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OPINION PUBLICA Y ESTUDIOS ELECTORALES.

Trabajo Práctico Evaluativo Unidad 1

Alumno: Pablo Delgado

1. Defina Opinión Pública y Espacio Público:


En las Ciencias Sociales se ha discutido ampliamente, y se lo sigue haciendo, en torno a las
trasformaciones estructurales que nos alejan cada vez más de aquellas imágenes que se nos
vienen a la mente cuando hablamos de las sociedades industriales del pacto fordista-keynesiano
y de la comunicación de masas en sus antiguos formatos. “Sociedad de la información”,
“capitalismo cognitivo”, “posfordismo”, “neoliberalismo”, “acumulación por desposesión”,
“empresas en red”, “trabajo inmaterial”, “capitalismo de plataformas”, “biocapitalismo”,
“imperio”, “economía de signos y espacio” y demás categorías intentan captar distintos aspectos
de las condiciones pos-estatales y pos-fordistas de acumulación y explotación en las que se
encuentran las personas actualmente. Una de las consecuencias directas más importantes de
estos procesos es que los Estados hoy ya no monopolizan la decisión política; la soberanía
estatal, trastocada hasta sus fundamentos por la globalidad del Capital y la transnacionalización
de las finanzas, se reactiva recurriendo a diversos dispositivos de control y mecanismos de
excepción para recuperar capacidad de mando y obediencia. Por lo tanto, el Estado ya no es el
“tablero” en el que se despliegan las piezas, ahora es una torre de y en el maremágnum del
Mercado mundial. Ligado a ello, dialécticamente acontece un segundo efecto: el capital
financiero y la renta logran imponerse como el centro de la valorización capitalista. A su vez,
esa centralidad se construyó sobre la base de una nueva y profunda “acumulación originaria”:
un mazazo sobre la composición y la subjetividad de la clase trabajadora desplegado por las
clases dominantes a partir de los años ´70 que fragmentó y fracturó nuestras sociedades. Así, en
tercer lugar, la gubernamentalidad de las finanzas vislumbra no solo un nuevo paradigma de
acumulación, sino que también, de manera más profunda, sociedades radicalmente heterogéneas
devenidas en fábricas a cielo abierto. Entre otras consecuencias, estas tendencias pusieron en
crisis a las categorías políticas que nos dejó la Modernidad, por lo cual desde hace décadas son
objeto de reinterpretaciones y nuevas teorizaciones desde múltiples lugares y perspectivas. Y las
ideas de opinión púbica y espacio público no son la excepción.
Existen diversos criterios para abordar la historia de la opinión pública (OP) porque en si
misma se trata de una dinámica de múltiples aristas (de allí la complejidad de llegar a una sola
definición) que depende, entre otras cuestiones, del contexto en que se inscribe, de los avances
tecnológicos y técnicos aplicados a los medios de comunicación de masas (MCM) y de cómo
todo ello repercute y transforma hasta los estatutos mismos de cómo y qué se comunica y de las
maneras de relacionarse de las personas con la información, de lo cual resultan afectadas de
manera simultánea y sensible las dimensiones del espacio público y privado. Ahora bien, esos
criterios no deben estar aislados, sino que deben enriquecerse mutuamente, porque la dinámica
de la OP nombra una diversidad de fenómenos y a la vez tiene una estrecha relación con el
poder y los procesos políticos. Por lo tanto, como sostienen Orlando J. D'Adamo, Virginia
García Beaudoux y Flavia Freidenberg, la OP es un concepto que no respeta fronteras, sobre
todo si tomamos en cuenta fenómenos como la actual interpenetración entre los mundos online
y offline y el acompañamiento algorítmico de la vida. Pero a su vez se trata de una dinámica que
se encuentra profundamente atravesada e imbricada por un aspecto determinante como pocos:
conforma un tándem inseparable con los MCM.
Si bien estos mismos cumplen diferentes funciones, como la trasmisión de la cultura, las
transformaciones tecnológicas aplicadas a los mass media en conjunto con la liberalización de
los mercados a partir de los ’70, lo cual allanó el camino para la concentración de las empresas
de comunicación en pocas manos cada vez más, permitieron que lo que alguna vez se llamó el
“Cuarto Poder”, se haya transformado en uno de los brazos más importantes de los grupos
económicos empresariales concentrados en la consecución de sus intereses (nunca del todo
homogéneos), en otras palabras, en un poder de facto que influye en nuestro día a día pero que
nadie votó. Esto quiere decir que, cuando se reflexiona sobre la opinión pública, debe hacérselo
contemplando el papel y los efectos de los mass media. Símbolo de ello es que la teoría de la
OP como racionalidad ha perdido mucho terreno frente a otras visiones de cómo se originan los
consensos, en especial frente a la teoría de la opinión pública como control social y conceptos
claves como el de “espiral del silencio” de Elisabeth Noelle-Neumann.
Aun así, la opinión pública no es meramente la “opinión publicada” que sería vertida desde
esos medios de comunicación a modo de “cascada” ni tampoco puede reducirse a una “opinión
privada publicitada”. Mucho menos puede definirse su producción solamente como
manipulación, como si lo hace la Teoría Hipodérmica. Es decir, los medios hegemónicos no son
omnipotentes y el proceso comunicacional nunca es unidireccional. Por lo tanto, la historia no
cierra sus puertas. Las opiniones no surgen de la nada ni se constituyen por mera adopción
“desde arriba”, sino que son fruto de un proceso complejo y dinámico de múltiples niveles que
se retroalimentan e intermedian, en donde ninguno de esos estratos queda aislado y en el que
conviven tanto la persuasión, la influencia como la capacidad que tengan los sujetos receptores
de contrarrestar esos efectos. Se trata de un fenómeno tanto individual como colectivo, y por
ende existen diferentes flujos de interactividad que hacen que la opinión pública no exista de
por sí. Podemos decir con Noelle-Neumann que la OP es una transacción entre el consenso
social y las convicciones individuales. Además, también se refiere a sujetos que opinan, a un
objeto o tema sobre el que se opina y a un ámbito en el que se producen los debates acerca de
las diferentes cuestiones. Está constituida por la triada del “sujeto-objeto-ámbito”, cuyos
contornos van variando dependiendo del contexto de comunicación. Para pensar esto último en
la actualidad podemos ver que, en la era digital, aparecen tanto expresiones de contrapoder
como son los medios digitales alternativos y contrahegemónicos, como también diferentes
formas del llamado “Quinto Poder” en torno a las movilizaciones en red de la ciudadanía. A
vez, la socio-digitalización dio lugar a lo que Gutiérrez Rubí denomina como “tecnopolitica”,
esto es, una nueva forma de hacer política basada en el marketing de perfiles digitales en la cual
emergen fenómenos tales como el de les Influencers, la Posverdad, las Fake news, la
Memecracia, los Bots y los Trolls. Por lo tanto, la triada de la opinión pública, se encuentra
fuertemente atravesada por la autocomunicación de masas (Castells, M. 2009), la construcción
de comunidades y realidades socio-digitales y el advenimiento de las sociedades en red.
Un paso siguiente en la distinción de este concepto son las aseveraciones de Wolton, para
quien la opinión pública es inseparable de un proceso comunicacional, tanto en su constitución
como en su expresión. Tiene, por lo tanto, como principio organizativo la libertad de expresión
y no abarca solamente los temas políticos, también incluye los que no lo son, porque una
opinión que en un momento y contexto determinado pasó desapercibida, en otra situación puede
adquirir tal envergadura que se transforma en pública y política, o puede ser una cuestión
absolutamente privada que, sin embargo, por la relevancia del tema, está formando parte de la
opinión pública. Lo que implica sostener lo siguiente como característica fundamental: el
establecimiento y jerarquización de temáticas públicas es, después de todo, el inicio de todo
proceso de formación de la opinión pública. Y ese proceso puede comenzar “desde abajo”,
cuando irrumpen distintos movimientos que, al presionar por sus demandas, disputan la
construcción de agendas y de sentidos para visibilizar, por ejemplo, un contrapoder. Por lo
tanto, la realidad socio-digital es múltiple, conformada por actores interactivos y en ella la
disputa de discursos es permanente.
Ahora bien, ¿a qué nos remite lo “público” en este concepto? La opinión pública se entiende
como tal por su origen, porque su objeto es la res pública, sus asuntos y la praxis del Estado, y
porque nace de la interacción social en la cual se generan consensos, acuerdos y desacuerdos,
que pueden ser expresados de modo verbal o por sus conductas. Como sostiene Habermas en
Facticidad y validez:
“La esfera o el espacio de la opinión pública no puede entenderse como institución y, ciertamente,
tampoco como organización; no es un entramado de normas con diferenciación de competencia y de roles,
con regulación de las condiciones de pertenencia, etc.; tampoco representa un sistema; permite,
ciertamente, trazados internos de límites, pero se caracteriza por horizontes abiertos, porosos y desplazables
hacia el exterior. El espacio de la opinión pública, como mejor puede describirse es como una red para la
comunicación de contenidos y tomas de postura, es decir, de opiniones, y en él los flujos de comunicación
quedan filtrados y sintetizados de tal suerte que se condensan en opiniones públicas agavilladas en torno a
temas específicos” (1998:440)

Por ello diversos actores intentan controlarla, porque al hacerlo se obtiene legitimidad o
gobernabilidad. Lo cual, por su parte, no es nada sencillo dado que el concepto al que hacemos
referencia se presenta de diferentes formas y tiene sus tiempos. Por ejemplo, para que la opinión
de una minoría trascienda a ellxs mismxs y se expanda para devenir en una opinión pública, no
solo se necesita poder, sino que también la experticia de calcular los momentos adecuados para
intentar hacerlo. En ese sentido, los contextos de socio-digitalización imponen ciertas
características a tener en cuenta para desplegarse eficazmente: la lógica de la inmediatez y la
contingencia en detrimento de la reflexión crítica, la híper-personalización, el predominio de las
apariencias (algo que Sartori ya vislumbraba con su idea de Videopolítica) y de una política de
proximidad. Ahora bien, los actores que hacen de la opinión publica uno de sus objetos de
intervención no son solamente locales o nacionales, sino que existe una dimensión internacional
no menos importante que trata de operar. Muchos de estos actúan a través de la Diplomacia
Ciudadana ya sea para promocionar la imagen de su país, alentar un conflicto o generar
consensos que cuenten con la legitimidad del público local al que se está tratando de influenciar.
Lo anterior, además, indica lo siguiente: el espacio público no puede ser pensando meramente
como el lugar de encuentro de “voluntades libres” que “racionalmente” se comunican y toman
posición sobre algún asunto sin conflicto alguno. Se trata del lugar en el que tanto los sectores
dominantes buscan el consenso y la legitimidad de les dominades, como del espacio en que se
ejercen los derechos de expresión y reunión como formas de control sobre los poderes y el lugar
desde el que esos poderes pueden ser cuestionados en los asuntos que conciernen a todes. El
espacio público es ideología todo el tiempo
Expuesto todo lo anterior, consideramos pertinente a modo de síntesis la definición de opinión
pública que otorga Orlando J. D'Adamo, Virginia García Beaudoux y Flavia Freidenberg: Se
trata de “la expresión de cualquier colectivo que tenga la capacidad de manifestarse acerca de
un objeto de origen público o privado, pero de exposición pública, en un ámbito visible.”
(2000:91).

2. Elija un tema de discusión político/social actual, desarrolle brevemente sobre él y responda:


a. Explique la formación de corrientes de opinión desde la Teoría de la Espiral del Silencio.
b. ¿Cuál es el rol que cumple el “Núcleo Duro” como “agente de cambio” en este proceso?
El fallo del 2x1 a los genocidas: la Corte Suprema frente a una
sociedad con memoria.
La aplicación del “dos por uno” en crímenes de lesa humanidad fue un fallo que emitió la Corte
Suprema de Justicia de la Nación de Argentina el 3 de mayo de 2017, el cual permitía que los
criminales condenados por delitos de lesa humanidad puedan computar doble el tiempo que
estuvieron detenidos antes de contar con una sentencia firme, a partir de los dos años de prisión
preventiva. La sentencia se dictó en la causa "Bignone, Reynaldo Benito Antonio y otros/
recurso extraordinario" y benefició a Luis Muiña, culpable de delitos de lesa humanidad al
participar como civil en un grupo paramilitar que torturó a personas durante el último régimen
militar y condenado en 2011 a trece años de prisión, luego de haber estado detenido
preventivamente desde 2007. La Corte consideró aplicable al caso el artículo 7 de la Ley Nº
24.390, conocida como Ley del Dos por Uno, que estuvo vigente entre 1994 y 2001. El fallo fue
dictado por tres votos a favor, los de Elena Highton de Nolasco, Carlos Rosenkrantz y Horacio
Rosatti, y dos votos en contra, los de Ricardo Lorenzetti y Juan Carlos Maqueda.
Ante la gravedad que representaba la posibilidad de dejar genocidas y represores libres y, por
consiguiente, la tamaña injusticia que se cometería en contra de la memoria de les 30.000
detenides-desaparecides, el repudio de amplios sectores de la sociedad civil y de gran parte del
arco político fue contundente: Madres, Abuelas, otros organismos de derechos humanos,
organizaciones sociales, políticas, sindicales y una multitud que excedió todo cálculo posible, se
congregó en las calles argentinas para repudiar el fallo de la Corte Suprema de Justicia y
reafirmar la lucha por Memoria, Verdad y Justicia 1. La histórica plaza de mayo fue colmada por
500.000 personas alzando sus pañuelos blancos, movilización que se replicó a lo largo y ancho
del país.
En cuanto a las corrientes de opinión, la lucha por Memoria, Verdad y Justicia contra los
crímenes de lesa humanidad de la última dictadura militar ha constituido una de las columnas
vertebrales más importantes y movilizantes del heterogéneo “campo popular”; a su vez, a través
del ejemplo militante de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, su lucha se ha transformando
en “bandera”, es decir, un denominador común que cobija, reactualiza y relanza diversas luchas
populares en todo el país. Por lo tanto, han podido construir ciertos consensos en nuestra
sociedad en torno a la centralidad de los DDHH y la memoria histórica como pilares centrales
de la democracia argentina. Estos consensos y los organismos de ddhh han recibido ataques de
varias maneras dado que constituyen el hilo conductor de las resistencias en nuestro país frente
a los grandes poderes económicos concentrados y la impunidad. Ahora bien, todo consenso es
precario, y al que nos referimos no es la excepción, sobre todo si partimos del hecho de que
existen franjas de la población (todavía minoritarias, pero en franco crecimiento) que
demuestran una ideología marcadamente autoritaria y antidemocrática al punto de reivindicar el
Terrorismo de Estado.
Aquí es donde entra el concepto de espiral del silencio: el repudio fue tan generalizado, a tal
punto de expresarse en el parlamento mediante la presentación de una diversidad de proyectos
de ley que buscaban echar por tierra el fallo desde diversas fuerzas políticas, incluso
Cambiemos presentó uno2, que no quedó ningún margen para expresiones públicas contrarias,
como podrían haber sido las de una extrema derecha que, a diferencia de hoy, si está
encontrando canales para, de forma periódica, tomar la escena pública y manifestarse. Es decir,
hubo por parte de sectores reaccionarios un cálculo del clima de opinión y los resultados de esa
1
Véase: https://notasperiodismopopular.com.ar/2017/05/11/fotorreportaje-ni-un-paso-atras-pueblo-
argentino-contra-2x1-genocidas/
2
Véase: https://notasperiodismopopular.com.ar/2017/05/09/presentan-multiples-proyectos-ley-contra-
2x1/
evaluación determinaron que no estaban las condiciones dadas para algún tipo de respuesta, es
decir, que desplegar una posición en las antípodas de la mayoría social que se había construido
resultaba nulo en términos de estrategia. Ahora bien, la opinión pública si bien presiona y
desalienta la expresión de ciertos sectores, es a la vez también palanca de cambio frente una
situación de gravedad institucional inusitada como representaba el fallo en cuestión. En ese
marco, se podría sostener que el núcleo duro de esta espiral lo constituyeron en tanto vanguardia
los organismos de DDHH dada su capacidad de tocar las fibras intimas y movilizarlas frente al
entumecimiento que nos propone la razón neoliberal, pero también es cierto que, en este
episodio como en otros, se puso en juego una inteligencia colectiva, una especie de contrapoder,
sin el cual hubiera sido difícil si quiera imaginar una derrota de Macri en 2019.

3. Señale las características de la Diplomacia Pública y explique las transformaciones a partir


de un ejemplo de actualidad en el contexto de pandemia.

En diplomacia y relaciones internacionales existe un proceso sostenido desde hace décadas de


apertura de la actividad diplomática, sostiene Gustavo Martínez Pandiani en su libro
“Diplomacia pública y medios de comunicación”. Uno de los primeros antecedentes, y que
constituyó un punto de inflexión, es la Declaración de los Catorce Puntos de Woodrow Wilson,
presidente de los Estados Unidos, en 1918, el cual en nada menos que su primer punto
reclamaba “pactos públicos de paz alcanzados de forma abierta”. Este cambio con respecto al
espíritu tradicional de la diplomacia la empuja a un funcionamiento basado en la lógica del
sistema constitucional: lxs diplomáticxs pasan a formar parte de un cuerpo de agentes públicos
que, bajo las ordenes de las autoridades democráticamente electas, negocian los acuerdos e
instrumentan las políticas que dictan les jefes de Estado para asuntos externos. En esta apertura,
se vuelven estratégicos para la toma de decisiones tanto el electorado como los medios de
comunicación. En consecuencia, los pueblos ya no son ajenos a las cuestiones diplomáticas.
Ahora bien, esta democratización, si se quiere, no implicaba quitarle todo el carácter secreto al
proceso mismo, sino, más bien, transparentar los resultados finales, porque sin la lógica de
reserva que implican las relaciones internacionales, la diplomacia no sería eficaz ni profesional.
Lisa y llanamente no sería viable.
A partir de la segunda guerra mundial, esta diplomacia pública (DP) se transforma en una
disciplina autónoma y pujante. Además, con la guerra fría en el horizonte, se convierte en una
práctica habitual de los Estados para promocionar su política exterior y fortalecer a imagen
nacional en el extranjero. Tal es así, que las funciones de cancillería, embajadas, consulados y
ministerios de relaciones exteriores, cambian radicalmente alcanzando nuevos ámbitos de
desarrollo profesional, al compás de los cambios tecnológicos, pues se vinculan con otras
audiencias tales como empresas multinacionales, ONGs, universidades, formadores de opinión
de diversos tipos y representantes de la prensa nacional e internacional.
Ante la complejidad de actores involucrados, la diplomacia pública no es monopolio de
instancias gubernamentales, sino que también es llevada a cabo por entes no estatales. Así, lo
que realiza la DP excede a las relaciones entre Estados e intenta establecer un canal de diálogo
directo con diversos destinatarios sociales al interior de las distintas naciones, lo cual implica
muchas veces saltarse las instancias oficiales ya previstas. En definitiva, la DP busca establecer
por diferentes vías una comunicación directa con diversos públicos extranjeros y en diferentes
ámbitos a efectos de modificar sus opiniones sobre temas de interés para el gobierno en
cuestión. Y los mecanismos para ello no se agotan en herramientas tecnológicas, también se
destacan las becas científicas y académicas para investigadores y artistas, festivales culturales y
diversos eventos multilaterales, los juegos olímpicos y demás eventos deportivos, centros
culturales en el exterior, hermanamientos de ciudades y regiones, etc. La intención es influir
sobre sectores o miembros de dichas sociedades que cuenten con poder suficiente para inclinar
sus propios gobiernos en pos de una determinada decisión política.
La ampliación de la arena profesional de la diplomacia no termina allí y debemos agregar la
necesidad de informar a los medios masivos, y por medio de ello, a la OP nacional e
internacional. Esto lógicamente incrementó la necesidad de funcionarios especializados para dar
respuestas a las nuevas demandas informativas. Esta dinámica junto a las enormes
transformaciones tecnológicas aplicadas a los medios de comunicación dio lugar al surgimiento
de la “diplomacia comunicacional” o “mediatizada” (DM), es decir, un campo de saber que trata
de pensar los efectos de los medios de comunicación sobre los asuntos internacionales y de la
interferencia de la prensa en la agenda internacional y la disputa entre Estados. En sí, se podría
decir que se trata de una versión sutil y sofisticada en el Siglo XXI de la diplomacia pública del
Siglo XX, pero aun así guarda sus diferencias con ella: en la DM los medios de comunicación
no solo trasmiten información, son también instrumentos de negociación destinados tanto a
evitar o terminar con ciertos conflictos como para anunciar un ultimátum, es decir, la prensa es
utilizada para persuadir entre Estados, y entre estos y otros actores internacionales con el fin de
construir consensos que permitan avanzar en las negociaciones y movilizar los públicos internos
y externos a que apoyen los acuerdos buscados o se deslegitime un gobierno. Y como es de
esperar, también cambiaron las formas de comunicar. Los comunicados formales de antaño son
reemplazados por impostadas performances de altxs funcionarixs gubernamentales en formato
de video o imagen para resaltar palabras y gestos y así formular mejor, por ejemplo, una
advertencia. Las puestas en escenas se han vuelto tan importantes que se generan verdaderas
guerras de información en el terreno de la opinión pública internacional. Pero las herramientas
diplomáticas sirven también para otros fines, como por ejemplo la proyección de la imagen del
Estado en el mundo, la atracción de inversiones internacionales, obtención de recompensas de
Estados aliados, etc. Además, si bien la estrategia de realizar eventos diplomáticos en los
medios constituye una medida particularmente importante en la diplomacia mediática, ésta no la
agota. Por lo tanto, ante el alcance mundial de las audiencias, las corrientes de opinión que se
generen allí tienen gran influencia sobre las posiciones gubernamentales y les diplomáticxs
deben estar a la altura de situaciones sumamente complejas.
En síntesis, hay una mediatización de las relaciones internacionales, en la cual el Estado-
nación debe ocuparse de perfeccionar el gerenciamiento que realiza de la información
incorporando a su portafolio herramientas políticas para el manejo estratégico de datos e
imágenes. Además, crece la relevancia de los medios indirectos de presión porque, en la era de
internet, la batalla persuasiva clásica reaparece bajo la forma de “guerra electrónica”. Así, las
modernas estrategias de penetración ideológica y política se instrumentan a través del
bombardeo permanente y virtual de imágenes y sonidos, destinados a inducir las mentes y los
corazones de los pueblos. Allí aparece también la diplomacia digital, la cual cuenta, entre otras
cosas, con sofisticadas maniobras de imposición de agenda (agenda setting). Por ende, el poder
de un Estado-nación no es una consecuencia derivada de su poderío militar solamente, también
depende del grado de cohesión colectiva y de la adhesión popular con la que cuenta el régimen.
Por ello, es necesario articular un discurso internacional simple pero sólido que resulte accesible
para amplias franjas poblacionales. La información funciona como un activo estratégico de la
diplomacia moderna.
En Argentina, la Diplomacia Publica adquirió rango propio en el organigrama de la Cancillería
argentina durante la gestión de Mauricio Macri. En ese momento, la apuesta del gobierno fue la
creación de la Coordinación General de Diplomacia Pública 3 para desplegar una narrativa sobre
el país radicalmente distinta de la que venía sosteniendo la gestión kirchnerista. En entrevista
con Télam, el subsecretario para Diplomacia Pública, Tomás Kroyer, afirmaba que se "busca
explicar la política exterior de la Argentina y la proyección internacional del país, con una
narrativa determinada hacia dónde va, contactando a líderes de opinión que influyen en el
ecosistema donde se toman las decisiones, como expertos, académicos, periodistas y los
famosos think-tanks". Más en concreto, la idea según palabras del propio Kroyer era apuntar a
los "actores que marcan el clima de opinión con respecto a un país en determinadas capitales del
mundo" en base a una visión “desideologizada” y “pragmática” en política exterior y así brindar
una imagen moderna del país y “descontracturada” de sus diplomáticxs.
Actualmente, en el organigrama del ministerio solo aparece como “Dirección de
Organizaciones Intermedias y Diplomacia Pública”, un área dependiente de la Subsecretaría de
Asuntos Legales e Institucionales. Pero ello no quiere decir que este concepto haya quedado a
un lado, más bien en la práctica podemos reconocer ejercicios de este tipo. Algunos ejemplos:
- El canciller argentino Felipe Solá participó el 11 de agosto de una videoconferencia con
la secretaria general del Instituto Ítalo-Latinoamericano (IILA), Antonella Cavallari, y
el embajador de la República Italiana en Argentina, Giuseppe Manzo, para conversar
sobre programas y actividades que se llevan adelante de forma articulada con Italia, en
materia de impulso a las PyMES, derechos humanos y cooperación.
- El subsecretario de Asuntos Nacionales, Fernando Asencio, mantuvo el día 20 de
agosto, una reunión virtual con el gobernador de la Provincia de Catamarca, Raúl Jalil;
el vicegobernador Rubén Dusso, el embajador argentino en Brasil, Daniel Scioli; el
subsecretario de Promoción del Comercio e Inversiones, Pablo Sivori y demás
autoridades provinciales del sector público y privado, con el objetivo de conocer en
profundidad el potencial exportador de Catamarca en el mercado brasileño. La
Subsecretaría de Asuntos Nacionales tiene por finalidad acercar a los gobiernos de las
provincias y municipios a todas las áreas temáticas de la Cancillería con el objeto de
potenciar la promoción de sus exportaciones, el turismo, la atracción de inversiones, las
actividades culturales, los hermanamientos entre ciudades y fortalecer los mecanismos
de cooperación.

3
Véase: https://www.telam.com.ar/notas/201609/161613-diplomacia-publica-la-misteriosa-nueva-
narrativa-de-argentina-en-el-exterior-creada-por-cancilleria.html

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