Se trata de casos de leísmo aparente y no de ejemplos de leísmo real: la elección de le/lo,
la en ciertas construcciones está determinada por la estructura y significado del verbo. Verbos de afección ['Verba sentiendi']: «Pertenecen a esta clase un puñado de lexemas relacionados con procesos de experimentación anímica: admirar, alegrar, satisfacer, encantar, interesar, divertir, preocupar, urgir, convencer, impresionar, ofender, molestar, disgustar, servir... Permiten dos estructuras: 1) Agentiva: Es una construcción transitiva en la que el sujeto contrae el papel de ‘agente’ y el complemento directo asume la función de ‘término’ o ‘tema-paciente’. En la forma de participio, el antiguo sujeto se convierte en complemento agente: Pepe nos admira. Admirados por Pepe. Rosa la interesó en el Arte. Interesada por Rosa en el Arte. María la divierte. Divertida por María. 2) Inacusativa: El verbo de afección toma un sujeto inanimado que afecta a un ‘experimentante’. Lo singular de estas construcciones es que el ‘experimentante’ se construye como ‘complemento indirecto’. En la forma de participio este complemento indirecto (hecho totalmente singular) se convierte en la base de su predicación; el antiguo sujeto se transforma en un complemento preposicional del participio cuya función semántica se aproxima más a la de ‘causa’ e ‘instrumento’ que al valor agentivo: Su constancia admiró a la chica. Una chica admirada por su constancia. El arte interesa a los alumnos. Unos alumnos interesados por el arte. A Marta le preocupan sus hijos. Marta está preocupada por sus hijos. Su trabajo convenció al jefe. Un jefe convencido por su trabajo. Lo singular de estos verbos se halla en la alternancia de construcción de acuerdo con el valor de agentividad asumido por el predicado. Cuervo señalaba con agudeza: «...nos inclinamos a poner en dativo el pronombre con una multitud de verbos cuando el sujeto es de cosa: de una mujer se dice “nada le admira”, “la suerte que le aguarda o amenaza”, “la parte que le alcanza o le toca”, “le tomó o cogió un desmayo”; como si no admitiéramos en las cosas la misma manera de obrar que en las personas, ni diéramos por igual el efecto de la acción en unas y en otras» [Cuervo, n. 121]. El carácter animado o inanimado del sujeto puede producir alternancia de construcción en un mismo verbo: A María la espera su madre. A María le espera una sorpresa. Nadie la admira. Nadie le admira. Alcina y Blecua (1975: 895) siguen esta misma línea en la caracterización del grupo de verbos ‘pseudo-impersonales’: convenir, bastar, interesar, gustar, ocurrir, parecer, importar, impresionar, encantar, divertir, ofender, pasar, molestar, disgustar, caber... a) Sujeto inanimado que se pospone al verbo. b) Complemento indirecto que puede ser pronominal. c) Ausencia de agente que realice la acción. La ‘involuntariedad’ es presentada también por Vázquez (1995: 218-219) como un rasgo caracterizador de las estructuras biactanciales intransitivas: «en otras palabras, un rasgo que diferencia en el contenido a las cláusulas biactanciales que presentan un esquema sintáctico SUJ-PRED-CDIR de las que tienen una configuración de funciones SUJ-PRED-CIND es que el empleo del segundo esquema descarta explícitamente que la situación descrita esté bajo control voluntario de alguno de los participantes implicados». [...] La explicación de la oposición de los dos tipos de estructuras biactanciales a partir del rasgo ‘involuntariedad’ incluye no sólo los casos de sujeto inanimado señalados por Cuervo, sino que también es aplicable a estructuras con sujeto animado. Con verbos como agradar, alegrar, convencer, desagradar, disgustar, distraer, entretener, estorbar, fascinar, halagar, inquietar, intrigar, molestar, preocupar, sorprender... la lengua siempre encuentra matices de significación que opongan ambos esquemas: El hada la encantó (a Cenicienta). (= ‘Hizo encantamientos con ella’) El hada le encantó. (= ‘Le gustó mucho’) Los niños la molestan. (= ‘Le están causando molestias’) Los niños le molestan. (= ‘Los niños no le gustan, le resultan molestos’) Juan la admira. (= ‘Siente admiración por ella’) Juan le admira. (= ‘Le provoca admiración’) El nuevo gerente no los convenció. (= ‘No los hizo cambiar de opinión’) El nuevo gerente no les convenció. (= ‘No les pareció competente para el cargo’) Sedujo a una rubia. (‘Conquistó a una rubia’) Le seducen las rubias. (‘Las rubias le gustan, le atraen’).» [Gutiérrez Ordóñez, 1999: § 30.5.2.5] ● «El supuesto leísmo anotado en los verbos de afección se debe a que los hablantes distinguidores del caso pueden construir con estos verbos dos estructuras: una agentiva en la que el objeto se pronominaliza en acusativo y otra no-agentiva (e inacusativa), en que el objeto se pronominaliza en dativo y es un experimentante. María lo asombró cuando, contra lo acostumbrado, llegó puntual. A María le asombra el puesto que ha conseguido Juan. A mi hijo lo asustó aquel perro. A mi hijo le asustan los truenos. Los verbos de afección parecen reflejar a través de la asignación de caso el grado de transitividad alcanzado por el verbo: ello explica que el acusativo se relacione con sujetos agentivos, aspecto perfectivo, acciones puntuales y afirmativas, mientras que el dativo sea más frecuente con sujetos no-agentivos, aspecto imperfectivo, acciones durativas y negativas.» [Fernández-Ordóñez, 1999: § 21.2.1.1] Verbos en los que predomina la interpretación agentiva y el aspecto perfectivo prefieren el acusativo: aburrir, asombrar, asustar, alentar, atraer, aterrorizar, consolar, decepcionar, distraer, divertir, escandalizar, encolerizar, entretener, entusiasmar, impresionar, inquietar, irritar, mortificar, sorprender Verbos en que la interpretación estativa es esperable, y con el aspecto imperfectivo, se inclinan habitualmente al dativo: complacer, desagradar, disgustar, encantar, halagar, interesar, molestar, preocupar EL SUJETO DE LAS CLÁUSULAS DE INFINITIVO
Los verbos suasivos o de influencia que pueden acompañarse de oraciones de infinitivo
también presentan variación en el caso que pronominaliza el sujeto del infinitivo. Los verbos permitir, prohibir, impedir, proponer, mandar, ordenar pronominalizan su sujeto en dativo: No le permiten ir al cine. / A los niños les mandaron a la cama. Verbos como obligar a, invitar a, convencer de, incitar a, animar a, forzar a, autorizar a, en que el infinitivo va precedido necesariamente de una preposición, lo pronominalizan en acusativo: El jefe lo autorizó a marcharse. / A los niños los obligaron a irse a la cama. «La proximidad semántica entre estos verbos de influencia podría ser la causa de alteraciones y cruces en la asignación de caso habitual. Sin embargo, más que a una asimilación a verbos como ordenar, ello se debe a que esas áreas han conservado el uso antiguo, que requería regularmente el dativo en todo tipo de construcciones causativas.» [Fernández-Ordóñez, 1999: § 21.2.1.2] «Esta asignación de caso subordinada a la estructura de la oración de infinitivo no es completamente regular en todas las zonas distinguidoras. [...] Ello es atribuible a que las perífrasis causativas muestran una evolución desde los ejemplos más antiguos, en que el dativo parece haber sido el caso generalizado para pronominalizar el sujeto del infinitivo con cualquier verbo causativo, hasta el momento actual, en que ciertas áreas y para ciertos verbos (hacer / dejar, en menor grado mandar) están sustituyendo el dativo primitivo por el acusativo. Algo semejante podemos observar en los verbos de percepción ver y oír seguidos de una oración de infinitivo.» [Fernández-Ordóñez, 1999: § 21.2.1.2]