 30 de septiembre de 1938, en Munich, los jefes de gobierno de Ale
mania (Hitler), Italia (Mussolini), Francia (Daladier) y Gran Bretaña (Chamberlain) firmaron un
pacto que preveía la cesión de la región de los Sudetes al III Reich, después de la celebración de
un plebiscito popular. El ejército alemán ocupó el territorio el 1 de octubre de 1938.
HISTORIA E IDENTIDAD 149
L
150 PENSAR HISTÓRICAMENTE
34. Alusión a uno de los recuerdos de la infancia de Pierre Vilar, que se encuentra expli
cado en «Lo común y lo sagrado» (véase p. 44).
Capítulo 5
1. «No afirmo que los valores de grandeza , de imperio, se inculcasen a los niños al igual
que los valores patria-república, pero la idea colonial estaba presente en las lecciones de geo
grafía, de historia, y también en las canciones: el «soldadito» es a veces «soldado de marina»,
y sabe ser hijo de Francia, «en Tonkín como en Dahomey» («Estat, nació, patria, a Espanya i
Franca: 1870-1914», p. 44).
154 PENSAR HISTÓRICAMENTE
supo en seguida quién era yo, en qué marco ideológico me hallaba. Hablamos muy libremente,
y cuando le hice algunas objeciones sobre la manera en que su medio , y él mismo, podían ver la
situación, y el sentido de la guerra, me dijo: “Pero, en 1939, en vísperas de la guerra, ¿los co
munistas no estaban preparando la revolución?”. La prueba, para él, había sido la orden que los
oficiales de servicio habían recibido de dormir todos los sábados con la pistola debajo de la
almohada, por si acaso estallara la revolución. Le pregunté: “Pero, ¿de dónde ha sacado esto?,
¿quién se lo ha explicado?”. “Supongo — me respondió— que los servicios de información fran
ceses conocen bien su oficio.” Intenté hacerle comprender que era necesario hacer un análisis
histórico del momento y que, en este contexto, lo que parecía más adecuado y lo que se pedía a
los comunistas (españoles, franceses, etc.) era no hacer la revolución ... El capitán me dijo en
tonces: “Me gustaría poder creerle, pero... ¿y Nizan?". Nizan era el gran argumento sobre el que
se apoyaban los militares».
4. Marcel Gitton, seudónimo de Marcel Giroux (Versalles, 1903-París, 1941). Miembro
desde 1920 del Partido Comunista, en el cual había ocupado cargos importantes desde 1928.
También era secretario general de la CGTU desde 1929. En la época del Frente Popular había
sido diputado. A finales de 1939 abandonó el PCF y constituyó un partido claramente colabora
cionista con Alemania después del desastre de 1940. Murió en 1941, en una calle de París, aba
tido (al parecer) por los resistentes.
156 PENSAR HISTÓRICAMENTE
5. Véanse las reflexiones del texto «Lo común y lo sagrado», pp. 29 y 31.
6. Georges Courteline, seudónimo de Georges Moinaux (Tours, 1858-París, 1929). Autor
dramático francés. Entre sus obras, destacan tres sátiras sobre la vida de cuartel: Les Gaietés de
l'escadron (1886), Le train de huit heures quarante sept (1888) y Lidoire (1891). Parece que se
inspiraron en la experiencia del autor durante su servicio militar.
HISTORIA E IDENTIDAD 157
7. El título completo del libro es: Le tour de la France par deux enfants: devoir et patrie,
livre de lecture courante. Cours moyen (1877). El autor era G. Bruno, seudónimo de Mme. Foui-
llée, mujer del filósofo Alfred Fouillée. Jacques y Mona Ozouf lo comentan en «Le Tour de la
158 PENSAR HISTÓRICAMENTE
páginas del libro, los niños André y Julien huían de una Alsacia recién con
vertida en región alemana. Salían de Phalsburg, su ciudad natal. Me pareció,
mientras miraba la puerta de la ciudad, que pronto vería la silueta de los dos
niños. Pensé en Marcel Cachin, cuando nos había explicado, en una de las
sesiones del Groupe d’Études, que no sentía vergüenza de haber llorado el
día que los franceses habían entrado en Estrasburgo.
Yo había sentido demasiado profundamente en mi interior, a partir de mis
doce o trece años, la repulsión por la imaginería revanchista de mi infancia,
para no sentirme un poco humillado de haber dejado escapar una lágrima
ante Phalsburg. Pero, sobre todo, no me sentía nada seguro de tener la pre
paración suficiente, al frente de mi sección, para evitar que otros André y
Julien tuviesen que volver a salir, una vez más, por aquella puerta.
Fronteras y patrias. La experiencia catalana y la guerra de España me ha
bían enseñado a no tratar de forma simplista los problemas que se esconden
tras estas palabras. Yo iba a luchar contra la Alemania de Hitler. ¿Por qué?
¿Se trataba tan sólo de evitar que no volviera a ser suya esta Alsacia cuyo
símbolo estaba viendo? ¿No iba a combatir también por Barcelona, por Guer-
nica y por Madrid? Yo había gritado y oído gritar en las calles de París: avio
nes para España. ¿Tendríamos ahora suficientes aviones para Francia? Sabía
mos que las trincheras nos esperaban en la frontera norte de Francia, pero
¿para qué íbamos hacia allí?, ¿íbamos a defender Polonia? No se defiende una
nación amiga instalándose defensivamente en el propio territorio.
Que el lector se tranquilice. No pienso explicar la historia de mi campaña
militar. No tengo espíritu de ex combatiente. Y, dirigiéndome en esta ocasión
a un público no francés, no quiero exhibir ninguna alegría malsana al descri
bir las humillaciones sufridas por Francia. Por Francia como estado, sin duda;
por Francia como nación, es más discutible. Pero, al fin y al cabo, en un régi
men democrático, ¿una nación no es responsable de su estado?
El período transcurrido entre septiembre de 1939 y junio de 1940, me
dio, día a día, la oportunidad de reflexionar en tomo a estas nociones: na
ción, estado, política, ejército. Sobre estos mismos meses, hay el testimonio
de Marc Bloch titulado L ’étrange défaite.8 No sé si este libro es demasiado
conocido en España. Marc Bloch es el hombre que, entre los de la generación
France par deux enfants», en Pierre Nora, dir., Les lieux de mémoire. 1. La République, Galli-
mard, París, 1986. El libro ha sido reeditado recientemente: Libraire classique Eugéne Belin,
París, 1994.
8. Marc Bloch, L ’étrange défaite. Témoignage écrit en 1940. Fue escrito entre julio y sep
tiembre de 1940. Se han hecho de él diferentes ediciones. La primera apareció en 1946. Las
últimas ediciones, en Gallimard, incluyen, como anexos, documentos escritos por Marc Bloch
en el período de la Resistencia. Para una biografía del historiador, véase Carole Fink, Marc
Bloch: A Life in History, Cambridge University Press, Cambridge, 1989.
HISTORIA E IDENTIDAD 159
9. Expresión sin traducción posible. Se refiere a los primeros meses (de septiembre de 1939
a mayo de 1940) de la segunda guerra mundial, cuando Francia ya estaba en guerra, pero de
hecho no combatía.
10. La primera estrofa de La Carmagnole dice: «Madam’Veto avait promis / De faire égor-
ger tout Paris / Mais son coup a manqué / Gráce a nos canonniers». Y el estribillo es: «Dansons
la Carmagnole, / Vive le son / Dansons la Carmagnole, / Vive le son du canon!». Este canto re
volucionario fue compuesto y difundido en París a partir de 1792.
11. Verdón es también un lugar de memoria en el libro dirigido por Pierre Nora, Les lieux
de mémoire. II. La Nation. En el artículo «Verdun» (pp. 111-141), el autor Antoine Prost conta-
160 PENSAR HISTÓRICAMENTE
biliza más de 125 títulos de obras sobre Verdún. En aquella larga batalla, en 1916 y 1917, los
franceses, dirigidos por Pétain — quien escribió su propia La bataille de Verdun en 1929— , re
sistieron, en una guerra de trincheras que comportó numerosas víctimas, el ataque de los ale
manes. Los libros 15 y 16 de la magna obra de Jules Romains Les hommes de bonne volonté,
titulados Prélude á Verdun y Verdun, evocan aquellos años. Habían sido publicados en 1938
y Sartre reproduce fragmentos de ellos en sus Cuadernos de guerra. Recordemos que Vilar tam
bién lo ha hecho en «Lo común y lo sagrado».
12. La línea Maginot había sido construida — por iniciativa del ministro André Maginot—
entre 1927 y 1936 en la frontera franco-alemana. Abarcaba una extensión de 200 kilómetros de
largo por 15 de profundidad.
HISTORIA E IDENTIDAD 161
tenía que explotar, para hacer saltar una carretera asfaltada. Pero yo no veía
que los carros de combate alemanes, para atacar Bélgica, hubiesen de pasar
necesariamente por las carreteras asfaltadas y me preguntaba, en cambio, si
con la explosión de la mina no se obstaculizaría la huida, en coches civiles
o en asnos, de numerosas familias belgas. La noción de frontera, que esta vez
yo estaba encargado de materializar, me atormentaba de nuevo. Puigcerdá, el
Portús, Portbou me habían planteado ya los problemas de una retirada.
Estos quince días significaron para mí, también, la experiencia de vivir en
el ambiente de un regimiento de caballería. Era difícil pensar que la guerra
empezaría como en 1870. En cualquier caso, sin embargo, se respetaba la tra
dición. Los oficiales de caballería eran reclutados entre la vieja nobleza fran
cesa. Un día vi con sorpresa, después de la comida, cuando —como hacía
mos habitualmente— comentábamos, señalándolas en el mapa, las últimas
noticias, que los oficiales franceses marcaban con satisfacción los éxitos ale
manes y los fracasos ingleses en las costas de Noruega. ¿Nostalgia de antes
de la revolución? ¿Vestigios de antiguas rivalidades entre marinas reales?
Pronto vi que se trataba más bien de la satisfacción de constatar que —como
seguramente habían previsto— los regímenes autoritarios se hallaban mejor
preparados para la guerra que los regímenes constitucionales, incluso cuando
éstos eran del tipo Churchill. Yo podía también estar de acuerdo con esta per
cepción, sobre todo si pensaba en Chamberlain, pero me parecía extremada
mente peligroso que unos oficiales lo celebrasen.
En mi regimiento era necesario llegar hasta el coronel para advertir un
estado de espíritu parecido. Había rehusado tender la mano a un antiguo or
denanza de Daladier que había sido asignado bajo su mando. Hacia mí mos
tró, al principio, una gran desconfianza. En febrero cambió bruscamente de
actitud. El hermano de mi mujer —para mi hijo, al que tanto había cuidado,
el tío Gastón— murió de una apendicitis mal curada. Un general bastante
conocido telefoneó personalmente a mi coronel para que me concediera un
permiso de algunas horas. Desde entonces el coronel me trató de un modo
completamente distinto. No porque pensara sacar ningún provecho de ello,
sino porque creyó que antes no me había situado adecuadamente en su mun
do. Se trata del problema de las pertenencias y del imaginario del medio.
Después del 10 de mayo de 1940, con la invasión alemana de Holanda y
Bélgica, fuimos invadidos por el imaginario de la historia. Se habló muy
pronto de la brecha de Sedan.13 En el recuerdo de nuestra infancia, la brecha
de Sedan significaba 1870 y la capitulación de Napoleón III ante Guiller
13. La ciudad de Sedan, situada en la depresión preardenesa, tuvo que ser reconstruida
después de la segunda guerra mundial. La batalla de Sedan, en la que había participado — y per
dido— el general Mac Mahon, había significado el fin de la guerra franco-prusiana y el inicio
de la III República.
162 PENSAR HISTÓRICAMENTE
Desde entonces, en cada punto que se nos señalaba para reunimos con
nuestros jefes, descubríamos al adversario. Y oíamos, bastante lejos, pero a
ambos flancos, el ruido de los carros alemanes. Con lágrimas en los ojos,
nuestro capitán decidió separamos en pequeños grupos; tal vez así consi
guiéramos, a través del bosque, llegar a alguna zona libre. Al alba siguiente,
nuestro grupo fue sorprendido por la luz en medio de un campo alemán. He
contado en otro lugar las circunstancias de la captura.15 Aquí tan sólo quiero
recordar sus aspectos más aleccionadores.
día de junio de 1940, me encontré frente a la acometida salvaje de jóvenes alemanes, y tuve que
ordenar fuego contra ellos, me esforcé por no ver en ellos a alemanes — yo adoro una determi
nada Alemania— , sino hitlerianos, quizá no responsables, pero sí solidarios de todo lo que es
tuvo en el origen de los incendios de Barcelona y Guemica. (Y es que un instante antes), frente
a Villers-en-Argonne, bajo la lluvia de bombas incendiarias, un español de un “regimiento de
trabajadores” acababa de decirme: “Ahora os toca a vosotros”. He aquí por qué no he podido
jamás separar 1940 de 1936, y mi retirada hacia Bar-le-Duc de la retirada de Cataluña» (p. 27).
Vilar piensa ahora que esta versión está equivocada en su secuencia cronológica. En La guerra
civil española, Vilar incide en estos vínculos evocando otra frase clave: «Un oficial republicano
español, en retirada en la frontera de los Pirineos, le dijo a un oficial francés que lo trataba con
desprecio: “Oí deseo que resistáis tanto tiempo como nosotros”. En junio de 1940 tuve ocasión
de pensar largamente en él» (p. 145). Las dos frases son objeto de una reflexión común en la
«Presentació» del libro L'historiador i les guerres.
15. Fragmentos del discurso pronunciado en la fiesta del fin de curso 1945-1946 del Insti
tuto Francés en Barcelona: «La mañana del 16 de junio de 1940. Habíamos luchado durante
cuatro días en los desfiladeros de Argonne, como en 1792. De mata en mata, como en 1870. En
trincheras improvisadas, como en agosto de 1914. Ingenuos, creíamos haber hecho bastante bien
nuestro trabajo de soldados, habíamos llevado a cabo las misiones encomendadas y obedecido
las órdenes. Y sólo nos sorprendía que la guerra moderna fuera tan sencilla. No obstante, a me
dida que pasaban las horas, nuestras ilusiones se iban esfumando. El desenlace de la lucha no
había sido decidido por nuestros fusiles. Un aprovisionamiento frustrado, una comunicación cor
tada, un oficial superior que dejaba de responder. Y sabíamos que veinte, cincuenta, cien kiló
metros tras nosotros, por todos los caminos importantes, por todas las carreteras, desfilaban las
columnas motorizadas enemigas, dividiendo nuestras formaciones, riéndose de lo que dejaban
tras de sí. El batallón se fue quedando solo. Y más tarde la compañía. En grupos de seis o siete,
subrepticiamente, intentamos cruzar la inmensa red, en dirección a unas hipotéticas líneas orga
nizadas. Y, de pronto, después de caminar toda una noche, en los linderos de un bosque se nos
vinieron encima, surgiendo de la niebla que los había escondido a nuestros ojos, doscientos gi
gantes rubios, medio desnudos, como los que el mundo veía desfilar amenazadoramente en las
pantallas de los cines desde hacía siete años, blandiendo ametralladoras último modelo y bai
lando una especie de danza del scalp. Buenos salvajes, no obstante, que nos decían, los pobres:
“Krieg fertig ”. “La guerra se ha terminado: para vosotros en seguida, para nosotros dentro de
tres semanas ... ¡el tiempo de obligar a Inglaterra a capitular!” Desde la distancia, intento re
construir la humillación de aquel momento. Violenta, ciertamente, como un puñetazo en la cara,
pero sorpresa puramente física, puramente externa al fin y al cabo, como la del boxeador que cae
en la lona, sin saber aún si es para el último recuento. O como la del niño a quien un compañe
ro más fuerte tira al suelo y oye en su interior una voz que le dice: “¡no llores!”. Así habría sido
la humillación de Francia en aquellos mismos días, si algunos franceses no se hubiesen empe
ñado en interpretarla de otra manera».
164 PENSAR HISTÓRICAMENTE
16. Continúa el discurso de 1946: «Dos de los jóvenes vencedores, que se habían puesto la
guerrera en señal de respeto, vinieron a conversar conmigo. Habían sabido por mis hombres
que vivía en París y que era una especie de Herr Doktor. Así pues, venían a decirme, en un fran
cés correcto, que habían interrumpido sus clases en la Sorbona en junio de 1939 y que esperaban
reanudarlas en octubre de 1940, en una Francia finalmente consciente de la posición espiritual
que le correspondía, debido a su pasado, en la Europa regenerada. Callé. ¿Era necesario, real
mente, que nuestro hundimiento se viera acompañado de esta especie de coqueterías intelectua
les? ¿Habría franceses que caerían en esta trampa, y esto sería el fin? ¿Nos convertiríamos en la
Grecia cautiva que intentaba estrechar entre su retórica al furioso vencedor? Desgraciadamente,
después de Corinto, Grecia había muerto. ¿Naciones de lujo? Rehusaba de antemano este con
suelo literario. Pero la insolente condescendencia de aquel homenaje me había herido más pro
fundamente que la derrota física y que la danza del scalp».
17. El mariscal Paul von Hindenburg (1847-1934), héroe de la primera guerra mundial,
presidente de la República de Weimar desde 1925, fue quien, ante el avance del nacionalsocia
lismo, nombró canciller a Hitler, en 1933.
18. «Jamás un cineasta o un caricaturista soñaron nada tan magnífico. El cinturón enérgica
mente abrochado sobre el vientre prominente, condecoraciones abundantes, monóculo irresistible,
cráneo brillante, silencio calculado y lleno de desprecio ... El coronel avanza hacia la entrada, en
el ojo el monóculo dominador. Miro a nuestros soldados y, de pronto, en sus miradas leo la ver
dadera libertad. Está en ellos, en mí, a pesar de los guardianes armados, las manos desnudas,
los uniformes raídos, las caras sucias, el aspecto de derrota. La libertad está en nosotros. Porque
aquellos hombres rieron. Silenciosamente, sin escándalo. Pero rieron. Irrespetuosamente. Irreve
rentemente. ¡Santa irreverencia de los franceses! ... con una sonrisa, me hacían partícipe de su
primer momento de alegría desde que habían sido hechos prisioneros: ‘Teniente, ¿qué le ha dicho
Eric von Stroheim?”.» (fragmentos del discurso de 1946).
19. En el mismo discurso de 1946, pronunciado en el Instituto Francés de Barcelona, Vilar
también recuerda las impresiones de aquella conversación con el coronel: «Ahora íbamos a ha-
HISTORIA E IDENTIDAD 165
blar de hombre a hombre. ¿Soy profesor de historia? Entonces, puedo medir la profundidad de
la derrota de mi país. Decisiva, esta vez, y definitiva. En este momento, pienso en el viejo sar
gento de la sacristía que me ha dicho: cosas de la vida, a todos nos tiene que tocar un día u otro.
Los sargentos y los pobres maestros de escuela ¿tendrían, tal vez, un sentido de la historia más
preciso que los coroneles jefes de Estado Mayor, que disponían de radios y mapas? Me atrevo a
decir: “En historia, señor coronel, ¿hay derrotas definitivas?”. ¿Cómo? ¿Qué he dicho? ¿Me
atrevo a discutir? ¿Es que aún tengo esperanzas? ¿Es posible que aún ignore que mis hombres
no piensan como yo, que el pueblo francés no quiere luchar, que las doctrinas disolventes lo
han herido de muerte y que la elite francesa confraterniza con los vencedores, que Inglaterra está
exánime y es enemiga nuestra, que Rusia se ha comprometido definitivamente y que, en todo
caso, su peso militar es irrelevante? Y, por fin, el último ,argumento: me enseñan, a través de la
ventana, el patio de la casa de campo, y en él a los prisioneros que van llegando: tropas colo
niales, negros mezclados con blancos, se reparten el pan, se ofrecen unos a otros cigarrillos.
¡Puah! ¡Qué mueca de desprecio! “Esto es lo que les ha perdido a ustedes, los franceses. Les ha
faltado el orgullo de raza”».
20. «Un viejo entraba en la sacristía de la iglesia del pueblo, tapiada y transformada en
celda en mi honor. Este hombre no tenía nada del atlético Siegfried. Viejo sargento, viejo com
batiente del 14, viejo maestro de escuela de las orillas del Rin, podría haber sido el tío de Jean-
Christophe. Humanamente, sencillamente, venía a decirme: también él había sido un vencido, un
prisionero, un día de 1918. Estos malos momentos se superan. Son golpes del destino, cosas de
la vida ... Adivinando que el aburrimiento de las primeras soledades empezaba a pesar sobre
mis hombros, ponía a mi disposición la biblioteca del rector, ¡un sacerdote lorenés! Era la bi
blioteca del día siguiente de una derrota, la de nuestros abuelos. Narraciones de cargas, pantalo
nes encamados, “eran demasiado ... esperanzas de revancha”.» Jean-Christophe es el título de
la gran novela de Romain Rolland, considerada la primera gran novela cíclica francesa (17 vo
lúmenes publicados entre 1904 y 1912). Su principal protagonista, Jean-Christophe, es un hijo
de músicos nacido en Renania, que de joven va a vivir a un París idealizado, y finalmente en
cuentra la paz en la soledad de las montañas.
166 PENSAR HISTÓRICAMENTE
jas, un buen número de cadáveres, con la piel negra o morena, con uniforme
francés, símbolo de una conquista colonial, y con agujeros en los cráneos,
símbolo del racismo alemán. Nuestro destino era la ciudad de Bar-le-Duc;
allí nos encerraron en el edificio de la École Nórmale para chicas. Digo
«nos» porque reencontré a todos mis camaradas de regimiento, incluido mi
capitán. No digo que me alegrase, hubiera preferido que su huida hubiera
tenido éxito, pero experimenté cierto sentimiento de sosiego: yo no había
sido más torpe que los otros.
Después de la captura, empezó el cautiverio. Aquellos años habían de
darme muchas lecciones. Lecciones humanas, sin duda, pero no voy a escri
bir una novela.21 Hablaré, sobre todo, de las lecciones sociales sobre las di
versas pertenencias a las cuales se siente asociado un individuo. Observarlas
me ha servido de mucho en mi formación de historiador. Modestamente,
trataré de explicar cómo y por qué.
Fui capturado el 16 de junio; el 17 Pétain firmó el armisticio. No he ol
vidado nunca de qué modo supimos la noticia. Estaba junto a una decena de
oficiales, y entre ellos no figuraban los que mejor conocía. Oíamos, a través
de una ventana abierta, una radio con el volumen particular y deliberada
mente potente. Querían que la escuchásemos. Fuera de nuestra vista, pero no
muy lejos de nosotros, al alcance de nuestros oídos, estaba el campo de pri
sioneros al aire libre que había sido reservado a los hombres de la tropa. La
noticia del armisticio pareció provocar allí un rumor, no de aclamación, pero
sí de evidente satisfacción: la guerra había terminado. Entre los oficiales tam
bién noté más de un suspiro de alivio. Tan sólo tres no pudimos retener nues
tras lágrimas. A partir de aquel momento, nació entre nosotros una sólida
amistad. Se trataba de dos hombres muy diferentes a mí y muy diferentes en
tre ellos. Los dos eran militares de carrera, pero uno lo era por tradición de
familia rica, y el otro se había hecho suboficial de los coloniales obligado por
las circunstancias de una familia pobre.
No siento ninguna vergüenza de haber llorado con ellos. En primer lugar,
porque nadie puede evitar sentir en su interior el peso de la educación de toda
una infancia. Marcel Cachin nos lo había explicado a propósito de sus lágrimas
ante Estrasburgo. Después, porque todo hombre que haya combatido se siente
un poco responsable de la derrota de los suyos. Finalmente porque, al menos
para mí, pero sin duda no sólo para mí, el discurso de Pétain no había apenas
disimulado tras su balbuceo la secreta satisfacción de lo que iba a llamarse «una
21. Hay diferentes novelas basadas en las experiencias de los prisioneros de guerra. La
más conocida es la de Jacques Perret, Le caporal épinglé , que dará lugar a una película del
mismo título de Jean Renoir. Pero la novela que narra la experiencia más parecida a la de Vilar
— y que a Vilar le gusta recomendar por la capacidad de análisis sociológico de su autor— es la
de Armand Lanoux, Le commandant Watrin.
HISTORIA E IDENTIDAD 167
divina sorpresa», una venganza contra los años del Frente Popular, algo pareci
do a la venganza contra la Comuna de Mac Mahon y del Sacré Coeur.22
No obstante, para el conjunto de los prisioneros, el armisticio había sig
nificado ante todo la proximidad de la liberación. Nuestros guardianes hicie
ron lo posible para mantener viva esa ilusión. Se anunció la liberación de los
agricultores antes de la cosecha, y también la de los enseñantes antes del ini
cio del nuevo curso. Pero sólo fueron liberados los bretones. El mito étnico
prevaleció sobre el análisis histórico. Respecto a los alsacianos, su caso había
sido resuelto antes. En mi sección no había más que dos. Pude verlos, en los
pasillos, con el uniforme alemán; uno de ellos consiguió desaparecer.
Yo intentaba observarlo todo con ojos de historiador. El 18 de junio el
general De Gaulle había demostrado tener espíritu histórico en el discurso
pronunciado en la radio inglesa, pero no habíamos podido escucharlo.23
No me desagradaba saberme prisionero en una escuela normal para maes
tras. Dos maestras de provincia habían presidido mi infancia: mi madre y su jo
ven hermana, que la había reemplazado a mi lado. Pude así reconstruir una at
mósfera que muy a menudo me había sido descrita. En la biblioteca, descubrí
con alegría la existencia de una colección entera de los Anuales d ’Histoire
Économique et Sociale desde 1929, pero constaté con cierta tristeza que nadie
había leído sus páginas, ya que ni siquiera habían sido separadas. Más consul
tado había sido el semanario de información general LIllustration. Yo no lo
leía con regularidad, y me pregunté cómo había tratado la guerra de España. La
retirada catalana había sido perfectamente descrita con croquis de los despla
zamientos de los carros de combate a los dos lados de cada posición sucesiva
mente ocupada. Constituían una imagen extraordinariamente parecida a lo que
acabábamos de vivir. La mostré a mi capitán. Se sobresaltó: «Y no nos dijeron
nada. Todo el Estado Mayor francés merecería ser fusilado».
En cualquier caso, quedaba claro que la revista La Pensée no se había
equivocado al preocuparse por los carros de combate. El pacifista que, con
22. Mac Mahon (1808-1893) fue el general del ejército francés que perdió la guerra franco-
prusiana (en Sedan), pero también el del ejército que reprimió la Comuna. Tras la caída de
Thiers (que le había encomendado la represión) se convirtió en presidente de la República
(1873-1879). La construcción de la basílica del Sacré Coeur, en Montmartre, fue decidida por la
Asamblea Nacional en 1873, aunque no se acabó hasta 1912, para conmemorar la victoria sobre
los communards.
23. En el discurso del 18 de junio De Gaulle invitaba a los franceses a unirse a él en Lon
dres: «Esta guerra no se encuentra limitada al territorio desdichado de nuestro país. Esta guerra
no ha sido decidida por la batalla de Francia. Esta guerra es una guerra mundial. Todos los de
fectos, todos los retrasos, todos los sufrimientos, no pueden evitar que haya, en el universo, los
medios suficientes para abatir un día a nuestros enemigos. Fulminados hoy por la fuerza mecá
nica, en el futuro venceremos por una fuerza mecánica superior. El destino del mundo está
aquí». El texto del discurso ha sido reproducido muchas veces; por ejemplo, en Maurice Agul-
hon, La République. 1932 á nos jours , Hachette, París, 1990, pp. 72-73.
168 PENSAR HISTÓRICAMENTE
24. Vilar da más detalles sobre este episodio en «La fondation de La Pensée. Souvenirs
d’un historien», La Pensée, n.055 270-271 (julio-octubre de 1989): «Había conocido en Barcelona,
antes de 1936, a un joven politicólogo, autor de buenos trabajos sobre la ideología de la Ilustra
ción. Le hice llegar los primeros números de La Pensée. Me fueron devueltos con esta nota: “esta
revista habla de carros de combate; ¿cómo podría interesarme?”. Este era el espíritu, el estilo,
de los pacifistas que teníamos que combatir, o tratar de convencer, en el Comité de intelectua
les antifascistas» (p. 14). En el número de La Pensée del verano de 1939 había aparecido el
artículo «Le char de combat» bajo la rúbrica «Études militaires», pp. 118-125, firmado por Max
Barel. El pacifista del que habla Vilar es Roger Labrousse.
25. Referencia al filme alemán Mádchen in uniform, realizado en 1932 por Leontine Sa-
gan. Refleja la vida en un internado para hijas de oficiales, y quiere ser una crítica del espíritu
militarista prusiano.
26. La película La gran ilusión, pacifista, de Jean Renoir, se había estrenado en 1937. La
acción se desarrolla durante la primera guerra mundial en un campo de prisioneros franceses. En
el filme se establecen complicidades entre militares franceses y alemanes de la misma categoría.
Eric von Stroheim interpreta al coronel alemán.
HISTORIA E IDENTIDAD 169
27. Se refiere a las campanas de la iglesia de San Sebaldo (Sebalduskirche), edificio del si
glo xiii, hoy reconstruido, en Nuremberg.
1 7 0 PENSAR HISTÓRICAMENTE
28. La revolución nacional fue el nombre que adoptó el programa de Fétain en su pri
mera etapa (hasta abril de 1942). Los partidos y los sindicatos fueron disueltos; se creó un sin
dicato de patronos y un sindicato de obreros, que tenían que colaborar en los comités sociales
de empresa. Todos los cargos elegidos por sufragio universal desaparecieron. El gobierno los
reemplazó por hombres de confianza. Se dictaron leyes contra los judíos. No se hablaba de Re
pública. sino de Estado. El lema era: trabajo, familia, patria. Durante años, el libro de Robert
O. Paxton, La Franee de Vichy, 1940-1944 (Seuil, París, 1973), ha sido prácticamente la única
referencia bibliográfica obligada. Últimamente, han proliferado los estudios sobre Vichy. Por
ejemplo, Henri Rousso, Le syndrome de Vichy de 1944 d nos jours , Seuil. París, 1987; Jean
Pierre Azéma y Fran^ois Bédarida, dirs., Vichy eí les Franjáis, Fayard. París, 1992: Eric Co-
nan y Henri Rousso. Vichy, un passé qui ne passe pas , Fayard. París, 1994; y Philippe Burrín,
La France á Fheure allemande. 1940-1944, Seuil. París, 1995. El libro de Sonia Combe, Ar
chives inierdites, Albin Michel. París. 1994, que denuncia las dificultades para investigar sobre
la documentación de aquellos años, despertó una viva polémica en Francia.
29. Algunos ejemplos: el 4 de enero de 1941, el Journal Officiel de la République
Frangaise se convirtió en el Journal Officiel de l'État Frangais. En los sellos y los billetes tam
bién desapareció la palabra «République».
HISTORIA E IDENTIDAD 171
cado como alemán. No parece que denunciase a Clauzet ante los suyos. Era
una característica extraña del momento. Todos parecían creer que los comu
nistas habían dejado de ser un problema desde el pacto germano-soviético.
Unos porque creían que habían vuelto la espalda a sus convicciones, otros
porque los veían atados de pies y manos por el pacto germano-soviético. No
sotros tuvimos muy pronto la prueba de que nada de esto había pasado, al
menos en el caso de los comunistas alemanes. Dos camaradas que organiza
ban algunos servicios del campo, y tenían por ello contactos con el exterior,
supieron muy pronto que los comunistas alemanes, aunque vivían bajo la
amenaza del arresto y de la persecución, proseguían su lucha y ayudaban a
los comunistas franceses en los planes de evasión. Este tipo de testimonios
pone en evidencia ciertos olvidos.
En Nuremberg, Clauzet y yo solíamos encontramos para pasear a lo largo
de las avenidas del campo. Nos contábamos nuestras experiencias. El no se
extrañaba de que yo no hubiese entrado en el partido. Admitía que no todo el
mundo tiene temperamento de militante. Yo le hacía partícipe de mis refle
xiones, le hablaba de mis estudios, de mis investigaciones y de mis dudas po-
✓
30. Se trata de André Parreaux. «En Nuremberg. en un Oflag dividido, con estructuras de
alambre, en varios Unterlager. Durante algunos meses, nos reservamos diariamente algunos mo
mentos, sentados uno enfrente del otro a cada lado de la alambrada, e intercambiamos opiniones
sobre el giro que tomaban las cosas (¡ah! ¡junio de 1941!)» (P. Vilar, «La fondation de La Pen
sée. Souvenirs d'un historien», p. 13). Unterlager era el nombre que recibían los campos de
prisioneros de soldados.
31. Morel, antiguo militante de Action Fran^aise, era agregado militar francés ante la Re
pública española. Vilar habla de él en La guerra civil española : «Nadie la había propuesto [la
intervención], aunque se atribuye al coronel Morel, agregado militar en Barcelona, la boutade:
“un rey de Francia haría la guerra”. Morel. de hecho, no preconizaba una intervención directa
(¡sobre todo de ninguna manera bajo la forma de “dos divisiones” !), pero ponía de relieve los
peligros de la presencia en España del “eje Roma-Berlín”, no creía en la solidez militar de Italia
HISTORIA E IDENTIDAD 173
y pensaba que, mejor armada, la República española conservaría sus posibilidades de vencer.
¿Le comprendieron? En todo caso no fue atendido» (p. 166). Y también en «Guerra de España
y opinión internacional: a la búsqueda de un método»: «Morel, después del “milagro” de Ma
drid y la masiva intervención italiana, siempre recomendó que se armase a los republicanos,
nunca que se interviniese a su lado. Lo importante, sin embargo, es saber que el Estado Mayor
francés siempre minusvaloró las informaciones de Morel sobre Italia y España porque contrade
cían una doctrina establecida. Al cabo, Morel quedó reducido a informador personal de Dala-
dier. bestia negra — a su vez— de ciertos clanes militares. No podemos equiparar, por tanto, a
gobierno con poderes» (p. 132). Morel murió en la Resistencia
32. Georges Vedel (Auch, 1910), profesor de derecho público en Poitiers. Toulouse y Pa
rís. Miembro del Consejo Constitucional desde 1980. Es autor de numerosos trabajos jurídicos,
entre los cuales destaca su Traité de droit administradf (1959).
33. Pierre-Henri Simón, que entrará en la Académie Fran^aise en 1966, había sido miem
bro del grupo tala y también del grupo fascista (del faisceau de Valois) durante sus años nor
maliens (era de la promoción de 1923). Sirinelli estudia su caso como excepcional, en Génération
intellectuelle (pp. 241-243 y 409), basándose en parte en el testimonio del mismo Simón. Ce que
je crois, Grasset. París, 1966.
34. Amédée Mas es autor de La caricature de la femme, du mariage et de l ’amour dans
l ’oeuvre de Quevedo , Hispano-Americana, París, 1957.
35. Vilar recordó este episodio en el texto que leyó con motivo del homenaje a Altamira
celebrado en Alicante en 1987: «Me permito demostraros aquí, con ocasión del coloquio, una
fotocopia de dos hojas de la Historia de España y de la civilización española. 4.a edición, Gili,
Barcelona, 1929. Se trata de la hoja de guarda del tomo III. y de la página i del tomo II (con el
título). En la primera, arriba y a la derecha, una indicación en lápiz satisface mi vieja manía
de historiador de precios: 6 volúmenes, 75 (hemos de entender 75 pesetas) ¡Felices tiempos! El
sello es el de la Librería Francesa de Barcelona. Seguramente compré allí los seis volúmenes
(comprendidos los dos de “historia contemporánea” de Zabala), en 1931. La inscripción manus-
174 PENSAR HISTÓRICAMENTE
crita de rasgos gruesos — Lt (= teniente) Pierre Vilar, No 1417, Block III, Unterlager A. Oflag
XIII A— fue escrita por la mano de Gabriela Vilar ... Respecto al sello — Oflag XIII
A.A.O.Kgf.Geprüft— es el de la censura militar alemana. El Oflag XIII A se situaba cerca de
Nuremberg, nombre evocador para todo espíritu cultivado ... No todos los volúmenes me llega
ron al mismo campo, y testimonio de ello es la segunda fotocopia, que lleva escrito “Oflag XXII
B". Y es que, una vez abierto el frente del Este, el gran campo de oficiales de Nuremberg había
sido suprimido. Mi grupo fue enviado a Polonia, al sur de Gdansk (entonces Danzig), cerca de
Bydgoszcz (entonces Bromberg), donde el frío, cuando se acercaba Navidad, alcanzó los vein
ticinco grados bajo cero. Un día. para poder disponer de él más pronto, intenté substraer a la
censura un ejemplar de Altamira que yo ya sabía que había llegado. Fui inscrito en una lista
de sospechosos, que fuimos cambiados de campo» («Hommage á Rafael Altamira. Quelques
mots de Pierre Vilar». en Estudios sobre Rafael Altamira, Fundación Gil-Albert. Alicante, 1987,
pp. 425-426).
36. Con Parreaux «redactamos, y tratamos de difundir, un “diario de campo" que intenta
ba ofrecer análisis correctos, con la ayuda de mi mejor amigo, el maestro Pierre Clauzet, y de
un soldado empleado en los servicios del campo, un antiguo miembro de las Brigadas Interna
cionales. ¡Curioso final de una colaboración que se había iniciado en tomo a La Pensée ! ¡Pero
era tan lógico! Nuestro cautiverio era resultado de muchos errores acumulados, que La Pensée
había intentado denunciar y combatir. Y nuestro pobre diario, lleno de garabatos, mal reprodu
cido, perseguía el mismo fin: intentar, en medios demasiado sometidos a las ideologías domi
nantes, criticar las ideas recibidas, demostrar los peligros que escondían» («La fondation de la
Pensée. Souvenirs d'un historien», La Pensée, p. 13).
HISTORIA E IDENTIDAD 175
37. En una primera versión del texto Vilar explicaba que creía que Ascoli había sido de
nunciado y conducido a un campo de concentración por los alemanes. Fue una llamada reciente
del hijo del profesor Ascoli — que intenta recoger testimonios sobre el caso para reconstruir la
biografía de su padre— la que le reveló la verdadera historia.
38. Los textos de leyes de Vichy «portant statut des Juifs» se encuentran reproducidos y
son objeto de estudio en Juger sous Vichy. Le genre humaiti, 28 (noviembre de 1994). Sobre los
problemas de Marc Bloch, puede verse el libro de Carole Fink. Marc Bloch. A Life in History,
Cambridge, 1989. Bloch, obligado a marcharse de París, fue profesor primero de Clermont-
Ferrand (donde se había trasladado la Universidad de Estrasburgo en el exilio). Después, por
motivos familiares (la salud de su mujer) solicitó ir a Montpellier. El rector de la Universidad de
Montpellier hizo todo lo posible para evitar que Bloch entrase como profesor. El caso de Marc
Bloch es comentado también en el voluminoso trabajo de Renée Poznanski. Etre juifen France
pendant la Seconde Guerre Mondiale, Hachette, París, 1994, y en Claude Singer, Vichy, VUtii-
versité et les juifs, Les Belles Lettres. París, 1992.
39. La rivalidad entre Pétain v De Gaulle databa de muchos años atrás. Ambos habían
coincidido en la batalla de Verdón, si bien De Gaulle simplemente como oficial. De Gaulle ha
bía criticado siempre el hecho de que el ejército viviese de los recuerdos del pasado.
176 PENSAR HISTÓRICAMENTE
40. En el seminario del Instituí d'Histoire du Temps Présent. Vilar explicó: «Durante la
guerra de Finlandia, me encontré un día con unos amigos socialistas que llevaban sus esquís
¡para ayudar a los finlandeses! Les pregunté: 1) ¿pensáis realmente que los finlandeses necesitan
esquís?, y 2) ¿creéis que el mariscal Mannerheim es un campeón de la democracia? Explico esto
con cierto escrúpulo: ¿se trata de una simple anécdota? Si reflexiono un poco, pienso que no. Es
el reflejo del anticomunismo continuo , como fondo psicológico, en la derecha francesa, y es el
anticomunismo recurrente en los socialistas. No olvidemos estos factores de historia».
HISTORIA E IDENTIDAD 177
41. Referencia a las dos últimas estrofas del canto II del poema «Rolla» de Alfred de
Musset. La cavale sauvage muere de sed en el desierto por no haber querido (o sabido) «baisser
le front». Los últimos versos son un canto a la libertad: «Cet étre, quel qu’il soit, ou l'aigle.
ou Fhirondelle. / Qui ne saurait plier ni son cou ni son aile, / Et qui n‘a pour tout bien qu*un
mot: la liberté».
42. Se trataba del libro de Altamira. Véase la nota 35.
HISTORIA E IDENTIDAD 179
ecos de los bailes y cantos del país. Se nos permitían visitas, acompañadas, a
las pequeñas iglesias austriacas. El campo tenía su teatro, donde se acababa
de representar, cuando llegamos, una obra de Claudel. Yo estaba estupefacto.
¿Habíamos sido conducidos a otro planeta? ¿Y las carretas de cadáveres de
Nuremberg? ¿Y los brazaletes de los polacos condenados a trabajos forza
dos? Iba a pasar dos años de mi vida en este campo de Lienz y aún otro año
en Austria. Esta experiencia me daría menos lecciones sobre el momento his
tórico que la vivida en el campo de Nuremberg o la que representaría el fin
de mi cautiverio, pero aquellos tres años me iluminaron sobre otros aspec
tos de la condición humana.
Viví la experiencia de una comunidad humana privada de libertad, pero
constituida en la igualdad de un mínimo vital: una especie de fraternidad y
de mutua comprensión intelectual. La igualdad ¿es más creadora de fraterni
dad que la libertad? Sí, siempre que añadamos en la inacción. Porque es la
acción la que también divide. Aquellos camaradas que en algún momento de
su vida habían pensado en hacerse monjes decían que no se hallaban lejos
de realizar su vocación: tiempo para rezar, para meditar, para cantar, para
leer, una vez satisfechas las mínimas necesidades vitales. Añoraba muchísimo
a mi mujer y a mi hijo, pero alguna vez pensé en ellos un poco avergonzado:
¿cómo vivían, qué sentían, qué hacían en el París de la ocupación, mientras
yo no sólo vivía con relativa comodidad en el campo de Lienz, sino que in
cluso podía disfrutar de una compañía satisfactoria?
La vida común se organizaba en pequeñas unidades, stubbes, decíamos,
es decir, habitaciones, salas de estar; también las llamábamos popotes, las
cocinas comunes. Tuve que elegir una, y al cabo de pocas horas sabía que
había hecho una buena elección. No lo había pensado dos veces; me había
dejado llevar por mis afinidades de infancia. Una popote de maestros y, en su
mayoría, de maestros del Midi francés: el mundo de mi padre y el acento de
mi país. El acento e incluso la lengua, porque, si bien en mi familia desde ha
cía tiempo ya no se hablaba de forma cotidiana la lengua de oc, se recurría
con frecuencia a algunas palabras, algunas frases, algunos refranes de esta
lengua. Presentía que para nosotros, prisioneros, regresar al país no signifi
caba únicamente regresar a Francia. El país era algo más sensible, más vi
sual. más auditivo. Había meditado sobre esto anteriormente, pero allí viví y
vi vivir esta referencia a una realidad profunda.
Socialmente, redescubrí un medio que sin duda yo había subestimado, tal
vez como reacción a mi infancia. En Barcelona, en la Escola Normal de la
Generalitat, yo había intuido en lo que podía llegar a convertirse un niño de
pueblo si desarrollaba su inteligencia al servicio de una obra de enseñanza.
En Lienz descubrí a Urbain Gibert, un maestro del Lauragais, que lo sabía
todo sobre su país, sobre su lengua, sobre su economía, su psicología, y que
no quería abandonar su pueblo. Otro maestro del sur era capaz de exponer
180 PENSAR HISTÓRICAMENTE
de odio. Conseguí, el día de santa Juana de Arco, y bajo el retrato del maris
cal, que el espíritu de resistencia fuera aclamado por una numerosa asisten
cia de entre nuestros ocupantes. En la primera fila de mis auditores distinguí
a los tres militares holandeses más importantes, que habían sido capturados
en el mes de mayo de 1940 y que desde aquella fecha ocupaban una habita
ción separada en el campo de Lienz. Después de mi conferencia me invitaron
a tomar el té con ellos, como muestra de agradecimiento por haber expresa
do el sentir de todos.
He contado en otra parte que, a partir de fuentes extremadamente diver
sas, pude reconstruir los textos esenciales para la comprensión de la obra de
Marx,43 y disfruté así del privilegio de leer íntegramente el Manifiesto comu
nista a mis auditores, algunos de los cuales nunca habían oído hablar de él.
Cuando terminé, tuve la alegría de ver avanzar hacia mí a mi viejo amigo,
normalien y agregado de historia, Michel Foumiol, antiguo socialista, pero
ya entonces muy escéptico en política, diciéndome: «¡Qué texto! Nunca será
suficientemente leído». También en estos tiempos y en este lugar reuní y
43. «Tuve tiempo, por de pronto, de familiarizarme algo con el pensamiento económico
llamado “moderno”. No lo bastante como para tener un “conocimiento" — no tengo la menor
pretensión a este propósito— , pero sí, así lo espero, para un cierto “reconocimiento'’ del terre
no, es decir, para distinguir los límites entre los cuales este pensamiento puede ser útil a la re
flexión del historiador. Hasta entonces, lo confieso, mis maestros en economía habían sido antes
que nada algunos clásicos del siglo xvin, Marx y el Cours d'économie politique de Simiand, que
Luden Febvre había recomendado a los historiadores como “libro de cabecera”. Hoy sé, mucho
más que entonces, por qué no habría podido elegir mejores guías. No eran en absoluto los que
la universidad, antes de 1940, ofrecía a los estudiantes de economía. Ahora bien, no me gusta
despreciar lo que tengo consciencia de conocer insuficientemente. Y como se me presentaba la
ocasión, bien a pesar mío, de volver a ser estudiante, decidí aprovechar el hervidero de cursos y
de manuales que animó nuestros campos de oficiales desde las primeras semanas de cautiverio.
Quedé sorprendido del eclecticismo confuso, del dogmatismo ingenuo, corrientemente adminis
trados a aquel nivel elemental de la formación económica: los clásicos invocados como siguiendo
un viejo rito. Marx refutado en una lección, los mecanismos económicos y monetarios práctica
mente divorciados de la realidad histórica. Me instruí mucho más. naturalmente, cuando nos lle
garon tratados de una mayor envergadura: pienso en los de Fran^ois Perroux sobre el valor y el
beneficio. Pero no pude captar realmente la medida de la ayuda dada al historiador por el pen
samiento teórico hasta que no abordé, con la pluma en la mano (una pluma muy fina, por cier
to, para ahorrar papel y burlar la censura), las grandes obras de Schumpeter y de Keynes. No
obstante, para comprenderlos y para situar a sus discípulos, me sentí tan vigorosamente ayuda
do por las nociones bebidas en Marx, en Simiand, en los “primitivos” de la economía, que los
signos de desdén me resultaron definitivamente irrisorios. Respecto a Marx, autor prohibido,
tuve que recuperar el hilo de su pensamiento a partir de la obra de dos de sus adversarios, lo
suficientemente honestos como para citarlo extensamente: el economista belga Comelissen y
el padre Echeverry. De esta curiosa experiencia saqué el convencimiento de que el Marx eco
nomista y filósofo, aun peor comprendido que el Marx sociólogo e historiador, no se situaba
por detrás, sino por delante de los análisis de Schumpeter y de Keynes» (Cataluña en la España
moderna. Prefacio, pp. 24-25).
182 PENSAR HISTÓRICAMENTE
44. Vilar ha explicado: «En alguna ocasión dije y escribí — incluso pensé, como pasa a
menudo en la elaboración de los recuerdos— que durante casi cinco años de cautiverio había
hablado de España e incluso concebido (y no redactado) mi pequeña Historia de España bajo la
influencia de mis simples recuerdos. Esto es cierto para el período 1927-1939. del que fui testi
monio. Pero resulta menos cierto respecto al siglo xix, sobre el que Pío Zabala, pródigo en de
talles (a veces superfluos, a veces sabrosos) referentes a los acontecimientos políticos, también
es fiel al plan de Altamira , en terrenos que las modas recientes presumen haber descubierto
como los de la vida privada o la fiesta. Pero fue Altamira quien definió el perfil de esta histo
ria interna y quien privilegió sus dimensiones, en las fuentes que señala al historiador y en el
esfuerzo explicativo que recomienda al divulgador y al pedagogo. Así es que en todo lo que
concierne a la historia antigua y moderna de Iberia fue Altamira la fuente de donde tomé lo
esencial de lo que me parecía que tenía que decir a los franceses, siempre ignorantes y con fre
cuencia despreciativos, respecto al pasado español» («Hommage á Rafael Altamira. Quelques
mots de Pierre Vilar», Estudios sobre Rafael Altamira , Fundación Gil-Albert, Alicante. 1987,
p. 426).
HISTORIA E IDENTIDAD 183
pudo llegar a Francia. Los que más suerte tuvieron se contentaron con una
larga excursión por Italia. Desgraciadamente hubo algunos heridos, e incluso
un muerto. La evasión había puesto en situación de alerta a los paracaidistas,
y los labradores, avisados, decidieron disparar indiscriminadamente contra
todos los sospechosos. No me había equivocado cuando había juzgado a Aus
tria en guerra.
Aquellos días, en nuestra celda subterránea, un incidente nos revelaría to
davía otro aspecto del nazismo. Puedo decir que fue el único día de la guerra
en el que sentí realmente, en el fondo de mis entrañas, miedo. La puerta de
nuestra celda se abrió bruscamente y ante nosotros apareció un auténtico
Estado Mayor, cinco o seis altos dignatarios del Reich. con sus uniformes de
gala y saludando: ¡heil. Hitler!, con una solemnidad inquietante. Me pregun
té: ¿Qué van a hacemos?, ¿qué significa este espectáculo? Era difícil adivi
narlo. Venían a liberar a uno de nuestros camaradas, a uno de los evadidos,
cumpliendo órdenes directas de Hitler. Lo liberaban porque era de Dieppe, y
porque los habitantes del puerto de Dieppe unos días antes no habían ayu
dado a los ingleses en un desembarco. Evadido, apresado, encarcelado, libe
rado, nuestro camarada se balanceaba sin saber qué decir. Esperaban sin
duda que diera las gracias. Me parece que no lo hizo. Había de morir, dos o
tres años después, en los combates de liberación. ¡Qué destino!
Había notado otro aspecto del III Reich: la esperanza depositada en las
grandes campañas de publicidad. En Alemania habían conseguido movilizar
a las multitudes en período de crisis, ¿conseguirían los mismos efectos en los
pueblos que intentaban dominar? La manipulación de las masas no depende
sólo de los procedimientos aplicados, sino también de la naturaleza de las
expectativas esperadas. El incidente de Dieppe y nuestras evasiones ocurrie
ron en septiembre de 1942. En noviembre los ingleses y los norteamericanos
llegaron a Marruecos y a Argelia, y la ocupación alemana se extendió a todo
el territorio francés. Para Hitler, Italia había dejado de ser un aliado y se ha
bía convertido en una apuesta. El cielo de Lienz recordaba demasiado el de
Venecia. Decidieron de nuevo que debían trasladarnos. No demasiado lejos,
sin embargo; seguiríamos en Austria. En Estiria, cerca de Graz, en un campo
improvisado, muy poco confortable, donde no pudimos recuperar ni todos
nuestros instrumentos de trabajo ni todas nuestras amistades. Allí vivimos los
años 1943 y 1944, entre el aburrimiento y la inquietud.
Quisiera referirme a un testimonio de excepción. Braudel ha dicho que la
vida de prisionero había determinado en él, en su visión de historiador, una
preferencia por los hechos de larga duración,45 Si entendemos por larga du-
45. Fernand Braudel: «Para esta época habían desaparecido todas mis vacilaciones. Toca-
A A
ba puerto; el año anterior había sido nombrado profesor en la Ecole des Hautes Etudes. El vera
no de 1939. en el Souget. me disponía a iniciar la redacción de mi libro. Y estalló la guerra. La
HISTORIA E IDENTIDAD 185
hice en la frontera del Rin. Entre 1940 y 1945 estuve prisionero en Alemania, al principio en
Maguncia; luego, de 1942 a 1945, en el Sonderlager de Lübeck, a donde me llevaron mis rebel
días de lorenés. Volví de esas largas pruebas sano y salvo, quejarme sería vano e incluso injusto:
hoy sólo acuden a la cita los buenos recuerdos. Porque la prisión puede ser buenísima escuela.
Enseña paciencia, tolerancia. Ver llegar a Lübeck a todos los oficiales franceses de origen judío
fue un estudio sociológico excepcional. Y más tarde, a sesenta y siete eclesiásticos de todos los
pelajes, considerados peligrosos en sus respectivos campos, ¡también que extraña experiencia!
La Iglesia francesa abría delante de mí su abanico, del cura rural al lazarista, del jesuíta al do
minico. Otras alegrías, otras experiencias: Varsovia, entre ellos a Alexandre Gieysztor y a Wi-
told Kula, verse inundado una hermosa mañana por la llegada masiva de los pilotos de la Royal
Air Forcé, cohabitar con todos los especialistas franceses de la evasión enviados a nuestro cam
po como penitencia: recuerdos todos tan pintorescos a menudo. Pero lo que realmente me hacía
compañía durante esos largos años, lo que me distraía, en el sentido etimológico del término, era
el Mediterráneo. Fue durante el cautiverio cuando escribí esa enorme obra que Lucien Febvre
fue recibiendo en un cuaderno escolar tras otro. Sólo mi memoria me permitió esa hazaña. Pero,
sin el cautiverio, a buen seguro mi libro hubiera sido totalmente distinto. Tomé conciencia de
ello hace uno o dos años, al encontrarme en Florencia con un joven filósofo italiano: “¿Escribió
ese libro en prisión? — me dijo— . Ah, claro, por eso siempre me dio la impresión de ser un libro
contemplativo”. Sí. durante años, a solas, contemplé, lejos de mí en el espacio y en el tiempo, el
Mediterráneo. Y entonces tomó su forma definitiva mi visión de la historia, sin que me diera
cuenta inmediatamente, en parte como la única respuesta intelectual a un espectáculo — el Me
diterráneo— que ningún relato histórico tradicional me parecía capaz de captar, en parte como
la única respuesta existencial a los tiempos trágicos que yo atravesaba. Todos aquellos aconteci
mientos que sobre nosotros derramaban la radio y los periódicos de nuestros enemigos, o inclu
so las noticias de Londres que nos ofrecían las radios clandestinas: tenía que sobrepasarlos, re
chazarlos, negarlos. ¡Abajo el acontecimiento, sobre todo llevándole la contraria! Tenía que
creer que la historia y el destino se escribían a una profundidad mucho mayor. Elegir un obser
vatorio de tiempo largo era elegir como refugio la posición misma de Dios Padre. Muy lejos de
nuestras personas y de nuestras desgracias cotidianas, la historia iba escribiéndose, giraba lenta
mente, tan despacio como aquella vista antigua del Mediterráneo cuya perennidad yo había sen
tido tan a menudo y como la majestuosa inmovilidad. Así fue, como conscientemente, me dedi
qué a la búsqueda del lenguaje histórico más profundo que podía captar, o inventar: el tiempo
inmóvil, o, por lo menos, lentísimo en su desarrollo, obstinado en repetirse. Mi libro se ordenó
entonces según varias líneas temporales diferentes, que iban de la inmovilidad a la brevedad del
acontecimiento. Todavía hoy se esbozan estas líneas y cruzan para mí cualquier paisaje históri
co» («Mi formación como historiador», en Escritos sobre la historia . Alianza, Madrid. 1991,
pp. 17-18).
186 PENSAR HISTÓRICAMENTE
46. Henri Wallon. conocido médico y psicólogo francés, fue secretario general del Minis
terio de Enseñanza.
HISTORIA E IDENTIDAD 187
vez más excesivo de personas. Unos pocos meses fueron suficientes para
trabar nuevas amistades y para renovar algunas que databan de mis años
parisinos.
Quiero recordar en particular la amistad
✓
con Arséne Alexandre,4 7 uno de
mis compañeros más queridos de la Ecole Nórmale y de la Sorbona, el que
me había hecho conocer, de vez en cuando, los cafés de Montparnasse. Se in
teresó por mi mujer y mi hijo. Yo le pregunté por su mujer y su hija, también
residentes en París. Alexandre se mostraba mucho más ansioso que yo ante
el futuro del mundo. Tenía miedo del comunismo, que él veía ya instalado en
Francia. Yo veía las cosas con mayor lucidez y, a la vez, con mayor ilusión.
Era más lúcido respecto a Francia: yo no creía que una democracia pudiese
ser influida por la extrema izquierda. Pero ciertamente me había ilusionado
demasiado respecto al mundo: me parecía que la Unión Soviética y el Asia
comunista anunciaban una etapa nueva hacia una humanidad más racional
mente organizada. Subestimaba la complejidad de las transformaciones. Pero
Beethoven. cuando había compuesto la sinfonía Heroica, en plena carrera del
ejército francés, ¿no había subestimado también la complejidad de las etapas
que habían de ser franqueadas? ¿Hay que reprocharle el haber confiado en la
inteligencia humana?
En el campo de Nienburg había un personaje que llamaba la atención.
Intercambié pocas
✓
palabras con él, pero sabía que se trataba de un antiguo
alumno de la Ecole des Chartes que se había ordenado religioso —desconoz
co de qué orden. Llevaba una vida de meditación; era un místico, algunos
decían «un santo». Veréis por qué hablo de él después de haber hablado de
Alexandre. El 4 de febrero de 1945, en los inicios de una agradable noche,
fuimos despertados por un inmenso resplandor y una enorme traca. Una
bomba había destruido una de las barracas del campo y había causado algu
nos daños a otras. Todo estaba sumido en la oscuridad. Hubo que esperar a
que amaneciera para organizar el socorro. De Colas des Francs —así se deno
minaba el hombre místico— no quedó ni rastro. Ni el cuerpo ni los objetos
personales: desaparición absoluta. Algunos quisieron ver en ello un signo
del cielo. Yo busqué a Alexandre. Conocía bien su rincón cotidiano. Encon
tré su cuerpo separado de la cabeza. Es una visión que uno no olvida jamás.
También me veo acompañando a un camarada desconocido, desde el ser
vicio, donde me había pedido que le acompañase, al camión que debía tras
ladarlo. Se creía ciego para toda la vida. Había unos cien que se hallaban en
la misma circunstancia; el espectáculo era atroz, tal vez más que la misma
muerte. Afortunadamente, creo que todos recuperaron la vista. Al menos eso
me dijeron más tarde.
47. Arséne Alexandre. normalien de la promoción de 1924. Había sido profesor del lycée
de Dijon.
1 8 8 PENSAR HISTÓRICAMENTE
48. Sobre el contexto de la exposición del Guernica en París en 1937: «Ese mismo año los
grandes artistas españoles dieron una especie de réplica a esta solidaridad internacional [Segun
do Congreso de los Intelectuales para la Defensa de la Cultura]. En la exposición de Artes y
Técnicas de París, el pabellón español era modesto en sus dimensiones, pero concebido por
Josep Lluís Sert, albergaba el Guernica de Picasso, el Segador de Joan Miró y la Montserrat de
Julio González» (La guerra civil española , p. 149).
49. Mallarmé (1842-1898) escribió el poema «Un coup de dés jamais n'abolira le hasard»
en 1897. inspirado en la música wagneriana, que fue calificado por los contemporáneos y por los
críticos como uno de los más enigmáticos ejercicios poéticos.
50. Camille Soula, amigo de Pierre Vilar, era también amigo de Vincent Auriol, futuro
presidente de la República. Había organizado la ayuda a republicanos españoles durante la guerra
civil y después tuvo un papel importante en la Resistencia.
HISTORIA E IDENTIDAD 189
que no veía desde 1930, desde la época en que ambos impartíamos clases en
el lycée de Sens.51 Nos encontramos una tarde, en un campo improvisado,
bajo las tiendas, junto a otros campos de prisioneros en migración, unos que
venían del este, otros que venían del sur. En 1930 era un brillante joven filó
sofo tentado por el marxismo y colaborador de La Pensée. En 1945 me llevó
a su tienda y me presentó a alguien que claramente se había convertido en su
maestro intelectual: se trataba de Paul Ricoeur.
Paul Ricoeur es hoy una autoridad reconocida de la filosofía francesa.
Merece serlo por la fuerza y por la diversidad de su pensamiento, y por la
perfección de su escritura. No he vuelto a tratar con él personalmente, pero
he tenido ocasión de leer y criticar sus escritos, al menos aquellos que se re
fieren a la ciencia histórica.52 Es la viva encamación, desde mi punto de vista,
del concepto de filosofía: la capacidad del hombre de razonar de modo abs
tracto y gratuito, un modo de pensar más cercano a la religión que a la cien
cia. Basta razonar bien sobre una realidad mal conocida para seducir nuestro
deseo espontáneo de ordenar los mecanismos que nos gobiernan. Pero a par
tir de esta ilusión uno puede pensar que los hombres son más fácilmente go
bernables que las cosas. Me parece que el siglo que yo he vivido y que en
estos momentos me esfuerzo en revivir ha aportado pruebas suficientes de lo
contrario. Somos capaces de ir a la Luna, pero no sabemos detener la guerra
en Bosnia.
Sonrío cuando pienso que mi primer encuentro con Ricoeur coincidió,
más o menos, con una experiencia tragicómica. En uno de estos cruces de
campos improvisados coincidimos con prisioneros oficiales italianos que se
caracterizaban por no haber combatido. Los alemanes los habían considera
do prisioneros a partir del giro político de Italia. El resultado era que estos
infelices, que habían sufrido hambre —y ello se reflejaba en su rostro— ,
tenían aún sus maletas llenas de camisas de seda, de calcetines finos, de za
patos que brillaban. Hubo entre ellos y nosotros algunos trueques espectacu
lares —pequeñas latas de paté por pantalones impecables— que habrían
alucinado a cualquier economista matemático especializado en la teoría del
intercambio; un valor de cambio totalmente disociado de todo valor trabajo.
Humanamente, era bastante triste.
Nuestras relaciones con unos alemanes casi derrotados también eran tris
tes, a pesar de la tentación de tomárnoslas con humor. Nuestros guardias
soldados, viejos y cansados, no deseaban otra cosa que dejamos libres. Pero
llegó una sección de las SS con la que era mejor no encararse. Dos inciden
tes me divirtieron. Uno, a costa del amor propio de un alemán; otro, a costa
del amor propio de uno de nuestros camaradas. En una conversación de tono
bastante amistoso, uno de nosotros creyó poder ironizar sobre el Gott mit uns
de los cinturones alemanes: «¿Creéis realmente que Dios está con voso
tros?». «¡No! Es un deseo. Sólo le pedimos que lo esté.» «¿Y os escucha?»
La fórmula podía ser ridiculizada en los dos sentidos. Pero también noso
tros podíamos recibir lecciones. Habituados a cruzamos con auténticos niños
doce o trece años como máximo— armados con fusiles, una vez que
vimos a uno que no llevaba, uno de nosotros le dijo maliciosamente: «Has
du kein Gewehr?» (¿Tú no tienes fusil?). El niño respondió: «Und du?»
(¿y tú?). La lección del pequeño vencido de 1945 al grandullón vencido
de 1940 era una buena lección. Seguramente alemanes y franceses no habían
dejado de darse lecciones de este tipo desde 1914. Pero la perspectiva de ver
desfilar el próximo 14 de julio [19941 a alemanes armados en los Campos
Elíseos no me tranquiliza. ¿No será que ahora nos creemos capaces, fran
ceses y alemanes juntos, de dar lecciones a los otros? Todo esto merece al
menos algunas reflexiones.
Proclamados libres por un coronel de Quebec —en francés, lo que resul
tó agradable—, todavía tuvimos que andar algunos kilómetros antes de ser
albergados en un pueblo. En el camino vivimos algunos incidentes llenos de
significado. Llegamos a una rica granja —una casa impecable— donde rei
naba el desorden en el corral y en los establos de los animales, y las mujeres
que nos recibieron lloraban. En seguida nos dieron a entender que nunca con
fundirían a los oficiales franceses —gente civilizada— con los soldados po
lacos y rusos —gente salvaje. Oyéndolas, creimos en un primer momento
que habían ocurrido cosas terribles: asesinatos, violaciones. Después supi
mos que soldados rusos y polacos se habían comido la noche pasada dos cer
dos de la granja. ¿Había que reír o llorar? Entre lo objetivo y lo subjetivo
puede haber un abismo.
Nos dijeron: seréis alojados en Bergen, un pueblo bastante grande. El
nombre no nos resultaba familiar. En la carretera nos cruzamos con un con
voy de refugiados: mujeres, ancianos, niños, coches, muebles... De nuevo nos
invadió la tristeza. Dijimos a los oficiales ingleses responsables del sector:
HISTORIA E IDENTIDAD 191
«Pero ¿por qué los habéis expulsado de sus casas? Nosotros vivimos en cam
pos desde hace cinco años. ¿Qué importan unos días más?». Nos respon
dieron: «Si vierais lo que hay a pocos kilómetros de aquí, no tendríais estos
escrúpulos». Confieso que esta respuesta no me satisfizo. Aquella gente ¿era
responsable de lo que había ocurrido en su entorno? Todavía no he resuelto el
problema: ¿somos responsables de lo que dejamos hacer?
Sin embargo, algunos aspectos de la psicología de algunos pequeño-
burgueses de Bergen, que nos visitaron a menudo —de hecho, visitaban sus
casas— en los días siguientes, me parecieron especialmente inquietantes. En
especial, no me gustaba el tono con el que se dirigían a nosotros. Se sentían
de la misma raza, de la misma clase. Los otros —los que habían sido liqui
dados en los campos vecinos— debían de ser delincuentes, extranjeros, te
rroristas, comunistas. Este era el complejo de raza y de clase que intentaban
compartir con nosotros. Quiero añadir que las bodegas y los cajones se
hallaban repletos de objetos de consumo, de lujo y de semilujo. Habían sido
pagados, sin duda; no los habían robado y eso bastaba para mantener tran
quilas sus conciencias.
¿Cuáles son los tipos, cuáles son las clases de hombres y de mujeres que
se aprovechan de las victorias y de las ocupaciones militares? Conviene refle
xionar sobre ello para saber de qué hablamos cuando decimos el pueblo.
El campo vecino, el que había horrorizado a los ingleses, llevaba el nom
bre de Bergen-Belsen. Y creo que constituía el horror absoluto. Digo «creo»
porque no lo visitamos. Pero uno de nuestros camaradas prisioneros, un sacer
dote polaco, que había sido solicitado para asistir a algunos moribundos,
cuando regresó permaneció postrado en lágrimas durante cuarenta y ocho
horas. No se trataba de una muerte industrializada, como en Auschwitz. Se
trataba de otra forma de horror. En Bergen-Belsen habían reunido a todos los
supervivientes de éxodos, prisiones políticas, persecuciones raciales, y se con
tentaron con dejarlos morir, sin cuidarlos, sin alimentarlos. Se trataba de un
modelo de horror antiguo; es posible que durante la guerra de los Treinta Años
ya se hubieran dado este género de cosas. Entre la herencia del pasado y las
formas modernas, de ciencia ficción, del crimen colectivo, no sabría elegir.
La proximidad del campo de Bergen-Belsen nos resultó útil a nuestros
camaradas y a mí. Organizaron en Celle, una pequeña ciudad cercana, un rá
pido puente aéreo. En cada avioneta iban dos o tres enfermos con esperanzas
de salvación y algunos oficiales prisioneros.
Mi viaje en avión por encima del oeste alemán me sugirió algunos nue
vos interrogantes. Las ciudades, también las pequeñas, y con ellas evidentes
tesoros de arte y de historia, habían sido totalmente destruidas por los bom
bardeos. Pero de vez en cuando, en las grandes encrucijadas de comunicacio
nes, o en medio del campo, veíamos grandes conjuntos industriales, fábricas
192 PENSAR HISTÓRICAMENTE
en Hautes Etudes, con un joven y brillante iraní que había estudiado la visión
de los occidentales en sus viajes al Oriente Próximo.12 No se trata, en este
caso, de la visión de los vencidos, sino de la visión de los vecinos. No es me
nos interesante. De hecho, cada viajero traslada y nombra las instituciones
que él ve según el modelo de su propio país. Es el fenómeno de la «cámara
oscura». Nosotros nos creemos más avanzados. ¿Lo somos realmente? Haría
falta, como mínimo, verificarlo. Nos hemos sensibilizado, a causa del na
zismo, por los problemas raciales; sabemos qué autores desarrollaron la
teoría de la desigualdad de las razas.3 Se trata de pretensiones falsamente
científicas y peligrosas por sí mismas. Pero ¿estamos seguros de que hace
ciento cincuenta años, o cien, la opinión común, la creencia espontánea en
Europa occidental, no consideraba la desigualdad de razas como una eviden
cia? ¿Y como una evidencia que se imponía a los más grandes? Hay textos
de Marx, y he citado aquí mismo alguno de Freud, que ofrecen pocas dudas
al respecto.
considerado como una evidencia. Con una mirada amable y paternalista sobre
los negros, y desconfiada, a la vez que admirativa, sobre los astutos amarillos.
El poema termina, afortunadamente, con un himno a la República Universal,
que logrará vencer un día a los ángeles subterráneos con el compás, la ba
lanza y la lira.5 Pero fue escrito en vísperas del conflicto durante el cual, de
Auschwitz a Hiroshima, el hombre blanco no supo demostrar otra superiori
dad que la técnica. Dicto esto un día [junio de 1994] que acabo de oír, como
noticias de actualidad, los posibles conocimientos de Corea del Norte sobre
la bomba atómica y la incapacidad para detener, en Ruanda, las luchas étni
cas. ¿Quién se atreve hoy a hablar todavía —como en los sesenta y setenta—
de los valores intrínsecos de la negritud o de la evidente superioridad de las
sociedades campesinas?
He empezado diciendo que a menudo la conciencia del mundo ha estado
estimulada por procedimientos literarios o cinematográficos. En la segunda
mitad del siglo xx se ha dado un paso de gigante en el conocimiento de cual
quier parte del mundo por el resto. Me refiero a la televisión. La televisión da
una imagen que fácilmente puede convertirse en la imagen dominante. Pero,
la imagen de la televisión, ¿quién la da realmente? Es uno de los grandes
interrogantes de nuestro tiempo. Y no el menos importante. La televisión
puede cambiar la naturaleza, el tipo o el grado de los diversos conocimientos,
de las diversas pertenencias al mundo. Se trata de un fenómeno histórica
mente nuevo, y significa un reto para los sociólogos.
Además del sentimiento de pertenencia al mundo, que puede ser muy de
sigual en grado y en calidad según las personas y los grupos, existe en cada
uno de nosotros o, en todo caso, en la gran mayoría de los individuos, la con
ciencia más o menos clara —aquí se trata mucho menos de una cuestión de
inconsciente— de compartir con otros hombres, más allá de las fronteras
existentes, no un conocimiento, pero sí una visión y una interpretación co
munes, ya sea respecto a cómo pensamos que el mundo debería ser, ya sea
respecto a lo que esperamos después de la muerte. ¿Comunidad de opinión,
comunidad de creencias? No me gusta demasiado la noción de «familia espi
ritual», que sugiere admiraciones e implica al menos indulgencia.
0 ^ ^
4. Jules Romains. L'homme blanc. Recopilación de poemas que aparece publicada en 1937.
5. El poema final se titula «Hymne» y acaba con esta estrofa: «Instituteur, c'est toi, maítre
d'école, / Que Thomme blanc charge de son dessein; / Et ton soldat. ton calme fantassin, / C’est
lui, ó république universelle!».
196 PENSAR HISTÓRICAMENTE
6. Vilar hace referencia a este tema y a este episodio más de una vez: «Pues, en fin, la ge
te se pregunta cada vez más en España y en el mundo qué es lo que hay que entender por “iz
quierda" y por “derecha”. Recibí hace varios años, de parte de una especie de sociedad de pen
samiento entre jóvenes, fundada en Madrid, la recensión de un coloquio organizado sobre el
tema ¿qué es la “izquierda"?, ¿qué es la “derecha”? Y justo al mismo tiempo, la Sociedad de
Historia Moderna Francesa me invitaba a una conferencia de René Rémond. historiador dedi
cado a la “politicología", que llevaba por título: “¿Derecha? ¿Izquierda? ¿Distinción o pura vi
sión del espíritu?”. La primera parte de esta conferencia, un estudio histórico, fue excelente (era
CONCLUSIONES 197
Han existido en este dominio, tal vez aún existan, solidaridades más pre
cisas: «Proletarios de todos los países del mundo, unios». Esta fue durante
muchos años la fórmula y existe un himno en el mismo sentido: La Interna
cional. André Wurmser explica, en sus memorias,7 que en el momento de la
derrota francesa bastaba que alguno de los prisioneros de un grupo vigilado
por guardias alemanes silbara alguna nota de La Internacional para observar
en el rostro de algunos de sus guardias signos inequívocos de simpatía. Yo
mismo constaté que, en un campo de oficiales, aquellos de nosotros que ha
bían podido tomar contacto con el mundo exterior, si se daban a conocer
como comunistas, encontraban muy pronto no tan sólo signos de simpatía,
sino también ayuda, en particular para la evasión. Y creo haber dado algunos
ejemplos, en mis recuerdos, de intercambios de simpatías y antipatías espon
táneas, en particular en tomo a los hechos españoles, en el seno de naciones
vecinas, y según las clases sociales. En la preguerra, durante la guerra y en el
momento de la liberación.
La complejidad de las pertenencias nos conduce a preguntamos también
sobre nuestros sentimientos más íntimos, más allá de nuestra conciencia del
mundo y de nuestra concepción del mundo: aquel que cree en el cielo, aquel
que no cree en él.8 En lo más profundo de nuestro ser, ¿a qué nos sentimos
ligados?, ¿de qué sentimos que formamos parte?
Me siento incómodo ante la palabra pueblo porque, si bien me inspira
una inmensa simpatía, sé que su uso permite disimular algunas trampas. En
el vocabulario de la última guerra, y en el de todas las ocupaciones y todas
las liberaciones, ha sido muy frecuente, en Francia, decir —y yo también me
lo he dicho a mí mismo— con una inmensa sinceridad: luchamos contra los
nazis, no contra el pueblo alemán. Muchos fusilados lo afirmaron ante su ver
de esperar de René Rémond, autor de estudios muy buenos sobre “la derecha en Francia”). El
análisis de actualidad, que concluía en una casi indistinción, me convenció menos. El viejo
maestro Labrousse, siempre tan dinámico, protestó: la distinción, dijo, existe desde siempre:
puede perder en ciertos momentos una parle de su sentido en las clasificaciones partidistas: pero
permanece como orientación profunda en el sentimiento íntimo de cada hombre: “movimiento”
y “resistencia”, se decía en el lenguaje del siglo xix; instintivamente, siguiendo sus orígenes, su
formación, su temperamento, más que su “ideología”, un hombre desea ver cambiar las cosas,
otro tiene miedo de verlas cambiar. “Izquierda” y “derecha” existen y no son fruto de la imagi
nación», «Recuerdos y reflexiones sobre el oficio de un historiador», Manuscrits, n.° 7 (diciem
bre de 1988), p. 27. También se enfrenta a esta problemática en «Emest Labrousse et le savoir
historique». En cuanto a las posiciones de Rémond, se encuentran reafirmadas en su último tra
bajo La politique n'est plus ce qu'elle éíait. Flammarion. París, 1994.
7. André Wurmser, Fidélement vótre (Soixante ans de vie littéraire et politique), Bernard
Grasset, París, 1979. Wurmser es conocido por sus escritos de crítica literaria.
8. «Celui qui croyait au ciel / Celui qui n’y croyait pas / Tous deux adoraient la belle / Pri-
sonniére des soldáis...» Vi lar ya ha hecho referencia a estos versos del poema «La rose et le ré-
séda» de Aragón en el capítulo «Lo común y lo sagrado».
198 PENSAR HISTÓRICAMENTE
9. «L'Affiche rouge» es el título de una célebre canción de Léo Ferré sobre un texto de
Louis Aragón, que conmemora la ejecución en febrero de 1944 del grupo de resistentes extran
jeros de Manouchian. anunciada a los parisienses mediante un llamativo cartel oficial de color
rojo.
10. En otro contexto, pero también reflexionando sobre la noción de pueblo, Vilar ha escri
to: «Pueblo no había sido pronunciado aún. Al igual que país, es con frecuencia un término sen
cillo y cómodo, particularmente cuando uno no se atreve a elegir entre nación y Estado. Pero un
país , es un espacio y un conjunto de paisajes. El pueblo son los hombres, un gran número de
hombres. Por consiguiente, pueblo evoca preferentemente la parte menos dirigente, la más hu
milde, la que más sufre de la sociedad; de ahí las connotaciones de la palabra, con frecuencia
políticas, casi revolucionarias. Pero cuidado, puede suceder que la llamada al pueblo sea cesaris-
ta. De todas formas, en nuestro siglo xx, en el lenguaje político, el de las liberaciones naciona
les, pueblo es altamente predominante. Se habla del pueblo cubano, del pueblo argelino. Y des
de 1810, según la reciente tesis que he citado antes, parece factible estudiar a un personaje como
Mariano Moreno siguiendo la manera en que emplea la palabra pueblo. Al principio de su acción,
llama a los pueblos de América a emanciparse, y dicha llamada va dirigida a los diversos grupos
humanos que comparten el espacio colonial español; Moreno se percata en seguida de que sólo
obtendrá dicha emancipación de los pueblos si se apoya en el pueblo, incluidos los pobres, los es
clavos, los negros, los indios. Es una gran lección. Pero ¿a quién se dirigen semejantes lecciones?
¿Al corazón? ¿Al espíritu? ¿Se fundamentan acaso sobre una personificación de los grupos? ¿O más
bien sobre sus problemas? Sería conveniente plantearse brevemente esta última pregunta: ¿qué es
hacer la historia de..., ya sea de un pueblo o bien de un país ?», «Recuerdos y reflexiones sobre el
oficio de un historiador», Manuscrits, n.° 7 (diciembre de 1988), pp. 18-19.
11. Tal vez la palabra castellana «medio» no ha adquirido el mismo sentido ni la misma
fuerza que la palabra francesa milieu, que tanto han utilizado algunos sociólogos franceses.
A menudo podría ser sustituida por «mundo»: el mundo de los maestros, por poner el mismo
ejemplo de Vilar.
CONCLUSIONES 199
12. Con motivo del cincuentenario de este episodio se han publicado algunos trabajos:
Sarah Farmer, Oradour: arréi sur mémoire, Calmann-Lévy. París, 1994 (el original apareció en
inglés el mismo año), y Sylvain Joubert. Un crime de guerre. Oradour-sur-Glane, Flammarion.
París, 1994.
200 PENSAR HISTÓRICAMENTE
15. Vilar ha dictado: «Les méfaits de volontés de puissanee et I'échec des bonnes volon-
tés». Vilar ha utilizado esta fórmula, haciendo referencia a las reflexiones de Marc Bloch. «el día
siguiente a la éirange défaite». Según Vilar. Marc Bloch «se preguntaba si no había pecado de
imprudencia insistiendo, como había insistido, en los mecanismos básicos de los cambios a lar
go plazo, cuando el destino de los hombres de carne y huesos se .juega, a corto plazo, entre la
locura de las voluntades de poder y el fracaso de las buenas voluntades» (¿ ’historiador i les gue-
rres, p. 19). Este párrafo se ha traducido directamente de la versión catalana, la única publicada.
Pero Vilar había escrito: «entre la folie des volontés de puissanee et Limpuissance des bonnes
volontés». En cualquiera de estos casos, si se respeta la traducción habitual al castellano de la
fórmula nietzcheana «voluntad de poder», se pierde el matiz (reflexión sobre los estados-poten
cias) que Vilar ha querido introducir.
202 PENSAR HISTÓRICAMENTE
16. En francés, village. Otro ejemplo de sentidos diferentes de palabras aparentemente si
milares.
17. Vilar había escrito en las primeras páginas del segundo capítulo — inacabado— del
proyecto inicial del libro sobre Europa: «En los tiempos remotos en que yo estudiaba en la Sor-
bona. un patriarca de la geografía, Lucien Gallois, nos comentaba su precioso libro sobre los
pays de Francia. La palabra pays viene del término latino pagus, con el que los romanos desig
naban las pequeñas unidades territoriales fuertemente sentidas por la población autóctona, ante
riores y subyacentes en las divisiones administrativas imperiales. ¿Hay que ver en ello una re
sistencia. una permanencia, de las más antiguas realidades étnicas, tribales? Antropólogos y
prehistoriadores lo discutirán durante mucho tiempo. Sólo quería aquí, donde nos interrogamos
sobre las relaciones entre identidades de los hombres e identidades de los grupos, subrayar la
indiferencia generalizada de los franceses de hoy ante los problemas de ascendencia. Cuando
estaba en el cautiverio, hacia 1941-1942, la administración alemana nos hizo llenar un formula
CONCLUSIONES 203
fe '
rio donde se nos preguntaba: “¿A qué tribu pertenece?”. Nos divirtió. Uno de mis compañeros,
que recordó (pero mal) que habían existido en la provincia Narbonense los “tectosagos”, se de
claró “tectófago”, y eso inspiró nuevas fantasías. ¡No! La tribu ya no funciona como marca de
identidad. Al menos en Francia, donde el pagus, al contrario, permanece como realidad viva».
Lucien Gallois (Metz, 1857-París, 1941), autor del libro Regions naturelles et noms de pays ,
profesor de la Sorbona, es el geógrafo que fundó con Vidal de la Blache la revista Armales de
Géographie.
18. «La Catalogne —escribe Vilar en la versión original de Cataluña en la España mo
derna— est un complexe de “bons pays” et de pays médiocres qui volontiers se dédaignent
ou se jalousent...» Como dice Vilar más adelante, la palabra puede ser traducida por comarca.
Es cierto, también, que algunos autores catalanes, como por ejemplo Josep Pía, han utilizado con
frecuencia la palabra país con el mismo sentido señalado por Vilar.
19. A Vilar le gusta recordar que Roissy-en-France se llama así no porque esté situado allí
uno de los aeropuertos franceses más importantes, sino por estar situado en el pays de France y
para diferenciarse de Roissy-en-Bric.
20. Bemard Alexandre, Le horsain. Vivre et survivre en Pays de Canx, Pión, París, 1988.
Vilar también había escrito sobre este libro en el capítulo inacabado del libro sobre Europa:
«... no hace mucho, un sacerdote rural inteligente, el padre Alexandre, nos explicó su vida en su
parroquia de Normandía. Y su libro llevaba el título de Le horsain. La palabra es fuerte. Bas
tante más que muchos de los signos de extranjería citados en las recientes obras consagradas a
la condición extranjera. Que un buen cura, después de treinta años de sacerdocio en el pueblo
donde había nacido su madre, a pesar de haberse sentido reconocido y respetado como sacerdo
te y como hombre, se sintiera todavía forastero no es un testimonio despreciable en una re
flexión sobre la identidad. ¡Atención! No se trata sólo de una mala forma de integración en el
pueblo: la parroquia de antes, el municipio de hoy, son comunidades de base con un fuerte corn-
ponente institucional. El no es del país excluye un espacio muy diferente, más amplio, pero bien
delimitado: misteriosa red de lazos y de afinidades, también de parentesco (¿hasta dónde se casa
la gente? Un terreno para explorar)».
204 PENSAR HISTÓRICAMENTE
Etats Généraux del Condado de Comenges que habla del Condado como de
un Cuerpo Místico. Es bastante impresionante. No lo es menos que un mismo
autor, y un autor del siglo xvi, haya cantado su afecto por el país, por el paisa
je inmediato —el pequeño Liré. la dulzura angevina— y haya escrito: «Francia,
madre de las artes, de las armas y de las leyes»; se trata de una personificación
muy anterior a la constitución definitiva del hexágono.2' El hexágono, la bota ita
liana, la «piel de toro»; también sobre estas expresiones convendría reflexionar.
21. Vilar ha aludido más de una vez a este episodio: «En la primera sesión constitucional de
las Cortes, donde Capmany. en el momento de definir la nación española, propone reemplazar la
palabra reunión por comunión, ¿cómo podemos dejar de ver en él al precursor de la distinción
Gesellschaft-Gemeinschaft. que Tonnies, un siglo más tarde, haría célebre?». El artículo termina:
«Y cuando Capmany reprocha a los “filósofos” la utilización de la palabra pueblo con “énfasis”,
sin acompañarla de “una definición clara y exacta en sus escritos”, les reprocha igualmente el uso
de “la palabra patria sin definirla de independencia, sin explicarla de libertad, sin circunscribirla de
pueblo, y sin demarcarla de soberanía cuando menos dejan de ésta al soberano”. ¿Fórmula reac
cionaria o fórmula revolucionaria? Fórmula de lucidez, histórica, simplemente». «Antonio de Cap
many, des lumiéres et des ombres», pp. 193-194. Unas reflexiones parecidas ponen punto final al
artículo «Patrie et nation dans le vocabulaire de la guerre d'Independence espagnole».
22. Vilar ya se había manifestado crítico respecto a una visión excesivamente simple de la
«era de las nacionalidades» en la Introducción de Cataluña en la España moderna: «La “era de las
nacionalidades”, que había asistido a la realización de las unidades de Italia y Alemania, había
conmovido, por el contrario, una solidaridad española cuya existencia parecía haberse hecho pa
tente de modo espectacular con el episodio antinapoleónico de la guerra de la Independencia. ¿Qué
luz podían arrojar sobre estas importantes cuestiones nuestros análisis económicos?» (p. 35).
23. Referencia a los dos sonetos de los Regrets de Joachim Du Bellay (Liré. Anjou, 1522-
Paris. 1560) que empiezan: «Heureux qui. comme Ulysse, a fait un bon voyage ... Plus (me
plaít] mon petit Liré que le mont Palatin, / Et plus que fair marin la douceur angevine», y
«France. mere des arts. des armes et des lois...».
CONCLUSIONES 205
de 1988 en el Centre d'Etudes Catalans de París, el texto de la cual fue publicado en El Contern-
porani, n.° 5 (enero-febrero de 1995). pp. 13-20, y también, en el mismo año 1988. de la «Con
ferencia inaugural» publicada en Estudis. Actes del Col-loqui sobre Verdaguer. Anuari Verdaguer
1988. Eumo. Vic, 1989.
26. En la reseña publicada en los Armales d'Histoire Économique el Sociale, abril-junio
de 1968. Braudel escribió: «Pierre Vilar se ha vuelto tan ardientemente catalán como Lucien
Febvre lo ha sido del Franco Condado toda la vida». Vilar comenta esta frase —y reflexiona so
bre las relaciones entre Febvre y el Franco Condado— en «Recuerdos y reflexiones sobre el ofi
cio de un historiador», Manuscrits, n.° 7 (diciembre de 1988).
206 PENSAR HISTÓRICAMENTE
27. «Cuando yo era pequeño, en Montpellier, mi familia, un poco nostálgica del occitano,
me llevaba a escuchar, en un distinguido convento, villancicos cantados por niños endominga
dos dirigidos por un prelado muy hombre-de-mundo. Pero también, cuando había ocasión de ha
cerlo, a ver sainetes pseudopopulares con un vocabulario que “desafiaba a la honestidad", lo que
constituía la razón de su éxito porque entonces no se admitía un equivalente en francés en la es
cena. “Culturalismo." “Chabacanería." La Renaixen^a evitó esta dicotomía. ¿Por qué? Es un
problema histórico.» «Procés historie i cultura catalana. Reflexions critiques sobre la cultura
catalana», Departament de Cultura de la Generalitat de Catalunya, Barcelona. 1983. p. 38.
CONCLUSIONES 207
especie de esnobismo, ante todo bien visto por el clero. Mi padre no estaba
en absoluto de acuerdo. Lo encontraba reaccionario. En cambio, en mis años
de cautiverio vi que entre los maestros de mi generación la lengua de oc se
había convertido en una referencia popular apreciada.
Pero, en realidad, el hecho occitano no me ha parecido nunca política
mente importante. El hecho lingüístico no se halla en el origen del hecho po
lítico. Es la conciencia política la que comporta los fenómenos lingüísticos.28
En Cataluña esta conciencia empezó en el seno de las clases medias y supe
riores. Me pregunté por qué. A mis amigos catalanes les corresponde decir si
les he ayudado a encontrar la respuesta.
28. Estas reflexiones recuerdan mucho las que Vilar hace explícitas en las páginas finales
de la Introducción de Cataluña en la España moderna. Por ejemplo: «Es aquí donde percibimos
el orden relativo existente entre hecho político y hecho lingüístico. Es sin duda porque los cata
lanes hablaban catalán que los catalanes han conservado una consciencia de grupo. Pero ha sido
sobre todo cuando han sentido con mayor fuerza esta consciencia de grupo cuando se han nega
do a olvidar el catalán...», y. más adelante: «Pero una tesis puramente lingüística no puede va
ler para explicar los movimientos históricos profundos. El renacer del catalán en los siglos xix
y xx ha correspondido a una psicología de grupo renovada...». No es extraño, pues, que, final
mente. Vilar remita a su obra.
R osa C o n g o st
NOTAS ADICIONALES
Para que el lector pueda entender el problema que estoy planteando, me limitaré
a transcribir algunos párrafos de la edición castellana. C om u n idad y a so c ia c ió n (Pe
nínsula, Barcelona, 1978). Podría citar muchos más. Que el lector examine el efecto
que produce en la comprensión de su lectura la sustitución sistemática de a so c ia c ió n
por so c ie d a d .
Ver la sociedad humana moderna como una «asociación de hombres» puede pro
ducir los efectos inversos a la observación del conjunto de individuos, que actúan se
paradamente, y de una forma a menudo individualista, como sociedad. La definición
de s o c ie d a d que da el Diccionario de la Real Academia Española, en su primera acep
ción, parece remitir al debate de las Cortes de 1810 citado por Vilar:
Le Bon P sych o lo g ie d e s fo u le s
The C row d: A S tu dy o f the P o p u la r M ind
M a ssen p sych o lo g ie
P sic o lo g ía de las m u ltitu des
te. En la materia «Foule. Psychologie collective» tan sólo figura una referencia. Se
trata del libro colectivo L a f o u le , correspondiente a una de las famosas semanas de
estudios interdisciplinarios que organizaba cada año en Estrasburgo el historiador
Henri Berr. El tema de «La foule» había sido el tema elegido en 1934.
La simple consulta de los catálogos de materias de una biblioteca nos puede in
formar más de las manías de los catalogadores que sobre el contenido real de los
libros. Por ello es interesante examinar otras noticias y, en la medida que sea posible,
otras relaciones bibliográficas de carácter temático. Nos facilita esta tarea la biblio
grafía que acompañaba precisamente la edición de los trabajos de esta IV Semana
Interdisciplinaria de 1934 sobre el tema «La Foule». La bibliografía consta de 51 re
ferencias: 29 con título en francés, 11 en italiano, 6 en inglés y 5 en alemán (en dos
de los cuales aparece la palabra M a ssen ). De estas 51 referencias, la mayoría, exacta
mente 42 (27 de las 29 con título francés, 11 con título italiano), corresponden al pe
riodo 1892-1911. Son también las únicas en las que aparece en el título la palabra
francesa fo u le (17 casos).
Estamos en 1934, y quien ha aportado los datos básicos de esta bibliografía ha
sido el sociólogo Dupréél. El contenido de su conferencia en aquellas jornadas inter
disciplinarias nos interesa especialmente, porque Dupréel tiene interés en remarcar
que el tema de las fo u le s había interesado, de hecho, en un período muy acotado:
El tiempo mejor de esta corriente de ideas se encontraría situado entre 1890 y 1905.
Fue en aquellos años cuando apareció el mayor número de obras en las cuales los autores
pretendían inaugurar la psicología colectiva bajo la forma de una ciencia «des foules», y
que el gran público acogió sus proposiciones con fervor. Este movimiento fue sobre todo
italiano y francés.
la mayoría de las traducciones. Pero también las versiones originales presentan pro
blemas. Por ejemplo, la primera nota del libro de Rudé The C ro w d in H istory', tra
ducido al castellano con el título de La m u ltitu d en la h isto ria , remite a los artículos
sobre c ro w d y m o b de la E n cyclo p a ed ia o f S o cia l S cien ces. Y aunque la traductora al
español no ha dudado en traducir m ob por tu rb a , la verdad es que, en el texto, sin que
explique por qué, ha preferido muchas veces m u ch edu m bre a m ultitud. En las prime
ras páginas del libro de Rudé, se hacen visibles otros problemas de traducción, deri
vados a veces de las versiones inglesas —las que ha leído Rudé— de algunas obras
extranjeras. Así, la percepción de la obra de Canetti por Rudé ha sido del todo condi
214 PENSAR HISTÓRICAMENTE
cionada por el hecho de que M a sse und M a ch í (traducida al francés como M a sse el
p u issa n c e y al español como M a sa y p o d e r ) haya llegado al público inglés como
C ro w d s a n d P o w e r. Es evidente que no es lo mismo hablar de «símbolos nacionales
de multitudes» que de «símbolos de masa nacionales».
Es evidente que los redactores del artículo no aprobaban esta expresión. Decían
que no la aprobaban por su exotismo. Es difícil adivinar otro motivo. Entre las pala
bras alternativas propuestas, algunas tienen un significado claramente despectivo (tu r
b a , tu rb a m u lta , vu lg o ), pero también hay otras que parecen más neutrales (p ú b lic o ,
p u b lic id a d , m u ltitu d). Pero ¿tan exótica era la palabra? En 1857, en el N o vísim o D ic
c io n a rio d e la len gu a c a ste lla n a a rre g la d o a la o rto g ra fía d e la A c a d em ia E sp a ñ o la ,
firmado por una sociedad de literatos, las m a s a s , en plural, venían así definidas: «Ex
presión con que se designa al verdadero pueblo ó sea la clase jornalera y proletaria de
una nación». Es verdad que esta definición no se encuentra en ninguna de las sucesi
vas ediciones del D ic c io n a rio d e la R e a l A c a d e m ia E sp a ñ o la , que hasta los años cin
cuenta de nuestro siglo no admite que m a sa s en plural designe «muchedumbre o con
junto numeroso de personas». Y es en una edición muy reciente cuando se añade un
sentido al singular la m a sa , que reivindica de hecho su papel histórico: «gran conjun
to de gente que por su número puede influir en la marcha de los acontecimientos».
Ahora bien, si lo único que hemos podido entrever con claridad de todo esto es
que la palabra m a sa era controvertida a principios del siglo xx, la misma E n c ic lo p e
NOTAS ADICIONALES 215
formular principios y conclusiones que si pueden criticarse desde el punto de vista doc
trinal, en el terreno de la ciencia constituyen un verdadero progreso y una base muy só
lida para nuevas y sucesivas investigaciones. Estudiada la multitud, definida por Rossi
como una formación inestable y diferenciada, desde el punto de vista psicológico, se la
considera como formando un solo ser sometido á la ley fundamental de la unidad men
tal. en la que se funden todas las voluntades individuales, y á partir de este momento
pierden los individuos su sentido propio y hasta la conciencia de su realidad (natural
mente, sólo en cuanto á la acción y a la volición) comportándose la masa en su con
junto de una manera bastante diferenciada de lo que haría cada uno de los elementos
integrantes formados por separado. Una vez admitida la realidad de la existencia de la
multitud como una entidad autónoma y con vida propia, procede considerar sus carac
teres y las leyes á que obedecen su actividad y sus movimientos.
Supone Lebon que, además de los caracteres generales comunes a las multitudes
psicológicas, existen los caracteres particulares inherentes á las distintas colectivida
des transformadas en muchedumbres, los cuales sirven para diferenciarlas o distinguirlas
de las demás.
Pero las multitudes por sí solas no pueden realizar ordenadamente plan alguno ni
coordinar sus movimientos, sin la suprema dirección de los llamados hombres-cumbre,
los cuales condensan en cierta manera la voluntad, la conciencia y el pensamiento de la
masa, poseen la virtualidad de hacer surgir en el seno de la comunidad nuevos deseos y
aspiraciones u la de expresar en forma sintética y determinada las voliciones y los im
pulsos caóticos é indeferenciados de los grupos.
Si restringimos la lista a los títulos de estos autores que han merecido un mínimo
de cinco adquisiciones en cada una de las dos bibliotecas, esta es la relación re
sultante:
Biblioteca de Catalunya:
Durkheim: E l so c ia lism o
Le Bon: P sy c h o lo g ie d e s fo u le s
L es lo is p sy c h o lo g iq u e s d e 1 évo lu tio n d e s p e u p le s
Spencer: E d u ca ció n in telectu al, m o ra l y físic a
L 'h om e co n tra l'e s ta t (4 cat., 1 cast., 1 francés)
Schopenhauer: El m undo co m o vo lu n ta d y rep resen ta ció n
NOTAS ADICIONALES 217
Dejando para otra ocasión otras sugerencias que nos pueda inspirar esta relación
de supuestos bestsellers en Barcelona y Madrid, el fenómeno Le Bon continúa lla
mando la atención. El libro P sy c h o lo g ie d e s jb u le s es el único, además, que figura en
las dos relaciones. Presenta también la particularidad —tanto en Barcelona como en
Madrid— de tratarse siempre de ejemplares correspondientes a diferentes ediciones
(en ningún otro caso se da esta circunstancia). Es curioso, asimismo, que si bien en
Madrid los cinco ejemplares corresponden a cuatro ediciones castellanas (1903, 1911,
1921 y 1929, todas de un editor diferente) y tan sólo una edición —tardía, de 1925—
en francés, en Barcelona sólo hay un ejemplar en castellano (edición de 1911) y
cinco ejemplares en francés (correspondientes a las ediciones de 1895, 1896, 1900,
1911 y 1928).
En la elaboración de este cuadro, Durkheim, Nietzsche, Schopenhauer y Spencer
han sido elegidos por su relevancia universal indiscutible. El resto de los autores que han
sido consultados han sido elegidos por la importancia habitual que se les concede en
diferentes estudios sobre los ambientes intelectuales de la España del primer tercio de
siglo. Algunos de ellos ni siquiera citan a Le Bon entre los autores que consideran
más influyentes. Contrasta, pues, este silencio y la presencia indiscutible en las dos
bibliotecas consultadas.
El tema de las multitudes, además de interesar a los redactores de la G ran E n c i
c lo p e d ia E sp a sa , la mayoría de ellos catalanes, parece haber obsesionado de una for
ma particular en Cataluña. No nos atrevemos a hacer la misma observación para el
resto de España, pero el análisis del caso catalán puede animar a otros a explorar este
terreno. Sólo una advertencia. En esta investigación, no habría de ocupar el primer lu
gar la lectura del libro L a rebelión d e las m a sa s de Ortega y Gasset. Es demasiado
tardío para ser situado en la coyuntura Durkheim. Mejor empezar por La so c io lo g ía
crim in a l de Azorín, publicada en 1899, y por la aún más desconocida tesis de docto
rado de Azaña, L a re sp o n sa b ilid a d d e las m u ltitu d es , que data de 1900.
En Cataluña, es obligado referirse a Raimon Casellas, que tituló L es m u ltitu ds un
libro que apareció en plena coyu n tu ra D u rk h eim : en 1906. En el Proemio de la obra,
Casellas se refiere a la actualidad del tema y cita dos autores italianos, Sighele y Ferri
—dos criminalistas italianos considerados bastante más progresistas que Le Bon—
para subrayar la actualidad científica del tema, si bien:
... a mí, para las visiones humanas que me he propuesto evocar, el enigma no me estorba
ni tampoco me desespera; al contrario, como toda cosa arcana, me seduce y me atrae.
No pretendo averiguar sus causas, sino contemplar sus efectos. No quiero, a la manera de
un filósofo, reducir a leyes la complicación y la incoherencia de semejantes fenómenos;
sino, a la manera de un artista, anotar su gesto y, si puedo, mostrar su símbolo.
Ahora tengo la cabeza llena de planes de trabajo que me propongo realizar. Dos ar
tículos para Ciencia Social, uno sobre estética de la acción y otro sobre los movimientos
de las multitudes, será lo que más pronto lleve a cabo ... Como quiero terminar pronto
el trabajo acerca de las multitudes (que he observado siempre que he podido, durante
mucho tiempo), estoy leyendo lo que acerca de este punto han escrito Tarde. Sighele, Le
Bon, Adam y otros, para asegurarme de no haber descubierto el Mediterráneo.
... yo a esto no lo llamo pueblo, sino turba; y sea cual sea la calidad de los hombres que
la forman, la desprecio, y no puedo amarla ni en su presencia física, que me repugna, ni
menos en la idea abstracta de su colectividad que se me representa como un estado infe
rior de humanidad, amorfa, caótica aún.
I
Pero tanto como esos párrafos descalificadores nos interesan estos otros:
... es muy difícil amar de lejos o así, en masa: y los que dicen que aman a una masa, lo
que aman es una idea monstruosa que ponen encima de ella; es decir, que, en rigor, aman
una obra propia, se aman tan sólo a sí mismos. Así, de la abstracción y de la multitud no
puede nacer de una forma auténtica sino la guerra; y la piedad que pueda nacer de ella,
es falsa.
A lo largo del texto, las ideas de Maragall sobre el carácter destructivo de las mul
titudes —claramente lebonianas, sin que con ello queramos sugerir que Maragall hu
biese leído a Le Bon— son expuestas en forma de diálogo con —contra— los que pien
san y afirman que «las turbas son las que han ayudado a conducir al mundo adelante».
Si sólo pensamos en las multitudes desde el punto de vista histórico, podríamos
pensar que los años de la coyu n tu ra D u rkh eim , en Cataluña, eran los años de un m e-
n eu r famoso. Lerroux, que culminarían con una gran semana en la que las m u ltitu d es
serían trá g ic a m e n te protagonistas. El año 1909 podría haber provocado el avance de
los acontecimientos y de los cambios de posición. Pero no podemos olvidar que poco
tiempo antes se había producido el movimiento —¿hasta qué punto podríamos lla
marlo u n a n im ista l — de Solidaritat Catalana. Unos meses antes de escribir E lo g i d el
p o b lé , Maragall había intentado explicar la experiencia de Solidaritat Catalana a Una-
muno: «no me entenderá por reflexión, me entenderá por... incendio, ¡si yo lograse
220 PENSAR HISTÓRICAMENTE
Sintámosla todos los catalanes, esta solidaridad sagrada : obreros, sabios, ricos, po
bres, catalanes de todos los estamentos y condiciones; sintámosla más que cualquier
otra, esta solidaridad catalana; por encima de la solidaridad que nos liga al poder, a la
profesión, a la familia, por encima de la solidaridad que nos hace hombres de una cla
se , por encima de la solidaridad que nos acerca a los otros hombres de un partido.
3. J ules R omains
Jules Romains merece una nota aparte. Con su teoría sobre el unanimismo, con
su M an u el d e d é ifica tio n (1910) no sólo participó de la co yu n tu ra D u rk h eim , sino que
Vilar lo convierte en su máximo exponente. ¿Quién era este autor? Su nombre real
era Louis Farigoule y había nacido en 1885 en el Pays de Velay, en Occitania. Una
biografía reciente, Ju les R o m a in s ou l'a p p e l au m on de (Laffont, 1993), escrita por
Olivier Rony, nos servirá de guía.
La primera vez que en esta biografía aparece el nombre de Barcelona es para co
mentar el impacto producido por la noticia de la muerte de Ferrer i Guardia. Romains,
que aquellos días era profesor en un ly c é e de Bretaña, escribió a su antiguo maestro
Lévy-Bruhl una carta que refleja bien el carácter sincero, y urbano —parisiense—, de
su unanimismo:
Pienso que convendría ante todo reconstituir lo que a mí me gusta denominar la co
yuntura intelectual y espiritual de los años 1905-1913, porque está la necesidad de crear
un dios — más tarde será la «búsqueda de una Iglesia»— , pero en un primer momento es
la búsqueda de un dios, y es mundial, es Bogdanov y es al mismo tiempo Durkheim.
Este era el programa de Romains: una novela con la sociedad como protagonista
y como destinataria: «un esfuerzo como el que que intento hacer es una llamada a la
más vasta comunidad humana, a una inmensa camaradería...». Los críticos valorarán
de forma diferente sus resultados, pero habrá una relativa coincidencia en señalar
como libros más conseguidos las dos novelas — P réfa ce a Verdun y Verdun — que re
flejan los sentimientos de las personas ante la guerra. Seguramente no es casualidad
que las situaciones de guerra sean las más sensibles al unanimismo.
De una obra de semejantes características, sería absurdo que intentásemos ofrecer
aquí el resumen. Los comentarios de Pierre Vilar en el Coloquio de Historiadores de
1985 pueden servir de botón de muestra de las características de la novela:
Pienso, por ejemplo, en este sindicalista revolucionario francés pacifista que recibe
a Michels, el sindicalista alemán. Cuando el sindicalista alemán le dice: «Nosotros los
alemanes os combatiremos», el sindicalista francés dice: «Oh. ¿es que ya es tan seguro
como eso?». Es la reacción patriótica por encima de la reacción sindicalista. Creo que
en 1914 la gente vio claramente de qué se trataba. Del mismo modo Maillecottin, un
obrero de la casa Bertrán (es decir, Renault) es anticomunista en su vida, pero cuando
su patrón trata de obligarle a pronunciar una frase anticomunista dice: «No, no me pida
demasiado, yo soy solidario con los Soviets». He aquí algunos rasgos esenciales. Hay
también una aventura que me pareció extraordinaria, la del joven Saint-Papoul, que co
noció los barrios miserables de París por medio de Jerphanion y que se convierte en
trotskista. mientras Jerphanion deviene radical ... pero ¡este episodio es admirable! Hay
también todos los matices de estas gentes que se precipitaron en el partido comunista
o en su entorno en Cette grande lueur á l'Est, hacia 1920. Hay toda la tipología, des
de el modelo Clanricard, de tendencia idealista, hasta el del pequeño periodista arri
bista. Ello no impide que haya grandes tipos sociales, y Clanricard es tal vez el más
grande tipo social que se nos presenta, porque es el maestro, es decir, de un medio que
conoce bien Romains. Más aún, es pacifista, ante todo. Será el modelo del oficial de la
reserva, lo que es fundamental para comprender la Tercera República y la Gran Guerra:
el maestro pacifista se convierte en el oficial de la reserva por excelencia. Desde 1920,
vuelve a ser pacifista, naturalmente, pero con una especie de sueño por el «gran res
plandor del Este». Al mismo tiempo, recibe a su antiguo alumno Louis Bastide que se
ha convertido en ingeniero en Marruecos. Está toda la sociedad francesa, allí. Me pa
rece que valdría la pena subrayar mejor este género de análisis profundo que hace Jules
Romains algunas veces a través de un simple rasgo que intentar seguir las relaciones
que pudo tener con tal escuela, con tal revista o con tal partido. Esta especie de visión
extraordinariamente fuerte hace que yo considere que Romains tiene una capacidad de
análisis sociológico absolutamente única y que puede servir a los historiadores, natu
ralmente.
NOTAS ADICIONALES 223
Y para poner algún ejemplo concreto, y verlo con mayor detalle, lo mejor que
podemos hacer es acudir al fragmento de C ette lu eu r a l'E st en el que aparece esta
expresión, que tanto éxito tuvo. Es el título de la novela número 19 de la serie y se si
túa en el año 1922. Tres de los protagonistas, los maestros Clanricard y Laulerque y
el n o rm a lien Jerphanion, proyectan un viaje a Rusia. En el diálogo entre Clanricard
y Jerphanion, el primero explica que «él no es comunista», pero que se siente atraído
por la Revolución rusa. Jerphanion le responde que este es un fenómeno que pasa
en todas partes, que son muchos los que han percibido «cette grande lueur á l'Est».
A Clanricard le gusta la expresión: «Sí, este gran resplandor... Tal vez sea una auro
ra; tal vez un incendio. Pero todos, tanto los que creen en la aurora como los que
creen en el incendio, empiezan a caminar...».
En 1919 Jules Romains se había dejado deslumbrar por Cataluña. Vilar vivirá un
fenómeno parecido ocho años más tarde. Los lectores de la Introducción de C a ta lu ñ a
en la E sp a ñ a m o d ern a recordarán el fragmento de un poema de Jules Romains sobre
la sardana. Es una de sus escasas licencias literarias. Pierre Vilar decidió transcribirlo
para reflejar el primer impacto recibido cuando, también él, creyó ver a las modes
tas masas barcelonesas convertidas en «cantores de orfeones» y «bailadores de sar
danas».
De la biografía de Oliver Rony podemos extraer otras impresiones de esta atrac
ción que Barcelona (y no Madrid, por ejemplo) ejerció desde su primer viaje sobre
Jules Romains. Así, cuando en 1936 viaje por segunda vez a Nueva York —el primer
contacto con esta ciudad, en 1924, no le había complacido—, el redescubrimiento de
una «ciudad tumultuosa, exuberante, enfática, no demasiado disciplinada ... una ciu
dad risueña, democrática, llena de luces, noctámbula y no sonámbula», le llevará a
concluir: «En resumen, la más grande ciudad meridional del mundo, una especie de
Barcelona multiplicada por diez en todos los sentidos».
El poema «La sardane» no fue el único fruto literario de aquel primer viaje de
Romains a la Cataluña de 1919. Pocos meses después, en el artículo «Le mouvement
des esprits en Catalogne». publicado en la N o u velle R evu e F ran^aise (enero-junio de
1920) intentaba exponer algunas de sus impresiones. Traduciremos algunos de sus pá
rrafos. En sus inicios, señala que, a pesar de que los franceses, desde hacía algún
tiempo, son bastante expertos en el tema de los nacionalismos —sabían, por ejemplo,
que no había que confundir a los letones con los estonios— lo desconocen casi todo
sobre la vecina Cataluña. Romains quiere hacer pública la agradable sorpresa que ha
experimentado cuando ha conocido el nacionalismo catalán:
No es extraño que el fundador de una escuela poética que quiere asumir la voz de
la colectividad se interese por el papel de la poesía en los países que visita. Romains
no puede reprimir, tampoco en este aspecto, su entusiasmo por el caso catalán:
Ellos veneran, aman en ella [la poesía] la llama central de su actividad, el origen de
sus pulsaciones. Recuerdo una palabra admirable de Miquel Ferrá. Como visitamos la
boratorios de química, talleres de herrería, ebanistería, y yo disfrutaba del espectáculo de
un fervor a la vez tan uno y tan diverso, me dijo: «Aquí debajo, mire, está la lengua ca
talana, la poesía catalana». Y Alexandre Plana ha escrito con exactitud: «Toda la evo
lución reciente de nuestra poesía es una manifestación, la más alta y la más pura, de la
iniciación de la personalidad catalana al mundo armonioso y eternamente en formación
de la cultura. Es una iniciación que ha empezado en el orden de las letras para extender
se, en un progreso lento y seguro, a cada una de las actividades sociales».
Pues bien, entre los rasgos sorprendentes, divertidos a veces, de los medios econó
micamente dirigentes, constaté los lazos continuamente perceptibles entre estos medios
y el movimiento intelectual. Entre los que visité, industriales, comerciantes de cierta
importancia, raros eran los que no fuesen poetas o folkloristas, escritores o pintores,
o los que no frecuentasen el Ateneu. Y como que estaban muy predispuestos a colocar
sus aficiones o su mecenazgo por encima de su actividad económica o de su técnica,
sus temas de conversación pronto coincidían con los de mis amigos universitarios o his
toriadores. El secretario de la Unión Metalúrgica era el poeta Alexandre Plana; el de la
Federación Textil, Caries Pi i Sunyer, futuro ministro de la República y futuro alcalde
de Barcelona, escribía sus admirables ensayos sobre «las aptitudes económicas» de su
país, cuyas notas eruditas eran para mí valiosísimas. En la Cámara de Comercio, Barto-
meu Armengual entremezclaba citas románticas con sus pertinentes observaciones sobre
el Puerto Franco. Y a la inversa, yo sabía que el filólogo Pompeu Fabra tenía título de
ingeniero, que el arquitecto Puig i Cadafalch, arqueólogo de fama mundial, había pre
sidido la Mancomunitat en nombre de un partido «regionalista» cuyos vínculos con la
alta burguesía no se ocultaban, que el historiador del derecho Valls i Taberner, director
del Archivo de la Corona de Aragón, político «regionalista» también, estaba ligado por
vínculos familiares a la industria de las zonas montañosas de Cataluña, de la que no
tenía a menos informarme. Así pues, el «catalanismo» intelectual no podía separarse de
la opinión, de la acción de las clases materialmente influyentes.
Aquí el comerciante busca a veces la palabra del poeta, y el artista escucha al inge
niero, y el médico se deleita en lecturas literarias, y el abogado y el agricultor y todos
unos con los otros se encuentran y se entienden en la región serena de la palabra...
Sena muy deseable que se tradujera al francés una antología de la poesía catalana.
Estos autores [ha citado a Maragall, Alcover, Ors, López-Picó, etc.], por su lenguaje
como por su inspiración, se hallan lo bastante cerca de nosotros para que el cambio de
idioma no los perjudique demasiado; y en cambio, todos juntos, constituirían a los ojos
del lector una tropa curiosa y alegre.
Los poetas catalanes darían a conocer así Cataluña a los franceses. Y el lector po
dría sacar sus propias conclusiones sobre los catalanes. «¿Cómo —dirá—, hemos
podido tomar esta gente por españoles?» Toda Europa —«que esconde en su seno
fuerzas incoherentes, insumisas, hechas más para dispersarse o pelearse que para jun
tarse»— se beneficiaría de este contacto con los catalanes:
Seny, optimismo, gusto por la vida, tienen todo esto, sin el énfasis ni la ligereza me
ridionales tan odiosas justamente a los hombres del Norte. Que no sean invulnerables,
que las malas influencias un día les puedan afectar y corromper, es otra cosa. Pero los
podemos ayudar. Y ellos también, estad seguros que nos pueden ayudar.
Es difícil decir si el encuentro de Jules Romains con Cataluña tuvo unos efectos
recíprocos. Joan Estelrich parece insinuarlo en la presentación de una conferencia del
autor, en 1922, en el Instituto Francés de Barcelona: «En pocas ocasiones podrá re
petirse, de un modo tan justamente aplicada, la frase banal: “el conferenciante no es
una persona desconocida entre nosotros”». Pere Corominas afirmó tomar por modelo
L ucienne de Jules Romains en la presentación de La m o rí d e Joan A p ó sto l. La obra
K n ock fue muy pronto traducida al catalán y representada en Barcelona. En la confe
rencia de 1922 Estelrich citó a Maragall y a Casellas como «unanimistas» catalanes.
Y comentó que Romains había reconocido en las palabras de Maragall «La sociedad
de los hombres es el espacio del espíritu humano» una anticipada definición moral de
su unanimismo. Romains se interesará por la traducción al francés de La vid a a u s te
ra de Corominas.
226 PENSAR HISTÓRICAMENTE
Por ventura la reunión de muchos hombres no es, todavía hoy, Ciudad ... Pero sien
to, siento con todas mis fuerzas, que ella ya no es un Caos, que ni el verbo, con su nim
bo de pasión, de entusiasmo y de gloria, articule.
ROMAINS (Julio) Biog. Literato francés contemporáneo, uno de los espíritus más
interesantes y raros, y también más discutidos, de la moderna intelectualidad francesa.
Con Duhamel, Vildrac y Chenneviére fundó la llamada escuela unanimista, que lo reco
noció como jefe; pero luego se separaron Duhamel y Vildrac para fundar a su vez otro
grupo que, sin perder sus antiguas características, han querido dar un paso más adelante.
Para Romains, unanimismo es la concepción de las grandes masas con una personalidad,
con una biología como las individualidades, pero diferentes y superiores a éstas. Según
esta concepción, el poeta se apodera de las grandes masas y las exprime para extraer de
ellas un alma única, llegando así a la anulación del individuo aislado. Por su técnica
y por la originalidad de su concepción, se comprende que Romains sea discutidísimo, y
mientras sus adeptos lo proclaman como el primer poeta de su época, otros le niegan
hasta las más elementales cualidades. De todos modos, sus obras son muy leídas, y en el
teatro ha alcanzado grandes triunfos. Romains es director del teatro Vieux Colombier, de
París, que representa uno de los esfuerzos más importantes realizados en Francia después
del célebre teatro libre de Antoine. En 1920 y en 1922 visitó Barcelona, habiendo dado
interesantes conferencias en el Ateneo y en el Instituto Francés, respectivamente.
cita. René Rémond acababa de explicar que la Ecole des Sciences Politiques había
organizado un seminario sobre Romains. Vilar, que considera que en el coloquio «se
ha insistido demasiado en algunos aspectos del mundo político y del mundo diplo
NOTAS ADICIONALES 227
mático», explica que sus seminarios de la Ecole des Hautes Etudes, «a menudo» han
sido «seminarios de Jules Romains»:
Para Pierre Vilar, pues, Jules Romains significa sobre todo la capacidad de re
flexión sociológica sobre el tiempo histórico. El historiador —que no se ha sentido
nunca unanimista, pero que captó rayos de unanimismo en su llegada a Cataluña—
también encontró en Jules Romains la capacidad de descripción de un fenómeno que
puede darse en determinados momentos de la historia. Así lo explica en «Ocupación
y resistencia durante la Guerra Gran y en tiempos de Napoleón»:
Es necesario distinguir, todavía, entre aquello que puede ser llamado unanimidad y
aquello que convendría llamar unanimismo. En Cataluña, no había unanimidad, en el
sentido que no todo el mundo era de la misma opinión, que había probablemente fran
cófilos, tal vez republicanos. Pero no eran suficientemente numerosos para evitar el fe
nómeno del unanimismo. Entendemos por este fenómeno el hecho de que los días de la
declaración de guerra las voces disidentes no pudieran hacerse oír; hubieron de actuar
como si no pensaran nada y tal vez se pusieron a no pensar nada. Todos los catalanes
contra los franceses, contra la Revolución: esto, durante algunas semanas, no fue discu
tido. También puede verse este fenómeno en el Dos de Mayo en Madrid. Y en aconteci
mientos más recientes, a propósito de otras actitudes colectivas.
La última frase del párrafo puede adquirir un tono de advertencia. Todos podemos
estar afectados de unanim ism o , de «pensamiento único». Seguramente ha llegado el mo
mento de recuperar las palabras que escribió Vilar en 1960 sobre el «unanimismo del
progreso». El hecho mismo de que pasaran desapercibidas en su momento, a pesar de
constituir el mensaje final de uno de los trabajos más difundidos de Vilar —el artículo
«Crecimiento económico y análisis histórico»—, es ya significativo. Escribe Vilar:
La noción de u n anim ism o revela aquí toda su fuerza, puesto que sirve a Pierre
Vilar para desvelar el carácter discutible de las ideas que dominaban el pensamiento en
la misma época en la que escribe (una época, por lo demás, en la que nadie hablaba
de «pensamiento único»). ¿Cuántos le comprendieron? Citar estas palabras de 1960
es, pues, seguramente, la mejor manera de invitar al lector a releer, en los noventa, la
obra de Vilar.
GUIA BIBLIOGRAFICA DE PIERRE VILAR*
* Se recogen los trabajos que tienen relación con el contenido de este libro. Para una rela
ción de los trabajos publicados hasta 1990, véase Rosa Congost y Nuria Sales, «Bibliografía de
Pierre Vilar», Recerques, 23 (1990). Entre paréntesis figuran los números de las páginas de la
presente edición donde se hace referencia a ellos.
GUÍA BIBLIOGRÁFICA 229
✓ /
«A l’Ecole Nórmale», C h oix d 'E c r its , Centre confédéral d'education ouvriére, París,
1938 (libro dedicado a Pierre Boivin), pp. xxii-xxiv (139).
«Histoires d'Espagne», La P en sée (1939) (142, 146, 147).
(Con A. Soboul) «La Révolution Fran^aise vue á travers les expositions historiques»,
La P en sée (1939), pp. 117-129 (147).
En p re n sa :
En portugués. Entrevista con Pierre Vilar realizada por la historiadora brasileña Mar-
cia d'Alessio (en el mismo libro aparecen entrevistas realizadas por la misma his
toriadora a Madeleine Réberioux y a Michel Vovelle).
GUÍA BIBLIOGRÁFICA 231
Bohigas i Balaguer, Pere, 116 y n., 117 Cedronio, Marina, 54 n., 61 n., 62 n., 63 n.,
Boivin, Chenia, 93, 140-141, 153 86 n., 230
Boivin, Henri, 88 n. Céline, Louis-Ferdinand. seudónimo de L.-F.
Boivin. Pierre. 73, 77. 82, 88 y n., 90, 92 y n., Destouches, 81 y n.
93 y n., 101, 111 n., 139 y n., 140, 156, 171 Cervantes, Miguel de, 113 n., 150 n.
Bolín, Luis, 138 n. Chamberlain. Arthur Neville, 148 y n., 161
Bonet, Pere, 124 n. Chaplin, Charles, 12, 150 y n.
f
Déat, Marcel, 11, 110 n., 141 n., 148 y n. Federico II, emperador, 28
Deixonne, Maurice, 88, 92 n. Felipe II, 113 n.
Delbos, Yvon, 221 Femandel (Femand Constantin), actor, 149
Déloye, Yves, 25 n. Ferrá. Miquel, 97 y n., 99, 104, 105 y n., 136-
Demangeon, Albert, 70 y n., 96 n., 100, 119 n. 137, 224
Desbrousses, Héléne, 56 n., 231 Ferré, Léo, 198 n.
Descartes, René, 34 Ferré, Régine, 78 n., 229
Díaz Pérez, Claudi, 106 y n., 173 Ferrer i Guardia, Francesc, 24, 116, 220
Dioujeva, Natacha, 14 n. Ferrer, Antoni-Lluc, 205 n.
Dollfuss, Engelbert, canciller, 118 n, Ferri, Enrico, 216, 217
Donzelot, Jacques, 111 n. Ferry, Jules, 25 n., 115 y n.
Dorgelés, Roland, 26 Fink, Carole, 158 n., 175 n.
Doriot, Jacques, 144, 145 y n., 148 n., 155, Focillon, Henri, 72 y n.
221 Fontana, Josep, 7 n., 12, 16
Doyle, Arthur Conan, 48 Foucault, Michel, 81 n.
Dreyfus, Alfred, 39, 85 Fouillée, Alfred, 157 n., 216
Du Bellay, Joachim, 204 n. Fouillée, Mme., véase Bruno, G.
Duby, Georges, 8 n. Fouladvind, Hamed, 194 n.
Duelos, Jacques, 145 y n. Foumiol, Michel, 78 n., 181
Dufrenne, Mikel, 189 n. France, Anatole, 27
Duhamel, Georges, 26, 57 y n., 58 n., 77, 226 Franco, Francisco, 49, 136,#151, 174
Dupréel, E., sociólogo, 212 Franco, Ramón, comandante, 102
Dupront, Alphonse, 78 n., 86 n., 101 n. Frazer, James George, 48
Duran i Sampere, Agustí, 103 n., 122 Freud, Sigmund. 11, 21,41-42 y n., 43, 45 y n.-
Duran, Eulalia, 98 n. 47, 48-49, 78 n„ 112, 194,210-211
Duran, Herminia, 97 Friedman, Georges, 15, 82 n.
Durero, Alberto, 169 Fujita. pintor japonés, 77
Durkheim, Émile, 11, 21, 30 y n.-34, 38, 43, Fulcará, M. Dolors, 97 n.
48, 49, 210, 216-217, 221; coyuntura, 34- Fustel de Coulanges, Numa-Denis, 66 y n.
38, 2 0 8 ,2 1 1 ,2 1 2,213,214-220, 221 Fuster, Gabriel, 106
Kaan, André, 92 v n.
Halphen, Louis, 151 Kantorowicz, Emst H., 28 y n.
Hamilton, John, 117 n. Kardiner, Abraham, 20 y n.
Hardy, Thomas, 140 Keynes, John Maynard, 181 n.
Hauptmann, Gerhart, 74 n. Khelkal, Jaled, terrorista musulmán, 11
Hauser, Henri, 72 n. Klineberg, Otto, 38, 39 y n.
Hawks. Howard, 74 n. Kristeva, Julia, 9 y n.
Hegel, G. W. F., 81 n„ 92 n. Kula, Witold, 185 n.
Heine, Heinrich, 58 n., 130
Hemingway, Emest, 77
Henneberg, Martí, 100 n. La Fontaine, Jean de, 138
Herr, Lucien, 85 n., 86 y n., 111 n, Labrousse, Emest. 27, 61 n., 72 n., 91, 117 y n..
Herriot, Édouard. 62 n., 63 n., 78 n., 90 121 n„ 189 n„ 196, 197 n., 231
Hilferding, Rudolf, 27 Labrousse, Roger, 54 n., 168 y n.
Hincker, F„ 230 Lamartine, Alphonse de, 58 y n.
Hindenburg. Paul von, mariscal, 164 y n. Langevin, Paul, 69 y n., 146 y n., 147 n„ 186
Hitler, Adolf, 11. 28, 40, 41, 43, 85, 110 n„ Langlois, Charles-Víctor, 71
111 n„ 139 n., 140, 144 n„ 148 n„ 152, Lanoux, Armand. 166 n.
156, 158, 164 y n„ 165, 169. 178, 184, Lanson, Gustave. 80
199 Lautman, Albert, 69 y n.
Hobsbawm, Eric, 204 Lavisse, Emest, 66 y n.
Hobson. John Atkinson, 27 Le Bail, Jean, 88, 89
Homero, 34 Le Bon, Gustave, 11, 38 y n„ 39 y n., 40, 41-
Honegger, Arthur, 73 42 y n„ 48, 49, 194 n„ 210-211, 213-219
Horkheimer, Max, 39 Le Goff, Jacques, 7 n., 8 n.
Hugo, Víctor, 26, 34, 37, 68. 87 n„ 202 Léautaud, Paul, 77 y n.
Hurtado, Amadeu, 218 Lefebvre, Georges, 213
Husson, Andrée. véase Corthis, André Lefranc, Georges, 88 y n., 92 y n., 93 y n.,
Hyppolite, Jean. 81 y n. 111 n„ 139 n„ 140 y n., 141 n„ 144, 148
Legendre, Maurice, 113 y n.. 114. 130 y n.-
131 n., 147 n.
Ibárruri, Dolores, La Pasionaria, 144 n., 145 Lejeune, capitán, 154-156, 182
Iglésies, Josep. 100 n. Lenin, Vladimir Ilich Ulianov, 27, 55, 62, 91,
Ignacio, «tío», guía y mulatero, 114 123
Im Hof, Ulrich, 7 n. Leopoldo III, rey de Bélgica. 111 n.
ÍNDICE ONOMÁSTICO 237
r Crítica
•••
I.S.B.N. 84-7423-851-X
788474 238518