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culturales peculiares.
grandes polos de atracción: el musulmán y el carolingio. Estos son los que se ha dado en
llamar mozárabes.
El término se utilizó por primera vez a principios del SXII para denominar a los toledanos:
muztarabes o muzárabes; más tarde aparece bajo su grafía actual utilizado por Alfonso el
Batallador para referirse a los cristianos andaluces. Todas estas son formas derivadas del
árabe mustariba: “Los que han sido arabizados”, aplicado a antiguas tribus al norte de la
Península Arábiga.
confrontación con la presión islámica y la falta de cohesión con lo carolingio, madura una
identidad que culmina en el SIX con un renacimiento basado en gran medida en una
concepción religiosa heredera del pasado visigodo y conformada por rasgos específicos como
fe cristiana frente al Islam, glosado en obras de Eulogio (“Memorial de los santos”, “Libro
Eulogio”). Este renacimiento, literario y religioso a la vez, floreció ligado a los monasterios
cordobeses y fue llevado por sus monjes al exilio de las tierras del norte.
Cuando la tolerancia musulmana decreció, muchos de estos cristianos que convivían con los
Navarra, la futura Castilla, pero, sobre todo, hacia el reino de Asturias, convertido a partir del
880 en reino de León, cuando Alfonso III trasladó la capital de Oviedo a la antigua Legionem,
repoblada en el 856.
Dentro del concepto artístico, y para su comprensión como forma de expresión de la realidad
de un grupo social, hay que atender a una de las más significativas de estas formas de
expresión: la liturgia
auge en el siglo VII bajo la unificación de los reyes visigodos de Toledo y la gran labor
La liturgia sirve al mozárabe para resistir la presión islámica y, también, parra conservar su
Para comprender las raíces del arte mozárabe hay que percibir sus afinidades con rasgos de la
liturgia primitiva del cristianismo egipcio o las con las decoraciones y estilizaciones coptas de
La liturgia mozárabe tuvo un agente decisivo para su constitución en San Isidoro, principal
los ritos y cuánto de impulso y desarrollo, pero sí se puede constatar que todos los volúmenes
En esta liturgía se percibe una diversidad debida al desarrollo durante siglos y situaciones
mezcla de clasicismo monástico y la prosa rimada y rítmica del estilo isidoriano, luego
Como hemos dicho, esta liturgia descansaba en la literatura y la música, pero enlazaba con
las diversas artes que le proporcionaban el marco y los instrumentos necesarios para su
marco articulaba el espacio separando el área sagrada, el transepto donde se colocaban los
monjes y el ábside donde oficiaban los celebrantes, separados por una arquería de la nave
donde se colocaba el pueblo. Esta división de la comunidad en tres grupos no era meramente
fruto de la funcionalidad del rito, sino que, como es habitual, era reflejo de la segmentación
social. El transepto llegará a constar de dos capillas idénticas a la del ábside en una evolución
La autonomía del arte mozárabe. En semejanza a las dificultades que afrontaron sus
creadores para pervivir como grupo social (aunque siempre hay que tener presente que son
estas mismas circunstancias las que lo conforman como tal grupo), se enfrenta la fuerte
atracción de adscripción que ejercen tanto la tradición visigoda, el potente y posterior arte
Otro grave problema que presenta su estudio es que los únicos restos perduran en el norte, en
ellos hay que estudiar un arte del sur que fue aniquilado. Además, a esta escasez de restos hay
que añadir la acción de una transformación avasalladora hacia el románico en el siglo XI.
Con todas estas dificultades, es preciso señalar que las creaciones mozárabes son
inseparables de los reinos cristianos de la reconquista, construidas por hombres del sur que
aportaron sus tradiciones artísticas sin perder su personalidad mozárabe. El sustrato hispánico
subsiste y se refuerza por la triple aportación de ascendencias cristianas del mundo mozárabe
meridional, de raices hispánicas del arte hispanoárabe (sobre todo el de los Omeyas) y de la
en su seno se ensayaron muchas de las soluciones técnicas y estéticas que se integraron con
los primeros estilos románicos, conviviendo sus últimas formas con las primeras del románico
sobre todo, a la forma de distribución interior de los espacios y volúmenes, más que a la
A) Las plantas: Las plantas cuadradas en cruz griega se alternan con las de planta basilical
basilicales o cuadradas con piezas adyacentes en las enjutas de una cruz griega que dan
dos ábsides rectangulares de igual importancia (Bobastro). Una forma más original resulta de
Con una mayor influencia del paleocristiano africano, a través de monumentos meridionales
del SVI en la península, encontramos los dos ábsides opuestos de San Cebrián de Mazote y
Peñalba.
Además del estrechamiento de la entrada a los ábsides y del arco muy sobrepasado de sus
plantas (quizás recuerdo del mihrab de las mezquitas), el verdadero factor común de la
estructura espacial del arte mozárabe reside en la distribución interior de los espacios, mucho
B) Los espacios y los volúmenes: Las iglesias mozárabes tienden a presentarse como una
orientalizante, pero típico también de otras artes prerrománicas. Esta estructura implica
un tratamiento de la luz en una estética análoga a la arquitectura islámica (M. Gómez
Moreno).
C) A esta distribución de volúmenes hay que añadir el gusto por lo diminuto, otro de los
estética de la mezquita.
D) Los elementos decorativos: La iglesia mozárabe se reconoce sobre todo por 3 elementos
presentes también en el arte omeya más antiguo: los modillones de rollos bajo la cornisa,
que comprende dos arcos gemelos de herradura sobre columna central, de abertura
bastante amplia, en ventanas y puerta (distintos a los arquillos visigodos). Hay ejemplos
La decoración esculpida y estucada aún se limita a campos precisos, pero hay que
gruesos follajes simétricos en forma de tapíz, muy semejantes todos a los encontrados en
Los capiteles van evolucionando su cesta hasta la pureza de un simple volumen sobre el
que a veces hay grabados motivos geométricos deformados de diferentes orígenes: copias de
característica. Entre ellos destacan las obras maestra de la escuela leonesa, fruto de la mezcla
de antiguos modelos bizantinos y las técnicas rigurosas de los constructores del sur (pórtico
E) El arco de herradura: Uno de los rasgos más originales de los edificios mozárabes es el
arco de herradura, tanto en sus formas meramente decorativas como en sus funciones
cerrándose normalmente a 2/3 del radio, y con caracteres constructivos diferentes de los de
sus predecesores: juntas de las dovelas descentradas en su trazado con relación al centro del
arco; extradós no paralelo al trasdós y más desarrollado entre los soportes y la clave;
F) Las cubiertas: Las cubiertas de armadura de madera, del mismo modo que en los edificios
visigodos y asturianos, se combinan con bóvedas de piedra frecuentes en los ábsides y brazos
del transepto. Estas bóvedas pueden encuadrar y servir de contrafuerte a una torre linterna
central (cimborrio) que, gracias a la bóveda, alcanza mucha más altura que sus predecesoras
arquitectura visigoda y, sobre todo, asturiana, hay que destacar las formas rebajadas de la
cúpula de cuatro paños (bóveda claustral), soluciones que llegan de la antigüedad clásica por
medio del Islam, caso de las bóvedas nervadas del último mozárabe. Una innovación
constituida por ciertos soportes, precedentes inmediatos de los pilares compuestos románicos,
con sus cuatro columnas adosadas en el centro de las cuatro caras de una pilastra cuadrada.
Son originales también las soluciones para resolver la gran altura de sus edificios huyendo de
en las alturas relativas de los volúmenes por esa fragmentación del espacio antes citada,
bóvedas de cañón.
La realidad del arte mozárabe viene dada por una multitud de estratos que lo convierten en un
auténtico receptáculo de influencias: toda la herencia de las antiguas artes hispánicas fundidas
con las corrientes tardo romanas, paleocristianas orientales, los sustratos prerromanos
Todas estas aportaciones plantean el problema de distinguir los caminos por los que se llega a
la nueva identidad. ¿Estamos hablando de un arte islámico en la península? ¿Qué peso tienen
las raíces hispánica en él? Los elementos islámicos utilizados, ¿son elementos específicos del
arte omeya p este simplemente transmite el producto evolucionado de una forma antigua?
Parece ser que el aporte se realizó directamente del arte omeya al mozárabe (los modillones
Pero, sea la que sea la importancia del mestizaje, sean sus fuentes inmediatas o lejanas, la
mejor evidencia es un serie de obras maestras situadas en un área espacial y temporal precisa:
repeticiones, ni tipos, pero tampoco le falta cierta coherencia en las estructuras y decoración,
además de cierta evolución de las formas. Quizás la principal causa de esta peculiaridad, de
esta falta de articulación de las formas en un estilo, sea el gran aislamiento de los artistas
conformación lo local que los intercambios con lo exterior. Pero la originalidad y resonancia
del arte mozárabe sobrepasan la fragilidad y dispersión de sus monumentos hasta el punto de
hacer decir a Georges Gaillard: “El arte mozárabe es el campo de experiencias más rico del
arte prerrománico.”
En la Tebaida de los montes del Bierzo, cerca del valle del silencio, encontramos una joya
Está situada al fondo del valle del Valduera, en un impresionante paisaje de alta montaña. El
monasterio fue fundado por Genadio, obispo de Astorga, a principios del SX; la iglesia debió
ser obra de sus sucesores abaciales Fortis y Salomón en la década de los 30 del mismo siglo.
occidental de la iglesia. En el SXVI la duquesa de Alba hizo transferir sus restos a Villafranca
y luego a Valladolid.
Santiago de Peñalba apenas sobresale del resto de techumbres del pueblo y comparte con él
los materiales de albañilería: pizarra mezclada con piedra caliza y lajas sin desbastar de
ábside rectangular hasta la misma altura de los dos cuerpos que desde el exterior semejan los
brazos del transepto. Esta articulación recuerda aparentemente a Montelios y Santa Comba de
escasez de saeteras, la amplitud decorativa de la serie de modillones que sustenta el alero del
tejado, y, sobre todo, su perspectiva oeste, que muestra el cuerpo de la nave un poco más
largo que el central y menos elevado que él, aunque claramente más que el ábside y el pseudo
transepto.
desde los SVI al VII, con el prototipo de basílica de dos ábsides contrapuestos a ambos
contra ábside oeste de Peñalba reposaron los cuerpos venerados de Genadio y el de su sucesor
Melque y Bobastro.
Las habitaciones laterales que simulan exteriormente un transepto homogéneo nos recuerdan
los 2/3 del cuadrado central. Son herencia visigoda también las columnas simétricas adosadas
a los tres arcos interiores que distribuyen el eje axial y lo dividen en las cuatro células de la
pseudo basílica.
Los contrafuertes son de tipo asturiano, con una gran laja superior inclinada y sobresaliente,
para evacuar el agua sin provocar goteras (recuerdan a Lena); cumplen su función de
La proporción de un doble cuadrado de los dos cuerpos entre los ábsides, fácilmente
centralizada alrededor del cuerpo más elevado, con su cúpula y planta auténticamente
cuadrada que hace a la vez el panel de coro y de cuadrado del transepto, sin haber un
verdadero transepto.
cúpula central, queda equilibrada no sólo por las tres bóvedas de medio cañón longitudinales
dispuestas a su alrededor y que cubren la nave y las dos capillas laterales a norte y sur, sino
también por las bóvedas nervadas de los contra ábsides. El conjunto se enriquece gracias a la
variedad que le imprimen las asimetrías de las plantas, infundidas por la discordancia de
anchura entre las capillas laterales y el lado del cuadrado central y por las diferencias en
arco y sus columnas de entrada, la imposta, bóveda y altar interior total) entre los dos ábsides
contrapuestos.
Lo que le imprime el sello mozárabe más destacado es la calidad constructiva de los arcos y
cúpulas nervadas. Se trata de la realización de un arte consumado de maestros venidos del sur,
con columna central (ajimez). Este porche lateral al sur es, sin duda, la más perfecta puerta en
discrección ática de la ornamentación en las basas, los ábacos escalonados alternando con una
serie de tres orificios efectuados con trépano, el alfiz de triple moldura que discurre desde el
resaltado del extradós en los arcos hasta el marco rectangular que los circunscribe (como en el
pórtico de Escalada).
Esta portada, asombrosa obra de arte, tiene carácter propio. Es posible que fuera diseñada una
vez terminado el edificio, como lo sugiere el gran arco, de desarrollo muy cordobés, aunque
realizado con materiales muy groseros, que se adivina en el muro superpuesto al porche y que
encuadra un relleno muy posterior al arco. Desde el interior de la iglesia se comprueba que la
carga del muro superpuesto fue aligerada gracias al arco de descarga circunscrito,
dominándolo sin envolverlo por completo. Mediante este arco se aligeraron las ¾ partes de
los 72 cm. De espesor del muro entre arco y pórtico. Así, eximido el pórtico de toda función
de soporte, se convirtió en puro elemento decorativo situado a la entrada del edificio. Este
Las cualidades arquitectónicas de toda la obra encuentran su más alta expresión en la cúpula
compuesta de ocho husos que se eleva muy por encima del cuadrado central. Utiliza un
ingenioso arranque de ocho segmentos de bóveda cóncavos que descansan sobre cuatro arcos
formeros que terminan en las cuatro esquinas sobre elegantes ménsulas escalonadas
ábsides las bóvedas de siete paños (más una octava de medio cañón que une la bóveda con la
parte superior del arco de entrada) cuyas correspondientes nerviaciones cubren
Esta misma homogeneidad y diversidad de las bóvedas (tres de medio cañón y tres nervadas)
se repite en las formas y dimensiones de los ocho arcos de herradura muy sobrepasados. Por
una parte los tres mayores transversales, alineados axialmente, que separan los cuatro cuerpos
centrales (contra ábside, nave, cuadrado, ábside) y de otra el arco de la pequeña ventana en
alto, que aligera el muro superpuesto al gran arco de separación entre nave y cuadrado. Del
mismo modo, el doble arco con ajimez del pórtico sur y los dos arcos de las pequeñas puertas
que comunican el cuadrado del cimborrio con las dos capillas laterales al norte y sur. El
trazado de los arcos mayores responde, incluyendo sus proporciones, al canon usual en la
Córdoba califal del SX, por el descentrado en las líneas respectivas del intradós y el extradós,
con una clave de espesor igual a las 5/4 partes de los salmeres; la curva del extradós se
sobrepasa en ½ del radio, y casi 3/5 la del intradós. Finalmente, el alfiz que encuadra el doble
También son homogéneas las nueve columnas en su estilo mozárabe leonés, con bases áticas,
fustes de mármol bajo capiteles de talleres leoneses corintios esquematizados, con orificios de
trépano en el centro de los folíolos inferiores curvados en espiral, a un lado y otro de una
pequeña trifolia apuntada hacia abajo, por encima del astrágalo sogueado; por último. el
ábaco se escalona en triple nacela. La monotonía de los soportes simétricos de los tres arcos
celosía de la ventana axial, en el contra ábside del oeste, que recuerdan el decorado esculpido
en capiteles y canceles de Escalada. El gran arco central conserva sobre el estuco una parte de
su decorado geométrico azul y ocre, restituido en la última restauración y similar a los
alicatados (cerámica adornada con arabescos) del arte islámico. En el exterior, esbeltos
modillones que sustentan la cornisa y desarrollan bajo la nacela inferior siete roleos con sus
(su rectángulo central mide once por cinco metros) en sus equilibradas y variadas
proporciones y elegancia refinada que realza con agudeza la grandiosa aspereza de las
montañas que lo envuelven. En el museo de León se encuentra la pieza más antigua y bella
que se ha conservado de su tesoro: la gran cruz de latón que el rey Ramiro II ofreció en el 940
puede leer una inscripción funeraria latina, en versos leoninos de un abad francés muerto en
Peñalba en 1170 de la era hispánica: “Esteban, ilustre (abad) que engendró para nosotros la
raza franca”