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EL TIEMPO DE TRANSICIÓN

Acostumbramos a creer que el estado "saludable" ideal para vivir, es aquel en el que no hay
cambios, en el que todo está en armonía y tranquilidad no hay sobresaltos, todo es paz y felicidad
y en parte tenemos razón, pero no del todo. Si miramos nuestro universo inmediato, es decir, la
naturaleza que nos rodea, vemos que se manifiesta en un armónico pero continuo cambio.

Las estaciones en nuestro planeta se suceden incansablemente y nos cuentan cosas acerca de esos
cambios, que aunque, es cierto que son armónicos, a veces aparecen con brusquedad, y pasamos
del invierno al verano sin apenas disfrutar del clima agradablemente suave de la primavera. No
obstante, es cierto que, en general, en el transcurso de una estación a otra ocurre un fenómeno
de transición, que permite acomodar las características propias de una estación a las de la
siguiente, dándonos el tiempo necesario para adaptarnos a la nueva situación.

Algunas de nuestras enfermedades se manifiestan tras experimentar procesos bruscos, que


muchas veces resultan ser un shock emocional que lo conmociona todo, y como son muy bruscos
sentimos el impacto que han generado en nosotros pero no tenemos recursos todavía, para
interpretarlos de un modo menos impactante. Sin embargo la gran mayoría de enfermedades
actuales son el resultado de una continua y progresiva desadaptación.

Comparándolo con las estaciones, de las que hablamos al comienzo, vivimos en una situación en la
que parece como si hubiésemos perdido el Centro. Cuando miramos las noticias en el televisor o la
escuchamos en la radio, o las leemos en la prensa, sobre todo el cambio climático, asesinatos,
guerras, corrupción política, crisis económica y de ideales, violaciones, drogas, sexo desenfrenado
en la calle, etc.

Si hacemos una abstracción de todo eso que sucede lo que surge es decir "No estamos bien".

Lo que podemos asegurar es que la vida es cambio permanente, pero viendo esas acciones
nuestras, podríamos decir que el único cambio que fomentamos para seguir vivos es, en genérico
la violencia. El cambio en el que mantenemos la permanencia de nuestras vidas es únicamente
hacer más sofisticada y cruel esa violencia. Una violencia que nos acompaña a todos, desde que
nacemos, y de la que hemos hecho, como digo, nuestro leitmotiv para vivir.

Pero ese tipo de cambio que queda exclusivamente centrado en la violencia tiene un corto
recorrido, porque su evolución a lo largo de los años y las culturas nos indica que es la vía de
nuestra propia extinción, no sólo la nuestra como especie, sino también la de nuestro Planeta, al
cual estamos vinculados con la misma violencia que hace a nosotros mismos.
Así que, en estos tiempos tan raros y convulsos de crisis profundas y de intentos de regreso a un
pasado natural que ya no existe, en definitiva en estos momentos de "caos" gobernado por el
miedo, hay que recurrir a esos intermedios estacionales que estarían representados por el estío.
Entendiendo estío como transición, una transición que no elimina de golpe lo que hay pero que
nos permite mirar un poco más allá de donde estamos, para recordar cuál es nuestro objetivo -en
este caso, es la vida y la salud- y adaptarnos a ello. Pero para adaptarse es imprescindible estar
centrados.

En las transiciones ocurre un fenómeno maravilloso, se regresa al Centro para retomarlo como
referencia y, desde ahí procurar un cambio profundo y transformador. Pero ¿Cómo podemos
aplicar esa transición a nuestras vidas para que produzca cambios profundos y transformadores?
Pues regresando a nuestro Centro.

En biología esto sucede permanentemente porque somos un sistema vivo que se mantiene en
homeostasis con el medio externo e interno. Tenemos un PH, unos niveles de CO2 y O2, una
temperatura corporal constante independiente de la temperatura exterior, un sistema nervioso
que responde con sustancias químicas que modulan y regulan todas las acciones necesarias de
nuestras células. Cuando la homeostasis se rompe, la enfermedad aparece por tanto podemos
concluir que para conseguir esa armonía que permita las acciones necesarias para la vida es
imprescindible ese Centro.

El Centro es el catalizador de las mutaciones de cada movimiento. Y con su movimiento de Centro


da el ritmo a esas mutaciones, al igual que la Tierra, con su movimiento, nos da el ritmo del día y la
noche o el ritmo de las estaciones.

El cambio transformador en nuestras vidas está ligado a la adaptación, que es justamente lo que
nos permite estar en una nueva situación pero, que también sigue un ritmo que nos lleva a vivir
ciclos de experiencias nuevas y nos permite desarrollar toda nuestra capacidad creativa con el fin
de experimentar situaciones nuevas que antes no habíamos vivido.

Si la adaptación es el elemento transformador y esa adaptación requiere de un Centro, entonces


tenemos que procurar la integridad de ese Centro porque esa integridad supone la estabilidad de
la estructura. Teniendo en cuenta que cuando hablamos de estabilidad no queremos decir
pasividad, o estancamiento, nos referimos más bien al sentido de armonía y dinamismo. Cuando
perdemos esa armonía y ese dinamismo en nuestras vidas, entramos en un proceso de rigideces,
de estancamiento, que se manifiesta en una estructura que se deteriora y envejece y en una
mente que deja de ser creativa para ser repetitiva., así que ante todo tenemos que tener en
cuenta cuál es nuestra actitud más inmediata para la vida.
El estío es primordialmente transformador tiene que ver con la interrelación y con la reflexión;
tenemos entonces tres elementos que debemos tener en cuenta como referencia para todas las
cosas que vivamos en vías de recuperar nuestro Centro.

En cualquier momento en el que estemos, sea la edad que sea, y vivamos la situación que
vivamos, tendremos que plantearnos en qué nos transforma esa experiencia, y si lo que
deducimos es que no nos transforma sino que estamos repitiendo, pues la conclusión es muy
simple, pasemos a otra cosa.

Es posible que nuestra razón nos diga que es imposible pasar a otra cosa; eso sucede por los
innumerables condicionamientos que vivimos que provienen de ese "caos" que nos bloquea y nos
deteriora. Como estamos en un mundo que va hacia ese "caos" todo el tiempo, es verdad que no
resulta fácil tomar esta nueva postura, pero si queremos adaptarnos y vivir longeva mente no
queda otro camino que el de la transformación. Sin embargo no hay que transformarlo todo de
golpe, podemos ir transformando las cosas más pequeñas y cotidianas de la vida, porque eso tiene
un efecto dominó increíble.

La siguiente cualidad que hemos nombrado es la de la interrelación. Muy importante, porque en


un mundo que va hacia la individualidad como referencia de evolución, la interrelación es una
actitud que nos produce muchísimo miedo.

Nuestro organismo está constituido por unos 50 billones de células, esos billones de células se
intercomunican entre sí todo el tiempo, de hecho es el modo en el que consiguen realizar sus
funciones y pueden generar los procesos imprescindibles para la vida. ¡Se intercomunican entre sí!
se interrelacionan, y cuando dejan de hacerlo la célula que queda separada desaparece. La
conclusión es muy evidente; miremos a ver cómo son nuestras relaciones con todo lo que nos
rodea, miremos nuestro grado de individualismo y estaremos midiendo nuestro grado de
deterioro y enfermedad. Y cuando nos hayamos dado cuenta de cuán enfermos y deteriorado
estamos, pongámosle remedio y relacionémonos con todo lo que está vivo; sabiendo que para
relacionarnos es imprescindible conocer, descubrir al otro, interesarnos por el otro, por supuesto
ese "otro" es todo lo que está a nuestro alrededor.

La tercera cualidad es la reflexión nos parece que es la más perentoria porque estamos en un
estilo de vida o un estilo de vivir, en el que todo está programado, nuestras acciones son actos
reflejos que muy pocas veces pasamos por el filtro de la introspección; estudiamos, amamos,
tenemos hijos, trabajamos, compramos cosas sin tener un porqué claro para todo ello; la mayor
parte de las veces la respuesta es "porque la vida es así"
Los pensamientos, las ideas, la imaginación, constituyen nuestro Centro. Cuando nos
descentramos,, generamos una tendencia a la obsesión; y la obsesión no es más que la
incapacidad de aceptar nuevas ideas, nuevos puntos de vista o cambios en nuestra vida. La
reflexión es la actividad mental sana de nuestro Centro. El significado lingüístico de la palabra dice
que la reflexión es el pensamiento o consideración de algo con atención y detenimiento para
estudiarlo o comprenderlo bien. Según esto, hagamos un recuento de los pensamientos que
tenemos, con los cuales seguimos sin comprender y entender lo que estamos viviendo. Pero hay
otra acepción interesante sobre la reflexión y es la que nos dice que es el cambio de dirección de
una onda; así deberían ser nuestros pensamientos, que sometidos a reflexión producen un cambio
de onda. La conclusión es muy obvia, aunque nos puede servir de recordatorio a todos.

Tenemos un elemento que nos ayuda a ejercitarnos en la reflexión y este elemento es la


Meditación. Cuando meditamos asiduamente aprendemos a dejar pasar los pensamientos
obsesivos y facilitamos que nos lleguen reflexiones que son como instantes de iluminación, con los
que podemos transformar nuestras vidas.

Transitamos la vida en un instante fascinante. Podemos adentrarnos en la transformación de lo


que somos, dejando ir lo que ya no es útil para lo que ha de venir. Compartimos la experiencia
vital rodeados de otros que nos ayudan en nuestro proceso adaptativo. También nosotros
ayudamos a los otros en el suyo. Y podemos usar nuestra capacidad reflexiva para discernir la
enseñanza de todo lo que acontece, y conseguir que esa enseñanza nos impulsa a cambiar nuestro
rumbo, disponiéndolo hacia una nueva dirección que nos traerá nuevas enseñanzas.

SALUD DE VIVIR/JLPadilla

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