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Alberto Fernández
Vicepresidenta de la Nación
Cristina Fernández de Kirchner
Jefe de Gabinete
Esteban Falcón
Por otra parte, el Reglamento fue mucho más que una proclama que exhor-
taba a los pueblos a adherirse a las nuevas autoridades porteñas, sino que
proponía las pautas políticas, económicas y sociales con las que se regirían
Por ello, la Primera Junta tomó dos resoluciones: por un lado, ordenó separar
las Misiones de la jurisdicción paraguaya, estableciendo su dependencia di-
recta de Buenos Aires; por otro lado, encomendó a uno de sus vocales mar-
char hacia Paraguay para sofocar las disidencias regencistas y subordinarlo
a las autoridades porteñas. Belgrano salió de Buenos Aires en septiembre
acompañado de una pequeña tropa que pudo ampliarse moderadamente
gracias a la incorporación de reclutamientos en su camino. 2 Ese ejército
tuvo inicialmente una función disuasoria y, hasta suscribirse el Reglamento,
solo se vio sometido a escaramuzas. En este marco, Belgrano buscó deno-
dadamente aclarar que se trataba de una fuerza auxiliadora, y no invasora.
2 Particular mención requieren dos guaraníes que se sumarían bajo las órdenes
de Belgrano y cuya trayectoria posterior es significativa: Andresito Guaçurary
y Artigas, comandante militar de las Misiones con un relevante papel bajo el
artiguismo, y Pablo Areguatí, que en 1824 llegaría a ser comandante militar de
las Malvinas.
Empero, no pudo concitar apoyos significativos del otro lado del río Para-
ná como los había logrado –aunque con ambivalencias– en las misiones
más meridionales. Luego de una escaramuza en Campichuelo, donde las
fuerzas revolucionarias salieron airosas, fueron derrotadas en las batallas
de Paraguary (también conocida como Cerro Porteño) el 19 de enero y, pos-
teriormente, de Tacuarí el 9 de marzo de 1811. Ello significó la capitulación
definitiva y la retirada del Ejército enviado al Paraguay por la Primera Junta.
Tras el armisticio, permanecieron bajo la jurisdicción del gobierno de Buenos
Aires solamente los departamentos de Yapeyú y Concepción.
Cuando Belgrano llegó a las Misiones, estaba no solo imbuido de las con-
cepciones ilustradas sino seguramente también estaba al tanto de las dis-
cusiones sobre el declive de las reducciones. En ese contexto, es posible
ver que el Reglamento retoma las preocupaciones previas e incluso que sus
propuestas se enmarcan en directrices políticas ya esbozadas entre fines
de siglo XVIII y principios del XIX. La ‘libertadʼ a la que alude no difiere radi-
calmente de la ya sugerida por los funcionarios borbónicos: es la liberación
de los indígenas de las cargas de trabajo comunitario así como la mayor
autonomía para comerciar e integrarse individualmente en los mercados.
También las disposiciones sobre la convivencia con españoles y la organiza-
ción del espacio tenían continuidades con las desplegadas por el gobierno
monárquico. Conforme a una lógica liberal, se trataba de erradicar las obli-
gaciones pero también los derechos que la Corona les había reconocido tra-
dicionalmente a las comunidades, habilitando una mayor homogeneización
de los guaraníes con el resto del campesinado.
Nota del editor: Los textos utilizados en esta edición comentada fueron provistos por el
Instituto Nacional Belgraniano. Encomillado original de Manuel Belgrano.
2 Cada una de las misiones jesuitas constaba de un pueblo donde la población guaraní
había sido reducida, y un espacio rural donde se desarrollaban la agricultura de subsis-
tencia y la producción para exportar. Es interesante que el documento aluda a los ‘Treinta
Pueblosʼ, lo que hace referencia a la cantidad de misiones en su momento de apogeo. Sin
embargo, desde 1801, las llamadas ‘Misiones Orientalesʼ –los siete pueblos que se en-
contraban al este del río Uruguay– habían sido anexadas por los portugueses, pasando a
formar parte de la Capitanía de Río Grande de San Pedro. Ese era un dato que no escapaba
al conocimiento de Belgrano, por lo que es posible pensar que se tratase de una estrategia
diplomática para reclamar la soberanía sobre esos territorios en un futuro.
3 Vale la pena detenerse en la mención explícita al comercio tabacalero, de gran importan-
cia para Paraguay y las Misiones y cuyo flujo se había visto alterado durante aquel convul-
so año. La promesa de eliminación de cargas impositivas –que Belgrano reiteraría en oca-
sión de su capitulación– se vincula con la fuerte oposición que había generado la decisión
borbónica de introducir un estanco sobre el tabaco, es decir, la regulación y monopolio de
la Corona, y cuyos beneficios debían ser enviados a la Real Renta de Tabacos y Naipes en
Buenos Aires. Tras la deposición del intendente Bernardo de Velasco en mayo de 1811,
que sentó las bases de la independencia de Paraguay, una de las primeras medidas toma-
das fue, justamente, la ‘libertad de tabacosʼ. Desde entonces las cargas impositivas sobre
el tabaco fueron objeto de arduas negociaciones entre Asunción y Buenos Aires.
4to. Respecto a haberse declarado en todo iguales a los Empleos de la República:
Españoles que hemos tenido la gloria de nacer en el Durante el Antiguo Ré-
gimen, se utilizaba esta
suelo de América 4, le: habilito para todos los empleos expresión para referirse
civiles, militares, y eclesiásticos, debiendo recaer en a los cargos asociados
ellos, como en nosotros los empleados del gobierno, al gobierno municipal. En
Milicia, y Administración de sus Pueblos. este sentido, “Republica”
no alude a una forma de
gobierno opuesta a la
5to. Estos se delinearán a los vientos N.E., S.O. y N.O. y monarquía sino más bien
S.E. formando cuadras de a cien varas de largo, veinte a la posibilidad de autogo-
de ancho, que se repartirán en tres Suertes cada una bierno de cada ciudad en
con el fondo de cincuenta varas. su interior. La detentación
de uno de estos empleos
era un signo de distinción
6to. Deberán construir sus casas en ellas Todos los que social, usualmente reser-
tengan Poblaciones en la Campaña, sean Naturales o vado a los vecinos más
Españoles 5 y tanto unos como otros podrán obtener prominentes.
los empleos de la República.
6 Las misiones guaraníes, al igual que otros “pueblos de indios”, replicaban el modelo
de gobierno comunal hispánico. El régimen colonial hispanoamericano se había asen-
tado sobre un imaginario de segregación étnico-espacial, usualmente plasmado en las
denominaciones de “república de españoles” y “república de indios”. De acuerdo con esta
concepción dicotómica, que nunca se concretó del todo, se impuso a las comunidades
indígenas sometidas un patrón de asentamiento urbano y disgregado del resto de la po-
blación, y se trasladó el cabildo como institución de autogobierno municipal, a cargo de
personas de la propia comunidad que gozaran de cierto ascendiente social o prestigio.
En el caso de las misiones guaraníes, los cabildos indígenas se mantuvieron luego de la
expulsión jesuita, articulándose con los nuevos administradores temporales.
11vo. Para la Iglesia se han de señalar dos suertes de Ejido: Del latín exitus, se
tierra en el frente de la cuadra del Cabildo, y como to- refiere al territorio rural de
índole comunal colindan-
dos o los más de ellos tienen un templo ya formados te con una población o
podrán éstos servir de guía, pera la delineación de los situado a sus alrededores.
Pueblos aunque no sean tan exactamente a los vien- Dichas tierras no podían
tos, que dejo determinados. dedicarse a la agricultura,
ni poblarse ni edificarse,
pues debían reservarse
12vo. Los Cementerios se han de colocar fuera de los como tierras de pastoreo y
Pueblos, señalándose en el Ejido una cuadra para este aguadas, o para un even-
objeto, que haya de cercarse, y cubrirse con árboles, tual aumento demográfi-
como los tienen en casi todos los Pueblos, desterrando co. En Hispanoamérica,
eran administradas por el
la absurda costumbre que prohibo absolutamente de
cabildo para el uso común
enterrarse en la iglesia 7. de sus habitantes (tanto
vecinos como moradores),
y podían venderse, cederse
o arrendarse. Las tierras
ejidales de los pueblos de
indios estaban protegidas
por la Corona como tierras
comunales.
7 Aquí Belgrano retoma nuevamente algunas de las directrices ilustradas. A fines del pe-
ríodo colonial todavía era común la costumbre de enterrar a los difuntos en el interior de
los templos y en sus patios aledaños, ya que se consideraba que dichos espacios sacros
proporcionaban una mayor cercanía a Dios. De la mano del pensamiento ilustrado y de
un distanciamiento de la piedad barroca, la Corona y los funcionarios reformistas habían
buscado erradicar esta práctica por considerarla poco salubre y propiciaron la creación
de cementerios extramuros, sin mucho éxito. La idea de alejar los muertos de los vivos,
así como las posibles pérdidas de ingresos para la Iglesia, se encontró con muchas opo-
siciones y largas resistencias. El traslado de los camposantos afuera de los espacios
habitados será una batalla que se dará a lo largo de las primeras décadas del siglo XIX.
13vo. El fondo que se ha de formar según los artículos Mancomún e insolidum:
8vo y 9no no ha de tener otro objeto, que el estableci- Locución en latín que
significa “en común y en
miento de Escuelas de primeras letras, artes y oficios, forma solidariaʼ. Es una
y se han de administrar sus productos después de afin- expresión jurídica usada
car los principales, como dispusiese la Excelentísima para designar los derechos
Junta, o el Congreso de la Nación por los cabildos de y obligaciones que debían
cumplirse de manera co-
los respectivos Pueblos, siendo responsables de man-
lectiva. “Poseer en manco-
común, e insolidum los individuos, que los compongan, múnʼ implicaba la gestión
sin que en ello puedan tener otra intervención los Go- colectiva de una propiedad
bernantes, que la de mejor cumplimiento de esta Dis- indivisa de uso manco-
posición, dando parte de su falta, para determinar al munado de tierras, pozos
de agua y montes entre
Superior Gobierno. personas que en un origen
habían estado vinculadas
14vo. Como el robo había arreglado los pesos y medi- por lazos de parentesco.
das, para sacrificar más y más a los infelices Naturales Corregidores y Cabildos:
señalando 12 onzas a la libra, y así en lo demás, mando Son las principales auto-
ridades indígenas en los
que se guarden los mismos pesos y medidas que en la pueblos de indios, junto
Gran Capital de Bs. Aires hasta que el Superior Gobier- con los caciques (quienes
no determine en el particular lo que tuviere conveniente a menudo formaban parte
encargando a los Corregidores y Cabildos que celen el del cabildo). Estos magis-
trados tenían la función de
cumplimiento de éste artículo, imponiendo la pérdida
velar por el bien común,
de sus bienes y extrañamiento de la jurisdicción a los ocupándose de la justicia
que contravinieren a él, aplicando aquellos a beneficio local y de supervisar las
del fondo para Escuelas. actividades económicas.
Emulando el modelo
municipal español, cada
15vo. Respecto a que los curas satisface el Erario el
pueblo o reducción estaba
Sinodo conveniente, y en lo sucesivo pagarán por el es- gobernado por un Corregi-
pacio de diez años de otros ramos; que es el espacio dor que presidía el Cabildo,
que he señalado, para que estos Pueblos no sufran ga- compuesto por dos alcal-
bela, ni derecho de ninguna especie, no podrán llevar des ordinarios (de primer y
de segundo voto) y cuatro
derecho de bautismo ni entierro y por consiguiente les regidores. Los cargos se
exceptúo dé pagar cuartas a los Obispos de las respec- renovaban anualmente,
tivas Diócesis. designados por el cabil-
do saliente, y suponían
una preeminencia social
(uso de “don”, insignias
y vestimentas de presti-
gio). Había otros cargos,
tales como un teniente de
corregidor (que asistía al
corregidor), síndico procu-
rador o secretario, alguacil
y alférez, algunos alcaldes
por oficios y mayordomos.
16to. Cesan desde hoy en sus funciones Todos los Mayordomos de los
Mayordomos de los pueblos y dejo al cargo de los Co- pueblos: Hay dos posibles
acepciones. Por un lado,
rregidores, Cabildos, la administración de lo que haya dentro de los cargos depen-
existente, y el cuidado del cobro de arrendamiento de dientes del cabildo, había
tierras, hasta que esté verificado el arreglo, debién- un mayordomo indígena o
dose conservar los productos de harca de tres llaves, síndico, que era el encar-
que han de tener el Corregidor, el Alcalde de 1er Voto, gado de velar la entrada y
salida de los productos, por
y el Síndico Procurador, hasta que se le dé el destino lo que tenía la llave de los
conveniente que no ha de ser otro que el fondo citado almacenes del pueblo. En la
para Escuelas. época postjesuita, crece su
importancia al calor de la
creciente mercantilización,
17mo. Respecto a que las tierras de los Pueblos están
porque los administrado-
intercaladas, se hará una masa común de ellas, y se res necesitaban su firma
repartirán a prorrata entre todos los pueblos; para que para ciertas transacciones.
unos a los otros puedan darse la mano, y formar una Sin embargo, también es
Provincia respetable de las del Río de la Plata. posible que el Reglamento
aludiera con ‘mayordomoʼ a
los administradores priva-
dos de los pueblos impues-
tos tras la expulsión jesuita,
que fueron acusados de
malversaciones de fondos.
18vo. En atención a que nada se haría con repartir tierra Diezmos de quatropea: El
a los Naturales, si no se les hacían anticipaciones así diezmo es un impuesto de
larga tradición en Occiden-
de instrumentos para la agricultura como de ganados te que debían pagar los
para el fomento de las crías ocurriré a la Excelentísima fieles una vez al año para
Junta, para que se abra una suscripción para el primer el mantenimiento del culto
objeto, y conceda los diezmos de la quatropea de los y el personal eclesiástico.
partidos de Entre Ríos para el segundo; quedando en Consistía en la décima par-
te de la producción anual,
aplicar algunos fondos de los insurgentes, que perma- que los productores rura-
necieron renitentes en contra de la causa de la Patria 8 les debían pagar en espe-
a objetos de tanta importancia; y que tal vez son habi- cie, y del cual la población
dos del sudor y sangre de los mismos Naturales. indígena estaba en teoría
exceptuada (pues contri-
buía con un monto fijo y
no variable). Se cobraba
en distinto tipo de bienes
según las zonas, y el diez-
mo de cuatropea (“cuatro
pies”) era el que estaba
vinculado con la ganadera.
Justamente, la producción
pecuaria vacuna había
crecido de manera notable
en Entre Ríos a fines del
siglo XVIII.
12 Cabe recordar que las misiones guaraníes tenían una larga e importante tradición
miliciana que se remontaba casi al momento mismo de su fundación. Hacia 1640, los
padres jesuitas movilizaron y adiestraron a los indígenas reducidos para enfrentar a los
bandeirantes paulistas que los capturaban y esclavizaban. La victoria de la alianza jesui-
ta-guaraní permitió consolidar las misiones del Paraguay así como refrenar el avance
portugués en la región. En vistas de este éxito, la Corona española convalidó la existencia
de estos cuerpos armados reconociéndolos como “Milicias del Rey”. Si bien la colabo-
ración militar indígena no fue excepcional en el marco del régimen colonial, las milicias
guaraníes se destacaron por su gran dimensión (llegaron a reunir entre tres mil y siete mil
hombres) y por su nivel de organización y autonomía relativa, pues contaban con coman-
dantes indígenas y fábricas de armas locales (aunque siempre bajo la supervisión de la
orden ignaciana y aplicando técnicas militares europeas). Al constituir una fuerza militar
permanente entrenada para la guerra, poco costosa y que podía ser movilizada a puntos
distantes, las milicias guaraníes se convirtieron en el principal pilar defensivo en la fron-
tera hispano-portuguesa y en una herramienta militar irremplazable para las autoridades
coloniales. Por otra parte, la voluntad de disolver las barreras estamentales en los cuer-
pos militares fue una temprana iniciativa de la Primera Junta, aunque siguieron existiendo
cuerpos de castas y morenos diferenciados de las otras compañías a lo largo de todo el
período revolucionario.
26to. Su uniforme para la infantería es el de los Patri- Patricios de Buenos
cios de Bs. As. sin más distinción que un escudo blanco Aires: Creado a partir de
la primera invasión ingle-
en el brazo derecho, con esta cifra “M. E de Misiones” sa de 1806, el cuerpo de
[Ilustre Pueblo de Misiones], y para la caballería el mis- Patricios de Buenos Aires
mo con igual escudo y cifra; pero con la distinción de era una fuerza miliciana
que llevarán casacas cortas, y vuelta azul. conformada por hombres
nacidos en la ciudad de
Buenos Aires y la campaña
27mo. Hallándome cerciorado de los excesos horroro- circundante. De hecho, su
sos que se cometen por los beneficiadores de la hierva nombre venía del térmi-
13 no sólo talando los árboles que la traen sino también no “Patria”, que en aquel
con los Naturales de cuyo trabajo se aprovechan sin entonces se usaba para
referirse al lugar de origen.
pagárselos y además hacen padecer con castigos es-
El Regimiento de Patricios
candalosos, constituyéndose jueces en causa propia, -donde Belgrano había sido
prohibo que se pueda cortar árbol alguno de la hierva sargento mayor- tuvo una
so la pena de diez pesos por cada uno que se cortare, enorme importancia en
a beneficio la mitad del denunciante y para el fondo de el proceso revolucionario
rioplatense, con Cornelio
la Escuela la otra. Saavedra, el Presidente de
la Primera Junta, como
comandante.
13 El texto se refiere al “beneficio yerbatero”, una de las formas que adquirió el trabajo
coactivo de la población indígena en el Paraguay colonial. Este consistía en la asignación
de un grupo de indios para la recolección de la planta silvestre y la preparación de la yerba
mate por un período de seis a ocho meses, a cambio de un magro salario. Recordemos
que la yerba mate era el principal producto de la economía paraguaya y que en el siglo
XVII su consumo se había extendido mucho, pues se comercializaba desde Guayaquil
hasta Santiago de Chile, e incluso en Nueva España. Si bien en los yerbatales convivían
distintos tipos de relaciones de trabajo, esta práctica estuvo tan extendida que se conci-
bió como “mita yerbatera”. De todas maneras, es preciso recordar que esta obligación re-
cayó, sobre todo, sobre los naturales Itatines de las reducciones franciscanas de Caazapá
y Yutí, por lo que es difícil adivinar cuál fue la recepción de esta propuesta en las misiones
guaraníes, que habían estado exentas de esta forma de trabajo coactivo.
28vo. Todos los conchabos con los Naturales se han de Conchabos: Se trata de
contratar ante el Corregidor o Alcalde del Pueblo donde una modalidad de trabajo
caracterizado por su con-
se celebren y se han de pagar en tabla y mano en dinero dición de libre, temporal y
efectivo, o en efectos si el Natural quisiera con un diez asalariado que estuvo muy
por ciento de utilidad deducido el principal y gastos que presente en el Río de la
se tengan desde su compra en la inteligencia de que Plata en los siglos XVIII y
no ejecutándose así, serán los beneficiadores de hierba XIX. En la región del litoral
era muy común que los
multados por la primera vez en diez pesos, por la segun- campesinos se concha-
da en con quinientos y por la tercera embargados sus basen como peones de
bienes y desterrados, destinando aquellos valores por estancia para completar
la mitad al delator y fondo de la Escuela. sus ingresos.
14 Los castigos públicos corporales –principalmente azotes– eran una práctica conside-
rada legítima en el Antiguo Régimen, en que se los usaba con fines ejemplificadores. No
por ello esta práctica dejaba de estar regulada, y su aplicación se adecuaba a las jerar-
quías sociales existentes, de acuerdo con una concepción corporativa del derecho según
la cual la justicia se asentaba sobre la desigualdad jurídica. En las misiones guaraníes,
estos castigos eran implementados por las autoridades del cabildo indígena, siempre
con autorización superior, y los caciques estaban exceptuados. A partir de la nueva admi-
nistración secular y las crecientes disputas de poder entre las diferentes autoridades en
los pueblos, hubo una proliferación de maltratos y castigos. En ese contexto, vale la pena
destacar un caso particularmente significativo, del que acaso estuviera enterado Belgra-
no. En 1778, el teniente de gobernador de Yapeyú, Juan de San Martín, castigó –con cepo
y grillos– a un cacique principal y alcalde, lo que produjo gran indignación en la población
indígena y desencadenó el “motín de Yapeyú”.
30mo. Para que estas disposiciones tengan todo su
efecto, reservándome por ahora el nombramiento de
sujetos que hayan de encargarse de la ejecución de va-
rias de ellas, y lleguen a noticia de todos los pueblos,
mando que se saquen copias para dirigir al gobernador
Don Tomás de Rocamora 15 y a todos los Cabildos para
que se publiquen en el primer día festivo, explicándose
por los padres curas antes del Ofertorio y notoriándo-
se por las respectivas jurisdicciones de los predichos
Pueblos hasta los que vivan más remotos de ellos: re-
mítase igualmente copia a la Excelentísima Junta Gu-
bernativa de las Provincias del Río de la Plata para su
aprobación, y archívense en los cabildos los originales
para el gobierno de ellos, y celo de su cumplimiento.
Editor
Gabriel Lerman
Equipo
Ana Pironio
Maria Torre
Silvana Sara
Micaela Marinelli
CASo - Centro de arte sonoro
Diseño gráfico
Ana Paula Armendariz
Corrección
Viviana Werber
Equipo de administración
Alejandro Fuente Abaurrea
Nelson Monteza
Asesor de fuentes
Matías Dibb (Instituto Nacional Belgraniano)
Directora
Viviana Usubiaga
Secretaria privada
Claudia Piccone
Administración
Coordinadores
Jimena Ferreira - Alejandro Fuente Abaurrea
Equipo
Diego Luraghi - Nelson Monteza
Jorge Bonilla - Claudia Arguello- Andrea Antonussi
Prensa y Comunicación
Jefa de Prensa
Florencia Ure
Equipo
Micaela Marinelli - Mariana Poggio
Guillermina Flores - Hernán Oviedo
Obra de portada:
Demersay Alfred y Sorrieu Frédéric, Le Paraguay et les missions - Récolte du maté sur
les bords du Parana, ca. 1860-65, litografía, 0.40 x 0.57, Paris, musée du quai Branly -
Jacques Chirac, inv. 75.2012.0.2355
Belgrano, Manuel
Reglamento para el Régimen Político y Administrativo y Reforma de los Pueblos de las
Misiones / Manuel Belgrano ; comentarios de Bárbara Caletti Garciadiego. - 1a ed revisada.
- Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Ministerio de Cultura de la Nación, 2020.
Libro digital, PDF - (Sobre Manuel Belgrano ; 3)