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Bécquer y Sevilla

El siglo XIX está marcado por la narrativa, con dos excepciones: Bécquer (Sevilla, 1837- Madrid,
1870) y Rosalía de Castro (Santiago,1837-Padrón 1885).

Ambos vienen de una renovación lírica que comenzó en la década de 1830, con Jacinto Salas y
Quiroga y Zorrilla.

También hay fuentes extranjeras que alimentaron a Bécquer: los poetas del romanticismo
alemán (Heine, Grün, Schiller) así como Byron, Poe, Chateaubriand, Baudelaire. Autores todos
ellos que transformaron la lírica.

Nosotros no vamos a centrar, no obstante, en la obra del sevillano. Y, más concretamente en la


relación entre el escritor y su ciudad natal: Sevilla.

Su verdadero nombre es Gustavo Adolfo Claudio Domínguez Bastida. Nace el 17 del XI de


1836 en la sevillana calle Ancha de San Lorenzo número 9 (hoy Conde de Barajas 28), en donde
su padre tenía un estudio de pintor. El poeta fue bautizado en la iglesia de San Lorenzo(27-II).
De esta casa familiar, sólo queda una lápida en su honor, pues fue destruida en un incendio.

La preferencia por el apellido lejano Bécquer ya aparece en su padre, como sabemos un pintor
costumbrista. Los Bécquer, oriundos de Flandes vivían en Sevilla desde hacía dos siglos. Este
apellido lo usaron artísticamente, además del padre y el tío, también pintor, del poeta (Joaquín
Domínguez) su hermano Valerio y él mismo.

Gustavo Adolfo, logró la fama y la publicación de su más famosa obra (Rimas) póstumamente.

Para valorar la sensibilidad artística del poeta se tienen en cuenta estos dos hechos: que venía
de una familia de artistas ( padre, tio y hermano pintores), así como que la adversidad apareció
muy pronto en su vida: huérfano sin recursos desde joven, crisis políticas en el país que
incidían directamente en su vida profesional, fracasos matrimoniales, pérdida de sus versos
antes de publicarse, fallecimiento de su hermano más querido, salud frágil y muerte
prematura.

Ensayista, cuentista, crítico literario, censor de novelas, pintor y poeta. En su corta vida, tuvo
dos etapas: la sevillana y la madrileña(en 1854 marcha a Madrid para buscar la gloria)

En Sevilla, por tanto, está su etapa de formación más temprana, tanto como ser humano,
como también como artista. Asistió a los colegios de San Antonio Abad- calle Gran Poder- y de
San Telmo (en este último cursaba la carrera naval, pero cerró el mismo año que falleció su
madre 1847 y no la pudo terminar. Asiste al taller de pintura de Don Antonio Cabral Bejarano,
en el museo de Bellas Artes) durante dos años, y luego a la de su tío. Paralelamente comienza
su amistad con jóvenes que tenían inquietudes literarias: Narciso Campillo( con quien escribe
un drama -’Los conjurados’- y una novela jocosa: ‘El bujarrón en el desierto’. Y, por
supuesto, centenares de versos) y Julio Nombela. Hacia 1848, viviendo con su madrina
Manuela Monahay gracias a la biblioteca de esta, tiene acceso a novelas y poesías románticas
europeas y españolas.

Es también en Sevilla donde comienza a publicar sus primeras obras en el periódico La Aurora
y en El Porvenir.
La ruptura total con su madrina favoreció el traslado del poeta a Madrid para buscar mejor
fortuna.

Aunque nace y vive en el barrio de San Lorenzo, reside tambiénen La Alameda(con sus tías
maternas) y en la calle del Espejo(hoy Pascual de Gayangos ) . Acude a la inauguración del
puente de Triana(1852). Es decir, conoce bien el centro de Sevilla, su luz, su música, sus
edificios, sus noches de luna…

No es sin motivo que el Romanticismo del siglo XIX convirtiera a Sevilla en un destino
exótico. Sevilla tenía muchas de las características más buscadas por los románticos.
La ciudad marcó e influyó de manera decisiva en sus obras. Algunas de las cuales se
desarrollan e inspiran en lugares concretos de la ciudad.

Así, por ejemplo, los famosos versos "Volverán las oscuras golondrinas en tu balcón
sus nidos a colgar” están inspirados en el Palacio de los Condes de Santa Coloma,
calle Santa Clara. O el popular órgano, uno de los más antiguos de Sevilla, que el poeta
inmortalizó en la leyenda, ‘Maese Pérez el organista’ se encuentra en el convento de
Santa Inés, calle Doña María coronel, centro de la ciudad, cerca de la Plaza de San Pedro.
En el muro de enfrente del coro bajo, situado a los pies de la nave central, aún hoy se
puede ver y escuchar.
Sin embargo la influencia de la cuidad es mucho más que eso, es la esencia misma de lo
que Gustavo aporta a la poesía española, a su modernización. Es la intensa luz, las
sombras marcadas, la niebla del río por las mañanas, las calles estrechas, insinuosas,
retorcidas, llenas de ecos. La belleza, su mirada hacia dentro, lo íntimo de sus
construcciones. La tradición, lo natural (el río, las flores, el olor a azahar, los patios, las
casas populares…la música, los olores) y lo magnifico, majestuoso, muy elaborado de la
catedral, del ayuntamiento…Todo, armoniosamente juntos.
La influencia de Sevilla en la obra de Gustavo comienza, como se ha dicho, en su
formación: el ambiente que vive en sus primeros años. La presencia de la poesía germana
y europea a la que tiene acceso en casa de su madrina y, la segunda gran influencia
cultural que es la poesía popular española. De la unión de ambas, aparecerá un nuevo
clima en la lírica. Bécquer habla sobre las dos poesías:

“Hay una poesía magnífica y sonora; una poesía hija de la meditación y el arte,
que se engalana con todas las pompas de la lengua, que se mueve con una
cadenciosa majestad, habla a la imaginación, completa sus cuadros y la
conduce a su antojo por un sendero desconocido, seduciéndola con su
armonía y su hermosura. Hay otra natural, breve, seca,brota del alma como
una chispa eléctrica, que hiere el sentimiento con que una palabra y huye, y
desnuda de artificio, desembarazada dentro de una forma libre, despierta, con
una que las toca, las mil ideas que duermen en el océano sin fondo de la
fantasía.”
Incorporación de lo popular a la obra de los poetas cultos. En Bécquer hay una
voluntaria confusión entre la poesía del artificio y la poesía popular. Cuando
habla de la poesía popular está hablando de su propia poesía, que, aunque no
lo parezca está extremadamente cuidada.
Y esa va a ser la herencia que nos deje: lo sugerido y callado, la velada
armonía, el tono menor.
Sus palabras señalan el futuro: la poesía breve, desnuda, desembarazada en
una forma libre, que roza un momento y huye, y se quedan las cuerdas
vibrando con un zumbido armonioso.
El gran regalo del autor de las Rimas a la poesía española, consiste en el
descubrimiento de esta nueva manera que, con sólo un roce de ala, despierta
un acorde en lo más entrañado del corazón.
Significa un cambio frente al estruendoso romanticismo.
Quiere captar los aspectos evanescentes de la realidad, el símbolo de la
belleza ideal. La luz, intangible, invisible , evanescente y su influencia en el
mundo real y en la pintura. En las rimas escribe sobre la propia luz, llena de
ideas intangibles que quiere captar con palabras: un ansia de captar la idea
pura, de unirse al ideal. Y la angustia de no conseguirlo. Como dice Dámaso
alonso:” el ideal es la luz, el modo de unirse a él, un beso.”
La luz hace más palpables las sombras, contraste entre luz y tinieblas, vida y
misterio.
Bécquer usa la niebla para destruir los contornos de la realidad exterior. Todo
en Bécquer es insinuación, vaguedad, sugerencia: zumbido armonioso,música
remota. Prefiere la asonancia, que busca imprecisión. Son las notas perdidas,
que resuenan. Anáforas, paralismos: ecos y resonancias. Una música posible,
indecisa. Estrofa de pie quebrado: formas volubles e irregulares de sus versos.
Un gemir del arpa , olvidada en la sombra.
Una aparente sencillez, con un gran oficio detrás, y con un original e
inconfundible sonido.
Y esta influencia de Sevilla está en lo más profundo de la esencia del poeta e
impregna toda su obra. No podría haber nacido ni haberse criado en ninguna
otra parte.
La Venta de los Gatos

En la avenida Sánchez-Pizjuán (antiguo camino del cementerio) se encuentra el que fuera el


escenario de una leyenda de amor trágico entre el hijo del ventero y una moza. Aunque el
edificio no tenga ninguna placa informativa respecto a su historia, sí encontramos en el barrio
de las Golondrinas un discreto monumento a Bécquer.

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