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escuela nacional de justicia comunitaria

cuadernos de la escuela
Temático No.1

Género y Justicia Comunitaria


Propuestas para el trabajo en Red

Paola Fernanda Jiménez Jara

RED DE JUSTICIA COMUNITARIA


Nodo de Género
Octubre de 2004
Jiménez Jara, Paola Fernanda
GÉNERO Y JUSTICIA COMUNITARIA
PROPUESTAS PARA EL TRABAJO EN RED
Red de Justicia Comunitaria – Bogotá 2004-10-5
96 Páginas
1. LA PERSPECTIVA DE GÉ NERO 2. UNA APROXIMACIÓN
AL PROBLEMA DE GÉNERO Y JUSTICIA COMUNITARIA EN
COLOMBIA 3. HACIA UNA PERSPECTIVA DE GÉNERO EN
LA RED DE JUSTICIA COMUNITARIA

CORRECCIÓN DE ESTILO:
María José Díaz Granados M.
COORDINACIÓN EDITORIAL:
Catalina Martínez
DISEÑO GRÁFICO:
Rocío Gutiérrez Gómez
FOTOGRAFÍA DE CARÁTULA:
Aníbal Díaz
IMPRESIÓN:
Ediciones Amaranta

Correo electrónico: direccionacademica@reddejusticia.org.co


Página web: www.reddejusticia.org.co
500 ejemplares
Bogotá, octubre de 2004
© En esta edición Red de Justicia Comunitaria
Este documento se logró gracias al auspicio de la Agencia Canadiense para el Desarrollo Internacional
- ACDI
Nota: cualquiera de los conceptos aquí planteados puede ser retomado y transcrito, citando la autora
y la institución editora.
RED DE JUSTICIA COMUNITARIA
COMUNITARIA
CONSEJO DIRECTIV O NA
DIRECTIVO CIONAL
NACIONAL

Magda Quimbayo (Cosap)


Álvaro Sepúlveda (Escuela Ciudadana)
Miguel Ángel Fernández (FUNCOP)
Hernando Loaiza (IPC)
Joselín Aranda (Organización El Común)
Roberto Camacho (Promopaz)
Marilyn Pasco (Surcos)
Sonia Rosero (Universidad de Nariño)
Rosembert Ariza (Universidad Santo Tomás de Aquino)

EQUIPO COORDINADOR NA CIONAL


NACIONAL

Édgar Ardila Amaya


Gabriel Garrido Pérez
Rosembert Ariza Santamaría
Ricardo Pinzón Contreras

ESCUELA NACIONAL DE JUSTICIA COMUNIT


NACIONAL COMUNITARIA
ARIA
DIRECT OR ACADÉMICO
IRECTOR

Édgar Ardila Amaya


COORDINACIÓN PED
OORDINACIÓN PEDAAGÓGICA NA CIONAL
NACIONAL

Carmen Lucía Gordillo Guerrero


César Eduardo Osorio Sánchez
Germán Alexander Gamba Trimiño

ESCUELA NACIONAL DE JUSTICIA COMUNIT


NACIONAL ARIA
COMUNITARIA
DIRECT OR ACADÉMICO
IRECTOR

Édgar Ardila Amaya

COORDINACIÓN PED
OORDINACIÓN PEDAAGÓGICA NA CIONAL
NACIONAL

Carmen Lucía Gordillo Guerrero


César Eduardo Osorio Sánchez
Germán Alexander Gamba Trimiño

NODO DE GÉNERO,COMITÉ DE IMPULSO


Paola Jiménez Jara
Fabio Castro Herrera
Ricardo Pinzón
Contenido

Presentación .............................................................................................................. 9

I. LA PERSPECTIVA DE GÉNERO ............................................................................. 11


PERSPECTIVA
Introducción:..................................................................................................... 11
1.1 El género frente al sexismo y el patriarcalismo ............................................... 11
1.2 Ejes conceptuales de la categoría de género ................................................. 12
1.3 Elementos de la categoría género ................................................................ 15

II. UNA APRO XIMA


APROXIMA CIÓN AL PROBLEMA DE GÉNERO
XIMACIÓN
Y JUSTICIA COMUNIT ARIA EN COL
COMUNITARIA OMBIA ......................................................... 20
COLOMBIA
2.1 El género en la administración de justicia y la justicia comunitaria .................. 20
2.1.1 Mujer y administración de justicia ......................................................... 21
2.1.1.1 El problema de la indulgencia con las mujeres en la justicia ............ 23
2.1.1.2 El problema de los prejuicios de género en el sistema judicial ......... 25
2.1.1.3 Construcción de categorías e instituciones patriarcales y sexistas .... 27
2.1.1.4 El problema de la discriminación y el sesgo de género ................... 29
2.1.2 Género y justicia comunitaria ............................................................... 31
2.1.2.1 Sexismo y discriminación en la justicia comunitaria ......................... 31
2.1.2.2 La justicia comunitaria en contra del patriarcalismo ........................ 33
2.1.2.3 Construcciones de género en la justicia comunitaria ....................... 34
2.1.2.4 Las figuras de la justicia comunitaria desde una perspectiva
de género ................................................................................................ 36
2.2 El movimiento político en torno al género en Colombia ................................. 39
2.2.1 La ola sufragista o feminismo temprano ................................................ 40
2.2.2 La segunda ola .................................................................................... 44
2.2.3 El giro de los años noventa .................................................................. 48
2.2.4 El movimiento LGTB ............................................................................. 53
2.3 Potencial del género para la justicia comunitaria y de la justicia
comunitaria para el género ......................................................................... 57
III. HACIA UNA PERSPECTIV
HACIA PERSPECTIVA A DE GÉNERO EN LA RED DE JUSTICIA
COMUNIT ARIA ................................................................................................... 59
COMUNITARIA
3.1 Cuatro estrategias para una perspectiva de género en la Red:
presupuestos y objetivos .............................................................................. 59
3.1.1 Proyecto de autorreflexión ..................................................................... 60
3.1.2 Proyecto de interlocución con el movimiento de género .......................... 63
3.1.3 Proyecto de investigación ..................................................................... 65
3.1.4 Proyecto pedagógico ........................................................................... 69
3.2 Constitución del nodo temático de género y justicia comunitaria .................... 73
3.2.1 Actores ................................................................................................ 73
3.2.2 Escenarios y transformaciones a lograr .................................................. 77
3.2.3 Metodología de construcción y propuesta organizativa del nodo ............. 79
3.2.3.1 Fases de configuración del nodo y creación de los comités ............. 79
3.2.3.2 Funciones de los comités .............................................................. 85

Referencias Bibliográficas ........................................................................................ 88


Presentación

E l presente documento tiene como fin proponer una orientación política para la
Red de Justicia Comunitaria en términos de género, concretada en un plan de
acción para el nodo temático de género y justicia comunitaria de dicha entidad.

La definición de un punto de articulación entre el género y la justicia comuni-


taria en Colombia evoca, desde un abordaje preliminar, al menos tres cuestiones
problemáticas. En primer lugar, el género no cuenta con un espacio autónomo que
defina un escenario propio de acción. Al denotar una determinada configuración de
la realidad en términos de masculinidad y feminidad, el género remite al fenómeno
social en su conjunto.

En segundo lugar, la ausencia de un precedente teórico específico sobre el


tema en el contexto colombiano se evidencia en una escasa o prácticamente inexis-
tente bibliografía que, contrariamente a lo que podría pensarse, no puede suplirse
simplemente con estudios foráneos. En efecto, el anclaje de este punto de articula-
ción en una realidad específica y la determinación de su relación con las particula-
ridades del contexto aparecen como un vacío o una necesidad que tales estudios no
pueden satisfacer.

Un tercer aspecto problemático se relaciona con los alcances políticos que se


derivan de la actual implementación del género como categoría. Dadas sus posibi-
lidades para generar nuevas preguntas y otorgar una nueva dimensión a los pro-
blemas recurrentes del feminismo, el género se ha convertido en el término clave del
lenguaje utilizado en buena parte de los estudios y proyectos actuales de mujer. Sin
embargo, las conexiones de esta categoría con un propósito reivindicativo se han
visto oscurecidas por sus indudables beneficios técnicos, de manera que no puede
darse por sentada la orientación política de un proyecto de género.

Entendiendo, en suma, que se pretende un punto de articulación entre género


y justicia comunitaria que responda a las particularidades del contexto nacional e

[ 9 ]
implique una orientación política, el presente documento indaga en una serie de
fuentes que facilitan tal propósito y que cunfluyen en la exposición de la perspecti-
va de género como aproximación específica al problema de relación entre los sexos.

La introducción del documento se centra, en consecuencia, en la tipificación


de los elementos y características de tal perspectiva y en su distinción frente a las
corrientes políticas presentes en el feminismo. La segunda sección consiste en un
acercamiento al problema de género y justicia comunitaria en Colombia, que impli-
ca, de un lado, el recuento de una serie casos sobre género y administración de
justicia y sobre género y justicia comunitaria, y de otro, un recorrido por el movi-
miento en Colombia. La caracterización del panorama colombiano se complementa
con la identificación del potencial que tanto el género como la justicia comunitaria
poseen en su relación mutua.

Una tercera sección, de carácter propositivo, identifica los elementos necesa-


rios para la constitución de una perspectiva de género en la Red de Justicia Comu-
nitaria. Ello implica, en primer lugar, determinar las apuestas políticas que debe
emprender la Red para asumir su actividad desde una perspectiva de género, que se
concentran en cuatro estrategias a ser ejecutadas en el corto y mediano plazo con el
fin de forjar un escenario a largo plazo en el que se emprendan nuevas acciones.
Tales estrategias se unen en un proyecto de autorreflexión, un proyecto de
interlocución, la constitución de una línea de investigación y un plan de acción
educativa. Ahora bien, teniendo en cuenta que cada uno de estos componentes
exige un determinado esfuerzo en términos de diseño, ejecución y acompañamien-
to, un segundo aparte de esta tercera sección prefigura la constitución de un nodo
temático de género y justicia comunitaria encargado de tales actividades y hace
explícitos los objetivos perseguidos, los participantes, los escenarios de incidencia
y las formas organizativas a adoptar.

[ 10 ]
I La perspectiva
de género

Introducción
Introducción

L a aparición de la categoría género se da como una superación, dentro del am-


biente académico occidental de la tercera y cuarta década del siglo pasado, de
los puntos de vista basados en lo biológico que daban sustento a visiones acerca de
lo propio e impropio de los roles sexuales como características inmutables (Conway
et al., 1996: 21).

Centrado en la construcción distintiva de los seres humanos en individuos


femeninos y masculinos, el género se erigió como una categoría analítica que “...
abrió un campo nuevo para la interpretación del problema de la igualdad entre
sexos y enmarcó el campo de la investigación académica feminista posterior” (La-
mas, 1996: 9).

En este sentido, pautó una nueva dirección en la evolución del pensamiento


y activismo feministas; evolución que puede entenderse a la luz de dos hitos prin-
cipales: el sexismo y el patriarcalismo, a riesgo de una esquematización desmesu-
rada. A continuación se presentan brevemente las perspectivas características de
dichos hitos a fin de señalar las distinciones principales del género respecto del
pensamiento que le precede.

1.1 El género fr
género ente al sexismo y el patriar
frente calismo
patriarcalismo

La perspectiva en contra del sexismo en el pensamiento feminista se asocia


a la estrategia de reformismo legal que caracterizó las primeras formas de activismo
dirigidas a mejorar la condición de la mujer. A partir de la evaluación de su condi-
ción social, se asume que la diferenciación entre sexos se realiza en detrimento de
la mujer, adoptando estratégicamente un parámetro de igualdad frente al hombre y

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reivindicando para la condición femenina derechos que permitan su entrada al


mundo de lo público. Tal es el caso del feminismo liberal o reformista, cuya estra-
tegia principal fue la modificación de la legislación discriminatoria y la lucha por
el derecho de la mujer al voto y la educación, entre otros. Tanto en Europa y
Norteamérica como en Latinoamérica, el feminismo liberal se manifestó como: “…
una voz ilustrada y burguesa alzada para reivindicar los mismos derechos que se
reconocían a los varones, con un éxito más que escaso en muchas ocasiones, aun-
que con avances claros…” (Beltrán, 2001: 87).

La perspectiva contra el patriarcalismo, por su parte, evalúa críticamente el


reformismo y llama la atención sobre una serie de condicionamientos sociales que
se mantienen a pesar del reconocimiento de ciertos derechos en favor de la mujer.
Se denuncia así cómo “las demandas del sufragismo y la igualdad formal o legal
no lograban poner de manifiesto y denunciar la estructura de relaciones de poder
entre hombres y mujeres” (Álvarez, 2001: 104), y en general se identifica tal es-
tructura como patriarcalismo.

Tal es el caso del feminismo radical y el socialista, que coinciden en su distin-


ción frente al pensamiento liberal pero matizan la forma patriarcal de maneras
distintas. En efecto, mientras el feminismo radical afirma que la dominación y
opresión sobre la mujer es el efecto de un poder masculino omnipresente, el femi-
nismo socialista plantea un patriarcado de tipo capitalista en el que los hombres
gozan de un privilegio económico y un poder superior (Sánchez, 2001: 115-124).

Frente a la discriminación y el patriarcalismo como espacios problemáticos


centrales, el sistema de género inaugura una nueva forma de entender las relacio-
nes entre los sexos, tal como se hará explícito en los apartes subsiguientes que
identifican los elementos y ejes conceptuales de esta nueva categoría.

1.2 Ejes conceptuales de la categoría de género


género

El género proviene de un esfuerzo por rescatar la distinción sexual de sus


condicionamientos biológicos, determinando así una nueva concepción del sujeto.
Su impulso primario se define al sustraer las características asociadas a lo femeni-
no de la condición fisonómica de la mujer, proponiéndolas como dispositivos cultu-
rales adquiridos en complejos procesos colectivos e individuales.

El cuerpo como realidad física deja de operar como el referente directo para
entender la realidad sexuada y se convierte en el depositario de una significación

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[La perspectiva de género]]

sexual que lo remite a una serie de reglas para la construcción en cada sujeto de su
masculinidad y feminidad, reglas que perduran como norma en el desarrollo de su
historia personal (Lagarde, 1997: 26). Dicha significación y dicha normativa remi-
ten precisamente a su construcción simbólica, de manera tal que el género aparece
como “... una categoría social impuesta sobre el cuerpo sexuado” (Scott, 1996:
271).

Esta reacción en contra de la actitud natural ante la diferencia sexual y los


atributos de ella extraídos se extiende igualmente en contra de la concepción de
dos únicos géneros que dividen todo lo existente utilizando el sexo genital como
signo primordial de distinción. Las evidencias antropológicas de entendimientos
no duales y profundamente disímiles en la concepción del género en diversas cul-
turas resultan así herramientas útiles para denunciar la arbitrariedad y contingen-
cia de las atribuciones hasta el momento entendidas como coextensivas a la reali-
dad masculina y femenina (Molina, 2000: 257-260).

No debe concluirse -y en ello los desarrollos intermedios de la teoría de géne-


ro han sido enfáticos- que el cuerpo aparecería entonces como una realidad fija a
partir de la cual se elaboran diversos imaginarios sociales. El cuerpo es, al igual
que el género, una realidad condicionada en sociedad, especialmente en lo que
toca a sus atributos sexuales. Tal como lo afirma Bordieu:

... la definición social de los órganos sexuales, lejos de ser una simple
verificación de las propiedades naturales, directamente ofrecidas a la
percepción, es el producto de una construcción operada a cambio de
una serie de opciones orientadas o, mejor dicho, a través de la acentua-
ción de algunas diferencias o de la escotomización de algunas similitu-
des (2000: 27).

Baste, por tanto, con enfatizar en esta instancia la calidad mutable y cons-
truida del cuerpo, la sexualidad y sus atributos condensados en el género. Ahora
bien, en tanto dichas construcciones determinan relaciones asimétricas entre los
extremos de las distinciones que elabora, el género denota específicos dispositivos
y relaciones de poder.

La fuerza de determinación del género reside tanto en la asignación simbóli-


ca de significados que realiza como en su condicionamiento de relaciones jerárqui-
cas basadas en las diferencias sexuales y afirmadas en el parentesco o la distribu-
ción del trabajo. De este modo se convierte en un descriptor principal de las formas
de organización social (Molina, 2000: 267-274).

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Como resultado de la crítica a la fatalidad de un destino femenino pautado


por la biología, terminan por hacerse evidentes los intereses de dominación que
yacen tras esta naturalización del género. Los atributos y distintivos producidos
responden a una división impuesta socialmente a partir de específicas relaciones
de poder, relaciones que de un modo tal asignan espacios de acción, tareas por
realizar, deseos, derechos, obligaciones y prestigio (Maquiera, 2001: 163).

La normativa asociada al género es en dicha lectura el instrumento indicado


para definir y constreñir las posibilidades de acción de los sujetos y su acceso a los
recursos disponibles: “El sistema sexo-género, en suma, es tanto una construcción
sociocultural como un aparato semiótico, un sistema de representación que asigna
significado (identidad, valor, prestigio, lugar en parentesco, estatus en la jerarquía
social, etc.) a los individuos en la sociedad” (De Lauretis, 1987: 5).

Al denotar una construcción social y un modo específico de las relaciones de


poder, el género pasa a ser una categoría con diversas posibilidades. En una di-
mensión positiva, provee e identifica nuevos temas, marcos teóricos y nuevas pers-
pectivas para abordar los existentes: “Cabe destacar la creación de conocimientos
nuevos sobre viejos temas, circunstancias y problemas, así como la creación de
argumentos e ideas demostrativos, recursos de explicación y, desde luego, de legi-
timidad de particulares concepciones...” (Lagarde, 1997: 16).

En su dimensión negativa pauta el cuestionamiento de las elaboraciones asu-


midas como naturales y el inicio de ejercicios de deconstrucción de discursos y
textos, a fin de develar las concepciones de género en ellos asumidas. Permite
igualmente entender la construcción cultural del cuerpo, de las significaciones
atribuidas y de la sexualidad en sus versiones calificadas de normales y perversas
(Molina, 2000: 260-264).

En tanto las relaciones de género organizan los procesos sociales de la vida


cotidiana y se construyen en y a través de instituciones sociales como la economía,
el derecho, la religión, la familia y la política, la implementación del género como
categoría da origen a análisis diversos de procesos en los niveles micro (lo íntimo),
medio (lo personal y cotidiano) y macro (los sistemas económicos, políticos y so-
ciales) (Maquiera, 2001: 171).

Finalmente, el género muestra la necesaria integración de la cuestión feme-


nina con la masculina y, en suma, con la cuestión humana. Los hombres, y el ser
humano, se encuentran tan condicionados por la construcción de género como las
mujeres, de manera que lo que se identifica como asociado a lo femenino evoca
siempre un aspecto relacional (Burin, 1999: 20-21).

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[La perspectiva de género]]

Así pues, la información sobre la mujer es inevitablemente información sobre


el hombre, lo cual implica una distintiva relevancia científica para el feminismo y
un renovado interés para la causa feminista. Tal como afirma Joan Scott:

Quienes se preocupan porque los estudios académicos en torno a las


mujeres se centrasen de forma separada y demasiado limitada en las
mujeres, utilizaron el término género para introducir una noción relacional
en nuestro vocabulario analítico. De acuerdo con esta perspectiva, hom-
bres y mujeres fueron definidos en términos uno del otro y no se podría
conseguir la comprensión de uno u otro mediante estudios completa-
mente separados (1996: 266-267).

El género es, en síntesis, un conjunto de atribuciones construidas social-


mente a partir de la diferencia sexual, denota concretas distribuciones de poder
dentro de un contexto social y, como tal, da paso a una nueva perspectiva para el
estudio de la cuestión social y una nueva agenda para el feminismo1.

1.3 Elementos de la categoría géner


género
o

La definición del género ofrecida da cuenta de al menos seis elementos, dis-


tinguidos en su mayoría por Joan Scott (1996: 290 y ss.), que resultan útiles para
comprender las diversas acepciones, usos y factores constitutivos del género.

• Símbolos: en primer lugar, los símbolos corresponden a artificios cultu-


ralmente construidos que dan cuenta de las representaciones sobre lo que son o
deberían ser hombres y mujeres. Se encuadran dentro de una definición de las
imágenes integrales de mujeres y hombres cuyos atributos han sido reivindicados
reiteradamente en la historia (Adán, María) así como de las imágenes concretas
utilizadas para asociar valores y realizar juicios en diversos discursos (mujer em-
barazada, buena madre, buen padre de familia).

1. Esta definición es muy básica y su razón de ser es meramente operativa. Los debates por la
definición del género y de sus elementos son bastante numerosos y profundos, remitiendo
a discusiones éticas y filosóficas que escapan al alcance e interés del presente documento.
Posiciones importantes en tales discusiones pueden encontrarse en Elizabeth Spelman
(1989) y Judith Butler (1990). Para un recorrido breve por los ejes principales de debate,
ver Rossi Braidotti (2000: 207-240).

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La construcción legal de la prostituta en el derecho penal norteamericano


identificada por Sheyla Duncan es un buen ejemplo de este tipo de imágenes: “En
cada área de su subjetividad, la prostituta es construida como la otra: como traba-
jadora, como amiga, como arrendataria, como pareja, como consumidora. Ella es
construida como paria, un leproso legal que infecta todo lo que encuentra” (1996:
178).

Ello sucede precisamente no porque la prostitución sea propiamente ilegal,


sino porque se criminalizan aspectos íntimos de la vida de la mujer, de manera tal
que, por ejemplo, puede ser acusada de sostenerse mediante ingresos inmorales si
eventualmente convive con su pareja.

* Conceptos normativos y discursos: por su parte, los conceptos normativos


remiten a la fijación del sentido de los símbolos, esto es, a su interpretación. Di-
chos conceptos se articulan en discursos de género que, a su vez, se disputan la
verdad sobre los roles propios de cada género, de manera tal que logran pautar su
contenido siempre que adquieren una posición privilegiada frente a interpretacio-
nes distintas, momento en el cual restan importancia a dichas interpretaciones y
se muestran a sí mismas como únicas y naturales.

- Normativa: la operatividad social de los conceptos normativos remite a un


tercer elemento insinuado líneas arriba, la normativa de género. En concreto, esta
remite a una serie de reglas impartidas por agentes socializadores que contienen
en sí mismas las expectativas de comportamiento de los individuos de acuerdo con
su condición masculina o femenina. En efecto: “De una persona que ocupa un
cierto estatus [se encuentra adscrita a un cierto género] usualmente se espera que
actúe de ciertas maneras, observe ciertos comportamientos obligatorios y, muy fre-
cuentemente, disfrute de privilegios especiales relacionados con un estatus parti-
cular” (Doyle, 1998: 124).

En el caso de la mujer, la norma de género más reconocida es la maternidad,


que a su vez se encuentra estrechamente asociada a la imagen de “buena madre”
(Doyle, 1998: 125). El matrimonio se presenta, igualmente, como una norma pri-
mordial cuya observación es indispensable para el cumplimiento de las expectati-
vas femeninas y pauta además la iniciación en el mundo adulto y el rompimiento
del control paterno. En el caso del hombre, se identifica con el rechazo frontal a
todo lo femenino, el logro de fama y reconocimiento, la adquisición de un aire
masculino de dureza y confianza en sí mismo, el mantenimiento de la amenaza de
violencia física sobre sus semejantes y la iniciativa y control en su vida sexual
(1998: 127-128).

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[La perspectiva de género]]

- Instituciones: por su lado, las instituciones y organizaciones sociales apa-


recen como los ámbitos de elaboración, reafirmación y reproducción de los discur-
sos de género, cuya pertenencia a determinados espacios sociales cualifica su na-
turaleza legal, religiosa o política:

La producción de formas culturalmente apropiadas respecto al comporta-


miento de los hombres y las mujeres es una función central de autoridad
social y está mediada por la compleja interacción de un amplio espectro
de instituciones económicas, sociales, políticas y religiosas (...) las men-
talidades resultantes son el producto de complejas interacciones dentro
de un sistema social dado (Conway et al., 1996: 23).

Las instituciones oficiales aparecen como un buen ejemplo de espacios privi-


legiados, aunque no exclusivos, de construcción de discursos de género, en tanto:

Son funciones estatales ligadas al sentido de su acción social y del desa-


rrollo vigilar que se cumpla la organización social genérica: la división del
trabajo y de la vida, controlar la subjetividad y los cuerpos de las y los
habitantes y de las ciudadanas y los ciudadanos, así como lograr el con-
senso para ese orden social y para el modo de vida que produce (Lagarde,
1997: 29).

- Identidad: por último, se encuentra la identidad de género, que en su di-


mensión subjetiva hace referencia a los procesos individuales mediante los cuales
alguien adquiere ciertos conceptos normativos como integrales de su propia iden-
tidad. No existiendo coincidencia entre los discursos de género de las diversas
instituciones, la subjetividad juega un papel importante en la determinación indi-
vidual de los atributos que le competen, de tal modo que las ideas del sujeto sobre
su identidad de género terminan por adaptarse en procesos de reinterpretación o
aceptación parcial de las ideas dominantes. La identificación de tales procesos se
convierte así en una nueva dimensión de análisis, tal como resalta Marta Lamas:

... quienes se han interesado por deconstruir los procesos sociales y cul-
turales del género deben también comprender las mediaciones psíquicas
y profundizar en el análisis sobre la construcción del sujeto. Para esclare-
cer hasta dónde cuestiones consideradas problemas de la identidad sexual
(que) tienen un origen en la cultura (que sólo sanciona la heterosexualidad)
derivan de lo psíquico o son el resultado de la confluencia de ambos
ámbitos, se necesita comprender la diferencia entre el ámbito de lo psí-
quico y el de lo social (2000: 83).

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En su dimensión colectiva, en cambio, la identidad de género hace referencia


a la adopción estratégica de una identificación de las mujeres y los hombres ya no
a partir de una condición biológica común, sino de una serie de conceptos, discur-
sos y normativas que configuran la feminidad. En este sentido, el reconocimiento
mutuo de las mujeres en una causa feminista se daría no en su realidad natural
sino en su construcción como tales dentro de la sociedad y en su adscripción a
determinados atributos, deberes, comportamientos adecuados, etc.

En su configuración concreta dentro de un espacio social, los elementos cons-


tituyen un sistema de género. En efecto:

Las concepciones culturales de lo femenino y lo masculino como catego-


rías complementarias aunque mutuamente excluyentes en las que los
seres humanos se encuentran ubicados, constituyen dentro de cada cul-
tura un sistema de género, un sistema simbólico o de significados, que
conecta al sexo con los contenidos culturales de acuerdo con valores y
jerarquías sociales (De Lauretis, 1987: 5).

Toda vez que la distribución de recursos entre los géneros sirve a funciones
políticas, económicas y sociales, dicho sistema no está exento de una serie de
ambigüedades, vacíos e incoherencias, producto de la disputa institucional por
determinar las concepciones de un discurso de género privilegiado.

Valga resaltar cómo la perspectiva de género no implica una superación abso-


luta de las perspectivas sexista y patriarcal, en tanto reconoce la existencia de
formas discriminatorias y estructuras de poder masculino en la realidad. Dichas
manifestaciones, no obstante, se entienden como los efectos visibles de un siste-
ma de género que implica adscripciones distintivas a la feminidad y la masculini-
dad.

Frente a discriminaciones explícitas, la perspectiva de género permite identi-


ficar las transformaciones simbólicas que en sentido amplio deben operarse, si de
mejorar la condición humana se trata. En efecto, la búsqueda de la igualdad y la
reivindicación de lo tradicionalmente asociado a lo femenino se presentan en la
actualidad como importantes hitos de la emancipación que, sin perjuicio de los
logros obtenidos, resultan insuficientes para el logro de un desmonte real de las
estructuras de poder y subordinación. Dicha identidad y subversión de poder se
encuentran estrechamente asociados a los análisis de género, en tanto:

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[La perspectiva de género]]

... las personas pertenecientes al sexo femenino pasan a ser miembros


de un género subordinado en la medida que, en una sociedad o en una
cultura determinadas, poseer ciertas cualidades y el acceso a ciertas fun-
ciones son percibidos como naturalmente vinculados a un sexo biológico
y no a otros. (...) Por lo tanto, la lucha por la igualdad de género no
debería tener como objetivo estratégico una distribución más igualitaria
de los recursos o de las posiciones entre los sexos sino una deconstrucción
de esa relación ideológica que lleve a una reconstrucción social del gé-
nero que supere las dicotomías artificiales que están en la base del mo-
delo androcéntrico de la ciencia y del poder masculinos (Baratta, 2000:
101).

De esta manera definido, resulta posible entender la dimensión política del


género. La deconstrucción de las acepciones hegemónicas de masculinidad y femi-
nidad adquiere sentido a partir de un horizonte de reconstrucción que propenda
por el establecimiento de relaciones entre los sexos exentas de jerarquías y cho-
ques fundamentales. Se trata, en este sentido, de llamar la atención sobre la nece-
sidad de definiciones que, sin oprimir o restringir al individuo, le permitan el ejer-
cicio libre de sus capacidades personales y sociales.

La clave reivindicativa del género reside en la superación de los prejuicios


que en el sexo han condicionado las relaciones sociales, y procura ejercicios cons-
tructivos de reconocimiento en los que la adscripción de un individuo a una forma
de masculinidad o feminidad se realice en espacios en constante reconfiguración.
En contra de la imposición de definiciones fijas, castradoras y estereotipadas de lo
femenino y lo masculino, la perspectiva de género aporta en el impulso de un orden
sexuado abierto y múltiple que confluya en la emancipación de la naturaleza hu-
mana. Frente a la tiranía de lo biológico y lo culturalmente construido a partir del
sexo de los individuos, propone una ampliación de la democracia hacia el terreno
de la definición de la feminidad y la masculinidad.

[ 19 ]
II Una aproximación al problema
de género y justicia comunitaria
en Colombia

U na vez expuestos los rasgos distintivos de una perspectiva de género, la pre-


sente sección amplía su potencial analítico con la exploración de temas espe-
cíficos: la relación entre mujer, administración de justicia y género en experiencias
concretas de justicia comunitaria. Pretende, igualmente, ampliar su potencial polí-
tico mediante el bosquejo del panorama y el devenir actuales de la acción política
en torno al género en Colombia.

2.1 El género en la administración de justicia


y la justicia comunitaria

El interés que poseen los diversos estudios sobre género y justicia para el
presente documento se deriva de múltiples aspectos. Las investigaciones sobre el
tratamiento que en instancias judiciales recibe el género como concepto, y las
mujeres en concreto, se originan en una preocupación constante ampliamente di-
fundida que les aporta en profundidad y diversidad. Adicionalmente, tales estu-
dios llaman la atención sobre áreas y problemas propios de una forma específica -
estatal- de resolver conflictos, que pueden ser implementados en el análisis de
formas de justicia diversas -no estatales o comunitarias en este caso.

Los análisis sobre género y justicia comunitaria, por su parte, aunque menos
extensos y difundidos, presentan cuestiones más específicas del problema aquí
planteado, configurándose así como una fuente complementaria disponible a par-
tir de contextos nacionales diversos.

Mirados en conjunto, estos campos analíticos convergen en una ventaja adi-


cional que remite a la implementación de la categoría de género y a la perspectiva
que le es propia. De esta forma constituyen ejemplos concretos que ilustran el giro
implícito en el género respecto a las perspectivas sexista y patriarcal.

[ 20 ]
[Una aproximación al problema de género y justicia comunitaria en Colombia]]

2.1.1 Mujer y administración de justicia

No resulta extraño el establecimiento de este tipo de análisis como una pre-


ocupación feminista específica altamente difundida, si se tienen en cuenta al me-
nos dos factores. De un lado, el texto legal orientado a crear, transformar o eliminar
situaciones que afectan a las mujeres individual o colectivamente aparece como un
aspecto ineludible en la descripción de lo que puede entenderse como la situación
de la mujer en un determinado grupo social. Puede, así mismo, dar cuenta de los
posibles cambios y, en definitiva, convertirse en un primer indicador en la valora-
ción de la herramienta jurídica como estrategia emancipadora del movimiento fe-
minista.

A partir de una consideración del derecho como un campo que “... interpone
problemas políticos e intelectuales muy específicos para la teoría feminista que no
pueden ser encontrados en otros campos2” (Smart, 1992: 29), la relación entre
mujer y justicia ha sido planteada desde tres perspectivas que reproducen los hitos
de la evolución del pensamiento feminista ya reseñados (sexismo, patriarcalismo y
perspectiva de género).

Una primera perspectiva denuncia el carácter sexista del derecho. Esto se


evidencia en un contexto legal que discrimina a la mujer negándole recursos pri-
mordiales, juzgándola con estándares inapropiados o excluyéndola de la posibili-
dad de tener iguales oportunidades (Smart, 1992: 31). En este sentido, el derecho
sufre de un problema de percepción que puede ser corregido con la introducción de
un parámetro de estricta equidad, manifestado tanto en el manejo de un lenguaje
neutral en términos de género, como en la inclusión de la mujer en la esfera legal
y en la profesión jurídica3 (Bodelón, 1998: 642).

El carácter masculino del derecho es exaltado como eje de una segunda pers-
pectiva, la cual resalta la exclusión de la cuestión femenina en un sistema jurídico
cimentado en valores creados por y para hombres. La objetividad y neutralidad del
derecho son evidenciadas como construcciones que ocultan su masculinidad y ter-

2. Escrita en inglés en su versión original, esta cita, al igual que las que siguen dentro del
texto, corresponden a traducciones libres realizadas por la autora.
3. La principal debilidad de esta perspectiva reside en obviar la diferencia entre los sexos,
considerada apenas como un factor introducido por la ley y, por ende, puramente
epifenoménico (Smart, 1992: 31-32).

[ 21 ]
[género y Justicia Comunitaria] ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

minan por imponerse como parámetros para el juzgamiento de la mujer y los pro-
blemas que le incumben. El derecho aparece, en suma, como el “paradigma de la
masculinidad”: la institución que representa el interés masculino y que asegura la
permanencia del hombre en el extremo de una relación dominante sobre la mujer
(Bodelón, 1998: 644).

En este contexto, la explícita protección de los derechos de las mujeres vista


como objeto de estudio pierde importancia frente al análisis del carácter masculino
en la actividad humana y la exclusión de la perspectiva femenina en la institución
de procedimientos y principios que se pretenden neutrales y objetivos. Esta trans-
formación, a su vez, ilustra el punto crucial de una reorientación importante en la
perspectiva sociológica para el análisis feminista, reorientación entendida como
una superación de la simple denuncia del sexismo, que busca hacer explícitas las
diversas redes de naturaleza patriarcal de la sociedad.

En estos términos, el problema no se define en la discriminación de la mujer


frente al hombre sino en la exclusión de problemas femeninos y de perspectivas
femeninas para abordarlos. La identificación de normas que menoscaban los dere-
chos de las mujeres es reemplazada por un escepticismo frente a lo jurídico a partir
de una evaluación más global del sistema y sus posibilidades en la lucha por la
emancipación.

Una tercera y última perspectiva se basa en la implementación del concepto


social y antropológico de género. Las categorías de hombre y mujer, así como su
diferenciación, son concebidas a manera de construcciones culturales asociadas a
diversas valoraciones simbólicas (Bodelón, 1998: 646). Sin incurrir en elaboracio-
nes preestablecidas, los estudios encaminados en esta perspectiva identifican los
elementos y estrategias que intervienen en la determinación de los roles conven-
cionales. Ello significa, afirma Carol Smart: “... que podemos comenzar a apreciar
la forma en que el derecho insiste en una versión específica de la diferenciación de
género, sin necesidad de interponer nuestra propia forma de diferenciación como
punto de partida o punto final” (1992: 34).

La aplicación distintiva, y no en pocos casos simultánea, de estos enfoques


ha dado como resultado una serie de estudios que ofrecen un diagnóstico de la
situación de la mujer en la justicia. Se llama la atención sobre una serie de áreas de
interés y problemas específicos para el análisis de género que se hacen explícitas a
lo largo de los argumentos expuestos a continuación.

[ 22 ]
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
[Una aproximación al problema de género y justicia comunitaria en Colombia]]

2.1.1.1 El problema de la indulgencia con las mujeres en la justicia

Partiendo de la existencia de un tratamiento diferenciado para hombres y


mujeres en la justicia penal, una serie de estudios se han ocupado de la razón de
que ello suceda y, más específicamente, de la importancia de una actitud favorable
hacia la mujer.

La indulgencia para las mujeres acusadas que examina este tipo de investiga-
ciones se manifiesta en la imposición de penas más bajas, si se las compara con las
obtenidas por hombres en situaciones similares, y en la reticencia de jueces y ma-
gistrados a disponer la pena de prisión para ellas. Las diversas explicaciones de
este fenómeno remiten a hipótesis estrechamente relacionadas con la imagen de lo
femenino, de lo familiar y del bienestar social, que jueces y magistrados abrigan. A
continuación, se ofrece un recuento breve y esquemático de estas hipótesis.

En primer lugar, están las tesis del paternalismo y la caballerosidad, que


hacen referencia en conjunto a una actitud de protección a la mujer acusada. El
paternalismo, de un lado, sustenta dicha actitud en jueces y fiscales con dos ideas
principales (Daly, 1987: 268):

1. Las mujeres son seres débiles, pasivos, sumisos y dependientes, por ende,
no ejercen un tipo de libertad conciente que las haga responsables de sus
actos y en consecuencia merecedoras de castigo.
2. Las mujeres son seres más manipulables que los hombres y, por ende,
más susceptibles de rehabilitación por medio de tratamiento y no de cas-
tigo.
Según la hipótesis de la caballerosidad, jueces y magistrados intentan de
manera consciente mantener a las acusadas, por pertenecer al sexo más débil, a
salvo del estigma que implica un récord criminal y de la dureza que significa la
pena de prisión (Daly, 1987: 269).

Dichas hipótesis desatan una serie de críticas al sistema de justicia. En el


ámbito de la teoría feminista, en efecto, se denuncia tanto la selectividad de esta
actitud protectora como las relaciones desiguales de poder en que se origina. Quie-
nes aplican el derecho reservan su permisividad para mujeres blancas y de clase
media, mientras que las pertenecientes a minorías son tratadas con mayor severi-
dad que los varones blancos en situaciones similares.

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[género y Justicia Comunitaria] ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

De otro lado, el paternalismo se encuentra íntimamente involucrado con rela-


ciones de poder análogas a las establecidas entre padres e hijos, lo cual implica
negar a la mujer su autodeterminación. Así, la relación que se establece entre el
agente judicial y la mujer resulta perjudicial para las mujeres en conjunto, a pesar
de beneficiar a la acusada en concreto.

En tanto revisión crítica del paternalismo sin más, una tercera hipótesis apunta
al paternalismo familiar4. Señala que la atención del agente judicial no se dirige al
acusado sino a su contexto familiar; su preocupación real reside en los efectos de
su decisión para la vida familiar y para la labor que hombres y mujeres realizan en
favor de esta institución, lo que conlleva un tratamiento diferenciado de los acusa-
dos en dos sentidos.

En primer lugar, existe un trato diferenciado para acusados con y sin familia
en la medida en que la imposición de la pena de prisión a los primeros incrementa
el desorden social, relaja los vínculos económicos y afectivos establecidos entre
estos y sus congéneres y confluye en la imposición de castigos para quienes, como
los menores, se convierten en víctimas de una decisión tal (Daly, 1987: 275-276).

De otro lado, las mujeres con familia obtienen un tratamiento especial que
las privilegia frente a hombres en iguales circunstancias, pues se considera que
ellas tienden a ser más responsables y que su labor de cuidado de los hijos es más
importante para la vida en familia, si se la compara con la labor de sustento econó-
mico adelantada por padres y hermanos (Daly, 1987: 277).

Lo anterior indica, entre otras cosas, que los agentes judiciales gratifican a
los acusados que se adaptan a las convenciones sociales de comportamiento del
individuo adulto, y de esta manera reproducen las concepciones tradicionales so-
bre los roles de género, el trabajo y la familia.

Estudios diversos refuerzan esta última hipótesis. A primera vista, los fun-
cionarios judiciales exhiben una fuerte reticencia a considerar la pena de prisión

4. La hipótesis del paternalismo familiar fue elaborada principalmente a instancias del


trabajo de investigación que Kathleen Daly adelanta en las cortes criminales de distrito y
superiores de Springfield, Massachussets, EE.UU. Daly llama la atención sobre el hecho de
que los estudios hasta el momento realizados sobre la materia carecen de un análisis del
razonamiento que yace tras las sentencias proferidas por jueces y magistrados. Afirma que
si bien estos estudios describen el problema, son incapaces de explicar el cómo y el
porqué de dichos resultados (1987: 267).

[ 24 ]
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
[Una aproximación al problema de género y justicia comunitaria en Colombia]]

como adecuada para la mujer. Un examen detallado de sus propias convicciones


muestra que muchos casos de duda se resuelven con la identificación de la mujer
como madre (Carlen, 1983: 65). Siendo importante la condición especial de la acu-
sada dentro del caso, su dimensión doméstica se convierte en el parámetro princi-
pal y más contundente para determinar el grado de nocividad de las decisiones que
le conciernen5.

Toda vez que pertenecer a una familia convencional esta fuertemente asocia-
do con una menor propensión al crimen, una importante proporción de las mujeres
que terminan encarceladas son precisamente aquellas que bajo el criterio de los
agentes judiciales han malogrado su papel de madres y esposas.

En síntesis, el problema de la indulgencia identifica la adecuación a los roles


convencionales de género, dentro y fuera del ámbito familiar, como parámetro crucial
en la decisión judicial y denuncia la reproducción de estereotipos de feminidad tras
un aparente favorecimiento.

2.1.1.2 El problema de los prejuicios de género en el sistema judicial

Este segundo grupo de estudios tienen como objeto dar cuenta de una serie
de prejuicios de género presentes en el sistema de justicia, entendiendo como tales
las tendencias a pensar o comportarse frente a determinado individuo teniendo
como parámetro principal su sexo (Ruble, 1998). Muchos de estos comportamien-
tos, no obstante, son muy sutiles o están expresados en formas que han adquirido
cierta aceptación social por concordar con estereotipos generalizados, los cuales
convierten actitudes prejuiciosas en normales (1998: 2193).

De hecho, muchas manifestaciones de los prejuicios de género se dan por


fuera de las instancias procesales formales, trasladándose a espacios en los que
permanecen invisibles y que, por tanto, deben ser examinados si de diagnosticar y
remediar los prejuicios de género en la justicia se trata (Stern, 1999). En este sen-
tido resulta apropiado diferenciar entre comportamientos abiertamente prejuiciosos

5. Desde perspectivas similares, autoras como Mary Eaton (1986: 41) muestran cómo
hombres y mujeres que se ajustan a su rol tradicional obtienen un trato privilegiado. Por el
contrario, mujeres que no permiten la atribución de su comportamiento a causas de tipo
doméstico, sexual o patológico e insisten en aceptar responsabilidad por sus acciones,
tienden a crear incomodidades al sistema judicial (Worral, 1990).

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y aquellos que crean una percepción generalizada de inequidad, aun cuando son
difícilmente detectables.

A continuación se ofrece un recuento breve de las principales formas de dis-


criminación contenidas en estos estudios, en su mayoría recopiladas por comisio-
nes en contra de la discriminación6.

Una primera forma de prejuicio, dirigida tanto a abogadas como a mujeres


que son parte en los procesos, se manifiesta en una actitud paternalista. Mediante
conductas especialmente cuidadas, las mujeres son tratadas con un tipo de con-
descendencia que las hace aparecer menos competentes y más necesitadas de pro-
tección que los varones intervinientes. Ejemplos concretos de ello se dan en la
forma en que jueces y abogados se dirigen a sus colegas mujeres, llamándolas por
su primer nombre o mediante apelativos como “querida” o “muchachita” (Stern,
1999: 12).

Una segunda forma de comportamiento prejuicioso agrupa actitudes que na-


cen de visiones estereotipadas de los roles de género. Al hacerse explícitas las
imágenes acerca de la naturaleza de “lo femenino”, se convierten en exigencias
sobre la forma en que una mujer debe comportarse o vestirse y en el rechazo tajan-
te de comportamientos que en los acusados y abogados no sólo son aceptados sino
incluso esperados. A este respecto, Ruble cita la recomendación que dan dos pro-
minentes abogados, a manera de directriz para la práctica en las cortes:

Las mujeres, como los niños, son proclives a la exageración; en general tie-
nen una memoria pobre y presta a elucubraciones y exageraciones. También son
tercas. Usted encontrará serias dificultades al tratar de inducirlas para que califi-
quen su testimonio. En cambio, puede ser más fácil inducirlas a exagerar y encau-
sar su testimonio de manera tal que parezca increíble (1998: 2210).

6. Dichas comisiones en contra de la discriminación (task forces) existen en las cortes


estatales norteamericanas, con el cometido principal de implementar mecanismos
formales para la eliminación de los prejuicios de agentes judiciales. Parte de la labor
adelantada por estas comisiones consiste en diagnosticar los prejuicios existentes a través
de un examen dentro de las instancias judiciales, el cual es implementado, a su vez, en la
elaboración de recomendaciones y propuestas de reforma del sistema, como la
configuración de programas educativos para jueces y abogados, o la revisión y enmienda
de los estatutos que regulan el comportamiento de estos agentes.

[ 26 ]
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
[Una aproximación al problema de género y justicia comunitaria en Colombia]]

La naturaleza adversarial de los procesos, así como las relaciones de poder


que esta implica, son manipuladas de forma tal que se convierten una forma más
de discriminación. En este caso, se trata de comportamientos hostiles o displicentes
que concientemente buscan una ventaja en el proceso y evidencian actitudes estra-
tégicas para infundir temor a acusadas y abogadas.

El origen último de los comportamientos referidos se remite, tal como afirma


Ruble (1998: 2212), a los estereotipos de masculinidad y feminidad tradicionales
que terminan por implantarse en las cortes. Mientras que lo masculino se asocia a
lo agresivo, competente, emocionalmente controlado y no sentimental, lo femeni-
no evoca lo pasivo, frágil, sensible y maternal. En un contexto judicial marcado por
la reproducción de estos estereotipos, las agentes judiciales se ven obligadas a
buscar un espacio que les permita ser apreciadas de manera favorable, lo cual
implica no adoptar en definitiva ni el prototipo femenino ni el masculino.

En suma, los análisis convergen en un punto crucial ya identificado por las


investigaciones acerca del tratamiento indulgente con las mujeres en la justicia.
Este punto remite tanto a la adopción como a la propagación de imágenes acerca de
los roles de género en las instancias judiciales, de manera tal que el contenido
propio de dichas imágenes termina por convertirse en un aspecto clave, si de en-
tender el tratamiento que obtienen las mujeres en la justicia se trata.

2.1.1.3 Construcción de categorías e instituciones patriarcales


y sexistas

Este tercer tipo de estudios indaga en los discursos insertos en el quehacer


judicial y muestra cómo se elaboran y aplican categorías de carácter abiertamente
patriarcal o discriminatorio en contra de la mujer.

En el primer caso, aparece la construcción de figuras como la paternidad en


instancias judiciales, a través de la determinación de las funciones y atribuciones
que le son propias (Guy Donna). Así, en los procesos los hombres expresan lo que
creen asociado a su paternidad como factores que, a su vez, resultan cruciales para
el entendimiento de su propia masculinidad. Dentro de estos factores está la firme
creencia en la existencia de un derecho inalienable que les permite determinar si
son o no padres de determinado individuo y responder libremente a las obligacio-
nes que de ello se derivan.

Estas creencias, concluye el estudio en mención, han sido reforzadas en las


instancias judiciales. En efecto, los jueces consideran explícitamente la buena vo-

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luntad de reconocer a un hijo como parte esencial de la masculinidad, de manera


que ante la reticencia de un hombre a asumir la responsabilidad paternal no existe
recurso alguno. De igual forma, aspectos legislativos como el carácter no criminal
del incesto han reforzado la idea de que la paternidad encierra una prerrogativa
legítima de apropiación sexual respecto del hijo.

En general, se revela una lógica en la que los jueces apoyan la autoridad


patriarcal en el contexto familiar, por encima de los derechos de la mujer. Además
sustentan la sobreestimación del sustrato biológico de la paternidad como una
fuente de derechos no discutibles, aun ante el desconocimiento de las obligaciones
económicas y afectivas correspondientes.

En el segundo caso se llama la atención sobre la aplicación de figuras sexistas,


concretamente sobre la provocación de la víctima como atenuante de responsabili-
dad del acusado en casos de homicidios cometidos por hombres en contra de muje-
res7. Dicho atenuante se aplica solo en aquellos casos en que se demuestre que los
hechos y dichos de la víctima han sido suficientes para ejercer provocación y que
las características del acusado son tales que su acción pueda explicarse por una
pérdida total de control (Lees, 1994: 128-131).

Siendo víctima la mujer, se entiende que una actitud infiel o rebelde se cons-
tituye en comportamiento ilegítimo, ajeno a su rol de género y, por ende, constitu-
tivo de provocación. El comportamiento violento, como caso excepcional del hom-
bre, por su parte se determina según su desempeño familiar y la adopción del estilo
de vida convencional.

En este sentido, la determinación de la provocación como eximente: “... con-


cede un casi irrestricto terreno para concepciones de sentido común y estereotipos
involucrados por el abogado defensor (usualmente hombre) con el objetivo de cons-
truir a la víctima (usualmente mujer) como propiciadora” (Lees, 1994: 131).

La dicotomía entre razón y emoción, y su aporte en la construcción de un


concepto subjetivo de racionalidad, se hacen evidentes desde el inicio mismo de
las audiencias, cuando el juez solicita al jurado deshacerse de sus emociones y le
indica que la provocación debe ser tal que perder a un hombre racional su autocontrol.

7. Se trata de una investigación de procesos adelantados por los delitos de violación sexual y
homicidio en Estados Unidos, Lees (1994).

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[Una aproximación al problema de género y justicia comunitaria en Colombia]]

A juicio de Lees: “Lo que es tachado de comportamiento ‘irracional´ por los jueces
no es más que su falla en reconocer la realidad de la violencia masculina como un
medio de control social y dominación sobre la mujer” (1994: 134).

El favorecimiento del hombre tiende a acentuarse, pues como víctima de ho-


micidio la mujer no tiene la posibilidad de defenderse de acusaciones falsas. De
otro lado, sólo excepcionalmente se hace alusión al comportamiento del acusado
anterior al homicidio, aun si es constantemente violento.

En general, afirma Lees, la racionalidad elaborada a instancias de estos jui-


cios es debatible pues, existiendo la posibilidad de que el cónyuge abandone a la
mujer en vez de asesinarla, se hace evidente que, al eximirlo de su responsabili-
dad, se presupone la creencia tradicional que liga el autorrespeto de un hombre
con el uso de la violencia. Si la mujer, de su lado, no se ajusta a las expectativas
convencionales de buena madre e intachable esposa es vista como quien precipita
su propia muerte. Lees concluye:

La defensa por provocación debería ser abolida. Originalmente designa-


da para proteger a hombres y mujeres que fueron provocados al ser
atacados, ahora es usada para condonar al hombre por asesinar a su
esposa, quien usualmente está persiguiendo el divorcio o actúa en res-
puesta a años de violencia (1994: 140-141).

Cuando es la mujer quien asesina a su cónyuge o conviviente, la defensa por


provocación es raramente aceptada. En general se aplica solo en aquellos casos en
que se la podría ver como esposa devota y que, habiendo sido atacada físicamente,
se consideran procedentes, en preferencia a argumentos más contundentes como
la legítima defensa.

2.1.1.4 El problema de la discriminación y el sesgo de género

Este último tipo de estudios apunta a formas concretas de sexismo en el


procesamiento y resolución de casos de violencia sexual ante la justicia oficial,
entendiendo como discriminación de género “toda distinción, exclusión o restric-
ción basada en el género cuyo objeto o resultado sea menoscabar o anular el reco-
nocimiento, goce o ejercicio por las mujeres de los derechos humanos o libertades
fundamentales en cualquier esfera” (Siles, 1995: 25); y como sesgo de género,
todo cuestionamiento que, basado en las convenciones acerca del comportamiento
propio de cada sexo, se dirige a quienes intervienen en los procesos y generan
efectos nocivos para la víctima.

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La aplicación de estos parámetros hace explícitas una serie de formas de


discriminación que se manifiestan procesalmente en sentencias absolutorias, fa-
llos condenatorios cuya ejecución se suspende, declaraciones de prescripción y
autos que deniegan la apertura de instrucción.

Así mismo, es notoria una cierta actitud negligente de los agentes judiciales
que se expresa, entre otros, en la no impugnación de los fallos absolutorios y en la
errónea tipificación de los delitos. En tercer lugar, denuncia una desvaloración
generalizada de la versión de los hechos de la agraviada, que suele ser modificada
de manera arbitraria y cuestionada con la descalificación de su conducta (Siles,
1995: 259).

Tal como se ha hecho explícito, las perspectivas sexista, patriarcal y de géne-


ro operan como categorías analíticas, mas no constituyen criterios de clasificación
excluyentes. Los diversos estudios reseñados combinan estratégicamente la bús-
queda y denuncia de aspectos discriminatorios y masculinos del quehacer judicial,
con la exposición de específicas asunciones acerca de lo femenino y lo masculino.

A pesar de no proclamar un objetivo concreto respecto a la indagación de


género en la justicia ni definir su análisis de manera decidida dentro de una pers-
pectiva tal, los estudios reseñados ofrecen valiosos aportes al papel de los roles de
género en los tribunales de justicia mostrando la condición femenina o masculina
del sujeto como un aspecto de importancia crucial.

En este sentido, los análisis del derecho sexista y patriarcal tienen razón al
afirmar que hombres y mujeres son considerados de manera distinta y que las
mujeres son tratadas injustamente al ser juzgadas como hombres. Sin embargo, la
naturaleza de esta diferencia es un aspecto problemático, pues no se trata de un
carácter inmanente de la realidad sexual que simplemente repercute en el razona-
miento jurídico. Lo femenino y lo masculino se encuentran definidos por aspectos
distintivos asociados a reglas y expectativas de comportamiento (estereotipos) que
se asumen y se reproducen en las instancias judiciales.

Este asumir y reforzar los roles de género se expresa principalmente en ejerci-


cios valorativos que examinan la adecuación del sujeto a las convenciones sociales
y asocian sus comportamientos a imágenes disponibles como las de “mala madre”
“mujer divorciada” o “buen padre de familia”. Dichos ejercicios condicionan los
tratos indulgentes, severos y discriminatorios.

En un espacio así definido los roles de género y las imágenes que de ellos se
derivan pasan a ser recursos estratégicos que dan lugar a elaboraciones argu-

[ 30 ]
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
[Una aproximación al problema de género y justicia comunitaria en Colombia]]

mentativas que compiten por un lugar privilegiado en la decisión final. En este


sentido, los discursos de género son múltiples y contradictorios, aun en una única
instancia.

De otro lado, el sesgo patriarcal del derecho termina por reforzarse en tanto
los caracteres asociados a lo masculino se erigen como reglas dentro de procesos,
juicios e instancias que imprimen a lo femenino una valoración negativa como
vicio o desviación.

En suma, los hombres y mujeres son procesados ante la justicia como seres
biológicos. Tal como lo expresa Gerlinda Smauss:

Los propios roles se fundamentan en y por la división sexista del trabajo y


por consiguiente se juzga precisamente la relación de la persona con
esta estructura. El diferente tratamiento de hombres y mujeres ante los
tribunales (y en otras instituciones) sea por la atribución de etiquetas, sea
por la determinación de medidas, remite a la identidad social e individual
de la o del encausado, a su posición en la realidad sexista (1998: 83-
84).

2.1.2 Género y justicia comunitaria

Tal como sucede con las investigaciones sobre mujer y administración de


justicia, los estudios en torno a la problemática femenina en la justicia comunita-
ria pueden ser leídos a partir de su dedicación distintiva a aspectos sexistas y
patriarcales de la realidad, o a la elaboración y apropiación de la feminidad y la
masculinidad en el mecanismo de justicia analizado.

En primer lugar, y con esta lógica, el presente aparte aborda algunos estudios
que implican lecturas de la justicia comunitaria desde el problema de la discrimi-
nación, el carácter masculino o patriarcal de la realidad y el sistema de género. En
segundo lugar, y como aproximación específica, se ofrece una lectura de las diver-
sas figuras de la justicia comunitaria en términos de género. Tales objetivos
explicitan una serie de cuestiones y objetos específicos de análisis que comple-
mentan los reseñados en el aparte anterior.

2.1.2.1 Sexismo y discriminación en la justicia comunitaria

Las manifestaciones de sexismo en formas específicas de justicia comunita-


ria se han hecho patentes, en primer lugar, en decisiones que generan perjuicios

[ 31 ]
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para las mujeres al reflejar estructuras discriminatorias de la comunidad en que se


inscriben. Tales estructuras, a su vez, se concretan en una determinación diferen-
cial de condiciones de acceso a bienes simbólicos y materiales, que de manera
activa acarrea una desventaja para la mujer en relación con el hombre.

Tal sería el caso de los foros de justicia comunitaria expuestos por Anne Griffith
en su análisis del caso Molepolole en Botswana, Suráfrica (1996). En efecto, Griffiths
muestra cómo en tal experiencia se impide a las mujeres elevar ante la Corte Comu-
nitaria (The Chiefs Kglota) peticiones relacionadas con formas específicas de pro-
piedad; a su vez, aparece una concepción tradicional de transmisión exclusiva de
la misma por la línea masculina (1996: 206).

Otro buen ejemplo de sexismo en la justicia comunitaria puede ser rastreado


en la preocupación feminista -considerablemente documentada- por el tratamiento
que obtienen las formas de violencia intrafamiliar en los foros alternativos de jus-
ticia (Rowe, 1985; Presser, 1992; Crnkovich, 1996:173-175; Imbrogno, 2000; La
Fond, 2000; Randal, 2000; Sherman, 2000; Coker, 2001).

A partir de una consideración fundamental: “Existe una tendencia creciente


hacia el uso de métodos alternativos de resolución de conflictos en casos relacio-
nados con el derecho de familia en un esfuerzo por promover una justicia eficiente
y servir de manera más adecuada a las relaciones familiares” (Krieger, 2002: 235).

Este tipo de estudios denuncian una serie de rasgos comunes en el trata-


miento alternativo de las agresiones cometidas contra las mujeres dentro de su
contexto familiar. Dichos rasgos remiten a un entendimiento inadecuado de reali-
dades complejas. De un lado, las partes son tratadas de forma equitativa a pesar de
existir un desequilibrio de poder que se origina en la naturaleza misma del abuso:

La mediación requiere algún tipo de paridad en el proceso decisorio que


resulta imposible en los casos de violencia doméstica. Las víctimas de
violencia doméstica se encuentran tan lesionadas por un repetido ciclo
de abuso que usualmente llegan a un punto en el que hacen lo necesario
para apaciguar a sus agresores (Krieger, 2002: 237-238).

El problema central, por su parte, recibe el tratamiento de un conflicto surgi-


do entre las partes cuando en realidad se trata de una agresión unilateral que, en
atención a su extrema gravedad, no puede, o no debería, ser negociable (Rowe,
1985: 140).

[ 32 ]
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
[Una aproximación al problema de género y justicia comunitaria en Colombia]]

Operados en circunstancias tales, mecanismos como la mediación, que son


aplicados en la resolución alternativa de la violencia intrafamiliar, terminan por
reubicar la agresión en una esfera privada en contravía explícita de los logros del
movimiento feminista en la materia. De igual forma, reducen de manera sensible
las posibilidades de reparación de los daños causados a la mujer, contribuyendo de
paso a una perpetuación de la subordinación característica de la relación abusiva.
En suma, su aplicación reproduce una desigualdad que de manera proactiva des-
mejora la condición femenina frente a la masculina: “Al privatizar el derecho de
familia y la violencia intrafamiliar a través de la mediación obligatoria, el poder
legislativo refuerza la tendencia de subordinación sexual y restringe el progreso
que las mujeres han logrado en el sistema legal” (Krieger, 2002: 240).

2.1.2.2 La justicia comunitaria en contra del patriarcalismo

Desde esta perspectiva, Kate McCabe (2001) hace una lectura de la justicia
comunitaria. La autora define su posición feminista como un desafío al carácter
masculino de las estructuras sociales y el derecho, desde una perspectiva femeni-
na apoyada en un método de amplio reconocimiento: el logro de conciencia
(consciousness raising)8. Tal método proviene de una epistemología de un punto
de vista centrado en la identificación de la mujer como víctima y en el privilegio de
dicho estatus para el entendimiento de la opresión. “... estas feministas arguyen
que la privación material de los oprimidos les ofrece una perspectiva -un acceso al
conocimiento- que los opresores no pueden tener” (Bartlett, 1990: 845).

El saber feminista de tal manera obtenido ofrecería, en términos de McCabe,


una posibilidad de desarrollo de la mediación. Al ofrecer una alternativa a la justi-
cia formal, la mediación puede convertirse en un medio para la exposición de expe-
riencias femeninas individuales y colectivas, de manera que confluya en una voz
para la mujer, es decir, una herramienta feminista.

En tanto ideologías marginadas, el feminismo y la mediación comparten


el privilegio de crear una perspectiva no basada en el contexto patriarcal,
jerárquico y lineal que provee a la sociedad las herramientas para exter-
minar, negar derechos políticos y apaciguar las voces subversivas
(McCabe, 2001: 470).

8. Tal metodología ha sido elaborada a instancias de feministas radicales como Catherine


Mackinnon (1987) y Robin West (1987, 1988)

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En concreto, la mediación identifica sus formas propias con una “ética del
cuidado”9 considerada propia del razonamiento moral femenino. En esos términos,
corresponde a un modo femenino de abordar conflictos, en tanto relega una fija-
ción por la ponderación de derechos individuales en tanto evita ponderar derechos
individuales, optando en cambio por una serie de consideraciones contextuales
relativas al ejercicio de tales derechos y confluyendo en una satisfacción de las
necesidades de todos los sujetos implicados.

De otro lado, la flexibilización de las reglas y formas propias de la justicia


oficial permite a las mujeres hablar por sí mismas y en sus propios términos, for-
jando a su vez un espacio para la consideración y desarrollo de nuevos temas y
nuevas perspectivas. Igualmente, la consideración de todos los intereses
involucrados y su participación directa en el resultado corresponden a un modo de
proceder femenino que enfatiza en el cuidado del otro y en la interconexión.

En suma, afirma McCabe, la mediación puede convertirse en un escenario


femenino en la medida en que enfatice los rasgos expuestos y, en consecuencia,
adquiera una distancia considerable frente al derecho, la justicia formal y las es-
tructuras patriarcales que los informan: “La teoría feminista ofrece una variedad
de medios a través de los cuáles la mediación puede mantener sus características
alternativas y proveer un foro amigable hacia lo femenino en el que las mujeres
puedan intervenir en igualdad de condiciones” (2001: 475).

2.1.2.3 Construcciones de género en la justicia comunitaria

La contribución de la justicia comunitaria en la fijación colectiva de “lo feme-


nino” también ha logrado un cierto espacio en los análisis feministas de experien-
cias concretas. Tal es el caso de Rashmi Goel (2000), quien analiza el papel de la
mujer indígena en los Círculos de Decisión (Sentencing Circles) implementados en
comunidades canadienses como tratamiento de la violencia intrafamiliar, eviden-
ciándolos como momentos específicos en la configuración y reproducción de roles
de género.

9. Concepto desarrollado por Carol Gilligan a partir de la observación diferenciada del


razonamiento de hombres y mujeres frente a problemas de implicaciones morales
concretas (Gilligan, 1993).

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[Una aproximación al problema de género y justicia comunitaria en Colombia]]

En primera instancia, Goel identifica la justificación retórica de la aplicación


de círculos de decisión: un retorno a procedimientos tradicionales como forma de
reimplantación de una ancestral valoración positiva de la mujer. En efecto, en la
tradición oral de la comunidad indígena, durante las fases de desarrollo previas a
la época colonial, las mujeres ostentaron posiciones de acceso a los recursos sim-
bólicos similares a las del hombre. De hecho, afirma Goel, la sociedad aborigen
podía considerarse matriarcal en sentido amplio, y muchas de las posiciones y
prácticas espirituales y familiares eran confiadas de manera preferente a la mujer
(2000:122).

Tal situación se vio transformada radicalmente con el legado colonial. Las


políticas de asimilación de los pueblos aborígenes condujeron a un sentimiento
generalizado de impotencia, confusión y pérdida de valores, que en general ha
acarreado mayores índices de violencia. La masculinidad fue cercenada en aspec-
tos fundamentales como la autodeterminación y la dignidad, de manera que los
indígenas fueron compelidos a tener una imagen propia determinada por la frus-
tración y la propia descalificación. Por su parte, los ritos y escenarios que contri-
buían al ennoblecimiento de lo femenino fueron progresivamente eliminados: “Sin
un legado político y cultural, las mujeres indígenas fueron silenciadas por el colo-
nialismo” (Goel, 2000: 124).

La educación, como forma principal de transmisión cultural, fue apartada de


la esfera doméstica. En tales circunstancias, los modelos de masculinidad y femi-
nidad reproducidos se asociaron de manera exclusiva a aquellos propios de comu-
nidades religiosas. La interconexión habitual entre sexos se mantuvo ajena a la
retransmisión de valores y el respeto anteriormente inscrito en la diferencia sexual
fue reemplazado por un simple respeto a la autoridad.

Las nuevas formas de gobierno, por su parte, fueron puestas bajo la dirección
exclusiva de hombres, mientras se imponía una doctrina eurocristiana que deni-
graba los mitos fundacionales asociados a lo femenino: “Sin una deidad femenina,
los rituales que previamente honraban la potencia y poder femeninos devinieron
sin sentido. Las mujeres indígenas fueron dejadas sin voz y sin el estatus que
previamente les fuera asignado en las esferas espiritual, personal y política” (Goel,
2000: 126).

En tales circunstancias, el retorno acrítico a procedimientos ancestrales im-


plica una inadecuación fundamental entre la imagen que opera como presupuesto
del círculo decisorio y la realidad actual de la mujer indígena. La tradicional aso-
ciación femenina a lo poderoso y valioso ha sido reemplazada por una imagen en la

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[género y Justicia Comunitaria] ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

que la mujer debe soportar el abuso so pena de traicionar a su comunidad. La


reparación del daño infligido a una mujer y su correspondiente empoderamiento
implican sustraer el capital simbólico ostentado por su agresor, lo que en términos
comunitarios es percibido como una afrenta a sus deberes de sacrificio y entrega
(Goel, 2000: 136).

Dada la operatividad de las imágenes expuestas, los Círculos de Decisión no


logran configurarse como espacios de expresión de la mujer y carecen de una ela-
boración de la víctima que responda a los intereses femeninos. La mujer víctima de
su propio estereotipo termina por contribuir a la negación de una reparación direc-
ta y a la continuación del ciclo de violencia que padece.

En consecuencia, concluye Goel: “El simple retorno a la metodología de la era


dorada, carente de un entendimiento y corrección de la subordinación actual de la
víctima, no identificará de manera adecuada los aspectos de la violencia” (2000:
133).

2.1.2.4 Las figuras de la justicia comunitaria desde una perspectiva


de género

En tanto formas de gestión y solución de conflictos emprendidas en contex-


tos distintos al estatal, las múltiples expresiones de la justicia comunitaria delimi-
tan espacios sociales en los que el género y las relaciones que le competen cuentan
con una determinada configuración.

Como formas específicas de actividad humana, en primer lugar, las experien-


cias de justicia comunitaria se ven condicionadas en su origen y devenir por una
relación específica entre individuos, hombres y mujeres, que puede darse en térmi-
nos de exclusión, cooperación o subordinación. En efecto, tanto en sus fases de
definición como en su operatividad, los espacios comunitarios de gestión y solu-
ción de conflictos pueden caracterizarse por incluir de manera equitativa tanto a
hombres como a mujeres o por excluir u otorgar una mínima participación a ellos o
a ellas. Igualmente, las relaciones de género desplegadas entre los diversos actores
de la experiencia -operadores, partes, promotores, etc.- pueden caracterizarse por
la cooperación y solidaridad entre los sexos, por choques, desencuentros o luchas
fundamentales o por una situación constante de privilegio de alguno de ellos y una
configuración de relaciones asimétricas de poder.

En esta dimensión relacional de género, y como efecto de los ejercicios


valorativos implícitos en las experiencias de justicia comunitaria como formas de

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○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
[Una aproximación al problema de género y justicia comunitaria en Colombia]]

solución y gestión de conflictos, existe una dimensión simbólica que puede


explorarse en las construcciones de la feminidad y la masculinidad presentes en
tales experiencias.

La evaluación de fenómenos sociales concretos definidos en términos de con-


flicto -violencia dentro del núcleo familiar, desacuerdo por una transacción econó-
mica, etc.- implica una específica apreciación de la situación y los actores implica-
dos en la experiencia de justicia comunitaria. Por su parte, determinar una solu-
ción al conflicto implica la aplicación de visiones desde el deber ser de la situación
y de los actores implicados (la violencia de uno de los cónyuges sobre el otro debe
cesar, el contratante moroso debe pagar su deuda, etc.). Tanto en la evaluación de
los conflictos como en la aplicación de parámetros de solución pueden detectarse
las diversas ideas acerca de la naturaleza humana en términos de género que ac-
túan como presupuestos, así como los modelos de feminidad y de masculinidad
que se reproducen simbólicamente.

Ahora bien, al desarrollarse en contextos comunitarios, estas experiencias de


justicia establecen una relación con su entorno. Dicho entorno cuenta con un sig-
nificado o una serie de significados específicos que interactúan con el significado
o significados de género de la experiencia. La interacción se daría en ámbitos di-
versos: la experiencia puede reflejar las imágenes y construcciones presentes en la
comunidad; constituir un espacio comunitario de resignificación, reelaboración o
distorsión de tales imágenes y tales construcciones, o actuar como un espacio de
transformación de la comunidad.

Teniendo en cuenta, no obstante, que el entorno de muchas experiencias no


es exclusivamente comunitario y que varios aspectos de su funcionamiento pue-
den responder a factores de carácter estatal -como la reglamentación oficial de las
figuras- o propios del funcionamiento del mercado -como la necesidad de optimizar
la solución de casos de especial importancia para el funcionamiento del sistema
económico-, es menester concluir que los significados de género de la experiencia
interactúan igualmente con significados de género propios de tales espacios.

En este sentido, las experiencias de justicia comunitaria se convierten en ejes


de articulación en los que las construcciones de género presentes en la comunidad,
el Estado y el mercado interactúan de manera específica. Igualmente, pasan a ser
formas de reproducción, reelaboración o transformación de las feminidades y mas-
culinidades de sus entornos. Así evaluadas, las experiencias de justicia comunita-
ria pueden entenderse como conservadoras o emancipadoras.

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La determinación de las dimensiones relacional y simbólica de las experien-


cias de justicia comunitaria colombianas, tal como se ha hecho explícito, aún es
una tarea pendiente. Como un primer paso, a continuación se bosquejan brevemen-
te algunos puntos a considerar, teniendo en cuenta las particularidades de algunas
de las figuras de la justicia comunitaria en Colombia.

En primer lugar, la preponderancia de aspectos valorativos comunitarios en


figuras como la justicia indígena indica el carácter conservador de las experiencias
como instancias de reproducción de los significados de género presentes en las
culturas correspondientes. Igualmente, resalta la necesidad de explorar la
cosmovisión propia de cada cultura a fin de entender de manera más apropiada sus
condicionamientos de género. Las ideas de la mitología sobre la naturaleza, el
hombre y lo sobrenatural son terreno propicio para entender el estatus de la mujer
en la cultura y, tal como sucede en los círculos de decisión canadienses, pueden
verse como el sustento de las relaciones y símbolos de género presentes en las
experiencias de justicia indígena. En síntesis, el asunto no puede desligarse de su
contexto cultural.

Ahora bien, aun cuando las experiencias de justicia indígena parezcan con-
servadoras en cuanto a las construcciones de género de las comunidades, pueden
develar su carácter innovador e incluso emancipador de las imágenes y símbolos
de género reproducidos por el mercado y el Estado. Ello muestra la importancia de
integrar los debates sobre relativismo cultural, y de considerar los problemas deri-
vados de la imposición de una visión externa de un sistema de género que se
expresa en una forma de justicia y responde a un entorno cultural amplio.

Dadas sus particularidades, el caso de la justicia de paz hace pensar en la


interacción de los contenidos de género de la comunidad y los que provienen de la
administración de justicia y el Estado en general. Al replicar muchas de las ca-
racterísticas de la justicia oficial -posibilidad de que el operador dicte sentencia o
imponga una decisión etc.-, adquieren plena vigencia las preguntas por los prejui-
cios y sesgos de género y por la constitución de relaciones inequitativas de poder
entre los sexos. En este sentido, el reto consistiría en determinar qué tanto la
justicia de paz reproduce en aspectos formales las visiones de género estatales y
cómo se fusionan o contradicen los significados comunitarios o del propio opera-
dor.

De otro lado, la elección popular del juez de paz remite necesariamente a la


participación diferenciada de los sexos en el terreno de lo público-comunitario, a la
valoración de capacidades y habilidades de hombres y mujeres y, en últimas, a los
condicionamientos de género del entorno político de la experiencia.

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[Una aproximación al problema de género y justicia comunitaria en Colombia]]

La mediación y la conciliación, por último, pueden ilustrar la forma en que la


justicia comunitaria reacciona a las relaciones de poder en términos de género. Los
espacios comunitarios de conciliación y mediación dicen mucho de la manera en
que el operador entiende las relaciones de poder entre las partes y prueban cómo
dicho entendimiento afecta la manera en que conduce el proceso. En este punto se
cruza la dimensión relacional con la simbólica, en tanto la actitud del operador
hacia las partes estará en muchos casos condicionada por su propia concepción del
poder en la relación entre los sexos y por los caracteres que se asocian a la femini-
dad y la masculinidad.

Ello puede indicar indiferencia ante las relaciones inequitativas que se dan
en casos como la violencia intrafamiliar, y, por lo mismo, la reproducción de la
relación abusiva. Desde un punto de vista más amplio, no obstante, los foros de
conciliación y mediación comunitarias resultan buenos ejemplos de la incidencia
de las experiencias de justicia comunitaria en su entorno, en términos de transfor-
mación o reproducción de las relaciones establecidas entre hombres y mujeres y
del empoderamiento de uno u otro género.

2.2 El movimiento político en tor no al géner


torno o
género
en Colombia

El presente aparte contiene, en primer lugar, una descripción breve y esque-


mática del movimiento de mujeres y feminista en Colombia, a partir de materiales
bibliográficos que constituyen fuentes secundarias de la historia del movimiento,
así como de documentos de análisis sobre el estado actual del feminismo en Co-
lombia y América Latina.

Asumiendo que “El movimiento de mujeres en nuestro país no plasma (sic)


un proceso lineal, homogéneo, único o (...) el protagonismo de un solo grupo o
tendencia y (que) sus procesos y protagonismos son variados…” (Sánchez, 1995:
387), se hace especial énfasis en la pluralidad de tendencias de sus distintas eta-
pas, los debates principales que han marcado su devenir y los actores que han
impulsado el proceso y han adquirido un protagonismo específico a lo largo del
mismo.

Teniendo en cuenta, no obstante, la existencia de movimientos que se han


concentrado en el problema de género y de relación entre los sexos desde una

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[género y Justicia Comunitaria] ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

perspectiva alterna, el panorama del movimiento de mujeres y feminista se com-


plementa en un último aparte con el recuento del surgimiento y principales carac-
terísticas del los movimientos de lesbianas, gays, transgeneristas y bisexuales
(LGTB).

2.2.1 LLa
a ola sufragista o feminismo temprano

Las primeras formas de manifestación del movimiento feminista en América


Latina surgen con una reivindicación general de sus derechos políticos10. En tales
circunstancias, aparece una primera ola que constituye “…una respuesta a la ex-
clusión de las mujeres de los derechos de ciudadanía civiles y políticos, que reco-
nocieron a los hombres los sistemas liberales en América Latina” (Luna, 2003: 71).

En el caso colombiano, la ola sufragista tiene un importante antecedente en


la República Liberal11, momento en el que se comienza a señalar desde las instan-
cias oficiales la necesidad de incorporar a la mujer en el desarrollo capitalista. En
tal contexto surgen propuestas gubernamentales encaminadas al reconocimiento
de los derechos patrimoniales de la mujer casada, que culminan con la expedición
de la Ley 28 de 1932 que modifica la potestad del marido sobre la mujer, permitien-
do a esta última la administración de sus bienes. Tales ideas, sin embargo, no
contaron con el respaldo de una movilización femenina, ya que las mujeres “… se
encontraban sujetas a rigurosos controles de los curas y la Iglesia Católica. Por otro

10. La importancia de la lucha por el voto femenino en los movimientos de mujeres


latinoamericanos ha suscitado, no obstante, posiciones encontradas. Autoras como
Francesca Miller, por ejemplo, aducen una sobreestimación de la reivindicación sufragista
que no contempla dos razones fundamentales. De un lado, afirma, los movimientos de
mujeres latinoamericanos surgen en contextos políticos en los que no existen antecedentes
de grandes transformaciones sociales a través del voto. De otro lado, no había consenso
sobre la importancia del voto femenino dentro de los movimientos, existiendo posiciones
que lo asociaban con la conservación del statu quo, la defensa de posiciones
conservadoras y la influencia directa del clero. Ver a este respecto Miller (1994: 157 y ss.).
11. Existen, no obstante, múltiples antecedentes que datan de principios del siglo XIX y que se
relacionan con manifestaciones aisladas en favor de los derechos de propiedad de la
mujer casada y en contra del analfabetismo femenino. Tales manifestaciones reflejan la
influencia de las luchas sufragistas que en ese entonces se libraban en Europa y denotan
“corrientes de opinión progresistas interesadas en la modernización del país, algunas de
ellas puestas por encima de los intereses de confesionales y de partido, y varias de ellas
referidas a mujeres de clase media y alta” (Velásquez, 1995: 190).

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○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
[Una aproximación al problema de género y justicia comunitaria en Colombia]]

lado, el dominio ejercido por sus esposos, padres y hermanos, les impedía cual-
quier manifestación independiente” (Velásquez, 1995: 194).

Un año después se autoriza el ingreso de la mujer a la universidad, hecho que


después adquiere una importancia crucial con la participación de mujeres profesio-
nales en la reivindicación del sufragio femenino. En 1936, por su parte, se permite
la participación de la mujer en específicas tareas del Estado, reforma que solo
implicó esporádicas figuraciones femeninas hasta la década siguiente12.

Las múltiples y diversas manifestaciones del sufragismo en Colombia se ins-


criben en la lógica de sucesivos proyectos de reforma constitucional que reconocen
el derecho al voto para la mujer. Tales iniciativas desencadenan una movilización
de la opinión pública en la que progresivamente despunta el protagonismo de orga-
nizaciones femeninas, así como las posiciones más radicales de sectores con opi-
niones particulares respecto a la mujer y el feminismo. Un buen ejemplo de ello lo
constituyen proyectos fallidos presentados en 1933 y 1944 que otorgaban a la
mujer el derecho a elegir y ser elegida13 y que denotan coyunturas políticas distin-
tas, así como niveles diversos en la organización femenina de apoyo.

Los primeros años de la década del treinta estuvieron marcados por un con-
texto político en el que el grupo gobernante se veía amenazado por posiciones
conservadoras enfrentadas a todo tipo de manifestación reformista o de moderni-
zación. En un contexto de afianzamiento del fascismo y el nazismo en Occidente,
la idea del voto femenino estaba asociada ineludiblemente a la influencia de la
Iglesia Católica en la mujer y, en consecuencia, al posible ascenso de sectores con-
servadores cercanos al clero. En tales circunstancias, “Los argumentos en contra
de los derechos políticos de las mujeres eran esgrimidos tanto por la derecha como
por el centro y la izquierda liberales...” (Velásquez, 1995: 206).

Las manifestaciones a favor del proyecto presentado en esta década prove-


nían de mujeres pertenecientes a clases privilegiadas que, por su educación o por
su contacto directo con luchas feministas en otros contextos internacionales, con-

12. En 1940 y 1947 son nombradas mujeres en los cargos de tesorera municipal y juez penal
del circuito, respectivamente.
13. El primero de ellos concedía ciudadanía plena a la mujer mientras que el segundo le
otorgaba el derecho a ser elegida, y condicionaba su derecho a elegir la reglamentación
por parte del Congreso.

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[género y Justicia Comunitaria] ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

taban con una cierta documentación y conciencia de sus propios derechos. Las
manifestaciones en contra, por su parte, venían de figuras radicales que considera-
ban al feminismo “una invención de mujeres feas propensas ordinariamente a las
complicaciones de la inteligencia” y que entendían lo femenino como una catego-
ría inevitablemente asociada a la “animalidad, la torpeza y la falta de razón”14.

El proyecto de 1944, por su parte, obtuvo el apoyo crucial de sectores femeni-


nos profesionales, medios de comunicación fundados o apropiados por mujeres y
sectores obreros vinculados a la lucha por los derechos políticos de las mujeres15.
La conformación de una plataforma tal denotó en sí misma un cambio en la condi-
ción de la mujer alentado por prerrogativas que, como el acceso a la educación, le
permiten mayores capacidades para el ejercicio y demanda de sus derechos. La
oposición al proyecto, por su parte, constituía la manifestación de un clima político
en el que las banderas antisufragistas provenían de “… las posiciones más reac-
cionarias de la derecha conservadora y de la liberal, en una coyuntura de impor-
tante auge de las fuerzas socialistas tanto en el país como en el exterior…”
(Velásquez, 1995: 219).

La derrota política de estas iniciativas se vio compensada en 1945 por una


reforma constitucional que reconocía ciudadanía a la mujer y su derecho a ser
elegida, pero que paradójicamente le negaba el derecho a elegir. En tales circuns-
tancias, surgen en los años posteriores nuevas manifestaciones a favor y en con-
tra, así como nuevos argumentos. De un lado, la estrategia de exigir el cumpli-
miento de compromisos adquiridos por Colombia en escenarios internacionales
comienza a adquirir cierta relevancia16, mientras que las formas de violencia a
partir de 1948 fueron capitalizadas como argumentos en contra del voto de las
mujeres, bajo el lema de protegerlas de los peligros que tal prerrogativa implicaría.
Aparecen igualmente nuevos escenarios como la IX Conferencia Internacional
Americana de 1948 y nuevos actores como la Liga de Acción Feminista que llaman

14. Manifestación de José Mejía y Mejía citada por Velásquez (1995: 201).
15. Velásquez cita como ejemplos de tales manifestaciones, respectivamente, a la Unión
Femenina de Colombia formada por profesionales y empleadas de altos cargos, las
revistas Agitación Femenina y Letras y Encajes de Medellín, el espacio radial La Hora
Feminista, la editorial del periódico El Liberal, y la Alianza Femenina de Colombia,
conformada por mujeres obreras e impulsada por el Partido Socialista Democrático (1995:
211 y ss.).
16. Tales compromisos remiten a la participación de Colombia en la VI Conferencia
Internacional Americana de 1928, la Conferencia Interamericana sobre Problemas de
Guerra y Paz de 1945 y la Conferencia de San Francisco que expide la Carta de las
Naciones Unidas (Velásquez y Reyes, 1995: 232).

[ 42 ]
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
[Una aproximación al problema de género y justicia comunitaria en Colombia]]

la atención sobre las desventajas comparativas de la mujer colombiana frente a


mujeres que para ese entonces contaban con ciudadanía plena en países como
Ecuador, Brasil y Guatemala, entre otros.

Tras este nuevo auge, en el gobierno de Laureano Gómez surge un clima


político y social adverso a la reivindicación sufragista, concretado en un proyecto
de recristianización que

... no se detuvo solo en la persecución a aquellos que tuvieran posiciones


políticas y religiosas divergentes, sino que también impuso controles rígi-
dos sobre el aparato educativo, la vida cultural y la vida cotidiana y priva-
da de todos los colombianos y colombianas (Velásquez y Reyes, 1955:
243).

Mientras surgían propuestas gubernamentales de reconocimiento a la ciuda-


danía femenina que excluían a las mujeres no casadas, la violencia adquiere ma-
yores proporciones y las mujeres se ven sujetas a nuevas formas de control social
ejercidas por actores instituidos por el régimen, como las Ligas de la Decencia, las
Juntas de Censura y la Acción Católica.

Durante el gobierno de Rojas Pinilla surge un nuevo proyecto que instituye el


sufragio femenino y reactiva el debate en la opinión pública y el protagonismo de
las organizaciones femeninas. La Segunda Conferencia Regional de Mujeres De-
mocráticas del Tequendama, celebrada en diciembre de 1955, y la Organización
Femenina Nacional muestran un decidido apoyo al proyecto, aprobado finalmente
el 27 de agosto de 1954. No obstante, la mujer colombiana no ejerce su derecho al
voto antes de 1957, año en que se reinstauran las elecciones democráticas17.

El nuevo marco legal de los derechos de la mujer en Colombia significó la


estimulación del voto por parte de comités feministas dentro de los partidos tradi-
cionales y la participación de la mujer en manifestaciones a favor del retorno a la
democracia. La lucha de la mujer adquiere una nueva dimensión, dándose por
concluida la etapa sufragista.

17. Téngase en cuenta que el proceso sufragista en América Latina tuvo propósitos y medios
ampliamente dispares que van desde la ampliación del electorado para reforzar el apoyo
a un partido, tal como sucedió en México en 1953, hasta la coalición de mujeres de clase
alta y media que utilizaban su influencia en el gobierno, tal como sucedió en Brasil en
1932. A este respecto, ver Francesca Miller (1994).

[ 43 ]
[género y Justicia Comunitaria] ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

Al concentrarse en el reconocimiento de cierto tipo de reivindicaciones a fa-


vor de la mujer, el sufragismo se constituyó como un primer discurso crítico femi-
nista y un primer paso hacia la constitución de movimientos de mujeres como
sujetos políticos. En este sentido, la movilización de opiniones y manifestaciones
de organizaciones a favor del voto femenino pueden considerarse movimientos
feministas tempranos “que reivindicaban transformaciones sociales y políticas ten-
dientes a revertir la opresión, la subordinación y la explotación de las mujeres con
base en una idea de justicia entendida como igualdad de derechos” (Gargallo, 2002:
113).

No obstante, la ola sufragista implicó el reconocimiento de prerrogativas cuyo


ejercicio se vio limitado por condiciones sociales y actitudes políticas vigentes. El
reconocimiento del derecho de participación no implicó el protagonismo decidido
de la mujer en la vida pública. La administración de los bienes propios por parte de
la mujer casada tampoco llevó a una mayor autonomía ni cambió las relaciones
privadas entre individuos, pues

… la costumbre de tantos siglos no termina por el solo hecho de la expe-


dición de una ley (…) Se necesitó no sólo el paso de los años sino la
modificación de aspectos sustanciales de la vida económica, cultural y
social del país, para que ese derecho se empezara a hacer efectivo
(Velásquez, 1995: 196).

En síntesis, el sufragismo propugnó por una igualdad formal manifestada en


modificaciones legales que permitieron a la mujer acceder a la educación y al mer-
cado de trabajo y participar de manera marginal en la vida pública. Sin embargo,
por múltiples obstáculos manifiestos en su falta de capacitación, censuras socia-
les, dudas sobre su feminidad y sospechas sobre su integridad como mujer y como
madre, tales avances no implicaron transformaciones reales en el esquema de las
relaciones entre los sexos (González, 1995).

La constitución de una identidad política del movimiento y el logro de una


igualdad real fueron, en este sentido, los problemas principales de una nueva ola,
un nuevo tiempo por venir.

a segunda ola
2.2.2 LLa

A partir de la década del setenta y en el contexto de un movimiento social


amplio en contra de los gobiernos autoritarios de la época, surge en América Latina

[ 44 ]
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
[Una aproximación al problema de género y justicia comunitaria en Colombia]]

lo que en contraposición al sufragismo se conoce como la segunda ola del movi-


miento feminista18.

En Colombia, tal surgimiento se manifestó en una multiplicación de actores y


una agenda reivindicativa renovada:

… surgen un sinnúmero de grupos feministas de diversas tendencias; se


comienza nuevamente a romper el muro de la privacidad y se colocan en
el espacio público temas como la sexualidad, el aborto, la libertad para
decidir sobre el cuerpo…” (Sánchez, 1995: 382).

Dada su especial complejidad y multiplicidad, resulta imposible definir esta


nueva fase a partir de un recorrido lineal por sus momentos cruciales. En esencia,
la segunda ola constituye un giro frente a la orientación inicial, con un nuevo
panorama del movimiento feminista y un desarrollo propio marcado por debates y
preguntas inéditos.

Se trata, en efecto, de un viraje hacia una ampliación de la actividad política


en el terreno privado. La lucha por la democracia se extiende al hogar y a la esfera
íntima de la vida de las mujeres19, entendida como “… un campo importante de
subordinación y de significación de género” (Luna, 2003: 73).

La identificación de un espacio propio de acción llevó, a su vez, a una identi-


ficación autónoma de lo feminista: “La gran diferencia de las expresiones feminis-
tas anteriores... (con) el feminismo que empieza a expresarse en la década de 1970
en América Latina es el descubrimiento de las mujeres en su mismidad” (Gargallo,
2002: 114).

Entendiendo como su objetivo principal la identificación y denuncia de la


elaboración de la superioridad masculina a partir de estructuras patriarcales, el

18. En algunos textos de consulta, esta segunda ola aparece como el surgimiento mismo del
feminismo en Colombia (Sánchez O., 1995; Londoño, 2002; Álvarez, 1998). No obstante,
tal como se ha afirmado con anterioridad, definiciones amplias de feminismo y
movimiento feminista permiten considerar las manifestaciones sufragistas como un
movimiento feminista temprano y, en consecuencia, identificar el auge de los años setenta
como una “segunda ola”.
19. Consignas como “lo personal es político” y “la democracia empieza por casa” se
convierten en lugares comunes de las nacientes organizaciones (Londoño, 2002: 132-
140).

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nuevo feminismo aboga por el encuentro de mujeres como un sujeto específico en


un proceso de liberación propio. La nueva fase es impulsada con una toma de
conciencia de lo feminista, emprendida en espacios múltiples y simultáneos
(Villarreal, 1994: 182).

Desde diversas posiciones y en distintas actividades, que se ven a sí mismas


y a su relación mutua como feministas, surgen grupos que convergen en la
autoafirmación de una lucha propia. Muchas de las mujeres que vienen a confor-
mar estas nuevas entidades provienen del movimiento estudiantil, del trabajo pas-
toral con la Iglesia Católica y del contacto directo con las experiencias del movi-
miento feminista en Europa y Norteamérica (Londoño, 2002: 133).

Un grupo importante de mujeres proviene del rompimiento con los grupos de


izquierda, los partidos políticos y los sindicatos20, a causa de la identificación del
sexismo y el patriarcalismo que caracterizaba a tales organizaciones. El feminismo
de la segunda ola aboga por una nueva forma de hacer política21 con una reivindi-
cación específica: “La lucha feminista, afirmaron, debe ser emprendida a nivel de
la vida diaria, de las relaciones sociales e interpersonales, de la ‘conciencia´ y no
sólo a nivel de las estructuras e instituciones de dominación (de clase)” (Álvarez,
1998: 296).

La construcción de un proyecto político autónomo frente a la izquierda y la


oposición amplia vino a ser complementada por una visión fundamentalmente ne-
gativa del Estado, considerado entonces de naturaleza patriarcal y opresora. Los
primeros grupos feministas concentran muchas de sus manifestaciones en la de-
nuncia y en la oposición crítica al Estado, desechando cualquier intención de acer-
camiento o trabajo conjuntos. “En términos de organización, el feminismo tempra-

20. Este rompimiento del feminismo y el sindicalismo tiene antecedentes históricos importantes
durante las décadas del cincuenta y sesenta, que remiten a la reducción de la militancia
femenina a su mínima expresión y a la configuración de una cultura sindical masculina.
Hasta la década del setenta la actividad sindical de los sectores textil y de confección que
aunaban la mayor fuerza de trabajo femenina, se caracterizó por la aceptación de las
políticas de discriminación hacia la mujer y la nula defensa de sus asociadas frente a las
arbitrariedades de la empresa. A este respecto, ver Arango (1995).
21. Con este propósito, se enfatizan metodologías alternativas, como permitir hablar a las
mujeres por sí mismas y no en representación de otros, y la realización de encuentros
informales de circulación de pensamiento y sentimientos. De esta manera nacen los
Encuentros Feministas Latinoamericanos y del Caribe, que han contado con un
protagonismo fundamental en la integración del feminismo latinoamericano como sujeto
político.

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[Una aproximación al problema de género y justicia comunitaria en Colombia]]

no también enfatizó una absoluta autonomía frente a la izquierda, la oposición


amplia y, por supuesto, frente al Estado” (Álvarez, 1998: 297).

Igualmente, se resalta la importancia de nuevas formas de poder no autorita-


rias o violentas. El poder se mide en su faceta positiva: “Se piensa en el poder como
la capacidad de despliegue de las capacidades humanas, como elemento que po-
tencia la autonomía y la libertad, con el que se busca crecer y ayudar a los otros en
su crecimiento como seres humanos iguales y libres” (Londoño, 2002: 138).

En síntesis, la actividad feminista durante la segunda ola se reconfigura de


manera tal que ser feminista:

... vino a significar centrarse en una política propia, en una serie de asun-
tos de específica preocupación para la mujer, adherirse a normas
organizativas particulares (tales como la participación directa, la informa-
lidad procedimental y la ausencia de especialización funcional), y actuar
en espacios públicos particulares (como organizaciones femeninas autó-
nomas) a fin de profundizar el análisis de la opresión de género y promo-
ver una conciencia generalizada de esa opresión en el movimiento am-
plio de mujeres (Álvarez, 1998: 297-298).

Los rompimientos y distanciamientos descritos resultan claves para el enten-


dimiento de esta segunda fase del feminismo. La actividad política de los movi-
mientos de mujeres y feministas, no obstante, no se mantuvo alejada de profundos
debates fruto de la autoafirmación de la lucha feminista que se pretendía configu-
rar. Las discusiones acerca de la doble militancia22 –la posibilidad de participación
de militantes partidistas en el feminismo–23, la autonomía –la configuración del

22. A finales de la década del setenta, y como manifestación del debate en torno a la doble
militancia, durante el Primer Encuentro Nacional de Mujeres en Medellín se decide
impedir la participación de militantes partidistas. Tal situación provoca el enfrentamiento
de estas últimas, que consideran legítima su inclusión en el evento y efectivamente
presionan su participación. A este respecto, ver Londoño (2002: 138).
23. La autonomía denota la búsqueda de una identidad global de transformación a partir de
la cual las mujeres puedan identificarse entre sí como sujetos subordinados. En este
sentido, “el grupo de las mujeres que conforman el movimiento autónomo lo constituyen
las feministas que consideran que la subordinación de género atraviesa todas las clases y
sectores de clase y que, por tanto, las reivindicaciones en torno a la condición y posición
de género no pueden ser negociables, son prioritarias y deben ser asumidas íntegramente
con posición política propia” (Villarreal, 1995: 382).

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feminismo como un movimiento independiente– y la relación con el Estado –en


términos de oposición, distanciamiento o cooperación– marcaron el devenir del
movimiento.

En efecto, durante la década del ochenta se hizo patente la necesidad de


proyectar el trabajo en alianza con el movimiento social para impulsar propuestas
de cambio frente al Estado. Sin perder la desconfianza fundamental y la oposición
frente a lo estatal, el movimiento de mujeres y feminista formula “demandas que
trascienden sus reivindicaciones como género pues el proyecto político que presen-
tan es para toda la sociedad…” (Londoño, 2002: 141)

A pesar de su carácter controversial, la doble militancia se mantiene como un


fenómeno y una constante que adquiere un nuevo significado, dadas las transicio-
nes democráticas ocurridas durante los años ochenta en varios países latinoameri-
canos. Al disolverse, al menos apariencia, los visos más autoritarios y represivos
del Estado, la militancia partidista y la estrategia legal surgieron como herramien-
tas viables24.

De otro lado, la identidad feminista hubo de ser reevaluada a la luz de múlti-


ples y novedosas formas reivindicativas como el feminismo negro, indígena y el
ecofeminismo. Lo feminista adquiere un significado nuevo en la apropiación de la
lucha por parte de estos nuevos grupos no vistos durante la formación inicial del
proyecto de la segunda ola.

En síntesis, el movimiento adquiere un carácter plural, multicultural y pluriétnico


que constituye su legado más, importante para la década de los noventa.

2.2.3 El giro de los años noventa


giro

La intensidad de los cambios que se perfilan durante los años ochentas prefi-
gura en la década siguiente una nueva fase feminista de tipo expansivo,
multicéntrico y heterogéneo. En suma, se trata de tres transformaciones funda-

24. La participación del movimiento en el proceso de reforma constitucional a principios de los


años noventa ilustra este nuevo significado de la estrategia legal. Aunque no se logró una
candidatura autónoma, algunas organizaciones presentaron proyectos de reforma y
ejercieron métodos convencionales de presión sobre los constituyentes. Sobre la
participación de las mujeres en la Constituyente, ver (Morgan, 1992; Lemaitre, 2001).

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[Una aproximación al problema de género y justicia comunitaria en Colombia]]

mentales íntimamente relacionadas, que dan lugar a nuevos debates y nuevas


cuestiones que condicionan el devenir del movimiento feminista contemporáneo.

En primer lugar, la inclusión de las reivindicaciones feministas en las institu-


ciones civiles, el Estado, y las entidades transnacionales. En efecto: “En la última
década virtualmente todos los gobiernos latinoamericanos establecieron agencias
estatales, ministerios y secretarías especializadas, encargadas de mejorar el estatus
de la mujer e incorporarlas en el desarrollo” (Álvarez, 1998: 302).

Tal iniciativa se encuentra estrechamente vinculada con el propósito de coop-


tar los fondos bilaterales y multilaterales condicionados a la preocupación de los
gobiernos nacionales por el papel de la mujer en el desarrollo. En el campo consti-
tucional, muchos países latinoamericanos han venido adoptando cláusulas de igual-
dad entre los sexos e incluso, como en el caso colombiano, de especial protección a
la mujer y de reivindicación de su derecho a decidir libremente cuestiones relativas
a la maternidad. Las conferencias de Beijing 25, por su parte, han alentado en sus
eventos preparatorios la convocatoria de sectores específicos del movimiento por
parte de los gobiernos nacionales.

En dicho contexto, el trabajo feminista se ha visto ampliado en múltiples


espacios de acción, que en fases anteriores se eran inaccesibles o inconvenientes,
dadas las prioridades políticas establecidas:

… el transformado contexto nacional e internacional, más receptivo, al


menos teóricamente, a algunas reivindicaciones feministas- ha ayudado
a reformular las identidades y los discursos feministas y ha redirigido las
prácticas hacia nuevos objetivos dentro y más allá del campo amplio del
movimiento de mujeres (Álvarez, 1998: 305).

Ahora bien, la inclusión de ciertas reivindicaciones y la apertura de espacios


alternativos no han implicado necesariamente la apropiación de un discurso femi-
nista. Sin perjuicio de la participación activa de la mujer en la gestión de estos
espacios y en la transformación del marco legal de sus derechos a nivel nacional e
internacional, el proceso ha sido parcial y selectivo frente a derechos de especial

25. Convocadas por la Organización de las Naciones Unidas, las Conferencias de Beijing
tienen como propósito comprometer a los gobiernos nacionales, con reivindicaciones en
pro de la mujer.

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importancia para la modernización económica, y se encuentra signado por intere-


ses que desde el feminismo resultan problemáticos26.

En suma, el nuevo contexto de acción feminista se encuentra en un punto


intermedio y móvil entre la cooptación interesada del discurso y la conquista feme-
nina de espacios públicos novedosos. El estudio de las reivindicaciones nacionales
específicas determinará qué tanto se acercan en concreto a alguno de estos extre-
mos.

La segunda transformación a resaltar se enclava en el protagonismo de nue-


vos actores y en nuevas formas de relación y desequilibrios de poder entre las
diversas organizaciones que conforman el movimiento de mujeres.

Uno de los principales correlatos del fenómeno de inclusión, reseñado líneas


arriba, es la especialización y profesionalización de sectores específicos del movi-
miento. Las ONG que cumplen tales requisitos adquieren un protagonismo especial
por su capacidad para producir la información especializada necesaria en la eva-
luación de políticas públicas dirigidas a la mujer.

Las ONG se convierten, en este sentido, en un sector privilegiado del movi-


miento, que incluso ha llegado a verse, desde sectores críticos, como separado de
su base política27. La brecha entre un “feminismo institucionalizado” o “feminismo
de lo posible” en cabeza de las ONG y un “feminismo autónomo” o “utópico” de
sectores radicales e independientes (Gargallo, 2002: 110) ha desembocado en una
crisis de identidad del movimiento latinoamericano28.

Las relaciones asimétricas no se han hecho esperar en un contexto tal de


diferenciación. Los grupos de base e independientes se han visto relegados en el

26. En el contexto colombiano, el balance de la gestión de entidades estatales en términos de


género o feministas se ha concentrado de manera considerable en la Corte Constitucional.
Ver Jaramillo (1999), Jiménez (2004), Lemaitre (2001), Morgan (1999), Motta (1998,
1999).
27. Al tenor de estas críticas, se realiza una distinción fundamental entre el modelo autónomo
y alternativo -prefigurado durante la segunda ola, que se identifica con el movimiento en
sí-, y un sector conformado por especialistas remunerados, organizados en estructuras
formales con objetivos definidos.
28. Se afirma, en este sentido, que la contienda por el significado propio del feminismo hace
parte del campo discursivo y de acción feminista (Álvarez, 1998a: 2).

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[Una aproximación al problema de género y justicia comunitaria en Colombia]]

escenario nacional e internacional y en los procesos de financiación, mientras que


las organizaciones más contestatarias no cuentan con posibilidad alguna de inclu-
sión, al no ajustarse a las condiciones impuestas por las entidades de cooperación
internacional.

El vínculo cercano de las ONG con los proyectos estatales, por su parte, ha
implicado su identificación simbólica como entidades neogubernamentales: “En
otras palabras, algunas ONG son identificadas como proveedoras de servicios que
anteriormente se encontraban y (aún deben encontrarse) a cargo del Estado”
(Álvarez, 1998: 307).

Con visiones más positivas del nuevo protagonismo de las ONG o la denomi-
nada “oenegeización” del movimiento, tales organizaciones surgen como los pun-
tos de comunicación de coaliciones globales, regionales y locales. Se entiende así
que la conformación de redes relativamente estructuradas entre los feminismos
locales permite la apropiación de nuevos espacios de influencia, facilitando la pro-
yección de la lucha en sectores populares y garantizando la permanencia de la
preocupación feminista en el espacio público (Villarreal, 1994). Se considera, en
síntesis, que las ONG: “… han jugado un papel central en la formación y sustentación
de variadas formas de articulación formal e informal. Han funcionado como pun-
tos nodales a través de los cuales el disperso y fragmentado campo feminista per-
manece articulado discursivamente” (Álvarez, 1998b: 5).

Desde tal perspectiva, se denuncia igualmente el desconocimiento del carác-


ter mixto de muchas ONG, cuyo vínculo con la base del movimiento y con reivindi-
caciones distintas les ha permitido agregar un “apoyo político de la sociedad” a su
contribución técnica (Álvarez, 1998b: 5).

Los efectos paradójicos de esta transformación resultan, no obstante, eviden-


tes. La competencia desigual por recursos ha oscurecido el debate ideológico. La
intermediación de las ONG ha sido divulgada como una consulta a la sociedad civil
incluso en aquellos casos en los que tales organizaciones carecen de un trabajo
popular o de base, y el Estado ha sido privilegiado como espacio de acción en
desmedro de estrategias como la promoción de una conciencia de género y la de-
nuncia de estructuras sociales patriarcales y sexistas.

Una tercera transformación producto del giro de los años noventa se centra
en la implementación de la categoría género como llave para el ingreso del feminis-
mo en el “saber institucionalizado”: “Pronto las sociólogas defendieron la catego-
ría de género como una herramienta de análisis que permitía un rigor científico

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mayor a la omniabarcativa y poco definida categoría de patriarcado y demasiado


sexuada palabra ‘mujeres´” (Gargallo, 2002: 125).

Las referencias al “género” y a la “perspectiva de género” pasan a ser los


sustitutos convenientes de antiguas referencias a la “mujer” y a la “perspectiva
feminista”, convirtiéndose en los términos clave de un lenguaje capaz de dar cuen-
ta de la dimensión simbólica de las relaciones entre hombres y mujeres.

De esta manera, la nueva categoría convirtió los análisis de la violencia en


contra de las mujeres en análisis de la violencia de género, postulándose como un
indicador neutral de desarrollo y modernidad y mitigando los enfrentamientos ideo-
lógicos visibilizados por las perspectivas del sexismo y el patriarcalismo en la so-
ciedad (Álvarez, 1998b: 5).

La consulta de un conocimiento experto en género dispensada por sectores


profesionalizados del movimiento feminista se convierte así en el punto de co-
nexión entre las tres transformaciones señaladas. En síntesis, tal como lo afirma
Francesca Gargallo:

Las redes deslegitimaron mediante el uso de esta única categoría, las


diferencias entre feministas y coparon los espacios de reflexión sobre los
temas formulados impuestos por la cooperación internacional. Así mis-
mo, nuclearon el pasaje, a principio de la década de 1990, del feminis-
mo de acción social al feminismo de políticas públicas dentro del ámbito
de las instituciones nacionales e internacionales (20002: 126).

La evolución de la movilización feminista expuesta se encuentra signada por


diversos hitos. De la lucha por la igualdad formal se pasa a una lucha por el logro
de condiciones reales de emancipación en lo privado y lo público y por una trans-
formación de lo social que permita el ejercicio de los derechos reconocidos durante
la ola sufragista. De una implementación exclusiva de la herramienta legal, se
pasa a una desconfianza fundamental frente al Estado como espacio de lucha. De
esporádicas manifestaciones a favor de los derechos se pasa a la conformación de
una conciencia feminista.

El giro de los noventas, por su parte, implicó la multiplicación de los espacios


de acción del movimiento y una interlocución necesaria con el Estado, las institu-
ciones civiles nacionales y las entidades transnacionales; de igual forma, la esci-
sión del movimiento en un feminismo de base y en un feminismo institucionalizado,
y generó diferencias de poder y de oportunidades entre las organizaciones existen-

[ 52 ]
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
[Una aproximación al problema de género y justicia comunitaria en Colombia]]

tes. Los feminismos locales, por último, se integraron en redes transnacionales


que cuentan con el protagonismo de ONG y entidades de cooperación internacio-
nal.

2.2.4 El movimiento LGTB


LGTB

La orientación sexual diversa y la adopción de una identidad genérica alterna


se constituyen como expresiones objeto de diversas formas de discriminación y
jerarquización. La homosexualidad, en el primer caso, se identifica como una pro-
funda trasgresión a las normatividades de género hegemónicas, en tanto las reglas
de comportamiento para hombres y mujeres indican que los individuos deben orien-
tarse sexualmente hacia personas del sexo opuesto. La naturalización de las cuali-
dades que se adscriben a los individuos en razón a su sexo se manifiesta, en esta
dimensión, en un señalamiento de la homosexualidad como manifestación anor-
mal, antinatural y aberrante. En efecto:

La identidad está dada por una vivencia particular del cuerpo y un ejerci-
cio de la sexualidad por fuera de los parámetros establecidos por la so-
ciedad. Razón por la cual las personas LGBT han sido históricamente
discriminadas, marginadas, estigmatizadas, excluidas por barreras cultu-
rales que están presentes en la mente de los seres humanos, en su modo
de entender y comprender cómo “deben ser” las personas29.

La proscripción de la homosexualidad y el lesbianismo, en principio de carác-


ter religioso y legal, pasó a ser y continúa operando como una prohibición social
que pugna por la defensa de las imágenes y roles tradicionalmente adscritos a la
feminidad y la masculinidad30.

La adopción de una identidad genérica diversa, tal como sucede con los
transgeneristas, va más allá de una alteración de las expectativas sociales en torno
al género y rompimiento la lógica del sistema hegemónico que postula lo femenino
y lo masculino como categorías únicas que dividen simbólicamente lo existente. El

29. “Documento estado del arte: sector LGTB”, tomado de www.choike.org


30. Sobre las formas de señalamiento de la homosexualidad por parte de la Iglesia Católica y
de exclusión social en general, ver “Temor a la maricada” de Manuel Velandia, tomado de
www.manuelvelandia.com

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individuo transgenerista no sólo viola la normativa de género. Su propuesta estéti-


ca y su opción de vida configuran un espacio indefinido desde el esquema tradicio-
nal para pensar los sexos, lo cual ha llevado a mayores niveles de invisibilidad,
violencia y discriminación en contra de esta población.

En síntesis, lesbianas, gays, transgeneristas y bisexuales (LGTB) se ubican


en el extremo de diversas relaciones de poder propias del sistema de género
imperante, lo cual valida y hace vigente su configuración como movimiento en
torno a la reivindicación de la diferencia.

La sistematización de tal movilización en Colombia, no obstante, es escasa y


poco difundida. A continuación se señalan algunos rasgos y momentos cruciales
en la formación y desarrollo de los diversos movimientos en torno al género, a
partir de fuentes elaboradas por miembros del LGTB colombiano. En primer lugar,
estas señalan al movimiento homosexual (masculino) como el de mayor notorie-
dad y trayectoria en el LGTB. Su desarrollo ha estado pautado por el liderazgo de
figuras prominentes –León Zuleta y Mauricio Velandia– que a partir de la década
del setenta propugnaron por la visibilización de la homosexualidad en Colombia31.
Esta ha sido una estrategia constante, articulada con el activismo legal como la
principal herramienta del movimiento.

La visibilización, de un lado, se ha concretado mediante la incursión del


movimiento en medios de comunicación y la configuración de espacios de encuen-
tro en los que se reivindica el “orgullo gay” frente a la estigmatización y la discri-
minación. Como ejemplos están las publicaciones homosexuales, en el primer caso,
y la realización de marchas y encuentros, en el segundo32.

De hecho, la estrategia de visibilizar la diferencia ha sido un punto de en-


cuentro fundamental entre los sectores del LGTB:

31. Algunas fuentes indican antecedentes importantes de esta movilización. Específicamente se


señala la existencia de “los felipitos”, un grupo clandestino de homosexuales provenientes
de clases altas, que en la década del cuarenta impulsó la apertura de espacios de
socialización gay. Tomado de www.geocities.com/WestHollywood/Heights/1424/
historia.html
32. A partir de 1979 el movimiento publica la revista Ventana Gay. En 1982 se realiza la
primera marcha del orgullo gay, que actualmente se sigue convocando anualmente como
el inicio de una semana de actividades dirigidas a esta población. En el año 2000 se
realiza la Primera Convención de Gays y Lesbianas, con fines de visibilización y encuentro.
Ver www.planetapaz.org/sectores/glbt.htm

[ 54 ]
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
[Una aproximación al problema de género y justicia comunitaria en Colombia]]

La sola existencia del sector hace resistencia a un modelo hegemónico


de sexualidad y de roles de genero impuesta por una cultura patriarcal y
heterosexista. Es confrontador el concepto de “orgullo” por que es la
valoración de lo que siempre ha sido estigmatizado; este concepto encie-
rra otros como el de amor propio, autoestima, autoafirmación que conlle-
van acciones de visibilidad colectivas e individuales: la salida del clóset,
besarse en la calle, vestirse con ropa del genero opuesto, adoptar ade-
manes del genero opuesto: transgredir las normas impuestas33.

La estrategia legal, por su parte, también ha contado con el impulso de los


líderes del movimiento y se ha orientado hacia espacios tradicionales de discrimi-
nación como la docencia y el mundo laboral en general. Esta dimensión activista a
su vez se encuentra condicionada por un marco jurídico de un carácter y una evo-
lución específicos.

El primer hito de la evolución de dicho marco jurídico lo constituye la


despenalización de la homosexualidad en 1982, que si bien fue el producto de una
serie de críticas doctrinarias a la tipificación de la conducta en el Código Penal y,
por ende, no puede considerarse un logro del movimiento, posibilitó espacios de
movilización y encuentro como la marcha del orgullo gay que se realizó en ese
mismo año.

Una vez despenalizada, la homosexualidad fue objeto de una serie de regula-


ciones de origen jurisprudencial caracterizadas por una división entre lo público y
lo privado. Al tenor de las mismas, se exige al individuo homosexual reservar la
práctica de su orientación sexual a espacios privados, como condición para recono-
cer y respetar su derecho al fuero íntimo.

Un segundo hito fundamental se concentra en la expedición de una nueva


Constitución, en 1991, la cual ofrece derechos fundamentales y acciones para pro-
tegerlos que han sido apropiados por el movimiento. La acción de tutela, en concre-
to, ha sido considerada una herramienta fundamental para el logro de avances, lo
cual no ha impedido que devenga en un factor disociador dada su vocación indivi-
dual34.

33. “Documento estado del arte: sector LGTB”, tomado de www.choike.org.


34. Para una evaluación del papel de la tutela y, en general, de la Corte Constitucional frente
a los derechos de los homosexuales, ver García y Uprimny (2000).

[ 55 ]
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Los movimientos de LGTB restantes aparecen en las fuentes con una trayec-
toria de menor duración. El movimiento de mujeres lesbianas, de un lado, surge
dentro del movimiento gay y se desenvuelve autónomamente a partir de una sepa-
ración del mismo. Tal separación se debió a la poca participación de las mujeres en
el movimiento ampliamente considerado, lo cual las llevó a buscar formas orga-
nizativas propias que para mediados de los años noventa se concretan en grupos
de socialización y reflexión.

Los transgeneristas, víctimas de formas más agudas de discriminación y ex-


clusión, concretan iniciativas de organización propia apenas al final de la década,
mientras que los bisexuales aún se encuentran en búsqueda de dicha concreción,
lo que no les impide aportar a los demás sectores del movimiento. En síntesis: “Las
personas LGBT se agrupan y organizan como reacción al aislamiento y la discrimi-
nación…”. No obstante,

... las difíciles condiciones de discriminación hacia LGBT presentes en


todos los sectores de la sociedad han sido un factor determinante en la
debilidad de los procesos organizativos, de socialización y de liderazgo
dentro del sector. En general las organizaciones adolecen de corta dura-
ción en el tiempo, y poca proposición política: se centran en los procesos
de socialización, y pocas veces los sobrepasan, se manifiesta poco
liderazgo (explicado en el miedo a lo público). Los grupos se caracterizan
por tener una población flotante o satélite conformada por un número
variable e indeterminado de personas y un grupo base, o núcleo, que
puede llegar a ser de una sola persona35.

Como reacción a tales dificultades nace en el año 2001 el movimiento LGTB,


congregando a lesbianas, gays, trangeneristas y bisexuales, con el propósito de
trabajar en red, articular acciones y visibilizar el movimiento frente a otros secto-
res sociales. El LGTB constituye un segundo momento importante en la integra-
ción del movimiento, precedido por un primer momento que se remonta a la apari-
ción del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (sida) años atrás. Mientras este
primer paso había pautado formas de interlocución sustentadas en la existencia y
propagación de la enfermedad en la población homosexual, la configuración del
LGTB parte de la necesidad de consolidar el movimiento y gestionar su participa-
ción en los espacios públicos y las agendas políticas.

35. “Documento estado del arte: sector LGTB”, tomado de www.choike.org

[ 56 ]
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
[Una aproximación al problema de género y justicia comunitaria en Colombia]]

El LGTB toma posiciones frente a la violencia ejercida en contra de la diferen-


cia, reivindicando el cuerpo como la base de su identidad y como un espacio de
autonomía, soberanía y autodeterminación. En este sentido, busca coincidencias
con otros movimientos que consideran fundamental en sus agendas la apropiación
del cuerpo, y se convierte en un interlocutor importante en la reflexión y acción
política desde el género.

2.3 P otencial del géner


Potencial o para la justicia comunitaria y de
género
la justicia comunitaria para el géner
géneroo

Teniendo en cuenta los puntos de acercamiento entre el género y la justicia


comunitaria que se han hecho explícitos en algunos de los apartes de este docu-
mento, resulta pertinente preguntar, a manera de síntesis, ¿cuáles son las poten-
cialidades del género para la justicia comunitaria?

La respuesta a tal interrogante se centra en tres puntos fundamentales. En


primer lugar, la perspectiva de género aplicada a las formas comunitarias de justi-
cia permite determinar el papel que juegan en ellas hombres y mujeres, así como su
relación mutua. De esta manera, hace explícita una dimensión humana y relacional
fundamental de las experiencias y deja evaluar sus retrocesos y avances en áreas
como los derechos humanos. Más allá de los efectos instrumentales de la justicia
comunitaria -descongestión de despachos, ampliación del acceso a los servicios de
justicia-, el género da cuenta de una parte importante de sus efectos simbólicos,
que implican transformaciones sociales y culturales a largo plazo no menos impor-
tantes.

En segundo lugar, el género ofrece herramientas propicias para la


autorreflexión. Mediante la comprensión de sus condicionamientos de género, quie-
nes participan y promueven la justicia comunitaria pueden preguntarse y decidir si
las construcciones y relaciones de género que asumen y reproducen son realmente
aquellas que de manera conciente elegirían asumir y reproducir. De hecho, el géne-
ro ofrece la posibilidad de reconstrucción de esas imágenes y relaciones una vez se
haya hecho conciente y explícito el horizonte político de las experiencias.

Por último, el género revela una dimensión importante del papel de las expe-
riencias de justicia comunitaria en la reproducción o transformación de su entor-
no, al ofrecer un parámetro fundamental para evaluarlas desde su potencial
democratizador y su carácter emancipador.

[ 57 ]
[género y Justicia Comunitaria] ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

Ahora bien, teniendo en cuenta el punto de vista inverso, ¿cuáles son las
potencialidades de la justicia comunitaria para el género?

Al configurarse como espacios de definición y redefinición de la masculini-


dad y la feminidad, las experiencias de justicia comunitaria cobra un interés fun-
damental para la sociología del género. En múltiples espacios a nivel microsocial
las formas de justicia comunitaria son esenciales en la construcción simbólica de
las relaciones e imágenes de género, y hacen insuficientes e incluso impertinentes
los ampliamente difundidos estudios sobre el género y la administración de justi-
cia. Al complementar o suplir -dependiendo del caso- una visión oficial de la justi-
cia, la perspectiva comunitaria ofrece una mirada más aguda y profunda de reali-
dades sociales complejas como el género.

En este sentido, y desde un punto de vista político, los grupos interesados en


las diversas reivindicaciones asociadas a la relación entre los sexos y el estatus y
funciones de hombres, mujeres e identidades alternativas en la sociedad –feminis-
tas, movimientos de mujeres, homosexuales, transgeneristas– tendrían un interés
importante en incidir en los contenidos de género que se construyen y reconstru-
yen en las experiencias de justicia comunitaria, ubicándolas en suma como espa-
cios de reflexión y acción relevantes.

Definidos los intereses mutuos y las diversas posibilidades de una articula-


ción entre género y justicia comunitaria, a continuación se hace explícito un pro-
yecto de género para la Red de Justicia Comunitaria.

[ 58 ]
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

III Hacia una perspectiva


de género en la Red de Justicia
Comunitaria

E l propósito de esta última sección consiste en hacer explícita la configuración


de una perspectiva de género en la red de justicia comunitaria. Dicha configu-
ración se articula a partir de cuatro apuestas políticas emprendidas desde los nodos
temáticos de género y de escuela de justicia comunitaria, que delimitan una serie
de escenarios, actores, propósitos y estrategias a implementar.

En conjunto, los proyectos en mención se sustentan en la adopción de una


perspectiva de género para el entendimiento de las relaciones entre hombres y
mujeres como punto de partida analítico y político. De acuerdo con sus objetivos
distintivos, se organizan en proyectos de autorreflexión, de interlocución, de in-
vestigación y, finalmente, en un proyecto pedagógico.

Teniendo en cuenta que, con excepción del proyecto pedagógico, su ejecución


constituiría el ámbito de acción propio del nodo temático de género y justicia co-
munitaria de la Red, luego de exponer los fundamentos y guías principales de los
proyectos se enuncian los actores llamados a hacerse partícipes del nodo, los esce-
narios de incidencia y los aspectos metodológicos y organizativos de su constitu-
ción, a fin de complementar la propuesta.

3.1 Cuatro estrategias para una perspectiva de géner


Cuatro o
género
en la Red: pr
Red: esupuestos y objetivos
presupuestos

A continuación se ofrece un plan estratégico centrado en cuatro ejes de ac-


ción, los cuales implican que la red se piense a sí misma, establezca un diálogo con
su entorno político e investigue y desarrolle ofertas formativas en términos de
género. Son las apuestas políticas que en el corto y mediano plazo debe emprender
la Red para el desarrollo de su misión y propósitos.

[ 59 ]
[género y Justicia Comunitaria] ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

En efecto, al articular experiencias, actores y procesos de justicia comunitaria


pensando en una transformación de la justicia y el derecho, la Red se apropia de
estrategias concretas: la interlocución, la formación, la investigación y su propia
consolidación institucional. Cada una de esas estrategias adquiere una perspectiva
de género en las propuestas que a continuación se describen: se establece un diá-
logo con el movimiento social, se emprende un proyecto pedagógico que busca
impulsar una sensibilización de los actores de la justicia comunitaria, se impulsa
una línea de investigación en género y justicia comunitaria y, por último, se esti-
mula el fortalecimiento de las relaciones que se establecen en la Red y de las
imágenes esta que proyecta hacia el exterior.

Con las estrategias de género la Red da un paso hacia adelante en el logro de


sus fines, al ampliar el espectro de interlocución, permitir una transformación
institucional como producto de un proceso de autorreflexión colectiva y enriquecer
política y académicamente sus ofertas educativas y sus espacios de producción de
conocimiento. En suma, el género le permite a la Red reflexionar y promover la
transformación del escenario de la justicia y el derecho, desde una dimensión que,
unida a la de raza y a la étnica, es fundamental para la democratización y la vigen-
cia de los derechos humanos.

3.1.1 P
Prroyecto de autor
autorrreflexión

Como organización inscrita en una determinada realidad social, la Red de


Justicia Comunitaria participa en la definición y reproducción de los roles de géne-
ro. En este sentido, puede ser entendida como un espacio en el que lo femenino y lo
masculino adquieren un significado propio y, en consecuencia, condicionan tanto
las relaciones desplegadas en ella como la imagen que proyecta hacia el exterior.

Asumir una posición frente al género implica, en tales circunstancias, que la


Red se entienda a sí misma en eso términos. Emprender un proyecto de autorreflexión
aparece como un primer e ineludible paso hacia la adopción de una posición hacia
fuera, pues resulta difícil pensar en entender los condicionamientos de género en
las experiencias de justicia comunitaria sin partir de una comprensión de la propia
realidad.

Este primer proyecto se concentraría, en suma, en determinar qué es la Red


de Justicia Comunitaria en términos de género, y cómo se ubica, en tanto sistema
de género, en su entorno político.

[ 60 ]
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
[Hacia una perspectiva de género en la Red de Justicia Comunitaria]]

La lectura propuesta parte de un diagnóstico que se estructura a partir de


datos de tipo cualitativo y cuantitativo, que se emprendería, en primera instancia,
dentro del equipo de coordinación nacional y en el ámbito delimitado por las perso-
nas vinculadas directamente. Los datos a recolectar y analizar inscriben en cinco
puntos principales:

1. Cuántos hombres y cuántas mujeres trabajan en la Red.

2. Cuál es su estructura organizativa en términos de género.

3. Cuáles son las condiciones de vinculación de hombres y mujeres.

4. Cuál es su nivel de capacitación en la Red.

5. Cómo perciben las relaciones de género en la Red y la imagen que proyec-


ta hacia el exterior.

El análisis interrelacionado de estos datos permitiría una lectura de la Red en


los siguientes términos:

1. Cuál es la participación de hombres y mujeres en términos cuantitativos.

2. Dónde se ubican jerárquicamente y cómo se distribuyen las funciones


propias de la Red en términos de género.

3. Qué tipo de prerrogativas se asocian al trabajo que realizan para la Red.

4. Cómo se refleja la capacitación de hombres y mujeres en su participación,


su posición en la organización y las condiciones de vinculación.

5. Qué tipo de relaciones de género se dan en la Red y cómo se configura la


imagen que proyecta hacia el exterior.

El diagnóstico propuesto permite primero determinar si existen o no diferen-


cias entre hombres y mujeres dentro de la Red. La existencia de diferencias apun-
taría, en un nivel posterior, a la determinación de las condiciones estructurales
internas que producen y reproducen estas diferencias. En un nivel avanzado, y
como propósito último, el análisis converge en la identificación de las concepcio-
nes respecto a la feminidad y la masculinidad que subyacen bajo tales condiciones
estructurales, y la forma en que las distinciones asociadas al sexo afectan las
actividades de la Red y su proyección hacia el exterior.

[ 61 ]
[género y Justicia Comunitaria] ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

Como lectura de la Red de Justicia Comunitaria desde la perspectiva de géne-


ro, este proceso de autorreflexión cuenta con una serie de presupuestos básicos
que deben ser tenidos en cuenta:

1. En tanto sujetos, hombres y mujeres se asumen como una construcción


social. El objeto del proyecto consiste en develar los elementos y procesos
propios de dicha construcción dentro de la red, lo cual implica inevitable-
mente renunciar a una definición propia de lo masculino y lo femenino, e,
igualmente, rechazar como objetivo el acercamiento definitivo a la natu-
raleza de la mujer y del hombre, pues presupone la complejidad de los
procesos que anteceden a las definiciones vigentes.

2. La pregunta por la mujer se convierte inevitablemente en una pregunta


por el hombre y por el sujeto universal frente al cual lo femenino se ante-
pone (instaura?) como opuesto. La pregunta por el hombre se convierte
inevitablemente en una pregunta por la mujer y por la construcción dife-
renciada de formas de masculinidad y feminidad dentro de la Red.

3. La Red de Justicia Comunitaria detenta un discurso que no puede asumirse


como neutro en términos de género. El proyecto a realizar explora las
imágenes de lo femenino y lo masculino elaboradas en ella, así como las
evidencias de dichas imágenes como sustento de las relaciones que se
establecen entre hombres y mujeres y del acceso diferenciado a oportuni-
dades y recursos. La perspectiva de género aplicada revelaría, en síntesis,
las formas específicas en que los discursos de género presentes en la Red
reproducen y apoyan conceptos normativos e imágenes de masculinidad
y feminidad, y cómo, a su vez, en su interacción con formas organizativas
diversas, confirman convenciones culturales, imprimen en estas un sello
distintivo, resaltan un matiz específico o privilegian una determinada
interpretación en disputa.

4. La Red de Justicia Comunitaria se asume como organización ambigua y


ambivalente en términos de género. Por esta razón el diagnóstico a reali-
zar no cuestiona el hilo conductor de un discurso de género único, sino
que intenta hacer explícitos diversos conceptos normativos e imágenes,
determinando su carácter múltiple, equívoco e incluso contradictorio. Esto
implica dar cuenta de las diversas versiones de ”mujer” y “hombre” pre-
sentes en la Red.

5. El diagnóstico a realizar confluye en la identificación de una dimensión


importante de los condicionamientos ideológicos y de la posición política

[ 62 ]
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
[Hacia una perspectiva de género en la Red de Justicia Comunitaria]]

de la Red, al develar cómo su actividad y proyección al exterior se encuen-


tran signadas por supuestos implícitos sobre la mujer y el hombre. De
esta forma, puede mostrar cómo hay una serie de imágenes y conceptos
normativos de género, por ejemplo detrás de la evidente y mínima partici-
pación de la mujer en cargos de dirección y toma de decisiones.

Una vez realizado este primer diagnóstico e identificadas las formas de am-
pliarlo o mejorarlo, una segunda fase del proyecto remite a la promoción de lectu-
ras similares en las entidades adscritas a la Red. La idea consiste en generar un
proceso de retroalimentación que permita determinar cómo se ven estas institucio-
nes en términos de género, entre ellas y frente a la Red, y confluya en el diseño y
aplicación de políticas de género para la Red y para las instituciones que la inte-
gran.

3.1.2 P
Prroyecto de interlocución con el movimiento
de géner
género o

Entendiendo que la preocupación por el género no es de exclusiva incumben-


cia de la Red y que han existido y existen muchas entidades que piensan y trabajan
el tema, un segundo proyecto de acción busca establecer interlocución con dichas
entidades.

La interlocución con el movimiento se articularía en primera instancia con el


objetivo de construir un proyecto de género en la Red de Justicia Comunitaria que
aúna los aportes de las entidades que trabajan en el tema. La definición de una
determinada perspectiva -en este caso, la de género- para entender el problema de
la relación entre hombres y mujeres no excluye la posibilidad de diálogo con secto-
res de orientaciones políticas diversas, y de hecho puede enriquecer la discusión y
generar un proceso de retroalimentación en beneficio mutuo.

El segundo objetivo que articula la interlocución planteada consiste en gene-


rar un interés por las experiencias de justicia comunitaria como espacios de con-
tienda y definición de lo femenino y lo masculino. La convocatoria de la Red a
organizaciones de mujeres, feministas, homosexuales, etc., debe, en consecuencia,
enfatizar la importancia de dichos espacios como objetivos estratégicos para el
movimiento.

El desarrollo de esta interlocución dependerá de los intereses y del diálogo


que se establezca con las organizaciones en concreto, lo que no impide resaltar dos
puntos problemáticos a tener en cuenta:

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[género y Justicia Comunitaria] ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

1. La determinación de las formas específicas en que se construyen la femi-


nidad y la masculinidad pasa por la detección de manifestaciones sexistas
y patriarcales en el fenómeno social. Ello implica reconocer el acceso di-
ferenciado de hombres y mujeres a ciertos recursos y oportunidades, así
como las evidencias de relaciones de poder inequitativas entre los sexos
producto de una determinada configuración del sistema de género. En
este sentido, la perspectiva de género se constituye como una herramien-
ta ideológicamente determinada y no como una simple variable para el
diagnóstico de la condición de la mujer en un espacio social específico. El
énfasis en dicho carácter debe anteponerse a la acepción meramente téc-
nica que circula actualmente en ciertos espacios del movimiento, tal como
se ha hecho explícita en el presente documento.

2. El escenario actual del feminismo y del movimiento de mujeres en Colom-


bia impone un reto crucial a la interlocución planteada, que consiste en
acceder tanto al feminismo institucionalizado como al feminismo de base.
En concreto, el protagonismo de las redes que imprimen un carácter
transnacional al movimiento, y la centralidad adquirida por la coopera-
ción internacional en dicho escenario, no deben oscurecer el trabajo de
organizaciones al margen, dentro del movimiento de mujeres. En este
sentido, la interlocución con el movimiento puede intentar un acerca-
miento que supere los desequilibrios existentes e integre una visión am-
plia e incluyente de la reivindicación femenina y feminista.

3. Siendo el propósito planteado reunir las diversas aportaciones en género


que puedan provenir del movimiento social, resulta de suma importancia
incluir al movimiento de lesbianas, gays, transgeneristas y bisexuales
como interlocutor válido. Lo anterior permitiría enriquecer de múltiples
maneras el diálogo de género de la Red, teniendo en cuenta que se trata
de perspectivas hasta hace poco ocultadas y de poblaciones con una vi-
vencia del género muy particular.

4. Una vez identificada la importancia del LGTB, un segundo punto a consi-


derar se relaciona con la necesidad de acceder al sector en su conjunto.
Tal como se caracterizó líneas arriba, el movimiento no ha evolucionado
de manera uniforme, ni cuenta con una visibilidad homogénea. Mientras
una serie de figuras homosexuales han incursionado en esferas políticas
con su postulación a cargos de elección popular, el trabajo de lesbianas,
transgeneristas y bisexuales se desarrolla en esferas menos notorias. La
división entre lo público y lo privado que se extiende a estos espacios no

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○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
[Hacia una perspectiva de género en la Red de Justicia Comunitaria]]

debe oscurecer la importancia de cada uno de estos movimientos en aten-


ción a los propósitos planteados, lo cual resalta la necesidad de una
interlocución incluyente que supere estos desequilibrios.

3.1.3 P
Prroyecto de investigación

Teniendo en cuenta que las implicaciones de género de las experiencias de


justicia comunitaria en Colombia constituyen una variable escasa y precariamente
documentada, un tercer proyecto se concentra en la constitución de una línea de
investigación pertinente dentro del nodo temático de justicia comunitaria y géne-
ro. En concreto, la configuración de la línea de investigación propuesta se concen-
tra en una iniciativa autónoma, un impulso temático y su difusión en seminarios y
congresos.

En el primer caso, la idea es incluir la perspectiva de género en los estudios e


investigaciones adelantados por la Red, y en diseñar y ejecutar proyectos de inves-
tigación que tengan como objeto central una lectura de las experiencias concretas
de justicia comunitaria en términos de género.

El impulso temático, por su parte, remite a una propuesta extendida a los


centros de investigación sobre género en Cali y Bogotá, las entidades universita-
rias, comunitarias y de base que producen conocimiento tradicional y propio. Dicha
propuesta explicitaría los elementos propios de una perspectiva de género, y ten-
dría como objetivo impulsar el establecimiento de líneas de investigación sobre
género y justicia comunitaria en las agendas de estas entidades.

La difusión de la línea, por último, tiene un alcance más general y pretende


generar una preocupación por el tema mediante la convocatoria a sectores intere-
sados por el género, la justicia comunitaria, los derechos humanos, la democracia
y cuestiones afines.

En la aplicación de la perspectiva de género a la justicia comunitaria, la línea


de investigación se estructura a partir de una visión general de las experiencias en
términos de género y una serie de temas que, de manera propositiva, pueden cons-
tituir una agenda inicial.

En primer lugar, las experiencias de justicia comunitaria se entenderían como


espacios en los que se asumen y reproducen las definiciones de género, lo que en
consecuencia las inserta en una lógica compleja de definición del contenido de la

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[género y Justicia Comunitaria] ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

feminidad y la masculinidad, a través de la asunción e imposición de reglas y


expectativas de comportamiento.

En estos espacios es posible discernir la interacción específica de una serie de


instituciones: entidades oficiales como las secretarías de gobierno de la Alcaldía
Mayor de Bogotá en las experiencias de mediación y conciliación en la ciudad, o
formas de poder local como los cabildos indígenas, en el caso de la justicia étnica
en Colombia. Tal interacción se da en un espacio geográfico determinado con pro-
cedimientos regulados y ejecutados en momentos específicos. En este caso, la me-
diación, la conciliación, el arbitraje y la justicia de paz constituyen ejemplos
emblemáticos.

De otro lado, cada una de estas instituciones porta y reproduce un discurso


distintivo que articula conceptos normativos sobre lo que el mundo y la sociedad
son y deberían ser36.

A partir de este esquema básico, la perspectiva de género en la justicia comu-


nitaria indagaría en primera instancia los símbolos de género, insertos y reprodu-
cidos en y a partir de los discursos detentados por las instituciones en cuestión. Tal
como se expuso en el primer aparte de este documento, dichos símbolos revelan las
imágenes convencionales que determinan la apreciación y construcción de lo fe-
menino y lo masculino en un ámbito social concreto. Las imágenes pueden remitir
a acuerdos culturales de vigencia local, nacional o global, según sea el caso, lo que
les permite dar cuenta de los enlaces simbólicos de la experiencia con su entorno.

Definidos en su contenido y relación mutua, los símbolos de género permiten


ubicar dentro de los conceptos normativos en general aquellos que definen las
características que hombres y mujeres ostentan y deben ostentar. La articulación
de tales conceptos normativos, a su vez, permitiría identificar los discursos de
género que inciden en la experiencia: las definiciones de lo masculino y lo femeni-
no en los términos expuestos. Ahora bien, tal como existen múltiples símbolos y

36. En experiencias de justicia comunitaria precapitalistas, por ejemplo, las instituciones


comunitarias participantes entienden sus entornos en términos de paz y equilibrio, valores
que deben ser restaurados a través de la solución de conflictos individuales (Merry, 1982).
Por su parte, experiencias de justicia comunitaria desarrolladas en contextos de
confrontación interna, e impulsados por movimientos sociales revolucionarios, han
adoptado lecturas marxistas de la realidad social entendiendo la solución propia de
conflictos como un paso necesario en la transición hacia un estadío socialista (Santos,
1982).

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○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
[Hacia una perspectiva de género en la Red de Justicia Comunitaria]]

múltiples conceptos normativos, en la experiencia existirán varios discursos de


género que no pueden pretenderse unívocos o coherentes. Por esta razón, y en lo
que respecta a la operatividad de los discursos en la experiencia, la determinación
de la normatividad de género apuntaría al discernimiento de espacios de confron-
tación y de consenso frente al rol de hombres y mujeres, más que a reglas y conte-
nidos de género específicos.

Una vez establecido el contexto, es posible referirse de manera más concreta


a los procedimientos de regulación y gestión de conflictos de la experiencia. Las
reglas y expectativas de comportamiento para hombres y mujeres, insertas en los
conceptos y discursos expuestos, cuentan con una operatividad distintiva, esto es,
una forma de manifestarse en la aplicación de los procedimientos, sus productos y
su interacción con el entorno. Este conjunto de reglas implementadas en los proce-
dimientos de justicia comunitaria corresponde a un elemento adicional: su norma-
tiva de género.

De esta manera entendida, esta ya no remitiría a las instituciones que


interactúan en la experiencia sino a los agentes que participan concretamente en
la regulación y gestión de los conflictos. Al indagar por los roles de género que se
imponen y se elaboran en los espacios reales de solución de conflictos, la identifi-
cación de tal normativa hace posible fijar los contenidos de género que operan en
la experiencia y, de manera importante, los que la experiencia termina por reprodu-
cir.

En síntesis, tal normativa denota la existencia de un sistema de género -una


síntesis de los elementos anotados- dentro de la experiencia, y ofrece un punto de
partida para el análisis de su relación con el entorno, esto es, el papel de la expe-
riencia en los sistemas de género de mayor amplitud.

De esta manera configurado, el análisis de género de las experiencias de jus-


ticia comunitaria propuesto busca determinar la participación de las mismas en la
elaboración colectiva de los roles de género. En tanto tal, las experiencias se en-
tienden como receptoras y transmisoras de un interrumpido proceso social de cons-
trucción de reglas y expectativas diferenciadas para hombres y mujeres.

Tal lectura implicaría un entendimiento particular de las formas concretas de


discriminación de las diversas expresiones de la justicia comunitaria. Las formas
de opresión a la mujer, las restricciones a los alcances de la causa feminista, la
reproducción de las desigualdades entre sexos, el deterioro de la condición femeni-
na frente a la masculina o la simple exclusión del punto de vista de las mujeres se

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[género y Justicia Comunitaria] ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

entenderían inscritas en realidades de género concretas que posibilitan su existen-


cia. En este sentido, la perspectiva de género permitiría explicar el porqué de mani-
festaciones sexistas o patriarcales dentro de la justicia comunitaria.

Orientada a partir de este esquema para entender las experiencias de justicia


comunitaria, la línea de investigación en género de la Red de Justicia Comunitaria
puede centrarse inicialmente en algunos temas que han sido puestos de presente
por investigaciones con propósitos afines. Tales temas son el producto de la am-
pliación analítica del género emprendida en este documento y se sintetizan en los
siguientes puntos:

1. Un primer tema remite a los presupuestos de género que sustentan las


decisiones o determinaciones de los operadores de justicia. Se indaga-
rían, en este caso, las definiciones que en torno a lo femenino o lo mascu-
lino condicionan la visión del juez frente al caso, determinando un trato
diferenciado -indulgente o discriminatorio- de género.
2. La interacción entre las partes y el operador constituye un segundo tema
a explorar, que puede ser analizado en las actitudes diferenciadas en tér-
minos de género y en la tendencia de las partes o el juez a comportarse o
referirse de manera diferenciada con hombres y mujeres.
3. La construcción de figuras asociadas a la masculinidad y la feminidad
pueden asumirse como un tercer objeto de análisis. La forma en que se
definen imágenes como la de “buen padre de familia”, “mujer devota” o
“buena madre”, dentro del discurso propio de las partes, del operador o de
la interacción entre ellos, es un elemento importante en la determinación
de los roles de género que se adoptan y reproducen en la experiencia.
4. El reflejo de las estructuras de género de la comunidad en las experien-
cias de justicia comunitaria se constituye como un cuarto tema propicio
de investigación. En este sentido, se pretende determinar de qué modo y
hasta qué punto las vías comunitarias de justicia reproducen los
condicionamientos de género de su entorno o se convierten en foros para
la evolución hacia nuevas feminidades y masculinidades.
5. Un quinto tema de análisis abordaría la adscripción de las diversas figu-
ras de la justicia comunitaria a una versión definida de masculinidad o de
feminidad. Se trataría en síntesis de mostrar cómo las figuras de justicia
comunitaria pueden entenderse asociadas a lo que en un contexto deter-
minado se entiende como connatural a lo masculino o femenino, a fin de

[ 68 ]
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
[Hacia una perspectiva de género en la Red de Justicia Comunitaria]]

determinar las causas e implicaciones de dicha asociación en el contexto


operativo de la experiencia.

3.1.4 P
Prroyecto pedagógico

Tal como se ha hecho explícito en las tres estrategias descritas, el género


cuenta con un horizonte político y reivindicativo propio. En este sentido, la inclu-
sión de la perspectiva de género en el terreno de la justicia comunitaria implica no
sólo herramientas de deconstrucción para analizar las experiencias sino que, de
manera fundamental, propone un horizonte para su transformación.

Entendiendo que la formación constituye una herramienta central de dicha


transformación, una tercera estrategia para el proyecto de género de la Red se
concentra en un plan educativo cuya ejecución se encargaría al nodo de escuela de
justicia comunitaria, con el apoyo y acompañamiento constante del nodo de género.

El propósito básico del plan pedagógico que a continuación se caracteriza


consiste en alcanzar los diversos escenarios en que se desenvuelve la justicia co-
munitaria en Colombia, buscando hacer explícitas sus dimensiones de género tan-
to relacionales como simbólicas e impulsando una transformación en tales instan-
cias.

Ello implica, en general, ofrecer elementos a quienes agencian, promueven y


ejecutan la justicia comunitaria a fin de incluir una perspectiva de género en su
labor. En este sentido, el plan educativo propuesto se dirige a:

1. Operadores de justicia comunitaria.

2. Promotores de mecanismos de justicia comunitaria.

3. Agentes generadores de políticas públicas en justicia comunitaria.

4. Comunidades que cuentan con mecanismos de justicia propios.

Se pretende, en concreto, brindar criterios que permitan a tales actores:

1. Hacer conscientes las implicaciones de género de su actividad tanto en


las relaciones que establecen como en las ideas y valores que asumen,
promueven y aplican.

[ 69 ]
[género y Justicia Comunitaria] ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

- En el primer caso, se trata de examinar las diferencias que marcan su


relación con hombres y con mujeres con ocasión de su actividad, en el
segundo, de examinar sus propias ideas acerca de la feminidad y la mas-
culinidad y de detectar aquellos aspectos de su labor en los que inciden
tales ideas.
2. Una vez ha detectado y evaluado las implicaciones de género de su activi-
dad, el actor debe contar con una serie de elementos que le permitan
trabajarlas en dos niveles.

• Primero, las relaciones que establece con su entorno, con ocasión de


su labor. Determinar qué jerarquías, exclusiones y choques en su rela-
ción con las personas de su mismo sexo y del sexo opuesto se basan en
la condición femenina o masculina propia o del otro.
• Un segundo nivel se relaciona con la manera en que sus propias visio-
nes acerca de la feminidad y la masculinidad condicionan las relacio-
nes que establece con el entorno y condicionan su labor. Determinar
cómo el entendimiento de la realidad de género propia y de su entor-
no, afecta las relaciones que establece y la labor que cumple como
agente de justicia comunitaria.
3. Reconstruir o modificar su actividad de acuerdo con la evaluación y valo-
ración realizadas. Detectados y evaluados los condicionamientos de gé-
nero de su labor, el agente debe contar con elementos para plantearse un
proyecto de género teniendo en cuenta al menos tres elementos.

• Las potencialidades de su labor en términos de género. En concreto, la


naturaleza de las experiencias de justicia comunitaria como espacios
de discusión y resignificación de los contenidos de género.
• Las relaciones de discriminación y exclusión en las que se encuentra
inmerso con ocasión de su labor.
• Las formas de discriminación y exclusión que su labor genera o repro-
duce.
Los principios fundamentales del plan educativo según sus objetivos son:

1. El plan no pretende la transmisión de unos contenidos determinados. Su


interés, en cambio, consiste en inducir cuestionamientos en los agentes a
quienes se dirige, permitiéndoles evaluar su labor en términos de género,
y eventualmente modificarla.

[ 70 ]
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
[Hacia una perspectiva de género en la Red de Justicia Comunitaria]]

2. La metodología a aplicar excluye la configuración de una relación vertical


de transmisión de saber, reemplazándola por múltiples relaciones hori-
zontales que dejan fluir las experiencias y puntos de vista.

3. De manera similar, se asume que cada uno de los sectores que inciden en
la justicia comunitaria -operadores, usuarios, promotores, agentes de po-
líticas públicas- cuenta con punto de vista relevante para los otros. En
consecuencia, los espacios pedagógicos deben incluir agentes de todos
los sectores, de ser posible.

4. El proyecto se dirige a los agentes que producen el conocimiento relevan-


te, a través de preguntas y juicios de valor. En este sentido, se trata de
una pedagogía para producir estas preguntas y este conocimiento, bus-
cando, en todo caso, su utilidad en un proyecto propio de reconstrucción.

De esta manera dispuesto, el plan de acción educativa se apropiaría de las


siguientes estrategias:

1. Elaboración de materiales pedagógicos. Con el propósito de orientar las


diversas labores pedagógicas, se hace necesario elaborar materiales que
contengan guías específicas sobre:

• El género, su concepto y perspectiva.

• Los propósitos y principios del proyecto

• Los puntos de discusión y preguntas que permiten la concientización


de los actores en términos de género.

• Los criterios para la evaluación de los condicionamientos de género en


la labor de los actores y los elementos a ser tenidos en cuenta para
transformar su labor.

2. Realización de talleres. Como espacios de aprendizaje mutuo y toma de


conciencia, los talleres tienen las siguientes características:

• Son moderados por un agente previamente capacitado, encargado de


exponer y resolver dudas sobre el proyecto pedagógico y sobre la pers-
pectiva de género, y de orientar las actividades hacia los fines descri-
tos.

[ 71 ]
[género y Justicia Comunitaria] ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

• Cuentan con una composición múltiple: operadores de justicia, pro-


motores de mecanismos, agentes de políticas públicas y miembros de
las comunidades.

• Se valen de dos metodologías principales: la simulación de casos, en


los que los participantes actúan y reaccionan frente a determinadas
situaciones, y la socialización de las ideas propias sobre la feminidad
y la masculinidad.

• Se recogen en archivos de audio y video que sistematicen las reflexio-


nes y actividades adelantadas.

3. Elaboración de materiales de difusión. Con la sistematización de los ta-


lleres se diseñan materiales dirigidos a audiencias interesadas en el tema
de justicia comunitaria, usando los elementos de mayores potencialida-
des pedagógicas, para difundir procesos de concienciación, reflexión y
reconstrucción en términos de género.

4. Sistematización de las experiencias pedagógicas. Una vez completado el


proyecto, resulta de fundamental importancia sistematizar cada una de
sus fases y elementos, lo cual permitirá optimizar los recursos y estrate-
gias implementados de cara a nuevos ciclos pedagógicos.

Como último factor a considerar, las estrategias mencionadas se aplican en


un proceso que cuenta con las siguientes fases:

1. Discusión y concreción del proyecto pedagógico en la dirección, nodos


regionales y entidades de la Red.

2. Elaboración de los materiales pedagógicos.

3. Capacitación de los moderadores.

4. Convocatoria a operadores, promotores, agentes de políticas públicas y


miembros de la comunidad a través de los nodos regionales y las entida-
des miembro de la Red.

5. Realización de los talleres en el ámbito nacional.

[ 72 ]
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
[Hacia una perspectiva de género en la Red de Justicia Comunitaria]]

6. Reflexión y sistematización de las experiencias pedagógicas de los talle-


res.

7. Elaboración de materiales de difusión sobre los aspectos relevantes de


las experiencias en los talleres.

8. Evaluación y sistematización del proyecto pedagógico en su conjunto.

3.2 Constitución del nodo temático de géner


géneroo
y justicia comunitaria

El nodo temático de género y justicia comunitaria tendría como objeto princi-


pal la implementación de una perspectiva de género en el funcionamiento y las
actividades de la Red. Tales objetivos se persiguen a través de la ejecución de las
estrategias de autorreflexión, interlocución e investigación descritas y del acompa-
ñamiento al proyecto pedagógico de género.

En su constitución y funcionamiento, el nodo adquiere una relación de inter-


dependencia y retroalimentación con las estrategias que le son propias. En efecto,
él es el encargado de concretar y ejecutar las estrategias y, tal como se hará explí-
cito en su dimensión organizativa, estas lo amplían y consolidan progresivamente.
A continuación se enumeran sus actores, escenarios, metodología y estructura
organizativa.

3.2.1 Actores
Actores

Los actores llamados a hacerse partícipes del nodo de género y justicia comu-
nitaria responden a la lógica de las cuatro estrategias propuestas.

1. El proyecto de autorreflexión, en primer lugar, implica una lectura de la


Red y la promoción de lecturas similares en las entidades participantes.
En consecuencia, los primeros actores del nodo serían la Red en su nú-
cleo central, los nodos regionales y las entidades adscritas. Para efectos
técnicos, no obstante, se hace necesario conformar un equipo que sea
parte integral del nodo y se encargue del diagnóstico y su multiplicación
en equipos similares de las entidades en cuestión.

[ 73 ]
[género y Justicia Comunitaria] ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

2. El proyecto de interlocución, por su parte, amplia el espectro de actores


hasta incluir las organizaciones y entidades del movimiento de mujeres,
feminista y los movimientos de lesbianas, gays, transgeneristas y bisexua-
les. A continuación se da una descripción de tales actores.

En el caso del movimiento de mujeres y feminista los parámetros


implementados en el esquema remiten, en primer lugar, al propósito prin-
cipal de la organización o entidad. Un segundo parámetro distingue tres
tendencias principales diferenciadas entre sí por el tipo de acción política
emprendida, mientras un tercer y último parámetro clasifica las organiza-
ciones por el tipo de reivindicación específica en la que concentran sus
esfuerzos.

Teniendo en cuenta el objetivo general que guía su actividad, se encuen-


tran, en primera instancia, las entidades y organizaciones que prestan
asesoría37 y atención a la mujer en áreas específicas38, y que funcionan
como centros de encuentro, intercambio y convocatoria.

Un segundo tipo de organización se propone la capacitación y participa-


ción comunitarias de la mujer, creando estructuras de base o apropiándo-
se de estructuras existentes como las juntas comunales y las organiza-
ciones cooperativas39. En tercer lugar se encuentran las organizaciones
cuyo propósito consiste en congregar entidades existentes de diverso tipo.
Un buen ejemplo de esta forma organizativa lo constituyen los colectivos
y redes de mujeres40. Un cuarto tipo de organizaciones, como el Programa
de Género, Mujer y Desarrollo de la Universidad Nacional de Colombia y el
Centro de Estudios de Género, Mujer y Sociedad de la Universidad del
Valle, se ocupan de la reflexión teórica en torno al feminismo. Una quinta

37. Como ejemplos de asesoría se encuentran la Fundación Diálogo Mujer y la Corporación


Casa de la Mujer.
38. El Centro de Atención a la Mujer y el Infante (CAMI) de Cali presta atención médica,
jurídica y social. Por su parte, la organización Sí Mujer ofrece servicios ginecológicos,
jurídicos y sicológicos.
39. Las madres comunitarias y entidades como Mujer y Futuro, de Bucaramanga, constituyen
un ejemplo de este tipo de organización.
40. Resaltan organizaciones como el Colectivo de Mujeres de Bogotá y la Red Nacional de
Mujeres que integra grupos feministas autónomos, ONG mixtas, centros de investigación,
organizaciones de base y mujeres independientes.

[ 74 ]
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
[Hacia una perspectiva de género en la Red de Justicia Comunitaria]]

y última forma de organización encamina su actividad hacia la promo-


ción de la participación política de la mujer41.

Distinguidas entre sí por el tipo de acción política que las caracteriza,


existen tres tendencias principales en el movimiento de mujeres colom-
biano. La tendencia feminista, de un lado, identifica y denuncia las es-
tructuras más prominentes del patriarcalismo y las manifestaciones más
abiertas de la subordinación y la desigualdad entre sexos. La tendencia
popular, en segundo lugar, busca la satisfacción de necesidades surgidas
de la misión social asignada a la mujer, dándoles una dimensión política
y pública. Las Madres Comunitarias y Jardineras constituyen un ejemplo
emblemático de esta forma organizativa. Una última tendencia es prota-
gonizada por mujeres que ejercen su actividad desde partidos y organiza-
ciones políticas tradicionales, que pueden considerarse militantes en los
debates de la segunda ola42.

El parámetro de distinción centrado en el tipo de reivindicación defendida


señala un primer tipo de organización movilizada por la supervivencia.
Teniendo como prototipo la Organización de Madres Comunitarias, esta
movilización se estructura en torno al rol femenino tradicional de cuida-
do y alimentación de los menores, y se concentra en actividades como
desayunos, vaso de leche para los niños y comedores populares43.

Un segundo tipo de organización se moviliza en contra de la violencia en


contextos de guerra, trabajando, igual que el anterior, en el rol de madre
tradicional de la mujer44.

41. Esta forma organizativa se ejemplifica en la Red Popular de Mujeres de Cali.


42. Tal sucede con los comités de mujeres de los partidos y sindicatos que intentan sensibilizar
las reivindicaciones específicas en términos de género.
43. Desde sectores críticos, estas iniciativas se entienden como formas de reforzar el
estereotipo femenino e imponer jornadas de trabajo adicionales. Tal como afirma Olga
Sánchez, “la evaluación de estos proyectos ha demostrado que son mayores las exigencias
para las mujeres que los beneficios económicos que han recibido” (1996: 49).
44. Tal es el caso de las Madres de las Delicias, que se organizaron para manifestarse en
contra del secuestro de sus hijos en agosto de 1996, interviniendo en la gestión por su
liberación. Ver Luna (2003).

[ 75 ]
[género y Justicia Comunitaria] ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

Un tercer tipo de organizaciones abarca una conjunción de la variable


género con reivindicaciones de naturaleza distinta, como la clase, la raza
o la etnia. En el primer caso se encuentran las movilizaciones de trabaja-
doras del servicio doméstico en contra de medidas estatales o en busca de
asesoría legal y capacitación para sus asociadas. La red de mujeres ne-
gras del pacífico, por su parte, es un ejemplo de visibilización étnica en la
lucha de las mujeres en defensa del territorio y la cultura propias, y a
favor de condiciones dignas de vida para sus comunidades.

Las organizaciones de mujeres campesinas dan testimonio de un tipo de


movilización alentada por las políticas de Estado, la práctica autónoma
de base y el trabajo de feministas interesadas en el tema. Un último tipo
de organización se distingue por su dedicación a la defensa de los dere-
chos sexuales y reproductivos, y se ejemplifica en la red nacional de mu-
jeres dedicada a propósitos de difusión, promoción e incidencia en las
políticas públicas en salud45.

Las organizaciones y entidades del sector LGTB, por su parte, pueden


clasificarse por su dedicación distintiva a las poblaciones que lo integran
-lesbianas, gays, transgeneristas y bisexuales- y por sus propósitos fun-
damentales. En primer lugar, están las asociaciones culturales cuyo pro-
pósito es brindar un espacio de encuentro y participación. En segundo
lugar, las organizaciones y entidades que prestan apoyo, capacitación y
asesoría psicológica, legal o terapéutica. En tercer lugar, los grupos orien-
tados a la visibilización de la población y a la consolidación de su identi-
dad, y el último grupo tiene como fin esencial la reflexión en torno al
tema de la orientación sexual y la identidad de género46.

3. El proyecto de investigación incluye como actores del nodo a las entida-


des de investigación y universitarias, las organizaciones de base que pro-
ducen conocimiento y los miembros de la comunidad académica convoca-
dos para hacerse partícipes de la preocupación por el género y la justicia
comunitaria.

45. El panorama general presentado se estructura en categorías incompletas y de una lógica


contingente y perfectible. No obstante, constituye un primer paso hacia un esquema de
alcances y posibilidades comprensivas mayores, que dé cuenta de la verdadera pluralidad
del movimiento en Colombia y permita una visión más amplia y detallada.
46. Ver Anexo 2, que contiene a manera meramente indicativa algunas organizaciones del
movimiento LGTB.

[ 76 ]
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
[Hacia una perspectiva de género en la Red de Justicia Comunitaria]]

3.2.2 Escenarios y transfor maciones a lograr


transformaciones

Las estrategias y actores implicados en la ejecución del proyecto de género se


inscriben en escenarios específicos de transformación. A continuación se especifi-
can tales escenarios junto con los cambios que se espera forjar con la labor de la
Red.

• El proyecto de autorreflexión, en primer lugar, se inscribe en el escenario


de la Red de Justicia Comunitaria buscando su transformación en térmi-
nos de género. Tal como se ha hecho explícito, se espera que en el corto
plazo la Red se ocupe colectivamente de un proceso de deconstrucción de
sus relaciones y estructuras de género.

En el mediano y largo plazo, el proyecto espera un proceso de reconstruc-


ción a través de la fijación y ejecución de políticas de género para la Red.
En este sentido, esta se transformaría no solo por asumir una perspectiva
de género sino por cuestionarse a sí misma en esos términos.

• El proyecto de interlocución, por su parte, tiene como escenario propio el


movimiento en torno al género y a la Red misma. El objetivo con tales
escenarios es transformarlos de manera que generen espacios de apertura
mutua, confluyendo en últimas en un espacio común de diálogo, debate y
apoyo.

Específicamente y en el mediano plazo, se espera que la Red se amplíe


con la inclusión de organizaciones del movimiento, como entidades e ins-
tituciones. Igualmente, se espera que tales organizaciones incluyan la
justicia comunitaria en sus agendas políticas integrándola como un espa-
cio estratégico. En el largo plazo, tales transformaciones apuntan a la
conformación de un movimiento social de género y justicia comunitaria
que articule las reivindicaciones propias de cada perspectiva.

• El proyecto de investigación pretende, en primer lugar, incidir en los esce-


narios académicos de la Red de Justicia Comunitaria impulsando una aper-
tura hacia el género de manera tal que sus actores incluyan tal perspecti-
va en sus objetos de estudio y reflexión.

En este sentido, se espera que la Red promueva y trabaje en una línea de


investigación de género y justicia comunitaria con proyectos, publicacio-
nes y seminarios. Un segundo escenario de incidencia lo constituyen la

[ 77 ]
[género y Justicia Comunitaria] ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

comunidad académica en general y los espacios comunitarios y tradicio-


nales de producción de conocimiento. En el corto y mediano plazo, se
espera la apertura de dichos contextos a la reflexión e investigación en
género y justicia comunitaria, confluyendo, a largo plazo, en una comuni-
dad de carácter múltiple y abierto que integre un conocimiento específico.

El saber producido tanto en el corto como en el mediano y largo plazo


abriría, a su vez, la posibilidad de incidencia en instancias oficiales, eco-
nómicas y culturales, prefigurando transformaciones sociales de mayor
amplitud. La Tabla 1 sintetiza las estrategias, actores, escenarios y trans-
formaciones pretendidas por el nodo de género y justicia comunitaria de
la Red.

ESTRATEGIAS
TEGIAS,, A
ESTRATEGIAS CT
ACT ORES
ORES,, ESCENARIOS Y TRANSFORMA
CTORES CIONESEN
TRANSFORMACIONESEN
EL NODO DE GÉNERO Y JUSTICIA COMUNIT ARIA DE LA RED
COMUNITARIA

ESTRATEGIAS
ESTRATEGIAS ACTORES
CTORES ESCENARIOS TRANSFORMA CIONES
TRANSFORMACIONES

Autorreflexión • Núcleo central Red de Justicia Comu- Una deconstrucción y reconstruc-


• Nodos regionales nitaria ción de la Red de Justicia Comu-
nitaria en términos de género
• Instituciones miembro

Interlocución • Movimiento en torno • Configuración de espacios de


al género apertura mutua y de un espacio
• Red de Justicia Comu- autónomo de interacción
nitaria • Inclusión de organizaciones del
movimiento en la Red e inclu-
sión de la justicia comunitaria
como objetivo estratégico en el
movimiento
• Configuración de un movimien-
to social de género y justicia co-
munitaria

Investigación • Red de Justicia Comu- • Comunidad académi- • Configuración de una perspec-


nitaria ca tiva de género en los escena-
• Centros de investiga- • Comunidades de co- rios académicos de la Red.
ción nocimiento tradicional • Apertura de las comunidades
• Universidades y propio académicas y tradicionales ha-
• Red de Justicia Comu- cia el tema de género y justicia
• Organizaciones de
nitaria comunitaria
base
• Configuración de una comuni-
dad académica múltiple en tor-
no al género y la justicia comu-
nitaria
• Integración de un saber que in-
cida en las diversas instancias
sociales

[ 78 ]
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
[Hacia una perspectiva de género en la Red de Justicia Comunitaria]]

3.2.3 Metodología de constr ucción y pr


construcción opuesta
propuesta
organizativa del nodo
organizativa

Tal como se anticipó líneas arriba, las estrategias del nodo de género y justi-
cia comunitaria resultan cruciales en lo que respecta a su consolidación y organi-
zación interna. A continuación se describe el proceso de configuración del nodo, de
ejecución de los proyectos de autorreflexión, interlocución e investigación y de
acompañamiento al proyecto pedagógico en cabeza del nodo de escuela de justicia
comunitaria. Igualmente, se mencionan los equipos y comités que hacen parte
integral del nodo, así como sus objetivos y funciones principales.

3.2.3.1 Fases de configuración del nodo y creación de los comités

Fase 1.Configuración del comité nodal e impulso al proyecto de


autorreflexión.

Asumiendo, tal como se argumentó en el aparte pertinente, que el proyecto de


autorreflexión constituye el primer paso en la configuración de una perspectiva de
género para la Red de Justicia Comunitaria, la organización del nodo en cuestión se
inicia a partir de un comité nodal conformado por las personas interesadas en el
tema de género dentro del núcleo central de la Red. Esta primera forma del comité
nodal se encarga de diseñar el instrumento de diagnóstico a partir de las pautas
dadas en el presente documento, de aplicarlo en el núcleo central de la red -equipo
de coordinación nacional, personas vinculadas directamente- y, posteriormente, de
evaluar sus resultados. Tal aplicación del instrumento permitirá revelar sus debili-
dades y aciertos, lo cual indica que la siguiente función del primer comité nodal
consiste en optimizar el instrumento.

Diseñar el instrumento de

]
diagnóstico

]
Aplicar el instrumento en

]
el núcleo central de la red
Primer Interesados -
Comité Núcleo central
Nodal de la Red
Red Primera evaluación de
resultados

Optimizar el instrumento

[ 79 ]
[género y Justicia Comunitaria] ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

• Primera ampliación del comité nodal e iniciación de la réplica del diagnósti-


co. Una vez corregido el instrumento, se inicia la fase de réplica con el fomen-
to de equipos de género en las instituciones miembros de la Red y los nodos
regionales, a cargo del primer comité nodal. Una vez organizados, los men-
cionados equipos de género se integran al comité nodal.

]
Primer
Segundo Comité nodal
Comité +
Nodal Equipos de
género

• Réplica del diagnóstico. Ya conformados los equipos de género en los nodos


regionales y las instituciones miembro de la Red, se socializa el instrumento
en tales equipos a fin de realizar una nueva optimización que reúna las re-
flexiones de los nodos y de las instituciones, así como las acciones que en
torno al género se han adelantado en las mismas. Posteriormente, los equi-
pos aplican el nuevo instrumento de diagnóstico en los correspondientes nodos
regionales e instituciones y proceden a su evaluación.

]
Socialización y
optimización instrumento

]
Diagnóstico en los nodos
Equipos
regionales y las institucio
institucio--
de
nes miembro
Género

Evaluación
de los resultados

[ 80 ]
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
[Hacia una perspectiva de género en la Red de Justicia Comunitaria]]

• Sistematización y socialización de los resultados del diagnóstico. Con el diag-


nóstico el segundo comité nodal en pleno consolida los resultados obtenidos
en el primer diagnóstico con los obtenidos en los nodos regionales y las ins-
tituciones integrantes. Posteriormente, se sistematizan los resultados y se
socializan en la Red en pleno, lo cual permitirá reflexionar sobre los mismos
y prefigurar las políticas de género a adoptar. Como última etapa de esta fase,
se configura un ente autónomo encargado del diseño y ejecución de tales
políticas enclavado en el primer comité nodal y en los equipos de género de
los nodos regionales y las instituciones miembro: el Comité de Consolidación
Institucional de la Red de Género (CCIG). Dicho comité se integra como es-
tructura organizativa del nodo.

]
Consolidación
de resultados

]
Segundo Socialización
Comité de los resultados
Nodal en la red en pleno

Configuración del CCIG

Superada esta fase, el nodo de género y justicia comunitaria se encontrará


conformado por un comité nodal y por el CCIG, a nivel central, regional y de las
instituciones miembro.

CCIG

CN

[ 81 ]
[género y Justicia Comunitaria] ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

En tales circunstancias y teniendo en cuenta que el diagnóstico ya realizado


ha logrado una relativa difusión del tema de género en la Red y una identificación
de los intereses de género hasta el momento difusos, resulta pertinente dar impul-
so a los proyectos del nodo restantes.

Fase 2. Impulso al proyecto de interlocución.

]
Revisión de las organiza-
ciones del movimiento en
torno al género

]
Comité Identificación de organiza-
Nodal ciones accesibles y afines

Comunicación y diálogo
con las organizaciones
identificadas

Entendiendo que el proyecto de autorreflexión ha adquirido una cierta auto-


nomía funcional a través del Comité de Consolidación Institucional de Género, la
siguiente función del comité nodal consiste en dar impulso al proyecto de
interlocución. Siendo prioridad establecer comunicación a nivel nacional entre or-
ganizaciones y entidades del movimiento, una primera tarea a realizar consiste en
revisar el movimiento en general –Anexos 1 y 2– a fin de identificar aquellas orga-
nizaciones más accesibles y afines teniendo en cuenta los acercamientos ya reali-
zados así como la misión y propósitos de la Red. Una vez identificadas tales orga-
nizaciones, se inicia una etapa de comunicación y diálogo con las mismas que
enfatiza las potencialidades de la perspectiva de la justicia comunitaria para el
género, y que somete a consideración y debate las políticas que simultáneamente
se están diseñando y ejecutando en el CCIG.

• Conformación de equipos de interlocución. Ya establecido el interés de las


organizaciones y evaluada la posibilidad de integrarlas como actores del nodo,
el comité nodal se encarga de impulsar la conformación de equipos dentro de
las mismas que funcionalmente se encarguen de la interlocución. Tal tarea
sería parte esencial de la conformación de un Comité de Interlocución de Gé-
nero (CIG) como estructura organizativa del nodo.

[ 82 ]
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
[Hacia una perspectiva de género en la Red de Justicia Comunitaria]]

]
Impulso a equipos de

]
interlocución dentro de las
Comité organizaciones
Nodal

Configuración del CIG

Superada esta segunda fase, el nodo de género y justicia comunitaria se en-


contrará conformado -a nivel central, regional y de las instituciones miembro- por
el Comité Nodal (CN), el Comité de Consolidación Institucional de Género (CCIG) y
el Comité de Interlocución de Género (CIG).

Movimiento en torno al género


] CIG CCIG

CN

Fase 3. Impulso al proyecto de investigación.

Teniendo en cuenta que la configuración de una línea de investigación sobre


género y justicia comunitaria dentro de la Red hace parte integral del proyecto de
investigación propuesto, una primera tarea del comité nodal consiste en convocar
a nivel nacional a los miembros de la Red preocupados por la reflexión y produc-
ción de conocimiento. Dicha convocatoria debe confluir en la elaboración de
parámetros teóricos y metodológicos que, basados en las propuestas indicadas en

[ 83 ]
[género y Justicia Comunitaria] ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

la sección 3.1.3 del presente documento, den un impulso inicial a la línea y sean la
base de futuros proyectos de investigación.

]
Convocatoria a los agentes

]
académicos de la R ed
Red
Comité
Nodal
Configuración de una base
teórica y metodológica de
investigación

· Convocatoria a agentes académicos y sectores de producción de conocimiento


tradicional externos a la Red. Apoyado en la base teórica y metodológica con-
figurada, una segunda función del comité nodal en el proyecto de investiga-
ción consiste en convocar a los agentes académicos y sectores de producción
de conocimiento tradicional externos a la Red preocupados por el tema de
justicia comunitaria y por la perspectiva de género. Ello implica, en primer
lugar, una tarea de identificación de tales agentes y, posteriormente, el esta-
blecimiento de un nexo de comunicación con los mismos sustentado en los
parámetros de investigación elaborados. Una vez el interés mutuo se haya
esclarecido y se logre integrar tales organizaciones y entidades como actores
del nodo, la función del comité nodal consiste en impulsar equipos en tales
actores, confluyendo en últimas en la configuración de un Comité Académico
de Género (CAG) que se integre como estructura organizativa del nodo.

Identificación de actores académicos y

]
sectores de producción de conocimiento
tradicional

]
Comité Convocatoria a los agentes identificados
Nodal
Impulso a equipos de investigación de
género y justicia comunitaria en las entida-
des y organizaciones externas

Conformación del CA
CAGG

[ 84 ]
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
[Hacia una perspectiva de género en la Red de Justicia Comunitaria]]

Concluida esta fase, el nodo de género y justicia comunitaria se organizaría


estructuralmente -a nivel central, regional y de las instituciones miembro- en un
Comité Nodal (CN), un Comité de Consolidación Institucional de Género (CCIG), un
Comité de Interlocución de Género (CIG) y un Comité Académico de Género (CAG).

Movimiento en
torno al género ] CIG CCIG

]
Agentes académicos
CA
CAGG y sectores de pro
pro--
ducción de conoci-
miento tradicional.

Así configurados, cada uno de los comités adquiere una cierta autonomía
funcional que permite el desarrollo de las actividades del nodo y la ejecución de las
estrategias que le son propias. A continuación se hacen explícitas las funciones
que se encargan a cada uno de los comités, los cuales esbozan el desempeño del
nodo una vez constituido.

3.2.3.2 Funciones de los comités

* Funciones del comité nodal. Una vez distribuidas las tareas de interlocución,
autorreflexión e investigación, el comité nodal tiene una importancia crucial
como punto de encuentro y coordinación entre los comités. Sus funciones son
principalmente las siguientes:
Coordinar las actividades de los comités de manera que exista una comunica-
ción constante y un flujo de información y apoyo entre los proyectos. En este
sentido, al comité nodal se le encargaría la evaluación de la oportunidad y
conveniencia de fijar puntos de encuentro entre actores y estrategias, que
pueden expresarse en la participación del movimiento de género en la elabo-
ración de las políticas de la Red o en la posibilidad de generar un conocimien-
to abierto a partir de los resultados del diagnóstico; a manera de ejemplos:

[ 85 ]
[género y Justicia Comunitaria] ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

- Establecer nexos de comunicación entre el nodo de género y los nodos


restantes en la Red. Ello implica una identificación de los proyectos y
estrategias adelantadas en tales espacios y la evaluación de la oportuni-
dad y conveniencia de trabajar en conjunto en determinados proyectos o
fases de los mismos.

- Asegurar la comunicación interna del nodo a nivel nacional. Igualmente,


se encarga de apoyar de manera constante la consolidación de los equi-
pos impulsados en las entidades y organizaciones que participan en el
nodo.

- Acompañar de manera constante el proyecto pedagógico de género ade-


lantado por el nodo de escuela, articulándolo con las actividades de
autorreflexión, interlocución e investigación adelantadas en el nodo.

• Funciones del Comité de Consolidación Institucional de Género: Siendo su


objetivo esencial diseñar y ejecutar políticas de género para la red de justicia
comunitaria, las principales funciones del CCIG son las siguientes:

- Elaborar propuestas de género para la Red que respondan a las transfor-


maciones que se consideren necesarias y que se hayan hecho explícitas
en la socialización de los resultados del diagnóstico.

- Discutir tales propuestas en los nodos regionales y en las instituciones de


la Red a través de los equipos de género impulsados en la Fase 1 de la
constitución del nodo.

- Coordinar y articular las propuestas y sugerencias que en términos de


género surjan y se hagan explícitas a nivel regional y de las instituciones
adscritas, confluyendo en políticas abiertas que respondan a la multipli-
cidad de visiones y necesidades existentes.

- Identificar los agentes encargados de la ejecución de las políticas a nivel


regional y de las instituciones miembro.

- Diseñar la metodología de implementación de las políticas y coordinar su


ejecución a nivel nacional y de las instituciones miembro.

- Evaluar y sistematizar el proceso de autorreflexión.

• Funciones del Comité de Interlocución: Entendiendo la interlocución como


un proyecto constante y de importancia crucial para los todos, las funciones
del CIG son las siguientes:

[ 86 ]
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
[Hacia una perspectiva de género en la Red de Justicia Comunitaria]]

- Mantener con el movimiento una comunicación de carácter múltiple y


abierto. Ello implica indagar constantemente la posibilidad de nuevas
organizaciones como actores del nodo y explorar en diversos tipos de or-
ganizaciones y entidades.

- Crear un flujo constante de información entre el movimiento y las activi-


dades y productos de las estrategias restantes.

- De ser pertinente, procurar la inclusión de las organizaciones como insti-


tuciones de la Red.

- Apoyar los proyectos y estrategias de las organizaciones del movimiento


en justicia comunitaria.

- Evaluar y sistematizar el proceso de interlocución.

• Funciones del Comité de Investigación en Género: Teniendo en cuenta los tres


objetivos del CIG, a saber, la constitución de una línea de investigación en la
Red, la convocatoria a agentes académicos externos y la difusión del tema de
género y justicia comunitaria, sus funciones son las siguientes:

- Mantener en constante renovación y actualización la base teórica y


metodológica de investigación elaborada en la Fase 3 de constitución del
nodo.

- Procurar la consecución de recursos para el impulso a proyectos de inves-


tigación en género y justicia comunitaria tanto en la Red como en las
entidades que se han hecho partícipes del nodo.

- Procurar la inclusión de la perspectiva de género en los diversos proyec-


tos de investigación adelantados en la Red y de la perspectiva de género o
de justicia comunitaria, según sea el caso, en las entidades que partici-
pan en el nodo.

- Difundir los proyectos en curso y sus productos mediante publicaciones,


encuentros, seminarios, etc.

- Elaborar una base de datos que contenga las diversas elaboraciones en


torno al tema de género y justicia comunitaria y procurar su disponibili-
dad.

- Evaluar y sistematizar el proceso de fomento y difusión de la línea de


investigación en género y justicia comunitaria.

[ 87 ]
[género y Justicia Comunitaria] ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

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[ 95 ]
La impresión de esta obra se terminó
en el mes de octubre de 2004
en Ediciones Amaranta,
500 ejemplares
Bogotá - Colombia

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